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Reflexiones para el Tiempo
de Cuaresma 2015
MISIÓN PERMANENTE Y
AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA
PRESENTACIÓN
El tiempo de cuaresma es el tiempo propicio para escuchar y profundizar en el llamado que el Señor nos hace
a ser sus discípulos misioneros, de tal manera que la conversión, consecuencia del encuentro con Él, sea una
verdadera decisión a seguirlo y un compromiso generoso para asumir su misión evangelizadora en comunión
con la Iglesia
Con esta finalidad se ofrecen nuevamente estos temas reflexión para los ejercicios cuaresmales. En esta
ocasión la temática responde al Año de la Vida Consagrada promulgado por el Papa Francisco para promover y
valorar las distintas formas de vida consagrada en la Iglesia; además estas reflexiones responden al espíritu de
la Misión permanente en nuestra Diócesis,
El objetivo general es: Reflexionar, desde la experiencia de los primeros misioneros en México, y a la luz de
Sagrada Escritura y del Magisterio sobre las exigencias y compromisos que nos pide la Misión permanente.
La temática parte del trabajo misionero de los primeros evangelizadores en México, a la luz de textos del
magisterio sobre la misión, especialmente La alegría del evangelio y el Documento de Aparecida, para llegar a un
compromiso que se debe asumir como bautizado en la Misión de nuestra Diócesis.
Los temas habrán de adaptarse a cada comunidad y a cada grupo de destinatarios, con creatividad y
respondiendo a las necesidades de evangelización. Esto nos exigirá leer con detenimiento cada uno de los
temas para discernir el modo de comunicar el mensaje a los destinatarios. Será necesario también leer con
cuidado las dinámicas de cada tema y distribuir anticipadamente los tiempo para cada momento y responder
con creatividad a lo que sea necesario.
En esta ocasión los temas fueron elaborados por el P. Jesús Flores y el P. Antonio Rivera a quienes les
agradecemos su esfuerzo y dedicación que nos permite ofrecer este material a nuestras comunidades.
Que María santísima, la pedagoga de la fe y la primera misionera, interceda para que el don conversión se dé
en nuestras vidas.
P. Javier Cruz Muñoz
Vicario Episcopal de Pastoral
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LA MISIÓN DE LA IGLESIA
OBJETIVO: A partir de los testimonios de religiosos misioneros reflexionar sobre la vocación que cada uno
hemos recibido de ser misioneros para responder con generosidad a la Misión Permanente.
Oración inicial:
Te damos gracias, Señor, porque en Ti, única fuente de felicidad encontramos un auténtico tesoro, de
donde emanan todas las gracias para tu Iglesia. Tu amor nos penetra llamándonos a compartir tu vida,
a experimentar tu amistad y a adherirnos a Ti, viviendo como verdaderos discípulos misioneros desde
la unidad, en medio de tan variados dones y carismas. Te damos gracias, porque suscitas hermanos que
ofrecen su vida para llevarte a tantos que no te conocen o que te conocen a medias. Especialmente te
damos gracias por los hermanos consagrados. Gracias, Señor, porque tu vida, hecha Eucaristía es
alimento que fortalece nuestra vida eclesial y nuestro ser de hijos de Dios. Señor, tu amor infinito
sondea y penetra lo más íntimo de nuestro ser. Tú que nos conoces y lo sabes todo, concédenos a los
laicos, los consagrados y todos los agentes de pastoral un corazón generoso, haznos capaces de
compartir nuestra vida desde la alegría, el gozo y la caridad. Robustece nuestra fe, fortalécenos con
una esperanza alegre que se comprometa en el amor auténtico para transmitir a Cristo. Amén.
EXPERIENCIA DE VIDA
Dinámica:
Es necesario tener una imagen tamaño carta de un templo, la cual se cortara en varios pedazos y cada uno de
estos se pegarán en bajo los asientos de los asistentes a la reflexión. Cada parte tendrá al reverso los nombres de los
primeros evangelizadores de México.
El facilitador del tema hará una breve introducción de cómo nuestra fe es fruto del esfuerzo de otros que han
querido dar de sí mismos para generar la Iglesia en la que ahora celebramos nuestra fe; hará énfasis en que esta Iglesia
no es cosa del pasado, sino una Iglesia que está llamada a ser Reino de Dios en medio de nuestro mundo y esto es tarea
de todos.
Una vez hecha la motivación invitará a los participantes a construir esa Iglesia buscando bajo su silla algún indicio
que los lleve a ser parte en la edificación de la misma. Cada que una persona encuentre una sección de la imagen será
invitada a pegarla en algún espacio preparado para ello.
TESTIMONIO DE LOS PRIMEROS MISIONEROS
La historia de los misioneros en la Nueva España, comenzó obviamente con la llegada de los europeos
a la Nueva España. En el sentido estricto, el término de misión alude a la labor que debían de realizar como
parte del llamado que habían recibido del mismo Señor Jesús de ir y llevar la Buena Nueva del Reino a todas
las naciones (Cfr. Mt 28,19-20).
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LA MISIÓN ANTE UNA GRAN TAREA
En el vasto escenario mexicano, la misión de los frailes era bastante compleja: La conversión al
cristianismo de miles de indígenas por vía de catequización, dentro de un gran programa que inicialmente
permitió a las recién llegadas órdenes religiosas de cristianos repartiese en las regiones donde era más
urgente efectuar la tarea de evangelización. Para los religiosos recién llegados el territorio era extenso,
desconocido y en muchos casos agreste e inhóspito, además de la resistencia de los grupos indígenas que se
negaban a aceptarlos a ellos, a su doctrina y a los conquistadores por igual. A esto hay que agregar la enorme
dificultad que tuvieron los sacerdotes para aprender la lengua de las diferentes regiones en las que debieron
trabajar.
LA MISIÓN EXIGE UNA ENTREGA GENEROSA
La magna obra de evangelización fue iniciada por los franciscanos, les siguieron los dominicos,
agustinos y jesuitas. Los primeros llegaron a tierras mexicanos en 1524, y en pocos años lograron la fundación
de templos y conventos, consecuencia lógica del establecimiento de las primeras misiones en casi toda la
parte central y porciones del sureste de la República, aunque luego debieron compartir parte de su territorio
con los dominicos, quienes llegaron a la Nueva España en 1526, iniciando su actividad religiosa en Oaxaca,
Guerrero, Chiapas, Michoacán y Morelos. Por su parte, los agustinos arribaron en 1533 y sus misiones
abarcaron porciones de los actuales estados de México, Hidalgo, Guerrero y algunas zonas de la huasteca.
La Compañía de Jesús hizo su aparición hacia fines de 1572; aunque desde un principio sus tareas se
dedicaron a la educación, sobre todo de la niñez, no descuidaron la labor apostólica en los lugares donde
apenas se iniciaba y que no habían sido cubiertos por las otras órdenes religiosas. Así llegaron con relativa
rapidez a Guanajuato, San Luis Potosí y Coahuila, para después extenderse al norte llegando hasta Baja
California, Sonora, Sinaloa, Chihuahua y Durango.
LA MISIÓN PIDE FORMACIÓN
Hacia fines del siglo XVII los franciscanos, con autorización de la Santa Sede, fundaron los colegios
apostólicos de misioneros de Propaganda de Fide (o propagación de la fe), pretendiendo con ello dar un
nuevo impulso a la evangelización y preparando misioneros para redoblar esfuerzos en todo el territorio de la
Nueva España. Así se abrieron los colegios de Querétaro, Zacatecas, México, Orizaba y Pachuca, junto con
otros dos más tardíos en Zapopan y Cholula.
Posteriormente, a la expulsión de los jesuitas del territorio nacional en 1767, permitió que los
franciscanos se hicieran cargo de sus fundaciones establecidas en el norte, y ocuparon la Alta California,
además de porciones de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Texas, Nuevo México y desde luego parte de la
Sierra Gorda que, junto con la Baja California, compartían con los dominicos.
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LA MISIÓN ES PERMANENTE
En algunos lugares persistió la costumbre de seguir llamando misiones a aquellas fundaciones
levantadas por los frailes en su larga y penosa labor evangelizadora. Muchas de ellas desaparecieron para dar
paso a templos y conventos bien establecidos, que se usaban además como punto de partida para alcanzar
nuevos lugares donde propagar la religión católica. Otras más quedaron abandonadas como mudos
testimonios de sangrientas insurrecciones indígenas o como fieles recuerdos de la indómita geografía que ni
la fe pudo doblegar.
Lo que alcanzamos a percibir es una titánica labor emprendida por un puñado de hombres, cuyo único
objetivo fue el de enseñar su religión a otros tantos que no sabían cómo aprenderla; una tarea que críticos e
historiadores han juzgado de muchas formas y desde muchos enfoques, aunque nadie podrá negar la enorme
carga espiritual y artística que todos esos hombres dejaron a su paso por una tierra que aún recuerda sus
nobles sentimientos.
La fe que ahora profesamos y celebramos es fruto de los esfuerzos memorables de hombres que
dijeron sí al Señor, como María, que su sí se fue haciendo realidad en cada día, con el esfuerzo constante y
especialmente en la unidad a Aquél que los llamó y los sostuvo en la lucha generosa para llevar a cabo la
misión encomendada. Muchos de ellos fueron mártires de esta tarea evangelizadora.
ILUMINACIÓN
JESÚS NOS ENVÍA A LA MISIÓN
Antes de la ascensión del Señor, estando en el monte donde Jesús los había citado les dijo a los
discípulos: Me ha sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos
sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir
todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia (Mt
28, 19-20). Con estas palabras estaba Jesús designando la esencia de la Iglesia, debería ser una Iglesia
misionera.
Para cumplir este deseo del Resucitado, muchos hombres y mujeres han consagrado su vida a la
propagación de la fe. Así han nacido muchas congregaciones religiosas que han destinado su ser y quehacer
a llevar la Buena Nueva a todas las gentes (Jesuitas, Franciscanos, Dominicos, etc.). Nuestra patria es el
testimonio vivo de la entrega de estos hombres. Hoy podemos acudir a los templos para celebrar nuestra fe,
a los centros de formación para conocerla, etc., gracias a que ellos consagraron su vida para que nosotros en
Cristo, tuviéramos vida, surgiendo así la vida consagrada, que nace, crece y se debe a la Iglesia y que ha
beneficiado enormemente a la comunidad cristiana. Y claro esta obra de Dios no se entiende sino en el
mosaico diverso de carismas y dones que Dios suscita en su pueblo.
El documento de Santo Domingo atestigua esta afirmación cuando dice: “La obra evangelizadora,
inspirada por el Espíritu Santo, que al comienzo tuvo generosos protagonistas sobre todo a miembros de
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órdenes religiosas, fue una obra conjunta de todo el pueblo de Dios, de obispos, sacerdotes, religiosos,
religiosas y fieles laicos” (SD,19)… y lo actualiza para el ahora: “El sujeto de la nueva evangelización es toda la
comunidad eclesial según la propia naturaleza: nosotros los obispos, en comunión con el Papa, con nuestros
presbíteros y diáconos, los religiosos y religiosas, y todos los hombres y mujeres que constituimos el pueblo
de Dios (SD, 25).
LA ALEGRIA DE ANUNCIAR EL EVANGELIO
Hace un nuevo llamado a todo el pueblo de Dios para emprender una nueva evangelización cuando
en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” dice: Quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos
a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría (EG, 1).
Es una invitación para que al llevar esa buena nueva del Reino alcancemos la vida: La propuesta es
vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el
aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la
orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea
evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal:
«Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la
entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente, un evangelizador no
debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y
confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo
actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través
de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio,
cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo». (EG, 10).
La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera.
La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo (Cfr. Lc 10, 17). La vive
Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los
pobres y pequeñitos (Cfr. Lc 10,21). La sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al escuchar
predicar a los Apóstoles «cada uno en su propia lengua» (Hch 2,6) en Pentecostés. Esa alegría es un signo de
que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto. Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don,
del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: «Vayamos a otra
parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc 1,38). Cuando está
sembrada la semilla en un lugar, ya no se detiene para explicar mejor o para hacer más signos allí, sino que el
Espíritu lo mueve a salir hacia otros pueblos (EG, 21).
SOMOS UNA IGLESIA EN MISIÓN PERMANENTE
Nuestra Iglesia Diocesana se ha declarado en misión permanente lo cual nos hace falta buscar y
recuperar por todos los medios la vocación de todo bautizado a ser discípulo misionero (III PDP 354).
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COMPROMISO
Una vez que hemos traído a nuestra mente aquel dato histórico de nuestro pasado religioso, signo palpable de la
presencia del Resucitado en nuestra propia historia personal, y enriquecida con el aporte de nuestros Pastores, es
conveniente abrazar ese compromiso de vida de una manera palpable, y conocer el nivel de evangelizadores que
tenemos.
Dinámica: El minuto de Dios
*Herramientas: Un reloj, una lista previa de quienes escucharían el mensaje. Se invita a 5 personas como participantes, el
resto de las personas simularán a quienes escuchan el mensaje.
*Tienen un solo minuto para dar el mensaje central de la evangelización (de la Buena Nueva de Jesucristo).
¿Qué le dirías en un minuto a 50 religiosas contemplativas, 170 cardenales de la Iglesia católica, un mormón o testigo de
Jehová que dejaron la Iglesia católica, un alcohólico o prostituta, el médico de tu comunidad, un enfermo, el jefe de tu
oficina, al compañero del trabajo, a tu vecino, a tus hermanos, etc.? Una vez que terminan su participación se
comparten experiencias del momento.
*Algunas cuestiones:
- ¿Nos resulta fácil o difícil hablar de Dios a los demás? ¿Por qué?
- ¿Creemos que es necesario que todas las personas (independientemente de su profesión) tengan la necesidad de que
se les hable de Dios?
- ¿Cómo podemos ayudar en la evangelización de nuestra comunidad?
*Repetimos todos ésta frase: “Evangelizar no es una opción, es una mandato. Hay que formar evangelizadores-
misioneros”. Evangelizar no es la principal actividad de la Iglesia, es la única. Por eso hemos de comprender que
un evangelizador no nace como tal, sino que tiene que ser formado y capacitado. La necesidad más urgente es
la evangelización de nuestra misma Iglesia.
“La Iglesia debe ser evangelizada” decía el Papa Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi de 1975. Es
necesario que construyamos una Iglesia rejuvenecida, marcada por la alegría de sabernos mensajeros de la
buena noticia de Dios. De darle sentido y vida a ese templo que formamos al inicio de nuestro tema,
perdiendo el miedo de hablar de Dios a los demás, especialmente en nuestra familia.
Oración final:
Señor Jesús, tú eres nuestra paz,
mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias, a nuestros niños,
adolescentes y jóvenes, a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos, ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Amén.
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LA MISIÓN DE EDUCAR
OBJETIVO: A partir de testimonios de religiosos que han dedicado su vida a la misión desde la educación,
reflexionar sobre la urgencia que tiene la educación hoy en la vida del hombre.
Oración inicial:
Señor Jesús, que la educación sea un instrumento para que todos los niños y jóvenes te conozcan. Que
sea el punto de partida hacia el crecimiento, el desarrollo personal y la integración. Que la educación
transforme al mundo, formando una sociedad más justa, más solidaria y más humana, donde cada
persona tenga la oportunidad de desarrollar sus cualidades, virtudes y superar sus dificultades. Que la
educación de todo hombre tenga expectativas de futuro, que le permita a cada niño soñar con un
mañana, donde cada joven pueda sentir que su mundo es posible y cada padre no sienta la impotencia
de “no poder educar bien a su hijo”.
Que la educación tenga maestros eficientes con una gestión clara, competente y valorada y que
privilegien la vida y el amor como la prioridad de sus virtudes. Que la educación enseñe en la fe y en la
esperanza, donde cada persona pueda sentirse llamado a una misión en el mundo, y donde cada familia
construya desde la fe su compromiso de educar y proteger a cada uno de sus hijos. Amén.
EXPERIENCIA DE VIDA
Dinámica:
Una gran parte de la vida de la vida del hombre está destinada a educarse. Los padres luchan para que sus hijos
vayan a las mejores escuelas y tengan lo necesario para su instrucción y educación. Los hijos asisten día a día a clases,
hacen sus tareas, presentan exámenes, todo con la finalidad de estar capacitados para poder abrirse las puertas en la
vida. Vamos a ver si realmente en nuestra vida es una prioridad esto de la educación.
Imagínate que recorres el camino de la vida, cargando cinco maletas, que son los cinco intereses o propósitos,
que alternamente motivan tu vida, identifícalos con dos o tres palabras. (Esto implica ser honesto y para identificarlos
piensa a qué le dedicas más tiempo y energías a lo largo del día. Ejemplo: Adquirir un puesto de autoridad, tener la mejor
casa, un buen coche, ganar fama, servir a los pobres, amar, dar gloria a Dios, Evangelizar, etc).
Maleta #1 ____________________________________
Maleta #2____________________________________
Maleta #3 _________________________________
Maleta #4________________________________________
Maleta #5 ________________________________________
-En este viaje, al pasar por una aduana, se ha de dejar una de estas maletas. ¿A cuál renunciarías? _____________
-Ya cansado de tanta carga, y para ser capaz de seguir adelante, hay que abandonar una más. ¿Cuál dejarías? ___________
-En seguida vas a pasar un río en un pequeño bote, sólo se te permite llevar dos maletas. ¿Cuál dejarías en la orilla? ______
-Por último, para ingresar en el reino, sólo se te permite llevar una maleta en la mano. ¿Cuál de las dos que te restan
elegirías para entrar?_________________________
¿Cuál fue el resultado? ______________________________________
¿Tu ideal coincide con lo que en la vida diaria vives y por lo que luchas?__________________________________________
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La Misión a través de la educación
LA EDUCACIÓN COMIENZA CON LA INCUTURACIÓN
Lo primero que hicieron los franciscanos en la evangelización para llegar al corazón de los indígenas
era aprender la lengua, para después evangelizar y educar. Y en esto los mismos niños les ayudaron mucho a
los frailes, pues éstos, refiere Mendieta, «dejando a ratos la gravedad de sus personas, se ponían a jugar con
ellos con pajuelas o pedrezuelas el rato que les daban de huelga, para quitarles el empacho con la
comunicación», y siempre tenían a mano un papel para ir anotando las palabras aprendidas (Cfr. Historia
Eclesiástica Indiana, III,17).
Al final del día, los religiosos se comunicaban sus anotaciones, y así fueron formando un vocabulario, y
aprendiendo a expresarse mal o bien. Un niño, Alfonsito, hijo de una viuda española, que tratando con otros
niños indios había aprendido muy bien la lengua de éstos, ayudó especialmente a los frailes. Vino a ser
después fray Alonso de Molina. De este modo, el Señor «quiso que los primeros evangelizadores de estos
indios aprendiesen a volverse como al estado de niños, para darnos a entender que los ministros del Evangelio
que han de tratar con ellos... conviene que dejen la cólera de los españoles, la altivez y presunción (si alguna
tienen), y se hagan indios con los indios, flemáticos y pacientes como ellos, pobres y desnudos, mansos y
humildísimos como lo son ellos» (Cfr. Historia Eclesiástica Indiana, III,18).
LAS ESCUELAS, ESPACIOS CLAVE PARA EDUCAR
Una vez aprendida la lengua de los indígenas edificaban junto a los monasterios unas grandes salas
para escuela de niños indios. En 1523, apenas llegado, fray Pedro de Gante inició en Texcoco una primera
escuela, y poco después pasó a enseñar a otra en México. En seguida surgieron otras en Tlaxcala, en
Huejotzingo, en Cuautitlán (el pueblo de Juan Diego) y en Teopzotlán, y más adelante en muchos sitios más.
Rápidamente se fue multiplicando el número de estos centros educativos, de modo que, en buena
parte, la evangelización de México se hizo en las escuelas, a través de la educación de los indios. Los frailes
recogían a los niños indios, como internos, en un régimen de vida educativa muy intenso, y «su doctrina era
más de obra que por palabra». Allí, con la lectura y escritura y una enseñanza elemental, se enseñaba canto,
instrumentos musicales y algunos oficios manuales; «y también enseñaban a los niños a estar en oración»
(Historia Eclesiástica Indiana, Mendieta III, 15).
A partir de 1530, bajo el impulso del Obispo franciscano Zumárraga, se establecieron también centros
de enseñanza para muchachas, confiados a religiosas, en Texcoco, Huehxotzingo, Cholula, Otumba y
Coyoacán. La costumbre de las escuelas pasó a las parroquias del clero secular, e incluso el modelo mexicano
se extendió a otros lugares de América hispana. Decía Fray Martín de Valencia en una carta de 1531, que en
estas escuelas «tenemos más de quinientos niños, en unas poco menos y en otras mucho más» (Gómez Canedo
156). Se solía recibir en ellas sobre todo a los hijos de principales. Estos, al comienzo, recelosos, guardaban sus
hijos y enviaban hijos de plebeyos.
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Pero cuando vieron los señores que éstos prosperaban y venían a ser maestros, alcaldes y
gobernadores, muy pronto entregaron sus hijos a la enseñanza de los frailes. Y como bien dice Mendieta, «por
esta humildad que aquellos benditos siervos de Dios mostraron en hacerse niños con los niños, obró el
Espíritu Santo para su consuelo y ayuda en su ministerio una inaudita maravilla en aquellos niños, que
siéndoles tan nuevos y tan extraños a su natural aquellos frailes, negaron la afición natural de sus padres y
madres, y pusiéronla de todo corazón en sus maestros, como si ellos fueran los que los habían engendrado»
(Historia Eclesiástica Indiana, III, 17). Por otra parte, los muchachos indios mostraron excelentes disposiciones
para aprender cuanto se les enseñaba.
Antes de la fundación de la Universidad de México, por Fray Juan de Zumárraga, en 1551, el primer
centro importante de enseñanza fue, en la misma ciudad, el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para
muchachos indígenas. A los doce años «desde que vino la fe», es decir, en 1536, fue fundado por el mismo
obispo Zumárraga y el virrey Antonio de Mendoza, y puesto bajo la dirección de Fray García de Cisneros, uno
de los Doce. En este Colegio, en régimen muy religioso de internado, los muchachos recibían una enseñanza
muy completa, compuesta de retórica, filosofía, música y medicina mexicana, dirigido por los franciscanos, allí
enseñaron los maestros más eminentes, como Bernardino de Sahagún, Andrés de Olmos, Arnaldo de Basacio,
Juan Focher, Juan Gaona y Francisco Bustamente, y lo hicieron con muchos y buenos frutos, entre los que
destaca el indio don Antonio Valeriano, verdadero humanista, que ocupó cátedra en el Colegio, enseñó a
religiosos jóvenes, y tuvo entre sus alumnos a indios, españoles y criollos.
ILUMINACIÓN
PEDAGOGIA DIVINA
Quienes creemos en Dios vemos a un Padre que con una pedagogía genial se ha ido acercando al
hombre para llevarlo de la mano a la casa paterna. En los últimos tiempos nos ha llevado a través de su Hijo
Jesucristo, inspirando nuestra vida y sosteniéndola con su amor. Sus grandes discursos, sus parábolas y su
misma vida es una catequesis que enfoca el ser del hombre dirigiéndolo hacia la realización plena: el amor.
Por lo tanto, todo aquello que hable de educación debe de estar dirigido a enseñar al hombre a amar. Amar
su vida, su entorno, a su prójimo y a su Dios.
¿Cómo es que Dios ha logrado llevar al hombre de tal manera que podemos decir que es el educador
por excelencia? Analicemos lo que fue realizando en el Antiguo Testamento, específicamente en los
acontecimientos de la Alianza-Promesa (análisis aparte será la labor que realiza Jesús).
a) En la Alianza:
Dios, ante el ser humano caído por el pecado, llamó a Abrahán e hizo una Alianza: “Yo seré su Dios y
tú y tus descendientes seréis mi pueblo”. Esta Alianza tiene como fundamento el amor de Dios que se da
gratuitamente. Toda historia bíblica es la historia de la acción de Dios que, fiel a esta Alianza, habla al
corazón del pueblo, dentro de su historia, educándolo para una vida nueva. Fiel a esta Alianza y estando el
pueblo esclavo en Egipto:
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●Dios ve, escucha y conoce la miseria del pueblo y baja para liberarlo (Ex 3,7). Él es el Dios de la
Justicia. La vocación a la libertad y a la justicia es condición irrenunciable en el proyecto de Dios para la
humanidad. No está al margen.
●Dios libera al pueblo del cautiverio en Egipto y revela que la alianza implica un éxodo, un itinerario
para liberarse de la casa de la esclavitud y conquistar la casa de la libertad y de la justicia. En su Alianza, Dios
entra en la vida del pueblo, camina con él, despierta su dignidad oprimida y negada, educándolo para un
nuevo régimen de vida en el amor y en la justicia. Dios se involucra.
●Dios realiza su acción educativa mediante un itinerario que implica la salida de la tierra de la
opresión y un crecimiento y desarrollo progresivos: La acción de Dios no elimina el compromiso humano,
sino lo empeña en todos los sentidos y dimensiones; nos indica un método de ver, escuchar, compadecerse y
actuar en la libertad y hacia la libertad. Para vivir esta vida de libertad, Dios da la ley, los mandamientos,
como herramienta para construir una nueva historia, una nueva vida en la dignidad. Dios indica el camino.
●Dios quiere contar con las personas, con los pobres. En la Alianza, el pobre se torna compañero de
Dios y sujeto de una acción conjunta. Dios los ayuda a descubrir su propio poder para que se puedan
desarrollar y se auto liberen de toda exclusión, vulnerabilidad y pobreza. Dios enseña que la realización de su
proyecto exige la unión, la organización y la acción de los pobres, en favor de la vida y de la justicia. Enseña
que necesitamos del otro, especialmente del pobre, para aprender y construir, juntos y en una relación de
reciprocidad, una vida digna y justa. Dios potencia la vida del hombre.
b) La Promesa:
En la Creación continuada a lo largo de la historia y en la Alianza, Dios promete la Tierra Prometida,
donde “corre leche y miel”, promete un mundo nuevo de paz, justicia y libertad. La Promesa de Dios no es
solamente un objetivo que alcanzar o un resultado que obtener, sino es un camino que hacer. La Promesa
impulsa al pueblo a caminar, a colaborar para despertar e involucrar a las personas caminando con ellas.
●Dios camina con el pueblo hacia la Tierra Prometida, enseña un nuevo modo de vivir, en la libertad y
en la justicia. El camino, como éxodo liberador, está lleno de contradicciones, frustraciones y fracasos:
querían volver al país de la esclavitud, tenían miedo a la libertad, se acobardaban ante las exigencias del
precio para llegar a ser libres. Ante las flaquezas e infidelidades del pueblo, Dios se revela exigente en el
objetivo, pero también compasivo, paciente, misericordioso, solidario, justo y fiel. Dios se dona en la
capacidad de corregir y sobre todo de tener un corazón rico de misericordia y perdón.
●Dios educa al pueblo a través de los acontecimientos. La pedagogía divina se adapta a las
condiciones históricas reales que vive el pueblo. Educaen la vida, desde la vida y para la vida en todas sus
dimensiones.
●Dios educa para generar nuevas prácticas y actitudes, para que crezca dentro del pueblo la novedad
de su amor. El proyecto de Dios requiere el buscar, el generar nuevos comportamientos y nuevas prácticas,
para encarnar y transformar la realidad humana, personal y social.
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Conforme el proyecto de Dios, el pueblo está llamado siempre a ser constructor de un nuevo modo
de vida, de una convivencia social fraterna, libre y justa. Es necesario asumir los desafíos y la incertidumbre,
que son semillas de nuevas ideas. En el horizonte del proyecto pedagógico de Dios está el sueño del Reino,
donde justicia, verdad y libertad se abrazan para hacer surgir nuevos valores, nuevas prácticas que van
concretizando el proyecto de Dios.
●Dios anima al pueblo para no dejarlo perderse por falta de vivencia y conocimiento del proyecto
divino. En especial, envía y habla a través de los profetas. Como colaboradores de Dios educador, ellos
denuncian los desvíos y los errores, anuncian el camino y el proyecto de Dios y realizan acciones
transformadoras. Los profetas educan la esperanza del pueblo, no dejan al pueblo desanimarse ni dejarse
seducir por los falsos ídolos y comportamientos contrarios al proyecto de Dios. Los profetas cultivan la
utopía de la Promesa, despertando una actitud de fidelidad a la Alianza, de auténtica esperanza en la vida, de
compromiso con el ideal de la justicia y libertad, y sobre todo de fidelidad y confianza filial en Dios. La
libertad una vez conquistada permanecerá como vocación irrenunciable para el pueblo elegido y para toda la
humanidad.
COMPROMISO
*Para meditar en nuestra casa:
 A nivel personal me pregunto ¿Cuál ha sido mi educación en el ámbito escolar? ¿Hasta qué grado estudié, si me
fue suficiente o no?, en el ámbito religioso ¿Hasta qué grado llegué en el catecismo, si después de recibir los
sacramentos de iniciación cristiana seguí alimentándome de la doctrina, hasta dónde conozco mi religión? En cuanto
a mi educación por cuenta propia ¿Me gusta la lectura, la buena música, la investigación, etc. o lo veo como algo sin
sentido para mí?
 A nivel familiar ¿Cómo educo a mi familia? ¿Qué veo y permito que vean en la televisión? ¿Busco informarme y
aprovecho lo que me ofrecen en la escuela de mis hijos, en la parroquia, para ser mejor papá o mamá? ¿Me preocupo
por que mis hijos sean virtuosos y aprendan valores?
 A nivel parroquial: ¿Qué me ofrece la parroquia para educarme en la fe? –pueden ser por medio de Ejercicios
Espirituales, Escuela de Valores, Escuela de Laicos, Cursos intensivos, Formación dentro de los grupos de pastoral,
etc..
Oración final:
Señor Jesús, tú eres nuestra paz,
mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias, a nuestros niños,
adolescentes y jóvenes, a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos, ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Amén.
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LA CARIDAD, NÚCLEO DE LA MISIÓN PERMAMENTE
OBJETIVO: A partir del testimonio de caridad de algunos religiosos, reflexionar sobre la exigencia que conlleva
la fe en Jesucristo, el mandato nuevo del amor.
Oración inicial:
Señor Jesús, que nos has dado la gracia de pertenecer a tu Iglesia y nos has llamado a participar en la
misión de salvar a los hombres, ayúdanos a conocerte mejor, a seguirte más de cerca y a darte a conocer
a todos los hombres. Inspíranos valor y entusiasmo, para hacernos amigos de todos aquellos con
quienes nos encontremos y podamos acercarlos a ti. Nunca permitas que te ofendamos en palabras o
acciones.
Acércanos a ti y haz que seamos vigorosos miembros de tu Iglesia. Fortalece y acrecienta tu vida en
nosotros, para que cuanto hagamos sea hecho contigo y para ti. Ayúdanos a perseverar en tu amor, a
vivir en comunión contigo y con nuestros hermanos, a ejercer la caridad que sembraste en nosotros
desde el día de nuestro bautismo, para que podamos extender tu reino. Amén.
EXPERIENCIA DE VIDA
Dinámica:
El animador lee el siguiente texto a los asistentes: Un día cuatro hombres fueron a buscar a su amigo paralítico, lo
subieron a una camilla y lo llevaron a la casa donde se hospedaba Jesús. No pudiendo entrar por la puerta, lo subieron al
techo y lo descolgaron por un agujero que hicieron. Poco después el hombre salía cargando él mismo su propia camilla.
(Cfr. Mc 2, 1-12).
Terminado de leer el texto, el animador dará 5 minutos para que cada participante, de acuerdo a la experiencia
de su vida, recuerde a cinco personas por las que haya hecho alguna caridad semejante a la lectura escuchada. En una
hoja de papel en blanco escribirá los nombres de esas personas. Al reverso de la hoja escribirá las acciones concretas que
hizo por esas personas. Una vez realizados los pasos anteriores, junto al nombre de la persona pondrá un palomita () si
las acciones realizadas las hizo sin renegar o una (x) si esas acciones fueron a la fuerza o renegando. La idea es saber qué
tan eficaz ha sido nuestra caridad.
LA CARIDAD EVANGÉLICA, DISTINTIVO DE LOS PRIMEROS MISIONEROS
Una labor importantísima para el desarrollo integral de los indígenas de nuestro México, fue la que
llevaron a cabo los religiosos franciscanos, pues sin la dura arrogancia de los primeros conquistadores, se
ganaron el afecto y la confianza de los indios. En efecto, los indios veían con admiración el modo de vivir de los
frailes: descalzos, con un viejo sayal, durmiendo sobre un petate, comiendo como ellos su tortilla de maíz y
chile, viviendo en casas bajas y pobres. Veían también su honestidad, su laboriosidad infatigable, el trato a un
tiempo firme y amoroso que tenían con ellos, los trabajos que se tomaban por enseñarles, y también por
defenderles de aquellos españoles que les hacían agravios.
13
Con todo esto, según dice Motolinía, los indios llegaron a querer tanto a sus frailes que al Obispo
Ramírez, presidente de la excelente II Audiencia, le pidieron que no les diesen otros «sino los de San Francisco,
porque los conocían y amaban, y eran de ellos amados». Y cuando él les preguntó la causa, respondieron:
«Porque éstos andan pobres y descalzos como nosotros, comen de lo que nosotros, asiéntanse entre
nosotros, conversan entre nosotros mansamente». Y se dieron casos en que, teniendo los frailes que dejar un
lugar, iban llorando los indios a decirles: «Que si se iban y los dejaban, que también ellos dejarían sus casas y se
irían tras ellos; y de hecho lo hacían y se iban tras los frailes. Esto yo lo vi por mis ojos» (III, 4, 323).
A la hora de comer iban los frailes al mercado, a pedir por amor de Dios algo de comer, y eso comían.
Tampoco quisieron beber vino, que venía entonces de España y era caro. Ropa apenas tenían otra que la que
llevaban puesta, y como no encontraban allí sayal ni lana para remendar la que trajeron de España, que se iba
cayendo a pedazos, acudieron al expediente de pedir a las indias que les deshiciesen los hábitos viejos,
cardasen e hilasen la lana, y tejieran otros nuevos, que tiñieron de azul por ser el tinte más común que había
entre los indios.
Cuenta Motolinía que algunos españoles decían: «Estos frailes nos destruyen, y quitan que no estemos
ricos, y nos quitan que se hagan los indios esclavos; hacen bajar los tributos y defienden a los indios y los
favorecen contra nosotros; son unos tales y unos cuales» -expresión muy mexicana que, como se ve, viene de
antiguo- (III,1, 288). A todo lo cual respondían los frailes: «Si nosotros no defendiésemos a los indios, ya
vosotros no tendríais quién os sirviese. Si nosotros los favorecemos, es para conservarlos, y para que tengáis
quién os sirva; y en defenderlos y enseñarlos, a vosotros servimos y vuestras conciencias descargamos;
porque cuando de ellos os encargasteis, fue con obligación de enseñarlos; y no tenéis otro cuidado sino que
os sirvan y os den cuanto tienen o pueden haber» (III,4, 325).
Otra veces «los españoles también se quejaban y murmuraban diciendo mal de los frailes, porque
mostraban querer más a los indios que no a ellos, y que los reprendían ásperamente. Lo cual era causa que les
faltasen muchos con sus limosnas y les tuviesen una cierta manera de aborrecimiento». Los frailes a esto
respondían: «No costaron menos a Jesucristo las ánimas de estos indios como las de los españoles y romanos,
y la ley de Dios obliga a favorecer y a animar a éstos, que están con la leche de la fe en los labios, que no a los
que la tienen ya tragada por la costumbre» (III, 4, 325).
Algunos españoles tampoco veían bien que los frailes, concretamente en el Colegio de Santa Cruz de
Tlatelolco, dieran una instrucción tan elevada a los indios, poniéndoles a la altura de los conquistadores, y a
veces más alto. A lo que el padre Mendieta replica: «Si Dios nos sufre a los españoles en esta tierra, es por el
ejercicio que hay de la doctrina y aprovechamiento espiritual de los indios, y faltando esto, todo faltaría y
acabaría. Porque fuera de esta negociación de las ánimas (para lo cual quiso Dios descubrirnos esta tierra)
todo lo demás es codicia pestilencial y miseria de mal mundo» (IV, 15). Así de claro.
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ILUMINACIÓN
LA CARIDAD, ESPRESIÓN VIVA DE LA FE
La fe del creyente es vana si no está sostenida por la caridad. Así lo atestigua Santiago cuando dice:
“Hermanos, si alguno dice que tiene fe, pero no viene con obras, ¿De qué le sirve? ¿Acaso lo salvará esa fe? Si
un hermano o una hermana no tiene con qué vestirse ni qué comer, y ustedes le dicen: Que les vaya bien,
caliéntense y aliméntense, sin darles lo necesario para el cuerpo, ¿De qué les sirve eso? Lo mismo ocurre con
la fe: si no produce obras, muere solita. Y sería fácil decirle a uno: Tú tienes fe, pero yo tengo obras.
Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mi fe a través de las obras” (St 2, 14-18).
Esta convicción de Santiago nace del mismo vivir de Jesús, el Hijo de Dios, el rostro del amor del
Padre. El Papa Benedicto XVI así lo describe: “Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la
oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo
abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte
en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y
salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que
habla Juan (Cfr. 19, 37), ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta encíclica: “Dios es
amor” (1 Jn 4, 8). Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir
ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar (Deus
caritas est, 12). La cruz es la prueba máxima del amor de Dios por la humanidad, por su prójimo, el hombre.
LA CARIDAD A LOS MÁS POBRES
Ese amor habrá de manifestarse especialmente para con quien más sufre, el que está en nuestro
camino y que podemos ayudar, es decir, en el prójimo, así lo ha mandado el Señor: “Ámense los unos a los
otros, esto es lo que les mando” (Jn 15,17); así lo explica Su Santidad: “Mi prójimo es cualquiera que tenga
necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo
concreto. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y
abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora. La Iglesia
tiene siempre el deber de interpretar cada vez esta relación entre lejanía y proximidad, con vistas a la vida
práctica de sus miembros. En fin, se ha de recordar de modo particular la gran parábola del Juicio final (Cfr.
Mt 25, 31-46), en el cual el amor se convierte en el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración
positiva o negativa de una vida humana. Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y sedientos, los
forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40). Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más
humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios” (Deus caritas est, 15).
LA CARIDAD ES VIVIR EL AMOR A DIOS Y AL PRÓJIMO
La forma de corresponder al amor con que Dios nos amó primero es esa, amando a nuestro prójimo.
San Juan en su proceso de santificación logró entenderlo a la perfección, por eso insiste a sus fieles que
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deben amar a Dios, que no se ve, amando al prójimo que sí se ve (Cfr. 1Jn 4,20). Y esto será real cuando el
cristiano esté unido a Jesús, pues solo unido a él podemos permanecer en su amor (Cfr. Jn 15,9).
Por eso Benedicto XVI exhorta a la comunidad de fieles a vivir en ese amor a Dios y al prójimo: “…en Dios y
con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo
a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad,
llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y
sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia
exterior del otro descubro su anhelo interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago llegar
solamente a través de las organizaciones encargadas de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas.
Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle
la mirada de amor que él necesita. En esto se manifiesta la imprescindible interacción entre amor a Dios y
amor al prójimo, de la que habla con tanta insistencia la Primera carta de Juan: Si en mi vida falta
completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir
reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo
ser sólo “piadoso” y cumplir con mis “deberes religiosos”, se marchita también la relación con Dios. Será
únicamente una relación “correcta”, pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para
manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que
Dios hace por mí y a lo mucho que me ama.
Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta— han adquirido su capacidad de amar al
prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este
encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor
al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que
nos ha amado primero.
Así, pues, no se trata ya de un “mandamiento” externo que nos impone lo imposible, sino de una
experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente
comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El amor es “divino” porque proviene de Dios y a Dios
nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones
y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea “todo para todos” (Cfr.1 Co15, 28). Deus Caritas est,
18.
COMPROMISO
Una vez que hemos tenido ese acercamiento al tema central de la caridad, es justo que reflexionemos del cómo
hemos actuado frente al prójimo, tomaremos de base el texto del Evangelio de San Mateo, capítulo 25, versículos del 31
al 46. (Se pide a los asistentes en su Santa Biblia, ubicar la cita y seguir la lectura en voz baja.) Quien coordina la reflexión lee
el texto en voz alta.
Una vez terminada la lectura se hace el siguiente cuestionario a los asistentes:
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1.- Si en el juicio final se condenará a quienes hayan negado un vaso de agua al sediento, ¿Qué sucederá con los que hayan
negado el Agua Viva a los demás o ni siquiera volteamos a ver su necesidad?
2.- Si en el juicio final se condenará a los que hayan negado pan al hambriento, ¿Qué sucederá con los que hayan negado el
Pan de la Palabra de Dios a los demás o ni siquiera asistimos a conocerla?
3.- Si en el juicio final se condenará a quienes no hayan vestido al desnudo, ¿Qué sucederá con los que no hayan revestido
de Cristo a los demás o nos cubrimos de pecado? ¿Qué pasará con los que pasamos de largo ante estas necesidades?
4.- Si en el juicio final se condenará a quienes no hayan visitado a los presos, ¿Qué pasará con los que no hayan libertado a
sus hermanos del pecado o seguimos haciendo desidia en no buscar el limpiar nuestra alma?
5.- Si en el juicio final se condenará a quienes no hayan asistido a los enfermos, ¿Qué sucederá con los que no hayan dado
esperanza a los desesperados o nos negamos a salir de nuestro rencor y resentimiento sin mirar en la persona de mi prójimo a
Cristo doliente? ¿Qué pasará con los que ni siquiera a nuestros padres ancianos visitamos, presos de la enfermedad y el
abandono?
*Se hacen comentarios sobre las preguntas anteriores.
Se ha insistido que los deberes del católico son asistir a Misa, confesarse una vez al año, recibir –
aunque de manera esporádica- los sacramentos y vivir en gracia (no pecar). Pero no podemos reducir nuestro
ser cristiano a solamente eso. Es toda una tarea la de enfocar toda nuestra vida y sobre todo nuestro actuar a
una genuina y fructífera relación con una persona viva: JESÚS, PRESENTE EN EL NECESITADO.
Oración final:
Señor Jesús, tu eres nuestra paz,
mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan
que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias,
a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos,
ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Amén.
17
LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS NECESARIOS EN LA MISIÓN
OBJETIVO: A partir del testimonio de religiosos que viven radicalmente al servicio del evangelio reflexionar
sobre la conveniencia de que todo fiel cristiano viva estos valores esenciales.
Oración inicial:
Señor Jesús: Tú eres la piedra angular sobre la que se cimienta la vida del hombre, Tú eres la fuente de
la vida misma, de la pureza y del amor. Te entrego mis manos para hacer tu trabajo. Te entrego mis
pies para seguir tu camino. Te entrego mis ojos para ver como tú ves. Te entrego mi lengua para hablar
tus palabras. Te entrego mi mente para que Tú pienses en mí. Te entrego mi espíritu para que Tú ores
en mí. Sobre todo te entrego mi corazón, mi voluntad y todo mi ser para que en mí ames a tu padre y a
todos los hombres. Te entrego todo mi ser para que crezcas Tú en mí, para que seas Tú, Cristo, quien
viva, trabaje y ore en mí. Amén.
EXPERIENCIA DE VIDA
Dinámica:
• El animador leerá como introducción la siguiente cita bíblica: 2Cor 3,3
Nadie puede negar que ustedes son una carta de Cristo, de la que hemos sido instrumentos, escrita no con tinta,
sino con el Espíritu del Dios vivo; carta no grabada en tablas de piedra, sino en corazones humanos. Palabra de Dios.
Después explica que evidentemente se refiere a una carta original, ya que está escrita no con tinta, sino con la
preciosa sangre del Hijo de Dios, pero si solo repetimos lo que otros nos dijeron somos una fotocopia, si simplificamos el
mensaje, somos una reducción de dicha carta.
Por eso cada uno se ha de preguntar: ¿Qué tipo de carta soy yo? ¿Cómo reflejo a Dios en mi vida? ¿Mis
pensamientos, palabras y acciones ofrecen a los demás un testimonio de Cristo desprendido de lo suyo para los demás,
con un amor transparente y puro en el que no caben el doble sentido y el morbo, un testimonio que sabe hacer la
voluntad de Dios en la vida, aún en los momentos más difíciles?
Se comparten en grupos pequeños estos cuestionamientos.
LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS
VIDA CONSAGRADA
La revista Aleteía, de febrero del 2012, recoge un testimonio vivo de una hermana que asumió esta vida
y que nos servirá para la reflexión de este día:
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“Fui al Carmelo recitando el Salmo 121 (‘que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor’)”,
cuenta la hermana María Luiza de Medeiros, de la Orden de las Carmelitas Descalzas. En 2012, a los 81 años,
lleva ya 56 de vida religiosa, en el Carmelo de Tremembé (a 160 km de Sao Paulo).
Hija de padres católicos y con cinco hermanos – cuatro chicas y un chico–, la hermana María Luiza
sintió la llamada a la vida religiosa después de leer el libro “Historia de un alma”, de santa Teresita del Niño
Jesús (1873-1897). El libro supuso una transformación en su vida, así como los textos de Santa Teresa de Ávila
(1515-1582), reformadora de la Orden de los Carmelitas, por medio de los cuales ella percibió el Carmelo
(convento) como su vocación especial.
Según explica la hermana María Luiza, el objetivo principal de su vida, así como de sus hermanas de
comunidad, es la unión con Dios, un vínculo que se obtiene y fortalece principalmente a través de la oración.
El día de una carmelita de por sí ya es una oración. La jornada comienza a las 4:30hrs., de la mañana. A
las 5:00hrs., ella ya está en la capilla, para rezar Laudes (alabanza matutina) con las otras hermanas. Desde las
5:30 hasta las 6:30hrs., hace oración mental. A las 7:00hrs., tiene la misa.
A lo largo del día, también tiene períodos de oración – privada y en comunidad – por la mañana, por la
tarde y por la noche. Tiene también espacio para la formación, la recreación y el trabajo. La vocación de una
carmelita es “vivir en obsequio de Jesucristo, meditando día y noche la ley del Señor y velando en oración”,
como dice la Regla de la Orden.
Al entrar en el Carmelo, en 1956, la hermana María Luiza fue novicia (primer paso de la vida religiosa).
Después de un periodo de maduración y de formación (hoy son cinco años), profesó los votos perpetuos de
castidad, pobreza y obediencia.
LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS ENLA VIDA CONSAGRADA
Según explica la religiosa, en la castidad está el amor indiviso, la pureza de cuerpo y de alma. En la
pobreza está la expresión de que su única riqueza es Dios. Y en la obediencia, el gran desapego de uno mismo.
La hermana María Luiza vive su consagración en la familia de los Carmelitas Descalzos. Por ello, vive en
un convento que recibe el nombre de Carmelo. “Es un palacio, pero no es mío. Es un palacio de Dios”, afirma.
El corazón de una carmelita “se dilata al mundo entero”. “Es una luz que irradia”, dice la religiosa. “Ama a
todos y a cada persona, sin distinción, deseando el bien de cada hermano. Una carmelita se vuelve una
hermana universal. Nuestra vida de oración es siempre por amor a Dios, deseando la gloria de Dios, y
deseando el bien de los hermanos”.
ILUMINACIÓN
Todo cristiano está llamado a la perfección de la caridad, a poner a Cristo en el centro de su
existencia, a decirle: “Tú solo eres el Señor” (Ne 9, 6; Cfr. Jn 6, 68). Y, en una eclesiología de comunión,
ninguna vocación tiene sentido aislada. Los bautizados con vocación al matrimonio hacen la elección radical
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por Cristo recibiendo a su conyugue y después a sus hijos, si los tienen; el “ Tú solo ” que dirigen a Cristo
no puede ser efectivo sin un “tú solo” dirigido a su conyugue. Los que son llamados a la vida religiosa hacen
la opción radical por Cristo sin conyugue y descendencia; dicen a Cristo un “Tú solo” sin otro “tu solo”
entrando así en un modo de vida fraterna. Los orígenes de la vida religiosa en el monacato nos recuerdan, de
hecho, que la elección del celibato era la elección a unificar la vida en Dios, para amar así más ampliamente.
Esa elección del celibato y las dos dimensiones de una vida unificada por el deseo de Dios y por el amor a la
humanidad diferente del amor conyugal, pero un amor fraterno, son las marcas de la vida religiosa.
La razón de ser y el arraigo en la misión de la vida religiosa se encuentran en ese “Tú solo” original,
con todo lo que implica. En efecto ese “Tú solo” sin ningún otro “tú solo” es, para los religiosos, el espacio
de apertura al amor de Dios y de su respuesta a ese amor, dentro del movimiento de Dios hacia la
humanidad. En el cristianismo, en virtud de la unidad entre los dos mandamientos, no hay apertura auténtica
al amor de Dios que no sea apertura al amor al prójimo. A imagen de Cristo cuyo don sin reserva al Padre es
don para la vida de la humanidad, acoger auténticamente el amor de Dios es volverse a sus hermanos y
hermanas; cuando no hay un “tú solo” humano este movimiento, recibido del amor de Dios por la
humanidad, va, en principio, a todos, al infinito.
A imagen de Cristo, cuya identidad de Hijo bien amado es al mismo tiempo la de Enviado del Padre,
es la relación a Dios que envía a todo cristiano al mundo: recibiendo con el Hijo y en el Espíritu el movimiento
de amor del Padre, somos enviados. Ahí está el vínculo entre contemplación y misión: la primera no está
separada de la vida apostólica, ya sea precediéndola o siguiéndola. La vida religiosa vive este envío de una
manera propia: a diferencia del ministerio, la vida religiosa, aún más la apostólica, no consiste primero en
una función a realizar. La obra apostólica, es la obra de Dios en el religioso; el instrumento apostólico del
religioso, es su propia persona trabajada por Dios; y un religioso que ya no puede hacer nada no es por eso
menos apostólico.
Aquí intervienen los tres votos. Ciertamente no son los únicos elementos que dan a la vida religiosa
su dimensión apostólica y que además, tampoco explican el significado completo de los votos. Estos no
tienen una finalidad apostólica pero no pueden dejar de tener consecuencias apostólicas.
En efecto ese “Tú solo” sin ningún otro “tú solo” es, para los religiosos, el espacio de apertura al
amor de Dios y de su respuesta a ese amor, dentro del movimiento de Dios hacia la humanidad. En el
cristianismo, en virtud de la unidad entre los dos mandamientos, no hay apertura auténtica al amor de Dios
que no sea apertura al amor al prójimo. A imagen de Cristo cuyo don sin reserva al Padre es don para la vida
de la humanidad, acoger auténticamente el amor de Dios es volverse a sus hermanos y hermanas; cuando no
hay un “tú solo” humano este movimiento, recibido del amor de Dios por la humanidad, va, en principio, a
todos, al infinito. A imagen de Cristo, cuya identidad de Hijo bien amado es al mismo tiempo la de Enviado
del Padre, es la relación a Dios que envía a todo cristiano al mundo: recibiendo con el Hijo y en el Espíritu el
movimiento de amor del Padre, somos enviados. Ahí está el vínculo entre contemplación y misión: la
primera no está separada de la vida apostólica, ya sea precediéndola o siguiéndola.
La vida religiosa vive este envío de una manera propia: a diferencia del ministerio, la vida religiosa,
aún más la apostólica, no consiste primero en una función a realizar. La obra apostólica, es la obra de Dios en
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el religioso; el instrumento apostólico del religioso, es su propia persona trabajada por Dios; y un religioso
que ya no puede hacer nada no es por eso menos apostólico.
Aquí intervienen los tres votos. Ciertamente no son los únicos elementos que dan a la vida religiosa
su dimensión apostólica y que además, tampoco explican el significado completo de los votos. Estos no
tienen una finalidad apostólica pero no pueden dejar de tener consecuencias apostólicas. De hecho los
votos, que afectan al vivo nuestra carne -sus apetitos fundamentales de libertad, de poseer, y de amor -, son
una ofrenda de todo el ser a Cristo enviado a este mundo para hacerse carne. Cada uno, a su manera, habla
de un nacimiento de lo alto: colocándose bajo la obediencia para recibir la propia libertad de Dios, realizando
en la castidad célibe su capacidad de darse a los demás, de recibir al otro y dar la vida, recibiendo en la
pobreza todo bien como venido de Dios y perteneciendo por principio a todos. Todo esto es algo que no
viene de un movimiento de las personas dejadas a sí mismas. Solamente un nacer en Dios, un nacimiento de
Dios en nosotros puede ser el origen.
Los votos implican igualmente una manera de mirar al hombre a todo hombre, otro como mí mismo.
La pobreza acepta mirar a la persona tal y como es, sin nada de aquello que el tener la reviste, el hombre
despojado, “desnudo”, tal y como salió de las manos de Dios y tal y como volverá a él el último día. La
castidad en el celibato nos hace ver al otro por Dios, por él mismo o por los demás, y no en el movimiento
espontáneo de vuelta a nosotros mismos. La obediencia nos pone en actitud de diálogo y nos revela al
hombre como ser parlante, es decir capaz de hablar y de escuchar. Así los tres votos deben conducirnos a ser
sensibles a las situaciones en las que la humanidad deseada por el Creador está herida y a hacernos cercanos
de esos hermanos y hermanas nuestras que viven esas situaciones; nos comprometen también a reconocer
la belleza radical de la humanidad y a dar gracias por todo lo que la respeta y la pone en valor.
El amor desciende de arriba, los tres votos sólo tienen sentido si nos permiten reajustar
constantemente nuestra vida a la acogida de este amor que nos envía. Nos recuerdan que no podemos dejar
de realizar nuestra función diaconal (de servidores) pero que no podemos reducir a la función diaconal la
misión: ésta hay que comprenderla y recibirla no a partir del mundo y de sus gritos sino a partir de Aquel que
nos envía con su Hijo y en el Espíritu. “Si distribuyese todos mis bienes en limosnas....” (1Cor, 13,3).
COMPROMISO
Una vez que hemos meditado sobre lo trascendente que es la vivencia de los consejos evangélicos, no sólo en la
vida consagrada sino en la vida de todo fiel cristiano, es necesario pedir a Dios la gracia de saber despojarnos de todo
aquello que nos impide acercarnos al estilo de vida de Jesús, y hacer profesión de nuestra disposición para empaparnos
de su Espíritu.
Dinámica: La zarza
*Se acondiciona un espacio antes del tema, en el centro de ese espacio se colocarán unas ramas delgadas y secas,
simulando una zarza la cual se le prenderá fuego mientras se desarrolla esta dinámica. Y cerca de esa pequeña fogata se
coloca una figura circular de papel cascarón u otro cartón de color blanco simulando una hostia.
*Todos los participantes se colocan alrededor.
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*Se lee el texto bíblico de Éxodo capítulo 3, versículos del 1 al 7 y versículo 10. Se puede leer con tres personas: Narrador,
Dios y Moisés.)
*En la frase “Dios dijo: Moisés, Moisés” se sustituye el nombre de Moisés por el cada uno de los participantes (ej. Dios dijo:
Laura, Laura). Al escuchar su nombre cada participante responde “Aquí estoy Señor”. (Para esto es necesario que cada
participante tenga un gafete, de tal manera que el coordinador de la reflexión sea quien llame a cada uno por su
nombre).
*Al terminar de mencionar y responder cada participante, quien guía la dinámica dice con voz fuerte: ¡Quítate las
sandalias! y se invita a los participantes a hacer ese gesto y dar un paso al frente (si alguno no quisiera puede seguir sin
quitarse los zapatos) como un signo de querer dejar atrás lo que en nuestra vida no nos deja vivir lo que hoy hemos
meditado: los consejos evangélicos.(Ej.: dejar atrás mi resentimiento, dejar atrás mis corajes, mis errores, mis
equivocaciones, mis frustraciones, mis decepciones, mi orgullo, mi falta de fe, mis llantos, etc.).
*Se deja un momento breve para observar la zarza ardiendo y la hostia que es iluminada por el fuego. Después se
concluye con la oración final.
Oración final:
Señor Jesús, tú eres nuestra paz,
mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan
que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias,
a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos,
ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Amén.
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LA CONTEMPLACIÓN, FUENTE Y META DE LA MISIÓN
OBJETIVO: A partir de quienes viven en la vida contemplativa profundizar en la centralidad de la vida espiritual
de todo discípulo misionero.
Oración inicial
Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy gracias. Estoy dispuesto
a todo; lo acepto todo con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo
ninguna otra cosa, Padre. Te ofrezco mi vida. Te la doy con todo el amor de que soy capaz. Porque te
amo y necesito darme: ponerme en tus manos, sin medida, con una infinita confianza. Porque Tú eres mi
Padre.
EXPERIENCIA DE VIDA
Dinámica:
Se pide que el grupo se divida en parejas y se coloquen en un extremo de la sala, una persona de cada pareja
deberá cerrar los ojos o tenerlos vendados mientras el otro lo guiará solo con su voz hasta el otro extremo de la sala, de
regreso deberán cambiar lugares.
Para finalizar se hará una aplicación sobre cómo aunque no podemos ver a Dios, sí podemos escuchar su voz y
confiar en que él nos guía.
UN EJEMPLO DE VIDA CONTEMPLATIVA
La vocación de las Carmelitas Descalzas, en la vida contemplativa, es un don del Espíritu, que las invita
a una misteriosa unión con Dios, viviendo en amistad con Cristo y en intimidad con la bienaventurada Virgen
María; la oración y la inmolación se funden vivamente con un amor grande a la Iglesia.
Por eso, en virtud de su vocación están llamadas a la contemplación, tanto en la oración como en la
vida. Este compromiso de vivir en continua oración se nutre con la fe, la esperanza y, sobre todo, con el amor
de Dios. De este modo, con un corazón puro, podrán conseguir la plenitud de la vida en Cristo y disponerse a
recibir la abundancia de los dones del Espíritu.
Por exigencia del carisma teresiano, la oración, la consagración y todas las energías de una Carmelita
Descalza han de estar orientadas hacia la salvación de los hombres.
En conformidad con el ideal de la santa madre Teresa de Jesús, las Carmelitas Descalzas viven su vida
contemplativa eclesial, en un clima que armoniza la soledad y el silencio con la comunión fraterna, en una
familia a semejanza del pequeño ´colegio de Cristo´, que tiene por centro el amor del Señor y por norma la
caridad fraterna, junto a una generosa abnegación evangélica.
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"La vocación de las Carmelitas Descalzas es esencialmente eclesial y apostólica. El apostolado al que
Santa Teresa quiso que se dedicaran sus hijas es puramente contemplativo, y consiste en la oración y la
inmolación con la Iglesia y por la Iglesia.". "Cada comunidad, célula viva del cuerpo místico, sea fiel al sentido
eclesial que debe animar la vida contemplativa teresiana, a fin de que, renovada por el Espíritu Santo, en el
corazón de la Iglesia pueda ser el amor."(Const. Cap. 7).
El ideal de las Carmelitas Descalzas es:
Vivir en comunión íntima con Dios
La finalidad es eclesial y apostólica
En intimidad con la Virgen María
Tener un celo sacerdotal y misionero
Vivir en el marco de una pequeña comunidad y en fraternidad
La carmelita trata de vivir el precepto del Señor de "orar siempre" por medio, sobre todo, de la
oración mental y de la oración litúrgica.
"Una carmelita es un alma que ha clavado su mirada en el Divino Crucificado, contemplándole en el
acto de ofrecerse al Padre como víctima y que recogiéndose en la luz de tan sublime visión de la caridad de
Cristo, llegó a comprender su pasión de amor y anhelo de ofrecerse sobre la montaña del Carmelo, en silencio
y soledad, en una oración que nunca se acaba, pues se continúa a través de todo: vive como en el cielo,
únicamente de Dios". Nuestra Regla: Vivir en obsequio de Jesucristo y servirle con corazón puro y buena
conciencia
(Extracto del artículo de Sor Isabel de la Trinidad, ocd, publicado en Catholic.net).
ILUMINACIÓN
LA ORACIÓN, UN DIÁLOGO NECESARIO CON DIOS
La oración, es decir, la forma con que nos vinculamos con Dios no es un lujo del cristiano, una
cualidad de algunos, sino una necesidad intrínseca del hombre. Mucho se ha dicho dobre el asunto, pero el
Papa Benedicto XVI en la Audiencia General del miércoles 11 de mayo de 2011, explicó que la oración es la
expresión del deseo que tiene toda persona de Dios, y es al mismo tiempo un desafío para entenderse a sí
mismo. En esa audiencia el Papa decía: Hoy quisiera seguir reflexionando sobre cómo la oración y el sentido
religioso hacen parte del hombre a lo largo de toda su historia.
EL HOMBRE NECESITA LA ORACIÓN
Vivimos en una época en la que son evidentes los signos del secularismo. Dios parece haberse
convertido en una realidad hacia la cual se permanece indiferente. Sin embargo, vemos al mismo tiempo,
muchos signos que nos indican un despertar del sentido religioso, un redescubrimiento de la importancia de
Dios para la vida del hombre, una exigencia de espiritualidad, de superar una visión puramente horizontal, una
visión material de la vida humana. No ha habido ninguna gran civilización, desde los tiempos más lejanos hasta
nuestros días, que no haya sido religiosa.
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La imagen del Creador está impresa en su ser y siente la necesidad de encontrar una luz para dar una
respuesta a los interrogantes sobre el sentido profundo de la realidad; una respuesta que no puede encontrar
en sí mismo, en el progreso, en la ciencia empírica.
El homo religiosus no emerge solo de los mundos antiguos, él atraviesa toda la historia de la
humanidad. Por este motivo, el rico terreno de la experiencia humana ha visto surgir variadas formas de
religiosidad, en el intento de responder al deseo de plenitud y de felicidad, a la necesidad de salvación, a la
búsqueda de sentido.
El hombre “digital” como el de las cavernas, busca en la experiencia religiosa el camino para superar su
finitud y para asegurar su precaria aventura terrena. Del resto, la vida sin un horizonte trascendente no tendría
un sentido definido y la felicidad, a la que todos tendemos, es proyectada espontáneamente hacia el futuro, en
un mañana todavía por cumplirse.
EL HOMBRE, SEDIENTO DE INFINITO
El hombre porta en sí una sed de infinito, una nostalgia de eternidad, una búsqueda de belleza, un
deseo de amor, una necesidad de luz y de verdad, que lo dirigen hacia lo Absoluto, el hombre porta en sí el
deseo de Dios. Y el hombre sabe, de cualquier forma, que puede dirigirse a Dios, sabe que puede rezarle.
Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes teólogos de la historia, define la oración como la
“expresión del deseo que el hombre tiene de Dios”. Esta atracción hacia Dios, que Dios mismo ha puesto en el
hombre, es el alma de la oración, que se reviste luego de muchas formas y modalidades según la historia, el
tiempo, el momento, la gracia y pese al pecado de cada orante.
La historia del hombre ha conocido, en efecto, variadas formas de oración, porque él ha desarrollado
diversas modalidades de apertura hacia el Otro, tanto que podemos reconocer la oración como una experiencia
presente en toda religión y cultura.
De hecho, queridos hermanos y hermanas, la oración no está vinculada a un contexto particular, sino
que está inscrita en el corazón de toda persona y de toda civilización. Naturalmente, cuando hablamos de la
oración como experiencia del hombre en cuanto tal, del homo orans, es necesario tener presente que esta es
una actitud interior, antes que una serie de prácticas y fórmulas, es un modo de ser ante Dios antes que el
cumplimiento de actos de culto o pronunciar palabras.
La oración tiene su centro y se funda en las raíces de lo más profundo de la persona, por ello no es
fácilmente descifrable y, por el mismo motivo, puede estar sujeta a malos entendidos y mistificaciones.
También en este sentido podemos entender la expresión: rezar es difícil. De hecho, la oración es el lugar
por excelencia de la gratuidad, de la tensión hacia el Invisible, el Inesperado y el Inefable. Por ello, la
experiencia de la oración es para todos un desafío, una “gracia” que invocar, un don de Aquel al que nos
dirigimos.
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En la oración, en toda época de la historia, el hombre se considera a sí mismo y su situación ante Dios, a
partir de Dios y en orden a Dios, y experimenta ser una criatura con necesidad de ayuda, incapaz de procurarse
por sí misma el cumplimiento de la propia existencia y de la propia esperanza.
El filósofo Ludwig Wittgenstein recordaba que “rezar significa sentir que el sentido del mundo está
fuera del mundo”. En la dinámica de esta relación que quien da sentido a la existencia, con Dios, la oración
tiene una de sus típicas expresiones en el gesto de arrodillarse. Es un gesto que porta consigo una radical
ambivalencia: de hecho, puedo ser obligado a arrodillarme –condición de indigencia y esclavitud– pero puedo
también arrodillarme espontáneamente, declarando mi límite y así, mi tener necesidad de un Otro. A él le
declaro ser débil, necesitado, “pecador”.
LA ORACIÓN, RESPUESTA A LA VIDA DEL HOMBRE
En la experiencia de la oración la criatura humana expresa toda su consciencia de sí, todo lo que logra
captar de la propia existencia y, al mismo tiempo, se dirige toda ella hacia el Ser ante el cual está, orienta la
propia alma a aquel Misterio del que se espera el cumplimiento de los deseos más profundos y la ayuda para
superar la indigencia de la propia vida. En este mirar a un Otro, en este dirigirse “además” está la esencia de la
oración, como experiencia de una realidad que superar lo sensible y lo contingente.
Sin embargo solo en el Dios que se revela encuentra pleno cumplimiento la búsqueda del hombre. La
oración que es apertura y elevación del corazón a Dios, se convierte así en relación personal con Él.
Y también si el hombre se olvida de su Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de llamarlo primero al
misterioso encuentro de la oración. Como afirma el Catecismo: “Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre
lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y
revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento
de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este
se revela a través de toda la historia de la salvación”. (n. 2567).
Queridos hermanos y hermanas, aprendamos a pasar más tiempo ante Dios, ante Dios que se ha
revelado en Jesucristo, aprendamos a reconocer en el silencio, dentro de nosotros mismos, su voz que nos llama
y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de la vida y la salvación, para superar el
límite de nuestra vida y abrirnos a la medida de Dios, a la relación con Él, que es Infinito Amor.
COMPROMISO
Dinámica:
*Este tema se dará en un lapso de tiempo menor a los anteriores por razón de la dinámica a seguir.
*Se prevé en una pequeña hojita una copia del siguiente examen. (Uno por cada participante)
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ESCUELA DE DISCÍPULOS MISIONEROS
EXÁMEN DE ADMISIÓN
- Contesta a conciencia el siguiente cuestionario:
1.- ¿Decido aceptar a Jesús como mi único Maestro, renunciando a las ventajas de querer otro que contradiga
sus enseñanzas?
SI ____ NO____
2.- ¿Estoy dispuesto a seguirlo inmediatamente y para toda la vida?
SI ____ NO____
3.- ¿Renuncio a cualquier cosa, estructura, privilegio o persona que me aparte de Él?
SI ____ NO____
4.- ¿Tomo la cruz de tener el Evangelio como norma de vida y asumo todas las consecuencias que esto
implique?
SI ____ NO____
AUTOEVALUACIÓN:
0 SÍ y 4 NO = NO ACEPTADO
3 SÍ y 1 NO= NO ACEPTADO
1 SÍ y 3 NO= NO ACEPTADO
4 SÍ y 0 NO= NO ACEPTADO
2 SÍ y 2 NO= NO ACEPTADO
(Esta hojita se le llevará cada integrante para darle una segunda leída en su casa, y la entregará a su
director de Ejercicios al día siguiente para presentarla como ofrenda en la celebración de cierre de
Ejercicios Espirituales).
*Una vez que lo han contestado o se haya dado un tiempo suficiente para ello, quien dirige pide a la asamblea
ponerse en pie y dirigirse hacia el templo o capilla más cercana, sin dar ninguna otra instrucción (si es que los
temas se ofrecieron fuera de un templo), la cual previamente se encontrará abierta con el Santísimo expuesto
dando a entender que el Señor siempre nos está esperando.
*Una vez en la capilla se dejan de 5 a 10 minutos para contemplar a Cristo Eucaristía…después se hacen los
siguientes comentarios u otros semejantes:
¿Qué fue lo primero que pensaste al momento que se te pidió trasladarte al templo? ¿Renegaste, te dio
gusto, te dio igual?
¿En qué te fijaste al entrar al templo?
¿Qué te pareció este momento de silencio frente al Señor?
¿Estarías dispuesto a regalar de ahora en adelante unos minutos de cada día o de cada semana a la
contemplación de Dios en el Santísimo Sacramento que se oculta en el Sagrario?
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Aquí es donde contemplamos todo el amor que Dios nos tiene y en donde nuestra oración, que ha iniciado
con y en el silencio, tiene un eco especial porque es Dios quien nos habla para llevarlo de regreso a
nuestros hogares.
En la vida ordinaria también se puede contemplar a Dios, es necesario caer en la cuenta de esto. Se le pude
ver en un amanecer, en un atardecer, en una flor, en un recién nacido, en las aves del cielo con sus trinos,
en el misterio de la vida de un hijo creciendo en el vientre de una madre, etc. En la vida encontremos a
Dios, que ahí nos está esperando!
Oración final:
Señor Jesús, tu eres nuestra paz,
mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan
que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias,
a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos,
ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Amén.
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