Testamento y despedida del Pensador Mexicano Joaquín Fernández de Lizardi

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Testamento y despedida del Pensador Mexicano Joaquín Fernández de Lizardi
Abril 27 de 1827
PRIMERA PARTE
SENTENCIADO a morir como todo hijo de su madre, se me ha llegado este temible plazo. Ya por la mala
configuración de mi pulmón y pecho, ya por lo mucho que he trabajado con la cabeza y con la pluma, o por todo
junto, lo cierto es que me hallo atacado de una cruel enfermedad, que me maltrata mucho y pronto dará conmigo en
el sepulcro.
A consecuencia de mi terrible mal me he puesto demasiado flaco y descolorido, la máquina desfallecida vacua
sobre mis piernas débiles y todo soy un tomo andando de la más completa osteología.
Esto, ya se ve, que es necesaria consecuencia de mi mal; ¿pero que atribuiremos el gusto que tienen algunos
fanáticos de verme en tal estado? No a otra cosa que a sus malos corazones y mucha ignorancia ¡insensatos! ¿esto
es lo que os enseña vuestra religión? ¿Cuando es lícito a un cristiano alegrarse del mal de su prójimo? Nunca. Pero
vosotros diréis que no os alegráis de mi mal sino de que faltarán mis escritos que calificáis de heréticos, impíos,
etc. ¡Qué ignorantes! ¿No advertís que aunque yo muera, jamás faltarán escritores instruidos y resueltos que
continuarán combatiendo los abusos?
Fernández de Lizardi Mas, en fin, vuestras betas no dejan de ponerme en cuidado, y la verdad, que a estas horas
nada valen los '‘espíritus fuertes," los apetitos de reforma y la moderna filosofía. Ante la vista de la eternidad todo
desmaya, y si así es necesario ecsaminar mis impresos por si tuvieren algo que enmendar; pero esto será en el
cuerpo de mi testamento, que como es muy mío y no se versa sobre intereses, no necesito de escribano ni testigos
instrumentales. Comienza pues
EL TESTAMENTO
En el nombre de Dios omnipotente, autor y conservador de la naturaleza.
Digo yo, el capitán Joaquín Fernández de Lizardi, escritor constante y desgraciado, conocido por el Pensador
Mexicano, que hallándome gravemente enfermo de la enfermedad que estaba en el orden natural me acometiera,
pero en mi entero juicio, para que la muerte no me coja desprevenido, he resuelto hacer mi testamento en la forma
siguiente:
Declaro ser cristiano católico, apostólico, y romano, y como tal creo y confieso todo cuanto cree y confiesa nuestra
santa madre iglesia, en cuya fe y creencia protesto que quiero vivir y morir; pero esa protesta de fe, se debe
entender acerca de los dogmas católicos de fe, que la iglesia nos manda creer con necesidad de medio, esto sí creo
y confieso de buena gana y jamás ni por palabra ni por escrito he negado una tilde de ello.
Mas acerca de aquellas cosas cuya creencia es piadosa o supersticiosa, no doy mi asenso ni en artículo mortis. Así
es que no creo que el papa es rey de los obispos, aunque sea su hermano mayor. Tampoco creo que es infalible sin
el concilio general, pues la historia de todos los obispos de Roma me hace ver que son errables como todos, y de
hecho han sido engañados y han enseñado errores contra la fe, pro cátedra.
Tampoco creo en los incubos y cubos, acerca de los cuales han dicho sendos desatinos los teólogos mas
encopetados de nuestra santa iglesia.
Menos creo que hayan existido jamás sobre la tierra los duendes, brujos, hechiceros, vampiros, brucolacos y demás
gentuza de esta clase, a pesar de que la santa Iglesia ha tenido conjuros contra estos bichos imaginarios.
Tampoco creo esa multitud de santos muertos y diablos aparecidos, que cuentan las leyendas.
Últimamente: no creo esa supersticiosa intervención que los cristianas ignorantes de su religión, han dado a los
santos sobre todas sus necesidades, señalando a cada santo o santa el ramo que exclusivamente le pertenece; y así
los males de ojos tocan a santa Lucia, los de muelas santa a Santa Apolonia, los de apoplegía a san Andrés
Avelino, etc., etc.
Para cada enfermedad, para cada trabajo hay un santo particular: hasta contra los alacranes y los ratones. El
chubasco de novenas que la credulidad ha compuesto sobre esas farándulas, y el consumo que tienen en nuestra
tierra, prueban que no hay una verdadera religión católica, sino una imitación de las costumbres paganas. Los
gentiles para todo tenían sus diocesillos, y los cristianos para todo tienen su santo, y de Dios no se acuerdan para
nada; pero los cristianos, para esto de las supersticiones, han discurrido con más finura que los gentiles, pues estos
no llegaron a avanzar a tanto como los católicos. Para alcanzar un imposible nunca tuvieron un penate de su
devoción; pero los cristianos luego encontraron una santa Rita.
No quiere decir esto que sea inútil la invocación de los santos, porque 'estos no pueden interceder con Dios por el
socorro de nuestras necesidades; lo que se condena es el abuso de creer a tal santo autorizado para alcanzar tal
gracia particular. Este es un dogma gentílico y una superstición manifiesta. Si S. Jorge puede librarme de que me
pique un alacrán, ¿por que no podría librarme de que me muerda un perro, o de que se me caiga la casa encima, sin
necesidad de ocurrir a S. Lázaro o a S. Emigdio?
Satisfecho en el testimonio de mi conciencia, declaro que cuanto he escrito contra los abusos introducidos, a
pretesto de religión, esta muy bien escrito: Me ratifico en todo y solo apetezco que algo se remedie.
Dejo mi espíritu en las manos de su Criador, satisfecho en que de tales ma-nos no puede venirle ningún mal.
Dejo mi cuerpo a la tierra, mientras las mejores substancias se exhalan en gases y pasean por toda la naturaleza,
mezclándose con diferentes substancias ya vegetales, ya animales, y haciendo a su vez parte de una fragante rosa, o
de la hoja de la hediondilla, parte de un filósofo o de una vieja regañona, etc.
Dejo a mi patria independiente de España y de toda testa coronada, menos de Roma.
Dejo esta misma patria libre de la dominación española; aunque no muy libre de muchas de sus leyes y de las
despóticas rutinas del gobierno. Hoy que los mexicanos son ciudadanos, se les decretan sus memoriales con la
misma aspereza y arbitrariedad que cuando eran vasallos de España. No ha lugar. Estése a lo mandado. He aquí los
decretos de cajón que se suelen poner a las instancias más justas y bien probadas. ¿Que no alcanzan los
gobernantes otras formulas menos odiosas y despóticas? ¿o no tiene derecho el ciudadano para que el magistrado le
esponga los motivos porque no ha lugar su solicitud? ¿Todo ha de ser porque sic volo, sic jubeo, así lo quiero, así
lo mando?
Item: dejo una república con su artículo 3º, muchos canónigos, y muchos frailes y sus corridas de toros en boga.
Item: dejo una multitud de iglesias, capillas, hermitas, y conventos de religiosos de ambos secsos; pero muy poca
religión, Procesiones, repiques, cohetes, víctores, salvas y fiestas sobran; pero ¿el arreglo de las costumbres, la
buena educación, el buen ejemplo del temor de Dios y la caridad evangélica, donde se hallan? Que responda la
experiencia.
Item: dejo la catedral donde la encontré y con el hueco de las armas del rey de España, ni mas ni menos que como
cuando se hizo para que los señores canónigos las vuelvan a poner cuando llegue el caso.
Item: dejo a los señores capitulares de esta santa iglesia el privilegio esclusivo de burlarse de las leyes civiles
públicamente, sin el menor respeto al gobierno ni a la nación.
Item: dejo muchos jueces y tribunales y mucha falta de arreglo en la administración de justicia, lo que es la causa
de que unos jueces se ecsedan de sus atribuciones y otros no llegan a las que les tocan, y esto sucede en perjuicio
de los pueblos.
Item: dejo una policía asombrosa. No se ven en las calles de la opulenta México sino enjambres de perros y
encuerados. Mientras para ser ciudadano no sea necesario andar decentemente vestidos, la gentuza de nuestro
populacho siempre será la vergüenza del mundo; y aun esta pena de la suspensión de los derechos de ciudadano,
que es bien grave, puede que no les hiciera fuerza: necesitan otras más graves.
Item: dejo a los indios en el mismo estado de civilización, libertad y felicidad a que los redujo la conquista, siendo
lo mas sensible la indiferencia con que los han visto los congresos según se puede calcular por las pocas y muy
interesantes sesiones en que se ha tratado sobre ellos desde el primer congreso.
Item: dejo una librería que bien vendida en el baratillo no dejará de producir catorce reales.
Item: dejo una multitud de papeles que he escrito sobre diversas materias, de los cuales unos son buenos y otros
malos y otros entreverados; algunos de ellos han causado mil cóleras, evacuaciones y dolores de cabeza a ciertas
clases de lectores.
Item: dejo a mis enemigos los fanáticos el cuidado de destrozar y morder mi opinión siempre que puedan, bajo el
seguro de que no les puedo responder; pero acuérdense que mientras viví, nadie me fue por la respuesta a Roma
cuando me insultó por las prensas.
Item: dejo a los escritores la lección de que no se empeñen en defender los derechos de otros con demasiado calor,
ni en combatir los abusos con energía, pues además de que adelantarán muy poco en tan grande empresa, se
atraerán el odio de todos los criminales, y si estos pudieren, no cesarán de perseguirlos.
Item: dejo una multitud de asesinos que rieguen de cadáveres las calles de México; pero también dejo muchos
jueces piadosos, y escribanos benignos, que les endulzarán sus causas, se echaran a dormir, y compondrán, si,
compondrán, como componen tantos. De treinta o cuarenta asesinos que encausan a penas uno o dos se ven
ahorcar, y para eso ¿que circunstancias se necesitan? Q bien un tercero que pida, o un juez muy íntegro y un
escribano muy honrado. Ello es que vemos asesinatos a pares; díganlo los dos infelices asesinados el 18 de éste en
el Puente Quebrado. El agresor está preso desde el día siguiente, ya veremos que castigo se le impone, y de aquí a
cuando. Mientras los castigos no sigan inmediatamente a estos crímenes horrorosos, y mientras que los escribas y
fariseos dejen dormir las causas y den lugar a esas composiciones diabólicas, ni los malvados escarmentarán ni la
justicia estará bien administrada, ni la vida de los ciudadanos estará segura. No debía secarse la sangre de un infeliz
asesinado sin que estuviera ahorcado el matador y en el mismo lugar donde perpetrara el homicidio. Solo de este
modo se conseguiría disminuir este cruel vicio con que se matan los hombres como si fuesen perros.
Item: dejo al doctor Lerdo el triste desengaño de que lejos de destruir mis argumentos, los dejó en pie, y añadió
nuevos disparates; v. g. para disculpar el adulterio de Abraham, entre otras sandeces dice, que era un salvaje; muy
agradecido le debe estar el padre de los creyentes por tan honrosa calificación. Quien al patriarca Abraham llama
salvaje, ¿que mucho será que a mí me llame a cada momento tonto e ignorante? Yo perdono esos favores, con tal
que me diga ¿en qué consiste que ahora ande tan quietecito, y cuando era jesuita anduviera tan mustio y cabisbajo?
¿Qué era eso, hipocresía o modestia? si lo primero, era su merced un hipócrita; y si lo segundo ¿por que ha
abandonado tal virtud?
Item: dejo al padre Arenas en quieta y tranquila posesión de su vida, en la que Dios lo conserve muchos años para
ejemplo de criminales con fortuna.
Item: dejo una memoria de mi gratitud al Sr. D. Agustín Lebrija por la justicia seca e imparcial que hizo a favor de
sus queridas, las niñas González, a quienes dejo el privilegio exclusivo de que no lleguen a viejas mas que vivan
más años que Matusalén, y si hubiese algún atrevido que les diga viejas, permita Dios que viva tantos años como
Doña Josefa, lo que no será mal castigo.
Item: dejo... la pluma porque no alcanza el papel.
México, 27 de abril de 1827
El Pensador
Segunda parte y conclusión
Item: dejo al señor presidente de la República el saludable consejo de que no se sacramente en las recámaras de
Palacio; que se familiarice con el pueblo, que salga a los paseos públicamente, que asista al teatro de cuando en
cuando, y, sobre todo, que se dé a conocer y tratar con la tropa, ya visitando los cuarteles, o ya mandando dirigir o
dirigiendo en persona algunas evoluciones militares, haciendo alguna vez dar a la tropa después de la fatiga un re
fresco. Es increíble cuanto vale en jefe por supremo que sea, su genio dulce, popular y tratable. Los mexicanos se
acuerdan del virrey D. Bernardo de Gálvez, cuya popularidad lo hizo tan amable que cada vez que se presentaba al
público, era una jura de vivas y aplausos. Si hubiera tenido más valor, pudo haber anticipado la Independencia.
Qué se yo cuales eran sus pensamientos acerca de esto; pero ese castillo de Chapultepec, obra suya, algo indica.
El proloquio dice, "que Santo que no es visto no es adorado;" y en efecto, es difícil amar de veras lo que no se conote. Las leyes españolas mandaban que los virreyes saliesen públicamente por las tardes al paseo.
Pero donde se echa de ver más lo que vale la popularidad, es entre la tropa. Cuando ve a sus gefes con cierta
respetuosa confianza, puede decirse se que ha abona do mucho para la victoria. Napoleón sabia bien este arte, que
no ignoró nuestro Iturbide. Quizá en esta confianza acabamos de ver que el presidente de la república de
Guatemala dejó el ejecutivo en manos del vice presidente, él tomó el del ejercito y venció a los revoltosos de San
Salvador. Quien sabe si pudiera nuestro presidente hacer otro tanto con igual fortuna
Es menester además que S. E. el señor Victoria frecuente los ministerios, que se imponga por si mismo de los
negocios y del estado actual de la república, pues de otro modo se habla mucho y mal de S. E.; se dice que es
misántropo, apático, inepto: que es un firmón de sus ministros, y por eso estos hacen lo que quieren y anda todo
como anda, etc.
Así se habla y quizá peor se escriba, y S. E. nada sabe por la estrecha reclución en que se ha puesto. Es verdad que
la persona de S. E. es inviolable; pero su conducta está sujeta a la opinión y ésta no está sujeta a las leyes. Cuando
cese su gobierno, desaparecerá la nube de aduladores que lo rodea y entonces oirá y leerá las ecsecraciones del
pueblo, que no pueden por hoy lastimar sus orejas. ¡Desdichados de los pueblos, cuyos reyes o presidentes se dejen
gobernar de sus ministros, como los niños de sus ayos!
Item: dejo muy encargado a las monjitas capuchinas que por nuestra Señora de Guadalupe, por santa Coleta y por
las Animas benditas, se echen en oración a ver si alcanzan de su divina Majestad una poquita de energía para las
Cámaras, para que cuando den alguna ley sobre españoles, no sea a medias, ni con tantas consideraciones que
parezcan miedo, y mucho menos con gravamen de la nación.
Esa ley sobre separar a los gachupines de ciertos empleos, por sospechosos, está muy buena; pero estaría mejor si
fuera general como quería el señor Molinos, y seria excelente si no quedaran estos cesantes con todo el sueldo, sino
con la mitad a favor de un sustituto que desempeñara sus plazas. Los militares disfrutarían el retiro que les
correspondiere según su tiempo. De este modo creo que la ley seria mas justa y no que ahora va a gravitar sobre la
nación, pues si los sueldos de los españoles cesantes importan un millón de pesos, ese mismo millón lo va a lastar
la república.
Vea la Europa como la habrán pasado aquí los españoles. Si cuando están por pasiva, se les ve con tanta
consideración que se les separa de los empleos y se les deja todo el sueldo porque se rasquen la barriga, ¿que seria
cuando ellos mandaban? A fe que sus gobiernos no nos daban ese trato. Venegas quitó la plata labrada a los
mexicanos, después les prohibió andar a caballo sin licencia, siguieron los pasaportes y por último les quitó sus
caballos y todo esto prontito y sin consideración alguna; pero nosotros ¡Sobre que somos tan piadosos!
Item: dejo a los frailes todas sus campanas, no solo que para con ellas hagan grangerías a cuenta del fanatismo y
superstición de los fieles, sino para que martiricen a los literatos y achacosos de cabeza, que tienen la desgracia de
vivir junto a sus campanarios y sufrir sus continuos y larguísimos duelos y clamores. El gobierno debe y puede
remediar estos abusos; pero parece que no se atreve a meterse para nada con los padrecitos. Eso se queda para los
gobiernos enérgicos como el del señor Revillagigedo, quien apenas advirtió las pesadeces de los frailes, cuando
sujetó sus campanas en términos de que no incomodaron mientras él vivió aquí.
Item: dejo el proyecto de ley sobre patronato, del señor Alpuche como un testimonio de la sabiduría y patriotismo
americanos; pero dejo dicho proyecto expuesto a los araños y estrujones del fanatismo, ignorancia y particular
interés, que le darán en ambas Cámaras, y sabe Dios de aquí a cuantas legislaturas se aprobaran algunos de sus
artículos pues aquellos indiferentes, que no toquen al interés pecuniario; últimamente, los de "contentillo."
Mientras que los legisladores civiles salgan de las sacristías, poco bueno hay que esperar sobre las reformas
eclesiásticas. Son los Alpuches muy raros. La experiencia nos enseña que en los congresos obran más bien el
interés personal, el compromiso, el capricho, y otras pasiones, que el amor del bien general, único objeto que
debían tener a la vista los legisladores: mas esto no es mas común.
Item: dejo cincuenta mil pesos del bergantín Guerrero en poder del señor Michelena, para que se repartan por vía
de limosna entre los conventos de religiosas pobres recoletas.
Item: dejo treinta y seis mil libras en poder del señor Rocafuerte, para que se den de limosna a los casados pobres,
honrados y que no tienen giro con que sostener a sus familias. Si alguno dijere ¿que con que autoridad dispongo de
los bienes de la nación? digo que con la misma que estos señores han dispuesto de tales cantidades, y se han
quedado impunes quizás también por razones de "alta política." Lo cierto es que así como digo, estarían esos
caudales mejor destinados, que como lo están por voluntad de dichos ministros
Item: dejo mis Preguntas a doña Tecla,o sean Dudas sobre el catesismo del P. Ripalda, las dejo intactas sin que
nadie se haya atrevido a defender los muchos errores y desatinos heréticos que le he cogido. Suplico a mis
enemigos que si tienen que decir algo sobre esto, no esperen a que me muera para echarla de teólogos, embrollando
a los tontos con sus paralogismos y sofisterías; eso será acusar su cobardía, y 'entonces será bueno echarles desde
ahora esta roncada.
Nadie las mueva
que estar no pueda
con Roldán a prueba.
Suplico a los padres de la Profesa que compongan otro catecismo mejor, o siquiera que corrijan ese mismo para
que los niños no aprendan errores juntamente con las verdades de nuestra religión.
Item: dejo a los fanáticos y viejas devotas todas las novenas que hay en casa del C. Valdes y difunto Ontiveros, con
la obligación de andarlas todas al pie de la letra en estado de gracia.
MANDAS FORZOSAS
Mando pie a la hora de mi muerte no atormenten más a mi espíritu con gritos intempestivos, jususeos de ahorcado,
llantos en la pieza, conjuros contra diablos y otras diligencias que suelen tenerse ensayadas para esta hora.
Tales gritos, alharacas y zambras ridículas, al pobre enfermo, si es tímido y escrupuloso, y a esto agrega sus puntas
de fanático, lo asustan, acobardan y acaban de hacerlo morir; y si no es fanático, ni tonto, lo incomodan con
recitaciones frías, mal concebidas y peor dichas, sin gracia, sin unción, sin fuego y sólo son sonsonetadas y por
costumbre. Un sacerdote sabio en este caso vale más que mil agonizantes necios. Éste sabrá derramar en mi alma
el bálsamo dulce de la confianza en el Padre de las Misericordias, alentar mi espíritu con la esperanza de los
premios eternos y difundir la tranquilidad por toda mi alma, con los augustos consuelos de la religión.
Item: mando que no bajen mi cuerpo de la cama al suelo, ni menos que se me dé sepultura sino después de las
veinticuatro horas, para evitar el chasco de que una asfixia me haga parecer muerto y vaya a acabar de morir en la
sepultura.
Item: mando que no me velen. Las velas son inútiles a los enfermos; pero muertos, de nada sirven, sino de advertir
holgazanes y tal vez enfermar a los dolientes.
Iem: mando que no se me pongan cuatro velas. Tal uso es reliquia de los gentiles, y yo he dicho que soy cristiano.
Con una luz que haya en el cuarto en que esté, sobra para que no se den un tropezón conmigo.
Item: mando que no se me amortaje a lo fraile, sino a lo soldado, que es el traje que me ha consignado la nación.
Una levita o un piti sobre pantalón blanco es más bonito que un saco de fraile; y si no tiene indulgencias, tampoco
cuesta doce pesos.
Item: mando que para que mi mujer no ande en dimes y diretes con el cura, de lo mejor parado de mis bienes se
venda lo que pueda, hasta ajustar siete pesos cuatro reales que se darán de lo que llaman derechos, y nada más.
Item: mando que mi familia no se ponga luto sino los nueve días primeros, y eso por no chocar tan de frente con la
preocupación.
Item: encargo a mis amigos que sobre la blanda tierra de mi sepulcro, o más bien en sus corazones, graben el
siguiente sencillo epitafio:
AQUÍ YACEN LAS CENIZAS
DE EL PENSADOR MEXICANO,
QUIEN HIZO LO QUE PUDO
POR SU PATRIA.
MI DESPEDIDA
Debo comenzar, amigos míos, por vosotros, dándoos mil gracias por la amistad que me habéis dispensado tantos
años, despidiéndome para siempre de vosotros.
A LOS GACHUPINES
De vosotros, amigos, me despido asegurándoos que jamás he igualado a todos con un nivel.
Estoy seguro de todos los hombres somos unos, todos tenemos vicios y virtudes, y así he declamado en mis
escritos contra los españoles orgullosos, ingratos y enemigos de la patria; he deseado siempre la separación de
estos de entre nosotros, y siempre tendré esta unión por mal agüero contra la independencia de la América. Pero
también he sido el panegirista de los buenos. Así como he reprobado la conducta cruel de un Bataller, Concha, etc.
así he preconizado las virtudes de un D. Nicolás del Puerto, de un Mina y de un O’ Donojú.
A LOS CANONIGOS
A estos padres tampoco he aborrecido, pero me ha mortificado mucho su borbonismo y su criminal apatía en no
querer colocar las armas de la América sobre la fachada de catedral. Yo me despido de S. S. encargándoles que
sean independientes y quedamos amigos.
A LOS FRAILES Y CLERIGOS GERUNDIOS
Hermanos: habéis tenido buen cuidado de desacreditarme en el púlpito, asegurando que soy enemigo vuestro y de
la religión, y por Dios que mentís como bellacos. En favor de nuestra santa religión escribí en el año de 813, una
apología, que acaso ni habéis visto. Leedla, os ruego, para que aprendáis.
El año de 1812 escribí otro apologético en favor de la inmunidad eclesiástica, que me costo ocho meses de prisión,
lo que prueba que nunca he aborrecido al clero, sino sus abusos.
A LOS FANATICOS EN GENERAL
Vosotros estáis contentos con mi enfermedad, atribuyéndola a castigo de mis discursos. Decidme, almas de
alcornoque, ¿y los que escriben halagando vuestro fanatismo, por qué se mueren? Sois muy salvajes, Dios os
perdone.
El Pensador.
José Joaquín Eugenio Fernández de Lizardi falleció a las cinco y media de la mañana del jueves 21 de junio de
1827 en el número 27 de la calle del Puente del Quebrado (hoy República del Salvador) en ciudad de México.
Murió en la pobreza “como Cervantes”. Su cadáver fue expuesto al público para desmentir el rumor de que había
muerto endemoniado. Fue sepultado la tarde del 22 en el cementerio de San Lázaro. Su modesta lápida desapareció
en una de las remodelaciones de la iglesia. Sin embargo, su obra trascendió como lo había previsto (El Ángel que
anoche se apareció al Pensador Mexicano): “Yo moriré a manos de un devoto, pero mis escritos vivirán; y con cada
uno de ellos, aún después de muerto, le arrancaré víctimas al fanatismo cruel, y estoy seguro de que haré un
servicio al Ser Supremo y a la humanidad en general”. (Doralicia Carmona)
Recuperado de http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/2ImpDictadura/1827JFL-TestyDesp.html
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