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La Reina Maga (7)
Virgilio Esteban Rubio
Capítulo 1
Día 11–4–2002
¡Con hambre me levanté
De acariciarte de nuevo
Y más apetencia hallé
Un rato después de hacerlo.
No sé si sombra o sueño,
Ficción o la realidad
Pero juré más empeño
Para otra oportunidad.
Te añoro en mis brazos.
¡Egunon!, dormilona querida. Deseo verte más feliz cada día. No te
asustes si te deseo de una manera exagerada, o no pienses que es más
de la cuenta. Te mereces eso y mucho más. Me desperté pensando en ti y
Osi en su máxima expresión, contento, no fueron ganas de ir al WC, por si
acaso los malos pensamientos traicionan. ¡Es locura pensar en nuestros
ratos de amor! No me imagino lo que será desnudos ambos,
acariciándonos con fiereza y ternura. Te quiero amar más ya mismo.
¡Egunon, hambriento! ¿No desayunaste? Yo comí tus labios, saboreé tu
pecho, lamí tu cuello mientras te abrazaba. Aún tengo más hambre de ti.
¡Ejem! Hoy hace un día malísimo de mucha lluvia, pero no tengo
problemas porque me acurruco entre tus brazos, bajo las sábanas.
Anoche, a las veintitrés veintiocho me llegó un mensaje que decía: Tomás
te invita a participar en el Canal de contactos Bilbao. Responde o envía al
novecientos ochenta y seis un mensaje con un nombre para entrar en el
Canal. Lo de TOMAS venía con mayúsculas, por lo que creo que es
contraseña, aunque sea nombre. ¿Cómo va ese tema? Te quiero, profe.
¡Fíjate qué oportunidad te doy para que ligues! ¡Mua!
–¿Qué tal se encuentra mi quesito? ¿Cómo estás, mi vida?
Esta mañana no podía colocar totalmente el pie en el suelo. No llegaba a
alcanzarlo de encogida que tenía la rodilla. Me puse una rodillera. No sé si
por ella o por la pastilla ahora ya piso con toda la planta. Pero eso no
impide que te quiera mucho más, más, más, más. Ha caído agua–nieve.
Con la calefacción puesta y pensando en tus brazos poderosos estoy
calentita. Mimitos para mi niño.
A media tarde
Después de ver la Vuelta al País Vasco caricias suaves por todo tu cuerpo
a excepción de Osi y tus labios que ya les envío muchas. Masajitos en tu
espalda. ¡Muaaa!
¿Qué tal está mi vida guardado en su nido, calentito? La pena no poder
estar a tu lado y abrazarte, en realidad. Besos tiernos, como te gustan. Y
caricias a Raji que le hagan estremecer. Bésame mucho.
¡Besucón! ¡Con toda lo cariñosa que soy yo, con amigas! A Sarya, y a
Kene los como. Vamos a pasarnos el día desgastándonos a besos. ¡Muaa!
Más, más.
No te muevas, cielo: te preparo la cena y te la traigo en la bandeja a la
cama o al sofá. ¿Dónde prefieres cenar? Yo, feliz de que tú lo seas
conmigo. Te quiero. ¡Gabon, mi vida! Me has dado más ganas de vivir, de
ser feliz y de luchar por conseguir nuevos fines en la vida. Incluso
compartir cosas con más gente y las más bonitas, con mi amor, con tu
amor. Contigo me contagio de la alegría de vivir. La necesito. Te amo
más.
Desde que me casé, las únicas personas que me han llevado la bandeja al
sofá han sido las del Monte, mi cuñada, Chonchi, Rosana y mi hermano.
De vez en cuando le echaba en cara a mi ex que nunca me había llevado
el desayuno la cama, ni ná de ná. Para su opinión yo era la servidora.
Desayunar en la cama es una asignatura pendiente para mí. Me hallaba
introduciendo los garbanzos en el agua. Con este tiempo que hace me
apetece comerlos. Mimitos para mi Osito. Apriétame en tus brazos al
acostarnos. Yo me apretaré a tu cuerpo, acariciaré tus hombros, tu pecho.
Recibe besos suaves y más tarde te comeré la boca. Entrelazaré mi pierna
entre las tuyas para estar más unida a ti. Como cuando hagamos el amor.
Te quiero más. Me gustan tus besos suaves, pero cuando me acaricies me
volveré muy apasionada y ¡te morderé! ¡Muaaa, más!
Día 12–4–2002
¡Egunon, mi vida! Vas a ser mi reina pues ya eres mi princesa. Y toda la
vida serás mi consentida, al menos el tiempo que vivamos juntos. Porque
te lo mereces. Eres maravillosa y tienes por qué ser feliz como mujer, sin
más. Eso es lo que más me preocupa: Ser capaz de hacerte plenamente
dichosa a cada instante que vivamos juntos. Para mí me conformo con
poco. No soy exigente. La vida en común es muy compleja y me da cierto
miedo pensar en eso ahora. Pero es preciso hacerlo.
¡Egunon, mi príncipe! Llamó G. Hoy está más formal. No pienses en el
futuro más que un poquitín. Cuando llegue cada momento digno de
atención especial, se verá. ¡Qué moderna me he vuelto! Toda la vida
pensando en el mañana. ¡Hay que vivir el presente! No sabemos si
mañana estaremos aquí. Lo que sí tengo claro es que a partir del día
dieciocho se terminaron tantos mensajes y llamadas. ¡Cuarenta mil
pesetas de teléfono móvil al mes! Ya sabes que te quiero, que soy fiel y
sincera. Con una o dos llamadas de unos diez minutos a la semana en
horario de doce pesetas minuto, es más que suficiente. O es más fácil ir
una vez a la semana a Bilbao a verte. Me cuesta tres mil cincuenta ida y
vuelta. ¿Qué tal mi Mimosín? Besitos, de los que te gustan. Cariñitos,
caricias para mi amor. ¡Muaaa!
A media mañana
No entro a ordenar hacer nada en el tema del dinero, pero, ¡será lo que
me quieres, lo que valgo para ti! Sin enfadarte, es tu dinero, lo
comprendo. Si hubieras andado a putos hubiera sido más caro e
impersonal, frío y sin afecto tras el momento. ¡Con lo que disfrutas tu
acribillándome a punzadas!
¡Mi niño!, que no te sientas mal por decirte lo del teléfono. Reconozco que
es una locura que yo he hecho por oírte, por sentirte de cerca, pero ahora,
como ya voy a ser buena no te voy a hacer enfadar ni a pinchar, pues
digo te quiero. ¡Hasta la noche! Hoy tengo cumple y CUPON en la Café con
las chicas.
A la tarde
Mi Osito mimoso, te quiero. El día diecisiete, a las diecinueve treinta me
harán la resonancia magnética a la rodilla. Mimitos para la tarde. Jokia se
ha comprado un camisón para estrenarlo cuando vaya a Jona. Dice que no
va a llevar los otros. ¡Qué boba! ¡Muaa! Te quiero más, más.
Te amo y quiero lo mejor para ti. Deseo achucharte, acariciarte, llenarte
de besos hasta que me digas ¡Basta! Solo puedo quererte feliz a mi lado.
¡Gabon, mi vida! ¿Qué tal con las chicas? Yo, muy solo toda la tarde, pero
volveré a acostumbrarme. Te quiero, necesito más intimidad contigo. No
sé tú. Te deseo.
¡Gabon! Hemos aplazado el cumple y nos vamos a tomar unas cazuelitas,
por la zona vieja de la ciudad. Salimos ahora de casa de Jokia. Tenía
llamada de Rober a las diez. Hace frío pero esperaremos a calentarnos en
el Marengo. No llegaremos muy tarde. Mañana estoy invitada a comer en
casa de Heidi. Ha cumplido su marido hoy años. Veremos si la deja entrar
esta madrugada en casa cuando llegue. Hemos comprado un cofrecito en
la tienda de TODO a 100 y metimos todos los preservativos de sabores
que compramos en el Casco Viejo, por si acaso. Mimitos y besitos suaves,
que es fin de semana. Te quiero más. Cuídate y sé bueno. ¡Muaaa!
A las once de la noche
Mi amorcito, ¿me perdonas la broma? Estoy en casa de Jokia. Hemos
cenado tortilla de espinacas. Estamos viendo a la mujer de Eugenio el
humorista. Se ha operado de todo. Me voy ahora a casa. Es cierto la
comida de la invitación para mañana. Te quiero mucho. Rufo, como no le
hago caso, me lame los zapatos. ¡Perdón! Aunque creo que no me habrás
creído, ya me conoces. Besitos, mi amor. Te quiero. ¡Mua!
Día 13–4–2002
¡Egunon, mi reina! Creo que a falta visible de algo a lo que agarrarnos y
aceptado por las dos partes en todo momento, incluso en los de broma,
deberíamos prometernos un pacto. Al menos de primavera. Uno cada
estación, ¿no te parece? Ya me lo dirás. Hablar se puede hablar mucho,
pero las palabras vuelan.
¡Egunon, mi cariñito! ¿Ya no me quieres nada, por diabla? Si soy buena.
Te quiero más. ¡Acaríciame! ¡Dame besitos! ¡Imagínate que estamos
solos! Que nos acariciamos un poco más íntimamente. Quiero sentir en
tus brazos, labios contra labios, contra los propios cuerpos. Estar cerca de
tu persona. Notarte a mi lado. Mi amor, te quiero. Saludos a Osi. ¿Pacto?
Creí que habías quedado harto. ¿Qué condiciones? Di propuestas en el
móvil. ¿Me vas a castigar hasta el dos mil tres sin dejarme tocarte? La
mala era yo. ¡Muaaa! Soy adicta a tus besitos y si no práctico se me
olvidará lo poco que sé. Me enloquece que Osi me salude bajo el pantalón
cuando avizora mi presencia. ¿Tampoco le dejarás que se exprese a sus
anchas: tan largo y grueso como es, totalmente erguido? Te recuerdo que
existe la democracia y debe llegar hasta tus intimidades.
–Tómate el tiempo que desees en retardar la contestación. Si es positiva
la firmamos el día que vengas.
–Tendré que saber la pregunta o propuesta para pensarla y responderla.
Como si fuéramos una pareja, pero de tres en tres meses de contrato en
vigor, renovable hasta, que decidamos acabar con el pacto o asumirlo
definitivamente, en cuyo caso no hará falta para nada. Aunque para
amarnos no necesitemos papeles ni firmas, conviene recordar a cada
instante el compromiso interior de hacer feliz a la otra parte, en todo
momento, y hacia lo que debe tender toda la actividad de nuestra vida
desde ahora mismo. Es la mejor manera de recordarte y de que no te
agobies.
Pues seguimos como estamos ahora. ¿Pareja de besos, pequeñas caricias,
durante tres meses? ¿O todo, quizás? ¿Deseas que yo dé todo y tú nada?
Seguimos como estamos ahora mismo, si quieres. Es lo mejor. Al menos
por mi parte. Di lo que tengas que decir. Pon tus objeciones, por la tuya.
Pero que sea algo para poder realizarlo ahora mismo.
A la tarde
¡Vaya polémica más boba, involuntaria, que se ha levantado entre los dos!
Vuela libre, paloma, vuela tu libertad y enséñame el secreto para reavivar
cenizas de amores muertos. O para que vuelvan a querer otra vez.
Estoy en casa, te quiero mucho, aunque hayas estado toda la tarde con la
oreja pegada a la almohada y sin acordarte ni un poco de mí. ¡Muaa!
¡Malo! Menudo cachondeo, toda la comida: Maga, ¿dónde tienes el móvil
que no pía ya? Cuando me trajeron la chaqueta, todos empeñados en los
mensajes, que tenía que guardar el móvil. ¡Vamos, a la fuerza! Había dos
llamadas perdidas, a las catorce cincuenta y seis y a las diecisiete treinta.
Menudas risas. Son para reavivar cenizas de amores muertos, no tengo
práctica. Pero pienso que darse una nueva oportunidad, disfrutar unas
vacaciones lejos de los hijos y de la familia, volver al sitio de la luna de
miel, aunque se hace no me parece buena idea pues los años y la pareja
han cambiado. Pasear, hablar y rencontrarse con uno mismo y con tu
pareja inicial, si existe buena voluntad de arreglar algo de lo estropeado.
El regreso con el propósito mutuo de caminar hacia delante. ¡Pon toda esa
paciencia que has tenido conmigo en llevar adelante el propósito que te
expongo! ¡Os deseo lo mejor, de corazón! ¡Suerte! Maga.
Si tienes tantas ganas de volar como manifiestas, nada te ata, ni te
impide hacerlo. Nadie te retiene. ¡Vuela libre! Me da la impresión de que
hablas mucho y por la boca salen muchas cosas, aparte de las palabras.
Me temo que después de tanto tiempo no eres capaz de hacerlo sola, sin
un guía que te acompañe, en el despegue por lo menos. ¿Para qué te
sirven los papeles si tu corazón está, todavía, cuasi acartonado, sin
cosecha propia de sentimientos que recordar ni recuerdos que sentir muy
dentro como propios, aunque sea en tus ratos de silencio, en los
momentos de aplastante soledad afectiva que te asaltarán y no tendrás
equilibrio con que nivelar la tirantez que se producirá en tu corazón, de
seguro? No te preocupes por mí. Seguiré queriéndote desde mi esquinita,
sin hacer ruido, hasta que me muera de pena por no haber sabido
corresponder al amor de mi vida, a la única mujer que, por vez primera en
mi existencia, me prestó tanta atención e interés como tú. A pesar de
estar ya desmantelado, casi, de pertenencias materiales, en poseer una
mísera pensión al mes que no me permite ni vivir. Pero solo te has fijado
en la dulzura de unos sentimientos que habías imaginado se encontraban
en algún sitio y tuviste la suerte de encontrarte con ellos de frente, a tu
lado, sobre tu mano, en tu propia piel. Por eso es más difícil todo, aún: el
acertar a quererte, no defraudarte, o abandonarte definitivamente. Las
mujeres que están en mi vida, repito, son familiares. Amor como el que te
profeso nunca imaginé que hubiese sido capaz de salir de mi corazón para
regalárselo a ninguna mujer. En esto me porté como héroe y a cambio
recibí de tu parte respuesta de mujer, a secas. Ya me conformaría que no
cambiases incluso esta dádiva. Tus primeras confesiones me sedujeron.
Por sí mismas engendraron en mí ilusión e incredulidad. No creas que me
fue fácil aceptarlas pues cada palabra tuya que llegaba a mi
entendimiento tenía el peso y efecto que un bloque de hormigón
depositado en el superpuerto para formar la barrera contra las olas y
tempestades, creando en el interior un refugio placentero llamado calma
privada donde resguardar mi barca de las frecuentes bataholas
mantenidas con Mayka. Y no me digas que no te lo crees porque sabes, de
sobra, que cada palabra salida de tu boca es dogma de fe para mí. Algo
más importante que la propia Ley.
–Voy a tener que ir al siquiatra si continúo contigo al lado –le comentó
Maga.
Enséñame el secreto para reavivar cenizas de amores muertos y dejarse
querer otra vez ¿A qué viene este embolado? Pensando estas palabras se
me caían las lágrimas, a la vez que te contestaba. ¡Eres poeta, pero mala
persona! A veces, haces mucho daño con ellas, no sé si te das cuenta. Me
has hecho llorar de tristeza. Pensé que habíais decidido daros una nueva
oportunidad. Las llamadas eran de G. Volvió a llamar. Ahora está formal.
Me ha hablado de dos nuevas muescas que anotó en su canana. Una era
de Vitoria. La otra, de Castro. Nunca me había hablado de ellas. Creo que
le voy a comprar una nueva para su cumple, aunque me arruine tanto
diámetro de cintura–barriga. ¡Ja! ¡Ja! No saques doble sentido, que te veo
venir. Es una broma, pero como gruñes por todo. ¡Malísimo! Ya no eres
Osito. Los Ositos son buenos, tiernos, de peluche, con ojitos dulces, con
morrito para darles un mordisquito en la punta de la nariz, en el hociquito,
en todas las partes de su cuerpo, sobre todo si se parecen a tí. Un beso
para toda la noche, así de grande. Te quiero. ¡Muaaaa! Eso que estoy
esperando el besito de la tarde. Besito se piensa, se dice, se escribe. Si
quieres te dibujo un corazón y unos labios depositan en el borde la silueta
de un beso. Da la casualidad que hoy he curioseado algo y me ha llamado
la atención: a la mañana tampoco has escrito besitos en ningún mensaje.
Y si tantas ganas tienes, lo comprendo, pero en cuanto a lo de follar con el
Osito, no escribí nada de nada. ¡Se me olvidó decirlo! Créelo. Mientras
duermes, también se pueden colocar a los Ositos entre las piernas, muy
cerquita del calor vaginal, al menos para que curioseen, para que miren lo
que quieran, metan el belfo. Son buenos.
¡Gabon, mi amor! Lo de antes fue un error por mi parte. Me expresé mal.
Te diré, una vez más, la síntesis de mi relación con Mayka. La convivencia
es normal, o, al menos, eso intento, a toda costa. Es la madre de mis
hijos y procuro respetarla como se merece. Vivo en su casa, duermo en su
cama, pero como si fuéramos amigos o mi libido estuviese desconectada.
Jamás he hecho ni intención de tocar un pelo de su cuerpo desde que
decidimos romper lo nuestro mucho tiempo antes de conocerte. A primera
vista ella parece que lo lleva mejor que yo, porque aparenta tranquilidad.
Yo, también, pero teniéndote en mi vida, sabiendo que me quieres. O
imaginando lo que me espera en el futuro contigo. Por eso no me importa
esperar lo que sea preciso ahora, mientras solucionamos nuestros
problemas acuciantes. Todo esto lo sabes y te lo juro por lo mucho que
me quieres. Procuro tener para con ella todo el respeto que se merece,
aunque a veces me pase. O no llegue. Tú significas una nueva vida que
jamás imaginé encontraría y menos a esta edad ya. Eres, lo que nunca he
tenido a mi lado, maravillosa. Sinceramente, única como mujer. No dudes
nunca de mí. Si un día tengo intención de traicionarte, no sucederá tal
cosa. Te diré, simplemente, que lo nuestro no funciona y que nos
vayamos cada uno por nuestro lado. Yo no te voy a fallar, salvo que me
realices algo muy gordísimo, como ponerme los cuernos y que me entere
más tarde o similar que conoces por experiencia propia.
Con los nubarrones mágicos castigando la tersura del horizonte de Lolo,
este no pudo menos que tratar de mirar, tan solo, en su propio interior,
esperando que transitasen a gran velocidad su negrura hacia otros lares.
Y dentro de sí halló algún consuelo remoto que respiraba recordación
agradable; al menos con Bego no discutía a todas horas.
No pienses que es oro todo lo que reluce si eres autónomo y dependes de
que alguien te facilite el trabajo, le dijo Lolo a Bego cuando le preguntó
por la época esta de su vida. Arrastro dura herencia desde el intento de
mejorar cuando me hice autónomo. Desde entonces arrastro unas deudas
ya para toda la vida. Coincidió cuando intenté hacer un trabajo para la
empresa Infra–lanak, de Baracaldo, un período en que no tuve trabajo
como asalariado por cuenta ajena. Así que me vi forzado a hacer algo. El
chulo–puta–prepotente del gerente Fran Tabernilla Ladrón me quitó el
trabajo firmado ante la primera dificultad ante la que mi empresa no
respondió para solucionar un problema. Antes de liquidar la deuda
contraída me descontó el importe del periodo que estuve subcontratado y
que debía abonar a la Seguridad Social. Para asegurarse de que tenía en
la mano un dinero que le reclamarían si yo no lo hacía efectivo. Pero el
que no acabó haciéndolo fue él, por lo que la deuda me la siguen
reclamando a mí.
Hubo un momento de silencio después de contarle estas cosas a Bego. Por
un instante pensó si la estaría aburriendo o él mismo estaría dando el
cante hablando más de la cuenta. O, ¿qué le importarían a ella estos
lances de su vida? Entonces la miró detenidamente de la cabeza a los
pies. La encontró muy bella, deseable como mujer próxima a su cuerpo en
aquel instante. Pero notó el ramalazo mental de superación de instintos
meramente animales.
No te preocupes ante tanto laberinto que te expongo, la tranquilizó.
Defraudar a las Instituciones está cada vez más difícil. Sobre todo
después del saqueo oficial socialista, época felipista. Ellas serán, a partir
de ahora, las que defraudarán a los contribuyentes con el nefasto reparto
que hacen de los caudales públicos aportados por todos los trabajadores.
Precisamente para que no mueran de hambre los foráneos empadronados
que no persiguen trabajar, porque es muy fácil encontrar el sustento
gratuito a la vista de la cuchara en plato tonto, la renta del piso pagada y
el salario social en la cartilla del Banco cada mes. Lo mismo que se niega
a los necesitados españoles. Y cuando aparece alguno con intención de
afanar, contratos mínimos que ni cotizan peculio a Hacienda. Han oído que
la Caja Común somos todos y saben que los naturales no paramos de
llenarla. ¿O quién levantó la prosperidad del panal que tanto zángano
atrae rumoreando a las laboriosas abejas? Saben todas las Leyes que les
protegen mejor que nadie. Sobre todo desde que les expulsaron de
Europa y este tuercebotas puso el cartel de barra libre en las fronteras,
contradiciendo hasta la opinión europea. Y nada más pisar el País
socializaron la infausta costumbre nacional del pillaje oficial, nacional
incluso. Pues sigue siendo deporte oficial por excelencia en el Estado.
Porque se sigue practicando. Por los Jefes y por los números. El que se
atreva, el que pueda o el que tenga suerte. Fíjate como será que hasta
existe tradición en este tema ya. Toda la vida robando al Estado, siglos y
siglos, y todavía no lo han declarado en bancarrota. No tardará, a este
paso. Y que no ha sido uno ni dos los ladrones. Millones y millones se
turnaron en la tarea durante siglos.
–Lo que tengo. Me conformo si me llega para vivir. ¡Pero que no tenga
menos, Virgencita!
–Eso, está bien de momento, cariño. Que ya vendrán tiempos mejores.
Pienso lo mismo.
–Necesito descansar. Tengo un estrés gigante encima de mí alma.
–Vete a la finca de Treto. Allí unos días en soledad, silencio absoluto, sin
ver un alma, te renovarán. Sabes que él te aprecia.
–No, sola tengo miedo. Es muy grande para vivir una persona solo.
–Yo te acompañaré el fin de semana. No tienes ningún problema pues se
lo digo a Auge y sabes que él te aprecia. Están los perros, además, que te
defienden de cualquier intruso. Ni dios entra estando sueltos.
–Sabes que los perros no me gustan. Les tengo miedo yo a ellos.
–Ikus defiende a muerte al morador. A ti y a cualquiera que esté en la
casa.
–Le diré a Rosa a ver si puede acompañarme unos días. O, aunque sea, el
fin de semana, desde el viernes por la tarde al domingo. Yo soy feliz en
Cantabria, lo sabes. Dejamos de ir cuando los hijos crecieron. Porque
cuando fueron pequeños estuvimos el campin de Jano.
Lolo permaneció un momento pensando en los perros. Era feliz los
escasos ratos que podía jugar con Ikus y con Jaia, la pareja de Rotweillers
que guardaban la finca Miren Bego, de Treto. Solo verlos infunde respeto.
Ikus está amaestrado para defensa y ataque. A lo largo del camino que
conduce a la finca existen carteles que anuncian su presencia y destrezas
calificándole de muy peligroso, con los desconocidos. Que no se quejen
luego. Menos, que reclamen daños. Una vez que se acerca a la puerta de
hierro cualquier visitante los perros deben estar encerrados en su caseta o
tratarse de alguien familiar para ellos. Porque existe el peligro de que
hagan una avería inesperada aunque se les acompañe en el trayecto que
existe hasta la vivienda. En los paseos y jardines alrededor ocurre
parecido. Esa es una zona en la que los animales no conceden confianza
más que a las personas muy conocidas.
–¡No me gustan, Lolo! Se me meten entre las piernas, son unos mimosos,
se me suben al pecho.
–Ikus tendrá mucha fuerza, imagino, y me tira al mínimo descuido.
–Sí, en eso dices verdad. Es enorme, erguido sobre las patas traseras.
Pero nadie te va a hostigar. Son maravillosos dentro de casa –acabó
diciéndole Lolo.
–Cualquier día te los va a matar alguien.
–No creo. En cuanto sienten ruido de alguien que se acerca o de algo que
puede suceder en su entorno ya están ladrando. Si el ruido sobrepasa
cierta intensidad razonable y tiempo salta la alarma.
–¿Y si no hay nadie en la casa?
–Entonces desatan plena libertad de movimientos, digo furia y ataque
contra quien penetre en la finca. No es fácil hacerlo, pero no imposible,
claro. Se anuncia con carteles alrededor su presencia y el peligro de no
llamar desde la valla. Es para que alguien los recoja o salga a acompañar
al visitante, repito.
Hablamos casi a diario. Hoy es diecisiete de Febrero. Suele ser a primera
hora de la tarde o de la noche. No importa que esté Mayka en casa, pues
yo aprovecho ese tiempo para hablar por motivos de trabajo inmobiliario
con algún posible cliente, con Mero o llamo a Auge. En esos momentos
Mayka ve la tele. A veces llamo sobre las veintidós treinta o así a
Fernando, con lo que es fácil intercalar discretamente una llamada a Bego.
En tales momentos Mayka solo desea que no se le moleste con ruidos
innecesarios ni con palabras, siquiera, porque es su hora de descanso,
después de un día entero de trabajo. Y no atiende a ninguna necesidad
que le pueda presentar ni reclamar yo. Que muy distinto sería que lo
hiciese cualquier otra persona de la familia. Entonces atiende encantada y
ni hay molestia en el encargo. Alguna vez ha llamado, o yo a ella, sobre
las siete de la tarde y nos encontró hablando Mayka cuando llegó de
trabajar, a las ocho. Como siempre hace cuando me ve en esa posición,
nada más entrar en casa me increpó haciendo visajes con los ojos. Me vi
obligado a mentirle, diciendo que me habían llamado. Sí, siempre estás
igual. Te llaman y tengo que pagar yo las facturas. Me reí con el aparato
en la oreja, lo que le sentó mal. Pídele, al menos, que te llame cuando yo
no te vea.
–Dios mío, cada vez que pienso lo feliz que he sido – le confesó Bego.
–El pasado no existe. Ahora es el presente y si lo piensas mucho caduca
su temporalidad. Todavía es hora de serlo tanto o más que antes. No
desesperes. Todo es intentarlo.
–¿Tú crees? No sé.
–Pues sábelo.
Vuelve a recorrer los caminos de la apuesta sentimental. No todas van a
salir mal. Más ahora, con la experiencia de las debilidades a causa de las
cuales puedes quedar tirada en la cuneta del abandono sentimental. Por
ello has de cerciorarte antes de confiar a ciegas, si llega el relumbrón, a
quién entregas la misiva de ser feliz. Sin los ojos cerrados al mundo, como
en la firma del primer contrato. O no refrendes nada. El comportamiento
en cada día pone a cada uno en el sitio que le pertenece.
–Pero me puedo encontrar con uno bueno o menos bueno. Yo creo que
nunca como con Amador.
–Todo es un riesgo en la vida. Hay que cerciorarse un poco y apostar. El
resto, espera paciente y verás lo que te agrada o no de su
comportamiento. Pero después de haber aportado lo mejor de uno. La
convivencia es algo muy difícil. Y más cuanto mayor es el nivel de vida de
sus miembros. Nos volvemos egoístas, insolidarios, sin ganas de sufrir y
aguantar al compañero lo menos posible.
Para entender el amor, suficientes ideas tienes delante. Y recuerdos de tu
pasado reciente. Ten en cuenta que cada vez que mires una foto que te
recuerde el tiempo en que fuisteis felices, cada vez que vea a uno de tus
hijos y te recuerde a su padre, tendrás delante motivo delator suficiente,
si la culpa de la ruptura no la quisiste evitar tú. Cada intento por
comprender lo que es el amor en sí mismo, incluso, aumentará las dudas
que acumules en tu acervo porque nadie entiende su comportamiento
desde el exterior. Amar es apostar por lo incierto. No tengo muchas ganas
ahora de fiestas. Pero no te puedes conformar con relatar los recuerdos
del pasado sólo y esperar a que el verdadero sentimiento vuelva a pasar
por tu puerta. Corres el riesgo de no reconocerle, de no hacerle caso
porque te parezca imposible, en fin, hay muchos motivos en contra del
correcto procedimiento ante la ocasión buena.
–En estos momentos solo mantengo el deseo de pasarlo lo mejor posible.
Es lo único cierto de mi vida y lo sólo verdadero que me mantiene en pie.
Aparte del deseo de vivir con los hijos.
–Si ellos quieren.
Me imagino que sí. Pero se lo peguntaría, de tener que elegir. Creo que
nos quieren a los dos por igual, que no tienen preferencias por ninguno
pero a la hora de quedarse a vivir pienso que preferirán hacerlo conmigo.
No me equivoco.
–Cambiando de conversación: Hoy has venido puntual. Te cité de cinco a
cinco y media y ésta hora es.
–Me acercó mi hijo con el coche.
–¿Pues dónde te dejó?
–Ahí mismo, en la carretera general. No conoce muy bien esta zona. ¡Pero
bueno! Para venir a Bolyeta prefiero el autobús. El tren queda más lejos
de casa para ir a cogerlo. Pero no sé muy bien dónde está la parada del
Bus.
–El que viene por Basyra, ahí abajo, en la esquina del bar La Espuela.
Deseo manifiesto
El viernes Lolo le dijo que deseaba verla. Que no podía durante la semana,
tenía que ser el sábado o domingo. Estuvieron hablando durante dos
horas, en el mismo sitio que otras veces. Lolo la encontró más bonita,
más franca, más deseable. Pero la notó anclada e invariable. Está muy afectada por la ruptura con su amigo Vicente. Hasta se siente
culpable de ello. Sobre todo con la postura que adoptó frente a él el otro
día. Le comunicó que no volviera con ella al Gordel’s. Si la ve allí con Rosa
u otras amigas se arrima a ellas y no se separa en toda la noche, como un
perro sin dueño de quien le dio cariño y comida. Aunque dice que le da
pena, que es un hombre muy bueno y está muy solo en Bilbao. El es de
Mallorca. Lolo le dijo que no siguiera con el complejo de madre de los
pobres, lo que provocó risas a la ¿Madre Teresa? A este paso, sí. Pero eso
no es amor. Es caridad porque lo ves solo y desamparado. En este caso de
afecto. Tú verás. Al tiempo te remito. Ese hombre significó algo, en su
día. Pero aquel sentimiento quedó anclado en sus horas felices para el y
desdichadas para ti. Recuerda, si no: reciente ruptura, Amador campando
libre y tu búscate la vida. Pero aquello ya pasó, no hay forma de
reactivarlo ya. Ni es necesario, para que las brumas negativas no te
flagelen de nuevo. Ni su rocío queme tu sensibilidad. Hiciste con esa
persona lo que creíste que tenías que hacer. No te arrepientas de nada,
no sirve ya. Rompiste, no te culpes si él se empeña en no ser feliz. Tú le
pusiste las cartas sobre la mesa. Y boca arriba. Ya sabe a qué debe
atenerse. El solo busca satisfacer su egoísmo, lo estás viendo. Tú, desde
el primer instante, su bienestar sólo; porque lo aceptaste con los ojos
cerrados, le ayudaste porque te ayudó. Fue como una simbiosis de falta
de amor. Pero eso se acabó, acéptalo.
–Le tengo mucho cariño aún, me da pena, ¡pobrecito!
–¿? No confundas el cariño con la desgracia. Tú verás. Pero ten presente
que un día le harás sufrir.
–Me encanta estar con él.
–¿Entonces?
–Pero un rato solo. Me cansa enseguida.
–¡Ya. Como los niños de tus familiares!
Bego rio. Lolo esbozó una sonrisa sólo.
–Si vas a dejarle, mejor cuanto antes.
–Estamos en el Golde´s y no se separa de mí en toda la noche. A mí me
gustaría que lo hiciese, para que otros hombres me pidan baile. Así no lo
hacen porque pensarán que estamos comprometidos. No se aparta, ya te
digo.
–Te querrá.
–Pero yo, no.
–Pues déjalo en paz. Si no manifiesta que se siente herido por tus
desdenes, si no percibe que le haces daño ahora, es un poco corto. Se
dará cuenta algún día. Pero entonces será peor para él.
–¿Tú crees?
Lolo no quiso pensar que Bego hacía daño queriendo ni que era una
inconsciente. La duda es que ella lleva la voz cantante, decide lo que se le
ocurre y el perrito faldero dice sí a todo. Y ahora ni ella misma sabe qué
hacer. Aunque lo desee, en el fondo, la pena que le causa acaba
imponiéndose a la razón. Aunque en afectos esta apenas sea considerada
en la adolescencia, tras algún tropiezo debiera adquirir carta de naturaleza
a la hora de decidir. Y su correspondiente peso en la determinación
adoptada.
–Yo no te aguantaría tanto.
–Porque no me querrías.
No te equivoques. Ni pienses que porque te quiera vas a hacer conmigo lo
que te apetezca. Me dices que no te llame y no lo hago. Que me olvide de
ti e intentaré complacerte, sufriendo mucho, por cierto, pero lo haré.
Pruébalo, si no lo crees. Hasta que la distancia convierta en costumbre el
desapego afectivo, cese el dolor por no verte más que en foto y el intento
se convierta en algo real, análogo a la indiferencia, como pago, cada vez
que me acuerde de ti. Existen distintos grados de quereres y de
sufrimientos si nos fijamos en el daño que provoca la ausencia en el
momento de aparecer o provocar el recuerdo. Por lo que ahora, que nos
hallamos en el origen de lo que un día llamaremos lo nuestro, tenemos al
alcance la facultad de decidir una u otra alternativa. Cuando nos
profesemos mayor intensidad de afecto será peor la ruptura.
No hay nada que romper si fue solo una quimera la que llenó tu mente u
ofuscó tu corazón. Lo de Vicente fue distinto; lo es aún, aunque sea
piedad ahora. Necesita cariño.
Hay amores que matan.
No lo hago con mala voluntad, ¡pobrecito!
Arrancar el cariño recién nacido. ¡Dios mío! Como si no hiciese daño
abortar, ni se sangrase, ni se muriese por una maniobra mal realizada, sin
medios oportunos, y eso que la criatura no ha nacido aún. ¿Quieres
decirme que porque apenas haya brotado el fundamento no lleva
congénita la capacidad de sufrimiento en sí mismo? Aparte del portador.
Desentrañar la corriente afectiva. ¡No tienes corazón si haces sufrir a
cambio de tu capricho solo!
Aunque quizá tengas razón, sí, será lo mejor que puedas hacer: tomar la
decisión de abandonarme puesto que soy incapaz de malquerer. No deseo
que impongas nada relacionado conmigo a tu corazón. Te llegará sola, si
tiene que ser apreciada, alguna de mis cualidades como la caída de las
pitarras que te impiden ver y hasta darte cuenta de lo que estás haciendo.
Por propio convencimiento y ni por imposición tuya tendrá que ser, de lo
contrario no sirve. Comprendo que tu recuerdo será entonces algo
agradable para mí, como tal, porque seguirá acompañándole una parte de
mi vida. Es lo único que para mí tendrá valor entonces y el mero motivo
por el que permitiré que se distraiga mi mente en acariciarlo. Nunca
reniego de las acciones hechas por mí. Mi recuerdo sigue unido a tu piel,
aunque no lo notes. Me basta con dedicar una débil intención sobre el
motivo elegido, aunque sea en recuerdo. Tal vez dentro de tu sangre
quede alguna minúscula partícula de afecto que ni sospechas y que me
haga sufrir cuando recele que ames a otro. Pero me sobrepondré y dudaré
cuando titubees y la plantita ni llegará a florecer ni a embellecer tu jardín,
ni el monte de tus deseos. Acabaremos olvidándonos de todo, entonces.
Ya tengo costumbre. Con Ana Mary sucedió algo semejante. Aunque fue
leal conmigo: Tú necesitas una mujer. Búscala. Yo tengo que marcharme
tras un futuro mejor, calidad de vida. El trabajo actual es matador. Me voy
donde un hermano, a Gijón, dijo mientras le acariciaba su bonito torso al
descubierto, una noche en el coche.
¿Sabías que tienes un pecho muy bonito?, le dijo Lolo en cuanto se
acomodó en el asiento para dejarse meter mano.
Sí, me lo han dicho ya varias veces, contestó Ana Mary.
¡Es cierto!
Acarició la tela protuberante del vestido, suavemente, aumentando la
presión al compás que los leves quejidos de su garganta provocados por
el contacto en un principio fueron subiendo la entonación. Se mantuvo un
momento en este afán, sin quitar la vista del canalillo visible que separaba
las turgencias envueltas en aquella piel de seda, siguiendo el recorrido
descendente del ojo. Ella misma bajó la cremallera del chándal y ambas
mamas quedaron visibles, con naturalidad, sin remilgos, que hasta Lolo
mismo consideró gesto honorable por no tratar de marear la perdiz. El
lugar donde se encontraban era una vía urbana con viviendas a un lado y
un almacén grande de maderas al otro lado, poco transitada con aceras
para que los viandantes pudiesen acceder a coger el Metro en la estación
de Baioa. Manoseó con frenesí disimulado sus maravillosos valores y hasta
los besó con mucha ternura, pensando que la naturaleza era justa con él,
ya que era el destino quien se encargaba de hacerle tropezar y
mantenerle amarrado a la dura condena que un día aceptó como
liberación de su soledad y principio de su felicidad creando una nueva
familia, y ahora no le dejaba casi ni respirar el ahogo que le producía.
Pero se acordó, también, que al lado de la felicidad aportada por los niños,
no tanto ya, si sufría al seguir emparejado, también era justo disfrutar lo
natural que las personas ofrecen a sus agraciados acompañantes. Y en
ese mismo instante, con la misma condición adoptada años atrás y no
deshecha aún. Pero era de ley aplicar suma atención a lo que tenía entre
manos y al alcance de los labios. Fue un sábado por la tarde, momentos
antes de comenzar a trabajar. También figuraban en su contrato los
cuidados a la anciana que atendía los fines de semana y por el mismo
sueldo.
–Nunca me habías hablado de Ana Mary –adujo Maga con pucheros, ¿Otra
más, matador?
–Tampoco hubo ocasión.
¡Buenos días, mi amor!, un solo beso
En tu mejilla sonrosada
Vale más que las palabras
Ardientes o las frases inventadas
Con las que intento calmar mi inquietud.
Solo si te miro de frente,
Sin pestañear,
Alcanzo la quietud
La sensación,
De ser otro, diferente
Del hombre con que la puta realidad
Machaca día a día
Sin piedad
Y me impide
Aspirar a conocerte
Y a confiar en mí para ofrecerte
Las promesas queridas.
Y acabaron cayendo al suelo.
Se embarraron
Y pretendieron presentar un señuelo
Más atractivo,
Como algo nuevo.
Parecido ocurrió a las hojas amarillas
Cuando el otoño espiró su entre fría brisa.
Pero enseguida renacieron
En las minúsculas partículas
Y florecieron
Las raíces hundidas
Y creció, de nuevo, la vida.
Pero flores diferentes, no aquellas
Que nacen cada año en primavera,
Y mueren cuando se secan,
Cansadas de ser bellas
Sin que nadie se fije en ellas.
Es un ciclo nuevo que hunde sus raíces
Y necesitan, otra vez, el sostén de la tierra,
El afecto que no entregas
Ni tu voz ni a la amistad
Que dices hacer feliz con tu presencia
Si estás lejos en la intención,
En el futuro, al que temes con terror,
Aunque no lo creas.
Pero eso es otra ilusión, otra forma de ver, casi Todo.
Ahí no cabe el engaño de los sueños adolescentes,
Ni la ilusión de conquistar el mundo con un Ademán,
Ni aunque lo ponga a tus pies te bastará
Para ser la reina de mi corazón.
Déjalos pasar, son sueños impúberes.
Lo demás son circunstancias pasajeras
Que un día se irán a otro plano
Y ni recordarás
Apenas su paso,
Ni la memoria del engaño.
No deseo que se pase tu hora con ellas.
Eres muy bonita, me gustas y se puede hablar Contigo.
A cambio, intento hacerte muy feliz.
Con unas migajas me conformo.
¡Qué tristeza me causa, amor mío
Contemplar las ruinas del amor destruido
Y escribir, como la historia,
Sobre ellas, los hechos, las causas y las glorias!
No sé si tozudez o puro egoísmo,
Con el paso del tiempo, simplemente,
Las promesas bonitas terminaron,
La esperanza, en cartas escritas,
Por la ilusión de volver a encontrarnos
Tras el viaje. Los niños creciendo,
Y trasteando,
Convirtieron los valores jurados
En algo diferente a lo soñado,
Y necesario,
Reclamando atención hacia ellos,
Más cuidados.
Algo prioritario.
Y es en esta época cuando dices
Que comencé a volar buscando
Otros aires.
El de casa me resultó irrespirable.
Te fui infiel con Licita
Durante todo un año.
Llevábamos dos casados.
Algo andaba mal en casa. Había nacido Myrena y tu madre la malcriaba, le dijo a Mayka cuando le
pidió explicaciones. Aunque ni le escuchaba cuando pretendía aclarar algo,
miles de veces intentado, por otra parte y nunca realizada la elucidación
oportuna. Mientras, yo sin poder opinar por lo menos. Si lo hacía era en
su contra y desataba la guerra contra mí. Varios días enteros de silencio y
cuando intenté soltar palabra, discusiones como respuesta, para acabar
cediendo constantemente si deseaba que en casa reinase algo de
armonía. Pero nadie quiso ver que era ficticia, adoptada a la fuerza para
salir del tranco. Discusiones con ella, con tu padre y contigo. Porque
jamás se te ocurrió tomar partido por mi causa y poner las cosas en su
sitio. La casa en que vivíamos era suya, en efecto, pero las opiniones
propias seguían siendo mías. Ella, o copiaba recuerdos del pasado,
actualizándolos con barniz en la punta de la daga para que no se vieran,
defendía los verbos de su padre, hombre mayor, ajeno a la problemática
de nuestros días, de nuestras horas, de nuestro estar allí. Y no tenía por
qué prostituirlas ante nadie. La víspera de nacer tu hijo Kaki estuve
acostado con Licita en su casa de Piedras Molidas. El mal ambiente de
casa contagió nuestro matrimonio. Me acusas de ser un fantasioso. Sin
utopías con que fantasear te maniata la puta realidad y los problemas te
ahogan. Fantaseé para evadirme. Necesitaba afecto, es algo que sigues
ignorando, sigues negándolo después de años. Igual crees que no lo
necesito y ni te inmutas para dármelo. Y te molestas si alguna me lo
facilita. Quizás imagines que vivo sin él, como tú intentas aparentar Me vi
obligado a buscar fuera lo que no hallé dentro. Esto es algo que nunca has
entendido cuando me negaste diálogo para solucionar los problemas,
encerrada en tu dogmatismo práctico, fruto del anclaje ideológico y
sentimental en el pasado. Vives muy tranquila, o lo aparentas muy bien
con la careta puesta fuera de casa. Tus argumentos son siempre los
mismos. Has radicalizado tu discurso en la trinchera personal y nadie te
mueve un milímetro, ni a dialogar. Entonces tenía veintiséis años. Y
muchos sueños, ilusiones por gozar la vida, pasión que entregar si alguna
mujer la necesitaba para ser feliz y hacerme a mí, a la vez. Varias veces
intenté serlo y hacerte y me fue totalmente imposible pasar de sota,
caballo y rey.
Como gotas insistentes,
Monótonas,
Cumplieron con su destino
De lluvia
Cayendo al mar sin fondo del tiempo
Las horas de ilusión,
Los días,
Los años y el desamor
Apareció
Sin llamarlo
Como rótulo escrito:
Qué pena perder de esta manera
La ocasión de ser feliz.
Hasta al propio tiempo
Gastado
Lo veo mal empleado:
Déjale descansar, está muerto.
Como si toda tu ilusión presente
Fuese recordar tu felicidad en la escuela,
Con tus padres, hermanos, con tu abuela,
En un barrio donde cambiaron las campas de los Juegos
Por ladrillos pegados, mucho cemento
E inmensa legión de emigrantes temporeros,
Que probaron
Y se quedaron.
¡Eran otros años!
En España mandaba Franco
Había palos, pan y trabajo,
–Ahora solo pan prefabricado,
Mamoneo de Boletín Oficial
Apenas sin estar preparados…
Y no tanto cacique como ahora,
Apoltronado.
Esperando llenar la cartera y el estómago.
No fuiste feliz dialogando
Con tu marido, así que no abundó
La charla amena ni el vocablo forzado
Hasta que se extinguió
El afecto supuesto, lo firmado
Y los años más felices que viviste terminaron.
Ahora dices que cambiaste el clisé y que lo sientes
Y que al hombre que elijas harás feliz conversando
Sobre los problemas del vivir diario,
Compartiendo ilusiones,
Sin reprochar tanto
Lo bien o peor acabado:
Como sueles hacer
Cada vez que deseas contestar a algo.
¡Vaya pasado!
¿Y te asusta mi presente?
No. Sinceramente.
Pues a esta amalgama de problemas comunes y solución partidaria en que
está mi vida ancorada hay que añadir la enfermedad de los huesos. Es
muy sencillo juzgarme a la ligera. Aunque cuente con la posibilidad de
separarme legalmente.
¡Pues vaya futuro que te espera, sí! Lo que Lolo no pudo imaginar que sucediese tan pronto, después de haber
paseado juntos por la orilla de la playa y del camping donde pasó el
verano, fue lo hallado al finalizar el periodo estival. Habían seguido
hablando por teléfono regularmente y Bego no le comentó nada de
particular. No podía suponer que entre ruinas afectivas como las que
poseía desde años atrás, naciera de nuevo el afán de supervivencia
afectiva. Al lado, inexorablemente, la duda. ¿Podré hacer feliz a esta
mujer? Lolo hubo de trasmitir el irrefrenable impulso natural que le pedía
a gritos colaboración para expandirse a su través, si no física sí
afectivamente. La naturaleza es devoción por las criaturas vivas lo mismo
que recuerdo por las cenizas de los seres queridos. Y los posos de las
querencias malhadadas, entregando a cada cual, al postre, otra
oportunidad de ser feliz. Lo mismo que ella es armonía desea para su
obra. Opinar o decir lo contrario es antinatural. Solo hay que observar y
copiar sus ritos. De otra forma iría el mundo, gobernado por la ineficacia
en el poder. Es necesidad que la propia naturaleza tiene de expandirse,
rodeada de ambiente favorable en afectos o bonitas palabras, y no
reniegos existenciales. Tal vez los seres en su afán por demostrar que
están vivos, que es lo admirable de la pugna y atributo del ser inteligente,
desbarren y olviden que dar y recibir amor; hacer feliz a otra persona para
serlo a la vez, es el camino a seguir.
Una mañana de sábado, mucho tiempo después,
Lolo pretendió quedar con Bego.
–¡Ya!, es que no puedo. –le contestó Bego.
–¡Bueno!, pues otro Sábado. Cuando me digas.
–Sí, pero no, es que…
–Di lo que tengas que decir.
–Es que. Bueno, no te había dicho. Acompañé a una amiga a Basyra el
otro día, había quedado con un hombre y no quería ir sola.
–Pensando de qué se trataba Lolo atajó dando de un machetazo
inesperado en medio de la conversación.
–Habla claro, por favor.
–Estoy muy ilusionada con él. Salimos los sábados a la tarde.
–¡Bien! ¡Estupendo! ¿Y por qué no lo decías?
–Me daba algo pensando lo que dirías.
–¿Yo? ¿Qué tengo que ver?
–Que me quieres. Pero no puede ser.
–Si tú lo dices –le dijo pensativo. De acuerdo –comentó tajante–, que
seáis muy felices. Yo no os voy a estorbar.
–Deseo conservarte como amigo.
–Ya sabes que no creo en eso. No te preocupes, que seas feliz. Yo no os
voy a estorbar.
La siguiente vez que la vio fue dos meses después, a final de año ya. Lolo
acompañó a Auge a Galdoa pues deseaba estar con Rosa. Lolo concertó la
cita en el lugar de la última charla con Bego y tomaron allí un café
sentados en torno a una mesa. Bego acompañó a su amiga Rosa, pero a
la media hora fue cuando comenzó a hablar con Lolo. Y eso que ambos
estaban sentados juntos. Ante el gesto mudo y ceño arrugado de Lolo
parecía una estatua sedente escuchando solo.
Rosa la increpó, sabedora de la culpabilidad indirecta del motivo.
–Que no te tiene que importar con quien salga –le dijo Bego.
–Tenía alguna esperanza –intervino Rosa.
–Yo nunca se la di. Siempre le dije que le quería como amigo, nada más.
¿Es o no cierto?– le preguntó directamente a Lolo.
–Lo es que lo dijiste, pero noté señales inequívocas que me obligaron a
pensar. Como los paseos por Archanda, agarrados de la cintura o con la
mano encima del hombro.
–¿Te di algún beso en los labios?
–No! –contestó Lolo –. Pero no fue por falta de pedírtelo.
–Te quiero como amigo, que se te meta en la cabeza –dijo levantándose
de la mesa con el abrigo en la mano –. Me voy –dijo acabando de izarse y
mirando a Rosa –. Tengo frío. Estoy destemplada, no sé.
Fue entonces cuando le pidió a Lolo las poesías que llevaba en unos folios,
guardados en el bolsillo interior de la chamarra.
–¿Me las vas a dar o no? –preguntó, desafiante.
–¡Es igual! –contestó Lolo afectado –. ¡Tómalas!
Pasaron más de diez meses hasta verse de nuevo. Y no porque Lolo
buscase la ocasión.
Día 19–4–2002 Anoche llamó dos veces G, a la una menos cuarto. Nunca ha llamado más
tarde de las diez. Es la primera vez que no le contesto y la primera vez
que no le voy a llamar al haber visto su llamada perdida. Se me ha
paralizado el corazón. Pero vuelve a latir por mi Osito. ¡Mua! ¡Feliz sueño!
Te quiero más.
Maga llamó por la mañana y por la tarde. Lolo le dijo que le había afeitado
las barbas a Osi para que no se alterase cuando le quedase enganchado
algún pelo indiscretamente entre los dedos o en la cremallera. Para que
estuviese más presentable, incluso.
Que anoche llamó G y estaba borracho, dijo. Lolo le preguntó que si la
llamaba para mostrarle la verdadera cara. Y sintió rabia por lo sucedido y
cierta satisfacción inconfesable por haber tenido la mala suerte de haber
acertado en su predicción. Pero sintió rabia en su interior porque Maga le
seguía justificando.
Mira que lo que a uno jode que haga una mujer para tocarte los huevos lo
llamen derechos femeninos y hasta las leyes los justifiquen.
A la noche
Es imposible mi desdicha. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Me
gustaría llenarte tanto de felicidad que justificases el infeliz tiempo
pasado. Necesito tu alegría, de nuevo. Te amo. Eres la mujer de mi vida y
te necesito para siempre. Besos y mimos.
¡Gabon, mi Osito! Estaba hablando con mis primos y cuando me oyeron
me dijeron: ¡Qué alegría oírte! El es un encanto, como tú, lo mismo de
tierno, bueno, siempre dispuesto para lo que necesites.
Ahora llamó Heidi. Besitos chiquis, los grandes te los daré en persona, si
me dejas. No los gastes todos con Inés. Guarda un par de ellos. Mimitos.
Pienso olfatearte y si huelo perfume femenino, ¡te vas a enterar de lo que
es bueno! ¡Osito ha sido cazado, domesticado, lleva correa con nombre de
su propietaria! Y si está en celo lo meto en una jaula. Yo sí lucho por
Osito. ¡La estiro de los pelos a Inés! ¡Que se vaya a saludar al rey de
copas! ¡Ja! ¡Ja! Pórtate bien, mi vida, que si no me será imposible estar
alegre. Caricias recorriendo tu cuerpo. ¡Mua! Te quiero más, más, más.
Día 20–4–2002.
¡Egunon, cariño! ¿Dormiste bien? ¡Te molestó el gilitrompas? ¡Sus
muertos! No me hallo enfadado, pero al notar tu alegría al decirme que
hablaste con él me entró algo, dejémoslo en negativo. Intento no
manifestarlo pero mi voz es el espejo más exacto de lo que ocurre en mi
alma. No necesitas más explicaciones. Y mi sangre no me permite ocultar
el malestar que me recorre todas las direcciones de mi ser. Así que a la
mínima, ¡zas! Salto y te quejarás, justificarás, en fin, lo de siempre.
Comprendo que no debo hacerte sufrir a consecuencia del ejemplar
comportamiento de un amigo que intentó violarte, que se preocupa por tu
estado físico y anímico y que se acuerda de ti hasta cuando está borracho
para que no te olvides de una de sus virtudes como hombre. Tú misma.
Eres mayor y sabes cómo debes actuar.
A media mañana
Te contesto. ¡Egunon! a media mañana, porque he estado ocupada
hablando. No estoy enfadada, solo que a palabras necias, oídos sordos.
Avísame si te enamoras, G.
¿Qué hostias quiere decir esa puta letra ahí? ¡Me tienes hasta los cojones
con tu amiguito! Quisiera una contestación algo coherente.
Quisiera, quisiera ser el aire que escapa de tu risa, quisiera ser la sal que
cure tus heridas, la, la. ¿Te gusta cómo canto? Estoy contenta, ¿por qué
será? ¡Adivina, adivinanza, un besito en el morro y otro en la panza, de mi
Osito mimosón! ¡Bobo! ¡No te quiero nada! ¡Despertarme hablándome de
G en vez de enviarme cariñitos! ¡Castigado! Decirme que estaba alegre
por haber hablado con G y lo único que sentí fue alivio por haber cogido el
teléfono a su llamada y oír que hablaba más o menos normal. Saber que
me llamó borracho a las doce no es para cantar. No hablo más del tema y
menos, contigo. ¿Por qué no me dices cositas de los dos? Mimitos, con
mucha censura. Como castigo. Medios besitos.
Voy a beber hasta emborracharme a ver si me haces caso de una puta
vez. Después, estuve depre y luego normalidad, pasado todo por tu tamiz
afectuoso. Da mucho que sospechar. Te avisaré cuando me cuelgue.
Luego me chillarás. Y aún no estoy enfadado.
Maga llamó y Lolo le dijo: Estoy en casa. Ella colgó. Por eso le dijo Lolo lo
último.
Menos mal que es un caballero contigo. Alguien totalmente inofensivo,
–dijiste hace quince días.
–¿No sales a pasear con Inesita?
–Disimula, disimula, que no van a resplandecer más sus virtudes por eso.
¡Ponle en un altar y adórale!
–Pues el otro día te enfadaste cuando te corté pues te dije: Vino
Maytena.
–Hoy, no.
–Comenzaste por la mentira que significa para ti nuestra vida, que
mientes a tus amigas, familiares si hablas sobre mí.
A media tarde
Besos para la mimosa más cariñosa de mi vida, te quiero, mimitos.
Me voy a las ocho y media a cenar. He quedado en la parada del Bus. Ya
te contaré. Voy a darme un baño de perfume. Espero que se maree, el
acompañante. Mua. Te quiero.
Había una vez una princesa muy mala que vivía en Madrid y que tenía un
Osito al que un Sábado le contó una mentirijilla. Le dijo que iba a cenar,
que la habían invitado y que iba a marear con el perfume a su
acompañante. La realidad es que estaba viendo la película de las Tres y el
partido de pelota de las Cinco. El Osito gruñó y la malvada princesa le
envió un mensaje de amor. ¿Me perdona mi Osito? DIJE NO A G. Quería
venir a cenar conmigo. Está cerca de Betelu. Espero que haya bebido agua
del manantial.
–Por mí como si revienta por haberlo secado.
–Te quiero mucho, mucho. Envíame un mensaje de amor y perdón y no
me hables de Inesita que me la como. ¡Grug! ¡Grag!
–Me explotó la cafetera en las manos, se desencajaron las dos partes y se
me llenó la cocina de restos hervidos, todos los azulejos llenos de mierda
oscura. Estoy bien, entero, después del bombazo que hizo. Dos horas
limpia que limpia.
¡Perdóname! ¡Perdóname! ¡Perdóname! Si a alguien he querido ha sido a
ti. No me acuerdo de más. No seas malo, que sufro. Ha sido una broma.
No me des besitos, pronto, en castigo, pero contéstame. Me pongo triste y
lloro. Lo mismo que mañana, estaré triste y no alegre. ¿No me quieres un
poco? Mimitos. Osito, no lo volveré a hacer más (bis), pues mi alma
volaba a tu lado, que eras tú, que siempre serás tú. Que de ésta tampoco
sé más. Mi amor, no pasó nada porque te quiero. Mimitos para ti y para
Raji y para tus labios. Te deseo, mi amor. Prometo no decirte más
mentirijillas. ¡Son cosas del diablillo! ¿Explotó la cafetera? Pues mimitos.
¡Qué susto! ¡Se enfadaría la cafetera! ¡Explotó! Espero que no explotes tú
cuando te enfades, solo te permito que lo hagas dentro de unos años,
cuando hagamos el amor. Te quiero. Caricias atrevidas.
¡Gabon, mi bichito, querido!, aunque siga idiotizado por ti. Procura ser
más original. No copies cuando me digas algo. Me gusta conocer más tu
opinión amorosa que la técnica de un Premio Nobel, ¿vale? Te quiero
como eres, a secas, sin adornos, sin preludios. ¡Gabon con más amor! Y
mañana, mañana no existe, ¡déjalo! Vendrá si tiene que hacerlo.
¡Gabon! ¡Encima que cantaba por alegrarte! ¡Para este pago! ¡Qué
exigencias para un Osito! ¡Bah! Ni caso. ¡Ni la cafetera te ha soportado
ya! Estaría de ti hasta el filtro. ¡Qué cruz, señor! Ahora tú dándome todo a
mí, que no me falte de nada, que no me pase nada. ¡Tengo ganado el
cielo! Cualquier día baja San Kepa (Pedro) a darme las llaves para irse él
de vacaciones una temporada. ¡Ja! ¡Ja! No me voy a meter más contigo,
no sea que mañana me lo hagas pagar caro. Menos mal que no había
borrado el anterior mensaje. Porque ha vuelto a llamar G. Iba para casa.
Esta semana va a Asturias, en concreto a Pola de Laviana. Que si quiero
me trae sidra. Estaba formal.
Dile que se la beba toda a ver si revienta de una puta vez, o desaparece
del escenario. En el mensaje borrado ponía: Mimitos descafeinados,
besitos colopao, caricias, risilla. ¡Mua! con cereales. Te quiero. ¡Mua!
Siento no seguir jugando la partida. Desde ahora será mejor hacer más y
decir menos. ¡Tú lo has querido, lo siento! ¡Dios, Dios! Estoy en una
contienda que no me gusta. Tú, en el centro, idolatrada por los dos. Me
siento molesto. Lo pienso y sigue sin gustarme la escena. ¿Soy tan raro o
fuera de lo normal para que me moleste esto? Me martiriza hasta mi
propio comportamiento sabiendo que lo comparas, a la vez, con lo que te
dice él. Aunque no me lo confieses porque lo ocultas ya que me enoja. Lo
clarísimo que poseo es el convencimiento de no aceptar el papel de
giliflautas a tu vera, ni títere ocioso esperando la voz de su ama para
actuar. No quiero continuar manejado, por bien que me encuentre en tus
manos. Pero, claro, me olvidaba. Como no puedo exigir nada porque estoy
atado… ¿Pues no voy a aguantar tus resquicios de pija. La culpa de todo
será mía, encima, si continúo haciéndote el caldo gordo.
Mi Osito chiquitín, te quiero, te quiero a ti. Olvida a G. No estoy en el
centro. Me encuentro al lado de El Otro Lago Azul. ¡Mua! ¡Más, más, más
que gruño!¡¡Ja! ¡Ja! Ahora resulta que me salen pretendientes sin
quererlo, como los hongos de la tierra cuando llueve en primavera. ¡Qué
cachondeo! Ha vuelto a llamar G. Al lado suyo, en el coche, iba su amigo
el chico viejo más rico de Murrico. (Me había hablado muchas veces de
él). Es soltero. Tiene cincuenta y un años más o menos. Le gustan las de
treinta. Le ha dicho a G: Si no te interesa esa mujer, me interesa a mí.
¡Qué éxito! Que si quería que me–le diese el número de teléfono. Al final
contestó: Te digo la verdad, pero me encanta hablar contigo. Estoy
llegando a casa. Si quieres te llamo desde ella. Le he dicho que me voy a
dormir. ¡Si se me cura la pata pongo un harén! Pero mi Osito es el
favorito. ¡Ja! ¡Ja! ¡Grug! ¿Giliflautas? No lo había oído nunca.
¿Que lo sientes? Más lo vas a sentir mañana cuando te muerda. ¿Me
dejarás? ¡Un bocadito de nada! Quiero mimitos de los que tú sabes. Yo no
juego nunca al mus, pero sé que existen, el ¡órdago!, ¡un farol! Se me
están desgastando las teclas de confiarles los besitos que te envío. Me
imagino que no se quedarán con ellos, que te llegarán a ti, si no, me
pongo celosa y tendríamos que hablar muy seriamente. Hasta al móvil le
llamo osito chiquitín. Cualquier día él solo avisa al siquiátrico.
–Si los tienes de dos en dos, que te muerdan ellos, así te sabrá mejor. Yo
a las diez estaré en Laredo. Quedé con Inés a esa hora. Me acaba de
llamar. Si no estoy ahí a la hora, llámame. ¡Trabajo!
–¿Ahora te lo dice? ¿A las veinticuatro horas? ¡Pobre inmobiliaria, qué
horas de trabajo! No te preocupes, le he dicho a mi hermano que había
quedado contigo, pero no importa, esperaré un poco y acudirá a
buscarme, esté donde esté. Mi primo Jonua también se ofreció. No andes
corriendo, que los negocios son lo primero. Yo, desde luego, no pienso
llamarte, no vaya a ser que interrumpa un futuro negocio. ¡Ya nos
veremos otro día, si podemos! ¡Besitos! ¡Suerte! Saludos a Auge y a Aran,
si los ves.
¡Santo cielo! ¡Has picado el anzuelo! ¡Si piensas que soy tan comprensiva
no me conoces! ¡Voy a buscarte a Benarro! Y te saco con la escoba (de
bruja). ¡Armas de mujer! No me engañas. ¡Un Osito gruñón! Si no fuese
por lo que te quiero, te enterabas. ¡Hablarme de otra mujer! Con lo
delicado que tengo el corazón. ¿Y si me da un achuchón? Qué sabes lo
que es amar.
–¡Egunon! Me tienes hasta los cojones, pero te quiero. Esa es mi
desgracia. Mimitos para mi reina –hoy te follo–. Cariñitos en pleno coño,
bueno, donde más los sientas. Prepárate ya que no te voy a dejar preñada
pues no me apetece fecundar de nuevo.
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¿Pero es que no duermes? El mensaje de las seis veintidós
(A. M.) era en sueños, ¿no? Hasta rimaba: Hoy te follo, cariñitos en el
coño. ¡Qué obsesión! Ya sabes que ese tema tiene que permanecer como
está: sin tocar y al libre albedrío de la imaginación. No tocar. Mucho
menos, follar. ¡Es mi arma de mujer! Así que no me digas esas cosas que
me ruborizo y me dan palpitaciones. Tienes que cuidarme, ser un Osito
bueno, sino pediré ayuda a. ¡No te metas conmigo que te doy con la
escoba! ¡Ejem! Voy a darme la última vuelta con la almohada entre los
brazos. ¡Mua!
–¿Cuidarte yo para los rivales? ¡Mala puñalada les den en el bofe! Bueno,
esta tarde hay que ir a Misa a Begoña a las cinco y luego a rezar el
Rosario a la Misericordia, a las siete. ¿Vale?
¡Ja! ¡Ja! Muy bien, mi amor. ¿Pero no te parece que con uno es suficiente?
Tanto rezo me entristece y ya sabes lo que me ocurre: el corazón se me
encoge. Tengo que cuidarlo, por tanto, y los excesos perjudican. ¡Ten
cuidado con ese sentir que tienes entre las piernas! Las emociones fuertes
son nefastas, luego tengo que hacerte la respiración boca a boca y casi ni
sé y tú no me has enseñado.
–No te dejaré que me des con la escoba de bruja en el morro, pero sí con
el felpudo en la cara. ¿Vale?
–No oigo ni veo nada. Se ha debido estropear la pantalla. ¿Qué dijiste?
–¡Que te quiero! Mimitos.
Osito: Hemos estado veinte minutos parados a la salida de Iruña. Hubo
control de la G. Civil. Registraron minuciosamente todo el autobús. Y no
nos miraron debajo de la ropa interior porque Dios no quiso. Llegaré sobre
la una. Parecían los años en que el Superministro afirmó: La calle es mía,
o similitud con los setenta, cuando la dictadura estaba podrida ya, a punto
de desintegrarse, solucionando los problemas sociales a base de porrazos
y detenciones de la pasma, dando trabajo a los sepultureros con los
muertos y que repudiar a la opinión internacional.
Aquella feneció ya, pero otras nuevas brotaron en su lugar, a gusto y
consumo autóctono. Cada Comunidad tiene lo que se merece. ¿Qué hiciste
conmigo, bruja?
–No olvides que soy Maga.
–Me tienes hechizado. Estoy cautivado por ti. Aunque no debiera
enseñarte mis puntos vulnerables. O no tan pronto ni tan claramente.
–No se puede cumplir cierta edad ya –dijo Maga con malicia risueña,
recogiendo las bragas y el chándal para vestirse.
–¡Mala! Te voy a follar más.
–No alardeo de nada.
Y luego
–Más vale lo bien hecho, aunque corto, que lo malo dilatado, por mucho
que cante la euforia. Además, yo no he hecho nada.
–¡Hombre! Algo, sí.
–Será asunto de que lo caten otros, para que juzguen, ya que tú no
puedes. –dijo Maga con picardía y ganas de provocarle.
–Sabes que solo te quiero a ti. –le dijo atrayéndolos a los suyos y
besándolos más rato.
Me estoy poniendo en forma ya, Maga –le dijo Lolo.
–¿Sí? –preguntó riendo –. ¡Venga! ¡No perdamos ni un segundo! ¡Al
ataque!
–Que ya vale –le dijo abrazándole e inutilizando sus manos –. ¡Ya vale, mi
amor! ¿O no?
–Ya haremos más. ¿De acuerdo?
–¡Me has hecho sentir!, mi amor. Te voy a amar siempre –le gritó.
–¡Qué manía! ¿Por qué no ibas a percibirlo? No estás enferma, que yo
sepa. Ni te faltan los órganos adecuados.
–¡Nunca lo había sentido como hoy ¡Y gracias a ti! –le dijo llorando.
En realidad solo he asistido a estos momentos con mi ex y contigo. Para él
solo le preocupaba lo suyo. Una vez conseguido yo dejaba de existir.
Jamás me creó estas conmovidas en mis adentros.
–Cómo se nota que no has tenido hijos.
–Me cuido mucho, también. ¿Qué te crees?
–Cada vez entiendo menos –acabó diciéndole Lolo –. ¿No tuvisteis relación
antes de casaros? Porque salisteis varios años. ¿Qué hacías?
–¡Tocarnos!
–¿Y qué hemos hecho ahora?
–Me imagino que practicaríais relaciones. O sexo, al menos.
–Completas, no. Bueno, sí, una vez. Un poco. ¡Nada! –dijo para finalizar–,
como si le molestase recordar el tema, aunque siempre que le preguntó
respondió.
Yo, al año de comenzar a salir, o sea, con diecinueve. Me casé a los
veinticuatro. Aunque sin ánimo de disculparme de nada, comprendo que
mis actos son de mi propiedad aunque solo los haya consentido, tendría
que decir que me casaron. En fin. En casa existía un contexto inaudito.
Vislumbré los malestares iniciales a raíz de comenzar a salir con Mayka.
Durante los casi siete años de noviazgo cené en casa de ella y encontré
que me recibieron fantásticamente. Así como en casa de mi padre el
efecto fue el contrario hacia Mayka. Y no sé por qué tenía o no que
gustarles la mujer a ellos. No me arrepiento de nada y mi vida es mía.
Estoy muy orgulloso de la finalidad que le proporcioné. ¿Qué no la he
logrado? Es asunto propio, dije. Otro tema es cómo me vaya a mí el
matrimonio ahora mismo. Han pasado treinta años de vida y en ellos se
encierra…, la evolución del amor, sentimiento vivo que nació, creció y finó.
–Creo que ya te dije que yo me casé con veintinueve.
Pero yo conllevaba más de seis años de relación a cuestas. Nos
conocíamos muy bien. En el matrimonio no solo influye el discernimiento
de los cónyuges. También mantienen importancia factores ajenos. Y
mucha. En nuestro caso la acentuó mi mal carácter en principio y la rápida
condición de pensionista a los cuarenta y seis. Entonces fue cuando
descubrí el máximo afecto que me profesaban en casa. O debía tragar
cualquier impertinencia en silencio, como un mueble sin voz ni voto, como
había sido la vida ya antes de que los aitites murieran. En fin –carraspeó
Lolo –, todo un intríngulis como para morirte intentando entenderlo y no
conseguirlo.
–No estoy de acuerdo contigo.
–Siempre lo he tenido así de corto y de suave. –dijo Maga, apartándole la
mano con fuerza.
–En el coche es incómodo –le confesó al final, a modo de disculpa.
–En la cama te haré sentir más. Allí estaremos más relajados, no existen
ni las molestias del pantalón.
–Está muy bien, cariño –contestó agradecida y melosa –. Esta vez han
sido roces, toqueteos. He gozado mucho – continuó, exaltada. La próxima
vez tenemos que follar más. Colocaré las piernas encima de los hombros,
facilitándote la entrada al tabernáculo. Deseo sentirte todo lo que seas
capaz de regalarme, que será mucho. ¿Verdad, mi vida? –le preguntó,
acaramelada.
–Entonces meteré hasta los testes.
–¡Quiero! ¡Quiero! –admitió nublando los ojos, igual que sucede cuando la
intensidad del placer es suprema. Se realiza el mismo gesto como para no
perder detalle de su paso por la consciencia –¡Me gustará así! ¡Me gusta!
¡Me has hecho sentir! Me gusta mucho follar contigo.
–No eres de piedra. Ni un monstruo, cariño. Estás sana, –sentenció en
tono paternalista Lolo.
–De verdad. ¿No quieres que te las lleve?
–No. No quiero que te vea mi tía.
–Pero bueno. ¿Quién es ella en tu vida?
–¡Déjalo!
Rosana me invitó a entrar. La acompañé. Me dijo que no me prohibía
nadie hacerlo.
–Ya te vi. Estuviste hablando con mi hermano, cuando raseaba el muro
que detiene la pendiente del monte.
–Ellos ya saben las mentiras que les cuento. Lo que ignoran es que lo son.
Solo quieren mi felicidad. Pero mi tía lo entendería menos. Y nadie, que
esté enamorada de un hombre casado.
–Para quedarme tranquila. A veces ocurren cosas no deseadas.
–Sí, mi amor, te quiero. Y volvió a besarla.
–¡Yo también! Y mucho más de lo que te puedes imaginar. –le dijo Maga,
entregada a sus labios.
–Yo también, Osito. Te quiero mucho. Subí (a la segunda planta) con
Sarya a colocar la ropa en el armario. Bajo a merendar ahora mismo.
Estaban todos atrás, en la solana, como en los días más calurosos. Mi
hermano bebía una cerveza fresca.
–¡Gabon, mi vida! Me he dado cuenta de que el sentimiento encerrado
dentro de mí es mayor. Primero te lo hice saber de palabra. Pero fue como
la avanzadilla.
Es mejor irlo descubriendo poco a poco, a medida que tú vas
respondiendo a los estímulos que empleo. A un sentimiento así le tienes
que dar salida, realizarlo, o acaba acartonándote el alma, agrietándote el
carácter agradable que posees y hasta precipitándote peores devenires.
En casos, por las pendientes de la falta hasta del conocimiento elemental.
Y haces bien en ejercitar en el uso para el que fueron creados los
sentidos, pues conseguir con más facilidad la encomienda destinada es su
sino. Observé cómo cerrabas los ojos para sentir más intensidad, no
distraerte en el uso y disfrute del sueño acariciado desde la adolescencia y
hoy en propiedad ya. Ten presente que son las escuchas mudas de la
mente que todo lo oyen, pues los oídos, en silencio tras la tormenta
provocada por la explosión de las pasiones, son la tranquilidad del alma
rumiando el pasado meloso que los impresionó. Otra cosa distinta es la
función del olfato. Éste es el jefe de protocolo del estado gaseoso.
Complemento olfativo de los sólidos es el gusto y el tacto los poros de la
piel iluminados que todo lo ven, con solo tocarlo, aunque sea a ciegas. ¿O
te crees que fueron causalidad las correrías de los dedos a tu entrepierna,
a tus senos? Fue el comienzo. Falta mucho por sentir, por degustar
juntos. Pero te advierto que el intento mayor ahora es no permitir ni un
milímetro de retroceso por ningún motivo. De acuerdo, iremos poco a
poco, pero sin reposo ni para acondicionar el paso a las siguientes dudas.
Estas, pocas; y solucionadas pronto para que no pudran la confianza
depositada en el otro. Besos y cariñitos. Te amo.
¡Gabon, mi Osito! Tienes razón. Estoy muerta de sueño. Te quiero. Besos
para Osi, para ti uno, mayor.
Día 22–4–2002
¡Egunon, cariño! Día maravilloso el que tenemos por delante y más lo
hubiese sido de haber despertado entre tus brazos. A estas horas ya
hubiésemos saboreado los labios y te hubiese comido algo. Aunque no
hubiese sido muy glotón a la mañana. Me hubiese conformado con el
sabor de la almejita.
¡Egunon! (Diez de la mañana), si se puede decir a estas horas. Ya pasó la
lechera con su cometido, repartió y descansó de nuevo. Besitos para todo
el día, que estás a régimen y tienes que adelgazar. Mimitos. Me voy a
desayunar que tengo hambre, mucha hambre, incluso de ti, también.
Pasaron horas sin noticias mutuas. Como si todo hubiese enmudecido
entre ellos. El amor es impaciente. No descansa nunca. La intranquilidad
del que ama y teme vigila el feudo intimado.
–¿Qué ocurre, mona? ¿Días de mucho son vísperas de nada? Yo te quiero,
no sé si te has enterado. Mimitos y cariños en los labios del bollito.
–¿Qué tal, mi Osito? Voy a teñir el pelo a Rosana. Mimitos, besos
pecaminosos, caricias por la espalda. ¡Muaa! Te quiero.
–Esto es telepatía –contestó Maga.
Por la noche
¡Gabon, pitufina, mi amor! ¿Qué tal ha transcurrido el día después? Te
quiero. Soy muy feliz porque sé que lo eres a mi lado, que mis caricias no
son recibidas como las de un extraño en tu vida. Bueno, sería tal si te las
hiciera y no tuvieras receptividad hacia ellas. Te recuerdo lo que te dije:
habrá más y la buena armonía entre nosotros potenciará la felicidad que
nos espera. Besos y caricias para mi reina. Te amo.
–¡Gabon y Egunon! Me has enviado dos veces el mismo mensaje.
Grúñeles a los de la compañía telefónica.
Me dicen que no los cuentan como coreados y es cierto que sí. No voy a
repetírselo más. Cuando cambie de compañía seguro que ellos no me
chulean un céntimo más. A esta gentuza hay que tratarles así. Les dije
bien claro: Con mi dinero hago lo que quiero. ¡Y nada, emperrados en
robarlo sea como sea! Pues a la próxima ya ni aviso más.
Esta noche los niños nos han tenido ocupadas a las mujeres. Hasta ahora
mismo, doce de la noche, no se han dormido. A Kene en la toma de las
once le dieron coliquitos. Sarya ni siesta ni nada. Al final estaba muerta de
sueño. Pero pasó todo el día sin reposar un segundo. ¡Qué vitalidad!
Mimitos para mi otro niño grande, cariños y besos en los labios. Dile a Osi
que la próxima vez le pondré cachondo sin acariciarle, que solo me lo
comeré al final. ¡Obscena! Sí, pater. Te quiero, aunque eso sea mayor
pecado. Bueno, tengo una duda muy grande y desearía que me la
resolviese, pater: Sé que estoy en pecado por lo que hago, pero, ¿cuál es
más grave de la dos faltas: amar a un hombre casado o liarme con un
pater? ¡Qué mala soy!
Día 23–4–2002
–¡Egunon, cielo! A las diez treinta tengo que ir al Endocrino. Me mandará
pasar por la báscula.
–Como a los terneros.
–Las vacas no tienen cuarto de baño donde instalar el peso. Y me dirá:
Has engordado. Siempre me dice lo mismo. Y nada más. Para eso
exclusivamente hay un médico en el Ambulatorio de la Seguridad Social.
Yo le digo que si no existe ningún remedio que ayude, irá mal la cosa del
sobrepeso. Besos, cariños y modales buenos para todo el día.
–¿Preguntas por la mariposa? Pues no está jubilada, no. Sigue disfrutando
del vuelo de su libertad. Nada la detiene. Le ordené que te acaricie. Y que
te dé besitos. Y aleteo entre labios, incluso los de Raji y en toda tu piel, de
manera especial en los puntos más sensibles. También en los pezones.
–¡Egunon, dormilón! Acaban de irse Rosana, el niño y la tía. Tengo sueño.
He dormido poco. Un beso en miniatura. No tengo ni fuerza. Cariñitos
para mi Osito, un mimito y nada más, que engordas. ¡Mua!
Luego Maga llamó por teléfono. –Te llamé a casa. ¡Borra el número que permanecerá grabado! Aunque no
lo reconocerán porque es el de casa de mi hermano. Pero por si acaso se
les ocurre llamar e indagar. Y te digo una cosa: No tienes que
manosearme tanto, que me desgasto.
–No te quejes del lime porque tomas el biberón luego para reponer
energías perdidas. Cariños para mi reina. Besos. Te quiero más.
–¡Obsceno! Un ex seminarista, un padre respetable de familia, en ejercicio
todavía, no debería decir esas cosas. Me voy a ruborizar. Y te voy a decir
algo: Por mi seguridad y se va a producir una compensación inversa entre
mi afecto y tus kilos. Es decir: a más kilos en tu peso, menos cariños y a
menos kilos, más achuchones. O si no, a régimen total o a quitar
totalmente los mimos. ¡Para destruir calorías! Yo soy más dura que el
endocrino. Venga, un mimito solo para toda la mañana.
A la noche
Estoy muerta. Desde que me he levanté de la cama sólo me senté para
comer. Preparé los biberones de Kene y se los tomó en mis brazos. Hablé
contigo, planché la ropa. A las diecinueve treinta llamé al móvil cuyo
número es igual al tuyo solo que terminado en setenta y uno. Me envió un
mensaje diciendo que no había oído el móvil, que no conocía mi número y
preguntando quién era yo. Algún día voy a salir en el periódico como un
caso insólito de solidaridad con los desconocidos.
Tenías razón en lo que dijiste. Fue como ya sabía pues cuando llamaste al
fijo lo cogió mi tía, luego Rosana y yo, al fin. Mimitos para descafeinado
aguado. Y ya sabes: ahora paseo mañana y tarde. Siesta: media hora
como máximo. Mide lo que comes y hazlo despacio, cualquiera de las tres
comidas. Nadie te lo va a quitar de la boca ni del plato. Debes adelgazar
por motivos de salud. Bueno, besitos a régimen. Te quiero. ¡Muaaaaa!
Día 24–4–2002
¡Egunon, mi vida! Cada día te necesito más. Quiero tus besos cada
momento, tus caricias, tu presencia continua en mi vida cotidiana; no me
conformo con menos. Te idolatro como nunca imaginé que podía hacerlo,
pensando que nadie es digno de tal honor. Pero me has hecho cambiar de
rumbo. Totalmente. Mi pensamiento te sigue a todas partes, cada
segundo de la ausencia que nos separa me mantiene intrigado pensando
en ti: ¿Qué hará? ¿Qué estará hablando ahora? ¿Con quién? ¿Qué dirá?
¿Me seguirá queriendo? Y luego me lo confirmas y enloquezco de
contento.
¡Egunon! Besitos descremados para el caminante. Al principio anda algo;
y vete incrementando poco a poco la distancia o el tiempo empleado en el
esfuerzo físico, según la resistencia que vayas cogiendo. Las ganas que no
te falten pues se trata de fortalecer tu propia salud.
A mediodía
–¡Hola, meloso! ¿Ya estás comiendo, sentado, despacio, masticando bien?
Si es así, un besito. Si no, na de na.
–¡Mala! ¡Mala! Llego a Algorá. Fui a Bilbao.
–Me siento por primera vez en toda la tarde, para escribir el mensaje.
Rosana está acostada. Se encuentra un poco pachucha. Te envío mimitos
descafeinados con agua a media tarde. Te los remito así por tu bienestar.
No sé si con tanto beso descremado estarás todo delgaducho cuando nos
veamos, o, por el contrario, habrá que iniciar una nueva y más fuerte
sesión de dieta. ¡Ja! ¡Ja! ¡Mua con más agua!
¡Hola, chiquitina! Si no te quisiera tanto me sería imposible vivir.
Manifestar sentimientos ante ti es realizar un ejercicio natural, como
respirar, comer o descansar, muy cerca de tu corazón. Es tan maravilloso
amarte. Y eso que físicamente no estamos juntos, como te–me gustaría.
Pero bueno, los sentimientos más nobles se demuestran ante las más
desfavorables ocasiones, para eso son unos y otras. Lo contrario lo realiza
cualquiera y no interesan: ni la facilidad ni ser tan muelle en la vida. No
me gustan los quereres interesados. Besos. Mimos, mi vida, te quiero más
que a cualquier cosa o persona que pueda encontrarme si miro a los
bordes de mi camino. Que dentro es un poco difícil. Estoy plenamente
convencido que te querré mientras viva. No sé si peligro al decírtelo.
Puede, si no eres plenamente responsable y juegas con mis sentimientos.
No te creo capaz de hacerlo, pero es algo que suele ocurrir. Te considero
algo mío ya aunque no te guste tanta posesión. Y los sentimientos que
rodean a mi querer no están debidamente liberalizados todavía. Hay cosas
de tu vida que no admito y te complace torturarme pasándomelas por el
morro. Dices que disfrutas. Me considero tuyo exclusivamente. Y tú, mía.
Te amo y lucharé por tu felicidad, por nosotros, como nunca lo hice.
Cariños para ti. Bésame, lo necesito.
¡Gabon, besucón! ¿Está mi Osito triste por tanto beso descremado? Yo lo
hago con buena intención, por tu salud. No deseo que engordes. Bueno,
pues abro un poco más los labios y te envío besitos semidesnatados. Lo
hago porque soy buena. También besos picantes. (Éstos creo que no
engordan). Caricias subidas de tono: do, re, mi, fa, sol, la, si, do. ¿Más,
más? Te quiero.
Día 25–4–2002
¡Egunon, sol de mi vida, luz de mi amor! Te quiero, te deseo a mi lado y
como no puede ser, te envío mimitos de un modo muy dulce para que los
sientas dentro de tu alma, en las fibras más sensibles que constituyen las
entretelas del sentimiento, muy adentro, más dentro de ti, para que los
notes como algo de tu vida ya y los ames. Así no tendré que esforzarme ni
en reclamarte amor. Porque te conmoverán cuando respires, te
recordarán a mí por instinto y no desearás ni despertar para que la
realidad de las faenas de la vida no nos aparten en el pensamiento. Si no,
estaremos perdidos. Porque te los seguiré enviando hasta que te canses y
me llames pesado, no me acaricies tanto. No puedo recibir más. Tengo el
cupo de cariño lleno. ¿Me dirás eso un día? Entonces te seguiré
acariciando más, para empezar a hablar. Y luego te amaré, porque te
quiero mucho, amor de mi vida.
Creo que los mensajes se cruzaron por el camino. No sé si no se
encontraron.
Es algo que sucedió varias veces. Hasta ellos se dieron cuenta de que la
sintonía entre ambos funcionaba.
¡Egunon, mi niño! ¿Dormiste bien? Yo voy a darme la última vuelta en la
cama. He leído que los besitos con moderación no engordan. Pero tienen
que ser dados en los labios abiertos y con roce de lenguas. Te quiero.
¡Muaaaa! Mimitos semidesnatados a media mañana y te envío la cuarta
parte de un beso, un cuarto de labios abiertos solo para mi Osito
preferido. Te quiero un poquitín más.
¡Gabon, mi vida! Gasto los días sin contacto contigo, apenas unas
ilusiones y cada vez me pareces más lejana. ¡Mi amor! Te quiero. No
preguntes por qué ya que te diría: como consecuencia de mi paso por la
vida. Así de natural. Como él mismo. Por eso atizo la llama que la
oscuridad de los días grises de la vida oscurece y parece desaparecer.
Pero enseguida arde normalmente y las ascuas resplandecen luz
abundante y calor continuo para mi vida. Te amo. Besitos en la boca,
abundantes y generosos, para lo más bonito de mi vida: mi niña. Te
quiero, cariño, deseo estar contigo.
–¡Gabon y Egunon, mi Osito! Echaron a J (navarro), de G. H.
–¿Gran Hijoputa se llama el programa? O ¿Gran Hipocresía? O ¿Golfos
Hermanados?) O ¡Gratis Himen! O ¿Gayumbos Horadados? ¿Pero no está
en el asilo ya la expositora de esa demencia social?
(Lo veo desde que estoy aquí) Se me han caído las lágrimas con el
desinterés monetario de J. Mimitos enteros, besos grandes, perfilándolos
con la puntita de la lengua. Caricias en ciertas partes, ¡de la espalda!, mal
pensado. Un achuchón para toda la madrugada. Te quiero más. ¡Mua!
Día 26–4–2002
¡Egunon, mi vida! Gozo yo mismo con la idea de hacerte totalmente feliz.
Pero del todo y hasta que desbordes por los costados, para contagiar a
quien te rodee, al ambiente en que te desenvuelves. Estaría dispuesto a
empeñar mi vida en el intento y en los mismos esfuerzos por conseguirlo.
Para que te vayas consolando, te envío un besito dulce, un tenue
revoloteo sobre los labios, a una distancia tal que no quepa en medio ni la
sombra del aire que vas a respirar pero que, tampoco, te fuerce ni te
violente. Más bien que te deje con las ganas de saborear más intensidad y
apetito de respirar la fragancia entre alas, para eso eres la reina de mi
existencia. Luego, brisas de manzana madura y caricias para tus pechos.
Mamaré tus ansias de acariciar a tu niño y te las cambiaré por el gozo de
ser mimada y amada sin límites; de amar, sencillamente.
¡La reina de tu corazón! Envías el mensaje por duplicado, uno para
PAMEMA. Prefiero que me folles ahora que estamos solos. ¡Hazme el
amor! Bésame, acaríciame, cómeme toda. Yo lo voy a hacer contigo. Me
sumergiré entre las sábanas de la cama para acariciarte el culo, los
muslos, entre las piernas. Deseo que ansíes que acaricie a Osi con la
punta de mis dedos, con la lengua. ¡Acuérdate que estás a régimen! Así
que no lo haré hasta que me lo ruegues. Me pegaré a ti. Me menearé
suavemente, unas veces; más agitadamente, otras. Pero siempre con la
intención de darte el máximo placer. Lo haré en todas las direcciones para
que sientas mi cuerpo como algo de tu propiedad, al límite de tu propia
piel. ¡Tócalo todo! ¡Explórame entera! ¡Soy tuya y no te apures que nunca
te acusaré de excesivo afán poseedor por tu parte!
Me gustaría tanto que no me llamases un día acaparador, exclusivista, de
tus bellezas. Porque ya lo soy y estoy muy orgulloso de que seas solo mía.
¡Descubre mis recovecos y mis grietas, los montículos y sus plácidas
laderas! ¡Acaricia la turgencia de los pezones, tumescentes por causa de
tus caricias y mi deseo de ti! Busco tus labios para enroscar tu lengua con
la mía. Tiento tu chochi húmedo, lo acaricio suavemente con la yema de
los dedos. Deseo que introduzcas en él la puntita para sentir a Osi. Vete
con suavidad, pues quiero sentir cada micra de tu piel en mis entrañas,
cada leve movimiento por causa de los suspiros, cada embestida salvaje
que me dediques hasta romper la reclusión en que he vivido obligada los
últimos años. ¡Fóllame como un loco, sin razón aparente y con fuerza
bestial, movido por el puro instinto de la ciega pasión, de tu fuerza física.
Deseo sentirla sobre mí, castígame con ella. Un poco más. ¡Así! ¡Así!
Sácalo y cómeme el coño, que voy a darle unos lametones a Osi, a
exprimirlo entre la lengua y los labios. Deseo beber hasta la última gota.
¿Te gusta? Dime dónde quieres que te bese, te coma, te acaricie. ¿Qué
deseos ocultos te excitan? Susúrramelos. Quiero enloquecerte. Me estoy
masturbando. Estoy sudando. Me voy a correr. ¿Te corres tú? Besos para
mis dos Osis.
Cariño: sabes que follamos cuando quieras. ¡Chochito mío!, te adoro.
Deseo comértelo hasta que te nuble el placer. Que te sientas en el centro
de una esfera de gozo, que sea un vivir continuo en orgasmo descomunal
y te obligue a gritar porque no te cabe dentro tanta delectación. Que sea
un sentimiento incontrolado.
Si domesticamos el orgasmo está perdida la hombría y con ella la historia.
–¿Ya estamos con el machismo de nuevo?
–El planeta sería mundo hasta que las lesbianas envejecieran. Luego, la
fauna poblaría los encargos pensantes.
Otra vez mensaje repetido. ¡Vaya cachondeo con las telefónicas nuevas!
¡Bueno, tómatelo como el complemento de tu satisfacción. Besos a Raji y
a ti. Muchos.
Me dicen en PAMEMA que en su registro no está duplicado el mensaje. Así
que no lo cobrarán doble.
Ya cortaron el teléfono de casa. Llegué. Están en el comedor Maytena y su
amigo Nyba viendo una película. Creí que te quería mucho, pero, hasta te
hago caso e intento adelgazar. Besitos.
¿Quedaste bien después del orgasmo de esta mañana? ¿Sentiste más,
algo especial? Pues tranquilízate porque lo sentirás cuando te coma de
verdad y veas que mis caricias no son ni fingidas ni a distancia sólo. Sí, lo
haré con mis propias manos, con mis propios dedos, con mi propia
lengua. Osi tendrá la oportunidad de pasearse entre mis labios y ser
acariciado de cerca por mi boca, ya que dices que nunca te lo hizo Mayka,
sabrás lo que te has perdido. Pero aunque un poco tarde tú vas a reiniciar
el sentir de esa práctica, que ella con su cerrazón mental jamás probará.
Allá ella. Todo lo que esté en mi mano o en mi poder o voluntad te lo daré
lo mismo que espero que hagas en lo que a mí concierne y que depende
exclusivamente de ti como hombre. ¿Te han manoseado con los dedos o
con las palmas de las manos la zona de las nalgas, el culo, ese gran
olvidado del ritual de las caricias, zona erógena como la que más, los
pechos, la espalda? Yo lo haré de mil maneras, con mucho gusto y placer
añadido porque te amo.
A la tarde
–Estoy en Bilbao. Te quiero.
–¡Parrandero! Te voy a atar en corto. Bueno. Mimitos para correcaminos.
Te quiero un poquitín más que antes del seis de Enero. ¡Ja! ¡Ja! ¡Muaaa!
¡Gabon! Por si cuando suba sea ya madrugada. Vamos a salir a cenar.
Besitos para el parrandero. Hay que aprovechar las pequeñas alegrías que
ofrece la vida. Muchas personas la pierden esperando que la gran felicidad
llegue a sus vidas, las transforme y haga de ellos otra persona más feliz.
Te quiero un poco más que esta tarde. Mimitos. ¡Mua!
¡Gabon! Mimitos. Yo también te quiero. Continúo en ello. Estoy muy
ilusionado con el afecto que me entregas como amiga. ¿Puedo llamarte
así? Es un sentimiento maravilloso. Desde que te conocí mi vida fue
cambiando lenta y progresivamente, a manera que la confianza
depositada era correspondida. No está bien hacer cambios drásticos, ni
reflejarlos aunque sientas, a nuestros años, como si fuéramos
adolescentes. Es preciso asumirlos y calcular los riesgos, los pequeños
destellos que van exteriorizándose, en ocasiones, y que te pueden
comprometer. A ti, no, porque eres libre; no tienes que dar cuentas a
nadie; ni explicaciones. Pero yo, a veces, me veo obligado a contestar
preguntas o a afrontar situaciones mentales, simplemente, que me
pueden situar en la línea de tiro, enfrente de cualquier capricho o de una
ansia irresponsable y repentina, alejada de toda lógica y pretendiendo
arrasar el albedrío ajeno por el hecho de estar a su lado y no poder
abandonar el hogar, como yo quisiera. Partiendo de que me es totalmente
imposible, como sabes. Porque la convivencia hace mucho que dejó libre
su lugar a la mera coexistencia.
No sé lo que me has dado que tanto apetecía, el caso es que te considero
como algo superior a mi destino que él mismo me regaló en forma de
felicidad suprimida durante tantos años. Me embrujó tu naturalidad; tu
ternura me envolvió con un lazo de amor del que no deseo desatarme. Y
quiero continuar así de por vida, que formes parte de mi existencia y yo
de la tuya. Ser feliz contigo y regalarte la felicidad que la mala suerte te
escamoteó durante tantos años, a pesar de haber vivido tan cerca como
para considerarla parte de tu sino. Contigo, las ofertas de cariño que
intenté hacerle a Mayka no resultarán baldías ni su contenido me
presentará como a un extraño personaje romántico de otro tiempo. A tu
lado me siento realizado en mis íntimos deseos. Es lógico que los
comparta contigo y te beneficies de su realización. Como normal que
seamos felices juntos, uno con otro. Somos fuego y pasión, hálito y
viento; solo hay que encender la llama de nuestra voluntad y calentarnos
el fuego de un hogar enteramente nuestro. O respirar hondo nuestra
felicidad. Percibiremos la esencia de lo mejor que poseemos y tenemos
relegado, casi olvidado. Es algo que irá con nosotros en el viaje de la vida
a cualquier parte. Bésame más. Deseo darte mucho placer para vencer la
agonía con que me estrecha el cuello el vivir de cada día. Quiero recibir la
compensación de acariciarte mucho, de nuevo y mil veces más, en este
instante. Ambiciono darte mucho placer y alegrar tu vida; que rescates el
que nunca tuviste, si posible fuera, pido al destino y me aplico en
plasmarlo sobre tu piel cada vez que acaricio en sueños con mucha
intención para que las marcas de mis dedos dejen señales en cada poro
de tu alma y los recuerdes dondequiera que te encuentres como padres de
tu satisfacción. Que recuerden al autor de tanta dicha y se enhiesten
excitados entregándote sensaciones gratas, al señero despunte de tu
voluntad. Te mereces todo lo bueno que ofrece la naturaleza y lucharé por
ofrecértelo cada día. Lo imaginado y lo no conocido; lo real y lo
fantaseado. ¡Pobre del cariño que carezca de imaginación!
Después de medianoche
Nota de atención al correcaminos. ¿Tienes libre mañana por la tarde para
tomar un descafeinado con leche descremada? Si tienes que trabajar, ir a
tu labor o con Inés, no te preocupes. Soy comprensiva. Excepto con el
último supuesto. Dime si tienes mañana cuatro ruedas a mi disposición. Y
piensa que te digo de verdad: si tienes que hacer algo, lo haces, menos ir
con Angie, ¡por si acaso! No te apures. Conmigo saldrás beneficiado, te
daré más besos: dos, por ejemplo, uno en cada mejilla y a correr. ¿Te
vale? Ahora uno: ¡Mua!
¡Egunon, cariño!
Si se trata del querer,
Nadie como yo te quiere.
Si hablamos del amor
Pregúntale al corazón
Y te dirá a quién prefiere.
¡Sin euforia! Te quiero.
Serenamente y sin pasión,
Incluso, si hago reflexión
Por tu querer muero.
Lolo, todo sorprendido por la rapidez con que contestó, alegó
Que puedo quererte con toda la pasión que tú me provocas, que es
mucha, y serenamente, también. Como ordena la vida diaria. Bueno, y
tampoco sería tanta desgracia, ninguna, ser tu hermano mayor. Si no me
quedase más remedio, no me importaría. ¿Qué pasa de raro? Y a ver si te
ajustas al texto de lo que escribo, no a lo que crees que es.
¡Egunon, tato, tócame la almeja serenamente! Yo te acariciaré la polla sin
pasión. Nos metemos mano, pater, entre las sábanas donde has dormido
con Mayka. Me da morbo. ¿A ti? Otro día nos acariciaremos entre las
sábanas donde haya dormido con G. Dormir, dormir. ¿Me abrazarías con
pasión? ¡Mua, tato!
No hay frases ni palabras mal dichas sino intenciones mal ordenadas.
Asumo mi parte del error. ¿Voy a las cuatro de la tarde? ¿Hasta arriba?
Hablaremos, amor.
La tengo húmeda del morbo. Métemela suavemente, sin pasión, como un
amigo. Te quiero serenamente. Cuando necesite pasión, no te preocupes,
ya la buscaré. Para sentirla no hace falta querer. Solo ganas de fornicar.
¿Te das cuenta que me voy refinando? Me dará morbo que casi me violen
en la campa. O que me forniquen como a una perra salida, en mis
momentos de máximo paroxismo uterino. Porque veo que no deseas
acompañarme, en esos momentos en que se supone que el interés por el
desarrollo de la operación tendría que ser exclusivamente tuyo.
Mejor vente a las cuatro y media. Comemos tarde. ¡Mua, tato!
Osito, ¿estás enfadado por todo lo dicho? Parece que no. ¡Pues qué pena!
Deja de tomar el tranquilizante ése y enfádate, venga. Quedamos a las
cinco, porque no me dará tiempo a recoger. ¡Mua! Morritos.
A la noche
Habían pasado la tarde en Treto, en la vivienda rodeada de montaña y
marisma. Un sitio discreto donde los haya pues entrando, a la derecha,
está el declive del monte hasta el amplio sendero que lleva a la finca,
colmado de árboles, zarzas y maleza. Nadie lo usa si no pretende llegar
hasta la casa, poseyendo una exclusividad total. A la entrada hacia la
finca, mano izquierda, hay un predio ajeno que llega hasta el comienzo de
la heredad Miren Bego, hacia la mitad desde que se abandona el camino
principal y se entra por el que lleva a la puerta de la casa. Allí
permanecieron solos, rodeados de los perros. Por dos veces estuvieron
totalmente desnudos en el coche y Maga se sintió incapaz de hacer nada.
Ni dejar que se lo hiciese Lolo.
Desde el primer momento Lolo le comunicó su deseo de excitarla en un
lugar no convencional, para despertarle el apetito de manera excepcional.
Maga estuvo de acuerdo con el fin.
Te quiero más que antes. ¿Tendrás un poco de paciencia? Dame algo de
tiempo. Lo necesito. Ten un poco de calma conmigo. Es preciso. Mi cabeza
está hecha un revoltijo de ideas y sensaciones que debo poner en orden
antes y saber qué es lo que quiero. Y si no acierto a ello, impondré con
más ímpetu las medidas, te lo prometo. No desistas del empeño, lo
demando, aunque te parezca una contradicción. En este momento no sé a
qué atenerme, ni qué norma seguir; solo que el día que hagamos el amor
me liberaré de complejos. ¡Ni el Santo Job! Aspiro a que sea una realidad
entre nosotros antes de Navidad. Pero de este año, no pienses que un día
más tarde. ¡Prepárate! Mis disculpas a Osi. Es que le quiero más que para
follarle en el coche. Quiero una buena cama para el primer encuentro
entre él y Raji. Eres el mejor hombre del mundo. ¡Mi hombre! Te amo,
aunque no me gusta confesarlo. Quiero ser fuerte y no mostrar mis
sentimientos tal cual son, así no me hiere nadie más, que bastante lo he
padecido ya.
¡Gabon! Estoy cenando. No pensaba hacerlo, pero como no he comido
nada. Ni siquiera la almeja. A mí no me importa decirte lo que siento: Te
quiero.
¡Gabon, mi amor! Me arrepiento, pater, de ser mala. Te recompensaré
dándote mimitos, muchos cariñitos. Lo peor–mejor es que en estos
momentos estoy segura de mi amor. Pero allí quería dejarme llevar.
Luchando, luchando, se impuso el no. Como si fuese aún la niña a quien le
prohibiesen pecar. Quiero una tarde contigo de besitos espontáneos, como
los que te he dado en El Allá, antes de tomar el último café. Mis labios
rozando los tuyos cristalizaron un beso tan luminoso como su origen: me
salió de dentro, con mucho cariño, efusivo. Delante de todo el mundo. Los
de Preto fueron con mucha cautela, a pesar de la soledad y retiro de la
finca. Significó querer y negarlo al mismo tiempo. Desear tu felicidad y
temer que no fuera el momento de darme a ti enteramente, ni el lugar, ni
las circunstancias para conseguir la mía, a la vez, que es el fin de la vida y
relación en pareja armoniosa. Quiero unas horas vespertinas repletas de
besitos impulsivos y caricias que salgan de mi corazón. Ya sé que Osi es
una parte de ti, pero prometo no tocarlo; únicamente si se roza en un
achuchón. Déjame descubrir sin tener miedo a lo que puedo hacerte sentir
y a las posibles secuelas. ¡Quiero caricias de novios! ¡Formales! ¡Pero no
pulpos como tú! ¿Me lo entregarás como regalo? Ya sé que es caro, pero
también que tú eres el único que puede regalármelo. Soy muy cariñosa.
¿Me dejarás demostrártelo? Mimitos para mi vida, mi amor, el hombre de
mis juegos de mujer–niña que va a acabar en Bermeo. Te quiero.
¡Egunon, cariño! ¿Dormiste bien? Sé de sobra que no te mereces el trato
que te dispensé ayer: Intento de asalto para robarte tu más valioso
tesoro. Me porté como un vulgar e ingrato y luego tengo a mucho honor
no admitir comparaciones con lo peor de la raza humana. ¡Qué desastre
de comportamiento! Guardaré mis impulsos para una ocasión más
oportuna. Cuando tú lo digas porque te apetezca de verdad, sin
imposiciones de ninguna clase. He pensado largo y profundo y llegué a la
conclusión, debo decírtelo, si no merecerás otro hombre mejor que yo.
Siempre puede caber. Y en sitio más adecuado. ¡Perdona mi vulgaridad!
Te amo. Lo que Lolo no se atrevió a decirle fue que la idea del asalto fue de Auge:
Ahí tienes la finca de Treto. Nadie te molestará pues Aran y yo iremos a
Laredo a las diez de la noche. Antes hemos quedado en Bilbao. Lolo ni se
lo comentó a Maga porque hubiese desencadenado disgusto mayor. Así
que optó por lo mejor: actuar y callarse. Y asumir todo como obra y
decisión propia. Tampoco había entrado en su mente forzarla para
conseguir algo que ella no quisiera darle. Ya llegaría el día.
¡Egunon, mi Osito! ¡No digas eso! No quiero oírtelo más veces. Decir que
eres un hombre vulgar.
En primer lugar, un hombre de esas características nunca reconoce nada
que signifique posibilidad de haber errado. Ni la simple noción en su
comportarse. Lo da como una circunstancia, como un acontecimiento
extraño que le pasó de cerca, aunque influyese en algo, pero, aun
habiendo salido de su boca, intentar convencer que él no tuvo nada que
ver en ello. Te quiero más ahora mismo. ¡Gracias por comprenderme!
Creo que de los dedos de una mano me sobrarían cuatro para señalar a
otros tantos hombres que me tolerasen como tú lo haces. Mimitos
especiales para ni niño. Te envío un montón de besos, algunos en los
labios, con la puntita de la lengua saboreándote. Recuerdos a Osi. No te
preocupes pues un día Raji le entregará su huchita. Sé que la abrirás con
mucho amor. No hay dentro ningún tesoro, como dices, pero te daré todo
mi ser. Mi vida, te quiero más, siento haberte excitado y dejado con las
ganas. No te merezco. Soñé con Osi toda la noche. Le acaricié tanto en
sueños que pienso que estará escocido. ¡Pobre Osi! Untaré crema en mis
labios y se la extenderé suavemente. ¿Me dejas? ¡Ejem! Cariñitos para el
hambre domesticada que arrastras.
¿Te das cuenta cómo es conveniente amarte con cierta serenidad y
algunos aspectos de la pasión deben ser controlados a tiempo? Besos. No
quiere decir comprensión.
¿Está mi Osito en la osera durmiendo la siesta? ¿Descansando para
Aránzazu? Yo estoy en la playa, bañándome. Así que si me resfrío, ¿me
darás calorcito? Quiero que lo hagas con tu brazo, también el día uno de
Mayo.
Estoy tumbado, adormilado. ¿Qué es lo de la playa con este día? Puede
que te parezca que lo sea, pero ya te digo que no.
Un rato de silencio, sin intercambiar ningún mensaje. Al fin Lolo rompió la
incomunicación. –¿No era mentira lo de la playa, entonces?
Era y es. He comido con mi tía. Biberón a Kene. La comida. Recoger la
ropa y poner lavadora. Rosana, Sarya y mi hermano fueron al Rastro.
Dicen que no se podía ni andar por allí del gentío que había. Vinieron a las
tres y media. Luego fregar, colocar prendas. Ahora coser dos botones a la
ropa del trabajo de mi hermano y darle una planchada. Me comeré una
manzana. No dispongo de tu nariz. Mi diario de casi toda la jornada. ¡Mua!
Como ya no te acuerdas ni un poquito de mí en toda la tarde. ¡Qué cruz!,
es lo que estarás pensando, ¡cualquiera la aguanta dos días seguidos! No
digas que he acertado porque me enfado. Te quiero más.
Ya veo que estás dormido. ¡Si hace un sol estupendo en la playa! ¡Ja! ¡Ja!
¡Despierta, Osito! Que ya pasó el tiempo de hibernación. Te lo conté
porque ayer te dije la cizaña de lo de la playa. ¿Te lo creíste? Fue una
mentirijilla. Como para sacarte de tus casillas, ya lo sé, porque te
imaginas, algo. Puro juego de niña, tonto, para luego darle mimitos a
Osito. ¡Perdón! Seré más seria. Bai, aita. Ez, pater. Señor Zamorano,
¿cómo tiene Vd. su miembro viril? ¿Está bien? ¿Sigue en su sitio, situado
entre las dos bolitas que me hacen gritar de placer si las como, las
acaricio con la lengua? ¡Jo, qué repertorio para decir Osi! Pero la margen
derecha es la margen derecha. Hay que hablar adecuadamente con sus
miembros. ¿Otra vez la palabra? Bueno, con uno de sus habitantes.
Besitos en la comisura bilabial y en el divisorio nasal, en los vías auditivas
y seminales y donde la espalda pierde su dulce nombre, el culo. ¡Ja! ¡Ja!
A la noche
Voy a cenar a la parte vieja de Algorá. Para las once y media espero estar
en casa. Ya me contarás si has ligado mucho. Hace frío. Besitos en los
labios. No, me pertenecen. ¡Son míos! ¡Gero arte!
–¡Que aproveche! –le contestó Lolo –. No he salido de casa.
Por un momento notó que los celos invadían su pecho y nublaban su
mente, ofuscándola conforme usanza del discernimiento. Pensó que era
injusto exteriorizar aquella locura, dañar la confianza en momentos
jocosos de una mujer tan sorprendente. Pero el sentir aquél fue repentino,
un fogonazo de ira, rabia, envidia imaginándola invitada por algún rival. Y
no lo pudo controlar, estaba presagiando el desenlace borrascoso. Un
apéndice más de la relación tormentosa que ni mantenían afianzaba las
pisadas sobre firmeza alguna, pero deterioraba la existencia. Tampoco era
cosa de despedazarse o cortarse las venas. ¡Pero comprobó después de
miles de intentos que era tan difícil domar al corazón, meterlo en vereda
siquiera, encauzarlo en la simple razón! Tuvo que admitir que los motivos
de este último ataque incontrolado comenzaron ayer cuando Maga se
refociló recordándole los pelos y señales, reales o inventados, eso no tenía
importancia ya para su ánimo sensible, de la visita del G de los cojones.
Solo al final del día, después de causarle destrozo anímico, después que le
hizo renegar en todos los idiomas entendibles o imaginados, después que
solazó su vanidad viendo lo que era capaz de desagradarse por ella, le
confesó que todo lo dicho no sucedió, porque fue una invención.
–¡Me cisco en todo! ¡Me c… en d…! ¿Tú de qué hostias vas, me c…en la
Virgen María! ¡Vete a tomar por culo, te va un montón! ¡Olvídame!
–¡Mentira, no! Yo jamás tuve intención de engañarte. Solo crear confusión
dentro de ti y contemplar cómo salías del desbarajuste mental que te
provoqué.
–Dime lo que piensas, dime lo que piensas, Lolo.
–No –dijo éste negando con la cabeza. Y serio.
–Dímelo, por favor –le suplicó, endiosada.
–No tienen importancia mis pensamientos. Lo estoy comprobando poco a
poco. Solo lo que vosotros opináis.
–¡Que fue mentira!
–Algo hablaríais. Y me lo has dicho disfrazado de coartada miles de veces,
con ánimo de enrabietarme, sólo. Y sin venir a cuento. Algo habrá en el
agua cuando hasta la bendicen.
Lolo no sabía aceptar los pensamientos salvajes, luego desvirtuados,
domesticados y vestidos con lógica temperada que otras veces le hubieran
hecho reír la idea como traveseo pueril y hasta necesario para desfogar el
peso de la responsabilidad con que había cargado la conciencia Maga
aceptándole en su vida íntima. No se lo confesó pero comprobó que la
independencia de la voluntad de Maga tenía un precio. Y había que
reintegrarlo. De alguna manera, jovialmente ante todo. Aunque le
resultara demasiado soportar aquellas palabras en boca de ella e imaginar
la más mínima intención de flaqueza hacia persona tan desagradable
como se había vuelto aquel nombre de letra para él. Pero todo hubiese
sido perfecto si Maga hubiese eliminado las verdaderas intenciones de
aquella farsa que se empeñaba en presentar como una verdadera
amistad. Al menos hubiese soportado la conversación, a secas, y no
estallar, enfadado, a la mínima. Cuando Maga le confesó el verdadero
propósito de sus palabras Lolo sonrió blasfemando entre la duda y la ira
desbocada, dentro de los restos de agresividad presente aún y el
agradecimiento por no haberle dicho lo que pensó en el preciso momento
en que se lo dijo.
¿Qué te dijo?
–Quiero que te enfades. Enfádate. ¡Quiero que te enfades más! Eso me
excita.
–No, no, no y no –le dijo casi gritando al salir del túnel de la autovía,
cerca de la playa de Oriñón, camino hacia Laredo–. No me vas a enfadar,
no, aunque grite. ¿Vale?
Maga se rio en silencio, mirándole de soslayo de vez en vez, como
intentando que Lolo no se diera cuenta. Aunque hizo esfuerzos por
contener la risa. Al final estalló.
–Te ríes de nada, me c… en la h…. –le dijo en un grito descomunal –. Yo
no estoy enfadado.
Maga rio más alto, con estruendo, casi.
–Te ríes como una tonta por nada. No se te mete en la cabezota que yo
no tengo celos de un hijo de la gran chingada como ése.
Al momento recapacitó y recordó lo que le había dicho Maga. Incluso se lo
expresó con ánimo de imponerse en el monólogo que estaba manteniendo
por aparentar una calma ficticia y demostrar la sangre fría que no poseía.
Todo lo contrario. Pero a veces es necesario fingir más de lo que uno
acepta como verídico. Se lo hizo saber, además. Me lo has dicho muchas
veces. No puedo exigir nada porque estoy casado y tú eres libre para irte
con quien te salga de los ovarios. Y no me solicitas nada a mí, encima. Por
lo que mis demandas resultan más descabelladas, si cabe. Pero el
recuerdo del asqueroso ése me torturó unos instantes, me hizo perder los
papeles.
–¿Y te sueltas el trapo, encima?
–Era lo que quería. No voy a llorar.
Mantuvo silencio total durante unos kilómetros. Como si hubiera perdido
la facultad de dialogar; o de monologar. Bajando la cuesta hacia la
segunda entrada a Laredo Maga le acarició la mano derecha que tenía
reposando sobre la palanca de cambios. Se estaba riendo en silencio.
–Ahórrate los cumplidos.
–¡Bobo! Sabes que solo te quiero a ti.
–Me cago en dios, cállate.
–¡No seas tonto, que era una broma!
–Me cago en la puta madre del perro chiquitín. Pues procura gastarlas con
otro tema en lo sucesivo.
A pesar del rato de desasosiego ya estaba tranquilizándose unos instantes
después.
Lo malo será el día que no sientas celos ni ganas de discutir con la mujer
que está a tu lado.
Soy un pobre desgraciado, en el fondo.
Dale un voto de confianza. Créele.
Y si, como dice Maga, lo hace para disfrutar con mis ardores. ¿No te
parece increíble y un lance sumamente peligroso? En esos momentos
arremeto contra todo lo divino y humano que esté en la mente.
Lolo se cortó ante la risa insistente de Maga.
Nadie puede comprender los misterios de la naturaleza que les trasmitió
humano, contra lo lícito y la madre que los parió a todos juntos juntos. No
sé, me descontrolan estas inocuidades.
Pues es lo que ella quiere: verte en esos momentos, saber lo que eres
capaz de realizar a su favor. Y no solo de piquito. La mujer que te quiere
primero insinúa lo contrario de lo que te gusta y te hiere. Y cuando ve que
las centellas de la tormenta enardecen la sangre y el horizonte de la
armonía es azuzado por el corcel de los celos a la máxima expresión, es
cuando intenta detenerlo pero el jaco está desbocado y no hay quien lo
pare. Es entonces cuando se refugia en la última razón de tus promesas,
su ficción o realidad, depende de cómo las considere, exprimiendo la
esencia de tu amor por ella, como los boticarios el veneno más potente
para convertirlo en droga salutífera. No sé si me explico.
Todas son iguales, unas hijas de, su madre, mujer, a la postre.
Les trasmitió el comportamiento a seguir para conservar la especie y su
misteriosa conducta. En este el instante en que recurre a los afectos
añorados que sabe que eres capaz de hacerle sentir y que la tienen
trastornada. Algo superior a nuestro entendimiento como fuentes de
protección de la especie. O lo sientes o lo dejas. Pero nunca comprenderás
el proceder.
Pero tiene que haber algún motivo más. Porque primero se esfuerza en
hacerme explotar y se empeña luego en demostrarme lo contrario de lo
que me excitó, de lo que me dijo, cuando contempla la catástrofe, cuando
todo parece perdido para los dos. Porque, al final, acaba calentándome
con sus cariños. Le da igual donde estemos. Lo hace discretamente, pero
en cualquier sitio, por éste no se corta. Más de una vez le dije que parece
diabólica. Hasta ella misma lo admite, entre risas, y no le preocupa
afirmarlo como suena, harta de ser besada y mordida en la boca, en el
cuello, en los pechos, en donde nos permite la incomodidad del coche. No
sé hasta dónde llegará esta especie de locura espero que transitoria
porque no estoy capacitado para aguantar durante mucho tiempo su
cadencia jocosa usando unas ocurrencias tan sandungueras para tratar
tema tan serio como el futuro de la relación, aunque sea de amistad solo,
entre un hombre y una mujer adultos.
Por ello mismo lo hace. Porque si no te comportas como desea por algo
que sabe es serio para ti, no lo harás por nada. Y de ese clímax en tu
arranque extrae la apología de su paroxismo. Es explosión análoga al
orgasmo experimentado en una cópula sin contacto físico. Date cuenta
que es más sencillo para ella e igual de placentero. O más.
Mi intención es que no suceda nada grave. Pero son unos momentos en
los que, fuera de mis controles, pierdo la noción de los formalismos y no
domino. Por más esfuerzos mentales que hago para conseguirlo. Espero
que poco a poco logre más paciencia.
Es algo muy difícil de dominar. Y más a tu edad.
Asomo de duda por parte de Lolo. Ni varios sicólogos conocerían la
intención de una mujer como esta.
No es momento para gestos estrambóticos ni para dudas remilgadas. Así
que compórtate y asume los hechos. Si no conseguiste dominar los
impulsos negativos de tu carácter cuando eras niño, en los años del
Seminario que te facilitaba más el empeño el tratamiento de estos matices
serios con fórmulas de amistad y juego, no lo conseguirás ahora, en plena
madurez, camino del declive vital, con otras preocupaciones en las que
emplearte. No olvides que las gibosidades y distorsiones en la formación
física, incluso, tienen un momento óptimo para ser corregidas. Y que el
arbolito que no se endereza de joven no lo hará nunca con el tronco
engrosado.
Con arrugas o sin ellas yo quiero seguir a su lado. Si es preciso los dos
nos lameremos las heridas que nos haga nuestra manera de ser. Nos
acolaremos a la de cada cual ¡Qué remedio si nos gustamos tanto!
Las raíces fueron hundiéndose con los años y a medida que el árbol
alcanzó su plenitud consiguieron mayor profundidad subterránea. Y a más
altura y dimensión alcanzó, mayores y más hondas cavaron ellas su
morada bajo tierra para ofrecerle estabilidad suficiente frente a
temporales e inclemencias. Lolo siempre fue consciente de su mal carácter
ante irracionalidades opinadas. Exigente consigo mismo, el primero, para
aplicar a los demás la misma regla estricta y no ocasionar ni faltas leves
de convivencia, aunque eso tuviese que acarrear supuesta apatía en
ocasiones contadas, al no poder relacionarse sin rozar. Pero tampoco
soportaba ni que le ocasionase sombra de molestia voluntaria. Que a las
involuntarias ya se encargaba de contestar, aunque fuese interiormente:
Pues solo faltaba que hubiese sido voluntaria la intención, no te jode. Es
cierto que en el Seminario, los niños jugaban a señalar los defectos
mayores que veían a cada cual. Los escribían en un papelito y se los
entregaban plegados al Padre Encargado de cada curso. Se leían en
público en tono pedagógico y a cada alumno se le aconsejaba en qué
dirección atacar las faltas o defectos principales. En el caso de Lolo
coincidieron que el principal era éste. Casi todos los que lo citaron lo
hicieron en primer lugar. Como que era el principal. Lo sigue siendo.
Aunque más suavizado, con el paso de los años. Comprendo que no soy el
que fui. Por suerte. Será que me voy haciendo viejo y no le doy a las
cosas el exagerado valor que para mí tenían antes. Aunque el caso de mi
padre es totalmente el contrario. Careciendo de él, al postre. Porque no
tienen valor en sí mismas. Solo el que se les da La intención con que se
juzgan y el énfasis con que se aplican al autor o cada quien sea
merecedor de ellas. Tienes una mala uva impresionante, mal carácter, te
enfadas a la mínima, no soportas ninguna broma. Tampoco las gasto, y si
me devuelven me aguanto, es que las hice. Pero no admito ni
esparcimiento en elementos que no deseo los atormente mi carácter o el
exceso de ímpetu malhumorado. Así que deben estar bien asentados y
amarrados fuertemente a sólidas estructuras o firmes bien anclados, al
margen de toda frivolidad. La mía es una de esas raras personalidades
que no varían ni trafican con su identidad por cuatro aplausos públicos.
Tampoco soy mercenario del honor, algo que tanto prima hoy día.
Entiendo que la persona ha de mantener una sola palabra y cumplirla con
todas las consecuencias. Un código ético y no apartarse de él, sea del
signo que fuere, y evitar los bandazos del oportunismo que tan frágil
imagen dan de la birria citada con pretensiones de ser llamada persona y
no marioneta de la ganga y soportar más envilecimientos descarnados por
ganar audiencia pagada. Hay avatares en la vida a los que es preciso
responder con entereza de carácter y dejar en los acontecimientos la
impronta personal, por mucho que cuesten aceptar sus consecuencias. Ser
la misma persona en los buenos y en los peores momentos y actuar
conforme al mismo patrón interno. El resto es estiércol de camerino y no
sirve ni para abonar la huerta pues solo destila ponzoña del hedor
publicitario. Estoy un poco hasta más allá de los cojones de las putadas
que me han hecho por actuar como persona sensata, comedida, buena, en
una palabra. De haberme portado como un hijo de puta desde el primer
momento, hubiera evitado los berrinches que me provocaron las fundadas
esperanzas de conseguir algo positivo que me troncharon los vividores de
turno, cuando pensaba que poseía en la mano todas las cartas para ganar
la partida. Así que voy a empezar a portarme como tal, aunque suene a
tarde ya. Nunca lo es. Aquí lo único que se estila es la ley de la selva
trasladada a la convivencia cívica. Destruir intereses que hacen prevalecer
pisando lo más sagrado y convencional, el buen gusto, en ocasiones. Así
que urge implantar la coexistencia y ahorrarse favores y derechos
humanos para con tanta cucaracha disfrazada de legalidad. Y si, a pesar
de todo, sigue manteniéndose en pie, que dé gracias a las ayudas que sus
simpatizantes le regalaron, o a los samaritanos oenegés para los que todo
el mundo es bueno. Hasta los terroristas que secuestran a sus miembros.
Como paga papá Estado, o sea, todos los españoles el rescate. ¡Viva la
Viren María y la solidaridad universal preconizada por Don Quijote todavía!
¡Y no se escarmienta, joder!
Pocas son las ocasiones que son reconocidos los méritos propios, aunque
seas acreedor de recibo. Otra cosa es la ley del cazo oculto o del empujón
ideológico que se dan unos a otros en el mismo clan cuando están con la
sartén amarrada.
A las doce y veinte de la noche
¡Gabon, mi Osito! ¡Qué frío! Cenamos en Itxas–Bide, en el muelle de
Ereaga. Primero íbamos a ir a un asador que está detrás de los frontones
del polideportivo de Fadura. Te contaré. Besos.
Después de un rato
¿Te has creído algo? Te contaré que cené, sí, como todos los días. Pero
hoy ha sido tortilla y ensalada. Pero en casita. Los nombres de los
Restaurantes los he conseguido en la guía de teléfonos de Pencho y
Gobera. Ahí tenía también el Iturmichi. Como no me enviaste respuesta a
mis mensajes educados sospeché tu salida y te envié lo de salir a cenar.
Respondiste, por lo que supe que no estabas en Sala de fiestas. ¡Malo!
¿Te he engañado un poquitín? ¿Me perdonas? Así pensabas en mí, aunque
sea con ganas de asesinarme. ¿Argumento para un libro de
ciencia–ficción?
De ciencia bordaría el heroísmo descubrir las intenciones de esta mujer.
De ficción si cuento tus aventuras. Con el relato lineal sería suficiente.
Seré muy, muy seria desde hoy. Más que tú, que ya es decir. Esto era la
despedida. Ya soy ex juerguista. Mi amor, te quiero más, más. Abre los
labios un poquito, que yo continuaré con la lengua. ¡Muaaa! La diabla
buena de tu vida. Mimitos.
Día 29–4–2002
¡Egunon! Serenamente te lo digo: no merece la pena el esfuerzo por
seguir. Lo he pensado mejor. No quiero añadir tus complicaciones a mis
problemas. Te recordaré como la ocasión más bonita de ser feliz que el
destino hizo pasar por mi vida y no supe aprovechar. O tenía que ser así,
sin más. Te deseo lo mejor. Agur.
Serenamente, es mejor que no engañes a dos personas. Hombre sincero,
dijiste que eras. Si no quieres vivir conmigo, nos veremos cuando nos
apetezca. Pero no añadiste: Celándonos siempre. Eso es el equivalente a
tu inmenso amor y respeto a mí. En casa, te digo la verdad, estoy bien,
dijiste un día.
No me extraña. Es la respuesta a una vida de engaño a Mayka y a tus
hijos, a tu círculo. Tienes razón, eres vulgar, egoísta. Tú, solo tú. Es lo
único que te importa. Espero que la próxima vez que dispongas amar
antes de reputar a los demás recapacites y conceptúate a ti apto para el
encargo de la vida. Tu irresolución ante ella me hace probar diferentes
reacciones que te espoleen de alguna forma. Aunque sea estallando.
Necesito que te enfades; conocer de alguna forma tu mala leche, que yo
no la he visto. ¡Suerte! Yo soy una mujer muy dificultada para ti, sí. Tú
necesitas un pasatiempo. Sinceramente, sucede parejo al hecho de sentir
recelo a que me vean contigo; eso llevaría muchos problemas a casa. El
intentar mentirme a mí misma cada día: que algún día te separarías. No lo
harás nunca. No tienes decisión. En tus mensajes, en tus escritos, eres la
persona que soñé. En la realidad, un hombre que me desilusionó
intentando follarme como a una mujer acostumbrada a joder en cualquier
momento. Solo pensaste en ti. Tienes razón: Cada uno se merece. Yo no
me merecía ser follada en una cuadra. Por lo menos mi ex me jodía en
una cama, pero dime con quien andas. Ahora me merecía, lo que
encontré. Ya sé que todo lo has hecho por mi bien. Quédate satisfecho,
solucionaste mis problemas sexuales y emocionales. ¡Eres un hombre
encantador! Sincero, honesto, egoísta, que no sabe lo que quiere –quieres
todo, pero cómodamente. Echando culpas a los demás de tu situación, sin
aceptar las tuyas.
Ahórrate los consejos para los otros que puedan necesitarlos. Eso
justificaría tu labor de fraterna universal, o G. H (Gran Hermana, o
Hipócrita) con los que padecen desamor, labor desinteresada que jamás
te pedí que me dones. Si cada cual tenemos lo que merecemos, más tarde
o más temprano, pues ya sabes, aplícate el cuento. Yo ya lo estoy
padeciendo. Renuncio, aunque sea hasta a mi identidad, con tal de
perderte de vista. Así de contundente.
Eres inmaduro emocionalmente. Yo me di cuenta desde el primer
momento y me he aprovechado de ello. Te quiero demasiado. Ese es mi
castigo, implícito ya en la misma condena que intento aplicarte. Creí en
que con tu indecisión se podría llegar a algún sitio, a algo positivo, según
te oía manifestar de labios afuera, por una vez será, llegué a pensar, pero
no lo conseguí, reconozco. Nos conocimos por un mensaje y he sido tan
poco en tu vida que has terminado así, con un mensaje. Ya veo que no me
merezco ni unas palabras de despedida. Ya no voy a intentar más que
gritar. ¡Sentir que corre la sangre por tus venas! Alguien dijo que una
sonrisa es un buen comienzo para una amistad y no deja de ser un buen
final. Ahora no puedo, estoy triste. Pero espero que algún día me des la
oportunidad que no he tenido ahora de tomar un descafeinado contigo y
sonreírte para que sepas que hoy (con lágrimas) mañana y siempre
tendrás mi amistad. Nunca olvidaré a mi Osito tierno y gruñón. ¡Piensa en
intentar solucionar las cosas en casa! Dicen que es mejor lo malo
conocido. Además, para ser una imagen de la divinidad, ¿te enseñaron a
tocar las imágenes así en el Seminario? ¿Respondían cuando les metías
mano? ¿Te confesabas de ello? ¡Además era con un hombre! ¡Claro,
porque con una mujer no te atreves, niñato! Un beso especial para mi
amor soñado. ¡Mua! Maga.
Si algo me duele es haberte tratado con vulgaridad, siendo una reina.
Preferías pasión. ¡Siento que guardes este recuerdo! Soy hombre. Perdona
mi ruindad humana, castiga al hacedor de mi egoísmo, siempre son
notorios algunos vicios en clases de personas de inferior rango mortal; al
menos según catálogo socialmente aceptado. Y no es porque no los
tengáis, simplemente, los disimuláis u os los hacen desaparecer del
regodeo y pública contemplación. Sé cuál es mi futuro afectivo: adoro la
perfección y ví en ti una imagen. Creí que se podría conseguir algo bonito
contigo. Me equivoqué, lo reconozco. Ya ves que no he podido ni disfrazar
mis miserias con tus adornos divinos. No sufras por ningún hombre
vulgar. Existen muchas y mejores oportunidades de conocer a señores
espléndidos. Solo tienes que exigirles más, pero desde el principio. O
revientan o les tienes sometidos hasta que lo hagan, claro. Así ven tus
intenciones meridianas pronto y no se llevan a engaño. Con un poco de
suerte y sin esfuerzo conseguirás tu ideal, todo un hombre, pero con
pasión. Domesticada, a la carta de tus exigencias, así no pedirás lo que no
figure escrito ni será sorpresa ya sin explotar. Siento tu chasco
acariciándome la polla. ¿No querías que te follara? ¡De risa, de marica o
de santo! Y no. Das a mis palabras la intención que te interesa, no el
literal, el que pretendo infundirles yo, colocándome así en la punta de
lanza de tus improperios y con licencia para repetir cuando te salga de.
ahí. Vigilando tu provecho, exclusivamente. No deseo más juego por tu
parte. Ya está bien servido el deseo de la novedad.
Maga le llamó por teléfono después. Lolo no quiso contestarle. Pasó otro
rato intentando ser oída. Al fin Lolo claudicó y hablaron.
No se puede uno enfadar contigo, concluyó. Pero lo malo de la situación
es que siempre tengo que claudicar yo.
No seas mentiroso. No es cierto lo que dices. Te lo he demostrado y te lo
demostraré. Yo doy mi brazo a torcer muchas más veces que tú.
A media tarde
Mimitos de amiga para mi amigo el follador de la cuadra de yeguas
salvajes. ¿Me equivocaste con una? ¡Mua!
Lengüetazos para Raji, de parte de Osi. Que se deje de tanta bobada y
que piense en recibirle como se merece pues tiene ganas de probar la
entrada a la cueva de las maravillas para saludarle, jugar y sentir placer
los dos. Si se encuentra a gusto dentro, permanecerá allí el tiempo que le
permitas. ¡Entero! Dales el godeo, mujer. Me dice que un día quiere
probar a cuatro patas.
¡Obsceno! Menos mal que casi no se ve la pantalla y no he leído nada de
nada. Ya sé que las yeguas tienen cuatro patas, decías algo de eso,
¿verdad? Ya puedes perdonar, domador de monturas, pero es que se ha
borrado casi todo. No te molestes en enviarlo de nuevo. Puede que ocurra
lo mismo. ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Qué tos me ha entrado! La culpa es de lo de
ayer, cuando me dejaste con el culo al aire y yo a ti con las ganas de
follarme. ¡Mua! ¡Mua! ¿Quién es Osi? No he tenido el placer de saludarle.
¿Un amigo íntimo? Como te molesta que tenga amigos, apenas conozco.
¡Ja! ¡Ja!
Si tomas algo, te acompaño. Si quieres que te folle, dilo. No somos críos
para gastar el tiempo hilvanando rodeos. Habla claro de una vez, ¡hostias!
¿Quieres o no que te folle a cuatro patas?
Dame tiempo. Ahora voy a apagar el móvil hasta la noche. He recibido
cuatro llamadas por la mañana y tres ahora. Todas de mi ex. Ha
inventado una nueva mentira. No sé con qué fin ni me importa un rábano.
Lo que me preocupa es que en la jácara nos ha incluido a Chonchi, su
hermana, y a mí. Lo sé porque ella me llamó esta mañana. Le mandé tres
mensajes que espero le hayan llegado al hígado, porque corazón no sé si
tuvo alguna vez. A las dos primeras llamadas contesté, pero colgó, el
cobarde de él. Es acción muy propia suya. Ante las otras ni me molesté.
Hablar con un gusano así debe ser complicado, más si está podrido y el
tiempo que se pierde en ello está mejor invertido en no escucharle, ni
falta que me hace. Mimitos para mi Osito tierno y domador de yeguas
bravas. Lo de follar a cuatro patas no me parece mala idea.
¡Gabon, mi vida! Ante los ataques externos cuenta conmigo. Te defenderé
a muerte. Solo tienes que pedírmelo. Nuestra vida íntima es, nuestra.
Podemos hacer con ella lo que nos apetezca. Pero a los dos. Porque nos
convertiríamos en rivales en la misma guarda. Sería como un poder
duplicado, a lo tonto, como tantos vemos hoy, que cargan las espaldas de
los contribuyentes, para dar empleo a tanto vago, con sibilinos visos de
aparentar mayor libertad. Solo que lo nuestro es más serio, claro. Único.
Cariño, mi amor, te quiero. Eres la alegría de mi vida. Jamás imaginé
encontrarla, tenerla en la mano, a los cincuenta años. Me siento más vital
y remozado. Te amo. Eres todo para mí. La ilusión que adorna mi vida y
cambia sus angustias ante las desgracias que la torturan incesantemente.
No sé cuánto me durará esto, en serio.
¡Gabon!, caricias, mimitos, besos para mi Osito de pilas alcalinas
Besamiel, que dura, dura, lo que te dura, dura. ¡Pero dura de verdad! Te
quiero más, más, más. ¡Felices sueños! Te advierto, jinete, que la yegua
se comportará como una potranca. Tiene fuerza y vitalidad para ello y
algo más, todavía. Está casi entera. ¿Tienes confianza de que sabes
montarla? Cabalgar, me refiero. Aunque imagino que será como andar en
bici o nadar, no se olvida nunca. ¡Pobre yegua! ¡Qué cruz, soportar tantos
kilos de peso muerto encima! Aunque te moverás de vez en cuando,
porque si no. Eso se merece días y días de mimos, no gruñir, besos
obscenos y suaves, para intentar convencerla, domarla un poco. Colocar
la montura viene después. ¡Muaaa!, más. Todo para ti, mi amor.
Día 30–4–2002
¡Egunon! Devoción mía, no te preocupes por el peso. Conozco muchas
posturas de modo que no soportas ni un kilo y solo masajeo el chochito.
Tú disfrutarás más. Porque te meteré la polla entera, hasta los cojones.
¡Tranquila! Sé esperar, aunque me cueste, porque te amo y te respeto.
¡Egunon, mi amor! ¿Ya estás hablando del churro en el desayuno? ¡Te va
a producir mala digestión! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Ya sé que lo podíamos haber
hecho tal como estábamos, al lado del gallinero, en Treto. Tú, apoyado
sobre la pared; yo, moviendo el culo y rozándote la polla. Si me inclino un
poco, apoyándome con las manos, entraría hasta. Entonces puedo girar
las caderas, contraer mi chochito para saborearte, estrechar el canalillo
donde está insertado Osi será como darte rebanadas de cielo. O salir
cuando me la metas, ensartarla en la cueva cuando retrocedas. ¡Todo lo
que sé! Pero primero me la tendrás que introducir con suavidad. La
puntita al comienzo, para ir abriendo itinerario poco a poco, ensanchando
la entrada a la cavidad de tu polla gorda y larga. Es suficiente para mi
gusto, puedes estar tranquilo. Me encantó cómo te excitaste en la puerta
de la cocina, lo mismo que tus movimientos y tus deseos por follarme allí
mismo, como estábamos, de pie. Pero, a la vez me asustó lo que había
provocado. No voy a escribir más de esto, pues no quiero hablar tanto y
no hacer nada. Quiero darte y sentir tu beso sin miedo a lo que me pueda
llevar. ¡Haz que confíe en ti! Que no esté alerta ante tu mano de pulpo.
Preciso estar al corriente aunque esté gozando de nuestras caricias,
sentirlas con tranquilidad. La conveniente para figurar hallarme confiada.
Tanto que nada infunda sospechas de que intentes copular conmigo en
cualquier momento, tras cualquier esquina, cual perro vagabundo a la voz
de su instinto. ¡Tiempo! Como si fuera a empezar de nuevo, casi. Sé que
es imposible recorrer aquel camino otra vez, pero casi repito semeja. Sé
de lo avanzado y es difícil retroceder. Prometo intentar tocar a Osi, ir
descubriendo otras partes de tu cuerpo lo mismo de nobles y eróticas. Tú
mismo, tus modales deben ser erotismo perpetuo para mí. Lo mismo que
yo para tí Pido mucho, lo sé. ¿Lo conseguiremos? ¡Pero tú eres tú: mi
Osito tierno y devorador! No sé si me he explicado bien. Es difícil hacerlo y
sentir ganas, a la vez. Desear y contener el impulso por miedo atávico a la
posesión total, a pesar de tu Alzheimer lees entre líneas. ¡Mua!, más. Te
quiero mucho, mimitos con amor.
A media tarde
Mi vida, ¿cómo te encuentras? Me gustaría hallarme a tu lado, escrutando
tus pensamientos, vigilando tus latidos, infundiéndote la calma necesaria
para tu reposo completo. Es algo que me pide el corazón. Me chiflaría
estar a tu lado en este momento, apetece tanto a mi antojo. Deseo darte
mimitos, besitos, mucha felicidad. Y hacerte cosquillitas en la piel que más
te lo pide. Te venero y quiero que seas mi compañía en lo que nos queda
de travesía.
Además de Osito tierno, eres pelota. Será porque los Osos son redonditos
como una bola. ¡Pelotero! ¡Grag! ¡Mua! Te deseo. Mimitos para que te
derritas. Besitos hasta la noche.
¡Gabon! El corazón me golpea. Intuyo que presiente algo malo. Tiene un
sentido especial para detectar el peligro tal el desafecto o tormenta
temporal, posiblemente anímica. No suele equivocarse. Hasta ahora no
ocurrió, por lo menos. En este momento se asusta con lo que va a suceder
a nuestro amor. Estoy en la obligación de decírtelo. Lo pre–siento antes
de que suceda. No me preguntes por qué, no sé a qué se debe la íntima
irreal. De momento. Ni la capacidad de avizorarla. Te lo juro. Quisiera
desacertar.
No me asustes. Yo soy incrédula en elementos y procesos de hipnosis,
videntes, brujas. ¿Sabes de qué trata lo malo? ¿Tu intuición no muestra
en qué? Por si las moscas voy a tener cuidado. Besos en los labios,
caricias, mimos con todo mi amor. Te adoro, mi Osito devorador de
yeguas. ¡Muaaa! ¡Más! ¡Gabon!
No he leído tu ¡Gabon! Ni la intención de darme un beso. Esta tarde tu
mensaje era normal Cuando sentiste lo malo, ¿fue debido a algo concreto
que sucedió o de repente? ¿Sucederá rápido o tardará? Lo sabrás de otras
veces. ¿Problemas en tu casa?
¡Bueno! Déjate de pensar antelaciones! Lo que tenga que suceder,
acaecerá. No voy a estar triste desde ahora. ¡Muaaa! Le daré mimitos
tranquilizantes a tu corazón y así no te golpeará a un ritmo que no sea
normal. ¡Egunon!
Día 1–5–2002
¡Egunon, mi vida! El miedo es por ti. Soy muy sensible y he captado algo
malo tramado en torno a tu intimidad. Como que alguna amenaza te
forzará, intentará violarte, o semejante. Te herirá muy profundamente y
para ti será gravísimo, algo insuperable. No recuperarás nunca la
confianza en los hombres, si te acaece. No te puedo decir más. No lo sé.
Besos abundantes ahora que estoy en tiempo. Sé que luego será tarde.
Cuídate. Pues aparte de Curro, el loro, algunos perros de ahí arriba, un burro que
se cae de viejo y un Osito malo no estoy con nadie del género varonil.
Anoche soñé con un hogar totalmente llano, a nivel de la calle, tanto que
entraba el agua de una fuente cercana. Pero luego divisé una escalera.
Era como una casa de campo con planta baja y primer piso. Luego me di
cuenta que estaba en la cocina de la casa del Monte. Apareció un hombre
que dijo ser G. Yo me reí de él. Le dije que G es alto, más que yo,
parecido a ti o así, y él no me llegaba a la frente. Me quería besar
inclinándome la cabeza, pero me retiré. Luego apareció Jokia y cenamos.
Cuando terminamos el hombre había esfumado su presencia. Reapareció
más tarde. Vino con otro, quien traía unas jeringuillas en la mano.
Corrimos por las escaleras. Yo, ayudando a Jokia. Más que correr fueron
saltos de cinco en cinco escalones, como en mis tiempos de ligereza y
vigor en las piernas. Le hinqué la jeringa al desconocido y luego ambas
comimos tarta tranquilamente, descansando de la carrera, en un paraje
irreconocible. ¡Vaya sueño! Me debiste enviar tus pensamientos
telepáticamente. De todas formas y suceda lo que quiera, nunca veré a mi
Osito como a un hombre cualquiera. Dudo que en el mundo haya alguien
como tú. Cuando sea viejecita, en mi familia varios miembros han
superado los noventa años, y aunque tenga Alzheimer, recordaré al
hombre especial, único, que me enseñó lo que es el amor. ¡Egunon! Te
quiero más.
Después, como hacia la mitad de la mañana
¡Hola, Osito! Mimitos a media mañana, para que el corazón se te calme.
¡Muaaa!, más, más.
Cariños para mi reina. A las cinco estoy a la puerta. ¿Vale? Te quiero
como amigo y algo más.
¡De acuerdo!, mi amor. Algo más, más, más. Eres un Osito besucón,
mimosón y… ¡Muaaa!
A las quince treinta
Lolo sufrió un percance. Mayka le dijo que deseaba ir a Castro, a visitar a
Auge y a su novia.
Olvídate. Si no hacemos vida de pareja normal mas que en apariencia de
vivir bajo el mismo techo no vamos a sacar la farsa a la calle, también, y
fingir que compartimos el tiempo de ocio.
Mayka continuó insistiendo y Lolo le dijo que fuese ella, que él no iba.
Eso es lo que quería saber, contestó, toda ufana, como si le hubiera hecho
caer en alguna trampa, o celebrara la consecución de algún éxito
conseguido a su costa o alguna clave o le hubiera pillado en algún
renuncio.
Mi intención era ir a dormir la siesta, le acabó diciendo. Como hacía todos
los fines de semana.
Fue pasando el tiempo y aumentando la excitación de Lolo a medida que
los segundos marcaban sus zancadas en el reloj, así le parecieron hasta
los segundos transcurridos. A las dieciséis horas ya no pudo más y estalló.
Le dijo que se estaba poniendo nervioso, que le diese la llave del coche
que había guardado. Mayka toda ufana desde su posición de salvaguarda
de la moral matrimonial se la entregó y le dijo que a la noche no volviese
a casa. Lolo no quiso problemas de nuevo y llamó a Maga.
No puedo ir, le dijo en un mensaje. Problemas en casa.
¡Tranquilo! No te preocupes ¡Estate calmoso!, le reposó.
Mayka me dijo que era una prueba. Es mala como ella sola. Lo que ella no
quiere, que se pudra, pero no consiente que lo disfrute nadie. Por huevos
hay que pasar por la firma para romper lo firmado. Estoy tranquilo porque
te quiero.
Y yo triste, por tus problemas. ¡Vete con ella a Castro si con ello va a
mejorar tu situación en casa! Lo que sentimos uno por el otro no va a
cambiar por eso. Mimitos, besos profundos y tiernos para mi amor. Te
equivocaste de persona con problemas. Eras tú quien los coleccionaba
todos. ¡Muaaa!
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