el sentido del progreso desde mi obra

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EL SENTIDO DEL PROGRESO
DESDE MI OBRA
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Discursos de ingreso
en la Real Academia Española
Dirección
Pedro Álvarez de Miranda
Real Academia Española
Coordinación
Carlos Domínguez Cintas
Oficina del III Centenario de la RAE
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Miguel Delibes Setién
EL SENTIDO DEL PROGRESO
DESDE MI OBRA
Discurso leído el día 25 de mayo de 1975
en el acto de su recepción pública
en la Real Academia Española
y contestación de
D. Julián Marías
Real Academia Española
BIBLIOTECA NUEVA
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grupo editorial
siglo veintiuno
siglo xxi editores, s. a. de c. v.
siglo xxi editores, s. a.
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ALMAGRO, 38,
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Delibes Setién, Miguel
El sentido del progreso desde mi obra: Discurso leído el día 25 de mayo
de 1975 en el acto de su recepción pública en la Real Academia Española,
y contestación de D. Julián Marías. - Madrid : Biblioteca Nueva, 2013
120 p. ; 21 cm
ISBN : 978-84-9940-654-1
1. Progreso 2. Civilización 3. Lexicografía 4. Lengua 5. Literatura
I. Marías, Julián, contestación
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80cf
81’374cfm
Diseño: Gracia Fernández
© Real Academia Española, 2013
© Herederos de Miguel Delibes Setién, 2013
© Herederos de Julián Marías, 2013
© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2013
Almagro, 38 - 28010 Madrid
www.bibliotecanueva.es
[email protected]
ISBN: 978-84-9940-654-1
Depósito Legal: M-12 389-2013
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Impreso en España - Printed in Spain
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(www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
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Índice
[Presentación] ......................................................................... 9
El sentido del progreso desde mi obra, discurso
de D. Miguel Delibes Setién ........................................... 15
Contestación de D. Julián Marías ..................................... 91
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Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) fue elegido
miembro de número de la Real Academia Española,
para ocupar la silla e, el 1 de febrero de 1973, y tomó
posesión de la plaza el 25 de mayo de 1975, con el discurso titulado El sentido del progreso desde mi obra.
El de contestación corrió a cargo de su amigo y paisano
Julián Marías (1914-2005).
Impresiona considerar que las páginas de Delibes
fueron escritas hace treinta y ocho años. Cuando el
recorrido de España por la senda del desarrollo era aún
relativamente —y comparativamente— modesto, en
el espíritu del novelista ya se habían disparado todas
las alarmas acerca de la sostenibilidad —esa palabra
tan utilizada hoy, y que en estas páginas aún no aparece— del (presunto) «progreso». Cabe imaginar, y en
algunos casos leer —ahí está el libro La Tierra heri9
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da (2005), fruto de la colaboración entre Delibes y su
hijo el biólogo Miguel Delibes de Castro—, la creciente desazón del autor de estas páginas ante lo que vino
después. En 1975, y dado que algunos habían tachado
de reaccionario el mensaje que aparentemente se desprendía de las novelas en que exaltaba la autenticidad
de la vida rural, Delibes quiso defenderse de tal acusación —sus personajes tan solo rechazan «una torpe idea
de progreso», frente a la cual «buscan asideros estables
y creen encontrarlos en la Naturaleza»—, al tiempo
que proclamaba los motivos que él descubría para el
pesimismo. Pero no vamos a glosar aquí lo que el lector de estas páginas apreciará por sí solo. Únicamente
queremos subrayar que este admirable aldabonazo del
intelectual comprometido y sensible que fue Miguel
Delibes ha de leerse sin perder de vista en ningún momento la temprana fecha en que fue escrito.
Sucesor en la silla de don Julio Guillén, el hecho
fortuito de haberse en su juventud enrolado voluntario
en la Marina permitió al recipiendario destacar que
un marinero de segunda venía a ocupar el lugar de
todo un almirante. Es un ejemplo decididamente genial del recurso al topos de modestia, casi obligado en
los compases iniciales de los discursos de ingreso.
Hay también, tras el elogio del anterior ocupante
de la plaza, un pasaje verdaderamente conmovedor,
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un «inciso sentimental e íntimo», tipográficamente
sangrado —como queriendo adelgazarlo—, en el que
el novelista dedica un recuerdo lleno de emoción a su
esposa Ángeles, fallecida en 1974.
El discurso de contestación está a la altura de las
circunstancias y de la talla intelectual de Julián Marías. Ofrece, entre otras cosas, el recorrido de un fino
lector por la trayectoria del novelista. Y hay en él un
detalle que no debería pasar inadvertido, una alusión
leve pero plena de intención a lo que ha dado en llamarse «la Tercera España»: la percepción de que los dos
amigos vallisoletanos pertenecen al grupo de españoles
«que consideramos la lucha fratricida como el verdadero enemigo, mucho más que cualquiera de los dos
contendientes».
Una crónica del diario Abc, firmada por Santiago Castelo, nos permite recuperar algunas pinceladas
ambientales de lo que fue aquel acto de un domingo de
mayo de 1975. Los ingresos en la Academia siempre
han despertado expectación, y en épocas en que no se
controlaba, como hoy se hace, el número de asistentes,
llegaban a producirse situaciones tumultuosas. Desde
media hora antes de que empezara la ceremonia, nos
cuenta el periodista, estaban llenos el salón de actos y la
galería superior. Dado que el pasillo central se hallaba
abarrotado de gente, el protagonista y los dos académi11
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cos que lo acompañaban tuvieron que utilizar una de
las entradas laterales. El director, don Dámaso Alonso,
había empleado una campanilla para reclamar silencio. Los fotógrafos y cámaras de televisión se resistían
a abandonar el estrado... En fin, lamenta Castelo que
la Academia no dispusiera de un servicio de altavoces
en las dependencias colindantes del salón de actos, pues
el rumor procedente de quienes las llenaban ocasionó
«continuos y molestos siseos» de los afortunados ocupantes de aquel.
El discurso de Delibes fue recogido, no mucho después de la edición no venal —salida de una imprenta
vallisoletana—, en el libro S.O.S. (El sentido del progreso desde mi obra) (1976), y veinte años más tarde
en La Naturaleza amenazada. Discurso de ingreso en
la Real Academia y otros ensayos (1996). Entre medias apareció también bajo el título Un mundo que
agoniza (1979), con ligera adaptación a cargo de Ramón García Domínguez e ilustraciones de José Ramón
Sánchez.
Ninguna de esas reediciones incluía el discurso de
contestación de Julián Marías. Aquí se reproducen
ambos íntegramente —el segundo de ellos, hasta donde se nos alcanza, por vez primera— según la edición
original, con leve adaptación gráfica a los usos vigentes.
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Deseosos de respetar el frecuente empleo que hizo
el novelista de la mayúscula inicial enfática, hemos
procurado introducir, dentro de él, mayor regularidad;
así, puesto que las más de las veces aparecía «la Naturaleza», no solo lo hemos respetado sino que hemos
puesto mayúscula cuando encontrábamos «la naturaleza». Lo mismo hemos hecho con «la Humanidad», pero
no con «la Técnica», pues abundaba más, sencillamente, «la técnica»; con todo, por mantener una simetría
buscada por el autor hemos respetado —y a veces unificado— el modo de escribir binomios como «la relación
Técnica-Naturaleza» u otros similares. Etcétera. Baste
ese último ejemplo para ilustrar la compleja casuística
del asunto, que hemos procurado solventar con el mayor
tacto.
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