Al principio de la Segunda Guerra Mundial, un submarino de la

Anuncio
SOLEMNIDAD DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
SEMANA SANTA 2016
26 y 27 de MARZO
Al principio de la Segunda Guerra Mundial, un submarino de la Armada
estaba atrapado al fondo del puerto de la ciudad de Nueva York. Parecía que
todo estaba perdido. No tenían electricidad y el oxígeno se estaba agotando
rápidamente. En un último intento para rescatar a los marineros del submarino,
un ataúd de acero, la Armada de los EE.UU. envió un buque equipado con
marineros buzeadores al lugar exacto en la superficie, y justo encima en donde
estaba el submarino en peligro. Un buzo de la Marina se lanzó por la borda del
buque hasta las profundidades peligrosas en un último intento de rescate. Los
marineros atrapados escucharon las botas de metal del buceador cuando aterrizó
en la superfice exterior del submarino, y se movieron al lugar en donde ellos
pensaron que su rescatador podría estar. En la oscuridad ellos golpearon con
golpecitos en el techo interior sobre ellos en código Morse: "¿Hay alguna
esperanza?" El buceador parado afuera del submarino reconoció el mensaje, y
respondió con golpecitos en señales de Morse en el exterior del submarino, "Sí,
hay esperanza."
Pascua es nuestra celebración de Dios en que una vez más Él trata de
omunicarse con nosotros, con: "¡Sí, hay esperanza!" Esta esperanza no es una
clase de deseo unrealístico, o de un sentimiento en una tarjeta de felicitación, o
una vaga teoría filosófica. La esperanza de Pascua y la vida Pascual que se nos
ha dado en una persona, la persona de Jesús, el Hijo de Dios que ha entrado en
este mundo y en nuestra vida humana con todas sus alegrías, pero igualmente y
lo más importante es cuando celebramos esta noche de Pascua (día) el total
espectro de nuestro sufrimiento incluso cuando entramos en la más temida de
todas las experiencias humana, la muerte física. Jesús conoce la oscuridad que
puede envolver nuestras vidas, y el miedo de una aniquilación total. Jesús
mismo en la cruz exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?"(Mt. 27:46). No teniendo ninguna esperanza, y como las
Escrituras lo dicen, Jesús entró en la oscuridad de la noche de la muerte. Esta
noche (hoy) celebraremos la respuesta de Dios al grito y la difícil situación de
Jesús. Esta noche (hoy) el cielo y la tierra retumbarán con la palabra de Dios:
"¡Sí, hay esperanza!". Así como la piedra que estaba colocada delante de la
tumba rodó lejos, y cuando Jesús fue resucitado de entre los muertos para nunca
más morir. Jesús al ser resucitado, nuestra naturaleza humana que compartió con
nosotros, se transforma. Nosotros también, somos rescatados. Nosotros también,
se nos ha dado la esperanza. Y a pesar de que todavía peregrinamos en nuestros
cuerpos humanos, todavía experimentamos momentos de sufrimiento, y en
última instancia la muerte física, pero la fe en la persona de Jesús, el don de su
Espíritu, la vida que Dios nos ha dado a través del bautismo: nos han marcado,
incluso ahora en el día cuando desde nuestra muerte, nuestra tumba, nosotros
también resucitaremos en él.
Pero, ¿cómo sabemos que la Pascua es verdadera? ¿Cómo experimentamos
a Jesús resucitado con nosotros?
Los diversos Evangelios y los otros relatos del Nuevo Testamento,
especialmente del libro de los Hechos de los Apóstoles y el testimonio del
Apóstol san Pablo, estos dan testimonio de diez apariciones de Jesús después de
su resurrección de entre los muertos a la primera comunidad cristiana. Y
mientras cada uno de estos libros difieren en detalles, todos ellos están unidos
por el hecho de que ellos cuando vieron e interactuaron con Jesús lo
reconocieron claramente que la persona que encontraron fue el Jesús mismo, el
que habían conocido antes de su crucifixión. Y el Jesús que ellos encontraron no
era nigún fantasma. Él tenía un cuerpo. A veces, como en el caso de los
apóstoles, su cuerpo fue claramente reconocida como la de Jesús que habían
conocido antes de su crucifixión. En otras ocasiones, Jesús tomó la apariencia de
un jardinero o un compañero de viaje. Independientemente de la forma, Jesús
habló con ellos. Él caminó con ellos. Comió y bebió con ellos. Incluso invitó a
uno de ellos, a Tomas a dar un paso adelante y sondear los agujeros de los
clavos en sus manos y colocar su mano en la herida en su costado. Después de
su ascensión, Él sopló sobre sus seguidores su propio Espíritu, un soplo de vida
un enlace entre él y el Padre, haciendo a sus creyentes colectivamente e
individualmente su cuerpo, su presencia, su voz, su acción en el mundo. Como
su cuerpo, nosotros la Iglesia, proclamamos sus palabras, celebramos su
memoria en la comida del pan y del vino, bautizamos a aquellos quienes
profesan la fe en él, perdonamos a la gente de sus pecados y curamos a los que
están enfermos en su nombre. Y cuando la Iglesia dice y realiza estos actos
sagrados, los sacramentos, ¡es el mismo Jesús quien los hace!
Esta noche (Hoy) es la noche (día) que no sólo celebramos lo que Dios
hizo hace casi dos mil años en la historia humana. Esta noche (Hoy) es la noche
(día) que nosotros una vez más reconocemos y reivindicamos la persona y ¡la
vida de Jesús, presente en nosotros y entre nosotros hoy y siempre!
"¡Sí, hay esperanza!"
Padre Jim Secora
Descargar