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ABC HISTORIAS
ORQUESTAS ESCUELAS
“La Orquesta Escuela me enseñó que no hay imposibles”
A pesar de padecer artritis reumatoidea y un pronóstico médico negativo, Macarena Mendoza
se convirtió en violinista, acompañada por la orquesta escuela de Florencio Varela. Mientras,
los profesores enseñan entre la pasión por la música y el compromiso social.
“Todo se puede. La Orquesta-Escuela me enseñó que no hay imposibles y que uno nunca
se tiene que cansar de intentar. Porque eso que se siente cuando se está en un concierto,
tocando una pieza, no se compara con nada. Vale la pena no rendirse y todos los que
estamos en la Orquesta-Escuela lo sabemos”. La frase, contundente, corresponde a
Macarena Mendoza, de 22 años. Cuando tenía 14, los médicos le diagnosticaron artritis
reumatoidea juvenil, enfermedad que le limitaba el movimiento de las manos. Ella misma
lo cuenta: “No podía abrir ni cerrar los dedos, no podía escribir”.
Una junta médica, que supervisaba su rehabilitación cada año, había determinado que
Macarena no podría tocar ningún instrumento, y menos aún el violín. Contrariando toda
predicción científica, el director de la Orquesta-Escuela de Florencio Varela –una de las
30 que existen en la Provincia de Buenos Aires, dependientes de la Dirección General de
Cultura y Educación-, la animó a estudiar ese singular instrumento, que se había
convertido en su anhelo. Hoy Macarena cursa el profesorado de Música en el
Conservatorio de Arte del distrito, con especialización en violín.
Recuerda que la artritis reumatoidea la afectaba en sus actividades cotidianas: “No podía
abrir una puerta. No podía peinarme, me peinaba mi mamá. Ella me ayudó todos estos
años, incluso con la rehabilitación. Hubo un momento en que para realizarla tenía que ir
tres o cuatro veces por semana al hospital y ella me acompañaba. Hoy mi mamá es
discapacitada motriz, padece la misma enfermedad que yo pero localizada; la mía es
poliarticular”.
A fines de 2005 –cuando todavía cursaba en la Escuela de Educación Media Nº8 de
Florencio Varela- Macarena decidió averiguar qué era una Orquesta-Escuela, guiada por
una compañera y por la aventura de descubrir cosas nuevas, y se encontró con una
promesa de futuro. “El director, Osvaldo Aguilera, me hizo sentir que nada era imposible.
Me habló con tanta convicción que pensé no puede ser que yo no pueda estar acá”,
recuerda.
Destino marcado, Macarena ingresó a la Orquesta-Escuela ese mismo año, cuando se
crearon las primeras cinco en su tipo en el sistema educativo de la Provincia de Buenos
Aires, en el marco de un Programa que las nuclea, a semejanza de una experiencia
venezolana, implementada con el objetivo de brindar enseñanza artística a chicos en
estado de vulnerabilidad. En Venezuela, el denominado Sistema de Orquestas Infanto
Juveniles fue fundado hace 37 años por el maestro José Antonio Abreu, y por ahí pasa
hoy casi el 100 por ciento de la formación musical para alumnos, ya que los
conservatorios también forman parte de ese sistema.
En aquel entonces, cuando recién surgían, estas Orquestas-Escuela comenzaban a
funcionar con apenas decenas de alumnos. Con el tiempo vieron notablemente
acrecentada su matrícula, como sucedió con la de Florencio Varela, que tenía alrededor
de 30 integrantes y hoy cuenta con más de 600, desde los más chiquitos, con un mínimo
de tres años, hasta jóvenes con más de 20. “Nosotros tratamos de transmitir todo lo que
aprendemos a los chicos que ingresan. A quienes empiezan en el taller de iniciación
conmigo, que tienen entre tres y ocho años, les digo que no hay nada imposible porque si
yo pude hacerlo ¿por qué ellos no van a poder?”, enfatiza Macarena que, como se ve, ya
participa de la formación de los más pequeños miembros del ensamble.
Y continúa: “En los comienzos había alrededor de 30 chicos y sólo cuatro violines que nos
los prestábamos, pasándolos de uno en uno. En una época, incluso, hubo 15 alumnos
que no tenían instrumentos pero asistían igual. Desde el principio, Osvaldo logró hacernos
crecer mucho. Fue el primer director y hasta el día de hoy nos sigue apoyando en todo.
Yo voy a dedicar mi vida a la música y eso me lo enseñó él”.
Los maestros de música marcaron distintas etapas de la vida de esta perseverante
violinista. En sus primeros años estudió violín con un instrumento común. Después tomó
clases con un maestro en La Plata, Héctor Almerares, que le adaptó un arco para que
pudiera tocar, porque tiene algunas falanges de la mano todavía atrofiadas. “Mejoré
muchísimo técnicamente cuando me adaptó ese arco, aunque ya no lo uso”, afirma.
El violín era el objetivo. Típica adolescente, su vida tenía un ritmo vertiginoso de salidas y
paseos cuando empezó a estudiar violín. “Vivía saliendo y mi papá me dijo que comprara
un celular. Pero yo ahorré y me compré el violín. Cuando vio el instrumento, me entendió”.
Entre sus recuerdos aparecen los notables cambios en la ejecución, fruto de la
ejercitación permanente con el instrumento. “Hay algo notorio que ocurrió a partir de que
comencé a tocar violín y es que la mano izquierda está mucho menos limitada que la
derecha. Cuando les mostré a los médicos de la Junta no me podían creer. El jefe médico
me dijo que jamás hubiera pensado que iba a tocar justamente violín; tal vez otro
instrumento, pero nunca violín”.
“Pero a mí siempre me gustó –insiste ella- aunque lo veía inalcanzable. Hoy es más
común para mí, pero antes no veía uno en ningún lado, excepto en el televisor, y
pensaba: debe ser un instrumento inaccesible, carísimo, dónde lo estudio. No pensé que
iba a ser sólo cuestión de decir voy a hacerlo”.
Sabe que hay otros músicos con situaciones similares a la suya, que alguna vez
estuvieron impedidos de tocar un instrumento pero que lograron hacerlo en la OrquestaEscuela. “Hay varios. Por ejemplo, un profesor de trompeta al que le falta una mano; pero
la trompeta tiene tres pistones, así que puede tocar igual. También hay un chico ciego que
toca trompeta”.
La orquesta como herramienta de transformación social. Macarena vive en “La Sirena” un
barrio humilde de Florencio Varela, uno de los distritos más poblados de la Provincia.
Precisamente, para chicos de esos lugares, con pocos recursos económicos y escasas
chances, es que nacieron las Orquestas-Escuela, según explican los propios directores.
Para el funcionamiento de cada conjunto se selecciona una población en situación de
vulnerabilidad. El eje social del Programa es que beneficie a niños y adolescentes que, de
otra manera, no tendrían posibilidad de acceder a una educación artística y que, a la vez,
la orquesta funcione como una herramienta de transformación social.
Así lo explican los profesores: “Les ofrecemos una posibilidad de creer en un proyecto, de
proponerse un objetivo y esforzarse por conseguirlo. Es un modelo que muchas veces no
tienen en sus familias. Aquí pueden desarrollar valores como la responsabilidad y la
solidaridad, dado que comparten los instrumentos y es de mucha responsabilidad el tener
que cuidarlos, ya que no son sólo de ellos”. Y aclaran que si bien las Orquestas-Escuela
están dirigidas a quienes se encuentran en mayor riesgo social, un porcentaje del cupo
está abierto a toda la comunidad.
Cuando la ven por la calle, muchos vecinos felicitan a Macarena por haberse animado a
aprender violín. Ella, con orgullo, trata de promoverlo y difundir la música tocando para ellos,
que se sorprenden al descubrir que, además de la cumbia y el reggaeton, ahora también les
gusta un tal Mozart, cuya existencia desconocían. Porque como Macarena explica: “No
hay cultura de música clásica en el barrio, pero a los chicos les interesa. Yo toqué para
ellos y hasta el día de hoy hay quienes me vienen a pedir un CD de Beethoven o de
Vivaldi. Les re-gustó y nunca en su vida habían escuchado un violín. He llevado a algunos
chicos del barrio a la Orquesta-Escuela y ahí están. La gente se sorprendió, no esperaban
que alguno del barrio tocara un instrumento”.
“Tal vez tampoco les llega porque no tienen dónde escucharlo”, reflexiona. Y entonces se
entusiasma: “Nosotros con la orquesta-escuela tenemos el propósito de llegar a cada
rincón. Empezar por acá, por el país y después seguir por el mundo, si es posible. La idea
es llegar y que la gente conozca. Mis vecinos no sabían, no conocían el sonido del violín y
seguirían sin conocerlo si no fuera porque toqué para ellos en el barrio”.
Aunque placentero, el arte requiere esfuerzo. Macarena, al igual que muchos de sus
compañeros en las Orquestas-Escuela, ensaya durante largas horas. En su caso
particular, seis días a la semana, seis horas cada día, ya que concurre a dos orquestas, la
sinfónica y la de tango, y también a los talleres donde se inician los más chicos.
“Yo ya terminé el colegio y vengo igual a la orquesta”. En efecto, después de egresar de
la secundaria, inició el profesorado de Música. Ya cursó más de la mitad de la carrera.
Seguramente, cuando finalice, sentirá lo mismo que quienes hoy tienen la tarea de dirigir
Orquestas-Escuela, como señala Eugenia Basili, coordinadora regional del Programa en los
partidos de Lobos, Mercedes, Chascomús y Dolores: “Para el docente, esto reúne la pasión
por el trabajo de la música y el compromiso social. La energía está puesta en el trabajo social
con los chicos y en lo musical. Tenemos la tarea de acompañarlos en esta educación, cuando
carecen de acompañamiento familiar. Más allá de que luego puedan ser profesionales de la
música, o no, nuestra misión es la de mostrarles un futuro diferente, mejor”.
Otras experiencias
Otras experiencias dan cuenta de la importancia de las Orquestas-Escuela que, más allá
de la enseñanza musical, inciden en el aprendizaje del bienestar. Por ejemplo, la formada
en Berisso articula con una escuela de Educación Especial que cuenta con un taller de
carpintería. Uno de los alumnos, junto con su padre carpintero, fabrica cajones peruanos,
instrumentos musicales de percusión. El resto de los chicos, que participan de un taller de
percusión latinoamericana constituido en un espacio experimental, a cargo de los dos, al
tiempo que aprenden a tocar instrumentos, también aprenden a fabricarlos. Así se cierra
un círculo virtuoso: aprendizaje de la música y fabricación del instrumento.
En Lobos, cuatro alumnos de la Orquesta-Escuela fueron alentados a experimentar por sí
mismos el viajar a la ciudad de La Plata a presenciar el concierto de sus pares de
Chascomús en el Teatro Coliseo Podestá. Nunca habían salido de su pueblo. Fue la
primera vez que vieron un teatro y el viaje les disparó numerosas sensaciones desde lo
musical y lo social.
La Orquesta del Bicentenario
Macarena integra la Orquesta Nacional del Bicentenario, que estará de gira todo el año
por distintas zonas del país. La componen entre cuatro y 10 integrantes de cada provincia
de la Argentina. La de Buenos Aires estará representada por cuatro alumnos de la
Orquesta-Escuela de Florencio Varela. Ellos son: Mauricio Araza en chelo, Lucas
Rodríguez en viola, Lautaro Becerra en contrabajo y nuestra Macarena Mendoza en
violín.
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