Ministerio Público Procuración General de la Nación

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BERGIA DE BAEZ ELDA RAMONA CINIHANY JOSE ANTONIO, BERGlA DE NIHANY MARIA RAQUEL,
CAMPOS EDUARDO JOSE, BERGlA DE CAMPOS SUSANA RAQUEL Y HASNER JUAN CARLOS
S.C. B. W 304, L. XLI
Ministerio Público
Procuración General de la Nación
Suprema Corte:
-1Contra la sentencia de la Sala Civil y Comercial del Tribunal Superior de
Justicia de la Provincia de Córdoba que, a fs. 77/87 del expediente del recurso directo ante
ella tramitado (letra B, W 29, foliatura a citar en adelante), desestimó el recurso de casación
interpuesto por los demandados contra el pronunciamiento de la Cámara de Apelaciones en
lo Civil y Comercial de Primera Nominación de la ciudad de Río Cuarto que, a su vez -en lo
que interesa a los fines de este dictamen-, hizo lugar parcialmente al recurso de apelación
promovido por la actora, y modificó la sentencia apelada declarando simuladas las ventas de
acciones de la sociedad "Estancias Euma S.A.", efectuadas por el causante Eugenio Bergia
a (sus yernos) José Antonio Nihany y Eduardo José Campos, estableciendo que dichas
transferencias consistieron realmente en donaciones encubiertas, y dispuso que el valor de
las acciones donadas fuera computado en el juicio sucesorio de Eugenio Bergia para el
cálculo de la legítima de la accionante y si resultare que las liberalidades afectan dicha
legítima, fueran reducidas de la manera que allí indicó, condenando a los demandados a
restituir las acciones que correspondan (v. fotocopia a fs. 2/20), los demandados
interpusieron el recurso extraordinario de fs. 88/122 vta., cuya denegatoria de fs. 130/134
vta., motiva la presente queja.
-11Examinados los términos de la sentencia, y los agravios que, a título de
arbitrariedad, se invocan en el escrito de impugnación, me anticipo a opinar que las
conclusiones del a-quo - conforme lo desarrollaré a continuación -, no son refutadas
mediante argumentos conducentes para poner en evidencia una decisiva falta de
fundamentación en el decisorio. En este orden, se advierte que las críticas de los quejosos,
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sólo traducen diferencias de criterio con el juzgador, y no resultan suficientes para rechazar
las consideraciones en que se apoya el pronunciamiento recurrido, máxime frente a la
excepcionalidad del remedio que se intenta. Se observa, asimismo, que reiteran asertos
vertidos en instancias anteriores desechados sobre la base de fundamentos que no compete
a la Corte revisar, ya que se encuentran vinculadas a cuestiones de hecho, prueba y
derecho común y procesal local (v. doctrina de Fallos:312:1859; 313: 473 y sus citas, entre
otros).
En cuanto a la excepción de prescripción, los apelantes se quejan de que los
juzgadores hayan sostenido que la remisión que efectuó la Cámara a los argumentos de
Primera Instancia, se hizo sólo en lo concerniente al plazo de prescripción que correspondía
aplicar, mas no así en la forma de computarlo, de lo que la Alzada dio razón suficiente.
Reprochan que se haya fijado el cómputo del plazo de prescripción a partir de la muerte del
padre, sin analizar que, al tiempo del sucesorio de la madre de la actora, ya se tenía
conocimiento de la existencia de la mentada transferencia accionaria, a través de la
transacción realizada entre la actora y la Sociedad, como así también por la falta de toda
observación de la demandante a la manifestación de bienes en aquel sucesorio, en la que
se circunscribió para el acervo hereditario sólo el 60 % del paquete accionario de la
Sociedad con la que efectuó la transacción por sus derechos hereditarios. Alegan que el
hecho de haber cedido la actora (en dicha transacción), los derechos hereditarios (1/6 parte
del total) que le correspondían en el sucesorio de su madre, significaba el reconocimiento de
que los demandados detentaban la propiedad de la parte del paquete accionario que no
integraba dicho acervo hereditario.
Se advierte que este agravio, solo traduce una diferencia con el criterio del
juzgador, que a fs. 79 vta., señaló que la Cámara se ocupó de destacar que las actuaciones
cumplidas en el juicio sucesorio de la madre de la demandante, no acarrearon el
conocimiento por parte de ésta de la ficción que entrañaban los actos jurídicos, ni pudo
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habilitarla para ejercer acciones de simulación y reducción. No resulta ocioso agregar, por
otra parte, que en el auto denegatorio del recurso extraordinario, el Superior Tribunal
Provincial, puntualizó, por un lado, que este aspecto de la motivación de la sentencia de
segunda instancia, no fue censurado por los demandados en oportunidad de articular la
casación; y por otro, que la queja acerca del momento de inicio del plazo de prescripción, no
es apta para gravitar contra la decisión que adoptó la Cámara en torno a esta defensa, dado
que el tribunal de grado entendió que el término de prescripción aplicable es el ordinario de
diez años previsto en el artículo 4023 del Código Civil y no el especial de dos años
contemplado en el artículo 4030, premisa de la sentencia que no mereció reproche alguno
en casación (v. fs. 131 vta.). Cabe añadir, asimismo, que dicho reproche tampoco fue
introducido en el recurso extraordinario por los apelantes, quienes expusieron argumentos al
respecto únicamente en la queja, lo cual aparece como fruto de una reflexión tardía, que
más allá de poseer o no aptitud impugnativa, resulta ciertamente extemporánea.
Critican la omisión de valorar pruebas esenciales de las que se desprende el
pago del precio pactado, como el reconocimiento de la existencia de la mentada
transferencia a través de la transacción entre la actora y la Sociedad, antes referida, y la
afirmación de que los demandados son solventes para comprar al precio pactado,
prejuzgándose, sin embargo, que la venta fue simulada. Dicen que se ha prejuzgado porque
el tribunal arbitrariamente hace caer el peso de la prueba en quien ha negado la existencia
de la simulación, cargándole la obligación de probar, ya no el pago del precio, sino el destino
final de lo pagado, es decir, qué hizo el vendedor con lo que recibió en pago.
Estas críticas reciben adecuada respuesta en diversas consideraciones de la
sentencia. En efecto, en cuanto a la supuesta confesión de la parte actora acerca del pago
efectivo del precio, los juzgadores manifestaron que lo decisivo para desestimar esta
objeción está dado por el hecho de que la demandante en ningún momento admitió que el
supuesto vendedor, hubiese recibido realmente el importe de las presuntas ventas,
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limitándose a afirmar que el precio, tal como figuraba pactado en los instrumentos
respectivos, era vil e irrisorio comparado con el valor de las acciones, lo que por cierto dista
de significar aceptación de que la contraprestación por la venta de las acciones
efectivamente se concretó en la realidad (v. fs. 80 vta./81). Acerca del acuerdo
transaccional, el a quo expuso que la lectura de la sentencia (de Cámara) revela que
contempló y examinó detenidamente dicho acuerdo, discurriendo acerca del valor y
significado que cabía atribuirle, y que el embate de los apelantes esconde en el fondo una
mera discrepancia con el valor que la Cámara atribuyó a la transacción celebrada en el juicio
sucesorio de su madre en orden a la procedencia de la acción de simulación, lo que
constituye materia privativa de los jueces ordinarios y no es susceptible de ventilarse en
sede extraordinaria. Y más adelante agregó que el hecho de que la demandante hubiera
sabido y hasta consentido, en oportunidad de otorgarse la transacción, que las acciones
habían sido enajenadas, no podía impedir a la Cámara esclarecer y poner en evidencia la
verdadera naturaleza de tales transferencias de acciones, las que habían sido efectuadas,
en rigor, a título gratuito y como mera liberalidad; aspecto de las operaciones sobre el cual
no versaba el invocado conocimiento de la actora (v. fs. 83/84). Estos argumentos, no fueron
rebatidos, ni siquiera tratados por los recurrentes. En cuanto al reparo sobre la carga de la
prueba, los jueces integrantes de la Sala dijeron que no es apto para rescindir la sentencia
porque, según su jurisprudencia, el principio de determinación de la carga probatoria es
facultad privativa de los jueces de la causa. Se trata de una cuestión que atañe al fondo del
asunto -prosiguieron- y no a las formas de la sentencia que la ley procesal local autoriza a
controlar en casación. Agregaron, luego, que las consideraciones del inferior poniendo de
relieve la falta de prueba del ingreso efectivo de los bienes presuntamente entregados por
los compradores al patrimonio del vendedor y del destino ulterior de los mismos, está lejos
de representar un fundamento esencial del pronunciamiento, al punto que su hipotética
supresión mental, permite confirmar que la convicción de los magistrados y su natural
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consecuencia que es el fallo dictado, subsistiría incólume en virtud de los restantes motivos
expresados en la sentencia. Finalmente, precisaron que una de las proposiciones fundantes
de la sentencia de Cámara, deriva de considerar a los demandados gravados por la carga
de probar los extremos fácticos que en ella se afirman, concretamente aquellos por los
cuales se estima que no eran titulares de los bienes que fueron supuestamente entregados
a título de contraprestación de las acciones enajenadas (novillos, dinero efectivo). Pero
respecto de este hecho -juzgaron- no resulta atendible la objeción concerniente a la
dificultad de los apelantes para suministrar la prueba, pues, diversamente a lo que arguyen,
no se trata de situaciones que pertenecieren al ámbito de otras personas y que fueran
ajenos a ellos. Antes, al contrario, se trataría de demostrar circunstancias de hecho
atinentes a sus propios patrimonios y bienes de su pertenencia, de modo que no se verifica
aquella imposibilidad probatoria que comportaría el quebrantamiento de máximas de
experiencia que sostienen (v. fs. 84/85 vta.). Ninguno de estos fundamentos, reitero, fueron
debidamente contrarrestados por los apelantes.
Critican, finalmente, que el Tribunal Superior Provincial, omitió pronunciarse
sobre el agravio relativo a la violación del principio de no contradicción y congruencia en que
habría incurrido la Cámara al tratar de manera distinta dos situaciones idénticas. Señalan
que la demanda por simulación había sido iniciada entre otros, contra Hasner, Nihany y
Campos, siendo estos últimos adquirentes de acciones societarias correspondientes a
Estancias Euma S.A., que pertenecían al primero de los nombrados y a Eugenio Bergia. La
cesión se había instrumentado en un solo documento, ante el mismo notario, constando en
el mismo la cantidad de acciones que se transfería a cada uno y a quien se las adquiría, el
precio y la forma de pago. La Cámara -prosiguen- confirmó la desestimación de la demanda
producida respecto del codemandado Hasner en Primera Instancia, por no haber sido
motivo de agravio, pero la revocó para el resto de los codemandados por entender que
respecto de ellos sí hubo simulación. Sostienen que se ha violado el principio de
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congruencia, pues, o hubo simulación o no la hubo, pero no pueden existir ambas
situaciones a la vez.
Acerca de esta crítica debo decir, que los propios recurrentes explican esa
aparente falta de congruencia, al exponer que la Cámara confirmó la desestimación de la
demanda contra Hasner por no haber sido motivo de agravio. Es decir que la actora
consintió el fallo de Primera Instancia en cuanto a Hasner y apeló únicamente la decisión
acerca del contrato del causante Eugenio Bergia con los señores Nihany y Campos, por lo
que la Alzada carecía de competencia para pronunciarse sobre aquél extremo. Por otra
parte, estimo conducente destacar que la Cámara señaló que la juez de grado consideró
que la actora no había cuestionado la constitución de "Estancias Euma S.A.", ni la
suscripción de acciones por parte de los fundadores (4.465 Bergia y 45 Hasner), por lo que
Hasner era libre de transferir sus acciones en cualquier tiempo y a quien quisiera, desde que
la demandante no era a su respecto, ni sucesora ni acreedora. Por ello hizo lugar a la
defensa de falta de acción opuesta por Hasner y resolvió rechazar la demanda dirigida en su
contra (v. fs. 4; los subrayados me pertenecen). No está demás añadir que, sobre el
particular, el Tribunal Superior local, al denegar el recurso extraordinario, manifestó que a
pesar de la conexidad que pudiera mediar entre tales litigios y por más que estos versaren
sobre contratos que externamente se corporizaron en una misma escritura pública, de todas
maneras en cada una de tales causas que se acumularon en la demanda, se discutían
contratos diferentes entre sí, por lo que ningún principio o norma de derecho impedía
adoptar decisiones de distinto sentido respecto de una y otra operación, ni siquiera los
tocantes al instituto del litisconsorcio necesario, el que no se configura entre los otorgantes
de distintos contratos.
La síntesis de los agravios que precede, y su estudio a la luz de los
fundamentos de la sentencia, tiene por objeto, no sólo reafirmar lo expuesto al inicio de este
dictamen, en el sentido de que todos ellos remiten a cuestiones de hecho y prueba o
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argumentos de derecho común - materia propia de los jueces de la causa y ajena, en
principio, a la instancia del arto 14, de la Ley 48 -, sino destacar que, asimismo, pretenden
meramente oponerse a conclusiones del a quo que exteriorizaron fundamentos que, más
allá del grado de su acierto o error, resultan suficientes como para excluir la tacha de
arbitrariedad que se les endilga, lo que, como es obvio, obsta a su admisión (v. doctrina de
Fallos: 308:2.405; 310:1.395; 311:904, 1.950). Sobre el particular, la Corte tiene dicho,
además, que no promueve cuestión apta para ser tratada en la instancia excepcional, la
tacha de arbitrariedad que sólo trasunta una opinión diversa a la sostenida por el juzgador,
insuficiente por ende para demostrar que ésta conduzca a un apartamiento palmario de la
solución jurídica prevista para el caso, o adolezca de una decisiva carencia de
fundamentación (Fallos: 302:1491).
A mayor abundamiento, se observa que los recurrentes no se hicieron cargo,
ni en el recurso de casación, ni en el extraordinario federal, de otros fundamentos
conducentes de la sentencia de Cámara, reproducidos en el decisorio del Tribunal Superior.
Así, a fs. 81 vta.l82, los juzgadores, refiriéndose al pronunciamiento de la Alzada,
destacaron que, para robustecer el juicio esencial de la motivación del fallo (la comprobación
de la "causa simulandi') , aquella añadió que no se ensayó ninguna explicación creíble de la
razón que determinó al Sr. Eugenio Bergia a desprenderse de semejante cantidad de
acciones, las que representaban casi la mitad del capital del Sociedad Anónima. Pero el
mérito -agregaron- no se contentó con entender acreditada la "causa simulandi", sino que
puntualizó una serie de indicios que según su ciencia y conciencia autorizaban a presumir
que las compraventas disfrazaban donaciones. Así destacó, entre otros, el parentesco
existente entre los contratantes, las desinteligencias producidas al contestar la demanda
entre los demandados Nihany y Campos por un lado y sus esposas por otro, y la conducta
obstruccionista de la parte demandada a fin de evitar el descubrimiento de la verdad. Sobre
el grueso de estas presunciones los demandados tampoco exponen ninguna objeción en el
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recurso (ni en el local de casación, reitero, ni en el extraordinario). Señalaron luego los
sentenciadores que la Cámara ponderó igualmente la ausencia de prueba de ciertos hechos
relacionados con los contratos bajo juzgamiento. En esta perspectiva se destacó entre
varias de las pruebas faltantes, las guías de transferencia que acreditarían la entrega de
animales pactada como precio de las ventas. Asimismo, en el punto IV de su
pronunciamiento, el Superior Tribunal local se refirió a la afirmación de la Cámara sobre la
personalidad simuladora del causante y reseñó las razones que la condujeron a calificarlo
de ese modo (v. fs. 82 vta.); argumentos que no merecieron réplica en el recurso
extraordinario.
Como corolario, procede citar la doctrina de V.E. que ha establecido que la
solución de las controversias mediante el análisis y aplicación del derecho común y la
valoración de las circunstancias fácticas y las constancias probatorias, no puede sino
fenecer con el ejercicio de la potestad jurisdiccional de los tribunales superiores de la causa,
no siendo la Corte, en tal sentido, salvo los supuestos muy precisos del recurso ordinario,
una nueva y tercera instancia para revalorizar y juzgar respecto de dichas cuestiones
(Fallos:312:195).
Por todo lo expuesto, estimo que debe rechazarse la presente queja.
Buenos Aires,
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de
J <:.tG~e 2006.
I
-MARTA A. BElfi6 de GONyAlVEZ
Procuradora Fiscal ante la
Corte Suprema de Justicia de la Nación
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FERNANDO
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PROSECRETARIO ADMINISTRATIVO
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URACION GENERAL DE LA NACION
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