Soberanía nacional y progreso A propósito de Teoria del Progreso, de Carlos Rubio Miguel Andúgar Miñarro En 1858 Emilio Castelar publica La fórmula del progreso, texto acogido con polémica en el seno de la izquierda liberal española, y que tiene su origen en las lecciones dadas por el publicista en el Ateneo de Madrid. Tanto Castelar como Nicolás María Rivero -director del periódico La Discusión hasta 1864 y miembro eminente del partido democrático-, consideraban que la supervivencia de la democracia en España pasaba necesariamente por la creación de un gran partido de izquierdas que, uniendo a demócratas y progresistas, prescindiendo de los progresistas templados de un lado y los socialistas por el otro, tuviese grandes posibilidades de formar gobierno. En La fórmula del progreso se expone el modelo de democracia del partido de Castelar, así como un análisis de los partidos políticos españoles de la época. Los absolutistas aparecen como aquellos que quieren ponerle freno al avance de la vida política en España; los neo-católicos son los representantes de una religión adulterada; los moderados se encuentran estancados; y los progresistas, presa de un proceso de descomposición “que si no comprende, analiza y remedia pronto, muy pronto, puede causar su total perdición” 1 . El partido progresista, para Castelar, es inútil en el momento en el que se escribe el texto, pese a considerarlo heredero directo 1 Castelar, Emilio. La fóruma del progreso. Madrid: Est. Tip. De J. Casas y Díaz, 1858, p. 8. Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Miguel Andúgar Miñarro, Soberanía nacional y progreso. A propósito de Teoria del Progreso, de Carlos Rubio. de aquellos que forjaron la Constitución de 1812. El partido progresista, encargado de reformar la constitución de 1837, sitúa entonces la idea de la Soberanía del pueblo en el preámbulo del texto, anula el sufragio universal y pone impedimentos a la libertad de prensa: “la libertad fue mutilada, si, y mutilada por los que se llamaban hijos y herederos de los gloriosos legisladores de Cádiz.” 2 . El partido se halla dividido entre los templados y los puros, entre aquellos que deberían formar parte de la Unión Liberal y los que deberían pasar a formar parte del partido democrático. Tanto los progresistas puros como los demócratas desean libertad, progreso y democracia. La democracia, para Castelar, es la expresión política de la ley del progreso, y los derechos naturales el origen de la soberanía del pueblo. La obra que nos ocupa, La teoría del progreso, es la contestación definitiva de Carlos Rubio, poeta y miembro del partido progresista, al folleto escrito por Castelar, con la finalidad de mostrar la falsedad de sus argumentos contra el partido progresista y lo errado de su interpretación de la democracia y sus fundamentos. Como periodista de La Iberia, periódico de los progresistas, ya había expresado su desacuerdo con las principales claves teóricas expresadas por Castelar. Rubio se pregunta en esta obra si es el momento adecuado para entrar en esas discusiones “cuando la iglesia liberal está en sus días de persecución” (4) ¿Debe una discusión “teológica”, sobre principios teóricos, distraer de la acción política? Nuestro autor insiste en que su folleto no pretende ser la expresión del partido progresista, sino su opinión personal. En cualquier caso, el texto incluye, en un apéndice final incluido desde la segunda edición, una carta de eminentes progresistas defendiendo el escrito. El avance hacia una sociedad más justa y libre se produce atemperado por dos movimientos en sentido contrario: unos –absolutistas y 2 Íbid., p. 39. 2 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Miguel Andúgar Miñarro, Soberanía nacional y progreso. A propósito de Teoria del Progreso, de Carlos Rubio. neo-católicos- frenan el movimiento de la sociedad impidiendo que se precipite a un abismo por “viajar” demasiado rápido; otros –los socialistas y demócratas-, que quieren reformas inmediatas que aún no son posibles, también contribuyen impidiendo que la sociedad se estanque. El progreso no es otra cosa que “el cumplimiento de la inmutable voluntad de la suprema sabiduría” (14). En este proceso la historia camina hacia la unidad. El propósito del partido progresista es conseguir la libertad para todos los ciudadanos. Pero es necesario que ese proceso sea lento y atemperado: la precipitación en tan delicado asunto sólo traerá desgracias y violencia. Así, la tarea del partido progresista se reduce a “procurar al pueblo toda la libertad posible hoy, y a prepararle para que pueda tener más voluntad mañana” (17), y sus principios absolutos son la soberanía popular y la ley de las mayorías. Mientras que el partido absolutista tiene como fundamento el derecho divino, Castelar en La fórmula del progreso considera que la cuestión del derecho es superior a la de la soberanía, que nunca debe impedir el ejercicio de la libertad individual. El partido progresista, en cambio, en palabras del poeta y periodista, considera que el hombre es libre para elegir sus obligaciones y derechos. Por ello, afirmará Rubio, sólo este partido es verdaderamente liberal. El individuo no ha de ceder su voluntad a los deseos de un líder, un símbolo o “una tabla de derechos”. Todos se han de someter a la decisión de la mayoría. Pone Rubio como ejemplo a su partido, que cuenta con muchas opiniones distintas, pero en el que todos se unen como una sola voz una vez que se ha concretado la opinión mayoritaria. Si la sociedad tiene como origen el pacto, el acuerdo en libertad, en el que cada uno acuerda asociarse voluntariamente, ¿ qué se pudo pactar en ese contrato original? Según los adversarios de Rubio, nada de lo pactado estuvo en contra de los derechos ya existentes de los asociados. Rubio se 3 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Miguel Andúgar Miñarro, Soberanía nacional y progreso. A propósito de Teoria del Progreso, de Carlos Rubio. pregunta por la realidad de tales derechos previos. La existencia de la sociedad presupone el limitar cualquier derecho que pueda ser perjudicial para la misma. Coartar la libertad natural es entonces una necesidad en cualquier comunidad de asociados. Lo que durante el absolutismo fue tiranía basada en el derecho divino, más tarde se sustituye por la tiranía basada en los derechos naturales. Rubio se pregunta: “¿pero habían dejado los ídolos de ser falsos por haber variado de poseedor?” (23) En caso de existir tales derechos naturales, estos habrían de ser reconocidos por la mayoría. Así, cualquier derecho realmente natural continuará siendo imprescriptible porque la mayoría lo querrá de esta forma. Rubio llega a comparar la tabla de derechos con el derecho divino: una ficción que ni ellos mismos –los demócratas- consideran real, no siendo sino un medio, un engaño con el que mantener el poder y obrar a su antojo sin contar con la voluntad del pueblo. Por el principio de soberanía nacional todo los ciudadanos actúan como una sola cámara en la que se generan las leyes mediante la voluntad de la mayoría. No hay intereses de distintas clases, no hay intereses “antiguos” o “modernos”: sólo existe la voluntad del pueblo. El modelo de sufragio que corresponde a este sistema es el universal, pero no el adecuado a la situación política española. Un sufragio universal en España, afirma, daría el poder a un Napoleón III. El sufragio censitario es una necesidad temporal. El momento del sufragio universal aún no ha llegado, pero el partido progresista lucha por conseguirlo. El proyecto: reducir el mínimum que capacita para el voto conforme sea posible. En lo que al poder ejecutivo se refiere, Rubio tiene claro que éste ha de depositarse en una sola persona, el rey, ya que la tarea requiere unidad y rapidez, y la deliberación puede ser larga e inoperante. Esa autoridad, ante la necesidad de estabilidad, no puede ser electiva, ni tampoco responsable. 4 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Miguel Andúgar Miñarro, Soberanía nacional y progreso. A propósito de Teoria del Progreso, de Carlos Rubio. Los responsables son los ministros, que responden de los actos del ejecutivo ante la cámara legislativa. En caso de que el rey luchase contra la constitución lucharía contra su propia inviolabilidad: “el rey que rompiera el contrato solemne estipulado con su pueblo, sería como el guerrero poseedor de una coraza encantada e invulnerable, que se despojase de ella al entrar en una lucha sangrienta” (33). Tras la exposición del credo progresista, el texto ataca las ideas vertidas por Castelar en La fórmula del progreso. Comienza Rubio con la rectificación de alguna de las afirmaciones sobre el partido progresista. Un partido como el suyo fuera del poder no es un partido en descomposición: está en unas circunstancias excepcionales para regenerarse, en tanto que sólo puede engrosar sus filas con adeptos a la causa, y nunca con interesados en el poder. El partido democrático, dirá Rubio, sólo tiene de bueno aquello que hereda de los liberales doceañistas y que comparte con el partido progresista. Niega la originalidad o novedad en el programa democrático: “¿Qué punto de doctrina hay en el credo de la democracia que no sea más antiguo que la Constitución del 12?¿Qué punto que nuestros legisladores de Cádiz no conocieran ya?” (69). La única democracia liberal para Rubio es la defendida por el partido progresista, por aceptar una soberanía nacional ilimitada, sin restricciones. Aunque el partido democrático ensalce también la soberanía nacional, considera el derecho anterior y superior a ésta. Así, las decisiones de la mayoría sólo serán aceptables siempre que concuerden con aquello que el partido democrático considera derechos naturales anteriores al nacimiento de la sociedad: “En el mundo de la libertad, el hombre esculpe el derecho que Dios esculpió en su alma, el derecho natural.” 3 En Castelar, la noción de derecho presupone la autonomía individual, que conlleva, a entender de 3 Íbid., p. 53. 5 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Miguel Andúgar Miñarro, Soberanía nacional y progreso. A propósito de Teoria del Progreso, de Carlos Rubio. Rubio, la negación de toda autoridad. La libertad precursora del derecho de la que hablará Castelar en La fórmula del progreso es la libertad absoluta, la expresión plena de cualquier acto de voluntad, y por ello, dirá nuestro autor, completamente imposible de ejercer en sociedad. De esta voluntad, dirá Rubio, cedemos una parte para constituirnos como comunidad, apareciendo la autoridad y la obediencia -siempre voluntaria-: “hasta al obedecer ejerce el individuo un acto de su soberanía” (74). Otro problema elemental es la imposibilidad de dilucidar de forma objetiva cuáles son esos derechos naturales; se trata de un sistema que genera individuos convencidos de la absoluta imposibilidad de generar un acuerdo que les lleve a obedecer ante aquello que no sea considerado como garante de lo que ellos mismos consideran sus derechos imprescriptibles. Rubio se pregunta: ¿cuál es la efectividad de una ley ante un demócrata que sólo reconoce la soberanía de su libertad natural? La sociedad, desde esta perspectiva, no podrá nunca tener autoridad sobre el individuo. Más aún, afirma nuestro autor: la afirmación radical de la autonomía individual conlleva necesariamente la desaparición de toda autoridad. Frente a este planteamiento, Rubio defenderá la “teoría de la utilidad del mayor número”. A fin de cuentas, sin aceptar la primacía de esos derechos fundamentales, se llega sin dificultad a obtener todas las libertades que demócratas y progresistas defienden: igualdad de derechos políticos, libertad de imprenta o de asociación, sufragio universal, descentralización administrativa o libertad de comercio. Las últimas críticas contra las demócratas vertidas en la Teoría del progreso se dirigen contra la falta de unidad teórica en el seno del partido democrático, incluso entre sus miembros más importantes, como Castelar y Pi i Margall. Si para Castelar la democracia es compatible con la religión 6 Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico Miguel Andúgar Miñarro, Soberanía nacional y progreso. A propósito de Teoria del Progreso, de Carlos Rubio. católica, para Pi es anárquica y atea. Además si, como afirma Rubio, la afirmación de la autonomía individual conlleva el fin de la autoridad, es imposible que en esta interpretación de la democracia haya lugar para la religión católica, a no ser que ésta sea entendida como autoridad única, como fuente de derechos naturales, y por tanto, como modelo teológico y regreso a modelos no ilustrados: “si existiera [la religión] siendo la autoridad única, el único punto inmutable de la sociedad, vendríamos a parar a la época teológica” (77). El escenario de esta confrontación muestra a dos partidos imposibles de conciliar en lo teórico pese a que, como reconocen ambos bandos, les dirigen objetivos políticos muy parecidos. 7