LA ACTIVIDAD DEL PAS: PROGRAMAS DE ORDENADOR Y

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Bloque IV: PROPIEDAD INTELECTUAL E INDUSTRIAL: DESAFIOS
La actividad del Personal de Administración y Servicios
X Seminario sobre Aspectos Jurídicos de la Gestión Universitaria
Bilbao, 10 y 11 de mayo de 2012
LA ACTIVIDAD DEL PAS: PROGRAMAS DE ORDENADOR Y BASES DE
DATOS
Titularidad de los programas de ordenador desarrollados por el personal de
administración y servicios de las universidades
En la sociedad actual, resulta prácticamente imposible concebir el desempeño de las
actividades inherentes a la vida diaria prescindiendo de las nuevas tecnologías;
prácticamente el 90% de nuestro tiempo requiere el uso de las mismas: diariamente
utilizamos el teléfono móvil para realizar cualquier llamada; mandamos un fax;
escribimos correos electrónicos; efectuamos todo tipo de búsquedas en Internet;
utilizamos el sistema GPS para llegar a nuestro destino; usamos toda clase de
aplicaciones informáticas como herramientas necesarias para desempeñar nuestro
trabajo.... y así podemos mencionar una gran variedad de tecnologías que conviven con
nosotros y que son fruto del estudio y la innovación del ingenio humano, con el objeto
de desenvolverse de una forma más fácil, ágil y rápida; así, el filosofo e ideólogo del
conocido término "aldea global", HERBERT MARSHALL MCLUHAN1, afirmó que
"Todos los artefactos del hombre, el lenguaje, las leyes, las ideas, las herramientas, la
ropa y los ordenadores son extensiones del cuerpo humano".
"Extensiones del cuerpo humano" que, al fin y al cabo, son ideas originales surgidas de
una persona o grupo de personas determinado; ideas tecnológicas que, con el paso de
los años, han hecho necesario disponer de los medios jurídicos de protección adecuados
que garanticen un disfrute rentable de los resultados obtenidos con el desarrollo de las
mismas. Así las cosas, uno de los máximos determinantes en la evolución de la
tecnología han sido los programas de ordenador, software o aplicaciones, siendo estos
de gran importancia económica, ya que la creación de cada uno de ellos conlleva un
trabajo largo y costoso para la empresa o institución para la que se realiza, así como la
posibilidad de obtener grandes beneficios tras su puesta a disposición en el mercado.
Importantes hasta tal punto de que cualquier dispositivo de hardware únicamente podrá
1
"El medio es el mensaje" (1967)
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ponerse en marcha si lleva instalado el programa adecuado para su buen
funcionamiento. Programas que al ser susceptibles de funcionar en un número
indefinido de ordenadores, o de los que se pueden realizar un número indefinido de
copias, han hecho necesaria la intervención del Derecho con el objeto de asegurar que la
utilización y copia de programas de ordenador se efectúe bajo la correspondiente
licencia de uso2, respetando con ello los derechos de autor inherentes al mismo.
Tales medios jurídicos de protección han ido evolucionando a lo largo de la, todavía
corta, historia de la informática. Así, partiendo del art. 20.1 b) de la Constitución
Española (CE), que reconoce y protege los derechos a la producción y creación literaria,
artística, científica y técnica, nos encontramos que, en la actualidad, fruto de la
transposición, mediante Ley 16/1993, de 23 de diciembre, de la Directiva del Consejo
de 14 de mayo de 1991 sobre protección jurídica de programas de ordenador
(91/250/CEE) al ordenamiento español, el hoy Texto Refundido de la Ley de Propiedad
Intelectual, aprobado por Real Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de abril (en adelante
TRLPI), protege los derechos de autor sobre los programas de ordenador en el Tít. VII,
arts. 94 a 104.
Establecer una definición de programa de ordenador no es una cuestión fácil. La Real
Academia de la Lengua, al definir el concepto de "programa", establece que es un
"conjunto de instrucciones que permite a un ordenador realizar funciones diversas,
como el tratamiento de textos, el diseño de gráficos, la resolución de problemas
matemáticos, el manejo de bancos de datos, etc…". En este sentido, un programa de
ordenador constituye una obra de carácter científico y técnico y, por ende, amparado por
el anteriormente mencionado derecho fundamental del art. 20.1 b) CE. Así, el art. 96.1
TRLPI, precisa que se entiende por programa de ordenador “toda secuencia de
instrucciones o indicaciones destinadas a ser utilizadas, directa o indirectamente, en un
sistema informático para realizar una función o una tarea o para obtener un resultado
determinado, cualquiera que fuere su forma de expresión y fijación”.
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Entendida como un contrato entre el autor o titular de los derechos de explotación del programa y el
usuario del mismo, para hacer uso del software cumpliendo con los requisitos establecidos en el
clausulado del contrato.
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Se puede concluir, por tanto, que un ordenador no podrá llevar a cabo cualquier función
por sí solo, ya que precisa de alguna instrucción para dirigir y organizar las funciones
que realiza. Será el programador asignado al efecto quien introduzca las instrucciones
necesarias, de tal manera que el conjunto de las mismas constituirán el software que
será ejecutado a través del ordenador o hardware. De este modo, el programador es una
persona, por lo que se trata de una creación o invención humana que se encuentra, por
tanto, amparada por los derechos de autor correspondientes.
Autoría vs. Titularidad
Ahora bien, al margen de definiciones y conceptos legales, del articulado, de la Ley de
Propiedad Intelectual, dedicado a la protección de los programas de ordenador, uno de
los más controvertidos y que ha generado importante jurisprudencia, es el 97, que regula
la titularidad sobre los mismos.
Así, el apartado primero del art.97 TRLPI establece que “será considerado autor del
programa de ordenador la persona o grupo de personas naturales que lo hayan creado,
o la persona jurídica que sea contemplada como titular de los derechos de autor en los
casos expresamente previstos por esta Ley”.
Tras la lectura del art. 97.1 TRLPI es importante diferenciar entre los conceptos de
autoría y de titularidad.
La Real Academia de la Lengua define al autor como "persona que causa algo",
"persona que inventa algo", y el TRLPI señala en su art.5.1 que autor es toda "persona
natural que crea alguna obra literaria, artística o científica", esto es, establece un
criterio personalísimo de la condición de autor, haciendo necesaria la presencia de una
persona física que genere de modo creativo e intelectual una obra susceptible de ser
protegida.
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Ahora bien, el concepto de titularidad hace referencia no tanto a la naturaleza de la
persona o la entidad que la ostenta, sino a los derechos que se someten a la misma. Así,
teniendo en cuenta la distinción entre derechos morales y patrimoniales, la autoría
implica una inmediata titularidad originaria de los derechos morales, que no será así
necesariamente en el supuesto de los derechos de explotación o patrimoniales.
El TRLPI permite la cesión de los derechos de explotación sobre la obra, no así los
morales; si estos derechos se ceden, se genera una titularidad sobre los mismos que ya
no corresponde al autor, ya que mediante la cesión se ha efectuado un negocio jurídico,
donde se han transferido determinados derechos, que resultará en la aparición del titular
como persona o entidad diferente al autor de la obra.
Dentro del concepto de titularidad, PIPAÓN PULIDO3 distingue entre titularidad
originaria, como aquella que nace junto con la creación de la obra, y titularidad
derivada, que surge como consecuencia de la transmisión posterior de los derechos de
autor, mediante el correspondiente negocio jurídico. Así, el art. 97.1 TRLPI permite
precisamente hablar de titularidad originaria distinta de la del autor al señalar que será
considerado autor del programa de ordenador la persona o grupo de personas
naturales que lo hayan creado, o la persona jurídica que sea contemplada como titular
de los derechos de autor en los casos expresamente previstos por esta Ley. En esta
misma línea, el art. 5.2 TRLPI establece que no obstante, de la protección que esta Ley
concede al autor se podrán beneficiar personas jurídicas en los casos expresamente
previstos en ella. En este sentido, y en opinión de BERCOVITZ4, el mandato del art.5.2
resulta excesivo, ya que atribuir la condición de autor a una persona jurídica supone
reconocerle en ese mismo momento algo tan genuinamente humano como la capacidad
de crear obras y de ostentar derechos morales, cuando la persona jurídica es, en sí
misma, una ficción jurídica. Asimismo, RODRIGUEZ TAPIA5 es de la opinión que
3
La Ley 13939/2010
Comentarios a la Ley de Propiedad Intelectual, Tecnos, Madrid, 2007, p. 132-133
5
Comentarios a la Ley de Propiedad Intelectual, Thomson-Civitas, Pamplona, 2007, op. cit. Pág. 73
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solo las personas naturales pueden ser progenitoras; las jurídicas serán como mucho
acogedoras de la criatura.
Clasificación de los autores de programas de ordenador. Programas creados por
trabajadores asalariados y por funcionarios de las Universidades
La creación de programa de ordenador puede surgir, al igual que las demás obras
protegidas por derechos de autor, bajo diversas relaciones jurídicas entre el creador de
la obra y quien la utilizará, o bien, la explotará. Así, la creación de dichos programas
puede estar enmarcada bajo la figura de:
-
Autor asalariado
-
Programador asalariado
-
Autor independiente
-
Autor por encargo
-
Concurrencia de varios autores: obra colectiva y obra en colaboración
No obstante la clasificación aterior, en la práctica, un de las cuestiones que más dudas
suscita, es la relativa a la titularidad sobre aquel programa de ordenador creado por un
trabajador asalariado o por funcionarios.
El art. 97.4 TRLPI establece que “cuando un trabajador asalariado cree un programa
de ordenador, en el ejercicio de las funciones que le han sido confiadas o siguiendo las
instrucciones del empresario, la titularidad de los derechos de explotación
correspondientes al programa de ordenador así creado, tanto el programa fuente como
el programa objeto, corresponderá, exclusivamente al empresario, salvo pacto en
contrario”.
Del artículo de referencia se desprende, que la facultad de explotación del programa de
ordenador corresponde a la universidad, siempre y cuando:
1. El programa de ordenador haya sido creado por el trabajador asalariado en el
ejercicio de las funciones para las que ha sido contratado.
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2. El programa de ordenador haya sido creado por el trabajador asalariado en virtud de
las instrucciones facilitadas por la universidad.
3. Que concurriendo las condiciones anteriores, la universidad y el trabajador, no
hayan pactado lo contrario mediante la firma del correspondiente contrato.
Así por ejemplo, el trabajador puede pactar con la universidad que el software que cree
o desarrolle sea de su titularidad, pudiendo ceder a dicha universidad su explotación, si
bien dicha cesión por regla general no será gratuita. En ausencia de pacto o si nada se ha
señalado al respecto, la titularidad sobre los derechos de explotación del programa de
ordenador así creado, corresponderá a la universidad. Hay que tener en cuenta que el
TRLPI no exige que el objeto del contrato de trabajo sea crear programas de ordenador,
sino que los mismos también serán propiedad del empleador cuando se desarrollen
conforme a sus instrucciones. Es decir, se trata de programas creados por trabajadores
asalariados en el marco de la actividad que realicen en la empresa, ya se deriven del
contrato de trabajo o encomendados con posteridad por el empresario. Así, la doctrina
mayoritaria y la jurisprudencia son de la opinión de que los derechos de explotación
sobre una obra están incluidos en el objeto del contrato de trabajo.
A este respecto, el TS en Sent. de 15 de febrero de 1985 (RJ/1985/636) entiende que la
propiedad intelectual en cuanto conjunto de derechos que la ley reconoce al autor [...]
es parte indisoluble de la actividad laboral, cualquiera que sean los pactos que la
regulen, porque otra cosa conduciría a establecer una artificial y nociva disgregación
del contrato, en cuanto acuerdo de voluntades organizado para producir determinados
efectos, haciéndole perder su sustancial unidad y haciendo, incluso, desaparecer los
principios generales y especiales sobre los que cada relación de construye.
A sensu contrario, cabe preguntarse ¿a quién corresponde la titularidad sobre los
derechos de explotación de un programa de ordenador, creado por un trabajador
asalariado, cuando dicha creación estaba fuera del ámbito de sus funciones (no era su
tarea o cometido), y no se le dio instrucciones al respecto?
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Hemos visto, que la regla general es que los derechos de explotación sobre un programa
creado por un trabajador pertenezcan a la empresa o entidad en la que presta sus
servicios. Sin embargo, la realidad del mundo laboral admite muchas singularidades, y
algunas empresas y las Administraciones Públicas contratan trabajadores sin determinar
claramente sus funciones o con una categoría profesional inferior a la que
correspondería al puesto. En estos casos la titularidad de los derechos es discutible, y es
frecuente que se le reconozcan a dichas personas o bien sean compartidos con la
empresa.
En este sentido la conocida STS de 21 de junio de 2007 (RJ/2007/5575), atribuye la
titularidad de los derechos al trabajador asalariado, por cuanto de la prueba practicada
se revela, que el trabajador asalariado procedió a la invención del programa de
ordenador por propia iniciativa, y no por ser esta su tarea o cometido, ni por encargo
expreso o indicaciones concretas de la empresa.
Así, y en palabras de BERCOVITZ6, se puede afirmar que cuando un trabajador
asalariado crea un programa de ordenador durante la vigencia de su contrato o
relación de trabajo […] los derechos de explotación sobre el mismo corresponderán al
empresario, siempre que dicho programa sea fruto de una actividad de creación explícita
o implícitamente constitutiva del objeto de su contrato.
Por todo ello, para que el programa de ordenador desarrollado por personal de la
universidad, sea titularidad de la misma, será requisito indispensable la existencia de un
vínculo demostrable entre ésta y las funciones del autor, ya sea mediante su plasmación
en el contrato de trabajo, o porque forme parte inherente y demostrable de sus
funciones.
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Comentario a la STS de 21 de junio de 2007, pág. 249
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Bases de datos recopiladas por el personal de administración y servicios de las
universidades
La expresión "base de datos" se encuentra delimitada en el art.12.2 TRLPI como "las
colecciones de obras, de datos, o de otros elementos independientes dispuestos de
manera sistemática o metódica y accesibles individualmente por medios electrónicos o
de otra forma". El concepto de base de datos que contiene dicho artículo reproduce la
definición establecida por la Directiva 96/9/CE, de 11 de marzo de 1996, sobre la
protección jurídica de las bases de datos (art.1.1), incorporada al ordenamiento español
mediante Ley 5/1998, de 6 de marzo.
De la definición del art.12.2 TRLPI se derivan tres rasgos esenciales que caracterizan
las bases de datos, y que permiten distinguirlas de otro tipo de obras:
1º. Se trata de una colección de obras, datos y elementos independientes entre sí, donde,
la eliminación de alguna de las obras que contiene no altera la base de datos en su
conjunto. A sensu contrario, aquellas obras cuyo contenido sean obras que guarden una
relación estrecha entre sí no podrán ser catalogas como bases de datos.
2º. Las obras, datos y elementos que componen la base de datos se encuentran
dispuestos de manera sistemática y metódica, ya que las mismas se caracterizan por
tener como finalidad facilitar la consulta.
3º. El contenido de la base de datos es accesible de forma individualizada, por medios
electrónicos o de otra forma.
Dicha definición es muy amplia, ya que para el TRLPI son bases de datos tanto las
"tradicionales", que contienen meras recopilaciones de datos en soporte electrónico,
como las colecciones de obras o las obras compuestas de varias obras presentadas en
formato analógico. Así, una base de datos puede ser tanto una recopilación de datos en
formato en formato electrónico sobre un tema concreto, como una antología de las
mejores poesías de un escritor editada en formato de libro físico.
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Sin embargo, el aspecto más relevante de la protección de las bases de datos por
derechos de propiedad intelectual consiste en la doble protección prevista por el TRLPI
para este tipo de obras, como resultado de la transposición de la citada Directiva
96/9/CE: por un lado la protección de derechos de autor encuadrado en el Libro I del
TRLPI y, por otro la protección por el denominado derecho sui generis, regulado en el
Libro II de dicha normativa.
Según reza el art. 10 TRLPI, uno de los requisitos indispensables para que una obra sea
objeto de propiedad intelectual es la originalidad de la misma, supuesto en el que
quedará sujeta a las normas contenidas en el Libro I del TRLPI, por lo que la cesión y
sus derechos se regirán por lo establecido en los arts. 43 a 57 TRLPI. Sin embargo, a
diferencia de los programas de ordenador, mencionados expresamente dentro del ámbito
de protección establecido por dicho art. 10 TRLPI, el legislador dedicó un artículo
aparte a los derechos de autor sobre programas de ordenador, siendo, como hemos visto,
el art. 12 TRLPI el que regula y define de forma específica los derechos de autor sobre
la estructura de una base de datos.
Por otro lado, independientemente de la protección por derechos de autor sobre la
estructura de las mismas, las bases de datos pueden ser también objeto de protección
mediante el derecho sui generis, regulado en el Libro II, arts. 133 a 137, TRLPI.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua define sui generis como "de un género
o especie muy singular y excepcional"; así este derecho específico, que fue introducido
por la Directiva 96/9/CE, podrá alegarlo el fabricante que demuestre una inversión
sustancial de medios financieros, tiempo, esfuerzo, energía u otros de similar naturaleza
para la obtención, verificación o presentación de su contenido (art. 133.1 TRLPI). De
este modo, el derecho sui generis permite al fabricante impedir la extracción y/o
reutilización de la totalidad o de una parte sustancial de los datos que ha recopilado (art.
133.1 TRLPI).
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Facultades de extracción y reutilización del art. 133.1 párrafo segundo TRLPI, que
deben entenderse como:
-
Derecho de extracción: aquella actividad que consiste en el traslado de un sitio a
otro de los datos que conforman la base. Se trata por tanto de sacar físicamente
información para fijarla en otro soporte, incluso de forma temporal.
-
Derecho de reutilización: toda forma de puesta a disposición al público del
contenido de la base mediante la distribución de copias.
Así, frente al derecho de autor, que tutela la originalidad de la obra y la explotación de
esta, el derecho sui generis preserva exclusivamente un interés económico. Dicho
derecho subjetivo reconoce la inversión realizada por el fabricante de la base de datos,
pero no va a requerir que la base misma sea original. En este sentido, la Sent. JPI núm.
13 Madrid (24 julio 2001), caso Aranzadi vs. El Derecho, en su F.J. 12, al establecer
una definición del derecho sui generis sobre las bases de datos, en base al art. 133.1
TRLPI, llega a la conclusión de que el mismo “solo busca evitar el daño comercial que
puedan producir las extracciones o usos de partes sustanciales de una base de datos, es
decir, protege la inversión en la base de datos cuando alguien se aprovecha de este
esfuerzo económico o laboral para confeccionar con el material ajeno, sin su
autorización, su propia base de datos, introduciéndola en el mercado para dañar al
primer productor”; y continua afirmando que se protege no la creatividad, sino la
inversión empleada por el productor para generar la base de datos. Por tanto, y en
palabras de BOUZÁ LOPEZ, la función del fabricante, respecto de la base de datos, no
es la creación intelectual de la misma, sino la producción de dicha base7; en esta misma
línea RODRÍGUEZ TAPIA8, en cuanto a la naturaleza de las bases de datos, es de la
opinión que las mismas no son obras finales sino instrumentales, por cuanto su objeto es
la consulta previa para la obtención de información de cara al desarrollo de un trabajo
final.
7
BOUZÁ LOPEZ, M.A., "El derecho sui generis del fabricante de la base de datos", op. cit. pág. 192
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De este modo, una misma base de datos podrá obtener doble protección por derechos de
autor o por derecho sui generis, ya que ambos tipos de protección de una base de datos
son compatibles entre sí, conforme al art. 137 TRLPI, que establece que la protección
del derecho sui generis de una base de datos se reconoce sin perjuicio de cualesquiera
otras disposiciones legales que afecten a la estructura o al contenido de una base de
datos.
Autoría vs Titularidad
Aplicando lo que acabamos de ver al personal de administración y servicios de las
Universidades, es necesario señalar que todo empleado que crea una obra en virtud de
una relación laboral o funcionarial también es considerado autor; en consecuencia,
dichos autores están en posesión de todos sus derechos morales y patrimoniales,
pasando estos últimos a ser titularidad de la Universidad, al amparo del art. 51 TRLPI,
en virtud del vínculo profesional entre el empleado y el empleador. Así, a grandes
rasgos, se puede afirmar que las Universidades, a través de su personal, manejan dos
grupos de bases de datos: las obtenidas mediante el pago anual de la correspondiente
licencia (Aranzadi Westlaw, La Ley...) y cuyo contenido es inalterable, ya que cumplen
una función meramente consultiva; y aquellas generadas por el PAS mediante el uso del
soporte electrónico adecuado, como la herramienta básica de Windows, conocida como
Access, o Universitas XXI, suministrada por la Oficina de Cooperación Universitaria,
previo pago de las mismas.
Las primeras no generan mayores problemas, ya que no pertenecen a la Universidad,
sino que ésta hace uso de ellas, para su consulta, tras la adquisición de la
correspondiente licencia. Sin embargo, las segundas pueden plantear problemas de
titularidad y, en algunos casos, de Protección de Datos, que, aunque no son objeto de la
presente, conviene tener en mente.
En este sentido, la Audiencia Provincial de Girona, en Sentencia de 3 de marzo de 2010,
se pronunció sobre la titularidad de una base de datos creada por un empleado del
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Ayuntamiento de Castello D'Empuries sobre el soporte de Access, y en el F.J. 3º
establece que el citado programa es un sistema gestor de bases de datos sobre cuya base
"el actor lo que hizo es tener una base de datos operativa en base a los conocimientos
técnicos que tenía y un uso creativo en base a los conocimientos jurídicos de que
disponía", y añade, "no cabe duda alguna de que el actor es titular de una base de
datos por él desarrollada sobre la base de un sistema gestor de datos y en consecuencia
su creación es objeto de protección".
Sin embargo no toda base de datos es susceptible de protección por el derecho de
propiedad intelectual, ya que para que este sea de aplicación, es condición sine qua non
que nos encontremos ante una base de datos original, esto es, el derecho de autor
únicamente se reconoce a las creaciones que cumplan los requisitos del art.10 TRLPI.
Por ejemplo, si la base de datos es una colección de obras, la originalidad deberá
apreciarse en los criterios de selección o disposición de dichas obras. Así la Sentencia
de la Audiencia Provincial de Barcelona, de 1 de julio de 1991, se pronuncia sobre un
plagio entre dos diccionarios de la lengua catalana y señala en el F.J. 11 que no todos
los diccionarios son iguales, aunque estén referidos a una misma lengua pues tanto en
su nomenclatura o macro estructura -lectura vertical- como, especialmente en su micro
estructura -lectura horizontal- habrá o deberá haber diferencias, en función,
respectivamente, del orden de catalogación de las unidades lexográficas empleadas y
de la información dada en ellos sobre el contenido semántico.
Así, podrán ser titulares de los derechos sobre las de bases de datos:
El autor de la base de datos, desde el mismo momento en que la misma, como obra, está
protegida por el derecho de autor, ya que, como se ha visto, son compilaciones literarias
fruto de una actividad intelectual. Como apunta BERCOVITZ9, únicamente cuando una
base de datos responde a una actividad personal de su creador, la misma será una
creación intelectual. Esto significa que el resultado de la elaboración de la base de datos
9
Pág. 303 y 204
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deberá ser fruto de un esfuerzo económico y humano que resulte en un trabajo original,
correspondiéndole así los derechos de autor al creador de la base de datos.
Por otro lado el art. 133.3 a) TRLPI define al fabricante de la base de datos como “la
persona natural o jurídica que toma la iniciativa y asume el riesgo de efectuar las
inversiones sustanciales orientadas a la obtención, verificación o presentación de su
contenido”. Según se desprende de dicho artículo, la protección recaerá, por tanto,
sobre la empresa o administración, que realice la inversión, no en los empleados, que se
limitarán a ejecutar las tareas necesarias para producir la base de datos. de esta manera,
el fabricante de la base de datos estará protegido por el derecho sui generis desde el
mismo momento en que realice una inversión sustancial en la fabricación o producción
de la misma, independientemente de que la base de datos sea o no original. En el
supuesto de que, además, se trate de una base de datos original, estará también
amparada por los derechos de autor, produciéndose así la doble protección ya
mencionada.
Conclusiones
No obstante lo anterior, en estos momentos, la protección específica que otorga el
Derecho de Propiedad Intelectual a los programas de ordenador y bases de datos
generadas por el personal al servicio de las universidades, se ve afectada por la
modificación introducida por la Disposición Final 3.7 de la Ley 14/2011, de 1 de junio,
de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, al art.80 de la Ley Orgánica de
Universidades, mediante la adición de un quinto apartado que establece: formarán parte
del patrimonio de la Universidad los derechos de propiedad industrial y propiedad
intelectual de los que ésta sea titular como consecuencia del desempeño por el personal
de la Universidad de las funciones que le son propias. Dicho precepto, parece querer
disipar cualquier duda que pudiera suscitarse en relación a la titularidad de los derechos
de explotación sobre cualquier base de datos o programa de ordenador que desarrolle el
personal de las universidades en ejercicio de sus funciones, independientemente de su
vínculo laboral o funcionarial. Sin embargo, al tratarse de una modificación normativa
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tan reciente, queda abierto el debate sobre la misma, y habrá que estar, por tanto, a la
interpretación doctrinal y jurisprudencial que se realice en un futuro próximo.
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Soledad Béthencourt Zamora
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