por dentro - Ediciones Universidad Alberto Hurtado

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BALDOMERO LILLO
OBRA COMPLETA
Edición crítica
Ignacio Álvarez
Hugo Bello Maldonado
Prólogo de Jaime Concha
La colección Biblioteca chilena publica una serie de obras significativas para la tradición literaria chilena en nuevas ediciones realizadas especialmente por un conjunto de académicos especialistas en
literatura. En cada volumen se fija el texto con criterios estables y
rigurosos, se proporciona un amplio aparato de notas y se ofrece
un conjunto de materiales complementarios que garantizan una
recepción informada por parte del público.
El objetivo de Biblioteca chilena es fomentar la relectura, valoración y difusión de los autores fundamentales del canon nacional,
abriendo de este modo nuevas formas de apropiarse culturalmente
de un conjunto de obras literarias en las que se despliega una versión relevante de la identidad y paisaje simbólico que denominamos Chile.
Cada volumen contiene:
- Un estudio crítico, redactado especialmente para la edición
por un connotado académico, que proporciona la valoración e
interpretación globales del texto.
- La historia del texto y sus criterios editoriales.
- La obra.
- Un dossier con los artículos más relevantes que se hayan publicado acerca de ella.
- Un cuadro cronológico.
- Una completa bibliografía de y sobre el autor.
El propósito final de Biblioteca chilena es conectar a las instituciones académicas con la comunidad, para animar de este modo
un diálogo de largo plazo y consecuencias fecundas al poner nuevamente en el tapete la tradición literaria de nuestro país.
Índice
Introducción
Lillo y los condenados de la tierra. Jaime Concha.................................17
Historia del texto y criterios editoriales.
Ignacio Álvarez y Hugo Bello Maldonado...............................................71
Obra narrativa
Sub terra..........................................................................................87
Los inválidos ......................................................................89
La compuerta número 12 ...................................................97
El grisú .............................................................................105
El pago .............................................................................125
El Chiflón del Diablo .......................................................136
El pozo .............................................................................148
Juan Fariña .......................................................................166
Caza mayor ......................................................................179
El registro .........................................................................186
La barrena ........................................................................193
Era él solo….....................................................................200
La mano pegada ...............................................................215
Cañuela y Petaca ..............................................................227
Sub sole..........................................................................................239
El rapto del sol .................................................................241
El ahogado .......................................................................252
Irredención.......................................................................264
En la rueda .......................................................................269
Las nieves eternas..............................................................277
9
Víspera de difuntos ..........................................................283
El oro ...............................................................................290
El remolque......................................................................292
El alma de la máquina ......................................................302
Quilapán ..........................................................................305
El vagabundo ...................................................................318
“Inamible”.........................................................................331
La trampa.........................................................................340
Relatos populares.........................................................................351
El calabozo núm. 5...........................................................353
La carga............................................................................363
Sub sole............................................................................365
Tienda y trastienda...........................................................373
El bofetón ........................................................................389
La cruz de Salomón..........................................................394
Sobre el abismo (1907, El Mercurio).................................399
Mis vecinos ......................................................................404
Cambiadores ....................................................................418
La Chascuda ....................................................................423
La propina .......................................................................436
Sobre el abismo (1908, Zig Zag) .......................................443
Malvavisco .......................................................................450
La ballena..........................................................................462
La Zambullón ..................................................................471
En el conventillo ..............................................................490
El anillo............................................................................508
Las “niñas”.........................................................................514
El perfil ............................................................................532
10
Carlitos ............................................................................540
El hallazgo ........................................................................548
Pesquisa trágica.................................................................572
El angelito ........................................................................581
La huelga (novela)..........................................................................595
Otros
El mar (soneto) .................................................................................627
[Memorial de las aves].......................................................................628
El obrero chileno en la pampa salitrera (ensayo) ................................631
Dossier
Baldomero Lillo o el hombre devorado. Carlos Droguett. ...................645
Sub terra de Baldomero Lillo y la gestación de una conciencia
alternativa. Luis Bocaz .......................................................................665
Seis cuentos de Baldomero Lillo. Leonidas Morales.............................699
Cronología. Mayling Tan...................................................................749
Bibliografía. ......................................................................................782
11
INTRODUCCIÓN
13
Lillo y los condenados
de la tierra
Jaime Concha
Muelle y hornos de fundición de Lota. (Martín Palma, 1864)
Archivo fotográfico del fondo Barros Arana.
Biblioteca Nacional de Chile.
15
Jaime Concha
Lillo y los condenados de la tierra
Jaime Concha
Hidden door that wings over America
and slants over San Francisco
and slams into the Pacific
drifting eternally southward
to Tierra del Fuego
with a knock knock undersea
at lost door of Lota coalmines.1
Introducción
El día que empiezo a elaborar este trabajo circula la noticia de
que una huelga en Cananea, México, ha sido duramente reprimida,
dejando por lo menos 40 heridos en el terreno2.
La “Cananea”, centro cuprífero situado al norte de México, en
el estado de Sonora, cerca de Nogales y de la frontera norteamericana, tiene un aura casi mítica desde tiempos del porfiriato por su tradición de lucha y de mártires en el movimiento obrero mexicano.
Lo ocurrido el presente año es una represión más entre las muchas
de que ha sido objeto a través de un largo siglo.
Aunque de cobre, y recordándonos a los latinoamericanos el
resplandor del mineral y su extendida presencia desde México hasta
Chile y el Perú, esta mina se asocia a menudo, en la historiografía
económica de la industria mexicana, con la “Rosita” y con la “Nueva Rosita”, sucesivos enclaves carboníferos en el noreste del país,
dentro del estado de Coahuila. Antes de la revolución, el primero
era parte de la fortuna de la familia Madero. En el mismo Coahuila,
en el mineral Pasta de Conchos, municipio de San Juan de Sabinas,
1
2
Lawrence Ferlinghetti, “Hidden Door”. Starting from San Francisco, New Directions, 1961, p. 33.
La Jornada Virtual, México, 11 de enero de 2008.
17
Lillo y los condenados de la tierra
una explosión de gas metano ocurrida en febrero de 2006 golpeó
a 65 mineros, la mayor parte de los cuales sigue aún sepultada sin
que se hayan recuperado los cadáveres. Estos hechos, ampliamente
cubiertos por la televisión mexicana y la hispana del sur de los Estados Unidos, se juntan a los muchos accidentes, tragedias y catástrofes que han tenido lugar últimamente, afectando en particular
a la minería del carbón. En un lapso de menos de dos años, entre
mediados del 2006 y comienzos de 2008, se han podido conocer a
través de la prensa y ver en imágenes televisivas, accidentes graves
y de gran magnitud, casi siempre mortales, en West Virginia y en
Utah, Estados Unidos3; en Coahuila, México; en China (180 mineros atrapados en Xintan, provincia de Shandong, en agosto del
2007); en Polonia y en Ucrania (Donetsk, el 18 de enero de este
año), etc., que muestran de un modo estremecedor que las terribles
condiciones de trabajo para los mineros no son cosa del pasado,
sino que siguen vigentes con su cuota de angustia, de sangre y de
muerte. Por días enteros, incluso semanas, hemos visto a familiares
seguir ansiosamente la suerte de sus seres queridos, mientras toda
la comunidad entraba en vigilia o vestía de luto. Hasta la fecha,
todavía no se rescatan o se han dado por inhallables las sesenta y
tantas víctimas de Coahuila. El mundo del carbón, por muy anacrónico que resulte en esta época de globalización, sigue estando
en el tapete de la actualidad y, sobre todo, llamando la atención
constantemente sobre el mismo universo que describiera Lillo hace
más de una centuria.
El imaginario minero, del carbón en particular, ha llegado hasta
nosotros, gente de letras y de escritorio, especialmente a través de la
literatura y del cine —a menudo trasplantado de una a otro, en un
avatar de géneros artísticos que, con base en el texto verbal, alcanza
en la pantalla una mayor audiencia y un número mayor de especta-
El New York Times (26 de julio de 2008) informa que la investigación abierta sobre el accidente
ocurrido en Crandell Canyon, Utah, el 6 de agosto de 2007, no ha dado ningún resultado concreto.
En la ocasión, hubo 9 muertos: 6 mineros y 3 trabajadores del equipo de rescate. Ni los capataces
ni los inspectores ni los dueños de la Compañía son considerados responsables. Como diría el Jim
Porter de Looking Back in Anger, “la injusticia es perfecta”.
3
18
Jaime Concha
dores4. Germinal (1884-5), obviamente, es la novela emblemática
de este universo minero (“tipo ideal” la consideran algunos) y la
hemos podido ver, hace apenas unos años, en una nueva versión
cinematográfica, con dirección de Claude Berry, protagonizada por
el actor Gerard Depardieu (en el papel de Maheu). En un espíritu
muy diferente al que prepondera en Lillo, en ella se junta la descripción de la miseria y de la explotación obreras con la conciencia,
la lucha y la rebelión de los trabajadores en defensa de sus derechos
y de su salario. Y aunque la novela de Zola se haya mencionado sistemáticamente, y con toda razón, como fuente o punto de partida
de la obra de Lillo (fue su guía y su “luz”, nos dice González Vera),
se suelen olvidar otras lecturas también posibles, más cercanas a
veces en tono, atmósfera y sensibilidad a lo que nos presenta el
autor chileno: La ville noire (escrita en 1860), de George Sand, y
Les Indes noires (1877), de Jules Verne, por ejemplo. Si bien se hace
difícil verificar con certeza el que Lillo leyera estos textos, ello resulta en principio verosímil y altamente probable. En la Biblioteca
Nacional de Santiago de Chile constan traducciones de ellas que
son anteriores a 1900; esas ediciones pudieron caer en manos de
Lillo, interesado como estaba en el mundo de su región. Junto a
Zola, alimentaron quizás su sensibilidad y su conciencia del ambiente, estimulándolo en el proyecto narrativo que iba a definir su
vida como escritor.
Como Inglaterra, Gales y Escocia son países que constituyen
el ámbito clásico de la extracción e industria del carbón, es natural
que sea allí donde abunda más el testimonio literario y documental sobre la condición de los mineros, su situación de vida en una
comunidad cerrada, los problemas de higiene y de salud que deben
encarar, la cesantía endémica y tantas plagas más que los azotan.
Dejando aparte la tematización sólo parcial en algunas obras de
Rosa Maria Palermo, de la Università di Messina, ha desarrollado una metodología muy interesante
y rigurosa para estudiar lo que llama “mutazioni”, es decir, las traducciones de un género a otro,
tan comunes y significativas durante el siglo XIX. (Cf. “Generi mutanti nel XIX secolo”, Atti del III
Convegno Internazionale interdisciplinare su Testo, Metodo, Elaborazione Elettronica, Messina, Andrea
Lippolis Editore, 2004, pp. 437-454). En el caso de Zola, el paso de su novela Germinal a su versión
teatral, resulta enormemente iluminadora.
4
19
Lillo y los condenados de la tierra
D.H. Lawrence (en Sons and Lovers, 1913, y en cuentos tempranos
como “Odour of Chrysanthemums” y “A Sick Collier”, que puede traducirse como “Un minero enfermo”), en los años cuarenta y
cincuenta, poco después de la Guerra, se leían en Chile, traducidas,
varias novelas de Archibald J. Cronin que desarrollaban esta temática. The Stars Look Down (1935) y The Citadel (1937) fueron
igualmente llevadas al cine, ambas por parte de grandes directores
—el británico Carol Reed y el norteamericano King Vidor, respectivamente. Lo que llama la atención en estas obras es la increíble
similitud, más allá de las diferencias de tiempo y de lugar, que no
dejan de mostrar con el mundo minero de Lillo. Es evidente que
ha habido cambios en la tecnología de la extracción (el grado y
proporción en el uso de las máquinas a vapor es la diferencia principal). A pesar de eso, parece como si el tiempo se hubiera detenido. Todo parece igual, todo parece congruente. Idéntico paisaje
habitacional, idéntica comunidad de vida, idénticos accidentes y
enfermedades, etc. Cuando baja el médico (el doctor Andrew Manson, interpretado por Robert Donat) hasta el fondo de la mina para
curar a unos heridos, es como si asistiéramos a una escena de Sub
terra —en el entendido, es claro, de que a fines del XIX no había
en Chile doctores que se sacrificaran por ayudar a los mineros en su
propio infierno laboral5.
Por la misma fecha en que se publican estas novelas y se lleva
a cabo su traducción fílmica, John Ford, uno de los mayores cineastas norteamericanos del siglo XX, dirige How Green Was My
Valley (1941). Con una sensibilidad muy diversa a la épica y panorámica por la cual se lo conoce habitualmente; más cerca de una
previa obra maestra, The Informer (El delator, 1935), y preludiando
eventualmente algunos de sus temas irlandeses posteriores, How
Green… resulta ser una joya, un verdadero diamante incrustado en
el carbón, por la autenticidad, frescura y vividez con que retrata la
La figura del médico brilla por su ausencia en los cuentos mineros de Lillo. Si no yerro, aparece solo
una vez, fugazmente, en el cuento “La barrena”, para tomarles el pulso a obreros que están siendo
presionados a trabajar más allá del límite. “… salíamos irreconocibles, reventados, casi muertos.
Afuera el médico nos tomaba el pulso…” ¡Flor de médico!, que parece auscultar la plusvalía en las
venas de sus pacientes (Sub terra, ed. de 1931, Nascimento, p. 175).
5
20
Jaime Concha
comunidad minera del sur de Gales, foco de la película. Aunque no
esté totalmente claro cuándo transcurre la anécdota (la novela en
que se basa pareciera situarse al fin del período victoriano, esto es,
casi exactamente durante el tiempo en que Lillo concibe, escribe
y publica sus cuentos)6, hay escenas que coinciden singularmente
tanto en contenido como en expresión. El accidente que lleva a
la muerte de uno de los hijos emociona al lector chileno como si
fuera una reencarnación de Sub terra y de “El chiflón del diablo”.
Sería tonto desconocer las notables distancias que separan ambos
textos, el narrativo y el fílmico. El sentido de dignidad de la familia
galesa, su cohesión de fondo, la presencia y gravitación de la mujer
contrastan marcadamente con lo que es posible leer o no hallar en
Lillo. A la postre, esos mineros, con todas sus miserias y los aspectos aun primitivos y arcaicos de su existencia, tienen derechos tras
de sí, leyes a las que recurrir, reglamentos que los protegen. Ante
todo, cuando la crisis arrecia, cuando la cesantía y el desempleo se
desatan sobre el lugar, pueden decidir si emigrar o no a América
—que es, como bien se sabe y los franceses repiten con tanta gracia,
le pays de la liberté.
Los decenios de entreguerra, así como marcan en general un
alto ápice de conflictividad social, promueven en particular una
cerrada lucha de clases que adquiere aristas de ferocidad en el espacio minero. En todas partes del mundo (Francia, México, Chile)
arrecian protestas, huelgas y la inevitable cadena de represión; ellas
suben de grado en los años treinta. Uno de los grandes acontecimientos que conmociona el mundo, no menos publicitado en sus
días que al affaire Sacco y Vanzetti, es la huelga del Borinage, en
el suroeste de Bélgica. Ella fue documentada, hasta cierto punto
reconstituida, por Joris Ivens, uno de los grandes exponentes del
cine documental. En la autobiografía que escribió hacia el final de
Richard Llewellyn: How Green Was My Valley, New York, Mac Millan Co., 1940, pp. 327 y 387 ss. La
película de Ford ha sido acusada a veces de ser una obra paternalista. No estoy de acuerdo. Como todo
Ford, aun cuando esté enfocando la liquidación del indio americano, siempre muestra un panorama
crítico más amplio y complejo. El conservadurismo de los mineros en particular es solo un aspecto de
la involución ideológica de toda la clase obrera inglesa que denunciará Lenin posteriormente y que
está en el origen —a menudo se lo olvida— de su gran libro sobre el imperialismo.
6
21
Lillo y los condenados de la tierra
su vida, donde cuenta su múltiple participación cual “testigo de
vista” en zonas tan diversas como Holanda, Bélgica, España, Unión
Soviética, China, Chile, Cuba y Vietnam, entre muchas otras, recuerda así su experiencia del Borinage:
Tal había sido la gran huelga del Borinage en 1932. Una derrota
y una lección. Un año más tarde, la situación era la imagen de
este fracaso. En todas partes se leían la fatiga y la desesperación
en las caras, se formaban grupos sin trabajo, ya no había ilusiones. Hablando de sus problemas, expresaban esperanzas perdidas.
En el entierro de un minero muerto por el grisú, la resignación
seguía al féretro. Nada de cólera, ningún sobresalto de revuelta,
estos hombres parecían aplastados. La muerte, la miseria se aceptaban como algo inevitable, una simple fatalidad. Por la tarde, los
hombres ahogaban su desesperación en mal alcohol. Se hacían
agresivos, malvados, amargos y terminaban golpeándose entre sí.
Mi primera impresión fue tan sombría al llegar al Borinage, que
en un principio pensé que sería imposible hacer un film. Aun la
naturaleza me pareció la imagen de esta miseria humana, negra,
polvorienta, aplastada por una luz indefinidamente gris. El lugar
era siniestro.
La cuenca minera del Borinage estaba en el límite del agotamiento. Eso explicaba la actitud de las compañías y el estado de abandono en que se hallaba la mayor parte de los pozos. Inmensos
montones de carbón protegidos por alambre de púas dominaban
los caseríos. Los que vivían al pie de esta riqueza eran los mismos
que la habían sacado de la tierra. Pero no podían tocarla7.
Como artista de origen holandés, Ivens retoma en sus memorias la visión de su compatriota Van Gogh. En plena continuidad
de espíritu y de compromiso, nos recuerda que éste llegó a la región
como un evangelizador laico, más de cincuenta años atrás, para
vivir y convivir con los mineros. Las famosas cartas a su hermano Theo, en especial las del año 1879, contienen uno de los más
hondos testimonios sobre la realidad minera de fines del siglo XIX.
Joris Ivens: La memoire d’un regard, Editions BFB, 1982, pp. 108-9. La versión italiana, derivada
del alemán, difiere considerablemente y da la impresión de ser un collage con textos varios de Ivens.
(Cf. Io-Cinema. Autobiografia di un cineaste, Milano, Longanesi, 1979 pp. 58 ss).
7
22
Jaime Concha
Estos pasajes, citados con frecuencia, no pierden nada de su fuerza
percutiente, pues representan en rigor un grito de espanto ante lo
visto y contemplado:
Hace poco hice una expedición muy interesante, pasando seis
horas en una mina. Era Marcasse, una de las minas más viejas y
peligrosas de la vecindad. Tiene mala fama porque muchos perecen en ella, ya cuando bajan o suben, o por el aire envenenado,
explosiones, filtraciones de agua…, etc. Es un lugar lúgubre, y
todo a su alrededor luce estéril y desolado.
La mayoría de los mineros son delgados y pálidos, afiebrados; se
ven cansados y macilentos, ajados por la edad y por el ambiente
antes de tiempo. En conjunto, las mujeres lucen envejecidas y
gastadas. En torno a la mina hay pobres chozas de mineros, unos
pocos árboles muertos negros por el humo, cercos de espinas,
amontonamientos de estiércol y cenizas, carbón inutilizado8.
La experiencia del Borinage, una de las más decisivas en la juventud de Van Gogh, fue la que más lo instó a seguir su camino
definitivo como pintor. Las imágenes que allí captó, bajo el signo de la angustia y del horror, nunca desaparecerán de su pintura.
Transformadas, desplazadas, condensadas en otros objetos de su
fascinante pintura, evocarán todas, en mayor o menor grado, el
mismo infierno original.
Por último, para concluir con la vertiente cinematográfica del
mundo minero, vale la pena decir dos palabras sobre la reciente
versión de Sub terra, creada por Marcelo Ferrari. Entiendo que su
recepción en el país ha sido buena. La merece, sin duda, porque se
trata de una película en gran medida digna de la obra de base, sobre
todo si se tienen en cuenta las circunstancias limitadas en que sigue
moviéndose la producción chilena actual. Aunque pudieran discutirse ciertos aspectos de atmósfera (color e iluminación demasiado
brillantes, a mi ver) y uno podría preguntarse de dónde deriva la
curiosa apología, casi exaltación, de la dama Cousiño (¿tiene base
Carta desde Wasmes, abril de 1879. (Cf. The Complete Letters of Vincent van Gogh, vol. I, carta n.
129, p. 186).
8
23
Lillo y los condenados de la tierra
histórica o factual? porque, de otro modo, su intrusión sería un
lamentable deus ex machina ideológico), el film funciona decididamente en el nivel narrativo y dramático. La idea de condensar
el mundo minero en su conjunto, mediante un corte transversal
a través de los varios relatos, hilvanándolos y potenciándolos mutuamente, es un claro acierto estructural; y es un acierto de igual
índole el incorporar la figura de Lillo como testigo y sujeto dentro
del mundo minero. Ambos procedimientos dan interés, valor y veracidad a las secuencias del film. A cien años de distancia del libro
que la inspira, réquiem y epitafio de un reino minero hundido en
la nada (las minas de Lota y Coronel se cierran en 1997), el film
deja entrever y permite seguir con fidelidad lo que Lillo nos legó
en sus relatos. Pero esta es una perspectiva desde fuera; me imagino
que dentro del país la cosa no es igual y no se percibe del mismo
modo.
Todas estas imágenes, convocadas aquí con no poca arbitrariedad, quieren solo trasmitir al lector un horizonte hoy olvidado o
lejano, el del mundo minero. Habiendo abandonado definitivamente la escena histórica, héroes y mártires del pasado en el combate social, ya nunca más sujetos activos y creadores de conciencia
colectiva en nuestro mundo, el proletariado minero fue por mucho
tiempo esa “raza” maldita de hombres que contribuyó a forjar los
aspectos más primordiales de nuestra existencia moderna y de la
época actual, para terminar como porción anónima desechable a
lo ancho y largo del planeta. El confort en el espacio doméstico; la
fealdad en el paisaje urbano con su contrafinalidad de chimeneas,
humo y polución; esa entidad prototípica de la revolución industrial que fue y sigue siendo el tren (la bête humaine también para
Zola), son parte de una herencia de trabajo secular y de esfuerzo
agobiante de los hombres del subsuelo. Adam Smith, que en The
Wealth of Nations destaca que el minero figura entre los obreros mejor pagados de Inglaterra, insiste en que ello se debe al tipo de faena
que su actividad representa. Sus palabras, muy reiteradas, resultan
casi eufemísticas:
24
Jaime Concha
Cuando lo inestable del empleo se combina con la dureza,
desagrado y suciedad de la tarea, ello lleva a alzar el salario del
trabajo más común por encima del de los artífices más diestros. Se
supone que un minero que trabaja a destajo, en Newcastle, gana
usualmente, y en muchas partes de Escocia, tres veces el salario
de una labor común. Sus salarios altos aumentan conjuntamente
debido a la dureza, desagrado y suciedad de su trabajo9.
¿Pobreza retórica, o tartamudeo ante lo que le cuesta describir?
Por otra parte, el filósofo de las ciencias, Georges Canguilhem,
dijo hace tiempo que el siglo XIX había enviado a los obreros a
poblar las fábricas, y a los animales, a ser masacrados en el laboratorio. A estas especies de vida reventadas y destruidas habría que
agregar la de los mineros que, desde tiempos inmemoriales, han
sido los verdaderos “condenados de la tierra”: en sentido literal, sin
símbolo ni alegoría ideológicos (las palabras “condenado” y “condenados” son omnipresentes en Lillo). Ya Burckhardt sugirió, en
su Historia de la cultura griega, que el símil de la caverna en la República pudiera derivar de las minas de mármol sicilianas de las que
Platón tal vez oyó hablar, si es que no las conoció, en sus viajes a
la isla. Y en una conferencia sobre Diodoro Sículo, dada en 1936,
en que comenta al historiador antiguo, el historiador de la ciencia
y de la técnica grecorromanas, Benjamin Farrington, nos recuerda
que en su perdida República (se conservan pocos fragmentos) el
fundador del estoicismo, Zenón de Citio, reivindicaba y ensalzaba
el papel de los esclavos. Réplica de la otra, con todos sus aspectos
“perturbadores” de utopía comunista y casi prefourieriana en lo
que respecta a la propiedad, al sexo y a la familia, la de Zenón
el estoico manifiesta toda la ruptura radical del primer estoicismo
y su toma de posición decididamente “anti-académica” en lo social. Ni máquinas animadas, como quería Aristóteles, ni siervos,
o esclavos por naturaleza, como quería él mismo (en un estilo de
pensamiento que igual en el siglo XVI que en el XIX servirá para
justificar el trato al indio entre nosotros y la peculiar institution del
9
A. Smith: The Wealth of Nations, Book I, ch. X, ed. A. Skinner, vol. I, Pelican, 1977, p. 208.
25
Lillo y los condenados de la tierra
Sur norteamericano), los esclavos deben ser considerados seres con
idénticos derechos que los demás miembros de una sociedad en
la ideología universalista estoica. Entre esos esclavos, los mineros
cumplirán un rol fundamental en la concepción de Diodoro, el antiguo historiador siciliano que, según Farrington, participaría de la
ideología estoica. Luego de describirnos las terribles condiciones de
la extracción del oro en el Egipto ptolomaico y las minas de plata
en España bajo los amos fenicios o romanos, nos narra la participación de los mineros sicilianos en las ingentes revueltas sociales del
siglo II a.C. (junto a los esclavos de las plantaciones de Etruria y
de los latifundios del sur de Italia). De allí emanará —es el punto
principal de Farrington— la admirable utopía de las Siete Islas del
Sol, descubiertas por Iámbulo, que inspirará más tarde la invención
de Moro y la Cittá del Sole, de Campanella10. El sol, efectivamente,
el gran igualizador en el pensamiento social estoico, es justamente
lo más opuesto al mundo negro y sombrío de las minas —de oro,
de plata, de mármol y, mucho después, del sucio carbón. “Pour le
mineur, ça remplace le soleil”, le dice Maheu a Lantier cuando le
entrega la lámpara para bajar a la mina11.
Mencioné más arriba el título del libro de Verne, Les Indes
noires. Aptísimo nombre, que deriva de aquel con que se llamaba
en la época a la región minera del norte de Inglaterra y del sur de
Escocia, las provincias de Northumberland y de Durham preferentemente, con su epicentro histórico en el gran puerto comercial
para la exportación del carbón en Newcastle upon the Tyne. Consciente de esto, escribe Verne:
Cf. Diodorus of Sicily, II, ad finem, 55-60; ed. de C. H. Oldfather, Loeb Classical Library, 1967,
pp. 65 ss. La isla era quizás Ceilán, dice el anotador (p. 64, n. 1). La conferencia de Farrington,
“Diodorus Siculus: Universal Historian”, pronunciada en 1936, fue publicada por la University of
Wales Press, Cardiff, 1937. Se la halla ahora como el tercer ensayo de Head and Hand in Ancient
Greece, 1946; reedición fotostática, Nottingham, Spokesman, 2001, pp. 55-87.
11
No hallo el pasaje en el texto de la novela; al parecer, es un añadido del diálogo cinematográfico. La
versión teatral de Germinal, de 1888, titula su penúltimo cuadro “Sous terre”; el último se denomina
“Au soleil”. El desenlace es más optimista que el de la novela en general, y hasta un poco triunfalista.
Como se sabe, fracasó estrepitosamente en su puesta en escena.
10
26
Jaime Concha
Se sabe que los ingleses han dado al conjunto de sus vastos yacimientos de hulla un nombre bien significativo. Los llaman muy
justamente las “Indias negras”, y estas Indias han contribuido
quizás más que las Indias orientales a acrecentar la sorprendente
riqueza del Reino Unido12.
Black Indies, Indias negras: Northern Indies, Indias del norte: no
las Indias asiáticas u occidentales, ni las tierras del piel roja o de la
cobriza raza americana… Las otras, las negras. Les gueules noires llaman, y se llaman con orgullo, los mineros franceses. Aquí, el nombre y el color diferencian, pero a la vez ligan y no separan a la “raza”
minera, la especie de los mineros, de los otros subgrupos que han
llevado sobre sus hombros de Sísifo la marcha, la construcción y el
porvenir de la humanidad —ellos, los subhombres de siempre.
Igual que lo que ocurre con las cifras de Las Casas para el indio
americano y la debatida cuestión de la población precolombina, no
sabemos lo que significó la incesante sangría humana en el orbe de
las minas. Lo que en el siglo XVI puede aún resultar comprensible,
en cuanto tiempo sin demografía y sin preocupaciones estadísticas,
ya deja de justificarse entrado el siglo XVIII y en pleno siglo XIX.
He aquí unos datos sueltos, lejos de todo prurito de exactitud, que
bastan por sí solos para calibrar las proporciones de la vasta carnicería:
Tan tempranamente como en 1675 en un pozo en Whitehaven
hubo un grupo de 19 trabajadores bajo tierra, ya en 1737, 22
hombres murieron en Corporal Pit de la misma mina. En 1705
más de 30 obreros murieron debido a una explosión en un pique
cerca de Gateshead. Tres años después 69 fueron barridos cuando
un estallido ocurrió en Fatfield, cerca de Chester-le-Street —a
pesar de que aquí los hombres estaban distribuidos en tres pozos,
evidentemente interconectados bajo el suelo. Y, en 1767, 39 perdieron la vida en un solo pozo por la misma causa13.
J. Verne: Les Indes noires, Marseille, Transbordeurs, 2004, p. 16.
Thomas S. Ashton y Joseph Sykes: The Coal Industry of the Eighteenth Century, New York, Augustus
M. Kelley, 1967, pp. 9-10.
12
13
27
Lillo y los condenados de la tierra
En El capital, Marx señala por su parte:
Hacia 1860, perecían todas las semanas, en las minas de carbón
de Inglaterra, unos 15 hombres por término medio. Según la memoria sobre Coal Mines Accidents (6 de febrero de 1862), durante los diez años de 1852 a 1861 encontraron la muerte en estos
trabajos 8.466 hombres. Y, sin embargo, como la misma memoria
dice, esta cifra se queda muy corta, ya que en los primeros años,
cuando empezaban a actuar los inspectores y sus demarcaciones
eran aún demasiado extensas, ocurrían muchos accidentes y muchas muertes sin que nadie las registrase14.
Finalmente, ya en América Latina, en las minas del norte de
Coahuila, entre 1906 y 1910, se calcula que murieron por accidente más de 500 mineros, es decir, un centenar por término medio
anual15.
En Chile, por supuesto, las estadísticas brillan por su ausencia.
“El chiflón del diablo”, sin embargo, con las tres víctimas en la familia de la madre, las tres nuevas víctimas que son parte de la trama y el
suicidio de la mujer al final de la historia, aúna en pocas páginas más
de media docena de muertos, cifra que tal vez no distorsione demasiado lo que era el destino frecuente de los trabajadores y de lo que
ocurría realmente en la realidad. En la actualización informativa final de la película de Ferrari, se indica el dato de 2.000 muertos para
los obreros del carbón. Si esto es así, un país subdesarrollado como
el nuestro sería mas civilizado que Inglaterra donde, entre 1868 y
1919 (es decir, durante el mismo tiempo de vida de Lillo) mueren
1.000 mineros término medio por año. “Un minero moría cada seis
horas, era gravemente herido cada dos horas, y quedaba mal herido lo
suficiente como para necesitar una semana de licencia, cada dos o tres
minutos”16. En cuanto a cifras de mortalidad, salimos perdiendo los
chilenos ante la grandiosa Albión. Por suerte, en este caso.
Marx: El capital, México, trad. Roces, vol. I, p. 101.
Juan Luis Sariego: Enclaves y minerales del norte de México. México, Ediciones de la Casa Chata,
1988, p. 149, n. 22.
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Cf. John Benson: British Coalmines in the Nineteenth Century, London, 1980, p. 43.
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Jaime Concha
Esta gotera sin tregua, ininterrumpida, interminable; esta muchedumbre transitando del fondo de la tierra al fondo de la tierra,
fue el lote secular de los mineros. Ninguna imagen literaria ni visual
recogerá jamás ese holocausto silencioso e invisible, subterráneo, a
espaldas y a escondidas de todos los que fueron y somos beneficiarios del progreso al que ellos contribuyeron. Lillo intentó, una vez,
auscultar ese sufrimiento colectivo; será siempre válido escucharlo.
Y, ya para concluir esta introducción que se está extendiendo
en demasía, agrego yo “mis” muertos. Bajé dos veces a la mina de
Lota el 71 y el 72. Lo único que recuerdo es que quedé tiznado
por dos o tres semanas, sin que ninguna agua bendita o maldita
pudiera sacarme el hollín de los poros. Y me acuerdo también de
lo amenazante y peligrosa que era la cinta metálica que transportaba el material —innovación técnica posterior a Lillo, destinada a
reemplazar la fuerza humana y animal para el acarreo del carbón.
En el reducido espacio de la galería, si alguien se descuidaba podía
ser fácilmente herido o rebanado por un doble filo en movimiento.
Estas dos ocasiones tuvieron lugar durante la alcaldía de Danilo
González. Profesor primario, regidor de la municipalidad de Lota,
alcalde de la ciudad, Danilo González fue ejecutado en las afueras
del aeropuerto de Hualpencillo junto al dirigente del carbón, Isidoro Carrillo, y al joven militante, Mario Orellana, egresado del
Curso Normal de la Universidad de Concepción. Sirvan estas líneas para avivar su memoria17.
(Sigue)
Actuaba como Jefe de Plaza de la provincia durante estas y otras ejecuciones el General del Ejército,
Washington Carrasco, que entiendo aún vive y sigue impune.
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