Oración por los Enfermos - Conferencia Episcopal de Costa Rica

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JUBILEO EXTRAORDINARIO
DE LA MISERICORDIA
COMISIÓN NACIONAL DE LITURGIA
ORACIÓN POR LOS ENFERMOS
CELEBRACIONES
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ÍNDICE DE CELEBRACIONES EN EL CONTEXTO DEL
AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA
CELEBRACIÓN
Adoración eucarística
Rito de Unción de enfermos para obtener la indulgencia jubilar
PÁGINA
3
11
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
2
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I.
ADORACIÓN EUCARÍSTICA.
Indicaciones generales
1.
La exposición del Santísimo debe ordenarse de tal manera que, antes de la bendición
con el Sacramento o de su reserva, se dedique un tiempo conveniente a la lectura de la
Palabra de Dios, a los cánticos, a las preces y a la oración en silencio prolongada durante
algún tiempo1.
2.
Por su naturaleza, sólo esta celebración litúrgica admite oraciones de piedad popular
para su realización.
3.
Para la selección e interpretación de los cantos, recuérdense las normas propias de
cada tiempo litúrgico (CONFERENCIA EPISCOPAL DE COSTA RICA, Instrucción para los
animadores del canto litúrgico, 2015) y -además- utilícese la nueva edición del Cantad Alegres a
Dios. Cantoral Litúrgico (se abreviará como: CADCL).
4.
Respecto al lugar para la exposición y su ornato, de igual manera debe regirse por
las normas propias de la liturgia y de cada tiempo litúrgico.
5.
Procúrese que esta adoración eucarística pueda realizarse en una hora oportuna, de
tal manera que en ella puedan participar los fieles enfermos y ancianos de la comunidad
parroquial.
Exposición del santísimo Sacramento
6.
Congregado el pueblo, se expone el santísimo Sacramento. Si la adoración eucarística
sigue inmediatamente después de la Eucaristía, el sacerdote deja la hostia que se va a
exponer sobre el altar (esta hostia debe ser consagrada en la misma celebración), se dirige a
la sede, reza la oración después de la Comunión y, sin dar la bendición, expone el santísimo
Sacramento en la custodia, lo inciensa con tres movimientos dobles (y -si lo juzga oportunopuede retirarse; esto implica que un sacerdote o un diácono vaya a dar la bendición con el
santísimo Sacramento al final del tiempo prolongado de adoración). Sin embargo, cuando
la adoración eucarística no se va a realizar inmediatamente después de la Misa -sino en una
hora posterior-, y no haya sacerdote o diácono para que puedan exponer el Sacramento,
puede hacerlo un acólito instituido o -en su ausencia- un ministro extraordinario de la
Comunión.
7.
En el caso de que vaya a ser expuesto por un ministro extraordinario de la Comunión
(porque no sigue de manera inmediata a la Misa y no hay un ministro ordenado que lo haga,
o un acólito), puede hacerse de dos modos:
a. El ministro extraordinario de la Comunión se dirige al Sagrario, hace genuflexión
y saca el copón con la Reserva eucarística, y lo coloca sobre un corporal en el
centro del altar.
Cf. Ritual de la Sagrada Comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la Misa. Reformado por mandato del Concilio
Vaticano II y promulgado por su santidad el Papa Pablo VI. Aprobado por la Conferencia Episcopal Española y confirmado
por la Sagrada Congregación para los sacramentos y el culto divino, Barcelona: Coeditores Litúrgicos, 20004, n. 89, p.
52.
1
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
3
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b.
El ministro extraordinario de la Comunión se dirige al Sagrario, hace genuflexión
y saca el píxide con el santísimo Sacramento, lo traslada al altar y lo coloca en la
custodia, luego la ubica sobre un corporal en el centro del altar.
Mientras tanto, puede entonarse un canto eucarístico apropiado; se sugiere: Mi alma alaba al
Señor (CADCL S.12), o bien: Cantemos al amor de los amores (CADCL S.6).
________________________________________________________________________________
Invocación inicial
8.
Si la adoración eucarística se va a realizar inmediatamente después de la celebración
de la Misa, esta invocación se omite y se pasa al n. 9. De lo contrario, todos se signan
mientras el que modera la celebración dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Los demás fieles responden:
Amén.
________________________________________________________________________________
9.
Luego, quien celebra se dirige a los fieles con las siguientes palabras:
En este Año Jubilar de la Misericordia, cada uno de nosotros está llamado a tomar
consciencia de la cercanía y la bondad del Señor: somos invitados a sentir el amor
que el Padre tiene por cada uno de nosotros. Y esto lo podremos experimentar hoy
mismo si abrimos el corazón a Dios y nos dejamos abrazar por Él. Pongamos en sus
manos todo lo que traemos sobre nuestros hombros: dolores, sufrimientos,
enfermedades, tristezas; y en este encuentro con el Señor, sintamos su cercanía y el
alivio de su amor.
10.
Terminada la monición, todos hacen una invocación al Espíritu Santo para pedir la
gracia de poder comprender la Palabra que se va a meditar. Para esto, puede entonarse un
canto al Espíritu Santo (se sugiere: El Espíritu del Señor -“El Señor os dará su Espíritu Santo”-;
CADCL D.95) o cantarse (rezarse) el siguiente himno de manera responsorial:
R. Ven, Espíritu Santo, e ilumina nuestro corazón.
Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama
y con tu soberana gracia inflama
los pechos que criaste poderoso. R.
Tú que abogado fiel eres llamado,
del Altísimo don, perenne fuente,
de vida eterna, caridad ferviente,
espiritual unción, fuego sagrado. R.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Tú te infundes al alma en siete dones,
fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones. R.
Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza,
haznos vencer la corporal flaqueza
con tu eterna virtud fortalecidos. R.
Por ti, nuestro enemigo desterrado,
gocemos de paz santa duradera,
y, siendo nuestro guía en la carrera,
todo daño evitemos y pecado. R.
Por ti al eterno Padre conozcamos,
y al Hijo, soberano omnipotente,
y a ti, Espíritu, de ambos procedente
con viva fe y amor siempre creamos. R.
11.
Esta invocación al Espíritu Santo se concluye con la siguiente oración (si celebra un
laico, la rezará con las manos juntas):
Oh Dios,
que has iluminado los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo,
haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Los demás fieles responden:
Amén.
Proclamación de la Palabra
12.
Concluida la oración, quien celebra proclama el texto del Evangelio. Para esto, el fiel
se traslada al ambón y (si es laico, omite el saludo: El Señor esté con ustedes) hace la
proclamación diciendo:
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Del Evangelio según san Lucas.
10, 25-37
En aquel tiempo, al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama,
con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la fiebre. Ella se levantó y se
puso a servirles.
Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él expulsó a los demonios con su
palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: El
hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.
Palabra del Señor.
13.
Se recomienda proclamar este Evangelio al menos tres veces (en las tres ocasiones se
repite lo indicado en el n. 12), dejando un espacio de silencio entre cada vez:
a. La primera vez para que se tenga una primera aproximación al texto bíblico.
b. La segunda vez indicando a los fieles que traten de imaginarse el episodio
bíblico.
c. Una última vez pidiendo a los fieles que se queden con una frase o un detalle que
a cada uno haya movido a nivel interno.
Meditación de la Palabra
14.
Una vez proclamada la Palabra, se puede guiar a los fieles para que mediten sobre
lo que Dios ha dicho a través de lo anunciado. Para esto, puede invitárseles a responder
personalmente las siguientes preguntas:
a. ¿Qué es lo que más me ha llamado la atención del texto bíblico?
b. ¿Por qué ese detalle habrá llamado tanto mi atención?
c. ¿Qué me estará queriendo decir Dios a través de eso que llamó mi
atención?
d. ¿Qué me estará pidiendo hacer Dios con eso que tanto llamó mi atención?
Entre cada una de las preguntas es fundamental dejar momentos de silencio considerables
para la reflexión frente al santísimo Sacramento.
15.
Finalizado el último espacio de silencio, se puede entonar un canto; se sugiere: El
Señor es mi fuerza (CADCL K.6), o bien: En Jesús puse toda mi esperanza (CADCL T.18).
Oración con la Palabra
16.
Después del canto, quien esté moderando invita a los fieles a dirigir al Señor una
oración de confianza y agradecimiento con la siguiente monición:
El Señor nos ha mostrado su misericordia y nos ha recordado que en Él
encontraremos alivio y descanso a nuestras situaciones difíciles. Por esta razón,
pidámosle llenos de confianza su ayuda, de manera que podamos superar nuestras
debilidades. Y no dejemos de agradecerle por las bendiciones que nos ha dado a lo
largo de nuestra vida, pues sabemos que siempre estará a nuestro lado para
ayudarnos a recorrer el camino. En silencio, conversemos con el Señor.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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17.
Después de un espacio considerable de silencio, quien modera concluye rezando la
siguiente oración (si es laico, lo hace con las manos juntas):
Dios todopoderoso y eterno,
salvación perpetua
de los que creen en Ti,
escucha nuestra oración
por tus siervos enfermos,
para quienes imploramos
el auxilio de tu misericordia,
a fin de que, recuperada la salud,
puedan ofrecerte
su acción de gracias en tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Los demás fieles responden:
Amén.
Contemplación de la Palabra
18.
Luego del espacio de oración, se lee el siguiente texto para seguir profundizando lo
meditado:
De la exhortación apostólica Christifideles Laici de san Juan Pablo II.
Uno de los objetivos fundamentales de esta renovada e intensificada acción pastoral
[…] es considerar al enfermo, al minusválido, al que sufre, no simplemente como
término del amor y del servicio de la Iglesia, sino más bien como sujeto activo y
responsable de la obra de evangelización y de salvación. Desde este punto de vista, la
Iglesia tiene un buen mensaje que hacer resonar dentro de la sociedad y de las
culturas que, habiendo perdido el sentido del sufrir humano, silencian cualquier
forma de hablar sobre esta dura realidad de la vida. Y la buena nueva está en el
anuncio de que el sufrir puede tener también un significado positivo para el hombre
y para la misma sociedad, llamado como ésta a convertirse en una forma de
participación en el sufrimiento salvador de Cristo y en su alegría de resucitado, y,
por tanto, una fuerza de santificación y edificación de la Iglesia. El anuncio de esta
buena nueva resulta convincente cuando no resuena simplemente en los labios, sino
que pasa a través del testimonio de vida, tanto de los que cuidan con amor a los
enfermos, los minusválidos y los que sufren, como de estos mismos, hechos cada
vez más conscientes y responsables de su lugar y tarea en la Iglesia y por la Iglesia.
19.
Terminada la lectura del texto religioso, se entona un canto de temática vocacional;
se sugiere: Canción del misionero -Alma misionera- (CADCL I.4), o bien: Vocación al amor
(CADCL Q.63).
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Ritos conclusivos
20.
Para concluir, todos se arrodillan. Si presidió un presbítero o un diácono, concluye
la adoración eucarística (como se indica a partir del n. 21) e imparte la bendición con el
Sacramento. Si moderó un laico, finaliza -también- la celebración como se indica en el n. 21,
pero sin impartir la bendición con el Santísimo.
21.
Quien celebra intercala las siguientes aclamaciones con el resto de los fieles,
diciendo:
Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios
y verdadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo corazón.
Bendita sea su preciosísimo corazón.
Bendito sea Jesús en el santísimo
Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo
consolador.
Bendita sea la excelsa madre de Dios,
María santísima.
Bendita sea su santa e inmaculada
concepción.
Bendita sea su gloriosa asunción.
Bendito sea el nombre de María, virgen
y madre.
Bendito sea san José, su castísimo
esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y
santos.
22.
R. Bendito sea Dios.
R. Bendito sea su santo nombre.
R. Bendito sea Jesucristo, verdadero
Dios y verdadero hombre.
R. Bendito sea el nombre de Jesús.
R. Bendito sea su sacratísimo corazón.
R. Bendita sea su preciosísimo corazón.
R. Bendito sea Jesús en el santísimo
Sacramento del altar.
R. Bendito sea el Espíritu Santo
consolador.
R. Bendita sea la excelsa madre de Dios,
María santísima.
R. Bendita sea su santa e inmaculada
concepción.
R. Bendita sea su gloriosa asunción.
R. Bendito sea el nombre de María,
virgen y madre.
R. Bendito sea san José, su castísimo
esposo.
R. Bendito sea Dios en sus ángeles y
santos.
Luego, canta o dice la siguiente aclamación:
Les diste, Señor, el pan del cielo.
Los demás fieles responden:
Que contiene en sí todo el deleite.
________________________________________________________________________________
O bien, en tiempo pascual:
Les diste, Señor, el pan del cielo. Aleluya, aleluya.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Los demás fieles responden:
Que contiene en sí todo el deleite. Aleluya, aleluya.
________________________________________________________________________________
23.
Inmediatamente, quien celebra reza la siguiente oración (si es un laico, lo hace con
las manos juntas):
Oh Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de tu pasión,
te pedimos nos concedas
venerar de tal modo los sagrados misterios
de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de tu redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Los demás fieles responden:
Amén.
24.
Luego, si presidió un sacerdote o un diácono, toma la custodia e imparte la bendición
con el santísimo Sacramento.
25.
Dada la bendición, el sacerdote o el diácono trasladan el Santísimo al sagrario para
ser reservado. En su ausencia, un acólito (o, en su defecto, un ministro extraordinario de la
Comunión) se pone en pie, se dirige al altar y traslada el Sacramento al lugar de la reserva.
Mientras tanto, puede entonarse un canto de índole eucarística; se sugiere: Himno del IV
Congreso Eucarístico Nacional (CADCL S.9), o bien: Bendito, bendito (CADCL S.5).
26.
Por último, si preside un sacerdote o un diácono, despide a la asamblea diciendo:
El Señor no ha dejado de realizar su salvación en medio de nosotros; por esta razón,
marchemos llenos de alegría a anunciar el amor inmenso de nuestro Dios. Pueden ir
en paz.
Los demás fieles responden:
Demos gracias a Dios.
Si modera un laico, omite el: Pueden ir en paz, y dice:
El Señor no ha dejado de realizar su salvación en medio de nosotros; por esta razón,
marchemos llenos de alegría a anunciar el amor inmenso de nuestro Dios.
Permanezcamos en la alegría del Señor.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Los demás fieles responden:
Demos gracias a Dios.
27.
Y se organiza la procesión de envío del modo acostumbrado. Mientras tanto, se
entona un canto; se sugiere: Envíame (CADCL I.13), o bien: La sal y la luz (CADCL I.24).
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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II.
RITO DE CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS
INTRODUCCIÓN
1.
Este rito responde a la petición del Papa Francisco por buscar medios de plegaria
para facilitar a los enfermos la obtención de la indulgencia. En su carta por la que se concede
la indulgencia con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia nos dice: “Pienso,
además, en quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar a la Puerta
Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo en
condiciones de no poder salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir la enfermedad y
el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte
y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad. Vivir con fe y
gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la
santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de
comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar”.
2.
La siguiente celebración está estructurada para ser realizada en los hogares o sitios
de cada uno de los .ancianos y los enfermos. Sin embargo, cuando las circunstancias de éstos
lo permitan, se recomienda la celebración de la Unción de los enfermos dentro de la
Eucaristía comunitaria (cuando se celebre con el pueblo, es muy conveniente realizar un
pequeño compartir al finalizar la Eucaristía, de manera que los enfermos puedan sentirse
realmente acogidos por la comunidad cristiana).
3.
Este rito debe ser presidido únicamente por un sacerdote. Procure que en su visita,
la Unción de los enfermos se desarrolle en un ambiente de verdadera plegaria, dedicando a
cada uno de los enfermos o ancianos el suficiente tiempo -según las circunstancias-.
4.
Es conveniente que antes de la celebración del sacramento de la Unción de los
enfermos, en un lugar adecuado el sacerdote administre el sacramento de la Reconciliación
a aquellos que lo deseen.
5.
Dispóngase un pequeño altar para colocar reverentemente las especies consagradas
para la Comunión de los ancianos o enfermos y de quienes -por atender a éstos- no
participen regularmente de la Eucaristía.
RITOS INICIALES
6.
El sacerdote, revestido con alba y estola de color blanco, se acerca al enfermo. Luego,
se signa -junto con todos los presentes- y dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Los demás fieles responden:
Amén.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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7.
Y saluda a quienes participan de la celebración, diciendo:
La gracia y la paz
de parte del Padre,
rico en misericordia,
y de Jesucristo el Señor,
médico que anima nuestras vidas,
esté con ustedes.
Los demás fieles responden:
Y con tú espíritu.
8.
Inmediatamente, si las circunstancias pastorales lo permiten, se bendice el agua para
asperjar. Para esto, el sacerdote bendice el agua diciendo:
Señor, Padre santo,
dirige tu mirada sobre nosotros,
que, redimidos por tu Hijo,
hemos nacido de nuevo del agua
y del Espíritu Santo en la fuente bautismal;
concédenos, te pedimos,
que todos los que reciban
la aspersión de esta agua
queden renovados
en el cuerpo y en el alma
y te sirvan con limpieza de vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Los demás fieles responden:
Amén.
Y asperja a quien será ungido y a quienes están presentes, y la habitación. Luego, dice
Oremos, deja un breve espacio de oración en silencio y concluye diciendo:
Señor, Dios nuestro,
que por medio del apóstol Santiago
nos has dicho:
“¿Está enfermo alguno de ustedes?
Llame a los presbíteros de la Iglesia,
y que recen sobre él,
después de ungirlo con óleo,
en nombre del Señor.
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Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Y la oración de fe salvará al enfermo,
y el Señor lo curará,
y, si ha cometido pecado, lo perdonará”.
Escucha la oración de quienes
nos hemos reunido en tu nombre
y protege misericordiosamente a N. [estos hijos tuyos]
para que experimenten el consuelo
y la fortaleza en la debilidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Los demás fieles responden:
Amén.
_________________________________________________________________________
9.
Si el enfermo no recibió el sacramento de la Reconciliación antes de esta celebración,
se realiza el acto penitencial del siguiente modo:
Jesucristo, infinito en amor, nos reconcilia con el Padre; abramos nuestro corazón
reconociendo nuestra fragilidad e invoquemos la misericordia del Señor.
Se deja un breve espacio de silencio; luego, todos dicen:
Yo confieso ante Dios Todopoderoso
y ante ustedes hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa,
por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María,
siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí
ante Dios, nuestro Señor.
10.
El sacerdote concluye diciendo:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.
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Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Los demás fieles responden:
Amén.
_________________________________________________________________________
LITURGIA DE LA PALABRA
11.
Luego, se canta (o -según las circunstancias- se proclama) el siguiente versículo antes
del Evangelio del modo acostumbrado:
R. Aleluya, aleluya
[O bien, en tiempo de Cuaresma: R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús].
Vengan a Mí
todos los que están fatigados
y agobiados por la carga,
y yo los aliviaré, dice el Señor.
R. Aleluya, aleluya
[O bien, en tiempo de Cuaresma: R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús].
Mt 11, 28
Inmediatamente, se proclama el Evangelio de la manera acostumbrada:
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas
10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y
le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo:
“¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?” El doctor de la ley contestó:
“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y
con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Has contestado bien; si
haces eso, vivirás”.
El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”
Jesús le dijo: “Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en
manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio
muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó
de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero
un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus
heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó
a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del
mesón y le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado
por los ladrones?” El doctor de la ley le respondió: “El que tuvo compasión de él”.
Entonces Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”.
Palabra del Señor.
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Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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12.
Y, si el sacerdote lo considera oportuno, puede realizar una breve reflexión.
13.
Luego, según lo solicitado para obtener la indulgencia jubilar, el sacerdote invita a
quien va a ser ungido y a los presentes a profesar la fe:
Sacerdote:
¿Creen ustedes en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Los demás fieles:
Sí, creo.
Sacerdote:
¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de la Virgen María,
padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre?
Los demás fieles:
Sí, creo.
Sacerdote:
¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos,
en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
Los demás fieles:
Sí, creo.
El sacerdote asiente la profesión de fe de quien va a ser ungido -y de quienes le acompañandiciendo:
Ésta es nuestra fe.
Ésta es la fe de la Iglesia,
que nos gloriamos de profesar,
en Jesucristo, nuestro Señor.
_________________________________________________________________________
14.
O bien, puede hacerse la profesión de fe de forma rezada:
Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
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Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
Todos se inclinan y prosiguen:
que fue concebido por obra
y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen,
Todos se levantan y continúan diciendo:
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
_________________________________________________________________________
15.
Concluida la profesión de fe, se ora por las intenciones del Papa en la oración
universal de los fieles. El sacerdote introduce esta plegaria diciendo:
Jesucristo quiso edificar su Iglesia sobre la roca de Pedro. Elevemos nuestra oración
por el Papa, siervo de los siervos de Dios, y por sus intenciones en bien de la
humanidad. Oremos diciendo:
R. Escúchanos, Señor.
Uno de los presentes, si la circunstancia pastoral lo permite, puede proponer las intenciones:
Para que el Señor sostenga la labor pastoral del Papa Francisco, de manera que con
su magisterio y caridad ilumine el camino de la Iglesia. Roguemos al Señor.
Para que el Señor conceda al Papa Francisco la luz del Espíritu Santo y lo revista con
su fuerza. Roguemos al Señor.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
16
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Para que muchas personas a lo largo del mundo atiendan el llamado del Papa
Francisco, de forma que nos comprometamos en la atención de todos los que sufren.
Roguemos al Señor.
Para que nosotros que elevamos esta plegaria al Padre, asumamos el compromiso
de orar siempre por el bienestar del Papa Francisco. Roguemos al Señor.
El sacerdote -con las manos extendidas- finaliza con la siguiente oración:
Señor Dios, pastor y guía de todos los fieles,
mira con bondad a tu siervo Francisco,
que quisiste que presidiera a la Iglesia
como su pastor, y concédele que,
con su palabra y ejemplo,
sirva a aquellos a quienes preside,
para que, junto con el rebaño a Él confiado,
llegue a la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Los demás fieles responden:
Amén.
LITURGIA DEL SACRAMENTO
16.
Finalizada la oración universal de los fieles, se rezan las siguientes letanías:
Con humildad y confianza invoquemos al Señor, y pidámosle por nuestro hermano
N. [nuestros hermanos], para que sea fiel servidor [sean fieles servidores] del Señor;
oremos diciendo:
R. Te rogamos, óyenos.
Dígnate visitarlo(s) con tu misericordia y confortarlo(s) con la santa Unción. R.
Líbralo, Señor, de todo mal. R.
Alivia el dolor de todos los enfermos. R.
Asiste a los que se dedican al cuidado de los enfermos. R.
Libra a este hermano nuestro [estos hermanos nuestros] del pecado y de toda
tentación. R.
Da vida y salud a quien [quienes] en tu nombre vamos a imponer las manos. R.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Luego, el sacerdote se dirige a los fieles diciendo:
En silencio, oremos por nuestro hermano [nuestros hermanos].
17.
E -inmediatamente y en el mismo silencio- impone las manos sobre quien va a ser
ungido (quienes van a ser ungidos).
18.
Posteriormente, el sacerdote toma en sus manos el óleo de los enfermos y reza sobre
él la siguiente oración de acción de gracias:
El óleo de los enfermos nutre, da fuerza, conforta y sana: es signo de la acción de
Dios que viene en nuestra ayuda; por eso, aclamemos diciendo:
R. Bendito seas por siempre, Señor.
Bendito seas, Dios, Padre todopoderoso, que por nosotros y por nuestra salvación
enviaste a tu Hijo al mundo. R.
Bendito seas, Dios, Hijo Unigénito, que te has rebajado haciéndote hombre como
nosotros, para curar nuestras enfermedades. R.
Bendito seas, Dios, Espíritu Santo Defensor, que con tu poder fortaleces la debilidad
de nuestro cuerpo. R.
El sacerdote concluye con la siguiente oración:
Mitiga, Señor, los dolores
de este hijo tuyo,
a quien [quienes] ahora,
llenos de fe,
vamos a ungir con el óleo santo;
haz que se sienta confortado
en su enfermedad
y aliviado en sus sufrimientos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Los demás fieles responden:
Amén.
19.
Terminada la oración, unge al fiel en la frente y en las manos, diciendo una sola vez
(si son varios enfermos, este rito lo realizará con cada uno por separado):
Por esta Santa Unción
y por su bondadosa misericordia,
te ayude el Señor
con la gracia del Espíritu Santo.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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El que está siendo ungido responde:
Amén.
Sacerdote:
Para que, libre de tus pecados,
te conceda la salvación
y te conforte en tu enfermedad.
El que está siendo ungido responde:
Amén.
20.
El sacerdote, con las manos extendidas, concluye la unción diciendo:
Cuando es un enfermo:
Señor Jesucristo,
que para redimir a los hombres
y sanar a los enfermos,
quisiste asumir nuestra condición humana,
mira con piedad
a este hijo tuyo [estos hijos tuyos / esta(s) hija(s) tuya(s)],
que está(n) enfermo [enfermas]
y necesita(n) ser curado [curadas]
en el cuerpo y en el espíritu.
Reconforta y consuela con tu poder
a quien [quienes] hemos ungido
en tu nombre con el óleo santo,
para que levante(n) su ánimo
y pueda(n) superar los males;
y ya que has permitido asociarlo(s) [asociarla(s)]
a tu Pasión redentora,
haz que confíe(n) en la eficacia de su dolor
para la salvación del mundo.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Los demás fieles responden:
Amén.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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Cuando es un adulto mayor:
Señor, mira con bondad
a nuestro(s) hermano(s)
[nuestra(s) hermana(s)] que,
sintiéndose débil por el peso de sus años,
pide(n) recibir la gracia de la santa Unción
para bien de su cuerpo y de su alma;
concédele(s) que, confortado(s)
con el don del Espíritu Santo,
permanezca(n) en la fe y en la esperanza,
dé [den] a todos ejemplo de paciencia
y así manifieste(n) el consuelo de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Los demás fieles responden:
Amén.
RITO DE COMUNIÓN
21.
El sacerdote introduce la oración dominical diciendo:
Llenos de fe y esperanza, invoquemos al Padre de la misericordia con la oración que
el mismo Cristo nos enseñó:
Y todos rezan el Padrenuestro.
22.
Luego, el sacerdote muestra el santísimo Sacramento y dice:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a
la cena del Señor.
Los demás fieles responden:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme.
23.
Y se da la Comunión a quien fue ungido -y a los presentes que deseen recibirlo- del
modo acostumbrado:
Sacerdote:
El Cuerpo de Cristo.
Comulgante:
Amén.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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24.
Después de haber distribuido la Comunión, el sacerdote deja un breve espacio de
silencio; luego, reza diciendo:
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
te suplicamos con fe viva
que el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que nuestro(a) hermano(a)
[nuestros(as) hermanos(as)]
acaba(n) de recibir,
le(s) conceda la salud corporal
y la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Los demás fieles responden:
Amén.
RITOS CONCLUSIVOS
25.
Para finalizar, el sacerdote bendice a quien fue ungido diciendo:
Que Dios Padre te bendiga.
R. Amén.
Que el Hijo de Dios te devuelva la salud.
R. Amén.
Que el Espíritu Santo te ilumine.
R. Amén.
Que el Señor proteja tu cuerpo y salve tu alma.
R. Amén.
Que haga brillar su rostro sobre Ti y te lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Luego, se dirige al resto de los fieles diciendo:
Y a ustedes, que están aquí presentes,
les bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
Los demás fieles responden:
Amén.
Y, según las circunstancias, puede finalizarse con un canto de temática vocacional.
« Liturgia Iesu Christi sacerdotalis muneris exercitatio »
Cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7.
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