Ponencia-Blandine-Chelini

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Este documento es un trabajo preliminar, por lo que su cita y reproducción parcial o total no
está autorizada.
Laicidad francesa y derechos de las mujeres
Blandine Chelini-Pont
Cuando empecé a pensar en el tema muy abstracto, de las presentaciones en torno a los
modelos contemporáneos de laicidad, me pregunté cómo hacer una presentación sobre el
“modelo” francés que no fuera una repetición de lo que ya sabemos, con sus crispaciones y
virtudes. Es por ello que tras explicar muy rápidamente cómo veo actualmente este modelo,
me preguntaré si este modelo incluye la igualdad de género, porque hoy conectamos sin casi
pensarlo esta igualdad y la laicidad. ¿Es efectivo este binomio derechos de las mujeres y
laicidad? Si es el caso, ¿cómo se construyó? Y finalmente, ¿cómo comprobar esta idea según
la cual cuanto más laico es un sistema político jurídico más igualdad jurídica y libertad social
gozan las mujeres? Es una pregunta que abro a su apreciación.
Sobre el modelo laico, voy a personalizar la pregunta y contestarla desde mi punto de vista, ya
que este modelo es muy discutido por eminentes especialistas de todas las disciplinas, es
objeto de numerosas disputas académicas y debates públicos, y evoluciona sin parar, en el
cruce de todas las coyunturas que afectan la sociedad francesa. La dificultad para entender la
laicidad francesa, desde mi perspectiva, reside en el hecho que a partir de un núcleo
conceptual inicial –sobre el cual de hecho no hay acuerdo pleno- se han añadidos otros
aportes, que lo han estratificado, enriquecido y después, movido. El modelo francés tiene
polaridades en movimiento. No es tan estable, y en su evolución, es determinante el papel del
legislador y del juez, además de las evoluciones sociales.
La polaridad más profunda de este modelo es el lugar muy importante que ocupa el Estado
soberano, que proviene de una soberanía muy anterior al orden democrático y a las libertades.
Es un Estado neutro y separado, manifestación moderna de la autoridad y autonomía política
y voluntariamente desvinculado de toda autoridad religiosa para ponerse bajo el paraguas de
principios universales. No somos One Nation under God sino One Nation under Universal
Values.
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El primer valor de este conjunto de principios sagrados es la libertad, en todas sus formas, en
particular, la libertad religiosa. En este contexto, qué polaridad debe prevalecer sobre la otra:
¿el orden neutro del Estado o la libertad de los ciudadanos? En Francia, solemos hacer
hincapié en el Estado separado y neutro que vigila el hermetismo del orden cívico, del orden
público, y casi como consecuencia de ellos, del orden social. Esta tradición es la que permitió
prohibir el uso del velo en las escuelas públicas, la cual debe transmitir los valores de una
ciudadanía ilustrada. Permitió también prohibir el burqa en las calles, al considerar que el
espacio público y colectivo es también un espacio bajo el control directo de la autoridad
pública, donde manifiesta su orden público, incluyendo el orden inmaterial. Por lo mismo, es
muy posible que la extensión de la “neutralidad” del Estado justifique mañana la prohibición
del velo o de la vestimenta de carácter político-religioso islamista en las universidades
públicas, y más tarde, el en ámbito laboral.
La otra tendencia es la “protección y efectividad” de las libertades. Toma cada vez más
fuerza, pues corresponde a los reclamos sociales a favor de una ampliación del espacio
religioso de los individuos. No son polaridades contrarias. Jean Baubérot demostró cómo la
ley de separación de 1905 había sido conceptualizada como una ley que aseguraba la libertad
de conciencia y de culto. Las libertades de conciencia, creencia, pensamiento y expresión son
las más altas en la escala de los valores de la República laica, y el derecho no deja de
promoverlas, garantizarlas y mejorarlas. Podemos presentar la laicidad francesa como un
modelo de libertad religiosa. Por ello, el Consejo de Estado ha puesto la libertad religiosa en
la Trinidad laica, con la neutralidad y la separación. He trabajado muy recientemente sobre la
hipótesis de que el pluralismo religioso se podría beneficiar próximamente de una
consagración “constitucional”, de acuerdo con una lógica que me aparece ineluctable.
Dicho lo anterior, mi intención de inicio era presentar la igualdad de género como una
polaridad indisociable de la laicidad francesa. En efecto, durante la disputa relativa al uso del
velo islámico en la escuela, la temática de la laicidad-neutralidad era inevitablemente asociada
a la defensa de la igualdad de género. Es una hipótesis controvertible, por lo menos en el
principio. La igualdad jurídica de género no aparece en el artículo 1º de la Constitución que
plantea directamente la igualdad en la órbita de la laicidad, mediante el enfoque a la no
discriminación. La República, declarada laica, tiene como objetivo primario asegurar la
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igualdad ante la ley de todos los ciudadanos sin distinción de origen, de raza o de religión.
Los padres fundadores de la Constitución no mencionaron la distinción sexual entre
ciudadanos en sus criterios de no discriminación. Sin embargo conservaron en el bloque de
constitucionalidad textos que atañen a esta cuestión. Asimismo, el preámbulo de la
Constitución de 1946, considerado como texto de jerarquía constitucional, tiene en su
principio el artículo siguiente: “La ley garantiza a la mujer, en todos los ámbitos, derechos
iguales a los del hombre”.
¿De dónde viene este artículo? ¿Es en alguna medida deudor de la tradición republicana laica
francesa?
Parece que no. El machismo y el carácter patriarcal del derecho familiar francés del código
napoleónico han cruzado siglo y medio sin que las grandes figuras republicanas hayan
pensado en denunciarlo y reformarlo. Hubiéramos podido esperar que el primer derecho civil
francés y su organización de un matrimonio civil “secularizado” (que conservaba las
condiciones del matrimonio católico a priori igualitario –monogamia, consentimiento
recíproco) hubiera podido contribuir a la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres
en el matrimonio y a la consagración, en el espacio familiar, de los derechos humanos. No fue
el caso. Al secularizar el derecho de la familia, el legislador napoleónico estableció un modelo
de pareja y de familia que podríamos calificar de mediterráneo, es decir, un modelo
autoritario en el cual la voluntad de universalizar la ley civil creó una maquina patriarcal y
machista.
Este modelo ha cruzado las décadas sin ser modificado –salvo el derecho al divorcio civil a
finales del siglo XIX. La ausencia del derecho al sufragio para las mujeres parecía a la vez
natural y oportuno para los republicanos franceses que acceden al poder en 1870. Estaban
convencidos que hubieran votado a favor de los partidos clericales, ya que eran globalmente
más religiosas que los hombres y que escuchaban a sus sacerdotes. Un consenso conservador
ha unido por mucho tiempo los progresistas más secularistas con los conservadores
monarquistas para excluir a las mujeres de una emancipación proclamada en el orden político.
El discurso médico de final del siglo XIX, proveniente de un ámbito dominado por las ideas
cientistas y positivistas, consideraba todavía a las mujeres como creaturas débiles y tontas.
Es a partir de la Segunda guerra mundial, y en respuesta al activismo de las mujeres en la
Resistencia francesa que los derechos políticos de las mujeres encontraron su fundamento con
el derecho al sufragio, que fue acordado por el gobierno provisional de la República francesa
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en abril de 1944… Los otros “derechos de la mujer” se impulsaron a partir del artículo del
Preámbulo de la Constitución de 1946 ya mencionado. Permitió el advenimiento de una nueva
fase histórica desde un punto de vista jurídico, con una segunda secularización del derecho
civil, que modificó el derecho de la familia y que mejoró los derechos de las mujeres en otros
ámbitos.
Lo que transformó la “causa de las mujeres” en la causa laica es desde mi punto de vista el
hecho de que los derechos de las mujeres se volvieron, a partir de los años 1960, un objeto de
política pública casi voluntarista al lado de los movimientos de militancia civil y política. En
Francia, la cuestión de la condición femenina ha sido objeto de un conjunto de políticas
públicas continuas desde los años 1960, sin importar las mayorías gubernamentales. Fue un
gobierno de derecha quien creó en 1974 la Subsecretaría de la condición femenina, que se
transformó en 1982 en la Secretaría de los Derechos de la Mujer.
1. Primer movimiento, el Estado francés escogió de forma deliberada la vía de la política
familiar mediante la incitación fiscal y la política de subvenciones a las familias según
el número de hijos. A partir de ahí, siguió ampliando la legislación para proteger a las
mujeres embarazadas y para favorecer las modalidades colectivas y públicas de
cuidado de los niños para las madres trabajadoras, y permitir, asimismo, la
preservación de la vida de las familias, la educación de los niños y su seguridad, y las
actividades económicas de las personas. La ley de 1983 sobre la igualdad de género en
el trabajo toma en cuenta las especificidades “femeninas” en el ámbito laboral, a tal
grado que estas disposiciones han sido denunciadas en 1988 por la Corte Europea de
Justicia al considerarlas como indebidamente ventajosas (…)
2. Segundo movimiento, el derecho francés destruyó de manera progresiva en cuarenta
años el modelo napoleónico de la familia patriarcal, autoritario y machista, para
promocionar la igualdad en todos los ámbitos de la vida. Algunas fechas: La ley de
1965 sobre los regímenes matrimoniales reconoce a las mujeres una libertad
“financiera” que habían perdido desde Napoleón. Pueden ahora trabajar sin
autorización del esposo, abrir una cuenta bancaria, usar libremente sus ingresos, y
administrar ellas mismas sus propios bienes. La ley de 1970 abole la noción de jefe de
familia. La potestad paternal es reemplazada por la autoridad parental ejercida por los
dos cónyuges. La ley de 1972 impone la igualdad de salarios entre hombres y mujeres
por un mismo trabajo (falta todavía). En 1975, la ley autoriza el divorcio por
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consentimiento recíproco y quita al adulterio su carácter penal. Cabe señalar que hoy
en día las mujeres son las que más inician los procesos de divorcio. Desde los años
1980, diferentes leyes fueron adoptadas para evitar la coacción sexual, especialmente,
en los matrimonios. Se ha hecho también un esfuerzo a nivel legislativo en contra de
las violencias conyugales. En otro ámbito, la ley sobre la paridad en política (junio de
2000) obliga a los partidos políticos a compartir los puestos electorales.
3. Esta política pública se focalizó también desde los años 1970, sin importar el partido
político en el poder, en la liberalización y promoción del control de la fecundidad
(contracepción y aborto). Ello generó un debate intenso con la Iglesia católica y una
parte de la clase política y de la población respecto de la legalización del aborto. En
todos los demás asuntos relativos a la igualdad de género, no se han manifestado las
fuerzas católicas.
4. El último aspecto de esta política pública de promoción de la igualdad es el carácter
mixto de la escuela, obligatorio desde 1960 en las escuelas públicas.
Llegamos ahora a nuestra época actual, en la cual la cuestión de las prácticas religiosas,
culturales, relacionales y familiares de las poblaciones extranjeras o francesas de origen
extranjero, terminaron con confirmar –desde mi punto de vista- la adecuación entre igualdad
de género y laicidad, al entrar en conflicto con toda la simbólica progresista y emancipadora
desarrollada en nuestras políticas públicas sobre la condición femenina.
Tomemos, por ejemplo, el sitio internet de la Secretaría de los Derechos de la Mujer:
http://femmes.gouv.fr Además de la creación reciente de un sitio de información dedicado a la
interrupción voluntaria de embarazo (IVG) y de la presentación de un programa de promoción
de la igualdad entre niños y niñas en la escuela, se hace hincapié en tres temáticas: los
matrimonios forzados, las violencias contra las mujeres, y las mutilaciones sexuales. El
dossier “Igualdad en derecho y en dignidad” es muy revelador. El término “dignidad” es
usado pero no verdaderamente explicado. Sin embargo, las situaciones combatidas son
claramente expuestas: violencias conyugales, matrimonios forzados, mutilaciones, repudios,
poligamia.
Dos guías son disponibles: la Guía de la igualdad entre los hombres y las mujeres
provenientes de la inmigración, y otra guía aún más específica: “Mujeres marroquís: sus
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derechos en Francia”, que es muy preciso en cuanto al procedimiento de matrimonio y las
condiciones de su validez en los dos países, respecto a la disolución del enlace conyugal y sus
condiciones de divorcio, de custodia de los hijos y de transmisión de la herencia.
Conclusiones. Existe en Francia una política consciente de confrontación respecto de las
prácticas culturales y de los derechos “extranjeros” frente a la defensa de las mujeres, en
particular, las de las mujeres migrantes o de origen extranjero. Y una insistencia muy
mediatizada de los matrimonios forzados. El contexto francés es por lo tanto muy sensible a la
aparente incompatibilidad entre la igualdad de género en Francia y un conjunto de prácticas
sociales directamente legitimadas por un orden “religioso”, en particular, de origen
musulmán.
Lo hemos entendido, la cuestión del velo islámico, y aun más, del velo integral se analiza en
Francia a partir de estas coordenadas. La igualdad de género se ha vuelto una polaridad
asumida de la laicidad francesa, precisamente en 1989, con el primer caso del velo islámico
en la escuela pública. De manera inmediata, el carácter represivo e incompatible de la religión
musulmana, que obliga a las mujeres a velarse por motivo de pudor, ha polarizado el debate, y
ha generado la prohibición del velo en la escuela para defender esta igualdad de género. Y es
difícil de oponer a esta certidumbre la libertad religiosa, la denuncia de la estigmatización o
del racismo social.
Más allá del caso francés y de la posible intolerancia de la polaridad “igualdad de género” en
la laicidad francesa, ¿existe verdaderamente una correlación entre la efectividad de los
derechos de las mujeres y el sistema político-jurídico laico? Será un debate muy interesante.
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