folleto

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ENRIQUE
T i v ' t ' t t i
P o e s í a s
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Edición
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Pmbíah
Las aves canoras: como el genio y el verdadero artista, se aproximan
a Dios en sus alas, y se asemejan a Este, como aquéllos en sus creaciones, al
ser artífices de las mil sinfonías del trino.
©
ENRIQUE PUENTES GIL, 1969
INSCRIPCION N '
36984
PROLOGO
a la 2* edición
"Pájaros de mi Tierra" es la noble creación de un criollista de cepa, a
quién, aún en esta era espacial, "como la coyunda al buey", algo le ata al
campo, con poderoso vínculo, hondamente estremecido por la presencia de
ios alados habitantes de los bosques, los lagos y los esteros musicales.
Quien tenga bien puestos los pies y los sentidos en esta tierra, podrá
saborear con deleite, de la vigorosa temática que estructura la poesía de Enrique
Puentes Gil.
Pero, escuchemos al autor, con sus propias palabras, confesarnos su
amor por los pájaros de Chile:
SI n' hubiera nació hombre,
me gustaría ser árbol,
pe' peüarsela a los vientos
y tutearme con los pájaros...
(Cosas e' leso, de su Libro " E l Cantar de los Estaros")
Y aun mucho antes, en su primera Obra, "Guaso de Cepa", nos dice
su anhelo en la hora postrera:
Quiero irme una noche bien clarlta
al tranco e' mi bayo, al puro tranco,
ojalá griten los treiles en la vega
y un chincol me despida desde un álamo.
( " C o n el pié en el
estribo")
La forma expresiva de Puentes, ha ganado en eficacia y comunicación.
Por ello es que su decorosa determinación creadora ha de alcanzar merecida
resonancia, muy en especial, entre aquellos que constituyen el grueso público,
El cóndor aparece en nuestro escudo, el gorrión tras un mesón de agiotista; el " j o t e " , el "canario", el " t r a r o " en cualquier esquina.
Mi amigo Patricio, el " p a t o " cuando está curahüilla habla como " l o r o "
y le da por decir que es chico y feo como "cuco", pero "águila" para los
negocios.
El desplatado, discretamente le confidencia al amigo: tengo sed, pero
"ando pato", el interpelado responde presto, solemnizando su determinación
solidaria con la frase: " f i r m e la pata' el loro" y presurosos apuran sus pasos
al boliche más cercano.
En el penal "enjauladas", muchas "aves de vuelo" van a parar al hospital o al cementerio por culpa del maldito "pájaro verde".
Se tiene mirada de águila, oído de zorzal o vista de huayravo, en alusión
a la agudeza visual o a la eficacia auditiva de aquellas aves.
El "pájaro de cuentas" se hizo " h u m o " o se volvió "perdiz", y el que
espera imposibles lo obtendrá cuando haya "pajaritos nuevos",
Muchos desde "pichón", por honrados, andamos como "pájaros sin bandadas" y "a palos con el águila".
El galán poco exigente le dispara desde "chercán a jote", como el cincuentón adinerado sólo acepta desde "Faisán p' arriba".
El hombre hábil o "vivaceta" mata dos pájaros de un tiro y nunca
gasta pólvora en "gallinazos".
Aunque en la vastedad de nuestra fraseología popular, lo dicho sea sólo
" u n alpiste para un canario" hemos creído de utilidad el mencionarlo, para
lograr una mejor comprensión de la asombrosa heterogeneidad del
mundo
alado, armónica conjunción de bellas formas, melodías y color, precioso patrimonio nuestro para cuya posesión, por fortuna no tercia al dinero, sino l,a
gratuita disposición de nuestros sentidos para deleitarnos con su existencia y
velar celosamente por ella.
Por último, al señalar que esta segunda edición de "Pájaros de mi
Tierra" ha sido engalanada con dos valiosos aciertos del pintor
nacional
H. Robles Acuña, más una serie de dibujos de aves ejecutados con depurada
técnica por la artista Srta. Irmi Maack, y la eficiente colaboración de "Carso"
(Carlos Sotomayor), no vacilamos en admitir que el prodigioso esfuerzo persona! del autor bien puede ya considerarse como una importante fuente de información pedagógica de valor didáctico indiscutible.
LUIS OÑATE FUENTEALBA
La
Ptefitrruea
O CAMINANTE
Escancia su copa el cielo
y cáliz, se hace la flor;
tú, etéreo cantor
cristalizas tus anhelos,
al subir en raudo vuelo
en las alas de tu estro
allá, donde bello espectro
luce, el iris fugaz,
y ya en el azul, tu faz
ríe, libre de cabestros.
En la bóveda celeste
ensayas sonoras rondas,
simpatiquísima alondra
de nuestros cielos campestres;
dejas tus notas agrestes,
lloviendo sobre el paisaje,
y si el florido ramaje
desprecias, para cantar,
es en tu afán de otorgar
alturas a tu mensaje.
Es tu " c h i r r í n " , de cristal,
por tan alegre y tan límpido,
lluvia que lava en mi espíritu
la miseria terrenal.
Por una fuerza vital
que estruja tu corazón,
asciendes, con la pasión
de formar tu nido suave...
por amor, cantan las aves,
y es bella la creación.
£öh p&q/uemto
El (Picafilo'i
El Cl/mcáíi
EltfieteColo%e&
El Cackudito
EM Picaflor
Vas irradiando bajo el sol, fulgores
de agua irisada, o regia pedrería,
y tu canto es ponencia de alegría,
grito de guerra o madrigal de amores.
Al libar en el cáliz de las flores,
como dios griego, néctar y ambrosía,
te imagino aéreo junco de armonía
con su soberbia estela de colores.
Eres astro del vuelo y la pirueta,
y a veces, queda tu figura inquieta
cual milagro, en el aire suspendida.
Como se corre en el cielo una estrella,
desapareces y eres una bella
síntesis de la gloria, en esa huida.
— 8 —
El Ch&reán
Para tu cuerpo pequeño,
basta de mi rancho, un quicio,
donde oirás de mis labios
un sincero bienvenido,
pero para tu alma enorme,
ante tu rico registro,
buril con el que tú grabas
en armonía, los trinos,
los gnomos en cavernas,
lapidando los berilos
y adamantes, son enanos,
es más grande tu prodigio.
¡Cómo adornas mi jardín,
cómo alegras mis sentidos!,
al verte entre los pimpollos
persiguiendo algún mosquito,
yo, que casi nada tengo,
escuchándote, soy rico,
y mi rancho es un palacio
toda vez que a él, has venido.
El rosal de los botones
blancos, rojos y amarillos,
la planta que yo más quiero,
con cariño te la brindo,
y entre rosas y perfumes
tendrás escabel o nido,
según sea tu deseo,
virtuoso de los trinos.
El
tflviv
Ccdo'teh
Siete colores te llaman,
siete colores posees,
los conté cuando te v i
con deslumbre de oropeles,
mientras repartía el viento,
al totoral, cascabeles,
allí en las aguas que cantan
con mil reclamos vehementes,
de las aves que se ocultan
dentro del pajonal verde.
Que baje allí a tu habitat
el que quiera conocerte,
donde el carrizal entona
sus estribillos silvestres
y deja escuchar sus trinos
el pájaro de los bueyes,
donde zambulle la tagua,
y donde el agua se duerme,
cuando su dosel de gasas
pone la noche doliente
sobre los ojos del lago,
cubriéndolos dulcemente.
Yo siempre iré a la laguna
con la esperanza de verte,
jugando entre las totoras,
como una joya viviente;
dinámico pajarito,
que con tu atuendo de reyes,
eres de la fauna alada
el más bello de los seres.
— 10 —
El
Ca&hudito
Te canto cachudito, porque entregas
tu cascabel sonoro de alegría,
sembrador celestial de poesía,
en el campo y las quintas solariegas.
Mundano querubín, con alas bregas,
en mil trochas etéreas, son tu vía;
con tu levita gris, la noche fría
apechugas, y a la epopeya llegas.
Volando, como a saltos, en el prado,
diminuto unicornio, te he observado
con cariño y un dejo de ternura,
y al verte tan chiquito e indefenso,
he sentido en mi pecho, anhelo inmenso
que los cielos te colmen de ventura.
—11 —
81 Ckamkito
Oropéndola chilena,
ostentas el amarillo,
en tu pecho, de las flores
perfumadas del espino,
tu cabecita y tus alas
tienen color de jacintos,
y luces sobre la espalda
una esclavina ladrillo,
si hubo un becerro de oro,
tal vez, no tuvo tus brillos.
Te he escuchado en noches claras,
desde tu jaula, chanchito,
como entonando entre dientes
un tema, que escribió el grillo,
somnámbulo, aquellas noches,
ibas por bellos caminos,
como vaga el pensamiento,
ese eterno peregrino.
Con tu alma candorosa
y con tu traje de lirios,
dejastes esos plenilunios
en el aire suspendido,
como queda en los cencerros
columpiándose el rocío,
tu soñar, hecho canción,
de telegráfico ritmo.
81 jilqm'ia
Eres un cabeza loca,
un viejo verde, de barba,
que pasas el día entero
cantando, como cigarra.
Cantor sin inspiración,
dejas de pronto la rama
y la hilación de tu verso,
por seguir tras la bandada.
Temo, cabecita loca,
que en una de tus andadas,
vas a quedar prisionero
para siempre, en una trampa.
Del trasmallo al fricasé,
es muy breve la distancia,
y aún, con barrotes de oro,
dura prisión, es la jaula.
¿Que hay una ley que prohibe
al cazador, usar mallas?;
¡cuánto sádico, que goza
en hacer cosas vedadas!
Mucha malicia y prudencia
mal cantor, de negra barba,
para que no tronche el diablo,
lo que Dios puso en tus alas.
— 12 —
Ckii/ieol
Tienes el aire y el candor de un niño,
un pañuelo, color ladrillo, al cuello,
y vas buscando, del primer destello,
al sonreír de véspero en un guiño,
siempre cantando, con muy poco aliño:
¿Han visto a mi tío "Austin"?, como si aquello:
más que la luz, el sol, cuanto hay de bello,
significara para tu cariño.
Te he escuchado en mi patio, an las diamelas,
entonando tus dulces cantinelas,
como un chico confiado y distraído.
Cuando el día se va, y albas estelas
forma la vía láctea, te desvelas,
y tu canto, se torna dolorido.
— 13 —
MJU
Vowguzu
Suelo templar mi instrumento
y cantar mis humoradas,
yo soy como la torcaza,
la que confía a los vientos;
cuatro palitos, o un templo
igual sirven al amor
como altar, si a la pasión
llega, y quiere la ventura,
habrá un panal de dulzura
en unos labios en flor.
Torcacita arrulladora
te conocí en la frontera,
donde el ulmo en primavera
melifica en sus corolas.
Morenas alas sonoras
por los años silenciadas
ya no existe la bandada,
que al volar obscurecía
con tus montañas sombrías;
por el hombre, fue diezmada.
Somormujando en la historia
desde el arca de Noé,
tierna paloma, el ser fiel
es tu prosapia y tu gloria.
Mi décima, laudatoria
se vuelve hacia tí, torcaz
y al corazón virginal
de aquellas bellas madonas,
con castidad de palomas,
que saben como tú, amar.
Torcaza, paloma amiga
sin tomarte como adarga,
enrostro a quien halla amarga
tu carne, tras de engullirla.
Tengo una flor preferida
que en mi corazón cultivo,
para entregarla al amigo
que me supo comprender,
o aquella bella mujer
que en su alma me hizo nido.
Ei
Chueao
De entre el áspero helecho,
que en el profundo tajo
de la quebrada, bebe
en manantial intacto,
cual relincho de un potro
se alza tu voz, chucao,
hasta donde el copihue,
vino color ocaso,
de su vegetal cáliz
vierte, en los avellanos.
Cuando casaste al indio,
un rito, fue tu salmo,
sacerdote del monte
con hábitos mulatos.
Sueles junto a la piedra,
que el liquen ha enchapado,
o bajo el fino toldo
de los hualles plateados,
hacer tus vaticinios,
vivo y alado oráculo.
Dime chucao amigo,
poeta de lo arcano,
¿de qué jugo bebiste
para lograr tu canto,
alguna flor del monte
te dio el secreto, acaso,
o su luz la luciérnaga?,
¡cuéntamelo, hermano!...
Sangra un copihue rojo
en mi pecho cansado,
porque mi voz es débil,
y mis versos son pálidos:
en esta tierra hermosa
donde hay descastados
que desprecian lo nuestro,
sin siquiera escucharnos.
Para que todos me oigan
quiero cantar tan alto,
como tú, en la montaña
buen amigo chucao.
— 14 —
Jßa Xnta
o Hued * Hued
Cuando el sol al horizonte
cae, y en roja hoguera, arde;
pálida, huye la tarde
y en puntillas entra al monte.
Entonces, allá en el bosque,
una voz, de la quebrada
a la montaña callada
sube: "tú-tú-tú-tú-tú"...
invadiendo, cual la luz
al despuntar la alborada.
Primo hermano del chucao,
como él, escurridizo,
color mulato rojizo,
apuntando al cielo el rabo.
Quizás si tu monte amado
se duerme en paz, como un santo,
arrullado por tu canto,
y es un templo tu quebrada,
donde con cristalizada
voz, va el agua murmurando.
Un picaflor volando
picó en tu boca,
creyendo que tus labio«
eran de rosa...
Como aquintralados al trinar de arpas y vihuelas, integrándose y dando altura
y color a la letra de nuestra música popular, anduvieron y andan los pájaros de Chile.
De nuestros bailes autóctonos tampoco han permanecido ajenos, junto a su bella
y dinámica majestad la Cueca: "el Pequén", "el Jote", "el Aguilucho", animaron las fiastas de nuestros abuelos; muertos por al olvido, sólo aquélla perdura inmortal.
— 16 —
De la cordillera vengo
a caballo en un pequén...
t$l
Pequén
De la culinaria autóctona,
frugal y sabroso plato
son, los "chuchos" o "concones",
el "chercancito" y el " p a v o " ,
los " p a j a r i t o s " de masa,
de las trillas del pasado
tan nuestros, como un "pequén"
picante, chorreando caldo,
como los gusté, goloso,
cuando milico en Santiago.
Charlando de sus homónimos,
el tema da para largo;
conozco al "pequén" que luce
airoso pañuelo en alto,
al que en gran fiesta campera
entre chamantos y tragos,
en un caserón dormido
entre tinajas de barro
unos boldos y una vara,
donde topeaban los huasos,
le entregó el Folklore de Chile,
con el especial recado
de ir por esta linda tierra
nuestra tradición sembrando:
sobre una "cogote 'e yegua"
se f i r m ó el solemne pacto
con un tinto de Cauquenes
y sendas plumas de ganzo.
Otros pretenden hacerlo
con bombo, quena y charango,
y el quirquincho, aunque esté muerto
soy gaucho, está chamuyando.
Y ya de andar por las ramas
basta, y tras este prefacio,
voy por mi amigo pequén
a la cueva, que es su rancho
donde lo encuentro comiendo
de camarón, carapachos,
como pájaro hogareño
o celoso, junto al rancho
se pasa y a los viandantes
mira con ojos tamaños
estallando en gritos de ira
cuando alguien le es antipático,
otras veces se pasea
muy orondo por el campo,
y hace flexiones de piernas
en un quite imaginario,
como un viejo pugilista
cucú, de tanto chopazo,
otras, como un volantín,
queda en el aire colgado
y tras baile tan etéreo
se mete al buche un batracio,
(Generalmente el bailar
tiene móviles prosaicos).
Resulta multifacético:
bailarín, minero, huaso,
hombre de goma del circo,
que tiene cuello de elástico,
cuando gira su cabeza
trescientos sesenta grados.
Es como una fuente hermosa
y eterna, su alma de pájaro,
sacrificada su vida,
al brindarse en holocausto
en una rica cazuela,
se vierte en manantial lácteo
en los pechos de una madre,
con lo que logra el milagro;
sobreviviendo en su obra
como el artista o el santo.
Gl Tiuque
Tienes canto plañidero,
espíritu reposado,
te he visto a veces, parado
sobre un buey de lomo overo,
cuando araba el chacarero,
con su yunta fuerte y mansa,
acariciando esperanzas
debajo un cielo celeste,
y era esa acuarela agreste
para Dios, muda alabanza.
Tu alma se ve extravertida
en pilchas, color barbecho,
y cobijas en tu pecho
hermosa filosofía,
ésta es el llevar tu vida
sin hacerte de enemigos,
el labrador es testigo
de tu amistad con el surco,
y hasta el cazador adusto
te respeta como amigo.
Alguien, sin duda, ha expresado
que careces de donaire,
cuando remontas el aire,
y tu grito es destemplado,
mas pregunto, si han pensado,
amigo humilde y sencillo,
de qué valen falsos brillos
ante tu vida tranquila,
oyendo, ángelus de esquilas
y serenatas de grillos.
Humoí
Fanales transparentes
que cobijan un alma,
prima o bordón dormido,
de guitarra hechizada.
Hay un bello resumen
de gemas irisadas,
el sonar cantarino,
en las piedras, del agua,
la suavidad del liquen
y la flor perfumada,
en tu albúmina viva,
maravillosa cápsula.
¿Quién lapidó estas joyas?,
misteriosas moradas
de donde saldrán trinos
a bordar la alborada.
Cofrecillos arcanos
de paredes calcáreas,
la primavera trae
las llaves de sus chapas.
—18 —
Ilidob
Nido, gota de dulzura,
nidos, final y comienzo,
voluta de humo sagrado
suspendida bajo el cielo.
(Los sentimientos más puros
que se aniden, en mi pecho).
Al ir rielando la luna,
suele enviarles un beso,
ella, que es la confidente
del amor, bajo los cielos,
tal vez por verlos humildes,
y de par en par abiertos,
con su pupila brillante
se pone a velar sus sueños.
Los vi; en los acantilados,
donde el mar toca sus cuernos,
en la alta piedra que pulen
las duras limas del viento,
en el copo de los pinos,
de algún ranchito en su alero,
junto a una mata de pasto,
tendidos, allí en el suelo.
(La lechuza y el avión,
buscan aromas de incienso).
No quiero hablar de sus formas,
tema bello, pero extenso,
ni del sabor de la sopa
de los nidos de vencejo.
Cuando con su poncho blanco
se fue lejos el invierno,
y llegó la golondrina
a un festival de gorjeos,
en los árboles, los nidos
cual símbolo de lo eterno,
florecen bajo los pétalos
de la rosa de los vientos.
(Como no hay flor sin aroma,
el canto es perfume de ellos),
y las tencas y zorzales,
la vega y el bosque enteros
este florecer festejan,
con su lírico concierto.
— 19--
Ijos
EL
PIDEN
eíertios
EL
T REI
LE
«le
amigos
EL
GUAIRAO
m Piden
Entre sauces y culenes,
donde se ríe la tagua,
enhebrando un hilo de agua
hay un coro de pidenes.
Fresca sombra de maitenes,
perfume de yerba buena,
se oye en la tarde serena
un vibrante ¡viva el rey!,
que lanza un cantor de ley
de la campiña chilena.
Ahí va, orillando el potrero,
ocultándose a la vista,
como el más huraño artista,
el cantor del fresco estero.
En claras noches de enero
lo he visto coger estrellas,
besarlas, jugar con ellas,
allí, en aguas encantadas
y dejarlas olvidadas
como un amor, por querellas.
Cuando el campo está dormido,
arrullándolo el batracio,
y faroles de topacio
los astros, han encendido,
mis penas eché al olvido
escuchándote cantar:
junto con tu pregonar
llora el agua cristalina,
y el eco, es ágil ondina
que te quisiera imitar.
la agüita, f j del estwo••«
LA
CHURRETA
LA
GARZA
EL
TR1LE
Ei IVelle
Sabe el trebolar en flor,
de tu actitud vigilante,
como el astro rutilante
que te brinda su fulgor,
en la vega, que es tu amor,
cumples la misión más bella,
al hacer tu nido en ella,
aferrándote a su suelo,
sin sentir aquel anhelo
como el árbol, por la estrella.
Tu presencia da esplendor
y animación al potrero,
que en las arpas del estero
está trinando mejor
desde que vio tu color
en sus aguas reflejado,
cuando a su orilla has llegado,
jugando con la bandada,
madrugando en la alborada
al sol, que no ha despuntado.
Conoces la limpiaplata,
el junquillo, el chepical,
el chilco, el verde sauzal,
que en el agua se retrata.
Te enrostra su suerte ingrata,
alguna mujer vencida:
dice que arruinó su vida
quien se valió del secreto
de un cacho de treile viejo,
magia de amor, conocida.
Alguna noche, entre sueños,
suelo escuchar tus lamentos,
los van arreando los vientos,
como en un tropel de ensueños,
sin querer, me voy con ellos
en plácido divagar,
cual zorro, grita al pasar
un guairao, que no veo,
mi pensamiento, el arreo
lleva, en su peregrinar.
— 22 —
JEI
o
í m U V i i m O
I I
f f
# 1 1 / r a r o
Noche; al trasluz del sauzal
sé conversar con la estrella
que desde su alta huella
me invita a meditar.
En mi rancho, en mi alma, paz,
acusioso el pensamiento
en el azul firmamento
busca como el sabio, luz,
y el verso como un laúd
vibra, en plegaria o lamento.
Triza mi hondo ensoñar
bajo el abismo encantado
el ladrido de un guairao
que al estero va a pescar,
raudo le veo pasar,
firme, seguro en su vuelo;
su silueta allá en el cielo
se esfuma, pero a mi oído
aún llega su ladrido
en áspero ritornelo.
Nuestro pueblo te ha tildado
de brujo, ¡¡supercherías!!,
pero en las noches dolidas
al escucharte, guairao,
alguien te ha imaginado
más que zorro un hechicero,
pasando a ser un venero
de lo arcano y la leyenda,
sin que nadie ponga riendas
a quien te llama agorero.
La Cfiurreía
Mientras devana el estero
madejas de agua en el cerro
con fidelidad de perro
correteas a su lado;
ruedan, de manos de un hado
esotéricos cencerros.
Abandonó su querencia,
de limpia-plata, y de quilas,
por seguir tras sus esquilas,
el agua, y ya pisa alfombras
de berros, como su sombra,
junto a ella, te perfilas.
Tu color barro mojado
y tus cejas atrevidas
pueden servir de medidas
para individualizarte,
mientras vas, de una a otra parte,
arcilla llena de vida.
En el suelo, junto al agua,
haces tu nido de amores,
a los sapos trovadores
oyes, con tu compañera...
huye la noche ligera
tras los primeros albores.
La
Gat*sa
Era el gran potrero una sinfonía
verde: de esmeraldas y de malaquita,
a las aves daban, los álamos cita,
para transportarse con su melodía.
La achira escarlata en llamas ardía,
entre fresco trébol, cu lenes y pita,
y en el devenir de esa paz bendita
contemplé las garzas de muda armonía.
Magro anacoreta, alba porcelana,
alma transparente, como una mañana,
novia inmaculada, azucena en flor:
tú eres, del campo, mi garza galana,
blasón de pureza, junto a la fontana,
el pajonal verde, o estero cantor.
El
Xrlle*
Puso esplendor en tus alas,
alguna musa graciosa,
al enchapar brillos de oro
sobre tus plumas umbrosas:
con esmalte, al sol robado,
o a los juncos, o a las rosas,
glorificó aquella bella
tu fina capa de sombras.
Avida, tras el mosquito,
o libélula, tu boca,
vuelas próximo a tu nido,
quintral suave, en las totoras.
Allí contemplé gozoso,
tu plumaje de oro y sombras,
quedando impresa por siempre
tu visión, en mi memoria.
( * ) Según varios historiadores, el nombre de Chile, viene de la voz anomatopéyica del Trlle
En la toponimia de nuestro suelo, tampoco es ajena la Influencia de nuestras aves, en lengua aborigen.
— 26 —
(chllll...).
Bandurrias
sobre el Lago Su val
(Valdivia, Fabrwo d« 1969).
Un fresco toldo celeste
el cielo, alba porcelana
las corolas del nenúfar
sobre el calco de las aguas.
Por ingrávidos caminos
llegó al lago un coro de hadas
pulsando una melodía
en xilófonos de plata;
sobrevolaron sus notas
para llover como lágrimas
sobre el lago, que vibró,
como herida vibra el alma,
y pasaron las bandurrias
con sus alas desplegadas,
musicando aquel rincón
con sus tímpanos de plata,
llenando de poesía
esa laguna encantada.
Caminando sobre el lago,
con sus barbas milenarias,
vi a Moisés cogiendo flores
para llevarse una haldada
y dar un jardín al cielo
con un trozo de mi patria
y la voz de las bandurrias
prendida al nenúfar malva.
Encendiéronse candelas
en la nave azul y alta:
yo quedé solo en el lago
soñando, allá en la distancia
razgaban trozos de cielo
color lila y escarlata
las bandurrias, con sus vocas
como cuchillas metálicas.
— 28 —
81 Huleo
o S)'mcáiíi
Como una flor sin aroma,
un cantor sin instrumento,
como en el mástil, sin viento
se marchita el pabellón,
le falta canto al diucón
que le dé brios y alientos.
Por eso de mala gana,
con los ojos colorados
como si hubiera llorado,
vuela en silencio, despacio,
como urgando en el espacio
el canto que le han negado.
Ya, apostado en alto copo,
luce un aire circunspecto
y un traje gris muy correcto,
perdiendo toda etiqueta
cuando como una hoja seca
cae sobre algún insecto.
Suele, tras débil reclamo,
cual apagada gotera,
llevar a su compañera
desde el campo a algún jardín,
por sacudir el esplín
que agobia su vida entera.
Pobre hurco melancólico,
poetizar te privó
El que la vida creó,
y entre otras cosas bellas,
como la flor, o la estrella,
mudo, al mundo te arrojó.
81 ihm - fbm
Quieto, en el copo de un árbol,
luces cual negra cerámica,
para hacerte mariposa
cuando despliegas tus alas.
Es contraste sugerente
tu color de noche y albas,
cuando en el pajonal verde
como una flor, te desplazas.
Se confundió, cual Babel,
aquella paleta mágica,
que tras el logro feliz,
y exclusivo de tu capa,
al desmandar sus esmaltes
pintó de gris a tu amada,
tal vez por eso vas solo
sobre la vega esmeralda,
pues, resulta su vestir
una ofensa a tu elegancia.
Con una esposa más fea
que una maldición gitana,
mantienes mutismo eterno,
ni por arrear penas, cantas.
Cuando hondazo, disparado
de algún árbol o una estaca
te lanzas sobre un insecto
zumban, cual run-run, tus alas,
por eso te bautizaron
RUN-RUN, bella flor alada.
Tu nombre, reminiscencias
gratas, trae de mi infancia
del corretear por el campo,
del run-run con que jugaba;
y de un vuelo el pensamiento,
desdibujando distancias,
me llevó a esos años idos,
cuando mi alma fue tan diáfana
como el blanco inmaculado
de la punta de tus alas.
— 30 —
Qoloticfojiifiab
Golondrinita que vienes
a verme, todos los años
y a anidar bajo aquel yugo,
broquel, de mi viejo rancho,
tú, que oíste carillones
y vetustos campanarios
y en instrumentos de viento
la palabra de los árboles,
de la duna, imperceptible
rumor, cual eco lejano,
las risas de las princesas
en sus palacios dorados,
y las rondas de los niños
jugando en los aledaños,
tú, ave del alma blanca,
que Al amigo de Lázaro
le quitaste las espinas
de su corona de escarnio,
cántame, así a la sordina
bajo el broquel de mi rancho,
mientras del sol la caricia
nos envuelve, con su halo.
Así, en las noches de invierno
tu estampa de finos trazos
me traerá a la memoria
la alegría del verano,
música de carillones
y vetustos campanarios
y las risas de los niños
y el gorjeo de los pájaros.
Golondrinita que luces
un corpiño almidonado
y caperuza azul mirlo,
te espero en mi viejo rancho,
no te pido que me traigas,
del sol tórrido, algún rayo,
ni lleves a alguna amiga
lejana, ningún recado:
sólo tu voz delicada
voy a quedar esperando,
ven, a quitarme la espina
que hece mis versos amargos.
m f io-f ío
Un pregonar plañidero
y eterno, es tu fío-fío,
y te tiene a la miseria
tan deplorable capricho.
Es un caso patológico
tu obseción, amigo Fío
porque en tu afán de fiar
hasta tu canto has perdido,
y aunque es triste tu experiencia
sigues con tu fanatismo,
por eso, ya apenas tienes
un pobre yoqui amarillo,
y el traje que siempre vistes
es de un verde desteñido
de la mañana a la noche
vas por el bosque sombrío
gritando a los cuatro vientos
tu fío-fío enfermizo.
Olvidaste que el fiar,
aunque es muy nuestro y muy típico
hace a los acreedores
morir clavados, cual Cristo.
— 31 —
£1 Chucho
EU Jote
A la altura de las nubes
circunvala tu silueta,
con dominio te deslizas
bajo un cielo de turquesas.
Sigues la huella de luces,
de la luna o las estrellas,
y cual ser extraterreno
nuestras miserias oteas.
Veo una contradicción
entre la mortaja negra
que te viste por entero
con el alma que tú encierras.
Quien como tú, a nadie hieres,
lo digo sin reticencia,
podrías vestir un poncho
blanco, como una azucena.
Todos por vivir, matamos,
de alguna u otra manera,
y a tí porque eres humilde,
como a Cristo, te desprecian,
o a aquel lobo, de Francisco
que tornaron a la selva...
Maravillosas tus alas
y tus cielos de turquesas.
Son tus ojos lunas llenas
que la noche van rondando,
luciérnagas encendidas,
mientras se escuchan los sapos
o el ladrido de los perros,
centinelas de los campos.
Eres un brujo o chonchón,
un enano noctámbulo,
chucho cabezón, bandido
que matas en despoblado,
tienen entonces tus ojos,
bajo la luz de los astros,
el mismo brillo asesino
del puñal de algún malvado,
con el ruido de un suspiro
huye un alma en pos de amparo,
y el manto azul de la noche
lo conviertes en sudario.
Cuando los ranchos tiritan
bajo los vientos del austro
y agoniza algún chonchón
junto al brasero apagado,
sus moradores, por nada,
quisieran oír tu canto,
que es un augurio de muert«
tu satánico esquinazo;
es el decir de la gente,
pues yo, no te estoy juzgando,
puede ser cruel equívoco
el que te hayan prontuariado:
¡cuántos vamos por el mundo,
siendo mal interpretados!
— 32 —
Giln al ¡ialerto cttuio't
Inspirado cantor
del valle y la montaña,
la flor te dio su néctar,
para embriagarte el alma.
Venero de tu estro
la inagotable gama
que muere en el ocaso
y comienza en el alba.
El pincel de mi humilde
verso, a pintar no alcanza
el brillo de la estrella,
en una pobre página.
Mas tú; que desde el cielo,
ves aguas esmeraldas,
conversas con el aire,
el rocío y la planta,
que trepas por un rayo
de sol, a la enramada
o como hoja seca,
de tu nido, te lanzas,,
tú, que tienes cual ángel,
privilegio de alas
y que bebes arpegios
en una fuente mágica,
que en tu pupila guardas
los reflejos de nácar,
del lucero que sube
en el cénit, al alba,
rubíes y amatistas,
cuando allá en lontananza
se hunde el sol, en el mar,
entre vividas ascuas,
posees el prodigio
de la llama sagrada,
y eres dueño del verso,
cantor de la montaña.
33-
PájMoí) maiimöj
Pájaros marinos, os quiero cantar
un himno, que tenga, cual la perla fina,
horizonte bello, expresión prístina,
y el plankton, y el yodo, y la sal de el mar.
No hay pinacoteca que pueda ostentar
aquéllas marinas, que vio tu retina:
la aurora boreal, la fuente opalina,
y el austral caleuche, fantasma de el mar.
En estalactitas, has visto del cielo
caer a las aguas, en un loco anhelo
por lucir más bella, la luna hecha trizas:
como novia amada, la has izado en vuelo,
y al correr tus alas, su albísimo velo,
hechizó la noche con nivea sonrisa.
Gaviotas
Aguas color del cielo,
arenas blancas
y tu risa, gaviota,
son nuestras playas.
La ola que revienta,
la roca baña
con burbujeante espuma,
liviana y blanda.
Te encumbras en el aire,
con una taca,
para soltarla luego
y degustarla.
Mi gaviotita overa
contigo araba,
tú seguías el surco
cual sombra alada.
Aunque en el mar hoy vivas,
de campechana,
conservas el reirte
a carcajadas.
Con alfombras de luche
y de otras algas
se tapiza la roca,
por serte blanda,
y en los potreros verdes
tu faz perlada,
lleva del mar, al campo,
una añoranza.
Gaviotita que pescas
peces de plata,
mi juventud recuerdo
al ver tus alas.
— 34 —
Pá¡fM*tj&
die Ivb bitvtjvh
(TORDO ARGENTINO)
Eres un "gaucho matrero" ( 1 )
Distinguida y exclusiva
un baqueano de las "huellas", ( 2 )
es tu eterna vestimenta
que atravesastes los Andes
azul, que tiene más brillo
y te gustó esta querencia,
que una finísima seda:
como cualquier "pata é perro"
tu esposa viste de gris,
duermes bajo las estrellas
y nunca hiciste tu nido,
ni lo harás, puesto que piensas;
los hijos se crían solos
y crecen cual mala yerba:
ni tu compañera sabe
tanto brillo la acompleja,
o el presupuesto completo
gastas, por lucir tu percha.
Te entonas para cantar,
con áspera carraspera,
de obligaciones maternas. *
como algunos guitarreros
Por nacer arreando " t r o p a " ( 3 )
que padecen sed eterna,
la vacada es tu vehemencia
y después en las totoras,
y pasas el día entero
los álamos de la vega,
juntito a la de la hacienda,
cantarás, y hasta parado
que te mira como amigo
sobre un toro "cordillera".
y acepta tu convivencia.
¡Cómo no vas a cantar!
si eres hombre sin problemas,
fresco como los pingüinos,
(1)
El que no tiene residencia.
(2)
Caminos, senderos.
(3)
Arreo, piño de animales.
padre de negra conciencia;
( * ) Este pájaro, es prácticamente el Onico que
posee hábitos parasitarios (pone en nidos ajenos), como
entre las aves nuestras, el pato
rinconera.
— 35 —
£oé gMnchb cciiiio'io!
V
EL ZORZAL
LA
TENCA
EL TOUUO
LA DIWJCA
LA LLOICA
EL
El
El Zorzal
Llevándose de cabestro
a la tarde, se fue el día,
la brisa arreaba luceros,
camino "las tres Marías".
Se ha puesto un rebozo negro
el monte, cual dama antigua,
y en las puertas de los ranchos
el fuego amarra gavillas.
En los charcos de la vega
se van abriendo pupilas,
que transfigura la tarde
con su milagrosa alquimia.
Y como silfos que fueran
por la pradera dormida,
está un zorzal, desgranando
de su flauta, melodías.
Bardo, rapsoda campero,
un ángel te dio su risa,
tu canto tiene el encanto
de la mujer más bonita.
Tu estro, a los mismos astros,
en tus silbidos te empina,
y te tuteas con Dios,
mientras el cielo te mira.
Y A L
Tordo
Barnizó de oro las hojas
de los álamos, otoño,
que cual láminas doradas
fueron cayendo al arroyo,
sus flautas de m i l carrizos,
hasta el venidero agosto
en sus silvestres estuches
guardó, el pájaro canoro.
El sol, aquella mañana
el campo tornaba hermoso,
allá en el copo del álamo,
dorado por el Otoño,
en pentagramas celestes
leía música, el tordo.
Amigo de poncho negro,
conservas como rescoldo,
de la música campera,
en tu pecho, el repertorio,
repertorio inagotable,
es el tuyo, gran goloso,
que entre silbidos y trinos
degustas sabrosos pomos
y en sus propias barbas robas
a la espiga, su tesoro,
cuando todos han callado,
a tí, te sobran "cogollos".
Si algún perjuicio causaste
en mi huerto, ego, te absolvo,
por el agrado de oírte,
melodioso amigo tordo.
—34—
La IÄoten
Es un brochazo escarlata
en el paisaje campero,
rojo copihue señero,
el que su pecho retrata,
cual bujía se dilata,
y ya es rubí, que fascina,
bajo el sol que la ilumina
con un amoroso rayo,
que le envía de soslayo
a su figura prístina.
Lii
Venen
Allá en la extensa pradera
la escuché cantar, volando,
cuando iba como jugando
con su alegre compañera.
Mas, dice la patria entera
que ella, oculta su dolor,
como el que inspira al cantor,
y a cuchillo fue la herida
que hirió su yo, alma sufrida,
que no se agosta, cual flor.
Buscas siempre la alta rama
para tu tema elevado,
rapsoda, que has conquistado
los laureles de la fama,
en tu pecho arde la llama
de la excelsa inspiración,
y al poner el corazón
y el alma en tu melodía,
contagias con tu alegría,
sin tener tal pretensión.
Grande es su amor a este suelo,
como huaso campechano,
busca en él, sabroso grano
y le canta con desvelo.
Si a veces levanta al cielo
su vuelo o su clarinada,
es por mostrar a su amada
su plumaje de arrebol,
o encontrar un sí bemol,
a su lírica pallada.
Es hermoso tu ideal,
alcanzar la perfección,
con un grave " c o t r o t r ó n "
inicias tu madrigal,
y después el manantial
que hay en tu pecho albergado
brota, y cantas transportado,
con exquisita dulzura,
la más bella partitura,
cual virtuoso consagrado.
Lloicas volando en los prados,
mariposas de alegría,
son todo un himno a la vida
sus pechos pintarrajeados.
Clarines endieciochados
entonando alegres dianas,
que decoran las mañanas
con luces iridiscentes,
como unos labios ardientes,
que de morderlos, dan ganas.
Es tan sobrio tu ropaje,
color de poncho merino,
como complejo tu trino
y florido tu lenguaje.
Si alguien te infiere el ultraje
de ponerte en cautiverio,
serás como el cementerio
de tu propia alma, dolida,
y a tu voz, como a t u vida,
las envolverá el misterio.
— 37 —
El l/nl
Ovilliii-to de hilo, cantas,
en los campos de mi tierra,
o en la jaula que te encierra
sin acallar tu garganta.
Hay una devoción santa,
en aquel modesto hogar,
que te brinda tu yantar,
tierna lechuga y alpiste,
por el agrado de oírte
en tu flauta, armonizar.
XIti Hinca
En sus sábanas de gasa
está la aurora dormida,
las altas constelaciones
van perdiendo su alegría.
Como auténtico poeta
vas engarzando armonías,
rastreador de melodías,
que perdió una musa inquieta.
Y en ese amor por tu meta
(de la que estás casi al f i l o )
sobre un árbol te perfilo,
trinando tu pico de oro,
ese musical tesoro:
tu eterno ovilliii-to de hilo.
HOMBRE-PAJARO
Sin pretender vincular los pájaros con
nuestra etnografía, he querido Incluir en
este l i b r o un dibujo, logrado por mi amigo
" C a r s o " de una estatuilla en madera, de
un hombre-pájaro, ("Tagata-manu", en dialecto polinésico, lengua actual de Pascua).
Tiene la misma y tradicional forma de
aquéllas talladas en piedra, encontradas en
algunas cavernas subterráneas de "RapaNu¡".
En tiempos remotos el "Tagata-manu"
era el más aito dignatario de la Isla, para
llegar a serio había que tener en la mano
un .huevo puesto por el pájaro de la suerte
( " M a n u - T a r a " ) , como estas golondrinas de
mar sólo ponfan en la isla de ' M o t u - N u i " ,
sus huevos debían ser ganados a nado en
una verdadera odisea entre los competidoras con los tiburones que pululan en esas
latitudes.
El jefe del clan que recibía de manos
de uno de sus hombres el huevo primero,
era elegido "Tagata-manu", este reinado que
duraba un año se iniciaba según el ritual
con sacrificios humanos.
El horizonte, allá lejos,
como mujer presumida,
de carmín se tiñe el rostro
y se aplica ojeras lilas.
Entre crepúsculo y alba
de su nido se desliza,
"sin fin, sin fin, sin prin-ci-pio",
la madrugadora diuca.
Con su capote gris perla,
y en el cuello, alba chalina,
ella cuida su garganta
en las madrugadas frías.
Y quien crea, que no hay hadas
que hechizan con melodías:
que escuche, cantando al alba,
las diucas en la campiña.
(Ilustración al frente)
— 38
M X
»
K
V
Portada: Diuca - Tri le (hembra) - Zorzal
Tape 2: Pájaros de los Bueyes.
Pie3
Prólogo
La Pich irruca
7
El Picaflor
El Chercán
8
9
El Siete Colores
10
El Cachudíto
11
El Chanchito — El Jilguero
12
El Chincol
13
La Torcaza — El Chucao
14
La Tuta — Ilustración El Chucao
Ilustración La Cueca
El Pequén
15
16
17
El Tiuque — Huevos de Pajarrillos ....
18
Nidos
El Pidén
19
20
Ilustración El Pidén
El Treile
21
22
Ilustración El Treile
El Guairao — La Churreta
ilustración La Churreta
La Garza — El Tri le
Ilustración Le Garza
23
24
25
26
27
Bandurrias
Ilustración La Bandurria
El Hurco o Diucón — El Run - Run
28
29
30
Golondrinas — El Fío-Fío
El Jote — El Chucho
Oda al Pájaro Cantor
Pájaros Marinos — Gaviotas
Pájaro de los Bueyes
El Zorzal — El Tordo
..
31
32
33
34
35
36
La Lloica — La Tenca
La Diuca — El Yal —• Hombre - Pájaro ..
37
38
ilustración Hombre - Pájaro
39
Tapa 3: El Caleuche.
Tapa 4: Cisnes de Cuello Negro.
— 39 —
1? EDICION 1965
3.000 EJEMPLARES
ESTA 2> EDICION
SE TERMINO
DE
DE
6.000
EJEMPLARES
IMPRIMIR
EN LOS
TALLERES DE LA ESCUELA TIPOGRAFICA SALESIANA DE CONCEPCION
EL
(CHILE),
MES
DE
VIEMBRE
1969.
EN
NODE
... No hay pinacoteca que pueda ostentar
aquellas marinas, que vio tu retina:
la aurora boreal, la fuente opalina,
y el austral caleuche, fantasma de el mar.
"EL CALEUCHE", OLEO DE H. ROBLES ACUÑA
FOTO GENTILEZA JOSE FIGUEROA
.a les i a nos
CONCEPCION
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