1 ADICCION a la MARIHUANA-CANNABIS: Realidad y ficción. En

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ADICCION a la MARIHUANA-CANNABIS: Realidad y ficción.
Laura Elena BILLIET MAYORANO
En este trabajo vamos a fundamentar la simultánea “realidad y ficción” de la
marihuana (cannabis sativa). Sabemos que, entre otros alcaloides 1, el
principal ingrediente activo que afecta al Sistema Nervioso Central, es su
molécula vegetal THC (delta 9 tetrahidrocannabinol). Veremos que desde la
“realidad material” THC se deposita en áreas del cerebro y en otras
localizaciones periféricas. Y que, a la vez, físicamente hablando evidencia su
“ficción”2. Porque está comprobado que dichas moléculas imitan a un
neurotransmisor que, en condiciones normales, actúa sobre las mismas áreas.
Se trata de la anandamida o AEA. Esto significa que la marihuana imita, es
el representante externo de la Anandamida interna que todas las
personas normalmente producimos. A partir de los efectos físicos del
cannabis y de la AEA, plantearemos algunos afectos específicos en crisis,
presentes en las biografías de personas con menor o mayor adicción a la
marihuana.
En los últimos años la marihuana se está generalizando en jóvenes y adultos.
Por eso, para comprender qué está sucediendo, tenemos que tener en cuenta
la biografía y entrelazarla con la interpretación psicoanalítica de otros
trastornos o motivos de consulta. Sabemos que desde la antigüedad, en la
medicina asiática, la Cannabis fue popular para mejorar el apetito. Y que recién
luego de los años 60 se fueron descubriendo los principios activos de la planta,
llamados principios cannabinoides. Pero para comprender cómo actúan, es
1
Los alcaloides son compuestos nitrogenados, que se comportan como bases frente a los
ácidos, formando sales. Suelen ser de origen natural, del reino vegetal, y por sus propiedades
fisiológicas y toxicológicas, el uso prolongado produce acostumbramiento. Otros compuestos
cannabinoides, como el cannabidiol y el cannabinol, poseen menor potencia que el THC.
2
Damos por sabido que la pre-interpretación de la denominada realidad material y la realidad
psíquica son descripciones de lo mismo pero desde diferentes ángulos de percepción, aún hoy
en día limitados por tecnología y presupuestos. Solo tengamos presente que cuando hablamos
de Realidad, ésta deriva de real, que tiene existencia efectiva, derivado de ‘res’ cosa, en plural
‘las cosas, la realidad, la naturaleza’ (Corominas, 1976). Mientras que al hablar de Ficción, ésta
deriva de fingir. Del latín, ‘fingĕre’, heñir, amasar, modelar, representar, inventar (Corominas,
1976). El Diccionario de la Real Academia española pone el acento en: dar a entender lo que
no es cierto, dar existencia ideal a lo que realmente no la tiene, simular, aparentar (2013).
1
imprescindible aclarar previamente una cuestión. Suele afirmarse que el
mencionado neurotransmisor “normal” conocido como Anandamida (AEA)
actúa sobre el mismo receptor que los compuestos activos de la
marihuana.
De
ahí
que
la
Anandamida
sea
denominada
“cannabinomimética”. En realidad, es al revés. Porque visto desde la persona
que nunca consumió cannabis pero que normalmente produce AEA, la que
actuaría miméticamente sería la marihuana. No obstante, por el momento nos
atendremos a la denominación habitual.
En forma cotidiana, nuestra ingesta se ve controlada por muchos mecanismos.
A nivel cerebral, actuando como hormonas o neurotransmisores todas las
personas contamos con ácidos grasos3, lípidos que conforman un sistema
llamado Anandamida4-oleiletanolamida, AEA-OEA. Este sistema actuaría
como censor de saciedad intraingesta.
En lo que respecta a la OEA la
producimos en los adipocitos, y su efecto es inhibir la ingesta (anorexígeno5).
Mientras que la AEA, la fabricamos a partir de los lípidos de la membrana
celular6. Su efecto, por ejemplo cuando estamos en ayunas, es promover la
hiperfagia. Vale la aclaración de que, prenatalmente, la Anandamida/AEA
interviene en la implantación del blastocisto y en el desarrollo embrionario,
por ejemplo, del cerebro (Rodríguez de Fonseca, 2004; Guzmán et al, 2009).
En forma habitual el proceso sería el siguiente:
a) En el hipotálamo -equivalente al director general del Sistema Nervioso
Central- y en otras áreas, tenemos un receptor CB1 (proteína CB o
cannabinoide).
3
Estos ácidos grasos se los denomina aciletanolamidas (FAEs). Por el perfil global, además de
como neurotransmisores, AEA y OEA se asemejan a hormonas, ya que regularían la respuesta
inmunológica, el metabolismo lipídico o la circulación sanguínea, actuando lejos de su lugar de
origen (Fonseca, 2004).
4
La Anandamida es denominada araquidonoiletanolamida
5
La OEA bloquea la incorporación de ácidos grasos y de triglicéridos, y la captación de glucosa
por parte de los adipocitos.
6
La Anandamida interviene en la regulación del apetito, del placer y la recompensa. Su
elevación se manifiesta en un exceso de placer por consumir alimentos. Por ejemplo, el
chocolate contiene Anandamida. Asimismo, parece influir en el umbral del dolor, en el sueño,
en el equilibrio hormonal y en el sistema reproductor. Pues, durante la ovulación, está elevada
tanto la Anandamida como los niveles de las hormonas sexuales gonadotropina y estradiol. El
consumo alimentario de Ácidos Omega 6 (ácido araquidónico) pueden alterar los niveles de
Anandamida presentes en el cerebro.
2
b) Cuando estamos en ayunas, la Anandamida/AEA llega al espacio
extracelular y activa al receptor CB1, se une a él7.
c) Entonces, sentimos hambre (hiperfagia).
d) Pero para evitar excesos, las células que recibieron Anandamida/AEA
envían una señal de vuelta a las células emisoras. Esto es denominado
señalización retrógrada. Metafóricamente, podemos decir que, a la
manera
de
quien
confirma
la
recepción
de
un
e-mail,
los
endocannabinoides envían la señalización retrógrada.
e) Automáticamente suprimimos la liberación de OEA (anorexígeno).
f) Luego, a medida que ingerimos alimentos, vamos bloqueando
AEA/Anandamida y liberando OEA.
g) Si bloqueáramos CB1, reduciríamos la ingesta y se modificaría el
metabolismo.
h) Para comprender la sintomatología normal y patológica explicitemos
que el receptor CB1 también lo tenemos en otras áreas del sistema
nervioso. Por ejemplo en ganglios basales (movimientos voluntarios
inconscientes),
cerebelo (integración entre vías sensitivas y motoras), corteza
cerebral e hipocampo (memoria y aprendizaje), amígdala (emociones), tálamo
(percepción sensorial), terminales nerviosas periféricas que inervan piel,
tracto digestivo, endotelio, huesos, útero, ojos, hígado y tejido adiposo.
i) Así,
según
el
receptor
CB1
afectado,
la
Anandamida/AEA
(cannabinoide endógeno8) interviene en regular el apetito, la sensación
de placer y recompensa, en el sueño, la memoria, en señales de dolor, o
durante la ovulación. Pero de manera semejante a la marihuana, si
tenemos un déficit de señalización retrógrada de la Anandamida o nos
faltan receptores, ello suele evidenciarse como estrés post-traumático,
fobias, déficit en la memoria, disminución de movimientos, hipotermia,
7
La AEA o anandamida, además de actuar endócrinamente, regula la ingesta en forma directa,
o indirectamente por medio de neuropéptidos (oxitocina) o de hormonas (por ejemplo, leptina).
8
Aclaremos que los endocannabinoides –agonistas CB1 del hipotálamo-, en particular la AEA,
como en un efecto cascada, activan a mensajeros que actúan en los niveles de calcio y potasio
y son sintetizados cuando, por ejemplo, aumenta el calcio y unas proteínas denominadas G.
(Franchi, 2005) De ahí que, junto a otra sustancia derivada de lípidos de la membrana celular
(2-araquidonilglicerol), se constata que AEA gravita tanto en la implantación y desarrollo
embrionario como en el control endocrino, activando la secreción de ACTH (hipófisis-Corteza
Suprarrenal) y glucocorticoides (en corteza suprarrenal), e inhibiendo las gonadotrofinas, la GH
(Hormona de crecimiento), la prolactina y la TSH (hormona de la hipófisis que estimula a la
Tiroides) (Guzmán, 2010).
3
analgesia, sueño, alteraciones cardiovasculares, de la percepción de
tiempo y espacio, o de acuerdo a la experiencia previa, euforia o disforia.
Hasta acá, entonces, todas las personas tenemos los mencionados
compuestos, AEA y OEA. Este sistema es denominado endocannabinoide.
A las drogas que –por su estructura química semejante- actúan sobre los
receptores de dicho sistema, se las llama cannabinomiméticas. Y como la
AEA-Anandamida actúa sobre el mismo receptor que los compuestos activos
de la marihuana, es denominada cannabinomimética. De ahí que, al
comenzar, advertimos que desde la lógica es al revés. Pues, los compuestos
de la marihuana actuarán –por ejemplo a nivel del hipotálamo- en el mismo
receptor CB1 que -en condiciones normales- tendría que hacerlo la
Anandamida/AEA.
Ahora bien, desde la patología, sabemos que las drogas afectan a las
neuronas9. Porque inhiben o intensifican la emisión y recepción de los
transmisores entre células10. Por un lado, las moléculas THC actuarán sobre
diferentes receptores CB1, con lo cual se carecerá de señalización retrógrada
(falta de emisión) por parte de la AEA/Anandamida. Por otro, los efectos de la
marihuana o cannabis sativa se relacionan con que las moléculas THC son
solubles en grasa11. De modo que, a diferencia del alcohol –que es
hidrosoluble- la THC es liposoluble. Esto significa que el organismo tarda más
en eliminarla. Entonces, si tenemos en cuenta que las paredes de nuestras
neuronas y los espacios intercelulares son tejidos grasos, a medida que se
deposite THC en las paredes de las neuronas, éstas se irán engrosando, se irá
9
Si bien ya me he referido a otras adicciones, por ejemplo a la nicotina (Billiet, Capítulo Digital
de Drogadicciones, 2011), es para tener en cuenta que actualmente se prosigue investigando
tanto el deterioro cognitivo de la combinación de alcohol y tabaco (Hagger-Johnson et al, 2013)
como el hecho de que la cocaína afecta el aprendizaje, la memoria, la toma de decisiones,
favoreciendo el proseguir con la adicción (Muñoz-Cuevas et al, 2013).
10
No es el objetivo de este trabajo, pero en cuanto a su legalización, tan solo mencionemos
una de las objeciones. Se trata de que, el “porro”, “faso”, “hierba” o “María Juana”, a diferencia
de la década del 60 en que contenía un 1 o 2% de THC, actualmente contiene alrededor de un
18%. Lo cual afecta a varios órganos y sistemas. Además, debido a que la marihuana contiene
más de 400 compuestos químicos y a la cantidad de efectos colaterales, la THC es un
medicamento parcialmente aprobado por la FDA para aliviar náuseas asociadas con
quimioterapia para el cáncer y para estimular el apetito en pacientes inmunodeprimidos
(www.drugabuse.gov 2013).
11
Habitualmente los neurotransmisores son solubles al agua y se almacenan en vesículas
hasta el momento de ser liberados.
4
enlenteciendo el sistema nervioso, costará concentrarse, habrá distorsión de la
percepción del tiempo, de los reflejos, de la visión periférica, se va trastornando
memoria y aprendizaje, puede afectarse el funcionamiento cardiaco y
pulmonar, la sensación de calor, de relajación o de hambre12. Incluso, si
recordamos que ovarios y testículos poseen tejidos grasos, se afirma que THC
se acumula en testículos y puede reducir el nivel de testosterona13. O en el
caso de mujeres, que puede afectar la fertilidad o aumentar la probabilidad de
abortos espontáneos. Y si lo vemos a nivel de los glóbulos blancos,
compuestos de grasa, THC también los afectaría disminuyendo las defensas
frente a infecciones14 (McGrath et al, 2010; De Luis et al, 2010; Guzmán, 2010).
En cuanto a querer repetir el estímulo ‘placentero’ (adicción), esto se
relacionaría con que la marihuana aumenta la liberación de dopamina 15.
En síntesis, desde las descripciones habituales concluyen que el ácido graso
anandamida “imita todas las actividades de la marihuana”. Como también
que “el organismo es capaz de fabricar su propia marihuana” (p.87,
Franchi, 2005).
Repasemos, ahora, las descripciones físicas:
 la AEA/Anandamida está presente ya en el momento de la implantación
y en el desarrollo embrionario.
 la marihuana es una de las drogas imitadoras de transmisores. En este
caso, las moléculas THC imitan a la natural AEA-cannabinomimética,
12
Se afirma que cada cigarrillo de marihuana está compuesto de más de 800 elementos
químicos, algunos de los cuales –como el benceno- son cancerígenos. Incluso, que contendría
más alquitrán que los cigarrillos comunes. Desde este punto de vista, potenciaría bronquitis,
enfisema y destrucción de tejidos.
13
Se supone que, a medida que el espermatozoide se acerca al óvulo, la Anandamida se liga a
sus receptores presentes en los espermatozoides, dándoles una hiperactivación. Pero el
consumo reiterado de THC, la incrementaría al punto de que el esperma estaría agotado antes
de llegar al óvulo.
14
Solo mencionemos que otro receptor, CB2, de acción más restringida sería el que está
presente en el sistema periférico, el sistema inmunitario, tejidos del bazo y ganglios linfáticos
(Guzmán, 2010).
15
THC actúa en el receptor CB1, e interfiere en un inhibidor de dopamina (Neurotransmisor
GABA -Ácido γ-aminobutírico-), con lo cual el exceso de esta última se evidenciará como
adicción.
5
 los denominados
endocannabinoides,
como
la
Anandamida,
se
caracterizan por una señalización retrógrada, confirman la recepción.
 la marihuana es la representante externa -un mimo o imitación- de
nuestra anandamida interna (AEA).
 en la medida que THC imita a la anandamida/AEA, disminuye la
emisión natural de ésta.
Vayamos ahora a la interpretación psicoanalítica. En 1992 comencé a
investigar sobre SIDA. Basándome en investigaciones inmunológicas, me referí
a la estructura familiar y al específico tipo de vínculo de personas con menor o
mayor consumo de drogas y/o inmunodeficiencia16. Se trataría de una familia
que “seduce” con lo que da pero “destruye” ignorando las necesidades del
hijo. Entonces, “en el intento de salir de estas identificaciones, busca y
encuentra a otros como él. Termina abriéndole la puerta a extraños, porque
tiene la ilusión de que le van apuntalar la indigencia que no soporta. Sin
embargo, parece llevar consigo talonarios de facturas impagas, aspirando a
que en el encuentro con alguien, se salden los usufructos vivenciados durante
años. Mientras tanto, él también seduce y se ofrece como un curador de las
heridas ajenas. Unos y otros se infectan con una promesa. La de, a cortomediano-largo plazo, transformar la indigencia y vacío en el que están. Ambos
de la relación suelen des-oír señales de supervivencia o de peligro, propias y
ajenas. Esto se manifiesta en posteriores recuerdos de las 'rarezas' del
comienzo de la relación. O, en el momento en que dudan de si se sentirán
mejor con las drogas que les ofrecen” (Billiet, p.965, 2011). Así, concluí que, a
la par de la modalidad de “seducción y destrucción”, a lo largo de la vida se
evidencia un complejo conformado por reiteradas y extremas vivencias
de "indigencia-usufructo-resentimiento-resignación"17.
16
El primer libro digital sobre Sida (1999) y su actualización está incluido en el libro impreso “El
niño Indómito”. Editorial Letra Viva (2011).
17
Este cuadro de “Inmunomelancolía” se basa en que, inmune alude a ‘funcionar exento de
esclavitudes (familiares); con indigencia me referí a quien carece de los recursos o medios
para satisfacer las más apremiantes necesidades de la vida. Entendiendo, además que nuestra
identidad es más que ser “el mismo, lo mismo”. Como sucede con el pool genético, no somos
‘ídem’. Por eso, escribí: “la identidad saludable sería aquella que reconoce sus semejanzas,
pero simultáneamente capta sus naturales diferencias, inherentes a la particular amalgama que
el ser humano constituye”. De manera que, tratándose de personas inmunodeprimidas, me
referí a los concomitantes psíquicos de las descripciones ‘físicas’ inmunológicas: seducción y
6
Años después, relacionándolo con las luchas fratricidas en diferentes ámbitos
de la vida, me referí a un aspecto indomable presente en todas las personas
que denominé Niño Indómito. Esta modalidad postnatal la evidenciamos
cuando –en momentos de inseguridad- insistimos con recobrar un estado
natural de seguridad “en y con” alguien, equivalente al universal estado
prenatal con nuestra madre (vínculo siamés) (Billiet, 2011). Ejemplo de esto
es cuando –todos con todos- nos centramos dogmáticamente en y con
alguna creencia o persona que, mientras fomenta su investidura de
proveedora absoluta, nos hace las veces de escudo-útero protector. Y
simultáneamente, cuando “en pie de guerra” luchamos “todos contra todo
aquel” que no admita “pertenecer” al vínculo siamés recreado. En menor o
mayor grado, este aspecto indómito se expresa en colusiones con un
progenitor, la pareja, un hijo, nieto o equivalentes, la familia política, amistades,
dogmas sociales, relaciones empresariales, institucionales, o incluso, en aras
de la Madre Patria, posturas gubernamentales (Billiet, 2013).
Todo lo anterior alude a que, de acuerdo a la propia biografía, cada persona
difiere en cómo se posiciona frente a las mismas crisis, protagonizando una
menor o mayor lucha fratricida en sus vínculos. Pues, cada persona evade de
diferente manera la propia inseguridad, o intenta recrear la ilusión de ser único
“en y con” alguien. Entonces, en relaciones de pareja, muchos jóvenes y
adultos adictos suelen insistir con recrear un vínculo siamés “en y con” otro
que –a su vez- promete proveer una seguridad absoluta. Provienen de
familias en las que se sentían “frente a las pasiones” (extremos amores y
odios) de sus progenitores (luchas fratricidas). A la vez, reproducen haber sido
tratados como un ‘yo-yo’; seducidos con lo que se les daba pero destruidos
con la ignorancia de sus necesidades; siguen teniendo la fantasía de que otro
usufructúa lo que se les negó o niega; sienten resentimiento pero se
resignan; y con la ilusión de –metafóricamente- cambiar su cédula de
identidad indigente intentan rebelarse, apartándose. Así, se hermanan con
otras ‘almas en pena’, y muchos se van programando para morir mediante el
destrucción, tolerancia e intolerancia inadecuada, programarse para morir, desequilibrio de
señales de vida-muerte, asesinato fratricida, ‘beso de la muerte’, envejecimiento prematuro
(Billiet, Capítulo digital: p.963, 2011).
7
consumo reiterado de drogas. Sin embargo, pretendiendo alejarse de su
familia, terminan recreando el modo de relación en otros vínculos. Por ejemplo,
la “seducción y destrucción” por parte de quienes les proveen o estimulan el
consumo de marihuana. Parafraseando a Freud, los “alcanza así el imperio de
una realidad psíquica interior sobre la realidad del mundo exterior”18. Y si
volvemos a la relación Anandamida-THC, es para tener en cuenta que se
afirma que la etimología de anandamida proviene del sánscrito ‘ananda: el que
trae bendición y tranquilidad interna’ 19.
A mi entender, la masividad del consumo de marihuana coincide con una
época caracterizada por la dificultad en amalgamar “lo de antes” con “lo
de ahora”. Esto se evidencia en que cuesta implantarse en lo que se
pretende emprender. Pero tenemos que interpretarlo en función de la
específica biografía, del momento de la vida en que el paciente siente
carecer de confianza básica. Ese tipo de confianza que permite
consustanciarse con que es natural e imprescindible enfrentar las
dificultades en cualquier área de la vida. Por ejemplo con parejas o trabajos
que, siempre, enfrentan con las capacidades e inseguridades. Entonces, la
vivencia de sedación buscada mediante la Cannabis parece simbolizar la
ilusión de retrotraerse a la primera sensación de relax vivenciada
prenatalmente. Porque entre las divisiones celulares del óvulo fecundado ( de
zigoto a mórula y a blastocito)
y comenzar a horadar para implantarse en el útero20,
durante y después de tanto trajín, la liberación de Anandamida parece
representar la vivencia de beatitud inherente a haber logrado –al fin- el
18
Si bien Freud aludía a neurosis y psicosis, en 1938 se refirió a “un Estado dentro del
Estado... un partido inaccesible, inviable para el trabajo conjunto, pero que puede llegar a
vencer al otro, llamado normal y constreñirlo a su servicio... se alcanza así el imperio de una
realidad psíquica interior sobre la realidad del mundo exterior” (Freud, 1938, p.73/74).
19
En 1964 Rafael Mechoulam, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, identificó el THC.
También descubrió la Anandamida, denominándola así por el sánscrito ananda, "el que trae
bendición y tranquilidad interna".
20
Este momento lo considero un punto de fijación, posterior a la actividad de la división celular,
previa a la implantación. Desde que comencé en 1992 a investigar sobre S.i.d.a., he
denominado al punto previo a la implantación como “estado de indigencia”. Pues, a lo anterior
no se puede volver, mientras que con lo siguiente aún no se está consustanciado. Así, en
momentos de cambio equivalentes, se despierta esta primitiva vivencia de indigencia (Billiet,
1992 en 1995, 2011).
8
suministro sanguíneo materno. A mi entender, esta huella se evidenciaría –
postnatalmente- como sensación de confianza básica.
En biografías de personas con menor o mayor adicción a la marihuana,
además de lo mencionado, constato que las relaciones parentales -y las que
reciben su transferencia- enfrentan con el doloroso mensaje de “te ahijo-no te
ahijo”. La madre lo explicita y justifica, y el padre -o equivalente- lo avala, al
estar más pendiente de la relación de pareja que de su función de padre. Por
eso, en todo tipo de vínculos actuales el adicto busca una relación en la cual
implantarse, reconquistar la añeja seguridad “en y con” alguien. Se trata de
relaciones extremas, los vínculos parecen hambrientos, no admiten frustración
ni demora. Con lo cual, las peripecias afectivas o laborales estarán plagadas de
reclamos equivalentes a “provéeme ahora o nunca”. En términos del Niño
Indómito, portavoz postnatal del estado siamés nunca duelado, el adicto –
indomable- no soporta la abstinencia, no tolera la imposibilidad de reencontrarse con la primitiva beatitud. Así, la marihuana imita la beatitud –
prenatal- de lograr implantarse en una relación o situación, facilita el
olvido de acontecimientos frustrantes. Pero al ir afectando por ejemplo
memoria, coordinación y equilibrio, como retorno de lo reprimido, muestra que
se es un mimo que –fallidamente- solo puede imitar su implantación en una
relación de pareja, amistad, estudio o trabajo. En este sentido, el guión del
Niño Indómito adicto gira alrededor de quién es “más vivo” y quién “más
tonto”, pero es “careta,” porque imita estar implantado o consustanciado
con quien está o con lo que emprende. Inconscientemente, mediante la
marihuana, se ilusiona con retrotraerse a cuando, prenatalmente, no
necesitaba de coordinación o equilibrio, cuando tampoco sufría la extrema
vivencia de desconfianza.
En síntesis, como toda droga la marihuana es evasión. Pero la THC de la
Cannabis es un mimo externo de la Anandamida natural. Frente a
dificultades de relación, representa ser una búsqueda “ficticia” de un estado
perdido beatífico. Y simultáneamente su sedación es “real” evasión de lo
actualmente frustrante. En el tipo de vínculos establecidos, se reedita la
seducción y destrucción de la confianza. Pues, muchas personas seducen
con la imitación-careta que la droga proporciona, pero es a expensas de la
destrucción del otro. De última, se trata de otros niños indómitos que se
9
acercan a quien perciben titubeante, a quien cree que no puede recuperar la
propia Anandamida (AEA). Por eso, inconscientemente, en cada abstinencia y
problema de relación actual, el adicto reedita y confirma la desconfianza
parental. No soporta demoras para acceder a ese tipo de paraíso que, solo lo
es, mientras dure la transitoria imitación de sedación. En este sentido, necesita
del mimo de la marihuana, para creer que se reencuentra con algo de beatitud,
con algo de la confianza inicial. Pero claro, todo vínculo vuelve a enfrentar con
la inseguridad y desconfianza. De modo que, alejándose de la posibilidad de
confiar en su propia potencialidad, mediante la marihuana va matando su
natural compuesto endógeno, la Anandamida.
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