Trayectorias de dolor y resistencia VI

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Trayectorias de dolor y resistencia
VI
Despertar la conciencia y construir la
Trayectoria de vida
¿Usted por qué cree que le pasó todo eso?
No sé, yo digo que el destino, Dios mío, no sé,
porque yo no creo, no, que yo no me he portado
mal en la vida, yo he sido buena hija, yo a mis
papás siempre les he ayudado, no sé, o sea, no
sé, no sé por qué.
Entrevistada No. 11
Nace en el seno de una familia campesina pobre que, en apenas cuatro
hectáreas de tierra, se dedican al cultivo de fique y de café, además de pequeños
cultivos de pan coger de plátano y yuca a través de los cuales obtienen algunos de
los productos básicos para su subsistencia.
Con ese oficio nos crio mi papá y, o sea, es algo que es muy poco, o sea,
digamos le quedaba apuradito, apuradito para la comida, por eso ninguno de
nosotros pudimos estudiar, o sea, lo que estudiamos estudiar ahí en la vereda,
pero ya que mi papá nos pudiera pagar en el pueblo un arriendo, un estudio,
no.... La cosechita del café que era como la esperanza en todo el año de que
cuando viniera la cosechita de café era cuando uno más podía estar algo mejor
En aquella pequeña finca, hilando fique y encargándose de otras tareas
propias de la vida en el campo, crece junto a sus padres y siete hermanos. En
total sus padres traen al mundo ocho hijos, cuatro hombres y cuatro mujeres. Ella
es de las menores. En su memoria está muy fijo que a diferencia de algunos
familiares, que incluso adelantaron estudios universitarios, ella y sus hermanos
apenas pueden cursar algunos niveles de la educación primaria, pero ¿cómo van
a estudiar si como ella misma dice “apuradito quedaba para la comida”? Como la
mayoría de los niños del campo colombiano, ella y sus hermanos deben hacer
grandes esfuerzos para asistir a clases en la pequeña escuela de la vereda, pues
no sólo deben recorrer largos trayectos para llegar allí, sino que prácticamente no
hay ningún elemento a su favor para que puedan aprender tal como ellos
anhelaban.
De lluvia, de invierno, nos tocaba dar una vuelta que nos quedaba mucho más
lejos, y yo iba a estudiar con cotizas, yo no sabía que era un par de zapatos,
nada, con cotizas y todo, pero yo más sin embargo, o sea, era, como éramos
niños, nosotros éramos niños, mi papá nos compraba cotizas blancas y yo, pues,
siempre me he preocupado por siempre estar bien presentada, entonces yo las
lavaba cuando llegaba a las tres de la tarde que llegaba a la casa, las lavaba y al
otro día pues no se me alcanzaban a secar porque, porque era frío y no, ya a esa
hora no había sol ni nada, entonces yo las ponía [risas] en el humo, o sea, en el
fogón para que con la calor del fogón se me alcanzaran a secar, para podérmelas
poner al otro día...
En la escuelita de la vereda cursa hasta cuarto de primaria, ella quiere seguir
estudiando, pero el último año de primaria debe cursarse en la escuela del pueblo,
así que sus padres deciden enviarla al pueblo cercano, a casa de una tía materna.
Como ocurre en muchos casos en los que personas que habitan en cascos
urbanos reciben a sus familiares provenientes del campo, ella termina pagando
con su trabajo la posada, la alimentación y los estudios que le proporcionan. Su
tía-madrina la convierte en la sirvienta de la casa. Como los estudios van bien y a
ella le agrada aprender, por meses acepta calladamente cocinar, lavar y planchar
para toda la familia de su tía-madrina. No obstante, el pesado trabajo la lleva hace
que decida no estudiar más y abandona aquella casa en la que han tenido que
soportar tantas humillaciones.
Aunque ella y sus padres lo desean, no puede regresar a la casa a causa de
las difíciles condiciones económicas de su familia que la obligan a empezar su
vida laboral siendo todavía muy niña. Apenas sale de la casa de su tía-madrina,
ingresa a trabajar como empleada de servicio en la casa de otro familiar que vive
en el mismo pueblo. Aunque espera que el trato allí sea distinto, pronto llegan los
malos tratos y las humillaciones.
La misma tía hermana de mi mamá, le dijo a mi mamá que me dejara ir a
trabajarle a la casa de la hija, que estaba casada y que... me quería llevar para
allá para que le trabajara, ella era profesora en el campo y tenía una niña, yo se
la cuidaba y ella, o sea, pues como yo, nosotros siempre fuimos como los menos
de la [familia] [Llanto] entonces ella siempre me humillaba, nunca lo que yo hacía
estaba bien,... como ellos eran los estudiados y nosotros no, entonces nos veían
como los menos [Llanto].
Allí tampoco permanece mucho tiempo. Cansada de todos los ultrajes de que
es víctima y pensando escapar de esa situación, decide trasladarse a la capital del
departamento. En vista que no conoce la ciudad ni a nadie quien pueda tenderle
una mano y orientarle en la búsqueda de un mejor trabajo, termina trabajando en
la casa de otro primo, “también ahí bueno, no me dejaban salir, o sea yo era todos
los días, no tenía un día de descanso, o sea se aprovechaban de que como yo no
conocía la ciudad ni nada, no me daban descanso, ni los domingos, nada nada…”
Sin embargo, ella mantiene la firme intención de no trabajar más para sus
familiares. Con ello en mente, empieza a relacionarse con los vecinos del barrio y,
después de un tiempo, consigue salir de aquella casa, no sin que su primo y la
familia de él recurran a su supuesta responsabilidad moral con los padres de ella,
como recurso para intentar retenerla. Las cartas que ella y sus padres
intercambian, con la regularidad que los viajes de su primo lo permiten, facilitan
que ella explique la situación a sus padres y consigue la aprobación de estos para
romper con la tutela que su primo ejerce sobre ella.
Aunque en su relato no da mayores detalles sobre sus condiciones laborales
en las siguientes casas en las que trabaja, para ella el cambio es importante
porque con él consigue que cada semana le concedan un día libre. Además del
descanso que eso representa, significa también romper, en cierta medida, con el
enclaustramiento y hallar algo de independencia para aventurarse a conocer la
ciudad y nuevas personas.
¡Pobrecito, tanto trabajar y no tener una mujer!
En una visita que hace a su pueblo, aprovechando las vacaciones laborales,
se encuentra con unos primos paternos que viven en otra importante ciudad del
departamento. Tras una conversación, le proponen que se vaya con ellos, quienes
ofrecen ayudarle a conseguir un mejor trabajo. Sin pensarlo mucho, ella y otra
prima aceptan la propuesta y luego de su llegada a aquella ciudad se ubican en
dos casas diferentes, pero con las que mantienen lazos familiares. Allí sus
condiciones laborales resultan más llevaderas, el trato que le proporciona la
familia para la que trabaja es respetuoso, pero ella anhela algo más para su vida.
Ya yo le dije a mi patrona que yo estaba cansada de trabajar en casa de familia,
que yo quería experimentar otra cosa, ellos eran dueños de un restaurante...,
entonces ella me dijo que si quería que me pasaba pa’l restaurante, de mesera,
entonces yo le dije que sí porque yo quería experimentar otra cosa, yo no quería
seguir, o sea quedarme en lo mismo, entonces ella me dio la oportunidad de
trabajar en el restaurante y seguir viviendo en la casa de ella.
De ese restaurante se traslada a una cafetería, propiedad de la misma
familia, pero ubicada en la sede de una empresa de transportes. Es allí donde al
cabo de un año de estar trabajando, conoce a quien se convierte luego en el papá
de sus hijos. Pese a tener a su pareja embarazada y un niño enfermo, él se da a la
tarea de cortejarla. Al principio ella no está interesada en él, en primer lugar
porque no le parece correcto establecer una relación amorosa con un hombre
comprometido, y en segunda instancia porque el color de piel de él le resulta
problemático, pues a ella no le gustan los negros. Pero él se da sus mañas para
enamorarla. Como táctica de conquista, él se muestra descontento con su actual
relación pues, según él, su pareja no atiende la casa como socialmente se
esperaba que lo hiciera.
O sea ya con la cuestión de que él me empezó a contar de cómo era la vida de
él, de todo, o sea, a mí me empezó como, o sea, cómo a interesar porque yo dije:
“Pobrecito, tanto que trabaja y no tener una mujer que…”, porque él me decía
que la mujer no le lavaba la ropa que nada, que era muy súper dejada con él, que
él le tocaba si quería verse limpio el mismo lavar, entonces todas esas cosas a
mí me daba como…
A las constantes quejas sobre lo desatenta que es su actual pareja, suma
toda una serie de atenciones: la invita al cine, a bailar, y aprovecha que es
diciembre y le pide que lo acompañe a comprar un árbol de navidad y todo lo
necesario para decorarlo, luego que ella lo acompaña, él le regala el árbol. Le
dice: “¿Sabe qué?, yo le regalo eso a usted, lléveselo para su casa y arme usted
el arbolito en su pieza”,... porque para qué llevo yo esto a la casa si me toca a mí
ponerme a arreglar todo porque ella no…”. Ella lo recibe y lo arma en la habitación
en la que vive, luego él le pide que lo invite a conocer cómo ha quedado el
arbolito. Así transcurría lo que ella considera es una buena amistad, pero él no se
conforma con ello.
Como de costumbre, a finales de diciembre, ella viaja a su pueblo para
compartir con sus padres las festividades de fin de año. Una mañana, mientras
ella duerme, su madre, que está en el patio, divisa que un hombre se dirige hacia
su casa, “él usaba zapato blanco, [risas] entonces mi mamá me dijo, “viene un
patiblanco allá abajo” [risas], este, “no sé quién será, levántese””. Para su
sorpresa, el patiblanco es el hombre que con tanta insistencia la corteja. Ha
indagado con los primos de ella cómo llegar al pueblo y a la finca donde ella se
encuentra, y se presenta allí, sin que nadie lo espere. En esa inesperada visita le
asegura a ella que él ya no tiene nada con su esposa, que ya se ha encargado de
devolverla a la casa de sus papás, y que está completamente libre para iniciar una
relación. Al día siguiente él se marcha para la ciudad con la promesa de que
pasados ocho días regresaría, ya no sólo para visitarla sino para quedarse a vivir
con ella.
Tal como lo ha prometido, ocho días después se presenta nuevamente en la
finca y habla con los papás de ella para que le permitan quedarse allí, “les explicó
las cosas,... que él tenía una mujer pero que él ya había solucionado ese
problema, que él quería tener algo en serio conmigo”. Durante la semana que él
ha estado ausente, los padres de ella han indagado en varias ocasiones sobre la
disposición de su hija a unirse con ese hombre y ella les confirma que está
interesada en él porque le parece que es un hombre muy trabajador que merece
tener a su lado una mujer que le colabore, razón por la cual ellos acceden a
permitir que aquél hombre se quede.
[...] así empezó, trabajaba todos los pueblitos alrededor..., y él quería que yo
fuera con él a los pueblitos y mi mamá no me dejaba, entonces él le daba rabia
porque, él decía: “Si usted va a ser mi mujer, ellos tienen que aceptar de que yo
me la lleve para donde yo quiera”, pero ellos siempre con la cuestión de que no,
“que vaya él solo, que usted quédese acá”. Bueno, a veces iba a algunos
pueblos, no todas las veces.
Producto de esas desavenencias, deciden abandonar la vereda y trasladarse
a un pueblo cercano.
No teníamos nada, él… logró conseguir un colchoncito y dormíamos en el piso
[risas] porque no teníamos más nada, yo me iba con él a los pueblos a trabajar
para todos los pueblitos ahí cerquita... y, o sea, como por allá todos los días hay
mercado en diferentes pueblos, entonces todos los días nos íbamos para un
pueblo diferente, y nos iba bien, ya empezó a comprar las cositas, entonces ya
pudimos sacar la casita y, fue comprando los mueblecitos y así.
Ser su mujer no sólo implica que debe acompañarlo a los diferentes pueblos
en los que vende la mercancía que les proporciona el sustento, también exige
proporcionarle hijos. A medida que pasan los meses y ella no resulta embarazada,
él ejerce cada vez más presión y acompaña los reclamos de comidas que
popularmente se consideraban afrodisíacas.
[...] él me ponía problema porque yo no salía embarazada, me decía que era que
yo me cuidaba a las escondidas, yo le decía que no... , yo le decía: “No, yo no me
cuido”, entonces él me decía que era que yo no quería tener un hijo de él porque
él era negro [risas]... , la verdad yo no me cuidaba, sino que no sé por qué no
quedaba embarazada. Entonces, a él le decían que [risas] me diera mucho
pescado, que él también comiera mucho pescado porque eso que para que
pudiera yo quedar embarazada, entonces,... él era aficionado a la pesca y él
trabajaba en la mañana y en la tarde era que nos fuéramos a pescar con
anzuelo,... la bacterióloga del hospital era muy amiga de él y ella le dijo, ella le
decía que consumiéramos mucho pescado, mucho caldo de pescado todo eso
para que pudiéramos tener un hijo, que a veces eso era cuestión de, a veces de
la comida, entonces, [risas] él como que debido a eso él se ilusionó con eso y
bueno, a los pocos días fue cuando yo salí embarazada...
En el transcurso del embarazo varias cosas cambian: las llegadas a altas
horas de la noche, los comentarios de varios vecinos y la cercanía entre su
esposo y su hermana levantan sospechas sobre una posible infidelidad. Sin
embargo, no es hasta casi un mes después del nacimiento de su primer hijo que
ella viene a confirmar sus temores. Su esposo y su hermana tienen un amorío y,
resultado de éste, ella está embarazada. Ella quiere confirmarlo sometiéndolos a
un careo. Su hermana afirma que él la ha asediado al punto de meterse a su casa
y querer acceder a ella por la fuerza. Él se declara culpable de sucumbir a la
seducción de su cuñada en un momento de debilidad producida por la borrachera.
Como siempre, se impone la concepción de la mujer calculadora, seductora,
fuente de pecado para los hombres.
[...] ese día yo me fui de la casa, me fui para donde, otra finca vecina de mi papá,
que es una tía hermana de él, yo fui a sacar las cosas, la ropa del closer y todo,
él me quitó las llaves y me dijo que no me dejaba sacar nada. Mas, sin embargo,
yo me fui, con lo que tenía puesto, y me fui para donde mi tía, entonces, resulta
que mi tía sabía todo, ella me dijo: “No, mire, lo que pasa es que ella le tiene a
usted mucha envidia, ella le quiere acabar su hogar, ella no, ella como ve que él
es un muchacho trabajador, que la tiene a usted bien, que le tiene todas sus
cositas, ella no, ella está mirando a ver cómo le daña a usted su hogar, no le dé
gusto, mire, no se ponga a hacerle caso, eso, eso no, siga con él”
Pese a que deciden continuar juntos, la confianza está rota. Mientras él sale
a trabajar, ella, carcomida por la duda, no deja de pensar si él está con su
hermana. La solución que hallan a todo ello es irse del pueblo, dejar atrás todo lo
construido y empezar de nuevo. Sin embargo, no es la hermana la única mujer
con la que él la engaña, y ante los reclamos vendrían incluso las golpizas
[...] porque era que él siempre con sus mujeres, ¿sí?, él tenía una novia en
[nombre del pueblo] y estaban en fiestas en [ese pueblo], teníamos un carrito
Renault 4, y entonces él fue y me llevó... a la casa y me dijo que me quedara que
él se devolvía... Entonces, yo le quité las llaves del carro y le dije que no se fuera,
que por qué, que cómo así, que por qué me tenía que llevar, entonces ahí fue,
ahí esa vez me pegó duro, me reventó la boca, me pegó, o sea, sí, por la boca y
la nariz me reventó toda, entonces, cuando él vio que me había reventado,... él
mismo se puso a limpiarme, preparó agua con sal y me lavaba la boca, la nariz, y
me decía que lo dejara, que él podía tener mil mujeres en la calle pero que la
mamá de sus hijos era yo, que yo era la que ocupaba el primer lugar donde
fuera, que no le…, no le diera mala vida por eso. Yo le decía: “¡no!, es que yo no
le puedo aceptar eso a usted, si usted es mi marido porque tengo yo que
aceptarle”, o sea, entonces él me decía que lo dejara ser feliz, yo le decía: “No es
que esa no es…” él me decía: “Yo a usted no la tengo aguantando el hambre, yo
a usted la tengo bien, déjeme ser feliz en la calle”. Yo le decía: “No, yo prefiero
separarme de usted pero yo así no”, yo le decía: “A mí de qué me sirve que usted
me tenga la casa llena de muebles, que me tenga la nevera llena de comida si yo
no tengo, yo no, o sea yo, no me puedo comer una comida en paz, una comida
tranquila”, entonces,... él pensaba de que porque ¿sí?, me tenía bien y que todo
eso, yo tenía que permitirle que él tuviera mujeres en la calle y todo, entonces, él
me decía que era que él no tenía la culpa, que lo que pasaba era que como él
tocaba guitarra, que él lo seguían mucho las mujeres...
Él no se sentía seguro
Del pueblo en el que viven, cuando su hermana y su esposo la engañan, se
trasladan a la ciudad en la que conoce al padre del niño de tres meses que los
acompaña. No todo resulta según lo planeado. El pasado persigue a su esposo y
le roba tranquilidad. La permanencia en la ciudad se hace cada vez más difícil,
cada día que pasa él siente que su vida corre peligro. ¿Qué había ocurrido tiempo
atrás y por qué eso le robaba la calma?
Según su esposo recuerda, mientras convive con su primera pareja, un
amigo de crianza de él ha desertado de algún grupo guerrillero y se ha instalado
con ellos en la casa.
[mi esposo] no sabía que él venía volado de, de ellos, o sea, sino que él llegó y le
dijo que era que él ya se había retirado de eso. Resulta que no, él todavía
formaba parte de ellos y resulta que eso disque cuando ellos se desertaban así,
entonces los otros los buscan, o sea donde, los buscan porque creen que los van
a, los van a delatar...
El joven le pide trabajo y, como él se dedica a vender puerta a puerta, lo
invita a acompañarlo. Sin embargo, un día en que el joven y su esposo salen a
ofrecer sus mercancías, son interceptados por algunos hombres al parecer
vinculados a un grupo paramilitar, y son llevados a uno de los barrios en los que el
grupo tiene influencia. Ella recuerda que su esposo le dice que ese día él se salva
gracias a que el comandante del grupo paramilitar que opera en el sector lo
conoce porque es primo de su primera pareja. El muchacho no corre con la misma
suerte. Luego que los detienen y son identificados, su esposo tiene que presenciar
cómo le disparan al joven en la cabeza.
En ese hecho se sustenta el temor de su esposo, pues la familia del joven ha
dado por sentado que su hijo ha sido entregado al grupo paramilitar para que lo
asesinen y que el responsable de todo ello es el esposo de la protagonista del
relato. Varias personas que lo conocen le han advertido que esa familia está
esperando la oportunidad para cobrar venganza. Por ello, al estar nuevamente
asentado en el lugar en que todo ello ha tenido lugar, él no puede sentirse menos
que nervioso y preocupado por su vida. El nivel de zozobra llega a tal punto que
deciden trasladarse a la frontera sur del departamento. Allí pasan un tiempo,
incluso allí ella queda embarazada nuevamente y da a luz a su segundo hijo.
Luego deciden trasladarse a la primera ciudad en la que ella ha trabajado y
establecer allí su lugar de permanencia, mientras siguen distribuyendo ropa en
diferentes municipios del departamento, incluida aquella ciudad que tanto intimida
a su esposo.
[...] a todo el mundo que se encontraba él... de gente de [municipio de
procedencia del esposo], le decían: “... que allá están pensando que por culpa
suya fue que mataron a [nombre del muchacho asesinado], que usted fue el
que lo sacó, que la demora es que usted pise [el pueblo], que hasta ese día
usted vive”.
A su esposo esa situación le afecta mucho, no concibe que él tenga que
mantenerse alejado de su pueblo por algo que, afirma, él no ha hecho. Un día en
que están, ella y su esposo en su camioneta ofertando algunas prendas de vestir
en la mencionada ciudad, se acerca la madre del joven al que los paramilitares
han dado muerte.
Se la encontró y ella lo saludó y normal y todo y le preguntó que para donde iba,
ella le dijo que venía... a visitar al hijo que estaba en La Modelo, entonces... él
quiso, digamos, habló con ella, eso duraron más de media hora hablando, él
explicándole todo..., le decía: “Mire a mí sí me duele que ustedes estén pensando
que yo tuve que ver con esa muerte, cuando yo realmente no tuve nada que ver”.
Bueno, él le explicó y ella le decía: “¡No [nombre]!, ¿cómo se le ocurre?, nosotros
no estamos pensando que fue usted, no, nosotros no hemos pensado nunca que
fue usted”. Total fue que la señora le sacó información, que dónde vivía, que
cada cuánto iba a [nombre de la ciudad], que en qué sitio se hacía a vender, y [él]
todo le contó, o sea él sin la más mínima desconfianza, le dijo: “Yo vivo... en tal
parte, mire, ella es la mujer con la que vivo ahora, tenemos dos hijos, yo me hago
a veces acá, a veces me hago en [otro lugar]”, o sea, todo le contó.
Después de la conversación que su esposo tiene con aquélla señora, él
queda más tranquilo. Incluso abriga cada vez más la esperanza de volver al
pueblo en el que nace, en el que se cría, donde tiene a su familia y a sus amigos
más íntimos. Cree que el mal entendido está resuelto y que eso ya no es un
impedimento para que él regrese al lugar que añora, el mismo del que proceden el
joven asesinado y su familia.
Días después, su esposo prepara un viaje a la misma ciudad en la que se
encuentra con la señora. Para comprar la mercancía que ofrece en aquella ciudad,
empeña en una consignataria uno de los dos carros que consigue mediante el
comercio de sudaderas y maletines, y le dice al único empleado que tiene: “Más
bien usted este fin de semana me acompaña y vamos los dos a [nombre del
municipio] y dejamos el otro carro empeñado y lo que nos hagamos este fin de
semana, la semana entrante lo retiramos y mientras tanto que le echen una
pintada”. Ese sábado, después de empeñar el carro, su esposo y el empleado
regresan a la casa, y mientras arreglan la mercancía y ultiman los detalles del
viaje, ella resiste ante la insistencia de su esposo de que los acompañe. Pone
como excusa los niños, el clima del lugar al que van, la inutilidad de su compañía,
la costumbre de su esposo a dejarla encerrada en un hotel mientras él busca
amoríos. Ella hoy asocia la reticencia de entonces a viajar a una corazonada.
A mí me entró como una cosa que no fuera, que no fuera, que no, que como que
no, como que, yo ya lista y ya había alistado todo, entonces él a lo último me dijo:
“¡Ah! usted parece loca, entonces no vaya”, me dijo así, yo dije: “Pero es que la
verdad ¿yo a qué voy?, allá a encerrarme en un hotel, para esa gracia me quedo
aquí en la casa”, entonces, yo le dije: “usted se pierde que uno ni sabe para
dónde coge y yo a donde lo voy a buscar”, entonces me dijo: “Bueno, entonces
no vaya, más bien cuando llegue la llamo”,... Entonces, él me dijo: “bueno,
entonces quédese”. Entonces yo volví y cogí el maletín y lo bajé y lo entré a la
casa, entonces, él llegó y... se subió [al carro], se despidió y todo y se, él se
recostó contra el timón así, clavó la cabeza así [hace la seña poniendo los dos
brazos sobre su frente], se quedó un rato pensando,... levantó la cabeza y me
dijo: “Bueno, chao mami, deséame suerte”.
Un viaje que normalmente le toma dos horas a cualquier persona, a su
esposo le toma siete. Al llegar a su destino, él la llama. “Entonces yo le dije que
por qué me llamaba hasta esa hora, entonces me dijo: “No, es que... tuve nueve
pinchadas”. Yo le dije: “Hush ¿por qué tanto?”, me dijo: “Se me pincharon las dos
llantas y me tocaba andar con una llanta al hombro hasta que encontrara un
montallantas, eso usted viera qué lucha pa’ llegar””. Ella le asegura que eso ha
sido por no esperar al día siguiente para viajar, pero él le dice que hay que
agradecer que ya estén allá y que estén bien. Al despedirse, él le pide que le cuide
a los niños y que esté lista para que al día siguiente, cuando él regrese, salgan a
visitar la feria artesanal que tiene lugar en la ciudad y comprar algunos objetos
decorativos para la casa.
Durante la llamada él también le pide que a su regreso le prepare de
almuerzo un sudado de galápagas1. Al día siguiente, ella le pide a la muchacha
que se encarga de los oficios domésticos en la casa, quien es sobrina de su
esposo, que prepare el almuerzo tal como lo pide su tío. Mientras las muchacha
prepara el sudado, ella lava alguna ropa sucia y luego se arregla, ella y a los
niños, para esperar la llegada de su esposo.
Yo estuve lista desde las dos de la tarde y los pelaos y todo,... [La muchacha] me
decía: “El almuerzo ya está frío, ¿será que lo pongo a calentar para que cuando
mi tío llegue ya…?”, yo le dije: “No espere que llegue mejor, eso en un
1
Tortugas.
momentico se calienta”, y bueno, y espere y nada, ni me llamaba ni nada. Como
a eso de las cuatro de la tarde sonó el teléfono, yo fui y contesté y no me habló
nadie, entonces yo, volví y me regresé a la cocina y me dijo [ella]: “¿Quién era?”,
le dije: “No sé, no me habló nadie”, volvió y timbró el teléfono, me fui y contesté,
entonces ahí ya me habló un señor y me dijo que si hablaba con la mujer de
[Nombre], yo le dije que sí, él me dijo: “Señora, llamo para informarle que su
marido está muerto”. Entonces yo pensé en el momento que era una broma ¿sí?,
entonces yo llegué y le dije: “Señor ¿usted por qué me dice eso?”, me dijo:
“Señora porque es verdad, su marido está muerto en la morgue del hospital de
acá de [nombre de la ciudad], por favor véngase pero no vaya a traer los niños”,
dijo: “Su marido tuvo un accidente”, entonces yo le dije, yo le dije: “¿Cómo así?”,
entonces me dijo: “Sí él tuvo un accidente con el carro”, entonces, yo en el
momento creí, porque él corría mucho con la camioneta, o sea esa era una de las
cosas que a mí me abstenía de ir con él porque él corría muchísimo cuando él
manejaba, entonces, yo en el momento creí, yo dije, como el corría tantísimo,
Dios mío, seguro se estrelló, bueno, yo no supe donde quedé, yo grité, yo salí de
la casa, y [la muchacha] me decía: “¿Qué pasó [nombre]?, ¿qué pasó?”, y yo le
dije: “[nombre], que [su tío] se accidentó”, y bueno, eso ella gritaba, decía: “¡No,
mi tío no! Dios mío”,... y ella gritaba y decía: “¡No, mi tío no puede estar muerto,
no!”, y bueno, entonces yo salí y los vecinos y todo me, salieron, me decían que
qué me había pasado, entonces yo les conté
La primera versión que recibe del policía con quien habla por teléfono, es
que su esposo fallece en un accidente automovilístico. Sin embargo, varios
minutos o tal vez horas más tarde, una de las hermanas de su esposo la llama
para decirle que su esposo no muere en las condiciones en que afirma la policía,
sino que es abaleado mientras maneja de regreso a casa.
La angustia aumenta con el paso del tiempo, no sólo porque para ella es
difícil viajar con los dos niños, sino porque la vía que conduce a la ciudad donde
fallece su esposo, está cerrada a causa de daños en la misma, lo que implica
hacer un recorrido más largo. A ello, naturalmente, se suma la imposibilidad de
tener certeza sobre lo que ha ocurrido, pues la única persona que puede aclararle
lo sucedido, es el joven que trabaja para su esposo y quien le acompaña en el
viaje, pero aún no se ha puesto en contacto con ella.
Como a eso de las siete de la noche [él] me llamó, pero yo escuché la voz de él
como normal,... él me saludó normal y todo, entonces yo llegué y le dije:...
“¿[nombre del esposo]?”, me dijo: “Acá está”, yo le dije: “Pásemelo, hágame el
favor”, y entonces me dice: “No, no se lo puedo pasar”, yo le dije: “¿por qué?
¿Qué pasó?”, dijo: “no se lo puedo pasar porque Misael está muerto”, entonces
yo le dije: “¿qué fue lo que les pasó?”, entonces me dijo: “que a Misael le
pegaron unos tiros y lo mataron” y él empezó a llorar y todo, entonces yo le dije:
“¿Qué fue?, ¿Cómo fue?” [Llanto], entonces me dijo: “véngase y yo acá le cuento
todo”, entonces yo le dije: “[nombre] pero ¿cómo hago para irme? La carretera
está tapada”, entonces me dijo: De todas formas usted hoy no puede hacer nada,
más bien, espere y se viene madrugada”.
Así lo hace. A la mañana siguiente, muy de madrugada se embarca, junto a
una cuñada y a sus dos hijos, en el carro de un vecino a quien contrata para que
la lleve a la ciudad en la que aún, pese a las afirmaciones del policía y del
empleado de su esposo, espera saber qué ha ocurrido con el hombre con el que
años atrás había decidido compartir su vida, pese a todas las dificultades.
Después de dejar a los niños con su suegra se dirige al hospital a preguntarle al
celador por su esposo, aún guarda la esperanza de que éste le responda que yace
allí, malherido, pero con vida.
Llegamos y le preguntamos a él: “Señor es para averiguar por un señor que lo
mataron ayer en El Retén”, entonces llegó y se quedó mirándonos y nos dice:
“Aquí hay uno, pero él murió fue de un accidente”,... yo como que todavía tenía la
esperanza de que él no fuera, entonces me dice él: “Pero si quiere vengan
conmigo y lo reconocen”. Entonces, yo no fui capaz. Me dijo [la hermana]:
“¡vamos!”, y yo le dije: “No [nombre], yo no soy capaz de entrar por allá”,
entonces yo me quedé en la puerta y [ella] siguió con el celador por un pasillo, y
al fondo allá... sacaron como una lata así, cuando ella me gritó que sí [Llanto], me
dijo: “Sí [nombre], es [él]” [Llanto] [Silencio].... yo prefería que él hubiera estado
por allá con alguna mujer,... o sea, en ese momento uno hace [incomprensible]
todo lo que sea menos que está muerto [Llanto] [Silencio].
Ella conmocionada y aturdida por el dolor, sin dinero y sin idea de lo que
tiene que hacer en ese momento, acepta que el empleado de su esposo se
encargue de todos los trámites necesarios para darle sepultura.
[...] cuando ya yo lo vine a ver cómo, ya en las horas de la tarde, que ya lo vi, ya
lo vi fue en el cajón en la casa allá en la sala de la casa y [Silencio] y ¿qué?, yo
lo veía a él normal, como dormido, o sea yo no lo vi que él quedara maltratado,
yo decía pero si es que él no, lo único que tenía era un aruño por acá en la cara
[se señala el pómulo derecho], él quedó como dormido, así como a veces se
quedaba dormido en, a veces en la sala viendo televisión y, [Silencio]. Sí,
[nombre del primer hijo] chiquitico me decía: “Mamá ¿por qué mi papá no se
levanta de ahí?”, él me decía que lo alzara para poderlo ver, yo lo alzaba y él lo
miraba y me decía: “Mamá, mi papá por qué no se levanta de ahí?, ¿por qué no
se va a dormir a la casa?”, él pensaba que era que él estaba dormido ahí,
entonces yo le decía: “Papito porque él no se puede levantar de ahí”, me decía:
“Pues si él no es capaz nosotros lo llevamos alzadito”, me decía [Llanto],
entonces yo le decía: “Papito porque nosotros no somos capaz”, me decía:
“Pero es que ¿él porque no se va a dormir a la casa?”.
Hoy recuerda la versión que le da el joven que acompaña a su esposo
cuando este es asesinado. Sin que ella conozca las razones, sabe que otros
familiares él les narra una historia un poco distinta. Mientras a ella le cuenta que
su esposo llega sin vida al hospital, a otros les asegura que su patrón consigue
llegar con vida al hospital y que los médicos alcanzan a prestarle auxilio, pero que
luego muere.
Supuestamente... ellos se habían venido para [nombre de la ciudad] normal
después de que habían trabajado esa tarde, venían ya de regreso... venían los
dos, [mi esposo] manejando, [y el empleado] al lado en el otro cojín, cuando él
dice, que cuando él quiso, le dijo: “[nombre] yo me voy a acostar en el cojín de
atrás porque quiero descansar”. Entonces que, cuando él fue a pasarse para el
cojín de atrás, vio que venían unos tipos detrás de ellos con una moto, en una
moto grande blanca, y que el de atrás, o sea el parrillero venía con una pistola
lista en la mano, entonces que [él] le dice a [mi esposo]: “[nombre] asiéntale la
pata que nos van a atracar”, entonces [mi esposo] disque le contesta: “Primero
me matan que dejarme atracar”, porque él disque ese día traía dos millones de
pesos de la venta que había hecho ese domingo,... entonces disque [mi esposo]
le asentó la pata, o sea le dio más velocidad al carro cuando, los tipos le
dispararon a la llanta delantera, del lado del chofer y ahí el carro pierde velocidad
y todo, y [el empleado] cuenta de que, de que él solamente vio que los tipos... le
adelantaron el carro, y se le hicieron por la parte de la ventanilla del lado de [mi
esposo] que venía manejando y que solamente lo miraron a la cara y le
dispararon [Silencio] y que sin decirle una palabra, solamente lo miraron y le
dispararon,... y como él venía manejando, entonces, el tiro le entró por acá
[señala el tórax debajo del brazo izquierdo] y le sal…, lo cruzó y... cruzó el cojín,
el espaldar del cojín del lado del chofer y fuera de eso alcanzó a perforar el cojín
de atrás [Silencio]. Entonces, [nombre del empleado] dice que, solamente
escuchó que [nombre del esposo] pegó un grito, nada más y que enseguida soltó
el volante y que el carro empezó a dar bote y el carro se salió de la carretera y
que él trató, lo que él hizo fue de meterse a favorecer a [nombre del esposo] de
que cuando el carro iba dando bote,... no se pegara con el volante, entonces él
me decía: “Yo lo que hice fue tratar de favorecer a [nombre del esposo] de que
con los botes del carro no se fregara él con el volante” y que él le pedía a Dios
que de por Dios detuviera el carro, que no diera más bote, él me dice, que hubo
un momento en que él le gritó a Dios que por favor que metiera la mano y
detuviera el carro, y él dice que el carro dio el último volantazo, y quedó, y
terminó parado en las llantas, que ahí fue cuando el carro se detuvo, entonces él
dice que ahí como las puertas quedaron machucadas de los botes y todo que
dio... que él bregando a abrir las puertas para poder sacar a [esposo] y que ya
cuando él vio [esposo] estaba lleno de sangre y que él lo único que hacía era que
lo miraba, pero que ya él como queriéndole hablar algo, pero ya no era capaz y
que lo cogía de las manos y que lo apretaba como queriéndole decir algo, pero
que ya no fue capaz [Llanto].
Luego, según el relato que el empleado le cuenta a ella, en medio del
desespero es necesario encontrar la forma de sacar del carro a su patrón y
trasladarlo hasta la carretera para que alguna de las personas que transitan por
allí, en sus automóviles, le preste auxilio y lo transporte hasta algún hospital. Por
algún tiempo es imposible que alguien se digne socorrerlo y, cuando por fin
alguien lo hace y puede conducir a su patrón al hospital, un médico se acerca para
atenderlo “... le había colocado las manos en el pecho y que le había dicho: “No
hermano, este señor ya viene muerto, ya no hay nada que hacer”.
En la narración del empleado de su esposo, ella encuentra evidencias de los
esfuerzos de quienes atentan contra la vida de su pareja, para cerciorarse del
cabal cumplimiento de su cometido. Según el empleado, luego que los médicos en
el hospital le confirman la muerte de su patrón, él se encuentra en la calle,
llorando, y unos hombres en una motocicleta se le acercan para preguntarle qué le
ocurre “entonces que él disque les había dicho: “Mano que mataron a mi amigo,
que él es como mi hermano”, entonces disque le dijeron: “¿Y sí lo mataron?”,
disque les había dicho: “Sí mano, los médicos me acabaron de decir que acabó de
morir”, entonces disque los tipos de la moto, disque le dijeron... “mano, que lo
sentimos mucho”, que no sé qué y arrancaron y se fueron”.
Después en las, en las horas ya de la tarde cuando ya íbamos salir para el
entierro, dice [nombre de la primer pareja del esposo], la otra señora, que
habían llegado unos muchachos en una moto diciendo: “¿Entra usted o entro
yo?”, que ella los había escuchado decir,... , entonces que el otro le contesta:
“No mejor vámonos porque hay mucha ropa extendida” y que habían arrancado
en la moto y se habían ido, o sea como queriendo verificar si de verdad era él,
pienso yo ¿no?
Para ella las sospechas de quiénes pueden ser los responsables del
asesinato de su esposo, recaen en la familia del joven a quien los paramilitares
dieron muerte. “Yo siempre sospeché de esa familia porque a los poquitos días
que él habló con esa señora en el puerto, fue cuando a él lo mataron.”
O sea, como una venganza, porque ellos nunca se convencieron de que
[nombre] no había tenido nada que ver, o sea para ellos el que mandó matar a
[nombre el joven], fue [mi esposo], o sea... ellos tenían en su mente que había
sido [él] y que había sido [él] y a pesar de que le dio explicaciones a la mamá, a
todo el mundo que se encontraba de allá, ellos nunca se convencieron de lo
contrario.
Tal vez los familiares del joven dan por sentado que al ser su esposo pareja
de una mujer cuyos familiares son paramilitares, entonces, él también lo es. Hoy,
en perspectiva, ante lo ocurrido le surgen ciertas dudas relacionadas a cómo
ocurre todo, por ejemplo ¿por qué la policía le asegura que su esposo fallece en
un accidente de tránsito y no que es abaleado por dos hombres que se
movilizaban en una motocicleta? Estas dudas son alimentadas por el extraño
comportamiento del joven que acompaña a su esposo en el momento de su
asesinato.
Después, a los poquitos días, de que ya pues sucedió lo del entierro de él y todo,
que regresamos nuevamente a la casa... , donde vivíamos, yo no quise regresar
sola a la casa, invité a mi suegra y a las cuñadas que se vinieran conmigo pa’
estar ahí, porque yo no quería llegar sola a estarme ahí en la casa con los dos
niños, o sea yo no soportaba, entonces ellos se vinieron conmigo, me
acompañaron como ocho días, y [el empleado] también, y nosotros le decíamos a
[él],... le dijimos: “[nombre], nos hace el favor y nos muestra el sitio en donde fue
el accidente” y él nos dijo en [nombre de la ciudad]: “¡sí, sí, sí!, yo cuando él se,
hacemos parar para que ustedes vean el sitio”, que supuestamente era en El
Retén. Resulta que, era una camioneta de platón, yo no quise venirme en la
cabina sino arriba para poder estar pendiente del sitio, y [él] se vino en la cabina.
Entonces cuando ya veníamos en esa recta del Retén, porque eso es una
planada, eso es una recta, nosotros le tocamos la cabina y le decíamos:
“¡[nombre]!, ¡¿en dónde es?!, ¡¿en dónde fue?!”, y él me dijo, nos sacó la cabeza
así y nos dijo: “Ya pasamos”, y entonces, o sea, nosotros ninguno nos
percatamos de haber hecho parar y haberle dicho, bueno, si ya pasamos vamos
a devolvernos, que igual estábamos pagando era un expreso, no, o sea él nos
dijo: “Ya pasamos”, y nosotros quedamos así, o sea, seguimos, o sea no, o sea
que hoy, ya uno, cuando ya uno de verdad piensa las cosas, hemos debido
haberle dicho: “No, vamos a devolvernos y nos muestra el sitio”, porque
supuestamente él nos dijo que habían reventado unas cuerdas de alambre, que
habían tumbado varios postes de, de la carretera de una cerca, porque el carro
había rodado yo no sé cuántos metros, o sea eso tenía que notarse, el sitio,
digamos el maltrato del, pero no, y así pasó, no nos quiso mostrar el sitio ni nada,
y bueno. Llegamos a [nombre de la ciudad], él era callado, él no, él no hablaba,
no quería que le tocaran ese tema, yo hablaba con la familia de, de mi marido
¿sí?, les decía, pero yo decía: “Dios mío ¿sería que [él] tuvo algo que ver con
eso?”. Ellos decían que no, que [nombre] era un muchacho de la iglesia, hijo de
un pastor, que ellos lo conocían desde pequeño, que a ellos se les hacía
imposible creer de que [él] hubiera tenido algo que ver con eso, que él de pronto
estaba era asustado, que no se sabe, de pronto él estaba era traumatizado de
que, como él le tocó vivir todo eso, presenció, entonces yo dije, bueno pues, o
sea, no hice como tampoco fuerza para que, como de pronto de haber puesto un
denuncio o algo, de que lo hubieran investigado a él, o sea, eso se quedó así
¡Dios mío, cómo le cambia a uno la vida!
El asesinato de su esposo la deja destrozada y desarmada, ella no está
preparada para encargarse sola del sustento y de la crianza de sus dos hijos.
Durante el tiempo que convive con su esposo ella se encarga del trabajo del
hogar, y se desacostumbra a trabajar fuera de casa. Las nuevas circunstancias la
obligan a tomar medidas. El primer obstáculo que tiene que sortear es el de
garantizar un techo para ella y sus hijos.
[...] el señor, el dueño de la casa,... llegó a la casa y me dijo que él no me podía
seguir arrendando... porque yo no tenía cómo pagarle a él un arriendo, entonces
yo le dije: “Señor pero mi marido le dejó un contrato firmado por seis meses y
apenas llevamos dos meses”, le dije: “Yo tengo dos niños pequeños, usted no me
puede botar a la calle”, me dijo: “No, no señora, yo no voy a hacer eso, sino que
le digo que vaya buscando... otra casita más económica que usted pueda pagar
porque usted este arriendo no me lo puede pagar”, o sea, era una casa grande
de dos pisos, bonita y el arriendo costaba en ese entonces doscientos cincuenta
mil pesos, cuando eso pues era caro, era un arriendo caro. Entonces él me dijo:
“Yo sé que usted no es capaz de pagarme un arriendo así, lo otro que le voy a
decir es que yo no voy a admitir de que usted meta a más familia acá”, porque
como él vio que yo había llevado a la suegra y a los cuñados y eso, entonces dijo
que no permitía de que ellos fueran a acomodarse allá.
Ella no sabe qué hacer, no conoce los términos del contrato que su esposo
firma con el dueño de la casa, no sabe que el señor no puede sacarla de allí sin
que el contrato expire. Ella ignora muchas cosas, todo porque su rol está limitado
al de esposa y madre, porque del sustento y de los demás obligaciones siempre
se encarga, como se espera socialmente, su esposo. Mientras busca para dónde
ir, le pide a una hermana que venga a vivir con ella, espera encontrar en su
hermana una compañía y alguien que le ayude con los niños mientras ella sale a
rebuscarse cómo sobrevivir. Aunque le queda alguna mercancía, ella ignora qué
hacer con eso, desconoce cómo ofrecerla a la gente, a pesar que venderla puede
marcar la diferencia entre que sus hijos coman o que pasen hambre. Ella casi
siempre acompaña a su esposo a los diferentes pueblos en los que él comercia,
pero es sólo eso, una compañía, nunca se da a la tarea de ofertar el más mínimo
producto, por eso no sabe cómo hacerlo.
Lo que hacía con él era ir a acompañarlo pero más no a vender, o sea, yo era
inexperta en ventas y todo eso, entonces yo de ver la necesidad y todo, la
mercancía que quedó yo me iba para... los barrios, por allá a ofrecer, o sea, no la
ofrecía, o sea, yo me ponía, me cargaba de maletines, me echaba sudaderas en
ambos brazos así, me iba a caminar casa por casa en los barrios, pero yo no le
ofrecía a nadie, o sea, si alguien me preguntaba: “¡Señora! ¡¿Eso es para
vender?” [Risas], entonces yo ya les decía que sí, pero yo no era de que mire a la
orden que tal, yo no, o sea, porque a mí me daba pena, o sea, yo no, no tenía
esa experiencia, porque como el que vendía era él, o sea, yo lo único que hacía
era acompañarlo, pero Dios mío, como le cambia a uno la vida. Bueno, yo me
iba, llegaba a la casa sin nada, o sea, no vendía nada [Llanto] porque yo, a veces
me paraba en la 35, la policía me hacía recoger, me tocaba recoger y irme para
la casa, y si me gastaba lo de los pasajes, llegaba y le decía a mi hermana, mi
hermana me decía que el niño no tenía pañales, que no tenía leche, y yo sin
haber vendido nada…
Los gastos van en aumento: el arriendo, los servicios, el transporte, la
comida suya, de sus hijos y de su hermana. A ello se suma que el joven que
trabaja con su esposo sigue viviendo en la casa, no trabaja, no aporta, es una
persona más a quien ella debe mantener. Por medio de otra hermana consigue
una pequeña casita en una zona rural, donde el arriendo es más barato.
Ya, fui y le pagué el primer mes a la señora para que me dejara la casa, pagué el
trasteo que no recuerdo cuánto me cobraron, y, entonces yo le dije a [nombre del
empleado] que yo no podía que él siguiera ahí, que él tenía que irse porque yo no
podía, digamos, que él un muchacho que no trabajaba ni nada y lo otro que yo no
quería que la familia fueran a pensar de que él se iba a quedar viviendo ahora
conmigo, entonces él me dijo: “No yo voy a, yo voy a conseguir trabajo”.
Entonces llegó y me dijo: “Es que [nombre] pasa una cosa, [su esposo] a mí me
quedó debiendo un poco de trabajo y por eso yo estoy aquí”, entonces yo le dije:
“Ay [nombre], eso sí qué pena, pero yo no sé de eso”, dije, “Ustedes tenían sus
negocios, yo no sé, a mí [mi esposo] nunca me dijo que a usted le debía”, dijo:
“No, sí, usted sabía que yo trabajaba con él”, y yo le dije: “Sí, pero yo no sabía él
cuánto le pagaba, ni nada”. Bueno, total fue que me sacó unas cuentas que le
debía yo no sé cuánto, que él me iba a quitar el televisor por esa plata”. Entonces
yo le dije: “Pero [nombre] usted cómo me va a hacer eso”, le dije: “Tras de que
viéndome como estoy y ¿ahora me va a quitar entonces lo poco que me queda?”.
No sólo se queda sin esposo, sino que ahora la adversidad la obligaba a
separarse de uno de sus hijos. Antes de trasladarse a la nueva casa, tiene que
entregar el niño mayor a uno de los hermanos de su esposo. Su cuñado, quien se
halla recién casado y en una mejor condición económica le ofrece encargarse del
niño. Ella piensa que al ser recientemente nombrado pastor de una comunidad
evangélica, su hijo no sólo evita pasar grandes penurias, como lo están haciendo
sus hermanos junto a ella, sino que también recibe una buena educación.
Entonces yo le dije que sí, que se lo llevara… Yo vi cuando, cuando él se fue y
me dijo, que ellos ya se iban esa tarde, y [el niño] feliz porque él se iba con el tío,
o sea, él no sabía nada de la vida, yo le dije: “Papito usted se va con su tío”,
cómo él acostumbrado a que el tío se lo llevaba para donde fuera y bien y todo,
entonces me dijo: “Sí mamita yo voy con mi tío”. Entonces yo le alisté la ropita y
todo, y se fueron en una camioneta... y yo me quedé en... en la casa y él desde la
camioneta me hacía “¡Chao mamita! ¡Chao!” [Mueve la mano en señal de
despedida] [Llanto], pero él pensaba que era como algún paseo, no sé, porque él
inocente que era que el tío ya se lo llevaba y que quién sabe cuándo nos íbamos
a poder volver a ver.
Con el dolor de la pérdida de su esposo y la separación de su hijo, empieza a
buscar un empleo. En el mismo poblado en el que arrienda la casita para vivir,
encuentra trabajo como empleada doméstica, allí aceptan recibirla con su hijo
menor. La situación para ella es muy difícil, no sólo se ve forzada a retomar, por
un salario que a duras penas alcanza para cubrir los gastos del arriendo y la
comida, la actividad que tiempo atrás le trae tantas humillaciones, sino que
además debe permitir que el hijo de la patrona, que rondaba los dos años, sin
intención, le cause heridas a su hijo de ocho meses, gracias a las caídas que le
provoca. A todo eso se suma que, después de un tiempo, la hermana que la
acompaña, entiende que la situación por la que atraviesan es muy difícil y que ella
también necesita conseguir un trabajo que le permita encargarse de su
subsistencia, por consiguiente decide marcharse.
Los días que pasa en aquél trabajo se le hacen eternos y cada vez más
insoportables. Pese a que con el dinero que recibe puede medio cubrir sus
necesidades, las casi diarias caídas que su hijo sufre gracias a los empujones que
el otro niño le propina, la hacen pensar que su bienestar e incluso su vida están
amenazados. Prácticamente debe escoger entre que su hijo tenga comida o que
probablemente pase hambre pero no se golpeado diariamente; ella se inclina, sin
lugar, a dudas por la segunda opción.
Sabe que tiene que conseguir otro trabajo, pero las posibilidades no son muy
halagüeñas. Después de un tiempo sólo recibe un ofrecimiento para cocinar en
una finca a un grupo de obreros, y pese a ser criada en el campo y empezar
desde muy niña a trabajar como empleada doméstica, “para mí era duro porque yo
la verdad, desde que yo salí, yo me crie en el campo y todo, pero nunca me había
tocado trabajar así, de cocinera para obreros ni nada [Llanto]. Entonces, porque yo
me malacostumbré con él,... él siempre me tuvo bien y todo”. Ella se niega a
aceptar ese trabajo, pero las circunstancias y la presión de una de sus hermanas,
por medio de quien le hacen el ofrecimiento, terminan por convencerla, o más bien
la obligan a aceptarlo.
[...] yo le dije a... mi hermana le dije, le dije: “¡Ay no! yo no quiero irme por allá,
pa´ yo cocinarle a un poco de obreros y todo sin saber uno quiénes sean ni nada,
y yo con el niño”, entonces ella me decía: “Ay no [nombre], mire yo sé que a
usted allá le va bien, esa gente son muy buenas personas, hágalo por ese niño, a
usted allá le va a sobrar la comida,... frutas y todo para ese niño”, me decía ella;
ella sabía que yo estaba pasando una situación, que no tenía ni, ni para darle
leche a, o sea, a mí me tocaba la verdad, darle teteros de agua a [nombre del
hijo] [Llanto], con eso era que podía dormir porque yo no tenía como darle, y mi
hermana sabía, me decía: “¿Usted qué hace aquí aguantando el hambre?”... Me
fue acosando tanto la situación, ya la señora, yo me quedé atrasada con el
arriendo, la señora de la casa llegó a decirme que me iba a quitar unas cosas, lo
más de valor que tuviera, por el arriendo… Entonces yo me sentí como tan
acorralada que ya no me encon…, ya no tenía otra salida, entonces, yo le dije a
mi hermana: “Listo, dígale a la señora que me voy, que sí que me voy para allá”,
le dije: “Pero yo no voy a entregar la casa, yo me voy, yo voy a dejar aquí todo
porque si yo no me amaño yo me regreso para acá”, entonces ella me dijo: “Sí,
usted puede hacer eso y yo, me deja las llaves y yo le voy echando ojito ahí”
Eso el viejo lo que la quiere es conquistar
El siguiente domingo, con una maleta llena de ropa, de inseguridades y
temores, se encamina, en compañía de su pequeño hijo y de una sobrina, al
encuentro de la hermana de su nuevo patrón. Esta señora tiene la misión de
recibirla e indicarle cuáles son sus obligaciones, para luego de dejarla instalada en
la finca, marcharse.
Entonces ya ella me presentó con él y todo, y yo, ya, yo vi un señor todo serio,
o sea, un señor como, tenía un genio como tan, no sé, o sea, Dios mío, yo me
quería devolver de ahí, yo le decía a [nombre], mi sobrina: “¡Huy no! yo, Dios
mío, yo qué hago, yo no me quiero meter por allá en esa finca”, entonces ella
me decía: “No pero, mejor, ya estamos aquí vayamos porque ya ¿cómo
hacemos pa' devolvernos?” Entonces, ella me decía: “Pues si no, al menos
vaya, vamos y miramos y si no pues, usted llama a mi mamá y, y se devuelve”...
y cuando empezamos a entrar por ese monte, o sea yo decía: “Dios mío, sin
saberse por allá cómo…”, o sea, yo decía, yo al menos ponía cuidado era por
donde era la [salida] ¿sí?, para yo en un caso de devolverme, yo tener cómo, yo
ponía señas palos o así, cosas así, el caso que yo me pudiera devolver.
Al llegar a la finca la señora le explica todo lo que debe hacer. Es muy clara y
enfática en que su hermano es una persona muy delicada a quien no le gusta que
esté preguntándole qué hacer. Ciertamente él denota ser una persona muy seria,
tanto que a ella le inspira cierto temor. Sin embargo, él no vive solo, está
acompañado de un amigo, que se muestra más amable y abierto con la nueva
empleada. Aunque en ese momento le causa ciertas preocupaciones, vista en
perspectiva, le parece que su primera tarea no puede ser más que graciosa. Ella
está encargada de preparar la comida de ese domingo por la noche, como no
conoce los hábitos alimenticios de sus patrones, le pregunta a la señora, antes de
que se marche, qué cocinar y ella simplemente le dice: “Hágales una chingüita, y
una aguapanelita”. Pues así ella lo hace,
[La señora] había llevado una bolsada de pan [Risas] y la colgó allá en un
garabato que acostumbran en los campos a colgar allá... Yo les serví, les hice la
chingüita, no les eché ni leche ni nada, la chingüa, una chingüa negra con
aguapanela negra,... No les coloqué ni un pan ni nada, porque como ella no me
dijo que les diera pan ni nada,... ellos se comieron eso y se fueron a ver
televisión, no me dijeron nada... Entonces, ah, ya [cuando] don Alfonso entró más
en confianza conmigo, ya él me decía: “Huy usted esa primera noche si nos hizo
aguantar el hambre, no darnos ni un panecito” [risas], me decía: “Yo apenas
miraba la bolsa del pan” y decía [risas] y yo le dije: “Pero como a mí me dijeron
que solamente tomaban era chingüa y agua de panela pues eso les hice” [risas],
y me decía: “Yo miraba el pan a ver si usted de pronto caía en cuenta y nos daba
un panecito”.
Los primeros quince días en aquella finca transcurren sin mayores
sobresaltos,
no
obstante,
ella
sigue
sin
sentirse
cómoda.
De
hecho,
constantemente piensa en dejar el trabajo, piensa en la excusa perfecta para
poder hacerlo y termina por desencadenar importantes cambios en su vida. Una
mañana recibe una llamada de su hermana comunicándole que los ladrones se
entran a la casita que han dejado en arriendo en el otro poblado y que se roban
varias cosas. “... yo de una vez como que aproveché eso para decirle al señor: “Yo
me voy””. Pero apenas le comunica a su patrón que quiere marcharse, alegando
como motivo el robo de sus enseres, él se comunica con la hermana de él por
teléfono, y hace que ella atienda la llamada.
[...] me dijo: “[nombre], ¿qué fue lo que pasó?”, yo le dije: “No doña [nombre], yo
me voy, yo no estoy más acá, mire que por estar acá por allá se me metieron y
me robaron la casa y me robaron lo poco que me quedaba”, entonces, me dijo:
“Pero bueno, dígame una cosa, ¿usted está amañada?”, yo no le podía decir que
no, porque, o sea, yo le dije, le dije: “No, pues sí yo estoy amañada”. Entonces
me dijo: “Ah bueno, eso es lo importante, entonces mire si quiere hagamos una
cosa, ¿usted cuánto paga de arriendo allá?”, le dije: “Setenta mil pesos”, me dijo:
“¿Y sólo por tener allá guardadas las cosas?”, le dije: “Sí señora”, entonces me
dijo: “Mire [nombre] la finca es suficientemente grande, y yo creo que [nombre del
patrón] no es, él no dice nada porque le deje a usted una pieza para que guarde
usted sus cosas”
Ella termina aceptando la propuesta, más porque se siente comprometida
que por otra cosa. Ese mismo día, al terminar la jornada de trabajo, ella, su patrón
y dos obreros se destinan a ir a buscar sus cosas. Al llegar a la finca, él le propone
que en la habitación que ocupa situe su cama y que en la sala ubique tanto el
comedor como los muebles. Ya con todas sus cosas allí y con la repentina
apertura que su patrón muestra hacia ella, su estadía allí se hace más amable. En
ello también ayudan todas las atenciones que sus patrones le proporcionan a su
hijo: ropa, pañales, juguetes. Además, el trabajo en la casa es más llevadero
porque, debido a las constantes quejas de los obreros en relación con la comida,
su patrón decide pagarles el jornal íntegro y que ellos se alimenten por su cuenta.
Algunos meses después, aprovechando el concierto que el cantante
mexicano Vicente Fernández da en una ciudad cercana, su patrón la invita a
compartir con él este evento.
[...] A mí se me hizo extraño,... doña [nombre] bajaba era los domingos,
entonces, yo noté que [ella] era como haciéndonos el cuarto, digámoslo así,
entonces yo le comenté a mi hermana, entonces mi hermana me dijo: “Jum, eso
es que doña [nombre] quiere que de pronto, quién sabe entre ellos que habrán
hablado y de pronto es que el viejo la quiere conquistar
Frente a la posibilidad de que su patrón la esté cortejando, en lo primero que
ella piensa es en la diferencia de edad existente entre los dos, él le dobla la edad.
Pese a que le emociona pensar en asistir a un concierto del cantante mexicano,
ella trata de rechazar la invitación alegando la imposibilidad de dejar a su hijo solo
en la finca y de asumir el costo de las boletas. El dinero no es un inconveniente
para él y el otro es un asunto en el que ya ha pensado y al que ya le ha hallado
solución, su hermana se encarga de cuidar al niño. La noche del concierto
Llegamos al estadio, él me dijo que si quería tomar algo antes porque, o sea,
digamos temprano, yo le dije que bueno que una gaseosita, me dijo que me
tomara una cerveza, yo le dije que no, que cerveza no, entonces me dijo: “No,
tomémonos una cervecita... ” entonces yo dije: “Bueno”, entonces pedimos dos
cervezas, nos tomamos dos cervezas y estando ahí en esa tienda él me dijo, que
él le gustaría tener algo en serio conmigo y yo, ¡Huy Dios mío! Entonces llegó y
me dijo: “Pero no sé usted que dirá por mi edad, yo veo que usted es una mujer
de casa, una mujer, mejor dicho, como yo la estoy buscando”, dijo, “Usted se
preguntará por qué llevo tanto tiempo solo pero…” él se había separado hacían
como quince años, en ese entonces, en ese momento, “sí, la verdad sí me ha
causado curiosidad que usted tanto tiempo solo y, todavía usted está joven y
todo eso y no sé por qué no…”. Dijo: “No, porque la verdad no he conseguido
una mujer a como yo la busco”, dijo: “Usted sabe que hoy en día hay muchas
mujeres que buscan es que, o sea, lo buscan a uno es por la plata... “Y que son
chinas que solamente quieren es estar de baile en baile y una cosa y otra y yo,
como usted se puede dar cuenta, yo no estoy para esos trotes”, me dijo él así,
entonces yo le dije: “Pues sí”, entonces dijo: “Yo veo que usted es una mujer de
casa, humilde, que no es así que le guste la calle ni nada”. Él me probaba, él me
decía: “¿No va a salir los domingos?”, yo como le decía que no porque la verdad
¿yo a qué salía acá? si yo no tenía amistades ni nada, entonces, él tal vez todo
eso lo hacía como por probarme a ver, entonces él me decía que él veía que yo
era una mujer muy de casa que no sé qué, que humilde, que él conocía a mi
familia y que todo, entonces, que él le gustaría tener algo en serio conmigo pero
que quién sabe si de pronto yo lo despreciaría por la edad.
Ella no sabe qué responder, varias cosas pasan por su cabeza: sus hijos, la
edad de él, lo que piensen y digan tanto la familia de él como la de ella, las
mujeres que él lleva a la finca… “entonces él me dijo que sí, que eso era verdad,
pero que eran mujeres por pasar el rato nada más pero que, él como hombre pues
él hacía eso pero que él nunca veía en una mujer de esas de proponerle algo
serio, porque eran mujeres para pasar el momento.
Aunque esa noche no obtiene respuesta, su patrón no pretende darse por
vencido. Al concierto de Vicente Fernández se suma una invitación a tomar un tour
por Medellín. La hermana de él se ofrece a cuidar el niño nuevamente para que
ellos puedan disfrutar del viaje. Luego vienen las invitaciones a casa de la
hermana de él, las visitas con el niño al parque recreacional de una de las
ciudades cercanas y otra serie de atenciones. Todas esas cosas juegan a favor
suyo y van despertando en ella interés por él. Así, varios factores se unen, y el
trabajo, que en principio le resulta insoportable, le permite conocer al hombre con
el que desde entonces hasta hoy comparte su vida, y en quien, pese a lo parco
que es, ha encontrado un apoyo importante.
De ahí ya él empezó a responder por el niño, ya él empezó que ya lo colocamos
a estudiar acá en un colegio privado, él era el que venía y lo traía, lo recogía, o
sea, como las veces de papá, para qué, con [nombre del niño] y todo.... una vez
fuimos hasta [municipio] a visitar a [nombre del hijo mayor], esa vez [él] no
estaba, se habían ido con el tío por allá para, no sé dónde, un pueblo, y llegamos
y no encontramos a nadie en la casa, esa vez él me dijo, de que yo tenía que
buscar la forma de que, de que podernos reunir, o sea, de que yo me trajera a
[nombre del niño], y [él] estaba chiquito, tendría como unos cuatro añitos, como
unos tres y medio, por ahí cuatro añitos.
Pese a que ella sí quiere reunirse nuevamente con su hijo mayor, el tío del
niño y su esposa, quien después de tres años de matrimonio aún no puede quedar
embarazada, insisten en que les permita tenerlo como compañía, por lo menos
mientras ellos tienen sus propios hijos. Además, los cuidados que ellos le
proporcionan al niño no la hacen dudar que él esté bien junto a ellos.
Tiempo después, cuando ella toma la determinación de, ahora sí
definitivamente, traer a vivir a su hijo mayor con ella, su nuevo esposo se niega.
En varias ocasiones el niño pasa vacaciones con ellos y esos cortos períodos de
convivencia se ven entorpecidos por la intolerancia de su esposo ante las
creencias religiosas de su hijo.
Yo en las vacaciones me lo traía a que él pasara las vacaciones conmigo y todo,
entonces él veía que [nombre del niño], pues, él defendía mucho su religión,
[nombre] él mantenía, como de esa edad de cuatro o cinco añitos él mantenía, el
cantaba en la iglesia, él era muy entregado al evangelio y, el tío me comentaba,
incluso yo tengo fotos de él cantando en la iglesia y todo, y él me decía: “No, que
mire que [nombre del niño] es el que canta los coros en el culto” y que no sé qué,
entonces don [nombre del esposo] vio que él, o sea, como que él ya estaba como
muy metido en esa religión, entonces él me dijo, dijo: “Mire, él ya está educado
en esa religión, él ya está ahí, es como mejor dejarlo ahí, o sea, que siga como
ahí, yo le ayudo con [nombre del hijo menor] y que ellos le ayuden con el otro”,
dijo: “Pienso yo que así estamos como repartidos”, o sea, entonces yo dije: “Pues
sí”, o sea yo como que, vi como que era como bien, yo dije: “Bueno, ellos lo
educan bien y todo”.
En una ocasión su esposo y su pequeño hijo tienen una discusión en la que
el niño le exige al hombre respeto por las creencias religiosas en las que está
siendo educado, le dijo: “Mire don [nombre], hágame un favor, no se meta con mi
religión que yo no me estoy metiendo con la suya”. Esa exigencia hace profunda
mella en el orgullo de su esposo, al punto que se convierte en la causa del
rechazo que en adelante le profesa al niño, impidiendo no sólo que ella lo lleve a
vivir a la casa sino pretendiendo que ni siquiera pase las vacaciones escolares con
ellos. Esta es una cuestión que ella no está dispuesta a permitir, por lo que su
esposo tiene que aceptar a regañadientes que el niño siga visitándolos cada
temporada de vacaciones.
Tras cinco años de relación ella queda embarazada, pero el embarazo
despierta dudas y rechazo por parte de su esposo. Éste basaba sus dudas en un
supuesto diagnóstico médico que lo declara infértil debido al uso de medicamentos
para tratar la rinitis. Incluso, él alcanza a insinuar que el responsable del embarazo
es su amigo, quien vive en la finca con ellos. Ella no tiene incertidumbre alguna de
quién es el padre de su tercer hijo, él puede someterla a todas las pruebas de
laboratorio que quiera, los resultados confirmarían su fidelidad.
Entonces yo le dije: “Mire usted tiene los mejores médicos, usted tiene un servicio
muy bueno que es el de Ecopetrol, pues lléveme, hágame los exámenes que
quiera, yo me someto a todo lo que usted me quiera hacer, exámenes que sea”,
le dije: “Pero yo no tengo nada que temer”, le dije: “Si yo estoy embarazada es de
usted y es con la única persona que yo sabía y es con usted” y nada más, le dije:
“Usted se da cuenta que yo no salgo con más nadie”.
Ella piensa que la reacción de su esposo ante su embarazo no responde solo
al supuesto diagnóstico que lo declara estéril, sino a la preocupación por su
imagen ante la sociedad: ¿qué dirán sus hijas mayores?; él, un señor de avanzada
edad, de una posición social cómoda, deja embarazada a la empleada. Aunque él
afirma que no es así, la desconfianza y los prejuicios sociales que se imponen
ante la situación la ofenden profundamente. Pese a que ella le manifiesta su
indignación, él decide hacerse un examen de fertilidad.
Entonces se fue él por allá se hizo el examen, el médico disque le dijo que antes
le diera gracias a Dios que a su edad todavía pudiera engendrar un hijo, que ese
hijo podía ser el bordón de la vejez de él ya que las otras hijas ni siquiera eran
capaz de una llamada -porque es que esa es la verdad, ellas ni una llamada, lo
llaman solamente cuando cumple años y el día del padre, nada más-, entonces el
médico le hizo ver las cosas, le dijo: “Mire que tal de que ese hijo sea el que vaya
a ver de usted el día de mañana, déle gracias a Dios que eso significa que usted
está bien de salud, que a su edad usted un hijo, otro hijo” que no sé qué, bueno
total fue que esa tarde él llegó cambiadísimo a la finca, ya entonces me dijo que
viniéramos a la Notaría a hacer un, una, un documento, una unión marital de
hecho se llama, que para que a mí me pudieran aceptar en la empresa para que,
para poderme el meter a la empresa para que yo recibiera los servicios médicos
Aprovechando el embarazo, ella le pide a su pareja que dejen la finca y se
trasladen al pueblo, a una casa que él recientemente había comprado, “entonces
yo le dije que yo estaba cansada de vivir en la finca, que a mí me gustaría venirme
a vivir al pueblo y que ya por el embarazo que uno no sabía en cualquier momento
yo me pusiera mala... ”. Dos meses antes de dar a luz, se trasladan a la casa en la
que viven desde entonces. El parto tiene lugar sin ninguna complicación, estas
vienen después: la niña presenta problemas con el tipo de sangre y las mismas
dificultades respiratorias que su padre, por lo que debe permanecer más de una
semana en la incubadora. Su esposo asume eso como un castigo por dudar de su
paternidad. Hasta hoy han transcurrido quince años, y la niña, que en principio su
esposo rechaza, se convierte para él en una razón muy importante para vivir y en
un soporte inmenso para enfrentar su vejez.
Aprendiendo a valerse por sí misma
Todas las dificultades que tiene que soportar después del asesinato de su
primer esposo le dejan una enorme lección, “debido a lo que a mí me pasó,... de
que yo quedé sola y que yo no sabía trabajar en nada, ni nada, entonces yo dije:
“No, a mí no me puede volver a pasar eso, yo tengo que aprovechar el tiempo y
aprender algo”” y romper con la dependencia económica que normalmente
representa para una mujer, especialmente de las clases populares, el unirse a un
hombre. Sin embargo, en su primer esfuerzo por educarse, ella y otros fueron
burlados, como constantemente ocurre, por el gobernante de turno. El alcalde del
pueblo, como parte de su programa de gobierno, pone en marcha un bachillerato
semestralizado, ofrecido principalmente a personas adultas que no han realizado
estudios secundarios o que no han podido finalizarlos. Animada por su esposo,
quien le ofrece su ayuda económica para que después de obtener el título de
bachiller adelante los estudios universitarios que escoja, ella cursa juiciosamente
todo el programa académico, obtiene su diploma de bachiller y planea ingresar a
la universidad, “pero resulta que ese bachillerato que yo hice salió chimbo [risas]...
ese certificado no era legal, entonces todo eso se perdió”.
Convencida de continuar con su propósito de prepararse, inicia un curso de
peluquería. Al principio su esposo lo ve como una actividad con la que ella se
entretendría sin que pensara en hacer de eso una actividad económica, por eso
cuando los vecinos y vecinas, a raíz del reconocimiento que ella gana, empiezan a
buscarla con más frecuencia para que les corte o arregle el pelo, él se opone a
que ella establezca una peluquería en la casa. Al principio ella atiende la clientela
en un pequeño espacio del garaje de la casa, pero luego le pide a su esposo que,
aprovechando que la casa tiene dos pisos, y el segundo ya no está arrendado, se
trasladen allí de manera que ella pueda fijar un salón de belleza en el primer piso.
¡No! eso me dijo que “¡No!, ¡no!, ¡no!, ¿cómo se le ocurre? ¡já! qué tal”, yo le
dije: “¿Por qué no?”, dijo: “No, no, no, usted dijo que eso lo iba a aprender era
para usted misma no para ponerse a trabajar”. Yo le dije: “Pero ¿por qué no?, si
yo voy a trabajar aquí mismo en la casa”
La relación entre ella y su actual pareja ha estado marcada por negativas
iniciales de parte de él a que ella haga o no diversas cosas que, luego, por
diferentes razones, se transforman; siendo incluso él quien impulsa los proyectos
de ella. Aunque, sin duda eso ha representado un apoyo para ella, también señala
quién
tiene
el
papel
predominante
en
la
relación,
determinando
casi
absolutamente lo que los demás miembros de la familia hacen con sus vidas.
Producto de esta dinámica, él termina aceptando que ella establezca su salón de
belleza en una habitación del primer piso de la casa.
Contar con mayor espacio facilita sus tareas, aunque el mobiliario con el que
está dotado el salón sea mínimo. Ella continúa su formación, lo que le permite
ampliar los servicios ofertados y lo que ayuda a que su esposo decida comprarle
muebles.
[...] entonces ya a mí me dio más ánimo de seguir estudiando y ya, entonces yo
ya tenía el saloncito y ya empecé el curso en forma... , duré dos años para poder
sacar el diploma que lo acredita a uno para poder tener salón de belleza, y ahí
ya, y gracias a Dios a mí me va muy bien acá y ya, entonces ya él vio que ya me
iba bien, que me llegaba gente y todo, entonces ya yo empecé a meter más
cositas así, empecé ahí, él me fue arreglando el localito más y todo, y para qué,
él hasta ahora no me dice que tengo que pagarle un arriendo o algo, no, me dice:
“Lo que usted hace allá es para usted” y eso. Al principio me ponía horarios, que
en la noche no, un veinticuatro de diciembre vino y me cerró a las nueve de la
noche, habían cinco personas esperándome, me dijo que no, “Vámonos a misa”,
y me tocó irme a misa con él [risas] y bueno, y yo le dije: “¿Y la gente que está
esperando?”, “que se vayan pa’ otro lado”; me tocó cerrar, él mismo me cerró el
portón a las nueve de la noche, me sacó la gente, pero de ahí yo ya me le he
puesto, yo le digo: “¡No señor! es que yo estoy trabajando aquí mismo en la casa,
yo no estoy en ningún otro lado ni nada, ¿usted por qué no me deja trabajar?” Y
en la noche es cuando más llega trabajo, y entonces como yo no trabajo sino en
las tardes porque las mañanas estoy en la casa, entonces ya él ha aceptado y
ahí poco a poco ya no me pone problema, a veces le doy la comida a las nueve
de la noche y no dice nada [risas] y ahí ya. Y de aquí es que yo saco pa’ mis
gastos y para todo,... , yo no tengo que pedirle, o sea a veces, a veces sí, que me
preste, él me presta, pero yo igual le devuelvo, pero sea como sea, es mucho
apoyo.
Pese a que ella ha conseguido rehacer su vida, alcanzar cierta estabilidad
económica y sacar adelante a sus hijos, el asesinato de su primer esposo deja
profundas huellas en ella. Es imposible que al narrar cada uno de los detalles
relacionados con este hecho ella pueda contener el llanto. Tan fresca está la
herida todavía que ella ha buscado que se le reconozca como víctima del conflicto,
pero a la cantidad de obstáculos que se le presentan a todos aquellos quienes han
sido afectados por la guerra, se suma el que ella no tiene certeza de cuál de las
partes enfrentadas en el conflicto es la responsable de la muerte de su esposo y
supone que fue la guerrilla porque varios de los miembros de la familia del joven
que fue asesinado por los paramilitares mientras se encuentra en compañía de su
esposo están vinculados a esa organización, pero no tiene forma de comprobarlo.
Y aunque la Ley de Víctimas establece como uno de sus derechos la verdad, el
Estado y sus instituciones no están ni en capacidad ni en disposición de adelantar
una investigación que pueda darle claridad a ella y a sus dos hijos.
No allá me tomaron la declaración y todo, eh, un abogado, y allá quedó todo por
escrito, y entonces me dijeron que eso era bajo gravedad de juramento, que si yo
decía alguna mentira o algo que me ponían cárcel y todo eso, entonces me
preguntaron que en qué año, que cómo había sucedido, yo les conté todo…... Me
pidieron hasta una foto de él, por allá la llevé en la Fiscalía, porque allá me
dijeron que si podía llevarles una foto donde a él se le viera bien la cara, ¿que
qué hacían ellos con esa foto? que ellos iban cárcel por cárcel mostrándosela a
los internos y que le preguntaban: “¿Usted mató a este señor?” y entonces el que
dijera: “Bueno sí, yo tuve…” que con eso le rebajaban penas, entonces que ellos
confesaban los crímenes, entonces que si sucedía eso de que alguno confesaba,
“Bueno si, yo lo maté a él”, entonces que ahí si ya venía la repara... Pero me
dijeron que allá no era para pagar a nadie, que allá era para hacer una
investigación, que si era para reparación tenía que, en Acción Social, ir a Acción
Social. Un día fui a Girón y hablé con un señor, entonces me dijeron que lo de él
eso era muy difícil porque era que en realidad a él no se sabía exactamente
quienes lo habían matado, y me dijo: “Usted puede esto, pero digamos, pero
usted no tiene una una certeza de que fue tal grupo” y que tal, entonces por decir
algo, me dijo un señor en Girón, que si por decir algo “vamos a suponer que a él
lo mató las FARC, eh, las FARC es un grupo que él no se ha acogido al sistema
de...
Aunque le aseguran que han de mantenerse en contacto con ella, hasta el
momento han pasado casi cuatro años sin que reciba noticia alguna. Frente a
todas las complicaciones y el tiempo y recursos que demanda estar presionando
para que el Estado adelante la investigación, tiempo y recursos que ella no tiene,
ha decidido que lo mejor es renunciar a esos supuestos derechos de verdad y
reparación. Ella está convencida de que hasta ahora su trabajo constante es lo
que le ha permitido salir avante y que la reparación económica que el Estado
ofrece no cambia en nada esa situación, por lo que prefiere seguir concentrando
sus esfuerzos en apoyar a sus hijos en lo que puede.
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