Hacia una definición conceptual del genocidio Hacia una definición conceptual del genocidio* Henry R. Huttenbach Introducción Para llevar a cabo una investigación académica exhaustiva del genocidio deben poder satisfacerse dos prerrequisitos: (1) una definición conceptual rectora acerca del genocidio y (2) un perfil orientador general (la anatomía) del genocidio. El primero es la clave para una identificación certera de las experiencias genocidas; el segundo asegura una comparación simétrica de los genocidios. Hasta la fecha, los estudios sobre genocidio no poseen ninguno de los dos; carecen tanto de una definición conceptual satisfactoria como de un consenso en cuanto a la estructura interna del genocidio. Sin una definición conceptual uno se encuentra impedido de distinguir entre las experiencias genocidas y aquellas que no lo son; y si se carece de un esquema básico, es difícil determinar qué hay que comparar y cómo y, por tanto, establecer las singularidades y las rasgos comunes distintivos que separan y conectan a los genocidios. En este artículo sólo nos ocuparemos de la formulación de una definición conceptual. Hacia una definición conceptual rectora acerca del genocidio Se supone que las definiciones clarifican y, por ende, ayudan a identificar. En realidad, la búsqueda de una definición adecuada puede a menudo conducir a una mayor confusión e incluso a controversias, a veces sumamente conflictivas. De este modo, cuando aparece un fenómeno desconocido, el primer problema se presenta con la elección de una denominación apropiada y, en lo posible, objetiva. Abordar la cuestión del genocidio es básicamente lo mismo. Una ininterrumpida sucesión de matanzas a gran escala ha tenido lugar a lo largo de la historia de la humanidad. En respuesta a lo que parecía una masacre sin precedentes perpetrada por el Tercer Reich contra los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial, Raphael Lemkin, un abogado polaco de ascendencia judía, acuñó el término “genocidio” para caracterizar lo que los nazis llamaban la Solución Final al Problema Judío. Con ello, Lemkin pretendía hacer una distinción entre masacres exterminadoras y no exterminadoras perpetradas por la Alemania hitleriana. Esto dio origen al problema de determinar cuándo y cómo una masacre deja de ser una matanza a gran escala y comienza a adquirir características genocidas. Pero ¿se puede hacer una distinción precisa utilizando los recursos académicos? ¿O acaso ésta se basa mayormente en impresiones persona- * Este artículo fue extraído del Journal of Genocide Research, (Vol.4, Nº 2, 2002. Págs. 167-176) con el derecho no exclusivo de edición en español otorgado como parte del intercambio de cooperación entre el Journal of Genocide 27 Revista de Estudios sobre Genocidio les? 1 Antes de tener su propia denominación, el genocidio se hallaba incluido entre los “crímenes contra la humanidad” o en una categoría llamada “crímenes de guerra”, como fuera el caso durante el Tribunal Militar Internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial convocado en 1946. La Convención sobre Genocidio de la ONU del año 1948 hizo del genocidio –hoy en día un término aceptado– una categoría delictiva independiente. Intentó resolver esta cuestión de la especificidad y la diferenciación de otros delitos proporcionando criterios en cierto modo descriptivos acerca de lo que constituye una conducta genocida.2 En cierto sentido, esto ha sido bastante satisfactorio, al menos para que funcione como lineamiento para quienes se encargan de penalizar el genocidio. Prácticamente todas las cortes y todos los tribunales han basado generalmente su decisión acerca de lo que constituye un genocidio y de lo que es o no es genocida en la declaración de la ONU, aunque no por completo. Su definición de genocidio y sus criterios han modificado y han ampliado las características descritas en la Convención sobre Genocidio. Los informes relativos a la Convención sobre Genocidio confeccionados por los Relatores Especiales de la ONU en los años 1978 y 1985 revelaron serias deficiencias en la definición proporcionada por esta organización.3 Mientras que todo esto satisfizo medianamente a aquellos involucrados con el genocidio como delito, no convenció a quienes se ocupan del genocidio en otros niveles. Los académicos –historiadores, psicólogos, politólogos y responsables del diseño de políticas– han inundado el campo con sus incompatibles, si no contradictorias, definiciones de genocidio, hasta tal punto que el problema planteado por esta proliferación de definiciones amenaza con socavar el estudio coherente del genocidio. Para comenzar con los extremos superficiales del problema de la definición, hay uno que yo denomino el “Dilema KatzCharny”. En pocas palabras, el dilema de definir el genocidio queda ejemplificado y resumido en estas dos opiniones contrapuestas, a saber: 1. En su voluminoso libro The Holocaust in History (El Holocausto en la historia),4 Stephen Katz desarrolló un argumento con evidentes errores metodológicos para probar que existe sólo un caso genuino de genocidio, específicamente, el Holocausto (o sea, la “Solución Final al Problema Judío”, como denominaba la SS a la política de exterminio). Katz llegó a esta conclusión tras analizar literalmente cientos de ejemplos de asesinatos en masa a través de los siglos, determinando que, dado que ninguno puede compararse descriptivamente con el Holocausto, sólo queda un ejemplo acabado de genocidio. Hay aquí dos graves errores. Uno es el de la falsa comparación: en primer lugar, al seleccionar deliberadamente una experiencia para que funcione como el paradigma operativo del genocidio, Katz llegó fácilmente a la conclusión de que ninguna de Research y la Revista de Estudios sobre Genocidio. Se agradece al Journal of Genocide Research la cesión de derechos. Traducción: Mariana Dematteo. 1 Semelin, Jacques, “In consideration of massacres”, en el Journal of Genocide Research, Vol.3, Nº 3, 2001. Págs. 377-390. 2 Porter, Jack. (ed.), The United Nations Convention in Genocide and Human Rights, University Press of America, Lanham, MA, 1982. Págs. 307-316. 3 Ruhashyankiko, Nocideme, Relator especial, ONU ESCOR, Sesión 31, Doc. ONU E/CN. 4/Sub. 2/416, 1978; y Benjamín Whitaker, Relator especial, ONU ESCOR, Sesión 38, Doc. ONU E/CN. 4/Sub. 2/1985/6, 1985. Véase también Lippman, Matthew. “A road map to the 1948 Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide”, en el Journal of Genocide Research, Vol. 4, Nº 2, 2002. Págs. 177-195. 4 Katz, Steven T, The Holocaust in Historical Context, Vol. 1. The Holocaust and Mass Death Before the Modern Age, Oxford University Press, Nueva York, 1994. 28 Hacia una definición conceptual del genocidio las demás experiencias cumplía los criterios y estándares del genocidio por él elegido –el Holocausto–. Dado que nunca existen dos experiencias completamente iguales, entonces, por lógica, todas las demás quedan automáticamente descalificadas como genocidios acabados. En segundo lugar, Katz comete el pecado académico del razonamiento a priori. Conscientemente construyó un argumento en torno a una conclusión que deseaba probar antes de escribir el libro, expresamente, confirmar que el Holocausto es único, independiente, e incomparable, el único representante de una clase propia, un supergenocidio. A todos los demás casos de matanza planificada de un grupo los clasifica, por inferencia, como casi genocidios o genocidios menores. De este modo, Katz sienta las bases para una jerarquía de masacres sobre la cual el Holocausto prevalece en grado sumo, incomparable, único, con su propia definición que se aplica sólo a sí mismo. Katz concluye que todo lo que uno necesite saber sobre genocidio, puede hallarlo en el Holocausto; cualquier conclusión que se pueda extraer de otros genocidios (es decir, de genocidios menores) es inevitablemente secundaria según la fórmula holocaustocéntrica propuesta por Katz. Si graficamos el razonamiento de Katz, se pueden extraer dos variantes de la “supre- macía” del Holocausto. Son esencialmente iguales. La primera (Figura 1a) destaca la teoría de la “unicidad”; la segunda (Figura 1b) resalta el modo holocaustocéntrico. En esta representación, el Holocausto (H) es independiente de otros casos de genocidio (G). Se lo percibe como “único”, como un supergenocidio que no puede ser comparado con otras experiencias genocidas. En esta representación (Figura 1b) se reconoce al Holocausto como parte del genocidio, compartiendo algunas características con otros genocidios (zona 2). Pero también tiene características distintivas especiales (zona 1), sugiriendo que es “más” que un simple genocidio. Es un “genocidio en exceso”. 2. En el otro extremo del espectro de definiciones de genocidio se halla la de Israel Charny. Su definición, si así se la puede llamar, es tan amplia que diversas experiencias se ajustan a sus parámetros y, en consecuencia, pueden ser identificadas como genocidio. La excesivamente generosa definición de Charny es tan acomodaticia que permite considerar que varios cientos de experiencias admiten el rótulo de genocidio, incluyendo muchos de los excluidos por Katz. Esto está mejor ejemplificado en los dos tomos de su Encyclopedia of Genocide (Enciclopedia del genocidio),5 un despiadado compendio de Figura 1. La teoría de la “uniqueness” (a) H G (b) 1 5 2 Encyclopedia of Genocide, dos tomos, ABC-CLIO, Santa Bárbara, 2000. 29 Revista de Estudios sobre Genocidio episodios de masacres, a cada uno de los cuales se le atribuye un status genocida. El resultado es una universalización tal del acto de genocidio que la palabra carece de una especificidad esencial significativa. La graficación de la fórmula de Charny sería la siguiente. En este diagrama (Figura 2), todas las violaciones masivas violentas de los derechos humanos (el círculo interior con las le- Figura 2. El enfoque inclusivo G VM VDH G tras VMVDH) son identificadas como genocidas, incluidas en la órbita más amplia del genocidio (círculo exterior). En ausencia de una definición analítica del genocidio, es evidente que esto empaña considerablemente las diferencias entre dos fenómenos. Entonces, ¿cómo logra uno salir del dilema Katz-Charny? El primero, Katz, evoca el fantasma de la selectividad extrema en su definición, es decir: “un genocidio es precisamente esa experiencia que yo escogí”. Su estilo de definición-por-exclusión-radical proporciona una metodología autosuficiente que puede ser aplicada por cualquier académico que tenga un genocidio “favorito”. El segundo, Charny, es tan indiscriminado (¿generoso?) que virtualmente todo atentado contra los derechos humanos colectivos podría ser percibido como una forma de genocidio, lo cual plantea un dilema: a menos que se demuestre lo contrario, cualquier episodio violento masivo entra dentro de los parámetros del genocidio. Una vez más, ¿cómo hallar un punto medio que desate este Nudo Gordiano? La ausencia de una definición de genocidio satisfactoria basada en criterios no impresionistas e inflacionarios genera graves consecuencias que impiden seria30 mente el progreso de los estudios sobre genocidio. A nivel de las monografías, los estudios sobre una experiencia en particular, considerada un genocidio por el autor, se basan, en mayor o menor medida, en una definición arbitraria que satisface a ese académico en particular. Hoy en día, los investigadores trabajan con una definición que conviene a sus objetivos, por ejemplo, incluir una experiencia que están estudiando junto a otros genocidios que también han sido arbitrariamente llamados genocidios por sus respectivos autores. Hasta ahora, son dos las consecuencias. En primer lugar, se han generado ahora numerosos debates que cuestionan si algunas experiencias son en verdad genocidios. Así, los sangrientos sucesos que acompañaron el desmembramiento de Yugoslavia han sido una y otra vez tratados como ejemplos de genocidio o bien rechazados por estar fuera del rango de lo genocida. Por ejemplo, la disputa de hace décadas acerca de cómo clasificar las experiencias letales de los roma o romaníes y los sinti (gitanos) europeos a manos de los nazis: ¿constituyen o no un genocidio? Destacados estudiosos del genocidio, que durante años utilizaron el pensamiento holocaustocéntrico de Katz, negaron firmemente y a menudo con vehemencia que Hacia una definición conceptual del genocidio la política antigitana del régimen nazi haya sido genocida, hasta las recientes “conversiones” volte face que no fueron el resultado de una revisión intelectual sino de, uno llega a sospechar, la conveniencia, dado que sostener la negación se estaba tornando políticamente incorrecto. Por otro lado, Ian Hancock, de la Universidad de Texas, luchó (por años infructuosamente) con pasión y firmeza para lograr el reconocimiento de un genocidio gitano, el Porrajmos (el Holocausto romaní). De este modo, dado que las distintas experiencias no son rechazadas o aceptadas como genocidios en base a un criterio establecido, la necesidad de contar con una definición más objetiva se vuelve mucho más urgente. En segundo lugar, para poder comparar distintos genocidios, es necesario en principio que las experiencias sean clasificadas como tales. Pero en presencia de diversas definiciones contrapuestas, resulta imposible lograr un consenso acerca de cuál de ellas debería aplicarse. Por ejemplo, dados 20 episodios de masacre hipotéticos, utilizando una definición, los primeros 10 podrían calificar; aplicando otra, los 10 episodios restantes podrían ser considerados genocidios. Utilizando una tercera definición, los 10 del medio podrían ser identificados como tales, etc. De acuerdo con las D2 y D3, los episodios 1-5 no son genocidios, aunque sí lo son según la D1. Inversamente, según las D1 y D3, los episodios 16-20 no son genocidios, mientras que sí lo son de acuerdo con la D2. La confusión puede aumentar si se introducen otras definiciones. De esta manera, sin una definición rectora no existe un modo seguro para separar a los genocidios de los no-genocidios. A su vez, sin un modo preciso de determinar si constituye o no un genocidio, la comparación racional entre genocidios resulta imposible. La confusión es obvia. Entonces, ¿cómo escapar de este atolladero y arribar a una definición basada en un consenso razonable acerca de qué es el genocidio y en qué consiste? Figura 3. El modo holocaustocéntrico 0 5 10 15 Definición 1 20 Definición 2 Definición 3 Para empezar: ¿Qué elemento se ubica en el epicentro del genocidio? ¿Cuál es el denominador común que conecta a todos los genocidios? Como ya fuera señalado, el consenso en cuanto a una definición de genocidio satisfactoria aún desvela a los académicos, aunque no así a los abogados litigantes. Según proceden los tribunales que siguieron a los conflictos de Bosnia y Ruanda –a los que se les confió la responsabilidad de enjuiciar a los detenidos y acu- sados de haber cometido genocidio–, los jueces que los presiden y los fiscales tienden a basarse, casi invariablemente, en el espíritu, si no en la carta, de la Convención sobre Genocidio de la Organización de las Naciones Unidas del año 1948 como guía fundamental. Sin embargo, esta definición de genocidio reconocidamente pragmática se halla más en el orden de una fórmula descriptiva que de una definición conceptual; aun así, sigue funcionando como un 31 Revista de Estudios sobre Genocidio punto de partida práctico esencialmente en búsqueda de la justicia. Durante la última década, pacientemente los juristas han ampliado y perfeccionado la declaración de la ONU, proporcionándole a futuros juristas un cúmulo de sutiles interpretaciones y una recopilación de antecedentes –caso por caso– con la esperanza de desarrollar formulaciones jurídicamente aceptables, no tanto acerca del concepto de genocidio (lo que uno entiende que es como idea) sino acerca de los actos considerados genocidas, en base a las cuales las cortes aceptarán evidencia y fundamentarán sus veredictos. No obstante, este enfoque global hacia un consenso en cuanto a lo que es o no un genocidio, si bien es practicable en el ámbito judicial, no resulta satisfactorio en el ámbito académico. Mientras que el modo descriptivo, cada vez más empírico, clarifica los aspectos jurídicos de la práctica del genocidio, produce el efecto contrario en la analítica mente académica. En la indagación intelectual de la quintaesencia del genocidio, los académicos aún están buscando un concepto fundamental con el cual poder identificar con toda precisión el significado esencial del genocidio. Este enfoque está menos interesado en los detalles superficiales acerca de aquello que conforma un genocidio que en la idea misma de genocidio. A través de una mayor precisión semántica procura arribar a una definición más filosófica del genocidio, una que tenga menos que ver con el habitual interés de los juristas por la evidencia específica de un acto criminal específico y que esté más a tono con la necesidad de abstracción precisa del intelectual. Por lo tanto, antes de ocuparse de los rasgos secundarios de un caso específico de genocidio, los estudiosos del genocidio, deben configurar una percepción conceptual inequívoca de la esencia del genocidio. Originalmente, el término genocidio gozó de la ventaja de la aparente claridad de un neologismo, hasta que su significado 32 se tornó cada vez más confuso, sepultado bajo incontables capas de descripción superficial que finalmente, y previsiblemente, pusieron en duda la utilidad del término. Hasta tal punto que ahora es necesario encontrar otro vocablo para determinar cuál es el concepto preciso que encierra la palabra genocidio. Después de algunos años, quienes utilizaban el término genocidio consideraron que éste se asemejaba cada vez más a un recipiente vacío, una palabra en busca de su significado. De aquí el actual estado de confusión. En el corazón del genocidio reside la dimensión existencial, la idea y el acto de amenazar y poner en peligro la existencia de un grupo. Esto podría expresarse mediante el término eliminación, el deseo de eliminar a un grupo, excepto que genocidio también genera automáticamente la idea de masacre, mientras que eliminación, etimológicamente, connota ante todo “transferencia” o, en un contexto genocida, “expulsión masiva” –aunque no necesariamente masacre–. Sin embargo, la noción del asesinato en masa planificado y/o consumado debería ser admitida en nuestra interpretación básica del genocidio, en tanto que eliminación apunta sólo de manera secundaria a la idea y la ejecución de matanzas a gran escala. Un término como eliminación, que sólo indirectamente infiere la destrucción total de la vida, no cumple la condición sine qua non del genocidio, es decir, poner en riesgo la supervivencia de un grupo, en parte como resultado de una pérdida significativa de vidas provocada por la violencia del hombre. De cualquier modo, se podría hacer desaparecer a un grupo culturalmente por medio de la asimilación forzada; aunque casi todos los genocidios incluyen la matanza generalizada, habitualmente en respuesta a la oposición a la conversión cultural forzada. Un término más satisfactorio para salvar esta objeción es exterminio. Éste sugiere claramente una matanza generalizada pero concentrada de una magnitud Hacia una definición conceptual del genocidio asociada al genocidio. Resulta interesante que en 1933, antes del Holocausto y en ocasión de la Conferencia Internacional para la Unificación de la Legislación Penal celebrada en Madrid ese mismo año6, Lemkin haya utilizado el término “exterminio” en su intento de que fuera declarado un crimen, dando indicios con ello acerca de cuál era la idea que fundamentaba la nueva palabra –genocidio– que él mismo acuñaría 10 años más tarde. De un modo significativo, la palabra exterminio también había sido utilizada con relativa anterioridad para señalar un genocidio, dos años antes de que Raphael Lemkin acuñara la palabra genocidio, por la cual se refería al exterminio, el acto de masacrar a un grupo. La ocasión fue una Declaración virtualmente olvidada de la reciente Organización de las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1942, difundida con la intención de condenar públicamente la matanza sistemática de los judíos en la Europa ocupada por los alemanes7 y expresando lo siguiente: Política alemana de exterminio de la raza judía Numerosos reportes provenientes de Europa acerca de que las autoridades alemanas, no conformes con negar los más elementales derechos humanos a las personas de raza judía en todos los territorios sobre los que se ha extendido su dominio bárbaro, están haciendo efectiva la reiterada intención de Hitler de exterminar al pueblo judío en Europa, han atraído la atención de los gobiernos de Bélgica, Checoslovaquia, Grecia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, Polonia, la Unión Soviética, el Reino Unido, Estados Unidos y Yugosla- via, y también del Comité Nacional de Francia. Desde todos los países ocupados, los judíos están siendo transportados hacia Europa oriental en condiciones de espantoso horror y brutalidad. En Polonia, que se ha convertido en el principal matadero nazi, los guetos establecidos por los invasores alemanes están siendo sistemáticamente vaciados de todos los judíos excepto por unos pocos trabajadores altamente calificados requeridos para las industrias de la guerra. Jamás se vuelve a tener noticias de los que fueron transferidos … El número de víctimas … ha sido estimado en varios cientos de miles de hombres, mujeres y niños completamente inocentes. [Los firmantes] condenan en los términos más severos la brutal política de despiadado exterminio. Declaran que tales acontecimientos no pueden sino fortalecer la determinación de todos los pueblos amantes de la libertad de desbaratar la brutal tiranía de Hitler. Reafirman su solemne decisión de garantizar que los responsables de estos crímenes no eludan el castigo merecido y de activar las medidas prácticas necesarias para lograr este objetivo. (Énfasis agregado; nótese la expresa focalización en la intención, lo sistemático, el exterminio y el grupo –los judíos de Europa–). No obstante, el exterminio sigue siendo excesivamente unidimensional: principalmente, si no exclusivamente, se limita a la violencia física letal contra un grupo definido, mientras que genocidio, como ya fuera señalado, puede ir mucho más lejos, más allá de la mera destrucción de la vida 6 Véase Lemkin, Raphael, “Genocide as an international crime”, en el American Journal of International Law, Vol. 41, 1947. Págs. 145-147. 7 Citado por Brecher, Frank W., “David Wyman and the historiography of America’s response to the Holocaust: counter-considerations”, en Mitchell, Joseph R. y Buss Mitchel, Helen. (eds.), The Holocaust: Readings and Interpretations, McGraw Hill, Nueva York, 2001. Págs. 353-354. 33 Revista de Estudios sobre Genocidio biológica de un grupo establecido como objetivo. El genocidio puede incluir la deliberada pulverización de los cadáveres y, de manera significativa, la destrucción de todo el patrimonio creativo de un pueblo: su literatura, sus monumentos arquitectónicos, su arte, todo su legado, en síntesis, su cultura. La posibilidad de culturicidio como parte integral de la intención genocida no debería ser excluida de la idea central que otorga al genocidio su significado esencial. Del mismo modo que el vocablo exterminio, el término erradicación tampoco llega lo suficientemente lejos. Sin duda alguna, esta palabra transmite la idea del completo exterminio físico de la existencia biológica de un grupo, así como también de su cultura como una consecuencia planificada, que conduce a un estado de tabla rasa. La noción de borrar es, en realidad, un aspecto central del genocidio, tanto en sentido literal como figurado. El vocablo nazi Judenrein (territorio limpio de judíos) implicaba tanto la purga masiva de vidas no deseadas, de una cultura injuriada y de un recuerdo despreciado, como el comienzo de una nueva vida, de un futuro a ser escrito sin aquellos que fueron borrados. Pero aún estamos en el ámbito de la acción pura, de lo descriptivo, y escasamente en el nivel de lo filosófico requerido para proporcionar el verdadero significado esencial del genocidio. Algunos han sugerido el término “extinción” –en el sentido de extinguido– como el concepto esencial que encierra el genocidio. El problema con esta propuesta es que denota un tipo de exterminio restringido. Cuando uno se refiere a una especie o una civilización en vías de extinción o extinguida, esto sugiere acertadamente que su existencia futura ha concluido, pero de ningún modo niega su existencia anterior. Éstas siguen siendo, a través de la memoria, una parte de la historia. Sin embargo, algunos genocidios se perpetran con la intención explícita de destruir también el pasado de una colectividad, de negar la exis34 tencia histórica del grupo, ¡lo cual no está implícito en el concepto más moderado de extinguido! Se necesita un término más radicalmente preciso. Un término más preciso que combina la destrucción existencial de una colectividad humana, incluyendo su legado cultural, es aniquilación. Su etimología descansa en el concepto “nihil”, a saber, nada. Como verbo que describe una acción, aniquilar transmite inequívocamente el concepto de “reducir –transformar Algo– a la Nada”. Es decir, mientras que alguna vez hubo un Algo, ahora hay una Nada. La idea de reducir a la Nada guarda proporción, en pensamiento, con el acto de destrucción potencialmente multidimensional que necesariamente debe estar asociado al genocidio. Le permite a uno explorar las implicancias filosóficas de la Nada como una meta positiva, o sea, como un desiderátum de quienes perpetran un genocidio. El pensamiento y razonamiento genocida radical procura transformar la condición existencial de un pueblo –sus logros culturales, así como todo su pasado– de lo existente a lo inexistente. Éste es uno de los aspectos centrales del genocidio que debe ser completamente incorporado a cualquier conceptuación del fenómeno en su totalidad. Sin embargo, en términos de satisfacer una completa consideración de todo lo que implica la aniquilación, el término ya no tiene capacidad suficiente como para abarcar todo el espectro de implicancias esenciales con las cuales expresar el genocidio en toda su plenitud, o sea, la dimensión que va más allá de lo filosófico. Para ello, uno debe inclinarse hacia un término casi sinónimo pero menos utilizado, anulación. Éste también se arraiga en la idea de la Nada, pero le otorga un énfasis mucho mayor a convertir algo en cero, en un cero absoluto, la expresión alemana das Null. Esto permite expandir significativamente la idea de genocidio, en este caso más allá de la esfera de lo puramente biológico, cultural y filosófico. Mientras que aniquilación sugie- Hacia una definición conceptual del genocidio re un aspecto estrictamente racional de la conducta genocida, como una consecuencia planificada o una intención consciente que fluye de un silogismo bien estructurado y que concluye con la fabricación de la Nada Absoluta, la palabra anulación añade una dimensión cuasiteológica al genocidio, un aspecto que debe ser incorporado a una conceptuación integral de la idea de genocidio. El genocidio se hace posible a través del pensamiento (el deseo) y la capacidad de convertirlo en un hecho. En el acto bíblico de la creación, el creador todopoderoso se arrogó el poder de crear algo, de mantenerlo y de deshacer su existencia. Del mismo modo, por analogía, el genocida procura adquirir el poder de controlar la existencia de un grupo incluyendo la capacidad de destruir no sólo la existencia sino todo lo relacionado con una colectividad identificada como objetivo, incluyendo su existencia histórica a través de la memoria, así como también cualquier forma imaginable de una continuidad existencial en el futuro. Por consiguiente, el genocidio puede ser considerado un acto de anticreación que apunta a una totalidad de la extinción tan extrema que hasta el propio acto del genocidio podría ser negado y su recuerdo podría ser completamente borrado de futuros registros. En definitiva, el genocidio –las víctimas y los genocidas– no será reconocido. El acto del genocidio total se transformará en un no-acto. Esta clase de genocidio es un acto de absoluta y radical eliminación de todos los aspectos de la existencia; tan radical que, al menos en teoría o intención, no quedará ni un solo rastro de evidencia de que se haya perpetrado un genocidio, como si el grupo nunca hubiera existido, relegándolo a una condición eterna e informe de precreación, empujado hacia una inexistencia, hacia el Tohu vaVohu del Génesis, el Vacío eterno. Como ya fuera explicado, este acto de anulación extrema se halla en el epicentro del genocidio, otorgándole a la palabra una base conceptual precisa aunque suficientemente elástica. Para que una experiencia sea considerada un genocidio o, al menos, genocida, debe tener una conexión directa con un aspecto de la idea de anulación. Como se ha demostrado, existe un amplio aunque preciso espectro de anulación –grados de intención y consecuencia– que proporciona a los académicos un margen interpretativo suficiente y bien delineado para determinar si una determinada experiencia justifica o no ser rotulada como alguna clase de genocidio, y que va desde la destrucción cultural por asimilación forzada, pasando por la destrucción biológica fundamental, hasta la anulación total que, a su vez, conduce a la absoluta Nada existencial, la relegación al Vacío en nombre de una visión utópica que percibe al genocidio como un medio para lograr un mundo mejor.F 35