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CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS
El semental Rastrillo, uno de los padres actuales de la ganadería de Concha y Sierra, bellísimo e imponente toro de pelo sardo característico de esta sangre.
Concha y Sierra:
el tesoro vazqueño
Concha y Sierra es una de las leyendas vivas de la ganadería brava, representante insigne de la casi extinta casta vazqueña y protagonista de muchísimos episodios grabados con letras de oro en la historia de la tauromaquia.
Nacida con impronta antigua, sus propietarias depuraron su bravura para evolucionar al compás que lo hizo el
toreo, y por ello estos toros gozaron del favor de las figuras y propiciaron grandes faenas desde la época de Lagartijo a la de El Cordobés. Tras morir la última viuda de Concha y Sierra en 1965, sus herederos la vendieron y
fue pasando de mano a en mano hasta acabar muy deteriorada. Litri hizo un loable intento por rescatarla y en 1993
fue adquirida por la familia García Palacios, quien hoy conserva en su pureza estos toros únicos, bellísimos por
sus capas multicolores y su finura, que anhelan recuperar la nobleza, brío y prontitud de sus mejores tiempos.
Texto: Joaquín López del Ramo
Fotografías: Manuel Durán,
Sánchez Vigil y
Joaquín López del Ramo
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E
l acta de nacimiento de este hierro
data de 1871, cuando don Fernando de la Concha y Sierra adquirió
dos de las cinco partes en que se había dividido la vacada fundacional de don Vicente José Vázquez: las de Juan Castrillón
(antes Antonio Mera) y Francisco Taviel
de Andrade. El señor Concha y Sierra falleció seis años después y el grueso de la
ganadería, junto con el resto de su copiosa
hacienda, pasó a manos su viuda, doña
Celsa Fontfrede, la cual casó en segundas
nupcias con el afamado diestro Manuel
García Espartero, del que también enviduó
tras la mortal cornada que a éste le propinó el Miura Perdigón en la plaza de Madrid el 27 de mayo de 1894.
Los conchaysierra se situaron a la altura
de los toros más famosos de aquel
tiempo, y todos los astros del toreo entre finales del siglo xix y el primer tercio del XX los contaron entre sus predilectos. El gran Rafael Guerra Guerrita
se despidió en Madrid el 11 de junio de
1899 con un toro de este hierro, llama-
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do Ballestero, y en los años de la “Edad
de Oro” los toros de doña Celsa participaron en otros muchos fastos históricos. Uno de ellos fue la concesión formal de la primera oreja en Madrid, otorgada el 2 de octubre de 1910 a Vicente
Pastor por su lidia al toro Carbonero. Quizás el acontecimiento más trascendente de esta época ligado a la ganadería fue
la mítica faena de Juan Belmonte frente al toro Barbero, que le consagró el 21
de junio de 1917 en Madrid como máxima figura de la tauromaquia.
El destino quiso que en sus momentos de mayor esplendor esta vacada estuviera en manos de mujeres que quedaron viudas de forma prematura; primero doña Celsa y más tarde su hija Concepción de la Concha y Sierra, viuda de
Sarasúa. Con ella al frente de la divisa a
partir de 1929 llegó la segunda etapa de
esplendor de los conchaysierra, que evolucionaron como los de los más destacados hierros de origen Vistahermosa hacia una embestida con mayor bravura,
duración y nobleza. Se dijo que en ello
tuvo algo que ver la cruza con un semental de Ibarra, cosa nunca ratificada ni
evidente en las hechuras y capas de las
reses. Así, los toros “la Viuda” permanecieron en la cima, y Marcial Lalanda,
Domingo Ortega, Chicuelo o Armillita los
torearon con profusión y éxito en los
años de la llamada la “Edad de Plata” del
toreo, e incluso después de la guerra civil. Durante esta época se lidiaron con
bastante asiduidad a la antigua plaza madrileña de la carretera de Aragón, así
como en la corrida inaugural de Las Ventas, celebrada el 17 de junio de 1931 con
reses de diferentes divisas.
Los años cuarenta asistieron a la
arrolladora irrupción de Manolete como
máxima figura de la tauromaquia. A raíz
de un gran éxito obtenido en Valencia
con toros de Concha y Sierra, el torero
cordobés mató bastantes corridas de la
casa, la última en Valdepeñas, pocos días
antes de su muerte, donde cortó dos orejas y el rabo. Otras estrellas de la postguerra, como Pepe Luis Vázquez o Luis
Miguel, torearon con frecuencia toros de
este hierro, aunque no estuvieran en lo
más alto de sus preferencias, quizás por
su menor regularidad que los de otras
ganaderías famosas de la época.
LOS CUARENTA EN MADRID
Desde la inauguración hasta el final de
la contienda bélica, la ganadería se ausentó de la Monumental madrileña,
donde reapareció el 24 de mayo de
1939, día de la llamada “Corrida de la
Victoria”, con un toro chorreado que peleó con bravura y raza y al que Vicente
Barrera cortó las dos orejas. Esta misma
temporada se jugaron en Las Ventas varios encierros de doña Concepción; el
primero fue una novillada que desarrolló buen estilo; la segunda una corrida
de toros que despacharon el 29 de junio
Victoriano de la Serna, El Estudiante y
Curro Caro, y en la que saltaron varios
toros bravos y nobles. Por último, la novillada del 30 de julio también desarrolló bondad y con ella tuvo una lucida actuación de Paquito Casado.
El 21 de abril de 1940 se lidió en Madrid una buena novillada de este hierro
y la prensa calificó de ideales a Centello
y Capachito, lidiados en tercer y sexto lugar. El 15 de mayo siguiente vino una corrida de ocho toros con Cagancho, Jaime Noaín, Gitanillo de Triana y Curro
Caro en el cartel; los morlacos fueron
muy desiguales, destacando el bravo tercero, Florido, y el séptimo, Chulapón, con
los que Gitanillo realizó faenas muy
aplaudidas. Por tres veces los conchaysierra hicieron acto de presencia en Las
Ventas el año 1941. En las dos novilladas predominó el genio y la mansedumbre, con la notable excepción del
cárdeno Cabrito, al que Manolo Martín
Vázquez cortó una oreja el 6 de abril. La
corrida se jugó el 18 de mayo, y en ella
resultó gravísimamente herido Pascual
Instantánea de la gran actuación de Rafael Albaicín en Las Ventas con un toro salpicado de Concha y
Sierra el 10 de septiembre de 1944.
Márquez, falleciendo días más tarde; otra
cornada se llevó Fernando Domínguez,
por lo que el primer espada, Gitanillo de
Triana, hubo de matar cinco toros, dos
de los cuales, el cárdeno Chispo y el salpicado Jaquetón fueron buenos. La cogida mortal del valeroso y honrado Pascual
Márquez tuvo la fatalidad añadida de
que el torero había sido trabajador en
casa de Concha y Sierra y existía una
gran amistad con él, plasmada en el gran
apoyo que en su carrera taurina le dio la
propia doña Concepción.
Los dos festejos lidiados en Madrid
por Concha y Sierra en 1942 dieron mal
juego, así como la novillada del 11 de julio de 1943, pero entre medias, el 25 de
abril de 1943, se jugó una corrida buena en general, de nuevo con la actuación
de los artistas gitanos Cagancho y Gitanillo de Triana, muy afines a la ganadería desde siempre, lo cual resulta
bastante significativo como exponente
de su calidad; a ellos correspondieron varios ejemplares de alta nota: Colmenero,
un nobilísimo cárdeno lidiado en primer
lugar, y el lote de Gitanillo: Pollero y Estrellito, aquél negro y éste colorado lucero, todos ellos ovacionados en el
arrastre. Tres festejos protagonizaron en
Madrid los conchaysierra en 1944, el 19
de abril y el 31 de agosto con sendas novilladas, y en la primera resultó superior
el segundo, Grillito, y buenos el tercero
y el quinto, llamados respectivamente
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Chorreador y Emperador. La corrida fue
de ocho morlacos, cuatro de los cuales
fueron ovacionados: Atendido, Cotorro,
Gargantillo y Granadino, cuya nobleza
propició buenas faenas de Cañitas, Paco
Casado y Rafael Albaicín
Las temporadas de 1945 y 1946 fueron las últimas en que la ganadería de
Concha y Sierra se anunció en Madrid
de forma continuada. El balance de la
primera fue malo sin paliativos por el
predominio de la mansedumbre y la
bronquedad en los tres festejos lidiados.
Los resultados de 1946 fueron de cara
y cruz: buena la novillada del 18 de
agosto y mala por sosería y cortedad la
corrida del 13 de octubre, a la que se enfrentaron Gallito, Luis Mata y Belmonteño. A partir de esta fecha, con la excepción de Buñolero, un cárdeno salpicado estoqueado por Antonio Bienvenida en su encerrona del 16 de junio de
1960, se abrió un paréntesis de casi tres
décadas de ausencia de nuestra plaza.
DE CONCHA Y SIERRA
A KING RANCH
Durante los años cincuenta y sesenta,
los conchaysierra mantuvieron e incluso
acrecentaron su cartel. Afloraron con
mayor regularidad las mejores virtudes
de su embestida y, sin llegar a ser una
ganadería facilona o “comercial” en el
sentido más peyorativo del término, las
figuras de este periodo, como Litri,
Aparicio, Ordóñez, Puerta, Camino,
Curro Romero y El Cordobés, volvieron
a apuntarse con frecuencia y a triunfar
con los toros de “la Viuda”. A la buena
marcha de la vacada y de la riquísima
hacienda contribuyó de forma determinante el carácter firme de su dueña.
Los extraordinarios cortijos “La Alegría”
“La Abundancia” eran el solar de la ganadería; allí trabajaban los mejores
hombres de campo de la Marisma sevillana y el esmero más riguroso presidía cada una de las faenas.
Todo este mundo se acabó casi de golpe en diciembre de 1965 con el fallecimiento de doña Concepción. La ganadería y el enorme patrimonio de la
casa pasaron por herencia a sus sobrinos,
los hermanos Pareja Obregón, que desde 1951 eran titulares de su propia vacada. Éstos, entregados a una vida disipada y bohemia, empezaron muy pronto a vender por partes la vacada y en
1968 se desprendieron del grueso de la
misma, con el histórico hierro y divisa,
traspasándola al no menos excéntrico
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Pitillero, precioso toro sardo de “Los Millares” que abrió plaza en la corrida lidiada en Madrid
el 25 de agosto de 1975, época en la que la ganadería pertenecía a King Ranch.
José Luis Martín Berrocal, quien apenas
dos años después la enajenó junto con
la finca onubense donde pastaba, “Los
Milllares”, a la multinacional norteamericana “King Rach”.
Dicha compañía, originaria de Texas,
era propiedad de Bob Kleberg, magnate ganadero a escala mundial y creador
de la célebre raza bovina Santa Gertrudis, cuya crianza pensaba desarrollar allí.
Kleberg sólo estaba interesado por la finca, pero se encontró que dentro había
una ganadería de lidia, y al enterarse de
que era una de las más legendarias de la
cabaña brava, decidió continuar con ella.
Gracias a ello, los conchaysierra se salvaron, aunque la ganadería ya venía
muy tocada por el desastre y abandono
de sus anteriores dueños. El representante de King Ranch en España era Michael Huges, y la persona de confianza
y consejero de éste fue Jaime de Urquijo, aficionado de reconocida solvencia.
Durante esos años la gestión de la ganadería no debió ser fácil para el señor
Urquijo, quien tuvo el gran mérito de
mantenerla viva, lo cual fue esencial para
que haya llegado a nuestros días.
El 22 de julio de 1973 se anunció en
Las Ventas una corrida de toros de “Los
Millares”, que mataron Vicente Punzón, Macareno y Raúl Sánchez. Aparte
de la efeméride que supuso la reaparición de los históricos conchaysierra en
Madrid, el resultado fue un tanto desastroso, porque todos los toros salieron broncos y mansurrones, a pesar
de su maravillosa y variopinta estampa. Esta bella condición externa y
su evocación histórica explican que la
ganadería volviera a Madrid en las
temporadas de 1974 y 1975, pues el
Magnífico derechazo de Joselito a Poleo, noble ejemplar de Concha y Sierra lidiado en la feria
de San Isidro el 21 de mayo de 2003.
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estilo de juego fue casi el mismo, con
la tímida excepción de algún ejemplar
más o menos manejable, caso del ensabanado capirote Ciervo, lidiado por
Manuel Aroca el 25 de agosto de 1974,
el salinero Pitillero y el castaño Mayordomo, estoqueados estos dos últimos el
31 de agosto de 1975 por Orteguita y
Manolo Ortiz, respectivamente.
Así las cosas, el 28 de mayo de 1978,
en plena feria de San Isidro, se desecharon los toros de la ganadería titular y apareció en el apartado una corrida de “Los Millares” para ser lidiada por
Raúl Aranda, Manili y el confirmante
Juan Montiel. Su presencia era espectacular, en especial un maravilloso toro
sardo chorreado, alunarado y careto de
nombre Pajarito, pero su juego fue un catálogo de mansedumbre y bronquedad, con la penosa paradoja que precisamente esa “pintura” de toro fue condenado a banderillas negras.
Transcurrida poco más de una década desde el fallecimiento de la viuda
de Concha y Sierra, la ganadería pasó
de las ferias y carteles de tronío a una
crisis total. Lo más sencillo era culpar
de ello a King Ranch, que se llevó el
sambenito, pero ello no respondería
del todo a la verdad. Factor clave fue la
desidia y la total falta de sensibilidad de
sus anteriores dueños españoles, que
abandonaron su selección durante varios años; de hecho, cuando estuvo en
manos de Berrocal ya desarrollaba la
misma tónica de juego. Pedir a los americanos que la recuperaran era demasiado. Además, otros ganaderos compraron diferentes lotes de vacas de
Concha y Sierra, caso de Gabriel Rojas
y el mismísimo Manuel Benítez El Cordobés, y su destino fue el matadero,
como lo hubiera sido la totalidad de la
ganadería de lo cruzarse en su camino
los denostados americanos.
RESCATE Y VUELTA
A LAS RAÍCES
En 1979 King Rach se desprendió de
los conchaysierra. Algunas reses terminaron en manos de Daniel Ruiz, quien
las eliminará, pero afortunadamente el
grueso de la ganadería fue adquirido
por Miguel Báez Litri, unas 360 vacas,
junto con el hierro y divisa originales.
Estimulado por el recuerdo de las glorias pasadas, el torero onubense apostó
fuerte por recuperarla; eliminó todos
los sementales y se quedó únicamente
con 80 vacas, a partir de las cuales sacó
El toro Chuletero embiste con claridad a la muleta de Luis Vilches en la corrida del 21 de junio de 2004.
nuevos padres, el primero de los cuales
fue un clásico salpicado alunarado llamado Inspector, descendiente de un
ejemplar sardo del mismo nombre que
fue indultado en Algeciras el año 1963.
A pesar de todos los avatares sufridos y
de los resultados comentados, en estas
primeras tientas hubo muchas vacas de
gran bravura, lo cual demuestra el extraordinario fondo que tenía Concha y
Sierra. En 1981 Litri cruzó una parte de
las vacas con toros del conde de la
Corte, estableciendo así una línea pura
vazqueña y otra cruzada con sangre
condesa, cuyos productos se caracterizaban por sus aparatosos pitones y un
tipo más grandón.
Litri lidió con desigual éxito, aunque
evidenciando en general un nivel estimable y una notable mejora respecto a
la etapa anterior, lo que de nuevo posibilitó triunfos de los toreros, como Espartaco, Jesulín de Ubrique, Camino o
el propio Litri hijo. A finales de 1993 Miguel Báez vendió la ganadería a Jose Luis
García-Palacios, reservándose las cuatro
camadas de machos herrados. Los nuevos propietarios eliminaron todo lo
cruzado con el conde de la Corte, la mitad de las vacas puras y todos los sementales salvo uno, de nombre Chivito.
A partir de esta base, los nuevos dueños
de Concha y Sierra sacaron nueva simiente, siguiendo en gran medida la línea del mencionado toro Inspector.
Los García-Palacios empiezan lidiando novilladas, y a partir del año 2000 los
conchaysierra vuelven a las corridas de toros, en las que se obtienen resultados
muy esperanzadores. El 16 de junio de
2002 retornan a Madrid, aunque su jue-
go no es muy lucido. El 21 de mayo de
2003, en la feria de San Isidro, se lidian
cuatro toros de este hierro por Joselito,
Manuel Caballero e Iván García; varios
de estos ejemplares procedían de las vacas originarias de Domecq y Núñez incorporadas de forma independiente a las
de Concha y Sierra y con las que la misma familia formó más tarde el hierro de
Albarreal, pero el primero de ellos, Poleo, es un castaño puro vazqueño y da
un juego notable. El 27 de junio de 2004
se lidió en Las Ventas otro buen toro de
Concha y Sierra, de nombre Chuletero,
que le tocó a Luis Vilches.
Tras la sucesivas reducciones en su
número de efectivos, motivadas por un
afán de optimizar la selección, en la actualidad la ganadería consta de 85 vacas
de vientre y los sementales Mercenario,
Puntillero, Artesano, Halconero, Bermellón
y Rastrillo, éste último un espectacular
sardo de imponente estampa. Igual que
ocurre con las legendarias divisas de
Miura y Pablo Romero, Concha y Sierra
es la última representante viva de una
rama única de casta vazqueña y por
ello no puede refrescar sangre con ninguna otra, lo cual comporta un riesgo
de consanguinidad alto, si bien el número de reatas existentes da margen
de actuación a sus propietarios, quienes
con trabajo y gran ilusión mantienen
esta joya de la ganadería brava. Durante las últimas temporadas los pupilos de Concha y Sierra se han lidiado
básicamente en novilladas, muchas veces con éxito claro, y precisamente con
un lote de utreros volverá a Las Ventas
en este temporada 2012, en lo que ojalá
suponga un reencuentro con lo mejor
de su brillante historia.
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