La Avalancha : revista ilustrada. Año 27, n. 631 [ie 633] (23 julio 1921)

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Núm. 631
•' Pamplona 23 de julio de 1921
Año XXVII
BIBLIOTECA CATÓLICO-PROPAGANDISTA
Tejería, 4O,
2.°
ADMINISTRACIÓN, ESLAVA, 3
'""••'•' .. ".;
•
DIRECCIÓN, NAVAS DE TOLOSA, 23, 2.»
arrecife?, fustiguen al rico, sin perjuicio de sablearle
despiadadamente cuando de sostener o ejecutar obras
sociales a favor del pobre o del obrero se treta, esto
nos cuesta tanto trabajo comprenderlo y encontrarlo justificado, como la recopi'ación de lo predicado o escrito sociológicamente. Y ei con la predicación oral o escrita en
la sociología de los ismos no se ha llegado a más resultado positivo que avivar odio?, enconar rencores y derramar sangre, ¿por qué los que no son ogros ni deben ignoi pudiéramos recopilar cuanto acerca de! prorar ni olvidar que todos somos hermanos en Jesucristo,
blema social se ha dicho desde la Cátedra
fascinados
por la falsa y deleznable ciencia sociológica
Bagrada hasta la Casa del Pueblo, pasando
se dejan arrastrar por los pedregales donde se libran laa
por la» Academias científicas y las mesas de
más feroces batallas fratricidas?
loe cafés con o sin bar; y si formásemos un
volumen con todo lo que Be ha escrito en los periódicos,
¿Dudar puede nadie que si muy digno de consideralibros, revistas y cartas familiares, pronto irían a aumención es el obrero, el pobre, también lo es el patrono, el
tar la población de los manico*
rico? ¿Y habrá alguien que sincemíos les personas a qnienes se
ramente crea que censurando a
confiriese el cargo de coordinar
uno y elogiando al otro se llegará,
ideas, armonizar proyectos y eleal restablecimiento de la fiaternigir soluciones eficaces. Y después
ded cristiana, resumida, compende tanto hablar y escribir, ¿qué rediada, aeí como toda la Ley essultado práctico se ha obtenido?
crita, en el brevísimo precepto
«amarás al Seflor, tu DÍOP, sobre
Desde quienes afirman -que el
todas las coses y ai prójimo como
problema social nació en el Paraía ti miemo?>
so terrenal, suponemos que del
mismísimo rabo de la serpiente,
Dejemos, ya que no podamos
hasta los sociólogos modernos que
impedirla, quienes de católicos
cada día ee obsequian con un nueverdaderos nos preciamos, que los
vo mote y cada ncche BS proporgobernantes desaprensivos asesten
cionan el gustazo de descubrir en
al capital que lee proporcionó reel firmamento de sus desvaiíos un
cursos para salvarse de la bancanuevo faro luminoso para imposirrota, todos los tiros de su ambibilitar cada vez máB la vida tranción o de au e*etu!tic¡8; pero no leg
quila, todos, rojos y amarilloB, azu^
imitemos, como otros católicos soles y morados, negros y blancos,
ciólogos imitan a JOB sociólogos ÍSacaban por coincidir en un punto
micos, o de los ismoe, en lo de
capital: anatematizar al rico y enadornarse con motea rebuscados
salaar al obrero; pero todavía está
en el diccionario de la democrapor nacer el sociólogo que tenga
cia, pues cuando Dios, en su infila franqueza de decir: en el fonnita eabiduría, quieo que hubiera
do del magno problema social DO
ricos y pobres, obreroB y patronos,
ezÍBte más anhelo qne vivir sin
ir contra cualquiera de ambos es
trabajar, o trabajando poco y coir contra la misma obra del SuPAMPLONA.—Detalle del claustro de la Catedral
brando mucho.
premo Hacedor.
Foto. Jote Uran¿a Oaldeano
Muy bueno ea eeflalar los debeQue los ogros del socialiemo,
rea de loa ricos; pero, ¿y los de los pobres? ¿Desde cuánanarquismo, sindicalismo, comunismo y demás iamos
do UH de ser el siervo máB que el seflor?
donde patinan y chocan y se estrellan todas las ambicionee desmedidas, pretendan superponer el pobre al
Si IIOB detenemos a considerar los beneficios obtenidos
rico y el obrero al patrono, puede explicarte fácilmeucm tantos halagos al obrero, pronto veremos que muy
te: están en eu terreno; pero qoe quienes dicen qu*? en
efímeros son los triunfos conquistados por ios cafó ÍCOB
«1 Catecismo de la Doctrina Cristiana e?tá la sotuciói
t\u» sacrifican dinero, tiempo, actividades, eoergíaB y ende todos loa problemas sociales con iemoa, golfos y
tusiasmos en procurar el bienestar del obrero, que suele
CUESTIONES SOCIALES
MENOS ADULACIÓN Y MÁS JUSTICIA
LA AVALANCHA
168
medrar con los católicos y votar con los sociólogos de loe
iemos, acaeo por que nnos anulan verbalmente lo que
realizan prácticamente. No hay que olvidar que adulación no es justicia; por lo tanto, menoB adulación al pobre y ruás justicia al rico, pues si hay patronos malos, no
todos los obreros son buenos, ni siquiera medianos.
^.
V
P.
ALGUHOS JESUÍTAS HAVARROS
DEL TIEMPO DE LA EXTINCIÓN DE LA COMPAÑÍA
la muchedumbre de varones insignes que dio & la Compeflía la fidelísima patria del
gran Javier, merecen especial
mención los que, en tiempos del
malaventurado Carlos III, padecieron jüjueto extrañamiento, y
luego la doloroea extinción de la
Compañía... ad vitanda majara
mala...
Justo es que se perpetúen los
D embree de algunos de ellos, a
lo menos entre sus paisanos. Y
pues LA AVALANCHA se gloría
constantemente de amar por junio a Navarra y a la Compañía de JesÚ3 que nació en las
murallas de Pamplona, tiene hoy & mucha honra poder
presentar en BUS columnas una breve galería de dichos
jesuitaa navarros, aseada de monumentos inéditos y singularmente del inapreciable Diario que nos legó el Padre Manuel Luengo, companero en religión y en trabaJOB de aquellos nuestroB paiBanoa.
Algunos de éstoB se distinguieron tambiéa por sus letras, otros por tu virtud y celo, pero todoB ellos ee señalaron por la honra y estimación que hicieron de eu madre la Compañía; a la cual, ai no hubieran amado más
que a su vida, no hubieran expuesto ésta en tan asiduos
trabajos y trances de muerte, por no abandonarla hasta
que ella feneció, y por vivir de su espíritu, aun después
que vieron muerta a su querida madre.
Comencemoa, pues, el breve recuento.
.. -.
NTRE
Donamaría, P Martin.—Nació el 24 de octubre de
1743 en Oricin (Navarra); ingresó el 27 de octubre de
1763, en la Provincia jesuítica do Castilla, y murió a 20
de junio de 1772 en Bolonia.
(Su elogio, t\ Luenfto, Diario, t. 6.°, págs. 152 155.)
«El día veinte por la noche murió *en esta Casa de
Fontanelli el P. Martín Donamaría, navarro, que en ella
eBtudiaba el último año de Teología.
Al tiempo que fuimos desterrados de nuestros colegios
y de España, estaba este joven en el Colegio de Patencia,
«etudiando el segundo año de Filoecfla, y se hallaba tan
débil, tan quebrantado y sin fuerzas por unas fuerteB y
largas tercianas que había padecido, que en medio de
que en aquella ciudad se hizo con bastante rigor y severidad la ejecución de nuestro destierro, no hubo la más
mínima rtizón de dudar que este Hermano debía por entonces quedarse en Palencia, hasta que, recobrado alguna cosa, pudiera ponerse en camino y seguir a los demás.
Pero, habiéndole hecho saber al H.° Martín esta determinación, fue tanta su pena, su aflicción y desconsuelo
por haberse de separar de sus Hermanos, lloró tanto y
suplicó tanto, que se tuvo por menoa peligroso llevarle
consigo, aunque en un estado tan miserable, que dejarle
en Palencia en tan grande amargura y desolación.
Y así se hizo, poniéndose en camino al mismo tiempo
que los demás Padres y Hermanos.
Y parece que el cielo aprobó y dio por baeno el fervoroso deseo de este 'joveD, de eegu'r en su destierro a
la Compañía su madre, y que quiso dar maestras de BU
agrado, pues en medio de haber sido tan atropellado e
incómodo el viaje desde Palencia a Santander, tanta la
estrechez e incomodidad con que estuvieron todos en
aquel Colegio, y sin comparación mucho mayor la opresión y apretura con que se vino en el navio, junto con
otras mil miserias y trabajos; con todo eso llegó ei Padre
Martín a Cal vi de Córcega, sin haber tenido en todo este
tiempo una terciana, sano y por entonces perfectamente
restablecido.
Ha sido ahora muy eentidu au muerte; porque era un
joven mny amado de todos les que le conocían, y en la
realidad merecía serlo por sus buenos talentos para las,
ciencia?, por su genio festivo y cariñoso, por su buen
modo y agrado, por su BÍngular candor e inocencia, y
por ser en todo un religioso exacto, observante, devoto
y fervoroso.
Como diez días antes de morir, volvió a esta Casa, de
Castel-Franco, adonde se le había enviado para ver ei
con la mudanza de aires sentía algún alivio en en quebrantada sa ud. Luego aquí Be le dio la noticia de su
cercana muerte, que recibió con suma paz y tranquilidad. V con la misma estuvo sin la menor inquietad hasta el último momento de BU vida, en que expiró placidísimamente dejando en todos por eeta parte, más que
sentimiento y dolor, gozo, consuelo y uaa aauta envidia
de muerte tan Hulee, tan apacible y tan preciosa.
Hoy se le ha hecho el oficio, con la decencia aciBtumbrada, en la Parroquia de S. Nicoláa de la calle de 8au
Félix, que está casi enfrente de la misma Oaaa Foatanelli.
NHC;Ó en Oricin, del Obispado de Pamploaa, a 24 de
octubre de 1743.»
RECUERDOS DE-SARASATE
(Continuación)
. ¡
'
El año que tocó en Madrid, después de recorrer medio mundo, le invitaron para que tocara en San Isidro el
Real, y aceptó en seguida.
Sarasate debía tocar por la noche, y el público empezó a ocupar la iglesia para las tres de la tarde: la aglomeración fue imponente; el barullo, más: hubo necesidad de
acudir a la autoridad y desalojar la iglesia. Se dispuso
rodear de guardia la entrada y cerrar las puertas de la
iglesia, caso de tumulto. La calle estaba totalmente ocupada por el público que no había podido entrar, tanto
que Sarasate y los que le acompañaban tuvieron que bajar del coche y marchar a pie hasta la puerta de la sacristía.
—¡Alto! gritó un guardia, encarándose con el artista; no
se pasa, dijo.
—Pero, ¡hombre! gritó uno, que es Sarasate.
¿Y qué sé yo quién es Sarasate? contestó el guardia
furioso. Tengo orden de no dejar pasar, y no se pasa.
La silba fue monumental, y duró mientras se aclaró el
caso.
¡Qué idealidad, el escuchar el nocturno de Chopin en
aquel templo hermoso, con un publico silencioso, atento,
hechizado. ¡Qué admirablemente ejecutó la obra, y qué
contento y satisfecho quedó después!
Aquel buen público sólo así podía escuchar al artista,
y apreciaba mucho más que los ricos y poderosos el don.
sobrenatural que poseía Sarasate. Muchas fueron las ocasiones en que ei artista tocó en los templos.
Recordamos la iglesia de los Carmelitas, de Londres,,
en el año del centenario de San Juan de la Cruz; San
Lorenzo, de Pamplona; San Carlos, de Biarritz, y otros.
También tocó en el claustro de Guernica, ante el roble
que representa los Fueros de Vizcaya.
Se improvisó un concierto para terminar las obras de
un convento que hay en aquel lugar, y el éxito no pudoser más lisonjero. El pública acudió de todos los lugares
LA AVALANCHA
159
Medio siglo dedicó a su arte, sin decaer un punto, y
circunvecinos, y se hubieran podido dar cien conciertos
tuvo la fortuna de morir sin haber abdicado, sin sentir
seguidos sin que nadie se cansara.
su decadencia.
Las rnonjitas quedaron tan agradecidas que no le olvi' Hablaba en sus últimos años de retirarse; pero nunca
daban en sus oraciones.
llegaba el momento, v en su último concierto del TrocaSa rásate fue fíela su talento: su arte fue para él como
dero, en París, en 1909, notó que sus fuczas le abandouna misión espiritual y mundial que ejercía a conciencia.
naban.
¿Quién sabía lo que pasaba por su corazón? ¿Quién
Invitado por los zaragozanos, se comprometió a dar
podría juzgarle? Aparentemente expansivo, no mostraba
dos concierto* en ias fiestas de los Sitios, y llegó a la
sino la superficie de su alma, siguiendo por cortesía el
gran ciudad sumamente quebrantado. Del recibimiento
diapasón de los que le rodeaban. Su patriotismo había de
que le hicieron en Zaragoza no se puede tener idea no
adivinarse en sus actos: así su amor a España lo demos
habiéndolo presenciado. El Ayuntamiento en corporatro en su preferencia por venir a ella contra sus intereses.
ción
fue a Casetas, a recibirlo, y la entrada en la ciudad
Disputador sempiterno, se complacía en contradecir y
superó a todo lo que se puede ponderar. La fachada del
en ensalzar a España, pero no delante de españoles; ha
Pilar, iluminada; los casinos y centros de recreo, lo misbía que oírle en Francia ponderar las proezas de su pa
mo. Las autoridades, formando escolta. Su carruaje, rotria en las guerras contra los franceses; había que oírle
deado de antorchas, avanzaba lentamente por entre una
en Madrid ponderar las fiestas de Pamplona, con mis camultitud que ¡e aclamaba infatigable. Así llegó a su hotel,
lor y fuego que el más acérrimo pamplónica, y siempre
, .
donde tuvo que retiestaba dispuesto a de.
.
rarse
a sus habitaciojar todo y correr don
GUIPÚZCOA
nes, enfermo de emode le llamaban para
ción y de fatiga; pero?
un beneficio, y esto
¡qué dichoso, al vercon gran constancia.
se así aclamado entre
De cuantos reyes,
los suvos! El recuerreinas y emperadores
do de Zaragoza lé dule demostraron gran
ró toda su vida, por
estimación y afecto,
desgracia ya muy corla familia real espata. Estuvo a adorar la
ñola destacaba en su
Virgen en ei camarín
predilección, y a esta
de la imagen, y allí,
debía afectuosas deapoyado en el Pilar,
ferencias que sabía
sus lágrimas corrieagradecer.
ron, sus labios se moDurante muchos
vieron,
y el público
años veraneó en San
que
le
contemplaba,
Sebastián, y en todos
al notar su palidez,
ellos se dejó oír en
tuvo presentimiento
Miramar, no olvidan
de su cercana muerte.
do nunca las danzas
Al despedirse del
de Brans en obsequio
capellán
de Nuestra
de la reina Cristina.
Señora,
Sr.
Lorea, diEntre los entusiasjóle
éste:
—
Animo,
tas locos por Sarasa
Sarasüte;
pronto
se
te había un cura navacurará.
LOYOLA.—Capilla
de
ia
conversión
en
ia
Santa
Casa
rro y pelotari que no
se separaba de Sara'
Sonrióse el artista,
sate y de Gayarre. El artista le invitaba frecuentemente
y contestó:—Pídalo usted allí: este allí era la santa capilla.
a comer con él, y éste lo agradecía en extremo.
El tren se puso en marcha; los vivas y aclamaciones
se repitieron; él no cesó de saludar hasta que el tren se
Sucedió una vez que de sobremesa se suscitó una con •
perdió de vista.
versación sobre los sermones, y el curita, que no tenía
Regresó a su "Villa Navarra», de Biarritz, para desnada de tonto, se empeñó en que habían de oir un sercansar hasta las fiestas de San Fermín: acudió a ellas;
món que había predicado la última Cuaresma, y como
dio sus conciertos; volvió a Biarritz, y cuando parecía
se lo propuso, lo hizo. Con voz potente y agradable dijo
que su salud mejoraba, le sorprendió la muerte, después
su sermón de cabo a rabo. Escucháronle con gran atende haber firmado contratos para el siguiente invierno.
ción y malas intenciones, dispuestos a cogerle en renuncio; pero lejos de eso, al terminar prorrumpieron en esEl de-enlace de su enfermedad fue tan rápido que patrepitosos aplausos y le felicitaron. Fue un iributo a la
ra cuando se avisó a la familia había dejado ds existir, y
elocuencia, hermana de las bellas artes.
ésta tuvo la gran pena de no acompañarle en sus últimos
momentos.
Este mismo sacerdote dijo en una ocasión a Sarasate:
Estaban a su lado su empresario y un amigo de la in—Nunca me olvido de rogar por ti.
fancia, y al leerse el testamento, que empezaba con las
Y el artista, decía después muy ofendido:
palabras acostumbradas de "En el nombre dsl Padre, del
—Rogar por mí; lo mismo puedo yo rogar por él; peHijo y del Espíritu Santow, dijo el amigo, que por su
ro cuando le veía llorar como un niño, después de escudesgracia era ateo.—No lo entiendo. ¿Cuándo decía la
charle, se conmovía y le encargaba misas a su intención.
verdad Sarasate: cuando en sus conversaciones hacía
Es indudable que Sarasate disfrutó de grandes privialarde de descreído, o en este testamento? Y otro que
legios en este mundo. Alcanzó una gloria que pocos alles escuchaba, dijo:
canzan. Su salud era extraordinaria; no encontró luchas
—A nadie se le ocurre mentir a la hora de la muerte;
ni dificultades en el camino de la prosperidad y de" ia
mentía cuando se hacía el descreído. ¿Qué quieren decir
gloria. ¿Fue feliz? No. Tuvo grandes penas desde su insi no eslos escapularios del Carmen, tan guardados en
fancia; notaba una falta para él indefinible.
su mesilla de noche, y esta doctrina aquí escondida y
En una ocasión decía a un íntimo suyo, español y arque da muestra de haberse hojeado más de una vez?
tista:
De su amor a Navarra da testimonio la cláusula de su
"¿Quién sabe si no hubiera sido más feliz renunciantestamento, en que impone la obligación de ser enterrado a mi arte y viviendo como otros viven, en familia, pado en Pamplona.
cíficamente?
Esta confidencia íntima le ocurrió en los claustros de
.
.
.
FRANCISCA SARASATE,
una iglesia, y el amigo se quedó tan sorprendido que no
Vda. de Mena.
supo qué responder.
(Contintatá.)
LA AVALANCHA
160
DE
PROPAGANDA
¡NO ME SUSCRIBIRÉ!*.
ERO, por Dios, D. Torcuato! Se trata de una
obra excelente.
—Por más excelente qne sea, amigo mío,
estoy harto, harto; todo son suscripciones.
«El Apostolado en Marruecos», «El Mensajero de X » , «La Obra Fia de Z.», «El Ropero de H.»,
«El Semanario Católico».
—Pero, fíjese, D. Torcuato, que se trata de una empresa nueva, de una obra...
—Permítame que le interrumpa; cada nuevo sablazo
que me dan, es una obra nueva; y luego todas resultan
revistas de poco más o menos; todas iguaieB, porque hasta loe cuentos se copian.
—Vamos por partes; en primer lugar, ¿se ha suscrito
usted hasta ahora a una biblioteca?
—-Hombre... biblioteca... yo creo que biblioteca o revista todo ee uno.
—Pues en eso va usted equivocándose; una revista
son nna eeiie de artículos sueltos, ligeros en su mayor
parte; una biblioteca es una serie de obras completas,
formales, de gran fondo. Resulta, pues, que no está usted suscrito a una biblioteca católica.
—Ee verdad; pero creo yo que para nada me nace falta.
—Otro error, D. Torcuato. ¿Usted si fuera patrono en
Barcelona se atreverla a andar sin armas?
—Evideute que no.
—Pues es usted católico en este mundo, que es un
presidio suelto, y necesita armas contra los que atacan
a todo lo divino y humano.
—Y ¿qué armas me va a proporcionar su biblioteca?
—Querrá usted preguntar qué armas no le va a proporcionar; porque si empiezo a decirle todas las que le
va a dar, no acabo nunca.
—Hombre, diga algunas...
—Feminismo, cuestión social, critica teatral, apologética, prensa, regionalismo, cuestiones económicas, acción
católica, instrucción pública, narraciones ascética?...
—Bueno, hombre; basta, baeta.
—Con que ¿se Buscribe usted?
—Vaya, eeró condescendiente; después de todo diez
pesetas anuales no alteran mis presupuestos.
—Ciertíeitno; más «alterados» estarán los del editor
que los suyos; pero como no basca dinero, sino la gloria
de Dios, no vacilo en afirmar que hará gran negocio.
EL precedente diálogo se lo he oído a un incansable
propagandista de la «Biblioteca LUX», de esa biblioteca
áurea a que ningún católico que sepa leer debiera dejar
de suscribirse.
El argumento para no hacerlo Buele ser el de D. Torcuato; [hay tantas suscripciones!... Y no se fijan en que
hay suscripciones que no son equivalentes. Si tú, lector,
tienea. un sombrero, es evidente que puedes excusar el
comprar otro; pero si tienee cien sombreros, no por eso
dejaráB de comprar un traje, si este es necesario.
Pues es el caso de la «Bibioteca LUX»; una biblioteca
buena, a pesar de ser indispensable, no la posee nadie, a
excepción de unos pocos Beres afortunados que a fuerza
de estudiar y gaetar Be han hecho con libros y más libros
de diversos autores de sanaB ideae. Pero esta labor no está a) alcance de cualquiera; para formarse una biblioteca
así es necesario poseer instrucción sólida y gastar mucho
dinero en comprar infinidad de obras, leerlas todas y seleccionar lflB útiles. La «Biblioteca LUX» daeBte trabajo
hecho y en condiciones extraeconómicaB; ahorra tiempo,
dinero, y por añadidura da la doctrina con exposición fácil, masticada, por decirlo así, al alcance de todas las inteligencias. No dejará por ello el sabio de encontrar en
esa biblioteca cosas útilísimas; pero tampoco el que no
lo ea tendrá necesidad de canBarse en estudios árido?.
«Ciencia» y «dificultad» no son sinónimos; hay también
arte para hacer la ciencia sencilla y atrayente.
No dejen, pues, de suscribirse a esta hermosísima biblioteca nuestros amigos: un giro postal al Administrador
(Seminario Conciliar, Coria, P. de Cáceres). y a vuelta de
correo recibirán IOB tomos ya publicados. Respondo que
cuando lo hagan me darán las gracias.
EERMÓGENES.
Brilla ta mies, como sin par tesoro,
entre rojizos haces de amapolas,
un mar fingiendo de esplendentes olas
que el sol reviste con reflejos de oro.
La cigarra, su cántico sonoro,
lanza en la paz de las llanuras solas,
y las clásicas gestas españolas
rugientes zumban en inmenso coro.
Visión esplendorosa de victoria
da a las almas, y efluvios de consuelo,
del Apóstol Santiago la memoria.
Y pasa envuelta en su flotante velo,
entre nimbos espléndidos de gloria,
la dulcísima Virgen del Carmelo.
PILAR DE CAVIA.
RASGOS DE LA PATRIA
El sionismo y la osadía judaica
" L sionismo, que, BÍ no lo entiendo mal, es como una aspiración constante de Jos hebreos
a constituir nacionalidad y a conservar IOB
rasgos de su raza, parece que resurge potente ahora, empleando, para el mayor éxito,
todos los procedimientos judaicos, comprobados por la
historia: la audacia de los unos, la perfidia de los otros y
la constancia, desaprensión* y egoísmo de todos.
89 dice que judíos poderosoB, de IOB que ejercen influencia deciBÍva en la diplomacia, en la política y en la
banca, tienen dispuesto hace tiempo un plan encaminado a reconstituir la nación israelita con la mayor independencia posible.
Se dice que los judíos que forman el elemento director de la raza, con sus reconocidas desaprensión, astucia
y perseverancia, van empujando ya los acontecimientos
derivados de la gran guerra que está liquidando el mundo, hacia el eionismo, y que vislumbran ya la realización
de sus deseos.
Se dice que Inglaterra, y quizá alguna otra gran potencia, defienden las pretensiones sionistas, patrocinando
la idea de entregar, de cierta manera, la Palestina al pueblo deicida.
Y Be dice que la raza judaica está decidida a sacar el
fruto de sus atrevidos y bien estndiados planes, aunque
sea levantando BU obra sobre escombros, Bobre sangre y
sobre lágrimas.
No varía el pueblo judío. Su característica es siempre
la misma: el logro de un fin egoísta, servido, no importa
por qué meáios, aunque sean los más bajos y criminales,
si precisa escogerlos y ejecutarlos.
Aunque en la época contemporánea constituye una
novedad verdaderamente audaz la osadía de IOB judíoB
que pretenden apoderarse de Palestina, y qae ha aBombrado a todo el mundo y ha oOligado a la Santidad de
Benedicto XV a censurar en una Encíclica los propósitos
atribuidos a la diplomacia, favorables al eíonismo, sin
embargo, no es la primera vez que los hebreos, desde su
dispersión, trabajan para organizarse, formando nación
independiente, y aun para adueñarse de los Santos La-
LA AVALANCHA
gares; puesto que, entre aumerosoB hechos de esta índole
que registra la historia, podemos recordar que en Arabia, Caldea y Persia lograron los israelitas constituir reinos más o menos importantes, siquiera fuesen de corta
duración, y que, llamados por el falso meBÍas Zooasaa,
marcharon a Palestina multitud de hebreos de la España árabe, y de otras parte?, a ayudarles en la empresa de
la restauración de la patria judía, poniendo en práctica,
para conseguir sus fines, las pequeneces y miserias de
la raza.
Muy lejoB de mí la intención de mortificar a puebloB
caídoB, aunque sean tan poco gratos como el pueblo
deicida; pero sí me creo obligado ahora y siempre a defender la verdad, y la verdad ee que los judíos, aun en
los Estados ea que fueron mejor acogidos, tuvieron una
tendencia irresistible a agruparse, formando núcleos absorbentes, con aspiraciones a la independencia, abusando muchídmaB veces de la paciencia de sus protectores,
y empleando generalmente recursos poco lícitos para
contrarrestar laB medidas que loe podereB públicos se
vieron precisados a usar con el fin de impedir los progresos alarmantes de fa raza maldita.
Es verdad que en España los judíos sufrieron repetidas persecuciones; pero no debe olvidarse que también
disfrutaron, en diferentes épocas, beneficios importantes,
desconocidoB en otras naciones; y que, sin embargo, los
israelitas, indiferentes u hostileB a los bienhechores, continuaron con sus falanjes organizadas, como si tuvieran
sitiada a la raza aborigen del país de residencia y se dispusieran a asaltarla, matizando su negra actuación con
ingratitudes y vilezas tan perversas como los crímenes
de la Eucurietta, de que se les acusó, y sus deslealtades
contra la indepencia patria, al lado del famoso traidor
D.. Oppas y del infame conde D. Julián, y en favor de
potencias extranjeras enemigas de España, con otras iniquidades que no es posible detallar aquí, y que pueden
quedar en el foado del tiutero hasta mejor ocasión.
Ño es Navarra, el antiguo reino de España, donde
peor acogirla encontraron los hebreos fugitivos de Palestina; antes al contrario, onsta que, por el fuero de Sobrarbe, los de la albala deTudela no debían pagar diezmos por las ñacas adquiridas de sus abotono*; que Sancho el Sabio concedió los importantes privilegios del
fuero de Nájera a los que fueran a habitar los castillos de
Tíldela y Funes; que en 1308 y 1326 mandó la Corona
desagraviar e indemnizar a los judíos de las prisiones y
pechas arbitrarias que les impusieron en Estella, manifestando ios jueces reformadores que querían conservar
el pro del rey y de sus judíos, que eran cosa suya propia;
que Juana II ordenó la protección de tos judíos de Castilla que vinieran a Navarra, y aunque el país, cada vez
más distanciado de loa judíos por las usuras y mezquindades de éstos, dispuso la matanza de 1323, nadie debe
ignorar que los principales cuipab'es, y entre ellos fray
Pedro de Ollogoyen, fueron duramente castigados, y loa
pueblos qae más se significaron en el delito tuvieron que
pagar fuertes multas durante varios años. Y mientras
tanto, los individuos de la raza odiada continuaron influyendo en las altas esferas, lo mismo que en el resto
de España, como médicos de la corte, como banqueros
de! erario y como prestamistas del paeb.o, con otras intervenctoues qae quiza examinemos otro día.
A pesar de todo, la raza judaica, siempre exclusivista
y dominadora, siguió agrupándose, oponiendo su interés
mezquino al del país, y con la mirada puesta en la tierra
de origen, odiando a los cristianos y aprovechando todas
las ocasiones para dar rienda suelta a sus rencores y
venganzas; hasta que, por fiu, con rigor más o menoe
excesivo, fueron los judíos expulsados de España en general, el año 1492, y de Navarra en particular, el de 1498.
En la imposibilidad de referir y comprobar las citadas
cualidades repulsivas del pueblo hebreo, veamos un documento del Archivo de Navarra, copiado por Yanguaa,
en el cual aparecen claramente las tendencias de ios judíos en general, con sus egoísmos, su dominación y su
perfidia, siempre de frente al país de adopcióa y con miras hacia Oriente, patria de origen del pueblo deicida.
Dice así el citado documento:
161
Carta de los judíos de España
a los de Constantinopla
«Judíos honrados, salud y gracia: Sepades que el rey
»de España, por pregones públicoe, nos hace volver cris• tianos y nos quitan las haciendas y nos quitan las vi*
• das y nos destruyen nuestras sinagogas y nos hacen
•otras vejaciones, de las cuales nos tienen confusos é in»ciertos de Ío que debemos hacer. Por la ley de Moisea
•os rogamos y Buplicamos tengáis por bien de hacer
•ayuntamiento é inviarnoB con toda brevedad la declaración que en ello habredes fecho.—CHAMORRO, principe de
>los judíos de España.*
Respuesta de los judíos de Constantinopla
a los de España
«Amados hermanos en Moisés: Una carta recebimos,
»en la cual nos significáis los trabajos é infortunios que
• padecéis, de IOB cuales al sentimiento nuestro ha cabido
•tanta parte como a vosotros. Et parecer de loa grandes
•sátrapas y ravíes es el siguiente: A lo que decís que el
•rey de España os hace volver cristianos, que lo hagáis,
•pues no podéis hacer otra coea; á lo que decÍB que 08
«mandan quitar vuestras haciendas, haced á vuestros hi>jos mercaderes para que les quiten )aa euyae; a lo que
»decis que os quitan las vidas, haced vuestros hijos me•dicos y apoticarios para que les quiten las Buyas; a lo
»que decis que os destruyen vuestras sinagogas, haced á
• vuestros hijos clérigos para qua les destruyan sus tem• plos, y á lo que decis que os hacen otras vejaciones,
•procurad que vaeBtros hijos entren en oficios de república para que, sujetándolos, os podáis vengar de ellos.
»Y no salgáis de esta orden que os damos, porque por
•experiencia veréis que de abatidos vendréis á ser teni»doa en algo.—USUFÜ, principe de los judíos de Constan»tinopla.»
La lectura de la carta y respuesta anteriores justificaría por si sola la expulsión de loa judíos; porque un pueblo que escribe exageraciones tan tendenciosas y ruines
y que da consejos tan infame3 y tan reñidos con toda
moral y hasta con la decencia, está calificado de inadaptado y rebelde, incompatible con el orden público y digno de anatema y extrañamiento, por lo menos mientras
sostenga doctrinas tan perniciosas y anarquistas.
Y este es, a grandes rasgos, el pueblo judío que aspira a constituir su propia nacionalidad fn Palestina, contando con la protección de aitos valedores de la diplomacia y con las intrigas de los elementos directores de la
raza.
-
JUAN P. ESTEBAN Y CHAVARRÍA.
RENGLONES DERECHOS POR LINEAS TORCIDAS
NOVELA POR RAQUEL
(Continuación)
—Pues yo quiero ir s la Habana.
• .•
••••'"•,
—Iremos, Perico.
—Voy a escribir a Irene, dándole ia noticia, para que
nos prepare habitaciones en su casa.
—¿Y por qué no vamos a un hotel?
—Porque ella se enfadaría, y lo tendrían muy a mal
todas las personas que nos conocen. En nada la molestaremos; LoÜta y Rosa se quieren mucho, y mi prima se
alegrará muchísimo de podernos obsequiar. Aunque es
un poco rara, como mal criada que fue, tiene buen corazón, acompañado...
—De una mala lengua, de una desenvoltura insoportable y de unas pretensiones ridícu!ai, exclamó doña Caridad, que no podía soportar a la parienta de su marido.
—Y a nosotros, ¿qué nos importa todo e¿o? Ella nos
quiere y estará muy satisfecha de tenernos en su casa,
donde no es la vez primera que vamos.
LA AVALANCHA «"
162
—Bien lo sé. Buenos disgustos me ha ocasionado con
sus intolerables frescuras... Irene debía vivir con los zulús... Pertenece al sin número de esas mujeres que piensan que todo lo saben, que de todo hablan, que a todos
quieren imponer su voluntad, que en todo se meten, y
que afirman lo que se les dice como si lo supiesen por
revelación... Mujeres que bien merecen el nombre de
bachilleras con que injustamente ridiculizan los hombres
a la que sobresale en nuestro sexo. Irene es antipática
en el más alto grado, y si no tuviera cerca de ella al ángel que Dios le ha dado por hija, viviría en completa soledad, a pesar de su dinero.
—Tienes razón, dijo don Pedro riendo; no sabes los
disgustos que ocasionó a su marido. Era el buen señor
hombre de mucho mérito, de grandísima instrucción, de
cualidades singularísimas, y vivía en continua alarma,
porque, recibiendo en su casa a lo mejor de Madrid, las
necedades de su mujer corrían de boca en boca, y como
suele suceder, se agrandaban extraordinariamente. Hasta llegaron a componer un saínete titulado "¡Como soy
tan rica!,,
. .
.v .
Ha y la buena maestra de escuela recibieron el encargo
de ir todas las semanas, aunque sólo fuese los domingos,
para atender a las necesidades del pobre viejo; y despidiéndose de los vecinos, emprendieron el viaje a la capital aquellos esposos que tenían cifrada en su hija toda la
dicha y todas las ilusiones de su vejez cercana.
Rosa hizo la firme intención de no volver al cafetal y
de aprovechar aquel viaje para la realización de sus deseos. Pensaba que Dios quizá lo disponía para su bien,
y se entregaba en brazos de la Providencia divina, tranquila y serena, como se arroja el niño en el regazo de su
madre. ¡Había visto tantas cosas! A veces forman las
gentes planes de dicha para el porvenir, y de repente se
les descomponen todos... Piensan que es una desgracia,
se afligen, murmuran, se desesperan... y más tarde bendicen aquellos acontecimientos que juzgan una desdicha.., ¿Por qué no había de tener esperanza? ¿Por qué
no había de confiar en Dios, que podía arreglarlo todo?
La joven era buena cristiana, y se aferraba, para consolarse, a aquellas palabras: Bástale al día su trabajo.
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El gran teatro de Tacón, uno de los mayores del mundo, se hallaba resplandeciente de luces, de adornos, de bellezas femaninas. Hacía su debut aquella noche una
célebre prima donna italiana que había
llegado a Cuba precedida de fama europea, y todos los aficionados al arte habían
hecho, con bastante anticipación, vivas diligencias para conseguir localidades, que a
última hora alcanzaron precios fabulosos.
Duraban todavía los buenos tiempos en
que la Isla de Cuba era un manantial de
riqueza y en que las fortunas se hallaban
en todo su apogeo. No había estallado la
malhadada insurrección, y el teatro de Tacón ofrecía un bellísimo aspecto por el lujo
que ostentaban las mujeres.
A las ocho de la noche estaban ocupados los palcos, excepto dos que estaban
frente a frente y hacia los cuales los concurrentes dirigían con frecuencia sus miradas, como extrañando qué no llegasen sus
dueños, al par que, curiosos, deseaban saber a quienes pertenecían.
Hermoso golpe de vista ofrecía la gran
sala del teatro. Las bellezas habaneras se
ostentaban en todo su esplendor; riquísimas joyas lucían en sus brazos, pecho y
orejas, así como entre los cabellos, primoPiEuRAMILLERA.—Colocación de campanas en la torre de la iglesia
rosamente dispuestos por hábiles manos.
>;•
Allí deslumhraban el rico terciopelo, el
crujiente gro, la flexible faya, la vaporosa
—¿Y cómo se casó aquel bendito con semejante
gasa y el delicado tul; flores, encajes y brillantes, en lujomujer?
sa competencia, atestiguaban la riqueza de la perla de las
— Era muy guapa, y además, rica; no carecía de graAntillas, y atraían las miradas de los gomosos que andan
cia, y se alucinó. Tal vez pudo llegar a creer que la edutras las niñas ricas como las mariposas en torno de la luz.
caría; pero se convenció pronto de su error. ConstanteAl fin, cuando ya iba a comenzar la ópera, se abrió la
mente le repelía que no necesitaba de su riqueza porque
puerta de una de las plateas desiertas y entraron Julián
había traído muchas de su casa. Le decía bruto, necio,
y Nieves. Ei, correctamente vestido de negro; ella, eleestúpido... ¡Vamos, te digo que aquello era de ver!
gantísima, con su traje de faya y gasa de color de rosa,
—Y él, ¿qué hacía?
lleno de lazos, de encajes y de flores. Ostentaba en sus
negrísimos y rizados cabellos una estrella de brillantes;
—Unas veces callaba, porque lo llegó a dominar en
de las mismas piedras era su aderezo, que estrenaba
términos que le tenía miedo; pero solía incomodarse,
aquella noche, y un par de soberbios solitarios, que hadando cuatro gritos, tomar el sombrero y marcharse a
bían costado tres mil duros, lanzaban deslumbradores repaseo hasta que pasara la violencia de la tempestad doflejos *en sus orejas.
méstica.
—¿Y te empeñas en que vayamos a su casa, Perico?
Todos los gemelos se dirigieron a ella; nadie—durante
—Sí, mujer; ya la conocemos. Ella nos quiere; tendrá
algunos minutos—se ocupó de ia escena; y Nieves, que
un verdadero placer en hospedarnos; evitaremos quejas,
comprendía el efecto que causaba, sonreía orgullosa, coy proporcionaremos a Lolita una dicha inexplicable, pormo si sus riquezas y su hermosura pudieran borrar su
que quiere a Rosa con todo su corazón... ¡Quién sabe!
infamia y su deshonra.
Dos niñas juntas se divierten mucho, y bien puede ser
Cuando estaba el acto a la mitad, se abrió la puerta de
que nuestra hija destierre su melancolía.
¡a platea vacía, y entonces fue cuando los aficionados al
En breves días se hicieron los preparativos para el
arte olvidaron su entusiasmo y afición, para volverse toviaje, que a Rosa le fue punto menos que indiferente. El
dos ojos y contemplar la deslumbradora belleza d e dos
P. Alejo quedó custodiando la casa del cafetal. Manquijóvenes que cün sus padres la habían ocupado.
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Foto.
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LA AVALANCHA
Eran Rosa y Lolita; elegantísimas, con galas originales
y frescas, según convenían a su edad, pero que no excluían la riqueza.
D. Pedro y su esposa vestían de negro, y doña Irene
lucía un riquisimo traje de moiré, verde obscuro, con
soberbios encajes negros, y como de costumbre, llevaba
tantos brillantes que parecía habérselos puesto con intención de que, viéndolos todos reunidos, a nadie le ocurriese poner en duda la veracidad de sus palabras, cuando afirmaba, con superlativa tontería, que era muy rica.
Al ruido que hicieron al sentarse, Julián y Nieves se
volvieron hacia ellos, y quedándose pálidos como la cera, se miraron en silencio.
Rosa no vio a nadie, dedicándose a mirar al escenario.
Su afición a la música le hacía olvidar todo lo demás.
Pero era algo conocida en la Habana, y alguno hubo
de contar la reciente historia de los deshechos amores,
par lo cual toda la atención se fijó desde aquel momento
en las dos mujeres que, igualmente hermosas, seductoras y elegantes, debían sufrir horriblemente en el fondo
de su corazón.
Julián, aunque sentía su vanidad halagada al ver a Rosa, al mirar a los ofendidos padres sintió algo indefinible
en su corazón... El fuego del amor renació en su pecho...
Miró a Nieves, insolente, provocativa, orgullosa, irguiéndose como una serpiente al ver a su rival, coqueteando
con el inglés que la miraba con importuna insolencia, y
le pareció odiosa... ¡Aquella Rosa, tan pura, tan inteligente, tan instruida, hubiera sido suya!... ¡Cuánto le dolió
entonces haber dado oídos a la peligrosa sirena que tenía al lado!...
Al terminar el primer acto, Rosa miró hacia el palco
en que estaban los jóvenes, y completamente dueña de
188
En cambio Nieves y Julián estaban cada vez más desconcertados.
La joven, sobre todo, se movía inquieta en su silla.
Miraba a Julián, y se ofuscaba más, porque él sólo miraba a Rosa.
Todas las personas que los conocían y estaban en antecedentes, comprendían que estaba desarrollándose a su
vista un drama tanto más terrible cuanto más silencioso,
y sentían algo de vaga inquietud. Parecía que un lúgubre pensamiento batía sus oscuras alas en la brillante sala del teatro, oprimiendo muchos corazones.
Rosa no volvió a mirar hacia el palco donde se hallaba Julián; pero se apercibió pronto de las miradas del
inglés, de la impresión que su belleza había causado en
los otros jóvenes y de la turbación y desconcierto de los
culpables que con tan cínico deseo se exhibían en un lugar público.
{Continuará.)
RONCESVALLES
EPISODIO HISTÓRICO DBL SIO-I^O "VIII
ORIOINAL DE
EUFRASIO MUNÁRRIZ URTASUN
PERSONAJES.—María, hija de Iñigo; Josefa, criada; Iñigo, Jauo de Ib iñeta; Pachi, hijo de Iüigo; Juancao, sobrino de Iñigo; El bardo, Eguía, narrador de historias;
PAMPLONA.—Paisaje de Cuatro Vientos en las afueras de la ciudad
Foto. Julio Altadill
sí misma, preparada de antemano, porque comprendía
que no podían faltar al teatro la noche en que debutaba
la prima donna, ni palideció ni se contrajo un músculo
de su fisonomía... miróles como si no los conociera, y
siguió contemplando a los espectadores, saludando a varias amigas y ostentando sobre sus labios la misma dulce sonrisa.
D. Pedro rugió de cólera en el fondo de su alma y
cerró los puños amenazante; doña Caridad se puso pálida; pero ambos, al ver ía perfecta indiferencia, la serena
actitud de Rosa, se sosegaron, logrando hacerse superio•res a la emoción que sentían.
Ghomin, criado de Iñigo; Fermín y Ohimisia, meaeajeroe; Moeón Pedro, sacerdote; Roldan, guerrero franco;
dos embajadores moros, tres criadop moros, guerreros,
criados, mujeres, campeemos,
A C T O F»RMIVIERO
Casería de Ibañeta, de la que se ve la puerta. Terreno
quebrado al fondo. En último término, peñas tajantes que
representan los picos de Eoncssvalles. Junto a la puerta,
instrumentos de labranza y algunos troncos. De vez en
cuando se oirá el cacareo de aves de corral hacia el interior.
LA AVALANCHA
164
ESCENA I
Josefa, y Chomin
JOSEFA.—(Sentada, desgranando maíces.) Ya viene Chomin, ese alma de cántaro, ese alperra, ese cachazudo,
ese baldragas, ese... ese., eae bendito de Dios; porque él
tendrá todos los defectos que se quiera, pero a buenazo
no le gana nadie. ¡Qué buen marido hará con lo manso y
humilde que esl... Sí, muy buen marido; pero mientras
el Sr. Arcipreste no nos eche la bendición, no pienso de*
cirle ni una palabra de cariño. Así no se reirá de mí ai
86 va con otra.
CHOMIN.—(Viene del campo con un haz de yerba seca;
se para frente a Josefa, poniendo cara risueña.) jJoshepa!
JOSEFA.—(En son de burla.) |ChominI...
CHOMIN—jJoshepa!
JOSEFA.—Cho... ¡cuerno!
CHOMIN.—jQuó salada eresl ¡Qué palabras tan bien dichae salen de tu bocal
JOSEFA.—L<»9 que tú mereces.
CHOMIN.—¿Por qué?
JOSEFA.—Porque... porque... porque sí. (Chomin se ríe
y hace una ruda caricia con el pie a Josefa.) ¡Vete al
cuerno! (Le sacude algunos golpes con las mazorcas.)
CHOMIN.—¿Qué?
JOSEFA.—Que te vayaB al cuerno... o a los cuernos.
• CHOMIN.—Mala palabra para marido.
JOSEFA.—No, porque yo me refiero a las vacas. ¿No
sabes que esperan el pienso?
CHOMIN.—¿El pienso? |Yo sí que pienso (lascándose la
cabeza) en lo que pienso! |Ay, Joehepa!
JOSEFA.—|Ay( Chomin! (burlándose) Como te vea parado el jaun joven, con razón te llamará lo que yo te voy a
llamar.
CHOMIN.—¿El qué?
JOSEFA.—¡Alperra!
CHOMIN.—¿Me has dicho ederra? (Se acerca a ella para
rotarla por un costado con él codo. Josefa se pone en defensa, dándole nuevos golpes con las mazorcas) |Ay!
JOSEFA.—jY los que te voy a darl
CHOMIN.—¿Puesta qué me llamas ederra?
JOSEFA.—¿Ederra? Vete, vete, no sean pesado; mira
que voy a repetir la canción. (Amenazándole.)
CHOMIN.—¡Qué máB quiero yo, Joahepal ¡Anda, dalel
(Poniéndose en actitud humilde. De pronto se endereza, y
tapidamente desaparece en el interior de la casa.)
JOSEFA.—(Sorprendida.) ¿Qaé le habrá pasado? |Ah,
viene el Jaun!
ESCENA II
(Iñigo, con un hermoso perro, armado de ballesta. Pachi, con igual arma, trae varios conejos que entrega a Josefa. Se sientan a la puerta. Después, Mariacho. En esta
escena pasan los criados de un lado a otro, entrando o saliendo de la casería como dedicados a labores campestres,
llevando haces de leña, guadañas, layas, etc.
IÑIGO.—Anda, Josefa, lleva a la cocina estos conejos, y
tráeuus algo de yautar.
MARÍA.—Aita, ¿yenfs muy cansado?
IÑIGO.—No, hija, no eBtoy todavía en edad de fatigarme persiguiendo la c-za; además, el diario ejercicio conserva las fuerzas, y los ris3oq del Pirineo me parecen lo
mismo que et terreno de la Rioera.
• CHOMIN.—(Aparte, pasando con layas.) Pero aquí no se
cría el rico viuu de Meodigorria.
MARÍA. — (A Pachi.) Ya sabes que el domingo es mi
santo, y me prometiste un faisán para ese día.
PACHI.—Y lo cumpliré, twrmanica; si uo hay por aquí,
•oy capuz da ir hasta Ondorravia, donde seguramente
encoutraié.
IÑIGO.—Ni, hijo, no tienes uecesiJad de ir haeta los
bosques del Jaizquibe!; en el de Irati los encontrarás en
abundancia.
PACHII—PueB si voy al Irati, traeré, además de faisanes, uu buen jabalí o un hermoso venado; que si a ti,
Mariacho, te gustan esas aves vistosas, a nosotros nos
llena más la catue apetitosa del jabalí, del venado o de
cualquier cuadrúpedo digno de un buen disparo de ja* .
balina.
MARÍA.—¿De modo, hermano, que más que por mi
vas por satisfacer tu apetito?
..
}
PAOHL—NO, Mariacho; primero, el faisán; después, lo \
que salga.
7
iÑíao.—No me extraña, hija mía, que tengas ese gusto. Tu santa madre, que en gloría esté, tenía especial
predilección por ellos. Por cierto, que los aderezaba admirablemente.
PACHI.—Padre, mirad que Mariacho...
IÑIGO.—No niego sus habilidades culinarias; pero vuestra madre, como todas las madres vascongadas, era ex- .
célente cocinera, y tú, hija mía, bien demostrabas en la .
infancia tu pasión por los guisos hechos o dirigidos por
tu madre. (A un criado que pasa con una guadaña.) Si
está el campo de buen tempero, comenzáis a layar la pieza de Mendiburu. ¿Habéis despuntado el maíz?
CRIADO.—Todo, Jaun.
IÑIGO.—Mañana arregláis el camino del iturri, que
hay demasiados baches.
CHOMIN.—(Desde el fondo.) Jaun, ¿y las cubas?
PACHI.—Las pipas, querrás decir.
CHOMIN.—No, las cubas. Como el año pasado se acabó
pronto el chacolí de la Cuenca, creí que hogaño, en vea
de pipas, emplearíamos cubas.
PACHI.—Tá siempre acordándote del vino.
CHOMIN.—¡Ay, Mendigorríal |Ay, Muruzáball
IÑIGO.—(También tendremos vino de la Ribera, hombre! No te apures. Tú mismo irás a escogerlo.
CHOMIN.—|Ah! Pues ya beberemos rico mosto; conozco bien eBB bendición de Dios.
ESCENA III
Oiclios y e l bardo EÍJ^UÍEL
BARDO.—)Alabado sea Dios!
.
.
MAMA.—Por siempre sea alabado.
IÑIGO—Sentaos, buen Eguía. (A María.) Servidle le*
che y sidra.
BABDO.—Perdón, noble etchehojaun, no pueío sentarme porque me lo impide el desasosiego; no puedo comer
porque el presentimiento me quita el apetito; no puedo
beber porque mis temores me dejan frío.
IÑÍGO.—¿Qué teméis?
BAKDO.—Mucho.
•
IÑIGO.—¿Qaé sabéis?
.
.
.
BARDO.—Nada.
IÑIGO.—¿A qué venís?
BARDO —A lo que voy por todo3 loa risoos, por todos
los montes, por todas laB cañadas: a dar, a gritar con todas Us fuerzas de mis pulmones: |Alerta, Vasconial (To- dos se levantan con sobresalto.)
IÑIGO.—¿En qué fundáis vuestra alarma?
BARDO.—No lo sé; pero tengo tristes presentimientos.
De noche no puedo conciliar el sueño: creo oir lejanos
gritoa de augUBtia; ruido de armas que chocan; estruendos de murallas que se derrumban; rumorea de lacha
porfiada. A veces; hasta parece que mi vista no puede resistir el vivo resplandor del incendio. [Alerta, Vasco ai al
(Trata de seguir su camino, pero Iñigo y su hijo le detienen.)
IÑIGO.—Pero ese peligro ¿de dónde viene? ¿Del Septentrión?
*
BARDO.—No.
IÍÍIGO.—¿Del Mediodía?
BARDO.—SÍ.
IÑIGO.—¡Ahí Respiro.
BAHDO.—¿Por qué?
IÑIGO.—Porque los hijos de M ahorna, si otra ves vienen a las montañas, los arrojaremos a la llanura, hasta
que traipasen el río Ibero.
BARDO.—No son los moroB IOB únicos enemigos que
tiene uoy Vasconia por el Mediodía.
IÑIGO.—Acaso otra ves las Asturias...
BARDO.—No es de las Asturias el peligro.
IÑIGO.—Pues, de dónde?
LA AVALANCHA
BARDO.—Un poderoso príncipe cristiano roe lai enfrailas de Vasconia.
IÑIGO.—Pero, ¿quién es?
BARDO.—Por el Mediodía de Vasconia sube hacia el
Septentrión un poderoso ejército.
IÑIGO.—Y ese ejército ¿quién lo manda?
BARDO.—Admírate, noble Jatm: Oarlo Magno.
IÑIGO.—¡Garlo Magaol
(Se oye a lo lejos un prolongado irrintzi, que como si fue-ra el eco de las montaña» va sonando cada vez más cérea:
iodos prestan atención.)
IÑIGO.—|La voz de alarma de la antigua Iberial
BARDO.—Sí: el alerta de Vasconia.
IÑIGO-—(A su hijo.) Anda, Pachi, sabe a lo alto del
Altabiscar y mira hacia Irufia. Tú, Ohomin, corre hacia
Maudichuri: venid pronto a decirme qué veis. (Salen
J?achi y Chomin.)
ESCENA IV
Datos sobre las diversas industrias de Navarra.
Círculos de recreo, Sociedades artísticas y deportivas, Cuerpos
armados.
Estadística y Geografía.
El periodismo en la provincia, Inspección de Sanidad, Tabacos y
Timbre, Tribunales y otras muchas informaciones.
Va ilustrada esta "Guía de Navarra,,, curiosísima e interesante,
que recomendamos, con una artístrca portada del pintor pamplonés
D. Javier Ciga, fotografías de LA AVALANCHA, Sres. García Deán,
Rupérez, Roldan e Hijo, Istúriz (D. Fermín), Diario de Navarra j
Fray Pedro de Madrid.
Puede adquirirse esta "Guía,,, que la estimamos muy útil para todos, al precio de 3 pesetas en las principales librerías de Pamplona.
POR TIERRA EUSKARA
H.O
Dichos, menos F"aclii y dionain
IÑIGO.—¿Estáis seguro, venerable Eguía, de que Cario
Magno atenta contra Vaaconia?
BARDO.—Pronto lo varemos, noble Jaun.
IÑIGO.— |Un principe cristiano que nos dio tantas
muestras de amistad al venir de las Galiaef ]Un príncipe
cristiano que nos aseguró que venía a pelear contra la
Media Lunal
BARDO.—Las palabras del Príncipe eran dulces como
la fruta de la Ribera, suaveB como el pecho de la liebre,
paciücas, como la santa palabra de un Ministro del Señor, pero...
IÑIGO.—Pero, ¿qué?
BARDO.—¿No os fijasteis en sus familiares? ¿No visteis
la altivez de BUS Paree? ¿No notasteis el desdén de sus
condes, la conmiseración de sus capitanes y la procacidad de sus soldados?
IÑIGO.—Sí; de eso hablamos a su tiempo.
BARDO.—Y lo atribuísteis ai carácter altivo, por naturaleza, de los galos, dominadores de medio mundo, y no
disteis importancia a sus modales poco amistosos.
IÑIGO.—Eg cierto. ¿Cómo los vascos podíamos sentir
animosidad a un Prlucipe que DOS hablaba en nombre
del Mártir del Gólgotb? ¿Cómo eupouer que palabras tan
dulces encubrieran falaces intenciones?
BARDO. —Palabras de conquistadores son cantos de sirena.
ESCENA V
. '
'
Dichos y el mensajero Fermín
(Llega sudoroso y jadeante: se apoya en la pared, y con
voz entrecortada dice):
FERMÍN.—Loa franceses... Irufla.,. los franceses des...
tru...yt-n... ma...*ím. (Cae desmayado.)
BARDO.—(Acudiendo a socorrerle.) jAgua y vinagrel
iproutü! (Salen Mariacho y Josefa, trayendo a poco dos
vasijas ) Este es Fermíu, el mensajero que envié ayer a
IruDa: nuevas fatales trae.
IÑIGO.—Tambiéu yo euvié otro: no tardará en volver,
porque Chimista es UTI ^raa corredor.
(Se oyen nuevo» irrmtzis.)
•
.
•.
BARDO.—¿Olí, Iñigo?
IÑIGO.—¡Traición 1 (Se aleja, mirando hacia el campo:
toca un cuerno repetidas veces: a lo lejos se oye el eco del
sonido.)
(Continuará.)
EOFBASIO MDNXRRIB URTABUU.
BIBLIOGRAFÍA
G u i a d e N a v a r r a . — Nuestro estimado compañero en la
•prensa D. Ángel Saiz-Calderón, redactor-jefe de El Pueblo Navarro,
acaba de publicar su anunciado anuario para 1921-22.
Se trata de la "Guía de Navarra,,, que coutiene:
Lista completa de señores alcaldes y secrétanos de la provincia,
•.Informaciones sobre las corporaciones provinciales.
Impresiones de viaje
LEGUÉ & Loyola. Lo visité también ha-
ce algunos años. Conservaba, pues, de
mi visita gratísimo recuerdo. Y loe re*
cuerdos gratos, ya qtte hay tan pocos
de ellos en la vida, se deben conservar
y repetir. Esto hice.
Muchos de mis lectores lo conocerán. Pero como lo encontré transformado y enriquecido desde mi última
visita, daré a conocer en qué consiste
la transformación. La casa solar se conserva incólmne a
travéB de loa siglos. Es nn castillo que guarda uno de loa
canotiés que lo defendían. Nos lo enseñaron. AnteB de
describir la (Sania Casa, diré que el valle de Loyola, que
forma parte del municipio de Azpeitia, es amplio, y como valle del Norte de España, lindísimo. En él se encuentran dos buenos edificios que pertenecen a las Damas Catequistas y a las religiosas de Jesús María. En
frente de la iglesia ee alza sobre su pedestal la imagen
de San Ignacio, presidiendo el precioso valle guipuzcoano. Desde la estación de Arrona hay automóviles que
paran delante del hotel, pasando por el balneario de
Gestona. Tanto éste como sus numerosos hoteles se encoutraban llenos de agüistas. El hotel Loyola, donde estuve, es excelente. Constantemente llegan automóviles y
cestas, coches del país, con familias que visitan Loyola.
Pero digamos algo de lo que se muestra en )a casacastillo. Cuando ee entra, al pie de la escalera, Be contempla un grupo escultórico con San Ignacio herido.
Subiendo la hermosa escalera, en rica cristalería de color, se representan distintas escenas de la vida de San
Francisco de Borja: renuncia del mundo ante el cadáver
de la Emperatriz, despedida de los suyos, y otroa asuntoa de familia. Ei arteaonado del techo de la escalera es
muy rico. Más arteeonados riquísimos, incrustados en
oro, aon los de las capillas de San José e Inmaculada,
oratorio de San Francisco de Borja y altar dedicado a su
memoria. Son notabilísimos los dibujoB en mosaicos de
laa paredes. Et oratorio se baila materialmente revestido
de plata: techo, suelo, columnas, adornos y retablo. Allí
se ve la casulla con que celebró au primera misa el virrey de Cataluña. EQ otro lugar se contempla la mascarilla de BU cadáver. Lo más notable de la Santa Casa es
la antigua habitación, hoy capilla, en que falleció San
Ignacio. El techo deja al descubierto las vigas primitivas.
Se conserva en la pieza el dosel de la cuma del Santo. Se
ve asimismo un trozo de tsrima en medio de la riqneaa
del recinto. En una urna, debajo del altar, se examinaba
antes la escultura de San Ignacio, herido,, con un libro
entre sus manoB, y hoy la hermosa obra de talla policromada tLa conversión de San Ignacio», que publicrtmoa
en nuestro número extraordinario del 12 de mayo. Riquísimo es el relicario de la Santa Casa. Las reliquias son
incontables. Todas se guardan en cofres de plata repujada, de variados tamaños y dibujos, y en arcaa doradas.
Rodean por completo laa cuatro paredes del sitio a ellaB
L A AVALANCHA
166
destinado. Se visita también la capilla de loe ejercitantes. Sólo los hombres, por ser clausura, pueden ver la espaciosa escalera principal del colegio, con laa esculturas
de santoa de la Compañía y los tránsitos o claustros.
Este es Loyola. Lugar de oración y de combate. Refugio de las almas, y palenque donde se adiestran los hijos
de San Ignacio para luchar en el estadio de la vida. Templo y castillo al par. Punto de partida para las más vagtaa empresas del pensamiento humano. En Loyola se
forman loa teólogos para defender el dogma contra las
asechanzas del error. Escuela de misioneros, salen los jefluitas para instruir a los infieles ea la fe por toda la redondez del globo. Allí se mantiene izada, ondeando & todos los vientos, la blanca bandera de la Religión, coa eu
lema: Todo a la mayor gloria de Dios.
Discípulo de los jesuítas desde los primeros años de
mi niñez, veo siempre en ellos a los hombres de la más
rígida disciplina y de solidísima erudición. Escritores inaignea, aeflalan en sus trabajos el camino de la verdad.
¿Cual es la Primera Causa de todas nuestras acciones?
Dios. Siempre que se habla de la mínima Compañía de
Jesús, me parece ver en ellos a loa alabarderos de Cristo
y a la porción más brillante de su escolta real.
RAFAEL F. DE C.
NUESTROS GRABADOS
Detalle del claustro de la Catedral de Pamplona.—Repreaenta nuestra fotografía uaa de las ventanas del claustro de la Catedral de esta ciudad, correspondiente a una de las alaa que fue construida en el aiglo XIV a expensas del Obispo D. Arnaldo de Barbazano.
Colocación de campanas en Piedramillera.—
En la torre de la iglesia parroquial da Piedramillera, villa que dista de Pamplona 58 kilómetros y que confína
con Sodada, Mendaza y Legaría, ae colocaron doa hermoeaa campanas el 11 de Mayo de 1921, fundidas en los
acreditados talleres de D. Isidro Albizu, de Pamplona, y
costeadas por la distinguida aeñora bilbaína D.s Victorina Larrinaga, viuda de Basabe, quien actuó de madrina
en el sagrado acto de la bendición de amb&a campanas.
Repreaenta nuestro grabado el momento de la elevación a la torre de ana de las campanas.
Paisaje de Cuatro Vientos en las afueras de
Pamplona.—Nuestra fotografía está tomada desde el
río Arga, en la parte del término llamado de San Jorge,
en las proximidades del molino de la Biurdana, perteneciente al barr o de la Rochapea, extramuros de Pamplona.
REVUELTA
Por el Patrón de España.—La iBiblioteca CatólicoPropagandiata> de Pamplona tendrá el luaea próximo,
25 del actual, festividad de Santiago Apóstol, Patrón de
España, misa y comunión reglamentaria en la iglesia de
las Madres Dominicas, a las aiete y media de la mañana.
Se repartirá en este religioso acto un interesante folleto a todos loa concurrentea. A loa BOCIOS de la Propagandista se ruega Ja asistencia.
Administración socialista.—Leemos en un colega,
que los socialistas que se hallan al frente del Ayuntamiento de Milán saben dar buen empleo al dinero de loa
contribuyentes.
Sola líente el personal, que costaba hace aeia aüoa 20
millones de liras, cuesta actualmente 144.
(Es realmente una esplendidez catastrófica!
El espantajo de los cobardes.—He aquí una vieja
historia, siempre nueva.
Diz qne en cierta ocasión solemne ae reunió en el infierno lo más caracterizado y representativo de la comparsa diabólica, y todoa loa diobloa discutían acerca de
cuál serla el más digno de Bentarae a la derecha de Lucifer,
—¡A mi derecha, dijo éste con voz de trueno, ae aentará el que hubiere hecho caer má3 almas at infierno!
Presentáronse: la injuria; la avaricia, la ira, la gula, la
envidia, la sospecha, la soberbia, la venganza, etc., etc.*
cuando de repente aurgió el respeto humano, y dijo:
—¿QÜÍÓQ aera máB digno que yo del codiciado honor?
¿No aoy yo el que obligo a los hombres a temarle mutuamente?
¿No soy yo el que concentro en la cabeza de loa jóvenes el olvido de sus deberes religiosos?
¿No aoy yo, porfin,el que hago veair el mayor número de almas para nueatro reino.
—¡Tienes razón!, exclamó Lucifer haciendo un formidable gesto de satisfacción
¡siéntate a mi derecha!
Hollad, pues, lectorea, todo reBpeto humano, que ea
el grao espantajo de los cobardes.
Circular Oportuna.—El Fíacaí del Tribunal Supremo
acaba de dirigir una importante circular a loa de las audiencias de la nación, excitándoles a perseguir y castigar
severamente los delitos que ae cometen contra lae buenas
costumbre? y la decencia pública por medio de las publicaciones obacenaa, fotografías, grabadoa, líbroa, etc.
Muy oportuna y plausible en verdad es esta circular
para contener el avance de la ola pornográfica, que ha
invadido las grandes y las pequeñas poblaciones españolas.
Mientras esaa lacras no se extirpen, no hablemos del
engrandecimiento de nuestra patria, porque loa países
inmorales no pueden engrandecerse.
3"HC
Exposición del antiguo Pamplona.—Uno da los números más interesantes de las últimas fiestas de San Feruilu ha sido esta exposición, iniciada por el digno concejal D. Javier Ciga y secundada con entusiasmo principalmente por loa seüorea D. Juiio AltadiÜ, D. Ignacio Balezteua, D. Leandro O.ivier y D. Jesús Etayo. Hábilmente instalada en los locales de lae escuelas de San Francisco, lia merecido loa elogios de cuantas personas la han
viaitado.
Hallábanse comprendidas en eBta exposición las secciones de Indumentaria, Numismática, Pianos de la ciudad, alcantarillado, fuenteB públicas, traída de aguas, Capilla de Sau Fermín, Casa Couaistorial, Establecimientos
municipales, Visitas de reyes y príncipes, Exequias de
personas reales, Fotografías del Pamplona antiguo, ArteB
gráficas, Festejos públicos, Cerámica pamplonesa, Bibliografía, Manuscritos históricos y Miscelánea.
A lúe muchos pláceme- que hau recibido loa organizadores de esta exposición une también loa suyos LA AVALANCHA.
POR LA MODESTIA CRISTIANA
MODAS FEMENINAS
Paae (este <paae> no quiere decir que puede pasar, ¿es
tamos? No es más ni menos que valemos de un modo de
locución usual y corriente), pase que las mujeres libres y
realengas, sin padre ni madre ni perrito que les ladre,
LA AVALANCHA
hagan de su capa un sayo, o sea, de BUS faldas, por lo
cortas; de sus escotes, por lo hondos, y de sui mangas,
por lo ningunas, una hoja de parra, o poco menoB! Lo
que es incomprensible, de puro absurdo, es que las que
tienen hermanos, padre y hasta marido, no solamente
bagan otro tanto, sin que esto? editores responsables lea
abran con el bas ton la «ensoñadora cabecita», lea descoyunten «el piececito de muñeca» o lea rompan el «ebúrneo y torneado brazo», sino que las acompañen tan tranquiloB, si no están orgullosos, por esas calles, para que
todo bicho viviente se las «estudie»...
Hasta ayer, como qnien dice, el... desnudo «de vestir»
estaba vinculado a los actos de corte y a los que, sin ser
realmente tales, tenían con aquellos connotación y aemejansa. De ahí el conocidísimo dicho de aquella señora:
«Voy a desnudarme para ir al baile», o el del pobrecito
del Cardenal Spíaola, una vez que comió en una Embajada: «¡Mire usted, me parecía como si estuviese sentado
a la mesa con las benditas ánimas del Purgatorio!» ]De
poco tiempo a esta parte es cuando esas procacidades de
salón han salido a las calles y a los paseos, a las tiendas
y a las visitas... y hasta a la misma casa de Dios mismo,
y a la misma rejilla del mismo confesionario...
Que ellas lo hagan «tan frescas», es natural—lo raro
sería que sintieran calor;—lo raro, lo inexplicable es la
indiferencia de los hermanos, la desaprensión de los papá?, y Bobre todo la «edificante» pasividad de los maridos.
Yo creo que 630 será porque, tanto ellas como ellos,
profesarán el principio de cierta gran señora.
¿Que cual es eBte principio? Allá va, y Dios nos coja
confesados:
—«¡No hay modas indecentes—me decía—con sal que
tean señoras las que se las pongenl»
—¡Aaaaaay!
¡Como si la carne de seflore, y haBta la de «en olor de
santidad», no fuera t«n incentivo a loa ávidos ojos de los
hombrea, corno la de... las señoras, con letra bastardilla!
Confieso que me quedé helado con la jurieprudencia de
la dama.
Y ahí, y no en otra parte, eitá, a nuestro pobre entender, )a razón del mal: en que «esa gente» se viste ccotno
quien es», y !as que no son como ellas, ¡ni quieren Berlo,
gracias a Oio&l, ponen todo BU empeño en parecérselea.
Aberración más monstruosa no es posible que se dé:
el que la moda vaya de abajo arriba, o sea, del escenario
de «varietés» al salón del palacio, o del tablado del café
cantante al encerado «parquet» del flordelieado camarín
de la duquesa, siendo así que de donde debía venir era
de arriba abajo, como pasaba allá, por la remota época
del sentido comrtn, en que la meneatrala copiaba a la
burguesa y la burguesa a la grande... las que estaban y
vivían al ras del suelo, a las que se elevaban y sobresalían quince codos sobre los más altos montes.
¿Quién lee en el interior de las conciencias, para adivinar que esa dama que croza las piernas como nn
«sportman», que fuma como un coracero, que se rasca
como un mendigo... de los desaseados, metiéndose la pulida manecita por el escote—todo esto en público—después de haberse pintado—ssto en secreto—ojeras y mejillas, cejas y labios, no es, ni muchísimo menos, lo que
parece, Bino que, aparte ese desenfado de «eoeotte» y
esos recursos de hetera, es una honrada madre de familia, o una niña piadosa, que Be firma: «Futanita de Tal,
H. de M.i?
Monedas buenas hay que, por tener mal sonido, a canea de una hoja, o por cualquier otra avería que les da
apariencia de falsas, cuesta a su poseedor Dios y ayuda
pagarlas en el mercado.
Y no, ciertamente, porque sean falsas—ya hemos di-cho que son buenas,—Bino porque, a pesar de BU bondad
intrínseca, de su ley en el m ;tal y de su justeza en el peBO, por cualquier deterioro en el cuño dan lugar, sin que
sean examinadas con mucho detenimiento, & que de ellas
se diga:
187
—¿Esta? ¡Más falsa que el alma de Judas!
¡Qué pena que para que haya de tenérsenos por decentes tengan que someternos a discusión y examenl
Si yo me vialieee de capitán general, ¿no estaría muy
en su punto que cuantos militares ee confrontasen conmigo me saludasen militarmente?... Pues, ojo, ¡y macho
ojol no sea que por vestirse y presentarse en distinta indumentaria de la que a BU verdadera honradez y decencia corresponde, se las tome y se les considere como.»
fuera nn desacato de esos que las mujeres de bien no
perdonan nunca... Aunque el hábito no hace al monje, lo
cierto de ello es que por el hábito se Baca al monje... Vista usted de guardia civil a un benedictino, y a ver si no
lo toman por uno de la benemérita.
Todo esto, que escribo para que lo lean las señoras y
se lo apliquen, quienes debieran leerlo eran los modistoi
de París... que en eso estaráa pensando... Ellos, pontífices sumo?, y por ende infalibles, y reyes absolutos, y por
tanto inapelables, son los que tienen la culpa.
Dijeran ellos: gorgneras hasta las orejas y faldas hasta
formar cola por delante, como los brialee de las damas
de IOB tapices góticos, y se acatarían sus pragmáticas sin
rechistar... Ea los modistos, que son los arbitros, es donde debea poner la puntería ios moralistas... Las señoras,
después de todo, no son ni mas ni menos que el coro de
la ópera, y ellos, IOB hierofanfes que cantan la romanza,
que luego el coro glosa... ¿Pero quién ea el mozo que le
cuelga los cascabelea al gato?... ¿Quién es el predicador
que convierte a un modisto?
¡En cuanto Be convirtieran, se perdíanl No es ya cuestión de moralidad. Es cuestión de negocio, y el negocio
siempre se ha dicho que no tiene entrañas.
Me explicaré.
El modisto, aun el más cacareado por las revistas de
moda, como genio, no es «un artista», como dicen loa
aduladores que le hacen el reclamo.—¡El artista no hace
nada feo, ni nada monstruoso, ni nada ridículo!—El modisto no es más ni menos que un «industrial»: un industrial que hace vestidos, sombreros y perifollos, como
pudiera confeccionar conservas de sardinas, o elaborar
específicos medicinales. El modisto eB un industrial, y
como tal industrial, un hombre de comercio. Ahora bien.
Ea su obrador, caos de gaaaa y de cintas, de terciopelos
y de botones, de plumas y de pieleB, hay un inBtante en
que 3e transfigura en mago alquimista que convierte todo acuello en filones de oro. Y de una pieza de «charmeusee» que ie costó en fábrica doscientos francos; otra
pieza de gasa, de tal... o de demonios coronados, que le
costó cieu por junto; unos cuanto? rollos de «eoutache»;
unas cuantas docenas de botonee; unas tiritas de piel y
unos sarteles 'ie mostacilla por valor todo ello ds otros
cien francos, con la varilla mágica de su metro y los polvos de la madre Celestina del jabón de sastre, le saca a
ueted veinticinco «toilettes», cada una de las cuales se le
truecan en mil francos, de ahí para arriba... Pues bien:
en cuanto alargue un poco las faldas y suba IOB escotes
otro poco; en cuanto estire las mangas y ensanche el vuelo, en vez de «veinticinco toilettes», no saca más que
«quince»; con lo que son, por lo menos, diez mil francos
IOB que se le dilayen y se le esfuman de una mano a otra.
Hacen como los confiteros con IOB paateíea de la postguerra: que no BÓlo I03 cobran a quince céntimos—antes
costaban diez—sino que tos están haciendo... |tnáB chicos cada dial
Por donde recomiendo a mis lectoras que hagan con
IOB vestidos lo que yo, en mis cortas luces, hago con los
pasteles: que me como ahora Beis en vez de cuatro... Pónganse dos vestidos: ano desde los hombros hasta donde
lea llegue, y otro, a continuación... y así sucesivamente.
Con eso iucirán más y lucirán menos. Más de lo que,
después de todo, se ha hecho para lucirlo, y menos de lo
qae no es permitido lucir, sino entre tribus salvajes.
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