La estrategia de seguridad en América Central

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ANALÍTICA INTERNACIONAL
Grupo Coppan SC
Diciembre 21, 2010
La estrategia de seguridad en América Central
América Central es una de las principales rutas de tráfico para las drogas que van del
sur al norte del continente. El incremento de las actividades del narcotráfico en años
recientes ha significado una seria amenaza para los países centroamericanos, con
historias cargadas de conflictos, inestabilidad política y pobreza. En una visita a
Washington, a inicios de diciembre, el viceministro de justicia de El Salvador hizo un
llamado al gobierno de los Estados Unidos para apoyar a la región. Sostuvo que el
monto de los recursos y las estrategias utilizadas actualmente para combatir al crimen
organizado en Centro América son insuficientes e hizo énfasis en la necesidad de
emprender acciones policiales multilaterales, que involucren a México y Colombia.
La presencia del narcotráfico en América Central ha crecido en la última década como
consecuencia de los cambios en las rutas de tráfico, en particular, de la cocaína, que
hoy constituye uno de los mercados de droga más grandes del mundo. Casi la totalidad
de esa droga es producida en América del Sur, es decir 865 toneladas métricas anuales,
y una parte considerable es enviada al norte del continente, en donde se encuentra el
40% del mercado de consumo a nivel mundial. El tráfico hacia el norte ocurre por dos
rutas, la del Caribe y la de América Central. En el pasado, los volúmenes que pasaban
entre una y otra habían sido relativamente equilibrados, pero en los últimos años
América Central ha concentrado prácticamente todo el flujo de droga que se dirige al
norte. Con base en información del National Drug Intelligence Center, en 1998, se
estimó que los flujos centroamericanos representaban el 59% del tráfico de cocaína a
Estados Unidos. Para el 2007, la proporción había alcanzado el 90% de este tráfico.1
Las actividades relacionadas con el narcotráfico han adquirido tal magnitud en América
Central, que algunos gobiernos han llegado a reconocer su incapacidad para
combatirlas. Las organizaciones criminales se han convertido en actores de poder que
desafían la autoridad de los gobiernos, ya sea a través de la confrontación directa o
penetrando las instituciones estatales. En buena medida esto es producto de su
capacidad económica, que ha llegado a superar la de algunos gobiernos. Por ejemplo,
tan sólo en Estados Unidos, el valor estimado del mercado de cocaína en el 2008 fue de
38 billones de dólares. Ese monto fue mayor que el PIB de Belice, El Salvador,
Honduras, Nicaragua o Panamá, para ese mismo año.2 Adicionalmente existen otros
actores que contribuyen al cuadro de inseguridad de la región, como son las pandillas
de jóvenes – mayoritariamente los mareros -que han crecido y ampliado su territorio
de influencia. Para 2007 se estimaban al menos 70 mil miembros de estos grupos en
siete países de América Central, concentrados en Honduras, El Salvador y Guatemala.3
Si bien las pandillas no están necesariamente involucradas con el narcotráfico,
participan en otros tipos de actividades criminales como robo, extorsión, secuestro o
tráfico de personas.
1
United
Nations
Office
on
Drugs
and
Crime,
World
Drug
Report
2010,
http://www.unodc.org/documents/wdr/WDR_2010/World_Drug_Report_2010_lo-res.pdf.
2
Banco Mundial, http://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD; consulta: 18/12/2010.
3
United Nations Office on Drugs and Crime, Crime and Development in Central America. Cut in the Crossfire, mayo de 2007;
http://www.unodc.org/pdf/Central%20America%20Study.pdf
2
Analítica Internacional
Frente a ello, no son para extrañar los altos niveles de violencia en la región. De
acuerdo con información de Naciones Unidas, el número de homicidios por cada 100
mil habitantes en algunos países centroamericanos está entre los más altos del mundo.
Mientras que en México y Colombia la tasa en 2008 fue de 11.6 y 38.8
respectivamente, en El Salvador, Guatemala y Honduras fue de 51.8, 45.2 y 60.9.4
Actualmente la principal estrategia de combate al crimen organizado en América
Central es la Iniciativa Regional de Seguridad para América Central (CARSI, por sus
siglas en inglés).5 El programa tiene como objetivo frenar el tráfico de drogas y armas,
y el lavado de dinero, además de enfrentar a las pandillas y a las organizaciones
criminales desde la frontera suroeste de Estados Unidos hasta Panamá. La CARSI opera
a través de programas de asistencia a las fuerzas del orden público y de seguridad, de
capacitación de los actores gubernamentales responsables de la seguridad y de
vigilancia comunitaria y de prevención de pandillas. Desde la perspectiva del gobierno
de El Salvador, los recursos y el alcance de este programa son insuficientes pues es
necesario aumentar la eficacia de las acciones policiales, a lo que puede ayudar la
incorporación de México y Colombia. Con base en cálculos del Sistema de la
Integración Centroamericana, los recursos necesarios para enfrentar el reto que
presenta el crimen organizado ascienden a 953 millones de dólares anuales, cifra muy
superior a los 165 millones que hasta hoy se han destinado a través del CARSI.6
El crimen organizado es el principal factor de inestabilidad de la región y a pesar de los
esfuerzos, los resultados aún están lejos de lo deseado. Las estrategias para frenar el
narcotráfico y otras actividades criminales así como la violencia asociada, deben tener
presente las otras causas de la vulnerabilidad de estos países. La pobreza, la
desigualdad económica y el desempleo aparecen entre los principales factores que
representan una amenaza, especialmente para la población joven que es altamente
susceptible de abandonar la escuela e incorporarse al crimen organizado. Otro factor
tiene que ver con la ineficacia de los sistemas de procuración de justicia. Por ejemplo,
en el 2005, las estadísticas disponibles sugieren que las personas con cargos de
asesinato en Guatemala tenían cerca de un 2% de probabilidades de ser condenados.
Esta baja capacidad para aplicar la ley se ha visto reforzada por el desbordamiento de
los sistemas penitenciarios. A estos dos factores, se suma la historia de conflictos en la
región. Es innegable el legado de los sistemas autoritarios que sucedieron la
insurgencia en cada uno de estos países: la violencia y la corrupción se volvieron
habituales.7 Inclusive, para algunos observadores, la transición a la democracia en una
parte de América Central no ha podido concretarse, lo que se ha traducido en
inestabilidad política.8 Cabe recordar el golpe de Estado que sufrió el gobierno de
Manuel Zelaya en Honduras. Meses antes, Nicaragua había vivido un proceso electoral
manchado por acusaciones de fraude y Guatemala había enfrentado la convulsión
política ocasionada por el asesinato de Rodrigo Rosenberg.9
4
United Nations Office on Drugs and Crime, Statistics; www.unodc.org.
Departamento de Estado de los Estados Unidos, Oficina de Asuntos Públicos, Hoja informativa, 5 de agosto del 2010;
www.america.gov.
6
Cabe mencionar que hay una inconsistencia entre la cifra mencionada por el viceministro de El Salvador y los documentos
oficiales del Departamento de Estado de los Estados Unidos. De acuerdo con las declaraciones del viceministro, se han
destinado únicamente 95 millones de dólares. Ver: “América Central pide operativos conjuntos”, El Universal, 3 de
diciembre del 2010.
7
United Nations Office on Drugs and Crime, Crime and Development in Central America. Cut in the Crossfire, mayo de 2007;
http://www.unodc.org/pdf/Central%20America%20Study.pdf
8
Orozco, Manuel, “Central America’s Coming Crisis”, Foreign Policy, 6 de julio del 2009; www.foreignpolicy.com; consulta:
18/12/2010.
9
“The New Somoza”, The Economist, 19 de febrero del 2009 y “An Indictment from the Grave”, The Economist, 21 de mayo
del 2009; www.economist.com; consulta: 18/12/2010.
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