El ejercicio profesional de los contadores públicos y el de los

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El ejercicio profesional de los contadores
públicos y el de los auditores
independientes como posibles
productores de fe pública en el Mercado
de Valores ecuatoriano
Fabricio Alejandro Chica Martínez
Especialista Jurídico de la Intendencia de Mercado de Valores de Guayaquil
Superintendencia de Compañías del Ecuador
I. INTRODUCCIÓN
Las líneas que siguen presentan algunos elementos para coadyuvar el análisis y las posibles soluciones a uno de los problemas actuales en el
Mercado de Valores ecuatoriano, esto es, el que la
información financiera generada por sus partícipes
y hecha pública por sus organismos reguladores,
no habría logrado aún proyectar el nivel de credibilidad y confianza deseadas en todos los potenciales inversionistas que acudirían a este mercado.
Por lo que nos preguntamos si el imponer fe pública sobre la información allí utilizada puede constituir o no una solución a este problema.
Abordando el tema, constatamos en nuestro ordenamiento jurídico la existencia de la llamada fe
pública y consideramos pertinente asegurarnos
una noción sobre ella así como de su posible relación con los documentos producidos y reproducidos desde la cotidianidad de las actuaciones
relacionadas con nuestro Mercado de Valores.
II. NOCIÓN DE FE PÚBLICA
Ante la ausencia de una definición strictu sensu de
lo que podríamos entender por fe pública, pretendemos obtener una noción partiendo desde nuestra legislación civil, mercantil e incluso penal, y su
correspondiente doctrina jurídica; para ello intentaremos seguir el método inductivo que nos permita conseguir esa hipótesis.
Doctrinalmente 1 se ha abordado el estudio de
esta institución jurídica desde dos perspectivas:
1. Seguimos a la “ENCICLOPEDIA JURÍDICA OMEBA”, Tomo 12 (entrada: “FE PÚBLICA”), Obras Magistrales de la Editorial
Bibliográfica Argentina OMEBA; Editorial Bibliográfica Argentina S.R.L.; Buenos Aires – Argentina; año 1964.
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1) es común entenderla como la confianza que el
Estado exige guardar a sus ciudadanos sobre la
veracidad de ciertos actos ejecutados en su nombre por sus funcionarios, lo que apareja para algunos tratadistas la idea de una especie de
“monopolio de la verdad” (fe pública material); o
bien, 2) por otra parte suele distinguírsela como
“la simple fuerza probatoria de ciertos actos en las
relaciones jurídicas” (fe pública formal).
La Enciclopedia Jurídica OMEBA 2 nos plantea el
siguiente concepto:
“La doctrina uniforme que se da en un buen
número de tratados, llama fe pública a la
calidad de documentos determinados,
suscritos por funcionarios cuyas aseveraciones, cumplidas determinadas formalidades,
tienen la virtud de garantir la autenticidad de los hechos narrados, y por consiguiente su validez y eficacia jurídica.”
Parafraseando la explicación ofrecida en esa
Enciclopedia Jurídica, anotamos que se trata de
una calidad atribuible por mandato de la Ley a
ciertos documentos, considerados por esto documentos públicos. Como razón se añade que la
sociedad organizada necesita confiar en documentos que representen ciertos actos a los que
consideran trascendentales y básicos para sostener la convivencia pacífica.
Siendo así, unos actos se deben celebrar ante los
funcionarios que la Ley señale para que a su vez,
sean éstos quienes con sus aseveraciones provoquen esta fe pública o confianza obligatoria, que
se traduce en conceder una validez jurídica especial (valor de oposición frente a terceros) y la imposición de una credibilidad erga omnes por provenir
del funcionario público competente en uso de una
facultad que le ha sido asignada por y en representación del Estado.
También se nos advierte que la expresión “garantir la autenticidad de los hechos narrados” no
significa que pese sobre los ciudadanos la carga
de creer que un documento que goza de fe pública deba ser considerado como infalible (esto sin
duda sería imposible), y es que la verdad subjetiva queda siempre en la conciencia de los actores
de estos documentos. Más bien esta garantía se
debe entender como la “seguridad” y la “certeza” de haber acontecido ciertos hechos o actos
útiles para producir y reproducir seguridad jurídica 3. En términos lógicos podríamos anotar que
se trata de proposiciones impuestas como válidas
pero no necesariamente sólidas o incontrovertibles.
El mismo concepto que analizamos nos remite a
una breve explicación sobre la eficacia jurídica
de los documentos que gozan de fe pública y es
que a los documentos que se les reconoce esta
calidad no sólo se les atribuye ser medios de
prueba, sino que además se los considera en sí
mismos como la expresión de hechos jurídicos. Es
decir, el documento es a la vez un hecho jurídico
y por eso se lo considera como medio de prueba.
Desde la perspectiva de la doctrina del Derecho
Procesal Civil, el tratadista uruguayo Eduardo J.
COUTURE escribió que la fe pública es “(...) la
calidad propia que la intervención notarial acuerda a ciertos instrumentos” 4. Añadiendo el
mismo autor que “(...) la función notarial es una
función pública a cargo de un particular” 5. Pero
COUTURE, luego de analizar etimológicamente
la expresión fe pública, termina señalando que
se trata de una creencia en la forma y no en el
contenido 6.
El tema de la fe pública también ha preocupado
a tratadistas del Derecho Penal, contando entre
sus más importantes representantes actuales al
doctor Jorge ZAVALA BAQUERIZO, quien al refe-
2. Ibídem.
3. Cfr. Art. 170 del Código de Procedimiento Civil ecuatoriano.
4. COUTURE, Eduardo J.; “Estudios de Derecho Procesal Civil”, Tomo II “Pruebas en Materia Civil”; Tercera Edición (reimpresión); Ediciones Depalma; año 1998; Buenos Aires – Argentina; 478 páginas
5. Ibídem, página 45.
6. “La fe pública de la escritura no recae sobre la voluntad manifestada en ella, sino sobre la manifestación de la voluntad”.
Ibídem, página 35.
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rirse a ella escribe que es: “La fe que impone el
Estado a través de sus funcionarios” 7.
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Según el doctor Jorge ZAVALA BAQUERIZO podemos destacar como principales características de
la fe pública las siguientes:
Utilizando una parte del análisis de este tema,
expuesto por el doctor ZAVALA BAQUERIZO,
anotaremos que el Estado en ejercicio del imperio sobre sus ciudadanos reconoce que “(...) la
sociedad debe tener en ciertos documentos, confianza necesaria para el normal y ágil desenvolvimiento del tráfico civil y mercantil (...)”8 por lo
cual decide proteger, incluso penalmente, a estos
documentos que comportan un gran valor socioeconómico. Lo sancionado llega a ser entonces la
alteración de la genuinidad de estos documentos
porque esta conducta hace perder en el público
la confianza que el Estado ha impuesto sobre
ellos.
Distingue también el mismo autor, entre la llamada fe privada que surge de las relaciones entre los
particulares, y la fe pública que nace de la relación
de las personas con el Estado.
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a) ser material, se trata de la confianza del
público;
b) ser objetiva, es decir tiene directa relación
con la cosa sobre la que recae;
c) no es personal, la “verdad” pública impuesta en estos documentos no es subjetiva;
d) es obligatoria, refiriéndonos a la creencia
impuesta por el Estado;
e) debe considerársela como un bien jurídico
protegido penalmente, por su valor socio
económico;
f) lleva símbolos del Estado o su poder, que
está representado en las firmas y sellos de
sus funcionarios.
A título de clasificación de la fe pública, la
Enciclopedia Jurídica OMEBA propone como criterio divisor el determinar quién la produce, resultando así:
Sintetizando todo lo expuesto hasta aquí e induciendo podríamos anotar como noción de fe pública que sería una calidad documental, impuesta
por la Ley (o el Estado) para que todos los ciudadanos (obligatoriamente) confíen en el carácter
genuino de ciertos documentos que se forman a
través del trabajo que ciertos funcionarios públicos
ejecutan en cumplimiento de las atribuciones conferidas a ellos. Además estos documentos pasan a
ser representaciones elaboradas por estos funcionarios sobre hechos o actos que son considerados
como de gran utilidad jurídica y socio-económica.
Por lo que adelantamos que, gracias a las características presentes en esta noción, podemos distinguir estos documentos que según nuestra
legislación producen fe pública de otros que por
no disponerlo la Ley no la producen, como serían
los balances, estados financieros, opiniones de
auditoría, etc., y que adicionalmente tienen en
común el no ser producidos por funcionarios que
administren la fe pública.
a) la fe pública Judicial, obtenida dentro de
un proceso cuando el juez es quien confiere
esa calidad, sirviéndose para ello de un
empleado: el secretario (quien no es más
que un testigo del acto que el juez cumple
ante él).
b) la fe pública Administrativa o dada por los
funcionarios que con sus actos autorizan
(dan) fe pública de disposiciones, resoluciones, acuerdos, declaraciones e inscripciones
(libros de registro). Estos funcionarios no tienen la categoría propia del Notario (que es
personal) sino que deriva de los órganos
que los sustentan.
c) la fe pública Notarial, en ella el Notario es
un “elemento activo de la verdad a la que
confiere certeza objetiva y consiguientemente eficacia sin que se haya cambiado el
fundamento ni la estructura lógico-jurídica
de su formación.” (se entiende de la forma-
7. ZAVALA BAQUERIZO, Jorge; “Delitos contra la Fe Pública – Pago con cheque sin provisión de fondos”; Tomo I; Primera
Edición; EDINO 93; año 1993; Guayaquil – Ecuador; páginas: 290. Página 31. Véase especialmente el Capítulo II “Fe Pública y Fe
Privada”.
8. Ibídem, página 43.
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ción de “la verdad”). No pudiendo ubicar en
ninguna de estas clases a las actuaciones
profesionales de los Contadores o los
Auditores Independientes (Externos).
III. PROPIEDADES DE LA FE PÚBLICA
Ofrecida la noción y adelantada una clasificación
de la fe pública debemos continuar refiriéndonos
ahora a sus propiedades, es decir, intentaremos
demostrar cómo se produce esta fe pública. Para
ello precisaremos de otros conceptos útiles como
los de documento público, instrumento público y
escritura pública, que en la práctica suelen confundirse pero que como veremos son términos
con los que se designan distintos objetos de conocimiento.
Instrumento Público es un documento público
escrito caracterizado por su contenido declarativo
y por provenir de un funcionario público en ejercicio del cargo (o estar autorizado por este).
Escritura Pública es un documento público escrito otorgado ante un Notario o ante un funcionario
que haga sus veces, de una forma en que este funcionario lo autoriza (al documento escrito) con su
firma e interviene en su elaboración material
(directamente o por conducto de su amanuense);
y que finalmente dicho documento escrito es
incorporado al respectivo Protocolo puesto al cuidado de ese funcionario.
Entonces, la expresión documento público abarca
el género, el instrumento público sería una de sus
especies y la escritura pública la subespecie.
Así, siguiendo a Hernando DEVIS ECHANDÍA 9,
entendemos por Documento Público a todo
objeto de naturaleza representativa cuyo origen
está en la actividad de un funcionario público en
ejercicio de su cargo y que (estos objetos) pertenecen a una oficina o entidad pública. Sobre esta
pertenencia a una oficina o entidad pública,
Hernando DEVIS ECHANDÍA aclara que se debe
diferenciar entre: a) Los documentos privados
que pueden pertenecer a una institución pública
a partir de que son recibidos de manos de los
particulares; y, b) Los documentos privados sobre
los cuales un funcionario público en ejercicio de
su cargo interviene con posterioridad a la formación del documento, por ejemplo para darles
autenticidad o para incorporarlo a su archivo o
protocolo, ya que esto no altera su naturaleza
“privada”.
Además Hernando DEVIS ECHANDÍA escribe:
“todo documento público es auténtico, pero no
todo documento auténtico es público” 10. De lo
que se entendemos que el documento auténtico
puede serlo: a) porque es público desde su formación; o, b) porque siendo privado se reconozcan
en él las firmas o cualquier otro indicio que asegure la certeza de su origen o autor.
Este autor cita como ejemplos de documentos
públicos los planos, dibujos, fotografías, películas,
etc. que cumplan con las características arriba
establecidas.
A su vez el célebre civilista chileno Luis CLARO
SOLAR distinguió entre las declaraciones dispositivas 11 y las declaraciones simplemente enunciativas 12
que pueden estar presentes en el contenido de los
Así mismo, no encontramos que la sola labor
profesional desempeñada por Contadores y
Auditores Externos consista en administrar y
suministrar la fe pública sobre los documentos
que producen. A pesar de que reconocemos que
dichos documentos, cuando pertenecen a quienes participan en el Mercado de Valores, pueden
ser de público conocimiento y generar confianza
en el público.
9. DEVIS ECHANDÍA, Hernando; “Teoría General de la Prueba Judicial”, Tomo Segundo; Quinta Edición; Editorial TEMIS S.A.;
año 2002; Bogotá – Colombia; 737 páginas. Véanse páginas: 528 y siguientes.
10. Op. cit. página 532.
11. CLARO SOLAR, Luis; “Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado”; Volumen VI “De las Obligaciones”, Tomo 12;
Editorial Jurídica de Chile; año 1992; Santiago de Chile – Chile; 822 páginas. Véanse páginas: 675 y siguientes.
12. Ídem.
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instrumentos. También diferenció entre instrumento público e instrumento privado, planteando
que:
a) El instrumento público goza de la presunción “el hecho se prueba a sí mismo” (acta
probant se ipsa); el instrumento privado no,
por disposición del legislador.
b) La autenticidad del instrumento privado
debe ser probada por el que lo presenta,
bastando a quien le interese impugnarlo
rechazar o desconocer este instrumento, sin
tener nada más que probar por su parte en
este caso. Esto no ocurre igual para el caso
de los instrumentos públicos.
c) La prueba de autenticidad del documento
privado se obtiene en general por el reconocimiento de la firma. Sólo cuando ocurre
este reconocimiento el instrumento privado
gana un valor probatorio similar al del instrumento público. Sobre este reconocimiento sólo diremos que puede ser voluntario o
forzado (judicialmente), expreso o tácito.
Ya en nuestra legislación, el artículo 1743 del
Código Civil ofrece un concepto de instrumento
público, para en el artículo siguiente disponer el
efecto que estos producen: “(…) hace plena fe en
cuanto al hecho de haberse otorgado y su fecha,
(…)” De estos artículos desprendemos sus elementos característicos:
a) se originan en la actuación que sobre él realiza el “competente empleado”;
b) la cualidad de hacer “plena fe” sobre el
hecho de haberse otorgado ante el “competente empleado” y sobre la fecha de este
otorgamiento; quedando obligados todos
los ciudadanos a creerlo así (erga omnes);
c) el límite de la verdad de la que “hace fe
pública”, es decir no hace plena fe sobre la
verdad de las declaraciones en él contenidas;
d) la virtud de ser considerado como “escritura
pública” cuando otorgado ante notario éste
lo incorpora a su protocolo o registro público.
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El artículo 1748 del mismo Código Civil nos permite acercarnos al concepto de instrumentos privados, pudiendo destacar que para gozar de
calidad probatoria éstos deberán: a) tratarse de
escritos y estar suscritos; b) ser claros en sus declaraciones; c) deben ser apreciados íntegramente,
tanto en lo favorable como en lo desfavorable; y d)
hacen fe únicamente contra el que los ha escrito o
firmado, no erga omnes.
En el Código de Procedimiento Civil ecuatoriano
también encontramos un tratamiento del tema
cuando éste nos refiere a los instrumentos públicos y los instrumentos privados, ubicándolos a partir del artículo 168 y siguientes. De la lectura de
ellos concluimos que, en cuanto al aspecto procesal, al legislador sólo le interesó tratar la fe pública
desde su ángulo probatorio.
Creemos oportuno destacar, no sin curiosidad,
que el legislador dispuso una clasificación taxativa
de los instrumentos privados –artículo 197 del
Código de Procedimiento Civil– mientras que para
el caso de los instrumentos públicos no, según lo
podemos apreciar de la lectura del artículo 169 del
mismo Código. Luego de la lectura de sus artículos 204 y 205 podemos comentar que a propósito
del tema de la fuerza probatoria asignada a los instrumentos privados (entre ellos los llamados libros
administratorios) 13 podemos afirmar que bajo ciertas condiciones hacen prueba, unas veces a favor
y otras en contra de quienes los llevan; e incluso
pueden, según cumplan los requisitos del artículo
198 del Código de Procedimiento Civil, hacer
tanta fe como la harían los instrumentos públicos
pero bajo una condición: que la Ley no haya previsto para ellos la solemnidad del instrumento
público.
IV. LA FE PÚBLICA Y EL TRABAJO
DE LOS CONTADORES
Por ser muy conocida no analizaremos desde aquí
la fe pública que con su actividad producen los
13. Entre estos llamados libros administratorios encontraríamos a los libros de la Contabilidad Mercantil. Véase el Parágrafo 3º
de la Sección Segunda del Título I del Libro I del Código de Comercio ecuatoriano.
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Notarios Públicos, en cambio, nos ocuparemos a
continuación de indagar sobre si el trabajo que
realizan los Contadores 14 se vincula de algún
modo con lo que llamamos fe pública.
Sin duda el Contador realiza un trabajo profesional 15
y sabemos además que este servicio no se basa
exclusivamente en la simple confianza del Contador
con respecto a lo declarado por su cliente (para el
caso del Mercado de Valores, un comerciante
social) sino que los Contadores intentan asegurar el
cabal cumplimiento de sus responsabilidades con
los comúnmente llamados soportes, que no suelen
ser más que constancias escritas que permiten
deducir (y en otros casos inducir) la contabilidad.
Así también, en el Ecuador, los Contadores están
obligados a guardar estricta reserva 16 (salvo orden
contraria de autoridad competente) por los documentos e instrumentos que manejen y que pueden ser privados y no siempre producidos por
estos profesionales.
La Ley de Contadores del Ecuador nos remite a la
lectura de los artículos 339, 340 y 341 del Código
Penal y es que el mal desempeño profesional de
un Contador podría adecuarse a los tipos penales
allí descritos y sancionados con prisión e incluso con
reclusión menor. Pero en todos estos casos la conducta sancionada penalmente es la falsedad en instrumentos públicos e incluso privados, ya que el
Código Penal expresamente ha extendido sobre
ellos esta protección, según lo dispuesto en el artículo 340 del Código Penal ecuatoriano. Además el
artículo 12 de la Ley de Contadores 17establece un
tipo penal propio de los Contadores; cabe por ello
una reflexión: no porque la autorización o certificación que un Contador hiciera con su firma en un
balance (o cualquier otro informe) falso o incompleto se constituya como una conducta profesional
y/o penalmente sancionable podemos concluir que
un contador actúa como depositario de la fe pública al momento de realizar su trabajo. Resaltamos
que hasta hoy lo sancionado es la falsedad que
atenta contra un instrumento, privado incluso.
Añadimos por eso que todos los ciudadanos no
estamos obligados a creer que las actuaciones o
certificaciones hechas por un Contador, con su
firma, en un balance u otro informe contable son
ciertas; si nos infunden confianza es porque creemos en la probidad y demás cualidades profesionales de quienes los elaboran y no en el
instrumento (un balance, por ejemplo).
Cuando se trata de comerciantes, individuales o
sociales, podríamos hablar de una responsabilidad
compartida entre el Contador y aquellos (o sus
administradores) ya que llevar libros contables es
también una de las obligaciones de todos los
comerciantes 18. Entonces para nuestro legislador
estos libros tienen un valor probatorio muy limitado 19 y no hacen fe pública.
Pero habría que considerar también, más allá de la
actuación profesional en sí, lo que ésta genera en
el público que acude al Mercado de Valores, especialmente cuando en razón de la confianza producida se toman decisiones.
V. LA FE PÚBLICA Y EL TRABAJO DE LOS
AUDITORES INDEPENDIENTES
Rafael CUESTA ÁLVAREZ escribe que por auditoría
entendemos “la prueba de una hipótesis sobre las
14. Seguimos el uso del término Contadores, pero pretendemos abarcar con él tanto a los Contadores Públicos Autorizados
(C.P.A.) como a los Contadores Bachilleres en Ciencias de Comercio y Administración Autorizados (C.B.A.), según lo disponen los
artículos 1 y 5 de la Ley de Contadores y su Reglamento, respectivamente
15. Así lo establece el artículo 6 del Reglamento de la Ley de Contadores ecuatoriana.
16. Así lo ha dispuesto el artículo 10 de la Ley de Contadores. Véase también el tipo penal descrito por el artículo 201 del
Código Penal ecuatoriano.
17. “Art. 12.- El contador que autorizare o certificare con su firma un balance o cualquier otro informe falso o incompleto, cualquiera que hubiere sido el propósito que tuvo al verificarlo, será sancionado con las penas previstas en el artículo 338 (actual 363)
del Código Penal; y, además, será suspendido en el ejercicio profesional por dos años.”
18. Artículo 37 del Código de Comercio ecuatoriano
19. Especialmente según los artículos 47 y 51 del Código de Comercio.
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manifestaciones de los estados financieros” 20.
Tomamos del mismo autor la siguiente explicación: “(...) El auditor independiente no es un asegurador o garantizador; si su examen se llevó a
cabo con la habilidad y cuidado profesional suficientes, ha llenado todas las obligaciones implícitas en su compromiso, de acuerdo con las normas
de auditoría generalmente aceptadas” 21.
El trabajo de los Auditores Independientes (llamados comúnmente externos, en Ecuador) es también un trabajo profesional y especialmente
sometido a estrictas normas de conducta aceptadas internacionalmente. Vale el esfuerzo de contrastar todo esto con lo dispuesto por los artículos
99 y 213 de la Ley de Régimen Tributario Interno
(ecuatoriana) y su Reglamento, respectivamente,
así como con los artículos 194 y 198 de la Ley de
Mercado de Valores del Ecuador. Hecho este contraste podemos anotar como nuevos elementos
los siguientes:
a. La obligación instituida en el citado artículo 99 de la Ley de Régimen Tributario Interno
tiene exclusiva aplicación para efectos tributarios,
en especial en lo relativo al Impuesto a la Renta.
Consiste en que un auditor externo deberá, bajo
juramento, incluir (en los dictámenes que emita)
una opinión exacta y fundada sobre el cumplimiento, por parte de las sociedades auditadas, de las obligaciones que éstas tienen como
sujetos pasivos de obligaciones tributarias. Si
no lo hace será responsable, dando ocasión a
que el Director General del Servicio de Rentas
solicite al Superintendente de Compañías o al
Superintendente de Bancos y Seguros la aplicación
de la respectiva sanción por falta de idoneidad en
sus funciones, sin perjuicio de las otras sanciones
que procedan según lo establecido en el Código
Penal. Todo esto apunta a reforzar la exactitud y el
profesionalismo con que deben obrar estos auditores externos ya que no siendo así se podrían com-
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prometer los intereses del erario público como sujeto activo de las obligaciones tributarias. El centro
de atención de la norma radica entonces en la
exacta y profesional información que estos auditores externos deben proporcionar; pero en este
caso, legalmente, tampoco estamos frente a unos
instrumentos que hacen fe pública; esta información sólo interesa al Estado en su dimensión de
sujeto activo de las obligaciones tributarias.
b. Para efectos de la Ley de Mercado de
Valores, la auditoría externa es un servicio que
excluyentemente prestan personas jurídicas.
Consiste principalmente en ofrecer una “(…) opinión sobre la razonabilidad de los estados
financieros para representar la situación financiera
y los resultados de las operaciones de la entidad
auditada. También estas entidades 22 podrán
expresar sus recomendaciones respecto de los procedimientos contables y del sistema de control
interno que mantiene el sujeto auditado” 23. Pero
entonces pesa sobre la actividad de estas sociedades auditoras una responsabilidad especial: “responderán hasta de la culpa leve por los perjuicios
que causaren a los accionistas o socios de la entidad auditada y a terceros con ocasión de sus
actuaciones, informes y dictámenes” 24. Es decir, la
Ley de Mercado de Valores ha decidido reforzar
el cabal cumplimiento del trabajo realizado por
estas sociedades auditoras externas de estados
financieros, tal vez para coadyuvar con ello al
afianzamiento del factor confianza tan necesario
en un Mercado de Valores organizado y moderno.
Sin embargo, el público (todos los ciudadanos)
no está obligado a creer en las actuaciones,
informes y dictámenes de estos auditores externos; es decir, faltando una disposición expresa de
la Ley, estos instrumentos (ni sus autores) tampoco hacen fe pública.
Finalizamos por ahora manifestando que, en
general, el trabajo que realiza un auditor indepen-
20. CUESTA ÁLVAREZ, Rafael; “Auditoría de Estados Financieros”; Primera Edición; EDINO 2000; año 2000; Guayaquil –
Ecuador; 111 páginas. Página 30
21. Ibídem, página 24.
22. Se refiere a las sociedades auditoras externas. Art. 194 de la Ley de Mercado de Valores, ecuatoriana.
23. Artículo 194 de la Ley de Mercado de Valores del Ecuador.
24. Artículo 198 de la Ley de Mercado de Valores del Ecuador.
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diente (o externo) de estados financieros si bien
está reforzado (en su cumplimiento) por las leyes,
no por eso goza de la llamada fe pública. Aunque
dentro del Mercado de Valores podemos señalar
que su ejercicio profesional, como en el caso de
los contadores, también genera en el público confianza para decidir inversiones.
VI. CONCLUSIONES
Este breve repaso nos lleva principalmente a concluir que:
1. La fe pública como manifestación del poder del
Estado (a través de la Ley) frente a sus ciudadanos consiste en obligar a la colectividad a
creer en la certeza y validez de ciertas actuaciones que unos funcionarios públicos, investidos para ello por el Estado, ejecutan en su
nombre.
2. La actuación de estos funcionarios se traduce,
entre otras consecuencias, en añadir una calidad a ciertos documentos, instrumentos y
escrituras que contienen hechos o actos y contratos (negocios jurídicos) cuyos actores pueden ser los particulares y/o funcionarios
públicos. Esta calidad consiste en ser apreciables como prueba plena de haber sucedido
estos acontecimientos en la forma que declaran los funcionarios públicos investidos con fe
pública.
3. Cuando se reconoce en un documento la calidad de hacer fe pública esto significa también
que se puede acceder libremente a su conocimiento en las formas establecidas por las leyes.
4. Los documentos, instrumentos y escrituras que
tienen la calidad de hacer fe pública aparejan
con ello una presunción legal de autenticidad;
es decir, la certeza sobre quienes son sus autores.
5. Junto a la opinión del doctor Jorge ZAVALA
BAQUERIZO, también advertimos que la fe
pública es un bien jurídico penalmente protegido, seguramente por su gran valor socio-eco-
nómico; así como reconocemos en los documentos, instrumentos y escrituras que la contienen que estos llevan los símbolos del Estado
o su poder, que está representado en las firmas
y sellos de sus funcionarios.
6. La veracidad con la que deben actuar los profesionales al elaborar ciertos documentos e
instrumentos propios de la contabilidad y el
análisis financiero ya ha sido instituida como
conducta obligatoria para ellos por nuestro
sistema jurídico, sin necesidad de que el
Estado imponga sobre nosotros la llamada fe
pública.
Entonces, intentando responder la interrogante
planteada al inicio de este artículo, sostenemos
que sería necesaria una reforma al ordenamiento
jurídico ecuatoriano para establecer que la actuación de Contadores y Auditores Externos y los
documentos producidos por éstos provoquen fe
pública para los fines de la Ley de Mercado de
Valores.
Y es que como consecuencia del ingreso voluntario al Mercado de Valores, quienes así lo decidan deben mantener abierta al público su
información contable y financiera. Por lo que
bien podría pensarse que en el ámbito del
Mercado de Valores los Contadores y Auditores,
con su ejercicio profesional, están produciendo
ciertos documentos que van destinados no sólo
a sus clientes sino además al público que tomará
decisiones basándose en aquellos. Así como
podríamos añadir que el hecho de trabajar también para ese público no los convierte en funcionarios públicos.
Desde un punto de vista complementario también
reconocemos que nuestro ordenamiento jurídico
ha descuidado la publicidad de los resultados:
a) de la labor de control que los organismos públicos encargados realizan sobre la actividad
financiera desplegada en el Mercado de
Valores; y,
b) del control que los Colegios y Federaciones de
profesionales tienen sobre las actividades de
sus matriculados.
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Por lo que con la integración de la información,
proveniente de estas labores, el público también
contaría con mejores herramientas para discernir y decidir en quienes y en qué medida pueden
(o no) depositar su confianza al momento de
arriesgar sus capitales en nuestro Mercado de
Valores.
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• COUTURE, Eduardo J. (1998): “Estudios de
Derecho Procesal Civil” -Tomo II “Pruebas en
Materia Civil”-, Tercera Edición (reimpresión),
Buenos Aires – Argentina, Ediciones Depalma,
véanse especialmente páginas 45 y siguientes.
• CUESTA ÁLVAREZ, Rafael (2000): “Auditoría de
Estados Financieros”, Primera Edición, Guayaquil –
Ecuador, EDINO, páginas 24 -30.
BIBLIOGRAFÍA
• “ENCICLOPEDIA JURÍDICA OMEBA” Tomo 12
(1964), Buenos Aires – Argentina, Obras
Magistrales de la Editorial Bibliográfica Argentina
OMEBA -Editorial Bibliográfica Argentina S.R.L-,
véase la entrada: “FE PÚBLICA”.
• CLARO SOLAR, Luis (1992): “Explicaciones de
Derecho Civil Chileno y Comparado” -Volumen VI
“De las Obligaciones”- Tomo 12, Santiago de Chile
– Chile, Editorial Jurídica de Chile, páginas 675 y
siguientes.
RIMV
Nº 15/2005
• DEVIS ECHANDÍA, Hernando (2002), “Teoría
General de la Prueba Judicial” -Tomo Segundo-,
Quinta Edición, Bogotá – Colombia, Editorial
TEMIS S.A., páginas 528 y siguientes.
• ZAVALA BAQUERIZO, Jorge (1993), “Delitos
contra la Fe Pública – Pago con cheque sin provisión
de fondos” –Tomo I–, Primera Edición, Guayaquil –
Ecuador, EDINO, páginas: 290, véase especialmente
el Capítulo II “Fe Pública y Fe Privada”.
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