agosto, 2010 méxico underground - Distribuidora Internacional de

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AGOSTO, 2010
MÉXICO
UNDERGROUND
El gobierno mexicano da poca información
detallada e integral sobre sus acciones de
combate al narcotráfico, y de los efectos de sus
acciones sobre la sociedad, las bandas
criminales y el negocio de las drogas. La
Organización de las Naciones Unidas y diversas
agencias de seguridad y justicia estadunidenses,
en cambio, publican informes periódicos de
gran utilidad para medir los resultados de la
estrategia mexicana. Con base en esas fuentes, y
en datos sistematizados a partir de los diarios y
los comunicados de prensa oficiales, Eduardo
Guerrero ofrece una medición, hasta ahora
inédita, de los objetivos y los logros de la guerra
mexicana contra el narco.
Existen 53 artículos del ejemplar seleccionado
CHINA DAILY -MEXICO CITY
BOOSTS PUBLIC
TRANSPORT TO
SOLVE TRAFFIC
JAMS
EL MUNDO (EFE)
-- LOS MÁS
'GEEKS' DE
MÉXICO DESATAN
SU LOCURA POR
LA TECNOLOGÍA
EN CAMPUS
PARTY
EL MERCURIO -EX PRESIDENTE
FOX ENTRA AL
DEBATE SOBRE LA
LEGALIZACIÓN
DEL NEGOCIO DE
LA DROGA EN
MÉXICO
EL PAIS¿COLOMBIA EN
PAZ?
NEW YORK
TIMESPRESIDENT
ABBAS AND
PEACE TALKS
EL PAIS- BOLIVIA
EL NUEVO
HERALD (AP) PROMETEDOR
EL NUEVO
HERALD (AP) MÉXICO ADMITE
LOS ANGELES
TIMES-MEXICANA
TÚNEL
DESCUBIERTO EN
LA PREHISPÁNICA
TEOTIHUACAN
VIOLENCIA Y
ANIMA DEBATE
LEGALIZACIÓN
DROGA
EL PAIS- EL
ESTADO DE
BIENESTAR:
NEW YORK
TIMES- IRAN
DENIES REPORTS
OF ATTACK ON
AHMADINEJAD
VUELTA A LA
FISCALIDAD
EL LABERINTO DE
LAS IDENTIDADES
(FEBRERO, 2006)
JOSÉ ANTONIO AGUILAR
RIVERA
LA TRANSICIÓN
DEMOCRÁTICA.
UN RECLAMO A
LOS
HISTORIADORES
SE REBELA
CONTRA EL
CASTIGO POR
CONTRABANDO
TALKS WITH
INVESTORS,
STUDIES
BANKRUPTCY
LOS ASTILLEROS
DE ONETTI
(ABRIL , 1988)
JEAN FRANCOIS FOGEL
NUMERALIA
RODRIGO CENTENO Y
RAFAEL CH
(DICIEMBRE,
2007)
RICARDO BECERRA
LA TEORÍA DEL
TODO
LUIS GONZÁLEZ DE
ALBA
A/H1N1: LA
PANDEMIA QUE
NO FUE
HERIBERTA CASTAÑOS/
CINNA LOMNITZ
GABINETE DE
LECTURA
EDUARDO GUERRERO
GUTIÉRREZ
LA REBELIÓN DE
LAS MASAS,
THE AVETT
BROTHERS Y LA
NOVENTA AÑOS
DESPUÉS
DULZURA DE
CAROLINA
VÍCTOR REYNOSO
HUGO GARCÍA MICHEL
TRES
OBSERVACIONES
SOBRE LA OBRA
DE ENRIQUE
ESTRADA
VÍCTOR MANUEL
MENDIOLA
DOSIER: LA
HISTORIA DE
PIEDRA
GUSTAVO GARCÍA
ÁGORA:
INTELIGENCIA
CONTRA
FUNDAMENTALISMOS
FERNANDO MORENO
SUÁREZ
LOS HOMBRES
QUE NO
AMABAN A LAS
MUJERES: UNA
TRADUCCIÓN
EFICIENTE
DAVID MIKLOS
ASÍ ESCRIBO
DE LA A A LA Z
ALINE PETTERSSON
DELIA JUÁREZ G.
EL GIMNASIO DE
ALGUIEN QUE ME
LA LOCURA
SUEÑE
EL OLVIDO
ALEJANDRO DE LA
GARZA
NOÉ CÁRDENAS
MARGARITO CUÉLLAR
ONETTI
LA IDENTIDAD
CARLOS FUENTES
NACIONAL
MEXICANA
LA EQUIDAD
RECLAMA SU
REFORMA
CONTRA EL
RÉGIMEN
PRESIDENCIAL
JOSÉ WOLDENBERG
ESTANTE
TRANSGREDIR
ALAN KNIGHT
RICARDO BECERRA /
ENRIQUE PROVENCIO
UN FUTURO PARA
MÉXICO II
ANNIE
DESAPARECIÓ
EN SEMANA
SANTA
JORGE G. CASTAÑEDA /
HÉCTOR AGUILAR CAMÍN
SABINA BERMAN
MISS SINALOA
CHARLES BOWDEN
ATENTAMENTE, EL
CHAPO
HÉCTOR DE MAULEÓN
LOS HOYOS
NEGROS DE LA
ESTRATEGIA
CONTRA EL
NARCO
EDUARDO GUERRERO
GUTIÉRREZ
LA
IMAGINACIÓN Y
EL CONFLICTO
JESÚS SILVA-HERZOG
MÁRQUEZ
CRÍTICA DEL
CIBERDEMOCRATISMO
JOSÉ ANTONIO AGUILAR
RIVERA
LA
ALTERNANCIA:
DIEZ AÑOS
DESPUÉS 2.
¿ALGO QUÉ
CELEBRAR?
LEO ZUCKERMANN
LA
ALTERNANCIA:
DIEZ AÑOS
DESPUÉS 1. NI
MEJORES, NI
PEORES
LA MÚSICA LÚGUBRE
DE LA VIOLENCIA
LA GUERRA POR
TAMAULIPAS
ADRIÁN ACOSTA SILVA
EDUARDO GUERRERO
GUTIÉRREZ
LA GUERRA DE
MÉXICO
TRIGONOMETRÍA
PARA LA TRISTEZA
RECORDANDO
JOAQUÍN VILLALOBOS
ÁNGELES MASTRETTA
OREJAS
ÁRBOLES Y VIEJOS
MARÍA AMPARO
CASAR
EL FUTURO
TRES PRIMERAS
VECES
TUITEAR
DEMONIO: DELETE
Fecha: 11/08/2010
CHINA DAILY -- Mexico City boosts public transport to solve traffic jams
MEXICO CITY -- The city hall of Mexico City has tried to develop public transportation to help clean up the environment and ease traffic jams in the capital, said
Armando Quintero, director of the city's Transportation and Road System.
Traffic jam is one of the biggest problems in Mexico City when some 250,000 cars are added to the heavy traffic flow each year, said Quinteroin in an interview with Xinhua
on Tuesday.
Mexico City is one of the world cities with huge number of vehicles. An estimated 7 to 8 million vehicles are running in the city on an average day. Local residents have been
used to spending hours commuting to and from work.
However, Quintero said the newly increased cars are not the only problem.
"In Mexico City, the public transportation is the synonym of poverty. The middle and upper classes don't want to use public transportation. They think it (using public
transportation) is losing face," Quintero said.
The city hall is trying to encourage residents to use public transportation. For this end, Mexico City "must have good public transportation which is comfortable, fast, safe and
dignified," he said.
The city hall launched two lines of "Metrobus" last year, a kind of energy-saving buses running in the city from north to south and east to west.
The authorities are also building line 12 of the subway. The city hall has replaced 900 mini buses with 450 modern buses with greater capacity.
But these are still not enough, he said, describing it as a good idea to encourage residents to use "alternative" transportation such as bicycles and skates.
"It is an option, not something recreational. Riding a bike or a skate is not only leisure or sport, but also a good way to solve the traffic problem," he said.
The city hall has made some plans to encourage the use of bicycles and skates, including suggestions that the local government lend bicycles to residents for free.
CHINA DAILY
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Fecha: 11/08/2010
EL MUNDO (EFE) -- Los más 'geeks' de México desatan su locura por la tecnología en Campus Party
M
éxico EFE – Las mentes más 'geeks' de México desatan su locura por la tecnología e Internet en la Campus Party en torno a conferencias, talleres, competiciones y
exposiciones que les permitirán compartir su pasión por el medio.
"Una de las actividades más atractivas e interesantes será el concurso 'Iron Geek', en el que se pretende identificar al más 'geek' de todo México", dijo el cofundador de
Campus Party, Paco Ragageles.
Campus Party, también conocida como la "ciudad tecnológica", nació en 1997, se celebra anualmente en Valencia y tiene lugar también en Brasil, México, Argentina,
Colombia y El Salvador.
El Centro de Exposiciones Santa Fe de Ciudad de México es hasta el próximo 15 de agosto escenario del evento, que ha batido su récord de participantes con 6.300
inscripciones, unas 300 más que el máximo número registrado hasta ahora, en Brasil.
Destacan las conferencias magistrales del reputado ex 'hacker' Kevin Mitnick, el compositor de música para videojuegos Akira Yamaoka y el cofundador de Apple, Steve
Wozniak.
La cita mexicana está dividida este año en 4 núcleos: Ciencia, Innovación, Ocio Digital y Cultura Digital.
En total se abarcan hasta 12 temáticas relacionados con Internet, la música, la fotografía, el vídeo, los blogs, la robótica, el diseño, la astronomía y la programación, entre
otros. Suponen más de 400 horas formativas de talleres.
Algunas de las actividades serán la elaboración de un mosaico lunar, la generación de contenidos interactivos de astronomía, la construcción de un robot a partir de materiales
reciclados y la presentación de un proyecto de carácter ecológico.
También habrá concursos sobre 'hackeo' de sistemas, elaboración de estrategias en línea de productos y servicios, y diseño de teléfonos móviles.
"La magia del evento radica en la avidez y el hambre que sienten sus miles de participantes por encontrar un lugar en donde expresar sus intereses y encaminar su locura por
la tecnología y su capacidad de innovación", apuntó el director de estrategia de Telefónica Movistar México, Patxi Ipiña
El MUNDO
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Fecha: 11/08/2010
EL MERCURIO -- Ex Presidente Fox entra al debate sobre la legalización del negocio de la droga en México
Ex Presidente Fox entra al debate sobre la legalización del negocio de la droga en México
Una semana después de que el Presidente Felipe Calderón se mostrara abierto a que exista un debate sobre la legalización de la droga (una idea con la que no está de acuerdo),
la discusión en México se encendió con la participación del ex Mandatario Vicente Fox, quien desde su blog planteó permitir el negocio de la droga para quitar a los carteles
el poder de la clandestinidad.
Fox, quien gobernó México entre 2000 y 2006, asegura que reglamentar la producción, distribución y venta de las drogas tiene como objetivo "golpear y romper la estructura
económica" que da a las mafias enormes ganancias, que luego utilizan para "corromper e incrementar sus cotos de poder". Parte de esta estrategia incluiría altas tasas
impositivas, como sucede con el tabaco. Esas recaudaciones se destinarían a planes para atacar la adicción, la reducción del consumo y la rehabilitación y salud de la
población.
El ex Presidente es el último de varios políticos latinoamericanos que se han manifestado a favor de la legalización de las drogas. Tres ex Presidentes -Fernando Henrique
Cardoso, de Brasil; César Gaviria, de Colombia, y Ernesto Zedillo, de México- se pronunciaron por la despenalización del uso personal de la marihuana, ante lo que han
considerado un fracaso de las políticas punitivas. En México, donde el consumo no es ilegal, intelectuales han planteado la necesidad de debatir sobre la legalización de la
"industria".
Según Fox, en los países en los que se ha implementado esta estrategia "no se ha elevado el consumo significativamente", e insistió en que "prohibiciones radicales" no han
dado resultado.
La propuesta no sólo abarca el comercio de la droga. Fox -correligionario de Calderón- también plantea la necesidad de que el ejército vuelva a sus labores de seguridad
pública, se reformen las policías y se constituya un cuerpo policial nacional único, se hagan más estrictos los procesos judiciales y aumenten los planes de prevención y
rehabilitación.
El gobierno de Calderón ha reconocido que existe una espiral creciente de la violencia del narcotráfico que ya ha dejado más de 28.000 muertos desde diciembre de 2006,
consignó AP. En ese sentido, el Presidente se manifestó dispuesto a que se debata en el país la legalización de las drogas.
Sin embargo, dijo Calderón, "aun suponiendo que fueran reales las supuestas ventajas, si no hay una política generalizada, universal, de legalización en el mundo, y
principalmente en el mayor consumidor de drogas, que es EE.UU., entonces ni siquiera hay ventajas económicas. Porque el precio se determina en el mercado (norte)
americano".
"Legalizar en este sentido no quiere decir que las drogas sean buenas o no dañen a quien las consuma".
Vicente Fox
El MERCURIO
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Fecha: 11/08/2010
EL PAIS- ¿Colombia en paz?
Colombia estrena nuevo presidente, y con él, una nueva etapa política después de ocho años de uribismo. Precisamente Álvaro Uribe, en su último discurso de despedida,
aconsejó no dejarse engañar por las recientes declaraciones de Alfonso Cano, máximo dirigente de la guerrilla de las FARC, quien había planteado conversar con el nuevo
Gobierno sobre una agenda de cinco puntos: las bases militares de Estados Unidos, los derechos humanos, la tierra, el régimen político y el modelo económico.
La clase política se encuentra dividida en este tema, entre los que creen que con la fuerza militar será posible derrotar finalmente a la insurgencia, y los que creen que las
guerrillas jamás serán derrotadas por completo, aunque sí debilitadas, por lo que hay que abrir un espacio para el diálogo y para encontrar una salida política negociada al
conflicto.
El nuevo presidente Juan Manuel Santos tiene en sus manos la posibilidad de ponerle fin no solo al único conflicto armado de América Latina, sino también al conflicto más
antiguo del mundo que no está en vías de negociación. Sin lugar a dudas, no va a repetir experiencias del pasado que no tuvieron éxito, y tampoco arriesgará su prestigio con
tentativas que no conduzcan a buen puerto.
La pregunta, pues, es ¿qué podría hacerse de manera razonable para poner fin al conflicto, sin claudicar ante posibles exigencias inasumibles de la insurgencia y desde una
perspectiva del Estado de derecho?
Esta pregunta va acompaña de una duda. ¿Está la insurgencia preparada para entrar a negociar sin maximalismos? Una atenta observación a todos sus comunicados y
declaraciones de los últimos años, me llevan a afirmar que sí.
Las FARC han abandonado por completo cualquier aspiración de toma del poder por las armas, y plantean más bien un programa compatible con una democracia occidental,
perfectamente asumible. No es tanto un problema de agenda como de metodología y de simbolismos asociados a la dinámica de la confrontación militar, como la necesidad de
no resultar perdedores y de contribuir a cambios reales.
Colombia es un país con un 54% de la población por debajo del nivel de la pobreza, y ocho millones de personas en situación de miseria. Son datos objetivos en un país rico
en recursos económicos y humanos, que además presenta altas tasas de crecimiento económico.
Pero esos datos reflejan igualmente la desigualdad en el reparto de la riqueza, y en esta desigualdad reside la razón de ser de la insurgencia, aunque con la contradicción de
que su lucha armada origina un gasto militar desmesurado que impide invertir en planes sociales.
Se calcula que una Colombia en paz podría ahorrar entre un 2% y el 3% del PIB ahora dedicado a la guerra para inversión social, esto es, unos 3.000 millones de dólares
anuales, suficientes para rebajar las tasas de pobreza a un ritmo superior al 1% anual.
Lo que en los últimos años propone la guerrilla es abordar temas que, de una manera u otra, deberá abordar el nuevo Gobierno si quiere tener una vocación social. Y parece
que podría tenerlo.
Así, pues, puede darse una confluencia de intereses a medio plazo que propicien un diálogo entre ambos. Surge el interrogante de cómo hacerlo, pero para ello es necesario
abrir un canal de comunicación que explore la manera más propicia, y con garantías de éxito.
El nuevo Gobierno no va a arriesgarse a entrar en una vía muerta, y me parece bien, así que la insurgencia deberá ser muy realista en sus planteamientos si quiere realmente
lograr algo que le sirva a sus aspiraciones y al país.
En todo caso, Colombia necesita imperiosamente que termine la confrontación militar para atender a las múltiples necesidades que el país tiene en lo económico, lo político y
lo social, y si eso pasa por abrir un espacio a un diálogo que conduzca a una negociación, bienvenido sea.
El presidente tiene la autoridad para intentarlo cuando lo considere oportuno, y la insurgencia tiene la obligación de ponerle fin a la confrontación actuando con el realismo
político que impone el vivir en un siglo XXI nada propicio para el uso de las armas, pero sí para el ejercicio de la política de consensos.
EL PAIS
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Fecha: 11/08/2010
NEW YORK TIMES- President Abbas and Peace Talks
M
aking peace between Israelis and Palestinians is somewhat like solving a Rubik’s Cube. You get one colored square lined up but the next one just won’t fall into place. So
it is now. After three months of American-mediated proximity talks, Prime Minister Benjamin Netanyahu of Israel has agreed to direct negotiations on a two-state solution;
the Palestinian president, Mahmoud Abbas, is stubbornly resisting. It is time for him to talk.
There are understandable reasons for Mr. Abbas’s reluctance. We also don’t know whether Mr. Netanyahu, a master manipulator, really wants a deal or whether his hard-line
governing coalition would ever let him make one. The proximity talks — the American envoy, George Mitchell, is shuttling again this week between Jerusalem and Ramallah
— don’t seem to be getting very far, although there were hints of movement on Tuesday.
Mr. Abbas also is wary of Washington. After Mr. Obama demanded in 2009 that Mr. Netanyahu halt all settlement construction as a prelude to negotiations, Mr. Abbas did
the same.
When Mr. Netanyahu forced Mr. Obama to back down and the Israeli leader implemented a more limited and temporary building halt, Mr. Abbas was left clinging to the
maximalist position. There are compelling reasons for Mr. Abbas to act, too.
First, Mr. Obama correctly sees a peace deal as a factor in wider regional stability. He invested lots of political capital in a justified but poorly executed attempt to push the
Palestinian position by playing hardball with Israel on settlements.
It caused tensions with Mr. Netanyahu and with American Jews. He is pressing hard for direct talks and aides say he is losing patience with Mr. Abbas. It would be foolish for
the Palestinian leader to alienate an American president who is committed to playing a more balanced role in negotiations.
Second, Mr. Abbas has the backing of the Arab League, including crucial states like Saudi Arabia and Egypt. Last month, the group formally gave him a green light —
important political cover — to enter direct talks. They need to press Mr. Abbas to move now. They should be prepared to increase aid to the Palestinian government and take
steps, like opening trade offices, that will boost Israel’s confidence in a peace agreement.
Finally, Mr. Netanyahu’s moratorium on settlement construction expires on Sept. 26. If direct talks are under way, he should have no excuse to resume building. If there are
no talks, Mr. Abbas will give him an escape hatch.
Mr. Abbas no doubt is worried that the Palestinians will be blamed if negotiations fail and that Mr. Netanyahu will use the process to give the illusion of progress while never
addressing Palestinian concerns about borders, security, refugees and the future of Jerusalem. Mr. Obama must be ready to point fingers when needed and put forward his own
proposals if progress lags.
The constant worry is that direct talks will devolve into recriminations and new violence. But if Mr. Abbas is not at the table, there is no serious way of testing Mr.
Netanyahu’s intentions and whether there is any real chance of peacefully achieving a Palestinian state. That is the prize Mr. Abbas may be able deliver and his rejectionist
rivals — Hamas — cannot. Mr. Abbas, who has long advocated a negotiated two-state solution, is seriously wrong if he thinks his leverage — and the future of the
Palestinians — is in staying on the sidelines.
THE NEW YORK TIMES
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Fecha: 11/08/2010
EL PAIS- Bolivia se rebela contra el castigo por contrabando
La nueva ley de Aduanas impulsada por el Gobierno boliviano ha desatado una fuerte protesta en todo el país porque endurece las penas por contrabando. Y es que en un
Estado donde la economía informal supera el 55%, el contrabando es un pilar para el sustento de miles de familias ocupadas en el comercio minorista y mayorista. El propio
Gobierno ha cifrado en 1.500 millones de dólares (1.150 millones de euros) el volumen que mueve la actividad ilegal cada año, casi un 10% del PIB.
Pero a pesar de las violentas protestas callejeras en al menos cuatro grandes ciudades bolivianas, la ley fue aprobada en la madrugada de ayer y su promulgación por el
presidente Evo Morales es inminente, pese a que afectará a una decisiva porción de su electorado, casualmente la mayor parte del sector informal de la economía, que genera
el 55% del empleo, según los expertos.
Oruro, desde cuyos mercados se distribuyen las grandes líneas del contrabando, fue el epicentro de la violencia, hasta el punto de que, según sospecha la policía, fueron
rudimentarias bombas molotov las que ocasionaron un gran incendio en los almacenes aduaneros de esa ciudad. Menos violentas pero más vociferantes fueron las
manifestaciones de miles de pequeños comerciantes en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz para rechazar la nueva normativa.
El Senado ratificó el texto de la ley - ahora en la Cámara de Diputados para su aprobación- que modifica el código tributario y el régimen legal de Aduanas y los convierte en
los más duros instrumentos de lucha contra el contrabando, por detrás de la ley contra el tráfico de estupefacientes. La normativa no reconoce inocencia alguna y obliga a los
presuntos culpables a defenderse desde la cárcel. Las penas han aumentado de tres a cinco años la mínima y de seis a diez años la máxima, y la dirección de Aduanas puede
convocar a las fuerzas armadas y a la policía para participar en operaciones para incautarse de mercadería que ingrese ilegalmente en el país. Todos "los instrumentos de
delito", como mercaderías, depósitos, propiedades y medios de transporte, podrán ser confiscados a favor del Estado.
La fuerza de la nueva ley pretende controlar una evasión fiscal que supera los 200 millones de dólares al año. El Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) calcula que
las pérdidas tributarias se han incrementado de 167 millones de dólares en 2001 a 267 millones en 2007, con una marcada tendencia al crecimiento a través de los 26 puntos
geográficos en la extensa frontera boliviana que están fuera del control aduanero o donde este es deficiente.
La actividad del contrabando mueve por lo menos 1.500 millones de dólares al año, según aseguró el ministro de Finanzas y Economía, Luis Arce Catacora, al justificar la
urgencia de aplicar la ley, que representará importantes ingresos para el Tesoro General de la Nación.
La Fundación Milenio, dedicada al análisis de la gestión económica, destaca como positiva la medida, pero hace notar que la disposición no toma en cuenta "la realidad del
país: el sector no formal de la economía genera el 55% del empleo, y gran parte del sector informal es el comercio en las ciudades, comercio grande y pequeño, que se
alimenta del contrabando".
Esta es una de las razones por las que la gente que vende en las calles -en la mayor parte de las calles de todas las ciudades del país- ha salido a expresar sus temores ante la
promulgación de la nueva ley, pese a que los senadores oficialistas, entre ellos David Sánchez de Chuquisaca, aseguraron que el objetivo son los grandes contrabandistas, que
mueven millones de dólares en el ingreso ilegal de mercaderías desde Chile, Brasil, Argentina, Paraguay y Perú.
El PAÍS
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Fecha: 04/08/2010
EL NUEVO HERALD (AP) - Prometedor túnel descubierto en la prehispánica Teotihuacan
TEOTIHUACAN, México (AP)-- Un túnel sellado hace casi dos milenios fue encontrado bajo las ruinas de Teotihuacan con recintos laterales que podrían albergar las
tumbas de algunos de los primeros gobernantes de esa ciudad prehispánica, anunciaron los arqueólogos del hallazgo.
El descubrimiento de una tumba sería significativo, dijeron los expertos el martes, porque la estructura social de Teotihuacan sigue siendo un misterio luego de casi 100 años
de exploración arqueológica en el lugar, que se encuentra cerca de la capital de México y es mejor conocido por las enormes pirámides del Sol y de la Luna.
No ha sido encontrada la representación de un gobernante ni la tumba de un monarca, lo cual diferencia a esa ciudad de otras culturas prehispánicas que deificaron a sus
gobernantes.
Los arqueólogos habían sospechado de la existencia de un túnel oculto desde que una fuerte lluvia en el 2008 provocó un hundimiento en la base del Templo de Quetzalcóatl,
en la zona ceremonial en el centro de las ruinas ubicadas al norte de la Ciudad de México.
Las excavaciones comenzaron el año pasado y, luego de ocho meses de trabajo, los especialistas llegaron en julio al techo del túnel, a 12 metros (40 pies) de profundidad.
Entonces bajaron una cámara hacia el corredor de cuatro metros (12 pies) de ancho para tener un primer vistazo del lugar desde que fue clausurado intencionalmente hace
1.800 años, dijeron los arqueólogos. Ubicaron la fecha del sellado entre los años 200 y 250 de la era actual. El corredor fue excavado en la roca en las primeras etapas de
Teotihuacan.
En las primeras imágenes del interior, el túnel parece extenderse 37 metros (yardas) hasta que es bloqueado por un muro.
"Creo que el túnel fue el elemento principal, el elemento central en torno del cual se construyó el resto del centro ceremonial", dijo el arqueólogo Sergio Gómez. "Este era el
lugar más sagrado".
En la exploración hecha con un escáner que examina el subsuelo, se observaron grandes cámaras de 10 metros (yardas) por lado al final del túnel, justo debajo del
mencionado templo.
Todo apunta a que es la tumba de un gobernante, dijo Gómez, y eso incluye las ofrendas arrojadas al túnel al momento de cerrarlo: casi 50.000 piezas de jade, piedra, conchas
y alfarería.
Añadió que el túnel podría ser una de las construcciones más antiguas de la enorme metrópoli que fue fundada hace 2.500 años.
Alejandro Sarabia, quien funge como director del museo de Teotihuacan pero no estuvo involucrado en la excavación, dijo que sería la primera tumba de un gobernante
hallada en el lugar.
La metrópoli dominaba lo que es hoy el centro de México, pero estaba abandonada cuando llegaron los aztecas en el siglo XIV.
EL NUEVO HERALD
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Fecha: 04/08/2010
EL NUEVO HERALD (AP) - México admite violencia y anima debate legalización droga
M
EXICO (AP)-- El gobierno de México admitió el martes que existe una espiral creciente de la violencia del narcotráfico que ya ha dejado más de 28.000 asesinados
desde diciembre del 2006, mientras el presidente Felipe Calderón se manifestó dispuesto a que se debata en el país la legalización de las drogas.
En un encuentro con académicos y analistas encabezado por Calderón, el director de la agencia de inteligencia Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN),
Guillermo Valdés, aseguró que si bien hay un rezago para contener la violencia las autoridades sí han logrado limitar y dificultar la operación de los carteles de las drogas.
"En 2010 hemos llegado (a) poco más de 28.000 asesinatos; tenemos ese dato inevitable que hay que aceptar que la violencia sigue creciendo", dijo Valdés en el diálogo
lanzado por el presidente para conocer la opinión de grupos sociales a fin de fortalecer su estrategia anticrimen.
Al 16 de julio, el entonces procurador general Arturo Chávez, dijo que el registro era de 24.826 asesinatos.
Algunos de los académicos y analistas asistentes criticaron la inconsistencia de la información estadística sobre la lucha contra el narcotráfico, la falta de una adecuada
política de comunicación sobre los logros, la necesidad de un combate efectivo a los activos financieros del crimen, e incluso hubo quien planteó la necesidad de abrir el
debate al tema de la legalización de las drogas.
El analista y escritor Héctor Aguilar Camín propuso dejar de ver el combate al narcotráfico sólo en una lógica punitiva y verlo como un problema de salud pública, e inclusive
"dar un paso serio hacia la legalización y no digo sólo de la marihuana... sino de las drogas en general".
Calderón admitió que su gobierno no ha logrado una efectiva comunicación y dijo que tomaba nota sobre el tema de la regulación de las drogas.
"Es un debate medular que pienso que, en primer lugar, debe darse habiendo una pluralidad democrática... que deben analizarse siempre los convenientes e inconvenientes a
profundidad; los argumentos de uno y de otro son fundamentales", dijo.
Horas después, la Presidencia emitió un comunicado en el cual subrayó que el mandatario está "en contra de la legalización de las drogas", pero "no se opone al debate en
torno a este tema".
Los argumentos de Calderón en contra de la legalización incluyen que México podría vivir más consecuencias negativas que positivas con el eventual cambio en la legislación
y que "varias generaciones de jóvenes estarían en riesgo debido al previsible incremento en el consumo de estas sustancias", según el comunicado.
El director del CISEN señaló que el gobierno ha afectado la operación de los carteles y un reflejo de ello ha sido un incremento en los enfrentamientos y agresiones contra las
autoridades de todos los órdenes del gobierno.
Refirió que desde diciembre de 2006 se han registrado 963 enfrentamientos en calles y carreteras entre el crimen organizado y las fuerzas oficiales. "Tenemos un
enfrentamiento al día en promedio", dijo.
El funcionario señaló que el número de vehículos decomisados alcanzaron 34.699 entre diciembre de 2006 y el 31 de julio de 2010, un incremento de 157% respecto a los
primeros cuatro años del gobierno anterior del presidente Vicente Fox (2000-2006).
También se han decomisado unas 84.000 armas, un 200% más que en el gobierno pasado, además de 330 millones de pesos y 411 millones de dólares en efectivo, que
representan aumentos de 1.500% y 1.000%, respectivamente, según Valdés.
Reconoció, sin embargo, que también hay avances insuficientes en materia de lavado de dinero.
José Luis Piñeyro, experto de la Universidad Autónoma Metropolitana, aseguró que "no existe como tal una política sistemática de investigación y confiscación de activos
financieros del crimen organizado ni una política sistemática de ubicación de las propiedades del crimen organizado".
Mientras se daba el debate en la capital, en la ciudad fronteriza norteña de Reynosa se registraron diversos bloqueos a calles, balaceras e incluso la explosión de un artefacto
explosivo frente a un supermercado que provocó algunos daños materiales, según informó el gobierno municipal a través de una cuenta de Twitter en la que reporta
situaciones de riesgo cotidianas.
La autoridad no reportó sobre alguna víctima.
En el oeste del país, la Policía Federal detuvo a Gerardo Armando Jaime Morales, identificado como presunto integrante del cartel de La Familia.
La Secretaría de Seguridad Pública informó en un comunicado que Morales era el supuesto responsable de la recepción de pseudoefedrina y piratería procedente de Asia.
Horas después en el estado de Chihuahua, dos hombres y una mujer que iban a bordo de un automóvil fueron muertos por varios sujetos que les dispararon desde una
camioneta, informó la procuraduría estatal de justicia.
Las autoridades dijeron que no pudieron detener a los responsables.
EL NUEVO HERALD
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Fecha: 04/08/2010
Los Angeles Times-Mexicana talks with investors, studies bankruptcy
G
rupo Mexicana de Aviacion, Mexico's biggest airline by passengers, is in talks with several international investors as it considers whether to file for bankruptcy, Chief
Executive Officer Manuel Borja Chico said.
Mexicana seeks a new labor agreement with its unions to cut costs, and there are no discussions about a merger with Consorcio Aeromexico SA, the carrier's largest Mexican
rival, Borja said Monday in an interview broadcast on Radio Formula in Mexico City.
"We've been discussing with several international investors who are willing to participate if we have a viable business plan," said Borja, who didn't identify them. "To have a
viable business plan, we need to have a competitive new labor agreement."
Closely held Mexicana, acquired from the government by Grupo Posadas SAB in 2005, faces a "critical" financial situation and is preparing proposals to shareholders to keep
the company operating, Adolfo Crespo, a company spokesman, said in an interview July 30.
Mexicana is discussing financing options with private lenders, Borja said. He declined to offer details during the radio interview.
Lizette Clavel, secretary general of the flight attendants' union, said last week that Mexicana has proposed laying off 500 attendants, reducing salaries as much as 50 percent
and eliminating most non-economic benefits. The airline gave the union, which represents about 1,300 Mexicana attendants, an Aug. 9 deadline to reach the new agreement,
Clavel said.
Mexicana flies to more than 65 national and international destinations, including the U.S., Canada, Europe and Latin America. In 2009, Mexicana transported 11.1 million
passengers, according to data published on the company's website.
The airline operates 69 planes under the Mexicana brand and 35 aircraft under MexicanaClick, which it started in 2005. MexicanaLink, unveiled last year, has 15 planes,
according to the website. Mexicana also has 165 sales locations.
Mexicana is part of the Oneworld alliance, sharing reservations and destinations with carriers led by AMR Corp.'s American Airlines and British Airways Plc.
Los Angeles Times
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Fecha: 04/08/2010
EL PAIS- El Estado de bienestar: vuelta a la fiscalidad
U
n salto gigantesco se dio el 17 de junio en el último Consejo Europeo de la presidencia española: apostar con fuerza por la Unión Económica, que tiene un objetivo por
encima de cualquier otro, impedir que la crisis arrastre al abismo al logro más preciado de la Europa de la segunda mitad del siglo XX, el Estado de bienestar, o sea, educación
y sanidad gratuita, pensiones suficientes, protección social para los más vulnerables, infraestructuras, seguridad y servicios públicos.
Sin embargo, no basta con los acuerdos del citado Consejo Europeo (regulación de los mercados financieros; gobierno económico de Europa; estrategia vinculante de
crecimiento y creación de empleo de calidad). No basta, porque la parte más importante de los ingresos y los gastos públicos -que son la columna vertebral del Estado de
bienestar- la administra el Estado nación (en torno al 40% de PIB), no la Unión (que tiene solo el 1% de PIB europeo en su Presupuesto).
Los Presupuestos nacionales han sido golpeados duramente por la crisis. Pero hace algunos años que los presupuestos de los países más desarrollados (OCDE) vienen
sufriendo de insuficiencia fiscal. Ello ha originado un fenómeno protagonista en las haciendas públicas de estos países, como es la apelación estructural y crónica al
endeudamiento, o sea, al crecimiento de la deuda soberana. El estallido de esta deuda ha estado a punto de destruir el euro, la eurozona, y, por tanto, buena parte del propio
proyecto europeo.
Me he entretenido en estudiar las estadísticas oficiales de la OCDE sobre las cifras macroeconómicas que definen la acción transformadora del poder político democrático en
el último medio siglo. Se trata de los ingresos que reciben los Estados a través de los impuestos y a través de la deuda pública. Porque estas son las dos formas en que el
Estado obtiene de la sociedad civil los medios para intervenir en la economía y para redistribuir los bienes y servicios públicos.
El Estado puede detraer dinero de modo coactivo (los impuestos) o de modo voluntario (pidiéndolo prestado a los inversionistas, los célebres "mercados"). Si hace lo primero
no tiene que devolverlo. Si hace lo segundo sí. Y con intereses. Esto es, como es sabido, la deuda pública.
Pues bien, si estudiamos las series históricas de la OCDE, veremos que, en el periodo 1967-1987, el porcentaje sobre el PIB de los ingresos de los Estados desarrollados -de
Europa, América y Pacífico- pasó de un 26,9% a un 36,3% (en Europa, de un 27,7% a un 38,5%). Es decir, que la presión fiscal se elevó 10 puntos, nada menos, en los 20
años de la época dorada de la construcción del Estado de bienestar. En España, el avance llegó a casi los 14 puntos (del 16,9% al 30,7% sobre PIB), porque entramos en la
democracia con una hacienda pública mísera, propia de la dictadura franquista.
Veamos ahora el periodo 1987 a 2007. Son dos décadas en las que el llamado neoliberalismo o "consenso de Washington" se instaló en la doctrina de laspolíticas económicas
dominantes en el mundo occidental. Se habló del "fin de la historia" (Fukuyama) después de la caída del muro de Berlín.
En tal periodo, los ingresos por impuestos de los Estados de la OCDE, como media, crecen desde un 36,3% a un 38% del PIB (en Europa, de un 38,5% a un 39,7%). Es un
aumento de algo más de un punto de presión fiscal en 20 años. En España el aumento de la presión fiscal es mayor en las dos décadas, subiendo hasta el 33,1% en 2008, seis
puntos por debajo de la media europea, porque partíamos de más atrás.
El contraste de los periodos examinados es nítido. En los primeros 20 años suben los ingresos por impuestos 10 puntos. En los segundos 20 años suben solo algo más de un
punto en el área OCDE.
Pero vayamos ahora a la otra gran fuente de ingresos del Estado, la deuda. Y examinemos también esos dos periodos. Desde 1967 a 1987, la deuda pública en los países de la
OCDE pasó de representar un 35% del PIB a un 55%, en números redondos (en el área euro la media es similar). Sin embargo, de 1987 a 2007, la deuda en la OCDE salta
hasta un 100% (en el área euro hasta un 85%). Estos porcentajes se han disparado en 2008 y 2009 por causa de la crisis, lo que no permite hacer comparaciones
completamente rigurosas.
No obstante, conviene saber que en solo un año (de 2008 a 2009) la deuda sobre el PIB en la Unión ha pasado del 61,6% al 73,6%, es decir, una variación de 12 puntos (!). En
España aumentó 13,5 puntos.
Lo que se desprende de los anteriores datos es que, en los últimos 20 años, los países desarrollados han ido sustituyendo, ante sus crecientes necesidades de financiación,
impuestos por deuda. O sea, dinero que no hay que devolver por dinero que engorda las obligaciones del Estado con los acreedores y que aumenta exponencialmente los
gastos financieros del Estado.
Creo firmemente que lo que llamaría era del endeudamiento ha terminado, o debe terminar, si queremos que no acabe dañando al propio Estado de bienestar.
En realidad, la crisis de deudas soberanas que ha golpeado sobre todo a los países del sur de Europa, poniendo a Grecia al borde del precipicio, ha mostrado brutalmente que
ya no podemos seguir sustituyendo impuestos por deuda. Y que, si queremos que el Estado de bienestar siga siendo el buque insignia de Europa, hay que volver a plantearnos
la problemática de la fiscalidad. Tanto en el ámbito supranacional (tasa sobre transacciones financieras internacionales), como en el ámbito nacional (tasa bancaria, tasa sobre
el carbono, impuestos sobre el patrimonio de grandes fortunas). Y ello de forma coordinada en la Unión Europea.
El ajuste fiscal que han abordado en las últimas semanas diversos Gobiernos europeos, especialmente los de países grandes (salvo Italia por el momento), ya ha iniciado ese
punto de inflexión al que me refiero. Compatibilizando el recorte de gasto social y el aumento de impuestos con una determinación que hace muchos años no se contemplaba.
Así, Alemania va a introducir nuevas figuras tributarias: tasa ecológica al transporte aéreo; contribución especial sobre elementos de combustión; impuestos sobre operaciones
financieras. Francia ha eliminado diversas deducciones fiscales y, como Reino Unido, va a establecer un impuesto a la banca. Reino Unido ha subido el IVA hasta el 20% (2,5
puntos); ha aumentado la tributación de los rendimientos del capital del 18% al 28%. Muchos otros países han seguido la misma dirección: Portugal (aumento del IVA un 1%,
gravamen sobre el capital de un 1,5% y tasa sobre beneficios de grandes empresas y banca de un 2,5%); Grecia (subida del IVA dos puntos hasta el 23%); Hungría (impuesto
sobre actividades bancarias y modificación del IRPF con tipo único); Irlanda (subida en medio punto del IVA y creación del impuesto de carburantes); Letonia (aumento de
dos puntos en el IVA y en siete puntos del impuesto de la renta), etcétera. Todos ellos se orientan en una línea que el Gobierno español se propone seguir con ocasión de los
próximos Presupuestos, como su presidente ha señalado, con especial énfasis en la aportación de quienes más tienen.
El otro pilar del Estado de bienestar, junto a los impuestos equitativos, es el crecimiento sostenible. No cabe contraponerlo a la fiscalidad -a más impuestos, menor
crecimiento-. Primero, porque el dilema real es: impuestos justos o crecimiento ilimitado de la deuda (que es imposible en la Unión). Segundo, porque el Estado de bienestar,
en su época álgida, ha coincidido con el crecimiento y la competitividad más impetuosa de los países europeos en el siglo XX, como hemos visto.
Lo que es absolutamente irrefutable es que, sin suficiencia fiscal, el Estado de bienestar entra en una dinámica de agotamiento difícilmente reversible. Por eso, esta es la hora
de la fiscalidad; no es ya la hora del endeudamiento sin fronteras.
EL PAIS
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Fecha: 04/08/2010
NEW YORK TIMES- Iran Denies Reports of Attack on Ahmadinejad
TEHRAN — Reports that President Mahmoud Ahmadinejad was the target of a grenade attack prompted swift and vigorous denials by the Iranian government on
Wednesday, which said that a firecracker had been thrown some distance from the presidential motorcade, according to Iranian news media. By all accounts, Mr.
Ahmadinejad was unhurt.
Press TV, the state-run satellite broadcaster, quoted an unidentified “informed source” in the presidential office as saying the reports of an attack were false.
“Some foreign news sources published reports that a grenade exploded near the motorcade of President Ahmadinejad during his visit to the western city of Hamedan on
Wednesday,” Press TV said. “The source denied the allegation, saying no such attack had happened.”
ISNA, the Iranian Students News Agency, said a firecracker went off while Mr. Ahmadinejad “was being welcomed” in the city, causing no injuries.
According to Khabar Online, a government-licensed news service, the firecracker was thrown at a minibus carrying journalists in the presidential motorcade, about 100 yards
behind the vehicle carrying Mr. Ahmadinejad. The person who threw the firecracker was arrested, the news service said.
Earlier, Reuters quoted an unidentified source in President Ahmadinejad’s office as confirming that the Iranian president’s motorcade had come under an attack on
Wednesday but that he had escaped unharmed.
The source was quoted as saying that a homemade explosive device had exploded as the president was traveling from an airport in Hamedan to give a speech in a sports arena.
One person had been arrested, according to the source quoted by Reuters.
Mr. Ahmadinejad later appeared on live Iranian television at a sports stadium in Hamedan, Reuters reported. He was apparently well and did not mention an attempted assault.
On Monday, in a speech in Tehran, Mr. Ahmadinejad said he believed Israel had “hired mercenaries to assassinate me.”
NEW YORK TIMES
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18/11/2010
Nexos - Los astilleros de Onetti (ABRIL , 1988)
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Fecha: 03/08/2010
Los astilleros de Onetti (ABRIL , 1988)
Jean Francois Fogel
Me hubiera gustado atravesar ese crucero en donde se encuentran la ruta de la costa y la del barrio, pasar frente a la casita con su balcón azul cielo del dentista Morel, ir
hacia el hotel y la pensión del Berna, y llegar al punto en que la cita se habría fijado: el Belgrano, irremediablemente. El me esperaría ahí, como después de una demora
causada por los tragos con Bob y, por supuesto, Larsen, este hermano del que él, haciéndome un guiño con sus ojos de pescado, me lo habría descrito como una especie de
"chulo en decadencia" pero que merece toda la ternura para los que llevan consigo la tragedia. En el gris triste de un triste día de agua del Río de la Plata: así me habría
gustado encontrarme con Juan Carlos Onetti, en Santa María.
Del mismo modo en que es imposible pensar en William Faulkner sin pensar en el condado de Yoknapatawpha, el escritor uruguayo parece ligado a la mezquina aldea del
cono sur que él ha inventado línea a línea.
Encontrarlo en su residencia veraniega de El Escorial, cerca de Madrid, era una traición. Demasiada luz sobre el monasterio de Felipe II, demasiado azul incluso en el
horizonte de olivos y alcornoques donde las montañas renuncian a crecer más. Pero de principio me topé con la mirada lenta de este hombre de 76 años, ese modo, en que
hace ver que carga todo su mundo sobre los hombros. Una forma tan pesada de ocupar el sillón, la habitación e incluso el paisaje detrás de la terraza. Es cierto que Onetti tiene
ojos de pescado, se agazapa y sabe; y ya casi no muerde, justamente porque sabe.
"Hablar de mi obra", dice, "sería emplear un término un poco exagerado. En mi vida he escrito unos diez libros que nunca releí y de los que ni siquiera revise las pruebas.
Escribo lo que se me impone; es un proceso mental, incluso podría decir que es algo instintivo, las palabras se me imponen. Antes de escribir, sin embargo, siempre estoy
perdido: sé lo que voy a escribir. Asimismo, no logro escribir a partir de un hecho o una persona de la vida real. Escribir es algo que me viene del interior. Cuando escribo,
soy feliz".
Primera parada. Onetti es de esos conversadores con los que no se sabe si ya acabaron de hablar o si están haciendo una pausa. En momentos así el silencio que sigue a sus
palabras se vuelve palpable, inevitable.
Continúa: "Desde que empecé a escribir, y después, incluso en textos no publicados, erróneos, siempre he querido separarme de lo que se llama, dentro de la literatura
latinoamericana, el indigenismo, y que ustedes designarían más bien como folklore. Nunca me ha atraído eso". Así, Eladio Linacero, el héroe de su primer libro El pozo,
queda estrictamente confinado a las cuatro paredes de un cuarto en una pensión pobre; ahí se entrega al soliloquio. La angustia, la sensación de incomunicabilidad de este
hombre deshecho por la vida hasta el grado de no ser de ninguna parte, se citan hoy como punto de partida de la literatura latinoamericana moderna.
"Lo escribí en Buenos Aires, en una época en que la venta de tabaco estaba prohibida los sábados y domingos. Los viernes, todos los fumadores se proveían de una buena
cantidad de tabaco. Un viernes que resultó sábado, me encontré sin tabaco y en un estado terrible. Entonces lo escribí todo, de un jalón. Luego lo reescribí en Montevideo a
petición de dos amigos: los pobres querían fundar una editorial. Las ediciones Signo publicaron el texto en una edición de quinientos ejemplares. Fue muy mal recibido, la
gente se burlaba, lo tomaba por una locura, un absurdo. Pero para mí, Linacero era en el fondo un poeta incapaz de escribir poesías.
Como no puede hacer un soneto, se refugia en sus sueños, en sus invenciones. Es una máquina. Usted sabe, antes de empezar a dormir mucha gente se imagina cosas, o se las
imagina para dormir. Bueno, para Linacero esta es una de las escasas defensas en su vida. No tiene nada, sólo tabaco. Yo no tenía ni siquiera tabaco cuando escribí su historia.
De ahí vienen el malhumor, la depresión y la tristeza de Linacero".
Onetti es de esos fumadores que vacían su cajetilla sin que uno recuerde que lo vio usar el encendedor. Gestos muy repetidos como para perderse. Sostiene su cigarro entre el
pulgar y el índice, retiene el humo, lo suelta en una bocanada. "Evidentemente", continúa sin recalcar la parte irónica de sus palabras, "yo no había leído La náusea de Sartre
ni El extranjero de Camus cuando empecé a escribir. Por desgracia, porque esto me habría ayudado muchísimo. Sin embargo, en los márgenes del Río de la Plata siempre se
ha estado muy al corriente de lo que se publica en Francia. Incluso de las traducciones de la Série Noire de Gallimard.
Había toda una publicidad muy bien organizada. Recuerdo que en Montevideo vi una exposición de pruebas de Balzac y Proust, corregidas por los autores. Proust no
cambiaba una palabra, pero cuando intervenía en algún pasaje, agregaba doscientas. Balzac, en cambio, cambiaba palabras por todos lados. Bueno, Borges dice que es
necesario corregirse ocho veces. No sé si lo dijo en son de broma. Anatole France corregía siete veces. Sé que comenzaba por el `queísmo': suprimir los `ques' de más. Su
secretario cuenta que escribía en pantuflas; luego se ocupaba de los adjetivos. Admiro al viejo France, escribió cosas muy bellas".
En Buenos Aires, en una ciudad que soñaba con Europa mientras esperaba a Perón, sus padres literarios fueron dos hombres jóvenes decididos a terminar con el polvoriento
realismo: Eduardo Mallea, que había captado el desesperante curso de las cosas en La ciudad al lado del río inmóvil (1936), y Roberto Arlt, el autor de Los siete locos y de
Lanzallamas, el periodista que envilecía la escritura con "Las aguafuertes porteñas", que uno supondría hechas con frases de la calle puestas unas tras otras. Onetti siempre ha
dado muestras de un apoyo fraternal a este precursor que le permitió ser editado. "Era", dice "un semianalfabeta literario, capaz de negar un día diciendo que había descubierto
a Rocambole, que era la mejor obra nunca antes publicada y que todos los demás autores eran unos maricas. Un día yo escribí un prefacio para recordar cómo a su
manera, torpe, genial y convincente, es un autor que entendió mejor que nadie la ciudad en la que le toco nacer. Con mayor profundidad, tal vez, que aquellos que escribieron
la música y la letra de los tangos inmortales".
Como no imaginar nuevamente esos bistrots de fatiga de la capital argentina, en la esquina de las calles Rivadavia y Río de Janeiro, en la esquina de una arteria o en ningún
lado, en donde Onetti lo aprendió todo.
Luego de romper precozmente con los estudios, desempeñó varios trabajos en las dos márgenes del Río de la Plata: portero, mesero en una cantina, vendedor de boletos en el
estadio Centenario, vendedor de calculadoras. Este tipo de recursos lleva naturalmente al periodismo. Para Onetti (¿es realmente O'Nety un nombre irlandés cambiado por un
empleado al hacer sus papeles oficiales, como él mismo lo dice?), para Onetti, entonces, fue un periodismo muy consciente de su época. En 1941, como prólogo a su segunda
novela, señalaba: "Es un hecho que en el país más importante de América del Sur, de la joven América, se desarrolla el tipo del indiferente moral, del hombre sin fe y sin
interés en su destino". "Los artículos no los escribo sino con esto", precisa y se pone un dedo en la punta de su cabeza. "Me contento con pensar y divertirme. Deveras me
gusta mucho escribir, incluso el acto físico, la mano que dibuja. Se tiene la sensación de estar fabricando algo, sobre todo si se trata de una novela".
En la historia de la novela latinoamericana, mucho antes de eso que se designó con el término tan desafortunado del boom, en la posguerra seis obras revelaron a todo un
continente, que se podía ser a la vez un conocedor de las vanguardias literarias europeas y buscar la innovación. Jorge Luis Borges publicó Ficciones en 1944; Miguel Ángel
Asturias, El señor presidente en 1946; Alejo Carpentier, El reino de este mundo en 1949; Juan Carlos Onetti, La vida breve en 1950; y Juan Rulfo, Pedro Páramo en 1955. No
se le hará justicia alguna a Onetti si se le mantiene en su imagen de narrador superdotado, producto de una gran ciudad un poco marchita. Onetti es uno de los grandes
precursores en la forma.
En el fondo este personaje sería el mismo al que le hizo sentir "la necesidad de que un acontecimiento decisivo diera un sentido a los años muertos". No es seguro que al
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Nexos - Los astilleros de Onetti (ABRIL , 1988)
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escribir quisiera que la pequeña desgracia cotidiana se considerara una de las bellas artes. Pero, si se le presiona un poco, se declara capaz de "aburrirse muy cómodamente" y,
ya ahí, no estamos muy lejos de Santa María. Con Onetti se está siempre ahí.
Sentado en un sillón que por su confort lograría ser un Voltaire, Onetti tiene una filosofía espontánea sobre este lugar al que, después de todo, él es el único que lo ha visitado.
El sol de la vieja España que rebotó contra quién sabe cuántas capillas antes de llegar aquí, pone a la luz las maderas de un departamento descarapelado y a él algo lo habita de
pronto y habla de la ciudad en la que Larsen intento en vano la construcción de un "prostíbulo perfecto". "No solo podría dibujar el mapa de Santa María, ya lo hice hace
algunos años. No lo necesito, conozco todo: la farmacia, la vía del ferrocarril, los barrios, las casas, el lugar en donde vive Díaz Grey que es una especie de alter ego. En la
novela que escribo ahora Díaz Grey aparece nuevamente en el primer plano. Es una especie de homenaje a una mujer que no conocí y que se suicido en circunstancias
verdaderamente extrañas. La novela se llamará Cuando entonces, un título que le robé al escritor español Francisco Umbral. Da una sensación de nostalgia, de recuerdo.
Cuando entonces: basta decir esto para que la explicación de las circunstancias esté implicada. Pero nunca se sabe lo que sera un título". "¿El libro se desarrolla en Santa
María". "Sí, por supuesto". No dudo. Luego no oyó cuando le pregunte si Santa María venía del nombre completo de la capital Argentina: Santa María de Buenos Aires. Las
ciudades imaginarias quedan como regalos que no es necesario explicar. Yo creo, todos nosotros creemos lo que se cuenta en La vida breve. Juan María Brausen, un héroe
que ha dicho no al alcohol, no al tabaco, "un no equivalente a las mujeres", no pudo rechazar el aburrimiento. Al construir el escenario inventado de una película que nunca
será filmada, termina por construir "una pequeña ciudad situada entre un río y una colonia de trabajadores suizos".
Los lectores de Onetti han buscado apasionadamente la historia de este lugar. Se llega a una decepción habitual cuando se toman sus novelas y sus cuentos y se les aplica el
principio de la cronología para descubrir que nada está bien fuera de la literatura. En efecto, la escena que Brausen observa desde el último piso del Berna es exactamente la
misma que se cantó desde otro ángulo catorce años más tarde, en Juntacadáveres.
¿Pero cómo entender que la continuación de este último libro, El Astillero, haya aparecido anteriormente, El juego de la correspondencia ha desesperado a todos los eruditos.
Onetti no se sorprende. "Trabajo con toda Impunidad. Puedo resucitar a cualquier persona que me haga falta. Por ejemplo, fíjese en mi pobre amigo Larsen. Lo maté en El
Astillero y luego reaparece en el último libro que publiqué. Reaparece con un cierto aroma de cementerio, un olor de tierra húmeda, pero lo necesitaba, lo llamé y es un buen
amigo, vino a ayudarme. Fíjese bien, incluso los curas de Santa María, conmigo, no tienen una sola vida. Resucité al padre Berner y no me puse a pensar en la opinión de su
Dios". Después de un silencio que uno adivina consagrado a las fechorías de la cronología, dice: "Soy un inmoral, le diré que cuando me cortaron el cordón umbilical me
cortaron otra cosa que se llama vanidad. No tengo, sobre todo a nivel literario, vanidad. Invento. La palabra creación me parece siempre exagerada. Hay gente que se bautiza a
sí misma como creador. Existe también este otro espécimen, el hombre de letras. Yo no entiendo todo eso; al menos no lo practico".
Onetti no dice: Larsen, mejor que un colega. Confiesa: cualquier cosa en lugar de un congreso de literatura ("si eso les permitiera escribir mejor a los asistentes, lo
entendería"). De cualquier forma, tiene palabras muy dulces para este Larsen expulsado de Santa María y que regresó para morir antes de que su autor le diera una segunda
oportunidad. "No podría escribir si no tuviera aunque fuera un poco de ternura por mis personajes.
Incluso Larsen, hacia el que tengo sentimientos ambivalentes. Conocí en mi ciudad varios Larsen, varios padrotes o candidatos a serlo, que al final tomaron para mí una sola
personalidad. Pobre Larsen, es un proxeneta en decadencia que no tiene otro recurso que aceptar a prostitutas que son prácticamente cadáveres. Larsen tiene mujeres
demasiado viejas, demasiado gordas, demasiado flacas, pero así es, no puede tener a una reina del cabaret, es demasiado viejo. A Larsen lo quiero. Es un hombre moral. Me
fascinó saber que hay un Larsen que vive en Buenos Aires y que es un gran maestro de ajedrez. Actualmente le estoy enviando la historia de mi Larsen con una pequeña
explicación puesto que uno no puede hacer a un lado a priori, que a la gente no le guste ser confundida con un proxeneta en decadencia".
En el fondo, usted, yo, Onetti, todos somos Larsen un poco. Negarlo sería ceder nuevamente, como se dice en El pozo, a "este hábito absurdo de dar mayor importancia a las
personas que a los sentimientos. No encuentro otras palabras; quiero decir, dar mayor importancia al instrumento que a la música". Por eso se pierden todos los que han
querido tender un puente entre Onetti y el nouveau roman. En Onetti, la parquedad de la construcción e incluso esa manera de rechazar a los héroes a fuerza de hacer
compromisos con la desesperanza, no tienen nada de juego con la forma. Onetti ha proclamado "la inutilidad de todo abandono, de toda esperanza de comprensión". No se
trata de que Onetti escriba y de, al mismo tiempo, la teoría de su escritura. "He conocido", confiesa, "al nouveau roman a medida que se ha ido publicando. El gran padre de
ella, ¿cómo se llama?, Alain Robbe-Grillet, lo vi en un congreso, estaba dando una conferencia: aparte de ser un autor inteligente, es un gran actor. Nos decía que el nouveau
roman se vendía cada día más. Y luego la otra, la mujer, no la Duras, la otra, la Sarraute, dijo en un reportaje: el nouveau roman se ha terminado, pero al menos nos dimos el
gusto de liquidar a Balzac. Yo digo que es un poco difícil plantearse tal meta; parece una locura".
Gusto maravilloso, sonrisa idónea para designar una hilera de libros amontonados sobre una cómoda. "Son solo novelas policiacas, y algunas de ellas muy malas, casi
insoportables. Creo que en toda literatura hay, posiblemente, fragmentos del nouveau roman, fragmentos que el autor no deseó ni buscó. Si es espontáneo, está bien, Esto le da
la razón a Robbe- Grillet. Pero en lo que a mí respecta, creo que exagero. Cuando leo:
"un campo tridimensional apareció y empezó...". Silencio. "Me asombra que en Francia haya tal cantidad de movimientos literarios, filosóficos, de ideas, que se suceden unos
a otros. Es terrible. Me duermo con el estructuralismo y me despierto con los nuevos filósofos". Y aquí un silencio seguido de otro, definitivo sobre este punto.
¿Tal vez habría que alejarse de Juan Carlos Onetti; pero ¿puede uno abandonar al maestro de la hipersinceridad durante una conversación? Es extraño. Él, que frecuenta
exactamente el género de "les voy a decir todo", tiene, cuando habla, una especie de desprendimiento que confina a uno al "quédese con lo que le plazca". Tal vez la parte del
sueño es demasiado delgada en las palabras para este hombre que no tiembla, que acomoda su cigarro en un cenicero para servirse un vaso de vino tinto, y que parece a la
espera del momento de escribir, en el que se dice feliz. Tal vez no cree en las palabras que pueden extraviarlo, llevarlo muy lejos. "Es algo que se dice con frecuencia", precisa
con una rotación de la nuca de derecha a izquierda que debe ser su único movimiento familiar. "Si la novela avanza bien, el que la escribe se pierde en ella. No es totalmente
amo o propietario de ella. Los escritores que se quejan de esto me parecen ridículos. En última instancia, para no correr riesgos, podrían poner en una hoja nombres de
ciudades y personajes y decir al lector:
aquí está la novela. Pero yo no pienso cuando escribo, yo veo. Veo cuando escribo con felicidad. Hay momentos de sequía, todo mundo los tiene, pero yo escribo para ver a
mis personajes. A veces, eso se confunde con la vida real. Es un efecto de la edad ¿no? que empieza a meterse en esto".
Su existencia apacible junto al Río de la Plata sufrió un atropello un día de 1974 cuando una dictadura uruguaya decidió encarcelarlo junto con Carlos Quijano, director del
semanario Marcha. Los dos habían formado parte del jurado que premio a "El guardaespaldas", una novela corta de Nelson Marra en la que un comisario de policía que
agoniza evoca su vida sexual y, particularmente, sus relaciones con un personaje del régimen.
Por esta historia en clave, Onetti paso gran parte del año en prisión. Después de reposar en un hospital psiquiátrico, dejo definitivamente América del Sur. "No, no tengo
arrebatos de nostalgia. Extraño, quizás, las anécdotas, lo que podría pasarme en la calle, pero no lo creo. Extraño más bien a ciertas personas; a mujeres, desgraciadamente.
Perdí mucho tiempo en eso que se llama los amoríos, y yo no sabía que perdía el tiempo. Dejé pasar muchos años sin escribir una sola línea por una fijación sexual con una
joven. Me decía: un día me pondré a escribir. Por supuesto, perdía tiempo sin perderlo".
Los exégetas onettianos dividen todos los personajes de sexo femenino en tres categorías que habrían podido ser un título para Jean Eustache: la joven, la mujer y la prostituta.
Su esposa Dolly pasa, rubia, tranquilizante, protectora, bella, sin que se perciba en ella ningún dolor por lo dicho; por el contrario, es ostensiblemente cariñosa. Cuida de todo:
el ángulo de ese rayo de sol que roza el sillón del escritor, que el vaso esté siempre lleno, que haya algunos bocadillos para acompañar el vino. Onetti confiesa no sin ciertas
reservas: "Me sentí atraído sobre todo por las adolescentes. ¿Yo que sé de esto? Que Nabokov autor de Lolita, no sabía nada de lolitismo. Si usted practica el lolitismo, nunca
podrá hacer el amor con Lolita, porque entonces tendría usted a una mujer. Lolitear es muy hermoso pero, bueno, no puede ser lo único".
Dudo, no sé si debo interrumpirlo para decirle que en el cielo hay dos cigüeñas. Se calla, luego habla, como tantos escritores latinoamericanos, de Carmen Balcells, que fue su
agente literario, su "ángel de la guarda", promotora de sus traducciones por todo el mundo, supervisora en la revisión de las malas traducciones.
Carmen Balcells, por su parte, en las raras ocasiones en que se arriesga a evocar frente a terceros su posición en la literatura de todo un continente, cita dos ejemplos: "Hay
autores que un agente literario tiene la suerte de encontrar, y autores que tienen la suerte de encontrar un agente literario: es el caso de Juan Carlos Onetti". ¿Cómo habría
hecho su carrera él, que se niega a las clasificaciones de cuento, novela corta, novela?
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Nexos - Los astilleros de Onetti (ABRIL , 1988)
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"Un día que estaba en Cuba como jurado de un concurso literario, alguien propuso un premio para las novelas cortas. Bueno. ¿Cuántas páginas debe tener una novela corta?
¿Es necesario entrar en la distinción americana entre short story y long story? Muerte en Venecia, por ejemplo, tiene pocas páginas y es, sin embargo, una novela completa. El
eterno marido, de Dostoievsky, cuyo número de páginas es el de una novela, es en realidad un cuento, un cuento largo. Eso que llamamos cuento tiene una riqueza tal que
puede contener una narración de trescientas páginas. Un hombre muy viejo del siglo pasado, Menéndez Pelayo, afirmaba que una novela debía tener trescientas páginas para
pasar de la dimensión de fascículo a la de volumen. Pero no quisiera hablar mal de un español. España se ha portado magníficamente conmigo al recibirme, al darme la
nacionalidad española. Después cometieron el error de darme el premio Cervantes. Los españoles debieron decir que primero me vine a instalar aquí y luego me robé los
millones del premio".
Su nieta, a quien pregunté al llegar la edad de una perra con sentimientos imperialistas, explicaba que "Biche" tiene un año menos que Cervantes. Así lo dijo. Fue delicioso.
Onetti no habló de Cervantes pero me dijo que su perra era feliz. Levi-Strauss, con el talento que le caracteriza, tuvo un intercambio de miradas con un gato, es necesario decir
que este autor proclive al tropismo de la tristeza, tiene la mejor de las relaciones con una perra. La desgracia en Onetti es puramente literaria. Escribió: "Vivir es ya una falta
suficiente como para que aceptemos pagar el precio". No hay por qué creer que él ha pagado más que otros, que todos los desdichados desprovistos de su inexplicable talento,
desde el momento en que él escribe sobre la sombra.
Le cito uno de los raros credos salidos de su pluma: "La desgracia no llega, es". Titubea, propone otro pequeño credo con un optimismo casi innato, y luego se embarca en una
historia como para dar la medida de su extraña propensión a engendrar el spleen. "Ocurrió en la Universidad de Berkeley, en San Francisco. Yo estaba con Vargas Llosa y
Martínez Moreno. El responsable del departamento de literatura latinoamericana se había dirigido a ellos dos. A mí me dijo: `Onetti, es necesario que hablemos cara a cara'.
Me contó que una de mis novelas era libro de texto para alumnos que tenían hasta dieciséis años. Un día, una de esas jovencitas había pedido una entrevista en privado y ahí,
presa de una verdadera crisis de histeria, le confesó que venía en nombre de todas sus compañeras de grupo para que me retiraran del programa. Onetti nos destruye, nos hace
llorar, nos pone tristes", decía. Ahora estudian este libro alumnos que van de los dieciséis años al infinito, pero yo no tengo la culpa de eso. Cuando escribo, ya lo he dicho,
soy feliz. Escribo en la cama y no porque sea un libertino; además, nada de lo que produzco sucede deliberadamente. No quisiera posar, jugar a ser Cioran, ni aunque tuviera
su talento, pero como decía el viejo Pío Baroja: `Así es la vida'."
Estas cuatro palabras fueron las únicas en francés durante toda la entrevista. Aquí debería decir que Onetti confiesa que no puede escribir luego de haber releído a Faulkner,
tanto lo impresiona el genio del condado de Yoknapatawpha. Para contribuir a la desconfianza hacia la tristeza que, dice él, lo habita, prefiero dar testimonio de que cuando
salí de su casa, las dos cigüeñas seguían volando en el cielo, categóricamente.
Tomado de Magazine Litteraire.
Traducción de Arturo Gómez-Lamadrid
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18/11/2010
Nexos - El laberinto de las identidades (Febrero, 2006)
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Fecha: 03/08/2010
El laberinto de las identidades (Febrero, 2006)
José Antonio Aguilar Rivera
En las últimas dos décadas han ocurrido profundos procesos de cambio social, económico y político en México. Uno de ellos se refiere a la metamorfosis de la identidad
nacional. El proceso de forjar una nueva identidad nacional no ha sido lineal.
Las pruebas de que este proceso está en marcha se encuentran por doquier, pero como otros muchos fenómenos simbólicos es difícil aprehenderlo en su totalidad. Se trata de
cambios lentos y pocas veces unívocos. La extinción o mutación de un mundo simbólico no es, salvo en contadas excepciones, un evento cataclísmico sino un lento y
titubeante recorrido. La travesía semeja un viaje a la deriva en aguas inciertas.
A principios de 1998 el historiador mexicano Enrique Krauze publicó un artículo en el diario Reforma. En él se lamentaba por la exacerbación del indigenismo que la rebelión
zapatista de Chiapas había producido. Filósofos, sociólogos, historiadores y politólogos habían abrazado con fervor la ideología neoindigenista. “En el centro del credo
neoindigenista”, afirmaba, “hay un artículo de fe: Nueva España y México comparten una misma actitud colonizadora de intolerancia radical y de racismo excluyente con
respecto a los indios. Este viejo conflicto entre las etnias y el Estado estaría, supuestamente, en la base de una especie de malformación nacional. Se ha llegado a afirmar, con
todas sus letras, que México no ha logrado ser plenamente una nación debido al trato discriminatorio que dio siempre a sus indios”. (1)
El artículo de Krauze daba cuenta de una asombrosa transformación en el imaginario nacional mexicano. La que por décadas había sido una noción hegemónica había pasado,
de pronto, a la defensiva. Veinte años antes una apología del mestizaje hubiera sido simplemente absurda. La raza cósmica no era un programa sino una certeza aceptada por
todos los mexicanos. Sin embargo, para mediados de la década de los noventa, la retórica de otros tiempos sonaba hueca. La rebelión indígena de Chiapas reabrió, de un tirón,
el dilema de la identidad nacional. Esa formación, mezcla de razas, había sido uno de los mitos fundadores del nacionalismo mexicano.
Ya en las postrimerías del siglo XIX, el intelectual porfirista Justo Sierra pregonaba las bondades de la “familia mestiza” la cual, pensaba, había “constituido el factor
dinámico” en la historia de México. (2)
En 1889 Sierra afirmaba: “en el día, la absorción de las otras razas por la mestiza es tal, que pudiera calcularse el tiempo no muy lejano en que el mexicano (en el sentido
social de la palabra) formará la casi totalidad de los habitantes”. (3)
La matriz ideológica de México es el liberalismo. Un principio cívico se afirmó en su fundación. Como afirma David A. Hollinger: “el nacionalismo cívico es la variedad de
nacionalismo desarrollado de manera más conspicua por Estados Unidos y Francia después de las revoluciones de 1776 y 1789 y, también, por los países de América Latina
que declararon su independencia en los albores del siglo XIX”. (4)
Los constructores de esos Estados profesaron un “nacionalismo cívico”, porque la nación que imaginaban estaba formada por ciudadanos iguales frente a la ley, unidos por
lazos de adhesión patriótica a un conjunto de prácticas y valores políticos compartidos. La comunidad política estaba formada por individuos sin distinción de raza, color o
religión. Esta ideología universalista fue insuficiente para darle contenido a la identidad nacional.
Los mexicanos no podían imaginarse simplemente como ciudadanos. Requerían de un relato étnico, histórico y cultural que sirviera como columna vertebral a la nacionalidad.
Las dimensiones cívica y étnica obedecían a principios opuestos y por ello, desde un principio, estuvieron en conflicto. En México el esfuerzo por abolir la raza como eje de la
nacionalidad duró bien poco. El XX fue, casi en su totalidad, un siglo racista. La ideología del mestizaje estuvo presente hasta su ocaso.
El pensamiento racista tiene una larga historia en México. El darwinismo social fue un elemento prominente en el positivismo que dominó el escenario intelectual a finales del
siglo XIX. (5)
El teórico por excelencia del mestizaje fue un positivista, Andrés Molina Enríquez. En Los grandes problemas nacionales (1909), Molina Enríquez sistematizó una ideología
coherente y construyó una teoría etnocultural de la historia de México. (6)
El mestizo era el motor y el héroe colectivo de la historia mexicana: “la encarnación de la nacionalidad, el heredero natural de la tierra prometida de México”. (7)
Los otros dos grupos que habitaban el país, los indios y los criollos, estaban destinados a asimilarse en el crisol del mestizaje. A diferencia de Sierra, para Molina Enríquez
sólo los mestizos eran verdaderos mexicanos, pues encarnaban una unidad de origen, religión, lengua, propósitos, costumbres, tipo físico y aspiraciones. Así, de un golpe,
desnacionalizó “a todos los criollos e indios”. (8)
Por fuerza, esta sería una concepción no cívica y antidemocrática de la nación. La confianza en los criterios étnicos, afirma David Brading, le permitió a Molina Enríquez
defender la necesidad de un gobierno autoritario en México sin caer en una posición incómoda. La cohesión social demandaba un gobierno fuerte para su mantenimiento,
“debido a que los vínculos locales de los indios y las tendencias jacobinas del mestizo la ponían en peligro”. (9)
Molina ofrecía una visión optimista del futuro: preveía una población de 50 millones, tan segura de sí misma, que comenzaría a revertir la historia. “Los mestizos”, afirmaba,
“consumarán la absorción de los indígenas y harán la completa fusión de los criollos y de los extranjeros aquí residentes a su propia raza, y a consecuencia de ello, la raza
mestiza se desenvolverá con libertad. Una vez que así sea, no sólo resistirá el inevitable choque con la raza americana del norte, sino que, en el choque, la vencerá”. En 1916
Manuel Gamio publicó Forjando patria. (10)
Este sería un libro clave en la construcción del indigenismo posrevolucionario, que por años sería la doctrina oficial del nuevo régimen. (11)
Gamio pensaba que la unidad étnica de la población era indispensable para lograr la nacionalidad. Otros atributos básicos eran: un idioma común, manifestaciones culturales
del mismo carácter esencial, “por más que difieran en aspecto e intensidad”, “ideas, sentimientos y expresiones del concepto estético, del moral, del religioso y del político”
iguales. Los integrantes de la nación debían atesorar como una reliquia “el recuerdo del pasado, con todas sus glorias y todas sus lágrimas”. (12)
¿Podían, se preguntaba Gamio, considerarse como patrias y naciones, “países en los que los dos grandes elementos que constituyen a la población difieren fundamentalmente
en todos sus aspectos y se ignoran entre sí?”. (13)
La respuesta era obvia: “exceptuando muy pocos países latinoamericanos, en los demás no se observa las características inherentes a la nacionalidad definida e integrada, ni
hay concepto único ni sentimiento unánime de lo que es la Patria. Existen pequeñas patrias y nacionalismo locales”. (14)
Gamio resumía su programa: “fusión de razas, convergencia y fusión de manifestaciones culturales, unificación lingüística y equilibrio económico de los elementos sociales”.
(15)
Aunque el mestizaje también era una parte esencial de este programa, había una diferencia significativa con el modelo propuesto años antes por Molina Enríquez. En lugar de
considerar a los indígenas como grupos no occidentales en el vientre de una nación de matriz europea, los indigenistas decidieron ver a México como el producto de un
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choque entre dos naciones opuestas e independientes. El mestizo, producto de este encuentro, hablaba en castellano, pero su alma era indígena. Y esa matriz cultural debía ser
conservada. La cultura indígena aparece entonces como “una raíz indispensable de nuestra propia especificación frente a culturas de otros países”. (16)
El indigenismo incorporaba así dos imperativos contradictorios: integrar a los indígenas a la vida moderna y conservar su singularidad cultural. Esta inestabilidad intrínseca de
los componentes de la identidad nacional aquejaría a México hasta mediados de los noventa, cuando el imaginario mestizo se fracturó. Se ha discutido mucho sobre si las
políticas asimilacionistas del indigenismo buscaban preservar o destruir a las culturas indígenas. El movimiento nunca fue capaz de resolver la ambivalencia que le era
intrínseca. En todo caso, en cualquiera de sus vertientes -nativista o asimilacionista- el indigenismo era igualmente antitético a la democracia liberal. La ideología indigenista
fue el resultado de una mezcla incoherente de paternalismo, relativismo cultural y autoritarismo. El relativismo cultural de Gamio es patente en la siguiente aseveración: “la
Constitución de 1857, que es de carácter extranjero en origen, forma y fondo, ha sido y es adaptable al modo de ser material e intelectual de un veinte por ciento de nuestra
población que por sangre y por civilización es análoga a las poblaciones europeas. Para el resto, dicha Constitución es exótica e inapropiada”. (17)
La democracia no se avenía bien al indigenismo posrevolucionario. Como afirma Mauricio Tenorio, “la representación del indigenista, cualquiera que sea su cara en el álbum
de los tipos nacionales, no retrata una naturaleza, sino un oficio: el del salvador, protector, defensor, rescatador, revelador, incorporador de lo indígena en la vida nacional”.
(18)
Mas el mestizaje no fue patrimonio exclusivo del nacionalismo revolucionario, también fue abrazado de manera entusiasta por el pensamiento conservador antiliberal. Donde
Gamio ponía al indígena, la derecha católica colocaba a España. En 1942 Efraín González Luna, uno de los principales ideólogos del Partido Acción Nacional, escribió: “A
nosotros, hispanoamericanos, un fenómeno característico nos distingue: el mestizaje, nuestra debilidad y nuestra grandeza, meta y gloria de la colonización española y gran
premisa decisiva de nuestra existencia nacional y de nuestro porvenir hispanoamericano. Es necesario insistir en esta idea central, vital, verdadera idea-eje de todo programa y
de todo esfuerzo de salvación. No ha habido en la historia del mundo ejemplo que supere, ni siquiera que sea comparable, al de realización práctica de la tesis cristiana de
igualdad radical de la especie que tuvo como escenario a América y como protagonistas a España y a las poblaciones indígenas que aquí encontraron nuestros padres”. (19)
Así, el mestizaje fue el “esfuerzo y la gloria de España”.
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Nexos - La transición democrática. Un reclamo a los historiadores (Diciembre, 2007)
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Fecha: 03/08/2010
La transición democrática. Un reclamo a los historiadores (Diciembre, 2007)
Ricardo Becerra
Uno de los pasivos de nuestra vida política e intelectual está en la incapacidad para, siquiera, convenir en qué consistió, cuándo empezó y cuál fue el desenlace de la
transición a la democracia. Ricardo Becerra hace este llamado de atención precisamente a 30 años del comienzo de la ruta que hizo que las elecciones auténticas y
competidas fueran parte del paisaje normal del México que vivimos.
El 19 de diciembre de 1977 fue votada en la Cámara de Diputados la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales (la famosa LOPPE). Su
concepción, elaboración, negociación, discusión y aprobación, marcan el inicio de la transición democrática de México, hace exactamente 30 años.
Fue un acontecimiento histórico en el sentido más profundo, pues configuró la realidad política durante las siguientes dos décadas, tiempo suficiente para volverse, a pleno
derecho, un periodo histórico (1977-1996). Toda la política —todos los conflictos políticos— acabaron metabolizados por los formatos y los usos que aquella reforma diseñó
y propició. Decenas de partidos políticos se formaron y compitieron al amparo de la nueva legalidad, protagonizaron elecciones competitivas, exigieron reformas electorales,
escenificaron largos debates que preparaban nuevos cambios, un ciclo que en su machacona repetición (en su “mecánica”) disolvió el autoritarismo del antiguo PRI y
desembocó en una nueva realidad política (rijosa, a ratos vulgar o hemipléjica) pero abierta, libre, competida… simplemente democrática.
La transición democrática de México fue el proceso político fundamental de una época, tan importante como la transición demográfica y notablemente más exitoso que el
cambio en el modelo económico. A su amparo, una sociedad plural y en permanente modernización encontró un nuevo edificio para contener y desplegar su conflictiva
diversidad. Ocurrieron decenas de novedades democráticas nunca vistas en México (como un gobierno de izquierda en la capital del país o la natural multiplicación de
gobernadores y presidentes municipales de distinto signo en casi todo el territorio nacional). Y mediante las costumbres que la transición cultivó, el país presenció de forma
“sueca”, el traslado ordenado y pacífico del poder presidencial desde una fuerza que lo había ocupado por 70 años, y la adquisición de independencia y división de poderes tal
y como lo manda el orden constitucional.
La flecha se dispara
Una cierta lectura mira al año de 1968 como el arranque del proceso democrático de México; incluso otra hermenéutica, más conservadora, ubica su origen en 1963. Sin
embargo, ninguna de esas fechas arranca procesos transicionales, ninguna dura, ni construye salidas francas ni alcanza el potencial de transformación que es propio de una
transición.
Después de esas fechas, luego de cortos avances, la democratización se estancó. El Partido Acción Nacional, con Christlieb Ibarrola a la cabeza, pudo negociar la alambicada
idea de “diputados de partido” en la primera mitad de los sesenta, pero la operación tuvo efectos muy limitados en la representación nacional, apenas y fortaleció a los
partidos políticos existentes y, eso sí, mantuvo el sistema bien cerrado (PRI, PAN, PPS y PARM fueron los únicos habitantes de la vida política durante 15 años). Esa reforma
tuvo tan corto alcance que el propio PAN acusó un peligroso debilitamiento en 1976, fecha en la cual no pudo siquiera presentar candidato presidencial a la contienda.
1968, por su parte, fue una impresionante demostración de modernidad política y cívica pero tampoco pudo edificar un punto de partida para un proceso de democratización
política. La apertura que le siguió, propuesta por Luis Echeverría, fue un artilugio de mago, una posposición, una manera de disfrazar la cooptación tradicional, al mismo
tiempo que enfrentó la disidencia y la inconformidad con la fuerza y la ilegalidad.
El ostensible fracaso de la “apertura” echeverrista era el punto de partida de Jesús Reyes Heroles, ideólogo indiscutido de aquella reforma. El primero de abril de 1977, en
Chilpancingo, definió así el contenido inminente del cambio político: “…que el Estado ensanche las posibilidades de la representación política, de tal manera que se pueda
captar en los órganos de representación nacional el complicado mosaico ideológico nacional de una corriente mayoritaria, y pequeñas corrientes que, difiriendo en mucho de
la mayoritaria, forman parte de la nación… abrir los órganos de la representación a esas corrientes para fortalecer al Estado y no mantenerlas fuera, en una repulsa y asedio
que desgasta y que invoca al México bronco…”.(1)
O sea: aquella reforma contuvo una apuesta para la liberalización (afirmación de libertades civiles, protección a la libertad de expresión, amnistía), pero simultáneamente
ofrecía democratización, cambio en las estructuras políticas del Estado para albergar a todos los distintos, incluso a los clandestinos, mal vistos por la cultura política de
entonces.
Pocos días después (14 de abril) el presidente López Portillo decreta una amnistía a los presos políticos y confirma la convocatoria a una serie de audiencias públicas,
invitando a organizaciones, instituciones académicas y ciudadanos en general a presentar sus posiciones; siete días más tarde el debate comenzaría y la negociación paralela
—en varias pistas— también (con los propios sectores priistas, con el PAN, con los empresarios y, sobre todo, con el aún ilegal Partido Comunista).
¿Qué se ventiló en esas negociaciones y quiénes fueron los interlocutores habilitados? ¿Cuáles los cálculos, las apuesque tas, los argumentos, incluso los miedos que se
barajaban en aquellas conversaciones? Todavía hoy no lo sabemos más que de manera fragmentaria, hemerográfica, a través de los recuerdos de sus protagonistas
supervivientes, pero el punto es que la documentación profesional del inicio de un proceso crucial sigue siendo una asignatura pendiente para la historiografía nacional (un
contraste notable, si nos comparamos con la producción histórica que la transición española produjo, por ejemplo).
Aquella magna operación política se elaboró a través de cinco contenidos esenciales (legitimidad y protección constitucional a los partidos; los que, por primera vez,
accedieron a financiamiento público; fácil entrada a la contienda electoral para las fuerzas políticas con trayectoria probada —el registro condicionado—; introducción de la
representación proporcional —100 diputados, la cuarta parte de aquel Congreso—; y nacionalización del registro para que los partidos reconocidos por el poder federal
pudieran asistir, sin más trámites, a las elecciones locales y municipales). Esas fueron las bases de una nueva representación nacional, de una nueva competencia política y,
sobre todo, de una nueva vida pública. Con esa reforma, el proceso expansivo de la democracia ya no cesaría, ya no se detendría y derivaría en una realidad política nueva. (2)
¿Y cuándo terminó? (sin darnos cuenta)
Pero ¿cuando acabó la transición? ¿Dónde puede colocarse la mojonera histórica entre el antes y el después del autoritarismo? Se puede recurrir a los clásicos: dicen Linz y
Stepan que la transición puede considerarse concluida “cuando ningún grupo político significativo intenta seriamente derribar el régimen democrático o promover la violencia
doméstica o internacional para separarse del Estado. Cuando se llega a esta situación, el comportamiento del nuevo gobierno democrático surgido después de la transición ya
no está dominado por el problema de cómo evitar el quiebre de la democracia... En cuanto a las actitudes, la democracia se convierte en the only game in town cuando, incluso
frente a crisis políticas y económicas severas, la abrumadora mayoría de la población cree que cualquier cambio político posterior debe surgir de entre los parámetros de los
procedimientos democráticos. En términos constitucionales la democracia se vuelve the only game in town cuando todos los actores de la comunidad política llegan a
habituarse al hecho de que el conflicto político dentro del Estado será resuelto de acuerdo a las normas establecidas y que las violaciones a esas reglas probablemente serán
inefectivas y costosas. En pocas palabras, en la consolidación la democracia se rutiniza y se internaliza profundamente tanto en la vida social, institucional y psicológica,
como en los cálculos políticos”(3). Algo así ocurrió en México desde 1997 (con la extática excepción de López Obrador en 2006).
Przeworski es todavía más conciso y elocuente: “La transición concluye cuando quienes acaban de perder el poder político desean volver a competir y recuperarlo bajo las
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mismas reglas con las que lo perdieron” (4). Hasta el año 2006, el PRI no impulsó un cambio en esas reglas, siguió compitiendo en el marco de las leyes pactadas en el
periodo de transición y se sujetó a sus veredictos y resultados durante tres elecciones consecutivas. Por eso resulta muy preciso decir que, desde 1997, en México la transición
terminó.
¿Y los historiadores?
A pesar de su inocultable importancia de que su lógica determinó la vida política en México, la transición democrática es una de las cosas peor comprendidas en México. Una
multitud de visiones interesadas, la importación académica de modelos “clásicos” como corsés de entendimiento y la incesante lucha política que devora la genuina
reconstrucción histórica, han dificultado la interpretación de aquel proceso, cuyas consecuencias vivimos ahora con toda intensidad.
Por eso sostengo que los historiadores tienen una gran deuda con ese periodo (5) pues muchas cosas, muchos pasajes, muchas conjeturas quedan por ser demostradas,
dilucidadas, aparte de la forma subjetiva, biográfica, en que los actores vivieron sus propias apuestas y rupturas. Todavía hoy la academia norteamericana deambula con una
tesis casi marxista, según la cual el proceso de liberalización económica imprimió el impulso inicial de la democratización de México. ¿Acaso no es más cierto lo contrario:
que el cambio político de México fue bastante autónomo respecto a los cambios económicos, que tuvo un diseño en otro espacio y con otra lógica? ¿Cuáles fueron los
impactos verdaderos de las crisis económicas (1982, 1986, 1994) en el ánimo de millones de votantes? ¿Y qué pasó con la actuación estrábica de la izquierda mexicana
durante la transición? ¿Por qué si el FDN protagonizó el desafío electoral más importante en 1988, no pudo capitalizarlo, no pudo hacer sentir su peso, determinar políticas
públicas, y por qué al cabo regresó al margen, a votaciones cercanas al 15%? ¿Por qué no pudo desarrollar un diagnóstico y una estrategia coherente en ese momento crítico?
¿Por qué la derecha política, de la mano de Castillo Peraza, sí lo hizo, y cuáles son los costos de ese fracaso para la propia izquierda y para el curso general del tránsito?
Por otro lado, ¿qué implicó para nuestra cultura política el hecho de que la transición no estuviera nunca bajo la amenaza de las fuerzas armadas, como espantajo, ni miedo
para la acción política real? ¿Por qué la transición mexicana ya nunca pudo elaborar un programa de mayor alcance, fuera de lo electoral? ¿Por qué el cambio de régimen se
volvió un tema, hasta 20 años después? ¿Por qué nunca introdujo temas de seguridad y de redistribución económica, tan sustanciales en las transiciones democráticas de otras
latitudes? ¿Qué consecuencias ha traído para la dinámica política la mala costumbre de las negociaciones urgentes, salvadoras, en la situación límite, sea el rompimiento del
PRI en 1986, el escándalo de 1993, el alzamiento zapatista de 1994?
Sí, es un reclamo a los profesionales de la historia, porque creo que a México le hace falta una reconstrucción rigurosa de su pasado político reciente. Es más, sostengo que la
falta de una visión compartida de ese periodo —de transición democrática—, es uno de los vacíos más significativos de la vida pública e intelectual de México. La ausencia
de esa visión es hoy un problema político, pues quien no sabe de dónde viene, ni cuál es la estación histórica que ocupa, difícilmente puede plantearse los objetivos
apropiados y mirar el futuro.
Puede ser que la transición democrática sea un hecho demasiado reciente (y por lo tanto, todavía no historia), pero es uno de los mayores cambios del siglo XX en México,
asombroso, entre otras cosas, porque no se despeñó en la violencia. Su proceso, sus detalles vividos, siguen esperando la reconstrucción profesional, la recreación exacta de
una época, ésa que sólo puede venir de la mano del historiador.
NOTAS
1 Discurso pronunciado por Jesús Reyes Heroles en la sesión solemne en que el gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, rindió su segundo informe de gobierno ante la
XLVIII legislatura de esa entidad, en Reforma Política, tomo I, Gaceta Informativa de la Comisión Federal Electoral, México, abril-agosto de 1977, p. XI.
2 Véase Ricardo Becerra y José Woldenberg, “La transición democrática de México: una celebración”, Este País, núm. 121, abril de 2001.
3 Juan Linz y Alfred Stepan,“Hacia la consolidación democrática”, en La Política. Revista de estudios sobre el Estado y la sociedad, Madrid, 1996, p. 31.
4 Adam Przeworsky, Democracia y mercado, Madrid, 2000, p. 135.
5 De hecho, el único intento de reconstrucción completa del periodo de transición no está hecho por historiadores, sino por un sociólogo, un abogado y un periodista: La
mecánica del cambio político de México, Cal y arena, 2000.
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Nexos - Numeralia
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Numeralia
Rodrigo Centeno y Rafael Ch
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Porcentaje de estudiantes desde preescolar hasta posgrado que estudiaron en escuelas públicas en México: 87%
Posición que ocupa México en resultados PISA respecto a los otros países de la OCDE: 30 de 30
Número de reglamentos municipales de tortilla en México: 98
Número de reglamentos municipales de tortilla en México con problemas de competencia: 94
Porcentaje de personas que están poco o nada satisfechas de la situación general del país: 76%
Porcentaje de personas que se identificaron con el PRI (julio 2010): 39.2%
Porcentaje de personas que se identificaron con el PAN (julio 2010): 24%
Porcentaje de personas que se identificaron con el PRD (julio 2010): 9.6%
Porcentaje de personas que no se identificaron con algún partido político: 21%
Personas que dejaron la pobreza extrema (menos de 1.25 dólares/día) desde 1990 a la fecha: 500 millones
Tasa de penetración de internet en México en personas mayores a 6 años: 29.7%
Porcentaje de tiempo gastado por usuarios de internet en algún tipo de red social: 22%
Número de usuarios por día en Facebook: 200,000
Tiempo promedio de uso de Facebook al día: 55 minutos
Número de aplicaciones en Facebook: 500,000
Porcentaje de personas que utilizan una aplicación al menos una vez al mes: 70%
Persona con mayor número de seguidores en Facebook: Michael Jackson (13.3 millones)
Político con mayor número de seguidores en Facebook: Barack Obama (9.1 millones)
Valor total de Facebook: 7.9 mil millones de dólares
Lugar que ocuparía Facebook si fuera un país según tamaño de población: 3
Número de ciudades en China: 669
Número de ciudades en China con más de un millón de habitantes: más de 100
Número de ciudades en Estados Unidos con más de un millón de habitantes: 9
Número de ciudades en México con más de un millón de habitantes: 11
Número de personas que se espera emigren del campo a la ciudad en China entre 2005 y 2020: 300 millones
Cargos renovados en las elecciones del 4 de julio de 2010 en México: 1,635
Gasto destinado para las campañas electorales de julio 2010: 3,712 millones de pesos*
Gasto destinado para las campañas electorales en las elecciones de julio 2004 en los mismos procesos: 2,544 millones de pesos*
Número de spots de 30 segundos transmitidos para las elecciones de 2010: 46,714
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Nexos - La teoría del todo
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La teoría del todo
Luis González de Alba
Esta nota tiene por finalidad dar una idea, así sea algo pálida, de la constante revisión que la ciencia hace de sus más preciados modelos y de sus más sólidas convicciones. A
algunos legos estas búsquedas de los científicos nos llevan a dudar acerca de la capacidad humana, cerebral, cognitiva, para alcanzar algún día el conocimiento total del
universo.
Lo digo con un ejemplo que ya he usado: puedo distinguir la música que le gusta a un perro inteligente. Luego, con sencillas técnicas conductistas lo puedo entrenar a que
reconozca el CD, lo saque y ponga (si adapto los controles de los aparatos para ser usados con sus patas). Pero nunca, nunca, nunca lograré explicarle que esa música es una 1)
grabación 2) digital 3) leída por un 4) láser, esto es, por un 5) rayo de 6) luz, usualmente 7) monocromática y 8) coherente; es coherente la que tiene 9) ondas de idéntica 10)
frecuencia, 11) fase y 12) polarización. A usted le bastará con buscar los términos en su Británica o googlearlos. El obstáculo es uno y uno solo: el cerebro del perro.
Por qué estamos previamente convencidos de que nuestro hardware (cerebro) y software (sistema cognitivo)
son ante el universo mejores que los del perro ante un CD? En fin, no es sino otra forma de hacer referencia al
Misterio y quien más concisamente lo expresó fue Leibnitz: ¿Por qué hay algo en vez de nada?
¿
Desde el surgimiento de la ciencia, en la Jonia helénica del siglo VI antes de Cristo, el sueño humano ha sido
explicar la Naturaleza, explicarlo todo: desde la caída de las piedras, la subida de las mareas, los terremotos,
las estrellas y la vida: por qué las plantas, hongos y peces aumentan su número, pero no las piedras. Demócrito
y Leucipo fueron de la idea, sin comprobación alguna, de que todo estaba compuesto de partículas minúsculas
imposibles de dividir; de ahí su nombre: á-tomos: sin-división. Pero la mente humana se ha resistido desde
entonces a ese concepto: si tengo algo muy pequeño siempre lo puedo partir a la mitad o no puedo por falta de
medios, pero, en principio, es partible.
La humanidad debió esperar dos mil 500 años para toparse de nuevo con algo indivisible: el quántum
propuesto por Planck en 1900 como simple artificio aritmético para que las cuentas de la energía le salieran
correctas, pero remachado luego por Einstein, en 1905, al instalarlo en la luz, y por Bohr, quien lo llevó al
interior del átomo. Éste había resultado divisible y compuesto: núcleo de protones y nube de electrones. Pero
no era divisible la energía necesaria para que un electrón cambiara de nivel: cambia a saltos de quántum en
quántum… sin pasar por los puntos intermedios. Lo cual horrorizó a Einstein, para quien lo instantáneo era
inaceptable porque toda velocidad tiene por límite la de la luz. El átomo de Bohr, con sus electrones que
cambian de nivel sin pasar por puntos intermedios, presentaba una catástrofe.
En 1927, la nueva física estaba casi terminada con las aportaciones del veinteañero Werner Heisenberg y de
Erwin Schrödinger. En 1928, el inglés y también veinteañero Paul Dirac combinó la cuántica, recién nacida,
con la relatividad planteada en 1905 por Einstein y el resultado fue una física cuántica relativista que se
propuso, como los jonios dos y medio milenios antes, explicarlo todo, y eso significa todo. A ese modelo,
perfeccionado a lo largo del siglo XX, lo llamamos Modelo Estándar… es una maravilla nunca antes igualada
en la precisión de sus cálculos, pero hace agua por varios agujeros.
Uno, y no pequeño, es que exige algo tan inconcebible para la mente humana como la no divisibilidad: la no
extensión, que el electrón sea absolutamente puntual, esto es, que pueda tener características tales como carga
eléctrica, espín o giro, masa, pero no radio. Todo intento de dar un radio al electrón, así sea tan infinitesimal
como se desee, acaba en un derrumbe de ecuaciones sin sentido. El electrón es perfectamente puntual o el
Modelo Estándar deja de ser la más precisa aproximación a la naturaleza. De ahí el interés por someterlo a
prueba y taponar las vías por donde hace agua.
La física clásica era determinista: conocido el estado presente de un sistema y las fuerzas externas “se podía predecir con cualquier nivel de exactitud, su evolución futura, o,
alternativamente, extrapolar el pasado”, señalan Bogdan Mielnik y Óscar Rosas Ortiz, del Cinvestav, en Quantum Mechanical Laws. “El universo parecía como un enorme e
infinitamente preciso reloj, en el que el estado del día de hoy se define, hasta el más pequeño detalle, por el estado de ayer…”. Con la mecánica de Newton es posible,
conocida la posición de un planeta hoy, calcular la de mañana y la de hace un millón de años: nada más se adelanta o se atrasa la película.
Este modelo mecánico se vino al suelo con la nueva física. Pero “debemos recordar que el Modelo Estándar no es una teoría final de todos los fenómenos y que es incompleto
de forma inherente”, dice Dmitry Budker, del Lawrence Berkeley National Laboratory, autor con Valery Yashchuk y Damon English del reporte acerca del comportamiento
de las partículas a escala atómica que el 25 de junio pasado publicó Physical Review Letters. “Pusimos a prueba uno de los pilares mayores de la teoría cuántica de campo” (la
cuántica más la relatividad propuesta por Dirac), dice English, ex alumno de Budker, y menciona el teorema según el cual todas las partículas fundamentales (electrón, quark,
fotón, gluón y otras) deben poderse clasificar en una de dos familias: o son fermiones o son bosones, materia o energía simplificando de más, pues la regla no se aplica
siempre.
Los fermiones (en honor al italiano Enrico Fermi) siguen el principio de exclusión de Pauli: no les gusta estar amontonados; los bosones (en honor al indio Satyendra Nath
Bose) pueden ocupar el mismo estado cuántico en número indefinido, y esto hace posibles los rayos láser. Un ejemplo de fermión es el electrón; de bosón, el fotón. Pero en
ese pandemónium de partículas, señala English, “la pregunta esencial que nos hacemos es si los fotones son en realidad bosones perfectos”.
¿Y eso qué? Sencillo: de no ser así, se afecta cuanto suponemos “acerca de la estructura del espacio-tiempo y hasta de la causalidad misma”, concluye English.
El experimento para responder esa pregunta, con rayos láser que excitan electrones en átomos de bario, es complejo en su descripción, pero English pone en pocas y sencillas
palabras el objetivo: buscan “bosones que actúen como fermiones”. ¿Cómo ocurre que la unidad de luz, el fotón, actué como la unidad de materia, el electrón, y siga en
ocasiones el principio de exclusión de Pauli y la sensatez aristotélica por la que dos cosas no pueden ocupar el mismo lugar? Que no lo siguen es prueba cualquier láser; pero
las excepciones al comportamiento del fotón (que dos se comporten como electrones), son del orden de una ocasión en cien mil millones: de lejos, la prueba más sensible a
bajas energías. “Un verdadero experimento hecho sobre una mesa”, enfatiza Budker, y capaz de hacer descubrimientos significativos en física de partículas sin gastar miles de
millones de dólares.
“Seguimos buscando, porque las pruebas experimentales a cada vez mayor sensibilidad tienen por motivo la importancia fundamental de la estadística cuántica”, dice Budker.
Hasta un replanteamiento del Modelo Estándar, quizás. Y en este caso, se están poniendo a prueba los supuestos básicos de las leyes fundamentales de la naturaleza.
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18/11/2010
Nexos - La teoría del todo
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Contacto: Paul Preuss, [email protected]
DOE/Lawrence Berkeley National Laboratory
Luis González de Alba. Escritor. Su libro más reciente es Olga. Es colaborador de Milenio Diario.
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18/11/2010
Nexos - A/H1N1: La pandemia que no fue
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Fecha: 01/08/2010
A/H1N1: La pandemia que no fue
Heriberta Castaños/ Cinna Lomnitz
L
a gripe es una afección viral respiratoria aguda muy común, que tiene la propiedad de generar brotes nuevos casi todos los años. El brote más popular del año 2009 se
denominó “gripe porcina” porque el virus pertenecía a un tipo identificado inicialmente en el cerdo. Sin embargo, este brote no enfermaba a los cerdos ni había sido
contagiado por estos animales. Tampoco representaba un peligro especial ya que en 2009-2010 la mortandad total por todas las cepas de gripe disminuyó en México, en
Estados Unidos y a nivel mundial. Sin embargo, nuestro país sufrió un desastre económico que perjudicó al país a razón de más de cuatro mil millones de dólares, más de lo
que costó el sismo de 1985.
Los hechos
El brote de gripe de 2009 se reportó inicialmente en México y en Estados Unidos; en este último país existen Centros de Control y Prevención (CDC) que se especializan en
vigilar la aparición anual de brotes de lo que allá se conoce como “flu”. Cada CDC regional cuenta con personal especializado que es independiente de instancias foráneas,
como podría ser la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra, Suiza.
E
l doctor Wolfgang Wodarg, médico alemán de 63 años de edad, ocupaba a la sazón la presidencia de la
Comisión de Salud en el Consejo de Europa. A principios de 2010 el doctor Wodarg tomó la palabra para
denunciar el papel dudoso que había desempeñado la OMS en este episodio. El médico alemán poseía evidencias
de que la OMS había distorsionado intencionalmente los hechos, creando una situación de pánico con el objeto de
favorecer a las empresas farmacéuticas transnacionales que hacían grandes negocios vendiendo vacunas y agentes
antivirales a los gobiernos. Los principales expertos en gripe de la OMS eran, decía, empleados, asesores o
accionistas de dichas empresas. En junio de 2009 la OMS anunció que la epidemia de A/H1N1 se había
transformado en “pandemia de grado seis”, dando la impresión que la peligrosidad de la gripe había aumentado
cuando en realidad había bajado y era menor de lo que se observaba en relación a otros años.
En efecto, la OMS había redefinido el término de “pandemia” como “un brote nuevo que se extiende más allá de
las fronteras de un país”. La acepción original del término no era tal: una pandemia era una afección que
amenazaba con causar muchas muertes al nivel mundial. Varios países habían solicitado que la OMS reconsiderara
su definición de pandemia porque estaba causando un pánico injustificado, pero se rehusó. Además, el vocero de la
OMS rechazó las acusaciones del doctor Wodarg.
México, en cambio, adoptó las recomendaciones de la OMS, si bien otros países no lo hicieron. Por ejemplo,
Estados Unidos adoptó una actitud de cautela y recomendó que no se utilizaran tapabocas ni se cerraran
universidades o lugares públicos. La población, reconociendo que el brote de A/H1N1 era de bajo impacto, no
acudió a vacunarse. En todos los países afectados las vacunas una vez adquiridas permanecen sin utilizarse: en
algunos países europeos se reporta que sólo el 10% de la población fue vacunada.
Estrategias de salud pública
En mayo de 2009 se verificó que el nuevo brote era poco virulento. Las cifras elevadas de contagio reportadas por
México fueron reconocidas como anómalas. En muchos países las autoridades sanitarias reaccionaron con cautela
y no adoptaron la estrategia alarmista recomendada por la OMS de Ginebra. Por ejemplo, en México no sabíamos
que Estados Unidos produce una nueva vacuna antigripe cada año, simplemente porque anualmente es necesario
incorporar todos los brotes nuevos. Se trata de una estrategia de rutina. Los funcionarios responsables reconocieron
que si hubiera aparecido en noviembre en vez de abril, la cepa A/H1N1 se hubiera incorporado a la vacuna de 2009
y nadie se habría enterado de su existencia.
De esta manera, se reconoció que el brote de A/H1N1 no representaba un peligro adicional. Un año más tarde, al comparar las cifras de virulencia se constató con sorpresa
que la gripe invernal había causado menos defunciones que de costumbre. En Estados Unidos hubo 10 mil defunciones, que es una cifra relativamente reducida.
Los expertos desconocen la razón científica pero aseguran que no existe motivo alguno para tratar el brote A/H1N1 como una pandemia extraordinaria o diferente. Siguen
recomendando a las personas enfermas, especialmente a pacientes de SIDA y otras afecciones del sistema inmune, que se abriguen bien en invierno. Esta estrategia preventiva
da buenos resultados. Los médicos no confían en la efectividad de los compuestos antivirales oseltamivir y zanamivir a pesar de la publicidad que se les ha hecho. El efecto de
estas medicinas sólo es significativo si se ingieren durante el primer día y no después.
En México estos detalles no fueron dados a conocer, sino que se prefirió adoptar el enfoque de la OMS que consistía en una publicidad de tono alarmista. El Almirante S.K.
Galson, vicecirujano general de Estados Unidos, llamó a una conferencia de prensa el 1 de mayo de 2009 y manifestó su extrañeza por el número tan elevado de casos que
reportaban las autoridades mexicanas. Señaló que estaban investigando por si la enfermedad mexicana pudiera ser de algún tipo desconocido. En Estados Unidos se conocía
una sola defunción, de un niño mexicano. Pero en México los principales hospitales habían creado áreas especiales de aislamiento para el tratamiento de pacientes de gripe
A/H1N1: muchas camas permanecieron vacías. En mayo las calles de la ciudad de México estaban desiertas y los turistas cancelaban sus reservaciones, pese a que la
incidencia de gripe iba disminuyendo rápidamente.
En retrospectiva, existe la impresión mundial de que México hizo un gran esfuerzo para controlar una amenaza cuya gravedad se había exagerado considerablemente. El
esfuerzo representó una reacción exagerada que pudo dejarnos lecciones importantes para el manejo futuro de enfermedades respiratorias contagiosas. El presidente Calderón
tuvo amplias razones de apelar a la comunidad internacional para que reconozca dicho esfuerzo y apoye a nuestro país. Desafortunadamente, este llamado ha sido desoído, ya
que la imagen de México se deterioró, el turismo decayó y no se ha recuperado. Circularon versiones malévolas en internet que hicieron mucho daño al país.
México y el mundo
Desde un punto de vista estrictamente legal, el doctor Wodarg tenía sobrada razón para sospechar irregularidades cometidas por la OMS aunque no se ha comprobado dolo ni
intención malévola por parte del organismo. Existe un conflicto de interés cuando un experto ocupa un puesto responsable, supuestamente imparcial, y simultáneamente
percibe ingresos de alguna parte interesada que pudiera corromper sus motivaciones para recomendar decisiones que afectan las políticas de la organización. Las conexiones
con empresas comerciales son altamente impropias y no deben ser toleradas por un organismo internacional, independientemente de que se hubieran comprobado o no
actitudes inadecuadas. Esto no es relevante, al contrario, el experto tiene la obligación de deshacerse de este tipo de vínculos antes de que se produjera algún hecho suspicaz o
de corrupción.
Los voceros de la OMS reconocieron la existencia de estos vínculos por parte de su personal pero trataban de defender al organismo alegando que hay muy pocos expertos de
primer nivel y que es inevitable que las empresas farmacéuticas intentaran contratarlos o beneficiarse de sus conocimientos. En cuanto al manejo que hizo la OMS de este
brote, como era la primera vez que el organismo internacional aplicaba la política antigripal adoptada en 2005, se aceptaba que era posible que se hubiera incurrido en errores
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que serían corregidos en el futuro. En primer lugar, se aceptó que el brote de A/H1N1 no era “una nueva enfermedad”, como erróneamente había dicho la OMS, sino una
variante de una enfermedad antigua y muy conocida, la gripe. Esta enfermedad se caracteriza por producir nuevos brotes todo el tiempo, y efectivamente el brote A/H1N1 era
menos virulento y menos contagioso que otros brotes que componen el “coctel” de la gripe invernal. Pero resulta que la OMS no tiene autoridad sobre padecimientos
conocidos sino solamente sobre los nuevos. Es posible que las autoridades mexicanas no hubieran advertido esta situación. La gripe invernal normal, con todo y ser más
virulenta, no era “pandemia” porque se presentaba anualmente a un mismo nivel y por eso no le correspondía a la OMS. No era “nueva”. Muchos funcionarios y expertos
recordarían que no era la primera vez que la OMS fomentaba el pánico internacional con un brote de gripe. El pánico que se produjo por la “gripe aviar asiática” también se
había inflado más de la cuenta.
En mayo de 2009 México cerró las universidades, los hoteles y los restaurantes deteniendo prácticamente la vida normal del país. La OMS nada hizo para aclarar la situación
y prevenir los efectos adversos de un pánico generalizado. Si México hubiera adoptado una estrategia más cautelosa, como la que adoptó la CDC, no habría sucedido nada y
probablemente pudieran haberse salvado muchas vidas. El pánico no permitió un manejo racional de la emergencia y los daños fueron graves sin que se percibiera un
beneficio significativo. Por supuesto que los médicos mexicanos hicieron lo imposible por controlar la epidemia. Pero la mayoría de los casos graves reportados fueron de
infecciones bacterianas o virales, otras que el A/H1N1. La identificación del nuevo virus fue difícil, costosa e inútil, ya que la cepa invernal era más peligrosa.
La escasa experiencia en el manejo público de la epidemia condujo a incidentes internacionales desagradables en perjuicio de viajeros mexicanos que fueron discriminados en
otros países. Por ejemplo, los miembros del equipo nacional de futbol fueron agredidos e insultados en el extranjero. Por supuesto que no todo es culpa del organismo
internacional ni de la Secretaría de Salud, pero la vocera de la OMS, Fadela Chaib, reconoció finalmente que hubo pánico y confusión que pudo haberse evitado. Admitió que
“la crítica suele formar parte de un ciclo de brote. Habíamos esperado que ocurriera y agradecemos la crítica y la oportunidad de discutirla”. Así, el organismo se dio cuenta
que un brote de gripe es un fenómeno cíclico. Todo brote nuevo se compone de dos procesos simultáneos y opuestos, la infectividad y la respuesta inmune. Inicialmente se
infecta un sector importante de la población pero luego esta población se sobrepone al contagio y queda inmune. Por eso la propagación se detiene sola, con o sin medidas de
control.
La gripe se propaga por oleadas estacionales, y por razones que se desconocen. A nivel mundial la incidencia de gripe es mucho mayor en invierno o en la época de lluvia. La
gran mayoría de los pacientes se cura con dos o tres días de reposo, sin consulta médica de por medio. La mortalidad no se debe directamente al virus sino al debilitamiento de
las defensas inmunes, que permite a los vectores de la neumonía o de otras afecciones pulmonares instalarse en el organismo.
Algunos países han adoptado el Índice Pandémico (PSI) que usan las autoridades locales para evaluar las medidas de control, y especialmente la vacunación. El PSI se calcula
con el cociente del número de fallecimientos entre el número de casos. Así, un valor de PSI=1 significa que el número de muertos es menor a 0.1% del total de la población
expuesta al virus; ése fue el caso de México. El valor más alto del índice, PSI=5 quiere decir que las defunciones excedieron el 2%. Para Estados Unidos, el número total de
defunciones por causa de gripe fue de 10 mil siendo que PSI=1 hubiera significado 90 mil defunciones. El número total de defunciones por A/H1N1 a nivel mundial se
calculó oficialmente en 14 mil 286 lo que significa un cociente de mortandad de apenas 0.002%. Si en vez de declarar una pandemia de nivel seis se hubiera anunciado una
pandemia de PSI=1 pudo haberse prevenido el pánico, pero la OMS no quiso adoptar el Índice Pandémico por considerar que las cifras de mortandad son poco confiables.
En México la Secretaría de Salud tampoco quiso adoptar el PSI por razones similares, que desde luego son perfectamente atendibles. Es cuestión de criterio práctico. No
faltan los especialistas en todo el mundo que sospechan que las cifras de defunciones provenientes inicialmente de México habían sido muy exageradas. Los médicos no
dijeron nada porque temían que sus pacientes tomaran la gripe a la ligera. Se sabe que una gripe descuidada puede agravarse en cuestión de horas, y sólo una mínima parte de
la población acude a vacunarse anualmente. El gobierno de México reconoció en mayo de 2010 que en total hubo apenas mil 228 muertos por A/H1N1, contra 15 mil anuales
que mueren en promedio por causa de gripe invernal. Pero los médicos también saben que las tácticas de terror son contraproducentes: con tales campañas la OMS pretende
justificar su existencia como una de las organizaciones internacionales más burocráticas del mundo. Para vencer al A/H1N1 basta seguir reglas elementales de higiene, como
lavarse las manos, no usar mascarillas y acudir al doctor en caso de cansancio y malestar extremo.
Conclusiones
La gripe sigue siendo un problema importante de salud pública en México. La aceptación acrítica de las indicaciones y recomendaciones de la OMS fue un error estratégico
lamentable que acabó transformando una emergencia sanitaria manejable en un desastre de dimensiones imprevisibles y de largo alcance.
En México seguimos careciendo de un centro de análisis instantáneo y de nivel profesional para el manejo de desastres de todo tipo, incluyendo a los sismos, los tsunamis y
las inundaciones. No basta tener un sistema de protección civil capacitado para socorrer a la gente, pues los vehículos no pueden transitar por calles llenas de escombros. Lo
ocurrido con el tsunami de Chile el 27 de febrero de 2010 constituye una advertencia que conviene tomar en cuenta. Los buenos hospitales tienen servicios de emergencias,
pero nuestro país no tiene el equivalente de una atención profesional que funcione las 24 horas del día. Esto significa una grave carencia y un factor de vulnerabilidad para el
país. Se requiere un centro independiente, veraz, no politizado, con personal experimentado, humano, altamente motivado y dotado de sentido común, que ofrezca garantías
de seguridad y efectividad en el manejo científico de los desastres.
Cuando se supo que el secretario de Salud de Polonia había tenido A/H1N1 los periodistas lo acosaron con preguntas: “¿Cómo se sentía? ¿Se había vacunado? ¿Cómo había
controlado la enfermedad?”.
El secretario sonrió: “Mi esposa me hizo un excelente caldo de pollo”, respondió.
Heriberta Castaños. Miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Entre sus libros: La Torre y la Calle. Vinculación de la universidad con la industria
y el Estado.
Cinna Lomnitz. Sismólogo. Investigador emérito del Instituto de Geofísica de la UNAM. Autor de Los temblores.
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Nexos - Gabinete de lectura
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Fecha: 01/08/2010
Gabinete de lectura
Eduardo Guerrero Gutiérrez
Mauricio Merino, Sergio López Ayllón y Guillermo Cejudo (coords.),
La estructura de la rendición de cuentas en México,
UNAM/CIDE,
México, 2010, 522 pp.
Este vasto e importante volumen viene a colmar un vacío en la literatura sobre la administración pública de México. Aunque la frase “rendición de
cuentas” no deja de estar de boca en boca, hasta ahora carecíamos de un diagnóstico ordenado, riguroso e integral sobre este tema, como el que
ahora nos ofrece (en diez robustos capítulos) este grupo de expertos. Dice Merino en el prólogo: “estamos ante un conjunto de normas
desarticuladas, fragmentadas e incompletas, incapaces de generar certidumbre y de someterse al escrutinio y la sanción pública”. El texto completo
puede consultarse en www.rendiciondecuentas.cide.edu
Philip Keefer y Norman Loayza (eds.),
Innocent Bystanders: Developing Countries and the War on Drugs,
The World Bank,
Washington, D.C., 2010, 362 pp.
Tres preguntas inspiran los ocho textos que componen este trabajo: ¿Qué dicen los datos sobre los efectos de las actuales
políticas antidrogas (impuestas por las naciones ricas) en el desarrollo económico y la estabilidad política de los países en
desarrollo? ¿Cuáles son los mecanismos a través de los cuales estas políticas influyen en los procesos de desarrollo? ¿Cuál
es el rango estimado de costos y beneficios en los países ricos de las políticas antidrogas, contra el que puedan compararse
las consecuencias de estas políticas en el desarrollo? Varias de las respuestas que se encontrarán aquí son certeras y poco
halagüeñas.
Luis Herrera-Lasso M. (coord.),
México, país de migración,
Siglo Veintiuno,
México, 2009, 339 pp.
“Nunca antes como en la primera década del siglo XXI la migración internacional se ha
convertido en un tema central en la agenda política, económica, social e internacional de
México”, dice Gustavo Mohar en el capítulo introductorio. De aquí que sea indispensable contar
con más estudios rigurosos sobre la migración internacional, como los diez que incluye este
libro. En el volumen se abordan, entre otros, asuntos como las causas de la migración mexicana,
las percepciones sociales sobre la migración, la migración en la frontera sur de México, y la
agenda política de los mexicanos en el exterior.
Santiago Levy,
Buenas intenciones, malos resultados: política social,
informalidad y crecimiento económico en México,
Océano,
México, 2010, 392 pp.
Acaba de publicarse en español esta brillante pieza de investigación
sobre la política social mexicana —comentada por John Scott y
Andrés Lajous en nexos 373 y 377—. Su argumento central,
formulado en una nuez, es que México posee una “política social
incoherente que da incentivos a los trabajadores para buscar
empleos de baja productividad, y a las empresas para invertir en
proyectos rentables para ellas pero sub-óptimos desde el punto de
vista social”. En otras palabras, “la estructura de incentivos implícita en los programas sociales induce a trabajadores y empresas a comportarse en formas contrarias al
aumento de la productividad a largo plazo”.
Rafael Velázquez Flores y Juan Pablo Prado Lallande (coords.),
La Iniciativa Mérida: ¿Nuevo paradigma de cooperación entre México y Estados Unidos en seguridad?,
UNAM,
México, 2009, 411 pp.
La Iniciativa Mérida es un instrumento de cooperación internacional en materia de seguridad entre, por un lado, Estados Unidos, y, por el otro,
México, los países de América Central, Haití y la República Dominicana, con el propósito de fortalecer las acciones de combate al crimen
organizado y al tráfico de drogas. Este volumen contiene 16 artículos de calidad que abordan diversos aspectos de la iniciativa, como su impacto
en las relaciones México-Estados Unidos, su papel en la concepción y estrategia estadunidenses de seguridad nacional, y sus similitudes y
diferencias con el Plan Colombia, entre otros.
Jon Elster,
Alexis de Tocqueville: The First Social Scientist,
Cambridge University Press,
Nueva York, 2009, 202 pp.
Aunque Alexis de Tocqueville (1805-1859) fue un escritor de “constante ambigüedad, lenguaje vago, tendiente a vuelos
especulativos de la imaginación y contradictorio”, también fue en su época un rarísimo pensador obsesionado en hallar
los mecanismos causales del comportamiento social. En este texto fascinante, Elster disecciona los principales textos de
la obra tocquevilliana para “elucidar la estructura de sus argumentos, su validez, y su relevancia actual”. Frente a otros
candidatos al título de “primer científico social” como Montesquieu, Smith, Hume, Condorcet y Bentham, Elster apunta
que sólo los dos primeros realizaron análisis causal, pero “sin la misma densidad” del que nos ofrece Tocqueville.
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Nexos - Gabinete de lectura
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Eduardo Guerrero Gutiérrez. Ha sido profesor e investigador de El Colegio de México y del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades de la UNAM.
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Nexos - La rebelión de las masas, noventa años después
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Fecha: 01/08/2010
La rebelión de las masas, noventa años después
Víctor Reynoso
Este año se cumplen 90 de la publicación del libro de ciencias sociales y humanidades (o de “no ficción”) escrito en español más editado y traducido en todos los tiempos:
La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset. A pesar de eso es un libro poco leído, cubierto, como su autor, con un manto de prejuicio e ignorancia. Lamentablemente,
porque algunas de sus ideas, las dos centrales, la idea del hombre masa y la idea de Europa, ayudarían a pensar muchos aspectos de la sociedad contemporánea.
La rebelión de las masas ha sido víctima de algo que Ortega criticó: lectores que no pasan del título. Es triste, pues uno de los mayores méritos del libro es que su contenido es
antiintuitivo: su concepto de hombre masa no corresponde a lo que la opinión contemporánea entiende por él.
Para Ortega el hombre masa no son los muchos o las mayorías, ni una clase o grupo social. Juega con el
doble sentido del término, que no existe en inglés ni en otros idiomas. El hombre masa es el individuo amorfo
(que corresponde al inglés dough, pasta, y no al equivalente tradicional de masa, mass). Elocuentemente el
ejemplo con el que ilustra este ser sin forma, “hecho de prisa”, es el heredero. ¿Por qué las dinastías
degeneran? Porque son herederos: todo les es dado, con lo que se les evita la penosa necesidad de enfrentar
problemas. Y lo que nos da forma a los seres humanos es precisamente eso: enfrentar problemas.
Heredero, señorito satisfecho, niño mimado, hijo de familia, son términos con los que Ortega se refiere al
hombre masa. Un hombre que puede encontrarse en cualquier estrato o clase social. En principio, es típico
entre las clases sociales altas, pero la novedad es que el desarrollo de los últimos siglos, que ha dado lugar
situaciones de seguridad y comodidad que la humanidad no imaginó antes, nos hacen a todos herederos,
herederos de los logros de la civilización.
El hombre masa no es consciente de esta herencia, ni de lo mucho que ha costado, ni de su fragilidad. La ve
como naturaleza y exige sus derechos de herencia. Sin pensar nunca en sus responsabilidades ni en hacerse
solidario con su circunstancia. El heredero que degenera porque lo encuentra todo hecho, ese hombre
cualitativamente inferior, se ha multiplicado con el desarrollo tecnológico y político desde el siglo XIX y es
hoy mayoritario.
Este análisis que podría ser sociológico tiene sus fuentes en la filosofía del siglo XX (Ortega empezó como
filósofo “duro”, neokantiano, y su interés por la circunstancia lo llevó a la sociología). Filosofía de la vida y
existencialismo: el ser humano tiene que responder ante los problemas que le plantea la vida, tiene que ser
responsable, y dar así sentido a su existencia.
Hay otra expresión del hombre masa en Ortega, aparentemente muy distinta a la anterior. También es
antiintuitiva: el “bárbaro especialista”. Se refiere a Ortega al científico experto, especializado en una mínima
parcela de la realidad, que produce conocimientos significativos en esa parcela pero que ignora todo lo
demás. Un “sabio-ignorante” con una actitud “sobremanera grave”: a partir de su conocimiento especializado
de un limitado rincón de la realidad, actúa con petulancia como si lo supiera todo de los demás.
Ignora este bárbaro, este primitivo, que la ciencia para progresar requiere de cuando en cuando una visión de
conjunto, como la que tuvo Einstein, que implica saber mucho más allá de la propia parcela del especialista. Que implica saber de filosofía: Einstein tuvo que estudiar a Kant
y a Mach para hacer su síntesis de la física moderna.
El otro gran tema de La rebelión es la idea de Europa. Amos Oz, en un libro extraordinario (Una historia de amor y oscuridad) dice que en la primera mitad del siglo XX los
únicos europeístas, los únicos que tenían la idea de Europa como unidad, eran los judíos. Se equivoca: Ortega desde 1930 planteó con claridad la posibilidad y la necesidad de
la unidad europea.
Fundamenta su propuesta en sus ideas de nación, de Estado, de sociedad. Contrariamente a la etimología, nos dice, la nación no nace, se hace. No son las naciones las que
crean a los Estados, sino al revés: es la voluntad estatal la que ha construido naciones (o “comunidades imaginadas”, como diría Benedict Anderson décadas después). Y de
ahí surge el Estado nación.
Para que la imaginación dé lugar a una comunidad debe tener una base. Y aquí es donde Ortega hace intervenir la idea de Europa. Europa para él tiene ya condiciones de
unidad: hay una sociedad europea, entendida como un conjunto de usos, de vigencias comunes a los diversos pueblos europeos.
Para Ortega la sociedad es un conjunto de usos (opinión pública, costumbres, principios morales, normas jurídicas). Eso, que es lo que constituye una sociedad, para él ya
existe en Europa. Falta la decisión y la acción, el “plebiscito cotidiano” (Renan) pero pensando en un futuro común (agregado de Ortega a la idea de Renan) para consolidar a
Europa como unidad. ¿Hay algo equivalente en Latinoamérica? ¿O en Norteamérica?
La “profecía” de la Unión Europea se cumplió, o se ha ido cumpliendo. No fue un acto de adivinación, sino de algo que el filósofo español supo prever porque veía bien su
realidad contemporánea, su circunstancia. Releerlo es un buen camino para ver mejor la nuestra.
Víctor Reynoso. Profesor de la Universidad de las Américas (UDLA) de Puebla.
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Nexos - The Avett Brothers y la dulzura de Carolina
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Fecha: 01/08/2010
The Avett Brothers y la dulzura de Carolina
Hugo García Michel
Por lo general, las historias sobre hermanos que forman parte de una misma banda de rock son más bien difíciles y conflictivas. Aunque por ahí se diga que no hay armonía
más bella que la armonía fraterna, casos como los de los hermanos Gallagher de Oasis o los hermanos Davies de The Kinks son todo menos ejemplares y mucho menos
idílicas. Algo similar puede decirse de los Everly Brothers, los Allman Brothers, los Bee Gees y los White Stripes.
A
pesar de todo lo anterior, se da uno que otro caso en el cual los hermanos pueden convivir de manera más o menos
tranquila y uno de ellos es el de Scott y Seth Avett, mejor conocidos como The Avett Brothers, cuya armonía fraternal se
decanta en composiciones de enorme hermosura y sutileza, tanto desde un punto de vista letrístico como desde los terrenos
musicales, en los que sus temas destacan por los finísimos arreglos instrumentales y vocales.
En 2009 esta banda de Concord, Carolina del Norte, puso en circulación uno de los mejores discos del año y de mucho
tiempo. Producido por Rick Rubin, I and Love and You es el primer álbum de los Avett Brothers para una disquera grande
(American Recordings), pero ya tenían detrás la grabación de cinco placas cuya calidad nada le pide a su más reciente
producción. Trabajos como su EP homónimo de 2001, Country Was (2002), Mignonette (2004), Four Thieves Gone (2006) y
Emotionalism (2007) son espléndidas obras en las que el estilo del grupo se ha ido puliendo hasta alcanzar enormes alturas
artísticas.
I and Love and You es uno de esos discos que aparecen muy de vez en cuando. Se trata de una obra llena de magia, con una musicalidad encantadora (en el sentido literal de
la palabra), una amalgama de estilos que se enraizan en lo más auténtico de la música estadunidense, especialmente en el folk, el country y el bluegrass, pero también en el
rock e incluso en el mejor pop.
La historia de los Avett Brothers tiene algo de magia, ya que, a pesar de su calidad indiscutible, podrían seguir en el ostracismo de su ciudad natal, sin que alguien más allá de
ese entorno supiera algo de su música. Quiso el destino, sin embargo, que al afamado productor Rick Rubin se le ocurriera un día ponerse a buscar al azar bandas
desconocidas en YouTube y de casualidad diera con ellos. El sonido del grupo lo conquistó al momento y de inmediato se puso en contacto con sus integrantes, quienes al
principio pensaron que se trataba de una broma de alguien que se hacía pasar por Rubin y pretendía tomarles el pelo. No lo creyeron hasta que traspasaron las puertas de la
residencia del productor de discos tan disímbolos y conocidos como Licensed to Ill de los Beastie Boys, Shake Your Money Maker de The Black Crowes, Californication de
los Red Hot Chili Peppers y la serie American Recordings de Johnny Cash, entre muchos otros.
Rick Rubin les dio libertad para grabar como acostumbraban, pero también los impulsó a hacer cosas nuevas y los obligó a repetir las tomas una y otra vez hasta que quedaran
perfectamente pulidas. Esto se refleja en el resultado final del disco, mucho más brillante y fino que cualquiera de sus entrañables pero no del todo cuidados álbumes
anteriores.
Todas las canciones del grupo son escritas por los dos hermanos. Su empatía fraternal los ha llevado a componer verdaderas joyas, varias de las cuales se encuentran en I and
Love and You, como la propia pieza que lleva ese nombre y que posee una de las melodías más melancólicas y conmovedoras de los últimos años, junto con una letra
introspectiva, filosófica y en algunas líneas poéticamente hermética.
Algo parecido puede decirse de otros temas del mismo disco, como las espléndidas “Laundry Room”, “Ten Thousand Words”, “January Wedding”, “Incomplete and
Insecure”, “Tin Man” y “The Perfect Space”.
“Cuando lo trágico es algo que está a la mano no es difícil de relatar y menos lo es transmitírselo a mucha gente. En algunas letras podemos ser muy específicos acerca de
algo que nos sucedió en lo personal, pero al final sucede que son cosas que le pasan a todo el mundo y por eso quienes escuchan nuestras canciones pueden identificarse con
ellas”, comenta al respecto Scott Avett.
Cálida, acogedora, nostálgica, aunque en ciertos momentos divertida, así es la música de The Avett Brothers, una de las propuestas más interesantes del alt-folk estadunidense
de la actualidad.
Hugo García Michel. Músico, escritor y periodista. Director de La Mosca en la Red. Columnista de Milenio Diario. Autor de la novela Matar por Ángela.
www.nexos.com.mx
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18/11/2010
Nexos - The Avett Brothers y la dulzura de Carolina
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Fecha: 01/08/2010
The Avett Brothers y la dulzura de Carolina
Hugo García Michel
Por lo general, las historias sobre hermanos que forman parte de una misma banda de rock son más bien difíciles y conflictivas. Aunque por ahí se diga que no hay armonía
más bella que la armonía fraterna, casos como los de los hermanos Gallagher de Oasis o los hermanos Davies de The Kinks son todo menos ejemplares y mucho menos
idílicas. Algo similar puede decirse de los Everly Brothers, los Allman Brothers, los Bee Gees y los White Stripes.
A
pesar de todo lo anterior, se da uno que otro caso en el cual los hermanos pueden convivir de manera más o menos
tranquila y uno de ellos es el de Scott y Seth Avett, mejor conocidos como The Avett Brothers, cuya armonía fraternal se
decanta en composiciones de enorme hermosura y sutileza, tanto desde un punto de vista letrístico como desde los terrenos
musicales, en los que sus temas destacan por los finísimos arreglos instrumentales y vocales.
En 2009 esta banda de Concord, Carolina del Norte, puso en circulación uno de los mejores discos del año y de mucho
tiempo. Producido por Rick Rubin, I and Love and You es el primer álbum de los Avett Brothers para una disquera grande
(American Recordings), pero ya tenían detrás la grabación de cinco placas cuya calidad nada le pide a su más reciente
producción. Trabajos como su EP homónimo de 2001, Country Was (2002), Mignonette (2004), Four Thieves Gone (2006) y
Emotionalism (2007) son espléndidas obras en las que el estilo del grupo se ha ido puliendo hasta alcanzar enormes alturas
artísticas.
I and Love and You es uno de esos discos que aparecen muy de vez en cuando. Se trata de una obra llena de magia, con una musicalidad encantadora (en el sentido literal de
la palabra), una amalgama de estilos que se enraizan en lo más auténtico de la música estadunidense, especialmente en el folk, el country y el bluegrass, pero también en el
rock e incluso en el mejor pop.
La historia de los Avett Brothers tiene algo de magia, ya que, a pesar de su calidad indiscutible, podrían seguir en el ostracismo de su ciudad natal, sin que alguien más allá de
ese entorno supiera algo de su música. Quiso el destino, sin embargo, que al afamado productor Rick Rubin se le ocurriera un día ponerse a buscar al azar bandas
desconocidas en YouTube y de casualidad diera con ellos. El sonido del grupo lo conquistó al momento y de inmediato se puso en contacto con sus integrantes, quienes al
principio pensaron que se trataba de una broma de alguien que se hacía pasar por Rubin y pretendía tomarles el pelo. No lo creyeron hasta que traspasaron las puertas de la
residencia del productor de discos tan disímbolos y conocidos como Licensed to Ill de los Beastie Boys, Shake Your Money Maker de The Black Crowes, Californication de
los Red Hot Chili Peppers y la serie American Recordings de Johnny Cash, entre muchos otros.
Rick Rubin les dio libertad para grabar como acostumbraban, pero también los impulsó a hacer cosas nuevas y los obligó a repetir las tomas una y otra vez hasta que quedaran
perfectamente pulidas. Esto se refleja en el resultado final del disco, mucho más brillante y fino que cualquiera de sus entrañables pero no del todo cuidados álbumes
anteriores.
Todas las canciones del grupo son escritas por los dos hermanos. Su empatía fraternal los ha llevado a componer verdaderas joyas, varias de las cuales se encuentran en I and
Love and You, como la propia pieza que lleva ese nombre y que posee una de las melodías más melancólicas y conmovedoras de los últimos años, junto con una letra
introspectiva, filosófica y en algunas líneas poéticamente hermética.
Algo parecido puede decirse de otros temas del mismo disco, como las espléndidas “Laundry Room”, “Ten Thousand Words”, “January Wedding”, “Incomplete and
Insecure”, “Tin Man” y “The Perfect Space”.
“Cuando lo trágico es algo que está a la mano no es difícil de relatar y menos lo es transmitírselo a mucha gente. En algunas letras podemos ser muy específicos acerca de
algo que nos sucedió en lo personal, pero al final sucede que son cosas que le pasan a todo el mundo y por eso quienes escuchan nuestras canciones pueden identificarse con
ellas”, comenta al respecto Scott Avett.
Cálida, acogedora, nostálgica, aunque en ciertos momentos divertida, así es la música de The Avett Brothers, una de las propuestas más interesantes del alt-folk estadunidense
de la actualidad.
Hugo García Michel. Músico, escritor y periodista. Director de La Mosca en la Red. Columnista de Milenio Diario. Autor de la novela Matar por Ángela.
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18/11/2010
Nexos - Tres observaciones sobre la obra de Enrique Estrada
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Fecha: 01/08/2010
Tres observaciones sobre la obra de Enrique Estrada
Víctor Manuel mendiola
1
Es desconcertante mirar la pintura de Enrique Estrada. Es desconcertante ver una obra en la que el exceso
de realidad cuestiona la realidad y crea un contrauniverso —bien miradas las cosas— paralelo. Es
inquietante comprobar cómo el instante verosímil de un rostro y de un cuerpo, él lo congela en la imagen de
una activa negrura iluminada; es turbador descubrir cómo reordena la luz y las sombras del mundo con
espesas oscuridades resplandecientes o blancos barridos y espiritados en toda clase de materias turbias que
no son de ningún lado. Nos cuestiona la manera como atrapa el gesto en un retrato o en un desnudo para
volverlo una rigurosa unidad extendiéndose con malicia por el cuadro. Nos agarra desprevenidos, en sus
cuadros futuristas, cómo amalgama, emulsiona y diluye la comprensión de la atmósfera de una escena con
las borraduras y el trastrocamiento de los planos, el estudio nimio y escrupuloso de los pliegues y la
transparencia de una tela con el efecto furioso del manotazo de una pincelada, el entendimiento de la
anatomía con la fragmentación del movimiento. Nos confunde darnos cuenta, comprobar casi de un modo
involuntario, que en su pintura el mundo no es lo que creíamos conocer —aunque en una primera mirada lo
hayamos pensado— y de hecho, a pesar de su clara concreción, de su elaborado realismo, construye una
poderosa apariencia que no entendemos y nos descoloca. Pero ¿qué sucede entonces con la realidad
representada en sus cuadros? ¿Se ensimisma?, ¿se nos muestra con otra cara?, ¿nos engaña?, ¿nos contradice? Quizá en la pintura de Estrada la imitación del mundo es una
invención densa y desmesurada que nos señala que por más que poseamos a las cosas y a los seres, éstos y aquéllas, se nos escapan y que la mejor manera de retenerlos es
través de una ilusión minuciosa.
2
En la rebelión contra la realidad y el sentido, la pintura —exactamente igual que la poesía— avanzó, hacia “adelante” o hacia
el “futuro”, automutilándose, autosacrificándose. En el siglo XX, el repudio, primero, de todas las formas de representación, y el
rechazo, después, de todo lo que pudiese significar un soporte de unidad intelectual llevó a la pintura y a casi todas las demás
artes a la destrucción y a un destierro. Movidos por el deseo de hacer del arte un principio de invención y organización de la
sociedad, los artistas se alejaron de sí mismos. Si propagar la creación encontraba un obstáculo en el rigor intelectual y en el
oficio extremo, entonces había que abandonarlos; si pensar detenidamente la solución de un obra significaba alejarse del niño o
del impulso salvaje, entonces había que saltar a la espontaneidad sin ninguna clase de lastre. Es curioso notar cómo el elitismo
extremo de los primeros modernistas abrió el paso a un populismo estético también extremo. La radical operación intelectual de
Marcel Duchamp, de convertir un mingitorio en una obra de arte, lleva necesariamente a un antiintelectualismo y a la
desaparición de las exigencias de un escrupuloso proceso de elaboración basado en la experiencia y en la memoria. Tanto para
una buena parte de los pintores contemporáneos como para una parte significativa de los poetas modernos, la única manera de
seguir pintando o escribiendo era casi dejar de hacerlo, es decir, inventar otras formas de expresión que ya no pasaban
propiamente por la línea y el color o las palabras sometidas a la música y al sentido. En esta actitud, en donde pintar quiere
decir, muchas veces, no pintar y escribir quiere decir, con frecuencia, transcribir el habla y saltar al uso directo de otras materias no verbales, hubo una grandeza y hasta un
gesto genial, pero la transmutación de este desplante en una manera para todos y en una respuesta habitual devino un camino trillado. En realidad, estas formas de creación
tienen cada día menos que ver con la pintura y la poesía como fueron concebidas durante siglos. Los retratos y desnudos de Enrique Estrada son precisamente la negación de
este proceso de vaciamiento; son la revaloración progresiva del poder de la pintura para apropiarse no sólo de las técnicas, sino de las visiones que la cuestionaron y
reincorporarse de nuevo con el poder de la representación.
3
En la obra reciente de Enrique Estrada —una serie de desnudos— sucede algo extraño: una especie de cubo-futurismo
interviene el realismo o, al revés, la imitación precisa de la realidad se enriquece con la descomposición y el movimiento. La
oposición natural entre dos estéticas contradictorias desaparece. El cubo-futurismo deja de ser el cuestionamiento de la unidad
de la imagen y se convierte en uno de sus soportes principales. Al mismo tiempo, el rigor barroco alcanza una forma más
elevada por medio de la asimilación de la simultaneidad y de los sutiles o violentos desplazamientos del cuerpo. En esta serie
Enrique Estrada vuelve evidente la constante alteración de los seres o las cosas que se encuentran en reposo y nos señala cómo
en el movimiento una imagen se rompe a través de otra en una oscuridad iluminada o en una fulguración vivaz. Pero Estrada, en
vez de permitir con estos recursos de fragmentación la disolución del cuadro, contradictoriamente logra aumentar su cohesión.
Y en vez de destruir al sujeto, lo revela de un modo más denso.
Hay dos pinturas en esta serie que me sorprenden de manera especial: “Desnudo de espaldas” (óleo tela) y “Hombre de
humo” (óleo tela). En el primero, el cuadro crea un efecto ambivalente al mostrarnos en la inmovilidad de un cuerpo sus
variaciones sucesivas; en el segundo, al revelarnos en el estudio de la carrera de un hombre o del movimiento del humo en el
aire una gravedad que tiende a la fijeza. En el primero, hay que indicar que en la composición del cuadro la atmósfera está elaborada en la compleja profundidad que
exploraron muchos pintores en el siglo XVII, mientras que el cuerpo ha sido concebido desde una superposición de finos planos horizontales, vinculados de manera clara con
el juego de los volúmenes y la esencialidad de la geometría, característicos del arte plástico del siglo XX. Desde este punto de vista, en el segundo cuadro, “Hombre de
humo”, tanto la atmósfera del cuadro como el vértigo del movimiento han sido retratados en una serie de superficies verticales como un biombo animado que no deja de
desplegarse de una forma continua. En este cuadro la velocidad del movimiento ha sido capturada por una repetición de líneas que crean una sensación de fuga y, a la vez, de
parálisis. Estos dos cuadros se articulan con distintas visiones de un desnudo subiendo o bajando la escalera. La horizontalidad activa de “Desnudo de espaldas” y el
desarrollo estático de “Hombre de humo” nos permiten pensar en el enigma de un cuerpo que sube o baja por una escala. La naturaleza viva de “Desnudo de espaldas” y el
paisaje inmovilizado de “Hombre de humo” establecen una ecuación con la mujer en ascenso o descenso. ¿En qué consiste esta ecuación? En el diálogo de una poesía vertical
con una poesía horizontal, en el diálogo de lo simultáneo y lo sucesivo, en la correspondencia de una oscuridad constructiva e iluminada con un cuerpo despedazado en sus
desplazamientos, en el ensamblaje de un sentido de unidad con la desorganización deliberada o, para decirlo con nombres y apellidos, en la superposición de Rembrandt sobre
Duchamp y a la inversa. Para mí lo más importante, el hecho desconcertante y admirable, es el modo como esta sincronía nos asalta y nos revela cómo lo simultáneo y lo
sucesivo conviven armoniosamente en un cuadro.
Víctor Manuel Mendiola. Poeta y ensayista. Su poesía reunida fue editada por la UNAM en Tan oro y Ogro 1987-2002.
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18/11/2010
Nexos - Dosier: La historia de piedra
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Fecha: 01/08/2010
Dosier: La historia de piedra
Gustavo García
E
sta nota podría estar apadrinada por la proustiana frase de L. P. Hartley con que iniciaba su novela (y la adaptación cinematográfica de Joseph Losey) El mensajero: “El
pasado es una tierra extraña. Todo se ve diferente entonces”; pero también, con la sabia conclusión a que llegó Alfred Hitchcock tras hacer un par de fracasadas incursiones en
el siglo XIX, La posada de Jamaica y Bajo el signo de Capricornio: “Nunca filmes sobre personajes a los que no te imagines yendo al baño”. La relación entre el cine y la
Historia es como la de Groucho Marx y Margareth Dumont, entre un orate y una señora muy seria y distinguida que, inevitablemente, acaba cayendo en el juego de él; sobre
eso se han escrito miles de páginas acusando recibo de traiciones, falacias, extravagancias y desmesuras que pueden indignar, pero en muchos casos arrojan más luz de la
esperada: después de todo, es un arte aplicado a una ciencia.
H
ay momentos en esa relación que son fascinantes por estar destinados al fracaso: por ejemplo, la incapacidad
que Hollywood ha mostrado para abordar su movimiento de independencia, desde América (1924, D.W.
Griffith) hasta El patriota (2000, Roland Emerich); sus George Washington son estatuas parlantes de parque
temático, a los guionistas les cuesta trabajos enormes hacer claros y universales los motivos de un conflicto entre
británicos y americanos pero que dejaba fuera a los indios, los negros y cualquier otra etnia; comprar
cinematográficamente bronca con una Madre Patria que ha surtido a Hollywood de muchos de sus mejores
talentos no deja de ser incómodo. Una excepción poco conocida es el cortometraje Sons of Liberty (1939,
Michael Curtiz), insólito rescate de la participación judía en el financiamiento de los rebeldes, encarnada en
Haym Salomón (Claude Rains), entre persecuciones, balaceras, calabozos, escapes por trampas ocultas bajo las
alfombras del comedor y una agonía digna de la María Félix en Río Escondido (¿recuerdan “Ese niño… es
México”?). La Warner Bros. había declarado la guerra a Hitler ese mismo año con Confesiones de un espía nazi
(Anatole Litvak), que provocó varias incomodidades al Departamento de Estado; Sons of Liberty debe leerse a
la luz del momento político, pero es también una confirmación de que para que la Historia funcione
cinematográficamente debe traducirse a sus reglas, incluso dramáticas, y eso incluye a próceres y hazañas.
Se especula que hará falta otro centenario para justificar el reingreso de la historia patria al celuloide. La
incomodidad de Hollywood por su independencia se puede trasladar con toda facilidad al cine mexicano: si la Historia es la consignación y el estudio de una humanidad en
cambio constante, en sus crisis y sus ajustes en un panorama dinámico, el cine mexicano es su negación: las biografías (de la primera versión de Sobre las olas y el sacrificio
del ferrocarrilero Jesús García en El héroe de Nacozari, ambas de 1934, a Nocturno a Rosario de Matilde Landeta y Gertrudis Bocanegra de Ernesto Medina y El padre Kino
de Felipe Cazals, todas de 1991) buscan el tono declamativo de las hagiografías, de las vidas de santos con un destino (la gloria) marcado desde el momento en que sufren las
humillaciones por cuenta de los aristócratas (El joven Juárez), los señores de la guerra japoneses (San Felipe de Jesús) o una larga cadena de mujeres fatales (La vida de
Agustín Lara), en territorios ajenos a cualquier realidad concreta, prefijados por las convenciones genéricas del cine.
Los personajes históricos sufren un choque inmovilizador en la pantalla; la notable excepción de ¡Vámonos con Pancho Villa!, que lo revisa y degrada, de patriarca que
reparte el maíz entre el pueblo a cobardón ante la epidemia de tifo entre su tropa (en el final oficial) o a asesino de una familia indefensa (en el final recuperado), sólo enfatiza
la manera como en el cine se le redujo a norteño bonachón, justamente iracundo ante las bajezas del “Chacal” Huerta (único villano oficial que la censura oficial toleró), ya lo
encarnaran José Elías Moreno, Pedro Armendáriz o el literato Eraclio Zepeda, o se volviera una referencia afantasmada (Chicogrande), en el mismo mundo mítico donde la
Historia oficial mandó a Emiliano Zapata.
Partamos de un hecho contundente: después de ¡Vámonos con Pancho Villa! el cine enfrentó una censura feroz que no perdonó prestigios: a Emilio Fernández le obligó a
empezar Las abandonadas (1944) con un letrero explicando que se refería a “otro México” por mencionar a la Banda del Automóvil Gris; las declaraciones de Lázaro
Cárdenas a favor de la revolución cubana determinaron que se “congelara” La Rosa Blanca (1961, Roberto Gavaldón) y Felipe Cazals debió eliminar una frase que Ricardo
Garibay había colado en Emiliano Zapata (1969) sobre que “Díaz está matando estudiantes en la plaza”.
La consecuencia fue un cine ajeno a la Historia y sus implicaciones, a toda realidad concreta; Emilio Fernández
no volvió a cometer el error, y en Enamorada (1949) aísla a su general Reyes (Armendáriz) en un Cholula
intocado por la revolución que él encarna y donde se vuelve vulnerable en su proceso de seducción de una niña
rica (María Félix); cuando ella deja ese tiempo congelado, premonición del de Gringo viejo, y sigue al general,
se está integrando a la Historia, al azar, al movimiento, a una epopeya a pie que no sólo está fuera del lugar sino
fuera de la pantalla.
Eco distante o habitante de la nada, el personaje histórico no encuentra en el cine mexicano una tradición
documental en dónde instalarse (eso hizo insólita, en su momento, a Canoa); del Pancho Villa que vive en el
corazón de sus seguidores (como Pedro Infante en el de los mexicanos) en Chicogrande, a Miguel Hidalgo joven
viviendo pasiones amorosas y artísticas en San Felipe Torres Mochas, incluidos tres hijos fuera de matrimonio y
prédica (Hidalgo, la historia jamás contada), en una sabrosa especulación con un sustento histórico muy endeble
transformada en una prédica para convencidos de buenos muy buenos contra malos muy malos. El pasado es una
tierra extraña… y con mapas inútiles.
Gustavo García. Investigador y crítico de cine.
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19/11/2010
Nexos - Ágora: Inteligencia contra fundamentalismos
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Fecha: 01/08/2010
Ágora: Inteligencia contra fundamentalismos
Fernando Moreno Suárez
Dirección: Alejandro Amenábar.
Guión: Alejandro Amenábar y Mateo Gil.
Reparto: Rachel Weisz, Max Minghella, Oscar Isaac.
Duración: 126 minutos.
De todos los géneros cinematográficos que Hollywood utilizó en sus orígenes para adaptar el modelo fordista de producción al
entretenimiento, el épico histórico es, muy probablemente, el que mejor encarna la idea que tuvieron los pioneros de dichos estudios,
sobre lo que querían como industria.
Ese cine espectáculo con estrellas inalcanzables, escenarios fastuosos, reconstrucciones de época, monumentales batallas y multitudes
de extras a cuadro, ha sido retrato fiel de lo mejor y lo peor de la fábrica de sueños instalada en California. Un cine que buscaba su identidad en la grandilocuencia y su
capacidad de crear y recrear mundos. Para la historia quedaron como muestra grandes éxitos: El nacimiento de una nación (D.W. Griffith, 1915), Los diez mandamientos
(Cecil B. DeMille, 1956), Ben Hur (William Wyller, 1959), Espartaco (Stanley Kubrick, 1960), Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939) o Lawrence de Arabia
(David Lean, 1962) y fracasos tan estrepitosos como Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz, 1963), Mundo acuático (Kevin Reynolds, 1995) o El mensajero (Kevin Costner, 1997)
que han justificado y cuestionado un sistema de producción y un modo de vida. Hoy, en tiempos donde la Metro Goldwyn Mayer, gigante mediático, se declara en bancarrota
y se debate entre el cierre o el remate, las películas épicas siguen produciéndose con la misma pasión, intensidad y riesgo que hace casi 100 años.
Heredera de lo mejor de la tradición de directores clásicos es la cinta Ágora, quinto largometraje del realizador español Alejandro Amenábar, caso atípico entre los directores
ibéricos exitosos de los últimos años que filma dentro y fuera de su país, según convenga a sus intereses. Dueño de una voz propia y especialmente dotado para el manejo del
suspenso, Amenábar se ha convertido en toda una revelación, primero en España con cintas como Tesis (1996) y Abre los ojos (1997) que le valieron el reconocimiento
internacional y lo llevaron a realizar su primera cinta con capital extranjero: Los otros (2001).
Producida por Tom Cruise y protagonizada por Nicole Kidman, Los otros significa la entrada de Alejandro por la puerta principal a las grandes ligas del cine global. Después
del triunfo internacional, y a diferencia de lo que se esperaba de él, Amenábar regresó a España a realizar una película más antes de lanzarse de lleno a los brazos de los
cuantiosos presupuestos con la brillante Mar adentro (2004). Ésta le puso en las manos una cantidad innumerable de premios internacionales, entre los que destaca el Oscar a
mejor película extranjera.
Al final de dicho periplo, y tras moverse como pez en el agua en terrenos tan diferentes como el suspenso, el thriller psicológico o el melodrama, el director-guionista aterriza
en el cine épico histórico con Ágora. Una superproducción de más de 50 millones de euros que se traduce en profunda reflexión sobre la intolerancia ambientada en la
Alejandría del siglo IV.
En el centro del relato, como sucede en las cintas de este director, ya sea como protagonista o como motor fundamental de la acción, está una mujer. La Hipatia de Ágora
(Rachel Weisz espectacular) no está lejos en importancia de la Ángela de Tesis (una memorable Ana Torrent), de la madre atormentada Grace de Los otros (tal vez la mejor
interpretación de Nicole Kidman), de la actriz callejera de Abre los ojos (Penélope Cruz en Penélope Cruz) o de la locutora y de la abogada de Mar adentro (Lola Dueñas y
Belén Rueda inmejorables). La única diferencia es que ahora, y tal vez sólo sea comparable con la situación en Los otros, se trata de una estrella global en el papel
protagónico y que los sets, el presupuesto y, desde luego, las presiones para un cineasta que se entiende a sí mismo como autor, son mucho más grandes.
Sin embargo, justo en ese punto parece recaer el principal acierto de la cinta. Lo mejor de Ágora radica en que esos factores no afectan a la película y que, debajo de todas las
capas de escenografía, ambientación y millones de euros, respiran intactos el director y su propuesta.
La Alejandría de Amenábar no parece de cartón, como sucede en algunas cintas de época. Detrás del gran presupuesto hay personajes de carne y hueso, un guión sólido
(escrito como es habitual por el propio director y su socio Mateo Gil), una fotografía exacta de Xavi Jiménez y la mano firme de un realizador que no se pierde en la
perfección formal que exige el género para funcionar. Sí, es cierto que el relato y el género exigen grandes planos abiertos, grúas monumentales y tomas cenitales. Amenábar
lo sabe y deja que el tamaño de su empresa se manifieste en su dimensión, sin olvidar que todo está al servicio de una idea y, en este caso, de una denuncia en contra de
cualquier tipo de fundamentalismo y a favor de la libertad de pensamiento.
Ágora es, al mismo tiempo, una muestra más de la capacidad de su director para hacer exactamente lo que quiere, de salirse con la suya y ser aceptado por crítica y audiencia,
y un ejemplo de que el verdadero cine no sabe de etiquetas y no se cuestiona si es comercial o de autor. En homenaje a los grandes maestros del género, Amenábar cumple
con una de las máximas de las buenas películas históricas: revisa el pasado para entender lo que nos está sucediendo hoy día. Madurez e inteligencia en un cineasta con cinco
largometrajes y 38 años.
Fernando Moreno Suárez. Socio fundador de Productora los olvidados, conductor de El cine y… en Ibero 90.9 y maestro de cine en la Universidad Iberoamericana.
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19/11/2010
Nexos - Los hombres que no amaban a las mujeres: Una traducción eficiente
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Fecha: 01/08/2010
Los hombres que no amaban a las mujeres: Una traducción eficiente
David Miklos
Dirección: Niels Arden Oplev.
Guión: Nikolaj Arcel y Rasmus Heisterberg.
Reparto: Michael Nyqvist, Noomi Rapace, Sven-Bertil Taube.
Duración: 152 minutos.
Algo siempre se pierde en la traducción. En su idioma original, y para todos los que no lo comprendemos, Män som hatar kvinnor
quiere decir nada. Sin embargo, para los editores españoles la literalidad de “los hombres que odiaban a las mujeres” —que es lo que
quiere decir la ininteligible frase anterior, escrita en sueco— sonaba mejor como Los hombres que no amaban a las mujeres, título con
el que se lanzó al mercado hispanoamericano la primera entrega de la serie Millennium, obra primera y última del nunca del todo
exitoso escritor Stieg Larsson, fallecido prematuramente, cuya fortuna ahora se disputan tanto sus familiares como la que fuera su pareja en vida (esta historia es mucho más
entretenida que la obra que la anima, si hemos de ser honestos).
Pero regresemos con el inquietante tema de la traducción y todo lo que en ella se pierde o se tira al mar como lastre. En inglés, los editores de Män som hatar kvinnor tuvieron
serios problemas con el asunto del odio y la misoginia, y decidieron no recurrir a la solución española de convertir “odio” en “no amor”: ¿por qué no mejor trasladar a la
protagonista femenina de la novela al título y rebautizar el bestseller de Larsson como The Girl With The Dragon Tattoo, es decir, “la chica del tatuaje de dragón”? Así
hicieron tanto estadunidenses como ingleses y el resto es historia: tanto ése como los siguientes volúmenes de Millennium (tres en total) han vendido cientos de millones de
ejemplares en sus múltiples traducciones —y todo lo que en ellas se pierde— a decenas de lenguas.
Más allá de lo veleidoso de su título y de las decisiones editoriales a las que se ha visto sometida, la obra de Larsson ha sido objeto de una nueva traducción. O bien, a un
traslado —para no decir adaptación—: del libro al cine. ¿Cómo se convierten 600 páginas de lectura en cerca de 150 minutos de expectación? Con mucha dificultad, sin lugar
a dudas, y con un equipo de cirugía editorial muy sofisticado. En defensa de la versión fílmica de Män som hatar kvinnor, dirigida por el sueco Niels Arden Oplev, puede
decirse que es buena si se atiende desde el lado de su guión, una reducción —o tala— inteligente de la amplia novela de Larsson, en la que se sacrifican personajes y
argumentos en pos de cierta solidez y congruencia narrativas.
La historia del periodista cuarentón Mikael “Kalle” Blomkvist y la hacker veinteañera Lisbeth Salander corren en paralelo hasta encontrarse, luego de que la segunda decida
auxiliar de manera anónima al primero en sus pesquisas iniciales del caso abierto de Harriet Vanger, la sobrina desaparecida del bonachón empresario Henrik, necio en
encontrarla pese a que lleva 40 años sin tener noticia ni pista alguna de su paradero, tanto así que la cree muerta, asesinada por algún miembro de su sospechoso clan familiar.
Así de enredado y complejo.
Más allá de los Vanger —y de su violento pasado nazi, que en el filme se toca de refilón—, están las historias secundarias de Blomkvist y Salander, incidentales en la película
y narradas con amplio detalle en la novela. Mientras que el periodista militante está a punto de ir a prisión luego de perder un caso contra un empresario despiadado —la
antítesis de Vanger, aunque esto no tiene peso alguno en la película—, la hacker con problemas de personalidad sufrirá la vejación y abuso sexual de su nuevo tutor,
encargado de sus finanzas.
Al final, además de resolver el caso que los ocupa, el protagónico y enrarecido dúo terminará no sólo en la cama (en la película Blomkvist sólo se acuesta con Salander; en el
libro es amante tanto de su socia como de una de las Vanger), sino por vengarse de sus adversarios (y esto no debe sorprender ni arruinarle sendas historias a nadie: estamos
hablando de la adaptación de un bestseller cuya fórmula, pese a todas las complicaciones en las que hace caer a sus protagonistas, está destinada al final feliz).
Hecha la síntesis anterior, el espectador contemplará una película libre de complicaciones psicológicas y carente de arte alguno: Oplev no es un auteur sino un mero
adaptador, consciente de que su materia prima no da para gran cosa en términos cinematográficos, pese a que en taquilla su éxito se encuentre casi asegurado; existe, incluso,
una versión más amplia de la película, en formato televisivo: larga vida a las series (otro sueco ha visto su obra trasladada a la pantalla chica: Henning Mankell y su gran Kurt
Wallander, el policía de Malmö encarnado por Kenneth Branagh en su versión inglesa y por Krister Henriksson en su adaptación local).
Ya veremos qué sucede con la historia de Larsson en manos de David Fincher, el director de culto que estrenará su propio remake —la traducción de la traducción, pues— en
Estados Unidos, por ahí de 2012.
David Miklos. Escritor. Autor de La hermana falsa y La piel muerta, entre otros libros.
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19/11/2010
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Así escribo
Aline Pettersson
En estado de escritura
Decir cómo escribo es remontarme a tiempos lejanos de mi vida: a los años de mi niñez. Y hubo dos asuntos, entonces, que me fueron relevantes. El primero, sin duda alguna,
fue la fascinación por escuchar, leer, pero también por ponerme a imaginar, contar, escribir historias. Sentir cómo se ampliaba el mundo y cómo podía fragmentarse éste
creando muchos otros; era algo similar a lo que sucedía con el mercurio de un termómetro que se quebrara y que el dedo, al intentar tomarlo, lo iba orillando a más y más
divisiones. Al escribir, yo caía en una excitación interior muy grande: se podía ser todos los personajes que surgieran de la imaginación y que correrían todas la aventuras que
esa misma imaginación fuera capaz de pergeñar.
El otro asunto es el de las palabras. Desde aquella época yo encontraba placer en irlas acomodando en la
oración, en el párrafo, en la página. De alguna manera, podría compararlo hoy al método del revelado de las
fotografías previo a la era digital. El surgimiento mágico, al fondo de la tina, de las sombras, los contornos, los
contrastes de luz en el papel. Algo así era la emoción de ir armando con palabras las imágenes de la historia. Y,
luego, fijar la mirada y ver surgir la figura o, al menos, algún fragmento.
A la fecha nada de eso ha variado, como por fuerza variaron el vocabulario, la sintaxis, los temas. Pero tanto el
amor por la palabra, como la posterior búsqueda flaubertiana de la mejor posible, así como la revisión del sitio
adecuado para depositarla en la frase se acrecentaron a lo largo de este oficio ya añejo en mí. Ha transcurrido
una vida larga desde que escribí un pequeño relato acerca de un caballo en mi cuaderno escolar. Mi letra era fea
(ahora es horrenda e ilegible), pero ese texto fue la primera ventana por la que me asomé a la escritura.
El hecho de escribir conduce por el camino de una comprensión mayor del mundo y del individuo. Es
inevitable. Aquí quizá sería bueno buscar el apoyo del conocimiento científico. El asunto es que al colocarse
uno en estado de escritura, algo fantástico sucede en los misteriosos procesos de la mente. Llegan, de pronto,
otro registro de palabras, otra manera para construir las oraciones, otro ritmo. Y ello abre vías nuevas que
intentan responder las incógnitas de siempre. Cae la luz que es capaz de iluminar algunas facetas, aunque, claro,
no se despejarán nunca todas las sombras. Esta actividad perenne ofrece solución engañosa a ciertos enigmas, al
tiempo que genera otros a los que la pluma (las teclas) busca dar alcance. Así, en la conciencia se teje un tapiz
de palabras que harían veces de hilos para crear figuras, las figuras de esas historias que se traman, de esos
versos que se bordan, de esas reflexiones que se tejen.
Escribir es una manera de ponerme en la vida, es mucho más que estar frente al teclado o cuaderno. Es sentarme
a pensar, garabatear, corregir, borrar, empezar de nuevo bajo el movimiento afiebrado de los dedos. Es como dejarse bañar por los rayos del alba o recibir una suave llovizna
de primavera que alerta la piel y potencia la capacidad de percepción.
Pero con frecuencia me eluden las ideas, las manos se paralizan y no encuentro más que vacío. Yo no tengo la fortaleza para permanecer durante horas sentada frente a la
mesa de trabajo a la espera de que algo caiga en mis redes. No, no la tengo y entonces me vivo en una sensación de orfandad lejos de aquel acto tan intenso que es para mí
escribir. Creo que asomarse a cualquier actividad creativa lleva a un estado de ánimo exaltado que alienta no sólo el ejercicio de los sentidos sino que agudiza esos otros
sentidos interiores acaso mucho más finos. El acto de la escritura (si se da) me es muy deleitoso; pero cuando no puedo encontrar la entrada, caigo en el desasosiego.
Inevitablemente me desplazo en una especie de sonambulismo, en un hurgar inmisericorde. Voy tras la huella de esa situación inefable que me elude.
Otro hábito, igual de antiguo y paralelo a la escritura, es caminar. Caminar a un determinado ritmo, temprano en la mañana o al atardecer, cuando la luz se desparrama por el
cielo y se prende de las nubes u obsequia, en algunos raros momentos, la transparencia del aire. La sincronía entre el desplazarse de los pasos y el vagabundear del
pensamiento entrelaza a ambos. Y, de pronto, acaso resplandezcan regiones internas que se prodigan hasta generar, en ocasiones, una epifanía despejando, intensa aunque
momentáneamente, la cabeza, como si posible fuera llegar hasta las honduras del espíritu que después buscaría derramarse en la blanca superficie del papel o la pantalla.
Aline Pettersson. Escritora. Entre sus libros: Círculos, La noche de las hormigas y Tiempo robado.
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19/11/2010
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De la A a la Z
Delia Juárez G.
Adén. En una carta a sus amigos, Rimbaud describió así a esta ciudad árabe a la que llegó a los 26 años, después de renunciar definitivamente a la literatura: “Adén es una
roca espantosa, sin una brizna de hierba ni una gota de agua buena: se bebe agua de mar destilada. El calor es excesivo, sobre todo en junio y septiembre, que son las dos
canículas. La temperatura constante, día y noche, de un despacho muy fresco y muy ventilado es de 35 grados. Todo es muy caro, y así con todo. Pero no hay más: estoy
como prisionero aquí y sin duda tendré que quedarme al menos tres meses antes de afianzarme un poco o de tener un empleo mejor”. Los tres meses se convirtieron en 10
años. Rimbaud entró y salió de esa ciudad de 1880 a 1891, año en que, debido al grave deterioro de su pierna derecha, tuvo que viajar a Marsella, donde después de una
amputación, murió. (Cartas de Adén y Harar, traducción de Esteve Serra, José J. de Olañeta, Editor, 2010.)
Biografía. A propósito de la celebración del bicentenario de la Independencia muchos escritores mexicanos se han volcado a escribir biografías noveladas. Todo muy bien,
pero cuántas biografías y qué súbito interés por la historia. Robert Gittings en La naturaleza de la biografía (traducción de Antonio Saborit, INAH, 1997) escribe: “El biógrafo
tiene que sufrir, no tediosa sino intensamente, no sólo las fallas sino todas las experiencias, triunfantes o desastrosas, del sujeto cuya vida trata de recrear. Esto trae a cuento el
enorme problema de la identidad del escritor con su sujeto, que lo mismo puede conducir al triunfo que al desastre de la biografía misma. No existe ciertamente una guía para
saber si uno se ha identificado mucho o muy poco con el sujeto; éste es un asunto de las más sutiles graduaciones, sobre las cuales el biógrafo entregado debe de estar
continua y activamente consciente”.
Contracorriente. No es fácil ir a contracorriente en el mundo literario. En Cuando éramos honrados mercenarios (Alfaguara, 2009) de Arturo Pérez-Reverte, salta este
comentario sobre Roberto Bolaño, a quien sus fans por lo menos han comparado con Cortázar: “Como ya dije alguna vez en público, es un autor que me parecía
increíblemente avinagrado y aburrido cuando estaba vivo, y me lo sigue pareciendo muerto. Lo de avinagrado se explica porque en vida nadie le hizo caso ni compró sus
libros; eso lo malhumoró mucho y solía meterse con otros autores como si ellos tuvieran la culpa. […] Lees algunas columnas actuales y resulta que Bolaño es imprescindible.
Eso, casualmente, ahora que su agente literario le ha montado una bestial promoción en Estados Unidos. Podían haberlo dicho cuando estaba vivo y sin agente, digo yo.
Ayudándolo a vender más libros y a tener menos mala leche”.
Dandi. “Si el dandismo fuera una religión, el acto de acicalarse sería su rito más sagrado. La exquisitez de los utensilios dandistas se asemeja a la de los eclesiásticos, el
cuidado y la solemnidad de los gestos expresan la profunda conciencia, natural en el dandi, de la extrema seriedad de los actos a los que se entrega. Acicalarse no es, por
tanto, una costumbre, sino una lucha por la supervivencia que se repite cada día. […] Esta serie de actos no desemboca en una obsesión. Una vez forzada la presión del
tiempo, condensando los resultados del encuentro en la perfección del vestuario y del porte, el dandi ya no piensa en ella más, sino que se mueve con absoluta naturalidad en
el precario paso que ha sabido abrir en el Mar Rojo del tiempo, hasta el día siguiente”, se lee en Diccionario del dandi, primer libro traducido al español del investigador
italiano Giuseppe Scaraffia (Antonio Machado Libros, 2009).
Fonsequiana. “Tenía una semana para darme la buena vida. Llamé a Norminha, tenía ganas de una buena cogida. Cuando llegué a su casa, Norminha me dijo, ‘no te vas a
morir, estaba pensando justo en ti’. ‘Anduve de viaje’. ‘Ya no te creo nada. ¿A dónde fuiste?’. ‘A Tampico’. ‘¿Ves? Es un lugar inventado. ¿Dónde está? ¿En Japón? ¿En
Tailandia?’. ‘En Japón’. ‘¿Es verdad que las panochitas de las japonesas tienen la abertura así, al contrario que las de nosotras, que es así?’. Hizo dos gestos, el primero
horizontal y el segundo vertical. ‘Sí, es la mera verdad’ ”. (Rubem Fonseca, El seminarista, traducción Rodolfo Mata y Regina Crespo, Ediciones Cal y arena, 2010.)
Gajes del oficio. En Una autobiografía soterrada (Almadía, 2010), Sergio Pitol cuenta: “La estructura es lo que decide la suerte de una novela. Y en toda mi obra la
construcción es la misma, con mínimas e insignificantes variantes. En el centro de todas mis tramas establezco una oquedad, un enigma, en cuyo torno se mueven los
personajes. El vacío al que reiteradamente me refiero y del que depende el destino de los protagonistas jamás se aclara; lo menciono una y otra vez, sí, pero de modo oblicuo,
elusivo y recatado. Instalo en el relato una ambigüedad y una que otra pista, casi siempre falsa. Necesito crear una realidad permeada por la niebla; para lograrlo debo armar
una estructura lo más firme de que sea yo capaz”.
Historiador. Algo para recordar: “El reto del historiador es hacer inteligibles con la imaginación las zonas irracionales del pasado”: Edmundo O’Gorman, Aforismos,
UNAM, 1996.
Infancia. “La infancia es una patria común. En ella se constituye el estado de la naturaleza. Esa patria consiste sólo en un nudo de sensaciones: los primeros aromas, los
primeros sabores, las primeras visiones, las primeras canciones, las primeras caricias. Todas las personas, aun en ámbitos diversos y en tiempos distintos, se reconocen en ella,
y según sea la memoria feliz o desdichada que de la infancia se conserve, ésta significará para siempre el paraíso o el infierno. Cualquier paraíso siempre es un paraíso
perdido. Cualquier infierno siempre es un infierno presente, recobrado”. Así lo expresó el escritor valenciano Manuel Vicent en la IV Cita Internacional de la Literatura en
Español a la que convocan anualmente la Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Kerouac. Howard Cunnell, uno de los autores de Kerouac en la carretera (Anagrama, col. Argumentos, 2010), se propuso montar la
verdadera historia del mítico libro En la carretera mediante cartas, conversaciones y entrevistas. Escrito en una primera versión sin un solo
punto y aparte en una tira de papel de 36 metros, “es evidente que Kerouac no tropezó casualmente con el rollo, sino que lo construyó a
sabiendas. Cortó las hojas en ocho franjas de distinta longitud y las ajustó para que entraran en la máquina. En el rollo original todavía se ven
las marcas de lápiz y los tajos de las tijeras. Luego pegó los fragmentos con adhesivo. No se sabe si pegaba los fragmentos conforme los
llenaba de texto o si los pegó cuando terminó la novela. […] Según su propia versión, escribió ‘una media de 6 mil palabras al día, 12 el
primer día, 15 mil el último’. En una carta que escribió a Ed White cuando calculaba que tenía ya 86 mil palabras, le dice: ‘Ni sé en qué día
estamos ni me importa, y la vida es un tazón de jugosas cerezas que quisiera mordisquear una por una con los dientes manchados de cereza’
”.
Literatura. RBA Libros publica en español, 20 años después del original en inglés, el Curso de literatura europea (traducción “muy castiza”
de Francisco Torres Oliver) de Vladimir Nabokov. Se trata de las Lectures on Literature que Nabokov dictó en la Universidad de Cornell
durante los años cincuenta, sobre las obras de Jane Austen, Charles Dickens, Gustave Flaubert, Robert Louis Stevenson, Marcel Proust,
Kafka y James Joyce. John Updike escribió en su Introducción: “Aquí están ahora las maravillosas conferencias, todavía con un fragante
olor a clase, olor que una revisión rigurosa podría haber eliminado. Lo que hemos oído y leído sobre ellas no nos hacía prever su asombroso
y envolvente calor pedagógico”.
Magia. En Conversaciones con Woody Allen, de Eric Lax (traducción de Ángeles Leiva, Lumen, 2008), el cineasta confiesa: “Uno se pregunta cómo he durado tanto en un
negocio tan corrupto y feroz como el cine, en especial dados todos mis defectos, mis limitaciones, mis fobias, mis manías, mis pretensiones artísticas, mis exigencias creativas
sin condiciones y con un talento menor como única arma. La respuesta es la siguiente: de niño me encantaba la magia y podría haber acabado dedicándome a ella si no me
hubiera ido por otros derroteros. Y así, echando mano de todas mis aptitudes para la prestidigitación, de mis malas artes, de mis sutiles subterfugios y de mi sentido de la
teatralidad, es decir, de todo lo que aprendí estudiando mis libros de magia cuando era un niño, he sido capaz de crear una fantástica ilusión que ha durado más de cincuenta
años y que incluye un montón de películas”.
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Nacionalidad. El escritor Héctor Abad Faciolince, en entrevista para El País, habló de este sentimiento que acabamos de ver exacerbado en el Mundial de Futbol: “Hubo un
momento en que yo quise dejar de ser colombiano y volverme italiano. Dejé incluso de hablar en español. La nacionalidad también es un disfraz: algo que uno se pone, como
la ropa. Tal vez la única nacionalidad auténtica es la lengua, como pensaba Canetti: uno es lo que habla. Y yo hablo una variedad del castellano que es el antioqueño: una
especie de español antiguo que se habla en las montañas centrales y aisladas de Colombia. Pero no soy un nacionalista; en realidad no soy nada, o no sé qué soy. Uno tiene
que inventarse cada año lo que quiere ser. La identidad —esa palabra tan antipática— también es una ficción, no es una realidad, es una cosa que uno se inventa y se pone,
como un sombrero”.
O. Henry. Hace 100 años que murió el escritor estadunidense William Sydney Porter, uno de cuyos méritos fue reproducir el habla de la gente de la calle. Harold Bloom en
Cuentos y cuentistas. El canon del cuento (traducción de Tomás Cuadrado, Páginas de espuma, 2009) nos guía para leer lo mejor de él: “Es posible que ‘Cuarto amueblado’,
escrito al final de su vida sea la más oscura de sus historias. Las coincidencias, a las que el autor recurrió demasiado, se convierten aquí en una especie de fatalidad. El doble
suicidio de amantes ha sido posible gracias a todas las sordideces de la decadencia urbana”. ¿Algo más para querer leer a O. Henry en el siglo XXI?
Recuerdos. En Mi madre (Anagrama, 2010) el escritor inglés Richard Ford dio rienda suelta a los recuerdos y escribió: “De mi madre no tengo más que recuerdos sueltos
hasta los dieciséis años, en 1960, un año decisivo para los dos: el año en que mi padre se despertó jadeando un sábado por la mañana y murió antes de poderse levantar. Yo,
sobre su lecho, trato afanosamente de encontrar una manera de ayudarle. Lo sacudo. Grito en su cara dormida. Respiro en su boca fláccida. No sé por qué, lo giro sobre el
vientre. Estoy aterrorizado, helado. Y durante todo ese tiempo, de pie en la puerta del dormitorio de mi padre, en nuestra casa de las afueras de Jacson, mi madre se apretaba
las sienes con los nudillos […]. Él había sido todo para ella y todo lo que estaba naturalmente implícito se hizo de pronto explícito en su vida. No estaba preparada para eso.
Así, de una manera que hoy veo clara y veía entonces casi con la misma claridad, se rindió”.
Silla. Relatando un episodio de mudanza, donde sólo queda una silla, G. K. Chesterton reclama: “¿Quién soy yo para que los hijos de los hombres hayan diseñado y tallado
para mí cuatro patas extra de madera, además de las que me concedieron los dioses? […] Empiezo a sentirme transportado; reparo en que hay muchos misterios encerrados en
esa silla de cocina. […] Paseo arriba y abajo por la habitación regodeándome en el divino significado de las sillas. Rechazo, con gestos violentos, esa democracia deprimente
y maliciosa que consiste en declarar que un trono no es más que una silla, pero no me siento en ella. Juiciosamente, puesto que ya no está allí. Se la han llevado. Me siento en
el suelo, en el que los gigantescos trabajadores aseguran (con elefantiásica cortesía) no estar interesados por el momento”. (“De mudanzas”, Correr tras el propio sombrero,
Acantilado, 2005.)
Utilidad. Sarah Manzano, del blog Papel en Blanco, dio con una muerte digna para algunos elementos no tan dignos de nuestras bibliotecas. Curioseando el sitio Directo al
Paladar, “me he encontrado con esta noticia: Grow Your Own Oyster Mushrooms, un kit que te explica cómo utilizar libros viejos para criar setas. Creo que yo paso por esta
vez, y que conste que me encantan las setas. El invento funciona así: eliges un libro que ya no quieres (cualquiera de Paulo Coelho o Tracy Chevalier nos sirve), pero eso sí,
debe ser con tapa blanda. Luego le echas las esporas que trae el kit, lo humedeces con agua, y nada, ya sólo queda esperar a que te crezcan unas bonitas y saludables setas
ostra”.
Viaje. Siruela publica una edición limitada, conmemorativa, de El desvío a Santiago de Cees Nooteboom. Algunos lo consideran el maestro del libro de viajes, pero no así el
escritor J. M. Coetzee, quien en su libro Costas extrañas cita a Nooteboom: “Algunas veces parece como si España fuese la encargada de preservar el pasado para el resto de
Europa: voces humanas que pronuncian gritos interminablemente largos, exhortaciones que resuenan entre las casas, fruta y pescado y flores que llevan en cestas a lomo de
burro o en carreta, todas esas cosas que la justicia, la tecnología o los grandes negocios han convertido en obsoletas”. Y luego opina: “A estas elocuentes palabras uno sólo
puede añadir que, lamentablemente, son menos ciertas hoy que cuando fueron escritas, en 1985. La vieja España es cada vez más difícil de encontrar, y lo trágico es que los
libros de Nooteboom contribuyen a su desaparición. […] El desvío convencerá a muchos otros miles de turistas para que pongan rumbo a estos destinos cada vez menos
misteriosos, recluidos y desconocidos”.
Zenobia. La historia de esta mujer que vivió en el siglo III encierra una novela: “Segunda mujer de Odenato VII, rey de Palmira, es recordada como mujer de rara belleza e
índole viril. Se lanzó a una serie de campañas militares, se declaró independiente del imperio romano e inició la acuñación de una moneda con su propia efigie. El emperador
Adriano, ante semejante ofensa, declaró la guerra a Palmira y asedió la ciudad. Sin intención de ceder, Zenobia huyó, pero fue capturada. En Roma se la obligó a desfilar por
las calles como trofeo de guerra, atada con una cadena de oro. El emperador Adriano dijo: ‘Aquellos que sostienen que sólo he derrotado a una mujer no saben quién era en
realidad ni cuán imprevistas fueron sus decisiones ni lo obstinada que era en sus propósitos’ ”. (Lucia Impelluso, Héroes y dioses de la Antigüedad).
Delia Juárez G. Editora y traductora. Su libro más reciente es Gajes del oficio. La pasión de escribir.
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19/11/2010
Nexos - Estante
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Estante
Angelina Muñiz Huberman,
En el Jardín de la Cábala,
Conaculta,
México, 2008, 215 pp.
En una sociedad regida por la violencia impune, la locura colectiva del dinero y la manipulación televisiva, urge recobrar el espíritu humano
contenido en la literatura. Este espíritu puede ser aludido y convocado, atraído y vivido a través de la palabra. Nutrido por textos de revelación por
excelencia —el Pentateuco, la Biblia, el Talmud—, este volumen contiene relatos sustraídos del Jardín de la Cábala, donde los ocultó un discípulo
del maestro Isaac el Ciego, y procuran el rapto epifánico: “la apertura del mundo mediante la palabra”, como quiso Octavio Paz. La revelación del
misterio del arte a través de relatos poéticos de sabiduría cabalística. (Alejandro de la Garza)
A
ntónio Lobo Antunes,
Segundo libro de crónicas,
Mondadori,
Barcelona, 2005, 267 pp.
Lobo Antunes (1942) recobra aquí como función vital de la literatura la indagación en las minucias de lo cotidiano, en su
humana gravedad. El lusitano se detiene en el transcurrir lento de los hechos nimios para trastocarlos en literatura a fuerza de
puro estilo. Prescinde de los grandes temas y la grandilocuencia para escribir en la intimidad y a ras de tierra sobre el polvo, el
viento, las flores, el atardecer, el pasado, su mujer. Con fragmentos de una narrativa contemporánea destinada a ser clásica, el
Premio FIL-2008 configura así su mundo particular y lo comparte con el lector. (A. de la G.)
Flaubert/Turguéniev,
Correspondencia (introducción y notas de Alexandre Zviguilsky),
Mondadori,
Madrid, 1992, 356 pp.
Es célebre que Tolstoi retó a Turguéniev a duelo, acusándolo de fomentar tendencias occidentalizantes.
El encuentro —para fortuna de las letras rusas— nunca tuvo lugar, pero la decepción que el hecho
causó en el autor de Padres e hijos aparece confesada a Flaubert en este cruce de cartas, que duró de
1863 a 1883. Esta edición, publicada originalmente en la editorial Flammarion, cuenta con iconografía,
cronología, notas eruditas al pie y una generosa introducción que pone al lector en contexto. Por los
mismos años, Flaubert escribe Madame Bovary, y son de llamar la atención las dudas que su autor tenía
respecto a la tragedia final de su heroína. A lo cual Turguéniev ofrece un par de ideas. (Luis Bugarini)
Varios autores,
Poesía epigráfica latina (introducción y notas de Concepción Fernández Martínez),
Biblioteca Clásica Gredos,
Madrid, 1998, 2 vols.
La exhaustividad filológica de Gredos no podía pasar por alto el corpus de escritura popular de la antigua Roma. En estos volúmenes atípicos lo mismo
se pueden encontrar frases de lápidas para perros, letreros de lugares públicos o fragmentos de piedra sacados del mar Egeo. Si está escrito y pertenece a
Roma, figura traducido en este libro. Por supuesto, hay fragmentos entrecortados, pero también otros que nos acercan de un modo particular a hombres
y mujeres que no fueron ni tribunos ni senadores, ni césares ni cónsules. Sino prostitutas, abarroteros, fisgonas y hasta maridos infieles. Un ejemplo:
“[Inscripción de sarcófago hallado en Antioquía, circa 558]: Mientras viví, bebí lo que me dio la gana. Bebed vosotros, que aún estáis vivos”. (L. B.)
Armando González Torres,
Las guerras culturales de Octavio Paz,
Colibrí,
México, 2002, 167 pp.
La presencia pública de Octavio Paz en México es una historia más llena de zonas oscuras que luminosas. No sólo dictó su biografía, también propuso
de qué manera, en qué contextos y bajo qué métodos y claves debía leerse su obra. En otras palabras: borró muchas huellas, muchos rastros, hasta
construir un personaje —sí, un personaje— a la medida de sus alcances y aspiraciones. Armando González Torres intenta justamente poner luz en las
zonas oscuras e interrogar al Octavio Paz que, una vez que se convirtió en figura pública, escribió su propio texto sagrado y estableció sus instrucciones
de uso. Frente a la censura, frente a la condescendencia, frente incluso a la condena por apostasía, nada como aportar claves para comprender a uno de
los grandes poetas y ensayistas mexicanos pero sin atender al evangelio escrito por sí mismo. (Roberto Pliego)
Jean Deutsch,
El gusano que usaba el caracol como taxi
(traducción de Mariana Saúl),
FCE,
México,2009, 231 pp.
¿Un tratado de biología? ¿Por qué no, sobre todo si respeta la buena prosa, se dirige a un público masivo y convierte el evolucionismo en un género
literario más provocador que la especulación filosófica y religiosa? Un lector común pero con intereses científicos encontrará en este libro de Deutsch
—zoólogo y genetista— más de una fuente de gozo. Ahí están, por ejemplo, la historia de esas moscas, las drosófilas, consentidas de los laboratorios,
y su presunta biogénesis a partir de las gotas de rocío; y la que revela que las alas de los insectos fueron alguna vez pedazos de patas. Hace más o
menos 15 años George Steiner hizo pública su intuición de que la literatura —la ficción en estado puro, la ficción, simplemente— estaba en las nuevas
revelaciones científicas. Los 12 ensayos de Deutsch esperan con paciencia darwiniana. (R. P.)
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19/11/2010
Nexos - El gimnasio de la locura
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Fecha: 01/08/2010
El gimnasio de la locura
Alejandro de la Garza
Pablo Soler Frost,
La soldadesca ebria del emperador. Diario de Miguel III,
Editorial Jus,
México, 2010, 122 pp.
Miguel III, El Beodo, gobernó durante más de diez años del siglo IX (856 a 867) el Imperio Romano de Oriente (clasificado a partir del siglo XVII por la
historiografía como Imperio Bizantino). Antigua colonia helénica, fue luego designada “La Nueva Roma” y gobernada desde su capital, Constantinopla
(antes Bizancio, hoy Estambul), fundada por Constantino en el año 330. Extendido mientras el oscurantismo medieval asolaba Europa, este imperio rico
en comercio marítimo, de potencia militar respetable, sofisticadas expresiones artísticas y extraordinaria cultura clásica, alcanzó mil años de existencia a
partir del siglo V, cuando surgió como bastión del cristianismo y el humanismo occidental, hasta su caída ante los turcos otomanos en 1454. Vivió en
guerra con los árabes y en batalla constante con los búlgaros. Miguel III nació en 840 y fue coronado emperador a los 16 años, entre traiciones, intrigas y
presagios de su muerte prematura y violenta.
Hacia 1994, Pablo Soler Frost (México, 1965) conoció el manuscrito del diario de Miguel III entre un variado material acerca de Bizancio, legado a El Colegio de México por
el estudioso Salvador Miranda, quien publicó en francés, en 1964, un libro sobre el gran palacio de los emperadores bizantinos con la reconstrucción de sus “geometrías
desaparecidas”. Entonces incapaz de percibir la importancia del documento escrito en griego, Soler fue luego alentado a recobrarlo por Joaquín Eras, otro interesado en la
cultura bizantina, quien realizó una paleografía del diario antes de fallecer. Pasaron años y entre la duda sobre si el documento era un apócrifo del siglo XVIII o si sus
anacronismos eran producto de la modernidad de los juicios de “una personalidad original”, la traducción avanzó con lentitud. Finalmente, apoyada en bibliografía diversa,
con una nota explicativa, una puntual cronología y rematada por un comentario breve sobre Miguel III tomado del libro de Edward Gibbon The Rise and Fall of the Roman
Empire, el escritor completó esta versión y nos refiere: “Por fin, he aquí la primera traducción a una lengua moderna del pretendido manuscrito de Miguel III”.
Hay un irresistible magnetismo en esta escritura íntima, confesional, desprendida de artificios y de intenciones propiamente literarias, es decir, sin mayor elaboración formal
ni técnicas narrativas complejas. En contraste, es un texto vivo, palpitante, cargado de intensidades emocionales y vitales, y por el cual fluye la sangre. Su riqueza informativa
tiene alcances no sólo históricos, culturales y artísticos, ofrece también ilustrativos detalles sobre el entramado del ejercicio del poder y la guerra, acercamientos a las
costumbres, la vida cotidiana y las prácticas filiales, sexuales y amorosas. Atrapa la abigarrada riqueza del latir de la vida humana en un momento histórico preciso y la
transmite directa, sin mediaciones de historiógrafo ni recargada ficción novelesca.
Miguel III es, en efecto, un beodo perdido, sumido en contradicciones profundas porque coincide con los moralistas griegos: “la embriaguez es el gimnasio de la locura”, y ni
su embriaguez ni su locura parecen tener fin. Es promiscuo, de sexualidad orgiástica, con definida inclinación sodomítica y preferencia especial por los miembros de sus
guerreros y guardias personales. Dilapida fortunas imperiales en carreras de cuadrigas en el hipódromo mientras se lleva a la cama a los aurigas más prominentes, exilia a su
madre y a sus hermanas, desprecia a su esposa, es apenas refrenado por un patriarca erudito a quien detesta, por un jefe militar a quien luego exiliará, y por un tío, jefe
político, del cual también autorizará su muerte para sumarlo a otros 40 hombres asesinados por sus órdenes. Se sabe pecador sin salvación y predestinado a la muerte violenta,
es, en fin, un emperador romano con una clara conciencia desgarrada en el centro de un imperio decadente en recomposición.
Pero tanto como el sexo con sus guardias germánicos, las borracheras con sus amigos, las cacerías y los caballos, Miguel ama las artes, promueve las matemáticas y la
arquitectura, organiza eruditos coloquios filosóficos, impulsa estudios y una universidad, patrocina la música y los festivales, alienta la elaboración de iconos bizantinos del
más puro arte clásico. Es también un lector incansable, practicante de la costumbre de elaborar su Myriobiblion, texto donde debe anotar y comentar los libros leídos a lo
largo de su vida (¡crítica literaria obligatoria!). Además, escribe una historiografía sobre las batallas de su padre, ejerce la poesía y tiene un valioso secreto: su diario, escritura
en donde palpita la vida del imperio y la propia muerte de Miguel, aceptada por amor.
Soler Frost, escritor excéntrico (si los hay a estas alturas), captura aquí un retrato vital de tintes clásicos y humanistas, y lo hace mediante la pura creación literaria de una
traducción.
Alejandro de la Garza. Periodista cultural. Publica ensayo, crítica literaria y crónica en diversas revistas y suplementos.
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19/11/2010
Nexos - Alguien que me sueñe
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Fecha: 01/08/2010
Alguien que me sueñe
Noé Cárdenas
Roberto Saviano,
La belleza y el infierno,
Debate,
México, 2010, 238 pp.
En la mayoría de las fotos asequibles, Saviano no sonríe, sólo en alguna donde lleva una suerte de pashmina que da cuenta de que el color existe
también en los ojos oscurísimos enmarcados en el rostro contrastado del napolitano como si jamás hubiera habido otro modo de retratar el mundo más
que en blanco y negro. Y es que Saviano documenta literariamente el mundo, su país, como lo hicieran los neorrealistas italianos, en blanco y negro y
sin actores profesionales, sino con la gente que respira, piensa y sufre, y muere, porque hay muchas muertes en la escritura documental de Roberto
Saviano.
Pero su asunto no es la muerte, ni contabilizarla, pese a que así se lo exige su labor. Su asunto es todo aquello que se opone a la muerte como
afirmación de vida, y la vida para ser tal debe ser soñada e imaginada antes de ponerse en práctica. Porque, ya entrados en modos, todos nos morimos,
pero hay maneras de morir que el mismo destino abortaría y que, con todo, nunca logran acallar el fuego fundamental. El infierno secularizado y la belleza inmanente como
una suerte de maridaje posmoderno es la paradoja que acota las crónicas de Saviano.
“Por eso me gusta decir, parafraseando a Albert Camus: ‘existe la belleza y existe el infierno, querría —en la medida de mis fuerzas— ser fiel a ambos’ ”, afirma el autor de
esta colección de escritos en los que, al tiempo que da cuenta de diversos momentos del acaecer contemporáneo, también devela la poética de su literatura y ensalza la
necesidad de contar y de conseguir que la palabra vivifique y se consolide como la cimbra que le dé sentido a la existencia.
Al haberlo concebido en el aislamiento bajo protección oficial en el que, tras la publicación de Gomorra, vive Saviano, este libro conmina a repensar para qué sirve leer, qué
leer, cómo sortear la anestesia que proviene de la información masificada y así recuperar la capacidad de ver al otro como uno mismo, los problemas de “mi” país como
problemas universales. Saviano sabe que la palabra intimida, que contar no soluciona los problemas del mundo, pero sí le da un marco a la esperanza.
Si Gomorra pinta el tejido crudo de la realidad contemporánea desde Nápoles como seña particular de la Camorra, La belleza y el infierno diversifica el núcleo temático y
recoge testimonios que, juntos, conforman un relato muy compartible de la vida en Occidente de la última década. El procedimiento de Saviano para atrapar la realidad y
otorgarle unidad a sus libros abreva en Capote: A sangre fría sería a Gomorra lo que Música para camaleones a La belleza y el infierno.
Lionel Messi, Donnie Brasco, Miriam Makeba, Salman Rushdie figuran en el tejido de Saviano como biografías mínimas o experiencias autobiográficas al lado de
actualizaciones acerca de la preeminencia del motor económico de las mafias como uno de los principales de Europa —por ende, del mundo— que ya había sido
documentado en Gomorra: “La cocaína es el verdadero milagro del capitalismo contemporáneo, capaz de superar cualquier contradicción”; dicotomías Norte y Sur, literatura
y periodismo también forman parte de los asuntos abordados por Saviano en esta colección cimentada en sus autores de cabecera, de tal suerte que el lector halla también aquí
un nutricio programa de lectura: Vollman (“un ojo que se implica y se camufla para entender, pero que nunca logrará ser por completo lo que quiere conocer. Por eso lo
cuenta”); Michael Herr, cuyo Despachos de guerra es la piedra angular del signo Vietnam en el imaginario colectivo explotado por el cine; Bashevis Singer, que consigue
mostrar que “la creación es más fuerte que el creador”.
¿Qué sabor, qué inquietud queda después de leer La belleza y el infierno? Ir más allá de los temas impuestos a públicos que no saben digerir más que papillas solicitadas;
hallar modos de evadir la frivolidad de cachondos vampiros adolescentes o de romances suecos proclives a la justicia para poner los pies en la tierra y el alma en el corazón de
todos, al menos de uno mismo, a través de la literatura. Saber que “alguien me deletrea”, que me sueña y me imagina; imaginar y soñar —recíprocamente— a los otros, el país
que queremos, pese al infierno, acaso la belleza.
Noé Cárdenas. Escritor y crítico literario. Dirigió el suplemento Sábado de unomásuno.
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19/11/2010
Nexos - Transgredir el olvido
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Fecha: 01/08/2010
Transgredir el olvido
Margarito Cuéllar
Luis Miguel Aguilar,
El minuto difícil, poemas reunidos 1979-2007,
UNAM, Colección Poemas y Ensayos,
2009, 307 pp.
¿De cuántos minutos cobardes está hecha la senda del hombre? ¿La vida misma no es acaso una brevísima sucesión de minutos indecisos? Siguiendo
la huella de una idea de nuestro López Velarde, Luis Miguel Aguilar (Chetumal, 1956) concluye así su reunión de textos: “Entre el minuto vehemente
y el minuto cobarde, la poesía es el minuto difícil”.
¿Qué hace a un poeta inclinarse por perdonarles la vida a ciertos textos a la hora de preparar una selección y dejar a otros en el paralelo cero de las
primeras ediciones? ¿Qué pasa por la cabeza del poeta en el minuto complejo de releer y pasar en limpio las fugas del pasado? Apostar es también
enfrentarse al minuto relámpago, al tiempo que nos pertenece en la medida en que el poema es un transgresor del olvido.
No sé si la poesía mexicana actual tenga algún punto de convergencia que vaya más allá de lo geográfico o lo generacional. A veces me da la impresión de que se encasilla en
estéticas que más que posponer el misterio parece que le pavimenta al lector un callejón sin salida. Por eso algunos preferimos las apuestas poéticas en las que el autor, más
que verse en el espejo para comprobar que sus metáforas lucen en forma, ve en el cristal el reflejo del entorno.
El minuto difícil recupera, para los lectores del siglo XXI, varios registros. En el aspecto temático gran parte de los textos son una especie de archivo de la memoria. El
presente se explica en relación a un pasado en el que el entorno familiar hila una trama que unifica momentos de ayer con evocaciones recientes. Lo remoto es la infancia, lo
reciente, paradójicamente, otra vez la infancia, vista con los ojos del forastero que no oculta los enseres de su viaje: oralidad, reiteración de instantes y juegos verbales. Es
precisamente ese juego verbal, presidido por rimas inusuales, el que le da al verso un tono de fresca algarabía. En vez de plegarias y lloros, hay versos, un ritmo muy preciso y
un tono juglaresco que hermana a la poesía popular con las lecturas, las citas, los nombres.
De Medio de construcción (1979) a Pláticas de familia (2007), pasando por Chetumal Bay Anthology (1983), Trovar de urbano modo (1979-1985), Conversaciones con la
Xtabay (1990), Una velada con el doctor IQ (1994), Poesía sin poemas (1997) y Nadie puede escribir un libro (1998) el poeta pone los andamios y alza la casa en la que en
apariencia cabe todo: la poesía en verso libre, en verso blanco, en prosa; el ensayo que viste el traje del poema, el poema visitado por fantasmas, los libros de cabecera, las
páginas que se quedan a residir para siempre en las habitaciones del corazón y la memoria.
Así: la visita suele ser un recuerdo que con frecuencia toca el timbre de los días con sus nudillos oxidados y la historia de los moradores de un pueblo queda inscrita en las
lápidas, a la manera del ya clásico Spoon River Anthology de Edgar Lee Masters, aunque el poeta usa su propio lápiz para trazar las andanzas de adúlteras, divorciadas,
cornudos, seres que mueren de muerte imbécil, vengativas, lúbricas, putañeros, tinterillos, ahogados y sobrevivientes de toda índole.
¿Para qué navegar, poetas, en las aguas turbias del hermetismo, en los vientos briagos del facilismo, en las veloces olas del esnobismo o en las aciagas horas del
valemadrismo? Si la especialidad de Galatea es “el salto por la borda” y vienen más allá “los años perros arrastrando” “la vida en los congales”.
Hay “estrellas verbales” del poeta que reflejan más luz que otras. Incluso algunas son reconocibles a distancia: “La cama angosta”, “Agenda”: “Y componía canciones de olas
verdes, / Esmeraldas de música en los ojos”; “Contra los amantes”; el viaje completo a Chetumal Bay Anthology; “Cesare Pavese”: “No hay modo de escribir literatura / Si no
eres superior a lo que escribes”.
Entre el monólogo y el grito el poeta opta por la conversación con la Xtabay, la instantánea aforística, el futbol, los hilos nerviosos del padre ausente, los episodios por la
madre, aunque es sabido que “nadie, por cosas de amor o madera, debe llorar más de tres días”.
Vil ejercicio es la escritura: “Si he de irme al infierno / Que sea por la puerta de algún cielo”.
El minuto difícil aterriza en un campo en el que, si bien los lectores de “poesía culta” escasean, no sucede así con la veta de lo popular, que permanece en el subsuelo en
estado puro. El poeta pone su propio gimnasio en el que a veces ensaya rounds de sombra y otras es la voz principal del coro.
“Se cumplirán las profecías del Peluquero / Y no habrá inepta, u apta, cultura que resista / Mis sesudas opiniones de taxista, / Mis grandísimas ficciones de bolero”, dice Luis
Miguel Aguilar en “Civilización”.
El lector llega al final del viaje con un Borges en la punta del lápiz: “Eres también aquello que has perdido”.
Margarito Cuéllar. Poeta, narrador y periodista. Entre sus libros: Los riesgos del placer, Plegaria de los ciegos y Estas calles de abril.
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19/11/2010
Nexos - Onetti
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Fecha: 01/08/2010
Onetti
Carlos Fuentes
H
ago una pausa biográfica para recordar a Juan Carlos Onetti en Montevideo. Vestía pijama y bata de baño. Vivía con su esposa. Tenía una mirada dormida, ausente, y un
verbo despierto, presente. La esposa se enfadaba con él.
—Dejá el vaso de whisky. Trabajá.
O
netti, sin soltar el vaso, me indicaba que saliéramos. Lo acompañé. Con bata,
pijama y vaso, llegamos a otra casa situada a cuadra y media de la primera. Allí vivía
la amante de Onetti.
Él contaba su biografía. Había sido portero, mesero, billetero de eventos deportivos.
Luego vendió falsos Picassos. Muchos creían que era irlandés y se llamaba
“O’Netty”. Él se dejaba querer...
—Dejá el vaso de whisky— dijo ahora la amante y juntos regresamos al hogar de
Onetti, a cuadra y media de distancia.
Volví a encontrarlo en Nueva York. Durante una famosa reunión del P.E.N. Club
convocada por Arthur Miller. La estrella era Pablo Neruda, admitido en los EE.UU.
gracias a las gestiones de Miller en contra de las “listas negras” que el gobierno de
Washington había fabricado y que incluía a partidarios de un “segundo frente” contra
Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Algunos escritores latinoamericanos resentían
el estrellato nerudiano. Onetti no: iba a todas partes, se fotografiaba con Neruda, el
mundo se le resbalaba, iba a conferencias y desconcentraba al conferenciante omiso
o equivocado con un grito súbito.
—Y Shakespeare, ¿qué?
Cuento lo anterior para situar a Onetti en un reino muy particular del humor, que es
el del Río de la Plata. Hablo aquí de Borges y de Bioy, de Blanco y de Cortázar.
Siendo de esta familia, Onetti lo es más de la casa de Roberto Arlt, en la medida en
que ambos son, declaradamente, escritores porteños, y Buenos Aires es una ciudad
única: no se parece a nada porque es de todas partes. Buenos Aires es ciudad española pero también italiana. Es ciudad judía, rusa y polaca. Es ciudad de putas francesas y
padrotes que las acompañan. Es la ciudad del tango y el tango sólo se parece a sí mismo. No sólo es “un pensamiento triste que se baila” (Borges). También es un melodrama
arrabalero, en el que la alegría no muestra la cara y a lo sumo “Uno busca lleno de esperanza...”. Sólo que la esperanza muere “triste, fané y descangallada” en madrugadas de
cabaret. Admirable esfuerzo el de la gran Tita Merello para darle humor al tango. Sólo le da más extrañeza.
Onetti trasciende estas “influencias” porque ni influye ni es influyente. Crea, y al hacerlo continúa y lleva más allá a una tradición. El escritor pertenece a una tradición y la
enriquece con una nueva creación. Se debe a la tradición tanto como la tradición se debe al creador. La cuestión de las “influencias” pasa a ser, de este modo, parte de la
facilidad anecdótica.
Entonces Céline se hace presente: la prosa del peligro inminente, la amenaza aplazada, el crimen y la transfiguración. La truculencia. Lo que no hay en Onetti es el
antisemitismo de Céline: Onetti tiene demasiado humor para ser ideólogo racista. En cambio, admite la ya citada tradición porteña de Arlt. Sólo que amplía de manera
magistral el escaso registro anterior y despliega una verdadera sinfonía del Río de la Plata en sus dos orillas, Buenos Aires y Montevideo. Sólo que la música casi no se
escucha porque la metrópoli de Onetti es un pueblo del río, la modesta Santa María, tan modesta como el Yoknapatawpha de Faulkner o la Aracataca de García Márquez. Y es
que la ubicación en lo mínimo permite la expansión a lo máximo y Onetti crea una “saga de Santa María” que incluye novelas como La vida breve (1950), El astillero (1961)
y Juntacadáveres (1965).
Me limito a La vida breve porque es no sólo el inicio de la saga, sino porque aquí Onetti libera toda su imaginación narrativa en una obra, que si no es la fuente bautismal de
la narrativa urbana de Hispanoamérica (Lizardi, Machado de Assis, La sombra del caudillo, otros rioplatenses como Mallea y Marechal, chilenos como Manuel Rojas), sí la
re-orienta lejos de la agri-cultura campesina a una agria-cultura urbana donde la temática tradicional, viva aun en Carpentier, García Márquez y Vargas Llosa, ha sido desterrada, no por el naturalismo, no por el realismo, sino por la realidad. Y en Onetti, la realidad es algo más que sí misma. No es sólo la realidad visible, sino la in-visible. Y no
sólo la invisibilidad de lo subjetivo inexpresado, sino la visión otra del mundo onírico.
El sueño es protagonista de La vida breve gracias a que también lo son la vida cotidiana y la imaginación. El sueño en Onetti es soñado porque hay vida de todos los días y
hay vigilia de la imaginación. Los personajes van y vienen, trabajan, viajan, aman, odian, hablan. También imaginan: son ellos y son, más que ellos, lo que pudieran o
quisieran ser de acuerdo con su imaginación. Luego duermen y sueñan. ¿Dónde se encuentra la frontera entre la vida diaria, la imaginación, el sueño? Ésta es la pregunta de
Onetti y para contestarla apela a la vida diaria, a la imaginación y al sueño en un grado, si no superior, sí distinto al de los otros escritores rioplatenses aquí citados.
Es menos naturalista que Arlt. Es más realista que Borges. Le da sueños y pesadillas el mundo de Arlt. Le da calles, bares, apartamentos al de Borges.
El lumpenproletariado políglota es la carne de la prosa de Arlt-Onetti. La clase letrada de ascendencia franco-británica, su espíritu. Onetti condensa carne y espíritu del Río de
la Plata para escribir una prosa en la que el habla de la calle le sirve al lenguaje de los sueños y, éste, al vocabulario de la imaginación.
La “saga” de Santa María cuenta las historias de tres personajes.
Uno, Brausen, pertenece a una modestísima clase de trabajadores ancilares.
El segundo, Arce, aspira a una suerte de pureza a través del crimen.
El tercero, Díaz Grey, es un médico que practica su profesión en Santa María.
Díaz Grey se ve perturbado por la intromisión de una mujer, Elena, que lo visita con pretextos médicos pero con insinuantes ofrecimientos carnales.
Arce se inmiscuye poco a poco en la vida de su vecina, la Queca, una atarantada mujer, bisexual y dipsómana.
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19/11/2010
Nexos - Onetti
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Brausen está casado con una mujer que fue joven y bella y que ahora ha perdido un pecho.
Díaz Grey debe soportar la aparición del marido de Elena, cuya permisividad sexual respecto a su esposa tiene que serle ocultada ambiguamente al doctor a fin de que su
apetito y su curiosidad sexuales, tan bien dominados, empiecen a agrietarse y acaben por ceder.
Arce se compromete cada vez más con el mundo fatídico de la Queca, donde la tentación debe imponerse a la promiscuidad, la curiosidad a las evidencias y el ansia romántica
a la vulgaridad sin reparos.
Brausen trabaja a ratos, a veces para un productor de cine, Stein, cuyas fantasías artísticas nada pueden contra sus
intereses mercantiles. Brausen sigue a Stein a restoranes y cabarets mientras la mujer del productor, La Mami, evoca una
vida imaginaria en París, canta chansons d’amour, juega a las cartas y cuenta con la desidia nostálgica de Stein, que la
conoció y la quiso cuando no era vieja y gorda, sino joven y esbelta como las canciones.
Díaz Grey es llevado fuera de horarios y obligaciones a un mundo donde la casualidad y el sinsentido se unen en el enorme
bostezo de la nada: ni el rigor profesional ni el placer sexual se le dan ya a Díaz Grey, vigilado, como por dos fantasmas,
por la pareja de Elena y su marido.
Arce no sabe si entrar al mundo fugitivo y sin sentido de la Queca. La disponibilidad física, y moral de la mujer lo incita
por su facilidad pero también por su inaccesibilidad. ¿Hay un misterio en la transparencia lúbrica de la Queca?
Brausen deja que su mujer se vaya a visitar a su familia de provincia, toma taxis, ve a Stein y siente que la vida se le escapa
de las manos.
¿Cómo recuperar la existencia?
¿Cómo salvarse de la rutina, del hastío, del self-pity, de la autocompasión que lo acecha?
Una pared lo separa de la Queca.
Un río lo separa de Díaz Grey.
Una ciudad, Buenos Aires, lo separa de sí mismo.
Brausen es un puritano sin alcohol, tabaco o sexo.
Brausen es el hombre-negación.
En cambio, Arce es pura afirmación física. Quiere pegarle a la Queca hasta matarla.
En cambio, Díaz Grey empieza a sentir que ya no es dueño de su propia voluntad.
Arce y Díaz Grey se sienten creados, sin autonomía. ¿Quién es, entonces, el creador? ¿Quién les comunica la energía
contagiosa que les permite existir, hablar, moverse en La vida breve?
Díaz Grey empieza a sustituir al desconocido creador. Entra a través de Elena y su marido a un territorio que no es el de ellos a fin de liberarse de ellos.
Arce decide matar a la Queca para probar su propia autonomía. Se le adelanta Ernesto, joven y torvo amante de la Queca, quien le da muerte a la mujer y exime de la
obligación a Arce, para quien matar a la Queca era un auto de pureza.
Cuando Ernesto se le adelanta, Arce es despojado de su acción. Se revela como un hombre al cabo pasivo, tan pasivo como Brausen, abandonados ambos —Brausen y Arce—
a una suerte de ficticia camaradería. Uno se reconoce en el otro. Reconocen un territorio compartido y se dan cuenta de que viven vidas paralelas, existencias simultáneas.
Brausen ha inventado un doble llamado Arce y juntos Brausen y Arce ingresan a un mundo que es y no es de ellos. Un orbe donde les espera Díaz Grey, revelado al fin,
cuando camina al encuentro de Brausen y Arce, como el tercer rostro de la misma persona: Brausen, inventor de Arce y Díaz Grey, en la medida en que cada uno siente que
despierta de un sueño que incluía al sueño soñado y en el que Brausen-Arce-Díaz Grey había soñado que soñaba el sueño de la novela llamada La vida breve escrita por un
autor que firma “Onetti” pero que podría ser “O’Netty”. Como Cervantes también es Saavedra y ambos son Cide Hamete y el autor del Quijote es un desconocido que
abandonó el manuscrito en un basurero...
Como Onetti puede ser O’Netty.
Onetti-O’Netty pertenece también, de esta manera, a la tradición cervantina del autor indeterminado, múltiple o desconocido y del género de géneros: picaresca y épica,
urbana y ya no pastoral, migrante y no sólo morisca, bizantina siempre. La novela que se sabe novela porque se lee a sí misma y se sabe leída por lectores.
Novela, en suma, soñada. No dejo de lado, en el capítulo de las ascendencias de Onetti, dos de las grandes obras oníricas de la literatura, La vida es sueño de Calderón de la
Barca, donde Segismundo es condenado a soñar. Pero, ¿es el sueño el equivalente de la vida? ¿Desde cuando sueña Segismundo? ¿Desde siempre? ¿Desde hace unos
minutos? ¿Y hasta cuándo soñará? Segismundo, condenado a soñar, no puede poseer nada, salvo el sueño en el que vive.
La otra es El príncipe de Homburgo de Heinrich von Kleist, donde la acción dramática conduce al sueño final que la redime y renueva. Como explica Marcel Brion, el
“sonambulismo” del príncipe de Homburgo autoriza un “despertar” lúcido y activo. Porque, ¿es el despertar otra forma, inesperada, del sueño? ¿Nos movemos, hablamos,
como sonámbulos en “la vida cotidiana”? ¿Y cuánta parte de la vida la vivimos durmiendo?
Son estas cuestiones, el lector lo entiende, de la pregunta universal de la literatura. ¿Cuáles son los límites entre lo real y lo ficticio? ¿Cuáles, entre lo ficticio y lo soñado?
¿Cuáles, entre lo soñado y lo imaginado?
Las obras de Juan Carlos Onetti reviven estas interrogantes de la creación para todos nosotros, los escritores y lectores latinoamericanos de hoy y de mañana.
Carlos Fuentes. Escritor. Su más reciente libro es La voluntad y la fortuna.
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19/11/2010
Nexos - La identidad nacional mexicana
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Fecha: 01/08/2010
La identidad nacional mexicana
Alan Knight
En esta octava entrega de La construcción de México, el gran historiador
de la Revolución mexicana, Alan Knight, ofrece sus reflexiones
sobre lo que la historia autoriza a pensar como peculiarmente mexicano
La “identidad nacional” recuerda sospechosamente al “carácter nacional”, quimera conceptual que, no hace mucho, tomaban en serio los científicos sociales que creían que las
“naciones” mostraban características profundamente arraigadas —y hasta biológicas—, determinantes de su comportamiento. Esta creencia incluía frecuentemente, de manera
implícita o explícita, supuestos racistas relacionados con atributos humanos —innatos, heredados—. Claro que el hecho de que mucha gente creyera lo anterior —y tal vez
aún sea mucha la que lo siga creyendo— es relevante en sí mismo (“fenomenológicamente”), de ahí que valga la pena estudiarlo. A fin de cuentas, vale la pena estudiar al
racismo, a pesar de que su explicación del mundo sea un pernicioso desatino. Si la “identidad nacional” se emplea como sinónimo de “carácter nacional”, y conlleva las
mismas connotaciones, entonces también es un desatino. De nuevo, puede ser un desatino interesante y relevante (“fenomenológico”), pero no por eso deja de ser un desatino.
Por lo tanto, resulta crucial hacer dos aclaraciones iniciales. En primer lugar, debemos diferenciar, por un lado,
la “identidad nacional” como un supuesto concepto explicativo objetivo (la identidad nacional en el desempeño
de un papel semejante, digamos, al del “modo de producción”, la “rutinización del carisma” o la “ley del
rendimiento decreciente”), y por otro, la “identidad nacional” como una creencia o proposición subjetiva que la
gente mantiene a lo largo de la historia —muy posiblemente gente completamente perdida—. Las podemos
llamar “identidad nacional objetiva” e “identidad nacional subjetiva”, respectivamente. Es posible —y, en
muchos casos, cierto— que esta última sea significativa (en el sentido “fenomenológico”) en tanto que la
primera es un desatino, i. e., que es imposible hallar algún concepto explicativo objetivo bajo la clasificación
general “identidad/carácter nacional”, aunque la gente sea capaz de suscribir tales creencias. De ser así, como
estudiosos objetivos en pos de conceptos explicativos útiles, sin duda tenemos que tachar de nuestra lista al
“carácter nacional” y mostrarnos escépticos ante la “identidad nacional”. Pero no podemos dejar de reconocer
que la gente a la que estudiamos con frecuencia cree en alguna idea (subjetiva) de la identidad nacional, por lo
que la idea puede resultar históricamente relevante.
De hecho, muchas veces la idea es importante en términos contenciosos y polémicos: vemos identidades
nacionales rivales (subjetivas) en conflicto; y vemos a los que las proponen no sólo criticando a sus oponentes,
sino lamentando la falta de acuerdo entre su ideal nacional predilecto (por ejemplo: un México moral, católico,
temeroso de Dios, jerárquico; o un México radical, secular, científico, progresista) y las verdaderas condiciones
de los mexicanos, que permanecieron neciamente recalcitrantes (como sucedió durante las guerras de la cultura
en los novecientos veinte y treinta). Así, la identidad nacional subjetiva es muchas veces altamente normativa y
aspiracional: se trata de un ideal por alcanzar antes que un hecho por revelar. En cuanto a la identidad nacional
subjetiva, puede que no importe mucho que la llamemos “identidad” o “carácter” nacional, pues no estamos ante
una categoría explicativa rígida sino que intentamos traspasar una creencia subjetiva. Sospecho que como el
“carácter nacional” se ha llegado a ver como algo crudo, passé y como una incorrección política, se echó mano
de la “identidad” para reemplazarlo —influida la elección por la actual moda, sobre todo en Estados Unidos, de
la política de la “identidad”, la historia de la “identidad”, las crisis de la “identidad”, etcétera—. Esto es
desafortunado, pues al menos el “carácter nacional” era relativamente directo (si bien equivocado), en tanto que
la “identidad” es un hoyo negro conceptual que se traga la materia y emite escasa luz.
Esta dualidad conceptual (objetivo igual a desatino; subjetivo igual a importante, cuando menos
fenomenológicamente) representa una situación familiar: racismo aparte, nos topamos con numerosos fenómenos históricos que, si bien son importantes para entender a los
actores históricos y sus razones, son harto inútiles como explicaciones históricas objetivas: e. g., la brujería, los milagros, la posesión diabólica, el Derecho Divino, la Divina
Providencia, el Espíritu del Mundo hegeliano, los Protocolos de los Sabios de Sión y demás. Tales conceptos sólo pueden figurar como explananda (las cosas que tratamos de
explicar), no sirven como explanans (explicaciones). Por lo tanto, atribuir un hecho o una tendencia histórica a la “identidad nacional” muchas veces sería tan tonto como
atribuirlo al carácter “nacional” (o racial), a fuerzas milagrosas o a los misteriosos caminos de la Providencia.
Sin embargo, no todas las atribuciones de la “identidad nacional” son tontas o perniciosas. Pero si queremos usar el concepto de una manera seria y objetiva, debemos
introducir varias calificaciones, que mencionaré bajo tres rubros: la identidad nacional objetiva y (1) sus rivales; y (2) su relación con el lenguaje y con la religión; y (3) su
conexión con el tiempo y el lugar. De inmediato hay que hacer una diferenciación clave: algunas características “nacionales” son “marcadores” (con lo cual tan sólo me
refiero a los atributos descriptivos), mientras que otras son, o afirman ser, “moldes” (esto es, factores causales, poseedores de una fuerza explicativa). Algunos “marcadores”
pueden ser meramente arbitrarios —como el color de la bandera o la cadencia del himno nacional—. Lo mismo en el nivel local que en el regional: el color “patriótico” de los
juchitecos era el rojo y ellos no tenían nada que ver con el verde de Tehuantepec. Los colores se podían revocar, o suplantar por el azul y el amarillo; la relevante pregunta
causal por hacer es por qué estas comunidades cercanas vivían persistentemente a la greña entre ellas. (Podríamos comparar el naranja y el verde de Irlanda.) Por lo tanto,
debemos conservar una distinción entre las supuestas características nacionales que son meramente descriptivas (México cuenta con una bandera tricolor, los mexicanos
beben tequila) y las que dicen poseer una fuerza explicativa (los mexicanos son muy católicos, los mexicanos son dados a la violencia).
La identidad nacional objetiva y sus rivales
Si rechazamos la noción determinista, heredada, del carácter nacional, resulta que la “identidad nacional” (objetiva) es algo que fluye, se construye y se “alcanza”. Demos por
hecho lo anterior y no perdamos el tiempo congratulándonos por haber descubierto el Mediterráneo, como esos historiadores sociales/culturales que consideran el reiterado
conjuro del “matiz”, la “contingencia” y el “proceso” como la cima de la sofisticación intelectual. Sea lo que sea que hace que los mexicanos tengan una “identidad nacional”
característica, no se trata de un mecanismo heredado, biológico; es una especie de proceso sociocultural, comparable a otros procesos de “formación de identidad”, que
moldean a las “identidades” genéricas, regionales, étnicas, ideológicas y religiosas. La identidad “nacional” no es más que una entre numerosas identidades, y con frecuencia
está en competencia con ellas.
En segundo lugar, cualquier “identidad” que diga ser nacional, debe alcanzar cierto umbral de significación nacional. En El laberinto de la soledad, Octavio Paz pinta un rico
retrato del mexicano, luego nos dice que sólo una minoría encaja con el retrato; la mayoría de los mexicanos son algo más. (Los lectores de Paz con frecuencia parecen pasar
por alto esta advertencia crucial.) Claro que una minoría poderosa puede poner su sello en la identidad aparente de una sociedad. La astronomía, las matemáticas, los cálculos
calendáricos y los ritos propiciatorios del maya clásico, vistos justificadamente como la cúspide de esa civilización, pudieron ser —como escribe Nancy Farriss— “demasiada
palabrería para un campesinado sorprendido e indiferente”.1 Más de un milenio después, el anticlericalismo radical del México revolucionario creó un estereotipo nacional:
México era, le escribió el obispo de Huejutla al rey Jorge V, el “infierno mismo del bolchevismo”; lo que Graham Greene siguió creyendo a pesar de la evidencia ante sus
miopes ojos. Sin embargo, este estereotipo (¿esta “identidad nacional”?) se basaba en la opinión de una minoría; no reflejaba la opinión general en México; y no duró. Por lo
tanto, en términos de profundidad y de longevidad, se quedó corto de lo que se podía entender útilmente como “identidad nacional”.
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Junto con la dicotomía católico/anticlerical existen muchas fracturas comparables de otro tipo: regionales, locales, étnicas, ideológicas, genéricas, generacionales. James
Lockhart sostiene que el altepetl anterior a la conquista era, después de la familia, el foco principal del sentimiento colectivo, y el cual con el paso del tiempo se transformó en
la cabecera colonial y en el municipio del siglo XIX, conservando así un foco persistente de lealtad local a lo largo de los siglos. La iglesia, el santo patrono, la fiesta y los
títulos de propiedad apuntalaban esta lealtad. Semejante identidad subjetiva la demostraron y reforzaron las numerosas rivalidades locales que abonaron el campo mexicano:
Tehuantepec contra Juchitán, Soyaltepec contra Amilpas, Mazamitla contra San José de Gracia, etcétera. Estas rivalidades suscitaron fuertes alianzas subjetivas, con todo y
(metafóricos) guardias fronterizos: santos, colores, cantos, relatos y héroes (el término es de Fredrik Barth). Pero asimismo mostraron características ostensiblemente
objetivas: Juchitán era más radical y liberal que Tehuantepec; Soyaltepec más progresista que Amilpas; Mazamitla más indígena que San José. Las lealtades por encima de lo
local (aunque por debajo de lo nacional) también contaron: regiones como la Huasteca se ufanaban de una orgullosa identidad subjetiva; el Valle de Oaxaca se oponía tanto a
los serranos que tenía junto como a la gente más distante y problemática del Istmo; los alteños de Jalisco eran, ante sus ojos y ante los de los fuereños, rudos, frugales y
fervientemente católicos, mientras que los serranos de Chihuahua eran igualmente orgullosos, beligerantes y tenían su propio criterio (e independiente pero menos católicos).
Estados como Sonora y Nuevo León tenían su propia imagen positiva (dotados, innovadores, ejecutivos) la cual contrastaba con el rezago del opresivo “centro” y del lejano
sur primitivo e indígena —un contraste que puso dramáticamente de relieve el régimen proconsular del sonorense Salvador Alvarado en Yucatán y Chiapas.
Semejante atención en las numerosas unidades que por debajo de lo nacional existen en México, pone de
manifiesto una gran variedad que hace difícil hablar de una identidad nacional mexicana significativa y unitaria.
Pues si tal identidad ha de abarcar a regiomontanos, tapatíos, yucatecos, sonorenses, chilangos, jarochos,
zapotecas y lacandones, ¿qué tipo de especificidad o utilidad puede tener? (Permítaseme responder mi pregunta
retórica: muy poca.) Y si esa misma identidad ignora arbitrariamente a grupos amplios, corre el riesgo de perder
cualquier pretensión de poseer un status “nacional” —en contraposición al status regional, étnico o sectorial—.
Dado que, cuan más grande el grupo, más difícil es captar y comprenderlo, resulta que los grupos más pequeños
(comunidades, localidades, estados, regiones) son más fáciles de captar y comprender, y por lo tanto alcanzan el
requerido (si bien incuantificable) umbral en el que la identidad colectiva se vuelve significativa. Por lo que el
retrato íntimo de los alteños sea más convincente —sea más “objetivamente” cierto y útil para fines
explicativos— que cualquier retrato íntimo de los mexicanos en su totalidad. Ayuda a explicar, por ejemplo, por
qué los Altos fue un bastión cristero; pero resulta mucho más arduo pensar en explicaciones comparables
puestas a escala nacional, que sean capaces de soportar cualquier argumento invocando el carácter nacional
mexicano. Sin embargo, abundan esas crudas explicaciones político-culturales: los mexicanos se van a la
revolución (o al narcoterrorismo) porque son inherentemente machos y violentos; la corrupción y el
autoritarismo se derivan de una arraigada psicología católica/corporativista/colonial. Sin embargo, esas
presuntas explicaciones nacionales, poco o nada explican: en el peor de los casos se trata de prejuicios que no
llevan a ningún lado; en el mejor, se trata de generalizaciones huecas que, si han de poseer una fuerza
explicativa, hay que abrirlas y llenarlas de algún sólido lastre empírico. Esto no sólo supone desintegrar la gran
generalización nacional en partículas manejables, ya sea por región, clase, género o lo que sea; sino también
perseguir las conexiones causales, yendo así más allá de una afirmación descriptiva para lograr un análisis
explicativo. Pues afirmar que los mexicanos son corruptos debido a un legado colonial de cuatrocientos años
suscita esta pregunta: ¿por qué semejante legado (de ser “cierto”) sigue influyendo en la conducta (y más en México que en Chile)? Cuando se llega a estas preguntas la
explicación basada en el comportamiento (los mexicanos se van a la revolución porque son violentos o aceptan sobornos porque son corruptos) tienden a ser inútilmente
circulares (cuando no sencillamente erróneas); la evaluación de supuestos comportamientos lleva de inmediato (o debiera llevar) a consideraciones de conducta, intereses y
contexto.
La identidad nacional objetiva: El lenguaje
y la religión
Una objeción más se deriva de comparar a México (la nación) no con sus componentes internos, sino con otras naciones. México puede ser muy heterogéneo, de ahí que si se
pone la atención en la heterogeneidad interna la idea de la identidad nacional parezca inverosímil; pero si comparamos a México con otras naciones, saltará a un primer plano
la identidad nacional (objetiva) mexicana. Como es lógico, ciertamente, las identidades nacionales se pueden definir únicamente en contraste con otras naciones. Si los
alemanes son eficientes, para tomar estereotipos crudos, los británicos son tiesos, los rusos son lúgubres, los mexicanos son machos, entonces estas cualidades de eficiencia,
tiesura, lobreguez y machismo sólo se pueden detectar en una comparación entre naciones. Es verdad que numerosas identidades —nacionales, étnicas, religiosas— a veces sí
se agudizan por el contacto con “el otro”, como ahora se le llama. Los mexicanos —y mixtecos— que migran a Estados Unidos pueden llegar a ser más conscientes de que
son mexicanos y mixtecos; el espinoso patriotismo de José Vasconcelos se vio ciertamente picado por sus días de infancia en Eagle Pass, Texas. Pero otra vez: éstos son
sentimientos subjetivos. Las características nacionales objetivas de los mexicanos ¿los diferencian drásticamente de otros?
En busca de diagnósticos marcadores de la nacionalidad por lo general se invocan dos criterios: el lenguaje y la religión. Se les ve no sólo como “marcadores” descriptivos
(“significantes” que denotan identidad), sino también como “moldes” deterministas de la identidad nacional (a veces del “carácter” nacional). Se dice que la propensión
francesa por la racionalidad cartesiana está vinculada a la lengua francesa; “la literatura de la Francia moderna”, escribe Ernest Barker, “ha sido penetrada por un espíritu de
orden, lucidez y lógica”.2 El apego al corporativismo y la indiferencia hacia las ganancias —el reverso de la “ética puritana”— se atribuyen con frecuencia al catolicismo
“latino”. El lenguaje y la religión moldean así a la identidad nacional a la vez que la marcan.
Sin embargo, el papel del lenguaje y de la religión al marcar (e incluso más al moldear) la identidad nacional es ambiguo. Haití no es el paraíso de la racionalidad cartesiana.
Tampoco lo es Ruanda. En cuanto a México, el lenguaje no ofrece pista alguna de la “identidad nacional”. La mayoría de los mexicanos habla español; pero igual la mayoría
de los españoles, la mayoría de los iberoamericanos fuera de Brasil, y, cada vez más, muchos habitantes de Estados Unidos. El inglés está igualmente repartido entre diversas
naciones.
La religión tampoco ayuda mucho. El catolicismo se puede ver como parte de la identidad nacional mexicana: la mayoría de los mexicanos fueron y son católicos; los
símbolos y los edificios católicos dominan el paisaje mexicano; en tanto que, como lo sugerí, el anticlericalismo de hueso colorado era un credo minoritario. Sin embargo, el
catolicismo forma parte de la “identidad nacional” de numerosas naciones, sobre todo en Latinoamérica. Diferencia a México de Estados Unidos (aunque hoy menos
claramente que en el pasado), pero no de Guatemala, Colombia o Ecuador. El catolicismo podría servir de “marcador” con respecto al lugar de México en América del Norte
(de ahí el alivio de Graham Greene, cuando en 1938 llegó a Monterrey procedente de Texas: “aquí, se sentía, había una religión verdadera”)3 pero no con respecto a su
frontera sur.
Desde luego que México cuenta al menos con un único “marcador” o “significante” católico: la Virgen de Guadalupe, que acaso sea el mejor símbolo de la identidad nacional
mexicana. Aunque se trata de una virgen “importada” (¿qué no lo son todas?), la Guadalupana se ha mexicanizado por completo; ella se le apareció a un humilde indio
mexicano, ella misma tiene la piel morena y ella transmitió la idea del excepcionalismo mexicano (non fecit taliter omni nationi). Su culto es amplísimo; es auténticamente
nacional, no, como muchos cultos, un fenómeno local o regional; hasta los mexicanos que no son católicos son capaces de sentir cierto afecto patriótico hacia la Guadalupana.
Claro que algunos anticlericales rechazaron a esta virgen o a cualquier otra y hasta se enfrascaron en violento iconoclastismo; los radicales de la Casa del Obrero Mundial
desdeñaron el sencillo guadalupanismo de los campesinos rebeldes de Emiliano Zapata cuando entraron a la ciudad de México en 1914. De nuevo, los símbolos nacionales
fueron tema de disputa, no de consenso.
La Guadalupana sirve, por tanto, con toda claridad como un “marcador” significativo. (El que “moldee” la identidad mexicana —por ejemplo, al inculcar las normas de la
maternidad— es otro tema, el cual linda con lo metafísico.) Ella es significativa en virtud de que está por todos lados, es claramente mexicana y que probablemente sea menos
divisiva como símbolo que Hernán Cortés o Benito Juárez, digamos. De hecho, son muy pocos los símbolos de los que se pueda decir que comparten todas estas
características. Entre los posibles candidatos podrían estar figuras populares/culturales como Cantinflas, o iconos deportivos nacionales como Julio César Chávez, Ana
Guevara o Cuauhtémoc Blanco. Al igual que la Virgen de Guadalupe, estas figuras —a su limitada manera mortal— son conocidas ampliamente, muy respetadas e
indiscutiblemente mexicanas. Cierto que los iconos deportivos son los puntos de atención de ese nacionalismo particularmente bullicioso y a veces chovinista que acompaña a
los certámenes internacionales. Nótese que los iconos religiosos y deportivos se benefician de evitar el contagio de la política, y que ellos dependen, para su circulación
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amplia, de los medios efectivos de la comunicación de masas: la cultura oral y ritual de la colonia y los medios masivos visuales y auditivos del siglo XX.
Identidad nacional objetiva: Espacio y tiempo
Para que funcione un “marcador”, debe ser claramente mexicano. Sin embargo, muchos de los atributos putativos de la mexicanidad —el catolicismo, el idioma español, una
cultura híbrida hispano-indígena, el corporativismo, quizás el autoritarismo, la violencia, el arielismo— los comparten otros países latinoamericanos (en particular los
“indoamericanos”). ¿Qué queda que sea irreductiblemente “mexicano”? Una pista la da la Virgen de Guadalupe. Lo que ella comparte con otros marcadores “claramente
mexicanos” (e incluso con algunos “moldes”) es su lugar en el espacio y el tiempo. La Guadalupana es parte de la Iglesia universal, pero su lugar real está en México; ella se
apareció en México en 1531; ella hizo marchar en 1810 y en 1910; su culto está ligado a sitios, recuerdos, imágenes y alianzas de México. Por analogía, los marcadores y
modelos que podemos asociar de manera legítima a la identidad mexicana deben ocupar el mismo sector del espacio y el tiempo. (Sin embargo, repito, para ser genuinamente
nacional, y no local o regional, sectario o partisano, los marcadores y moldes asimismo deben alcanzar un umbral de significado nacional.) En conjunto, los anteriores son
criterios exigentes.
En estos términos (espacio más tiempo), es posible llegar a sostener que en efecto existen algunos rasgos básicos de la identidad nacional mexicana. El argumento se remonta
a Ernest Renan: la identidad nacional se deriva de una experiencia colectiva compartida, la cual abarca tanto al territorio como a la historia; y la experiencia es al mismo
tiempo altamente contingente y en buena medida autónoma de los atributos religiosos o lingüísticos. Sin embargo, las dos categorías, el espacio y el tiempo, operan de
diversas maneras. Los rasgos espaciales ciertamente han moldeado la historia de México, y, por extensión, a la “identidad nacional” mexicana, en el sentido objetivo, de la
ciencia social. Pero estos “moldes” pueden operar silenciosa e inconscientemente. Han ayudado a México a ser lo que es, a pesar de que los mexicanos no estén del todo
conscientes del proceso. Los acontecimientos históricos, en cambio, son más conscientes; ciertamente, se conservan en la “mentalidad colectiva” en virtud de los esfuerzos de
la memoria, la narración y la educación. De ahí que sean más fluidos y mohosos. Constituyen en verdad marcadores importantes: dominan lo que ha de ser mexicano, de ahí
que estén sujetos a un debate y conflicto ideológico constantes. Hasta qué punto “moldean” a los mexicanos es un punto de discusión: resulta más fácil medir el “molde” de la
geografía que el de la “historia”.
Primero, el espacio. México ocupa una parte clara del planeta, bañada por dos océanos, atravesada por grandes formaciones montañosas, con un complejo esquema de microregiones ecológicas y culturales, y, por más de un siglo, linda con la nación más poderosa de la tierra. Del mismo modo en que Fernand Braudel destaca (y celebra) el sagrado
“hexágono” de Francia, nosotros podemos bocetar un “carácter” geográfico-cum-geopolítico o una “identidad” de México. Dada la atemporalidad de la geografía (aunque no
de la geopolítica) algo de este “carácter” es persistente. Las montañas de México son factores objetivos de la vida, rasgos persistentes de la longue durée. Ellas han ayudado a
formar las numerosas micro-regiones que integran a México (el colonial y el nacional) y las tres macro-regiones que, desde antes de la conquista hasta el día de hoy, han
demarcado al territorio, ecológica, política y culturalmente: (1) el altiplano central de México, sede de los regímenes teotihuacano, tolteca, azteca y posteriormente colonial,
un bloque serrado, productor de maíz, populoso, sediento de poder; (2) las tierras bajas tropicales mayas del sureste, en tiempos recientes casi una colonia interna, vinculadas
culturalmente a Centroamérica y de una pobreza crónica mayor; y (3) el norte abierto, vacío, árido, el embudo por el que pasaron oleadas de invasores hacia Mesoamérica, la
Gran Chichimeca de la colonia, el dinámico norte —pero aún así árido, escasamente poblado— minero y comercial de los periodos borbónico, nacional y revolucionario, hoy
el principal beneficiario del Tratado de Libre Comercio, que a su vez se funde progresiva, imperceptiblemente, con el linde “mexico-norteamericano” de la frontera
internacional.
Claro que estas macro-regiones se pueden desintegrar en regiones (el Bajío, el Istmo, la Huasteca, el Petén, la Sierra Madre Occidental) y micro-regiones (el Valle de Oaxaca,
la meseta purépecha, La Laguna, los Altos de Jalisco). Cuando las intendencias borbónicas, y más adelante los estados de la federación, se montaron encima de estas unidades
“orgánicas”, se produjo un complejo mosaico de unidades, de donde salieron múltiples identidades por debajo de lo nacional —negando a la vez cualquier idea de una
identidad nacional unitaria—. Pero si seguimos a Braudel (una estrategia no siempre recomendable) alcanzamos a discernir una especie de “identidad” histórica colectiva —o
mejor dicho, una “estructura” histórica duradera— sobre la premisa de la geografía. Pues así como Gran Bretaña dependió, por siglos, del eje oriente/occidente —las
cultivables tierras bajas anglosajonas y escandinavas del sureste y las tierras medias de cara a las tierras altas de pastoreo de la zona celta “atlántica”—, “México”, siguiendo
el antiguo patrón de Mesoamérica, desplegó una división geográfica tripartita, en la que el altiplano central extendió su control e influencia tanto en las tierras bajas del
sureste maya como en las altas praderas y sierras del norte; al final, es decir, hasta la Revolución, se revocó el flujo de poder y riqueza y el norte —para decirlo crudamente—
“colonizó” al centro y al sur. Este duradero patrón acaso no confiera una “identidad nacional” (i. e., éstas no son divisiones subjetivas, no están conectadas a la conciencia
colectiva mexicana), pero sí subrayan muchas de las continuidades profundas de la historia mexicana, lo que equivale a decir que son objetivamente explicativas, de ahí que
les deban poner atención los historiadores —sobre todo los historiadores de la longue durée.
Una segunda continuidad espacial, menos antigua aunque sí durable, es la geopolítica, y se desprende del lugar de México en el moderno sistema estatal. Desde finales del
siglo XVIII, México ha tenido hacia el norte un Estados Unidos en expansión, agresivo con frecuencia, y hacia el sur una Guatemala relativamente débil, no amenazadora. Del
norte han venido la invasión, la mutilación territorial, los señalamientos políticos y la influencia económica y cultural. Pero Estados Unidos asimismo ha ofrecido
oportunidades económicas, ejemplo político y, quizás, un escudo contra la intervención extrahemisférica. Por tanto, la proximidad de Estados Unidos ejerció una presión
constante en México; Estados Unidos ha sido a México lo que Rusia (o Alemania) a Polonia; o, tal vez, lo que Gran Bretaña a Irlanda. Esta relación tiene consecuencias
objetivas y subjetivas. Objetivamente —en términos de “moldeo”— México se ha tenido que defender de las amenazas del norte; sin embargo, en la época de Porfirio Díaz,
esto tuvo el paradójico efecto de desmilitarizar al país, cuando menos en lo que respecta a las guerras y las agresiones extranjeras. (Las guerras civiles y la represión
doméstica son harina de otro costal.) A diferencia de Chile, Argentina o Brasil, México no se ha enfrascado en agresivas guerras externas. Tanto Díaz como, en su momento,
el régimen de la Revolución, lograron reducir el cuerpo y el gasto militares. Los militares, por lo tanto, asumieron un perfil bajo en la política interior —de nuevo, compárese
con Argentina, Chile o Brasil—. Tal vez el apego de larga duración de México al principio de la no intervención, relacionado claramente con la locación geopolítica y la
historia, asimismo constituye un elemento de la identidad nacional, al menos en términos de política de elite.
La proximidad de Estados Unidos ha condicionado claramente al nacionalismo mexicano, el cual con frecuencia se define vis-à-vis Estados Unidos. La idea arielista del
temperamento latino ha ganado algún uso corriente, cuando menos en los círculos intelectuales (e. g., José Vasconcelos); aunque, otra vez, ésta es una versión específicamente
mexicana de una perspectiva “latina” más amplia. Esto es más importante: las elites mexicanas —a diferencia de algunas de sus contrapartes cubanas y nicaragüenses— han
sido renuentes a meter a Estados Unidos en los asuntos mexicanos, en parte por temor de que resultara políticamente contraproducente. Así, aspectos duraderos de la política
mexicana tienen la influencia de la peculiar necesidad del país de coexistir con el vecino coloso del norte. Pero este hecho ineluctable de la vida ¿engendra una identidad
colectiva amplia? ¿Hace más nacionalistas a los mexicanos? ¿O acaso los vuelve más pochos y gringófilos? Dudo que se puedan hacer generalizaciones válidas. Cierto que
los dirigentes mexicanos pueden desplegar una sensibilidad cruda a los desaires estadunidenses que se perciben; pero las encuestas de opinión no sugieren una profunda
hostilidad arraigada de los mexicanos como un todo hacia Estados Unidos; la historia escrita tampoco lo sugiere. Desde luego que los mexicanos han respondido con furia a
las invasiones, las intervenciones y las amenazas. Pero esto no los hace más intensamente nacionalistas o antinorteamericanos que, digamos, las guerrillas Huk que lucharon
por la independencia filipina luego de 1898, o que los alemanes que en 1944 defendieron los puentes del Rhín.
El aliño geopolítico de México y su ubicación son por definición peculiares de México. México difiere de Cuba (una isla tropical bastante homogénea) o Argentina (“una
ciudad y una nación” en palabras de Scobie) o Brasil (una sociedad cuasi continental) por un cúmulo de razones, pero en ellas resultan cruciales la ubicación y el aliño
geográficos. La geografía tiende a generar estructuras históricas duraderas. Pero no queda claro si la geografía genera una clara identidad nacional. La ubicación espacial —
entre el río Bravo y el río Hondo— no produce un tipo peculiar de persona, tampoco una mentalidad específica. Si, por lo tanto, deseamos entender los procesos que a escala
nacional moldean a las mentalidades —o las identidades—, debemos analizar el cambio en el tiempo, esto es, la experiencia vivida, en otras palabras, la historia.
El tiempo, la historia y la Revolución
La Revolución, tal como lo comenta Arnaldo Córdova, nació con una “candente defensa del pasado”.4 Los críticos liberales del porfiriato, si bien en su día contaron con
ejemplos contemporáneos extranjeros (Francia, Estados Unidos, incluso Argentina), se inspiraron en el propio pasado liberal de México —debidamente dorado, sin duda—.
Esto le ofreció un puente discursivo a los grupos populares, los cuales, a pesar de sus diversos objetivos socioeconómicos, al menos pudieron ponerse de acuerdo en la
necesidad de una apertura democrática. Para los liberales de clase media, esto quiso decir elecciones libres, gobierno responsable y acceso al poder; mientras que para los
disidentes populares implicó autonomía local y un cambio en la política agraria del porfiriato. Ambos grupos compartían cierto apego a la tradición liberal-patriótica de
Benito Juárez. Los trabajadores urbanos, a pesar de ser una minoría diferente, estuvieron de acuerdo. Mientras tanto, la izquierda radical (socialista y anarquista) fue
relativamente débil; y a pesar de la fuerza de la tradición liberal, el catolicismo no fue un punto central —no todavía—. Tampoco el nacionalismo fue un marcador claro. La
reputación de Porfirio Díaz como servil vende patrias se ha exagerado; Francisco I. Madero, en modo alguno, impugnó las credenciales patrióticas del presidente. Tampoco
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los rebeldes más populares estaban profundamente preocupados por la penetración extranjera de la economía mexicana. Los primeros revolucionarios fueron ciertamente
patriotas, dotados de un agudo sentido de la identidad nacional; pero lo mismo se puede decir de muchos de sus enemigos, no menos de los cuerpos de oficiales del ejército
federal. Exhibiciones de patriotismo puntuaron la Revolución, estimulado con frecuencia por la política de mano dura de Estados Unidos: Victoriano Huerta y los federales
buscaron capitalizar la hostilidad del presidente Woodrow Wilson; Emiliano Zapata se indignó ante la ocupación estadunidense de Veracruz; Francisco Villa, cuando Estados
Unidos negó su reconocimiento, lanzó su ataque sobre Columbus, Nuevo México.
Es útil distinguir entre las ideas populares de la patria (muchas veces aliadas a ideas sobre la patria chica) y las ideas de la elite, pues mientras que las primeras entrañaban una
visión parroquial-cum-federalista de la nación-estado, las últimas estaban a favor de una agresiva construcción del Estado, de ahí un nacionalismo más centralizado y el
desprecio al particularismo local. Se trataba de una vieja historia, renovada por la Revolución. La cardinal lucha entre Villa y Venustiano Carranza —con frecuencia atribuida
ingenuamente a claras diferencias de clase— tuvo más que ver con estas visiones en conflicto de la nación: el villismo se apegaba a una visión relajada, “federalista”,
descentralizada, en tanto que el carrancismo se empeñó por centralizar el poder y por extender su control sobre la Iglesia, las compañías petroleras y llegar a los rincones más
remotos del país. Desde luego que los carrancistas tuvieron que negociar, de ahí la política de Álvaro Obregón de pactar con las fuerzas disidentes y parroquiales, desde los
zapatistas de Morelos hasta los mapaches de Chiapas. Pero la meta eventual de los sonorenses, en especial la de Plutarco Elías Calles, era un Estado fuerte, centralizado,
“nacionalista”. Ni los zapatistas ni los mapaches estaban a favor de semejante Estado, pero ellos también, por necesidad, tuvieron que negociar.
Estas tensiones y aspiraciones llevaron al primer plano las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Pero el golpe de Huerta estimuló miedos (entendibles) sobre la participación
clerical en la política; el inicio de una reforma social más completa, que incluyera la reforma de la tierra, puso en conflicto los intereses clericales y conservadores; y el nuevo
proyecto centralizador de los carrancistas/sonorenses convirtió en blanco a la Iglesia y provocó la oposición católica, en especial en estados (como Jalisco) en los que la
Revolución aparecía como una fuerza agresiva, ajena. El anticlericalismo lo abrazaron muy fervientemente los ambiciosos dirigentes centralizadores (Obregón, Calles,
Alvarado, Múgica): norteños con frecuencia, alfabetizados y educados por lo general, criados en pueblos o al menos en regiones de agricultura comercial. Por el contrario, los
rebeldes rurales populares (Zapata, Villa, Cedillo) fueron más tolerantes con la Iglesia (aunque Villa odiaba a los curas españoles); y rara vez tuvieron el tipo de
anticlericalismo radical que, hostil a las creencias y a las instituciones católicas, alcanzó su apogeo en el Tabasco de Tomás Garrido Canabal.
A
sí, de Carranza a Lázaro Cárdenas, el conflicto entre la Iglesia y el Estado, el catolicismo y el jacobinismo revolucionario, fue central en
la historia de la Revolución. Ambos lados se enfrascaron en una batalla feroz en pos del corazón y de la mente de los mexicanos; cada uno
se propuso forjar patria según sus diferentes criterios. Ambas partes desplegaron amplios recursos: escuelas, periódicos, organizaciones de
masas, retórica, deportes y estética. Se destruyeron físicamente los viejos iconos del catolicismo —santos, imágenes, pinturas—, y se les
suplantó con nuevas alternativas seculares: mártires revolucionarios, ritos de paso socialistas, los celebrados murales de Diego Rivera, José
Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Ambas partes, asimismo, echaron mano de un rico legado discursivo: Juárez contra
Maximiliano, Miguel Hidalgo contra Agustín de Iturbide, Cuauhtémoc contra Cortés. Así, las viejas enemistades se pusieron al día y se
reciclaron por medio de los nuevos medios de comunicación masiva: la prensa, el cine, la radio, las materias en las escuelas, las reuniones
masivas, los desfiles y las manifestaciones. Los observadores y activistas extranjeros —Graham Greene y Evelyn Waugh, Ernest Gruening
y Frank Tannenbaum— asimismo colaboraron en estas querellas por la nación.
Buena parte de este conflicto discursivo fue aspiracional y normativo: incluía visiones encontradas de lo que debía ser México. Los
triunfadores de la Revolución querían un Estado centralizado y una ciudadanía productiva, patriótica, secular; la Iglesia quería una sociedad
temerosa de Dios, jerárquica, devota. Ambos, curiosamente, estaban de acuerdo en que el pueblo de México estaba muy lejos de sus ideales
predilectos y, ciertamente, sus respectivas condenas de los pecados, faltas y vicios de la gente común y corriente con frecuencia sonaban
muy parecidas. Mientras tanto, los “intelectuales orgánicos” de la Revolución —Andrés Molina Enríquez, Manuel Gamio, Alfonso Caso,
Alfonso Reyes, Octavio Paz— desarrollaron una influyente literatura normativa que algunos análisis derivativos han tomado, de manera
muy equivocada, como ciencia social objetiva.
De hecho, ninguna de estas aspiraciones se llevó completamente a cabo y la mayor parte de ellas no se lograron. No se pudo restaurar al
porfiriato; en su lugar, México vivió una generación de experimentación política, de movilización popular y de reforma social que culminó
en la expropiación del petróleo en 1938. Eventualmente, se logró la estabilidad, pero la democracia siguió siendo evasiva. Pronto se
marchitó el liberalismo optimista de Madero. Asimismo, se defraudó a los rebeldes populares que habían buscado una asociación libre de
pueblos con un autogobierno y tierras: les dieron tierras, pero en las manos de un ambicioso Estado centralizador. El sueño cristero y
sinarquista (para algunos, una pesadilla) de una teocracia católica resultó completamente inalcanzable; a México se le negó hasta un formal partido Cristiano Demócrata. El
proyecto sonorense de un Estado fuerte y de una ciudadanía productiva estuvo cerca de realizarse, pero se eliminaron las aspiraciones más radicales (cardenistas/lombardistas)
en favor de un México “socialista”, de una sociedad sin clases. De hecho, después de 1940, una vez que murió la generación revolucionaria o se alejó del cargo, pasó a primer
plano una agenda diferente, un conjunto distinto de aspiraciones nacionales. La reforma se alentó, la izquierda se desvaneció, la Iglesia se reconcilió y el poder del mercado
eclipsó las ambiciones radicales del Estado.
Los proyectos grandiosos de la era revolucionaria —el diseño de una nueva identidad nacional— tendieron así al fracaso. Pero estos proyectos, lo he enfatizado, eran
aspiracionales y normativos: buscaban moldear a un pueblo que con frecuencia no quería ser moldeado y que mostraba un conjunto conflictivo de intereses e identidades que
ninguna facción política (incluida la facción política que hoy está en posesión del Estado) habría esperado reordenar y homogeneizar. Fueron y vinieron identidades
nacionales subjetivas, se las promovió, defendió, y se las impuso a veces. Pero la identidad nacional objetiva de México permaneció notoriamente fragmentada —fragmentada
por región, localidad, religión, ideología, edad, género y etnia—. La Revolución no pudo eliminar estos factores; en el mejor de los casos, los contuvo, impidió una ruptura
definitiva y se empeñó en una homogeneización limitada —o, si se quiere, en una “mexicanización”— por medio de la educación, la propaganda, la movilización. Un ejemplo
clásico es el del indigenismo revolucionario. La patriótica manifestación de marzo de 1938 demostró que el objetivo de Gamio (forjar patria) al cabo de veinte años de
activismo revolucionario había en efecto avanzado. Y el carácter de la protesta popular mexicana desde los novecientos cuarenta (e. g., Rubén Jaramillo, el EZLN),
comparada, digamos, con la de Perú (Sendero Luminoso), asimismo ha demostrado que se establecieron de manera durable ciertos fundamentos del nacionalismo, de una
identidad nacional común. Dada la pobre actuación de las elites políticas de México, y las vicisitudes económicas que ha sufrido México durante las dos décadas anteriores,
suerte que haya sido así.
Conclusión
En esta apurada sinopsis del pasado inmediato, la idea de la “identidad nacional” tan sólo figuró casi exclusivamente como una visión normativa —como una meta
aspiracional— más que como una explicación objetiva. Pues poco explica la “identidad nacional objetiva”, repito. Es cierto que cuenta la estructura geográfica tripartita de
México: ayuda a explicar los divergentes patrones de desarrollo durante el porfiriato y la dinámica subsecuente de la Revolución —por ejemplo, por qué el sureste permaneció
relativamente quieto hasta que lo “liberaron” los norteños—. La historia prerrevolucionaria —nacional, regional y local— asimismo desempeñó un papel crucial, influyendo
en las alianzas de los individuos, las familias y las comunidades: de ahí que Juchitán fuera más revolucionario que Tehuantepec, Morelos que los Altos de Jalisco.
Precisamente porque estas diferencias regionales estaban marcadas —y la “Revolución” fue, por lo tanto, numerosas “revoluciones”— es imposible proponer una “identidad
nacional” mayoritaria en estos años. Ciertamente, el hecho mismo de que se diera una gran revolución —una querella por la nación masiva— muestra que tal identidad no
existía, al nivel de las alianzas subjetivas. Desde luego, los mexicanos compartían numerosas características comunes: casi todos eran católicos hablantes del español, muchos
eran devotos de la Virgen de Guadalupe, comían tortillas y (de seguir el ejemplo de Emiliano Zapata antes que el de Francisco Villa) bebían tequila y aguardiente. Pero éstos
eran marcadores descriptivos (marcadores que no siempre los distinguían de otros latinoamericanos) y, como marcadores, no tuvieron una influencia causal. Católicos
hablantes del español lucharon en ambos lados durante la Revolución; y poco importó que comieran tortillas en lugar de pan, o que bebieran tequila en lugar de whisky. Así
como la violencia revolucionaria no se puede explicar en términos de actitudes antiguas, remontándose a Huitzilopochtli o a los conquistadores, así también la posterior
fundación de un régimen estable, semiautoritario, no tiene nada que ver con las tradiciones del tlatoani azteca. Yo incluso plantearía que las “explicaciones” de actitudes tanto
de la violencia como de la estabilidad, aun cuando eludan el exagerado determinismo de la longue durée, son inherentemente superficiales y circulares, esto es, “explican” la
conducta en términos de “actitudes” subyacentes cuya existencia se deriva de la conducta en primer lugar.
Hay dos respuestas a este planteamiento. Una sería una objeción absoluta: la identidad nacional existe, se puede evaluar, tiene un significado causal. En respuesta, yo pediría
ejemplos. Otra respuesta sería una argumentación tibia: desde luego, la identidad nacional es inútil como un concepto explicativo, ¿por qué desperdiciar energía flagelando a
este caballo muerto? Sólo que el caballo no está muerto. En modo alguno han muerto las imputaciones sobre el carácter nacional. Siguiendo a Octavio Paz, prominentes
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intelectuales mexicanos siguen desplegando estereotipos nacionales.5 Los intelectuales y políticos estadunidenses, asimismo, son proclives a tales estereotipos —tanto de los
estadunidenses como de otros—. También los académicos, si bien hoy son menos proclives a las burdas generalizaciones que antes (hoy sería difícil escribir un libro como el
de Ernest Barker, National Character), siguen cometiendo similares, si bien más veniales, pecados de reificación, esencialización y tautología. La “identidad” pudo haber
reemplazado al “carácter”; y la “cultura política” ha venido a figurar como una gran (no-)explicación del funcionamiento de la política mexicana. Como es más fluida y
manipulable, la “identidad” tal vez sea preferible al “carácter”, del mismo modo en que el “carácter” era preferible a la “raza”. Pero la “identidad” es tan capaz como el
“carácter” de producir no-insípidas explicaciones circulares. Asimismo, la “cultura política”, invocada por lo regular no sólo por los académicos, sino también por los actuales
comentaristas y políticos en México,6 con frecuencia sirve como una especie de indolente abreviatura para “la forma en la que se hace política”. En el mejor de los casos,
“cultura política” es una descripción floja, un “marcador” vago y por lo general discutible. Pero no es un “molde”; exige urgentemente su desintegración; no ofrece ninguna
explicación a por qué los mexicanos hacen política como la hacen; y no comporta ninguna explicación causal —pues decir que los mexicanos actúan como actúan debido a su
cultura es, repito, circular—. Por lo tanto, poco o nada nos dice sobre cómo cambiar las cosas para bien. Por fortuna, ésta no es tarea que les competa a los historiadores,
menos a los historiadores extranjeros. Pero de perdida podemos tratar de ayudar a dilucidar los conceptos (cultura política, identidad nacional) que nuestros colegas tienden a
emplear —abusando de ellos con mucha frecuencia.
Traducción de Antonio Saborit
Alan Knight. Historiador. Académico de la Universidad de Oxford. Es autor de The Mexican Revolution, The Mexican Petroleum Industry in the Twentieth Century, entre
otros.
1 Nancy M. Farriss, Maya Society Under Colonial Rule, Princeton University Press, Nueva Jersey, 1984, p. 145.
2 Ernest Barker, National Character and the Factors in Its Formation, Londres, 1948 [1927], p. 191.
3 Graham Greene, The Lawless Roads, Harmondsworth, Londres, 1971 [1939], p. 40.
4 Arnaldo Córdova, La ideología de la Revolución Mexicana, Era, México, 1973, p. 87.
5 Carlos Fuentes, A New Time For Mexico, Farrar, Straus & Giroux, Nueva York, 1996, alude a la violencia (p. 16), el síndrome de mañana (p. 17), el esencialismo indígena
(pp. 25-29), el legado católico (pp. 57-58), la oscilación latinoamericana “entre dictadura y anarquía” (p. 67), las “tradiciones autoritarias” aztecas y españolas (p. 75).
6 Cinco páginas de la revista Proceso, núm. 1190, 22 de agosto de 1999, contenían, en términos generales, nueve referencias a la cultura política como el principal problema
que enfrentaba el sistema político mexicano. Los expertos extranjeros son igualmente culpables: Delal Baer, “Mexico’s Coming Backlash”, Foreign Affairs, núm. 78, vol. 4
(julio-agosto de 1999), pp. 80-104.
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Fecha: 01/08/2010
La equidad reclama su reforma
Ricardo Becerra / Enrique Provencio
P
rocesos que dibujan una época
En el tránsito de siglos ocurrió una desafortunada coincidencia histórica que explica, en buena medida, el espíritu de nuestra época: mientras que la transición democrática
(iniciada en 1977) cambió la configuración de la política y del Estado en México, la transformación económica —desencadenada por la crisis de la deuda de 1982-85— tuvo
en cambio un desarrollo incierto y decepcionante. Por un lado, la transición política cosechó un buen número de novedades democráticas, un espacio de libertades y de crítica
y una vida pluralista como nunca antes vimos. No obstante, de su lado, el tránsito económico nos engarzó a la globalización, sin que pudiera responder a las necesidades que
planteaba la nueva sociedad y la dinámica demográfica del país.
C
ontrario a lo ocurrido en los renacimientos democráticos de Europa y contrario a la instauración
del parlamentarismo en Japón tras la Segunda Guerra Mundial, contrario también a lo vivido por la
transición española en los ochenta, en México la vida democrática no estuvo acompañada de
crecimiento, de bienestar o de una expectativa masiva de prosperidad. Todo lo contrario: la
ampliación de libertades efectivas creció en medio de una profunda incertidumbre económica, y ese
doble hecho ha marcado —y deprimido— el sentido de nuestra democracia e incluso de nuestra
cultura en el trance del siglo XX al XXI.
Y es que no hablamos de unos años, ni siquiera de sexenios: hablamos de una generación completa
de mexicanos que buscó su primer trabajo en los años ochenta y que, a continuación, se introdujo en
una era de inestabilidad productiva con estancamiento a largo plazo. Se trata del progresivo deterioro
de la capacidad de creación de empleo, de la baja tendencial de los salarios reales y de una
distribución del ingreso estancada y fluctuante1 que es el sino de 30 años completos; los 10 que
siguieron a la implosión del “antiguo régimen” proteccionista y corporado (1982-1990), y los 20
subsecuentes, que fueron escenario de la llegada de un nuevo modelo —de mercado y
liberalizador— cuyas consecuencias prácticas deben ser seriamente evaluadas como arranque de
cualquier diagnóstico genuino.
M
ás que
cualquier
otra cosa, es
esa
precariedad
de la vida
material lo
que explica
el
ostensible
malestar de
nuestra
democracia,
el irritado
ánimo
público y el
pesimismo
en el futuro.
El
Latinobarómetro más reciente2 exhibía que sólo 31 de cada 100 mexicanos cree que la situación económica será mejor en 2010, mucho menos que el 68% del Brasil, el 65%
de Paraguay o el 64% de Panamá. Correlativamente, en marzo del 2010, el 87% de los mexicanos consideraba —con razón— que la crisis y sus efectos destructivos “van para
largo”.
No se trata de un estado coyuntural. El mismo estudio de hace cuatro años mostraba ya una pendiente sostenida hacia la desmoralización: en el año 2007, el 74% de los
mexicanos estimaba que la situación material de su familia “no mejoraría”, y en el mismo lapso el país vio caer su optimismo 13 puntos porcentuales, pues sólo el 26% creía
que el desempeño económico podía mejorar. La misma tendencia oteaba ya en los informes de 2003 y 2004. Para decirlo de otro modo: la desconfianza empezó a
ensombrecer la vida pública incluso antes de la crisis financiera y sus secuelas (ver gráfica 1).
Por todos esos datos y muchos más, es factible sostener que nuestra sociedad
atraviesa la etapa más pesimista de su época moderna.
Las muchas reformas estructurales
Es difícil imaginar que las actitudes podrían ser distintas. La generación que tocó la
puerta del mercado laboral en la última parte del siglo XX, y las que siguen, han
crecido toda su vida en un ambiente cargado de dificultades económicas: crisis
financiera generalizada en 1982; macrodevaluación de 1985; choques petroleros y
bruscos planes de estabilización, 1986-87; desplome de las cuentas externas y del
sistema bancario de 1994-95; la recesión más larga de la historia moderna —38
meses, entre agosto de 2000 y septiembre de 2003—; y ahora, entre nosotros, el
retroceso productivo más importante en 77 años (6.5% en 2009), luego de la crisis
financiera. Y en los esporádicos tiempos de recuperación, un crecimiento más bien
mediocre con excepciones breves (como en el primer semestre del año 2000 o el año
2006) (ver gráficas 2 y 3).3
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Se trata de un problema mayor: ahí se cultiva el ánimo público del que dependen, a su vez, millones de decisiones individuales4 que van de la reticencia a invertir, al
abandono del país o la inmersión a circuitos informales o carentes de reglas.
Y no es, como se ha repetido, por “falta de reformas”. De hecho, la historia económica de México da cuenta de al menos 25 años de continuo frenesí reformador,5 de cambios
de todo orden y calado que van del Tratado de Libre Comercio (1994), a la Ley de Responsabilidad Hacendaria (2006), a la privatización de empresas públicas (1982-1993), a
la liberalización financiera, venta de bancos al capital extranjero, deliberada hemiplejia de la política monetaria mediante aislamiento y mandato único del Banco de México,
entre decenas más. Son reformas de y para el mercado, cuya promesa esencial es que la igualdad y la distribución del ingreso vendrán —algún día— como consecuencia de
aquellos cambios, y por tanto es innecesario y aun contraproducente, hacer reformas cuyo propósito primero y deliberado sea la equidad social.
Éste es un error que hemos pagado demasiado caro. No solamente porque las reformas liberalizadoras no nos han conducido a una senda de crecimiento así sea de mediano
plazo, sino porque han aumentado la inseguridad y la precariedad económicas, aun antes de la crisis financiera, cuyos efectos regresivos todavía no conocemos en su cruel
totalidad.
El ambiente que se alimenta todos los días del decepcionante desempeño
económico no sólo ha ensombrecido el clima público sino que ha complicado y
puesto en cuestión —legítimamente— la pertinencia de esas mismas reformas y de
otras que resultan inviables ante los pobres resultados mensurables de los ciclos
previos.
Es un debate que no debe ser pospuesto: el balance indispensable y franco sobre los
límites de las “reformas estructurales” en una economía como la nuestra demostrados
a costa de toda una generación. Si bien es imposible e indeseable echar atrás la rueda
de la historia y dinamitar las reformas que insertaron a México en la globalización,
también es inadmisible seguir la misma ruta sin revisar en serio las ideas económicas
que nos han gobernado, ésas que han impedido cualquier redistribución efectiva en
aras de la “estabilidad” y su “cultura”, o de la espera en el “goteo” de las ganancias
hacia abajo.
Una reforma estructural para la redistribución
La fe en la democracia mexicana parece ser “cosa de ricos”, directamente
proporcional al nivel de ingresos de la población,6 una vez más, la vida material
explica buena parte de esa segregación: por un lado en los últimos 25 años se ha
transformado y aumentado el consumo de muchos bienes y servicios, pero por otro,
los datos duros de la pobreza y la desigualdad siguen exhibiendo una fuerte
resistencia que contrasta no sólo con la experiencia de otras naciones sino también
con la expectativa que teníamos de nuestro propio futuro al comenzar la transición
(ver gráfica 4).
En un documento reciente,7 al lado de otros compañeros, sostenemos que el nuevo sentido de los cambios económicos no puede ser ajeno al régimen político ni al pluralismo
democrático —su principal conquista—. Creemos necesario embarcarnos hacia una segunda etapa de la democracia mexicana o, si se quiere, hacia una democracia con
objetivos explícitos. No sólo cuidar y fortalecer las adquisiciones democráticas que tanto esfuerzo costaron, sino también asegurar que los fundamentos sociales de la vida
colectiva cobren vigencia, se construyan y se desarrollen. Requerimos, pues, asegurar un Estado de derecho y un Estado de derechos sociales y ciudadanos.
Nuestra experiencia informa claramente que en la época de las reformas liberalizadoras el crecimiento ha sido extraordinariamente errático, lo mismo que el comportamiento
de los índices de distribución e, incluso, el de la pobreza. Lo que se pierde en uno o dos años (por ejemplo en 1995 o en 2008-2009), tarda varios años más en recuperarse.
Necesitamos poderosas políticas de protección social anticíclicas para los años recesivos, y políticas de ingresos y protección para los años de crecimiento, cuyo centro sea
una estrategia deliberada de mejoras salariales. Y ése es el corazón obligado de las nuevas reformas: crecimiento sostenido y redistributivo.
En efecto, el crecimiento económico suficiente es indispensable, pero su agenda ya no puede seguir excluyendo una reforma social del Estado —como la llama Rolando
Cordera—, es decir, una redistribución del ingreso desde el principio. Los datos a largo plazo (ver gráficas 4 y 5) demuestran que los periodos de reducción de la pobreza
producen mejoras del producto por persona, pero han sido sobre todo los años del crecimiento aparejado con mejoras distributivas, los que a su vez añaden un impulso al
propio crecimiento. En otras palabras: la igualdad social no es variable “exógena” a la ecuación del crecimiento y, por el contrario, el crecimiento se ve frenado por las
brechas de pobreza y desigualdad que nos dominan.8
Por eso necesitamos de una enérgica reforma para la equidad social, al menos en dos sentidos: dotar
a los mexicanos de un ingreso universal, incondicionado, que le proporcione recursos líquidos en
caso de desempleo, y una reconstrucción de la seguridad social centrada en la salud. Es un mensaje al
mismo tiempo igualitario y democrático: por el hecho de ser ciudadano mexicano, serás incluido en
una red de aseguramiento público contra los riesgos esenciales de la vida: desempleo, vejez,
invalidez y enfermedad.
Para edificar esa “infraestructura de la equidad”, se esté o no dentro del sistema productivo, se
requiere encarar la reforma estructural más largamente pospuesta, lo mismo por populistas que por
neoliberales, al menos desde hace 51 años:9 la fiscal. Se trataría entonces de propiciar un piso de
seguridades económicas, sin condiciones, sin padrones de ningún gobierno o partido, coyotajes ni
clientelas, a cambio de una variación fiscal que permita eliminar excepciones y devolver el principio
redistributivo esencial: progresividad (a mayor ingreso mayor impuesto). Se trata de una solución
política que, gruesamente, imaginamos así:
Una evaluación amplia para la reformulación del gasto público nacional, en los tres niveles. El gasto
corriente del sector público se ha incrementado 65% en términos reales en 10 años, es decir, creció
más de 400 mil millones de pesos en menos de una década. Esta multiplicación injustificada se
vuelve a demostrar con la existencia de casi mil programas sociales dispersos, yuxtapuestos,
contradictorios, creados por gobiernos de todo tipo y nivel y que en conjunto apenas y atienden
algunas de las necesidades clave, para luego reconvertirlas en clientelas. Una reforma a la estructura
del gasto público es condición de la reforma fiscal.
Una subida escalonada de los principales impuestos, especialmente al Impuesto Sobre la Renta
(ISR). Incremento al Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU); del Impuesto Especial sobre
Productos y Servicios (IEPS), y una tasa generalizada del Impuesto al Valor Agregado (IVA).
Supresión de las exenciones y devoluciones fiscales para disminuir la evasión; cancelación del amparo fiscal,10 al mismo tiempo que se propicia la introducción de impuestos
a los donativos y las herencias.
La introducción de estándares, prácticas e indicadores de transparencia mucho más estrictos, de carácter nacional. Nada que tenga que ver con el cumplimiento de una
obligación legal puede ser reservado o clasificado.
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En esta propuesta “nadie se queda sin contribuir”,11 ni siquiera los más pobres. El cálculo del impacto de estas medidas en el mediano plazo (cuatro años) ronda, según
diversos escenarios moderados, entre 3.5% y 4.5% del PIB, pero su impacto en el crecimiento —de ser rápidamente instrumentados el seguro de desempleo universal y la
infraestructura de salud— convertiría a ambas medidas en una palanca importante para el propio crecimiento.
La asignatura es obligatoria: aun con la reforma tributaria y sus frutos iniciales, en
cuatro años México seguiría abajo del promedio de la carga fiscal en América Latina
(18%) pues su recaudación apenas araña el 11% del PIB. Y como quiera que se vea,
la reforma social es una reforma económica porque: 1) permite brindar seguridades
tangibles y líquidas a los mexicanos para encarar con menos riesgos el futuro
mediato; 2) fortalece el consumo nacional, al canalizar recursos masivos en el
mercado interno y en la adquisición de bienes básicos; 3) permite redistribuir los
costos laborales; 4) permitiría afrontar en otras condiciones políticas (y psicológicas)
las reformas económicas pendientes.
No se trata de una reforma contra los más adinerados, sino de la realización de una
inversión en su entorno, en los hombres y mujeres que les rodean, en la certidumbre
macro de su negocio y en su propia seguridad. Se puede y se debe discutir acerca de
las opciones para el crecimiento redistributivo,12 pero lo que resulta chocante e
inaceptable es entrar a nuevos ciclos de reformas que vuelvan a posponer la equidad
social y la instauración de un Estado de derechos sociales.
La sociedad moderna, la estructura productiva, la competitividad, la democracia y un
mínimo sentido de justicia, reclaman esa reforma estructural para la equidad social.
Una reforma fiscal sostenida por una sólida coalición política pluralista, para lanzar
el programa de inclusión social —quizás— más amplio y universal desde el
cardenismo. Una vez en marcha, podemos emprender otras tareas, amplias o
difíciles, pero ya no a costa de más desigualdad, inestabilidad e inseguridad.
Como suelen repetir los multimillonarios suecos dueños de Ikea, la familia I. Kamprad: “La solidaridad es la que sostiene nuestra competitividad, no al revés”… nunca lo ha
sido.
1 Enrique Provencio, La sociedad mexicana: precariedades y cambios fundamentales. Ponencia presentada en el Seminario del Instituto de Estudios para la Transición
Democrática, México, febrero de 2010.
2 Latinobarómetro, Informe 2009, Santiago de Chile, noviembre de 2009.
3 Véase, Ricardo Becerra, “La moral del estancamiento económico”, nexos, núm. 365, agosto de 2007.
4 Tal y como Benjamin Friedman lo explicó en su libro fundamental, The moral consequences of economic growth, Nueva York, 2005.
5 La revisión más completa de los resultados de esa época fue coordinada por Fernando Clavijo, Reformas económicas en México, 1982-1999, Lecturas del Fondo de Cultura
Económica, México, 2000. Y más recientemente por Dani Rodrik, One Economics, Many Recipes: Globalization, Institutions, and Economic Growth, Princeton University
Press, Princeton, NJ, 2007.
6 SER-Segob-IDEA, Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas 2008.
7 Equidad social y parlamentarismo: argumentos para el debate de una época, Instituto de Estudios para la Transición Democrática, México, junio de 2010.
8 En línea con lo suscrito por Isabel Guerrero, Luis Felipe López Calva y Michael Walton en La trampa de la desigualdad y su vínculo con el bajo crecimiento en México.
Mimeo, Banco Mundial, 2006.
9 Antonio Ortiz Mena, demiurgo del “desarrollo estabilizador”, desde la Secretaría de Hacienda y con sentido de la urgencia, se propuso instrumentar el “Plan de Acción
Inmediata” que pretendía elevar la recaudación total de 10.3% del PIB en 1960 a 15% en 1965 y a 19.8% en 1970. 40 años después, todavía ni siquiera alcanzamos esa
hipótesis.
10 En consonancia con las sugerencias de Carlos Elizondo, La industria del amparo fiscal. Mimeo, CIDE, 2009.
11 Propuestas similares fueron expuestas recientemente por la CEPAL en su documento La hora de la igualdad, brechas por cerrar, caminos por abrir, Brasilia, junio de 2010.
12 Por ejemplo, Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda, “Un futuro para México”, nexos 383, noviembre de 2009. Santiago Levy, Reforma fiscal y social para el
bienestar social y el crecimiento económico: una propuesta. Mimeo. Marzo 2010, o Jaime Ross y Juan Carlos Moreno Brid, Mexico’s Market Reforms in Historical
Perspective, 2004.
Ricardo Becerra. Presidente del Instituto de Estudios para la Transición Democrática.
Enrique Provencio. Economista, especialista en desarrollo social y desarrollo sustentable, miembro de la Junta de Gobierno del IETD.
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19/11/2010
Nexos - Contra el régimen presidencial
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Fecha: 01/08/2010
Contra el régimen presidencial
José Woldenberg
Una historia mínima
El cambio democrático en nuestro país fue gradual pero consistente. No hubo un momento fundador pero sí una serie de reformas que le abrieron paso a la convivencia y
competencia de la pluralidad política. Simplificando al máximo se podría decir que vivió tres fases: a) de inclusión de aquellas fuerzas a las que se mantenía artificialmente
marginadas de la contienda electoral y la vida institucional (1977), b) de construcción de instituciones capaces de garantizar la imparcialidad de las autoridades encargadas del
proceso electoral (1989-1990), y c) de edificación de condiciones medianamente equilibradas para la contienda (1996).1 Inserción de los excluidos, imparcialidad de los
órganos y procedimientos y equidad en la contienda, más el voto diferenciado de los ciudadanos, construyeron un mundo de la representación donde convive la diversidad.
Pero desde el inicio hasta el final jamás estuvo ausente el importante tema de cómo
traducir los votos en escaños o del tipo de fórmulas electorales que resultaban las
más adecuadas. Y no podía ser de otra manera. Herederos de una tradición
uninominal, fue necesario inyectar mecanismos de representación proporcional (con
el antecedente de los diputados de partido —1963—), para que el desfase entre votos
y representación no fuera mayúsculo. En los últimos 33 años nuestros legisladores
han diseñado y aprobado fórmulas mixtas distintas, recetas varias de reparto de los
plurinominales, cláusulas de gobernabilidad, techos a la sobrerrepresentación,
renovaciones escalonadas (para el Senado), y el debate no cesa.
Llevamos más de una década sin que ningún partido tenga la mayoría absoluta en
ambas Cámaras, a pesar de que en el caso de la de Diputados existe ya un “premio” a
la primera fuerza de 8 puntos porcentuales de escaños por encima del de votos.2
Tenemos, pues, instalado en el Congreso un pluralismo equilibrado que representa a
la diversidad de fuerzas políticas organizadas que coexisten en el país. Es quizá uno
de los logros más decantados del proceso de cambio democratizador, pero por supuesto hace más difícil y tortuosa la toma de acuerdos. Dejamos atrás —venturosamente—
aquella presidencia de la República cuyas iniciativas y caprichos eran órdenes que se cumplían invariablemente y hoy en el Congreso se requiere diálogo y negociación para
sacar adelante cualquier reforma.
No obstante, si bien se ha modificado de manera radical nuestro sistema de partidos (de uno hegemónico sin competencia a otro plural, competitivo y equilibrado) y también
nuestro sistema electoral (de uninominal a mixto con un mejor reflejo de las fuerzas competidoras), se ha mantenido prácticamente inalterado el diseño constitucional y legal
de nuestro sistema de gobierno.
La fórmula de gobierno se ha modificado —y de manera profunda— de facto. El hasta hace poco presidente omnipotente hoy se encuentra acotado por los otros poderes
constitucionales, para no hablar de los fácticos. Y los poderes Legislativo y Judicial que durante años se mantuvieron —en lo fundamental— subordinados al titular del
Ejecutivo, hoy tienen vida, agenda y horizonte propios. Pero las disposiciones normativas prácticamente se mantienen inalteradas.
No es casual entonces que desde todos los ámbitos del mundo de la política (y de la academia y del periodismo) se escuchen planteamientos que intentan remodelar el
régimen de gobierno. Y si algo llama la atención del último episodio orientado a llevar adelante una reforma política, es que tanto el presidente como los senadores de los
grandes partidos presentaron iniciativas que por mucho trascienden el “asunto electoral” (durante décadas hegemónico en la agenda política) para adentrarse en las relaciones
entre el Ejecutivo y el Legislativo y la remodelación del sistema de gobierno.
No obstante, todas las iniciativas parecen fragmentarias, correctoras de algunos aspectos, balbucientes, porque son incapaces de siquiera imaginar el tema fuera de las
coordenadas de nuestra tradición presidencial. De tal forma que mientras algunos intentan fortalecer aún más al Congreso frente al presidente (por ejemplo, con la idea de que
el gabinete sea ratificado por alguna de las Cámaras, como propusieron los senadores del PRI), el propio presidente quisiera tener la facultad de que algunas de sus iniciativas
fueran dictaminadas sin dilaciones por parte del Legislativo. En sí mismas esas propuestas pueden y deben ser discutidas y aprobadas o rechazadas por sus méritos, pero
dentro de las coordenadas fundamentales que hoy fija la Constitución.
El malestar con el pluralismo
Lo preocupante, sin embargo, es que en no pocas iniciativas parece detectarse una añoranza por el pasado, una pretensión de volver a los tiempos en los que el presidente era
acompañado por una mayoría absoluta (e incluso calificada) de legisladores que le permitía hacer su voluntad sin estorbosos obstáculos, sin la necesidad de negociar con
otros. O si no se quiere subrayar tanto las tintas, un afán por pavimentarle el terreno al presidente para no verse obstaculizado por una diversidad de grupos parlamentarios que
complican su gestión.
Del lado del presidente Calderón dos iniciativas se sitúan en esa tesitura. Las propuestas de elevar del 2 al 4 por ciento los votos necesarios para refrendar el registro de un
partido y la de hacer coincidir la segunda vuelta de la elección presidencial con la primera y última de la elección de los legisladores. La primera intenta hacer menor la
diversidad de partidos y grupos parlamentarios en el escenario y la segunda busca que la fuerza de los dos candidatos presidenciales finalistas acabe atrayendo votos para sus
respectivos partidos y coaliciones, para sus diputados y senadores.
C
on la primera eventualmente se reduciría el número de partidos con registro y con
la segunda muy probablemente el perdedor neto sería el tercer partido. Ambas tienen
lógica y se asientan en un malestar fácilmente identificable en la sociedad, pero
preocupa que el logro más importante de la democratización mexicana pueda
empezar a echarse por la borda.
De manera más burda y descarnada el gobernador del Estado de México, Enrique
Peña Nieto, propuso reintroducir en la ley una mal llamada cláusula de
gobernabilidad para que aquel partido que obtenga el mayor número de votos (a
partir del 35 por ciento) tenga por lo menos el 50 por ciento más uno de los
diputados. Es decir, que por mandato de ley la mayoría relativa de sufragios se
convierta en mayoría absoluta de escaños. Se trata de lograr que el ganador no tenga
que enfrentar a las voces disidentes cuando se requiera aprobar una ley, diseñar el
presupuesto o aprobar la cuenta pública. Con una propuesta como ésa la negociación,
el diálogo, los acuerdos —tan tortuosos y con tan mala fama pública— serían
innecesarios.3
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Nexos - Contra el régimen presidencial
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El mismo gobernador avanzó otra iniciativa: la eliminación del límite de 8 puntos porcentuales a la sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados. Se trataría de
independizar las dos “pistas” electorales (uninominales y plurinominales) y aplicar todo el porcentaje de votos obtenidos a las listas de diputados. De esa forma la vocación
por atemperar la sobre y la subrepresentación que de manera natural arroja la vía uninominal, se estaría cancelando.
Por su parte, los senadores del PRI han propuesto reducir la Cámara de Diputados dejando intactos los 300 uninominales, pero pasando de 200 a 100 los de representación
proporcional, con lo cual el efecto corrector de las desviaciones entre votos y asientos se vería afectado.
En todas esas propuestas palpita el ensueño por facilitar la construcción de una mayoría parlamentaria absoluta aunque la misma no hubiese logrado esa cantidad de votos. Es
cierto que los sistemas uninominales —máxime cuando son bipartidistas o casi— arrojan ese resultado; pero entre nosotros —repito— el hecho político de que nuestra
diversidad se encuentre representada en el Legislativo de manera más o menos equilibrada es quizá la conquista más relevante de nuestro proceso democratizador. Tenemos
tres grandes referentes partidistas y ningún conjuro tendrá el poder de evaporarlos.
Cambio de paradigma:
Parlamentarismo
Acicateado por esas nuevas realidades y las respuestas preocupantes que rondan entre nosotros, el Instituto de Estudios para la Transición Democrática (fundado en 1989) ha
propuesto pensar y analizar las posibilidades de un cambio en el régimen de gobierno, pasando del presidencialismo al parlamentarismo.
Se trata de asumir que, en buena hora, el pluralismo equilibrado parece que llegó para quedarse. Que México no requiere de exorcistas sino de políticos que asuman las nuevas
realidades. Y en efecto, el régimen presidencial con multipartidismo, sin mayoría, hace difícil la gobernabilidad en el sentido más estrecho del término: la capacidad de un
gobierno para hacer avanzar sus propuestas en el circuito de las instituciones representativas. Pero no será reconstruyendo una presidencia sin contrapesos como edificaremos
una política venturosa.
Hay que señalar, además, que el malestar con el pluralismo equilibrado parece tener otras fuentes: la sobreoferta de expectativas que desató el cambio democratizador, la
incomprensión de que el régimen democrático es más tortuoso en su funcionamiento que los regímenes autoritarios —en los que una voz ordena y manda, diseña y
subordina—, pero sobre todo el estancamiento económico que alimenta el desempleo, la desigualdad, el trabajo informal, las migraciones masivas hacia Estados Unidos, la
falta de trabajo y educación para millones de jóvenes, y que por desgracia acompañan y erosionan al proceso democratizador.
Pero volvamos al hilo de la propuesta: el régimen parlamentario tiene una ventaja en relación al presidencial. En el primero es necesario contar con una mayoría de la cual
emerge el gobierno, mientras que en el segundo tanto el Congreso como el presidente surgen de procesos electorales que aunque simultáneos son independientes, de tal suerte
que no resultan extraños gobiernos de minoría, es decir, gobiernos que no cuentan con un respaldo sistemático en el Congreso.
En el parlamentarismo, lo hemos visto de manera reiterada en otros países, si una fuerza política logra —gracias a sus votos o por la fórmula electoral— la mayoría absoluta
en el Congreso, puede gobernar en solitario. Pero si ninguno de los partidos logra esa mayoría se hacen necesarios los acuerdos para construir una mayoría —bi o
tripartidista— que apoye la gestión gubernamental, lo cual normalmente incluye plataformas de gobierno, políticas legislativas y conformación del propio gabinete de
gobierno.
Mientras, en nuestro caso, un Ejecutivo sin apoyo sistemático por parte del Congreso nos ha conducido, en el mejor de los casos, a acuerdos coyunturales, específicos,
puntuales. Cada asunto, cada iniciativa de ley, reclaman la construcción de una mayoría sin la cual se vuelven imposibles y las negociaciones para alcanzarla son
irremediables. Pero a lo largo de los últimos 13 años, a pesar de algunos planteamientos al respecto, jamás se ha logrado construir una coalición duradera, estable, asumida
como tal, que ofrezca futuro a la sociedad mexicana.
Una coalición, como dice el documento del IETD, producto del “acercamiento serio, sistemático y programático entre el partido en el gobierno y alguno de los grandes
partidos opositores… [Capaz de] redefinir de manera conjunta las prioridades y el programa mismo de gobierno [y de] asegurar los votos de los diputados y senadores del o
los partidos aliados, comprometiendo al mismo tiempo determinadas carteras del gobierno federal”.4 Es decir, una auténtica coalición de gobierno.
Cierto que en un régimen presidencial esa posibilidad se encuentra abierta y depende de la voluntad y las buenas artes de los políticos, pero siempre será potestativa: podrá o
no suceder. Mientras que el régimen parlamentario obliga a ello. Es decir, en el parlamentarismo es necesario primero construir una mayoría parlamentaria para luego edificar
el gobierno.
El documento comentado lo expresa de la siguiente manera: “1) Las mayorías son previas al gobierno; ellas son las que producen naturalmente al gobierno y no hay que
construirlas mediante trucos institucionales. 2) Fuerza la negociación y la naturaliza, la hace parte del paisaje, la normaliza en el Congreso y en el gobierno. 3) No necesita
desplazar o cancelar el pluralismo real; por el contrario, lo admite y lo incorpora en su propio funcionamiento. 4) Evita la permanencia de gobiernos zombis, es decir, los
gobiernos que ya no tienen mayoría, que no tienen la pericia o la capacidad para seguir ocupando la dirección estatal y, por ello, son naturalmente desplazados. 5)
Despresuriza y normaliza el momento electoral, pues lo importante es la votación por partido (no por la persona) y es la negociación congresual (si no hay mayoría) la que
resuelve el dilema de quién ocupara la primera cartera. 6) Separa claramente la representación del Estado de la jefatura de gobierno”.
Es, además, probable que bajo un régimen parlamentario los gobiernos de coalición —si la mayoría del respaldo ciudadano no recae en un solo partido— puedan enfrentar de
mejor manera muchos de los retos que los poderes fácticos le han colocado al Estado mexicano. Porque hoy no es infrecuente observar cómo las oposiciones y el propio
gobierno especulan con los posibles alineamientos y temen que unos y otros se beneficien de sus tratos con distintos grupos de poder.
Por supuesto ningún régimen de gobierno por sí mismo puede resolver las capacidades, artes y destrezas de los operadores políticos, por supuesto ningún régimen puede ser
contemplado como una especie de varita mágica o sombrero de mago. Los peores diseños institucionales eventualmente pueden ser trascendidos por las habilidades y oficio
de los políticos. Y el mejor diseño institucional se azolva por las impericias de sus funcionarios. Pero no cabe duda de que el espacio institucional facilita o dificulta la gestión
de gobierno. Y ha llegado el momento de asumir los nuevos retos que la política mexicana nos plantea y por lo menos no negarnos el lujo intelectual de pensar su formato
constitucional en base a nuevas coordenadas.
No será conjurando o reduciendo la pluralidad en los órganos representativos como México logrará una gobernabilidad democrática, sino ofreciendo un cauce para que la
misma se exprese y conviva y sea capaz de construir una mayoría estable que respalde la gestión gubernamental.
José Woldenberg. Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Es autor de El desencanto.
1 Entre paréntesis aparecen los años de las reformas que pusieron en el centro los temas enunciados, aunque a lo largo del tiempo nunca se discutieron en forma exclusiva.
2 Es claramente un “premio” para quienes aspiramos a que los votos se traduzcan en escaños de la manera más exacta posible.
3 Por cierto, la cláusula de gobernabilidad subsiste en la integración de la Asamblea Legislativa del D.F., y por supuesto es menester erradicarla.
4 Equidad social y parlamentarismo… op. cit., p. 47.
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Fecha: 01/08/2010
Un futuro para México II
Jorge G. Castañeda / Héctor Aguilar Camín
1. La serie
Hace un poco menos de un año empezamos a redactar el texto que se volvería el ensayo Un futuro para México. Lo hicimos sin mayores ilusiones sobre el efecto que el
escrito de un par de intelectuales pudiera tener sobre el abigarrado, con frecuencia sordo, escenario político y comentocrático mexicano. Nuestro propósito era a la vez
sencillo y ambicioso: contribuir a que la sucesión presidencial de 2012 tuviera el mayor contenido programático posible, no sólo una lucha de personalidades y partidos, sino
también de proyectos de país.
Retomamos ideas que habíamos puesto en artículos, ensayos, libros, y las que surgían de largas conversaciones domingueras, para comprobar que no sólo se parecían mucho,
sino que se complementaban entre sí. Armamos un esquema, vaciamos en él las principales ideas y textos previos en nuestro poder, suprimimos las que no cabían o nos
parecían de menor importancia, y escribimos y reescribimos lo que faltaba en busca de un tono adecuado, que no dejara duda sobre nuestra posición en puntos polémicos ni
del carácter polémico de muchas de nuestras posiciones. El resultado fue Un futuro para México, el ensayo que se publicó originalmente en el número de noviembre (2009) de
nexos, y se convirtió después en un breve libro del mismo título publicado bajo el sello de Santillana.
Desde la aparición del ensayo en nexos, partiendo del objetivo que nos trazamos, decidimos entrar en campaña. No una campaña electoral ni de ventas, sino de difusión de
ideas, con el abierto propósito de asociar a los distintos estamentos de la desorganizada sociedad civil mexicana con las tesis del ensayo y sembrar en el debate público dos
ideas simples: la elección de 2012 debe tener una agenda y esa agenda tiene que partir de una idea de futuro del país. El ensayo y luego el libro fueron un perfecto pretexto
para recorrer el país, discutir con la gente, interpelar a los precandidatos y sus partidos, y proponer a través de los medios que lo permitieran, un debate programático.
Organizamos cuatro foros de presentación amplios: uno, conducido por Denise Maerker en el Club de Industriales; otros dos, moderados por Diego Petersen, en la UNAM
(San Ildefonso) con los senadores Manlio Fabio Beltrones, Santiago Creel y Carlos Navarrete, y en el ITAM, con el gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, la gobernadora de
Zacatecas, Amalia García, y el secretario de Trabajo, Javier Lozano. Un cuarto foro tuvo lugar en la Universidad de Columbia, en Nueva York, con Santiago Levy y Jesús
Reyes Heroles. Sostuvimos un sinnúmero de entrevistas de radio y televisión en el Distrito Federal y, sobre todo, visitamos una quincena de ciudades del interior de la
República, periplo que ha resultado un verdadero gozo intelectual, político y personal.
Viajamos, sucesivamente, a Monterrey, Saltillo, Oaxaca, Guadalajara, Xalapa, Veracruz, Puebla, Mérida, Cancún, Villahermosa, Morelia, Chihuahua, Ciudad Juárez,
Cuernavaca y Durango. En cada localidad buscamos presentar el libro y debatir su contenido en una universidad pública y una privada (casi siempre el Tec de Monterrey,
gracias al apoyo de Rafael Rangel), con los empresarios y profesionistas organizados (casi siempre a través de la Coparmex, por el gran apoyo de Gerardo Gutiérrez), con la
clase política (gobernadores, presidentes municipales, legisladores locales) y con los medios de comunicación de cada comunidad. De todos estos encuentros aprendimos
muchas cosas, que a continuación enumeramos.
En primer término, comprobamos que lo que indebidamente se llama “la provincia mexicana” constituye un espacio de inmensa vitalidad, pujanza, modernidad y democracia,
a pesar de incontables cacicazgos estatales que perduran, por los menos hasta el 4 de julio pasado. Cada región de México tiene su propia, intensa y dinámica forma de
inserción en la globalización, lo cual hace al país en su conjunto más plural y menos vulnerable a las crisis externas, pues lo que afecta a una región no afecta a otras. Es claro
y palpable que las universidades de los estados, públicas y privadas, han recibido grandes sumas en la mayoría de los casos bien gastadas, y se vinculan cada vez más a las
necesidades de una economía local conducida por grandes, medianos y pequeños empresarios de notable empuje. La clase política de las regiones de México, sin ser lo que
necesitamos y deseamos, se revela como un segmento social acostumbrado cada vez más a la competencia, al mundo, y a la democracia: algo que no necesariamente sucede
en el centro del país.
En segundo lugar, fue claro para nosotros a lo largo de los distintos foros y en las distintas ciudades que la idea de futuro no sólo atrae a la gente sino que es en muchos
sentidos una necesidad pública. Hay hambre de futuro en la sociedad mexicana, no necesariamente del futuro delineado en nuestro ensayo, pero sí la urgencia de discutir qué
futuro se quiere para el país, y cómo alcanzarlo. Es una sociedad que quiere oír de sus políticos para qué quieren el poder. No todas las propuestas de nuestro ensayo son bien
recibidas. Particularmente polémicas son las de una mayor integración con América del Norte, la de una presidencia democrática fuerte, la de una inversión privada
minoritaria en Pemex y CFE. También, entre las omisiones, el no habernos extendido en los temas de seguridad y educación, y apenas haber tocado los temas del desarrollo
sustentable o derechos de propiedad.
Como siempre pensamos que las ideas que sometíamos a criba de la sociedad civil sólo podrían transformarse en políticas públicas si los políticos realmente existentes las
hacían suyas, realizamos una primera serie de entrevistas televisivas con distintos políticos señalados por la opinión pública como aspirantes a la candidatura presidencial de
sus partidos en la sucesión del año 2010. Gracias a la hospitalidad de TV Milenio y de Ciro Gómez Leyva, en las últimas semanas de mayo y las primeras de junio, pudimos
presentarle a los televidentes la serie Un futuro para México, consistente en seis entrevistas con los senadores Manlio Fabio Beltrones, Santiago Creel y Carlos Navarrete, con
el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo
Ebrard.
Las entrevistas versaron sobre las propuestas específicas plasmadas en nuestro pequeño libro. Las hicimos sin confrontar a nuestros invitados ni debatir con ellos, pues nuestro
propósito era inducirlos a definirse ante cuestiones centrales del presente y del futuro del país. A continuación ofrecemos las posiciones asumidas por estos seis personajes
durante esos programas. Las presentamos en forma de una mesa redonda para hacerlas comparables. Empezamos por los temas urgentes de la seguridad y la guerra contra las
drogas, seguimos con los temas del crecimiento económico y el lugar que México debe ocupar en el mundo; terminamos con las reflexiones sobre las posibilidades de una
nueva política de seguridad social y las reforma política que el país necesita. Los programas completos en su versión original pueden verse en www.nexos.com.mx
*AL CIERRE DE ESTA EDICIÓN, FERNANDO GÓMEZ MONT DEJÓ SU CARGO COMO SECRETARIO DE GOBERNACIÓN. SIN EMBARGO, DECIDIMOS
MANTENER SU PRESENCIA EN ESTE DEBATE PORQUE SUS POSICIONES REPRESENTAN A UNA AMPLIA FRANJA DE PENSAMIENTO DENTRO DE SU
PARTIDO.
2. El México de los presidenciables
Manlio Fabio Beltrones • Santiago Creel • Marcelo Ebrard
Fernando Gómez Mont* • Carlos Navarrete • Enrique Peña Nieto
La seguridad y el Estado
¿Qué debemos hacer para resolver el tema de la inseguridad que nos agobia? ¿Debe mantenerse la guerra contra el narcotráfico?
Manlio Fabio Beltrones: Felipe Calderón tomó una decisión correcta: ir hasta sus últimas consecuencias en el combate a la delincuencia organizada y al narcotráfico. Es una
decisión que hay que apoyar y continuar. Yo solamente digo que hay que replantear la estrategia. No es confrontando la capacidad de fuego entre el Estado y la delincuencia
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como vamos a resolver el problema: lo único que vamos a generar es más violencia. Debemos actuar con más inteligencia, inteligencia policiaca para dar golpes precisos,
detener a los capos, secarlos en donde más les afecta: el dinero. El ejército debe de mantenerse apoyando a las autoridades civiles, que han sido incapaces de dar resultados;
pero sólo hasta que nosotros creemos policías eficientes, capaces, bien educadas que los sustituyan. Uno de los principales problemas es que no existe posibilidad de
coordinación entre tantas policías, como las que hoy existen en México. Son tantas las policías y tantas las formas de ver las cosas que no permiten intercambiar información,
ni tampoco evaluar si están haciéndolo de manera correcta. Creo que debe haber una policía nacional y 32 policías estatales con un código común de comportamiento. Creo
que salen sobrando las corporaciones municipales, más de dos mil, que no tienen posibilidad de intercambiar información o apoyo con las policías estatales y menos con las
federales. Estoy más que convencido de que ése es un paso previo a cualquier policía nacional única.
Fernando Gómez Mont: Yo haría una diferencia de aproximación. No es una guerra contra el narcotráfico, no es nada
más un tema de tráfico de drogas. Es el combate a organizaciones criminales que tienen la capacidad de implementar
amenazas reales a las fuerzas del Estado y que están impidiendo a las instituciones procurar seguridad, protección y
tutela a las personas. Es una batalla por la reconstrucción de las instituciones en materia de seguridad pública. Si
entendemos que ése es el gran dilema de la transición democrática mexicana —consolidar un esquema de seguridad
democrática que pase por fortalecer y someter a las leyes a las instituciones de fuerza que el Estado puede implementar
para proteger a la gente—, entenderemos que el principio de autoridad tiene que ser rescatado como un elemento central
del poder y desarrollado democráticamente para darle la mayor posibilidad de cumplimiento del deber a ese poder. Si no,
vamos a seguir teniendo una democracia trunca, inepta, incapaz de generar los procesos sociales y económicos que
procuren desarrollo y tranquilidad. En mi opinión el debate ahora está entre dos modelos, o hacemos una policía nacional
o una confederación de policías estatales, con algún grado de coordinación importante. Yo creo que cualquier paso hacia
una policía nacional debería pasar por este sistema de policías estatales. Necesitamos montar a los gobiernos estatales en
la tarea. Los gobernadores tienen que asumir su responsabilidad como parte de la federación y para eso les necesitamos
dar los instrumentos para que puedan cumplir con esa responsabilidad.
Carlos Navarrete: Desde mi punto de vista, requerimos un giro en la estrategia del combate al narcotráfico. No
podemos andar jugando a policías y ladrones, a balaceras por todos lados, y colocando al ejército como el primero en la
trinchera, con actos de impacto, porque eso no arregla nada; ni arregla el mercado, ni arregla las ganancias, ni arregla el
tráfico, ni arregla nada. Solamente deja regueros de muertos, más de 20 mil muertos, muchos de ellos criminales, por
cierto, para que nadie ande velando muertos ajenos, pero son muertos en el territorio mexicano. Yo diría que es
indispensable modificar la estrategia. No sé si el presidente Calderón lo vaya a hacer, porque me da la impresión que ya
va en un tobogán y parece difícil que se detenga, pero después de 2012 habría que hacerlo. Yo tengo mucha simpatía por
la idea de una policía nacional. Todos coincidimos en que la policía más débil de los tres órdenes de gobierno es la
municipal: la más numerosa, la que más recursos tiene y la más capturable. Yo diría que antes de avanzar hacia la policía
nacional, tomando como base el proyecto de Conago, es preciso subsumir las policías municipales en un solo cuerpo
estatal, y a partir de ahí capacitar, dotar de elementos suficientes, de armamento de equipo, de vehículos, e ir hacia los
municipios a enfrentar el reto de la inseguridad.
La izquierda mexicana tiene una historia de desencuentros con las Fuerzas Armadas, pero debe reconstruir su relación, valorar lo que son las Fuerzas Armadas en México.
Después, en cuanto tengamos policías suficientes, hay que sacar al ejército y mantenerlo como una reserva de último momento, no para que nunca más vuelva a intervenir,
sino para que intervenga sólo de manera excepcional y no de manera permanente como ahora.
Enrique Peña Nieto: Creo que estamos enfrentando fenómenos delincuenciales nuevos: la presencia de los grupos vinculados al narcotráfico, la forma en que ahora se están
comportando, la disputa de mercados y territorios, y este enfrentamiento que observamos entre todos ellos, en donde lo único que tenemos por saldo son muertos. Eso te
obliga a hacer un replanteamiento integral de la actuación del Estado: tener una política de seguridad nacional totalmente redefinida, que nos lleve a reorganizar las
instituciones de seguridad pública. Más que por la creación de una policía nacional, deberíamos transitar por un punto intermedio: generar mayor cohesión, mayor fuerza,
mayor capacidad en las policías estatales. El haber llevado al ejército en una primera instancia fue válido, creo que necesario, pero no puede tener una presencia permanente
en las calles porque no está diseñado para eso. El ejército no es la policía. Dejémosle que sea un asesor de ese espacio, pero vamos a sustituirlo con otras instancias para evitar
su desgaste.
Marcelo Ebrard: La denominación de “guerra” es una mala idea porque la guerra es una suspensión del Estado de derecho. Lo de meter al ejército, también: ni siquiera tiene
las potestades necesarias para ser eficaz. Hay que mantener la lucha contra el narcotráfico, pero hay que ir por policías estatales fuertes, como la que tiene el DF. Hay otra
cuestión que no debe quedar de lado: en el país la mitad de una generación está fuera de la escuela bajo el espejismo de que las actividades ilícitas la van a llevar a la riqueza.
Y eso está creciendo exponencialmente. Es un asunto que hay que atender de inmediato.
La idea de crear una policía nacional es otra mala idea. Va a llevar mucho tiempo, muchos recursos y va a crear muchas dificultades, como ha ocurrido con la Policía Federal
que está en la indefinición desde su origen. Hace falta, por supuesto, una Policía Federal, pero tener una sola policía para controlar todo el territorio con un solo mando,
dependiente del Ejecutivo federal, yo lo veo tardado, complejo y quién sabe qué tan eficaz. Veo más lógico que tengas una policía en cada estado, en razón de las
complejidades del territorio, de las dimensiones del territorio. Si tienes una emergencia o una confrontación con el crimen organizado, independientemente de que necesitaras
apoyo del ejército, o de otras corporaciones, tienes capacidad de respuesta, te puedes hacer cargo del grueso del problema. Por otro lado, la mayor parte de los delitos, de
acuerdo a la clasificación que tiene el Código Penal, son del orden común. Es una división que se puede discutir, pero así está hoy, entonces incluso tiene lógica sistémica.
Santiago Creel: La lucha debe seguir, pero incluyendo dos nuevos enfoques. El primero tiene que ver con combatir no solamente en la calle a los capos, no solamente
obstruyendo sus rutas de distribución, sino combatiendo la economía del crimen: el lavado de dinero, un negocio de entre 25 y 35 mil millones de dólares que no se pueden
esconder debajo de un colchón y tienen que estar en el sistema de negocios en el país. Hay que atacar al corazón de ese negocio. Este enfoque nos daría un avance importante.
El otro es hacer una política de salud pública que despenalice el consumo de algunas drogas y establezca criterios relacionados con políticas de prevención y políticas de
rehabilitación. Desde el punto de vista federal, yo propondría un mando único. En un barco solamente manda el capitán, y por eso he propuesto una Secretaría del Interior que
pueda concentrar todas las facultades concernientes a la seguridad pública del país, incluyendo el combate al crimen organizado, en una agencia especializada —una especie
de DEA mexicana—, que permita ir haciendo el tránsito para que las labores que hoy realiza el ejército las haga una corporación de carácter civil. Estoy de acuerdo con una
policía nacional, pero eso cubre otra cuestión que tiene que ver con la coordinación de la seguridad pública en el país. Estamos ante una Torre de Babel, con policías
municipales, estatales y federales actuando sin ton ni son. Eso no funciona y para eso se requiere una policía nacional. Pero para combatir al crimen organizado se requiere
una policía especial y especializada que esté bajo un mando civil.
Estados Unidos y la legalización
de la marihuana
Hay una tendencia en Estados Unidos que probablemente
se va a hacer realidad en California: legalizar la marihuana. Si esto sucediera, ¿cuál sería la posición adecuada
de México, promover también la legalización de la marihuana en nuestro país?
Manlio Fabio Beltrones: Si este tema surte efecto en California y se legaliza el consumo de la marihuana, cundirá en la Unión Americana. Me parecería completamente
absurdo que si el principal consumidor de ese producto lo legaliza, en México no se hiciese. Permanecer nosotros en la ilegalidad sería lo más absurdo que hubiese escuchado.
Fernando Gómez Mont: ¿El problema que tenemos en materia de seguridad tiene que ver con la legalización de la marihuana? Yo creo que es muy relativo. La prohibición
lo único que ha generado es un mayor margen de exportación. Reducir el margen de exportación para el mercado de marihuana lo único que va a generar es una mayor
presión en otras zonas de la actividad criminal. Las organizaciones criminales no van a dejar de hacer lo que están haciendo porque se legalice la marihuana. Al contrario, es
muy posible que traten de concentrarse en otras actividades que todavía sean capaces de sostener ese margen. Además, en buen español, la mayor parte de la oferta consumida
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en California es producida allá, el 80 por ciento de la producción de marihuana en California se consume ahí mismo, en California.
Carlos Navarrete: Legalizar porque un estado de la Unión Americana lo hace, me parecería un error. Si es un acuerdo con el gobierno del presidente Obama, en donde Estados
Unidos camina hacia la legalización, entonces deberíamos seguir por el mismo camino. No tendría sentido seguir con la prohibición.
Enrique Peña Nieto: Pienso que legalizar la marihuana sería el primer paso para llegar a aceptar otro tipo de drogas. Legalizar es la salida fácil. Pero coincido en el hecho de
que si en Estados Unidos se da ese paso, habría que replantear la visión del Estado mexicano sobre el tema. En todo caso, mientras observamos qué ocurre en Estados Unidos
hay que iniciar una política integral, que no solamente sea represiva y persecutoria, sino que sea preventiva e inhiba el consumo, e involucre también a las instituciones de
salud pública.
Marcelo Ebrard: Me parece interesante el enfoque del presidente Obama: hemos invertido muchísimo, tenemos una guerra, están llenas las cárceles y el consumo sigue
arriba. Entonces, vámonos sobre la reducción y el consumo, cuando menos en el caso de la marihuana. Yo creo que va a ser inevitable que eso ocurra en Estados Unidos,
porque no hay argumentos para mantener las cosas como están: no se tienen resultados y la violencia en cambio sí está creciendo.
En México el Código Penal no sanciona el consumo, de hecho el consumo es legal o no sancionado. Entonces, si Estados
Unidos va en esa línea, que me parece adecuada, inteligente, no podríamos mantener la línea confusa que hoy tenemos. El
objetivo final no es a cuántos detengas, sino reducir el consumo, cómo evoluciona el consumo. Hay que revisar los fundamentos
de nuestra estrategia.
Santiago Creel: Es una buena decisión ir a un mercado controlado que pueda tener el enfoque de salud pública. En el Senado
ya dimos los primeros pasos, al reformar la Ley de Salud hemos despenalizado el consumo. A lo mejor esto no lo sabe la gente,
pero ya en este momento no se penaliza en el país el consumo de drogas, hasta ciertas cantidades. Entonces, discutir sobre si
debemos o no despenalizar me parece que es una discusión del pasado. Si Estados Unidos legaliza no podemos quedar
marginados. Yo no me imagino que aquí estemos poniendo los muertos y allá la distribución sea libre.
No cabe duda que una despenalización de esta naturaleza va a tirar los precios y cayendo el precio vamos a atacar a la economía
de la droga de una manera como no lo hemos hecho. Por supuesto, el crimen va a seguir, pero eso se podrá atacar de manera
distinta y con menor presión.
Los obstáculos del crecimiento
¿Por qué no crecemos? ¿Cuál es el principal obstáculo económico que enfrenta el país?
Enrique Peña Nieto: Creo que la solución es de orden político, antes que económico. Cuando en la política no hay acuerdos,
no hay consensos, hay regateo de posiciones y de definición de políticas públicas, entonces los actores económicos se llevan la
gran tajada y buscan cómo sacar ventaja en una condición, me parece, humana y natural. ¿Qué hay que hacer? Hay que tener
políticas públicas que alienten y estimulen la competencia.
Carlos Navarrete: No crecemos porque el gobierno ha equivocado el instrumento principal, que es el gasto público, y el sector
privado en México ha sido timorato en cuanto a la inversión. Es una mezcla letal para el crecimiento económico: inversión
deficiente del gobierno federal y una posición timorata de los empresarios mexicanos para invertir, desarrollar nuevas tecnologías y detonar el mercado. México tuvo en
ciertos tiempos crecimientos mayores a los que ha tenido en los últimos 20 años, y si no hemos crecido lo suficiente en 20 años, algo estamos haciendo mal. Y, sin embargo,
los diversos gobiernos, sean del PRI o del PAN, insisten en que la ruta siga siendo la misma.
Manlio Fabio Beltrones: El problema principal es la falta de competitividad. No sólo en el extranjero, también hacia adentro existe la necesidad de competencia entre los
actores económicos, y un gobierno facilitador de inversiones que, mediante la creación de empleos, permitan resolver el problema de la desigualdad social. Si ha habido una
política equivocada en los últimos años, es la de tener programas para mantener a los pobres, no para sacarlos de pobres. Esto debe redondearse con una verdadera reforma
fiscal que busque bajar los impuestos y subir la recaudación. Esto sólo lo podremos hacer cuando acabemos con los privilegios de aquellos que no pagan, aquellos que no se
han sumado a lo que pueda ser la estrategia de un verdadero crecimiento económico en el país.
Fernando Gómez Mont: El principal obstáculo son las barreras de entrada. Debemos bajar las barreras de entrada a todos los procesos económicos en donde podamos ser
eficientes. En este país hay una gran concentración de oportunidades en manos de muy pocos. Lo primero sería bajar las barreras de entrada en el sector telecomunicaciones,
en el sector exportador. Segundo, bajar las barreras de entrada para que se permita crecer al mercado interno, recuperar la confianza para que la gente vuelva a invertir, a
gastar, a tratar de consumir. Hay que hacer crecer nuestra economía sobre la base de un mayor consumo interno.
S
antiago Creel: En el país tenemos una enfermedad que se llama “monopolitis”, que tiene
además un problema desde el punto de vista democrático, porque el concentrar tanto poder
en pocas manos, en perjuicio de muchos, es algo antidemocrático por naturaleza. Tenemos
problemas no solamente de competencia sino de competitividad, es decir, no solamente de
apertura de mercados sino de funcionamiento de los mercados. ¿Cómo van a poder
funcionar nuestros mercados cuando los tributos apenas llegan al 11 o 12 por ciento del
Producto Interno Bruto y que sirven para muy poco? Tenemos un sistema muy injusto, con
una serie de lagunas, en donde quienes más tienen no pagan más. Entonces tenemos que ir a
una reforma fiscal y a una reforma laboral, contra este sistema rígido que afecta la
competitividad y lanza a muchos empresarios a la informalidad.
Marcelo Ebrard: Tenemos una agenda bastante anticuada, seguimos discutiendo lo mismo
que hace 20 años, los mismos temas. Habría que preguntarnos si ésos son los temas y si no
se pueden resolver como lo habíamos pensado, entonces buscar de qué otra forma
plantearlos. Segundo: tenemos una visión muy conservadora sobre el desarrollo del país.
Tenemos una política de expansión de crédito muy reducida. ¿Cómo vamos a tener
mercado? El ahorro en Afores y pensiones es de más de 50 mil millones de dólares. ¿En qué
los estamos usando? En nada. ¿Por qué no los estamos usando para financiar la
infraestructura que necesitamos? Se tiene la idea de que a las empresas mexicanas hay que
ponerlas a competir con el exterior, lo cual es lógico, pero también hay que ver las
condiciones que podemos crear desde las políticas públicas para que nuestras empresas sean
conglomerados que puedan competir afuera, lo que hizo Corea. No lo estamos haciendo.
Tampoco estamos atendiendo el desarrollo tecnológico, México no lo ha tomado en serio.
Qué hacer con los monopolios
de Estado
Es evidente que una oportunidad de generación de riqueza enorme está en manos del Estado a través de la explotación del petróleo y la electricidad, a través de la
explotación de la energía. ¿Debemos conservar estos monopolios o debemos transformarlos, permitiendo, por ejemplo, la inversión privada minoritaria en Pemex y la CFE?
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Fernando Gómez Mont: Tenemos que transformar esos monopolios. La falta de competencia genera incompetencia; nuestra incapacidad para desdoblar las posibilidades del
sector energético están fincadas en sistemas demasiado rígidos: no estamos pudiendo incorporar las mejores tecnologías, no estamos pudiendo explotar mucho más un recurso
finito que posiblemente pierda todo sentido en el mediano plazo. Tenemos que ser capaces de incorporar las mejores tecnologías para poder brincar en este tablero. La
soberanía de un país debe medirse en la posibilidad de dotar de calidad de vida a sus habitantes. La competencia en Pemex tiene que ver con la manera como opera la
empresa, que es bastante opaca. Una solución es que haya una inversión privada minoritaria en Pemex, de manera que esos inversionistas, en defensa de sus intereses, vigilen
la empresa y la saquen a bolsa en condiciones de transparencia efectiva, financiera y gerencial. Deben transparentarse todos aquellos procedimientos por los que Pemex
simple y sencillamente no está pudiendo crecer. Poner un indicador en términos de rentabilidad en las empresas públicas es fundamental.
M
anlio Fabio Beltrones: Yo lo plantearía de otro modo. Pemex ha sido una de las piedras angulares de un gobierno
ineficiente. Lo importante es volverlo una industria eficiente y moderna. Nosotros ya dimos un gran paso en esa materia
rompiendo tabúes, los tabúes de una empresa verdaderamente competitiva, con autonomía de gestión, con consejeros
profesionales, con contratos incentivados que son muy distintos al régimen de contratos que teníamos anteriormente. Si ya
nos atrevimos a modernizar Pemex, vayamos a fondo. No estoy en contra de la inversión privada en Pemex porque ya existe.
Estoy en contra de la privatización, que es algo muy distinto. Agregaría al respecto: si algo necesita este país es certeza
jurídica, que es uno de los ambientes que propician la inversión. Estoy más que convencido que Pemex va en esa ruta, de la
participación de la iniciativa privada en una forma importante.
Carlos Navarrete: Yo no soy religioso y en términos ideológicos tampoco. Pero se puede tener un monopolio, por ejemplo
Pemex en México, en manos de un sector público eficiente, como lo tiene Francia: un monopolio público de la energía. No
creo que por ser público sea negativo. Por ser ineficiente sí, y Pemex en muchos sectores es ineficiente, ha sido saqueado
porque ha sido utilizado y manejado equivocadamente. Comparto el diagnóstico de que la economía mexicana tiene un
freno, los monopolios. Es verdad, son capitalistas muy extraños, porque el libre mercado y el libre comercio lo practican
hacia afuera pero aquí quieren control total de precios, de todo lo necesario. Por eso no estoy seguro de que una apertura, así
sea parcial a capital privado, dé niveles de transparencia, de eficiencia, de manejo. Sí tiene que lograrse eso, transparencia,
eficiencia, garantía de que se hacen las cosas bien, pero me parece que puede hacerse siendo Pemex parte del sector público.
Enrique Peña Nieto: Pemex y la CFE son empresas del Estado, son empresas de los mexicanos y deben de seguirlo siendo.
Pero debe haber una dirección y una gerencia en términos de eficiencia, de productividad que realmente genere beneficios a
los ciudadanos. De nada serviría mantener la participación del Estado si estas dos empresas les llegaran a costar a los
mexicanos. Hay que tomar las experiencias que se tienen en otras partes del mundo, en Venezuela, en Cuba, en donde se han
generado alianzas empresariales que han vuelto a las empresas rentables. A Pemex le hemos chupado todo y poco le hemos
dejado para que se modernice y tenga capacidad para explotar más nuestras reservas petroleras. Así que al final de cuentas
tenemos que ir a la modernización, y no tenerle miedo a los mecanismos de alianzas empresariales que, con transparencia,
nos den lo que buscamos: mayor productividad, mayores ingresos.
Santiago Creel: Estoy a favor de la transformación, con una condición: que quienes vayan a invertir como accionistas tengan límites. Lo que no queremos ver tampoco son
accionistas dominantes, sino minoritarios, muy minoritarios. En el caso de Pemex yo parto de que los mantos del petróleo deben seguir siendo propiedad del Estado
mexicano, pero una vez que se extrae el petróleo todo lo demás va al mercado. Es decir, no solamente la transparencia y la competitividad en Petróleos Mexicanos:
requerimos un mercado abierto en la refinación, en la distribución. Cómo es posible que tengamos nada más una sola marca de gasolineras en el país. Eso ni en los países que
fueron socialistas se sigue haciendo.
Marcelo Ebrard: Yo no cambiaría la naturaleza pública de Pemex, no creo que sea la solución. Ni siquiera es cierto que el problema sea la falta de inversión en Pemex. Hay
un problema de gestión muy crítico, y también de falta de transparencia y control respecto a lo que hacemos con esos recursos. Pero no creo que la solución esté en cambiar la
naturaleza pública de la empresa, sino en buscar otras vías de gestión y control. Yo no abriría eso a la inversión privada.
Frente a los monopolios privados
¿Qué hacer con las empresas privadas de dominancia monopólica y que afectan al consumidor con altos precios
e inhiben la competencia y la competitividad?
Manlio Fabio Beltrones: Nos urge un órgano regulador tanto en competencia como en telecomunicaciones, un órgano verdaderamente del Estado y no del gobierno en turno.
Los órganos reguladores que funcionan en el mundo son órganos del Estado. Para eso tienen nombramientos transexenales. Creo en una Comisión Federal de Competencia
con muchos dientes, pero también en un eje fundamental: la certeza jurídica. Que todas las sanciones que se puedan dar, por más duras que sean, para corregir el mercado y,
sobre todo, para generar competencia, tengan un arbitraje correcto en donde cada uno de los empresarios se sienta seguro de que está caminando en una ruta con garantías.
¿Cómo va a salir ganando la gente? Eso es lo que nos debemos de preguntar: ¿qué le beneficia a la gente, qué va a hacer que los productos sean más baratos, más accesibles,
más competitivos?
Fernando Gómez Mont: Debemos tener un órgano de Estado que esté revisando la competencia por encima de los intereses a fin de que realmente puedan generar o
consolidar prácticas que sean competitivas. ¿Cómo lograrlo? Pues no necesariamente exacerbando el principio de autonomía. Las comisiones reguladoras deben tener el grado
suficiente de maniobra para poder ver por encima de la red de intereses que tienen que regular. Pero al mismo tiempo con la capacidad de discernir cuáles son las prácticas
más cercanas a esa red de interés que pueden llevarse a cabo para romper las barreras de entrada. Tenemos que darle a la Comisión de Competencia la posibilidad de ir
entendiendo por qué se dan estas prácticas monopólicas en México.
Carlos Navarrete: A la Cofeco tenemos que convertirla en el gran instrumento antimonopólico y con facultades plenas. Ya sé que muchos empresarios se espantan, me lo
han dicho en el Senado. “Oiga, senador, es una exageración”, les he dicho: “No, no es una exageración”. Y les he puesto un punto de referencia para que no discutamos
mucho; no digamos si es mucho o poco, vayamos a los estándares internacionales y sobre los estándares internacionales démosle facultades a la Cofeco, como en otros países
del mundo donde hay competencia.
Marcelo Ebrard: Yo estaría de acuerdo siempre y cuando sea un órgano de Estado y no una representación de intereses. Es decir, aguas con eso, porque lo que hemos visto
en los últimos años es que todos los intereses tienen representaciones en las áreas que toman las decisiones; entonces, tendríamos que garantizar que no esté copada por los
intereses que finalmente tendría que regular.
Santiago Creel: Hay que hablar con mucha seriedad cuando hablamos de dominancias o monopolios privados. ¿Por qué? En primer lugar inhiben la inversión y la inversión
significa empleos y una mejor redistribución del ingreso en el país. Monopolios significa que no va a haber investigación tecnológica. ¿Por qué? Porque si hay monopolio no
van a requerir mejorar sus productos, y si hay monopolios también tenemos precios altos y generalmente productos de mala calidad. Debemos tener una autoridad que tenga la
autonomía suficiente para sancionar cualquier conducta monopólica, sea que dos se ponen de acuerdo para defraudar en una licitación pública, sea porque quieren controlar un
mercado, sea porque quieren dividirse un territorio. Todo eso debe estar sancionado, pero no sólo administrativa sino penalmente. La gente debe ir a la cárcel porque eso es
robar.
Enrique Peña Nieto: Todo eso debe responder a criterios técnicos que nos lleven a alentar la competencia. Para que eso sea posible hay que crear una instancia, tribunales
especializados que resuelvan las diferencias que se susciten por las resoluciones de la Comisión Federal de Competencia. Lo que debe cuidar esta comisión, y hay que darle
los instrumentos legales para hacerlo, es al consumidor y alentar la competencia. ¿Hay que darle dientes? Sí. Hay que darle mayores elementos para que se logren políticas
disuasivas de la creación de monopolios, que no se concentre en pocas manos, que no se generen estas entidades de gran control o predominantes, que a final de cuentas
producen caro, a costos elevados.
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Ante el poder sindical
Los sindicatos públicos son grandes pirámides de improductividad, en la educación, en la energía, en el petróleo, en la electricidad, en la salud y en la burocracia. Se han
vuelto piezas que obstaculizan los cambios en el sector en donde están. ¿Qué hacer? ¿Cómo modernizar, cómo democratizar estas pirámides de interés?
Fernando Gómez Mont: En México hay caminos judiciales para romper este tipo de controles monopólicos mafiosos de los sindicatos sobre ciertas áreas de la vida
económica nacional. Ya se habla de algunas cuestiones, por ejemplo, que ya no haya la retención automática de cuotas sindicales ni existan mecanismos que traten de captar o
mantener un determinado número de agremiados en la vida sindical. Yo creo que es algo que se tiene que hacer, dándole conciencia a los propios trabajadores sobre el
ejercicio del derecho sindical.
Manlio Fabio Beltrones: Hay una parte del escenario en el que los sindicatos pudieran ser obstáculo. Hay otra: el sindicalismo ha proveído de garantías a una parte de los
obreros que habían sido durante mucho tiempo objeto de vejaciones y de poco respeto a sus derechos. Yo más bien quisiera hacer un alto en el camino. Si estamos haciendo
política para buscar soluciones, primero hay que respetar los derechos de los trabajadores, porque es muy importante que no faltemos a ese principio. Y luego exigir
transparencia a los sindicatos.
Si logramos esa combinación se puede llegar a un gran acuerdo sin rompimiento. Por ejemplo, en el ámbito educativo. Yo estoy seguro que Elba Esther Gordillo, la líder
sindical del sector, es una mujer que piensa en el futuro y piensa en avanzada. Protege lo que son los derechos de sus trabajadores, hasta el punto en el cual no ha llegado a
una negociación con el patrón, que es el gobierno. No dudo ni tantito que ella podría ser parte esencial del cambio.
Carlos Navarrete: Los sindicatos son el gran rezago de los gobiernos panistas. Desde que llegó Fox al gobierno pudieron haber iniciado el desmantelamiento del régimen
corporativo mexicano, y todavía pueden hacerlo, pero tienen serios temores y no lo hacen. El gobierno no tiene obligación, ni legal ni contractual, de retener cuotas sindicales;
bastaría con que el gobierno dijera: “Señores, ustedes tienen un sindicato: que sus agremiados paguen su cuota sindical en su sindicato. Yo no tengo por qué retenérselos y
darles un cheque cada mes”.
Santiago Creel: Habría que romper punto por punto. ¿Cómo es posible ver líderes sindicales que llevan 20 años en el mismo sindicato sin haber rendido cuentas ni haber
pasado por una elección democrática? Lo primero, voto libre y secreto. En ese mismo orden, transparencia sindical. Tercero, quitar los contratos únicos, las cláusulas de
exclusividad y, por supuesto, los registros en donde la autoridad administrativa sanciona si va a tomar nota o no va a tomar nota. Hay que hacer realmente una reforma a
fondo en la vida sindical del país. Y por eso cuando yo escucho a priistas decir que no se ha avanzado en estos 10 años hay que preguntarles por qué no han pasado o no han
votado con nosotros este tipo de cambios y medidas.
Marcelo Ebrard: Hay que fijar condiciones de transparencia que, por cierto, están prosperando con muchos recursos legales respecto al uso de los recursos de los sindicatos.
El tema del cobro de las aportaciones de una manera imperativa también habrá que revisarlo, creo que es importante, porque ahí dejas en la indefensión a los integrantes. El
punto esencial es que el trabajador diga “yo quiero aportar” o “yo no quiero”.
Enrique Peña Nieto: Pareciera que los sindicatos fueran hoy la piedra en el zapato y que entonces hay que combatirlos. Creo que es con los sindicatos como debemos
emprender las grandes transformaciones. No creo que los sindicatos vayan a poder sustraerse de este cambio de mentalidad, de prácticas que en el mundo se observan. Ocurrió
en lo político: la apertura, la transparencia, la democratización. Eso inevitablemente estará ocurriendo y creo que en mayor o menor medida se ha venido dando en los
sindicatos. Yo soy de los que cree que la política a seguir no es la de combatirlos como si fueran el problema, sino más bien generar la sinergia para poder lograr los objetivos
que nos tracemos: crecimiento económico, mayor desarrollo, combate a la desigualdad. Hay actitudes que yo observo en varios de los líderes sindicales que, sin duda, van en
sintonía con los cambios y transformaciones que nos están demandando los nuevos tiempos.
¿América del Norte
o América Latina?
¿En dónde están las oportunidades de México y hacia dónde tiene que encaminar sus esfuerzos fundamentales? ¿Hacia América del Norte? ¿Hacia América Latina?
Carlos Navarrete: No tengo la menor duda. México tiene sus sentimientos, su amistad, con América Latina; su historia de muchísimos años. Pero su futuro económico, su
posibilidad de despegar como nación, su crecimiento económico, su vinculación principal está en Norteamérica. Hay que tener muy claro que nuestro futuro está en el
mercado más importante del mundo, que puede ser Estados Unidos con México y con Canadá, por supuesto.
Fernando Gómez Mont: Creo que buena parte del Bajío y del norte del país tienen su mejor apuesta ya. Norteamérica es la sinergia que se ve más clara en el corto y
mediano plazos. Eso no quita que México no pueda ser un puente entre estas dos economías. Pero el hecho de que Estados Unidos sea una economía con un uso intensivo de
capital y nosotros seamos una economía que pueda proveer mano de obra, indica que fomentar una mayor integración con esa economía abriría un espacio de oportunidad
realmente muy rico en posibilidades.
Manlio Fabio Beltrones: No mirar hacia Norteamérica sería un error fatal. No mirar hacia Latinoamérica sería alejarnos de nuestra oportunidad histórica. Pero ni una ni otra.
No podemos decir: ahora vamos a tomar la decisión de mirar hacia Latinoamérica o hacia Europa, cuando tenemos enseguida de nuestras fronteras el principal mercado del
mundo y la potencia económica más importante. Yo haría mi mejor esfuerzo por mejorar las relaciones con los Estados Unidos, pero no descuidar las relaciones con
Latinoamérica.
Enrique Peña Nieto: Habría que tener más que una preferencia. Nos es natural encontrar mayores oportunidades con Estados Unidos por nuestra vecindad y la integración
que hemos venido logrando en materia económica. Pero yo no descarto ni mucho menos evitaría que volteáramos hacia otros hemisferios, hacia Asia, Europa. Aquí sí el papel
del Estado es fundamental: no esperes que tus empresarios, que tus inversionistas, encuentren el camino solos. Creo que el Estado está en la obligación de explorar nuevos
mercados. Hay que recoger la experiencia brasileña, el gobierno se encargó de inducir para que sus empresarios buscaran oportunidades en China y lograron que hoy China
sea su principal socio comercial.
Santiago Creel: Yo creo que la respuesta ya la dio la realidad y muchas veces los políticos queremos andar torciendo las cosas. Bueno, la realidad: 90 por ciento del comercio
lo tenemos con los Estados Unidos; 70 por ciento de la inversión extranjera es norteamericana, y si nos vamos al turismo es casi el 90 por ciento. Si vemos nada más la parte
de frontera, tenemos que en todos los estados y ciudades fronterizos hay una cultura binacional, algo bicultural. O sea, más allá de lo que podamos decir nosotros, eso ya está.
Entonces, la idea es sacarle mejor provecho a un proceso de integración: ordenar migración, comercio, seguridad, inversiones en infraestructura… Yo creo que todo eso a
México le puede convenir enormemente
Marcelo Ebrard: Yo lo formularía de otro modo. Nuestra apuesta estratégica debe ser armar otra agenda con Estados Unidos mucho más efectiva y, desde luego, no
descuidar la relación con los países de América Latina, no necesitas decir: “Bueno, ya no le voy a hacer caso a América Latina”. En América Latina hay que ver de cerca a
Brasil y otras cosas, pero nuestra agenda estratégica, nuestro pivote económico es con Estados Unidos, hay que verlo así.
Hacia una nueva política
de seguridad social
La política de seguridad social tenida en México durante los últimos 60 años está agotada. Hoy sólo brinda protección social a los que tienen un empleo, la mitad de los
trabajadores, y se han inventado una serie de parches para los que no tienen empleo formal. Parece la hora de un cambio profundo en la materia. Un modelo es el planteado
por Santiago Levy: establecer un sistema de seguridad social universal, es decir: para todos los mexicanos por el hecho de serlo, que se financiaría con un IVA generalizado
etiquetado para financiar ese sistema. ¿Es factible, tiene sentido hacerlo?
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Manlio Fabio Beltrones: Creo en el proyecto de Levy. Hemos pervertido la política social hasta caer en un asistencialismo puro que lo que busca no es resolver el problema
de la pobreza, sino darle de comer a los pobres o mantener pobres a los pobres. Es la hora de cambiar nuestra idea. Deberíamos evitar los parches y hacer una vestimenta
completa, y Santiago lo está mirando de forma integral.
L
a única forma de cobrar menos impuestos y obtener más recaudación es acabar con los privilegios. Y nosotros tenemos que ir
a lo que es el impuesto generalizado, definitivamente cubriendo con Canasta Básica de Alimentos y con Cuadro Básico de
Medicinas a los cuatro deciles menores que forman el 40 por ciento de los mexicanos. Y darle seguridad social, por el otro lado,
con los ingresos extra que consigamos. Pero si seguimos en la ruta, en la ruta del Seguro Popular, noble, muy noble idea, pues lo
único que estamos haciendo es financiando la informalidad. Cada vez es más fácil no estar en la formalidad.
Fernando Gómez Mont: Nosotros hemos estado tratando de construir un sistema, cuando menos de protección de servicios
públicos de salud, que se dirige hacia allá, hacia la cobertura universal. Hay básicamente tres sistemas. El sistema de salud
pública o de salud estatal a través del ISSSTE, a través de la Secretaría de Salud, y el sistema de seguridad social a través del
IMSS, y este sistema medio híbrido que cohesiona los dos, el sistema del Seguro Popular. Pues si la meta es cobertura, ahí
vamos. Si la meta es sincronía, consistencia interna, tendríamos que discutir si el sistema del Seguro Popular es la manera de
hacerlo.
Yo he visto los estudios de Santiago Levy que señalan que es una manera de encarecer o distorsionar el acceso a la formalidad,
pero eso implicaría que lo que tendríamos que universalizar es el Seguro Social. ¿Es necesario ir por ahí o no? Lo que tenemos
es que se abarata el acceso a la informalidad. Ese es el dilema de lo que tenemos que hacer. Y eso implica discutir las barreras
fiscales de entrada, discutir la posibilidad de generar economía desde la informalidad, y la capacidad de encarecer aquella
informalidad.
Carlos Navarrete: Comparto plenamente que un sistema de seguridad social de cobertura total es imposible con los ingresos
que los estados nacionales tienen, si no aplican el impuesto al consumo. Ésa es la salida que México requiere, una política de
seguridad social para todos, garantizada con altos volúmenes de gasto público. ¿Y de dónde van a salir los recursos? Por
supuesto que no de recortes presupuestales o de bajar salarios nada más, tiene que haber un ingreso sustancial. Es más, la
política de ingreso en el mundo es quitarle a los que tienen vía impuestos, para darles a los que menos tienen, vía seguridad
social, ésa es la política elemental en Europa y en todas partes. En México no tendría por qué ser diferente. Y estaría dispuesto a
respaldar un impuesto al consumo incluso alto, si eso nos garantizara un traslado de recursos y un sistema de seguridad social
para todos, seguro médico para todos, atención médica para todos, seguro de desempleo para todos, seguro de vejez para todos.
Enrique Peña Nieto: Estoy de acuerdo en la necesidad de postular un nuevo modelo de seguridad social. Estoy de acuerdo en emprender una reforma fiscal que asegure que
todos paguen impuestos, que evitemos los regímenes especiales que lo único que provocan son hoyos en la recaudación. Debemos hacer una revisión de nuestro régimen
fiscal que garantice al Estado mexicano suficientes recursos para generar estos beneficios. Si te das la oportunidad de llevar seguridad social para todos, habrá que buscar el
mecanismo de financiación, y no hay otro que a través del mecanismo de impuestos, del pago de impuestos, si le evitas mecanismos de excepción.
Marcelo Ebrard: Yo estaría de acuerdo en que hay que hacer un sistema único. Es una tesis sensata. Pero la pregunta es cómo lo vas a financiar y a qué velocidad lo vas a
financiar en términos reales. El impuesto al consumo tiene una ventaja y una desventaja mayor. La ventaja es que es fácil de aplicar. La gran desventaja es que con la
distribución del ingreso que hay en México tendría un impacto regresivo inmenso. Eso no lo podemos pasar por alto. Para el 42 por ciento de la población que está debajo de
cuatro salarios mínimos sí es un impacto relevante, sea que subas la tasa general o que quites las exenciones de alimentos y medicinas. Entonces, ese impacto regresivo me
parece que no lo debiéramos asumir de entrada en la ruta.
Cabe aclarar que el modelo de Levy incluye una medida para quitar el aspecto regresivo del impuesto, que es devolver en efectivo una cantidad pareja a todos los mexicanos a
los que les cobras el IVA. Al que le cobras 150 pesos, que es mucho de su ingreso, le devuelves 500 pesos, y al que le quitas cinco mil pesos porque tiene un ingreso mayor, le
devuelves también 500 pesos. Entonces puedes, con una devolución de dinero en efectivo, emparejar el efecto regresivo.
Marcelo Ebrard: El objetivo de armar todo el sistema es que puedas corregir desigualdades bastante importantes, entonces si eso parte de una medida que tiene impactos
regresivos, pues no habría que hacerlo por ahí, salvo que no te quedara de otra.
Santiago Creel: Debe hacerse porque atenúa la desigualdad, aunque no genere empleos ni propicie una distribución mejor, y porque es necesario que cualquier mexicano
pueda tener un seguro de gastos médicos, un seguro de desempleo, un seguro que le permita, cuando él fallezca, tener cierta garantía de que su familia pueda contar con los
recursos iniciales para salir adelante. Pero sobre todo porque los programas sociales, desde el viejo programa de Solidaridad, con Salinas, no han avanzado en el combate a la
pobreza, ni los resultados han sido aceptables. Entonces, tenemos que repensar muy bien qué estamos haciendo en política social, en combate a la pobreza, en generación de
riqueza, y por eso yo creo que un sistema de cobertura universal en materia de protección social es lo que necesita el país.
La reforma política que necesita
el país
Están en el aire una serie de propuestas de reforma política que las distintas fuerzas han enviado al Congreso: segunda vuelta presidencial, reelección de diputados y
senadores, referéndum para cambios constitucionales, candidaturas independientes, suprimir la cláusula de sobrerrepresentación que la limita al 8 por ciento, introducir la
cláusula de gobernabilidad que da mayoría automática para un partido de 35 para arriba, reelección de presidentes municipales y ratificación de secretarios por el
Congreso o ratificación de gabinete por el Congreso. ¿Cuál es su opinión sobre estas propuestas de reforma?
Manlio Fabio Beltrones: No estoy de acuerdo con la segunda vuelta presidencial. En cambio, me parecen adecuadas las propuestas sobre reelección de diputados y
senadores, así como el referéndum para cambios constitucionales. Estoy totalmente de acuerdo con las candidaturas independientes, porque el régimen de partidos que hoy
tenemos es demasiado ordenado, demasiado puro.
No comparto la idea de suprimir la cláusula de sobrerrepresentación, pero estoy a favor de introducir una cláusula de gobernabilidad de manera pactada: la cláusula de
gobernabilidad lo que invita es a pensar que un partido que no logró el 50 por ciento de la votación puede tener, incluso, una posibilidad de alcanzar la mayoría. Una mayoría
precisa, no una sobrerrepresentación exagerada.
No me gusta la reelección de presidentes municipales. Finalmente, estoy en pro de la ratificación de secretarios del gabinete por el Congreso. Es algo que se puede pactar, y
muy bien. Hay secretarios que ameritan pasar por un control de calidad, porque están jugando con el destino de los mexicanos. No puede ser que sigamos en los gobiernos de
cuates, de cuotas y de ocurrencias. Lo que necesitamos es modernizar nuestras instituciones. Yo no creo que los gobiernos sean buenos sólo porque son muy expertos o
porque tienen muchas facultades personales. Las instituciones son las que hacen los buenos gobiernos.
Fernando Gómez Mont: Estoy a favor de la segunda vuelta presidencial, la reelección de diputados y senadores, las candidaturas independientes, la reelección de presidentes
municipales y el referéndum para cambios constitucionales, aunque este último vinculado con la iniciativa preferente. Habría que pensar en suprimir la cláusula de
sobrerrepresentación: no está mal la propuesta de encontrar caminos que faciliten la construcción de mayorías en el Congreso, tanto en la segunda vuelta como quitando la
sobrerrepresentación.
En cuanto a introducir la cláusula de gobernabilidad que da mayoría automática a un partido, hay que analizar que no tenga un efecto contraproducente. Muchas veces puedes
tener gobernabilidad con la elección presidencial y perderla en la elección intermedia.
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Me gusta la idea de ratificar a algunos de los secretarios, al de Gobernación, por ejemplo, pero no sería conveniente generar esquemas muy rígidos de ratificación de gabinete
porque eso cerraría espacios de oportunidades para algunos. ¿Cómo renovaríamos la administración pública? ¿Quién diría quién llega y quién no?
Carlos Navarrete: La segunda vuelta presidencial puede ayudar a que el presidente tenga legitimidad, pero no garantiza la construcción de mayorías legislativas. Aunque mi
partido no camparte la reelección de diputados y senadores, yo creo que debemos abrirla: una reelección acotada, quizá un periodo más para los senadores y dos periodos más
para los diputados, ayudaría. No me gusta la figura del referéndum para cambios constitucionales, habría que buscar otros métodos. En cambio, las candidaturas
independientes oxigenarían la vida de México. Los partidos deben dejar de poseer el monopolio de la participación política. Esas candidaturas serían un incentivo para que los
partidos dejen de cometer tantas barbaridades.
En cuanto a la cláusula de sobrerrepresentación, me parece una deformación: preferiría un sistema de representación más puro, en donde los votos se asemejen a la fuerza que
cada partido tenga en el Congreso. Tampoco creo en la cláusula de gobernabilidad con afirmativa ficta: no me gusta la legislación con sello de recibido y en automático. Sin
embargo, hay que darle posibilidades al presidente para que posea iniciativas preferentes. ¿Reelección de presidentes municipales? Me inclino por ampliar el periodo de
gobierno a cuatro años porque no creo que con los instrumentos que tiene un presidente municipal se le abra la posibilidad de reelegirse: hay demasiados programas,
demasiados servicios que prestar.
La ratificación del gabinete sería muy saludable: el presidente debe tener la seguridad de negociar de manera estable con las fuerzas parlamentarias y la ratificación sería un
instrumento que obligaría a su gobierno a mantener un ejercicio de diálogo y acuerdo.
Enrique Peña Nieto: Para la construcción de mayorías hay mejores mecanismos que la segunda vuelta presidencial. Uno de ellos es la construcción de alianzas que más tarde
puedan generar alianzas legislativas. No creo en la reelección de diputados y senadores, pero si eso da la posibilidad de construir acuerdos y alcanzar consensos, deberíamos
ir. Bajo una condición: no hacerle un traje a la medida a los actuales legisladores. Abrir la posibilidad de probar la reelección pero con la siguiente legislatura.
Tengo serias reservas sobre el referéndum: me gusta como mecanismo de consulta pero no como una forma de suplir las funciones legislativas. No se puede quitar
responsabilidad al Legislativo para luego implantar medidas populistas que invariablemente conducen al autoritarismo. Estoy de acuerdo con las candidaturas independientes
si hay una clara regulación que no pulverice el régimen de partidos, que es la base del régimen democrático. Por otro lado, estoy a favor de suprimir la cláusula de
sobrerrepresentación: que la Cámara refleje la pluralidad política, pero también favorezca la construcción de una mayoría que dé posibilidad a quien tiene la responsabilidad
de emprender políticas públicas para marcar horizontes en el país. En cuanto a la cláusula de gobernabilidad estoy de acuerdo, pero sin la afirmativa ficta: no puedes suponer
que una iniciativa tenga validez sólo porque el Congreso decida o no legislar sobre la materia. Prefiero la iniciativa preferente.
Me considero antirreeleccionista, así que prefiero ampliar a cuatro años el periodo de los presidentes municipales. Tres años son insuficientes.
No le veo sentido a la ratificación del gabinete. ¿Si el Congreso o alguna de las Cámaras ratifican a un funcionario te garantiza que será eficiente? El Ejecutivo debe ser
responsable de sus políticas. La ratificación sólo obliga a construir acuerdos, quién sabe a qué costo y qué tan alto.
Marcelo Ebrard: No creo en la segunda vuelta presidencial ni en la reelección de diputados y senadores. Tampoco en la reelección de presidentes municipales: ¿por qué
reelegir a los legisladores y a los presidentes municipales y no al Ejecutivo? Esto nos llevaría a más contradicciones en el sistema. Estoy de acuerdo con el referéndum y las
candidaturas independientes. No comparto la idea de suprimir la cláusula de sobrerrepresentación e introducir la cláusula de gobernabilidad me parece la peor manera de
definir una mayoría.
Nuestro sistema presidencialista descansa en una lógica de mayoría casi bipartidista. En ese sentido, nadie va a tener la mayoría absoluta. ¿Cómo lo resolvemos? Haciendo
posible los gobiernos de coalición y que éstos sean ratificados por el Congreso. En el caso del gobierno, tendría que ser ratificado en su conjunto y no de uno por uno.
Santiago Creel: Sí a la segunda vuelta presidencial, siempre y cuando resulte en una mayoría estable. Y por supuesto, sí al referéndum para cambios constitucionales:
requerimos este tipo de discusiones, que puedan opinar padres de familia, maestros, académicos, estudiosos, médicos. La reelección de diputados y senadores me parece la
mejor manera de profesionalizar y de fortalecer el vínculo entre representante y representado. Las candidaturas independientes oxigenan el sistema de partidos: de esta manera
los partidos tendrán mejores mecanismos internos de selección.
Más que suprimir la cláusula de sobrerrepresentación, me gustaría tener gobiernos de coalición porque así se respeta la pluralidad y la opinión de la mayoría. Con un gobierno
de coalición no sería necesaria tampoco la cláusula de gobernabilidad: no habría que darle al Ejecutivo un mecanismo de esa naturaleza.
No creo que un presidente municipal pueda hacer algo realmente trascendente en tres años. El primero está llegando, el segundo ya aprende y el tercero ya se va. No hay
tiempo. Y tampoco es una cuestión de alargar el periodo. Creo que lo importante, y esto es de fondo democrático, es que el ciudadano decida las cosas: si el presidente se
queda o se va. Es la mejor manera de rendir cuentas.
Sobre la ratificación del gabinete por el Congreso diría: en un gobierno de coalición sí; si no, no
Pronósticos del 2012
¿Quién ganará la elección presidencial de 2012?
Manlio Fabio Beltrones: Si el día de hoy fuera el 2012, el PRI. Pero que nadie crea que ya ganó, ni nadie se sienta que ya perdió. Es importante que la política la
actualicemos día a día. En segundo lugar el PAN. En tercero el PRD.
Fernando Gómez Mont: Deseo que quede un partido que tenga un compromiso de centro. Sigo creyendo que Acción Nacional puede seguir administrando este discurso de
modernización y de modernidad, aunque creo que se le está complicando el relevo generacional. Veo en primer lugar al PAN, en segundo al PRI y en tercero a la izquierda.
Carlos Navarrete: Si la izquierda sigue cometiendo errores, le vamos a pavimentar el camino al PRI para que regrese a gobernar. Si la izquierda corrige, y creo que estamos
apenas a tiempo, podríamos ser competitivos. En todo caso, mando al PAN al tercer lugar.
Enrique Peña Nieto: Definitivamente, creo que el PRI se ha reposicionado, se ha revalorado y estoy convencido de que el PRI será el ganador. Y siguiendo lo que hoy
muestran varias encuestas, PAN quedaría en segundo lugar y el PRD en tercero.
Marcelo Ebrard: Si hacemos una buena coalición de izquierda podemos quedar en primer lugar. Si hay desunión, si hay conflicto, bueno, para qué te cuento. Debemos tener
una sola candidatura, una sola idea, un solo programa. En segundo lugar, simplemente por el peso relativo del número de estados es muy probable que quede el PRI, y en
tercer lugar el PAN.
Santiago Creel: En primer lugar, el PAN. En segundo, un candidato aliancista, una alianza de izquierda seguramente. Y en tercero el PRI.
Héctor Aguilar Camín. Historiador, escritor y periodista. Su más reciente libro, en coautoría con Jorge G. Castañeda, es Un futuro para México.
Jorge G. Castañeda. Analista político. Miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos. Ha publicado: La diferencia. Radiografía de un sexenio (en
coautoría con Rubén Aguilar) y Somos muchos: ideas para el mañana.
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Nexos - Annie desapareció en Semana Santa
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Fecha: 01/08/2010
Annie desapareció en Semana Santa
Sabina Berman
He aquí la extraña historia de un secuestro religioso
1
El Domingo de Ramos del año 2010 la señorita Annie Tardan, de 86 años, desapareció. El Lunes Santo su cuñada le llamó al Campo de María, retiro espiritual donde habitaba
desde hacía 30 años, para ajustar los planes de un encuentro, y el padre Francisco Chauvet se lo informó: Annie no estaba ahí y no podía decirle dónde estaba.
No fue una desaparición brusca, sino paulatina. Poco a poco el padre Chauvet había ido aislando a Annie. Primero no dejó que la visitaran sus amigos. Luego le prohibió la
entrada a sus familiares. Solía salir él mismo del Campo de María por el gran portón que daba a la carretera para anunciar, tajante, que Annie no podía recibirlos. Y luego
quitó el teléfono de su habitación.
Hablar con sus allegados, le explicó a quien le preguntó, “le hacía mal a Annie, le metía malas ideas en la cabeza”.
Y por fin, lo escrito, la desapareció.
Él de cincuenta y tantos años, ella de 86. Él cura marista, flaco y alto y de ojos verdes; ella monja seglar, menudita, de
un metro y medio de estatura, de pelo completamente blanco cortado en casquete.
Durante los próximos días de la Semana Santa otros miembros de la familia Tardan llamaron al Campo de María, cada
día más ocupado de los feligreses que viajaban hasta las afueras de Cuernavaca y se instalaban para los ejercicios
espirituales de los días santos. Chauvet contestaba las llamadas, a cada día más angustiadas, cada vez con más
impaciencia. “No, no les voy a decir dónde está; yo soy quien decide sobre Annie; ahora me voy a dar misa”.
Después dejó de tomar las llamadas y era alguna de las monjas seglares la que respondía lo mismo, palabra por palabra.
El Viernes Santo la sobrina mayor de Annie, Isabelle, marcó al Campo y tuvo la suerte de que levantara el auricular
Chauvet. Sin preámbulos le advirtió que iba a pedir auxilio a dos fuentes, a la policía y a una periodista, y que esperaba
que le entregara a su tía en menos de tres horas, “viva y sana”.
Así es como quien esto escribe se enteró del asunto.
2
—Tiene usted acento francés —me dijo Chauvet, cuando le llamé por teléfono ese mismo mediodía del Viernes Santo y pedí hablar con Annie.
—No señor, no tengo acento francés —le aseguré.
—Entonces es usted una analfabeta y no sabe gramática —me soltó.
—¿Por qué la agresividad, señor Chauvet? Nada más estoy avisándole que me propongo investigar el paradero de Annie Tardan.
—Dígame padre, no señor —me ordenó.
—¿Por qué? ¿Tiene usted muchos hijos o qué?
—Mire —alzó la voz—, no voy a entregarles a Annie y si quiere investigar, investigue lo que quiera y ahora mismo le cuelgo.
—No me cuelgue —me apuré—, déme un minuto. Déjeme nada más precisarle algunas palabras, señor Chauvet. Lo que ha hecho con Annie se llama privación de la libertad,
con las circunstancias agravantes de que ella es mayor de 60 años.
Chauvet dijo:
—¿Ahora ya es usted la autoridad o qué?
—Se lo estoy leyendo del Código Penal Federal.
—¿Algo más antes que le cuelgue?
—Sí, algo más. Hágame un favor. Compre el periódico de hoy y lea las palabras del arzobispo primado de México.
—¿Están en La Jornada?
—¿Por qué en La Jornada?
Chauvet no contestó.
—Están en cualquier periódico y en primera plana. El arzobispo habla de un cambio de política de la Iglesia. A raíz del escándalo internacional de los curas pederastas, pide
que la gente delate ante las autoridades civiles a los curas que abusan de los fieles.
—Pues yo le digo esto —reviró Chauvet—. Yo no conozco a ese arzobispo, y en todo caso no le reconozco ninguna autoridad. Ahora, me voy a dar misa.
Y colgó el teléfono.
Por su parte, otra sobrina de Annie, la menor, recorría Cuernavaca camino a la Procuraduría. Parecía que media ciudad de México se había concentrado ahí en bermudas y
tenis, con parasoles o cachuchas de beisbol para ver el viacrucis de Cristo, así que tuvo que maniobrar por el laberinto desordenado de calles atestadas.
Un cortejo de cientos de fieles le cortó el paso definitivamente. Mientras reculaba en reversa, los fieles caminaban inundando dos cuadras de asfalto y al frente de la multitud
Cristo ensangrentado cargaba una cruz gigantesca de madera mientras soldados romanos morenos, con cascos de latón dorado y faldas rojas con tablones de latón dorado
también, le latigueaban el torso y gritaban teatralmente de cuando en cuando:
—¡Ja, Rey de los Judíos! ¡Ja ja ja ja!
La Procuraduría del centro de Cuernavaca estaba desierta: los escritorios vacíos, las ventanas abiertas para refrescar al único policía de guardia. Un policía que amodorrado
por el calor le respondió a Laurence Tardan:
—Mire, ésos son asuntos familiares. Arréglenlos con su cura.
—No son asuntos familiares. ¿Por qué protege al cura?
El policía sacudió la cabeza antes de replicar:
—Está bueno. Pero vuelva mañana. Hoy no hay quien levante el acta.
Eso hizo Laurence, regresó temprano el Sábado de Gloria a la Procuraduría. Otra vez encontró resistencia entre los funcionarios para levantar un acta de los hechos. Nadie
quería meterse con un cura. O un padrecito, como alguna policía lo llamó en un acceso de cariño, a pesar de que no conocía al sacerdote en cuestión. Pero al fin Laurence
logró asentar en un escrito oficial que su tía de 86 años había sido privada de su libertad precisamente por su cura.
3
En los años sesenta del siglo pasado el misionero marista Michel de Denechin llegó a México para fundar un foyer, una casa para el retiro espiritual. En lo que entonces eran
los derredores de la ciudad de Cuernavaca, y hoy es la parte de las lomas hasta donde la ciudad ha trepado, encontró un hotel de paso rodeado de un extenso bosque. Tres
hectáreas de pinos y sauces donde abundaban los pichones, las palomas, los tordos, las mariposas, las ardillas.
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Nexos - Annie desapareció en Semana Santa
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El padre Denechin se dio entonces a la tarea de interesar a la comunidad franco-mexicana en su compra. Claves en el esfuerzo fueron las hermanas Suzanne y Annie Tardan,
especialmente devotas, y su hermano Pedro Tardan, dueño de Sombreros Tardan y en varias ocasiones representante de la comunidad franco-mexicana en el congreso de
Francia.
Con el tiempo, varios empresarios de origen francés reunieron el dinero para la compra y el mantenimiento del Campo de María, en torno al que se reunió una congregación
de fieles, no únicamente francófonos, también locales.
En 1985 Suzanne murió y Annie, que había vivido con ella toda su vida adulta, decidió volverse una monja laica. Una colaboradora, la llaman en español los maristas.
Vendió su palacete porfiriano de la colonia Roma, donó su patrimonio al Campo, trasladó ahí su ropa, algunos muebles antiguos y su colección de arte sacro. Y desde
entonces los días de la otrora señora de sociedad se volvieron lavar, limpiar, cocinar, orar y leer.
Eran 40 las habitaciones que Annie atildaba personalmente, porque el padre Michel descreía de delegar a sirvientes esos trabajos.
Formaban una pareja inolvidable. El padre muy flaco, mediano de estatura, con su eterna camisa blanca de mangas cortas y su eterno pantalón de casimir gris, los lentes de
fondo de botella, tras ellos los ojitos azules, chispeantes, el cabello blanco al rape. Su asistente Annie, más flaca, corta de estatura, siempre en falda hasta las corvas, el pelo
cada año más gris y finalmente perfectamente blanco.
Y los dos con una sonrisa grande siempre. Una sonrisa que a los urbanos laicos nos intrigaba por su incondicionalidad.
¿De qué sonreían siempre Annie y el padrecito?
El padrecito: todos terminaron por llamarle así al padre Michel.
Yo los conocí por los años noventa, en una reunión de huicholes y ecologistas. Como yo, habían sido invitados para ver la serie de diapositivas que los ecologistas habían
tomado del largo camino de los huicholes por el desierto en busca del peyote sagrado. Un camino detenido en lugares consagrados para rezar y cantar.
Cuando se prendió la luz, el padrecito estaba eufórico. En su español con acento francés felicitó a ecologistas y huicholes por su devoción y luego dijo que lo único que
objetaba era la meta de su búsqueda. ¿Por qué buscar peyote si existe Jesucristo?
Todo mundo se enojó con el padrecito. Ya eran años como estos, de un multiculturalismo rampante. Para los ecologistas Jesucristo o el peyote eran equivalentes. Nadie debía
criticar a nadie. Cada cual tenía derecho a su Dios y a sus éxtasis.
El padrecito recibió los regaños sonriendo, y como si no los hubiera registrado, les ofreció a los ecologistas y a los huicholes recibirlos en el Campo de María para ahora sí
buscar a Jesucristo.
Esa noche una amiga se ofreció a seguir al padrecito y a Annie hasta donde se hospedaban en la ciudad de México y yo me ofrecí a ir con ella en su automóvil. No recuerdo el
lugar donde se hospedaban, aunque sí recuerdo que era lejos y también recuerdo el temerario viaje.
El Nissan azul, destartalado y con un faro estrábico, vuelto hacia fuera, viajaba a unos metros de nuestro automóvil muy despacio, a unos 40 kilómetros por hora, con el
padrecito agarrado con ambas manos al volante y la cabeza adelantada para ver mejor: a cada rato el Nissan subía una llanta sobre un camellón y caía luego al asfalto con un
ruido de metales desvencijados; de pronto, de un volantazo giró a la derecha y nos adentramos por una calle oscura en sentido contrario.
No a menudo, ni siquiera cada que yo viajaba a Morelos, pero sí una vez cada seis meses, pasaba a visitarlos en el Campo de María. Annie preparaba té y solíamos tomarlo en
sus tazas de porcelana francesa, con pan de miel cocinado, claro, por ella misma. Lo bebíamos en la cocina industrial sentadas a la mesa de formica o en la salita de estar
repleta de muebles franceses estilo imperio o en la terraza, en sillas de plástico, de cara a las hectáreas de bosque.
Hablábamos de Dios, ¿de qué más? Y de los caminos para encontrar a Dios. O de libros. Annie era una lectora ávida. Un día me sorprendió hablándome de un libro mío, La
Bobe, que narra los esfuerzos de mi abuela por hacerme conocer a Dios a mí, una niña educada entre ateos. Bueno, previsiblemente ahí nuestra amistad se selló.
Con el padrecito la confianza se selló en otro momento. Un día me invitó a su habitación, para tomar un libro que él quería que yo leyera. Todo era blanco, las paredes, la
cama, el librero hecho de tablas pintadas de blanco. El padrecito me hablaba cuando sobre su hombro vi su clóset abierto y ahí vine a resolver un misterio. El padrecito diario
usaba la misma ropa que diario estaba impecablemente limpia y planchada.
De algunos ganchos colgaban dos camisas blancas de manga corta y dos pantalones grises de casimir: en realidad el padrecito tenía tres pantalones y tres camisas, muy
semejantes entre sí, que turnaba.
Ahí por el año 2006 el padrecito supo que se moría. Tenía 93 años. Le preocupaba asegurar el porvenir del Campo de María y buscó un sucesor. Tendría que ser un sacerdote
joven, marista, que hablara francés, para atender a los feligreses franco-mexicanos, y español, para atender a los otros feligreses, y que creyera en la sobriedad.
Fue difícil encontrarlo. El ingreso de jóvenes a la orden marista en Francia o en México ha ido decreciendo y en el siglo XXI apenas ocurre. Pero el padrecito por fin dio con
un sucesor, si no perfecto, casi. Francisco Chauvet, nacido en México, de ascendencia francesa, marista, pero no joven: cincuentón, párroco de una pequeña iglesia en
Contadero, delegación de Cuajimalpa de la ciudad de México.
4
“Hace las cosas distintas al padre Michel”, se quejaba Annie con sus amigos. “El Campo de María ya es otra cosa”.
En efecto, Chauvet contrató sirvientes. Además, dos monjas seglares jóvenes llegaron desde otros foyers para ayudarlo en sus labores. A decir de varios voluntarios
morelenses que pidieron el anonimato, Chauvet terminó haciendo vida conyugal con una de ellas. El mismo consejo de patronos y su superior en Francia, François Burel,
sabían de su concubinato, y cuando lo enfrentaron a la acusación Chauvet se los confirmó y les avisó que sería difícil que lo separaran de su amante. Y si el padrecito creía
que los retiros eran, a decir de Annie, “para estar en silencio y así escuchar a Dios”, Chauvet prefería que los fieles lo escucharan a él y solía pronunciar sermones que uno de
mis informantes describió como “largos, largos, largos”.
Es imaginable. Al padre Francisco probablemente no le gustaron las comparaciones que Annie hacía entre él y el padrecito Michel. No disfrutaba teniéndola tras él
señalándole “esto el padre Michel lo hacía así”, “aquello lo hacía asá”. Así que poco a poco fue ignorándola. Y acá es donde aparece un nuevo personaje en esta historia
desdichada: el doctor Parkinson.
Annie empezó a tener temblores. En las manos. En la barbilla. En las piernas. Empezó a usar una silla de ruedas para moverse por los largos y anchos pasillos blancos del
Campo donde de por sí nadie hacía mucho caso de ella. Un día resbaló bajo la ducha: tres horas estuvo tirada en los mosaicos mojados hasta que una de las monjas laicas la
encontró. Otro día “se perdió” hasta entrada la noche, en que otra monja la divisó en su silla de ruedas en una terraza, dormida y tiritando de frío.
Y para que dejara de quejarse ante sus conocidos, Chauvet le quitó la manera de comunicarse con ellos. O ésa es la suposición que sus amigos fueron formando. El caso es
que Chauvet desconectó el teléfono de su dormitorio y cuando llegaba un visitante personalmente salía por el portón del retiro a la carretera y lo despedía.
Por fin Chauvet era pleno señor de su reino: una dieta mensual en euros, tres hectáreas de bosque, 40 habitaciones, una biblioteca, un comedor enorme, una tropa de sirvientes
y una congregación, por desgracia, más bien pequeña.
Así llegó la Semana Santa del año 2010 y Annie como cada año se aprestó a servir a los fieles visitantes para amistarse
con Dios. Chauvet tenía, sin embargo, otros planes para ella. El Lunes Santo, cuando empezaron a llegar los piadosos
católicos a iniciar sus ejercicios espirituales, Chauvet se deshizo de Annie como de un estorbo. La llevó quién sabe a
dónde y regresó a predicar “No hagas a tu prójimo lo que no te gustaría que a ti te hicieran”.
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Tres horas después de la llamada de la sobrina mayor de Annie, a la misma hora en que la sobrina menor intentaba en la Procuraduría levantar un acta describiendo la
desaparición de su tía, y promediando el tiempo en que las muñecas de Cristo ensangrentado eran amarradas a la cruz en la loma de un campo extenso invadido de fieles y
turistas, Chauvet empujó a Annie en su silla de ruedas dentro de la Casa Heredia, un asilo también católico.
La depositó en un cuarto ruidosamente. Amenazando e insultando a las sorprendidas monjas. Y antes de irse le ordenó a Annie firmar varios papeles escritos por él. Dato
curioso: le advirtió que el arzobispo primado de México era quien ordenaba que los firmara, lo que dejó a Annie atónita.
—¿Qué decían los papeles? —le pregunta su sobrina mayor.
La sobrina ha ido a encontrarla en su nuevo cuarto.
—No sé, no los leí —dice Annie sonriendo en su silla de ruedas.
Vestida en un suéter dorado y una falda roja, con zapatillas rojas, parte del ajuar que trasladó hace 30 años de su casona porfiriana al Campo de María. O es mejor decirlo así:
flotando en esa ropa que ahora es demasiado grande para su cuerpo delgadísimo.
—Annie, ¿firmaste algo sin leerlo? No puede ser. Annie, respóndeme: ¿de verdad no lo leíste?
—Me lo dio un padre —se defiende ella, y se alacia el casquete de cabello blanco mientras pregunta: —¿Qué mundo es este si no puedo confiar en un padre?
—¿Y qué tal si te dio a firmar el traspaso de propiedad del Campo de María?
Annie se altera, la sonrisa se le ha esfumado.
—¿El traspaso del Campo…? —murmura.
Junta la barbilla al pecho.
—Soy una tonta —dice por fin.
—No —dice la sobrina—, no es eso. Es que fe ciega nada más se tiene en Dios —toma un respiro antes de preguntar: —¿Y a dónde te llevó Chauvet?
Annie no contesta. Yo, presente en la plática, me inquieto.
—Annie, contéstame por favor, ¿dónde pasaste Semana Santa?
—No sé —le dice Annie—. Sólo sé que había un teléfono, pero el padre Chauvet lo desconectó y se lo llevó.
—¿Te preguntó si querías irte del Campo de María?
—Yo no quería irme del Campo de María. Al contrario. Quería quedarme para las oraciones de Semana Santa.
—¿Te llevó a la fuerza?
Annie mira hacia otro lado y no contesta.
—¿Cómo te llevó Annie? ¿Con amenazas, con golpes?
—No me alces la voz —murmura Annie.
Me acerco y trato de que mi voz no delate mi intranquilidad.
—Annie, volviendo a donde pasó estos días, dígame, ¿era un cuarto oscuro?
Annie me mira con espanto.
—De verdad no quiero hablar de eso —me pide.
—¿Estaba cerrado con llave?
—No quiero hablar de eso.
—¿Estaba usted amarrada?
—No.
—¿Qué recuerda del lugar?
—No recuerdo nada nada nada —dice Annie aprisa, los ojos verdes suplicantes—. Por favor: no recuerdo nada.
Y luego me sonríe. Y cambia de tema:
—¿Qué ha leído interesante los últimos días, Sabina?
Me quedo pensando si es posible que Annie, que me recuerda luego de no haberme visto hace medio año, no recuerde nada de donde estuvo hace cinco horas. O si lo recuerda
y le avergüenza decirlo. Tal vez era un lugar tan inmundo que le parece que ya nadie podrá respetarla si sabe lo que soportó.
Y de golpe se me ocurre algo que me perturba. Tal vez Annie protege a su victimario, porque es un cura.
6
El mediodía del Domingo de Resurrección los chinelos bailaron el pueblo de Tepoztlán, Morelos. Los chinelos: cien señores con máscaras rosas, trajes y sombreros cónicos
de terciopelo, con cascabeles en las muñecas y los tobillos, que sonaban a cada uno de sus pasos de baile. Bailaron el pueblo: bajo el sol ardiente lo recorrieron por la calle
principal hasta el zócalo con una estela de morelenses que los seguían copiando el baile de a brinquitos, en vaqueros y shorts y camisetas. Una banda de tamboras y trompetas
cerraba el cortejo inundando de ritmo el aire.
En Chiconcuac, en Yautepec, en Tlayacapan, en Cuernavaca, en otros poblados de Morelos, otros chinelos, otros morelenses, otras bandas bailaron las calles principales, igual
que cada año desde hace 300 años, igual que entonces ahora para celebrar la inmortalidad de Jesucristo.
Y en tanto, mi e-mail a François Burel, presidente de los Foyers de Charité, instalados en 18 países, cruzaba por el ciberespacio a Francia. En breve, le contaba que estaba
recavando información para escribir sobre la desaparición de Annie Tardan y le pedía una entrevista telefónica.
No me contestó. Como no habría de contestarme los siguientes dos e-mails.
En cambio, el siempre brusco Chauvet me llamó a la media hora para citarme en el Campo. Ahí me mostraría “unos documentos importantísimos que me darían claridad en lo
sucedido”. Adivinando que eran los papeles que había hecho firmar a Annie sin decirle su contenido, me dio pereza viajar por carretera para verlos. Pero por si me equivocaba
y eran otros papeles, le pregunté de qué trataban.
—No puedo decirle por teléfono —dijo él, misteriosamente.
—Entonces no voy, señor —le dije.
Me regañó por partida doble:
—Que no me diga señor, soy el padre Chauvet. Y venga de inmediato a cumplir su trabajo.
Le pedí que mejor nos encontráramos en un lugar intermedio entre Tepoztlán y Cuernavaca.
—Venga usted acá —me ordenó otra vez.
—Veo peligroso ir al foyer sin protección policiaca —le contesté—. Acuérdese que estoy investigando un secuestro presuntamente cometido por usted, señor Chauvet.
Me colgó.
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En cambio, ese mismo Domingo de Resurrección François Burel escribió a la familia un e-mail. Lamentaba “que un miembro de la familia” hubiera intervenido en el orden
del foyer” “a través de una amenaza periodística” “complicando el buen desarrollo de los acontecimientos” (las cursivas son mías). No mencionaba el traslado impuesto a
Annie fuera del foyer en días de oración, sino por el contrario, la acusaba a ella de ese traslado: afirmaba que ella había sido quien “por libre albedrío” había elegido ahora
vivir en la Casa Heredia.
“El artículo 41 de nuestros estatutos es muy claro”, continúa Burel. “Si por razones graves o personales, un miembro del foyer solicita dejar el foyer, se respetará su
solicitud”. Pero entonces la persona “dejará de ser una responsabilidad del foyer”. “No puede haber una doble autoridad”.
Traducción: o bien Annie regresa a poner su destino bajo la autoridad de Chauvet o los maristas se desentienden de las responsabilidades adquiridas con ella.
Regresar a estar a merced de quien la había encerrado durante seis días era impensable, aun para un alma desapegada como Annie. Así, el sábado siguiente a Semana Santa, su
cuñada y su sobrina menor se presentaron al Campo de María con un notario y un abogado para recoger sus posesiones. La colección de arte sacro, los pocos muebles, su
ropa. Chauvet se apersonó por breve tiempo, el suficiente para anunciar que todas esas cosas pertenecían al Campo, porque Annie se las había donado hacía 30 años, pero que
se las cedían, para que por fin ya nunca volviera.
Eso fue todo. Luego de fundar el Campo de María junto al padrecito Michel, de donarle su fortuna y de dedicarle 30 años de vida, ni un gracias para Annie.
—Más bien —como me dice otro de sus sobrinos, Luc—, lo que le dieron fue una patada en el trasero.
—¿Van a levantar cargos contra Chauvet?
—Lo estamos discutiendo entre nosotros —me dice—. Todavía esperamos que reaccionen sus superiores y dejen de encubrirlo.
—¿Sus superiores en Francia?
— Sí, y en México. Si en Francia no reaccionan iremos con el obispo de Cuernavaca, que tiene autoridad sobre Chauvet.
—¿Qué es lo que quieren ustedes?
—Que envíen a otro sacerdote al Campo de María. Y sobre todo, que le cumplan a mi tía la promesa que le hicieron cuando ella se les entregó: queremos que viva en el
Campo de María y sea cuidada ahí.
—Pero el delito de privación de la libertad ya fue cometido —le digo—. Lo que sucede en un asilo o en un monasterio o en un internado o en un retiro, o en cualquier ámbito
privado, no puede quedarse al margen de las leyes civiles. Eso es lo que no reconocen los sacerdotes, que actúan según un principio de autoridad medieval. Y eso es lo que
nosotros, los seglares, les debemos obligar a reconocer.
—Pues, pues sí —dice él, incierto—. Pero… bueno, queremos sostener nuestra fe en que los maristas harán justicia. Queremos sostener nuestra fe en ellos un poco más.
En cuanto a las tres hectáreas del Campo de María, ahí siguen los pinos, los sauces, los tordos, los petirrojos volando entre fronda y fronda. Ahí cruzan de pronto por el aire
dos mariposas amarrillas o una ardilla por la hierba. Ahí están los 40 cuartos de paredes blancas, la cocina grande, el comedor enorme, la capilla, las colaboradoras seglares,
los sirvientes.
Y a veces, no a menudo, aparecen por ahí algunos fieles para atender los largos sermones del señor Chauvet.
Sabina Berman. Dramaturga y ensayista. Es autora de Un soplo en el corazón de la patria. Instantáneas de la crisis.
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Nexos - Miss Sinaloa
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Fecha: 01/08/2010
Miss Sinaloa
Charles Bowden
Charles Bowden, autor de Sicario (nexos, agosto 2009), ofrece la crónica del delirante itinerario
de una Miss Sinaloa perdida en el laberinto mental y criminal de Ciudad Juárez
Ella vino a este lugar en el desierto para vivir con los demás locos bajo el gigantesco caballo blanco. Ella no era de
aquí, pero tampoco el caballo. El caballo de casi un kilómetro de largo fue trazado, con cal, en la sierra de Juárez por un
arquitecto local a finales de los noventa. Lo copió del caballo de Uffington, en Gran Bretaña, un diseño del periodo
Neolítico de tres mil años de antigüedad. Dijo que lo hacía como ejercicio, para resolver un desafío (ese caballo mira a
la derecha, y el original a la izquierda y es tres veces más grande) y también para llamar la atención sobre la belleza de
las montañas. Lo que no dijo es lo que algunos en la ciudad susurraban: que el caballo había sido patrocinado por
Amado Carrillo, el entonces jefe del Cártel de Juárez.
Ella era hermosa y se llamaba Miss Sinaloa. Era una adolescente cuando el caballo blanco fue trazado a finales de 1990.
En ese momento, Miss Sinaloa no sabía nada de caballos gigantes pintados en las montañas, ni de los cárteles, ni del
lugar de locos aquí en el desierto. Vino aquí hace muy poco tiempo, en diciembre de 2005, a visitar a su hermana. Se
quedó unos meses y luego fue a su casa, a Sinaloa, el estado del Pacífico que es la madre de casi todos los principales
actores de la industria de las drogas en México. Era muy bella. Lo sé porque Elvira me lo dice todo mientras estoy de
pie, azotado por el viento que viene cargado de arena.
Elvira lleva un suéter pesado, pantalones de color rosa, tiene la piel morena y el cabello pintado de rubio que vuela con
el viento. Es una de los 15 cuidadores del lugar de locos —el asilo en el desierto— y recibe 50 dólares a la semana por
cocinar tres comidas al día, seis días a la semana. Un hombre pasa a su lado montado en una bicicleta, un muchacho de
overol rojo lleva una bolsa rosa y observa sentado en el suelo, como un perro flaco y hambriento del campo. La basura
que se quema detrás del asilo llena el aire de humo. El edificio —un bloque de cemento con varios cuartos dentro—
tiene un centenar de internos. Un médico cae por ahí los domingos para verificar la salud de los locos, y toda la
operación es patrocinada por un locutor de radio, un evangelista de Juárez al que los internos llaman El Pastor.
Cada cinco días el personal se lleva las mantas de los internos, las lava y luego las tiende en las plantas de yuca para que
se sequen. Ahora se apiñan contra el viento como una manada de bestias —violeta, verde, rojo, azul, y una gris que tiene
dibujados un tigre y su cachorro—. Mi mente viaja a la década de los noventa, a mediados, cuando Amado Carrillo,
como advertencia, dejó Juárez sembrado de cuerpos envueltos en mantas de tigre. Se rumoraba que tenía un zoológico
privado con un tigre que él mismo alimentaba con los traidores pero, por supuesto, se trataba de una leyenda de la
industria de la droga. Luego, como advertencia, envolvía a los traidores con cintas amarillas y los enviaba como regalo a la DEA. Todo esto sucedía en los días tranquilos del
pasado, cuando los asesinatos no eran, ni por mucho, tan malos.
El viento sopla, el polvo asfixia, el caballo blanco mira, y de repente, Elvira empieza a hablar de Miss Sinaloa. Sí, Miss Sinaloa, dice, una reina de belleza que llegó a Juárez.
“Una vez”, dice con orgullo, “tuvimos una mujer muy hermosa, Miss Sinaloa. Ella estuvo aquí hará unos dos años. La trajo la policía municipal. Tenía 24 años”.
Y luego Elvira recuerda su hermosa cabellera que le llegaba hasta el culo, y su piel blanca, oh, muy blanca era la piel de Miss Sinaloa. Sus cejas habían sido arrancadas y
sustituidas por elegantes arcos tatuados. La policía la había encontrado una mañana vagando por la calle. Había sido violada y había perdido la razón. Por último, explica
Elvira, su familia vino de Sinaloa y se la llevó a casa.
Esta es la historia de Miss Sinaloa. Ella va a una fiesta con la policía y después de la diversión, la policía la lleva al lugar de locos. Una mujer con esa piel es una tentación
para los policías. Cuando las muchachas comenzaron a desaparecer en Juárez en 1993, y luego a reaparecer, a veces como cadáveres violados, o simplemente como huesos, la
policía se refería a ellas como “las morenitas”, porque la presa favorita venía de los barrios pobres donde las mujeres jóvenes son esclavizadas en fábricas de propiedad
estadunidense a cambio de un salario miserable. Miss Sinaloa proviene de un mundo diferente.
Siempre hay un hecho perdurable en Juárez: no hay hechos. Los recuerdos están siempre cambiando. Miss Sinaloa es una belleza que llega a una fiesta y es violada. Una
belleza que llega a una fiesta en Juárez y consume enormes cantidades de cocaína y whisky y se vuelve loca, tan loca, que la gente llama a la policía y la policía viene y se la
lleva lejos y la violan durante varios días y luego la dejan en el desierto, en el lugar de locos.
Tiene el pelo largo y es hermosa, y un médico la examina y no pregunta sobre las violaciones. Tiene moretones en los brazos y en las piernas y en las costillas. Ahora ella es
casi una más de la ciudad.
El mural muestra a un conquistador, otra de las paredes es un collage de fotos del trabajo. Un letrero reza: “Dios es más grande que mis problemas”. En la esquina descansa
una estatua de metal de un hombre con armadura. Es la oficina de El Pastor, José Antonio Galván, el evangelista de la radio que rescató lo que quedaba de Miss Sinaloa y la
llevó al lugar de locos. Está sentado justo frente a mí, mata de pelo canoso, cuerpo ancho con sonrisa siempre lista. Me está mostrando una película del manicomio —hombres
golpeados por la policía y arrojados medio locos a las calles, adictos confundidos con heridas supurantes, mujeres que nunca recuerdan lo que les pasó y que nunca querrán
recordarlo.
Miro las caras en ruinas en el video y pregunto: “¿Su congregación apoya este trabajo?”.
Sonríe, señala a los locos en la pantalla y dice: “Esa es mi congregación”.
Durante una fuerte tormenta, en el invierno de 1998, El Pastor iba por las calles de Juárez en su coche y tuvo que virar violentamente para no golpear un montículo de nieve
de donde emergía un hombre que estaba dormido. Dios le habló en ese momento y El Pastor, ayudado por unos amigos, dedicó el día a socorrer gente en la calle —adictos
con daño cerebral, miembros de pandillas arruinados— gente abandonada a merced de la nieve en una ciudad que no conoce la piedad.
“¡Oh, qué mal olían!”, dice, “cubiertos de mierda y otras cosas”.
La oficina de El Pastor alguna vez fue una casa donde los adictos se picaban las venas para saborear sus sueños. Descendió hasta este lugar como un predicador que va
delirando por las calles. El cura local lo llamó el diablo. Sin embargo, hizo que algunos fueran a verlo. En cuanto al diablo, El Pastor lo combate todos los días —tiene un saco
de boxeo negro y otro rojo a los que golpea con los puños como si combatiera a Satanás.
Todo lo que tiene que ver con El Pastor es vital y rudo, su lenguaje es con frecuencia vulgar, y su sentimiento por los locos está cargado de visceralidad. El mundo tiene suerte
de que dejó la botella y las drogas para mirar a Dios.
El Pastor pasó 16 años de ilegal en Los Ángeles y aprendió a operar una grúa, ganaba 16 dólares por hora y consumía un montón de drogas y alcohol. Podía ser muy bruto en
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el trabajo —tiró a dos hombres desde un edificio, y no precisamente desde el primer piso—. Finalmente acabó en la cárcel y luego lo deportaron a México. Se convirtió en un
adicto callejero en Ciudad Juárez. Luego, en 1985, nació de nuevo y comenzó a predicar en la calle para los toxicómanos. Su aspereza lo mantiene afilado. En un brazo tiene
tatuada a una bella morena, y en el otro una india guapa. Antes de irse a trabajar a Estados Unidos odiaba a los blancos y despreciaba a los mexicanos que cruzaban al otro
lado. Pero luego se casó, tuvo hijos y se fue al norte. Y se dio cuenta de que ese país que no le gustaba le daba de comer a su familia y ahora dice: “Me encanta México, pero
no el sistema mexicano”. Tiene a sus hijos en Estados Unidos, dos en la escuela, y otro ha servido ocho años en las Fuerzas Especiales del Ejército. Ahora debe reunir 10 mil
dólares al mes en la radio, nada más para pagar medicinas, alimentos y los sueldos del personal de este lugar de locos que ha creado.
Me da un cursillo sobre la historia de su ciudad.
“La violencia es importante en Juárez”, dice con voz suave. “Un montón de jóvenes viene a buscar su sueño americano; está muy cerca. Pero ahora la frontera está cerrada. La
gente viene desde el sur, es gente limpia y trabajadora que no sabe nada de las calles. Alguien los recluta y al poco tiempo ya están vendiendo sus cuerpos y consumiendo
drogas. Después de un año ya tienen los tatuajes de su pandilla. Los capos ahora venden drogas aquí, donde hay un mercado creciente, así no tienen que llevarlas a Estados
Unidos. Ahora muchachos de 14 años mueven toneladas de cocaína”.
Le pregunto si se acuerda de una paciente llamada Miss Sinaloa. “Oh, sí”, dice. “Ella estaba en una orgía”.
El Casablanca es, por supuesto, blanco, y dispone de habitaciones con estacionamiento al lado de cada una de las puertas metálicas para proteger la privacidad de los coches
—las placas— de miradas indiscretas. Los hombres traen mujeres aquí por sexo y amor y alegría y todo lo que ellos quieran. Este fue el destino final de Miss Sinaloa. Al otro
lado de la calle se encuentra el Valentino, un club grande, con cúpulas de tejas rojas, otro paraíso de la fiesta que también llamó la atención de Miss Sinaloa.
Miss Sinaloa llegó aquí desde su casa en la costa del Pacífico. Fue violada durante días por ocho policías. Cuando llegó con El Pastor, sus nalgas tenían huellas de manos de
muchos hombres, y tenía marcas de mordidas en los pechos.
Llegó al lugar de locos el 16 de diciembre de 2005, después de las cinco de la tarde. La policía fue a tirarla ahí. Dijeron que la habían tenido en la cárcel pero que era difícil de
controlar. Se resiste y grita y eso no es divertido. Ha perdido la razón y ahora llega al lugar donde están sus almas gemelas.
Pero no todos son tan afortunados como Miss Sinaloa. Heidi Slauquet era muy bien parecida, y pintaba. Durante años fue dama de compañía en la ciudad de México y a
principios de 1990 llegó a Juárez. Regenteó una discoteca donde recalaban los narcotraficantes. Luego fue amante de Amado Carrillo. Y después se convirtió en una especie
de hostess que proveía a las fiestas con chicas hermosas, chicas como Miss Sinaloa. El 29 de noviembre de 1995 tomó un taxi al Aeropuerto Internacional de Juárez. El taxista
apareció muerto. Heidi no volvió a aparecer. Testigos del aeropuerto dicen que el taxi fue detenido, al parecer, por la Policía Federal.
Estoy mirando su celda en el asilo. Un pequeño colchón lo ocupa todo, y al lado hay un recipiente amarillo de cinco
galones para los meados y la mierda. Las paredes son de baldosas blancas, porque los pacientes como Miss Sinaloa
tienden a pintar las superficies con sus propias heces. La puerta es de metal sólido y tiene una ranura pequeña para que
las señoritas Sinaloa del mundo no puedan arrojar sus heces al personal. Mantas a cuadros cubren los colchones.
Esta fue su casa durante al menos dos meses. Nadie podía visitarla. Deliraba, estaba muy enojada. En parte fue
encerrada para protegerla de los otros pacientes que deseaban su piel clara y su belleza. Y, en parte, porque en cualquier
momento podía estallar.
Estaba calva. El personal había tenido que cortar su hermosa cabellera porque constituía un riesgo. Hay pacientes que
tienen tendencia a estrangular personas con su propio cabello.
Al principio, Miss Sinaloa es muy violenta. Llora constantemente y arroja cosas. Así que el personal le da pastillas y se
duerme durante dos o tres días. Luego se despierta más tranquila. Les cuenta a todos, en ese lugar de locos, que ganó un concurso, que es reina de belleza y también modelo.
Dice que ha conocido un montón de hombres que se la querían coger, pero que no había conocido a nadie como Ramón, que la quería de verdad por lo que era.
Su belleza se convierte en un problema. Cuando la dejan salir de su celda, al jardín del lugar de locos, destaca por encima de todos. El Pastor dice: “Era la última Coca Cola
del desierto, muy digna, mientras las otras mujeres hervían de celos”.
Pasaba todo el día maquillándose, repasándose la cara una y otra vez. Era muy limpia. Cada mañana hacía su cama y lavaba a conciencia todas las paredes de su pequeña
celda.
Ramón es un borrachín de 25 años que vaga por el lugar de locos y que gana su sustento sirviendo comida. Es un hombre hogareño —El Pastor piensa que puede ser el
hombre más feo del mundo—. Lleva los platos de frijoles a la celda de Miss Sinaloa. Ella se enamora de él y él de ella. Ramón nunca ha tenido novia —lo deslumbra el
fantasma de aquella Miss que llegó a Juárez, a la fiesta en el Casablanca.
Ella dice: “Qué maravilloso que me pasó esto. Porque gracias a esto he encontrado a la criatura más bella jamás creada por Dios”.
El Pastor se alarma cuando escucha a Miss Sinaloa susurrar su amor a Ramón. Luego descubre marcas en el cuello de Ramón y lo despide.
Miss Sinaloa se hunde, regresa a su locura profunda. Le reclama a El Pastor que ha arruinado el gran amor de su vida.
El Pastor observa conmigo el interior de la celda diminuta.
Originalmente vino aquí con su mujer, los dos vivían en una cabaña. Tenía un par de burros para recoger leña. Durante tres años estuvo apilando ladrillos. La policía iba
trayendo los desechos de nuestro mundo —putas quemadas por la lujuria y las drogas; inmigrantes ilegales expulsados, con todo y sus mentes dañadas, de Estados Unidos;
bailarinas topless enloquecidas, gente de la calle que había inhalado tanto pegamento y pintura que ya eran residentes del olvido—, todos los condenados de nuestro mundo.
Ahora El Pastor alberga y alimenta a 100. Me explica cómo va a expandirse para alojar a 250 almas. Tendrá que poner a los pacientes a hacer ladrillos —aquellos que todavía
sean capaces de mezclar adobe—. Su idea es vender estos ladrillos para darles a sus pacientes un poco de dignidad y algo de dinero para comprar los medicamentos que
disminuyen la ira.
Un hombre pequeño y retrasado está junto a mí sosteniendo un libro para niños. Está en inglés y él no sabe leer en ninguna lengua. El 11 de octubre asesinó a otro paciente.
“Aquí no puedes mantenerte del todo a salvo”, dice El Pastor. Estamos en medio del patio rodeados por 80 internos.
“La heroína de la ciudad”, explica, “cuesta 25 pesos”.
Esto significa menos de 2.5 dólares la dosis.
“La cocaína”, continúa, “está en todas partes y es más barata que la marihuana. Ahora fuman cocaína con marihuana. Estamos hablando de gente entre los 18 y los 25 años, la
gente a la que normalmente ejecutan. Son fantasmas, basura humana caminando por la ciudad”.
Después de dos meses, Miss Sinaloa parece recuperar parte de su cordura. El Pastor estima que al final recuperó el 90 por ciento de su salud mental. Se localiza a sus parientes
y éstos viajan desde Sinaloa. Deben estar sorprendidos de que esté viva. Yo lo estoy. Que estuviera muerta, después de semejante travesía, no sería raro; Miss Sinaloa sería
una más de las mujeres misteriosamente desaparecidas en el desierto, en las afueras de Juárez.
Pero algo la salvó —quizá fue su locura.
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Nexos - Miss Sinaloa
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Así que llegó a vivir aquí, con gente considerada incluso por debajo de la suciedad que cubre las calles de Ciudad Juárez, gente de la calle, personas rechazadas por las
instituciones psiquiátricas del estado, personas más allá de la ayuda familiar, personas que dormían en la banqueta y comían de las latas que encontraban en la basura.
Me dijo que sabía muchas lenguas, pero nunca habló ninguna. Cantaba todo el tiempo, pero cantaba mal. Sus canciones favoritas eran muy románticas. Se movía como una
reina por el lugar de locos. Leyó mucho la Biblia. Sigue siendo un mito, incluso en el patio del lugar de locos. El Pastor decidió que el 5 por ciento de lo que dice es verdad, y
el otro 95 por ciento proviene de su imaginación.
Ese es el mundo de Miss Sinaloa, un lugar de sueños y canciones, un lugar para que gobierne la reina de belleza. Ella se sienta y dibuja, sobre todo líneas y espirales. Y labios,
un montón de labios que besan.
Se viste bien, siempre con un vestido azul con el que enseña las piernas. Además lleva tacones altos —navega por el asilo en tacones de aguja.
Para horror de El Pastor, dice un montón de palabrotas. Él piensa que tal vez las violaciones la hacen hablar de esa manera.
Rezan juntos y ella cierra sus hermosos ojos cafés. Nunca menciona a su familia. Sólo habla de su belleza. Nada más. Simplemente su belleza.
Después de todo, ella es Miss Sinaloa.
Así que cuando la familia viene a recuperar a su hija, el padre extrae una conclusión obvia: que El Pastor y sus pacientes se han metido con ella.
El Pastor se horroriza y hay una terrible discusión y, después, Miss Sinaloa se va a su casa con su familia.
Mientras estamos a merced del viento polvoso que golpea las paredes del asilo él me cuenta aquel episodio: “¡Soy un hombre de familia!” —los dos entendemos la reacción
del padre—. Son personas de clase media, señala El Pastor. Tenían un buen coche y pagaron todos los gastos médicos que Miss Sinaloa había acumulado. En un país donde el
débil es siempre la presa, donde el verbo preferido es chingar, tal conclusión es inevitable. Así como la violación masiva de Miss Sinaloa en el Casablanca es una cosa
habitual en el negocio.
Miss Sinaloa se acomoda el pelo y se integra al show.
Dios la trajo a esta ciudad para sufrir y volverse loca, para ingresar al lugar de locos y conocer a su verdadero amor, que le llevaba comida a la celda y le hablaba con dulzura.
Era su destino. Ella lo sabe. Y puede que sepa otras cosas.
¿He hablado de sus ojos? Ven a través de ti.
Percibimos su fragancia mientras estamos sentados oyéndola y no oyéndola. Nos está diciendo lo que ya sabemos y, en mi caso, lo que me niego a comprender.
Por supuesto, Miss Sinaloa es diferente.
Su piel es tan blanca, su pelo largo y brillante, el rojo de los labios es como fruta madura.
Miss Sinaloa sigue y sigue. Su nombre cambia al igual que su rostro. Cada día, cada semana, cada mes, ella aparece en la ciudad con una nueva identidad, con su cara
recompuesta, sus zapatos de tacón alto, falda estrecha, y su fragancia. Y cada vez que ella viene a la ciudad, es adorada, violada, echada a la basura, y vive todo con un
cerebro mutilado. Ella nunca olvida, y la ciudad siempre la olvida.
Tiene esos labios exuberantes, el pelo largo y la piel clara. Nunca puede ser importante. Ella no es la industria de las drogas, no es libre comercio, no es Seguridad Nacional.
Ella es la sangre y los sueños de un pueblo.
Nunca la olvidaré.
Al igual que ella nunca será recordada.
Traducción de Jordi Soler
Charles Bowden. Periodista y escritor. Colaborador habitual de Harper’s, The New York Times Book Review, Esquire y Aperture. Entre sus libros: Some of the Dead are Still
Breathing: Living in the Future.
Este texto forma parte del libro La ciudad del crimen. Ciudad Juárez y los nuevos campos de exterminio de la economía global, que la editorial Random House Mondadori
publicará próximamente.
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Nexos - Atentamente, El Chapo
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Fecha: 01/08/2010
Atentamente, El Chapo
Héctor de Mauleón
Nadie sabía quién era y ya era dueño del aeropuerto de la ciudad de México. Todos saben quién es y nadie puede encontrarlo. Joaquín Guzmán Loera ha sobrevivido a cinco
presidentes, 11 procuradores, una prisión y a su propia adicción al poder y las mujeres
En los meses que siguieron a su fuga del penal de Puente Grande, Joaquín El Chapo Guzmán saltaba desesperado de una ciudad a otra. Un grupo especial de la Policía Judicial
Federal, a cargo del entonces director Genaro García Luna, y al menos 500 agentes de diversas corporaciones, le mordían los talones. Las autoridades sostenían que El Chapo
realizaba la huida prácticamente sin recursos materiales: disponía sólo de cuatro vehículos, cuatro pistolas, algunos rifles AK-47, y un trío de escoltas incondicionales que
desde fines de los ochenta lo seguían a todas partes: Juan Mauro Palomares, El Acuario, Jesús Castro Pantoja, El Chabelo, y Arnoldo Martínez, El Trece.
E
l fiscal antidrogas Mario Estuardo Bermúdez declaraba que el radio de movilidad y operación del narcotraficante se
hallaba “bastante reducido”. El procurador Rafael Macedo de la Concha afirmaba que su organización estaba
“significativamente” fracturada. El presidente Vicente Fox anunciaba que su captura era cuestión de tiempo: “Ahí lo
traemos de cerquita”.
La policía acababa de asegurarle un laboratorio de procesamiento de drogas en Zapopan. Cada 15 días era detenido uno
de sus cómplices. Las redadas federales habían provocado la detención de su hermano, Arturo Guzmán, El Pollo, y de 24
personas asociadas su grupo delictivo: desde el hombre encargado de comprarle la comida, hasta pistoleros, operadores,
pilotos y lavadores de dinero. El procurador tenía en su escritorio la lista de sus principales colaboradores: abogados, ex
militares, ex comandantes de la Policía Judicial Federal. Se sabía que su segunda esposa, Griselda López Pérez, le
ayudaba a rentar casas en las cuales esconderse. A cuatro meses de su fuga, en mayo de 2001, El Chapo se guareció en
una residencia de la delegación Cuajimalpa. En julio de ese año se ocultó en el Fraccionamiento Las Ánimas, de la
ciudad de Puebla, y luego anduvo a salto de mata en casas de El Pedregal, La Marquesa y la delegación Tlalpan.
Uno de sus escoltas, Jesús Castro Pantoja, fue localizado cuando envió un regalo a su mujer, por el nacimiento de su hijo. Las cámaras de video de la tienda donde había
adquirido el obsequio permitieron que las fuerzas de seguridad determinaran su filiación. Fue cazado en estado de ebriedad a las puertas de un hotel en Guadalajara. Castro
Pantoja declaró a las autoridades que El Chapo estaba deprimido y a las puertas del suicidio. La detención de su hermano El Pollo le había puesto el ánimo al nivel del piso.
Le aterrorizaba la idea de ser extraditado y juraba que antes de volver a La Palma —la prisión en donde purgó los primeros dos años de una condena de 20— iba a darse un
tiro.
A fines de 2001, parecía copado. El ejército le cateaba fincas, ranchos, domicilios. La policía le decomisaba vehículos, armas, droga, dinero. Guzmán Loera, sin embargo,
parecía ir siempre un paso adelante. “Se esfuma minutos antes de que aparezcamos”, declaró el director de la DEA, Anthony Placido.
El narcotraficante había montado a su alrededor un sistema de seguridad que consistía en el envío de mensajes por bíper. Su grupo más cercano debía recibir cada 30 minutos
un mensaje de reconocimiento enviado por escoltas ubicados en puntos alejados. Estos escoltas, a su vez, recibían mensajes procedentes de un tercer círculo de protección. Si
la cadena se rompía en algún momento, se tomaba la decisión de huir: “Quería decir que alguien del grupo había sido detenido”, declaró Castro Pantoja.
La fuente más veraz de información, sin embargo, provenía de las estructuras de seguridad nacional. Durante los ocho años que El Chapo estuvo en prisión, su hermano El
Pollo heredó una parte de su organización y se dedicó a reclutar enganchadores —entre ellos, los publirrelacionistas Jesús y Humberto Loya— cuya función era sobornar a
militares y comandantes de la PGR asignados a cargos estratégicos.
El Chapo tenía razón cuando afirmaba que prefería el suicidio al laberinto de pasillos, muros de concreto y rejas controladas electrónicamente del penal de La Palma. Recluido
allí entre 1993 y 1995 —año en que fue trasladado al penal de Puente Grande—, tuvo tiempo de advertir cómo el aislamiento, la inactividad, las estrictas reglas de seguridad y
disciplina, provocaban entre los reclusos trastornos físicos y mentales. La Palma, inaugurada en 1991 como el primer penal de máxima seguridad del país, prohibía la
comunicación entre internos, salvo en zonas de uso común. Entre el pase de lista a las seis de la mañana y el apagado de luces a las 10 de la noche, sólo había pequeñas visitas
al comedor, los talleres, los patios. Los internos no podían formar grupos de más de tres personas y por lo general se prohibía que hablaran entre ellos. La mayor parte del
tiempo vegetaban en sus celdas. En 1994 hubo dos suicidios en sólo dos semanas. Ese año, El Chapo se quejó con una organización de derechos humanos porque cerca de su
celda había “dos cuartos con paredes acolchonadas, donde constantemente se escuchan gritos de personas, algunas de las cuales son maniatadas con camisas de fuerza”. Se
quejó, también, porque las autoridades se la pasaban “inyectando y dando pastillas a los internos, para volverlos locos”.
A excepción de las visitas conyugales, su única distracción consistía en las largas partidas de ajedrez que sostenía con algunos de sus lugartenientes: Baldemar Escobar
Barraza, Martín Moreno Valdés y Antonio Mendoza. Las autoridades del penal lo consideraban un hábil ajedrecista. También una persona “peligrosa” y “mentirosa”.
Uno de los perfiles psicológicos que se le realizaron, subraya el sentimiento de inferioridad que le produce su estatura (alrededor de 1.65 metros) y la tenacidad con que se
empeña en demostrar “superioridad intelectual” y alcanzar “un estatus de omnipotencia”. De acuerdo con ese diagnóstico, “en su realidad interna no existe la culpa”, posee
habilidades “para manipular su entorno” y pretende mantenerse “en el centro de la atención”. Seductor, afable, espléndido, sabe generar “sentimientos de lealtad y
dependencia hacia su persona”. Es tolerante a la frustración, “pero no indulgente con sus detractores”. Sus respuestas son siempre calculadas y define claramente sus metas.
Tales características debieron ayudarle a superar la depresión. Cuatro años después de la fuga, el subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos lo definió como el criminal
más inteligente y con mayor capacidad de reacción que la PGR había enfrentado. En poco tiempo, el hombre que recorría el país con sólo tres pistoleros cuidándole las
espaldas había extendido su área de influencia a 16 estados y 20 países. Controlaba el Pacífico mexicano y buena parte de la frontera. Sus redes llegaban incluso a Tailandia.
Tenía bajo su servicio a funcionarios de primer nivel. Había penetrado las estructuras de seguridad del Estado a niveles inimaginables. Soñaba con crear una federación de
cárteles que él iba a manejar desde la sombra.
Estuvo a un paso de lograrlo. Pero, como decía el perfil, no era indulgente con sus detractores y convirtió el país en una balacera. Un baño de sangre que en los nueve años de
su fuga ha arrojado en la República un saldo de 30 mil muertos.
El vuelo de Tapachula
“Esto se va a poner de la chingada”, le dijo El Chapo Guzmán a su administrador, Hernán Medina Pantoja, el 24 de mayo de 1993, el día en que una balacera en el aeropuerto
de Guadalajara cobró la vida del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Los reportes oficiales indican que El Chapo se había hospedado en el Hotel Holiday Inn de esa ciudad
y pensaba viajar, en plan de descanso, a Puerto Vallarta. La pugna que desde 1989 mantenía con los hermanos Benjamín y Ramón Arellano Félix, cabecillas del Cártel de
Tijuana, trastocó sus planes. Un comando de asesinos reclutado en el barrio Logan de San Diego viajó a Guadalajara para matarlo. Lo que siguió después —la balacera en la
que los sicarios confundieron el auto de El Chapo y barrieron el cuerpo del cardenal Posadas Ocampo, según la versión oficial— lo condujo al máximo nivel de visibilidad y
exhibió la red de sobornos y complicidades que le habían permitido construir la organización criminal más poderosa de México.
Antes de 1993, El Chapo Guzmán reinaba desde la sombra. No se contaba con datos suyos. Tampoco se tenían fotos recientes. El oro del narcotráfico le permitía moverse con
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impunidad. Tenía la mano en Jalisco, Nayarit, Durango, Sinaloa. Ese mismo oro había comprado una estructura de protección compuesta por gobernadores, ministerios
públicos, comandantes, policías y funcionarios medios y altos de varias procuradurías. Pronto circuló la versión de que sus tentáculos habían llegado al secretario particular
del presidente Salinas de Gortari, Justo Ceja Martínez. El Chapo Guzmán tenía en la nómina al director de la Policía Judicial Federal encargado de combatirlo, Rodolfo León
Aragón.
Tras la balacera en el aeropuerto, las cosas se pusieron como él había anunciado. En una camioneta Suburban, acompañado por un grupo de pistoleros, El Chapo se desplazó
hacia el sur. Según el oficio 1387 de la Procuraduría de Justicia Militar, un comandante federal de apellido Gómez, quien le servía de enlace con el subprocurador general
Federico Ponce Rojas (al que, decía el oficio, el cártel le pagaba un millón de dólares cada dos meses), le sirvió de escudo hasta que El Chapo cruzó los límites de Chiapas.
Fue, sin embargo, una huida plagada de errores. El ex procurador Jorge Carpizo relató después que el narcotraficante hizo varias llamadas desde su celular (“iba dejando un
rastro, como animal herido”), y ordenaba a sus acompañantes destruir los cartelones de “Se busca” que aparecían en su camino. Las llamadas desde el celular eran “como un
bíper que se prendía y apagaba, pero que daba pistas sobre sus movimientos”. La pista de los cartelones rotos trazó una línea hasta San Cristóbal de las Casas. El gobierno
mexicano pidió, al más alto nivel, para evitar filtraciones, la colaboración de autoridades guatemaltecas y salvadoreñas.
Era evidente que El Chapo se iba del país.
Un día, su celular dejó de comunicarse. Carpizo supuso que finalmente había sido detenido.
Un grupo de elite del ejército guatemalteco lo capturó en junio de 1993 en el Hotel Panamericana. Lo acompañaban tres hombres y una mujer. El Chapo revelaría después que
la milicia de ese país lo había traicionado: que el teniente coronel Carlos Humberto Rosales le quitó un millón y medio de dólares, antes de entregarlo en el puente Talismán al
coordinador de la lucha contra el narcotráfico, Jorge Carrillo Olea.
Un avión de la fuerza aérea lo trasladó a Toluca. “¿Cuánto dinero quieren? Tengo mucho”, les dijo a los funcionarios que lo escoltaban. “Les doy los nombres de
comandantes, de funcionarios, de gente a mi servicio. Estoy arreglado muy arriba”, agregó.
Durante el vuelo, el narcotraficante detalló las redes de corrupción en que apoyaba sus actividades. Salpicó a un ex procurador, cuyo nombre no se hizo público. Luego se
supo que había embarrado también al ex subprocurador Federico Ponce Rojas, a una persona que trabajaba muy cerca del presidente Salinas de Gortari (presuntamente, Justo
Ceja) y a un colaborador del primer círculo de Jorge Carpizo (Rodolfo León Aragón). Relató la entrega de millones de dólares a los comandantes José Luis Larrazolo Rubio,
Cristian Peralta y Guillermo Salazar. Desnudó la maquinaria de infinita corrupción que había en el gobierno de Salinas de Gortari.
El procurador Carpizo archivó la información. “Los datos proporcionados por el jefe del Cártel de Sinaloa eran sugerentes —escribió después—, pero no tenían la fuerza, por
sí solos, para realizar una consignación”. Otro de los pasajeros del vuelo, el general Guillermo Álvarez Nara, consignó la declaración en un oficio de cuatro cuartillas que
luego entregó a la Procuraduría General de Justicia Militar.
El PRI que hoy señala a Guzmán Loera como capo favorito del panismo, decidió guardar silencio y desviar la vista. La
declaración hundió a algunos policías y a ciertos funcionarios de nivel medio. Se produjeron ceses y súbitas remociones.
En La Palma, El Chapo se negó a ratificar lo que había declarado y constaba en los partes levantados por funcionarios
de inteligencia. Dijo que le habían leído la cartilla, y que mejor ahí lo dejaba.
La noche del Krystal
—Oye, Chapo, ¿es cierto que eres el rey de la coca?
—Yo no me dedico a eso.
—¿A qué te dedicas?
—Soy agricultor.
—¿Qué siembras?
—Frijol.
—¿Y qué más?
—Tengo una abarrotería con un amigo.
Pese a lo que declaró cuando fue presentado ante la prensa, El Chapo era poseedor de una biografía menos modesta. Durante varios años fue dueño absoluto del hangar 17
zona D del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en el que según elementos de la Policía Bancaria e Industrial encargados de custodiar el lugar, dos aviones
efectuaban vuelos constantes bajo la protección del comandante Mario Alberto González Treviño. La DEA lo consideraba pionero en la construcción de narcotúneles: uno de
ellos, de 450 metros de longitud, habilitado con rieles, luz eléctrica y sistema de ventilación, era empleado para introducir drogas en San Diego y sacar dinero en efectivo del
país. Había ideado la exportación de cocaína dentro de latas de chile jalapeños, en remesas etiquetadas bajo la marca “Comadre”, que enviaba regularmente al otro lado de la
frontera por medio de trenes de carga. Acostumbraba rentar, en hoteles lujosos, pisos completos para él solo. Era afecto a las mujeres, la música de tambora, el oro y las
piedras preciosas. Poseía fincas, ranchos, casas de playa. Tenía dos yates anclados en Playa Pichilingue: el Chapito II y el Giselle (los nombres de sus hijos). Según la
declaración del testigo protegido “Julio”, antes de huir rumbo a Guatemala había entregado a un primo suyo 200 millones de dólares para que los guardara por si la cosa se
ponía fea. La leyenda de aquel dinero hizo que un narcotraficante apodado El Colo viajara a Nayarit para matar al familiar de El Chapo y adueñarse de esa fortuna.
En realidad, las cosas iban mal desde 1989, cuando el primer capo de capos que hubo en el país, Miguel Ángel Félix Gallardo, fue llamado a cuentas por la justicia. Por
indicaciones de Félix Gallardo, el narcotraficante Juan José Esparragosa Moreno, El Azul, convocó a una cumbre de capos y repartió el país entre ellos a fin de evitar una
guerra. En el orbe de las declaraciones ministeriales y los testigos protegidos, las versiones de un mismo hecho suelen ser contradictorias. Para algunos, el desastre comenzó
cuando los hermanos Arellano Félix mataron en Tijuana a El Rayo López —a quien El Chapo consideraba un hermano—, porque éste se había metido en su territorio. Para
otros, todo se pudrió cuando los Arellano robaron 300 kilos de coca que pertenecían al Cártel de Sinaloa. Amigos durante el reinado de Miguel Ángel Félix Gallardo, para
1992 El Chapo y los Arellano se habían convertido en enemigos mortales.
En octubre de ese año El Chapo fue objeto de su primer atentado. Mientras circulaba en un Cutlass por el Periférico de Guadalajara, una Ram lo embistió y tres sujetos
descendieron accionando sus metralletas. El Chapo metió a fondo el acelerador y se abrió camino entre el fuego. Tuvo tiempo de reconocer a sus atacantes: Ramón Arellano
Félix y dos de sus lugartenientes, Armando y Lino Portillo.
En cuanto se puso a salvo contó los agujeros de bala que había en el Cutlass, 12 en total, y marcó el 77-16-21, número celular de Benjamín Arellano. El líder del Cártel de
Tijuana le dijo:
—Nosotros no fuimos.
El Chapo declaró después: “Desde ese día les perdí la confianza”. Le tomó menos un mes devolver la cortesía. Sus servicios de información revelaron que con la custodia del
comandante federal Adolfo Mondragón Aguirre, los Arellano llevaban tres noches en Puerto Vallarta, derrochando dinero en el Christine, el centro nocturno del Hotel
Krystal. El 8 de noviembre de 1992, un camión Dina aparcó a las puertas de la discoteca. De la caja metálica bajaron en formación 50 hombres con chalecos antibalas, rifles
de asalto e identificaciones de la Policía Judicial Federal. Se introdujeron en el lugar y en cosa de ocho minutos percutieron mil casquillos. Armando Portillo, uno de los
responsables del atentado contra El Chapo en el Periférico de Guadalajara, cayó bajo las balas. Pero Ramón y Francisco Javier Arellano Félix lograron huir por los ductos de
aire acondicionado del baño. Varios de sus escoltas murieron en la refriega.
La espiral de violencia alcanzó su punto culminante en el aeropuerto de Guadalajara, el día en que El Chapo Guzmán iba a viajar a Puerto Vallarta y el comando del barrio
Logan recibió la instrucción de regresar a Tijuana pues el objetivo de su viaje, localizarlo y ejecutarlo, no había podido cumplirse. Ése fue el día en que, según las autoridades,
ambos grupos se hallaron por accidente a las afueras del aeropuerto Miguel Hidalgo. Ese fue el día en que el cardenal Posadas tuvo el mal fario de irse a meter directamente
entre las balas y el país entero descubrió que había comenzado la Edad de la Delincuencia Organizada.
Vivir en Puente Grande
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En noviembre de 1995 El Chapo Guzmán consiguió su traslado al penal de Puente Grande, ubicado a 18 kilómetros de Guadalajara. Ahí lo esperaba su viejo camarada de
correrías, Héctor El Güero Palma, detenido en junio de ese año cuando la avioneta en que viajaba se desplomó a consecuencia del mal tiempo. En apariencia, El Chapo se
dedicó a defenderse de los 10 procesos que tenía abiertos por homicidio, delitos contra la salud, cohecho, delincuencia organizada, tráfico de drogas y acopio de armas. El
entonces director de la DEA, Thomas Constantine, diría después que, en realidad, Guzmán Loera siguió operando desde la cárcel. Su hermano El Pollo bajaba cargamentos de
cocaína procedentes de Sudamérica, “apadrinado” por Juan José Esparragosa, El Azul, y Albino Quintero Meraz. Otras figuras del cártel, como los hermanos Héctor y Arturo
Beltrán Leyva, enviaban maletines de dinero a Puente Grande cada que El Chapo lo necesitaba.
Guzmán Loera conocía a la perfección el camino que iba a recorrer: en 1991 había sobornado al jefe de la policía capitalina, Santiago Tapia Aceves, a quien le entregó 255
mil dólares y 14 millones de pesos a cambio de su libertad. Aquel episodio sería recordado como “la primera fuga de El Chapo”. Una patrulla lo había detenido en el
Viaducto. Se dice que dentro de la Suburban en que viajaba había varios ladrillos de cocaína, e incluso un muerto. El jefe policiaco pidió que lo trasladaran a instalaciones de
la delegación Venustiano Carranza. Tapia Aceves llegó a ese lugar en helicóptero, y volvió a subir en él con varias bolsas de Aurrerá repletas de dólares.
Fiel a su propia lógica, El Chapo tardó poco en someter Puente Grande. Puso a sueldo a custodios y comandantes; lentamente, tendió un circuito de complicidad que se
extendió a todos los niveles. El mismo director del penal, Leonardo Beltrán Santana, estaba bajo sus órdenes. El Chapo escogía el menú, imponía el rol de vigilancia,
intervenía en cada uno de los mecanismos de operación de la cárcel. Poseía cuatro celulares, estéreo, televisión y una computadora personal. No asistía a clases y ni siquiera
pasaba lista. Según el tercer visitador de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, José Antonio Bernal, a poco de su llegada “entraban drogas, alcohol y mujeres para
reclusos privilegiados… había hielos, chicles, comida, pastillas no autorizadas, medicamentos no permitidos, vitaminas y mujeres a las que pasaban en camionetas del mismo
penal”.
El Chapo, El Güero Palma y Arturo Martínez, El Texas, los tres reclusos más importantes, celebraban rumbosas fiestas para las que se adquirían hasta 500 litros de vino, y en
las que había tambora y mariachi. Algunas mujeres traídas de fuera permanecían al lado de El Chapo durante semanas. En otras ocasiones, el capo prostituía a las cocineras
del penal (una vez fue denunciado por violación).
Los custodios que se negaban a integrarse a la red de complicidad eran golpeados o amenazados: “Oiga, dicen que usted anda enojado y que no quiere nuestra amistad. No se
preocupe, aquí tenemos los datos de su domicilio y de su familia. No hay ningún problema”. Narcotraficantes y familiares ingresaban al penal sin importar la hora: “Aquí
traemos a las visitas de los señores”.
A fines de 1997, El Chapo, que acostumbraba enviar rosas a las cocineras, le mandó una botella de whisky a una de las cinco mujeres recluidas en el penal: Zulema
Hernández. Era alta, rubia, y poseía un cuerpo “casi perfecto”. Tenía tatuado un murciélago en la espalda y un unicornio en la pierna derecha. Se hallaba en Puente Grande
bajo el cargo de secuestro. Julio Scherer la entrevistó alguna vez y publicó las cartas de amor que El Chapo dictaba a su secretario: “Zulema, te adoro… y pensar que dos
personas que no se conocían podían encontrarse en un lugar como este”.
Zulema fue una de las pocas personas a las que el capo confió sus proyectos de evasión: “Después nos volvimos a ver y me dijo que ya se iba a hacer. Él me decía, tranquila,
no va a pasar nada, todo está bien”. Guzmán Loera enfrentaba un proceso de extradición, que con seguridad iba a perder en los tribunales. El plan que había fraguado
minuciosamente desde 1999 fue puesto en marcha el 19 de enero de 2001. Vicente Fox acababa de llegar a la presidencia. Un cambio de director en Puente Grande podía
echar por tierra años de trabajo. No le quedaba tiempo para comenzar de cero.
Antes de irse, Guzmán prometió a Zulema la ayuda de un abogado. Pero el abogado nunca llegó y el narcotraficante se olvidó de ella. Jamás volvieron a verse: ella salió de
prisión en 2003, se enroló en la organización de un abastecedor de droga llamado Pablo Rojas, El Halcón, y regresó a la cárcel al año siguiente. En 2006 la liberaron. El 17 de
diciembre de 2008 la policía encontró el murciélago y el unicornio dentro de la cajuela de un auto. Zulema había sido asfixiada con una bolsa de plástico y tenía varias “Z”
marcadas con una navaja en el cuerpo.
La fuga de El Chapo comenzó a las 19:15 y terminó 13 minutos más tarde. En un carro de lavandería empujado por Francisco Javier Camberros, El Chito, empleado del área
de mantenimiento, y luego de ubicar en puntos estratégicos al equipo de celadores a su servicio, El Chapo salió del módulo 3 y atravesó pasillos, diamantes de seguridad y
puertas electrónicas, hasta cruzar la aduana de vehículos. El sistema de video interno había sido bloqueado. En el estacionamiento general, se metió en la cajuela de un viejo
Montecarlo. El Chito se hallaba a tal punto bajo la voluntad del narcotraficante que, dijo después, no cobró un solo peso “por el favor que le hice al señor Guzmán”.
El Chapo se había quejado ante él de su extradición inminente. “Me dijo que ya había pagado sus culpas y aún así lo querían llevar a Estados Unidos”. Sucedió este diálogo:
—¿Me apoyas para irme de aquí?
—Como va.
Una vez en el Montecarlo, El Chito apretó el acelerador. Pasaron dos topes. El auto enfilaba por la carretera libre a Zapotlanejo. Antes de llegar a la ciudad, el empleado abrió
la cajuela.
—Yo aquí lo dejo —dijo.
El Chapo le recomendó:
—Mejor vente conmigo. A partir de mañana va a estar la noticia, pero en grande.
Con el narcotraficante instalado en el asiento del copiloto, llegaron a la esquina de Maestranza y Madero. El Chapo admitió que tenía la boca seca. Camberros estacionó el
auto y se metió a una tienda para comprar agua. Cuando regresó, el jefe del Cártel de Sinaloa se había ido. “Primero se fugó de Puente Grande y luego se le fugó a él”,
escribió un reportero.
“Al ver el problema en el que me encontraba… agarré un carro de sitio a la central de Guadalajara y ahí tomé un camión para el Distrito Federal, en donde yo creía que nadie
me conocía”, confesó Camberros el día en que el miedo, el escándalo, la presión, lo llevaron a entregarse.
En Puente Grande sólo encontraron el uniforme y los zapatos de El Chapo. El director Beltrán Santana, que esa tarde había recibido la visita en el penal del subsecretario de
Seguridad Pública, Jorge Tello Peón, y del director de Readaptación Social, Enrique Pérez Rodríguez (quienes viajaron a Puente Grande, según dijeron, para atender
denuncias sobre el relajamiento en los esquemas de seguridad), tardó dos horas en informar a sus superiores. El sistema de corrupción del que este servidor se había
beneficiado le estalló como una granada entre las manos: la huida ocasionó la consignación más grande en la historia reciente del país: 71 custodios y funcionarios fueron
detenidos.
Nueve años después de la fuga, sólo seis procesados continuaban en la cárcel. Incluso Beltrán Santana había obtenido la libertad. Los priistas que solaparon el esquema de
corrupción que durante el gobierno de Ernesto Zedillo permitió a Guzmán Loera reinar a sus anchas en Puente Grande, acusaron a los panistas de haber facilitado la fuga. Lo
único claro, según se vio después, era la facilidad con que El Chapo compraba a unos y otros.
A salto de mata
Un corrido de El Tigrillo Palma cuenta lo que ocurrió después:
A veces la residencia
a veces casa campaña
los radios y metralletas
durmiendo en piso o en cama
de techo a veces las cuevas
Joaquín El Chapo se llama.
La Policía Federal Preventiva, la PGR y la Sedena instalaron un operativo de rastreo por aire, mar y tierra. Las fuerzas de seguridad se movilizaron en la frontera. El testigo
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protegido clave “Julio” relató que la misma noche de su fuga El Chapo se dirigió a Nayarit, en donde un político local, Julián Venegas Guzmán, lo escondió en su propia casa.
A fines de los ochenta, Venegas Guzmán había relacionado a El Chapo con elementos del ejército asignados a la costa nayarita. Tres de ellos, Jesús Castro Pantoja, Antonio
Mendoza Cruz y Adrián Pérez Meléndez, le sirvieron de “muro” en diversos desembarcos de cocaína. Una parte importante de su organización se hallaba asentada en Nayarit.
Guzmán Loera pasó una noche en casa del político (meses después, a la hora de ser detenido, éste aspiraba a una diputación local por el PRD), y luego se refugió durante 40
días en un rancho de Compostela que el propio Venegas le había conseguido. En marzo de 2001 el ejército ubicó al narcotraficante en Santa Fe, Nayarit. Se desplegó un
operativo que incluyó vuelos rasantes, pero las autoridades militares llegaron tarde: Ismael El Mayo Zambada acababa de sacar a El Chapo en helicóptero. Fue en esos meses
cuando Guzmán Loera corría de un lugar a otro, y el gobierno de Vicente Fox anunciaba que se había quedado sin recursos: “Podemos presumir que será detenido de un
momento a otro”.
De acuerdo con la versión del testigo “Julio”, El Chapo dependía por completo de su hermano El Pollo. Éste se encargaba a distancia de su seguridad física y económica.
Había infiltrado poderosamente a la PGR y tenía una línea directa que le informaba sobre los operativos.
La DEA señalaba que desde mediados de los años noventa El Pollo estaba al frente de una de las células del Cártel de Sinaloa. Según un narcotraficante adscrito al programa
de testigos protegidos bajo la clave “César”, en 1997 El Pollo había asistido a una reunión convocada por el jefe del Cártel de Juárez, Amado Carrillo, en la que se acordó
entregar un soborno de 100 millones de dólares al zar antidrogas Jesús Gutiérrez Rebollo (la negociación no prosperó: el general Rebollo, dijo “César”, sólo recibió un
adelanto de 10 millones de dólares como pago por su protección).
Entrevistado telefónicamente por el periódico El Norte, unos días después de la evasión, el propio Gutiérrez Rebollo, que en teoría había perseguido al narcotraficante durante
años, adelantó lo que iba a ocurrir: Guzmán Loera se internaría en Nayarit para rehacer sus fuerzas, y luego iba a lanzarse a recuperar todo lo perdido.
Cuatro meses después de la fuga aparecieron señales de que El Chapo había retomado las riendas de la organización: el director de investigaciones de la Policía Ministerial de
Sinaloa, Pedro Pérez López, sufrió un atentado a manos de francotiradores. En el sitio donde los sicarios se apostaron para abrir fuego la policía encontró un mensaje escrito
en tinta verde: “Atentamente, El Chapo”. Era la declaración oficial de su vuelta a las actividades criminales.
Sin embargo, la PGR seguía afirmando que estaba cercado. En agosto de 2001, en las inmediaciones de La Marquesa, uno de sus familiares, Esteban Quintero Mariscal, fue
detenido por militares mientras circulaba en posesión de cuatro armas largas. El subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos informó que El Chapo andaba cerca, y que
Quintero se había sacrificado para servirle de “muro”. Esa detención condujo al ejército a la zona de Taxqueña. Tras un mes de operativos “discretos”, las fuerzas especiales
le asestaron a El Chapo el primer golpe fulminante: El Pollo Guzmán fue aprehendido. El procurador Macedo de la Concha echó las campanas al vuelo: el Cártel de Sinaloa,
dijo, quedaba definitivamente partido en dos. La información obtenida por la PGR hacía presumir que la carrera criminal de Joaquín Guzmán Loera iba terminar en menos de
un mes.
Los cuatro años que duró la gestión de Macedo de la Concha, sin embargo, no bastaron para que la predicción se cumpliera.
La Alianza de Sangre
A principios de 2002 la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada detectó que El Chapo había tenido reuniones con Arturo Beltrán Leyva e Ismael El Mayo
Zambada. También, que reanudaba relaciones con varios contactos sudamericanos y establecía nexos en Bolivia con el narcotraficante Miguel Ángel Carranza, El Kala. 2002
sería para él un año de suerte: en febrero, Ramón Arellano Félix fue asesinado en Mazatlán, mientras dirigía un operativo de caza en contra de El Mayo Zambada, y en marzo
el ejército detuvo al otro cabecilla del Cártel de Tijuana: Benjamín Arellano. Hay versiones que indican que El Chapo filtró la información que permitió esa captura.
La suerte siguió de su lado en 2003: después de sostener dos enfrentamientos a tiros y repeler un intento de rescate, el ejército aprehendió en Matamoros al líder del Cártel del
Golfo, Osiel Cárdenas Guillén. Las dos fronteras más importantes del país quedaron libres. Las organizaciones de Tijuana y el Golfo se fragmentaron en una galaxia de
grupos violentos enfrentados entre sí. Había sonado la hora de El Chapo.
Cuenta un testigo protegido que Guzmán Loera organizó en Cuernavaca una cumbre de narcotraficantes a la que asistieron 25 jefes. Su propósito: fundir los cárteles de Juárez
y Sinaloa en una sola organización que sería lanzada a conquistar los frentes que habían quedado abiertos. Controlar el Pacífico, el Golfo, la frontera.
Todos los jefes convocados eran sinaloenses, aunque algunos operaban desde hacía tiempo en Chihuahua. Muchos de ellos mantenían lazos familiares, reforzados por bodas y
compadrazgos. Tenían asiento en el grupo Ismael El Mayo Zambada, Juan José Esparragosa, Vicente Carrillo Fuentes, Ignacio Coronel y Arturo Beltrán Leyva, entre los más
destacados. La DEA bautizó a la organización como La Alianza de Sangre. Las autoridades mexicanas preferían llamarla La Federación. Comenzaba una fase en la que las
balaceras, la sangre, las torturas y decapitaciones iban a desbordarse sin control.
El Chapo reforzó sus filas con clicas, pandillas de la Mara Salvatrucha. Los sucesores de Osiel Cárdenas reclutaron kaibiles en Centroamérica, y pusieron en movimiento al
violentísimo grupo de ex militares conocido como Los Zetas. Los herederos de Benjamín Arellano importaron pandilleros de la M y del barrio Logan. Las armas necesarias
cruzaron la frontera. La Federación compró en un millón y medio de dólares la protección del director del Centro de Mando de Operaciones Especiales de la AFI, Domingo
González Díaz, uno de los hombres cercanos al titular de esa dependencia, Genaro García Luna (el actual secretario de Seguridad Pública). En La Palma, mientras tanto,
Benjamín Arellano y Osiel Cárdenas unieron fuerzas.
Uno de los primeros capítulos de esa guerra se escribió en La Palma, en mayo de 2004: un lugarteniente de El Chapo, Alberto Soberanes Ramos, fue estrangulado con un
cable eléctrico en el área de mingitorios. La CNDH había recomendado quitar las cámaras de video de los baños, pero no hicieron ninguna falta. La Alianza sabía claramente
de dónde había venido el golpe.
Ese año la violencia estalló en Tamaulipas, corrió por la frontera, descendió hacia el centro del país, siguiendo puntualmente las rutas de la droga, y el 31 de diciembre, poco
antes de la cena de Año Nuevo, cruzó de nueva cuenta las puertas de La Palma. Esa noche le metieron ocho impactos de bala a Arturo Guzmán, El Pollo. Al asesino le habían
dejado un arma en los baños y una instrucción precisa dentro de su celda.
El autor intelectual, sin embargo, no radicaba en Tijuana ni pertenecía al Cártel del Golfo. El autor intelectual era Vicente Carrillo Fuentes, uno de los miembros de La
Federación.
La Alianza de Sangre se había roto dos meses atrás, cuando El Chapo pidió la cabeza del menor de los Carrillo, Rodolfo, al que apodaban El Niño de Oro. En una disputa por
tráfico de drogas El Niño había liquidado a dos lugartenientes de Guzmán Loera. El Chapo dijo a sus socios:
—Para El Niño no hay perdón.
Y ordenó a uno de sus jefes de seguridad personal, el ex militar de infantería Manuel Alejandro Aponte Gómez, alias El Bravo, que viajara a Culiacán para cobrar la deuda.
El Bravo era el hombre que había entrenado a los Maras y formado a Los Negros y Los Pelones, los brazos armados del Cártel de Sinaloa. Iba a ser, en su momento, el
encargado de dirigir el comando que pretendió asesinar al ex subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos. Todo lo resolvió una tarde de sábado, a las afueras de un centro
comercial. Cazar a Rodolfo Carrillo le costó 500 tiros. A El Chapo, una guerra contra el Cártel de Juárez que se mantiene hasta la fecha, y la vida del hermano que lo había
protegido, Arturo El Pollo Guzmán.
Narcoparaíso
El sucesor de Rafael Macedo de la Concha en la PGR fue Daniel Cabeza de Vaca. En abril de 2005 tomó posesión del cargo con esta frase:
—Entrégate, Chapo.
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Durante los primeros 15 días de su gestión sucedieron en el país 36 ejecuciones. La DEA acababa de ofrecer cinco millones de dólares por la cabeza de Joaquín Guzmán. La
PGR había consignado a uno de sus hijos, Archibaldo Guzmán Salazar, El Chapito. En junio de ese año un grupo de elite capturó en un restorán de comida china a otro de sus
hermanos, Miguel Ángel Guzmán, alias El Mudo.
Cabeza de Vaca terminó su gestión a fines de 2006, el día en que concluía el sexenio de Vicente Fox. La guerra entre los cárteles había dejado nueve mil ejecuciones.
El procurador entrante, Eduardo Medina Mora, sostuvo que El Chapo era sólo una figura emblemática que desde hacía tiempo había dejado de operar. Poco después, afirmó:
“No importa dónde esté. Es como una estrella de futbol desgastada”.
Durante el tiempo que duraron las funciones de Medina Mora, sin embargo, se descubrieron los nexos de Guzmán Loera con el traficante de precursores químicos Zhenli Ye
Gon, a quien la PGR decomisó 205 millones de dólares en una casa de Las Lomas. Se desenredó, también, el entramado que a través de la llamada Operación Limpieza reveló
que los principales mandos de la PGR y la PFP —directores, inspectores, comisionados, coordinadores, jefes de operaciones, comandantes, agentes e incluso un
subprocurador— recibían pagos de entre 150 y 450 mil dólares por brindar protección al Cártel de Sinaloa, realizar labores de inteligencia en contra de sus enemigos, y filtrar
información sobre cateos, operativos, decomisos y detenciones. El Chapo Guzmán, sus socios y operadores, replicaban a escala nacional el modelo empleado en Puente
Grande. La mayor parte del círculo de colaboradores de Genaro García Luna estaba coludida con el narcotráfico. Los hombres más cercanos a Medina Mora seguían a pie
juntillas las instrucciones que la “estrella desgastada” dictaba desde la clandestinidad.
Si a consecuencia del asesinato de El Niño de Oro, La Alianza de Sangre había cerrado filas para enfrentar al Cártel de Juárez, la detención de Alfredo Beltrán Leyva, El
Mochomo, por una supuesta delación de El Chapo, y una disputa por el control del aeropuerto de la ciudad de México, que derivó en la pérdida de 500 kilos de cocaína y la
decapitación de cinco agentes aduanales, lanzó a Guzmán Loera a otra guerra a muerte: esta vez, en contra de sus antiguos aliados, los hermanos Beltrán Leyva.
A su lado, Ignacio Coronel, El Mayo Zambada y Juan José Esparragosa, abrieron el frente de batalla: uno de los más violentos en un conflicto que dejó dos mil ejecutados en
2008, siete mil en 2009, y cinco mil 280 entre enero y junio de 2010. Uno de esos ejecutados iba a ser nada menos que Edgar Guzmán López, otro de los hijos de El Chapo,
acribillado en el City Club de Culiacán, bajo una tormenta de fuego en la que se accionaron lanzagranadas y 500 tiros.
Medina Mora dejó la PGR el 7 de septiembre de 2009. Meses atrás, la revista Forbes había ubicado a El Chapo con el número 701 entre los hombres más ricos del mundo. Sin
precisar el mecanismo bursátil que le permitió calcular la fortuna del narcotraficante en mil millones de dólares, la publicación situaba a El Chapo como el séptimo millonario
del país.
Finalizaba 2008. Arturo Beltrán Leyva colgó una manta en Sinaloa:
“Chapo Guzmán y Nacho Coronel ustedes se dicen jefes pero no son, par de jotos, a mí se me hace chica la República mexicana y tú te conformas con el área de Las Trancas,
Tamazula, Durango, una que otra vez vuelas a San Nicolás en el mismo Canelas para esconderte en tu Carrizo pero ni tuyo es, tú Nacho Coronel no te enfada el Potrerillo de
Carrasco en Canelas, una vez en su perra vida complázcanme, los veo en El Carrizo el día 1 de enero del 2009”.
La manta contenía una serie de pistas que la autoridad se tardó ocho meses en atender. En agosto de 2009 el ejército encontró en Las Trancas el mayor narcolaboratorio en la
historia del tráfico de drogas en México: todo un complejo industrial para el procesamiento de metanfetaminas, asentado en una superficie de 240 hectáreas y acondicionado
con bodegas, calderas, dormitorios, bombas de agua y pista aérea. En la residencia principal, en la que había un gimnasio, internet y sky, se hallaron prendas de vestir de
marca (Versace, Tommy Hilfiger, Náutica) y pantalones de mezclilla de talla 15 y medio. Había también un catálogo, prácticamente un menú, de suculentas modelos. Según
el reportero Francisco Gómez, recorrer el complejo de un lado a otro demandaba seis horas. Tenía capacidad para producir diariamente 100 kilos de cristal.
No hubo detenidos. Los habitantes del narcoparaíso se habían esfumado antes de que las tropas aparecieran. Pantalones 15 y medio: el habitante de aquella casa debía ser un
hombre bajo.
Unos meses más tarde, Michael Braun, jefe de operaciones de la DEA en Estados Unidos, aseguró que El Chapo era un cadáver viviente. “Es un hombre muerto y él lo sabe.
Nadie en su negocio llega a viejo”. En enero de 2010 Braun sostuvo que Guzmán se encontraba acorralado en una esquina, e hizo una predicción: “Será capturado dentro de
90 días”.
Han pasado 180. El periodista Jesús Blancornelas decía de Joaquín Guzmán: “Tiene de pronto un pie en Nuevo Laredo. Otro en Tijuana. Parrandea a escoger: Nogales o
Caborca. Duerme en Puebla. Se da sus paseadas en Veracruz. Ordena ejecuciones en Quintana Roo. Lleva dólares a Guatemala. Total. Descansa escondido en Sinaloa. Por
eso donde no lo ven se les figura”.
Héctor de Mauleón. Escritor y periodista. Su más reciente libro es El secreto de la Noche Triste.
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Nexos - Los hoyos negros de la estrategia contra el narco
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Fecha: 01/08/2010
Los hoyos negros de la estrategia contra el narco
Eduardo Guerrero Gutiérrez
El gobierno mexicano da poca información detallada e integral sobre sus acciones de combate al narcotráfico, y de los efectos de sus acciones sobre la sociedad, las bandas
criminales y el negocio de las drogas. La Organización de las Naciones Unidas y diversas agencias de seguridad y justicia estadunidenses, en cambio, publican informes
periódicos de gran utilidad para medir los resultados de la estrategia mexicana. Con base en esas fuentes, y en datos sistematizados a partir de los diarios y los comunicados
de prensa oficiales, Eduardo Guerrero ofrece una medición, hasta ahora inédita, de los objetivos y los logros de la guerra mexicana contra el narco
El gobierno federal declaró la guerra al narcotráfico con la pretensión de alcanzar cuatro objetivos generales, anunciados en diversos momentos: 1. Fortalecer las instituciones
de seguridad. 2. Disminuir, detener o evitar el consumo de drogas. 3. Desarticular a las organizaciones criminales. 4. Recuperar los espacios públicos.
Parecen objetivos vinculados lógicamente entre sí, de modo que lograr algunos
contribuye a alcanzar los otros. Por desgracia, no es el caso. Son objetivos muy
amplios, muy ambiciosos y se estorban entre sí. Para empezar, tienen horizontes
temporales distintos. El fortalecimiento institucional y la disminución del consumo
de drogas son esfuerzos de largo aliento, que tardan uno o dos lustros en arrojar
resultados. Desarticular cárteles y recuperar espacios públicos, en cambio, son
objetivos que pueden cumplirse en uno o dos años, pero no son duraderos si persiste
la anemia institucional, es decir, si no se cumple primero el objetivo de largo plazo
de fortalecer las instituciones de seguridad y justicia.
Los dos objetivos de
largo plazo —
fortalecimiento
institucional y
disminución del
consumo— requieren
de un gran esfuerzo
colectivo y una
enorme cantidad de
recursos. ¿Tenemos
las políticas públicas,
la red social y los
recursos necesarios
para alcanzarlos?
Parecería que no. No
existe, por lo pronto,
una red de de
programas públicos,
con la cobertura y el
financiamiento
suficientes, orientados
a conseguir ambos
fines. En particular, el
combate al consumo
drogas sigue siendo
una asignatura
pendiente. Dadas las
actuales tendencias,
cobrará cada día
mayor importancia.
Por lo que se refiere a
los objetivos de corto plazo —desarticulación de las bandas y recuperación de los espacios— los resultados son contradictorios. Al desarticular organizaciones criminales se
ha propiciado su multiplicación numérica y su diseminación geográfica, es decir, un mercado de drogas más competido y, con ello, la elevación de los niveles de violencia en
nuevos puntos del país. La violencia endémica en las zonas ocupadas por el narco se ha convertido, a su vez, en un gran obstáculo para recuperar los espacios públicos. Es
claro aquí cómo los efectos indeseados de acciones necesarias para alcanzar un objetivo se convierten en una traba infranqueable para lograr otro.
Revisemos la estrategia y sus logros paso a paso.
El gobierno federal ha avanzado, sin duda, en su amplia agenda de fortalecimiento institucional. Ha invertido mucho dinero en crear una policía federal más profesional y
mejor equipada. Ha mejorado la infraestructura tecnológica y administrativa para elevar las capacidades de inteligencia de las agencias. Ha planteado ambiciosas reformas
legislativas en las áreas de seguridad nacional, seguridad pública y justicia penal. Pero estos trabajos de reforma institucional no han tenido, ni podrían tener, una incidencia
directa o inmediata en lograr el resto de los objetivos de la estrategia. Ya se ha dicho: las reformas institucionales tardan lustros, incluso décadas, en madurar y arrojar
resultados tangibles.
El gobierno ha avanzado también en el objetivo de desarticular las bandas criminales. “Desarticular” significa literalmente “desorganizar” o “separar en partes”.
“Desarticular” una organización criminal no implica desaparecerla, sino fragmentarla. Para “desarticular” a los cárteles, las autoridades han puesto en práctica una política de
detenciones y decomisos. Los capos casi siempre son detenidos después de “meses de trabajo de inteligencia” y, cuando es posible, extraditados. Invariablemente, estas
detenciones generan olas de violencia que pueden durar semanas o meses, y con frecuencia culminan en la escisión del cártel descabezado, lo cual propicia el nacimiento de
nuevas organizaciones.
Así pues, la política de “desarticulación” de cárteles (tal como la concibe y ejecuta el gobierno mexicano) ha tenido tres efectos indeseados: genera o exacerba ciclos de
violencia, multiplica el número de organizaciones criminales y extiende la presencia de éstas en nuevas zonas del país.
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La “desarticulación” basada en el descabezamiento de liderazgos, no sólo impide la recuperación de espacios públicos buscada sino que propicia la invasión de nuevos
espacios por las organizaciones criminales.1 Actualmente, todos los estados del país (salvo Tlaxcala) registran la presencia establecida de al menos un cártel en al menos uno
de sus municipios. En 2007 la presencia de las organizaciones criminales se registraba en aproximadamente 21 estados. Ahora los cárteles se encuentran en 10 estados más.
Nuevas organizaciones como Zetas, Pacífico Sur y La Barbie han logrado establecerse velozmente en 19, cinco y cuatro estados respectivamente (ver mapa y cuadro 1).
Hay formas de operación alternativas a la decapitación de las bandas que parecerían más efectivas. En Estados Unidos, por ejemplo, los golpes contra los cárteles no se
limitan a detener ocasionalmente al miembro prominente de una organización. Hace algunas semanas, en un operativo simultáneo en 16 estados, las autoridades de ese país
detuvieron a 423 personas, vinculadas a cárteles mexicanos, acusadas de participar en redes de contrabando y transportación de drogas. El operativo implicó la acción
coordinada de alrededor de tres mil funcionarios de los tres niveles de gobierno. Este operativo se inscribió en el proyecto Deliverance con una duración de 22 meses, durante
los cuales se han realizado un total de dos mil 200 arrestos.2
Una guerra sin colaboración
La falta de cooperación entre los tres niveles de gobierno es la debilidad mayor de la estrategia mexicana actual en su guerra contra el narco. La estrategia federal no cuenta
con la colaboración de estados y municipios. Los datos disponibles sobre el número de policías estatales y municipales en varias entidades federativas así lo sugieren. La
policía estatal de Chihuahua, por ejemplo, el estado más violento del país, registra un aumento de cero policías estatales entre 2007 y 2009. Algo similar sucede con Guerrero,
Michoacán, Nuevo León, Baja California, Durango y Tamaulipas. En todos estos estados el esfuerzo realizado para fortalecer sus cuerpos policiales parece estar muy por
debajo de lo requerido. Otros datos reveladores: 13 estados no cuentan con un programa de seguridad pública y sólo seis de los 32 poseen un reglamento de profesionalización
policial.
L
as razones de los gobernadores para no sumarse a la iniciativa federal de combate al crimen organizado son diversas,
pero destaca un patrón: gobernadores que ya habían rebasado la mitad de su periodo en 2008 (año en que aumenta
súbitamente la violencia en varios estados del país) optaron por no involucrarse en el esfuerzo. Este es el caso de Reynoso
en Aguascalientes, Reyes en Chihuahua, Hernández Deras en Durango, Torreblanca en Guerrero, Osorio en Hidalgo,
González Parás en Nuevo León y Hernández Flores en Tamaulipas (ver cuadro 2).
El consumo, a la alza
Veamos ahora el problema del consumo. El objetivo de disminuirlo, detenerlo o evitarlo, simplemente no ha sido atendido.
Las cifras de las dos últimas encuestas nacionales de adicciones muestran un alarmante aumento en el consumo de cocaína
y marihuana entre 2002 y 2008: de 100% en la primera y de 20% en la segunda (ver cuadro 3). El número absoluto de
consumidores de drogas en México sigue siendo relativamente pequeño (sobre todo cuando lo comparamos con el de
grandes consumidores como Estados Unidos), pero sus tasas anuales de crecimiento son muy altas en algunos estados
significativamente, el campeón nacional es Tamaulipas (ver en esta misma edición, sección Agenda, p. 12). En su último
reporte anual sobre la drogas, Naciones Unidas afirma que México se está convirtiendo en uno de los grandes
consumidores de cocaína a nivel mundial.3
Los recursos destinados a programas de
prevención en el consumo de drogas son
ínfimos. Por ejemplo, el Programa de
Escuela Segura, dirigido a escuelas de
educación básica ubicadas en los
municipios de más alta incidencia
delictiva, recibe apenas el 0.1% del
presupuesto de la SEP para programas
públicos (ver cuadro 4).
Erradicación y decomisos
Las acciones del gobierno federal para combatir la oferta de drogas, por su parte, se han
enfocado a erradicar cultivos y decomisar cargamentos. Sin embargo, en comparación con
los dos sexenios anteriores, no se registran aumentos significativos en ninguno de estos
renglones.
La
erradicación de marihuana se encuentra por debajo de la media de erradicación entre 1994 a 2009 (ver gráfica 1).
Tanto Naciones Unidas como el Departamento de Justicia de Estados Unidos, han señalado con preocupación el aumento en la producción y cultivo de marihuana en México.
Según el Departamento de Justicia estadunidense, la reducción en la erradicación de marihuana se debe a que los esfuerzos del ejército mexicano ahora se concentran en el
combate a las bandas de narcotraficantes, en lugar de erradicar cultivos ilícitos.4
La erradicación de amapola, por su parte, se mueve dentro del rango histórico, no ha aumentado (ver gráfica 2).
Los decomisos de marihuana, cocaína y heroína tampoco muestran variaciones
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significativas frente a lo alcanzado entre 1994 y 2006. Las cantidades decomisadas de marihuana son similares a las decomisadas en el sexenio anterior (ver gráfica 3).
Respecto a la cocaína, sólo en 2007 aumentó la cantidad decomisada, que en 2008 y 2009
regresó a su nivel histórico (ver gráfica 4).
Por
último, en
lo que se
refiere a
los
decomisos de heroína, se registra un ligero repunte en 2009, pero tampoco desborda el rango histórico (ver gráfica 5).5
La estrategia del gobierno federal ha sido particularmente exitosa en lo que se refiere a
decomisos de armas y vehículos, instrumentos esenciales para la operación de las
organizaciones criminales. En ambos aspectos se registran aumentos extraordinarios
respecto a las cifras de gobiernos previos (ver gráficas 6 y 7).
L
as detenciones vinculadas con el narco, en los mismos niveles de 2004-2006
Igualmente espectacular es el número de detenidos que a partir del año 2004 se elevó muy
por encima de la media nacional entre 1994 y 2003. Durante la primera mitad de este
gobierno, sin embargo, el número de detenidos fue semejante a los de los dos últimos años
del gobierno anterior (ver gráfica 8).
Un
subgrupo de las detenciones es el que forman quienes son parte de las bandas, es decir, que no son “colaboradores externos”. Las detenciones relativas a este conjunto han
aumentado considerablemente en los últimos tres años, como lo muestra el cuadro 5.
La gran mayoría de estos detenidos forma parte del brazo armado o de la base operativa
de algún cártel. Las organizaciones más afectadas por las detenciones de nivel cupular
son el Cártel del Golfo (38 detenidos) y los Zetas (29). Los siguen el Cártel de Sinaloa
(23 detenidos), La Familia Michoacana y el Cártel de Juárez (13 cada una), el Cártel de
Beltrán Leyva (10) y, por último, el Cártel de Tijuana (4) (ver gráfica 9 y cuadro 6).
La violencia: Un efecto
no deseado
El más lamentable efecto no deseado de la guerra contra el narco es, sin duda, el aumento
de la violencia. Como se observa en cuadro 16, las ejecuciones han crecido de 2,119 en
2006 hasta 7,841 en 2009. La cifra hasta junio del 2010 (5,524) permite prever que este
año habrá aproximadamente 11,049 ejecuciones.
La relación entre las acciones del gobierno (detenciones y decomisos) y los niveles de
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violencia
Un análisis detallado de los datos de las ejecuciones frente a las detenciones y los decomisos revela los siguientes patrones de impacto.6
En el caso de las detenciones:
1. Su impacto en la violencia se extiende hasta varios meses después de que se llevan a
cabo.
2. Los arrestos de capos aumentan los niveles de violencia, independientemente del cártel
al que los capos pertenezcan.
3. Los arrestos de miembros operativos de los cárteles de Juárez, Tijuana y Beltrán Leyva
disminuyeron la violencia (probablemente varios de ellos eran jefes de sicarios). Lo
mismo sucedió en 2009 con los arrestos de miembros del Cártel del Golfo y con los
miembros del Cártel de Sinaloa (aunque en este último caso la violencia tardó un mes en
descender).
4. Sin embargo, en el caso de los arrestos a miembros de los cárteles de La Familia
Michoacana y los Zetas las detenciones han aumentado los niveles de violencia.
En el caso de los decomisos:
1. Su impacto en la violencia
puede extenderse también
varios meses después de
realizados los decomisos, y su
efecto también es mixto: hay
decomisos que aumentan la
violencia y hay otros que la
disminuyen.
2. Los decomisos de heroína,
cocaína y marihuana han
aumentado sistemáticamente
los niveles de violencia en los
últimos tres años.
3. Los decomisos de armas y
dinero disminuyen
sistemáticamente la violencia.
Este tipo de análisis de datos
podría ser de utilidad para
diseñar una nueva estrategia
anticrimen que, además de
debilitar al crimen
organizado, evite
desencadenar olas
incontrolables de violencia.
Pero para que una estrategia
de este tipo sea viable se
requieren, de entrada, dos
condiciones: que las agencias
de seguridad posean la
capacidad de operar una estrategia focalizada de detenciones y decomisos, y que la disminución o, al menos, la contención de la violencia se convierta en el quinto objetivo de
la estrategia gubernamental.
Una estrategia focalizada de detenciones y decomisos significa privilegiar acciones policiales que disminuyan la violencia, tales como la detención de jefes de sicarios y
multihomicidas, así como los decomisos de armas y dinero. Además, debe diseñarse una estrategia específica (diferente a las demás) para enfrentar a los cárteles más
violentos como Zetas o La Familia Michoacana. La organización de estos cárteles y sus tácticas de operación y despliegue los convierten en un peligro singular.
La apuesta del gobierno mexicano parecería ser generar cientos de pequeñas organizaciones criminales que no representen (por su dimensión) una amenaza al Estado y su
monopolio en el uso de la fuerza (como sucedió en Colombia). Se trata de suplantar a los grandes cárteles presentes en amplias zonas del país, con una variedad de pequeñas
narcoempresas. Sin descartar que esto pudiera lograrse en algún momento, el hecho es que dado el tamaño, el número, los recursos, las capacidades (de violencia, entre otras),
y la base social con que cuentan actualmente los cárteles mexicanos, la transición podría ser muy larga y muy costosa en términos de bienestar social y vidas humanas.
Además, en ese hipotético escenario futuro el mercado de las drogas no sería afectado un ápice; por el contrario, tendríamos un mercado más competitivo compuesto de
negocios que, por su bajo tamaño y alta movilidad serían más elusivos frente a las autoridades.
Conclusiones
Para terminar, convendría repasar brevemente los varios puntos abordados en este artículo y cómo se relacionan entre sí.
Primero. Los objetivos del gobierno mexicano en esta lucha contra el narcotráfico han sido múltiples y de distinta naturaleza. Como lo ejemplifico más arriba, el logro de
algunos objetivos obstaculiza el cumplimiento de otros. La falta de objetivos precisos, realistas y compatibles entre sí pudo deberse a la falta de un diagnóstico inicial preciso.
Vale la pena abundar brevemente sobre las insuficiencias de ese diagnóstico Hoy parece claro que el gobierno no contaba con información estratégica en los siguientes
renglones:
Sobre el enemigo:
1. Su moderno, abundante y potente acervo de armas. La facilidad con que introduce
armas en territorio nacional y su alta sofisticación logística.
2. Sus altas capacidades de inteligencia y contrainteligencia. Los cárteles han logrado
penetrar las altas esferas de la SSP y la PGR, como lo han revelado los arrestos de
Fernando Rivera (director de inteligencia de la SIEDO en la PGR), Noé Rodríguez
Mandujano (SIEDO), Édgar Enrique Bayardo (inspector de operaciones de la PFP),
Gerardo Garay (Comisionado de la PFP), Francisco Navarro (jefe de Operaciones
Especiales de la PFP) y Jorge Cruz (director de Análisis Táctico de la PFP).
3. La abundante reserva humana con que cuenta para sostener una guerra larga y costosa
(típicamente jóvenes agrupados en pandillas o campesinos en el sur del país).
4. La protección social con que cuentan en innumerables comunidades del país, dado su
papel como benefactores.
5. Las capacidades y vulnerabilidades específicas de cada uno de los cárteles.
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19/11/2010
Nexos - Los hoyos negros de la estrategia contra el narco
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Sobre las propias capacidades:
1. La escasa capacidad de inteligencia con que cuentan el ejército y las policías preventiva y ministerial.
2. La penetración del crimen organizado en los niveles directivos de las agencias gubernamentales.
3. La inadecuación del marco regulatorio para emprender una guerra con el crimen organizado.
4. Los conflictos burocráticos entre las diversas agencias que componen el gabinete de Seguridad Nacional, y que impiden su coordinación —condición clave para avanzar
exitosamente en la estrategia.
5. El nulo apoyo que recibirían las fuerzas federales de las fuerzas estatales y municipales. En algunos casos, las policías municipales incluso han boicoteado el trabajo de la
Policía Federal y del ejército.
Segundo. El gobierno dice privilegiar una estrategia en la que la erradicación de cultivos, los decomisos y las detenciones desempeñan un papel central. Sin embargo, la
erradicación de cultivos y los decomisos de drogas continúan en sus niveles históricos. En algunos casos, incluso, han descendido. Los niveles de detenciones, en cambio, se
han incrementado sustancialmente desde 2004. Han aumentado también los golpes a los niveles directivos de los cárteles, lo mismo que los decomisos de armas y vehículos
(activos fundamentales del crimen organizado). De modo que podría decirse que la verdadera prioridad de la estrategia es detener capos y directivos, y decomisar cargamentos
y armas.
Tercero. La violencia generada por esta guerra, y la que generará en el futuro próximo, hacen indispensable una estrategia gubernamental para contenerla y, eventualmente,
disminuirla. La disminución de la violencia debe convertirse en uno de los objetivos centrales de la estrategia antinarco. Un resorte de tal violencia es la detención de los
capos de la droga. Debe diseñarse, entonces, una estrategia para evitar que estas detenciones de alto nivel desencadenen ciclos incontrolables de violencia. Otras acciones del
gobierno, como las detenciones de jefes de sicarios y los decomisos de cargamentos de armas y de dinero, disminuyen los niveles de violencia. Por tanto, una vía para
subvertir la lógica de la violencia sería privilegiar este tipo de acciones.
Cuarto. El gobierno federal debe conocer y estudiar las estrategias antiviolencia que se han echado a andar en varias ciudades del mundo. En relación con el súbito
crecimiento de la violencia, México no es un caso excepcional. No sólo debemos atender la experiencia colombiana sino muchas otras más en donde la violencia del crimen
organizado y de las pandillas se ha enfrentado con éxito. Hasta ahora nuestra visión de este problema es extremadamente provinciana.
Quinto. Las autoridades mexicanas que combaten al narcotráfico deben convencerse que la violencia no es un componente inevitable, indispensable o, incluso, conveniente
de la estrategia. La violencia daña al país de muchas maneras. Está teniendo efectos tremendamente nocivos ahora y los tendrá en el largo plazo. A México no le conviene la
violencia y ahora debemos buscar su erradicación por todas las vías posibles.
Eduardo Guerrero Gutiérrez. Ha sido profesor e investigador de El Colegio de México y del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades de la UNAM.
1 Un reciente estudio empírico de Jenna Jordan sobre los efectos de la decapitación de liderazgos en organizaciones terroristas demuestra que este tipo de estrategias brindan
resultados inciertos; “When Heads Roll: Assessing the Effectiveness of Leadership Decapitation”, en Security Studies, no. 18, 2009, pp. 719-755.
2 Charlie Savage, “Hundreds held in drug raids in 16 states”, The New York Times, junio 10 de 2010.
3 ONU, World Drug Report 2010.
4U.S. Department of Justice, National Drug Threat Assessment 2010.
5 De acuerdo con Naciones Unidas y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, la producción de heroína y opio ha aumentado considerablemente en México en los
últimos años. En el caso de la heroína, las estimaciones de producción entre 2004 y 2008 aumentaron 342%.
6 Para el análisis de datos utilicé la técnica estadística de regresión panel de efectos fijos. El análisis se realizó a una base de datos construida por el autor a través de la
consulta de 10 diarios nacionales, 19 diarios regionales o estatales, un semanario nacional y dos semanarios estatales, para el periodo enero 2007-diciembre 2009.
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19/11/2010
Nexos - La imaginación y el conflicto
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Fecha: 01/08/2010
La imaginación y el conflicto
Jesús Silva-Herzog Márquez
L
a pregunta ¿quién eres? es abismal, escribe Carl Schmitt. Nadie puede planteársela. Quien la formula con sinceridad es precipitado a ella. El jurista alemán se toma en serio
la pregunta cuando Eduard Spranger le plantea un contraste entre el autor y el hombre. Spranger, a quien Schmitt había citado con admiración en El concepto de lo político, le
advertía que sus lecciones eran lúcidas pero que él era opaco. Lo que enseñas es claro, interesante, filoso pero tú eres turbio, chato, apagado, le dijo. Schmitt, el teólogo que
pintó la política como la opción dramática de lucha; el jurista que expulsó la ley de la Constitución se sintió perturbado: ¿Qué sentido tiene la brillantez de la teoría cuando la
vida permanece apagada?
Y
así se atreve Carl Schmitt a verse en el espejo. Mi naturaleza puede ser opaca pero es, ante todo, defensiva.
“Soy un hombre contemplativo y gusto de formulaciones precisas, pero no de la ofensiva, ni siquiera de la
contraofensiva. Mi natural es sosegado, silencioso y transigente como un río tranquilo, como el Mosela, tacito
rumore Mosella”. Pero aun defendiéndome, continúa el constitucionalista, no me tienta la violencia. “Siento
poco interés práctico hacia mí y demasiado interés teórico por las ideas de mis adversarios, aun cuando se
presenten como acusadores. Tengo demasiada curiosidad de conocer los supuestos mentales de cada reproche,
de cada acusación y de cada acusador. Por eso no resulto ni buen acusado ni buen acusador”.
Escribir estas líneas le estaba vedado. Había terminado la guerra y estaba bajo arresto automático. Era testigo y
“posible acusado”. Nunca se le hizo acusación formal ni se le condenó por delito alguno pero permaneció bajo
arresto entre 1945 y 1947. Si las conocemos fue porque un médico norteamericano le permitió tomar notas y
enviar cartas, venciendo la aduana de los carceleros.
Schmitt se retrata como víctima de un nuevo totalitarismo. Se observa como presa de un nuevo Estado que, bajo
criterios de exigente legalidad, esconde una nueva opresión. El gran crítico de la jurisprudencia liberal devuelve
la estocada: “Hoy el progreso de la técnica moderna lo domina todo. Ha creado una nueva forma de dureza y
crueldad, de frío duro y cruel, que no se manifiesta exclusivamente en la moderna invención de la guerra fría.
Porque el progreso de la técnica moderna es sobre todo, al mismo tiempo, un progreso en la eliminación del
subjetivismo romántico, un progreso en la captación del individuo humano y en la criminalización y
automatización de las masas. Una maquinaria gigantesca devora sin distinción a cientos de miles de hombres.
Al lado de esto, el viejo Leviatán, el gran monstruo, parece casi acogedor, y la antigua cárcel casi un idilio”.
Padecía la captura como validación de su teoría. Bajo la arquitectura del derecho liberal, con su barroco
decorado de imparcialidad, subsistía la voluntad de avasallar al enemigo. Ahí estaba él, el crítico de la legalidad
burguesa, durmiendo en una celda helada, sin permiso para escribir. Era un “posible acusado”. La ley puede ser
norma equilibrada cuando se reglamenta el intercambio de mercancías; cuando el poder está en juego, la ley no
es más que la emisión de una voluntad de supresión.
Tal vez aquí están algunos de los motivos que han convertido al “abogado del nazismo” en uno de los teóricos más seductores de los últimos tiempos. Sus tesis florecen
insospechadamente de izquierda a derecha Sostuvo que la política es el proceso de conformar identidades en pugna y un operativo de exterminio. La política no es subasta de
intereses, es imposición de una voluntad mortífera. Dos elementos resaltan en su famosa ecuación: el primero es el dramatismo de la lucha (donde hay política no puede haber
acuerdo); el segundo es el lirismo de lo social (las identidades son frutos de la imaginación política). Tan absurda le parecía la política de la deliberación de Mill, como la idea
de Marx de que las clases fueran el único actor de la historia. La política: imaginación en conflicto.
Ay de quien no tenga amigo, porque su enemigo le hará justicia.
Ay de quien no tenga enemigo, porque yo seré su enemigo en el juicio final.
Se puede uno acercar a estas notas de la cárcel gracias a la edición preparada por Julio A. Pardos para la editorial Trotta (Carl Schmitt, Ex Captivitate Salus. Experiencias de
la época 1945-1947, 2010). Algunos textos que integran esa compilación se habían traducido hace tiempo pero aparecen juntos por primera ocasión en este librito de apenas
un centenar de páginas. La escritura subrepticia de Schmitt no pretende el tono confesional. No hay ahí un acercamiento a las cavilaciones íntimas del gran enemigo del
liberalismo. Quien quiera confesarse, que vaya y busque al sacerdote. Más que testimonio, estas notas son una apología personal. Si Schmitt mira el espejo no es para ver las
arrugas de su rostro sino para disparar de nuevo sus ideas desde la elocuencia del sufrimiento. Las arrugas son estelas de su combate intelectual. La obra —no la vida—
produce surcos en el cuerpo, dice en el ensayo que da título al libro. La prisión vuelta alegato.
El encanto literario de Schmitt encuentra un nuevo histrionismo en estos ensayos. Mi desgracia fue haber entendido el poder, declara, sentencioso. “Conozco la pequeña
tragedia del humano tener razón”. Un hombre que se atrevió a ver el poder yace indefenso. El católico confía en que el sacrificio sanciona la verdad.
“Mi natural puede ser poco diáfano; pero mi caso se puede designar gracias a un nombre descubierto por un gran poeta. Es el caso desagradable, poco glorioso y, sin embargo,
auténtico de un Epimeteo cristiano”. ¿Qué quería decir Schmitt con eso? Schmitt hacía alusión, seguramente, al poema de Carl Spitteler que sedujo a Carl Jung. El novelista
suizo, ganador del Premio Nobel, había publicado en 1881, siete años antes del nacimiento de Schmitt, un poema titulado Prometeo y Epimeteo, que fue leído años después
por Jung como alegoría de dos personalidades: la introvertida y la extrovertida. Prometeo es hombre que cultiva su mundo interior, el hombre que se entrega a su alma.
Epimeteo, por su parte, se abandona al mundo. No vive más que para el objeto exterior. Epimeteo se entrega a un deber que nadie entiende y se despoja de su alma: su
conciencia lo obliga a anular su espíritu. Así lo registra Spitteler: “Y sucedió que Epimeteo se irguió, elástico, y advirtió que era mayor su talla y firme su ánimo y trabado su
ser todo como en una pieza y saludable su sentir, que rebosaba un bienestar fuerte. Y así volvió con paso seguro por el valle, derecho, como a quien nadie esquiva, clara y
abierta la mirada, como poseída de la idea de la opulencia propia”.
Enrique Tierno Galván tradujo en 1950 el poema de Schmitt titulado “Canto del sexagenario”. Aquí se recoge una versión de su hija, Anima Schmitt de Otero:
Tasqué el freno a la montura del destino Victorias y derrotas, revoluciones y restauraciones, Inflaciones, deflaciones, bombardeos, Denuncias, crisis, ruinas y milagros
económicos, Hambres y fríos, campos de concentración y automación: Todo lo atravesé. Todo me ha atravesado.
Conozco los muchos estilos del terror,
El de arriba, el de abajo,
El terrestre y el aéreo,
El legal y el sin ley
El pardo, el rojo, el terror variopinto,
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19/11/2010
Nexos - La imaginación y el conflicto
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Y, el peor, en que nadie se atrevería a hablar.
Sí. Todos los conozco y, de sus garras, sé.
Conozco los coros aullantes,
Los altavoces falsarios,
Las listas negras, con nombres y más nombres,
Y los ficheros de los perseguidores.
¿Qué debo, pues, cantar? ¿El himno de Placebo?
¿Me dormiré en la paz de plantas y animales?
¿Me elevaré pánicamente en el círculo de los paniscos?
¿Beato, como giróvago mosquito?
Tres veces me he encontrado en el vientre del pez
Tres veces vi la muerte en ojos de verdugo.
Dos poetas sibilinos prestáronme custodia.
Y un santo abrió la puerta, un Santo del Levante.
Hombre, ungido por esta iniciación, no temas,
Está atento y padece.
El cántico redondea el argumento en biografía: atravesado por todo, el jurista no puede dormir en el pasto, entre corderos: nombra su guerra e imagina el batallón.
Jesús Silva-Herzog Márquez. Profesor del Departamento de Derecho del ITAM. Entre sus libros: La idiotez de lo perfecto y Andar y ver.
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19/11/2010
Nexos - Crítica del ciberdemocratismo
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Fecha: 01/08/2010
Crítica del ciberdemocratismo
José Antonio Aguilar Rivera
En México hay resquicios del antiguo régimen por doquier; la incipiente democracia mexicana resulta deficiente en diversos aspectos, pero una señal inequívoca de que la
democracia, como la entendía Alexis de Tocqueville, es decir, como un estado social que rige las costumbres y los gustos, ha llegado, es el democratismo. Los pueblos
democráticos sólo desean hablar sobre sí mismos y esperan ver reflejado su mundo cotidiano en los programas que escuchan y en las noticias que leen. Desde hace unos años
este fenómeno puede oírse todos los días en los programas de radio y leerse en las páginas electrónicas de la mayoría de los diarios mexicanos. Los locutores de noticiarios
dedican una gran cantidad de tiempo a leer —no comentar— las opiniones del público, así sean absurdas o chabacanas. En internet las notas periodísticas —y a menudo los
editoriales— se encuentran apostilladas por comentarios de los lectores. Los periódicos han creado así un espacio para expresiones de todo tipo: desde agudas observaciones
hasta insultos, vituperios y una gran profusión de violencia verbal (los participantes se pelean entre ellos).
Hagamos un experimento: tomemos, de cualquier diario que practique el ciberdemocratismo, 100 notas al
azar y cataloguemos los comentarios. Veremos, me atrevo a aventurar, que en general el alegato ramplón
reina soberano. La norma es la falta de civilidad en estas discusiones. Los comentarios civiles que apelan a la
razón son los menos. En lo que hace a la forma, las entradas generalmente son breves, están mal escritas, con
pésima ortografía y sintaxis. Algunas son verdaderas joyas, muestras de un haiku de la ignorancia. Aunque la
mayoría de los diarios amenaza con borrar comentarios obscenos o injuriantes, en la práctica casi ninguno lo
hace. Y así sus páginas semejan un muro cibernético, cubierto de estridente graffiti. En el corazón de este
fenómeno hay una creencia que funda el democratismo: todas las expresiones son iguales y todas, hasta la
más absurda, deben ser escuchadas con el mismo respeto. Todos tenemos derecho, no sólo a expresarnos,
sino a ser publicados. Es un padecimiento de las democracias nuevas. La libertad de expresión no implica que
todas las expresiones merezcan o deban publicarse.
¿Qué gana la joven democracia mexicana con el democratismo noticioso? Me parece que muy poco. Apunto
sólo algunos argumentos para sostener esta afirmación. El primero tiene que ver con la civilidad en la esfera
pública. Casi ningún “forista” utiliza su nombre verdadero. El anonimato, se dirá, protege la libertad de
expresión. Sin embargo, más frecuentemente lo que hace es eliminar inhibiciones que son necesarias para un
diálogo razonado y razonable. La gente puede así dar rienda suelta a su agresividad. Al emancipar a las
personas de la exigencia de rendir cuentas de lo que dice se fomenta la irresponsabilidad individual. El diario
Reforma decidió por un breve tiempo obligar a quienes dejaban comentarios a usar sus verdaderos nombres.
El número de comentarios decreció significativamente. El periódico optó entonces por permitir de nueva
cuenta el anonimato y las cosas volvieron a su insatisfactorio estado anterior. En el orden antediluviano de
cosas, antes de la revolución tecnológica de la internet, los lectores tenían formas para hacer saber su sentir sobre lo que leían: escribían cartas al editor. A su vez, este
personaje leía críticamente las misivas que recibía y publicaba las que le parecían más relevantes. Ejercía de esta forma su prerrogativa editorial. El esquema tenía ventajas de
las que carece el sistema actual. En primer lugar, daba espacio para la reflexión. Los lectores no podían, en el calor del momento, dominados por la pasión, expulsar
mecánicamente el sentimiento, que no la razón, sin freno, como ahora pueden hacerlo en unos cuantos segundos. Escribirle una carta al editor de una revista o diario requería
de un proceso mental reflexivo. Daba un espacio, un aire, necesario para que la pasión se asentara. El resultado era una opinión más pensada y mejor escrita.
No hay consenso en los grandes diarios en este respecto. Algunos de los más importantes del mundo, como The New York Times y el Financial Times simplemente no
ofrecen “foro” de comentarios; otros, como el Wall Street Journal, sí lo hacen, pero separan claramente los comentarios de la noticia. Los lectores no se encuentran al final de
la nota con una retahíla de opiniones no solicitadas. Mi corazonada es que la “pestaña” de comentarios es mucho menos solicitada. (Incluso en la sección de comentarios
muchos participantes firman los posts con su nombre.) Finalmente, otros diarios, notablemente El País de España —que es al fin y al cabo un diario relativamente nuevo— ha
adoptado el mismo sistema de los diarios mexicanos. Aun en este periódico los comentarios son más largos, mejor escritos y menos acrimoniosos que en las publicaciones
mexicanas. Por ejemplo, uno puede encontrar ahí intensos, pero sesudos, debates sobre el nacionalismo catalán. En general, los medios serios en el mundo —electrónicos e
impresos— ofrecen un espacio limitado y filtrado a las opiniones de su público. No es el caso entre nosotros.
Al claudicar del deber de discriminar lo que difunden —los comentarios al fin y al cabo están alojados en sus páginas— los diarios claudican de una parte de su razón de ser.
¿Por qué, entonces, no tener en su lugar grandes blogs, una especie de wiki news, en los cuales los participantes subieran las noticias —y sus comentarios— sin filtro de por
medio? La forma del narcisismo democrático en la era de la internet es el blog: ahí —y en el espacio de las redes sociales como Facebook y Twitter— es donde corresponden
los comentarios y no en los diarios y noticiarios. Quien desee seguir y leer las ocurrencias de “maskota01” sobre tal o cual noticia podría dirigirse a su blog, a su página de
Facebook o seguirlo en Twitter. Seamos claros: asumiendo que no hay un monopolio de los medios, un editor no ejerce la censura cuando decide no publicar todas las
expresiones. No tiene obligación de hacerlo. No hay dilema ético. Punto. El Estado es el que puede censurar.
Me parece que el democratismo ha contribuido a empobrecer todavía más la oferta informativa en México. Lo ha hecho al proporcionar una coartada ideológica para que los
diarios claudiquen de su responsabilidad editorial. En los noticiarios de radio la letanía de ocurrencias del auditorio quita espacio a las noticias. A cambio ofrecen una
gratificación inmediata al narcisismo democrático: la gente puede escucharse y leerse, sin importar el contenido o la sustancia de lo que dice o escribe. Es un espejo en el que
se reconoce como es. Los medios informativos en México no sólo informan poco y editorializan mucho, sino que sirven de megáfono a un sin fin de ocurrencias. En el caso
de los comentarios en internet ofrecen, con pocos reparos, una plataforma de expresión al odio, el racismo, la xenofobia, la calumnia y el denuesto. En teoría los comentarios
de los lectores pueden enriquecer nuestra discusión pública, pero si en la práctica la empobrecen y la polarizan no veo razón para mantenerlos. ¿Cuál es su utilidad?
En algún momento Walter Lippman postuló una ética para el quehacer periodístico, ahora los dueños y editores de diarios creen que su función no es crear y difundir
información confiable y relevante, sino ser facilitadores y repetidores de un demos virtual. No ofrecen contenidos filtrados por un criterio editorial sino un espacio para que
los lectores se desahoguen. Tal vez ésta sea una función social valiosa, pero en realidad no es la que por muchos años ha animado a los editores y periodistas. Y no es la que la
incipiente democracia mexicana, tan ayuna de civilidad, exige.
1 Javier Cercas, Anatomía de un instante, Mondadori, México, 2009, p. 432.
2 Ibíd., p. 433.
José Antonio Aguilar Rivera. Profesor-investigador del CIDE. Entre sus libros: El sonido y la furia. La persuasión multicultural en México y Estados Unidos.
Próximamente será publicado por el FCE el libro La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y el liberalismo en México, 1821-1970.
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19/11/2010
Nexos - La alternancia: Diez años después 2. ¿Algo qué celebrar?
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Fecha: 01/08/2010
La alternancia: Diez años después 2. ¿Algo qué celebrar?
Leo Zuckermann
E
l triunfo de Vicente Fox el 2 de julio del 2000 se trató, sin duda, de un hecho histórico. Por primera vez desde su nacimiento en 1929, el partido surgido de las cenizas de la
Revolución mexicana perdía la presidencia. Con la alternancia en el Ejecutivo federal, México daba el paso final en un largo proceso de democratización política. La
transición había terminado. A partir de entonces, México se convertía en una democracia. Naciente, con muchos problemas, pero una democracia al fin y al cabo. Esto en un
país que, a lo largo de sus 190 años de independencia, había sido gobernado fundamentalmente por dictaduras o regímenes autoritarios.
Diez años después, sin embargo, este hecho histórico pasó sin pena ni gloria. Un décimo aniversario muy desangelado, por decir lo menos. ¿Por qué? Indudablemente existe
una creciente insatisfacción con la democracia en México. Lo dicen todas las encuestas y lo repiten hasta el cansancio los analistas. Quizá ésta sea la razón de por qué el
aniversario de la alternancia pasó tan desapercibido. Creo que se trata de un error. Pienso que, con todos y sus errores, sí tenemos que celebrar la llegada de la democracia a
México. No debemos perder la perspectiva. Hoy, políticamente hablando, el país está mejor que hace 24 años cuando el presidente José López Portillo, sin contrapeso alguno,
demostrando el poder sin límites que tenía, anunció la nacionalización de la banca desde la tribuna del Congreso en medio de vítores de la clase política nacional. ¿Acaso no
estamos mejor hoy que en aquellas “gloriosas” épocas de la “Presidencia imperial”?
La negatividad que queda
La desilusión creciente con la democracia no es un fenómeno exclusivo de México. La mayoría de los mexicanos, por ejemplo, admiramos la democracia española. Nos da
mucha envidia. Varios se han cansado de repetir que, como en España, necesitamos un pacto como los que firmaron los españoles en el Palacio de La Moncloa en 1977 y que
constituyeron las bases de una transición democrática pactada en el país ibérico.
Pero la verdad es que los mexicanos tenemos una visión muy romántica del proceso de democratización en España. Dicho proceso no fue, ni de lejos, tan aterciopelado y
civilizado como se piensa. Tan sólo hay que leer Anatomía de un instante para corroborarlo. El libro, escrito por Javier Cercas, versa sobre el intento de golpe de Estado del
23 de febrero de 1981, aunque en realidad es una espléndida historia de la transición española y del papel que jugaron actores tan importantes como Adolfo Suárez, Santiago
Carrillo y Manuel Gutiérrez Mellado.
Estaba por terminar este fascinante libro cuando me encontré, en un pie de nota, con una extraordinaria reflexión de Cercas sobre la democracia en su país que nos queda
como anillo al dedo a los mexicanos. El autor habla sobre la desilusión de muchos españoles con la democracia después de tres décadas que llegó a ese país ibérico, el periodo
más largo y estable de una monarquía parlamentaria. Cercas pone sobre la mesa de discusión varias hipótesis de por qué la insatisfacción. Una de ellas es la que más me
convenció:
[…] la creciente capacidad de insatisfacción de los seres humanos, fruto paradójico de la creciente capacidad de las sociedades occidentales para satisfacer nuestras
necesidades. “Cuando los progresos culturales son realmente un éxito y eliminan el mal, raramente despiertan entusiasmo —escribe Odo Marguard—. Más bien se dan por
supuestos, y la atención se centra en los males que continúan existiendo. Así actúa la ley de la importancia creciente de las sobras: cuanta más negatividad desaparece de la
realidad, más irrita la negatividad que queda, justamente porque disminuye”.1
Me gusta mucho esta idea porque, como politólogo, me enseñaron que todo régimen político es una mezcla de fuerzas del antiguo y del nuevo régimen. Conforme va pasando
el tiempo, las primeras van desapareciendo y las segundas afianzándose.
Sin embargo, la gente tiende a centrar su atención más en la negatividad de lo que queda que en la positividad de lo que desaparece. Eso mismo, me parece, ha sucedido en
México estos diez años de democracia. Hemos minimizado lo bueno que trajo el régimen democrático y maximizado lo malo que quedó del autoritarismo. No sorprende,
entonces, encontrarse con todo tipo de quejas sobre la democracia. Con analistas y políticos que realmente piensan que nada ha cambiado en México estos años.
Así lo resume, por ejemplo, Juan E. Pardinas, uno de mis editorialistas favoritos de la nueva generación democrática, cuando habla del sexenio de Vicente Fox: “Nos enseñó
una triste lección: alternancia no es sinónimo de cambio, ni tampoco de justicia”. Tiene razón Pardinas si sólo nos enfocamos en las sobras del régimen político anterior (su
artículo analizaba la actuación de los gobernadores Mario Marín y Ulises Ruiz de Puebla y Oaxaca, respectivamente). Pero se equivoca el joven editorialista cuando se piensa,
por ejemplo, en la libertad que tiene hoy para escribir lo que le venga en gana; para criticar sin ningún problema a personajes políticos que antes eran intocables.
Una década de libertades
Retomo a Cercas en su reflexión de lo ocurrido en España:
[…] afirmar que el sistema político surgido de aquellos años no es una democracia perfecta es incurrir en la perogrullada: tal vez exista la dictadura perfecta —todas aspiran a
serlo, de algún modo todas sienten que lo son—, pero no existe la democracia perfecta, porque lo que define a una democracia de verdad es su carácter flexible, abierto,
maleable —es decir, permanentemente mejorable—, de forma que la única democracia perfecta es la que es perfectible hasta el infinito. La democracia española no lo es, pero
es una democracia de verdad, peor que algunas y mejor que muchas.2
A Cercas le queda claro que el resultado ha sido positivo: “el periodo más largo de libertad que ha gozado España en su historia. No otra cosa han sido los últimos treinta
años. Negarlo es negar la realidad”. Yo suscribiría al ciento por ciento estas dos citas si cambiáramos “española” por “mexicana”, “España” por “México” y “treinta” por
“diez”.
En México no tenemos la mejor democracia pero este régimen es superior al autoritarismo. Es cierto que todavía existen muchas fuerzas autoritarias y todavía hay que
perfeccionar muchos mecanismos democráticos, pero no perdamos de vista que hoy estamos mejor que antes. A diez años de la alternancia, el país ha cumplido el periodo
más largo de libertades (que es lo que fundamentalmente da un régimen democrático) de toda su historia. Son una década en dos siglos como nación independiente; un magro
cinco por ciento. Pero ahí vamos. Ganándole cada vez más terreno a las fuerzas autoritarias, como en Oaxaca o en Puebla, donde, el pasado 4 de julio, el electorado le propinó
un duro golpe a las prácticas del ancien régime. Ahora los nuevos gobernantes, con la legitimidad que dan los votos, tienen que gobernar con prácticas del nuevo régimen
democrático.
Como dice Cercas, no neguemos la realidad. Hoy, con muchos problemas, México es más libre y democrático que en el pasado. Vale la pena celebrarlo.
Leo Zuckermann. Politólogo. Profesor afiliado del CIDE. Columnista de Excélsior. Conductor de Es la hora de opinar en FOROtv.
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19/11/2010
Nexos - La música lúgubre de la violencia
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Fecha: 01/08/2010
La música lúgubre de la violencia
Adrián Acosta Silva
E
l final de la violencia, de 1997, es una película inquietante del director alemán Wim Wenders. El argumento central de la cinta es que la violencia es una bestia indomable,
cuya influencia y efectos se extienden a múltiples campos de la vida privada y de la vida social. Un director que se ha vuelto rico y famoso filmando justamente películas
sobre la violencia, se ve envuelto poco a poco en una red de acontecimientos en los que la violencia que usualmente filma lo atrapa a él mismo. La separación de su mujer, el
robo, el secuestro y el asesinato son acontecimientos unidos por el hilo delgado de la violencia, que termina por consumir las vidas de los involucrados. El tema de la película,
la fotografía y las escenas, la espléndida pista sonora que la acompaña (en la que desfilan canciones de Ry Cooder, Tom Waits, Los Lobos y Roy Orbison, entre otros) ilumina
de manera espléndida el argumento básico de la obra: los efectos corrosivos, devastadores, a veces deliberados, en otras no intencionales o muchas veces perversos de la
violencia en la vida de los individuos y de las sociedades.
El tema, por supuesto, es complejo. La perspectiva que ofrece Wenders permite
asomarse desde la ventana cinematográfica a dicha complejidad, y sirve quizá para
referir lo ocurrido en los últimos años en México —lo que va del siglo, para ser
exactos—, que mucho le debe a la violencia. Crisis económicas, epidemias, desastres
naturales, cambio político, personajes permanentes o de ocasión, han tenido como
música de fondo el eco de balaceras, asesinatos, bombas, secuestros. Las imágenes
de la época son dominadas por cuerpos descuartizados, hombres decapitados, sangre
en las calles, cadáveres embolsados, amarrados, abandonados en baldíos, carreteras y
barrancos. Miles de muertos acumulados, individuos y grupos viviendo en la
zozobra, miedos extendidos entre poblaciones específicas, en algún sentido paranoias
privadas vueltas esquizofrenia pública. El asesinato del candidato a gobernador de
Tamaulipas, las muertes de policías en Guadalajara, las ejecuciones cotidianas que
habitan la vida pública en Chihuahua, Sinaloa, Michoacán o Guerrero, forman parte
de una espiral de violencia que se alimenta de varios fuegos en distintos lugares y
territorios. No se sabe bien cómo y cuándo comenzó todo, y tampoco se sabe muy
bien cómo enfrentarlo.
Como lo ha mostrado Fernando Escalante en nexos, el índice de homicidios
violentos, deliberados, se ha incrementado de manera espectacular en algunas ciudades del país, aunque la tasa general de mortandad por accidentes u homicidios
imprudenciales de la población se mantenga en sus patrones históricos. Los medios registran todos los días las imágenes y los hechos, las autoridades manifiestan su
indignación y sus lamentos, el oficialismo panista y sus opositores lanzan al aire sus reclamos y diatribas, mientras que los ciudadanos continúan con sus actividades
habituales. Contener la violencia no sólo como un buen deseo, una noble intención, sino como necesidad básica para autoridades y ciudadanos, para políticos y gobernados.
El discurso dominante coloca a la violencia como una reacción frente a la acción del Estado. Pero eso no parece ser tan obvio ni tan claro. La acción de los grupos criminales
surge del rompimiento de los acuerdos viejos o recientes con las propias estructuras del Estado y de los aparatos de seguridad nacional o locales. La penetración de la
delincuencia en las esferas del poder y en las prácticas sociales parece ser la hipótesis que explicaría la fuerza incontenible de la violencia en la vida pública mexicana de los
últimos años. Ni la policía ni las leyes ni la retórica presidencial parecen ser suficientes para enfrentar con posibilidades de éxito la amenaza de sicarios, asesinos y
depredadores. Algo hay de ruptura de los códigos básicos de la cohesión social, la expansión de las conductas anómicas, el cálculo de que unos cuantos platos de sangre
pueden ayudar a recomponer el orden perdido, que incluiría la consolidación de una variada colección de impunidades cotidianas y de transacciones sombrías. El resultado es
parecido a la película de Wenders: la creación de un clima ominoso, a veces irrespirable, en el que el poder de las tribus y de los depredadores sustituye el poder del Estado y
sus instituciones.
Adrián Acosta Silva. Profesor-investigador y jefe del Departamento de Políticas Públicas del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas de la Universidad
de Guadalajara.
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Fecha: 01/08/2010
La guerra por Tamaulipas
Eduardo Guerrero Gutiérrez
Como lo indica la gráfica del mapa nacional, por su ubicación geográfica Tamaulipas debe ser el estado más codiciado por los narcotraficantes mexicanos (dado su papel
central como transportadores de drogas a Estados Unidos): tiene una larga frontera con la Unión Americana, cuenta con una extensa costa oceánica y, frente a otros estados
fronterizos y costeros como Baja California y Sonora, sus ciudades de frontera (Nuevo Laredo, Miguel Alemán, Reynosa, Río Bravo y Matamoros) son los destinos más
cercanos —por mar y por tierra— para los narcotraficantes de cocaína y marihuana que operan en los puertos de Quintana Roo (como Chetumal, Playa del Carmen, Cancún)
y Yucatán (como Puerto Progreso); y también para los que reciben cargamentos en puertos del Golfo de México como Campeche, Ciudad del Carmen, Coatzacoalcos,
Alvarado, Veracruz, Tuxpan, Tampico, Ciudad Madero y Altamira. Para los traficantes que transportan drogas desde los puertos más importantes del Pacífico entre Puerto
Madero (Chiapas) y San Blas (Nayarit), la frontera tamaulipeca también es la más cercana y, por ende, el destino menos riesgoso.
L
os orígenes remotos del Cártel del Golfo han sido ubicados en una banda de traficantes de
whisky que operó a lo largo del Golfo de México (incluida la costa americana) en los primeros
años de los treinta (todavía eran años de la Prohibición en Estados Unidos). El líder de los
traficantes era Juan Nepomuceno Guerra. Tres décadas después, en los sesenta, Juan García
Ábrego, sobrino precoz de Nepomuceno, le sugirió a su tío traficar cocaína. La sugerencia derivó
en un gran negocio: el Golfo se encargó de comerciar en Estados Unidos cuantiosos cargamentos
de cocaína colombiana. Estos acuerdos entre narcos mexicanos y colombianos se extendieron
entre otras organizaciones y a otras zonas del país. El comercio ilegal de la cocaína se volvió una
fuente de enormes utilidades para los cárteles mexicanos a partir de los ochenta.
García Ábrego, líder del Golfo, fue detenido a principios de 1996 e inmediatamente extraditado a
Estados Unidos. Este descabezamiento súbito de la organización criminal generó una gran ola de
violencia a lo largo de Tamaulipas. Después de casi tres años de inestabilidad, Osiel Cárdenas
logró consolidarse como mando principal del Cártel del Golfo. La obsesión de Cárdenas con su
seguridad personal y la protección de sus negocios lo llevaron a crear los Zetas, un agresivo,
sofisticado y corpulento cuerpo de corte militar integrado por desertores elite del ejército
mexicano y, posteriormente, por kaibiles —desertores del ejército guatemalteco—. Con el apoyo
de los Zetas, y su líder principal, Heriberto Lazcano, el Golfo robusteció su presencia en
Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León y Veracruz entre 1999 y 2002. Osiel también expandió en
estos años las redes internacionales del cártel, especialmente con los traficantes de Colombia,
Guatemala, Perú y Venezuela. En marzo de 2003 Osiel fue detenido por militares, pero continuó
al mando del cártel desde La Palma, una prisión de “máxima seguridad”, hasta que fue extraditado
a Estados Unidos en 2007.
Una vez extraditado Cárdenas, su hermano Ezequiel y Eduardo Costilla ocuparon su lugar. La
ausencia de Osiel generó tensiones entre el Golfo y los Zetas, quienes empezaron a actuar de
modo semiautónomo. Sin consultar al Golfo, los Zetas forjan una alianza coyuntural con el Cártel
de Juárez y la organización de los Beltrán Leyva a mediados de 2008 para combatir al Cártel de
Sinaloa. Estos y otros factores como el escandaloso modus operandi de los Zetas (que aumenta su
visibilidad y atrae invariablemente la presencia policial y militar), y algunos incidentes como el
asesinato en febrero de este año de Víctor Peña El Concord 3, uno de los principales capos del
Golfo, culminaron no sólo en la separación de ambas organizaciones sino en su confrontación.
El enfrentamiento entre el Cártel del Golfo y los Zetas ha propiciado un aumento
drástico de la violencia en Tamaulipas. Como puede observarse en la gráfica, desde
febrero hasta junio de este año la violencia ha escalado hasta alcanzar una cifra de 100
ejecuciones mensuales.
La violencia podría seguir aumentando dado el alto valor estratégico de Tamaulipas
como punto de entrada y salida de drogas hacia Estados Unidos. Golfo y Zetas
pelearán cada una de las plazas y, dependiendo de su capacidad de fuerza, podrían
arribar a tres escenarios en Tamaulipas: una organización logra expulsar a otra del
estado, los combates continúan indefinidamente sin un vencedor claro, o pactan la paz
mediante la repartición de plazas. Ahora el Golfo está aliado con La Familia
Michoacana y Milenio, y los Zetas tienen de su lado a Juárez y a la organización de los
Beltrán Leyva, dirigida ahora por Héctor, uno de los hermanos del extinto Arturo.
Si el consumo de drogas calificara como una actividad deportiva, Tamaulipas escalaría
siempre al lugar más alto del pódium: obtendría medallas de oro a nivel nacional tanto
en el uso de “cualquier droga” como en el uso de “drogas ilegales”. Como lo indica el
cuadro 1, entre la población masculina de 12 a 65 años, Tamaulipas registra una
incidencia en el consumo de drogas de casi el 20%.
En el consumo de cocaína ningún estado supera a Tamaulipas: en todos los rangos de
edad registra las más altas proporciones. En el rango de edad de los 26 a los 34 años
los tamaulipecos registran incluso una proporción mayor en el consumo de cocaína
que de marihuana.
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Los últimos dos gobiernos de Tamaulipas hicieron muy poco para combatir al crimen organizado. Dado el tamaño del reto que enfrenta este estado en el renglón, los
avances en los rubros de infraestructura, equipamiento y profesionalización policial son muy modestos. Tamaulipas no cuenta siquiera con un programa de seguridad pública
(circula en línea una presentación en powerpoint de 38 láminas con enunciados genéricos titulada “Programa sectorial de seguridad pública”; esto no califica como un
programa público).
Ante el desprendimiento de los Zetas, el Golfo ha intensificado sus labores de reclutamiento de policías municipales a lo largo de las ciudades que colindan con la frontera. El
Golfo y los Zetas, además, han logrado silenciar a los medios locales a través de amenazas a empresas o individuos que divulguen sus crímenes y actos violentos. Dada la
anemia de las agencias de seguridad en el estado, estas amenazas han logrado su propósito.
El futuro próximo no pinta bien para Tamaulipas. Su territorio ya es escenario de una
pelea cada vez más violenta entre dos grandes organizaciones criminales cuya
evolución es incierta. Además, los Zetas ya mostraron que sus agresiones al gobierno
estatal no respetarán jerarquías políticas o burocráticas. El asesinato del virtual
gobernador, Rodolfo Torre, el 28 de junio, seis días antes de las elecciones estatales,
fue un ultimátum en este sentido. Por cierto, dos días antes del magnicidio, Roberto
Rivero, sobrino de El Lazca (líder los Zetas) y lugarteniente de los Zetas en Veracruz,
Campeche, Chiapas y Quintana Roo, había sido detenido. Tres semanas antes, Hipólito
Bonilla, contador de El Lazca también había sido arrestado. (Sobre los efectos de la
detención de capos y miembros operativos de los cárteles en el aumento de la
violencia, ver pp. 27-35.)
Fuentes
Secretaría de Salud, Encuesta Nacional de Adicciones 2008, México, 171 pp.
Ricardo Ravelo, Osiel: vida y tragedia de un capo, Grijalbo, México, 2009, 252 pp.
Eduardo Guerrero Gutiérrez. Consultor en políticas públicas. Presidente de la
Asociación Mexicana de Ex Becarios Fulbright-García Robles.
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La guerra de México
Joaquín Villalobos
U
na parte importante de la sociedad mexicana se resiste a aceptar la idea de que México está en guerra y, mientras no acepte esa realidad, nunca podrá entender la violencia
que está viviendo el país. El asesinato del candidato a gobernador de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, y los ataques cada vez más sistemáticos de los cárteles a las fuerzas
policiales y funcionarios de seguridad, han creado incertidumbre y dificultad entre los mexicanos para interpretar estos hechos. Basta una mirada rápida a los datos sobre
víctimas; secuencia y cantidad de contactos armados; armamento y medios involucrados; extensión de los territorios en disputa y fuerzas policiales y militares comprometidas
por aire, mar y tierra, para concluir que México tiene una guerra.
D
esde el conflicto en los Balcanes las guerras dejaron de ser consideradas los clásicos
enfrentamientos entre dos contendientes. Muchas de éstas se convirtieron en
confrontaciones entre múltiples actores que luchan movidos por fanatismos nacionalistas o
religiosos, o que se disputan recursos involucrando a bandidos, combatientes y fuerzas del
Estado. Existen conflictos de este tipo provocados por diamantes, esmeraldas, plantaciones
de coca, cultivos de amapola o el cobro de rentas a compañías petroleras. En México, el
centro del conflicto es su valor de ruta para introducir drogas a Estados Unidos. Los miles
de millones de dólares que produce esa ruta generaron unos poderes fácticos criminales con
ejércitos privados que se hicieron dueños de la frontera norte de México y parte de la
frontera sur de Estados Unidos.
Esa zona se volvió el albergue de múltiples actividades delictivas y terminó convertida
prácticamente en otro país. Al igual que en otras guerras por recursos, terminó estallando al
norte de México un sangriento conflicto entre los distintos grupos criminales por dominar
rutas de narcotráfico, plazas de narcomenudeo y territorios de pandillas, y esto obligó al
Estado a intervenir. Para darse una idea del tamaño de la guerra entre cárteles y del poder
de éstos, basta decir que estas bandas se han causado entre ellas alrededor de 20 mil bajas
mortales en sólo tres años. De los 25 mil muertos que se registran hasta la fecha,
aproximadamente el 90% corresponde a los cárteles y el resto a civiles y miembros de las
fuerzas de seguridad. El 80% de los homicidios ocurren en la frontera norte y una parte
importante de la violencia que tiene lugar en el resto de México guarda relación con lo que
ocurre al norte.
Es cierto que México tiene problemas de impunidad, corrupción y debilidad institucional,
pero esos problemas no tenían por qué derivar en una guerra. Han sido el valor como ruta
de la droga, los miles de millones de dólares y las decenas de miles de armas provenientes
de Estados Unidos los factores principales en la generación del conflicto. Dada la diferencia de desarrollo entre ambos países el comercio ilegal de drogas ha impactado de
forma asimétrica. Lo que para Estados Unidos es un problema marginal de salud y seguridad pública, para México se ha convertido en guerra y amenaza a la seguridad
nacional. El gobierno de México le ha decomisado más de 75 mil armas y más de 400 millones de dólares a los cárteles en tres años. La cantidad de armas creció
exponencialmente resultado de una carrera armamentista entre cárteles en los últimos cinco años. Esas armas son más que lo que los gobiernos colombianos le han
decomisado a las FARC en varias décadas y es tres veces lo que las guerrillas de El Salvador lograron introducir desde Nicaragua durante la guerra civil en ese país. El dinero
es cuatro veces lo que el gobierno de Estados Unidos aprobó como ayuda para sostener a 40 mil contrarrevolucionarios nicaragüenses en los ochenta. Aun y cuando las armas
de los cárteles están más en función intimidatoria que combativa, su resultado es el dominio territorial y esto implica que muchos mexicanos quedan bajo su autoridad.
Con seguridad los cárteles del narcotráfico, pandillas urbanas y demás delincuentes establecidos en la frontera norte y en estados como Michoacán y Guerrero suman en su
conjunto muchos miles de bandidos armados que amenazan la soberanía de una parte del territorio mexicano, y esto no es un problema de segundo orden. No se trata de
escoger entre perseguir narcotraficantes o perseguir “rateros”, sino de atender una clara amenaza a la soberanía del Estado que pone en peligro a toda la sociedad. Es
comprensible que por razones de imagen, rigidez teórica o interés político personal, no se le quiera llamar guerra a una guerra, pero los datos duros son muy claros en ese
sentido, el país tiene una guerra y la violencia es parte natural de ésta. No existen las guerras sin muertos, por lo tanto, mientras no se acepte que hay un conflicto armado y
que se está frente a una situación anormal que demanda sacrificios y acciones extraordinarias, no se entenderá la violencia, se pensará que ésta se puede ocultar o resolver
rápido y fácil, o se creerá ingenuamente que si el gobierno suspendiera sus operaciones la violencia terminaría.
Entre los que se oponen a confrontar a los cárteles subyace la idea de una posible estrategia no violenta y silenciosa que nadie explica. Se puede discutir sobre formas eficaces
de usar la fuerza, pero no existe camino pacífico para enfrentar a los cárteles y no hay modo de que la violencia en México pueda pasar desapercibida. Con el crimen
organizado no se puede ni convivir ni negociar y si no se le combate crece. Si no se les estuviera combatiendo ahora, a futuro terminarían convertidos en un gran poder
criminal en el propio Distrito Federal, tal como le ocurrió a Colombia con Bogotá. Si el centro de gravedad del conflicto es el valor de la ruta de la droga, es necesario reducir
al máximo el valor de ésta, quitándoles ventajas, oportunidades y comodidades a los cárteles en el uso de ese territorio.
Lo anterior sólo es posible hacerlo usando la fuerza, porque no se puede resolver este problema rezando. Ni suplicándoles que no crezcan, que no maten, que se porten bien o
que negocien pactos de civilidad. Lo que se suele llamar erróneamente “negociación” no consiste en hablar en una mesa con los criminales, sino en poner una correlación de
fuerzas en el terreno a favor del Estado que les limite su actividad. En la actualidad hay lugares donde es el crimen organizado el que le ha puesto límites a la actividad del
Estado. El problema de México no es atajar drogas para que no le lleguen a los norteamericanos, eso es una consecuencia secundaria. México necesita desmantelar cárteles,
pandillas y estructuras criminales para recuperar autoridad y devolverle la tranquilidad a los ciudadanos y esto no puede hacerse en poco tiempo y sin sufrir muertos.
La guerra es entonces una realidad inevitable y la violencia y el tiempo no son por ahora indicadores de victoria o fracaso, sino indicadores del tamaño del problema. No es
sensato demandar que en tres años acabe la violencia de unos grupos criminales que poseen miles de millones de dólares, decenas de miles de armas y miles de bandidos que
han aprendido a matar. Estos grupos no crecieron, se armaron y se apoderaron de territorios de la noche a la mañana; lo hicieron durante un periodo de paz ficticia que al final
se volvió insostenible. No fue la acción presente del Estado lo que generó la violencia, sino la inacción de éste en el pasado. La guerra la impusieron los criminales con sus
matanzas que se convirtieron en un reto a la autoridad; el Estado no podía limitarse a ser árbitro. La violencia le iba a estallar a cualquiera que gobernara México. Por lo tanto,
que haya crecido la violencia al intervenir el gobierno y enfrentar a los cárteles, es algo totalmente lógico e inevitable.
La violencia es parte inherente de una guerra y no es por sí misma una señal de lo mal que va ésta. La demanda de los opositores es razonable si se centra en exigir más
eficacia, mejor coordinación interinstitucional, integralidad de los planes y acuerdos políticos en seguridad, pero es ilógica cuando demandan el fin de la violencia a toda costa
porque eso es imposible. Primero porque es indispensable que el Estado use la fuerza y segundo porque la violencia entre delincuentes no depende del gobierno. Las victorias
por ahora no pueden medirse por el fin o la disminución de la violencia, sino por los golpes que las fuerzas del Estado propinan a los cárteles; por las armas, el dinero y la
droga decomisada; por las capturas de delincuentes; por la reducción de la infiltración en las policías; por los territorios que se van recuperando; por la reforma, depuración y
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unificación de las policías; por el desarrollo de políticas sociales orientadas a mejorar la seguridad y por la construcción de infraestructuras que permitan consolidar los
territorios recuperados; ésos son los indicadores del éxito.
El conflicto en México es de impacto territorial reducido, pero con un efecto en la percepción de inseguridad multiplicado, dada la importancia estratégica del país. La
violencia está concentrada en la frontera norte, pero dado que el país tiene casi dos millones de kilómetros cuadrados y 112 millones de habitantes, los indicadores nacionales
de homicidios son bajos y la mayor parte del territorio está en paz. Sin embargo, los disparos en Ciudad Juárez se escuchan con fuerza en Washington y en la ciudad de
México. Existe en realidad una situación de guerra en la periferia con paz en el Distrito Federal. El hecho de que el debate en el centro vital descanse en la percepción y no en
una amenaza tangible, crea dificultades adicionales para que se entienda la violencia y la gravedad del problema. Esto facilita que algunos piensen que ésta es una guerra del
gobierno y no una causa nacional.
No todas las violencias son iguales ni pueden ser leídas de la misma manera. Por ejemplo, que ETA ponga más bombas en España es señal de fortalecimiento de los terroristas
vascos porque su violencia está ligada directamente a su propósito político, y en su lógica más violencia es avance. En el caso de las pandillas que existen en Centroamérica y
también en Ciudad Juárez, la violencia forma parte de su identidad y no es sólo un mecanismo de defensa; esta violencia es por ello más irracional, más difícil de controlar y
su crecimiento es señal de agravamiento del problema. En el caso del crimen organizado en México la violencia es instrumental, le sirve para defender sus “negocios”, para
intimidar y controlar territorio y para hegemonizar en rutas y plazas frente a otros grupos criminales. Su combate natural es con otros cárteles, no con el Estado. La lucha entre
cárteles es un asunto de competidores por el mercado como en cualquier otro negocio, la diferencia es que en vez de resolver esa competencia vía publicidad, calidad de
productos o en juicios mercantiles, la resuelven matándose unos a otros porque son criminales, no empresarios.
La violencia de los cárteles contra el Estado mexicano es, por lo tanto, un recurso de última instancia porque atacar al gobierno no ayuda a sus propósitos, algo que se expresa
claramente en su regla explícita de evitar “calentar la plaza”, es decir, evitar llamar la atención del Estado. Entre menos se interese el gobierno en combatirlos, mejor para
ellos, y el problema es que esto puede derivar en que lleguen a tener más poder que el Estado. Esto ocurre cuando el Estado pierde el monopolio de la fuerza y eso no resulta
necesariamente de combates, sino por el debilitamiento de las instituciones de seguridad a consecuencia de la penetración y la corrupción, por el crecimiento exagerado de la
seguridad privada y por el fortalecimiento de poderes criminales armados. La existencia de más de mil corporaciones policiales, de decenas de grupos criminales, de múltiples
territorios en disputa, más las dificultades de coordinación entre distintos niveles de gobierno, pueden convertirse en una fragmentación muy peligrosa. Si no se actúa para
asegurar la autoridad del Estado sobre todo el territorio, hay riesgo de que el país quede dividido en múltiples feudos criminales y que el Estado se convierta sólo en otro
feudo más como en Guatemala.
La confusión sobre los tipos de violencia y la no comprensión sobre el propósito de los cárteles conduce a
malinterpretar los hechos violentos. El ascenso de la violencia de los cárteles contra las fuerzas y funcionarios
del Estado no debe ser interpretado como si se estuviese enfrentando a una insurgencia. Los cárteles no
confrontan al Estado, tratan de cooptarlo, de corromperlo con dinero o de neutralizarlo por intimidación. El
Chapo Guzmán y el resto de los capos no pretenden hacer una revolución y entrar victoriosos a la capital para
sentarse en la silla presidencial y gobernar México. Se trata de criminales movidos por la codicia, que quieren
enriquecerse traficando droga y para ello prefieren comprar policías y políticos que matarlos.
Se suele decir que los cárteles son ahora más fuertes que antes porque su violencia se ha vuelto más manifiesta.
Esto es un gran contrasentido porque implica que éstos son más fuertes ahora que se les combate, que cuando
no se les combatía. Es absurdo pensar que los miles de muertos, los miles de presos y las decenas de miles de
armas, drogas y dinero capturados los han fortalecido. Igualmente se suele decir que ahora penetran más a las
policías que antes. Pero esto tampoco tiene sentido ya que después de miles de policías depurados de las
corporaciones, más de un millar muertos por los delincuentes y centenares presos por vincularse al narcotráfico,
han aumentado dramáticamente los riesgos para quienes acepten corromperse. Por lo tanto, ha disminuido la
infiltración, algo que se evidencia en que ahora hay más capturas de capos que antes.
Toda violencia extrema que rompe límites propios es síntoma de acoso. Que ahora haya más violencia y que los
cárteles exhiban su poder no es señal de que vayan ganando, sino de que se están viendo obligados a
manifestarse e intentan que el Estado deje de perseguirlos. Están usando su recurso de excepción y dejando de
aplicar su regla de no calentar plaza. En ese sentido, los ataques cada vez más frecuentes a funcionarios
encargados de procurar justicia y las emboscadas a los policías, demuestran que está finalizando la convivencia
pacifico-corrupta que les permitió a los cárteles comprar funcionarios y dominar policías municipales y
estatales. Están poniendo sangre y dolor de por medio y esto modifica los términos de la lucha en contra de
ellos. Por otro lado, el asesinato de Rodolfo Torre Cantú es para los cárteles un punto de quiebre a su posibilidad de contar con la indiferencia de la clase política: han retado a
todo el sistema y, con ello, por intentar enfriar Tamaulipas, han calentado a todo México.
La guerra en México está entrando en una fase más definitoria, la violencia cuantitativa podría ir disminuyendo, pero aparecerá una violencia de mayor impacto y el combate
entre los cárteles y el Estado se volverá más frecuente e intenso. En Colombia la fase más violenta de la lucha contra los cárteles urbanos fueron los últimos años. Es
indispensable entender que desmontar estructuras criminales que se apoderaron de policías no es tarea fácil; desmantelar grupos armados muy violentos con arraigo social y
grandes intereses en el comercio de droga no es tarea pacífica. Sin duda hay muchos sacrificios y tiempo por delante pero, como decían los revolucionarios nicaragüenses
cuando luchaban contra la dictadura de Anastasio Somoza: “La noche es larga, pero por huevos tiene que amanecer”.
Joaquín Villalobos. Ex miembro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Consultor para la resolución de conflictos internacionales.
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Trigonometría para la tristeza
Ángeles Mastretta
B
ueno sería poder confiar en que los muertos hacen milagros pasando por un aire que ya no los acaricia. Consolador sentir que hay algo suyo en el vaivén de las cosas
diarias, que cuando sucede lo crucial, tuvo que ver con su empeño de mil años en conseguirlo, con su morirse deseándolo, con la influencia dueña de poderes ultraterrestres
que debe haber en el aroma de sus cenizas.
M
i madre murió en agosto, hace dos años. Ya lo sé, no es raro, se muere la madre de medio mundo. Y en mi
mundo, la de casi todo el mundo. Pero no a todos nos entra la tristeza al mismo tiempo, ni es cierto que la
pérdida se sienta menos cuando pasan los años. Se hace uno al ánimo. A veces creemos que desde el primer
día pero, de repente, a propósito de una enredadera, se nos deshace el ánimo veintiún meses después. Me
imagino esta emoción como la gráfica de un electrocardiograma: tiene sus altas, sus constantes y sus bajas. A
mí hace poco me había entrado una tristeza de manicomio. Lo cuento porque contra todo lo imaginado, de
esta emoción privada vino a sacarme un hecho público que parecía quimera: la gente, no toda la gente, pero
tanta como para confiar en que es posible lo que parece inaudito, votó en Puebla en contra de lo peor que pudo
dar el PRI. El poder aberrante y arbitrario de un grupo de caciques que no conformes con mal gobernar se
hicieron ricos con los más viejos y corruptos modales de otras épocas.
Mi madre tenía los ojos claros y la vida en paz. Mientras ella crecía era pequeño el mundo y lo gobernaba una
recua de ladrones. Así lo siguieron gobernando, sin más ambición que la de prevalecer, ni más lujo que el de
hacerse de lujos, una y otra de las pandillas que se heredaban el gobierno.
Y ni quien chistara. Mejor así que matándonos, pensaban muchos cuando ella nació en 1924. Y lo seguían
pensando en 1934 cuando tenía diez años y en 1944 cuando tenía veinte y en el 1954 cuando yo cumplí cinco
y ella nos peinaba los días de fiesta. También en los primeros sesenta cuando el mundo, que aún era pequeño,
aunque en tantos lugares fuera abriéndose, seguía gobernado por los herederos del cacicazgo más íntegro que
había conocido el Estado. El de Maximino Ávila Camacho quien, cuando yo nací, llevaba muchos años de
muerto y tenía muchos para seguir vivo. Todavía en 1980, cuando pretendí escribir un libro sobre él, cosa que
no hice porque era un trabajo que por todos lados me rebasaba, nadie quería siquiera tocar su nombre en voz
alta. Así de temido había sido y seguía siendo casi cuarenta años después de su muerte.
A falta de verdades completas, inventé un personaje que a mi madre le pareció menor comparado con la
impronta que había dejado en su mundo el verdadero. Lo inventé con alguna de las pocas cosas que supe y
con muchísimas que imaginé. Mi madre creyó siempre, y bien, que la historia real era mejor y que la realidad
de entonces fue mucho peor. Ella las había visto todas y en su casa se habían hablado en voz alta mientras por
la ciudad pasaban en silencio todos los años que pasaron entre 1934 y 1982. Entonces nació mi hijo y ella se
puso a estudiar la preparatoria y luego la universidad. Todo movida por la certeza de que el mundo no podía ser ni tan quieto ni tan pequeño, de que afuera existía el horror
por mucho que en lo privado uno buscara un aire idílico como parecía serlo, durante mi infancia y su juventud, el tiempo en que a ella le temblaban las manos por asuntos que
luego la hicieron reír.
De tal modo la participación en la cosa pública parecía imposible, que el mundo de la familia era el más público de nuestros mundos. Toda la intensidad era hacia adentro. Así
que a ella la ponía nerviosa participar en la organización de una fiesta para su madre. La autoridad de mi madre era la suya. Antes que ningún hombre: la voz de mi abuela.
Para ella planeaban sus hijas, el trío de mujeres bajo cuya férula crecía la tribu, fiestas en las que cantábamos, bailábamos, decíamos recitaciones. Veinte chamacos
mangoneados por tres hermanas sonrientes a las que rendíamos pleitesía. Mujeres cuyo esfuerzo puesto en la vida pública hubiera podido ser otra fiesta.
Como mi madre era perfecta: lo dijeron siempre mi padre y mi abuela, aunque sus hijos tardamos en saberlo, la afligía quedar mal. Y temblaba porque las trenzas no tuvieran
los tres gajos idénticos, porque temía que se nos fuera a olvidar la canción, porque en la ceremonia pudiera tropezarse una de sus cuatro alumnas de baile, porque se le perdía
una peineta para el vestido de sevillana.
Nos disfrazaron de todo. Nada más yo, recuerdo haber tenido —cosidos por ella—, entre los cuatro y los diez años, un traje de pastora, uno de princesa, uno de madrileña, uno
de primera comunión, uno de ángel y cinco más. Disfrazados con varios atuendos por función salíamos a la escena que era la sala de mi abuela como quien sale al
Metropolitan en Nueva York. Y mi madre temblaba como nunca tembló Balancini.
La cuentan esas tardes porque entonces eran su deber y ella hasta el último de sus días contó con el deber como un aliado. Cuando se quedó viuda con cinco adolescentes y ni
un centavo, pasó de un quehacer a otro con la naturalidad de un pez que al tiempo vive en la laguna que en el mar. Mientras estudiaba, los herederos de mi cacique seguían
proliferando. Y ella descubrió la vida pública, el mundo fuera de las cuatro paredes familiares. Ahora mismo yo sería incapaz de acercarme a la trigonometría, pero ella se
enfrentó a tres años de ese tormento porque le dio la gana, como la gana le daba ordenarse todo tipo de quehaceres. Hizo la tesis en una colonia pobre llamada “La
Colombres”, y ahí cuenta la historia de cuatro mujeres dolidas y sorprendentes que escribió bajo el título “Yo lo que quiero es saber”. Ando buscando ese libro que ella me dio
con menos donaire del que puso en darme su recetario y que yo guardé tan bien que ha desparecido en mi precaria biblioteca. Quiero recuperarla para que no acabe de irse y
para no llorar porque aquí no llora nadie más que por la patria grande, que la matria no tiene narcotraficantes ni problemas de inseguridad. Sólo de pena.
En agosto hay quien quiere morirse, no mi madre, menos aún hace dos años. Tampoco ahora, cuando hay tanto que celebrar. Alguien en su nombre, puesta a discernir con un
sentido del deber heredado de su alcurnia, participó en el empeño de una coalición que quitara del gobierno a personas que no escuchaban sino su voz y la de quienes los
adulaban. Peor que siempre estos señores tenían prohibida y controlada la opinión ajena, comprados a casi todos los medios de comunicación, a sus pies a cuanto ladrón
quería enriquecerse ilegalmente —si en el camino les convidaba—, aterrados, en silencio y cobardes a muchos ciudadanos. Incluso a tantos de los que no tenían nada que
temer ni necesitaban una cubeta, un tinaco o una limosna. Y se pudo. En Puebla, por fin, el viejo poder no fue invencible.
Yo sé que esta alianza tiene contrahechuras, que su gobierno puede resultar poco eficaz, lejos aún de lo que debe ser un buen gobierno y construida haciendo tantas
concesiones que cuando cada quien pida lo suyo puede ser difícil dar con algo en común. Sin embargo, gracias a esta alianza, en Puebla se ha abierto un hueco hacia la
posibilidad de disentir sin castigo, de crear sin ser avasallado, de ir haciendo de la vida pública un lugar por el que se pueda ir con la libertad y la pasión versátil que, desde
hace muchos años, algunos disfrutamos en la privada.
Bueno sería creer que los muertos algo hacen por la vida de los vivos. Pero yo no lo creo. De todos modos me permito —¿por qué no?— la ensoñación de que mi madre algo
hizo, desde ninguna parte, para darnos el gusto del pasado 4 de julio.
Ángeles Mastretta. Escritora. Autora de Maridos, Mujeres de ojos grandes y Arráncame la vida.
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19/11/2010
Nexos - Recordando el futuro
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Fecha: 01/08/2010
Recordando el futuro
V
ieja la queja: 121 años antes de la web
1. En febrero de 2010 el escritor del New Yorker George Parker publicó, en dónde si no en su blog, un lamento antituiter: “No hay manera de que los lectores que están en
línea, surfeando, enviándose mails, posteando, tuiteando, leyendo tuits, al hacer otras cosas cuando dejan el Tuiter, no paguen un alto precio en tiempo perdido, pérdida de
atención y comprensión en la lectura, y experiencia del mundo inmediato que nos rodea”.
En mayo de 2010, el presidente de Estados Unidos Barack Obama —por cierto, un autoconfeso adicto al Black Berry— se quejó del entorno mediático que “nos bombardea
con toda clase de contenidos y nos expone a toda clase de asuntos, algunos de los cuales no siempre ranquean muy alto en el verdadómetro”, y añadió: “Con los iPods y los
iPads… la información se vuelve una distracción, una diversión, una forma de entretenimiento, más que una herramienta empoderadora”.
2. En 1889 la revista Spectator publicó un artículo, “Los efectos intelectuales de la electricidad”, con la intención de provocar a sus lectores victorianos. La revista señalaba
que la electricidad había traído el telégrafo, que a su vez había traído “una vasta difusión de lo que llaman ‘noticias’, el registro de cada evento, y especialmente de cada
crimen”. Adelantándose a McLuhan casi por un siglo, la revista deploraba un mundo que “para efectos de ‘inteligencia’ queda reducido a una aldea” en donde “la catástrofe
causada por una mala construcción en Nueva York a las dos horas ya despertó, en todo el mundo civilizado, un lamento por lo que ha ocurrido”. Y mientras que “(el efecto
telegráfico) hace que la mente sea más ágil… se paga por esto un alto precio. Todos los hombres están ahora obligados a pensar en todas las cosas, al mismo tiempo,
recibiendo una información imperfecta, y con mínimos intervalos para la reflexión”.
Fuente: Evgeny Morozov, “Losing Our Minds
to the Web”, Prospect, julio 2010.
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19/11/2010
Nexos - Orejas
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Fecha: 01/08/2010
Orejas
La oscuridad está llena de orejas. Ya que no ve, oye. Recuerdo que cuando mi padre me enviaba de muy niño a buscar una cosa al atardecer yo respondía:
—La sala está oscura.
Ahora hubiera bastado para iluminarla tocar la llave de la luz; pero entonces no había luz eléctrica y sólo estaba encendido a esa hora el quinqué del despacho.
—Ve. Está encima de la mesa.
Y entonces había que ir y en la embocadura de la puerta de la sala oscura yo veía orejas como cortinas a medio levantar.
De aquellas habitaciones oscuras a las que yo iba a buscar una cosa me quedó la sensación de antro del más allá y de que todo el enigma de la vida es avanzar en la sombra,
tanteando, viendo colgadas orejas y orejas.
Fuente: Ramón Gómez de la Serna,
Nuevas páginas de mi vida,
Alianza Editorial, Madrid, 1970.
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19/11/2010
Nexos - Árboles y viejos
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Fecha: 01/08/2010
Árboles y viejos
Los árboles viven
Patas arriba. Las hojas
Son los pies.
Viven los árboles
Con la cabeza metida
En el suelo, comiendo
Tierra con la boca
Y los dientes:
Las raíces.
Mueren los árboles
Como los viejos,
Con las plantas
De los pies
Amarillas.
Fuente: Sobre un pasaje de la novela La plaza del Diamante, de Mercè Rodoreda, Edhasa, Barcelona, 1999.
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19/11/2010
Nexos - Tres primeras veces
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Fecha: 01/08/2010
Tres primeras veces
• La primera vez que Stendhal probó el helado, dijo: “¡Lástima que no sea pecado!”.
• La primera vez que el millonario Jay Gould oyó hablar de la lucha de clases, en la misma época en que Engels observaba que el más abrumador de los males producido por
el conflicto de clase era la corrupción y degradación de la clase dominante, dijo: “Si de eso se trata, yo puedo contratar a la mitad de la clase obrera para que luche contra la
otra mitad”.
• La primera vez que el filósofo alemán Fichte tomó champaña fue cuando su hijito dijo “yo” por vez primera.
Fuente: Delmore Schwartz, Summer Knowledge. Selected Poems, New Directions, NY, 1967.
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19/11/2010
Nexos - Tuitear
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Fecha: 01/08/2010
Tuitear
En otra entrada de esta sección Cabos sueltos hemos empleado la palabra tuitear. Ocurre que el fenómeno del twitter, como muchos otros fenómenos weberos, lleva rato
entre nosotros mientras que la Real Academia de la Lengua Española se llevará un rato a su vez en admitirlo rumbo al conocido diccionario. Ofrecemos ya la definición de
tuitear por si la RAE, más pronto que tarde o más tarde que nunca, quiere incluirla en su diccionario. “Tuitear. Acto de enviarse mensajes digitales que dan cuenta del estado
en que se encuentra un individuo y sin rebasar los 140 caracteres con espacios”.
Fuente: Cabos sueltos, revista nexos, agosto 2010.
(Nuestra definición de tuitear, por supuesto, tiene 140 caracteres con espacios.)
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19/11/2010
Nexos - Demonio: Delete
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Fecha: 01/08/2010
Demonio: Delete
S
Este encantamiento reabsorbe al demonio mediante una eliminación sucesiva de las letras de su nombre. Pertenece a la antigua
habriri es el nombre de un terrible demonio babilónico, al que sin embargo puede conjurarse de una manera, digamos, editorial. El poder mágico del nombre puede anularse
con otra magia aplicada a ese nombre, tal y como se reproduce en la siguiente figura, donde en descenso o en embudo se ve una clara reducción de letras:
demonología semítica. He aquí la instrucción: “Antes de beber por la noche, y para librarse del demonio que hace perder la vida, debe
golpearse la tapadera del jarro que contiene el agua y decir en voz baja: ‘Tú, que eres hijo de tal y tal (los padres del propio conjurante), tu
madre te advirtió y te dijo: Guárdate de Shabriri, Briri, Iri, Ri, I. Tengo sed de una copa blanca’ ”. Después de recitar esta fórmula puede
beberse sin temor, ya que el demonio va pereciendo conforme se recortan las sílabas de su nombre.
Fuente: Ana María Vázquez Hoys y Óscar Muñoz Martín,
Diccionario de magia en el mundo antiguo, Alderabán Ediciones, Madrid, 1997.
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19/11/2010
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