damián lópez de haro y diego de torres y vargas

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FOCUS II, 2 (2003) 29-42
Damián López de Haro
y
Diego de Torres y Vargas,
¿escritores encontrados?
Pío Medrano Herrero
1. Introducción
D
esde que Salvador Brau escribió en
1907 que el canónigo Diego de Torres
y Vargas había sido secretario del obispo
López de Haro, 1 la noticia no ha dejado
de repetirse en la historiografía puertorriqueña a lo largo del siglo XX, sobre
todo por haberla difundido Coll y Toste
en su Boletín. 2
A partir de los años 50 de la centuria
pasada, escritores afanados en buscar los
antecedentes de la "puertorriqueñidad"
en los primeros tiempos de la dominación
1
S. Brau, "Los primeros escritores y los primeros
libros puertorriqueños", Summer School Review, año
XI, n° 2, 1933, p. 3; artículo publicado anteriormente
en el Heraldo Español, año XIV, n° 170, San Juan,
Puerto Rico, 19 de julio de 1907.
2 C. Coll y Toste, "Puertorriqueños ilustres. El canónigo Torres Vargas", Boletín histórico de Puerto
Rico, III, San Juan, 1916, p. 135.
española en la isla, se han servido de esa
opinión para apoyar sus ideas preconcebidas y han establecido como verdad consumada que don Diego utilizó su Descripción de la isla y ciudad de Puerto Rico 3
para corregir y rectificar afirmaciones de
don Damián sobre la isla en su Cartarelación a Juan Díez de la Calle. 4 Según
3
D. Torres Vargas, Descripción de la isla y ciudad
de Puerto-Rico, y de su vecindad y poblaciones,
presidio, gobernadores y obispos, frutos y minerales,
en A. Tapia y Rivera, Biblioteca histórica de PuertoRico, Puerto-Rico, Imprenta de Marquez, 1854, pp.
447-493. Para ahorrar notas al calce, indicaré las
páginas entre paréntesis a continuación de las citas.
Respetaré la acentuación, la ortografía y la puntuación, por muy caóticas que sean, incluidas las abreviaturas, la inversión de letras, la datación incompleta
y la transcripción defectuosa de textos latinos.
4 D. López de Haro, Carta-relación a Juan Díez de la
Calle, ff. 1r-8v, ms. 3047, Biblioteca Nacional, Madrid. Citaré actualizando el texto y modernizando la
ortografía y la puntuación. A continuación de la cita
indicaré los folios entre paréntesis.
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PÍO MEDRANO HERRERO
esta creencia, a mediados de la decimoséptima centuria se habría dado una confrontación entre un criollo, defensor de la
"patria puertorriqueña" ofendida y un
peninsular ofensor. Llegan a esa conclusión siguiendo la siguiente secuencia mental: Torres y Vargas contradice afirmaciones del obispo, luego tuvo que ser
secretario episcopal; en el ejercicio de su
cargo leyó la relación del prelado; posteriormente le contestó en su propia crónica.
Tales afirmaciones carecen del más
mínimo soporte documental. Nosotros,
después de haber estudiado concienzudamente el tema, basados en fuentes irrefutables del Archivo General de Indias,
hemos demostrado que el secretario personal de López de Haro fue el padre Sebastián de Avellaneda, religioso trinitario
como el obispo, y hemos concluido: "A
partir de hoy se precisa, pues, un nuevo
enfoque a la hora de juzgar y valorar las
relaciones del obispo y el canónigo". 5 Es
lo que intentamos exponer en las páginas
siguientes.
2. Dos autores, dos escritos
N
ombrado por el rey Felipe IV al obispado de Puerto Rico en 1642 y propuesto al año siguiente para el cargo ante
la Santa Sede, fray Damián López de
Harto obtuvo el fiat de Su Santidad en
julio de 1643. En febrero de 1644 recibió
la consagración episcopal en el convento
de la Trinidad calzada de Madrid, y el 22
de abril siguiente emprendió el viaje a su
sede, donde llegó el 13 de junio. Tres meses y medio más tarde escribía la memorable carta-relación al oficial de la Secre5
P. Medrano Herrero, "¿Fue el canónigo Diego de
Torres y Vargas secretario del obispo don Damián
López de Haro?, Encuentro, Revista de la APUE-PR,
año XIII, n° 23, 1999, pp. 165-177, y Don Damián
López de Haro y don Diego de Torres y Vargas, dos
figuras del Puerto Rico barroco, San Juan, Ed. Plaza
Mayor, 1999, pp. 291-302.
taría de Nueva España, en el Consejo de
Indias, para informarle de la travesía y de
sus impresiones acerca de Puerto Rico y
sus gentes, en particular de la capital.
Seducido por la nueva geografía, elogia el
clima, la naturaleza, el paisaje terrestre y
marítimo, la catedral, la vegetación, los
aguaceros, las frutas… y, sobre todo, el
aire, las brisas. En contrapartida, le decepciona el ambiente humano, social, cultural, económico y hasta religioso: a ello
dedica buena parte de su escrito. También habla de los estragos de las tormentas en la agricultura, de los saqueos de los
piratas, del peligro que corre la plaza de
caer en manos de los enemigos…
Según esta creencia, a mediados de la
decimoséptima centuria se habría dado una
confrontación entre un criollo,
defensor de la "patria puertorriqueña"
ofendida y un peninsular ofensor
Años después, en 1647, el señor canónigo y bachiller Diego de Torres y Vargas
compuso su no menos memorable escrito,
cuyo título ya citado resulta muy significativo. En las primeras páginas habla de
la geografía de la isla, de su clima, forma
geométrica y alude a los ríos; destaca el
recuerdo de la isla en los anales antiguos
de cosmógrafos e historiadores; informa
del descubrimiento y conquista de Puerto
Rico, de las islas de barlovento, de la invasión de muchas de ellas por los ingleses,
holandeses y franceses; luego pasa a
hablar de las tres principales islas barloventeñas (La Española, Cuba y Puerto
Rico), con referencias a numerosos autores de la Antigüedad; resalta la preeminencia de la última isla sobre las demás
por ser frente y vanguardia de las Indias
Occidentales. Notifica también de la fertilidad de la isla, del comercio, de los ingenios y trapiches, de los productos (caña de
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DAMIÁN LÓPEZ DE HARO Y DIEGO DE TORRES Y VARGAS, ¿ESCRITORES ENCONTRADOS?
azúcar, jengibre, cacao, cueros, tabaco,
maderas, oro, sal, aguas termales, frutas,
cereales…).
Atendido el renglón general de la isla,
pasa a describir la península o ciudad de
Puerto Rico, a la que consagra la mayor
parte. Refiere la fundación inicial de la
ciudad en Caparra, el traslado al nuevo
enclave de la isleta, la población, principales oficios, el escudo de armas, la infantería del presidio, la fortaleza del Morro,
la iglesia catedral y su escudo, el cabildo
eclesiástico y sus rentas, los conventos de
dominicos y franciscanos y el de las monjas carmelitas, hospitales, ermitas, el
abastecimiento de agua, referencias a la
villa de San Germán y la Aguada, el santuario de la Virgen de Hormigueros y la
historia de su aparición, el valle de San
Blas de Coamo, el poblado de San Felipe
del Arecibo, historia de Gregoria Hernández, milagros…
Lamentando no poder referir por extenso los méritos de la isla, se limita a contar de forma concisa la historia de los
obispos, desde el primero que llegó a
América, don Alonso Manso, hasta el que
gobernaba la diócesis al momento de escribir, don Damián. Junto a datos más o
menos escuetos –no pocos de ellos erróneos– del origen y procedencia de los prelados, incluye información relevante de
sus pontificados. Suman trece los mitrados.
Concluida la secuencia episcopal, pasa
a exponer –con algunas equivocaciones–
la de los gobernadores, iniciando esta parte de la crónica con el primero de ellos,
don Juan Ponce de León, y cerrándola
con don Fernando de la Riva Agüero. 6 En
total, 26. También aquí acude a la ascendencia y origen de estos distinguidos militares, a los que enmarca en diversidad de
6
La referencia a don Diego de Aguilera no le pertenece, es del anotador.
31
sucesos históricos –algunos heroicos–,
climáticos y de diverso tipo.
Sigue con el relato de la visita a Puerto
Rico de don Diego Pacheco, marqués de
Villena y duque de Escalona, camino de
Nueva España, adonde iba con el cargo de
virrey; elogia la localización de Puerto
Rico en relación con otros enclaves del
Caribe, enumera el caserío y el vecindario, elogia a las mujeres y a los naturales y
vecinos de la ciudad, particularmente de
las últimas décadas. 7
3. Dos escritos, dos enfoques
E
l lector atento ya habrá advertido la
diferencia de temas tratados –tanto
en cantidad como en su desarrollo–, en los
escritos del obispo y el canónigo: mucho
más numerosos y amplios –no necesariamente más acertados– en don Diego que
en fray Damián. Si comparamos la extensión de ambos textos en la Biblioteca de
Tapia, apreciamos que la relación episcopal ocupa siete páginas, 8 y la del canónigo, 33, sin contar, como queda dicho, las
dedicadas a los anexos diocesanos y a los
añadidos sobre Puerto Rico.
La razón es muy sencilla: mientras el
peninsular escribe una comunicación personal a un amigo, Juan Díez de la Calle –
tal vez por ruego informal de éste–, 9 el
7
No incluimos las dos reales cédulas dirigidas al
estamento eclesiástico de Puerto Rico porque son
ajenas a Diego de Torres. Por otro lado, resumimos
solamente la Descripción. Dejamos de lado los
Anexos y las Adiciones por ser escritos posteriores,
aunque más adelante nos referiremos al segundo
documento por ser pertinente a nuestro caso.
8 No tenemos en cuenta la carta inicial de presentación, muy breve, de media página. Tapia y Rivera no
incluye la lista de la clerecía diocesana.
9 Laborioso recopilador de noticias de los virreinatos
del Perú y de Nueva España con el fin redactar un
texto que diese a conocer la obra española en América. Autor de varios manuscritos conservados en los
archivos nacionales, publicó un libro en 1646 con el
título: Memorial y noticias sacras y reales del imperio de las Indias Occidentales, en el que utiliza la
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PÍO MEDRANO HERRERO
criollo responde a un mandato institucional ordenado formalmente por el Consejo
de Indias para ayudar al maestro Gil
González Dávila, cronista mayor del reino
y de las Indias, a culminar su libro sobre
la historia eclesiástica de América. 10 Son,
pues, dos escritos con dos enfoques muy
distintos. Eso influirá en el contenido y en
la orientación de los mismos.
Un escrito puede variar de contenido,
de tono y de enfoque dependiendo del
destinatario. Concretándonos a nuestro
caso, no es lo mismo escribir a un pariente o amigo, que a una persona oficial desconocida o al monarca, por ejemplo. Fray
Damián López de Haro dirige su crónica
a un amigo, a quien había conocido en el
Consejo de Indias con motivo de sus gestiones burocráticas para trasladarse a
Puerto Rico, o tal vez antes. Ese detalle de
la amistad justifica el humor y la ironía
con que escribe acerca de varios temas de
la isla y hasta la inclusión del famoso y
denostado soneto; actitud muy distinta a
la que usa cuando se dirige a Su Majestad
en torno a la misma realidad en que vive.
información episcopal. Trabajó por espacio de 38
años en el Consejo de Indias, donde desempeñó varios puestos, entre ellos los de oficial segundo y mayor en la Secretaría de Nueva España, además de
secretario del rey. Murió el 15 de junio de 1662 (Cf.
mi edición crítica: Damián López de Haro, Cartarelación a Juan Díez de la Calle, Universidad Interamericana de Puerto Rico, pp. 24-30, en prensa).
10 Nacido en Ávila hacia 1578, abrazó el estado clerical. Prebendado de la catedral de Salamanca, en 1617
recibió el nombramiento de cronista de los reinos de
Castilla. Felipe IV le honró también en 1643 con el
título de cronista mayor de Indias. Escritor fecundo,
escribió libros de erudición histórica, sobre todo de
las diócesis españolas y americanas. Falleció en 1658
(Cf. A. Millares Carlo, Tres estudios biobibliográficos, Maracaibo, Universidad del Zulia, 1961, pp.
117-192). Estudio más detenidamente el origen del
escrito de canónigo en "Adiciones a la Descripción
de la isla y ciudad de Puerto Rico, de Diego de Torres y Vargas", en Actas del Primer Congreso de
Lengua y Literatura: Dr. Manuel Álvarez Nazario,
Mayagüez, Oficina de Publicaciones de la Facultad
de Artes y Ciencias de la Universidad de Puerto Rico
(en prensa).
Tal diferencia la ha advertido sagazmente
el historiador Álvaro Huerga al resaltar
las "dos" descripciones que de Puerto
Rico dio el señor obispo:
una optimista a fuer de buen humanista
barroco; y otra pesimista, en busca de remedio para los males que aquejaban a su
diócesis. La primera es casi un juego literario o, al menos, un monólogo con un
amigo, Juan Díez de la Calle, alto oficial
de la secretaría del Consejo de Indias y
erudito interesado en recopilar noticias
"sacras y reales" del Nuevo Mundo; la
segunda es una lamentación, o un análisis
realista de la situación cívicoreligiosa
[sic], hecho por un leal vasallo y por un
obispo responsable, que se dirige a quien
puede y debe mejorarla: el rey Felipe IV.
Conversando epistolarmente con Díez de
la Calle podía permitirse ciertas licencias
de expresión y de descripción. Hablando
con Su Majestad, el tono tenía que ser de
respetuosa mesura y de objetivo informe. 11
El relato de don Damián es más breve,
más espontáneo, más crítico, más directo y
natural, menos retórico, más personal, más
íntimo, con licencias incluso al humor y a
la ironía
En efecto, el relato de don Damián es
más breve, más espontáneo, más crítico,
más directo y natural, menos retórico,
más personal, 12 más íntimo, con licencias
incluso al humor y a la ironía: expone sus
ideas acerca de lo que la nueva sede le
11 V. Murga-Á. Huerga, Episcopologio de Puerto
Rico, III, Ponce, Universidad Católica de Puerto
Rico, 1989, p. 95.
12 V. gr.: el punto de vista de cada autor: si López de
Haro usa la primera persona ("De Cádiz escribí a
vuestra merced…") (2r), el bachiller emplea la tercera, aun cuando habla de sí mismo ("Don Diego de
Torres que siguió las letras y se graduó en Salamanca…") (474).
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DAMIÁN LÓPEZ DE HARO Y DIEGO DE TORRES Y VARGAS, ¿ESCRITORES ENCONTRADOS?
suscita y, junto a las alabanzas de lo que
le llama la atención en el terreno geográfico y climático –novedoso para él (mar,
calor, aguaceros inesperados, palmas de
cocos, brisas, frutas, alimentos…)–, se
explaya en lo tocante al vecindario, la pobreza de la ciudad, las ínfulas nobiliarias
de los habitantes, el peligro de los enemigos, la mortandad de la población, los
estragos de los huracanes, las estancias e
ingenios, la falta de bastimentos y dineros,
el apocamiento de las criollas, la abundancia de negros, la carestía de la vida, la
vagancia de la gente, el limitado número
de sacerdotes, la ausencia del papel sellado…, ofreciendo generalmente un enfoque negativo, de ningún modo falso. Es la
impresión de un hombre prestigioso, culto, hijo de la imperial Toledo, doctor en
teología por la Universidad de Salamanca,
superior de muchos conventos trinitarios,
visitador apostólico de su congregación
religiosa en Andalucía, ministro provincial de la Orden de la Santísima Trinidad
en Castilla, León y Navarra, comisario del
Santo Oficio, predicador real, persona
relacionada con la flor y nata de la sociedad española…, que llega a una isla perdida en el Océano, anunciada en la capital
del reino como un paraíso terrenal y sin
embargo la encuentra privada hasta de lo
imprescindible para vivir: "El vino, el
vinagre, el aceite, el pan, con todo lo que
es necesario para vestirse, viene por el
mar, de Castilla o de la Nueva España"
(4v). La carta-relación episcopal refleja,
pues, la cara y cruz –el haz y el envés– de
una misma moneda: la realidad de Puerto
Rico (ciudad) a mediados de la decimoséptima centuria, vista por un peninsular
que se queda absorto ante el espectáculo
de belleza natural, y decepcionado al
mismo tiempo porque el edén social, económico, cultural, etc., que le habían prometido ("mentido") en Madrid dejaba
mucho que desear.
Don Diego –sin conocerlo–, amplía el
contenido del relato episcopal y cambia el
33
tono y el enfoque de su descripción porque escribe a un desconocido y en respuesta a una orden real y a unas preguntas fijadas de antemano por el
destinatario. 13 De ahí que su escrito sea
más amplio, abarcador, serio, formal,
menos natural, más rígido, menos personal y menos espontáneo, de tono elogioso
y laudatorio en extremo acerca de la realidad isleña –su tierra nativa– en todos los
campos: político, religioso, militar, cívico,
humano… Sabe que su relato servirá de
fuente al cronista mayor del reino que
prepara una obra para valorar las grandezas del Nuevo Mundo, y él, don Diego,
se encarga de que Puerto Rico, no obstante su pequeñez territorial, pobreza y miseria reinantes, quede bien parado. De ahí
que utilice el panegírico y descarte la crítica y la visión negativa de la sociedad.
Para el criollo Torres y Vargas, si Puerto
Rico, comparado con la Española y Cuba,
es menor en tamaño, sin embargo, "en el
temperamento y calidades se adelanta
mucho a todas las Islas de barlovento, por
que goza de una perpetua primavera sin
que el calor ni el frio llegue a sentirse de
manera que aflija ni descomponga la naturaleza" [448]. Para el canónigo, Puerto
Rico es la isla más fértil; sus hombres, los
más valientes, sobre todo si se trata de su
padre y hermanos; las mujeres, las más
hermosas de todas las Indias… En su afán
laudatorio, acude a numerosas autoridades antiguas y modernas para apoyar su
13 Decimos "desconocido" porque no se tiene noticia
de que hubiese alguna relación entre ambos. Don
Diego pudo haber visto a don Gil en Salamanca
cuando estudiaba allí cánones (1635-1639) y González Dávila ejercía la prebenda de la catedral. Pero no
creemos que hubiese trato personal entre ellos pues
por ese tiempo el joven criollo era un simple estudiante en aquella abigarrada sociedad universitaria.
Además, González Dávila no recibió el título real de
cronista indiano hasta 1643, con el cometido de que
escribiera una obra en la que reflejase las grandezas
de la Iglesia americana, por lo que no pudo haber
solicitado la colaboración de don Diego en la década
anterior cuando todavía no se la habían encomendado, ni se imaginaba que se la encargarían. Y en esa
fecha Torres y Vargas llevaba un año en la isla.
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PÍO MEDRANO HERRERO
tesis, hasta el extremo de aplicar literalmente a la isla un texto del Cantar de los
Cantares. También se sirve de la auctoritas como recurso retórico, aunque a veces
lo traiga por los pelos. Todo vale para su
propósito.
Pero en escritos posteriores, cuando
don Diego no sea un escritor por encargo,
sino deán del cabildo eclesiástico y vicario
general de la diócesis en las vacancias
episcopales, bajará de las nubes del encomio y se ajustará más a la realidad social y económica del país: entonces escribirá como López de Haro y presentará a
las autoridades metropolitanas las miserias de su tierra y de sus paisanos. 14
Insistimos, si la orden de componer las
descripciones o relaciones geográficas
venía dada –directa o indirectamente–
por el rey o por el Consejo Real con el
encargo de que reflejaran, entre otros
puntos, las vidas de los arzobispos y obispos americanos y las cosas memorables de
sus sedes; si el cronista mayor de las Indias había confeccionado las preguntas para resaltar la obra de la monarquía en el
Nuevo Mundo; 15 si la alta jerarquía eclesiástica delegaba la tarea a sus subalternos de confianza; si éstos era criollos,
amantes de su tierra, ¿cómo no iban a ser
apologéticos sus escritos?, ¿qué espacio
quedaba para la crítica? Torres y Vargas
es un ejemplo de esta situación.
14
Cf. las cartas del cabildo eclesiástico de Puerto
Rico en las que él firma, en ocasiones como deán, y
hemos ofrecido en la segunda parte de Don Damián
López de Haro…
15 G. González Dávila argumenta que "deben acudir
todos a dar estas noticias con mucho gusto, pues es
para formar la historia en que se han de hallar honrados todos, e ilustradas las ciudades y provincias, y
sus naturales", en Cuestionarios para la formación de
la relaciones geográficas de Indias. Siglos XVI-XIX,
edición de F. de Solano, Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 1988, p. 119.
El escrito de Torres y Vargas es más amplio,
abarcador, serio, formal, menos natural, más
rígido, menos personal y menos espontáneo, de
tono elogioso y laudatorio en extremo acerca de
la realidad isleña
Por el contrario, cuando las comunicaciones a España partían de personas
privadas –incluso corporativas, como los
cabildos secular y eclesiástico– sin las cortapisas dichas, entonces gozaban de más
libertad de expresión, eran más espontáneas, menos encorsetadas, más incisivas y
realistas; sobre todo si no iban destinadas
al Real Consejo de Indias, sino a un particular, y más aún si éste era amigo, como
es el caso de don Damián.
4. Otra vez los críticos
S
e ha escrito hasta la saciedad que el
obispo y el canónigo mantuvieron una
disputa a causa de sus diversas interpretaciones de la realidad puertorriqueña de
aquel momento, y que el segundo se sirvió
de su crónica para contradecir el relato
del primero. 16 Nada más lejos de la verdad histórica, pues para que haya disputa
entre dos, ambos tienen que salir a la palestra a debatir sus discrepancias, ya que
"dos no riñen si uno no quiere", como
dice el refrán. 17 Y menos aún si ninguno
de los dos imagina entrar en liza. No hubo
tal desacuerdo entre ambos. Primero,
porque don Diego no conoció el escrito
privado del obispo al no ser su secretario
personal; 18 segundo, porque la crónica del
subalterno no fue solicitada por el superior, por lo que no se ve razón para que
16
Cf. P. Medrano Herrero, "El soneto Esta es, señora, una pequeña islilla y la crítica puertorriqueña",
Focus, Revista de la Universidad Interamericana de
Puerto Rico, Recinto de Bayamón, año I, núm. 1,
2002, pp. 21-33.
17 J. L. González, Dichos y proverbios populares,
Madrid, Edimat Libros, 1998, p. 129.
18 Cf. las referencias de la nota 5.
FOCUS II, 2 (2003) 29-42
DAMIÁN LÓPEZ DE HARO Y DIEGO DE TORRES Y VARGAS, ¿ESCRITORES ENCONTRADOS?
llegara a las manos de éste y sí a las de
quien se la había pedido en la Corte. Por
lo demás, fray Damián se encontraba en
el Oriente de Venezuela desde hacía dos
años realizando la visita a sus diocesanos:
allí acabó sus días, muy lejos de la sede
episcopal, residencia del canónigo.
De entre los autores que los enfrentan
(Isabel Gutiérrez del Arroyo, Loida Figueroa, Manuel Álvarez Nazario, Josefina
Rivera de Álvarez, Jorge M. Ruscalleda,
etc.), nos limitamos a Manrique Cabrera.
Afirma: "La centuria décimoséptima [sic]
en lo que a prosa toca nos servirá un casi
debate implícito entre el obispo Fray Damián López de Haro y el canónigo Diego
de Torres Vargas". 19 En otra ocasión, tras
comentar el escrito episcopal, sentencia:
"El reverso de esta moneda que nos presenta la carta-relación de Fray Damián
López de Haro se escribe tres años más
tarde, en 1647, por un puertorriqueño, el
Canónigo don Diego de Torres Vargas,
con destino al cronista Maestro Gil González Dávila". Y añade:
Como si pretendiese responder a Fray
Damián López de Haro, hace la defensa y
loa de la mujer puertorriqueña diciendo:
"Las mugeres son las más hermosas de
todas las indias, honestas, virtuosas y muy
trabajadoras y de tan lindo juicio, que los
Gobernadores Don Enrique y Don Iñigo,
decían, que todos los hombres prudentes
se habían de venir a casar a Puerto Rico y
era su ordinario decir 'para casarse, en
Puerto Rico'". 20
Cree el crítico literario que con esa
frase don Diego censuraba el verso episcopal: "Hermosas damas faltas de donaire" (4r), sin conocerlo. Nótese, sin embargo, la coincidencia de ambos escritores en
lo tocante a la belleza femenina, pues
19
F. Manrique Cabrera, Apuntes para la historia
literaria de Puerto Rico, San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1969, p. 5.
20 Id., Historia de la literatura puertorriqueña, Río
Piedras, Ed. Cultural, 1965, pp. 26 y 27.
35
también el obispo habla de "bellas damas", aunque no vamos a repetir lo ya
expuesto en otro lugar. 21 Mas sí llamar la
atención sobre el comentario que tal cita
le merece al historiador Morales Carrión:
"Pero –cuidado– ni Don Enrique ni Don
Íñigo llevaban la galantería hasta el extremo de contraer matrimonio con las
guapas chicas de la localidad". 22 No deja
de ser curioso el contraste entre lo dicho y
lo hecho por ambos gobernadores. Razón
tiene el refrán: "Del dicho al hecho hay
mucho trecho". 23
Don Francisco insiste en oponer al superior y al subalterno:
Y como si deliberadamente continuase empeñado en contestarle palmo a palmo las sátiras de López de Haro, sobre los
hijos del país, apunta [don Diego]: 'Los
naturales son generalmente de grande estatura, que sólo un linage hay que la tenga pequeña; de vivos ingenios, y fuera de
su patria muy activos y de valor […]'. 24
Aparte de que el prelado no dicen que
los naturales fueran enanos, tontos, ni
otras lindezas de ese cariz, el crítico olvida el comentario negativo del bachiller
sobre la vagancia de los criollos –
"puertorriqueños", según Manrique Cabrera–, en total coincidencia con lo expresado por don Damián. Al hablar del cultivo del trigo, de la cebada y del millo o
mijo, que "se ha sembrado y da muy
bien", anota el canónigo: "Pero la flojedad de los naturales no continua el sembrarle y así no se coje para el sustento
ordinario" (450). Sobre la abundancia de
las guineas tierra adentro, escribe el obispo: "Pero doce leguas de aquí dicen que
hay muchas bandadas, y que las matan a
21
P. Medrano Herrero, Don Damián López de
Haro…, pp. 98-101.
22 A. Morales Carrión, Historia del Pueblo de Puerto
Rico (Desde sus orígenes hasta el siglo XVIII), San
Juan, Ed. Cordillera, 1983, p. 177.
23 J. L. González, op. cit., p. 120.
24 F. Manrique Cabrera, Historia…, p. 27.
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PÍO MEDRANO HERRERO
palos, pero la gente es tan holgazana que
no quiere ir por ellas para venderlas"
(3v). ¿Discrepancia o coincidencia?
Como se ve, el fundamento de los censores del obispo para sustentar la tesis de
que el canónigo contesta al prelado acerca
de las afirmaciones de éste sobre Puerto
Rico, es pobre en extremo: por la reducida cantidad que presentan y por los argumentos –nulos– que ofrecen: todo se
reduce a prejuicio, resentimiento y ganas
de tergiversar las cosas. Teniendo, como
tienen, pruebas evidentes de las numerosas coincidencias con sólo comparar los
dos textos, como vamos a ver.
5. Parecidos y diferencias
D
e entrada, repetimos, son dos escritos
con un origen distinto y un propósito
diferente. Por ello no es adecuado compararlos, pues las diferencias son notables,
como ya hemos adelantado. No obstante,
tienen sus numerosas semejanzas y hasta
coincidencias temáticas –no advertidas o
silenciadas por los estudiosos–, debido al
objeto de que tratan –Puerto Rico–, la
época en que escriben –mediados del siglo
XVII– y ser ambos eclesiásticos. Sin pretender tocar todos los puntos, dejemos
constancia de unos cuantos. Registramos
en primer lugar las afirmaciones del bachiller y las confirmamos con las dichas
anteriormente por el obispo.
El fundamento de los censores del obispo
para sustentar su tesis se reduce
a prejuicio, resentimiento y ganas
de tergiversar las cosas
Hablando de las dimensiones de Puerto en relación con Cuba y la Española,
escribe don Diego que a la isla le cuadra
literalmente un texto bíblico porque "ella
sola 'parvula est' pues es de las tres la
mas pequeña", además de ser también "la
mas pobre de todas" (449). Don Damián,
al comentar el tamaño de su sede, dice:
"Esta es, señora, una pequeña islilla"
(4r). 25 Sobre la pobreza: "La ciudad está
muy pobre. La moneda que en ella se gasta es de pobres" (3r), y varios textos más.
En cuanto al clima, asegura el canónigo que Puerto Rico "goza de una perpetua primavera sin que el calor ni el frío
llegue a sentirse de manera que aflija ni
descomponga la naturaleza" (448); para
añadir poco después el elogio de la brisa:
a causa de las malas condiciones de salubridad, los primeros pobladores españoles
de Caparra, "despues de diez ó doce años
se mudaron á la Península en que hoy está
la Ciudad, que bañada del viento Este que
es la brisa y corre de la mar, es saludable
y alegre" (452). El fraile trinitario también brinda su visión: "El calor, en estos
tres meses que yo he asistido, con ser de
caniculares, no ha sido tan grande como
el de allá, porque ordinariamente corren
unos aires, que llaman acá brisas, que son
muy apacibles y muy sanos" (2v); frase
que sentencia en el soneto con el clásico
verso: "y es lo mejor de todo un poco de
aire" (4r).
El bachiller resalta la fertilidad de la
isla y su verdor: "Es toda ella fertilísima y
verde á la vista de fuera por donde quiera
que la miren los navegantes" (448). Y el
prelado, lamentando la falta de ganado
por los estragos del huracán de 1642, comenta: "Pero es tan fértil que con muy
poco que le ayudaran se volviera luego a
poblar" (4v). El paisaje de verdor lo expresa con este toque primoroso: "El cielo
de esta isla es muy bueno y claro; la vista
de grande amenidad, porque a un mismo
tiempo se ven pedazos del mar con gran-
25
Para la interpretación de "islilla", cf. P. Medrano
Herrero, Don Damián López de Haro..., pp. 56-65.
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DAMIÁN LÓPEZ DE HARO Y DIEGO DE TORRES Y VARGAS, ¿ESCRITORES ENCONTRADOS?
des espesuras de árboles, que siempre
están verdes y amenos" (2r).
Sobre los productos del país escribe el
criollo: "Los principales frutos en que se
funda el comercio de esta Isla son gengibre, cueros y azúcar de que hay siete ingenios" (450), y añade el elogio de las frutas (451). El peninsular: "Todo el trato de
esta isla y la cosecha es de jengibre" (3v);
"También hay algún trato, aunque pequeño, de cueros" (4r)); los caballeros de
la ciudad son "todos tratantes en jengibre
y cueros" (4r); finalmente, "de esta isla
no sé que haya más que jengibre y alguna
azúcar" (4v). Sobre los ingenios: "En el
campo hay muchas estancias y siete ingenios de azúcar" (3v). Tocante a las frutas,
alaba su abundancia y calidad: plátanos,
piñas, naranjas, limones, limas, cidras…;
aunque otras son más escasas, como melones, uvas y granadas.
Coinciden también en el tema de la
falta de fuentes de agua en la ciudad, y en
el uso de cisternas para recogerla. Escribe
el subalterno: "En la isleta en que está
fundada la Ciudad, […] no se halla agua
manantial y así se han hecho en las casas,
algibes" (455). También: "En la tierra
firme de la primera puente hay una fuente de agua dulce que en tiempo de seca,
que falta el agua de los algibes de esta
Ciudad, la socorre" (452). Comenta el
superior: "Hay agua en los aljibes si ha
llovido" (4r).
De la dotación de la plaza militar escribe el prebendado: "La infantería es de
cuatrocientos soldados" (453). Se refiere a
las plazas adjudicadas, no a las servidas,
pues esa cifra nominal casi nunca se cubrió. Por eso el obispo refleja mejor la
realidad: "Los soldados son 300, aunque
siempre faltan plazas" (2v).
En cuanto a la iglesia matriz, afirma el
escritor nativo: "En la Ciudad hay Iglesia
Catedral, antiquísima, y que comenzó con
37
gran fábrica, si se acabara" (453); idea
que vuelve a repetir un poco más adelante: "y si como se comenzó dicha Iglesia, se
ejecutara hasta el fin, fuera […] tan
grande como lo es hoy la de Sevilla"
(460); siendo fray Diego de Salamanca "el
que hizo, á su costa y espensas, las gradas
de fuera de la Iglesia Catedral de esta
Ciudad" (460). A las características señaladas del templo, a la imposibilidad de
construirlo según los planos por falta de
dinero y a la existencia de las gradas para
subir a él se refiere el escritor manchego:
"La iglesia comenzó de sillería muy buena, pero jamás tuvo con qué poderse acabar; y dándose por deshauciados, sobre
dichas paredes de sillería la hicieron de
mampostería y mucho menor que la traza
[…]. Súbese a ella por gradas de piedra"
(2v).
A la hora de celebrar una fiesta, los
dos refieren actos similares. Cuando don
Gabriel de Rojas construyó el fuerte del
Boquerón bajo la advocación del apóstol
Santiago, dice el canónigo que el gobernador obligó a los vecinos a que honrasen
al santo "con Misa, sermon, toros y cañas" (471). Por su parte, cuenta el prelado que a su llegada a San Juan el 13-VI1644, le recibieron no sólo conforme al
ceremonial romano, "sino con muchas
demostraciones de singular alegría, con
danzas y comedias, toros y cañas, que
casualmente estaban prevenidos para la
fiesta de dicho san Antonio, a quien el día
siguiente dijimos la santa misa" (2r).
No podía faltar la referencia a los
habitantes. Según don Diego: "Será poblacion esta Ciudad de quinientos vecinos
con razonable caseria de piedra y alguna
de tabla que llegan á 400" (452). Repite la
idea en otro momento: "La Ciudad tiene
cuatrocientas casas de piedra y algunas de
tabla, y es la caseria muy buena […]. Los
vecinos son quinientos" (478). Don Damián rebaja la cifra de las viviendas y de
los habitantes: "Las casas son pocas, co-
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38
PÍO MEDRANO HERRERO
mo 250, de teja, obra y cantería. Los bohíos son 100 […]. La vecindad del lugar
no llega a 200 vecinos, pero hay quien
diga que de sólo mujeres, con negras y
mulatas, hay más de 4.000" (2r-v). Como
se ve, el bachiller, en su afán de resaltar
los méritos de su tierra, ofrece cifras elevadas –las más altas que conozco de todo
el siglo, a mucha distancia de otras–. No
obstante, el obispo aumenta la cifra de los
vecinos en un escrito posterior.
Y ¿cómo eran esos vecinos? Torres y
Vargas, en su catálogo de gobernadores
de la Isla, se explaya en relatar la nobleza
de todos ellos, desde el primero, "el adelantado Juan Ponce de Leon caballero
noble de Sevilla" (449), pasando por don
Enrique Enríquez y don Íñigo de la Mota
Sarmiento, ambos de linajuda prosapia
(474 y 475), hasta el último, sin descontar
otras personas de menor rango, como su
padre, el sargento mayor García de Torres, "hombre de conocida nobleza y valor" (492). Ese prurito de hidalguía lo
capta magistralmente López de Haro:
"La gente es muy caballerosa, y los que
no vienen de la Casa de Austria, descienden del Delfín de Francia o de Carlomagno" (2v). Pensamiento ratificado en el
soneto: "Aquí están los blasones de Castilla, / en pocas casas muchos caballeros, /
todos tratantes en jengibre y cueros: / los
Mendozas, Guzmanes y el Padilla" (4r).
Que estas ínfulas nobiliarias impregnaban
la vida social del Puerto Rico barroco, lo
confirma aún más el señor canónigo al
resaltar muy complacido la visita a la Isla
en 1640 de un ilustre personaje, "el Señor
marqués de Villena y duque de Escalona", Virrey de Nueva España, quien
"apadrinó un niño hijo de un vecino" del
puerto de Aguada, "hechándole el agua el
Señor Obispo de Tasxala, Don Juan de
Palafox y Mendoza con asistencia de otros
Obispos que se hallaron en aquella flota y
ocasion, que ha sido el acto de la mayor
grandeza que en el profano se ha podido
poner en memoria, desde que se descubrieron las Indias" (477-478).
Terminemos esta serie con la referencia a los enemigos de España y sus posesiones en América. Durante el siglo XVII,
el Caribe estuvo infestado de piratas y
corsarios que atacaron las flotas, incendiaron puertos y se adueñaron de muchas
islas. Ni Haro ni Torres y Vargas podían
silenciar el hecho. El asalto más memorable y más próximo a ambos escritores fue
el holandés de 1625. El canónigo da rienda suelta a su pluma porque le viene como
anillo al dedo para resaltar la valentía de
su padre, muerto en el ataque enemigo, y
de su hermano mayor, que luchó al lado
del progenitor (473-474). Como cronista
responsable de su oficio, refiere también
varias incursiones extranjeras y deja
constancia de los daños causados por
ellas, algunos de los cuales le afectan a él
como historiador pues justifica los posibles errores de su escrito "por la falta de
papeles que tienen los archivos, con los
sacos y invasiones de los enemigos, que
han robado dos veces la Ciudad" (459).
Don Damián, que no tenía que contar
hazañas familiares sino dejar constancia
del país maltrecho al que había llegado,
también alude a los efectos de la presencia
holandesa en Puerto Rico. Escribe: "Y del
otro lado [de la catedral] están las casas
de la dignidad, con las mismas vistas, pero con todo lo más principal de ellas derribado y quemado del holandés", para
continuar un poco más adelante: "El año
de 25 saqueó el enemigo esta ciudad y se
llevó las escrituras de la iglesia; y porque
no le ofrecieron mucho dinero, quemó
muchas casas y, entre ellas, las de la dignidad" (f.3v).
Otro suceso memorable del que
hablan los dos cronistas es el socorro que
Puerto Rico brindó a la isla de San Martín, sitiada por los holandeses en 1644.
Escribe el bachiller: Don Fernando de la
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DAMIÁN LÓPEZ DE HARO Y DIEGO DE TORRES Y VARGAS, ¿ESCRITORES ENCONTRADOS?
Riva Agüero "la despachó dos socorros
tan á tiempo que supieron ser su remedio,
y en el 2° que dispuso en veinte y cuatro
horas, entró en San Martin á los 16 de
Abril, el capitan Flameco Vicente, que
perdiendo con él la esperanza, levantaron
luego aquel cerco" (477). 26 Así lo registra
don Damián: "Cuando yo llegué, estaba
sitiada la dicha isla de San Martín, y por
la buena diligencia del señor Gobernador
de esta isla, que les envió socorro a tiempo, que estaban ya para entregarse, levantaron el cerco" (4v).
¿Dónde está el desacuerdo, el conflicto, la
desavenencia, el enfrentamiento,
la discordia o disparidad de opiniones entre
ambos escritores sobre Puerto Rico del
siglo XVII?
Vistos estos textos, cabe preguntar:
¿Dónde está el desacuerdo, el conflicto, la
desavenencia, el enfrentamiento, la discordia o disparidad de opiniones entre
ambos escritores sobre Puerto Rico del
siglo XVII? ¿No se debe hablar, más bien,
de afinidad, semejanza, similitud, coincidencia e igualdad? En vez de contradecir
el canónigo a su obispo, ¿no ha confirmado muchos de los puntos que había tratado antes el prelado? No podía ser de otra
manera, pues ambos autores son coetáneos, los dos eclesiásticos, tienen la misma
visión de mundo y se refieren a la misma
26 Entre los errores de transcripción que contiene el
relato del canónigo –origen de dislates interpretativos
de varios historiadores–, se debe corregir el referente
al "Flamenco" Vicente. Este distinguido personaje,
benefactor de Puerto Rico y del Caribe, no fue ningún
flamenco, sino un portugués, miembro de la Orden de
Cristo, llamado Francisco Vicente Durán, al servicio
de la corona española. Por lo demás, la referencia a
dicho militar no pertenece al cronista criollo, sino a
su anotador.
39
realidad: Puerto Rico. ¿Por qué enfrentar
a un criollo con un peninsular –o, como
prefieren algunos en evidente anacronismo histórico, a un "puertorriqueño" con
un español– en aquella centuria, cuando
los dos se llevaron bien y se apreciaron
mutuamente, como lo demuestran los documentos?
6. Don Damián en la crónica de don Diego
P
oco sabemos de las relaciones entre
ambos personajes, pero lo suficiente
para afirmar que fueron cordiales y de
confianza mutua. Por ejemplo, en atención a los méritos del criollo, López de
Haro nombró a Torres y Vargas juez,
examinador y testigo del sínodo diocesano
de 1645, acontecimiento religioso de trascendencia plurisecular en Puerto Rico. 27
Dos años y medio después, habiendo
excomulgado el trinitario a don Diego
Guajardo Fajardo, gobernador de San
Martín, por sus intromisiones en asuntos
eclesiásticos, fray Damián –a la sazón de
visita pastoral en los anexos venezolanos–,
tras destituir al arcediano don Luis Ponce
de León –comisario del Santo Oficio de la
Inquisición, gobernador eclesiástico, juez
provisor y vicario general de la diócesis
en ausencia del pastor–, nombró a don
Diego visitador de la sede episcopal, con el
encargo particular de que atendiera los
asuntos de la excomunión al encontrarse
el condenado residiendo en Puerto Rico
tras el desmantelamiento de la plaza de
San Martín y antes de que saliera rumbo
a Nueva Vizcaya, donde había sido destinado como gobernador. He aquí el inicio
del nombramiento (Margarita, 25-XI1647):
Nos, el maestro don Fray Damián López de Haro […], confiado de la prudencia, letras y recta conciencia del licenciado
27
D. López de Haro, Constitvciones sinodales…, en
Madrid, por Catalina de Barrio y Angvlo, 1647, ff.
122v, 126r y 127v.
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PÍO MEDRANO HERRERO
don Diego de Torres y Vargas, canónigo
de la catedral de este obispado y que bien
y fielmente hará lo que por nos le fuere
encomendado, y mandamos por la presente en la mejor forma y manera que podemos y de derecho debemos, criamos, señalamos y diputamos al dicho don Diego por
visitador general de nuestra diócesis
[…]. 28
decrece por la falta y baja de los frutos,
buques y situados que la acrecientan, como avisamos a Vuestra Majestad y suplicamos nos socorriese en la caja de Cartagena.
Finalmente, señor, nuestro buen pastor, para más bien disponerlo todo, al cabo de más de 80 años que no se celebraba
sínodo en este obispado, celebró ahora
uno tan copioso y tan en breves días que
más pareció, como lo es, obra del Espíritu
Santo que lo asistió, que conduc[c]ión
humana que lo solicitó. A los ojos de
Vuestra Majestad se remite para que como tan católico lo advierta y tan justificado lo cualifique, y premie cuidados tan lucidos como bien logrados en servicio de
esta iglesia y Vuestra Majestad, a quien
nosotros como sus humildes capellanes
postrados a sus reales pies así lo suplicamos, y rogamos a Dios guarde a Vuestra
Majestad felices años. 29
Si el obispo hubiera tenido un enfrentamiento directo o indirecto con el canónigo, ¿le habría encomendado tan honrosa misión? La importancia de estos dos
hechos en la vida religiosa diocesana –
históricamente documentados–, elimina
cualquier sospecha infundada de una posible animosidad entre ambos personajes
y rubrica la tesis que aquí mantenemos.
Pero si en don Damián no se advierte
el más mínimo indicio de rivalidad con su
subalterno, tampoco por parte del bachiller para con su prelado. En primer lugar,
en un escrito conjunto con los miembros
del cabildo eclesiástico en el que se
aprueba la trayectoria episcopal de López
de Haro, a las tres semanas de finalizado
el sínodo diocesano y a los ocho meses
escasos de haber redactado el obispo la
crónica sobre Puerto Rico. Así se expresaban los capitulares, incluido don Diego,
en su carta –rebosante de respeto y admiración por López de Haro– a Felipe IV el
22-V-1645:
Corta quedara, señor, nuestra atención si a la de Vuestra Majestad, que Dios
guarde, tan atenta a lo arriesgado de la
monarquía, no la advirtiéramos de lo pacífico y loable en que se hallan las cosas
de esta iglesia mediante el agrado, prudencia y santo celo de nuestro prelado el
maestro don fray Damián López de Haro,
con que incansablemente las ha reducido,
ajustando cuentas, allanando dificultades,
que con la invasión del enemigo holandés
y dilaciones del tiempo se habían confundido, si bien la tenuidad de rentas antes
28
AGI, Santo Domingo, 173.
En segundo lugar, en su escrito personal, al ofrecer el episcopologio de Puerto
Rico, Torres y Vargas no podía silenciar
el nombre de López de Haro. Tres veces
habla de él, la primera de paso: al indicar
que si la Corona había establecido que los
obispos nombrados para América recibieran la consagración episcopal en el Nuevo
Mundo a fin de evitar que, consagrados
antes en España, no quisieran después
cruzar el Atlántico, con fray Damián se
rompió la norma y fue consagrado en
Madrid (462).
Pero son los otros dos textos los más
elocuentes. De ellos, el primero cierra la
lista de los prelados de la diócesis puertorriqueña:
Al Maestro Don Fray Juan Alonso de
Solis, sucedió el Maestro Don Fray Damian López de Haro natural de Toledo y
fraile de la orden de la Santísima Trinidad, Provincial que estaba siendo en ella,
de la provincia de Castilla, cuando se le
hizo merced del Obispado. Vino á esta
Ciudad el año de 1644, y luego trató de
29
AGI, Santo Domingo, 172, f. 901r.
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DAMIÁN LÓPEZ DE HARO Y DIEGO DE TORRES Y VARGAS, ¿ESCRITORES ENCONTRADOS?
celebrar Sínodo Diocesano, como lo hizo,
el cual remitió á Su Magestad y le confirmó y está mandado imprimir. En él se reforman muchos abusos y dá asiento á muchas cosas que necesitaban de tenerle fijo,
y en particular puso precio á las Misas de
capellanías perpetuas, que hasta ahora
era de ocho reales la limosna de la Misa, y
la subió hasta quince, para que mejor
puedan sustentarse los capellanes. Así
mismo escribió carta á Su Santidad el año
de 1646 sobre el aprieto quo [sic] se hace
á los indios de la Margarita y provincia de
Cumaná que es anexo á este Obispado, y
hasta ahora se está haciendo aquella visita
de que se esperan grandes frutos en bien
de las almas, y reverencia del Culto divino
y estimación de sus prelados (465).
No hay duda de que don Diego estaba
enterado; brinda noticias vividas por él.
Él ha visto llegar al obispo al puerto de
San Juan; él ha participado en el sínodo
diocesano con las tres funciones dichas y
sabe del envío de las constituciones al
Consejo de Indias para su aprobación, y
se ha beneficiado directamente del aumento de los estipendios de las misas; ha
recibido informes de los anexos sobre la
actividad pastoral del mitrado en defensa
de los indios oprimidos por tantos encomenderos sin escrúpulo; conoce la benemérita obra del pastor con sus ovejas al
otro lado del mar Caribe y de la lucha
que Haro libra allí defendiendo la jurisdicción eclesiástica contra los abusos de
los gobernadores de turno y en provecho
de la dignidad del culto divino, tan deteriorado en el Oriente venezolano.
El último texto es el más emotivo. Lo
incluye en la sección de los anexos, al
hablar de la isla de San Martín y de la
demolición del fuerte y las trágicas consecuencias sufridas por los soldados a causa
de las muertes por peste y naufragios.
Este hecho le lleva a comentar: "Atribúyese este desgraciado fin á estar su Gobernador ex-comulgado por ciertos agravios que hizo al Cura y Vicario y á otro
41
clérigo". Seguidamente comenta el contagio de la peste de San Martín en Puerto
Rico, de donde se llevó a la isla Margarita, residencia entonces del señor obispo:
"En este año de 648, murió, por Agosto, el
Señor Obispo de este Obispado, Don Fray
Damian Lopez de Haro, en donde estaba
entendiendo en la visita espiritual, que
por corregir algunas cosas, que necesitaban de remedio y defender su esposa la
Iglesia de la Ciudad de Cumaná, padeció
mucho por los enemigos poderosos que se
levantaron" (485-486).
La estima del súbdito hacia el superior es
manifiesta. Nada de rencor, resentimiento,
animosidad, revanchismo, ni venganza,
sino todo lo contrario: respeto, admiración,
reverencia
La estima del súbdito hacia su superior es manifiesta. Nada de rencor, resentimiento, animosidad, revanchismo, ni
venganza, sino todo lo contrario: respeto,
admiración, reverencia. Y lo que dice es
totalmente cierto, porque el obispo tuvo
serios encontronazos con varios gobernadores del Oriente venezolano cuando se
enfrentó a ellos para defender la doctrina
de la fe, la independencia eclesiástica y los
derechos del clero y de los indios.
Pero no se queda ahí el cronista criollo; también relata con gusto, complacencia y emoción –como testigo ocular– la
anécdota maravillosa de la paloma salvaje
que permaneció cuatro días en la catedral
durante la celebración de las exequias por
el eterno descanso del alma del prelado
difunto. Fue así:
que estando á los veinte y uno de Octubre
de dicho año de 1648, diciéndose la primera Misa del novenario, entró una paloma montaraz en la Iglesia y se puso so-
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42
PÍO MEDRANO HERRERO
bre el coro, en medio de un tirante que
cae sobre la silla obispal, estando cantando la música, despues de la epistola, el
verso "in memoria eterna erit iustus
abantitione [sic] non timebit". La cual se
estuvo allí, hasta que se acabó la Misa, y
salieron del coro á cantar el responso,
donde estaba el túmulo al lado del Evangelio, junto al Altar mayor, donde es el
entierro de los Señores Obispos; y entónces, dió un vuelo pasando por sobre el
túmulo y se estuvo alli cuatro dias naturales, hasta el sábado despues de la Misa del
novenario, sin comer cosa alguna. De esto
hubo general regocijo en la Iglesia, teniéndolo por buen anuncio de que estaba
en carrera de salvación el alma de dicho
Señor Obispo. 30
Por último, en virtud del cargo que ostentaba por nombramiento de fray Damián, don Diego recibió más noticias sobre el prelado difunto venidas del otro
lado del mar:
De la Margarita se avisa, hay hecha
informacion como el Señor Obispo profetizó su muerte, y por carta de su Gobernador se avisó al Cauónigo [sic] Don Diego de Torres y Vargas. Tambien que se
hizo informacion con mucho número de
testigos, que le vieron muchas veces llamar los pájaros y venirsele á las manos.
Esta informacion se remite á España en el
patache, y en ella vá inserto el testimonio
del suceso de la paloma. 31
Resulta difícil de creer, por no decir
inadmisible, que un súbdito, viviendo en
tirantez con su superior, diga de él lo que
don Diego refiere de López de Haro, y
menos con la unción y respeto como lo
hace el señor bachiller. El hecho de que
Torres y Vargas incluya estos datos en su
escrito es prueba evidente de que apreciaba a su superior y lo consideraba no
sólo como un gran pastor de la grey, sino
también como un santo. En la crónica del
criollo no se aprecia ni el más mínimo
30
31
Ibid., p. 486.
Loc. cit.
atisbo de fricción con su prelado; antes
bien, profundo respeto, piadosa veneración con sabor hagiográfico. Una vez más,
no hay motivo para dar crédito a la patraña montada en torno a la relación tirante entre el obispo y el canónigo.
Una vez más, no hay motivo para dar
crédito a la patraña montada en torno
a la relación tirante entre el obispo
y el canónigo
7. Conclusión
D
on Damián López de Haro y don
Diego de Torres y Vargas no fueron
autores encontrados que dirimieron sus
diferencias sobre Puerto Rico en sus respectivas crónicas, porque ninguno de los
dos conoció el escrito del otro.
Por el contrario, sí fueron dos ilustres
eclesiásticos y distinguidos escritores bien
avenidos que manifestaron sus opiniones
acerca de la realidad diocesana según su
visión particular de los hechos y de las
vivencias, afectadas por el origen y destinatarios de sus escritos: el señor obispo –
peninsular nacido en la imperial Toledo y
residente en la Corte hasta el momento de
llegar a su sede, en carta personal a un
amigo– elogiando el clima, el paisaje, las
frutas, etc., del lugar y presentando en
tono sombrío aspectos sociales, económicos, etc., que le desagradaron, muy distintos del paraíso prometido. Su escrito es,
en parte, la crónica del desencanto.
El canónigo –criollo amante de su tierra, en respuesta a una orden real y conocedor del destino de su colaboración: elogiar los valores del Nuevo Mundo–
ensalzando las excelencias de la isla en
todos los órdenes, no obstante su pequeñez, y dejando en el tintero las innumera-
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DAMIÁN LÓPEZ DE HARO Y DIEGO DE TORRES Y VARGAS, ¿ESCRITORES ENCONTRADOS?
bles miserias y calamidades de las gentes,
de muchas de la cuales él también fue
testigo y víctima. La Descripción es, en
definitiva, un ditirambo al terruño, fruto
de una visión idílica.
En resumen, la carta-relación de fray
Damián presenta con espíritu crítico la
microhistoria o intrahistoria de Puerto
Rico a mediados del siglo XVII, con breves y contadas referencias a décadas anteriores, entremezclada de optimismo y
desengaño; mientras que la memoria des-
43
criptiva del prebendado responde a un
enfoque macrohistórico con el propósito
de resaltar lo sobresaliente y llamativo de
la isla en los temas que trata, desde los
tiempos colombinos hasta la mitad de la
decimoséptima centuria. Dos autores,
pues, con dos escritos diferentes y dos
enfoques distintos, complementarios, no
opuestos. Gracias a ellos nos podemos
hacer una idea del Puerto Rico real de
aquella época.
El Dr. Pío Medrano Herrero es catedrático del Departamento de Idiomas, Universidad Interamericana de Puerto
Rico, Recinto de Bayamón ([email protected]).
NOTA: Artículo publicado en Focus, Revista del Recinto de Bayamón de la Universidad
Interamericana de Puerto Rico, año II, núm. 2, 2003, pp. 29-42.
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