UNIDAD 08 · DOCUMENTOS

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UNIDAD 08 · DOCUMENTOS
Sobre el desgobierno judicial: hay en España una urgente necesidad de
conseguir que la justicia funcione.
Fórum Libertas, 14 de abril de 2008. Carlos Caldito Aunión
Hay un libro de Alejandro Nieto, ex presidente del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas y profesor de la Universidad Complutense,
que lleva por título el mismo que este texto, cuya lectura recomiendo
de manera urgente a todos los que les preocupa el actual estado de la
Justicia. El libro fue editado en el año 2004 y la descripción que en
él se hace (de absoluta actualidad) del poder judicial y de la
administración de justicia es realmente deprimente, descorazonadora.
Respecto
de
semejante
desbarajuste
nadie
quiere
asumir
responsabilidades, nadie tiene culpa de nada, siempre hay disculpas
para todo, y quienes tienen capacidad de decidir, acaban diciendo que
la culpa del desaguisado es de los otros: “la ley está muy mal hecha, y
no puede mejorarse porque la oposición y el gobierno no se ponen de
acuerdo, son muchos los jueces que están dominados por la pereza y la
ignorancia, el Consejo General del Poder Judicial margina a los
juristas competentes,...”
Se suele decir que quienes no tienen intención de solucionar algún
problema, buscan pretextos, en lugar de buscar soluciones (algunos
crean “observatorios” a través de los cuales, sobre todo, ponen mucha
atención, aunque no solucionen nada de nada). El gobierno suele
recurrir a frases como que están vigilantes, que les preocupa
seriamente, que están alerta, que no bajan la guardia, y a frases
tópicas por el estilo. Y a falta de verdadera voluntad de hincarle el
diente al asunto, a lo que se recurre es a distraer la atención del
ciudadano con la manipulación descarada de fenómenos parciales o
colaterales, para así evitar que la opinión pública acabe poniendo la
vista en las cuestiones de fondo, que son las que no se desean tocar;
se recurre a cortinas de humo. Así se hizo recientemente con el caso
“Mari Luz” o se suele hacer en los últimos años prometiendo fórmulas
milagrosas para acabar, pongo por caso, con la violencia doméstica. El
caso es aparentar que se está haciendo algo. La triste realidad es que
no hay voluntad de solucionar el problema de la Justicia. Hemos llegado
a tal extremo que ya no caben parches, ni ungüentos. Como dice el
profesor Nieto, es imprescindible recurrir a medidas quirúrgicas.
Si más tarde o más temprano no se adoptan tales medidas quirúrgicas
(esperemos que más pronto que tarde), a la única conclusión a la que
podemos llegar es a la de que los políticos son los primeros
interesados en que las actuales perversiones de la justicia sigan
existiendo, para que el Poder Judicial no los pueda controlar, y para
poder así seguir controlando la Administración de Justicia desde el
Ministerio del ramo…
Tal como señala el profesor Nieto, la intervención de los políticos en
la Administración de justicia ha sido una constante en la historia de
España en los últimos siglos. El poder político ha manejado a los
jueces a su antojo y ha influido sin pudor en sus resoluciones, ha
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entregado los juzgados a jueces “afines”, ha creado una red clientelar
y los ha premiado por los servicios prestados. Daba igual el régimen
político del que se tratara: las constituciones y las leyes siempre
eran ignoradas y despreciadas.
En la España actual se nos dice constantemente que vivimos en un Estado
de derecho, entendiendo como tal que todas las actividades públicas
(como las de los particulares) deben estar sometidas a la ley, y que el
poder judicial es el encargado de garantizar que así sea. En
definitiva, que el poder judicial debe estar controlado por los jueces,
aunque parezca de perogrullo la expresión. Pero cuando el poder
político no tiene ninguna intención de dejarse controlar, ni sujetarse
a la ley, entonces recurre a boicotear el sistema, aunque conserve el
nombre y la fachada formal, para lo cual solo le basta con seguir la
tradición de corruptela. Los partidos que se han turnado en el poder
desde el final de la dictadura respetan cínicamente la fórmula del
Estado de derecho, al que han ido vaciando de todo contenido, respetan
en apariencia las competencias del poder judicial, dominan a los jueces
que lo integran y así se aseguran que el poder judicial no perjudique a
sus intereses y mucho menos controle sus actuaciones.
Cada cierto tiempo “sufrimos” una serie de reformas, que lejos de
pretender una auténtica y profunda reforma de la justicia (pese a la
retórica vacía de los trovadores del régimen) lo único que demuestran
es la lucha de los diversos grupos de presión por patrimonializar el
poder judicial. Los protagonistas de tales reformas-luchas siempre
suelen ser cuatro: el PSOE, el PP, los miembros de la carrera judicial
y las Comunidades Autónomas.
En este panorama, la posición de los jueces (también hay jueces
honestos,
¡ojo!)
es
desesperanzadora:
son
conscientes
de
la
manipulación de los políticos, se ven obligados a aplicar normas
éticamente intolerables, y se las ven y se las desean para intentar
aplicar (incluso) las normas, más o menos buenas, que el ordenamiento
legal pone a su alcance.
La realidad, lamentable realidad, es que no pueden asistir a las
pruebas, tampoco tienen tiempo de leer los escritos que presentan las
partes en conflicto (tal como la ley les obliga) y se ven incapaces de
dictar sentencia en los plazos establecidos, al no disponer del tiempo
necesario para redactar sus resoluciones (por lo cual han de
encargárselo a funcionarios que no son jueces) De este modo, están
negándole a los justiciables el derecho constitucional a la tutela
judicial efectiva (artículo 24 de la Constitución), el cual, según la
Constitución, son los encargados de proteger.
Cuestiones:
1. A partir del texto que se propone, ¿crees que es posible llevar a la
práctica la separación efectiva entre el poder judicial y el poder
ejecutivo? Justifica tu respuesta.
2. ¿Crees que sería posible el Estado de derecho sin un poder judicial
independiente y sólido?
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3. A partir del diagnóstico del profesor Nieto, propón soluciones para
la mejora del poder judicial en relación con el derecho efectivo de
tutela judicial y los ciudadanos.
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Ahora en serio, ¿y si cerramos el Senado?
El País, 11 de noviembre de 2011. Pablo Ximénez de Sandoval.
¿A quién va a votar usted para el Senado el próximo 20 de noviembre?
Sí, para el Senado. ¿No lo había pensado? Bueno, no se agobie, en
realidad nos da igual a todos. Fuera de estas páginas, nadie se lo va a
preguntar, ni siquiera los encuestadores. "No conozco ninguna encuesta
electoral que haya preguntado por el Senado", confiesa el director
general de Metroscopia, José Pablo Ferrándiz. Tampoco es que descarten
hacerlo por principio. Simplemente, nadie se lo ha pedido. "No se
publican encuestas sobre el Senado porque nadie las encarga", añade el
responsable de los sondeos electorales que contrata El País. "Supongo
que esto revela el poco interés de la sociedad, los partidos políticos
y los medios de comunicación". Al Gobierno tampoco le debe de
interesar, porque ni siquiera el Centro de Investigaciones Sociológicas
lo menciona en sus sondeos.
Pero el 20-N se eligen 208 senadores, cuatro por provincia más las
islas y las ciudades autónomas. Se presentan en listas abiertas y se
puede votar a tres en la papeleta, de igual o diferentes partidos. A
esos se van a sumar 58 designados por los parlamentos autónomos. Los
números son así de raros porque cuando se hizo la Constitución nadie se
imaginaba que habría 17 comunidades autónomas ni que la población de
España llegaría a los 45 millones (el número de senadores cambia de una
legislatura a otra, en la pasada fueron 264 y en la próxima serán 266).
Nada más asentarse el estado autonómico se vio la necesidad de reformar
el Senado para responder a la nueva realidad. Tras algún intento serio,
muchas llamadas al consenso y una palabrería asfixiante, nunca se ha
hecho. Aunque los partidos siempre se declaran dispuestos a la reforma
y los constitucionalistas sueñan con una "verdadera cámara de
representación territorial", la idea de suprimirlo empieza a calar
entre los expertos y se plantea abiertamente entre los políticos.
El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago,
Roberto Blanco, es un conocido entusiasta de esta idea. "Si no estamos
dispuestos a cambiarlo en serio, quitémoslo. Es una cámara inútil que
no añade nada al proceso legislativo ni al control al Gobierno, y no le
hace caso nadie, ni siquiera cuando veta los presupuestos". Y añade que
"puestos a tener desvergüenza, se podría hacer por mayoría de tres
quintos". No hace falta ni referéndum, se podría hacer igual que la
reciente reforma constitucional.
Los senadores no tienen la última palabra en nada. Da igual lo que decidan
Para no iniciados: el Senado tiene las mismas funciones que el
Congreso. Puede proponer leyes, pero después debe enviarlas al Congreso
para que inicie su trámite. Puede controlar al Gobierno, pero si no va,
no pasa nada (ningún presidente fue antes de Zapatero). En su función
de segunda lectura puede enmendar parcial o totalmente (veto) las
leyes, pero el Congreso puede anular esa votación hasta por mayoría
simple. Y si acaso tuviera la tentación de presionar al Congreso, la
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Constitución le impone un límite de dos meses para revisar una ley. Si
pasa el plazo, se entiende aprobada.
En cuanto a su función de "representación territorial", en las dos
cámaras se elige por circunscripción provincial y los parlamentarios
(los designados también) se organizan en grupos partidistas, por lo que
el Senado no añade nada especial a favor de los intereses autonómicos,
que ya se defienden en el Congreso. Para Blanco, la democracia española
"es un sistema de facto monocameral.
Cuestiones:
1. Consulta los artículos de la Constitución que hacen referencia a las
funciones del Senado y expresa tu opinión sobre este artículo que te
hemos propuesto.
2. ¿Cómo se eligen los representantes en el Senado? ¿Se puede decir que
el Senado ostenta una representación territorial?
3. ¿Qué sucede en el caso de que el Senado vete una ley?
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