espiritu de la profecia

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CAPÍTULO I
BENDICIÓN Y MALDICIÓN
Que al principio, según las Sagradas Escrituras, todo era un
solo mar profundo cubierto de tinieblas, sin que existiese
cosa alguna que reflejara la purísima Luz de Dios; cuyo
Espíritu soplaba sobre las aguas, dividiéndolas mediante la
bóveda de las estrellas fijas, en aguas de arriba y aguas de
abajo; últimas de las cuales formó la tierra y su respectivo
mar, poblándolas de sus propias criaturas, incluso el hombre
y la mujer de su sueño; hasta llegar al Séptimo Día, de
satisfacción y descanso porque había terminado su trabajo;
consistente en crear cada ser en sí mismo originario de su
propia raíz, sin olvidar los cuerpos celestes, en la quietud
de sus movimientos cíclicos.(Gn 1.6-10) (Ex 14.21-22)
(Jos 3.6-17).
Así, desde entonces, no obstante que Dios había entregado en
señorío la Tierra y todo lo que hay en ella, al primer hombre
y su mujer, bendijo sobre la buena fama de toda su obra,
consagrándola para Sí mismo. (Gn 2.1-3).
¿Cómo, sin embargo, llegó Dios a retractarse de lo hecho,
además de la afirmación del señorío y dignidad en cabeza del
hombre? (Gn 6.5-6); pues que plantó al oriente del Edén, un
huerto a prueba de toda delicia, y en medio de este jardín, el
Árbol de la Vida y el Árbol de la Ciencia.
Conduciendo las fuerzas de la interpretación profética hacia
este núcleo, es que hallaremos las coordenadas exactas que
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habrán de guiarnos sobre el georama de las Sagradas
Escrituras; para levantar la verticalidad de las diferentes
historias horizontales, escritas con el espíritu y la sangre de
sus personajes, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
No tardemos entonces: Que el Árbol de la Vida y el Árbol de
la Ciencia del Bien y del Mal, son uno solo y el mismo, viene
de la confrontación de los versículos Gn 2.9;3.3; los cuales
han confundido la interpretación de los teólogos, respecto a
cuál de los dos árboles era el que estaría en medio del huerto.
De no ser porque en Gn 2.17, dice expresa y taxativamente:
“…del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal no comerás…”, los exegetas habrían incurrido en falsas interpretaciones del Espíritu Profético, que no obstante la claridad de este
versículo, no se han logrado contener.
Si Gn 3.3, dice textualmente: “más el fruto del Árbol que está
en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le
tocaréis, porque no muráis” y si Gn 2.9 coloca en medio el
Árbol de la vida; entonces, la prohibición para el hombre
sería la de tener vida eterna; o la imposibilidad de estar ante
la presencia de Dios; o hacerse Dios.
Que Adán y su mujer gozaron de la presencia de Dios o del
Árbol de la Vida Eterna, en el comienzo, se desprende del
texto bíblico, por el diálogo mismo de los personajes.
(Gn. Cap.3).
Pero, ¿en qué momento este Árbol de la Vida, cuya semilla
fue Adán, se convirtió en Árbol de la Ciencia del Bien y del
Mal, o en el Árbol de la muerte, que sería el mismo Árbol
Genealógico de la Humanidad?
Formado el hombre del polvo de la tierra y puesto en su nariz
soplo de vida, fue alma viviente (Gn 2.7); y advertido de
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comer de todo árbol, menos del árbol de la Ciencia del Bien y
del Mal (Gn 2.16-17), le trajo Dios todas las bestias del
campo y Adán púsoles el nombre; más para sí, no halló
criatura semejante; entonces, Dios lo sumerge en sueño
profundo, y extrayéndole una de sus costillas, formó la
mujer, que allí mismo le entregó; diciendo Adán: “esto sí que
es hueso de mis huesos y carne de mi carne”, (Gn 2.18); así,
el hombre se unió a su compañera, fueron una sola carne y
estaban desnudos, sin avergonzarse, (Gn 2.21-25); pero, al
hacerse madre la mujer, desde el instante mismo de la
gestación, su cuerpo se convirtió en la evidencia que negó el
acatamiento del precepto que le advertía sobre la muerte;
instante mismo en el que ya no creyó en Dios Padre Creador
y dueño de todo cuanto existe, sino, en la génesis, o
evolución de todas las cosas desde el vientre de la madre,
como proceso encadenado del tiempo; por eso, despreciado
Dios, maldijo la tierra y la generación de Adán en el Espíritu
de la Serpiente, expulsando la pareja de su presencia; y
quedando para la mujer el nombre de Eva, por cuanto será
“madre de todos los vivientes”. (Gn 3.20).
Ya no era un principio único, creador de todas las cosas,
sino, un proceso infinito de causalidad, con el nombre de
tiempo; simbolizándose por el Espíritu de la Profecía esta
dominación de nuestro modo de conocer, con la Serpiente del
Paraíso.
Es el caso cuando alguien que viene caminando se detiene: el
camino recorrido que viene del pasado hasta el presente en
que la persona está ubicada, tiene la forma de serpiente, lo
mismo que todo camino recorrido; es a este modo de
conocimiento torcido al que el Espíritu de la Profecía
llama Prevaricato o Prevaricación, „andar con los pies
torcidos‟. (Dn 8.12).
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¿Decimos que esta Serpiente nace de nuestros pies? Con ellos
venimos dejando nuestro pasado; y con la Gran Serpiente,
respondemos a la pregunta de cualquier origen y de todo
origen; es el continuo movimiento de nuestros pasos
discontinuos, sólo que su rostro, es nuestro rostro;
entonces, si averiguamos por el origen de nuestro pasado,
nos regresamos paso a paso, confesando lo vivido; los
zapatos viejos, los pies hinchados, delatan lo mucho que
hemos caminado; no obstante, tiene otra dominación más
fuerte sobre nuestra alma, si observamos el pasado biológico
de nuestro cuerpo, o simplemente nuestro cordón umbilical:
Nuestro cuerpo lo vemos provenir de otros dos cuerpos; y
éstos de otros cuatro; y estos cuatro de ocho etc.; este efecto
multiplicador hacia el pasado, forma la gran pirámide
biológica de nuestra generación; el cuerpo del Faraón estaría
en la cima de la gran pirámide de la Humanidad, y sobre
él, nadie.
Son estos los símbolos básicos que nos muestra la civilización de los egipcios, a través de las representaciones de pirámide y serpiente, con los cuales rendían culto de adoración al
tiempo, como piedra fundamental de su ciencia y su poder;
civilización ésta, en la que fueron sumergidos los hijos de
Jacob, para ser transformados en las Doce Tribus de Israel,
conforme a la visión que Dios mostró a Abram, padre de
ellos. (Gn. Caps 15 y 46).
Antes de concluir, resaltemos la evidencia de que, entre
tantos árboles del Huerto, sólo el árbol cuya semilla fue
Adán, se convirtió en el Árbol del Conocimiento, o de la
Ciencia del Bien y del Mal, sobre toda la Tierra, y no otro, tal
como estaba profetizado.
Enumerando la cuestión, cosa que no puede olvidarse, el
texto nos habla de tres maldiciones: primero, sobre el
Espíritu de la Serpiente que entró en Eva y Adán; segundo,
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sobre la Tierra; tercero, sobre la descendencia de CAM, hijo
menor de Noé, que había de ser el padre de los cananeos. (Gn
3.13-16) (Gn 3.17-20; 9.18-27).
De allí, para la interpretación de la Profecía, y desarrollo de
su Ciencia, importa recordar cómo Dios ha puesto perpetua
enemistad entre dos simientes: la simiente que va por la
descendencia de CAIN, desarrollando el Árbol de la Ciencia
en el Espíritu de la Serpiente; y la “otra simiente de SET”, a
través de la cual se desarrolla el Árbol de la Vida, ésta que es
en propiedad, protagonista de las Sagradas Escrituras.
De otra parte, la maldición sobre la tierra, condenada a
devolverle espinas y abrojos al hombre que la trabaja;
condenándolo ésta a su vez, a ser errante y extranjero sobre
su propia faz.
Queda por aclarar desde aquí, la maldición de Noé sobre la
descendencia de su hijo CAM, sobre los cananeos, cuya
interpretación inequívoca recae sobre los traficantes de
mercancías y dinero, que redondean el mundo.
Sintetizando, la maldición del Espíritu de la Serpiente, se
extiende a través de la simiente de CAIN, que desarrolla el
Árbol de la Ciencia hasta alcanzar la Gran Ciudad; la
misma que, finalmente, reúne sus fuerzas para levantarse de
la Tierra al Cielo estrellado, haciendo del trabajo su propio
Culto.
De este modo sucinto, lo que fuera bendición se transformó
en maldición hasta hoy; consecuencia inmediata de lo cual
viene la muerte, o prohibición de comer el fruto del Árbol de
la Vida. (Gn 3.21-24).
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CAPÍTULO II
CAÍN Y EL ÁRBOL DE LA MUERTE
Conoció Adán a su mujer, a EVA, la cual dio primeramente a
luz a CAÍN, “labrador” de la tierra; y después a ABEL,
“pastor” de ovejas.
En el tipo de ofrenda que ofrecieron a Dios se dividieron:
CAÍN trajo del fruto de la tierra que había labrado y ABEL
trajo de los primogénitos de sus ovejas.
Agradó a Dios la ofrenda de ABEL, mas no la ofrenda de
CAÍN; de donde, ensañándose éste contra su hermano y
decayendo su semblante, le dio muerte.
En CAÍN, ¿qué significa su simbología viviente de hermano
mayor, labrador, asesino, maldito de la tierra, errante, extranjero, fundador de la ciudad; y señalado él y su
descendencia, bajo el número SIETE? (Gn Cap. 4)
Volviendo al asunto de la ofrenda y a su carácter de labrador,
Caín ofreció los frutos de la tierra que había trabajado;
ofreció su trabajo. (Gn 4.3).
¿Amaría Dios esta clase de ofrenda, si antes había maldecido
la tierra y sus frutos, (Gn 3.17-19), o productos del trabajo
humano?
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¿Cómo puede levantarse una ciudad, si no es con el trabajo
humano y con toda obra de metal y de hierro? (Gn 4.17; 22).
Y, ¿cómo ha podido perdurar esta maldición del trabajo y
levantamiento de ciudades, bajo el sello del número SIETE Y
de SETENTA VECES SIETE, a través de la Historia de la
Generación Humana?
Es claro que Adán, creado para ser la semilla del Árbol de
la Vida, se convirtió en semilla del Árbol de la muerte, en
Árbol de Ciencia; éste mediante el cual la humanidad ha
construido las grandes ciudades, bajo pena de maldición,
decretada por Dios.
El trabajo, y la Ciencia que lo sustenta, “con toda obra de
metal y de hierro”, desemboca finalmente en la gran ciudad,
como un proceso irreversible desde el Campo hasta la Gran
Babilonia. (Lv 26.19).
¿Qué significa esto en el Espíritu de la Profecía? pues que el
hombre pondría su amor en los frutos del Árbol de la Ciencia,
que se glorificaría a sí mismo con su propia obra, hasta
invadir los cielos; que las obras de la naturaleza dejarían de
tener importancia y respetuosa admiración, lo mismo que
Dios, su autor; que las obras del hombre, terminarían dando
muerte a las obras de Dios.
Esta es la Genealogía de CAÍN, primogénito de ADAN y
EVA, Árbol de muerte, nacido en el Espíritu de la Serpiente,
asesino de su hermano menor; y que en el desarrollo de su
arquetipo, dio a la primera ciudad que fundó, el nombre
de su hijo ENOC. (Gn 4.17-24).
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CAPÍTULO III
SET Y EL ÁRBOL DE LA VIDA
Después de la muerte de ABEL, conoció otra vez ADAN a
su mujer, la cual engendró a SET, “porque Dios me ha
sustituido otra simiente en lugar de Abel”… exclamó ella;
y SET, engendró a ENÓS, entonces los hombres
comenzaron a llamarse del Nombre de Dios. (Gn 4.25-26)
(Gn 5.3).
A partir de aquí, empiezan las Sagradas Escrituras del
Espíritu de la Profecía con la generación de Adán como
Árbol de la Vida, que fue el propósito inicial de Dios en el
Huerto de Edén; “otra simiente en lugar de ABEL”, la
Simiente del Espíritu.
Es a esta Genealogía del Espíritu o del Nombre de Dios, a
la que está dirigido todo el plan de salvación, de sanación del
hombre y de la tierra, de restauración de todas las cosas
como al principio, bajo el Sagrado Sello del número SIETE,
o de los Siete Tiempos; que serían Siete Humanidades, Siete
Historias, o Siete Comienzos; los cuales consistirían en el
asesinato de la Genealogía de ABEL a manos de la
Genealogía de Caín; o más simplemente, en la muerte del
Espíritu en cada Tiempo, convirtiéndose los hombres en
bestias, devorándose los unos a los otros mediante los frutos
del Árbol de la Ciencia, en el mar de su propia sangre.
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¿No es una preocupación grande de la Antropología, Etnología, Arqueología, Economía, Política, esta multiplicidad de
razas, tribus, lenguas, que cubren la tierra y a las cuales no se
les ve un origen único? ¿Cómo explicar la raza negra, amarilla, blanca, para hablar de los troncos más diferenciados física
y culturalmente? ¿Babilonia de razas? ¿Babilonia de sangres?
¿Babilonia de fornicación?
La Ciencia de la Santísima Profecía nos presenta este enigma
de la división de los hijos de ADAN, bajo la expresión de
símbolos naturales, como el Árbol Genealógico de la Vida y
el Árbol Genealógico de la Muerte; la Humanidad como el
Mar Muerto o el Mar Rojo, frente al Río de la Vida o Río
Sanador; la Humanidad como el Libro de los Siete Sellos;
la Prostituta y la Virgen; como también el diluvio, para
cada uno de los Siete Tiempos. (Dt 32.7-9) (Ez 17 22-24)
(Ez 47.1-12) (Ap 5.1-14).
Pero, ¿quién ha sobrevivido al cumplimiento de cada uno de
los Siete Tiempos, cuando la Humanidad se ha convertido en
el Mar Muerto? ¿Quién se ha remontado por el Río de la
Vida o hasta su fuente?
Obsérvese que no es el Mar el que sube, ni puede tenerse
como origen; sino, que es el río limpio, con origen propio, el
que baja al mar, donde todo termina, se disuelve y se
confunde.
Es la respuesta que las Sagradas Escrituras nos dan en la
Genealogía de SET, que reemplazó a ABEL, el cual se
remonta siempre hacia la fuente del origen en el Espíritu,
como Río de la Vida. (Gn 5.1-32) (Ez 47.1-12).
ADAN, Padre de SET, padre de ENOS, padre de CAINAN,
padre de MAALALEL, padre de JARED, padre de ENOC,
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padre de MATUSALEN, padre de LAMEC, padre de NOE,
padre de SEM, CAM Y JAFET.
De SEM continúa la descendencia por su hijo ARFAXAD,
SALA, HEBER; en éste los hombres se volvieron a dividir,
continuando la Simiente del Espíritu con PELEG.
Si tenemos presente que en SET los hombres volvieron a
llamarse del Nombre de Dios (Gn 4.25-26); que ENOC
caminó con DIOS y desapareció porque Dios se lo llevó,
(Gn 5.24); que al engendrar LAMEC a su hijo NOE exclamó:
“este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de
nuestras manos, a causa de la tierra que Dios maldijo”,
(Gn 5.28-29); comprenderemos que a esta Genealogía del
Nombre de Dios, le está predeterminado descanso y reposo
de las obras y los trabajos de esta tierra; son los hijos de Dios;
su símbolo profético es LA VIRGEN; cuidado y VIGILIA
del
profeta,
su
alegría
y
su
tristeza.
(Is7.14)(Jer31.1-25)(Miq5.1-6) (Gn 4.25-26; 5.1-32; 10.2125; 11.10-26; 21.3; 25.21-26) (Lc 3.23-38) (Am 5.1-17) (Ap
Cap 12).
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CAPÍTULO IV
LA CIUDAD
Es la que da el NOMBRE a todos, según el arte y oficio
con el cual se contribuya a su construcción: Zapatero, albañil,
fontanero, ingeniero, abogado, etc. (Gn 11.4) (Sof 2.15).
Decir que el nombre nace de las manos, significa que nace
del trabajo que hacemos, de las obras realizadas, de la
profesión que se debe a la ciudad; nace de la desigualdad.
(Miq 5.13).
Tú eres lo que haces; por eso los otros te conocen; nadie
pregunta: “¿Quién es ése?”; sino: “¿Qué hace ése?”.
“¿Quién?”, nada nos dice; es lo que no queremos preguntar,
ni queremos saber; es la transparencia, la nada, la igualdad.
Por esta razón exigimos ver de alguien el nombre que nace de
sus manos, el nombre que la ciudad le da; de otra manera,
alguien sería nada, nadie, o más simplemente, pobreza.
Si bien, los símbolos matemáticos de la ciudad son el nivel, la
plomada; y algunos otros, como la mano, el martillo, el
palustre, etc.; el símbolo psicológico por excelencia es EL
TORO ALADO de cabeza humana, representación ideográEl Espíritu de la Profecía | www.davidleon.com.co
fica asirio-caldea, medo-persa; así como fenicia, con su dios
Moloch; que tomaba éste la forma de cuerpo humano y
cabeza de toro; lo cual es la representación anímica del joven
Melkart de Tiro, que se abalanzaba sobre las aguas de los
mares, con gesto de riesgo y fatalidad.
El Toro,-obediente y manso mientras está pequeño- embiste
en línea recta desde su centro hacia la periferia infinita de su
círculo, sin importar la más remota posibilidad de regreso;
igual que el alma impetuosa que se deja llevar de sus impulsos, hasta el agotamiento total; ¿es acaso lo que quiso remediar en su época el Culto Persa de Mitra (-2200 a. C.), difundido después en el Occidente romano? ¿Degollar el impulso
psicobiológico de la fatalidad? ¿Reprimirlo hasta la muerte?
¿Tendría un significado diferente la Tauromaquia de hoy? No
obstante, respecto a la ciudad, simboliza la compra de trabajo
que somete o esclaviza al hombre, origen de la riqueza. (Job
39.9-12).
También los fenicios construyeron, por orden de Salomón,
una gigantesca pila de bronce que descansaba sobre doce
toros; repartidos en grupos de a tres, mirando hacia los cuatro
puntos cardinales; y en la cual los sacerdotes levaban sus
manos y sus pies antes de entrar en el templo; se le llamaba
“Mar de Bronce”; confirmación ésta que tampoco es una casualidad, sobre todo cuando se trata de un rito. (Ex 30.17-21).
Quede claro que, en la antigüedad, el TORO fue el símbolo real y biológico del impulso de las ciudades hacia su propio desarrollo y muerte; cumpliendo un destino que terminaría irremediablemente, igual que ahora. (Ex 32.19-24)
(Dt 33.13-17) (Jue 6.25-32) (Jer 46.20-21).
Concluimos entonces, que el nombre recibido de la ciudad
significa trabajo; y ciudad, subsistencia autosuficiente para
todos; como decir, la fuente de la vida para el hombre
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terrenal, el prevaricato señalado por el Espíritu de la
Profecía, (Ap 18.7) (Sof 1.11-18; 2.5; 2.15); ante el cual,
Josué exclamaba: maldito de Dios quien reedifique la
ciudad, lo haga al precio de la vida de su simiente, (Jos
6.26) (I R 16.34); maldición ésta imposible de olvidar, por
cuanto los cananeos, al construir una ciudad, sacrificaban un
niño al poner la primera piedra de los cimientos; y otro, al
poner las puertas; mostrando así, en su ritual, que la ciudad
terrenal era la muerte, a la cual se llegaba por fatalidad y
fuerza.
Al contrario, entre las órdenes de Dios a Moisés, para la
purificación de Aarón y sus hijos, el altar y el Tabernáculo,
estaba la de sacrificar por las culpas del pueblo “un becerro”,
es decir, un toro antes de cumplir su primer año; cuya sangre
debía untar con su propio dedo en los cuernos del altar, y toda
la demás sangre, derramarse al pie del mismo altar; becerro
que debía matarse delante de Dios, a la puerta del
Tabernáculo del Testimonio; purificación y consagración que
debía hacerse durante siete días, cada día. (Ex 29.10-14).
¿Qué está significándonos esta expiación? ¿este sacrificio que
paga una culpa? ¿culpa de qué? ¿acaso de pertenecer a la
ciudad, no a Dios? (Is 1.25) (Jer 2.28).
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CAPÍTULO V
COMIENZO DEL SÉPTIMO TIEMPO
El comienzo y la finalización de un Tiempo, los hechos y
acontecimientos de su descripción, son atributivamente los
mismos:
1. La Humanidad como “mar muerto”, que rechaza el río
vivificador, o humanidad que rechaza el Espíritu, convirtiéndose en bestia a través de la Gran Ciudad, Baal-Hamón; a
donde confluyen los pueblos, tribus, naciones y lenguas de la
tierra; o desemboque a la era de las muchedumbres de la
abominación. (Dn 9.27) (Ap 17.18) (Ez 16.1-4; 16.6; 16.9).
2. Esto mismo tiene un enigmático sentido genético, en el
cual, Dios cuida de la simiente del Espíritu, siendo ésta
preservada del diluvio, (Gn 4.25-26) (Zac 4.7-10) (Ap 5.5);
que además de ser éste un hecho constatado por las leyendas de algunos pueblos, es también, la mezcla de sangres de
todas las razas, tribus, y lenguas de la tierra; sangre de ramera. (Ap 17.15) (Jos 7.5) (Is 40.17).
De este árbol frondoso que nació de la semilla de Adán, que
se hizo grande hacia todos los confines de la tierra, DIOS
preserva y trasplanta, hasta el monte más alto, un cogollo;
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para luego dejar caer todo el peso de su maldición, todo lo
que ha decretado desde el principio. (Ez caps 17 y 47).
3. Es imprescindible recordar que es el Espíritu de la
Serpiente y su promesa al hombre de ser como Dios, es lo
que lleva siempre la humanidad al aborrecimiento del
Nombre.
4. Noé, es el hombre en quien se cumple el Sexto Tiempo
y empieza el Séptimo Tiempo: Comienza el relato bíblico
diferenciándonos los hijos de los hombres (genealogía de
Caín) y los hijos de Dios, (genealogía o simiente de Set, en
el Espíritu), en el proceso de multiplicación o repoblamiento
de la tierra; los hijos de los hombres aventajan en número a
los hijos de Dios, hasta extinguir o agotar la Simiente del
Espíritu; esta es la descripción de lo que conforma un
Tiempo. (Gn 6.1.2).
Dice el relato que los hijos de Dios se enamoraron de las
hijas de los hombres y les engendraron hijos; los cuales
fueron valientes varones de nombre, o los héroes de la
antigüedad.
Pero, dijo Dios, anticipando que este sería el Ultimo
Tiempo: “No contenderá mi Espíritu con el hombre para
siempre, porque ciertamente él es carne…”; es notable que
esta expresión anticipa el decreto que dará finalización a los
tiempos, pues en la carne y sangre, naufraga siempre la
simiente del Espíritu. (Gn 6.3).
Que había gigantes en la tierra, cuando los hijos de Dios se
unieron a las hijas de los hombres, muestra la existencia del
remanente de una Humanidad pasada, pues cuando Moisés
escoge a los jefes de las tribus para que suban a explorar la
tierra de Canaán, éstos llegaron a Hebrón, donde estaban los
hijos de ANAC, o la Raza de los Gigantes, quienes miraban
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a los exploradores como langostas; pero aclara el texto que
Hebrón fue fundada siete años antes que ZOAN, la de Egipto,
(Gn 6.4), (Nm 13.22;33). Siete es el sello de Dios, que aquí
sólo deja entrever, que la raza de los Gigantes fue antes que
la de los egipcios, (Ap 5.1); no obstante que éstos, se tenían
por ser los hombres más antiguos de la tierra.
En la lectura del (Gn 6.1-3), podemos inferir que el problema
de la Humanidad es una enfermedad de sangre, hoy de
genética, a causa de la cual se pierde la unión con el
Espíritu, (I Co 2.14); haciéndose necesario, de parte de
Dios, abrir este Mar Rojo, o ponerle Río de Agua Viva a este
Mar Muerto en cada uno de los Siete Tiempos, cuando han
llegado a su cumplimiento; por eso dice: “los Hijos de Dios”
se enamoraron de las hijas de los hombres y les
“engendraron hijos”; y advierte Dios: “no contenderá mi
Espíritu con el hombre para siempre…”; indicación clarísima
de que llegado un día determinado, los Tiempos terminarán y
ya no habrá más tiempo.
En este diluvio de sangres, toda intención de los pensamientos del corazón del hombre tiende irreversiblemente al mal;
por lo cual, “arrepintióse Dios de haber hecho hombre en la
tierra y pesóle en su corazón”, por eso decide arrasar a los
hombres de la tierra. (Gn 6.5-7).
Sin embargo, al comienzo de este Séptimo Tiempo, NOE
encontró gracia a los ojos de Dios, por cuanto era un varón
justo en sus generaciones, siempre caminó con Dios; mientras
la Tierra se corrompía y se llenaba de violencia, “porque toda
carne había corrompido su camino…”.(Gn 6.8-12).
Cumplido el tiempo, Dios dice a NOE: “el fin de toda carne
ha venido delante de mí… hazte un arca… yo traigo un
diluvio de aguas sobre la tierra… haré pacto contigo”.
(Gn 6.13-22).
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El artículo, Gn 7.1, reitera plenamente el asunto; dice DIOS a
Noé: “entra Tú y toda tu familia en el Arca, porque a ti he
visto justo delante de Mí, en esta generación”.
Obsérvese, cómo todo se decreta con el número SIETE:
GENESIS CAP. SIETE:
2. De todo animal limpio tomarás de siete en siete.
3. También de las aves de los cielos de siete en siete.
4. Porque pasados siete días, yo haré llover.
10. Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio fueron
sobre la tierra.
13. En este mismo día entró Noé, Sem, Cam y Jafet, hijos de
Noé y las tres mujeres de sus hijos con él, en el Arca.
14. Ellos y todos los animales.
15. Y Dios le cerró la puerta.
17. Y fue el diluvio.
21. Y murió toda carne.
23. Así fue destruida toda substancia que vivía sobre la faz
de la tierra… y quedó solamente Noé.
GENESIS CAP. OCHO:
1. Y
acordóse Dios de Noé.
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4. Y reposó el Arca en el mes séptimo.
6.….abrió Noé la ventana del Arca….
7. Y envió al cuervo.
8. envió también la paloma….
9. y volvió a él la paloma
10. y esperó aún otros siete días y volvió a enviar la paloma
fuera del Arca.
11. Y la paloma volvió trayendo una hoja de olivo en su pico.
12. Y esperó aún otros siete días y envió la paloma, la cual no
regresó más a él.
14. Se secó la tierra
15. Y habló Dios a Noé diciendo:
16. Sal del Arca Tú y tu mujer; y tus hijos y las mujeres de
tus hijos.
17. Todos los animales que están contigo…sacarás; y vayan
por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra.
18. entonces salió Noé…
19. Todos los animales salieron
20. y edificó Noé un altar a Dios y tomó de todo animal
limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar.
21. y percibió Dios olor de suavidad y dijo en su corazón: No
volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre,
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porque el intento de su corazón es malo desde su juventud; ni
volveré más a destruir todo viviente, como he hecho.
22. Todavía serán todos los Tiempos de la Tierra; la
sementera y la siega, y el frío y el calor, verano e invierno, y
día y noche, no cesarán.
Sobre este capítulo ocho (8), en sus artículos 21 y 22, es
consecuente aclarar, que la maldición fue primero contra el
Espíritu de la Serpiente; y cómo la simiente de la mujer
vencerá, al final, sobre la simiente de aquella.
En segundo lugar, la maldición recae sobre las mujer, en sus
dolores de embarazo y parto; sometida por el deseo a su
marido, que se enseñoreará de ella.
Luego, ¿en Génesis 8.21-22, se ha retirado toda maldición,
como si la maldad ingénita del hombre justificara separar su
propia maldición, de la proferida sobre la tierra?
“No volveré más a maldecir la tierra por causa del
hombre…” y “todavía serán todos los tiempos de la
tierra…”, constituyen expresiones en boca de Dios, que no
anticipan sanación y perdón para siempre; sino, ampliación
de un tiempo más, del último, del Séptimo Tiempo, que inicia
con Noé por ser generación perfecta; permitiéndole a él y a
su familia, caminar y permanecer en el nombre; por eso dice
Dios: “todavía…”, “mientras…”, lo cual no es una expresión
que cierre o precluya el decreto de maldición.
Al finalizar la destrucción, y comenzar la fundación del
nuevo mundo, dijo Dios a Noé y a sus hijos, bendiciéndoles:
“fructificad, multiplicad, henchid la tierra…”.
“…todo animal… toda ave de los cielos… todos los peces…
en vuestras manos son entregados… todo lo que se mueve y
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vive… así como las legumbres y hierbas… os lo he dado…”
(Gn 9.1-3); y como les dijo además: “…Yo establezco mi
pacto con vosotros y con vuestra simiente después de
vosotros, (Gn 9.9), y con toda alma viviente que esté con
vosotros, y no morirá ya más toda carne con aguas de diluvio,
ni habrá más diluvio para destruir la tierra…” ésta será la
señal del pacto: “mi arco pondré en las nubes… y me
acordaré del pacto mío… pacto perpetuo entre Dios y toda
alma viviente…”. (Gn 9.1-17).
Así, los hijos de Noé que salieron del Arca, Sem, Cam y
Jafet, llenaron toda la tierra; siendo Cam el padre de
CANAAN. (Gn 9.18-19).
Concluimos entonces, que Dios bendijo el comienzo del
Séptimo Tiempo, (Gn 8.21-22); pero Cam, el hijo menor de
Noé, se burló de la desnudez de su Padre y éste lo maldijo en
su descendencia, diciendo: “maldito sea Canaán”, siervo de
siervos será a sus hermanos; dijo más:
“Bendito el Dios de Sem
y séale Canaán siervo
engrandezca Dios a Jafet;
y habite en las tiendas de Sem,
y séale Canaán siervo”.
(Gn 9.18-27).
¿Qué era la desnudez de Noé, además de ser perfecto en sus
generaciones, la cual despreció Cam?
Recuérdese lo que dijo su padre Lamec al nacer su hijo: “este
nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras
manos, a causa de la tierra que Dios maldijo”. (Gn 5.29).
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Nada tenía de las obras de su trabajo para cubrirse; no
provenía su Nombre del trabajo de sus manos, sino, de Dios
mismo; no tenía en sus haberes ni mandil de zapatero, ni
martillo, ni yunque; ni plomada, ni escuadra, ni nivel, ni
compás con qué levantar la Gran Ciudad, para cubrir la
desnudez de su limpio corazón.
Es lo que había descubierto Cam, la pobreza de las obras en
su Padre Noé, era nadie; así que, despreciándolo, se fue por el
camino de Caín, buscando la promesa de la Gran Serpiente;
la Ciencia del Bien y del Mal que lo haría como Dios, en la
construcción de la Gran Ciudad, de la cual levantaría sus
obras hasta hollar el mismo cielo; por esto, renegó del Santo Nombre; y su descendencia, maldecida por Noé su padre, siguió los pasos de Caín, que significa adquisición, como hasta ahora, hacia la culminación del Séptimo Tiempo. (Gn 3.11).
Continuando con la aclaración del capítulo ocho (8), en sus
artículos 21 y 22, es claro que recibieron la bendición de Dios
al iniciar el Séptimo Tiempo, como seguramente al iniciar los
anteriores tiempos; pero, asimismo, es claro que la maldición
del Séptimo Tiempo fue profetizada por Noé, cuando Cam,
su hijo menor, se separó de la Unidad del Nombre, yéndose
por el camino de la Antigua Serpiente; de la génesis que
viniendo del pasado, explica el presente, continuando hacia el
futuro en la cadena del tiempo; como Piedra Fundamental de
la Ciencia de este Árbol Genealógico de la Humanidad, cuya
semilla fue ADAN. (Gn 9.24-27).
Que la maldición sobre el Séptimo Tiempo haya sido
profetizada por un hombre, Noé, ¿no está significándonos
que el Ser Humano ya actúa abajo pleno conocimiento del
Bien y del Mal; bajo plena conciencia de que este Árbol de
Adán, del cual él mismo es fruto y semilla, se divide en
Árbol de Vida y Árbol de Muerte? ¿No está
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significándonos que Noé, advirtió a su hijo Cam, que éste
había elegido el camino de la maldición? ¿No está
significándonos, que Noé advirtió a su hijo Cam, que sería
asesino de su hermano; cuando al final del tiempo, se paseara
la abominación desoladora sobre los campos de la tierra, y los
hombres despreciarán las obras de Dios, por amor a las
obras de los hombres, en la Gran Ciudad?
En consecuencia, tratándose de las cosas de Dios, no caerá el
peso de la justicia sobre el inocente; pero, tampoco caería
sobre el culpable, sin el debido proceso de los Siete
Tiempos; a través de los cuales esta Ciencia del Bien y del
Mal, llega a su culminación y a su fin. (Gn 4.14-15;23-24)
(Dn 4.14-16).
Estos son los hijos de Cam, (Gn 10.6): CUS, MIZRAIM,
FUT y CANAÁN; ellos y sus descendientes, dieron comienzo a las ciudades del Séptimo Tiempo en el que actualmente
vivimos; y en los cuales se cumple la extinción de la Simiente del Espíritu o su persecución, mediante el recibimiento
apoteósico de los frutos de la Ciencia, por parte de las
muchedumbres y su mezcla de sangres.
De Cus nació NIMROD, el cual comenzó a ser poderoso en
la tierra, “y fue cabecera de su reino Babel; y ACAD, en la
tierra de Sinar, (Sinear-Caldea); de esta tierra de Sinar salió
Asur y edificó a Nínive, y a Resen, entre Nínive y Cala, la
cual es Ciudad Grande”. (Gn 10.7-12).
Atendiendo a la parte significativa más que a la histórica, a
través de Cus, hijo de Cam, empezó el surgimiento y
desarrollo de las primeras ciudades esparcidas en la
Mesopotamia; y que a su vez, dieron surgimiento a las
culturas y civilizaciones: Elamita, Sumeria, Akadia, SiroBabilónica y Asirio-Caldea.
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La referencia específica del texto a Babilonia, a Acad y a
Nínive, indica que este personaje Nimrod, continúa la herencia de Caín en la iniciación del Séptimo Tiempo; pues fue
quien “comenzó a ser poderoso en la tierra”, “y fue la
cabecera de su reino Babel, y Acad… en la tierra de
Sinear”. (Gn 10.8-10).
Pero la identidad de Nimrod con la herencia de Caín,
(Gn 4.17-24), sus obras de metal y de hierro, incluso todos los instrumentos de construcción con los cuales guiaría
el alma de sus descendientes, está expuesta con más evidencia en Gn 11.1-9; que enumerando sus ideas serían así:
1. Sucedió en la tierra de Sinar o Sinear, Sumer, Caldea;
tierra que ha sido tenida por cuna de la Humanidad,
ubicada entre los ríos Tigres y Eufrates; donde
efectivamente se levantaron las grandes ciudades
imperiales de la Antigüedad; teniendo al norte de esta
Mesopotamia los Montes de Armenia, donde se
supone que se detuvo el Arca de Noé.
2. Los hombres eran de una misma lengua y unas
mismas palabras.
3. Hagamos ladrillo cocido al fuego.
4. Edifiquémonos una Ciudad y una torre cuya cúspide
llegue al cielo.
5. Hagámonos un NOMBRE por si fuéramos
esparcidos sobre la faz de la tierra.
6. Descendió Dios para ver la ciudad y la torre que
edificaban “los hijos de los hombres”.
7. Vio Dios que el pueblo era uno y uno el lenguaje
entre ellos; “han comenzado a obrar y nada les
retraerá de lo que han pensado hacer”.
8. Decidió Dios confundir sus lenguas; que ninguno
entendiese a su compañero.
9. Los esparció Dios sobre la faz de la tierra; dejaron de
edificar la ciudad.
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10. Por esta causa el nombre de la Ciudad es Babel;
porque allí confundió Dios el lenguaje de toda la
tierra y desde allí esparció a los hombres.
Aquí el Espíritu profético pone a la vista la voluntad humana
del CAINISMO, su intención de construir la Gran Ciudad,
con una torre que llegue hasta el Cielo; para lo cual, también
se expresa la voluntad de hacerse un nombre que nacería de
las manos, a través de las artes y oficios, con los cuales se
levanta la ciudad. (Gn 11.4-6).
Hablando de la Mesopotamia, los sumerios primitivos al sur
de Sinear, nunca se ocuparon de la vida después de la muerte;
a los dioses sólo demandaron prosperidad mientras vivieron,
y a esto ceñían la conducta intencional de sobornarlos.
El templo fue para ellos el centro de la economía: Almacén
de cosechas, taller, banco de depósitos y créditos, recaudo de
impuestos para su dios ENLIL.
¿Confirma acaso la Historia que esta complicidad de sacerdote y rey, operante desde el inicio de las primeras ciudades,
expropiaba finalmente al creyente y al súbdito; razón por la
cual se extinguía el poder defensivo, derrumbándose las
ciudades opresores a manos de los extranjeros, hasta la
dominación de un nuevo orden? ¿No pretendió el Código de
Hammurabi reglamentar el interés? ¿No terminaban los
ciudadanos huyendo de su propia ciudad, para no caer en la
condición servil de esclavos, por motivo de sus deudas?
Queda por advertir que el texto referente a Cus, (Gn 10.7-12),
no tiene una referencia histórica exacta; pero sí la tiene en
cambio, su significación teológica.
Volviendo a CAM, de su hijo MIZRAIM nacieron los filisteos, idólatras de DAGON; que arrebataron a los israelitas el
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Arca de la Alianza en la batalla de Ebenecer, y contra quienes profetizaron Isaías, Jeremías y Ezequiel. (Gn 10.13-14)
(Is 4.1-22).
De los pueblos que lucharon contra Israel, los filisteos fueron
quienes manifestaron, más que otros, odio irreconciliable;
además, de que ya conocían el hierro en el arte de la guerra;
venidos del mar, originarios de la isla de Creta, idolatraban a
DAGON en los templos de Gaza y Ashdod; era su imagen la
figura de un pez, con cabeza y manos de hombre, que
simbolizaba la criatura humana naciendo del mar; jamás,
entonces, se remontarían por el río de la vida; así se representaron a sí mismos y así lucharon contra Israel, durante siglos.
(Jue 16.21-30) (I S 5.5-6) (Sof 2.5).
Finalmente, de CAM nació Canaán, cuyo nombre significa
mercader encorvado; éste tuvo por primogénito a SIDON, de
quien surgieron los fenicios, (Gn 10.15-19); e igualmente,
surgieron el heteo, el jebuseo, el amorreo, el jergeseo, el
sineo; fue a los amorreos, entre ellos al rey de Jerusalén, a
quienes derrotó Josué, en su paso hacia la tierra prometida,
invocando sobre el pueblo de Dios la purísima Luz; pero fue
a los Jebuseos, varios siglos más tarde, a quienes el rey David
arrebató la ciudad de Jerusalén y de quienes proviene tal
nombre, lugar del que tuvo primero que arrojar a los ciegos y
a los defectuosos físicos, convirtiéndola en la fortaleza de
Sión. (Jos 10.1-27) (2S 5.6-10) (Jue 19.10-12).
Asimismo, de Canaán, que se extendió desde SIDON,
pasando por Gaza, Sodoma y Gomorra, conviene tener en
cuenta: de una parte, la significación de que es el mismo
Egipto, lo mismo que el país de los filisteos, aunque esto no
tenga coincidencia geográfica, ni cultural,(Sof 2.5)(Sal 78.51)
(Sal 105.23-27); de otra parte, SIDON, viene a conformar
con TIRO, y Biblos, las ciudades de la región de Fenicia,
cuyo nombre significa púrpura, color de la sangre; tinte rojo
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que los fenicios extraían de un molusco marino, para ser
utilizado en tintorería y pintura.
Importa recordar que los fenicios fueron quienes
introdujeron la Escritura Alfabética a través de la cual se
dio la comunicación de las grandes culturas; y además,
unieron comercialmente las grandes civilizaciones: siria,
egipcia, caldea, griega, romana, etc.
Dieron importancia a la riqueza y no al linaje, para escoger
a sus gobernantes; primaba en ellos la Oligarquía, no la
aristocracia de la mejor sangre; y el Consejo de su Rey,
estuvo conformado por los plutócratas del mercado.
En cuestión de Tráfico Internacional, dominaron el
Comercio Internacional durante siglos; así como los
negocios de la CONCESION, la factoría, la exportación de
capital y dirección para fabricación de productos destinados
al cambio; actividades éstas, que realizaron en otros países,
sólo con finalidad comercial; dominio éste que tuvieron
desde el -900 a. C. hasta el -55 a. C.
En sentido moral, el símbolo y alegoría del buen zapatero,
como quien saca mejor partido del cuero que le dan, o que
tiene, es de clara extracción fenicia; pues, para fundar a
CARTAGO, ofrecieron a los indígenas del lugar, comprar en
máximo precio la tierra que abarcara la piel de una res; sólo
que la contraparte en este negocio, no sospechó, que la piel
propuesta iba a ser extendida longitudinalmente en hilos finísimos.
Su idolatría estuvo dirigida al Sol y a la Luna; y al hierro del
Cielo, los aerolitos, a los cuales rendían especial culto; pero
sus íntimos dioses fueron Melkart, joven navegante que
trascendió el Non Plus Ultra, abriendo el Estrecho de
Gibraltar, que unió el Mar Mediterráneo al inmenso océano;
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y Moloch, monstruo alado, con cuerpo de hombre y cabeza
de toro. (Jer 10.2-3)
Otra prominencia ineludible, tributaria a esta interpretación,
es referente al Templo de Salomón; pues Hirám, Rey de Tiro,
ciudad fenicia de estratégica ubicación, ofreció al Rey David,
cedro, pino y obreros para la construcción de su palacio; y
después, a Salomón, le ratificó el mismo ofrecimiento para la
construcción del Templo.
Se refiere también que HIRAM ABI, gran maestro de maestros en toda clase de artes y oficios de oro, plata, hierro, púrpura, cincelado y toda suerte de grabados en madera y metal;
y solicitado por Salomón a Hirám, el rey de Tiro, para que
dirigiera la construcción del Templo, era de origen tiriofenicio, aunque de madre israelita. (II Paralipómenos Cap 2).
Queda por resaltar, que los fenicios han dejado un recuerdo
histórico de estafadores, traidores, comerciantes de esclavos,
vendedores de cobre, plata, estaño; traficantes de la cultura
egipcia, siria, griega, romana; bajo el amparo de Egipto,
nunca fueron un Estado centralizado, su ejército fue de
mercenarios; su nacionalidad, un conjunto de puertos unidos
por el comercio marítimo, por lo cual en el lugar donde
estuviesen, se hallaban como en su propia casa. (Sof 1.11).
Cartago, último baluarte fenicio, cercada y derrotada definitivamente por los romanos en la Tercera Guerra Púnica,
(146 a. C.), combatió durante seis días, pero rindiéndose el
séptimo día, fue maldecida por el Senado Romano; que
declaró maldito su lugar, y ordenó arrojar puñados de sal
sobre sus ruinas.
Regresándonos a la maldición proferida por Noé, sobre la
descendencia de su hijo Cam; es decir, sobre CUS, fundador
de ciudades; MIZRAIM, enemigo perseguidor del Espíritu de
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Jacob; Canaán, comerciante de todo cuanto tiene valor de
cambio y aún de esclavos; podemos entonces, descifrar la
significación religiosa, por la referencia histórica, sobre lo
que ha de caer la maldición: Será sobre el inicio de las
grandes ciudades como Babilonia y Nínive; la persecución
del Espíritu de Jacob por parte de los filisteos, cuando
pusieron el Arca de la Alianza a los pies de su ídolo Dagón; y
sobre el Comercio Internacional, indicado en los fenicios.
(Gn 9.24-27).
Si la maldición de Noé sobre la descendencia de Cam, tiene
la referencia histórica antedicha, entonces, se hace extensiva
a todo espacio geográfico del mundo, y además, extensiva al
desarrollo y cumplimiento del Séptimo Tiempo; en otras
palabras, cuando el Espíritu profético nos habla de LA
TIERRA DE CANAÁN, se refiere a todo el mundo de la
producción e intercambio de bienes, a toda la obra del
hombre que ha entrado en oposición a la Obra de Dios; no a
un lugar determinado.
Resumiendo, Canaán es quien tiene la posesión de la
tierra; su nombre significa ciudad, comercio y persecución al
Espíritu de Dios; y en forma abstracta, significa la
expropiación de la tierra con todos sus bienes materiales,
desde la semilla al fruto, a los hijos de Dios, por parte de
Caín y sus obras de metal y de hierro, en la gran ciudad.
Este, es así, el símbolo de Canaán, con su referencia histórica, lo que fue maldecido hasta la consumación del Séptimo
Tiempo; claro está, que para el Autor Sagrado, la historia y la
geografía descrita, van desde la desembocadura de los ríos
Tigris y Eufrates, remontándose por ellos, hasta los límites
con el Asia Menor, y bajando por la costa oriental del Mar
Mediterráneo hasta Egipto; todo este ámbito histórico geográfico es la descendencia de CAM, que el Espíritu de la Profecía continuará denominando: CANAÁN; el cual abarcaría:
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súmeros, akadios, elamitas, sirio-babilonios, asirios, fenicios,
filisteos, egipcios. La tierra de “El Medio”.
Existen, asimismo, dos contradicciones de carácter sistematico para la interpretación, al comparar los textos de algunas
versiones bíblicas:
1. Comparados los Artículos Gn 9.24 y Gn 10.21,
deducimos que los hijos de Noé, tuvieron el siguiente
orden de generación: SEM, JAFET, CAM.
Siendo CAM el hijo menor, sería una contradicción
doctrinal y sistemática, que por él, entrara la
maldición al Séptimo Tiempo y no por el mayor;
cuestión que aclararé cuando hable de LA LEY.
Si no hay error sistemático, que sería la otra opción, entonces
en CAM, hijo menor de Noé, empezó el rechazo del Espíritu
y la oscuridad total para la humanidad; demostrándonos esto,
que en cada tiempo hay ruptura de la generación de ABEL O
DEL ESPÍRITU; haciéndose necesaria la sanación de ésta,
por la Providencia de Dios; es decir, el hombre del Espíritu
muere en cada tiempo y Dios vuelve a levantarlo en la mujer
estéril, o en la gestación de gemelos.
2. Comparando los artículos Gn 10.11 y Gn 10.22,
dicen que de la tierra de Sinear salió Asur, que edificara
Nínive; y que Asur, era hijo de SEM.
Evidentemente se trata de los asirios, la Civilización que tuvo
por capital a Nínive, que recopiló las culturas y civilizaciones
hasta entonces en la grandiosa
BIBLIOTAECA DE
ASURBANIPAL, así como levantó el arquetipo primordial
de la fuerza, de “la bestia”, origen del trabajo extrahumano,
en la escultura y arquitectura del TORO ALADO; no
obstante, es quizás, la civilización a la que pueden
imputársele los crímenes más horrorosos y sanguinarios,
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cuando de insurrecciones y sometimientos políticos se trata; y
asimismo, el tráfico de la idolatría en todos sus aspectos
posibles.
A sus enemigos les mutilaban no sólo miembros del cuerpo,
sino también del rostro; los enjaulaban con animales inmundos.
Genocidios incomparables, exterminaban la aristocracia de
los pueblos que conquistaban; y los remanentes del pueblo
eran desarraigados, transportándolos a otras tierras lejanas.
Entregados a la hechicería, gustaban de los sacrificios humanos, talismanes, amuletos, horóscopos, maquillaje masculino
del rostro, interpretación de los sueños y adivinación por el
hígado.
Este pueblo fue el azote para todos los demás de su época; sin
olvidar que recopiló tal vez la primera biblioteca que se haya conocido, antes referida, bajo el dominio de su rey
Asurbanipal, (-668 a -630 a.C.)
Que Asur sea descendiente de SEM y no de CAM, es contradictorio, por cuanto en él se dan todos los extremos del
Cainismo; tanto como decir, que fueron los asirios como una
civilización de meros asesinos; el pillaje y la conquista lo
justificaba todo.
Por consiguiente, esto implicaría que la maldición de Noé
también se extendió al hijo de SEM, a Asur; además téngase
presente que el Profeta MIQUEAS, cuando profetizó sobre el
Rey de Israel y la Virgen de quien nacería en Belén, lo opuso
a los asirios y a la tierra de NIMROD, como el que sería la
paz. (Miq 5.1-6)
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CAPÍTULO VI
LOS SIETE TIEMPOS
Todo cuanto Dios hizo, lo creó en siete días; es decir, en
siete tiempos, que significan ciclo, círculo; semejante a partir
de Sí Mismo y regresar a Sí Mismo.
Las Sagradas Escrituras dicen que: “Al principio Dios
creó…”; y también que en el Séptimo Día Dios acabó toda
su obra, por lo cual santificó y bendijo este día, porque en él
reposó. (Gn 2.1-3) (Ez 4.6).
¿Cuántas infinitas vueltas ha dado la tierra alrededor del sol?
¿Cuántas alrededor de sí misma?
El tiempo, para el ser humano, no es otra cosa que la vigilia
y el sueño, en la realidad de su cuerpo;
independientemente, de los autogiros y vueltas de la tierra
alrededor del Sol; aunque día y noche estén asociados para
mí a la vigilia y al sueño, respectivamente. (Sal 139.11-12).
Nuestro cuerpo no aguantará una vigilia sin interrupción; y lo
mismo sucederá con el sueño; nadie emprendería una obra
infinita, como una línea recta que se aleja de mí infinitamente, sin volver; toda obra debe quedar terminada en su
perfección, sin que nada falte, ni sobre; Dios Mismo reposó y
bendijo éste día, porque en él fueron terminadas sus obras
autónomamente; cada obra en su Ley.
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Vemos la autonomía de todo lo creado, de cada cosa, en sí
misma: las órbitas de los planetas, el movimiento circular de
la semilla al fruto; todo se repite, pero sabemos que es una
infinitud repetitiva dentro de un límite; por esto dice el
Espíritu de la Profecía que Dios reposó, porque sus obras son
perfectas; lo que es contrapuesto al ser humano, que nada
puede hacer autónomamente en su propia ley; por lo que no
tiene reposo, ni de noche, ni de día; de aquí que su obrar sea
infinito, esclavizante.
Diciéndolo de otra manera, las obras de Dios se renuevan
autónomamente por ellas mismas; las obras del hombre,
necesitan que éste las renueve cada vez.
No existe entonces para las cosas de Dios un tiempo infinito,
que esté transformándolo todo cada vez; sino, microtiempo
para cada cosa; es el hombre quien tiene que inventar palabras llenas de honor y de grandeza para suplir su insuficiencia; como decir, historia, humanidad, ciencia, ciudad; trabajo
sin reposo.
¿Qué dijo Lamec, al nacer su hijo Noé? (Gn 5.29); y ¿Cuál la
doctrina de Moisés sobre el pueblo de Israel, bajo el yugo de
Egipto? (Ex 1.9-14; 5.18-19).
Los siete tiempos de Dios, o de su obra, se manifiestan así:
El primer día apartó Dios la Luz de las tinieblas.
El segundo día, ordenó la expansión del firmamento en
medio de las aguas; de tal manera que separó aguas de arriba
y aguas de abajo.
El tercer día, de las aguas de abajo, dejó que se juntaran para
dar nacimiento a los mares; y a la vez apareció lo seco; y la
tierra dio toda hierba con su simiente y todo árbol con su
fruto.
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El cuarto día, ordenó que hubiese sol, luna, y estrellas, para
separar el día de la noche; para servir de señales a estaciones,
días y años.
En el quinto día, ordenó los seres vivos de las aguas; reptiles
y aves.
En el sexto día, ordenó los seres vivos de la tierra; incluso el
hombre, a su imagen y semejanza.
En el séptimo día, reposó Dios de toda su obra; bendijo el
séptimo día; santificó el séptimo día.
Todo lo creo según su género, según su especie; todo lo creó
en la autonomía de su propia simiente.(Gn Cap 1) (Gn 2.1-3).
Que el Espíritu de la Profecía diga Siete Tiempos para aplicarlos al árbol frondoso de la humanidad, sólo significa que
este número es sello y propiedad de Dios sobre el destino
humano; su libertad y voluntad, por la cual estableció el
número de veces en que se repetiría la historia humana, como
la hazaña de tomarse el Cielo por asalto.
Siete comienzos de la misma raíz, siete maldiciones, siete
días, siete tiempos, siete sellos; hasta el sábado, séptimo día,
séptimo tiempo, último tiempo, hasta la eternidad del día,
hasta la piedra de los siete lados; hasta el Cordero de los siete
ojos, siete cuernos, siete espíritus, que abrió el libro de la
historia humana, de las razas, tribus, pueblos, y lenguas de la
tierra; retirando las maldiciones de la muerte, de las deudas,
de la esclavitud y del desierto, (Ap Cap 5); entrando al Cielo
por su propia sangre, para ser Rey y Sacerdote del Altísimo
Dios; todo lo cual se halla simbolizado en el árbol que soñó
Nabucodonosor, (Dn Cap 4); en el Candelero del Santuario y
sus siete candilejas, rodeado por las dos ramas de olivo para
conducir el fuego del Altísimo (Zac Cap 4), según el modelo
ordenado por Dios a Moisés, (Ex 25.31-40); ramas de olivo
que fueron Moisés y Aarón, testigos de Dios ante el Faraón,
para rescatar a su pueblo, (Ex 7.1-2); Josué, símbolo del
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Sumo Sacerdocio hasta el Retoño; y Zorobabel, príncipe de la
Simiente de David. (Zac 3.6-9; 4.6-9); Elías y Eliseo, testigos
de Dios ante los reyes de Israel adoradores de Baal, el Señor
de las riquezas, para rescatar a su pueblo de siete mil almas,
(I R 19.17-21); testigos que al final del último tiempo
estarán ante la Gran Ciudad y la muchedumbre de sus
abominaciones; ante la Ciencia y el Espíritu del Anticristo,
que también como Ellos, pretenderán tener el poder sobre las
aguas de arriba y sobre las aguas de abajo, para convertirlas
en sangre; así como pretenderán tener el poder sobre la luz,
sobre el fuego, para hacerlo descender sobre los hombre de la
tierra; testigos que, al fin del mundo de todas las riquezas, se
unirán en Cristo-Jesús como Rey y Sacerdote, sobre todos los
reinos del mundo. (Ap Cap 11).
Recuérdese que Zorobabel pertenece a los Príncipes de
Judá y a la genealogía de Cristo-Jesús, (Lc 3.27); fue a quien
los reyes medo-persas le permitieron regresar del cautiverio
de Babilonia, para reconstruir la ciudad de Jerusalén y su
Templo, en el año 537 a. C.; ciudad y templo que habían sido
reducidos a cenizas por Nabucodonosor, conquistador de
Judá o las dos tribus de Roboam al Sur, quien los llevó
cautivos a Babilonia, en el año 586 a. C.; pues, las otras diez
tribus de Jeroboam al norte, la prostituta de Oseas, habían
sido dispersas por Tiglat Pileser y Sargón II, reyes de Asiria,
en el año 721 a. C. (I R Cap. 12) (Libro de Oseas).
Varias cosas se cumplieron en Zorobabel, príncipe de Judá:


Volvió del cautiverio de Babilonia, caída ésta bajo el
Imperio Medo-Persa, con el decreto del Rey Ciro, que
autorizaba reconstruir Jerusalén y el Templo del Dios
Altísimo; ¿cómo pudo lograrlo sin espada y sin
ejército?
De otra parte, ¿necesitaba Dios mantener una ciudad y
un templo de piedra para congregar las generaciones
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
del Israel en torno a su NOMBRE, igual y en oposición a la ciudad terrenal, de donde la descendencia de
Caín obtiene su nombre?
¿No se valió Dios de esta ciudad y de este templo de
Jerusalén para ocultar la generación de Adán como Árbol de la Vida, la “otra simiente en lugar de
Abel”, la simiente de Set, o genealogía del Espíritu?
(Gn 4.25-26; 27.46; 28.1-2) (Miq Cap.5)(Gn Cap.24).

¿No fue Enoc, Séptimo en esta generación, “trasladado” al reino de Dios? (Gn 5.22-24).

¿No es Zorobabel, príncipe de la Genealogía del Espíritu que se reinició en SET, que reemplazó a Abel; y
que luego del fracaso y maldición de CAM, el hijo
menor de Noé, vuelve a retomarse ésta a través de
SEM y su descendencia en ARFAXAD, Sala, Heber;
éste tenido por padre de los hebreos, en cuyo descendiente Phaleg o Peleg, se volvieron a dividir los
hombres en la Tierra? (Gn 10.22-25) (Lc 3.23-38).
Volviendo a recordar la Historia Sagrada de esta Genealogía
del Espíritu, o del NOMBRE, diremos entonces que murió
ABEL a manos de Caín, y Dios levantó otra simiente en
SET, que llegó hasta NOÉ, muriendo en su hijo menor CAM;
levantándola luego otra vez Dios a través de SEM, en su hijo
ARFAXAD, del que descendió Phaleg o Peleg; siendo nuevamente dispersas por siempre las diez tribus de Jeroboam
en manos de Sargón II, Rey de Asiria, en el año 721 a. C.;
completándose la dispersión con las otras dos tribus de
Roboam, cuando Nabucodonosor los transportó cautivos a
Babilonia, en el año 586 a. C.; en donde DIOS los preservó
cerca de 60 años, levantando luego a Zorobabel que tenía la
simiente del Espíritu; haciéndolo regresar del cautiverio,
para reedificar la ciudad de Jerusalén y su Templo de
piedra, edificaciones éstas con las cuales se encubría en
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realidad la simiente del Espíritu, para no ser vista de los reyes
de la tierra; (Jer 24) (Ez 17), hasta que llegase la que habría
de parir al Rey del Cielo y de todos los reinos, a CRISTO
JESUS; en quien esta simiente del ÁRBOL DE LA VIDA,
cuya raíz fue ADAN, alcanzó la plenitud de la divinidad
corporalmente; restableciéndose así, la plenitud del Espíritu
al hombre; por lo cual JUAN EL BAUTISTA exclamaba:
“… el hacha está puesta a la raíz de todos los árboles… todo
árbol que no de buen fruto es cortado y echado al fuego”;
queriendo significar con esto, que buscaran arrepentimiento
en vez de creerse hijos de Abraham; que estaba por completarse el Séptimo Tiempo para todas las tribus, razas, pueblos
y lenguas, y todo árbol genealógico de la tierra. (Miq 5.2-3)
(Lc 3.9) (Col 2.9)(Abd 1.17).
¿Podemos medir a Jerusalén y su Templo, como si fuese
ciudad y templo de piedra, como otros cualesquiera? Pues
dice DIOS, que ÉL será para Jerusalén “muro de fuego en
derredor”, y que será “por gloria en medio de ella”,
(Zac 2.1-5), (Abd 1.18); pero la manera primordial de
encubrir esta “otra simiente” del Espíritu en los hijos de
Jacob, que después de la lucha con el Ángel de Dios pasó a
llamarse Israel, convirtiéndose posteriormente sus doce hijos
en las Doce Tribus o Pueblo de Dios, es relatada por el
Éxodo, (Gn 32.28; 35.10):
La noche en que DIOS decretó la muerte de los primogénitos
en Egipto; Faraón dijo a Moisés y Aarón: “… salid de en
medio de mi pueblo vosotros y los hijos de Israel…”;
(Ex 12.31); y partieron como seiscientos mil hombres “y
también subió con ellos grande multitud de diversa suerte de
gentes” (Ex 12.38); quedando la salida de esa noche, como la
pascua que debían guardar a DIOS todos los hijos de Israel en
sus generaciones, excluyendo a los extranjeros y a los extraños; pero si alguno lo quisiere hacer, debería circuncidarse; y
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ordenó DIOS que la misma ley sería para el natural, como
para el extranjero. (Gn 12.37-51).
También Josué, cuando edificó el Altar de Dios en el Monte
Ebal, dice el relato que hizo leer todos los mandatos de
Moisés ante la congregación de Israel, mujeres y niños, y
ante los extranjeros que andaban entre ellos. (Jos 8.22-35).
¿Qué está indicándonos esta gran multitud de gentes, extraños y extranjeros, que rodearon a los hijos de Israel? Que
para el futuro no todos serían hijos de Israel, así aparecieran
como parte del pueblo; que no obstante las Doce Tribus, sólo
en la tribu de Judá, se ocultaba la Simiente del Espíritu.
Este ocultamiento se vuelve evidente si atendemos las palabras que dijeron las diez tribus de Israel a Roboam, hijo y
sucesor de Salomón en el trono, cuando renegaron de su
reino: “¿Qué tenemos que ver nosotros con David? No
tenemos heredad con el hijo de Isaí…” “Y así se separó
Israel de la Casa de David, hasta el día de hoy”… “La
tribu de Judá fue la sola, que siguió en la casa de David”…
“llegado Roboam a Jerusalén, convocó a toda la casa de Judá
y a la tribu de Benjamín”; pero lo más sorprendente, es que
Dios mismo aclara: “… de Mí ha venido esto”.
Luego, JEROBOAM, para que las diez tribus no se
volvieran a la casa de David, se dedicó a levantar ídolos en
lugares altos y a nombrar sacerdotes a gentes del pueblo;
volvió a decir a Israel, el Toro es tu dios. (IR Cap. 12) (2S
2.4-10)
(Ex 32.19-24).
Estas diez tribus cayeron posteriormente, en el año 721 a. C.,
bajo el poder de los asirios, que las dispersaron para siempre,
a la vista de los hombres.
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Las dos tribus que conformaron el Reino de Judá, al Sur, cayeron posteriormente a manos del Rey de Babilonia, a donde
fueron llevadas cautivas, en el año 586 a. C. (Ez Cap. 37)
(Ez 17.1-6; 11.14; 22.24).
Después de la dispersión de las diez tribus, y después del cautiverio en Babilonia, de las otras dos tribus de Judá y Benjamín, la restauración de la Ciudad y Templo no encubrió mas
que la restauración de la Santa Simiente, La Virgen, al
cuidado de Zorobabel, Esdras, Nehemías; bajo la Providencia
del Altísimo, que atendía al motivo de sus lágrimas. (Esd 9.12).
Obsérvese el caso de los registros genealógicos en el libro de
Esdras, cuando regresaron del cautiverio de Babilonia, en
donde se muestra que muchos no pudieron demostrar la casa
de sus padres, ni su linaje, si eran de Israel o no; y a los
sacerdotes también les fue buscado su registro genealógico, y
al no hallárseles, parte de ellos fueron echados; Obsérvese
igualmente, como Esdras acusó a los hombres de Judá y
Benjamín que habían prevaricado ante Dios contaminando la
Santa Simiente, teniendo hijos con mujeres cananeas; comprometiéndose éstos, bajo juramento, a expulsarlas con sus
respectivas descendencias. (Esd Caps 9 y 10)(Esd 2.59-63).
¿Qué respondió NATANAEL a Felipe cuando éste le dijo
que había hallado al Profeta de quien escribió Moisés? ¿No
puso en duda su simiente?
Y cuando Cristo Jesús vio a NATANAEL, ¿No le dijo:
“he aquí a un verdadero Israelita”? ¿Afirmó la Simiente?
(Jn 1.43-49) (Jn 7.25-27; 7.45-53).
Igualmente se presenta una discusión respecto a, si los judíos
que allí escuchaban, eran hijos o no de Abraham; ellos
afirmaban que “no eran nacidos de la fornicación” o prostiEl Espíritu de la Profecía | www.davidleon.com.co
tución; pero al no reconocer el lenguaje del Espíritu en
Cristo Jesús, éste les dijo: “vosotros de vuestro padre el
diablo sois”, (Jn 8.37-44); de lo cual también se concluye,
que no todos los que suponían pertenecer a la Simiente del
Espíritu, o a los hijos de Israel a través de Judá, lo eran de
sangre.
Con más precisión, el Espíritu le habla a Juan de “la
blasfemia de los que dicen ser judíos, y no lo son”; (Ap
2.9); y de “Yo doy de la Sinagoga de Satanás a los que dicen
ser judíos, y no lo son”, (Ap 3.9); textos que refiriéndose a
los sacerdotes, se refieren a la doctrina que ya no pertenece a
la Simiente del Espíritu.
Retornando la visión de Zacarías sobre el CANDELABRO,
“las dos ramas de olivas”, a izquierda y derecha, para nutrir
de aceite las siete candilejas, y sobre las cuales, el Ángel le
explica que son “dos hijos de aceite que están delante del
Señor de toda la tierra”, ¿cómo podremos discernir su
significación? Aceite derramó Jacob sobre la piedra que puso
por título para la casa de Dios. (Gn 28.22) (Os 14.5-6).
Dice DIOS a Moisés que ordene a los hijos de Israel: “que te
traigan aceite de Oliva para la luminaria, para hacer arder
continuamente las lámparas”; en el Tabernáculo del Testimonio, fuera del velo, deberían ponerla Aarón y sus hijos,
por Estatuto Perpetuo; sobre el Candelero limpio deberían
poner siempre las lámparas delante de Dios. (Ex 27.20-21)
(Lv 24.1-4).
Habló también Dios a Moisés, que cogiera mirra, canela
aromática, cálcamo aromático, casia y aceite de olivas para
hacer el aceite de la Santa Unción; obra de perfumador, aceite
sagrado que no podía ser untado sobre carne de hombre; con
él debía ungirse el Tabernáculo del Testimonio, el área del
Testimonio, la mesa, los vasos, el candelero y todas las cosas
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sagradas; también Aarón y sus hijos serían ungidos para ser
Sacerdotes del Altísimo. (Ex 30.22-23).
En las civilizaciones griega y romana, el aceite puro de oliva
estuvo siempre en las ceremonias públicas de la paz, la
sabiduría, la castidad, el honor, la victoria, el triunfo; sus
ramas, en la corona de los generales; su madera, en el cetro
de los reyes; y como aceite puro virgen de la oliva, entraba en
contacto con el fuego, como si compenetrara su naturaleza,
uniéndose a él.
Véase lo que dice Moisés: “…Vuestro Dios es fuego que
consume…”; “Cara a cara habló Dios con nosotros… de en
medio del fuego…”, “…yo estaba entonces entre Dios y
vosotros…; porque vosotros tuvisteis temor del fuego…”.
(Dt 4.24; 5.4-5; 5.25-28).
Fueron Moisés y Aarón, los dos hijos de aceite delante del
Señor de toda la tierra, delante de Faraón, por palabra y juicio
de Dios, para librar la Simiente del Espíritu, los hijos de
Israel, del horno de hierro de Egipto, del que eran esclavos.
(Ex Cap. 4) (Dt 4.20).
Resalta que Aarón era en lugar de boca para Moisés; y
Moisés en lugar de Dios para Aarón; y Dios en el corazón de
ambos; lo que muestra bien el símbolo de las dos olivas,
como los canales, a través de los cuales llega el fuego de Dios
a las siete candilejas del candelabro, o vivamente, a los siete
Tiempos de la Historia Humana.
¿Qué dicen? ¿Qué hacen estos dos testigos? Anuncian el
cumplimiento de la liberación de los oprimidos en la
esclavitud del trabajo, anuncian la Tierra Prometida del
reposo, anuncian el Día Santo del Señor, a los hijos de Israel.
(Ex Caps. 50 y 60).
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En este momento de la historia y su Séptimo Tiempo, sería la
palabra y el juicio de DIOS, en Judá y José, en Religión y
Política; o la Ciencia del Poder, en los Cielos y en la Tierra.
(Ap 11.1-14); que en teología, es el hombre unido al poder
que ha creado el Universo; y en política, es el hombre unido
al poder que ha creado la ciudad.
Entonces, ¿poder sobre qué? Sobre la propiedad. No sólo
sobre los bienes y servicios materiales, lo que es humano;
sino también, sobre la vida, la muerte y la fatalidad, lo que es
divino. (Gn 10.8-10) (Ap 1.17-18).
Este Poder es ajeno al hombre como individuo; esta
enajenación, este no ser dueño, como problema, es lo que
constituye la Ciencia del Poder en Filosofía Política y
Teología; que tendrá la batalla final entre CRISTO y el
Anticristo, el Unigénito y la bestia; entre el pan del Cielo y el
de la tierra; entre el diezmo y el tributo. (Ex Cap.16) (Is
Cap.8)(Jn6.1-35) (Gn 14.18-24; 28.22; 47.23-24).
Volviendo a la visión de Zacarías sobre el Candelabro, éste
representa la Historia total de la Humanidad, teniendo a
ADAN como única semilla; dividida en Siete Tiempos, cada
uno de los cuales transcurre entre la Simiente del Espíritu y la
bestialización, o negación de DIOS como Único Espíritu; lo
que siempre lleva a la división de los hombres, para impedir
el naufragio de todos en el “mar rojo” o “mar muerto”; sin
embargo, llegada la historia a este nivel de aplanamiento, el
Río Jordán nos regresa a buscar la Fuente de la Vida, en la
Simiente Vivificadora del Espíritu. (Ex 13.21-22)(Jos Cap. 3)
(Ez 47.1-12).
La luz sobre las siete candilejas, es la visión y sello de Dios
sobre cada uno de estos siete tiempos de la Historia
Humana, el libro escrito por dentro y por fuera; la vigilia de
todo cuanto se ha predeterminado en la propiedad de DIOS
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sobre la Humanidad en sí misma y sus siete historias, en las
divisiones de muchedumbre y simiente escogida. (Ap Cap. 5)
(Ex 32.31-35).
Juan, en su Evangelio y Apocalipsis, expone para los que
indagan sobre esta simiente del Espíritu, cómo en CRISTO
JESUS, llegó a la culminación de sus Siete Tiempos; por eso
El aparece como el Cordero de Siete Cuernos, Siete ojos, que
son los Siete Espíritus de Dios sobre la Historia de la
Humanidad; EL, descendiente de la tribu de Judá y de la raíz
de David; EL, que compró nuestras deudas con su sangre a
los principados, potestades y dominaciones que guardaban
los sellos de la proporcionalidad perfecta de todo cuanto
existe en los cielos y en la tierra, convirtió la representación
de este candelabro, en carne viva; en el Cuerpo de la
Simiente que alcanzó la plenitud del Espíritu, no por la
simiente misma, sino porque el Espíritu descendió a ella; no
obstante, que la simiente estaba preparada para tal
recibimiento.
Esto es lo que atormentaba a los profetas, los que preguntaban en sus oraciones al Espíritu, siempre que la veían a
punto de extinguirse, o en vía de desaparición; como en el
caso de la dispersión de las diez tribus de Israel a mano de los
asirios, o en el caso de la transportación a Babilonia de los
príncipes de las dos tribus restantes del Reino de Judá, por
Nabucodonosor; es la respuesta a Ezequiel, a Jeremías, a
Zacarías, cuando el Espíritu les dijo: que en Zorobabel, estaba la continuidad de la Simiente, oculta en la reconstrucción
de la Ciudad y el Templo. (Jer 46.27).
Universo, Ciudad, Templo y Candelabro, dejaron de ser piedra inerte, convirtiéndose en Piedra Viva, en fundamento
viviente; es lo que Juan vio en su visión, un hombre unido al
Universo, Un Dios Hombre, que vivía para siempre y tenía
las llaves del abismo y de la muerte; que se paseaba en el
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fuego, en medio de los Principados y Dominaciones, a los
que el Santo de los Santos había vencido, con la pureza de su
Simiente y la Plenitud del Espíritu del Padre, en su Cuerpo.
(I Jn 1.1-5) (Col. 2.9).
Con CRISTO JESUS termina la totalidad de esta historia,
dentro de la cual nos quedamos rezagados y que empezó con
SET; en quien se levantó por primera vez la Simiente de
ABEL, cuando murió a manos de CAÍN.
Así que, si ésta es la historia de la que nos habla el Espíritu
de la Profecía, entonces, en Cristo Jesús, ya ha terminado.
Esto lo profetiza DANIEL, cuando en el cautiverio de Babilonia, preguntaba al Espíritu sobre la restauración del Reino
de Israel, del Pueblo y la Ciudad, a lo cual recibió la respuesta de que todo se consumaría dentro de setenta semanas; quedando cumplido para siempre, lo que sería el pueblo de la
Simiente del Espíritu y la Ciudad de Jerusalén, en que se
encubría; su razón de ser y su finalidad, dentro de la historia
de los demás pueblos y naciones. (Dn 9.24-27).
Antes de proseguir, es necesario tener en cuenta, que el
Espíritu de la Profecía es el cumplimiento de lo que DIOS ha
predeterminado, en su voluntad, sobre la totalidad de la Historia Humana; es la realización de esta voluntad.
¿Para qué?
1. Para acabar la Prevaricación, que es la ciudad terrenal, el nombre y la unidad, que los mismos hombres
se han dado.
2. Para concluir el pecado, o el adulterio, que el hombre
ha hecho sobre su cuerpo y sobre la realidad; fruto de
su libertad, por la cual no se reconoce ninguna ley,
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3.
excepto la que sólo el hombre mismo se da. (Hab 2.5)
(Sab 2.11) (Am 6.13) (Miq 2.1-3) (Hab 1.7; 1.11).
Para expiar la iniquidad, mediante el Cuerpo del Único Santo, Cristo Jesús; ante el cual, la ley de los Principados, Potestades y Dominaciones, no halló tacha.
(Gl 3.19).
Para traer la justicia de los siglos, de la paz; la justicia
para todos ante una misma realidad, ante una misma
ley; no aquella de las múltiples realidades, de la
circunstancia de cada hombre, y sus múltiples puntos
de vista.
Para sellar la visión y la Profecía; para reclamar la
propiedad de Dios sobre la historia humana, de la que
EL es autor, no el hombre.
Para tomar posesión de los reinos de la tierra, en
Cristo Jesús; o reconocer como Rey, a quien tiene el
Cuerpo que la Ley no puede someter, ni acusar; pues
siendo la ley para la ciudad terrenal y la unificación
artificial de los hombres, el Santo de los Santos, no
tocó con ella; sino que, en su Carne y Sangre, proclamó la Común Unión de toda criatura en el Nombre de
Dios; haciéndose por tal mérito, REY Y SACERDOTE, en los Cielos y sobre los reinos de la tierra.
(Gl 5.22-23) (Ec 3.18-21) (Ap 5.9-14).
4.
5.
6.
¿Cómo se distribuyeron estas setenta semanas? (Dn 9.24-27).
1. Desde que sale la palabra del rey persa, Ciro, en el
año 537 a. C., autorizando a Zorobabel para regresar y
reconstruir la ciudad y el templo, hasta el jefe consagrado de la Santa Alianza, habría (7) siete semanas.
2. Ciudad y templo reconstruido durarán (62) semanas.
3. Queda entonces una semana; ¿Qué sucederá dentro de
esta semana?
 Se quitará la vida al Jefe Consagrado de la
Santa Alianza.
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


Se destruye la Ciudad y el Templo.
Durante esta semana, el Mesías confirmará el
pacto a muchos.
A la mitad de esta semana, se pondrá en el
Cielo el horrible sacrilegio, la abominación
que traerá el desierto sobre la tierra; y a la vez,
sobrevendrá la muchedumbre de las abominaciones, la sobreabundancia de inventos con
los cuales se producirá el asolamiento final,
(Dn 9.27; 11.31; 12.11), durante (1290) mil
doscientos noventa días; cuestión que significa
el naufragio en el Mar Rojo, el obscurecimiento del sol de la conciencia humana, la conversión de la luna en sangre, la embriaguez de las
pasiones y deseos humanos; el proceso de bestialización del Séptimo Tiempo que rechaza el
Espíritu de Dios, asemejándose el hombre a
las bestias de la tierra, la locura, (Ec 3.18-22);
y llegada la historia humana a este clímax, se
dará la consumación del fin del mundo que es
ahora, para siempre; es decir, se consumará la
Gran Ciudad, insaciable de impuestos y tributos; y el desierto se extenderá por todas partes,
sin ríos, sin agua.
El número siete representa propiedad y determinación de
Dios, sobre aquello que ha decidido; significa, que es
voluntad de Dios sobre los acontecimientos que ha sellado,
como de su propiedad; no es el número siete una cronología
sucesiva de los acontecimientos.
Así como creó el mundo en siete días; así como puso siete
generaciones desde CAÍN hasta Tubalcaín, forjador este de
toda obra de metal y de hierro; con los cuales se cimenta la
torre de la gran ciudad, y se alcanza la culminación del
Séptimo Tiempo; así como selló sobre Caín para levantarlo
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siete veces, si alguien le daba muerte; así como puso sello de
setenta veces siete para vengar a Lamec, padre de Tubalcaín,
si alguien lo matare, (Gn 4.13-24); así también puso el sello
del número siete en la Simiente del Espíritu, desde Adán
hasta Enoc; quien fue trasladado, porque anduvo siempre ante
la presencia de Dios; de la misma manera, Siete Tiempos se
cumplieron sobre el Rey Nabucodonosor, quien fue contado
entre las bestias, hasta que reconociera el reino de Dios sobre
los hombres, (Dn 4.29-37); así también, setenta semanas
fueron decretadas sobre el Pueblo de la Simiente y sobre la
Ciudad de Jerusalén; desde que se ordenó la reconstrucción a
Zorobabel, hasta la consumación de las abominaciones;
empezando éstas, con la segunda mitad de la última semana;
de la misma manera, su máxima sentencia, consistió en Siete
Tiempos para el Árbol Genealógico de Adán, que, a través
de la descendencia de CAÍN, culminará en el Árbol de la
Ciencia del Bien y del Mal.
Siendo que el número Siete significa Voluntad de Dios sobre
hechos que han de cumplirse inexorablemente; entonces, es a
estos hechos, a los que hay que buscarles significación; y
saber además, si ya pasaron, o si los estamos viviendo.
De otra parte, convertir de días a años, como lo muestra
(Ez 4.4-5), cuando se trata del número siete, no es posible por
las razones antedichas; por ejemplo: los 2300 días de
(Dn 8.14), corresponden a la Profecía del “Cuerno Pequeño”,
que está incluida dentro de la Profecía de las Setenta Semanas, (Dn 9.24-27); y si dijéremos, que éstas corresponden a
490 años, día por año, faltaríamos a la evidencia numérica;
además, el “cuerno pequeño” sobrevendrá después de los
cuatro reinos de Alejandro Magno, que se desmembraron en
la batalla de Ipso, en el año -301 a. C.
Queda por resaltar, la propiedad del número siete, como
sello de Dios:
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Siete días puso a su Creación, reposó y santificó el
Séptimo Día. (Gn 2.1-3).
Siete venganzas como advertencia, puso sobre CAÍN,
(Gn 4.15).
Siete generaciones puso de CAÍN a Tubalcaín, el
forjador de toda obra de hierro y de metal.
(Gn 4.17-22).
Setenta veces siete, prometió vengar a Lamec, padre
de Tubalcaín. (Gn 4.24).
Siete generaciones puso también a la Simiente del
Espíritu hasta ENOC, que fue trasladado. (Gn 5.24)
Siete generaciones puso entre PELEG e Isaac; fue en
Peleg o Phaleg, en quien volvió Dios a dividir a los
hombres; dirigiéndolos por la Simiente del Espíritu,
que se había perdido en CAM, hijo menor de NOÉ.
(Gn 11.16).
Los animales puros, macho-hembra; tenían que
subirse al Arca de Noé, en grupos de siete. (Gn 7.2-3).
Siete días fue el plazo para cumplirse el diluvio.
(Gn 7.4-10).
Siete corderas pagó Abraham a Abimelec, como
testimonio de propiedad, sobre el pozo de Beer-Seba.
(Gn 21.25-31).
Siete años trabajó JACOB por sus mujeres; una
semana por LEA, otra semana por RAQUEL; ¿una
semana de siete años? (Gn 29.15-30).
Siete días persigue su suegro Labán a Jacob; a sus
hijas y su riqueza. (Gn 31.23).
Siete veces se inclinó JACOB, mientras regresaba,
antes de encontrarse con Esaú. (Gn 33.3).
Siete vacas gordas, siete vacas flacas, siete espigas
llenas, siete espigas menudas, soñó faraón; de donde
José fue puesto, sobre toda la tierra de Egipto.
(Gn Cap. 41).
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Siete días de duelo por JACOB, guardó José.
(Gn 50.10).
Cumpliéronse siete días después que Dios hirió el río.
(Gn 7.25).
Siete días ordenó Dios comer PAN sin levadura.
(Ex 12.15).
Seis días, ordenó DIOS recoge los frutos de la tierra;
para el séptimo, deberían estar ahorrados. (Ex 16.26).
El séptimo día, el pueblo reposó. (Ex 16.30).
Seis días, cubrió la nube de Dios el Monte, y al
séptimo, habló Dios a Moisés. (Ex 24.16).
Siete días serían purificados: Aarón, sus hijos, el
Altar. (Ex 29.35)
Seis años trabajarás la tierra y el séptimo, la dejarás
vacante. (Ex 23.10-11).
Seis días harás tus negocios, y al séptimo,
descansarás. (Ex 23.12).
El menor de siete hermanos fue David, Rey de Israel.
(IS 16.10-11)
Siete días, celebró Salomón la dedicación del Altar;
siete días la Solemnidad del Templo. (II Cr 7.9).
Siete hijos engendraría la estéril. (IS 2.5).
Siete Espíritus echó CRISTO JESÚS de María
Magdalena.
Bajo el sello del número siete, se desplomaron los
muros de Jericó. (Jos Cap. 6).
Siete años tenía el Toro que Dios ordenó sacrificar a
Gedeón, para salvar a Israel por su mano. (Jue 6.25).
Con el número siete describió San Mateo las
generaciones hasta Cristo Jesús; dejando el último
para el tiempo del fin. (Mt 1.17).
Siete veces hizo volver Elías a su criado, hasta que
avistase la lluvia. (IR 18.43).
Bajo el sello del número siete, mostró Dios a JUAN la
Revelación.
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Haciendo la conclusión un poco más reiterativa, debemos
decir que, al Árbol Genealógico del Poder, de la Ciencia,
(Dn Cap.4), le fue dado que su copa tocara el Cielo, hasta
profanar el SANTUARIO con la Gran Imagen de Hierro y de
Metal, que tendrá las facultades espirituales del hombre,
(Dn 2.31-33), (Ap 13.14-15); que llegado a esta culminación,
será cortado por séptima vez para siempre, entrando al
estado de descomposición y locura (Is 6.11-13); hasta que
finalmente, se reconozca al Dios Altísimo como Rey de
los hombres y a los humildes como a su pueblo, (Dn 4.16-7;
4.25); decir que, al ESPIRITU DE LA PROFECIA, tan sólo
le fue suficiente tomar los reinos del poder desde los imperios
Asirio, Babilonio, Medo-persa, hasta el Griego, para
mostrarnos la génesis y culminación fatal del Séptimo
Tiempo; decir que, siempre lo esencial, en la dominación
política del mundo, fue el medio entre Occidente y Oriente,
con los cambios alternativos de vanguardia y retaguardia;
decir que, en los Siete Tiempos, y en cada uno de ellos, el
trabajo sin reposo sobre el hierro y los metales, con los
cuales se levanta la ciudad y su torre, se cumplirá fatalmente;
bajo pena de venganza de Dios mismo sobre quien lo impida,
lo que es la protección de Caín y su descendencia; para que
se cumpla lo que el Altísimo Dios ha predeterminado, el
procedimiento como hará nacer a su pueblo, (Gn 4.12-15; 2224) (Is 66.5-9); decir que, la cultura y civilización griega
simbolizará el mundo occidental que será la cuarta bestia o “Cuarto Reino”, que llevará la historia de la
Humanidad a la cúpula del poder político y científico; la
cabeza que tendrá “diez cuernos”, de los cuales caerán tres,
para dar lugar al cuerno pequeño, que subirá hasta el Cielo;
(Dn 7.7-8; 19-25), y que habrá de personalizarse en el
Anticristo, (Dn 8.23-25), (Dn 9.26-27; 11.21-45; 8.8-12);
decir que, la mitad del Séptimo Tiempo está señalada por la
“abominación desoladora” puesta en el SANTUARIO, en el
Cielo mismo, “en el lugar que no debe”, (Hch 1.6-11); saEl Espíritu de la Profecía | www.davidleon.com.co
crilegio éste que desata el comienzo del fin de modo irreversible, semejante a una inundación que no se detendrá;
guerra que envolverá el mundo, (Jer Cap.25), dejándolo como
un desierto, (Libro de Joel); el énfasis de los profetas en este
acontecimiento, incluso CRISTO JESÚS, es porque el tiempo
se acortará por el amor de Dios a los que LO esperan y que
entrarían en el riesgo de perder la fe por la tardanza,
(Mt 24.22) (Mc 13.20); tal parece que, aplicada la medida
del siete, esto sucederá en tres años y medio aproximadamente, incluido el regreso de CRISTO JESÚS sobre el
desierto, (Dn 12.11-12); finalmente, decir que el Ángel
GABRIEL, intérprete a su vez de la PROFECIA, y quien
vigila y conduce la gestación de la Historia Humana en
compañía del Ángel MIGUEL, (Jos5.13-15), advierte a
DANIEL, que no obstante la Profecía presentarse convivencias del presente y del pasado, se refiere al cumplimiento del tiempo final, del futuro, que es ya nuestro
presente. (Dn 2.28; 2.45; 8.17-19; 10.13-14; 12.4; 12.8-9).
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CAPÍTULO VII
ABRAHÁN
El Espíritu de la Profecía nos indica la elección del Poder
solamente en dos sentidos: por la Política de la ciudad
terrenal o la Religión del Dios del Cielo, José o Judá.
Terminado el diluvio que seguramente arrasó las ciudades
antediluvianas, Dios hizo pacto con Noé y su simiente,
(Gn 9.9), por haberlo hallado “justo, perfecto en sus
generaciones”, (Gn 6.9); pero a través de su hijo CAM,
volvió a entrar la maldición que se había retirado de los
hombres y la tierra (Gn 8.21-22); pues de éste descendió Cus,
Mizraim, Fut y Canaán; y de Cus, nació Nimrod, que
“comenzó a ser poderoso en la tierra”; y de Canaán, Sidón,
los comerciantes del mundo; y de Mizraim, los Filisteos, los
nacidos del mar, enemigos de la Simiente del Espíritu.
(Gn 10.6-20).
Se ve pues, que CAM y la descendencia de sus hijos,
rompieron el pacto del Séptimo Tiempo; (Gn 11.1-9); y
una vez más, Dios se dio a la tarea de formar y cuidar la
continuación de la Simiente del Espíritu, a través de SEM, y
la descendencia de su hijo Arfaxad; el cual engendró a Sala, y
Sala a Heber, de quien tomaron el nombre los hebreos;
naciendo de Heber dos hijos, uno de los cuales se llamó
Phaleg o Peleg, porque en su tiempo los hombres se
volvieron a dividir en la tierra; (Gn 10.22-25); y de Phaleg, la
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descendencia llegó a Taré, que engendró a ABRAM y a
Sarai; a Nacor, que tomó por mujer a su sobrina Milca; a
Harán, que engendró a LOT.
TARÉ, salió con ellos de UR de los Caldeos, para ir a la
tierra de Canaán; llegando hasta Harán, donde falleció,
(Gn 11.10-32).
Ya le había dicho Dios a ABRAM que saliera de su tierra, de
su parentela y de la casa de su Padre, hacia una tierra que EL
le mostraría; haría de ABRAM una nación grande.
Salió ABRAM con Sarai, su mujer; con LOT, su sobrino; y
con toda su hacienda; de Harán llegaron a Canaán; y aquí,
DIOS le apareció, diciéndole que a su simiente daría esta
tierra; entonces, levantó un altar, e invocó el NOMBRE DE
DIOS; de allí se movía hacia el mediodía y “era riquísimo en
ganado, plata y oro”; también su sobrino LOT, razón por la
cual se separaron; quedándose éste en la llanura de Sodoma y
ABRAM en la tierra de Canaán. (Gn 12.5-8; 13.6-12).
Pero, ¿quién era este ABRAM a quien Dios hablaba, prometiéndole la tierra de Canaán, a él y a su simiente, para siempre; desde el río Nilo, hasta el río Éufrates?(Gn 13.15; 15.18).
Fue ABRAM, el hombre de la Simiente en quien se hizo
notable el rechazo a la política de la ciudad terrenal, a su
poder, a sus impuestos, a sus tributos, a toda su injusticia. Su
padre Taré inició esta peregrinación, pero ABRAM, la
continuó todo el resto de su vida; sin pertenecer a ninguna
ciudad, él y sus descendientes, habitaron en tiendas, yendo y
viniendo, esperando la promesa que Dios les había hecho.
(Heb 11.8-11).
Esto es notable en el relato en que ABRAM, por rescatar a su
sobrino LOT, tuvo que rescatar las gentes y sus riquezas de
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las ciudades de Sodoma y Gomorra, que habían caído a
manos de reyes enemigos.
ABRAM los asaltó, llegada la noche, rescatando todos los
bienes; incluido su sobrino LOT, su hacienda, las mujeres y
la gente.
De regreso, salió a recibirlo Melquisedec, Rey de Salem y
Sacerdote del Dios Altísimo, con pan y vino, diciéndole:
“bendito sea Abram del Dios Alto, poseedor de los Cielos y
la Tierra…” “bendito sea el Dios Alto, que entregó tus
enemigos en tu mano”; y Abram, en respuesta, le dio los
diezmos de todo.
El Rey de Sodoma por su parte, dijo a Abram: “dame las
personas y toma para ti la Hacienda”; a lo que Abram
respondió: “he alzado mi mano al Dios Alto, poseedor de los
Cielos y la Tierra…” “…que nada… tomaré de lo que es
tuyo, porque no digas, yo enriquecí a ABRAM”. (Gn Cap
14)
La narración y el diálogo de los personajes, evidencian, que
por la riqueza obtenida en aquella confrontación, pagó el
diezmo al Dios Alto, dueño del Cielo y de la Tierra, recibiendo además bendiciones, pan y vino; y correlativamente,
rechazó el ofrecimiento de las riquezas y hacienda de los
reyes de la tierra, o de las ciudades de Sodoma y Gomorra.
Reconocía pues Abram, sólo la propiedad del Dios Altísimo,
por eso era peregrino entre ciudades, sin pertenecer a ninguna; y pagaba el diezmo a Dios, en vez de tributo a los reyes
de la tierra. (Mal 3.6-12).
Gozaba también ABRAM de la plena confianza de Dios;
pues sabía que este hombre mandaría a sus hijos y a su casa
después de sí, a que guardasen el camino de Dios, haciendo
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justicia y juicio para el cumplimiento de la promesa; por eso,
no le ocultó lo que habría de ser sobre las ciudades de la
tierra, hasta el momento en que ya no hubiese ni un solo justo
en ellas; culminación que se muestra en la salida de Sodoma,
de su sobrino LOT. (Gn 18.17-33) (Gn Cap. 19).
Para concluir, Abrahán es quien, en el Espíritu de la Profecía, rechazó el árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, la
Simiente de Caín, que se fue a construir el poder político de
los reyes de la tierra y sus grandes ciudades; y a quien Dios
demostró que la Simiente del Espíritu, o la simiente de Set,
pertenecía a su cuidado y a su voluntad; razón por la cual
Dios mismo le anuncia que Sarai su mujer tendrá un hijo,
Isaac, cuando físicamente ya era imposible para ellos; pues
además de ELLA ser estéril, ambos estaban por los cien años
de edad. (Gn 11.30; 15.1-6; 17.15-17).
No obstante que Sara y Abrahán se rieron de Dios, este les
dijo: “¿hay para Dios alguna cosa difícil?”; y aún el nombre
del hijo que nacería, lo anunció Dios diciendo: “ciertamente
Sara tu mujer te dará un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y
confirmaré mi pacto con él por alianza perpetua, para su
simiente después de él”. (Gn 17.19).
Fue Isaac, el hijo en quien Abrahán sufrió la prueba de
entre- gar su simiente a la obediencia del Dios Altísimo,
cuando Este ordenó que se lo entregara en holocausto;
mandato que Abrahán cumplió hasta el instante de la muerte,
en que el Ángel lo detuvo; consiguiendo por esto, la
bendición sobre toda su simiente y sobre todas las gentes de
la tierra; bendición que alcanzó la plenitud en la
encarnación de Cristo Jesús. (Gn 22.1-18) (I Jn 4.8-10) (I S
Cap. 1).
Luego de Isaac, nació Jacob, el hombre que forzó la puerta de
los cielos.
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CAPÍTULO VIII
LA ESTÉRIL O LA VIRGEN DE LA SIMIENTE Y LOS
HERMANOS
Que a los mismos personajes que vivieron esta Historia
Sagrada de la Simiente del Espíritu, el hecho de ser octogenarios y a la vez sus mujeres estériles, les causaba risa pensar
en tener hijos cuando no se podía, o cuando ya era imposible;
lo mismo que a quienes leemos este tipo de irrealidad, cuatro
mil años después; es cosa que no deja sin embargo nuestra
razón tranquila, más aun, cuando no somos los hombres de la
fe.
¿Por qué tenía esta Historia Sagrada de la Simiente la necesidad de presentarse a los hombres así, y no de otra manera?
Definiendo por lo contrario, prostituta y fértil, serían, la que
no tiene marido, sin saber quién es el padre de sus hijos; y la
que tiene hijos en condiciones de normalidad biológica, respectivamente.
Viene a la evidencia, que una mujer virgen es aquella en la
que no ha entrado hombre alguno; así que, consagrar la
virginidad a Dios, u ofrecerla a Dios como en la referencia
bíblica de Jefté, (Jue 11.30-40), en la cual, éste ofreció en
holocausto a Dios al “primero de su casa que saliera a recibirlo” si regresaba triunfante sobre los amonitas, lo cual se
cumplió sobre su única hija virgen, sin siquiera sospechar que
habría de ser así; está remitiéndonos al mismo holocausto en
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que Abraham puso su simiente, es decir, a su hijo Isaac, hasta
que el Ángel lo detuvo. (Gn Cap. 22).
Conciben los hombre con facilidad el fuego sensible, pero
difícilmente el fuego inteligible, (Job 37.21) (Sal 139.12),
(Zac 14.6-7); la hoguera es aquella que va alimentándose de
partes sensibles al fuego; el holocausto en cambio, implica la
inteligibilidad del fuego total y consumidor, ante el cual no
queda parte alguna sin consumir; “el dios que respondiere por
fuego, ése sea Dios”, dijo Elías a los sacerdotes de Baal; y
rogando a Dios, cayó fuego de Dios, que todo lo consumió,
(IR 18.21-46); es la diferencia que enseñó Elías al pueblo de
Israel frente a los sacerdotes de Baal, a quienes el impío rey
Acab, les tenía templo para esta idolatría cananea, que
extraviaba a los hijos de Israel; y a los cuales ya les había
exterminado los profetas, llevado del consejo de Jezabel,
princesa sidonia, a la que había tomado por mujer.
(IR 16.29-33) (Ap 2.20).
Diciéndolo de otra manera, vemos las cosas sobre las que
cae la luz, pero no vemos la luz; ésta solamente es inteligible; tanto como afirmar que el ser humano es criatura
nictálope, es decir, hecho para ver en la oscuridad, no en
la luz. (Luc 12.49) (Jn 1.5).
No es extraño entonces, que el Culto de Baal, como fuego
sensible del sol sobre la naturaleza, como el calor de los
cuerpos que se aman, degenerara en el realismo ingenuo de
las más bajas pasiones; que eran recibidas por la muchedumbre como dones de este sensible culto a la prostitución, del cual era Jezabel profetisa. (Jer 2.20-25) (Os 5.7)
(IR Cap. 18).
Recordando la antigua Roma, antes del asedio de la muchedumbre y las idolatrías que trajeron con sus conquistas, el
Colegio de los Vestales estaba encargado de la vigilancia
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del fuego sagrado; que se trataba del fuego inteligible, lo
demuestra el hecho de que eran niñas vírgenes, de sangre
patricia; quienes ofrecían su virginidad y juventud por treinta
años a este culto, bajo pena de muerte si incurrían en alguna
impureza.
Aclarando un poco más, la virgen es la mujer que no tiene
“pasado”; nada puede traspasar el eterno presente de su
vigilia ante el fuego inteligible, que es la luz en sí misma; no
le preocupan las cosas sobre las cuales cae la luz, para
hacerlas visibles, sino la luz misma, que no se ve; por eso la
virgen, no duerme en la memoria de lo pasado como los
demás seres humanos; no se deja pasar, no olvida el eterno
presente de la luz; y por estas razones es el fundamento de
la Simiente a la que da su nombre como “Virgen de Israel”;
que aplasta la cabeza de la serpiente, o del tiempo, con el cual
se han engañado las generaciones desde Eva, nuestra madre.
(Gn 3.11-15; 3.20) (Is 62.1-5) (Ez Cap. 16) (Jer 18.11-13)
(Jer 31.1-4).
¿Qué otra cosa significa el Canto del Profeta Jeremías,
cuando invoca la Virgen de Israel sobre las diez tribus
dispersas en manos de los asirios? ¿Cuando diferencia la
“simiente de hombre” de la “simiente animal”? ¿Cuando
afirma que si faltaren las leyes delante de Dios, también la
Simiente de Israel faltaría? (Jer Cap. 31) (Jer 46.27).
El hecho en sí de la esterilidad, pone de manifiesto que la
procreación de esta simiente es voluntad de Dios, no del
hombre; de no ser así, entonces se nacería de la voluntad de
la carne; pero es precisamente a través de la esterilidad, en
donde se manifiesta claramente la intervención de Dios,
unida aquélla, a la edad octogenaria de sus protagonistas;
quiere mostrar El Espíritu Profético, sin lugar a dudas, por
parte del hombre, que ésta imposibilidad física, sólo en Dios
puede librarse o comprarse; siendo la criatura que ha de
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nacer hijo de Dios, por ésta condición; es lo que enseña el
espíritu cuando dice: “antes que te formase en el seno, te
conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a
las gentes”, (Jer 1.4); “Mas cuando plugo a Dios, que me
apartó desde el seno de mi madre, y me llamó por su gracia”,
(Gl 1.15); “los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios”.
(Jn 1.13).
En su celo, es Juan el Evangelista quien advierte con precisión, cómo este es el punto doctrinal que ataca el “espíritu del
Anticristo”; y “por esto conocemos el Espíritu de Verdad y el
espíritu de error”, en cuanto a la Ciencia de Dios. (I Jn 4.6)
(Is 46.3).
Decimos entonces, que la esterilidad enseña para la fe de este
conocimiento, que no nacemos de la mujer por su simple
generación; sino al contrario, EVA es quien ha nacido de
Adán, (Gn 2.21-23); lo que significa poner el principio de
la generación en el hombre, no en la mujer; razón por la
cual, se juraba poniendo la mano bajo los testículos, (Gn
24.1-4); y a los hijos de la Simiente del Espíritu se les
iniciaba, en la fe de este conocimiento, mediante el
“banquete
del
destete”,
(Gn 21.1-8); cuestión clarísima en el profeta Isaías, cuando
hacía referencia a “los quitados de la leche”, a “los
arrancados de los pechos”, como a los únicos aptos para
enseñarles la Ciencia, o hacerles entender la Doctrina.
(Is 28.9; 51.2; 54.1), (Ez 16.1-4).
La Estéril reconoce así, que es Dios quien engendra, no la
carne misma; y a su hijo, como a hijo engendrado por Dios,
no por los hombres; conocimiento éste que vivió ANA, la
profetisa, madre de Samuel; que siendo estéril, pidió engendrar en su seno un hijo a Dios; haciendo la promesa de que
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esta criatura dedicaría al Altísimo todos los días de su vida;
cosa que significa devolverlo a Dios, su Padre. (IS Cap1).
Este es el vívido drama y fundamento viviente de “los hijos
de Dios”, que se repite en la madre de Sansón, (Jue 13.1-5);
en la madre de Juan el Bautista, (Lc 1.5-15); y que tiene su
inicio doctrinal en Sara, (Gn 29.31; 30.1-2); y que bajo otro
aspecto se repite en Tamar, (Gn Cap. 38); en Noemí,
(Rt 1.1-5); y que llega a su culminación, a su plena vigilia,
cuando taxativa y explícitamente, la niña virgen desposada
con José, antes de que su marido entrase en ella, recibió la
visita del Ángel Gabriel, anunciándole que el Hijo que
nacería no vendría como los demás hombres, que nacen por
las relaciones de la carne, sino que DIOS mismo lo
engendraría en ELLA; razón por la cual, el Hijo que estaba
por nacer, sería llamado “Hijo de Dios”, no del hombre José.
(Mt 1.18-20) (Lc 1.26-35; 23.26-31).
En Cristo-Jesús, llegamos al fin de la Profecía; al Hombre
que ha nacido de la estéril virgen trayendo la Plenitud del
Espíritu del Padre; que es el mismo comienzo en Adán,
cuando fue creado en plenitud de Espíritu, pues veía y
hablaba con Dios; y a quien le fue retirado cuando se le
expulsó del Paraíso, quedando en las tinieblas exteriores, en
igualdad de condición a las bestias de la tierra. (Gn 3.18).
La descendencia de ADAN Y EVA, por CAIN, sólo
reconoce el nacimiento por génesis, sin Padre; mientras
que la descendencia por Set, siempre lloró por esta ausencia
paterna para que le fuera restablecida; tal como antes del
pecado, que sacó del alma de los hombres el origen en el
Padre; por esto a CRISTO-JESUS se le llama “El Hijo de
Dios”, o mejor, se llama a sí mismo, “El Hijo del
Hombre”; es decir, que no de mujer; pero más exactamente,
Juan el Evangelista le nombra como “El Unigénito Hijo”; que
no tiene otro significado que, la unión del cuerpo que viene
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por génesis materna a la plenitud del Espíritu del Padre; es
igualmente, el tema de la conversación de CRISTO-JESÚS
con Nicodemo,(Col 2.9)(Jn 1.14-18; 3.1-7).
Expresándolo de otra manera, nos vemos nacer de la mujer, e
incluso pueden haber testigos de quién es nuestra madre,
pero nadie puede testificar del Padre; y si aún la madre
hubiese estado con varios hombres a la vez, tampoco podría
testificar quién es el padre de su hijo; razón por la cual, este
testimonio, para que sea verdadero, sólo puede darlo una
virgen.
Así que, si por la esterilidad, las mujeres de la Profecía de
la Simiente pudieron testificar que sus hijos fueron por
voluntad y obra de Dios; por su Virginidad, la Santísima
Madre María pudo testificar que su Hijo, era el Hijo de Dios;
con lo cual, se cumple la plenitud de la promesa de que a la
“otra simiente en SET”, se le devolvería la plenitud del
Espíritu del Padre; convirtiéndose así esta Virgen Niña, en el
fundamento del Nuevo Testimonio y en el cumplimiento de
la promesa, para todos los hermanos de la simiente; nosotros,
los elegidos. (Jn 14.22).
Queda por enfatizar, que la referencia de los términos
nosotros y hermanos, en las Sagradas Escrituras, se dirigía
sólo a la Simiente de SET; o mejor dicho, a los hijos de la
Estéril, cuya Simiente elegida culminó en CRISTO-JESÚS,
quien nació de la VIRGEN MARÍA. (Dt 18.15-19) (Ex 2.11).
Eran los hermanos, en esta Simiente de la Estéril, quienes
creyendo a la Virgen María su secreto, lo guardaban para sí;
a sabiendas del escándalo que éste conocimiento de la Fe,
producía en los hijos de la prostitución; sin embargo,
reconociendo en CRISTO-JESUS la plenitud del Espíritu, por
las obras portentosas que hacía, no comprendían cómo esta
plenitud llegaría sobre todos ellos; de ahí, que igualmente,
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hubiese algunos hermanos que no creyeron a Jesús, o mejor
dicho, a la Virgen María; teniéndolo por blasfemo y farsante,
(Mt 27.63); cuestión ésta, que no escapó a la consideración
del Evangelista Juan, (Jn 7.1-13); ni tampoco al profeta, que
en su Epístola a los Hebreos, procuró esclarecer a los
hermanos el cumplimiento en CRISTO-JESÚS de la antigua
promesa y la apertura de este nuevo testimonio, para
resurrección de los muertos; como el medio, a través del cual,
toda la Simiente de la Promesa sería restablecida en el
Nombre del Padre, para ser hijos unigénitos. (Heb 2.10-18)
(Mt 28.10).
Queda por recordar, asimismo, que Abrahán llamaba hermano a su sobrino LOT, (Gn 13.8); que Sara era su hermana,
hija de su Padre, no de su madre, (Gn 20.12); que había
recibido noticia de que NACOR, su hermano, también tenía
descendencia de MILCA, de la cual nació BETUEL, padre
de Rebeca, mujer de Isaac, (Gn 22.20-23); que su criado
bendijo a Dios por haberlo conducido a la casa de los hermanos de Abrahán, como éste se lo había hecho juramentar; con
el fin de hallar la mujer para Isaac, de su mismo linaje y de la
misma casa de su Padre, (Gn 24.40); que a su vez, Rebeca
veía con desprecio de su vida, el que JACOB su hijo, tomara
por mujer alguna cananea; razón por la cual, Isaac, llamándole, hace que se traslade a buscar la casa de Betuel, padre de
su madre; es decir, que Raquel, y también LEA, sus esposas,
eran sus primas, (Gn 27.46; 28.1-2); que Judá, Príncipe de
los Hijos de Jacob y quien tenía el mayorazgo sobre ellos,
(I Cr 5.1-2), había adulterado la Simiente tomando por esposa
a una mujer cananea; de la cual nacieron sus hijos: ER Y
ONAN, que tomaron por esposa a TAMAR sucesivamente, y
a quienes DIOS les quitó la vida, para impedirles la procreación; viéndose obligado JUDÁ a tomar por esposa a TAMAR
su nuera, sin saberlo; de cuya unión, nació FARES, recuperándose la Simiente en el Espíritu, (Gn Cap. 38); que
NOEMI, lo mismo que RUT, esposa de uno de sus hijos, perEl Espíritu de la Profecía | www.davidleon.com.co
dieron sus maridos, quedándose sin descendencia; viéndose
obligadas a regresar a Belén de Judá, a buscar la Simiente
entre la parentela de su esposo, hallando a BOOZ; de quien
dijo Noemí: “nuestro pariente es aquel varón y de nuestros
redentores es”, y de quien RUT, engendró el hijo que continuó la Simiente del Espíritu, a quien llamó OBED; pues éste
engendro a ISAI, e Isaí engendró a DAVID; todo lo cual
llegó a hacerse “para que el nombre del muerto no se borre de
entre sus hermanos”, (Rt 1.1-5; 2.19-20; 3.1-13; 4.10; 4.13);
concluyendo de lo antedicho, que hermanos se llamaban
entre sí los de esta Simiente de la Estéril; a la que DIOS
celaba como a la niña de sus ojos, bajo pena de ruina y
muerte, para quien osara tocarla, (Gn 12.10-20; 20.1-18;
26.1-11; 29.15) (Lc 62.5) (Dt 32.10) (Zac 2.8).
Como lo dije antes, el horror y el espanto del profeta se
incitaba cuando veía que la Simiente del Espíritu estaba en el
umbral de su desaparición; por conquista, o por haber
prevaricado; entonces, Dios, respondía al vigilante celoso
de su Virgen; como a Daniel, diciéndole: SETENTA
semanas están decretadas sobre tu simiente y sobre tu ciudad;
cumplidas, se acabará la prevaricación, se concluirá el
pecado, se expiará la iniquidad, se traerá la justicia de los
siglos; se reclamará la propiedad de la visión y la Profecía
que parte de Dios, y se ungirá al Santo de los Santos.
Se distribuirán y contarán así: Desde que los reyes persas
dieron la palabra para autorizar la reconstrucción de Jerusalén
hasta el Mesías Príncipe, se contarán siete semanas; más
sesenta y dos semanas; es decir, sesenta y nueve.
La última semana, empezaría a contarse, cuando se quiete la
vida al Mesías; dentro de ella, otra vez se destruirá la ciudad
y el Santuario de Jerusalén; durante toda esta última semana
se confirmará el nuevo pacto a muchos; a la mitad de esta
semana, se hará cesar el sacrificio y la ofrenda, en cambio del
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sacrilegio; y simultáneamente, a partir del comienzo de esta
segunda mitad, empezará la era de las multitudes; es decir, la
mezcla de las razas, lenguas, tribus, pueblos y lenguas de la
tierra; la apoteosis de la gran prostituta; la que no reconoce al
padre de sus hijos, la que no tiene marido; y vendrá luego
el fin del mundo, cumpliéndose las setenta semanas.
(Dn 9.24-27; 11.31; 12.11).
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CAPÍTULO IX
LA SIMIENTE QUE RECIBIÓ EL NOMBRE Y
CORNELIO EL CENTURIÓN
Dejamos planteado al inicio, cómo el Árbol Genealógico de
la Humanidad, cuya semilla fue ADAN, tuvo una división
fundamental entre CAÍN y SET, la “Otra Simiente”, que
sustituyó a ABEL.
La Historia Sagrada, de las Santas Escrituras, nos refiere esta
lucha como un proceso mundano y horizontal de CAIN,
que ha puesto su corazón en la ciudad y la Ciencia del Poder,
en la avaricia de los frutos del árbol de la Ciencia del Bien y
del Mal; y como un proceso vertical en SET, que adora el
Espíritu del Padre, y tiene la Fe en que solamente se volverá a
manifestar la única propiedad de Este, sobre todas las cosas;
limpiando al mundo de la propiedad del hombre, resultando
ésta, del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal; tanto como
decir, que el mundo se ha contaminado por todas las riquezas
o frutos del Árbol de la Ciencia que CAÍN escogió; lo cual se
nos presenta en la Gran Ciudad de Babilonia, con todas las
abominaciones de su idolatría, que será la apoteosis de las
muchedumbres y de los inventos.
Es importante esclarecer la esencia indisoluble de Espíritu y
Cuerpo, en la enseñanza de la Profecía; que tal vez, sea lo
que más se muestra difícil, al entendimiento de la totalidad de
las Sagradas Escrituras.
Aquí, Dios mismo tiene “cuerpo”; no sólo el Hijo, sino también el Padre; así como el Espíritu Santo; lo mismo que toda
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criatura, incluyendo a los Ángeles; este es el testimonio de
CRISTO-JESUS, que de no creerle, lo haríamos mentiroso a
EL y a DIOS PADRE, como al Espíritu Santo.
Que ADAN Y EVA se escondieron de la presencia de DIOS,
en el Huerto de Edén, (Gn 3.8-9); que aún CAÍN dijo: “de tu
presencia me esconderé”, (Gn 4.14); que fue la palabra de
Dios a Abrahán, estando sentado a la puerta de su tienda,
viendo venir a tres varones en los cuales distinguió EL
NOMBRE, y a uno de ellos como a DIOS MISMO; ofreciéndoles agua, para el lavado de sus pies; descanso y comida; quienes “después de comer” con Abrahán, preguntaron
por Sara, prometiéndole un hijo; que luego se levantaron
dirigiéndose a Sodoma , mientras Abrahán caminaba con
ellos, acompañándolos; diciéndole Dios, que iban a la destrucción de Sodoma y Gomorra; ante lo cual Abrahán pidió
por el justo LOT, (Gn Cap. 18); que entretanto que conversaban, los dos Ángeles llegaron a Sodoma; y viéndolos LOT,
también los invitó a que pasaran la noche en casa, ofreciéndoles agua para el lavado de los pies, banquete y panes sin
levadura, “que comieron”; viniendo luego el suceso del ataque, cogiendo los dos ángeles a LOT, a su esposa e hijos, “de
las manos”, ayudándolos a salir rápidamente antes de la
destrucción, (Gn 19.1-29); que MOISES pidió a Dios, le
dejase ver “sus espaldas”, cuando pasase, (Gn 33.18-23);
pero el testimonio más explícito y de firme evidencia en las
Sagradas Escrituras sobre “el cuerpo”, lo presenta CRISTOJESUS mismo, cuando aparece a sus discípulos, después de la
resurrección de entre los muertos; pues ellos “pensaban que
veían un Espíritu”, a lo que EL les dijo: “Mirad mis manos
y mis pies, que yo mismo Soy. Palpad y ved; que el
espíritu ni tiene carne, ni huesos, como veis que yo
tengo”; y aún por el gozo y el asombro, sus discípulos no
creían, por lo que JESUS les confirmó la divinidad de su
cuerpo, comiendo y bebiendo; que solamente esto, “les abrió
el sentido”, para que entendiesen las Sagradas Escrituras,
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(Lc
24.36-45);
que
después,
CRISTO-JESUS,
bendiciéndolos, era llevado arriba al cielo, en cuerpo,
mientras ellos le adoraban. (Lc 24.50-52).
Este es el cumplimiento de la Promesa que devuelve el
Espíritu o la plenitud del NOMBRE DE DIOS a la “otra
Simiente”, en SET; en la cual encarnó el Hijo de Dios,
haciéndose esta simiente, incorruptible; y de la cual, es celo y
figura Juan el Bautista; quien bautizaba en las aguas de
esta simiente de la promesa, previa confesión de los
pecados de la prostitución; diciendo a las gentes: “No
penséis, dentro de vosotros, que sois hijos de Abrahán, siendo
generación de víboras”; el hacha está puesta en la raíz de los
árboles y todo árbol que no de el fruto del Espíritu, será
cortado y echado al fuego; más cuando CRISTO JESÚS, se
presentó para el reconocimiento público de la Santidad de
esta Simiente, JUAN EL BAUSTISTA, contrariamente,
pidió ser bautizado por él; a lo que CRISTO JESÚS
respondió: Bautízame tú, porque así “nos conviene cumplir
toda justicia”; y subiendo del agua, los cielos le fueron
abiertos, descendiendo el Espíritu Santo en forma corporal de
Paloma, sobre EL; escuchándose la voz del Padre que decía:
“Este es mi Hijo Amado”, (Mt Cap. 3).
Aunque por la experiencia vemos la muerte del cuerpo, es el
“espíritu” el que está “muerto”, así de los ángeles o del
hombre, cuando ha perdido su cuerpo. (I P 3.18-19) (II P
2.4) (Jud Cap. 1).
Recuerda San Pedro, que en el tiempo de NOE, sólo 8
personas fueron salvas por agua, es decir, por simiente
virginal; y cómo la FE en el bautismo que a esto corresponde
ahora, “nos salva”; por la resurrección de CRISTO-JESÚS,
Quien ha llevado o entrado, el cuerpo de la generación de
ADAN, al Cielo; redimiéndolo ante todo principado, potestad
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o virtud, (I P 3.19-22); esperanza por la cual, también se
predicó el Evangelio a los muertos. (I P 4.6) (Mt 27.50-53).
Como quiera que la profecía de la salvación estaba dirigida,
en El Antiguo Testamento, sólo a la “Otra Simiente en SET”,
al pueblo escogido por Dios; y claramente a su descendencia
del Séptimo Tiempo, al que entró con NOE; de quienes
descienden Abrahán y la Simiente de su casa, pasando por
Isaac, Jacob y sus doce tribus; nos enfrenta a varios interrogantes, uno específico de los cuales, le fue resuelto a Pedro.
Si la Doctrina de Salvación estaba dirigida a la “Otra
Simiente en SET”, con exclusión de cualquiera otra simiente;
y si ya todo lo resolvía la resurrección del cuerpo de
CRISTO-JESUS; cuerpo de generación humana, glorificado
en el Trono de Dios para escándalo de Principados, Potestades y Dominaciones en los cielos y en la tierra; entonces,
para los que estaban en las aguas del mar muerto de la
prostitución, ¿qué salvación había? ¿qué Escrituras? ¿qué
doctrina? ¿qué profetas? NADA. Ningunas. Ninguno.
Era lo que indudablemente mortificaba a CORNELIO,
centurión romano; porque a éste, fue a quien el Espíritu de la
Profecía respondió por medio de Pedro; pasando así la
predicación de entre los hermanos de la simiente, a la
PLEBE; es decir, a la muchedumbre, que no son Pueblo.
(Sal 106.47; 144.7).
Que había un varón llamado CORNELIO, centurión, en
Cesárea, a quien le apareció un Ángel, diciéndole: “tus
oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la
presencia de DIOS”; que luego le instruye para que envíe a
sus hombres a JOPE y hagan venir a un tal SIMÓN, por
sobrenombre PEDRO; que éste le diría “lo que conviene
hacer”, son expresiones que nos abren el camino de esta
solución.
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Al día siguiente, estaba PEDRO orando en la azotea de la
casa, cuando le sobrevino “grande hambre”; y mientras disponían, entró en éxtasis: VIO un gran lienzo, atado de las
cuatro puntas, que bajaba del cielo trayendo toda clase de
animales cuadrúpedos, reptiles, y aves del cielo; y escuchó
una voz que le decía: “Levántate, PEDRO, mata y come”; a
lo cual respondió: “Señor, no; porque ninguna cosa común e
inmunda he comido jamás”; volvió entonces la voz a replicarle: “Lo que DIOS limpió, no lo llames tú común”; todo lo
cual se repitió por tres veces.
¿Qué estaba enseñándole el Espíritu a PEDRO? La duda lo
atormentaba, por cuanto aquellos alimentos eran de la plebe,
del común; no estaban dentro de los prescritos a la simiente
virginal; además, lo difícil era que, el Espíritu los llamaba
limpios; prohibiendo a Pedro que los llamase comunes e
impuros.
En ese momento, los hombres de CORNELIO tocaron la
puerta; y el Espíritu dijo a Pedro: “Tres hombres te buscan,
ve con ellos, yo los he enviado”.
Bajando y poniéndose en presencia de ellos, éstos le dijeron
estas palabras asombrosas: “Cornelio el centurión,….que
tiene Testimonio de toda la Nación de los Judíos, ha recibido
respuestas por un Santo Ángel, de hacerte venir a su casa; y
oír de Ti, palabras”.
PEDRO, entonces, los mandó a entrar; y al día siguiente se va
con ellos, haciéndose acompañar de “algunos de sus hermanos”, en la simiente.
Cuando llegan a Cesárea, sale CORNELIO a recibirlos,
postrándose a los pies de PEDRO; ante lo cual éste le dice:
“levántate, también yo mismo, soy hombre”; y hablando
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entre sí, entraron a la casa, en donde se habían reunido muchos, a quienes Pedro dijo: “Vosotros sabéis que es abominable a un varón judío, juntarse o llegarse a extranjero; mas me
ha mostrado Dios, que a ningún hombre llame común o
inmundo”; es decir, de PLEBE O MUCHEDUMBRE.
Luego, preguntando PEDRO por las motivaciones de su
llamado allí, CORNELIO le explica la aparición del Ángel,
diciéndole: “Todos nosotros estamos aquí en presencia de
Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado”.
Fue así como PEDRO comprendió que para DIOS “no hay
acepción de personas”; y que aún “de la nación que le teme y
hace justicia, se agrada”.
Les habló entonces, cómo DIOS envió su palabra a los hijos
de Israel, anunciándoles la PAZ por CRISTO-JESUS, Señor
de todos; y cómo después del bautismo, DIOS le ungió del
Espíritu Santo, sanando a los oprimidos del diablo; de todo lo
cual, nosotros somos testigos; pero el Testimonio excelente,
estuvo cuando les habló, de cómo a CRISTO-JESUS le
habían dado muerte; y cómo había sido levantado por Dios,
de entre los muertos, haciendo que apareciese manifiesto;
“no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios antes
había ordenado, a nosotros que comimos y bebimos con
EL, después de que resucitó de entre los muertos”; acto de
comer y beber que puso a prueba la veracidad de su
resurrección corporal, y que dejó para memoria y adoración
de su Cuerpo Santo; de tal manera que todos los que en EL
creyeran, recibirían perdón de pecados por su NOMBRE;
siendo éste el instante del Sermón de PEDRO, en que “El
Espíritu Santo descendió sobre todos los que le oían”; lo cual
horrorizó a los de la circuncisión, a los hermanos en la
Simiente, que habían acompañado a PEDRO, pues los veían
hablar en lenguas y glorificar a DIOS; ante lo cual, PEDRO
dijo: “¿Puede alguno, impedir el agua para que no sean
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bautizados estos en la simiente?” ¿No han recibido también
El Espíritu Santo? Entonces los mandó a bautizar en el
Nombre del Señor.
Pero la cuestión no paró allí; el escándalo llegó a los otros
apóstoles y hermanos de Judea; ¿cómo era posible que
también los gentiles hubiesen recibido la palabra de DIOS?
¿Cómo era que PEDRO había comido con ellos?
PEDRO, viéndose obligado a explicarles, hizo todo el relato
de la visión que arrebató su entendimiento; y cómo cuando
empezó a hablar, vino el Espíritu Santo sobre ellos, “como
sobre nosotros al principio”; acordándose de que CRISTO
JESUS, les había dicho: “Juan ciertamente bautizaba en agua,
más vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo”; “así
que si Dios les dio el mismo DON, también como a
nosotros…” “¿Quién era yo para impedir a DIOS?”;
entonces, callaron y glorificaron a DIOS, diciendo:
“…También
a
los
Gentiles
ha
dado
Dios
arrepentimiento”. (Hch Cap. 10) (Hch 11.1-8).
Desde entonces, por la pregunta de CORNELIO y la respuesta del Espíritu Santo a PEDRO, se extendió la predicación
del EVANGELIO a las muchedumbres, a todos los
hombres; haciéndose así, a los que no son pueblo, “pueblo
adquirido”, “linaje elegido”, (I P 2.9-10)(Ef 2.11-14)(Gl
3.19-28); empezando la última de las setenta semanas
profetizadas por DANIEL, (Dn 9.27); iniciando con el Dios
que, asumiendo la naturaleza humana, comió el pan y bebió
la copa diciendo: “Porque todas las veces que comiereis este
pan y bebiereis esta copa, la muerte del señor anunciáis,
hasta que EL VENGA”; o dicho de otra forma, es el Pacto
entre DIOS y el HOMBRE, por medio del cual, anunciamos
que DIOS encarnó, murió, resucitó y ascendió a los Cielos,
en la naturaleza humana; en la misma que esperamos su
regreso, como REY DE LOS CIELOS Y LA TIERRA, (I Co
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11.23-30); PACTO que en realidad, sólo se comprendió
cuando el Señor, pasando la prueba de la muerte, se presentó
a los “elegidos u ordenados” en su cuerpo resucitado;
volviendo a COMER Y A BEBER, para no ser
confundido con un ESPÍRITU; lo que es la confirmación
del pacto, como firmar otra vez un negocio entre los
hombres, sobre el mismo asunto; sólo que aquí, lo contratado
es EL CUERPO, que según el Profeta, los hombres
incumplirán; porque habrán de poner en el Santuario “la
abominación
desoladora”,
(Dn 11.31), a partir de la segunda mitad de la última semana,
de las setenta; que se inicia con la apoteosis de las abominaciones, hasta el fin del mundo, lapso que comprendería 1290
días. (Dn 12.11).
Vemos así, cómo San Lucas confirma en la pregunta de
CORNELIO y la respuesta a PEDRO, que “la ley y los
profetas llegan hasta Juan el Bautista; desde entonces se
anuncia el Reino de Dios y cada cual ha de esforzarse por
entrar en él”; cuestión que de ninguna manera implica
deshacer la Ley, sino su afirmación, pues se cumplió lo
prometido por la esperanza en Ella: la Encarnación del
Nombre de DIOS en un hijo de la Simiente en SET,
(Lc16.16-17) (Col 1.19; 2.9); y asimismo, vemos como “el
pacto se confirmará a muchos”, a las muchedumbres por
adopción. (Dn 9.27).
Bajo EL SEXTO SELLO de El Apocalipsis, Juan descubre la
visión del Ángel que ha de poner “El Sello del Dios Vivo” en
la frente de sus siervos; que no son otros que la “Simiente” a
quien se le cumple la promesa del NOMBRE; pero también
nos descubre la misma visión, la multitud de redimidos que
nadie podía contar de entre todo pueblo, nación y lengua
de la tierra; que había salido de la Gran Prostituta, y
blanqueado su ropa “en la sangre del Cordero”, por lo que
ahora estaban ante el Trono de Dios. (Ap Cap. 7).
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Con CRISTO-JESUS culmina, entonces, el conocimiento de
la FE que guardaron los profetas y Juan el Bautista; abriéndose la Profecía para las muchedumbres de la
prostitución, para que cada cual cruce el Mar Rojo y se libre
del Mar Muerto, buscando las aguas del río que nace del
Espíritu, para la redención del cuerpo; como lo dice el
profeta: “porque por un mismo Espíritu somos todos
bautizados en un cuerpo…”, (I Co 12.13); NOMBRE Y
CUERPO DE CRISTO JESUS, en el cual todos seremos
llamados cuando EL apareciere; sin acepción de personas,
tribus, pueblos, o lenguas, (Flp 3.20-21) (I Jn 3.1-3); misión
que también recibió San Pablo, para dar esta noticia a todos
los pueblos de la tierra.
Desde entonces, el Bautismo del Agua en la Simiente de
SET, que JUAN EL BAUTISTA profetizaba, adquirió la
plenitud de su sentido en el cuerpo de CRISTO JESUS, a
quien finalmente, le impuso sus manos; pasando luego a
cumplirse en el SÉPTIMO TIEMPO, la confirmación del
Pacto de la Resurrección del Cuerpo, para las
muchedumbres.
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CAPÍTULO XVIII
EL LIBRE EXAMEN
O
ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO
¿Acaso resolvió Lutero un problema político y no teológico?
Veámoslo. (2P 2.1-3) (1 Jn 2.18-19) (Jdt 1.4) (Heb 5.4-5)
(Nm Caps.16 y 17).
¿Puede un hombre ser libre ante la Ley de Dios? O de otra
manera, ¿puede ejercer un “libre examen” o interpretación de
las Sagradas Escrituras, como si el desenvolvimiento moral de los hijos de Set, que culmina en la Ética de Cristo
Jesús, no fuera obra de una única Ley; que a su vez, también
tiene que ser fundamento del Universo sin centro material?
(Gn 4.26; 5.2) (Mt 4.8-11).
Si profetas y profetisas se presentan en esclavitud ante la Ley
que, en precisión y esencia, es lo que significa rendir culto a
Dios; entonces, el libre examen, no deja más que entrever un
contenido intencional en cifra, de un seudo principio teológico; que lleva hacia un fin externo, antiteológico, para decirlo
con más simplicidad. Aclaremos que se trata de tomar la
parte por el todo o destruir el todo por cualquiera de sus
partes; esquivando de esta manera la unidad, que sólo y
únicamente, se halla en la Ley; ¿puede entonces la criatura
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humana hablar de la autoridad de las Sagradas Escrituras, si
empieza por quitar la Ley de ellas; o pero, si empieza por
sustituir la Voluntad de Dios por la voluntad de su criatura,
respecto a qué es lo que debe interpretarse?
Esto del libre examen, no significa tampoco liberarse de la
autoridad del Papa, sería caer ingenuamente en un encubrimiento más de la intención luterana; sino, de la Autoridad de
la Ley de Dios, no es de otra manera que el apóstol Pedro lo
advierte; sólo en la Ley, por la Ley, se tiene la interpretación
de las Sagradas Escrituras, lo mismo que el Espíritu y Cuerpo
de Cristo Jesús, condición sin la cual no hay propiedad, ni
en el cielo, ni en la Tierra; de lo contrario, no sería más que
la voluntad de un simple hombre hablándole a otro, con
la sola intención de establecer una relación de cómplices.
(2P 1.20-21).
Así que, libre examen, es la única y sola idea de Lutero, el
prototipo que modeló las demás posiciones seudo teológicas,
la estrategia que impedirá la conformación de la Conciencia
Universal de los hombres para acceder al Divino Logos, a
“LO COMÚN entre los hombres cuando estamos despiertos”,
según Heráclito de Éfeso; y al Título o Nombre, que da
posesión de su Propiedad.
¿Ha podido el hombre interpretar su propia existencia, sin
que interfiera el instinto, el interés, el peso de su propio
cuerpo? Si no ha sido posible, ¿cómo podría entonces interpretar la EXISTENCIA DEL ESPÍRITU DE DIOS, que es de
lo que aquí se trata? Sólo que el inicuo mentiroso, no advierte
que para esto se necesita un CUERPO, pues Cristo Jesús es el
Logos-Hombre que Existe como Hijo-Engendrado, como
Único-Hijo, como Único-Heredero, (Gn 15.1-7); que tan sólo
espera el agotamiento total de las consecuencias de la autodivinización del hombre, (Gn 11.1-6), en la Humanidad y la
Historia de sus propios Estados, a través de la propiedad
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aureolada por su respectiva moral y ética antroponómica,
desligada ésta del Divino Logos, para presentarse como
Señor y dueño en los Cielos y en la Tierra.
¿Qué es entonces LO COMUN? Sin mediación de cosa alguna, la Razón, el Logos, la Ley, incluida la Fe; ya lo había
dicho Heráclito, por los años 550 a. de C.; es el MUNDO
UNO, el Espíritu Universal, bajo la condición de estar
despierto; porque si alguien estuviera dormido, se hallaría en
un mundo propio, (Fragmento 89); en consecuencia, la LUZ,
no la del día que se entiende por la noche, sino, la Pura Luz,
la CIUDAD que esperó Abrahán, Isaac y Jacob para la descendencia de su Simiente y la bendición de las naciones,
siempre y cuando fuese glorificada por el DIEZMO; la misma que SAN JUAN vio, en su profecía, descender desde los
Cielos, en la CRUZ exaltada por el CUERPO de Cristo Jesús,
que no solo, mas en la Comunión de Todos sus Santos, pues
de otra manera, no sería una Ciudad. (Ap22.1-6) (I Jn 1.5-7)
(Gn 14.18-23; 28.19-22; 48.3) (Jud 1.14-16) (Zac 14.5-7)
(Heb 3.6).
Así entonces, ¿qué es el DIEZMO? No es más que la
glorificación de la igualdad de los hombres en la Comunión
del Espíritu, por el cual la criatura humana volverá a tener
honor, dignidad, privilegio y señorío; redención de sus
deudas, libertad de su esclavitud al trabajo, resurrección de
la muerte de su cuerpo, en la gracia de la Cruz Exaltada
por el CUERPO de Cristo-Jesús; pero en su aspecto
tangible, es un acto subversivo contra el poder, la propiedad,
las instituciones, y la Gran Ciudad del mundo. (Lc 32.1-2)
(Is 49.8-10; 55.1-2) (Esd Cap. 4).
Expliquémonos de otra manera. ¿Qué es el TRIBUTO? Es el
acto por el cual se rinde honor, dignidad, privilegio y señorío
a los acreedores de las deudas, a los esclavistas del trabajo, a
los sacrificadores del cuerpo, en la Gran Ciudad; pero en su
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aspecto intangible, es un acto por el cual se lucha contra la
Comunión del Espíritu de todos los hombres y contra el
Reino de Cristo Jesús, como legítimo heredero del Cielo y de
los reinos de la Tierra. (Jn 19.12; 19.15) (Neh Cap.5).
No es de extrañarse, además, que los hombres se dieran razones filosóficas para justificar el consumo de los cuerpos contra la Comunión de sus espíritus; ya la Moral y Ética Antroponómica, desde Aristóteles, había advertido, contra Heráclito, que si lo COMÚN entre los hombres es el Espíritu Universal o Logos, entonces el BIEN se concebiría como unidad;
en consecuencia, separado del hombre concreto, sin que pueda poseerlo o practicarlo en la acción voluntaria de sus propios fines; a través de las artes, los oficios y las ciencias particulares, con las cuales se construye la Gran Ciudad y la experiencia de su acción política. (Ética Nicomaquea Libro I-VI)
(Heráclito Frag. 108).
De otra manera, el tributo es el acto por el cual los hombres
deciden y construyen qué es LO COMÚN, y por lo mismo, la
Ciencia de su Ciudad Terrenal, la política.
Así pues, ¿hablamos de dos ciudades? ¿una que se forma por
el tributo y otra por el diezmo? ¿una terrenal y otra celestial?
¿en cuál de ellas el Derecho?
Si aplicamos nuestro discernimiento a la Ciudad Terrenal, la
de piedras muertas, la del tributo, el derecho en ella identifica
propiedad, deuda, esclavitud al trabajo, obediencia o consumo del cuerpo, esclavo y rey, en el Culto Público de la desigualdad glorificada en la política, que guía las acciones hacia
la autosuficiencia de los cuerpos en comunidad; por eso, en
ésta, las facultades espirituales, tan sólo se aplican al manejo
instrumental para la realización de fines, como único mérito;
excluyendo de éstos, cualquier desviación metafísica.
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En esta Ciudad Terrenal, la ley no es más que conciencia de
la permisibilidad exterior, de ninguna manera se admiten las
perturbaciones de la autoconciencia del individuo, como
subjetividad real de espíritu y cuerpo; en ésta, Sociedad y
Estado llegan a ser, finalmente, entidades o personalidades
por composición de partes externas, intereses, motivaciones,
circunstancias de tiempo y lugar, impuestas por el desarrollo
de la propiedad; que va de lo privado o real, a lo artificial o
político; diferente a las personas naturales, que tienen continuidad, unidad indisoluble entre lo interno y externo, o viceversa; por esta razón, las sociedades y sus respectivas
conciencias
políticas
se
hacen
y
deshacen
interminablemente, a través de la historia; problema éste,
que ha pretendido solucionarse para la sociedad,
identificándola con una raza; y
para el Estado,
identificándolo con un rey, o su respectiva dinastía;
buscando de tal manera, que la propiedad vaya unida a
una comunidad de lazos biológicos indisolubles, internos;
que le permitan, desde adentro, acumularse, permaneciendo
encabezada; tal como sucedió en la historia antigua de
griegos y romanos, en que la propiedad identificaba esclavitud, herencia y padre común; presumiendo de esta manera,
dar el carácter o esencia de la personalidad humana, a lo que
no lo tiene; a lo que hoy se llama propiedad de función pública o de servicio público, en cabeza del Estado; que en el fondo, es una comunidad por unión de partes externas, ligadas
por intereses, razón por la cual se hacen y deshacen constantemente; horror que algunos experimentan frente a este tipo
de soluciones políticas a la francesa, pues que es una
grandiosa ilusión psicológica, por la cual, una misma
persona cree ser súbdito y rey, esclavo y amo;
encubriéndose la ciencia de la propiedad, con los principios
ético-políticos de igualdad, fraternidad, libertad; imposibles
de cumplirse, por su falso fundamento; sin olvidar, en la
referencia, la solución fallida del partido único, totalitario;
que en la mayoría de los sistemas políticos del mundo, toma
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la apariencia de dos partidos opuestos, o de una seudo
oposición; que al final, se revelarán siempre como artificios
del poder, burdas imitaciones psicobiológicas, que tan sólo
alcanzan a ser divinidades por fuera, no por dentro.
Es claro que, después del uso, abuso y consumo, la acumulación de propiedad excedente, en consecuencia la esclavitud al
trabajo, y herencia, en consecuencia el señorío, son inescindibles, su fundamento esencial es el desequilibrio de
fuerzas extrahumanas; así que, quien tenga la inteligencia
del desequilibrio, tiene la fuerza; la causa que mueve todas
las cosas incluido el cuerpo de las necesidades y las
apetencias; sólo que, explícitamente, debe entenderse que
la fuerza no es el látigo sobre la espalda del esclavo; los
hombres rápidamente entendieron que este era un mal
negocio, la fuerza extraída muy pequeña.
La consecuencia, sin embargo, no se detiene allí; de una
parte, si un hombre rechaza la esclavitud al trabajo, es decir,
si rechaza vender su fuerza o ser comprado en el desequilibrio del sistema, se hace deudor, criminal, ladrón, Barrabas;
de otra, por no entender que la mayor fuerza origina la
propiedad, y la propiedad el poder, ignorando que éste no
origina aquella, se ha llegado a proponer soluciones desde el
poder a la desigualdad: primero, entre la capacidad de la
fuerza viva del trabajador y sus necesidades de sustentación,
lo que no es propiamente el problema; segundo, entre la
capacidad de la fuerza viva del trabajador que quiere
venderse, pero que no puede ser comprada, y sus necesidades
de sustentación, lo que es propiamente el problema; el
resultado obtenido por una sociedad y Estado, como
personalidades artificiales, es un hecho histórico cumplido,
de fallidas consecuencias; no existe el GRAN LIBRO de la
justicia, en el que puedan equilibrarse las capacidades y las
necesidades de los hombres que integran externamente una
comunidad de bienes, sobreponiendo la propiedad política o
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abstracta a la propiedad civil o real, por un acto de voluntad;
pues la desigualdad origina la acumulación de la
propiedad y la igualdad la consume; sería más bien un libro
de ética, en el que se propone la igualdad como justicia, pero
en ningún caso, podría aplicarse al realismo hiriente de la
propiedad humana. El equilibrio es del “estado de la
naturaleza”, pero jamás del Estado político, en el que
pretende representarse una comunidad de cuerpos.
¿Estado Natural? ¿”estado” en el que se supone, vivían los
hombres, tomando de la naturaleza según sus necesidades y
dando según su propia capacidad? ¿Acaso, una hipotética
comunidad, en que los de menos necesidades trabajaban para
los de más necesidades? ¿Por qué dejó de repetirse? ¿O es
que vamos en línea recta sin mirar atrás? ¿Podría conseguirse
con lo que ahora han dado en llamar voluntad política?
Esta idea, que los filósofos del poder civil o real, como los
del poder artificial o político, han puesto como piedra cúbica
de sus respectivos edificios teóricos, es falsa.
¿Qué el hombre renunció al derecho natural absoluto
sobre las cosas naturales? ¿Paralogismo o sofisma? No hay
derecho natural sobre las cosas del trabajo y es una falsedad
absoluta renunciar a las cosas naturales; si alguien con su
fuerza domestica una bestia salvaje, o toma la madera del
bosque y construye su casa, estos ya son bienes de su trabajo,
de su propia fuerza; nadie podría quitárselos pretendiendo
afirmar que la bestia domesticada sigue siendo natural o que
la madera sigue perteneciendo al bosque; correlativamente,
es absurdo que quien domesticó la bestia, se declare dueño
de todas las bestias salvajes; o que, porque construyó una
casa, se declare dueño de todo el bosque.
La apropiación que hace la fuerza es la que separa, acumula
propiedad y limita la tierra correspondiente; así que, si yo
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pongo el estado natural frente al estado propiedad, es absurdo
que se diga que el hombre renuncia al derecho natural sobre
las cosas naturales; como decir, renuncia al bosque, no a la
casa que construyó para sí; o que renuncia a todas las bestias
salvajes, no a la bestia que domesticó.
Se dice, asimismo, que el hombre renunció al derecho que
poseía en igualdad con los demás, sobre las cosas en el estado
de naturaleza, haciendo posible el tránsito de la situación
natural a la situación social; sin pensar que no se renuncia a
lo que no se tiene, pues en el estado de naturaleza todo es
libre, sin propiedad; de ahí, que estado natural y pacto de
hombres en estado de naturaleza, es decir, sin propiedad, es
un absurdo.
De donde el tratamiento conceptual de esta materia, lleva a
significaciones equívocas: derecho natural sobre las cosas
naturales, como el aire, los peces de un río, de esencia irrenunciables; estado de naturaleza de los hombres, en el que no
hay todavía cosas producto del trabajo humano; y Estado
político-social, en el que ya se ha reglamentado, así sea
espontáneamente, el derecho de propiedad sobre los productos del trabajo.
Por lo anterior, lo que se contrapone, es la significación de
estado natural y Estado social o político; y siendo que el filósofo pretende explicar el tránsito de lo natural a lo social,
incurre en una sofistería implicar el derecho natural o absoluto, sobre el cual no puede haber transacción alguna, porque
no se posee.
En el estado de naturaleza nadie puede más de su propia
fuerza, aunque sus necesidades de consumo sean mayores; es
decir, nadie puede consumir más de lo que su propia fuerza
se lo permita; y si tuviera un número de hijos, su fuerza se
vería dividida y su necesidad de consumo multiplicada, por el
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número de ellos; estas son las condiciones de la propiedad
natural. Pero, ¿qué es lo que altera el estado natural,
anterior a toda convención o contrato originario? Porque
en la necesidad de consumo nadie puede disputar la
propiedad a otro, porque no puede; de donde no es posible,
sin embargo, deducir que el consumo biológico del cuerpo es
el límite de la propiedad, éste se romperá fatalmente en el
consumo ilimitado de la comodidad y el lujo, en las
necesidades artificiales que nacen de la sociedad; pero siendo
ésta ya, compra venta de fuerza.
Así que, el estado natural no es un estado de guerra; pues en
él, no hay propiedad, o motivo de todo límite físico, jurídico,
político, etc.; es en la alteración de la capacidad natural de
producción, donde se origina la disputa por los límites, el
poder, el tránsito hacia el otro Estado.
Propiedad es inclusión de unos hombres, y exclusión de
otros, en la relación de las fuerzas en desequilibrio que
origina acumulación de bienes, o compra de las menores
por las mayores.
¿Exclusión? es lo mismo que hoy denominamos desempleado, fuerza que no puede comprarse, por lo cual no puede
generar propiedad, no participa de ella; quedando como deudor, insolvente, ladrón o factor de inseguridad del sistema; en
consecuencia, esto, que hace la propiedad insegura, es lo
que origina el Estado Político.
Así que: fuerza extrahumana que puede comprar trabajo,
acumulación de propiedad, estado social, estado político, son
apariencias de una misma identidad; que irreductiblemente,
es un desequilibrio de fuerzas; nunca jamás, un acto de la
voluntad humana, ni siquiera de la razón.
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Concluyendo el enredo de esta sofistería, la propiedad
artificial o política en cabeza del Estado, como personalidad
artificial, ha terminado extendiéndose o declarándose propietaria de los cielos, de la tierra y de los cuerpos que hay en
ésta; argumentando que los hombres renunciaron a su favor,
el derecho natural que tenían sobre todas las cosas; ignorando, que nadie puede dar o renunciar a lo que no le pertenece;
y menos aún, dar o ejercer el poder que no se tiene; como
suspender las leyes naturales por las leyes civiles, sociales o
científicas; por ejemplo, envenenar la tierra, las aguas, el aire;
castrar a los hombres o esterilizar a las mujeres; o declarar la
pena a muerte por sentencia judicial, o por sentencia política,
cuando el ejército dispara hacia adentro con fusiles curvos.
Diciendo aun más, el colapso de la persona individual y
concreta ante estas personalidades artificiales de la sociedad
y del Estado, está en que, éstas, suponen no sólo que la criatura humana les endosó la propiedad del cuerpo, reglamentándole el matrimonio, la familia, la procreación; así como el
acceso a las artes y oficios, las técnicas, las profesiones, el
servicio militar, etc., a través de la pirámide educativa; sino
que, además, suponen que la criatura humana les endoso
asimismo el espíritu, haciendo que renuncie a la voluntad y al
libre pensamiento, a través del artificio colectivo de los
parti- dos políticos.
Lo cierto, es que el derecho natural transparenta toda esencia,
sin la cual, lo que es, no puede participar del Ser; que implique una actitud deísta o teísta, no es tan relevante, como sí lo
es, el que se oponga radicalmente al derecho positivo de la
voluntad humana del legislador; añadiendo algo más, pertinente a lo que estamos discerniendo, que es gratis, contrapuesto al derecho positivo que es oneroso, a todo costo;
quedándome por añadir, que la criatura humana es una mitad
que completa su entero con el medio ambiente; no que éste
sea un conjunto de medios, sino, verdadera mitad; en conseEl Espíritu de la Profecía | www.davidleon.com.co
cuencia, tampoco puede ser objeto de transacción, de
negocio alguno, que atente contra su ser.
¿Qué decimos finalmente? ¿Hubo o no hubo pacto
originario? Sí, de los príncipes y señores para cuidarse de
la división de la propiedad hereditaria; declinaron y
sumaron sus voluntades, renunciando y pactando o favor de
un solo hombre, contra la inseguridad de los pobres y
desamparados; ¡ah! el rey, sí; y también la sofistería de los
partidos únicos y su respectiva seudo oposición; pueblo y
Estado en una personalidad única, que a todos comprenda,
¡viva el rey! y muera Dios.
¿Qué decimos entonces de las sociedades opulentas que al
momento existen? Sí, se reconocen en que compran fuerza
viva a grandes migraciones de trabajadores de todo el mundo,
además de los propios; pero la razón es la misma, tanto para
las que son ahora, como para las que dejaron de ser,
desequilibrio.
¿Y la Ciencia? ¿No es la salvación de la humanidad?
Pregun- tarnos esto, es olvidar lo que realmente es: Ciencia
de los desequilibrios para obtener fuerzas que originan
propiedad.
Ya el genio político de Aristóteles, hace 2300 años, había
definido la propiedad como un conjunto de instrumentos; pero, dentro de éstos, llamaba su atención el instrumento animado que hacía la obra con sólo recibir la orden; porque,
siéndole inherente la acción, el movimiento, se obtiene de él
algo distinto del uso; es el hombre cuya función es el uso del
cuerpo; que participa de la razón, tan sólo por el discernimiento de los sentidos, pero sin tenerla en propiedad; estas
caracterizaciones que definen lo que es un esclavo, bien claro
se ve que corresponden al Organismo Cibernético de la
actualidad, éste como el trasunto biológico de aquél; pero la
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Ciencia Política del genio aristotélico tiene un sentido más
profundo, evidenciar que la ciudad terrenal no es más que
una comunidad de cuerpos, uso del cuerpo,
discernimiento por los sentidos, pues como lo dice, la
RAZÓN no se tiene en propiedad. (Política. Libro Primero
II).
Debe recordarse, que lo helenos originarios afirmaban descender de una piedra, de un fundamento; que el lugar de la
Hélade era la Luz, de donde pendía el cordón umbilical de su
ombligo; que Apolo, su dios predilecto, había dado muerte a
la serpiente Pitón; que la Virgen era la diosa protectora de su
ciudad; que durante las colonizaciones, siempre llevaron el
fuego sagrado de los templos, que representaba para ellos la
unión a su primigenio hogar.
Es imposible concebir al heleno originario sin la religión de
la luz, sin las leyendas de sus dioses y sus héroes, sin su
aversión a las monstruosidades del cuerpo y a las quimeras,
sin su origen divino.
¿Cómo fueron llegando estos arios a tomar posesión en la
parte sur de la Península Balcánica por los años 1400 a. de
C.; y a extenderse a los litorales del mediterráneo, es cosa que
poco se sabe; lo mismo que de su lengua materna; pero de
algo si parecen tener seguridad los paleólogos, a esta lengua
le era desconocido el mar y los instrumentos culturales
que hacían referencia al mismo, lo que no es cosa del azar,
como puede inferirse de lo que he venido mostrando.
Sin embargo, después de que los helenos originarios perecieron al contacto con las culturas y civilizaciones del mar,
no obstante haber dominado sus minotauros, medusas, esfinges y quimeras, el genio de su raza vuelve a reaparecer,
varios siglos más adelante, en HERACLITO DE EFESO
(576-480 a.C.), que redescubre el ESPÍRITU como la
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RAZÓN UNIVERSAL; LO COMÚN VERDADERO entre
los hombres, cuando están despiertos, aunque sean inconscientes de su Omnipresencia; solo que, para ese momento, lo
que hoy llega a nosotros como el alma griega, ya había
zozobrado en el mare mágnum de las sangres, que antes había
hecho objeto de sus conquistas y colonizaciones.
Es Sócrates (470-399 a.C.), o mejor, su discípulo Platón, en
los Diálogos TIMEO Y CRITIAS, quienes nuevamente
buscaron la piedra cúbica que fundamentará el derecho de lo
griego, pero ya en la duda que tensa la cuerda entre la
realidad y la ficción; pues, ¿acaso es posible una raza de
hombres engendrada por un dios? ¿Hombres de origen
divino? ¿De ser así, cuál sería la explicación de su
decadencia, es decir, de la ausencia de su Espíritu Originario,
de la lejanía de su hogar?
Que Dios se volvió contra ellos, ¿por qué motivo? Es lo que
inquiría Platón, siguiendo las disertaciones de los diálogos
entre Sócrates, Critias y Timeo: Que, “mientras conservaron
la naturaleza del dios de donde habían procedido… y
honraron el principio divino que constituía su parentesco…
pensaban conforme a la verdad… sabían comprender que
todos los otros bienes se incrementan por la virtud… Pero
cuando la esencia divina se fue debilitando en ellos, cuando
la humanidad se les impuso, entonces,… degeneraron: Los
que supieron ver, comprendieron que se habían vuelto malos
y que habían perdido el más preciado de los bienes; y
aquellos que eran incapaces de ver lo que hace la vida feliz,
juzgaron que habían llegado a la cumbre de la virtud…
poseídos de la loca pasión de acrecentar sus riquezas y su
poderío… Entonces, fue cuando viendo Dios… la depravación de su pueblo… reunió a todos los otros dioses en la parte
más brillante de las celestiales moradas, en el centro del
Universo, desde donde se contempla todo lo que participa de
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la generación, y al verlos juntos, les dijo…”; terminando así
el relato. (Gn 6.1-4) (Hch 17.16-28) (Jn 12.20-23).
¿Qué puede salir de la boca de Dios, sino las sentencias y los
decretos de su altísima Ley? ¿Que el corazón del hombre sea
mudado a corazón de bestia? (Dn 4.16-17).
De suerte que, cuando la virtud fundamental, por la cual se
unían alrededor de la hoguera como hijos de un mismo Dios,
se pervirtió, entregándose a la riqueza y su poder, entonces se
convirtieron en ascua que se retira del fuego, carbón apagado,
mero cuerpo; de su espíritu sólo quedó la función de
ocuparse del mundo que llega a él por los sentidos; sin
embargo, los griegos que, como Heráclito, todavía buscaban
purificarse en el Holocausto del Fuego Divino, continuaban
aplicando el término de bárbaros, a todos los que no tuviesen
este origen, a quienes estaban fuera de la RAZÓN COMÚN.
(Frag 107.69).
Es Aristóteles, (384-322 a.C.), quien definitivamente, cortó
para los griegos el cordón umbilical del logos, el recuerdo del
Eterno Presente; desde su filosofía política, a las criaturas
humanas, ya no sólo se les consideraría bárbaros, sino,
además, esclavos; pues el logos, el Espíritu Común, no era
más que una concepción inaccesible, impracticable, que no
era de la propiedad de los hombres; a partir de él, el
máximo Bien, lo común, tendrá el nombre de ciudad, lo
que es por el hombre y para el hombre, inmanencia
verdadera; y quien no necesitara de ella, no sería más que una
bestia o un dios; de ahí, que el hombre sea como los demás
animales, que deciden por los móviles del cuerpo; excepto, en
que es animal de ciudad; explícitamente, animal de trabajo,
esclavo.
Ahora sí, digamos de la Ciudad Celestial, la que se
construye con el DIEZMO, la de piedras vivas, la que tiene
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muros de fuego; en ésta, el Derecho, lo derecho, se explica
por la Ley; por el fundamento de la piedra cúbica que guía el
nivel y la plomada; lo mismo que es la Exaltación de la Cruz,
en el CUERPO RESUCITADO de Jesucristo. (Is 28.16-17;
26.19) (Zac 2.1-13) (IP 2.1-10).
Aclaremos lo dicho. La Ley es el cruce de Luz y oscuridad;
pero, su movimiento, sólo tiene sentido en la vigilia y sueño
del cuerpo humano; e inteligibilidad absoluta, en el CUERPO
DE CRISTO JESÚS; de una parte, si y sólo si fue
engendrado por Dios Padre como ÚNICO Hijo en el vientre
de una mujer VIRGEN; de otra, si y sólo si realmente Él es la
LUZ, la Luz encarnada, como lo afirmaba por sí mismo.
(Lc 1.34) (Jn 8.12; 12.46).
Se define en consecuencia la Ley, como el movimiento de
lo externo a lo interno, pero bajo la condición absoluta de
tener un cuerpo, de no tenerlo, nada pasa. (Lc 11.27-40;
11.52).
Todo cuerpo viviente es una cruz; pero el cristiano rinde
culto al Misterio de la Cruz de Cristo-Jesús, al Misterio de la
Purísima Luz que tomó cuerpo humano hasta la muerte; regresando de la misma y ascendiendo a su lugar, al Cielo,
llevando el cuerpo de naturaleza humana.
Lo que espera el cristiano, que está bajo cruz de maldición,
por hallarse separado, escindido de la Purísima Luz del
Espíritu, es que en la Exaltación de la Cruz de Cristo Jesús,
cruz verdadera, sea exaltada la cruz de su propia existencia;
pues este misterio consumado en el CUERPO del Hijo de
Dios es el que abre la PUERTA de los Cielos, es su Llave.
(Gn 28.10-17) (Lc 11.52).
Diciéndolo de otra manera, el cristiano espera tener el
Rostro del Espíritu, el que exigía MOISÉS a Dios cuando
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escuchaba su voz, (Ex 33.11-23; 19.19); lo mismo que es la
promesa de la resurrección de vivos y muertos, cuando el
Señor regrese.
¿Cómo será este regreso? Si ascendió la Cruz, descenderá la
Cruz, es lo que San Juan Evangelista vio, una CIUDAD
CÚBICA que descendía del Cielo, (Ap 21.16); es decir, en
forma de Cruz; nada diferente al CUERPO DE CRISTO
JESÚS, en la COMUNIÓN de sus santos, resucitados como
Él; la Nueva Ciudad prometida a los hombres, que de la
cabeza, no de los pies. (Jn 12.32) (Mt 27.51-53) (Is 54.7).
Obsérvese igualmente, que las grandes catedrales de Europa
se levantan sobre el plano geométrico de la Cruz, que llevado
al volumen, es un cubo; a ellas entran, como al Cuerpo Resucitado de Cristo-Jesús, los cristianos, cuando se reúnen llevados de su virtud ascensional al logos, es lo que significa esta
maravillosa simbología; especialmente en la Arquitectura
Gótica, que llega a producir el movimiento de ascenso y descenso en un mismo sentimiento unido a la razón de la FE,
para levantarse de la ciudad terrenal; pues desde su interior,
no se comprende la clave de cómo este gigantesco peso se
sostiene, a la vez que asciende; que no hacia el Cielo de
partes luminosas, sino hacia el Cielo Uno de la Pura Luz, al
Eterno Presente, sin antes ni después.
No obstante, es el Apóstol PEDRO, el discípulo de la
espada, quien nos enseña que Dios hará de nosotros “…como
de piedras vivas… un templo espiritual… por medio de
JESUCRISTO…”; y más adelante especifica… “…un pueblo
adquirido por Dios,…el cual los llamó a salir de la
oscuridad para entrar a su Luz…maravillosa”. (I P 2.1-10)
(Jn 18.10-11).
Igualmente el Apóstol JUAN, enseña “que Dios es la Luz y
que en él no hay ninguna oscuridad…” “…Pero si vivimos en
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la Luz, entonces hay UNIÓN entre nosotros…”; y en otro
aparte enfatiza: “…sabemos que cuando JESUCRISTO
aparezca seremos como él…” (I Jn 1.5-7; 3.2-3).
SAN PABLO, también explica lo mismo, partiendo de la
piedra principal sobre la cual se levanta el edificio del
templo; nos unimos entre nosotros “…para llegar a ser un
templo en el cual Dios vive por medio de su Espíritu”,
(Ef 2.20-22); y advierte además, sobre el posible engaño de
teorías y argumentos que no tengan como fundamento la Luz
de Cristo, “porque en él habita toda la plenitud de la
divinidad corporalmente”. (Col 1.19-20; 2.9; 3.15) (Jn
8.12) (Jn 12.46).
Retomando la contraposición de tributo y diezmo, es evidente
que ambos constituyen acumulación de propiedad, pero tienen origen diferente; el primero, impuesto al individuo desde
afuera; y el segundo, aceptado y decidido por el individuo
desde adentro; pero si bien, se diferencian claramente por su
origen, ¿se identifican por sus efectos externos? No es difícil
saber qué debe hacerse con el tributo; pero, ¿es fácil saber
qué debe hacerse con el diezmo, si absolutamente, se trata de
construir con él una ciudad de piedras vivas? ¿si lo común
aquí, es la Comunión del Espíritu?
¿Qué es lo que atormentaba al sectario? ¿Qué siguieran construyéndose templos de piedra y no la Ciudad de Dios? De
haber sido su celo la Ciudad del Espíritu, la Comunión en
Luz, en y a través del Cuerpo de Jesucristo, entonces no hubiera operado la estrategia del libre examen, por cuanto, como lo he afirmado antes, ésta sólo tuvo como apariencia
oponerse a la autoridad del Papa, su finalidad esencial fue la
destrucción de la Ley, de LO COMÚN; y de aquí, la
destrucción de la unidad de la IGLESIA VIVA en
multiplicidad de interpretaciones divergentes, creándose la
gran ramera; unidad, en el sentido de Comunión en el Solo y
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Único Espíritu de la Luz Encarnada, en el Hijo de Dios.
(Jn 12.36; 12.46) (Col 1.9; 2.19) (Jn 6.25-69).
Aclaremos entonces, ¿por qué era necesario recurrir a múltiples interpretaciones sobre el HIJO DE DIOS, engendrado en
vientre de mujer para asumir la naturaleza humana, y de paso,
poner en duda la virginidad de su madre? Recordemos que,
en otra ocasión, ya expliqué, por qué sólo la Virgen puede dar
testimonio del Padre; ahora, es Abrahán quien habrá de darnos testimonio de la súplica a Dios sobre su ÚNICO HIJO,
no dos, ni tres; además que, siendo engendrado por Voluntad
Divina, es ofrecido al Eterno Fuego en HOLOCAUSTO; condiciones sin las cuales es imposible la HERENCIA, la promesa de la PROPIEDAD de la TIERRA.(Gn 15.1-8; 22.1-18)
(Ex 19.17-21)(Libro de Ruto)(Nm 27.1-11; 36.1-13).
Que Abrahán no tenía hijo de sus propias entrañas para heredar sus riquezas y la tierra, lo mismo que Dios, está poniéndonos, a vista nuestra, la identidad de Dios y hombre, cielo
y tierra, en la necesidad de la simiente; de la honra que el
Altísimo hace de este amor, suplicante de HERENCIA,
SIMIENTE y PROPIEDAD, nace la esencia doctrinal de la
Teología Judeo-Cristiana.
Pero, ¿cómo? ¿El Hijo de Dios disputando el honor, la dignidad, el privilegio y el señorío sobre la propiedad, a los reyes
y príncipes de la tierra? ¿No es algo insólito, además de
insolente? ¿Escándalo político o teológico?
También la Profecía de MOISES, el ÉXODO hacia una tierra
prometida, LA PASCUA, está poniendo en movimiento el
paso de la comunidad de cuerpos, bienes, trabajo y esclavitud, hacia la Comunión del Espíritu Universal Encarnado en
Cristo Jesús; un solo hombre, comprendiéndolos a todos
en igualdad, libertad, fraternidad, en la Ley del Espíritu;
como todos los gramos de trigo, en un mismo pan. (Dt 18.15El Espíritu de la Profecía | www.davidleon.com.co
19) (Ex 6.1-9; 12.35-36; 15.13; 15.16-18; 33.13-23) (Ex
Cap.5) (Sal 102.22; 133.1).
Sorprende, sin embargo, cómo en repetidas ocasiones el pueblo que fue sacado de debajo de las cargas de Egipto, quiso
regresarse, optando por el sepulcro de la esclavitud, las ollas
con carne, el pan y agua en abundancia, antes que atravesar el
desierto hacia la libertad del reposo, en la tierra prometida,
(Ex 14.11-12; 16.2-3; 17.3-4); secuencia que se repetirá ante
el cumplimiento mismo de la profecía con Cristo Jesús, cuando después de haber multiplicado el pan del cuerpo, fue rechazado como Pan del Espíritu. (Jn Cap. 6).
Lo que está significándonos la Profecía, es que, absolutamente, no se trata de la comunidad de los cuerpos en la ciudad de
piedras muertas, fundamentada en la esclavitud del animal de
ciudad, que origina la propiedad de los señores, sino, que
se trata de la igualdad de todos los hombres en la Comunión
del Espíritu Universal, encarnado en el Hijo de Dios; como
la Nueva Ciudad de piedras vivas, que baja del Cielo.
Pero la claridad extrema de la Ciencia Profética, que se completa con Cristo Jesús para el Árbol de la Vida, en contraposición al Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, que desplegará sus ramificaciones con el animal de ciudad, se expresa
en la profecía de la Virgen María sobre su Hijo; diciéndonos,
que ante EL, han llegado a su final los soberbios de la Ciencia, los poderosos de los tronos, y los ricos de la propiedad,
en este mundo. (Lc 1.46-56).
¡Ah! intrusión del Dios del Cielo en los negocios de la tierra;
¿Es éste su lugar? ¿Desde cuándo?
De todos los apóstoles, fue PEDRO, el discípulo de la espada,
quien llegó a Roma para desafiar el imperio de los césares y
augustos, sobre la esclavitud y las naciones del mundo; pues
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ya trescientos años después de Jesucristo, no pudieron seguir
divinizándose sobre el poder de la propiedad y disponiendo
del cuerpo de sus víctimas, en el círculo necrófilo de sus
espectáculos; mientras bebían el licor nepente, para olvidarse
de los días nefastos.
Finalmente, Diez Persecuciones fueron insuficientes a los
poderes opresores de la propiedad en Roma, 64-303 d. J.,
para someter la rebelión religiosa de sus esclavos, fortalecidos tan sólo por la palabra iluminada del Divino Logos;
pues ya desde el año 313 d.C, el mundo conocerá para
siempre la libertad de Cultos, como acto oficial, estipulado en
el Edicto de Milán.
Pero, ¿qué es la libertad de Cultos? Desde que el hombre
tiene recuerdos históricos, sólo ha habido un culto, el de la
propiedad, de señores y sacerdotes; con sus respectivos ritos,
himnos, solemnidades, etc.; que son ostentaciones de poder
sobe los hombres, como sobre la naturaleza; pues no debe
olvidarse, que de la regulación de las fuerzas del sol y de la
luna, dependían las cosechas; igual que hoy, como regulaciones del invierno y del verano.
¿Dónde entonces, habrá que buscar el ejercicio de la libertad?
O mejor, ¿cómo se había constituido este ejercicio, al que
simplemente los augustos y césares tuvieron que darle reconocimiento político?
Para el hombre, libertad no es más que elección, acto de escoger entre varias alternativas puestas desde afuera; en ningún
caso es una posición de comienzo absoluto, originario, desde
adentro; así que, elegir o ejercicio del libre albedrío, es decidirse por algo externo al sujeto, no un acto interior de libre
comienzo.
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Si sólo existía el Culto de la Propiedad de los señores, aureolado por sus respectivos sacerdotes, entonces no había alternativa, sino, sometimiento absoluto; y en consecuencia, falta
de la personalidad en el individuo; esta es la razón por la
cual el Cristianismo transformó el corazón de los esclavos,
liberándose de la condición de meros cuerpos, pues se trataba
de una nueva propiedad, de una nueva herencia, de un nuevo
Señor, de un nuevo Rey, de un nuevo Dios; claro que para
una nueva sociedad, para un nuevo gobierno, parar una nueva
tierra.
¿Qué definimos entonces? ¿Un Hijo de Dios para el Cielo?
Absolutamente, y de ninguna manera, no; porque es el Hijo a
través del cual Dios reclama en posesión y derecho su
propiedad sobre la tierra, sobre todo lo creado; si no fuera así,
¿qué otra significación puede darse a ser engendrado?
(2S 7.12-16) (Sal 2) (Hch 12.20-23).
Pero, ¡hombre! ¿Quién es el que come y bebe? ¿El espíritu?
¿El cuerpo? ¿Podría existir otra manera absolutamente
simple, irreductible, para recordar que alguien estuvo entre
nosotros? ¿Que es una realidad exacta a la nuestra? ¿Puede
comer la madre sin pensar en el cuerpo de su hijo ausente?
Insensatos, es lo que dijo Cristo Jesús a sus discípulos; quienes viéndolo regresar de la muerte, preguntábanse si era un
espíritu, razón por la cual tuvo que “comer” pez y miel
delante de ellos; además, de moverlos a que palparan la carne
hasta los huesos, de su cuerpo resucitado. (Lc 24.36-45).
¿Cuál entonces, fue la instrucción perentoria? Pues comer y
beber para recordar al Dios que, eternamente, tiene
cuerpo humano; ¿por qué? porque estaría ausente mientras
se cumple el misterio de la iniquidad, mientras se levantan los
reyes de la tierra, con el poder de la bestia, que habrán de
disputarle el reino sobre este mundo, ellos con el nombre de
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la propiedad; luego, cuando hayan llevado los tronos de su
poder hasta el Cielo, regresará como la sorpresa de una
inundación; restau- rando su reino sobre todos aquellos que
comieron y bebieron, a la memoria de su cuerpo ausente, en
el lugar de la Cena. (Hch 1.6-7; 1.11) (Lc 22.18) (Jn 14.28;
14.30).
¿Dos ciudades? ¿Dos reinos? Sí, una ciudad de piedras muertas, que se levanta de la tierra al Cielo estrellado, mediante el
tributo de la propiedad; y una ciudad de piedras vivas, que
desciende del Cielo Uno, mediante el diezmo de la misma
propiedad; un reino sobre los cuerpos guillotinados, a los que
sólo queda la razón instrumental de los sentidos; y un reino
sobre los espíritus dispersos, que volverán a la Comunión
de la Luz Universal del NOMBRE; cuando sea restaurado
por el Hijo de Dios, por el heredero de su propiedad.
¿La propiedad? Sí, la que tributa y diezma en un mismo acto
divergente; por la piedra muerta o por la piedra viva, como
fundamento del NOMBRE.
Para esta consideración, recordemos cómo la Propiedad se
reduce a la Ciudad, siendo ésta, la comunidad de cuerpos que
obtienen nombre por el trabajo que en ella realizan; es decir,
el nombre es una construcción material que nace de las manos, de las artes, oficios, profesiones; siendo el Gran Arquitecto de la Ciudad, el que a todos da el nombre, Caín y su
hijo, haciéndolo más simple; sin que pueda omitirse el culto
al trabajo, a la propiedad, con sus propias jerarquías, ordenaciones verticales y horizontales, de reyes, príncipes, señores,
súbditos y esclavos. (Gn 4.17; 11.4).
Si bien, el origen de la propiedad está en la fuerza
extrahumana que produce excedentes a un mismo dueño,
razón del Toro Alado; su problema de acumulación tiene
origen distinto en las relaciones sociales concomitantes; que
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rápidamente modifican la relación del hombre y la mujer,
para procrearse.
Que en un principio los entrelazamientos hayan sido incestuosos, por grupos, o por medio de la comunidad de mujeres
u hombres, en el primitivo hogar comunista, es supuesto que
por la simple razón animal, no basta para admitirlo; pues
existen otras especies animales, diferentes a la humana, que
su procreación tiene un carácter cerrado de pareja machohembra, que obliga sí a pensar, que ésta, además del fin
reproductivo, implica otro, como es tener una descendencia
propia, cosa que se defiende ferozmente; ¿por qué entonces,
el género humano vendría a constituir una excepción?
En la Ciencia Profética, no sufría Abrahán por falta de propiedad, sino, por falta de procrear su simiente; situación que
lo identificaba con Dios, estableciéndose entre ambas personas la relación de pregunta y respuesta, respecto a la Ciencia
del Derecho, que busca restaurar el nexo indisoluble entre
simiente, propiedad y NOMBRE.
Recordemos también, que así como hay aves que corren, más
que volar, asimismo las hay, que ponen sus propios huevos
en nido ajeno; viéndose en esto el rechazo a su propia simiente y el desconocimiento de la descendencia de sus hijos.
De ninguna manera podría pretenderse que la propiedad
tiene en la monogamia, una institución social creada por
aquélla, para transmitir y acumular herencia; al contrario, es
el amor a la simiente lo que predispone las criaturas a la
monogamia, téngase o no se tenga propiedad; esta sofistería,
de creer que, destruyendo la transmisión de propiedad
hereditaria o privada en función del vínculo monogámico, se
volvería a las supuestas relaciones sexuales colectivas, ¡y a la
paz! entre los hombres, quiso aplicarse en los regímenes
socialistas; y de éstos, toda idea podría haber seguido
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sosteniéndose, menos la del hogar comunista, el matrimonio
colectivo; o mejor dicho, hijos de padres colectivos, sin
nombre; no resultó tan científica la cosa, volviendo a los
términos de la utopía.
En consecuencia, las criaturas humanas son monogámicas
por amor a su propia simiente, no por acumulación de la
propiedad; cosa diferente es que a través de la propiedad
hereditaria, en el soporte de la monogamia segura, las
criaturas humanas puedan darse un NOMBRE de familia y
sostenerlo en las sucesivas generaciones; siendo éste en
reali- dad, el núcleo de los problemas económicos, sociales
y políti- cos, por cuanto incluye a unos pocos y excluye a la
gran mayoría; como decir, unos cuantos aseguran la
procreación de su propia simiente en razón a la propiedad,
dándose un NOMBRE.
¿Se interfiere entonces la naturaleza desde la propiedad? Sí,
desde el poder político de la propiedad, de esta instancia
hacia abajo, se promociona anticonceptivos, prostitución,
matrimonio en grupo, homosexualismo, divorcios, etc.
Otra manera de preguntar sobre esta aberración sería: ¿la
naturaleza humana, en sí misma, confiere derechos,
independientemente de lo jurídico político? ¿Y si no fuera
así, entonces, quién o qué? ¿Existen realmente las libertades
y derechos del cuerpo, no sólo del individuo, sino, en sus
relaciones externas o comunitarias?
Haciéndose más palpable el asunto, digamos que quien
tuvo a su favor por primera vez la fuerza extrahumana,
para el excedente de la propiedad, lo primero que pudo
habérsele ocurrido es el aseguramiento de su propia simiente,
en una relación monogámica cerrada, como medio de
acumular tal propiedad; y es obvio que si tenía un harén, de
entre todas, una sola era su verdadera mujer en cuanto a
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procreación y herencia; esta es la razón del eunuco, el que
cuidando en realidad la única mujer de su señor, de entre
todas, cuidaba su simiente; es decir, su propiedad, su
NOMBRE.
Téngase en cuenta que el adulterio, entonces, es infringir la
ley del NOMBRE de su Señor, falta que la mujer pagaba con
su propia muerte; sin que pudiera existir otro medio posible
de restaurar, o restituir, este daño; lo mismo que hoy.
De ser así, ¿dónde está el pecado teológico de la propiedad?
Pues que el NOMBRE que el ser humano se da, sólo es
posible por la propiedad que lo sustenta a través de la
simiente; y, ¿el pecado político de la misma? Pues que los
reyes, príncipes y señores, para sostener su poder sobre
siervos, esclavos, súbditos, y demás integrantes de la plebe,
tienen que destruir la simiente propia de los demás
hombres; sólo así, no hay acumulación de propiedad, sino su
consumo inmediato; además de que, nadie bajo estas
condiciones, podrá sostener su propio NOMBRE.
¿Cómo? ¿Por qué medios? En la antigüedad, a través de la
prostitución político-religiosa de las mujeres en los mismos
templos; éstos también servían de bancos, casas prendarias, o
de préstamos a usura; en la Edad Media, el derecho de la
primera noche, jus primae noctis, o noche de bodas, instituía
la manera de prostituir la virginidad de las novias en su
primera noche, a manos del señor de la gleba; institución que
decían, provenía de épocas remotas, en que la novia se
prostituía a manos de los invitados; de la época antigua a la
actual, la prostitución de la simiente es multifacética,
persiguiéndose los mismos fines de la antigüedad; ya en
forma completamente abierta y asesina, como es la
esterilización, los anticonceptivos, el aborto legalizado, la
promoción del divorcio, las uniones libres; ya en forma
encubierta, con medios que persigan esta finalidad, como
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éxitos científicos que separen procreación y placer, o como
libertades y derechos del cuerpo; pues como afirman sus
filósofos, la razón de los sentidos no ve que esto sea una falta
moral o ética, menos aun que sea esclavitud; al contrario, es
la liberación política del cuerpo.
No puede olvidarse en esta misma consideración, que el
Judeocristianismo, hizo que se pasara de la coacción física y
externa del eunuco, como fundamento de la paternidad segura, a la coacción moral de la sociedad y a la coacción ética
de la mujer en cuanto a la virginidad, como fundamento de
simiente y NOMBRE del padre respecto al hijo; así como de
la propiedad, que aquella reclama para su hijo legítimo; y a
su vez, el hombre responde a tal moral y ética, rechazando la
poligamia que podría dispersar su herencia y al final, su
mismo NOMBRE. (Gn 12.1-3; 12.7; 12.10-20; 24.15-16)
(Gn Cap. 20) (Lv 21.10-15) (Lc 1.26-27).
Esta decisión moral y ética de la mujer por la simiente,
herencia, propiedad y NOMBRE para su hijo, es lo que
los escarnecedores tienen que destruir a todo costo, no
sólo por su significación teológica, sino, además, política.
(Gn 21.1-12).
¿A qué conclusión llegamos en este asunto, en realidad, el
único asunto? A que la historia no es más que una grandiosa
acumulación de la propiedad, presentada a los ojos del
hombre concreto como el éxito, o el fracaso, de su propio
cuerpo.
El hombre real, aquel de carne y sangre, además de la estética
visual y auditiva, necesita aquélla estética de la propiedad, a
través de su tacto, de su paladar, de su sexo.
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Sí, no basta que vea los frutos de la tierra, sino que pueda
comerlos; no basta que vea la mujer, sino que pueda hacerla
suya.
¿De qué manera podría este hombre participar de la Historia,
si ésta no se le presenta como la propiedad de su cuerpo?
¿Quién podría estar en contra de la sociedad, del Estado, del
derecho, de la ciencia, sino el cuerpo? ¿quién puede
engañarlo? ¿quién puede decirle que ha comido, cuando tiene
hambre? ¿quién puede hablarle del futuro, cuando él sabe que
no tiene las condiciones para procrearse a sí mismo?
La angustia, el suicidio o el homicidio del cuerpo, como
derrumbamiento de la expresión política del hombre, cuando
falla la estética de la propiedad, no es más que el puñal de la
injusticia clavado en el corazón de nuestro hermano; ¿a
quiénes hemos negado la vida? ¿y quiénes han negado la
nuestra?
Sí, la crisis de la sociedad y del Estado no puede ser más que
la crisis del cuerpo; y no tiene otra expresión inmediata, que
la crisis de la propiedad.
¿De dónde viene y para dónde va la historia? Preguntaría con
hilaridad el filósofo que encubre en sus disertaciones la
complicidad o el interés de los nosotros, como ocultamientos
suprabiológicos del cuerpo, amparándose en filosofías del
espíritu; las cuales promueven un supuesto tiempo evolutivo,
que termina en la reacción de los relativismos, como el medio
ideológico para justificar la guerra de los excluidos; así que,
¿de dónde viene y para dónde va la historia? implicaría
una respuesta encubierta, ante el consuetudinario hecho
del sometimiento y las insurrecciones de los hombres;
diseminados en el azar sin cuadratura, de la cosa que suponen
como historia.
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“Creced y multiplicaos”, he ahí la razón o finalidad de todo
ser viviente, si es que desde esta posición absolutamente
radical, puede hablarse de razones o de fines; sin embargo,
para evitar la mascarada, el extravío, algo alumbra la esencia
clara de este rostro: la familia, como propiedad del cuerpo.
¿Cuál sería, entonces, la última revolución, después del carnaval y la ficción de tanta ideología?
Caída la máscara, sólo podrá darse la revolución femenina,
esa en que las mujeres se negarán a tener los hijos de nadie,
esa misma, en que los hombres se negarán a existir sin padre.
¿Cuál es la situación, finalmente, del problema humano que
impide la paz del mundo? De una parte, está la concepción
encubierta que fundamenta el NOMBRE en la propiedad,
causa de todos los conflictos, por cuanto pocos, son los que
tienen honor, dignidad, privilegio y señorío, en este mundo;
lo que es la abominación cananea, porque éstos hacían
provenir su nombre de los dioses de la riqueza; de Baal su
dios, tomaban Asdrúbal, Aníbal, etc.; de otra parte, está la
posición teológica de Abrahán, judeocristiana, que teniendo
propiedad, no ponían en ésta el fundamento de su nombre,
(Gn 13.1-6; 17.1-8), sino en Dios, Fuego Purísimo, Luz Pura,
que no necesita de objeto alguno para manifestarse; de ahí
que ofreciera a su hijo Isaac en Holocausto Divino para
bendición de su simiente, de otra manera, sería imposible
heredar, tanto en el cielo como en la tierra; respuestas que,
generaciones más tarde, se dieran a través de Moisés, quién
recibió la revelación del verdadero NOMBRE, (Ex 3.14-15);
que en Cristo Jesús, es la identidad de simiente, propiedad y
herencia para siempre; lo pactado con Abrahán y sus
descendientes en la línea de Jacob, Judá y de éste al Hijo de
la Virgen María; que no por José y su hijo Efraín o las diez
tribus perdidas de Israel; todo lo cual significa la Encarnación
del NOMBRE para eternidad de la simiente, condición esenEl Espíritu de la Profecía | www.davidleon.com.co
cial de propiedad y herencia, según los salmos reales, en sentido mesiánico. (Jn 8.12; 12.36; 12.46; 14.10-14)(Ap 5.7-14).
¿Cómo resolver entonces que la razón natural de los sentidos,
no pueda juzgar las uniones sexuales indiscriminadas, si al
final, estas cumplen con la procreación natural?
¿Es el derecho natural o es el derecho convenido el que impone tener una sola mujer, para que no se dé el hombre polígamo? ¿O tener un solo hombre para que no se dé la mujer poliandra? ¿O siendo indiferentes a cualquier clase de derecho,
es válida igualmente la procreación en la promiscuidad de las
uniones sexuales colectivas?
Llegados aquí, es necesario preguntarnos si la transgresión
de la Ley, es decir, el pecado, se caracteriza esencialmente
por lo natural o por lo moral y ético; cuestión que nos
remonta a la primera pareja del Génesis, siendo que nuestro
propósito es la interpretación de la Profecía.
La cosa es que por razones claras, al tratarse de la pareja
primordial, aquí no pueden hacerse consideraciones
poliándricas, poligámicas o promiscuas, porque estaríamos
excediendo el texto bíblico; en consecuencia, si el “pecado
original” no es natural, por fuerza de los mismos términos sí
lo es moral y ético, porque fue contra el NOMBRE de Dios,
YO SOY EL QUE SOY; pasándose de la gratuidad de la
tierra, sus frutos y todo lo que hay en ella, a la maldición de
la misma, del trabajo y de todo lo que de éste provenga;
riqueza, esclavitud y ciudad, en suma. (Gn 3.17-19).
¿Cómo? ¿Por qué? Sólo mirando la Serpiente del Paraíso,
símbolo del Ángel homicida, podríamos responder a tales
preguntas.
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Que es un reptil sin pies y sin embargo se mueve; que de
arrastrarse proviene su nombre; que renueva su piel periódicamente.
No olvide el lector, que estamos esforzándonos en discernir
la identidad de simiente, propiedad, herencia y nombre;
pues bien, lo que Eva, y luego Adán, pusieron en duda o
rechazaron, fue el NOMBRE DE DIOS para bendición de su
simiente humana, como dignidad o título para poseer la tierra
y sus bienes; el Ángel homicida vino sobre ellos tomando el
símbolo de la serpiente, que arrastrándose, nos representa la
indignidad de la pobreza en el estado natural; por cuanto en
éste, el hombre no es dueño ni poseedor de algo propio; es
una criatura que repta, que necesita levantar su propia cabeza
mediante la ciencia de la propiedad, haciéndose digna para no
ser aplastada o digerida por las otras serpientes; por eso descubrieron que estaban desnudos, avergonzándose de su pobreza; de donde, en consecuencia, el pecado original es haber
cedido a la tentación de la ciencia de la propiedad para darse
un nombre propio; es el sufrimiento de toda criatura humana
por no tener la propiedad que dignifica, da título y buen
nombre; es preguntar, “¿qué es o qué hace ése?”, no, “¿quién
es ése?” Por la primera pregunta inquirimos cuál es el
nombre que nace de sus manos, el que da el Gran Arquitecto
de la Ciudad; por la segunda pregunta, inquirimos por el
nombre que da Dios a la persona; como lo expliqué en otro
lugar, nos interesa saber “qué hace ése”; y escupimos sobre la
pregunta, “quién es ése”.
Sólo un hombre como el profeta MOISES, quien fue iniciado
en el purísimo NOMBRE DE DIOS, YO SOY EL QUE
SOY, pudo derrotar la Ciencia de la Propiedad que ostentaban los egipcios sobre los hebreos, aún en la soberbia de su
tocado; lo mismo que demostrar las plagas que tal ciencia
traería sobre el mundo, (Dt 7.18-24); por eso, en su profecía
hacia la tierra prometida, en la que el nombre ya no sería el
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de la propiedad, mientras el pueblo transitaba el desierto, el
Espíritu de la Serpiente les salió al paso; pues que una plaga
de serpientes atacaba al pueblo: hambre, sed, ¿ausencia de
trabajo? ¿escamas recubriéndoles la piel? No otra cosa ha
podido manifestarse en el pueblo, su queja no era otra que
haber abandonado las riquezas de Egipto; aunque de ellas tan
sólo participaban en esclavitud, de alguna manera, tenían
seguro el nombre que nace del trabajo de las manos; de ahí,
que nuevamente injuriarían al NOMBRE DE DIOS y a su
profeta. (Jn 3.13-15).
¿Qué diremos entonces de la Gran Ciudad y su torre? ¿Que es
el templo que ha construido el Gran Arquitecto de nuestros
nombres? ¡Ah! ¿templo de mercancías y dinero? ¿de piedras
muertas? (Mt Cap. 24) (Mc Cap. 13) (Lc Cap. 21).
En consecuencia, nombre de piedras muertas; no alcanzando
la Ciencia de la Serpiente, la Ciencia de la Acumulación de
Propiedad, para otro fin; de ahí, la necesidad del tributo.
Contrariamente, el NOMBRE de Dios en sus criaturas, como
piedras vivas de una Ciudad Celeste sobre la tierra, que
reclama su reino en derecho y justicia, exige de la misma
manera el DIEZMO para construirse entre los hombres;
siendo éste, el reino que PEDRO, el discípulo de la espada,
levantó con su palabra conforme a la Profecía de su Divino
Maestro; hiriendo a muerte la Séptima Cabeza del dragón, la
que habría de manifestarse como la Sociedad Científica de
Occidente; no obstante que sanaría de esta profunda herida,
para lograr su fin, conforme a la visión profética.
Cuando PEDRO llegó a Roma, (29-67 d.C.), estaba plenamente instituido que el César asumía el título de “augusto”,
reservado sólo a los dioses; Octavio, (-24 al 14 d.C.), siendo
el primero en ostentarlo, fundó el Culto Oficial del
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Emperador, haciéndose divinizar en el año 14 d.C., en
ceremonia que denominaban apoteosis.
Así las cosas, este culto no es más que el encubrimiento de la
divinización de la propiedad en cabeza de una persona real;
no de otra manera podría explicarse la motivación en los
adoradores de este culto, de aceptarlo y someterse; pues
aquélla, como lo he venido sosteniendo, aseguraba simiente,
herencia y nombre.
¿Qué otra cosa puede explicar las Diez Persecuciones contra
los cristianos, adoradores de un Hijo de Dios que, engendrado
en una Virgen, tenía en propiedad y derecho el NOMBRE
sobre todo nombre, en los cielos y la tierra, para presentarse a
reclamar la posesión de su Reino sobre todo reino?
Pero, ¡cómo! ¿que siendo el Espíritu Universal Encarnado iba
a incluir en El a todos los hombres para ser iguales?¿no era
esto el ataque jamás esperado contra el reino de la desigualdad, que permite jerarquizar a los hombres desde la propiedad, para darles un rey? (Jn 1.16) (Col 1.19; 2.9) (Ef 4.13)
(Sal 89.18-27; 96.10; 98.9; 99.1-4; 102.22; 133.1)
¿Cómo? ¿Que sus seguidores pagaban un diezmo para establecer su reinado entre y sobre las naciones? ¿Para tomarse la
tierra poco a poco? Dos poderes tienen que establecer sus
límites, ¿transar?
De inmediato, había que declarar la ilegalidad de este nuevo
Culto de Piedras Vivas contra el viejo Culto de Piedras
Muertas: ¡tres siglos de persecuciones! ¿Encarcelar al cristiano? ¿Acosar al sospechoso? ¿Confiscar sus bienes? ¿Exterminarlos? ¡Sí, exterminarlos! Pero, ¿cómo? ¡si ya casi todos
eran cristianos, incluidos los soldados! Año 305 d. C.; Roma
deja de ser el centro político del mundo. La tetrarquía.
Pactemos libertad de cultos, ¿Edicto de Milán? (313 d.C.),
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que ellos adoren hacia arriba y nosotros hacia abajo.
Constantino, ¡el emperador se convierte! ¿Declarar el reino
cristiano? ¿Es posible? ¿Dos veces reino? ¡Que se trance!:
nosotros reino sobre la tierra, y ellos, IGLESIA desde el
Cielo; el cuerpo para nosotros y el alma para ellos; nosotros
cobramos al veinte y ellos al diez; ¿está bien así? ¿Podríamos
crecer más rápido aprovechando la ventaja de esta
ponderación? Constantinopla, ¿nuevo centro? Es el año 330.
¿Qué? ¡Las invasiones! ¡Los bárbaros! ¿Alarico? ¿Atila?
¿Genserico? ¡Sálvennos! ¡Llamen a los cristianos! ¿Qué
tiempo ha transcurrido? ¿Quinientos años? ¿Se extingue
nuestra civilización? ¿No sabemos leer? ¡Que enseñe la
Iglesia! ¿Se disuelven nuestros señoríos? ¿Se acaba nuestra
riqueza? ¡Nombremos nosotros a los obispos! ¡Vendamos
dignidades eclesiásticas! ¿A qué altura del tiempo estamos?
¿Año 751? Se extinguen los merovingios. Pipino es rey.
¡Longobardos sobre Roma! Que la iglesia nos defienda con
las almas y nosotros la defenderemos con el cuerpo. Pipino y
su hijo Carlomagno se arrodillan ante el Papa; la Iglesia
adquiere soberanía de Estado; se extinguen los carolingios.
¿Sagrado imperio? ¿Corona electiva? Un nuevo imperio, es el
año 919 d. de C. Necesitamos aferrarnos a la Cruz, tiene más
riqueza que la nuestra junta. ¡Un Santo Imperio! Expedición
a Roma, Otón el Grande se arrodilla, el Papa lo corona.
¿Revive el Derecho Imperial Romano? El tributo no basta, la
gente es pobre; para nosotros también el diezmo, no es
violento, vendamos las dignidades eclesiásticas, ¿podríamos
nombrar al Papa? La iglesia reacciona, se defiende; el genio
político de Hildebrando se impone, la administración de la
Iglesia tiene que mundializarse, se nombrarán cardenales
vitalicios fuera de Roma y de éstos se nombrará al Papa.
¿Cisma de Oriente? ¿Jerusalén en manos amarillas? Éxito,
Hildebrando recoge los frutos de su genio, será el Papa
Gregorio VII, es el año 1077: empieza expulsando a los que
habían comprado los cargos eclesiásticos; asimismo,
expulsando a los curas casados, ya no podrán administrar los
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sacramentos, ni los fieles recibirlos de éstos; emperador, rey
o señor que otorgare una dignidad eclesiástica sería
excomulgado. La cuestión se complica, el Emperador
Enrique IV quiere el negocio, abre la venta, el Papa Gregorio
VII se opone, ¡se destituyen mutuamente! ¿Se tambalea Cielo
y Tierra?
Otro genio político, el Papa Urbano II, ¡solución!: ¡peligro!
¡musulmanes amarillos al Oriente! Cimitarras sobre el
señorío de nuestras cabezas; vistamos la Cruz,
protejámonos con los cristianos; que el monje Pedro el
Ermitaño recoja a los pobres y el caballero Gualterio sin
Hacienda encabece con ellos la primera resistencia, nosotros
llegaremos después; ¡feudos en Oriente! ¡oro para todos!
Al fin, ¿tributo y diezmo juntos? ¿monje y caballero?
¡Ordenes
Militares!
¿Hospitalarios?
¿Templarios?
¿Teutones? ¿Proteger el Santo Sepulcro? Pero, ¿cómo? ¡si el
Señor resucitó! ¿La Ciudad Santa de Jerusalén? Pero, ¿cómo?
¡si es la del Cielo! ¿Se retiran los amarillos? ¿Otra vez la
riqueza en manos de la Iglesia? ¿Perdieron los reyes,
príncipes y señores de Europa? ¿Se empobrecieron más? Es
el año 1187, Saladino recupera Jerusalén. Constantinopla,
botín de francesas y venecianos.
El problema estuvo mal planteado, el alma produce más riqueza que el cuerpo. ¿Compartir la confesión? ¿el Santo
Oficio? Que la Iglesia expropie el alma y nosotros expropiamos el cuerpo. Federico I Barbarroja quiere la Iglesia a su
servicio, en otras palabras, el diezmo; la cosa tampoco le
resulta, se aventura en otra cruzada; hijo y nieto siguen
aspirando al mismo negocio. Es el año 1250, ¿Qué tenemos?
¿Derecho Imperial Romano? ¿Derecho Canónico? ¿Santo
Oficio? ¿Cómo, que el reo demuestre su inocencia?
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Empieza el gran Interregno. Se tambalea el Santo Imperio, la
estrategia del Papa Urbano II resultó, los señores salieron
humillados, la Iglesia continúa siendo dueña de las riquezas.
Crecen las comunas alrededor de las abadías, “¿Habsburgo?” ¿El nombre del emperador unido a la ciudad?
¿Todavía sin alcantarillado? El tributo mejora, ahora vale la
pena ser rey. Es necesario adueñarse de las almas también, de
otra manera el negocio no funciona. ¿Mera teología? ¿Sólo el
reino de los Cielos? Necesitamos filosofías, ciencias,
universidades a favor de los reinos de la tierra. Había que
recordar a Aristóteles, ¿cortar la raíz? La verdad tenía que ser
practicable, ¿separar teología y filosofía? ¿fe y razón? ¿tierra
y cielo?
Es el año 1300. ¿Qué inventario tenemos? Lo básico: metalurgia, poleas, palancas, el molino, carro, escritura alfabética,
papel, xilografía; ¡ah! lo que faltaba, ¡la pólvora! Primer
cañonazo en Oriente Medio, en dirección a Europa, claro. ¿Se
modificaba la guerra cuerpo a cuerpo?
Aumentan los pequeños poblados, ¡y los tributos! Los reyes
devoran poco a poco la autonomía y poder de los señores
feudales, Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, quiere
nombrar a los obispos, incluso al papa, ¿para quién el
diezmo? ¡Terminó la humillación de los reyes! ahora son más
ricos, exigen el patronato real, la aspiración ya no tiene
límite, los reyes de Francia tendrán al Papa cautivo en
Aviñón, (1309-1378).
¡La peste! El inglés Juan Wicleft descubre la clave: ¡libre
interpretación! (1324-1384), pero todavía los reyes, príncipes
y señores no tienen oídos. Sobreviene la crisis del gran Cisma
de Occidente, (1378-1417), dos Papas, uno cautivo y otro libre, ¿quién excomulga a quién? El patronato real había sido
una excelente estrategia, los nobles se ponían las investiduras
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de los principales cargos eclesiásticos, como quien compraba
una camisa, que no al Papa, sino al rey; hábil manera esta de
convertir el negocio a su favor, y de paso, adueñarse del
diezmo. ¿Se necesita otro Hildebrando? ¿cómo? si ahora los
reyes son más ricos, o peor, dueños de lo que no les
pertenece; ¡y con armas de fuego!
Es el año 1400, los turcos osmanlíes ponen un pie en Oriente
Medio y el otro en Occidente, Tamerlán salva a Europa.
Es el año 1453, cae Constantinopla. Es necesario redondear el
mundo, las ciencias liberales abren el camino, fin de la Razón
Divina, ¡vuelven las razones humanas! La Razón Pura no
tiene ningún poder. Gutemberg transforma la imprenta. Es
el año 1500. La tierra se redondea, tampoco es centro del
Universo, el mar no tiene dragones, el mapamundi de los
reinos se completa. ¡Al fin la Reforma! ¿de qué? ¿por qué?
Sólo un monje como Martín Lutero, sometido por el voto a la
pobreza y al celibato, podía ver desde adentro y desde abajo,
lo que al pueblo no le era posible desde afuera, y desde
arriba: que los reyes, príncipes y señores, habían convertido
las jerarquías y las investiduras de la Iglesia en extensión de
su reino terrenal; el tributo había vencido al diezmo; los
reinos de la tierra, invadido al reino de los cielos.
¿Qué hacer? ¿desconcentrar la acumulación del diezmo?
¿multiplicar los centros de poder? ¿desjerarquizar los ministerios y el sacerdocio de la Iglesia? Pero claro, ésta no sería
más que la Reforma que aparece a la razón de los sentidos; ¿y
la otra, la que rompió la identidad doctrinal en la Ley
mediante el “libre examen”? es obvio que sin ésta, hubiese
sido imposible conseguir los efectos reales, externos, antes
mencionados; no de otra manera, los más temerarios, podrían
aspirar a tener sus propias iglesias con lecturas e
interpretaciones diferentes; y por supuesto, la captación de
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sus propios diezmos con registros contables, lo que es la
finalidad última de sus peroraciones.
Digo pues, que Lutero, más que artífice teológico, fue artífice
político, que estuvo en las coordenadas exactas de tiempo y
lugar históricas, para desmembrar dos imperios a la vez: el
que imperaba sobre el cuerpo y el que imperaba sobre el
alma; y si bien, por los hechos irrefutables derrotó a la Iglesia
en franca lid, por el trasfondo del asunto, derrotó a los reyes,
príncipes y señores de Europa; excepto, evidentemente, a los
de Inglaterra; porque allí se comprendió, más que en ningún
otro reino, que la acumulación de riqueza por el diezmo
pasaría a multitud de manos populares, perdiéndose en
definitiva tal poder para los reyes, príncipes y demás
abolengos; razón por la cual, cualesquiera que hubiese sido el
pretexto, Enrique VIII de Inglaterra, declarando la “supremacía” del cuerpo sobre el alma, del reino terrenal sobre el
celestial, unió sobre su cabeza cielo y tierra, proclamándose
máximo jefe de la Iglesia sobre todos los dominios de su
señorío; prefigurándose en éste, “el Rey del Norte”; y posteriormente, los principios políticos de “no bishop, no king” y
“Bill de Test”; por los cuales, se reconocía como práctica
política de estricta observancia, que el rey tenía que dominar
sobre la creencia religiosa, nombrando y dirigiendo a sus
obispos; lo mismo que los funcionarios al servicio del Estado,
tenían que abjurar de la fe en la presencia real de CristoJesús, en el pan y vino consagrados; acontecimientos estos,
de los cuales ya DANIEL nos advierte en la visión de su
Profecía. (Dn 8.9-12; 8.23-25).
¿Qué diremos entonces? ¿Proliferación de sectas contra dinastías, casas reales, príncipes, señores y contra la Iglesia
papal? ¿Dinastías, casas reales, príncipes, señores contra la
proliferación de sectas y la Iglesia papal? O, ¿la Iglesia papal
contra todos?
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Lo cierto, es que la acumulación de propiedad mediante el
diezmo, pasó a ser parte del cálculo estratégico del equilibrio
de las futuras potencias europeas; de donde, no por
casualidad, Francia sufrió las guerras de religión de 1552 a
1598, concluyendo en el Edicto de Nantes, que daba igualdad
de oportunidades a calvinistas y católicos para acceder al
Estado; lo mismo que Alemania sufrió el mismo tipo de
guerras, de 1618 a 1648; mientras que Inglaterra y España,
usando del antifaz y el puñal, ayudaban a unos y a otros,
conforme conviniera al equilibrio europeo.
Evidentemente, el desarrollo de los acontecimientos políticos
europeos de la Era Moderna, entorno a la acumulación de
riqueza por el diezmo, no fueron más que aplicación de
corolarios axiomáticos del libre examen: de una parte,
Inglaterra, asume sin vacilaciones la Jefatura de la Iglesia
para evitar la desconcentración del diezmo; de otra, España y
Francia, asumen el carácter de brazo secular del Santo Oficio
para ejecutar sectarios y de paso herejes, con la misma
finalidad; no sólo de conservar la usurpación del diezmo a
través del patronato real, o de la venta de investiduras, sino
de librarse de enemigos comunes, confiscándoles sus bienes o
desterrándolos; mientras que el Sacro Imperio Alemán, terció
de modo bien diferente a las futuras potencias, no aprovechándose de esta acumulación de riqueza eclesial para definir
su posición política en el contexto de Europa; pues ya desde
sus inicios en el año 919 d. de C., la corona era electiva, no
hereditaria; lo que hubo de contribuir aún más a que las casas
rivales se opusieran entre sí y contra la reinante de turno; en
la perspectiva de que ésta, se apropiara sin medida del
diezmo, asegurándose sobre las demás; no que desconocieran
las consecuencias de los amparos tuitivos del tributo contra el
diezmo, sino que, de consuno, sabían el efecto político que tal
acumulación tendría en manos del rey o emperador que
quisiera afianzar su propia dinastía, sojuzgando a los demás
señoríos y ducados; sin dejar de incluir las guerras externas,
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que sobrevendrían contra los demás reinos, hechos igualmente ricos por la misma defraudación de los bienes eclesiásticos;
resultando que, desde este punto de vista, la secularización de
la propiedad, o devolverla a manos de las gentes, significaba
también quitarla de las manos de los reyes; así que, a partir
del año 843, exceptuando a Francia separada por las
discordias de los nietos de Carlomagno, el Imperio Germánico llegó hasta 1800 con Francisco II, sucediendo el interregno hasta 1871; alcanzando nuevamente la unificación
alemana, bajo Guillermo I de Prusia y la gestión política del
barón Otón de Bismarck, no siendo su historia más que el
mosaico de un cierto número de ducados, principados, ciudades independientes; que cuidaron, cada uno por su cuenta, de
apropiarse del diezmo dentro de su jurisdicción; pero, a la
vez, de que ninguno que asumiera el carácter de emperador,
pudiera sojuzgar al Papa en su exclusivo provecho, asegurando la continuidad de su dinastía en el poder; de lo que,
concomitantemente, habría sido sojuzgarlos a ellos también.
Vista la historia desde esta anamorfosis política, es claro que
los reyes y emperadores de Europa, lo fueron a título
personal de sus propias Casas hereditarias, no y de
ninguna manera, a título de una nación; el rey de España era
dueño personal de las colonias de América, no siendo los
matrimonios entre casas reales, más que uniones de grandes
herencias; sostenidas por ejércitos mercenarios, o grupos
armados de compañeros o bandidos, contratados por un jefe,
puestos al servicio de un gran señor.
La recomposición permanente de la geografía política de
Europa, obedecía a los matrimonios de estos grandes y pequeños reinos; que tenían que hacerse valer por las armas,
cuando la diplomacia espiritual de la Iglesia era insuficiente,
a la pretensión de los rivales.
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Había pues dos maneras de extender el dominio: por la
espada, que obviamente iba antecedida del antifaz y el puñal;
o por simiente, herencia y propiedad, inescindibles en los
casamientos entre las casas reales o fuertes ducados.
Casos típicos de lo antedicho fueron, además de otros, la
Guerra de los Cien Años, entre Inglaterra y Francia (13371453); la Guerra de las Dos Rosas (1455), en Inglaterra; los
matrimonios de Felipe II de España: con María de Portugal
(1543); con María la Católica, reina de Inglaterra (1554); con
Isabel de Valois, hija de Enrique de Francia; con Ana de
Austria (1570), quien finalmente le engendró heredero
(1572); la Guerra de Sucesión de España, después de Carlos
II, el hechizado (1700); herencia que reclamaban de una
parte, Luís XIV de Francia, de otra, el emperador de Alemania, Leopoldo I; interponiéndose entre ambas pretensiones,
Inglaterra, por cuestiones de equilibrio europeo.
Claro que, si en este tipo de asuntos, de simiente, herencia,
propiedad y monogamia, la realidad quisiera desafiar la
imaginación caprichosa, bastaría nada más que la referencia a
Carlos I de España, a la vez, Carlos V de Alemania.
Como el hijo varón de Isabel la Católica falleció, el trono fue
ocupado por la hija mayor, Doña Juana, que enloqueció
después de morir su esposo Felipe de Habsburgo, apodado el
Hermoso; el hijo éstos, Carlos, vino a constituirse, por
simiente, en el heredero de los reinos más extensos de la
tierra, que entraron a su dominio personal a partir de 1516.
Por sus abuelos paternos, de Maximiliano, fue emperador de
Alemania, soberano de Austria y otras extensiones; y por
María, heredera de Carlos el Temerario, fue Duque de Borgoña, dueño de los Países Bajos, Flandes y partes diversas de
Francia.
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Por sus abuelos maternos, que fueron los reyes católicos, de
Fernando, fue rey de Aragón, Cerdeña, Sicilia y Nápoles; y
por Isabel de Castilla, fue el soberano de las colonias de
América; asunto último, que además, había sido ratificado
como propiedad realenga o Dominio Eminente por la Bula
Inter Caeteres, del Papa Alejandro VI, en mayo de 1493;
cuyo trasfondo, no era más que reconocer el carácter
inescindible de simiente, herencia y propiedad, ante los
demás reinos; sobre lo cual, los reyes de Francia, parecían
hacer comentarios satíricos de un cierto testamento, en los
tiempos de Adán; que además de la propiedad, otorgaba la
soberanía sobre las nuevas tierras e islas, ocupados por
descubrimiento o conquista.
¿Fue Carlos I de España, a la vez, Carlos V de Alemania,
acaso, el hombre en quien realmente se inspiró Lutero?
¿Es decir, el hombre en quien vio la acumulación de la
propiedad como efecto del diezmo? ¡que no podía enfrentarlo
con ejército! ¡ni con espada! ¡tan sólo con su espíritu! o
mejor, ¡con el espíritu alemán!; el que nunca decapitó a sus
reyes, porque jamás se permitió tener alguno sobre sus
cabezas, sí, destronar a los dioses por dentro, ¡por dentro de
tu alma! porque ellos no son más que dioses por fuera; con
nombres levantados de piedra en piedra por fuerza de la
esclavitud, que caen a tus pies cuanto les quitas el alma, tu
alma. ¿No fue entonces Lutero contra Giovanni de Médicis,
el opulento Papa, como se dice, comúnmente?
¿Quién es pues el libertador? ¿el que derrumba un imperio
para levantar otro? ¿acaso puede libertarse sólo el cuerpo, sin
libertar primero el alma?
Sin embargo, ¡que poco duró la libertad! Al día siguiente
había nacido la Santa Inquisición de las costumbres, del
placer, del lujo, del descanso; la nueva secularización de la
Santidad se había convertido en avaricia del lucro, del ahorro,
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del trabajo; la herejía no fue más sobre la naturaleza divina y
humana de Cristo-Jesús, sino, sobre toda conducta individual
o colectiva, que atentara contra la acumulación de riqueza; en
adelante el hereje sería el pobre; y el Santo, quien se hiciera
rico; esto, vino a ser finalmente la Reforma de la moral social
y la ética de los individuos, lograda por el Calvinismo y la
Ley de Pobres, en el Estado Anglicano de Inglaterra;
mediante las cuales, se enviaban como esclavos a la Nueva
Inglaterra descubierta en América, a los infelices encadenados por las deudas, a los relapsos que no permitían dejarse
educar en las cárceles, que por mero eufemismo, tenían la
denominación de “Casa de Pobres”.
Antes de concluir, importa hacer una comparación procedente al fin que nos ocupa, entre Enrique VIII de Inglaterra y
Felipe II de España, respecto a sus múltiples casamientos, a
través de los cuales pretendieron asegurar simiente,
propiedad, herencia y nombre, sin inmutarse por los
crímenes que fuese necesario cometer; desde otra
perspectiva, cuando aquél se hizo “defensor de la fe”, y éste,
acucioso ejecutar de los “autos de fe”, contra todas las
disidencias del sectarismo religioso, no fue por cosa diferente
en esencia a la usurpación del diezmo; uno, años más tarde
logró hacerse “Jefe” de su propia Iglesia, y el otro, dejó
constancia testamentaria, de que sus descendientes no podían
renunciar al “derecho de Patronato eclesiástico”.
Por tanto, cualesquiera que hubiesen sido las causas que el
libre examen concluyera para el sectarismo religioso, para los
reyes de Europa, no era más que atentar contra la acumulación de la propiedad eclesiástica que ellos defraudaban en su
provecho; y de donde, al fin de cuentas, tuvo origen su imperio sobre todos los demás feudos, ducados, nobles y extensión
de sus reinos.
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Asombra entonces, cómo la historia que empezó desde
Nimrod, siendo el hombre más poderoso de la tierra, y terminó en Luís XVI, el día en que la chusma desposeída hizo que
su Rey se pusiera el gorro frigio y bebiera al futuro de la
Nación, fue tan sólo acumulación de propiedad por simiente
y herencia, matrimonios entre casas reales, Patronato
eclesiástico, derecho de regalías, “pactos de familia”, ejércitos mercenarios, guerras de sucesión, actas de establecimiento, Ley Sálica, pragmáticas sanciones, esclavitud, constitución civil del clero, tributo y usurpación del diezmo; hasta el
día en que, definitivamente, la nación francesa se dio, en
noviembre de 1848, un poder ejecutivo y un poder legislativo, con períodos fijos, independientes, elegidos por sufragio
universal; y la fuente de riqueza, perdió en definitiva la
raíz de la tierra, para viajar a través de los mares
circundando el mundo de las invenciones; a la vez que las
ciudades pudieron comprar las artes y oficios, para levantar
sus torres.
Digamos de esta manera, que la riqueza nacional se
sobrepuso a la riqueza personal de las casas reales, lo que
dio comienzo a otra historia de la propiedad, en la
personalidad artificial de las nacionalidades.
Pero, ¿por qué toda esta digresión? Porque estamos
interpretando la Profecía; por cuanto esta nueva riqueza, de
las naciones, es la que se desligará de los lazos de la Tierra,
levantándose en torres de hierro en dirección al Cielo estrellado, como acto de libertad de todos los hombres.
Es en, y a nombre de la misma Francia, el lugar en que
Gustavo Eiffel levantó su torre de hierro para conmemorar la
Exposición Internacional de París, en 1889, capital ésta que
también tomó sobre sí el nombre de “ciudad luz”, donde el
mismo Eiffel y Federico A. Bartholdi, diseñaron el armazón
de hierro y escultura, respectivamente, de LA LIBERTAD
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alumbrando al mundo; que luego fue transportada en partes
modulares a un islote que cubre la entrada al puerto de Nueva
York; siendo levantada en un pedestal, para conmemorar la
libertad de todos los inmigrantes del mundo, desarraigados
de su propia tierra, rumbo a las estrellas.
Es en este cambio histórico de la propiedad, desligada de la
tierra, con fundamento en la Ciencia de las invenciones y el
trabajo internacional, dominando sobre todo pueblo,
lengua, tribu y nación, que se levanta el misterio de la
GRAN BABILONIA, la Gran Ciudad del mundo; que al
final, dominará sobre la herencia y el nombre de los reyes, y
reunirá a los inmigrantes del orbe entero, como estamos
viéndolo ahora.
La libertad, si es que hablamos de su esencia, fundamento y
sentido histórico-político, no puede ser más que esto: romper
los lazos que atan el hombre a la tierra, a la naturaleza, bajo
las condiciones de simiente, herencia, propiedad y procreación por matrimonio monogámico, en carga de la mujer, para
abrazar el Espíritu de la Ciencia que crea la riqueza internacional, que desecha las condiciones anteriores; las inmensas
fortunas de hoy, pueden ser trasladadas de un lugar a otro de
nuestro globo en fracción de segundos, no han necesitado de
generaciones durante siglos para acumularse, ni nada tienen
que ver ya con la virginidad de la mujer; pues, por ser
precisamente eso, fortuna y azar, por los vertiginosos
descubrimientos de la Ciencia, basta proveerse del alquiler de
un útero, en caso de necesitarlo.
Este es el gran Misterio de la Iniquidad, anunciado por el
Espíritu de la Profecía desde el GENESIS hasta el
APOCALIPSIS, la desobediencia en Eva y la maldición de
Caín, la Tierra y la simiente maldita; el grito de un hombre a
quien la tierra como ser vivo maldice, vomita y expulsa,
condenándolo a ser errante y extranjero, sin poder reposar
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jamás, (Gn 2.15-17; 4.8-14); es el misterio de la “medida del
pecado”, colmándose fatalmente, que Zacarías vio
transportar con alas migratorias desde Francia a
Norteamérica, (Zac 5.5-10); es el misterio de la gran
prostituta, de la gran Babilonia, de la gran Ciudad, guiada
por el espíritu del dragón celeste, que rojo. (Ap Caps. 17 y
18) (2 Ts Cap. 2).
Simplificando el asunto, es claro que la propiedad realenga,
su dominio eminente, respaldado por las bulas ponticias al
respecto, como fundamento de todas las demás propiedades,
privilegios y dominaciones, honores y dignidades; incluyendo
obviamente, en forma correlativa, al Papa y sus Estados
Pontificios, consolidados por Pipino el Breve desde el siglo
VIII, más el legado de la Condesa Matilde de Toscana,
denominado Patrimonio de San Pedro, no obstante que,
durante seiscientos años tuvieron en su contra instituciones
como las Cartas Pueblas, los fueros, las Cortes, la Carta
Magna, los Estatutos de Oxford, el Acta de Derechos, las
Dietas, los Estados Generales, etc., la incompatibilidad de
aquéllos con la “nueva” riqueza nacional, fue imposible
sostenerse más allá de la segunda mitad del siglo XIX; sin
que los ejércitos mercenarios, las confesiones bajo tortura del
Santo Oficio y la Congregación del Index, pudieran
sostenerles un respiro más.
¿Cómo, sin embargo, sobrevivieron las Casas reales de la
mayoría de los países europeos, a través de monarquías constitucionales, o república y rey, es cosa que rebasa mi propósito, pero de ninguna manera afianzan en conjunto un hecho
que refute, lo que he venido sosteniendo de la riqueza
nacional; pues téngase presente que en ningún momento he
afirmado el desaparecimiento de aquéllos, pues el mismo
texto bíblico los lleva hasta el final de los tiempos; pero,
afirmo sí, que ya no son el fundamento de la propiedad como
lo fueron durante siglos; otra cosa es la que puede sobrepujar
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nuestra actitud perpleja: el hecho de que la apoteosis de las
riquezas nacionales no haya sido más que el breve intervalo
de un siglo; que a partir de 1970, trasciende hacia la riqueza
internacional, rompiendo todo tipo de frontera, terrestre,
marítima o aérea, e incluidas las raciales o espirituales; lo
cual habrá de llevar el mundo a una nueva sociología de la
violencia política, por cuanto no hay fundamento de derecho
para esta nueva propiedad, y menos ley escrita; siendo en
consecuencia, el mero arbitrio de la fuerza; quedando los
países, las naciones, no ya sometidas a las conquistas externas, como antes, sino, a las rupturas en mil pedazos desde
adentro; supóngase el mero problema de las divisas, o la
desnacionalización del dinero, a que se verían obligados los
países que no tengan riqueza de carácter internacional; sus
gentes ya no aguantarán las fronteras que las limitan,
máxime, cuando han dejado atrás los campos, para irse en
busca de la gran ciudad.
Afirmo, por consecuencia de lo antedicho, que los hombres
tuvieron verdadero ESTADO, como amparo político, mientras la propiedad se fundó en la simiente y herencia de una
casa real; lo que a su vez, identifica Política y Teología, ésta
como el tratamiento racional de la Religión, en sentido
judeocristiano. (II S Cap. 7).
No olvidemos que también el Papa estuvo en igualdad de
condiciones políticas que los demás príncipes y reyes de la
tierra, sufriendo de idéntica manera la conmoción revolucionaria de la segunda mitad del siglo XIX sobre la propiedad;
lapso en que también perdió los Estados Pontificios y lo que
fuera el Patrimonio de San Pedro, en el proceso de la
unificación italiana de 1860 a septiembre de 1870, año éste
en que fue despojado de Roma; no olvidemos la teología
política de Juan Bodino, (1576) y J. B. Bossuet, (1700), que
inspirándose en las Sagradas Escrituras, hacían del rey el
pueblo, el Estado, la Ley, a semejanza de Cristo-Jesús.
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Acercándonos así, a la conclusión final, del reino sobre la
tierra fundado en virginidad, simiente, herencia,
propiedad y NOMBRE, sobre todo principado, potestad,
dominación y poder, en el HIJO engendrado del Altísimo
Dios, es necesario que la IGLESIA CATOLICA, de los
nonatos, explique a la juventud presente del mundo, ¿desde
cuándo? ¿cómo? ¿por qué?... dejó a su Rey atado, humillado,
burlado, su rostro cubierto de escupitajos, bajo la mirada
altiva de quienes eligieron a los demás reyes de la tierra;
espiritualizando su CUERPO, tomando como objetivo de
su predicación el cuerpo resucitado de la muerte y el pecado,
que “ascendió a los Cielos”; siendo que su reino y su
herencia, están en esta Tierra. (Lc 24.36-43) (1Cr 16.33).
Aclaremos, ¿quién es un ladrón? ¿el que no rinde culto a la
propiedad de los señores? ¿quién no la ve sagrada? ¿Qué
responder? Pues que este Dios del Cielo se quedó sin
glorificar, atado en medio de ladrones, porque la
componenda política-religiosa de la Iglesia Católica de
Roma con los emperadores, reyes, príncipes y señores de
Europa, finalmente fue rendir culto al Solo Dios del Cielo,
al Cristo Jesús resucitado de entre los muertos; no y de
ninguna manera, rendir culto al Dios de la Tierra, al
redentor de las deudas de la propiedad, y al libertador de la
esclavitud del trabajo; así, nadie les disputaría los bienes, ni
la sangre cuajada de las almas de sus reinos; desde entonces,
la Iglesia dejó en la Cruz, sin levantarlo, el CUERPO de
Cristo Jesús Redentor, Libertador, lo que significa abandonar
al Cristo Rey y Señor de todos los reinos de la tierra, al Cristo
que comió y bebió entre nosotros; lo que obviamente es una
negociación de la LEY, un prevaricato por omisión; porque
“sus” sacerdotes recibieron su diezmo, y consintieron como
ovejas,
que
éste fuese esquilmado por el tributo de los reyes; que
se hiciera entonces, tan sólo Rey del Cielo, porque en la
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tierra, “cualquiera que se hace rey, a Cesar contradice”.
(Jn 8.28; 3.13-14; 19.12-15; 6.62; 7.37-40; 12.32-34; 14.28)
(Is 52.13-15) (Sal 109 y 110) (Mt 26.55).
Volviendo a la referida estabilidad, duró, como lo dije,
hasta la segunda mitad del siglo XIX; luego, aunque entró en
el siglo XX bajo el carácter heterónomo de república y rey,
disputándose ambos tipos de propiedad, real y nacional, el
mismo territorio o compartiendo la denominación del Estado,
llamándole “monárquico constitucional”, por ejemplo,
empezó a ser absorbida o “desestabilizada” por las fuerzas
que descubre el desarrollo científico; que al final, habrán de
arrojar definitivamente el “tercer” tipo de propiedad, o internacional, incompatible con las formas anteriores, anti-Estado,
antinación; es decir, será esencialmente antipropiedad, lo que
llevará al cumplimiento profético de “nación contra nación”,
“reino contra reino”, angustia y aflicción, alborotos y hambre,
como nunca hubo antes en el mundo; y los anticristos, con
sus falsos profetas, se levantarán entre las naciones diciendo
“yo soy el Estado”, “yo soy el derecho”, “yo soy la ley”, “yo
soy la paz”; levantándose prodigios semejantes a Napoleón,
Lenin, Mussolini, Hitler,o Mao; pero nada detendrá la guerra que llegará como una inundación, de la cual se sabe sólo
eso,¡que llega! nunca su comienzo. (Jn Cap. 25) (Mt Cap. 24)
(Mr Cap. 13) (Lc Cap. 21).
Pero, ahondando en este misterio de la Iniquidad, que lo fue
para los hombres de los milenios pasados, no para los que
viven la cima del actual presente concreto, trasladado de
Francia a Norteamérica, según la definición antecedente de
libertad y la visión profética referida de Zacarías, sobre la
“medida” de la maldad que allí alcanzará su plenitud, importa
resaltar lo siguiente de la definición, que hemos venido tratando de esclarecer: la propiedad es un límite, en
consecuencia, una exclusión.
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Límite fue la propiedad de las Casas reales para la nueva
riqueza nacional que trataba de expresarse; al presente en que
vivimos, límite es la riqueza nacional para la nueva riqueza
internacional, que igualmente, trata de expresarse.
Como siempre, habrá que empezar por derrumbar las fronteras morales y éticas en las sociedades y los individuos,
respectivamente, en todo cuanto se oponga a este nuevo tipo
de riqueza internacional; de otra manera, no se podrá participar de ella.
Puntualicemos entonces, sólo un odio visceral contra la propiedad hereditaria de príncipes y reyes, en política; unido
idénticamente, contra el Dios Encarnado, o el Espíritu Universal que asume naturaleza humana, que reclama herencia y
propiedad sobre todo lo creado, en Religión, predispone las
criaturas humanas a luchar por la “propiedad de nadie”, o “de
todos”, en otros casos, según ciertas denominaciones.
Después de abjurar de “comer y beber” a la memoria del Dios
que comió y bebió entre nosotros, para recordar su CUERPO,
por el cual volverá a tomar posesión como Dios, rey y
heredero de todo lo creado; se pasa a la misma abjuración
contra la propiedad hereditaria de príncipes y reyes; esta es la
razón por la cual, dinastías e Iglesia Católica aparecían como
indisolubles, o idéntica religión y Política; de donde las
sectas secretas, los carbonarios por ejemplo, simbolizaban su
lucha, retirando el ascua de la hoguera, convirtiéndose en
carbón apagado; en un acto de rebeldía religioso y político,
que bien pudiéramos sintetizar en la frase:
“¡muera Dios y el rey!”. (Jn cap. 6) (Ex 24.1-11).
Se entenderá, asimismo, porque las sectas religiosas proscritas de Inglaterra, fueron finalmente las fundadoras de lo que
habría de ser la gran nación de inmigrantes del mundo entero,
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de Norteamérica; erigida igualmente, sobre los ideales de la
libertad alada.
Pero, ¿por qué decirlo así, y no que fueron las compañías
comerciales? Porque éstas, sólo fueron dueñas de territorios
vacíos y las sectas religiosas los compraron con sus diezmos,
poblándolos con sus propios sectarios; levantando la Iglesia
que tiene como único culto secreto, la libertad contra toda
Ley, de Dios o de los hombres, que no sea la propia; cumpliéndose en ella el misterio apocalíptico de la gran Babilonia, de la gran ramera de todas las sectas; sustentada por el
Dragón Celeste, rojo, que cumplirá en ella la promesa del
paraíso, llevándola hasta el Cielo estrellado de los cuerpos
inertes, con la Ciencia de la ingravidez. (Sab 2.11) (Am 6.13)
(Hab 1.11) (Miq 2.1).
Debo hacer una afirmación final, conclusiva de la interpretación de la Profecía, que he venido exponiendo desde los
primeros capítulos: pretenden algunas sectas, que Norteamérica es el lugar de la “nueva” Sión, donde habrán de recogerse “las diez tribus perdidas de Israel”, las que desecharon
al Dios del Cielo por el dios de la tierra, las que dijeron:
“nada queremos saber de la Casa de David”; leen e interpretan las Sagradas Escrituras, conforme al Rey de Israel, no al
Rey de Judá; es el misterio del Palo de Efraín, que no fue
sellado en el NOMBRE DEL DIOS VIVO, lo mismo que
Dan, de entre los hijos de Jacob, Palo del que nacerá el
Anticristo de la Profecía. (Gn Cap. 48)(Gn 49.16-17) (Sal 78)
(Ap 7.1-8) (Libro de Amós).
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