LA VINCULACION DEL POSGRADO CON LAS NECESIDADES DEL SECTOR PRODUCTIVO Julio Rubio O., Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa Es un hecho indiscutible que la poca vinculación que existe entre las muy diversas actividades que se desarrollan en el interior de nuestras Instituciones de Educación Superior, muy especialmente la investigación, con las necesidades del sector productivo se debe en parte a la excesiva protección que el Gobierno de la República brindó por más de 50 años a la industria nacional aislándola así de la presión competitiva internacional. Durante todo este tiempo las puertas de la industria nacional permanecieron cerradas (excepto en muy contadas ocasiones) a la creatividad de los científicos nacionales y a los desarrollos técnicos llevados a cabo en Universidades y Centros de Investigación, dado el desinterés extremo de los industriales por mejorar la calidad de sus productos, la eficiencia de los procesos de producción así como por la generación del conocimiento necesario que a mediano y largo plazo pudiera generar nuevos productos y tecnologías más competitivas a nivel internacional. Durante todo este tiempo, el desdén y el escepticismo por parte de los industriales sobre la capacidad real de los científicos nacionales para incursionar en la problemática de la industria, llevó a éstos a la adquisición de paquetes tecnológicos acabados antes que arriesgar sus inversiones en la innovación tecnológica. Esta escasa conexión entre las Instituciones de Educación Superior, Centros de Investigación y las empresas ha limitado el aprovechamiento pleno de los recursos humanos y financieros invertidos en al infraestructura científica del país. Es evidente que con el ingreso de México al GATT, la crisis económica que vive el país y el alto costo de la tecnología y asesoría extranjera, la industria nacional vive hoy la más grave crisis de supervivencia de su historia. Se estima por ejemplo que de las 500 empresas dedicadas a la industria automotriz sólo 50 de ellas podrán sobrevivir para el año de 1992. Una situación semejante se espera para la industria farmacéutica donde es probable que el número de empresas que actualmente laboran en este ramo se reduzca hasta en un 70%. Ante este grave situación, algunos empresarios nacionales han fijado su atención en las Universidades y muy particularmente en los grupos de investigación más productivos y calificados que se encuentran en ellos con el fin de encontrar una solución pronta y ventajosa a los problemas que les aquejan. Así, algunos de estos empresarios se han lanzado a la “conquista” de aquellos científicos nacionales de alto nivel académico, poseedores de aquella experiencia necesaria que pueda garantizarles posibilidades reales y certeras de supervivencia en el corto y mediano plazo. Ante el ofrecimiento de condiciones salariales y de operación mucho más ventajosas que las que se les ofrecen en las Universidades, un número apreciable de prestigiados científicos nacionales ha abandonado la vida académica de las Instituciones de Educación Superior para incursionar en las actividades del sector productivo de nuestro país. Esta situación está produciendo un desequilibrio alarmante en los grupos de investigación consolidados de nuestras Universidades, ya que al prescindir de los servicios de los investigadores más creativos y capacitados, sin la opción de poderlos sustituir, se pone en grave riesgo la investigación científica de excelencia que se desarrolla en nuestros Centros de Educación Superior y se debilita considerablemente la capacidad para formar recursos humanos altamente capacitados, que puedan incidir en el desarrollo económico, social y científico-técnico que el país demanda. Contraria a esta actitud, algunos otros empresarios (desgraciadamente los menos) han comprendido el papel que pueden jugar las Universidades en el futuro de sus industrias formando al personal humano calificado que puede ayudarles a generar el nuevo conocimiento y las tecnologías propias. Así, en los últimos dos años se han establecido algunos programas de colaboración entre nuestras Universidades y la Industria en donde el eje motor de la colaboración lo constituye la formación, por parte de las Universidades, del personal calificado que sea de interés para el desarrollo de las industrias participantes. Aunque en estos convenios se contempla también la posible participación de los científicos universitarios en la problemática de la industria, se conviene en que éstos deben permanecer en los Centros de Educación realizando las labores propias de la vida académica universitaria. Considerando que la elaboración de este tipo de convenios de colaboración es la única opción realmente positiva para las Universidades en su vinculación con el sector productivo, conviene preguntarse ¿en qué medida las Instituciones de Educación Superior del país pueden garantizar la formación de recursos humanos calificados que puedan incidir de manera significativa en el desarrollo económico, social y científico-técnico que el país demanda, ofreciendo programas de estudios avanzados (posgrado) con la versatilidad, la calida y los tiempos de impartición que la situación actual exige? Para obtener una respuesta a esta inquietante pregunta, es necesario llevar a cabo una revisión profunda del estado actual que guardan los diversos programas de estudios avanzados que se imparten en las Instituciones de Educación Superior del país. Afortunadamente, una buena parte de esta revisión ha sido hecha ya por la Dirección Adjunta de Formación de Recursos Humanos del CONACyT en los años de 1984 y 1988 a través de 23 Comités de Especialistas sobresalientes en cada área de la ciencia y la técnica, los cuales a partir de ciertos lineamientos generales fijados por el CONACyT discutieron y definieron en detalle los aspectos a considerar así como los indicadores y métodos de trabajo apropiados para evaluar los programas de cada disciplina. Los resultados de esta evaluación pueden consultarse en: Ciencia y desarrollo, números especiales de abril de 1987 y septiembre de 1989. De la elaboración de este diagnóstico se desprendió que en 1970 había 13 Instituciones de Educación Superior en el país impartiendo 226 programas de posgrado y una población estudiantil de 5700 alumnos. Para 1984, el número de programas de posgrado se había multiplicado por cinco y la matrícula de estudiantes por siete. Los estudiantes eran atendidos por casi 10,000 profesores de los cuales sólo el 34% era de tiempo completo o de medio tiempo. De estos programas el 33% eran de especialización, el 57% de Maestría y sólo el 10% de Doctorado. Asimismo, el número de estudiantes de doctorado eran tan sólo de 1600. Para 1988, la situación no había cambiado significativamente aunque parecía aflorar la tendencia decreciente tanto del número de estudiantes como del de profesores asociados a los programas. Dentro de este universo de programas de estudios avanzados, existe una gran variedad en cuanto a la calidad de los mismos. Pueden encontrarse los excelentes con una capacidad probada para la formación de recursos humanos calificados, así como los muy malos, improvisados y poco eficientes para los cuales no existe ni la infraestructura humana ni el material que es necesario para operar un programa de estudios de esta naturaleza. Es indudable, sin embargo, que a partir de 1984 un buen número de programas de estudios avanzados han logrado un avance significativo, gracias al apoyo económico complementario (en algunos casos total) que ha brindado de manera razonada el CONACyT a través del Programa de Fortalecimiento del Posgrado Nacional, creando en 1984.Mediante este programa el CONACyT ha contribuido de manera importante a: a) mejorar la infraestructura física de los centros de posgrado, b) promover el máximo aprovechamiento de la capacidad para formar recursos humanos calificados en las Instituciones de Educación Superior, c) impulsar la descentralización geográfica gradual del sistema nacional de posgrado y d) mejorar la calidad de los profesores asociados a los programas de estudios avanzados. Aunque algunos de los problemas que afectan el desenvolvimiento de los programas de posgrado son de carácter particular de cada Centro de Educación Superior, existen otros generales, quizás los más graves, que bien vale la pena describir con el fin de tener una idea clara de su situación actual. 1) Reconociendo que la investigación de calidad debe ser el motor de todo tipo de programa de estudios avanzados, es lamentable constatar que un porcentaje alto de los 1570 programas que actualmente se imparten en nuestro país no descansan en grupos consolidados de investigación con una productividad probada a lo largo de los años que puedan garantizar la elaboración de las tesis de maestría y/o doctorado que son requeridas para la obtención de los grados. Es frecuente encontrar que los programas de posgrado son impartidos por profesores que no alcanzan el grado académico que ofrece el programa, que no tienen experiencia previa en investigación o que en el mejor de los casos, han iniciado recientemente las labores de investigación sin contar con los medios necesarios para realizarla a un nivel apropiado. 2) A diferencia de las Instituciones de Educación Superior en los países desarrollados en donde un programa de estudios avanzados se abre a la matrícula de estudiantes una vez que se cuenta con la infraestructura humana y material necesaria para garantizar la operación eficiente del programa, en nuestro país es frecuente encontrar programas de estudios avanzados que se imparten sin contar con la infraestructura mínima necesaria. Por ejemplo, es frecuente que para la impartición de los programas se usen los laboratorios de licenciatura donde es difícil pensar que se pueda llevar a cabo la investigación de calidad que requiere un programa de esta naturaleza. Asimismo, existen deficiencias serias en cuanto a acervos bibliográficos (libros y revistas de investigación de circulación internacional) y equipo de cómputo que limitan grandemente la posibilidad de actualizar no sólo a los estudiantes inscritos en los programas sino también al personal académico que los imparte. 3) aunque el número de profesores (10,000) que atienden a los 39,000 estudiantes de posgrado parece ser en principio razonable, cuando se considera que sólo el 345 de ellos son de tiempo completo o medio tiempo, la conclusión es radicalmente diferente. Además, es importante mencionar que para obtener esta información, las Instituciones de Educación Superior generalmente proporcionan la plantilla total de los profesores-investigadores a su servicio que potencialmente pueden participar en la impartición del programa de posgrado. Mi experiencia indica, sin embargo, que el número de profesores realmente comprometidos con un programa de estudios avanzados impartiendo cátedra, seminarios, asesorías y/o dirigiendo las tesis de grado es considerablemente menor que la plantilla total de profesores aptos para la impartición del programa. Es común encontrar que solamente un grupo pequeño de profesores son los que participan activamente en la impartición de los cursos y en la dirección de las tesis. 4) Un programa grave lo constituye la duración de los programas de estudios avanzados. Algunos de ellos requieren entre 3 y 6 años para la obtención de una maestría y hasta 10 años para un doctorado. Esta excesiva duración de los programa es muy perjudicial para los estudiantes y para el desarrollo del país y tiene su origen en factores de muy diversa naturaleza; sin embargo, dos de los más frecuentes son que el programa no cuenta con grupos de investigación establecidos que puedan asesorar al estudiante en la realización de la tesis de grado y/o programa de estudios saturado de materias y requisitos exagerados fuera de toda realidad, para la obtención de un grado. En estos programas es frecuente que se enseñe al estudiante a ser un verdadero estudiante más no a desarrollar su capacidad creativa para realizar la investigación de calidad que el programa debe contemplar. En estos programas el estudiante empieza a incursionar en la investigación después de los 30 años habiéndose desperdiciado así los años más creativos para la investigación. 5) Por razones de carácter económico, un alto porcentaje de los estudiantes inscritos en los programas son de medio tiempo. Es un hecho bien probado que este tipo de estudiante difícilmente se titula, lo que repercute de manera desfavorable en la eficiencia del programa. Ante esta realidad es evidente que para responder positivamente a las exigencias que impone en la actualidad el desarrollo nacional, es necesario que las Instituciones de Educación Superior que imparten programas de posgrado lleven a cabo esfuerzos en colaboración con el fin de mejorar y agilizar la impartición de los programas. De gran importancia resulta en estos momentos que cada Institución realice una revisión crítica de los programas que ofrecen con el fin de precisar los problemas que les aquejan. Sólo así, podrán tomarse acciones vigorosas y razonadas encaminadas a su fortalecimiento. En esta evaluación resulta trascendental el poder identificar a los profesores y grupos de investigación que realmente participan en la impartición de los programas, para conocer verdaderamente la planta docente asociada al mismo. Este conocimiento serviría también para que en un momento determinado estos profesores pudieran servir como un elemento catalizador-formador en otros programas afines en vías de consolidar. Considerando que en un país como el nuestro se requiere más calidad que cantidad en la asignación, es indudable que el conocimiento de los grupos de investigación comprometidos con la impartición de los programas de posgrado serviría a las Instituciones para canalizar sus recursos de manera más razonable y provechosa, reconociendo que, sin ellos, la formación de recursos humanos altamente calificados, misión fundamental de toda Universidad, no podría ser llevada a cabo con la misma agilidad y calidad. Para evitar que estos grupos de profesores comprometidos con la impartición de los programas de estudios avanzados se alejen de las Universidades por razones críticas de supervivencia, es necesario que cada Institución de Educación Superior diseñe mecanismos propios de reconocimiento en los que se contemple la mejora salarial de cada profesor y el apoyo decidido a sus labores de investigación. Para este último, resulta importante el poder garantizar a los grupos de investigación la adquisición de todo aquel material que resulte necesario para continuar desarrollando con excelencia la investigación sobre la cual descansa la impartición del programa de posgrado. Igualmente importante es lograr incentivar a todos aquellos profesores que no participan en los programas con el fin de reforzar la planta docente y poder ofrecer así una atención más personalizada a los estudiantes inscritos. Dada la crisis económica que el país vive, resulta urgente diseñar estrategias que permitan a las Instituciones de Educación Superior colaborar estrechamente en la impartición de los programas de posgrado. Sería muy recomendable que cada Institución estableciera cuáles de los programas que actualmente ofrece, puede seguir impartiendo sobre bases reales de operación que garanticen la obtención del grado por parte del estudiante en tiempos razonables (2 años para una maestría y 4 para un doctorado) y cuáles no. Sólo así sería posible utilizar de manera más adecuada los recursos y evitar la tan indeseable repetición de esfuerzos. Igualmente importante es que exista una colaboración lo más amplia y ágil posible entre las Instituciones con el fin de poder explotar al máximo de sus capacidades tanto la infraestructura material como la humana de cada una de ellas en la impartición de los programas de posgrado que se ofrecen. Solo mediante este tipo de acciones concertadas será posible consolidar el posgrado nacional en un tiempo relativamente corto. Para ello, sin embargo, es importante reconocer que el esfuerzo interno y en colaboración de las Universidades, podría ser en vano si en esta concertación de esfuerzos no interviene de manera decisiva el Gobierno de la República a través de las Secretarías de Educación Pública y de Programación y Presupuesto así como a través del CONACyT. Solamente mediante el apoyo decidido del Gobierno para destinar los recursos necesarios que un programa nacional de posgrado exige, será posible que se avance de manera significativa en el perfeccionamiento y consolidación del programa. Dentro de este contexto, resulta urgente un aumento en los salarios de los profesores-investigadores que forman recursos humanos calificados en el país, así como un aumento a las becas que se ofrecen a los estudiantes con el fin de que les permita dedicarse tiempo completo a los programas de estudios avanzados. También es importante que el sector productivo del país dedique fondos al desarrollo de la investigación básica en las diversas Instituciones de Educación Superior tomando en cuenta que la tecnología por eficiencia y calidad. En esta dirección es importante que el Gobierno de la República establezca estímulos fiscales para el sector productivo, con el fin de que parte de los impuestos pagados por las industrias se dediquen al desarrollo de la ciencia. Esta es una acción urgente si queremos realmente vincular la investigación que se realiza en las Universidades con las necesidades del sector productivo y reforzar el sistema nacional de posgrado.