Los Dolores de María Pregón de la Semana Santa de Espartinas

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Álvaro Carmona López
Los Dolores de María
Pregón de la Semana Santa
de Espartinas
6 de Marzo de 2016
Créanme si les digo, que no me hubiera gustado
empezar este Pregón así. No suele ser mi estilo. Porque un
Pregón no debe hablar de penurias y faltas, solo habría de
hacerlo de fe, devoción y de Dios. De Dios siempre.
Hoy, me veo en la obligación, de empezar a recordar en
este atril, una más de las atrocidades que se están
cometiendo en nuestro país en contra de la Iglesia, los
católicos y sus símbolos. Pero claro, la Iglesia es siempre
parte de la política, cuando faltan resultados.
¿Habrá cosas que hacer en un ayuntamiento cuando se
entra a gobernar, que ir a quitar los crucifijos? Porque, claro,
eso molesta. No vaya a ser que se firme una ordenanza, se dé
una subvención, se firme un contrato de trabajo, un
convenio y porque esté el crucificado, se vaya todo a ir al
traste.
Parece que le tienen miedo. Estos nuevos aires políticos
son en realidad gestos, algunos de ellos de mentiras,
absurdas mentiras que compran votos. ¿Cómo se ganan
votos? Quitando crucifijos, poniendo reinas magas,
destrozando portales de belén, asaltando capillas
universitarias… Política antirreligiosa.
Esto es bastante serio, señoras y señoras. Y vuelvo a
pedir perdón, no quería empezar así. Pero les pido una cosa.
Tengan fe, resistan. Hagan uso del amor, cuando ataquen.
No entren en su juego, la verdad siempre prevalece.
Desgraciadamente, nos toca vivir tiempos convulsos y
difíciles para nuestra Iglesia y por ende, para nuestras
hermandades y cofradías.
Justo en esa capilla, tenemos la auténtica verdad de las
cruces. Cristo es una cruz imborrable. A quien mira, a quien
habla, lo convence para siempre. Está siempre hablándonos,
casi siempre por medio de los hombres. Y si escucháramos
más…Otro gallo cantaría.
En esa cruz, están los cristianos perseguidos, las
muertes injustas por ser de Cristo. Están todos los que se
fueron y nos enseñaron a ser discípulos de Jesús. Tenemos
historia, un líder, un amigo que nunca falla. Jesús de Nazaret,
así se llama al que quieren quitar de todos los sitios y lugares.
Ese Jesús Sacramentado que es blasfemado e injuriado por
quienes coleccionan hostias para hacer exposiciones y
ofender nuestra fe. Ese es el Jesús que quieren. No, el que
queremos y vemos nosotros.
Hoy, aquí en Espartinas, junto a Cristo, empieza a todo.
Yo soy de Cristo… ¿Y tú?
Hay cruces que están vacías
porque no tienen a Cristo.
Cruces que vienen y van
sin saber dónde han venido.
Esas cruces ya no existen,
son las cruces del olvido.
Se tiran por las desidias
por el rencor y egoísmo
de aquellos que nos gobiernan
para llenarse de bolsillos,
de dinero y de promesas
que no se creen ni ellos mismos.
Gobiernan con las mentiras
de los votos más sumisos,
si me votas, yo te doy,
tú me entregarás lo mínimo.
Votando no quiero nada
que maltrate a Jesucristo.
¡Anda que no existen cosas
que recuerdan lo vivido!
Ya si hablamos de Podemos…
Mejor me callo y me rindo.
Solo quiero recordarlo
por amor a Jesucristo.
Pueden quemar las iglesias,
pueden arañar discípulos…
pero jamás arderá
la figura del Altísimo.
Ese Dios que nos protege
de las garras del maligno.
Padre Nuestro, no te olvides,
del cristiano arrepentido,
hay muchos que te ofendieron
sin saber que por tu hijo,
se alcanza primero el cielo
para entrar al paraíso.
Y se empeñan en negar
que hay verdades del destino,
donde la fe se quebranta
y hasta su altar acudimos
en busca de las respuestas
que como humanos pedimos.
Allí si vale el cristiano
cuando hay miedo, con abismos
que nos hablan de la muerte
en un alto precipicio.
Allí si vale el cristiano
en hospitales y sitios
donde está la enfermedad
rondando nuestros caminos.
Allí si vale la fe.
Vale todo… ¡Sin prejuicios!
Esas cruces que no quieren
son las cruces que te digo.
Cruces que salen de dentro
de lo tuyo y de lo mío.
Allí me siento más fuerte
cuando oyen lo que digo.
Por eso solo hablan
de quitarnos crucifijos.
Pero queda la Esperanza
de verlos en entresijos,
que los conviertan de nuevo
a la fe de Jesucristo.
Me da pena que la vida
sea odiarnos sin avisos.
Odiarnos porque nos odian
sin habernos conocido.
Y a las cruces le rezamos
no para pedir castigo…
¡Ya tenemos con vivir
siendo cristianos encíclicos!
¡Qué sepan que en esta causa
estamos todos unidos
celebrando nuestra fe
en la fiesta del domingo!
Sin temores que nos callen,
sin rencores resarcidos.
Sin palabras que te ofendan
pues serás el espejismo
que veremos al pasar
camino del paraíso.
Solo cruces verdaderas
para encontrarnos contigo.
Perdona Dios, las ofensas
de los hombres que ya mismo
andarán por tus balcones
reclamándote su sitio.
Mientras tanto por la vida
seguiremos tu camino.
Yo soy de Cristo… ¿Y tú?
¿Podrías decir lo mismo?
Yo soy del Cristo que vive
en las cruces que sentimos.
Soy del Cristo que me llama
para decir que está vivo.
¡Qué sepan que en esta causa
estamos todos unidos
celebrando nuestra fe
en la fiesta del domingo!
Yo soy de Cristo… ¿Y tú?
¡Y pongo a Dios por testigo!
¡Qué si hubiera que morir
bajo la cruz me persigno
y dejo la vida entera
junto al sagrario de Cristo!
2. Cuando es corta la espera…
Presentación
Saluda presentador
Cuando quedan 15 días, las cosas parece que
pueden llegar a tocarse. Son las realidades paralelas de la
Semana Santa. Ver y tocar, se confunden en la memoria del
cofrade. Son los recuerdos junto a las ganas porque llegue lo
que todos deseamos.
Es una sensación que aproxima las páginas que
componen ese armonioso calendario, que todos llamamos:
“espera”. Es así desde mucho antes que nacieras, pues el
cofrade, nace, no se hace y se alimenta diariamente de las
señales inequívocas de que hay mucha verdad en lo que
vemos y sentimos por las imágenes procesionales.
Parece que vivimos pensando en una fecha y un lugar
determinado. Es esa locura que solamente entiende quien
está cerca de ti, compartiendo la pasión por la Semana Santa.
Es momento de pensar desde cuando eres cofrade, por
qué y cómo llegaste hasta aquí. Creo que es una de las
mejores formas de valorar lo que tenemos y seguir luchando
por ello. A nadie suelen regalarle nada en este mundo. Por
eso lo que se consigue se recuerda con tanta intensidad.
Queda poco, hay que preocuparse ya de algunas cosas.
No me gustaría estar en la piel de los priostes, ahora es
cuando realmente se arrepiente uno de estar en el cargo y de
que los días sean tan cortos. A vosotros, la mayor de las
gratitudes, pues sois la máquina que mueve la ilusión junto a
todos los miembros de la junta de gobierno.
Si tecleamos desde nuestro ordenador lo que significa
“pregonar”, la Real Academia Española (más conocida como
la R.A.E), nos salta con que “pregonar”, entre otras
acepciones es: “Publicar, hacer notorio en voz alta algo para que
llegue a conocimiento de todos”, “Publicar lo que estaba oculto o lo que
debía callarse” o “Alabar en público los hechos, virtudes o cualidades
de alguien”. Ese alguien: es Dios. Eso escondido y oculto, es
la manifestación de la Semana Santa en nuestros corazones
cofrades. Lo notorio, la llegada inminente de la semana de
Pasión.
En los últimos retoques a los guardabrisas, a la atención
expresa y medida del fiscal, a los priostes desvelados en la
madera y en la purificación del rito ancestral de la parihuela y
las insignias bien limpias. La fiereza con que ataca la rampa
de la puerta, esperando ser pisada en la tarde, dilatándose
como signos de los fríos de lo noche. Realmente, la previa
toma caminos de nostalgia y pesadumbre, puesto que
significa todo. Todo, porque no escatima en signos y
presagios, valiéndose de todas las cosas y formas, como
punto de partida. El aire, cambia sustancialmente. Ahora
huele a primavera. No me pidan que lo describa, pues es
algo que nunca alcanzaré. Lo sé porque el termómetro y el
olfato, reclaman nuevas mediciones constantes y late cada
vez más fuerte el corazón. No nos enseñan a ser así, nos va
bastando cada año, para aprender y mucho. Cada año, es un
tiempo de espera nueva, que trae consigo, un elemento más
que es incluido en el diccionario cofradiero particular. En ese
que solamente sabes tú.
Si reconoces su aroma
estarás sintiendo algo.
El aroma de la fiesta
que tanto habías soñado.
Han pasado muchos días
y nos cuesta recordarlo.
Aquella noche cerrada
era del mes de Marzo.
Llovió siempre que salías.
Llovió durante tres años.
Eras un año más joven
ibas de negro tapado.
aquella noche cerrada
en la que el tiempo fue malo
y te volviste a tu casa
envuelto con el desánimo,
como mejor compañero
en cada sitio a tu paso.
Guardarías la ilusión
en el fondo de tu armario
doblada junto a la túnica
envuelta con el esparto.
Aquella Semana Santa
fuiste de negro rosario.
Porque veías tu rostro
en otros rostros tapados
y pensabas el porqué
de aquella noche de Marzo
en la que hubieras vendido
lo que tienes por cambiarlo
y haber salido a la calle
junto a todos tus hermanos.
Pasaron los meses rápidos
pasó deprisa el verano
cuando llegó Septiembre
la capilla era el palacio
que dejaste sorprendido
cuando fuiste a visitarlo
y te recibió su nombre
en la cima del Sagrario.
Te levantas y no sabes
como aprieta el calendario.
Pasan de nuevo las fiestas,
el niño como regalo
se adelanta a la pasión
naciendo como esperábamos.
Entonces todo es sencillo
cuando revisas tu cuarto
encontrando el boletín
que anuncia que ha regresado.
Regresa porque no muere
porque no había marchado.
El cofrade no renuncia,
es un cofrade arraigado
que vive con su hermandad
todos los días del año.
Es la junta de gobierno,
los costaleros rezando,
las papeletas impresas
con tu nombre reservándolo.
La paciencia resistiendo,
los altares bien montados,
José Antonio de visita
con las sayas y bordados.
El timón del capataz,
la belleza de su palio,
el candor con que amanece
esas flores del naranjo.
La dulzura de tu madre,
el añoro del pasado,
de los que se fueron pronto
porque se fueron buscando
un sitio en la cofradía
de los cielos más cristianos.
El amor de sus priostes,
los diputados mandando,
los cirios en sus asientos
y el incienso resguardado
de las manos de los niños
que ya ansían por quemarlo.
Los ciriales en sus puestos,
las insignias demandando,
los tramos de capirotes
bien dispuestos y ordenados.
Ya los últimos retoques
los cabildos de sumario.
Los nervios a flor de piel
y tu mujer soportando
los días que llevas fuera
llegando tarde a su lado.
Pero mujer, vida mía,
es la cuaresma que narro,
que se expande por mi mente
sin quererlo, sin pensarlo.
No harán falta más palabras
pues está todo cerrado.
Cuando comience, mi sitio,
será lo que haya marcado
el fulgor de las pisadas
de aquella noche de Marzo.
Esta vez será distinto,
cumpliremos lo pactado.
Y estaremos repitiendo
el amor que profesamos.
Esa Rosa de Espartinas
será el sol de los sufragios,
el sol que con nuestra fe
nos conduce hasta su manto,
iluminará de auroras
lo que tanto hemos pensado.
Nazareno de Espartinas
no te sueltes de mi mano.
¡Qué alcanzaremos la vida
con la que tanto soñamos!
¡Y ya comienza de nuevo
la gloria del Martes Santo!
3. El Cristo de la Sangre
Dice San Pío de Pieltrecina que: “casi todos vienen a mí
para que les alivie la cruz; son muy pocos los que se me acercan para
que les enseñe a llevarla”. Nos da miedo la cruz, aun teniéndola
cerca de manera que sea un testimonio más de nuestra
existencia cristiana. En demasiadas ocasiones, nos olvidamos
que seguimos a un crucificado, con todo lo que eso conlleva.
Que hay que aprender a dar gracias y a pedir menos. ¿Acaso
no crees que Dios sabe lo que quiere para ti? Hablamos
mucho del destino. Y fijaros dónde acabó Jesús. Cada uno
tiene un final, una meta y un camino. Somos nosotros
quienes decidimos ir más o menos rectos.
Cristo está siempre hablando. Es un libro abierto sin
ningún tipo de secretos. Lo escuchamos en el interior. Más si
cabe la tarde del Martes Santo, cuando recorre las calles
sedientas de su cuerpo. Esa es la grandeza del crucificado,
llenarlo todo, quererlo todo, apoderarse de todo.
En innumerables ocasiones, hay instantes y recuerdos
que nos hacen reforzar nuestra fe. Suele ser un momento
cualquiera, de un día cualquiera, a una hora cualquiera. Y
aunque pudiera parecer ambiguo y obsoleto, es esa acción de
no prejuzgar, la que hace que nos encontremos con Cristo.
“Fuera de la Cruz no hay otra escalera por donde subir al cielo”
argumenta Santa Rosa de Lima. Y es esta frase de la Madre
Maravillas de Jesús: “más nos acerca a Dios una temporadita de
cruz que todos nuestros pobres esfuerzos” con la que muy
posiblemente estemos acercándonos a lo que realmente
quiere Cristo de nosotros.
¿Tú sabes lo que quiere? A veces no lo sé. Aquí no
hemos venido a mentir, diciendo cosas que no son. Nos
perdemos constantemente y debe ser algo normal. Puede
que no veamos las señales de su presencia.
En aquella capilla, todo es mucho más sencillo. Espero
su palabra con ansia, con necesidad. Cristo aunque callado,
aunque envuelto en sangre, dicta leyes que los hombres
acatamos sin pensar.
Pensar no sirve de nada, cuando la cruz a los lejos, es
un revuelo de llamas, que va quemando por dentro. Y es una
diatriba lo que se presenta delante. Hay quien ve muerte,
cuando nosotros vemos la vida. Vida no hay más que una.
Pero eso pasa aquí, en la tierra.
La vida del Cristo de la Sangre, te busca hasta en el
último rincón de la tierra. Somos discípulos de un hombre
que murió por nosotros. Lo seguimos porque queremos,
nadie nos obliga. Si vamos tras de Él, hagámoslo bien.
“Si alguien quiere ser discípulo mío, tome su cruz cada día y me
siga” dice el evangelio de Marcos. Toda Espartinas en cruz,
por ti, Cristo de la Sangre.
Toda la cruz se ennegrece
velando el cuerpo dormido.
Se ha apagado su latido
y por la verdina crece,
el silencio que florece
ante su augusta presencia.
Queda en cruz como la herencia
que en el tiempo se mantiene.
Es el único que tiene
el saber y la experiencia.
La cabeza se traslada
hasta el pecho que lo acuna.
Es la sombra de la luna
quien contiene su lanzada.
En la madera, tallada,
hay muerte predicadora
dejando paso a la hora
de los rezos personales.
Por las lágrimas, las sales
buscan su luz mediadora.
¿Dónde te quedas Dios mío?
¿Dime por donde te fuiste?
¿Es que llegaste y viniste
por las barcazas del río?
¿Te perdiste en el vacío
que te ofrece el universo?
Gota a gota, verso a verso,
te derramas sin sustento.
El tiempo pasa tan lento
que no alcanzo tu reverso.
El amanecer sorprende
siempre tu melancolía.
Es la noche quien al día
sobre su carne se tiende.
La luz sola lo comprende
y en jirones de madera
se ha enmarcado con la espera
el dolor crucificado.
Es el rojo acentuado
por una u otra manera.
Siento que todo se mueve
en mi cuando lo imagino.
Escucho al fondo su trino
llenando la Parasceve,
del blanco que lo renueve
para contarnos su historia.
Recorre por la memoria
su tristeza en el final.
Es la cruz su memorial
para perseguir la gloria.
Sangre sobre sangre va
esculpiendo su calvario.
Se recoge en el sudario
lo que hasta el cielo se irá.
Así siempre seguirá
siendo un hombre verdadero.
En esa cruz, va primero,
el amor en penitencia.
Dejándose en la creencia
la fe de este mundo entero.
Arrodillado me quedo
sabiendo que ya te has ido.
Te espero por si has venido
en las palabras del credo.
Y sé que contigo heredo
el alma de los cristianos.
Enlazados por las manos
empezamos la oración.
Es así la devoción
que entendemos los hermanos.
La vida se queda rota
cuando nos falta el Señor.
No se vive sin amor
porque la vida se agota.
Conocerás la derrota
pues no creerás en nada.
Entonces en la mirada
habrá silencio templado.
No habrá nada imaginado
ni palabra recordada.
No habrá mal que lo traspase,
ni centinela que quiera
pasar la noche a su vera
aun cuando la muerte hablase.
Dejar que en el tiempo pase,
lo que tenga que pasar.
Dediquémonos a amar,
al bien que dejara escrito.
No amar bien es un delito
del que nos pueden juzgar.
Al tiempo del gozo eterno
lleva pensarte y quererte.
No tener miedo a la muerte
si al final, en el invierno
de la vida, tu gobierno
me lleva donde tú estás.
“Quién crea en mí, vivirá”
-palabra de Dios al hombre¿Cuándo en el cielo me nombre,
él mismo me esperará?
La parroquia se transforma
en orbe sacramental.
Estás vivo en lo real
siempre presente en la forma.
Acompañarte es la norma
que tengo de estar contigo.
Rezar sintiendo el abrigo
de tu cuerpo lacerado
y así me quedo a tu lado
para encontrarme conmigo.
Allí siento lo que soy,
comprendo por qué he venido.
Revive en cada latido
por donde quiera que voy.
Y cuando de frente estoy
mirando su plenitud,
me aconseja con virtud
que no le falle jamás.
Sabe que así volverás
con la misma exactitud.
Crecí viéndote pasar
por las esquinas del hambre.
Fuiste siempre generoso,
sobre mis hombros te alzaste.
Te he llevado en el recuerdo
para poder alcanzarte,
las veces que estuve mal
y abierto en cruz, me llamaste.
Somos hombres penitentes
del dolor que sobresale
de la herida de su pecho
rompiendo de luz la tarde.
Señor, que te has derramado
como el lirio que se abre.
¡Señor qué vives muriendo
por las entrañas del arte!
Venga a nosotros, tu reino,
-el cielo que nos dejastey dinos que el paraíso
no es un solamente un paisaje.
Me quedo absorto contigo
te falta el sueño y el aire
y entre todo lo que tienes
estás vivo en el mensaje.
Espartinas con su Cristo
pues pase el tiempo que pase,
hay amores que no mueren
aunque la muerte los llame.
Espartinas en los labios
tiene palabras al Padre.
Padre nuestro de los cielos
deja tu amor inefable
y vuelve sobre nosotros
la cruz de los despertares.
Y rezándote lo pido,
no me pidas que me calle.
Tú qué sabes que la vida
es un recuerdo imborrable.
Pasará la vida entera
junto a la cruz del que abre
las puertas que dan al cielo
de los cielos inmortales.
¡Qué aunque te rezo cautivo
mi amor se queda esperándote!
¡Y qué suerte hemos tenido!
¡Señor que nunca te marches!
¡La vida que conocemos
está completa al mirarte
y así vivo renuevo mi fe
con el Cristo de la Sangre!
4. Soles de otro tiempo
Documentalmente se sabe, que en 1880, las bordadoras
Ana y Josefa Antúnez realizaron para la dolorosa de esta
corporación de la O, un manto de terciopelo negro bordado
en oro a realce. El diseño fue realizado por Manuel Beltrán
Jiménez. Esta obra se estrenó en la madrugada del Viernes
Santo del citado año. Solo estuvo una década en la
corporación trianera. Pasando luego a formar parte, como
todos saben, de esta corporación.
Son las cosas que pasaban antes. Y gracias a Dios, se
quedó aquí entre nosotros. Esta cuaresma ha estado en la
exposición de los 450 años de la Hermandad de la O,
pudiendo contemplarlo toda Sevilla.
Me contaron una vez que el hermano número 1 de la O
vino a la casa hermandad y al ver el manto, se echó a llorar.
Así se quedan las cosas en la memoria popular,
impregnadas de forma y manera que nunca se pueden
olvidar.
Quiero hablarles del manto, porque tiene cosas
escondidas. En el negro y en el oro de las hermanas
Antúnez, debe haber tantas y tantas puntadas que sin duda,
podrían formar perfectamente un puente entre el tiempo de
ejecución y el mundo actual.
Cuando se hace una obra, se busca la inmortalidad.
Las hermanas Antúnez vivirán en este y en muchos de
los trabajos que realizaron de manera sobresaliente en todas
nuestras cofradías.
La primera vez que visité la hermandad, no tuve más
remedio que admirar y certificar lo que tantas veces escuché
en los mentideros cofrades: “en Espartinas hay un manto
con historia y solera que nadie debería perderse”. Y en su
afán de exponerlo y que todo el mundo lo contemple, abre
su casa hermandad para que podamos recrearnos en su
belleza.
Más allá del diseño, de la técnica, de la ejecución, de la
singular decoración de sus bordados. Más allá del tiempo y
del cariño de los hermanos. En ese manto hay escondidas
muchas cosas. El Martes Santo desprende toda su luz,
regalándonos la esencia de su bordado. Y allí hay cosas que
es necesario contar…
Hay dos orillas bordadas
en los filos de ese manto,
está el verde de Triana
por sus hilos enhebrado
igual que viaja el azul
de su Domingo de Ramos.
Hay dos orillas que cruzan
el puente por lo más alto.
Sevilla luce en el negro
recuerdos de Viernes Santo,
los del siglo diecinueve
por el río que surcaron
los navíos que en América
trajeron oro en los fardos.
“Puente de Barcas” sin leyes
para escribir lo narrado.
La “O” levanta los pulsos
y las mareas del paso
remueven todos los soles
por ser cielo constelado.
De un lado a otro, se mece
las hechuras de su paso.
Hay dos orillas fijadas
en las conchas de ese manto,
está el sol de los caídos
llevando en peso el cansancio
de la tarde misteriosa
y el día que contemplamos.
Está Sevilla de luto
-rizos aterciopeladosde lo que fueran los soles
en la gracia de su palio.
La historia así nos lo cuenta
llorando pena, llorando
como Sevilla perdió
la hermosura y el encanto
que tienen todos los soles
del firmamento estrellado.
Cuenta una hermosa leyenda
que nunca de allí marcharon.
Y sale todos los viernes
a recordar el legado.
Y se marchó de Triana
por las modas y los cambios.
Y así llegó hasta Espartinas
en donde todos hablamos,
de la brisa marinera
que el Guadalquivir nos trajo.
Dos orillas relatadas
para albergar lo pasado.
De Triana a Espartinas
van los soles de tu manto.
De la Esperanza al dolor
siendo ya negro y morado.
La historia viene y repite
que es cierto lo que contamos.
Hubo lágrimas de amor,
cuando en el suelo postrado
un hermano de La O
ya reconoció en el manto
el silencio de la noche,
cuando en la vuelta, callado,
el lirio florece en paz
en las jarras de su paso.
Hay vida que no se muere
y es un negro poemario
con callejas de Triana
y Espartinas en su manto.
El dolor de la Señora
viaja con él traspasado.
Brilla en la luz de la noche
siendo brújula y el faro
que nos guía por la senda
la tarde del Martes Santo.
Triana nunca se olvida
de que perdió su pasado
y en olores de albahaca
es Castilla su palacio.
Más de un siglo ya pasó
pasan rápido los años
pero la luz no se baja
de los soles de tu manto.
Allí se quedó la esencia
de las rosas y los nardos,
del ayer que ya no está
soñando volver despacio.
Quedó en tierra la promesa
de quedarse bien anclado
en las puertas de La Cava
y macetas de geranios.
Las cosas no son igual
que en esos tiempos pasados,
mil ochocientos ochenta
era el número grabado.
Y desde entonces, los soles,
guardan aquí, desparpajo,
gracia que a todos alumbra
en el negro de su manto.
Y en la calle, su color,
en el día va cambiando,
por la tarde es diferente,
por la noche es el llanto
de todas las luminarias
que en el cielo se han juntado.
Y relucen las estrellas
y hay auroras en los marcos
que dibujan los planetas
en el negro de su manto.
Y hay espacios imposibles
y hay suspiros levitados
intentando que no salgan
las penas que da el pasado.
Y vuelve de nuevo así
a repetirse el milagro.
Un conjunto insuperable
deja en la mente a su paso
los matices de Triana
y Espartinas, sin descanso.
Juntas quedaron de nuevo
en el negro de su manto.
Y la Virgen las recibe
en los soles acabados
que dan lugar al romance
que aquí con los versos traigo.
Parece que el tiempo corre
por el terciopelo raso
que dan las formas al negro
y hace que el negro enlutado
lleve el nombre de María
por ser icono mariano.
Cuando lo veas presume
de la Virgen y su palio.
El Aljarafe celoso
bien querría resguardarlo
en otros pasos de Virgen,
en otros pueblos cercanos.
Ese manto es de Espartinas
pues la historia y sus legajos
atestiguan pertenencia
tras tanto tiempo pasado.
Cuando venza a las claritas
de las mañanas de Marzo.
Cuando venga a repartir
el negro de sus quebrantos.
Cuando Abril ya la reciba
como la reina del páramo,
será todo diferente
y habrá historia y habrá canto
del ave del paraíso
para todos los cristianos.
Aquí se queda el recuerdo,
muchos años a tu lado
nos permiten admitirlo
y esta historia que contaron
aquellos espartineros,
en tu palio se ha quedado.
Cuando dejes la mirada
perdida por sus dos manos,
no te olvides que la vida
en su palio se ha quedado.
Cuando llegue su momento
la tarde del Martes Santo
piensa que vuelve a vivir
todo aquello que soñaron
esas hermanas Antúnez
en las luces de tu manto.
Desde Triana llegó
y más de un siglo ha pasado.
Y cuando vengas Señora
en la noche de tu palio,
la noche se hará ya día
con los fulgores bordados.
Y todo vuelve a lucir
es el mañana anhelado.
¡Y solo veo a Espartinas
en los soles de tu manto!
5. Los Dolores de María
Ese nuevo firmamento tiene dueña, la Virgen de los
Dolores. Dice el Papa Francisco que “la Virgen María es un
vaso rebosante de la memoria de Jesús y su sabiduría”. San Agustín
escribe: “Bienaventurada eres tú, María, porque has dado al mundo
al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Llena
de fe has concebido a Jesús antes en tu corazón que en tu seno, para
hacerte Madre de todos los creyentes”. Eso debemos ser nosotros,
creyentes. Nunca incrédulos porque no podamos tocar las
cosas en las que nos dicen que hay que creer. Es ahí donde
entran en juego el creer sin ver y la fe.
La Virgen de los Dolores es toda fe. También creo en
todo lo que hace y dice, porque de alguna u otra manera,
transmite el mensaje.
Está todo el año aquí, con nosotros. A veces, la
familiaridad nos hace ocuparnos poco de ella. Pero casi
siempre, solemos estar junto a su inigualable imagen. La
belleza de la Virgen no reside solamente en la hermosura de
sus facciones, la posición de sus manos, cómo va vestida o el
palio que tiene. Es algo interior. Porque puede tener lo
mejor y no llenarnos.
En este caso, lo tiene todo. Quiero ver dentro de su
corazón, como se integra en el pueblo. Hay pertenencia a
todo lo que sea de Ella. Desde el grupo joven, a la junta de
gobierno. Los hermanos, los devotos, el pueblo de
Espartinas en general. Eso es lo que hace grande a una
imagen.
Podríamos considerar que en Ella está todo lo que
queremos y ansiamos. Tiene una profundidad su rostro,
digna de pararse y contemplar durante horas. José Antonio
Grande de León, cuida que no le falte nada. Serán estos
próximos días la primera vez que la vista para el Martes
Santo. Es amor de amigo, pero… no hay nadie mejor que él.
Tienen suerte. No la desaprovechen.
Pero he querido trasladarnos hasta el pasado mes de
noviembre. Un Rosario extraordinario hasta el cementerio es
el motivo fundamental de todas las letras que vienen a
continuación. Allí hubo diálogo, unión, fraternidad y más
que eso, la Virgen se encontró con todos esos hermanos que
hicieran posible que hoy disfrutemos de esta maravillosa
hermandad.
No hay mayor orgullo para todos nosotros, el saber que
estuvo con quienes la amaron y quisieron hasta la muerte.
Los hombres y mujeres de la Sacramental. Vuestros padres,
madres, abuelos y abuelas. Los que os dieron la fortaleza
para asumir el destino en los días que ya han llegado. Viven
en Ella para encontrarse con vosotros, en cada mirada y
rezo. Cierren los ojos. Vamos a encontrarnos con ellos.
Siete Dolores se fueron
directos al corazón.
Siete puñales que son
espadas que se blandieron
En el pecho se fundieron
haciendo daño a su paso.
Y sin encontrar ocaso
tan dolorosa, María,
deja su pena en la mía
mitigando su traspaso.
No tiene comparación
la belleza que desprende.
Solo al mirarla se aprende
lo que es la devoción.
Rozando la perfección,
recoge de su pañuelo
un trocito de ese cielo
que se esconde en su mirada
-constelación estrelladabordada en oro en su velo.
Tan delicada es la flor
que en su jardín la regamos.
Todo por Ella entregamos
para pedir su favor.
Rosa que desprende olor
a santidad. Su fragancia
se funde con la prestancia
de la Reina más hermosa.
De nuestro mundo, esposa,
sin lejanía y distancia.
Te queremos entregar
el alma y en esta vida
danos la fe recibida
para podernos amar.
Por ti vamos a luchar
contra el viento y la marea,
para que el mundo te vea
como la Madre perfecta.
De Dios eres predilecta
y en ti todo se recrea.
Un conjunto de ilusiones
llenan de vida la tierra.
Todo tu gracia se encierra
para cumplir las misiones.
Ya no hablo de prisiones
pues liberas al que reza.
Me quedo con tu entereza
con esa bendita gracia,
porque no existe desgracia
que se empañe en tu pureza.
No sabemos quién te hizo
y por más que lo supiera
estás viva en la madera
sin encontrarte el hechizo.
Sobre tus manos deslizo
el beso de los mayores.
Porque hubo tiempos peores
y siempre de ti cuidaron.
A tu vida se aferraron
para saberse mejores.
Deja de llorar, Señora,
Espartinas te lo pide.
Porque en ti el llanto mide
lo que en tu piel ya se ignora.
Por ese llanto atesora
el cristal de sus reflejos,
sabiduría y consejos
al mirarla cara a cara.
La verdad desenmascara
su rostro en los azulejos.
La tarde del Martes Santo
desparramas tu congoja.
Estás pidiendo que acoja
la fiereza del quebranto.
Sabes que te quiero tanto
que no me puedo negar.
Y me pongo a caminar
junto a ti, Señora mía.
¡Qué en el llanto hay alegría
cuando te vuelvo a mirar!
¿Dónde escondes las pupilas
cuando al fondo ves la cruz?
¿No es esa la Vera-cruz
que con misterio vigilas?
¿Has visto que por las filas
llevan tu nombre grabado?
¿Y sabes que te han llevado
cientos de generaciones?
¿Sabes que tengo razones
para cumplir lo pactado?
Te hablé y tú me escuchaste,
quizás no lo mereciera.
Puede que de pronto viera
todo el amor que dejaste.
Dentro de mí, perpetraste
esta unión con las palabras.
Y es que con ellas te labras
lo que has querido decirme.
Y así pude decidirme
a esperarte a que me abras.
En la puerta ya te esperan.
Quiero llevarte de nuevo
al lugar donde las cosas
terminan con el silencio.
Donde se quedan tus hijos
cuando se marchan al cielo.
Allí donde todo pasa
para encontrarnos eternos
en el mármol de las piedras
tallado por el recuerdo.
Por las flores de Noviembre,
por tantos y tantos rezos
porque tus hijos te llevan
aun sabiendo que ya han muerto.
Se han abierto los portones
para quedársela dentro.
Allí se quedó plantada
la puerta del cementerio.
Un azulejo te invita
a que pases por sus tientos.
Noviembre que no termina
porque se ha quedado inmerso
en un millón de oraciones
para quedarse con ellos.
Con los que fueron hermanos,
con aquellos que nunca fueron
cristianos porque las cosas
de Dios, no les gustó luego.
Allí la Virgen quedó
para acompañar el tiempo
de los que viajan heridos
por la muerte del lamento
porque en vida no pudieron
amarla, por sus secretos.
Noviembre que no termina
para buscarla sin miedos.
Aquel Noviembre la vida
era domingo de adviento.
Te quedaste con los tuyos
junto a los padres y abuelos,
junto a los niños cansados
de rezarte el padrenuestro.
Te quedaste con las madres
que hasta allí arriba se fueron.
Con los hermanos que narran
cómo de grande es el cielo.
No olvidaré tu visita,
así supe que hay momentos
donde la vida se esconde
para encontrarse en tu cuerpo.
Tú llenaste los vacíos
de aquellos que estaban muertos
y sin embargo ya viven
junto a los vivos riendo.
Cuanto amor en los detalles
para quedarte con ellos.
Un rosario de Esperanza
porque al rezarte el recuerdo
los vio vivos en las cosas
de los que quedaron presos
por la vida y por la muerte
de los sucesos terrenos.
Allí te quedas Señora.
Allí te quedas con ellos,
para que sepan volver
al paraíso del credo
junto a Dios en las alturas
y al Cristo de tus anhelos.
Noviembre que por la historia
no morirá para ellos.
Su Virgen ya los recoge
y están viviendo en su pecho.
Ahora sabes la verdad.
La verdad de todo esto.
¡La tarde del Martes Santo
no te olvides que están ellos,
son las luces que refulgen
para encontrarlos de nuevo!
¡Aquí tienes a tu Madre
la que los cuida despiertos!
¡Aquí tienes a la Madre
que en Noviembre fue a verlos
y están en su corazón
toda la vida viviendo!
6. El sueño de un paso de palio
Llegaríamos a entender la vida, sencillamente con un
paso de palio. Dejarlo irse en el maremágnum de cabezas
que forman parte de una bulla primaveral, de ésas que hacen
que el sueño retome una actividad rutinaria que acontece una
semana al año. La noche es de los palios y del olor a cera,
confundiendo la orientación, pues en la noche, nos
orientamos por la luz, la música y la cadencia armoniosa de
unos pies que tergiversan la realidad que conocemos por una
en donde la vida se vuelve feliz al verla caminar. Tenemos
por delante muchas cosas en esta Cuaresma que se consume
poco a poco, en noches idílicas. Ahora son las importantes,
el preludio de las que nos enseñaron que se podía estrenar
sonrisa al caer la tarde, mientras los nazarenos eran una
paleta de colores en una plaza cualquiera. Podría ser el azul,
el morado, el rojo. La capa, la cola, el ruan o simplemente,
una bola de cera anónima que va contando los años, por
eternidades de cuentos infantiles. Es el negro penitencial
quien la corteja.
La noche es la penumbra de lo que escondemos y
sentimos. Se alardea en los reflejos hipnóticos de los
guardabrisas, viaja con la constelación de nuevas promesas
que se extienden por un universo llamado: palio. La historia
se va a escribir con una pluma diferente. Es un sentimiento
común, intransferible que incluso contiene melodías
armónicas que nos hacen andar ya, como si estuviéramos
bajo las trabajaderas. Tenía prisa y está llegando. Le quedan
días de devaneos, de florituras, de imperfecciones
contrastadas con el crecimiento itinerante de sus estructuras
y segmentos.
Vivimos esperando que llegue, al final, las cosas
suceden porque las deseamos, porque las soñamos de tal
manera, que aunque no se hicieran realidad, por un
momento, en nuestra mente, ocurrieron y eso es lo que
importante. El calendario compite con el reloj, hay tiempos
que no se parecen en nada. La hora no llega a esgrimir con
rotundidad, la solemnidad de su paso. Tampoco hay
adjetivos en los números que nos acercan, de cuando en
cuando, a esta rapsodia de versos mullidos. Solo hay, quietud
y algo de un movimiento lacerante, que se engrana de
manera armónica, para ilusionarnos.
El paso está detenido. ¿Notáis ese calor de las
trabajaderas? ¿Y las flores dando aroma a su alrededor? El
crujido de la madera antes de la “levantá”, el jadeo del
costalero cuando recibe el peso, el vaivén de los candelabros
cuando decide andar la Señora.
No hay nada más perfecto que un paso de palio. Los
cuatro zancos en el suelo. No hay movimiento. Tan solo los
ojos recorren con velocidad, cada uno de los puntos de luz.
Parece que hoy está más guapa que nunca, queremos decir.
Los cirios en llamaradas permanentes, nos recuerdan que
hemos vivido un año más. Somos solamente eso, lo que pasa
mientras nos vamos marchando. Podríamos definir nuestra
vida en el momento de la última “chicotá”. El manto negro
aflora todo lo conocido, la historia y el recuerdo.
Es la hora de acordarnos de los que ya no están, de los
que nos legaron esta maravillosa herencia. Un padrenuestro,
un Avemaría con la mayor de las constricciones. Así
quedaremos.
Es de noche, la noche es de los palios. Y ahora
exactamente, del palio de la Virgen de los Dolores. Pero en
ese palio hay muchas más cosas. Todo un año de trabajo. La
satisfacción de que las cosas hayan salido bien, lo paga todo.
La hermandad unida, trabajando por lo mismo. Eso es
lo bonito de la Semana Santa. Juntos somos invencibles. Es
tan importante el que participa, como el que ve. La oración
de los franciscanos, el insuperable abrazo de la Virgen de
Loreto, la esencia de un pueblo que quiere a su hermandad
Sacramental.
Empezamos a poner esta cuenta atrás, que no entiende
calendarios escritos y son pellizcos al corazón cofrade.
Estamos en el final. A nadie le gustan los finales. Pero
este es el final de lo pasado. El principio de lo nuevo está
muy cerca. Apenas unos días y parece que ya puedo ver al
fondo de la Iglesia los dos pasos. Y os veo a vosotros,
vestidos de negro. El negro Sacramental del Aljarafe. El del
Cristo de la Sangre y la Virgen de los Dolores. La
Hermandad de Espartinas.
En el dintel de la puerta
la marcha me sobrecoge.
No sé si el cielo la escoge
para encontrarla despierta.
Sin saberlo a ciencia cierta
estoy allí, sin remedio,
las filas pasan por medio
de la bulla que acompaña.
En este tiempo se araña
la condición del asedio.
Porque llega la añoranza
del que se va sin volver.
Porque se junta el querer
con la palabra Esperanza.
Porque en canto de alabanza,
la oración, se distribuye
y entre el gentío ya fluye
el llanto de despedida.
Con Ella se va la vida,
la vida en Ella concluye.
El manto entero lo sabe,
dentro de nada, se encierra.
Anda siempre con la guerra
de que por allí no cabe.
En los soles va la llave
del final del Martes Santo.
Es el único amaranto
que sacia las peticiones.
Tiene Ella sus razones
para no enjugarse el llanto.
Aunque llora, no lo dice,
las mejillas la delatan.
En los pómulos se atan
y en su mente desdice.
No hay llanto que cicatrice
por sus almenas quebradas.
Son esas luces forjadas
de tantas formas distintas.
Son esas luces sucintas
que brillan como alboradas.
Dentro, quieto, quedó en cruz
el Señor crucificado.
Hábilmente colocado
frente a frente con la luz.
Tan señero y andaluz
descansa por todo un año.
Se revela como antaño
real y omnipotente.
Es la devoción latente
que nunca te lleva a engaño.
Los nazarenos avanzan
al interior parroquial.
Un inmenso ventanal
donde a la gloria se lanzan.
En este momento alcanzan
el sufragio que han pedido.
Un caminar convencido
refleja su penitencia.
Creemos en esta ciencia
del que nada ha recibido.
Tan solo queda el honor,
puede que la valentía.
Solo al llamarte María
puedo vencer al temor.
Entre dolor y dolor
murmuramos el rosario.
Porque siempre es necesario
encontrarnos con la Madre
cuando se dirige al Padre
en este mismo escenario.
Amarga trompetería
la que avisa su llegada.
Es la muerte consumada
como la ley predecía.
Esta sin par letanía
en el rezo, se consuma.
Se multiplica y se suma
por todos nuestros pecados
que quedarán indultados
en un papel con su pluma.
Hemisferios contrapuestos
en una sola mirada.
Siente la vida callada
con esos paños funestos
que en alfileres impuestos,
reciben sus bendiciones.
Con sus cientos de oraciones
un suspiro la quebranta
y entre el llanto se levanta
el negro de sus crespones.
La noche entera se acaba
recorriendo sus perfiles.
Sueño que llegan abriles
para llegar donde estaba.
Mientras la vida pasaba
por aquello que no he sido.
Me quedo con lo vivido
pues fue mucho, Madre mía.
Estás siempre al lado mía
porque aquí lo he escogido.
Año a año te recibo
con esta misma ilusión.
Te entrego mi corazón
para sentir que estoy vivo.
En ti he encontrado el motivo
por el que no derrumbarme.
Y nunca podré quejarme
de todo lo que me das.
Y sé que siempre estarás
para volver a encontrarme.
La vida pasa ligera
por tus cirios encendidos.
Se apagan estremecidos
cuando el paso se acelera.
Solo el mismo Dios pudiera
cambiar tu llanto por risa.
Pero el dolor no te avisa
y cae la noche despacio.
Y brillas más que el topacio
y eres más que una divisa.
Soy de la Sacramental
porque por vosotros vi
que ya era parte de mi
la fiesta trascendental,
que hace que no haya igual
celebración en el mundo.
Hoy se queda en lo profundo
el tiempo, el verbo y la fe.
Y siempre recordaré
este renacer fecundo.
De los palios es la noche
pero aquí, en Espartinas,
sobre tu palio iluminas
tu amor con tanto derroche.
Serán los palios el broche
a tanta historia contada.
Un palio de luz alzada
caminando por la calle.
Un palio que por el talle
sorprende con su llegada.
Tienes la Semana Santa
prendida por tus encajes.
Te pido ahora que bajes
por si mi amor se adelanta.
Y ya ni la pena aguanta
a consolarte Señora.
La quiero porque atesora
en Ella, toda mi vida.
Porque ha sanado la herida
que me dejó cuando llora.
Señora de los Dolores
aquí termina el Pregón.
Me dejas la salvación
para calmar mis temores.
Tuyos todos los amores
que en Espartinas renuevas.
Mientras a todos elevas
doy gracias por ser un hombre.
¡Iré soñando en tu nombre
el cielo donde me llevas!
Álvaro Carmona López
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