Editorial “San Martín volvió a subir al campanario y deteniéndose apenas un momento, volvió a bajar corriendo, luego de decirme: Ahora en dos minutos más estaremos sobre ellos, sable en mano…” J. P. Robertson Por sobre todas las cosas San Martín fue un soldado. No existía nada que él sintiera o interpretase tanto como la carrera de las armas. La consideraba como el ejercicio del sacerdocio, no apartándose de él en ningún instante de su vida. Don Jose Pacífico Otero, el gran biógrafo de San Martín, así lo expresa . “…Su escuela fue el propio campo de batalla, viviendo la vida del campamento, el manejo de las armas, los principios tácticos, el vencer o burlar al enemigo, con el espíritu de rigidez y disciplina que lo harían destacarse más tarde en su Patria…” El genio guerrero de San Martín brilla con claridad en sus aptitudes para la política, la estrategia, las operaciones. Pero pocos recuerdan sus aptitudes para la implementación táctica de sus elaboraciones estratégicas, si es que se las puede aislar de la unidad de su personalidad militar. San Martín fue pensamiento y acción. No se concretaba a estudiar o planear, sino que por sobre todo sabía ejecutar, y bien. Tenía clara conciencia de que se puede tener una estrategia, pero lo que se hace, lo que se ejecuta, es siempre táctica. De allí su insistencia en señalar a sus oficiales que el camino de la victoria en batalla comienza siempre en el campo de instrucción. Dio a sus actuaciones una fuerza extraordinaria, pero siempre de acuerdo con sus concepciones estratégicas. Como Federico el Grande –a quién estudió en profundidad-, tenía grabada en su mente, en principio, la necesidad de ganar la guerra rápidamente, buscando siempre el menor esfuerzo y el más reducido sacrificio de vidas. En Chacabuco y Maipú las prodiga íntegramente sin otra limitación que la eficacia táctica, porque sabe que en Chile, a diferencia de lo que ocurriría más tarde en el Perú, no se trata de ganar tiempo a la espera de nadie, sino de abreviar la campaña mediante el uso de encuentros decisivos, acontecimientos de la provincia de la táctica. No es posible separar las múltiples facetas de político, de estratega o de táctico en una Revista de la ESG - 3 personalidad militar genial, como la de San Martín. Pero pueden señalarse algunas de las características que el Gran Capitán mostró y ejemplificó en la acción. Sin demasiada originalidad Clausewitz señalaba que la guerra, el combate, el acto supremo del enfrentamiento armado, implica peligro físico en mayor o menor medida según las circunstancias. Siempre está presente y condiciona el comportamiento de las tropas. Es por ello que la primera cualidad del soldado es el valor en la constante presencia del peligro… San Martín es una demostración neta de esta cualidad; en San Lorenzo, Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, el Gran Capitán arriesga su vida naturalmente, como ejemplo y necesidad para el logro del éxito táctico sin el cual es difícil tener éxito en la estrategia… Del coraje moral, que es propio –aunque no exclusivo- del Jefe, San Martín era su ejemplo más perfecto La guerra implica esfuerzo físico, lo que supone fortaleza de cuerpo y de espíritu. San Martín bien lo sabía. En Chacabuco apenas pudo mantenerse a caballo por sus dolencias, pero su fuerza espiritual le permitió soportar el esfuerzo natural del momento y conducir su ejército a la victoria. En su época, la incertidumbre y el azar eran grandes y constantes compañeras de la conducción militar en todos los niveles. Era necesaria una inteligencia clara y penetrante que pudiera vencer en el continuo conflicto con las consecuencias de aquellas, el enfrentamiento con lo inesperado. San Martín claramente poseía como conductor táctico dos cualidades necesarias para superarlas. En primer lugar, el golpe de vista táctico. Trepado en el campanario de San Lorenzo, ve al enemigo desembarcando y formando; concibe casí intuitivamente su plan de ataque y lo ejecuta con rapidez y eficacia inesperadas por los realistas. En Maipú demuestra su golpe de vista al aprovechar la oportunidad que transforma una planeada batalla frontal en una de orden oblicuo, verdaderamente aniquiladora. En segundo lugar, la determinación, que se manifestaba en la táctica como presencia de ánimo para enfrentar y vencer las dudas propias de la incertidumbre, y superar con éxito las consecuencias de eventuales reveses. San Martín, en la sorpresa de Cancha Rayada, es el más claro ejemplo de resistencia a la fuerza de un golpe, de esa potencia del carácter manifestada en su incólume resolución de derrotar al ejército español. Consigue salvar su ejército, se retira, lo reorganiza y vence decisivamente en Maipú. La determinación es siempre una demostración de coraje moral. San Martín sabía bien que la rapidez en la concepción y en la ejecución, unida a la concentración de esfuerzos sobre el centro de gravedad del enemigo en la batalla, eran las claves de la victoria táctica, como lo demuestran sus éxitos clásicos en Chile. Con sus victorias en las batallas, San Martín acrecentó su renombre como genio guerrero y demostró que el éxito táctico puede estar en la espada, pero antes está en la previsión, la organización y en una inteligencia sólida y penetrante. Revista de la ESG - 4