Congreso Internacional

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CONGRESO INTERNACIONAL “EL ESPAÑOL Y SUS CULTURAS”
LA ORTOGRAFÍA DEL ESPAÑOL Y SUS REFORMAS: PROPUESTA DE
SISTEMATIZACIÓN
Julio César Sal Paz
Universidad Nacional de Tucumán – CONICET (Argentina)
[email protected]
1. La ortografía como objeto de definición y de contextualización histórica
A lo largo de la historia, la conceptualización del objeto “ortografía” ha ido variando.
En este trabajo nos detendremos a revisar esos cambios en las distintas ediciones del
Diccionario de la Real Academia Española, así como en la obra de algunos ortógrafos,
con la intención de reflejar el carácter evolutivo de esta definición.
Para ello, en la medida de nuestras posibilidades, dejaremos hablar a las propias fuentes
y a los prólogos de las obras esenciales de esta disciplina. En este sentido, algunas citas
pueden juzgarse como demasiado extensas, pero creemos que sería inexcusable no
facilitar al lector la literalidad de los documentos, puesto que contamos con la
inestimable colaboración de una herramienta de consulta como el Nuevo Tesoro
Lexicográfico de la Lengua Española (NTLLE), razón por la cual preferimos evitar las
paráfrasis o transcripciones erróneas que puedan entorpecer los resultados de la
investigación.
1.1. La entrada “ortografía” en los Diccionarios de la RAE
La primera mención del término que realiza la Academia aparece consignada en el tomo
V de su obra inaugural, en el llamado Diccionario de Autoridades 1 , en una entrada cuya
grafía, incluso, no se corresponde con la que ostenta actualmente (1737: p. 62, col. 2):
Observamos en esta caracterización la presencia de elementos significativos que serán
recurrentes, incluso, en definiciones actuales2 : la ortografía como arte de escribir con
1
El título completo de la obra es Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero
sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o
refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua.
2
Así, por ejemplo, Suazo Pascual estipula que la ortografía “nos aporta las reglas oportunas para
representar con letras, grafías, los sonidos de una lengua y los signos auxiliares de la escritura; es decir,
nos enseña a escribir correctamente las palabras” (2000: 23).
1
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corrección; su vinculación con las letras y con la puntuación; la mención de su objetivo
principal - favorecer la adecuada interpretación en el proceso de lectura-; las precisiones
etimológicas como recurso de descripción y, finalmente, la apelación a citas de
autoridad para demostrar, con ejemplos de uso, lo enunciado.
Desde el Diccionario de la Lengua Castellana de 1780, reducido a un tomo, la palabra
presenta su fisonomía actual. En otro orden de cosas, la entrada no aporta novedad
respecto a la propuesta efectuada en el Diccionario de Autoridades, puesto que solo
reduce la información ofrecida en ella (desaparecen los datos etimológicos y las fuentes
de consulta) (1780: p. 671, col. 2):
Las ediciones de 1783, 1791 y 1803 se limitan a reproducir fielmente la caracterización
de 1780, mientras que la de 1817 solo efectúa un cambio formal al sustituir la grafía q
de la voz “quando” por la letra c (1817: p. 621, col. 3):
De igual modo, la versión de 1822 copia textualmente la definición de 1780, pero
elimina de ella el pronombre personal “le” (1822: p. 583, col. 2):
Por su parte, la obra académica de 1832 suprime de la definición de 1780 el enunciado
“y con la puntuacion y letras que son necesarias” (1832: p. 530, col. 3):
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Igual criterio siguen las actualizaciones de 1837, 1843 y 1852. En cambio, la edición de
1869 ya introduce cambios conceptuales significativos (1869: p. 558, col. 1):
Como podemos apreciar, la ortografía sigue considerándose “un arte que enseña”, pero
ya no a “escribir correctamente”, sino a “emplear bien las letras y los demás signos
auxiliares de la escritura”. Es decir, se matiza en esta caracterización el criterio de
corrección y el objetivo relacionado con dar “sentido perfecto” a la actividad lectora y
se reincorpora a la misma la idea de un repertorio de letras y signos auxiliares (antes
denominados simplemente “puntuación”) que había sido eliminado de la definición
original, registrada en el Diccionario de Autoridades, a partir de la edición de 1832.
En cuanto a la obra académica de 1884, consiga modificaciones de gran interés (1884:
p. 767, col. 2):
Nótese, por una parte, que es la primera vez que se vincula directamente a la Ortografía
con un área particular de las ciencias del lenguaje, en este caso, con la Gramática. Al
respecto, cabe recordar que Antonio de Nebrija, en su Reglas de orthographía en la
lengua castellana (1517), trató a la disciplina como materia independiente, adoptando el
principio del fonetismo como ordenador del sistema ortográfico. Por su parte, la RAE
ha ido cambiando su postura en cuanto a este punto, pues pasó de considerarla, al igual
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que Nebrija y quizás por su influencia, como asignatura autónoma en su obra de 1741
Orthographia española, mientras que en Esbozo de una nueva gramática de la lengua
española de 1973 la incluye dentro de la Fonología.
Por otra parte, se añade nuevamente la filiación etimológica griega y se prefiere retornar
a la idea de “escribir correctamente” -abandonada en la edición anterior- frente a la de
“emplear bien”. Idéntica perspectiva asume la versión de 1899. En cuanto a la de 1914,
conserva la misma caracterización esbozada en 1884, pero adiciona la etimología latina
y desplaza, para respetar el orden alfabético, a la segunda posición la acepción del
término vinculada con el plano verbal escrito (Geometría y Gramática) (1914: p. 741,
col. 1):
La edición de 1925 no presenta diferencias de contenido, aunque sí de forma, pues
sustituye la expresión “demás” por “y de los” (1925: p. 881, col. 1):
El Diccionario manual e ilustrado de la lengua española de 1927- así como sus
ediciones segunda, tercera y cuarta de 1950, 1984 y 1989, respectivamente- ofrece la
misma definición que la obra académica de 1925, pero sin los datos etimológicos (1927:
p. 1398, col. 2):
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La décima sexta edición del diccionario de la RAE, elaborada en 1936, así como las de
1939, 1947, 1956 y 1970, no exhiben ningún tipo de agregados ni modificaciones
respecto a la caracterización producida en 1925. En cuanto a la versión de 1984, expone
idéntica definición que la proporcionada en 1825, pero incorpora una tercera acepción:
“3. Forma correcta de escribir respetando las normas de la ortografía”. Además, en ella
el pronombre éste pierde el acento (1984: p. 987, col. 1):
Respecto a la edición de 1992, enseña igual caracterización que la brindada por su
antecesora, salvo que altera el orden de presentación de las etimologías “(Del gr.
? ?????af ? a, a través del lat. orthographia)” (1992: p. 1056, col. 2):
Finalmente, la vigésima segunda edición del Diccionario de la Lengua Española (2001)
que puede consultarse en línea, especifica que ortografía es:
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Debemos aclarar que la primera acepción de esta última definición es idéntica a la que,
como veremos, se postula en Ortografía de la lengua española. Edición revisada por
las Academias de la Lengua Española de 1999.
1.2. La conceptualización de la disciplina en la obra de Nebrija y en las ediciones
académicas de la Ortografía
Antonio de Nebrija en el capítulo 5° del “libro I, en que trata de la orthographía” de su
Gramática de la lengua castellana (1492) sostiene:
Tenemos que escrivir como pronunciamos i pronunciar como escrivimos
porque de otra manera en vano fueron halladas las letras. Lo segundo: que no es
otra cosa la letra sino figura por lo cual se representa la boz i pronunciación. Lo
tercero: que la diversidad de las letras no está en la diversidad de la figura sino en
la diversidad de la pronunciación.
De este modo, nos brinda la primera conceptualización fonética de la disciplina a la que
concibe como “ciencia, que en?eña las determinadas letras, con que ?e debe e?cribir cada
diccion”, según acopia la RAE en su Orthographia española.
Al respecto, desde el “Discurso Proemial” del primer tomo del Diccionario de
Autoridades, publicado en 1726, puede apreciarse el genuino interés que la Academia
otorga a la cuestión ortográfica, hecho que conduce a la elaboración de su ya citada
Orthographia española, que ve la luz en 1741. Allí, se la define del siguiente modo
(1741: 1-2):
La Orthographia es facultad, que en?eña á e?cribir recta, y científicamente,
a?si en la propriedad de las letras, con que ?e debe expre?ar cada voz; como en la
divi?ion, y puntuacion de las claú?ulas, acentuacion de las voces, notas, que
indiquen el ?entido, y todas las demas circun?tancias, que pide la buena
explicacion de los conceptos, y ?u clara expre?ion para la inteligiencia de los que
leen.
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Esta caracterización se relaciona estrechamente con la definición ofrecida en el tomo V
del Diccionario de Autoridades (1737) sobre la que ya nos hemos referido al comienzo
del apartado anterior.
Posteriormente, en las ediciones sucesivas de la misma obra, (1754, 1763, 1770, 1775 y
1779) la conceptualización del objeto sufre una significativa reescritura, como puede
observarse en el fragmento que reproducimos a continuación (1779: parte primera,
capítulo I, pp. 1-2):
Ortografía es el arte de escribir rectamente y con propiedad. Sus partes
principales son dos. La primera que trata del oficio y uso de las letras, y la
segunda de los acentos, puntos y notas, por cuya falta se altera el verdadero
sentido de lo escrito: y en las misma se distribuye este tratado, por ser esta, como
se ha dicho, la división mas propia y natural.
Por su parte, el Prontuario de Ortografía de la lengua castellana de 1844, que tuvo un
considerable número de reediciones -debido a que la reina Isabel II había solicitado a la
RAE que resumiera sus preceptivas en un compendio breve y sencillo para que pudiera
aprovecharse en las escuelas- puntualiza (1857: parte primera, 1-2):
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Ortografía es el arte de emplear bien las letras y los demás signos con que se
escribe un idioma. Divídese en dos partes: la primera trata del oficio y uso de las
letras: la segunda, de las notas ortográficas.
En 1974, o sea, más de un siglo después, en Ortografía se nos da cuenta de su
definición de un modo bastante escueto: “conjunto de normas que regulan la
representación escrita de una lengua” (1974: capítulo I, p. 8). Esta caracterización
guarda notable similitud con la brindada en 1999 por la Ortografía de la Lengua
Española, revisada por primera vez por la totalidad de las Academias, donde se la
concibe como: “conjunto de normas que regulan la escritura de una lengua” (1999: 9).
Nótese que se elimina el término representación, pero, al buscar en el DRAE (2001) el
significado de la voz “escritura”, hallamos que como primera acepción del lema figura
“acción y efecto de escribir”, lo que nos conduce al verbo “escribir”, que precisamente
la misma obra delimita como: “representar las palabras o las ideas con letras u otros
signos trazados en papel u otra superficie”. En consecuencia, hay una evidente
equiparación del escribir con el representar.
Finalmente, en Ortografía de la lengua española publicada en dic iembre de 2010 se
realizan las siguientes consideraciones teóricas (2010: 9):
Como todo código de comunicación, la escritura está constituida no solo por el
conjunto de signos convencionales establecidos para representar gráficamente el
lenguaje, sino por las normas que determinan cuándo y cómo debe utilizarse cada
uno de ellos. Este conjunto de normas que regulan la correcta escritura de
una lengua constituyen lo que llamamos ortografía, palabra de origen griego que
etimológicamente significa ‘recta escritura’ (del lat. orthographia, y este del gr.
? ?????af ? a, de ? ???- ‘recto’ + -??af ? a ‘escritura’). El término ortografía
designa asimismo la disciplina lingüística de carácter aplicado que se ocupa de
describir y explicar cuáles son los elementos constitutivos de la escritura de una
lengua y las convenciones normativas de su uso en cada caso, así como los
principios y criterios que guían tanto la fijación de las reglas como sus
modificaciones. La ortografía posee una dimensión eminentemente sincrónica,
pues se centra en la descripción del sistema de convenciones ortográficas
vigentes, pero puede adoptar también, como toda disciplina, una orientación
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diacrónica, cuando se ocupa de analizar cómo han ido evolucionando
históricamente esas convenciones. La disciplina ortográfica guarda relación con
otras materias que tiene también que ver con la representación gráfica del
lenguaje, como la paleografía, la caligrafía y la tipografía.
Es decir, esta extensa conceptualización proporcionada por la edición vigente de al
ortografía académica concreta todos los aspectos abordados de forma parcial en cada
una de las obras anteriores de la institución. Así, como notas distintivas, señalaremos
que la ortografía es, desde su origen y de forma ininterrumpida, una disciplina
normativa puesto que formula reglas (de obligado cumplimiento u optativas) para
escribir de una determinada manera. Sin embargo, como sostiene José Antonio Martínez
García, catedrático de la Universidad de Oviedo, toda disciplina normativa posee,
también,
una base descriptiva, por lo que tiene que empezar por dar una imagen exacta de
esa realidad que pretende encauzar. Cuando deja a un lado los componentes
normativos (“lo que debe hacerse”), para centrarse en la descripción (“lo que se ha
hecho y lo que se hace”), se convierte en el estudio de una parte de la Lingüística,
aquella que estudia e investiga el sistema que –relacionado con la expresión
fonética, pero diferente de esta- permite la manifestación gráfica de los me nsajes
lingüísticos (2004: 11).
En consonancia con esta postura, Nomdedeu Rull (2008) asegura que la idea de norma3
remite, por un lado, a lo “habitual” o “normal” -en el sentido estadístico del término,
algo que se representa con asiduidad, o con cierta recurrencia- y, por el otro, se
relaciona con significados cercanos a “prescripción”. Esto es, disponemos de una
norma prescriptiva (los criterios lingüísticos que regulan el uso considerado correcto)
y de otra descriptiva (que no reglamenta el uso, sino que, simplemente, lo especifica).
De este modo, los conceptos de norma y uso se complementan: la norma regula el uso a través de instrumentos como los diccionarios y las ortografías- y el uso modifica la
norma.
2. Criterios ortográficos: propuestas de periodización
Acordamos con Garrido Medina (2010: 74) en que la ortografía “es el sistema de
representación mediante letras del sistema fonológico”. En su desarrollo y fijación
escrita, todas las lenguas han recorrido distintos procesos. Unas han optado por un
criterio más fonético, mientras que otras se han apoyado en la etimología o en otras
razones culturales. En cualquier caso, como sostiene Camps y otros (2006), la solución
no ha sido sencilla y, normalmente, se ha asumido después de una serie de tensiones y
pactos. En consecuencia, solo se llega a una “normalización” cuando la sociedad en su
conjunto acata el consenso -que suele venir acompañado de argumentos de prestigio y/o
de imposición institucional- que tradicionalmente han alcanzado los especialistas.
3
Martínez de Sousa (2001: 41) anota que los conceptos de norma, uso y autoridad se encuentran ligados a
la normalización y al estilo. La norma, desde el punto de vista lingüístico, es la regla restrictiva que define
lo que se puede emplear en el uso de una lengua, lo que supone la existencia de unos usos calificados
como correctos y de otros juzgados como incorrectos, definidos ambos en las gramáticas y ortografías
normativas y en los diccionarios del mismo corte.
9
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Es decir, el proceso para llegar a establecer un código gráfico único y normativo ha sido
largo en la historia del español. Es fruto de sucesivas reformas en la fijación de las
reglas de escritura que se iniciaron en los tiempos del romance4 y que, aunque en
cuestiones muy puntuales, sigue abierto hoy en día.
Toda propuesta de periodización, o sea, la división en periodos históricos concebidos
como unidades discretas de trabajo, puede entenderse como una ordenación para situar
cronológicamente los acontecimientos; hecho que, en definitiva, afecta al propio objeto
de estudio puesto que el investigador intenta establecer características para definir cada
uno de esos períodos (Martínez Alcalde, 2010).
Según Martínez de Sousa (1991), la historia de la ortografía española suele dividirse,
para su estudio, en tres periodos 5 : fonético, anárquico y académico.
Periodo fonético: se extiende desde los orígenes del castellano (siglo XII) hasta la
segunda mitad del siglo XVI, época en la que aún no existe homogeneidad lingüística.
Barberá, Collado y otros (2004 [2002]) manifiestan que los inicios de la ortografía
española pueden buscarse, en realidad, en la obra de Alfonso X el Sabio (siglo XIII),
quien elevó la lengua castellana, a través de la imposición de su empleo en los
documentos reales, al rango de lengua oficial. Es decir, hasta mediados de ese siglo, el
uso de la lengua romance solo se consideraba adecuado en el ámbito privado, familiar y
oral, mientras que el latín, que se aprendía en las escuelas, seguía siendo imprescindible
para el tratamiento de los asuntos de la esfera pública.
No obstante, debemos señalar que en ese momento no existía aún un criterio lingüístico
único. La escritura era vacilante e imprecisa. La invención de la imprenta en 1440
otorga una paulatina importancia a los textos impresos, en detrimento de los
manuscritos, con lo que impone la necesidad de regular la ortografía del español. A esta
consigna responde, justamente, Antonio de Nebrija quien, aplicando los preceptos
estipulados por Quintiliano para el latín, expone en su Gramática de la lengua
castellana (1492) y luego en Reglas de orthographía en la lengua castellana (1517), el
principio de que cada fonema debe corresponderse en la escritura con un grafema. Así,
siguiendo los postulados del fonetismo, se convierte en el primer humanista que
sistematiza, ordena y fija la norma ortográfica. Esta línea de pensamiento es continuada
en el siglo XVII por Mateo Alemán, en su Ortografía castellana (1609) y por Gonzalo
Correas en Ortografia Kastellana nueva i perfeta de 1630.
Período de confusión o anárquico: como ya dijimos, a mediados del siglo XVI no
existía en el discurso escrito un criterio normativo único, por lo que cada escritor, en el
momento de producción textual, apelaba a reglas particulares. Esta razón es la que lleva
a Abraham Esteve Serrano (1982) a denominar a esta etapa como de “variedad
ortográfica” o incluso, de “caos”. En ella se registran dos corrientes ortográficas que
debido a las diferencias gráficas venían apreciándose desde el siglo XIII: fonológica y
4
Los primeros escritos en lengua castellana son una prolongación de la ortografía latina (Glosas
Emilianenses y Silenses -Siglo X-) que reproducen los sonidos con los signos gráficos latinos. Se trata de
textos notariales escritos en latín, que insertan comentarios, palabras o construcciones en romance
(Camps y otros, 2006).
5
Abraham Esteve Serrano (1982: 14), en cambio, solo distingue dos etapas: la primera o de variedad
ortográfica, que llega hasta 1800 y durante la cual ningún sistema consigue aceptación general, y la
segunda, condicionada por la ascendente influencia de la ortografía académica, que logra el respaldo
oficial en 1844, con lo que consolida, de algún modo, la unidad en el español escrito.
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etimológica. La primera, partidaria de la sencillez, bregaba por representar con cada
signo solo un sonido (fonetismo extremo). La segunda, de corte más tradicional,
pretendía que se conservase en la escritura las huellas que reflejan la evolución de la
lengua de origen, el latín. Diálogo de la lengua, escrito en 1535 por Juan de Valdez y
publicado en 1736 por Gregorio Mayans, evidencia esta situación.
Período académico: en 1713, por real cédula de Felipe V, se crea en Madrid la Real
Academia Española (RAE), con la intención de cultivar y fijar la lengua castellana. Para
ello, se tomó como modelo los proporcionados por la Accademia della Crusca y por la
Académie Française, fundadas en 1582 y 1629, respectivamente. La ortografía seguía
siendo objeto de debate durante esta época, en la que se impuso un criterio nuevo,
basado en el principio de autoridad 6 ejercido por la propia institución. Entre 1726 y
1739 la Academia publica su Diccionario de la lengua castellana, más conocido como
Diccionario de Autoridades. Allí, en el primer tomo, en el llamado “Discurso Proemial
de la Ortografía de la lengua castellana” se fijan los principios que regirán el futuro de
esta disciplina. Luego, en 1741, aparece la Orthographia española, obra que desde su
segunda edición se denomina Ortografía y en la que se rectifican algunas normas, a
partir de la aplicación de los criterios de pronunciación7 , uso 8 y etimología, en ese orden
de prioridad. Finalmente, en 1771, ve la luz la Gramática Castellana y en 1780 el
Diccionario Común.
No obstante, debemos precisar que la ortografía académica de la época no fue
hegemónica, sino hasta que, a solicitud del Consejo de Instrucción Pública, la reina
Isabel II impone la obligatoriedad de enseñarla en las escuelas por real orden de fecha
25 de abril de 1844. Con la intención de brindar una herramienta de fácil lectura para
docentes y alumnos, se edita el Prontuario de Ortografía de la lengua castellana, texto
que se convierte en dogma y que encarna la oficialización y legitimación de la labor de
la Academia. Desde entonces, la RAE se materializa como entidad oficial y como
órgano lingüístico de la monarquía española, cuyas preceptivas asumen carácter de
normas generales de acatamiento indiscutible por lo que desviarse de ellas constituye
error ortográfico.
En el siglo XIX, surgen nuevas propuestas de reforma como las impulsadas desde el
ámbito americano por Andrés Bello o por Domingo Faustino Sarmiento, cuyos
planteamientos fueron bastante radicales. Por su parte, en el siglo XX, la polémica sobre
las normas ortográficas se mantuvo vigente, a través de argumentaciones diversas
sustentadas por escritores e intelectuales de reconocido prestigio como Miguel de
6
Consiste en el estudio, efectuado por la Real Academia Española, de las realizaciones concretas de una
voz determinada para luego imponer una norma, a veces aceptando y legalizando ejecuciones
relacionadas con la pronunciación, mientras que en otros casos, decantando el criterio etimológico o el del
uso (Russutto y Álvarez, 1994).
7
Al respecto, Garrido Medina advierte: “En el siglo XVIII, cuando el centro político y cultural era la
capital donde estaba asentada la corte […], es decir, cuando el castellano era hegemónico, la Academia
llevó a cabo una enorme reforma de la ortografía, y la adecuó a la pronunciación castellana de entonces.
De este modo, para la pronunciación atlántica la ortografía de las letras “ce”, “ci” sigue el criterio
etimológico, y con la de “z”, constituye un desajuste entre ortografía y fonología (2009: 74).
8
Adaptado por la Academia desde tiempos inmemoriales, radica en aceptar la escritura de ciertos
vocablos, tal como la han concretado los hablantes en la constante ejecución del código lingüístico. A los
criterios mencionados, Russutto y Álvarez (1994) adicionan el de de “innovación tecnológica”, que se
impone en los estudios de la ortografía del español actual por factores tales como conveniencias
tipográficas, restricciones de los medios digitales o por objetivos pragmáticos de la publicidad, entre
otros.
11
CONGRESO INTERNACIONAL “EL ESPAÑOL Y SUS CULTURAS”
Unamuno, Gabriel García Márquez o Julio Casares, por citar solo algunos ejemplos
emblemáticos.
Finalmente, el 02 de noviembre de 2010, los medios de comunicación del mundo
hispánico difundieron y adelantaron una serie de cambios ortográficos -que habían sido
discutidos por la Comisión Interacadémica en San Millán de la Cogolla durante el
transcurso de su última reunión- que serían presentados para su aprobación final en un
encuentro a desarrollarse el 28 del mismo mes en Guadalajara, en el marco de la Feria
Internacional del libro. Los trascendidos tuvieron un extraordinario impacto en la
opinión púb lica y suscitaron un amplio debate del que participaron periodistas, lectores,
escritores e, incluso, académicos como Francisco Rodríguez Adrados, Arturo Pérez
Reverte y Javier Marías, quienes reaccionaron ante las medidas ofreciendo diversos
argumentos.
Es decir, como enuncia Garrido Medina (2009: 74 -75):
la resistencia a reformar la ortografía no debe ocultar el hecho de que es un objeto
histórico que representa […] épocas pasadas del idioma, también pasadas hoy en
cuanto a la consideración de las diferencias de pronunciación. La lengua española
es el conjunto de los diferentes sistemas fonológicos de sus dialectos, y la
ortografía, a pesar de sus desajustes históricamente motivados, es la
representación mediante letras de la lengua, es decir, de todos los dialectos que la
constituyen.
Por eso, convenimos con Barberá y otros (2004 [2002]) cuando estipulan que a lo largo
del tiempo la ortografía se ha comportado como un símbolo social que permite efectuar
distinciones entre una clase sociolingüística culta -de la que se espera mayor corrección
y precisión en la escritura- y una clase analfabeta - más débil culturalmente que no
alcanza los niveles de corrección deseados. Estos motivos son los que llevan a Raúl
Ávila, catedrático del Colegio de México, a advertir que “eskribir es peligroso, porke da
poder. Atrebámonos a ser más partizipativos: simplifikemos las reglas i kompartamos el
poder” (2009: 961).
No obstante, en la actualidad, como bien apunta Polo (1990) es cada vez menor el
número de personas que maneja la ortografía de manera aceptable y, en contrapartida, el
porcentaje de nuevos “analfabetos ortográficos” aumenta exponencialmente. En este
sentido, el concepto de ortografía y el de error o falta ortográfica son aspectos que
interesan y despiertan posiciones encontradas entre los estudiosos del lenguaje. Al
respecto, Esteve Serrano (1982: 14) explica que esta cuestión ha estado siempre
íntimamente relacionada con la actividad pedagógica y en particular con el aprendizaje
de la lectura y escritura. De ahí que el porvenir de cualquier sistema ortográfico
dependa, pues, de su aceptación general y constante en los distintos niveles educativos
durante varias generaciones consecutivas. Este es el único camino válido para conseguir
la unidad ortográfica.
3. Acerca del impacto mediático de las reformas ortográficas. Un esbozo de
conclusión
Como quedó expresado en el epígrafe anterior, cuando Salvador Gutiérrez Ordóñez,
académico coordinador de la hoy ya publicada Ortografía de la lengua española,
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CONGRESO INTERNACIONAL “EL ESPAÑOL Y SUS CULTURAS”
adelantó en noviembre de 2010 algunas de las propuestas de reforma -que serían
aprobadas el 17 de diciembre por la Asociación de Academias, aunque con ciertos
atenuantes9 - sus declaraciones provocaron un enorme revuelo en la opinión pública,
especialmente, en los llamados nuevos medios de comunicación. Allí, un vasto número
de usuarios de todas las latitudes del mundo hispánico utilizó los espacios de discusión
de los periódicos digitales para contribuir con sus comentarios a un debate horizontal
cargado de ironía y críticas a la RAE.
Ana María Vigara Tauste (2000) afirma que los partidos políticos y los medios de
comunicación actúan como fuerzas vivas que no reconocen autoridad externa alguna en
ciertas cuestiones que consideran fundamentalmente ideológicas y políticas, o sea, de su
competencia, y no meramente ortográficas. Así las cosas, la Real Academia Española,
institución cuyas decisiones tienen posibilidades de ser mayoritariamente aceptadas en
el ámbito del español10 , no puede sustraerse al juicio de esas fuerzas vivas y al de los
hablantes, que les atribuyen, según cuáles sean las normas aprobadas, un lugar u otro en
el espectro ideológico circundante y en sus simpatías o antipatías personales.
Es decir, los usuarios de un sistema ortográfico, aprendido en la escuela y ejercitado en
los múltiples y cotidianos actos de lectura y escritura, suelen mostrarse reacios a los
cambios, aún cuando estos se justifiquen con razones plenamente válidas y aceptables.
Esta situación era esperable dada la extraordinaria dimens ión de la comunidad
lingüística del español, en la que conviven una considerable cantidad de variedades
fónicas, morfológicas, sintácticas y léxicas pero que, sin embargo, comparten una
normativa ortográfica única. En este contexto, todo cambio constituye en sí mismo un
intento de sistematización en el que se negocian variantes; esto es, se legitiman unas y
rechazan otras (el viejo litigio entre unidad y diversidad).
En síntesis, frente a lo que sucede con otros aspectos de la lengua, la ortografía es un
asunto que goza de permanente actualidad y sobre el que cualquier hablante tiene
formada una opinión cuando no una propuesta de renovación. Con todo, no deja de
extrañar, tal como lo apunta Paredes (1997), la atención que reciben los desajustes en el
campo ortográfico y el nulo interés social que producen los que se presentan en otros
niveles lingüísticos. Al respecto, Sánchez Jiménez (2009) cree que una de las posibles
razones que explica esta realidad se vincula con el valor social que posee la ortografía,
pues su dominio es una de las competencias necesarias para ostentar un estatus dentro
de un grupo determinado.
El intento de modificar las reglas que rigen la actividad de escribir es, por tanto, una
cuestión muy delicada.
Bibliografía consultada
9
Una síntesis de las modificaciones en vigencia pueden consultarse en el sitio de la Real Academia
Española
en
el
siguiente
enlace
http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000018.nsf/(voAnexos)/arch8100821B76809110C12571B80038B
A4A/$File/CuestionesparaelFAQdeconsultas.htm#ap0
10
Sobre este punto, Raúl Ávila (2009: 945) sostiene que “las normas ortográficas parecen surgir de una
postura nada participativa, aunque quienes las desarrollan podrían argumentar que se trata de un
consenso. Sin embargo, no se puede negar que las desarrolla un organismo y que, en general, los usuarios
de la lengua las aceptan prácticamente sin el menor reparo, aunque con muchos lamentos, sobre todo en la
edad adulta”.
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