PUBLICACION: PET N° 290 ; LEXCO FISCAL - 2003 TITULO: Delegación legislativa vedada para los aspectos sustanciales del tributo: artículo 76 de la Constitución Nacional AUTOR: Revilla, Pablo I - El caso El 21 de octubre de 2003 la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó sentencia en la causa "Selcro S.A. c. Jefatura de Gabinete de Ministros decisión 55/00 (dec. 360/95 y 67/96) s/amparo ley 16.986", donde -al hacer lugar a la acción de amparo entablada por la actora- declaró la inconstitucionalidad: 1) del segundo párrafo del art. 59 de la ley 25.237, en cuanto delegó en el Poder Ejecutivo nacional la facultad de establecer los valores para determinar las tasas a percibir por la Inspección General de Justicia; 2) del art. 4° de la decisión administrativa 55/00, de la Jefatura de Gabinete de Ministros, que modificó las escalas fijadas a tal fin por el decreto 67/96. Para arribar a tal decisión, el Alto Tribunal calificó como tasa a la contraprestación impuesta en favor de la Inspección General de Justicia, con relación a los servicios que presta (considerando 4°) y reiteró que -también respecto de esta especie- resulta plenamente aplicable el principio de reserva de ley (considerando 5°). En tales condiciones, afirmó: 1) Ni un decreto del Poder Ejecutivo ni una decisión del Jefe de Gabinete de Ministros pueden crear válidamente una carga tributaria, ni definir o modificar, sin sustento legal, los elementos esenciales de un tributo (considerando 6°); 2) Resulta inválida la delegación legislativa efectuada por el segundo párrafo del art. 59 de la ley 25.237, en tanto autoriza a la Jefatura de Gabinete de Ministros a fijar valores o escalas para determinar el importe de la tasa, sin establecer límite o pauta alguna, ni tampoco una clara política legislativa para el ejercicio de tal atribución (considerando 7°). Hasta aquí, el pronunciamiento no depara mayores sorpresas, pues se mantiene dentro de la consolidada línea de defensa del principio de reserva de ley en materia tributaria, el cual preceptúa que ninguna carga de esta especie puede ser exigible sin la preexistencia de una disposición legal creada por el único poder del Estado investido de tales atribuciones (1). Sin embargo, su considerando 8° reviste -desde nuestra óptica- particular importancia. Allí sostiene: "Que, por lo demás, no pueden caber dudas en cuanto a que los aspectos sustanciales del derecho tributario no tienen cabida en las materias respecto de las cuales la Constitución nacional (art. 76), autoriza, como excepción y bajo determinadas condiciones, la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo". Ello representa una clara postura de nuestro más Alto Tribunal respecto del alcance -en materia tributaria- de la denominada delegación legislativa, introducida en el art. 76 de la Constitución nacional por la reforma del año 1994 y a su análisis apunta el presente. II - Reglamentos autónomos, ejecutivos, delegados y de emergencia Nuestra jurisprudencia ha reconocido (2) la coexistencia de cuatro tipos de reglamentos: * autónomos: cuyo fundamento se encuentra en el art. 99, inc. 1°, de la Constitución nacional, otorgados al presidente como responsable político de la administración; * de ejecución adjetiva, o ejecutivos: necesarios para poner en práctica la ley, previstos en el art. 99, inc. 2°; * de ejecución sustantiva, o delegados: antes de 1994 surgían del art. 86, inc. 2°, y ahora se encuentran expresamente reconocidos por el art. 76; * de necesidad y urgencia: contemplados en el art. 99, inc. 3°. Según Bianchi (3), de esta clasificación se sigue que el reglamento -en su relación con la ley- puede: a) ser independiente (autónomo); b) nacer a su amparo, con el objeto de llenar sus contenidos y ponerla en ejecución (ejecutivos y delegados); c) suplantarla, ante la imposibilidad que el Congreso legisle con eficacia en una emergencia (de necesidad y urgencia). De allí concluye que, en nuestro sistema jurídico, conviven dos clases de reglamentos (ejecutivos y delegados), para el cumplimiento de una sola misión: llenar los claros de la ley. Esto es consecuencia, en su criterio, de una mezcla de fuentes españolas y norteamericanas que, en este punto, coexisten en nuestra Constitución (4). Los constituyentes de 1853 siguieron el proyecto de Alberdi, en lo referido a las potestades reglamentarias del Ejecutivo, quien había reconocido al presidente facultades propias a tal fin, sin requerir habilitación legislativa previa (5). En Estados Unidos, por el contrario, el presidente carece de facultades reglamentarias propias, y sólo posee la denominada "take care clause"(6), por medio de la cual se le encomienda cuidar que las leyes sean fiel y debidamente ejecutadas por la administración. De esta forma, mientras en la Argentina el presidente directamente ejecuta la ley, en Estados Unidos cuida que la ley sea debidamente ejecutada (7). Pero, por otra parte, en dicho país se utilizan los substantive rules o legislative rules, que son reglamentos dictados en uso de una delegación legislativa y, dentro de sus límites y de la competencia de quien los emite, pueden afectar derechos e imponer obligaciones (8). A partir del recordado caso "A. M. Delfino y Cía." (Fallos. 184-430), nuestra Corte Suprema adoptó implícitamente los legislative rules (9), al negar la existencia de una línea divisoria entre los asuntos que deben ser regulados por el Congreso y los que pueden serlo por el Ejecutivo. En consecuencia, afirmó que la extensión del poder reglamentario de este último queda sujeta al uso que, de la misma facultad, haya hecho el Congreso. En ese marco, sentó la conocida distinción entre el poder para hacer la ley (exclusiva del Congreso), por un lado, y conferir cierta autoridad para regular pormenores y detalles para la ejecución de aquélla, que puede ser delegada al Ejecutivo. Sobre la base de tales premisas, reconoció la validez de la denominada delegación legislativa impropia, por medio de la cual se transmite un modo de ejercicio del poder legislativo, condicionado y dirigido al cumplimiento del fin querido por la ley (10) Es decir, se encarga al Ejecutivo que concrete la norma, en función de una clara política legislativa, que debe fijar el delegante, o de su lógica explícita o implícita; estos conceptos se han identificado con el rótulo de estándar inteligible; a este respecto nos remitimos, nuevamente, al fallo que hemos citado en la nota 2. De esta forma, en opinión de Bianchi, se incorporó el concepto de reglamento delegado a la par de reglamento ejecutivo, ya establecido en el art. 86, inc. 2°, para arrojar como resultado que un artículo constitucional -de fuente española y monárquica (el citado art. 86, inc. 2°)- otorgó sustento al desarrollo de un sistema de delegación legislativa de raíz norteamericana que produce, además, dos clases de reglamentos destinados a cumplir una misma función: llenar los claros de la ley. Pero en materia tributaria, este tipo de delegaciones encontró un claro límite en la reserva de ley (arts. 4°, 17 y 52, Constitución nacional). En virtud de este principio, sólo una ley formal, iniciada en la Cámara de Diputados, es quien puede definir los hechos imponibles en su acepción objetiva y también en la esfera subjetiva, o sea, cuáles son los sujetos pasivos de la obligación que va a nacer. Ella debe establecer el objeto y la cantidad de la prestación, es decir, el criterio con que debe valuarse la materia imponible, para aplicar luego el impuesto en un monto determinado y también definir ese monto. Respecto de la forma de cuantificar la obligación tributaria, la ley debe contener "en tercer término, la base de medición, llamada también base imponible, esto es, la adopción de parámetros que sirvan para valorar cuantitativamente los hechos cuya verificación origina la obligación; en cuarto término, la delimitación en el espacio y en el tiempo de esos hechos; en quinto término, la cantidad expresada en una suma finita o bien en un porcentaje o alícuota aplicable a la base imponible, que representa o arroja como resultado el quantum de la obligación tributaria" (11). En virtud de tales premisas, con anterioridad a la reforma constitucional de 1994, el Alto Tribunal había convalidado la constitucionalidad de la delegación legislativa en materia tributaria (12), en las condiciones antes señaladas, para: 1. Permitir la adecuación de alícuotas (13), 2. Impartir normas generales obligatorias para reglamentar la situación de los contribuyentes frente a la administración (14). III - La reforma de 1994, el nuevo art. 76 y la materia tributaria La reforma constitucional del año 1994 contempló expresamente la delegación legislativa en el art. 76 del nuevo texto. Allí, si bien genéricamente se la prohíbe, a continuación se la admite respecto de dos materias determinadas: administración y emergencia pública. El nuevo instituto despertó pronto la preocupación de la doctrina. López Olaciregui (15) propuso que la delegación legislativa del art. 76 de la Constitución se comprenda como aludiendo a la delegación impropia, de modo que sea entonces este tipo de delegación la que se prohíbe por vía de principio y resulte permitida sólo excepcionalmente. En su opinión, la reforma habría receptado y a la vez restringido la tesis de la Corte, vedando genéricamente la delegación impropia y autorizándola sólo respecto de materiasdeterminadasde administración o de emergencia pública, dentro de las bases que el Congreso establezca. Además, le habría impuesto un plazo de caducidad al Ejecutivo para hacer uso de las facultades delegadas y también, con arreglo al inc. 12 del art. 100 de la Constitución nacional, la obligación que los reglamentos así dictados sean refrendados por el Jefe de Gabinete de Ministros y controlados por la Comisión Bicameral Permanente. Pero, aun cumpliendo con las restantes condiciones del art. 76, restaba definir si, dentro de las materias determinadas de administración o de emergencia pública, el Congreso podía delegar facultades legislativas en materia tributaria. Según Bidart Campos (16), es preciso correlacionar el art. 76 con el art. 99, inc. 3, dado que no es razonable suponer que la Constitución deja opción libre para usar la delegación legislativa, o los decretos de necesidad y urgencia, en las mismas situaciones ni para imaginar que son remedios alternativos. Por ello, es su opinión que tampoco el art. 76 sería válido para facultar al Poder Ejecutivo a dictar disposiciones en materia penal, tributaria, electoral y de partidos políticos. Tal parece haber sido la intención de los reformadores, como surge de las opiniones de los convencionales Cornet y Quiroga Lavié (17). El primero señaló como una verdadera contradicción legislativa que el art. 76 careciera de una prohibición similar a la contenida en el art. 99, inc. 3. A su turno, el segundo agregó que no pueden ser materia de delegación, en ningún caso, las cuestiones impositivas. Lo cierto es que estas opiniones no se plasmaron con idéntica redacción en los arts. 76 y 99, inc. 3°, razón por la cual resultaba confuso si la materia tributaria -prohibida para los decretos de necesidad y urgencia- también se encontraba vedada para la delegación legislativa, aun cuando concurrieran las circunstancias previstas en el art. 76 de la Constitución nacional. IV - Conclusión: la delegación legislativa en materia tributaria a partir de "Selcro" Por eso, pensamos que el fallo causante del presente análisis clarifica una cuestión no suficientemente explícita en la redacción del nuevo art. 76: dentro de los posibles objetos de delegación legislativa no tienen cabida los aspectos sustanciales del derecho tributario, cuya definición queda -como se explicó en el punto II- reservada a una ley formal. Es evidente que el Tribunal hizo prevalecer la doble prohibición contenida, como regla general, tanto en el art. 76 (18) como en el art. 99, inc. 3 (19), de la Constitución, enlazando ello con la categórica regla de los arts. 4°, 17 y 52, cuya modificación quedó fuera del acuerdo firmado el 13 de diciembre de 1993 para la reforma de la Constitución nacional. De esta forma, no sólo aseguró el principio republicano de división de poderes sino, fundamentalmente, resguardó la inviolabilidad de la propiedad frente al tributo, al ratificar la legalidad formal como único medio para legitimarlo. Con lo expuesto, queda ratificado que no podrá existir delegación legislativa válida respecto de ninguno de los elementos estructurales de la hipótesis de incidencia tributaria, esto es, material, personal, espacial y temporal. Esta prohibición se extiende a las exenciones tributarias, tanto en lo relativo a su vigencia como a la definición de sus elementos estructurales, pues también respecto de ellas opera el principio de reserva de ley (20). La sentencia, al mismo tiempo, abre nuevos interrogantes. En primer lugar, qué sucederá con los decretos dictados en materia tributaria, con sustento en la delegación legislativa realizada por la ley 25.414 (21), toda vez que -en uso de tales atribuciones- el Ejecutivo modificó y derogó exenciones, así como creó tasas, en contravención al principio de reserva de ley. En segundo término, cuáles son las condiciones válidas de utilización -a partir del 24 de agosto de 1999- de las facultades delegadas al Ejecutivo por leyes anteriores a la reforma de 1994. Cabe recordar que la cláusula transitoria 8° de la Constitución dispuso que la legislación delegada preexistente que no contuviera plazo establecido para su ejercicio caducaría a los cinco años de vigencia de esa disposición, excepto aquella que el Congreso ratificara expresamente por una nueva ley. Como a la expiración de ese término el Congreso aún no había ratificado expresamente cada una de las normas que delegaban facultades al Ejecutivo, dictó la ley 25.148 por medio de la cual prorrogó este plazo de caducidad tres años más. A su vencimiento, y ante un nuevo incumplimiento, el plazo experimentó otro diferimiento de dos años, que se cumple en agosto de 2004 (ley 25.645). Más allá de la legitimidad de estas prórrogas, se ha planteado que el legislador sólo pudo salvar la vigencia de las atribuciones que podía delegar, en los términos del art. 76 del nuevo texto reformado y en las condiciones de uso allí fijadas (22). De seguirse esta tesitura, con posterioridad al término fijado por la cláusula transitoria octava (24 de agosto de 1999), el Ejecutivo sólo pudo emplear válidamente facultades delegadas previas a la reforma, ajustándose a las condiciones previstas en el art. 100, inc. 12, de la Constitución nacional, esto es, mediante decreto refrendado por el Jefe de Gabinete de Ministros y controlado por la Comisión Bicameral Permanente. La no observancia de estos requisitos podría acarrear la nulidad de la norma dictada (arts. 7°, inc. d), y 14, inc. b), ley 19.549). Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723) (1) Fallos: 316-2329, "Eves Argentina S.A.", considerando 10 y su cita, entre muchos otros. (2) Con claridad, a partir de Fallos: 316-2624, "Cocchia, Jorge Daniel c. Nación Argentina". (3) Bianchi, Alberto B.: "Dimensión actual de la delegación legislativa", Derecho Administrativo N° 42, dirigido por Juan Carlos Cassagne, pág. 723, primera edición, Depalma, Buenos Aires, 2002. (4) También lo reconoce Cassagne, Juan Carlos, en "La configuración de la potestad reglamentaria", en el diario La Ley del 26 de noviembre de 2003. (5) Art. 85, inc. 2°, del proyecto de Alberdi, tomado del art. 170, inc. 1°, de la Constitución de la Monarquía Española, Cádiz, 1812. (6) Art. II de la Constitución de los Estados Unidos de América. (7) Bianchi, Alberto B., op cit. en nota 3. (8) De todas maneras, también se generan problemas con los límites de la delegación otorgada al Ejecutivo. En palabras de la Suprema Corte de Estados Unidos: "El poder legislativo hace, el ejecutivo ejecuta y el judicial aplica la ley; pero quien hace la ley puede encomendar algo a la discreción de otro departamento y el límite preciso de ese poder constituye una materia muy delicada en la cual ninguna corte debe ingresar injustificadamente" ("Wayman vs. Southard", 10 Weat. 1-43). (9) Ver crítica de Manili, Pablo L., "Continúan las delegaciones legislativas". A propósito de la ley 25.645 (Adla: 2002-D-5066), donde sostiene que en "Delfino" nuestro máximo Tribunal se sustentó erróneamente en el ya nombrado "Wayman vs. Southard", sin nombrarlo, por cuanto en él se juzgaba la constitucionalidad de una delegación hecha por el Legislativo, no a favor del Ejecutivo, sino a favor del Poder Judicial al que se autorizaba a reglamentar las formalidades de los recursos de apelación. (10) Fallos: 286-325, "Banco Argentino de Comercio c. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires". (11) Jarach, Dino: "Curso de Derecho Tributario", Ediciones Cima, Buenos Aires, 1980, pág. 80 y 136/137. (12) Para una reseña de las oportunidades en que el Congreso hizo empleo de esta herramienta puede consultarse a Castellanos, Fernando: "Casos de violación al principio de legalidad por delegación en las facultades tributarias", Impuestos, 1989-B-1027. (13) Fallos: 270-42, "S.A. Laboratorios Anodia c. Nación Argentina"; Fallos: 286-325, "Banco Argentino de Comercio c. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires; Fallos: 310-2193, "Conevial S.A. Constructora I.C.I. y E. c. Administración Nacional de Aduanas"; Fallos: 314-258, "Massalin Particulares S.A."; Fallos: 315-1820, "Propulsora Siderúrgica S.A.I.C.". (14) Fallos: 304-438, "D.G.I. c. De Angelis S.A." (15) López Olaciregui, Martín: "Acerca de la delegación legislativa", La Ley: 1995-E808. (16) Bidart Campos, Germán: "Tratado elemental de derecho constitucional argentino", tomo VI, pág. 342, Buenos Aires, Ediar, 1995. (17) Ver Casás, José Osvaldo, "Derechos y garantías constitucionales del contribuyente". "A partir del principio de reserva de ley tributaria", Editorial Ad Hoc, Buenos Aires, 2002, págs. 376 y 381. (18) Art. 76: "Se prohíbe la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de emergencia pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de la delegación que el Congreso establezca". (19) Art. 99, inc. 3°: "...El Poder Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo". (20) Fallos: 316-1115 y más recientemente en la causa "Cámara Argentina del Libro y otros c. PEN, dec. 616/01 s/amparo ley 16.986", del 1° de septiembre de 2003. (21) Decreto 493/01, del 27/04/01, decretos 496/01; 802/01; 1008/01, entre otros. (22) Bianchi, Alberto B., op cit., en especial p. 730, ptos. ii) y iv).