la educacion para el emprendimiento y la innovación

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LA EDUCACION PARA EL EMPRENDIMIENTO Y LA INNOVACIÓN
Roberto de la Vega, Melgar, Agosto 20 de 2014
Ha llegado el momento de que Colombia, con el fin de avanzar en su nivel de competitividad, se
enfoque en la Innovación, una actividad que debiera ayudarnos a superar la economía basada
en factores (recursos humanos y naturales), que refleja el nivel más bajo de desarrollo
económico y en la que se comercializan productos de bajo valor agregado y cuya ventaja
competitiva radica en el bajo costo y fácil acceso a los factores, para avanzar a una economía
basada en el conocimiento, en donde como la competitividad está basada en la Innovación y en
donde esta se convierte en una política de estado y en una actividad omnipresente en todos los
sectores y actores de la actividad económica.
Es fácil observar en la práctica esta correlación entre el nivel de competitividad y la Innovación.
Basta con mirar las estadísticas descritas en el Reporte de Competitividad Global 2013-2014
publicado por el Foro Económico Mundial para ver que los países en los primeros lugares
(Suiza, Finlandia, Singapur, Estados Unidos, Alemania, Holanda) son economías que ya
superaron el segundo nivel de desarrollo caracterizado por economías industriales cuya
competitividad está basada en el logro de una mayor eficiencia y se han convertido en
economías basadas en el conocimiento.
Por esta razón me permito plantear que si en Colombia queremos superar nuestro mediocre
puesto 69, el cual hemos mantenido inalterado desde 2007, tenemos que enfocarnos en lograr
aumentar nuestra actividad emprendedora y nuestra capacidad de Innovación.
Y para lograrlo, la educación es un factor definitivo. Pero no basta con aumentar el gasto en
educación, en donde obtenemos el puesto 47 de las 144 economías analizadas en el Reporte
de Competitividad, sino en cambiar tanto la calidad como, aún más importante, el enfoque de la
educación buscando formar capital humano más emprendedor e innovador.
El mundo académico ha producido gran cantidad de estudios que describen, o pretenden
hacerlo, las características que hacen más innovadores a los seres humanos. Dichos estudios
han mostrado que más que conocimientos disciplinares, como matemáticas y ciencias sociales,
son fundamentales algunas habilidades y comportamientos que pueden ser enseñados. Y por
esto, en la Universidad, aunque también en todas las otras instituciones dedicadas a la
formación del capital humano, debemos enfocarnos en desarrollar dichas habilidades y en
fomentar dichos comportamientos.
En lo que respecta a las habilidades, es fundamental enfocarnos en las habilidades cognitivas,
afectivas y morales. Las habilidades cognitivas son un conjunto de operaciones mentales que
permiten que el alumno integre la información adquirida por vía sensorial, en estructuras de
conocimiento más amplias que tengan sentido para él. Incluyen habilidades como el
pensamiento crítico, el pensamiento dialéctico, el pensamiento creativo y el pensamiento
sistémico, que le permiten al estudiante “aprender a pensar” mediante la práctica. Para esto,
tenemos que echar mano de metodologías activas que fomenten los diferentes tipos de
pensamiento, como pueden ser las metodologías del caso de estudio, la discusión, el debate y
la participación en proyectos aplicados.
Las habilidades afectivas, que algunos llaman también habilidades emocionales, y que Daniel
Goleman describe de manera bastante acertada en su teoría de la Inteligencia Emocional,
incluyen aquellas que determinan tanto el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos
como el modo en que nos relacionamos con los demás. Incluyen entonces la conciencia de sí
mismo, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales (influencia sobre
otros, comunicación, liderazgo, gestión del cambio, resolución de conflictos, colaboración, y
trabajo en equipo). Todas estas habilidades pueden ser desarrolladas si se estimulan
debidamente. No se nace con ellas sino que, al igual que las habilidades intelectuales,
evolucionan en la medida que se las estimula y desafía. Esto implica que se requiere de una
formación intencionada y gradual que permita alcanzar los niveles de logro esperados en cada
etapa mediante la utilización de los contextos de aprendizaje y las experiencias adecuadas.
Por último están las habilidades morales, que incluyen la conciencia moral, que tiene que ver
con la capacidad de obtener información so re s mismo, constr ir con esa información una
representación concept ali ada de s mismo clari icarse a s mismo en relación a un conjunto
de aspectos que configuran la propia manera de ser, y el juicio moral, que permite percibir,
reconocer y reflexionar en torno a situaciones en las que se presenta un conflicto de valores así
como expresar opiniones razonadas sobre lo que debe ser. Dichas habilidades deben ser
desarrolladas mediante la educación moral, que tiene como objetivo prioritario construir
personalidades autónomas en las que el individuo actúa de acuerdo a su pensamiento y
establece juicios en relación con los modelos establecidos, superando los niveles más básicos
de moralidad guiada por impulsos sociales y biológicos o determinada por los modelos
establecidos en el grupo al que pertenecen y en los que los sujetos aceptan sumisamente la
norma sin someterla a un proceso de reflexión crítica.
Este nivel de desarrollo se logra al proporcionar experiencias que favorezcan el abandono de la
moral autoritaria y que, por el contrario, inviten a valorar y adoptar la moral del respeto mutuo y
la autonomía.
Adicionalmente, es fundamental fomentar el desarrollo de la habilidad más importante para el
emprendimiento y la innovación que es aquella que nos permite descubrir oportunidades
mediante la identificación de patrones y la capacidad de asociación. A este respecto, en su libro
El ADN del Innovador, Jeff Dyer, Hal Gregersen y Clayton Christensen plantean que los
innovadores piensan diferente porque relacionan lo que aparentemente no está relacionado. La
asociación —o la habilidad para hacer conexiones inesperadas entre distintas áreas de
conocimiento, distintos sectores industriales e incluso geografías— es una habilidad típica entre
los innovadores que lideran conocidas compañías como Apple, Amazon y Virgin, quienes hacen
una polinización cruzada de ideas en sus cabezas y en las de los demás.
Los autores plantean también que para lograrlo hay que ser capaz de cuestionar
constantemente el status quo, observar detallada y críticamente el mundo que nos rodea, crear
redes para aprender y validar nuestras ideas y experimentar nuevas opciones y soluciones.
El cuestionamiento es el catalizador creativo para otros comportamientos asociados al
descubrimiento de oportunidades: la observación, la creación de redes y la experimentación.
Los innovadores hacen cientos de preguntas, no preguntas prudentes sino preguntas
disparatadas que desafían el statu quo y que a menudo cuestionan el poder establecido con
una intensidad y frecuencia poco habituales, para entender mejor qué es una cosa y lo que
podría ser.
Los innovadores son también intensos observadores del mundo que los rodea para dar cuenta
de aquello que no funciona. Cuando se involucran en este tipo de observaciones, empiezan a
establecer conexiones entre datos aparentemente no relacionados que pueden generar ideas
empresariales inusuales.
La creación de redes es fundamental para los individuos innovadores ya que pensar de forma
creativa implica a menudo conectar las ideas de nuestra área de conocimiento con las de
quienes juegan en campos diferentes o están fuera de nuestra esfera de influencia. Los
innovadores adquieren una perspectiva radicalmente distinta cuando dedican tiempo y energía
a encontrar y probar ideas a través de una red integrada por individuos diversos, que incluyan
las personas con las que normalmente no interactuaríamos, de tal manera que les permita
construir un puente entre diferentes áreas de conocimiento.
Por último, los individuos más innovadores, que además son buenos experimentadores, saben
que, aunque el cuestionamiento, la observación y el desarrollo de redes de contactos aportan
datos sobre el pasado (qué había) y el presente (qué hay), la experimentación es el medio más
viable para generar información sobre lo que puede funcionar en el futuro. Por esto, le dedican
mucho tiempo y recursos a probar experiencias nuevas, desarmar productos, modelos e ideas
para entender mejor su funcionamiento y probar ideas nuevas mediante el uso de prototipos y
proyectos piloto.
Entendiendo entonces que para la formación de una generación de profesionales más
emprendedores e innovadores es vital desarrollar las habilidades descritas anteriormente y
fomentar los comportamientos asociados, es fundamental asegurarnos que el modelo de
enseñanza que estamos utilizando lo permita.
Sin embargo, el modelo educativo tradicional aún está basado fundamentalmente en la
transmisión de conocimiento disciplinar por parte de un profesor quien como protagonista del
modelo asume la función de experto y se preocupa más por el conocimiento mismo y el
mecanismo de evaluación que por asegurar el aprendizaje. Adicionalmente, el estudiante es
ajeno a los objetivos trazados y a los mecanismos de evaluación, asumiendo una actitud pasiva
en la que no toma decisiones sino que cumple ordenes e indicaciones, esforzándose más en
complacer al profesor y en sacar buenas evaluaciones que en su diseñar su propio proceso de
aprendizaje.
Por esto es fundamental cuestionarnos sobre la relevancia del método tradicional y la necesidad
de evolucionar hacia un proceso de aprendizaje auto-dirigido y basado en la persona en donde
el estudiante asume la iniciativa en el diagnóstico de sus necesidades de aprendizaje, la
formulación de los objetivos, la elección y búsqueda de los recursos humanos y materiales para
el aprendizaje, y selecciona las estrategias para mejor aprender y evalúa los resultados
obtenidos y en donde el profesor actúa como facilitador y es un recurso más del aprendizaje.
Tenemos que preguntarnos entonces:
¿Es más importante en la Universidad que el profesor enseñe, o que los estudiantes aprendan?
¿Es más importante que se fije un Programa de Enseñanza o que se diseñe un Programa de
Aprendizaje que responda a la realidad actual?
¿Es más educativo que la motivación para aprender sea sacar buenas calificaciones, o más
bien, adquirir conocimientos concretos relacionados con la problemática de la realidad y de la
experiencia del alumno?
¿Es más valioso que el estudiante acumule información sobre la realidad únicamente por la
autoridad del profesor o que el estudiante descubra y explore la realidad de la vida con ayuda
de este último y de sus compañeros, aprovechando en esta tarea sus propios recursos y sus
intereses?
¿Se pueden formar científicos creativos a través de enseñanzas de carácter dogmático y
metodologías presentadas como únicos sistemas de exploración de la realidad o más bien, a
través de una búsqueda sistemática de explicaciones más coherentes de una realidad compleja
cuyo descubrimiento es frenado cuando el hombre erige sus propias hipótesis en verdades
absolutas?
¿Contribuye más al cambio social entrenar repetidores y reproducir en el salón de clases los
modelos ya existentes o la búsqueda de un aprendizaje nuevo, vivencial, realizado por
personas que crecen en una sociedad de relaciones interpersonales desiguales?
Creo que hay que comenzar la reflexión y decidir en qué circunstancias hay que evolucionar,
dejando atrás el modelo tradicional, hacia un modelo más enfocado en la generación de
competencias.
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