Nancy Cunard y Ligazón de Valle-Inclán: historia de un proyecto

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Nancy Cunard y Ligazón de Valle-Inclán: historia
de un proyecto pionero en los años de la
posguerra mundial
Carmen García de la Rasilla
University of New Hampshire
José Manuel Pereiro Otero. Vanguardia, exilio y traducción en las posguerras europeas: Nancy
Cunard y Ramón del Valle-Inclán. Madrid: Editorial Verbum, 2010. Pp. 180. I.S.B.N.:
978‑84‑7962‑687‑7.
Salvo en casos excepcionales, dentro y fuera de España, el teatro simbólico y esperpéntico
de don Ramón del Valle-Inclán tardó varias décadas en alcanzar su merecida consagración
pese al empeño de algunos adelantados que reivindicarían contra corriente su valor escénico
y su lenguaje universal. En su libro, Vanguardia, exilio y traducción en las posguerras europeas:
Nancy Cunard y Ramón del Valle-Inclán, José Manuel Pereiro Otero nos ofrece la historia
del proyecto de una entusiasta valleinclaniana que se adelantó a su época con su empeño
por traducir al inglés y representar en el Londres de los años cincuenta Ligazón, drama en
un acto que el autor gallego había incluido junto con La Rosa de papel, El embrujado, La
cabeza del Bautista y Sacrilegio en El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte (1927).
El estudio de Pereiro Otero es producto de la elaborada fusión de dos artículos
previos sobre el tema y fruto de una minuciosa investigación del archivo personal de Nancy
Cunard, depositado en el Harry Ransom Humanities Research Center de la Universidad
de Texas-Austin. Pereiro deja hablar a través de sus misivas a todos aquellos personajes
que de una u otra manera estuvieron envueltos en ese proyecto de dar a conocer en el
Reino Unido el texto teatral de Valle-Inclán durante la postguerra de los años cincuenta,
y que además de la propia escritora y reportera inglesa, incluirían al periodista, escritor
y traductor irlandés Charles Duff, a la directora del Watergate Theatre, donde se había
proyectado representar la obra, Velona Pilcher, así como a los exiliados Juan Miguel Romá,
Juan Andrade y Antonio Aparicio. También deja testimonio del incondicional apoyo a la
representación de don Jaime del Valle-Inclán, hijo del dramaturgo.
Sin duda se trata de un trabajo muy bien documentado como atestiguan las abundantes
notas de pie de página, algunas de las cuales inundan incluso la página. La abrumadora
información sobre detalles y pormenores puede parecer en ocasiones excesivamente prolija,
aunque Pereiro ha sabido dotar a su narrativa del suficiente suspense para mantener el
interés del lector y permitirle seguir cada paso de toda esta aventura cultural finalmente
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truncada. Sin embargo, y pese a que una síntesis o selección más exhaustiva de los datos
hubiera sido deseable, este cúmulo documental pone en manos del especialista un valioso
archivo para aproximarse a la figura de Nancy Cunard, excepcional promotora de la
cultura española, y para conocer a algunos de los personajes más significativos del exilio
republicano español en Londres y París, así como la situación vivida por uno de los teatros
independientes más emblemáticos de aquel momento en la capital británica, el Watergate.
Curiosamente, el texto dramático de Valle-Inclán, Ligazón, cuya suerte une a todos los
personajes y constituye el hilo fundamental que guía al lector a través de la aventura cultural
narrada, resulta una mera excusa en torno a la cual se construye un cuadro testimonial de
la actividad cultural desarrollada por Nancy Cunard y por los exiliados y sus apoyos a
ambos lados del Canal de la Mancha. Efectivamente, el autor se enfoca en los avatares y
circunstancias que rodearon el proyecto, así como en los motivos aducidos por directores
o editores (económicos, de producción, o simplemente personales) para posponer una y
otra vez la puesta en escena del texto o su publicación, pero no alude ni especula sobre las
razones de fondo, esto es, culturales, políticas o meramente literarias que pudieron haber
influido en el rechazo que sufrió finalmente el ilusionado empeño de Cunard. Se echa
en falta en este sentido una contextualización del proyecto dentro del panorama teatral y
político-cultural londinense o europeo del momento, así como un análisis comparativo con
otros proyectos contemporáneos similares. Con todo, el trabajo de Pereiro es una meritoria
contribución a esa historia todavía en ciernes del teatro español en el exilio.
El estudio expone en cambio con detalle las razones que moverían a Nancy Cunard y
a todo ese grupo de republicanos y simpatizantes a llevar a cabo el proyecto: por un lado se
trataba de dar apoyo con la carga simbólico-revolucionaria del teatro de Valle-Inclán al exilio
republicano, con el que Nancy Cunard estaba comprometida, y por otro de adaptarse a las
limitaciones económicas y espaciales del Watergate y a su talante de teatro independiente
y experimental con una obra breve, de pocos personajes y marcadamente vanguardista.
Pereiro señala el carácter pionero de un proyecto que todavía tendría que esperar cuarenta
años para ver la luz (Blood-Pact no se publicaría hasta 1991) y al que, no sin razón, califica de
quijotesco. Efectivamente, en 1951 cuando Nancy Cunard inicia su empresa literaria, la obra
dramática de Valle-Inclán todavía era cuestionada. Como señala Ricardo Doménech(12), la
producción teatral valleinclaniana, marginada durante la posguerra, siguió una trayectoria
zigzagueante hasta su éxito a finales de los años sesenta. Defensor de un teatro experimental,
anticonvencional y antiburgués, no extraña las dificultades que el propio Valle-Inclán
encontraría a la hora de representar sus textos. Motivos comerciales llevarían por tanto al
teatro español de la inmediata posguerra a ignorar una obra renovadora que sería recuperada
en los años cincuenta aunque sometida a las restricciones, limitaciones y escasos medios del
teatro de cámara. Valle-Inclán siguió siendo un reto para los directores en esa década en
parte por su anticlericalismo y moral decadente, pero sobre todo por la falta de tradición
estética en el montaje de los esperpentos. En este contexto la representación de los dramas
de un solo acto resultaría la mejor elección para acercar el teatro del dramaturgo gallego al
público. Parece lógico por tanto que Ligazón fuese el texto escogido para ser representado
por el grupo de cámara El Duende el 6 de marzo de 1950 en el teatro Gran Vía de Madrid,
en una sesión con programa doble compartido con Ardèle o la margarita de Jean Anouilh
(Véase el artículo de María Paz Cornejo Ibares, “Valle-Inclán y la estrategia de la obra en un
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acto en el teatro español de posguerra (1940–1960)”). Probablemente Nancy Cunard sabía
de este estreno y concibió la posibilidad de representar Ligazón también en Inglaterra como
la forma más viable de introducir el teatro español de vanguardia. Aunque como expone
Pereiro, el interés o más bien entusiasmo de la Cunard por Valle-Inclán data de los años
cuarenta, las circunstancias anteriormente mencionadas y especialmente las características
del Watergate Theatre, nos ayudan a comprender las razones por las que la escritora decidió
escoger Ligazón. Curiosamente Nancy comienza a buscar un manuscrito del texto en
español en abril de 1950, un mes después de su estreno en Madrid. Esta búsqueda lleva al
lector a través de otro personaje, Juan Miguel Romá, a los círculos de libreros e intelectuales
españoles exiliados en Francia, y de la mano de su colaborador en el Reino Unido, Charles
Duff, a los contactos del exilio en Londres. Pereiro enlaza así hábilmente las circunstancias
que rodearon los planes para llevar a cabo la representación de Ligazón con algunos nombres
y avatares del exilio español. Finalmente el proyecto tomará cuerpo al proporcionar el mismo
hijo de Valle-Inclán, don Jaime, una copia de la primera edición y solucionar la cuestión de
los derechos de autor. Todo parecía indicar pues que la empresa histórica de representar por
primera vez a Valle-Inclán en la capital londinense llegaría a buen puerto.
El reto proseguiría ahora con la traducción del dramaturgo gallego al inglés, cuyo
lenguaje mágico, ritualizado y tremendamente rico en expresiones populares y regionales
resultaría extremadamente difícil, según testimonia la correspondencia epistolar. Nancy
recurre a sus amigos exiliados españoles, quienes le ofrecen su ayuda y aliento, mientras
Charles Duff, se presta a traducir el texto completo. Precisamente la reproducción en el
apéndice de las dos traducciones de Nancy (Blood-Bond: A Play for Silhouettes, 1951; y la
posterior de 1957, Binding-Spell: A Play for Silhouttes), así como la versión de Charles Duff
(The Bond: A Play for Silhouettes, 1951), constituyen uno de los mayores atractivos del
libro. Las tachaduras y rectificaciones observables en los manuscritos y los comentarios de
sus autores acerca de las dificultades encontradas en su trabajo, permiten al lector asistir al
intrincado proceso de producir un Valle-Inclán apto para el público inglés. Sin embargo, ni
la belleza del drama rendido por las versiones inglesas, ni los esfuerzos de Nancy Cunard,
o de sus colaboradores, lograron que el proyecto llegara a término. La empresa se vería
definitivamente truncada en 1958 tras la clausura del New Watergate Theatre y después
de los infructuosos intentos de producir una versión radiofónica y televisiva en la BBC.
La publicación del texto en la editorial Myriad también se malograría un año más tarde.
Pero independientemente de su fracaso, Pereiro Otero revela el alcance visionario
del proyecto. En efecto, sus gestores, especialmente Nancy Cunard, supieron apreciar ya
en esa época el vanguardismo de una obra que superaba los límites de la lengua y del
país en los que había permanecido encerrada, y trataron de proyectarla en una de las
capitales teatrales más importantes del mundo, y de conectarla con la producción de otros
dramaturgos europeos. Su estudio nos acerca asimismo, como hemos visto, a esas figuras
del republicanismo español en Europa, cuya labor cultural se desarrollaría en silencio y en
la mayoría de las ocasiones sin recompensa. En su epílogo, Pereiro confiesa que una de las
intenciones de su libro ha sido dar a conocer precisamente a algunos de esos personajes
del exilio para que su esfuerzo no permaneciera en el olvido. Sirva pues su testimonio de
semillero para animar futuras investigaciones sobre un capítulo de la cultura española
contemporánea cada día de mayor actualidad en los estudios históricos y literarios.
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CONFLUENCIA, FALL 2012
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