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B I B L I O T E C A H^.«oiTAL .REAL
Sala:
Estants:
Numero;
#5;
PROCESO Y M U E R T E DE SÓCRATES.
OPÚSCULOS DE ESCRITORES GRIEGOS
TRADUCIDOS Y COMENTADOS
POR
DOKÍ M ( M O
GOWZALE2 GARBIKf,
Doctor en Filosofía y l e t r a s , Catedrático del Instituto
de 2 .
a
e n s e ñ a n z a de A l m e r í a .
APOLOGÍA DE SÓCRATES POR J E N O F O N T E .
ALMERÍA—1871.
I m p r e n t a de Alvarez h e r m a n o s ,
CALLE DE LAS TIENDAS. NÚM.
19.
Nos proponemos publicar, y comenzamos por la Apología debida á Jenofonte, todos los documentos que se refieren
á uno de los hechos mas interesantes que registra la historia
de la humanidad: el Proceso y muerte de Sócrates, del gran
filósofo ateniense que si pudo perecer un dia por la a i r a da saña de sus compatriotas, en cambio vivirá eternamente
en la memoria de los siglos. Y es interesante todo este t r á gico suceso no sólo por sus sublimes conmovedores episodios, sino porque se dio entonces por primera vez realizador
en la Grecia, en el pueblo de la antigüedad más famoso por
las singulares hazañas de sus héroes, la realidad de un
héroe divino del pensamiento.
I
Sócrates fué un ciudadano ateniense, hijo de un escultor, en el cual llegaron á encontrarse reunidas todas las
mas bellas dotes que pueden enaltecer á los grandes h o m bres. Supo este filósofo eminente concertar tan hermosa-
__4—
mente la ciencia y la vida, que en él se veían conjuntamente
reunidos un corazón puro y un alma elevada; era el modelo
mas acabado del filósofo y del hombre, y aun del militar y
del político, pues no desdeñaba sus deberes de ciudadano;
sino al contrario: se hallaba dispuesto siempre á todo s a crificio en aras de la República. Tales fueron las cualidades
del hombre que inició en la Grecia durante la guerra civil del Peloponeso uno de los más fecundos renacimientos
filosóficos, uno de los más poderosos movimientos del espíritu humano, comparable y semejante al que cuatro siglos
después originó la aparición del cristianismo, y en la a l b o rada de los tiempos modernos la semilla arrojada en el campo de la filosofía por Bacon y Descartes.
No es de nuestro propósito ni hacer la biografía del filósofo griego, ni desenvolver con proligidad en qué consistió la doctrina, ó por mejor decir, el Método Socrático. Sino
apuntar algunas consideraciones que sirvan de comentario
al asunto que se trata en los interesantes Opúsculos que
vamos á publicar.
Formada la prosa ateniense en el periodo de la guerra
peloponésica, se hizo la común lengua de la Grecia y, m e diante aquel hermoso idioma, pudo también madurar un
profundo sentido común, culto y científico, reinado de ilustración y de cultura conservado por Atenas sobre Esparta,
su implacable rival política, y más tarde sobre el imperio
macedónico y los romanos por cuyo medio ha trascendido
largamente hasta nuestros tiempos.
Era Atenas una ciudad tan principal y celebrada por la
preponderancia de su comercio y de su marina, por la grandeza de sus edificios y la pompa de sus festividades, no
menos que por la fama de sus artistas y poetas, de sus filósofos y políticos, que á ella acudían de todos los extremos
— 5 —
de la Grecia cuantos se sentían entonces con vocación á las
ciencias ó á las artes: habiéndose llegado á convertir la capital culta y bella del Ática, y lo fué por muchos tiempos, en
una vasta Academia. Mas por desdicha, y como ha acontecido en otros pueblos y en circunstancias análogas, la r e finada civilización de Atenas llegó á contrastar con u n a
corrupción tal en las costumbres, que no bastaban á aminorar la celebrada Sal ática, el artificioso ingenio y suave trato de los atenienses. Cuando la degradación corroe las e n trañas de una sociedad, el corazón se contrista y envilece,
la inteligencia se pierde en entorpecidos laberintos, y atentos los hombres al vano edén de los sentidos, huellan con
planta indiferente las flores inmarchitables de la virtud.
Esto aconteció en Grecia en la época que nos ocupa. Su depravación fué convertida en sistema por los sofistas, cuyas
máximas corruptoras trascendieron no sólo á la vida p r i vada y á la pública, sino hasta á la administración y g o bierno de la República. Pero estos falsos apóstoles de la
ciencia, estos impíos emponzoñadores del corazón de sus
conciudadanos, fueron enérgicamente confundidos por Sócrates, su enemigo acérrimo, declarado, inexorable. Y no porque cupieran rencores en el ánimo del filósofo; sino á causa
de su amoroso anhelo por el triunfo de la verdad y de la
justicia. Captóse Sócrates, por la sublimidad de sus máximas
y con la austeridad de su ejemplo, las simpatías de la j u ventud ilustrada de Atenas, á la que enardecía enseñándole
las nobilísimas ideas ele lo bello, de lo verdadero y de lo
bueno: doctrinas que llevaron sus discípulos á la vida p ú blica, en la que brillaron algunos como insignes políticos y
estadistas y como enfrenadores de una fracción demagógica,
ambiciosa y turbulenta. Sócrates se mostró tan inflexible
contra estos ignorantes aduladores de la muchedumbre como
—6—
antes se habia manifestado rígido y severo contra la p r e p o tencia de los tiranos. Pero le cupo, como observa bien uno
de sus mas ilustres biógrafos, la suerte que en todos los siglos sufren los hombres que no pueden ponerse del lado de
las injusticias. Disfrazaron sus enemigos con un pretesto
sagrado el medio que buscaron p a r a perderle, vengándose de
tan execrable é indigno modo de sus ataques políticos.—Acusáronle ante los heliastas de «corruptor de la juventud» y
«maestro de nuevos dioses», citando el dicho frecuente del filósofo que «escuchaba una voz interior, un Genio, (Aai^ovtov);
que le enseñaba el modo de o b r a r . — T a l fué el pretexto
de que se valieron un trágico sin talento, un ricacho m a l vado ó fanático y un impudente anarquista, Mélito, A n i t o y
Licon, cuyos nombres se verán cubiertos perpetuamente de
infamia, p a r a pedir la muerte del que con razón consideró
el oráculo de la antigüedad como «e¿ más generoso, el más
justo y el más sabio de los hombres.»
Los pormenores de este interesante d r a m a , así como las
doctrinas y los hechos de aquel pensador ilustre, se han
conservado religiosamente por sus dos esclarecidos discípulos Platón y Jenofonte.
II.
J E N O F O N T E .
Habían sido derrotados los atenienses por los tebanos
en una de las salidas que hicieron aquellos después de la
toma de Delium. Uno de los guerreros atenienses, mancebo
de unos veinte años y de gallarda presencia, cuyo caballo
habia sido muerto, cayó en tierra cubierto de heridas. Un
compatriota suyo, soldado de atlético y rudo organismo,
pero de grave y dulce continente, reconoce al joven guerrero,
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y colocándoselo sobre las anchas espaldas, le llevó cargado
un gran número de estadios hasta ponerle lejos del dardo de
los enemigos. E r a Sócrates, que s a l v a b a la vida á su discípulo Jenofonte, al discípulo que agradecido había de legar
á la posteridad el retrato inmortal del Maestro.
Y quién fué Jenofonte?
Jenofonte hijo de Gryllus y conocido con el sobrenombre
de La Abeja ática, fué uno de los m a s insignes historiadores
de la Grecia, el digno continuador de Tucídides. Nació en E r quios, u n a de las pequeñas aldeas que el viajero podía visitar entonces en los alrededores de Atenas, y cuyo nombre
salvará del olvido la memoria del gran historiador, como
han atravesado los siglos los nombres humildes de Iíaíima,
Alopecia y Peónia por haber tenido la gloria de servir de
cuna á Tucidides, Sócrates y Demóstenes.
Según las observaciones contradictorias de los críticos y
eruditos que han discutido la fecha incierta de su nacimiento,
podría fijarse este en el l . ° a ñ o de la 8 3 . olimpiada, i 4 5
antes de nuestra e r a .
Sábese que á los 1 8 años se sometió á la dirección filosófica de Sócrates. Su educación anterior probablemente
sería la de todos los jóvenes atenienses. Aprender de m e moria los poemas de Homero, las sentencias de Solón, de
Theognis y de Focílides, estudiar los elementos de la g r a mática, las matemáticas y los principios de la estrategia, y
vigorizarse bajo la dirección de los pedótribas en los ejercicios varios de la gimnasia. Mas de tal manera se desenvolvieron las disposiciones naturales de Jenofonte bajo la d i rección de Sócrates, tan provechosa fué p a r a él aquella e n señanza natural y sencilla fundada en la observación, en la
reflexión, y en el conocimiento práctico de la inteligencia y
del corazón humano, que á ella sin duda se debe el juicio, la
a
— 8 —
razón y ese buen sentido que se hallan esparcidos como una
luz dulce y suave en todos los escritos que le recomiendan
á la memoria de la posteridad.
Ya hemos dicho como fué salvado por su maestro en el
combate librado bajo los muros de Delium. En otro combate fué hecho prisionero por los beocios, y á esta desgracia
debió la fortuna de recibir las lecciones de Prodicode Géos.
Puesto en libertad asistió á la escuela del retórico Isócrates.
Sirvió en muchas c a m p a n a s de la g u e r r a del Peloponeso y en ellas se formó su experiencia militar. A esta época
de su vida atribuyen los críticos alemanes la publicación de
algunos de sus escritos como el Banquete, el Hieron y las
Rentas
áticas.
Púsole en relaciones con Cyro un condiscípulo suyo,
Próxenes, joven beocio á quien conoció en la escuela de Sócrates. Residía su amigo en Sardes, y le invitó á compartir
con él los favores del príncipe. La perspectiva de un viaje
á Oriente, y las promesas de una vida de agitación y de
aventuras fueron incentivos tan poderosos p a r a Jenofonte
que se decidió á partir, en verdad no con entera satisfacción
de su maestro quien previo las sospechas que habían de r e caer sobre él por esta expedición. Y en efecto, no le valió
haber capitaneado gloriosamente á sus compatriotas en la
famosa Retirada de los diez mil, cuyos conmovedores e p i sodios hasta el regreso casi inesperado de los griegos á su
patria pueden leerse en uno de sus mas bellos escritos, (La
AnábasisJ ; no le valió ser como h o m b r e un filósofo g r a v e
y útil, como militar un valiente, ni un v a r ó n de clarísimo
entendimiento: pues su amistad con Cyro, sus relaciones
con Agesilao y la defensa noble y enérgica que hizo del
Maestro en sus dos escritos La Apología y las Memorias de
Sócrates, todas estas circunstancias le valieron un decreto
__9—
de destierro bajo el pretexto cío su afección al partido dorio.
Partió a c o m p a s a d o de su esposa Filesia y de sus dos
hijos Grylo y Diodoro, los cuales por el cariño fraternal que
se profesaban merecieron que se les diera el sobrenombre
de «Los Dioscuros.» Permaneció en E s p a r t a el resto de su
vida, considerándola como tal patria adoptiva hasta el punto
de haberse hallado al lado de Agesilao en la batalla de Corone;!. Fijóse definitivamente en su casa de campo de S c i lonta, cerca de Olimpia, donde compuso las obras filosóficas, históricas y políticas que le han conquistado tanta
gloria, en las cuales resplandecen los sentimientos h u m a n i tarios y generosos inspirados por el filósofo, cuyo recuerdo
lleva perpetuamente en el corazón.
Las obras literarias de Jenofonte se pueden dividir en
filosóficas, didácticas, históricas y políticas. Sus obras filosóficas son: Las Memorias de Sócrates, La Economía, La
Apología de Sócrates, El Banquete y el Hieron. Sus t r a t a dos didácticos: La Equitación, el Jefe de Caballería y La Caza. Son sus obras históricas: Las Helénicas, la Anábasis, la
Ciropedia y el Elogio de Agesilao. Por último sus o p ú s culos políticos son: las Constituciones de Esparta y Atenas
y Las Rentas del Ática.
No siendo de nuestro actual propósito traducir todas las
obras de Jenofonte, emitiremos sólo sobre aquellas que v a yamos publicando, algunas consideraciones.
III
La Apología 6 Defensa de Sócrates es una composición
semioratoria, se mi polémica. No es, como parece a primera
vista por su título, un discurso para ser pronunciado ante
in Jurado, ni es tampoco una impugnación de Jenofonte á
—10los enemigos de Sócrates, por la iniquidad de su c o n ducta. Al principio y al fin de la Apología expone claramente el objeto que se propone: «demostrar el respeto de
Sócrates á los dioses, su justicia con los hombres, la dignidad con que rehusó apelar á humillantes súplicas p a r a conservar la existencia, y la convicción que tenia de que la
muerte era un bien que le concedía la Providencia.»
Yalckenaer, Schneider y otros críticos dan á esta c o m posición menos mérito literario que á otras de Jenofonte.
Mas nadie pone en duda que tanto La Apología como Las
Memorias tienen un valor histórico aun superior al de los
escritos de Platón sobre el mismo a s u n t o : pues relata con
tan ingenua sencillez, con tan noble complacencia, con tales
detalles los hechos del Filósofo, que por sus escritos se c o nocerá eternamente la vida real de Sócrates con todos los
caracteres que ostentó en su tránsito por esta Tierra. El divino Platón leía en cierta ocasión un pasaje del Fedro á su
m a e s t r o , y le arrancó esta esclamacion: ¡ Q u é cosas me
hace decir ese joven en las que nunca he pensado! En efecto, aquellas cosas eran superiores á sus habituales meditaciones, aunque no contrarias á sus doctrinas. En s u m a :
Las Apologías ó Defensas de Sócrates y Platón, con las Memorias del primero y las varias Pláticas del segundo, que se
ocupan del Proceso y de la muerte de Sócrates, son d o c u mentos que se completan entre sí, y escritos que p e r p e t u a mente conmoverán á los corazones generosos, en los cuales
a r d a la llama pura del entusiasmo; á los espíritus capaces de
a d m i r a r á aquellos varones fuertes que han sellado heroicamente sus convicciones con su s a n g r e .
Sin e m b a r g o , a u n q u e Jenofonte no poseía el arrebatado
entusiasmo ni la pasión ardiente, sin las cuales es i m p o s i ble la elevación oratoria, aunque no tenia mas imaginación
—a—
que aquella que requieren los géneros templados, con todo,
en las breves arengas de la Apología, se eleva alguna vez
hasta la elocuencia con sólo dejar h a b l a r á un sentimiento
de profunda indignación. No encontraremos en la Apología
de Jenofonte, un resumen como el de la de Platón. « Ya es
tiempo de partir, yo para ta muerte, vosotros para la vida.
¡Dios sabe á cual está reservado mejor destino!»; pero en
cambio el silencio final de Sócrates en la Apología de Jenofonte, es imponente y magnífico: «Después de haber hablado así, partió sin que nada en él desmintiese su lenguaje:
en sus ojos, en su actitud, en su marcha conservando una
serenidad espléndida.» Esta magestad, esta inalterable s a n gre fría, dice Talbot, este talante de un hombre sobre el
que acaba de recaer una sentencia de muerte, ¿no és la condenación más elocuente y sublime de los mismos que le han
condenado?: y con razón compara esta actitud á la de Régulo
cuando torna para el destierro.
Grandes elogios se han tributado al estilo de Jenofonte.
Cicerón decia que era más dulce que la miel, y Quinliliano
que sus labios eran el asiento de la persuasión. En la Apología, si bien menos que en otros escritos de Jenofonte, se
vén las cualidades generales de su estilo: nobleza, sencillez,
elegancia, y lleno de gracia, sin ser vigoroso ni sublime. El
fondo de los escritos de este insigne polígrafo, es lo que constituye su mérito principal. Escribe para mejorar á los hombres, para hacerlos buenos y útiles: ésa es la idea capital
que movió siempre la pluma de este eminente literato a t e niense, dejando en todos sus escritos, aun en los mas e x i guos, alguna partícula de su alma.
JENOFONTE.
A P O L O G Í A
D E
S Ó C R A T E S ,
(i)
i
Porqué rozón el Sabio ateniense no quena preparar
medios de defensa.
sus
Trasmitir á la posteridad la conducta del célebre S ó crates cuando fué citado ante el Jurado, y decir las determinaciones que tomó respectivamente á su defensa y á su
muerte, paréceme en verdad un digno asunto. Otros han
escrito también (2) sobre lo mismo,y lodos convienen en la
sublime dignidad de su lenguaje. (3) E s , pues, una realidad
que Sócrates en aquellas circunstancias habló con magniüV
cencia. Mas no se han explicado claramente los motivos
que tuvo para juzgar en tal ocasión la muerte preferible á
la vida: de suerte que cabe dudar si la razón estuvo e n tonces á la altura de la elocuencia.
Pero su amigo Hermógenes, hijo de Hipónico, ( í ) nos
ha dado sobre esto detalles que ponen en perfecta c o n s o nancia la elevación de sus palabras con la de sus ideas. En
efecto, cuenta que viéndole discurrir sobre todo, menos sobre su causa, le dijo: ¿No convendría, mi querido Sócrates, que discurrieras también algo sobre tu defensa?—A lo
que el filósofo le contestó: Pues qué ¿mi vida entera no te
—13—
prueba que constantemente me ocupo de ella? — Y cómo?
replicó Hermógenes.—Procurando no hacer jamás una acción injusta: ése es á mis ojos el mejor modo de preparar
una defensa.—¿Pero no ves, dijo nuevamente el hijo de Hipónico, que los tribunales de Atenas han hecho perecer á
multitud de inocentes, víctimas de su turbación para defenderse, mientras que han absuelto á otros muchos siendo delincuentes, porque su lengua los ha movido á compasión ó
cautivado por su elegancia?—Pues por Júpiter! dos veces he
intentado ya ocuparme de preparar una defensa y otras
tantas se ha opuesto á ello el «Genio» , (o) que me inspir a . — L o que estás diciendo me sorprende!—Y porque s o r prenderte, si la Divinidad juzga que es mas ventajoso para
mí el dejar la vida desde este instante mismo? Pues tú
no sabes que hasta el presente no hay un solo hombre á
quien le conceda que haya vivido mejor que yo? Mi c o n ciencia me dice, y es mi más dulce satisfacción, que he vivido de una manera justa y religiosa, de tal modo, que
después de mi propia aprobación me encuentro con la de
cuantos me tratan, que tienen formada igual opinión sobre
mi conducta. Pero ahora mi edad avanza; sé que han de
sobrevenir las cosas propias de la vejez: ver mal, oir peor,
ser cada dia más tardío para aprender y de lo que tiene uno
aprendido irse olvidando rápidamente. Y si yo me apercibo de la pérdida de mis facultades, y si he de estar incómodo conmigo mismo, cómo podré decir entonces: vivo gustosamente? Acaso Dios me concede esto como un don especial:
pues no sólo voy á dejar la vida en el momento más favorable, por mi edad, sino de la manera menos penosa: pues
si hoy me condenan, me será permitido indudablemente escojer la especie de muerte que estimen mas sencilla los que
en tienden de esto, muerte que dé lo menos que hacer á mis
i
—14—
amigos, y que llene cumplidamente los deseos del que ha
de sufrirla. Pues así se va uno extinguiendo sin ofrecer nada
repugnante ni molesto á los ojos de los que le rodean, t e niendo el cuerpo sano y el alma dispuesta á la complacencia. Cómo por precisión no ha de ser esta muerte apetecible?
Con razón los dioses, añadió, se han opuesto á la p r e paración de mi Defensa, mientras que á todos nosotros nos
parecería que debían buscarse los medios de escapar á todo
trance. ¿Y qué acontecería en el caso de conseguirlo?: que
eo lugar de acabar ahora con la vida, tendría que resolverme á morir atormentado por los padecimientos ó por la
vejez, sobre la cual recaen todas las molestias y sinsabores.
(6). Por Júpiter! Hermógenes, que no pensaré más en esto. Y
si por hacer ver en el tribunal los favores que debo á los
Dioses y á los hombres, si por manifestar libremente el
concepto que tengo de mí mismo me indispusiere con mis
jueces,
preferiré morir antes que mendigar s e r v i l mente que se nie otorgue la prolongación de una vida cié»
veces peor que la muerte.
Después de esta resolución fué cuando, según H e r m ó genes, sus enemigos le acusaron de no reconocer los dioses
que veneraba la Patria, de haber introducido nuevas divinidades, y de corromper á la juventud.
II.
Sócrates responde á las acusaciones de sus enemigos.
Compareció ante los Jueces y dijo:
Atenienses! lo que más me maravilla en este asunto es
la conducta de Mélito. (7) ¿Cómo ha osado asegurar que
desprecio las deidades de la República, cuando todo el mun-
—15—
do me ha visto, y él mismo si lo ha querido, tomar parte
en las comunes festividades y sacrificar en los altares p ú blicos? ¿Es por ventura introducir númenes extraños, el
haber yo dicho que la voz de un « Dios » (8) resuena en mi
oido enseñándome cómo debo obrar? ¿Pues los que consultan
los cantos de las aves ó los pronósticos de los mismos h o m bres, no se dejan influir también por sonidos articulados?
¿Quién puede negar que el trueno sea una voz y el más
grande de todos los presagios? ¿Pues la Pitonisa colocada
sobre la trípode, no se vale también de la voz para pronunciar los oráculos de su Dios? En una palabra, que Dios c o noce y revela á quien le place el secreto de lo porvenir: hé
ahí todo lo que yo digo, que és lo mismo que dicen y piensan los demás. Pues bien, los demás llaman á todo eso a u gurios, pronósticos, presagios, profecías; yo le llamo «Genio.» (Daimonion): y creo que llamándolo así, uso un l e n guaje más verdadero y más piadoso que los que atribuyen
á las aves el poder de los dioses. Y la prueba de que no
miento contra la Divinidad és, que cuantas veces he m a n i festado á mis numerosos amigos los consejos del Dios, j a más les he parecido engañado. (9)
Alborotáronse los jueces al oir esta arenga: unos porque
no daban crédito á lo que habían oido, otros aguijoneados
por la envidia de que aquel hombre hubiera conseguido
mayores distinciones que ellos de parte de los Dioses.
Sócrates tomó de nuevo la palabra, y les dijo:
— E a , pues escuchad más todavía, á fin de que los que
lo desean tengan un motivo más para no creer en los favores que me concede el Cielo. Un día ante nna reunión i n mensa interrogó Cherefon (10) sobre mí al oráculo de Del—
fos; «No existe un hombre, respondió Apolo, más independiente, más justo, ni más sabio que Sócrates.» (11)
— 1C—
Como era de esperar, levantóse aun m á s el clamor de
los jueces, cuando escucharon esto. El Sabio ateniense nuevamente les a r g ü y ó , diciendo: «Hijos del Ática! pues m a yores alabanzas que las tributadas á mi, profirió el oráculo
en honor de Licurgo, el legislador de los e s p a r t a n o s . Al
verle entrar en el templo cuentan que e x c l a m ó : «No sé si te
llame Dios ú hombre.» A mí, sin h a b e r m e comparado á un
dios, sólo me ha hecho superior á los demás h o m b r e s .
Sin embargo, yo no quiero que ciegamente deis crédito
á las palabras del oráculo; pero os ruego que las examinéis
una por una. ¿Conocéis un hombre menos esclavo que yo
de los apetitos del cuerpo? un hombre más independiente que
yo, que de nadie admito dádivas ni recompensas? ¿Y á quién
podréis vosotros considerar como el más justo, sino al hombre moderado que se acomoda con lo que tiene, sin tener
nunca necesidad de lo de los demás? Y en fin, cual de v o s otros puede negarme el último dictado del oráculo, (12) si
desde el momento en que comencé á comprender la lengua
h u m a n a , no he cesado de investigar, y he aprendido cuanto
bueno he podido?
Y la prueba de que mis trabajos no son estériles, no la
veis patente en la predilección con q u e buscan mi sociedad
gran numero de ciudadanos, y aun de extranjeros, apasionados de la virtud? Porqué tantas gentes desean obsequiarme
con regalos, cuando saben que yo no tengo riquezas con
que remunerarles? Y en cuanto á mi, mientras que nadie
puede decir que le he exigido un servicio, cómo confiesan
todos que me deben agradecimiento? Por qué razón durante
el sitio de Atenas, (13) mientras mis compatriotas se lamentaban todos de su miseria, yo no vivia ni más ni menos a n g u s tiado que en los dias m a s prósperos de la República? En fin,
los más de los hombres tienen que c o m p r a r á caro precio
—17—
los objetos de sus delicias en el mercado público; yo, sin
costo ninguno, los encuentro infinitamente mas dulces en el
fondo de mi alma. Pues si todo cuan (o he alegado en mi defensa es cierto, y nadie puede convencerme de que falto á la
verdad, ¿cómo, haciéndome justicia, no he de ser e n s a l z a do por los dioses y por los hombres?
Tal es mi conducta. Y sin embargo, Mélito, tú me acusas de pervertir á la juventud. ( H ) Pero todos sabemos en
que consisten tales corrupciones: díme si conoces á uno sólo
de esos jóvenes que con mis lecciones se haya pervertido;
que siendo religioso se haya hecho un impío, que de moderado se haya tornado violento, de reservado en pródigo, de
sobrio en amante de la crápula, de trabajador en perezoso,
uno sólo que se haya entregado á pasiones vergonzosas.—Sí, por Júpiter! conozco á algunos á quienes has seducido
hasta el punto de que siguen con más confianza tus consejos que los de sus padres.—Lo confieso, dijo Sócrates; pero
en lo respectivo á la educación moral: que, como ellos
saben, es el asiduo objeto de mis desvelos. También en lo
que conviene á la salud, seguimos mejor los consejos de los
médicos que los de nuestros padres; y vosotros todos, a t e nienses, miráis en las asambleas á los que hablan en ellas con
superior ilustración con más predilección que á los que se
hallan unidos á vosotros por los vínculos de la sangre; así
como en las elecciones de generales preferís los varones
más hábiles en el arte de la guerra, no sólo á vuestros padres y á vuestros hermanos, sino por Júpiter! aun á v o s otros mismos.—Esc es el uso, y así conviene á la Patria,
replicó Mélito. — P u e s entonces, dijo Sócrates, ¿ no te p a rece digno de admiración, siendo en lodos los asuntos los
más hábiles considerados no sólo como iguales sino como
superiores á los demás, que yo, por ser tenido en la opinión
—18—
de algunos como el mejor en lo que es el mayor bien de los
h o m b r e s , la educación del espíritu, me haya de ver por tu
causa condenado á muerte? (15)
III.
Conducta de Sócrates después de la
sentencia.
Algunos más razonamientos se añadieron por el filósofo
y por los amigos que hablaron en su defensa. (16) Mas no ha
sido mi intento referir los pormenores de este célebre p r o ceso. Bástame haber demostrado que Sócrates creía de gran
importancia el no mostrarse irreverente con los dioses (17)
ni injusto con los h o m b r e s .
Lo de conservar la vida creía que no debía pedirse con
humillaciones; antes bien, estaba convencido de que era la
ocasión oportuna de morir: y que era ésta su convicción
claramente se vio después de pronunciada la sentencia. Se
le invitó primero á que conmutase la pena capital por una
multa, (18) y ni accedió á ello, ni permitió á sus amigos
que la entregaran, pues decía que condenándose á una pena
pecuniaria, tenia que confesarse culpable. (19) Quisieron
luego sus amigos proporcionarle una huida; (20) mas la
rehusó también, y aun les preguntó, con cierto humor, si
ellos tenían noticias que hubiese fuera del Ática algún l u g a r inaccesible á la muerte.
En fin, luego que la sentencia fué pronunciada, c u e n tan, que se expresó así:
Ciudadanos! los sobornadores que han inducido al p e r jurio á los testigos que han depuesto en contra mía, y los
que se han prestado al soborno, deben imprescindiblemente
reconocerse culpables de una gran impiedad, de una t r e -
—lomen (la injusticia. ¿Y sería decoroso que yo mostrara menos
ánimos ahora que antes de h a b e r sido condenado, yo que no
estoy convicto de haber ejecutado nada de cuanto se me ha
acusado? Se me h a visto á mí, desertor del culto de Júpiter
y de J u n o , y de los demás dioses y diosas, sacrificar á n u e vas divinidades? en mis j u r a m e n t o s , en mis discursos, me
veis invocar otros dioses que los vuestros? Y por lo que hace
á la j u v e n t u d , ¿cómo yo he de pervertirla, cuando la a c o s tumbro á la paciencia y á la frugalidad? Ninguno de esos
crímenes contra los que la Ley pronuncia la muerte: el s a crilegio, la perforación de m u r o s , la venta de hombres l i bres, la entrega d é l a P a t r i a , (21) ninguno de esos delitos
me ha sido imputado por mis contrarios. Por lo que me p a rece muy digno de extrañeza que vosotros hayáis podido
encontrar en mi causa, acción alguna que merezca la muerte. Mas yo no me creo por eso menos digno de estimación,
pues muero inocente. No es el oprobio p a r a mí; sino p a r a
los que me condenan. Por otro lado, me sirve de consuelo
el destino de Palamedes (22) muerto de una manera s e m e jante á la m í a . ¿Y en verdad, hoy mismo no inspira cantos
más hermosos este héroe que el propio Ulises que le hizo perecer injustamente? Estoy seguro que el tiempo pasado y los
siglos venideros atestiguarán que no he hecho mal á nadie,
que á nadie he pervertido; sino que he sido benéfico con mis
discípulos, enseñándoles de buen grado lo bueno que he
podido.
Después de haber hablado así, se salió de la manera
que correspondía a sus p a l a b r a s : la mirada radiante, el exterior y la marcha magestuosa. ( 2 3 ) Como se apercibió de
que los que le a c o m p a ñ a b a n iban llorando, les dijo: y porqué es eso de llorar ahora? pues no sabíais, mucho tiempo
há, que la naturaleza desde que vine á la vida tenia d e c r e -
—20—
tuda mi muerte? (24) ¡V si se tratase de que, rodeado de
goces, tuviera qué morir prematuramente! ciertamente que
debía ser un motivo de aflicción para mí y para mis a m i gos; pero si voy á dejar la vida cuando ya sólo sufrimientos debo esperar en e l l a ! . . . . . creo, pues, que al verme á
mí contento, debéis participar de mi alegría todos vosotros.
( 2 5 ) — P u e s yo me sublevo contra esa sentencia, dijo A p o lodoro, hombre sencillo, que le era muy adicto y que e s taba allí presente: porque veo que mueres injustamente.—
Queridísimo Apolodoro, le contestó Sócrates, (26) pasándole la mano cariñosamente por la cabeza, pues ¿por ventura
querrias tú mejor verme morir con justicia que con inocencia? y al mismo tiempo dejó ver su afable sonrisa. (27)
Cuentan también que al ver á Anito que pasaba, dijo:
ese hombre va tan enorgullecido, como si hubiera realizado
u n a acción grande y bella con haber votado mi muerte
y porqué? porque le hice notar que no estaba bien que él,
honrado por la Ciudad con los mas elevados cargos, r e b a jara á su hijo hasta el oficio de curtidor
El insensato!
no conoce que entre él y yo el triunfo será siempre de aquel
qne en lodo tiempo h a y a ejecutado las cosas más útiles y
bellas!
Pero Homero concede á algunos de los que e s tán p a r a morir el don de penetrar en lo venidero, ( 2 8 ) y o
voy á pronunciar un vaticinio: he tratado un poco de tiempo
al hijo de Anito, y no me parece un espíritu desprovisto de
energía: pues os anuncio que no ha de permanecer en el
oficio servil á que el padre le ha consagrado; falto de un
honrado guia que le conduzca, sucumbirá á una pasión vergonzosa; y ya en adelante continuará progresando en el camino de la depravación.
Los hechos correspondieron á la profecía: el mancebo
se entrego al vicio del vino, y ebrio á todas horas concluyó
s
—21 —
por hacerse un hombre inútil p a r a su Patria, p a r a sus a m i gos y p a r a sí mismo. El padre, por la educación infame
que habia dado al hijo, y por su torpe ignorancia, ha l o grado verse deshonrado aun hasta hoy, después de muerto.
En cuanto á Sócrates el haberse engrandecido ante sus
jueces excitó contra él la envidia y los decidió más r e s u e l t a mente á condenarle. ( 2 9 ) Por lo d e m á s , creo también que su
muerte fué un beneficio que le concedieron los dioses, p u e s to que dejó lo más triste de la vida y alcanzó la más dulce
de las muertes. ¡Y q u é a l m a tan grandiosa! Convencido
como estaba de que la muerte era para»él más ventajosa que
una larga vida, del mismo modo que j a m á s se habia m a n i festado contrario á recibir lo bueno, tampoco se mostró débil
ante la muerte; al contrario, le salió al encuentro y murió
con júbilo, (30)
Por mi parte cuando considero la sabiduría é inmensa
grandeza de aquel h o m b r e , no puedo menos de recordarle,
y con mi recuerdo tributarle mis alabanzas: y si alguien
que sea amante de la virtud, se ha encontrado con un hombre más útil que el sabio de Atenas, desde luego declaro que
ese és el mas afortunado de los mortales.
ér-^m*
—22—
NOTAS
(1) R e c o m e n d a m o s á n u e s t r o s lectores el i n t e r e s a n t e y concienzudo
trabajo d e F r . T h u r o t : Apologie de Sacrale
d'après Platon
et
Xénophon.
E n esta o b r a s e encuentran también el Criton y cl Phedon q u e s o n s u s i n d i s p e n s a b l e s comentarios.
V é a s e así mismo la Apología de Sócrates d e L i b a n i o . L i b a n i i Opera,
édition C l a u d e . Morel P a r i s - 1 6 0 7 . p. 6 3 o .
(2)
Principalmente Platon. L o s d i á l o g o s de Platon s e d i v i d e n en 1 0
g r u p o s . F o r m a n el 1 . ° los q u e tratan del Proceso y m u e r t e d e Sócrates y
son: l í u l h y p h r o n , la Apología, Criton, P h e d o n y C r a l y l o . (J. Socher über
Plalons Schrií'ten. M i i n c h e n 1 8 2 0 . )
(3) S ó c r a t e s , dice C i c e r ó n , no se presentó ante s u s j u e c e s h u m i l l a d o
p.i s u p l i c a n t e , sino con la magestad d e un S o b e r a n o .
(4) Sobre H e r m ó g e n e s v é a n s e l a s M e m . d e Jenof. I I , 1 0 ; I V , 8 .
(5) Decia Sócrates q u e tenia u n a voz interior «un G e n i o » (demonio)
q u e le advertía c o n s t a n t e m e n t e lo q u e debia hacer y e v i t a r . Por estas p a ra s u s é m u l o s e x t r a v a g a n c i a s demoniacas
le a c u s a r o n . N o s h e m o s s e r v i do de la palabra Genio en la traducción, porque la a c e p c i ó n en q u e se loma
en nuestro idioma la palabra demonio no expresa el c o n c e p t o ; p u e s l o q u e
s e quiere significar aquí e s Numen, Genio, Oráculo,
Dios.
(6) Horacio ha d i c h o también:
«Mulla s e n e m c i r c u m v e n i u n l i n c o m m o d a . Ars. p o e t . v . 1 6 9 .
(7)
Platon. L o s otros fueron A ñ i l o y L i c o n . A p o l o g í a , l i l y X Ï .
(8) D a i m o n i o n . V é a s e la nota 5 . .
(9) Si consideramos la atención religiosa con q u e S ó c r a t e s s e g u í a la
voz d e Dios en el e s p í r i t u , d e b e m o s inferir q u e S ó c r a t e s miraba el c o n o cimiento de la Razón divina q u e rige el m u n d o , a d e m á s del d e la N a t u r a l e z a q u e nos rodea, c o m o el fundamento del recto c o n o c i m i e n t o propio.
(Sanz del Rio. Revista universitaria, 1 8 5 4 . Sócrates, l o m o 1.)
R e i n a b a en t i e m p o d e Sócrates la incredulidad ó la d u d a sobre los d i o s e s . Para combatirla observaba q u e lo mejor en nosotros no lo v e m o s s e n s i b l e m e n t e , s i n o q u e lo c o n o c e m o s por s u s efectos, corno nuestra alma y
s u p r e m a m e n t e Dios, c u y o s efectos s e n t i m o s e n n u e s t r o corazón, c u a n d o
no pretendemos ver su figura con los s e n t i d o s . ( S a n z del R i o , í b i d . )
(10) Cherefon, a t e n i e n s e , h e r m a n o d e Cherecrates y u n o d e los mas
honrados discípulos d e S ó c r a t e s . Jenof. M e m . 1, 2 ; I I . 3 .
(11)
Platon. A p o l o g . , V y s i g u i e n t e s .
(12) El más Sabio.—Siendo
la ciencia h n m a n a m u y imperfecta r e s pecto á la de los dioses, Sócrates q u e conocía esta imperfección s e a c e r caba m á s á la sabiduría. (Platon. É u l h p h r , II.)
(13) D e s p u é s d e la derrota d e la armada a t e n i e n s e por los e s p a r t a nos en E g o s p o l a m o s , L i s a n d r o cercó por mar y tierra á A t e n a s , d e s g a r rada por parlidos interiores y afligida a d e m á s por un h a m b r e cruel, obligándola á rendirse á discreción. Fueron s u s m u r o s y n a v e s destruidas, a b o lida su constitución democrática y e n t r e g a d o s al pérfido g o b i e r n o d e los
Treinta
tiranos.
(14) T a l acusación e r a fácilmente e s c u c h a d a en a q u e l l o s dias en que
a
—23—
las d e s g r a c i a s d e A t e n a s s e c u l p a b a n á los n o v a d o r e s en c o s t u m b r e s y l e y e s . Estas se r e s t a b l e c i e r o n por un partido e n e m i g o d e A le i bi a d e s y Cri-,
lias, d i s c í p u l o s de S ó c r a t e s , á q u i e n el v u l g o c o n f u n d í a f á c i l m e n t e con los
sofistas. S a n z del Hio: i b i d . = Q p i n a m o s c o m o S o e h e r y Freí el q u e la a c u s a c i ó n d e S ó c r a t e s , a u n q u e a p a r e n t e m e n t e e n g e n d r a d a por celos r e l i g i o s o s , fué una v e r d a d e r a v e n g a n z a política, al c o n l r a r i o d e lo q u e hizo con
J e s ú s la hipocresía farisaica; q u e l e a c u s ó a n t e Pílalos d e un crimen de
listado ( R e y de los j u d í o s ) . D u r a n l e el g o b i e r n o o l i g á r q u i c o habia s i d o
S ó c r a t e s s e n a d o r , p o r q u e creía q u e los c a r g o s p ú b l i c o s debían s e r v i r s e e n
bien de la Pálria, c u a n d o esta se halle en poder del c x l r a n g e r o , para e v i tar m a y o r e s males á los c o n c i u d a d a n o s . El proceso d e S ó c r a t e s t i e n e todos
los caracteres de un g o l p e de partido, de un juicio r e v o l u c i o n a r i o , y el
fallo fué del l o d o i n m e r e c i d o , porque la c o n d u c t a d e aquel g r a n d e h o m bre e s t u v o inspirada s i e m p r e por el s e n t i m i e n t o más puro d e j u s t i c i a . V é a se á Schoel: Lilter. g r e e q u e . l i , 3 2 y s i g u i e n t e s . G a n t ú : B i o g r . t. X . d e la
H i s t . u n i v . — S ó c r a t e s . W e b e r . — S. del Rio : Hist. u n i v . , t. 7 . — L a u r e n t :
E t u d e s sur l'hisloire d e l ' h u m a n i l é . G r é c é . I. II.
(15)
Los j u e c e s en n ú m e r o de 5 5 6 s e d i v i d i e r o n e n d o s ( p i n i o n e s .
S ó c r a t e s , fué c o n d e n a d o , por la mayoría de l i e s v o l o s , por el partido de los
Fanáticos. Pero S ó c r a t e s s e c h a n c e a b a c o n la v i d a y con la m u e r t e y en l u g a r de pedir con l á g r i m a s la a b s o l u c i ó n , s e g ú n c o s t u m b r e ; les dijo con
aquella a m a r g a ironía q u e c o n s t i t u í a la fuerza de s u s d i s c u r s o s : « a t e n i e n ses! por haber c o n s a g r a d o mi vida entera al s e r v i c i o y á la m o r a l i z a c i ó n
de mi Patria, m e c o n d e n o y o m i s m o á s e r a l i m e n t a d o d u r a n t e el resto de
mi vida en el P r i t a n é o á e x p é n s a s e l e la R e p ú b l i c a . » Los j u e c e s q u e se v i e ron de tal m o d o p r o v o c a d o s dictaron la s e n t e n c i a de m u e r t e por una g r a n
m a y o r í a . ( L a m a r t i n e , H i s t o r i a d é l a h u m a n i d a d por s u s g r a n d e s h o m b r e s - S ó c r a l e s . ) = N a d a dá tanta altivez c o m o la p e r s e c u c i ó n de los m a l vados y recita s u s propias a l a b a n z a s c o m o E p a m i n o n d a s y P u b l i o S c i pion.
(16)
N o s e s a b e á c i e n c i a cierta q u i e n e s serian los d i s c í p u l o s q u e h a blaron en s u defensa, ü i ó g e n e s L a e r c i o c u e n t a c o n referencia á J u s t i n o d e
T i b e r i a d e s , y c o n relación á la c a u s a de S ó c r a t e s , q u e un dia Platón s e
* s u b i ó á la t r i b u n a y dijo: « A t e n i e n s e s ! y o s.ov el m á s j o v e n d e los que han
subidoá esta t r i b u n a . . . ; » pero q u e los j u e c e s e x c l a m a r o n . «Di mas bien
« descendido.* = Q u é era c o m o d e c i r l e : «.Desciende.»
(Talbol. Oeuvres de
X e n o p h . : 1, 2 0 1 , nota 2 .
(17) ¿Me o y e s n e g a r q u e h a y a D i o s e s , ni e n s e ñ a r esto á mis d i s c í pulos? N o c r e o q u e s e a n d i o s e s ni el Sol ni la l u n a . . . P l a t ó n . A p o l .
A u n q u e s u s p e n s a m i e n t o s s e e l e v a s e n m a s allá d e los m i s e r a b l e s s í m bolos q u e e n t o n c e s a d o r a b a la G r e c i a , respetó el c u l t o legal de su P á l r i a , y
a u n s e g u í a todos los ritos d e la r e l i g i ó n p o p u l a r . P e n s a b a . q u e la a d o r a ción d e la D i v i n i d a d era u n a cosa tan s a n i a en s i m i s m a q u e no h a b i a
n e c e s i d a d d e contristarla a u n c u a n d o s e e q u i v o c a s e d e D i o s . - L a m a r l , ibid.
N o d e s e n v o l v i ó S ó c r a t e s u n a c i e n c i a d e Dios. L e bastó c o m b a t i r las
r e p r e s e n t a c i o n e s a n l r o p o p á l i c a s de los d i o s e s , r e c o n o c e r l a o m n i s c i e n c i a ,
o m n i p r e s e n c i a y b o n d a d d e Dios e n el g o b i e r n o del m u n d o y s o b r e l o d o
la unidad de Dios s i n d u a l i s m o ni limitación s e n s i b l e ni p a n t e í s m o s e g ú n
c o n o c e esta unidad el e s p í r i t u r e l i g i o s o (Sauz del R i o = R e v i s l a citada)."
24—
(18)
L a ley de A-lenas a u t o r i z a b a al c o n d e n a d o á rescalar su vida
por un destierro ó por u n a m u l l a la cual lenia q u e i m p o n e r s e él m i s m o ,
r e c o n o c i é n d o s e c u l p a b l e . = = F u é c o n d e n a d o á b e b e r la c i c u t a , b r e b a g e e m p o n z o ñ a d o q u e d a b a la m u e l l e en Corma d e s u e ñ o .
(19)
Cicerón. De O r a l . , 1, 5 6 .
(20)
E « l e es el a s u n t o del Criton,
de Plalon. En efecto, su d i s c í p u l o y a m i g o Gritan le ofreció m e d i o s de huir. T r e i n t a días e s t u v o e n la
prisión ( d u r a n t e las fiestas d e la T e o r í a en q u e no d e b i a ser e j e c u t a d o n i n g ú n reo) los pasó con s u s a m i g o s c o n v e r s a n d o s o b r e la i n m o r t a l i d a d d e l
a l m a . La ú l t i m a d e a q u e l l a s c o n v e r s a c i o n e s ha s i d o r e l i g i o s a m e n t e c o n servada por el d i v i n o P l a l o n , e n u n o de s u s mas preciosos d i á l o g o s , el
Phedon.
(21)
El s a c r i l e g i o , la perforación de m u r o s , la venia de h o m b r e s
lepOTuAfcf, T o t ^ w p - j ^ í a , avSparóSíarsi
S o b r e el primer delito ("spoG-Skía, s a c r i l e g i u m ) P l a l o n . L e g . 8. — Toiyiúpi>yí&
parietis effraclio,
muTunx perfodere
ul p a t e f a c l o sibi ad ífides perfossor, i n g r e s o furari q u e a t .
— H . S l e p h . T h e s a u r . graBiae lingua3. = E s l e cielito podríanlos. pue>, en
n u e s t r a s clasificaciones j u r í d i c a s c o m p r e n d e r l o en robo con fractura.
=
La avBoarcóB-.Ti; llamada por los r o m a n o s plagium.
quod Lex Flavi»
plagis d u n n a s s e l , era el d e l i l o d e c o m p r a r , v e n d e r , a t e n e r por e s c l a v o al
h o m b r e libre: del q u e p e r s u a d e al e s c l a v o ajeno á qt:e h u y a d e la casa
d e su s e ñ o r . S o b r e e s l e d e l i l o v é a s e á U l p i a n o : D i g e s l o .
(22)
P a l a m e d e s * hijo d e N a u p l i o , rey de E u b e a , pereció víctima de
la envidia q u e e x c i t ó e n U l i s e s s u s a b i d u r í a . Jenof. M e m . I V . 2 . P l a l o n ,
Apo'og. XXII.
(23)
A c t i t u d en q u e r e p r e s e n t a H o r a c i o á H é g u l o r e g r e s a n d o v o l u n t a r i a m e n t e al d e s t i e r r o , e n la O d a V . del Libro 111., v. 41 y s i g u i e n t e s .
(24)
A uno q u e d e c i a á S ó c r a t e s : «Los a t e n i e n s e - le han c o n d e n a d o á
m u e r t e . » — « Y la n a t u r a l e z a á e l l o s » , le c o n t e s t o . M o n l a g n e : Essais. 1, l í h
(25)
V é a s e el d i s c u r s o d e G e r m á n i c o á s u s a m i g o s c u a n d o iba á m o r i r . — T á c i t o . A n u a l . , 11, 7 1 .
(26)
S o b r e el c a r i ñ o q u e le profesaba e s t e A p o l o d o r o . v é a s e á P l a tón en el Phedro, § 2 y 6 6 , y á Plutarco en la vida de Calón de U l i c a , § 1 0 .
(27)
D i ó g e n e s L a e r c i b , e n la Vida de S ó c r a t e s , refiere q u e fué á s u
m u g e r X a n l h i p p a , y n o á: A p o l o d o r o á q u i e n el filósofo d i r i g i ó estas p a labras.
(28)
A l u s i ó n á d o s p a s a g e s d e Lalliada:
el u n o , v. 8 5 6 del canto
X V I c u a n d o P a l r o e l o m o r i b u n d o a n u n c i a á Héctor q u e él á su vez ha d e
morir á los g o l p e s d e A q u i l e s ; y el o l i o , canto X X Ü , v. 3 5 8 c u a n d o H é c tor a n u n c i a en i g u a l e s c i r c u n s t a n c i a s á A q u i l e s q u e morirá herido por
Páris.
(29)
V é a s e lo q u e d e j a m o s a n o t a d o s o b r e la s e n t e n c i a a n t e r i o r m e n t e .
(30)
S o b r e los ú l t i m o s m o m e n t o s del filósofo, v é a s e otra di: nuestras
notas anteriores.
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