Trayectorias de dolor y resistencia VI Despertar la conciencia y construir la Trayectoria de vida ¿Usted por qué cree que le pasó todo eso? No sé, yo digo que el destino, Dios mío, no sé, porque yo no creo, no, que yo no me he portado mal en la vida, yo he sido buena hija, yo a mis papás siempre les he ayudado, no sé, o sea, no sé, no sé por qué. Entrevistada No. 11 Nace en el seno de una familia campesina pobre que, en apenas cuatro hectáreas de tierra, se dedican al cultivo de fique y de café, además de pequeños cultivos de pan coger de plátano y yuca a través de los cuales obtienen algunos de los productos básicos para su subsistencia. Con ese oficio nos crio mi papá y, o sea, es algo que es muy poco, o sea, digamos le quedaba apuradito, apuradito para la comida, por eso ninguno de nosotros pudimos estudiar, o sea, lo que estudiamos estudiar ahí en la vereda, pero ya que mi papá nos pudiera pagar en el pueblo un arriendo, un estudio, no.... La cosechita del café que era como la esperanza en todo el año de que cuando viniera la cosechita de café era cuando uno más podía estar algo mejor En aquella pequeña finca, hilando fique y encargándose de otras tareas propias de la vida en el campo, crece junto a sus padres y siete hermanos. En total sus padres traen al mundo ocho hijos, cuatro hombres y cuatro mujeres. Ella es de las menores. En su memoria está muy fijo que a diferencia de algunos familiares, que incluso adelantaron estudios universitarios, ella y sus hermanos apenas pueden cursar algunos niveles de la educación primaria, pero ¿cómo van a estudiar si como ella misma dice “apuradito quedaba para la comida”? Como la mayoría de los niños del campo colombiano, ella y sus hermanos deben hacer grandes esfuerzos para asistir a clases en la pequeña escuela de la vereda, pues no sólo deben recorrer largos trayectos para llegar allí, sino que prácticamente no hay ningún elemento a su favor para que puedan aprender tal como ellos anhelaban. De lluvia, de invierno, nos tocaba dar una vuelta que nos quedaba mucho más lejos, y yo iba a estudiar con cotizas, yo no sabía que era un par de zapatos, nada, con cotizas y todo, pero yo más sin embargo, o sea, era, como éramos niños, nosotros éramos niños, mi papá nos compraba cotizas blancas y yo, pues, siempre me he preocupado por siempre estar bien presentada, entonces yo las lavaba cuando llegaba a las tres de la tarde que llegaba a la casa, las lavaba y al otro día pues no se me alcanzaban a secar porque, porque era frío y no, ya a esa hora no había sol ni nada, entonces yo las ponía [risas] en el humo, o sea, en el fogón para que con la calor del fogón se me alcanzaran a secar, para podérmelas poner al otro día... En la escuelita de la vereda cursa hasta cuarto de primaria, ella quiere seguir estudiando, pero el último año de primaria debe cursarse en la escuela del pueblo, así que sus padres deciden enviarla al pueblo cercano, a casa de una tía materna. Como ocurre en muchos casos en los que personas que habitan en cascos urbanos reciben a sus familiares provenientes del campo, ella termina pagando con su trabajo la posada, la alimentación y los estudios que le proporcionan. Su tía-madrina la convierte en la sirvienta de la casa. Como los estudios van bien y a ella le agrada aprender, por meses acepta calladamente cocinar, lavar y planchar para toda la familia de su tía-madrina. No obstante, el pesado trabajo la lleva hace que decida no estudiar más y abandona aquella casa en la que han tenido que soportar tantas humillaciones. Aunque ella y sus padres lo desean, no puede regresar a la casa a causa de las difíciles condiciones económicas de su familia que la obligan a empezar su vida laboral siendo todavía muy niña. Apenas sale de la casa de su tía-madrina, ingresa a trabajar como empleada de servicio en la casa de otro familiar que vive en el mismo pueblo. Aunque espera que el trato allí sea distinto, pronto llegan los malos tratos y las humillaciones. La misma tía hermana de mi mamá, le dijo a mi mamá que me dejara ir a trabajarle a la casa de la hija, que estaba casada y que... me quería llevar para allá para que le trabajara, ella era profesora en el campo y tenía una niña, yo se la cuidaba y ella, o sea, pues como yo, nosotros siempre fuimos como los menos de la [familia] [Llanto] entonces ella siempre me humillaba, nunca lo que yo hacía estaba bien,... como ellos eran los estudiados y nosotros no, entonces nos veían como los menos [Llanto]. Allí tampoco permanece mucho tiempo. Cansada de todos los ultrajes de que es víctima y pensando escapar de esa situación, decide trasladarse a la capital del departamento. En vista que no conoce la ciudad ni a nadie quien pueda tenderle una mano y orientarle en la búsqueda de un mejor trabajo, termina trabajando en la casa de otro primo, “también ahí bueno, no me dejaban salir, o sea yo era todos los días, no tenía un día de descanso, o sea se aprovechaban de que como yo no conocía la ciudad ni nada, no me daban descanso, ni los domingos, nada nada…” Sin embargo, ella mantiene la firme intención de no trabajar más para sus familiares. Con ello en mente, empieza a relacionarse con los vecinos del barrio y, después de un tiempo, consigue salir de aquella casa, no sin que su primo y la familia de él recurran a su supuesta responsabilidad moral con los padres de ella, como recurso para intentar retenerla. Las cartas que ella y sus padres intercambian, con la regularidad que los viajes de su primo lo permiten, facilitan que ella explique la situación a sus padres y consigue la aprobación de estos para romper con la tutela que su primo ejerce sobre ella. Aunque en su relato no da mayores detalles sobre sus condiciones laborales en las siguientes casas en las que trabaja, para ella el cambio es importante porque con él consigue que cada semana le concedan un día libre. Además del descanso que eso representa, significa también romper, en cierta medida, con el enclaustramiento y hallar algo de independencia para aventurarse a conocer la ciudad y nuevas personas. ¡Pobrecito, tanto trabajar y no tener una mujer! En una visita que hace a su pueblo, aprovechando las vacaciones laborales, se encuentra con unos primos paternos que viven en otra importante ciudad del departamento. Tras una conversación, le proponen que se vaya con ellos, quienes ofrecen ayudarle a conseguir un mejor trabajo. Sin pensarlo mucho, ella y otra prima aceptan la propuesta y luego de su llegada a aquella ciudad se ubican en dos casas diferentes, pero con las que mantienen lazos familiares. Allí sus condiciones laborales resultan más llevaderas, el trato que le proporciona la familia para la que trabaja es respetuoso, pero ella anhela algo más para su vida. Ya yo le dije a mi patrona que yo estaba cansada de trabajar en casa de familia, que yo quería experimentar otra cosa, ellos eran dueños de un restaurante..., entonces ella me dijo que si quería que me pasaba pa’l restaurante, de mesera, entonces yo le dije que sí porque yo quería experimentar otra cosa, yo no quería seguir, o sea quedarme en lo mismo, entonces ella me dio la oportunidad de trabajar en el restaurante y seguir viviendo en la casa de ella. De ese restaurante se traslada a una cafetería, propiedad de la misma familia, pero ubicada en la sede de una empresa de transportes. Es allí donde al cabo de un año de estar trabajando, conoce a quien se convierte luego en el papá de sus hijos. Pese a tener a su pareja embarazada y un niño enfermo, él se da a la tarea de cortejarla. Al principio ella no está interesada en él, en primer lugar porque no le parece correcto establecer una relación amorosa con un hombre comprometido, y en segunda instancia porque el color de piel de él le resulta problemático, pues a ella no le gustan los negros. Pero él se da sus mañas para enamorarla. Como táctica de conquista, él se muestra descontento con su actual relación pues, según él, su pareja no atiende la casa como socialmente se esperaba que lo hiciera. O sea ya con la cuestión de que él me empezó a contar de cómo era la vida de él, de todo, o sea, a mí me empezó como, o sea, cómo a interesar porque yo dije: “Pobrecito, tanto que trabaja y no tener una mujer que…”, porque él me decía que la mujer no le lavaba la ropa que nada, que era muy súper dejada con él, que él le tocaba si quería verse limpio el mismo lavar, entonces todas esas cosas a mí me daba como… A las constantes quejas sobre lo desatenta que es su actual pareja, suma toda una serie de atenciones: la invita al cine, a bailar, y aprovecha que es diciembre y le pide que lo acompañe a comprar un árbol de navidad y todo lo necesario para decorarlo, luego que ella lo acompaña, él le regala el árbol. Le dice: “¿Sabe qué?, yo le regalo eso a usted, lléveselo para su casa y arme usted el arbolito en su pieza”,... porque para qué llevo yo esto a la casa si me toca a mí ponerme a arreglar todo porque ella no…”. Ella lo recibe y lo arma en la habitación en la que vive, luego él le pide que lo invite a conocer cómo ha quedado el arbolito. Así transcurría lo que ella considera es una buena amistad, pero él no se conforma con ello. Como de costumbre, a finales de diciembre, ella viaja a su pueblo para compartir con sus padres las festividades de fin de año. Una mañana, mientras ella duerme, su madre, que está en el patio, divisa que un hombre se dirige hacia su casa, “él usaba zapato blanco, [risas] entonces mi mamá me dijo, “viene un patiblanco allá abajo” [risas], este, “no sé quién será, levántese””. Para su sorpresa, el patiblanco es el hombre que con tanta insistencia la corteja. Ha indagado con los primos de ella cómo llegar al pueblo y a la finca donde ella se encuentra, y se presenta allí, sin que nadie lo espere. En esa inesperada visita le asegura a ella que él ya no tiene nada con su esposa, que ya se ha encargado de devolverla a la casa de sus papás, y que está completamente libre para iniciar una relación. Al día siguiente él se marcha para la ciudad con la promesa de que pasados ocho días regresaría, ya no sólo para visitarla sino para quedarse a vivir con ella. Tal como lo ha prometido, ocho días después se presenta nuevamente en la finca y habla con los papás de ella para que le permitan quedarse allí, “les explicó las cosas,... que él tenía una mujer pero que él ya había solucionado ese problema, que él quería tener algo en serio conmigo”. Durante la semana que él ha estado ausente, los padres de ella han indagado en varias ocasiones sobre la disposición de su hija a unirse con ese hombre y ella les confirma que está interesada en él porque le parece que es un hombre muy trabajador que merece tener a su lado una mujer que le colabore, razón por la cual ellos acceden a permitir que aquél hombre se quede. [...] así empezó, trabajaba todos los pueblitos alrededor..., y él quería que yo fuera con él a los pueblitos y mi mamá no me dejaba, entonces él le daba rabia porque, él decía: “Si usted va a ser mi mujer, ellos tienen que aceptar de que yo me la lleve para donde yo quiera”, pero ellos siempre con la cuestión de que no, “que vaya él solo, que usted quédese acá”. Bueno, a veces iba a algunos pueblos, no todas las veces. Producto de esas desavenencias, deciden abandonar la vereda y trasladarse a un pueblo cercano. No teníamos nada, él… logró conseguir un colchoncito y dormíamos en el piso [risas] porque no teníamos más nada, yo me iba con él a los pueblos a trabajar para todos los pueblitos ahí cerquita... y, o sea, como por allá todos los días hay mercado en diferentes pueblos, entonces todos los días nos íbamos para un pueblo diferente, y nos iba bien, ya empezó a comprar las cositas, entonces ya pudimos sacar la casita y, fue comprando los mueblecitos y así. Ser su mujer no sólo implica que debe acompañarlo a los diferentes pueblos en los que vende la mercancía que les proporciona el sustento, también exige proporcionarle hijos. A medida que pasan los meses y ella no resulta embarazada, él ejerce cada vez más presión y acompaña los reclamos de comidas que popularmente se consideraban afrodisíacas. [...] él me ponía problema porque yo no salía embarazada, me decía que era que yo me cuidaba a las escondidas, yo le decía que no... , yo le decía: “No, yo no me cuido”, entonces él me decía que era que yo no quería tener un hijo de él porque él era negro [risas]... , la verdad yo no me cuidaba, sino que no sé por qué no quedaba embarazada. Entonces, a él le decían que [risas] me diera mucho pescado, que él también comiera mucho pescado porque eso que para que pudiera yo quedar embarazada, entonces,... él era aficionado a la pesca y él trabajaba en la mañana y en la tarde era que nos fuéramos a pescar con anzuelo,... la bacterióloga del hospital era muy amiga de él y ella le dijo, ella le decía que consumiéramos mucho pescado, mucho caldo de pescado todo eso para que pudiéramos tener un hijo, que a veces eso era cuestión de, a veces de la comida, entonces, [risas] él como que debido a eso él se ilusionó con eso y bueno, a los pocos días fue cuando yo salí embarazada... En el transcurso del embarazo varias cosas cambian: las llegadas a altas horas de la noche, los comentarios de varios vecinos y la cercanía entre su esposo y su hermana levantan sospechas sobre una posible infidelidad. Sin embargo, no es hasta casi un mes después del nacimiento de su primer hijo que ella viene a confirmar sus temores. Su esposo y su hermana tienen un amorío y, resultado de éste, ella está embarazada. Ella quiere confirmarlo sometiéndolos a un careo. Su hermana afirma que él la ha asediado al punto de meterse a su casa y querer acceder a ella por la fuerza. Él se declara culpable de sucumbir a la seducción de su cuñada en un momento de debilidad producida por la borrachera. Como siempre, se impone la concepción de la mujer calculadora, seductora, fuente de pecado para los hombres. [...] ese día yo me fui de la casa, me fui para donde, otra finca vecina de mi papá, que es una tía hermana de él, yo fui a sacar las cosas, la ropa del closer y todo, él me quitó las llaves y me dijo que no me dejaba sacar nada. Mas, sin embargo, yo me fui, con lo que tenía puesto, y me fui para donde mi tía, entonces, resulta que mi tía sabía todo, ella me dijo: “No, mire, lo que pasa es que ella le tiene a usted mucha envidia, ella le quiere acabar su hogar, ella no, ella como ve que él es un muchacho trabajador, que la tiene a usted bien, que le tiene todas sus cositas, ella no, ella está mirando a ver cómo le daña a usted su hogar, no le dé gusto, mire, no se ponga a hacerle caso, eso, eso no, siga con él” Pese a que deciden continuar juntos, la confianza está rota. Mientras él sale a trabajar, ella, carcomida por la duda, no deja de pensar si él está con su hermana. La solución que hallan a todo ello es irse del pueblo, dejar atrás todo lo construido y empezar de nuevo. Sin embargo, no es la hermana la única mujer con la que él la engaña, y ante los reclamos vendrían incluso las golpizas [...] porque era que él siempre con sus mujeres, ¿sí?, él tenía una novia en [nombre del pueblo] y estaban en fiestas en [ese pueblo], teníamos un carrito Renault 4, y entonces él fue y me llevó... a la casa y me dijo que me quedara que él se devolvía... Entonces, yo le quité las llaves del carro y le dije que no se fuera, que por qué, que cómo así, que por qué me tenía que llevar, entonces ahí fue, ahí esa vez me pegó duro, me reventó la boca, me pegó, o sea, sí, por la boca y la nariz me reventó toda, entonces, cuando él vio que me había reventado,... él mismo se puso a limpiarme, preparó agua con sal y me lavaba la boca, la nariz, y me decía que lo dejara, que él podía tener mil mujeres en la calle pero que la mamá de sus hijos era yo, que yo era la que ocupaba el primer lugar donde fuera, que no le…, no le diera mala vida por eso. Yo le decía: “¡no!, es que yo no le puedo aceptar eso a usted, si usted es mi marido porque tengo yo que aceptarle”, o sea, entonces él me decía que lo dejara ser feliz, yo le decía: “No es que esa no es…” él me decía: “Yo a usted no la tengo aguantando el hambre, yo a usted la tengo bien, déjeme ser feliz en la calle”. Yo le decía: “No, yo prefiero separarme de usted pero yo así no”, yo le decía: “A mí de qué me sirve que usted me tenga la casa llena de muebles, que me tenga la nevera llena de comida si yo no tengo, yo no, o sea yo, no me puedo comer una comida en paz, una comida tranquila”, entonces,... él pensaba de que porque ¿sí?, me tenía bien y que todo eso, yo tenía que permitirle que él tuviera mujeres en la calle y todo, entonces, él me decía que era que él no tenía la culpa, que lo que pasaba era que como él tocaba guitarra, que él lo seguían mucho las mujeres... Él no se sentía seguro Del pueblo en el que viven, cuando su hermana y su esposo la engañan, se trasladan a la ciudad en la que conoce al padre del niño de tres meses que los acompaña. No todo resulta según lo planeado. El pasado persigue a su esposo y le roba tranquilidad. La permanencia en la ciudad se hace cada vez más difícil, cada día que pasa él siente que su vida corre peligro. ¿Qué había ocurrido tiempo atrás y por qué eso le robaba la calma? Según su esposo recuerda, mientras convive con su primera pareja, un amigo de crianza de él ha desertado de algún grupo guerrillero y se ha instalado con ellos en la casa. [mi esposo] no sabía que él venía volado de, de ellos, o sea, sino que él llegó y le dijo que era que él ya se había retirado de eso. Resulta que no, él todavía formaba parte de ellos y resulta que eso disque cuando ellos se desertaban así, entonces los otros los buscan, o sea donde, los buscan porque creen que los van a, los van a delatar... El joven le pide trabajo y, como él se dedica a vender puerta a puerta, lo invita a acompañarlo. Sin embargo, un día en que el joven y su esposo salen a ofrecer sus mercancías, son interceptados por algunos hombres al parecer vinculados a un grupo paramilitar, y son llevados a uno de los barrios en los que el grupo tiene influencia. Ella recuerda que su esposo le dice que ese día él se salva gracias a que el comandante del grupo paramilitar que opera en el sector lo conoce porque es primo de su primera pareja. El muchacho no corre con la misma suerte. Luego que los detienen y son identificados, su esposo tiene que presenciar cómo le disparan al joven en la cabeza. En ese hecho se sustenta el temor de su esposo, pues la familia del joven ha dado por sentado que su hijo ha sido entregado al grupo paramilitar para que lo asesinen y que el responsable de todo ello es el esposo de la protagonista del relato. Varias personas que lo conocen le han advertido que esa familia está esperando la oportunidad para cobrar venganza. Por ello, al estar nuevamente asentado en el lugar en que todo ello ha tenido lugar, él no puede sentirse menos que nervioso y preocupado por su vida. El nivel de zozobra llega a tal punto que deciden trasladarse a la frontera sur del departamento. Allí pasan un tiempo, incluso allí ella queda embarazada nuevamente y da a luz a su segundo hijo. Luego deciden trasladarse a la primera ciudad en la que ella ha trabajado y establecer allí su lugar de permanencia, mientras siguen distribuyendo ropa en diferentes municipios del departamento, incluida aquella ciudad que tanto intimida a su esposo. [...] a todo el mundo que se encontraba él... de gente de [municipio de procedencia del esposo], le decían: “... que allá están pensando que por culpa suya fue que mataron a [nombre del muchacho asesinado], que usted fue el que lo sacó, que la demora es que usted pise [el pueblo], que hasta ese día usted vive”. A su esposo esa situación le afecta mucho, no concibe que él tenga que mantenerse alejado de su pueblo por algo que, afirma, él no ha hecho. Un día en que están, ella y su esposo en su camioneta ofertando algunas prendas de vestir en la mencionada ciudad, se acerca la madre del joven al que los paramilitares han dado muerte. Se la encontró y ella lo saludó y normal y todo y le preguntó que para donde iba, ella le dijo que venía... a visitar al hijo que estaba en La Modelo, entonces... él quiso, digamos, habló con ella, eso duraron más de media hora hablando, él explicándole todo..., le decía: “Mire a mí sí me duele que ustedes estén pensando que yo tuve que ver con esa muerte, cuando yo realmente no tuve nada que ver”. Bueno, él le explicó y ella le decía: “¡No [nombre]!, ¿cómo se le ocurre?, nosotros no estamos pensando que fue usted, no, nosotros no hemos pensado nunca que fue usted”. Total fue que la señora le sacó información, que dónde vivía, que cada cuánto iba a [nombre de la ciudad], que en qué sitio se hacía a vender, y [él] todo le contó, o sea él sin la más mínima desconfianza, le dijo: “Yo vivo... en tal parte, mire, ella es la mujer con la que vivo ahora, tenemos dos hijos, yo me hago a veces acá, a veces me hago en [otro lugar]”, o sea, todo le contó. Después de la conversación que su esposo tiene con aquélla señora, él queda más tranquilo. Incluso abriga cada vez más la esperanza de volver al pueblo en el que nace, en el que se cría, donde tiene a su familia y a sus amigos más íntimos. Cree que el mal entendido está resuelto y que eso ya no es un impedimento para que él regrese al lugar que añora, el mismo del que proceden el joven asesinado y su familia. Días después, su esposo prepara un viaje a la misma ciudad en la que se encuentra con la señora. Para comprar la mercancía que ofrece en aquella ciudad, empeña en una consignataria uno de los dos carros que consigue mediante el comercio de sudaderas y maletines, y le dice al único empleado que tiene: “Más bien usted este fin de semana me acompaña y vamos los dos a [nombre del municipio] y dejamos el otro carro empeñado y lo que nos hagamos este fin de semana, la semana entrante lo retiramos y mientras tanto que le echen una pintada”. Ese sábado, después de empeñar el carro, su esposo y el empleado regresan a la casa, y mientras arreglan la mercancía y ultiman los detalles del viaje, ella resiste ante la insistencia de su esposo de que los acompañe. Pone como excusa los niños, el clima del lugar al que van, la inutilidad de su compañía, la costumbre de su esposo a dejarla encerrada en un hotel mientras él busca amoríos. Ella hoy asocia la reticencia de entonces a viajar a una corazonada. A mí me entró como una cosa que no fuera, que no fuera, que no, que como que no, como que, yo ya lista y ya había alistado todo, entonces él a lo último me dijo: “¡Ah! usted parece loca, entonces no vaya”, me dijo así, yo dije: “Pero es que la verdad ¿yo a qué voy?, allá a encerrarme en un hotel, para esa gracia me quedo aquí en la casa”, entonces, yo le dije: “usted se pierde que uno ni sabe para dónde coge y yo a donde lo voy a buscar”, entonces me dijo: “Bueno, entonces no vaya, más bien cuando llegue la llamo”,... Entonces, él me dijo: “bueno, entonces quédese”. Entonces yo volví y cogí el maletín y lo bajé y lo entré a la casa, entonces, él llegó y... se subió [al carro], se despidió y todo y se, él se recostó contra el timón así, clavó la cabeza así [hace la seña poniendo los dos brazos sobre su frente], se quedó un rato pensando,... levantó la cabeza y me dijo: “Bueno, chao mami, deséame suerte”. Un viaje que normalmente le toma dos horas a cualquier persona, a su esposo le toma siete. Al llegar a su destino, él la llama. “Entonces yo le dije que por qué me llamaba hasta esa hora, entonces me dijo: “No, es que... tuve nueve pinchadas”. Yo le dije: “Hush ¿por qué tanto?”, me dijo: “Se me pincharon las dos llantas y me tocaba andar con una llanta al hombro hasta que encontrara un montallantas, eso usted viera qué lucha pa’ llegar””. Ella le asegura que eso ha sido por no esperar al día siguiente para viajar, pero él le dice que hay que agradecer que ya estén allá y que estén bien. Al despedirse, él le pide que le cuide a los niños y que esté lista para que al día siguiente, cuando él regrese, salgan a visitar la feria artesanal que tiene lugar en la ciudad y comprar algunos objetos decorativos para la casa. Durante la llamada él también le pide que a su regreso le prepare de almuerzo un sudado de galápagas1. Al día siguiente, ella le pide a la muchacha que se encarga de los oficios domésticos en la casa, quien es sobrina de su esposo, que prepare el almuerzo tal como lo pide su tío. Mientras las muchacha prepara el sudado, ella lava alguna ropa sucia y luego se arregla, ella y a los niños, para esperar la llegada de su esposo. Yo estuve lista desde las dos de la tarde y los pelaos y todo,... [La muchacha] me decía: “El almuerzo ya está frío, ¿será que lo pongo a calentar para que cuando mi tío llegue ya…?”, yo le dije: “No espere que llegue mejor, eso en un 1 Tortugas. momentico se calienta”, y bueno, y espere y nada, ni me llamaba ni nada. Como a eso de las cuatro de la tarde sonó el teléfono, yo fui y contesté y no me habló nadie, entonces yo, volví y me regresé a la cocina y me dijo [ella]: “¿Quién era?”, le dije: “No sé, no me habló nadie”, volvió y timbró el teléfono, me fui y contesté, entonces ahí ya me habló un señor y me dijo que si hablaba con la mujer de [Nombre], yo le dije que sí, él me dijo: “Señora, llamo para informarle que su marido está muerto”. Entonces yo pensé en el momento que era una broma ¿sí?, entonces yo llegué y le dije: “Señor ¿usted por qué me dice eso?”, me dijo: “Señora porque es verdad, su marido está muerto en la morgue del hospital de acá de [nombre de la ciudad], por favor véngase pero no vaya a traer los niños”, dijo: “Su marido tuvo un accidente”, entonces yo le dije, yo le dije: “¿Cómo así?”, entonces me dijo: “Sí él tuvo un accidente con el carro”, entonces, yo en el momento creí, porque él corría mucho con la camioneta, o sea esa era una de las cosas que a mí me abstenía de ir con él porque él corría muchísimo cuando él manejaba, entonces, yo en el momento creí, yo dije, como el corría tantísimo, Dios mío, seguro se estrelló, bueno, yo no supe donde quedé, yo grité, yo salí de la casa, y [la muchacha] me decía: “¿Qué pasó [nombre]?, ¿qué pasó?”, y yo le dije: “[nombre], que [su tío] se accidentó”, y bueno, eso ella gritaba, decía: “¡No, mi tío no! Dios mío”,... y ella gritaba y decía: “¡No, mi tío no puede estar muerto, no!”, y bueno, entonces yo salí y los vecinos y todo me, salieron, me decían que qué me había pasado, entonces yo les conté La primera versión que recibe del policía con quien habla por teléfono, es que su esposo fallece en un accidente automovilístico. Sin embargo, varios minutos o tal vez horas más tarde, una de las hermanas de su esposo la llama para decirle que su esposo no muere en las condiciones en que afirma la policía, sino que es abaleado mientras maneja de regreso a casa. La angustia aumenta con el paso del tiempo, no sólo porque para ella es difícil viajar con los dos niños, sino porque la vía que conduce a la ciudad donde fallece su esposo, está cerrada a causa de daños en la misma, lo que implica hacer un recorrido más largo. A ello, naturalmente, se suma la imposibilidad de tener certeza sobre lo que ha ocurrido, pues la única persona que puede aclararle lo sucedido, es el joven que trabaja para su esposo y quien le acompaña en el viaje, pero aún no se ha puesto en contacto con ella. Como a eso de las siete de la noche [él] me llamó, pero yo escuché la voz de él como normal,... él me saludó normal y todo, entonces yo llegué y le dije:... “¿[nombre del esposo]?”, me dijo: “Acá está”, yo le dije: “Pásemelo, hágame el favor”, y entonces me dice: “No, no se lo puedo pasar”, yo le dije: “¿por qué? ¿Qué pasó?”, dijo: “no se lo puedo pasar porque Misael está muerto”, entonces yo le dije: “¿qué fue lo que les pasó?”, entonces me dijo: “que a Misael le pegaron unos tiros y lo mataron” y él empezó a llorar y todo, entonces yo le dije: “¿Qué fue?, ¿Cómo fue?” [Llanto], entonces me dijo: “véngase y yo acá le cuento todo”, entonces yo le dije: “[nombre] pero ¿cómo hago para irme? La carretera está tapada”, entonces me dijo: De todas formas usted hoy no puede hacer nada, más bien, espere y se viene madrugada”. Así lo hace. A la mañana siguiente, muy de madrugada se embarca, junto a una cuñada y a sus dos hijos, en el carro de un vecino a quien contrata para que la lleve a la ciudad en la que aún, pese a las afirmaciones del policía y del empleado de su esposo, espera saber qué ha ocurrido con el hombre con el que años atrás había decidido compartir su vida, pese a todas las dificultades. Después de dejar a los niños con su suegra se dirige al hospital a preguntarle al celador por su esposo, aún guarda la esperanza de que éste le responda que yace allí, malherido, pero con vida. Llegamos y le preguntamos a él: “Señor es para averiguar por un señor que lo mataron ayer en El Retén”, entonces llegó y se quedó mirándonos y nos dice: “Aquí hay uno, pero él murió fue de un accidente”,... yo como que todavía tenía la esperanza de que él no fuera, entonces me dice él: “Pero si quiere vengan conmigo y lo reconocen”. Entonces, yo no fui capaz. Me dijo [la hermana]: “¡vamos!”, y yo le dije: “No [nombre], yo no soy capaz de entrar por allá”, entonces yo me quedé en la puerta y [ella] siguió con el celador por un pasillo, y al fondo allá... sacaron como una lata así, cuando ella me gritó que sí [Llanto], me dijo: “Sí [nombre], es [él]” [Llanto] [Silencio].... yo prefería que él hubiera estado por allá con alguna mujer,... o sea, en ese momento uno hace [incomprensible] todo lo que sea menos que está muerto [Llanto] [Silencio]. Ella conmocionada y aturdida por el dolor, sin dinero y sin idea de lo que tiene que hacer en ese momento, acepta que el empleado de su esposo se encargue de todos los trámites necesarios para darle sepultura. [...] cuando ya yo lo vine a ver cómo, ya en las horas de la tarde, que ya lo vi, ya lo vi fue en el cajón en la casa allá en la sala de la casa y [Silencio] y ¿qué?, yo lo veía a él normal, como dormido, o sea yo no lo vi que él quedara maltratado, yo decía pero si es que él no, lo único que tenía era un aruño por acá en la cara [se señala el pómulo derecho], él quedó como dormido, así como a veces se quedaba dormido en, a veces en la sala viendo televisión y, [Silencio]. Sí, [nombre del primer hijo] chiquitico me decía: “Mamá ¿por qué mi papá no se levanta de ahí?”, él me decía que lo alzara para poderlo ver, yo lo alzaba y él lo miraba y me decía: “Mamá, mi papá por qué no se levanta de ahí?, ¿por qué no se va a dormir a la casa?”, él pensaba que era que él estaba dormido ahí, entonces yo le decía: “Papito porque él no se puede levantar de ahí”, me decía: “Pues si él no es capaz nosotros lo llevamos alzadito”, me decía [Llanto], entonces yo le decía: “Papito porque nosotros no somos capaz”, me decía: “Pero es que ¿él porque no se va a dormir a la casa?”. Hoy recuerda la versión que le da el joven que acompaña a su esposo cuando este es asesinado. Sin que ella conozca las razones, sabe que otros familiares él les narra una historia un poco distinta. Mientras a ella le cuenta que su esposo llega sin vida al hospital, a otros les asegura que su patrón consigue llegar con vida al hospital y que los médicos alcanzan a prestarle auxilio, pero que luego muere. Supuestamente... ellos se habían venido para [nombre de la ciudad] normal después de que habían trabajado esa tarde, venían ya de regreso... venían los dos, [mi esposo] manejando, [y el empleado] al lado en el otro cojín, cuando él dice, que cuando él quiso, le dijo: “[nombre] yo me voy a acostar en el cojín de atrás porque quiero descansar”. Entonces que, cuando él fue a pasarse para el cojín de atrás, vio que venían unos tipos detrás de ellos con una moto, en una moto grande blanca, y que el de atrás, o sea el parrillero venía con una pistola lista en la mano, entonces que [él] le dice a [mi esposo]: “[nombre] asiéntale la pata que nos van a atracar”, entonces [mi esposo] disque le contesta: “Primero me matan que dejarme atracar”, porque él disque ese día traía dos millones de pesos de la venta que había hecho ese domingo,... entonces disque [mi esposo] le asentó la pata, o sea le dio más velocidad al carro cuando, los tipos le dispararon a la llanta delantera, del lado del chofer y ahí el carro pierde velocidad y todo, y [el empleado] cuenta de que, de que él solamente vio que los tipos... le adelantaron el carro, y se le hicieron por la parte de la ventanilla del lado de [mi esposo] que venía manejando y que solamente lo miraron a la cara y le dispararon [Silencio] y que sin decirle una palabra, solamente lo miraron y le dispararon,... y como él venía manejando, entonces, el tiro le entró por acá [señala el tórax debajo del brazo izquierdo] y le sal…, lo cruzó y... cruzó el cojín, el espaldar del cojín del lado del chofer y fuera de eso alcanzó a perforar el cojín de atrás [Silencio]. Entonces, [nombre del empleado] dice que, solamente escuchó que [nombre del esposo] pegó un grito, nada más y que enseguida soltó el volante y que el carro empezó a dar bote y el carro se salió de la carretera y que él trató, lo que él hizo fue de meterse a favorecer a [nombre del esposo] de que cuando el carro iba dando bote,... no se pegara con el volante, entonces él me decía: “Yo lo que hice fue tratar de favorecer a [nombre del esposo] de que con los botes del carro no se fregara él con el volante” y que él le pedía a Dios que de por Dios detuviera el carro, que no diera más bote, él me dice, que hubo un momento en que él le gritó a Dios que por favor que metiera la mano y detuviera el carro, y él dice que el carro dio el último volantazo, y quedó, y terminó parado en las llantas, que ahí fue cuando el carro se detuvo, entonces él dice que ahí como las puertas quedaron machucadas de los botes y todo que dio... que él bregando a abrir las puertas para poder sacar a [esposo] y que ya cuando él vio [esposo] estaba lleno de sangre y que él lo único que hacía era que lo miraba, pero que ya él como queriéndole hablar algo, pero ya no era capaz y que lo cogía de las manos y que lo apretaba como queriéndole decir algo, pero que ya no fue capaz [Llanto]. Luego, según el relato que el empleado le cuenta a ella, en medio del desespero es necesario encontrar la forma de sacar del carro a su patrón y trasladarlo hasta la carretera para que alguna de las personas que transitan por allí, en sus automóviles, le preste auxilio y lo transporte hasta algún hospital. Por algún tiempo es imposible que alguien se digne socorrerlo y, cuando por fin alguien lo hace y puede conducir a su patrón al hospital, un médico se acerca para atenderlo “... le había colocado las manos en el pecho y que le había dicho: “No hermano, este señor ya viene muerto, ya no hay nada que hacer”. En la narración del empleado de su esposo, ella encuentra evidencias de los esfuerzos de quienes atentan contra la vida de su pareja, para cerciorarse del cabal cumplimiento de su cometido. Según el empleado, luego que los médicos en el hospital le confirman la muerte de su patrón, él se encuentra en la calle, llorando, y unos hombres en una motocicleta se le acercan para preguntarle qué le ocurre “entonces que él disque les había dicho: “Mano que mataron a mi amigo, que él es como mi hermano”, entonces disque le dijeron: “¿Y sí lo mataron?”, disque les había dicho: “Sí mano, los médicos me acabaron de decir que acabó de morir”, entonces disque los tipos de la moto, disque le dijeron... “mano, que lo sentimos mucho”, que no sé qué y arrancaron y se fueron”. Después en las, en las horas ya de la tarde cuando ya íbamos salir para el entierro, dice [nombre de la primer pareja del esposo], la otra señora, que habían llegado unos muchachos en una moto diciendo: “¿Entra usted o entro yo?”, que ella los había escuchado decir,... , entonces que el otro le contesta: “No mejor vámonos porque hay mucha ropa extendida” y que habían arrancado en la moto y se habían ido, o sea como queriendo verificar si de verdad era él, pienso yo ¿no? Para ella las sospechas de quiénes pueden ser los responsables del asesinato de su esposo, recaen en la familia del joven a quien los paramilitares dieron muerte. “Yo siempre sospeché de esa familia porque a los poquitos días que él habló con esa señora en el puerto, fue cuando a él lo mataron.” O sea, como una venganza, porque ellos nunca se convencieron de que [nombre] no había tenido nada que ver, o sea para ellos el que mandó matar a [nombre el joven], fue [mi esposo], o sea... ellos tenían en su mente que había sido [él] y que había sido [él] y a pesar de que le dio explicaciones a la mamá, a todo el mundo que se encontraba de allá, ellos nunca se convencieron de lo contrario. Tal vez los familiares del joven dan por sentado que al ser su esposo pareja de una mujer cuyos familiares son paramilitares, entonces, él también lo es. Hoy, en perspectiva, ante lo ocurrido le surgen ciertas dudas relacionadas a cómo ocurre todo, por ejemplo ¿por qué la policía le asegura que su esposo fallece en un accidente de tránsito y no que es abaleado por dos hombres que se movilizaban en una motocicleta? Estas dudas son alimentadas por el extraño comportamiento del joven que acompaña a su esposo en el momento de su asesinato. Después, a los poquitos días, de que ya pues sucedió lo del entierro de él y todo, que regresamos nuevamente a la casa... , donde vivíamos, yo no quise regresar sola a la casa, invité a mi suegra y a las cuñadas que se vinieran conmigo pa’ estar ahí, porque yo no quería llegar sola a estarme ahí en la casa con los dos niños, o sea yo no soportaba, entonces ellos se vinieron conmigo, me acompañaron como ocho días, y [el empleado] también, y nosotros le decíamos a [él],... le dijimos: “[nombre], nos hace el favor y nos muestra el sitio en donde fue el accidente” y él nos dijo en [nombre de la ciudad]: “¡sí, sí, sí!, yo cuando él se, hacemos parar para que ustedes vean el sitio”, que supuestamente era en El Retén. Resulta que, era una camioneta de platón, yo no quise venirme en la cabina sino arriba para poder estar pendiente del sitio, y [él] se vino en la cabina. Entonces cuando ya veníamos en esa recta del Retén, porque eso es una planada, eso es una recta, nosotros le tocamos la cabina y le decíamos: “¡[nombre]!, ¡¿en dónde es?!, ¡¿en dónde fue?!”, y él me dijo, nos sacó la cabeza así y nos dijo: “Ya pasamos”, y entonces, o sea, nosotros ninguno nos percatamos de haber hecho parar y haberle dicho, bueno, si ya pasamos vamos a devolvernos, que igual estábamos pagando era un expreso, no, o sea él nos dijo: “Ya pasamos”, y nosotros quedamos así, o sea, seguimos, o sea no, o sea que hoy, ya uno, cuando ya uno de verdad piensa las cosas, hemos debido haberle dicho: “No, vamos a devolvernos y nos muestra el sitio”, porque supuestamente él nos dijo que habían reventado unas cuerdas de alambre, que habían tumbado varios postes de, de la carretera de una cerca, porque el carro había rodado yo no sé cuántos metros, o sea eso tenía que notarse, el sitio, digamos el maltrato del, pero no, y así pasó, no nos quiso mostrar el sitio ni nada, y bueno. Llegamos a [nombre de la ciudad], él era callado, él no, él no hablaba, no quería que le tocaran ese tema, yo hablaba con la familia de, de mi marido ¿sí?, les decía, pero yo decía: “Dios mío ¿sería que [él] tuvo algo que ver con eso?”. Ellos decían que no, que [nombre] era un muchacho de la iglesia, hijo de un pastor, que ellos lo conocían desde pequeño, que a ellos se les hacía imposible creer de que [él] hubiera tenido algo que ver con eso, que él de pronto estaba era asustado, que no se sabe, de pronto él estaba era traumatizado de que, como él le tocó vivir todo eso, presenció, entonces yo dije, bueno pues, o sea, no hice como tampoco fuerza para que, como de pronto de haber puesto un denuncio o algo, de que lo hubieran investigado a él, o sea, eso se quedó así ¡Dios mío, cómo le cambia a uno la vida! El asesinato de su esposo la deja destrozada y desarmada, ella no está preparada para encargarse sola del sustento y de la crianza de sus dos hijos. Durante el tiempo que convive con su esposo ella se encarga del trabajo del hogar, y se desacostumbra a trabajar fuera de casa. Las nuevas circunstancias la obligan a tomar medidas. El primer obstáculo que tiene que sortear es el de garantizar un techo para ella y sus hijos. [...] el señor, el dueño de la casa,... llegó a la casa y me dijo que él no me podía seguir arrendando... porque yo no tenía cómo pagarle a él un arriendo, entonces yo le dije: “Señor pero mi marido le dejó un contrato firmado por seis meses y apenas llevamos dos meses”, le dije: “Yo tengo dos niños pequeños, usted no me puede botar a la calle”, me dijo: “No, no señora, yo no voy a hacer eso, sino que le digo que vaya buscando... otra casita más económica que usted pueda pagar porque usted este arriendo no me lo puede pagar”, o sea, era una casa grande de dos pisos, bonita y el arriendo costaba en ese entonces doscientos cincuenta mil pesos, cuando eso pues era caro, era un arriendo caro. Entonces él me dijo: “Yo sé que usted no es capaz de pagarme un arriendo así, lo otro que le voy a decir es que yo no voy a admitir de que usted meta a más familia acá”, porque como él vio que yo había llevado a la suegra y a los cuñados y eso, entonces dijo que no permitía de que ellos fueran a acomodarse allá. Ella no sabe qué hacer, no conoce los términos del contrato que su esposo firma con el dueño de la casa, no sabe que el señor no puede sacarla de allí sin que el contrato expire. Ella ignora muchas cosas, todo porque su rol está limitado al de esposa y madre, porque del sustento y de los demás obligaciones siempre se encarga, como se espera socialmente, su esposo. Mientras busca para dónde ir, le pide a una hermana que venga a vivir con ella, espera encontrar en su hermana una compañía y alguien que le ayude con los niños mientras ella sale a rebuscarse cómo sobrevivir. Aunque le queda alguna mercancía, ella ignora qué hacer con eso, desconoce cómo ofrecerla a la gente, a pesar que venderla puede marcar la diferencia entre que sus hijos coman o que pasen hambre. Ella casi siempre acompaña a su esposo a los diferentes pueblos en los que él comercia, pero es sólo eso, una compañía, nunca se da a la tarea de ofertar el más mínimo producto, por eso no sabe cómo hacerlo. Lo que hacía con él era ir a acompañarlo pero más no a vender, o sea, yo era inexperta en ventas y todo eso, entonces yo de ver la necesidad y todo, la mercancía que quedó yo me iba para... los barrios, por allá a ofrecer, o sea, no la ofrecía, o sea, yo me ponía, me cargaba de maletines, me echaba sudaderas en ambos brazos así, me iba a caminar casa por casa en los barrios, pero yo no le ofrecía a nadie, o sea, si alguien me preguntaba: “¡Señora! ¡¿Eso es para vender?” [Risas], entonces yo ya les decía que sí, pero yo no era de que mire a la orden que tal, yo no, o sea, porque a mí me daba pena, o sea, yo no, no tenía esa experiencia, porque como el que vendía era él, o sea, yo lo único que hacía era acompañarlo, pero Dios mío, como le cambia a uno la vida. Bueno, yo me iba, llegaba a la casa sin nada, o sea, no vendía nada [Llanto] porque yo, a veces me paraba en la 35, la policía me hacía recoger, me tocaba recoger y irme para la casa, y si me gastaba lo de los pasajes, llegaba y le decía a mi hermana, mi hermana me decía que el niño no tenía pañales, que no tenía leche, y yo sin haber vendido nada… Los gastos van en aumento: el arriendo, los servicios, el transporte, la comida suya, de sus hijos y de su hermana. A ello se suma que el joven que trabaja con su esposo sigue viviendo en la casa, no trabaja, no aporta, es una persona más a quien ella debe mantener. Por medio de otra hermana consigue una pequeña casita en una zona rural, donde el arriendo es más barato. Ya, fui y le pagué el primer mes a la señora para que me dejara la casa, pagué el trasteo que no recuerdo cuánto me cobraron, y, entonces yo le dije a [nombre del empleado] que yo no podía que él siguiera ahí, que él tenía que irse porque yo no podía, digamos, que él un muchacho que no trabajaba ni nada y lo otro que yo no quería que la familia fueran a pensar de que él se iba a quedar viviendo ahora conmigo, entonces él me dijo: “No yo voy a, yo voy a conseguir trabajo”. Entonces llegó y me dijo: “Es que [nombre] pasa una cosa, [su esposo] a mí me quedó debiendo un poco de trabajo y por eso yo estoy aquí”, entonces yo le dije: “Ay [nombre], eso sí qué pena, pero yo no sé de eso”, dije, “Ustedes tenían sus negocios, yo no sé, a mí [mi esposo] nunca me dijo que a usted le debía”, dijo: “No, sí, usted sabía que yo trabajaba con él”, y yo le dije: “Sí, pero yo no sabía él cuánto le pagaba, ni nada”. Bueno, total fue que me sacó unas cuentas que le debía yo no sé cuánto, que él me iba a quitar el televisor por esa plata”. Entonces yo le dije: “Pero [nombre] usted cómo me va a hacer eso”, le dije: “Tras de que viéndome como estoy y ¿ahora me va a quitar entonces lo poco que me queda?”. No sólo se queda sin esposo, sino que ahora la adversidad la obligaba a separarse de uno de sus hijos. Antes de trasladarse a la nueva casa, tiene que entregar el niño mayor a uno de los hermanos de su esposo. Su cuñado, quien se halla recién casado y en una mejor condición económica le ofrece encargarse del niño. Ella piensa que al ser recientemente nombrado pastor de una comunidad evangélica, su hijo no sólo evita pasar grandes penurias, como lo están haciendo sus hermanos junto a ella, sino que también recibe una buena educación. Entonces yo le dije que sí, que se lo llevara… Yo vi cuando, cuando él se fue y me dijo, que ellos ya se iban esa tarde, y [el niño] feliz porque él se iba con el tío, o sea, él no sabía nada de la vida, yo le dije: “Papito usted se va con su tío”, cómo él acostumbrado a que el tío se lo llevaba para donde fuera y bien y todo, entonces me dijo: “Sí mamita yo voy con mi tío”. Entonces yo le alisté la ropita y todo, y se fueron en una camioneta... y yo me quedé en... en la casa y él desde la camioneta me hacía “¡Chao mamita! ¡Chao!” [Mueve la mano en señal de despedida] [Llanto], pero él pensaba que era como algún paseo, no sé, porque él inocente que era que el tío ya se lo llevaba y que quién sabe cuándo nos íbamos a poder volver a ver. Con el dolor de la pérdida de su esposo y la separación de su hijo, empieza a buscar un empleo. En el mismo poblado en el que arrienda la casita para vivir, encuentra trabajo como empleada doméstica, allí aceptan recibirla con su hijo menor. La situación para ella es muy difícil, no sólo se ve forzada a retomar, por un salario que a duras penas alcanza para cubrir los gastos del arriendo y la comida, la actividad que tiempo atrás le trae tantas humillaciones, sino que además debe permitir que el hijo de la patrona, que rondaba los dos años, sin intención, le cause heridas a su hijo de ocho meses, gracias a las caídas que le provoca. A todo eso se suma que, después de un tiempo, la hermana que la acompaña, entiende que la situación por la que atraviesan es muy difícil y que ella también necesita conseguir un trabajo que le permita encargarse de su subsistencia, por consiguiente decide marcharse. Los días que pasa en aquél trabajo se le hacen eternos y cada vez más insoportables. Pese a que con el dinero que recibe puede medio cubrir sus necesidades, las casi diarias caídas que su hijo sufre gracias a los empujones que el otro niño le propina, la hacen pensar que su bienestar e incluso su vida están amenazados. Prácticamente debe escoger entre que su hijo tenga comida o que probablemente pase hambre pero no se golpeado diariamente; ella se inclina, sin lugar, a dudas por la segunda opción. Sabe que tiene que conseguir otro trabajo, pero las posibilidades no son muy halagüeñas. Después de un tiempo sólo recibe un ofrecimiento para cocinar en una finca a un grupo de obreros, y pese a ser criada en el campo y empezar desde muy niña a trabajar como empleada doméstica, “para mí era duro porque yo la verdad, desde que yo salí, yo me crie en el campo y todo, pero nunca me había tocado trabajar así, de cocinera para obreros ni nada [Llanto]. Entonces, porque yo me malacostumbré con él,... él siempre me tuvo bien y todo”. Ella se niega a aceptar ese trabajo, pero las circunstancias y la presión de una de sus hermanas, por medio de quien le hacen el ofrecimiento, terminan por convencerla, o más bien la obligan a aceptarlo. [...] yo le dije a... mi hermana le dije, le dije: “¡Ay no! yo no quiero irme por allá, pa´ yo cocinarle a un poco de obreros y todo sin saber uno quiénes sean ni nada, y yo con el niño”, entonces ella me decía: “Ay no [nombre], mire yo sé que a usted allá le va bien, esa gente son muy buenas personas, hágalo por ese niño, a usted allá le va a sobrar la comida,... frutas y todo para ese niño”, me decía ella; ella sabía que yo estaba pasando una situación, que no tenía ni, ni para darle leche a, o sea, a mí me tocaba la verdad, darle teteros de agua a [nombre del hijo] [Llanto], con eso era que podía dormir porque yo no tenía como darle, y mi hermana sabía, me decía: “¿Usted qué hace aquí aguantando el hambre?”... Me fue acosando tanto la situación, ya la señora, yo me quedé atrasada con el arriendo, la señora de la casa llegó a decirme que me iba a quitar unas cosas, lo más de valor que tuviera, por el arriendo… Entonces yo me sentí como tan acorralada que ya no me encon…, ya no tenía otra salida, entonces, yo le dije a mi hermana: “Listo, dígale a la señora que me voy, que sí que me voy para allá”, le dije: “Pero yo no voy a entregar la casa, yo me voy, yo voy a dejar aquí todo porque si yo no me amaño yo me regreso para acá”, entonces ella me dijo: “Sí, usted puede hacer eso y yo, me deja las llaves y yo le voy echando ojito ahí” Eso el viejo lo que la quiere es conquistar El siguiente domingo, con una maleta llena de ropa, de inseguridades y temores, se encamina, en compañía de su pequeño hijo y de una sobrina, al encuentro de la hermana de su nuevo patrón. Esta señora tiene la misión de recibirla e indicarle cuáles son sus obligaciones, para luego de dejarla instalada en la finca, marcharse. Entonces ya ella me presentó con él y todo, y yo, ya, yo vi un señor todo serio, o sea, un señor como, tenía un genio como tan, no sé, o sea, Dios mío, yo me quería devolver de ahí, yo le decía a [nombre], mi sobrina: “¡Huy no! yo, Dios mío, yo qué hago, yo no me quiero meter por allá en esa finca”, entonces ella me decía: “No pero, mejor, ya estamos aquí vayamos porque ya ¿cómo hacemos pa' devolvernos?” Entonces, ella me decía: “Pues si no, al menos vaya, vamos y miramos y si no pues, usted llama a mi mamá y, y se devuelve”... y cuando empezamos a entrar por ese monte, o sea yo decía: “Dios mío, sin saberse por allá cómo…”, o sea, yo decía, yo al menos ponía cuidado era por donde era la [salida] ¿sí?, para yo en un caso de devolverme, yo tener cómo, yo ponía señas palos o así, cosas así, el caso que yo me pudiera devolver. Al llegar a la finca la señora le explica todo lo que debe hacer. Es muy clara y enfática en que su hermano es una persona muy delicada a quien no le gusta que esté preguntándole qué hacer. Ciertamente él denota ser una persona muy seria, tanto que a ella le inspira cierto temor. Sin embargo, él no vive solo, está acompañado de un amigo, que se muestra más amable y abierto con la nueva empleada. Aunque en ese momento le causa ciertas preocupaciones, vista en perspectiva, le parece que su primera tarea no puede ser más que graciosa. Ella está encargada de preparar la comida de ese domingo por la noche, como no conoce los hábitos alimenticios de sus patrones, le pregunta a la señora, antes de que se marche, qué cocinar y ella simplemente le dice: “Hágales una chingüita, y una aguapanelita”. Pues así ella lo hace, [La señora] había llevado una bolsada de pan [Risas] y la colgó allá en un garabato que acostumbran en los campos a colgar allá... Yo les serví, les hice la chingüita, no les eché ni leche ni nada, la chingüa, una chingüa negra con aguapanela negra,... No les coloqué ni un pan ni nada, porque como ella no me dijo que les diera pan ni nada,... ellos se comieron eso y se fueron a ver televisión, no me dijeron nada... Entonces, ah, ya [cuando] don Alfonso entró más en confianza conmigo, ya él me decía: “Huy usted esa primera noche si nos hizo aguantar el hambre, no darnos ni un panecito” [risas], me decía: “Yo apenas miraba la bolsa del pan” y decía [risas] y yo le dije: “Pero como a mí me dijeron que solamente tomaban era chingüa y agua de panela pues eso les hice” [risas], y me decía: “Yo miraba el pan a ver si usted de pronto caía en cuenta y nos daba un panecito”. Los primeros quince días en aquella finca transcurren sin mayores sobresaltos, no obstante, ella sigue sin sentirse cómoda. De hecho, constantemente piensa en dejar el trabajo, piensa en la excusa perfecta para poder hacerlo y termina por desencadenar importantes cambios en su vida. Una mañana recibe una llamada de su hermana comunicándole que los ladrones se entran a la casita que han dejado en arriendo en el otro poblado y que se roban varias cosas. “... yo de una vez como que aproveché eso para decirle al señor: “Yo me voy””. Pero apenas le comunica a su patrón que quiere marcharse, alegando como motivo el robo de sus enseres, él se comunica con la hermana de él por teléfono, y hace que ella atienda la llamada. [...] me dijo: “[nombre], ¿qué fue lo que pasó?”, yo le dije: “No doña [nombre], yo me voy, yo no estoy más acá, mire que por estar acá por allá se me metieron y me robaron la casa y me robaron lo poco que me quedaba”, entonces, me dijo: “Pero bueno, dígame una cosa, ¿usted está amañada?”, yo no le podía decir que no, porque, o sea, yo le dije, le dije: “No, pues sí yo estoy amañada”. Entonces me dijo: “Ah bueno, eso es lo importante, entonces mire si quiere hagamos una cosa, ¿usted cuánto paga de arriendo allá?”, le dije: “Setenta mil pesos”, me dijo: “¿Y sólo por tener allá guardadas las cosas?”, le dije: “Sí señora”, entonces me dijo: “Mire [nombre] la finca es suficientemente grande, y yo creo que [nombre del patrón] no es, él no dice nada porque le deje a usted una pieza para que guarde usted sus cosas” Ella termina aceptando la propuesta, más porque se siente comprometida que por otra cosa. Ese mismo día, al terminar la jornada de trabajo, ella, su patrón y dos obreros se destinan a ir a buscar sus cosas. Al llegar a la finca, él le propone que en la habitación que ocupa situe su cama y que en la sala ubique tanto el comedor como los muebles. Ya con todas sus cosas allí y con la repentina apertura que su patrón muestra hacia ella, su estadía allí se hace más amable. En ello también ayudan todas las atenciones que sus patrones le proporcionan a su hijo: ropa, pañales, juguetes. Además, el trabajo en la casa es más llevadero porque, debido a las constantes quejas de los obreros en relación con la comida, su patrón decide pagarles el jornal íntegro y que ellos se alimenten por su cuenta. Algunos meses después, aprovechando el concierto que el cantante mexicano Vicente Fernández da en una ciudad cercana, su patrón la invita a compartir con él este evento. [...] A mí se me hizo extraño,... doña [nombre] bajaba era los domingos, entonces, yo noté que [ella] era como haciéndonos el cuarto, digámoslo así, entonces yo le comenté a mi hermana, entonces mi hermana me dijo: “Jum, eso es que doña [nombre] quiere que de pronto, quién sabe entre ellos que habrán hablado y de pronto es que el viejo la quiere conquistar Frente a la posibilidad de que su patrón la esté cortejando, en lo primero que ella piensa es en la diferencia de edad existente entre los dos, él le dobla la edad. Pese a que le emociona pensar en asistir a un concierto del cantante mexicano, ella trata de rechazar la invitación alegando la imposibilidad de dejar a su hijo solo en la finca y de asumir el costo de las boletas. El dinero no es un inconveniente para él y el otro es un asunto en el que ya ha pensado y al que ya le ha hallado solución, su hermana se encarga de cuidar al niño. La noche del concierto Llegamos al estadio, él me dijo que si quería tomar algo antes porque, o sea, digamos temprano, yo le dije que bueno que una gaseosita, me dijo que me tomara una cerveza, yo le dije que no, que cerveza no, entonces me dijo: “No, tomémonos una cervecita... ” entonces yo dije: “Bueno”, entonces pedimos dos cervezas, nos tomamos dos cervezas y estando ahí en esa tienda él me dijo, que él le gustaría tener algo en serio conmigo y yo, ¡Huy Dios mío! Entonces llegó y me dijo: “Pero no sé usted que dirá por mi edad, yo veo que usted es una mujer de casa, una mujer, mejor dicho, como yo la estoy buscando”, dijo, “Usted se preguntará por qué llevo tanto tiempo solo pero…” él se había separado hacían como quince años, en ese entonces, en ese momento, “sí, la verdad sí me ha causado curiosidad que usted tanto tiempo solo y, todavía usted está joven y todo eso y no sé por qué no…”. Dijo: “No, porque la verdad no he conseguido una mujer a como yo la busco”, dijo: “Usted sabe que hoy en día hay muchas mujeres que buscan es que, o sea, lo buscan a uno es por la plata... “Y que son chinas que solamente quieren es estar de baile en baile y una cosa y otra y yo, como usted se puede dar cuenta, yo no estoy para esos trotes”, me dijo él así, entonces yo le dije: “Pues sí”, entonces dijo: “Yo veo que usted es una mujer de casa, humilde, que no es así que le guste la calle ni nada”. Él me probaba, él me decía: “¿No va a salir los domingos?”, yo como le decía que no porque la verdad ¿yo a qué salía acá? si yo no tenía amistades ni nada, entonces, él tal vez todo eso lo hacía como por probarme a ver, entonces él me decía que él veía que yo era una mujer muy de casa que no sé qué, que humilde, que él conocía a mi familia y que todo, entonces, que él le gustaría tener algo en serio conmigo pero que quién sabe si de pronto yo lo despreciaría por la edad. Ella no sabe qué responder, varias cosas pasan por su cabeza: sus hijos, la edad de él, lo que piensen y digan tanto la familia de él como la de ella, las mujeres que él lleva a la finca… “entonces él me dijo que sí, que eso era verdad, pero que eran mujeres por pasar el rato nada más pero que, él como hombre pues él hacía eso pero que él nunca veía en una mujer de esas de proponerle algo serio, porque eran mujeres para pasar el momento. Aunque esa noche no obtiene respuesta, su patrón no pretende darse por vencido. Al concierto de Vicente Fernández se suma una invitación a tomar un tour por Medellín. La hermana de él se ofrece a cuidar el niño nuevamente para que ellos puedan disfrutar del viaje. Luego vienen las invitaciones a casa de la hermana de él, las visitas con el niño al parque recreacional de una de las ciudades cercanas y otra serie de atenciones. Todas esas cosas juegan a favor suyo y van despertando en ella interés por él. Así, varios factores se unen, y el trabajo, que en principio le resulta insoportable, le permite conocer al hombre con el que desde entonces hasta hoy comparte su vida, y en quien, pese a lo parco que es, ha encontrado un apoyo importante. De ahí ya él empezó a responder por el niño, ya él empezó que ya lo colocamos a estudiar acá en un colegio privado, él era el que venía y lo traía, lo recogía, o sea, como las veces de papá, para qué, con [nombre del niño] y todo.... una vez fuimos hasta [municipio] a visitar a [nombre del hijo mayor], esa vez [él] no estaba, se habían ido con el tío por allá para, no sé dónde, un pueblo, y llegamos y no encontramos a nadie en la casa, esa vez él me dijo, de que yo tenía que buscar la forma de que, de que podernos reunir, o sea, de que yo me trajera a [nombre del niño], y [él] estaba chiquito, tendría como unos cuatro añitos, como unos tres y medio, por ahí cuatro añitos. Pese a que ella sí quiere reunirse nuevamente con su hijo mayor, el tío del niño y su esposa, quien después de tres años de matrimonio aún no puede quedar embarazada, insisten en que les permita tenerlo como compañía, por lo menos mientras ellos tienen sus propios hijos. Además, los cuidados que ellos le proporcionan al niño no la hacen dudar que él esté bien junto a ellos. Tiempo después, cuando ella toma la determinación de, ahora sí definitivamente, traer a vivir a su hijo mayor con ella, su nuevo esposo se niega. En varias ocasiones el niño pasa vacaciones con ellos y esos cortos períodos de convivencia se ven entorpecidos por la intolerancia de su esposo ante las creencias religiosas de su hijo. Yo en las vacaciones me lo traía a que él pasara las vacaciones conmigo y todo, entonces él veía que [nombre del niño], pues, él defendía mucho su religión, [nombre] él mantenía, como de esa edad de cuatro o cinco añitos él mantenía, el cantaba en la iglesia, él era muy entregado al evangelio y, el tío me comentaba, incluso yo tengo fotos de él cantando en la iglesia y todo, y él me decía: “No, que mire que [nombre del niño] es el que canta los coros en el culto” y que no sé qué, entonces don [nombre del esposo] vio que él, o sea, como que él ya estaba como muy metido en esa religión, entonces él me dijo, dijo: “Mire, él ya está educado en esa religión, él ya está ahí, es como mejor dejarlo ahí, o sea, que siga como ahí, yo le ayudo con [nombre del hijo menor] y que ellos le ayuden con el otro”, dijo: “Pienso yo que así estamos como repartidos”, o sea, entonces yo dije: “Pues sí”, o sea yo como que, vi como que era como bien, yo dije: “Bueno, ellos lo educan bien y todo”. En una ocasión su esposo y su pequeño hijo tienen una discusión en la que el niño le exige al hombre respeto por las creencias religiosas en las que está siendo educado, le dijo: “Mire don [nombre], hágame un favor, no se meta con mi religión que yo no me estoy metiendo con la suya”. Esa exigencia hace profunda mella en el orgullo de su esposo, al punto que se convierte en la causa del rechazo que en adelante le profesa al niño, impidiendo no sólo que ella lo lleve a vivir a la casa sino pretendiendo que ni siquiera pase las vacaciones escolares con ellos. Esta es una cuestión que ella no está dispuesta a permitir, por lo que su esposo tiene que aceptar a regañadientes que el niño siga visitándolos cada temporada de vacaciones. Tras cinco años de relación ella queda embarazada, pero el embarazo despierta dudas y rechazo por parte de su esposo. Éste basaba sus dudas en un supuesto diagnóstico médico que lo declara infértil debido al uso de medicamentos para tratar la rinitis. Incluso, él alcanza a insinuar que el responsable del embarazo es su amigo, quien vive en la finca con ellos. Ella no tiene incertidumbre alguna de quién es el padre de su tercer hijo, él puede someterla a todas las pruebas de laboratorio que quiera, los resultados confirmarían su fidelidad. Entonces yo le dije: “Mire usted tiene los mejores médicos, usted tiene un servicio muy bueno que es el de Ecopetrol, pues lléveme, hágame los exámenes que quiera, yo me someto a todo lo que usted me quiera hacer, exámenes que sea”, le dije: “Pero yo no tengo nada que temer”, le dije: “Si yo estoy embarazada es de usted y es con la única persona que yo sabía y es con usted” y nada más, le dije: “Usted se da cuenta que yo no salgo con más nadie”. Ella piensa que la reacción de su esposo ante su embarazo no responde solo al supuesto diagnóstico que lo declara estéril, sino a la preocupación por su imagen ante la sociedad: ¿qué dirán sus hijas mayores?; él, un señor de avanzada edad, de una posición social cómoda, deja embarazada a la empleada. Aunque él afirma que no es así, la desconfianza y los prejuicios sociales que se imponen ante la situación la ofenden profundamente. Pese a que ella le manifiesta su indignación, él decide hacerse un examen de fertilidad. Entonces se fue él por allá se hizo el examen, el médico disque le dijo que antes le diera gracias a Dios que a su edad todavía pudiera engendrar un hijo, que ese hijo podía ser el bordón de la vejez de él ya que las otras hijas ni siquiera eran capaz de una llamada -porque es que esa es la verdad, ellas ni una llamada, lo llaman solamente cuando cumple años y el día del padre, nada más-, entonces el médico le hizo ver las cosas, le dijo: “Mire que tal de que ese hijo sea el que vaya a ver de usted el día de mañana, déle gracias a Dios que eso significa que usted está bien de salud, que a su edad usted un hijo, otro hijo” que no sé qué, bueno total fue que esa tarde él llegó cambiadísimo a la finca, ya entonces me dijo que viniéramos a la Notaría a hacer un, una, un documento, una unión marital de hecho se llama, que para que a mí me pudieran aceptar en la empresa para que, para poderme el meter a la empresa para que yo recibiera los servicios médicos Aprovechando el embarazo, ella le pide a su pareja que dejen la finca y se trasladen al pueblo, a una casa que él recientemente había comprado, “entonces yo le dije que yo estaba cansada de vivir en la finca, que a mí me gustaría venirme a vivir al pueblo y que ya por el embarazo que uno no sabía en cualquier momento yo me pusiera mala... ”. Dos meses antes de dar a luz, se trasladan a la casa en la que viven desde entonces. El parto tiene lugar sin ninguna complicación, estas vienen después: la niña presenta problemas con el tipo de sangre y las mismas dificultades respiratorias que su padre, por lo que debe permanecer más de una semana en la incubadora. Su esposo asume eso como un castigo por dudar de su paternidad. Hasta hoy han transcurrido quince años, y la niña, que en principio su esposo rechaza, se convierte para él en una razón muy importante para vivir y en un soporte inmenso para enfrentar su vejez. Aprendiendo a valerse por sí misma Todas las dificultades que tiene que soportar después del asesinato de su primer esposo le dejan una enorme lección, “debido a lo que a mí me pasó,... de que yo quedé sola y que yo no sabía trabajar en nada, ni nada, entonces yo dije: “No, a mí no me puede volver a pasar eso, yo tengo que aprovechar el tiempo y aprender algo”” y romper con la dependencia económica que normalmente representa para una mujer, especialmente de las clases populares, el unirse a un hombre. Sin embargo, en su primer esfuerzo por educarse, ella y otros fueron burlados, como constantemente ocurre, por el gobernante de turno. El alcalde del pueblo, como parte de su programa de gobierno, pone en marcha un bachillerato semestralizado, ofrecido principalmente a personas adultas que no han realizado estudios secundarios o que no han podido finalizarlos. Animada por su esposo, quien le ofrece su ayuda económica para que después de obtener el título de bachiller adelante los estudios universitarios que escoja, ella cursa juiciosamente todo el programa académico, obtiene su diploma de bachiller y planea ingresar a la universidad, “pero resulta que ese bachillerato que yo hice salió chimbo [risas]... ese certificado no era legal, entonces todo eso se perdió”. Convencida de continuar con su propósito de prepararse, inicia un curso de peluquería. Al principio su esposo lo ve como una actividad con la que ella se entretendría sin que pensara en hacer de eso una actividad económica, por eso cuando los vecinos y vecinas, a raíz del reconocimiento que ella gana, empiezan a buscarla con más frecuencia para que les corte o arregle el pelo, él se opone a que ella establezca una peluquería en la casa. Al principio ella atiende la clientela en un pequeño espacio del garaje de la casa, pero luego le pide a su esposo que, aprovechando que la casa tiene dos pisos, y el segundo ya no está arrendado, se trasladen allí de manera que ella pueda fijar un salón de belleza en el primer piso. ¡No! eso me dijo que “¡No!, ¡no!, ¡no!, ¿cómo se le ocurre? ¡já! qué tal”, yo le dije: “¿Por qué no?”, dijo: “No, no, no, usted dijo que eso lo iba a aprender era para usted misma no para ponerse a trabajar”. Yo le dije: “Pero ¿por qué no?, si yo voy a trabajar aquí mismo en la casa” La relación entre ella y su actual pareja ha estado marcada por negativas iniciales de parte de él a que ella haga o no diversas cosas que, luego, por diferentes razones, se transforman; siendo incluso él quien impulsa los proyectos de ella. Aunque, sin duda eso ha representado un apoyo para ella, también señala quién tiene el papel predominante en la relación, determinando casi absolutamente lo que los demás miembros de la familia hacen con sus vidas. Producto de esta dinámica, él termina aceptando que ella establezca su salón de belleza en una habitación del primer piso de la casa. Contar con mayor espacio facilita sus tareas, aunque el mobiliario con el que está dotado el salón sea mínimo. Ella continúa su formación, lo que le permite ampliar los servicios ofertados y lo que ayuda a que su esposo decida comprarle muebles. [...] entonces ya a mí me dio más ánimo de seguir estudiando y ya, entonces yo ya tenía el saloncito y ya empecé el curso en forma... , duré dos años para poder sacar el diploma que lo acredita a uno para poder tener salón de belleza, y ahí ya, y gracias a Dios a mí me va muy bien acá y ya, entonces ya él vio que ya me iba bien, que me llegaba gente y todo, entonces ya yo empecé a meter más cositas así, empecé ahí, él me fue arreglando el localito más y todo, y para qué, él hasta ahora no me dice que tengo que pagarle un arriendo o algo, no, me dice: “Lo que usted hace allá es para usted” y eso. Al principio me ponía horarios, que en la noche no, un veinticuatro de diciembre vino y me cerró a las nueve de la noche, habían cinco personas esperándome, me dijo que no, “Vámonos a misa”, y me tocó irme a misa con él [risas] y bueno, y yo le dije: “¿Y la gente que está esperando?”, “que se vayan pa’ otro lado”; me tocó cerrar, él mismo me cerró el portón a las nueve de la noche, me sacó la gente, pero de ahí yo ya me le he puesto, yo le digo: “¡No señor! es que yo estoy trabajando aquí mismo en la casa, yo no estoy en ningún otro lado ni nada, ¿usted por qué no me deja trabajar?” Y en la noche es cuando más llega trabajo, y entonces como yo no trabajo sino en las tardes porque las mañanas estoy en la casa, entonces ya él ha aceptado y ahí poco a poco ya no me pone problema, a veces le doy la comida a las nueve de la noche y no dice nada [risas] y ahí ya. Y de aquí es que yo saco pa’ mis gastos y para todo,... , yo no tengo que pedirle, o sea a veces, a veces sí, que me preste, él me presta, pero yo igual le devuelvo, pero sea como sea, es mucho apoyo. Pese a que ella ha conseguido rehacer su vida, alcanzar cierta estabilidad económica y sacar adelante a sus hijos, el asesinato de su primer esposo deja profundas huellas en ella. Es imposible que al narrar cada uno de los detalles relacionados con este hecho ella pueda contener el llanto. Tan fresca está la herida todavía que ella ha buscado que se le reconozca como víctima del conflicto, pero a la cantidad de obstáculos que se le presentan a todos aquellos quienes han sido afectados por la guerra, se suma el que ella no tiene certeza de cuál de las partes enfrentadas en el conflicto es la responsable de la muerte de su esposo y supone que fue la guerrilla porque varios de los miembros de la familia del joven que fue asesinado por los paramilitares mientras se encuentra en compañía de su esposo están vinculados a esa organización, pero no tiene forma de comprobarlo. Y aunque la Ley de Víctimas establece como uno de sus derechos la verdad, el Estado y sus instituciones no están ni en capacidad ni en disposición de adelantar una investigación que pueda darle claridad a ella y a sus dos hijos. No allá me tomaron la declaración y todo, eh, un abogado, y allá quedó todo por escrito, y entonces me dijeron que eso era bajo gravedad de juramento, que si yo decía alguna mentira o algo que me ponían cárcel y todo eso, entonces me preguntaron que en qué año, que cómo había sucedido, yo les conté todo…... Me pidieron hasta una foto de él, por allá la llevé en la Fiscalía, porque allá me dijeron que si podía llevarles una foto donde a él se le viera bien la cara, ¿que qué hacían ellos con esa foto? que ellos iban cárcel por cárcel mostrándosela a los internos y que le preguntaban: “¿Usted mató a este señor?” y entonces el que dijera: “Bueno sí, yo tuve…” que con eso le rebajaban penas, entonces que ellos confesaban los crímenes, entonces que si sucedía eso de que alguno confesaba, “Bueno si, yo lo maté a él”, entonces que ahí si ya venía la repara... Pero me dijeron que allá no era para pagar a nadie, que allá era para hacer una investigación, que si era para reparación tenía que, en Acción Social, ir a Acción Social. Un día fui a Girón y hablé con un señor, entonces me dijeron que lo de él eso era muy difícil porque era que en realidad a él no se sabía exactamente quienes lo habían matado, y me dijo: “Usted puede esto, pero digamos, pero usted no tiene una una certeza de que fue tal grupo” y que tal, entonces por decir algo, me dijo un señor en Girón, que si por decir algo “vamos a suponer que a él lo mató las FARC, eh, las FARC es un grupo que él no se ha acogido al sistema de... Aunque le aseguran que han de mantenerse en contacto con ella, hasta el momento han pasado casi cuatro años sin que reciba noticia alguna. Frente a todas las complicaciones y el tiempo y recursos que demanda estar presionando para que el Estado adelante la investigación, tiempo y recursos que ella no tiene, ha decidido que lo mejor es renunciar a esos supuestos derechos de verdad y reparación. Ella está convencida de que hasta ahora su trabajo constante es lo que le ha permitido salir avante y que la reparación económica que el Estado ofrece no cambia en nada esa situación, por lo que prefiere seguir concentrando sus esfuerzos en apoyar a sus hijos en lo que puede.