Poder Judicial de la Nación Neuquén, 23 de abril de 2012. AUTOS Y VISTOS: Para resolver sobre la impugnación deducida por YPF S.A. a fs. 696/697 contra la planilla de liquidación de sus honorarios practicada a fs. 689 por el perito Abelardo Zilvestein en los presentes caratulados: “YPF S.A. C/ BOM PETRO S.A. DE JUAN C. ALTUNA Y OTROS S/ SUMARIO”, Expte. Nº 508, Folio 194, Año 1990; y CONSIDERANDO: 1) Que a fs. 457/468, con fecha 15 de septiembre de 2000, se dictó sentencia de primera instancia rechazando el reclamo efectuado por YPF S.A. contra la firma Bom Petro, imponiéndole las costas del proceso. A los fines de determinar recurrió “a el la monto suma base arancelario, consignada por la la sentenciante actora en las intimaciones extrajudiciales que cursara a las co-demandadas USO OFICIAL SAPEZA S.A. y BOM-PETRO S.A. mediante Cartas Documentos 2625 y 2626 –agregadas por Secretaría- … y de las que surge la suma de DÓLARES ESTADOUNIDENSES TRESCIENTOS MIL QUINIENTOS VEINTIOCHO función (U$S de 315.528)…” ello, los (sic) (Considerando honorarios de los 4.2.). En profesionales intervinientes fueron regulados en un porcentaje de aquél monto base (2% para el perito Zilvestein), reiterándose en la parte dispositiva que el monto del proceso eran U$S 315.528. 2) La Alzada confirmó aquél pronunciamiento a fs. 560/562 con fecha 18 de diciembre de 2008, practicando entonces el perito Zilvestein la liquidación de fs. 689 para determinar sus honorarios. Así, parte de un capital de U$S 6.310,56 (al que habría arribado tras aplicar el 2% sobre el monto arancelario de U$S 315.528), al que pesifica a $ 1,40 y le aplica el CER hasta el 5/9/2011 (época en que la planilla fue elaborada), adicionándole luego un interés anual del 4% (apelando para ello al criterio sentado por la CSJN en “Massa”) todo lo cual conduce a la suma de $ 35.602,78. 3) Sustanciada la liquidación, la actora –condenada en costas- la impugna a fs. 696/697 sosteniendo que la obligación de su parte de abonar los honorarios del perito nació sólo el 18 de diciembre de 2008 al emitirse el fallo de la Alzada que confirmó la sentencia de primera instancia que le impuso las costas del proceso, motivo por el cual, resultando una obligación posterior al dictado del Decreto 214/02, le resulta ajena toda la normativa invocada y utilizada por el perito para pesificar su crédito. Destaca la actora que no hay motivo alguno para utilizar los parámetros establecidos en el art. 2 del Decreto 214/02 por no tratarse la liquidada de una deuda del sistema financiero generado por la imposición de depósitos en dólares, rechazando igualmente la pretensión de aplicar el CER y menos aún desde el 2 de febrero de 2002, fecha a la cual YPF S.A. nada adeudaba aún al perito. Objeta también enfáticamente la procedencia de aplicar la tasa de interés anual del 4% señalada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en “Massa…”, por tratarse el supuesto juzgado reclamaba a depósitos en una en esa ocasión entidad moneda -en financiera extranjera la la que un ahorrista devolución pactada- de una de sus hipótesis completamente distinta que la que nos ocupa. Opina que el crédito del perito se debe pesificar a $ 1 por U$S 1 ($ 6.310,56) y adicionársele intereses moratorios a la tasa activa que utiliza el Banco de la Nación Argentina en sus operaciones habituales de descuento desde enero de 2009 a septiembre de 2011. Destaca determinar la que tasa ese fue judicial el que criterio se abonó utilizado y se para tuvo por cancelada por el Tribunal. 4) Conferido traslado al acreedor de la impugnación deducida, lo contestó a fs. 708/713 alegando que la misma debe ser rechazada sin más por cuanto no cumple con los recaudos elementales para ser admisible, por no haberse negado la deuda ni indicar a cuánto ascendería, según el criterio de la actora, el importe adeudado en concepto de honorarios, sin que tampoco se hubiese depositado el monto que se admite adeudar. Transcribe jurisprudencia que estima pertinente para fundar tal petición. Sin embargo, tras ello, admite que asiste razón a la condenada en costas en cuanto objeta el parámetro de pesificación utilizado, pues acepta que no corresponde la equivalencia de U$S 1 por $ 1,40 sino la de $ 1 por U$S 1, sin perjuicio de lo cual defiende la procedencia de aplicar el Coeficiente de Estabilización de Referencia, puesto que surge del mismo art. 11 de la ley 25.561. Poder Judicial de la Nación Afirma que el nacimiento de la obligación al pago de los honorarios se produjo con el fallo de primera instancia que le impuso las costas el 15 de septiembre de 2000, refiriendo el mismo art. 11 citado que el CER procede haya o no mora del deudor. Recuerda el carácter alimentario del crédito arancelario, que tornaría viable la aplicación del art. 4 del Decreto 214/02, agregando que por el art. 7 del Decreto 410/02 no correspondería aplicar la tasa de interés del 4% anual sino la judicialmente pactada, se y en determine ausencia –aspecto de ella, entonces en la el que que también retrocede respecto de la posición originaria-. Reformula su planilla, proponiendo nuevos parámetros para calcular su crédito, y ofrece que se aplique la teoría del esfuerzo compartido. USO OFICIAL 5) Llegados de tal manera los autos a despacho para resolver, cabe en primer lugar advertir que la mera lectura del escrito en el que se instrumentó la impugnación en análisis permite fácilmente concluir que contrariamente a lo sostenido por el perito, ella se encuentra debidamente fundada, explicando detalladamente no sólo los aspectos que son objeto de crítica –alguno de los cuales, incluso fueron aceptados como adecuados por la parte que reformuló a su tenor su liquidación a fs. 711- sino además, el importe al que a su juicio ascendería la obligación arancelaria ($ 9.598,36, según fs. 697 octavo párrafo). Ninguna importancia tiene que no se haya negado la existencia de la deuda ni tampoco que no se haya depositado el importe que se admite adeudar, por cuanto ninguno de ellos configura un ordenamiento recaudo procesal de admisibilidad vigente, sin que previsto ni en el siquiera la jurisprudencia que se transcribe a fs. 708 y vta. en la que se pretende fundar la posición, aluda a requisitos de tal naturaleza. Estimo así inconsistente el pedido formulado por el perito en el Capítulo III de fs. 708, que por ello será rechazado. 6) Ingresando impugnación deducida, entonces al análisis de la será menester primeramente enfocar la atención a dos aspectos que estimo primordiales para zanjar el conflicto traído a decisión. Así, en primer lugar es imprescindible recordar que tal como reiteradamente lo sostuviera la Corte Suprema de Justicia de la Nación a partir de “Moschini, José M. c. Estado nacional (A.N.A.)” (28/07/1994, LA LEY 1994-E, 217 IMP 1994-B, 2857 - DJ 1994-2, 914, Fallos Corte: 317:779) la causa fuente honorarios (art. “está 499 dada C.C.) por de el la obligación servicio de prestado pagar por el profesional en el marco de un proceso judicial”, sin que se trate de una obligación accesoria ni mantenga interdependencia con la reclamada en el proceso. De modo que la obligación nace cuando el profesional cumple con la labor en el proceso judicial, aún cuando para esa época no esté determinada ni la cuantía de su crédito ni el sujeto pasivo de la obligación. En nuestro supuesto, está fuera de duda que ello sucedió con antelación a la entrada en vigencia de la ley 25.561 y del Decreto 214/2002, por lo que la obligación arancelaria nació antes de su dictado. Pero de ello no se deriva sin más que quede sujeta a las disposiciones del plexo legal citado, que reguló el llamado “corralito financiero”, pues para ello –y así queda perfilada la segunda cuestión que juzgo trascendente para resolver la disputa- es menester que la obligación se encuentra expresada en moneda extranjera, únicas a las que afectó el régimen de pesificación allí pergeñado y respecto de las cuales se decidió la aplicación del CER (cfr. Art. 1 ley 25.713). Las obligaciones nacidas en moneda nacional, cambio, no fueron afectadas en su cuantía sino en solamente temporariamente sometidas a la indisponibilidad fijada por el Decreto 1570/01, ya superada. Y en este sentido, cabe recordar que siendo la moneda de curso legal en nuestro país el peso (arts. 30 y 31 de la ley 20.539 y art. 1 del Decreto 2128/91), los honorarios de los profesionales que intervienen en un proceso se fijan y determinan en dicha moneda, como surge del art. 8 de la ley 21.839 que establece en esa moneda los importes de los honorarios mínimos. La moneda extranjera no tiene ni tuvo nunca curso legal en nuestro país (Cfr. Ramón Daniel Pizarro, Carlos Gustavo Vallespinos en “Instituciones de Derecho Privado, Poder Judicial de la Nación Obligaciones”, Tomo 1, Editorial Hammurabi, Edición 1999, pág. 391). La única moneda que debe ser forzosamente aceptada para la cancelación de cualquier obligación es la nacional emitida por el Banco Central, prohibiendo incluso el art. 30 de la ley 20.539 que “otro órgano del gobierno nacional,… los gobiernos provinciales, …las municipalidades, bancos u otras autoridades cualesquiera” emitan “billetes ni monedas metálicas ni otros instrumentos que fuesen susceptibles de circular como moneda. Se entenderá que son susceptibles de circular como moneda, cualesquiera fueran las condiciones y características de los instrumentos, cuando: i) El emisor imponga o induzca en forma directa o indirecta, su aceptación forzosa para la cancelación de cualquier tipo de obligación; …”. Así las cosas, ninguna relevancia tendría –en USO OFICIAL principio- respecto de la obligación arancelaria ya nacida, la entrada en vigencia de la legislación de emergencia que instauró el corralito financiero y pesificó compulsivamente las obligaciones en moneda extranjera. Ahora bien: nos enfrentamos ahora con la peculiar situación generada por la circunstancia de haber la sentencia de fs. 457/468 utilizado, para regular los honorarios del profesional acreedor, un método indirecto de cuantificación de los emolumentos, arancelario por consiste un lado, y el en enunciar el porcentaje que monto base corresponde atribuir a cada profesional por el otro, sin liquidar ni cuantificar el importe adeudado a cada profesional, resultado éste al que en principio, cabe arribar mediante una simple operación aritmética (monto base x % fijado). Pero la tarea se dificulta porque en la ocasión, el monto base definido en la sentencia fue expresado en una moneda distinta que la nacional de curso legal y en base a la cual corresponde expresar las obligaciones arancelarias. ¿Cabe aplicar a este monto arancelario las previsiones del Decreto 214/02 y Ley 25.561 en forma previa a liquidar el porcentaje fijado en la sentencia como pauta para determinar los emolumentos profesionales? Estimo que una respuesta negativa se impone, a poco que se advierta que aquéllas normas regulan la manera de pesificar obligaciones vigentes expresadas en moneda extranjera, sin que nos encontremos en presencia de una de ellas. ¿Cuál es entonces la manera adecuada para determinar el importe al que ascienden los honorarios del perito y de los demás profesionales intervinientes en el proceso? Entiendo que la lógica impone que ello se haga siguiendo el razonamiento empleado por la sentenciante de grado, que quedó expresado pero inconcluso: si en aquélla ocasión, que es el momento en el cual, según el ordenamiento procesal (art. 163 inc. 8), corresponde regular los honorarios de los profesionales, se hubiesen determinado los mismos, ninguna duda cabe que el monto base arancelario expresado en U$S 315.528 hubiese sido convertido a la moneda nacional a razón de U$S 1 por $ 1, tal la regla de convertibilidad entonces vigente (art. 1 Ley 23.928 y art. 2 Decreto 2128/91), y sobre la suma en moneda nacional así obtenida ($ 315.528) se hubiesen calculado los honorarios del experto en $ 6.310,56 (2%). Estimo que tal es el correcto proceder, pues reitero, el acreedor arancelario nunca fue sujeto activo de una obligación en moneda extranjera, a la cual aplicar las reglas de pesificación creadas por la ley 25.561 y el Decreto 214/02. Menos aún pueden resultarle aplicables las indicaciones específicas y concretas elaboradas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación para atender a la situación de los miles de ahorristas del sistema financiero afectados por aquélla normativa (Massa, Juan Agustín c. Poder Ejecutivo Nacional • 27/12/2006, Fallos Corte: 329:5913, en la que indicó la aplicación de una tasa de interés anual del 4% superior a la prevista por la reglamentación), hipótesis por completo ajena a la analizada. 7) En cuanto a los accesorios que el crédito por capital así determinado en $ 6.310,56 devengará, tenemos que los intereses moratorios, como su denominación lo indica, indemnizan el daño que la demora imputable al deudor en el pago de la obligación ocasiona al acreedor (arts. 509 y 622 del C.C.). De modo que para verificar el momento en que los accesorios comenzaron a devengarse será necesario establecer Poder Judicial de la Nación previamente la época en que la mora se configuró, para lo cual acudiré a las previsiones del art. 509 citado. Esta última norma establece que en las obligaciones a plazo (expreso) la mora se produce por su solo vencimiento (mora automática), mientras que en las obligaciones en las que el plazo no estuviere convenido expresa sino tácitamente, será necesaria la previa interpelación del deudor. Si no hubiere plazo, el juez a pedido de la parte lo fijará y sólo después, y a una vez vencido el mismo, operará la mora automáticamente. En el caso que nos ocupa, tenemos que la ley que regula el régimen arancelario de los peritos ingenieros (Decreto Ley 7887/55) no contiene previsión alguna respecto del plazo en el cual los honorarios deben ser abonados cuando se trata de tareas periciales judiciales. USO OFICIAL Tampoco la sentenciante estipuló en su pronunciamiento plazo alguno ni las partes lo convinieron. Así las cosas, el caso quedaría en principio, y aparentemente –sólo aparentemente- encuadrado en las previsiones del art. 509, tercer párrafo del C.C., que exige a la parte que solicite al juez la fijación del plazo para que una vez vencido éste, se produzca la mora de pleno derecho. Sin embargo, opino que ello no es así, pues para que lo sea, es necesario que previamente haya quedado establecido que la obligación está sujeta a un plazo, cuya naturaleza y extensión no fue ni pactado por las partes, ni fijado por la ley ni por el Juez. Es decir que para que funcione el tercer párrafo del art. 509 del C.C., es necesario que exista una obligación a plazo, definidas éstas por el art. 566 del C.C. como las que subordinan el ejercicio del derecho que a ello corresponde a un plazo suspensivo o resolutorio. Sólo así, y de no poderse determinar la extensión del plazo, lo fijará el juez. Pero ello no es aplicable en aquéllas obligaciones puras y simples sometidas a de cumplimiento espontáneo que no fueron plazo alguno para su cumplimiento (art. 527 C.C.). Así se ha dicho que “La deuda por la regulación de honorarios aquella configura que no se obligación encuentra pura y diferida simple, en es cuanto decir, a su exigibilidad o existencia por modalidad o accidente alguno (art. 527, Cód. Civil)” (Cfr. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala C • García, Juan C. • 22/09/1983 • Gutiérrez de Gregori c. LA LEY 1984-A, 448). Ahora bien: el art. 509 del C.C. ha omitido señalar cuál es el modo en que la mora se configura cuando la obligación es pura y simple. Frente doctrina a la omisión, mayoritariamente fundamentos, a se interpretar la han que volcado, es interpelación judicial para que jurisprudencia con y la distintos necesaria la previa se configure la mora. Es decir que no sería de aplicación la mora automática sino la mora ex persona, pues se interpreta, en general, que si el deudor no la cumple a su nacimiento, en que ya es exigible, ello se debe a que el acreedor está otorgando, tácitamente, un plazo, difiriendo en el tiempo el momento de ejecutar la prestación. (Cfr. Cámara de Apelaciones Comercial de Rosario, sala III • en lo 29/06/1979 • Civil y Glissenti, José c. Rubén Lazzarini). Se opina que siendo pura y simple, la obligación no está comprendida en el párr. 3° del art. 509 del Cód. Civil, siendo por ello exigibles en la primera oportunidad que su índole consienta. Pero, si bien no es posible exigir que el acreedor de una obligación pura y simple deba recurrir al pedido de fijación de plazo, de tal afirmación no puede derivarse que la mora sea automática, siendo por ello necesario que medie interpelación. (Cfr.Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala D • 15/07/1982 • Tacón, Jorge c. Gersaquim, S. A.). (En igual sentido, Kemelmajer de Carlucci, “La mora en las obligaciones puras y simples”, LL-1976-A-408, Padilla en “Responsabilidad Civil por todos en Mora”, el pág. Código 323; Civil SCBA, dirigido JA-1986-II-613, por Alberto citados Bueres y coordinado por Elena I. Highton de Nolasco, Tomo 2-A. pág. 117, Editorial Hammurabi; también Wayar, Llambías, Bustamante Alsina, Cazeaux y Trigo Represas, etc. citados por Ramón Daniel Pizarro y Carlos G. Vallespinos en “Instituciones de Derecho Privado”, Obligaciones, Tomo 2, pág. 541, Editorial Hammurabi). En soledad, Pizarro y Vallespinos discrepan con tal tesitura y entendiendo vigente como principio general el de la mora automática, no encuentran razón que justifique, Poder Judicial de la Nación asignarles a las obligaciones puras y simples un tratamiento distinto. Opinan que en todo caso, si el acreedor alega que el deudor le ha otorgado tácitamente un plazo para el pago – supuesto en el cual sí, el caso quedaría capturado por el segundo párrafo del art. 509 citado-, deberá demostrarlo. (obra citada, pág. 545). Compartiendo esta minoritaria tesis, concluyo que la mora se configuró en el caso, el 11 de febrero de 2009 en que quedó firme la sentencia que confirmó la de primera instancia. Allí se tornaron exigibles los honorarios del perito ingeniero y a partir de entonces operó automáticamente la mora, frente a la falta de pago, comenzando a devengarse los intereses. Disiento con el acreedor en cuanto sugiere que los honorarios fueron exigibles a partir de la fecha de su USO OFICIAL regulación, pues los efectos de la sentencia confirmatoria operan desde esa época. Si bien esta última tesis habría recibido el respaldo de la Alzada en su SI 1063/2006 –donde sostuvo que la interposición del recurso concedido con efecto suspensivo, impide la ejecución de lo decidido, pero homologada la decisión, ésta proyecta sus efectos desde la fecha de su dictado-, lo cierto es que en el caso, ello altera el régimen legal de la mora que emana del art. 509 del C.C.. No por obvio deja de ser necesario recordar que para que se configure la mora, debe previamente haber una conducta exigible, sin condicionamientos. La obligación no debe estar sometida a plazo ni condición suspensiva alguna. Si lo está, la obligación deja de ser exigible y en consecuencia, no hay mora. La tesis de la Alzada desatiende a mi juicio este último principio, pues sostiene que la mora se produce antes de que la condición suspensiva reconocimiento judicial a que está sometido el de la obligación –confirmación de la sentencia- opere. En su visión, homologado el decisorio de grado, los efectos de la sentencia de primera instancia se producen desde la fecha de su dictado. En el caso, ello significaría desde la (15/9/00). aceptar fecha de que los accesorios la sentencia de deben primera computarse instancia Sin embargo, reitero, conducta exigible del deudor, a esa época no había una y en consecuencia, la mora no se pudo configurar, y menos aún, los intereses devengar, por aplicación de los arts. 509 y 622 del C.C. Por ello, me apartaré del precedente sentado por la Alzada y considerará que los honorarios sólo fueron exigibles desde el 11/02/09 en que la sentencia quedó firme, produciéndose la mora automáticamente en esa fecha, al no haber sido cancelados. Cierto es que la Corte Suprema de Justicia de la Nación opinó en “F., S. N. c. Dirección Gral. Impositiva” (10/05/2005, LA LEY 11/08/2005, 11/08/2005, 6 - LA LEY 2005D, 845 - DJ 2005-2, 1157, Fallos Corte: 328:1390) que “Si bien los honorarios regulados a los peritos contadores se rigen por intereses las previsiones deben computarse del decreto-ley siguiendo el 16.638/57, criterio los adoptado para el caso de honorarios de abogados, computándolos desde la mora del deudor, pues aquel ordenamiento prevé que las cuestiones profesionales derivadas de actuaciones judiciales no previstas en ella expresamente, serán resueltas por aplicación analógica de las disposiciones de la ley 21.839 (t.o. 1980)”. (Del dictamen del Procurador General que la Corte hace suyo). Pero en nuestro supuesto, el Decreto 7887/55 no contiene una norma similar, lo que permite eludir el cumplimiento del plazo previsto por el art. 49 de la ley 21.839, aunque sí estimo útil el precedente para definir la tasa de interés a utilizar. Es que no habiendo sido ella establecido en la sentencia –como debió en ausencia de convención expresa y de norma legal que corresponde en la fije (art. 622 del Código este estado definir cuál es la Civil)-, aplicable. Opino prudente utilizar la escogida reiteradamente por este Tribunal en materia arancelaria para los peritos de cualquier naturaleza, a quienes se aplica analógicamente la regulada por el art. 61 de la ley 21.839, norma dirigida a regir para los aranceles de los abogados y procuradores (tasa pasiva promedio que publique el Banco Central de la República Argentina). Todo lo expuesto conducirá a admitir la impugnación deducida por YPF S.A., debiendo el perito ingeniero Poder Judicial de la Nación Zilvestein practicar nueva liquidación de su crédito arancelario partiendo de un capital de $ 6.310,56, al que adicionará desde el 11 de febrero de 2009 y hasta la fecha un interés moratorio calculado a la tasa pasiva promedio que publique mensualmente el Banco Central de la República Argentina. Las costas de la incidencia serán soportadas por el perito perdidoso. Por ello, RESUELVO: 1) HACER LUGAR a la impugnación deducida por YPF S.A. practicada a a fs. fs. 696/697 689 por el respecto perito de la liquidación ingeniero Abelardo Zilvestein, debiendo este último practicar nueva liquidación partiendo de un capital de $ 6.310,56, al que adicionará desde el 11 de febrero de 2009 y hasta la fecha un interés USO OFICIAL moratorio calculado a la tasa pasiva promedio que publique mensualmente el Banco Central de la República Argentina. 2) Con costas al perito perdidoso (art. 68 y 69 CPCyC). Diferir la regulación de los honorarios de los profesionales intervinientes para el momento de contar con base cierta para hacerlo (art. 33 ley 21.839). Regístrese y notifíquese.