GARCIA DIAZ, Isabel, La huerta de Murcia en el siglo XIV

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GARCIA DIAZ, Isabel, La huerta de Murcia en el siglo XIV (Propiedad y
producción), Murcia: Universidad de Murcia, 1.990, 117 págs.
La obra que comento tiene como tema
central de análisis la organización de la
propiedad de la tierra en la huerta de
Murcia durante el siglo XIV, aunque la
amplitud de sus contenidos -y la dificultad que introducen las fuentes documentales en su tratamiento- llevan a la
autora a inmiscuirse en el siglo XIII y a
ofertarnos hipótesis de trabajo sobre la
evolución de la propiedad en siglos posteriores.
La obra tiene dos campos temáticos
claramente desligados aunque complementarios: el estudio de la organización
global de las estructuras agrarias en la
huerta murciana y las formas de explotación del resto del término concejil de
Murcia -básicamente el Campo de Cartagena- dedicado a la explotación ganadera.
Dentro del primer tema, que da titulo al
libro, el análisis de la distribución de la
propiedad de la tierra parte del período
islámico para resaltar los profundos
cambios que se producen tras la conquista
cristiana y los repartimientos efectuados en el siglo XIII, resaltando la importanciaque la despoblacióndel territorio
tendrá en la formación de grandes propiedades y en la disminución de la influencia de las comunidades campesinas
sobre el uso y apropiación del suelo. La
consolidación institucional conseguida
durante la primera mitad del siglo XIV
permitirá una reordenación de la propiedad basada en las nuevas estructuras
feudales impuestas, en las que el censo
enfiteútico se convierte en el protagonista
de las relaciones propietario-campesino
sobre la huerta murciana.
Así, la autora nos describe la formación de grandes propiedades con
tendencia a la señorialización (torres y
alquerias), y la desaparición progresiva
de la gran propiedad islámica (rahales),
fragmentada durante los repartimientos
alfonsinos o en las primeras décadas del
siglo XIV. Con ello queda constatada la
ruptura existente entre la época musulmana y la feudal-cristiana en cuanto a la
tipología del poblamiento y de la propiedad sobre la huerta. De manera
simultánea, la organización del espacio
agrario fue haciéndose, progresivamente,
más rígida, delimitándose los espacios
comunales dedicados a pastos y la actividad del ganado sobre las superficies
de cultivo. Todo ello fue posible gracias
al control desarrollado por la institución
concejil y a la existencia de un «concejo
de herederos» que se organiza y estructura en la segunda mitad del siglo XIV.
En un territorio semidespoblado y
abandonado a un continuado peligro bélico procedente de las diversas fronteras
del reino -con Granada, Aragón y el Mediterráneo- la huerta y sus secanos adya107
RESEÑAS DE LIBROS
centes constituyeron un pequeño núcleo
de actividades agrícolas. Mas allá de ella,
el campo de Cartagena, despoblado durante el siglo XIII, quedó convertido en
una amplia superficie de pastos comunales, de los que fueron beneficiarios los
grandes ganaderos murcianos y otros
castellanos que lo comenzaron a tener
como zona de invernadero de sus cabañas desde la segunda mitad del siglo XIV.
Su potencial agrícola no podrá desarrollarse hasta fines del siglo XV, pero
sus características comunales propiciarán, lentamente, su monopolio por el
concejo, convirtiéndose en la zona de expansión del terrateniente murciano durante la Edad Moderna.
Por su planteamiento metodológico y
el tratamiento de las fuentes documentales estamos, por tanto, ante una obra
innovadora en la historiografía regional
murciana, que sabe entroncar perfectamente con algunos de los debates mas
recientes de nuestra historiografía nacional en el período medieval.
Miguel Rodríguez Llopis
(Universidad de Murcia)
******
PEREZ PICAZü, María Teresa, El mayorazgo en la historia económica de la Región
Murciana, expansión, crisis y abolición (S. XVII-XIX), Madrid, Ministerio de
Agricultura, 1990.
En los últimos diez años los estudios
históricos en España se han beneficiado
de lo que podríamos calificar como "revolución historiográfica regional". y no
tanto por el número de publicaciones
aparecidas, como por la renovación -¿o
innovación?- en los enfoques metodológicos, en la definición de los problemas
históricos que interesa conocer, y en los
debates historiográficos que todo ello ha
podido generar. Uno de estos debates -la
modernización de las estructuras socioeconómicas y/o el desarrollo del capitalismo- continúa preocupando a los historiadores. Estrechamente vinculado al
debate sobre la revolución burguesa, se
beneficia sobremanera de las aportaciones
que proceden de esta línea de investigación, sobre todo en el nuevo sentido legal
que tiene "la propiedad", que permite liberar recursos para que entren en el juego
de relaciones socio-económicas que es el
mercado. Y la tierra continúa siendo 108
juntamente con el capital humano- el recurso más importante de sociedades en
las que las estructuras agrarias van a tener
una continuidad, van a presentar una
"solidez" y una capacidad de adaptación a
las nuevas circunstancias, que el calificativo de tradicionales resulta poco menos
que inadmisible. Es por ello que el estudio de todo lo que concierne al control del
recurso tierra, siga teniendo importancia
para los historiadores. Aunque la perspectiva de su análisis haya sufrido una
serie de modificaciones, siendo tal vez las
más significativas las que enfocan la dinámica de la circulación, frente a las que
estudian la distribución, cuyas características se conocen con cierta precisión.
Hasta hace poco, el estudio de los
cambios en las formas y en el contenido
de la "propiedad de la tierra" no había
acentuado el carácter de "recurso" de la
tierra, limitándose a las modificaciones
en el sentido de la propiedad, centrándose
RESEÑAS DE LIBROS
básicamente en las consecuencias que supusieron dos de las grandes reformas legales -la desamortización de bienes eclesiásticos y municipales, y la supresión de
los señoríos, más en la línea de una redistribución de recursos, en la medida en
que se acentuaba el análisis de la estructura de la propiedad y no del mercado de la
tierra. Pero lograr una explicación más
sólida de lo que supusieron el conjunto de
las reformas liberales era preciso conocer
los resultados de las modificaciones que
en el equilibrio de las relaciones sociales
se podían derivar de la aplicación inmediata de la nueva idea de la propiedad y,
en consecuencia, de la liberación de los
recursos. y para ello faltaba por conocer
al menos cuatro cosas: ¿qué ocurrió con
las otras reformas, como por ejemplo las
desvinculaciones", lo que se reformó
¿cómo se formó?, ¿cuál fue el ritmo temporal de todo este proceso", ¿cuáles fueron las consecuencias -en términos de
cambio y continuidad de las estructuras
agrarias- de una oferta de tierras tan importante? Responder de manera adecuada
a estas preguntas suponía una exigencia
metodológica, únicamente realizable por
medio de estudios regionales, porque es a
este nivel donde mejor se puede conocer
las relaciones cambiantes que se van
produciendo históricamente entre población y recursos.
Murcia se está convirtiendo en un caso
paradigmático de lo que estamos diciendo. No por la relevancia de su proceso
histórico, como por la inteligencia e
imaginación de los historiadores murcianos en proponer nuevas líneas de investigación que pueden dar respuesta a las
cuestiones planteadas. No voy a entrar en
un comentario amplio de la reciente historiografía murciana -que se lo merece, y
no reniego de hacerlo algún día-, sino
que voy a citar como muestra de lo antedicho -importancia de la región como
objeto de análisis histórico, que permite
innovar planteamientos historiográficosuno de los últimos trabajos que se han
publicado sobre Murcia, en el que se
plantean y se resuelven, en parte, algunas
de las cuestiones propuestas más arriba.
Pero, ¡atención!, en este caso Murcia sería el pretexto, porque el interés del trabajo
radica en el tema que trata -las desvinculaciones de mayorazgos-, el método
aplicado -la triple cronología braudellanay el conjunto de fuentes consultadas protocolos notariales, registros de hipotecas, documentación privada. Su autora,
María Teresa Pérez Picaza, sale de nuevo
ganadora en una carrera que ella misma
pone los límites, por una razón muy sencilla, porque no había límites, porque no
había una tradición historiográfica que
permitiera establecerlos. En el Prólogo,
Bartolomé Clavero es contundente en su
apreciación sobre el libro: no se trata de
un tema "innovado", se trata de un tema
"ignorado", y María Teresa Pérez Picazo
se fija en él, y lo empieza a trabajar. Pero
Clavero también insinúa que se trata de la
punta del iceberg. María Teresa ha descubierto la punta, pero es necesario comprobar cuál es su volumen.
El libro consta de tres partes. En la
primera se construye un modelo de
aproximación teórica a partir de una buena
-aunque algo escasa- erudición historiográfica en tomo a la problemática de la
distribución y/o asignación de recursos.
En la segunda se fija, desde un enfoque de
larga duración, la cronología del mayorazgo murciano a partir del momento en
que la vinculación de tierras empezó a
producirse de forma masiva, lo cual coincide con una remodelación de la estructura agraria murciana -a mediados del
siglo XVI- que entrará en crisis con la
revolución burguesa de principios del siglo XIX. En la tercera parte se describen
las consecuencias inmediatas de la supresión de los mayorazgos y de las leyes
desvinculadoras a partir de un material
109
RESEÑAS DE LIBROS
empmco -tanto a nivel de agregados,
como análisis nominativo- construido y
elaborado a partir del vaciado de las tres
fuentes antes citadas. Y por último unas
conclusiones que resumen el doble proceso
que concluye y origina la desvinculación,
que se enlaza con el surgimiento de una
importante burguesía murciana de carácter eminentemente agrario, y que constituirá uno de los pilares del proceso de
modernización económica y vertebración
política del Estado de la Restauración. Y
por último se propone una oferta, que ya
se ha puesto en marcha: realizar un estudio similar para los territorios de la Corona de Aragón donde la figura vinculadora
por excelencia era el fideicomiso.
Se trata de un libro interesante por su
contenido, atractivo por su planteamiento, e imprescindible como punto de referencia para los estudios sobre la Revolución Burguesa y la formación del capitalismo en España. Una vez más el dinamismo y el buen hacer de María Teresa
Pérez Picaza estimulan la investigación
histórica; quienes estén interesados por el
tema tienen un cauce adecuado para canalizar la respuesta a la propuesta de
Bartolomé Clavero: definir la forma del
iceberg.
Isabel Moll
(Universidad de las Islas Baleares)
******
Rosa CONGOSTo Els propietaris i els altres. La regió de Girona, 1768-1862. Eumo
Editorial, Vich, 1990. Prólogo de P. Vilar.
El libro que vamos a reseñar es, según
palabras de su autora, un «estudio de laboratorio». O, dicho de otro modo, un
esfuerzo de análisis histórico desplegado
a partir de un caso concreto -el de Gerona-, con el fin de aprovechar la reducida
escala del universo elegido para aprehender más fácilmente determinados mecanismos socio-económicos y su evolución
entre el antiguo y el nuevo régimen (17681862). Lo cual significa, de entrada, que
no nos hallamos ante un trabajo erudito
de historia local, ni ante un vano esfuerzo
de historia «total» estilo Annales, sino ante
un intento, bastante logrado por cierto, de
desarrollar la reflexión teórica a partir de
una investigación empírica concentrada
sobre cierta parcela de la realidad. Contextual izado teóricamente dentro de la
doctrina marxiana, los dos ejes centrales
de dicha investigación han estado constituidos por las relaciones de clase entre
propietarios y no propietarios, como se
anticipa en el título, y por los distintos
110
componentes (institucionales, socio-económicos, materiales) de la vida agraria a
lo largo del período retenido.
Pasando, pues, a un comentario algo
más pormenorizado del trabajo en cuestión, comenzaré diciendo que se articula
en tomo a un esquema claro y coherente,
que organiza la materia en tres partes,
referidas sucesivamente a los vínculos
sociales anudados en tomo a la tierra, a la
dinámica histórica de las mismas y a la
ideología de las clases dominantes. Esta
sistematización me va a servir como hilo
conductor para exponer las reflexiones que
la lectura de la obra me ha ido sugiriendo.
En lo referente a las relaciones de clase, su caracterización se verifica en la
sección inicial del tríptico, recurriendo
para ello a elementos de diversa índole:
los derechos de la propiedad, las diferentes formas asumidas por la renta de la
tierra, el trabajo de esta última y el crédito
agrario. Tal procedimiento enriquece el
análisis y le confiere mayor profundidad.
RESEÑAS DE LIBROS
La especificidad comarcal de los primeros consiste, según R. Congost, en la separacióncasi generalizada de los dominios
directo y útil a fines del Antiguo Régimen.
Ello la obliga a explicar quienes son los
titulares de unos y otros, cuales son sus
relaciones y como se desenvuelve el
«juego jurídico» entre ambos, destacando
asimismo que la consolidación de la propiedad privada se llevará a cabo a partir
del dominio útil.
Respecto a la renta de la tierra, se
define como la relación de explotación
campesina por excelencia, definición coherente con la perspectiva predominantemente social elegida por la autora, y que
va seguida de una descripción de los distintos tipos existentes: diezmos, enfiteusis,
arrendamiento, etc. El estudio de la segunda de estas instituciones es espléndido, pero se echa de menos una comparación sistemática con la situación existente
en otras regiones -Valencia, Galicia,...-,
carencia que se observa reiteradamente a
lo largo de las páginas del libro. En este
tema concreto faltan incluso publicaciones
en lengua catalana, como el número monográfico de la Revista d'Estudis Agraris
dedicado al censo enfitéutico.
Estrechamente conectado con estos
problemas, el capítulo relativo al trabajo
de la tierra va mucho más allá de los
aspectos materiales que, por otra parte, no
se descuidan. Constituye un acierto la
nítida distinción entre propiedad y explotación, dentro de la cual el mas ocupa
un lugar preferente, tanto en número de
páginas como en la profundidad del análisis, ya que se intenta desvelar alguno de
los tópicos que rodea a esta institución.
así como su peso desigual en los diferentes
paisajes agrarios. A destacar también el
planteamiento correcto del tema de los
jornaleros, en la línea de los trabajos de
R. Garrabou, es decir, exponiendo las
dudas razonables que existen sobre el
papel del salario monetario en la repro-
ducción como fuerza de trabajo de aquellos.
Completa la Primera Parte las páginas
dedicadas al mercado del dinero. Una vez
más, aparece ante nuestros ojos una sociedad campesina endeudada...pero con un
importante matiz, el carácter rentista del
fenómeno, debido al uso del censal como
base del crédito agrario. Ello confiere al
sistema una enorme complejidad, ya que
en él estaban imbricados de una u otra
forma casi todos los grupos sociales. Estamos lejos de la práctica generalizada de
las cartas de obligación, precursoras de
los préstamos hipotecarios del XIX, cuya
difusión en el siglo XVIII constituyó una
seria amenaza para los pequeños propietarios de las distintas regiones que integraban la corona de Castilla. Pero, debido
precisamente a la modicidad relativa de
las pensiones de censo y a la garantía que
consentía al campesino en lo relativo a la
conservación de «su» parcela, la captación
del excedente por esta vía no era la fundamental sino más bien, como escribe R.
Congost, las relaciones de explotación
ejercidas a partir de los derechos de propiedad.
La segunda parte se ha desarrollado
desde una perspectiva dinámica, insistiendo en la transición hacia el régimen
liberal. El fenómeno, una vez más, se
analiza considerando una multiplicidad de
elementos, entre ellos, por ejemplo, los de
origen demográfico. La historiadora catalana reitera, como ya lo hizo en la Introducción, que el incremento de la densidad rural fue un factor decisivo en el
«hambre de tierra», tan característica del
período 1750-1850. Uno de sus indicadores más claros es el auge de los acensamientos, cuya fisonomía y cronología
se desmenuzan, pero sin olvidar la búsqueda de las razones que movían a los
propietarios a recurrir a ellos sistemáticamente. La respuesta, aquí como en otras
regiones -de nuevo se observa la ausencia
111
RESEÑAS DE LIBROS
de cualquier clase de comparación- no es
otra sino el esfuerzo por aprovechar al
máximo los recursos productivos -la tierra y el trabajo-, con la idea nada errónea
de que el pequeño explotador trabajaba
más que el jornalero. Por ello, en las
huertas de Murcia y Valencia se empequeñecía el tamaño de las explotaciones
dadas en arrendamiento, mientras que en
las comarcas vitícolas -Corinto en Grecia,
Yecla-Jumilla en Murcia, etc- se utiliza la
enfiteusis y hasta la subenfiteusis. Todo
ello posibilitado, obviamente, por la especialización y la intensificación. En este
contexto ¿cómo evolucionaron cuantitativamente los distintos tipos de renta? R.
Congost responde a esta pregunta intentando llevar a cabo su medida por medio
de una utilización ingeniosa de los datos
que su investigación le ha proporcionado.
El resultado es bastante satisfactorio y se
completa con la presentación de la influencia que ejercieron en las condiciones
de vida del campesinado tanto las cláusulas
de los contratos como los cambios en la
organización del trabajo (difusión de
nuevos cultivos, intensificación, desarrollo de la ganadería, etc).
El capítulo menos convincente es el
concerniente a la revolución liberal, en
especial el parágrafo titulado Teoría y
práctica de la propiedad. Leemos «Una de
les idees mes esteses sobre les revolucions
liberals, de qualsevol pais europeu i també
d'alguns paises llatinoamericans, es que
el nou ordre liberal comporta una nova
definicií del concepte de propietat. Si els
demanessien que desenrotllessin aquesta
idea, alguns autors intentarien explicar el
pas d'una propietat feudal complexa,
compartida, extraeconómica, basada en la
arbitrariedad i la injusticia, a una propietat plena, burgesa, capitalista, racional.
Pero, es correcte aquest plantejament? Es
tan evident com alguns pretenen que hi ha
una propietat burgesa, contraposada a una
propietat feudal? Existeis una propietat
112
racional? Pot haver-hi una propietat lliuse't», (pp. 189-190). A mi parecer, estos
planteamientos, en vez de clarificar las
cosas, pueden inducir a error:
A. Porque la visión «dualista» que
ofrece mezcla argumentos de distinta procedencia teórica y hasta cronológica. Por
ejemplo, la idea de que la propiedad feudal es arbitraria, injusta e «imperfecta»
pertenece al primer liberalismo, mientras
que su mayor o menor «racionalidad» no
se ha planteado hasta la aparición de la
New Institutional History. Por otra parte,
cada sistema económico tiene su propia
racionalidad.
B. Si existe una propiedad feudal
contrapuesta a la burguesa. Ello no significa que la segunda suprimiera las relaciones de explotación sino que adoptaron
nuevas formas.
e. La «liberación» de la propiedad
tiene un significado exclusivamente económico; se trata, como todo el mundo
sabe, de la entrada de la tierra en los circuitos del mercado.
D. Es sumamente discutible que los
campesinos quieran «liberarse de la propiedad». La experiencia histórica más bien
demuestra lo contrario.
Finalmente, la tercera parte se consagra a la descripción de la mentalidad de la
clase propietaria, mentalidad cuyo proceso
de formación y atributos más importantes
explica R. Congost con particular brillantez. Las páginas relativas al «pairalismo», a las «maravillas» de la enfiteusis y
al éxito de los miembros de este grupo
social en su esfuerzo por presentar una
visión determinada de la sociedad global
y de sí mismos son, tal vez, las más logradas del libro.
Para concluir, es de justicia insistir en
la madurez y categoría del trabajo comentado, como también en la novedad
de algunas de las fuentes utilizadas -el
Registro de Hipotecas- y el buen uso que
se hace de la información procedente de
RESEÑAS DE LIBROS
ellas. Asimismo, resulta destacable la coherencia y rigor del pensamiento y la
claridad expresiva. Ello no obsta para que
se eche de menos una mejor contextualización bibliográfica, cuya ausencia corre
el peligro de hacer parecer localista una
obra que no lo es. En otra línea, sería
preferible un tono algo menos contunden-
te en determinadas elaboraciones teóricas. Pero son fallos menores. En conjunto, estoy dispuesta a suscribir el juicio de
Pierre Vilar cuando afirma en el prólogo
que a partir de ahora Cataluña cuenta con
una historiadora notable más.
M: Teresa Pérez Picaza
(Universidad de Murcia)
******
Salvador CALATAYUD GINER, Capitalismo agrario y propiedad campesina. La Ribera
del Xúquer, 1860-1930. Valencia: Edicions Alfons el Magnanim & Institució
Valenciana d'Estudis i Investigació, 1989, 163 págs.
En las últimas décadas, pocas regiones
españolas han contado con una bibliografía tan apabullante sobre las relaciones sociales establecidas en torno a la tierra como
la del País Valenciano. En el curso de los
años 70 y de la pasada década fueron
apareciendo numerosos estudios que explicaban la trayectoria de las estructuras
sociales y agrarias durante el Antiguo
Régimen y en la etapa de la transición al
capitalismo. Sin embargo, en lo referente a
la evolución de las estructuras de la propiedad en la segunda mitad del siglo XIX
y primer tercio del siglo XX, justamente
cuando se consolida la agricultura capitalista y se producen profundas transformaciones en los usos del suelo, la cuestión no
había sido abordada con la profundidad y
el rigor que lo merecía.
El libro de Salvador Calatayud viene a
cubrir ese vacío y a mostrar las peculiaridades de las estructuras agrarias valencianas en la etapa contemporánea. El análisis
se centra en una de las comarcas más dinámicas desde el punto de vista económico: la Ribera de Xúquer y sus resultados
permiten contrastar puntos de vista establecidos por la historiografía valenciana
sobre el modelo evolutivo de la propiedad
territorial desde finales del siglo XVIII.
Aquí debo señalar que el autor ha respetado
la medida agraria que facilitan las fuentes
para el análisis de la distribución de la
propiedad -la hanegada-, lo cual, sin restarle mérito a las conclusiones del trabajo,
sí dificulta la comparación con otros lugares
de parecidas problemáticas que se podría
haber corregido con el paso de dicha medida local a hectáreas.
Los resultados del libro de Calatayud
muestran la existencia de un modelo dual
que definiría a las estructuras de la propiedad en la etapa de asentamiento del capitalismo agrario. Dicho modelo vendría
caracterizado por el avance paulatino de la
pequeña propiedad campesina desde finales del siglo XIX y la persistencia de
grandes propiedades hasta después de la
Guerra Civil, cuyo desgaste y declive se
gesta desde comienzos del siglo XX. Este
último punto resulta, a la luz de los datos,
bastante novedoso, pues los estudios referidos hasta hace bien poco sobre el País
Valenciano resaltaban como característica
el predominio de la pequeña propiedad,
cuyo avance más significativo tendría lugar en las décadas finales del siglo XIX.
Tales argumentos, bastante difundidos y
poco documentados, sólo pueden aplicarse
con rigor para el caso de la Huerta de
Valencia, en donde se confirma que los
arrendatarios acceden a la propiedad plena
113
RESEÑAS DE LIBROS
de las pequeñas parcelas que venían siendo arrendadas.
El trabajo pone de manifiesto la complejidad del proceso de cambio en las estructuras agrarias valencianas. La documentación de formación de grandes patrimonios territoriales por una burguesía
agresiva e innovadora a fines de la centuria pasada que invierte en el mercado de
tierras refuerza los puntos de vista señalados por Garrabou sobre el dinamismo y
desarrollo de la especialización agraria en
dicho período. La propiedad de la tierra se
configura, así, como una importante fuente
de beneficios para un segmento de la burguesía urbana que tiene como estrategia ya
en la segunda mitad del siglo XIX, la diversificación de sus negocios y se constituye, además, en fuente de prestigio social.
En este período, el autor advierte una
multiplicidad de comportamientos inversores que van desde la simple especulación
a partir del valor en alza de la tierra hasta
la más racional y tecnificada de las explotaciones. Todo ello en un contexto en el
que aumenta el papel del cultivo directo y
pierde peso el carácter rentista de los propietarios. Sin embargo, el creciente papel
de mano de obra asalariada en el mercado
de trabajo vendría sostenida por el aumento
de pequeños propietarios que rozan el
umbral de la subsistencia y se ven obligados
a desempeñar al propio tiempo el papel de
jornaleros.
Si el peso relativo de los grandes patrimonios territoriales hasta bien avanzado el
siglo XX constituye una de las principales
argumentaciones del libro que comentamos,
el protagonismo que adquiere la propiedad
campesina no lo es menos. Asimismo, el
papel de los pequeños propietarios se revela fundamental en el proceso de especialización y cambios acontecidos en la esfera
de la producción. Sobreexplotación familiar campesina y progresiva sustitución de
factor trabajo por capital son elementos
que se conjugan en la escala de los pequeños propietarios para afrontar las transfor114
maciones que se requieren en la estructura
productiva y en el proceso de mercantilización. Propiedad campesina, especialización y desarrollo económico no son, pues,
términos antagónicos. El caso estudiado,
ejemplificado en la zona de Alzira, demuestra que el ascenso de la pequeña
propiedad desde finales del siglo XIX
cumplió un papel destacado y complementario en el impulso de la especialización
naranjera que estuvo protagonizado por la
burguesía agraria.
El mérito del libro reside en la habilidad del autor para interrelacionar las transformaciones operadas en el uso del suelo y
los cambios en las estructuras agrarias. El
modelo así configurado sobre el desarrollo
del capitalismo agrario revaloriza el papel
de la propiedad campesina y cuestiona las
tesis que asociaban el atraso agrario y la
descapitalización con la presencia de la
pequeña propiedad. Aunque el nudo central
del libro reside en el análisis de las estructuras de la propiedad (permanencia de
la gran propiedad, formas de acceso de los
arrendatarios y enfiteutas al dominio pleno
de la explotación, mercado de tierras) son
muchas las cuestiones que aborda y que
están relacionadas con la problemática referida. Entre otras, destacan el estudio dado
a los cambios en la producción y la incidencia de la crisis finisecular en la reconversión agraria, el papel del crédito y el
proceso de acumulación y desposesión
campesina.
En definitiva, el libro de Salvador Calatayud, que no es sino parte de una espléndida tesis doctoral, constituye un buen
punto de referencia para los estudiosos del
rol de la pequeña producción campesina
en el desarrollo económico regional y, sin
duda, contribuye a clarificar el entramado
de las relaciones sociales que se configuraron con la implantación de la agricultura
capitalista tras el impacto de la revolución
burguesa en el campo valenciano.
José Miguel Martínez Carrión
(Universidad de Murcia)
RESEÑAS DE LIBROS
Xesús BALBOA, O monte en Galicia. Séculas XIX e Xx. Problemas xuridico-administrativos e individualización campesina. Edicións Xerais de Galicia, Vigo, 1990.
Sin duda siguen siendo las vicisitudes
del monte y de los espacios comunales el
aspecto menos estudiado por la historiografía agraria contemporánea. Salvo las
aproximaciones del G.E.H.R., Jesús Sánz
y los trabajos de Pegerto Saavedra para
finales del Antiguo Régimen, las investigaciones sobre estos espacios, de indudable interés para una comprensión adecuada de los sistemas agrarios y su transformación contemporánea, son ciertamente
escasas. Por eso, aunque no sólo, tiene
una especial relevancia la aparición de
este trabajo, resultado de una tesis doctoral dirigida por Ramón Villares en el
marco del grupo de historia rural que él
dirige en la Universidad compostelana.
Conviene enmarcarlo además en la creciente preocupación que por el estudio
del monte se percibe en Galicia y que
recientemente produjo algunos otros resultados en el ámbito de las ciencias sociales'.
Mas, conviene advertir que los méritos de este libro no deben circunscribirse
a su carácter de nueva aportación sobre
un asunto yermo en estudios históricos.
Sus virtudes exceden el propio marco de
la historia de los montes gallegos: contribuye a definir mejor el caso gallego en su
conjunto y está llamado a convertirse en
un instrumento insustituible para quien
quiera aproximarse a esta cuestión desde
cualquier realidad española.
El capítulo primero constituye una
adecuada síntesis del papel del monte en
la agricultura tradicional gallega. En el
segundo capítulo, con una escritura ágil y
sencilla, el autor hace fácilmente comprensible el enmarañado panorama legal
del monte gallego, de unos comunales
atípicos que acaban situados en una suerte de limbo jurídico. Se trata, por otra
parte, de una aportación casi inesperada a
la Historia del Derecho, en un ámbito que
sin exagerar se puede calificar como uno
de los más confusos de la Historia contemporánea gallega, después de la clarificación del problema foral.
"Pero en Galicia as cousas foron diferentes", recuerda repetidamente el autor
en el tercer capítulo, dedicado a la desnaturalización jurídica y a los intentos desamortizadores de los montes abertos gallegos durante el siglo XIX. Se comprueba aquí, en la práctica, la realidad del
choque de las nuevas normas uniformizadoras estatales en realidades diferentes a
aquellas para las que están pensadas. Los
espúrios efectos del jacobinismo de oficina
en la construcción del Estado español y el
tan tradicional como inútil empeño de la
administración española en gobernar sin
medios y por decreto. Los cambios introducidos por la legislación liberal son
evidentes, pero no llegan a todas partes o,
como demuestra este trabajo, en ocasiones
producen consecuencias diametralmente
diferentes a las perseguidas.
La redacción no está exenta de un fino
sentido del humor, que el autor convierte
en un inteligente medio para explicamos
problemas complejos; como cuando relata la "misión imposible" de los ingenieros
l. Cabe citar dos cientes investigaciones de economistas: Xaquín Fernández Leiceaga, Economía (politica)
do monte galego, Santiago de Compostela, Universidade-Servieo de Publicacións, 1990; y la tesis doctoral de
Albino Prada, Análise estructural do sector forestal en Galicia. Uso do territorio e cadeas productivas,
Facultad de Económicas, Santiago, 1991.
lIS
RESEÑAS DE LIBROS
de montes en Galicia o demuestra la escasa fiabilidad de las estadísticas en aquella
tierra, a propósito del misterio del monte
llamado por el burócrata "Demás comunales" que crece en el papel hasta ocupar
gran parte del municipio de Fonsagrada y
más tarde se reduce hasta desaparecer. Lo
cierto es que durante el siglo XIX y aún
en el XX la administración forestal no
logra siquiera conocer la realidad territorial y productiva de los montes abertos en
Galicia y, salvo excepciones, nunca comprenden los ingenieros el papel que desempeña en la agricultura campesina tradicional.
Los intentos de desamortización y de
intervención administrativa se saldan con
un estrepitoso fracaso. La oposición a la
venta de los montes abertos en Galicia se
debe a la conjunción de intereses socioeconómicos diferentes pero unidos en
la defensa del monte como soporte del
sistema agrario tradicional, frente a las
agresiones de la nueva legislación liberal
y sobre todo de los desesperados intentos
del Estado en construcción por nutrir sus
arcas. La fortaleza de la sociedad agraria
tradicional en Galicia queda de nuevo demostrada en esta investigación. La ausencia de una alternativa global durante el
siglo XIX era percibida por el conjunto de
esa sociedad, globalmente vinculada a los
intereses agrarios desde diferentes posiciones: menesterosos, diferentes sectores
campesinos, rentistas, postores de ganado
tratantes, etc. Frente a una legislación liberal que buscaba la "perfección" de la
propiedad para crear mayor riqueza, el
conjunto de la sociedad rural respondió
con la ocultación (capítulo IV), en un
momento en que la riqueza creada no podía ser mayor que por la vía conocida del
aprovechamiento tradicional. Ciertamente no se percibía todavía una alternativa
posible, que se abrirá paso desde el cambio de siglo.
Pero al autor no lo mueve sólo la in116
tención de explicar las permanencias si no
también el interés por señalar los cambios. Porque, pese al fracaso con que se
saldan los intentos de desamortización y
de intervención administrativa en el siglo
XIX, acaban por señalar el principio del
fin de la agricultura tradicional en la expresión que tenía en el siglo pasado, resultado de una conformación secular que
llega a su madurez (en expresión de
Bouhier) y a su ocaso entre 1850 y 1880.
Ciertamente el historiador busca siempre
rupturas, pero lo cierto es que generalmente las continuidades y los cambios se
solapan, incluso en realidades como la
inglesa, en las que las transformaciones
son más perceptibles. Esto es aún más
evidente en el caso de una economía campesina tan perfecta como la gallega. La
clave reside en aceptar las permanencias
sin dejar de buscar los cambios y tal es lo
que hace el autor, con notable éxito.
Tal como demuestra en el último capítulo, la historia de los montes gallegos,
desde finales del siglo XIX, conjuga la
defensa de una sociedad tradicional con la
adecuación a nuevas condiciones. Frente
a las agresiones estatales, y a pesar del
éxito en su resistencia, las comunidades
campesinas acaban siendo conscientes de
que las condiciones en que venían usando
secularmente los montes abertos se modificaron sustancialmente; la larga guerra
contra los intentos de venta (1861-1900)
introdujo con claridad, la conciencia de
que el monte estaba en peligro. La solución adoptada en muchos casos fue la individualización de los espacios comunales,
una forma de mimetismo que permite la
adaptación a los nuevos marcos con los
menores costes para el campesino. La resistencia se torna frecuentemente en
adaptación.
A pesar de mi entusiasta comentario
el libro también tiene algún defecto, pero
esa valoración se la dejo al lector. Si acaso señalar uno común a todos los investi-
RESEÑAS DE LIBROS
gadores gallegos, y consecuencia del minifundismo eurístico: la escasa rentabilidad del trabajo de archivo, grandes esfuerzos en este terreno producen siempre
resultados menudos.
Por último una advertencia. Este trabajo es esencial para una correcta comprensión del caso gallego, pero también a
otros niveles ya señalados. No creo exagerar si afirmo que resulta imprescindible, por su utilidad, para quien intente
adentrarse en el estudio de los montes
públicos y los comunales, porque no existe una sistematización sobre esta cuestión
como la que ahora se presenta. En este
sentido el idioma en que está escrito no
debe ser óbice; ya es tiempo de que, al
menos en los medios intelectuales, se tome
conciencia de la realidad plurilingüística
española.
Lourenzo Fernández Prieto
(Universidad de Santiago)
******
A. CASTELLO PUIG, Propiedad, Uso y Explotación de la tierra en la Comarca de los
Monegros Oscenses, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1989,308 pp.
Como nota previa a la recensión, debo
señalar que estamos ante uno de los escasos trabajos sobre estructuras agrarias,
donde la geografía y la historia coinciden
por igual en la mayoría de sus planteamientos y enfoques metodológicos. El
libro, sigue la línea de investigación emprendida por el Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la
Universidad de Zaragoza, orientada hacia
el análisis de la articulación comarcal de
Aragón, como requisito previo para la
proyección en el ámbito rural de aquellas
iniciativas que proceden de las instituciones oficiales. Es en este aspecto, donde la autora plantea su hipótesis de partida,
la cual se basa en los ineficaces resultados
que pueden dar las actuaciones de planificación del espacio agrario, si éstas se
sustentan en el aislamiento de un solo
factor -como ha sido y aún hoy lo es-, la
extensión de las superficies regables. Para
demostrar dicho planteamiento, la autora
elige el largo plazo (1880-1985), por dos
motivos que a mi modo de ver, son consustanciales en todo trabajo de carácter
comarcal: lo reducido del espacio, y la
necesidad de establecer períodos crono-
lógicos lo suficientemente amplios para
detectar mejor los cambios en aquellos
temas que son objeto de estudio.
Ciñéndome al libro, la autora ofrece
los resultados que obtiene a través del
análisis de aquellas variables que son básicas para cualquier trabajo sobre estructuras agrarias: lo usos y aprovechamientos de la tierra, la distribución de la propiedad agraria y por último los sistemas
de explotación y regímenes de tenencia.
En cuanto a las fuentes, para el siglo XIX
utiliza los Amillaramientos de todos los
municipios que componen la comarca. A
partir de aquí, aisla algunos elementos que
son importantes para conocer la distribución de la propiedad: la fragmentación
territorial y los grados de concentración.
Dejando a un lado el primer capítulo
dedicado a aspectos geoclimáticos y demográficos, por otra parte ineludibles en
un estudio de estas características, en el
resto mantiene un método similar, dando
de este modo una gran uniformidad al
trabajo. Este, se sustenta en la utilización
de los Amillaramientos de 1880, y los
Catastros de 1945 y 1985. Con esta documentación, establece el aparato empírico
117
RESEÑAS DE LIBROS
a través del cual se desarrolla el libro. En
cuanto a los aprovechamientos de las tierras, se analiza la relación existente entre
la superficie cultivada y la inculta, como
indicador del nivel de utilización del suelo.
Las transformaciones que se han producido a lo largo de este siglo están limitadas, principalmente, a un aumento de la
superficie dedicada al regadío, y por ende,
al desarrollo del cultivo intensivo: cereales, hortalizas, frutales, etc. Estos tres
aprovechamientos pasaron de ocupar el
3.3% de la superficie en 1880, al 21.3%
en 1985.
Si los cambios en el uso de suelo son
evidentes, en la distribución de la propiedad agraria, no lo son menos. La metodología empleada para conocer las tendencias en la concentración, o dispersión
de la propiedad, es a mi juicio la más
apropiada, puesto que realiza tres sondeos
separados entre sí unos 50 años. Tras la
obtención de los índices de concentración
de Gini, llega a la conclusión de que en la
actualidad y afectando a la mayoría de los
municipios, se ha producido un incremento
en los grados de acumulación territorial.
En el mismo bloque temático, es de destacar el espacio dedicado a los Bienes
Públicos, diferenciándose cuatro grupos:
municipales, comunales, estatales y por
último los eclesiásticos. La importancia
de estos bienes, no reside en el volumen
total de tierras que se encuentran dentro
de esta denominación jurídica, sino más
bien en el destino y distribución del producto agrario final, del cual se ven beneficiados una gran parte de los miembros
de la comunidad agraria.
Por último, el estudio de la estructura
de la explotación se realiza desde la
perspectiva de la interdependencia entre
propiedad y explotación, donde la existencia de una intensa fragmentación territorial va a condicionar el desarrollo de
los regímenes de tenencia. Para ello utiliza los Censos Agrarios de 1962, 1972,
1982 Yel Directorio de Explotaciones de
1986, siendo el cultivo directo el sistema
más extendido (p. 225). Resalta la autora,
la importancia de la agricultura a tiempo
parcial, como un medio de pluriactividad
económica muy utilizado en la comarca.
En definitiva, nos encontramos ante
un excelente trabajo, fruto de una elaborada Tesis Doctoral, y por consiguiente
cita obligada para todos aquellos que nos
encontramos trabajando en Historia y
Geografía Agraria.
Cándido Román Cervantes
(GHAMU)
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Joaquín MELGAREJO MORENO. La política hidráulica primorriverista. La Confederación Sindical Hidrográfica del Segura. ¿ Modernización económica o consolidación
de las clases dominantes de la región? Murcia, Colegio Oficial de Ingenieros
Agrónomos de Murcia, 1988. 192 páginas.
El libro de Joaquín Melgarejo no es una
simple crónica sobre la pequeña historia de
la Confederación Hidrográfica del Segura
desde su creación en 1926 hasta su transformación en Mancomunidad por la República. Como indica su subtítulo, la obra
posee una finalidad más ambiciosa: descubrir si la eH.S. fue un instrumento de
lIS
modernización de la agricultura murciana
así como de asignación equitativa de un
bien escaso o si, en la práctica, ejerció sus
funciones en beneficio de los terratenientes
y de las hidroeléctricas de la cuenca. Así
pues, Melgarejo conoce qué tipo de preguntas debe contestar el historiador y no
confunde nuestro oficio con el de meros
RESEÑAS DE LIBROS
cronistas del pasado.
El libro se inicia con un capítulo introductorio sobre la creación de las Confederaciones Hidrográficas donde se estudian
el Regeneracionismo -soporte doctrinal de
la política hidráulica-; la legislación anterior al Decreto de 5 de marzo de 1926 por
el que se crearon las Confederaciones; las
funciones que el Estado les otorgó -desarrollo integral de las cuencas, esto es,
construcción de pantanos, ordenación y
regulación de regadíos, provisión de electricidad, repoblación forestal, comunicaciones...- y también las formas de financiación mixta Estado-particulares contempladas en el citado Decreto. La creación de
las Confederaciones queda asimismo enmarcada dentro de la política de la Dictadura, a la que Melgarejo dedica un epígrafe
del capítulo.
La segunda parte del libro tiene como
objetivo demostrar que la Confederación
del Segura estuvo controlada por grandes
propietarios y sociedades hidroeléctricas.
Las pruebas que en este sentido aporta el
autor son contundentes. Para empezar, la
comisión encargada de elaborar el Reglamento de la Confederación estuvo presidida por el Marqués de Rafal en calidad de
delegado regio, acompañado de siete terratenientes y dos empresarios de la industria eléctrica. No es de extrañar, pues,
que esa comisión arbitrara un sistema
censitario de elección de síndicos y favoreciera la representación de las vegas media
y baja y de las compañías hidroeléctricas
en detrimento de las comarcas altas y de las
industrias molinera y de batanes de esparto. A la vista de tales pruebas y de otras
como el resultado de las elecciones de los
años 1927 y 1830, Melgarejo califica a la
Confederación como entidad que, "aunque
presentada como defensora de todos los
intereses, representó sólo los de los grandes propietarios y empresarios".
El tercer capítulo está dedicado a "La
gestión interna de la Confederación". Se
estudia primero la estructura oligárquica
de la institución: una Asamblea elegida de
modo censitario y, además, meramente
consultiva y una Junta de Gobierno rectora
integrada por aristócratas (el Marqués de
Rafal, el Conde del Valle de San Juan, el
Duque de Huetes...), por terratenientes (De
la Cierva, Girona Ortuño...) y por representantes de las empresas hidroeléctricas
(Riegos de Levante, Eléctrica de los Almadanes, de Chinchilla ...). Melgarejo realiza
luego un detenido análisis del modo como
se financió la Confederación y de las obras
que emprendió entre 1927 y 1930. El epígrafe tiene como sustento los propios presupuestos del organismo, de ahí su rigurosidad. Un 95% de los ingresos provino del
Estado y el otro 5% de las derramas obtenidas del prorrateo de gastos entre los
usuarios. En cuanto a los gastos de la
Confederación, se dirigieron en su mayoría
a la construcción del pantano de La Fuensanta, dedicándose pequeñas partidas del
presupuesto a mejorar otros embalses, a
sanear ramblas y a la repoblación forestal
de algunos parajes. La contabilidad de la
Confederación también ha servido a Melgarejo para confirmar que sus altos cargos
fueron generosos consigo mismos, asignándose sueldos de hasta 40.000 pesetas
anuales. El capítulo termina relatando los
pormenores de la construcción del pantano
de La Fuensanta. Evitando de nuevo la
crónica, el autor descubre tras ellos un
conflicto de intereses resuelto a favor de
los terratenientes de las vegas media y baja
y en contra de dos empresas eléctricas antiguas concesionarias del embalse, de las
compañías madereras, de los propietarios
de la vega alta e incluso en contra de los
habitantes de la cuenca ya que se desechó
una obra de contención de avenidas en
beneficio de otra cuya finalidad era asegurar
los riegos estivales.
La última parte del libro pretende ratificar documentalmente que la C.H.S. actuó
al servicio de terratenientes y sociedades
eléctricas. Para corroborar la primera hipótesis, Melgarejo ofrece dos pruebas: la es119
RESEÑAS DE LIBROS
tructura de la propiedad agraria en la cuenca y la política de licencias para la instalación de bombas elevadoras de agua. Mediante el vaciado de una fuente rica en información -los Censos de Propietarios elaborados por la propia C.H.S.-, el autor
acomete contra el tópico del minifundismo
y de la ausencia de grandes propiedades,
aportando una amplia base estadística que
acredita la existencia de verdaderos latifundios integrados, eso sí, por tierras dispersas
(en Almoradí, por ejemplo, un 1% de los
propietarios poseía más del 30% del regadío). Así pues, concluye Melgarejo, la
gestión de la C.H.S. "no supuso modificación alguna en la estructura de la propiedad; la gran propiedad fue respetada o,
más exactamente, favorecida por una institución que no deseaba transformar el sistema tradicional de la propiedad". Por otro
lado, la C.H.S. practicó el nepotismo en la
concesión de licencias para la instalación
de motores elevadores ya que, como bien
documenta el autor, gran parte de esos
motores se ubicaron en tierras de síndicos,
consejeros y delegados de la Confederación. Algo similar sucedió con la concesión
de energía, puesto que su arrendamiento
benefició a unas cuantas empresas hidroeléctricas. El libro de Melgarejo posee
virtudes que deben destacarse. Llena un
vacío historiográfico -las obras de Velarde
Fuentes y de Martín Retortillo resultaban
insuficientes-o Lo hace con honestidad y
120
rigurosidad en la labor de archivo, alcanzando conclusiones relevantes, la principal
de las cuales es haber demostrado una vez
más que las instituciones de la Dictadura
de Primo de Rivera no fueron neutrales en
política económica. Ello no obstante, me
gustaría que Melgarejo reflexionara sobre
esta sugerencia que le hago con toda cordialidad científica. Después de leer su trabajo, no me cabe duda que la C.H.S. fue un
organismo utilizado por terratenientes y
empresas eléctricas para maximizar beneficios distribuyendo el agua y, por consiguiente, la renta a su favor. Sin embargo,
es probable que la mayor dotación de un
bien tan crucial como el agua tuviera efectos
positivos sobre el crecimiento económico
de la región, coadyuvando a consolidar una
agricultura competitiva y a crear el apelativo de modernización, de manera que, a mi
juicio, el subtítulo del libro no debiera hacer incompatibles modernización económica y consolidación de las clases dominantes. Para terminar, diré en mi descargo
que la sugerencia no significa que yo crea
que el único camino de modernización
económica de la región pasara entonces
por la consolidación de los terratenientes.
Otras políticas económicas hubieran podido redistribuir mejor la tierra, el agua y la
renta sin menoscabo del crecimiento económico.
Antonio Escudero
(Universidad de Alicante)
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