Parte 4

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Adán en las tertulias de Eguren y Mariátegui
Martín Adán participó desde muy joven en cenáculos literarios que
formaron y alentaron su vocación artística. Las amistades literarias más
antiguas de las que tenemos noticia son las de la tertulia de Eguren. Adán
conoció a Eguren en Barranco en la adolescencia, ambos vivían en el
mismo barrio y compartían intereses. Poco más sabemos de su amistad; en
la biobibliografía de mano de Adán que nos ha llegado se dice al respecto:
"Relación desde la niñez con Eguren y su tertulia, sobre todo con
Bustamante Ballivián". Todos barranquinos como sabemos. En una nota
dirigida a Mejía Baca, fechada por éste el 27 de octubre de 1974, Adán
recuerda: "en aquella casa de Eguren en Barranco leí a Eguren las primeras
páginas de La casa de cartón y allí le presenté a Núñez". En las entrevistas
que se le hicieron Adán no dejaba de recordar a Eguren; en 1978, por
ejemplo: "Eguren fue quien me presentó a Mariátegui; y Eguren fue el gran
amigo de mi adolescencia. Las tardes de los domingos las pasaba yo en su
casa de Barranco, en compañía de Estuardo Núñez, a quien presenté yo a
Eguren. Era Eguren un hombre excepcional. Era el poeta puro que vivía
en función de poesía". En otra entrevista, de Mario Campos, publicada en
1984: "En Barranco sólo tuve dos amigos que fueron Eguren y Estuardo
Núñez. Eguren me recibía todos los domingos. Yo llevé a Estuardo a su
casa. Eguren era un hombre extraordinariamente simpático, bondadoso,
inteligente. Casi no hablaba de su poesía, y cuando hablaba de la obra
literaria de sus contemporáneos, lo hacía siempre con extremada bondad.
Con gran afecto, pero sin mayor penetración crítica. El fue mi primer
amigo literario". De todo lo anterior se colige natural que La casa de cartón
esté dedicada a José María Eguren.
Estuardo Núñez, rememora la tertulia de Eguren en las que ambos
participaron: "desde 1925, cursando el cuarto año de media"; "dominical y
apacible [...] frente a una poética plazuela barranquina, [...] en la soleada y
conventual casa de Eguren, con amplias ventanas a la plazoleta de San
Francisco, era lugar de cita constante para artistas y poetas exquisitos. La
frecuentaban Bustamante y Ballivián, Percy Gibson, el cubano Mariano
Brull, el español Juan Larrea y muchos conspicuos adláteres del
post-modernismo. Allí habían estado años antes Valdelomar, Juan Parra,
Manuel Beingolea y hasta creo que González Prada".
Martín Adán participó en otra tertulia importante de entonces: la de
Mariátegui, en la calle Washington, en el centro de Lima. Adán rememora
su amistad con Mariátegui en varios lugares. Hemos citado antes una
entrevista en la que el propio Adán cuenta que fue Eguren el que le
presentó a Mariátegui. En la autobiobibliografía que conocemos, Martín
Adán data su amistad con Mariátegui de 1927. Núñez, en su trabajo de
1978, rememora la presentación de él y Adán a Mariátegui: "Es muy vivo
nuestro recuerdo del primer contacto personal con José Carlos Mariátegui
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en una visita que le hicimos en su casa de la calle Washington, en Lima,
conjuntamente con el poeta José María Eguren y Rafael de la Fuente, a
comienzos de 1927 [marzo, según afirma en otro lugar]. Por insinuación de
Eguren, quien le había hablado elogiosa y generosamente de nosotros, nos
llevó éste una tarde estival para presentarnos a Mariátegui, ya inválido y
acomodado entre almohadones, en una silla de ruedas, que él manejaba con
destreza y hacía girar constantemente". Un artículo, un tanto fabuloso, de
Armando Bazán recuerda también esa cita y nos presenta a Adán "un poco
azorado y balbuceante al principio", a poco con perfecto aplomo, luciendo
su agudeza, su sentido del humor, su facilidad y buen gusto expresivos. Lo
que resulta evidente es que el joven De la Fuente frecuentó a los mayores
intelectuales de su época y fue uno más entre ellos, admirado por su
ingenio y agudeza.
Una evocación de la tertulias de Mariátegui hecha por Basadre nos
presenta un cuadro amplio de cómo eran estas reuniones: "En estas páginas
que evocan al Perú de la segunda década del siglo XX debe haber un sitio
para Mariátegui tal como aparecía en su casa de la calle Washington.
Recibía a los amigos al acabar la tarde, pues guardaba celosamente, a veces
con brusquedad, para su propia tarea o para entrevistas especiales, las horas
en que los demás trabajaban en oficinas. Cuando llegaban los contertulios,
encontrábanle sentado en un sofá y con la parte posterior del cuerpo
tapada por una manta. Acogía a los visitantes sobria y sencillamente,
plegando los labios delgados con una sonrisa que no era ni convencional ni
histriónica. Siempre llamaban la atención los ojos negros y brillantes, el
perfil aguileño, el rostro macerado y color café claro, el negro cabello
poblado, sin una cana y siempre bien cortado aunque un mechón bohemio
cayera a veces sobre la frente, el vestido sencillo pero admirablemente
limpio, la invariable corbata de lazo negra. En su conversación no había
alardes ni vanidad, ni expansiones autobiográficas, ni hervor retórico, ni
vaguedades convencionales. Al contrario, aparecía objetivo en el juicio, listo
siempre a escuchar y preguntar, evasivo para toda alusión a sí mismo,
inmune a cualquier lugar común. Su vena de antiguo periodista humorístico
en las 'voces' de El Tiempo, de costeño ocurrente y de conocedor veterano
de los entretelones de la vida criolla, aparecía en acotaciones graciosas y
ágiles que solía hacer sobre hombres y hechos. La habitación no tenía,
acaso, más adorno que los libros ubicados sin orden especial, en modestos
estantes cerca de las paredes. Los contertulios llegaban sin orden hasta
formar un grupo de quince o veinte personas. [...] No se notaba en la
tertulia de Mariátegui nada deliberado, obligatorio, que implicara un
compromiso. La gente podía libremente ir todos los días, o ir una sola vez
y no volver, o desaparecer por un tiempo y regresar. Las charlas no tenían
carácter proselitista. Se comentaba las cosas de actualidad, sobre todo en
relación con libros, cuadros o música, no había lugar para chismes y
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mezquindades, no se atacaba a los ausentes y no se sentía la atmósfera
densa que emana de las camarillas".
Mariátegui es recordado por De la Fuente en varias entrevistas. En 1978
en una entrevista contestada por escrito: "fue, sin duda, un hombre
extraordinario. Lo era por su inteligencia, por su laboriosidad y, sobre todo,
por su temple moral. Debo decir ahora -lo olvidé entonces- que Mariátegui
es un héroe". En otra entrevista publicada en febrero de 1985: "A
Mariátegui le visitaba todos los martes pero nunca hablábamos de política.
El sabía que a mí no me gustaba, así que nos enfrascábamos en largas
conversaciones sobre asuntos netamente intelectuales".
Otros círculos de amistades debió de tener Martín Adán en su juventud.
Jorge Aguilar Mora rescató hace poco de un libro de memorias de Ernesto
More la historia de una cofradía de duendes presididos por Eguren y en la
que participó Adán ("duende ciento por ciento"). Dice More, citado por
Aguilar Mora, "No han llegado a los oídos del cronista sino muy velados
detalles acerca de la duendería, lo que está probado es que existieron.
Duende que transparenta deja de ser duende. Lo cierto es que los duendes
se reunían con cierta frecuencia, por las noches, con el ánimo de formar
algazara literaria. Cuentan que Eguren dijo: 'Fíjense bien, yo soy un
duende!... pero hay otros duendes! ¡Cítenlos para formar una ronda y una
vida!... La haremos a espaldas del mundo o adentro de la tierra, porque yo
he visto unas cuevas muy lindas... No seremos muchos, pero bailaremos,
cantaremos, jugaremos... y luego (aquí el poeta dicen que bajaba la voz), en
cuanto venga la aurora... ¡zas!... desapareceremos!...' [...] La cofradía
subterránea tenía su ceremonia, sus obligaciones, sus investiduras...".
Núñez los recuerda como una reunión de fervorosos egurenianos más bien
legos.
Con el tiempo Adán tuvo una propia reunión intelectual en su casa; eso
fue al tiempo de iniciar los estudios universitarios. Trataremos de ello más
adelante.
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Adán en la época de Amauta
El auge económico peruano durante el oncenio de Leguía tuvo un signo
interesante en la floración cultural dentro de la que se inscribe Amauta. El
segundo decenio de este siglo es un tiempo clave de nuestra literatura:
presencia nuestra fugaz vanguardia y una salida de ella hacia formas que se
frustran con la honda crisis del fin de la década.
Amauta es una revista dentro aún del marco de prosperidad que va a
recoger e impulsar formas de remozamiento cultural que, en gran
proporción, representarán los caminos de la cultura peruana del siglo XX:
el indigenismo, las nuevas formas artísticas, la cultura universal de la época,
la preocupación por una transformación política. Amauta recogerá frutos
maduros y tiernos de este tiempo magnífico y atestiguará, aun con su
propia desaparición, la maduración y la crisis de esta época.
Martín Adán frecuenta la casa de Mariátegui asiduamente desde los
últimos años del colegio. Allí, desde 1926, da a conocer La casa de cartón.
Adán no fue un caso aislado de joven escritor vinculado a la tertulia de
Mariátegui y a su revista: varios jóvenes que después serían importantes
intelectuales frecuentaron la casa de la calle Washington.
César Miró, nacido en 1907, recuerda, en Mariátegui, el tiempo y los hombres,
de aquel tiempo y aquellos amigos: "No olvidaré a José Carlos, su casa, la
gente que reconocía en él al más puro y comprometido pensador peruano.
[...] Por esos días contaba poco más de treinta años y la mayoría de
nosotros no llegaba a los veinte. Desde luego que visitaban la casa también
personas mayores, de diferentes actividades e ideologías, que tendrían un
destino distinto, que no participaban necesariamente de las preocupaciones
del pensador de la realidad peruana. Eramos un pequeño grupo de
adolescentes deslumbrados por la atracción del maestro. José Carlos tenía
ese raro don de comunicarse, de transmitir su fervor a quienes se acercaban
a él. No preguntaba cómo pensábamos, qué tendencias provocaban nuestra
simpatía, de dónde procedíamos. Pero estar allí, rodeando su silla de
ruedas, era ya adquirir un compromiso. Un compromiso en la
preocupación por el Perú, en las inquietudes derivadas de nuestros defectos
seculares, del colonialismo supérstite -para emplear una expresión que le
era grata- y no sólo económico sino espiritual y mental".
La tertulia de Mariátegui también era frecuentada por escritores al
margen de preocupaciones sociales. Esta pluralidad, la capacidad de
valoración artística más allá de cualquier línea política, podría explicar el
lugar de Adán; sin embargo, la revista se declaraba comprometida
políticamente.
La tolerancia es negada enfáticamente en la presentación inicial de la
revista, dice Mariátegui: "Los que fundamos esta revista no concebimos
una cultura y un arte agnósticos [...] Para nosotros hay ideas buenas e ideas
malas. En el prólogo de mi libro La escena contemporánea escribí que soy un
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hombre con una filiación y una fe. lo mismo puedo decir de esta revista,
que rechaza todo lo que es contrario a su ideología así como todo lo que no
traduce ideología alguna".
No obstante, no sólo abunda la poesía sin compromiso; sino que
Mariátegui le otorga mucha importancia. La explicación es compleja. Luis
Monguió plantea la cuestión y observa: "Por una parte Mariátegui no se
había desprendido por completo de su literatismo y de sus gustos estéticos
premarxistas, y por otra parte creía hallar una básica comunidad en todos
los movimientos de renovación del ambiente peruano ya fuesen políticos ya
literarios: 'A los fautores de esta renovación se les llama vanguardistas,
socialistas, revolucionarios, etc'. Es decir, para Mariátegui [...] vanguardismo
se ecuacionaba con revolucionarismo. Además, al suavizar en la práctica
con respecto a los literatos su enunciado dogmático teórico, esperaba
Mariátegui que al conocerse mejor entre sí todos los vanguardistas
(cualquiera que fuese el campo de vanguardia de que procediesen, en lo
político o en lo literario) se solidarizarían y así Amauta, decía él: 'Producirá
o precipitará un fenómeno de polarización y concentración'". La tesis final
de Monguió al respecto es: "Por eso creo yo que abrió las páginas de
Amauta a todos los tipos de poesía que le parecían surgir de un afán
cualquiera de renovación, animado por la esperanza de proselitizar a esos
poetas y hacerlos pasar de su simple renovacionismo técnico a un
reconocimiento de la lucha agónica en sus propios espíritus entre el de
decadencia y el de revolución, a través de la cual confiaba en que triunfase
en ellos el espíritu revolucionario no sólo formal sino de contenido".
Otro texto de Mariátegui parece avalar la idea del proselitismo, al
proponer la cercanía entre los artistas "puros" y los revolucionarios: "El
artista que más exasperadamente escéptico y nihilista se confiesa es,
generalmente, el que tiene más desesperada necesidad de un mito". Hubo
varios tránsitos del escepticismo hacia la revolución: Xavier Abril y Carlos
Oquendo de Amat, por ejemplo, que publicaron en Amauta poesía fuera de
todo compromiso social pasaron luego hacia una clara opción comunista.
El mismo ciclo vanguardista peruano posterior al año 1926 está claramente
marcado por el aliento indigenista y social en gran parte proveniente de
Amauta.
Volvamos a Miró para observar la relación de Mariátegui con los artistas
no comprometidos que lo rodeaban "Recuerdo su serenidad, su acogedora
actitud, su sonrisa franca, su aire bondadoso, su respeto por las personas,
incluyendo aquellas, como algunos de nosotros, cuyas únicas credenciales
eran nuestra sinceridad y nuestra inquietud. Jamás le escuché a José Carlos
algo que pudiera confundirse con un calculado plan proselitista. Los temas
de cultura universal y el destino del hombre peruano y americano
constituían lo medular del gran diálogo".
El testimonio de Núñez de 1951 es muy claro: "la aproximación a
Mariátegui no pasó de lo meramente personal. Recuerdo los libros que él
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nos facilitaba en préstamo muy gentil, entre los que no estaba por cierto ni
Marx ni Sorel que tenía Mariátegui de cabecera. A nuestra disposición puso
ediciones en francés, italiano y alemán: Rimbaud, Marinetti, Bontempelli,
Emil Ludwig, Remarque y muchas revistas recientes. Sin transgredir la línea
ideológica de su revista Amauta, Mariátegui se había propuesto acoger en
sus páginas a gentes nuevas y puras, no afiliadas todavía a ningún credo
político".
Un tema sobre el que no se ha llamado la atención es el aspecto lúdico
que Mariátegui compartía con sus más jóvenes colaboradores. Es ilustrativa
de esto la bienvenida de Mariátegui a los seis sonetos Itinerario de primavera
de Adán. Se trata de sonetos alejandrinos tradicionales por la forma, pero
con temas y perspectivas provenientes de la inquietud de la vanguardia
(preocupaciones marginales a la tradición poética, especial detenimiento en
la imagen, particular complacencia en el absurdo). Los seis sonetos son
comentados jocosamente por Mariátegui en una nota como la llegada del
"anti-soneto"; el instrumento con el cual Adán va a acabar de destruir las
formas tradicionales de la poesía. "El soneto, prisionero de la revolución,
espiaba la hora de corromper a sus guardianes; los poetas viejos, con
máscara de juventud, rondaban capciosamente en torno de su cárcel,
acechando la oportunidad de libertarlo; los propios poetas nuevos,
fatigados ya del jacobinismo del verso libre, empezaban a manifestar a ratos
una tímida nostalgia de su autoridad clásica y latina. Existía la amenaza de
una restauración especiosa y napoleónica [...] Hoy, por fortuna, Martín
Adán realiza el anti-soneto". Para Mariátegui, siempre en tono zumbón,
Adán llevaba "un capcioso propósito reaccionario"; se había propuesto
reinvindicar el soneto: mas lo que consigue es un Caballo de Troya que va a
liquidar las formas estróficas convencionales para siempre. "Martín Adán
salió en busca del soneto, para descubrir el anti-soneto, como Colón en vez
de las Indias encontró en su viaje la América".
Existe una nota del propio Martín Adán (en Amauta de marzo de 1928)
que da una pista que nos permite entender la relación cordial de aquellos
jóvenes y escépticos poetas con Amauta. Se trata de una "aclaración" que
acompaña un poema de Enrique Peña Barrenechea. Este ha manifestado
su entusiasmo por la bailarina negra Josefina Baker en un poema: "... negra
desnuda y alegre como un grito marinero. / para ti es este puñado de
versos puesto que bailas en mi vigilia y en mi sueño / con tus plumeros de
colores en las nalgas eres el / ave taumaturga guiadora a los nuevos puertos
/ maravilloso árbol de una pascua pagana adornada con los abalorios de tus
ojos y de tus senos de ti cuelgan los juguetes posibles para el ansia
desentornillada de mi sexo...".
En la misma página del poema citado, Martín Adán le sale al paso en
una "Nota polémica" en la que, con gran sentido del humor, exorciza la
indecencia de Peña. Manifiesta que Mariátegui no va a permitir, como
"capitán" del barco, estos desvaríos de marinero en tierra que "jura que es
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domingo y que ha de divertirse" y que el capitán "se manifiesta
profundamente extrañado de que Peña, el casto y sombrío poeta de El
aroma en la sombra pueda experimentar la emoción cabal y exacta de estas
danzas lúbricas". Autorizar acá, agrega, "sería relajar la disciplina de abordo,
la continencia profesional y la observación exacta del horizonte-, de este
horizonte de mar social tan próximo y peligroso de nebulosidad-". Las
bromas de Adán también incluyen a la revista misma: "E. Peña
Barrenechea debe saber que la acústica del teatro Amauta no conviene con
el jazz band y que excede la escena el espejo de Josefina. Además de no
haber decoraciones apropiadas, el repertorio de la orquesta se reduce a la
Internacional, kaswas, yaravíes y algunas partituras alemanas, rusas,
francesas". La Nota muestra como Amauta hasta podía reír de sí misma; tal
vez especialmente en ese momento (marzo de 1928) en que los directores
de Mercurio Peruano eran llamados a disciplina por su propio "capitán".
No es el único lugar de Amauta en que Martín Adán hará gala de su
proverbial agudeza. Hay también una reseña terriblemente mordaz; y, en
general, los poemas de esta época están teñidos de humor. Por su parte,
Mariátegui tiene una especial complicidad con estos poetas vivaces: sus
notas sobre los trabajos de Adán (cuatro en total) están cargadas de humor
irreverente, se burla de las amistades clericales de Adán, interpreta
juguetonamente -como hemos observado- sus poemas, y bromea hasta del
aspecto del poeta. Pero esto casi nunca es observado por los comentaristas.
El pasaje sobre el antisoneto que he transcrito antes suele ser examinado y
tenido en cuenta para la interpretación de Adán ¡y de los sonetos! Por
ejemplo, en la edición de 1971 de la Obra poética de Adán, se recoge el
escrito de Mariátegui entre los textos críticos; pero tal escrito está muy lejos
de apoyar la lectura de Itinerario de primavera; y no debió de ser esa la
intención de su autor. Si de volver a recorrer el escrito "El antisoneto" se
tratara; diríamos que "miente o se engaña"; por el contrario, Adán
consiguió demostrar que el soneto estaba totalmente vivo en pleno tiempo
de la vanguardia. "Esquizofrenia", por ejemplo, puede ser calificado de
genial por quien se detenga paciente en su lectura.
Un rasgo esencial particulariza el humor de estos hombres: sus bromas
procuran pasar encubiertas; se burlan de su objeto, y del lector si éste es
ingenuo. Luis Alberto Ratto, en un seminario universitario, hacía notar la
terrible ironía de Adán al reseñar una novela de Graziella Garbalosa.
Obsérvese: "Una novela con prólogo sicoanalítico, desenlace edificante y fe
de erratas. A pesar de todo muy buena. Sin embargo de estar escrita de
prisa, revela en la autora condiciones para el relato y cierto sentido de la
prosa nueva. Además, entereza de ánimo y un feminismo, aunque sincero,
cuerdo y práctico, nada ridículo. [...] un judío nacido en Lima, [...] -un
capítulo sentimental de la sucia historia del mundo referida seriamente,
dolorosamente. Nada aquí del tono senil y chusco de France, o del
científico e indiferente de Joyce, o del roto e íntimo de Istrati, o del
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adecuado y magistral de Rolland, o del estético y desinteresado de Proust.
Nada de literatura célebre, consagrada, universal, de hoy o de ayer. Quizá
algo de Vargas Vila, de Gabriela Mistral, sin ofender a nadie. [...] Un
problema de América, [...] consideraciones serenísimas de tesis para el
bachillerato. Una mujer que sabe mirar tiene una actualidad terrible en el
Continente por lo del antiyanquismo, y otra particular, no menos grave, en
el Perú por lo del judío nacido en Lima. Pero, repetimos, la novela está
muy bien escrita, como se dice, técnicamente".
Adán hace pedazos su objeto de reseña sin dejar de halagarlo; ¿qué
significa "A pesar de todo muy buena"? y ¿cómo es "un feminismo, aunque
sincero, cuerdo y práctico, nada ridículo"? ¿Son los feminismos sinceros,
cuerdos y prácticos, ridículos? Si no hay nada de la prosa de Joyce o Proust
y sí de Vargas Vila: ¿cómo es su "cierto sentido de la prosa nueva"? y
¿cómo así está bien escrita?. Al final un envío progresista: "una actualidad
terrible en el Continente por lo del antiyanquismo, y otra particular, no
menos grave, en el Perú por lo del judío nacido en Lima". Con todo,
seguramente habría lectores impulsados al libro; como hubo críticos que
tomaron al pie de la letra los adjetivos de "clerical y civilista" o la categoría
"antisoneto" de Mariátegui.
Las colaboraciones en Amauta son diversas: prosa, poesía, reseñas; éstas
últimas procedieron seguramente de libros del propio Mariátegui que
poseía una nutrida biblioteca a disposición de sus amigos, con novedades
únicas en Lima.
Notemos un aspecto más de la participación de Martín Adán en
Amauta: su primera colaboración aparece luego de que la revista ha sido
cerrada por el gobierno. A principios de junio de 1927, el gobierno de
Leguía declara haber descubierto un complot comunista y encarcela varias
decenas de acusados, entre ellos a los colaboradores de Amauta. El
gobierno los expatria y envía a la isla de San Lorenzo; César Miró, menor
de edad, preso entonces en San Lorenzo, recuerda: "Con ese número de
Amauta [el de mayo] en las manos van identificándonos los soplones". El
gobierno sólo permite la nueva salida de la revista en diciembre. No
obstante la general tolerancia del gobierno de entonces, colaborar con
Mariátegui no era tan sencillo.
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Adán en Mercurio Peruano
Por esos años Adán también colabora en otras revistas. Mercurio Peruano,
por ejemplo, recibe dos veces sus colaboraciones. La primera vez durante
su "desviación a la izquierda" bajo la dirección de Alberto Ureta, Mariano
Iberico, César Antonio Ugarte y Alberto Ulloa ("desviación" de noviembre
de 1927 a marzo de 1928). El primero de ellos había sido profesor de Adán
en el colegio y en la universidad. Escribe en el número de marzo tres
reseñas breves, muy personales y vehementes; ácida una de ellas, las otras
entusiastas. En la última se deja ver su preferencia por la metáfora y la
imagen sorprendentes; transcribe efusivo, de Palacio Salvo: "Agil salta de
esquina a esquina la mañana", "Por las veredas de tus ojos claros ¿paseará
mi recuerdo?", "Yo baldeo con mis ojos sus miradas". La metáfora y la
imagen son los elementos esenciales de la poesía para la concepción
ultraísta; y el "ultraísmo ortodoxo" aparece aludido por Adán en una de
estas reseñas. Su segunda colaboración es del número de julio-agosto de
1928, cuando Víctor Andrés Belaunde ha retomado la dirección desde el
exilio: una reseña y un poema. La reseña, como en los casos anteriores, es
audaz; el poema, uno de los más logrados dentro del aliento vanguardista al
que la escritura de Adán es próxima en aquellos años:
El sol
El sol brincó en el árbol.
Después, todo fue pájaros.
Lejos, caía lluvia
del cielo de tus manos
-un cielo pequeñito,
lívido, solitario-.
Hora el cielo es distancia,
ceguedad, aletazo...
El sol tiene en el árbol
inquietudes de pájaro.
Estuardo Núñez, en su libro La experiencia europea de Mariátegui de 1978,
rememora circunstancias exactas: "Por esos meses de 1927 en que
conocimos a Mariátegui, el poeta Alberto Ureta [...] nos invitó a Martín
Adán, a mí y a otros alumnos de su curso de literatura, a colaborar en
Mercurio Peruano [...]. Nosotros habíamos ya entregado colaboraciones a
Mariátegui y le preguntamos a éste si había algún inconveniente para que
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también colaboráramos en Mercurio Peruano. Nos respondió que el colaborar
en Amauta no limitaba la libertad de hacerlo en otra publicación y que por
lo demás él esperaba que nuestro ingreso a la planta de colaboradores de
Mercurio Peruano significara un remozamiento de ésta, muy necesitada de
gente joven y con nuevo espíritu".
Hacia 1928 el Consejo Directivo de Mercurio Peruano (Ureta, Iberico,
Ugarte y Ulloa) se escindió de resultas de desacuerdos, agravados por la
distancia, con su fundador Víctor Andrés Belaunde (en el número de abril a
junio de 1928 desaparece la antigua nómina de redacción y queda Belaunde
sólo). Los divergentes (excepto Ugarte) fundaron la Nueva Revista Peruana
que comenzó a aparecer en agosto de 1929 anunciando: "Estudiaremos
entre otras, la cuestión social, procurando al hacerlo, contribuir al
advenimiento de una civilización más humana y más justa. [...] serviremos
con entusiasmo al destino histórico de la época".
Estuardo Núñez, en 1978, afirma respecto al rompimiento en Mercurio:
"Martín Adán y yo habíamos sido en parte, inocentes portadores del virus
renovador de una a otra revista". Con todo, tanto Núñez como Adán
continuaron colaborando con Belaunde después de junio de 1928.
Una dedicatoria autógrafa de Adán al fundador de Mercurio Peruano, en
1966, le rinde homenaje: "el primer ejemplar que he recibido, en justa
compensación por el primer ejemplo que he recibido; en lo de escribir que
es vivir...".
Más adelante, bajo el título "La obra poética juvenil", volveremos sobre
estas colaboraciones y las de otras revistas en que Adán participa hasta el
año 1932.
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