Luces y sombras del arquitecto Santiago Calatrava

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RR Así luce por fuera la nueva estación de tránsito entre Manhattan y New Jersey, diseñada por Calatrava y ubicada en la Zona Cero, que se inaugura en marzo.
Luces y sombras
del arquitecto
Santiago Calatrava
Pasó de ser la figura dorada de la arquitectura
española en los 90 a recibir críticas y demandas por
errores en sus construcciones. En marzo se abre su
controvertida estación de trenes en el World Trade
Center de Nueva York, que ha demorado 10 años y
una fortuna: US$ 4 mil millones.
Por Denisse Espinoza A.
C
uando en 2005,
Santiago Calatrava (1951) puso la
primera piedra
para la construcción de la nueva
plataforma de trenes en Manhattan, ubicada en el
World Trade Center, el lugar donde las Torres Gemelas se derrumbaron en 2001, el arquitecto español
no escatimó en metáforas. Acompañado de su hija menor, Ana Sofía, y
de las autoridades de la ciudad de
entonces, Calatrava soltó al aire dos
palomas blancas que simbolizaban
el origen de su inspiración estética
y el espíritu que quería impregnarle a la obra: Oculus, la estación de
30 mil metros cuadrados que conectará la red de metro entre Nueva
York y New Jersey, simularía a un
ave con sus alas abiertas, como a
punto de emprender el vuelo, ligera y armoniosa.
En más de una década, el edificio
que tiene fecha de inauguración
para un mes más, ha recibido todo
tipo de críticas, que van desde la demora en su construcción hasta el re-
sultado final de su fachada, que ya
ha sido rebautizada como el “Calatrasaurio”: más que un ave, la obra
parece el esqueleto gigante de alguna especie en extinción.
Sin embargo, lo que más ha molestado a la prensa estadounidense ha
sido el exagerado incremento del
costo de la obra, que con US$ 4 mil
millones gastados, ya dobla el presupuesto inicial. The Wall Street
Journal calificó la obra de “una verdadera vergüenza de las obras públicas”; mientras el columnista Steve Couzzo de The New York Post la
tachó simplemente como una “horrible pérdida de dinero” y, como
varios, se preguntó: ¿Qué pasó con
el pájaro en vuelo que nos prometieron?, recordando también que
en el diseño original, el edificio tenía un techo móvil que permitía
abrir hacia el cielo “las alas” que coronaban la estación. Paradójicamente, ese detalle fue eliminado
para evitar el sobrecosto.
Lo cierto es que los contratiempos
en las obras y el alza del presupuesto no han sido del todo culpa de Calatrava. En 2008 la autoridad por-
tuaria admitió que los plazos y precios originales no habían sido del
todo realistas, además de que la
obra ha debido lidiar con los constantes cambios de liderazgos: cuatro gobernadores de Nueva York y
cinco de New Jersey, que cambiaron
cinco veces al director ejecutivo de
las obras. A eso se suman los diferentes proyectos que simultáneamente se han desarrollado en la llamada Zona Cero y que la han mantenido por mucho tiempo cubierta
en plástico.
Así y todo algo de responsabilidad
recae en el arquitecto español, quien
en los últimos 15 años ha visto cómo
su prestigio se ha ido desmoronando producto de un número no despreciable de obras mal diseñadas y
ejecutadas. Sin ir más lejos, en 2014
Calatrava fue sentenciado a pagar
US$ 3 millones en multas por el diseño defectuoso y la mala dirección
en la construcción del Palacio de
Congresos de Oviedo: en 2006 una
de las estructuras del edificio se
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