http://dike.pucp.edu.pe http://www.pucp.edu.pe EL DERECHO DEL NIÑO A CONOCER A SUS PADRES Y LAS LIMITACIONES A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DEL PRESUNTO PROGENITOR -O DE LOS HEREDEROS DE ÉSTE- EN LA INVESTIGACIÓN DE LA FILIACIÓN Alex F. Plácido V. CASACIÓN N°2675-2001-LIMA. 1 Lima, veintitrés de diciembre del dos mil dos.La Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República, vista la causa dos mil seiscientos setenticinco - dos mil uno, con los acompañados en audiencia pública realizada el trece de noviembre del año en curso y producida la votación con arreglo a ley, emite la siguiente sentencia: 1. MATERIA DEL RECURSO: Es materia del presente recurso de casación la sentencia de vista de fojas mil cuatrocientos treintiocho, su fecha veintiuno de junio del dos mil uno, emitida por la Sala Especializada de Familia de la Corte Superior de Lima, que confirmando la sentencia apelada de fojas mil trescientos treinta, su fecha veintitrés de enero del mismo año, declara fundada la demanda de fojas doce, subsanada a fojas veintiocho y, que en consecuencia, don Simeón Caballero Bustamante es padre del menor Simeón Miguel Caballero Denegri; con lo demás que contiene. 2. FUNDAMENTOS POR LOS CUALES SE HA DECLARADO PROCEDENTE EL RECURSO: Mediante resolución de fecha doce de noviembre del dos mil uno se ha declarado procedente el recurso de casación interpuesto por doña María Esther Marion Calderón y otras, por las causales previstas en los incisos 1, 2 y 3 del artículo 386 del Código Procesal Civil, relativas a la aplicación indebida de una norma de derecho material, inaplicación de normas de derecho material, contravención de las normas que garantizan el derecho a un debido proceso y la infracción de las formas esenciales para la eficacia y validez de los actos procesales, respectivamente. 3. CONSIDERANDOS: Primero.- Que se acusó como agravios: a) la aplicación indebida del artículo 402 inciso 3 del Código Civil, por haberse sustentado la sentencia de vista en el concubinato para amparar la demanda; b) la inaplicación de los artículos 361, 362, 1 Publicada en separata especial "Sentencias en Casación" del 30 de Junio de 2003 del Diario Oficial El Peruano, páginas 10721 a 10723. 1 363, 364, 396 y 404 del Código Civil, que se refieren a la presunción de paternidad matrimonial; c) la contravención de las normas que garantizan el debido proceso al haberse vulnerado el artículo 189 del Código Procesal Civil, que señala la oportunidad de ofrecer medios probatorios en los actos postulatorios al admitirse la realización de la prueba del ADN en la persona de la demandante, su menor hijo y las demandadas; que se ha aplicado retroactivamente el apercibimiento dispuesto en el inciso 6 del artículo 402 del Código Civil, modificado por la Ley 27048; y, d) la infracción de las formas esenciales para la eficacia y validez de los actos procesales al haberse expedido la sentencia de primera instancia sin remitirse previamente lo actuado a la Fiscalía Provincial de Lima para que emita el dictamen correspondiente. Segundo.- Que, mediante el proceso judicial se persigue resolver un conflicto de intereses o eliminar una incertidumbre con relevancia jurídica, haciendo efectivo los derechos sustanciales en pro de la paz social en justicia, conforme se halla regulado en el artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Civil. Tercero.- Que, el artículo 2 inciso 1 de la Constitución Política del Estado consagra el derecho a la identidad y en virtud al mismo, toda persona tiene el derecho de conocer quiénes son sus progenitores y antecesores, con todos los privilegios que por ello le pudiera corresponder; encontrándose facultada, para acudir al órgano jurisdiccional a fin de obtener la dilucidación respectiva. Cuarto.- En el caso de autos, por escrito del quince de agosto de mil novecientos noventisiete doña Andrea Victoria Denegri Espinoza demandó la declaración de filiación extramatrimonial de su menor hijo Simeón Miguel Caballero Denegri respecto de quien en vida fuera don Simeón Caballero Bustamante; habiendo demandado a la sucesión de este último y, sin invocarse causal alguna del artículo 402 del Código Civil ofreció como medio de prueba la pericia del ADN a practicarse en los restos del finado. Quinto.- Que, en el decurso del proceso los herederos legales de don Simeón Caballero Bustamante procedieron a su cremación, lo que imposibilitó la realización de la prueba solicitada sobre los restos del presunto padre del menor; por lo que el juzgador, mediante resolución de fojas quinientos cincuenticuatro y estando a la facultad que le concede el inciso 2 del artículo 51 y 194 del Código Procesal Civil, ordenó como prueba de oficio el peritaje del ADN a extraerse de las muestras a tomar a las personas de la demandante, su hijo y las demandadas previo informe recabado; lo cual ha sido ratificado a fojas setecientos treinticuatro y mil ciento dieciocho de los presentes autos. Sexto.- Que, el artículo 402 del Código Civil en su texto original recogía cinco presupuestos para invocar la filiación extramatrimonial , mas dicho dispositivo ha sido modificado en el transcurso de la presente causal mediante la dación de la Ley 27048 del seis de enero de mil novecientos noventinueve que incorpora una nueva causal de índole probatorio relativa a la acreditación del vínculo parental a través de la prueba del ADN u otras genéticas o científicas con igual o mayor grado de certeza, precisando la norma que, ante la negativa de someterse el presunto padre a dicha prueba luego de haber sido notificado bajo apercibimiento 2 por segunda vez, el juez evaluará tal negativa, las pruebas presentadas y la conducta del demandado declarando la paternidad o al hijo como alimentista. Sétimo.- Que, dicha modificatoria al artículo sub exámine no estuvo vigente al momento de interposición de la presente demanda por lo que los órganos de instancia no aplicaron el apercibimiento ya citad, conforme puede apreciarse de las sentencias de mérito; sin embargo, debe anotarse, tal como precisó el Colegiado Superior, que el artículo 413 del Código Sustantivo -anterior a la modificatoria en mención- ya presentaba la posibilidad de invocar como prueba la pericia del ADN pues aludía a que en un proceso de filiación podía admitirse no solo la prueba negativa de los grupos científicos, sino también "otras de validez científica" en cuyo caso era factible la presentación por el interesado de la prueba en referencia; además es necesario acotar que la realización de este medio de prueba resulta trascendente en los procesos como el presente debido a su alto grado de certeza en la acreditación de la filiación. Octavo.- Que conforme aparece de las sentencias objeto de análisis, las instancias ampararon la demanda teniendo en cuenta básicamente la conducta procesal de la parte demandada, reflejada en haber procedido a la cremación del cadáver del presunto progenitor del menor cuando ya conocía que la prueba del ADN había sido ofrecida en esta causa y en el hecho de no haber acudido a las reiteradas audiencias para llevarse a cabo la misma; habiéndose sustentado las sentencias de mérito en los incisos 5, 6 y 7 del artículo 112 y 282 del Código Procesal Civil. Noveno.- Que, en efecto, por los hechos mencionados precedentemete, puede evidenciarse una notoria falta de cooperación de las accionadas para lograr la finalidad del medio probatorio anotado, siendo factible que el juzgador extraiga conclusiones por tal actitud; sin embargo, es preciso anotar que en el caso concreto la parte demandada no es el presunto progenitor sino su sucesión, es decir, se trata de personas evidentemente ajenas al acto de concepción del menor; por lo que la presunción que el juzgado puede tener respecto del comportamiento de estas últimas no puede ser de ninguna manera contundente para declarar la filiación. Décimo.- En tal sentido, es necesario hacer la acotación que en un proceso de filiación, además de la presunción judicial debe acompañarse en forma incontrovertible otras pruebas absolutamente definidas que conduzcan al juzgador al convencimiento de la partenidad, máxime, si como ya se precisó el indicio del juzgador en el caso que nos atiende no está relacionado con alguna omisión o acto del supuesto padre; debiéndose señalar que de autos no se advierten pruebas contundentes encaminadas a demostrar la filiación reclamada, pues los documentos aportados por la actora acreditan únicamente la relación laboral que existía entre ella y el señor Caballero Bustamante, por lo que la presente demanda no puede ser amparada; empero, dadas las circunstancias de estos autos, se debe dejar a salvo cualquier derecho alimentario que le pueda corresponder al menor, en atención al interés superior del niño consagrado en el Código de los Niños y Adolescentes. 3 Décimoprimero.- Asimismo, resulta pertinente resaltar que en la presente demanda la accionante no ha invocado la existencia de concubinato alguno con el presunto padre de su hijo ni tampoco ha declarado en tal sentido en la audiencia respectiva, por lo que al haberse sustentado la sentencia de primera instancia, cuyos argumentos han sido reproducidos en segunda instancia, en la causal contenida en el inciso 3 del artículo 402 del Código Civil se ha incurrido en aplicación indebida de una norma de derecho material. Décimosegundo.- Que, en cuanto a la causal de inaplicación de las normas anotadas en el considerando primero de la presente resolución, ésta no resulta amparable por cuanto el matrimonio de la demandante con el señor Ronald Cecil Hudson llevado a cabo en los Estados Unidos no tiene efectos legales al no estar inscrito en el Consulado Peruano conforme se señaló en el considerando vigésimo primero de la apelada y, de otro lado, la omisión del dictamen fiscal no acarrea nulidad toda vez que el mismo es meramente ilustrativo conforme a los artículos 171 del Código Procesal Civil y 89 inciso b) de la Ley Orgánica del Ministerio Público - Decreto Legislativo 052. 4. DECISIÓN: Por tales consideraciones, de conformidad con el Dictamen Fiscal Supremo de fojas cincuentiséis del cuaderno de casación y en aplicación de lo dispuesto en el inciso 1 del artículo 396 del Código Procesal Civil: a) Declararon FUNDADO el recurso de casación de fojas mil cuatrocientos cuarentiocho, interpuesto por doña María Esther Marion Calderón y otros, en consecuencia, CASARON la sentencia de vista de fojas mil cuatrocientos treintiocho, su fecha veintiuno de junio del dos mil uno, expedida por la Sala Especializada de Familia de la Corte Superior de Lima. b) Actuando como órgano de instancia: REVOCARON la sentencia apelada de fojas mil trescientos treinta, su fecha veintitrés de enero del dos mil uno, que declara fundada la demanda de fojas doce subsanada a fojas veintiocho y, REFORMÁNDOLA declararon INFUNDADA la citada demanda. c) DISPUSIERON se publique esta resolución en el Diario Oficial El Peruano, bajo responsabilidad; en los seguidos por doña Andrea Victoria Denegri Espinoza sobre declaración judicial de paternidad extramatrimonial; y los devolvieron.SS. SILVA VALLEJO; CARRILLO HERNÁNDEZ; QUINTANILLA QUISPE; GONZALES MUÑOZ. LOS FUNDAMENTOS DEL VOTO EN DISIDENCIA DEL VOCAL SEÑOR DOCTOR TORRES CARRASCO, SON COMO SIGUEN: CONSIDERANDO: Primero.- La prueba biológica del ADN fue ofrecida en la demanda y admitida en la audiencia de fojas cuatrocientos cuatro al haberse declarado infundada la oposición formulada por las demandadas contra dicho medio probatorio, fue debido a que los restos de don Simeón Caballero Bustamante fueron inhumados y cremados por decisión de las demandadas, que el Juzgado desestimó dicho medio probatorio por se de imposible actuación conforme aparece a fojas cuatrocientos setenticinco; ordenándose de oficio a fojas quinientos cincuentiséis el peritaje científico del ADN sobre las muestras de sangre de las demandadas, la demandate y su menor hijo; sin embargo, a fojas seiscientos veintiséis el Instituto 4 Peruano de Seguridad Social comunicó al juzgado que su laboratorio de histocompatibilidad no podía realizar dicha prueba, por ello, mediante resolución de fojas setecientos treinticuatro el a-quo dispuso que previamente para mejor resolver, se practique la prueba del ADN en las muestras de sangre de las demandadas, la demandante y su menor hijo. En conclusión, la actuación de la prueba biológica del ADN no resulta extemporánea al haberse ordenado de oficio por el Juzgado, conforme a lo dispuesto por el artículo 194 del Código Procesal Civil, lo que descarta la posibilidad de afectación alguna al artículo 198 del ordenamiento procesal citado. Segundo.- En cuanto al extremo en que se sostiene que se habría hecho efectivo el apercibimiento contenido en el inciso 6 del artículo 402 del Código Civil modificado por la Ley 27048, analizando la recurrida se concluye en que carece de sustento esta afirmación por cuanto el juzgador no ha efectivizado apercibimiento alguno, por el contrario ha valorado la conducta procesal de las partes con sujeción al artículo 282 del Código Procesal Civil al advertir la falta de colaboración de las demandadas y la obstrucción que hicieron para impedir que se lleve a cabo la prueba del ADN. Tercero.- En lo que respecta a la infracción de las formas esenciales para la eficacia y validez de los actos procesales por considerar que no se ha remitido los actuados al Fiscal Provincial de Familia para que expida el dictamen previo a la sentencia de primera instancia, esta omisión no se sanciona con la nulidad por el artículo 141 del Código de los Niños y Adolescentes careciendo de relevancia si se tiene en cuenta que conforme a lo establecido en reiteradas resoluciones expedidas por la Sala de Casación el dictamen fiscal es meramente ilustrativo y su omisión no va a influir en el sentido de la resolución. Cuarto.- La causal de inaplicación indebida del artículo 402 inciso 3 del Código Civil, las recurrentes la hacen consistir en que la sentencia de vista se ha sustentado en el concubinato para amparar la demanda. Analizada la sentencia de vista que se cuestiona, se aprecia que dicha norma no ha sido aplicada en la fundamentación de la resolución expedida por la Sala de Familia, por lo tanto no se puede hablar de aplicación indebida de una norma que no ha sido invocada en la resolución. Siendo intrascendente que la norma citada haya sido consignada en la ponencia que a título singular realizó uno de los vocales superiores y que corre a continuación de la resolución impugnada. Consecuentemente, debe desestimarse esta causal por carecer de sustento. Quinto.- En cuanto a la causal de inaplicación de los artículo 361, 362, 363, 364, 396 y 404 del Código Civil, que en esencia tratan de la presunción de la paternidad, presunción de filiación matrimonial, acción contestatoria de la paternidad, del plazo para interponer la acción contestatoria, reconocimiento del hijo extramatrimonial de mujer casada y de la declaración judicial de paternidad del hijo de madre casada, respectivamente, debe tenerse presente que el menor Simeón Miguel Caballero Denegri hijo de la actora y cuya paternidad se reclama nació el siete de febrero de mil novecientos ochentinueve, según partida de nacimiento de fojas cuatro, cuando se encontraba vigente el matrimonio celebrado en los Estados Unidos entre la actora y el ciudadano norteamericano Ronald Cecil Hudson English, en febrero de mil novecientos setentiocho; sin embargo, al no 5 haberse inscrito en el Consulado Peruano y en el Registro de Estado Civil del Perú el vínculo matrimonial, carece de efectos jurídicos plenos para el Perú quedando habilitada la actora para solicitar la declaración judicial de paternidad de su hijo. Estas razones conducen a desestimar por impertinentes las normas de derecho material que invocan las recurrentes. Sexto.- Dentro de los sucedáneos de prueba el Código Procesal Civil recoge la presunción judicial y la conducta procesal de las partes; cuanto a la presunción judicial el artículo 281 del texto procesal autoriza al Juez a aplicar su razonamiento lógico crítico basado en las reglas de experiencia o en sus conocimientos y, a partir del presupuesto debidamente acreditado en el proceso a formarse convicción respecto a los hechos investigados. En cuanto a la conducta procesal de las partes, el artículo 282 del mismo Código establece que el Juez puede extraer conclusiones en contra de los intereses de las partes atendiendo a la conducta procesal que éstas asumen en el proceso, particularmente cuando se manifiesta notoriamente en la falta de cooperación para lograr la finalidad de los medios probatorios o con otras actitudes de obstrucción. En el caso de autos debe tenerse que si alguno de los justiciables no concurre varias veces a las citaciones del juzgador rehuyendo la actuación de un medio probatorio, su conducta debe ser considerada como indicio grave en contra de su pretensión o de las excepciones según sea el caso; tanto más, si con relación a la prueba del ADN las demandadas han negado obstinadamente su cooperación para la realización de ésta prueba que le hubiera permitido desvirtuar la paternidad invocada por la actora. Por las consideraciones antes expuestas y de conformidad en parte con el Dictamen Fiscal: MI VOTO es porque se declare INFUNDADO el recurso de casación de fojas mil cuatrocientos cuarentiocho, interpuesto por doña María Esther Marion Calderón y otras; y en consecuencia, NO CASAR la sentencia de vista de fojas mil cuatrocientos treintiocho, su fecha veintiuno de junio del dos mil uno, expedida por la Sala Especializada de Familia de la Corte Superior de Lima; en los seguidos por Andrea Victoria Denegri Espinoza sobre declaración judicial de paternidad extramatrimonial. S. TORRES CARRASCO. ANÁLISIS Y CRÍTICA JURISPRUDENCIAL Introducción Los derechos humanos son las prerrogativas inalienables, perpetuas y oponibles erga omnes, que corresponden a toda persona, por su sola condición de tal, de las que no puede ser privado por la acción del Estado ni de otros particulares, porque ello implicaría un desmedro o menoscabo a su dignidad. Sin embargo, los derechos humanos no son absolutos; están sujetos a límites. No sólo que el ejercicio aislado de cada uno de ellos tiene unos límites claros, sino 6 que, como sucede siempre, suelen entrar habitualmente en conflicto. El ejercicio de uno implica la lesión de un derecho de otra persona. ¿Cómo dilucidar cuál de los dos es un ejercicio realmente válido? Para resolver este problema se ha acuñado el principio de razonabilidad como un criterio que orienta la labor del intérprete. Según este criterio, el conflicto entraría en una vía de solución cuando sea posible justificar razonablemente la preferencia de uno de los bienes jurídicos en disputa, una vez que se han ponderado las circunstancias concurrentes de cada caso. Un caso en el que se advierte un evidente conflicto de derechos con pretensiones distintas es el referido a los procesos de filiación. En la investigación de la filiación coexisten dos intereses forzosamente contrapuestos: el interés del hijo, dirigido a conocer su verdadera filiación, su origen, en definitiva; y, el interés del presunto progenitor, casi siempre opuesto a ello, pues de haber sido favorable habría accedido al reconocimiento. La investigación de la filiación tiene como fin el establecimiento de una adecuación entre la verdad biológica y la relación jurídica de filiación y con ello, la superación del fomalismo que históricamente ha rodeado esta cuestión. La idea clásica reside en la bondad intrínseca de la legitimación, por cualquier medio, dadas las enormes discriminaciones legales y sociales existentes contra los hijos habidos fuera del matrimonio. Una vez que el sistema responde a la unidad de todas las filiaciones, por efecto del principio de igualdad, y que se decanta a favor de técnicas más avanzadas en la investigación de filiación, el interés del hijo parece localizarse en el establecimiento de la verdad biológica, aun cuando el éxito de una acción en este sentido pueda modificar en profundidad una realidad sociológica anterior. Del establecimiento de la verdad biológica se deriva la relación de filiación y el contenido inherente a la misma. Siendo así, la investigación de la filiación se presenta como una cuestión prioritaria del hijo en aras del interés en conocer a sus padres. Pero, el derecho del presunto progenitor a resguardar su intimidad personal, ¿puede argumentarse para frustrar el derecho del hijo a conocer a sus padres, por considerarse que el engendrar un hijo es una acción privada autorreferente? ¿Puede sustentar la negativa del presunto progenitor a someterse a las pruebas biológicas? De otro lado, ¿puede imponerse coercitivamente al presunto progenitor la aplicación de las pruebas biológicas? ¿Puede darse a la negativa a someterse a las pruebas biológicas un valor definitivo a efectos de admitirse la filiación? Finalmente, el negarse voluntariamente a establecer la filiación, ¿constituye una conducta antijurídica que genera responsabilidad civil? En todas estas interrogantes está presente el conflicto de derechos antes aludido. Es claro que el derecho de toda persona a conocer a sus padres goza de reconocimiento en la Convención sobre los Derechos del Niño (artículo 7, numeral 1); el que, habiendo sido aprobado y ratificado por el Perú, forma parte de nuestro ordenamiento jurídico, está garantizado por la Constitución y debe ser interpretado 7 conforme a su texto (artículo 3 y Cuarta Disposición Final y Transitoria). Por ello, este derecho tiene fundamento constitucional expresamente reconocido. Sin embargo, si bien toda persona tiene derecho a indagar su filiación, a conocerla, a emplazarla, a recibir para ello tutela jurisdiccional efectiva; el ejercicio de ese derecho debe realizarse dentro un marco de razonabilidad a fin de no violentar los derechos del presunto progenitor. Ese es, pues, el objetivo del presente estudio, a propósito de la sentencia en casación bajo análisis: determinar los criterios para el debido control de la razonabilidad en el ejercicio del derecho del hijo a conocer a sus padres dentro del ámbito jurisdiccional. Para tal propósito, resulta necesario precisar previamente los alcances del derecho del niño a conocer a los padres en el marco del sistema internacional de derechos humanos definido en la Convención sobre los Derechos del Niño; para confrontarlo, luego, con los derechos del presunto progenitor dentro del proceso de filiación. 1. LA CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO. En 1978, debido a que la Declaración de los Derechos del Niño de 1959 carecía de una exhaustiva enumeración de los derechos de los niños, así como por su 2 carácter de texto sin obligaciones jurídicas para los Estados Parte , el Gobierno de 2 La redacción de la Declaración de 1959 duró trece años, y los debates tuvieron lugar a lo largo de tres períodos bien diferenciados: 1946-1948; 1950-1951; y, 1957-1959. El primer período coincidió en el tiempo con los trabajos de confección de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La Declaración, que consta de diez principios, se puede dividir para su estudio en dos partes. Un primer grupo, que corresponde a los siete primeros principios, donde se recogen los derechos esenciales, y el resto, donde se establecen las medidas de protección al niño. En síntesis, los siete derechos que se recogen son los siguientes: 1. El niño es sujeto de todos los derechos sin que en ningún caso pueda ser objeto de discriminación de ningún tipo. Después de la Segunda Guerra Mundial la pedagogía moderna entiende de que lo sufrido durante la infancia afecta la vida del adulta, y por ello si el niño sufre discriminación la aplicará en la edad adulta. 2. El niño gozará de protección especial, para que su desarrollo sea integral. Las Naciones Unidas entienden que el óptimo desarrollo se consigue manteniendo al niño junto a sus padres el mayor tiempo posible, pues la familia es la institución fundamental de la sociedad donde el niño encuentra la paz y la seguridad necesarios, y un desarrollo moral, que aunque nunca termina, si es claro que comienza en la infancia. 3. El niño tiene derecho a un nombre y a una nacionalidad. Con ello, es clara la preocupación por evitar que se produzcan situaciones de apátrida. 4. El niño tiene derecho a gozar de los beneficios de la seguridad social, de una forma directa, como sujeto independiente de su familia. Es bien claro que el niño suele obtener esos beneficios, que hacen referencia normalmente a la asistencia médica, a través de su familia, pero si carece de ésta no debe verse privado de recibir esos beneficios. 5. El niño impedido fìsica o mentalmente tiene derecho a un tratamiento especial; el que se vincula con el anteriormente citado. 6. El niño tiene derecho y necesidad de amor y comprensión, que en la medida de lo posible obtendrá en el seno de su familia, o en su caso sin separar a los niños de corta edad de sus madres. Incluso, en caso de conflictos conyugales se respeta que el niño en la primera infancia permanezca al lado de su madre. 7. El niño tiene derecho a recibir una educación primaria, gratuita y obligatoria; igualdad de oportunidades y responsabilidad única de los padres o tutores para elegir el tipo de educación que desean para los menores a su cargo. 8 Polonia presentó a la Comisión de Derechos Humanos un proyecto sobre una Convención de las Naciones Unidas, relativa a los Derechos del Niño3. Recién, en el mes de noviembre de 1989, coincidiendo con el XXX aniversario de la Declaración de Derechos del Niño adoptada por las Naciones Unidas, y a petición de la Comisión de Derechos Humanos del Consejo Económico y Social, fue presentado el proyecto de Convención. Después de su adopción por la Asamblea General, la Convención sobre los Derechos del Niño quedó abierta a la firma el 26 de enero de 1990. Los objetivos de la Convención4 podrían resumirse como un intento de definir los derechos sustantivos de los niños, reconociéndolos como ciudadanos del mundo y En cuanto a las medidas de protección la Declaración de los Derechos del Niño hace referencia al socorro preferente del niño; a la protección contra el abandono, la crueldad y la explotación de los niños; y, la supresión de toda práctica discriminatoria. Vid. FAUBELL, V. Notas históricas y textos acerca de los Derechos del Niño. Revista de Ciencias de la Educación. Organo del Instituto Calasanz de Ciencias de la Educación. Nº99-100. Julio-Diciembre. Madrid, 1979. p. 52-53. 3 La propuesta de Polonia fue presentada en la reunión 1438º, el 13 de febero de 1978, a través del Documento E/CN.4/L.1366/Rev.1 y apoyada además por Austria, Bulgaria, Colombia, Jordania, Senegal y Siria. Se pretendía que fuera adoptada en 1979, que había sido declarado, en conmemoración al XX aniversario de la Declaración de 1959, Año Internacional del Niño. Este primer intento, sin embargo, no obtendría el éxito esperado. Ciertamente para la elaboración de una Convención se necesitan reuniones continuas de la Comisión de Derechos Humanos. Fue imposible que en el plazo marcado de un año, la Comisión pudiera realizar todo el trabajo pendiente, que, además y poco a poco, fue incrementado por las aportaciones de los distintos miembros de la Comisión de Derechos Humanos. Posteriormente y a los efectos de lograr que se aprobara dicha Convención, la Misión Permanente de la República Popular Polaca ante la oficina de las Naciones Unidas, con sede en Ginebra, envió, el 5 de octubre de 1979, a la división de Derechos Humanos, un nuevo proyecto de Convención para que fuera distribuido entre todos los Gobiernos. En 1979 y a petición de la Asamblea General, la Comisión de Derechos Humanos, en su sesión 1479º, creó un grupo de trabajo, también con sede en Ginebra, de composición no limitada, con el fin de elaborar dicha Convención. Los trabajos comenzaron utilizando como texto base el segundo documento elaborado por Polonia. A partir de esta fecha, el grupo de trabajo celebró sus reuniones, cada año, durante una semana. Las actas y documentos presentados por los distintos representantes han sido publicadas en DETRICK S. The United Nations Convention on the Rights of the child. (A guide to the “Travaux Préparatories”). Dordrecht, Martinus Nijhoff Publisher, 1992. 4 Debe tenerse presente que todos los derechos reconocidos en la Convención sobre los Derechos del Niño se sustentan en dos premisas. Por un parte, un principio básico de igualdad, recogido en el artículo 2, y formulado como “no discriminación”. Un segundo principio de carácter más abstracto, formulado en el artículo 3, que establece que para tomar las decisiones que afecten al niño es necesario tener en cuenta el “interés superior” de éste. Por ello, es necesario referirse a la génesis de cada una de ellas. La propuesta presentada por Polonia sobre el artículo 2 establecía la prohibición de que el niño sea objeto de cualquier diferencia por motivos de “la raza, el color, el sexo, la religión, las opiniones políticas o de otra índole, el origne nacional o social y la posición económica, y sin hacer distinción entre nacidos dentro o fuera del matrimonio”. Recogía, además, la necesidad de que los Estados partes adoptaran medidas destinadas a suprimir las diferencias que pudieran aparecer y “en particular en las esferas de la economía, la salud y la educación, para dar efectividad a los derechos reconocidos en la presente Convención”. 9 con posibilidades de compartir sus recursos, con los correlativos deberes de los diferentes Estados y de las autoridades competentes; teniendo en cuenta que esos objetivos no bastan, si no se consigue además “conferir a los agraviados el derecho a acudir a los foros internacionales y legitimar a organismos internacionales para que ejecuten las sentencias y acuerdos”5. Ciertamente, la nueva Convención establece normas que abarcan el descuido y el abuso al que se enfrentan los niños, siendo, por ejemplo, innovador el reconocimiento de la protección del niño incluso frente a sus propios padres. No Procediéndose al examen del artículo, el debate comenzó con la enmienda presentada por el representante de los Estados Unidos, en virtud de la cual, los derechos de la Convención se aplicarían a todos los niños que vivieran de forma legal en el territorio de un Estado. Para algunas delegaciones, esta nueva redacción supondría que los derechos enunciados en la Convención no serían de aplicación a los niños que vivieran ilegalmente en el territorio de un Estado parte, situación que, en la mayor parte de los casos, no es imputable al niño, sino a los padres. De esta forma, la actuación ilegal de éstos no debería suponer una limitación, y menos un motivo de discriminación, para determinar el alcance de los derechos aplicables a los niños. Esta proposición sería rechazable. El representane de Brasil, presentó una propuesta tendente a sustituir el texto polaco, para hacer referencia a todo tipo de posibles causas de discriminación que pudieran surgir incluyendo la raza, el sexo, la situación familiar, etc. Por ello, en el contenido definitivo aparece una exhaustiva enumeración de todas las posibles causas de discriminación, destacándose, así, “la raz, el color, el sexo, el idioma, la religión, la opinión política o de otra índole, el origen nacional, étnico o social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra condición del niño, de sus padres o de sus tutores”. De otra parte, el Grupo de Trabajo analizó el contenido del artículo 3, que constaba de tres párrafos en el proyecto polaco. En la primera parte se establecía que en todos los asuntos que puedan afectar al niño “la consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño”. Esta noción proporciona una pauta de comportamientode todos los llamados a aplicar la Convención, como un importante criterio de interpretación. Sobre esta materia, un grupo de representantes presentaron una enmienda, para modificar lo aprobado en primera lectura, en virtud de la cual, el interés superior del niño, no debía ser la única consideración, sino una de las más importantes a la hora de adoptar cualquier medida de carácter oficial. Se discutió si por razones humanitarias, el interés superior del niño debía ser también, una consideración primordial en las medidas que no tuvieran carácter oficial, esto es, en las decisiones que adoptaran los padres, tutores o instituciones sociales, aunque, finalmente pareció poco conveniente imponer obligaciones a los padres o tutores a través de un instrumento de carácter internacional. En este sentido, aunque el interés superior del niño debería ciertamente ser una razón primordial en el actuar de los que le rodeen, no debería ser única, ya que en determinados momentos, al aplicar este criterio, se pudiese producir una colisión entre derechos, lo que sólo podría ser solucionado ante cada caso concreto. Finalmente, a pesar de los arduos debates, se aceptó el texto primitivamente propuesto, suprimiendo en la redacción definitivamente la palabra “oficiales”, y estableciendo que el principio del “interés superior del niño” afectará a todas las medidas que tomen “las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos”. Vid. ALVAREZ VELEZ, María Isabel. La protección de los derechos del niño. En el marco de las Naciones Unidas y en el Derecho Constitucional español. Madrid, UPCO, 1994. p. 84-85. 5 CARRERAS, M. Los derechos del niño: de la Declaración de 1959 a la Convención de 1989; en BALLESTEROS., J. (editor). Los Derechos Humanos. Madrid, Ed. Tecnos, 1992. p. 187. 10 por ello, puede considerarse que los derechos de los niños se presentan en oposición o conflicto con los derechos de los adultos, sino como una parte integrante del derecho internacional en materia de derechos humanos. La Convención de aporta dos grandes novedades. En primer lugar, no es ya un texto meramente declarativo de principios genéricos (la Declaración de Ginebra enunciaba cinco, y la Declaración de 1959 incluía diez) sino un instrumento jurídico vinculante; en segundo lugar, la concepción exclusivamente tuitiva, es sustituida por una nueva y distinta concepción que afirma que el niño es sujeto de derechos. El niño es, para la Convención, un sujeto en desarrollo, pero un sujeto de derechos, y no sólo de derechos pasivos, es decir derechos a recibir prestaciones de los adultos, sino también de derechos activos como la libertad de conciencia, pensamiento y religión, la libertad de expresión e información, la libertad de asociación y reunión o el derecho de participación. 1.1 El carácter vinculante de la Convención sobre los Derechos del Niño. La Convención sobre los Derechos del Niño es un tratado internacional sobre derechos humanos que contiene el catálogo mínimo de derechos específicos de la infancia, con carácter vinculante para los Estados frente a todo menor y a sus representantes legales sometidos a sus jurisdicciones y con mecanismos de supervisión para el cumplimiento de estas obligaciones por parte de los Estados. Dicho conjunto de derechos, que componen el catálogo, constituye el mínimo exigible al Estado. Nada autoriza a que el Estado lo restrinja y nada obsta, o más bien todo alienta al Estado para que incluya otros derechos en su ordenamiento jurídico nacional, para que amplie el alcance y contenido de un derecho del catálogo o para que mejore las posibilidades de ejercicio y goce de los derechos existentes6. En ese sentido, la obligación de los Estados de procurar el ejercicio de los derechos del niño no es una obligación estática, sino dinámica y progresiva, que debe permitir el mejoramiento de las condiciones necesarias para el pleno goce de estos derechos. El carácter vinculante surge para el Estado por su ratificación o adhesión voluntaria y de buena fe. A partir de ello, el Estado se obliga, no con otros Estados partes, sino con el niño que habita en su jurisdicción, que en los términos del tratado sobre derechos humanos son efectivamente los auténticos destinatarios. En general, el Estado asume dos obligaciones básicas: la primera, la de respetar los derechos del niño, y la segunda, la de garantizar el ejercicio de los mismos. La obligación de respetar los derechos del niño, implica para el Estado y sus agentes una abstención de realizar cualquier acto, sea de naturaleza 6 SANTISTEVAN DE NORIEGA precisa que “los tratados sobre derechos humanos tienen una vocación progresiva o de desarrollo. Ello significa que los derechos reconocidos en el catálogo constituyen un estándar mínimo que se exige al Estado”. En, SANTISTEBAN DE NORIEGA, Jorge. Constitución, Derechos Humanos y la aplicación del derecho internacional de los derechos humanos en el ámbito jurisdiccional. Apuntes sobre la Reforma Constitucional. Academia de la Magistratura. Revista Institucional Nº6. Lima, Junio 2002. p. 273. 11 administrativa, legislativa o judicial que amenace o viole los derechos humanos consagrados en la Convención sobre los Derechos del Niño. La obligación de garantizar el goce y pleno ejercicio de los derechos a todo menor y a sus representantes legales sometidos a su jurisdicción, importa el deber del Estado de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos del niño. Como consecuencia de esta obligación, los Estados deben prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos por la Convención y procurar, además, el restablecimiento, si es posible, del derecho conculcado y, en su caso, la reparación de los daños producidos por la violación de los derechos del niño. Por el carácter vinculante, la Convención es oponible jurídicamente a todos los Estados en materia de derechos humanos, siempre que exista el marco convencional pertinente que prevea derechos a los individuos y los mecanismos procesales necesarios para llevarlos a cabo7. La existencia de mecanismos de supervisión en la Convención sobre los Derechos del Niño determina para el Estado la obligación de cooperar en la supervisión internacional, proporcionando información oportuna, pertinente y veraz respecto de la situación general de los derechos humanos en su jurisdicción, a fin de que el Comité sobre los Derechos del Niño pueda evaluar si dicho Estado cumple o vulnera los derechos específicos de la infancia y, en su caso, dictar la recomendación correspondiente. Como parte del sistema internacional de derechos humanos, la Convención sobre los Derechos del Niño participa de las características especiales que el derecho internacional de los derechos humanos8 reconoce para la eficiencia de los derechos humanos, a saber: 1. La autoaplicabilidad: El carácter de autoejecutividad o autoaplicabilidad de los tratados sobre derechos humanos, consiste en la posibilidad de aplicar sus disposiciones directamente en el derecho interno, sin necesidad de un desarrollo legislativo previo, por lo que los jueces pueden (y deben) aplicar las disposiciones de los tratados en forma directa e inmediata9. 7 NOVAK, Fabián - SALMON, Elizabeth. Las obligaciones internacionales del Perú en materia de derechos humanos. Instituto de Estudios Internacionales. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 2000. p. 55. 8 El ámbito de los derechos humanos ha venido adquiriendo entidad propia. Se desarrolla tanto en el marco del Derecho Constitucional cuanto en el del Derecho Internacional Público, pero su propia especificidad y el formidable reconocimiento que viene logrando hace que hoy se hable del Derecho de los Derechos Humanos o del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. AYALA CORAO, Carlos. El Derecho de los Derechos Humanos: la convergencia entre el derecho constitucional y el derecho internacional de los derechos humanos. En, Lecturas Constitucionales Andinas. N°3. CAJ. 1994. p. 51. 9 AYALA CORAO. Op cit. p. 56. 12 A partir de esta característica, se permite el reconocimiento de los derechos directamente de los tratados sobre derechos humanos en los casos en que no estén expresamente reconocidos o que, estándolo en la Constitución, no estén desarrollados a través de normas de menor rango. Las normas de los tratados sobre derechos humanos contienen mandatos aplicables directamente y exigibles judicialmente10. 2. La progresividad: Por esta característica, el sistema internacional de los derechos humanos exige a los Estados que cumplan con tomar diferentes medidas para procurar las condiciones necesarias en su jurisdicción, que permitan el ejercicio pleno de los derechos humanos contenidos en los tratados de los cuales son parte, cuyo cumplimiento se hace inmediato, desde su entrada en vigor. Asimismo, esta característica busca el desarrollo constante del sistema internacional de derechos humanos, cuyos mecanismos y normas básicas permiten su progreso permanente y su adaptación a la circunstancia histórica de tiempo y espacio en que se aplican11. 3. La subsidiaridad: El sistema internacional de los derechos humanos es un mecanismo de supervisión internacional, constituyéndose en un sistema subsidiario, es decir que antes de ponerse en funcionamiento, se presume la actuación de un sistema de protección interna. Debe funcionar en un primer momento el sistema jurídico en materia de derechos humanos y de prevención de violación de cada Estado. Ello implica que, al interior del Estado, debe existir un ordenamiento jurídico que, a la vez, consagre derechos y tenga previsto un mecanismo rápido y eficaz para reparar las violaciones de los mismos. Cabe resaltar que, conforme al artículo 31.1 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, la Convención sobre los Derechos del Niño debe ser interpretado de acuerdo con los principios de la buena fe, con el sentido corriente que haya de atribuirse a los términos del tratado en el contexto de éstos (pacta sunt servanda) y teniendo en cuenta su objeto y fin. Este último principio resulta fundamental para la interpretación de la Convención sobre los Derechos del Niño, pues sus disposiciones deben ser interpretadas de acuerdo a su objeto y fin, que es en definitiva, la protección de los derechos de la infancia. De esta forma, el juez nacional, al aplicar una norma de la Convención sobre los Derechos del Niño, debe entenderla conforme a los principios de interpretación específicos para los tratados de derechos humanos y a los dispositivos previstos en ese tratado de derechos humanos. 10 LANDA ARROYO, César. La aplicación de los tratados internacionales en el derecho interno y las decisiones de las cortes internacionales, especialmente en materia de derechos humanos. p. 8. 11 GROSSMAN, Claudio. El Sistema Interamericano de Derechos Humanos. En, Foreing Affairs en español. N°1. p. 115. 13 Siendo así, en la aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño debe preferirse una interpretación a favor del interés superior del menor, por ser éste el objeto y fin específico del tratado12. Este principio de interpretación es también conocido como el criterio de la primacía de la norma más favorable a las personas protegidas (interpretación pro homine) expresamente en los tratados de derechos humanos. "Este criterio permite, en primer lugar, reducir o minimizar considerablemente las supuestas posibilidades de "conflictos" entre instrumentos legales en sus aspectos normativos; contribuye, en segundo lugar, a obtener mayor coordinación entre tales instrumentos en dimensión tanto vertical (tratados e instrumentos de derecho interno) como horizontal (dos o más tratados); y, finalmente, contribuyen, en tercer lugar, a demostrar que la tendencia y el propósito de la coexistencia de distintos instrumentos jurídicos sólo buscan ampliar y fortalecer la protección"13. Asimismo y de acuerdo al objeto y fin de la Convención sobre los Derechos del Niño, los derechos dela infancia deben entenderse e interpretarse de una manera amplia y dinámica, ello implica que, en sentido contrario, las restricciones a los derechos requieren de una interpretación restringida. En ese sentido, la interpretación más adecuada de una norma de la Convención será aquella realizada al momento en que la interpretación se lleve a cabo, teniendo en cuenta el objeto y fin del tratado. "El fundamento de este principio se encuentra en que los valores protegidos que constituyen, a su vez, eventuales justificaciones a la restricción de estos derechos (moral, seguridad, etc.) son conceptos abiertos y dinámicos que pueden variar de contenido de acuerdo a los avances de la sociedad. De allí que los valores deben interpretarse de acuerdo al contenido vigente al momento de interpretarse"14. En última instancia, toda interpretación debe sustentarse en la dignidad de la persona humana como fuente de toda protección y como valor supremo a partir del cual se desarrolla el reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos. 1.2 La jerarquía constitucional de la Convención sobre los Derechos del Niño. A este respecto, debe analizarse brevemente lo relativo a la jerarquía de los tratados de derechos humanos en nuestro orden jurídico porque ello resulta de vital importancia para nuestro análisis, en tanto que dicha jerarquía determina el valor normativo que ellos tienen; lo que deberá ser tomado en cuenta por los 12 SANTISTEVAN DE NORIEGA, explica que -en general- para el caso de los tratados de derechos humanos el fin es siempre preservar la dignidad humana. En, Op cit. p. 274. 13 CANCADO TRINDADE, Antonio. La interacción entre el derecho internacional y el derecho interno en la protección de los derechos humanos. En, El juez y la defensa de la democracia: un efoque a partir de los derechos humanos. Ed. Lorena Gonzales. Instituto Interamericano de Derechos Humanos. San José, 1993. p. 19. 14 NOVAK - SALMON. Op cit. p. 81. 14 jueces, quienes deberán en definitiva aplicar dichos tratados en sus resoluciones y sentencias y, en su caso, el control difuso de la constitucionalidad. De la revisión de la Constitución, se aprecia que no tenemos determinada clara y expresamente la jerarquía de los tratados; que, por el contrario, el constituyente ha optado por establecer distintos niveles en los que se ubicarían los tratados en los que el Estado peruano es parte, dependiendo de la materia que regulen15. 15 Al respecto de la jerarquía de los tratados internacionales sobre derechos humanos, se aprecian las siguientes tesis: a) Rango supraconstitucional. Esta tesis uniformiza el derecho y la jurisprudencia nacional e internacional, bajo la primacía del derecho internacional. En tal sentido, siguiendo la tesis monistas se asume la supremacía del tratado internacional sobre la Constitución -de tal manera que en caso de conflicto entre la Constitución y el tratado, prima el tratado-, postulado que adquiere plena vigencia para la defensa de los derechos humanos, en la medida que la persona humana constituye un sujeto del derecho internacional. Esta doctrina condiciona la validez de la ley nacional a su concordancia con el tratado internacional. "Desde la doctrina de la integración, el artículo 57 de la Constitución de 1993 al establecer que "cuando un tratado internacional afecte una disposición constitucional, debe ser aprobado por el mismo procedimiento que rige para la reforma de la Constitución antes de ser ratificado por el Poder Ejecutivo", deja abierta la posibilidad de la prevalencia de los tratados internacionales de derechos humanos respecto de la Constitución del Estado, cuando la adopción de un tratado de esta materia implique una modificación constitucional" LANDA ARROYO. Op cit. p. 4. Este cambio operaría con la misma fuerza de ley de una ley constitucional capaz de reformar por sí misma la Constitución, en virtud de la autorización del poder constituyente. En el caso contrario que se aprobase el tratado sin el requisito del procedimiento agravado de votación para un reforma constitucional, dicho tratado sería inconstitucional; pudiéndose deducir su nulidad en sede constitucional. b) Rango constitucional. Si bien la Constitución de 1993 no ha mantenido el antiguo artículo 105 de la Constitución de 1979, según el cual "los preceptos contenidos en los tratados relativos a derechos humanos, tienen jerarquía constitucional..."; una parte de la doctrina concluye que los tratados sobre derechos humanos ya no gozan de la misma jerarquía que la Constitución. Sin embargo, otro sector de la doctrina señala que por la cláusula de los derechos implícitos -numerus apertus-, recogida en el artículo 3 de la Constitución ("La enumeración de los derechos establecidos en el capítulo relativo de los derechos fundamentales no excluye los demás que la Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno"), los tratados que versan sobre derechos humanos, al regular materia de nivel constitucional, tienen por su contenido material una jerarquía de carácter constitucional; motivo por el cual, gozan del rango constitucional por la materia constitucional que abordan. c) Rango supralegal. Se basa en el valor que tienen los tratados internacionales sobre las normas legales del derecho interno, pero inferior a la Constitución. Este era el caso del artículo 101 de la Constitución de 1979, el que disponía: "En caso de conflicto entre el tratado y la ley, prevalece el primero". Si bien la Constitución de 1993 no mantuvo este artículo; en cambio, sí mantuvo el referido a que "las normas relativas a los derechos humanos y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretan de conformidad con la Declaración Universal de Derecho Humanos y con los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificadas por el Perú". Esta tesis busca armonizar el derecho interno con el derecho internacional; subordinando la interpretación de la ley nacional a los tratados. Es decir, que el ámbito o espacio propio del derecho y la jurisprudencia basados en la ley se subordinan a los tratados y sentencias internacionales. En función de lo cual, se establece una integración esencial entre el derecho internacional y el derecho nacional -infraconstitucional-, en la medida que al regular una misma materia por el principio de jerarquía, el tratado prevalece sobre la ley. 15 A diferencia de la Constitución de 1979, en la Constitución actual, el constituyente no ha señalado expresamente el valor normativo que se le debe asignar a los tratados, menos aún el tratamiento de los relativos a derechos humanos. Por este motivo, para conocer el valor normativo de los tratados es necesario recurrir a una labor interpretativa. Los que sostienen la tesis del rango legal del tratado de derechos humanos se fundamentan en dos cuestiones: primero, el tratado es aprobado por el Congreso mediante Resolución Legislativa, según lo dispuesto en el artículo 56 de la Constitución. Sin embargo, es de observarse que el tratado y la norma aprobatoria en el derecho interno son actos distintos que no deben confundirse. "La norma aprobatoria, en nuestro caso es una resolución del Congreso, resulta siendo un acto autoritativo del ingreso del tratado al derecho interno que revista tal modalidad para fiscalizar o controlar el acto principal que es el tratado"16. El segundo fundamento se encuentra en el valor normativo que atribuye a los tratados el artículo 200, inciso 4, de la Constitución. Por esta disposición, como la acción de inconstitucionalidad procede contra la ley o normas de rango legal, al ser posible interponer dicho recurso contra los tratados, éstos tendrían rango legal. No obstante, aquí también no se realiza la aludida distinción. Es por ello, que nos adherimos a la tesis del rango constitucional de los tratados de derechos humanos17. Por la cláusula de los derechos implícitos -numerus apertus-, recogida en el artículo 3 de la Constitución ("La enumeración de los derechos establecidos en el capítulo relativo de los derechos fundamentales no d) Rango legal. Esta tesis se basa en una interpretación positivista del artículo 200, inciso 4, de la Constitución; en la medida que, la acción de inconstitucionalidad "procede contra las normas que tienen rango de ley: leyes, decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados...", se les otorgaría a éstas últimas normas igual jerarquía normativa que a la ley. Ahora bien, como los tratados internacionales aprobados y ratificados forman parte del derecho nacional, según el artículo 55 de la Constitución, las colisiones entre los tratados y las leyes nacionales se resolverían, no por el principio de jeraquía, dado que el tratado y la ley comportan el mismo rango legal; sino, por los principios de competencia o de prevalencia de la norma especial sobre la general y de la norma posterior sobre la anterior. Esta concepción es propia de la antigua idea soberana del Estado nacional, que asumió el viejo principio según el cual, la validez y vigencia de un tratado internacional estaba a condición de que una ley nacional así lo dispusiera. Sin embargo, contemporáneamente el tratado internacional constituye una norma legal al interior de cada Estado, que también regula las relaciones del gobierno con sus ciudadanos. e) Tratados ejecutivos. Los tratados simplificados son los acuerdos internacionales sobre materia de dominio propio del Poder Ejecutivo, como los convenios arancelarios o de libre circulación de personas y mercaderías entre países; asuntos que son de competencia administrativa del Poder Ejecutivo 15. 16 VARGAS CARREÑO, Edmundo. Introducción al Derecho Internacional. Segunda Edición. San José de Costa Rica, Ed. Juriscentro, 1992. p. 260-261. 17 RUBIO CORREA, Marcial. La ubicación jerárquica de los tratados referentes a derechos humanos dentro de la Constitución peruana de 1993. En, Pensamiento Constitucional. Año V. N°5. Lima, Fondo Editorial de la PUCP, 1998. p. 99-113; LANDA ARROYO, César. Límites constitucionales de la ley de amnistía peruana. En, Pensamiento Constitucional. Año III. N°3. Lima, Fondo Editorial de la PUCP, 1996. p. 151-208; CIURLIZZA, Javier. La inserción y jerarquía de los tratados en la Constitución de 1993: retrocesos y conflictos. En, La Constitución de 1993. Análisis y Comentarios II. Lima, Comisión Andina de Juristas, 1995. p. 65-83; SILVA SANTISTEVAN DE NORIEGA. Op cit. p. 295. 16 excluye los demás que la Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno"), los tratados que versan sobre derechos humanos, al regular materia de nivel constitucional, tienen por su contenido material una jerarquía de carácter constitucional; motivo por el cual, gozan del rango constitucional por la materia constitucional que abordan. 2. EL DERECHO DEL NIÑO A CONOCER A SUS PADRES EN EL SISTEMA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS DEL NIÑO. De acuerdo a la concepción clásica, si bien es ley de la biología que cada hijo tiene un padre y una madre, para el Derecho, sin embargo, puede carecer de uno de ellos, o de los dos, porque la procreación es un hecho productor de efectos jurídicos, pero entre éstos no está siempre -sino cuando concurren ciertas circunstancias- la atribución de un estado de filiación. Al respecto, se sostiene que el Derecho para trabar entre dos personas concretas la relación de filiación, plena de pretensiones recíprocas, ha de exigir determinados presupuestos que, de faltar, hacen imposible el establecimiento del vínculo de parentesco y entrañan como consecuencia que no sea para el Derecho un absurdo la existencia de un ser humano sin padre e incluso sin madre, porque ello no quiere negar que biológicamente carezca de ellos, sino que significa, simplemente, que ningún varón o ninguna mujer tiene respecto de dicho ser los derechos y deberes jurídicos que al padre o a la madre corresponden por imperativo y concesión de la norma jurídica. Sin embargo, tales aserveraciones carecen en la hora presente de exactitud por el derecho de toda persona a conocer a sus padres, que goza de reconocimiento en la Convención sobre los Derechos del Niño (artículo 7, numeral 1); y que, habiendo sido aprobado y ratificado por el Perú, forma parte de nuestro ordenamiento jurídico, está garantizado por la Constitución y debe ser interpretado conforme a su texto (artículo 3 y Cuarta Disposición Final y Transitoria). A partir del mismo, se impone a todos los efectos el principio de la verdad biológica y, por lo tanto, la realidad genética en los procesos sobre filiación, contando para ello con la fuerza demostrativa de las pruebas biológicas que ofrecen al presente plena solvencia, hasta el punto de que los porcentajes de error, inevitables en toda actividad humana, son siempre inferiores a los de cualquier otro elemento demostrativo; siempre, claro está, que esas pruebas sean practicadas por expertos en centros especializados. El principio de la verdad biológica significa que cada sujeto podrá figurar como padre o como hijo de quien verdaderamente lo sea, esto es, de quien biológicamente lo sea, puesto que dispondrá de unos medios que el Derecho pone a su alcance -y que son fundamentalmente las acciones de filiación- para rectificar la situación que vive si no está conforme con ella, es decir, para dejar de estar unido con quien no tiene lazo carnal alguno, o para comenzar a estarlo si legalmente tal unión no consta. 17 Pero, para la total comprensión de lo señalado, es menester conocer el contenido y los alcances del derecho del niño a conocer a sus padres; resaltando, luego, los anacronismos de nuestro actual régimen legal de filiación. 2.1 El contenido y los alcances del derecho del niño a conocer a sus padres. El derecho del niño a conocer a sus padres aparece expresamente recogido en el artículo 7, numeral 1, de la Convención sobre los Derechos del Niño 18, con el siguiente texto: "El niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos". Resulta evidente que, para poder cumplir los deberes y exigir la atención de los derechos que corresponden a los hijos, éstos deben conocer previamente quiénes son sus padres. Una vez determinada la filiación, esto es, establecida la paternidad y la maternidad, surge inmediatamente la atribución a los padres del conjunto de derechos y deberes -la titularidad de la patria potestad- reconocidos en función del interés de los hijos; que se resumen en el cuidado integral de éstos. 18 El contenido del citado artículo 7 fue estudiado durante la cuarta sesión de 1980 y en el periodo de sesiones, celebrado en 1981, del Grupo de Trabajo. El proyecto establecía el derecho del niño a tener desde su nacimiento un nombre y una nacionalidad, así como el compromiso de los Estados de incorporar en sus legislaciones respectivas, el principio según el cual, el niño adquirirá la nacionalidad del Estado en cuyo territorio haya nacido. Durante el debate del primer párrafo del presente artículo, el representante de los Estados Unidos de América propuso una enmienda cuyo objetivo era armonizar el contenido de la Convención con el artículo 24 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, con el fin de evitar, además, que se produjeran dificultades con respecto a las leyes de inmigración y de nacionalidad de los distintos Estados. La interpretación de este artículo podría conllevar que los niños apátridas que entraran en el territorio de un Estado, adquirieran derecho a la nacionalidad del mismo, lo que se evitaría haciendo depender la adquisición de la nacionalidad a las leyes o prácticas de cada Estado. Por sugerencia del Presidente, y teniendo en cuenta que aceptar este texto podría suponer una modificación de la política de inmigración que se sigue en muchos Estados, la redacción fue alterada, estableciendo que el niño será registrado después de su nacimiento y que “tendrá derecho desde éste a un nombre, a adquirir su nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos”. En el mismo sentido, se adoptó el artículo 8, que no sufrió modificaciones importantes a excepción de las terminológicas, que reconoce “el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad y relaciones familiares”, y la asistencia y protección del Estado cuando un niño “sea privado ilegalmente de alguno de los elementos de su identidad o de todos ellos”, con el consiguiente compromiso de los Estados de adoptar las medidas necesarias para restablecer la identidad. Debe tenerse presente que, a lo largo de todo el texto de la Convención aparece clara la conveniencia de que el niño permanezca al lado de sus padres o su familia o en caso de carecer de ésta crezca en un ambiente lo más parecido al familiar. Se comprueba que, en esta materia, la Convención propende el derecho del niño a conocer a sus padres, el que determina el establecimiento de la relación paterno-filial; y, una vez precisada, busca preservar la identidad del niño en sus relaciones familiares. Todo ello, con el propósito que los padres se encarguen de su cuidado personal. Debe destacarse que la frase “en la medida de lo posible” antepuesta al derecho del niño a conocer a sus padres se refiere a la dificultades que pueden presentarse en la realidad, como el desconocimiento de la identidad de los progenitores; lo que imposibilita, de hecho, el ejercicio de tal derecho. 18 El derecho a conocer a los padres se centra en la determinación jurídica del vínculo filial que tiene su origen en la procreación humana, esto es, el establecimiento de la paternidad y de la maternidad. A partir del mismo, cada persona, cada ser humano ostentará la filiación que realmente le corresponda por naturaleza, con plena independencia de que sus padres se encuentren o no unidos entre sí por vínculo matrimonial. Cada sujeto podrá figurar como hijo de quien verdaderamente lo sea, esto es, de quien biológicamente lo sea, puesto que dispondrá de unos medios que el Derecho pondrá a su alcance -y que son fundamentalmente las acciones de filiación- para rectificar la situación que vive si no está conforme con ella, es decir, para dejar de estar unido con quien no tiene lazo carnal alguno, o para comenzar a estarlo si legalmente tal unión no consta. Las acciones de filiación, como manifestaciones concretas del derecho del niño a conocer a sus padres, participan del mismo carácter imprescriptible e irrenunciable de este derecho; el cual, para su cabal ejercicio, exige abandonar el sistema de causales determinadas para ejercitar tales acciones. Ello es así, desde que se comprueba que la realidad social imperante ha desbordado la previsión legislativa, en aquellos países en los que rige tal sistema; provocando situaciones discriminatorias, por cuanto sólo pueden ejercer tales pretensiones quienes se encuentren incursos en alguna de las causas legales. Para suprimir tales circunstancias indeseables, el sistema de causales indeterminadas rige justamente para que todo supuesto de hecho demostrable fundamente el reclamar o impugnar la filiación matrimonial y no matrimonial. El cabal ejercicio del derecho del niño a conocer a sus padres supone que la determinación de la relación jurídica generada por la procreación, no debe presuponer un emplazamiento familiar referido a la existencia o inexistencia de matrimonio entre los progenitores; esto es, el estado filial deberá encontrar como referencia, sólo la realidad biológica. No obstante, la frase "en la medida de lo posible" antepuesta al derecho del niño a conocer a los padres advierte las dificultades que pueden presentarse en la realidad, como el desconocimiento de la identidad de los progrenitores; lo que, de hecho, imposibilita el ejercicio del derecho19. De acuerdo a ello, debe entenderse que el derecho a conocer a los 19 GUZMAN ZAPATER sostiene, refiriéndose al sistema jurídico español, que "parece obvio que en la Constitución el principio de investigación de la paternidad nace limitado, pues el propio tenor literal se desprende únicamente que "la ley posibilitará la investigación de la paternidad ...", es decir, que el legislador regulará los casos y requisitos". Tal precisión, determina que concluya: "Nos hallamos frente a un derecho constitucional sujeto a reserva de ley, que desembocó en un derecho de configuración legal. Sirve a fines constitucionales o al interés social y de orden público subyacente en las declaraciones de paternidad, al asegurar los derechos de alimentos y sucesorios del hijo cuya filiación se declare. Y en ese sentido coadyuva en la consecución del derecho al libre desarrollo de la personalidad y del derecho a un tratamiento no discriminatorio frente a otros hijos". Agrega que la infracción del derecho a la investigación de la paternidad "sólo indirectamente es accionable en amparo: cuando se ha entendido que, impedir o admitir injustificadmente la investigación de la paternidad, es susceptible de conculcar el derecho a la tutela judicial efectiva (del hijo o de alguno de los padres/progenitores), el derecho a la intimidad e incluso el honor (del hijo o de alguno de los progenitores o de la persona a quien se pretende imputar el hijo) e incluso el derecho a la integridad física. Más a lla de esta interpretación, más o menos afianzada en la doctrina constitucional, una lectura forzada permitiría afirmar que la negación injustificada del derecho a la investigación de la paternidad (p. ej. Por un comportamiento obstruccionista en fase de prueba) y cuando el interesado sea el hijo, quizá podría entrañar una vulneración del principio de igualdad de todos los hijos ante la ley si se admite que ello comportaría una discriminación arbitraria, siendo el término de comparación los hijos matrimoniales y aquéllos cuya filiación se halle claramente establecida". Vid. GUZMAN ZAPATER, Mónica. El derecho a la investigación de la paternidad. Madrid, Editorial Civitas S.A., 1996. p. 45-46. 19 padres le confiere a cualquier persona la posibilidad de poder desvelar el misterio de su origen, siempre y sin cortapisa alguna, salvo las derivadas, lógicamente, del propio funcionamiento o de la propia dinámica procedimental del medio jurídico empleado. Como se observa, el derecho a conocer a los padres constituye un derecho fundamental de la infancia, que se sustenta en el reconocimiento de que el niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de su familia, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión. Siendo un derecho humano vinculado directamente con el niño, se confirma su carácter intuito personae, resultando, como se ha expuesto, irrenunciable e imprescriptible. El proceso de configuración del derecho del niño a conocer a sus padres, se aprecia claramente en el desarrollo histórico del principio de la libre investigación de la filiación en el derecho comparado20. A este respecto, es sugestivo la construcción de RIVERO HERNANDEZ al vincular el derecho a la investigación de la filiación con el derecho al libre desarrollo de la personalidad. "La decisión, en sí, de iniciar una acción de esta naturaleza es un acto de libertad, al tiempo que parece razonable entender que resulta esencial para la persona el conocimiento de las circunstancias socio-familiares e incluso genéticas que rodearon su generación. En tal sentido, cabría hablar de un derecho a conocer la filiación". Vid. RIVERO HERNANDEZ, Francisco. Artículo 127. En, Comentario del Código Civil. Tomo I. Ministerio de Justicia. Madrid, 1993. p. 479-480. 20 Para comprender este desarrollo histórico, no hay que perder de vista que durante el siglo XX, la familia, el matrimonio, las relaciones paterno-filiales, han experimentado una profunda transformación estructural. Es claro que en un sistema socioeconómico basado en la propiedad de la tierra, de los ganados, de la riqueza inmobiliaria, la familia apareció como el complejo de relaciones que con mayor vigor preservaba la cohesión de sus componentes en tanto partícipes de aquel sistema. Este modelo es consecuente con la unipersonal autoridad del padre, no sólo sobre sus hijos -llamados a continuar la empresa familiar- sino también sobre su esposa, incapaz de hecho y sujeta ella también a la autoridad marital. La neta diferencia entre los hijos legítimos y los ilegítimos tiende a preservar a la familia de la injerencia de quienes no han sido engendrados en el matrimonio de su padre, y es el modo de garantizar la pureza de sus miembros y reaseguro de que no disputarán con los espurios, en el futuro, el poder que detentan. El debilitamiento de los poderes del padre de familia ante el reconocimiento de sus deberes ante el hijo y la protección del interés de éste como un límite al arbitrio paterno que comenzó a acentuarse a comienzos de este siglo, la paulatina emancipación social y jurídica de la mujer, la dignificación de los hijos ilegítimos y la coparticipación de ambos cónyuges en el hogar -que ya no será la "casa paterna", sino más ampliamente, la "casa"- es consecuencia no de un relajamiento de las costumbres, como a veces se ha sostenido, sino efecto de una transformación de las relaciones sociales que ha engendrado el sistema industrial, que hoy transita, en los países desarrollados, hacia el postindustrial. Negarlo es negar la evidencia. Todo aquel sistema tradicional basado en las relaciones de poder que concentraba la familia, se ha transferido a la gran empresa industrial. Los bienes de capital no están exclusivamente representados por la propiedad inmobiliaria sino por capitales accionarios, regalías, patentes, activos financieros. El sistema de producción en sus aspectos de mayor significación económica se concentra en la empresa privada o pública y las transferencias patrimoniales no se realizan sólo por vía de la herencia familiar sino también, y preponderantemente, por el desplazamiento de grupos de poder empresario, circulación de acciones y otros títulos. En otras palabras, la familia no es depositaria ya de las expectativas de poder económico y de prestigio que antes reclamaba para sí. Pero, simultáneamente, reivindica un ámbito de relaciones basadas en el afecto, en la igualdad, en el íntimo encuentro de sus miembros. Las expectativas económicas de la familia se manifiestan mucho más en el consumo que en la producción. Ambos cónyuges -hombre y mujer- se han integrado en actividades productivas que se realizan fuera del ámbito familiar. Los hijos no son formados ni educados para preservar una estructura autoritaria, sino para incorporarse armoniosamente a la sociedad y asumir con responsabilidad su actividad laboral y productiva futuras. 20 Así, en la codificación civil decimonónica 21 la investigación de la paternidad estaba prohibida por temor a los escandalosos procesos que motivaba y a los abusos a que dio origen. Fue el sistema instaurado por el Code de Napoleón, acogiendo las leyes de la Revolución contrarias a la investigación de la paternidad. Pero dentro de este Código se estableció como excepción la posibilidad de investigación en el caso de rapto cuando su fecha coincide con la de la concepción del hijo natural; pero sólo para el efecto de perseguir la prestación de alimentos a los hijos ilegítimos, sin que su declaración judicial confiera los derechos de hijo natural reconocido. Este criterio prohibitivo, se mantuvo como regla general; pero, de manera excepcional, se la admitió para los casos de rapto o violación, cuando su época coincida con la de la concepción; seducción dolosa; existencia de cartas u otro escrito privado del padre de los que resulte confesión inequívoca de paternidad; concubinato notorio del padre con la madre durante el tiempo legal de la En este contexto, las categorías tradicionales han venido perdiendo sustento. Ambos padres se sitúan en un plano familiar de igualdad, desaparece la autoridad marital para dejar paso a la idea de coparticipación de marido y mujer en la comunidad doméstica, la legitimidad de los hijos no constituye ya una defensa de la estructura familiar, pues las relaciones derivadas de la procreación son asimiladas, por ser tales, en virtud del reconocimiento de la responsabilidad que el padre y la madre deben asumir por el solo hecho de ser tales. La asunción de la paternidad se reconoce como un imperativo ético, frente a todos los hijos. Las funciones de la familia están sometidas a transformaciones y podrían sintetizarse diciendo que es en ella donde el hombre encuentra en plenitud su ámbito moral, la realización de los contenidos éticos de su existencia, proyectándose en sus hijos. Y donde esto ocurre, no hay cabida para las discriminaciones y el paternalismo ejercido sin consideración al superior interés del niño. No debe extrañar, entonces, que durante este siglo los textos de las viejas leyes decimonónicas hayan acusado el impacto de las transformaciones y que, en ellas, la familia vaya al encuentro del lugar que le corresponde. Lejos de nosotros está desconocer que los cambios estructurales que hemos descripto sucintamente han provocado desajustes, desencuentros y también consecuencias negativas. La masificación, el desenfreno del consumo y el hedonismo alienan al hombre. Antes, su vida en sociedad estaba signada por las vinculaciones feudales, el prestigio nobiliario, el vasallaje y la servidumbre. En la libertad y en la igualdad el hombre se ha desembarazado del predominio de la frivolidad y la inequidad sociales; pero corre el riesgo de despersonalizarse. Todo esto es verdad, pero también es cierto que hoy más que nunca, el hombre sensible al humanismo, rescata los valores morales de la familia y lucha contra la intromisión de poderes que le son extraños, el abuso y las discriminaciones. 21 El modelo de codificación civil decimonónica consagró, conforme a sus inmediatos precedentes históricos, una clasificación de las relaciones de filiación en legítimas e ilegítimas, según procedieran de la concepción en matrimonio o fuera del mismo. A su vez, la filiación ilegítima se subdividía en naturales y no naturales, según pudiesen contraer matrimonio los padres o les estuviese prohibido, bien por incapacidad absoluta, bien por incapacidad relativa, para casarse entre sí. La filiación ilegítima no natural comprendía, por alusión a sus respectivas prohibiciones, la filiación espuria o adulterina; incestuosa, que era la habida entre ascendiente y descendiente, en cuyo caso se llamaba también nefaria, o entre colaterales en los grados prohibidos; sacrílega, que era la habida entre clérigos, frailes o monjas, ya por acceso entre sí, ya por acceso con persona seglar; y, mancillada, que era la habida con ramera pública. Bajo esta concepción de las relaciones de filiación, consagrada en el Código Napoléon, se estructuró nuestro Código Civil de 1852. La desigualdad de los hijos ilegítimos se estableció distinguiendo a los naturales, que son los concebidos en tiempo en que los progenitories no tenían impedimento para casarse; conservando, para todos los demás, la denominación genérica de ilegítimos, aunque entre éstos se hacía particular mención de los adulterinos por parte de madre, es decir los concebidos por mujer casada de otro hombre que no sea el marido. Los hijos naturales eran de dos especies: reconocidos por el padre y no reconocidos, y en este reconocimiento se funda la diferencia de derechos de que gozan unos de otros. Sólo los hijos naturales podían ser reconocidos, tanto porque sólo ellos eran susceptibles de legitimación, cuanto porque ellos solos no deben su origen, como lo demás ilegítimos, "á un delito ó á un crimen que, llegando á ser conocido, como lo seria tal vez por el reconocimiento, haria necesaria la aplicación de una ley penal". 21 concepción; cuando el padre haya provisto, en calidad de tal, al mantenimiento del hijo. El siglo XX muestra la tendencia a la socialización de las relaciones jurídicas, lo que, estrictamente, debe entenderse como reacción y repudio al voluntarismo racionalista del individualismo liberal, situación que permitió a Napoleón decir, por ejemplo: "la sociedad no tiene interés en que sean reconocidos los bastardos"22. De acuerdo con ello, en un primer momento se admitió la investigación de la filiación pero con eficacia a los alimentos; para, luego, regularse un sistema permisivo, inicialmente sin equiparación de los hijos extramatrimoniales a los matrimoniales hasta la total igualdad de filiación. Este evolución23, es producto de la idea de proteger a los hijos, cualquiera que fuese la situación de sus progenitores. Así se consagró, el principio de igualdad de 22 BONNECASE, Jullién. La filosofía del Código de Napoleón aplicada al derecho de familia. Puebla, 1945. p. 124. 23 En Francia el proceso a partir del Code de 1804, que reaccionó contra la equiparación de filiaciones dispuesta básicamente a los efectos hereditarios, por la recordada ley del 12 Brumario del año II, es nítido a favor del mejoramiento de la filiación ilegítima. Primero, con la ley de 1896, que sustituyó al artículo 756, otorgando a los hijos naturales reconocidos derecho hereditario en la sucesión de sus padres; luego con la ley de 1912, que sustituyó al artículo 340, admitiendo la investigación de la paternidad extramatrimonial -paternité hors mariage; más adelante con las leyes que admitieron la legitimación de los hijos ilegítimos adulterinos (la primera de 1907, seguida después por las leyes de 1915, 1924 y la Ordenanza de 1945) a través de la modificación del artículo 331 en su redacción original; posteriormente, con la ley del 15 de Julio de 1955, que incorporó al artículo 342 un segundo apartado, confiriendo derecho a alimentos a los hijos adulterinos e incestuosos; y, recientemente, con la ley del 3 de Enero de 1972, que introdujo profundas modificaciones al Título VII del Libro Primero del Code referente a la filiación, y que, en particular, sustituyó al artículo 334, disponiendo que el hijo natural tiene, en general, los mismos derechos y los mismos deberes que el hijo legítimo en relación a su padre y madre y que, en el artículo 757, le confiere iguales derechos hereditarios en las sucesiones de éstos u otros ascendientes o en la sucesión de sus hermanos y otros colaterales. La reforma de 1972 va más lejos aún en el contexto tradicional del Code: el nuevo artículo 760 concede derechos hereditarios al hijo adulterino en concurrencia con legítimos de su padre o madre, aunque la cuantía de su llamamiento equivale a la mitad de los que corresponda a éstos. Sin embargo, puede computarse una tendencia más radical aun que la que muestra el derecho francés hasta la fecha. Propugna la eliminación de las categorías o calificaciones de la filiación. En los últimos treinta años, diversas legislaciones han suprimido la tradicional distinción entre filiación legítima e ilegítima, sustituyéndola por el principio de la unidad de filiación. Quizá la vanguardia corresponde a los países escandinavos: Noruega (leyes de 1956 y 1981), Dinamarca (ley de 1960) y Suecia (ley de 1969). Pero no pueden dejar de mencionarse, en Europa occidental, las reformas al derecho de filiación que en 1969 se producen en Alemania Federal, Holanda y Gran Bretaña; en 1970, en Austria; en 1975, en Italia; en 1976, en Suiza; en 1977, en Portugal; y, en 1981, en España. Deben mencionarse las leyes de algunos Estados Norteamericanos (Arizona, 1956; North Dakota y Oregon, 1963); los códigos de la familia de los países socialistas de Europa (Hungría, leyes de 1946 y 1974; Polonia, 1964; Bulgaria, 1968), y algunos países de Sud América, como Bolivia (Código de la Familia de 1972) y Cuba (Código de la Familia de 1975), Venezuela (Código Civil reformado en 1982) Ecuador (Código Civil de 1980) y Perú (Código Civil de 1984). El mismo criterio inspira importantes instrumentos internacionales, como lo revela la Resolución 1787 del 18 de Mayo de 1973 del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, concerniente al "Estudio de las medidas discriminatorias contra las personas nacidad fuera del matrimonio y proyecto de principios relativos a la igualdad y a la no discriminación con respecto a esas personas". Otro tanto se desprende del proyecto que un 22 categorías de filiciones o de unidad de filiación: todos los hijos tienen iguales derechos frente a sus padres. Conviene destacar que la equiparación de efectos entre hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio, no sólo responde a una concepción humanista en cuanto a no hacer distingos entre las personas por razones ajenas a su propia conducta, sino que, además, pone fin a distingos de inspiración meramente materialista. Siendo así y a partir del derecho del niño a conocer a sus padres que se impone como un principio rector de un sistema de libre investigación de la filiación, en nuestro Código Civil de 1984 se debe suprimir el sistema de causales determinadas para la investigación de la filiación y considerar que la relación jurídica determinada por la procreación, no presupone un emplazamiento familiar referido a la existencia o inexistencia de matrimonio entre los progenitores. En otras palabras, el estado filial deberá encontrar como referencia, sólo la realidad biológica, pues la igualdad de los hijos elimina la posibilidad de calificar los vínculos en punto a su naturaleza como matrimoniales o extramatrimoniales. Ello, sin embargo, no impide, claro está, a que la ley aluda a la filiación matrimonial y a la extramatrimonial, si lo hacen no para discriminar entre una y otra, sino para distinguir el supuesto de hecho que exige aludir a una u otra, por la diferente solución legal que, en razón de supuestos de hecho, también distintos, ha de consagrar en particular. Frente a esta incontestable realidad contemporánea, no faltan quienes asumen una posición de crítica ante la necesaria reforma legislativa. Se escuchan voces que exaltan la discriminación entre familia legítima e ilegítima, que resisten la recepción de criterios de igualdad de la filiación y que, aun más, llegan a vincular esos criterios al intento de destruir el matrimonio y, por qué no, a la familia matrimonial. Llamativamente, tales afirmaciones suelen sustentarse invocando credos y concepciones de contenido profundamente humanista. Invocaciones que, de acuerdo con lo que hemos recordado antes, son meramente dialécticas y por tanto comité de expertos elevó al Comité Europeo de Cooperación Jurídica el 13 de Noviembre de 1973 sobre la situación jurídica de los hijos nacidos fuera del matrimonio. El 15 de Octubre de 1975 los países integrantes del Consejo Europeo, han suscrito el Convenio sobre "Estatuto jurídico de los hijos nacidos fuera del matrimonio", por el cual los países signatarios acuerdan que "los derechos del hijo nacido fuera del matrimonio en cuanto a alimentos y en cuanto a la sucesión de los padres y miembros de las familias de éstos, han de ser los mismos que si hubiera nacido dentro del matrimonio". A través de las Naciones Unidas se han elaborado, a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, diversos instrumentos internacionales relativos a la protección y a la igualdad ante la ley de todos los hijos. En 1978, el Consejo Económico y Social elaboró los "Principios generales sobre la igualdad y no discriminación respecto de las personas nacidas fuera del matrimonio", y de entre ellos se destacan los siguientes: "Toda persona nacida fuera de matrimonio tendrá derecho al reconocimiento legal de su filiación materna y paterna"; "una vez determinada la filiación, toda persona nacida fuera del matrimonio tendrá igual condición jurídica que la nacida de matrimonio". En su momento, la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos, realizada en San José Costa Rica del 7 al 22 de Noviembre de 1969, adoptó la "Convención Americana sobre Derechos Humanos" en la que se preció que "la ley debe reconocer iguales derechos tanto a los hijos nacidos fuera de matrimonio como a los nacidos dentro del mismo". Vid. PLACIDO V., Alex F. Filiación y Patria Potestad en la doctrina y en la jurisprudencia. Lima, Gaceta Jurídica, 2003. p. 51-54. 23 injustificadas, ya que los objetivos nítidamente materialistas en que se inspiran tales posturas discriminatorias, no sólo no quedan sustancialmente amparadas por la sana doctrina de los credos humanistas que invocan, sino que abiertamente se oponen a ellos. Es más, diríamos que tal contradicción entre lo que se sostiene en sustancia y la concepción filosófica y ética que se dice defender, redunda en una clara ofensa hacia ésta. Es así que, por ejemplo, la concepción humanista que en estos temas defiende actualmente la doctrina de la Iglesia Católica, es negada por quienes sustentan posiciones materialistas adversas a ella, aunque pretendan hacerlo en su nombre. Basta recordar que la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual documento oficial del Concilio Vaticano II- declara: "en nuestra época principalmente urge la obligación de acercarnos a todos, y de servirlos con eficacia cuando llegue el caso, ya se trate de ese anciano abandonado de todos o de ese trabajador extranjero despreciado injustamente, o de ese desterrado o de ese hijo ilegítimo que debe aguantar sin razón el pecado que él no cometió...". "La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo origen. Y porque redimidos por Cristo disfrutan de la misma vocación y de idéntico destino...". "Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo, toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada, por ser contraria al plan divino. En verdad, es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes..."24. Incluso, desde la perspectiva estrictamente jurídica, la doctrina canónica -a propósito del Código de derecho canónico de 1983- destaca la impronta de la igualdad de los hijos. Se ha señalado, así, en relación a la subsistencia de la categoría de hijos ilegítimos resaltada en el canon 1137, que, "el tema de legitimidad de los hijos como efecto jurídico del matrimonio, y en especial la diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos, fue sometido en el momento de revisión, a profundo análisis, sugiriéndose su posible desaparación normativa por varios motivos; particularmente por la desigualdad social y jurídica que supone, por una mayor congruencia con el sentimiento cristiano, así como también por la tendencia actual de los ordenamientos civiles a la equiparación total de hijos matrimoniales y no matrimoniales, y, desde luego, también porque en el nuevo Código desaparece el efecto canónico más característico de la ilegitimidad, la llamada irregularidad por nacimiento, irregularitas ex defectu natalium. Sin embargo, prevaleció la opinión de mantener una normativa elemental en atención a las razones sociológicas que motivan su permanencia en la legislación civil de algunos países, dado que el Código rige para la Iglesia universal, pero equiparando totalmente, en cuanto a efectos canónicos, la situación de los hijos legítimos y legitimados"25. 24 Concilio Vaticano II. Constituciones. Decretos, Declaraciones, p. 245 y ss., acerca de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, n°27-29. 25 DE SALAZAR, José - MOSTAZA RODRIGUEZ, Antonio - SANTOS, José L. Derecho matrimonial. En, "Nuevo derecho canónico". Lamberto de Echeverría (dir.), p. 347. 24 De manera que quede en claro que las críticas que se pudieren formular a esta equiparación de efectos y a la libre investigación de la filiación, estarán inspiradas, como se advierte, en una concepción exclusivamente materialista vinculada al propósito de preservar las desigualdades económicas entre los hijos por vía de herencia y a impedir el conocimiento del verdadero vínculo filial. Tal vulneración del derecho del niño a conocer a sus padres afectará, además, el derecho a la identidad. La identidad es el conjunto de caracteres por los cuales el individuo define su personalidad propia y se distingue de sus semejantes. Por ello, privar a una persona del conocimiento sobre su origen biológico -que es el objeto del derecho del niño a conocer a sus padres- supone negarle uno de los elementos fundamentales que constituyen su identidad, a partir del cual se distingue de los demás y que le permite individualizarse por relación con aquellos de los que proviene. Además, en virtud del principio de igualdad ante la ley el conocimiento del propio origen, como manifestación de la propia personalidad, no puede negarse por razón de nacimiento, condición o circunstancias personales o sociales, sino que debe reconocerse a todos. También el derecho a la integridad física y moral puede resultar vulnerado si se niega a una persona la información sobre su origen, pues la falta de información puede dificultar diagnósticos y tratamientos médicos y también en tanto que la ignorancia sobre el propio origen puede dar lugar a problemas psicológicos. El conocimiento de la filiación de origen es también necesario para determinar la existencia de impedimentos matrimoniales y evitar relaciones incentuosas. El derecho a la intimidad podría también resultar afectado por un sistema que impidiese conocer el origen biológico. La intimidad se define habitualmente en un sentido negativo, como el derecho a la reserva, a la soledad, a la posibilidad de excluir de la vida privada de uno, a aquellos a quienes no se autoriza para estar en ella; sin embargo, a los efectos que aquí interesa, la referencia es a la vertiente positiva de este derecho, que ha sido definida como la posibilidad de controlar la información acerca de uno mismo26 y, en este sentido, el conocimiento por cada persona de las circunstancias que constituyen su ámbito de lo privado o íntimo forma parte del derecho a su intimidad27. Desde su vertiente negativa, en cambio, el derecho a la intimidad podría ser esgrimido por los progenitores deseosos de mantenerse en el "anonimato", frente al deseo del hijo de conocer su origen. Sin embargo, el derecho no debe amparar la 26 En ese sentido, se ha señalado que "privacy is not simply the absence of information about us in the mind of others; rather it is the control we have over information about ourselves". Vid. FRIED, Charles. Privacy. 77 Yale L. J., 475 (1968). 27 A este respecto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha señalado que “el respeto a la vida (intimidad) familiar, exige la existencia en el ordenamiento de ciertas garantías legales que permitan la integración del menor en su familia desde el momento de su nacimiento”. SSTEDH Marckx, A31, núm., 31 y 40. Vid. RUIZ MIGUEL, Carlos. El derecho a la protección de la vida privada en la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Madrid, Civitas, 1994. p. 36. 25 pretensión de los primeros, pues mediante la procreación, dieron vida a una persona a quien se debe garantizar la plenitud de sus derechos, entre los cuales está el de conocer su filiación de origen; en este contexto no puede condicionarse la posibilidad efectiva de su ejercicio al deseo de privacidad de los progenitores. Mantener la prevalencia del derecho a la intimidad de los progenitores, supone algo así como afirmar que éstos poseen derechos sobre sus hijos por el hecho de la procreación. En último lugar, el principio de protección integral de los hijos, iguales ante la ley con independencia de su filiación, queda también vulnerado si se impide investigar la paternidad. Por lo demás y en distinto plano, el artículo 3, numeral 1, de la Convención sobre los Derechos del Niño, expresa en su totalidad un objetivo de política legislativa, encaminado a lograr de los Poderes públicos y de los particulares la protección integral de la familia que recibe una concreción específica respecto de uno de los sujetos integrantes de la unidad familiar, el hijo. La consideración a este último se aprecia en el principio del interés superior del niño. Lo que nos sitúa ante una cláusula general cuyo contenido reside en el aseguramiento de la protección de los derechos fundamentales del menor, un programa de acción dirigido tanto a Poderes públicos como a particulares. Su concreción, por instituciones en las que el menor puede verse involucrado, es más compleja. Sobre todo en las acciones declarativas y de reclamación, el debate debe plantearse en términos de qué sea lo mejor para el hijo cuya filiación se cuestiona o desconoce. De acuerdo con ello, se entiende que lo mejor es el establecimiento de la verdad biológica28. Este especial tamiz, pone de manifiesto una tutela pública del derecho a conocer la verdadera filiación. “Porque el interés del niño está en el objeto de la pretensión y en la mira de los intereses públicos la determinación de su vínculo filiatorio, de su emplazamiento familiar o sanguíneo, del cual derivan múltiples derechos subjetivos. El status no es un derecho, siquiera personalísimo. Es atributo y configuración de la persona. Es cualidad esencial del ser. No hay nada disponible ni renunciable en el estado filiatorio”29. El derecho a conocer la verdadera filiación es, entonces, mucho más que un derecho subjetivo. Es atributo, cualidad, posición juridica para ser; es elemento del estado de las personas. No tiene nada de subjetivo, privado ni disponible. “¿Cómo habría de concebirse un derecho subjetivo personalísimo de la identidad en absoluto irrenunciable e indisponible por completo? Aunque la acción fuera exclusiva del sujeto, no por ello es derecho facultad lo que de ninguna manera puede disponerse. La situación jurídica no entra en las relaciones dinámicas y se 28 Cabe decidir si el derecho a la investigación de la filiación es sólo un derecho del hijo (como derecho a conocer su origen) o es también un derecho de los progenitores (o derecho a la paternidad y maternidad). Es claro que en los sistemas jurídicos, en principio, se formula como un derecho de todas las partes implicadas e incluso de terceros, según lo que dispongan las reglas específicas de legitimación y plazos. No obstante, la ponderación conjunta del favor filii y del principio de investigación de la filiación permite defender que él se pone el acento en la persona del hijo, de modo que es un derecho que corresponde en primer término al hijo y en tal sentido el derecho a la verdad biológica es más un derecho a conocer la filiación que un derecho a la paternidad. 29 CIFUENTES, Santos. Difícil y necesario equilibrio entre los intereses públicos y los derechos personalísimos (la inspectio corporis forzada). En, Diálogo con la Jurisprudencia. Año III. Nº6. Lima, Gaceta Jurídica, 1997. p. 316. 26 nutre de intereses públicos. Nadie le va a preguntar al menor si está dispuesto o no a una investigación de sus orígenes sanguíneos. Confundir atributo, estado y situación con derecho subjetivo, es enmarcar cosas por el lado de algún tipo de facultad. Si ninguna hay, y no puede haber pasibilidad de la persona para gozar y reaccionar, es -eufemísticamente hablando- derecho de la sociedad, no del sujeto. Y la tutela, entonces, se agranda, se vuelve pública y por entero no abdicativa, acompañando con mayor propiedad la investigación -de la filiación- al margen de los poderes individuales”30. 2.2 El derecho del niño a conocer a sus padres y el derecho a la identidad. En el tercer considerando de la sentencia en casación bajo análisis se expone que "el artículo 2 inciso 1 de la Constitución Política del Estado consagra el derecho a la identidad y, en virtud del mismo, toda persona tiene el derecho a conocer quiénes son sus progenitores y antecesores, con todos los privilegios que por ello le pudiera corresponder; encontrándose facultada, en caso de incertidumbre en el conocimiento de dicha identidad, para acudir al órgano jurisdiccional a fin de obtener la dilucidación respectiva". Resulta evidente la vinculación entre el derecho a la identidad y el derecho a conocer a los padres; debiéndose destacar que este último tiene expreso reconocimiento en la Convención de los Derechos del Niño. El ser humano, según la ciencia, se desarrolla en un proceso contínuo, ininterrumpido, abierto en el tiempo. Este proceso se inicia en el instante de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Estamos frente al momento de la concepción, que es el del surgimiento de un nuevo ser. “La identidad del nuevo ser humano está dada desde el momento en que los veintitrés comosomas del padre se unen a igual número de cromosomas procedentes de la madre. El embrión así formado ya no es ni un óvulo ni un espermatozoide. Se trata de un “nuevo” ser genéticamente diferente a sus progenitores”31. De los aportes de la ciencia, sucintamente expuestos, se deduce que, desde la concepción, el ser humano tiene una determinada identidad, innata, que irá luego desarrollando y enriqueciendo a través de toda su vida, pasando por la infancia, la adolescencia, la juventud y la edad adulta, hasta la muerte. A la identidad estática, que se hace patente desde el momento inicial de la vida se sumarán luego, en el transcurso del discurrir vital, otros elementos complementarios de la misma. “A los lineamientos genéticamente adquiridos se añadirán dinámicamente, otros elementos que irán modelando una cierta original personalidad”32. De ello, se aprecia que el concepto de identidad personal tiene un aspecto estático y otro dinámico, y es más amplio, que el normalmente aceptado, restringido a la identificación (fecha de nacimiento, nombre, apellido y aún estado civil). Conocer cual es su específica verdad personal es, sin duda, un requisito para la dignidad 30 Ibidem. p. 318. 31 FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos, El derecho a la identidad personal, Edit. Astrea, Bs.As., 1992. p. 21. 32 Ibidem. p. 22 27 de la persona, para su autodeterminación, y está íntimamente vinculada a la libertad. El llamado aspecto dinámico del derecho a la identidad se funda en que el ser humano, en tanto unidad, es complejo y contiene una multiplicidad de aspectos esencialmente vinculados entre sí, de carácter espiritual, psicológico o somático, que lo definen e identifican, así como existen aspectos de índole cultural, ideológica, religiosa o política, que también contribuyen a delimitar la personalidad de cada sujeto. El conjunto de estos múltiples elementos caracterizan y perfilan el ser uno mismo, diferente a los otros. Así como se reconoce que toda agresión a los derechos personalísimos, aunque estos sean de contenido extrapatrimonial, genera derecho al resarcimiento, y consecuentemente, merecen tutela preventiva, no es imaginable dejar indefensa a la persona frente a una agresión de la magnitud que adquiere aquella que niega o desnaturaliza "su verdad histórica". En consecuencia, la protección jurídica del derecho a la identidad personal, en su calidad de derecho humano esencial debe ser integral, para comprender los múltiples y complejos aspectos de la personalidad de un ser humano. La identidad personal hace a la personalidad, como la libertad a la vida. Como una faceta del derecho de todo ser humano a conocer su propia historia, destacamos el derecho a saber quienes fueron sus padres. Para garantizarlo, debe promoverse la determinación de la filiación a partir del principio de igualdad en la responsabilidad paterna, nazcan los hijos dentro o fuera del matrimonio; considerando que, desde el momento en que el hijo es engendrado, nace una filiación biológica y el correspondiente derecho a que en el momento oportuno sea revelada tal filiación biológica, de modo de poder ostentar una filiación jurídica. Tratándose de una filiación extramatrimonial, tal derecho no se satisface con gozar sólo de filiación materna o paterna, sino que también tiene derecho a gozar del apellido que resulte de ella. Por ello, la filiación extramatrimonial no reconocida espontáneamente es reprochable jurídicamente, ya que el deber de reconocer al hijo, es un deber jurídico, aunque el reconocimiento como acto jurídico familiar sea voluntario. El nexo biológico implica responsabilidad jurídica, y quien, por omisión, elude su deber jurídico de reconocer la filiación, viola el deber genérico de no dañar y asume responsabilidad por los daños que cause a quien tenía derecho a esperar el cumplimiento de ese deber jurídico. Con estos antecedentes debe otorgarse derecho al hijo no reconocido para reclamar resarcimiento por el daño sufrido, considerando que debe tenerse por acreditado el perjuicio por la sola comisión del hecho antijurídico, consistente en la negativa a reconocer el hijo propio. Dado el emplazamiento de la madre, como representante legal y necesaria de su hijo, y el requisito de su consentimiento expreso para que el Ministerio Público promueva la filiación de los menores inscritos como de padre desconocido, es necesario que también pese sobre la madre el deber de permitir a su hijo o hija conocer su verdadera identidad. El respeto al derecho de todo ser humano a conocer su origen, implica que la madre sea colaboradora activa y oportuna. No puede diferirse a la época en que el hijo pueda accionar por filiación por sí mismo. 28 El cercenamiento de parte de su identidad, por noble que pueda parecer la actitud de la mujer que resuelve ser madre a pesar de la censurable conducta de su coengendrante, causará un daño irreversible en una persona que crezca sin poder ejercer todos los derechos y atributos derivados de su estado de familia. En el difícil conflicto entre dos derechos personalísimos de elevada jerarquía como son el derecho a la intimidad de la madre, y el derecho a la identidad del menor, deben conciliarse ambos aspectos teniendo en cuenta el interés superior del niño. Los sujetos obligados a respetar este derecho personalísimo de todo ser humano a conocer su identidad de origen (su verdad biológica) es la comunidad en su conjunto, que debe velar por su efectiva vigencia y el Estado, cuyos funcionarios deben tener al respecto conductas positivas. La madre, al ser la representante necesaria del menor incapaz, está emplazada de modo tal que su conducta es decisiva para que el niño no reconocido por su padre pueda ejercer su derecho a conocer su verdadera historia. En consecuencia, existe obligación legal de la madre del hijo no reconocido de informar el nombre del padre e impulsar su reconocimiento forzoso. A los efectos de conciliar el derecho de la madre a no afrontar situaciones quizás dolorosas para ella, cuando existan razones justificadas como podrían ser una violación, o circunstancias similares, podría legitimarse procesalmente al niño a requerir un tutor especial ad-litem, sin perjuicio de la intervención del Ministerio Público Resulta necesario, por último, referir que el derecho a la identidad de origen tiene dos facetas. Una relativa a la determinación de la filiación: el derecho a conocer a los padres. Otra vinculada con el mero conocimiento del origen biológico sin determinar el vínculo paterno-filial. Ello se aprecia en los casos del adoptado y del nacido mediante técnicas de fertilización humana asistida. Así y respecto de la adopción, se sostiene "el derecho a la investigación de la filiación en relación con la familia originaria del adoptado". Se precisa que hay que distinguir la acción cuya finalidad es el establecimiento de un vínculo jurídico de filiación y aquella otra cuyo objetivo es la mera revelación de la identidad del progenitor; por lo que, este derecho implica "permitir el acceso del adoptado a la información sobre su filiación biológica, sin necesidad de autorización judicial ni consentimiento de los progenitores, pues parte de la existencia de un derecho al conocimiento del propio origen amparado en la Constitución"33. Respecto de las técnicas de fecundación humana asistida, se destaca que aquí se excede del ámbito de la relación jurídica familiar que es la de filiación, "para afectar un derecho fundamental de la persona, emparentado con el derecho a conocer el propio origen y con su dignidad personal". El nacido de estas técnicas "tiene efectivamente derecho (subjetivo) a conocer una realidad que le afecta muy gravemente y que de otra manera, si le fuera negado aquél, le sería disimulada, ocultada tal realidad: porque aunque formal y jurídicamente pase por ser hijo de ciertas personas, su procreación y filiación es distinta de la de otros nacidos". Se precisa que "negarle aque derecho a conocer su realidad equivale a consagrar el engaño, la mentira (ocultación consciente e injustificada de algo muy importante 33 GARRIGA GORINA, Margarita. La adopción y el derecho a conocer la filiación de origen. Un estudio legislativo y jurisprudencial. Navarra, Aranzadi Editorial, 2000. p. 256-257. 29 que le afecta casi exclusivamente a él), cosa que no es sana desde ningún punto de vista (ético, jurídico, individual o social)"34. 2.3 El derecho del niño a conocer a sus padres y los anacronismos del régimen legal de investigación de la filiación extramatrimonial del Código Civil peruano de 1984. Como se ha expuesto, las acciones de filiación, como manifestaciones concretas del derecho del niño a conocer a sus padres, participan del mismo carácter imprescriptible e irrenunciable de este derecho; el cual, para su cabal ejercicio, exige abandonar el sistema de causales determinadas para ejercitar tales acciones. Ello es así, desde que se comprueba que la realidad social imperante ha desbordado la previsión legislativa, en aquellos países en los que rige tal sistema; provocando situaciones discriminatorias, por cuanto sólo pueden ejercer tales pretensiones quienes se encuentren incursos en alguna de las causas legales. Para suprimir tales circunstancias indeseables, el sistema de causales indeterminadas rige justamente para que todo supuesto de hecho demostrable fundamente el reclamar o impugnar la filiación matrimonial y no matrimonial. El proceso de configuración del derecho del niño a conocer a sus padres, se aprecia claramente en el desarrollo histórico del principio de la libre investigación de la filiación. Veamos brevemente cual ha sido su desarrollo y su estado actual en nuestro sistema jurídico. Sobre este punto, en nuestro Derecho histórico, se inició el influjo francés a través del Código Civil de 1852 que, más radical aún que el propio Código Napoleón, prohibió no sólo la investigación de la paternidad natural, sino incluso la de la maternidad natural. De esta forma se siguió el criterio de la prohibición de investigación de la paternidad extramatrimonial del Código napoleónico; pero, con más generosidad que en éste, en el Código Civil de 1936 se admitieron más excepciones, no sólo en caso de delito, añadiendo el rapto, la violación y el estupro, sino introduciendo la investigación en los casos de existir escrito indubitado del padre reconociendo la paternidad o de hallarse el hijo en la posesión de estado. Estas excepciones se refieren al hijo natural. En cambio, se admitió la libre investigación de la maternidad natural. Con el Código Civil de 1984, esta situación no cambió. Se contempló la investigación de la paternidad extramatrimonial en los mismos casos excepcionales previstos en el Código Civil de 193635. 34 RIVERO HERNANDEZ, Francisco. La investigación de la mera relación biológica en la filiación derivada de fecundación articial. En, La filiación a finales del siglo XX. Madrid, 1998. p. 161. 35 Aunque, existieron criterios jurisprudenciales menos rigurosos. Así: “Que, si bien el artículo 402º del C.C. no ha considerado el hecho demostrado -relación extramatrimonial en época contemporánea a la concepcióndentro de los casos en los que judicialmente, se puede declarar la filiación, la omisión o deficiencia de esta norma legal, no puede dejar sin protección jurídica a una menor "cuya situación es la de un gran sector de la población infantil", por que ello importaría atentar contra su derecho de llevar el nombre patronímico que le corresponde, de ser reconocida como hija de quien la engendró (artículos 19º y 386º del C.C.) así como desconocer el principio general del derecho, de que "todos somos iguales ante la ley" y por tanto gozamos de 30 Tal estado tampoco ha variado con la dación de la Ley 27048 por la que se incorporó la causal relacionada a la comprobación del vínculo parental entre el presunto padre y el hijo a través de la prueba de ADN u otras pruebas genéticas o científicas con igual o mayor grado de certeza; por cuanto, con esta disposición no se permite invocar cualquier otro supuesto de hecho de los previstos en la ley para sustentar la demanda, desde que no importa la expresa sustitución del sistema cerrado por el abierto de investigación de la paternidad extramatrimonial. Así se comprueba, no sólo por la conservación del régimen de causales determinadas para iniciar la investigación de la paternidad; sino, además, porque el hecho a acreditar será necesariamente el vínculo parental entre el presunto padre y el hijo mediante la prueba de ADN u otras pruebas genéticas o científicas con igual o mayor grado de certeza36. Este ese sentido, en el sexto considerando de la sentencia en casación bajo análisis se precisa: "el artículo 402 del Código Civil en su texto original recogía cinco presupuestos para invocar la filiación las mismas oportunidades, de ahí la obligación impuesta al juzgador en el artículo VIII del Título Preliminar del C.C. aplicable al caso por imperio del artículo VII del mismo Título". Dictamen Nº 594-92-MP-FN-FSC de fecha 3 de Setiembre de 1992, que sustentó la Ejecutoria Suprema del 9 de Febrero de 1993. En, CD Explorador Jurisprudencial 2001. Lima, Gaceta Jurídica. En idéntico sentido: "Que las situaciones que dan lugar a la declaración de paternidad ilegítima (ahora extramatrimonial) conforme al artículo trescientos sesentiséis del Código Civil derogado, constituyen la expresión del supuesto hecho sustancial que es la relación sexual mediante la cual se produce la concepción respectiva; que en consecuencia, si a través de la prueba actuada se llega a la convicción de que han existido relaciones amorosas y sexuales entre las partes y si, además, no se prueba, ni se alega como -en el presente caso- que la actora ha incurrido en la conducta sancionada en el artículo trescientos setentiuno del indicado Código Civil, no queda sino admitir la pretensión de la demandante; que la indicada convicción surge claramente del contenido de las cartas glosadas por la recurrida". Fundamento del voto en discordia del Dr. Montoya Anguerry en la Ejecutoria Suprema del 24 de Enero de 1990. En, CD Explorador Jurisprudencial 2001. Lima, Gaceta Jurídica. 36 No obstante, existe escasa jurisprudencia que sostiene una tesis amplia. Así, la Corte Suprema ha señalado: "Que, el artículo cuatroscientos dos del Código Civil no señala de manera única y excluyente las causales para declarar la filiación extramatrimonial pues enuncia de modo condicional las causales. Por tanto, cuando la acción se sustenta en una causal específíca prevista en el artículo cuatroscientos dos del Código Civil, no se requiere de la prueba científica del ADN". Considerandos Tercero y Cuarto de la Sentencia en Casación N°1054-02-TUMBES, del 20 de Mayo de 2002. En separata especial de El Peruano del 30 de Setiembre de 2002, página 9243. En este mismo sentido, la Sala de Familia de la Corte Superior de Lima, en su Sentencia de fecha 15 de Junio de 2000 recaída en el Expediente N°156-98, ha señalado que: "analizando el indicado artículo 402 del Código Sustantivo se llega a la conclusión que el legislador al estructurar dicha norma ha señaldo supuestos de hecho en base a los cuales se puede declarar judicialmente la paternidad extramatrimonial, sin que los supuestos fácticos para tal declaración se agoten en la enumeración que hace el aludido artículo; Que, en efecto, este numeral no determina que la declaración judicial en cuestión sólo puede declararse en base a las causales que en él se fijam dado que esta disposición legal no determina taxativamente las causales en base a las cuales de puede producir la referida declaración judicial; Que, la interpretación teleológica del artículo 402 del Código Civil nos permite establecer la relación paterno-filial (paternidad extramatrimonial), lo cual conforme a nuestro ordenamiento jurídico deberá demostrarse de acuerdo con las normas procesales respectivas; Que debe tomarse en consideración que el sistema jurídico para la determinación judicial de paternidad ha evolucionado en el tiempo, particularmente en los últimos veinte años, en razón al notable desarrollo científico que ha posibilitado la determinación biológica de la paternidad, desplazándose así progresivamente al sistema de presunción legal de paternidad". En, ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Una vedette, un reportero y un viejo cuento ... (a propósito de los modelos jurídicos circulantes en materia de pruebas biológicas a efectos de declarar la filiación extramatrimonial en la experiencia jurídica nacional). En, Diálogo con la Jurisprudencia. Año 8. Número 40. Enero 2002. Lima, Gaceta Jurídica. p. 51. 31 extramatrimonial, mas dicho dispositivo ha sido modificado... mediante la dación de la Ley 27048... que incorpora una nueva causal de índole probatoria relativa a la acreditación del vínculo parental a través de la prueba del ADN u otras genéticas o científicas con igual o mayor grado de certeza". Las causas taxativas -con sus respectivas notas de nuestra doctrina jurisprudencial que sustentan el sistema restringido de investigación de la paternidad extramatrimonial del artículo 402 del Código Civil- que permiten iniciar la investigación de la filiación extramatrimonial, son las siguientes: a) Cuando exista escrito indubitado del padre que la admita37. b) Cuando el hijo se halle, o se hubiese hallado hasta un año antes de la demanda, en la posesión constante del estado de hijo extramatrimonial, comprobado por actos directos del padre o de su familia38. 37 Al respecto, en la jurisprudencia se ha señalado: “Constituyen escritos indubitados del padre que admite la paternidad los documentales consistentes en postales y cartas enviadas por el demandado a la demandante en los que reconoce el embarazo de ésta con mucho cariño, expresando su amor por la actora y los años que pasaron juntos" Sentencia de la Sala de Familia del 3 de Enero de 1999, recaída en el Expediente N°2739-98. En, UMPIRE NOGALES, Eulogio Rolando. Jurisprudencia y Plenos Jurisdiccionales de Derecho de Familia. p. 209. Asimismo: "Se configura la causal del inciso uno del artículo cuatrocientos dos del Código Civil con la carta de fojas cuatro reconocida por el demandado de la que fluye inequívocamente la admisión de la paternidad del menor". Sentencia en Casación N°488-95-HUAURA, del 31 de Octubre de 1997. En, UMPIRE NOGALES. Op cit. p. 212. Igualmente: "Que en el escrito de fojas ciento sesentiséis, al amparo de los incisos primero (...) del artículo trescientos ochentiséis del Código Procesal Civil la recurrente denuncia: a) la interpretación errónea del artículo cuatrocientos do inciso primero del Código Civil, señalando que es prueba indubitable del reconocimiento la partida de nacimiento de la menor al no haber sido ésta objeto de impugnación, lo que demostraría que el demandado admite tácitamente ser el padre de la menor; (...); Que en el segundo considerando de la apelada, cuyos fundamentos reproduce la recurrida, se ha establecido que la partida de nacimiento de la hija de la actora fue otorgada por la madre y que no consignó el nombre del padre; Que, por tanto, mal puede señalarse que dicha partida puede servir de prueba para determinar la filiación de la menor". Considerandos Primero, Segundo y Tercero de la Sentencia en Casación N°1121-99-HUANUCO, del 17 de Junio de 1999. En, UMPIRE NOGALES. Op cit. p. 218. De otro lado: "Que, para formar convicción sobre aquellos hechos, la Sala dispuso de oficio que se remita el expediente número doscientos noventiuno guión noventiséis seguido contra XXX por delito de abandono de mujer gestante; Que, revisados dichos autos remitidos por la Trigésima Fiscalía Provincial en lo Penal, aparece que el demandado en su declaración policial de fecha veintidós de octubre de mil novecientos noventiséis contenida en el Atestado Policial número trescientos sesentiuno guión MP guión DSE guión SJL, admitió haber sostenido relaciones sexuales con la actora, quien es menor de edad, desde el mes de enero hasta abril del mismo año, sabiendo que a raíz de ello, la demandante quedó embarazada; que en ningún momento se ha negado a asumir la responsabilidad frente a su hijo, pero que no lo estaba haciendo en esos momentos por problemas de índole económico; Que, a mayor abundamiento la actora ya no se ratifica en la denuncia interpuesta, dado que conjuntamente con sus respectivos familiares llega a un acuerdo particular mediante el cual XXX se comprometía a hacerse cargo de la criatura cuando naciera, situación que dio lugar al archivo de la acción penal; Que, siendo así, es claro que si el propio demandado ha admitido la paternidad de su hijo extramatrimonial, por lo que el supuesto contenido en el numeral primero del artículo cuatroscientos dos del Código Civil está ampliamente acreditado". Considerandos Tercero, Cuarto, Quinto y Sexto de la Sentencia de la Sala de Familia de la Corte Superior de Lima, del 28 de Mayo de 1998. En, UMPIRE NOGALES. Op cit. p. 228-229. 32 c) Cuando el presunto padre hubiera vivido en concubinato con la madre en la época de la concepción. Para este efecto se considera que hay concubinato cuando un varón y una mujer, sin estar casados entre sí, hacen vida de tales39. 38 Los actos provenientes de la familia serán relevantes en el caso que se reclame la paternidad extramatrimonial después del fallecimiento del padre (filiación post mortem). Así, la Corte Suprema ha señalado: "En cuanto a la aplicación indebida del inciso 2 del artículo 402 del Código sustantivo, la denuncia de aplicación indebida implica referir que el supuesto contenido en la norma de derecho material no resulta aplicable a los de autos; en este caso concreto, conforme se advierte de la demanda, la demandante ha alegado el hecho que la demandada tenía conocimiento de las relaciones sentimentales de su hijo con la demandante, por lo que la demandante y su menor hija siempre asistían a las reuniones familiares, refiriendo al respecto la celebración del primer año por el nacimiento de la menor, alegando la posesión constante de estado de hija extramatrimonial; además, en la resolución recurrida se ha considerado que resulta de aplicación lo dispuesto en el inciso 2 del artículo 402 de la norma sustantiva acotada, pues el supuesto de hecho se evidencia con las tarjetas y fotografías que la demandante ha ofrecido, razonamiento que el Colegiado fortalece al analizar la conducta procesal de la demandada". Considerando Tercero de la Sentencia en Casación N°623-2001CAJAMARCA, del 29 de Octubre de 2001. En, separata especial de El Peruano del 31 de Mayo de 2002, página 8874. De otro lado, ha precisado que: "Que además el demandado XXX ha reconocido en la audiencia de actuación de pruebas de fojas ciento siete al prestar su declaración de parte, que él y su señora durante cinco años han aprohijado al menor materia de autos, hecho que ocurrió a partir de los años mil novencientos noventa en adelante, luego de la muerte del padre, habiéndole dado ellos el trato de nieto en su hogar; Que tal aceptación constituye una fehaciente demostración de que además de tener conocimiento de la existencia de la criatura, ellos la acogieron y ayudaron voluntariamente durante cinco años, responsabilidad que no puede ser explicada sino por el hecho de ser ellos conscientes de su obligación como abuelos paternos al haber fallecido el padre, por lo que resulta de estricta aplicación el inciso 2 del artículo 402 del Código Civil". Sentencia de la Sala de Familia de la Corte Superior de Lima del 12 de Mayo de 1998, recaida en el Expediente N°451-98. En, UMPIRE NOGALES. Op cit. p. 202. 39 El concepto de concubinato para reclamar la filiación extramatrimonial, prescinde de la falta de concurrencia de impedimentos matrimoniales en el varón o la mujer que lo conforman, como elemento determinante para su configuración. Lo relevante, para este caso, es que el varón y la mujer, sin estar casados, hagan vida de tales. Debe, por tanto, acreditarse el estado aparente de matrimonio, contemporáneo con la época de la concepción, para que se acredita la causal. De otro lado, la jurisprudencia ha destacado que no se configura el concubinato si sólo se acreditan relaciones sexuales esporádicas entre el varón y la mujer. Esta situación se presenta en la relación social de enamorados o cuando una mujer mantiene una relación de amante con un hombre casado que continúa con su vida matrimonial, sin separarse de su esposa. Así, la Corte Suprema ha precisado: "Que el artículo cuatrocientos dos inciso tercero del Código Civil establece que la paternidad extramatrimonial puede ser judicialmente declarada: cuando el presunto padre hubiera vivido en concubinato con la madre en la época de la concepción. Para este efecto se considera que hay concubinato cuando un varón y una mujer, sin estar casados entre sí, hacen vida de tales; Que la acepción de concubinato recogida en dicha norma es la amplia, según la cual hay concubinato cuando un varón y una mujer hagan vida de casados sin ser tales, siempre que exista carácter de permanencia o habitualidad en dicha relación, sin ningún otro requisito adicional; Que como consecuencia de lo señalado en el párrafo anterior se desprende que las relaciones sexuales esporádicas son insuficientes para configurar el concubinato y para servir de base a una declaración judicial de paternidad fundada en dicho dispositivo, en todo caso, las mismas sólo pueden originar la acción alimentaria que se refiere el artículo cuatrocientos quince del mismo cuerpo legal; Que, en la sentencia recurrida se señala que de la propia versión de la demandada se advierte que las supuestas relaciones que mantenía con el demandante se realizaban en dos hoteles y en forma esporádica, y que recién como consecuencia de haber quedado embarazada optaron de común acuerdo en ir a vivir juntos a la casa de los padres del demandante; en consecuencia, se puede apreciar que en el sentencia mencionada se ha interpretado correctamente el citado dispositivo legal". Considerandos Primero, Segundo, Tercero y Cuarto de la Sentencia en Casación N°328-96-LAMBAYEQUE, del 30 de Enero de 1998. En, El Código Civil a través de la Jurisprudencia Casatoria. Tomo II, p. 411. No obstante, existen escasos pronunciamientos en los que se comprueba un interpretación deformatoria del texto de la ley: "Que en la demanda de fojas cuatro, se invoca como fundamento de derecho el inciso tercero 33 d) En los casos de violación, rapto o retención violenta de la mujer, cuando la época del delito coincida con la de la concepción40. e) En caso de seducción cumplida con promesa de matrimonio en época contemporánea con la concepción, siempre que la promesa conste de manera indubitable41. del artículo cuatrocientos dos del Código Civil; en el cual se establece que la filiación extramatrimonial puede declararse en el caso que el presunto padre hubiese vivido en concubinato con la madre en la época de la concepción; que, si bien es cierto que el concubinato en sentido estricto se da cuando un varón y una mujer hacen vida de casados sin serlo, lo que implica habitualidad y notoriedad de la relación extramatrimonial, ausencia de impedimento natural y cumplimiento de los mismos deberes que infiere la vida de casados y por tanto convivencia bajo el mismo techo; que, sea cual fuere el sentido en que, se tome al concubinato, en su acepción más ingenua o menos estricta, es indispensable la habitualidad y notoriedad de las relaciones; que, en el caso de autos, este concepto de concubinato lo confirman las afirmaciones hechas por la actora en la demanda corroborada no sólo con las testimoniales de fojas veintidos, veintitrés, veinticuatro y veintiseis prestadas por los testigos en forma uniforme sobre la habitualidad de las relaciones existentes entre las partes, sino también con el informe de la Policía Nacional del Perú de fojas cuarenta, confesión ficta del demandado declarada por resolución de fojas veintiocho vuelta, además de las fotografías de fojas doce, trece, catorce cuyo valor probatorio es apreciado por este Supremo Tribunal de acuerdo a las reglas de la sana crítica prevista en el numeral cuatrocientos del Código de Procedimientos Civiles; que, de lo expuesto se llega a la conclusión que la demandante y demandado han mantenido relaciones convivenciales, durante la época de la concepción de la menor ZZZ, por lo que procede acceder a la demanda". Ejecutoria Suprema del 19 de Mayo de 1994, recaída en el Expediente N°100-94. En, CD Explorador Jurisprudencial 2001. Lima, Gaceta Jurídica. 40 Debe observarse que lo considerado por la ley como el supuesto de hecho de este inciso, es el hecho de la violación, rapto o retención violenta de la mujer; con prescidencia de su consideración en sede penal. Por cierto que la expedición de una sentencia condenatoria firme por alguno de los mencionados delitos, provocará, en el proceso civil de filiación, su juzgamiento anticipado, conforme al artículo 473, inciso 1, del Código Procesal Civil. Aquí, lo relevante es que la comisión de los hechos indicados en la norma sean coincidente con la época de la concepción y que el juez de familia debe llegar al convencimiento del hecho del delito y de su autor. 41 En principio, debe destacarse que la seducción a que se refiere esta causal no puede ser identificada con la figura penal del delito de seducción contemplada en el artículo 175 del Código Penal. En efecto, el derecho penal considera como parte agraviada de este delito a una persona de catorce años y menor de dieciocho. Si este fuera el caso y de conformidad con el artículo 240 del Código Civil, no podría existir promesa de matrimonio con una mujer que legalmente no es apta para casarse, por estar incurso en el impedimento de impubertad; con lo cual, resulta írrita esta causal. De otro lado, cuando se ha realizado esa identificación, también se ha sostenido que no puede invocar esta causal una mujer que sea mayor de edad por cuanto, no siendo "ingenua", era conciente del acto sexual que realizaba y de las consecuencias que podrían generarse. La importación de los conceptos del derecho penal, no puede hacer peder de vista que a ellos no se ha referido la ley civil. La seducción a que se refiere la norma no es sino la acción engañosa, el ardid, la astucia, que emplea el varón para lograr el acceso carnal con una mujer. Por otra parte, la promesa de matrimonio –que puede ser el argumento engañoso– tampoco puede ser idenficada con la figura de los esponsales, por cuanto aquí la ley no establece las mismas exigencias del artículo 240 del Código Civil; en todo caso, el único punto de coincidencia es que la promesa conste de manera indubitable. Y es esto lo que debe acreditarse, sin importar si entre quienes se dieron la promesa de matrimonio, media o no impedimentos matrimoniales. En ese sentido, se ha pronunciado la jurisprudencia: "Es fundada la demanda de declaración de paternidad ilegítima si se prueba la existencia de relaciones sexuales entre los litigantes en época coincidente con la de la concepción y no se ha probado que la demandante hubiera tenido dichas relaciones con otro hombre en la misma época. La seducción no tiene que configurar forzosamente un delito para establecer aquellas relaciones que pueden existir sin convertirse en figura penal". Ejecutoria Suprema del 18 de Mayo de 1973. En, Revista de Jurisprudencia Peruana. 1973. p. 730. De igual forma: "Cuando la demanda de declaración de paternidad ilegítima se funda en el inciso 5 del artículo 366 del C.C., aunque la Exposición de Motivos de este Código en ese aspecto acepta la posibilidad de haber ocurrido actos delictuosos, para los que está expedita la vía penal, no descarta la posibilidad de la existencia de relaciones extramatrimoniales que, sin constituir delito por la 34 f) Cuando se acredite el vínculo parental entre el presunto padre y el hijo a través de la prueba del ADN u otras pruebas genéticas o científicas con igual o mayor grado de certeza. Ante la negativa de someterse a alguna de las pruebas luego de haber sido debidamente notificada bajo apercibimiento por segunda vez, el Juez evaluará tal negativa, las pruebas presentadas y la conducta procesal del demandado declarando la paternidad o al hijo como alimentista, correspondiéndole los derechos contemplados en el artículo 415. Lo dispuesto en el presente inciso no es aplicable respecto del hijo de la mujer casada cuyo marido no hubiese negado la paternidad42. En esta última causal se observa que el juez, alternativamente, podrá declarar al hijo como alimentista, correspondiéndole los derechos contemplados en el artículo edad de la madre, o por otras circunstancias, den origen al nacimiento de hijos, y no considera inevitablemente vinculados la seducción con la promesa de matrimonio, porque en la vida práctica suelen no estarlo". Ejecutoria Suprema del 14 de Agosto de 1972. En, Revista de Jurisprudencia Peruana. 1972. p. 999. 42 Por la manera como se ha propuesto esta nueva causal, se comprueba que para la admisión de la demanda en este caso, no es exigible que se presente un principio de prueba del hecho en que se fundamente el petitorio. Vale decir, que conjuntamente con la demanda no es necesario acompañar la certificación médica de la prueba del ADN u otras pruebas de validez científica. Bastará la sola invocación de la nueva causal y el mero ofrecimiento de la prueba pericial respectiva, para la admisibilidad de la demanda. Aquélla prueba se actuará durante el proceso, por eso que en el texto legal se menciona el caso de la negativa del demandado a someterse a la prueba. Esto evidencia que esta causal puede ser invocada de manera autónoma para acceder a un proceso de declaración de paternidad extramatrimonial, sin perjuicio de referir y acreditar hechos que no califican en las demás causales. En ese mismo sentido, se ha pronunciado la jurisprudencia: “... de aceptarse la conclusión del Pleno Jurisdiccional de Familia realizado en el año dos mil, cuyo carácter no vinculante ha reconocido la juzgadora, de que indebidamente se ha considerado al ADN como causal de filiación extramatrimonial y que el juez debe considerarla una prueba de carácter pericial, significaría que no podría invocarse de manera autónoma no solo para casos como el que es materia de apelación sino inclusive para los posteriores a partir de la vigencia de la modificatoria, la causal del inciso seis del artículo cuatrocientos dos del Código Civil para acceder a un proceso de filiación; sino que tendría que ser invocada en todo caso conjuntamente con cualquiera de las otras causales recogidas en el artículo cuatrocientos dos del código antes citado, lo que evidentemente no constituye la ratio legis que sustenta dicha modificatoria, habida cuenta que reconocido el grado de certeza científica del ADN para la determinación positiva de la filiación, resulta justificable que el legislador la haya reconocido como una nueva causal, ya que como prueba pericial existía antes de la dación comentada; consecuentemente ante el avance científico, el derecho ha tenido que adecuarse hacia un sistema abierto de filiación que garantice la solución de los conflictos de intereses derivados de derechos fundamentales de la persona, como en el presente caso, y así lograr en definitiva la paz social en justicia que constituye la finalidad abstracta del proceso". Resolución N°27 de la Primera Sala Civil de la Corte Superior de Piura de fecha 2 de Mayo de 2002, recaída en el Expediente N°2001-0048. En, Diálogo con la Jurisprudencia. Año 8. Número 49, Setiembre de 2002. Gaceta Jurídica, Lima. p. 24. Sobre la negativa del demandado a someterse a la prueba, el Código Procesal Civil establece que el juez puede extraer conclusiones en contra de los intereses de las partes atendiendo a la conducta que éstas asumen en el proceso, particularmente cuando se manifiesta notoriamente en la falta de cooperación para lograr la finalidad de los medios probatorios, o con otras actitudes de obstrucción (artículo 282). Siendo así y siempre que exista un segundo requerimiento bajo apercibimiento de resolverse el proceso con la prueba actuada y considerando esa conducta procesal del demandado, el juez de familia podrá declarar la paternidad extramatrimonial o descartarla, si llega o no a ese convencimiento, respectivamente. Para ello, será necesario que la parte demandante aporte otras pruebas o indicios que generen convicción en el juzgador de que la negativa es el resultado de una conducta procesal tendiente a impedir el esclarecimiento de los hechos, lo que haría llegar a la declaración de la paternidad extramatrimonial. Caso contrario, la sola negativa a someterse a esta prueba, frente a la falta de pruebas adicionales o de otros indicios, no será suficiente para declarar la filiación extramatrimonial. 35 415 del Código Civil. No obstante, esta otra posibilidad no suprime la valoración de la prueba que deberá efectuar el juez de familia, utilizando su apreciación razonada; pudiendo, por tanto, no declarar este extremo. De otra parte, debemos añadir que esta solución alterna afecta gravemente el derecho al debido proceso, por cuanto el demandado no ha tenido la posibilidad de ofrecer la pruebas de la inexistencia de relaciones sexuales con la madre del demandante, que es el supuesto de hecho que sustenta la figura del hijo alimentista a que se refiere el artículo 415 del Código Civil. Ahora, los demandados no sólo contestarán la demanda en los extremos de su petitorio, sino que, además, deberán referirse a la posibilidad de que se declare al demandante como hijo alimentista –punto, quizás, ni siquiera mencionado en la demanda– y ofrecer las pruebas relativas a ello. 2.4 El derecho del niño a conocer a sus padres y la presunción de paternidad matrimonial. Lo señalado en la parte final del inciso 6 del artículo 402 del Código Civil, concuerda con lo dispuesto en el artículo 404 del mismo cuerpo de leyes: "si la madre estaba casada en la época de la concepción, sólo puede admitirse la acción en caso que el marido hubiera contestado su paternidad y obtenido sentencia favorable". El fundamento de esta restricción se ha formulado tradicionalmente diciendo que "sólo el marido puede ser juez de su propia paternidad". Desde este punto de vista, es el marido -él y sólo él- quien puede valorar los alcances de la conducta infiel de su esposa y podía, por muchas razones, perdonar. Asume, entonces, la paternidad del hijo concebido por ella y nadie puede cuestionarlo, con lo cual, se descarta que otros intereses, por fundados que pareciesen, pudieran legitimar activamente a otras personas, como por ejemplo, el propio hijo. Nosotros hemos cuestionado esta postura, considerando que "su aceptación sin reservas, conduce a que, para el hijo, la presunción de paternidad matrimonial se tornase absoluta". Señalábamos que "no es posible sostener que el ejercicio del derecho del hijo a conocer a sus padres esté supeditado al ejercicio previo del derecho del marido a impugnar su paternidad". Indicábamos que "resulta evidente el legítimo interés del hijo en conocer a sus padres" y que, "si bien en la norma legal no se le confería expresamente la legitimación activa, tampoco se le prohibía; en tal sentido, entonces, el hijo puede impugnar la paternidad matrimonial"43. Esta cuestión se relaciona con el sistema de impugnación de la paternidad matrimonial de nuestro Código Civil. Debe tenerse presente que en lo que varían los regímenes jurídicos modernos en esta materia es en cuanto a la amplitud con que confieren al marido la facultad de impugnar la paternidad que se le atribuye. No es una diferencia referida a los medios de prueba que el marido puede producir, sino de los extremos u objetos a probar. En base a ello, se delinean fundamentalmente dos tipos de sistemas: el "abierto", que permite al marido probar la inexistencia del nexo biológico, sin limitarlo a ciertos supuestos predeterminados , 43 PLACIDO V., Alex F. Filiaciones incompatibles. En, Suplemento "Derecho y Economía" del Diario Oficial "El Peruano". Edición del 29 de Marzo de 1994, p. B-10. 36 y el "cerrado", que fija ciertos presupuestos de la acción, que si resultan acreditados, permiten al juez considerar si se ha probado o no la inexistencia del nexo biológico, y a falta de los cuales no puede intentarse la prueba de dicha inexistencia. En este segundo sistema se alinea nuestro Código Civil, que también en esta materia ha seguido sustancialmente al Código Napoleón, como lo hicieron diversos países hispanoamericanos y latinoeuropeos, que exhiben una clara influencia jurídica francesa. Se ha dicho que tal criterio restrictivo responde al interés de preservar al orden familiar de procesos escandalosos e injustificados, que podrían afectarlo moralmente, destruyendo su intimidad; y se fundaría también en el favor legitimitatis44, sobre el que se asienta en las legislaciones que discriminan las categorías de la filiación, toda la materia de la filiación legítima, con una presunción de paternidad en su base, indicativa de que, salvo prueba concluyente en contrario, el orden jurídico prefiere mantener la filiación legítima; lo cual redundaría, como también se ha señalado, en beneficio del hijo, y de la madre, por obvias razones de índole moral. En nuestro Código Civil -como ya dijimos, tributario en esta materia del Code- el marido sólo puede desconocer la paternidad del hijo concebido por la mujer durante el matrimonio en dos casos: si prueba que le ha sido imposible cohabitar con su mujer en los primeros ciento veinte días de los trescientos que han precedido al nacimiento del hijo; y, si demuestra que adolece de impotencia coeundi o absoluta. Es decir que el marido debe estar en condiciones de probar su absoluta imposibilidad de mantener relaciones sexuales con su mujer en el período legal de la concepción -el Code aludía a imposibilidad física o material-, para poder demostrar los hechos que justificasen el desconocimiento del hijo. Imagínese entonces el siguiente caso: el marido sufre de impotencia generandi o relativa, manifiesta y anterior a la celebración del matrimonio. Tal dolencia no le impide al marido sostener relaciones sexuales con su mujer; lo que produce es la imposibilidad de la concepción. En tal supuesto el marido impotente que sabía positivamente que el hijo de su mujer no era suyo, debe aceptar la paternidad, por cuanto le es imposible demandar la impugnación de la paternidad al no tratarse -la impotencia generandi- del hecho constitutivo de la causa determinante de la acción. Conclusión: el sistema "cerrado" del Código Civil de 1984 no permite al marido impugnar la paternidad matrimonial del hijo que es fruto de relaciones sexuales extramatrimoniales, por el hecho constitutivo de la impotencia relativa o generandi. La actitud que podría ser motivada por arrepentimiento, por sinceridad o por impudicia, se convierte en un arma jurídica45. 44 RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco. La presunción de paternidad legítima. Madrid, Tecnos, 1971. p. 411 y 418. 45 En ese mismo sentido, se ha pronunciado la jurisprudencia: "Es improcedente la demanda negatoria de la paternidad matrimonial basada en la impotencia para fecundar, porque el artículo trescientos uno, inciso cuatro, del Código Civil (de mil novecientos treintiseis, de idéntica redacción al vigente Código Civil de mil novecientos ochenticuatro), sólo se refiere a la impotencia en sentido estricto, o sea, a la incapacidad para 37 A tal conclusión también se llega cuando se está frente a otro singular supuesto: la esterilización del marido, con o sin conocimiento de la mujer. Igualmente, la esterilización no frusta que marido y mujer mantengan relaciones sexuales. Recuérdese que, aquí, el término "cohabitación" está referido al cumplimiento del débito conyugal46. La mujer, conocedora o no de la esterilización de su marido, puede seguir dándole más hijos en el futuro; estando el marido imposibilitado de impugnar la paternidad por no tratarse -la esterilización- de un hecho constitutivo de la causa determinante de la acción. Por cierto que los autores que defienden el sistema del Código Civil suelen acudir al argumento -a nuestro juicio pueril- de considerar que la impugnación de la paternidad del marido debía ser restringida por la grave repercusión familiar que ella tiene. Pero, al hacer esta defensa, se propicia el mantenimiento de situaciones anacrónicas y, muchas veces, inmorales. ¿Cómo puede razonablemente sostenerse que la impotencia generandi y la esterilización del marido no eran alegables para desconocer la paternidad? Afirmar que la prueba de tales supuestos de hecho da lugar a procesos escandalosos era realmente un despropósito: con el mismo criterio, es escandaloso probar el adulterio de la esposa que ha ocultado, además, el parto. ¿Y como evitar en los juicios la discusión de hechos inmorales o escandalosos? Los pleitos sobre estupros, nulidad del matrimonio, amancebamientos de hermanos con hermanas, incestos, adulterios de la mujer o del marido son verdaderamente pleitos escandalosos, y sin embargo es de toda necesidad permitirlos y entrar en la indagación y prueba de los hechos. Teniendo a la vista las soluciones que en el derecho comparado han ido incorporando, sobre todo en este siglo, un régimen abierto de impugnación de la paternidad, propusimos en ocasión del Simposio "Primera Infancia. El reto de una nueva vida" (Lima, 1995) se declarara la conveniencia de sustituir el sistema cerrado de causales de impugnación rigurosa de la paternidad por un sistema abierto que permitiese al marido el desconocimiento en todos los casos en que probase que su paternidad queda descartada o es fundadamente menos verosímil que la de un tercero47. La situación no ha cambiado con la dación de la Ley 27048 por la que se incorporó la causal relacionada a la comprobación del vínculo parental entre el presunto realizar el acto sexual, pero no a la impotencia para generar, tal como también lo hace el artículo ciento cuarenticinco del mismo Código, al referirse a esa causal de anulabilidad del matrimonio" Ejecutoria Suprema del 5 de Mayo de 1970. En, Revista de Jurisprudencia Peruana. 1970. p. 1211. De igual manera, se ha pronunciado la Ejecutoria Suprema del 13 de Febrero de 1972: "El artículo 301 del Código Civil no se refiere a la impotencia generandi sino a la impotencia para realizar el acto sexual, es decir, a la impotencia coendi. Así se deduce de la letra y sentido de dicho dispositivo y del carácter absoluto al que esa norma condiciona su idoneidad, causal en oposición a la impotencia relativa relativa o generandi, que así queda excluida de su previsión". En, Revista de Jurisprudencia Peruana. 1972. p. 64. 46 PLACIDO V., Alex F. Manual de Derecho de Familia. Lima, Gaceta Jurídica, 2002. p. 125. 47 PLACIDO V., Alex F. El derecho del niño a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos: la inserción del infante en su familia. En, Primera Infancia. El reto de una nueva vida. (libro de ponencias). Lima, Universidad Femenina del Sagrado Corazón, 1996. p. 395. 38 padre y el hijo a través de la prueba de ADN u otras pruebas genéticas o científicas con igual o mayor grado de certeza; por cuanto, con esta disposición no se permite invocar cualquier otro supuesto de hecho de los previstos en la ley para sustentar la demanda, desde que no importa la expresa sustitución del sistema cerrado por el abierto de impugnación de la paternidad matrimonial. Así se comprueba, no sólo por la conservación del régimen de causales determinadas para iniciar la investigación de la paternidad; sino, además, porque el hecho a acreditar será necesariamente el vínculo parental entre el presunto padre y el hijo mediante la prueba de ADN u otras pruebas genéticas o científicas con igual o mayor grado de certeza. Por ello, creemos que identificar el sistema de causales con la defensa que merece el principio de favor legitimitatis, es un error. Desde luego que si, sustanciada la prueba en juicio de impugnación, en el ánimo del juez persevera la duda, habrá de mantener la atribución legal de paternidad del marido en virtud del favor que merece; pero esto no significa que, a despejar esa duda, se deba llegar únicamente sobre la base de supuestos previstos de antemano por el legislador; cuando, justamente, la experiencia demuestra que la variada realidad se le ha escapado en sus muchos matices. Es ésta la crítica fundamental que se formula al sistema, ya que "la previsión del legislador es siempre más pobre que la realidad, y quedan marginados muchos casos tan justos como los recogidos por la ley, en cuanto no pueden ser encajados en estos últimos. Por cuestión de técnica, es ese sistema notablemente inferior a otros más abiertos y flexibles y menos expuestos a parcialidad e imprevisión"48. En cuanto a la necesidad de no exponer la intimidad familiar al escándalo de un juicio de impugnación, tampoco nos parece que justifique el sistema de causales, ya que, como hemos dicho, tanto afecta a dicha intimidad la alegación de una impotencia posterior al matrimonio, o la invocación y prueba del adulterio y ocultación del parto como cualquier otro supuesto que, en el régimen "abierto", se puede invocar para demostrar que el hijo de la esposa no pudo serlo del marido de ésta. A las objeciones precedentes se suma un hecho decisivo: las investigaciones biológicas han avanzado de tal modo, que hoy pueden ofrecer conclusiones que, en gran medida, y en ocasiones decisivamente, informarán al juez sobre la realidad del nexo biológico que se investiga. Sin embargo, hasta antes de la vigencia de la Ley 27048, estos avances de la ciencia no podían ser libremente utilizados, en tanto no se invocaran ciertos hechos expresamente contemplados por la ley, con carácter de presupuestos de la acción49. 48 RIVERO HERNANDEZ. Op. cit. p. 414. 49 En la doctrina francesa se habían puesto de manifiesto las limitaciones del sistema de causales. La intensa y prolongada discusión en torno al significado de la expresión "impotencia accidental", contenida en el antiguo artículo 312, era un ejemplo acerca de las acrobacias exegéticas que los autores de Francia tuvieron que hacer, para paliar en algo los absurdos efectos a que allí conducía el régimen de causales, similar al nuestro. Y precisamente, como consecuencia de los desaciertos a que condujo dicho régimen, en 1972 fue reemplazado 39 Otra norma en la que se aprecia la restricción es el artículo 367 del Código Civil que dispone: "la acción de contestar la paternidad corresponde al marido. Sin embargo, sus herederos y sus ascendientes pueden iniciarla si él hubiese muerto antes de vencerse el plazo señalado en el artículo 364 y, en todo caso, continuar el juicio si aquél lo hubiese iniciado". De acuerdo con ella, se ha considerado que sólo el marido está habilitado para deducir la acción de desconocimiento del hijo de su esposa. El fundamento de este análisis restrictivo del artículo 367 del Código Civil se ha formulado tradicionalmente -como se ha expuesto- diciendo que "sólo el marido puede ser juez de su propia paternidad"50, con lo cual se descarta que otros intereses, por fundados que pareciesen, pudieran legitimar activamente a otras personas para intentar la impugnación, como, por ejemplo, otros hijos del matrimonio, los parientes del marido que se verían excluidos de la sucesión. Desde este punto de vista, es el marido -él y sólo él- quien puede valorar los alcances de la conducta infiel de su esposa y puede, por muchas razones, perdonar. Asume, entonces, la paternidad del hijo concebido por ella y nadie puede cuestionarlo; no permitiéndose la interferencia de terceros con sus por el sistema "abierto", limitándose ahora el artículo 312 del Code a establecer que el marido podrá désavouer (desaprobar, desmentir, negar, contradecir) al niño en justicia, si demuestra que él no puede ser el padre. Hemos citado el precedente francés teniendo en cuenta que el Code fue, en su hora, fuente de nuestro sistema civil. Pero mucho antes, en 1898 el Código Civil alemán había establecido que "el hijo no es legítimo, si, según las circunstancias, es evidentemente imposible que la mujer lo haya concebido por obra del marido" (artículo 1591). El Código Civil suizo que, antes de la reforma de 1974, contenía una norma similar al artículo 312 del francés (artículo 254), dispone ahora en su artículo 262 que la presunción de paternidad cesa cuando el presunto padre prueba que su paternidad está excluida o que es menos verosímil que la de un tercero. El Código Civil austríaco, reformado en 1977, establece que la presunción de paternidad del marido puede caer sin se prueba que el hijo no ha sido engendrado por aquél (artículo 138). Otras legislaciones -entre las que se encuentra el Código Civil español luego de la reforma de 1981 y el Código Civil argentino después de la reforma de 1985- consagran la acción de impugnación del marido sin establecer los hechos a probar, con lo cual por vía negativa 49, adhieren al régimen abierto, limitándose a prever los legitimados para accionar y el término de caducidad de la acción (artículos 136 y 137 del Código Civil español y artículos 258 y 259 del Código Civil argentino). Este criterio amplio es también el del derecho positivo canónico tradicional. El ex canon 1115 del Codex de 1917, y, actualmente, el canon 1138 del Código de derecho canónico de 1983, señalan claramente que "el matrimonio muestra quién es el padre, a no ser que se pruebe lo contrario con razones evidentes" -nisi evidentibus argumentis contrarium porbetur-, lo que, bien se ve, no circunscribe la prueba en contrario a supuestos limitados o circunscriptos de antemano por el legislador. 50 RIPERT, Georges - BOULANGER, Jean. Tratado de Derecho Civil. Según el tratado de Planiol. Tomo II, volumen I. Buenos Aires, La Ley, 1963-1965. p. 493, n° 1667. Comparar, MAZEAUD, Henry, León y Jean. Lecciones de Derecho Civil. Parte 1°, volumen III. Buenos Aires, Ejea, 1959-1965. p. 372, n° 899 y 900, y PLANIOL, Marcel - RIPERT, Georges - ROUAST, André. Tratado práctico de Derecho Civil francés. Tomo II. La Habana, Cultural, 1946. p. 613, n° 785, quienes entienden que las verdaderas razones de este "monopolio de la acción en manos del marido", se derivan de la jefatura del hogar y por ende, "a título de tal tiene el derecho de oponerse a que la tranquilidad del mismo sea perturbada por alegaciones relativas a la irregularidad de un nacimiento". 40 intereses -generalmente hereditarios, no se olvide- en el ámbito, aquí sí, infranqueable de la intimidad conyugal y familiar. Sólo si el marido muere durante el plazo de caducidad sin haber intentado la impugnación de la paternidad matrimonial, pueden los herederos de aquél entablarla; y, en todo caso, pueden continuar el proceso que el causante hubiese iniciado. Sin embargo, este punto de vista es cuestionable considerando que, su aceptación sin reservas, conduce -como se ha destacado- a que tanto para el hijo como para otros terceros (por ejemplo, el verdadero progenitor), la presunción "pater is est ..." se tornase absoluta: "no tienen ni siquiera el derecho de criticar como abusiva la actitud del marido que se abstiene de ejercer la acción de impugnación porque es, para él, una facultad discrecional, de la que es libre de no usar"51. Un caso elocuente es el que presenta la separación de hecho que no hace cesar la presunción de paternidad del marido y que en consecuencia impide al verdadero padre del hijo concebido por la mujer separada reconocerlo. Dada la letra del artículo 367 del Código Civil, se comprueba que la legitimación activa de la acción de impugnación de la paternidad matrimonial no está expresamente referida al hijo; sin embargo, el mismo precepto legal no se lo prohibe, por lo que la promoción de la acción por el hijo no implica un actuar contrario a ley52. De otro lado, es evidente el legítimo interés moral del hijo en establecer la verdad de su filiación. La investigación de la verdad acerca de la filiación que a un individuo se le atribuye, forma parte de derechos atinentes, y esenciales, a su identidad, que en el orden natural de las relaciones humanas son inviolables por parte del ordenamiento jurídico53. ¿Es posible sostener que, por los interses de uno de los sujetos del vínculo, como es la intimidad personal del marido y la paz del hogar que preside, el ordenamiento prive al otro sujeto del vínculo -el hijo- de un derecho que emerge 51 CARBONNIER, Jean. Derecho Civil. Tomo I, volumen II. Barcelona, Bosch, 1961. p. 495. 52 Entendemos que la posibilidad de que el hijo puede impugnar la paternidad matrimonial está contemplada sólo en el caso de no existir conformidad entre la partida de nacimiento y la posesión de estado, de acuerdo con el artículo 376 del Código Civil que dispone: "Cuando se reúnan a favor de la filiación matrimonial la posesión constante de estado y el título que dan las partidas de matrimonio y nacimiento, no puede ser contestada por ninguno, ni aun por el mismo hijo". En tal supuesto, el hijo puede impugnar su filiación matrimonial y reclamar una filiación distinta de la que atribuye la partida de nacimiento. Sin embargo, la situación que planteamos está referida, además, a la existencia de conformidad entre la partida de nacimiento y la posesión de estado. Tal circunstancia tampoco debería impedir la reclamación de una filiación distinta a la anteriormente establecida. 53 Debe destacarse que el interés del hijo puede ser sólo moral, o también patrimonial. En el primer caso, su justificación ética estará habitualmente en relación con la posibilidad de obtener el emplazamiento filial con respecto a quien es su verdadero padre, independientemente de una pretensión de orden pecuniario. En otros, podrá hallar interés en heredar de éste para descalificar su pretensión, o para lograr otros beneficios pecuniarios. De cualquier modo, fuera de que es difícil investigar el cúmulo de móviles que impulsan al hijo a que se reconozca judicialmente la verdad de su filiación, el eventual motivo económico que pudiera inspirarlo (interés en recibir la herencia de su padre no matrimonial), aunque fuere exclusivo, tendría fundamento legítimo: reclamaría tan sólo lo que le pertenece. 41 evidente de ese orden natural de las relaciones humanas, basadas en afecciones fundamentales? El argumento de la defensa de la tranquilidad de los hogares o de la estabilidad social no puede establecerse sobre las bases que se alejen del concepto de los derechos humanos. Lo contrario lleva consigo el germen de la discordia, de la alteración de la paz social. Las nuevas valoraciones sociales le privan de su fuerza de convicción a tal argumento. No obsta, igualmente, la presunción de cumplimiento de los deberes conyugales por parte de las personas casadas, ya que la presunción mantiene su vigencia mientras no se demuestre lo contrario. La probanza del nexo biológico evidenciaría el cumplimiento o no del débito conyugal. Por todo ello y a partir del derecho del niño a conocer a sus padres que es impone como un principio rector de un sistema de libre investigación de la filiación, en nuestro Código Civil de 1984 se debe suprimir el sistema de causales determinadas para la investigación de la filiación y considerar que la relación jurídica determinada por la procreación, no presupone un emplazamiento familiar referido a la existencia o inexistencia de matrimonio entre los progenitores. En otras palabras, el estado filial deberá encontrar como referencia, sólo la realidad biológica, pues la igualdad de los hijos elimina la posibilidad de calificar los vínculos en punto a su naturaleza como matrimoniales o extramatrimoniales. Ello, sin embargo, no impide, claro está, a que la ley aluda a la filiación matrimonial y a la extramatrimonial, si lo hacen no para discriminar entre una y otra, sino para distinguir el supuesto de hecho que exige aludir a una u otra, por la diferente solución legal que, en razón de supuestos de hecho, también distintos, ha de consagrar en particular. 2.5 El derecho del niño a conocer a sus padres y la imposibilidad jurídica de que coexistan filiaciones incompatibles entre sí. Por las razones expuesta en el párrafo anterior a favor de nuestro sistema jurídico, éste no admite la coexistencia de filiaciones incompatibles y en el supuesto de presentarse tal imposible jurídico, prefiere la filiación matrimonial frente a la filiación extramatrimonial, si aquella está primeramente determinada. Así, se dispone -en el artículo 396 del Código Civil- que "si la madre estaba casada en la época de la concepción, sólo puede admitirse la acción en caso que el marido hubiere contestado su paternidad y obtenido sentencia favorable". Esta solución debe ser desaprobada porque implica un evidente desconocimiento del interés del hijo de conocer a sus padres. Por ello, la consideración al derecho del niño a conocer a sus padres resalta que cuando una filiación determinada se enfrenta a otra filiación diversa, que es objeto de una pretensión accionable, puede desconocerse la filiación ya establecida para reclamar la verdadera filiación. Vale decir, se ha de deducir, con carácter previo o simultáneo a ese reconocimiento, o bien a esa pretensión accionable, la de desconocimiento de la filiación ya establecida. La potencial improcedencia de tales pretensiones debe ser desestimada por el control difuso de la constitucionalidad, el que determina que el juez deje de aplicar 42 las normas anacrónicas del Código Civil y prefiera las disposiciones de la propia Constitución y de la Convención sobre los Derechos del Niño. A tal conclusión debe arribarse, sea que el matrimonio de los padres haya sido realizado en el Perú o en el extranjero. Sobre este último, debe tenerse presente lo dispuesto en el artículo 2050 del Código Civil: "todo derecho regularmente adquirido al amparo de un ordenamiento extranjero, competente según las normas peruanas de Derecho Internacional Privado, tiene la misma eficacia en el Perú, en la medida en que sea compatible con el orden público internacional y con las buenas costumbres". 3. EL DERECHO DEL NIÑO A CONOCER A SUS PADRES Y LAS LIMITACIONES A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DEL PRESUNTO PROGENITOR. No cabe duda que, en caso de colisión entre derechos, la vigencia y consolidación de los derechos humanos está centrada en la necesidad de armonizarlos o concordarlos justificadamente en las normas, en los principios y en la axiología del sistema. Esto es, las respuestas más razonables en orden a los valores e intereses en juego, ya se trate de plasmarla en norma general (ley en sentido amplio) o particular (sentencia). Es interesante en este punto utilizar algunas de las ideas del common law como sistema de creación de reglas de derecho (rule of law). En efecto, dicho sistema legal parte de la experiencia empírica y, a raíz de ello, verifica supuestos con cierto grado de injusticia que deben ser revertidos. No parte de una declamación dogmática de derechos, de justicia o de injusticia, sino que se trata de acercar al caso concreto la solución que aparezca como más razonable en relación con el plexo jurídico de base y los valores en juego y como único medio posible de aproximarse a un ideal de justicia concreto. El control de proporcionalidad constituye un instrumento eficaz dentro del sistema para evaluar la adecuación de la respuesta dada, tanto desde la ley, la reglamentación o la sentencia, a las normas, principios, valores e intereses en juego respecto de los derechos humanos. Entendemos que ante varias respuestas posibles debe elegirse aquella que represente más adecuadamente los valores sociales y contribuya, en mejor medida, al entendimiento social. El control de proporcionalidad se debe desprender de la conceptualización en abstracto y teórica de todos y cada uno de los derechos para, luego, analizar en cada caso concreto el grado de interés que habilitaría a incurrir en limitaciones, restricciones u omisiones. En ello se determinará la razonabilidad del medio utilizado y sus posibles alternativas. El ejercicio del derecho del niño a conocer a los padres no escapa a la problemática que se traduce en derechos humanos reconocidos versus efectiva operatividad. El control de proporcionalidad, sistemático y objetivo, asegurará un sistema de vigencia práctica de aquellos. 43 3.1 El derecho del niño a conocer a sus padres y el derecho a la intimidad personal del presunto progenitor. En la investigación de la filiación están llamados a coexistir dos intereses forzosamente contrapuestos. Normalmente el interés del hijo dirigido a conocer su verdadera filiación, su origen, en definitiva. Y el interés del presunto progenitor, casi siempre opuesto a ello, pues de haber sido favorable habría accedido al reconocimiento. Unas veces por su sólo interés personal, otras veces en aras de proteger su "paz familiar". La investigación de la filiación tiene como fin el establecimiento de una adecuación entre la verdad biológica y la relación jurídica de filiación y con ello, la superación del formalismo que históricamente ha rodeado esta cuestión. La idea clásica reside en la bondad intrínseca de la legitimación, por cualquier medio, dadas las enormes discriminaciones legales y sociales existentes contra los hijos habidos fuera del matrimonio. Una vez que el sistema responde a la unidad de todas las filiaciones, por efecto del principio de igualdad, y que se decanta a favor de técnicas más avanzadas en la investigación de filiación, el interés del hijo parece localizarse en el establecimiento de la verdad biológica, aun cuando el éxito de una acción en este sentido pueda modificar en profundidad una realidad sociológica anterior. Del establecimiento de la verdad biológica se deriva la relación de filiación y el contenido inherente a la misma (derecho a los apellidos, derecho a alimentos y derechos sucesorios). De aquí, pues, la investigación de la filiación se presenta como una cuestión prioritaria del hijo en aras del interés en conocer a sus padres. Se advierte que en materia de filiación hay un conflicto de derechos con pretensiones distintas. Se trata, por tanto, de dilucidar y perfilar los límites de éstos. Para ello, se recurre a la ponderación de bienes. “La llamada ponderación de bienes es el método para determinar, en abstracto o en concreto, cómo, cuándo y en qué medida debe ceder el derecho fundamental que entra en colisión con otro o con un bien”54. Debe tenerse presente que el criterio de la ponderación de bienes es una consecuencia del convencimiento de que los derechos y libertades no son absolutos. “No sólo que el ejercicio aislado de cada uno de ellos tiene unos límites claros, sino que, como sucede siempre, suelen entrar habitualmente en conflicto. El ejercicio de uno implica la lesión de un derecho o una libertad fundamental de otra persona. Entonces, he ahí la cuestión: ¿cómo dilucidar cuál de los dos es un ejercicio realmente válido? El conflicto entraría en una vía de solución cuando sea posible justificar la preferencia de uno de los bienes jurídicos en disputa, una vez que se han ponderado las circunstancias concurrentes de cada caso. No hay una “preferencia incondicionada” que derive directamente de la Constitución, sino un mandato a los jueces para que valoren todos los aspectos y datos, sean o no 54 DE OTTO Y PARDO, Ignacio. La regulación del ejercicio de los derechos y libertades. La garantía de su contenido esencial en el artículo 53.1 de la Constitución. En, Derechos fundamentales y Constitución. Ed. junto con L. Martín-Retortillo. Madrid, Civitas, 1988. p. 111. 44 fácticos, de cada constitucionales”55. recurso, sin proporcionarles puntos de referencia Para resolver el conflicto de derechos en materia de filiación, no puede dejar de considerarse que parece obvio que por efecto de la Convención sobre los Derechos del Niño el derecho a conocer a los padres nace limitado pues del propio tenor literal se desprende únicamente que su ejercicio procede "en la medida de lo posible" (artículo 7, numeral 1). Es decir que el legislador podría regular los casos y requisitos. No puede el legislador evitar o prohibir la investigación de la filiación, pero sí puede limitarla, máxime si se admite que sobre un proceso de esta naturaleza planean derechos fundamentales de la persona contra la que se dirige la acción, como son el derecho a la intimidad personal o, incluso, el derecho a la integridad física de la persona a quien se le imputa el hijo. De donde se deduce una aparente subordinación del derecho a conocer el propio origen biológico frente a las normas constitucionales que acogen derechos fundamentales. Sin embargo y como se destacó, la frase "en la medida de lo posible" antepuesta al derecho del niño a conocer a los padres está referida a las dificultades que pueden presentarse en la realidad, como el desconocimiento de la identidad de los progrenitores; lo que, de hecho, imposibilita el ejercicio del derecho a la verdad biológica. De acuerdo a ello, debe entenderse que el derecho a conocer a los padres le confiere a cualquier persona la posibilidad de poder desvelar el misterio de su origen, siempre y sin cortapisa alguna, salvo las derivadas, lógicamente, del propio funcionamiento o de la propia dinámica procedimental del medio jurídico empleado. Por el contrario, las restricciones a los derechos fundamentales del presunto progenitor se justifican en el test de proporcionalidad. Así, indispensable para la adecuación es la persecución de un fin legítimo. Fin legítimo de la limitación a la intimidad del presunto progenitor es el conocimiento del origen biológico del hijo. El derecho del niño a conocer a sus padres promueve la coincidencia entre los vínculos biológico y jurídico, para la determinación de la filiación. La limitación tendría que ser además necesaria. Y lo es, por cuanto regulaciones menos intensas no lograrían proteger tan eficazmente el conocimiento del origen biológico. Por último, mediante el examen de proporcionalidad en sentido estricto 56 , se lleva a cabo una poderación entre los principios que colisionan, esto es, entre el derecho a la intimidad personal del presunto progenitor y el derecho del niño a conocer a sus padres. Precísamente, por la protección que demanda el ejercicio a conocer el origen biológico, se resuelve la eventual colisión entre los 55 MARTINEZ DE PISON CAVERO, José. El derecho a la intimidad en la jurisprudencia constitucional. Madrid, Civitas, 1993. p. 158. 56 De acuerdo con BOROWSKI, “en este examen, ni se introduce una excepción a los principios ni se declara como inválido alguno de ellos. Mediante la ponderación se establece cuál de los dos principios, de conformidad con las circunstancias concretas de colisión, posee mayor peso. El principio con el mayor peso, tiene precedencia. El otro principio, es relegado a un segundo plano en el caso concreto”. BOROWSKI, Martín. Las restricciones de los derechos fundamentales. En, Revista española de Derecho Constitucional. Año 20. Núm 59. Mayo – Agosto 2000. p. 39. 45 derechos fundamentales comprendidos. En ese sentido, se postula su preferencia por la finalidad protectora. La admisión en nuestro ordenamiento jurídico del derecho del niño a conocer a sus padres, destaca como primario el derecho del hijo a que se declare su filiación biológica57. El expreso reconocimiento de este derecho determina que se esté frente a un principio rector de todo un sistema jurídico de filiación dotado de plena eficacia. Con él, hay que olvidar la diversificación de filiaciones en función del matrimonio o no de los padres, los diferentes derechos atribuidos a los nacidos en razón del tipo de filiación asignada, la imposibilidad en muchos casos de entablar un pleito con objeto de llegar a tener conocimiento de los verdaderos progenitores. Hay que abrirse a un nuevo orden donde no sólo se produce una variación sustancial y sintomática en la terminología al uso, sino todo un cambio radical en la conceptuación de la filiación no surgida de matrimonio, y donde, por encima de toda la disciplina jurídica de la filiación: cada persona, cada ser humano ostentará la filiación que realmente le corresponda por naturaleza, con plena independencia de que sus padres se encuentren o no unidos entre sí por vínculo matrimonial. Cada sujeto podrá figurar como padre o como hijo de quien verdaderamente lo sea, esto es, de quien biológicamente lo sea, puesto que dispondrá de unos medios que el Derecho pone a su alcance -y que son fundamentalmente las acciones de filiación- para rectificar la situación que vive sin no está conforme con ella, es decir, para dejar de estar unido con quien no tiene lazo carnal alguno, o para comenzar a estarlo si legalmente tal unión no consta. Cabe recordar que, en la aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño debe preferirse una interpretación a favor del interés superior del menor, por ser éste el objeto y fin específico del tratado. Este principio de interpretación es también conocido como el criterio de la primacía de la norma más favorable a las personas protegidas (interpretación pro homine) expresamente en los tratados de derechos humanos. En ese sentido, la interpretación más adecuada de una norma de la Convención será aquella 57 La jerarquía de valores en colisión lleva necesariamente a evitar la producción de daños a los menores, por tratarse de personas que están en plena formación. La necesidad de una "protección especial" enunciada en el preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño, así como la atención primordial al interés superior del niño dispuesta en su artículo 3, proporcionan un parámetro objetivo que permite resolver los conflictos en los que están involucrados menores, debiendo tenerse en consideración aquella solución que les resulte de mayor beneficio. Ello indica, que existe una acentuada presunción a favor del niño por ser un interés débil frente a otros, aun cuando se los considere no menos importantes; y que, para la protección de sus derechos específcos, se requiere del adulto y de la sociedad comportamientos que los garanticen. De otro lado, debe destacarse que el principio por el cual los niños merecen especial tutela por su vulnerabilidad está considerado expresa o implícitamente en profusos instrumentos internacionales sobre derechos humanos (Convención sobre los Derechos del Niño, artículos 8 y 16; Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículos 11 y 19; Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño; Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, artículos 23 y 24; Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículo 10). En ese mismo sentido, la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que los derechos del niño son inderogables (artículo 27). De acuerdo con ello, la misma confiere un lugar especial en la jerarquía interna del Tratado a los Derechos del Niño. Así, la Convención Americana y la Convención sobre los Derechos del Niño guardan sustancial armonía y ambas confieren especialísima e inderogable tutela a los derechos del niño. 46 realizada al momento en que la interpretación se lleve a cabo, teniendo en cuenta el objeto y fin del tratado. En última instancia, toda interpretación debe sustentarse en la dignidad de la persona humana como fuente de toda protección y como valor supremo a partir del cual se desarrolla el reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos. Frente al derecho del niño a conocer a sus padres, ejercitado en un proceso, se nos hace falaz acudir al argumento de la intimidad personal: engendrar un hijo es una acción privada autorreferente sólo en cuanto a la decisión procreativa originaria. De ahí en más concebido el hijo, ninguna supuesta intimidad o privacidad –ni el padre, ni la madre, ni ambos en común- puede alegarse para frustrar los derechos del hijo –ni durante su gestación, ni después de nacido58. Y entre sus derechos con sustento constitucional se halla el de conocer y emplazar su estado filiatorio, con todas las búsquedas previas incluso de tipo biológico que se enderezan a ese objetivo59. El derecho del hijo a conocer su verdadera identidad está por encima del derecho de los padres a resguardar su intimidad, y en caso de contraposición entre ambos derechos, debe preferirse el primero en atención a la finalidad protectora que éste sugiere. Y también, debe prevalecer por encima del interés de los familiares del difunto, que normalmente se resisten a que se extraigan muestras del cadáver del presunto padre para averiguar la verdad biológica del que acciona. De acuerdo con ello, se vulnera este derecho cuando -como se expone en el quinto, octavo y noveno considerandos de la sentencia en casación bajo análisis- "en el decurso del proceso los herederos legales de don Simeón Caballero Bustamante procedieron a su cremación, lo que imposibilitó la realización de la prueba solicitada sobre los restos del presunto padre del menor"; y se negaron a acudir a las reiteradas audiencias para llevarse a cabo "como prueba de oficio el peritaje del ADN a extraerse de las muestras a tomar a las personas de la demandante, su hijo y las demandadas"; lo que evidencia "una notoria falta de cooperación de las accionadas para lograr la finalidad del medio probatorio anotado, siendo factible que el juzgador extraiga conclusiones por tal actitud". La primacía del derecho del niño a conocer a sus padres determina que disposiciones del Código Civil, como las que reservan el ejercicio de las 58 "La filiación, la paternidad, el reconocimiento, la relación parental, etc., no son para nada cuestiones que se alojen en el ámbito de la vida privada o de la intimidad de las personas. Ninguna conducta paterna o filial que, relacionando a padres e hijos, tiene que ver con el emplazamiento del estado civil de familia, puede insertarse en la privacidad o intimidad de las personas, porque no son conductas autorreferentes". Vid. BIDART CAMPOS, Germán. La negatoria a someterse a pruebas biológicas en el juicio de filiación. En, Diálogo con la Jurisprudencia. Año III. Número 5. Lima, Gaceta Jurídica, 1997. p. 244. 59 BIDART CAMPOS expone que “haya o no haya norma expresa, damos por verdad que hoy todo derecho constitucional de un estado democrático incluye y contiene un sistema de derechos (alimentado por una matriz de principios y valores favorables a la persona humana) el derecho a la identidad personal y al estado civil de familia, que se conecta íntimamente al anterior; el derecho a integrar una familia y a gozar de su protección, etc.” Refiriéndose a la Convención sobre los Derechos del Niño, señala que “todo el articulado de este último tratado, en el hilván de su dispositivo relativo a la relación entre el niño y sus padres, presupone con claridad que, para atender prioritariamente al interés superior del niño, éste debe tener emplazados su filiación y su estado civil de familia, para lo cual -si no concurre reconocimiento voluntario de la filiación extramatrimonial- se le debe facilitar el acceso al proceso judicial y a los medios probatorios pertinentes”. Ibidem. p. 240. 47 pretensiones de impugnación de la paternidad (artículo 367) y de la maternidad matrimonial (artículo 372) sólo al marido y a la mujer, respectivamente, negándoselo al propio hijo; o, las que prohiben que el hijo de mujer casada pueda ser reconocido por un tercero, a menos que el marido hubiese impugnado la paternidad matrimonial y obtenido sentencia favorable (artículo 396); o, las que limitan el ejercicio de la pretensión de impugnación o reclamación de la filiación a determinadas causales específicas (artículos 363 y 402), se constituyan en normas que obstaculizan que el ser humano sea tenido legalmente como hijo de quien biológicamente lo es. Por ello y en un caso concreto, el juez -ejerciendo el control difuso de la constitucionalidad- debe preferir el derecho del niño a conocer a sus padres -con el propósito de iniciar la investigación de la filiación, en tales supuestos- y dejar de aplicar tales normas legales que es oponen a tal finalidad, considerando la jerarquía constitucional de la Convención sobre los Derechos del Niño. Debemos concluir que el derecho a conocer a los padres supone para cada individuo el acceso concreto y cierto al conocimiento de su origen biológico. Este derecho tiene que estar instrumentado en forma tal que no se torne abstracto ni de imposible cumplimiento. Es por todo ello que el normal desarrollo psicofísico exige que no se trabe la obtención de respuesta a esos interrogantes vitales. La dignidad de la persona está en juego, porque es la específica “verdad personal”, es la cognición de aquello que se es realmente, lo que todo sujeto naturalmente anhela poseer, como vía irremplazable que le permita optar por proyectos de vida elegidos desde la libertad. Pues ésta es –finalmente- la que resulta mancillada cuando el acceso a la verdad es obstruido; que justamente, por el carácter medular de la aspiración del ser humano a conocer quiénes lo han engendrado, son tan devastadoras las consecuencias de las vallas puestas en el camino de acceso a esa verdad. Cabe recordar que, con relación a este tema, se subraya la capital importancia que reviste la situación traumática que se genera en los procesos de ocultamiento al niño de su verdadera identidad. Resulta aquí ineludible señalar que en los albores del Siglo XXI no es posible privar al más débil -menor cuya filiación se reclama- de la prueba más fuerte exámenes biológicos o genéticos- y que está fuera de su alcance dependiendo únicamente su producción de la voluntad exclusiva del sindicado como progenitor. En cuanto al entrometimiento del Estado en la faz privada es correcto que el emplazamiento filiatorio no dependa de la voluntad de las personas ni esté sujeta a manifestaciones variables, como que tampoco la confesión extrajudicial no resulte idóneas para excluir o incluir la filiación de nadie. Se trata de dilucidar la problemática de qué valor tendrá la expresión de voluntad de ese niño de someterse o no a las pruebas médicas, y de querer o no saber su verdad biológica. Con ello nos enfrentamos entonces con el orden público, que por un lado investiga la posibilidad de un delito, en el que se encuentran en juego intereses de la sociedad y de terceros, y por el otro el derecho personalísimo de saber quién uno es. 48 Entonces el dilema de fondo a resolver es hasta qué punto ese orden público impuesto por el Estado puede generar en ese menor un deber a conocer su identidad biológica, anulando de tal modo un derecho propio que es el de querer conocer o no querer conocer su verdadera identidad biológica. Y en este interrogante cabe plantear cuál es la edad a partir de la cual la opinión del menor pueda tener trascendencia en la decisión. Tratándose de un menor entonces, otro problema es el de cuáles son los límites de los representantes legales y/o terceros para disponer de la prueba biológica del niño y con ello decidir el conocimiento de la verdadera filiación. Pensamos que, como criterio general, el derecho de saber la verdad biológica debe primar siempre. Ahora, ese derecho ¿se transforma en algunos casos en un deber a tener que conocer la identidad biológica? En la mayoría de los casos analizados, son niños de corta edad, por lo que son sus representantes legales los encargado de autorizar el examen para conocer la identidad. En estas situaciones, el representante debe obrar en interés del niño y no a favor de sus propios intereses, por lo que es lógico considerar que el parámetro normal en todo ser humano es conocer la verdad biológica y tiene derecho a ello, por lo que para hacerlo efectivo se debe proceder a realizar el estudio científico. De allí, cabe concluir que los menores solo pueden, en un sentido estricto, ser titulares de derechos, a cuyo protección concurren sus representantes, el Ministerio Público y los jueces y nunca objeto de derechos de terceros, sean éstos sus padres o sus adoptantes. Los derechos de éstos últimos, extensos y respetables, que van desde la elección del nombre hasta las decisiones sobre la educación, hallan siempre un límite cuando el interés del menor aparece afectado. Este interés entonces, por el que velan la sociedad y la ley es el norte que debe guiar lo que se decida en relación a ellos. Ahora, esto está claro cuando el niño tiene muy corta edad y resulta indiscutible que no tiene ningún grado de discernimiento ante la situación planteada. Sin embargo dentro de la minoría de edad, hay una etapa en la que precisamente ya cuenta con un grado bastante importante de discernimiento, a tal punto que en el juicio de familia es escuchado, por ejemplo, en temas tan delicados como opinar con cuáles de los progenitores desearía convivir. Como se puede observar un menor de dieciocho años no se encuentra autorizado a decidir por propia voluntad y libremente el conocer o no su verdad biológica. Lo que si ocurre con el mayor de edad. Y es que la ley –como herramienta instrumentada en beneficio del hombre- no puede atentar contra él, sino que tiene como deber su protección integral. Y dentro de su protección integral debe estar amparado a conocer su origen. 3.2 El derecho del niño a conocer a sus padres y la negativa del presunto progenitor -o de los herederos de éste- a someterse a las pruebas biológicas en resguardo de su intimidad e integridad personal. 49 Nos merece una mención a parte la valoración de la negativa a someterse a la práctica de las pruebas biológicas. Las pruebas biológicas requieren, por su naturaleza, la colaboración del presunto padre a fin de llevarlas a la práctica; y la negativa de éste no sólo es posible sino que se da frecuentemente. Por ello, cabe preguntarse si este tipo de pruebas menoscaban los derechos a la intimidad y a la integridad60 del presunto progenitor y si pueden ser impuestas coercitivamente. Así bien, cual ha de ser la consecuencia que en el aspecto probatorio le viene permitido al Juez ante la oposición del hipotético progenitor (se trate de varón o de mujer) a someterse a los exámenes pertinentes o a las extracciones indispensables. A este respecto, las razones expuestas para determinar la preferencia del derecho del niño a conocer a sus padres por los derechos fundamentales del presunto progenitor, sustentan también la consideración a que las pruebas biológicas no vulneran tales derechos de este último. Sobre esta materia y por su evidente influencia en nuestro derecho, resulta una útil guía sintetizar la doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo español61. En su sentencia del 14 de octubre de 1985, proclamó que “la alegación hecha de que se ha vulnerado los derechos a la intimidad personal y familiar, se halla en abierta contradicción con el mandato constitucional que determina que la ley posibilitará la investigación de la paternidad”. Agrega, en su sentencia del 14 de junio de 1988, que “la práctica de las pruebas biológicas no puede decirse que ataca la intimidad de las personas una vez que están permitidas por la ley y se practiquen con las garantías suficientemente señaladas en la ley procesal para la prueba pericial”. Precisa que “si la persona de la que se postula el reconocimiento de la paternidad es sujeto del proceso, no hay que olvidar que a su vez es el objeto del mismo y, en última instancia, el cuerpo humano pasa a ser objeto de la prueba pericial sobre el que ha de operar la obtención de las pruebas biológicas y antropomórficas” (sentencias de 14 de julio y 5 de diciembre de 1988 y 28 de mayo de 1990). “Hay que tomar en consideración -advierte la sentencia de 30 de noviembre de 1989- el preponderante interés concedido a la filiación y con él a los legítimos y superiores de toda sociedad de estado cultural avanzado en que se potencian los 60 MARTINEZ DE PISON CAVERO expone que “lo que más estrechamente vinculado con la intimidad, por encima de otras consideraciones también importantes, es nuestro cuerpo. Qué duda cabe que no hay otra cosa tan nuestra, tan propio y cercano a nosotros y, por lo tanto, con toda seguridad, objeto de nuestra vida privada como el cuerpo”. Agrega que “se trata de si se pueden o no realizar oscultaciones corporales sin el consentimiento del afectado. Especialmente, tiene que ver con la posibilidad de controlar el acceso a nuestro cuerpo del mismo modo que puede limitarse también la divulgación de datos o hechos relevantes de la vida privada. Es lo que puede llamarse intimidad corporal”. Concluye, diferenciándolo de la integridad corporal, que “no hay identidad entre la realidad física del cuerpo humano y la intimidad corporal. Pues ésta es una entidad cultural determinada por los criterios dominantes en nuestra sociedad”. MARTINEZ DE PISON CAVERO. Op cit. p. 112 y 119. 61 Las sentencias citadas se encuentran recopiladas en DE CASTRO GARCIA, Jaime. La investigación de la paternidad. Madrid, Editorial COLEX, 1992. p. 34 y siguientes. 50 intereses familiares y sociales frente a los estrictamente individuales, representados por la protección que se dispensa a la intimidad y a la integridad”. De este sucinto repertorio, se reitera que las pruebas biológicas no menoscaban el derecho de la persona a su intimidad e integridad personal. Ahora bien, aun descartando que las pruebas de referencia puedan vulnerar derechos de la persona, no pueden ser exigidas coactivamente del sujeto que a ellas ha de someterse. No es menos categórica la doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo español en este punto: “la investigación de la paternidad por medios biológicos, que propicia el artículo 39.2 de la Constitución y expresamente admite el artículo 127 del Código Civil, no puede ser impuesta obligatoriamente y contra su voluntad a ningún ciudadano, quien especialmente cuando se trata de la prueba de análisis de sangre puede amparar su negativa a someterse a ella en los derechos a la protección de la intimidad y a la integridad física que le conceden los artículo 15 y 18 de la Constitución” (sentencia de 27 de junio de 1987). En análogos términos la setencia de 14 de noviembre del mismo año: “Ciertamente la inviolabilidad del cuerpo humano no permite que manu militari se extraiga la sangre de una persona, como resultado del artículo 15 de la Constitución, pero parece exagerado hablar de esa inviolabilidad para cosa tan pequeña como un análisis de sangre cuando de su actitud dependen derechos y situaciones tan importantes como conceder o denegar la cualidad de hijo extramatrimonial, circunstancias que según la realidad social actual imponen acceder a tal prueba cuando la finalidad en este caso del artículo 127 del Código Civil, que permite las pruebas biológicas, no es otra que la defensa de los intereses personales, en primer lugar del hijo, tanto de orden material como moral”. Finalmente, la sentencia de 18 de mayo de 1990 insiste en que “la investigación de la paternidad no puede ser impuesta obligatoriamente y contra la voluntad del presunto padre, quien especialmente cuando se trate de la prueba de análisis de sangre, puede amparar su negativa en los derechos a la protección de la intimidad e integridad física”. Y en parecidos términos la sentencia de 14 de mayor de 1991. Las mismas argumentaciones son aplicables para sostener la imposibilidad de imponer por la fuerza la actuación de las pruebas biológicas a los herederos del presunto progenitor, como ocurrió en el caso contenido en la sentencia en casación bajo análisis. En orden a las consecuencias que en las operaciones de valoración probatoria se siguen en la negativa del hipotético progenitor a someterse a las pruebas biológicas, la doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo español “sienta la tesis que puede resumirse en el sentido de que no constituye una admisión del hecho de la paternidad o maternidad en litigio, pero si comporta un indicio demostrativo relevante cuando esa actitud de rechazo es injustificada y obedece a móviles obstruccionistas”62. 62 DE CASTRO GARCIA. Op cit. p. 36. 51 Es claro, por tanto, que la negativa a someterse a pruebas biológicas, a fines de investigación de la filiación, solamente tiene un valor indiciario, pero para darle un valor definitivo a efectos de admitirse la filiación, necesita estar unido a otras pruebas para producir convencimiento de su evidencia; por lo que, esa negativa de sometimiento, no es una ficta confessio63. Efectivamente, no incurre en ficta confessio quien se niega a sometersea pruebas biológicas, pues tal resistencia no pasa de constituir un indicio que ha de ser apreciado por el Juzgador. Como este indicio en sí mismo tiene un valor cualificado, dado el elevado índice de exactitud que el estado actual de la ciencia confiere a las pruebas en cuestión, la negativa merece ser seriamente ponderada en el conjunto de los elementos fácticos y probatorios del caso para atribuirle el significado correspondiente y no cabe soslayar que, en procesos de esta naturaleza en los que al interés privado se une a la trascendencia social y pública de las circunstancias relativas a la filiación, el carácter dispositivo del proceso civil se impregna de tintes inquisitivos que exigen una profundización aguda en las reglas procesales tales como la buena fe de las partes o el deber de colaborar con la administración de justicia64. Ese conjunto de elementos fácticos y probatorios, para atribuir significación a la repulsa del progenitor supuesto, oponiéndose a dichas pruebas, deben acreditar y no dejar duda sobre la existencia de relaciones sexuales entre los interesados como hipotéticos progenitores, de las que se deduzca con racional certeza el hecho de la concepción; de no ser así, difícilmente prosperaría la acción dada la inexistencia de medios indirectos para inferir la filiación con el indispensable fundamento65. 63 BIDART CAMPOS, en una sugestivo construcción, vincula la negativa a someterse a la pruebas biológicas con el “derecho a no declarar contra sí mismo”. Explica que “cuando la Constitución reconoce a toda persona el “derecho a no declarar contra sí misma”, está poniendo una valla a toda prueba coactiva que afecte la integridad física, psíquica o moral de la persona; por ende, la negativa de un varón a someterse a una prueba biológica mediante extracción de unas gotas de sangre, en el juicio en que se le demanda para emplazar la filiación extramatrimonial de un presunto hijo al que no ha reconocido como tal, no implica un reconocimiento ficto de paternidad”. BIDART CAMPOS. Op cit. p. 241-242 64 LLEDO YAGÜE, criticando la sentencia del Tribunal Supremo de 21 de mayo de 1988 que resolvió el caso “El Cordobés”, considera que “la alegación de que la negativa del demandado a someterse a las pruebas biológicas no constituye fraude a la ley o ejercicio antisocial del derecho, en cuanto encaminada a impedir la debida aplicación de las normas de filiación; pues no todo incumplimiento genera abuso de derecho. En efecto, no se trata de un apartado engañoso, de un acto que contraría la Ley pero realizado amparándose en otra disposición dictada con finalidad diferente, que es en lo que consiste el fraude para la doctrina mejor fundada. Por otra parte, el requerido que se niega a someterse a las pruebas biológicas no se extralimita ni ejercita anormalmente o de modo antisocial sus derechos a la integridad física constitucionalmente reconocidos. Pero ello no impide que su proceder sea valorado para la obtención de consecuencias probatorias, poniéndolo en relación con otros datos obrantes en el proceso”. En, Las presunciones hominis y/o facti del artículo 135 y la paternidad “atribuida” en la sentencia de 21 de mayo de 1988. Anuario de Derecho Civil. Tomo XLII, fascículo 2, abril – junio 1989. p. 653-660. 65 El Tribunal Supremo español, en su sentencia de 3 de diciembre de 1991, ha precisado que “el cualificador indicio de la negativa a someterse a las pruebas heredobiológicas para ser apreciado con efecto probatorio perjudicial al demandado, ha de ir unido a la acreditación de oportunidad de acceso carnal con la actora en las fechas críticas en que se cifra la concepción y a otros elementos probatorios que permitan la convicción de la realidad sobre la paternidad pretendida”. 52 A este respecto, cabe preguntarse por el valor de las pruebas biológicas en el supuesto de que únicamente está acreditada una relación sexual aislada, un acceso ocasional. Es evidente que un solo encuentro no puede constituir, por carecer de continuidad, "concubinato con la madre en la época de la concepción" para dar paso a la presunción a que se refiere el artículo 402, inciso 3, del Código Civil; por lo mismo que no ofrece las garantías mínimas para poder presumirse la paternidad. Pero al margen de la convivencia more uxorio durante el período indicado entre la madre y el presunto padre, nada impide que el embarazo pueda originarse como fruto de una relación sexual mantenida en una sola ocasión o, inclusive, de relaciones sexuales esporádicas. En tal coyuntura, cobrará destacada importancia el resultado de las pruebas biológicas que, sin duda, propondrá la madre demandante al amparo del artículo 402, inciso 6, del Código Civil. En la hipótesis de que el demandado se niegue a su práctica no prosperará -como se ha señalado- la acción dada la inexistencia de medios indirectos para inferir la filiación con el indispensable fundamento. En tal caso, el juez está imposibilitado de poder confrontar tal negativa con otras pruebas inexistentes; por lo que, inclusive, no sólo no declarará la paternidad, sino tampoco al hijo como alimentista, de acuerdo con la absurda fórmula incorporada por la Ley 27048. Si, por el contrario, "el demandado asiente a la realización de las pruebas biológicas, y por lo tanto directas, con resultado positivo acerca de la paternidad pretendida, tendrá que ser ésta judicialmente declarada"66. Tal será la obligada consecuencia de la orientación que informa el derecho del niño a conocer a sus padres, en la defensa del derecho del hijo a que sea declarada su filiación biológica y la tutela de sus intereses en el aspecto material y en el legal67. En resumidas cuentas, toda persona tiene derecho a indagar su filiación, a conocerla, a emplazarla, a recibir para ello tutela jurisdiccional efectiva; pero dentro del marco de los medios probatorios que “no implican violación inconstitucional a los derechos de la contraparte”68. A la misma conclusión debe arribarse por la negativa de los herederos del presunto progenitor a someterse a las pruebas biológicas. Por ello, debemos coincidir con la parte del noveno considerando de la sentencia en casación que señala que "puede evidenciarse una notoria falta de cooperación de las accionadas para lograr la finalidad del medio probatorio anotado, siendo factible que el juzgador extraiga conclusiones por tal actitud". Sin embargo, debe discreparse que por no ser la parte demandada el presunto progenitor sino su 66 DE CASTRO GARCIA. Op cit. p. 47. 67 PRIETO, Carmen. El interés del hijo en los procesos de filiación: un interés de carácter preferente. En, Actualidad Civil, 1999, 1. P. 140. 68 BIDART CAMPOS. Op cit. p. 243. 53 sucesión, "es decir, se trata de personas evidentemente ajenas al acto de concepción del menor", la presunción que el juzgado puede tener respecto del comportamiento de estas últimas "no puede ser de ninguna manera contundente para declarar la filiación". La negativa, expresada por el presunto progenitor o por los herederos de éste, a someterse a pruebas biológicas, a fines de investigación de la filiación, solamente tiene un valor indiciario; por lo que, esa negativa de sometimiento, no es una ficta confessio. Pero para darle un valor definitivo a efectos de admitirse la filiación, tal negativa necesita estar unida a otras pruebas para producir convencimiento de su evidencia. En ese sentido y como se expone en el décimo considerando de la sentencia en casación bajo análisis, "es necesario hacer la acotación que en un proceso de filiación, además de la presunción judicial debe acompañarse en forma incontrovertible otras pruebas absolutamente definidas que conduzcan al juzgador al convencimiento de la partenidad". Lamentablemente, en el presente caso "no se advierten pruebas contundentes encaminadas a demostrar la filiación reclamada, pues los documentos aportados por la actora acreditan únicamente la relación laboral que existía entre ella y el señor Caballero Bustamante, por lo que la presente demanda no puede ser amparada". Reiteramos que la sola negativa será insuficiente para amparar la demanda si no existen otros medios indirectos para inferir la filiación con el indispensable fundamento. Con ello, no se vulnera el derecho del niño a conocer a los padres por cuanto si bien le confiere a cualquier persona la posibilidad de poder desvelar el misterio de su origen, siempre y sin cortapisa alguna, las dificultades derivadas, lógicamente, del propio funcionamiento o de la propia dinámica procedimental del medio jurídico empleado, determinan la imposibilidad de la determinación de la filiación. 3.3 Los daños ocasionados por la falta de emplazamiento o por el desplazamiento arbitrario de la filiación. 3.3.1 La responsabilidad civil familiar. La disciplina de la responsabilidad civil está referida al aspecto fundamental de indemnizar los daños ocasionados en la vida de relación a los particulares, bien se trate de daños producidos como: a) consecuencia del incumplimiento de una obligación voluntaria, o, b) resultado de una conducta, sin que exista entre los sujetos ningún vínculo de orden obligacional. Cuando el daño es consecuencia del incumplimiento de una obligación voluntaria, se está frente a la responsabilidad civil contractual u obligacional. Por el contrario, cuando el daño se produce sin que exista ninguna relación jurídica previa entre las partes, o incluso existiendo ella, el daño es consecuencia, no del incumplimiento de una obligación voluntaria, sino simplemente del deber jurídico genérico de no causar daño a otro, se está frente a la responsabilidad civil extracontractual. La responsabilidad civil familiar se encuentra en este último punto. 54 La afirmación de que la responsabilidad civil familiar es de tipo extracontractual se sustenta en la existencia entre las partes del vínculo jurídico familiar que los relaciona y al que no puede extenderse el concepto de contrato al no tener por contenido obligaciones o derechos creditorios. Es verdad que en el derecho de familia los vínculos jurídicos no sólo tienen contenido personal; también existen casos en que a la vez el vínculo jurídico familiar se refiere a relaciones personales y patrimoniales, o por lo menos tiene consecuencias patrimoniales, pero no por eso deja de ser primordialmente personal. En cambio, en el ámbito contractual se está frente a relaciones jurídicas de orden puramente económico. El contenido primordialmente ético de los vínculos jurídicos familiares, los separa netamente de las sólo económicas. Sobre este punto, debe recordarse que en los derechos subjetivos familiares tiene mayor trascendencia el aspecto personal sobre el patrimonial, sin negar que éste existe en ellos. Esta característica produce que el cumplimiento del contenido de cada vínculo jurídico familiar sea dependiente de la autonomía privada de las personas comprendidas en esas relaciones y que las consecuencias de su incumplimiento tenga connotaciones distintas al Derecho de Obligaciones. La importancia del ámbito personal ocasiona una especial consideración a la dignidad de la persona, de tal manera que la exigibilidad del cumplimiento de los derechos subjetivos familiares no puede colisionar con ella. En tal virtud, ese incumplimiento no se traducirá en procurar aquello que es debido, como ocurre en sede del Derecho Obligacional; salvo en los casos con repercusión patrimonial, como ocurre con el derecho alimentario, p. ej. Por el contrario, el incumplimiento deberá ser apreciado en cuanto a la afectación de la dignidad de la persona y en ello radica el sustento de la mayor o menor extensión de la indemnización en los casos de responsabilidad civil familiar. Por ello, los mismos requisitos de la responsabilidad civil extracontractual son exigibles para la determinación de la responsabilidad civil familiar. Sin embargo y como se ha expuesto, el régimen familiar le impregna un matiz particular en cuanto al daño causado y a la extensión de la indemnización, lo que justifica su tratamiento en el Libro III del Código Civil como supuestos típicos de conductas prohibidas expresa o tácitamente por normas jurídicas específicas del derecho de familia; sin desconocer que esa responsabilidad civil familiar también puede surgir de conductas, no sólo previstas específicamente en una norma jurídica, sino que por sí mismas sean contrarias a derecho o antijurídica por contravenir el orden público o las buenas costumbres, o una o varias normas imperativas, o el criterio social predominante 69. 3.3.2 Daños causados por la falta de emplazamiento de la filiación. La principal preocupación en esta materia está referida a determinar el hecho antijurídico y el factor de atribución; por cuanto, precisados ellos, el daño se consideraba probado in re-ipsa y la acción prospera. 69 PLACIDO V. Alex. F. Manual de Derecho de Familia. Lima, Gaceta Jurídica, 2002. p. 381 y siguientes. 55 La primera cuestión consiste en la determinación del hecho o conducta antijurídica que obliga a reparar el no reconocimiento del hijo70. Al respecto, la defensa central de los progenitores no reconocientes radica en afirmar que no han violado ninguna obligación jurídica, ni faltado a ningun deber jurídico. Los sostenedores de que no existe antijuridicidad parten de considerar que el reconocimiento es un acto, voluntario no obligatorio y que su no ejercicio no puede generar obligación de reparar. Este argumento no puede ser considerado válido porque si bien el reconocimiento es un acto típicamente voluntario ello no implica que sea que sea discrecional; vale decir, que el padre pueda realizarlo o no realizarlo. Es que el hijo tiene un derecho constitucional y supranacional otorgado por la Convención de los Derechos del Niño a conocer su realidad biológica, a tener una filiación, y para tener una filiación paterna extramatrimonial requiere del reconocimiento del progenitor varón, ya que la madre no puede atribuirle la paternidad, conforme al artículo 392 del Código Civil. Siendo así, el negarse voluntariamente a establecer la filiación constituye una conducta antijurídica; que, de darse todos los presupuestos de la responsabilidad civil, obliga a reparar. 70 Una conducta es antijurídica cuando contraviene una norma prohibitiva, y cuando viola el sistema jurídico en su totalidad, en el sentido de afectar los valores o principios sobre los cuales ha sido construido el sistema jurídico. De este concepto se destaca que, en el ámbito de la responsabilidad civil extracontractual, rige no sólo el criterio de la tipicidad en materia de conductas que pueden causar daños y dar lugar a la obligación legal de indemnizar, a partir del cual esas conductas son previstas en abstracto en supuestos de hecho normativos, con o sin implicancia de orden penal; sino que, también tiene vigencia la antijuricidad atípica en cuanto, a pesar de no estar reguladas en esquemas legales, la realización de tales conductas viole o contravenga el ordenamiento jurídico. Esto significa que, en el ámbito extracontractual y en la medida que no están predeterminadas dichas conductas, debe entederse que cualquier conducta será susceptible de dar lugar a una responsabilidad civil, en la medida que se trate de una conducta antijurídica en sentido amplio. Entendiéndose que sólo nace la obligación legal de indemnizar cuando se causa daño a otro u otros mediante un comportamiento o conducta que no es amparada por el Derecho o cuando se contraviene una norma imperativa, los principios que conforman el orden público o las reglas de convivencia social que constituyen las buenas constumbres; es evidente, que el autor de un daño no será responsable, si la conducta realizada se efectuó dentro de los límites de lo permitido por el Derecho. Vale decir, no existe responsabilidad civil en los casos de daños causados en el ejercicio regular de un derecho, por cuanto se trataría de daños causados dentro del ámbito de lo permitido por el sistema jurídico, es decir, supuestos de daños autorizados o justificados por el ordenamiento jurídico. El artículo 1971 del Código Civil, contempla de manera específica los supuestos del daño autorizado o del daño justificado: la legítima defensa, el estado de necesidad y el ejercicio regular de un derecho. Se debe destacar que, en el ámbito de la responsabilidad contractual, la antijuricidad es siempre típica y ella resulta del incumplimiento total de una obligación o del cumplimiento parcial, tardío o defectuoso de la misma; estando previstos estos supuestos en las normas sobre inejecución de obligaciones del Código Civil. En cambio y como se ha destacado, en el ámbito extracontractual, las conductas que dan lugar a responsabilidad no están expresamente tipificadas y de manera taxativa en norma alguna bajo el título de la responsabilidad extracontractual, sino que las dos normas centrales, a saber, los artículo 1969 y 1979, se limitan a establecer que cuando se causa un daño a otro u otros hay lugar al resarcimiento respectivo. Este es el punto que distingue y discrimina entre la teoría de la responsabilidad civil contractual de la extracontractual. 56 La segunda cuestión es la determinación del factor de atribución71. La responsabilidad del padre no reconociente debe ser atribuida a título de dolo o la culpa, ya que no se trata de una responsabilidad de carácter objetivo, sino subjetivo; por lo tanto, la mera falta de reconocimiento no genera, sin más, responsabilidad sino que ésta debe ser imputable a título de dolo o culpa. En ese sentido, no existe culpa sino se reconoció al hijo porque se ignoraba su existencia, o porque se dudaba de la paternidad; por ejemplo el hombre que durante mucho años fue estéril puede bien dudar que el hijo atribuido fuere suyo, como así también puede dudarlo quien tuvo relaciones con una prostituta, aunque la casi certeza que hoy producen las pruebas biológicas, no eximirán de responsabilidad si mediara negativa a su realización. Puede también existir imposibilidad de reconocimiento lo que exime también de la responsabilidad, circunstancia que se produce cuando el hijo no puede ser reconocido por el padre extramatrimonial por gozar de la presunción de paternidad del marido de la madre. El caso específico se da cuando se trata del hijo habido entre una mujer casada y un tercero, si el hijo nace en el seno del matrimonio es jurídicamente reconocido como hijo del marido de la madre y el padre no podrá en este caso reconocerlo, ni tampoco iniciar las acciones de impugnación de la paternidad matrimonial que solo pueden ser ejercidas por el marido de la madre y por el hijo (artículo 367 del Código Civil). De otra parte, la necesaria conexidad entre daños y bien jurídico protegido nos lleva a determinar cual es el bien o derecho que se vulnera con la falta de reconocimiento. 71 Los factores de atribución son aquellos que finalmente determinan la existencia de la responsabilidad civil, una vez que se han presentado, en un supuesto concreto, los requisitos antes mencionados de la antijuricidad, el daño causado y la relación de causalidad. En la responsabilidad extracontractual, los factores de atribución son la culpa (subjetivos) y el riesgo creado (objetivos), clasificado en: el dolo, la culpa y el riesgo creado. Estos dos factores de atribución se encuentran consagrados independientemente en los artículo 1969 y 1970 del Código Civil, respectivamente. La diferencia entre ambos factores de atribución es evidente, y apunta principalmente a que en el sistema subjetivo el autor de una conducta antijurídica que ha causado un daño, debe responder únicamente si ha actuado con culpa, entiéndase dolo o culpa; mientras que, en el sistema objetivo del riesgo, además de las tres condiciones lógicamente necesarias, sólo se debe probar fehacientemente que la conducta que ha causado el daño es una peligrosa o riesgosa, sin necesidad de acreditar ninguna culpabilidad. Para efectos prácticos, el Código Civil ha acercado mucho los resultados de la aplicación del sistema subjetivo como del sistema objetivo. Así, ha invertido la carga de la prueba al establecer presunciones de culpabilidad, de modo tal que la víctima ya no estará obligada a demostrar la culpa del autor, sino que corresponderá a éste demostrar su ausencia de culpa. No debe olvidarse que se entiende por bienes riesgosos todos los que significan un riesgo adicional para nuestra vida de relación social, pero que sin embargo de acuerdo a la experiencia normal de una determinada sociedad, son absolutamente indispensables para el desarrollo social y la satisfacción de necesidades consideradas social y jurídicamente merecedoras de tutela legal. Por consiguiente, para daños causados mediante bienes o actividades que suponen un riesgo común y ordinario se debe utilizar el sistema subjetivo y para aquellos causados mediante bienes y actividades que suponen un riesgo adicional al ordinario se deberá utilizar el sistema objetivo. 57 Creemos que de lo que se trata es de una vulneración a los derechos de la persona, concretamente una violación del derecho a la identidad personal, al negarse el estado civil, más concretamente el estado de familia, en este caso el estado de hijo. Por lo tanto lo que se debe resarcir específicamente es el daño que deriva de la falta de emplazamiento en el estado de familia, falta de emplazamiento en el estado de hijo por no haber mediado reconocimiento voluntario. Este daño a un bien jurídico extrapatrimonial como lo es el derecho a la identidad y especialmente el derecho al estado de familia o al emplazamiento familiar puede producir daño moral o daño patrimonial72: 72 Se entiende por daño, la lesión a todo derecho subjetivo patrimonial o extrapatrimonial, en el sentido de interés jurídicamente protegido del individuo en su vida de relación, que en cuanto protegido por el ordenamiento jurídico, se convierte justamente en derecho subjetivo, esto es un derecho en el sentido formal y técnico de la expresión. Vale decir, el daño es todo menoscabo a los intereses de los individuos en su vida de relación social que el Derecho ha considerado merecedores de la tutela legal. Por ello, se entiende que en ausencia de daño no hay nada que reparar o indemnizar y, por ende, no hay ningún problema de responsabilidad civil. Como se ha explicado, el daño puede estar referido a un derecho patrimonial o extrapatrimonial; con lo cual, los daños pueden ser patrimoniales o extrapatrimoniales. En lo concerniente al daño patrimonial, existen dos categorías: el daño emergente, o pérdida patrimonial efectivamente sufrida, y el lucro cesante, o la renta o ganancia frustrada o dejada de percibir. En lo relativo al daño extrapatrimonial, también existen dos categorías: el daño moral o la lesión a los sentimientos considerados socialmente legítimos y aceptables, y el daño a la persona o la lesión a la integridad física del sujeto, su aspecto sicológico y/o su proyecto de vida. Diferentes son los criterios para establecer los montos indemnizatorios, en el ámbito contractual como en el extracontractual. Así, en el campo de la responsabilidad civil contractual, se indemnizan los daños patrimoniales como el daño moral en cuanto sean consecuencia inmediata y directa del incumplimiento obligacional por parte del deudor; estableciéndose el monto indemnizatorio según el mayor o menor grado de culpabilidad del deudor. En el campo extracontractual, por el contrario, el monto indemnizatorio no depende del grado de culpabilidad del autor del daño, sino únicamente de la existencia de una relación de causalidad adecuada, en tanto y en cuanto se indemnizan todos los daños siempre que sean consecuencia de una relación de causalidad adecuada. Esto significa que en el ámbito extracontractual se indemnizan todos los daños (reparación integral) y no interesa la calificación de previsibles e imprevisibles, como tampoco el que sean consecuencia inmediata y directa o no de la conducta antijurídica. De otra parte, la relación de causalidad significa que debe existir una relación de causa-efecto, de antecedenteconsecuencia, entre la conducta antijurídica del autor y el daño causado a la víctima. En el campo extracontractual, la relación de causalidad sigue el criterio de la causa adecuada; mientras que en el campo contractual, la misma sigue la teoría de la causa inmediata y directa. Según la teoría de la causa adecuada, para que una conducta sea causa adecuada de un daño es necesario que concurran dos factores o aspectos: un factor in concreto y un factor in abstracto. El aspecto in concreto significa que el daño causado debe ser consecuencia fáctica o material de la conducta antijurídica del autor. El aspecto in abstracto importa considerar abstractamente la conducta antijurídica como capaz o adecuada para producir el daño causado, de acuerdo a la experiencia normal y cotidiana. Por tanto, no basta con establecer si una conducta ha causado físicamente un daño, pues es necesario también determinar si esa conducta abstractamente considerada es capaz de producir ese daño de acuerdo al curso ordinario y normal de los acontecimientos. 58 a) El daño moral deviene de la falta de emplazamiento familiar, de la negativa o falta del derecho a la identidad, específicamente configurado por la falta de derecho de uso del nombre, y por la falta de ubicación en una familia determinada. b) El daño material esta dado por las carencias materiales que le produjo la falta de padre. Estas pueden o no producirse; se producirán por ejemplo si el único de los progenitores que lo reconoció tiene pocos recursos económicos y el niño se ve obligado a vivir en la pobreza cuando cuenta con un padre biológico económicamente poderosos que de haberlo reconocido le hubiera permitido el acceso a una buena educación o le hubiera ahorrado los padecimientos materiales. Pero también puede que el perjuicio material no se produzca, como por ejemplo en el caso en que quien lo reconoce fuera un progenitor rico y el no reconociente un menesteroso, que aún de haberlo reconocido ningún auxilio material le hubiera proporcionado, por aquello que los alimentos se fijan de acuerdo a las necesidades del alimentado y la capacidad económica del alimentante. Con relación a la prueba del daño, cualquier medio de prueba es admisible para acreditar los daños materiales y morales; pudiéndose hacer uso de la prueba pericial psicológica para demostrar el daño moral y, también considerar probado el daño por presunciones. Cabe aclarar que las presunciones no pueden ser consideradas como un verdadero medio de prueba, sino una forma de razonamiento del juez, por el cual partiendo de un hecho que está probados, se llega a la consecuencia de la existencia de otro hecho que es el presupuesto fáctico de una norma atendiendo el nexo lógico existente entre los dos hechos. Si bien las presunciones no son un verdadero medio de prueba, tienen efectos probatorios y por ello pueden ser consideradas como método para probar ya que son válidas para dar por probado un hecho afirmado por las partes. De acuerdo a lo antes dicho en el método presuncional es necesario que existan tres elementos: 1- Un hecho básico probado. 2- Un hecho presumido. 3- Un nexo lógico. Por ello, los daños por la falta de emplazamiento de la filiación del hijo se prueban por presunciones; debiendo ser los hechos básicos tenidos en cuenta para presumir el daño causado, los siguientes: a) El hecho de llevar solo el apellido del progenitor que lo reconoció, que confiere el signo de la ilegitimidad, y ello produce discriminación ya que la sociedad peruana todavía diferencia a los hijos sin ambos vínculos parentales declarados y documentados. b) El hecho de ser extramatrimonial, coloca a los hijos no reconocidos espontánemente en desventaja frente a sus compañeros de colegios, amigas, y la comunidad toda, hay un daño en la vida de relación. 59 c) La asistencia del niño a la escuela donde no puede ser conocido por su verdadero apellido le produce necesariamente angustias que hacen presumir la existencia de daño moral. d) La ausencia del rol paterno hace presumir el daño moral ya que si bien las funciones paterna y materna se complementan entre si, la ausencia del rol paterno, no puede ser reemplazada en forma ambivalente por la madre, porque ambas guardan una clara autonomía que las torna excluyentes en cuanto al encargado de cumplir una y otra, y la ausencia de le una de ellas deja una marca indelebe, aún desde los primeros días de vida. e) La negación del hecho invocado para reclamar el emplazamiento judicial de la filiación y la negativa del demandado para someterse a las pruebas biológicas o genéticas, siendo evidente el daño moral por la sola comisión del accionar antijurídico que surge de circunstancia del no reconocimiento; si así no fuera, no habría mayor esfuerzo probatorio para acreditar lo que es obvio y notorio. La historiografía de la vida del menor va a llevar siempre el sello de la actitud paterna renuente. Debemos advertir que, la falta de emplazamiento voluntario de la filiación, produce dos conductas antijurídicas por parte del progenitor que así actua. Por un lado, el incumplimiento de su deber de reconocer al hijo; lo que legitima a éste para reclamar por el daño causado por la violación a su derecho a la identidad personal, en la forma que se ha expuesto precedentemente. Por otro lado, el incumplimiento de los deberes de asistencia para con el hijo que hace que ellos hayan sido asumidos por el otro obligado - la madre, por lo generalquien no solo sufre el daño material de tener que pagar en forma personal lo que le corresponde al padre sino que en la especie padece un daño moral importante por el sufrimiento que le ocasionó afrontar sola lo que debió ser compartido, con mas las injurias a las que el padre la sometió. A ello, se refiere el artículo 414 del Código Civil: En los casos del artículo 402, así como cuando el padre ha reconocido al hijo, la madre tiene derecho a alimentos durante los sesenta días anteriores y los sesenta días posteriores al parto, así como al pago de los gastos ocasionados por éste y por el embarazo; también tiene derecho a ser indemnizada por el daño moral en los casos de abuso de autoridad o de promesa de matrimonio, si esta última consta de modo indubitable, de cohabitación delictuosa o de minoridad al tiempo de la concepción. Estas acciones son personales, deben ser interpuestas antes del nacimiento del hijo o dentro del año siguiente; se dirigen contra el padre o sus herederos y pueden ejercitarse ante el juez del domicilio del demandado o del demandante. El supuesto de hecho tipificado está referido a los efectos de la burla o engaño sufridos por la madre de un hijo extramatrimonial, provocados por el padre que no efectuó un reconocimiento voluntario y que actuó con abuso de autoridad o bajo promesa de matrimonio, o mediando cohabitación delictuosa o la minoridad de la mujer, al tiempo de la concepción. En cuanto a los daños causados, la norma parece limitarlos al daño moral. Sin embargo, resulta evidente que no sólo surge esa consecuencia personal; también 60 se aprecia una evidente frustración del proyecto de vida. En tal virtud y en aplicación del principio del artículo 1969 del Código Civil, tales daños causados siempre son objeto de indemnización. En cuanto a los gastos incurridos por el embarazo y el parto, éstos se ven cubiertos al estar comprendidos dentro de la acción de alimentos que también le reconoce a la madre, el dispositivo citado. 3.3 Daños causados por el desplazamiento arbitrario de la filiación. El principio contenido en el artículo 4 del Código Procesal Civil, sustenta la pretensión por los daños causados ante un desplazamiento arbitrario de la filiación. De acuerdo a esta disposición, concluido un proceso por resolución que desestima la demanda, si el demandado considera que el ejercicio del derecho de acción fue irregular o arbitrario, puede demandar el resarcimiento por los daños y perjuicios que haya sufrido. Es claro que, por las acciones de impugnación de la filiación, se está autorizado a desplazarse de un estado de familia que no corresponde; sin embargo, ello tampoco implica que sea que sea discrecional. Vale decir, que el padre impugnante pueda realizarlo o no realizarlo de acuerdo a su libre albedrío. Es que el hijo tiene un derecho constitucional y supranacional otorgado por la Convención de los Derechos del Niño a conocer su realidad biológica, a tener una filiación y a preservarla. Siendo así, la impugnación arbitraria de la filiación constituye una conducta antijurídica; que, de darse todos los presupuestos de la responsabilidad civil, obliga a reparar. La responsabilidad del padre impugnante debe ser atribuida a título de dolo o la culpa, ya que no se trata de una responsabilidad de carácter objetivo, sino subjetivo; por lo tanto, la mera impugnación no genera, sin más, responsabilidad sino que ésta debe ser imputable a título de dolo o culpa. En ese sentido, no existe culpa si se dudaba de la paternidad; por ejemplo el hombre que durante mucho años fue estéril puede bien dudar que el hijo atribuido fuere suyo, como así también puede dudarlo quien tuvo relaciones con una prostituta, aunque la casi certeza que hoy producen las pruebas biológicas, no eximirán de responsabilidad si mediara negativa a su realización. De otra parte, la necesaria conexidad entre daños y bien jurídico protegido nos lleva a determinar cual es el bien o derecho que se vulnera con la falta de reconocimiento. Creemos que de lo que se trata es de una vulneración a los derechos de la persona, concretamente una violación del derecho a preservar la identidad personal, más concretamente el estado de familia, en este caso el estado de hijo. Por lo tanto lo que se debe resarcir específicamente es el daño que deriva del desplazamiento arbitrario en el estado de familia. Este daño a un bien jurídico extrapatrimonial como lo es el derecho a la identidad y especialmente el derecho al estado de familia o al emplazamiento familiar puede producir daño moral o daño patrimonial, con las características ya anotadas. 61 Con relación a la prueba del daño, cualquier medio de prueba es admisible para acreditar los daños materiales y morales; pudiéndose hacer uso de la prueba pericial psicológica para demostrar el daño moral y, también considerar probado el daño por presunciones. Conclusiones En 1978, debido a que la Declaración de 1959 carecía de una exhaustiva enumeración de los derechos de los niños, así como por su carácter de texto sin obligaciones jurídicas para los Estados Parte, el Gobierno de Polonia presentó a la Comisión de Derechos Humanos un proyecto sobre una Convención de las Naciones Unidas, relativa a los Derechos del Niño; la que, recién, en el mes de noviembre de 1989, coincidiendo con el XXX aniversario de la Declaración de Derechos del Niño, fue adoptada por las Naciones Unidas. 1. La Convención sobre los Derechos del Niño aporta dos grandes novedades. En primer lugar, no es ya un texto meramente declarativo de principios genéricos, sino un instrumento jurídico vinculante; en segundo lugar, la concepción exclusivamente tuitiva, es sustituida por una nueva y distinta concepción que afirma que el niño es sujeto de derechos. El niño es, para la Convención, un sujeto en desarrollo, pero un sujeto de derechos, y no sólo de derechos pasivos, es decir derechos a recibir prestaciones de los adultos, sino también de derechos activos como la libertad de conciencia, pensamiento y religión, la libertad de expresión e información, la libertad de asociación y reunión o el derecho de participación. El derecho del niño a conocer a sus padres se centra en la determinación jurídica del vínculo filial que tiene su origen en la procreación humana, esto es, el establecimiento de la paternidad y de la maternidad. A partir del mismo, cada persona, cada ser humano debe ostentar la filiación que realmente le corresponda por naturaleza, con plena independencia de que sus padres se encuentren o no unidos entre sí por vínculo matrimonial. Cada sujeto podrá figurar como hijo de quien verdaderamente lo sea, esto es, de quien biológicamente lo sea, puesto que dispondrá de unos medios que el Derecho pondrá a su alcance -y que son fundamentalmente las acciones de filiación- para rectificar la situación que vive si no está conforme con ella, es decir, para dejar de estar unido con quien no tiene lazo carnal alguno, o para comenzar a estarlo si legalmente tal unión no consta. 2. El cabal ejercicio del derecho del niño a conocer a sus padres supone que la determinación de la relación jurídica generada por la procreación, no debe presuponer un emplazamiento familiar referido a la existencia o inexistencia de matrimonio entre los progenitores; esto es, el estado filial deberá encontrar como referencia, sólo la realidad biológica. No obstante, la frase "en la medida de lo posible" antepuesta en el texto del artículo 7, numeral 1, de la Covención sobre los Derechos del Niño, advierte las dificultades que pueden presentarse en la realidad, como el desconocimiento de la identidad de los progrenitores; lo que, de hecho, imposibilita el ejercicio del derecho. De acuerdo a ello, debe entenderse que el derecho a conocer a los padres le confiere a cualquier persona la posibilidad de poder desvelar el misterio de su origen, siempre y sin cortapisa 62 alguna, salvo las derivadas, lógicamente, del propio funcionamiento o de la propia dinámica procedimental del medio jurídico empleado. En la investigación de la filiación están llamados a coexistir dos intereses forzosamente contrapuestos. Normalmente el interés del hijo dirigido a conocer su verdadera filiación, su origen, en definitiva. Y el interés del presunto progenitor, casi siempre opuesto a ello, pues de haber sido favorable habría accedido al reconocimiento. Unas veces por su sólo interés personal, otras veces en aras de proteger su "paz familiar". 3. Para resolver el conflicto de derechos en materia de filiación, el criterio de la ponderación de bienes destaca la protección que demanda el ejercicio a conocer el origen biológico, lo que permite resolver la eventual colisión entre los derechos fundamentales comprendidos. En ese sentido, se postula su preferencia por la finalidad protectora. La admisión en nuestro ordenamiento jurídico del derecho del niño a conocer a sus padres, destaca como primario el derecho del hijo a que se declare su filiación biológica. El expreso reconocimiento de este derecho determina que se esté frente a un principio rector de todo un sistema jurídico de filiación dotado de plena eficacia. Frente al derecho del niño a conocer a sus padres, ejercitado en un proceso, es falaz acudir al argumento de la intimidad personal: engendrar un hijo es una acción privada autorreferente sólo en cuanto a la decisión procreativa originaria. De ahí en más concebido el hijo, ninguna supuesta intimidad o privacidad –ni el padre, ni la madre, ni ambos en común- puede alegarse para frustrar los derechos del hijo –ni durante su gestación, ni después de nacido. De acuerdo con ello, debe ceder cualquier disposición legal que, susténtandose en la intimidad personal del presunto progenitor, restrinja o imposibilite el ejercicio del derecho del niño a conocer a sus padres. Siendo así y considerando la jerarquía constitucional de la Convención sobre los Derechos del Niño, la aplicación del control difuso determina el reconocimiento a una tutela jurisdiccional efectiva en tales casos. Las pruebas biológicas no menoscaba el derecho del presunto progenitor a su integridad, aunque no pueden ser impuesta coercitivamente. 4. La práctica de las pruebas biológicas no puede decirse que ataca la intimidad de las personas una vez que están permitidas por la ley y se practiquen con las garantías suficientemente señaladas en la ley procesal para la prueba pericial. Hay que tomar en consideración el preponderante interés concedido a la filiación y con él a los legítimos y superiores de toda sociedad de estado cultural avanzado en que se potencian los intereses familiares y sociales frente a los estrictamente individuales, representados por la protección que se dispensa a la intimidad y a la integridad. Sin embargo, la investigación de la paternidad por medios biológicos, no puede ser impuesta obligatoriamente y contra su voluntad a ningún ciudadano, quien 63 puede amparar su negativa a someterse a ella en los derechos a la protección de la intimidad y a la integridad física. De otro lado y en orden a las consecuencias que en las operaciones de valoración probatoria se siguen en la negativa del hipotético progenitor a someterse a las pruebas biológicas, tal conducta procesal no constituye una admisión del hecho de la paternidad o maternidad en litigio, pero si comporta un indicio demostrativo relevante cuando esa actitud de rechazo es injustificada y obedece a móviles obstruccionistas. Es claro, por tanto, que la negativa a someterse a pruebas biológicas, a fines de investigación de la filiación, solamente tiene un valor indiciario, pero para darle un valor definitivo a efectos de admitirse la filiación, necesita estar unido a otras pruebas para producir convencimiento de su evidencia; por lo que, esa negativa de sometimiento, por sí sola, no es una ficta confessio. Como una faceta del derecho de todo ser humano a conocer su identidad de origen, se destaca el derecho a saber quienes fueron sus padres. 5. Para garantizarlo, debe promoverse la determiación de la filiación a partir del principio de igualdad en la responsabilidad paterna, nazcan los hijos dentro o fuera del matrimonio; considerando que, desde el momento en que el hijo es engendrado, nace una filiación biológica y el correspondiente derecho a que en el momento oportuno sea revelada tal filiación biológica, de modo de poder ostentar una filiación jurídica. Tratándose de una filiación extramatrimonial, tal derecho no se satisface con gozar sólo de filiación materna o paterna, sino que también tiene derecho a gozar del apellido que resulte de ella. Por ello, la filiación extramatrimonial no reconocida espontáneamente es reprochable jurídicamente, ya que el deber de reconocer al hijo, es un deber jurídico, aunque el reconocimiento como acto jurídico familiar sea voluntario. El nexo biológico implica responsabilidad jurídica, y quien, por omisión, elude su deber jurídico de reconocer la filiación, viola el deber genérico de no dañar y asume responsabilidad por los daños que cause a quien tenía derecho a esperar el cumplimiento de ese deber jurídico. Con estos antecedentes debe otorgarse derecho al hijo no reconocido para reclamar resarcimiento por el daño sufrido, considerando que debe tenerse por acreditado el perjuicio por la sola comisión del hecho antijurídico, consistente en la negativa a reconocer el hijo propio. 64