DISCURSO DEL PRESIDENTE RODRIGUEZ ZAPATERO

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DISCURSO DEL PRESIDENTE RODRIGUEZ ZAPATERO
DOCTORADO HONORIS CAUSA
UNIVERSIDAD CAPITOLE1 DE TOULOUSE
Toulouse, 15 de Enero de 2015
Estimado Sr. Rector de la Universidad de Toulouse, estimado Sr.
Decano de la Facultad de Derecho, estimada Sra. Rectora de la
Academia de Toulouse, querido Cónsul, estimado catedrático Sr.
Bennassar, estimados profesores, estudiantes, apreciados
compatriotas,
Mis primeras palabras vienen dictadas por el afecto y la gratitud.
El afecto que siento por este país. Un afecto derivado no solo de
nuestro carácter de países vecinos, de nuestras influencias
recíprocas, de nuestro afán común europeo. Este afecto se
convierte, además, en admiración por la patria de los derechos y
las libertades.
Porque la mejor forma, la más auténtica de comprender el
significado y la sustancia de palabras como “derechos”,
“ciudadanía”, “libertad”, “igualdad”, “fraternidad”…, es recordarlas
en su idioma original: droits, citoyenneté, liberté, egalité,
fraternité…, son los conceptos que forjan los procesos de
liberación en la historia. Conceptos vivos, quizá eternos, cada vez
más universales, y que son franceses, son suyos.
… Siempre he entendido la “grandeur” como el fruto de ese
legado.
El afecto se intensifica al ser la Universidad de Toulouse la que
me otorga el reconocimiento de este Honoris Causa. Porque esta
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Universidad y esta ciudad evocan en mi país la amistad, la
solidaridad, la cercanía, la emoción.
… La emoción de la historia. La historia del exilio. Toulouse.
Toulouse, la ciudad más española de Francia. Toulouse ciudad de
acogida, solidaria.
… Veinte mil españoles llegaron aquí huyendo del fascismo,
refugiados, transterrados, exiliados.
Maria Zambrano, nuestra mejor filósofa, exiliada, escribió:
“El exiliado, ese ser devorado por la historia, esa historia cruenta,
ese desconocido. Ese ser que no tiene lugar en el mundo, ni
geográfico, ni político, ni social, ni antológico. Creo que el exilio
es una dimensión de la vida humana, pero al decirlo me quemo
los labios porque yo quería que no volviese a haber nunca más
exiliados”.
Sí, todavía la memoria nos quema los labios, por las injusticias,
por los olvidos, por las identidades perdidas…
A Toulouse le rindo homenaje por su acogida, por su solidaridad,
por preservar la memoria en sus plazas y en sus calles, en el
espíritu de la ciudad, en la historia de España.
Y a los exiliados, a los que lucharon por sobrevivir y porque
sobrevivieran los ideales de la libertad en España, los quiero
recordar hoy aquí.
Socialistas, comunistas, anarquistas y otros mantuvieron viva la fe
en la democracia para España. Se comprometieron, se
organizaron, militaron… nada de la historia del PSOE se entiende
sin Toulouse, puente entre la tragedia y la esperanza, entre la
noche oscura y el retorno de la democracia. Un retorno sin
regreso para muchos.
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Hoy reconozco con palabras este esfuerzo por desterrar la
desmemoria. El 26 de diciembre de 2007 ya tratamos de hacerlo
con la promulgación en el Parlamento de España de la Ley “de
reconocimiento y ampliación de derechos en favor de quienes
padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la
dictadura”.
Ese texto legal dice en su preámbulo:
“Es la hora, así, de que la democracia española y las
generaciones vivas que hoy disfrutan de ella honren y recuperen
para siempre a todos los que directamente padecieron las
injusticias y agravios producidos, por unos u otros motivos
políticos o ideológicos o de creencias religiosas, en aquellos
dolorosos períodos de nuestra historia. Desde luego, a quienes,
perdieron la vida. Con ellos, a sus familias. También a quienes
perdieron la libertad, al padecer prisión, deportación, confiscación
de sus bienes, trabajos forzosos o internamientos en campos de
concentración dentro o fuera de nuestras fronteras. También, en
fin, a quienes perdieron la patria al ser empujados a un largo,
desgarrador y, en tantos casos, irreversible exilio.”
La Ley estableció el derecho a la memoria personal, que incluía el
de obtener una declaración personal de contenido rehabilitador y
reparador.
Y, entre otros derechos, la Ley reconoció la posibilidad de adquirir
la nacionalidad española a los nietos de quienes hubiesen sido
originariamente españoles. A los emigrantes españoles, lo que
incluía muy en particular a los descendientes de quienes
perdieron la nacionalidad española por el exilio a consecuencia de
la Guerra Civil o la Dictadura.
Pero mi afecto se extiende de manera muy especial a esta
prestigiosa Universidad de Toulouse, auténtico centro del
hispanismo galo. Podrían ser muchos los nombres a citar.
Recordaré a Ernest Merimée, que fue titular de la primera Cátedra
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de lengua y literatura española en Francia, creada en la
Universidad de Toulouse en 1886; y a Alain Guy, filósofo que
durante veinte años realizó una tarea colectiva que produjo diez
libros colectivos sobre España, dos de los cuales tienen como eje
central a las mujeres.
… Sí, las razones de mis afectos y de mi reconocimiento a su país
componen una larga e intensa lista.
Permítanme ahora que desde esta noble tribuna, exprese mi
reconocimiento, a la vez que honda gratitud, a Francia, a sus
gobiernos, a su pueblo por el apoyo que recibimos para poner fin
en España a la última gran herida sangrante que mi país padeció
durante décadas: el terrorismo.
Como saben, tras más de 800 asesinatos, tan injustos como
inútiles, en octubre de 2011, ETA anuncio el fin de la violencia.
Sin Francia no hubiese sido posible este final. Hoy quiero recordar
a la última víctima de ETA, un ciudadano francés, el gendarme
Jean Serve Nerine, asesinado el 16 de marzo de 2010.
El día que ETA anunció el fin de la violencia afirmé que la nuestra
sería una democracia sin terrorismo, pero no una democracia sin
memoria.
La última ley de mi mandato fue, precisamente, la Ley de
reconocimiento y protección integral a las víctimas del terrorismo.
Fue, es también, una ley de derechos.
El mayor riesgo de una victoria de los terroristas se produce
cuando para luchar contra el terror la democracia traiciona su
propia esencia. Sólo con la legalidad, la democracia y la política
somos más fuertes y ellos más débiles.
Acabamos de celebrar los 25 años de la caída del Muro de Berlín.
Debemos impedir que el odio levante un nuevo muro. Debemos
empeñarnos en el entendimiento entre civilizaciones.
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Y podemos esperar una contribución activa de las confesiones
religiosas en un mensaje común de paz y no violencia como algo
inherente a todas las religiones. Por ello, propuse al Secretario
General de las Naciones Unidas, en noviembre de 2014, la
creación de un Consejo de Religiones por la Paz como parte de la
Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas.
Europa es para todos. Para todos los credos y culturas. Solo no
caben en ella los que amenazan, matan y no respetan los valores
democráticos.
Hace una semana el terror golpeó salvajemente París. Un terror
cruel y fanático que trajo la muerte y el dolor.
... También intentaron matar la libertad de expresión. Pero la
libertad es el fundamento de la República. Y los que niegan la
libertad desconocen la fuerza de los ideales democráticos.
Los españoles sentimos muy cerca al pueblo francés cuando
sufrimos el horror del terror: estos días somos nosotros los que
nos sentimos muy cerca del pueblo francés. A los demócratas el
embate del terrorismo nos une, a los demócratas el terrorismo nos
reafirma en los valores de la convivencia.
Porque matar por una idea es solo matar, matar por una religión
es solo matar. No hay razón en la violencia. No hay política en el
terrorismo. Solo hay terror, voluntad de someter, de negar la vida,
de negar la libertad.
… Mi recuerdo emocionado, mi solidaridad con Charlie Hebdo y
con todas las víctimas.
Señoras y señores,
La no violencia, la paz en España, le debe mucho a Francia. Es
necesario subrayarlo porque si hay un ideal europeo que ha
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engendrado valores es el de la convivencia, el de la paz y la no
violencia.
Esta Europa a veces frágil, debe reivindicar su compromiso con la
Paz. Debe reivindicar su compromiso contra la pena de muerte.
Porque nos hace sentirnos orgullosos de que seamos un
continente libre de la pena de muerte que, como dijo Victor Hugo,
es signo peculiar de la barbarie.
Y, como los derechos humanos, la paz es una causa universal.
Por ello, no podemos permanecer impasibles ante el terror en
Oriente Medio, en Irak, en Siria, en Nigeria…
La paz no admite la fatiga, ni la pasividad, ni aún menos la
resignación.
La paz, la convivencia, es el resultado de la libertad, y la libertad
no cabe en el fanatismo, no cabe en el dogmatismo, ni ideológico,
ni religioso, ni nacionalista. La verdad más útil está en la libertad.
Y la libertad sólo habita en el pluralismo.
Como afirmó Voltaire: “A menos dogmas, menos disputas; y a
menos disputas, menos desgracias”.
Nuestras ideas, nuestra fe, nuestro origen, nuestro color de piel,
nuestro sexo, nuestra orientación sexual son expresión de la
diversidad; es abundancia, es riqueza.
El rechazo al otro, el odio, la venganza, la imposición de un credo,
atentan contra cualquier visión del hombre y de la existencia.
La historia está llena de montañas de mentiras contra las
minorías, contra los diferentes, contra los inmigrantes.
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Pierre Rosanvallon, en su obra “La sociedad de los iguales”, nos
ha recordado cómo se expresaba en el verano de 1789 Rabaut
Saint-Étienne en “Idées sur les bases de toute constitution”:
“Se establece como principio en la formación de la sociedad –
decía Saint-Étienne- que todos los hombres que la integran son
iguales. Eso no quiere decir que sean todos iguales en tamaño,
en talento, en actividad, en riquezas, cosa que sería absurdo; sino
que son iguales en libertad”.
La sociedad de los iguales remite, dice Rosanvallon, a un tipo de
sociedad en la que nada está sometido a la voluntad de otro. Ser
autónomo es inventar la vida.
Pocos años antes, en 1786, los representantes del Estado de
Pensilvania habían declarado solemnemente que “un régimen
democrático como el nuestro no admite ninguna superioridad”.
Ninguna superioridad, ninguna privación a los seres humanos de
su dignidad: ése es el ideal igualitario de la libertad.
Y la negación más desgarradora de la autonomía de la dignidad,
es la esclavitud, todas las formas de esclavitud o de dominación.
Siempre he tratado de hacer de la igualdad entre hombres y
mujeres la causa más profunda en mi acción política, la que no
dejase ningún ángulo sin tocar, ningún resquicio sin combatir.
Porque la discriminación que sufren las mujeres es la más antigua
en el tiempo, la que más formas reviste, desde la brutal violencia
hasta el paternalismo. Y es la discriminación más primaria porque
a ella siempre se añaden el resto de las discriminaciones.
La rectificación más importante de la historia es la igualdad de
derechos de género. Allí donde crecen los derechos de las
mujeres se afianza la libertad, se refuerza la cooperación y se
extiende la solidaridad.
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Y si hay una negación radical primaria de la libertad de las
mujeres, la más odiosa e insoportable, es la que surge de la
violencia, de la coacción e intimidación que se ejerce por los
hombres sobre ellas.
Por ello, no les extrañará que la primera Ley que promoviera
como Presidente del Gobierno fuera la Ley integral contra la
violencia de género, de la que se acaban de cumplir diez años, y
que ha servido y sirve de referencia en otros países.
La ley trató de establecer, ante todo, que la violencia hacia las
mujeres no es un problema doméstico, privado, sino un problema
público; que la violencia lo es por razones de género, que es
necesario establecer penas agravadas, que incluyan la violencia
física o psicológica, las amenazas y las coacciones.
La Ley-y esto es decisivo para el cumplimiento de sus objetivoscreó un sistema institucional concebido como servicio público: con
órdenes de protección, con juzgados específicos, con policías
especializados, con ayudas económicas a las víctimas...
El machismo criminal es una lacra insoportable. Una vergüenza
para los hombres. Una de cada cuatro mujeres en el mundo sufre
violencia de género. Es una cifra terrible.
ONU Mujeres, el World Future Council y la Unión
Interparlamentaria, en su última edición de los premios Políticas
de Futuro, reconocieron a la Ley española de 2005 como una de
las más importantes y eficaces normas a nivel mundial para
erradicar la violencia sexista. También lo ha hecho la Agencia de
Derechos Fundamentales de la Unión Europea en un informe
hecho público en marzo de 2013. Permítanme que les exprese
nuestra satisfacción por ello.
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Diez años después de la Ley, se plantea su revisión. Pienso que
hay que evaluar sus resultados y su aplicación. El debate será,
sin duda, útil.
El avance ha sido trascendental, pero como el camino se inició
tan tarde, nos queda por delante una prolongada tarea.
No tendremos sociedades decentes y dignas hasta que
convirtamos en absolutamente excepcional la violencia hacia las
mujeres.
No tendremos democracias ejemplares hasta que nadie nunca
más tenga que escribir sentencias como la de la escritora
canadiense, Margaret Atwood:
“Los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos.
Las mujeres tienen miedo de que los hombres las asesinen”.
La violencia es la manifestación más primaria y más insoportable
de la desigualdad de las mujeres, pero el terreno de la
desigualdad es ancho y profundo. Está en la educación, en el
trabajo, en el salario, en la conciliación de la vida familiar, en la
empresa, en la política, en el deporte…
No es necesario aportar cifras. Están al alcance de todos, están
en todos los ámbitos sociales y privados.
Por ello, también decidimos elaborar una Ley general para la
Igualdad efectiva entre Mujeres y Hombres, que incidiera sobre
todo el ordenamiento jurídico afectando al ámbito laboral, civil,
mercantil, electoral, administrativo, procesal…
Se activó un arsenal de instrumentos jurídicos en favor de la
igualdad: acciones positivas, sanciones, cauces de protección
jurisdiccional, nuevos derechos laborales en el campo de la
maternidad… se instauró el permiso de paternidad, se llevaron a
cabo acciones en el ámbito de la educación y la salud, en la
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cultura y el deporte; y, por supuesto, en la participación política,
en las instituciones, en las empresas… y también en la
Universidad, en la carrera judicial, en los medios de
comunicación, en la sociedad de la información…
Esta Ley supuso un importante avance en la conciencia colectiva
de nuestro país y contribuyó a que España haya figurado, hasta
2011, entre los doces países que tienen mejores condiciones para
los derechos de las mujeres, según el Foro Económico Mundial.
En los últimos años sufrimos un retroceso como consecuencia de
la crisis en el desempleo y en el mercado de trabajo. Y es que,
posiblemente, la desigualdad más difícil de combatir, donde hay
que centrar más esfuerzos, sea la desigualdad salarial: una mujer
necesita trabajar 84 días más al año para tener el mismo salario
que un hombre.
Son tantas las discriminaciones, tantas las barreras, que la tarea
es ingente.
Y es muy alentador comprobar cómo España y Francia coinciden
en sus leyes de derechos y libertades puestas en pie en los
últimos años. Y, específicamente, deseo citar su Ley Marco para
la Igualdad entre hombres y mujeres de 4 de agosto de 2014.
En esta relación de leyes en defensa de la libertad de las mujeres,
he de hacer referencia también a la Ley española de garantías de
los derechos fundamentales en el ámbito de la salud sexual y
reproductiva, de 2010, que introdujo la interrupción voluntaria del
embarazo sometida a plazos y que regula las políticas públicas en
materia de información y educación sexual, sanitaria y educativa.
Aun con el escaso tiempo de vigencia de la ley, cabe subrayar
que el número de abortos ha descendido en España. La Ley ha
terminado disfrutando de un amplio consenso social y considero
que representa un paso decisivo en la autonomía y libertad de las
mujeres, y también en la seguridad sanitaria y jurídica ante el
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difícil trance
embarazo.
que
supone
interrumpir
voluntariamente
un
Señores y señoras,
Estamos en un tiempo histórico en el que, afortunadamente, ya no
son solo los hombres los que escriben la historia y las leyes.
Qué sabiduría la de Christine de Pisan cuando afirmó:
“… pero si las mujeres hubieran escrito los libros, estoy segura de
que lo habrían hecho de otra forma porque ellas saben que se las
acusa en falso”.
Permítanme que me detenga en Christine de Pisan que, como
saben, vivió a caballo de los siglos XIV y XV y que es considerada
como la primera escritora profesional de la historia. Simone de
Beauvoir dijo de ella que es “la primera vez que vemos a una
mujer tomar la pluma en defensa de su sexo”.
Y recordemos también, cómo no, a Olympe de Gouges, la
creadora de la primera declaración de derechos de la mujer, lo
que le costó la guillotina.
¡Qué injusta y prolongada ha sido la noche oscura de la historia
para las mujeres!
Aun hoy solo el 25% de los libros que se publican son por
mujeres; solo el 12% de los libros de texto son de mujeres; solo el
19% de los premios literarios son para mujeres y solo son objeto
las mujeres del 9% de las antologías literarias… ¡cuando las
mujeres leen más que los hombres!
La propia Christine de Pisan dejó escrito que “él más grande es
aquel, aquella, que tiene mayores méritos; la excelencia o la
inferioridad de las gentes no residen en su cuerpo según el sexo,
sino en la perfección de sus costumbres y virtudes”.
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En efecto, ni en su cuerpo según el sexo… ni en su orientación
sexual, debemos añadir.
El 30 de junio de 2005, el Parlamento de España aprobaba una
reforma de nuestro Código Civil de estirpe napoleónica. Fueron
sólo 19 palabras, que bastaron para hacer legal el matrimonio
homosexual. No es fácil ser testigo de cómo unas pocas palabras
pueden hacer felices a tantos miles de compatriotas. En eso
radica la fuerza de los derechos, la grandeza de la libertad y la
superioridad del ideal de la igualdad.
Y es que los homosexuales habían sido durante mucho tiempo
humillados, sus derechos ignorados, su dignidad ofendida, su
identidad negada y su libertad reprimida.
Desde la aprobación de la ley española, se han sumado otros 14
países, cifra que, sin duda, se incrementará. Entre ellos, no podía
ser de otra manera, Francia, y la lista se hará mayor porque la
razón de la igualdad antes o después se impone.
Me interesa destacar que, según el estudio de 2013 de la ONG
estadounidense Pew Research Center, España es el país del
mundo con más aceptación de la homosexualidad, con un 88% de
apoyo en la ciudadanía.
Pero la discriminación y persecución de los homosexuales en el
mundo sigue arrojando datos angustiosos.
Voy terminando y desearía dejar aquí algunas conclusiones, fruto
de mi experiencia, acerca de cómo tratar de forjar una
convivencia desde el pluralismo, el respeto, la tolerancia, la
integración.
En las leyes a que me he referido, de reconocimiento de derechos
y libertades, hay un sentido compartido, un hilo conductor: son
leyes claras, directas, que responden a principios y convicciones
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firmes. Porque no se pueden ampliar los derechos como pidiendo
excusas, como sin querer hacerlo, no se puede promover la
libertad como quien hace una concesión: Hay que hacerlo
proclamando una victoria de todos.
La forma de lograr conquistas, cambios reales, o al menos de
abrir las puertas a los mismos, es convertir los sueños en
objetivos políticos y éstos en derechos. En derechos, en leyes,
Leyes con mayúsculas, bien hechas, ambiciosas, eficaces.
Victor Hugo afirmó que “la libertad es en la filosofía la razón, en el
arte la inspiración, y en la política el derecho”.
La libertad es el derecho y los derechos nos amplían la libertad.
En una Facultad de Derecho, como en la que nos encontramos,
deseo hacer este elogio de lo jurídico, del estudio y la
investigación sobre la lógica de las leyes y de la política sometida
al derecho.
Las leyes de derechos, de libertad y de igualdad, aprobadas en la
pasada década tienen un amplio consenso hoy en España, y han
contribuido a que nuestro país esté a la cabeza en actitudes de
convivencia pacífica, de tolerancia, de rechazo a la xenofobia, de
apoyo a la igualdad y no discriminación de las personas.
España es un país tolerante, y es intolerante frente a la xenofobia,
el machismo o la homofobia. España es un país que rechaza la
desigualdad y la discriminación. Porque España es un país con
memoria.
España y Francia son dos viejas naciones que sienten su
presente y su futuro, ante todo, como dos sociedades europeas
que tienen una voluntad de progreso, de realización democrática.
Cuando pensamos en la paz, pensamos en Europa. Cuando
pensamos en derechos y libertades, pensamos en Europa.
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Cuando pensamos en la igualdad, pensamos en Europa. Cuando
pensamos en la cohesión social, pensamos en Europa…
Por ello, la actual crisis no puede hacer que dejemos de pensar
como europeos, es decir, como pueblos solidarios.
Y también es necesario que cuando pensemos en la ciencia y en
la innovación pensemos en Europa. Que cuando pensemos en la
sociedad digital, pensemos en Europa. Que cuando pensemos en
la energía, pensemos en Europa.
La crisis no puede herir nuestras convicciones. Europa no puede
privar a los jóvenes de sus proyectos vitales, del empleo y de las
políticas sociales para combatir la desigualdad.
Y Francia tiene en esta hora crucial un papel decisivo. Ejérzanlo
desde los valores más profundos de la República.
Señoras y señores, amigas y amigos,
Recibo este Honoris Causa con toda mi gratitud y lo entiendo
como un reconocimiento a las españolas y españoles que han
luchado, sufrido, soñado, nuevas fronteras para la causa de la
libertad.
En la presente hora de Europa, no está de más inspirarse en
quién la historia ha considerado el primer ciudadano de Atenas:
Pericles. Pericles proclamó que “la felicidad está en la libertad y la
libertad en el coraje”
Y ese coraje moral para la libertad se forja con la educación, con
la cultura y con la solidaridad. Es decir, aquello de lo que ustedes
tratan en sus aulas y en sus laboratorios.
Muchas gracias.
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