La primera ley, 2016´ `Corruptio optimi pessima est` “La corrupción de los mejores, es la peor de todas” Cuando empezamos a escuchar o leer propuestas relacionadas con una subespecie de Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) para la corrupción, pensamos en la prioritaria e imperiosa necesidad colectiva de enviar un proyecto de ley anticorrupción, ni bien asuma el próximo presidente de la Nación. Es que la corrupción suprime derechos humanos en tanto impone e incrementa, extravagantemente, impropios deberes y esfuerzos ciudadanos arteramente adicionales, desordenando así la convivencia civil y generando ascuas de intranquilidad, angustias e impaciencias, las cuales vienen gestando, abonando y cultivando ´embriones´ de controversias, conflictos y contiendas, como antónimos antagónicos de paz, armonía, amistad y bienestar social en cualquier perspectiva noble y cabal de futuro, esto es, de un futuro común más justo, más auspicioso y mejor, humano, educativo, sanitario, económico, laboral y ecológicamente. Dicho proyecto patrio debería lograr la eficacia, eficiencia y ejecutoriedad imprescindibles para transparentar el origen de los “constructores o nomenklaturas de las burocracias”, la trazabilidad del ejercicio funcional en cada uno de los gestores de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial; los delitos de financiamientos de las campañas políticas, los lavados de dinero, los testaferrismos y toda gama de desgraciados y apestosos “fracking en las finanzas públicas´”, que explican tanto dinero ajeno externalizado, dinero proveniente del tesoro y de las haciendas de la Patria. Una ley de transparencia nacional y/o su reglamentación no podrán omitir incentivar la implementación de programas de complementación y alcance para la otra pata de la corrupción, ya que siempre se habla del que recibe las coimas pero poco y nada de quienes las proponen, entregan y hacen valer como, tantísimos privados, beneficiados con exenciones, permisos, licencias o concesiones de infraestructura, petroquímicas, petrolíferas, gasíferas, mineras, bancarias, inmobiliarias, turísticas, etc. El diseño de esquemas de cumplimiento e integridad por parte de empresas privadas, con los códigos de ética y conducta, políticas y directrices para la detección de desviaciones e irregularidades contra la administración pública, cerrarían un círculo virtuoso e inédito sobre el particular. Sin perjuicio de la condición humana, la corrupción comprando/vendiendo voluntades y medios de comunicación viene “secuestrando legitimidades racionales y emocionales”; la corrupción mata personas, familias, etnias, y educación; la corrupción es también la madre del desastre ecológico y del narcotráfico. La corrupción ostenta el monopolio de todo empobrecido, de toda intemperie humana. Esta endemoniada corrupción es la única progenitora Vg., de tantas ascuas infames en los jubilados, pensionados, maestros, peones rurales, etc. La corrupción derogó la seguridad jurídica, el crédito y la confianza que merecíamos interna y externamente. Con la corrupción se ganan licitaciones, se roba, se miente, se quita perversa e indolentemente la salud y el pan de la boca de los niños, de los pobres e indigentes, de los aborígenes y excombatientes; con esa pandemia se denigra hasta comprar y vender “virginidades de niños pequeños”, se contamina, se infecta y se disuelven valores; con dicho flagelo se proponen “éticas alternativas” para la fidelidad, la ética, la buena fe, el esfuerzo personal del trabajo, la solidaridad, el respeto, la armonía, la concordia, la inocencia y tales, todos valores congénitas e inherentes a la persona humana. Las víctimas de la corrupción son rápidamente identificables en tanto los victimarios, no, o, no tan fácil ni tan rápido. Pruebas al canto: hasta ministros nacionales se roban la plata en bolsa y no van a la cárcel por los vericuetos jurídicos/judiciales corruptos de la corrupción en tanto y por un mero hurto de alimento por extrema necesidad personal/familiar o un par de zapatillas, sus autores padecen y soportan penurias aberrantes en términos relativos. Como no recordar a don Ernesto Sábato cuando se refiere a todo esto y a mucho más en su obra: “La Resistencia”, singularmente su cuarta y quinta carta referida a los `valores de la comunidad`. Nuestro Código Penal, el Código de Procedimiento Penales, sus leyes complementarias y decretos reglamentarios, son demasiados "indulgentes", no sólo en relación con la corrupción, sino, en lo concerniente a los delitos contra la administración pública, es decir, la malversación, el soborno, la corrupción activa y pasiva; las usurpaciones, la pedofilia, la trata, la violencia o maltrato familiar,, de género, etc. Aun las normas de dichos cuerpos legales son benévolas e ineficaces, activa y pasivamente como lo son también, las decisiones de gobierno que autorizan en Argentina, Vg., areneras, canteras, desarrollos inmobiliarios, emprendimientos turísticos y tales en terrenos inapropiados o lisa y llanamente “fiscales”. Esto mismo acaba de reflejarse Vg., con el culposo y evitable estrago hídrico en las Sierras Chicas de la provincia de Córdoba o el desastre ígneo en la provincia del Chubut, etc. La nueva ley deberá tener en cuenta el grado de importancia política de la persona que está cometiendo el delito. "Un juez corrupto es la cosa más horrible imaginable. Un ministro del Poder Ejecutivo o Judicial corrupto es un crimen atroz. Si los que están utilizando su posición para robar a la nación, al pueblo o al bien público, son los Presidentes, gobernadores, intendentes, concejales, ministros, secretarios, directores o esos, la pena tiene que ser gravísima e inmune a toda amnistía e indulto; ´una suerte de antesala del averno´. De lo contrario no se superará el “cáncer de la corrupción” con sanciones finalmente, `infinitesimales`. La eficacia de esta ley, dependerá singularmente de la capacidad, honestidad, compromiso, determinación y patriotismo de los que legislarán, sancionarán, promulgarán y aplicarán la misma. Sin necesidad de citar a Weber, toda burocracia desnaturalizada/descontrolada, facilita y favorece centralmente, toda corrupción. Finalmente, es hora de que “sin recular ni para tomar envión”, desburocraticemos el Estado nacional, provincial o municipal y sacudamos la sociedad civil, para que sólo así y recién entontes, podamos entre todos y todos juntos, liberarnos de la maldita corrupción e ir restaurando ecuanimidad, transparencia, igualdad, libertad, desarrollo humano, fraternidad, esperanza y alegría, porque, no se dude ni se omita que, digna, sacrificada y honradamente nunca seremos los de aquellos “peces muertos que nadan a favor de la corriente”. Roberto Fermín Bertossi Investigador del CIJS/UNC