Hábitos de autocuidado

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Curso sobre
Envejecimiento
activo 11
Consumidores en Acción
Módulo 4
HÁBITOS DE AUTOCUIDADO
La salud de las personas depende de las circunstancias en las que se desarrolla su
vida, de la influencia de factores sociales y del autocuidado que éstas tengan de sí
mismas.
El autocuidado es “toda actuación que posibilita a las personas conservar la
salud, el bienestar y responder de manera continua a sus necesidades para
mantener la vida y la salud.” Dorotea Orem (1971).1
El autocuidado es necesario para la integridad y el desarrollo personal y hay
que promoverlo desde la autonomía, la autoayuda y el fomento de las relaciones
sociales. Existen muchas maneras de cuidarse y no sólo depende de uno mismo,
sino también del entorno en el que se vive (clima, funcionamiento familiar, trabajo,
recursos...).
La Carta de Ottawa para la
promoción de la Salud hace una
mención clara a la necesidad de
impulsar los recursos humanos
existentes en la sociedad para
capacitar a las personas a ejercer
mayor control sobre su propia
salud. Lo que se pretende es que
las personas obtengan el mayor
grado de bienestar posible en
función de sus circunstancias
personales y de los factores socioculturales que la rodean. La Organización Mundial
de la Salud señala (2010) que “las personas deben ser empoderadas para
promocionar su propia salud, para interactuar con los servicios sanitarios y participar
activamente en la gestión de la enfermedad”.2
Es decir, y como nos marca la Carta de Ottawa (1986), “la salud se crea y se
vive en el marco de la vida cotidiana: en los centros de enseñanza, de trabajo y de
recreo. La salud es el resultado de los cuidados que uno se dispensa a sí mismo y a
los demás, de la capacidad de tomar decisiones y controlar la vida propia y de
1
Orem D. (1993). “Modelo de Orem. Conceptos de enfermería en la práctica”. Barcelona: MassonSalvat Enfermería.
2
OMS (2010). ”Empoderamiento del usuario de salud mental. Declaración de la oficina regional
para Europa “.
1
asegurar que la sociedad en que uno vive ofrezca a todos sus miembros la
posibilidad de gozar de un buen estado de salud”.3
El conocimiento de los hábitos de autocuidado tiene como finalidad que las
personas mayores aprendan a:
Responsabilizarse por su propio cuidado.
Realizar y aprender destrezas y habilidades que le permitan observar, descubrir y
prevenir enfermedades comunes, lesiones y urgencias.
Aprender a usar los recursos de salud y sociales en forma adecuada.
Algunos hábitos de autocuidado ya se trataron en el curso sobre envejecimiento
activo del año 2014 (alimentación, prevención de accidentes, caídas, tabaco,
alcohol...) y otros se han desarrollado en módulos anteriores de esta edición
(actividad física, procesos cognitivos...). De este modo, en este apartado se
describirán cuatro nuevos hábitos de autocuidado: la higiene bucodental, el
cuidado de la piel, de los pies y el sueño.
1. Salud bucodental
La boca cambia a medida que se envejece y, por ello, el cuidado de los dientes y la
salud bucodental es muy importante.
En esta materia existen muchas ideas equivocadas, como creer que con la vejez
se pierden obligatoriamente los dientes, lo cual no es cierto. Si se cuidan
correctamente y se hacen revisiones
dentales con regularidad, los
dientes pueden durar toda la vida.
Una buena salud bucodental
facilita las capacidades de comer y
de
comunicarse
y
previene
enfermedades orales. Asimismo,
influye en el aspecto físico de la
boca, mejora la autoestima y la
confianza.
3
Carta de Ottawa .1986
2
1.1.
Consejos para cuidar y mejorar la salud bucodental
Cepillarse los dientes tres veces al día con un cepillo de dientes de cerdas
suaves (manual o eléctrico).
Limpiar la superficie de la lengua. Es recomendable hacerlo con un cepillo
suave para no producir lesión.
Limpiar entre los dientes una vez al día con seda dental u otro limpiador
interdental.
Lavarse los dientes con una crema dental con flúor.
Si se utiliza dentadura postiza, completa o parcial, hay que limpiarla a diario.
Extraer la dentadura de la boca durante un mínimo de cuatro horas todos los días,
preferentemente por la noche.
Dejar de fumar; esta acción agrava las enfermedades de las encías y la caries
dental.
Acudir al dentista al menos una vez al año para una revisión dental completa.
Seguir una dieta sana y equilibrada pues una mala alimentación influye
negativamente en el estado de los dientes.
2. La piel
La piel es un órgano sensorial que envejece con el paso del tiempo y va sufriendo
cambios; se vuelve más frágil, seca, menos elástica…
Una piel sana es la primera defensa del cuerpo contra las infecciones y lesiones
de los tejidos internos. También regula la temperatura corporal y es un medio de
eliminación de desechos.
Por tanto, las buenas prácticas de higiene y conservación de la piel influyen en
la salud y bienestar de las personas mayores.
2.1.
Consejos para el cuidado de la piel
Mantener la piel seca, limpia e hidratada.
Usar un jabón suave.
Secarse con cuidado y asegurarse de que los pliegues del cuerpo no queden
húmedos.
3
Si aparecen áreas enrojecidas en los pliegues, consultar al médico para
descartar una infección por hongos.
Usar cremas hidratantes tanto en la cara como en resto del cuerpo.
Ante lesiones cutáneas, como lunares que crezcan, piquen o cambien de color,
acudir al médico para su exploración.
En caso de quemaduras, no
utilizar
medicamentos
o
sustancias sin indicación médica.
Si es necesario lavarlas, use sólo
agua y jabón.
Usar protección solar, gafas
de sol y sombrero para tomar el
sol.
Afeitarse con cuidado y
aplicarse
después
crema
hidratante. El alcohol y la colonia resecan la piel.
Usar ropa de lana, lino o algodón, especialmente en las prendas interiores,
pues las fibras sintéticas pueden causar lesiones y alergias.
Lavar tanto la ropa de vestir como la de cama con un detergente suave.
Una dieta equilibrada y saludable favorece el mantenimiento de una piel sana.
Beber al menos dos litros de agua al día para hidratar la piel.
3. Cuidado de los pies
Los pies constituyen una parte muy importante en la conservación de la autonomía
de las personas mayores para poder desplazarse libremente.
En muchas ocasiones, las dolencias asociadas a ellos provocan dificultades
para caminar, caídas e incluso son causa de otras enfermedades.
Los problemas más frecuentes asociados a los pies son deformaciones de los
dedos (juanetes, dedo martillo,..) y de las uñas (hongos, uñas encarnadas…).
El pie también puede ser un indicador de cómo se encuentra la salud de una
persona. Así, enfermedades como la diabetes, la artrosis y la artritis se reflejan en
los pies.
4
3.1.
Consejos útiles para el autocuidado de los pies
Evitar zapatos con tacón alto así como los de punta que aprietan los dedos.
Utilizar calzado amplio y cómodo.
Usar zapatos y/o zapatillas de estar por casa bien ajustados, evitando las
pantuflas y zapatos de lona pues no proporcionan una postura natural de los pies y
dan poca protección contra los golpes y superficies ásperas.
Revisar el interior del zapato con frecuencia en busca de rugosidades, asperezas
y costuras gruesas que pueden hacer heridas o rozaduras en el pie.
Usar medias o calcetines de algodón, lana o hilo, los de fibra sintética no dejan
respirar el pie y favorecen la presencia de hongos.
Ponerse calcetines limpios todos los días.
Evitar usar calcetines o medias que aprieten el tobillo, pues dificultan la
circulación. Para mejorarla, realizar masajes suaves.
Lavarse los pies a diario con agua tibia y jabón neutro. A continuación secarlos
bien, prestando especial atención en los espacios interdigitales para evitar la
aparición de infecciones.
Cortar las uñas rectas para evitar que se encarnen.
Las personas que sufren de diabetes deben observar diariamente sus pies y
consultar ante cualquier lesión que aparezca.
No tratar uno mismo los callos o uñas encarnadas con tijeras o cuchillas. Esta
práctica puede provocar una lesión o una infección cutánea. Es necesario acudir al
podólogo.
Para
mejorar
la
circulación de los pies se
deben mantener a una
temperatura adecuada y
constante.
Evitar
estar
tiempo sentado.
ejercicios moviendo
en círculo, ponerse
caminar, etc.
mucho
Realizar
los pies
de pie,
5
4. Sueño
La edad afecta a la capacidad de dormir. Con los años se produce una disminución
del tiempo de sueño y un aumento en la cantidad y duración de los despertares
nocturnos, la somnolencia y la fatiga diurna.
Las personas que no duermen bien pueden sufrir como consecuencia
cansancio, pesadez y dolores musculares en las extremidades, pudiendo influir en
las personas mayores en una falta de reflejos, dificultad para concentrarse y
recordar cosas.
La falta de sueño también afecta a nivel emocional: aparece nerviosismo,
irritabilidad y decaimiento.
Todos estos efectos influyen en la calidad de vida, dificultan las relaciones y
pueden alterar el desempeño de las actividades diarias. Por tanto, el sueño es una
de las principales necesidades del adulto mayor para tener una vida activa y
saludable.
4.1.
Consejos prácticos para dormir mejor
Crear una rutina en cuanto a los horarios para acostarse y levantarse. El cuerpo
se acostumbra, facilitando el sueño.
No obsesionarse con la idea de
dormir, podría generar nerviosismo y
producir el efecto contrario al deseado.
No tratar de dormir si no se tiene
sueño.
Evitar dar cabezadas durante el día
y las siestas excesivas.
Evitar comidas copiosas en la cena
y bebidas excitantes (té, café y alcohol).
Practicar alguna actividad física de forma regular ayuda a dormir mejor,
siempre que se realice al menos dos ó tres horas antes de acostarse.
Dormir en espacios con un ambiente adecuado, sin ruidos, temperatura
agradable y bien ventilado.
Seguir las mismas pautas antes de acostarse: ir al baño, beber un vaso de leche
caliente, escuchar música relajante, leer...
6
Crear una rutina de ejercicios de relajación que favorezcan la conciliación del
sueño.
Dormir sobre un colchón apropiado y con una almohada adaptada a la
columna cervical.
No tomarse ningún medicamento para dormir sin prescripción médica.
Se recomienda dormir entre siete y nueve horas todas las noches.
5. Bibliografía
Barbier Ibáñez, M. Moreno Barrio, S. Sanz Urdiales, S. (2011) “Guía de
autocuidado y cuidado para personas cuidadoras familiares de personas mayores en
situación de dependencia”. Grupo Servicios sociales integrados.
Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud (1986). “Una conferencia
internacional sobre la promoción de la salud”.
Gil Gregorio, P. et al (2013) “Manual de las buenas prácticas en cuidados a
las personas mayores”. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
Orem D. (1993). Modelo de Orem. Conceptos de enfermería en la práctica.
Barcelona: Masson-Salvat Enfermería.
OMS (2010): Empoderamiento del usuario de salud mental. Declaración de la
oficina regional para Europa. Organización Mundial de la Salud.
OPS (1996). Promoción de la Salud: Una antología. Washington D.C, EE.UU.
OPS. Sección I, IV, Anexo II.
Solano Villarubia, C y colab. (2015) “Cuadernos de Enfermería familiar y
Comunitaria 2: El autocuidado en las personas con enfermedad crónica”. Semap
(Sociedad Madrileña de Enfermería Familiar y Comunitaria).
Valero Cantero, I. et al (2006). “Guía para personas cuidadoras”.
Subvencionada por Dirección General de Personas Mayores, Consejería para la
Igualdad y Bienestar Social, Junta de Andalucía. Fundación Jorge Queraltó.
http://www.juntadeandalucia.es/igualdadybienestarsocialopencms/system/bodies/Pe
rsonas_Mayores/Publicacion/Guia_para_personas_cuidadoras/GUIAQUERALTO.pd
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