Mi nombre es Antonio y llevo 30 años sin beber

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«Mi nombre es Antonio y llevo 30 años sin beber»
Más de 12.000 personas en España reconocen su adicción al alcohol y tratan de rehabilitarse en esta comunidad instalada en nuestro país desde 1970
TATIANA G. RIVAS | MADRID
«Buenos días, mi nombre es Antonio. Soy alcohólico en proceso de recuperación. Llevo 30 años sin beber y hoy
tampoco he bebido». «Hola, Antonio», le reciben sus compañeros. Son las 11 de la mañana. Del medio centenar de
sillas con las que cuenta la sala de Alcohólicos Anónimos (A. A.) del área 7 en Madrid, sólo siete están ocupadas. La
escena recuerda a la imagen que tantas veces se ha reproducido en la ficción televisiva. En esta ocasión se trata de la
vida real, concretamente de la vida de miles de adictos a la droga legal más consumida por los españoles: el alcohol.
Los grupos terminan siempre la sesión cogidos de la mano y pronunciando
una oración a Dios, donde le piden serenidad
La adicción en cifras
2.000.000 es el número de miembros con los que cuenta
Alcohólicos Anónimos en todo el mundo
100.000 son los grupos que aproximadamente hay
repartidos por todo el planeta
12.500 son los alcohólicos en fase de rehabilitación
existentes en España a día de hoy
550 son los grupos de alcohólicos que hay en estos
momentos en nuestro país
50 es la media de edad de los hombres que forman parte
de esta comunidad
49 es la media de edad de las mujeres que buscan ayuda
en Alcólicos Anónimos para superar su adicción
180 son los países por los que se distribuye la influencia
de esta comunidad
59 es el porcentaje de los miembros de Alcohólicos
Anónimos que afirman estar laboralmente activos
Como cada día, Antonio, al igual que el resto, tiene algo que contar. Bajo la atenta mirada de comprensión de sus
camaradas, dice que llegó hace tres décadas a este lugar: «No podía gobernar mi vida». La historia se repite en cada
uno de los presentes cuando toman su turno de palabra. «Volvía tarde a casa. Nunca fui a una reunión escolar de mis
hijos. Esta comunidad me ha devuelto la vida», manifiesta Antonio, de 61 años. María, la única mujer que se encuentra
en el recinto, cierra los ojos en señal de empatía. «Yo vine porque creía que moriría borracha», asegura la misma.
La unión hace la fuerza
Los 550 grupos de A. A. que hay en toda España y los 12.500 miembros que los componen organizan reuniones de al
menos dos horas casi todos los días de la semana y en diferentes franjas para superar la adicción. No hay presencia de
especialistas. A través de las experiencias personales les llega la motivación para tirar del carro y dejar atrás la botella.
Eso sí, todos tienen claro que si volvieran a probar una gota de alcohol, recaerían. Para todos estos especialistas en el
arte de la escucha las reuniones se han convertido en su única droga.
Del mini a la destrucción
«Yo soy alcohólico neurótico. Estuve quince años llegando ciego todos los días a casa. Hasta mandé a mi mujer en
cuatro ocasiones al psiquiatra», revela Matías, de 51 años. Este hombre empezó con 13 años a beber, al igual que
María. «Los adolescentes, a veces, son crueles. Con esa edad te sacan la debilidad para hundirte. Me di cuenta de que
tomándome dos minis de calimocho me mostraba más agradable, más valiente e incluso capaz de acercarme a las
chicas», cuenta Matías. El alcohol le permitía ser como quería, pero con el tiempo, las dosis fueron a más. En A. A. le
quitaron sus miedos.
En mitad del encuentro asisten dos hombres más: Luis, quien a sus 45 años lleva 15 años en la comunidad, y José, de 47 años, quien cuenta 12. José llama la
atención por su indumentaria: viste traje de chaqueta, corbata roja y camisa rosa. Después de la reunión emprende el rumbo a su trabajo, eso que tantos han perdido
por el sendero de las copas.
Este hombre señala que a los dos meses de tomar contacto con A. A. volvió a recaer. Después, nunca más. «Es un porcentaje ínfimo el que vuelve al alcohol; la gran
mayoría sale adelante aquí», mantiene Mariano, de 54 años, el más novel en el grupo. «Tardas mucho en darte cuenta de que estás enfermo. He estado 37 años
bebiendo. De la mitad de mi vida no me acuerdo», sostiene este hombre.
Estas personas, que se definían hace años como «bebedores sociales», hacen hincapié en que lo importante de la comunidad es transmitir el mensaje de superación
a otros enfermos. Recalcan que no se solicita dinero, ni dar la identidad, ni obligan a nada. «Estamos para escuchar, comprender y que nos comprendan», apuntan.
Esta filosofía les ha llevado a cumplir hoy 75 años. Su influencia se extiende por todo el mundo llegando a más de dos millones de adictos con un porcentaje
elevadísimo de superación, según revelan.
En la sala donde estas nueve personas comparten sus vivezas cuelgan las fotografías de dos hombres claves en sus trayectorias: Bill W., fundador de A. A. en Akron
(Estados Unidos) en 1935, y el doctor Bob G. Bill dejó de beber y, después de haberlo intentado en otras ocasiones, se dio cuenta de que compartiendo su
experiencia con otro alcohólico, Bob, y ayudarle a su vez a dejarlo, sus deseos de ingestión disminuían. De ahí, en 1939 publicó el manual del que hoy se sirven los
miembros para vencer la adicción. Su influencia sin ánimo de lucro se extendió rápidamente por todo el mundo. Hoy hay grupos en 180 países. Hoy hay gran
esperanza.
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