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El Mollete Literario
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Director: Carlos Ramírez
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Enero 15, 2014, Número 14, Segunda Época
Elena Poniatowska y
su juego con el poder
Elena Poniatowska, con el presidente Carlos Salinas en Los Pinos. Los acompañan (izquierda) Héctor Aguilar Camín y Carlos Monsiváis. Atrás, Rafael Tovar y de Teresa, entre otros intelectuales. En el recuadro superior: Benjamín Wong, Iván Restrepo, Elena Poniatowska, Margo Su, Héctor Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, Miguel Ángel
Granados Chapa, el presidente Salinas, Gabriel García Márquez y León García Soler.
$10.00 pesos
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15.01.2014
El Mollete Literario
El gallo literario
Mtro. Carlos Ramírez
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Por Luy
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El Mollete Literario es una publicación mensual editada
por el Grupo de Editores del Estado de México, S.A., el
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S. C. y el Grupo Editorial Transición. Editor responsable:
Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos
son de responsabilidad de sus autores. Oficinas:
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P. 06700, México D.F. Reserva 15670.
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para el Desarrollo Productivo,A. C.
Índice
Elena
Poniatowska
La ingenuidad
como coartada
3
Por Carlos Ramírez
1984, el
“futurismo
utópico” de
Orwell
14
Por Salvador
González Briceño
Falseó
Poniatowska
testimonios
sobre 1968
4
Por Luis Rodríguez
De periodista a
escritor sin pasar por
el Boom
René Delgado
15
Por Raúl Urbina C.
Los extraños
poderes de
Norman Mailer
6
Por Edward Mendelson
Novedades
literarias de la
quincena
16
Por EL Bolillo
Escéptico
Cuento
Terapia de grupo
10
Coordinador:
Freddy Secundino
Martha Cupa León
Desirée Jiménez
Ylla Kannter
Roger Vilar
Cuento
La tarotista de la
calle Mesa
12
Por Hilda Sotelo
Entre mis libros
de Octavio Paz
13
Por Lucila Rivera
de Blanco
Novela por entregas
El 777 vs. El
Chalequero
17
Por Slaymen Bonilla
Escribir un libro es una aventura. Para empezar, es un juguete y una diversión. Luego se convierte
en una amante, entonces en un amo, después en un tirano…Cuando empiezas a reconciliarte con
la esclavitud, matas al monstruo y lo arrojas al público.
Winston Churchill
El Mollete Literario
15.01.2014
Elena Poniatowska
La ingenuidad como coartada
Por Carlos Ramírez
D
icen algunas crónicas
de pasillo que el jurado
del Premio Cervantes
de España recibió la
visita de Hugo Chávez en forma
de pajarito para decidir a favor de
Elena Poniatowska.
Porque la argumentación para premiar la obra
de la princesa Helene Elizabeth Louise Amelie Paula Dolores Poniatowski Amor, heredera del reino
de Polonia, se ajustó a la decisión de Hugo Chávez
en el 2007 para otorgarle a Elena Poniatowska el
Premio Rómulo Gallegos en base a “la maravilla de
escritura la de Elena”.
En una fiesta amenizada por mariachis, con el
propio Chávez como cantante principal --cómo iba
a perderse esa oportunidad--, el entonces presidente de Venezuela contó su experiencia como lector de
la prosa de Poniatowska:
“Qué maravilla de escritura la de Elena. Yo subrayé anoche algunos párrafos extraordinarios (de
la novela El tren pasa primero, ganadora del Gallegos)”, dijo, y citó uno en especial: “los rostros desencajados de quienes no habían pegado el ojo en
toda la noche…”.
Si ése fue el párrafo de la prosa deslumbrante de
Poniatowska que sacudió los sentimientos del jefe
de la revolución bolivariana, entonces el jurado del
Cervantes recibió la visita del pajarito de Chávez.
La obra más citada de Poniatowska, La noche de
Tlatelolco, fue adelgazando sus posibilidades cuando entró en conflicto con el escritor Luis González
de Alba en 1997, pues parte de los testimonios los
mal copió sin crédito de la novela Los días y los
años, que González de Alba escribió en Lecumberri. El debate sobre este asunto llevó a la censura
de González de Alba en La Jornada por presión de
Carlos Monsiváis y su despido del diario del que era
fundador y copropietario. El debate se extendió a
nexos en octubre y noviembre de 1997.
Poniatowska se ha movido en el ambiente de las
mafias de escritores. Una de ellas fue seguida, en
ficción, por el escritor Enrique Serna y la llevó al papel en 1995 en el libro El miedo a los animales, una
divertida e irónica novela policiaca en el ambiente
de intelectuales: un periodista se ve inculpado por
un asesinato que no cometió, acudió a la protección
de Elena Poniatowska que en la ficción se llama Palmira Jackson y la exhibió como jefa de una perversa
mafia literaria.
De sus últimos libros militantes como periodista
promotora de López Obrador, Poniatowska circuló
en el 2007 una mediocre, personal, desorientada y
sin gracia crónica del plantón del tabasqueño en el
zócalo, decepcionada porque la derrota del candidato perredista le impidió ser nada menos que Ministra de Cultura, la Malraux mexicana.
Letras Libres publicó en agosto de 2007 una
reseña muy completa de Rafael Lemus www.letraslibres.com/revista/libros/amanecer-en-el-zocalo-deelena-poniatowska, que retrata en las últimas líneas
el perfil de la escritora como periodista política en
el plantón:
No se descubre nada si se dice que Poniatowska
es esencialmente ingenua. De hecho, se dice poco si
nada más se afirma eso: su comportamiento raya a
veces --como ha notado Luis González de Alba-- con
el cinismo. Ser cándido podría ser, al fin y al cabo,
una ventaja: en medio de los políticos profesionales,
el ingenuo podría exponer sin cautela cosas que
aquéllos no ventilan. Pero Elena no dice nada. No
a López Obrador, con quien se encuentra --según
su propio testimonio-- sólo un puñado de veces,
y tampoco a los lectores. Curiosamente, oculta
la información más importante. Una y otra vez
apunta que las personas en la calle la reconocen, la
abrazan, la besan, pero nada revela sobre sus escasas
reuniones a puerta cerrada con AMLO y su equipo.
Poniatowska gasta sus días en el Zócalo para arribar
a esto: “[Andrés Manuel] Es el hombre más besado
y abrazado de México. No entiendo cómo todavía le
quedan mejillas”.
Por lo demás, Poniatowska es una intelectual
sistémica. La fotografía en los jardines de Los Pinos,
del brazo del entonces presidente Carlos Salinas de
Gortari, junto a Héctor Aguilar Camín y a Carlos
Monsiváis no condena ni justifica sino tan solo re-
La obra más citada de
Poniatowska, La noche de
Tlatelolco, fue adelgazando sus
posibilidades cuando entró en
conflicto con el escritor Luis
González de Alba en 1997, pues
parte de los testimonios los mal
copió sin crédito de la novela Los
días y los años, que González de
Alba escribió en Lecumberri. El
debate sobre este asunto llevó a
la censura de González de Alba
en La Jornada por presión de
Carlos Monsiváis y su despido
del diario del que era fundador y
copropietario.
trata el juego político de poder de los intelectuales
mexicanos. Monsiváis, por ejemplo, durante años
se movió en el espacio de la crítica al poder y al
salinismo, pero al final participó como miembro del
Consejo Consultivo del Pronasol, programa social y
político, ciertamente, pero también espacio de absorción de intelectuales.
El problema de fondo no radica en saber si los
intelectuales deben estar junto, frente, contra el poder, sino en algo mucho más sencillo que elude las
complicaciones de las justificaciones: la coherencia.
Los intelectuales pueden estar muy cerca o muy lejos del poder, pero al final de cuentas deben tener
muy clara la cercanía, no engañar con la crítica pero
participar de los saraos de la política presidencial,
no decir una cosa y hacer otra.
Finalmente, a los escritores lo juzgan sus obras.
Junto a crónicas recomendables sobre marginados
conviven otras demasiado comprometidas con la
política y no con la revelación del trasfondo del sistema priísta. Su cercanía a López Obrador le restó
seriedad e independencia como escritora. Al final,
el problema de Poniatowska ha sido su intención de
jugar a la política de las ideas y del poder pero sin
estar preparada con un marco teórico ni metodológico y resumir todo a percepciones tan superficiales como suponer en el 2006 que Cárdenas le tenía
envidia a López Obrador. Su estilo de ingenuidad le
sirvió para hacer algunas entrevistas bastante superficiales y para hacer sonreír a Octavio Paz, pero no
para usar las preguntas como una forma de meterse
en el alma de los entrevistados.
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El Mollete Literario
15.01.2014
Falseó Poniatowska
testimonios sobre 1968
Con evidencias y sustentos fundamentados, el escritor Luis González
de Alba delata los yerros de la escritora en La Noche de Tlatelolco
Por Luis Rodríguez
El texto y trabajos periodísticos y de compilación
de la escritora y Premio Cervantes de Literatura
2013, Elena Poniatowska, que durante décadas
permanecieron en los anales de la historia como
“excepcionales”, muestran severas deficiencias
y exhiben falta de rigor documental, pues están
fundamentadas en apreciaciones subjetivas y en
reflexiones que no le corresponden, pues son del
escritor Luis González de Alba, uno de los más severos críticos de la autora de la Noche de Tlatelolco.
Basado en documentos, artículos e investigaciones de los que Transición posee una copia, queda
al descubierto que la autora de ese libro careció de
lo más importante que debe tener un investigador:
“autenticidad”, respecto de los hechos a los que hace
referencia y que plasmó en su obra, pero que no
están narrados tal y como en realidad sucedieron.
Contrario a lo que se espera de un trabajo bien
documentado de una investigadora y literata con
prestigio en las letras hispanas, la escritora basó
una parte de su libro en citas inciertas, suposiciones y nulas comprobaciones, de un pasaje de la
historia más oscura del proceso político estudiantil
que vivió México.
Esto demuestra que la autora no indagó fehacientemente ni documentó su trabajo profesional,
lo que plasmó hace cuatro décadas en el libro, La
Noche de Tlatelolco, pues son “fusiles e interpretaciones subjetivas de entrevistas y análisis de uno de
los documentos más leídos, respecto de la matanza
estudiantil del ocaso de los 60’s".
El llamado de Luis González de Alba es auténtico y lo expresa sin tapujos: “Hay que limpiar el
episodio del 68”.
Mediante su artículo titulado: Para limpiar la
memoria, González de Alba
solicitó a Elena Poniatowska
corregir de La Noche de Tlatelolco los párrafos correspondientes a su novela Los Días y
los Años; párrafos usados con
su autorización, ya que luego
de ser tergiversados por la autora, señalan imprecisiones y
falsedades que en nada corresponden a la verdad histórica
de los hechos.
La solicitud fue explícitamente señalada a 28 párrafos,
es decir, un poco más de 500
líneas de texto en la cual, la escritora y ganadora del Premio
Cervantes de Literatura, debe
corregir, apegado a los hechos.
La razón es simple: La
Noche de Tlatelolco mezcla
conceptos sin conceder la importancia a la fidelidad, narra
el escritor y periodista mexicano. Sucedió que Poniatowska deseó utilizar la narración
de González de Alba, pues le
parecieron necesarios para ser
empleados en su texto.
Lo anterior, a decir del citado autor y de quienes conocen
los ensayos, relatos y textos de
Poniatowska, evidencian una
investigación poco sustentada,
con bajos fundamentos y en
donde al parecer la escritora
se deja llevar por su interés de
sobre salir, basada en el trabajo
de terceros, y no en la suma de
sus propios esfuerzos.
Las cifras sobre el número de muertos no cuadra. Los
diarios El Universal, Excélsior,
Novedades, La Prensa y El Heraldo, de esa época,
daban 20 muertos esa fecha, hoy, las cifras ventilan
los errores y omisiones pues la cantidad de cuerpos
que fueron levantados esa fecha, no coincide con el
número total de desaparecidos.
Los nombres de los desaparecidos inscritos en la
Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco donde ocurrieron los hechos, suman más de 80 y los cuerpos
exigidos, pero jamás entregados a sus familiares,
fueron desparecidos, pues a los anfiteatros, hospitales y delegaciones nunca llegaron siquiera como
heridos o desconocidos.
Con fundamento en los estudios, ensayos y artículos de investigación del exlíder estudiantil, el hoy escritor
mexicano exige a la autora del
citado libro (1971), amplié y
ofrezca un relato autentico de
lo sucedido en la plaza de las
Tres Culturas aquella noche
del 2 de octubre de 1968.
González de Alba dice estar
convencido de que el Ejército
Mexicano “no iba a matar estudiantes, sólo a dispersar la manifestación”, y que el resultado
de estos hechos, fue un operativo “intencionalmente mal organizado”, que enfrentó a soldados con el Batallón Olimpia.
Contrario a lo que Poniatowska narra en su obra, Luis
González de Alba dedica un
capítulo de su más recien-
te libro: No hubo barco para
mí (Cal y Arena 2013) a los
momentos que vivió hace 45
años, dando elementos que
sustentan la versión de que
soldados y estudiantes fueron
víctimas de una “emboscada”.
Sin embargo, la escritora francesa nacida en el año
1932, tergiversó o manipuló
los hechos pues sus relatos no
están apegados a lo que en verdad sucedió esa tarde noche,
del 2 de octubre de 1968.
Los yerros de Poniatowska
Mediante la cronología de
hechos que en forma puntual
describe González de Alba, al
cumplirse 30 años de ese episodio, advierte a Elena Poniatowska sobre imprecisiones en
los testimonios que él mismo
aclara cómo sucedieron en el tercer piso del edificios Chihuahua, donde líderes del Consejo General
de Huelga (CGH) encabezaron la manifestación.
Pero, en lugar de corregir como habría sido
prudente, ella toma y hace suyo un relato personal
sobre los primeros minutos de aquel episodio, en
donde se demuestra que Raúl Álvarez Garín, uno de
los exdirigentes de 1968, no estuvo en el lugar donde supuestamente ella lo ubica en tiempo y forma.
La razón explica González de Alba, es que la novia
de Álvarez Garín, lo había invitado a comer.
Poniatowska atribuyó situaciones que otros le
señalan e hizo suyas declaraciones que no le constaban, hechos en donde quienes sí las vivieron, expresaron lo sucedido, mientras que ella solía componer, a su estilo, añadiendo frases que el autor
jamás utilizó.
Otro de los errores evidentes fue que Poniatowska dio por atribuidos hechos y declaraciones
de Salvador Martínez de la Rocca “Pino”, cuando no
sucedieron de esta forma, ya que la escritora coloca frases y citas que no son ciertas, además de que
las adorna con calificativos propios de su estilo y
narrativa.
Una de las citas que este análisis periodístico
aporta advierte que cuando las tergiversaciones no
son triviales, llega el lenguaje “poniatowsko” para
alterar los hechos reales.
Da como reales hechos que no atestiguó
Elena Poniatowska recibió en innumerables
ocasiones recomendaciones de quienes estuvieron
ahí, que vivieron entre las balas, las marchas, las
detenciones y la represión con la que el gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz, actuó en 1968.
El Mollete Literario
15.01.2014
Una de las citas que este análisis
periodístico aporta advierte que
cuando las tergiversaciones no
son triviales, llega el lenguaje
“poniatowsko” para alterar los
hechos reales.
En la página 205 de La Noche de Tlatelolco,
Elena Poniatowska narra situaciones que no sucedieron tal y como las plasma en el libro antes
señalado, pues Luis González de Alba describe lo
que ocurría en la tribuna del mitin ese 2 de octubre, pues asegura haber estado en ese lugar donde
más tarde fue detenido.
Señala también que la orden para los dirigentes
fue explicita. No caer en las provocaciones, pues
“no era posible que hablaran todos, solamente se
leían mensajes, cartas, telegramas y saludos y se
anunciaban nuevas organizaciones que se adherían al Movimiento”.
Demanda legal da pie a aclaración necesaria
Luis Gonzalez de Alba, escritor, exlíder del 68
y periodista, solicitó a Elena Poniatowska corregir
los 28 párrafos -un poco más de 500 líneas- para
dar pie a una “reedición” apegada a los hechos que
realmente sucedieron en 1968.
En el curso de esta investigación fue posible verificar cómo fue que el escritor Luis González de
Alba pidió a Elena Poniatowska, en reiteradas ocasiones, corregir o meter en contexto las citas y párrafos que se tomaron de Los Días y los Años para
La Noche de Tlatelolco.
De manera puntual, el quejoso le pide a la ganadora del Premio Cervantes de Literatura 2013 ponga en voces de quienes corresponde cada párrafo,
para que así no aparezca Raúl Álvarez Garín como
testigo de lo ocurrido, en el tercer piso del edificio
Chihuahua, el 2 de octubre de 1968.
Lo anterior, dice González de Alba, porque no
estuvo allí, o Gilberto Guevara haciendo llamados a
“impulsar la organización de los obreros en gremios
independientes”.
Entre los ejemplos que menciona Luis González
de Alba destaca cómo es posible que los reporteros,
teniendo un léxico de 20 mil palabras en español,
exista la probabilidad de que al azar un párrafo de
150 palabras pueda ser redactado de la misma forma, sin ni siquiera, cambiarle una copa o un punto.
Las evidencias de esta y otras irregularidades
han sido ofrecidas, una y otra vez por el periodista
y exdirigente estudiantil, quien al hacer cálculos de
las probabilidades que existen para hacer esto posible, sencillamente, son muy bajas comparadas con
los plagios del que por años ha sido objeto.
Y cita de manera puntual: “No le reclamo a Elena
que en su página 76 transcriba mi descripción del
grito de CU, sino que siendo el narrador, lo atribuya
a Gilberto Guevara. Aquí los párrafos de cada libro.
Los Días y los Años:
“A las once de la noche, cuando se terminaba en el
Zócalo la ceremonia oficial, repetida en cada pueblo
y en cada ranchería del país, se dio el “grito” de independencia en la Ciudad Universitaria y el Politécnico
en medio del júbilo desbordante”…. Etcétera.
La Noche de Tlatelolco:
A las once de la noche, cuando se terminaba en
el Zócalo la ceremonia oficial, repetida en cada pueblo y en cada ranchería del país, dimos el “grito”
de independencia en la CU y el Poli en medio del
júbilo desbordante… etcétera.
Es de señalar que el primero, es un relato de
Luis González de Alba, y según Elena Poniatowska,
lo narra Gilberto Guevara, la cual ha dicho hasta la
saciedad que el mismo autorizó, pero ese al final no
es el problema, sino que la escritora decidió por su
libre albedrío, cambiar en este y otros 30 párrafos, al
narrador, en ocasiones con repercusiones políticas
graves, idénticas a las que en tiempo y forma señala
González de Alba.
En todo momento, el exlíder estudiantil advierte
que por ningún motivo acusa a Elena Poniatowska
de plagio, ni de fraude, pues lo único que le habría
solicitado una y otra vez, es darle a cada narrador su
lugar de acuerdo con las frases y palabras atribuidas
y que por consiguiente, no coloque en boca de Gilberto posiciones políticas que no sólo le eran ajenas,
sino las combatió abiertamente.
Ejercito Mexicano en el Zócalo de la
Ciudad de México, Agosto 1968
Cabe destacar que Los días y los años, lleva por
título Plaisir d’amour, y que Elena atribuye en su
propio relato al matemático Ernesto Olvera, en
aquel entonces dedicado a desentrañar el teorema
de Goedel, tarea alejada de si la atmósfera del otoño es violeta.
Otras pruebas contra Poniatowska
En el cuaderno IV, fechado 5 sin año, de la Cárcel de Lecumberri, refiere como los errores más evidentes de una obra como Los Días y los Años es
una muestra de que la escritora Elena Poniatowska
ofrece un relato que no le consta, y que es producto
de la recopilación y compendio de trabajos de otros
escritores como Luis González de Alba, quien advierte la forma, tan “evidente” en que una persona
hace suyos, trabajos que no le corresponden, faltando a los principios más básicos del trabajo de investigación, es decir, buscar, constatar y confirmar
todo aquello que en breve habrá de ser sometido a
consideración de los amables lectores.
Concluye, el citado investigador y periodista su
queja con un Corolario que textualmente advierte:
“Quizá ninguno de los cambios realizados por Elena Poniatowska a mi narración del 68 tenga mayor
repercusión política que el siguiente: soy testigo
presencial del momento (clave para comprender los
sangrientos hechos de la tarde de Tlatelolco), nada
más alejado a la realidad”.
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El Mollete Literario
15.01.2014
Los extraños poderes
de Norman Mailer
Por Edward Mendelson
Distribuido por The New York Times Service & Syndicate
N
orman Mailer tenía 16
años cuando descubrió a
John Steinbeck, John Dos
Passos y James T. Farrell,
y dijo más tarde, "formé el deseo de
ser un gran escritor”. Tenía 25 años
cuando hizo su primera novela, "Los
desnudos y los muertos" (1948),
famosa por su fuerza narrativa
y notoria por su vocabulario de
cuarteles del ejército.
A diferencia de cualquier otro
escritor político de su tiempo,
Mailer comprendió que las
tendencias políticas fueron
impulsadas por los mitos colectivos
irracionales, que el público vio a
líderes políticos como formas de
realización de los héroes míticos.
Se convirtió en el escritor americano más famoso
y el más odiado de su tiempo, una industria de un
solo hombre que producen historias, novelas, poemas, ensayos, historias y biografías en prosa expansivo y eufórico, dirigiendo películas y obras de teatro,
en los titulares con sus elocuentes protestas contra la
guerra de Vietnam, su campaña quijotesca para ser
alcalde de Nueva York, sus teorías extravagantes de
raza y sexo, su habilidad como boxeador aficionado,
sus seis matrimonios y asuntos incontables, y las peleas de borrachos -en uno de los cuales, en una noche
de copas y juergas, apuñaló a su segunda esposa casi
hasta la muerte.
Tenía la esperanza de escribir una novela lo suficientemente grande como para causar "una revolución
en la conciencia de nuestro tiempo". Pero su mejor
obra fue su reportaje político y cultural: "Los ejércitos
de la noche" (1968), "Miami y el cerco de Chicago"
(1968),"Un fuego en la Luna" (1971), y "La canción
del verdugo" (1979). Insistió en la comercialización
de la última de ellas como ficción, a pesar de que dijo
que era "una relación fáctica, tan precisa como es posible hacerla". Pasó gran parte de su vida informando
de hechos como si estuviera escribiendo una versión
ficticia de su vida como si fuera un hecho.
La biografía de J. Michael Lennon es lo primero
que interpreta Mailer desde dentro, no como un
espectáculo público. A diferencia de sus predecesores
-Mary V. Dearborn, Peter Manso, Carl Rollyson y
otros- Lennon fue amigo y colaborador de Mailer.
Lennon es también el primer biógrafo en ver los
pensamientos prolíficos de Mailer sobre dioses, demonios y fuerzas divinas que estaban en el corazón de su
trabajo -a partir de las insinuaciones de los poderes
oscuros en " Los desnudos y los muertos", al diablo
que narra "El castillo en el bosque" (2007)- . Toda su
carrera buscó la trascendencia. Él, de 16 años de edad,
estudiante de primer año de Harvard, que esperaba
ser un ingeniero aeronáutico, se convirtió en el profeta
místico tronando con la tecnología. Su último libro es
una transcripción de sus conversaciones con Lennon,
"Sobre Dios: Una Conversación infrecuente" (2007) y
la biografía de Lennon deja en claro los hábitos mentales que mantuvo Mailer de escribir una gran nove-
generaciones de novelistas normalmente tratan. Pero
incluso estas novelas van más o menos mal, porque se
imaginaba a sus personajes más como encarnaciones
de las fuerzas impersonales que como personas. Planeó novelas en las que los personajes de "El Parque de
los Ciervos" se convertirían en personas diferentes en
cada libro, a veces una reencarnación un yo anterior,
a veces una epifanía mientras se encontraba con "una
perdida estación en el camino perdido de lo divino”.
Mailer dijo que su novela sobre faraones reencarnando, "Ancient Evenings" (1983), fue creada en un
mundo "antes de todo lo que sabemos, sin Moisés o
Jesús," aunque no, al parecer, sin C.G. Jung y Joseph Campbell. Todos los grandes personajes son arquetipos míticos -o nociones de arquetipos del siglo
xx - que ocupa temporalmente uno u otro un cuerpo humano, reencarnando en sí mismos a través del
sexo vaginal, sondeando profundidades místicas a
través del sexo anal con las mujeres y los hombres.
Un príncipe narrador, despertando a la muerte, dice:
"Los pensamientos crudos y las fuerzas feroces son mi
estado", resumiendo la idea de
Mailer acerca de la realidad humana, aunque el propio estado
de Mailer tendía a ser imaginaciones teóricas y hábitos de
trabajo burgueses que generaron su enorme producción
Mailer, según informes de
Lennon, resolvió no volver a escribir sobre su infancia. Como
resultado, sólo escribió acerca
de las experiencias que habían
sido mediadas a través de la
teorización adolescente o la inteligencia del adulto, nunca los
sentimientos sin filtro de un
niño. El narrador de su segunda
novela, "Barbary Shore" (1951),
es un amnésico, pero por lo
demás, sufre lo que Mailer describió en su propia vida como
una "lobotomía a mi pasado”.
DH Lawrence, héroe de Mailer
la, los que lo hizo un gran periodista. Mailer estaba
menos interesado en los seres humanos que en las
fuerzas cuasi-divinas que encarnaban, y en las grandes corrientes inconscientes que formaban la historia
política y cultural.
Mailer sonaba como el pueblo gnóstico cuando
hablaba de religión, quiso decir lo que dijo. "Dios estaba en guerra con el diablo", escribió en "Fuego sobre
la luna" y en otros. Él le dijo a
Lennon, "tiene sentido para mí
que esta lucha entre Dios y el
diablo ha sido un factor en la
evolución". "Cuando actuamos
con mucha energía –dijo- es
porque Dios y el diablo tienen el mismo interés en el resultado”. Él no estaba siendo
metafórico. Se imaginó a los
demonios en "El castillo en el
bosque", como personajes de
ficción, como Anna Karenina,
semidivinos, personas que no
existen, pero que se asemejan
a aquellos que sí.
La mejor novela de Mailer después de su primera "El
Parque de los Ciervos" (1955),
"¿Por qué estamos en Vietnam?"
(1967), "El fantasma de Harlot"
(1991), muestran más variedad
de estilo y de sucesos que las
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15.01.2014
Hogar de Norman Mailer
escribió más tarde sobre James Joyce de esta manera:
"tan terriblemente sería y hecho a propósito, totalmente sin espontaneidad o de la vida real". Las posteriores
novelas de Mailer tienden a ser productos de hecho, a
propósito de la voluntad, no ablandado por los regalos
de la memoria y escrito en desafío de su más profundo
sentido de sí mismo: “yo, que soy tímido, cobarde, y
deseo sólo la amistad y la seguridad", escribió en un
periódico, "soy el que debe tener todo el mundo".
El mismo impulso arquetípico que desdibujaba y
resumieron sus personajes de ficción hizo su reportaje
político vivo y convincente. A diferencia de cualquier
otro escritor político de su tiempo, Mailer comprendió
que las tendencias políticas fueron impulsadas por los
mitos colectivos irracionales, que el público vio a líderes políticos como formas de realización de los héroes
míticos. En su ensayo sobre la campaña presidencial
de John Kennedy, "Superman llega al supermercado",
escribió: "Hay un río subterráneo de deseos sin explotar, feroz, solitario y romántico, la concentración
de éxtasis y violencia, que es el sueño de vida de la
nación”. Todo el mundo lee esto como una metáfora
viva; Mailer, como un nacionalista romántico del siglo
19, decía literalmente. Él siempre creyó que una nación como los Estados Unidos o en un pueblo como
"el Negro" tenía una psiquis propia, con "corrientes
inconscientes" que dieron forma a su destino. Él creía
en mitos que, como todos los grandes mitos de Zeus
en el mito moderno de la "sociedad" que tiene la omnipotencia de Zeus, se parecía literalmente a la realidad.
“Un mito, para alguien que cree en él, no es un mito
sino la verdad”.
Las convenciones políticas, visitas de campaña,
marchas de protesta y periodistas pululando de Mailer son sus obras más memorables. Él normalmente se
presenta como una figura arquetípica, “el reportero",
"el novelista", "el observador", "Aquarius" o algún otro
avatar del escritor y héroe de las mil caras. También
percibe, a veces tardíamente, que un héroe político
mítico también podría ser un operador de cálculo. Ma-
Mailer fue único en combinar
imaginación mitológica con la
política de izquierda. Escritores
como W.B. Yeats y Ezra Pound,
quienes veían el mundo a través
de los mitos arquetípicos tendieron
a favorecer fantasías reaccionarias
sobre las jerarquías naturales y
dirigentes con alma de oro.
rilyn Monroe dijo de su novela Hollywood "The Deer
Park" que estaba "muy impresionada por el poder".
Mailer fue único en combinar imaginación mitológica con la política de izquierda. Escritores como
W.B. Yeats y Ezra Pound, quienes veían el mundo a
través de los mitos arquetípicos tendieron a favorecer
fantasías reaccionarias sobre las jerarquías naturales y
dirigentes con alma de oro. Los escritores tentados por
arquetipos, pero que se negaron a la tentación, como
Virginia Woolf y WH Auden, se alinearon con lo racional. Mailer era un apasionado contra la injusticia, y
su doble perspectiva abrió el camino para convertirse
en el primer estadounidense capaz, en ocasiones, para
escribir sobre su país con la profundidad profética y la
observación precisa de Tocqueville.
Mailer hizo su mejor informe en la década de 1960,
cuando la política estadounidense parecía un apocalipsis wagneriano. Tenía menos que decir, y se sintió "muy
fuera de lugar", desde 1970 hasta la década de 1990,
cuando los tecnócratas cínicos se hicieron cargo y la política parecía opaca a la imaginación mítica. Luego, el 11
de septiembre de 2001, como escribió en estas páginas:
"dioses y demonios están invadiendo los EU, llegando
justo fuera de la pantalla de televisión. Era como si las
fuerzas divinas fueran un erupción de furia". Mientras el
gobierno de Bush comenzó su brillante armadura para
una nueva cruzada, Mailer, ahora de 70 años, escribió
de nuevo con toda su vieja energía y perspicacia.
Gran parte de la izquierda explica la guerra de Irak;
Mailer, reconoció que el robo de petróleo fue parte
de la historia, reconoce los impulsos teológicos que
llevaron a George W. Bush, Donald Rumsfeld y Paul
Wolfowitz -la "lógica no divulgada" en "la raíz de la
bandera conservadurista"- porque esos impulsos son
versiones distorsionadas de sí mismo. "Los mitos son
tónico para el corazón de una nación", escribió, pero
"una vez abusado son venenosas". A veces él era el
agresor. Escribió un ensayo que hizo que todos los
argumentos racionales y morales contra la pena de
muerte, con fuerza y claridad, pero concluyó que el
asesinato patrocinado por el Estado "puede ser una de
nuestras últimas defensas en contra de la ola que se
aproxima del universo informático".
"La canción del verdugo" (“The Executioner’s
Song”) es el mejor de sus libros, en parte porque se
obligó a retener de mitificación y escribir sobre el asesinato y la miseria en un estilo casi sin adornos. Joan
Didion observó que en la primera parte del libro se
habla sobre todo de las mujeres limitadas a un mundo
doméstica local, la segunda mitad de los hombres "que
se mueven en el mundo en general y creen que pueden
influir en los acontecimientos".
Mailer reconoció que tenía razón, a pesar de que
por error había pensado que la primera mitad fuera de
vaqueros actuando de manera varonil, el segundo sobre los tipos que actúan de maneras femeninas. Había
sido engañado por las fantasías arquetípicas sobre las
acciones intrínsecamente viriles y poco viriles. Didion
percibe que el libro fue formado por el sentido de su
artífice de las maneras en que las mujeres y los estilos
de los hombres fueron formados por normas y convenciones sociales, no por arquetipos eternos.
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Norman Mailer junto a Muhammad Ali el 1 de agosto de 1965.
La madre de Mailer nació en Lituania poco antes de
que su familia emigrara a Nueva Jersey. El padre de Mailer, cuyos padres habían emigrado de Lituania a Sudáfrica, nació en Johannesburgo, se trasladó a Brooklyn
como un hombre joven, y se encontró con la madre de
Mailer en el hotel de su familia. Su hijo nació en 1923 y
creció por primera vez en Nueva Jersey, a continuación,
en Brooklyn, siempre en un clima de mentiras.
Su padre era un mujeriego y un jugador compulsivo secreto. Su madre es la figura más consistente en
la biografía de Lennon. "Mi hijo es un genio”. Mailer
dijo que nunca dejó a su padre, ya que hacerlo "podría
interferir con el más grande trabajo en su vida, yo”.
Animado por ella, él escribió una novela de 35.000
palabras cuando tenía 11 años, luego abandonó la escritura hasta que encontró su vocación con un profesor
de Inglés Harvard asignado de Farrell Studs Lonigan,
de Dos Passos USA. Poco después de graduarse en
1943 publicó una historia en una antología comercial,
se casó por primera vez, fue reclutado por el ejército,
y soportó las batallas de las islas del Pacífico que hizo
a manera de ficción en "Los desnudos y los muertos".
Todo el mundo lee el libro como si perteneciera
a la tradición realista de Farrell y Dos Passos, pero
Mailer dijo que había estado en "una patada mística”
cuando lo escribió. Le dijo a su editor: "Va a ser de
terroríficas visiones de orden en el desorden, de un
horror que puede o no puede estar al acecho bajo la
superficie de las cosas". Los personajes son el primero de muchos en su obra cuyos impulsos malvados
abren “atisbos primitivos de una estructura detrás de
las cosas", que viven "en el borde de un conocimiento
más profundo". El libro también incluye la primera
de muchas pruebas en su ficción y su vida en la que
los hombres se ponen a prueba a sí mismos caminando por una peligrosa y estrecha cresta. El único que
no pasa la prueba en "Los desnudos y los muertos" es
el niño judío universitario recién casado.
Mailer había pensado en sí mismo como ateo, ni
orgulloso ni avergonzado de ser judío, pero "asqueado" por la ceremonia de matrimonio judío que su
madre exigió después de que se casó con su primera
esposa en secreto. El destellos de un profundo conocimiento en "Los desnudos y los muertos" eran reflejos
de la historia determinista de Oswald Spengler en "La
decadencia de Occidente", que tenía el mismo efecto abrumador sobre Mailer que ha tenido en muchos
adolescentes brillantes y sensibles.
El inconformista es al mismo
tiempo un teólogo que “concibe el
destino del hombre está atado con
el destino de Dios” y “un psicópata
filosófico” (...) que tiene mucho en
común con la emoción de la mera
violencia psicopática.
En "Los desnudos y los muertos" echó un vistazo
hacia un futuro de América en la que el control centralizado parecía tener una "mascarada bajo un liberalismo conservador", pero el libro tenía poco más que decir acerca de la política partidista. Mailer, por su parte,
se había lanzado a la política de izquierda, oratoria de
la campaña presidencial de Henry Wallace en 1948,
luego de perder la fe en el Soviet. En 1949, Mailer fue
ovacionado cuando se levantó para hablar en la "estalinoide" (palabra de Dwight Macdonald) Waldorf Conferencia en Nueva York, y abucheado cuando se sentó,
habiendo dicho que los lados soviéticos y americanos,
ambos fueron avanzando hacia el capitalismo de Estado y que no había futuro en la lucha para cualquiera.
Pero se mantuvo comprometido con la lucha contra la
izquierda estalinista.
"Barbary Shore" fue el primer intento de Mailer de
escribir sobre política como mito. Fuerzas ideológicas
se encarnan en personas en una casa de huéspedes
en mal estado, "la autoridad y el nihilismo acechan
entre sí en el hueco orgiástica de este siglo", como él
describe más adelante. La Unión Soviética es la "tierra
a través del mar". Lennon supone que Mailer bebió y
fumó marihuana, junto con su segunda mujer Adele
Morales, para encontrar consuelo tras el fracaso fundamental de este libro, pero parece probable que los
utilizaba para empujar las puertas de la percepción, al
mismo tiempo que buscaba las profundidades míticas
bajo los titulares de los diarios.
En 1955 Mailer no tenía "nada menos que una visión del universo". Lennon escribió: "Su ateísmo se
marchitó y se arraigó en la creencia de un Dios que
no era todopoderoso, un Dios existencial" que, como
escribió Mailer, "está en peligro de muerte, que puede
sufrir una corrupción moral". "Yo creo en ello -ha insistido- es lo único que tiene sentido para mí".
El primer fruto de su fe era su teoría del “inconformista” (Hipster), expuesta en 1957 su ensayo "El
Negro Blanco", y más tarde en entrevistas, reseñas y
ficciones. Hoy cuando el "inconformista" significa un
seguir sumiso en sintonía con los últimos gadgets, es
difícil recordar que Mailer, sólo exagerando un poco
su significado contemporáneo, popularizó una imagen
de la última moda de caballero solitario del espíritu en
sintonía con las corrientes arquetípicas indetectables
por la plaza, al igual que un exiliado Obi-Wan Kenobi sintiendo una profunda perturbación en la Fuerza.
El inconformista es al mismo tiempo un teólogo que
"concibe el destino del hombre está atado con el destino de Dios" y "un psicópata filosófico", cuyo drama
"es que busca el amor" a través de un "orgasmo apocalíptico" que tiene mucho en común con la emoción de
la mera violencia psicopática.
La frase en "El Negro Blanco" que causó más indignación fue una en la que Mailer atribuye "valor de una
especie" a dos matones que arriesgaron su futuro por
matar a un tendero. (Los lectores infieren que los asesinos eran negro y la víctima judía, aunque Mailer identificó, ninguno). Mailer, aquí hizo el error de confundir
la valentía o la intensidad de una acción con su mérito.
Su argumento se ha defendido citando T.S. Eliot sobre
Baudelaire - "es mejor, de manera paradójica, hacer el
mal que no hacer nada". Durante las próximas décadas,
en contra de toda la evidencia de su experiencia, Mailer todavía imaginaba que “la perturbación de todos los
sentidos”, algunos provocados por las drogas, la bebida o la violencia, podría revelar las verdades instintivas
profundas prometidos por sus ideas religiosas.
El nadir en la búsqueda de la intensidad de Mailer ocurrió en 1960 durante una fiesta en la que tenía
previsto anunciar su campaña a la alcaldía. Borracho y
drogado, pasó la noche golpeando amigos con los puños y otros objetos convenientes. Alrededor de las 4 de
la mañana se metió en una pelea a gritos con Adele y
la apuñaló dos veces con una navaja, una en la espalda
y otra en el pecho.
Lennon recuerda desinfectado a Mailer del apuñalamiento como un performance vanguardista que impredeciblemente salió mal. Lennon enumera los infor-
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mes sensacionalistas. Pero ignora el único informe de
primera mano, por la propia víctima, aunque parece
coherente con todo lo conocido acerca de esa noche.
Adele (en "The Last Party", 1997) recuerda a un extraño y su marido de pie junto a ella.
Lennon tiende a retratar la vida de Mailer como
una secuencia de acontecimientos desconectados, y
en su relato meses después del apuñalamiento, describe a Mailer tan silenciosamente levantándose y reanudando el trabajo.
Norris Church Mailer es una guía mejor que Lennon en otro episodio cuando Mailer defendió los escritos de prisión de Jack Henry Abbott, un asesino que
fue puesto en libertad condicional en 1981 y disfrutó
de seis semanas de celebridad en Nueva York antes de
matar a puñaladas a un camarero que le dijo que su
restaurante no tenía baño público. Lennon y Norris,
ambos informaron que Abbott no había sido puesto en
libertad por recomendación de Mailer, sino porque era
un soplón y por las drogas que supuestamente repartía. Norris añade que Mailer no sabía nada del historial
de violencia o las advertencias de los psiquiatras penitenciarios acerca de que Abbott era paranoico y "capaz
de una violencia repentina".
Lennon desdibuja la medida en que Mailer fue manipulado por la habilidad retórica de Abbott. Abbott se
retrató en sus cartas -publicado con la ayuda de Mailer
como "En el vientre de la bestia" (1981) que, -en efecto,
el verdadero inconformista quien Mailer sólo había imaginado, una víctima impulsada a la ferocidad, apenas
contenida, ira casi visionaria por la autoridad estatal impersonal que Mailer despreciaba. Al mismo tiempo que
Mailer estaba alabando "Búsqueda de la inviolabilidad”
de Abbott, este último, en circunstancias que aún no están claras, se coludía con el guardia y el fiscal de Estados
Unidos. Mailer llevó a Abbott a Nueva York y cuando lo
asesinaron en Nueva York, informe de Lennon, no fue
un consuelo para Mailer el que probablemente habría
sido asesinado en otro lugar si Mailer nunca hubiera
oído hablar de él. Mailer nunca volvió a escribir acerca
de los inconformistas psicóticos.
Lennon es el albacea literario de Mailer y cumple
admirablemente sus obligaciones a su memoria. A veces exagera logros de Mailer. Mailer sobre los "tentáculos psíquicos" de la matriz y sus "ondas de comunicación a alguna fuente concebible de la vida" es un eco
Norman Mailer y J. Michael Lennon
de la visión del plexo solar en Lawrence "Fantasía de lo
inconsciente”. Romanticismo excrementos de Mailer
(el ano como un centro de poder, las heces como "las
riquezas de Satanás") copia el capítulo "excurse" en
"Mujeres enamoradas". Las fantasías de Mailer sobre
la etiología psicosomática del cáncer derivan de Georg
Groddeck a través de Wilhelm Reich. En cada caso,
Mailer usa más palabras que sus fuentes y dijo menos.
Cuenta la vida sexual de Mailer como un gran corazón, Don Juan con las mujeres esperando en todas
las ciudades, tiene un tufillo de admiración lasciva que
inspira escepticismo. Norris Church Mailer cuenta una
historia más plausible. Tanto ella como Lennon describir el momento incómodo cuando conoció en Chicago
a la novia de Mailer, pero sólo Norris añade el detalle
de que la mujer "era no mayor, llevaba una peluca gris,
estaba a unos 5 metros de altura, y debía de pesar 250
libras o más. "Cuando Norris le preguntó qué le había
atraído, Mailer dijo que a veces tenía que ser el guapo”.
Norris se enteró más tarde que otras amantes secretas de Mailer se parecían a la de Chicago, y aunque Norris no lo menciona, las fotos que imprime
de la madre de Mailer ajusta a la misma descripción.
En público, por su parte, Mailer provocó la envidia
masculina y se presentó como un profeta de la energía
sexual que estalló limitaciones sociales. Su verdadera
sexualidad parece haber sido todo lo contrario. A los
30 escribió en su diario que sus deseos eran los deseos
polimorfas de la infancia.
Parte de su actuación como mentor del orgasmo
era su teorización acerca del inconformista "búsqueda
de un orgasmo más apocalíptico que el que le precedió”. El inconformista persigue el orgasmo a través de
actos de dominio, pero las "contradicciones extremas
de la sociedad que forman su carácter" lo hizo “tan
remoto como el Santo Grial". ¿Podría el inconformista
alcanzar el orgasmo apocalíptico, experimentaría un
éxtasis visionario del poder? Las teorías de Mailer sobre los inconformistas ignoran todos los testimonios
de la literatura y la vida que describe experiencias visionarias inducidas sexualmente, cualquier juego de
dominación lleva a ellos, como visiones de gratitud,
igualdad y respeto.
Para DH Lawrence, "trascendencia sexual" era "un
poco de éxtasis donde podía perderse el sentido de sí
mismo y de su voluntad". Lawrence logra el éxtasis
a través del "dominio sobre las mujeres", porque son
físicamente débiles, el dominio psicológico "no era la
tiranía de él, pero la iguala". El sentido de sí mismo
de Mailer como "el guapo" era para él la forma de dominación que, al equilibrar su debilidad interior, hizo
posible la igualdad.
Los amigos de Mailer se preguntaban por qué se
animó a sí mismo a atacar a las mujeres indignadas
con sus teorías, como lo hizo en el Ayuntamiento en
el año 1971 cuando se moderó un "Diálogo sobre la
liberación de la mujer", que él sabía que iba a ser un
asalto bien publicitado. Él estaba haciendo un papel
mientras más mujeres se sintieron provocados por él.
Sus provocaciones tuvieron algunos efectos adversos.
Mailer siempre reconoció de manera indirecta que
él era el perdedor en las guerras sexuales que provocó.
"La hora de su tiempo" (1959) es la historia conocida
en la que Sergio O'Shaugnessy -un personaje de "The
Deer Park", es ahora un inconformista que de alguna
manera se ganaba la vida como profesor de las corridas
de toros en Greenwich Village- trae un estudiante universitario que reprime su primer orgasmo a través del
sexo anal y vaginal con el órgano que Sergio llama "mi
vengador". Como notaron los lectores atentos, Sergio
finalmente provoca el orgasmo de la chica susurrando
en su oído, "¡Pequeña Judia sucia!". Al final la chica
resulta ser el matador, Sergio el toro caído.
Mailer, como observa Lennon, escribió relativamente pocas críticas, pero él escribió sobre los libros
y las películas con un entusiasmo forzado a diferencia
de cualquier otra cosa en su trabajo. Los ensayos seleccionados en "Mind of an Outlaw" son espléndidos
ejemplos como su escena por escena de la disección
de "El último tango en París”. Deslizó juicios críticos
en casi todo lo que escribió. Denunciando sintéticos
modernos. El último de ellos fue el nombre comercial
de las novelas de William Styron.
En 2007, pocos meses antes de morir a los 84 años,
Mailer visitó a su amante de San Francisco durante
una gira publicitaria. Se reunieron en el restaurante
del hotel y hablaron sobre sus cirugías. "¿Quieres venir
a la habitación?", le preguntó. Ella se negó: "Si voy,
voy a dormirme". Él respondió que él también, quizás
todavía con la esperanza de aferrarse soñoliento a una
mujer "como un niño que abraza el universo".
Edward Mendelson es el profesor Lionel Trilling en Humanidades en la Universidad de Columbia y el albacea literario de la finca de WH Auden. Él es el autor de “Early
Auden, tarde Auden”).
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Cuento
Terapia de grupo
Coordinador: Freddy Secundino S.
A partir de esta edición, se publicarán aquí relatos cortos de escritores mexicanos y extranjeros, con
trayectoria editorial y nóveles. El nombre de esta sección no es más que una metáfora de las historias
(propias o inventadas) que nos contarán los autores reunidos en cada número.
El hijo artificial
Clave
¿Quién es Pepe Caramelo?
Martha Cupa León (Michoacán, Méx.)
Roger Vilar (Cuba)
Ylla Kannter (Veracruz, Méx.)
Llegué de otro mundo para cumplir una misión en
la Tierra. Me impusieron en un vientre fértil y saludable. Renací aquí, a pesar de que mi “madre” trató en
vano de abortarme: sin yo saber porqué, ella me sentía
ajeno. Nadie le informó nada de mí. Un ente de mi
planeta, haciéndose pasar por médico, la hipnotizó y,
después de reducirme de edad y de tamaño, me introdujo en su útero.
Incluso, cuando yo era un bebé, ella me descuidó
cuando sufrí una infección y alcancé una temperatura de 40 grados centígrados. Me desmayé y se hizo
la ilusión de que había muerto. Me tendió sobre una
mesa para “velarme”, pero llegó mi padre y me llevó al
hospital, donde me curaron.
Cuando cumplí los 20 ya estaba realizando mi misión en la Tierra, junto con otros entes de mi planeta.
Todos los integrantes del proyecto sabíamos que éramos hijos artificiales de madres terrícolas. Ellos nada
comentaban de las actitudes de sus madres aquí. Las
de allá eran frías y, por lo tanto, no echábamos de menos sus muestras de afecto. Pero la de aquí, la mía,
era cariñosa con sus hijos. Yo deseaba que lo fuera
también conmigo.
Casi a punto de terminar con la misión, decidí ganarme el cariño de mi “madre”, para experimentar su
amor, pero la mala suerte lo impidió: sufrió un infarto
cerebral y quedó en estado de coma. No había nada
que hacer. Agonizante en su recámara, mis “hermanos” la dejaron sola para que muriera.
Yo permanecí allí, observándola en ese momento
tan suyo. Su respiración era cada vez más espaciada. Su rostro más relajado. Yo sabía que en cualquier
momento ocurriría en su cerebro la explosión de
endorfina, dopamina y otras sustancias que le provocarían el gran orgasmo de su muerte, y yo estaría
junto a ella… Eso era algo muy importante para mí:
despedirme de mi madre artificial de ese modo… Los
minutos transcurrían…
De pronto, entró el menor de mis “hermanos”, el
más cariñoso con ella. Se sentó a mi lado a contemplarla y lo hizo con amor, con ternura, con una admiración que yo no había visto nunca en ninguno de los
hijos de mi planeta. Me puse de pie en silencio.
-Te dejo solo con ella –otorgué.
No habían transcurrido ni cinco minutos cuando
mi “hermano” salió nervioso y nos informó: “Ya murió”.
Así debió ser. Ella me negó a mí, su hijo artificial,
su momento más íntimo y orgásmico: su muerte. Creo
que siempre supo a quién debía amar.
La mano de Juan hurgó en el bolsillo. Tomó las cotidianas tres llaves unidas por una argolla de bronce. La
del trabajo, la del edificio, la del apartamento en que
vivía. Pero por primera vez en 9 años, enredada entre
los dedos, surgió una cuarta llave. La miró detenidamente. Era muy simple. Pequeña. Un mezquino metal
la constituía. Probó a abrir con ella la puerta del edificio. No funcionó allí ni tampoco le permitió entrar a
su casa. “¿Será del trabajo?”, se preguntó. No recordaba
que nadie se la hubiera dado. Al otro día le preguntó a
la sirvienta si la llave era de ella. “No, no señor”. Media
hora después Juan intentó abrir con la advenediza la
puerta de su oficina. No pudo. La insignificante llave
no permitía el acceso a nada que él conociera. ¿Quién
se la había dado? ¿Por qué estaba en el bolsillo de su
pantalón? ¿Cuál era la puerta que no recordaba? Durante el primer mes de ser propietario de la absurda llave
Juan la probó en las cerraduras de todas las casas de su
vecindario. Por lo menos 400 domicilios. Y así continuó, mes tras mes, calle por calle, hasta cumplir 85 años
de edad. Ya había olvidado cualquier cuestionamiento
sobre la cuarta llave. Entonces, al introducirla mecánicamente en una cerradura, la puerta de la mansión se
abrió de par en par, y Juan pasó a la sala, donde se sentó
en un antiguo sillón. Escuchó el rumor de unos pasos.
Alguien se acercaba. Lo saludó. “Juan, qué bueno verte”.
Tomaron té negro toda la tarde mientras el sol fenecía
tras los vitrales góticos de un gran ventanal.
Pepe Caramelo despierta con una duda existencial:
“¿Quién soy?”. Se pregunta con frecuencia “¿de dónde salí?”, una cuestión que quiere resolver. Se mira
las manos, se cuenta los lunares frente al espejo. No
reconoce su especie. Llega a la conclusión de que es
extraterrestre. Sale a la calle convencido de su origen
intergaláctico y pide un latte en la cafetería de la esquina. “Para comerme un poco de vía láctea”, se dice
en cada sorbo.
*Del libro Minutario de un viajero, de próxima aparición en la editorial Jus.
*Del libro Cuentos de Caramelo, inédito.
Palabras de hombre muerto
Desirée Jiménez (España)
A Marta ya le habían dicho que el vecino de arriba
era raro. Tenía miedo a la muerte. A una muerte lenta,
silenciosa, anónima. Vivía solo desde hacía mucho. No
recibía visitas. Temía morir y que nadie encontrase su
cadáver. Por eso cada día, en intervalos de unos treinta
minutos, su vecino dejaba caer un pedazo de papel en
el que escribía, con caligrafía de caléndula, una palabra.
A Marta, al principio, la enternecía esta costumbre. Le
hacía gracia. Pronto se percató de que jamás repetía una
palabra. Así, caían elefantes, engranajes, café, caballeros, granadas, amor, polvo, él, magdalena, rata, moco,
filantropía, licenciados, suave, primoroso, sastre, gata,
enano, chinos, oraciones. Marta vivía sumida en un
torrente de celulosa, en una desesperada lluvia de palabrería. Obviamente, resultaba molesto tener que barrer cada día los nazis y los musulmanes, los ahogados
y las cerezas, los pájaros y los océanos y las diecisiete
variedades de arbustos, las doce tribus de Israel todas
esparcidas y arrugadas en su patio. Una vez encontró un
petirrojo bajo su almohada y otra un dedo en la sopa.
Del cabello se había sacudido galimatías, laberintos y
lagartos. Empezaba a estar harta.
Entonces percibió algo, un oscuro retorcerse en la
caligrafía de su vecino, que ya no era de caléndula,
sino de enredadera. Había notado, también, cierta alteración en la temática. Ahora no paraba de recoger
del patio huesos, cavernas, nudos. Con su letra de
musgo, sus trazos mohosos, comenzó a escribir sangre, hígado, podrido, agujero. La frecuencia comenzó
a disminuir. Los papelitos caían cada hora, cada atardecer, cada semana. Marta recordará siempre la última
palabra que recogió. “Gracias”.
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El Mollete Literario
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Cuento
La tarotista de la calle Mesa
Por Hilda Sotelo
S
us ojos cansados casi no
veían. Había pasado 40
años leyendo las líneas de
la mano y las cartas del
Tarot. Se aproxima a la puerta de
entrada y salida. Y al dar el octavo
paso mis ojos le regalan liberación.
Entré precavida, pensé en lo dividida que me siento últimamente. Conduje cuarenta años desde el nacimiento, a la edad de uno y un ángel gigante sin alas
me entrega el Don del vidente. Yo era niña, apenas si
balbuceaba “mom”.
La tarotista tenía 41 años, su bisabuela la convenció de que San Judas Tadeo era milagroso, también la
instruye en los amarres y desamarres. Cada mañana
despiertan amorosas, su pecho latía entusiasmado,
toman café, desayunan pan de trigo con mantequilla fresca y permanecen largas horas sobre la mesa
de madera larga, y mantel rojo de vinil. Conversan
prediciendo la semana, y los rostros de los futuros
clientes. A la tarotista le encanta entretener su mirada en las tazas y las enormes estatuillas de San Judas
Tadeo y la Virgen.
-No te entretengas tanto en los adornos, mija, tu
misión será quitar esos pequeños obstáculos que rodean a las personas. Has demorado 41 años para perder el miedo. Me alegro que sea tu voluntad la que
llegue aquí. De hambre no te vas a morir, tendrás que
hacer votos de sencillez pero serás feliz ayudando,
sonreirás y cada palabra tuya es tomada para construir
o destruir. Lo sencillo no es simple, le toma varios lustros al alma comprender eso.
- Buelita, me gustan mucho estas tacitas, yo no
quiero ir tan lejos ni me interesa saber el futuro. Tengo
el Don, pero soy libre.
Di varios pasos, de la puerta de entrada al cuarto
mágico restaban ocho. Me entretuve viendo la sala,
sillones color negro, ocupaban casi toda la estancia,
una tv gigante amenaza con llevarse los episodios de
la realidad entretenida en la venganza. Varias fotografías de ella joven, decoraban la pared. El cabello
relamido, su vestido entallado, sus perfectas facciones entonaban con la sonrisa que en ese momento
intentaba ofrecerme. Eran las 8pm en la fotografía,
el reloj se había detenido sin sospechar de su propia
eternidad.
Ella realmente creía poseer el Don, -venga Hermana, le cobraré 800 dls, y en diciembre me traerá
flores blancas, ya verá. No tengas miedo-. En estos
tiempos el escepticismo casi acaba con el negocio.
El anuncio luminoso de Lectura de Tarot sobre la
calle Mesa, estaba a punto de extinguirse. Ya casi
nadie caminaba por esos rumbos. Los habitantes del
pueblo perdieron la fe, la depositaron en el frasco de
vino cuyo fondo anunciaba prometedores billetes.
Andaban autómatas, robóticos, y sólo escuchaban a
la deuda monetaria y las enfermedades, por ésas se
desvivían.
-A lot of things will change. You will have to keep
you faith strong. Soon, people won’t believe in anything-.
La bisabuela dio el último sorbo al café, al siguiente día falleció, hace 41 años eran las 8pm y sus
crédulos ojos vieron al ángel de la muerte, luego al
otro ángel femenino, el mismo que me traía el cofre
y la extraña herencia.
La bisabuela desaparece entre un camino nebuloso, nadie puede cruzar el umbral, ni mi fe, ni mis ojos
que lagrimeaban humanos. El tiempo pasa rápido,
tres rayos le tocaban su frente. La tarotista acaricia el
rostro adorado, era clara una tabla lúgubre y fría. En
ese momento supo que aquel cuerpo ya no era el de
la bisabuela ni sus manos lectoras de palmas. Regresó
la fantasía al cuadro fotográfico y la imaginación a
su lugar.
La bisabuela enfurecida nos ordena continuar su
trabajo. Ella nos heredó la fe y la casa en la calle Mesa.
También deja en un cofre las benditas cartas del Tarot,
las mismas que el ángel femenino me lee a la edad de
1 año y ahora no existe.
La Tarotista no sufrió con la muerte de la bisabuela, milagrosamente el Don le daba para ver entre
sueños hacia donde iban exactamente sus familiares.
No la abandonó, seguía ahí entre la cocina y el cuarto mágico, molesta. La vi de pie atrás de la estatua
de San Judas Tadeo. Me dijo que había estado esperando mi llegada, que su adorada bisnieta estaba
cansada de repetir lo mismo y que ella también había
perdido la fe.
La bisabuela dijo que muy pronto yo recuperaría mis dones que dos mujeres los habían enterrado
junto con semillas de cardo y ortiga y que estos habían crecido para maldecir. En cambio yo decido entregar rosas blancas en diciembre, acto seguido, las
infelices, me dejarían finalmente en paz. La tarotista
me bendijo y entrega nueve veladoras blancas de luz
perpetua. El cuarto mágico se ilumina cuando las veladoras arriban de Canadá, fue cuestión de fe y describir a detalle lo que anoche vi. Era ella la tarotista
de la calle Mesa, ella vestida de guinda, desanimada,
de ojos tristes, mirada resignada, la que limpia tu
entorno y cuya fe te convence de dones conferidos,
dones que regresan al verme liberarnos de ilusiones,
justo a las 8pm.
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Entre mis libros de Octavio Paz
Por Lucila Rivera de Blanco
I
ndecisa, me acerco a mi
colección de libros de Octavio
Paz. Por lo general no importa
cual libro prefiera, pues
su obra es inabarcable. Siempre
encontraré algo que me emocione,
que me deje pensativa, imaginando
las calles del centro, portales,
iglesias, zaguanes, antiguas
calles que conservan el estilo de
comercios con sabor aldeano que
conocí cuando niña: misceláneas,
bazares, puestos que invaden de
alegres coloridos las banquetas.
Por fin me decido por “El
Laberinto de la Soledad” (1950)
del Fondo de Cultura Económica, del que se piensa es “Una
busca agónica del ser del mexicano, siendo un estudio de los
más lúcidos y sin duda de mayor
vigencia. Muchos de los conceptos que expresa continúan siendo
empleados por propios y extraños
cuando se lanzan a la aventura
de definir el carácter nacional: la
máscara, el “ninguneo”, el mexicano como fruto de una violación…”
Abrir este libro produce la
misma emoción que una puerta
que espera tras de la que sabemos
se encuentra la gran fiesta de la
palabra que nos llevará a las
emociones, reflexiones y sutiles observaciones del poeta
que ha sabido captar la sensibilidad delicada y el orgullo del
mexicano que sabe esconder y
manejar desde su soledad, su dolor oculto y su valía de hombre.
En el Capítulo III “Todos
Santos, Día de Muertos” nos va
relatando el momento esperado
de la fiesta de sus iglesias, de las
fechas venerables que merecen el
desahogo, el descanso en donde puede
mezclarse entre las multitudes, cantar, gritar, beber y
decirle al mundo de su valía y de su orgullo.
Nos imaginamos al leer uno de los párrafos, entre
la muchedumbre emocionada, al poeta que comparte
como hermano el mismo júbilo:
“Cada año el 15 de septiembre a las once de la
noche, en todas las plazas de México celebramos la
Fiesta del Grito y una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para
callar mejor el resto del año. Durante los días que
preceden y suceden al 12 de diciembre, el tiempo
suspende su carrera, hace un alto y en lugar de empujarnos hacia un mañana siempre inalcanzable y
mentiroso, nos ofrece un presente redondo y perfecto
de danza y juerga de comunión y comilona con lo
más antiguo y secreto de México. El tiempo deja de
ser sucesión y vuelve a ser lo que fue y es originariamente: un presente donde pasado y futuro al fin
se reconcilian”.
Más adelante nos retrata en su momento de exaltación nuestras fiestas:
“Durante esos días el silencioso mexicano silba,
grita, canta, arroja petardos, descarga su pistola al
“Cada año el 15 de septiembre a
las once de la noche, en todas las
plazas de México celebramos la
Fiesta del Grito y una multitud
enardecida efectivamente grita por
espacio de una hora, quizá para
callar mejor el resto del año.”
aire. Descarga su alma. Y su grito, como los cohetes
que tanto nos gustan, sube hasta el cielo, estalla en
una explosión verde, roja, azul y blanca y cae vertiginoso, dejando una cauda de chispas doradas”.
Pero no puedo dejar de recurrir a mi libro de
Octavio Paz “Poemas” (1935-1975) Y busco su
sensibilidad ante un hecho tan lacerante para todo
ser lúcido como es la muerte, busco su filosofía, su
aceptación y entre algunos otros, selecciono “Elegía
Interrumpida”
En uno de sus párrafos, me detengo:
“Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. Al que se
fue por unas horas/ y nadie sabe en que silencio entró./
De sobremesa cada noche,/ la pausa sin color que da al
vacío/ o la frase sin fin que cuelga a medias/ del hilo
de la araña del silencio/ abren un corredor para el que
vuelve/ suenan sus pasos, sube, se detiene / y alguien
entre nosotros se levanta/ y cierra bien la puerta/ Pero
él, allá del otro lado, insiste./ Acecha en cada hueco,
en los repliegues,/ vaga entre los bostezos, las afueras/
aunque cerremos puertas, el insiste..”
Ante estas palabras, yo también me detengo. La
sensibilidad de este poeta que vivió con intensidad
fiestas y duelos de sus hermanos mexicanos, me es
suficiente. Ya sin mencionar todos los premios y distinciones que recibió, basta con decir:
Octavio Paz nació y murió en México (1914-1998).
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El Mollete Literario
15.01.2014
1984, el “futurismo
utópico” de Orwell
Los hombres no son tan hijos de sus padres como de su tiempo
Por Salvador González Briceño
“En los tiempos de engaño universal, decir
la verdad se convierte en un acto revolucionario”: Orwell. [NB: En junio de 2006, en
Londres, un británico fue detenido por manifestarse con esta leyenda en una pancarta].
EE
n estos días, el 21 de
enero, se cumple un
aniversario luctuoso
más de George Orwell
(seudónimo de Eric Arthur Blair,
1903-1950), el escritor inglés que
legó al mundo obras importantes
como 1984 (primera edición de
1949) y La Rebelión de la Granja
(obra de 1945) en donde plasmó
su crítica, irreverente y objetiva
—basadas en experiencias y su
participación en la Guerra Civil
en España (1936-1939)—, en
contra de los totalitarismos nazi y
estalinista.
Pero no sólo. Tiempo atrás, en 1934, había publicado Los Días de Birmania, en donde arremete igual
en contra del propio imperialismo británico, tras su
paso por la “policía imperial de Birmania”. Y otras
como El camino a Wigan Pier, sobre las condiciones
de vida de los mineros en el norte de Inglaterra, en
donde refleja su compromiso social. Sus ensayos también dan cuenta de ello.
Serían sus vivencias sobre las clases trabajadoras en el París de principios del Siglo XX —téngase
en cuenta el ambiente bélico prevaleciente en Europa—, que alimentaron su postura como cronista, novelista crítico y escritor en favor de la justicia
social y la mejoría en las condiciones de vida de las
clases sociales bajas.
De la mano de esto, y en coincidencia con Aldous
Huxley, K. Dick y Antony Burges, Orwell pasaría revista a la cara “oscura” de la moneda: la indiferencia
de la sociedad de su tiempo, por desdén o ignorancia,
a los buenos augurios con que se presentan los avances científicos y tecnológicos. Peor aun cuando, recién
escrita la novela 1984 había pasado el Holocausto que
puso fin a la Segunda Guerra Mundial e hizo sentir
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pánico a la humanidad con la
bomba atómica de Estados Unidos sobre territorio japonés.
Un reclamo que en nuestra
época sigue vigente. Como el
enfoque distópico (antiutopía, lo
contrario a utópico; que describe
a una sociedad oprimida y bajo
un gobierno autoritario) prevaleciente, más ahora que nunca por
el desarrollo de la electrónica y
las TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones)
que facilita el trabajo al “Gran
Hermano”, el Leviatán omnipresente que escudriña tanto física
como las actividades y la mente
de los hombres del siglo XXI.
Este breve contexto nos permite comprender los
escenarios de 1984 de George Orwell. Con dedicación
anti-totalitaria que, si bien aplica a la expresión de las
políticas persecutorias y a los métodos criminales del
dictador en la Rusia Soviética postleninista y antitrotskista (que describiría en carne propia Alekandr I. Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag [1973] y enfrentaría
el rechazo de los comunistas recalcitrantes del mundo
cerrados a creer en los campos de concentración de
Siberia) José Stalin, no se alejan del despotismo y vigilancia de todo régimen autoritario de épocas recientes.
De ahí la vigencia; de ahí el maleficio orwielliano.
En pocas palabras,
el argumento central de
1984, refiere a un futuro en
donde una dictadura autoritaria interviene en la vida privada
de los ciudadanos a un grado tal
que a éstos les resulta imposible
escapar. El personaje central,
un Winston Smith ubicado en
Londres que tiene una vida totalmente controlada por el “Gran
Hermano” (el que observa los
pensamientos más profundos) y
el partido único.
Un mundo en donde los
operadores del sistema, sabedores de la historia y
operadores del lenguaje, se hacen de los instrumentos necesarios para regular y controlar en su beneficio —la división hipotética de los tres niveles de
hombres “altos”, “medios” y “bajos”, y la lucha por
los alimentos— la dinámica de una sociedad fraccionada por las guerras en donde no hay perdedores
sino ganadores con la imposición del miedo como
método de control. La ingeniería del terror y de la
guerra, como mecanismo político para perpetuarse
en el poder, que desnuda Orwell.
El Mollete Literario 15
15.01.2014
De periodista a escritor sin pasar por el Boom
René Delgado
Por Raúl Urbina C.
L
a lectura de El Rescate,
primera novela de René
Delgado, produce un
suspenso a lo largo de la
trama que quisiéramos prolongarla
o duplicarla en el recuerdo. La
descripción de la vida cotidiana de
las ciudades de México, El Salvador,
Miami, Holanda, Francia y Bruselas,
lugares en que se desenvuelve toda
la narración, nos obliga comentar
y aun con la simple silenciosa
evocación para recomendarla
compartirla y avisando a quienes no
lo han hecho.
La Historia narrada en El Rescate gira en torno a la
vida del reportero Juan Lavín, en la década de los 70,
en la que nos presenta esa parte que todo periodistas
guarda de las vivencias y acontecimientos de su vida
periodística y que posteriormente puede volcar en forma ficticia en apariencia en una novela ubicándolos en
los límites de lo verosímil o verdadero.
Una historia de 26 capítulos, que se inicia en la
ciudad de México, en la que René Delgado, recrea su
trabajo periodístico que realizó como enviado en El Salvador en 1979, para el diario en que trabajó, recrea la
dinámica de las antiguas redacciones de los años 70, los
compañeros de trabajo, las fiestas con los amigos de la
universidad, que a lo largo de la narración nos describe
de esa vida cotidiana y del periodismo ya desaparecido.
“El periódico aún estaba en calma, sin la efervescencia vespertina. Juan saludó desde Margarito hasta el
estúpido reportero de guardia. Se sirvió a hurtadillas un
café en la Dirección y fue a su mesa de trabajo. Revisó
los diarios y chacoteo con cuanto compañero llegaba.
Escuchó los nuevos chismes sin dar crédito a ninguno,
aunque registrando todos. Entre ires y venires, transcurrió la tarde. Juró entregar el reportaje en dos o tres
días. Y, por no dejar, a eso de las siete y media llamó a
Teresa. Tlapalería En el clavo, contestaron. Recogió su
correspondencia y, sin ánimo de llegar, se fue a casa”.
Teresa será la amante accidental y misteriosa, y
parte fundamental en el secuestro que lleva acabo la
guerrilla salvadoreña, trama principal en la novela desarrollándose en las ciudades de El Salvador, México,
Miami, París, La Haya, y Bruselas.
“Lunes, dos de la tarde y minutos: Bucareli. Voceadores levantando rubores con piropos y chiflidos.
Olor a aceite quemado de fritangas. Río de vehículos.
Canto de cláxones en celo. Hervor de motores. Pico de
bullicio, los voceadores con histéricas noticias.
El retraso del camión puntual. Teresa e Irene estaban recargadas en la salpicadera de un coche. Reconocieron a Juan. Ahora sí rieron con él y no a sus
costillas. Bastó con levantar el seguro de la portezuela.
Teresa quedó a su lado; Irene junto a la ventanilla. Celebraron el reencuentro. En la esquina de Baja California, Irene se disolvió entre el nubarrón de carne y
huesos que atravesaba avenida Cuauhtémoc.
Teresa y Juan, por fin a
solas:
-¿Tienes algo que hacer o
puedo secuestrarte?
-Depende adónde me lleves y que pidas de rescate.
Puedo estar contigo hasta las
cinco”.
Juan Lavín es el periodista
que se entrampa por el capricho de los acontecimientos
y la satisfacción de tener un
lugar en ellos
“-Como le dije, soy periodista, mi nombre es Juan
Lavín y vivo en la ciudad de
México. Ésta es mi tarjeta.
Por circunstancias del azar
cubro asuntos especiales
y, de manera particular, el
conflicto salvadoreño. Voy y
vengo de México a El Salvador. Le cuento esto con toda
franqueza y el ánimo de ser
correspondido de la misma forma. No nos conocemos
y conviene hablar sin engaños a partir de un pacto de
caballeros: después de esta charla, se olvida usted de
mí. No quiero tener ningún otro contacto ni verme
inmiscuido en este asunto. No sé nada más de lo que
voy a decirle. Ojalá no me equivoque al hablarle así.
Mire, señor Margucían, en mi Último viaje a El Salvador me encontré en el hotel con este envoltorio y
la solicitud de entregarlo, por razones humanitarias,
aquí en Miami: son las condiciones del rescate de su
sobrina Sandra“.
El trío de amigos universitarios; Mauricio, Salvador y Guillermo, son la parte fundamental de la relación que Juan Lavín tiene con la guerrilla salvadoreña,
que secuestra a Sandra la hija de Alejandro Margucían acaudalado terrateniente cafetalero salvadoreño,
y quien no estará dispuesto a pagar el rescate que le
exigen aún a costa de que su hija se ejecutada.
“Camino al Vips, Juan Lavín recordó la militancia
estudiantil de Mauricio, Salvador y Guillermo, su bien
granjeada fama de acelerados que la juventud comunista resumió en el apodo de La guerrilla Plastimarx y
la crítica a sus bromas.
Bromas y locuras como aquella que violó el acuerdo de recabar firmas en contra del secretario de la Reforma Agraria, Fausto Gómez, quien de pronto apareció en la escuela con rango de investigador de tiempo
completo. La guerrilla cazó al exfuncionario y, en su
primera oportunidad, lo encadenó al escritorio del salón de clases, en protesta por incorporar a políticos
desempleados a la docencia, verdaderos aviadores que
veían la cátedra como exilio prestigioso y asistían a la
universidad sólo los días de pago. Expuesto a la burla
quedó el flamante catedrático, simulando vivo interés
por la plaga de excusas con que el director de la facultad quiso borrar el incidente, en tanto se conseguía un
cerrajero capaza de liberarlo.”
Otro de los personajes es
Héctor Margucían, tío de Sandra, quien pagará el rescate
que pide la guerrilla salvadoreña por dejar en libertad
a su sobrina, contrariando la
decisión de su hermano Alejandro quien opta por la intervención policiaca y los grupos
paramilitares salvadoreños.
El Rescate es la primera
novela de René Delgado, en
ella mezcla parte de sus vivencias como enviado en la
guerra insurgente de El salvador y realiza una historia que
recrea la parte oscura de los
acontecimientos, que ficticios
en apariencia, a través del relato de la historia los ubica en
la frontera de lo verosímil y
lo verdadero. Baste recordar
que René Delgado cubrió los
conflictos armados de Nicaragua en 1978 y El Salvador en 1979. De allí que en
esta, su primera novela, vaya haciendo que el interés
lector se separe y se concentre en hacer conjeturas de
cuál será el final de la historia.
La novela que fue producto de cinco años de trabajo de 1985-1990, iniciada en Europa, durante su
estancia en Bruselas Bélgica, en la que fungió como
agregado cultural en la embajada de México de 1984 a
1988, la termina en México e impresa en 1992.
La historia periodística de René Delgado se inicia
en 1973, época en que se inscribe en la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México para estudiar Periodismo y
Comunicación Colectiva. Nace en la ciudad de México
el 17 de septiembre de 1954. En 1978 fue fundador de
los noticieros Enlace en el Canal 11 del IPN. Colabora
de 1980 a 1984 en el periódico UnomásUno. En 1984
ingresa al servicio exterior mexicano como agregado
cultural en Bélgica. En 1988 se incorpora al diario La
Jornada. Asume la dirección de Este País en 1991.
Fundador del periódico Reforma, al que ingresa como
subdirector editorial. Desde 2004 es director Editorial
del periódico Reforma.
Sus obras publicadas anteriores a la aparición de
El Rescate (1992), son: La Oposición: debate por la
nación (1988); Ovando y Gil: Muerte en víspera de
elecciones (1989).
www.estadoyseguridadnacional.mx
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El Mollete Literario
15.01.2014
Novedades literarias del mes
Por El Bolillo Escéptico
El Mundo hasta ayer. Editorial Debate, España, 2013. 592 pp.
Jared Diamond autor de Armas, gérmenes y acero o Colapso, en
su nuevo libro el escritor e investigador ha optado por seleccionar
algunas temáticas y sociedades. Para ello, ha dividido en nueve ámbitos su trabajo repartidos en los once capítulos a fin de ilustrar cómo
podemos aprovechar de distintas formas nuestros conocimientos sobre sociedades tradicionales: los peligros y la crianza de los hijos, el
trato de los ancianos, los idiomas y el poliglotismo, los estilos de vida
saludables, la resolución pacífica de conflictos, e incluso asuntos que
tienen que ver con lo religioso y lo espiritual. Un libro que garantiza el
conocimiento sobre las formas de vivir de los antiguos pueblos. Usted
decide… si desea aprender de las sociedades tradicionales.
Los Otomíes en la Mirada de Ángel Ma. Garibay. Instituto Mexiquense de Cultura. México, 2006. 428 pp.
Valioso libro que reúne la obra de Ángel María Garibay Kintana,
sobre la etnia Otomí, edición coordinada por la antropóloga Rosa Brambila Paz. La obra contiene material inédito y publicado, así como los
veinte años de convivencia de Garibay con los otomíes del estado de
México. Consta de tres capítulos alimentados por las crónicas del autor
quien oriento a través de estas su esfuerzo para poner el pasado prehispánico en el mismo nivel que las culturas clásicas. El libro es en sí
una recopilación de testimonios orales y escritos, observación de usos y
costumbres, y la participación activa del autor en la vida de las comunidades otomís del estado de México. Un buen libro para quien desee ampliar su conocimiento de la obra de Garibay y el tema del indigenismo.
La Comuna de Oaxaca. Crónicas oaxaqueñas de una crisis del
sistema político priista. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez,
México, 2010. 437pp
Carlos Ramírez, periodista, investigador y autor de más de una
veintena de libros, ofrece en esta obra un panorama distinto del caso
oaxaqueño. Plantea un mapa del conflicto que nos proporciona amplias explicaciones, ya que el autor de la columna Indicador Político
no ha caído en lo que critica. Con su investigación periodística -método que ha utilizado a lo largo de su trayectoria profesional- nos
muestra su agudeza para desarrollar el trabajo periodístico, su cultura
y buena prosa. Con herramientas va desentrañando el conflicto por
medio de sus artículos, ensayos, ponencias y libros lo que nos permite
ubicar la situación que enfrenta Oaxaca y señala cual es el rumbo que
debe seguir el estado para dejar atrás la miseria y desigualdades. Una
excelente investigación para los interesados en la ciencia política.
www.grupotransicion.com.mx
Naxihi Na Xinxe Na Xihi: Por una vida libre de violencia para las
mujeres en el Valle de San Quintín, Baja California. Serie Vida y milagros de mujeres indígenas. Universidad Autónoma Metropolitana.
México, 2013. 11 pp.
Tomo 1 de la serie Vida y milagros de mujeres indígenas. Es una
investigación realizada por las profesoras, Gisela Espinosa y Carmen
Luna Muñoz. En la que se analiza la experiencia de Naxihi na xinxe
na xihi (Mujeres en defensa de la mujer), narra la lucha desigual de un
grupo de mujeres jornaleras del Valle de San Quintín, que emprenden
en la defensa de sus derechos laborales. Se describe también cómo,
estas admirables mujeres transitaron de la vulnerabilidad y la impotencia a la insumisión y la lucha por sus derechos y por una vida libre
y sin violencia. Excelente libro sobre la lucha feminista de las mujeres
indígenas en México.
El Mollete Literario 17
15.01.2014
Novela por entregas
El 777 vs. El Chalequero
Por Slaymen Bonilla
Satélites turbados, los sentidos ceden al resplandor y
las solemnes rosas funerales descienden sobre alguien que
no existe sobre alguien que abandona la ciudad rumbo
al río del nunca más volver y a la espalda el estrépito
consume, en destruida patria, el óleo de la gloria, antiguo
barro donde la conciencia vivía soledades y esperanzas.
Alí Chumacero, La noche del suicida.
E
I
l Coronel – como le
gustaba que lo llamasen –
encendió su pipa. Sus ojos
parecían despreocupados,
seguramente a causa de tantos
años en los que el servicio le había
forjado una tez de hierro. Pero sus
manos no podían mentir. Un ligero
temblor asomaba por ellas.
A su lado el teniente Eleuterio Sandoval esperaba pacientemente cualquier orden, movimiento o
murmullo. Pero el tiempo se hacía eterno. El reloj
marcaba las once de la noche, hora poco conveniente para hacer gala de un alarde de audacia. Había
tenido que dejar el calor de su lecho marital para
presentarse en la oficina a petición directa del Coronel. Eso sólo podía significar que algo estaba mal.
Cuando llegó al Cuartel General unas farolas
lo recibieron. El frío invierno comenzaba a pegar
en la Ciudad. Y este invierno era más frío que de
costumbre. Los pasillos del Cuartel estaban desérticos, tan helados como el exterior. Un olor a tabaco
era el único resquicio de la vida humana que algunas horas atrás estallaba entre esas cuatro paredes.
“Maldito sea el Coronel”, pensó mientras recorría
un pasillo. Al fondo una luz discreta daba aviso de
la presencia del susodicho. Un respiro y adentro.
Ha vuelto a atacar – fue la sentencia que pronunció el Coronel apenas después de dar el primer
sorbo a su pitillo.
Las imágenes se anudaron en la garganta de
Eleuterio. Lo primero que vio fue un torrente de
sangre que manaba a borbotones. Lo siguiente, un
río inundado de gritos y una sombra que lo atravesaba entre risas y burlas.
Pero, hace mucho… eh… ¿cómo es posible?
Las palabras atragantadas eran signo del miedo y
la rabia que corrían por entre las venas del teniente.
Su pierna comenzó a agitarse sin control. De nuevo
ese maldito tic. Un sueño, quería que todo eso no
fuese más que un maldito sueño. Pero, por más que
se pellizcaba, no conseguía despertar.
Una ráfaga de viento azotó la puerta. Eleuterio
Sandoval no pudo más que dar un respingo. Se había convertido en un niño cobarde. Todas las noches,
desde hacía ocho años, soñaba con él. Una pesadilla
convertida en rumor lejano. No podía soportarlo.
Hubo días en que despertó jadeante, con un sudor
helado recorriéndole el cuerpo. La cama mojada. Su
esposa trataba de animarlo, se acurrucaba en su pecho y le decía que ya pronto todo terminaría. Y así
fue. Un buen día la sombra desapareció sin dejar rastro. Nadie supo nada más. Pensó que se había hundido en ese maldito río, que se había ahogado con
la sangre de todas ellas. Dios es un justiciero lento,
pero seguro. Y ahora, de entre las cenizas, el ahogado
volvía. La pesadilla volvía a ser vida.
Sé lo que esto representa para usted –el Coronel
hablaba con la seguridad de quien no siente lo que
dice–, por eso he querido que fuese uno de los primeros en estar al tanto.
¿Cu-cu-cu-cuándo…?
Una vez más Eleuterio no pudo concluir la oración. El Coronel lo entendió a tiempo, con lo que
pudo evitarle un esfuerzo sobrehumano.
Hoy, a las nueve y media, en el Río Consulado.
Unas rodillas que se doblan, una lágrima que
cae en el vacío, unos labios sangrantes, un olor a
muerte.
El humo del cigarro comienza a dispersarse en
la habitación. El escritorio de madera. La máquina
de escribir recién traída del gabacho. La vela teñida
entre un montón de papeles apilados en un orden
esotérico. Más al fondo una salida que conduce a
celdas mojadas y malolientes, donde decenas de infelices esperan una condena. Algunos saldrán pronto (sobre todo si tienen algún pariente cercano al
Generalísimo), mientras que otros se pudrirán ahí.
El reloj está a punto de marcar las once y media.
Ya van más de quince minutos en que el silencio
reina. El teniente Eleuterio Sandoval sigue ahí de
pie, como un muñeco arrumbado. El Coronel va
por su quinto cigarrillo.
Busque a un hombre dispuesto a todo –es la sucinta orden dictada por el Coronel.
Será muy difícil.
El teniente tiene razón. Los hombres son seres
pusilánimes, egoístas, incapaces de ofrecer su vida
por el bien de la patria. Ya pocos quedan como el
Generalísimo. Él sí que fue todo un héroe. Nada
más verlo en batalla, dirigiendo a su país a la victoria. Pero de esos ya no hay. Las interminables
guerras y revueltas se los han ido llevando. Nadie
querrá arriesgar el pellejo y menos cuando enfrente
está él, el peor de todos.
¿Conoce usted a alguno? –se atreve a preguntar
Sandoval.
No.
La respuesta es clara y contundente. El silencio
vuelve a apoderarse del pecho de los ahí presentes.
El Cuartel es una tumba, húmeda y rancia. Afuera comienza a llover, es sólo una lluvia lenta, un
chispoteo insignificante, pero suficiente como para
repiquetear un silencio incómodo. Sandoval está
sumergido en sus pensamientos, que no son más
que tintineos absurdos.
¿Qué sabe del 777? –interrumpe una voz.
El Coronel fija la mirada en su subordinado,
atento. Sabe que es su única oportunidad. Espera
un milagro.
No mucho, un día, de pronto, se esfumó.
El 777, otra sombra de un pasado sombrío, el
eco de un alma desalmada, una mirada que mira
sin mirar.
Un buen día llegó, así nomás.
Por aquel entonces debía tener unos diecisiete
años o dieciocho, aunque no los aparentaba. Algo
había en su mirada que estaba roto. Quizá, más
bien, era que no había nada. Ni esperanzas, ni sueños, ni deseos. Era un chacal al acecho. Su piel correosa, venida de campo, transpiraba duras jornadas laborales. No, nada en ese hombre tenía un aire
juvenil. Sus labios partidos y sangrantes, el polvo
en su cabello, un olor a tierra mojada, la ropa corroída y remendada cientos de veces, los pies semi-
18
El Mollete Literario
desnudos. Lo único que lo delataba era su voz, que
aún no maduraba del todo. Pero sus palabras eran
tan duras como los callos de sus manos, en ellas no
había rastro de compasión o sufrimiento. Palabras
escuetas, que servían para comunicar lo indispensable, lo que de otra manera hubiese sido ambiguo,
incomprensible. Ése era Diógenes Espinosa, mejor
conocido como el 777.
¡Encuéntrelo! –el Coronel volvía a interponerse
en sus pensamientos.
Al teniente Sandoval no le quedó otra más que
asentir. Lo hizo por instinto, no por convicción.
¿Dónde demonios lo iba a encontrar? ¿Quería encontrarlo? Un remolino de terror iba creciendo a sus
anchas, sin que él pudiese hacer algo para detenerlo. Quería correr, huir, saltar al vacío, olvidarse de
todo. Vio, por entre las rendijas de la ventaba que
el Coronel le tapaba, un trueno afilado y pensó que
Dios se había vuelto loco.
El teniente salió a las frías calles de una Ciudad
en plena expansión. Lo primero que vio fue al sereno, que avisaba la entrada de la medianoche. Metió
las manos en su abrigo y a paso veloz se dirigió a
su casa. El vaho que comenzaba a desprenderse del
recién colocado asfalto, lo indujo a un estado somnoliento. Redujo su paso y se dio cuenta de que
estaba llorando. Inés había sido una excelente hija,
siempre cordial y afable. No era una época hecha
para las mujeres, pero, por alguna extraña razón,
ella destacaba de entre todas. Sabía tocar el piano,
tejer, cocinar, leer y hasta escribir. Todo se lo había
enseñado él. Claro que hubiese preferido a un varón, pero dados los problemas que su esposa había
tenido para embarazarse debía sentirse afortunado
de aquel regalo divino. Y así lo hizo, la educó como
a cualquier hombre libre y de buenas costumbres.
Le enseñó todo lo que sabía. La amó, en verdad la
amó. Y, de pronto, él se la quitó.
Fue una noche de primavera, de ésas que tanto gustan a los espíritus románticos. Inés, que ya
era toda una señorita, salió a comprar el mandado.
Huevo, tortilla, frijoles y un poco de pan. Siempre
lo había hecho así. Por eso fue extraño que tardara
tanto en regresar. Eleuterio trató de tranquilizar a
su mujer diciéndole que seguramente se había que-
15.01.2014
dado platicando con alguien por ahí. Así pasó la
primera hora. Luego pensó en el mequetrefe ése que
la perseguía. Llevaba ya meses tras ella. Le regalaba
rosas, le recitaba poemas de amor (bastante infames
por cierto), le prometía el cielo y las estrellas. Hasta
hubo una noche en que, con un montón de amigos,
trató de llevarle serenara. Y digo trató porque, a las
primeras notas y alaridos surgidos de aquella turba
de holgazanes, Eleuterio salió, fusca en mano, y los
despidió con unos cuantos balazos al aire. ¿Y si la
había raptado? Jamás pensó en una posible fuga,
pues su hijita era decente. Él era el responsable. Al
menos eso creyó, hasta que fue a su casa y lo encontró comiendo con sus padres y su hermano menor.
¿Dónde está Inés? –preguntó con fiereza.
El joven que ya de por sí estaba sorprendido por
la inesperada visita, enarcó aún más las cejas.
No lo sé señor, no la he visto desde antier.
No te hagas el inocente. Sé que tú la tienes.
Le juro que no señor.
La respuesta parecía sincera, sobre todo tomando en cuenta el contexto que la rodeaba. Una comida familiar, una casa en perfecto orden. De haber
raptado a su hija, ese mocoso no estaría ahí, tan quitado de la pena; habría huido con ella a algún paraje
inhóspito. Quizá fue por eso que Eleuterio Sandoval
dio media vuelta y se retiró sin decir palabra.
Cuando regresó a su casa se encontró con un
tumulto de personas, entre las que destacaban algunos gendarmes (las demás eran las típicas viejas
chismosas y uno que otro niño curioso). Apuró el
paso, pero súbitamente se detuvo. Tenía un mal
presentimiento. Sabía lo que le esperaba del otro
lado de la puerta. Así se quedó, inmóvil, hasta que
los gritos y el llanto de su mujer lo regresaron a la
realidad.
Eva de Sandoval gemía tirada en el suelo. Dos
gendarmes intentaban incorporarla. La casa olía a
quemado, el horno seguía prendido. Por alguna
razón que ni él mismo pudo explicar, el teniente
no fue directo a consolar a su mujer, sino que, con
toda calma, se dirigió a la cocina, apagó el fuego y
se derrumbó en una silla. Tantos años en servicio
le habían dado el colmillo necesario para entender
y callar. Súbitamente el llanto de su mujer cesó. Se
habría desmayado. Fue entonces cuando uno de los
gendarmes se postró en la puerta, listo para cumplir
su trabajo, pero el teniente se le adelantó.
¿En dónde la encontraron?
El gendarme reprimió su asombro y se limitó a
contestar.
En Río Consulado mi teniente.
Dos gorriones pasaron cerca de la casa, emitiendo una silbatina alegre, ajenos al dolor que se esparce en cada rincón de este jodido planeta. Eleuterio
Sandoval se agarraba las sienes, procurando detener
una migraña inminente. Su boca estaba seca, la saliva se había agotado. Su estómago le dolía, tanto
como al pobre que no ha comido en varios días. Por
debajo, su pierna emprendió una danza desconocida, una danza que ya nunca se detendría.
En una banca un hombre llora. Llora de impotencia. Llora de rabia. Llora de miedo. Sus recuerdos regresan como agujas venenosas. La ve flotando
en el río; una raja recorre su cuello. Los médicos
dicen que fue ultrajada y estrangulada. Su vestido
flota junto con ella. Una risa se desdibuja. A doña
Eva de Sandoval la tienen que internar en el manicomio, ha quedado perturbada de por vida.
Cuando por fin llega a su casa Eleuterio besa a
su mujer, ésa que está en el manicomio, pero que
él insiste en abrazar cada noche. Se acurruca entre
sus brazos y le pide un beso. Ella se lo da. El niño
miedoso se va durmiendo poco a poco. Pero antes
de perderse en una inmensidad que nunca conoceremos ve sus ojos, fríos, calculadores, llenos de un
fanatismo etéreo. El 777. Sólo un demonio puede
comprender a otro demonio. Él es el único que puede detener a El Chalequero. Tiene que encontrarlo.
Slaymen Bonilla (Ciudad de México, 1988) Filósofo y escritor mexicano. En 2011 Cursó el Diplomado en Creación Literaria (en el Centro de Creación Literaria “Xavier Villaurrutia”), en donde tuvo la oportunidad de aprender de maestros
como J. A. Shelley, Pablo Mandoki, Mónica Brozon, Ernesto
Murguía, entre otros. Ha ganado diversos reconocimientos
en el campo de la poesía, entre los que destacan: el Premio
Grau Miró 2008 (haiku) y el Metropolitano de Calaveras Literarias (FCE). Actualmente ha concluido su primera novela:
el Cantar de Quetzalcóatl, y está a la espera de alguna editorial aventurera que apueste por él.
15.01.2014
El Mollete Literario 19
En Veracruz, fuerte impulso al turismo cultural en 2014
Con nuevos planes y proyectos, en 2014 el turismo cultural tendrá un fuerte impulso en Veracruz, y “especialmente porque en este nuevo
año queremos llevar la vocación turística a otros
municipios emergentes en este campo”.
Así lo informó la directora de Turismo Cultural y Cinematografía, de la Secretaría de Turismo
y Cultura (Sectur), Dalia Edith Pérez Castañeda,
quien destacó la próxima conmemoración de los
450 años de fundación de la ciudad de Misantla,
“donde se contará con todo el apoyo del Gobierno del Estado para realizar un gran evento que
conmemore este importante acontecimiento”.
Apuntó que 2013 fue un año de grandes éxitos para la entidad en la materia, contando con
una Cumbre Tajín a su máxima capacidad de
asistentes, así como un notable incremento de
visitantes en zonas arqueológicas como Quiahuiztlán, Zempoala y El Tajín, colocándose como
algunas de las más visitadas a nivel nacional.
Tras subrayar que 2013 fue un gran año para
el turismo cultural en la entidad, mencionó que
el 2014 se proyecta para ser igual o mejor en esta
materia; “es un año que ya hemos empezado con
el pie derecho y estamos a la espera de turismo
nacional e internacional, sin contar a todos los
veracruzanos que por una u otra razón recorren
el estado de norte a sur día con día”.
Además, en materia de producciones audiovisuales, informó que en estos primeros días del
año ya se han iniciado diversas producciones
para el cine y la televisión, subrayando la realización de grabaciones en Tlacotalpan, Alvarado, Minatitlán y Coatzacoalcos, con motivo de
la producción denominada “Casa grande, patria
chica”, serie de documentales sobre el patrimonio histórico y cultural de nuestro país.
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