evaluacin diagnstica historia y ciencias sociales

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COLEGIO INSTITUTO AMÉRICA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
NIVEL: CUARTO AÑO MEDIO
PROFESORA: VALESKA FUENTES HENRÍQUEZ
GUÍA SOBRE LA PELICULA: MAR ADENTRO
Definición de eutanasia
Etimológicamente la palabra “eutanasia” significa “buena muerte” (dignified death, dicen los
gringos). Históricamente este término se ha utilizado para describir actuaciones destinadas a
facilitar la muerte de enfermos terminales. Por lo general han sido prácticas realizadas por los
médicos, pero no siempre. Para tratar de facilitar la valoración moral de dichas prácticas variadas
se le añadió a la palabra eutanasia adjetivos como “activa o pasiva”, “directa o indirecta”,
“positiva o negativa”, que al final han generado una gran polémica.
La tendencia actual es restringir la palabra al acto realizado por un profesional sanitario a petición
expresa e insistente de un paciente que padece un sufrimiento derivado de una enfermedad
incurable (inaceptable para el paciente).
El caso de Mar adentro
Los modos de morir se modifican cada vez más en la aldea globalizada, cuando el presente y
futuro de pacientes terminales quedan prisioneros de la hospitalización, la medicina y la
tecnología. Cautivo de su autonomía o sometido al encarnizamiento terapéutico (distanasia),
médico y paciente, se enfrentan a un problema ético si se busca una muerte digna (dignified
death), vía eutanasia.
¿Por qué debe ser considerada legítima la elección de morir, con asistencia, cuando un sujeto
asume su responsabilidad sobre ella? Las leyes de Suiza, Bélgica, Holanda y el estado de
Oregon permiten que cientos de pacientes en estado terminal, mentalmente competentes,
reciban drogas fatales recetadas por un médico. ¿Qué del resto del mundo?
Como contraparte es importante el caso público del español Ramón Sampedro, cuya muerte en
1998 superó a la ficción y cuya vida fue hecha película, gracias al director, actores y al género
cinematográfico denominado biocinema, que enfoca la biología humana, desarrolla competencias
genéricas a través de cine debates, grupos de trabajo y presentaciones orales, estimulando
discusiones sobre las implicaciones sociales y bioéticas del papel del científico biomédico en un
mundo complejo.
En vida Ramón Sampedro se había convertido en el primer español en reclamar el derecho a la
eutanasia. En 1994 había declarado frente a los jueces: “Mi mente es la única parte de mi
cuerpo que todavía está viva. Soy una cabeza viva, atada a un cuerpo muerto”. De nada le
sirvió acudir a los juzgados de Barcelona y La Coruña para que le permitieran rechazar las
sondas con las que se alimentaba, o que los médicos le recetaran sobredosis de fármacos
antidoloríficos. Después recurrió, también sin éxito, ante las audiencias de Barcelona y La
Coruña, por lo que ambas negativas del tribunal constitucional lo condenaron a vivir.
A partir de ese momento fue consciente que sólo podría morir de forma clandestina. Sampedro
fue entonces el primero en planificar en forma meticulosa su muerte, como luego se vería en los
noticiarios españoles, cuando Antena 3 TV mostró el video de la agonía de este marino español,
quien a los 25 sufrió un accidente que lo dejó inmovilizado por 29 años.
El motivo organizador de este relato fílmico es recogido desde el 12 de enero de 1998, cuando
asistido por un grupo de once amigos, Ramón Sampedro ingirió cianuro, sin que nadie quedara
incriminado. Con anterioridad repartió once llaves de su departamento entre sus amigos. A cada
uno encomendó una tarea: uno compró el cianuro; otro lo analizó, el siguiente calculó la
proporción de la mezcla, una cuarta persona lo trasladó de lugar; el quinto lo recogió; el sexto
preparó el brebaje, el séptimo lo introdujo en un vaso; el octavo colocó el sorbete para que
Ramón, imposibilitado del cuello para abajo, pudiera beberlo; el noveno lo puso a su alcance.
Una décima persona recogió la carta de despedida que garabateó con la boca. Y otra, tal vez la
más importante, se encargó de su último deseo: morir, y de grabar en video el acto íntimo de su
muerte, pero con el estigma de la clandestinidad. En 1999 la causa judicial fue archivada, y,
cuando el delito prescribió, Ramona Maneiro, compañera sentimental de Ramón, reconoció que
“ayudarlo a morir fue un acto de amor”.
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COLEGIO INSTITUTO AMÉRICA
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
NIVEL: CUARTO AÑO MEDIO
PROFESORA: VALESKA FUENTES HENRÍQUEZ
Opiniones en contra de Mar adentro
Según Damián Muñoz (ver bibliografía) la película omite un dato fundamental: Ramón Sampedro
sufrió una lesión medular a nivel de la séptima vértebra cervical. Con una rehabilitación
adecuada, según Muñoz, podría haber movido los brazos y las manos y, por supuesto, podría
haberse suicidado sin ayuda de nadie. Pero él se negó a recibir esa rehabilitación y emprendió
una batalla jurídica para que se le reconociera el derecho a que alguien le ayudara a suicidarse.
Además, llegó a poner a los que le querían en una encrucijada de demostración de cariño
pidiendo colaboración con su suicidio. “Quien me ama es quien me ayuda a morir”, decía.
El mismo Muñoz halla contradictoria la película en relación con el libro original. Las memorias de
Sampedro tituladas Cartas desde el infierno muestran una visión no tan solidaria de los
tetrapléjicos: “la escoria de la vida, las piltrafas”, “taras de cuerpos deformes”, “patéticas sillas de
ruedas”, “carnes y mentes atrofiadas”; “piltrafas humanas”; “cerebros sin cuerpo”; “sólo somos de
los vivos el espanto”, “se dejan engañar o escuchan lo que quieren oír para espantar sus
miedos… La mayoría tienen atrofiado el sentido de la autoestima, el pudor y la dignidad. La
inmensa mayoría no quieren, ni les dejan, ver su propia realidad… Aceptar la silla –me refiero a
un tetrapléjico– es aceptar la apariencia de persona cuando no se es más que una cabeza”.
Según Jerónimo José Martín (ver Fuentes al final del trabajo) el filme de Amenábar se trata de
una descarada y sentimental apología de la eutanasia y el suicidio. Para Martín la película
defiende un concepto de libertad entendida como una autonomía personal casi sin límites, ni
morales ni legales, sólo controlada por la propia conciencia.
Estas dos opiniones en contra de Mar adentro quedan consignadas para que este trabajo
tampoco sea una apología a una película que internacionalizó el tema de la eutanasia.
Conclusiones
La eutanasia tiene una realidad social: pocos países la han legalizado. Por lo general, hay un
rechazo por parte de la sociedad que estigmatiza al que pide la eutanasia. La película muestra
muy bien la forma en que la lucha por morir de Sampedro impacta a la sociedad española. El
bien morir no es algo que se queda entre cuatro paredes. A la manera de la piedra que se arroja
a un lago, los círculos concéntricos alcanzan a todos los estratos.
La eutanasia tiene una realidad familiar: los que son parte del entorno del paciente están
divididos entre el deseo de no verlo sufrir más y de querer que siga vivo. Sin embargo, la muerte
asistida podría multiplicar el número de personas que hieren a sus familiares practicando la
eutanasia sin el conocimiento de los más allegados.
La eutanasia tiene una realidad individual: cada ser humano es dueño de su vida y de sus actos.
Desde este punto de vista, el paciente que pide la eutanasia está libre de hacerlo. No obstante,
queda el dilema ético, la disyuntiva moral y por ende la estigmatización social. En este caso, la
película de Amenábar defiende la libertad de elección: un hombre decide contra y viento y marea
dejar de vivir.
La eutanasia tiene una realidad religiosa: la vida es un bien que pertenece a Dios. Por lo tanto, el
que quiere quitarse la vida para no sufrir más está eludiendo un obstáculo que la divinidad le ha
puesto en el camino. Además, está yéndose en contra de la entidad que lo ha creado.
La eutanasia tiene una realidad íntima o amatoria ya que afecta al compañero o compañera
sentimental en el caso del filme. De hecho, la pareja de Sampedro asegura que se trata de un
acto de amor el haber coadyuvado a la muerte del paciente.
La eutanasia tiene una realidad legal: la vida es un bien jurídico que no puede ser violentado. La
sociedad y sus leyes impiden que los pacientes acaben con sus vidas de manera indirecta a
través de otras personas.
La eutanasia tiene una realidad científica: si los enfermos terminales tienen una muerte asistida
se reducen las posibilidades de estudiar el mal que poseen y de salvar vidas posteriormente
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