El Jesús de la Historia

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EL JESÚS DE LA HISTORIA
John P. Meier
La publicación del libro de Benedicto XVI sobre la infancia de Jesús estimo que
impone algunas consideraciones sobre "El Jesús histórico". Para ello nada más
indicado que alguno de los apuntes que hace sobre el tema John P. Meier, en
su libro "JESÚS UN JUDIO MARGINAL" publicado en la Editorial Verbo Divino.
"Primordialmente, la fe cristiana proclama y venera a esa persona -en verdad
encarnada, crucificada y resucitada- y sólo secundariamente las ideas y
afirmaciones acerca de ella. En el marco de la fe y de la teología, el "Jesús
real", el único Jesús ahora existente y viviente, es el Señor resucitado, al que
sólo se tiene acceso mediante la fe.
¿Cuál es entonces -se me objetará- la utilidad del Jesús histórico para los
creyentes? Mi respuesta es clara: ninguna, si se pregunta sólo por el objeto
directo de la fe cristiana: Jesucristo, crucificado, resucitado y ahora reinante en
su Iglesia. Este Señor ahora reinante es accesible a todos los creyentes,
incluidos los que nunca, ni un solo día de su vida, estudiarán historia o
teología. Sin embargo, mantengo que la búsqueda del Jesús histórico puede
ser muy útil si aquello por lo que se pregunta es la fe que trata de entender; o
sea, la teología, en un contexto contemporáneo.
La teología de las épocas patrística y medieval permanecía dichosamente ajena
al problema del Jesús histórico, puesto que operaba en un panorama cultural
carente de la perspectiva histórico-crítica que marca el actual pensamiento
occidental. La teología es un producto cultural; por eso, desde el momento en
que una cultura adopta una óptica histórico-crítica –como hizo la occidental a
partir de la Ilustración-, la teología sólo puede hablar a esa cultura y actuar en
ella con credibilidad si adopta en su metodología un enfoque histórico.
Para la cristología contemporánea, esto significa que la fe en Cristo debe hoy
entregarse a una reflexión sistemática sobre sí misma, de manera que permita
a la teología hacer suya la búsqueda del Jesús histórico. Porque éste, aunque
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no es el objeto ni la esencia de la fe, debe ser parte integrante de la teología
moderna.
Esta apropiación de la búsqueda por la teología no es idolatría a modas
pasajeras, sino que sirve a los intereses de la fe al menos de cuatro modos:
1) Contra todo intento de reducir la fe en Cristo a una cifra sin contenido, un
símbolo mítico o un arquetipo intemporal, la búsqueda del Jesús histórico
recuerda a los cristianos que la fe en Cristo no es una vaga actitud existencial o
una manera de estar en el mundo. La fe cristiana es la adhesión a una
determinada persona que dijo e hizo determinadas cosas en determinado
tiempo y lugar de la historia de la humanidad.
2) Contra todo intento por parte de cristianos piadosos de tendencia mística o
doceta de escamotear la humanidad real de Jesús poniendo un énfasis
"ortodoxo" en su divinidad (de hecho, un criptomonofisismo), la búsqueda
afirma que el Jesús resucitado es la misma persona que vivió y murió como
judío en la Palestina del siglo I, una persona verdadera y plenamente humana con todas las mortificantes limitaciones que eso implica- como cualquier otro
ser humano.
3) Contra todo intento de "domesticar" a Jesús para adaptarlo a un
cristianismo confortable, respetable, burgués, la búsqueda del Jesús histórico,
casi desde su comienzo, ha tendido a recalcar los aspectos embarazosos, no
conformistas que presenta Jesús: p. ej., su asociación con la "chusma" social y
religiosa de Palestina, su crítica profética de la observancia religiosa exterior
que pasa por alto o ahoga el espíritu interno de la religión, y su oposición a
ciertas autoridades religiosas, especialmente la clase sacerdotal de Jerusalén.
4) Pero, para que los "usos del Jesús histórico" no parezcan ir todos en una
misma dirección, es preciso señalar que, a pesar de las afirmaciones de
Reimarus y muchos otros después, el Jesús histórico tampoco se deja captar
fácilmente para programas de revolución política. Comparado con los profetas
clásicos de Israel, el Jesús histórico guarda un notable silencio sobre muchos
de los temas sociales y políticos más candentes de su tiempo.
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Se le puede convertir en un político revolucionario de este mundo sólo
mediante una exégesis retorcida y una argumentación forzada. Como la buena
sociología, el Jesús histórico subvierte no sólo ciertas ideologías, sino todas las
ideologías, incluida la teología de la liberación.
De hecho, la utilidad del Jesús histórico para la teología es que termina por
eludir todos nuestros espléndidos programas teológicos; los hace discutibles
negándose a encajar en los moldes que creamos para él. Paradójicamente,
aunque la búsqueda del Jesús histórico suele estar relacionada en la mente
popular seglar con la "relevancia", su importancia radica precisamente en su
perfil extraño, evasivo, embarazoso, igualmente molesto para la derecha y para
la izquierda. En cuanto a esto al menos, Albert Schweitzer tenía razón. «Cuanto
más apreciamos lo que Jesús significó en su tiempo y lugar, más "ajeno" a
nosotros nos parece».
Debidamente entendido, el Jesús histórico es un baluarte contra la reducción
de la fe cristiana en general y de la cristología en particular a una ideología
"relevante" de cualquier índole. La imposibilidad de incluirle en una escuela de
pensamiento específica es lo que impulsa a los teólogos a buscar nuevos
senderos; por eso el Jesús histórico sigue siendo un constante estímulo para la
renovación teológica. Aunque sólo sea por esta razón, al Jesús de la historia
merece la molestia de irse en su busca."
John P. Meier
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