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VIGO FRENTE A GALICIA
ANDRÉS FREIRE. Profesor de lengua española y literatura
Llegados a este punto, todos somos
galleguistas. Lo que importa es Galicia,
nos explican, y quien alza su mirada en
el mapa es un facha españolista; quien
hacia abajo, un localista estrecho de
miras. Y Galicia es una y sagrada. Las
diferencias y los conflictos internos
son proscritos entre nosotros. La única querella que interesa -tanto para el
presente como al recordar el pasadoes la de los partidarios de “ellos”, los de
fuera, y los “nuestros”.
La división norte y sur está en
Galicia especialmente marcada:
Dos grupos de rías bien
diferenciados, separados por el
cabo Finisterre, que no solo es
marca psicológica sino también
escollo difícil de doblar
Y sin embargo, las luchas internas entre
gallegos han sido constantes. No más
que la eterna pugna de lo rural contra lo urbano, la tierra y el mar, norte
y sur. En su expresión gallega, la aldea
resiente a la villa, coveira da canalla1. Y
una falla llamada depresión meridiana
escinde las rías con el interior, al trazar
una línea de Tuy a Carballo.
La división norte y sur está en Galicia
especialmente marcada: Dos grupos
de rías bien diferenciados, separados
por el cabo Finisterre, que no solo es
marca psicológica sino también escollo difícil de doblar. La costa norte
tiende hacia el Cantábrico y las Islas
48
Británicas; la del sur, hacia Portugal y
el Mediterráneo.
Hoy quiero recordar las viejas disputas
entre norte y sur, afanosamente escondidas por la historia oficial. Mi visión es
parcial, que soy de Vijo y no lo niejo. Sin
duda, es necesario. La nuestra ha sido
una historia narrada siempre desde el
norte. Coruñesa es la bandera del galleguismo2, coruñés el himno y el mito
que lo conforma.
1. En el principio era el celta, nos contaron, y todavía hoy los expertos polemizan sobre ello. La disputa tiene algo
de fraudulenta, ya que asume la premisa de que la antigua Gallaecia era una
tierra homogénea. Sin embargo, había
en ella muchas tribus -unas 40-, y éstas
eran, probablemente, de diversos orígenes. Es casi seguro que hubiera celtas entre Ferrol y Coruña, y en la zona
de Barbanza y Finisterre3. El resto no
está nada claro.
Tan diversas eran las gentes que ni siquiera había un territorio común. La
Gallaecia es un constructo tardío del
imperio, que reunió, sin unificar, tres
conventos distintos -dos de ellos, ya
considerados galaicos-, los de Lugo,
Braga y Astorga. Un dato decisivo y
cuidadosamente ocultado: la frontera
entre los dos primeros no era el Miño,
sino el río Verdugo, el que da comienzo
a la ría de Vigo4.
¿Qué razones explican que el sur de Galicia no estuviera incluida en el mismo
convento que el norte? La arqueología
nos da pistas: el suroeste de Galicia y el
noroeste de Portugal destacan por su
similitud e integración5. Los castros de
las rías bajas aparecen vinculados desde temprano con el comercio mediterráneo6. Recientemente, durante las
obras del Museo del Mar de Vigo, los
arqueólogos quedaron asombrados
ante el hallazgo de un altar fenicio. Plinio el Viejo, que tenía buenas razones
para saber quién habitaba la zona, nos
añade un dato muy misterioso: A partir
de los celenos (río Verdugo), el convento
de los brácaros, helenos, grovios, el castillo de Tyde (Tuy), todos de la estirpe de los
griegos7.
El celtismo decimonónico borró la memoria mediterránea y helénica de Galicia. El debate entre la facción coruñesa
de Murguía y la intelectualidad de Pontevedra, que defendía el viejo helenismo, acabó con la victoria de la obsesiva
celtofilia de los primeros.
2. Es tarea ardua averiguar qué ocurrió
en Galicia tras la caída de los romanos.
Son los tiempos de los suevos y vándalos, de los godos y árabes, mientras el
mar nos traía del norte hordas vikingas.
Fueron siglos verdaderamente oscuros,
y la Galicia norte parece haber sido más
afortunada; los suevos se instalaron en
la región de Braga, y es también en el
sur donde alcanzaron los bereberes,
antes de estallar en guerra civil contra
los árabes y desalojar Galicia.
El celtismo decimonónico borró la
memoria mediterránea y helénica
de Galicia. El debate entre la
facción coruñesa de Murguía y
la intelectualidad de Pontevedra,
acabó con la victoria de los primeros.
Resulta polémico determinar hasta qué
punto fue rota la continuidad histórica
con estas invasiones. La nueva historiografía prefiere ahora negar la ruptura
-algunos niegan incluso la conquista
árabe- y considera que hubo continuidad entre la Galicia germana y la medieval. Sin embargo, no está explicado
del todo por qué los obispados del sur
quedaron vacantes durante siglos. Por
qué el norte conserva las parroquias
que aparecen en el Parroquial Suevo,
mientras que casi todas las del sur han
desaparecido. López Carrera, el historiador galleguista que más lo ha estudiado, lo explica “en virtude de un maior
dinamismo histórico”8, lo cual no explica
nada. El dinamismo acrece los pueblos;
no cambia sus nombres. Dos topónimos en Vigo son indicios de distintas
repoblaciones con gentes de fuera: Isturáns (Asturianos) y la calle Pobladores,
precioso resto lingüístico de una puebla que hizo Juan II allá en el XV.
La evolución histórica de la Galicia medieval va a romperse con la irrupción de
un elemento exógeno: el poderosísimo
Arzobispado de Santiago, que habrá de
convertirse en el mayor poder del reino.
Gelmírez, en su afán por ascender a Arzobispo y metropolitano, es uno de los
factores más importantes en la escisión
de Braga y sus diócesis. Las dos Galicias
se rompen y nace Portugal, heredero de
la bracarense y la Lusitania. Otra consecuencia inexorable del éxito del Camino: la estrategia santiaguesa va a estar
vinculada para siempre a mantener la
conexión con la meseta. Su Arzobispado, sede privilegiada de la monarquía y
del patrón de España, va a ser el bastión
de la facción castellanista en toda contienda sucesoria9. Por su parte, los otros
reinos hispánicos (Portugal, Castilla, el
condado de Aragón) seguían obsesionados por avanzar hacia el sur dominado por los árabes.
La ruptura con Portugal implicó un debate apenas recordado hoy: ¿Dónde
terminaba Galicia? La monarquía portuguesa reclamaba como suya la diócesis de Tuy, que extendía sus dominios por ambas orillas del Miño. De ahí
que veamos al rey Alfonso de Portugal
legando sus barcos en la ría de Vigo al
obispo10 y firmando el contrato matrimonial de su hija Mafalda con el heredero del conde de Barcelona en Tuy11.
Tras casi un siglo de constantes cambios de manos, los reyes portugueses,
afanados en la conquista del sur, abandonan su flanco norte.
Las lindes religiosas y vitales son distintas. El arzobispo de Santiago crea su
universidad en una de sus alejadas diócesis: Salamanca. Los estudiantes tudenses y orensanos siguen marchando
a Coimbra. Y en el mar, la frontera seguía siendo Finisterre. Mientras el norte
se regía con las normas cantábricas y la
moneda franca, el sur de Finisterre se
atenía a las costumbres portuguesas y
andaluzas, y a la moneda aragonesa12.
3. Los reyes católicos van a traer a España los rudimentos del estado moderno, entre ellos la solidificación de las
fronteras. Su principal apoyo en Galicia
había venido -¿cómo no?- de la mano
del Arzobispo Fonseca II; el líder de la
facción portuguesista será el conde de
Camiña, Pedro “Madruga” Álvarez de
Sotomayor, noble que vivía a ambos
lados del Miño.
Venció Isabel, y venció el norte, que
va a acoger las instituciones gallegas
creadas por los Austrias, con sede, tras
breve paso por Santiago, en Coruña.
Al sur, Pontevedra brillaba como capital pesquera. Pero Bayona, el otro
puerto real de Galicia, languidecía, incapaz de adaptarse a los grandes barcos y con una reputación general de
puerto pirata.
Por entonces, Vigo era propiedad del
Arzobispado de Santiago, que tenía
como puerto de referencia el de Noya,
más cercano. En el XVI, los comerciantes extranjeros redescubrieron su ría, y
pronto se dirigieron allí a dejar sus productos. En repetidas ocasiones, Bayona
y Coruña protestaron a Felipe II este
comercio. Y el prudente rey prohibió
la llegada de mercaderes foráneos a
Vigo, temiendo, además de la pérdida
de ingresos, “la licencia y libertad en sus
costumbres y tratos”13 que tenían allí.
1 Así llamaba a las villas el himno del movimiento agrario gallego, escrito por el poeta Ramón Cabanillas.
2 La bandera de Galicia es la del puerto de La Coruña,
oficializado -al igual que el himno- como emblema común gracias al control que el grupo coruñés de Murguía
tenía sobre las instituciones culturales de Galicia.
3 Francisco Calo. Os celtas. Unha (re)visión dende Galicia. Vigo. 2010. 323.
4 Sigo en esto la opinión de Tranoy, que es mayoritaria;
hay quien eleva la frontera al Lérez, incluso al Ulla.
5 González Ruibal. Galaicos. Poder y comunidad en
el noroeste de la península ibérica (1200 a.C -50 d.c)
Brigantium. Vol 18. 2006. 55.
6 González Ruibal, Rodríguez Martínez, Ayán Vila.
Buscando a los púnicos en el Noroeste. Mainake, XXXII(I).
2010.
7 La historiografía moderna desdeña esta frase y sitúa a
Plinio junto a otras fuentes clásicas que hablan de oídas
de nuestra tierra. No es tan fácil hacerlo: el viejo Plinio
había sido procurador de la provincia donde estaban los
conventos galaicos, había probablemente viajado a las
Médulas, escribió su texto con un meticuloso censo ante
sus ojos. La explicación de que Plinio, el mayor erudito de
su tiempo, confundiera grovios y griegos no resulta nada
convincente.
8 Anselmo López Carrera. O Reino medieval de Galicia.
Vigo. 2005. 188.
9 Es asombroso hasta qué punto esta obviedad ha sido
ignorada entre nosotros. Quien lamente la “españolización” de Galicia debe abandonar las gratas mentiras y
señalar al principal responsable: Santiago y su Catedral.
10 Un historiador local vigués explica esto por que
Alfonso “ocupaba” Vigo. Otra prueba de hasta qué punto
los nativos ignoran su historia local.
11 Iglesias Almeida. O antigo bispado de Tui en Portugal. Noia. 2008. 35-6.
12 Elisa Ferreira Priegue. Galicia en el comercio marítimo
medieval. Coruña. 1988. 50.
13 Citado en José de Santiago. Historia de Vigo. 1886
(reed. 2005) . Nt 1. 282.
49
Pronto dejaron de ser necesarias las
prohibiciones reales. Durante la guerra con Inglaterra, cuando a la Armada
Invencible siguió la Contra Armada de
Drake, el marqués de Cerralbo, capitán
general de Galicia, decide que es imposible defender Vigo14. Cuando Drake
regresa a las islas Británicas, fracasado
en Coruña y Lisboa, Cerralbo reclama
las tropas que había instalado en Pontevedra. Temía un nuevo ataque a Santiago o Coruña15. La indefensa Vigo es
sacrificada, y la villa, destruida con saña
por Drake. Es el comienzo de otra época oscura, cuando los piratas se refugiaban en las Cíes y asaltaban a capricho
los barcos que allí osaban aparecer.
4. La victoria del candidato Borbón sobre el de los Austrias en la guerra de Sucesión permitió a Galicia conservar su
integridad territorial. Los portugueses
todavía no habían desistido de sus aspiraciones a Tuy y pactaron la provincia
en caso de vencer su candidato. Aquel
no fue su último intento: el marqués
de Ensenada impidió que Fernando VI
cediera la diócesis tudense a Portugal.
Con los Borbones, España va a asistir
a una novedad: la creación de infraestructuras por parte del estado. En Galicia, la más importante es la de los astilleros de Ferrol donde, con los métodos
de Jorge Juan, van a construirse algunos de los mejores barcos del mundo.
La polémica va a llegar con la construcción de caminos reales. Es una disputa
apasionada que va a dividir Galicia y
cuyos planteamientos se reiterarán con
los siglos. ¿A dónde ha de ir la carretera, al norte (Coruña) o al sur (Vigo)? Los
ilustrados gallegos (Sarmiento, Cornide, Suárez Freire) defienden la opción
sur, con dos ramales que conectarían
Coruña y Tuy. Facilitaría además la
exportación de la riqueza vitícola de
Orense, que contrastaba con el “erial”
-la palabra es de ellos- que atravesaba
la carretera del norte.
50
Al final, la disputa será cosa de franceses. El capitán general de Galicia prefiere Coruña; el ingeniero prefiere Vigo.
Este va a ser despedido y la carretera
irá a Coruña por decisión política. Más
tarde, se decide construir una carretera
norte-sur sobre la mencionada depresión meridiana gallega, pero no pudo
ser concluida. Su final, a pesar de la indignación viguesa, será la vieja frontera
del Verdugo16. Vigo y su ría seguirán
condenados al aislamiento.
Abandonada por el resto de Galicia, la
salvación viguesa vendrá de fuera. Las
posibilidades de su puerto y su ría no
se les escapan a una multitud de foráneos17 (catalanes, vascos, mesetarios)
que se allegaron allí a hacer fortuna.
Por eso, si Vigo tuviera “lengua propia”,
ésta no sería otra que el castellano. Es la
lengua con que pasó de aldea a villa, y
de villa a ciudad. La aceptación del gallego normativo como lengua “auténtica” viguesa no es más que otra traición
a su pasado e identidad.
La polémica va a llegar con la
construcción de caminos reales.
Es una disputa apasionada que
va a dividir Galicia. ¿A dónde
ha de ir la carretera, al norte
(Coruña) o al sur (Vigo)?
El crecimiento vigués seguía obstruido
por la carencia de comunicaciones. Ni
siquiera tenía muelle. Tal inversión correspondía al recién instituido Consulado Marítimo de Galicia, que pronto se
convirtió en un arma de la burguesía
coruñesa para mantener sus privilegios
y su predominio18. Se negó a financiar
el muelle vigués e incluso protestó la
apertura del puerto al comercio con
las Indias. Al tiempo, “los artificios de los
enemigos naturales”19 bloqueaban el
camino carretero del sur hacia Madrid.
No lo hacían por maldad; buscaban
simplemente mantener su monopolio.
5. La instalación final del liberalismo
trajo a Galicia el nuevo mapa provincial.
Coruña pasó a ser una más entre las capitales gallegas. Pontevedra logró, gracias a sus mejores contactos en Madrid,
liderar su provincia. Después, cuando
Vigo consiguió revertir esta decisión,
una “mano amiga” hizo desaparecer en
los pasillos ministeriales el decreto que
se la restituía. La tensión entre ambas
ciudades culminó en 1840. La milicia viguesa, alzándose con Espartero, se acercó a Pontevedra y bombardeó la iglesia
de la Peregrina hasta que los capitalinos
alzaron la bandera blanca. Historia local,
ignorada hoy por casi todos.
El ferrocarril renovará las viejas polémicas. Un emprendedor vigués, Eduardo
Chao, intenta construir una vía que una
meseta con Orense y Vigo. Era la línea
preferida por Madrid. El resto de Galicia lo rechazó con furia. “Si Vigo llegara
a tener ferrocarril, no lo tendrá el resto de
Galicia sino por incidencia”20, asegura
un periódico coruñés. La diputación
de Pontevedra tardó en apoyarlo. Las
de Coruña y Lugo lo obstruyeron. La
polémica concluyó en el retraso del ferrocarril gallego. Un historiador vigués,
de impecable pedigrí galleguista, nos
dirá que “los obstáculos mayores para
su realización (....) los encontró Chao en
Galicia, en rivalidades, en triquiñuelas,
en celos de localidad”21 Castelao tiene
una excusa mejor: las terribles maquinacións22 de Madrid.
A pesar de ello, algo va a cambiar con
el estado centralista. Por primera vez
en siglos, norte y sur de Galicia van a
ser tratados con relativa igualdad. Hay
un reconocimiento tácito por parte del
estado de una Galicia bifronte, con un
espolón norte en Coruña, y otro sur en
Vigo. Y habrá dos trazados de tren, dos
autopistas, dos aeropuertos. Lástima
que este último equilibro se rompiera
al convencer el Arzobispo de Santiago
a Franco de la necesidad de un aeropuerto allí por si venía el Papa...
No es casualidad, no puede serlo, que
el despegue de Vigo coincida con la
centralización política en Madrid. Tampoco que el discurso galleguista surja y
arraigue en una minoría de coruñeses23.
Su elaborador -el verdadero padre de la
patria- será Manuel Murguía quien amaba a Galicia, pero a una Galicia que no
incluía Vigo. En Galicia: su historia y sus
monumentos dedica unas 140 páginas
a Coruña; otras tantas a las tierras de
Santiago y a las provincias de Orense
y Lugo. La ciudad olívica merece 12 .....
líneas24. No es el único. Otero Pedrayo
nos explica que, durante el tiempo románico, remátase o mapa histórico de
Galicia, e o plano esencial das súas ciudades25. Vigo y Ferrol, aparentemente,
no forman parte de la esencia de Galicia... Y Castelao, como buen pontevedrés, se lamenta de que el proyecto de
un lazareto en Tambo hubiera impedido
que fuera Marín y no Vigo la puerta gallega hacia América: Y por esto, lo otro y
lo de más allá, Pontevedra dejó de ser lo
que hoy es Vigo26
El regionalismo será durante décadas
la incómoda alianza de liberales coruñeses, dolidos por la pérdida de unas
instituciones políticas gallegas que
ellos dominaban, e hidalgos y clérigos
del interior, asustados ante la modernidad. Vigo, que por aquel entonces
era una ciudad pujante y valiente, está
conspicuamente ausente de la Idea.
6. El triunfo definitivo del discurso galleguista llega con la autonomía. No por
persuasión, sino por el pacto sagrado
entre la intelectualidad gallega con el
poder autonómico. La Idea galleguista
-la lengua, la cultura, todo eso- permite
al estado movilizar almas e impuestos,
a los intelectuales encontrar sentido y
sueldo a su vida ¿Cómo no van a adorarla ambos grupos?, ¿cómo no unirse
en simbiosis para expandirse juntos?
Nuestro nacionalismo es una idea vieja
y, como tal, aspira a construir un estado
centralista al estilo siglo XIX. El mapa
imaginado por el galleguismo es como
el del tiempo: una Galicia aislada y sola
en el mundo. Por eso, construye y diseña un territorio girando en torno al
centro-capital Santiago. Y desde luego,
desconfía de que su ciudad más poblada27 esté en una esquina en la frontera.
En el eje rural/ urbano, la autonomía es
un triunfo del rural y su cultura. En el eje
interior/ costa, es una victoria del interior, con una capital sin acceso al mar; y
en el eje norte y sur, tampoco hay dudas: el poder ha regresado al norte.
Esta lógica territorial estructura cada
una de las políticas autonómicas: infraestructuras, sanidad, educación, cultura, turismo... El eje urbano de la Xunta es ahora el Orense-Santiago-Coruña
-unidas apresuradamente las dos primeras por autopista y AVE-, que resultan, no por casualidad, las tres grandes
ciudades del galleguismo histórico. El
sur ha quedado sin tren de alta velocidad, tras la apuesta de la Xunta por que
suba a Santiago quien quiera dirigirse
a Madrid. El puerto nodal de Galicia es
ahora el exterior de Coruña, a instancias del gobierno autonómico, quien
tampoco esconde su sueño de un solo
y gran aeropuerto en Santiago.
Y las rías del Sur declinan, y lo aceptan.
La vieja Tuy devenida en villa decadente; Bayona, ofreciendo quietud a los
turistas; Pontevedra, la culta y helénica Pontevedra, contenta hoy con ser
boa-vila, y dependencia cultural de
Santiago; y Vigo, la que soñaba, ay qué
risa, con ser la Barcelona del Atlántico,
perdiendo el pulso del futuro día a día,
aferrada a las industrias que radicaron
allí en tiempos mejores.
No queda tampoco derecho al pataleo, que eso sería “localismo”; no queda
quien se queje, que el autonomismo
ha concentrado todo el poder en Santiago, y ha convertido a los políticos locales en subsidiarios de la cúpula santiaguesa de sus partidos.
La ciudad de Vigo ha olvidado su historia, y cree que es suya la de otros. Ha olvidado que es un puerto abierto y algo
pirata, refugio de ambiciosos. Hoy deja
que hablen por ella los pusilánimes y
los nostálgicos de la aldea, opuestos
siempre a la expansión urbana. Que no
nos engañen nuestras propias quejas:
No hay mayores culpables de su declive que los vigueses del siglo XXI.
La ciudad incluso presume de ser galleguista. Y podría haberlo sido... si Galicia
continuara siendo la de los romanos,
con el eje Tuy-Vigo como nódulo central. O la Galicia costera y bifronte de la
modernidad. En el actual mapa, en la
esquina y la frontera, bajo un imaginario colectivo que construye una Galicia
cerrada y centralista, el galleguismo
significa para Vigo seguir aceptando
su status periférico, la discriminación
sistemática, su condición de outsider
en una tierra que tiene por costumbre
serle hostil.
14 Lo cuenta Luis Gorrochategui en su mágnifico Contra
Armada. 2011. 319-320.
15 Gorrochategui, 314.
16 Sigo en este relato a García-Fuente de la Fuente.
Galicia incomunicada por red viaria en el siglo XVIII.
Coruña. 1999.
17 Las dos personas claves en el crecimiento de Vigo
fueron el catalán Marcó del Pont, audaz líder de los comerciantes, y el riojano Velázquez Moreno que financió
el Lazareto de San Simón.
18 Isidro Dubert. Comercio y tráfico marítimo en la
Galicia del Antiguo Régimen (1750-1820) Obradoiro de
Historia Moderna. 17. 2008. 230. Otros puertos como
Carril y Ferrol también sufrieron discriminaciones.
19 La frase aparece en un informe de Vázquez del Miso,
diputado por Orense y ardiente defensor de Vigo. En
Meijide Castro, Aspectos de la vida económica de Vigo
en el siglo XVIII. Vigo en su historia. Vigo. 1980. 297.
20 Álvarez Blázquez. La ciudad y los días. Vigo. 1960. 96.
21 Álvarez Blázquez. 97.
22 Obras Completas (III). Vigo. 2000. 252.
23 Da lástima tener que detener en ellos nuestra mirada.
Por aquel tiempo, Coruña era una espléndida ciudad
masónica y republicana, repleta de gentes de mérito.
24 Galicia. Su historia y sus monumentos. Barcelona,
1888. 735.
25 Otero Pedrayo. Ensaio Histórico sobre a Cultura
Galega. Vigo, 1982. 139-140.
26 Castelao. III. 237-9.
27 Me niego a decir “la más importante” o, peor aún, “la
más pujante”, como a veces se lee en la prensa viguesa.
Coruña es hoy sin disputa la primera ciudad de Galicia.
51
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