BOLETIN DEL INSTITUTO ESTUDIOS ASTURIANOS

Anuncio
PRINCIPADO
DE
ASTURIAS
INSTI TUTO DE ESTUDIOS A S T U R I A N O S
(C. S. I. c .)
BOLETIN DEL INSTITUTO
DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N .º 137
Enero
ANO XLV
OVIEDO
Junio
1991
CONSEJO DE REDACCION
D irector:
F
T
r a n c is c o
uero
B
ertrand
S u b d irector:
J osé
Luis
P
erez de
C astro
Presidente de la C om isión 1.a (Lingüística, Literatura y Tradiciones):
J oseb
M
.ª
M a r tín e z C a c h e r o
Presidente de la C om isión 2 .a (H istoria, G eografía, A ntropología, F olklore y
E tnofrafia):
J u a n I g n a c io R
u iz d e l a
P
eña
P residente de la C om isión 3.a (A rtes, A rquitectu ra y Urbanism o):
Inm aculada Q
u in t a n a l
S
ánchez
P residente de la C om isión 4.a (D erecho, Ciencias Sociales y Económ icas):
J u l io F
on seca
R
o d r íg u e z
Presidente de la Com isión 5.a (Ciencias de la Naturaleza y Tecnología) y Director
del B oletín de Ciencias:
José
A n to n io M a r tín e z A lv a r e z
C onservad or de la B iblioteca:
F
r a n c is c o
J a v ie r F
ernandez
C
onde
D irector del B oletín de Letras:
M
anuel
F
ernandez
A
vello
Presidente del C entro de Investigaciones C ientíficas y Tecnología:
E
n r iq u e
Junceda A
vello
S ecretario General:
A
dolfo
P
u l id o
R
o d r íg u e z
Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas por sus colaboradores.
SUMARIO
Págs.
Devocionario popular (zona de Somiedo), por José Manuel F eito.........
7
El período segoviano (1622-1628) de Luis Alfonso de Carvallo y el miste­
rio de su libro sobre Asturias desvelado, por A. Porqueras M a y o .............
87
El desarrollo de la especialización en la actividad marítimo-mercantil
en el Principado de Asturias: Comerciantes y navieros, 1800-1850, por Da­
niel Peribáñez Caveda ....................................................................................................
123
Cruce entre cío de antes» y «lo de ahora» a propósito de la cultura del
pan, por A d olfo García M a rtín e z ................................................................................
147
Enrique de Trastámara, señor de Noreña, por J. Ignacio Ruiz de la Peña
Solar ........................................................................................................................................
201
La Real Audiencia de Asturias al final del Antiguo Régimen, por A lfo n ­
so M enéndez González ....................................................................................................
231
Alfonso Camín, Asturias y España: Centenario de su nacimiento, por A l­
bino Suárez ...........................................................................................................................
251
Juan Menéndez Pidal: De la poesía postromántica a la erudición positi­
vista, por Jesús A n ton io Cid .......................................................................................
273
Las cofradías asturianas y el arte en el siglo X V III, por Roberto J. Ló­
pez .............................................................................................................................................
307
Profesores del Colegio Benedictino de San Vicente de Oviedo (1617-1835),
por Ernesto Zaragoza y P ascu al.................................................................................
323
Excavaciones arqueológicas en Santo Adriano de Tuñón (Santo Adria­
no, Asturias), por Gema Adán, Carmen Cabo y Jesús J o r d á ........................
357
El país de los astures en Estrabón, por J. M. A lon so-N ú ñ ez..................
397
PRINCIPADO
DE
ASTURIAS
IN S T IT U T O DE ESTU D IO S A S T U R I A N O S
(C. S. I. c.)
BOLETIN DEL INSTITUTO
DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N.º 137
Enero
AÑO X L V
OVIEDO
Junio
1991
Depósito Legal: O. 43-1958
I. S. S. N. 0020-384X
Imprenta «LA CRUZ»
Hijos de Rogelio Labrador Pedregal
Granda-Siero (Oviedo), 1991
BOLETIN DEL INSTITUTO DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
A
ñoxlv
E n e r o -J u n i o
N ú m . 137
DEVOCIONARIO POPULAR
(Zona de Somiedo)
J o s é M a n u e l F e it o
Durante dos veranos (1956-1957) recorrí el concejo de Somiedo
recogiendo romances, ritos, vocabulario, costumbres, folklore (1),
canciones, etc. Entre aquel material se encuentra un nutrido gru­
po de oraciones populares. Algunas podrían haber entrado con ple­
no derecho en el romancero somedano (2), pero como las gentes las
empleaban fundamentalmente para rezar me pareció, más de acuer­
do con la misión a que estaban destinadas, agruparlas en un a mo­
do de devocionario en el que entrasen desde la plegaria común has­
ta la fórmula religiosa, desde el verso atípico hasta el romance usa­
do como plegaria.
Prieto Bances hace esta consideración al hablar de la «Danza
prima»:
«...no se sabe si es un rito o es un baile... los m ism os rom ances
ofrecen la duda de si son oraciones o no:
¡Válgame el Señor San Pedro
y la Virgen Soberana!
¡Ay un galán de esta villa!
¡Viva la Virgen del Carmen» (3).
De hacer algún tipo de clasificación habría que empezar por
decir que no son oraciones propiamente tales como la Liturgia de
la Iglesia entiende su plegaria pública o privada. Estas fórmulas
son más bien una especie de vademécum mágico entre la recita­
ción ritual y el mantra oriental, entre la oración popular (4) y la
magia.
8
JOSE MANUEL FEITO
La razón de ello es que en muchas de estas fórmulas, aunque
hay expresiones que no tienen un sentido claro, el «devoto» no se
lo cuestiona ni trata de enmendarlas por nada, podrían perder su
efecto. Son oraciones que más que recitar se runrunean. Ahora bien,
hay que evitar a toda costa equivocarse. Esto lo saben muy bien
quienes recitan la oración de San Antonio para hallar cosas perdi­
das. De todas formas, algunas irregularidades han saltado también
a las oraciones clásicas, tales como atribuir en el Acto de contri­
ción a Nuestro Señor Jesucristo las prerrogativas de Creador y Pa­
dre, más propias de la Primera Persona Divina. En Andalucía es
frecuente llamarle a Jesucristo Padre: Nuestro Padre Jesús Naza­
reno. Aquí tenemos algunos ejemplos (Véase núm. xxxrv).
Mantendré la división que siguen los devocionarios tradicio­
nales: Oraciones de la mañana, de la noche, el día cristiano, con­
fesión, Eucaristía, diversas situaciones o peligros, santos inter­
cesores, devoción a las benditas almas del Purgatorio, etc. (5).
Es notable, además de la temática que difiere un poco de las
tradicionalmente populares, la abundancia de oraciones dichas al
acostarse, que aventajan en número y extensión a todas las de­
más, acaso porque el tema de la muerte ha sido en el folclore po­
pular, y no sólo en el asturiano sino en el universal, uno de los
mitos más arraigados (La Santa Compaña o Huestia, El Huercu,
Las ánimas del Purgatorio, etc.) (6).
De esta obsesión por recitar ciertas fórmulas y su porqué an­
tes de acostarse existen algunos testimonios antiguos bastante elo­
cuentes. Así según el P. Doré (1554 S.I.): «En algún Libro de H o­
ras hay im presas oraciones a Nuestra Señora y a los Santos en cu­
yos títu los que están encima se escriben muchas cosas apócrifas
com o:
Quien esta oración dijere,
sabrá la hora de su m uerte
porque Nuestra Señora se le aparecerá
quince días antes [...]
Las oraciones son buenas pero no hay que fiarse de tales ins­
cripciones no auténticas» (7).
El área de las oraciones es universal y la abundancia de las re­
citadas al acostarse es igualmente desproporcionada en la cultu­
ra de todos los pueblos. Braulio Vigón recoge una de estas oracio­
nes en Colunga, a propósito de la cual dice:
«En “ El F olk-lore F rexn en se” , 1883-1884, pág. 212, ha publica­
do el señ or H ernández de Soto una oración señalada con el núm.
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
9
2, cuyos p rim eros versos proceden sin duda de otra inspirada en
el m ism o asunto que la nuestra (se refiere a la conclusión sim ilar
a las que tienen las recogidas p or nosotros en Som iedo: “ El que
la sabe no la d ice...” , etc.).
Esta y lo m ism o las dos oraciones precedentes, term inan con
una fórm ula tam bién usual en las com posiciones análogas de la
tradición protuguesa.
H e aquí cóm o concluye la Oragao do Dia-do Juicio del Rom anceiro citado p o r L e ite de Vasconcelos:
«Quen esta orapcao disser
um anno continuam ente
terá p or certo viver
lá no Céu eternamente.
Quem a sabe a nao a diz,
quem a ouve e nao apprende
la no D ia-do-Juicio
saberá e bem que perde» (8).
Convendría tener en cuenta a propósito de una oración, reco­
gida en Tereñes p or C. Cabal, la nota núm. 34 que inserta a pie
de página y que dice: «P oseo una abundante colección de oracio­
nes de este género, p ero bastan las copiadas com o m uestra...» (9).
Esperam os que alguien se decida algún día a p ublicar y dar a co­
nocer dicho m aterial, ya que sin duda en él se encuentran muchas
fórm ulas com o las nuestras, recogidas en Som iedo, si tenem os en
cuenta el alto porcentaje de com unicantes som edanos que apare­
cen en el libro. E llo aportaría una nueva referencia para su estu­
dio. No podem os olvid a r que todo este m undo devocional, com o
dice Vieira Filho, «...es parte integrante del com plejo cultural del
p ueblo, tejid o m ilagroso form ado p or trazos espirituales y m ate­
rial secularm ente heredado a través de la herencia y de ex p erien ­
cias constantes y conservadas desde siem pre p or la vía infalible
de la tradición oral e incluso escrita, papeles que contienen ora­
ciones e invocaciones a santos m ilagreros que, corriendo de ma­
no en mano, perpetú an la taumaturgia popular» (10).
10
JOSE MANUEL FEITO
Con respecto a las que se decían a m odo de conjuro, v.g. al ben­
decir los cam pos con el ramo de la Pasión (D om ingo de Ramos)
y el agua bendita del Sábado Santo (Li, l i i , Lili, l i v , L V y L V D , hay
una fórm ula asturiana que se remonta al siglo IX y que dice:
«Ut fructus terrae a bruchis, muribus, tolpis serpentibus et aliis
inmundis spiritibus; praeservare digneris...» (11). En la nota co­
rrespondiente núm. 29, pág. 222 (o.c.), se dice que fu eL . G in erA rivau el prim ero que recoge el «esconxuru» asturiano citando tam ­
bién a las serpientes:
«Salid ratos, salid mores,
salid sapos, salid cuélebres,
salid mala condición...» (12).
Es típ ico de estas oraciones, además de la fijación de palabras
incluso sin sentido y claramente viciadas, el ritm o no siem pre si­
lábico, y la rima, «la fuerza del asonante», com o sucede con la Parem ología, «En un proverbio —o en una oración popular— el con­
tenido sólo adquiere un significado mediante la formulación, aun­
que sea primitiva o grotesca. Esto significa que es una verdad
sancionada sobre todo por su forma» (13), e.d., es la formulación
lo que de algún m odo fija y sanciona una plegaria, el ser recita­
das a m edia voz entre el bisbiseo y el runruneo, ya que una de las
funciones era precisam ente además de acallar la conciencia, el ser
com o una invitación al sueño, una especie de sedante, o acaso p ro­
fundizando más, un a m odo de mantra oriental cuya repetición
llega a crear un clim a de paz en el espíritu. El m ism o rezo del R o­
sario junto con la Letanía Lauretana alternada en latín, con aquel
m isterioso kirie eleisón recitado en la penumbra de la iglesia úni­
cam ente alum brada p or la escasa luz de unas velas, lograba no
sólo el efecto sobrenatural de la plegaria sino el natural de llegar
a una paz interior y profunda.
«Todos los mantras —dice Suami Vishnu D evananda— se en­
cierran en OM, que es el Mantra abstracto y supremo del cosmos...
Todo el universo procede de OM, descansa en OM y se disuelve
en OM. El sonido trascendental de OM es escuchado únicamente
por los Yoguis y no por el oído ordinario» (14).
Posiblem ente hayam os arrum bado h oy un poco este aspecto
oriental cuya influencia en nuestra Liturgia fue tan fuerte. No o l­
videm os que el incienso, las campanas, la cruz esvástica, los es­
tandartes, acaso en parte las imágenes, etc., y en cuanto a la p le­
garia algunos ritos com o la unción con aceite en puntos clave del
cuerpo: ojos, oídos, nariz, labios, manos, pies... en una especie de
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
11
curación p or acupuntura (los sacerdotes som os testigos de cuán­
tos enferm os recuperaron la salud tras serles adm inistrado de esa
form a el sacramento), o ciertas posturas, com o poner las m anos
juntas ante el pecho o juntar los dedos índice y pulgar (postura
de Buda en oración), tal com o hacían los sacerdotes durante el Ca­
non antes de la R eform a Litúrgica, etc., tienen una gran carga de
orientalism o, h oy desgraciadam ente olvidado.
H ay algunas oraciones para dorm ir a los niños. Se las acom ­
pañaba con una especie de ritm o con el cuerpo, cuya influencia
acaso nos venga del m undo semita. El profeta critica a los israeli­
tas que «rezan m oviéndose com o juncos». En este grupo habría que
incluir las añadas, pero curiosamente no solam ente existen pocas
sino que las recogidas son poco edificantes (la m adre, ante la pre­
sencia del m arido que llega de im proviso, alerta a su amante p or
m edio de una nana).
A bundan tam bién las que se decían para conjurar la torm enta
p ersonificada en El Ñubeni, a la que el pueblo desde siem pre ha
tenido un gran tem or. A sim ism o son muchos los ritos em pleados:
coloca r el «surradoiro» y la pala del «forno» en form a de cruz en
el corral, tocar una campana, etc., pero sobre tod o no pod ía faltar
el Santa Bárbara bendita... A tal punto in flu yó esta oración que
pasó al refranero popular: Nadie se acuerda de Santa Bárbara has­
ta que truena. Incluso se aplicaba para espantar las aves rapaces
(C XXXVID .
En cuanto a las enferm edades, M anuel M enéndez García nos
facilita algún ejem plo (15). Tam bién los mantras en O riente se
usan para estos fines terapéuticos. «La ciencia del mantra es muy
compleja —dice S. V. D evananda—. Existen mantras incluso pa­
ra propósitos tan específicos como curar mordeduras de serpien­
tes y enfermedades crónicas, pero son de una categoría inferior.
En el mundo moderno el poder de las vibraciones del sonido está
comenzando a utilizarse en la terapia física, y se están estudian­
do también sus posibilidades en otros campos. Los antiguos sa­
bios de la India poseían esta sofisticación hace ya miles de años
y utilizaron el sonido, en sus formas densa y sutil, para atravesar
los planos de la conciencia humana y alcanzar esa vibración divi­
na, que es la experiencia de Dios» (16).
Clem encín en su Comentario al Q uijote (19) cita varias de estas
extrañas oraciones que andaban de boca en boca del vu lgo, unas
en latín —dice—, otras en romance, unas veces rim adas y otras
sin rim ar, y a las que se les solía atribuir un pod er m ilagroso que
rayaba frecuentem ente en la superstición, v. g., la oración de San­
12
JOSE MANUEL FEITO
ta Apolonia, una santa que sufrió m artirio en tiem pos del em pe­
rador D ecio, el año 249. Los artistas la representan con una p al­
ma y dos tenazas, ya que fue con este instrum ento con el que, se­
gún la leyenda de su m artirio, le arrancaron los dientes, y de ahí
que se la invoque com o abogada contra dicho m al con la oración
a la que se refiere Cervantes en el capítulo VII (II parte) p or boca
de Sancho de la siguiente form a:
«¿La oración de Santa Apolonia, dice vuesa merced que rece?
Eso fuera si mi amo hubiera (dolor) de muelas, pero no la ha, sino
de cascos...» (II parte, capítulo VII).
Se hace mención de ella también en La Celestina (acto IV) cuan­
do se dice, sin más, que M elibea la conocía. A ños más tarde un
literato llam ado Francisco Patricio Berguiza la encuentra y reco­
ge de boca de unas viejas de Esquivias, pueblo donde casó y viv ió
algún tiem po el autor del Quijote, y reza de este m odo:
A la puerta del cielo
Polonia estaba
y la Virgen María
por allí pasaba
Diz Polonia: —¿Qué haces?
—Señora mía, ni duermo ni velo
que de un dolor de muelas
me estoy muriendo.
—Por la estrella de Venus
y el sol poniente
por el Santísimo Sacramento
que tuve en mi vientre
que no te duela más
ni muela ni diente» (17).
Com enta Clemencín: «Según esto parece que la oración... esta­
ba en seguidillas; y que las faltas que se advierten deberán acha­
carse a la de la memoria en las viejas de Esquivias, a quienes me
remito» (1. c. supra). Creo que la razón pudiera ser más que la fa l­
ta de m em oria, la cual conserva esta gente de m odo extraordina­
rio. Una vez introducida inadvertidam ente o p or m al aprendiza­
je alguna m odificación, ésta se m antiene y se evita retocar cons­
cientem ente en m odo alguno, pues perdería su virtud. De ahí que
con frecuencia tenga más vida la oración heredada, aunque en al­
gún m om ento carezca de ritm o y de sentido, que una nueva ver­
sión en la que se tratara de arreglarla gram atical o teológicam en­
te. Cuando P ío X II introdujo algunos cam bios en el Breviario que
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
13
habían de recitar los clérigos, muchos se quejaron de que lo gana­
do en corrección sintáctica se había perdido en ritm o, en caden­
cia y en el «no sé qué» de aquellos viejos textos de la Vulgata.
Las conocidas «cadenas de oraciones», cuyas características son
la repetición de la plegaria un número determ inado de veces (18),
la rotundidad en afirm ar la consecución de la gracia, el com uni­
car dicha oración a un núm ero determ inado de personas de ord i­
nario p or m edio de una carta anónima, y los castigos que se deri­
varían de no hacer al pie de la letra lo m andado, pueden ser un
ejem plo de esta obsesión p or la fórm ula inalterable. T odo lo cual
denota que este tip o de prácticas religiosas deben de ser algo así
com o un arquetipo m ágico en el alma de los hom bres.
Tuvieron que existir —añade C lem encín— p or m illares en to ­
dos los pueblos y culturas. En El Lazarillo de Tormes, al hablar
del v ie jo que lo educó, dice de él que «sabía ciento y tantas ora­
ciones (de éstas) de coro».
El m ism o Cervantes, en la com edia Pedro de Urdemalas, pone
en boca del ciego, hablando de las muchas oraciones que sabía:
«Sé la del ánima sola
y sé la de San Pancracio...
la de San Quirce y Acacio...
Sé la de los sabañones,
la de curar la tericia
y resolver lamparones...» (19).
H ay que dejar claro, con todo, el alto interés que encierran es­
tas fórm ulas oracionales a la hora de estudiar el alm a del p ueblo
y, sobre todo, su religiosidad. De ahí que no estem os de acuerdo
con lo que apunta O liva A rm a yor: «No hace falta decir que todas
ellas revelan gran incultura y mucha superstición. Como abundan
todavía, aprovechamos la ocasión para pedir a los párrocos una
campaña que las haga olvidar. No es tradición que deba conser­
varse» (20). Creem os que al menos com o m ateria de estudio sí m e­
rece la pena recogerlas y conservarlas. Otra cosa es, desde el punto
de vista de la fe, fom entar este tipo de religiosidad. P or eso sinto­
nizam os más bien con lo que dice P ila ? García de D ieg o en uno de
sus autorizados trabajos: «Incluyo las siguientes devociones po­
pulares por encerrar un maravilloso simbolismo bíblico y teolo­
gía profundísima, que sólo el alma popular es capaz de entender
y conservar, junto con sus sencillas costumbres campesinas, re­
flejo de una vida pendiente sólo de Dios, único que puede regar
sus campos y aumentar sus cosechas con las benéficas lluvias de
14
JOSE MANUEL FEITO
sus gracias» (21). No incluyo los conjuros que tanto abundan p or
tierras somedanas (22), p or pertenecer más a la pura magia, tal
com o el pueblo los recita, que a la plegaria. En el conjuro o no en­
tra lo religioso tradicional o, de entrar, es sólo m uy superficial­
mente. Tam bién Cabal atiende a esta distinción cuando, después
de recoger de un sacerdote som edano una nueva versión de Santa
Bárbara bendita comenta: «Pero esto no es un conjuro, es oración».
La siguiente se juzga eficaz cuando amenaza un peligro (c x x x i v )
y la recoge tam bién en Saliencia, Som iedo. Abunda en algo que
ya dejam os anotado más arriba: la repetición de la m ism a un de­
term inado núm ero de veces, tal com o se recogen en otros traba­
jos. A sí la conocida oración de «Los Jesuses» que García de D iego
localiza en Guadalajara y en Jaén, y nosotros hem os localizado
en A vilés:
A parta de mí, Satanás,
que en mí parte no tendrás,
que en el día de la Santa Cruz
dije m il veces: Jesús (23).
«Para que esta oración tenga valor es preciso que sea cierto lo que
asegura el último versillo:
que el día de la Santa Cruz
dije m il veces Jesús» (24 y 53).
Tam poco incluyo algunas oraciones cuya letra está dentro de
la más estricta ortodoxia, aunque luego el espíritu del fiel al reci­
tarlas esté salpicado de supersticiones que no pocas veces afectan
a la letra m ism a de la oración. En cam bio, me pareció oportuno
aportar algunos ejem plos de invocaciones religiosas, aunque no
sean precisam ente oraciones (L I, C X X V II, etc.).
En cuanto a la zona, la m ayor parte están recogidas en Som ie­
do, com o queda dicho, y esa fue mi prim era intención: con feccio­
nar el D evocionario m ágico de Somiedo. Pero en vista de que iban
apareciendo aquí y allá otras que podían com pletar el cuadro de
referencias y llenar vacíos que acaso no sean tales, pues p oco a
p oco todas van apareciendo, opté por incluir algunas variantes de
aquellas que me parecían revestir un cierto interés y que m e iban
siendo facilitadas p or diversos informantes o que encontraba en
trabajos y estudios de campo. Ello nos puede llevar a dar, p or m e­
dio de un análisis com parativo, con esa posible oración p rim iti­
va que sin duda tuvo que existir y que es la raíz o m adre de todas
las demás versiones. Un trabajo harto difícil el de reconstruir ese
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
15
D evocionario, especie de Ciprianillo de la oración popular, aun­
que dada la abundancia de m aterial tam poco es im posible.
Nuestro trabajo se circunscribe únicam ente a aquellas fórm u­
las que pudieran constituir una especie de devocionario popular
m ágico para distintas horas del día, peligros, necesidades, acti­
vidades, etc., com o queda dicho.
Para term inar transcribim os, a título ilustrativo, algunas de
estas oraciones-conjuros en las que entra el elem ento religioso me­
ram ente tal. Una vez fam iliarizados con este tip o de liturgia m á­
gica popular, no es d ifícil distinguir una plegaria de un conjuro
y de otros ritos populares parareligiosos. Y es p or esa razón p or
la que no incluim os algunas coplas consideradas p or algunos co­
m o oraciones, tales com o la famosísima copla de San A ntonio «Los
pajaritos»:
«Divino Antonio glorioso,
aplícale al Dios inmenso..., etc.»,
pues se trata de rom ances meramente descriptivos (los hay ora­
cionales com o se verá) sobre la infancia, vida pública o pasión del
Señor que ellos m ism os constituyen ya en sí un corpus narrativo,
o de rom ances y coplas cuya m isión prim ordial es la catequesis
o el adoctrinam iento, tales com o los que versan sobre «Los Man­
dam ientos», «Los Sacram entos», «El divino abecedario», «Las d o­
ce palabras retom eadas» (25), vidas legendarias o apócrifas de san­
tos en las que se ensalza alguna virtud, etc.
D entro del p rop io concejo habría que hacer algún apartado es­
pecial, v. g., al tratar de los vaqueiros. Dice María Cátedra, hablan­
do de ellos (y no se debe olvid ar que el núcleo principal está en
Som iedo) que, «cuando una persona o vaca es mordida (por la cu­
lebra) se realiza un ritual en el que, junto a unas prácticas, se re­
cita una oración. La oración de la culebra escenifica un combate
ritual entre dos animales, uno bendito (el ciervo o cervatina) y otro
maldito (la culebra o serpiente):
Entre la cervatina de Dios y la serpiente maldita
hicieron una apuesta:
la primera que se vistiera,
la primera que se calzara,
la primera que subiera allá arriba,
la su cornatina tocaba.
La cervatina de Dios como era bendita
fue la primera que se vistió,
16
JOSE MANUEL FEITO
la primera que se calzó,
la primera que subió allá arriba
y su cornatina tocó.
Y la serpiente maldita
meióse por debaxo del tronco carronco
y fue a salir a debaxo de raíz, fresno feliz.
¡Sequele la boca como seca la estopa!,
¡sequele la babai como seca la pai!,
¡sequele el corazón como seca el carbón! (26).
Juan Uría Ríu recoge otra m uy parecida y com enta: «Este con­
juro o especie de oración hay que repetirlo nueve veces delante
del'animal, al que se le pica con una aguja alrededor de la morde­
dura de la culebra para sacarle el veneno; luego se hace con una
navaja una hendidura en la herida y se dan en ella friegas con ave­
llano verde, echando después de la cortadura o hendidura miel de
enjambre nuevo; después de esto se corta un cardo y se frota con
él la herida echándole excremento de cerdo macho» (27).
Tam bién se hace eco el m ism o autor de otra oración conjuro
que se recitaba cuando el águila o el «ferre» raptaba una gallina,
p o llo o cordero:
Aguila bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita
deja lo que llevas
que no es tuyo nin mío
es de Dios que lo crió».
A caso sean las enferm edades el tema prim ordial entre estas gen­
tes. M anuel M enéndez García nos transcribe la oración para cu­
rar la eripsela y su ritual: «Toman una m oneda de plata (un duro
si es hom bre, una peseta si es mujer) y pasándola nueve veces, tra­
zando cada vez una cruz sobre la parte enferm a de la piel, recitan
una fórm ula que dice:
San Alfonso por aquí pasou
al Monte Calvario foi:
Nun foi buscar pan nin vino,
porque aquí lu hay.
Foi por tres hierbas binditas
para esta ferida curar.
Y tú, ferida,
ni entumezcas
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
17
ni entestulezas
más que las llagas
de mi Señor Jesucristo, Amén (28).
Com o nota curiosa recogemos del mismo trabajo la oración con­
ju ro del con ocid o Mal del filo y que tanta fe despertó y aún des­
pierta en nuestro pueblo:
«El mal del filo te corto
ya’l mal del filo te paso,
en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo.
Así seque el mal del filo
como secau este filo.
Así seque quien te lo eichou
como este filo secou» (29).
C om o se ve, el conjuro no va dirigido a ningún santo o ser ce­
lestial, sino directam ente a la persona o cosa. En cam bio, María
Cátedra añade en el artículo citado unas estrofas a la oración de
San A n ton io dichas en determ inadas ocasiones y para conseguir
una gracia específica que ya entraría de lleno en el trabajo que
nos ocupa:
San Antonio de Padua,
en Padua naciste,
en él te criaste,
dulcísimo cordón tendiste,
al Monte Calvario subiste.
¿Dónde vas, San Antonio?
A buscar mi Calvario, que lo he perdido.
Tres pasos atrás,
con el nombre de Jesús te encontrarás
que lo has perdido.
Tres pasos alante
donde tu ser llamado
no caiga piedra ni rayos
ni de lobos es furado
ni de raposas sangrado.
Si buscas milagros, mira..., etc. (30).
En las brañas vaqueiras somedanas hemos encontrado las m is­
mas o parecidas fórm ulas, pero acaso la plegaria popular vaquei-
18
JOSE MANUEL FEITO
ra, bastante más cercana a la magia y al conjuro que a la plegaria
religiosa popular, merecería un trabajo especial.
Un escritor de estos temas dice al referirse no a las oraciones
del devocionario mágico popular sino a la oración sencilla del
pueblo:
«En la plegaria popular las experiencias fundamentales reve­
lan la ventaja de la vida diaria sobre la escuela... Estas oraciones
son, en muchos casos, los únicos apoyos... que tienen algunas gen­
tes sencillas... Serán más o menos litúrgicas pero a ellos les sir­
ven para expresar su fe y su confianza en Dios, para acudir a El
y manifestarle sus sentimientos y deseos» (31).
ORACIONES A L LEVANTARSE
— I —
Bena es la luz del día
y el Rey del cielo que la envió,
que la llevó a Belén,
la trajo a Jerusalén,
la cercó del sol,
la rodeó de la luna.
Por aquellas peñas
flores y rosales,
madre mía,
dame las llaves
que voy al coro
a sacar las almas
del Purgatorio.
Hijo mío,
déjalas penar
domingos y fiestas
no saben guardar.
Hoy es el día,
hoy es la hora
en que Jesucristo
dijo misa,
los santos le adoran.
En aquel altar bendito
hay un rico presente:
sangre de Cristo
divinamente.
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
Quien esta oración dijera
un año continuamente
verá la Virgen María
tres días antes de su muerte,
de noche o de día
se le aparecería
rezando un Padrenuestro
y un Avemaria (32).
Se dice también, a veces, en ayuda de las almas del Purgatorio.
C. Cabal recoge una similar que dice:
—
II —
En buen hora vengas,
benéfico día,
mostrando a los hombres
con tu luz benina
las bellas hechuras
del Dios que te invía (33).
—
III —
Tengo yo un escapulario
de la Virgen del Rosario,
cada vez que lo pongo
me acuerdo de San Antonio,
cada vez que lo quito
me acuerdo de Jesucristo.
Jesucristo es mi padre,
Santa María mi madre,
mis hermanitos
me cogieron de la mano
me llevaron a Belén,
de Belén a una fuente,
allí estaba San Vicente
con una cruz en la frente
pa que el diablo no nos tiente
19
20
JOSE MANUEL FEITO
ni de día ni de noche
ni a la hora de nuestra muerte. Amén (32).
Posible adaptación de una plegaria de la noche para recitar al
levantarse:
—
rv —
Jesusito de mi vida,
dueño de mi corazón
perdóname mis pecados,
Tú bien sabes los que son,
si me muero este día
sírvame de confesión,
para en este mundo paz
y en el otro salvación (34).
ORACIONES PARA RECITAR EN ALGUNA
TENTACION O PELIGRO
— V —
Fui a Roma, vi a Roma
a Jesucristo encontré,
me preguntó si tenía padre o madre
le respondí que sí:
a Jesucristo por Padre,
a Santa María por Madre
y a San Pedro por pariente
que me puso una cruz en la frente
pa que el diablo no me tiente
ni de día ni de noche
ni en la hora de nuestra muerte. Amén (32).
—
vi —
A las doce de la noche
bajó Cristo a la ronda
vestido de armiñas blancas
y paños de muchos colores.
Llamó a la puerta del alma
y el alma no le responde
«Respóndeme, alma mía,
alma de mis pasiones
que por ti bajé a la tierra
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
21
y por ti me hice hombre
y aborrezco las tinieblas
de la noche (35).
Otra versión recogida por C. Cabal en Ribadesella dice:
—
VII —
—Jesucristo iba de ronda
a la doce de la noche,
vestido de hormillas blancas
y paños de mil colores...
Llama a la puerta del Alba
y el Alba no le responde.
—Responde, querida mía,
querida de mis pasiones
que por ti bajé a la tierra
para convertirme en hombre.
Y por eso no tarrezco
las tinieblas de la noche (36).
ORACIONES A L ACOSTARSE
NANAS
—
VIII —
Retama, retama,
la Virgen te llama
que hagas la cama
al Niño Jesús
que viene cansado
de andar con la cruz.
Tres palomitas
en un palomar
suben y bajan
al pie del altar
tocan a misa,
alaban a Dios
y besan la mano
de la Madre de Dios (32).
Sólo a modo de ejemplo compárese esta oración con el siguien­
te mantra oriental:
22
JOSE MANUEL FEITO
Hari Rama
Hari Rama,
Rama Rama
Hari Hari
Hari Krishna
Hari Krishna,
Krishna Krishna
Hari Hari (36a y 14).
—
IX —
Cuando repican las campanas
de San Salvador
la Virgen María
para Dios dolor.
Levántate, José,
y enciende una vela,
y mira lo que anda
por tu cabecera.
—Los ángeles son
que van de carrera
y llevan a un niño
vestido de seda.
—¿De quién es el niño
vestido de seda?
—Es de María
que está con San Pedro
abriendo y cerrando
las puertas de cielo.
Trama, trama,
la Virgen te llama
que hagas la cama
al Niño Jesús
que viene cansado
de andar con la cruz.
Cien palombinas
en un palomar
suben y bajan
po’l pie del altar,
tocan pa misa
levantan a Dios
y besan la mano
de la Madre de Dios (37).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
—
X —
Levántate, José,
enciende la vela,
mira quién anda
por tu cabecera.
—Son los angelinos
que van de carrera
y llevan a un niño
vestido de seda.
—¿De quién es ese niño?
—Es de María.
—¿Dónde está María?
—Está con José.
—¿Dónde está José?
—Está con San Pedro
abriendo y cerrando
las puertas del cielo.
Retumba, retumba,
hazle la cama
al Niño Jesús
que viene cansado
de andar con la cruz.
Tres palomitas
en un palomar
suben y bajan
al pie del altar,
alzan la hostia,
alaban a Dios
y besan la mano
a la Madre de Dios (38).
—
xi —
Ea, ea, ea, ea,
contigo la Virgen sea.
Ola, ola, ola, ola,
contigo la Virgen sola.
Ola, ola, ola, ola,
contigo el Rey de la gloria.
Ea, ea, ea, ea,
duerme, niñín, en la cuna
que a los pies tienes la luna
23
24
JOSE MANUEL FEITO
y a la cabecera el sol.
Duerme, niñín del Señor,
ea, ea, ea, ea (39).
—
X II —
Duérmete, niñín del alma,
duerme que te velo yo;
Dios te dé mucha ventura
n’este mundo engañador.
Non llores, nin, non llores, non;
duerme que te velo yo (40).
ORACIONES
—
X III —
Con Dios me acuesto
con Dios me voy a echar,
siete angelines
me van a acompañar:
tres a los pies,
cuatro a la cabecera,
la Virgen María
está en mi compañía.
Ella me dice:
—Descansa, reposa,
no temas ninguna cosa,
yo soy la Virgen María
que está en tu compañía.
Presínese ella,
presínome yo,
bendita sea la hora
en que Jesucristo nació (38).
—
xiv —
Con Dios me acuesto
con Dios me levanto.
Vete, enemigo,
no vengas conmigo.
Angel de mi Guarda,
dulce compañía,
no me desampares
ni de noche ni de día.
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
Si me desamparas
mi alma queda perdida.
Cuatro esquinitas
tiene mi cama,
cuatro angelitos
que me acompañan.
Levántate, Marcos,
enciende candela
y mira quién anda
por la chimenea.
Los ángeles son,
los ángeles eran,
los ángeles son
que corren carreras.
Señor mío Jesucristo,
Padre de mi corazón,
perdóname nuestras deudas
que bien sabes las que son...
verso tiene muchas variantes).
(...Señor mío Jesucristo,
dueño de mi corazón,
perdóname mis pecados
que bien sabes los que son)
y si me muero esta noche
válgame de confesión (41).
—
xv —
Señor mío Jesucristo
yo me voy a la mi cama
con las once mil vírgenes
y el Angel de mi Guarda.
San Pedro es mi llavero,
San Miguel pesa las almas.
Quien esta oración dijere
no tenga temor a nada.
Quien esta oración enseñare
cien días de perdón ganaba (42).
25
26
JOSE MANUEL FEITO
—
XVI —
Ahora me voy a la mi cama,
llamo a las once mil vírgenes
y a la gloriosa Santa Ana,
San Pedro, San Vicente,
San Miguel pesa las almas...
Estas son las ocho palabras
que importan mucho pa’l alma.
Dichoso del que las diga
cuando se va pa la cama
y a la hora de la muerte
cuando se le arranca el alma (43).
—
x v ii
—
Con Dios me acuesto,
con Dios me levanto,
gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo (44).
—
X V III —
Con Dios me acuesto,
con Dios me levanto,
con la Virgen María
y el Espíritu Santo.
A acostarme venía,
a la mi cabecera
está la Virgen María:
persínase ella,
persínome yo,
bendita sea la hora
en que Cristo nació.
Espíritus malignos
huid de aquí
que la sangre de Cristo
se derramó por mí.
Válganme los doce apóstoles.
Yo me echo en la mi cama,
el santo que es de mi nombre
y el ángel que es de mi guarda,
San Pedro es mi llavero,
San Miguel pesa las almas.
Quien esta oración dijere
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
un año continuamente
verá la Virgen María
tres días antes de su Muerte (41).
C. Cabal recoge en Somiedo las siguiente:
—
x ix —
A acostarme vengo
a la cabecera
la Virgen María
San José con ella
en su compañía,
santigüese ella
santiguóme yo,
bendita la hora
en que Cristo nació (43).
—
x x —
Con Dios me acuesto
con Dios me levanto,
la Virgen María
y el Espíritu Santo.
Cuatro esquinas
tiene mi cama,
cuatro vírgenes
me la acompañan (me dan compaña)
yo me echo en la mi cama,
mi cama es una sepultura,
a la hora de la muerte
ayudadme, Virgen pura (43).
—
xxi —
Señor mío Jesucristo,
dueño de mi corazón,
dame la penitencia
y échame la absolución.
27
28
JOSE MANUEL FEITO
Perdóname mis pecados
que bien sabes cuántos son,
dame la paz en este mundo
y en el otro la salvación...
...y si me muero esta noche
me sirva de salvación (43).
—
X X II —
Con Dios me acuesto,
con Dios me levanto,
con la gracia de Dios
y el Espíritu Santo.
Tres angelinos a los pies,
cuatro a la cabecera
con María Santísima
mi compañera (37).
—
x x iii
—
Como me echo en esta cama
me echaré en la sepultura,
a la hora de la muerte
amparadme, Virgen pura.
Santa María bendita
madre de San Agustín,
a vos entrego mi alma
que ahora me voy a dormir;
si me duermo, despertadme;
si me muero, perdonadme,
y esta salve me sirva de confesión (38).
—
X X IV —
Señor mío Jesucristo,
dueño de mi corazón,
ayúdame a confesarme
y échame la absolución.
Yo pecados muchos tengo,
Tú bien sabes los que son,
si los tengo, perdonádmelos
por tu Madre y tu pasión,
n’este mundo quiero paz
y en el otro salvación,
llévame la penitencia
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
29
y échame la absolución
y si me muero esta noche
me sirva de confesión (42).
La siguiente es una muestra de cómo se pueden empalmar va­
rias oraciones en una sola (ver núm. x x v m ):
—
XXV —
Con Dios me acuesto,
con Dios me levanto,
con la gracia de Dios
y el Espíritu Santo.
Dios conmigo,
yo con El
de todos los siglos
de los siglos, amén.
Jesús María mil veces,
lo trajiste nueve meses
a Cristo Nuestro Señor,
lo pariste sin dolor,
lo fuiste a parir a Belén
a casa la Vergonzosa
donde está el buey bendito
y la muía codiciosa.
El que esta oración dijese
un año continuamente
verá a la Virgen María
tres días antes de su muerte.
Con Dios me acuesto,
con Dios me levanto,
Dios conmigo,
yo con El,
por todos los siglos
de los siglos, amén (45).
Otra de sus muchas versiones:
—
XXVI —
Con Dios me acuesto,
con Dios me levanto,
con la gracia de Dios
y el Espíritu Santo.
30
JOSE MANUEL FEITO
San Pedro está en Roma
y San Juan lo adora,
dichosa el alma
que muriera aquella hora.
A l cantar el gallo primo
cien ángeles van conmigo.
San Pedro estaba en Roma
dando una misa de gloria
cien velas están ardiendo
otras tantas resplandeciendo
porque Dios es mi padre,
Santa María mi madre,
San Vicente mi pariente
me puso una cruz en la frente
pa que el diablo no nos tiente
ni de día ni de noche
ni en la hora de nuestra muerte. Amén (46).
—
x x v il —
Dulce Jesús de mi vida,
dueño de mi corazón
escucha mi penitencia,
échame tu bendición,
perdóname mis pecados
que bien sabes cuántos son,
dame paz en esta vida
y en la otra salvación
y si me muero esta noche
me sirva de confesión (38).
Se encuentran bastantes oraciones polivalentes cuya recitación
se aplica indistintamente para diversas necesidades, una eucarística (vid. núm. xv) y otra para pedir perdón antes de acostarse:
—
x x v iii
—
Dulce Jesús de mi vida,
prenda de mi corazón,
perdóname mis pecados
que ya sabes los que son.
Jesucristo dice misa
con grande divinidad,
lleva la hostia en sus manos
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
31
que la va a consagrar,
lleva a San Pedro consigo
también lleva a San Juan,
lleva a los doce apóstoles
que eran unos a consagrar.
El que esta oración dijere
tres veces al acostar
aunque tenga más pecados
que arenas hay en el mar
las puertas del Paraíso
nunca se le cerrarán (34).
X X IX —
—
Con Dios me acuesto,
con Dios me levanto,
con la gracia de Dios
y el Espíritu Santo.
Dios es conmigo
y yo con El
por todos los siglos
de los siglos. Amén (38).
La siguiente oración se puede considerar como un romance más
de Navidad. En él se mezcla el elemento narrativo con el oracio­
nal. A l ser recitados algunos a manera de plegaria es difícil esta­
blecer una clasificación clara entre ambos (47) Y (2):
—
XXX —
Jesús María mil veces
lo trajiste nueve meses
a Cristo Nuestro Señor,
lo pariste con dolor,
lo fuiste a parir a Belén
a casa la Vergonzosa
donde está el buey bendito
y la muía codiciosa.
Quien esta oración dijere
un año continuamente
verá a la Virgen María
tres días antes de su muerte (38).
32
JOSE MANUEL FEITO
—
XXXI —
María mil vírgenes,
María mil veces
que pariste un niño
a los nueve meses
que ni quiso ser doctor
ni dormir en buena cama,
quiso nacer en Belén
en casa la Vergonzosa
donde estaba el buey bendito
y la muía codiciosa.
El que esta oración dijere
tres años continuamente
vendrá la Virgen María
(o, vendrá la Virgen a verle)
tres días antes de su muerte.
Quien la sabe no la dice,
quien la oye no la deprende
y el día de mandajuicios
verá lo que en ella pierde (38).
(Tanto las benditas ánimas como Santa Mónica tienen una mi­
sión que cumplen perfectamente: servir de despertador. Se reza
la oración pensando en la hora en la que hay que despertar y siem­
pre surte efecto):
—
X X X II —
Santa Mónica bendita,
madre de San Agustín,
a vos entrego mi alma
que yo me voy a dormir.
Si me duermo, despertadme;
si me muero, perdonadme.
Por padre de San José,
padrino de Jesucristo
los ángeles del cielo
bajen a dormir conmigo.
El que esta oración dijere
al tiempo de ir a acostarse
nunca tenga tantos pecados
como arenas hay en el mar
y hierbas en el campo*
Dios todo lo sabe perdonar (37).
Existen muchas variantes. He aquí una:
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
—
33
X X X III —
Santa Mónica bendita,
madre de San Agustín,
a vos entrego mi alma
que yo me voy a dormir.
Si me duermo, despertadme;
si me muero, perdonadme.
A San José dejo de padre
y a Jesucristo de padrino,
y los ángeles del cielo
vengan a dormir conmigo.
Quien esta oración dijere
al tiempo de ir a acostarse
aunque tuviere tantos pecados
como arenas hay en el mar
y hojas tienen los laureles
las puertas del Paraíso
no se le han de cerrar (45).
Hemos podido comprobar idénticas fórmulas, algunas con va­
riantes, otras fragmentadas de «Oraciones al acostarse», en diver­
sas localidades de la Península: Garciaotún (Toledo), Burgos, Cercedilla (Madrid), Casasola (Avila). Como muestra transcribimos
una de las recogidas en Casasola:
Dadme la mano, Dios mío,
para subir a la cama,
para honraros y pediros
y no ofenderos en nada.
Cuatro angelitos
hay en mi cama,
cuatro angelitos
que me acompañan.
Baja, Jesús,
y enciende candela
y mira quién hay
a mi cabecera.
—Son los angelitos
que suben y bajan
y echan carreras (48).
34
JOSE MANUEL FEITO
DEVOCION DEL ROSARIO
— X X X IV —
En el monte murió Cristo,
Dios y hombre verdadero,
no murió por mis pecados
que murió por los ajenos
enclavado en una cruz
con fuertes clavos de hierro.
Padre mío de mi alma,
divino y manso cordero,
yo soy aquel pecador
que tan ofendido os tengo,
hasta la tierra que piso,
Padre mío, no merezco,
aunque alguna vez visito
el Santísimo Sacramento
en la Hostia consagrada
donde venera su cuerpo.
A vos, Virgen del Rosario,
este rosario os ofrezco
a vuestro Hijo verdadero
que si vos se lo ofrecéis
seguro tenemos el cielo.
Nada tenemos que daros,
alma, vida, todo es vuestro,
el alma la tengo prestada
y a María se la ofrezco
para que reine y descanse
en el Reino de los cielos
pa que alcances el perdón
de este pecador inmenso
y roguéis a la Virgen pura
con gran encarecimiento.
Si vosotros la rogáis
seguro tengo yo el cielo.
No tengo nada que daros,
Padre mío, todo es vuestro
y un alma tengo emprestada
desde ahora os la ofrezco
para que viva y descanse
en vuestro divino Reino. Amén (45).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
35
La misma con algunas variantes que no transcribimos, para no
extendernos demasiado, nos la recitó Teresa Marrón (38):
—
XXXV —
A L F IN A LIZA R
Este rosario, Señor,
que ahora hemos rezado
a vuestras plantas lo ofrezco
como pecador ingrato,
mas vaya por la Pasión
que pasaste Jueves Santo,
también Viernes del Señor
te sacaron a lo alto
y te dejaron caer
entre los duros peñascos
donde las llagas sangradas
de nuevo se renovaron.
¡Ay, Jesús del alma mía,
quién pudiera contemplarlo!
Yo soy la oveja perdida
que ando por campo vedado
y ahora vengo, Señor,
a recoger a tu lado.
Por el Padre que me crió,
por el Padre que se me ha dado,
por el Padre que por mí quiso
ser muerto y crucificado
a las ánimas benditas
yo les ofrezco estos pasos
y en la gloria celestial
todos juntos nos veamos. Amén (38).
G. Rendueles recoge otro curioso rosario llamado «De la bue­
na muerte» y que se rezaba particularmente en Cuaresma dicien­
do sólo padrenuestros las diez veces en las cinco decenas (en vez
de avemarias) y repitiendo antes de cada uno:
Por vuestra Pasión y muerte
danos, Señor, buena muerte (49).
JOSE MANUEL FEITO
36
—
XXXVI
—
Dulce Jesús de mi vida,
Dios amante celestial
nuestro padre, nuestro esposo
dígnate que eres piadoso
y diremos de esta suerte:
Danos, Jesús, buena muerte.
En cada avemaria se repite:
Por tu santísima pasión
danos, Señor, buena muerte.
Este último verso a veces se cantaba (38).
Se recuerda también el rezo del rosario en uno de los «Román
ces de la tierra somedana» que empieza:
Un rey tenía una hija
muy devota de María
que le rezaba el rosario
las tres veces en el día:
uno por la mañana,
otro al mediodía
y otro lo rezaba a la noche
cuando acostarse quería... (50).
—
X X X V II -
ROSARIO DE L A SA N T A CRUZ
Si encuentras a Satanás,
alma mía, ¿qué dirás?
¡Redra, redra, Satanás?
¡De mi nada sacarás
que el día de la Santa Cruz
mil veces dije Jesús!
Se repite en cada uno de los cinco misterios, se reza un padre
nuestro y se dice mil veces «Jesús» (51).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
37
DEVOCION A LA SANTA CRUZ
xxxvni —
—
—Anima mía,
recuerda en ti
que Jesucristo
murió por ti.
Tú vivirás,
tú morirás,
al valle de Josafat irás.
Allí ¿qué dirás?
—Abajo, Satanás,
que de mí nada verás,
que el día de la Santa Cruz
dije mil veces Jesús (52).
Una variante muy curiosa es la siguiente:
—
X X X IX —
Alma mía, morirás,
al Purgatorio irás,
con Satanás te encontrarás
y le dirás:
—Enemigo,
no vengas conmigo
porque el día de la Santa Cruz
dije mil veces Jesús.
Y se contaban por el rosario, muy aprisa, los mil «Jesús» (53).
— XL —
A D O R A C IO N DE L A CRUZ
Adórote, Cruz bendita,
que estás en el campo sereno,
el primero que te adoró
fue Jesús el Nazareno
y ahora te adoro yo
para que mi alma vaya al cielo. Amén (42).
38
JOSE MANUEL FEITO
—
XLI —
ANTE L A CRUZ
Alma mía, si eres compasiva
mira, atiende y considera
al pie de la cruz María
y su Hijo pendiente de ella
su dulcísimo Hijo
abierto con cinco puertas,
corriendo arroyos de sangre
Mira sus cabellos rubios,
mira su boca de perlas,
mira su garganta que
la nieve no se diferencia,
coronado y renegrido
su madre le está mirando
y asimismo se lamenta:
—Hijo de mi corazón,
¿qué culpas son las nuestras?
No hay dolor que a mi dolor
haga competencia.
Sólo un Hijo que tenía
que por envidia y soberbia
en sin culpa me lo han muerto.
¡Ay de mí, que me atraviesa
un espada el corazón!
Ay, que la noche se acerca,
no hay una sepultura,
ni una mortaja siquiera,
ni quien de la cruz le baje
a esta bendita grandeza.
—Abre los ojos la Virgen
y ve que ya llega cerca
una cuadrilla de gente
y dice a Juan de esta manera:
—Dime, Juan, hijo querido,
¿qué gente es aquélla?,
¿qué injurias vendrán a hacer
a esta bendita grandeza?
Y San Juan le responde:
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
39
—No se aumenten las penas,
es San José Nicodemo
que nos trae cosa buena.
Llegan los santos varones
al pie de la humilde reina
a contar sus sentimientos
y a la fuerza del dolor
todos a llorar comienzan.
Llora San José Nicodemo,
llora la humilde reina
todos los que allí estaban,
San Juan y la Magdalena.
A l pie de la cruz santa
arriman la escalera,
ya le quitan los clavos,
a su madre se los entregan,
clavos que han traspasdo
esas palmas inmensas
quiera Dios que los mortales
los miren con reverencia.
Ya le quitan la corona
y a su madre se la entregan,
corona que el Rey del cielo
ha tenido en su cabeza
quiera Dios que los mortales
la miren con reverencia.
Ya le bajan el cuerpo,
a su madre se lo entregan.
—Venid los que tengáis sed,
que están las fuentes abiertas.
Venid los que tengáis hambre,
que esto es pan de vida eterna.
Venid los que estáis enfermos,
que la medicina es ésta.
Venid, venid que El a todos llama
y a ninguno niega.
Ya envuelven el difunto cuerpo
en una sábana nueva.
Se rezan tres padrenuestros y tres avemarias a la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y a los Dolores de su Santísi­
ma Madre (51).
40
JOSE MANUEL FEITO
DEVOCION A SAN ANTONIO
—
X L II —
P A R A ENCONTRAR C O SAS PERDIDAS
San Antonio bendito
que en Padua naciste
en San Luis fuiste enciado
en el púlpito donde Dios predicó
predicaste
nuevas os vinieron
de vuestro santísimo padre
lo iban a ahorcar.
Por irlo a rescatar
perdiste el brivario.
El Hijo de María
tres voces os dio:
la primera no oístes,
la segunda oístes
y mirastes para atrás y dijistes:
—«Lo perdido sea hallado,
y lo hallado recobrado.
San Antonio bendito,
si estas palabras son verdad,
San Antonio bendito,
favorecedme
en esta necesidad (42).
—
X LIII —
San Antonio de Padua,
que en Padua naciste,
en Lisboa padeciste,
camino de Bretaña
tu santo breviario perdiste.
Lo perdido bien hallado,
lo lejos se acercará
y siempre estará contigo
la Santísima Trinidad. Amén (38).
Según C. Cabal es «en Asturias la más rezada... con diversas
formas». Recoge las siguientes versiones:
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
—
41
X L IV —
San Antonio de Padua,
que en Padua naciste,
en Portugal deprendiste
letras para predicar,
estándolas predicando,
un ángel te fue a llamar,
que a tu padre sin culpa
lo iban a ahorcar.
Fuiste,
lo salvaste,
y cuando volviste
tres mercedes le pediste:
—Que lo perdido sea hallado,
lo olvidado acordado
y lo ausente se nos presente.
Tres padrenuestros a continuación, y lo perdido se encuentra...
(32) y (54).
Cabal recoge una versión andaluza (o.c.):
—
xlv
—
San Antonio de Padua,
que en Padua naciste,
el libro perdiste,
la luz encendiste,
el bordón ceñiste...
El Hijo de Dios lo ha encontrado,
tres voces ha dado:
Antonio, Antonio, Antonio,
lo perdido sea hallado,
y lo ausente presente... (55).
Pero la más conocida y universalmente recitada es aquella que
dice:
—
XLVI —
Si buscas milagros mira
muerte y error desterrados,
miseria y demonio huido,
leprosos y enfermos sanos.
El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados
42
JOSE MANUEL FEITO
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados,
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
(Se repite desde El mar... otras dos veces).
Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio glorioso y santo,
para que dignos así
de sus promesas seamos.
Oye, Señor, mi oración,
pues a Ti suplico y llamo
que mi oración a Ti llegue
donde halle favor y amparo.
Soberano eterno Dios
la súplica cautiva
del bienaventurado San Antonio,
tu confesor, alegre tu Iglesia
para que siempre sea fortalecida
con los auxilios espirituales
de tu divina gracia
y merezca alcanzar los gozos eternos
(los merecimientos)
de Nuestro Señor Jesucristo. Amén (44).
C . C a b a l y M.
siones (53) y (26).
C á ted ra ,
entre otros (o.c.), recogen varias ver­
POR LO S A N IM A L E S EN G EN ERAL
Hay entre todas ellas una que sólo recitaban determinadas per­
sonas y a las que se acudía con el ruego de que les «echara la ora­
ción del parecer». La recitaba con mucha eficacia Jenara Alvarez,
de Pola de Somiedo, adicta comunicante de C . C a b a l , y tía abue­
la de quien esto escribe. Una de estas oraciones, plagada de fra­
ses inconexas y sin sentido, aunque parece descriptiva, en este caso
se usaba como súplica. Dice así:
—
x l v ii
—
San Antonio firme y devoto
nuestra santa concentración
ruega bendito varón
a Dios por este devoto.
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
Porque enrece esta oración
vuestra intercesión nos guíe
por donde quiera que vaya
ruega a Dios que nos depare
todo aquello que pidiere
y nos dé la salvación.
De enfermedades y pestes
lbradme, glorioso santo,
libradme como librasteis
a tu beatísimo padre
a la muerte declaraste.
Y un sermón predicó en Roma
en la lengua portuguesa,
treinta distintas naciones
todas le entendían la lengua.
Y predicando el sermón
a su padre iban a ahorcar
por un falso testimonio
que le quieren levantar.
Fuese a librar a su padre
sin hacer falta sermón
el cuerpo se quedó en Roma
y el espíritu partió.
Pone a su padre en la iglesia
donde está el cuerpo enterrado.
A la señal de la cruz
la losa se ha levantado.
Ya se levanta la losa,
ya se levanta el difunto,
ya le dice a San Antonio:
—«Este hombre no me ha muerto,
que es inocente del hecho».
Todos preguntan al santo
que diga quién lo mató,
y San Antonio responde:
—Eso no lo digo yo (45).
—
X LV III —
San Antonio de Padua,
que en Padua naciste,
en Padua moriste,
44
JOSE MANUEL FEITO
el bordón ceñiste,
a tu padre de la muerte libraste,
guarda nuestros ganados
que po’l monte andan extraviados,
líbralos de osos y lobos
y de otros animales bravos
en la noche y en el día
con un padrenuestro
y un avemaria. Amén (38).
—
X L IX —
P A R A LIBRAR A L G A N A D O DEL LOBO
Salió Antoñito de casa
a tocar su bocinita,
a embiscar a su perrito.
Subió a lo alto de la sierra,
se encontró con dientes largos:
—¿Adónde vas, dientes largos?
—Voy por Sierra Larga,
que hay mucho y buen ganado.
—Nin me comas el mío
nin comas el ajeno
por la gracia de Dios
y el Espíritu Santo. Amén (56).
(Es de notar tanto el uso jergal o metafórico para denominar
al lobo «dientes largos», como la forma dialogada o teatral, sien­
do así que se recita por una sola persona).
Y
también existía la contraoración de aquellos que no tenían
fe en el santo y que deseaban que las alimañas atacasen a los ani­
males del vecino que se encontraban extraviados. Además de mu­
chos conjuros que salen en infinidad de cuentos que hemos reco­
gido, así era una de esas maldiciones, a título ilustrativo:
— L —
Animalitos bravos
que andáis por el monte
a copo tendido
recobrái el ganado
que anda perdido (45).
Una vez dicha «La oración de San Antonio» no se debía salir
en busca de la res extraviada. Te acuestas tranquilamente, «San
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
45
Antonio la guarda». Y a la mañana siguiente la res aparece sin
más. Esto lo dan como cosa comprobada y fidedigna casi univer­
salmente.
BENDICION DE LOS CAMPOS
— LI —
Fuera rato,
fuera sapo,
fuera toda
comición,
que ahí te va
el agua bendita
y el ramo
de la Pasión.
La bendición de Dios te cubra,
Dios te traiga bien granao (36).
—
LII —
Salgan ratos,
salgan sapos,
salga toda
comición,
ahí te va
el agua bendita
y el ramo
de la Pasión (45).
M . M é n d e z G a r c í a ( o . c .) recoge esta misma en Perlunes (Somiedo) y la compara con las del «Cuarto de los Valles» (Zardaín. Naraval):
— LJIJ —
Salid, sapos ya mundicia,
que ahí vos vei ’1 agua bendita.
— LIV —
Marcha, sapo; marcha, rato,
ya todas las inmundicias,
que ahí vos traigo el agua bendita.
46
JOSE MANUEL FEITO
—
LV
—
Marcha, sapo;
marcha, rato,
ya toda comisión,
que aquí vos traigo l’agua
del Sábado de Pasión.
Y ésta que no podía faltar para castigar al vecino:
—
LVI
Salí sapos ya
pa las tierras de
Salí sapos ya
pa las tierras de
—
toupos
los outros.
toupos
los outros (15).
NECESIDADES VARIAS
— LVII —
PARA PEDIR QUE DURE EL SOL
Ven, solín, ven,
que te llama San Miguel
para hoy, para mañana
y pa toda la semana (57).
—
LVIII —
•- AL METER ÉL PAN A COCER
A San Florián
que nos saque bueno el pan.
Padrenuestro, avemaria
líbranos de todo mal. Amén (42).
—
L IX —
A San Justo
que de lo poco dé mucho (37).
Una versión sé encuentra en Palacio Valdés:
Al glorioso San Justo
para que de lo poco lo vuelva mucho (58).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
—
47
LX —
A N T E S DE BEBER EN U N A FUENTE
Por aquí pasó la Virgen,
por aquí volvió a pasar
si esta agua me hiciera daño
que la güelva a gomitar.
Tiene muchas variantes:
—
LXI —
Por aquí pasó Jesús
con tres veles y una cruz
y me dijo que bebiese
toda el agua que quisiese.
Otra:
—
L X II
—
Por aquí pasó Dios,
por aquí pasó la Virgen,
si el agua es mala
que la gomite.
Una más:
—
L X III —
Jesucristo dijo al vino
y Santa María al agua:
—Si tien alguna gafura
de tres soplidos que se vaya (59).
Y
se sopla sobre ella tres veces antes de beber. En Somiedo he­
mos podido recoger la siguiente, que acaso'por algún olvido de
la comunicante tenga alguna variante con respecto a la original:
Aquí bebió Jesucristo,
aquí bebió San José,
aquí me arrodillo yo
y de esta agua beberé (37).
48
JOSE MANUEL FEITO
L X IV —
—
P A R A ECH AR A V O L A R
«LA S M A R IQ U ITAS DE DIOS»
Mariquita de Dios,
cuéntame los dedos
y vete con Dios.
(Oración recogida en todo Somiedo como tantas otras y común
a múltiples zonas y con muy diversas variantes. Este insecto se
conoce también por: «Mariquita de San Antón», «Vaquina, paxarina, perrín, anxelín, pitina..., etc., de Dios»:
—
LXV —
Perrín de Dios,
alza las alas
y vete con Dios.
Otras veces:
—
LXVI —
Mariquita, mariquita,
ponte el manto
y vete a misa.
—
Lxvm —
Nina de Dios,
abre las alas
y vete con Dios (60).
(Es uno de los insectos más útiles para la agricultura; de ahí
acaso el haberlo sacralizado).
—
L xvm —
C U A N D O UN POBRE L L A M A A L A
PUERTA
A la puerta pica un pobre,
un pobre mecesitado,
que le den una limosna
por Jesús Sacramentado.
—Dáile una limosna al pobre,
dáisela por caridad,
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
Dios, que es todo poderoso,
todo lo puede pagar.
Virgen de Consolación
a la puerta la tenéis,
si le dais una limosna
en el cielo la hallaréis (41).
—
L X IX —
OR A C IO N DEL CAM INANTE
Yo te encomiendo
a la Santísima Trinidad:
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
a la Santísima Virgen
que con su divino manto
seas cubierto,
que no seas muerto,
preso ni herido
ni por ningún mal hombre
sorprendido,
que lleves la guía
que llevó la Virgen María
de Belén a Jerusalén
y que el Señor te traiga a casa
en paz y bien. Amén.
Se reza un padrenuestro y una salve (38).
—
LXX —
Señor, en tus manos
pongo mi alma,
presérvame del pecado
y de la muerte prevista (42).
—
LXXI —
Adelante voy,
atrás no miro,
la Virgen del Camino
vaya conmigo (42).
49
50
JOSE MANUEL FEITO
DEVOCION A LA VIRGEN
— L X X II —
A L A VIRGEN DEL CARMEN
Por tu santo escapulario,
Virgen Santa del Carmelo,
defiende a tus devotos
de las penas del infierno.
Si se tiene el escapulario impuesto, se rezan siete padrenues­
tros (42).
—
L X X III —
A L A VIRGEN EN G ENERAL
Virgen, Virgen,
sabemos que pariste
y todo lo recogiste,
recoge mi alma, Señora,
que soy la más pecadora.
El Arca de la Trinidad
cuando la hostia se levanta
el cáliz queda en el altar.
Parece el Niño Jesús
que se presenta en la cruz,
la Madre se llama María
para gozar n’este día.
El que esta oración dijese
cada semana un día
rezará un padrenuestro
y un avemaria (42).
Se aplica también para el momento de la consagración (vid.
núm. cí).
— L X X IV —
Allá arriba en aquel alto
se está haciendo una capilla,
no la hacen carpinteros
ni obras de carpintería,
que la hace San José
para su esposa María.
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
—
LXXV —
Allá arriba en (aqu)el monte
una capilla se hacía,
no la hace carpintero
de obra de carpintería,
hízola el Rey de los Cielos
para la Virgen María.
Tres ventanas de oro tiene,
corredor de plata fina,
por una entraba la luna
por la otra el sol salía
y por la más pequeñita
entra la Virgen María
con el Niño entre los brazos,
llora la Virgen María.
—¿Por qué llora la mi madre,
madre de tanta alegría?
—Lloro por los desgraciados
tantos como el mundo había.
Tiene tres ventanas de oro,
por la una el sol entraba,
por la otra el sol salía,
por la más hermosa de ellas
entra la Virgen María
con un niño entre los brazos
llorando cuanto podía.
—¿Por qué llora la mi madre,
por qué llora, madre mía?
—Lloro por una mujer
que de parto se moría.
El hombre le daba palos,
ella no los merecía.
—No llores por eso, madre,
ni por tu Santa Pasión
que ha de subir a los cielos
el día de la Ascensión.
Allí habrá tres sillitas de oro,
sentaráse en la mejor,
sentaráse en la del medio
que es la de Nuestro Señor. Amén (32).
52
JOSE MANUEL FEITO
—Calle, calle la mi madre,
que yo la remediaría,
yo bajaré a la tierra
entre la noche y el día,
se lo quitaré a los ricos
a los pobres lo daría (41).
Además del alto contenido poético, es curiosa la versión que
hace en los dos últimos versos de la conocida estrofa del Magnífi­
cat: «Colmó de bienes a los hambrientos, a los ricos los despidió
vacíos» (Le. 1, 53).
En La Alberca (Salamanca), J. L. Puerto recoge la siguiente ora­
ción que él cataloga como romance, lo cual indica cómo se mez­
clan ambos géneros. La transcribimos con el fin de comparar al­
gunas varientes de diversas zonas:
—
LXXVI —
Allá arriba hay un portillo,
nunca lo he visto cerrado,
se pasea una señora
toda vestida de blanco.
El vestido que llevaba
todo lo lleva manchado,
se lo manchó Jesucristo
con la sangre del costado.
Jesucristo era mi padre,
Santa María mi madre.
Los ángeles mis hermanos
me llevaron de la mano,
me pusieron en una fuente,
me pusieron en cruz y enfrente
pa que el diablo no me tiente
ni de día ni de noche
ni a la hora de la muerte (61).
Otra versión ya citada es la recogida por la RTP, t. I, p. 361,
y que reproducimos en otro lugar de este trabajo.
—
l x x v ii
—
Santa Ana bendita,
Madre de Cristo,
Virgen y mártir
y después obispo...
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
53
...Señora Santa Ana,
déme usted una manzana
para el Hijo de Dios... (62).
L X X V III —
—
En el portal de Belén
siete leguas del Calvario
pasó la Virgen María
por su hijo preguntando:
No le he visto, no le he visto
ni por aquí ha pasado
por aquí ha pasado un niño
muy triste y muy amargado.
Pañuelo me dejó a mí,
pañuelo de mi tocado,
pañuelo tenía otros dos
para mí todo ha quedado.
Uno era de la Magdalena,
otro de Jesús amado,
caminemos, caminemos
por este monte Calvario
que por mucho que caminemos
ya lo están crucificando (38).
/
DEVOCIONARIO DEL PENITENTE
Para la confesión se acude frecuentemente a lo que el pueblo
llama «confesarse con Dios». Pero también hay oraciones para an­
tes de recibir la confesión sacramental como la que sigue:
-
L X X IX —
A N TE S DE CON FESAR
A los pies del confesor
yo me voy a arrodillar,
voy a pensar una cosa
que es muy digna de pensar:
«¿Mi cuerpo está dispuesto
para ir a comulgar?
Dame la mano, Señor,
para subir al altar,
ayúdame a comer
ese divino manjar» (45).
54
JOSE MANUEL FEITO
— LXXX —
DESPUES DE LA CONFESION
Del confesor me levanto,
de los pies del confesor,
si algún pecado me queda
perdónamelo, Señor,
perdonastes al verdugo,
perdonastes al ladrón,
Cristo que estás en la cruz,
perdóname a mí, Señor (45).
—
LXXXl —
Finco mi rodilla en tierra
y digo de corazón:
que mi alma no se pierda,
ni muera sin confesión (45).
—
l x x x ii
-
PARA DESPUES DE LA CONFESION
Aquí me arrodillo
aquí me tengo de arrodillar,
Jesucristo está en el alma
y gracias le quiero dar (37).
C. Cabal recoge la siguiente en Tereñes (Ribadesella):
—
L x x x in —
CONFESION A LA MAGDALENA
—Santa María Magdalena,
yo vos cuento mi querella,
mi querella en confesión:
Mis pecados muchos son.
No los puedo confesar
ni con clérigo de misa
ni con fraile cardenal.
Besaré la santa tierra
porque mi alma no se pierda,
besará la santa cruz
porque mi alma vea la luz.
Jesucristo está en l’altar
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
todo cubierto de llagas
y hasta sus brazos igual.
Va pa allá la Magdalena
con un paño de cristal.
—Quita, Magdalena, quita,
no me vengas a limpiar
que éstas son las siete llagas
que tenemos que pasar
por los vivos y los muertos
por toda la cristiandad (63).
—
l x x x iv
—
Oh mi Dios, ¡qué cuerpo lindo y hermoso
y el mío tan engañoso!
Tantos pecados hice
y al confesor no los dije
y a Vos os digo, Señor,
que con Vos he confesado,
perdonaste al ladrón
que os ha crucificado
perdonadme, Señor,
que con Vos he confesado (37).
—
LXXXV—
LA CONFESION DE LA VIRGEN
Hermosa sierva divina
sagrada del Rey bendito,
con humilde caridad
fue a confesarse un domingo
sin tener ningún pecado
ni en su vida lo ha tenido,
sólo por cumplir precepto
que dejó su amado hijo.
Con humilde caridad
llama al capellán bendito,
llama a San Juan Bautista
que es primo y hermano de Cristo.
A sus pies se ha arrodillado
y de esta manera le dijo:
—«Padre, para confesarme
necesito un grande aviso».
—«Vamos por los mandamientos
que es el más cierto camino».
55
56
JOSE MANUEL FEITO
—«El primero, amar a Dios:
ámole a Dios y le sirvo.
El segundo, que saqué
todos los hombres del sino (¿Seno de Abraham?).
Y el tercero, que guardé
las fiestas y los domingos.
Y el cuarto, que a mis padres
en nada les he ofendido.
El quinto, que maté
al demonio en cuerpo vivo.
Y el sexto, que alcancé
de lo más alto del Padre un Hijo
y lo tuve en mis entrañas
nueve meses escondido...».
—«Levanta, blanca paloma,
levanta que no soy digno
de tener arrodillada
la misma madre de Cristo».
Ya se levanta la Virgen,
para el Calvario camina
con lágrimas en sus ojos
va regando la tierra
y entonces se encontró
con San Juan y la Magdalena,
y le dicen:
—«Virgen,
¿por qué no me hablas
ni una palabra siquiera?».
—«¿Cómo os tengo que hablar
si estoy en tierra ajena
y un hijo que tenía
más blanco que una azucena
me lo están crucificando
en una cruz de madera?
Ya está hecha la mortaja
ya está puesto en la escalera...».
Quien esta oración dijera
una santa cuarentena
no irá su alma al infiero
por pecadora que sea (63).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
57
CUANDO SE OYE UNA BLASFEMIA
Aunque se recita como oración es un curioso romance en el que
entran a formar parte elementos de romances clásicos (la peniten­
cia del rey D. Rodrigo, vid. M e n é n d e z P i d a l , R. Flor nueva... Ro­
mance 7.°, p. 50), como son los primeros versos y el castigo final
de la culebra cocida dada a comer y la pez a beber, es decir, el cas­
tigo del infierno a su boca «por do más pecar solía»:
— LXXXVI —
Jesucristo iba de caza,
de caza como solía,
los perros lleva cansados
de correr cuestas arriba
y se encuentra con un hombre,
hombre de malancolía (sic).
Le preguntó si había Dios,
le dijo que no lo había.
Le preguntó si había Virgen,
lo mismo le respondía.
—Calla, hombre, no digas eso,
que hay Dios y Santa María,
que te pueden dar la muerte
como te dieron la vida.
—No temo yo a la muerte
ni tampoco a quien la envía,
que tengo yo mis doblones
que de comer me darían.
A eso de la medianoche
la muerte por él venía.
—Márchate, muerte espantosa,
déjame vivir un día.
—No te dejo, mal hombre,
hombre de malancolía,
que hoy Dios y Santa María
mandan darte muerte
como te dieron la vida
y que te dea de comer
una culebra cocida
y que te dea de beber
un vaso de pez derretida
y te baje a los infiernos,
a los más hondos que había (38).
58
JOSE MANUEL FEITO
Elviro Martínez recoge otra versión en Llanes con un final di­
ferente y la conocida coletilla: «Quien esta oración dijere...» (65).
DEVOCION EVCARISTICA
— L X X X V II —
A L V E R LL EV A R A L SEÑOR A UN
ENFERMO
Por la calle va el Señor
vestido de carne humana
a visitar los enfermos
que están malitos en cama.
Que Dios le dé la salud
para el cuerpo y para el alma
la salvación. Amén (66).
— l x x x v iii —
A L RECIBIR A L SEÑOR EN C A S A
En gracia de Dios está
quien la toma y quien la da.
Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar (66).
— L X X X IX —
A L ENTRAR EN L A IGLESIA
Esta agua bendita
que tomo por mi mano
todos los delitos y pecados
me sean perdonados (44).
- xc —
Por las puertas de Dios entro
adorando a Dios y al templo
a la Virgen coronada
y a los santos que están dentro.
Bendito, alabado sea
el Santísimo Sacramento (42).
En otros lugares de la región se usa con algunas variaciones,
v. g.:
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
—
XCI —
En la casa de Dios entro
adorando a Dios y al templo,
al divino sacramento
y a los santos que están dentro (66).
—
X C II —
Agua bendita
de consolación,
quita los pecados
de mi corazón (69a).
—
xcm
—
AL ARRODILLARSE
Aquí me arrodillo
con todo mi corazón,
el cuerpo lo doy a la tierra
y el alma a Nuestro Señor (44).
—
x civ —
Donde finco mis rodillas
finco mi corazón,
el cuerpo lo entrego a la tierra,
el alma a Nuestro Señor (42).
—
xcv —
Por las puertas de Dios entro
a adorar a Dios y al templo
y a los santos que están dentro.
Alabado se ya
el Santísimo Sacramento (67).
—
XCVI —
N ’esta tierra me arrodillo,
n’esta tierra consagrada
por ver si puedo lograr
sacramentos para el alma.
59
60
JOSE MANUEL FEITO
—
XCVII —
Adorai, fieles cristianos,
al que sale de escondido;
con la ropa consagrada
representa a Cristo vivo (67).
—
X C V II —
AL IR A MISA
Jesucristo va pa misa
con toda serenidad,
lleva la hostia en la mano,
la llevaba a consagrar,
y con El iba San Pedro
y también iba San Juan
y también iban los santos
de la corte celestial.
El que esta oración dijese
al tiempo de ir a acostar (al altar),
aunque tuviera más pecados
como arenas tiene el mar,
las puertas del Paraíso
no se le han de cerrar (45).
—x c v m
—
Jesuscristo va pa misa
con mucha serenidad,
lleva la hostia y el cáliz
que los va a consagrar.
Entre la hostia y el cáliz
los dos discípulos van:
eran San Juan y San Pedro.
—Venid, hijos, conmigo,
que os voy a convidar,
os daré mi cuerpo y sangre
para mañana almorzar (68).
—
X C IX —
CUANDO SALE EL SACERDOTE
Ahí va el sacerdote
vestido de humanidad,
representa a Jesucristo
a quien nos da (42).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
61
— C —
Virgen, Virgen,
sabemos que pariste
y todo lo recogiste.
Recoge, Señora,
escalera de los cielos,
arca de la Trinidad.
Cuando la hostia se alza
el cáliz queda en el altar,
cual es el Niño Jesús
la tienda de la vida.
El que esta oración dijera
cada semana un día,
tendrá su alma tan limpia
como el sol de mediodía (46).
—
ci
-
A L A ELEVACION
Esta oración, que en Somiedo la «echan» a la Santísima Vir­
gen (L X X in ), en otros lugares se dice en la misa:
Escalerina del cielo,
arca de la Trinidad,
cuando se levanta la hostia
el cáliz queda en el altar,
cuantos pecados tuvieras,
como arenas tiene el mar,
todos se han de perdonar (68).
En Boal hemos encontrado esta otra versión:
—
en -
Virgen, Virgen,
sabemos que pariste
y todo lo recogiste.
Recoge mi alma, Señora...
Escalera de los cielos,
ánima de la Trinidad,
cuando la hostia se alza
el cáliz queda en el altar,
cual es el Niño Jesús
en la tienda de la vida.
62
JOSE MANUEL FEITO
' El que esta oración dijera
cada semana algún día,
tendrá su alma limpia
como el sol de mediodía (34).
—
cm
—
«PADRENUESTRO PEQUEÑIN»
Padrenuestro pequeñín
guíame por buen camín,
el camín de la salvación
mis pecados muchos son.
Vos sabéis los que son.
El Padre está en el altar.
Estrella preciosa
que va delantera
contando los niños
que van (son) de carrera.
Ahí va el Hijo de María
que tres llaves traía:
una con la que abría,
otra con que rezaba
y otra con que decía
el padrenuestro y el avemaria
(37).
Una imitación irónica corre de boca en boca:
— CIV —
Padrenuestro pequeñín
ta sentau en un tachuelín
comiendo pan ya tocín,
vienu el gato ya chevóulu
pensandu qu’era toucín (45).
La siguiente sigue la misma tónica:
— cv Padrenuestro pequeñín,
fun al cielo y nun volvín
ya atopei un anxelín
comiendo pan y toucín.
Pedinye un bocadín
y déume con un chenín (69).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
Y un ejemplo más para demostrar su universalismo:
—
CVI —
Padrenuestro chiquinino,
llévame por buen camino,
camino de salvación.
Mis pecados muchos son,
no los puedo confesar
ni en Cuaresma ni en camal (69a).
—
C V II —
A N TE S DE CO M U LG AR
Alma que has de comulgar
mira cómo vas,
mira el plato que te ponen
y al manjar que comes,
no lo comas con pecado,
comes a Dios consagrado.
Más vale vergüenza en cara,
que pena en el corazón (37).
—
CVIII
—
V ISIT A A L SANTISIM O O P A R A
R EZAR A N TE S DE M ISA
Por la puerta de Dios entro,
adorar a Dios intento
y a los santos que están dentro,
bendito y alabado sea
el Santísimo Sacramento.
Aquí me arrodillo,
aquí me tengo de arrodillar,
a Jesucristo traigo en el alma,
mil gracias le quiero dar (38).
— cix —
A L SA LIR DEL TEMPLO
Quede con Dios la Señora,
Madre del Verbo divino,
envíeme su bendición
que quiero andar buen camino (37).
T or ner r e c o g e la s ig u ie n te :
64
JOSE MANUEL FEITO
— CX —
Quede con Dios la Señora,
écheme su bendición,
guíeme por buen camino,
líbreme de perdición (70).
ORACIONES DE SEMANA SANTA
— CXI —
Por las barandas del cielo
se pasea una señora
toda vestida de blanco
resplandeciente una estrella.
Pregunta Dios a los suyos:
—¿Quién es aquella doncella?
—Es María, Señor, María,
María de gracia llena
que fue a parir allá arriba,
allá arriba en Galilea,
parió un niño sin dolor
rubio como una candela.
Aquí naciste, mi niño,
mi niño y mi Redentor,
para ser crucificado
el día de la Pasión.
Jueves Santo, Viernes Santo
andando de procesión
bajó Cristo
atado de pies y manos,
abierto por un costado,
la sangre que El derramó
cabe en un cáliz sagrado,
el hombre que la bebiere,
bien confesado y comulgado,
en este mundo será rey
y en el otro coronado.
El que esta oración dijera
todos los viernes del año,
sacará un alma de penas
y la suya de pecado,
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
65
en este mundo será rey
y en el otro coronado.
Quien la sabe no la dice,
quien la oye no la deprende,
y el día de mandajuicios
verá lo que en ella pierde. Amén (71).
Oración polivalente que se recita también al acostarse, antes
de comulgar, de confesar, etc.
—
CXII —
Jueves Santo, Viernes Santo,
el día tan grande
de Pasión
por la calle la Amargura
mucha sangre se derrama.
La derrama un caballero
que Jesucristo se llama.
Por allí pasó su madre
y se la quiso limpiar...
—Nd me limpie, madre mía,
no me hagas tanto mal,
que éstas son las Cinco Llagas
que debemos de pasar
por los vivos y los muertos
y toda la cristiandad.
El que esta oración dijere
todos los viernes del año,
sacará un alma de pena
y la suya de pecado (72).
—
CXIIJ —
Jueves Santo, Viernes Santo
tres días antes de Pascua
cuando el Redentor del mundo
a sus discípulos llama.
Los llamó uno por uno,
de dos en dos se juntaban
a tomar una comida
de la su mesa sagrada.
De comer les da su cuerpo,
de beber su sangre santa.
66
JOSE MANUEL FEITO
cuando los vio todos juntos
de esta manera les habla:
—Ahora, discípulos míos,
¿cuál muere por mí mañana?
Miran unos para otros,
a todos tiembla la barba
y el que barba no tenía
la color se le mudaba.
Sólo San Juan Bautista
que predica en la montaña:
—Muero yo por Ti, mi Dios,
muero yo por Ti mañana.
—No digas eso, San Juan,
ni digas esas palabras,
que tu muerte por la mía
nunca ha de ser perdonada.
Válgame Nuestra Señora
y la Virgen Soberana (45).
—
CXIV —
Jueves Santo, Jueves Santo,
tres días antes de Pascua
cuando el Redentor del mundo
a sus discípulos llama.
Llámalos de dos en dos,
de cuatro en cuatro llegaban,
desque los vio todos juntos
rica cena que les daba.
—¿Cuál de vosotros, los míos,
morirá por mí mañana?
Miran unos para otros,
a todos les tiembla la barba.
El que barba no tenía
la color se le mudaba,
si no fue San Juan Bautista
que predica en la montaña:
—Por Ti moriré, mi Dios,
por ti moriré mañana
si las culpas de los hombres
con la mi muerte se pagan.
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
67
—Nuestra Señora me valga,
válgame la Madre Santa,
tres sillas hay en el cielo,
una para ti guardada (73).
Una versión muy abreviada es la de Miño de San Esteban (So­
ria):
—
cxv —
Jueves Santo, Jueves Santo,
tres días antes de Pascua
cuando el Redentor del mundo
a sus discípulos llama
para darles un manjar
que es el alimento del alma
y produce a quien lo come
divino aumento de gracia (74).
La citada RDTP transcribe una versión asturiana recogida en
Noya (¿?),suponemos que sea Nora, bien en el concejo de Siero,
Las Regueras u Oviedo, de una comunicante llamada Rafaela Gar­
cía, sin más datos. Dice así:
— CXVI -
Jueves Santo, Jueves Santo,
tres días antes de Pascua
cuando el Redentor del mundo
sus discípulos llamaba.
Llamaba uno por uno,
dos y dos se le juntaban,
después que los tuvo juntos
desta manera les hablaba:
—¿Cuál de vos, discípulos míos,
morirá por mí mañana?
Miran unos para otros
y nadie le habla palabra,
sólo fue San Juan Bautista
que predicó en las montañas:
—Por Vos moriré, Dios mío,
por Vos moriré mañana.
Llegaron al otro día.
Jesucristo caminaba,
llevaba una cruz a cuestas
68
JOSE MANUEL FEITO
de un madero muy pesado,
{¿de madera m uy pesada?)
llevaba una corona de espinas
que su cabeza traspasaba,
llevaba una soga al cuello
por donde los judíos tiraban.
Llegaron al monte Calvario,
tres Marías encontraron:
una era la Magdalena,
otra era Marta, su hermana,
otra era la Virgen pura,
la que más compasión daba.
Una le limpia los pies,
otra le limpia las manos,
otra recoge la sangre
que del costado derrama.
La sangre que de El caía,
caía en un cáliz sagrado.
Y el hombre que la bebiere
será bienaventurado.
El que diga esta oración
todos los viernes del año,
saca un alma de pena
y la suya de pecado (75).
Oración polivalente, ya que se aplica a las almas del Purgato­
rio y en memoria de la Pasión de Cristo para recitar los viernes
del año.
Una nueva versión recogida en Avila (Casasola) sigue un es­
quema parecido al de la anterior pero referido al Viernes Santo
(acaso sea la fusión de dos romancillos con un final a todas luces
retocado):
—
•
cxvn
—
Viernes Santo, Viernes Santo,
Viernes Santo de Pasión,
cuando crucificaron
a aquel divino Señor.
Cuatro mil hombres vinieron,
todos en un escuadrón
a clavarle con los clavos,
a clavarle el corazón.
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
Vino Marco,
le dio un bofetón,
hasta la hora de la muerte
no se le pasó el dolor.
Le echan las manos atrás,
lo llevan como un ladrón.
Aquel portillito abierto
nunca se verá cerrado
hasta que no pase la Virgen
vestida de colorado,
el vestido que tenía
siempre se le vio manchado,
que lo manchó Jesucristo
con sangre de su costado.
El ruido de los martillos
en su corazón entró...
—¡No tengo más que este Hijo,
no tengo más que esta flor!
Esta oración se repite
todos los viernes del año,
y el que la sepa y no la diga,
el que la oiga y no la deprenda
el día del Juicio Universal
Dios se entenderá con ella (76).
—
cxv m
—
Angeles del cielo,
ángeles sagrados,
leche de los cielos
para vos fue dado.
Me asomé a la puerta
por ver quién venía,
vi venir gran gente
gran caballería,
un hijo entre ellos
no lo conocía,
desnudo y descalzo
lleno de amargura.
Me bajo entre ellos
por ver si lo conocía.
Angeles sagrados,
69
70
JOSE MANUEL FEITO
leche de los cielos,
para vos fue dado (32).
Otra versión recogida por C. C a b a l :
—
C X IX -
Angel sagrado,
bienaventurado,
leche de los cielos
para vos fue dado...
Me asomé a la puerta
por ver quién venía.
Vi venir gran gente
de caballería,
el mi Hijo entre ellos,
no lo conocía,
desnudo y descalzo,
lleno de amargura... (77).
—
CXX —
Caminemos, Virgen pura,
caminemos pal Calvario,
que por bien que caminemos
lo tendremos crucificado.
Fuera le pusieron las espinas,
le reblagaron los clavos,
le dieron una lengida (sic)
en su divino costado.
La sangre que de El caía,
caía en un cáliz sagrado.
El varón que la bebiese
sería bienaventurado:
en este mundo sería rey
y en el otro coronado.
Quien esta oración dijera
todos los viernes del año,
saca un alma de pena
y a la suya del pecado.
Quien la sabe no la dice,
quien la oye no la deprende,
en el día de mandajuicios
verá lo que en ella pierde. Amén (78).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
71
— CXXI —
Por los arroyos de sangre
que Jesús ha derramado
iba la Virgen María
en busca de su hijo amado,
a todos los que encontraba
a todos fue preguntando:
—¿Visteis por ahí al Sol
de los soles, el que al mundo
alumbra con sus resplandores?
—Sí, Señora, sí le vimos
y con El hemos hablado.
Lo primero que nos dijo,
que le diéramos un paño
para limpiar en su rostro
que lo traía ensangrentado
de judíos y ladrones
que lo iban atormentando.
La Virgen al oír esto
en el suelo se ha desmayado.
San Juan y la Magdalena
del suelo la levantaron
y siguieron caminando.
Cuando llegaron a verlo
ya lo habían crucificado,
ya le han puesto la corona
y los tres muy duros clavos (32).
Otra versión recogida en el mismo lugar en 1958 añadía lo si­
guiente:
—
cxxn —
Y
le dieron la lanzada
en su divino costado,
ya levantan el madero
donde lo han crucificado.
¡Válgame la Virgen pura
y Jesús Sacramentado! (79).
En El Coto añaden alguna estrofa un tanto pintoresca que no
aparece en las demás:
72
JOSE MANUEL FEITO
—
CXXIII —
...Pregunta San Juan a Cristo:
—¿Irá la Madre Dios?
¿Irá la Virgen María,
esposa del ruiseñor?... (42).
Para hacemos una idea de las variantes en la misma zona trans
cribimos una más con idéntico tema:
—
cxxrv
—
Por los arroyos de sangre
que Jesús va derramando
iba la Virgen María
por su Hijo preguntando.
A las dos leguas y media
una mujer ha encontrado:
—Dígame usted, cristianina,
si a Jesucristo ha encontrado.
—Sí señora, lo encontré
muy rendido y fatigado
con una cruz en los hombros
de un madero muy pesado.
Con el peso de la cruz
a mi puerta se ha arrimado.
A mí me ha pedido un lienzo
para limpiarse la cara.
El lienzo tenía tres doblos,
todos tres los aseñala;
con uno limpia los pies,
con otro limpia la cara
y con otro limpia el rostro
de la sangre que derrama.
Ya le pusieron las espinas,
ya lleva roto el costado,
ya le pusieron la cruz
de un madero muy pesado.
Con el peso de la cruz
•estas palabras decía:
—¿No hubiera un ángel del cielo
que me avisara a María?
Estando en estas palabras
llegó la Virgen María:
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
73
—Oh, hijo de mis entrañas,
regalo del alma mía,
te dejé blanco y hermoso
como el sol del mediodía
y te hallo desfigurado
que apenas te conocía... (45).
La RDTP recoge una versión de la anterior en Burgos con muy
pocas variantes (74).
—cxxv—
La Virgen se está peinando
debajo de una olivera,
los peines eran de plata,
la cinta de primavera.
Pasó por allí Jesús,
le dice de esta manera:
—«¿Cómo no canta la Virgen?
¿Cómo no canta la bella?».
—«¿Cómo quieres que yo cante,
sólita y en tierra ajena,
que un hijo que yo tenía
más lindo que una azucena
me lo están crucificando
en una cruz de madera?
Si me lo quieres bajar,
bájamelo enhorabuena,
que te ayudará San Pedro
y también la Magdalena (80).
-
CXXVI
-
Por el templo de San Juan
vieron a Cristo bajar
con una cruz sobre el hombro
que le hacía arrodillar,
en medio de la cruz lleva
un monumento armado,
en medio del monumento
lleva el cordero sagrado.
El que esta oración dijere
todos los días del año
sacará un alma de pena
y la suya de pecado (81).
.
74
JOSE MANUEL FEITO
DEVOCION A SANTA BARBARA BENDITA
Son muchas las oraciones para ahuyentar el peligro de las tor­
mentas. Santa Bárbara es la encargada de esta protección, por eso
a ella van siempre dirigidas. Transcribimos varias versiones:
— CX X V II —
¡Santa Bárbara bendita
nos libre de esta tormenta? (32).
— c x x v iii —
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita,
libra pan, libra vino,
libra gente de peligro (42).
— C X X IX —
Santa Bárbara bendita
que en el cielo está escrita
con papel y agua bendita,
libra pan, libra vino,
libra gente del camino (41).
— CXXX -
Santa Bárbara bendita
que en el cielo está escrita
con papel y agua bendita,
guarda pan, guarda vino,
guarda gente del camino (41).
— CXXXI —
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita
en el ara de la Cruz
para siempre. Amén Jesús.
O también:
«Paternoster, amén Jesús» (38).
75
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
— C X X X II —
Santa bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita
bendice el pan, bendice el vino,
bendice gente que va de camino (32).
—
cxxxm
—
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita
que no caiga en mi tejado
ni en el otro, ni en los otros...
que caiga en el de los moros (45).
— C X X X IV —
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita
(con papel y pan bendito).
Santa Bárbara doncella,
líbranos de la centella
y del rayo malparado.
Jesucristo está enclavado
en el ara de la Cruz.
«Paternóster, amén Jesús» (82).
La recoge también C. Cabal (82).
Muy similar es la recogida en Burgos. Otras, como la de Cercedilla (Madrid), tienen ciertos visos de conjuro:
—
cxxxv -
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita:
desaplánate, nublado,
no hagas daño a mi ganado
que en el haz de la cruz
murió Nuestro Señor Jesucristo.
Amén Jesús (83).
>
C . C a b a l en El sacerdocio del Diablo, como comentario a un
«conjuro» recogido en Somiedo, comenta: «pero esto no es conju­
76
JOSE MANUEL FEITO
ro, es oración», con lo que nos da a entender la clara división que
los propios folcloristas hacen entre ambos tipos de plegaria (84).
En la comarca del Eo usan una en la que implican también a
las gentes del mar:
— CXXXVI —
Santa Bárbara bendita
que n’el celo estás escrita
con papel y agua bendita,
guarda pan, guarda vino,
guarda a xente del peligro.
Guarda a os que tan nel monte,
guarda a os que tan na fonte
trembando de medo a morte,
guarda a os que tan nel mar,
nos yes deixes naufragar (85).
A veces se aplica contra las aves de rapiña que hacen estragos
en el corral:
— c x x x v ii —
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita,
en el valle las arenas,
en el cielo las estrellas.
Pousa la prenda que tchevas
que nin ye túa nin mía,
que es del dueño que la cría.
¿Quién fue el que la crió? (86).
Algunas variantes que se encuentran en la obra de Juan Uría
él las considera simples conjuros:
—
cxxxvm —
Aguila bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita,
deja lo que llevas
que non es nin tuyo nin mío,
es de Dios que lo crió (87).
Entre los vaqueiros de Bustamante (Luarca) se recita de esta
forma:
77
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA.DE SOMIEDO)
C X X X IX —
—
Aguila maldita
que en el cielo estás escrita,
en el mar y en las arenas,
en el cielo y las estrellas,
deja la prenda que llevas
que nin es tuya nin mía,
es del dueño que la crió
que bien caro le costó (88).
(Son dos ejemplos de conjuro oracional).
DEVOCION A LAS ALM AS DEL
PURGATORIO
—
CXL —
^
Cien Marías van po’l mar
Jesucristo está en el altar
los pies derramando sangre
y las manos otro tal.
Ya viene allí su madre...
—Póngase pa allá, mi madre,
que esto no es para limpiar,
éstas son las siete llagas
que tenían que pasar
los chicos y los mayores
y toda la cristiandad,
saca las almas de pena
por lo que ellos pasaron.
Quien la sabe no la dice,
Jesucristo lo maldice,
quien la oye no la deprende,
Jesucristo lo comprende
y a la hora de la muerte
verá lo que en ella pierde (41).
' Letras cantadas por los que rezaban de puerta en puerta pidien­
do para las ánimas del Purgatorio:
—
C XLI —
1) A las ánimas benditas
dailes limosna, devotos.
JOSE MANUEL FEITO
que mañana u otro día
ánimas seréis vosotros.
2) A las ánimas benditas
no les dejéis de rezar
que son unas pobrecitas
que no lo pueden pagar.
3) Si las ánimas bajaran
a pedir una limosna
Jesús mismo se humillara
y les diera la corona.
4) Si quieren saber ustedes
lo que las almas padecen
metan la mano en el fuego
por un credo solamente.
5) Cuando vayáis a la iglesia
oiréis muchos clamores:
será tu padre y tu madre,
tus hermanos, tus abuelos
que voces están clamando
entre voraces incendios.
6) Y San Patricio nos dice
que sus ojos las han visto
estar en el Purgatorio
quemando entre el fuego vivo.
7) Tú, hijo de mis entrañas,
¿cómo no has cumplido luego
con lo que dejé encargado
y escrito en el Testamento?
8) La casa donde habitaba
te la dejé con el cargo,
con una tierra y un prado
y algunas misas al año.
9) Tú en el mundo, yo en el mundo,
en el mundo hemos vivido
y cuando más descuidados
la muerte nos corta el hilo.
10) Devoción a la Virgen del Carmen,
devoción a San José,
que ellos nos darán mil bienes
y después la gloria. Amén (41).
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
79
Posiblemente estas letras son una derivación del llamado Re­
loj del Purgatorio (89), un verdadero examen de conciencia sobre
las obligaciones del y con el finado, que aún se recita en algunos
pueblos de Avila y que debido a la afinidad que guarda con las
canciones anteriores y con las que, según C . C a b a l , se recitaban
en Miranda, transcribimos a continuación:
— CXLII —
A todo mortal convido
y ánimas en general
al reloj del Purgatorio
cuando la u n a va a dar.
A
la U N A fu e r te s g r ito s ,
m i c o r a z ó n se d e v o r a ,
n a d ie se a cu erd a d e m í,
d e e s t a á n i m a t r i s t e y s o la .
(Padrenuestro, avemaria y gloria).
A
la s
dos
la s á n im a s n o s a v is a n
p a r a q u e la s a y u d e m o s
c o n o r a c io n e s y m is a s .
(Padrenuestro, etc.).
A
l a s TRES
m e t id a e n tr e lo s to r m e n to s .
Testamentarios, cumplid
nuestros testamentos.
(Padrenuestro, etc.).
A
la s
cuatro
p e n a d o b le
p o r q u e n o h e m o s r e p a r tid o
n u e s tr a lim o s n a a lo s p o b r e s .
(Padrenuestro, etc.).
A las CINCO
llega San Jerónimo y dice:
—No traigo ningún alivio.
¡Pobrecitas infelices!
(Padrenuestro, etc.).
A
l a s SEIS r e c e m o s
u n p a d r e n u e s tr o s iq u ie r a
p o r v e r s i la s a liv ia m o s
en ta n a b u n d a n tes p en a s.
(Padrenuestro, etc.)
80
JOSE MANUEL FEITO
A
l a s SIETE,
e l r e lo j m a r c a la s s ie te ,
n o m e te n g á is en o lv id o ,
p r im o s , h e r m a n o s , p a r ie n te s .
(Padrenuestro, etc.).
A
la s
ocho
si m e v ie r a is
m e tid a e n tr e lo s t o r m e n to s
la sa n g re d el co ra zó n
v e r tie r a is d e s e n tim ie n to .
(Padrenuestro, etc.).
La Virgen del Carmen
cuando dan las n u e v e llega
y saca del Purgatorio
la que ha cumplido su pena.
(Padrenuestro, etc.).
A las d i e z todas padecen
grandes penas y tormentos,
sólo por no haber guardado
de Dios los Diez mandamientos.
(Padrenuestro, etc.).
A
la s
once
^
o n c e m i l v ír g e n e s
« v in o n » c o r o n a d a s d e la u r e l
a la s á n im a s b e n d ita s
q u e d e je n d e p a d e c e r .
V
(Padrenuestro, etc.).
A las DOCE le suplico
al divino apostolado
que nieguen a Dios por ellas
y a Cristo crucificado.
(Padrenuestro, etc.) (89).
Estos «rosarios» y plegarias por las á n i m a s son dirigidos por
una mujer, « l a r e z a d o r a » . Una vez terminados se rezan varios pa­
drenuestros, v.g.: «A San Lázaro para que desenlace su alma de
los lazos del enemigo malo», «A San Miguel para que pese su al­
ma con amor y caridad», «A San Juan y San Pedro para que le abra
las puertas del cielo», etc.
E. T o r n e r r e c o g e l e t r a y m e l o d í a d e d o s c a n c i o n e s d e á n i m a s
q u e , a u n q u e n o s o n o r a c io n e s p r o p ia m e n t e t a le s , a l s e r c a n t a d a s
se la s c o n s id e r a b a c o m o p r o v e c h o s a s a lo s d ifu n t o s :
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
81
— CXLIII —
Animas del Purgatorio
son las que están a tu puerta.
• Si nos dáis una limosna,
tendréis la gloria muy cierta.
Ay, ay, ay que aquí me abraso,
ay, ay, ay que aquí me quemo,
ten piedad de nuestras almas
que están pasando tormentos.
Y
comenta: «En la noche víspera de la festividad de Todos los
Santos es costumbre en Riosa que varias mujeres postulen de puer­
ta en puerta a fin de invertir lo recaudado en misas en sufragio
de la ánimas del Purgatorio. Pueden ser postulantes en número
de 6, 8 ó más. Van cubiertas de negros mantos desde la cabeza a
los pies y delante del coro marchan dos mujeres llevando un fa­
rol encendido y una campanilla, respectivamente, con la cual se
da un golpe al final de cada miembro de la frase correspondiente
a cada verso de la cuarteta. La tristeza que en sí encierra cada frase
melódica y todas las circunstancias que concurren a este acto ha­
cen que el ánimo de las gentes, al escuchar este canto en el silen­
cio de la noche, sobrecoja de temor» (90).
Aurelio d e L l a n o (91) y C . C a b a l (92) recogen algunos de estos
cánticos de ánimas.
Dice C. Cabal en el lugar indicado: «...En Miranda de Avilés
iban... ocho, nueve, diez vecinos en quienes se alababa buena voz
y cantaban sus coplas tremebundas con entonación glacial:
— CX LIV —
Cristianos, los de esta casa,
mira a tu padre en el fuego
que de bienes que ha dejado
no le habéis hecho un corto entierro...
Modesta Gutiérrez de Abril, 1940. Oviedo».
Como se ve, guarda un paralelismo total de fondo y forma con
las recitadas en Somiedo y en otros muchos pueblos.
Esta devoción a las ánimas en Miranda arranca de siglos atrás,
puesto que el año 1725 existía ya una curiosa Cofradía de Animas,
alguno de cuyos artículos se hizo famoso por las extrañas condi­
ciones qú" exigían al cofrade para pertenecer a ella (93).
82
JOSE MANUEL FEITO
A MODO DE CONCLUSION
Quedan infinidad de oraciones de todo tipo con innumerables
versiones y variantes sin recoger aún. En realidad todo el traba­
jo de rescate y estudio del «Devocionario mágido popular» está
prácticamente sin hacer, salvo algunos trabajos muy aislados. Y
todo ello es un rico venero para estudiar cómo y de qué se alimen­
taron espiritualmente durante siglos los pueblos, qué temas ca­
laron más hondo en la tradición, cómo se llegó a sacralizar y san­
tificar cada momento y circunstancia de la vida a su modo y ma­
nera cuando las plegarias litúrgicas apenas llegaban a la gente,
bien porque el latín servía de barrera, bien porque las plegarias
tradicionales no llenaban ciertos vacíos religiosos que los fieles
tenían. El pueblo siempre ha satisfecho con ritos, imágenes (cito
al paso la tan popular en nuestros días de San Pancracio), plega­
rias, leyendas apócrifas, etc., aquellas lagunas que la historia ola religión por una u otra causa han dejado en blanco.
Aparte de lo dicho en la introducción y algunas notas que in­
tercalamos se podrían hacer infinidad de consideraciones y obser­
vaciones tales como:
a) la persistente advocación de algunos santos: San Pedro,
San Juan, la Magdalena, Santa Bárbara, San Antonio, Nuestra
Señora, etc.;
b) el que usen casi únicamente él verso y la rima acaso como
método nemotécnico o aval para su eficacia, etc. Siempre la fór­
mulas mágicas, conjuros, etc., han usado el asonante a veces de.
forma grotesca o simple para su formulación (13);
c) la escasa referencia tanto al infierno como a la Resurrec­
ción en todo el conjunto devocional, etc.
Para tener un panorama exhaustivo de este tipo de religiosi­
dad mágica popular sería preciso, como hemos dicho y volvemos
a insistir, completarlo con romances, leyendas, hagiografías, re­
franes, canciones, bailes y danzas religiosas que siguen las mis­
mas pautas en cuanto a su dudosa ortodoxia que las plegarias aquí
recogidas, así como de un estudio del medio ambiente y de todo
el folklore en general. Pero entonces el trabajo rebasaría los lí­
mites que aquí nos hemos propuesto.
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
83
N O T A S
(1) F e i t o , J. M., «Del folklore de Somiedo», BIDEA núm. 27, Oviedo, 1956.
(2) F e i t o , J. M., «Romances de la tierra somedana», BIDEA núm. 34, Oviedo,
1958; núm. 36, Oviedo, 1959; núm. 37, Oviedo, 1959; núm. 39, Oviedo, 1960.
(3) P r i e t o B a n c e s , R., «La comunidad rural en Asturias», Obra escrita. Uni­
versidad de Oviedo, 1972, t. II, p. 1.186.
E. T o r n e r supone que la mayor parte de las danzas asturianas tienen un ori­
gen «litúrgico cristiano», Cancionero, Madrid, 1920, p. 226, cit. de P.B. Por consi­
guiente también sus letras.
(4) B o n e t , S., «Prières populaires dans le catholicisme fancais», L Vie Spitue11e, núm. 607, marzo-abril 1975, págs. 164-169.
(5) P. Luis R i b e r a , Mi Jesús, Madrid, 1956 (25a edic.), págs. 10, 20, 30, 50, 182.
(6 ) C a b a l , C ., La m itología asturiana. Los dioses de la muerte, Madrid, 1925
(7)
TENENTI, A ., Il senso délia m orte e l’amore della vita nel Risnacimiento,
Turin Einandi, 1957, núm. 9, p. 361.
(8) V i g ó n , B., Asturias. Folklore del mar. Juegos infantiles. Poesía popular.
Estudios históricos, B.P.A., Oviedo, 1980, p. 212.
(9) C a b a l , C ., Las costumbres asturianas, su significación y sus orígenes. El
individuo, Madrid, 1925, p. 53, y a la nota 34, p. 92.
(10) V i e i r a F i l h o , D., «Oraçoes populares», Boletim de Comissao Catarinense de Folclore. Año V. Florianopolis, dez. 1953-jun. 1954, núms. 17/19.
(11) C a b a l , C ., El individuo, o.c., Oviedo, 1925, págs. 214 y 222.
(12) G i n e r A a r i v a u , L., «El folklore de Proaza», Bibl. de Trad. Popul. Espa­
ñolas, t. VIII, Madrid, 1886, p. 224.
(13) P r e i s e n d e z , W., Die Sprachform in der L yrik des alten Goethe und ihre
Vorgeschichte seit Opitz, Heidelberg Forchungen, 1952.
(14) D e v a n a n d a , S. V., Meditación y mantras, Madrid, 1984, p . 106.
(15) M e n é n d e z G a r c í a , M., «Notas folklóricas del cuarto de los valles», BIDEA
núm. XXIII, págs. 400 y ss. Merece la pena consultar también en la Revista de Tra­
diciones Populares el amplio y exhaustivo trabajo «Medicina popular», de Víctor
L i s Q u i b é n , t. I, págs. 253-331, y al que nos referiremos más adelante.
(16) D e v a n a n d a , S. V., o.c., p. 111.
(17) En la región brasileña de Maranhau el etnólogo Domingo V i e i r a F i l h o
encontró una versión de esta plegaria cervantina cuyos primeros versos rezan del
siguiente modo:
Estava Santa Apolonia
sentada numa pedra de Araçagi (una playa famosa)
ceio Nosso Senhor e disse:
—Qué tens, Apolonia.
—Dor de dente, Senhor.
O sol é nsacente e a lúa é poente,
tirai-me esta dor de dente
de fulana, etc.
84
JOSE MANUEL FEITO
B oletim da Comissao Catarinense de Folclore. Ano V, núms. 17/19, p. 46, Florianopolis, dez. 1953-junho 1954.
(18) Entre las gentes de Brasil corre de boca en boca una oración a las «bendi­
tas almas» cuyo encabezamiento y fin son como siguen:
«Oh minhas 13 almas benditas, sabidas e entendidas, a vos pego pelo amor de
Deus, atendei o meu pedido [...] Minhas 13 almas benditas, sabidas e entendidas
se m e fizerem alcanzar esta graga ficarei devota de voz e mandarei im prim ir 1
milheiro desta oragáo mandando tambén rezar una missa». Rezasse 13 Pai N osso
e 13 A v e Marías 13 dias. (Recogida por Jaime Nicieza, 60 años, en una iglesia de
Río de Janeiro).
(19) C e r v a n t e s S a a v e d r a , M., Don Quijote de la Mancha, edición IV cente­
nario..., enteramente comentada por C l e m e n c ín (II p., c. VII, nota, 5, p. 1.548).
(20) A r m a y o r , O., «Del folklore de Caso», BIDEA núm. XXXII, Oviedo, 1957,
págs. 436 y ss.
(21) G a r c í a d e D i e g o , P., «Oraciones», Revista de Dialectología y Tradicio­
nes Populares, t. XIV, Madrid, 1958, p. 499.
(22) C a b a l , C ., «La mitología asturiana: el sacerdocio del Diablo», Madrid,
1928, p á g s . 269 y s s . F e i t o , J. M., «Del folklore de Somiedo», o.c., p á g s . 110 y s s.
(23) C a b a l , C ., o.c., p á g s . 317-318.
(24) G a r c í a d e D i e g o , P., Revista de Dialectología y Tradiciones Populares,
t. V, p. 158, y t. VI, págs. 319-320.
(25) C a b a l , C ., El sacerdocio del Diablo, págs. 281 y ss.
(26) C á t e d r a T o m A s , M., «Bendito y maldito, categorías de clasificación del
universo vaqueiro», Los Cuadernos del Norte, año VII, núm. 36, enero-febrero 1986,
págs. 70-85.
(27) U r í a R í u , J., «Algunas supersticiones y leyendas relativas a los anima­
les, entre los vaqueiros de alzada, en Asturias», Los vaqueiros de alzada, Oviedo,
1976, págs. 17 y ss.
(28) M e n é n d e z G a r c í a , M., o.c. Para hacemos una idea de la riqueza que hay
en este tipo de oraciones bastaría consultar el voluminoso y erudito artículo de
Víctor L is Q u i b é n : «Medicina popular», Revista de Tradiciones Populares, 1.1, Ma­
drid, 1944, págs. 253-331. Solamente sobre «la eripsela» recoge más de una treinte­
na, aunque ninguna coincide con la versión asturiana.
(29) Ibid.
(3 0 )
C A t e d r a T o m A s , M ., l .c .
(31) A l v a r e z G a s t ó n , R., «La religión del pueblo», B A C , Madrid, 1976, p. 17.
(32) Carmen Alvarez Alvarez, 62 años. Pola de Somiedo, 1958. Con respecto
a la V II coincide con la recogida por C. C. en Mitología asturiana. Los dioses de
la vida, Oviedo, 1983, p. 268. En Cataluña tiene diversas variantes, v. g.:
Beneit sigui’l sol
beneit sigui’l día
beneit sia sempre
el Senyor que mos l’envía.
L l o m p a r t , G., «Oraciones tradicionales del área catalana. La del alba y la del
descanso», RDTP, XXVII, 1971, págs. 283-305.
(3 3 )
C a b a l , C ., Las costumbres asturianas, su significación y sus orígenes. El
Madrid, 1925, p. 48.
Comunicante: Florentina Celorio, 80 años. Vivaño (Llanes).
(34) Isabel Fernández, 55 años. Boal, 1985.
(35) Severino Villanueva Fernández. Moreda, 1940.
individuo,
DEVOCIONARIO POPULAR (ZONA DE SOMIEDO)
(36)
85
págs. 52-53.
S. V., o . c . , p . 9 4 , m a n t r a 12.
(37) Celestina Feito Cano, 86 años. Arbellales, 1991.
(38) Teresa Marrón Alvarez, 68 años. Pola de Somiedo, 1991.
(39) T o r n e r , E., Cancionero musical de la Urica asturiana, Madrid, 1920, p.
2 núm 8. Comunicante: Prudencia la Cañona, 55 años. Cabañaquinta (Aller).
(40) T o r n e r , E., o.c., p. 97, núm. 266.
(41) María y Rosario Alvarez Otero, 68 años. Pola de Somiedo, 1956.
(42) María y Cándida Pérez Brañas, 67 años. Coto de Buenamadre, 1991.
(43) C a b a l , C ., El individuo..., o.c., págs. 49 y 50. Entre las comunicantes ci­
ta a Leonor Alvarez, 67 años (nota 31, p. 92); Jenara Alvarez Fernández, 65 años,
Pola de Somiedo, etc.
(44) Carmen González Aparicio, 91 años. Castro, 1991.
(45) Avelina García Riesco, 87 años. Valle de Lago, 1991.
(46) Concepción Alonso Iglesias, 89 años. Miranda de Avilés, 1980. Procede del
concejo de Candamo.
(47) «Romances de la tierra somedana», BIDEA, Oviedo, 1958, núm. 34, págs.
287 y ss.
(48) «Revista de Dialectología y Tradiciones Populares», C.S.I.C., Madrid, 1944,
t. I, p. 348.
(49) G a r c í a R e n d u e l e s , E. Liturgia popular, IDEA, Oviedo, 1950, p. 33.
(50) Boletín del IDEA, Oviedo, 1958, núm. 37, p. 282. Comunicante: María Al­
varez Otero, Pola de Somiedo.
(51) María Alvarez Otero, 76 años. Pola de Somiedo, 1956.
(52) C a b a l , C ., La mitología asturiana, el sacerdocio del diablo, Madrid, 1928,
págs. 317-318. Comunicante: Leonor Alvarez, 78 Años, Saliencia. A instancias de
mi madre (32) yo también la recitaba, como muchas otras, dicho día siendo aún
muy niño. Véase también: N a v a r r e t e , E., «Devociones populares. Los Jesuses»,
RDTP, o.c., t. V, págs. 157 y ss.
(53) Carmen de la Rocha, 50 años, Avilés, 1991. Procede de la Rioja.
(3 6 a )
C a b a l , C ., El individuo..., o.c.,
D evananda,
(54) C a b a l , C ., Diccionario Folklórico de Asturias, t. III, «Antonio», Oviedo,
1984, p. 66.
(55) C a b a l , C ., El sacerdocio..., o.c., p. 295.
(56) A l v a r e z R i c o , M., «Temas del folklore de Allande», Boletín del IDEA,
Oviedo, 1958, núm. 37, p. 284.
(57) Diego Riesco Riesco, 59 años. Clavillas, 1990.
(58) P a l a c i o V a l d é s , A., La novela de un novelista, cit. por G . R e n d u e l e s ,
o.c.
(59) C a b a l , C ., Mitología asturiana. Los dioses de la vida, Oviedo, 1983,págs.
233-234.
(60) C a b a l , C ., L o s dioses de la vida, o.c., p. 356. Gran Enciclopedia Asturia­
na, Gijón, 1970, t. 9, voz: «Mariquita», p. 237.
(61) P u e r t o , J. L., «Romances y cuentos albercanos», Revista de Folklore, Valladolid, 1990, p. 173.
(62) Oliva Sánchez, 55 años. Fíos (Arriondas), 1985.
(63) C a b a l , C ., El individuo, o.c., p. 52.
(64) A r m a y o r , O., «El folklore de Caso», BIDEA, Oviedo, 1957, núm. 32, p. 437.
(65) M a r t í n e z , E., Costum bres asturianas, León, 1982, págs. 158-159.
(66) Recogido en Solís (Corvera), 1985.
86
JOSE MANUEL FEITO
(67)
T orner,
E., o.c., p. 59, núm. 168. Recogida en Relamiego (Tineo). Para la
L X X V I ver el núm. 169.
(68) Antonio Muñiz Mejido, 57 años. Flechosa (Aller), 1990.
(69) Recogida en Figueras (Castropol).
(69a) Juan Antonio Rodríguez Bemal, 75 años, Miranda de Avilés. Procede de
Fuentes de Béjar (Salamanca). El «Padrenuestro pequeñino» se recitaba al empe­
zar la clase, por maestros y alumnos, con algunas oraciones más de este tipo.
(70) T o r n e r , E., o . c ., p. 224.
(71) Josefina Marrón Alvarez, 65 años. Pola de Somiedo, 1991.
(72) Rosendo Riesgo Riesgo, 67 años. Endriga, 1991.
(73) T o r n e r , E., o .c ., p.223, recogido en San Esteban de Relamiego (Tineo), le­
tra y música. Sería interesante tener en cuenta, caso de que abundaran, las ora­
ciones musicadas. No olvidemos que quien canta «reza dos veces».
(74) RDTP, t. I, p. 351.
(75) RDTP, t. I, p. 354.
(76) RDTP, t. I, p. 36*1.
(77) C a b a l , C., «El ‘aguilando’ en Asturias», Covadonga, revista quincenal
ilustrada, Covadonga, 1-III-1936, núm. 326, p. 98. En nota añade: «José Rodríguez
Mayor, 72 años. Valle de Lago (Somiedo), 1926».
(78) José Roda Menéndez, 65 años. Pola de Somiedo, 1991.
(79) Boletín del IDEA núm. 34, Oviedo, 1958, págs. 288 y ss.
(80) Etelvina González Alvarez (a) «Telvina la Ganada», 80 años. Miranda de
Avilés, 1980. C a b a l , C ., El individuo, o.c., p. 111.
(81) Benigno Silva Pérez, párroco de San Pedro de Mieres. La recogió de la­
bios de Severino Fernández, el cual, condenado a muerte y luego indultado, con­
fesó haberla rezado diariamente los años que permaneció en la cárcel. La había
aprendido de su madre, fallecida en Moreda (Aller) en 1940, a los 94 años.
(82) C a b a l , C ., El sacerdocio..., o.c., p. 317.
(83) RDTP, t. I, Madrid, 1944, p. 349.
(84) C a b a l , C ., El sacerdocio..., o.c., p. 317, a la nota 15.
(85) L a v a n d e r a C a m p o a m o r , J. A., «Cocinas y lareras típicas de la comarca
del Eo», BIDEA, Oviedo, 1970, núm. 71, p. 475.
(86) Recogida entre los vaqueiros del Puerto de Somiedo, 1958.
(87) U r í a , J., L o s vaqueiros de alzada, BPA, Oviedo, 1976, págs. 20-21.
(8 8 )
C á t e d r a T o m A s , M ., o . c . , p á g s . 8 4 -85
(88) RDTP, t. I, p. 366.
(90) T o r n e r , E., o . c ., p. 225.
(91) d e L l a n o R o z a d e A m p u d i a , A . , Del folklore asturiano. M itos, supersti­
ciones, costumbres, Oviedo, 1972, págs. 191-198. Recoge estrofas y estribillos y to­
da su puesta en escena.
(92) C a b a l , C ., Diccionario..., o.c., «Animas», págs. 159 y ss.
(93) Archivo Histórico Nacional. Iglesia de San Nicolás de Avilés. Libro de
la Cofradía de Anim as de Santo Domingo de Miranda, 8.739.
EL PERIODO SEGO VIANO (1622-1628) DE LUIS
ALFONSO DE CARVALLO Y EL MISTERIO DE
SU LIBRO SOBRE ASTURIAS DESVELADO*
A.
P orqueras M ayo
CONSIDERACIONES PREVIAS Y PERFIL
DE CARVALLO ANTERIOR A 1622
%
Se trata en este trabajo de documentar la presencia del astu­
riano L. A. de Carvallo (1571-1635), ya jesuita desde 1616 y profe­
sor de humanidades en el prestigioso colegio de la Compañía de
Jesús en Segovia probablemente desde 1622 (1). Será una buena
ocasión para asomarse a la vida interna de este colegio del que
tan poco se sabe, como de la mayoría de los colegios jesuíticos en
(*) Un avance oral y resumido de este trabajo fue presentado en una conferencia
el 13 de diciembre de 1990 en la sede del Instituto de Estudios Asturianos en Oviedo.
(1)
Sobre la vida de Carvallo véanse mis trabajos, «Luis Alfonso de Carvallo
(Cangas de Tineo, 1571, Villagarcía de Campos, 1635). Sobre su trayectoria jesuí­
tica (1616-1635)». Homenaje a Alvaro Galmés de Fuentes. II (Madrid: Gredos, Uni­
versidad de Oviedo, 1985), 415-24; «Luis Alfonso de Carvallo nunca fue canónigo
de Oviedo». La Nueva España (Oviedo, 7 de agosto 1983), 30. En 1958 publiqué una
edición de Cisne de A p o lo (Madrid: C.S.I.C.) según la príncipe de 1602. Salió sin
notas ni estudio preliminar (así lo exigía la colección) y con muchos errores. Pre­
paro lentamente una edición crítica. Véase, por ejemplo, de momento, «Edición
crítica del diálogo tercero, parágrafos 1-6 [doctrina teatral] del Cisne de A polo (1602)
de L. A. de Carvallo». Homenaje al Prof. A lberto Navarro. En prensa. He publi­
cado otros trabajos que estudian aspectos de las ideas literarias de Carvallo: «Fun­
ción del signo ‘cisne’ en la teoría poética de L. A. Carvallo». Actas del I Congreso
Internacional de Semiótica e Hispanismo II (Madrid: C.S.I.C., 1986), 157-67; «Una
defensa manierista de la poesía por motivos religiosos, el Cisne de A p o lo (1602)
de L. A. de Carvallo». Identità e m etam orfosi del Barocco ispanico (Napoli: Gui-
88
A. PORQUERAS MAYO
la Edad de Oro (2). Podremos así recrear la atmósfera en que vi­
vió Carvallo a través de los datos recogidos sobre los compañe­
ros de comunidad en esta etapa segoviana y, en especial, estable­
cer un perfil de los dos superiores que tuvo Carvallo en esta épo­
ca. Uno de ellos nada menos que el ilustre y benévolo Francisco
Pimentel, hijo de Juan Alonso Pimentel, octavo conde de Benavente, que había sido virrey de Valencia y Nápoles, y que, al mo­
rir en 1621, era del Consejo Real y presidente del Consejo de Ita­
lia. El otro superior, desde 1625, fue el arbitrario Francisco de Co­
rral, que emitió un juicio muy negativo sobre Carvallo. Bajo la
dirección de Corral el colegio de Segovia se volvió muy conflicti­
vo y preocupaba sobremanera al sexto general de los jesuitas (de
1615 a 1645), el romano Mucio Vitelleschi. Ya lo veremos, con cu­
riosos detalles.
da Editori, 1987), 95-111. Reimpreso en mi La teoría poética en el Manierismo y
(Barcelona: Puvill, 1989), 421-32; «Las ideas sobre el teatro de
L. A. de Carvallo en su Cisne de A polo (1602)». Actas del Congreso Internacional
de Teatro y Prácticas Escénicas en los siglos X V I y XVJI (Valencia, mayo de 1989).
En prensa. En mis seminarios en la Universidad de Illinois han surgido otros tra­
bajos de los entonces estudiantes: David M. K i r s n e r , «Platón en el Pinciano y Cis­
ne de Apolo». Boletín de Filología Española, 50-58 (1974-75): 27-34; Roy L. T a n n e r ,
«La influencia de la emblemática en el Cisne de A polo». Cuadernos Hispanoame­
ricanos, 328 (1977): 75-98, y José M. G o n z á l e z , «Manierismo y contrarreforma en
Cisne de A polo, de Luis Alfonso de Carvallo (1602)». B oletín de la Biblioteca M enéndez Pelayo, 61 (1985): 97-148.
(2)
H a y b u e n a s o b r a s d e c o n ju n t o en q u e se in c lu y e n c a p ítu lo s s o b r e lo s e s tu ­
Barroco españoles.
d i o s h u m a n í s t i c o s d e l o s je s u i t a s e n E s p a ñ a . D e s t a c a r í a , L u i s G il F e r n á n d e z , Pa­
norama social de humanismo español (1500-1800) ( M a d r i d : A l h a m b r a , 1981), 231-54
y 273-376, y R i c h a r d L . K a g a n , Students and Society in Early M odem Spain ( B a l ­
t i m o r e , M D : T h e J o h n s H o p k i n s U . P .,
1974).
S o b r e c o le g io s je s u ít ic o s e s p a ñ o le s
c o n c r e t o s a p e n a s h a y m o n o g r a fía s , p e r o la s q u e e x is t e n p u e d e n s e r v ir c o m o b a s e
c o m p a r a t i v a y a r r o j a r a l g u n a lu z d e c ó m o s e r í a e l c o l e g i o d e S e g o v i a . V é a n s e , e n ­
t r e o t r o s , J o s é S im ó n D I a z , Historia del Colegio Imperial de Madrid ( M a d r i d : I n s ­
1952); E v a r i s t o R i v e r a V á z q u e z , Galicia y los je ­
suítas ( S a n t i a g o , 1989); J o s é M a r í a P a t a c y E v i r o M a r t í n e z , Historia del Colegio
de San Matías de O viedo ( G i j ó n : M o n u m e n t a H i s t ó r i c a A s t u r i e n s a , 1976); C o n r a ­
d o P é r e z P i c ó n , Un colegio ejemplar en letras humanas en Villagarcía de Cam­
pos (1576-1767) ( S a n t a n d e r : S a l T e r r a e , 1983). P a r a c o m p r e n d e r e l s i s t e m a p e d a ­
t it u t o d e E s t u d io s M a d r ile ñ o s ,
g ó g ic o s o n m u y ú t ile s a lg u n o s v o lú m e n e s e d ita d o s e n R o m a p o r L a d is la u s L u kács,
Monumenta Paedagogica Societatis Iesu, e s p e c i a l m e n t e l o s v o l s .
5 (1986).
V é a n s e t a m b ié n lo s c a p ítu lo s
8 y 9 del
1 (1965) y
t o m o V d e l P . A n t o n io A s t r a in ,
Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España (M a d r i d : R a z ó n y
F e , 1916). U n l i b r o d e t i p o g e n e r a l , r e c i e n t e , e s e l d e A l d o S c a g l i o n e , The L ib e­
ral A rts and the Jesuit College S ystem ( A m s t e r d a m : B e n j a m i n s , 1986). E n e s t a
o b r a se e n c o n tr a r á a b u n d a n te b ib lio g r a fía .
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
89
Para esta investigación manejo la olvidada documentación que
existe en la curia generalicia de la Compañía de Jesús en Roma.
A ella remitiré constantemente. Explicaré en seguida cuál es el
tipo de documentación y sus diferentes componentes. Conviene
antes recordar lo poco que sabemos con certeza de Carvallo en su
larga etapa prejesuítica. Publica una preceptiva poética, Cisne de
Apolo (1602), que es la más importante del siglo XVII español, y
escribe, además, una de las mejores y más citadas fuentes para
la historia de Asturias, Antigüedades y cosas memorables del
Principado de Asturias (1695). Como se ve, esta última aparece pos­
tumamente. Y el misterio queda aclarado hoy precisamente a cau­
sa de la documentación del período segoviano que he descubierto
en Roma. Sabemos, porque nos lo había dicho el propio Carvallo
en sus dos obras citadas, que había nacido en Cangas de Tineo,
hoy Cangas del Narcea. La documentación romana nos lo confir­
ma, así como nos ofrece la fecha exacta: 1571. Enseñó (nos lo dice
el autor en el Cisne de Apolo) latinidad en su «patria ingrata», es
decir, Cangas de Tineo. Por la aprobación y tasa de la misma obra
sabemos, con seguridad, que era párroco de Villarrodrigo, provin­
cia de León, arciprestazgo de Ordás, entonces diócesis de Oviedo,
entre 1600 y 1602. Hay que suponer que lo sería en los años inme­
diatos a estas fechas. Hay que suponer también que no mucho más
tarde de 1602 se trasladaría a Oviedo puesto que, con toda seguri­
dad, sabemos que era rector del Colegio de San Gregorio en 1613.
La Universidad de Oviedo, de la que Carvallo era profesor, se fun­
dó en 1608. Pero nunca fue canónigo y archivero de la Catedral
como se creía hasta hace poco (3). Desaparece de la vida pública
en 1616, al ingresar en la Compañía en Monforte de Lemos (pro­
vincia de Lugo). Después pasa a los colegios de Monterrey (pro­
vincia de Orense) (1618-19) y Logroño (1619-1622). Y emerge en Segovia hacia 1622, donde permanece, por lo menos, hasta 1628. Pa­
sa después a Villagarcía de Campos (provincia de Valladolid),
donde muere en 1635 (4).
(3) No existe documentación sobre Carvallo previa a su entrada en la Compa­
ñía. En Cangas del Narcea he rebuscado en la parroquia, pero no se conserva na­
da. Tampoco queda ningún testimonio documental de su paso por Villarrodrigo
en León. Nada se conserva asimismo en el archivo diocesano de León. Tampoco
en el archivo diocesano de Oviedo, que fue destruido por las llamas. La misma
suerte corrió el archivo universitario de Oviedo, donde Carvallo había sido pro­
fesor. ¿Es posible que no exista ninguna huella documental del paso de Carvallo
por Oviedo? Me resisto a creerlo.
(4) En mi estancia en Villagarcía de Campos no encontré nada relativo a Car­
vallo. Tampoco tuve suerte en mis rebuscas en el Archivo Histórico Nacional de
Madrid, ni en los fondos jesuíticos de la Academia de Historia de la misma capi­
90
A. PORQUERAS MAYO
En este trabajo de hoy me limito a la época segoviana, que es,
además, la más importante de su periplo jesuítico. Estuvo a pun­
to, en este momento, de convertirse en un historiador famoso, pe­
ro fracasó totalmente y siguió en la más completa oscuridad. Me
baso en dos avenidas informativas. Por una parte los catálogos
trienales, públicos y secretos, que los superiores de una comuni­
dad o colegio (que funcionaba como una comunidad) enviaban al
padre general en Roma cada tres años. En el catálogo público se
indica el nombre de los componentes de una comunidad o colegio.
Carvallo aparece en los catálogos públicos de Segovia de 1625 y
1628 (ARSI. Cast. 15, fols. 417r-472r y fols. 560r-561r, respectiva­
mente) (5). En Ellos se indican muchos datos personales de todos
los individuos: lugar de nacimiento y diócesis a que pertenecía,
edad, salud, años en la Compañía, ministerios ejercidos y que ejer­
ce, estudios realizados en la Compañía, títulos académicos si los
tienen (que son pocos) y cuáles han sido los últimos votos y fecha
de los mismos. Los catálogos secretos sólo contienen un breve in­
forme sobre las cualidades y defectos de cada sujeto. Son una fuen­
te extraordinaria para conocer el carácter de muchos escritores.
¡Ojalá tuviéramos informes parecidos sobre Cervantes, Lope de
Vega, Calderón...! Sí los tenemos sobre Gracián y, en general, so­
bre cualquier escritor o intelectual que haya sido jesuita.
Otra avenida informativa importante son los gruesos volúme­
nes de cartas del padre general, en este caso Mucio Vitelleschi, el
sexto general, como ya he indicado, que escribe muchas cartas a
provinciales, superiores, súbditos y personajes de relieve, a me­
nudo contestando a cartas anteriores cuyo contenido puede dedu­
cirse por las citadas contestaciones. Es mucho el epistolario de es­
tos años que tiene que ver con el colegio de Segovia y las pocas
cartas personales que recibió Carvallo de su general pertenecen
también a este período segoviano. Estas epístolas arrojan mucha
luz sobre la vida interna del colegio de Segovia, sobre los proble­
mas o idiosincrasia de muchos individuos. Son, a veces, como un
tal, ni en mis visitas a los archivos jesuíticos de Alcalá de Henares y del santuario
de Loyola en Guipúzcoa.
(5)
La sigla ARSI es la que indica Archivum Romanum Societatis Iesu. Se abre­
viará Cast. por Castilla, es decir, la antigua provincia jesuítica de Castilla, que
incluía varias regiones geográficas, como León, Asturias, Galicia y Castilla la Vieja.
Toledo será la sigla para indicar la antigua provincia jesuítica de Toledo, que in­
cluía, entre otros sitios, Castilla la Nueva y por tanto la capital Madrd. Otras abre­
viaciones usadas en este trabajo son Epist. Gen. por Epistolae Generalium. Ade­
más del título del volumen indico el número de dicho volumen y la foliación que
nos atañe.
EL PERIODO SEGO VIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
91
microcosmos de la historia de España vivida en una ciudad espa­
ñola por un grupo de dedicados religiosos. En el caso de Francis­
co Pimentel, el bondadoso superior de Carvallo, iluminan deta­
lles de la vida de un noble importante que recibe un trato espe­
cial por parte del padre general, a pesar de sus estrictas normas
oficiales, promulgadas por él mismo, de que los nobles debían ser
tratados en la Compañía como los demás. No he encontrado de mo­
mento (y no tienen mucha importancia cuando existen) las cartas
anuas relativas al colegio de Segovia en estos años. Las cartas
anuas eran breves informes, en principio anuales, que anotan las
actividades de carácter general. Tienen un carácter triunfalista
y piadoso, rayano a veces en la milagrería.
He estudiado, copiado y a menudo fotocopiado gran parte de
los materiales usados en este trabajo en dos breves períodos de
investigación en Roma, en la primavera de 1982 y en el verano de
1983. En marzo de 1989, en mi tercera visita a los archivos de la
curia generalicia de la Compañía en Roma, revisé de nuevo todos
estos materiales y recogí muchos más datos, más concretos o cir­
cunstanciales, relativos a los superiores o compañeros de Carva­
llo en el colegio de Segovia. He tenido muy en mente para la in­
terpretación histórica e ideológica de estos datos el panorama ge­
neral sobre la Compañía en España en los siglos XV I y XVII de
Astrain y un modélico trabajo del padre Batllori sobre Gracián (6).
Carvallo vivió, pues, la penúltima etapa de su vida, la más ma­
dura, en Segovia. Allí, además, ocurren los hechos intelectuales
más importantes, y frustrados, de su vida jesuítica, como tendre­
mos ocasión de observar. En su período anterior, en Logroño, el
superior, el cordobés Fernando de Torquemada, había expuesto
en el catálogo secreto este hiperbólico juicio sobre Carvallo: «Tiene
buen ingenio, buen juicio, complexión sanguina, eminencia en le­
tras humanas, y en enseñarlas» (ARSI, Cast. 15, II, fol. 42Ir).
(6)
Antonio A s t r a i n , Historia de la Compañía... Cuando me refiera a esta obra
(7 vols. 1912-25) citaré por Astrain y el volumen y página correspondiente. En el
archivo de la provincia jesuítica de Toledo, en Alcalá de Henares, se encuentran
las fichas que utilizó Astrain para preparar su monumental obra. No encontré na­
da significativo sobre el colegio de Segovia; Miguel B a t l l o r i , «La vida alternan­
te de Baltasar Gracián con nuevos autógrafos». Archivum Historicum Societatis
Iesu. 18, fase. 35 (1949): 3-84. Este trabajo se incluyó en su libro posterior Gracián
y el Barroco (Roma, 1958).
92
A. PORQUERAS MAYO
EN TORNO A LA FUNDACION E HISTORIA DEL
COLEGIO DE LA COMPAÑIA EN SEGOVIA
Sobre la fundación del colegio de Segovia se conocen muchos
datos gracias, sobre todo, al manuscrito inédito Los colegios de
Castilla que escribió el padre Luis de Valdivia (7), a base de in­
formes y recuerdos de testimonios recientes a la época de Valdi­
via. Lo escribió hacia el final de su vida. Murió en 1644. De Valdi­
via copio, modernizando la ortografía, el primer párrafo de su ca­
pítulo relativo a Segovia:
«En el año de 1559 a 20 de febrero entró la compañía en esta ciu­
dad de Segovia gobernando la Iglesia Paulo IV y a España Felipe
II y este obispado don Francisco de Sta. María, fraile de S. Jeróni­
mo, meritísimo prelado de él. Los primeros de la Compañía que
a ella vinieron fueron el P. Hernando de Solier, el P. Juan Orio,
P. Mosén García y los Hermanos Francisco de Arana, Martín de
Arratia y Joseph de Acosta. Enviólos el P. S. Francisco de Borja
[1510-1572] siendo comisario general de la Compañía en España y
el P. Antonio de Araoz provincial de Castilla a fin de que se fun­
dase colegio en esta ciudad por ser de los principales de Castilla
la Vieja...» (fol. 179r).
Recordemos que la Compañía fue fundada en 1540. Se nos dice
que muchos segovianos conocieron a San Ignacio en Roma, como
don Hernando de Solier, arcipreste y canónigo de la catedral y her­
mano de uno de los primeros jesuitas que fueron a Segovia. Este
canónigo fue el verdadero patrocinador de la fundación segoviana. El mismo San Ignacio había estado y vivido en la ciudad. Se
comenzaron los estudios de humanidades en 1559. Este mismo año
visitó el colegio y predicó Francisco de Borja, beatificado en 1624,
en el momento en que Carvallo estaba en Segovia y era su obispo
Melchor de Moscoso, un bisnieto de San Francisco de Borja. En
1565 fue electo general —era el tercero— de la Compañía Francis­
co de Borja, a quien Valdivia siempre ya le da el título de santo
(7)
Vi el manuscrito original autógrafo en Roma, donde estaba depositado tem­
poralmente, procedente de la provincia de Toledo. Para más comodidad utilicé
una copia a máquina también presente en Roma, de donde reproduzco ahora al­
gunos párrafos representativos, modernizando la ortografía. En el santuario de
Loyola existe otra copia a mano del manuscrito original. Existen copias en otros
archivos jesuíticos españoles. Sobre el colegio de Segovia se encontrará alguna
información en Astrain, 2, págs. 49-51. También se refiere brevemente a la funda­
ción de este colegio jesuítico Diego Colmenares en Historia de la insigne ciudad
de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Cito por la moderna edición
de la Academia de Historia y Arte de San Quirce (Segovia, 1970), 258-9.
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
93
(puesto que su beatificación fue en 1624, fecha anterior a la redac­
ción de Valdivia. Fue canonizado en 1671). En 1567 se pusieron es­
tudios de humanidades. En «1570 vacando la cátedra de gramáti­
ca en esta ciudad se trató de parte del colegio que no se proveyese
por el daño grande que nuestros estudios reciben de que haya jun­
tamente otro estudio con el nuestro. La ciudad no vino en ello an­
tes proveyó la cátedra...». Y San Francisco de Borja ordenó en 1570
que se quitaran los estudios de gramática, que se restituyeron en
1571, al cambiar de actitud el Ayuntamiento de la ciudad. Y en
1571, por San Lucas (fol. 182v), se da nuevo principio a los estu­
dios de letras con una oración que hizo en la iglesia el padre Gas­
par Sánchez. En 1572, octubre, muere Francisco de Borja. en 1573
es electo cuarto general el padre Everardo Mercurian, flamenco.
En 1575 púsose estudio de teología con dos maestros y diez estu­
diantes. En 1576, día de San Marcos evangelista, se representó en
la iglesia de la comunidad una comedia que hizo el padre Gaspar
Sánchez «de mucha erudición sobre la veneración de la religión
y santos tocando a este propósito historia y doctrina de gran con­
suelo y provecho...». En 1581 fue elegido general el padre Claudio
Aquaviva.
Encuentro una noticia interesante relativa a Juan de Horozco
y Covarrubias, admirado emblemista autor de Emblemas mora­
les (Segovia, 1589), a quien debe mucho Carvallo en su libro Cis­
ne de Apolo: «El día siguiente a 2 de julio se publicaron las indul­
gencias de la congregación de la Anunciata día de la Visitación
de Nuestra Señora con misa y sermón. La misa dijo el señor Arce­
diano de Cuéllar, Don Juan de Orozco, Io prefecto de esta congre­
gación y a la tarde los estudiantes hicieron una representación de
Nuestra Señora». Las noticias del padre Valdivia llegan hasta
1583. Y aquí he reproducido simplemente algunos hitos históri­
cos importantes.
EL COLEGIO SEGOVIANO Y CARVALLO EN EL
TRIENIO 1622-1625. UN MISTERIO DESVELADO
Me he detenido en extractar y citar exactamente algunos da­
tos de los que ofrece Valdivia (datos que, por desgracia, perma­
necen inéditos en el manuscrito de Valdivia, aunque algunos son
ya bastante conocidos) porque a través de ellos puede verse el pa­
sado glorioso de este colegio segoviano y la importancia de esta
ciudad para la Compañía, «por ser una de las principales de Cas­
tilla la Vieja», como hemos visto. Cuando Carvallo llegaría a Se-
94
A. PORQUERAS MAYO
govia en 1622, recordemos que hace ya un año que gobierna Feli­
pe IV, que entonces cuenta 17 años. Y como Valdivia sólo alcanza
hasta 1583, los datos de hoy no sólo nos encuadran a Carvallo en
el período jesuítico más importante de su vida, sino que ayudan
a conocer la vida del colegio desde 1622 hasta 1628. Además, de
pasada, señalaré otros datos segovianos que rebasan estas fechas,
siempre que ayuden a explicar la historia de los años que me in­
teresan.
De Segovia pasaría Carvallo a León porque a través de una car­
ta que le envía el general Vitelleschi, dirigida a León el 11 de ju­
nio de 1623 (ARSI, Cast. 9, Epist. Gen. 1622-1630, fol. 60v), se acu­
sa recibo de otra de Carvallo del 30 de marzo. Esta carta del gene­
ral, que publico ahora por primera vez, como todos los documentos
transcritos en la sección de apéndices, es de suma importancia.
Es la primera carta directa del general a Carvallo que he encon­
trado en Roma. Y sólo existe otra de 1625 dirigida a Segovia, co­
mo veremos. Pero lo importante en este caso es el contenido, por­
que inicia una pista que acabará por desvelar el gran misterio que
existía sobre la no publicación del famoso libro sobre Asturias.
Escribe Vitelleschi: «Regebi la de VR de 30 de margo, en que me
dige como por orden del Pe Prov?1va acabando la historia Ecclesiastica de las antigüedades y cosas memorables del Principado
de Asturias». Le añade que cuando la haya acabado se la entre­
gue al provincial para que sea examinada y entonces él [Vitelles­
chi] resolverá lo que se ha de hacer. Gracias a esta carta nos ente­
ramos de esta estancia de Carvallo en León. El nombre de Carva­
llo no figura en Roma entre los datos que existen sobre León y
no aparece Carvallo en los catálogos trienales de este colegio en
estos años. Es obvio, pues, que Carvallo está destinado a Segovia
y que su estancia en León es temporal, de algunos meses, y está
motivada por sus investigaciones sobre el libro que está prepa­
rando para su publicación. Otro dato importante que emerge aquí
es que el proyecto se debía a iniciativa del provincial, es decir,
que Carvallo, en efecto, lo hace por obediencia. Supongo que le
habrán influido al provincial en sus recomendaciones del proyec­
to el padre Francisco Pimentel, el nuevo superior de Carvallo en
Segovia desde 1622,,ya que conocería las altas cualidades intelec­
tuales de Carvallo, porque a su ilustre hermano Enrique Pimen­
tel se le había dedicado en 1602 el Cisne de Apolo. Francisco Pi­
mentel tenía mucho de asturianismo en común con Carvallo ya
qué Benavente (provincia de Zamora), el feudo familiar donde ha­
bía nacido, pertenecía a la diócesis de Oviedo. Además su madre,
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
95
la segunda esposa del octavo conde de Benavente, era de ilustre
prosapia asturiana, la familia Vigil de Quiñones, conde de Luna,
que ostentaban la merindad de Asturias. Es posible que también
el reciente superior de Carvallo, Fernando Torquemada, que ha
sido ahora trasladado a Segovia con Carvallo y de quien tiene una
opinión tan superlativa como hemos visto en su informe secreto,
haya influido también en el provincial de alguna manera, aunque
sea a través del mismo Pimentel. Es curioso observar el error de
Vitelleschi que, a juzgar por el título erróneo que da a la obra de
Carvallo, cree que es una obra de historia eclesiástica. Hay que
subrayar los recelos del padre geheral ante la impresión de libros
por parte de sus súbditos. En Roma hay multitud de cartas, no
aprovechadas todavía, que iluminan la constante fricción que exis­
te entre los jesuitas que intentan publicar libros y sus superiores.
En una carta del 11 de marzo de 1624, ésta conocida porque la
publicó Uriarte (8), Vitelleschi escribe de nuevo al provincial Mel­
chor de Pedrosa (ARSI, Cast. 9, Epist. Gen. 1622-1630, fol. 114v).
De nuevo, está preocupado por el libro de Carvallo: «Holgarame
que VR vbiera puesto medios efficaces en orden a que el Sor Inqui­
sidor General tuviese por bien, que se acabara de reveer el libro
del Pe Carballo, cerca de los linages y antigüedades de Asturias».
Tiene miedo que haya alguna cosa objetable por lo que sufriría des­
pués la Compañía aunque el libro se imprimirá en nombre de un
sobrino suyo «luego se sabrá quien es su autor; y el descuydo, o,
falta que el ubiese tenido la pagaremos todos» (he subrayado esta
importante frase que omitió Uriarte). Añade: «Para prevenir lo que
en esto se puede temer escribo al P* Florencia, qué hable por el Sor
Inquisidor General y le suplique, que de licencia para que el dicho
libro se revea bien antes de imprimirlo. V.R. de su parte ayude a
ello en quanto pudiese» (he subrayado esta otra frase omitida tam­
bién por Uriarte). De esta carta se desvelan varias cosas. Notemos
en primer lugar que aquí de nuevo Vitelleschi da un título erró­
neo, al incluir la palabra «linajes», verdadero lapsus subconscien­
te, que muestra la preocupación del padre general. En el libro, Car­
vallo se ocupa a menudo de linajes (9), y éste era un tema que preo­
(8) J. Eugenio de U r i a r t e , Catálogo razonado de obras anónimas y seudóni­
mas de autores de la Compañía pertenecientes a la antigua asistencia de España.
2 (Madrid: Rivadeneyra, 1904), 509.
(9) En varios repertorios bibliográficos se le atribuyen a Carvallo diversas mo­
nografías genealógicas inéditas. Se trata de una afición de Carvallo que se refleja
en el libro sobre Asturias y que, a la postre, le traerá como triste consecuencia
la prohibición del libro, como veremos. Existen varios manuscritos inéditos de
carácter genealógico de los que tiene reproducciones el padre José María Patac
96
A. PORQUERAS MAYO
cupaba a la Compañía por los conflictos que pudiese originar con
las mejores casas nobiliarias de España. Puesto que el libro ya es­
tá en manos del inquisidor, está terminado y Carvallo habrá re­
gresado a Segovia. Es raro que el original haya ido directamente
al inquisidor general que entonces era el dominico Luis de Aliaga
y que no hubiese pasado antes por los censores de la Compañía co­
mo le había Vitelleschi instruido sobre su ejecución a Pedrosa en
la otra carta mencionada. La persona que oficialmente debía re­
presentar los intereses de la Compañía con el inquisidor era el fa­
mosísimo padre Jerónimo Florencia (10), predicador real, y, por
en Gijón, y que me mostró generosamente. Pude ver uno procedente del archivo
Vega del Sella (Genealogía de los Caballeros del apellido de los duques Sres. de
Estrada...) y tres procedentes del archivo Revillagigedo (uno sobre la casa de Omaña, otro sobre la casa de Llano y otro sobre los hermanos Pérez Quiñones).
(10)
Es curioso encontrar al famosísimo padre Florencia (Alcalá, 1565-Madrid,
1633) asociado a un aspecto de la vida de Carvallo. El padre Florencia fue un per­
sonaje de campanillas en la corte de Felipe III y Felipe IV. Fue profesor del Cole­
gio Imperial, predicador real, confesor de los infantes y depositario de los últi­
mos momentos de Felipe III, a quien asistió a bien morir. Aparece citadísimo en
las obras literarias de la Edad de Oro y bien merecería una monografía. Góngora,
por ejemplo, se refiere a él en dos cartas, una de 27 de abril de 1621 con motivo
de una junta de conciencia sobre la reformación de vicios, cohechos y abusos, en
la que formaban parte el presidente de Castilla y el padre Florencia, entre otros
personajes. La otra carta es de 20 de julio de 1621 en que alude a la sentencia de
Rodrigo Calderón y a quien el padre Florencia se excusó de asistir en una consul­
ta «de cosas de conciencia». Ambas alusiones en Luis de Góngora y Argote, Obras
completas, ed. J. e I. Millé y Giménez (6.a ed. Madrid: Aguilar, 1966), 982 y 993.
Al mismo Góngora se le atribuye un abusivo soneto contra el padre Florencia (ed.
J. e I. Millé, págs. 550-1) y en la ed. de Biruté Ciplijauskaité de Luis de Góngora,
Sonetos (Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1981), 556-8, con inte­
resantes notas. Lope de Vega en carta de 19 de noviembre de 1611 al duque de Sessa, alude a las pompas fúnebres de la reina Margarita y parece sarcástico, por el
contexto general, respecto al padre Florencia: «No he tenido nuevas del sermón
de Florencia; debe de ser que después de las tres misas de tres cardenales se de­
bieron de dormir aquellos venerables viejos», Lope de Vega, Cartas, ed. Nicolás
Marín (Madrid: Castalia, 1985), 104. Este sermón y varios otros de Florencia se en­
contrarán señalados en José Simón Díaz, Jesuítas de los siglos X V I y X V II: Es­
critos localizados (Madrid: Fundación Universitaria Española, 1975), 26. Lope de
Vega, sin embargo, muestra amistad y admiración por el padre Florencia en va­
rias ocasiones. También se refiere Quevedo al padre Florencia, y en este caso muy
elogiosamente; véase Ignacio Elizalde, San Ignacio y la literatura (Madrid: Fun­
dación Universitaria Española, 1983), 283. De todas maneras la necrología jesuíti­
ca de 1633 lo pone por las nubes. Se encontrará reproducida en Fidel Fita y C olo­
m é, Galería de jesuítas ilustres (Madrid, 1880), 65-92. Sin embargo, Astrain, 5, pág.
216, documenta, con datos, una visión muy negativa. A los datos aludidos por As­
train puedo añadir una carta de 11 de marzo de 1624 de Vitelleschi al padre Flo­
rencia (ARSI, Toledo 81, Epist. Gen. 1621-1628, fol. 215v) en que no accede a su pe­
tición de que se ponga en el epitafio de sus padres el título del padre Florencia
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
97
tanto, amigo personal del inquisidor »Aliaga y calificador él mis­
mo de la inquisición, como tantos otros jesuítas. El hecho es que
encontré en Roma las cartas al padre Florencia y al provincial de
Toledo que explican el triste desenlace de este asunto.
Veamos cómo marchan las gestiones con el padre Florencia, que
vive en Madrid, y por tanto pertenece a la provincia jesuítica de
Toledo. En efecto, en el epistolario de esta provincia (ARSI, Tole­
do 8n, Epist. Gen. 1621-1628), en el once de marzo de 1624 (la mis­
ma fecha de la carta que acabo de mencionar a Pedrosa, es decir, la
fecha en que el correo ordinario se llevaba toda la corresponden­
cia para España, que tomaba varias semanas en llegar), fol. 216r,
encuentro una carta de Vitelleschi en la cual, entre otros asuntos,
le habla del libro de Carvallo, «...el qual se estaba revisando por
ver si avia en el cosa en que poder reparar; pero el Sor Inquisidor
General a dado tanta priesa, que no a dado lugar para que se aca­
be de reveer, y asi a obligado al I*5Proval de Castilla a que se le
embie luego...» «Deseo mucho que VR hable a su Illustrisma, y le
suplique de licencia que el libro se revea primero...». Esta carta es
muy importante porque ahora se explica por qué el libro de Car­
vallo no tuvo tiempo de pasar por la censura interna de la Compa­
ñía. Nos enteramos que obedece a un interés personal del inquisi­
dor general el dominico Luis de Aliaga, que había sido el confesor
de Felipe III y que evidentemente debió recibir presiones de per­
sonajes importantes fuera de la Compañía. ¿Sería aventurado pen­
sar en la influencia ejercida por la familia de los condes de Benavente, concretamente por don Enrique Pimentel (11), a quien se ha­
bía dedicado el Cisne de Apolo en 1602, como ya he recordado, y
que ahora es un personaje importante, consejero del Supremo de
la Inquisición? Además Francisco de Pimentel, hermano de Enride calificador de la Inquisición «porque en toda Hispania y fuera de ella saben
que VR lo es [Calificador de la Inquisición] y esta memoria se conservara por mu­
chos años, y despues quedara escrita en la historia de la Comp.a como se ponen
otras cosas tocantes a sujetos de quienes en ellas se trata. Prometome de la gran
religión de VR que dispondrá a sus Hermanas para que tengan a bien que se dexe
de poner el dicho titulo, bastara decir que sus Pes de VR tuvieron tres hijos en la
Comp.a».
(11)
Don Enrique Pimentel, hijo del octavo conde de Benavente, fue uno de
los prelados más importantes de España en el siglo XVII. Fue obispo de Valladolid y Cuenca. Al final de su vida fue del Consejo de Estado de Felipe IV y presi­
dente del Supremo de Aragón. Se le ofreció en 1643 el arzobispado de Sevilla que
él rechazó con gran modestia. Se puede leer la carta que escribió a Felipe IV el
14 de febrero de 1643, publicada en Memorial Histórico Español, vol. 17 (Madrid:
Real Academia de la Historia, 1861), págs. 13-16.
98
A. PORQUERAS MAYO
que y superior de Carvallo en Segovia, hacia 1622 debía ser tam­
bién calificador de la Inquisición, a juzgar por una carta de Vitelleschi que presentaré más adelante al hablar de Pimentel. Lo cierto
es que esta carta del general al padre Florencia surte su efecto, co­
mo veremos.
Pocos meses después, en el mismo volumen de correspondencia
de la provincia jesuítica de Toledo (fol. 249r), encuentro otra carta
dirigida al padre Florencia, en Madrid: «Huelgome mucho que el
Sor Inquisidor General aya dado el libro que a compuesto el Pe
Carvallo de los linages y antigüedades del Principado de Asturias
para que se revea bien. VR diga de mi parte al Pe Proval que en­
cargue a los censores que lo revean con cuydado; porque es cosa
difficultosa escribir historia de linages sin decir cosa que ofenda
a alguno». He subrayado una frase contundente que refleja la ver­
dadera procupación por el tema de los linajes. El padre general se
ha salido con la suya. El libro está en manos de los censores jesuí­
tas. Y se aproxima un fatal desenlace. En el mismo volumen de
cartas (fol. 312v) hay una carta del 14 de abril de 1625 de Vitelleschi al provincial de la provincia de Toledo, Luis de la Palma (12),
que reside en Madrid: «He visto la censura de los que revieron el
libro del Pe Alonso de Carvallo, y me parece que no se imprima,
si el Sor Inquisidor General hiciere mucha instancia porque salga
a luz, y no pudiéremos escusamos con su Illustriss8, VR de traga,
que se imprima en nombre de algún seglar sin que se entienda ser
persona de la Compa». Hay una carta parecida del mismo año y fe­
cha en el citado volumen de Epistolae Generalium de Castilla, es­
ta carta dirigida al provincial de Castilla (fol. 182r). Tenemos el
misterio aclarado de por qué no se publicó el importante libro de
Carvallo: tuvo una censura interna negativa y prohibió su publi­
cación el padre general. Se ha perdido esta censura: al menos no se
encuentra en Roma. Es interesante notar que el inquisidor gene­
ral tenía un particular interés en que se publicase el libro, y el pa­
dre general anticipa estas presiones. De todas maneras desde 1626
el nuevo inquisidor general es el cardenal Zapata. El libro de Car­
vallo se publicará, por fin, en 1695, es decir, sesenta años después
de su muerte, siendo inquisidor general (1694-1699) otro dominico,
Jaime Tomás de Rocaberti, y obviamente con muchas modificacio­
nes. Sólo basta comparar el manuscrito de la Academia de la His­
(12)
Se trata del famoso escritor ascético Luis de la Palma (Toledo, 1560-Madrid,
1641), dos veces provincial de la provincia de Toledo. Véase, por ejemplo, José de
G u i b e r t , J. I ., La espiritualidad de la Compañía de Jesús (Santander: Sal Terrae,
1955), 226-27.
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
99
toria y la versión de 1695 para notar grandísimas diferencias. Y
no tenemos la más remota idea de cómo sería el original que vie­
ron los censores entonces.
Carvallo está entretanto en Segovia, supongo que esperando
ver en qué parará lo de la publicación de su libro. De todas mane­
ras estos contactos con el padre general y esta actividad intelec­
tual debieron estimularle para otro proyecto. Por una carta de Vitelleschi a Carvallo, del 11 de febrero de 1625 (ARSI, Cast. 9, Epist.
Gen., fol. 172v), dirigida a Segovia sabemos de otro interesante
proyecto, desconocido totalmente hasta ahora. Dice Vitelleschi:
«Bien a hecho VR en remitirme con la del 4 de diciembre [por tan­
to 1624] un memorial de los puntos tocantes a los estudios de la­
tín de esa Prova. Yo los he visto y se encargaran a quien los a de
remediar. Agradesco mucho a VR el zelo que tiene de que se alien­
ten mas estos estudios y se tenga mucho cuydado de poner en ellos
Maestros, que tengan la sufficiencia que se requiere; para que asi
salgan los estudiantes bien aprovechados». Dentro de unos meses
recibiría Carvallo, a juzgar por la otra carta citada de Vitelleschi
(de abril) a los dos provinciales, noticia de la prohibición de su
libro. ¿Qué ha pasado con este memorial que sería interesantísi­
mo para ver una crítica profunda de un tan buen conocedor de los
estudios de latinidad en la provincia jesuítica de Castilla? (13).
Probablemente no pasó absolutamente nada porque no he encon­
trado mención de este memorial en ninguna parte. Y lo triste es
que se ha perdido irremediablemente. No está en Roma.
Aparece Carvallo en el catálogo trienal de Segovia de 1625
(ARSI, Cat. Trien. Prov. Cast. 1619-1628/33, fols. 471r-472r). Allí
se indica que tiene 54 años de edad y que ejerce ministerio sólo
como lector de gramática y confesor. La salud es normal. Lleva
9 años en la Compañía. Ya sabemos, con seguridad, por la carta
que le remitió el padre general a Segovia en 1625 que en diciem­
bre de 1624 estaba en esta ciudad, porque allí la dirige el general.
Ya he indicado que lo probable es que estuviese desde algo des­
pués de 1622 (en que aparece en el catálogo de Logroño) ya que
(13)
Ya el padre Juan de Mariana en De las cosas de la Compañía se había que­
jado de las deficiencias que observaba en el estudio del latín en los colegios jesuí­
ticos (véase la ed. de BAE, Obras, vol. 31 pág. 601) «entre los nuestros apenas hay
quien sepa de esta [estudios de gramática] y ... apenas hay en España quien sepa
cuatro palabras de latín». Precisamente el general Vitelleschi enumera «el decai­
miento de los estudios de latín, en que reparaban bastante los de fuera» (Astrain,
5, pág. 5), entre las faltas que nota en la Compañía escribiendo en carta del 3 de
junio de 1624 al provincial de Toledo.
100
A. PORQUERAS MAYO
cada trienio podía producirse un cambio de destino. Segovia es
muy importante en la vida jesuítica de Carvallo, ya que en esta
ciudad emite los tres votos (castidad, pobreza y obediencia) que
le vinculan definitivamente a la Compañía de Jesús. Con los tres
votos pronunciados se pasa a coadjutor espiritual, y así consta en
este catálogo trienal (fol. 47lv). Además se indica la fecha del 15
de agosto de 1624, día de la Asunción de la Virgen. Otro dato más,
pues, confirma, con seguridad, que está en Segovia en 1624. En
mi última estancia en Roma de marzo de 1989 pude descubrir otro
documento importante: la aprobación de estos votos fue otorga­
da en Roma el 6 de mayo de 1624. Aparece en un tomo de Hispaniae Epistolae de Promovendos (1601-1684). Se lee en fol. 16r, ba­
jo «Promovendos de la Prova de Castilla»: «Los Pes Luis de Car­
vallo, Pedro de Iriarte, Philipe de Sotillo, Christoval López y
Hernando de Castañeda formentur statim». No se encuentra ya
en Roma la fórmula autógrafa de estos votos que se enviaba a la
curia generalicia. Notemos que sólo 5 individuos en toda la pro­
vincia de Castilla emitieron los votos aquel día, y sólo otro, Soti­
llo, era del colegio de Segovia.
A través de este catálogo trienal público y su correspondiente
catálogo secreto, a más de las cartas del padre general podemos
obtener curiosos y concretos detalles sobre los pobladores del co­
legio en este período de 1622 a 1625. El colegio consta de 13 pa­
dres, la mayoría de ellos profesos, es decir, que han emitido los
4 votos (además de los tres citados, uno de obediencia al Papa) y
que los constituye en una clase escogida dentro de la Compañía.
Carvallo nunca llegó a ser profeso. Su falta de estudios formales
de filosofía y teología dentro de la Compañía debió ser un consi­
derable obstáculo para llegar a ser profeso. No olvidemos que in­
gresó a los 45 años en la Compañía.
Veamos quiénes son los compañeros y colegas de Carvallo, di­
go colegas ya que la mayoría se dedican a la enseñanza, que a ve­
ces alternan con otros ministerios. El superior es Francisco Pimentel (1588-1648), hijo del conde de Benavente, y a él dedicaré espe­
cial énfasis gracias a la copiosa documentación que encontré en
Roma. Avancemos ahora que Pimentel tiene 40 años, lleva ya 19
años en la Compañía, es lector de filosofía y teología escolástica.
Tiene el título de bachiller en filosofía. Es profeso desde 1617. Por
otros datos sé que muere en Madrid en 1648. Otro padre es el jo­
ven Francisco Vergara, de Pamplona, de 29 años. Es lector de gra­
mática y confesor (ambos ministerios son también los de Carva­
llo) y además, predicador. Lleva 13 años en la Campañía. Carva-
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
101
lio sólo nueve. Otro compañero de Carvallo es el segoviano Paulo
Maldonado, de 72 años de edad, de mala salud, con 49 años en la
Compañía, que ejerce ahora ministerios generales y es confesor.
Tiene un bachillerato en filosofía. En el catálogo secreto Pimentel
lo describe como melancólico y en una carta de 1625 al general se
queja de que «no quiere rezar» (fol. 128v). Sin embargo este Maldonado debía tener buenas relaciones con Pimentel porque en
1624, junto a otros cinco padres (¿estaría Carvallo entre ellos?),
propone directamente al general que renueve a Pimentel como su­
perior para otro trienio (ARSI, Cast. 9, fol. 138r). Ya veremos que
no lo consiguió. Está ahora también en Segovia Femando de Torquemada, el que fue superior de Carvallo en Logroño y plasmó
un juicio tan hiperbólico sobre nuestro autor («Eminencia en le­
tras humanas»). Torquemada (14) y Carvallo pasan, pues, juntos
de Logroño a Segovia. Acaso fue el cordobés Torquemada, con su
estupendo informe, quien precisamente motivase el ascenso que
suponía enseñar en un colegio de la categoría de Segovia. Supon\ go que también el nuevo superior Pimentel, que debía conocer a
Carvallo por sus vínculos de diócesis y las conocidas relaciones
de Carvallo con miembros de su familia, pudo haber solicitado
la presencia en Segovia de tan eminente profesor, a quien después
estimularía, supongo, a publicar su importante e inédito libro so­
bre Asturias, como ya he indicado. Torquemada tiene 56 años de
edad, es decir, 2 años más que Carvallo. Lleva 39 años en la Com­
pañía. En este momento Torquemada sólo aparece como confesor.
Otro sacerdote de edad parecida, 57 años, es el peruano Lope de
Hondegardo, de mala salud, y que como Carvallo es «Lector Latinitatis». Lleva 47 años en la Compañía. Es un personaje muy con­
flictivo. Pimentel, en el catálogo secreto, da un negativo informe:
«Ingenium bonum habet, sed non iudicium nec prudentiam; naturalis complexio est valde cholerica, gubenavit sed non cum applausu». El padre general en 1624 (ARSI, Cast. 9, fol. 165r) no le dio
permiso para confesar monjas. En una ocasión, en 1625, el padre
general recrimina a Hondegardo porque procuraba un hábito de
Santiago para un sobrino suyo, y le recuerda que un jesuita no
debe perder el tiempo en estas vanidades mundanas. Hondegar­
do escribe varias cartas al general quejándose y delatando a Pi­
mentel, a juzgar por las contestaciones del general (ARSI, Cast.
(14)
Una carta de Vitelleschi al provincial de Castilla de 16 de mayo de 1622
(ARSI, Cast. 8, Epist. Gen., fol. 356v) explica el motivo del cambio: «Pues el P. Her­
nando de Torquemada esta con tan corta salud, y el temple de Logroño le es contra­
ria a ella, necessario es aliviarle del officio de Ror y mudarle a otro Colegio».
102
A. PORQUERAS MAYO
9, Epist. Gen., fol. 71v, fol. 137v). Una de ellas, en 1625, debió re­
vestir cierta gravedad porque se registra en un epistolario para
casos reservados (Cast. Epist. General. Soli, 1602-1626, fol. 95v).
El mismo Hondegardo se quejó porque la comunidad bebía nieve
(15) y el padre general lo prohibió (ARSI, Cast. 9, fol. 197v). Ello
fue ya con el nuevo superior Corral, el que sustituyó a Pimentel,
como veremos.
Uno de los personajes que llegaría a tener cierto relieve inte­
lectual era el sevillano Jerónimo de Guevara (1585-1649), de 38 años
de edad, con 24 en la Compañía. Era lector de gramática como Car­
vallo, y además lector de teología moral y confesor. Era un nota­
ble predicador, del que se conserva alguna obra escrita. Hacia el
final de su vida publicó Commentarius in Evangelium Mathei, Ma­
drid, Francisco Martínez, 1634-41, 3 volúmenes (16). El padre Gue­
vara llegó a Segovia en el mismo trienio que Carvallo, proceden­
te del colegio de Medina del Campo, del que hubo de salir por al­
gún conflicto surgido allí, a juzgar por varias cartas del padre
general al provincial Diego de Sosa en 1621 (ARSI, Cast. 8, fols.
33 lv, 336v y 340v). Su situación en Segovia debió de estabilizar­
se. Pimentel ofrece un informe favorable. Y el mismo padre ge­
neral le escribe en 1624 una carta de consuelo (ARSI, Cast. 9, fol.
160r). Por otra carta del general de 9 de diciembre de 1624 (ibidem,
(15) Para un breve resumen de la importancia de la nieve en la vida española
y su generalización en las bebidas véase José Deleito y Piñuela, Sólo Madrid es
Corte (Madrid: Espasa-Calpe, 1942), 162-6. Con mucha extensión trata el tema Mi­
guel H errero García, La vida española en el siglo X V II (Madrid, 1933). Véase es­
pecíficamente el vol. I, págs. 147-76. Véanse también los interesantes documentos
que publica como apéndices en las págs. 221-252. Este tomo I trata de las bebidas
en general. Baste recordar ahora que se bebía nieve en muchas ciudades y que el
que comercializó los pozos de nieve en Madrid fue el catalán Pablo Xarquíes, a
principios del siglo XVII. Precisamente en la Universidad de Illinois se encuen­
tran unas redondillas, manuscrito inédito atribuido a Góngora dedicado a Pablo
Xarquíes. A principios del siglo XVII los jesuítas estaban autorizados a beber con
nieve a juzgar por lo que leemos en M. Herrero García: «... y este uso se reputaba
tan saluble y admitido, que el Dr. Porres llega a decir: “ Y los padres de la Compa­
ñía de Jesús, donde tan en su punto está le religión, las letras, la virtud y sanidad,
tienen licencia de su General para beber con nieve los veranos, en Murcia” », La
vida española..., 151.
(16) Guevara fue muy estimado en la Compañía. Leemos en Astrain, 5, pág.
207, en relación con una importante visita a Felipe IV para responder a una cam­
paña de infundios contra la Orden jesuíta: «Presentáronse a Su Majestad el P. Fran­
cisco Aguado, P. Robledillo, el P. Pimentel y el P. Guevara, que eran de los más
respetables que por entonces residían en Madrid». J. S im ó n D í a z , Jesuítas de los
siglos X V I y X V II..., pág. 112, enumera algunas obras de Guevara.
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
103
fol. 165r) se le da permiso para tomar chocolate (17) los días que
predica y en otra carta de 19 de enero de 1625 (fol. 17Ir) le da una
licencia más amplia para que tome chocolate cuando lo precise.
Por su carácter dócil, según informe de Pimentel, y por su relieve
intelectual hay que imaginar que tendría buenos ratos de conver­
sación con su colega en la enseñanza de gramática, nuestro Car­
vallo. No emerge ya en el otro catálogo trienal de Segovia de 1628.
Otro compañero de Carvallo es Pedro Navarro, de Calahorra, 42
años (29 en la Compañía), ejerce los ministerios sacerdotales, es
predicador y confesor. Otro profesor del colegio es Vicente Cal­
derón de Saldaña (diócesis de León), de 48 años (24 en la Compa­
ñía). Enseña filosofía y teología moral y también gramática co­
mo Carvallo. Tiene un bachillerato en filosofía. Hemos encontra­
do ya, por tanto, a tres bachilleres en filosofía, título de gran
distinción, que viven en este colegio de indudable prestigio y que
contribuirían a la atmósfera intelectual que respiraría Carvallo
en estos años segovianos.
En seguida paso a hablar del único doctor, doctor en teología,
que habita en este colegio. Me refiero al salmantino Ildefonso Valverde, de 49 años de edad (29 en la Compañía), lector de teología
moral y popular predicador. Llegó a tener un gran ascendiente con
el obispo de Segovia Melchor Moscoso, lo cual, además de su ge­
neral relajación en el cumplimiento de la disciplina interna, ori­
ginó muchos conflictos en este colegio, conflictos que afloran ya
hacia el final del trienio de Pimentel, pero que se centran sobre
todo en el otro trienio con el nuevo y poco ecuánime superior Co­
rral. Ya lo veremos. Ello debió ejercer una constante irritación
en el humilde y disciplinado Carvallo. No he encontrado de mo­
mento ninguna publicación de hombre tan famoso y popular en
los medios públicos de Segovia. Pimentel, en el catálogo secreto,
da un buen informe, señalando, entre otras cosas, «habet naturalem complexionem bonam et docilem». Otros habitantes de este
colegio son los jóvenes Juan Matienzo, de 32 años, logroñés, y el
placentino Luis de Villalva, de 26 años (el más joven de la comu(17)
El padre Vitelleschi prohibió tomar chocolate, como había prohibido tam­
bién «el lujo» de la nieve. En la carta al provincial de la provincia de Toledo cita­
da en la nota 13 de este trabajo en el punto 11 se especifica la prohibición de to­
mar chocolate. Hay abundantes referencias en el siglo XVII a su popularidad. Véa­
se, por ejemplo, José D e l e i t o y P i ñ u e l a , La mujer, la casa y la moda (en la España
del rey poeta) (Madrid: Espasa-Calpe, 1966), 124-5. Se llegó incluso a publicar un
curioso libro que he consultado en la Biblioteca Nacional de Madrid (R-6625), Question moral si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico (Madrid: Viuda de Juan
González, 1636).
104
A. PORQUERAS MAYO
nidad), y ambos enseñan gramática y son confesores. A pesar de
la gran diferencia de edad respecto a Carvallo tenían mucho en
común con nuestro asturiano. Es decir, enseñan gramática y son
confesores, y ambos llevan pocos años en la Compañía. Otro pa­
dre de esta comunidad es el segoviano Felipe Sotiello, que emitió
los tres votos con Carvallo, como hemos visto. Ejerce de procura­
dor de la comunidad. Hay además 7 hermanos legos.
He ido indicando las distintas procedencias geográficas para
resaltar la gran variedad de orígenes: dos segovianos, dos anda­
luces, un navarro, dos riojanos, un leonés, un salmantino, un placentino y un peruano. El único que pertenecía a la misma dióce­
sis de Carvallo, es decir Oviedo, era el dintinguido superior Fran­
cisco Pimentel, que había nacido, como ya he indicado, en su feudo
condal de Benavente, provincia de Zamora. He aquí, pues, otro
motivo que le haría compenetrarse bien con Carvallo, y acaso le
distinguiría con su particular amistad, hecho éste de tener amis­
tades particulares dentro de la comunidad, que se le recrimina­
ría precisamente a Pimentel, como veremos. Estoy convencido,
insisto, de la directa o indirecta intervención de F. Pimentel con
el inquisidor general respecto a la publicación del libro de Car­
vallo sobre Asturias, ya que desde 1622 sería calificador de la In­
quisición. He aquí una importante carta de Vitelleschi al provin­
cial Pedrosa de 11 de julio de 1622: «Haviendo mostrado gusto el
Sor Inquisidor General de que el Pe Franco Pimentel sea qualificador de la Suprema Inquisición, y aviendolo pedido el Sor Enri­
que Pimentel, muy justo es que vengamos en ello...» (ARSI, Cast.,
Epist. General, 1662-1630, fol. 5r).
Abundan en este colegio, lo cual es bastante normal, los predi­
cadores: Pimentel, Vergara, Guevara, Navarro, Calderón, Valverde y Villalva. Los tres predicadores más destacados son Pimen­
tel, Guevara y Valverde. La salud de los componentes es muy bue­
na (sobre todo los jóvenes y Valverde) o normal (aquí se incluye
Carvallo) o «flaca», este es el caso de Maldonado, que tiene ya 72
años, y Hondegardo.
Hasta ahora he presentado un cuadro objetivo de las realida­
des de este colegio. Además he hecho calas en el catálogo secreto
y en la correspondencia emanada del padre general Vitelleschi.
Con estos hombres tan diversos vivió Carvallo en sus primeros
años de estancia en Segovia (1622-1625), salvo un paréntesis de
unos meses que pasó en León, como sabemos. Por supuesto que
con algunos de estos jesuítas seguirá viviendo hasta 1628, en el
período más conflictivo de este colegio bajo la arbitraria direc­
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
105
ción del nuevo superior Francisco de Corral. Ya lo veremos. Pero
esta época sería la mas feliz de Carvallo en la Compañía: se le pi­
dió que ultimase, para su publicación, un libro importante sobre
Asturias y se le dio licencia para investigar en los archivos de
León. En este período también se le debió encargar, o, al menos,
respaldar y estimular en un proyecto de examen profundo sobre
los estudios de latinidad en la provincia de Castilla. La prohibi­
ción de publicar su libro sobre Asturias y el hecho de que su me­
morial sobre el latín cayese en una vía muerta le debieron produ­
cir hacia 1625 una profunda desilusión. Ya no se conocen de él más
actividades intelectuales de importancia. Siguió dedicándose a la
oscura labor de la enseñanza y no volvió a publicar nada, ni tam­
poco se conservan manuscritos suyos del período jesuítico.
FRANCISCO PIMENTEL, HIJO DEL
CONDE DE BENAVENTE
¿Cómo es el superior de Carvallo, el padre Francisco Pimentel? Las abundantes cartas que (a/o sobre) él escribe el padre ge­
neral nos lo presentan como un hombre amable, de gran talento,
y con buena voluntad par superar sus defectos. Ahora vamos a
verlo. El padre provincial Pedrosa escribe sobre Pimentel en el
catálogo secreto de 1625, ya referido, un informe en el que alude
a su buen juicio, su ingenio y prudencia, sus cualidades para go­
bernar, habla de un «naturalis complexio suavis et docilis» y des­
taca su extraordinario talento en letras humanas y en la predica­
ción. Pimentel, por su parte, en este mismo catálogo secreto emi­
te un juicio positivo sobre Carvallo: «judicium bonum habet
itidem et prudentiam necnon et complexionem naturalem, profecit in litteris humanis». Pimentel, a través de los buenos infor­
mes que da sobre sus súbditos, transparenta en efecto un carác­
ter dócil y suave, cualidades que él mismo destaca en muchos otros
jesuítas. Si estos informes se corresponden con la verdad, como
cabe suponer, hay que pensar que la convivencia humana sería
muy placentera y de ella gozaría, pues, Carvallo en este período
segoviano. Ya me he referido al buen nivel intelectual de los com­
ponentes, y conviene precisamente destacar sobre todos el de su
superior Pimentel (18), que es un predicador real famoso.
--------------------------- \
(18)
Sobre este personaje, del que por desgracia no existe todavía ninguna mo­
nografía, conviene mencionar una curiosa noticia que aparece en Augustin et
A l o y s d e B a c k e r , Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, VI (Nouvelle Edition,
Carlos Sommervogel, S. J. [Bruxelles, Paris: Oscar Schepens, Alphonse Picard,
106
A. PORQUERAS MAYO
Voy a seleccionar algunos datos sobre el copiosísimo material
que existe en Roma con respecto a Francisco Pimentel, figura que
merecería una monografía aparte. Me interesa ahora fijarme en
los años inmediatamente anteriores a su actuación como superior
de Carvallo. Examino el volumen Cast. 8, Epist. Gen., 1613-1622,
para notar, por ejemplo, que en 1616 (el mismo año en que Carva­
llo ingresa en la Compañía) Pimentel está en Segovia (fol. 117r).
En este mismo año el padre general escribe al conde y condesa de
Benavente y alude a los dos hijos que tienen en la Compañía. El
1895), 164, «... en 1588, était doyen de la cathédrale de cette ville [Salamanca] lorsqu’il apprit que le roi d’Espagne songeait á le faire nommer Cardinal; pour se soustraire á cette dignité, il entra dans la Compagnie». En esta misma página se pre­
senta una lista de sus obras que puede ahora redondearse con muchos más títulos
en J. Simón D í a z , Jesuítas de los siglos X V I y X V II..., págs. 287-9. La mejor ex­
posición que he encontrado, de momento, sobre la familia de Francisco Pimentel
está en Ignacio Berdum de Espinosa de lo s Monteros, Derechos de los condes de
B enavente a la grandeza de primera clase. (Madrid: Imprenta de Lorenzo Fran­
cisco Mojados, 1753), 18-24. Uno de los hermanos de Francisco fue Enrique Pimen­
tel, al que ya me he referido. Otro fue don Rodrigo Pimentel, dominico, embaja­
dor a Roma en 1633. Fue obispo de Osma y después arzobispo de Sevilla. Inocen­
cio X, en 1652, le nombró cardenal de la Orden de San Silvestre. Murió en Roma
en 1653. La lista de sus ilustres hermanas y hermanos se puede completar en el
libro de Berdum. A algunos me referiré más adelante en otra nota. Los datos que
presento ahora sobre Francisco Pimentel pueden redondearse con algunas cartas
y referencias que se encontrarán en Memorial Histórico Español, vols. 13-17, que
contiene «Cartas de algunos padres de la Compañía de Jesús» y que abarca de los
años 1639-48. Así por ejemplo, en el vol. 13, págs. 77 (se alude un sermón suyo),
81, 82, 112, 321 (una merienda que prepara al rey, en el colegio de Madrid, donde
Felipe IV y el príncipe han asistido a una comedia); en el vol. 15, pág. 22 (donde
se relata que el rey, 1638, recibe a grandes y al pueblo de Madrid, por el éxito de
Fuenterrabía: «Francisco, que es predicador, le pidió la mano: no se la quiso dar.
Insistió tanto el padre, que dijo el rey vos me la tomáis, que yo no os la doy»).
En el vol. 16, pág. 20, se refiere a 1640, la fiesta de Francisco de Borja en el colegio
de la Compañía en la que dijo misa el presidente de Castilla con presencia del rey
y predicó Francisco Pimentel. En pág. 76, 20 de noviembre de 1640, hay una carta
en que se alude a que Francisco Pimentel acompaña al conde-duque de Olivares
en la jomada del rey (la guerra de Cataluña). En el vol. 18 se refiere a 1645 y pare­
ce que Francisco Pimentel está en Nápoles cuando ocurre la muerte de Vitelleschi. En 1646 Francisco Pimentel está en Roma, en la curia generalicia de la Com­
pañía, ocupando un cargo importante (pág. 249); los dos hermanos jesuítas Pimentel
(el otro es Pedro) asisten a la Congregación General de la Compañía en 1646 para
elegir nuevo general. Los dos sacaron 9 votos para la designación del cargo de vi­
sitador de España, y fue elegido otro que obtuvo más votos. El general elegido
fue el italiano Vicente Carafa. Los nombres de todos los padres que formaron la
congregación se encontrarán en Astrain, 5, págs. 264-5. El padre Francisco Pimen­
tel regresó a Madrid en 1646, donde murió en 1648. Otro famoso jesuíta fue su her­
mano Pedro Pimentel, que, además de pasar un período de profesor en el Colegio
Imperial, fue superior de Burgos y Madrid. Fue famoso sobre todo porque fue el
recipiendario de muchas cartas de Quevedo en 1642 y 1643, publicadas por Astra-
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
107
otro es Pedro Pimentel (19) (Benavente, 1594-Madrid, 1658). En
1617 está en Pamplona y allí recibe una carta de pésame por la
muerte de don Alonso Pimentel (20) y le dice que extienda la con­
dolencia a sus padres (fol. 152r). A partir de este momento se pro­
duce una enorme correspondencia personal y preferencial entre
el padre general y Francisco Pimentel de la que sólo extraigo al­
gunos detalles relevantes a veces para la historia de la Compañía
y de España. Y por supuesto van delineando la personalidad de
este importante personaje que es Francisco Pimentel. Y nos ayu­
dan a comprender cómo sería su trato posterior con Carvallo: trato
suave y envuelto en una atmósfera de alto nivel social e inte­
lectual.
En este mismo año el padre general le escribe para anunciarle
la llegada de unas reliquias de San Ignacio, ya que no puede en­
viarle la firma que le ha pedido (fol. 153r). En 1618 sigue en Pam­
plona y el padre Vitelleschi en carta de 6 de agosto le dice, entre
otras cosas, que le ha enviado el solicitado retrato de la Virgen,
«de mano del mejor pintor de Roma» (fol. 190r). Hay una carta de
1618 del padre general al provincial Diego de Sosa que le había
avisado de las faltas de Pimentel. Vitelleschi lo excusa por su ju­
ventud, como serían excesos en el comer, pero le instruye para que
se lo diga porque la mucha religiosidad de Pimentel lo corrija (fol.
197r). En 1619 Pimentel recibe en Valladolid una carta de Vitelles­
chi por la que nos enteramos de dos deseos o proyectos de Pimen­
tel: uno es enseñar teología escolástica en la recién fundada Uni­
versidad de Pamplona y otro es ser nombrado calificador de la
Inquisición. Este último objetivo no lo conseguiría hasta 1622, co­
mo ya he aludido en este trabajo más arriba. En este mismo año
de 1619 hay varias cartas de Vitelleschi relativas al nombramien­
to de Pimentel para la cátedra de Pamplona (fols. 227r, 237v [con­
testación al conde de Benavente, que se ha interesado por el nom­
bramiento de su hijo], 238r [al reino de Navarra agradeciendo el
honor que se ha hecho a la Compañía]; fol. 338v [a varios personaña Marín, en Quevedo, Obras completas (Madrid: Aguilar, 1945), 1841, 1844, 1848,
1845, aunque allí aparecen con los seudónimos de fray Ignacio Pérez y fray Thomás de Villanueva. También Quevedo se refiere a Francisco Pimentel como pre­
dicador real, autor de un sermón sobre santa Teresa del que cita verbatim , Que­
vedo, Obras..., 837.
(19) Sobre Pedro Pimentel y su relación con Quevedo véase el final de la nota
anterior.
(20) Se trata de un hermano de Francisco Pimentel, que es general de la caba­
llería ligera del Estado de Milán, donde muere el 22 de julio de 1617.
108
A. PORQUERAS MAYO
jes navarros de campanillas]; fol. 239r [el provincial propone que
Pimentel además siga enseñando en el colegio de Pamplona y que
no le parece oportuno que Pimentel obtenga un nuevo grado aca­
démico; recordemos que era bachiller en filosofía]).
Poco duraría Pimentel en Pamplona, y acaso sólo viese en ello
una manera de escalar una cátedra más importante en Salaman­
ca. El hecho es que en 1620 está en Salamanca y allí se producen
algunos conflictos. En primer lugar su excesiva amistad con otro
profesor, el padre Matute (21) (fols. 248v, 250r y 269r). Esta mate­
ria revistió cierta gravedad y se refleja en el reservadísimo Cast.,
Epist. Gen., Soli, 1602-1626, en que Vitelleschi prohíbe a Pimen­
tel el trato con Matute (fol. 89r). Hubo una reacción violenta del
padre Pedro Hurtado de Mendoza (22), que se queja porque le han
quitado la lectura y se la han ofrecido a Pimentel (fol. 249v). Por
una carta de Vitelleschi del 1 de noviembre de 1621 sabemos que
el padre Hurtado de Mendoza había enviado acusaciones graves
contra Pimentel, que resultaron falsas y se le ordena una peni­
tencia al padre Hurtado (fol. 33 lv). Hay una carta de Vitelleschi
al provincial Sosa de 20 de junio de 1620 en que celebra que «aca­
ba de ver tan buena disposición en el padre Francisco Pimentel»
(fol. 263r). De todas maneras, de nuevo se le traslada a Valladolid, donde le encontramos en 1621 (fol. 32lv). Hay varias cartas
de Vitelleschi en que se opone al proyecto del nuevo provincial
Pedrosa de hacer rector de Segovia a Francisco Pimentel, aunque
acaba por triunfar Pedrosa. En la sección de apéndices de este tra­
bajo se reproducen las tres cartas más importantes, pero hay mu­
chas más a las que ni siquiera he aludido. En las de los apéndices
9 y 11 se señalan, por los motivos explicados, las reservas que te­
nía Vitelleschi respecto al nuevo cargo de Pimentel, sobre todo
poque «los nobles no tienen que tener privilegios en la Compañía»
(fol. 316r). Lo curioso es que Vitelleschi ha tratado siempre a Pi­
mentel con especial predilección. En esta época, estando ya Pimen­
tel en Segovia, ocurre la muerte del famoso padre de Pimentel,
el conde de Benavente, en plenitud de su poder. Y uno de los apén­
dices (el 10) refleja el sentimiento del padre Vitelleschi.
En 1622 está ya, pues, Pimentel instalado como superior en Se­
govia y es en este año cuando Carvallo sería destinado a la mis(21) Se trata de Bernabé de Matute (Santo Domingo de la Calzada, 1577-Salamanca, 1624). Sommervogel, 5, col. 745-6, da una lista de cuatro obras suyas.
(22) Se trata de un famoso teólogo (Valmaseda, 1578-Madrid, 1651). Puede verse
su bibliografía en la mencionada obra de Sommervogel, 4, 532. Astrain, 5, pág.
86, dice que el libro De tribus virtutibus theologicis suscitó muchos recelos en el
general Vitelleschi.
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
109
ma capital, seguramente para reforzar el cuadro de profesores de
tan ilustre colegio. Precisamente en una carta de Vitelleschi en
otro volumen de cartas que mencionaré én seguida expresa el pa­
dre general la enorme potencialidad de este colegio: «que todos
[los nuevos sujetos en el colegio] tendrían buen empleo por ser
esa ciudad grande» (fol 348 r). A partir de ahora exhumo algunos
datos procedentes del siguiente volumen: Cast. 9, Epist. Gen.,
1622-1630. Aquí aflora, en carta al provincial, una solicitud del
mismo inquisidor general para que Pimentel sea nombrado cali­
ficador de la Inquisición y se alude a que es Enrique Pimentel [el
hermano de Francisco] al que lo ha pedido y dice Vitelleschi «muy
justo es que vengamos en ello» (fol. 5v). Ya he aludido a esta im­
portante circunstancia que ayuda a explicar después el extraor­
dinario interés del inquisidor general en el libro de Carvallo so­
bre Asturias.
En una carta del 8 de agosto a Pimentel, bastante larga, le di­
ce que desempeña muy satisfactoriamente su nuevo cargo de rec­
tor (fol. 14r-v). Por carta de 23 de enero Vitelleschi ofrece de nue­
vo una cordial rehabilitación de Pimentel «y me obliga a que to­
me yo por mi persona volver por su reputación» (fol. 29v). Sin
embargo algunas quejas siguen llegando a Roma, a juzgar por otra
carta del 8 de mayo de Vitelleschi en que ratifica sus alientos pe­
ro le advierte que «algunos reparan que se reduce a demasía en
su aposento, en el trato de su persona en la mesa, y regalos; que
tiene con algunos amistad particular que le quita la indifferencia
que debe guardar con todos; siente mucho que le avisen las fal­
tas, y mas que las digan a los superiores...». Una vez más se mues­
tra Vitelleschi conciliador y preferencial en su trato: «...y no e que­
rido avisarselas [las faltas] por medio del Pe Provincial sino de­
círselas yo inmediatamente porque no pasen por otro» (fol. 52v).
El 14 de agosto le escribe de nuevo para, entre otras cosas, felici­
tarle por su labor en Segovia y por haber corregido sus faltas (fol.
70r). Se encuentran en estos años del trienio segoviano unas car­
tas de Vitelleschi a Hondegardo que, obviamente, es el principal
delator de Pimentel. Hay otra carta de Vitelleschi a Pimentel en
que le felicita por el éxito de lo que ha conseguido con el rey en
su viaje a Madrid y le agradece las cruces de Caravaca (23) que
le envía «que por aquí son muy apreciadas» (fol. 87v).
(23)
Alude a un milagro ocurrido en Aravaca (Murcia) el 3 de mayo de 1232,
donde se apareció una cruz. La reliquia se guardaba en una caja de oro, regalo del
marqués de los Vélez (familia emparentada con los condes de Benavente), y ob­
viamente se refiere aquí a alguna parte de esta reliquia.
110
A. PORQUERAS MAYO
En 1624 va tocando a su fin el trienio de Pimentel y el general
recomienda que se le busque sucesor, a pesar de la solicitud del
padre Maldonado y otros ciño padres para que le renueven en su
cargo, como indiqué muchas páginas más arriba. Hay varias car­
tas a Pimentel de las que sólo me fijaré en algunas. El 8 de abril
el general se duele de la mala salud de Pimentel y le agradece que
haya «desempeñado el colegio». Hay en esta carta un detalle im­
portante que evidentemente afectará para bien a Carvallo: «mu­
cho mas estimo y agradesco el exemplo que a dado en deshacerse
de la librería que tenía, y repartirla con los de la casa» (fol. 119v).
Por carta del 11 de diciembre le da licencia para que tome choco­
late (fol. 159v).
Estamos ya en 1625, donde se producirá el relevo de Pimentel
por Francisco de Corral, que ahora está en Salamanca y que ha
sido ya el rector de Segovia en el período anterior a Pimentel. Hay
pocas cartas en este año pero muy significativas para la biogra­
fía de Pimentel. Hay una de 16 de febrero en la que Vitelleschi
le da licencia para ir a Madrid (24), pero indica que le pida cada
vez el necesario permiso directamente a él en el futuro ya que no
le puede otorgar un permiso amplio. La carta que me parece sig­
nificativa y que indica una profunda abnegación de Pimentel en
este momento es una del 14 de abril en que Vitelleschi le agrade­
ce que quiera ir a las Indias (fol. 178v). Hay que añadir que la co­
rrespondencia de Vitelleschi durante el pasado trienio ofrece da­
tos interesantes al enviar a Francisco Pimentel el pésame por los
fallecimientos ocurridos en su ilustre familia: don Femando Pi­
mentel (fol. 14r), don García Pimentel ocurrida en Flandes (fol.
29v), Diego Pimentel (173r) (25). No surtió efecto el hondo deseo
del piadoso Pimentel de ir a las Indias porque sabemos por carta
del 7 de julio que ya está en Valladolid con el importante cargo
de procurador de la Compañía en la provincia de Castilla. Pimen­
tel deja, pues, de ejercer su directa influencia en Carvallo, y pro­
sigue una brillante trayectoria en la Compañía hasta su muerte
en Madrid en 1648.
(24) El padre general Vitelleschi escribirá el 15 de abril de 1626 una carta a
los provinciales de España regulando los viajes a Madrid. Puede leerse en Astrain,
5, págs. 707-8.
(25) Don Femando Pimentel fue arcediano de Cartagena y falleció en Madrid
en agosto de 1622. Don García Pimentel sirvió en el ejército de Flandes. Don Die­
go Pimentel fue general de la escuadra de las galeras en Nápoles, donde murió
en 1624 combatiendo un bajel de turcos. Los tres son hermanos de Francisco Pi­
mentel, hijos, por tanto, del octavo conde de Benavente. Véase Ignacio Berdum
(citado en nota 18), págs. 18-22.
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
111
EL COLEGIO DE SEGOVIA EN EL
TRIENIO 1625-1628
En el catálogo trienal de Segovia de 1628 se incluye de nuevo
a Carvallo (ARSI, Cast. 15n, fols. 560r-561v), y son muchos ya los
nuevos pobladores de este colegio. Entre los antiguos permane­
cen Maldonado, Navarro, Calderón, Valverde y Sotillo. Han des­
aparecido, por tanto, hombres de la talla de Pimentel, como ya
sabemos, y de Guevara. Carvallo debió acusar este vacío intelec­
tual y humano. Aparece, sin embargo, un hombre que será impor­
tantísimo en la historia de la Compañía, el vallisoletano Antonio
de Escobar, el famoso casuista atacado por Pascal. En este momen­
to tiene 40 años, lleva ya 25 en la Compañía y es profeso. Es pre­
dicador. En el catálogo secreto el nuevo superior Corral ofrece un
devastador informe sobre él. Los rotundos éxitos de Escobar (26)
en años posteriores se encargarían de mostrar la arbitrariedad del
perfil que ofrece ahora Corral: «Tiene buena capacidad y ingenio,
pero poco asiento y juicio, prudencia poquísima y experiencia poca
o ninguna. Hage el ministerio de la predicación con mediana sa­
tisfacción del vulgo, pero con muy poca de la gente culta y docta.
Tiene demasiada inclinación a confesar mujeres y ni a el ni a la
Compa conviene que las confiese. Es poco rendido a sus superio­
res, y si tuviese alguno que no le tirase la rienda podría dar cuydado según su naturaleza inquieta. La virtud es corta y el nada
a proposito para governar» (fol. 598v). Corral suele cebarse en lo
negativo de sus súbditos y abundan los juicios peyorativos. Aho­
ra, a esta luz comparativa, y teniendo en mente la parcialidad de
Corral, se explica el pésimo informe secreto que plasma también
sobre nuestro Carvallo: «Tiene mediana capacidad y a ese paso
es el ingenio y la prudencia. Lee mayores y es profeso antes de
entrar en la Compa y lo hage ahora con satisfacción. El natural es
(26)
Una visión muy positiva de Antonio Escobar y Mendoza (Valladolid, 1589Valladolid, 1669) ofrece Astrain, 5, págs. 89-90. Allí se refiere al éxito de Exam en
y práctica de confesores y penitentes en todas las materias de teología moral, que
contó con muchísimas ediciones. Recoge muchas obras suyas J. S im ó n D í a z , B i­
bliografía de la literatura hispánica, I X (1971), 636-9. Una obra suya muy conoci­
da fuera de España es L iber theologiae Moralis Viginti Quatuor Societatis Jesu
Doctoris Reseratus. Sommervogel, 3 cois., 436-445, ofrece un nutrido elenco de sus
obras. En español escribió un poema heroico sobre San Ignacio y dos poemas he­
roicos sobre la Virgen. Véase Ignacio E l i z a l d e , San Ignacio en la literatura...,
136-43, y del mismo autor, «Aportaciones de los jesuítas a la literatura española.
Ensayo bibliográfico», Varia Bibliographica, Homenaje a José Simón Díaz (Kassel:
Edition Reichenberger, 1988), 243-4.
112
A. PORQUERAS MAYO
bronco, amigo de censurarlo todo y murmurarlo y consiguiente­
mente poco a proposito para que con el se viva en paz, y el de or­
dinario tiene poca con sus compañeros y asi es poco amado donde
quiera que viva. No tiene talento para otro ministerio» (fol 598v).
Es la única vez que he encontrado una visión negativa sobre Car­
vallo, de quien todos los superiores dan siempre buenas referen­
cias y no señalan defectos. Tampoco existe en la correspondencia
romana ninguna delación contra Carvallo de conflictos y los dos
grandes bandos que se producirían en Segovia a raíz de la llega­
da de Corral: los que estaban a favor y los que le criticaban. Car­
vallo debió engrosar, con razón, las filas de los últimos, ya que
los continuos abusos de Corral tenían que chocar al austero y hu­
milde Carvallo. Es curioso notar que cuando el general proponía
a Corral para gobernar a Segovia advertía al provincial en carta
de 16 de febrero de 1625: «Encomiéndele la suavidad con sus sub­
ditos» (fol. 177r). Parece que Corral no podía fácilmente cambiar
su ya proverbial dureza. Y volvió a las andadas.
He aquí unos datos sobre Corral anteriores al trienio que nos
ocupa, es decir, a 1625, ya que, como he explicado; estos catálogos
trienales reflejan la actividad de los tres últimos años previos a
la fecha de envío a Roma. Estos datos emergen en la correspon­
dencia de Vitelleschi (ARSI, Cast. 8, Epist. General, 1613-1622). En
1616 está en Salamanca (fol. 118r). En 1617 llegaría a Segovia (fol.
159r), aunque en 1618 está en Valladolid (fol. 176r). En 1618 es ya
superior de Segovia (fol. 20Ir) y permanece en este cargo hasta
1622, en que se traslada a Salamanca (fol. 352r) y es relevado por
Francisco Pimentel. Ahora en 1625 es Corral el que releva a Pimentel.
¿Cómo es Corral? Ya he aludido varias veces a su arbitrarie­
dad, que pasaré a probar con los datos emanados del abundante
epistolario de Vitelleschi, muy preocupado en este período por el
colegio segoviano. Es sumamente indicativo, y evita comentarios,
el apéndice 12, que puede leer el lector ahora. Por el catálogo pú­
blico trienal de 1628 (fol. 560r) sabemos que Corral es de Talamanca (provincia de Madrid), que tiene 50 años, de salud normal, lle­
va 28 años en la Compañía y es profeso desde 1614. Tiene un gran
relieve intelectual, ya que es maestro en artes y bachiller en cá­
nones. Tiene muchas horas de vuelo en la Compañía. Se nos indi­
ca en el catálogo que ha sido compañero del provincial, rector dos
veces de Segovia y 22 años de experiencia como confesor y predi­
cador. El provincial, que es quien escribe el informe secreto sobre
los superiores, da muy buen informe y sorprende que determine
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
113
su «naturalis complexio suavis et docilis». Alaba su talento para
gobernar y su extraordinaria capacidad para la predicación (fol.
55Ir). Sorprende lo de su talento para gobernar habida cuenta de
los constantes conflictos que se han desarrollado en este colegio
durante el trienio, como veremos, y el lector puede ahora leer de­
tenidamente el apéndice 12. Es verdad que Corral heredó a un per­
sonaje en el colegio muy conflictivo, el padre Valverde, del que
ya había advertido Pimentel en 1625 al general. Ya de entonces
arrancan las tensiones producidas por Valverde que, según Vite­
lleschi en carta de 7 de julio de 1625 (fol. 195), dice que Valverde
tiene demasiada amistad con el obispo y se pasa días enteros en
el obispado. Las cartas de Vitelleschi le muestran muy preocupa­
do por Valverde y, desde un principio, también por Corral por en­
cubrirlo. Culminan en la pintoresca carta de 2 de junio de 1627,
que constituye el varias veces mencionado apéndice 12. Lo que in­
teresa destacar, porque ello explicaría el posiblemente injusto jui­
cio sobre Carvallo, es lo siguiente referido a Corral: «que es muy
parcial en su modo de goviemo, que a los que le lisongean, entre­
tienen y regalan tiene por amigos; y a los que no los persigue...»
(fol. 280r). El 23 de julio de 1627 el general envía una fuerte repri­
menda a Corral (fol. 283v), y siguen durante todo 1627 las cartas
al provincial contra el suprior de Segovia, especialmente una de
12 de octubre: «...hagale dar por ellas [las faltas de Corral] un buen
Capello en el Refectorio con alguna buena penitencia» (fol. 296v).
Sin embargo en 1628 Vitelleschi suaviza un poco su criterio ante
Corral porque se alegra de que en la reciente visita del provincial
a Segovia se haya visto que Corral no tiene tanta culpa, «si bien
tiene mas de la que a VR le dixeron algunos en la visita de dicho
Colegio...» (fol. 326v). Y es en carta de Vitelleschi a Corral de 16
de octubre del mismo 1628 por la que nos enteramos de una carta
de Corral a Vitelleschi del 18 de julio en que le pide que no difie­
ra más el darle sucesor (fol. 335v). En otra carta del general al pro­
vincial del mismo 16 de octubre le dice que pongan por rector de
Segovia a Juan Antonio Velázquez.
Me he detenido en detalles relativos a Corral porque este pe­
ríodo debió ser el más duro que experimentó Carvallo en la Com­
pañía. Y no duró mucho en Segovia. Supongo que hacia 1628, o
no mucho después, se produciría su traslado a Villagarcía de Cam­
pos, porque lo encuentro mencionado allí en una carta de febrero
de 1630, y emerge oficialmente en el catálogo público de 1633 de
Villagarcía (ARSI, Cast., Cat. Trien., 1633-1649, vol. 161, fol. 14r).
Corral siguió en Segovia quejándose a menudo al general del
114
A. PORQUERAS MAYO
nuevo superior. Sin embargo en 1633 fue ascendido de nuevo a su­
perior del colegio de Medina del Campo (Cast. 10, Epist. General,
fol. 119). Y ya no he seguido la pista a este hombre que tanta ma­
nía cogió a Carvallo, salvo que le encuentro de nuevo, casualmen­
te, en una carta al general de marzo de 1635 pidiendo licencia pa­
ra tomar chocolate. El padre Carvallo ya había muerto en Villagarcía de Campos el 2 de febrero de 1635, a los 64 años de edad.
Sus últimos años debieron ser muy agradables en este bello rin­
cón castellano, descrito en el siglo XVIII por otro habitante de este
colegio y noviciado, el padre Isla. El último superior que en Villagarcía emitió un informe sobre nuestro asturiano fue Alfonso
del Caño, otro intelectual de campanillas que pasó después a pro­
vincial. Emitió sobre Carvallo un estupendo informe (27).
Descansen en paz estos jesuítas abnegados, con virtudes y mi­
serias como todos los humanos, que tanto contribuyeron a la edu­
cación y edificación de los españoles en la Edad de Oro. Con estas
minuciosas pesquisas he intentado recrear la atmósfera segoviana en que vivió Carvallo durante más de seis años. Se ofrecen, ade­
más, otros datos curiosos sobre personajes importantes que, co­
mo Francisco Pimentel, todavía esperan una monografía. El te­
soro informativo que existe en Roma, abierto generosamente a
todos los investigadores, ofrece un filón importante para perfi­
lar aspectos desconocidos de la vida española en la época áurea.
APENDICE CON CARTAS DEL PADRE GENERAL
VITELLESCHI
APENDICE 1
[9 de junio de 1623]
Pe Luys de Carvallo
Leon
Regebi la de VR de 30 de margo, en que dige
como por orden del Pe Proval va acabando
la historia Ecclesiastica de las antigüedades
y cosas memorables del Principado de A s­
turias; quando VR la aya acabado, dejela al
dicho Pe Proval, que el la dara a quienes la
revean, y me avisen lo que de ella sintieren
para que tome mi resolución de lo que se a
de hager.
[Cast. 9, Epist. General. 1622-1630, fol. 60v]
(27)
Véase mi «Luis Alfonso de Carvallo... sobre su trayectoria jesuítica.
423, artículo citado en nota 1 de este trabajo.
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
115
APENDICE 2
[9 de junio de 1623]
Pe Melchor de Pedrosa.
Proval Vaiiadolid.
Revean la Historia que
hace el Pe Carvallo.
el P* Luis de Carvallo me escribe que por or-
den de VR va acabando La Historia Ecclesiastica del Principado de Asturias que avia
comengado; despues que la aya acabado ha­
ga VR que la revean personas intelligentes
y prudentes, y adviértales que observen con
cuy dado, si dige en ella cosa que pueda ser
de alguna ofension, y avisenme de todo con
mucha claridad en la gensura que me an de
embiar para que resolvamos lo que se debe
hager.
[Ibidem, fols. 61v-62r]
APENDICE 3
pe Melchor de Pedrosa.
Holgarame que VR ubiera puesto medios effiProval de Castilla.
caces en orden a que el Sor Inquisidor Gene­
ral tuviese por bien, que se acabase de reveer
el Libro del Pe Carballo cerca de los linages
y antigüedades del Principado de Asturias;
no sea que aya en elguna cosa, en que se pue­
da reparar, por la qual padesca despues la
Compa; que aunque el libro no se imprima
en nombre del dicho Pe, sino de un sobrino
suyo; luego se sabra quien es su autor; y el
descuydo, o, falta que el ubiere tenido la pa­
garemos todos. Para prevenir lo que en esto
se puede temer escribo al Pe Florencia, que
hable al Sor Inquisidor General y le supli­
que, que de licencia para que el dicho libro
se revea bien antes de imprimirlo, VR de su
parte ayude a ello en quanto pudiere.
[Ibidem, fol. 114v]
APENDICE 4
[14 de abril de 1625]
Al Provincial Melchor
de Pedrosa.
Historia de Asturias.
Despues de aver visto el parecer délos que
revieron la Historia délas cosas de Asturias
que el Pe Luis Alfonso Carballo a hecho,
jusgo que conviene no se imprima; pero si el
116
A. PORQUERAS MAYO
Sor Inquisidor General hiciese mucha ins­
tancia para que se estampe, y no pudiéramos
escusarlo, VR de tarea que salga en nombre
de algún seglar, y que no se entienda ser su
autor persona déla Compa. Lo mismo escri­
bo también al Pe Proval de Toledo para que
de su parte ayude a ello.
[Ibidem, fol. 182r]
APENDICE 5
[16 de febrero de 1625]
Bien a hecho VR en remitirme con la de 4.
de diciembre un memorial de los puntos to­
cante a los estudios de Latin de esa Prova;
yo los e visto y se encargaran a quien lo a
de remediar. Agradesco mucho a VR el zelo
que tiene de quese alienten mas estos estu­
dios y se tenga mucho cuydado de poner en
ellos Maestros, que tengan la sufficiencia
que se requiere; para que asi salgan los es­
tudiantes bien aprovechados.
[Ibidem, fol. 172v]
Pe Luys de Carvallo.
Segovia.
APENDICE 6
[1624]
pe Ger. Florencia.
El I* Carballo, que esta en la Prova de Castilla a compuesto un libro délos linages y an­
tigüedades del Principado de Asturias, el
qual se estaba reviendo para ver si avia en
el cosa en que poder reparar; pero el Sor In­
quisidor General a dado tanta priesa por el,
que no a dado lugar a que se acabe de reveer,
y asi a obligado al Pe Proval de Castilla a
que se le embie luego, y me dicen que lo ha­
ce imprimir en nombre de un sobrino del di­
cho Pe Carballo. Deseo mucho que VR ha­
ble a su Illustrism8, y le suplique de licen­
cia, que el libro se revea primero; no sea que
aya en el alguna cosa por la qual padesca
despues la Compa, que aunque no se impri­
ma en nombre de ninguno de ella, luego se
sabra quien fue su autor espero que el Sor
Madrid.
«
EL PERIODO SEGO VIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
117
Inquisidor General nos hara esta merged, y
la pondremos como otras muchas, que de su
Illustriss8 emos recibido y recibimos. VR
me avise lo que con esto se hiciere.
[Tolet. 8n, Epist. General, 1621-1628, fol. 216r]
APENDICE 7
[1624]
Huelgome mucho que el Sor Inquisidor General aya dado el libro que a compuesto el
Pe Carballo de los linages y antigüedades
del Principado de Asturias, para que se re­
vea bien. VR diga de mi parte al Pe Proval,
que encargue a los Censores que lo revean
con cuydado; porque es cosa difficultosa es­
cribir historia de linages sin decir cosa, que
ofenda a alguno.
[Ibidem, fol. 249r]
Pe Ger. de Florencia.
Md
[Madrid]
APENDICE 8
[14 de abril de 1625]
He visto la censura délos que revieron el libro del Pe Alonso de Carvallo, y me parece
que no se imprima. Si el Sor Inquisidor Ge­
neral hiciere mucha instancia porque salga
a luz, y no pudiéramos escusamos con su
Illustriss8, VR de traga, que se imprima en
nombre de algún seglar sin que se entienda
ser de persona déla Coma.
[Ibidem, fol. 312v]
A Luis de la Palma.
Proval Madrid.
APENDICE 9
[29 de noviembre de 1621]
Hecho mal en publicar
por Ror al Pe
Pimentei
Muy mal a hecho VR en publicar por Ror de
Segovia al Pe Francis Pimentel, y no se como se a dicho que yo le avia nombrado sien­
do tan ageno de verdad, y aviendo yo escri­
118
A. PORQUERAS MAYO
to en una de 9. de Agosto que no se tratase
de eso. Este caso confirma lo que a mi me
avian avisado, se iba introduciendo en esa
Prova preferir algunos a titulo de Caballe­
ros; de que escrivi a VR seriamente en una
del dicho mes, y no lo dixe por hijos de Ca­
balleros particulares, como alia se entendió,
sino por algunos hijos de señores. A mi me
a causado pena y sentimiento, porque esto
es violentar el buen goviemo y necessitar el
General a que haga lo que no conviene. Por
esta vez yo disimulare, pero prevengo y ad­
vierto a VR que de ninguna manera hago de
hecho, sin esperar el orden que de esa se le
embiara, que si en esto se faltase, me veria
obligado a deshacerlo sin reparar en la no­
ta que se le puede seguir al Proval y Consul­
tores, a los quales dirá de mi parte que no
fue acertado el parecer que en esto dieron,
ni las ragones que tuvieron, eran tales que
obligasen a semejante resolución.
[Cast. 8, Epist. General, 1613-1622, fol. 336r]
APENDICE 10
[27 de diciembre de 1621]
Pe Franco Pimentel
Ror Segovia
Conforme a las grandes obligaciones que la
Compa tenia al Sor Conde de Benavente a si­
do el sentimiento que en ella ha ávido de su
muerte por la mucha merged y favor que en
todas ocasiones nos hagia y a mi en particular
de que estoy muy reconogido, y e procurado
según mi cortedad corresponder a ella applicando en esta ocasion muchas misas por el
anima de su Exa de cuya gran christiandad
y piedad me prometo que estara ya gogando
del premio de sus buenos meregimientos que
es ragon de mucho consuelo para templar el
sentimiento de averie perdido, y aunque es­
te en VR sera mayor que en otros por el affecto natural de hijo, pero con su prudencia
y con la luz de desengaño que Nt0 Sor le a co­
municado sabra moderarlo conformándose
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
119
en todo con la Divina Voluntad. Estando con
resolución de escrivir esta, regebi la de VR
de 19. de octubre en que me avisa como el
Pe Proval le dixo que se encargase del goviemo del Coll0 de Segovia. Confio de la
mucha religión y zelo de VR que asi en lo es­
piritual (que es lo principal) como en lo tem­
poral le a de aumentar ayudando a sus sub­
ditos no solo con sus consejos, sino mucho
mas con su exemplo, que en los Superiores
es el medio mas suave y efficaz para apro­
vechar a los que tienen a su cargo.
[Ibidem, fol. 338r]
APENDICE 11
[18 de abril de 1622]
F* Franc0 Pimentel
Ror Segovia
El amor que a VR e tenido y tengo me obliga a hablarle con toda claridad y Hanega y
asi con ella le digo, que lo que a sospechado
de no aver sido puesto en ese officio por or­
den mió es mucha verdad, y no solo no fue
con orden pero dispuse quando lo supe por
dos ragones. La Ia porque e tenido persua­
sión, que a la Compa le estaba bien, se ocu­
pase VR algunos mas años en exercicio de
letras; la 2a porque aviendo sido avisado de
algunas faltas que en VR se notaban, no obs­
tante que a las mas de ellas y de mas consi­
deración de ninguna manera les e dado cré­
dito, no parecia cosa agertada, ni que yo
cumplia bien con mi consciencia, si durante
la opinion que corria, yo empleaba a VR en
goviemo de otros, mas agora con la satisfac­
ción que e tenido de algunas cosas, y con la
nueva del buen principio que VR a dado a
ese officio, quedo con mucho gusto, que se
emplee en el, y con este embio luego la Pa­
tente al Pe Proval confiado que la satisfac­
ción que VR a comengado a dar ira en mu­
cho aumento con edificación de esas Provas
y consuelo mas grande mió.
[Ibidem, fol. 354r]
120
A. PORQUERAS MAYO
APENDICE 12
[12 de junio de 1627]
Acerca del Ror
Segovia y del
Pe Val verde
Aunque estoy esperando que VR me de quenta de la visita del Coll° de Segovia, y me avi­
se de las faltas, que en el a hallado, y del mo­
do en que las a remediado; no puedo dexar
de decir a VR algo délo mucho que varias per­
sonas dignas de crédito me avisan. De el Pe
Fan00 Corral me escriben, que es muy parcial
en su modo de goviemo, que a los que lisongean, entretienen y regalan tiene por amigos,
y a estos dexa proceder como quieren; y alos
que no, los persigue; el verano pasado dio a
beber con nieve todo el verano al Coll°, y
mandándole VR que no lo hiciera no basto,
trahe un manto de paño de a cinquenta y quatro reales la vara, que aunque le costo menos,
pero el mercader que se lo vendió affirma que
por amistad le perdono lo demas, y es muy
amigo de su comodidad y regalo en confirma­
ción de lo qual me refieren, que a un Herma­
no que se embriaga a menudo, porque le sir­
ve, y acude con cuydado en sus achaques, le
tiene en officio de enfermero sabiendo que el
dicho officio le es ocasion de faltar mas ve­
ces en este vicio. Ya VR sabra lo que el dicho
Pe Corral hizo con un Collegial de Salaman­
ca llamado Don Juan Maldonado, que según
dicen es deudo suyo y vino a Segovia a opponerse a un Canonicato, no lo refiero porque
suppongo como cosa cierta que VR la sabe
muy bien, pues es tan publico en la Prova
que quatro, o, cinco me lo escriben de varias
partes, y todos convienen en la sustancia y estan escandalizados de que un superior de la
Compa y otro, o otros que le ayudaron a ello
ayan hecho una cosa tan contra Justicia y ragon, están desedificados en el dicho Coll° de
lo que permite al Pe Al° de Valverde, el qual
se levanta quando quiere; no le visitan a oracion; muchas vezes de la cama se va inmedia­
tamente a.decir missa, no acude a confessar,
EL PERIODO SEGOVIANO (1622-1628) DE LUIS ALFONSO DE CARVALLO
121
ni casi haze ocupacion ninguna, sino irse los
dias enteros a pasar tiempo a Casa del Sor
obispo, sin ser su confessor, ni examinador,
ni hacer otra cosa que parlar con los pages;
esta eximido del orden de las missas, y algu­
nos dias no la dice; tiene un Hermano que
ayuda de su aposento y un criado de fuera,
que le trahe cosas de comer, y lo demas, que
a menester. Ya VR sabe lo que el P® Corral
higo con el Pe Andrés de Palencia, y la ocasion de quexa y sentimiento que le a dado. Es­
pero que VR me informe de todo lo dicho y
juntamente me avise su parecer, para que yo
vea y determine lo que convendrá hacer con
los P^ Franco de Corral y Alfonso de Valverde; que no es ragon se dexen pasar seme­
jantes excessos sin la debida corrección.
[Ibidem, fol. 280r-v]
EL DESARROLLO DE LA ESPECIALIZACION EN
LA ACTIVIDAD MARITIMO-MERCANTIL EN EL
PRINCIPADO DE ASTURIAS: COMERCIANTES Y
NAVIEROS, 1800-1850
D a n ie l P e r ib Añ e z C a v e d a
LOS PRECEDENTES EN LA SEGUNDA MITAD
DEL SIGLO XVIII
Si el comercio propiamente dicho no desempeñó en las socie­
dades preindustriales la función que desempeña hoy en la asig­
nación de recursos, se debió a que en el Antiguo Régimen la dis­
tribución de rentas estaba íntimamente relacionada con la pro­
ducción agrícola y con la apropiación de una parte de lo producido,
al ser consecuencia directa de la acumulación de diezmos, censos
señoriales, rentas de la tierra y tributos pagados en especie. Sin
olvidar, además, que la producción dependía de las formas de pro­
piedad de la tierra y de las técnicas.
En el Principado de Asturias, ya desde el siglo XVII con la in­
troducción del cultivo del maíz, el sistema de explotación de la
tierra tomó la forma de «caserías», es decir, unidades de produc­
ción completas que comprendían prácticamente todos los elemen­
tos necesarios para la actividad agrícola y, por tanto, para obte­
ner todo lo imprescindible para la subsistencia sin apenas necesi­
dad de recurrir al mercado. Este modelo, generalmente sometido
a un régimen de arrendamiento e imbricado en un hábitat rural
disperso, impuso a los «llevadores» —dadas las pésimas comuni­
caciones interiores y con el exterior— unas condiciones de aisla­
miento y autosuficiencia muy por encima de la mayor parte de
las regiones españolas.
124
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
El sistema de tenencia de la tierra y de organización de la pro­
ducción impidió a los labradores asturianos —una vez consumi­
do lo necesario para la subsistencia y pagadas las rentas de la
tierra— obtener excedentes comercializables. Sólo los propieta­
rios del suelo podían acumular y vender la parte de la producción
agrícola detraída en forma de derechos cobrados en especie.
Sin embargo, en la Asturias de la segunda mitad del siglo XVIII
se detecta cómo al grupo social formado por la nobleza, hidalguía
y alto clero, tradicional detentador de la propiedad del suelo, va
a unirse una nueva clase de propietarios cuyas fortunas y patri­
monios se habían ido forjando fundamentalmente en el comercio
marítimo y en los negocios indianos. La Desamortización de tiem­
pos de Carlos IV será uno de los momentos clave del ascenso de
los comerciantes al restringido grupo de los propietarios del sue­
lo, pues desviaron la mayor parte de sus beneficios hacia los sec­
tores que proporcionaban rentas fijas: la compra de tierras y la
inversión mobiliaria (1).
Nos estamos refiriendo a los comerciantes mayoristas, cuyas
operaciones mercantiles representaban el 50 por ciento del con­
junto regional, y se concentraban entre Oviedo, Avilés y Gijón.
En esta villa, cuyo puerto concentrará más del 70 por ciento del
tráfico marítimo regional a partir del Reglamento de 1778, el Gre­
mio de Comerciantes estaba formado por los mayoristas Francis­
co Rodríguez, Thoribio Pérez de la Sala, Pablo Plá, Baltasar Ace­
bal y «otros comerciantes de lonja cerrada», además de algunos
mercaderes destacados como Francisco Toral, Thoribio Junque­
ra Huergo, Manuel Sánchez Cifuentes y Manuel Zarracina Llanos,
entre los más importantes, que tenían «lonja y tienda abierta»,
además de fletar y armar navios propios y ajenos para comerciar
con Europa y América. Estos mayoristas redistribuían las mate­
rias primas importadas y las manufacturas y frutos adquiridos
a los campesinos locales entre los comerciantes con tienda abier­
ta y los revendedores. Pensemos que en la Asturias del último ter­
cio del siglo XVIII se conjugaban en un mismo oficio la produc­
ción y la venta, pues la artesanía rústica servía de avituallamiento
local y muy pocas profesiones alcanzaban una proyección exterior.
A l no haber exportación de productos propios hubo pocas posibi(1)
Tengamos en cuenta que la concentración del comercio marítimo del Prin­
cipado de Asturias en el puerto de Gijón, a partir del Reglam ento de 1778, había
hecho crecer el plano de la villa, y la inversión en inmuebles se había vuelto ren­
table ante la creciente proliferación de los alquileres urbanos con rentas en me­
tálico.
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
125
lidades de acumulación de capitales a partir de los negocios ma­
rítimos. Así, salvo el carbón y la madera —cuasi monopolizados
por la demanda pública—, el mayor volumen del tráfico portua­
rio se debió al comercio de reexportación y reexpedición.
Podemos acercamos a algunos de los principales protagonis­
tas del comercio marítimo y al tipo de operaciones mercantiles
que efectuaban a través de la información que proporcionan las
escrituras notariales de la segunda mitad del siglo XVIII. Y de­
bemos indicar, en primer lugar, que la específica función del puer­
to de Gijón como puerto redistribuidor marcará en cierta medida
la estructura esencial de las operaciones de estos agentes. El co­
mercio de reexportación y reexpedición —el de mayor importan­
cia en esta villa portuaria— imponía una gran diversificación en
las mercancías negociables. Algunos de ellos no sólo comerciali­
zaban productos de su propia cosecha, sino que también se encar­
gaban de controlar y comprar las de los pequeños cosecheros (en
el caso de las avellanas, nueces y castañas), trayéndolas a este
puerto, desde donde eran redistribuidos; aunque también comer­
cializaban productos no agrarios.
De hecho, la diversidad de operaciones relacionadas con el co­
mercio marítimo era efectuada por el reducido grupo de comer­
ciantes mayoristas, que además solían concentrar en sus manos
los cargos relacionados con la administración y los arrendamien­
tos de abastos públicos, a la par de monopolizar los asientos de
la demanda pública de madera y carbón. Los había que ejercían
como vicecónsules de naciones extranjeras y otros eran simples
factores de las casas comerciales de Inglaterra, Francia y Holan­
da, que se limitaban a servir de testaferros de estas compañías,
exportando las mercancías que éstas contrataban a cambio de un
porcentaje sobre el valor de lo exportado, actuando, por tanto, co­
mo simples comisionistas.
Veamos algunos ejemplos: Pedro Condres Argüelles, adminis­
trador de la Renta del Millón de Pescados de Gijón, fue el mayor
comprador de bacalao procedente de Terranova durante los años
1753 y 1754, a la vez que se encargaba de tener preparados fletes
ds retomo para los barcos ingleses que arribaban con su carga en
el otoño (2). Cipriano Díaz Valdés fue, desde el año 1751, uno de
los mayores exportadores de avellana con destino a Holanda, y
su hermano Agustín, que además era vicecónsul de Francia en Gi(2)
A.H.P.O.: Notarios: Jácome Sánchez Cifuentes. Legj° 1948. Años 1753-1754.
Y José Antonio Sánchez Cifuentes. Legaj° 1942. Año 1757.
126
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
jón, comerciaba con Inglaterra y Holanda (3). Eduardo Kelly, vi­
cecónsul británico, compraba cosechas de avellana que enviaba
a Inglaterra junto con nueces y castañas, mientras que Juan Bau­
tista González, cónsul de Portugal, era asentista de madera y car­
bones, además de arrendatario de los abastos públicos de Gijón
y Noreña (4).
Otros aparecen en la documentación como simples almacenis­
tas que obtenían beneficios del alquiler de sus locales, como ha­
cía en Gijón Juan Bautista Gomales (5), y hay elementos que par­
ticipan como simples prestamistas para un determinado viaje, co­
mo Tomás Rodríguez Gallinar y Joseph López Carracedo, ambos
de Gijón, que efectuaban préstamos «a riesgo de quilla y codas­
te» para viajes de cabotaje cantábrico a un interés que oscilaba
entre un 8 por ciento para las rutas que se dirigían hacia el País
Vasco y un 10 por ciento para las que llevaban hacia Galicia (6).
Entre 1754 y 1779 el comerciante gijonés Thoribio Junquera
Huergo monopolizaba y organizaba los fletes por cuenta del Prin­
cipado, especializándose en el cabotaje cantábrico de subsisten­
cia, para cubrir las periódicas escaseces que asolaban la región,
y Francisco Lanza Trelles, también dedicado al cabotaje cantábri­
co, efectuaba operaciones de compra-venta de naves (7).
La redistribución y reexpedición de productos y mercancías ha­
cia el interior de Castilla constituía una parte importantísima de
las operaciones de estos agentes mercantiles. Así, el comerciante
gijonés Francisco Rodríguez trae de La Habana cargamentos de
azúcar y cacao que redistribuye hasta lugares insospechados del
interior peninsular y cuya ruta podemos seguir a través de las
«protestas de letras», en las que el citado negociante señala, el 28
de noviembre de 1787, que Juan Martínez Pérez, del comercio de
Daimiel (Ciudad Real), le estaba debiendo 19.736 reales de una par­
tida de cacao ytazúcar que le vendiera; y otro comerciante de la
misma plaza, Bernardo de la Guerra Alonso, le debía 16.675 r.v.
Procedentes del azúcar enviado. Asimismo, Francisco Pérez Vi(3) A.H.P.O.: Notarios: Gregorio Menéndez Valdés. Legj° 1958. Año 1757. Y
Pedro García Jove Llanos. Legj° 1974. Año 1773.
(4) A.H.P.O.: Notarios: José Suárez Llanos. Legj° 1988. Año 1788. Y Agustín
Alonso Viado. Legj° 1982. Año 1793.
(5) A.H.P.O.: Notario: Joaquín Alonso Viado. Legj° 1980. Año 1779.
(6) A.H.P.O.: Notarios: Gregorio Menéndez Valdés. Legj° 1956-1961. Años 1750
y 1769. Y Femando Cifuentes. Legj° 1968-1969. Años 1764-1765.
(7) A.H.P.O.: Notarios: Gregorio Menéndez Valdés. Legj° 1958-1959. Años 1757
v 1771. Y José Suárez Llanos. Legj° 1984. Año 1779.
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
127
llamil, del comercio de Astorga, le estaba debiendo 38.091 reales
de diferentes remesas de azúcares (8).
También había personas que sólo intervenían como simples apo­
derados, efectuando transacciones por cuenta de comerciantes de
otras plazas, como el gijonés Francisco González Barredo, que lo
era de Joaquín Méndez Barreiro, comerciante de Oviedo (9). Y es
que los mayoristas de la capital del Principado estaban muy inte­
resados en las operaciones marítimo-comerciales efectuadas des­
de el puerto de Gijón. Así, Pablo Ramos del Valle lo mismo recibe
azúcar procedente de Amsterdam que envía avellanas a Rotterdam
y Londres (10); Antonio López Dóriga, que comercia con La Haba­
na, interesándose en el azúcar y en el cacao, o trae maíz de Balti­
more (11); y Josehp Díaz Valdés, que comercia con Londres, y el
2 de marzo de 1790 forma compañía con los comerciantes gijoneses
Francisco Toral y Basilio Carrandi (12).
Compañías como la anterior surgen y desaparecen con cada via­
je o expedición. Son compañías coyunturales que, por regla gene­
ral, durante la segunda mitad del siglo XVIII tenían un año de
duración, aunque en la última década del siglo surgen algunas de
consideración, como la que forman Joseph Suárez Zarracina, ve­
cino de Luanco, quien construye un bergantín de nombre el «Pa­
triarca San Joseph», por valor de 124.000 reales, y constituye una
compañía para la navegación comercial con los negociantes gijo­
neses Francisco Alvargonzález y Joseph Cifuentes Prada, que
aportan entre los dos 124.000 reales, quedando configurada con un
capital social de 248.000 reales de vellón (13).
Estas compañías se ceñían al terreno puramente comercial, y
pocas veces eran instrumento de otras actividades emparentadas,
como el armamento naval o los seguros marítimos, y casi ningu­
na propiciaba actividades industriales. Las características gene­
rales que las homologaban con las que proliferaban en todas las
costas españolas eran: su duración limitada, la modestia del ca­
pital social, el corto número de socios en cada una de ellas y la
existencia de lazos familiares o de amistad entre los partícipes.
Precisamente las compañías familiares eran las de más larga per(8) A.H.P.O.: Notario: José Suárez Llanos. Legj° 1988. Años 1787 y 1789.
(9) A.H.P.O.: Notario: Gregorio Fernández. Legj0 200. Año 1791.
(10) A.H.P.O.: Notarios: Pedro García Jove Llanos. Legj° 1974. Año 1773. Y
José Suárez Llanos. Legj° 1985. Años 1780-1783 y 1786.
(11) A.H.P.O.: Notario: Agustín Díaz Cifuentes. Legj° 1975. Año 1772.
(12) A.H.P.O.: Notario: José Suárez Llanos. Legj° 1989. Año 1790.
(13) A.H.P.O.: Notario: José Suárez Llanos. Legj° 1990. Año 1791.
128
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
vivencia, como la que forman Thoribio, Mateo, Ramón y Francis­
co Rodríguez, para realizar todo tipo de operaciones de comercio
de redistribución y reexportación, que en 1798 aparece ya consti­
tuida con la razón social «Thoribio Rodríguez y Cía.» (14).
En realidad, son mayoristas que no pueden ser considerados
navieros, término excesivo para calificar a aquel que poseía un
barco, o tan sólo una parte de un barco. Nadie arriesgaba mucho
en un sólo negocio. Se repartían las inversiones en pequeñas par­
tidas para compensar las frecuentes pérdidas de alguna de las ope­
raciones mercantiles: hundimientos, corsarios, pérdidas de carga,
etc. No es tanto la falta de dinero, al decir de Menéndez Valdés,
pues «la moneda que circula en una villa tan pequeña es de una
suma prodigiosa, pero incomparable con la que se atesora» (15),
pues es más fácil vivir de su fondo capital sin querer arriesgarlo.
En síntesis, el Principado de Asturias fue incapaz en la segun­
da mitad del siglo XVIII de sistematizar un modelo de organiza­
ción comercial. No había comerciantes especializados, no había
armadores capaces de nuclear capitales para la inversión naval,
faltaba capacitación en las tripulaciones para los viajes transo­
ceánicos. La desidia de las autoridades regionales, siempre em­
barcadas en disputas localistas, impidió organizar un comercio ba­
sado en la redistribución a gran escala —al igual que hizo el puer­
to de Bilbao— de mercancías llegadas por mar hacia Castilla y a
la inversa. El solo hecho de haber tenido una mínima red de fac­
tores asturianos que organizasen y canalizasen la demanda de las
principales plazas de León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia hubiera intensificado el comercio de tal forma que podría
haber posibilitado la construcción de una flota comercial astu­
riana.
Nadie, con la honrosa excepción de Jovellanos (16), vio posibi­
lidades en la inversión naval para dedicarse a rentabilizarla en
(14) A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2029. Año
1798.
(15) M e n é n d e z V a l d é s , Gregorio: Gixa Moderna, II. Gijón, 1977, p. 112.
(16) «Los extranjeros vienen todos los años a nuestros puertos a comprar va­
rios frutos que necesitan, y esta que parece a muchos una gran ventaja, es una pér­
dida real para nosotros. Porque, ¿cuánto mayor será nuestra utilidad si llevamos
nuestros frutos en nuestras naves? Entonces sobre el valor de los mismos frutos
volvería a Asturias todo el valor de los fletes y conducciones, que pagaría necesa­
riamente el extranjero, así como lo paga al presente a los que vienen a hacer este
tráfico». J o v e l l a n o s : «Discurso dirigido a la Real Sociedad de Amigos del País
de Asturias, sobre los medios de promover la felicidad de aquel Principado». En
Obras publicadas e inéditas. B.A.E., L. T. II. Madrid, 1898, p. 451.
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
129
el juego de los fletes y contratas. Los comerciantes no se arries­
gaban, y se conformaban con monopolizar los abastos públicos de
subsistencias, así como los asientos de madera y carbón con des­
tino a los arsenales de la Armada, de los que obtenían pingües be­
neficios, que lejos de ser reinvertidos en el sector comercial o in­
dustrial de una forma productiva y generadora de empleo, eran
desviados en su mayor parte hacia la compra de tierras o a la cons­
trucción de casonas o palacios, a imitación de las grandes fami­
lias señoriales.
Asturias había permanecido muchos siglos cerrada sobre sí
misma. El largo camino desde la economía de subsistencia hasta
la economía monetaria estaba por recorrer. Veamos una parte de
ese recorrido.
UN PRIMER CUARTO DE SIGLO DE CRISIS
Y ESTANCAMIENTO COMERCIAL
En los primeros años del siglo X IX la actividad comercial de
los puertos asturianos seguirá discurriendo por las pautas mar­
cadas en las últimas décadas de la centuria anterior —comercio
de tránsito y reexportación—, aunque con la salvedad de que el
cabotaje carbonero había disminuido drásticamente a partir del
año 1802, cuando el Estado decidió el cierre de las explotaciones
de Langreo y el abandono de las instalaciones de la empresa del
Nalón. Además, los débiles vínculos comerciales que habían lo­
grado establecer con el exterior los mercaderes asturianos en el
último tercio del siglo XVIII quedaron rotos tras las malas cose­
chas y las crisis de los primeros años del siglo X IX . A ellas se vi­
no a sumar la ocupación de la región por las tropas francesas, cu­
yo abastecimiento recayó sobre los pueblos, dejando a la maltre­
cha economía regional sin la posibilidad de producir excedentes
y con nula capacidad de compra. Posteriormente, la situación pa­
ra la navegación se hizo crítica, al imponer los ingleses en 1812
el bloqueo naval de todos los puertos cantábricos ocupados por
las tropas francesas. En esta situación el cabotaje quedó bajo mí­
nimos, y las expediciones a Indias, que en la década final del si­
glo XVIII había llegado a cuatro por año, se interrumpieron casi
por completo, pues los mayoristas no estaban dispuestos a arries­
garse en operaciones marítimo-mercantiles en tiempo de guerra
e inseguridad en los mares.
No obstante, y pese a la crisis, hubo algún comerciante enri­
quecido en operaciones ligadas al tráfico marítimo que se aven­
130
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
turó a invertir parte de sus ganancias en actividades industria­
les. El ejemplo más significativo es el del gijonés Joseph Alvarez
Jove, que el 21 de marzo de 1802 «tiene determinado y pactado tra­
to de compañía para dar principio a una fábrica de loza», junto
con el también gijonés Alonso de Acebal (17). Dicha fábrica fun­
cionó con la razón social «Joseph Alvarez Jove y Compañía», y re­
portó a sus dueños unos nada desdeñables beneficios para los tiem­
pos que corrían, pues las rentas industriales percibidas por el ti­
tular de la razón social ascendieron en el año 1810 a la cantidad
de 13.000 reales de vellón (18). Es de suponer, además, que la ma­
yor parte de la producción de loza estaba destinada a mercados
exteriores, pues un año después de su creación, el 17 de marzo de
1803, «Joseph Alvarez Jove y Compañía» aparece formando otra
compañía para la navegación, poniendo fondos «por quintas par­
tes», junto con Francisco Antonio Toral, Joseph García Ravanal,
Francisco Cifuentes y «Viuda de Junquera e Hijos», todos ellos
del comercio de Gijón, «para proporcionar una expedición a La
Guaira» en el barco «San Antonio» (19). Con algunas vicisitudes
y cambios en algunos de los socios esta compañía pervive para
otros viajes a América: en octubre de 1806, para una expedición
a La Guaira, tras haber entrado como socio Pedro de Zulaybar,
quien adquiere la mitad de la propiedad del barco, justo cuando
Joseph Alvarez Jove vende su cuarta parte en él (20). Sin embar­
go, en el año 1810 se nos aparece formando otra nueva compañía
con el barco «La Unión», del que es propietario «por cuartas par­
tes», junto con Pedro de Zulaybar, Antonio García Rendueles y
«Viuda de Junquera e Hijos», para realizar expediciones a Mon­
tevideo (21)
En suma, Joseph Alvarez Jove basa el éxito de sus operacio­
nes mercantiles en la diversificación: formando compañías, dedi­
cándose al comercio de distribución y reexportación, obteniendo
ganancias —2.500 r.v. por pasaje— del transporte de pasajeros a
(17) A.H.P.O.: Notario: José Cañal. Legj° 2047. Folio 15. Año 1802.
(18) A.M.G.: «Amillaramiento copiado a la letra del formado por los señores
Domingo de la Uría, presbítero; don Francisco de Tineo, don Juan Bautista Díaz,
don Pedro Nolasco Menéndez y el Licd0 Juan Díaz Laviada, en el año de 1810».
Expedientes, I V (Ms. 36 folios).
(19) A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2047. Folio
45. Año 1803.
(20) A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2031. Folio
1. Año 1805. Y folio 171. Año 1806.
(21) A.H.P.O.: Notario: Gregorio Fernández. Legj° 2012. Folio 25. Año 1807.
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
131
América en sus barcos, o efectuando operaciones de fianza (22).
Sin olvidar que se nos presenta como protagonista de uno de los
contados ejemplos regionales, de las primeras décadas del siglo
X IX , en que los beneficios obtenidos mediante el comercio marí­
timo dan lugar a actividades industriales.
Sin embargo, la realidad era que el comercio marítimo reali­
zado a través del puerto de Gijón durante el primer cuarto del si­
glo X I X había disminuido con respecto a los niveles alcanzados
en las últimas décadas de la centuria anterior. Los componentes
de las citadas compañías se repartían la mayor parte de las ope­
raciones mercantiles. Algunos, como Ramón y Antonio Toral, des­
tacan como fletadores de barcos propios y ajenos. Otros, como An­
tonio García Rendueles, parecen especializarse, entre los años 1809
y 1825, en el comercio de importación y distribución de aguardien­
tes (23). Desde el año 1810 irrumpe con fuerza en el comercio al
por mayor y de distribución gijonés Pedro de Zulaybar, partici­
pando en la formación de casi todas las compañías que se consti­
tuyen y, a partir de 1813, como consignatario de las casas comer­
ciales del interior castellano, fundamentlmente de los señores
«González e Hijos», del comercio de Soria, para la exportación de
lanas a Bristol, a la consignación de «Jeremías Hill e Hijos» (24).
Si Gijón, que concentraba la mayor parte del tráfico portua­
rio regional, atravesaba por momentos difíciles, en Avilés, la se­
gunda villa portuaria del Principado, la situación se volvió críti­
ca tras la ocupación francesa. Así, el comercio marítimo se limi­
taba a la «exportación de obras de alfar para el reino de Galicia»,
procedentes de la fábrica de Miranda, y «algunos miles de quin­
tales de carbón, habichuelas y jamones», mientras que la ruina
del tradicional sector de los hilos y lienzos sólo permitía expor­
tar algunas partidas hacia Bilbao. Lo único que siguió teniendo
(22) A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj° 2041. Fo­
lios 623 y 647. Año 1821.
(23) El 7 de marzo de 1809 fleta el quechemarín vasco «San Carlos» para traer
aguardiente de Reus y Málaga, pagando por el flete de ida y vuelta 34.000 reales.
El 11 de abril de 1815 trae de Bilbao 474 vergas de aguardiente, una parte de las
cuales son enviadas a Londres el 27 de septiembre del mismo año. El 14 de mayo
de 1825 trae de Salou 20 pipas y 20 medias de aguardiente. Aunque también puede
aparecer comprando 700 barriles de raba para cebo que han llegado al puerto pro­
cedentes de Noruega. A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez LLanos del Camino. Legj°
2031. Folio 19. Legj° 2043. Folios 158 y 685. Legj° 2043. Folio 265. Legj° 2041. Folio
336.
(24) A.H.P.O.: Antonio Suárez LLanos del Camino. Legj° 2033. Folio 115. Año
1813.
132
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
relativa importancia fue el ramo de la calderería del cobre, que
se exportaba en iguales partes hacia Galicia y Castilla, con dos
martinetes funcionando en Villalegre «en los que se funden al año
30.000 libras», y por tanto ligados a mercados exteriores ante las
necesarias importaciones de cobre bruto y cobre viejo. El resto de
las importaciones se limitaban a algunos productos imposibles de
producir en el concejo, como «ollas de fierro colado y güadañas,
así como las imprescindibles partidas de azúcar, bacalao, vinos,
aceites y aguardientes» de que se surtían los pueblos del interior.
Hasta el otrora boyante sector pesquero, representado por el Gre­
mio de Mareantes de Sabugo, está ahora tan descapitalizado que
«en el día apenas sostiene a las familias que a ello se dedican»,
pues sólo cuenta con una docena de pequeñas lanchas y botes pa­
ra faenar (25).
En la zona oriental del Principado de Asturias, tras la guerra,
el comercio se redujo a las mínimas subsistencias. Sus caracterís­
ticas pueden quedar reflejadas a través de la correspondencia co­
mercial (26) que sostuvieron, entre 1814 y 1818, el mercader de Llanes Blas de Posada Castillo y el comerciante de Santander Ramón
López Dóriga, quien en carta de 8 de noviembre de 1814 informa
de los precios corrientes de los géneros coloniales y algunos bie­
nes básicos en aquella plaza:
PRECIO/UNIDAD
MERCANCIAS
Cacao de Caracas....
Cacao de Guayaquil
Azúcar blanco..........
Azúcar quebrada ....
Arroz ........................
Velas de se b o ...........
Vino de Málaga......
13 Vt
5 l/í
96
86
40
4
80
r.v./libra y a 14 lo mejor
r.v./libra
r.v./libra
r.v./libra
r.v./libra y a 30 lo viejo
r.v./libra en cajas de 88 a 100
r.v./cántara, en barriles de 1, 2, 3 y 4 cántaras
En base a esta lista de precios, el día 30 de diciembre el comer­
ciante santanderino atiende el pedido de Blas de Posada, y carga
géneros en el barco «La Christina» con destino al puerto de Ribadesella. pnviando el siguiente estadillo:
(25) A.M. A.: «Estadísticas del concejo. Año 1813». Estadísticas siglo X I X (Ca­
jas 1-5).
(26) A.H.P.O.: Fondos del archivo Posada Herrera. Legj° 61, núm. 8. Comer­
cio. Santander, 1814-1818. Ramón López Dóriga también mantiene relaciones mer­
cantiles con el comerciante gijonés Antonio Díaz Argüelles, de quien es provee­
dor habitual de cacao (A.H.P.O.: Notario: Antonio Suárez Llanos del Camino. Legj°
2021. Año 1806.
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
133
Por 4 barriles de 1 cántara y uno de 2 cántaras de vino a 80
r.v./cántara ........................................................................... .......480 r.v.
Por 4 libras de arroz Carolina a 40 r.v ./lib ra ............................... 160 »
Por un quintal de bacalao comprado a los señores «Aguirre Her­
manos» .......................................................................................... 280 *
Por carga de 131 toneladas brutas (23 tons. tara) y 108 tonela­
das netas velas sevo a 5 r.v.................................................. .......540 *
Por derechos del bacalao y velas de sevo según oja y guía ...
52 » 1 2 mr.
Por un saco para el arroz forro para vacas y llevar a bordo doce.
22
TOTAL....................................
1.534 r.v. 12 mr.
Una carta remitida por Ramón López Dóriga, con fecha 11 de
febrero de 1815, nos informa de las repercusiones que están tenien­
do los levantamientos independentistas americanos sobre el co­
mercio santanderino, pues ante la insurgencia de Caracas, escri­
be: «Nadie en la ciudad de Santander tiene cacao de Caracas sino
la casa de Vial que compró días pasados 400 quintales que trajo
una goletilla de Puertorrico a 15 r.v. libra y bende a 17 V2 r.v. seis
quintales. Le tomaré uno para V.M.». Efectivamente, se lo envía
el 25 de febrero en el barco «La Christina».
Por su parte, Blas de Posada Castillo atendía y cubría la de­
manda del comerciante santanderino, cuyos pedidos eran de pie­
dra caliza, cal y tierra para ladrillos y tejas. Se trataba, pues, de
un cabotaje en el que se aseguraban los retornos, para reducir los
costos de cada viaje rentabilizando al máximo los fletes.
En el otro extremo de la región las villas costeras del occiden­
te realizaban el pequeño cabotaje de subsitencias hacia Galicia,
limitándose el comercio exterior a las importaciones de lino del
Báltico, de las que dependía la industria doméstica rural de los
concejos occidentales, y al abastecimiento de materias primas para
las ferrerías locales.
LA DINAMIZACION DEL TRAFICO PORTUARIO Y LOS
PROTAGONISTAS HUMANOS DEL COMERCIO EN EL
SEGUNDO CUARTO DEL SIGLO X IX
Aunque algunos mayoristas gijoneses no pudieron salvar la cri­
sis comercial primer cuarto del siglo X IX (27), hay signos de que
la situación general estaba mejorando, al menos desde el punto
(27)
Es el caso del comerciante gijonés Julián Rodríguez, hijo de Mateo Ro­
dríguez, de la razón social «Mateo y Ramón Antonio Rodríguez», ligada al tráfico
marítimo desde el último tercio del siglo XVIII. Fallecido su padre en 1815, Ju­
lián y su hermano Francisco Javier continuaron con la sociedad, pero la crisis ge-
134
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
de vista del tráfico portuario, bajo el impulso de la Ley de Minas
de 1825 y de las sucesivas reformas arancelarias que impulsarían
la reapertura de las explotaciones de Langreo a partir de los años
treinta, con el consiguiente aumento de las salidas de carbón por
el puerto de Gijón y también por el de Avilés, una vez que se pu­
sieron en explotación los filones de Amao, ambas ligadas a la de­
manda del foco industrial del sureste peninsular.
El carreteo y embarque de carbones dinamizó la vida portua­
ria de la dársena gijonesa, dando ocupación y jornales a un nú­
mero creciente de personas, a la par que el comercio de cabotaje
recuperaba los niveles anteriores gracias a las medidas proteccio­
nistas adoptadas por los hombres del Trienio Constitucional. A
estos factores se vino a sumar la finalización de los trabajos de
la carretera Gijón-León, que tras 50 años de obras siempre inte­
rrumpidas por falta de fondos, quedó preparada en todo su tra­
yecto para el tráfico rodado a partir del año 1832, con el consi­
guiente impulso de los intercambios comerciales entre la región
asturiana y Castilla, y la revitalización de Gijón como puerto ex­
portador y redistribuidor.
El auge experimentado por las operaciones de compra-venta
de naves y la vitalización producida en la construcción naval pa­
recen indicadores claros de que se ha producido un incremento en
el volumen de mercancías movidas por dicho puerto. El aumento
de la demanda de transportes marítimos provoca que, desde la ter­
cera década del siglo X IX , nos encontremos a los principales ma­
yoristas gijoneses protagonizando el 90 por ciento de las transac­
ciones de compra-venta de barcos de segunda mano, que en con­
junto ascendieron a la cifra de 575.976 r.v. para el segundo cuarto
del siglo X IX , frente a los 279.980 r.v. que aquéllas supusieron du­
rante la segunda mitad del siglo anterior, con la particularidad
de que entonces el 70 por ciento de las transacciones fueron pro­
tagonizadas por capitales vascos (28).
neral del comercio marítimo y la mala gestión del negocio condujeron a la sus­
pensión de pagos, nombrándose administradores de sus bienes en beneficio de sus
acreedores a Marcos Antonio de la Infiesta y Femando Alvarez Buylia (A.H.P.O.:
Notario: Benito Rodríguez Llamas. Escritura de 10 de noviembre de 1828. Y Es­
cuela Universitaria de Estudios Empresariales de Gijón. Seminario «Gonzalo Anes»
de Historia Económica. «Documentación del comerciante gijonés Julián Rodríguez».
Libro M ayor. Año 1828.
(28) A.H.P.O.: Protocolos notariales del partido judicial de Gijón, 1750-1850.
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
135
Asimismo, la vitalización de la construcción naval parece ra­
tificar que el aumento del tráfico de mercancías empezaba a ha­
cer rentable este tipo de inversión. Desde los tímidos comienzos,
en los años finales de la ocupación francesa —cuando se constru­
yen los bergantines «La Constitución» y «La Paz», de 90 tonela­
das, en los años 1812 y 1814, respectivamente—, se va a producir
un salto en la actividad de los astilleros bajo el impulso del car­
bón y la finalización de la carretera de Castilla, pues entre los años
1836 y 1850 la incompleta documentación disponible (29) propor­
ciona datos de que se construyeron en Asturias 28 naves de comer­
cio, importante si se tiene en cuenta que no había precedentes. Se
trata, en la mayoría de los casos, de barcos de entre 50 y 100 tone­
ladas, bien ajustados a las condiciones reales de la infraestructu­
ra portuaria de Gijón, aunque también se construyen naves ma­
yores de más de 300 toneladas, como la corbeta «Villa de Gijón»
o la fragata «Casilda», primeros pasos en la creación de una in­
dustria naval técnicamente capaz. Así parece probarlo la apari­
ción de la figura del perito constructor, que va a ir desplazando
al carpintero de rivera, dados los problemas técnicos que estos
grandes barcos presentaban. Gijón va a concentrar la mayor acti­
vidad, pues 20 de los 28 encargos pertenecen a comerciantes gijo­
neses, aunque dadas las carencias en su infraestructura no puede
atender más que el 50 por ciento de los pedidos de esos años, por
lo que otros astilleros, como el de Luanco o La Linera (Castropol),
aparecen como subsidiarios del de Gijón.
Algunos de los comerciantes mayoristas de Gijón que invier­
ten en construcción naval son descendientes de aquellos que, co­
mo Cifuentes, Toral, Jove y otros, habían sentado las tímidas ba­
ses de un comercio organizado durante el último tercio del siglo
XVIII. A ellos se unen otros nuevos que, animados por la reacti­
vación producida en el tráfico marítimo al calor de la reapertura
de las explotaciones mineras, arriesgan en el sector naval y en el
negocio marítimo sumas que permiten empezar a considerarlos
como navieros propiamente dichos.
La documentación disponible (30) permite una aproximación
al carácter de las operaciones e inversiones mercantiles de algu(29) A.C.M.G.: Registro de buques. «Primera lista de embarcaciones». Año 1858.
Folios 1-101.
(30) A.H.P.O.: Notarios del partido judicial de Gijón, 1825-1850. A.C.M.G.: Re­
gistro de buques. Lista 1.a y 2.a. Años 1830-1860. Y Escuela U. Estudios Empresa­
riales de Gijón. Seminario «Gonzalo Anes» de Historia Económica. Documenta­
ción empresarial del siglo X I X .
136
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
nos de los principales comerciantes-navieros, dedicando una es­
pecial atención a dos muy significativos: Ladislao Zulaybar y Má­
ximo Toral.
LADISLAO ZU LAYBAR Y CIFUENTES
Hijo de Pedro Zulaybar y Vicenta Cifuentes, era propietario,
a la muerte de su madre, de la goleta «Eusebia», de 42 toneladas,
valorada en 70.000 reales, y de la goleta «Ana María», de 108 tone­
ladas, valorada en 140.000 reales; además, poseía la sexta parte
(26.000 reales) de la goleta «Favorita», de 70 toneladas. Contaba
con almacén en Gijón y realizaba todo tipo de operaciones de
importación-exportación. Lo mismo importaba estiércol para tie­
rra de Marsella que traía jabón de Málaga, a la par de actuar co­
mo prestamista y fiador en múltiples fletes por cuenta ajena (31).
Desde los años cuarenta aparece formando parte como socio
fundador en compañías industriales como la Sociedad Minera Gijonesa, que se constituye en Gijón el 19'de septiembre de 1843, con
un capital social de 500.000 reales, con el fin de explotar los filo­
nes de carbón hallados en Peón (Villaviciosa), para sacarlo a los
puertos de embarque (32), y asimismo, el 1 de octubre de 1844 par­
ticipa con 10.000 reales en la formación de la Compañía Mercan­
til Anónima «Esperanza», que, con un capital de 300.000 reales,
se formaba para «facilitarse (los socios) una participación en la
empresa que se forma en esta villa para la instalación de una fá­
brica de vidriería» (33).
Ladislao Zulaybar fallece el 6 de abril de 1880. El inventario
de bienes que escrituran en diciembre de 1882 su mujer, Ana Ma­
ría Díaz Cifuentes, y sus hijas, Adela, Filomena, María Dolores
y María del Carmen, permite conocer hacia dónde ha ido canali­
zando e invirtiendo los capitales acumulados en el comercio ma­
rítimo (34):
(31) A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legj° 2114. Folio 169. Año 1843.
Legj° 2115. Folio 206. Áño 1845. Legj° 2117. Folio 148. Año 1848. Legj° 2118. Años
1849-1850.
(32) A.H.P.O.: Notario: Ramón de Caso Rodríguez. Legj° 2129. Folios 193-200.
Año 1843.
(33) La Sociedad de los vidrieros se constituye en Gijón el 5 de noviembre de
1844 con la razón social de Fábrica de Vidrios «La Industria» y con un capital so­
cial de 300.000 reales (A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legj° 2114. Fo­
lios 411 y 471. Año 1884).
(34) A.C.N.O.: Notario: Evaristo de Prendes. «Escritura de inventario de bie­
nes de Ladislao Zulaybar. Diciembre 1882».
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
137
INVENTARIO DE BIENES DE LADISLAO ZU LAYBAR
(AÑO 1882)
VALORES Y PARTICIPACIONES
Títulos Deuda interior 3%, nominal 1.214.000 rs., cotizados a 16,30%.
Títulos Deuda exterior 3%, nominal 24.000 reales, cotizados a 17,40%.
Participación en la Soc. «Cifuentes Pola y Cía.*..........................
Participación en la Sociedad de Vapores la Gijonesa (Melitón Gon­
zález y C ía.).................................................................................
Acciones de la Cía. del F.C. de Langreo.......................................
197.880 rs.
4.188 »
107.200 »
18.280 »
948 »
MUEBLES Y AJUAR DE C A S A ...................................................
12.884 »
BERGANTIN GOLETA «LOLA», de 89 t........................................
80.000 »
FINCAS en llevanza en los concejos de Gijón (Somió y Cabueñes),
Villaviciosa e Infiesto................................................................
353.096 »
INMUEBLES
Casa sita en c/ Instituto, 48 bajo y pral.........................................
Huerta contigua a esta casa............................................................
Casa sita en c/ Instituto, 40, con patio, 284 m2 (espalda calle Begoña).............................................................................................
Casa sita en Travesía de Jovellanos, 9, de dos pisos y bajo, 135 m2.
Casa sita en c/ Teatro, 6, de 261 m2 ...............................................
Casa sita en c / S. Juan Bautista, 12, de bajo y pral. 128 m2 ......
Casa-Almacén sita en c/ Vuelta, 17, 175 m2 ..................................
Casa-Homo sita en c/ Remedios, 7, bajo, 62 m2 ...........................
Casa sita en c/ Agua (Oviedo), con huerta, 341 m2 .......................
216.824 »
31.548 »
CREDITO HIPOTECARIO a cargo de Juan Pantiga Alvarez.....
40.000 »
VALOR TOTAL DE LOS BIENES..................
1.436.232 rs.
64.132
55.664
122.468
35.928
29.368
33.724
32.100
»
»
»
»
»
»
»
MAXIMO TORAL Y VALDES
Los Toral son una saga de comerciantes gijoneses cuyas ope­
raciones mercantiles arrancan del último tercio del siglo XVIII,
cuando Francisco Toral efectuaba todo tipo de transacciones re­
lacionadas con el comercio marítimo. Sus hijos, Francisco y Ra­
món Antonio, lograron sobrellevar la grave crisis del primer cuar­
to del siglo X IX . Muerto Ramón Antonio, su viuda constituyó el
1 de julio de 1838 una compañía comercial en comandita, bajo la
razón social «Viuda e Hijos de Toral», de la que formaban parte
los hermanos Florentina, León y Máximo, junto con Eugenia Sahagún Toral y su marido Manuel García Rivero.
Como tal compañía funcionó hasta que el 30 de junio de 1844,
muerta la viuda de Toral, Eugenia de Valdés Busto, sus compo­
138
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
nentes hacen inventario para disolverla, con liquidación y repar­
tición del haber social disponible a partes iguales. Sin embargo,
Máximo Toral, que era quien en realidad había llevado los nego­
cios de la sociedad familiar desde la muerte de su padre, decide
«seguir ejerciendo el comercio en su propio nombre y por su pro­
pia cuenta», y acuerda pagar a cada uno de los socios la suma de
capital que ha correspondido en la partición, por lo que aquéllos
deciden traspasarle la propiedad de la razón social y todos los
muebles e inmuebles y efectos de comercio existentes como pro­
pios de la sociedad disuelta. Entre ellos se destacan la cuarta par­
te de un almacén carbonero, sito en Valdesoto, y los siguientes bu­
ques: bergantín «San León», por entero; Bergantín «La Paz», por
mitad; quechemarín «San Ramón y Animas», por entero, y quechemarín «José María», la cuarta parte.
Con sus barcos, y fletando barcos ajenos, se dedicará, sobre to­
do, al cabotaje peninsular y al comercio de distribución a gran es­
cala (35).
Otros comerciantes gijoneses tienen también una destacada ac­
tividad por su participación en el negocio marítimo-mercantil co­
mo mayoristas y propietarios de buques. Así, Frutos García Rendueles era propietario de la goleta «Sombra», de 50 toneladas, va­
lorada en 80.000 reales, y participaba en la propiedad de otros
buques: goleta «Favorita», de 70 toneladas, 1/6 parte (26.000 rea­
les); bergantín «Tres Hermanos», de 140 toneladas, 3/4 partes (65.000
reales), y de 1/3 de la fragata «Casilda», de 302 toneladas y valora­
da en 409.998 rerales, otro de cuyos propietarios, el avilesino Lu­
ciano García Barbón, residente en La Habana, empleaba este bu­
que en el tráfico ultramarino (36). También Pantaleón Morán La­
vandera, propietario del quechemarín «Coruñesa», de 19 toneladas,
valorado en 15.000 reales, además de la goleta «Cuatro Hermanos»,
de 60 toneladas y tasada en 40.000 reales, aparece ligado al tráfico
de cabotaje y al comercio de distribución hacia León y Castilla (37).
O Antonio Ruiz Gómez, propietario del bergantín «El Julián» y es­
pecializado durante los años cuarenta del siglo X IX en el tráfico
ultramarino de azúcar y aguardiente de caña procedentes de La Ha­
bana (38).
(35) A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legj° 2114. Folio 419. Año 1844.
Legj° 2119. Folio 516. Año 1850.
(36) A.C.M.G.: Registro de buques. Lista 1.a y 2.a. Años 1837-1850.
(37) A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legj° 2115. Folio 206. Año 1845
(El 26 de junio envía 26 sacos de arroz procedentes de Málaga a la consignación
de Fabián Alvarez Quiñones, del comercio de León).
(38) A.H.P.O.: Notario: Timoteo García Baones. Legji 2115. Folio 236. Año 1844.
Legj° 2116. Folio 189. Año 1847.
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
139
En resumen, estos grandes mayoristas gijoneses, poseedores
de lonjas, armadores de buques y que han realizado una inversión
superior a 1.500.000 reales en construcción naval entre los años
1836-1850 para dedicarse sobre todo al tráfico de importación-ex­
portación, pueden empezar a ser considerados como verdaderos
comerciantes-navieros. Además, destaca el hecho de que casi to­
dos ellos canalizan los beneficios obtenidos en el comercio hacia
inversiones industriales, pues aparecen formando parte como so­
cios de todas las compañías industriales y mineras que, como la
fábrica de vidrios «La Industria» o la «Sociedad Minera Gijonesa», van proliferando en el Gijón de mediados de siglo.
En Avilés, la segunda villa portuaria de cierta importancia del
Principado de Asturias, la actividad de los comerciantes mayo­
ristas ligada al tráfico marítimo giraba en tomo a los martinetes
del cobre. En el año 1839 el tráfico de cobre viejo y nuevo se ele­
vaba a más de 100.000 libras, por un valor de 276.000 reales. El
martinete de Solís, cuyo propietario era Pantaleón Carreño, pro­
ducía una utilidad bruta de 39.000 reales procedentes de las 13.000
libras trabajadas. El de Vidriero, cuyos propietarios eran, por ter­
ceras partes, Pantaleón Carreño, Ramona Valdés y Adriano Troncoso, trabajaba 47.727 libras de cobre, que produjeron una utili­
dad bruta de 128.281 reales en el año 1839. La importancia de es­
tos tres fabricantes-comerciantes viene dada por el hecho de que
concentraban el 70 por ciento de todas las ventas de cobre viejo
de primera mano, a la par de participar en el armamento de bu­
ques para el tráfico de importación.
La documentación disponible (39) permite conocer la distribu­
ción de los tratantes de Avilés según la modalidad de los géneros
traficados y sus utilidades netas para el primer semestre de 1839.
El Cuadro I muestra cómo el tráfico de cobre, guadañas y potes
proporcionaba la mitad de las utilidades:
(39)
A.M.A.: Estadísticas. Siglo X IX . Legajo «Estadísticas-Guerra», 27 de agos­
to de 1839.
140
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
CUADRO I
MERCANCIAS, TRATANTES Y SUS UTILIDADES EN AVILES,
PRIMER SEMESTRE DE 1839
N.°
TIPOS
1.—Cobre, potes, hierro, guadañas .
2.—Hierro, clavazón, herrajes.......
3.—Patroneo («Varios»)...................
4.—Granos .......................................
5.—Comestibles ...............................
6 —Vino, sidra, aguardiente...........
7.—Grano, tocino, carne.................
8 —Pesca, salazón............................
9 —T ex til..........................................
10 —Curtidos.....................................
11 —Loza, a lfa r.................................
12 —Saín, jabón, aceite....................
13 —O tros...........................................
UTILIDADES (Rs.)
% S/T
44
9
13
18
12
9
27
15
38
1
13
4
19
99.009
3.361
15.934
8.356
5.736
3.361
12.922
6.053
9.760
12.000
2.095
6.801
2.801
51,2
1,8
8,8
4,6
3,2
1,8
7,1
3,3
5,4
6,6
1,1
3,5
1,6
222
181.692
100,0
También se puede conocer la distribución de los establecimien­
tos de comercio o tiendas clasificados por grupos de cuotas y por
especialidades, según sus utilidades, como muestran los Cuadros
II y III:
CUADRO II
UTILIDADES DE LOS COMERCIOS POR GRUPOS DE CUOTAS
% S/T
GRUPO
N.°
UTILIDADES (Rs.)
100 - 500
500 - 1.000
1.000 - 5.000
Más de 5.000
131
11
15
12
17.925
7.020
33.958
93.360
11,8
4,6
22,3
61,3
169
152.263
100,0
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
141
CUADRO III
AVILES. COMERCIOS POR ESPECIALIDADES
TIPO
Lonjas ................................................
Botica y droguería............................
Alimentación ....................................
Tabernas y posadas ..........................
Lienzos y telares...............................
Del aire o toldillos............................
De géneros variados.........................
Sin especificar..................................
N.°
UTILIDADES (Rs.)
% S/T
11
1
68
24
20
7
5
20
79.800
16.000
14.349
9.616
26.380
1.550
2.100
2.858
52,3
10,5
9,4
6,3
17,3
1,0
1,4
1,8
156
152.653
100,0
Más de la mitad de las utilidades eran proporcionadas por las
lonjas de comercio al por mayor. La relación nominal de sus pro­
pietarios es como sigue: 1.—Ramona Valdés. 2.—Teodoro Bemaldo de Quirós. 3.—Lencio de Zaldúa. 4.—Manuel Arias Carvajal.
5.—Gesino Suárez y José María Suárez Pumarino. 6—Bernardo Gu­
tiérrez y Lorenzo Fernández. 7.—Juan Antonio Gutiérrez. 8.—José
García San Miguel, Francisca Pumariega, Ignacio Martínez, Mar­
celino Rodríguez y José Suárez Cosejo. 9.—Manuel Suárez Inclán.-10.—Manuel Fernández Arenas. 11.—Benito del Castillo (pro­
pietario de la única lonja al por mayor de curtidos y también de
la única botica y droguería).
La importancia de los principales comerciantes y los géneros
por ellos comerciados queda reflejada en el Cuadro IV, en donde
se observa cómo unos pocos mayoristas monopolizaban el tráfico
de cobre, potes, hierro y guadañas, así como el de subsistencias
y géneros ultramarinos. Estos mayoristas y otros comerciantes co­
mo Ignacio García, Narciso Menéndez, Rufino Arias Carvajal, José
Fernández Pérez, Pedro Martínez Arcos, etc., tenían participacio­
nes en la propiedad de uno o más barcos, y organizaban operacio­
nes conjuntas ligadas, por lo general, al tráfico de cabotaje, pues
la flota de Avilés en 1839 estaba compuesta por barcos de peque­
ño tonelaje (entre 20 y 30 toneladas), con excepción del bergantín
«Ricarda», de 190 toneladas, y, por tanto, sólo estaba capacitada
para una navegación de corto radio en donde primaban las sub­
sistencias y las manufacturas de cobre y hierro.
142
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
CUADRO IV
GENEROS COMERCIADOS Y PRINCIPALES COMERCIANTES. AVILES, 1839
M ERCAN CIA
CAN TIDA D
N .° DE
COMERCIANTES
PR IN C IPA LES
COM ERCIANTES
Pantaleón Carreño, Ramona Valdés* y Adriano T ro n co so ......
Pantaleón Carreño. J. M.* Fer-
C obre nu evo ........................
82.576 libras
27
C obre v i e j o ...........................
19.163
>
20
C obre en c a ld e r o s ...............
Latón o fr u s le r a .................
5.224
2.711
»
»
2
20
Francisco R o d r íg u e z ................
José Rodríguez V illam il, Narci­
so Menéndez, Juan Cuervo
7
N icolás G onzález P o l a ............
F rancisco G arcía B a r b ó n .......
T e od oro B. de Q uirós, L eoncio
Zaldúa*, Manuel y José R o­
dríguez V il l a m i l ....................
Juan C uervo A r a n g o ...............
Teodoro B em ald o de Quirós* ..
T. B. de Quirós, Leoncio Zaldúa
y José F rancisco L ó p e z .......
M anuel Suárez I n c lá n * ...........
A n to n io Bernardo, P a b lo Mar-
H i e r r o .....................................
A lam bre, hierro ela borad o
M a iz ........................................
1.166 quintales
3.447 libras
27.619 fanegas
—
T r i g o .......................................
A zúcar ...................................
C a c a o ......................................
1.270
»
5.006 arrobas
34.504 libras
—
13
11
C h o c o la te ...............................
L ie n z o s ..................................
11.646
7
22
S a i n ........................................
Guadañas .............................
1.575 arrobas
18.766 unidades
»
-
11
Ram ona V a ld é s ..........................
Juan Cuervo A rango, José Suá­
rez Cosejo*, Narciso Menéndez
% S /T
57
39,1
69,6
55,2
57,8
72,6
42
68,1
41
68,1
37,9
39,5
39,8
46,6
FUENTE: A .N .A . E stadísticas. S iglo X I X . A viles, 1839, ob. cit. 'T ie n e n lonja.
ALGUNAS CONCLUSIONES SOBRE LA ACTIVIDAD
COMERCIAL EN ASTURIAS
Aunque, como hemos visto, los grandes distribuidores alcan­
cen el mayor índice de negocio, el grueso de la actividad comer­
cial en el Principado de Asturias durante la primera mitad del si­
glo X I X corresponde a los minoristas y a las pequeñas tiendas y
tabernas. Así lo confirman las investigaciones realizadas por Joa­
quín Ocampo a partir de los datos que proporciona la Contribu­
ción Industrial y de Comercio (40), que permiten una aproxima­
ción a las cifras de población ocupada en el sector comercial y la
importancia económica de esta actividad. Con el fin de que la ac­
ción fiscal no recayese únicamente sobre la agricultura —frutos
civiles—, la Instrucción de 22 de noviembre de 1825 ordenaba la
(40)
A.G.A.: Sección Hacienda. «Subsidio Industrial y de Comercio» (1831-1840):
7033, 7094, 7106, 7107. O c a m p o S u A r e z - V a l d é s , Joaquín: La economía asturiana
al final del Antiguo Régimen. Las manufacturas, 1750-1850. Oviedo, 1987. Conse­
jería de Educación. Principado de Asturias. Págs. 97-110.
EL. DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
143
formación de Matrículas de Comercio e Industria clasificadas por
Tarifas en que los diversos sectores de actividad quedaban com­
prendidos. Las Cortes de 18 de marzo y 1 de abril de 1835 renova­
rían estas tarifas conforme a los siguientes criterios:
Tarifa 1.a—Comprendía dezmeros, contratistas de la Real Hacien­
da y empresarios de minas con más de 30 jornaleros.
Tarifa 2.a—Comerciantes al por mayor, exportación e importa­
ción, especuladores de granos, arrendadores de por­
tazgos y agentes de cambio.
Tarifa 3.a—Englobaba, fundamentalmente, molinos harineros.
Tarifa 4.a—Comercio por menor, artesanos y otras profesiones.
Los datos de la recaudación de 1839, efectuada conforme a es­
tas tarifas, permite conocer que lo recaudado en 46 de los 57 mu­
nicipios asturianos asciende a la cifra de 195.045 reales, y que el
80 por ciento de esta recaudación procedía de las tarifas 3.a y 4.a.
Esta última comprendía el 48,5 por ciento del total, lo cual con­
firma la importancia del comercio al por menor, a la que venimos
aludiendo.
Los valores medios mensuales de la recaudación de la Con­
tribución Industrial y de Comercio por partidos judiciales para
1835-1839, que muestra el Cuadro V, pone de manifiesto que un
tercio de lo recaudado correspondía a los tres núcleos cabecera de
partido que tradicionalmente concentraban las funciones admi­
nistrativas, comercial, manufacturera y urbana más importantes
del Principado. Además, con la terminación de la carretera de Cas­
tilla y el trazado de la carretera carbonera (que enlazará Sama de
Langreo con el puerto de Gijón) los valles mineros quedarán co­
nectados con las dos salidas portuarias centrales, por lo que si su­
mamos a la recaudación de Oviedo, Gijón y Avilés, los porcenta­
jes de Mieres y Pola de Siero, los cinco partidos absorberían la
mitad de toda la recaudación. Por otra parte, la importancia de
Luarca y Castropol, en el extremo occidental, viene dada de que
ponían en relación las actividades pesqueras, portuarias y comer­
ciales de las villas costeras con las actividades artesanales y ga­
naderas de los pueblos del interior.
Los datos de la Contribución Industrial y de Comercio para
1845-1855 ponen de relieve el predominio de las actividades comer­
ciales e industriales, de escasa entidad económica. Por ello, As­
turias entre las 45 provincias españolas ocupaba los puestos 25,
30 y 32 en los años 1845, 1850 y 1855, respectivamente, en cuanto
a las cantidades con que contribuía. Esta situación se proyecta so-
144
DANIEL PERIBAÑEZ CAVEDA
CUADRO V
CONTRIBUCION INDUSTRIAL Y DE COMERCIO
VALORES MEDIOS MENSUALES DE LA RECAUDACION (1835-1839)
% S/T
PARTIDOS JUDICIALES
UTILIDADES (Rs.)
Oviedo ..................................
G ijó n .....................................
Castropol ..............................
Avilés ...................................
Pola de S iero.......................
Luarca...................................
Mieres ...................................
Llanes ...................................
Villaviciosa...........................
Infiesto .................................
G rado....................................
Cangas del Narcea...............
San Esteban..........................
Salas .....................................
Teverga .................................
Sama de Langreo.................
T in eo.....................................
Cangas de O n ís....................
Ribadesella...........................
34.486
20.822
20.728
20.502
18.776
18.760
13.287
11.243
10.657
9.937
9.850
6.985
6.046
6.243
6.157
5.776
5.206
4.096
2.965
14,83
4,96
8,92
8,82
8,07
8,07
5,71
4,83
4,58
4,27
4,24
3,00
2,60
2,68
2,65
2,48
2,24
1,76
1,29
232.782
100,00
bre la Contribución Industrial y de Comercio del año 1863, cuyos
datos ponen de manifiesto que a mediados del siglo X I X todavía
no se había quebrado la tendencia secular al autoconsumo en el
sector agrario asturiano, por lo que la capacidad de demanda pro­
tagonizada por el campo era mínima.
El aumento de la población y la consiguiente elevación de las
rentas reducía los excedentes potenciales a comercializarse. Esto
explicaría —aparte de las ocultaciones— el escaso número de con­
tribuyentes por el concepto de comercio, en donde más de la mi­
tad de los 2.961 activos de esta sección están representados por
las tiendas y mercaderes ambulantes dedicados al tráfico de pro­
ductos agrarios.
Sin embargo, el sector comercial de distribución (los mayoris­
tas), junto al extrarregional, es, con menos efectivos, el que alcan­
za mayores índices de negocio, si se tiene en cuenta el «ratio» cuo­
tas/contribuyentes, y vendría a constituir el grupo de capitalis-
EL DESARROLLO MARITIMO-MERCANTIL EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS
145
tas, frente al comercio local a pequeña escala. Entre ellos, el grupo
de navieros gijoneses a los que hemos aludido en el presente tra­
bajo desempeñaban el papel más destacado.
ABREVIATURAS UTILIZADAS EN LAS REFERENCIAS
DOCUMENTALES
A.G .A.
: Archivo
nares).
A.C.M.G.: Archivo
A .C .N .O .: Archivo
A.H .P .O .: Archivo
A.M .A. : Archivo
A.M.G. : Archivo
General de la Administración (Alcalá de He­
de la Comandancia de Marina de Gijón.
del Colegio Notarial de Oviedo.
Histórico Provincial de Oviedo.
Municipal de Avilés.
Municipal de Gijón.
CRUCE ENTRE «LO DE ANTES» Y «LO DE AHORA»
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
A d o l f o G a r c Ia M a r t í n e z
La Antropología Cultural ha puesto de manifiesto en reitera­
das ocasiones que toda cultura posee un núcleo constituido por una
serie de formas de vida que le confieren identidad y existencia
más o menos propia, y diferenciada frente a las demás y, asimis­
mo, ha demostrado que cuando una determinada cultura se des­
poja o es despojada de esas formas de vida perece o se transfor­
ma. Ese proceso de transformación —aculturación, suelen decir
los antropólogos (1)— es muy complejo y su ritmo no suele ser el
(1 )
L a A n t r o p o lo g ía C u ltu r a l u t iliz a e l t é r m in o
aculturación p a r a
r e fe r ir s e a
a q u e llo s fe n ó m e n o s q u e s e o r ig in a n c u a n d o d o s g r u p o s d e in d iv id u o s q u e tie n e n
c u ltu r a s d is tin ta s se p o n e n e n c o n ta c to , p r o v o c á n d o s e c a m b io s en lo s p a tr o n e s c u l­
tu r a le s o r ig in a le s d e u n o d e lo s g r u p o s o e n lo s d e a m b o s . A e s te r e s p e c t o p u e d e n
c o n s u lta r s e a lg u n o s t r a b a jo s d e c a r á c te r t e ó r ic o :
f ie l d ,
J.
J. A l c i n a
F r a n c h , “ D ifu s ió n c o ­
Perspecti­
vas de la antropología española, A k a l E d i t o r , M a d r i d , 1978, p á g s . 85-112; A . D u p p r o n t , L’acculturazione. Per un nuevo rapporto tra ricerca storica e scienze umane, E i n a u d i , T o r i n o , 1966; H . G. B a r n e t t , “ A c c u l t u r a t i o n : A n E x p l o r a t o r y
F o r m u l a t i o n ” , e n American Anthropologist, v o l . 56, 1954, p á g s . 973-1.002; R . R e d -
m o a c u ltu r a c ió n e n a r q u e o lo g ía ” , en
P o n s , D . T u r b ó n y o t r o s ( e d .) ,
R . L in t o n y M . H e r s k o v it s , “ M e m o r á n d u m f o r t h e S t u d y o f a c c u l t u r a ­
t io n “ , en
American Anthropologist,
v o l.
38, 1936, p á g s . 149-152.
La
aculturación
e s u n p r o c e s o c o m p le jo y n o “ u n e v e n t o a is la d o ” , q u e p r e s u p o n e c o m o e le m e n to s
la difusión y la asimilación, a l a v e z q u e f o r m a p a r t e d e u n
el cambio cultural. D e s d e e s t e p l a n t e a m i e n t o s e
d e l i m i t a y s e c o m p r e n d e l a n a t u r a l e z a d e la difusión, e s d e c i r , s e t r a t a d e u n a s ­
p e c t o p a r c i a l d e la aculturación y del cambio cultural. E x i s t e n a b u n d a n t e s t r a b a ­
c o n s t itu tiv o s b á s ic o s
fe n ó m e n o m á s c o m p le jo q u e es
jo s a n t r o p o ló g ic o s d e c a r á c te r t e ó r ic o -p r á c tic o s o b r e e l p r o c e s o d e a c u ltu r a c ió n d e
g r u p o s h u m a n o s c o n c r e t o s . V e r a m o d o d e e je m p lo lo s s ig u ie n te s : R . F . M u r p h y
148
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
mismo en todos los niveles de la cultura (2), poniéndose de mani­
fiesto que en el seno de la misma existe una periferia que es más
sensible al cambio, y un núcleo más resistente, originándose un
choque entre la cultura positiva o periferia y la cultura inercial
o núcleo (3), choque que puede prolongarse entre el hacia afuera
(periferia, que tiende al cambio) y el hacia dentro (núcleo, tradi­
ción que tiende a mantener su identidad) (4). Esta situación pue­
de terminar en el aislamiento, en un mero cambio periférico, en
la desaparición o en la formación de una nueva cultura. En cual­
quier caso, a lo largo del proceso puede suceder que muchas pau­
tas o formas de vida pervivan a modo de reliquias lexicalizadas
o “ survivals” en las márgenes de las nuevas pautas, una vez que
ya han perdido prácticamente sus funciones originales. Pero tam­
bién suele suceder con frecuencia que exista una discrepancia en­
tre los planes o proyectos de cambio, tanto endógenos como exógenos (proyectos de tipo emic), y sus conductas reales (de tipo etic),
como de hecho ha ocurrido y sigue ocurriendo en las comunida­
des rurales de Asturias, lo que dificulta la puesta en práctica y
la consolidación de cualquier proyecto de innovación seria y pro­
funda. Pero también puede suceder lo contrario, es decir, que se
adopten nuevas formas de vida que discrepan de los planes o es­
tructuras emic vigentes, lo que determina, en muchos casos, un
fracaso de esas innovaciones, como también ocurre en las comu­
nidades rurales asturianas de hoy. Este hecho muestra el peso que
tienen las estructuras socio-mentales dentro de una cultura.
Pues bien, la cultura rural tradicional asturiana está inmersa
en un proceso de aculturación desde hace más de dos décadas. A
lo largo de estos años y por causas muy diversas, la cultura rural
y J. H . S t e w a r d , “ C a u ch e ro s y t r a m p e r o s : d o s p r o c e s o s p a r a le lo s d e a c u ltu r a ­
Antropología económica. Estudios etnográficos,
tobas argentinos. Ar­
monía y disonancia en una sociedad, S i g l o X X I , M é x i c o , 1 9 79; C . E s t e v a , “ P a r a
u n a t e o r í a d e l a a c u l t u r a c i ó n e n e l A l t o A r a g ó n ” , e n Ethnica, n ú m . 2 , B a r c e l o n a ,
c i ó n ” , e n J . R . L l o b e r a (ed.)>
A n a g r m a , B a r c e l o n a , 1 9 81, p á g s . 2 0 1 -2 2 9 ; E . S . M i l l e r , L o s
1 9 7 1 , p á g s . 7 -7 5 ; A . G a r c í a M a r t í n e z , “ L a f a m i l i a r u r a l a s t u r i a n a ” , e n V a r i o s ,
Folklore, S i l e r i o C a ñ a d a E d i t o r , G i j ó n , 19 88, p á g s . 1 8 1-21 8.
(2) Cfr. G . F o s t e r , Tzintzuntzant. Los campesinos mexicanos en un mundo
en cambio, F.C.E., México, 1972, págs. 243 y ss.; E. L A B R O U SS E y Otros, Las estruc­
turas y los hombres, Ariel, Barcelona, 1969, págs. 103 y ss.
(3) C f r . D. S c h n a p p e r , “ Modernidad y aculturaciones a propósito de los tra­
bajadores emigrantes” , en T. Todorov y Otros, Cruce de culturas y mestizaje cul­
tural, Júcar Universidad, Barcelona, 1988, págs. 173-205; A. C a r d í n , Tientos et­
nológicos, Júcar Universidad, Barcelona, 1988, págs. 234 y ss.
(4 ) C f r . R . R e d f i e l d , El mundo primitivo y sus transformaciones, F .C .E ., M é ­
x i c o , 1 9 7 3 , p á g s . 50 -51 y ss.
149
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
asturiana ha entrado en un proceso de cambio que comenzó trans­
formando su periferia y que a un ritmo más o menos acelerado,
según las zonas (5), ha ido afectando con mayor o menor intensi­
dad a los diversos componentes de su núcleo, originándose conse­
cuentemente una pérdida gradual de su identidad en consonan­
cia con la desaparición parcial o total de esos componentes, lo
que motivó, entre otros hechos, una recesión cada vez más drásti­
ca de los núcleos de población rural, a la vez que los restantes se
encuentran en plena lucha por alcanzar una nueva identidad cul­
tural sobre la base de una periferia casi por completo transfor­
mada —hábitat, organización técnica del espacio, vivienda y cons­
trucciones anexas, formas económicas y mecanización, sistemas
de comunicación, etc.— y un núcleo en el que pugnan abundantes
detritus del anterior y aquellos elementos nuevos que se intenta
consolidar, en un contexto de difícil y duro enfrentamiento entre
lo de antes y lo de ahora.
Desde esta perspectiva que acabo de esbozar y operando con
el concepto de cultura propio de la Antropología Cultural, es de­
cir, la cultura entendida como un todo organizado que articula di­
ferentes niveles que aglutinan las variables tecnoecológicas y tecnoeconómicas, demográficas, organizacionales, lingüísticas y las
representaciones mentales, pretendo recorrer, a través del análi­
sis del fenómeno del «pan de casa», una forma de vida hoy prácti­
camente desaparecida y que era uno de esos componentes básicos
del núcleo de la cultura rural tradicional asturiana, para poner
de manifiesto los diferentes niveles de la misma y su trabazón a
través de esta forma de vida, desde la periferia hasta el núcleo.
Terminaré con unas cuantas pinceladas que tratan de poner de ma­
nifiesto la crisis de la cultura rural asturiana y la difícil situación
de muchas comunidades rurales asturianas actuales que necesi­
tan urgentemente encontrar una sólida identidad cultural en ese
cruce de formas de vida en que se encuentran inmersas, las que
perviven de la cultura tradicional y aquellas que llegan del exte­
rior cada vez con más fuerza y en mayor número.
(5 )
Adolfo
G a r c ía M a r t ín e z ,
“ La familia rural asturiana” ,
op.
cit.
150
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
I.—EL PROCESO DEL «PAN DE CASA». UN FENOMENO
QUE CONFORMA Y ANIMA LA CULTURA RURAL
TRADICIONAL ASTURIANA (*)
Quiero evitar en este momento polemizar sobre si es correcto
hablar de una cultura rural asturiana con identidad propia o no,
seguramente sí y seguramente no (6), pues muchas de las formas
de vida que caracterizan a esta cultura se encuentran también en
otras comunidades rurales de España, de Europa y hasta del área
mediterránea, a la vez que existen múltiples variantes de carác­
ter formal y funcional. Para solventar con un mínimo de rigor es­
ta cuestión serían necesarios muchos más estudios microetnográficos y microsociales de los que actualmente existen, y aún así,
nos encontramos precisamente ante una de las deficiencias y uno
de los riesgos que implica el uso del método comparativo (7), cuan­
(*) El material de campo para este estudio ha sido recogido en la zona occidental
de Asturias y particularmente en el concejo de Tineo. Por esto la expresión «pan
de casa» se refiere especialmente al trigo, si bien es verdad que también se hacía
«pan» de centeno y en algunos casos de maíz. En otras zonas de la Asturias occi­
dental el «pan de casa» era la escanda que, con ciertas diferencias relativas a la
recolección y a la extracción del grano, por lo demás el proceso, la importancia
económica y las implicaciones sociales y simbólicas eran similares a las del trigo.
Quiero agradecer, por otra parte, la abnegada y paciente colaboración que me han
prestado las gentes de las parroquias de Zardaín, Santa Eulalia de Miño, Collada,
Navelgas, Naraval, San Fructuoso, Rellanos, Muñalén y Santiago de Cerredo fa­
cilitándome gran cantidad de datos. Sin la colaboración de estas personas, a las
que siento no poder citar nominalmente porque sería una lista interminable, no
sería posible este trabajo. Quiero agradecer también la colaboración de José Car­
los Riaño Isidro, autor de los dibujos que aparecen en este trabajo.
(6) C f r . R. V a l d é s d e l T o r o , “ Sobre Asturias y la cultura asturiana” , en V a ­
rios, Etnografía, Silverio Cañada Editor, Gijón, 1988, págs. 313-328; R. G o n z á l e z
Q u e v e d o , “ La cultura asturiana” , Lletres Asturianes, núm. 38, Oviedo, 1990,
págs. 117-134.
(7) La Antropología Cultural utilizó desde sus mismos orígenes, en mayor o
menor medida, el método comparativo, un procedimiento también empleado por
gran número de ciencias. Sin embargo, en el caso concreto de la Antropología Cul­
tural, los antropólogos no coinciden en cuanto a la validez, alcance y modo de uti­
lización de este recurso metodológico. Así y para poner tan sólo algunos ejemplos,
mientras L. H. Morgan o J. Frazer lo utilizaron sin titubeos y C. Lévi-Strauss ase­
gura que es perfectamente válido, porque las diferentes culturas son sistemas muy
similares por ser estructuras lógico-combinatorias de una estructura inconscien­
te común al género humano, por el contrario E. Evans-Pritchard y E. Leach sos­
tienen que el comparatismo en Antropología aporta luz, pero no debe ser utiliza­
do como una forma enmascarada de experimento o inducción científica. F. Boas,
por su parte, sostuvo que fenómenos similares en su forma pudieron llegar a cons­
tituirse a través de procesos históricos distintos y por consiguiente tener funcio­
nes distintas a las del sistema cultural en el que subsisten. Es decir, no se pueden
151
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
do se pretende con ello construir categorías culturales de gran al­
cance, comparando aspectos o fenómenos culturales pertenecien­
tes a culturas diferentes y en base a sus semejanzas formales, pues
cabe que fenómenos culturales formalmente similares hayan te­
nido un proceso de formación diferente y por consiguiente fun­
ciones también diferentes en una cultura y en otra. Por consiguien­
te, para que el método comparativo, uno de los instrumentos me­
todológicos de que dispone la Antropología Cultural —y también
otras ciencias— para construir generalizaciones de gran alcance,
tenga ciertas garantías de validez, se requieren muchos estudios
de campo sobre los grupos o áreas que se quieren englobar dentro
de una cultura común.
A l margen, por cosiguiente, de este debate, que es perfectamen­
te razonable y tan viejo como la propia Antropología Cultural e
incluso, en cierto modo, como el hombre mismo, y sin perder de
vista esta problemática, permítaseme utilizar la expresión cultu­
ra rural asturiana para referirme al modo de vida de unas comu­
nidades humanas instaladas en un determinado medio ecológico
y habida cuenta del factor demográfico, grado de aislamiento, ni­
vel de desarrollo tecnológico, etc.
Hechas estas salvedades, trataré de penetrar en ese todo que
es la cultura rural tradicional asturiana siguiendo el proceso de
una de sus formas de vida más características, «el pan de casa»,
una expresión que, en el contexto de dicha cultura basada en la
casa y en el grupo doméstico como unidad de producción y de con­
sumo, tiene unas connotaciones que van más allá del campo espe­
cífico del «pan», el trigo en este caso, si bien éste constituye el nú­
cleo central de la economía autárquica que imperaba en las em­
in t e r p r e t a r d e l m is m o m o d o y s in m á s d o s fe n ó m e n o s id é n t ic o s p e r t e n e c ie n t e s a
c u lt u r a s d is tin ta s (C fr . E . L e a c h , “ E l m é to d o c o m p a r a t iv o e n a n t r o p o lo g ía ” , en
J . R . L l o b e r a (e d .),
167-178;
La antropología como ciencia, A n a g r a m a ,
B a r c e lo n a ,
1975, p á g s .
F . E g g a n , “ L a a n t r o p o lo g ía s o c ia l y e l m é t o d o d e la c o m p a r a c ió n c o n t r o ­
l a d a ” , e n J . R . L l o b e r a ( e d .) ,
La antropología como ciencia, o p .
c i t ., p á g s .
179-202).
B o a s c r it ic a e l s u p u e s to c o m ú n d e q u e r a s g o s s im ila r e s s u r ja n d e p r o c e s o s s im ila ­
re s y s o s t ie n e q u e e l m is m o fe n ó m e n o p u e d e s e r r e s u lta d o d e d e s a r r o llo s d is tin ­
t o s y q u e n o d e b e m o s d a r p o r s u p u e s to q u e e l m is m o fe n ó m e n o s e d e b a s ie m p r e
a la s m is m a s ca u s a s (C fr . F . B o a s , “ T h e lim it a t io n s o f th e c o m p a r a t iv e m e th o -
Sciencie, N . S . , 4, 1896, p á g s . 901-908, c i t a d o p o r A . G o n z á l e z E c h e v a r r í a ,
Etnografía y comparación, U n i v e r s i d a d A u t ó n o m a d e B a r c e l o n a , B a r c e l o n a , 1990,
p á g s . 27-28. F i n a l m e n t e , R a d c l i f f e - B r o w n ( c f r . A . R . R a d c l i f f e - B r o w n , El méto­
do de la antropología social, A n a g r a m a , B a r c e l o n a , 1975, p á g s . 126 y s s .) s o s t i e n e
d e ” , en
q u e e l m é t o d o c o m p a r a t iv o es v á lid o p a r a la c o n s t r u c c ió n t e ó r ic a e n A n t r o p o l o ­
g ía S o c ia l, s i l o q u e s e c o m p a r a s o n á r e a s o s is te m a s c u lt u r a le s — c u lt u r a b a n t ú
y c u ltu r a s a u s tr a lia n a s , p o r e je m p lo — y n o r a s g o s c u ltu r a le s a is la d o s .
152
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
presas rurales tradicionales, en las que el techo de la producción
era el consumo doméstico y donde el pan era el elemento princi­
pal de la mesa cotidiana, junto con el pote y la leche, acompaña­
dos de otros productos secundarios o de temporada. Es decir, «el
pan de casa» estaba presente en la mesa familiar durante todos
los días del año, al tiempo que era el alimento que se tomaba en­
tre horas (entre unas comidas y otras) cuando alguien tenía ham­
bre, particularmente los niños. «El pan» era también el ingrediente
básico de la mesa festiva, e incluso cuando un mendigo llegaba
a la puerta se le obsequiaba con un trozo de pan.
1 .— DESDE LA TIERRA A LA MESA
El proceso de la siembra, el cultivo y la recogida del «pan», el
trigo, desde la tierra a la era, duraba casi diez meses. Este traba­
joso y largo proceso implicaba y mantenía en una tensión expec­
tante a todo el grupo doméstico, puesto que de sus resultados de­
pendía la base de la subsistencia del próximo ciclo. Este gran ries­
go, ante el que el hombre poco o nada podía hacer, fomentaba y
alimentaba en el seno de la cultura rural tradicional un espíritu
de resignación y una serie de creencias y de ritos, así como una
actitud especial frente al medio ecológico y los fenómenos meteo­
rológicos. En este sentido, el proceso del pan ponía en juego e im­
plicaba todos los niveles de la cultura rural, el económico, el organizacional y el mental. Una vez el trigo en el granero, periódi­
camente cada doce o catorce días, se elaboraba una cierta cantidad
de pan y de nuevo el sustento principal de la familia dependía,
en este caso, de la pericia de una persona, el ama de casa, que era
quien amasaba y cocía la pasta. La gran responsabilidad que es­
ta persona asumía en ese momento, permite comprender el por
qué se preparaba para ejecutar ritualmente con gran meticulosi­
dad todos los pasos, a la vez que recurría a ciertas oraciones, ri­
tos y ensalmos para garantizar el éxito de la fornada (hornada).
Ese día la familia dispensaba de muchas de sus obligaciones ha­
bituales al ama, pues ella era la artífice principal de un rito de
paso, de la “ falta de pan” a la “ abundancia de pan” , que si alcan­
zaba sus objetivos ese día se convertía en un día de fiesta porque
la mesa iba a ser festiva —el bollo y el “pan caliente” —. Pero ha­
gamos este largo trayecto del pan, entre la tierra y la mesa, con
más detenimiento.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
153
a)
La preparación de la tierra y la siembra del trigo. A prin­
cipios de noviembre se estercolaban y se labraban las tierras en
las que se iba a sembrar el trigo, se llabraba pa payares y de ahí
que noviembre se llamase payares. Según que las parcelas fuesen
más o menos pendientes, éstas se araban con el Uabeguín (arado
de madera o romano) o con el Uabegón (arado de hierro de verte­
dera). En este trabajo participaba casi toda la familia y los ani­
males de tiro domésticos: una pareja de vacas tiraba del arado,
el amo o el futuro heredero lo conducía, pues se trataba de la ta­
rea que requería mayor responsabilidad, fuerza y habilidad, la
esposa conducía la yunta y los niños introducían el estiércol en
el surco. Posteriormente se esturronaba y se andaba la tierra (se
allanaba la tierra) con la gra (grade) y a mano. En tiempos pasa­
dos se sembraba el trigo a voleo (a mano) antes de arar, pero pos­
teriormente, excepto en aquellas parcelas de pendiente muy pro­
nunciada, se empezó a utilizar la semadora (una máquina para
sembrar —ver figura 1—). Ambas modalidades tenían sus venta­
F i g u r a 1 .— S e m a d o r a
jas y sus inconvenientes. La siembra a voleo la hacía el amo o je­
fe de la casa y la siembra la semadora la hacía también el amo
y más comúnmente el hijo varón que le iba a suceder al frente de
la casa, por tratarse de una innovación; la semadora era arrastra­
154
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
da generalmente por un caballo conducido por la esposa, por un
adolescente o por el amo. Como no todas las casas poseían semadora ni caballo, era muy usual que unas familias prestasen a otras
estos medios e incluso dos o más casas de las más pudientes com­
partían la propiedad de una semadora.
Existían diversas variedades de trigo —el grande, el rojo, el
parrín, etc.— según el desarrollo del tallo, el rendimiento en ha­
rina y el tipo de pan “ que hacían” , y cada casa seleccionaba, se­
gún las parcelas, la variedad que mejor se adaptaba. El trigo pa­
ra sembrar se seleccionaba, separar la semiente, nada más reco­
ger la cosecha y se elegía el mejor de cada variedad, pero cada
cierto tiempo las casas cambiaban el trigo para la siembra en otros
pueblos de la zona, pues según se creía, la semiente bastardiaba
(degeneraba). Por los años 50 se introdujo una nueva variedad de
trigo, el cuaderna o moderno, de tallo más resistente y corto y de
espigas y grano más gruesos, que producía más, si bien facía per
pan, más amaizau (hacía peor pan, más parecido al del maíz), que
maduraba casi dos meses antes, lo que permitía sembrar en su lu­
gar maíz payarín (maíz enano), y así aumentar la producción de
las parcelas.
b)
Las labores de cultivo y de desbroce. Dos meses y medio
después de haber sembrado el cereal, es decir, a finales de enero
y principios de febrero, puTAntridu (por Carnaval), las mujeres
y los ancianos sallaban el pan (sallaban el trigo) con una arabía
(herramienta) llamada la pica. Se trata de un trabajo de mucha
paciencia y cuidado, por eso no se permitía que lo hiciesen los ni­
ños, consistente en cavar superficialmente la tierra sin desarrai­
gar la planta, a la vez que se arrancan las malar yerbas. Si el tri­
go estaba sembrado a voleo este trabajo se volvía más enojoso aún
que si estaba sembrado a máquina, al no existir surcos, pero la
planta parece que enraizaba mejor y “ no se iba del pie” .
En la segunda mitad de abril y principios de mayo, cuando ya
taba espigau (cuando ya había florecido),
abril espigas mil, en mayo espiga todu, el bonu ya ’1 malu (8),
se arrompía (se arrancaban a mano las malas yerbas): vena (ave­
na), curruyuela (correhuela), cardos, trebe (un trébol silvestre), ve(8)
“ Abril espigas mil, en mayo espiga todo, el bueno y el malo” , refrán reco­
gido en Riocastiello (Tineo).
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
155
za (arveja), paniegas (romaza rizada), etc., por citar algunas de las
más comunes. Este trabajo lo solían realizar casi exclusivamente
las mujeres, pues facíanlu axeitu, purque taban avezadas (lo ha­
cían bien, porque estaban acostumbradas), solían decir.
Cuando el trigo estaba prácticamente maduro, muchas espe­
cies de pájaros acudían a los trigales y para ahuyentarlos se colo­
caban por las tierras espantapajaros, situación a la que responde
esta expresión popular: ai muita comia, ai que poner espantuyos
ñas tierras de pan (hay muchos pájaros, hay que poner espanta­
pájaros en las tierras de trigo).
c)
La siega del trigo y su transporte a las eras. Durante la se­
gunda mitad de julio y la primera quincena de agosto se realiza­
ba la siega ’1 trigo.
Esta tarea se hacía manualmente con una foucina (una peque­
ña hoz de mano). Segaba la familia —vieyus ya medianus, homes
ya muyeres—, excepto los niños, porque estruzaban el pan (estro­
peaban el trigo). Eran momentos de alegría por el ambiente festi­
vo que reinaba, a pesar de la dureza del trabajo,
la xente cantaba, ya lus mozus curtexaban a las mozas.
(la gente cantaba, y los jóvenes hacían la corte a las jóvenes).
Eran frecuentes los retos entre los segadores para demostrar
quién segaba más y llegaba antes al final de su tajo, particular­
mente cuando había jóvenes y gente de afuera:
cuando había xente dafuera, muitas veces echábanse la go­
rila unus a outrus, era la caraba. El mozu galán ib’ ayudar
a la moza a seguir el tayu p’acabar la ’staxa (9).
El trigo se dejaba curando al sol ñas gabiellas (en las gabillas)
dos o tres días, hasta que taba bien crespu ya ’nsuitu (hasta que
estaba bien curado y bien seco); después se ataba en manoyos (en
haces). Las mujeres agabellaban (hacían gabillas) y los hombres
ataban los haces con blincayos (cuerdas de paja de centeno retor­
cidas y mojadas previamente) utilizando como instrumentos una
paleta de madera para igualar la paja y un palio (un palo de ma­
dera afilado por uno de sus extremos —ver figura 2—) y los niños
(9)
“ Cuando había gente de afuera, muchas veces se hacían competiciones pa­
ra ver quién segaba más. El joven galante ayudaba a la joven a seguir y a termi­
nar cuando todos su tajo” . Datos recogidos en Zardaín, Miño, Riocastiello (Tineo),
pero se trataba de un fenómeno muy común en la zona.
156
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
Figura 2.—Paleta y palio
facían las ureas (recortaban las pajas salientes y abrían los haces
por la parte opuesta de la espiga, una operación que facilitaba las
tareas que se tenían que hacer después con las gabillas). Poste­
riormente los hombres acarrellaban (hacer montones colocando
los haces en horizontal y en la misma posición, para que asentase
la paja y sobre todo la espiga). Al día siguiente, en la misma tie­
rra el amo afacinaba el pan (colocaba los haces en forma de espi­
ral con la espiga hacia el centro y reduciendo el diámetro en cada
hilada para terminar en una especie de tronco de cono —ver figu­
ra 3—).
Figura 3.—Manoyo, carriellos y facina
Cuando se había terminado de segar todas las tierras se saca­
ba la facina pa la era (se transportaba el trigo a la era), un lugar
destinado a tal fin que cada familia tenia al lado de casa. Allí se
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
157
hacía la facina con todo el trigo de la cosecha —unos 800 haces,
por término medio—. El día que se sacaba ya se facía la facina era
un día festivo, pues había gente de afuera ayudando en el acarre­
to (transporte). El transporte se realizaba al hombro (hatos de gabillas sobre la espalda o en la cabeza, en el caso de las mujeres),
con animales de carga o con el carro y las vacas. Esta era una de
las ocasiones en que todos los vecinos debían abrir paso para per­
mitir el acceso con el carro a todas las parcelas de la ería, abrían­
se las carriles, pues cuando aquéllas estaban sembradas sólo exis­
tían sederos peatonales. Simultáneamente al acarreto se iba ha­
ciendo la facina (ver figura 4), para cuya tarea se llamaba a un
Figura 4.—Facina de la era
hombre, siempre el mismo, pues se trataba de un trabajo que re­
quería habilidad, práctica y un cierto gusto por la estética, pues
la facina podía caer, podía calar y además era vista y juzgada por
mucha gente en relación a su tamaño y a su forma, pues solían
pasar varios días hasta que se trillaba el trigo. El tamaño de la
facina y su hechura y aspecto externo eran datos que hablaban
en favor o en contra de la casa y de sus miembros, era una demos­
tración pública de la buena o mala cosecha de pan y de la laborio­
sidad y cuidado con que se trataba este bien indispensable y bá­
sico para la mesa familiar. Los informantes de la zona me mani­
festaron que resultaba un hecho normal el que,
158
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
lus padres de las mozas casaderas fosen a vistayas a casa
del pretendiente de la fía pa ver la facina de pan que tenía,
y a sabiendas d’estu la casa del mozu, pa ’ngañar, metía debaxu de la facina,sin que se viesen, troncus ya rebollas pa
que pareciese mayor de lu qu’era. Despueis curríase la voz
pur toda la redulada de qu’en casa tal tienen unguañu una
facina bárbara, tienen pan ambute pal añu... Ansina afo­
rran de tener miedo a la fame... Siempre chufanun muitu
a esa casa... (10).
El día que se sacaba y se hacía la facina era festivo, pues al
haber gente de afuera ello motivaba que la mesa fuese festiva y
se acompañase de café y de vino.
Los ancianos y sobre todo los niños debían recoger todas las
espigas caídas por las tierras y por la era, de manera que no se
perdiese ni un solo grano. Con estas labores terminaba la recogi­
da del trigo.
d)
La trilla y el almacenamiento del grano y de la paja. Has­
ta los años 40 del presente siglo el trigo se trillaba a mano, a ma­
nar. Las eras se limpiaban y se recubrían con una capa de boñiga
de 10 ó 15 centímetros de espesor, se alisaba y se dejaba secar. Se
tendía el trigo sobre este suelo y cuatro hombres de pie, de dos
en dos, golpeaban sobre la espiga con el manar (dos palos unidos
por unas correas de piel de buey —el llórame — que permitía una
articulación entre ambos (ver figura 5), de modo que una era asida
Figura 5.—Manar
(10) “ Los padres de las chicas en edad de matrimonio iban a inspeccionar o
hacían averiguaciones sobre la cantidad de pan que recogía la casa del pretendiente
de su hija, y sabedores de esto la familia del chico colocaba troncos y otras cosas
debajo del trigo para que la facina aparentase mayor de lo que era en realidad.
Al mismo tiempo, se divulgaba por el entorno el mucho pan que recogía dicha ca­
sa, señalando que tenían bastante para todo el año y que no pasarían hambre, lo
cual era todo un honor para la familia...” . Datos recogidos en las parroquias de
Zardaín, Santa Eulalia de Miño, Santiago de Cerredo, Naraval, San Fructuoso y
Muñalén (Tineo), pero se trataba de un hecho usual en toda la zona de estudio.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
159
por el hombre mientras que el otro era el que golpeaba sobre la
espiga). Las dos parejas de mayadores debían de estar sincroni­
zadas para que cuando una golpeaba la otra debía de levantar el
manar. Las mujeres retiraban la paja y con una rama limpiaban
la poxa (la parva) de la superficie. Posteriormente las mujeres
aventaban y cribaban el grano para dejarlo totalmente limpio. Es­
ta técnica era muy lenta y requería gran habilidad y esfuerzo por
parte de los cuatro mayadores y de las mujeres, por eso solía ha­
ber varios equipos de hombres experimentados que salían a ma­
yar por las casas de la zona.
A mediados de los 40 llegaron las primeras mayadoras (máqui­
nas de trillar o trilladoras), al principio compuestas de tres pie­
zas: el motor, la trilladora, que era accionada por el motor me­
diante una larga polea, y la aventadora, que funcionaba manual­
mente. El transporte de unos pueblos a otros —solía haber una
o dos para una amplia zona y cada una recorría año tras año la
misma ruta— y de una era a otra requería la colaboración de va­
rias yuntas de vacas y de varios hombre, hecho que exigía la co­
laboración de buena parte del pueblo. Posteriormente estas má­
quinas se perfeccionaron y constaban sólo de una pieza: un motor
que movía el rodillo que trillaba y a su vez la aventadora que des­
parvaba, de modo que por la parte superior se introducía el trigo
y por un lado salía la paja y por otro el grano ya limpio.
Las mayadas era un acontecimiento que duraba varios días o
incluso semanas dentro del mismo pueblo, según el numero de ve­
cinos y la cantidad de trigo, y exigía la colaboración desinteresa­
da de todas las familias —dos o tres personas por casa, más los
niños que estaban en todas les eras porque eran días de fiesta pa­
ra ellos; se trataba de una verdadera reciprocidad equilibrada—.
En esta actividad se observaba una división estricta del trabajo
en función del “ status” social, el sexo y la edad, según la respon­
sabilidad de las tareas a realizar. Se trabajaba en cadena y a gran
ritmo, pues el dueño de la mayadora cobraba a razón del tiempo
invertido en cada era. Existían varios puestos o trabajos de ma­
yor responsabilidad que estaban ocupados por hombres adultos,
otras tareas de cuidado y concentración eran desempeñadas por
mujeres de mediana o de superior edad y, por fin, había otros tra­
bajos de menor responsabilidad que desempeñaban los adolescen­
tes y el resto de los hombres, el amo de la casa, mientras tanto,
supervisaba aquellas tareas de mayor trascendencia —miraba si
quedaba bien trillado el trigo, si iba limpio, si el payeiro (el bála­
go —ver figura 6—) se estaba haciendo bien, etc.— y estaba pen­
diente de cualquier contratiempo, a la vez que se preocupaba de
repartir vino por la era.
160
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
Figura 6.—Payeiro
Una persona seria, un hombre de edad generalmente, desha­
cía la facina tirando los haces sobre la meseta de la mayadora, don­
de otro hombre maduro cortaba el blincayo y abría la gabilla pa­
ra que el mayador y dueño de la máquina la fuese alimentando.
La paja ya trillada era sacada (recogida) por varias mujeres adul­
tas a la salida del rodillo y transportada a continuación por ado­
lescentes y hombres al lugar donde se hacía el payeiro. Para ha­
cer el payeiro se requería una cierta habilidad y práctica, lo que
determinaba que en cada pueblo hubiese un equipo de hombres
adultos para realizar esta tarea: dos estaban arriba y otros dos
controlaban y dirigían la operación desde abajo. La paja tenía mu­
chas utilidades a lo largo del año, por eso el payeiro debía quedar
bien hecho para resistir el viento y la lluvia. El grano, la grana,
ya desparvado era recogido por el ama de casa ayudada por algu­
na otra mujer, a la vez que el amo o un varón adulto de casa lo
iba transportando al hórreo o a la panera. La parva, la poxa, se
amontonaba y después se usaba para la “ cama” o la cubil de los
animales domésticos.
Las mayadas suponían varios días de intenso trabajo y de ayu­
da mutua entre las familias del pueblo, días en los que incluso
aquellas familias que estaban enemistadas se ayudaban entre sí.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
161
Pero las mayadas eran también días de fiesta y de alegría, pues
el grupo entero se ponía en acción; los jóvenes se cortejaban, las
bromas eran corrientes y todos vibraban de un modo inusual; las
casas rompían su individualismo casal y aquellos espacios reser­
vados comúnmente a los miembros de la familia, la cocina, la era,
la calea (el entorno de la casa) eran invadidos por el pueblo, a la
vez que el vino, el café y la mesa o comida festiva rompía tam­
bién la monotonía y la miseria de la mesa cotidiana. Las amas de
casa guardaban celosamente para ese día partes de la carne más
suculenta del Samartín, mataban algún gallo que, desde tiempo
atrás, estaba reservado para esa ocasión, amasaban “pan blanco”
o pan de fiesta, que en muchos casos era el último de la cosecha
anterior y que también el ama había reservado para ese día, pues
en muchas familias “ no alcanzaba el pan de una cosecha a otra” ,
como tampoco la carne, pero todas las casas tenían buen cuidado
de ofrecer ese día a los invitados carne y pan de casa, una cues­
tión de prestigio, de lo contrario “ el ama era una mal ama de su
casa” . La mayada era “ un rito de paso” entre la escasez —falta
de pan— y la abundancia —el pan nuevo.
En aquellas casas de familia numerosa —eran casi todas, dada
la estructura troncal de la familia, “ souche” , el alto índice de hi­
jos y la presencia de parientes colaterales solteros, los tiones—,
el ama distribuía el mismo día de la mayada el trigo para el año
que iba a empezar, pues como me han repetido hasta la saciedad
las informantes,
la gran preocupación de l’ama era qu’l pan nun llegase d’un
añu a outro, d’una mayada a outra, purque l’añu era muy
llargo ya ’n casa somus muitus a comer, somus una casarada, ya si falta ’1 pan falta todu, ya pur esu tener pan abondu pal añu era un gran esfoutu pa Tama (11).
Por consiguiente, si el pan era el núcleo principal de la mesa fa­
miliar y si, a su vez, no era un producto excesivamente abundan­
te, esto nos permite comprender que el ama como principal admi­
nistradora, al tratarse de un bien limitado, no podía vender trigo
y la que lo hacía era mal vista por toda la comunidad, pues ven­
d í) “ La gran preocupación del ama de casa era que el pan no llegase de un
año a otro o de una mayada a otra, porque el año era muy largo y eran muchos
de familia y si falta el pan falta todo, por lo que tener bastante pan para el año
suponía una gran tranquilidad para el ama” . Datos recogidos en la parroquia de
Zardaín, pero se trataba de un hecho generalizado en toda la zona y en parte de
la Asturias rural preindustrial.
162
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
día el sustento de la familia y el principal símbolo de la casa; tam­
poco nadie de la familia podía despilfarrarlo, ni se podía dar a
ningún animal, nun tires pan al perm nin, qu’ia pecau, el pan ia
de Dious (12), solían decir las personas mayores a los niños. Sólo
se daba pan tostado a las vacas cuando parían y, en estos casos
y a tal fin, se solía amasar pan de peor calidad; además las vacas
“ eran de casa” pues nacían y estaban en ella hasta que se vendían
por viejas. También se comprende, desde estas coordenadas, el que
se obsequiase con pan a los visitantes parientes, amigos y niños.
La enorme importancia del pan para la supervivencia de la fa­
milia y esa aureola de sacralidad que lo envuelve nos ayuda a com­
prender por qué se manipula con tanto cuidado a lo largo de todo
el proceso y el por qué de tantas manifestaciones mágico-religiosas
que se observan y perviven en tomo al pan. Igualmente, las prin­
cipales tareas que se realizan con el pan sirven de puntos de refe­
rencia para la medición del tiempo cronológico. Así,
\
muriu, naceu, casouse, venu ou foise pu lus payares, pu la
sementera, pul sallu, pu la siega del trigo ou pu las maya­
das (...)
(murió, nació, se casó, vino o se fue cuando se preparaba la
tierra para sembrar el trigo, cuando se estaba sembrando,
cuando se estaba sallando, por la siega del trigo o por las
mayadas).
Estas y otras expresiones similares eran muy usuales entre las co­
munidades rurales de Asturias.
e)
La molienda del trigo y el amasado del pan. Cada doce o
catorce días el ama de casa preparaba la cevera (una cierta canti­
dad de grano para moler). Cribaba el grano para quitarle alguna
impureza que pudiera tener y lo echaba en el fuelle (especie de
odre de piel de oveja —ver figura 7—), un envase que sólo se utili­
zaba para este menester. La cantidad de grano que se molía de ca­
da vez dependía del número de miembros de la familia —entre 5
y 6 zalaminos (una medida de 6 kg.). En aquellas casas en las que
no se recogía trigo suficiente para todo el año, el ama se veía obli­
gada a mezclarlo con centeno, por lo que el pan era más prieto (ne­
gro, oscuro) y también amasaba algunas hogazas de maíz para al­
ternar con las de trigo. Comer pan con mezcla de centeno o de maíz
(12)
“ No des pan al perro, niño, que es pecado, el pan es de Dios” . Datos reco­
gidos en Zardaín, Collada y Miño (Tineo).
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
163
Figura 7.—Fuelle
sólo era propio de familias pobres. Esta tarea de tanta responsa­
bilidad recaía casi exclusivamente sobre el ama, pues la nueva o
la nuera (la mujer del hijo casado en casa) no tenía acceso al uso
y administración de este preciado bien, como tampoco a la carne
de casa, ni siquiera podía ir al hórreo o panera donde se guarda­
ban estos productos (13); en cambio las hijas solteras, “ por ser de
casa” , tenían más derechos. Esta situación se debe, como ya dije
en alguna otra parte, a que la nuera, hasta después de unos años
y a medida que iban llegando los hijos, era la nueva y por ello una
extraña en su nueva familia de procreación, dado que la familia
rural tradicional asturiana, por regla general, era troncal, patrilocal y patrilineal (14); pero además el pan, al igual que la carne,
la leche, las patatas, las judías, etc., era el ingrediente básico de
la mesa familiar cotidiana y, al tratarse de un bien limitado, su
administración debía de recaer sobre una persona con experien­
cia y plenamente incorporada a la casa, y ésta era el ama que, por
regla general, desempeñaba celosamente esta difícil misión:
A las amas que nun is llegaba el ]ian ou la carne d’un añu
a outru teníanlu a una bajeza terrible, ya d’estus casos an(1 3 ) Cfr. Adolfo G a r c í a M a r t í n e z , “ La matanza: un fenómeno económico, so­
cial y ritual” , Lletres Asturianes, núm. 36, Oviedo, 1990, págs. 112-113.
(14) Cfr. Adolfo G a r c í a M a r t í n e z , “ La familia rural asturiana” , op. cit., págs.
191 y ss. Id., “ La sociedad rural asturiana: Mujer, matrimonio y familia” , BIDEA
núm. 134, Oviedo, 1990, págs. 391 y ss. Se podría representar un modelo de fami­
lia “ tipo” , predominante en la Asturias rural tradicional, con el siguiente diagra­
ma, en el que se recogen los rasgos más determinantes de la misma: la troncalidad, la patrilocalidad, la patrilinealidad, la familia de procreación y de origen
de la nueva, los parientes colaterales, el alto índice de natalidad y, por consiguiente,
el gran número de miembros de cada familia, que es a lo que se refiere la gente
cuando utiliza el concepto de casarada.
164
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
tes había muitus purque pu las casas había muita xente ya
pan cumíase a tolas horas purque había menos de lu outru,
nun ía cuino agora que la xente cueme muitu menos pan (15).
Y si alguna vez se daba el caso de que,
algun'ama vendía algún qu’outru zalamín de trigu pal tra­
jín, esto taba mal visto pur todos, purqu’ ía de casa pala ca­
sa. Vender el pan ía cumo vender el nombre ou el símbolo,
el sou aquel ou el sou quei de la casa. Outra cousa ía si al­
guna casa vendía trigu vieyu purqu’i subraba, ya todos sa­
bían qu’era purque la casa cuía trigo ambute ya eran poucus a cumer, ya non purque l’ama fose tacaña (16).
LECTURA
Varón.
Hembra.
Casado con.
Desciende de.
Es hermano de.
\
Familia de procreación.
Familia de origen.
(15) “ A las amas que no les alcanzaba el trigo o la carne de un año a otro lo
consideraban una bajeza y una humillación ante el resto del grupo, y de estos ca­
sos antes había muchos, porque había mucha gente en las casas y el pan se comía
a cualquier hora, ya que había menos de otras cosas, no es como ahora que la gen­
te come mucho menos pan” . Datos recogido en Zardaín y en Yerbo (Tineo).
(16) “ Alguna ama vendía trigo para salir de algún apuro, esto era mal visto
por todas, porque el pan era de casa para la casa. Vender el pan era como vender
el nombre o el símbolo de la casa, su misma esencia. Otra cosa era cuando alguna
casa vendía trigo viejo porque le sobraba, y todos sabían esto, porque recogía tri­
go bastante para los que eran en casa, y no porque el ama fuese tacaña” . Datos
recogidos en Fresnedo, parroquia de Zardaín y en Riocastiello, parroquia de San­
tiago de Cerredo (Tineo).
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
165
Una vez preparada la cevera se iba a moler a un molino de agua
de maquila (el molinero cobraba en especie, un tanto por ciento
de la cantidad de grano que debía moler). A l molino iba, por re­
gla general, una persona mayor, pues la gente desconfiaba del mo­
linero y solía decirse que éste maquilaba más de la cuenta ya roubaba (cobraba más de la cuenta en grano y por consiguiente roba­
ba). El ama pedía al molinero que lo peneirase (cerner, separar
el pellejo de la harina) más o menos fino, según los casos. La hari­
na, por ejemplo, para el «pan de fiesta» —fiesta patronal, día de
la mayada, “ la matanza” , funerales, día de Pascua, etc.— tenía
que estar más peneirada para que saliese el pan más blanco y, en
Figura 8.—Peneira
estos casos, tampoco se mezclaba con centeno. Antes de tener los
molineros peneiras (cedazos) acopladas, el ama tenía que hacer es­
ta dura tarea manualmente con una peneira (ver figua 8) que mo­
vía sobre una especie de marco de madera, la cernideira (cemidera), que se colocaba sobre la boca de la masera (ver figura 9).
El salvado que resultaba de cerner la harina se daba a las ga­
llinas y a los cerdos principalmente, pero les gustaba a todos los
animales domésticos. Me decía una informante al respecto:
lus pullinus currían ya rublincaban cuando s’is punía el fue­
lle encima purque sabían qu’iban pal mulín ya cumian salvau. La fame espabilaba lus sentius de la xente ya de lus
bichus (17).
(17)
“ Los asnos corrían y daban saltos cuando iban al molino, porque comían
salvado. El hambre agudiza los sentidos de la gente y de los animales” . Datos re­
cogidos en Riocastiello (Tineo).
166
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
Cuando la harina estaba preparada el ama se disponía para ama­
sar. El día antes por la tarde hacía el furmiento (el fermento), ope­
ración que consistía en mezclar con agua caliente y más harina
la pasta que se dejaba de la hornada anterior, una pasta que se
guardaba en una escudilla de madera en la masera, cubierta con
una hoja de berza y entre sal gruesa. De todos modos era muy co­
rriente que una mujer pidiese furmiento a otra para amasar, déixame ou empréstame furmientu, porque no tenía y la levadura
aún no se conocía. También se preparaba la víspura (el día antes)
la leña para arroxar (cocer el homo). Al día siguiente, el ama des­
de bien temprano emprendía la dura y delicada tarea de facer la
fornada (amasar la pasta); el día que amasaba se la liberaba de
parte de sus responsabilidades habituales, pues no podía distraer­
se con otras cosas al estar en juego el pan de la familia de doce
o catorce días. La mujer ese día se aseaba bien: se colocaba un pa­
ñuelo en la cabeza y un mandil limpios y se lavaba bien las ma­
nos y los brazos. Asimismo, tampoco podía estar indispuesta, de
lo contrario el pan nun lleldaba (la masa no fermentaba) y no sa­
lía bien y se perdía.
Aunque la nuera sabía amasar, mientras el ama tenía fuerzas
lo hacía ella, pues se trataba de una tarea de mucha responsabili-
Figura 9.—Masera
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
167
dad y de prestigio. Las madres enseñaban a sus hijas a amasar
antes de casarse, pues
saber amasar era una condición básica pa una moza casa­
dera. La xente criticaba a aquellas madres que nun ense­
ñaban a las fías: ¡nin a amasar la ’nseñou tansiquiera!, bue­
no basta vei el fustaxe que tien (18).
La harina se vertía en la masera, se hacía un hoyo en el medio
y en él se echaba el agua caliente, se deshacía el furmientu y se
le añadía la sal ya disuelta. Una vez introducido bien todo (bien
mezclados el agua, la sal y el furmiento) se empezaba a revolver
la harina y el agua, procurando que de ningún modo el agua se
desparramase por la masera. Una vez hecha la pasta ésta se soba­
ba; se trataba de una dura tarea, teniendo en cuenta que una fornada normal constaba de 25 a 35 kg. de harina, más el agua y los
ingredientes. El sobado de la pasta se prolongaba de forma inin­
terrumpida más de media hora, hasta que ya no se pegaba a las
Figura 10.—Manos sobando la pasta
manos ni a la masera (ver figuras 10, 11 y 12). Para comprobar si
la pasta estaba bastante sobada la mujer cortaba un trozo y si te­
nía güeyos (ojos) era una señal inequívoca de que sí lo estaba. To­
das estas operaciones y mezclas la mujer las hacía sin ningún sis(18)
“ Saber amasar era una condición básica para una joven en edad de casar­
se (entre 19 y 22 años). La gente criticaba a aquellas madres que no enseñaban a
las hijas: ¡Ni a amasar la enseñaron!” , exclamaban. Datos recogidos en Zardaín,
San Fructuoso, Collada, Parada y Yerbo (Tineo).
168
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
Figura 11.—Manos sobando
ma preciso de medición, bastaba su experiencia y su pericia, otra
razón de peso para justificar el hecho de que esta tarea la realiza­
se siempre una mujer de edad, pues era necesario conseguir el ma­
yor equilibrio posible entre lo seco/húmedo, lo salado/soso y lo
muy sobado/grumoso, pues las mujeres inexpertas y las jóvenes
sobre todo, o metían el pan muitu en fariña (hacían la pasta muy
dura), o metían el pan muitu en agua, muy mazagoso (muy blan­
do), muy salado o muy soso o con grumos, etc., es decir, no logra­
ban ese difícil equilibrio que era señal de que la pasta estaba bien
amasada.
Figura 12.—Manos sobando
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
169
Una vez que la pasta está hecha se le hace una cruz y se cubre
con una sábana y una manta, la manta del pan, y se pone a lleldar
(fermentar) durante dos horas más o menos. Transcurrido este
tiempo —la mujer no medía el tiempo por el reloj, sino que obser­
vaba la pasta— se cortan trozos de pasta y se hacen las fugazas
(hogazas), y haciéndoles una cruz con un cuchillo se colocan en la
cama, es decir, encima de la sábana y de la manta, donde perma­
necen una hora aproximadamente, que era el tiempo que tardaba
la mujer en arruxar el fomo (cocer el homo). Cuando los cantos
de la puerta del homo están blancos se dice qu’el fornu t’abondu
arruxau (está bastante cocido, está bien caliente). Si se veía que
el homo estaba muy bravo se barría el cielo (se pasaba una esco­
ba hecha de ramas verdes por el techo), pues del arruxau (punto
del homo) dependía también el punto de coción del pan. La mu­
jer a la vez que atizaba el homo iba extendiendo las brasas con
el surradoiro (un palo de 1,80 m.) por todo el suelo para que calen­
tase todo él por igual. Finalmente juntaba con el rudaballo (roda­
ballo) las brasas en la puerta del homo y después lo barría con
una escoba hecha para este fin de ramas verdes, preferentemente
de lloureiro (laurel) por sus propiedades aromáticas y por tratar­
se de un árbol con propiedades mágico-religiosas y utilizado en
el culto.
Cuando el homo estaba totalmente preparado, la mujer se presinaba (hacía la señal de la cruz) y metía el pan; colocaba sobre
la pala del fomo (una pala plana de madera —ver figura 13—), una
Figura 13.—Rudaballo, surradoiru, pala y escoba
170
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
vez rociada con harina, una por una las hogazas y las iba colocan­
do con gran habilidad y cuidado en el suelo oval del homo. Colo­
car toda la fornada —14 ó 15 hogazas, más algunos bollos preña­
dos y una empanada, sin que se tocasen una piezas con otras, re­
quería habilidad y experiencia. Las hogazas podían pegarse y se
decía entonces que estaban mamadas y no cocían bien, por eso a
media coción la mujer las abaUaba (las removía) con el rodaballo
o el surradoiro.
En el momento de meter el pan en el horno la mujer utilizaba
algunos símbolos y recitaba diversas fórmulas o ensalmos mági­
co-religiosos:
Dious delante, ya que San Antonio me lu coza ya la Virgen
nun me lu queime.
A san Justo, pa que de poucu me saque muitu (19),
y al tapar la boca del horno la mujer hacía una cruz sobre la mis­
ma con la mano derecha o con la pala. A continuación rezaba tres
avemarias y un padrenuestro a las ánimas (a los espíritus de los
antepasados) para que intercediesen ante Dios por el éxito de la
fornada que estaba cociendo.
Durante el tiempo de coción, una hora más o menos, la mujer
permanecía atenta al pan, observando de vez en cuando la forna­
da, pero no se debía destapar demasiado el homo ni abrir la puerta
del local porque el horno se esgaía (podía enfriarse) y el pan no
salía bien cocido. Si el homo por cualquier motivo no estaba lo
suficientemente cocido se echaban unos puñados de salvado nel
burrayo de la puerta del forno (en las brasas que se dejaban en
la boca), pues el humo que despedía su combustión daba color al
pan. También la mujer el día que amasaba se ponía más ropa de
lo normal y se tapaba prácticamente la cara para no enfriarse, una
especie de acción simpática, y a ello responde el decir de las veci­
nas, fulana güei amasou, purque ta muy tapada (fulana hoy ama­
só, porque está muy tapada).
Para saber si el pan estaba ya cocido se comprobaba visual­
mente o por el sonido que hacían las hogazas al moverlas o, en
última instancia, se golpeaban con la mano, y según el sonido, se
decía: ta bien caltriu (está bien cocido).
(19)
“ Dios delante. Que San Antonio me lo cueza y que la Virgen no me lo que­
me. A San Justo, para que de poco me dé mucho” . Datos recogidos en Zardaín y
en Miño (Tineo).
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
171
A medida que se iba sacando el pan del homo se limpiaban las
hogazas y se colocaban de nuevo sobre la manta del pan hasta que
enfriaban. Posteriormente se llevaban para el hórreo y se coloca­
ban en la fugacera (uno de los limios interiores).
Cuando se amasaba era un día especial, pues si bien a medio­
día se comían tortas —pasta frita de la fornada—, a la merienda
y a la cena se comía el bollo preñado, empanada y pan caliente.
A los niños pequeños de casa se les hacía un bollo para cada uno
e incluso para algún otro niño pariente o amigo. También se solía
llevar una hogaza a algún vecino, haciendo luego él lo mismo cuan­
do se amasaba en su casa, una costumbre que reforzaba las rela­
ciones sociales y que permitía a las familias comer pan recién he­
cho cuando el suyo ya estaba duro o mouriento (mohoso). Por Pas­
cua las madrinas daban a sus ahijados la bolla (el regalo) que, en
el pasado, consistía en un bollo preñado. Cuando el pan estaba
recién hecho se consumía en mayor cantidad y esto preocupaba
al ama de casa, de ahí el dicho de, «cuando pan tierno, mal go­
bierno».
Las hogazas nunca se colocaban invertidas, ni se les clavaba
el cuchillo y antes de cortar el primer trozo se hacía una cruz con
el cuchillo en el dorso de la misma, tarea que realizaba siempre
una persona de edad, a la vez que preguntaba: ¿Quién quier l’encietu ou l'empiezu, ya quién quier curteyu ou faraguya? (¿Quién
quiere el principio y quién quiere miga o corteza?), y le daba a ca­
da uno un trozo. Para que no se perdiese ni una miga, el pan se
cortaba en forma de media luna y no se permitía a nadie mordis­
quear las hogazas ni quitarles trozos con las manos: nun rañes nin
expeñiques el pan, que te lu corten curioso, solían decir las perso­
nas de edad y particularmente el ama.
2 .— EL CONSUMO DEL PAN EN LA MESA FAMILIAR Y EN LA MESA FESTIVA.
UNA CULTURA DEL PAN
Las comunicades rurales tradicionales de Asturias se caracte­
rizaban, desde el punto de vista económico, por la penuria en que
vivían y por la autarquía que practicaban. Cada familia era una
unidad de producción y de consumo, es decir, el techo de la pro­
ducción estaba en el abastecimiento del grupo doméstico y los es­
casísimos productos que llevaban al mercado se hacía con menta­
lidad de consumidor y no de especulador, pues en muchos casos
se cambiaban por productos que no se producían en casa. Si se con­
sidera el número de miembros por familia, habida cuenta de su
172
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
estructura troncal como ya señalé anteriormente, y la extensión
media de las caserías (20), así como el aislamiento en que vivían
la mayoría de estas comunidades rurales y el peso de la tradición,
se comprenderá en parte las razones de esa penuria y de su autar­
quía. No me atrevería a defender, al menos para toda la Asturias
rural y sin más, la tesis de Valdés del Toro de que esa estrechez
en que vive el agricultor asturiano se debe a la falta de iniciati­
vas motivada por su aislamiento y desconexión de las redes del
mercado capitalista, lo que le lleva incluso a no aprovechar todos
los recursos de la casería —tierra y mano de obra— (21). Bien es
cierto que la estructura de la casería tradicional, por su economía
de autosubsistencia que buscaba fundamentalmente conseguir el
pan de la familia para todo el año, anclada férreamente en una
tradición secular, ahogaba cualquier intento de renovación, pero
no es menos cierto que existían, y en parte aún existen, otros mu­
chos factores condicionantes, tales como la falta de espacio, la ca­
rencia y dificultad para aplicar medios técnicos, las enormes tra­
bas para abrir vías hacia el exterior por la falta de información
del campesino, que veía con recelo y temor cualquier relación con
el afuera (22), así como cualquier intento renovador que pretendie­
se llevar a cabo algún miembro del grupo, conceptuándolo como
una relación o reciprocidad negativa (23), pues suponía cambiar
lo propio, que había “ funcionado” durante tantas generaciones,
por lo extraño. Se trata, en definitiva, de un aspecto más de esa
lucha entre el hacia dentro (tradición y seguridad) y el hacia afuera
(progreso y cambio), según la terminología de R. Redfield (24). Los
cambios, por tanto, para superar esa autarquía y esa penuria eco­
nómica en que vivía el campesino tradicional son de gran enver­
gadura, se trata de cambios infraestructurales —mecanización, re­
des de comunicación vial, concentración parcelaria, cooperativas
(20) Cfr. Catastro de la Riqueza Rústica de la parroquia de Zardaín, 1946, Ar­
chivo Municipal de Tineo; F. I n c l á n S u á r e z , La casería asturiana (Historia y
perspectivas), Oviedo, 1984, págs. 10-11.
(21) Cfr. R. V a l d é s d e l T o r o , “ Ecología y trabajo, fiestas y dieta en un con­
cejo del occidente astur” , en C. Lisón Tolosana (ed.), Temas de antropología espa­
ñola, Akal Editor, Madrid, 1076, págs. 305 y ss.
(22) C f r . F . G. B a i l e y , “ La visión campesina de la vida mala” , en T. Shanin
(ed.), Campesinos y sociedades campesinas, F .C .E ., México, 1979, págs. 268-287;
R . R e d f i e l d , El mundo primitivo y sus transformaciones, op. cit., págs. 75 y ss.;
G. M. F o s t e r , Tzintzuntzan, op. cit., p. 244.
(23) Cfr. M. D. S a h l i n s , Las sociedades tribales, NCL, Barcelona, 1984 (3.a
ed.), págs. 132-133.
(24) Cfr. R . R e d f i e l d , El mundo primitivo y sus transformaciones, op. cit.,
págs. 50-51 y ss.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
173
de producción y de maquinaria, ayudas estatales, etc.—, sociales
y por supuesto mentales —programas de formación para los agri­
cultores y medios de información de todo tipo, elaborados y trans­
mitidos por personas u organismos que conozcan a fondo las es­
tructuras sociales y mentales del hombre del campo, para formar
individuos plenamente adaptados y no seres “ frustrados” por ser
agricultores, que sólo desean huir de él hacia ese “paraíso” que
para ellos es aún la ciudad—. Después de más de 20 años de lucha
por cambiar las viejas estructuras de las comunidades rurales, la
situación actual es realmente preocupante aún. Muchos pueblos
están semiabandonados, otros muchos están sumidos en una si­
tuación de muerte más o menos lenta y sólo algunos parecen ha­
ber llegado a un aparente equilibrio y haber conseguido una cier­
ta garantía de pervivencia tras la modernización de parte de sus
estructuras.
Pues bien y volviendo a nuestro tema, la sociedad rural tradi­
cional asturiana se caracteriza por un claro dominio del hacia
adentro a todos sus niveles. En el plano económico la preocupa­
ción central de toda casa era autoabastecerse a sí misma, “ obte­
ner el pan necesario para todo el año” , pues cada una era un sis­
tema que se autorregulaba a sí mismo desde sí mismo, y uno de
los productos fundamentales de este autoabastecimiento autorregulativo era, repito, «el pan», que, por su importancia, se hacía
extensivo a los demás componentes de la mesa familiar, tales co­
mo las patatas, la carne, la leche, las alubias, las castañas o el maíz
que se consumía de muy diversas maneras.
a)
La mesa familiar. El pan como elemento revivificador por
excelencia. Como he venido diciendo a lo largo del presente tra­
bajo, el pan, tomando aquí este término en su sentido más lite­
ral, es el componente fundamental de la dieta diaria de las comu­
nidades rurales tradicionales de Asturias, pues se consumía en
cualquier momento, de múltiples maneras y prácticamente con to­
do. En el almuerzo (desayuno) el pan se tomaba con leche, con ca­
fé, con manteca, en forma de torradas (rebanadas de pan frito con
aceite), con torreznos (tocino frito) y hasta solo; incluso cuando
había otros alimentos, como eran las papas cun lleite (harina de
maíz tostada, cocida con agua y sal y mojada en leche), el pan es­
taba allí presidiendo la mesa. Antes de mediodía era habitual que
los miembros de la familia tomasen pan seco (pan solo), y los ni­
ños y adultos que estaban fuera de casa, bien fuese en la escuela,
cuidando el ganado o en cualquier otra parte, solían llevar un trozo
174
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
de pan en el bolsillo: lleva un bucau pan pa cuando tengas fame
(lleva un poco de pan para cuando tengas hambre), se decía. A la
xanta (en la comida de meiodía) el pote, la escasísima cantidad
de carne que a cada uno le correspondía y la leche, todo se toma­
ba con pan. Por la tarde era muy frecuente que buena parte de
los miembros de la familia tomase pan sólo y a la merienda se vol­
vía a tomar pan con lo que hubiese, café con leche, tortilla, etc.
A la cena se comía el pote sobrante de mediodía, al que se le so­
lían añadir sopas de pan, se tomaban castañas, papas o lleite entriau (leche con migas de pan), pero en cualquier caso el pan vol­
vía a ser el elemento central de la mesa. Antes de irse a la cama
había algunos que tomaban de nuevo pan sólo. El pan era un in­
grediente básico de la dieta diaria y a la vez era un bien limitado.
De este modo, una casa que producía mucho trigo era una casa “ ri­
ca” en la que había fartura (bastante que comer). Por esto, como
señalé anteriormente, la facina de trigo era el símbolo más repre­
sentativo de la “buena” o “ mala” casa, y ello explica el que los
padres de una hija casadera prestasen especial antención a este
dato, informándose del tamaño de la facina o de los carros de tri­
go (un carro de trigo eran 60 haces) que recogía la casa del preten­
diente de su hija, puesto que el principal objetivo de los padres
respecto a las hijas era casarlas pronto y bien, para lo cual hacían
averiguaciones sobre el tamaño y calidad de la casería que iba a
heredar un día el posible esposo de su hija, así como del buen nom­
bre de la familia, al tiempo que, por su parte, daban a conocer pú­
blicamente la dote que le iban a dar a su hija, como el mejor me­
dio para “ colocarla” en dicha casa. La dote y la casería solían es­
tar en consonancia, buscando en todo caso conseguir para la hija
una posible hipergamia y sobre todo se trataba de evitar la hipogamia.
Ante el gran consumo de pan, por una parte, y su producción
no excesiva, p»or otra, el ama de casa tenía que recurrir a todo
tipo de artificios para moderar su consumo y economizar este pre­
ciado bien, tratando que los miembros de la familia, especialmen­
te los adolescentes y los adultos, no consumiesen demasiado pan
entre horas (entre comida y comida), por eso era muy frecuente
escuchar a los amos decir,
cumei dafeito, ¡demontre!, y a las horas, ya nun teis despueis
tol día metius esqueirando na masera (25).
(25)
“ Comed de todo, ¡demonio!, y a las comidas y no estéis después continua­
mente revolviendo en la masera” . Se trata de una recriminación muy usual en to­
da la zona.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
175
Si a pesar de estas recomendaciones y restricciones no se conse­
guía que el pan llegase a outru (durase hasta la próxima cosecha),
el ama mezclaba trigo con centeno, amasaba pan de maíz, se ha­
cían cavadas nel monte p’ amansar más tierra (se hacían borronadas en el monte para aumentar la tierra cultivable), se compra­
ba trigo a algún vecino que no comía toda la cosecha o se pedía
alguna cevera prestada hasta la mayada, se mandaba algún hijo
adolescente de criado para alguna casa más rica por sacar alguna
boca de casa, es decir, “ lo comido por lo servido” , e incluso se di­
ce que había amas que daban el pan siempre duro (de varios días),
pues “ con pan tierno mal gobierno” . En muchas familias, a pesar
de todo, no alcanzaba el pan, que equivalía a decir que se pasaba
hambre o “ necesidad” , como solían manifestar en estos casos.
Todos estos hechos confirman mi hipótesis de que la cultura
rural tradicional asturiana podía catalogarse o denominarse co­
mo una cultura del pan, pues queda bien patente que este alimen­
to era el componente fundamental de su núcleo, ya que la impreg­
naba y la identificaba a todos sus niveles. El pan era el elemento
dinámico, el elemento vivificador y hasta desestabilizador por ex­
celencia y, al mismo tiempo, se convertía en el principal elemen­
to generador de equilibrio, es decir, impulsaba a la familia al tra­
bajo —de la mesa a la tierra—, fomentaba las relaciones de todos
los miembros de la familia con los animales domésticos y con el
medio ecológico, promovía relaciones de colaboración entre las
diferentes familias, rompiendo así periódicamente el individua­
lismo de las casas, impulsaba al hombre más allá del medio eco­
lógico y social al fomentar ritos y creencias para conseguir y pro­
teger un bien tan preciado, que estaba expuesto durante muchos
meses a tantos riesgos, todo lo cual suponía un cierto desequili­
brio del grupo doméstico y del grupo social, pero el equilibrio de
la familia se restablecía de nuevo cada día en tomo a la mesa co­
tidiana, el equilibrio del grupo social en tomo a la mesa festiva
y el de todos periódicamente cada año con la mayada; pero en to­
dos estos casos el pan es el elemento nuclear por excelencia.
b)
La mesa festiva. El pan como elemento de cohesión y de
prestigio social. A lo largo de estas páginas he venido haciendo
abundantes referencias concernientes a la función de cohesión intercasal y al prestigio social que suponíe «el pan de casa».
Pues bien, aquí voy a tratar de analizar más de cerca, utilizan­
do estas referencias, el fenómeno de la mesa festiva. Cuando ha­
blo de mesa festiva o comida de fiesta me refiero a aquellas si­
176
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
tuaciones en las que se conmemoraba algún acontecimiento espe­
cial o había invitados por los motivos que fuese, pero a lo largo
del año no eran muchas. Había algunas fechas determinadas so­
cialmente de “ fiesta mayor” con una mesa realmente festiva: el
día del patrono, el día de fin de año, el día de Pascua, el día del
Antroido, el día de la mayada, el día en que se sacaba y se hacía
la facina, cuando había alguna boda —la comida en casa de la no­
via y la cena en la del novio—, por la matanza o Samartín y pocos
más. Después había otras ocasiones de “ fiesta menor” , propias
más bien de la familia: alguna visita, en tiempos de algún traba­
jo excepcional —recogida de la yerba, acarretos, etc.—, el día en
que se amasaba, cuando alguien de afuera estaba trabajando en
casa —carpinteros, madreñeros, canteros, etc.—. La mesa festiva
consistía en alimentos excepcionales, de mejor calidad y en ma­
yor cantidad, que no se consumían en la mesa familiar cotidiana
y que el ama reservaba con gran cuidado para esas ocasiones y
otros se compraban a tal fin, sobre todo si se trataba de una “ fiesta
mayor” . Esto no suponía un despilfarro ostentoso, sino que la co­
mida de fiesta era, en cierto modo, necesaria para la subsistencia
de la familia y del grupo. Es decir, con la mesa festiva se compen­
saba la pobre y escasa mesa familiar, y estas excepciones se ha­
cían con motivo de ciertas festividades que tenían un profundo
contenido social o de ciertas tareas en que solía haber gente de
afuera, por lo que estas comidas se practicaban en el marco de una
reversibilidad o de una reciprocidad generalizada (entre parien­
tes) o de una reciprocidad equilibrada (entre amigos, vecinos y co­
nocidos). En definitiva, en la mesa festiva se consumían social­
mente aquellos productos, en cantidad y calidad excepcional, que
no se consumían en la mesa familiar porque no se podía, pero que
a la vez eran necesarios para la subsistencia calórica del indivi­
duo y, en este sentido, la mesa festiva y compartida era la oca­
sión que forzaba a la familia a hacer este esfuerzo, a veces más
allá de sus posibilidades, al tiempo que lo justificaba (26). Así, por
ejemplo, el día de la matanza se comía sopa con pollo casero, gar­
banzos con carne de casa en abundancia, lacón y chosco (embucha­
do de cerdo) cocidos, arroz con pollo, arroz con leche, pan recién
hecho, vino y café (27). Eran ocasiones en que la casa anfitriona
distribuía una energía reservada para tales ocasiones, energía que
se transformaba en información que fortalecía las relaciones so(26) Cfr. R.
(27) Cfr. A.
V aldés,
“ Ecología y trabajo” , op. cit., págs. 331 y ss.
“ La matamza” , op. cit., p. 108.
G a r c ía M a r t ín e z ,
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
177
cíales, pues es perfectamente comprensible que en una sociedad
en que la penuria era la nota dominante, una mesa suculenta y
abundante atraía a gente de afuera y robustecía las relaciones. A l­
gunos amigos y vecinos, y esto puede ser una prueba de lo que es­
toy diciendo, se ofrecían voluntarios y se disgustaban si no se les
invitaba en semejantes ocasiones, a pesar de que la comida iba
precedida de trabajos duros —la matanza, la mayada, segar yer­
ba, etc.—. Pero además del carácter socializador de la mesa festi­
va, ésta era una ocasión que la familia aprovechaba para salva­
guardar o incrementar su prestigio frente al resto del grupo. Ello
explica el hecho de que las amas de casa iban a tema (competían)
entre ellas, pero sin despilfarros, para ver quién tenía o daba me­
jor y más comida en estas ocasiones, a sabiendas de que después
se divulgaría entre vecinos y conocidos. Son muchos los comen­
tarios que los informantes me han hecho al respecto:
En tal casa nun se pudía cumer, daba noxu, nun sei güei cu­
ino será. L ’ama nun sabía amasar, ía una tacaña y ’además
estruzaba la cumida. Tuviemus tol día segandu, mayandu,
acarretandu (...) ya you vine pa casa sin cumer. El día la fies­
ta taba todu estruzau (...). Perú en tal outra da gustu, pur
esu la chufan tantu al ama, siempre ai muita cumida ya bona. Axuntábamunus un gran rabañau el día la mayada, ou
pa segar tal prau, ou p’apeonar (...). L’ama era fresca ya far­
ta, tenía fama d’esu, basta ver cumu aministraba ya cumu
traía aquellus nenus ya cumu andaba ella. Amasa muitu
bien y ’amaña bien l'embutiu ya la cumida (...) (28).
Este prestigio de la casa y del ama que nacía y se alimentaba,
fundamentalmente, de la mesa buena y abundante se extendía a
otros niveles de la vida de la familia: el esmero y habilidad con
que cultivaba la tierra, el cuidado de los animales —fulana siem­
pre tien unus gochus de mata bárbaras (fulana siempre tiene bue­
nos cerdos para el Samartín)—, la limpieza y orden de la casa, la
educación y buenas maneras de los miembros de la familia y al
nun dar que decir (a la corrección) en el terreno social, moral y
(28)
“ En tal casa no se puede comer, da asco. El ama no sabe amasar, es una
tacaña y además estropea la comida. Estuvimos todo el día segando, mayando,
transportando... y yo volví para mi casa sin comer. El día de la fiesta estaba todo
estropeado... Pero en tal otra casa da gusto, por eso la ponderan tanto, siempre
hay mucha comida y buena. Nos reuníamos muchos el día de la mayada, o para
segar tal prado o para transportar... El ama es limpia y espléndida, tiene fama
de eso, es suficiente con observar cómo arregla a los niños y cómo se arregla a sí
misma. Amasa muy bien y prepara bien el embutido y la comida...” . Datos reco­
gidos en Fresnedo y contrastados en Morados, Yerbo, Zardaín, Collada, Miño y
Riocastiello.
178
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
religioso. En todos estos campos el ama era la principal respon­
sable y artífice (29).
Pues bien, el componente por excelencia de la mesa festiva era,
una vez más, «el pan de casa», era quien marcaba el carácter de
la mesa buena y abundante. Para estas ocasiones el ama encarga­
ba al molinero que moliese y peneirase con más esmero y mejor
el trigo, pues se trataba de la cevera de la fiesta, la de Pascua o
la de la matanza, a la vez que ella amasaba con más cuidado aún
y preparaba el homo con más esmero. Además en la mesa festiva
el pan estaba recién hecho y era abundante, pues si en una oca­
sión así escaseaba el pan, o estaba duro o mal amasado, la mesa
no era tal, es decir, «el pan de casa» era también el rey de la mesa
festiva y ésta se convertía, en última instancia, en el muestrario
más representativo de una casa.
3 .— EL PROCESO Y EL CONSUMO DE PAN. UN COMPLEJO RITUAL
El cultivo, la manipulación y el consumo del pan constituía en
las comunidades rurales asturianas, con una economía profunda­
mente autárquica y mísera, un complejo rito que se iniciaba y se
cerraba cíclicamente con la mayada. El rito trabaja para el orden
entre los hombres y entre éstos y la naturaleza, señala G. Balandier (30), y, en nuestro caso, yo añadiría también entre los hom­
bres y el más allá y entre los vivos y los espíritus de los antepasa­
dos. El rito es un proceso adaptado a un fin, la subsistencia en
nuestro caso, que implica una serie de episodios y una sucesión
de fases en que se asocian símbolos, iconos, palabras y activida­
des diversas. Es decir, el ritual puede considerarse, desde esta
perspectiva, como quintaesencia de la costumbre, en la medida
en que “ representa la destilación o la condensación de muchas cos­
tumbres seculares y de muchas regularidades naturales” , como
señala acertadamente V. Tumer (31).
Este complejo ritual, que durante muchas generaciones consi­
guió alcanzar un objetivo básico con recursos escasos como era la
supervivencia del grupo doméstico, tiene un especialista por ex­
celencia o una especie de sumo sacerdote, el ama de casa, que co(2 9 )
C fr . A . G a r c ía M a r t ín e z , “ M u je r , m a t r im o n io y f a m i l i a ” , o p . c it ., p á g s .
4 0 2 -4 0 3 .
¿30) Cfr. G. B a l a n d i e r , El desorden. La teoría del caos y las ciencias socia­
les, Gedisa Edit., Barcelona, 1989, págs. 30-31.
(31)
Cfr. V. W. T u r n e r , La selva de los símbolos, Siglo XXI, Madrid, 1980,
p. 55.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
179
noce todos sus secretos y transmite esa especie de saber esotérico
a las mujeres jóvenes, pues recordemos que cada casa se conocía,
sobre todo, por el pan y las formas de administrarlo. Es decir, me
reafirmo en mi hipótesis de que «el pan de casa» forma parte del
núcleo de la cultura rural tradicional de muchas comunidades as­
turianas y al ritualizar todo el proceso se trata de corregir cual­
quier desorden proveniente del exterior o de los propios indivi­
duos del grupo. Este orden se pone claramente de manifiesto en
la monotonía de la mesa común y en la administración de este bien
básico y limitado que es el pan, pues se amasaba regularmente
cada cierto número de días. El orden sólo se rompía en determi­
nadas ocasiones que estaban socialmente permitidas o institucio­
nalizadas, la mesa festiva, una especie de fenómeno catártico y
necesario que expresa una necesidad y un deseo profundo de co­
mer más y mejor. Pero en realidad, la mesa festiva es un meca­
nismo al servicio del orden, representado por la monotonía y po­
breza de la mesa cotidiana, orden que se consigue a través de la
catarsis y evidenciando la inviabilidad de la economía domésti­
ca si la mesa cotidiana fuese siempre una mesa festiva, es decir,
dominada siempre por ese desorden que supone el excesivo “ gas­
to” de alimentos, que es como una inversión de la mesa diaria.
Pero repasemos más detenidamente ese complejo ritual que ca­
racteriza y envuelve el cultivo, la manipulación y el consumo del
«pan de casa», ritual en el que, a su vez, participa toda la familia
y hasta los animales domésticos con su estiércol y su “ trabajo”
y presidido por los amos de casa y sobre todo por el ama, a la vez
que desborda a los propios grupos domésticos. Pero en las comu­
nidades preindustriales asturianas el trigo permanecía casi 10 me­
ses en la tierra a merced de los agentes meteorológicos y de las
plagas y ante lo cual el hombre poco o nada podía hacer, por lo
cual se encomendaba parte de la tarea a la voluntad de Dios, bien
fuese directamente, que sea lu que Dious quera, solían decir fre­
cuentemente, o a través de los espíritus de los antepasados, que
las ánimas intercedan pa que Dious ñus lu guarde. Esto explica­
ría, en parte, el porqué el pan era considerado como algo sagra­
do, a la vez que se pone de manifiesto el hecho de que el pan era
un elemento de cruce y de unión entre los tres niveles de la reali­
dad cultural de estas comunidades: el ecológico, el social y el numinoso. Esto es y dicho de forma más simple, el pan (a) está en
función del medio ecológico y de las condiciones meteorológicas
(x), del grupo social y de los animales domésticos (y) y del univer­
so numinoso (z), a = f(x , y,z) = xn y nz.Esta actitud fatalista o de
180
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
x —Plano ecológico.
y —Plano social.
z—Plano de lo numinoso.
a—«Proceso del pan», que resulta del cru­
ce o intersección de los 3 planos y de
ahí su carácter “ sagrado” que se ro­
dea de ritual.
resignación y de súplica a las fuerzas misteriosas parece ser, por
otra parte, una característica más o menos común, actitud perfec­
tamente lógica si se tiene en cuenta su bajo nivel tecnológico, en­
tre las sociedades campesinas preindustriales y, por supuesto con
mucha más razón aún, entre las sociedades tribales, pues su gran
dependencia del medio ambiente y por el hecho de estar demasia­
do expuestas a todo tipo de fracasos genera y alimenta este ta­
lante (32).
El ritual se iniciaba con la elección por parte del amo de las
tierras en que se iba a sembrar el pan y su preparación. La elec­
ción estaba en parte condicionada por el sistema rotativo de las
erías: unguaño tocai a esta Uouría de trigo, ou de maíz, etc., por
razón de los pasos o carriles, por lo que el rito afectaba a todo el
pueblo en este caso. Las tierras se abonaban y se preparaban to­
dos los años del mismo modo. La tierra era calificada de buena
o de mala según fuese panible o no, es decir, según produjese más
o menos pan. La siembra se hacía siempre por las mismas fechas,
del mismo modo y era siempre la misma persona quien sembra­
ba el pan —persona social— el amo, y cuando moría lo hacía la
persona que había heredado su “ status” , utilizando la mejor se­
milla seleccionada de la cosecha del año anterior. Las labores de
saUo y de arrompedura se realizaban el mismo mes cada año, de
la misma manera y por las mismas personas. Pasada la Semana
Santa, el ama de casa iba a las tierras de pan, las rociaba con agua
bendita y espetaba (clavaba) en ellas varias ramitas de arbedeiro
(madroño) también benditas y las dejaba hasta que se recogía el
trigo. A la vez que esparcía el agua utilizando como hisopo ramos
(32)
Cfr. Sutti O r t i z , “ Reflexiones sobre el concepto de la «cultura campesi­
na» y los «sistemas cognoscitivos campesinos»” , en T. Shanin (ed.), Campesinos
y sociedades campesinas, op. cit., págs. 295-296.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
181
de lloureiro o de arbedeiro, que habían sido bendecidos el día de
Ramos, recitaba algunos conjuros para ahuyentar las sabandijas
y demás bichos perjudiciales, de los que son buena muestra los
siguientes:
Salí, sapos ya mundicia, que ahí vus vei ’1 agua bendita.
Salí, sapos ya toupos, pa las tierras de lus outros.
Marcha, sapo, marcha, rato ya todas las inmundicias, que
aquí vus traigo *1 agua bendita.
Marcha, sapo, marcha, rato ya toda la comición que aquí
vos traigo *1 agua del Sábado de Pasión (33).
La siega, la recogida, el acarreto y la facina eran tareas que
se hacían exactamente igual año tras año, y cada miembro de la
familia, según edad y sexo, desempeñaba los mismos papeles. La
facina se hacía en la era en el mismo sitio de siempre y la hacía
la misma persona mientras vivía y podía. Asimismo, siempre se
llamaba a los mismos mayadores; el trigo se guardaba en el mis­
mo sitio, el payeiro se hacía en el lugar de siempre y por las mis­
mas personas, etc. La mayada marcaba el final del ciclo que su­
ponía el paso de la escasez a la abundancia. Cuando el trigo ya
estaba en el hórreo, el ama de casa solía exclamar:
Gracias a Dious que llegou a pintoiru, ya lu tenemus recubrau, agora namás que Dious ñus dea salú a todus pa cumelu (34).
La mayada era por consiguiente un rito cíclico que daba fe del paso
de la escasez a la abundancia, fenómeno éste muy común en las
culturas agrarias preindustriales (35).
Pero, sin lugar a dudas, era en el proceso de elaboración del
pan donde el ritual se hacía más estricto y con una mayor presen­
cia de símbolos. Cada 12 ó 14 días el ama preparaba la misma can(33) Recogidos por Manuel Menéndez G . en Zardaín y Naraval (Cfr. M . M e n é n G a r c Ia , “ Notas folklóricas del Cuarto de los Valles” , en BIDEA núm. 23,
Oviedo, 1954, p. 13), Según el autor, también en Somiedo se encuentran conjuros
similares. Yo mismo pude constatar que se trata de fórmulas muy difundidas por
la zona de estudio.
(34) “ Gracias a Dios que se logró recogerlo, ya lo tenemos recobrado, ahora
sólo falta que Dios nos dé salud a todos para comerlo” . El pintoiro era el trozo
de madera con que se colgaban los cerdos después de muertos y limpios. Datos
o expresión muy usual en toda la zona.
(35) Cfr. V. W. T u r n e r , El proceso ritual, Taurus, Madrid, 1988, págs. 152 y ss.
dez
182
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
tidad de grana, la cevera, para ir a moler, también al molino de
siempre. La preparación del furmiento y la elaboración de la pas­
ta, la fornada, se realizaba meticulosamente, así como la cocción
del horno, el arruxau, y del pan. El ama hacía los mismos prepa­
rativos, sobaba la pasta de la misma manera, hacía las mismas
comprobaciones y se esforzaba para no olvidar ningún detalle,
pues se trataba, en última instancia, de conseguir un difícil y peli­
groso equilibrio entre diversos extremos, ambos señal de mal pan,
húmedo
poco lleldo
soso
muy cociu
medrou
... etc.
............. .... seco
............. .... muy lleldo
............. .... salado
............. .... pouco cociu
............. .... aplastou
La novata tenía problemas para conseguir este equilibrio y cuan­
do lo lograba se decía que ya era mujer y hasta que ya se podía
casar. Esta difícil empresa y de tanta responsabilidad explicaría
el uso por parte de la mujer que la realiza de muchos gestos, rezos
y símbolos mágico-religiosos a los que ya hice referencia. El pro­
pio trigo parece ser ya un símbolo del hombre mortal y las manos
de la mujer que manipulan su harina son el medio que le devuel­
ven la vida, por eso amasar es revivificar, y de ahí que reponga
la fuerza de quien lo come en forma de pan. Este simbolismo de
los cereales utilizados para la fabricación del pan o de galletas pa­
rece también existir en otras culturas agrarias preindustriales (36).
Pero el pan no es tal hasta que no está amasado, lleldao y cocido,
todo un proceso que implica crecimiento, un símbolo que signifi­
ca vida y creación y, a su vez, que es comestible, lo que significa
que el grupo podrá recuperar sus fuerzas en tomo a la mesa pre­
sidida por el pan. Por tanto, el perfecto equilibrio del acto de ama­
sar el pan se expresa por su justo crecimiento, que es un símbolo
que se caracteriza, como todos los símbolos rituales, según el aná­
lisis de V. Tumer (37), por condensar muchas cosas y acciones, por
unificar fenómenos y significados dispares, por polarizar senti­
dos opuestos, el sensorial y externo, por una parte, y el ideológi­
co, por otra, y por ser una formación de compromiso entre dos ten­
dencias opuestas, la muerte y la vida, en este caso. Entre los ha(36) Cfr., por ejemplo, Marie V i r o l l e - S o u i b e s , “ Pétrir la pâte, malaxer du
sens. Exemples Kabyles” , en Techniques et Culture, núm. 133, 1989, págs. 73-101.
(37) Cfr. V. W. T u r n e r , La selva de los símbolos, op. cit., págs. 30-33.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
183
bitantes de la Kábila de Argelia, según señala Virolle-Souibés, la
levadura es el hueso de la pasta, es quien resucita y vivifica la
pasta, lo que en nuestro caso hace el furmiento, haciendo una cla­
ra referencia al Corán cuando habla de que la última resurrección
tendrá lugar a partir de los huesos (38).
El pan bien hecho era símbolo de comer y de vida, y la tarea
de amasar el pan tenía un profundo carácter sagrado por cuanto
emulaba la creación misma. En este sentido, la mujer para ama­
sar no podía estar indispuesta, pues en tales circunstancias era
un ser impuro y la sangre de la mestruación es degradación de la
vida, es un símbolo de muerte, de la naturaleza que muere y no
genera vida; es decir, la mujer es un ser ambivalente, y al igual
que posee el poder de la fecundidad, el que permite hacer nacer,
también es causa de contaminación y muerte (39). Por eso no po­
día amasar una mujer indispuesta, porque la pasta no llelda, pues
lleldar es revivir y crecer, al igual que no podía hacer bizcochos
porque tampoco subían, ni podía manipular la carne de la matanza
porque ésta no adobaba y se perdía (40).
Ahondar en estos hechos es realmente difícil y sobrepasa, sin
duda, el marco de este trabajo, sin embargo quisiera esbozar al­
gunas posibles vías de comprensión. El ama, a medida que va te­
niendo más edad, adquiere un “ status” más sólido dentro de la
familia y del grupo, y esto es un hecho indiscutible. Las razones
no parecen estar todas bien definidas, pues parecen ser varias. Por
una parte, es un ser ya plenamente de casa, hecho que se pone más
en evidencia al existir en la familia otra mujer casada, la nuera
que es la nueva, y al haber desaparecido, por regla general, su sue­
gra. Por otra parte, el ama posee una mayor experiencia para “ go­
bernar” la casa —alimentos y cocina y la educación de los más
jóvenes— y de hecho es la administradora de los bienes de subsis­
tencia y del capital social y simbólico de la casa. Por último, con
la menopausia la mujer se convierte en un ser plenamente cultu­
ral, equiparándose socialmente al hombre (41), dominando así
aquellos nexos peligrosos e incontrolados que la unían a la natu­
raleza y a la muerte por medio de la sangre mestrual. De este mo­
do su imagen de debilidad, de desconfianza y de peligrosidad se
(38) Cfr. M . V i r o l l e - S o u i b e s , “ Pétrir la pâte” , op. cit., p. 98.
(39) Cfr. comentarios de G . B a l a n d i e r en este sentido ( G . B a l a n d i e r , El de­
sorden, op. cit., pâgs. 96-99).
(40) Cfr. A. G a r c í a M a r t í n e z , “ La matanza” , op. cit., p. 117.
(41) Cfr. C. M e i l l a s s o u x , Mujeres, graneros y capitales, Siglo XXI, México,
1978 (2.a éd.), p. 112.
184
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
va desplazando poco a poco hacia la nueva y el ciclo se repite. En
base a esto, el ama es quien manipula los productos básicos para
la subsistencia y la vida del grupo doméstico, como son el pan,
la carne, la cocina, y es, a su vez, quien administra el capital so­
cial y simbólico de la casa para dar vida social y cultural a las nue­
vas generaciones. La mujer de edad es, en este sentido, el nexo
y el único puente seguro entre la naturaleza y la cultura, simboli­
zados en el ritual del pan por la muerte y la vida, pues el trigo
muere al hacerse harina (polvo) y vuelve a revivir en manos de
la mujer convirtiéndose en pan de vida. Cabe pensar, de algún mo­
do, que la mujer de edad se convierte en un ser plenamente cultu­
ral y así controla mejor que nadie, a través del ritual, esos fenó­
menos simbólicos que son puente entre lo natural y lo cultural,
que implican vida/muerte, estabilidad/cambio, abundancia/es­
casez, etc. En este sentido y desde esta perspectiva se podría en­
tender el porqué las mujeres de edad controlaban el campo de la
brujería y de la magia, dos fenómenos siempre conexos y muy co­
munes entre las comunidades rurales preindustriales de Asturias
y del área mediterránea, la brujería provocando muerte y dese­
quilibrios y la magia restableciendo la vida y el orden natural,
social y moral (42).
Pero retomemos de nuevo el hilo de nuestro discurso sobre el
ritual del proceso y consumo del pan.
Una vez elaborado el pan, éste se convierte en el alimento bá­
sico de la familia, bien fuese solo o con otros alimentos. Pero en
todos los casos el pan era consumido con un profundo respeto y
veneración, pues realmente todos asentían en que se trataba de
un bien sagrado para cuya obtención habían colaborado todos: la
tierra, la lluvia, el sol, los animales, los miembros vivos de la fa­
milia, las almas de los antepasados y Dios. Este carácter sagrado
y sus propiedades semidivinas se transmitían, de algún modo, a
quienes lo consumían e incluso a los objetos que tocaban más di­
rectamente la masa de pan, como sucedía con la pala del forno,
y por eso en caso de tormenta se sacaba al exterior para proteger
a la familia y a los animales del rayo y para amainar las lluvias
torrenciales que podían perjudicar la casa y los sembrados. Otras
familias, en tales momentos, sacaban la pala y el rudabaUo y los
colocaban en forma de cruz. Todo esto fomentaba y alimentaba
(42)
Ver mi análisis de estos dos fenómenos entre los vaqueiros de alzada de
Asturias (cfr. A. G a r c í a M a r t í n e z , L o s v a q u e i r o s d e a l z a d a d e A s t u r i a s , Oviedo,
1988, págs. 322 y ss.).
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
185
en todas las fam ilias un profundo respeto hacia el pan. En este
m ism o contexto, las personas ajenas al grupo dom éstico que te­
nían acceso a la m esa y al pan penetraban en ese universo sim bó­
lico de la fam ilia, en el núcleo más representativo de la casa. Por
eso los invitados eran norm alm ente parientes, am igos o personas
de rango a las que se deseaba obsequiar y con las que la casa man­
tenía o deseaba entablar unas relaciones de gran intim idad y una
reciprocidad generalizada —la mesa y el pan no se vendían ni se
com praban—, pues las casas rurales tradicionales, que eran uni­
dades económ ico-sociales fuertem ente individualizadas, m ante­
nían con el exterior varios niveles de relación o de incom unica­
ción, según los casos, m uy bien definidos. Es decir, la casa y la
fam ilia defendían su identidad m ediante una especie de círculos
concéntricos, y el grado de relación o de incom unicación se m edía
p or su proxim id ad o alejam iento del núcleo central. G ráficam en­
te se p od ria representar así:
4 —Montes propiedad de la casa.
3—Tierras y prados.
2 —Calea (entorno de la casa).
1—Cocina y mesa familiar.
Tam bién se p od ía m edir el grado de relación o de incom unicación
entre las diferentes casas p or m edio de los niveles de reciproci­
dad o de intercam bio, utilizando en este caso la term in ología de
M. Sahlins (43), quien, a su vez, la tom a de E. R. Service, y que
podríam os representar del m odo siguiente:
(43) Cfr. M. D.
S a h l in s ,
Las sociedades tribales, op. cit., págs. 131 y ss.
186
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
1 y 2 —Reciprocidad generalizada, entre
los miembros de la familia y en­
tre parientes en situación normal
(casa y parientes).
3 y 4 —Reciprocidad equilibrada, entre
amigos y conocidos en situaciones
socialmente establecidas y de ca­
rácter recíproco (pueblo y parro­
quia).
5—Reciprocidad negativa, con extra­
ños, de carácter especulativo y que
prácticamente eran inexistentes
(sociedad otra).
Finalm ente, en torno al com plejo ritual del pan nacían y se nu­
trían tam bién otros muchos sím bolos de carácter an tropom órfi­
co m uy usuales, aún en la actualidad, tanto en el m edio rural co­
m o en el urbano y en los que el pan es sinónim o de “ b ien ” o de
“ v id a ” . A sí, se dice del niño que “ crece com o el pan” , de una per­
sona que “ es buena com o el pan” , “ es un pedazo de pan” , “ sabe
ganarse el pan” , etc. Este sim bolism o del pan tam bién se hace ex­
tensivo al m edio ecológico: “ un pueblo o una tierra m uy panible” ,
y a las condiciones clim atológicas: “ este año es un año de pan” ,
o “ no es año de pan, sino de ham bre” , “ ta un día de fam e” , etc.
En resumen, tod o este com plejo ritual y este abigarrado uni­
verso sim bólico parece responder, ante todo, a un objetivo prim or­
dial para la p ropia supervivencia de la fam ilia, es decir, conse­
guir un orden y un equilibrio en relación con el cultivo, la m ani­
pulación y el consum o de un producto básico y a la vez lim itado,
el pan, pues cualquier cam bio o desviación p odía acarrear el ham ­
bre para la fam ilia.
II.—CRUCE DE CU LTU RAS O ENTRE «LO DE ANTES»
Y «LO DE A H O R A »
Empezaba este trabajo diciendo que una cosa parece cierta des­
de el punto de vista antropológico, es decir, una cultura desapa­
rece o se transform a profundam ente cuando se la despoja o se
transform an sustancialmente aquellos com ponentes o form as de
vid a que le dan identidad o que constituyen su núcleo, es decir,
puede tratarse de una destrucción cultural más o menos progra­
m ada o de un proceso “ natural” de aculturación que es siem pre
lento y m enos traum ático. Toda cultura, com o cualquier otro sis­
tema, está capacitada para asumir y restablecer su equ ilibrio an­
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
187
te ciertos com portam ientos y fenóm enos que ocurren en su seno,
sin que su identidad se altere, pero cuando estos fenóm enos lle­
gan a afectar a su núcleo esencial, la situación se vu elve irrever­
sible y, de un m odo más o menos rápido, el sistema desaparece
o sufre un cam bio sustancial, pues en tales circunstancias no exis­
ten m ecanism os de retroalim entación para controlar esas varia­
bles entrópicas o para fortalecer aquellas otras capaces de contra­
rrestar la acción de ésas y conseguir de nuevo una hom eostasis
dinám ica. En el caso concreto de la cultura tradicional asturiana,
considerada com o un sistema, pudo controlar durante muchas ge­
neraciones ciertos cam bios: la muerte, el trueque, las catástrofes
y las m alas cosechas, la em igración de cierto numero de sus m iem ­
bros, etc., pero es incapaz de controlar otros que originan el aban­
dono de ciertas form as de vid a y un progresivo cam bio de la pro­
pio p or lo extraño: la mecanización y la lenta conexión con el mun­
do del m ercado y capitalista, la emigración de todos los m iem bros
de la generación de repuesto y la im posibilidad del grupo para
autoperpetuarse biológicam ente, la desaparición de las estrate­
gias m atrim oniales y el cam bio de la verticalidad p or la h orizon­
talidad en el seno de los grupos dom ésticos, e l deseo de im itar en
todas sus dim ensiones a la fam ilia nuclear urbana, el progresivo
con trol p o r parte de la reciprocidad negativa, de claro signo exp eculativo, de la reciprocidad generalizada y de la equilibrada,
la pérdida, p or parte de la fam ilia, de su papel endoculturalizador m ediante la transm isión oral a manos de las instituciones pú­
blicas profundam ente urbanizadas y sirviéndose de la escritura
y la im agen, etc. Estos cam bios provocaron, en el seno de las co ­
m unidades rurales preindustriales de Asturias, un progresivo d o­
m inio del hacia afuera (orden técnico y progreso) sobre el hacia
dentro (orden m oral y tradición), originando, a su vez, una gra­
dual transform ación de su cultura. Pero, en la actualidad y des­
pués de más de dos décadas, estas com unidades se debaten aún
en busca de una nueva identidad cultural entre los detritus de lo
de antes y las nuevas form as de vida de lo de ahora.
1 .— DE LO EXTRAÑO A LO PROPIO Y DE LO PROPIO A LO EXTRAÑO.
UN EJEMPLO: LA COMPRA DEL PAN DE CASA.
Hace más o m enos un cuarto de siglo, cuando algunas casas de
la zona, de m anera aislada, com enzaron a dejar de sem brar trigo
y a com prar el pan, el escándalo y los com entarios fueron unáni­
mes y m uy elocuentes:
188
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
Esus dánselas de muy modernos, nun tienen vergüenza,
echan la casa a pique, cun ese rabañu menus ya esa casarada mira que nun cuyer pan ninguno nin amasar... Pues chachu, una casa sin pan pasa fame, pues cun lu que se compra
nun se farta la xente. Si llevantasen la cabeza lus vieyus ou
fulanu de la casa, pues chúfábunlo muitu, nun sei qu’iba de­
cir..., vaya xeitu de casa. Dicen que compran tolus días pan
de la tagona, son muy finos... Si semasen las tierras tenían
pan ambute, purqu’ía una casa bárbara en fincabilidá y asi­
na tan compra compra ya nun cuemen pan... La casa que
cuei pan abondu pal añu tien un bon esfouto ya doutramiente paré que nun ai nada en casa ya pa ’ncima las tierras ermas. Semar pan ía fartura ya un preceuto (44).
Este tipo de reacciones se producían y aún se siguen produciendo
cada vez que un individuo o una casa da pasos hacia adelante o
adopta innovaciones o form as de vida diferentes. La característi­
ca más sobresaliente de la cultura cam pesina tradicional era la
defensa de la tradición y la lucha contra las desviaciones, com o
se viene repitiendo a lo largo de este trabajo, y lo conseguía gra­
cias, sobre todo, a que eran culturas basadas en una endoculturalización oral (45). Se trata, en definitiva, de un con flicto entre la
tradición y el progreso o entre lo de antes y lo de ahora, entre lo
próximo y lo nuevo o extraño de ahora, una señal inequívoca de
que aún perviven muchas form as de la cultura tradicional.
La gente sabe que las condiciones de vida están cam biando
drásticam ente, pero su m entalidad tradicional y su visión del
m undo fuerza a la m ayoría a enfrentarse a esas nuevas con d icio­
nes con form as de conducta que para las generaciones preceden­
tes supusieron seguridad, por cuanto la tradición significaba bien,
orden, vida..., al tiem po que lo extraño —lo que venía de afuera—
se conceptuaba com o m alo, “ m uerte” , desorden... (46). T odo esto
(44) “ Esos se las dan de muy modernos, no tienen vergüenza, echan la casa
a pique, con ese montón de hijos y esa cantidad de gente en casa no sembrar trigo
ni amasar pan... Una casa sin pan pasa hambre, pues con lo que se compra no se
puede alimentar la gente. Si volviesen los antepasados, sobre todo Fulano a quien
ponderaban mucho, vaya plan de casa... Dicen que compran diariamente pan re­
cién hecho al panadero, pero como el de casa... Si sembrasen las tierras tendrían
pan bastante, porque la casa tiene buenas propiedades y así están comprando cons­
tantemente y no comen pan... La casa que cosecha bastante pan tiene una buena
base y de ese modo parece que no hay nada en casa y las tierras abandonadas...
Sembrar pan es como un precepto, una orden sagrada...” . Datos recogidos en Fres­
nedo (Tineo), pero que se pueden hacer extensivos a toda la zona de estudio.
(45) Cfr. K. D o b r o w o l s k i , “ La cultura campesina tradicional” , en T. Shanin
(ed.), Campesinos y culturas campesinas, op. cit., págs. 249-267.
(46) Cfr. G. B a l a n d i e r , El desorden, op. cit., págs. 87 y ss.
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
189
pone de m anifiesto que en una cultura existen niveles o elem en­
tos que son más resistentes al cam bio que otros y lo demuestran
los estudios sobre la aculturación, y en este sentido lo que fue un
m ecanism o protector, ahora se convierte en un lastre al unirse o
co n v iv ir con las nuevas pautas (47).
Progresivam ente y a m edida que éste (el abandono del cu ltivo
del pan) y otros cam bios se fueron generalizando entre las com u­
nidades rurales de Asturias los com entarios cam bian totalm ente
de signo y ahora van dirigidos hacia aquellas pocas fam ilias que
siguen m anteniendo viejas form as de vida, y en concreto el cu lti­
v o del trigo y la fabricación del pan de casa:
Agora naide sema trigu nin amasa, ande vei qu’esu ya se
deixou de facer pur todus lus llugares, ya güei naide pasa
fame de pan, además nun ai aquellas casaradas de xente
qu’había entoncias, ya pan cuémese poucu, la xente güei
cueme outras cousas, la xente agora ía muy esquisita pa cumer. Na redulada seique nun seman trigu más qu’ en casa
Fulanu ya ’n casa Manganu, esus son muy a l’antigua ou a
lu d’antes. A nos caeunus el fornu ya tovía naide lu llevantou, nun ai nin aunde ir a muler, ya las muyeres de agora
llou nun saben apenas nin amasar. Home, algún día faise
algún bullín nel fornu de la cucina purqu’ apeteceusi a tal
ou a cual.. la muitu más cómodu cumpralu tienru tolus días,
vienen a traételu a la puerta casa lus panaderos, amárranse pur vendételu purque tan locus purqu’is compres; you
compru algo a todus ya metu alguna fugaza nel cungelador (48).
(47) Cfr. el análisis al respecto de este tipo de fenómenos en G. M. Foster,
Tzintzuntzan, op. cit., págs. 241 y ss.; G. D u b y , Historia social e ideologías de las
sociedades, Anagrama, Barcelona, 1976, págs. 81 y ss.
(48) “ Ahora nadie siembra trigo ni amasa, hace mucho que eso se dejó de ha­
cer por toda la zona, hoy nadie pasa hambre de pan, además hay menos indivi­
duos en las casas y pan se come menos, la gente come otras cosas y hoy somos muy
exigentes para comer. En toda la zona tal vez sólo siembran trigo en casa Fulano
y en casa de Zutano, ésos no han evolucionado nada. A nosotros se nos derrumbó
el homo, y ya no existen ni molinos y las mujeres casi ya no saben ni amasar. Hom­
bre, algún día se hace algún bollo en la cocina de casa porque a alguien se le apete­
ce... Es mucho más cómodo comprar diariamente el pan recién hecho, pues te lo
vienen a traer a la puerta de casa los panaderos, se pelean por vender, pues todos
desean que les compres algo. Yo compro algo a todos y después meto algún pan
en el congelador para alguna emergencia...” . Este tipo de comentarios, que repre­
senta todo un diagnóstico del grado actual de aculturación de las comunidades ru­
rales asturianas, puede recogerse en toda la zona. Este comentario corresponde
a Fresnedo y a Yerbo (Tineo).
190
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
Nos encontramos ante un fenómeno de inversión de ciertas for­
mas de vida, es decir, lo que hace un tiem po era señal de desor­
den y m otivo de escándalo para la m ayoría de las casas, ahora es
señal de progreso y de bienestar, y se im pone, en ciertos cam pos,
com o un nuevo estado de cosas absolutam ente norm al (49), a p e­
sar de que mucha gente, en este caso concreto del pan, no está ni
m ucho m enos plenam ente convencida de ello. De hecho, cada día
son más las personas que añoran el pan de casa y ciertas fam ilias
están volv ien d o a sembrar trigo, y sino lo com pran, para hacer
pan del de antes, hecho que es más com ún entre aquellas que p o­
dríam os conceptuar com o más evolucionadas y que, tal vez p reci­
samente p or eso, no tienen ningún reparo en recuperar aquellas
form as de vid a de antes que consideran m ejores que las adopta­
das ahora del exterior. Dicho de otro m odo y en térm inos más ge­
nerales, se está observando desde hace años en las com unidades
rurales de Asturias una fuerte tendencia a cambiar lo de antes (tra­
dición) por lo de ahora (lo que viene del exterior), sobre tod o en
lo que atañe a aspectos o form as culturales periféricas, al tiem po
que persisten m uchos elementos del núcleo sustancial del antes
y tal vez p or eso, pues parece ser una reacción m uy generalizada,
cuando dos culturas esencialmente m uy sim ilares, para conquis­
tar y m antener su identidad, intentan destruirse periféricam en­
te (50). Es decir, muchas caserías rurales asturianas actualm ente
tienen una serie de planes y una cierta im agen de cóm o debe ser
su form a de vida, e incluso los tratan de poner de algún m odo en
práctica, im pulsadas p or esa idea del ahora, “ por lo moderno” y
(49) Cfr. los comentarios que hace sobre la tradición, como norma que sancio­
na y aprueba, G. B a l a n d i e r , E l d e s o r d e n , op. cit., págs. 73 y ss.
(50) Podríamos sugerir al lector, a modo de reflexión, la actitud y muestras
de desprecio y de distanciamiento externo que exhibe, con frecuencia, el emigrante
cuando vuelve a su medio, medio rural me refiero, cuando en realidad aquél sus­
tancialmente no ha cambiado nada, y por eso se comporta así, porque no quiere
ser aquello que realmente es y que le obligó a emigrar en las condiciones en que
lo hizo, a la vez que quiere defender esa cultura superficial urbana que adquirió
y hasta exhibe de un modo exagerado. En otro campo, los brotes de racismo de
nuestro país son tanto más virulentos cuanto más cercanos están, a nivel de su
núcleo cultural, las dos comunidades enfrentadas. En este mismo sentido tenemos
también ejemplos aportados por la Antropología Cultural. Así, podríamos citar
los duros enfrentamientos y el profundo desprecio que los nuer tienen hacia los
dinka, precisamente, según Evans-Pritchard, para cultivar y mantener esa iden­
tidad social y esa cultura que ellos creen superior frante a sus vecinos los dinka,
cuando, en realidad, son muy similares físicamente y sus lenguas y sus culturas
son también muy parecidas (cfr. E. E v a n s - P r i t c h a r d , L o s n u e r , Anagrama, Bar­
celona, 1977, págs. 15 y ss. y 139 y ss.).
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
191
p or sú “ m enosprecio” de lo de antes. Pero, a m i ju icio, se trata
de una v isión em ic, pues si se analiza atentamente sus conductas
diarias (etic), se puede observar que, en la m ayoría de los casos,
sus form as de vid a reales responden en efecto a otros m óviles. Así
y para citar sólo algunos ejem plos, el prestigio de la facina de an­
tes se desplazó ahora al número de vacas y a los litros de leche
que se producen y se entregan públicam ente —“ somus lus que más
lleite entregam us de la parroquia” —, aunque de ello no se obten­
gan más ganancias netas, lo que denota que su conducta real aún
no opera según los patrones capitalistas que parece guiar el nue­
v o m odelo de casería; igulamente, la pareja de vacas de antes que
se exhibía ante los demás vecinos, ahora la sustituye un buen trac­
tor, a m enudo m enos adaptado al m edio que otro no tan ostento­
so, y el lu joso caballo de m ontura bien ataviado, sím bolo de la
casa pudiente y que sólo servía para ciertas ocasiones, fue suplan­
tado p or el coche de lujo, aunque peor adaptado tam bién que otro
m enos llam ativo, pero que sin duda sería más funcional, etc. Es
decir, se observa una discrepancia entre los proyectos de ahora
(em ic) y una serie de conductas reales de antes (etic), porque, en
realidad, siguen más o menos intactas una serie de estructuras
socio-ideológicas del pasado, lo que pone en evidencia, una vez
más, que una cultura es un todo organizado en el que las varia­
bles organizacionales e ideológicas ejercen una función de reali­
m entación de las variables infraestructurales, sin que p or ello de­
jen de ser las variables independientes o determinantes dentro de
una perspectiva m aterialista de la cultura.
El cam pesino preindustrial asturiano fue frecuentemente m ar­
ginado p o r parte de la cultura oficial, p or los órganos y poderes
públicos y p or el habitante de la ciudad, y precisam ente lo fue p or
su cultura, es decir, p or su dieta alim enticia, p or su lengua, sus
creencias, ritos, form as de vestir, su trabajo, sus costum bres y va ­
lores m orales, su vivienda, su relación con la naturaleza y los ani­
m ales dom ésticos, su falta de higiene, etc. Actualm ente se da la
paradoja de que las com unidades rurales tratan de im itar las fo r­
mas de vid a externas del habitante de la ciudad, m ientras que és­
te em ula y consum e form as de vida periféricas de la cultura rural
tradicional —form as lingüísticas, artículos de consumo de primera
necesidad, contacto con la naturaleza y el m undo animal, etc.—
precisam ente porque se considera un ser profundam ente u rbíco­
la. Es decir, la “ ruralización” de los habitantes urbanos durante
sus salidas y contactos con la cultura rural, no es una señal de de­
sintegración de la cultura urbana, sino que se trata, a m i ju icio,
192
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
de una afirm ación. Por el contrario, la im itación, a veces exage­
rada, y la asim ilación de la cultura urbana p or parte de la p ob la ­
ción jov en rural sí parece ser una muestra de la desintegración
o de la crisis que padece la cultura rural. D icho de otro m odo, p e­
riféricam ente se podría decir que durante los últim os dos dece­
nios estamos asistiendo, si se me perm ite la expresión, a una ruralización progresiva de la cultura urbana y, a la vez o p or con­
tra, a una urbanización de la cultura rural, pero con una gran
diferencia, y es que mientras la cultura urbana no com prom ete
en ello su identidad, la cultura rural por contra mucho más vu l­
nerable, p or una serie de razones que no puedo tratar aquí, sí se
ve afectada poco a poco en su núcleo, sin que se vislum bre cuál
va a ser el nuevo m odelo cultural que surgirá de este proceso de
aculturación en que está inmersa. Mientras tanto, en las com uni­
dades rurales de Asturias se observan, reitero una vez más, m u­
chos restos culturales del pasado, que se confunden en su actual
estado de detritus, perviviendo en los márgenes de otras pautas
dom inantes com o reliquias que perdieron su papel original.
Para v olv er al tema específico de este trabajo, la sustitución
del «pan de casa» p or el pan com prado puede parecer que se trata
de un cam bio m eram ente superficial, del m ism o m odo que el ciu­
dadano de la ciudad se trae el fin de semana pan de escanda o hue­
vos de aldea, pero en realidad la cultura rural se va vien do afec­
tada p or ello en su m ism o núcleo. Así, la organización técnica del
espacio se transform a, el pluricultivo va dando paso a un m ono­
cu ltivo con vistas al m ercado y el grupo dom éstico sigue siendo
una unidad de producción pero no de consum o, pues hay que p ro­
ducir más outputs para hacer frente a los cada vez más num ero­
sos inputs, entre ellos la com pra diaria del pan, la reciprocidad
generalizada y la reciprocidad equilibrada son absorbidas paula­
tinam ente p or la reciprodicad negativa basada en la ganancia que
invade el cam po de las relaciones sociales; la d ivisión del traba­
jo , al igual que los papeles desempeñados p or la mujer, los ancia­
nos y los niños se trastrocan p or la llegada de la m aquinaria, las
relaciones del hom bre con su m edio ecológico, sus tierras que fo r­
man parte de su explotación que casificaba al grupo dom éstico,
se convierten en relaciones de explotación, “ obligán d ole” a p ro­
ducir más a base de fertilizantes industriales cada vez más com ­
plejos, degradando así el medio; los animales dom ésticos son tam ­
bién “ exp lotad os” más allá de sus posibilidades a base de pien­
sos y horm onas; la casa, y p or consiguiente la fam ilia, pierde su
identidad al entrar en ese voraz circuito de lo p rop io/ex tra ñ o y
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
193
extra ñ o/p rop io, que es el m ercado capitalista, que la vacía de sus
p ropios sím bolos; y finalm ente el universo m oral y las relaciones
de carácter religioso se desplazan hacia las innovaciones técnicas
y el p od er y la seguridad que da el dinero, de m odo que ya no se
dice, que sea lu que Dious quera o ía cousa de Dious, sino con di­
nero tod o se arregla (51). Sin em bargo, desde mi punto de vista
en las com unidades rurales de Asturias, vu elvo a repetir, no se
han generado aún esas nuevas estructuras sociales y m entales ca­
paces de consolidar esos cam bios económ icos, a la vez que las es­
tructuras tradicionales se han visto afectadas más o m enos p ro­
fundam ente y perviven , en muchos casos, en form a de reliquias
y de lastre, lo que explicaría el hecho de que los cam bios que se
han dado no están aún plenam ente estabilizados y sigan siendo
form as de vida carentes de ese p olo ideológico capaz de con soli­
darlos y darles identidad.
2 . — D E «L O D E A N T E S » A «L O D E A H O R A » , O L A B U S Q U E D A DE
U N A N U E V A ID E N T ID A D C U L T U R A L
La aculturación en la que están sumidas las com unidades ru­
rales de Asturias desde hace un cuarto de siglo ha ido p rovocan ­
do el abandono de m últiples form as seculares de subsistencia eco­
nóm ica, entre las cuales y com o más representativa estaría «el pan
de casa», al tiem po que dichas com unidades se han ido in corp o­
rando al sistema com ercial y a las instituciones nacionales, de m o­
do que cada vez son m enos tribales y más urbanas o, com o señala
M .a D olores Juliano hablando de la cultura popular (52), la socie­
dad rural tradicional deja de ser el “ sistema tota l” que casi era,
para convertirse en un subsistema de la sociedad global. Este p ro­
ceso está preñado de consecuencias de m uy largo alcance que se
pueden catalogar en tres dim ensiones, las m ism as que articulan
su cultura:
(51) Cfr. el análisis de C. Esteva F . sobre el proceso de aculturación entre al­
gunas comunidades rurales del Alto Aragón, cuyos desencadenantes fueron, se­
gún el autor, los cambios introducidos en sus bases económicas y que poco a poco
fueron penetrando en el nivel social y en el ideológico, afectando de ese modo a
toda la cultura (cfr. C. E s t e v a F a b r e g a t , “ Para una teoría de la aculturación en
el Alto Aragón” , op. cit., págs. 7-75).
(52) Cfr. M.a Dolores J u l i a n o , “ Cultura popular” , Cuadernos de Antropolo­
gía, núm. 6, Edit. del Hombre, Barcelona, 1986, págs. 16 y ss.
194
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
a) Dimensión económica.—Representa el paso de la produc­
ción lim itada a la fam ilia a una producción para empresas p ro­
ductivas dependientes de proyectos industriales, lo que originó
cam bios profundos y generalizados en la base económ ica de las
caserías asturianas, a la vez que persisten aún form as del pasado
y otras de carácter coyuntural y externo que estrangulan o lim i­
tan este proceso, p or lo que las explotaciones agrarias asturianas
son empresas m uy poco rentables.
b) Dimensión organizacional.—Se ha ido originando, si bien con
m ayor lentitud, un desplazamiento de las funciones organizati­
vas e institucionales del jefe de fam ilia y de la com unidad veci­
nal hacia otros vértices situados en la ciudad, en la capital nacio­
nal o incluso en capitales extranjeras, con lo que el cam pesino se
incorpora, en parte, en una sociedad de clases jerarquizada en la
que él ocupa el puesto más bajo (53). La fam ilia rural aspira a ser
com o la fam ilia contem poránea, es decir, una fam ilia nuclear con
pocos hijos, en la que la pareja busca la felicidad individual y en­
com ienda la educación de los hijos a las instituciones públicas y
en la que la verticalidad de la fam ilia tradicional es desplazada
p or la horizontalidad, por lo que los ancianos, verdaderos depo­
sitario^ y guardianes de la sabiduría tradicional, van siendo re­
legados a un m uy segundo plano al privarles de sus funciones,
cuando la edad ya no les perm ite trabajar com o antes. Todo esto
origina rupturas, o cuando menos m arginación, en el seno de las
fam ilias rurales, com o nos muestran algunos com entarios recogi­
dos en la zona de boca de personas de edad y teóricam ente jefes
de la casa:
Lus vieyus tamus anticuaus. Antes era trabayar pa cuyer
pan pa ’1 añu pa toda la familia ya facer un bon Samartín.
Agora nun se sema nada, cómprase casi todo, agora son las
vacas de Ueite pa ’ntregar cada vez más, ya d’esu lus vieyus
nun sabemus. Pero nos nu ñus sentimus acubardaus pulus
nuevus, cubramus todus lus meses la nuesa paguina ya pa
nos tenemus abondu, pero además inda trabayamus ya facemus pur nun dar guerra; a lus vieyus güei naide lus quier.
El fiu ai tien la casa, que la trabaye si quier, you nun me
metu ’n nada ya él tampoucu nada me diz nin me pregunta,
fai ya desfai pal Uau que quier (54).
(53) Cfr. el análisis general que hace sobre este proceso de aculturación de las
sociedades rurales A. Pearse (A. P e a r s e , “ La metrópoli y el campesino: La ex­
pansión del complejo urbano-industrial y la cambiante estructura rural” , en T.
Shanin (ed.), Campesinos y sociedades campesinas, op. cit., págs. 60-70).
(54) “ Las personas mayores estamos anticuadas, antes se trabajaba para te-
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
195
Las m ujeres de edad, las teóricam ente amas, tam bién sienten
del m ism o m odo los cam bios habidos en el seno de las casas, se­
gún pude pulsar a través de algunas inform antes. Veam os uno de
esos com entarios:
You salgu pa fuera a facer algu, cun lus nenus, la cumida
ya la casa cuerre la nueva. You mientras poda fairei algu
ya nun darei guerra, además lus gastus de casa sustenémuslus el mieu home ya you cun lu que cubramus. Agora cóm­
prase muitu, nun ía cumu antes que s’amasaba ya cumíase
de lu de casa tol añu. Lus nenus criábanse sin gastus, agora
la madre ta tol día cumpránduis nel cumerciu. Pero í’home
ya you nun tenemus purque reventar, abondu tenemus trabayau pa criar el rabaño fius que criamus, que trabayen lus
nuevus, además a nos dinnos que tamus anticuaus ya que
de lu d’agora nun sabemus. (55).
ner pan suficiente para el año y hacer un buen Samartín. Ahora no se siembra na­
da, se compra casi todo y sólo se dedica la gente a la producción de leche, y de eso
los mayores no entendemos. Pero nosotros no nos sentimos acomplejados ante la
gente joven, porque cobramos nuestra pequeña jubilación y para nosotros tene­
mos bastante; pero además aún trabajamos y procuramos no molestar mucho, a
los viejos ahora nadie los quiere. El hijo ahí tiene la casa, que la trabaje, y yo no
le doy ninguna orden y él tampoco me pregunta ni me consulta nada, haz y deshaz
a su antojo” . Datos recogidos en Collada, en Tremado y en Miño (Tineo).
(55)
“ Yo salgo a trabajar fuera de casa, los niños, la casa y la comida son cosa
de la nueva. Yo mientras pueda haré algo y no molestaré, además los gastos de
la casa corren por cuenta de mi marido y mía. Ahora se compra mucho, no es co­
mo antes que se amasaba y se comían cosas de casa todo el año. Los niños se cria­
ban sin gastos, ahora la madre está constantemente comprándoles. Pero mi mari­
do y yo ya no tenemos por qué trabajar en exceso, bastante hemos trabajado para
criar el montón de hijos que hemos criado“ . Datos recogidos en Fresnedo, Yerbo,
Zardaín y Riocastiello (Tineo). El “ status” de los ancianos en las comunidades ru­
rales de la zona aquí estudiada parece haber entrado en un retroceso progresivo
a lo largo de las últimas dos décadas, de modo que, de hecho, están perdiendo su
condición de amo, ama, aunque la conserven de derecho, por lo que tal vez se pue­
de hablar de un “ status” vacio de roles cuando nos referimos a la situación actual
de los ancianos. Este proceso parece estar marcado, por un lado, por una especie
de “ desvinculación” del anciano (“ disengagement” ), según una de las tesis defen­
dida por E. Cumming y W. Henry y formulada como Theory of “ disengagement” ,
teoría que ha sido analizada por Teresa San Román (cfr. T. S a n R o m á n , Vejez y
cultura. Hacia los límites del sistema, Barcelona, 1990, págs. 42 y ss., especial­
mente); por otro lado, esta desvinculación del anciano parece ser una réplica al
revés del proceso de enculturación de la niñez, es decir, una especie de “ deculturación” ,un punto de vista que defiende B. G. Anderson (cfr. B. G. A n d e r s o n , “ The
process of deculturation: its dynamics among United States aged” , en Anthropological Quarterly, 45 (4), págs. 209-216,1972). Las causas principales de este proce­
so, marcado por la desvinculación y la deculturación de los ancianos que origina
una pérdida de roles y un progresivo vaciamiento de su “ status” , son muy diver-
196
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
En estos dos relatos, bien elocuentes p or otra parte, se obser­
van los cam bios acaecidos en la sociedad rural asturiana, a la vez
que un cierto grado de resignación en las personas de edad que,
de ser las responsables máximás de la casa, económ ica, social e
ideológicam ente, h oy son seres cada vez más m arginales, casi al
igual que ocurre en la ciudad, viviendo en una nueva empresa v o l­
cada en la producción para el m ercado y en la que ellos se sienten
extraños, de antes, y en la que sus pensiones son, casi exclusiva­
mente, su garantía y su contacto con el ahora. Pero sim ultánea­
mente, los jóvenes que aspiran a im itar la fam ilia contem poránea
y urbana (56) tienen menos posibilidades y tropiezan con más obs­
táculos para m aterializar ese m odelo de vida, debido a la coexis­
tencia de tendencias contradictorias y de una serie de con d icio­
nantes económ icos inherentes a la empresa fam iliar, lo que m oti­
va que muchas jóvenes parejas emigren a la ciudad. En efecto, las
jóvenes parejas actualmente quieren poner en práctica un m ode­
lo de vida similar al de la pareja proletaria, pero esto tropieza realsas, pero en el caso concreto que nos ocupa podríamos citar las siguientes: a) El
incremento del número de ancianos en proporción al resto de la población, b) La
crisis de la familia troncal como unidad de producción, de consumo y de residen­
cia. c) El desarrollo educativo y el traspaso de las tareas de enculturación de los
niños a la escuela pública y, por consiguiente, la pérdida de valor del saber y la
experiencia de los ancianos, d) El desarrollo de los valores individualistas que fo­
menta la sociedad moderna, e) Las innovaciones tecnológicas que crean nuevos
roles que desempeñan los jóvenes, al tiempo que vuelven anticuados los tradicio­
nales desempeñados por los ancianos, f) La falta de presión sobre la tierra, debi­
do a la emigración, ya que los ancianos obstentaban la propiedad del suelo y de­
más bienes de la casa. Es decir, el “ status” de los ancianos parece estar en rela­
ción inversa a los procesos de modernización tecnológica, de desarrollo social y
de aculturación en general de las comunidades rurales. Con estas notas no he pre­
tendido, de ningún modo, sentar ninguna tesis, sino sólo trazar algunas directri­
ces de lo que tal vez será un futuro trabajo de investigación sobre el grado de trans­
formación de las comunidades rurales de Asturias, visto a la luz del nivel de des­
vinculación y deculturación de los ancianos, de modo que, según parece, a más
aculturación (dominio del hacia afuera), menor es el “ status” y más marginación
sufre el anciano y, viceversa, a menor grado de aculturación (mayor dominio del
hacia dentro), menor grado de marginación y mayor “ status” de los ancianos.
(56)
Las nuevas parejas tienen nuevas aspiraciones, fruto de ese proceso de
desruralización/urbanización, dos perspectivas de un mismo fenómeno, acultu­
ración/ enculturación y, al sentirse truncadas o no materializadas satisfactoria­
mente, esas ilusiones les empujan al medio urbano, un medio urbano del que tie­
nen con frecuencia una imagen idealizada. En el pasado, por contra, soportaban
estas y otras muchas privaciones, pues al ser socializados en el ambiente rural des­
conocían otras formas de vida (cfr. el análisis al respecto de D. C o m a s y J. J. P u ­
j a d a s , “ Elementos para un modelo del proceso de urbanización/desruralización
en el Alta Aragón” , Ethnica, núm. 9, Barcelona, 1975, págs. 37-74).
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
197
mente con una serie de obstáculos de índole m uy diversa. P or una
parte, las explotaciones rurales son actualm ente poco rentables
y exigen muchas horas de trabajo o de cuidados y mucha sujeción.
P or consiguiente, el consum ism o y el tiem po libre —fines de se' mana y vacaciones anuales— que disfruta la fam ilia proletaria, en
el caso de la pareja rural se encuentra con muchas cortapisas. P or
otra parte, la fam ilia proletaria es nuclear y con residencia neolocal, y el “ status” de la esposa, aún en el caso del “ ama de casa”
que no trabaja fuera, le perm ite, al menos teóricam ente, un m a­
y o r grado de autonom ía y de desarrollo personal. P or el contra­
rio, en la fam ilia troncal, que es la que predom ina en el m edio ru­
ral asturiano, y en las empresas rurales la joven esposa se encuen­
tra som etida a la estructura fam iliar y casal, pues predom ina
tam bién la fam ilia patrilocal. Pero, p or contra, la residencia neolocal requeriría medios económ icos y supondría, a su vez, una pér­
dida de ingresos —las jubilaciones— y de los servicios de vigilan ­
cia de la hacienda y del cuidado de la prole que desem peñan las
personas m ayores. P or últim o, aun a pesar de todos estos condionantes, las jóvenes parejas podrían practicar ciertas form as de v i­
da propias de las fam ilias proletarias, pero ello tropieza, a su vez,
con estructuras m entales inherentes al “ status” de la m ujer ru­
ral —la m ujer debe de estar ante todo en casa, criar hijos y cuidar
al m arido y a las personas mayores—, mientras que el hom bre pue­
de y hasta debe salir y en casa sólo debe estar para com er y para
dorm ir. Una p osib le alternativa al actual sistem a de las exp lota ­
ciones agrarias, profundam ente casificadas e individualistas aún,
p od ría ser tal vez la cooperativa de producción, de com p ra/ven ta
y de m aquinaria, pues perm itiría disfrutar a las jóvenes parejas
de más tiem po libre y de vacaciones, serían explotaciones más ren­
tables, se evitaría mucha maquinaria totalmente supèrflua y hasta
p erm itiría una m ayor independencia a las distintas parejas. Pe­
ro esta p osib ilid a d tropieza con una serie de problem as que d ifi­
cultan su creación o llevan al fracaso las que se logran m ateriali­
zar, se trata de nuevo del profundo individualism o y del m iope
concepto de propiedad privada que p ervive aún en las fam ilias
rurales de Asturias, encam ado sobre todo en los hom bres, pues
téngase en cuenta que la fam ilia rural tradicional de Asturias era
asim ism o patrilineal; pero además hay otras dificultades de ca­
rácter infraestructural, naturaleza del espacio y de otro tipo. La
A n trop ología Cultural y los antropólos no se oponen, evidente­
mente, al cam bio y al progreso de ningún grupo humano, sino que
tratan de poner de m anifiesto, en base a su concepción holística
198
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
de la cultura del grupo o grupos en cuestión, cuál es la situación,
para que se tenga presente a la hora de diseñar y de aplicar p ro­
yectos, habida cuenta además de la concepción que el cam pesino,
en este caso, tiene del mundo que le rodea y de que toda cultura
es un todo sistemático funcional, integrado, internam ente cohe­
rente, aunque no totalm ente arm ónico, y no sólo un conjunto ca­
sual de costumbres y hábitos, por lo que ningún cambio puede dar­
se aisladamente (57).
c)
Dimensión ideacional.—Se está produciendo un paso de la
diversidad cultural —cada casa tenía su propio sistema de normas
y de valores y una cierta cosm ovisión, transm itida oralm ente y
de profun do carácter tradicionalista y conservador (58), com par­
tida en gran m edida por la com unidad— hacia una progresiva ho­
m ogeneidad cultural nacional, m odificada p or la diferenciación
subcultural de clases.
La sociedad rural asturiana, p or tanto y para terminar, se en­
cuentra aún debatiéndose entre una serie de contradicciones que
provienen de la convivencia inarmónica de lo de antes y de lo de
ahora, pues la avidez y premura con que tratan de im itar y de
adoptar las form as y el estilo de vida que les llega de la sociedad
exterior, ante la resignación o consentim iento tácito de los ma­
yores, tropieza en muchos casos con obstáculos más o m enos in­
salvables de naturaleza m uy com pleja y de origen m uy diverso,
lo que determ ina que aún no se haya consolidado una nueva cul­
tura rural con identidad propia, después de un cuarto de siglo de
cam bios.
Los profundos cam bios económ icos no acaban de aquilatarse
y generar así un cierto grado de estabilidad en estas com unida­
des, p or lo que tam poco son capaces de desplazar definitivam en­
te las viejas estructuras sociales y mentales que aún perviven en
m ayor o m enor m edida, según las zonas, a m odo de reliquias y
operando com o lastre, ni tam poco generan, p or otra parte y tal
vez precisamente p or eso, otras estructuras nuevas capaces de con­
solidar esos cam bios económ icos. A sí y para citar sólo algunos
(57) Cfr. en lo referente al tema de la aplicación de programas de innovación
o de cambio cultural, como tarea fundamental de la Antropología aplicada, G. M.
F o s t e r , Antropología aplicada, F.C.E., México, 1974, págs. 107 y ss.
(58) Las sociedades que se endoculturan por medio de la palabra, tradición
oral, son conservadoras, mientras que las que lo hacen por medio fundamental­
mente de la escritura, en general, son sociedades cambiantes (cfr. K . D o b r o w o l s k i , “ La cultura campesina tradicional” , op. cit., págs. 249-267).
A PROPOSITO DE LA CULTURA DEL PAN
199
ejem plos, frente al bajo rendim iento económ ico de las exp lotacio­
nes agrarias, debido al m inifundism o, al alto coste de la m aqui­
naria, de los piensos, los fertilizantes, la energía, etc., a la coyun­
tura nacional e internacional que provoca una fuerte com peten­
cia y determ ina los bajos precios de los productos agrarios, el
agricultor asturiano actual sigue sin superar viejas estructuras so­
ciales y mentales, tales com o el fortísim o individualism o casal rei­
nante (59) que le im pide llevar a cabo una concertación parcela­
ria bien planificada y crear cooperativas de producción, consum o
y m aquinaria, organizarse sindicalmente, explotar más racional­
m ente los espacios y recursos comunales y hasta recuperar, en un
nuevo contexto, ciertas form as de vida del pasado. Es decir, suce(5 9 )
E s v e r d a d , s in d u d a , q u e e l in d iv id u a lis m o , la e n v id ia y la d e s c o n fia n z a
s o n a lg u n a s d e la s c a r a c t e r ís t ic a s d o m in a n t e s d e la s o c ie d a d r u r a l a s t u r ia n a , a ú n
e n la a c t u a lid a d . E s ta s c a r a c te r ís t ic a s , q u e fo m e n t a n a c t itu d e s c o n c r e ta s q u e o b s ­
t a c u liz a n e l q u e s e c o n s o lid e n d e t e r m in a d o s p r o y e c t o s a t o d a s lu c e s b e n e fic io s o s
p a r a e l c a m p e s in o , c o m o e l d e la c r e a c ió n d e c o o p e r a t iv a s a g r íc o la s , fo r m a n p a r te
d e e s a “ c u l t u r a c a m p e s i n a ” q u e t r a s c ie n d e la s fr o n t e r a s r e g io n a le s y n a c io n a le s
y d e la q u e la c u lt u r a r u r a l a s t u r ia n a n o s e r ía s in o u n a s u b c u lt u r a m á s . E . M . R o g e r s y L . S v e n n ig , e n t r e o t r o s , c a r a c t e r iz a r o n la “ c u lt u r a c a m p e s in a ” c o n lo s s i­
g u i e n t e s r a s g o s : ( .. .) “ 1) l a d e s c o n f i a n z a m u t u a d e l a s r e l a c i o n e s p e r s o n a l e s ; 2 ) u n a
p e r c e p c i ó n d e q u e l o b u e n o e s t á l i m i t a d o ; 3) d e p e n d e n c i a y h o s t i l i d a d h a c i a l a a u t o ­
r i d a d g u b e r n a m e n t a l ; 4 ) f a m i l i s m o ; 5) f a l t a d e e s p í r i t u i n n o v a d o r ; 6 ) f a t a l i s m o ;
7) a s p ir a c io n e s lim it a d a s ; 8) a u s e n c ia d e d ila c ió n d e la s a t is fa c c ió n ; 9) v is ió n li m i ­
t a d a d e l m u n d o ; 10) e s c a s a e m p a t i a ” (E . M . R o g e r s y L . S v e n n i n g , L a m o d e r n i ­
z a c i ó n e n t r e l o s c a m p e s i n o s , F .C .E ., M é x i c o , 1973, p . 35 ). S i n e m b a r g o , n o s e p u e ­
d e n e x p lic a r e s to s r a s g o s d e m o d o e s e n c ia lis t a .p s ic o lo g is t a , a h is t ó r ic o y c u lt u r a lis t a s in m á s , c o m o h a n h e c h o c o n fr e c u e n c ia m u c h o s t e ó r ic o s d e la m o d e r n iz a c ió n
d e la “ c u lt u r a c a m p e s in a ” , e n p a r tic u la r c u a n d o tra ta n e l te m a d e l in d iv id u a lis ­
m o , s i n o q u e s e r í a n e c e s a r i o t r a t a r d e d a r l e s u n a d i m e n s i ó n h i s t ó r i c a a la s v e r b a liz a c io n e s d e lo s in f o r m a n t e s , u n a e s p e c ie d e p e r s p e c t iv a e t n o h is t ó r ic a , p a r a t r a ­
ta r d e b u s c a r u n a s e x p lic a c ió n a la “ c u ltu r a c a m p e s in a ” c o n q u e n o s e n c o n tr a ­
m o s e n u n m o m e n t o d a d o y , s o b r e t o d o , a l in d iv id u a lis m o q u e p a r e c e s e r la c a u s a
in m e d ia ta d e l fr a c a s o d e t o d o s lo s p r o y e c t o s d e s ig n o c o o p e r a t iv ís t ic o . E s ta p e r s ­
p e c t iv a e t n o h is t ó r ic a p u e d e p o n e r d e m a n ifie s to q u e n o se t r a ta d e u n in d iv id u a ­
lis m o o d e u n a d e s c o n fia n z a c o n g é n it o s a l c a m p e s in o , s in o q u e se d e b e n m á s b ie n
a u n a s e r ie d e c ir c u n s t a n c ia s in te r n a s , e x te r n a s y c o y u n t u r a le s a la s p r o p ia s c o ­
m u n id a d e s c a m p e s in a s (c fr . la s r e fle x io n e s a l r e s p e c t o d e J e s ú s C o n t r e r a s , “ L a
t e o r ía d e la « m o d e r n iz a c ió n » y su c o n c e p t o d e c u lt u r a c a m p e s in a : r e fle x io n e s c r í­
t i c a s ” , e n E . S e v i l l a G u z m á n ( e d .) , S o b r e a g r i c u l t o r e s y c a m p e s i n o s , S e r v i c i o d e
P u b l i c a c i o n e s A g r a r i a s , M a d r i d , 1984, p á g s . 109-148). P e r o n o p o d e m o s , e n e s t e m o ­
m e n t o , t r a t a r c o n u n m ín im o d e r ig o r e s t e in t e r e s a n te a s p e c t o s o b r e s í, e n u n p a ­
s a d o n o m u y le ja n o (a n te s d e la g u e r r a c iv il) , e x is t ía e n t r e lo s c a m p e s in o s e s p a ñ o ­
le s u n v e r d a d e r o e s p í r i t u c o o p e r a t i v í s t i c o q u e , p o s t e r i o r m e n t e c o n e l r é g im e n f r a n ­
q u is ta , se v ic ió , o r ig in a n d o d e s c o n fia n z a e in d iv id u a lis m o . A lo la r g o d e e s te
t r a b a jo h e s o s t e n id o , c o n r e it e r a c ió n , la t e s is d e q u e c u a n d o se t r a t a d e d a r c u e n ta
d e l c a m b i o o a c u lt u r a c ió n , la c u lt u r a , t a l y c o m o la c o n c ib e la A n t r o p o l o g í a C u l-
200
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
de con frecuencia, sostiene M. Harris (60) y yo mismo lo vengo di­
ciendo desde el principio de estas páginas refiriéndome a las co­
munidades rurales de Asturias, que los planes o proyectos de na­
turaleza emic son muy diferentes de sus conductas o consecuencias
reales y diarias de naturaleza etic. Así, y tal como ya he señalado
anteriormente, los proyectos de creación de cooperativas, una for­
ma viable y ventajosa según los propios agricultores, y los nue­
vos planes de aprovechamiento colectivo de los espacios comuna­
les (emic) chocan con las conductas y actitudes reales y con las es­
tructuras emic —“ que cada uno trabaje y atienda lo suyo” , o “ hay
que partir los montes en suertes y cada cual que haga con su par­
cela lo que quiera” , sulen decir—, todo lo cual motiva, como es
natural, el fracaso de cualquier proyecto de este tipo. Y mientras
estas comunidades se debaten entre lo de antes y lo de ahora, mu­
chas familias han cerrado y otras siguen cerrando sus casas, otras
“ se mueren” lentamente y sólo algunas parecen tener ciertas pers­
pectivas de futuro, más por el voluntarismo de sus componentes
que por la solidez y el alcance de sus reformas.
tural, debe desdoblarse en dos aspectos, según sostiene A . Cardín (cfr. A . C a r d í n ,
Tientos etnológicos, op. cit., págs. 234-236), la “ cultura inercial o núcleo” y la “ cul­
tura positiva o periférica” , si se trata de sociedades complejas o históricas, y la
sociedad rural asturiana es una de éstas. Esta es una distinción que se aproxima
a la de estructura/acontecimiento, despojando así de ese modo al concepto de cul­
tura de cualquier sentido sustancialista. La “ cultura inercial o núcleo” se refiere
a las estructuras o representaciones mentales, muy resistentes al cambio por su
probada eficacia por encima de los cambios modales, mientras que la “ cultura po­
sitiva o periferia” hace referencia a las innovaciones formales o modales. Desde
esta perspectiva antropológica de la cultura se puede dar cuenta de las pervivencias y resistencias frente a los proyectos de innovación de carácter positivo, lo que
sucede con mucha frecuencia es que, mientras que sobre la “ cultura positiva” se
hace historia, sobre la “ cultura inercial” no, y sin embargo ahí está actuando.
(60)
Cfr. M. H a r r i s , Antropología cultural, A l . Edit., Madrid, 1990, págs. 590
y ss.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
J.
Ig n a c io R u iz d e l a P e ñ a S o l a r
Acaso una de las etapas peor conocidas en la agitada peripecia
biográfica de Enrique de Trastámara sea la que cubre los años ini­
ciales del reinado de su hermano Pedro, cuando todavía está muy
lejos de perfilarse su candidatura al trono de Castilla y en los que
el bastardo de Alfonso X I protagoniza los primeros enfrentamien­
tos contra el monarca. Es un período de la vida de Enrique del que
podemos reconstruir los episodios centrales completando las re­
ferencias de la Crónica de Ayala (1) con las informaciones que brin­
dan un breve texto narrativo redactado probablemente en Ovie­
do a madiados del siglo XV , el llamado Memorial del abad don
Diego (2), y cierto número de documentos, en buena parte inédi­
tos, de diversa procedencia, la mayoría asturianos y de los que
un núcleo estimable emanan de la propia cancillería del conde,
refiriéndose en todo caso, directa o indirectamente, a actuaciones
(1 ) P . L ó p e z d e A y a l a : Crónica del rey don Pedro, ed. de la Biblioteca de
Autores Españoles, t. LXVI (Madrid, 1953). Sobre la personalidad del autor de la
Crónica vid. L. S u A r e z F e r n á n d e z : El canciller Ayala y su tiem po (1332-1407), Vi­
toria, 1962.
(2) No se nos ha conservado en su redacción original ni en copias posteriores,
siéndonos conocida su existencia y contenidos a través de las frecuentes referen­
cias, a veces literales, que a este texto hace L. A. Carvallo dentro de sus Antigüe­
dades y cosas m em orables del Principado de Asturias (Madrid, 1695) en los capí­
tulos dedicados a historiar los reinados de Pedro I a Juan II (págs. 388-433). J. Uría
Ríu ha fijado la autoría y reconstruido el contenido de esta interesante pieza na­
rrativa en su estudio El memorial del abad don Diego. Una fuente desaparecida
para la historia m edieval de Asturias, «Asturiensia Medievalia», 1 (1971), págs.
291-305.
202
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
que protagoniza en los tres primeros años del período que trans­
curre entre su primer acto de rebeldía abierta contra Pedro I (ve­
rano de 1350) y el momento en que, en la primavera de 1356, se
aleja por largo tiempo de la escena castellana (3).
Con la ayuda de los datos que facilitan las citadas fuentes de
información hemos tratado de prestar una modesta contribución
al conocimiento de esa etapa de la biografía enriqueña, que se aso­
cia estrechamente a las tierras del futuro Principado (4). Con esta
aportación rendimos homenaje de admiración y afecto a quien ha
dedicado, acaso, la mayor y mejor parte de su gigantesca produc­
ción historiográfica a desentrañar e interpretar las claves del apa­
sionante período de la historia política castellana que se inicia con
el primer Trastámara: el profesor don Luis Suárez Fernández.
*
*
*
*
En la noche del 25 al 26 de marzo de 1350, víctima de la peste,
fallecía frente a los muros de Gibraltar Alfonso X I (5). Pocos me­
ses después, en el verano de aquel mismo año, se plantea el pri­
mer enfrentamiento grave entre el nuevo monarca, Pedro I, que
todavía no había cumplido dieciséis años, y su hermano bastardo
Enrique, un año mayor, hijo del difunto rey y de doña Leonor de
Guzmán y adornado con una larga nómina de títulos y honores:
conde de Trastámara, Lemos y Sarriá, señor de Cabrera y Ribera
y, por disposición testamentaria de don Rodrigo Alvarez, señor
de Noreña y heredero de las extensas jurisdicciones y dominios
del viejo magnate.
(3) Incluimos una muestra de esos documentos,en extracto o «in extenso», en
la regesta final. Siglas: A.C.O = Archivo de la Catedral de Oviedo; A.G.S. = Archivo
General de Simancas; A.M.S.P.O. = Archivo del Monasterio de San Pelayo de Ovie­
do; F.S.M.V. = Fondo del Monasterio de Santa María de la Vega; F.S.P. = Fondo
del Monastrio de San Pelayo; F.S.V. = Fondo del Monasterio de San Vicente;
R.G.S. = Registro General del Sello.
(4) Hago una primera aproximación al tema aquí abordado en el t. V de la «His­
toria de Asturias», dedicado a La Baja Edad Media (Salinas, 1978), págs. 27-36, que
se desarrolla ahora con la aportación del pertinente aparato crítico. Para el en­
cuadre general de la época continúan teniendo valor fundamental las páginas que
L. Suárez Fernández dedica al reinado de Pedro I en su obra Castilla (1350-1406),
t. XIV de la «Historia de España», dirigida por R. Menéndez Pidal, Madrid, 1966.
Vid también L. V. D í a z M a r t í n : Itinerario de Pedro I de Castilla. Estudio y Re­
gesta, Valladolid, 1975.
(5) Sobre la fecha de la muerte del monarca vid. L. V. D í a z M a r t í n : op. cit.,
p. 45.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
203
Efectivamente don Rodrigo, influyente personaje del círculo
nobiliario más próximo a Alfonso XI, de edad avanzada y sin es­
peranza de descendencia, había decidido prohijar al primero de
los bastardos del rey, nacido el 13 de enero de 1333, decisión de
la que da cumplida cuenta la Crónica del monarca: «...nascieron
en Sevilla don Enrique e don Fabrique, fijos del rey e de doña Leo­
nor. E porque don Rodrigálvarez de Asturias, señor de Noreña,
non avía fijo nin fija legítimos que heredasen lo suyo, este don
Rodrigálvarez profijó a este don Enrique, e por esto heredó el so­
lar de Noreña e todo lo que avía don Rodrigálvarez» (6).
De todos los señoríos enriqueños era, sin duda, el de las apar­
tadas tierras de Asturias el más importante (7) y el que podría ofre­
cerle mejores recursos defensivos frente a su hermano, tanto por
las propias condiciones geográficas del país —propicias para man­
tener con garantías de éxito una prolongada resistencia— como
por las formidables fortalezas con que contaba y el seguro apoyo
que encontraría entre la antigua e influyente clientela nobiliaria
de su padre adoptivo don Rodrigo. «Y así fue muy buen consejo
en esta ocasión —refiere un cronista local un siglo después— aco­
gerse a estas Montañas» (8).
La determinación testamentaria del señor de Noreña haría,
pues, que en el futuro y en el largo y tortuoso camino que condu­
cirá al bastardo hasta el trono de Castilla, el nombre de Asturias
permanezca estrechamente asociado al del fundador de la nueva
dinastía trastamarista. Entre 1350 y 1353 los dominios asturianos
de Enrique le brindarán seguro refugio con ocasión de sus prime(6) Crónica del rey don A lfon so el Onceno, ed. B.A.E., p. 259. Más adelante,
al historiar el año veinticuatro del reinado de Alfonso XI, refiere la Crónica có­
mo «en este tiempo finó don Rodrigalvarez de Asturias et don Enrique, fijo del
Rey, heredó el solar de Noreña et todo lo que avía aquel don Rodrigalvarez por
el profijamiento que le había fecho et las otras cosas que aquel don Rodrigalva­
rez avía. Et heredó las Pueblas de Chillón, Gijón et tierra de Allande et la Puebla
de [...] las quales Pueblas et tierra ovo dado el Rey Don Femando a aquel don Ro­
drigalvarez» (p. 264). Don Rodrigo, personalidad de gran relieve en el reinado de
Alfonso XI, es figura destacada en el reducido círculo de los ricos-hombres leo­
neses (cf. S. d e M o x ó : La sociedad política castellana en la época de A lfon so XI,
«Cuadernos de Historia», 6, 1975, págs. 233 y s. A la espera del estudio detenido
que merece este personaje, verdadero árbitro de la Asturias del primer tercio del
siglo XIV, puede verse la semblanza que le dedico en el t. V. de la «Historia de
Asturias», págs. 13-27.
(7) Cf. infra, la relación de territorios comprendidos dentro de ese señorío as­
turiano del conde.
(8) C a r v a l l o : op. cit., págs. 389 y s., citando el Memorial. En adelante las re­
ferencias a este texto se harán por la obra de Carvallo.
204
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
ros enfrentamientos con el monarca; y a ellos recurrirá, más ade­
lante, en busca de recursos materiales y humanos para mantener
sus aspiraciones a la Corona. A raíz de su autoproclamación co­
mo rey de Castilla (1366), Enrique II vinculará el señorío de Noreña a su hijo bastardo, el conde don Alfonso, ampliándolo poste­
riormente con la incorporación de nuevas villas y concejos de As­
turias. Estos dominios asturianos iban a ser los predilectos del
ambicioso conde, en buena parte por razones análogas a las que
habían determinado las preferencias de su padre, convirtiéndose
con el tiempo en escenario principal de sucesivas rebeldías del nue­
vo señor de Noreña, que se prolongarán hasta el reinado del ter­
cer Trastámara (9).
*
*
*
*
La causa próxima de la primera ruptura entre Pedro I y su her­
mano el conde don Enrique fue la consumación en Sevilla del ma­
trimonio de éste con doña Juana Manuel, hija del infante don Juan
Manuel y descendiente,por tanto, de los reyes de Castilla. Este he­
cho, provocado por la hábil doña Leonor de Guzmán, madre del
bastardo, reforzaba considerablemente la posición del conde y de­
sató las iras del monarca. El de Trastámara, temiendo fundada­
mente las represalias de su hermano, resuelve huir y a acogerse
al seguro refugio que le ofrecen sus señoríos de Asturias, decisión
de la que la Crónica da puntual noticia.
Largo y penoso viaje el que, desde Sevilla, llevaría al bastar­
do y a su joven esposa a su primer exilio en tierras del futuro Prin­
cipado. El Memorial del abad don Diego da cuenta de algunas de
las incidencias de la espestacular huida del de Trastámara y sus
acompañantes a través de un territorio hostil, confirmando y am­
pliando la referencia de la Crónica de López de Ayala. Según éste,
el conde contaba en su precipitada fuga de Sevilla con la compa­
ñía de los caballeros Pero Carrillo y Menén Rodríguez de Sanabria, llevando cubiertos todos sus rostros para ocultar su identi­
dad y eludir así las asechanzas de los partidarios del rey: «e leva­
ban rostros de cuero porque los non conosciesen en el camino, e
así pasaron por todo el Regno fasta que fueron en Asturias» (10).
(9) Sobre la figura y andanzas del conde Alfonso Enríquez vid. J. Uría MaEl conde don Alfonso, «Asturiensia Medievalia», 2 (1975), págs. 177-237; y mi
t. V de la «Historia de Asturias», págs. 39-57.
(10) Crónica, p. 409.
qua:
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
205
Al atravesar la puente de Orbigo, paso obligado en el tránsito ha­
cia Asturias, teniendo en cuenta el itinerario seguido por los fu­
gitivos (11), se produciría un sangriento incidente que refiere con
detalle el Memorial: los guardas les ordenaron que se despojaran
de las máscaras con las que cubrían sus rostros y ante la negativa
y huida de Enrique y los suyos, azuzaron contra ellos sus perros;
la esposa del conde se vio en peligro de ser alcanzada, saliendo
en su defensa Martín de Nora —con toda seguridad, por su apelli­
do, caballero asturiano del séquito enriqueño—, quien, después
de dar muerte a uno de los animales con un venablo, trabó vio­
lento combate con los guardas, resultando de ellos un muerto y
varios heridos y siendo finalmente él mismo víctima mortal de
una saeta arrojada por uno de los peones regios. La decidida acti­
tud del valiente asturiano permitió a los condes y a sus acompa­
ñantes ganar tiempo en su huida y alcanzar, a salvo ya, los acce­
sos a Asturias (12).
Enrique de Trastámara franqueó la barrera montañosa que se­
para las tierras leonesas y asturianas por el puerto de Somiedo,
salvando los casi 1.500 metros de altitud de este elevado paso del
occidente astur(13), cuya travesía no ofrecería dificultades en la
estación estival. La razón de su entrada por este puerto, tan ale­
jado de sus dominios de la zona centro-oriental de la región, se
explica fácilmente. Don Enrique debió seguir el antiguo «Cami­
no de la Plata», la ruta más directa desde Sevilla a Asturias y en
cuyas últimas jomadas, antes de ganar tierra asturiana, podía ade­
más encontrar un eventual apoyo en sus señoríos de Cabrera y Ri­
bera; si hubiera elegido, en sus etapas finales, el camino princi­
pal y más frecuentado de León a Oviedo por el puerto de Pajares,
el peligro de ser interceptado por los agentes del rey era mucho
mayor; por otra parte los puertos de la zona centro-oriental (San
Isidro, Tama), que eran las vías de acceso más directas desde la
Meseta hasta los dominios del bastardo, le desviarían demasiado
del itinerario que venía siguiendo desde Sevill, alargando consi­
derablemente el viaje y obligándole también a atravesar tierras
hostiles y, con seguridad, alertadas ya contra el rebelde.
(11) Sería éste, como más adelante apuntamos, el del «Camino de la Plata».
(12) C a r v a l l o : op. cit., p. 390.
(13) Dice el M em orial que «vino don Enrique por Somiedo» ( C a r v a l l o : loe.
cit.), lo que parece excluir otro acceso posible a Asturias, siguiendo la Ruta de la
Plata: el del puerto de la Mesa, cercano al de Somiedo y quizá más frecuentado
que éste en la Edad Media.
206
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
Desde el puerto de Somiedo, don Enrique y su menguado sé­
quito descendieron por los ásperos escobios que llevan hasta el
valle de Miranda, conducidos por dos caballeros asturianos de su
parcialidad: los hermanos Gonzalo Peláez y Pelayo Flórez, dis­
puestos a «guardarle y defenderle si hallase en Asturias mal aco­
gimiento» (14). Tal prevención era lógica: es más que probable que
fuese ésta la primera vez que el conde penetraba en la región donde
tan extensos dominios había heredado de don Rodrigo Alvarez.
Es cierto que en alguna ocasión habría tenido que adoptar dispo­
siciones sobre los asuntos de su señorío, como cuando el 14 de no­
viembre de 1345 ratifica las cláusulas del testamento de don Ro­
drigo relativas a la donación de varias villas y heredades al mo­
nasterio de San Vicente (15); pero no hay ningún testimonio de que
hubiese visitado personalmente, antes de 1350, aquellos dominios,
cuya directa administración corría a cargo, hasta entonces, de su
vasallo y mayordomo en Asturias Juan Fernández de Peón (16).
Para llegar a la fortaleza de Noreña, centro de su señorío, En­
rique de Trastámara se veía obligado a recorrer desde el puerto
de Somiedo un largo y accidentado camino —más de un centenar
de kilómetros— a través de varios concejos de la zona centro-occidental de Asturias, donde no era fácil que encontrase buena aco­
gida; en esas comarcas no parece que haya llegado a ejercer don
Rodrigo Alvarez un control tan estrecho como el que tuvo sobre
los hombres y las tierras de la zona centro-oriental del país.
El primer contratiempo lo encontró el conde en el valle de Mi­
randa, donde se levantaba el monasterio cisterciense de Santa Ma­
ría de Belmonte. Don Diego Fernández de Miranda, hombre fuer­
te de aquel territorio y leal al monarca, no quiso acoger el bastar­
do (17). Desde allí el de Trastámara y sus acompañantes, «errando
el camino, con la noche que le sobrevino», llegaron hasta el con­
cejo de Las Regueras, limítrofe del de Oviedo. En un lugar de ese
concejo llamado Escamprero, un hidalgo de nombre Rodrigo A l­
fonso, cuya casa estaba siempre abierta a los peregrinos, pobres
y caminantes, les ofreció su generosa hospitalidad, brindándoles
después la protección de siete deudos suyos —los «Escuderos de
Las Regueras»— que, armados de lanzas, acompañan al conde y
(1 4 )
C a r v a l l o : lo e . c it.
Regesta, n ú m . 1.
(1 5 ) Ibidem.
(1 5 )
(1 7 )
C a r v a l l o : lo e . c it.
(1 8 )
C a r v a l l o : lo e . c it.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
207
su séquito en su camino hacia el seguro y ya cercano baluarte de
Noreña (18). Mucho tiempo después, Enrique III, invocando los ser­
vicios prestados por Rodrigo Alfonso a su padre y abuelo, le con­
cedía una renta de mil maravedís, merced que confirmaba Juan II,
el 29 de septiembre de 1409. aplicando dicha renta al mantenimien­
to de la casa y hospital de Escamprero fundada por el dicho Ro­
drigo Alfonso (19).
Don Enrique, eludiendo el paso por la ciudad de Oviedo, que
le era hostil, llegó al fin a la casa solar de su padre adoptivo Ro­
drigo Alvarez; y desde allí se encaminó a otra de sus plazas mejor
defendidas, la villa marítima de Gijón (20), donde parece que es­
tableció su residencia a la espera del rumbo que tomasen los acon­
tecimientos.
*
*
*
*
Bajo el valimiento de Alfonso de Alburquerque (1350-1353), Pe­
dro I comienza pronto a dar muestras de sus violentas reacciones,
que se acentuarán con el paso del tiempo hasta alcanzar unos ex­
tremos de crueldad que entran de lleno en el terreno de lo patoló­
gico. A principios de 1351 ordena la ejecución de doña Leonor de
Guzmán, la antigua amante de Alfonso X I y madre de numerosa
prole. Los bastardos de mayor edad e influencia —Fadrique, ge­
melo del conde de Trastámara, y Tello— se someten a su herma­
no, mientras don Enrique continúa expectante en su retiro astu­
riano. En la primavera de aquel mismo año ajusticia en Burgos
a su adelantado de Castilla Garcilaso de la Vega, rebelde a su auto­
ridad; los criados del noble castellano, recelando del monarca, hu­
yen con su hijo mayor hacia Asturias, donde el conde insumiso
toma al pequeño Garcilaso bajo su protección (21).
El de Trastámara permanece durante los primeros meses de
1351 en sus tierras asturianas, recorriendo las villas y concejos del
extenso señorío heredado de don Rodrigo, tomando contacto di­
recto con sus vasallos —muchos de ellos antiguos y leales servi­
dores de su padre adoptivo—, atendiendo a la administración de
sus dominios y regularizando algunas ambiguas situaciones de-
(19) A.G.S., R.G.S., 11-1486, fol. 60. Conf. de Juan II (29-X-1409), Enrique IV
(7-XI-1468) y los RR. CC. (10-11-1486).
(20) C a r v a l l o : op. cit., p. 391.
(21) Crónica, p. 415.
208
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
rivadas de la modificación final del testamento del anterior se­
ñor de Noreña (22). Los documentos asturianos nos permiten re­
construir algunos jalones del itinerario enriqueño en la primave­
ra y verano de aquel año.
El 21 de abril lo encontramos en Villaviciosa, la antigua pue­
bla de Maliayo que había mudado hacía pocos años su primitivo
nombre (23). Desde allí ordena a los recaudadores de las monedas
del rey en la tierra de Siero que respeten las exenciones tributa­
rias de los moradores del lugar de Sarrapicón, aldea de aquel con­
cejo dependiente de la casa de Noreña, ya que éstos le habían he­
cho saber que sólo pechaban a dicha casa 200 maravedís anuales
o algún pedido si el señor de allí se lo impusiese «apartadamen­
te» (24). En el mismo día y lugar se dirige «al concejo e a los juezes
e al merino de la mi Pobla de Siero» informándoles de dicha exen­
ción de los hombres buenos de Sarrapicón y ordenándoles que no
los incluyan en «algunos pechos e pedidos que me ayan a dar en
la dicha pobla» (25), referencia ésta indicativa de que el conde pro­
curaba, en las críticas circunstancias en que se encontraba, sanear
su hacienda personal con imposiciones a los vasallos de sus seño­
ríos asturianos.
Días después, el 29 del mismo mes, está en su puebla de Ribdesella, donde otorga un importante privilegio en favor del monas­
terio benedictino de San Bartolomé de Nava, fundación de los as­
cendientes de don Rodrigo Alvarez —como recordará el propio don
Enrique— y beneficiario en otro tiempo de generosas donaciones
del desaparecido magnate y de sus familiares (26). El de Trastámara delimita los términos del coto monástico, concediendo in­
munidad a sus moradores y eximiéndoles de los tributos que es­
taban obligados a satisfacer los vecinos del concejo de la cercana
puebla de Nava (27).
(22) Sobre las disposiciones testamentarias de don Rodrigo, alteradas por la
posterior adopción de Enrique de Trastámara, vid. mi t. V de la «Historia de As­
turias», págs. 23-27.
(2 3 ) J. I. Ruiz d e l a P e ñ a : De la Puebla de Maliayo a Villaviciosa, «Bol. del
Inst. de Est. Ast.» XXXII (1978), págs. 679-697.
(24) Regesta, núm. 2.
(25) Regesta, núm. 3.
(26) I. Torrente Fernández ha dedicado un completo estudio a la historia de es­
te importante establecimiento monático femenino de la comarca centro-oriental de
Asturias: El dominio del monasterio de San Bartolomé de Nava (siglos XIII-XIV),
Oviedo, 1982.
(27) Regesta, núm. 4. Di a conocer la parte fundamental del contenido de esta
concesión en mi libro Las •polas» asturianas en la Edad Media. Estudio y Diplo-
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
209
El 16 de mayo se encuentra en Oviedo, dato revelador de que
se había producido con el paso del tiempo una cierta distensión
en las relaciones entre el bastardo y los oficiales regios de la ciu­
dad. Allí confirma a la abadesa, priora y convento del monaste­
rio de Santa María de la Vega la donación que don Rodrigo Alvarez les había hecho, el 19 de septiembre de 1325, de dos yuguerías
en el concejo de Bimenes, sobre el que proyectaba también su in­
fluencia señorial la casa de Noreña (28). El mismo día confirma
al caballero Gutierre Bemaldo de Quirós otra donación, que le ha­
bía hecho también don Rodrigo, de la villa de Villoría, en el con­
cejo de Laviana (29). No mucho tiempo después debió de ser cuan­
do el hijo y servidores del infortunado Garcilaso de la Vega se aco­
gieron a los dominios del bastardo.
El asesinato del adelantado castellano aumentó los temores del
conde don Enrique, que ya no se siente seguro en su exilio astu­
riano. Sus hermanos, de mejor o peor grado, han terminado por
reconciliarse con el rey. El es el único de los bastardos que per­
manece insumiso al monarca. En las lejanas tierras andaluzas se
mentiene también rebelde don Alfonso Fernández Coronel, con­
tra quien pronto volverá su atención el omnipotente Alfonso de
Alburquerque, valido de Pedro I. Enrique teme, fundadamente,
las justicias de su hemano; y bajo la reciente impresión del asesi­
nato de Garcilaso y del de su propia madre, decide buscar refugio
más seguro que el que le brindan los dominios de Asturias, em­
barcándose en una de las villas costeras de su señorío —proba­
blemente Gijón, la preferida del conde— rumbo al vecino reino
de Portugal (30), con cuyos puertos mantenían por esta época los
asturianos estrechas relaciones comerciales (31).
matario (Oviedo, 1981), p. 167, nota 24. Posteriormente, I. Torrente publicaría ín­
tegramente el documento (op cit., págs. 26 y s.), realizando un penetrante análisis
del mismo que le lleva a la conclusión de que el comportamiento del de Trastámara al arrogarse en esta concesión facultades que son exclusias de la potestad re­
gia, como es el reconocimiento del privilegio de inmunidad, parece sugerir unas
tempranas intenciones del bastardo qu anticiparían en bastante tiempo sus pre­
tensiones de aspirante al trono castellano (El dom inio..., págs. 53 y ss.).
(28) Regesta, núm. 5. Vid. también mi artículo Un ejem plo de novación de ren­
tas señoriales: pacto foral entre el monasterio de San Vicente de O viedo y el con­
cejo de Bimenes (19-11-1343), «Semana del monacato cántabro-astur-leonés» (Oviedo,
1982), págs. 301-319.
(29) Regesta, núm. 6.
(30) Crónica, p. 423.
(31) Vid. mi t. V de la «Historia de Asturias*, págs. 188-191.
210
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
Mientras Pedro I celebra Cortes en Valladolid, que se prolon­
garán durante toda la segunda mitad de 1351 (32), el de Trastámara disfruta de la hospitalidad del rey portugués Alfonso IV. El úl­
timo día de noviembre éste y el monarca castellano se entrevis­
tan en Ciudad Rodrigo; allí el rey de Portugal obtiene de su nieto
Pedro I el perdón para el bastardo, que regresaría a sus tierras
hacia finales de 1351 o principios del siguiente año, seguramente
por vía marítima (33).
El 16 de enero de 1352 lo encontramos ya en la puebla de Gijón, donde quizá había desembarcado de su exilio en Portugal: en
esa fecha concede a doña Sancha Alfonso de Rojas, esposa del ca­
ballero asturiano Suer Alfonso de Lodeña, las heredades de Villao y Coe con todos sus derechos, según las había heredado de don
Rodrigo Alvarez (34).
*
*
*
*
Y
nos enfrentamos ahora con uno de los episodios más enig­
máticos y peor conocidos de la etapa «asturiana» de Enrique de
Trastámara, señor de Noreña: el de la rebelión contra Pedro I que
inicia a su regreso de Portugal. En febrero de 1352 las tropas rea­
les ponían cerco a la plaza de Aguilar, en tierras andaluzas, don­
de se había hecho fuerte Alfonso Fernández Coronel, rebelde al
monarca. Fué mientras se mantenía ese asedio cuando llegaron
al rey noticias del alzamiento de su hermano en Asturias. Pedro
I decide entonces dirigirse hacia el norte a someter al bastardo,
dejando a varios nobles de su confianza al frente de las fuerzas
que sitiaban Aguilar (35).
De camino, el monarca fue confiscando los castillos del rebel­
de andaluz; uno de ellos le fue entregado, sin resistencia, por su
tenente Suer Alfonso de Malleán, de quien dice la Crónica de Ayala que era asturiano. En algún caso, la oposición ofrecida por los
ocupantes de las plazas de Alfonso Fernández Coronel obligó al
rey a tomarlas por la fuerza, retrasando su marcha hacia el nor­
te. Entretanto otro bastardo, don Tello, noticioso de la proximi(32) Desde las Cortes, en el mes de octubre, Pedro I confirmaría al monasterio
de San Vicente de Oviedo y a petición de su abad Juan Rodríguez las disposiciones
testamentarias de don Rodrigo Alvarez a favor de dicho monasterio (A.M.S.P.O.,
F.S.V., núm. 1.982).
(33) Crónica, p. 423.
(34) Regesta, núm. 7.
(35) Crónica, págs. 425 y s.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
211
dad de don Pedro y «con grande miedo de él», huye hacia la fron­
tera de Aragón (36).
¿Cuál pudo ser el motivo que, en el invierno de 1352, lanzó a
Enrique de Trastámara por el camino de la rebeldía abierta con­
tra su hermano el rey? ¿Con qué recursos contaba para mante­
nerla?
No es fácil dar una respuesta exacta a la primera de estas cues­
tiones. Aparentemente ninguna razón nos da la clave explicativa
del levantamiento del conde, que regresaba de Portugal reconci­
liado con su hermano y debía encontrarse seguro en sus dominios
asturianos, muy alejado de los centros de conflictividad política
del reino y donde el bastardo disfrutaba de la cómoda posición
e influencia que le garantizaban la titularidad de un extenso y ri­
co señorío y la fidelidad de una numerosa clientela.
El señorío de Enrique de Trastámara en Asturias reproducía
con muy ligeras alteraciones, referidas además a núcleos de re­
ducido ámbito, el vasto complejo señorial heredado de don Ro­
drigo Alvarez en virtud del acto de adopción otorgado por éste
a favor del bastardo (37). En otro lugar hemos estudiado con cier­
to detalle el proceso de formación y composición de ese señorío,
consolidado fundamentalmente merced a las generosas donacio­
nes regias de los años de minoría de Femando IV que transfirie­
ron al magnate asturiano, titular del disperso y relativamente
pequeño señorío patrimonial de la casa de Noreña, un poder com­
parable, en la Asturias de principios del siglo XIV, al que osten­
taban, hasta entonces en exclusiva, los obispos y el cabildo de la
iglesia de San Salvador de Oviedo (38). La autoridad del señor de
Noreña aparece fuertemente implantada en las comarcas centra­
les de Asturias, donde están sometidos a su jurisdicción las villas
y concejos de Siero y Nava, el de Bimenes y otros enclaves meno­
res en las tierras vecinas de Laviana y Cabranes. El formidable
castillo de Noreña es el centro de esta extensa demarcación nu­
clear del señorío que enrique de Trastámara recibe de su padre
adoptivo Rodrigo Alvarez y que se extiende también por amplias
zonas de la fachada marítima regional, donde su jurisdicción com­
prendía todas las villas y concejos de la mitad oriental, a excep­
ción de los de Villaviciosa y Caravia: la plaza fortificada de Gi-
(36)
(37)
(38)
(39)
Crónica, p. 426.
Cf. supra, nota 6.
Cf. mi t. V de la «Historia de Asturias», págs. 15 y s., y 132-137.
Nada queda hoy de esta fortaleza, una de las más importantes de la Astu-
212
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
jón, la puebla de Colunga y los importantes puertos de Ribadese11a y Llanes. En la zona occidental del país don Rodrigo tenía bajo
su jurisdicción la extensa circunscripción concejil de Allande con
su puebla.
Con Noreña y su casa fuerte (39), solar del linaje de don Rodri­
go, cuyas armas ostentará el conde don Enrique como deposita­
rio de la tradición familiar y titular del señorío (40), el centro prin­
cipal del poder del bastardo será la puebla de Gijón, cuyo privi­
legiado asentamiento sobre un tajado promontorio de la costa
unido a tierra firme por una estrecha lengua de arena (41) y la pro­
tección de sus recias fortificaciones levantadas sobre las de un pri­
mitivo asentamiento romano (42), hacían de esta villa una plaza
casi inexpugnable. Su puerto brandaba, además, la posibilidad
de una huida por mar en caso de extremo peligro. No es extraño
que gijón fuese la pieza clave del dispositivo de defensa de don
Enrique en su enfrentamiento con el rey, como volvería a serlo,
varios decenios después, de su hijo bastardo —el conde Alfonso
Enríquez— en las sucesivas rebeldías que mantuvo contra Juan I
y Enrique III.
El nuevo señor de Noreña ejercerá sobre la mayor parte de to­
dos aquellos territorios y villas las mismas facultades adminis­
trativas, judiciales y económicas, propias de un pleno señorío ju­
risdiccional (43), que había venido ostentando su antecesor Rodri­
go Alvarez. Por otra parte, el señorío patrimonial vinculado al
solar de Noreña comprendía también numerosos, aunque peque­
ños y dispersos, núcleos jurisdiccionales y dominicales que se ex­
tendían por un amplio radio de la mitad centro-oriental de Astu­
rias medieval. Vid. J. U r í a R í u : El castillo de Noreña. Noticias históricas y ar­
en «Estudios sobre la Baja Edad Media asturiana» (Oviedo, 1979), págs.
49-66.
(40) Vid. J. U r í a R í u : El sello de los señores y condes de Noreña de la casa
de Trastámara, ibidem, págs. 31-40.
(41) Es especialmente elocuente la descripción que del asentamiento de la vi­
lla se ofrece en la Crónica de don Pero Niño : «Gijón es una villa cerca la mar de
Poniente; gerca la mar, la más larga entrada que tiene abrá hasta trescientos pa­
sos de vaxamar, e de pleamar abrá la meytad. En este espacio tiene un castillo,
asentado en unas fuertes peñas, en que vate la mar, e todo lo al a la villa gerrar
es peña taxada muy alta» (ed. de J. d e M a t a C a r r i a z o en «Colección de Crónicas
Españolas», I, Madrid, 1940, p. 74).
(42) En estos últimos años se han venido desarrollando sucesivas campañas
de excavación que permiten reconstruir el trazado de la primitiva muralla.
(43) En los documentos reunidos en la Regesta final encontramos expresivos
testimonios del ejercicio de estas facultades señoriales.
queológicas,
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
213
rías: desde el concejo de Tudela, cercano a Oviedo, hasta las tie­
rras ribereñas del Sella (44).
Entre los sectores nobilarios del país asturiano el de Trastámara contaba con el apoyo de un nutrido círculo de caballeros;
muchos de elllos ligados anteriormente por vínculos vasalláticos
o familiares a su padrre adoptivo Rodrigo Alvarez, como don Fer­
nando Alvarez de Nava —sobrino lejano del antiguo magnate—,
don Gonzalo Bemaldo de Quirós —miembro de una familia estre­
chamente asociada también a los intereses del señor de Noreña—
o Boyso Suárez, que había sido su mayordoma (45). Muchos otros
nobles de fuera de Asturias seguían también el partido del con­
de; algunos, como Pedro Carrillo, desde la huida de 1350; otros,
como el joven primogénito del infortunado Garcilaso de la Vega
y los caballeros a su servicio, se le habían unido en los meses si­
guientes.
El de Trastámara disponía, pues, de fuerzas estimables en su
retiro asturiano, pero no suficientes para emprender una acción
de gran estilo contra el monarca, ni quizá para afirmar una auto­
ridad incontestable en el limitado ámbito regional. Su poder se
concentraba casi exclusivamente en los territorios centro-orien­
tales del país, siéndole además hostiles las dos poblaciones más
importantes de Asturias, con una burguesía de negocios de cierta
pujanza: Oviedo y Avilés.
Por otra parte, un sector fuerte e influyente de la nobleza local
permanecía leal al monarca. Destacaban entre estos nobles Diego
Fernández de Miranda, Alvar González Morán —hombre de con­
fianza del valido Alburquerque—, Diego González de Oviedo —hijo
de Gonzalo Martínez de Oviedo, antiguo maestre de la Orden de
Alcántara, ejecutado por Alfonso X I— y Diego Menéndez de Valdés, señor de las Torres de San Cucao de Llanera y uno de los ca­
balleros más poderosos y de mayor ascendiente social en el centro
(44) P u e d e reconstruirse con facilidad la localización de las dispersas depen­
dencias de este señorío por la descripción que de ellas se hace en la donación que
del mismo otorga Juan I a favor de la iglesia de San Salvador de Oviedo el
20-IX-1383 (A.C.O., Serie B., carp. 7, núm. 10, y Libro Becerro, págs. 15-22. Publi.
P. F l o r i a n o L l ó r e n t e : El Libro Becerro de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1963,
págs. 27-36).
(45) Aunque no existen estudios de detalle sobre la nobleza local asturiana en
esta época, todos los nombres que aquí se citan se hacen presentes, con insisten­
cia, en la documentación de esos años y con referencia a relaciones de clientela
con don Rodrigo Alvarez y con Enrique de Trastámara.
214
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
de Asturias (46). Según refiere el Memorial del abad don Diego, en
los sondeos que precedieron al lentamiento del bastardo éste tra­
tó, en vano, de atraer a su partido al de Valdés, quien —según el
mismo texto cronístico— puso en antecedentes a don Pedro «de los
apercibimientos que en Asturias iva haziendo don Enrique» (47).
¿Qué perseguía el conde de Trastámara al iniciar, en el invier­
no de 1352, su movimiento de rebeldía? ¿Acaso pensaba aliviar la
difícil situación de Fernández Coronel en tierras andaluzas? ¿For­
inaba su empresa parte de un plan más vasto de subversión nobi­
liaria y esperaba Enrique ayudas exteriores? Las fuentes disponi­
bles, bien escasas y lacónicas, por cierto, no dan respuesta cumpli­
da a estos interrogantes. En cualquier caso el desarrollo de los
acontecimientos permite establecer que el bastardo pretendía, co­
mo objetivo inmediato, asegurarse el control de la región asturia­
na, o al menos de sus centros vitales; quizá para, una vez dado este
primer paso y contando además con sus señoríos leoneses y galle­
gos —Ribera, Cabrera, Trastámara, Lemos, Sarriá—, estar en condicines de negociar desde una posición de fuerza con el rey.
Ya en el camino de la rebelión abierta, el conde lanza una ofen­
siva en toda regla encaminada a apoderarse de las dos principa­
les ciudades de Asturias —Oviedo y Avilés— que permanecían,
como ya vimos, fieles a don Pedro. Nada dice la Crónica de Ayala
de estos hechos, a los que aluden algunos documentos de 1352 a
1354 (48).
El cerco de Oviedo debió iniciarse en febrero de 1352. Las fuer­
zas sociales urbanas —burgueses y clero en colaboración con las
milicias regias y acaso también con el apoyo de algunos represen­
tantes de los sectores nobilarios que se mantenían en la obedien­
cia del rey— resistieron la primera embestida de las tropas del
rebelde conde, a quien la conquista de la capital le permitiría ase­
gurarse el control sobre toda la comarca central del país. La ciu­
dad, sólidamente amurallada desde los tiempos de Alfonso X (49),
repelió los sucesivos intentos del de Trastámara por expugnar sus
formidables defensas. Los combates debieron revestir una extre­
mada dureza, sobre todo en los accesos a la Puerta de Cimadevi(46) Todavía se conserva la casa fuerte de los Valdés de Llanera, cuya torre
actual sería levantada por Diego Ménéndez de Valdés con licencia concedida por
Enrique III el 20-IX-1393 (vid. el t. V de la «Historia de Asturias», p. 33).
(47) C a r v a l l o : op. cit., p. 394.
(48) J. I. Ruiz d e l a P e ñ a : El asedio de Oviedo por Enrique de Trastámara en
1352, «La Balesquida» (Oviedo, 1978), págs. 25 y s.
(49) Vid. el t. V de la «Historia de Asturias», págs. 84 y s.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
215
lia, principal entrada al recinto urbano sobre la que se levantaba
una recia torre guarnecida por las tropas leales, en el lugar que
hoy ocupa el arco y torre del reloj del Ayuntamiento ovetense.
Una gran parte del caserío por el que se prolongaba, fuera de
la muralla, la calle de Cimadevilla, eje vital de la población, su­
frió los efectos devastadores del asedio. En varios documentos
ovetenses se aludirá a las secuelas de la lucha, que convertiría en
solares muchas casas del barrio extramuros de la zona sur de la
ciudad —actuales plaza del Ayuntamiento y calle de la Magdale­
na—, por donde se manifestaba con gran pujanza y desde bastan­
te tiempo atrás la expansión urbanística de la capital (50). El 24
de octubre de 1352 la cofradía del Rey Casto cedía a Pero Alonso,
capellán de San Tirso y abad de dicha cofradía, un suelo en la ca­
lle de Cimadevilla, fuera de la cerca o muralla, en la zona devas­
tada por «la quema de Oviedo por el conde don Enrique», para le­
vantar allí una nueva casa en el plazo de un año (51). En otro do­
cumento del 8 de mayo de 1353 se insistirá en «la quema del conde
don Enrique» (52), y un año más tarde continuaban todavía las
obras de reconstrucción del arruinado caserío del barrio extramu­
ros de la puerta de Cimadevilla, como puede comprobarse de la
lectura de una interesante escritura otorgada por la abadesa, prio­
ra y convento de San Pelayo de Oviedo el 6 de mayo de 1354, en
la que se alude a «tres suelos con sos salidos...que yacen en Ovie­
do, enna calle de Cimadevilla, fuera de la cerca viella, las quales
foron casas que y avía del dicho monesterio» y que habían que­
mado «quando aquí vieno el conde don Enrique sobrestá villa de
Oviedo» (53). Y aún en el año de 1400 se encuentra la mención de
un hero lamado «de la quema», en la misma prolongación extra­
muros de Cimadevilla, «cerca de la Puerta Nueva», donde proba­
blemente se levantaba medio siglo antes alguna construcción arra­
sada por los partidarios del conde de Trastámara cuando trata­
ron de conquistar la ciudad (54).
(50) Son muy frecuentes, ya desde los decenios finales del siglo XIII, las refe­
rencias que se hacen en la documentación ovetense a la calle de Cimadevilla «fue­
ra de la cerca».
(51) Regesta, núm. 9.
(52) A.M.S.P., F.S.V., núm. 1.474.
(53) Ruiz d e l a P e ñ a : El asedio..., loe. cit.
(54) Ibidem . En un asiento del Libro de Aniversarios de la Cofradía del Rey
Casto fechado el 4 de diciembre de 1368, aluden los cofrades a los 200 maravedís
que abían aplicado a la reparación de «la casa del Rosal que nos dexó María Mar­
tínez, filia de Bartolomé Martínez, que nos quemó el conde», en clara referencia,
sin duda, al episodio bélico que referimos (A.C.O., L.A.C.R.C., fol. 122v.).
216
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
No tendría tampoco éxito el cerco puesto por el conde a la vi­
lla de Avilés, la segunda población en importancia de Asturias
y dotada también de sólidas murallas que resistieron el empuje
de las tropas del rebelde (55). Tanto aquí como en Oviedo los de­
fensores no contaron con ninguna ayuda exterior. El monarca, te­
meroso quizá de la extensión del conflicto a las vecinas tierras leo­
nesas, había mandado expresamente a su adelantado mayor en
Asturias y León, Pedro Núñez de Guzmán, que no dispersase sus
fuerzas; y éste, en cumplimiento del mandato regio, el 17 de mar­
zo de 1352 ordenaba al concejo de León que no acudiese en soco­
rro de la plaza de Avilés, atendiendo a la defensa de su propia ciu­
dad (56).
Pedro I y su valido Alburquerque llegan a la capital leonesa
en el mes de mayo (57). Allí ultiman los preparativos para la ofen­
siva contra los reductos del rebelde. Atraviesan el puerto de Pa­
jares y descienden sobre los valles del centro de Asturias, libe­
rando a las guarniciones de Oviedo y Avilés y batiendo las pla­
zas y fortalezas del conde. La situación de éste se toma difícil,
replegándose sobre Gijón para ofrecer allí una última resistencia.
El de Trastámara, escaso de recursos para pagar las soldadas de
sus partidarios, repartía entre ellos las joyas que le había dejado
su madre Leonor de Guzmán. No sintiéndose seguro en Gijón, el
escurridizo don Enrique deja allí a su esposa doña Juana Manuel
y «pieza de caballeros con ella», poniéndose a buen recaudo «en
una montaña muy fuerte que dicen Monteyo» (58), donde perma­
neció todo el tiempo que duró el asedio a la plaza. La huida opor­
tunista, aun a costa de sacrificar a sus leales, será la norma de con­
ducta observada invariablemente por el conde siempre que se en­
cuentre en situaciones especialmente críticas para su seguridad
personal.
La Crónica de Ayala da puntual noticia del cerco puesto a Gi­
jón por las tropas reales y que se prolongó «algunos días» (59), di­
rigiendo la defensa Pedro Carrillo, mayordomo y vasallo de la ple­
na confianza de don Enrique. Finalmente el monarca y los sitia­
dos llegaron a una solución de compromiso: los caballeros del
(55) Vid. el t. V de la «Historia de Asturias», págs. 80 y s.
(56) J. A . M a r t í n F u e r t e s y C. A l v a r e z A l v a r e z : A rchivo histórico munici­
pal de León. Catálogo de los documentos (León, 1982), p. 83, núm. 151.
(57) Vid. L. V. D í a z M a r t í n : op. cit., págs. 281 y ss.
(58) No hemos podido identificar este lugar.
(59) Crónica, págs. 426 y s.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
217
conde se obligaron solemnemente a no volver a hacer guerra al
rey desde Gijón ni desde ninguna de las otras fortalezas que el de
Trastámara tenía en Asturias si don Pedro concedía el perdón a
su hermano bastardo. Aceptadas estas condicones, el monarca le­
vantó el cerco emprendiendo el camino de regreso a tierras leone­
sas, en cuya capital se encontraba el 15 de junio de 1352 (60). El
26 de junio el señor de Noreña otorgaba en la puebla de Gijón una
declaración de acatamiento al rey y de reconocimiento por su ge­
neroso perdón, que dejaba a salvo los títulos, derechos y señoríos
del conde (61).
Por su parte Pedro I, correspondiendo quizá a la lealtad que le
habían manifestado los concejos de Oviedo y Avilés unos meses
antes, manteniendo con firmeza su causa frente a las agresiones
de don Enrique, otorga a su favor algunas importantes concesio­
nes: el 23 de julio, encontrándose en Sahagún, ordena que se res­
pete a los ovetenses la exención del pago de portazgo en todos sus
reinos, con excepción de Toledo, Sevilla y Murcia, de que disfruta­
ban por merced de sus antecesores que él mismo había confirma­
do el 20 de octubre de 1351; el mismo día confirma el derecho del
concejo de Oviedo a tener su propio merino del fuero, frente a las
pretensiones del adelantado de León y Asturias en el sentido de
ejercer su jurisdicción en la ciudad (62). Pocos días después, el 28
de julio, encontrándose en Valladolid, ordena a su despensero ma­
yor y a los recaudadores de sus yantares que no exijan los 600 mrs.
que pretendían que pagase por este concepto el concejo de Avilés,
ya que estaba exento de dicha prestación, salvo cuando el rey es­
tuviese personalmente en la villa o saliera en hueste (63).
En los meses que siguen a su reconciliación con el monarca, En­
rique de Trastámara permanece en sus señoríos asturianos. El 30
de agosto, desde Oviedo, otorga una importante concesión al mo­
nasterio de Santa María de la Vega, cediéndole toda su parte en
el cellero de Santullano de Bimenes, con el derecho de presenta­
ción de clérigo, patronato de la iglesia y con todo su señorío, dere­
chos y pertenencias según le correspondían a él por herencia de don
Rodrigo; la donación la hace «por las almas de don Rodrigo Alva-
(60) L. V . D í a z M a r t í n : op. cit., p. 283.
(61) Crónica, p. 426, nota 5.
(62) C. M . V i g i l : Colección histórico-diplomática del Ayuntam iento de O vie­
do (Oviedo, 1889), págs. 217-220.
(63) E. B e n it o R u a n o : Catálogo de pergaminos del Archivo Municipal de A v i­
lés, « B o l . Inst. Est. Ast.» X X IX (1975), p. 640, núm. 80.
218
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
riz...e de Alvar Díaz su fijo», que estaba enterrado en aquel mo­
nasterio ovetense de donde era priora doña Sancha Alvarez, anti­
gua amiga del padre adoptivo de Enrique y madre de Alvar Díaz;
a ella se le reconoce el usufructo vitalicio de los bienes donados (64).
*
*
*
*
Carecemos de informaciones precisas sobre las andanzas del
conde durante el invierno de 1352-53, aunque todo hace suponer
que seguiría en Asturias, dedicado a la reorganización de su se­
ñorío y al afianzamiento de clientelas y alianzas con los poderes
locales, tras el descalabro sufrido meses antes. Abandona su reti­
ro asturiano, acompañado de un formidable cortejo de caballeros
y peones, para asistir a las bodas de don Pedro con doña Blanca
de Borbón. La Crónica de Ayala da puntual noticia de la presen­
cia del de Trastámara y de su hermano don Tello en la aldea de
Cigales, próxima a Valladolid, donde se encontraba el rey, en el
mes de mayo de 1353; y de las prevenciones adoptadas por los dos
bastardos, temerosos del valido Juan Alfonso de Alburquerque.
De la compañía de éstos hace referencia expresa la Crónica a un
«escudero (que)decían Alvaro de Carreño e era asturiano e venía
en un caballo castaño e un lorigón vestido e sus quexotes e cani­
lleras e otros dos escuderos con él» que el conde envía al monarca
como portavoz de su fidelidad (65).
«El conde don Enrique —refiere Ayala— tenía ese día en Ciga­
les seiscientos ornes de caballo e mil e quinientos ornes de pie de
Asturias». Los dos ejércitos, el del rey y el de los bastardos, co­
mandado éste por Pedro Carrillo, se encontraban frente a frente
dispuestos a trabar combate. Pedro López de Ayala nos transmi­
te la emoción de esta escena en uno de los pasajes má bellos y ex­
presivos de su Crónica (66), para dar cuenta seguidamente, tam­
bién con ejemplar fidelidad, de los tratos que evitaron, por fin,
el estallido de las hostilidades en aquella tensa jomada de fines
de mayo sobre los verdes campos de trigo de la aldea de Cigales.
A pesar de las incitaciones de Juan Alfonso de Alburquerque,
que quería a todo trance combatir con el conde, el monarca, con
ánimo conciliatorio, envió mensajeros a su hermano «con los quales le envió mandar que se viniese luego a la su merced, e que le
(64) Regesta, núm. 8.
(65) Crónica, p. 430.
(66) Crónica, p. 431.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
219
diese caballeros en arrehenes fasta que le entregase las fortale­
zas que tenía en Asturias e las que tenía don Tello, su hermano.
E que les aseguraba que les faría muchas mercedes a él e a don
Tello su hermano e a los que con él eran» (67).
Los bastardos, confiados en las promesas del monarca, depu­
sieron finalmente su actitud; y acompañados por varios de sus ca­
balleros, prestaron homenaje a don Pedro, que los acogió con fra­
ternal complacencia. Al día siguiente, ya en Valladolid, dando
cumplimiento a lo pactado, Enrique de Trastámara dio en rehe­
nes al rey a varios de sus más leales vasallos, como prenda de la
entrega de sus fortalezas. Entre ellos y al lado de Pedro Carrillo
y Garcilaso de la Vega estaban dos nobles asturianos que siem­
pre habían mentenido y seguirían manteniendo en el futuro una
indeclinable fidelidad al conde: Gonzalo Bemaldo de Quirós y Fer­
nando Alvarez de Nava. Así quedó sellada la avenencia en la que
entró, a su pesar, el bando del valido Alburquerque (68).
El 3 de junio se celebraba el desgraciado matrimonio entre don
Pedro y doña Blanca. Pocos días después el monarca abandona­
ría a su esposa para buscar la compañía de su amiga María de Pa­
dilla. En la comitiva regia iban Enrique y Tello, así como los ca­
balleros que habían entregado en rehenes, libres ya después de
la devolución hecha por el conde de «todos sus castillos», según
lo acordado con el monarca (69).
*
*
*
*
Poco tiempo iba a durar la reconciliación entre el rey y sus her­
manos. En la primavera de 1354 estallaba en Castilla un vasto mo­
vimiento nobiliario de rebeldía contra don Pedro; entre sus ini­
ciadores y dirigentes figuran los bastardos, desavenidos ahora con
el monarca. Enrique de Trastámara contaba una vez más con el
apoyo de sus vasallos asturianos para llevar adelante la revuelta.
El rey se vio forzado a capitular ante los nobles y a finales de
año representantes de los dos bandos —cincuenta por cada parte—
negociaron la paz. Entre los comisionados del partido nobiliario
figuraban nuevamente Gonzalo Bemaldo de Quirós y Femando
Alvarez de Nava (70). Don Pedro se constituyó en virtual prisio-
(67)
(68)
(69)
(70)
Ibidem ,
Ibidem .
Ibidem ,
Ibidem ,
págs. 432 y s.
págs. 432 y s.
p. 455.
220
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
ñero de los rebeldes, permaneciendo algunas semanas en la ciu­
dad de Toro. De allí, a primeros de enero de 1355 y burlando la
vigilancia a que se veía sometido, logró escapar, desencadenan­
do así la ruptura de la alianza nobiliaria, la deserción de una par­
te importante de los rebeldes, vueltos ahora al lado del monarca,
y el estallido de una guerra civil que iba a alcanzar extremos de
inusitada violencia.
Tras la huida del rey y mientras algunos de los dirigentes del
bando nobiliario permanecen todavía en Toro, como el mismo En­
rique de Trastámara, otros buscan la seguridad de sus propios do­
minios: Fernando de Castro marcha a sus tierras gallegas y don
Tello a la lejana Vizcaya.
En esta turbulenta etapa parece que el conde mantiene toda­
vía el control sobre sus señoríos de Asturias, donde los oficiales
locales continúan ejerciendo sus oficios en nombre de don Enri­
que (71), aunque el rey procura consolidar la lealtad de las princi­
pales fuerzas sociales de la región con medidas de favor como la
que otorga, el 6 de mayo, a la iglesia de San Salvador de Oviedo
ordenando que se respeten las exenciones de los excusados que te­
nían el obispo, deán y cabildo de la misma (72).
En los meses centrales de 1355 la lucha entre la ya endeble liga
nobiliaria y el monarca se polarizará en dos ciudades: primero en
Toledo, donde se retiran en mayo el conde don Enrique y su her­
mano Fadrique; después en Toro, último reducto de la rebeldía,
que capitulará en enero de 1356. Pero ya antes el de Trastámara,
dando una vez más prueba de su habilidad para salvar situacio­
nes críticas, logra salir de esta plaza dejando allí a su esposa y
a su hermano Fadrique y librándose así de una muerte casi segu­
ra a manos del rey, como principal mantenedor de la rebeldía. Don
Fadrique, que permaneció en la ciudad hasta su rendición, logra­
ría en última instancia el perdón del monarca; no así otros mu­
chos caballeros del bando de don Enrique, víctimas de las crueles
represalias de Pedro I (73).
Después de su huida de Toro el conde, acompañado de algunos
leales, se acogió a Galicia, donde podía contar con el apoyo que
(71) El 18-11-1355, por ejemplo, encontramos a Suer Périz actuando como «no­
tario público por el conde don Enrique en la pobla de Nava» (I . T o r r e n t e : El do­
m inio..., págs. 272 y s.).
(72) A.C.O., Serie A, carp. 20, núm. 9. Sobre los «excusados» del clero capitu­
lar de San Salvador vid. S. S u á r e z B e l t r A n : El cabildo de la Catedral de O vie­
do en la Edad Media (Oviedo, 1986), págs. 277 y s.
(73) Crónica, págs. 460 y ss.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
221
le brindaban sus señoríos en este país —Trastámara, Lemos y
Sarriá— y donde también permanecía rebelde Femando de Cas­
tro. Ya el 20 de abril Pedro I comunicaba al obispo de Lugo haber
enviado a Alfonso Pérez, Juan Fernández de Bolaños, Andrés Sán­
chez de Quiroga y otros para someter la rebelión del conde don
Enrique y de don Femando de Castro en Galicia, ordenándole que
los acoja y socorra en la ciudad de Lugo y prometiéndole guardar
sus privilegios (74). El mandato regio es prueba inequívoca de que,
aunque el conde permanecía en aquellas fechas en Toro o acaso
ya en Toledo, no era ajeno a la insumisión del de Castro, quien
no dejaría de contar en sus dominios gallegos con el concurso de
parciales de su aliado. Seguramente fue esta alianza con don Fer­
nando, muy poderoso en aquellas tierras y que había figurado en­
tre los dirigentes de la subversión nobiliaria de 1354, lo que deci­
dió a don Enrique a dirigirse allí y no a sus señoríos asturianos.
El cronista Ayala referirá la huida del bastardo, de Toro a Gali­
cia, recordando su anterior conducta, en parecido trance, duran­
te el cerco de Gijón de 1352 (75).
Cuando el de Trastámara tuvo noticia de la caída de aquella
ciudad, de la ejecución allí de muchos de sus partidarios y del
triunfo final de las armas del bando realista, decidió abandonar
toda resistencia, solicitando del rey «que le diese sus cartas de se­
guro para pasar por el regno, e que él se iría para Francia, e el
rey dióselas». Recibidos los salvoconductos, el donde hizo sus pre­
parativos para el exilio. Pero informado de que el monarca había
dado al infante don Juan, a su adelantado mayor de Castilla «e
a todos los otros oficiales e señores e caballeros de las comarcas
por do el conde avía de pasar, que le toviesen el camino e le mata­
sen... partió de Galicia, do estaba, e fuese para Asturias, por quanto en aquella comarca non avían mandamiento del rey, ca non cui­
daba que el conde iría por aquella tierra. E así pasó rebatadamente
e fuese para Vizcaya, do estaba don Tello su hermano, e dende se
fue por mar a la Rochela» (76).
Debió ocurrir esto en la primavera de 1356. Así, con un último
y rápido tránsito por las tierras de sus señoríos asturianos, de cu­
ya titularidad sería despojado temporalmente (77), casi seis años
(74) L. S á n c h e z B e l d a : Documentos reales de la Edad Media referentes a Ga­
(Madrid, 1953), p. 482, núm. 1.148.
(75) Crónica, p. 466.
(76) Crónica, p. 473.
(77) El 15-XI-1357, por ejemplo, figura ya Pedro Moro como «notario público
del rey en el congello de Nava» (I. T o r r e n t e : op. cit., págs. 273 y s.). Son muy abunlicia
222
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
después de que se acogiese a ellos por vez primera, se cerraba una
etapa de la azarosa biografía del conde de Trastámara y señor de
Noreña. Durante ese tiempo Asturias había ocupado un lugar fun­
damental en las andanzas de don Enrique, brindando marco pro­
picio a sus primeras disidencias y abundantes recursos materia­
les y leales vasallos para mentenerlas.
Diez años después, cuando regrese de su exilio en Francia y
Aragón, ya como pretendiente al trono de Pedro I, las más altas
aspiraciones del Trastámara van a reducir a los hombres y tierras
de Asturias a un papel mucho más modesto en el escenario sobre
el que, de 1366 a 1369, se ventilará el destino de la corona de Cas­
tilla (78).
R E G E S T A
1
1345, noviembre 14. Madrid.
Don Enrique, hijo del rey don A lfonso, titulándose conde de
Trastámara, Lem os, Sarriá y señor de Noreña, Cabrera y Ribera,
se dirige a Juan Ferrández de Peón, su vasallo y su m ayordom o
y m erino en Asturias, y le ordena que mantenga al m onasterio de
San V icente de O viedo en la propiedad de la villa de Tiraña y de
los heredam ientos y celleros de los concejos de Laviana, Vimenes,
Nava y Cabranes, respetando la disposición testam entaria que don
R odrigo A lv a rez había hecho de estos dom inios en fa v o r del cita­
do m onasterio «ante de su finam iento e que a m í profijase». El con­
de despacha este mandato atendiendo las quejas form uladas p or
el abad y convento de San Vicente, que le habían exhibid o las car­
tas de donación de don Rodrigo.
A. M. S. P. O., F.S.V., núm. 1.382. Traslado de 18-VIII-1347.
dantes los testimonios de la reversión al monarca de los señoríos asturianos de
Enrique de Trastámara que se expresa, fundamentalmente, en la pérdida por éste
de la facultad de nombramiento de oficiales locales y provisión de notarías en sus
antiguas circunscripciones señoriales.
(78)
Sobre el comportamiento de las fuerzas sociales asturianas en el desarro­
llo de la guerra civil castellana, para la que contamos con un magnífico estudio
de J. Valdeón Baruque (Enrique II de Castilla: la guerra civil y la consolidación
del régimen (1366-1371), Valladolid, 1966), vid. el t. V de la «Historia de Asturias»,
págs. 36 y ss.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
223
2
1351, abril 21. Villaviciosa.
D on Enrique, hijo del rey don A lfonso, conde de Trastámara,
lentos, Sarriá y señor de Noreña, Cabrera y Ribera, ordena a los
recaudadores de las m onedas del rey en la tierra de Siero que res­
p eten las exen cion es tributarias de los m oradores de Sarrapicón,
aldea de aquel concejo, ya que éstos le habían hecho saber que só­
lo pechaban a la casa de Noreña 200 m aravedís anuales o algún
pedid o si el señor de dicha casa se lo im pusiese «apartadam ente».
A.C.O., Serie A, carp. 19, núm. 15.
De mí don Enrique, fijo del muy noble rey don Alfonso, conde
de Trastámara e de Lemos e de Sarriá e sennor de Norenna e de
Cabrera e de Ribera, a qualquier o a qualesquier que cogan e recalden en renta o en fieldat o en otra manera qualquier las mone­
das que agora dan a nuestro sennor el rey en la mi tierra de Siero
este anno de la era desta carta, salut commo aquellos para quien
quiero mucha onrra e buena ventura. Fagovos saber que los ornes
bonos del logar de Sarrapicón me dixieron que ellos nunqua pe­
charon ningún pecho nin pedido, salvo duzientos mrs. que dan en
fuero que tienen en cabera que dan cada anno a la casa de Norenna
o pedido alguno si ge lo enbiase demandar el sennor de la dicha
casa apartadamientre. E dizen que los que cogedes las dichas mo­
nedas que los tenedes prendados por ellas e pedironme merged que
mandase y lo que toviesse por bien. Por que vos mando, vista es­
ta mi carta, que lies non demandedes las dichas monedas nin lies
prendedes por ellas e se lies alguna cosa tenedes tomado o pren­
dado que ge lo tomedes luego bien e conplidamientre en guisa que
lies non mengue ende ninguna cosa, si non mando al merino que
por mi andodier enna dicha merindad que vos lo faga assy fazer
e conplir e que vos non consienta que lies pasedes contra esto que
yo mando nin contra parte dello, ca mi voluntat es que non pe­
chen estas dichas monedas. E los unos ni los otros non fagades ende
al por ninguna manera so pena de la mi merged e de seysgientos
mrs. a cada uno.
Dada en Villavigiosa, veynti e hun días de abril, era de mili
e ochaenta e nueve annos. Yo Gómez Gargía la fizi escrevir por
mandado del conde.
224
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
3
1351, abril 21. Villaviciosa.
Dn Enrique ordena al concejo, jueces y m erino de su Puebla
de Siero que no incluyan a los vecinos de Sarrapicón en los repar­
tos de pechos y pedidos que le hubiesen de dar en dicha puebla.
A .C .O ., Serie A, carp. 19, núm. 15. Este documento se incluye, a continuación
del anterior, en traslado otorgado por Pedro Moneo, notario público del conde don
Enrique en la Pobla de Siero, el l-V-1351, incluido a su vez en traslados notariales
de 14-V-1366 y 8-III-1375.
De mí don Enrrique, fijo del muy noble rey don Alfonso, con­
de de Trastámara e de Lemos e de Sarriá e sennor de Norenna e
de Cabrera e de Cabrera (sic), al concejo e a los juyzes e al merino
de la mi Pobla de Siero que agora son o serán de aquí adelante
o a qualquier o a qualesquier de vos que esta mi carta virdes, salut commo aquellos para quien querría onrra e bona venturia. Fagovos saber que los ornes bonos del mi logar de Sarrapicón me dixieron que ellos nunqua pecharon ningún pecho nin derecho, sal­
vo duzientos mrs. que pechan cada anno que tienen por cabega que
pechan a la casa de Norenna o algunt pedido se lo enbiase deman­
dar el sennor de la casa de Norenna a ellos apartadamientre e non
con otros algunos salvo en su cabo. E agora que se rescelan que
los faredes pechar en algunos pechos e pedidos que me ayan a dar
en la dicha pobla e que les non queredes guardar sus husos e sus
costunbres que ellos han e pedironme merged que ge lo mandase
guardar segunt que mejor e más conplidamientre líos foe guarda­
do fasta aquí, e yo tóvelo por bien. Por que vos mando, vista esta
mi carta, que de aquí adelantre que lies non demandedes que pa­
guen pecho nin pedido que ayades a pechar e que non consintades
a ningunos nin algunos que ge lo demanden, salvo aquellos du­
zientos mrs. que suelen pechar cada anno a la casa de Norenna e
pedido alguno se ge lo enbiar demandar a ellos apartadamientre,
ca mi voluntat es que líos sean guardados sus buenos husos e cos­
tunbres que ellos han segunt que mejor e más conplidamientre lies
fueron guardados fasta aquí. E los unos nin los otros non fagades
ende al por ninguna manera so pena de la mi merged e de seysgientos mrs. a cada uno.
Dada en Villavigiosa, veynti e hun días de abril, era de mili
e tregientos e ochaenta e nueve annos. Yo Gómez Gargía la fiz escrivir por mandado del conde.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
225
4
1351, abril 29. Ribadesella.
D on Enrique, hijo del rey don A lfon so, conde de Trastámara,
Lem os, Sarriá y señ or de Noreña, Cabrera y Ribera, ordena que
en los térm in os del m onasterio de San B artolom é de Nava, que
delim ita y que habían sido dados a dicho m onasterio p o r sus fu n ­
dadores, que eran del linaje de don Rodrigo A lvarez, no entre o fi­
cial alguno, salvo los que él m ism o enviase. A sim ism o exim e a
los m oradores en esos térm inos de los tributos que estaban obli­
gados a satisfacer los vecinos del concejo de la Puebla de Nava.
A.M.S.P.O., F.S.P., leg. M, núm. 447. Libro Becerro, pp. 263-264.
Cit. Ruiz d e l a P e ñ a : Las «polas», p. 167, nota 24.
P u b l . T o r r e n t e F e r n á n d e z : El dominio del monasterio de San B artolom é de
Nava,
pp. 269 y s.
5
1351, mayo 16. Oviedo.
D on Enrique, hijo del rey don A lfonso, conde de Trastámara,
Lem os, Sarriá y señ or de Noreña, Cabrera y Ribera, a p etición de
la abadesa, priora y con ven to del m onasterio de Santa María de
la Vega de O viedo, les confirm a la donación de dos yuguerías en
el con cejo de Bim enes, que se inserta, otorgada a fa v o r de dicho
m onasterio p or don Rodrigo A lva rez el 19-IX-1325.
A.M.S.P.O., F.S.M.V, leg. 2, núm. 55.
P u b l . R u i z d e l a P e ñ a : Historia de Asturias, p . 2 3 . T r a n s c r i p c i ó n p a r c i a l .
Sepan quantos esta carta vieren commo yo don Enrrique, fijo
del muy noble rey don Alffonso, conde de Trastámara e de Lemos
e de Sarriá e sennor de Norenna e de Cabrera e de Ribera, vy una
carta de don Rodrigo Alvarez, que Dios perdone, escripta en pargamino de cuerio e seellada con su seello de gera colgado fecha en
esta guisa:
«Sepan quantos esta carta vieren commo yo Rodrigo Alvarez
de Asturias, mayordomo mayor del rey, claramientre e de mi bue­
na voluntat fago carta de donagión e de bon fecho a la abadessa
e al convento del monesterio de Santa María de la Vega, doles mis
226
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
dos juguerías que yo he e aver devo la una en Santo Millano (1)
e la otra en Fontoria, los quales lugares son en congeio de Vimenes. E estas dos juguerías ya dichas les do a entreguidat con pre­
sentación de iglesia e con pechos e con controzos, tierras labradas
e por labrar, domado e por domar, fuentes, montes, árboles lantados, prados, pastos, felgueras, molneras, rogas, devisas, pescagiones e ríos con sus entradas e con sus salidas, dentro e fuera, a
monte e a valle, con todos sus derechos e pertenencias espresamientre en pura donagión por Dios e por mi alma. E doles lo por
tal condigión que yo lieve e aya los frutos e bienes ende por en
mis días e que non pueda dar nin vender nin enpeñar nin enallenar nin malmeter la propiadat ende en otra parte. E a mío fina­
miento que les finque libre e quito sin enbargo ninguno según que
les lo ora do, e que después de mis días que fagan por esto sobre­
dicho cada anno por sienpre dos aniversarias: la una por mi alma
en tal día commo yo finare e la otra por alma de Alvar Díaz mió
fijo, que Dios perdone, dos días andados de mayo. E por esta car­
ta les do el jur e la possissión e la propiadat ende de todo esto so­
bredicho, que después de mis días fagan en ello e dello toda su
voluntat por sienpre a todos tienpos e fagan las dichas aniversa­
rias. Si dalquien este mió fecho quisier quebrantar o corronper
assí yo commo otro qualquier barón o muger de mi progenia o d’estranna quien quier que fuer sea maldito de Dios e peche a ellas
o quien su boz tovier quanto en esta carta cunta en doblo e demás
les peche en coto mili mrs. de real moneda por pena, por sí e por
sus bienes, e a la parte del rey otros tantos peche. E esta carta e
este fecho vala por sienpre a todos tienpos. E sobre todo esto arrenungio toda exepgión d’enganno e todos quantos derechos e defenssiones yo he o podría aver agora e a todo tienpo por venir con­
tra este fecho. Otrossí, arrenungio el derecho que dize que puesto
que onbre faga alguna donagión que la pueda revocar en su vida
cada que quisiere que por lo yo quiera fazer que non pueda e si
lo fizier que non vala. E demás otorgo e prometo de non yr nin
passar contra esta donagión en todo nin en parte dello nin la va­
riar nin revocar por testamento nin por carta nin por palabra nin
en otra manera alguna por mí nin por otro, en algún tienpo so la
pena sobredicha e esto fecho que vala. E por que todo esto sea fir-
(1)
Hay un traslado de la donación de don Rodrigo, expedido el 31-VII-1335
por Alfonso Andreo, notario público del rey en Oviedo y autorizado por Alfonso
Ferrándiz, juez de Oviedo, con algunas ligeras variantes, entre ellas Santo Hullano, por Santo Millano (Ibidem, leg. 2, núm. 35).
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
227
me e non venga en dulda diles ende esta carta seellada con mi see11o en gera pendiente e por mayor firmedume rogué a Johan Pé­
rez, notario público del rey en Oviedo, que la fiziesse escrevir. Fe­
cha la carta diez e nueve días de setenbre, era de mili e trezientos
e sessenta e tres annos. Regnante el rey don Alffonso en Castie11a, en León. Don Oddo obispo de Oviedo. Yo Rodrigo Alvarez so­
bredicho, esta carta que mandé fazer e en congeio oy leer con mis
manos propias la robro e la confirmo e connosco en ella esta sinnal. E que presentes fueron: Diego Alffonso capellán del dicho monesterio, Alvar Díaz de Lodenna, Pero Ferrández de Villalaz e Gutier Alvariz de Lena cavalleros, Tomás Ferrández e Alffonso Fe­
rrández e Gongalo Martínez de Oviedo, Monnio Suáriz de Lorio (2),
Monin Rodríguez de Lantones, Gongalo Johannes escrivano e otros.
Yo Johan Pérez, notario ya dicho, fize escrevir esta carta por el
rogo sobredicho e puse en ella mió signo. Coram ts.: Petrus ts.,
Joanes ts., Martinus ts.».
E agora la abadessa e priora e convento del dicho monesterio
mostráronme la dicha carta e pidiéronme merged que ge la conffirmasse porque ellas e el dicho monesterio oviessen las dichas
dos juguerías con todo lo que les pertenesge según quel dicho Ro­
drigo Alvarez ge las diera e en la dicha su carta se contiene. E yo
por fazer bien e merged a la dicha abadessa e priora e convento
tovelo por bien e confirmóles la dicha carta de donagión quel di­
cho don Rodrigo Alvarez les mandó dar en esta razón commo di­
cho es. E mando por esta mi carta a qualquier o qualesquier meryno o merynos, mayordomo o mayordomos que por mí andodieren
agora e daquí adelante en la mi tierra de Asturias o a qualquier
o qualesquier dellos a quien esta mi carta fuer mostrada, que guar­
den e defiendan a la dicha abadessa e priora e convento con la di­
cha carta, ca mi voluntat es que les sea guardada en todo agora
e daquí adelante según que en ella se contiene. E si alguno o algu­
nos y ovier que les quieran yr o passar contra esta merged que les
yo fago o contra parte della que ge lo non conssintan e que los pren­
den por la pena que en ella se contien a cada uno por cada vegada
que en ella cayeren e la guarden para fazer della lo que yo man­
dare, e non fagan ende al por ninguna manera so pena de la mi
merged. E desto mandé dar a la dicha abadessa e priora e conven­
to esta carta escripta en pargamino de cuerio e seellada con mi
seello de gera colgado.
Dada en Oviedo, diez e seys días de mayo, era de mili e tre­
zientos e ochenta e nueve annos.
Yo Gómez Gargía la fiz escrevir por mandado del conde (signo).
228
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
6
1351, mayo 16. Oviedo.
D on Enrique confirm a a G utierre B em a ld o de Quirós la dona­
ción de la villa y coto de Villoría con su jurisdicción y térm inos
que había otorgado a su fa v o r don Rodrigo A lv a rez de A sturias
en O viedo, el 14-IX-1325.
Cit. J, M. T r e l l o s V i l l a d e m o r o s : Asturias Ilustrada, t. II (Madrid, 1739), pp.
791 y s. Indica como procedencia de este documento el archivo del desaparecido
convento de San Francisco de Oviedo.
7
1352, enero 16. Puebla de Gijón.
D on Enrique, conde de Trastámara y señor de Noreña, otorga
un p riv ileg io a fa v o r de Sancha A lfon so de Rojas, m ujer de Suer
A lfo n so de Lodeña, donándole las heredades que tenía en Villao
y Coe con sus señoríos, según las heredara de don Rodrigo Alvarez.
Cit. C. M. V i g i l : Asturias monumental, 1.1 (Oviedo, 1887), p. 470. Indica como
pocedencia el desaparecido archivo de la Audiencia de Oviedo.
8
1352, agosto 30. Oviedo.
D on Enrique, hijo del rey don A lfonso, conde de Trastámara,
Lem os, S a rriá y señor de Noreña, Cabrera y Ribera, concede a la
abadesa, priora y convento de Santa María de la Vega toda su par­
te en el cellero de Santullano de Bim enes, con el derecho de p re­
sentación de clérigo, patronato de la iglesia y todo su señorío, de­
rechos y pertenencias, según le correspondían a él p or herencia
de don R odrigo A lvarez.
A.M.S.P.O., F.S.M.V., leg. 2, núm. 56.
P u b l . . Ruiz d e l a P e ñ a : Historia de Asturias,
p.
34.
T r a n s c r ip c ió n p a r c ia l.
Sepan quantos esta carta vieren commo yo don Enrrique, fijo
del muy noble rey don Alffonso, conde de Trastámara, de Lemos
e de Sarriá, sennor de Norenna, de Cabrera, de Ribera, por fazer
bien e merced a vos, donna Mengía López, abadessa del moneste(2) León, en traslado de 1335.
ENRIQUE DE TRASTAMARA, SEÑOR DE NOREÑA
229
rio de Santa María de la Vega, e donna Sancha Alvariz, priora,
e el conviento del dicho monesterio, dovos que ayades por juro
de heredat para sienpre iamaes para vos e para el dicho moneste­
rio livre e quito, por Dios e por las almas de don Rodrigo Alvariz
que Dios perdone e de Alvar Díaz su fiio, toda la mi parte del gellero de Santoullano de Vimenes, con la presentación de clérigo
e con el padronalgo de la dicha eglesia e con el sennorío con todos
sos derechos e pertenencias e frutos e rentas e bienes dello, segunt
que mejor e más conplidamientre a mí pertenesce e pertenescer
deve e lo yo heredé del dicho don Rodrigo Alvariz. La qual dona­
ción vos fago con tal condición: que vos la dicha donna Sancha A l­
variz que lo levedes para en vuestros días sin enbargo e depués
de vuestros días que finque livre e quito para sienpre a vos la di­
cha abadesa e al dicho monesterio sin enbargo ninguno. E nengu­
no non sea osado de vos yr nen de vos pasar contra esta merced
que vos yo fago nin contra parte della en algunt tienpo nin algu­
na manera, ca qualquier o qualesquier que vos contra ello pasassen pecharme yan en pena seyscientos mrs. desta moneda cada uno
e a vos la dicha abadesa, priora e conviento todo el danno que por
ende recebisedes dubrado, e de maes a ellos e a lo que oviesen me
tomaría por ello. E sobresto mando a Alffonso Goncález de Arvuelles, mi meryno e mayordomo en Asturias en lugar de Pero
Cariello, mi mayordomo mayor, e a todos los otros merynos o ma­
yordomos que por mí andovieren ahora e daquí adelantre en As­
turias que vos guarden e anparen e defiendan con esta merced que
vos yo fago. E si alguno o algunos y ovieren que vos quieran yr
o pasar contra ella que ge lo non consientan e que los prenden por
la dicha pena por cada vegada que en ella cayeren e la guarden
para fazer della lo que yo mandare. E los unos nin los otros non
fagan ende al so pena de la mi merced e de los dichos seyscientos
mrs. a cada uno. E desto les mandé dar esta mi carta escripta en
pargamino de cueyro e saellada con mi saello de cera colgado.
Dada en Oviedo, treynta días de agosto, era de mili e trezientos e noventa annos.
Yo Gómez García la fiz escrevir por mandado del conde (signo).
9
1352, octubre 24. Oviedo.
L os clérigos de la Cofradía de Santa María de R ecasto dan «a
lavoría» a P ero A lfon so, capellán de la iglesia de San Tirso de
230
J. IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA SOLAR
O viedo y abad de dicha cofradía, «el nuestro suelo que fo e casa
que nos avernos que iaz en O viedo a Qim adevilla fuera la gerca,
el qual suelo dizen de Santo Espíritos, que iaz en tales térm inos:
de la parte de gima suelo que fo e casa de Julián P érez requero,
e de la parte de fondos suelo de casa de D iego Suárez m ercador,
e detrás afronta enna calella p er u van a Fontán e delantre calelia póblica que va para León e para otras partes. El qual suelo fo e
casa e quem ó p er la quem a que fizo en O viedo el conde don Enrrique». El suelo lo ceden para que el beneficiario haga en él «una
casa de bona m adera e pertenergiente, con sonberado detrás e te ­
chada de tella», debiendo «darla fecha e acabada a puerta gerrada
desti día...ata la fiesta de San Iohan Babtista que prim ero vien»,
quedando la mitad de dicha casa para la cofradía y la otra mitad
para el constructor.
A.C.O., Serie A, carp. 20, múm. 1.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL
DEL ANTIGUO REGIMEN
A lfo n so M enéndez G o n zález
En el presente artículo se ofrece un panorama de la realidad
institucional de la Real Audiencia de Asturias a finales del Anti­
guo Régimen, entre los años de 1803 y 1834. Se aportan nuevos da­
tos sobre la actividad judicial del tribunal en esta etapa, con lo
que se suma a los estudios de Tuero Bertrand y a otros que ya he
publicado sobre diferentes aspectos de la institución (1).
1.
LA REAL AUDIENCIA
A finales del Antiguo Régimen el territorio de la corona de Cas­
tilla aparece dividido en seis circunscripciones judiciales, con sus
Audiencias respectivas. La dinastía de Borbón no alteró, en lo sus­
tancial, el viejo mapa judicial de los Austrias, salvo para crear
dos nuevas Audiencias: la de Asturias, en 1717 (Nov. Recop. Li­
bro V. Tit. III. Ley 1.a), y la de Extremadura, creada por pragmá­
tica sanción de 30 de mayo de 1790 (Nov. Recop. Libro V. Tit. VI.
Ley 1.a).
La Real Audiencia de Asturias se establece en un contexto de
oposición y polémica institucional (2). Tomando como modelo de
Feo.: La creación de la Audiencia en la Asturias de su
Oviedo, 1979; M e n é n d e z G o n z á l e z , A.: «Los regentes de la Audiencia de
Asturias en el siglo XVIII», en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, núm.
133 (1990), págs. 27-44.
(2) La obra de Tuero Bertrand (La creación de la Audiencia..., op. cit.) ilustra
ampliamente la polémica en tomo a la creación del tribunal. La Real Cédula de
creación en A rchivo General del Principado (A.G.P.). Libro 92, fs. 256-263 (copia
en actas de la Junta).
(1 )
T u e ro B ertra n d ,
tiem po,
232
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
organización y funcionam iento a la Audiencia de G alicia, la de
Asturias extiende su jurisdicción sobre el territorio del Corregi­
m iento de Asturias, incluyendo a las tierras del Principado, los
concejos de las «Cuatro Sacadas» y a los cinco concejos del valle
de Valdeburón, en Galicia. La justicia se ejecuta y dispone a tra­
vés de una sala única para lo civil y crim inal, conform e a lo esta­
b lecid o en el Título II, L ibro V de la N ov. R ecopilación cuando
trata de la jurisdicción y m odo de conocer de la A udiencia de Ga­
licia.
Com o la Audiencia se ha creado para vencer «la dificultad de
acudir a la Chancillería de V alladolid p or la distancia y aspereza
del cam ino» (Real Cédula de 30 de ju lio de 1717) el tribunal con o­
ce, en prim era instancia, de todos los casos de corte a los que en
otro tiem po se acudía ante la Real Cancillería de V alladolid.
En segunda instancia y apelación, la A udiencia interviene en
relación con los fallos de los jueces ordinarios; y si la cuantía del
negocio excede de diez m il mrvs. se adm ite apelación de la sen­
tencia de la sala ante la Chancillería de V alladolid, si el recurso
se presenta conform e a derecho. Esta p osibilidad de apelación se
extiende tam bién a los casos de corte si la cuantía del negocio ex­
cede de cien m il maravedíes, pudiendo establecerse un recurso de
súplica ante el Real Acuerdo si no se alcanza esta suma. Pero, en
cualquier caso, es la Chancillería la que falla sobre la entidad y
cuantía del litigio para determ inar la com petencia.
O tro ám bito jurisdiccional, en lo civil, es el determ inado p or
las relaciones con la Iglesia. La Audiencia interviene en los «re­
cursos de fuerza» contra los jueces eclesiásticos, conform e a lo es­
tipulado en las leyes y estilo de los tribunales superiores de ju sti­
cia. Tan sólo a partir de 1744 podrá pasar la A udiencia a conocer
en prim era instancia de los pleitos con iglesias, conventos y m o­
nasterios de Patronato real, exceptuándose aquellos casos en los
que éstos tuviesen jueces privativos puestos p or la Corona. De ser
así, el p leito seguiría su curso habitual ante el Consejo.
En otra m ateria de jurisdicción y frecuentes litigios, com o lo
es la hidalguía y sus probanzas, la Audiencia pasará a conocer de
esta m ateria a partir de 1751, incluyendo los recursos pertinen­
tes (3).
En lo criminal, la Audiencia conoce en segunda y tercera ins­
tancia de todos los delitos com etidos en su jurisdicción, pudien­
do im poner diversas penas. La apelación ante la Chancillería de
(3) A.G.P. Libro 108, f. 52.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
233
V a llad olid tan sólo se adm ite en el caso de la pena capital, que­
dando el recurso de súplica ante la mism a sala para los demás ca­
sos (4).
A estos aspectos judiciales es preciso añadir los económ icos y
políticos, en el contexto de ese «equilibrio inestable» (Tomás y V a­
liente) entre la separación conceptual de las esferas de la A d m i­
nistración y su asociación efectiva en unos m ism os órganos de p o­
der. La Real Cédula fundacional faculta al regente para la visita
y apeo de com unes y realengos, pastos, m ontes y plantíos, exa­
m en de las cuentas de propios y arbitrios, sobras de rentas, casas
de San Lázaro, hospitales y caminos del Principado, en suma, sub­
rogación en las tareas del antiguo corregidor.
Esta tarea de gobierno es asumida también, p or delegación, p or
los restantes oidores, a quienes vem os intervenir en la aprobación
de posturas y rem ates de rentas y en los repartos de con tribu cio­
nes. El alcalde m ayor decano y los demás m agistrados, en Real
A cuerdo, supervisan los acuerdos de la Junta General del P rinci­
pado e intervienen en el Consistorio de O viedo, presidiendo se­
siones y arbitrando en las elecciones de los oficios de justicia. C o­
m o una causa frecuente de litigio son precisam ente los actos elec­
torales, los oidores son requeridos para que medien en los litigios
verbales, fallando la sala civ il sobre las disputas o querellas m a­
yores.
Esta duplicidad de funciones, judicial y gubernativa, tiene en
la persona del regente su m áxim a expresión, ya que acum ula d i­
versos títulos: presidente de la Audiencia, Superintendente de
Montes y Rentas Reales, subdelegado de la Intendencia de León
y capitán de Guerra de las m ilicias del Principado, lo que le fa­
culta para alistar soldados y atender a la defensa de la región.
Para el servicio de esta com pleja red de funciones, la A u dien­
cia consta del siguiente personal: un regente, cuatro oidores u al­
caldes m ayores y un fiscal, en cuanto ministros superiores. Com o
m inistros inferiores se hallan un agente fiscal, el alguacil m ayor,
abogado y procu rador de pobres, respectivam ente, y los escriba­
nos de cám ara y acuerdo. Otras personas que trabajan al servicio
de la A udiencia —y que perciben com o ingresos derechos arance­
larios conform e a la ley y a los pleitos despachados— son los si­
guientes: un tasador repartidor, seis receptores, dos relatores, un
escribano de cám ara, cuatro porteros de cámara, un o ficia l de la
vía ejecutoria, diez alguaciles ordinarios y veinte procuradores
(4)
Nov. Recopil. Libro V. Tit. II, Leyes I, IV y X X II.
234
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
de número. De estos últim os, doce están adscritos a los juzgados
y tribunales reales y ocho a los eclesiásticos.
La A udiencia sesiona en la casa de los antiguos gobernadores
del Principado, en la calle de Cim adevilla, m uy cercana al Con­
sistorio de O viedo. A l antiguo ed ificio de 1657 se le agregó poste­
riorm ente otro, p róxim o al ala derecha del Consistorio, form án­
dose así las llam adas «Casas de Regencia», que ocuparon los re­
gentes hasta el año de 1840.
2.
ITINERARIO INSTITUCIONAL, 1802-1833
Abordarem os ahora la problem ática de la Audiencia en la tran­
sición del A ntiguo Régimen hacia el sistema liberal.
2.1
EL PERIODO 1802-1808
En el contexto de reforma, intervención y «racionalización» del
régim en señorial interesa situar el destacado papel de la A u dien ­
cia desde su creación en 1717. Asociada, en sus orígenes, a una pes­
quisa judicial para la recuperación de los bienes y rentas del Real
Vínculo, no es de extrañar que la actividad de vigilancia sobre las
jurisdicciones señoriales se haya hecho notar a lo largo del siglo
X V III. Pero, bien es cierto que el «m inifundism o señorial» astu­
riano sirve de lastre y dificulta la aplicación de algunas leyes norm alizadoras. El ejem plo más evidente es la Real Cédula del 20 de
ju lio de 1802 sobre la justicia señorial: en ella se declara incom ­
patible el oficio de alcalde m ayor—en un señorío— con la adm i­
nistración de los bienes o percepción de algún tipo de salario o ayu­
da de costa del titular de la jurisdicción. Los nuevos alcaldes, ca­
si com o funcionarios, pasan a tener un salario de 500 ducados
anuales y una duración en el cargo de seis años, al igual que los
de realengo (5).
Las dificultades de aplicación de esta ley, en el caso de A stu­
rias, eran evidentes: pocos señoríos sobrepasaban los 300 vecinos
requeridos p or la Real Cédula para el establecim iento de los ju e­
ces letrados. Y en los que se sobrepasa esa cantidad —com o en Noreña, Llanera, A llande o las jurisdicciones de Valdecarzana— la
justicia es ejercida por jueces ordinarios sin especial conocim iento.
T odo hace pensar que la Audiencia se esforzó en el cum plim ien­
to de la Real Cédula, pero con escaso éxito. Saturada su única sa(5) A r c h i v o H i s t o r i c o N a c i o n a l ( A .H .N .) . Secc. Hacienda. Libro 6.103.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
235
la p or pleitos y expedientes, el interés de los m agistrados se con ­
centra en la reform a del sistema, bien a través de la descentrali­
zación o desdoblam iento y am pliación de la sala o bien creando
secciones territoriales.
El problem a crucial es abordado en un inform e de 1804. Junto
con la necesidad de reducción del número de abogados, el regente
y demás m agistrados consideran preciso un conjunto de reform as
en la adm inistración de justicia, el nom bram iento de seis corre­
gidores o alcaldes m ayores letrados, con sus zonas de actuación,
perm itiría liberar a la Audiencia de múltiples pleitos y causas m e­
nores, descongestionando la sala. A ésta acudirían ya tan sólo las
causas y p leitos m ayores, agilizándose su tram itación. P or otra
parte, se reduciría ya de p or sí el excesivo núm ero de abogados,
que pasarían a actuar en las capitales de los distritos judiciales (6).
La política gubernamental gira, con todo, p or otros derroteros.
Preocupa ante tod o la defensa de la costa frente a la agresión in­
glesa; así que, lejos de llevarse adelante la reform a solicitada, no
sólo no se desdobla la sala —com o ya se venía p idiendo tiem po
atrás desde la Junta General (7)— sino que se am plía la ju risd ic­
ción de la Audiencia hacia las tierras de Cantabria. En la Real Cé­
dula de 25 de febrero de 1805 el m onarca com unica:
«H e resu elto que de las aguas vertien tes hasta la costa de
todas las m ontañas com prehendidas entre R ibadeo y Laredo, esto es, desde el lím ite de Galicia hasta el de Vizcaya,
se form e una Comandancia General de Castilla la V ieja y
he determ inado que la jurisdicción civil del referid o distri­
to se reúna a mi Real A udiencia de O viedo» (8).
La nueva dem arcación supone el nom bram iento de un capitán
general, que pasa a asum ir la presidencia de la A udiencia en ca li­
dad de tal y no com o capitán general con m ando en tropa (9).
En el caso de Asturias la nueva presidencia tuvo un carácter
nom inal. El m ariscal de Campo don Pedro Trugillo, nom brado co­
m o com andante y capitán general de la Com andancia de Asturias
y Bastón de Laredo, no parece haber intervenido en la Audien(6 ) S a n g r a d o r y V í t o r e s , M.: Historia de la Administración de Justicia y del
antiguo gobierno del Principado de Asturias, Oviedo, 1975 (Ed. facsimil de la de
Oviedo-1866. Prólogo de Feo. Tuero Bertrand), págs. 245-246.
(7) En 1778 es la Junta General del Principado la que solicita la ampliación
del número de plazas en la Audiencia (A.G.P. Libro 113, fs. 187-189). En los años
siguientes hubo otras peticiones de esta índole.
(8) Nov. Recop. Libro V. Tít. III. Ley 1.a.
(9) A.H .N. Secc. Consejos. Leg. 4.822.
236
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
cia, que seguirá siendo presidida p or su regente, don Pascual Quilez Talón, presidente de la sala y Real Acuerdo, a todos lo efec­
tos, en los años inm ediatos al com ienzo de la guerra.
La consecuencia más evidente de este nuevo orden ju risd iccio­
nal es el aum ento de causas y pleitos, aunque no con especial re­
lieve, tal y com o puede observarse con los datos ofrecidos en los
CU AD RO S I al III. ¿Bajo grado de con flictivida d en Cantabria?
L o que sí es evidente es que la Audiencia se veía progresivam en­
te desbordada p or litigios y litigantes y que era preciso acom eter
una reform a, ya de procedim iento o de am pliación de plazas. Y
que la guerra no contribuyó de p or sí a m ejorar las cosas.
2.2
LA GUERRA, 1808-1813
El con flicto institucional que, de form a soterrada a veces, se
ha ven ido desarrollando entre la Junta General y la A udiencia a
lo largo del siglo X V III tiene, en m ayo de 1808, uno de sus episo­
dios más característicos. La evolución de los acontecim ientos ha
sido descrita por Toreno (10) y Alvarez Valdés, entre otros, y a ellos
nos rem itim os.
El 9 de m ayo la Audiencia publica un bando con órdenes del
m ariscal Murat y se inicia causa contra los atacantes de la casa
del cónsul francés en G ijón (11). La actitud de los m agistrados, de
claro respeto p or la legitim idad institucional, es objeto de recha­
zo general. Para Toreno todo estriba en que la A udiencia es «de­
sama del pueblo, ya p or estar form ando causa a los que habían
apedreado la casa del cónsul francés, ya tam bién porque, com pues­
ta en su m ayor parte de agraciados y partidarios del gobierno de
G odoy, m iraba de soslayo unos m ovim ien tos que al cabo habían
de redundar en daño suyo»... (12).
Pero al m argen de estas apreciaciones tan subjetivas de T ore­
no, en M adrid se dudaba de la fidelidad de la institución judicial.
P or eso el 17 de m ayo Murat ordena a la A udiencia que reciba y
posesione com o regente a don José Pagóla —que lo era ya de la
A udiencia de La Coruña—, adm itiendo com o presidente al briga­
dier La Llave. Pero los acontecim ientos evolucionan en otro sen­
do) C o n d e d e T o r e n o : Historia del levantamiento, guerra y revolución de Es­
paña, Ed. B.A.E., Madrid, 1953 (Tomo LXIV), págs. 56-58. *
(11) Según Toreno, el día 29 de abril la casa del cónsul francés fue apedreada
«de resultas de haber osado arrojar desde sus ventanas varios impresos contra la
familia de Borbón« (Historia del levantamiento..., op. cit., p. 56.
(12) T o r e n o , op. cit., p. 57.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
237
tido: el alzam iento popular del 25 de m ayo trae consigo la deposi­
ción del brigadier La Llave y la creación de una junta que va a
actuar con libertad y sin sujeción a la Audiencia. Y en esta nueva
coyuntura los dos órganos de poder, Junta y Audiencia, se enfren­
tan en pugna de com petencias.
Las prim eras tensiones tienen lugar entre septiem bre y octu­
bre de 1808. En el origen está el deseo de la Junta —deseo inconfesado— de som eter a la Audiencia, depurando las responsabili­
dades de sus m iem bros y nom brando m agistrados adictos al nue­
v o proceso revolucionario. La prim era fase del con flicto se inicia
el 21 de septiem bre, cuando la Junta rem ite un o ficio a la A u dien­
cia para que lo curse a las justicias de los concejos. Entre las nue­
vas atribuciones que la Junta ha decidido arrogarse están las de
form ar com isión para tom ar residencia a los m iem bros del tribu­
nal, nom brar y p roveer las plazas vacantes (13) y establecer un
nuevo tribunal, dependiente de la Junta, para juzgar los delitos
de infidencia.
El con flicto queda superado y toca a su fin meses después, en
m ayo de 1809, cuando el marqués de La Rom ana se hace cargo del
m ando p olítico y m ilitar del Principado, disolviendo la Junta Gu­
bernativa y nom brando una com isión, form ada p or nueve in d iv i­
duos, con el nom bre de Junta de Arm am ento y O bservación. La
Real Audiencia recupera las atribuciones que ha perdido y las am­
p lía p oco después, al establecer una sección o tribunal para juz­
gar los delitos de infidencia (14).
Las cuatro ocupaciones e invasiones del Principado, entre m a­
y o de 1809 y ju n io de 1812, determinan el establecim iento de la
A udiencia en cinco puntos diferentes de la costa occidental astu­
riana, aunque la m ayor parte del tiem po el Real A cuerdo se cons­
tituya en Castropol (15). Esta situación de desplazam iento, debi(13) Según Matías Sangrador (Historia de la Administración..., op. cit., p. 253)
la Audiencia accedió a dar circulación al oficio o manifiesto «debido a lo violento
de la situación», pero acordó, de forma reservada, declarar nulo y sin valor el acuer­
do mencionado. Algo similar sucede días después, el 19 de octubre, cuando la Jun­
ta decide nombrar como magistrado al abogado don Manuel María Acevedo. La
Audiencia solicitará de la Junta Central el reconocimiento de sus derechos y pre­
rrogativas, pidiendo que se castigue el intrusismo de la Junta de Asturias.
(14) Esta nueva sección de la Audiencia se forma a instancias de los comisio­
nados que han acudido a Asturias para informar sobre las arbitrariedades de La
Romana. Disuelta la Junta que éste ha creado, se forma en su lugar la «Junta Su­
perior de Armamento y Defensa».
(15) Según el regente Hermosilla —en su discurso del 3 de enero de 1814— la
Audiencia «jamás abandonó al pueblo libre. Se ha reunido y form ado en cinco
238
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
do a las contingencias de la guerra, no im piden el trabajo cotidia­
no de los magistrados. Más aún, debido a los problem as continuos
en las com unicaciones la Audiencia podrá am pliar su ám bito competencial. Por Real Orden del Consejo de Regencia (de 31 de ju lio
de 1810) se autoriza a los magistrados para conocer en pleitos ci­
viles de hasta m il ducados de entidad, así com o en causas crim i­
nales p or delitos de infidencia, incluida la pena capital.
Esta legislación especial se mantiene hasta la entrada en v i­
gor de la Constitución de 1812, que supone, p or sí m isma, la desa­
parición del viejo sistema judicial de la Monarquía A bsoluta (16).
El regente pierde su condición de jefe p olítico y m ilitar y se am ­
plía notablem ente el número de plazas: nueve m agistrados y dos
fiscales repartidos en dos salas: la primera, con cuatro m agistra­
dos, conoce en segunda instancia de los negocios civiles y crim i­
nales; la segunda, con cinco m agistrados, conoce en tercera ins­
tancia de lo m ism o (17).
En el m ism o orden de cosas y de acuerdo con el artículo 273 de
la Constitución se crean los partidos judiciales. Una com isión m ix­
ta D iputación-A udiencia elabora un plan de trabajo y precisa las
nuevas dem arcaciones de los partidos. Tras varios proyectos, se
acuerda la división de Asturias en diez partidos judiciales, cuyas
puntos diferentes, según lo permitían las correrías de sus enemigos, conservan­
do la autoridad legítima que juró y llevando siempre consigo el nombre y la re­
presentación del señor don Fernando VII. No habiendo plaza de armas alguna en
la provincia donde refugiarse ni por un solodía y poder administrar la justicia
con seguridad, han estado sus ministros y oficiales emigrando de unos puntos a
otros con inminente riesgo de ser sorprendidos y prisioneros en las cuatro inva­
siones y ocupaciones que ha sufrido el Principado desde m ayo de 1809 a junio de
1812, una de ellas de diez y seis meses y medio». Sus ministros han servido al tiempo
a la Intendencia de Rentas de la Provincia, a la del Ejército, Presidencia de la Junta
de Confiscos, en la General de Electores, de diputados a Cortes, de vocales en la
Junta Superior, dos de representantes por Galicia y Guipúzcoa en las general ex­
traordinarias del Reino. «Y en algunos intermedios de m ayor desgracia de la pro­
vincia, llegó el caso de valerse de ellos el comandante general para recorrer los
pocos concejos libres amenazados también de los enemigos, a procurar subsisten­
cias para el ejército, recoger dispersos y animar a los pueblos en sus desgracias;
habiendo salvado los principales papeles del despacho de las escribanías y lleva­
do asegurados el gran número de presos que se hallaban en las cárceles de la ca­
pital adonde se situaba la Audiencia». —Sangrador (op. cit., págs. 257-259) copia
una circular de la Audiencia fechada en Castropol el 28 de junio de 1810, que co­
rrobora parcialmente lo expuesto por Hermosilla—.
(16) Artículos 242 al 308, título V: «De los tribunales y de la Administración
de Justicia en lo civil y criminal».
(17) El artículo 262 establece que «todas las causas-civiles y criminales se fe­
necerán dentro del territorio de cada Audiencia». Ibid. S a n g r a d o r , op. cit., p. 264.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
239
cabezas pasan a ser O viedo, Pola de Lena, Infiesto, Cangas de
Onís, A v ilés, V illaviciosa, Grado, Luarca, V egadeo y Cangas de
Tineo.
L o efím ero de este sistema es bien conocido: tras los decretos
de ju n io de 1814 Fernando VII suprime la obra de las Cortes de
Cádiz, retrocediendo la adm inistración de justicia al estado de
1808.
2.3
LA RESTAURACION DEL ANTIGUO REGIMEN, 1814-1833
En el orden institucional tan sólo registramos un hecho nota­
ble: la Audiencia pierde su jurisdicción sobre las tierras de Canta­
bria al desaparecer la Comandancia General del Cantábrico crea­
da en 1805. Los proyectos de reform a quedan aplazados «sine die»
hasta que el golpe de Riego, en 1820, restablece el orden constitu­
cional.
El 5 de abril de 1820 —tras el Real Decreto de 7 de m arzo p or
el que Fem ando VII restablece la Constitución— se instala de nue­
v o en O viedo la A udiencia Constitucional. El territorio de A stu­
rias queda d ivid id o en 14 partidos judiciales (Real Orden de 17
de ju n io de 1820), autorizándose a la Junta de G obierno para que
nom bre jueces letrados en los distritos.
Las disputas y querellas vecinales por la distribución, cabece­
ra y núm ero de partidos, form an la trama de las m últiples recla­
m aciones que se presentan en la Audiencia durante el trienio cons­
titucional (18).
Restablecido el estado de cosas anterior al uno de marzo de 1820
—tras el Real D ecreto del uno de octubre de 1823— la A udiencia
vu elve a quedar reducida a una sala, reasum iendo el regente sus
diversas funciones y añadiendo a éstas la de intendente de P oli­
cía, tras la creación de una intendencia con dos subdelegaciones,
en G ijón y Tineo, respectivam ente (19).
2.4
LA CRISIS FINAL, 1834
Con la m uerte de F em an do VII (el 29 de septiem bre de 1833)
se inicia el proceso de lo que Josep Fontana denom ina la «revolu(18) S a n g r a d o r , op. cit., págs. 272-275, hace mención a los distintos proyec­
tos de división de Asturias en partidos.
(19) Según M. Sangrador (op. cit., 278) el regente usó de este título hasta el
14 de agosto de 1827 en que fue suprimida la Intendencia «y creada en su lugar
una subdelegación principal, para cuyo cargo fue nombrado el que a la sazón de­
sempeñaba la fiscalía de esta Audiencia».
240
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
ción liberal» y que, en el orden institucional, pasa por la prom u l­
gación del Estatuto Real el 10 de abril de 1834. Las reform as que
se introducen en el esquema organizativo de la Audiencia no son
más que un retom o a las disposiciones de 1812 en cuanto a las com ­
petencias exclusivam ente judiciales de los m agistrados. Se res­
tablecen los juzgados de partidos y se procede a una nueva d iv i­
sión territorial en 15 distritos judiciales. Las «Ordenanzas de las
Reales Audiencias», en 1835, reducen el núm ero de m agistrados
con relación a 1812: seis m inistros togados y un fiscal, aunque se
m antienen las dos salas, civil y crim inal (20).
3.
3.1
V IG IL A R Y CASTIGAR. L A ACTIVIDAD JU D ICIAL
PROBLEMAS DE METODO Y FUENTES
El obstáculo principal con el que se enfrenta el investigador
a la hora de exam inar la actividad judicial es la desaparición del
archivo de la A udiencia en las jom adas revolucionarias de octu­
bre de 1934.
En cualquier caso y de haberse conservado el archivo, tam po­
co sería posible una visión total y detallada a la vez en cuanto a
los pleitos y causas que pasaron ante el tribunal de O viedo. Ma­
tías Sangrador —que reconoció el archivo m ediado el siglo X I X —
ya advirtió en su día sobre la destrucción de docum entos. En m a­
teria civil, 14.333 pleitos fueron declarados inútiles p or parte de
una com isión y vendidos o quemados de acuerdo con la Real Or­
den de 24 de diciem bre de 1859 que autorizaba la purga y lim pie­
za de archivos. Esto venía a suponer un 27% de los pleitos exis­
tentes. Y algo sim ilar ocurrió con las causas crim inales: de las
23.762 despachadas p or la Audiencia, salieron del archivo 10.964
causas (un 46% del total), quedando las 12.798 restantes agrupa­
das en 1.023 legajos (21).
Del conjunto docum ental citado, una parte pertenece a la eta­
pa final del A ntiguo Régimen. Entre los años de 1803-1807 y los
(20) M. S a n g r a d o r , op. cit., págs. 283-284. En los reales decretos de 12 de mar­
zo de 1836 y 5 de noviembre de 1839 se ordenaba que las dos salas conocieran in­
distintamente de lo civil y criminal.
(21) Sangrador (op. cit., págs. 292 y 300-301) alaba la tarea del paleógrafo Ci­
ríaco Miguel Vigil, a quien la Audiencia comisionó, en 1854, para el reconocimien­
to y clasificación del archivo. Este ultimó su trabajo en 1861 ordenando los docu­
mentos en tres clases: los gubernativos y especiales de Regencia (364 legajos); los
civiles, agrupados por concejos, y los expedientes abiertos por el regente Cepeda,
o «Matrícula de Cepeda*. El total de los pleitos ascendía a 54.393, conservándose
después de 1859 un total de 40.060 pleitos.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
241
de 1829-183 el tribunal despachó en vista un total de 2.467 pleitos
y 3.055 causas. Sabem os de la existencia de esta actividad a tra­
vés de unos estados-resúm enes que anualmente se enviaban al
Consejo. Im presos y encuadernados junto con algunos discursos
de los regentes hem os p od id o localizar algunos —los relativos a
1803-1807 y 1829-1831 para nuestra etapa— en la sección de libros
raros, incunables y antiguos de la B iblioteca Central de la U ni­
versidad de O viedo (22).
CU ADRO I
PLEITOS Y EXPEDIENTES CIVILES
1.803
1.804
1.805
1.806
1.807
1.829
1.830
1.831
De tabla
Remitidos «ad efectum videndi»
De elecciones
Competencias
De disenso
Apartamientos
Querellas y discordias
Fuerzas eclesiásticas
201
73
29
241
57
39
291
73
29
206
71
76
276
56
72
127
48
1
136
62
0
5
123
67
0
7
5
0
2
0
1
0
17
13
15
11
17
13
14
6
13
8
17
5
9
3
3
12
5
2
TOTAL
338
363
335
373
426
198
218
216
De sala
Executivos
156
621
563
317
156
621
515
200
545
162
212
181
(*)
(*)
(*)
(*)
TOTAL
777
880
777
715
707
393
746
842
T O T A L PLE ITO S Y EXPE D IE N TES
1.115
1.243
1.112
1.088
1.113
591
964
1.058
Pedimentos de primer ingreso
De pleytos pendientes
De pública
536
327
574
623
553
623
703
1.511 1.581 1.511 1.660 1.680
2.241 2.243 2.241 2.253 2.361 1.565
TO T A L
4.375
PLEITOS
EXPE D IE N TES
4.398
4.375
4.466
4.577
2.595
178
162
266
301
1.040 1.086(**)
2.762
2.782
FUENTE: Elaboración propia con datos del X X —294 de la B.U.O.
(*)
Casificación de los expedientes—1.830: De primera hora, 201; Executivos, 271; De exce­
so, 12; De artículos, 102; De prueba, 160. TOTAL: 746. En 1.831: De primera hora, 185;
De exceso, 14; Ejecutivos, 275; De artículos, 99; De prueba, 169. TOTAL: 842.
(**) No se incluyen dos categorías: Ordinaria de cierros: 30 en 1.830 y 22 en 1831; y Comisio­
nes ordinarias: 300 en 1830 y 237 en 1.831.
(22)
El volumen XX-294, encuadernado bajo el título Discursos de regentes,
contiene un conjunto documental impreso reunido por el magistrado don Víctor
Ordóñez. Destacan varios discursos de regentes y las relaciones del número de cau­
sas y expedientes criminales y civiles despachados en la Audiencia en los años de
1803 a 1807, 1829 a 1831 y 1836 a 1840. Los datos de 1835 proceden de otro volumen
de la biblioteca del conde de Toreno (actualmente en la central de la Universidad),
el F-58-2.
242
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
CUADRO II
CAUSAS CRIMINALES
CAUSAS
De muerte
Muerte violenta
Muerte casual
Infanticidio
Heridas y malos tratos
Incontinencia, escándalo y es­
tupro
Robos y rapiñas
Incendio
Falsedad
Perjurio
Pasquines, expresiones obscenas
y otros
Vagancia
Armas prohibidas
Conducta política
Injurias y otros excesos
De varios excesos
TOTAL
1.803
1.804
1.805
1.806
1.807
42
63
42
84
62
24
66
60
92
24
66
52
68
77
75
1.829
1.830
1.831
7
8
2
74
11
20
6
54
10
21
5
67
16
82
3
5
11
80
3
13
27
19
119
2
9
16
41
4
—
—
165
3
8
12
16
—
122
78
230
78
254
269
—
17
11
23
21
—
116
210
445
210
490
451
407
431
429
1.831
FUENTES: Vid. Cuadro I (Elaboración propia).
CUADRO II (Continuación)
EXPEDIENTES CRIMINALES
1.803
1.804
1.805
1.806
1.807
1.829
1.830
De sala
TOTAL EXPEDIENTES Y CAUSAS
Pedimentos de primer ingreso y
testimonios remitidos por las
justicias del Princicpado
Idem de pública, causas pendien­
tes y sucesivos
Artículos y autos de prueba
Sobreseimientos
Pedimentos de presentado
Querellas
Demandas de estrupo
39
249
139
584
39
249
66
556
17
468
130
537
_
_
413
429
195
187
195
106
112
325
270
291
359
389
359
454
318
1.072
1.092
128
28
9
20
7
1.112
136
37
7
15
5
TOTAL
554
576
554
560
430
1.397
1.554
1.603
EXPEDIENTES
FUENTE: Elaboración propia. Vid. CUADRO I.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
243
CU ADRO III
PENAS IMPUESTAS
REOS CONDENADOS
A muerte
A galeras, arsenales y presidios
& trabajos forzados
A las armas y Marina
A cárceles, galera y destierro
A privación y suspensión de
oficio
Multados y apercibidos
TOTAL
1.803
1.804
1.805
1.806
1.807
1.829
1
1.830
1.831
1
1
27
3
36
5
27
3
25
5
22
4
52
7
64
2
78
2
5
8
5
7
9
33
17
14
4
183
4
373
4
183
2
191
2
157
3
449
4
461
3
478
222
426
222
230
195
544
549
576
FUENTE: Elaboración propia. Vid. CUADRO I.
La im portancia de estos docum entos resulta obvia, m áxim e si
tenem os en cuenta la penuria docum ental a la que hem os aludi­
do. A sí, al tiem po que un panoram a del trabajo de los m inistros
de la A udiencia, podem os p erfilar algunos problem as de la prác­
tica ju d icial más inm ediara, abordados en los discursos de los re­
gentes. Estos se producían en lo que actualmente llam aríam os la
«apertura del año judicial», hecho que coincidía con los prim eros
días del nuevo año. Pronunciados ante el Real A cuerdo y p ú blico
asistente, se im prim ían y rem itían al G obierno jun to con la rela­
ción num érica del estado de las causas y pleitos en los que había
intervenido el tribunal. En el origen de esta costum bre se halla
el discurso de apertura del año judicial en la Real C hancillería de
Granada en el año de 1792. A partir de aquí se norm alizó esta prác­
tica y p or Real Orden se extendió a todas las audiencias y chancillerías del reino.
3.2
DISCURSOS DE REGENTES
De los discursos im presos y encuadernados en volum en, con­
ciernen a nuestro estudio (1803-1834) los de los regentes Quílez Ta­
lón (en 1804, 1805, 1806, 1807 y 1808), H erm osilla (en 1812 y 1814)
y G otarredona (en 1830,1831,1832,1833 y 1834). Su interés es bien
d iverso en cuanto a los datos que aportan.
Los discursos de don Pascual Quílez Talón son breves y sim ­
ples en su planteam iento. Concebidos en un plano meram ente for­
m al e institucional, discurren sobre los principios m orales de la
Justicia, sin atender a los problem as concretos de la práctica p ro­
244
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
cesal. Citas, máximas y preceptos bíblicos y de la patrística cris­
tiana forman el núcleo del aparato erudito en el que flotan, en oca­
siones, algunas referencias a obras de Mariana, Cicerón, Saave­
dra Fajardo o el inevitable recetario místico de fray Luis de
Granada.
Bien al contrario que los de Quílez o de Hermosilla (23), los dis­
cursos de don Lorenzo de Gotarredona revelan cuestiones de ca­
suística procesal o inquietudes de los magistrados y sirven de ilus­
tración a los datos que ofrecemos en los CUADROS I al II. Sir­
va de ejemplo el discurso que pronuncia el dos de enero de 1830
y que tiene como punto central el papel de los testigos y sus depo­
siciones. Para Gotarredona es preciso castigar con dureza a los fal­
sos testigos si existe la menor presunción de falsedad en sus de­
claraciones. «Por la raza infame de perjuros no abogan ni la mi­
sericordia ni la piedad», declara, proponiendo desde la pena de
muerte hasta la vergüenza y galeras para los reos convictos. Ahon­
dando más aún, el regente propone remedios y prácticas concre­
tas destinadas al exterminio de este delito. El juez ha de recibir
directamente las declaraciones de los testigos en un plazo de 24
horas, y mayor razón aún si el testigo no sabe firmar. El efecto
psicológico del juez sobre el testigo será tanto mayor cuanto me­
nos tiempo medie entre los hechos y la declaración, y esto le im­
pulsará a decir la verdad en la medida en que contará con menos
tiempo para pensar en coartadas. Esto piensa Gotarredona, quien
se muestra partidario de proscribir «la cautela de recibir los es­
cribanos las declaraciones de los testigos y leerlas después ante
el juez».
Parece evidente, por otra parte, que la actividad de este regente
y sus recomendaciones hallan eco en la sala. Observando los da­
tos del CUADRO I se aprecia un notable ascenso de las causas por
falsedad y perjurio en los años de 1830 y 1831, si la comparamos
con años anteriores en los que tienen escaso significado. La línea
procesal recomendada parece que surte algún efecto. Y algo simi­
lar se percibe con relación al discurso del regente el 3 de enero de
1831. Aquí Gotarredona elige como tema el horror a los pleitos,
tan querido de Catón el censor. «Si tuviesen todos a los pleitos el
(23)
Los dos discursos del regente Hermosilla (el 17 de agosto de 1812, con mo­
tivo de la jura de la Constitución, y el 3 de enero de 1814) se mueven dentro de
la línea de vacuidad y formalismo ya señalada a propósito de Quílez Talón. Con
la excepción de una apostilla a la vozpatriotismo, en 1814 (véase el texto en nota
15) nada aportan para un mejor conocimiento de los problemas de la Audiencia.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
245
horror que les tenía Catón no se verán arruinadas tantas fami­
lias», afirma don Lorenzo, en su opinión, es preciso potenciar y
fortalecer el juicio verbal —«un juicio privilegiado»—, que puede
sustituir a muchos pleitos, tan costosos por otra parte. Para ello
es necesario convencer a los litigantes de que es preferible perder
una pequeña cantidad antes que arriesgar una mucho mayor, la
de las costas judiciales, que pueden superar tanto y más a la can­
tidad en litigio.
Estas observaciones a favor del juicio verbal y la disminución
de los pleitos no cabe duda de que son asumidas por el regente
y sus ministros oidores. A través de los datos de pleitos del CUA­
DRO I podemos observar una sensible reducción de los pleitos en
número, y en un porcentaje superior al 40%, si comparamos las
cifras de 1829-1831 con las de 1803-1807.
Esta postura abiertamente reformista del regente Gotarredo­
na se orienta, en cualquier caso, hacia la práctica judicial, mas no
hacia la suavización de las penas. La preocupación por «la proligidad y el nunca acabar de los sumarios, el nombramiento de pro­
motores, los abusos de las pruebas y la ritualidad de las súplicas»
(discurso del 2 de enero de 1832) sirve de complemento a su desve­
lo ortodoxo por la suerte de los encarcelados (discurso del 2 de ene­
ro de 1834).
3.3
LOS ESTADOS DE PLEITOS Y CAUSA
A partir de los datos que se ofrecen en los CUADROS I al III se
puede presentar un sondeo sobre la actividad judicial de la Audien­
cia. Pese a la necesaria agrupación de los pleitos y causas en cate­
gorías un tanto amplias (en especial para el período 1803-1807, se­
gún el modelo impreso), es posible comentar algunos rasgos signi­
ficativos a modo de primer análisis.
Se advierte, en primer lugar, un cierto grado de saturación de
la Audiencia, teniendo en cuenta que se trata de una sala con cua­
tro magistrados y que en 1805 se ha incorporado al ámbito juris­
diccional el Bastón de Laredo, en Cantabria. No podemos precisar
en qué medida resulta decisiva e influyente la posición de Gota­
rredona en cuanto a la disminución del número de pleitos —y no
tanto de expedientes— durante su etapa como presidente. Lo que
sí alcanzamos a ver es el cambio sustancial que se produce en los
veinte años que median entre el comienzo de la guerra y los últi­
mos del reinado de Femando VII. Frente a la disminución de plei­
tos una cierta estabilidad en cuanto al número de causas y un fuerte
246
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
incremento del número de reos condenados (24). Y si se comparan
estos datos con los del año de 1835 —que ofrecemos en el CUADRO
IV— pudiera aumentar nuestra perplejidad ante la etapa Gotarredona, ya que el número de causas y reos penados se reduce a me­
nos de la mitad. Pero las causas son otras, con independencia de
la actitud del presidente de la sala: el desahogo de la Audiencia
tiene mucho que ver con la nueva planta judicial y la creación (Real
Decreto de 30 de abril de 1834) de los juagados de partido o de pri­
mera instancia.
Este proceso de reducción del número de pleitos, como ya he­
mos advertido, se manifiesta con desigual intensidad, según su cur­
so o naturaleza. Mientras los ordinarios o «de tabla» se sitúan en
promedios de 120-140 anuales (frente a los 200/300 de la etapa
1803-1807), vemos cómo se van extinguiendo o desapareciendo, en
la práctica, los relativos a «elecciones» o «fuerzas eclesiásticas»,
arrastrados, sin duda, por la quiebra progresiva del régimen se­
ñorial.
La tendencia hacia una mayor depuración judicial, iniciada en
la etapa Gotarredona, se extiende también a la criba de los «pedi­
mentos de ingreso», reducidos en gran parte en favor de la conci­
liación previa o bien hacia el juicio verbal.
Si atendemos ahora a las causas criminales observamos una cier­
ta estabilidad en la fluctuación de los años de 1804-1807 y 1829-1831,
con un promedio de unas 440 causas, lo que contrasta con el fuerte
incremento de 1803 a 1804 y con el descenso —por razones ya explicitadas— del año de 1835.
La criminalidad tiene sus categorías, y de forma más clara en
las relaciones impresas a partir de 1829. Pero no por ello dejamos
de advertir sensibles cambios. El número de causas por muerte
desciende notablemente en los años 1829-1831 con relación a la eta­
pa prebélica, aunque la tendencia en ascenso se anuncie con las
43 causas de 1835. La violencia homicida no parece alcanzar ele­
vadas cotas, al menos en la opinión de Sangrador, que considera
a la región «de las más morigeradas en sus costumbres» (25).
(24) Cabe considerar dos situaciones especiales: la del año de 1804, marcado
por el hambre y la crisis, el sensible aumento del número de causas a lo largo de
este ciño creemos que guarda cierta relación con la universal carestía y el previsi­
ble aumento de hurtos y muertes que con este motivo se producirían.
Por otra parte, los datos de 1805 son prácticamente idénticos a los de 1803, sin
que en la relación impresa correspondiente a este año se indiquen las razones. Es
posible que el tribunal, agobiado por las tareas del año anter ior, enviase a la im­
prenta los datos de 1803.
(25) Para Sangrador (op. cit., p. 326) Asturias tiene una c riminalidad que ca-
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
247
CUADRO IV
PLEITOS Y C A U S A S , 1835
D E SPAC H O CRIM INAL EN VISTA
DELITOS
Conspiraciones y otros delitos políticos............................................... ......
Muerte violenta.............................................................................................
Muerte casual..................................................................................................
Robos, hurtos y estafas................................................................................
Incendios............................................................................ ............................
Asonadas y pasquines....................................................................................
Falsedad y perjurio.......................................................................................
Inmoralidad y escándalo..............................................................................
Heridas y malos tratos.................................................................................
Uso de armas prohibidas..............................................................................
Fuga de cárceles............................................................................................
5
5
38
47
0
7
5
18
54
1
17
TO TAL...................................................................................................
256
PENAS IMPUESTAS
DESPACHO CIVIL
De muerte...............................
De presidio.............................
A las armas, privación de oficio
y otras correccionales......
141
TOTAL ..........................
245
5
99
JUICIOS
Ordinarios ..............................
Interdictos ..............................
De fuerza................................
Ejecutivos...............................
139
5
3
60
TOTAL ..........................
207
E XPED IE N TES: 130.
FUENTE: B .U .O . F-58-2.
Pocos datos tenemos sobre el infanticidio, que , con las debidas
reservas, no parece estar muy extendido. La impunidad de las per­
sonas que incurren en este delito —como advierte Sangrador (26)—
mina a la par con la de Baleares y Canarias, «que son los países m oralizados*. En
su opinión, los hom icidios, «que en otras provincias van acompañados de circuns­
tancias agravantes, que revelan en el delincuente instintos feroces de un corazón
degradado, en ésta suelen ser por lo común... unos sucesos impremeditados y en
los que entra por mucho una triste fatalidad » (Ibid., p. 324).
(26)
Sangrador advierte (op. cit., p. 326) que «se ven con demasiada frecuen­
cia niños recién nacidos abandonados en los pórticos de las iglesias y en los co­
rredores de las casas, de donde son recogidos para ser trasladados al hospicio pro­
vincial, y otros, aunque en menos número, muertos en los ríos u ocultos entre la
maleza; siendo desgraciadamente m uy raro el caso en que llegue a averiguarse
248
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
corre acaso a la par con la estricta vigilancia y registro de las em­
barazadas solteras o con maridos ausentes (27).
En cuanto a las heridas y malos tratos no revisten especial re­
lieve. Sangrador relaciona estas faltas o delitos con la embriaguez
y las disputas que ésta ocasiona. Otras causas frecuentes de alte­
ración se hallan en las fiestas y romerías y en las rivalidades oca­
sionadas con motivo de danzas, «filandones» y «esfoyazas» noc­
turnas, prohibidas (y afortunadamente, con escaso éxito) por las
sinodales del obispo Pisador en 1784 (28).
Los delitos de incontinencia y escándalo descienden sensible­
mente durante la etapa femandina, de gobierno absoluto. Esta mo­
ralización de la vida pública acaso tenga algo que ver con nuevas
formas de definición del delito; pero, como quiera que sea, regen­
tes y obispos unieron sus fuerzas para construir en Oviedo una
«cárcel de galera» donde recluir a las mujeres «incontinentes». Y
todo ello contando con la oposición del procurador general del
Principado y de algunos diputados de la Diputación General (29).
Sangrador, haciéndose eco de las sinodales de Pisador, relaciona
estos delitos con las costumbres —cortejos nocturnos, vida en co­
mún en las brañas, etc.— y la «provocación» del traje de las al­
deanas (30).
El incremento del número de robos, rapiñas y hurtos no pare­
ce alarmante, sino más bien con índices de moderación. Sangra­
dor reconoce entre las causas agentes un «concurso accidental de
circunstancias» (31), tales la mendicidad (como ejemplo, el aumen­
to procedencia de estas inocentes víctimas de la fragilidad humana, pues las ex­
quisitas precauciones que adoptan estas desnaturalizadas madres para borrar to­
das las huellas de su crimen inutilizan por completo las investigaciones de los
tribunales y consiguen una sensible impunidad ».
(27) En algunos concejos, como los de Carreño o Corvera, se llevan registros
de preñadas, con visitas periódicas para comprobar el estado de las embarazadas
e impedir así futuras y posibles exposiciones o infanticidios. Algunos ejemplos
protocolizados en el A r c h i v o H i s t ó r i c o P r o v i n c i a l . O v i e d o . Protocolos de Avilés. Legajo 263.
(28) S a n g r a d o r , op. cit., págs. 321-322.
(29) Sangrador (op. cit., págs. 216-217) advierte que en 1776 se construyó una
cárcel de galera por iniciativa del regente Azcárate y del obispo Pisador. En 1780
se debatió el problema de su mantenimiento (salarios, etc.), oponiéndose el pro­
curador general del Principado en una curiosa exposición en la que, entre otras,
se afirma que «apenas en el país se conoce el nombre de rameras o putas » (A.G.P.
Libro 113, f. 187. Id. Diputaciones de 10 de julio y 17
agosto de 1780).
(30) Sobre esta extraña cuasi-justi^icación del delito por la provocación del
traje (con evidentes resonancias en la actualidad entre algunos magistrados) véanse
las observaciones de Sangrador en la página 325 de su citada obra.
(31) S a n g r a d o r , o p . c i t . , p . 320.
LA REAL AUDIENCIA DE ASTURIAS AL FINAL DEL ANTIGUO REGIMEN
249
to de los delitos en 1804, relacionado con la espantosa hambre de
ese año) o el escaso resguardo de los bienes y enseres.
Sobre otros aspectos ya relacionados directamente con la si­
tuación política, los datos de 1829-1831 revelan ya de por sí la asun­
ción por el regente de nuevas funciones policiales (Vid. nota 19)
para la represión de los delitos de opinión y «conducta política».
La estadística de penas impuestas y reos condenados comple­
ta el panorama de la actividad judicial. La singularidad de los da­
tos nos permite apreciar una disminución de los pleitos civiles al
tiempo que aumentan las causas criminales y se duplica amplia­
mente el número de reos. Datos, en suma, que es preciso contras­
tar con el fuerte descenso que se produce entre 1831 y 1835, tal y
como se aprecia en los cuadros: de 576 condenados en 1831 a tan
sólo 245 cuatro años después.
En la crisis del régimen absolutista fernandino aflora la pena
capital y con especial dureza en la etapa de Gotarredona (quien
no dudaba en aplicarla a los perjuros, si hiciera falta): dos penas
de muerte en 1830-31 y cinco en 1835, ya en un contexto de guerra
civil y con otro regente. Según Sangrador, sólo se contabilizan sie­
te penas de muerte impuestas por el tribunal para todo el siglo
XVIII; dato que es preciso comparar con las 16 penas de muerte
del período 1800-1865. Interesa destacar que la mitad de esas 16
penas se imponen justamente en la época de la que tratamos: una
en 1807, dos en 1830-31, respectivamente, y cinco en 1835.
Si como parece el Antiguo Régimen se despide con dureza y
energía, indicio suficiente pudiera ser el incremento de los pena­
dos a galeras, arsenales, armas y marina en la etapa final del sis­
tema. También, aunque en menor medida, la pena de reclusión que
ya toma carta de naturaleza de forma alarmante con los datos de
1835 y la supresión de los destinos habituales del Antiguo Régi­
men. La hegemonía triunfal de la cárcel —tan espléndidamente
diseñada por Michel Foucault (33)— comienza a instalarse en la
mentalidad de togados y penalistas en la transición hacia el sis­
tema liberal.
Queda, por supuesto, ese 82-83% de penas de multa y apercibi­
miento sobre el conjunto total de los castigos, un dato que puede
aproximarse a la visión de Sangrador: una Asturias con rasgos
patriarcales poco alterados aún por el proceso industrializador.
(32) S a n g r a d o r , op. cit., p. 310. De los 16 sentenciados a muerte entre 1800
y 1865, 14 eran varones y 2 eran mujeres («hembras», según Sangrador), ejecután­
dose a l i e indultándose a cuatro. Una de las mujeres falleció en la cárcel-fortaleza
de Oviedo.
(33) Surveiler et punir, París, 1974; Ibid.: «Qu’apelle-t-on punir», R evue de
V U niversité de B ruxelles, 1-3-1984, págs. 35-46.
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
250
A modo de conclusión podemos dejar para futuros estudios las
múltiples facetas de la historia de la Audiencia que aún no se han
abordado: desde un plano formal de investigación en la dinámica
interna de la institución y sus hombres al de la génesis y forma­
ción del delito en la sociedad de su tiempo, la configuración so­
cial del delincuente y la «sociabilidad» de esa violencia que, re­
ducida a cifras, queda despojada de sus raíces en los estados re­
sumen que hemos presentado.
APENDICE
LOS MINISTROS DE LA AUDIENCIA DE ASTURIAS, 1803-1834
P eríod o 1803-1809
Regente :
Oidores :
Fiscal
:
D.
D.
D.
D.
D.
D.
Pascual Quílez Talón
Francisco Antonio Toubes
Joseph Salvador López del Pan
Eusebio Joseph Vejarano
Miguel Antonio de Zumalcárregui
Manuel Ondarza
P eríod o 1810-1814
Regente :
Oidores :
D.
D.
D.
D.
Juan Benito Hermosilla
Eusebio Joseph Vejarano
Manuel María Acevedo
Francisco Ayuso y Meana
P eríod o 1815-1828
Regentes:
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
D.
Miguel Antonio Blanes, 1815-1818
Jacobo Teixeiro, 1818-1821
Francisco Verea Cornejo, 1821-22
Fermín Gil de Linares, 1822-23
Jacobo Teixeiro, 1823-25
Juan José Recacho, 1825-1828
Juan Manuel Junco, 1820
Francisco Cabello Miranda, 1821-22
Juan N. Fernández San Miguel, 1822
Pedro Jacobo Pizarro, 1822-25
Manuel Antonio Cortina, 1825-34
D.
D.
D.
D.
D.
D.
Lorenzo Gotarredona
Femando de León Benavides
José Valdés Posada
Félix Pablo Portal
Manuel Romera Briones
Manuel Antonio Cortina
Fiscales :
P eríod o 1829-1834
Regente :
Oidores :
Fiscal
:
FUENTE: Discursos de regentes. Biblioteca de la Universidad de Oviedo. XX-294.
(Librería privada del magistrado don Víctor Ordóñez).
Matías S a n g r a d o r y V í t o r e s : «Historia de la Administración de Jus­
ticia», op. cit.
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA:
CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
A l b in o S u á r e z
Conocida es la fecha del nacimiento del poeta y escritor Alfonso
Camín (Roces, Gijón, 1890) y la de su fallecimiento —tras una lar­
guísima singladura humano-literaria— (Porceyo, Gijón, 1982) por
el variado mundo hispano, tras una forzada y penosa emigración
a la Perla de las Antillas (Cuba), donde, sin títulos ni doctorados,
a no ser la vida y de ésta sus avatares, inicia su andadura fecun­
da por el mundo de los libros más variados: poesía, narrativa, his­
toria, biografías, novela, teatro, etc., para ser admirado y aplau­
dido por cuantas personas de buena fe le conocieron y trataron.
Con quince años (en 1905) parte de España hacia el drama que
siempre azota a todo emigrante. El, no obstante, según cuenta en
«Entre manzanos» al final de sus páginas, llevaba consigo «la fuen­
te brañera y la calandria cantarína, que, cruzado todo con los ama­
neceres tropicales, la exuberancia de sus bosques y los zenzontles
imitantes», harían que el poeta asturiano, en 1913, lanzase sus can­
tos a todos los vientos, con «Adelfas», su primer libro, sin que ad­
versidades y contratiempos le frenasen su carrera literaria.
ASTURIAS, SIEMPRE PRESENTE
La fecundidad creadora de los hombres es siempre gloria para
los pueblos en que nacen. Asturias, que ahora parece descubrir
a sus poetas, no fue empero nunca por nadie ni tan cantada ni re­
ferida en versos y prosas como por Alfonso Camín en tantos li­
bros que son, además de calidoscopios de feracidad temática y es­
tilística, volúmenes considerables de trabajo e investigación, en
252
ALBINO SUAREZ
los que no pocas veces —salvando el temario elegido— dejó de tra­
tar de Asturias, a la que nunca olvidó por más que la distancia
y a veces el abandono de sus organismos creasen motivos de si­
lencio. Mas no fue el caso de Camín para nuestra región.
«Esta es Asturias, hontanar de España».
Asturias era cabeza coronada del resto del territorio español
para Camín; fuente alimentadora de historia y de vida. Así lo sen­
tenciaba en el verso final transcrito. Uno de los cientos de miles
de poemas que dejó escritos en tantos libros suyos, aplaudidos y
admirados.
Más allá de Asturias y de sus circunstancias, Alfonso Camín
levanta valladares patrios, y canta:
Soy toda tu región que va a los mares
con tu son carbonero y tu neblina;
con los Cuatro Cantones seculares,
con las redes de Santa Catalina;
en Roces San Julián, Santiago en Ceares,
gaviota, alcaraván y golondrina;
con toda la noche del Ramo en la esfoyaza,
todo por tierra y mar como la raza...
Canta, cantaba en «Adelfas», ola rompedora en las playas de
la literatura hispana, iniciando su andadura recia y quijotesca.
La raza, esa sería la premisa de sus libros; el escudo de sus an­
danzas. Razón de ser contra los malandrines, brazo y lanza, como
el caballero del Passo Honroso; que así, siendo asturiano, fue pa­
so a paso adquiriendo el renombre iberoamericano de «El poeta
de la Raza».
Y
por «El poeta de la Raza» sería conocido en lo sucesivo, y en
Asturias acaso sea por el «Poeta de Asturias», título concedido en
1981, según diploma entregado el 13 de noviembre: «un mereci­
miento bien ganado, que la Diputación Provincial se ha limitado
a constatar y reconocer», decían en las invitaciones cursadas pa­
ra el acto de entrega.
Una gran personalidad, asturiana también, dice no creer en la
raza genética, acaso para fundamentar que, como tal, la raza no
existe. Ello, sin embargo y en honor a Camín, sí hay que decir que,
como existe una patria y un sentimiento, una tierra de nacimien­
to y un origen de cuna, así existe una raza sentimental, poética
si se quiere, pero una raza histórica que se lleva en la sangre del
alma y, para bien o para mal, se enarbola como una bandera, allí
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
253
donde haya que enarbolarla aunque los vientos soplen contrarios.
Alfonso Camín, cuya vida fue azarosa y brillante, fue ese aban­
derado de España —de la raza—, de lo que dejó constancia más
de cuatro veces.
«La raza soy yo», quizás haya dicho alguna vez no sin razón.
A todo esto, otra definición más le cuadra, que le otorgaron
aquellas voces que en los estrados del decir literario resonaban
alto: «Poeta de ambos mundos», refiriéndose al Camín español y
al Camín hispanoamericano, precursor del género literario que
hoy se conoce como «afrocubano» y que cuenta con seguidores dis­
tinguidos y altamente premiados —o reconocidos— como es el ca­
so de Nicolás Guillén, el cual no niega la importancia caminiana
en ese modo de decir.
ALGUNOS LIBROS SUYOS
Que Alfonso Camín fue un conquistador con el verso y la voz
lo refieren sus libros, legados a Asturias, cuna y tumba del poe­
ta. Conquistador por suelos ajenos y lejanos. Libros —clarines de
la Raza—, con prólogos o epílogos de grandes personalidades de
la literatura, cuyas palabras acrisolan el quehacer caminiano y
cimientan su razón de ser y su, sobre todo, sentir en aras de la poe­
sía. Sentir y ser, que para ella vivió, luchó y dejó su siembra.
¿Poesía?, ¿prosa?, ¿historia...? ¡Cualquier faceta suya honra­
ría a más de un autor. Fue grande la cultura adquirida y asimila­
da en los libros y en la vid^i por Alfonso Camín. De ahí que Astu­
rias, nunca hasta la fecha, tuvo cantor más fecundo y más exacto
que él. Con todo —a la hora de tratar de su obra, como aquí— de­
ja ampliamente referido que es, en opinión de criterios ajenos, can­
tor de España, con voz castellana, conquistadora de un mundo,
que fue para Camín baluarte del mejor decir, en poesía y prosa.
La España perpetua, con su historia vibrante, llena de tenaces
ejemplos, latía en la soberbia ispiración caminiana. De ahí que
cantase y glorificase a sus prohombres y a su historia. Esta era
la raza, la raza que tanto defendió y elevó.
De la historia —por ejemplo— cantaba verso a verso en «Lien­
zos de España», con un lenguaje más plástico aún que el consegui­
do por los propios autores, ya que Camín captaba la espirituali­
dad del lienzo, el latir que tal vez vibrase en el concepto que ins­
piró a los pintores. Mas, siendo este hecho significativo, no es aquí
donde mejor florece, sino en aquellos libros que versan sobre As­
turias, nuestra tierra, la tierra del poeta; para algunos, el último
254
ALBINO SUAREZ
de los románticos modernistas; para otros, como José María Var­
gas Vila, el continuador de Rubén Darío; el más sobrio de los mo­
dernistas.
Permítasenos referir, en títulos y fechas, aquellos libros que
Alfonso Camín creó con el pensamiento puesto en Asturias, aca­
so sintiéndola como pocos podían sentirla, y encumbrándola co­
mo pocos lo han hecho:
«De la Asturias simbólica» (La Habana, 1917; México, 1919, y
Madrid, 1925, corregida y aumentada).
«La moza del castañar» (novela, 1923).
«La Carmona» (novela, 1925).
«La picara molinera» (teatro y zarzuela en colaboración con
Asenjo y Torres del Alamo y música de Pablo Luna, 1927).
«La pregonada» (novela, 1932).
«La danza prima» (poesías, Madrid, 1932, y México, 1954).
«El gallo de Mateón» (cuentos, 1934).
«El Valle Negro» (sobre la revolución minera de Asturias. Ma­
drid, 1934; México, 1938, y Gijón, 1979).
«Aguilas de Covadonga» (Pelayo, el guerrillero de Cristo. Mé­
xico, 1941).
«Tonadas en la neblina» (poemas, México, 1943).
«De Estrabón al rey Pelayo» (historia, México, 1944).
«El Adelantado de La Florida» (sobre Pedro Menéndez de Avilés. México, 1944), de la que se dice: «Obra histórica perfectamen­
te documentada sobre los hechos extraordinarios de este insigne
asturiano, fundador de la ciudad de San Agustín, la más antigua
de Norteamérica».
«La Maríscala» o el verdadero Bobes (historia novelada de la
epopeya de un asturiano en las llanuras de Venezuela. México,
1945).
«Son de gaita y otras canciones (poema, México, 1946).
«El retorno a la tierra» (poemas, 1948).
«Al son del agua» (poemas, México, 1956).
«Entre manzanos» (sus memorias, México, 1952).
«La fuente, el río y el mar» (poemas, México, 1960).
«Los emigrantes y cronicón del palacio de Contrueces» (Méxi­
co, 1962).
«Antología poética asturiana en castellano» (México, 1965).
A estos títulos y obras de Camín habría que añadir, por tratar
en parte cuando no todo sobre Asturias, otros libros como:
«Los poemas lozanos», «España a hierro y fuego», «Romancero
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
255
de la guerra», «Los poemas del destierro y nuevo romancero astu­
riano», amén de un largo etc....
La obra caminiana creada y pensada para Asturias y lo astu­
riano es altamente plausible.
HISTORIA, EPOPEYA Y HONRA
La historia nos muestra y habla de Camín poeta, faceta suya,
ciertamente indiscutible, dada su fecundidad y su estro glorioso,
capitán de Apolo y triunfador del Parnaso español, aunque hay
otras que nos muestran a un Camín riguroso y versado en histo­
ria. Ahí tenemos «La Maríscala», que, como una bengala, ilumi­
nó el sendero para otros autores que trataron el tema de Bobes,
el león de los llanos. Camín rompió brecha y dejó germinada si­
miente.
A Camín se debe el haber ensalzado a este personaje, cuya tra­
yectoria corrió paralelismos de grandeza con Simón Bolívar, no
obstante que los triunfadores son siempre glorificados y los per­
dedores olvidados, cuando no —como ocurre con nuestro paisano
Bobes— se les vilipendia. Esto le importó poco a Camín que, his­
toriador y asturiano antes que nada, sacó del silencio y del olvi­
do a José Tomás Bobes.
En la actualidad son varios los títulos que han salido en torno
de este celebérrimo personaje y varios los autores que lo tratan.
Alfonso Camín fue, como en la poesía negroide, precursor en enal­
tecer la honrosa epopeya del taita Bobes.
Los libros que nacieron de la facundia y de la capacidad histo­
riadora de Camín son muchos y ciertamente interesantes, al me­
nos desde el punto de vista asturiano. Sin embargo no hay que
olvidar su otra producción ajena al Principado, de gran importan­
cia asimismo. Entre los títulos sobre Asturias sobresalen «Agui­
las de Covadonga», florido compendio pelayístico y, en concreto,
aporte histórico glorificador del suceso que dio origen a la unión
de España. E indagando en los anales del tiempo, otra obra más:
«De Estrabón al rey Pelayo», aportación a nuestra historia y a
nuestro devenir, que demuestra que Alfonso Camín no se arredra
ni arredró a la hora de indagar en los temas, pues éstos le nacen
prodigiosamente, como de una tierra feraz, y le son inherentes.
Por lo que respecta al pasado más reciente y que Camín trató
con maestría y prodigalidad asombrosa tenemos «El Valle Negro»,
impresionante libro vivo del acontecer amargo que Asturias pa­
deció en 1934. De este libro «bebieron» como de un manantial má­
256
ALBINO SUAREZ
gico muchos autores para sacar sus libritos y sus tesis —o artícu­
los, sin referir la procedencia ni por decoro ni por asomo—. «El
Valle Negro» es otra aportación histórica de admirable hechura,
pese al drama que encierra en su temario.
Sobre estos hechos frecuentes sabidas son las razones. Y, por
la importancia histórica que el libro recoge, una sinrazón nos ha
parecido el que, con motivo del cincuentenario de la revolución mi­
nera, nadie haya sabido, para mérito de Asturias, dar a luz este
libro referido, que no sabemos si fue por desconocimiento o por pre­
tensión de olvidar los aconteceres. O ánimo de silenciar a Camín.
Hubo silencios y hubo clamores. Y hubo quien, en tiempos no
lejanos, negaba razones caminianas no pudiendo negarle a él. De
ahí que le llamase «egregio y honroso poeta», lo que era mucho
si tenemos en cuenta que más se le procuraba negar que elevar,
sobremanera por la década del 50. La obra del poeta —artista del
verbo, creador de la metáfora, dios de las imágenes y fabricante
de ensueños— estaba allí, concluyente, regia, sobria, brillante, gi­
gantesca e inalcanzable. Por eso cada libro de Camín alcanza en
la historia la honra de la epopeya.
PERIODISTA AQUI Y ALLA
Alfonso Camín Meana, apellidos de asturianía innegable, nos
honrará por méritos de obra, que la tiene y le sobra por haber si­
do —y ser— calificado justamente de periodista. Ya en 1912 co­
menzó en Cuba a escribir, junto a sus versos vibrantes, no menos
vibrantes artículos en los distintos medios de aquel país. En 1914
viene por primera vez a España —después de su salida en 1905—,
desde donde escribía y describía el acontecer de la primera gue­
rra mundial. Y en España comienza a cotizarse.
Es importante referir que fundó diversas revistas. En Cuba,
«La Tierrina» y «Apolo», y en México dirigió «Rojo y Gualda», que
cofundó con Ceferino Martínez Riestra. Y, por supuesto, en 1929
funda «Norte», que sería su bastión hispanista, literario y entra­
ñable hasta 1967.
Entre viajes de Cuba a España y a México, Camín trabaja, es­
cribe y publica sus libros, y publica en lo más afamado y popular
de España, como eran las revistas de Prensa Gráfica. Precisamente
esta empresa lo anvía a México, por el año referido de 1929, como
responsable de un número especial sobre el país azteca, que, has­
ta la fecha, no ha sido posible mejorar.
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
257
Una vez «N orte» en la calle, varios serían los núm eros m ono­
gráficos, dedicados a Asturias, además de otras regiones españo­
las, com o para dar espaldarazo de que la publicación sobre M éxi­
co no fue fruto de la casualidad. El volum en y la calidad de los
tem as fueron de reconocido m érito. De ahí los aplausos. La capa­
cidad de trabajo, asim ilación, observación que Camín desplegó
hizo p osib le que él solo lograse un tan sonado y rotundo éxito.
Nunca más se consiguió un extraordinario semejante ni en «La Es­
fera» ni en otra publicación que fuera.
Tras los inicios de la guerra civil española, Camín ha de bus­
car —hablam os de su p eriplo p eriodístico— la salida de la Penín­
sula. Con él va «N orte» que, com o consta, sostendría hasta 1967,
que fue el año en que retom ó a España definitivam ente. «Norte»,
pues, al regreso de Camín, quedó en manos distintas y se publica
con sello diferente. Existe o subsiste, pero es otro estilo; es otra
revista.
De la valía de Camín com o periodista consta que el que fuera
director de la Escuela O ficial de Periodism o Juan A p aricio le re­
quiriese, si Camín lo deseaba, para profesar com o maestro de nue­
vas prom ociones en la inform ación periodística. Camín no acep­
tó. No le v a lió aquello de «Q uerido Camín, tenem os m ucho que
aprender de usted que es un gran periodista. Venga com o p rofe­
sor a nuestra Escuela». Camín prefería la independencia y la li­
bertad. E scribir y publicar sus libros. Y «Norte», su alm a cam i­
nante. A l respecto de «Norte», ahí quedan sus páginas llenas de
originalidad, rotundas frases, epítetos sonoros contra yerm as
mentalidades. Fue una sombra prodigiosa, com o diría Oscar Ponce
de León, el m ágico poeta peruano, de lum inosa trayectoria, quien
conocía la obra cam iniana y conocía los resplandores de su estro
literario. «N orte», p or tanto, es una cosecha ubérrim a, un ejem ­
p lo para los que, en aras de la crítica ocasional, desconocen la gran
obra cam iniana o bien, si no la desconocen, no la han asim ilado
lo suficiente.
TR IL O G IA S B IO G R A FIC A S
A lfon so Camín, poeta sobre todo, dejó asim ism o una obra en
prosa dignísima. Y por trilogías: «La Maríscala o el verdadero Bobes», «El A delantado de La Florida» y «Juan de la Cosa», am plio
aporte a la vida de estos tres personajes; dos asturianos y uno santoñés. Siguiendo esta línea nos brinda otra trilogía sugestiva: «Es­
paña y sus hom bres», «Am érica y sus hom bres» y «El m undo y sus
258
ALBINO SUAREZ
hom bres», en donde Camín muestra con peculiar estilo y vig or ro­
tundo diversas vidas, fidedignam ente tratadas, que alcanzan lu­
m inosidades y quedaron rescatadas de las sombras del olvid o.
Tres asim ism o fueron los libros que, llenos de sátira y diatri­
ba, dejó publicados en verso: «Carbones y otros retratos» (1952),
«Fantoches» (1954) y «Estafermos» (1956). Pedro Salinas dijo al res­
pecto que «cuando se haga una antología poética de la diatriba,
Camín ocupará el lugar predominante». Y es así —agregamos nos­
otros— porque Camín versifica con maestría dem oníaca para es­
tos casos. Su valentía es contundente y arrolladora, pues pone en
v ilo a tod o aquello que no merezca mantenerse en pie o vistiendo
ropajes inm erecidos. Camín tum ba a golpes de soneto a tod o en­
golado. Su destreza y dom inio del idiom a, en ésta com o otras fa­
cetas, corre paralelism o con los más grandes y reconocidos auto­
res de este género.
Otras obras logradas p or triplicado son las nacidas com o con­
secuencia de la guerra civil española: «Rom ancero de la guerra»
(M éxico, 1939), «Los poem as del destierro» (M éxico, 1942) y «U lti­
m os cantos de la guerra» (México, 1948), que, p or supuesto, ade­
más de «El V alle Negro», sobre la revolución m inera y antesala
de la contienda que generalizada llegaría después, otros libros sa­
caría con tem ática al caso y con Asturias y España p or fon d o y
base: «España a hierro y fuego» (México, 1938), «Nuevo rom ance­
ro asturiano» —incluido en el libro «Los poem as del destierro»—
y «Los buitres» (M éxico, 1954).
Tres, si no más, fueron las antologías que elaboró: «A ntología
poética» (Madrid, 1930), «Los poem as de M éxico» (M éxico, 1947) y
«A n tología poética asturiana en castellano» (M éxico, 1965), cada
una de las cuales superando las 500 páginas. Por lo que respecta
a esta últim a citada hay que constatar que sobrepasa las 800 pá­
ginas. Y es, para Asturias, un am plio retrato lírico o espejo lite­
rario en el que se ven todos los aconteceres que, desde la leyenda
al presente, son y fueron gloria del Principado, cuya lum inosidad
óptica, hom bres, hechos y razones, van latiendo prim orosam ente
para la historia asturiana.
Otra trilogía a referir es la que, a m odo de entrevistas, a pun­
ta de lápiz, hilvanando y despejando a grandes personajes, cons­
tituyen un jalón del periodism o cam iniano, abierto y culto. Son
«Hom bres de España» (Madrid, 1923), «Hombres de España y A m é­
rica» (La Habana, 1925) y «Los hombres y los días» (Madrid, 1927).
Varias son las obras que Camín dejó escritas y publiccadas, por
pares. Sus dos tom os de memorias: «Entre manzanos» (niñez p or
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
259
duros cam inos), M éxico, 1952, y «Entre palm eras» (vidas em igran­
tes), M éxico, 1958, quedando sin concluir «Entre M adroños» (su v i­
da en M adrid y en España) y «Entre nopales» (su vid a en M éxico,
patria abierta donde v iv ió largos años: desde el e x ilio im puesto
en 1937 hasta que regresó en septiembre de 1967). Dos tam bién fue­
ron los libros «A guilas de Covadonga» y «De Estrabón al rey Pelayo», am bos de valiosa aportación histórica, llenos de erudición,
am enidad y sentim iento. Dos, asim ism o, los que versan en t o m o
a los dioses m itológicos y en donde Camín revela un sorprenden­
te conocim iento, que versifica com o pocos han hecho: «Alabastros»
(M éxico, 1920 y 1949) y «A p olo y las rosas» (M éxico, 1950).
En «A labastros» se encuentra el universal poem a «El b an dole­
ro de estrellas», antologado y adm irado p or su belleza, galanura
y arm onía. Transcribim os su parte final:
—¿Y el Papa?
—En la gloria,
jun to al Padre Eterno y envuelto en su m anto.
—¿Y el gran bandolero?
—Más tarde fue santo...
—¿Y pasó en Florencia, según vuestra ciencia...?
—Vano es otro punto que tu mente elija,
porque un bandolero, no siendo en Florencia,
no roba una estrella para una sortija!
De «A p olo y las rosas» no nos resistim os al soneto «El caballo
del Cid», donde Camín no ceja de hallar valores astures, que en­
grandecen España. H elo Aquí:
Burgos, Asturias... La nación hispana
de estas dos voces se enraiza y llena;
el rey P elayo en Covadonga atryena,
el Cid las torces de Valencia gana.
Si Burgos brinda al Cid torre y campana,
le da Asturias al Cid una Xim ena;
se unen m olinos, castañar y almena,
cum bre y picacho con la tierra llana.
El caballo del Cid es fronterizo
de Asturias y León; peñas abajo
corre a ser en Castilla banderizo.
El huracán de luz del rom ancero
que va de m ar a mar, del Turia al Tajo,
tiene su fuente en el Nalón y el Duero.
260
ALBINO SUAREZ
No dejó nunca Camín en la sonoridad de su verso o de su prosa
de cantar y elevar a Asturias y a España. No dejó, no, de esculpir
sus obras en la roca gigantesca del verbo más sonoro y más ruti­
lante. Y al pan, como en el refrán, llamaba pan y al vino, vino
y cuando cantaba a Asturias —sigo pensando en Asturias, su cu­
na y su tumba, su sentimiento vital— lo hacía llamándola por su
nombre, abiertamente, y no como otros tan abstractamente que
aunque la llamen no es lo mismo. Los versos son la sentencia de
cada uno. Los versos y la prosa. Y para apostillar razones cabe
decir: ¡Ahí está su obra...!
Que en cuanto a seguir citando títulos y libros huelga hacerlo
ante su abrumadora cosecha, ponderada y florecida. Asturias le
dio vida; Cuba le alimentó en sus primeros alientos espirituales
y poéticos. Después, la raza hispana, la hispanidad de Rubén Da­
río, le daría el fuego sagrado de la inspiración.
CUBA, INTEMPERIE Y LUCHA
Emigrado a los 15 años escasos, Cuba, como otros lugares de
América, constituía la esperanza de todo emigrante. Los primeros
días de su arribada a la isla hubo de pasarlos a la intemperie, por
razones de índole burocrática. Desde sus noches frente al mar y al
Morro de La Habana, Camín, que trabajaría en tiendas de telas por
apenas la comida, leería sin tino, padecería fiebres, se rebelaría
y, manigua adalante, comenzaría a colaborar en la prensa de aquel
país, y a contender en disputas, en guerrillas y en duelos.
En «El Diario de la Marina», que dirigía don Nicolás Rivero,
se reciben unos poemas, con evidente referencia a Asturias. Se pu­
blican. Se reciben más. Los firma Alfonso Camín. ¿Y quién es A l­
fonso Camín?... Hay que averiguarlo, ya que el tal Alfonso Ca­
mín no se presentaba en la redacción. En sentido inverso a la pro­
cedencia de los versos, se llega a los calabozos de La Habana.
—¿Alfonso Camín?
—Yo soy.
—¿Eres asturiano?
—Soy asturiano.
Y
desde entonces influencias de un lado y otro movieron los
hilos para que los cerrojos dejasen en libertad al incipiente poe­
ta, que, no obstante, tardó algún tiempo en verse libre y que si
lo fue ha sido por diversos factores coadyuvantes.
Más tarde escribiría, como colaborador, en «El Cubano Libre»,
«El Liberal» y otros medios. Tras galopar por las frondosidades
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
261
de los campos de Cuba publicaría (1913) su primer libro: «Adel­
fas», que sería el aldabonazo primero de su dilatada resonancia
en el campo de las letras hispanas. En Cuba vivió a la intempe­
rie, luchó y se constituyó en poeta. Santos Chocano, gigante del
verso en América, dijo de Camín, como Agustín Acosta, grande
en el verso de Cuba, que si bien es cierto que Alfonso Camín na­
ció en España, no es menos cierto que es un poeta con amplitud
de universo, nacido para la literatura en Cuba, precursor del gé­
nero negroide, que todo el Caribe siente. México lo juzga como poe­
ta propio dada la abundante cosecha lírica que sobre éste país ha
dejado escrita. Mas no sólo ha sido aquí donde Camín dejó su pró­
diga obra, que España ha sido cantada, de norte a sur, también
motivo de elogio, admiración y gloria por parte de nuestro poeta.
CARACTER Y FIGURA
¿Cuál era, en efecto, el carácter de Camín? El mismo lo dice:
Cómo soy, francamente, no lo sé todavía;
sé que en mí todo canta como el viento y el mar.
Esta loca existencia, si muy loca, muy mía,
tiene mucho de selva complicada y sombría,
que por falta de tiempo, nunca pude explorar.
Sé que dice la gente,
que es de lobo el perfil de mi faz insolente,
y esta tormenta gris
de mis ojos. Yo creo que la gente no miente.
Seré un lobo lo mismo que el hermano de Asís.
Sigue su autorretrato que hallamos en «Carteles y nuevos poe­
mas»; sigue y finaliza, mientras dejamos una extensa parte sin
referir:
La aventura me atrae. Mas, desprecio la guerra.
Solamente sería capitán del azar:
¡bandolero, en el ansia de ser libre en la tierra,
y pirata, en el ansia de ser libre en el mar!
He aquí, en estas estrofas finales, una respuesta a tantas pre­
guntas como hemos sentido hacer en tomo a Alfonso Camín so­
bre sus tendencias ideológicopolíticas... Ningún hombre nacido pa­
ra el arte, el pensamiento y la ciencia puede aceptar (y mucho me­
nos aplaudir) ningún sistema que ponga puertas a la creación. Por
eso y porque salvar la vida era de vital necesidad, en 1937 busca
en el exilio amplitud para su espíritu.
262
ALBINO SUAREZ
En «La copa y la sed» vuelve Camín a dejar parte de su imagen
suya en «Soy como soy»:
Soy como soy. No puedo
ser cauce fijo ni torrente exacto.
Agrimensor como los grandes ríos,
ni corto ni largo;
cumplo con mi misión —valle o montaña—
de fecundar lo que se encuentra al paso.
Como el Nalón, que nace
sobre Campo de Caso,
pone puente a Lavianá,
deja atrás el Condado;
saluda a los mineros en Langreo
con la boina en alto...
Mas de Alfonso Camín tal vez digan otros más que él mismo.
Así, Jorge Schmidke, de Caracas, en «Faro y Puente» dice en 1959:
Conquistador ibero, más osado
que Pizarro y Cortés, porque su empeño
fue convertir el oro de El Dorado
en el oro infinito del ensueño.
En el corcel del Cid, transfigurado
por virtud del Quijote en Clavileño,
todo lo ha descubierto y explorado
su genio audad, su espíritu risueño.
Lírico hidalgo de espadín y gola,
por la fraternidad indo-española,
se bate, lira al brazo, eternamente.
Y por trofeo de su noble hazaña,
tiende desde su España a Nueva España
toda su vida, como faro y puente.
Gloriosos trofeos líricos le llovieron como homenaje. Los dis­
tintos poetas, libres de máculas políticas y banderas ideológicas,
fueron siempre par a par con Camín, abriendo surco y enarbolando estrellas. Así, el gran poeta español Federico de Mendizábal,
autor de «Los alcázares de la ilusión» y laureado ampliamente,
decía:
Salve, Alfonso Camín, España inquieta,
bronce de estatua en sol —roca por plinto—,
con el puñal de Benvenuto al cinto,
bandolero de estrellas, ¡gran poeta!
De Asturias hasta México, el planeta
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
263
tu camino trazó, siempre distinto;
y a tu genio español jamás extinto,
España fue tu origen y tu meta...
Y mientras tanto, libro al brazo, la estrofa por delante, algún
original en prensa y la amistad ilimitada, Alfonso Camín, desfa­
cedor de entuertos, vendía sus propios libros, sus obras diversas,
vistiendo su española capa, que siempre llevó con galanura y do­
naire, en Madrid, en Cuba y en México, mientras usó sombrero
alón —chambergo— y nunca dejó de colgar al brazo su cayada de
origen asturiano, con la que —¡y no es de extrañar!— más de cua­
tro veces hizo entrar en razones a malandrines y ramplones.
Era un nato y neto conversador, con una inteligencia brillante
y una memoria privilegiada. Su mirada era audad, al decir de los
que le conocieron en edad moza; recio y viril, de estatura media/al­
ta; gallardo y arrogante, espléndido y abierto, carente de miedo
al miedo y de respeto al arcano... Romántico —además de moder­
nista en el verso— en el amor; conquistador empedernido y, por
ende, triunfador. En sus últimos años, yendo a visitarle, me ex­
presó reservadamente que «había arrasado con todas y con todo»,
detalle que sobradamente conocíamos.
Apasionante, torrencial, cauto, tenaz, respetuoso... hasta don­
de cabía serlo, que, incluso con su bastón, hizo entrar en varas a
la canzonetista Chabela Vargas cuando ésta pretendía arrogarse
el patrimonio de «Macorina», piedra filosofal del negroide caminiano y poema suyo indiscutible. Nunca más, desde entonces, vol­
vió a decir aquella moza que «Macorina» era obra suya. Sí es, en
cambio, símbolo de la escenografía cubana, hito del folklore an­
tillano.
Ernesto Alberto Tenorio, de Mérida, Yucatán, en 1958, escri­
bió el siguiente soneto sobre Alfonso Camín;
Recuerdas a Cristóbal Colón y a Magallanes,
locos de los espacios, de cielo, tierra y mar,
que sorbieron el agua salobre en huracanes,
y encendieron estrellas, los cirios de su altar.
Tú marchas con el mismo valor de estos titanes,
jugándote la vida; sucumbir y matar;
el campo de batalla para ti es de arrayanes,
los libros y las armas tu escudo singular.
Y sin embargo tienes corazón de jazmines,
tu diestra y tu siniestra son el mal, son el bien,
y en ti viven demonios, ángeles, serafines.
264
ALBINO SUAREZ
Si los cuatro Evangelios, el revólver también:
Gracianes, Maquiavelos, Franciscos, Agustines,
con la noche del Báratro la Estrella de Belén.
Alfonso Camín fue temple y reciedumbre, acero en la lucha y
roquedal en la vida y, cuando fuera preciso, rosal regalando aro­
mas y prodigando rosas. El resto, lo que quieran agregar para qui­
tarle dones, no cuenta, que la vida es lucha para el hombre y cuan­
do los avatares zarandean ha de revolverse y luchar, que en la lu­
cha ha de prescindirse de terciopelos. Hay que mostrar las uñas.
Camín supo mostrarlas en muchas ocasiones. Uñas y garrote. Pe­
ro su historia y su razón de ser dimana del verso y de la prosa,
que fueron luz de su vida; no aquello que algunos gustan de car­
garle. Precisamente contra estos personajes resentidos, incapaces
de aceptar la gloria ajena y el mérito de los demás, Camín se man­
tenía más sólido y entero, prodigándoles algunas estrofas que les
dolían más que los mismos estacazos. Fue recio de carácter, y, co­
mo español de veras, portador de genio y figura hasta la sepultu­
ra, según el decir de nuestro refranero.
TRIUNFADOR POR SI MISMO
Desde «Adelfas» hasta el centenar de libros editados y reedi­
tados, Alfonso Camín —de camino y al brazo el libro— fue triun­
fador por sí mismo. El libro era su credencial en todas partes. Y
con el libro, «Norte», su revista gigantesca, que superaba —superó
siempre— a la inmensa mayoría de los libros que en España se
vinieron editando tras la guerra civil. Esta observación que en su
día hicimos nos costó una interrogación policial y una advertencia.
Pero aquello ya pasó. Y Camín, con el tiempo, volvió a Espa­
ña. Llenó a Asturias de libros, que se malvendieron y que se des­
perdigaron por no se sabe dónde ni qué lugares.
De la valía e importancia caminiana, Luis Astrana Marín, el
primer cervantista, no se arredraba para decir:
...«En cuanto a tus versos (si no te envaneces por lo que
voy a decirte), a mi juicio no eres el mejor poeta de hoy: eres
el único. Primero, tú; después, nadie; y después de nadie,
una turba de profesores de instituto, literatos fracasados,
que se han agarrado a la enseñanza para ir viviendo, sola­
mente aferrados a aquellas estupideces del ultraísmo... No
hay uno de ellos que valga dos reales. Y a mí me tienen un
rencor terrible, porque les he dicho muchas veces que te lean
y aprendan...».
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
265
Ni se arredró tampoco Federico Carlos Sainz de Robles cuan­
do, viendo que Granada levantó un monumento a Icaza por un sim­
ple verso:
(«Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada»...).
Asturias, cuando no media España, no le rindiese igual gloria,
pues Camín había cantado no una parte, sino todas las partes de
nuestra región y «cada parque, cada camino, cada rincón debe ren­
dirle homenaje a Camín, pues nadie como él supo cantar a As­
turias».
A nosotros nos duele ver que, en efecto, nadie ha cantado y ele­
vado a Asturias como Camín y sin embargo observamos que exis­
ten localidades que glorifican a autores que únicamente refirie­
ron de pasada, en cuatro líneas, esta o aquella localidad, mien­
tras parecen desconocer quién ha sido más paladín y más defensor
de la historia, los hombres y las tradiciones... ¿Quiere ello decir
que negamos, como acontece en algunas partes de la costa, nues­
tros valores y ponderamos los ajenos, que, como ocurre aquí, son
de inferior valía...? Por nosotros hablan los libros que pueden ha­
cer historia al respecto.
Alfonso Camín, ambientado desde muy joven en Cuba, nunca
sin embargo adquirió el criollo decir, no obstante que sí fue, co­
mo consta, el precursor del son cubano o afrocubano. Su hablar,
que tampoco se mantuvo en un bablismo nostálgico, era de una
completísima corrección castellana. Y fue más a medida que resi­
de en Madrid. Pero, además, no asimila tampoco el casticismo ma­
drileño, empero que fuese un soberbio cantor de majos y manó­
las. De Madrid a Sevilla, donde se impregna de andalucismo, del
cual tampoco adquiere acentos moriscos ni andaluces. Y tanto As­
turias, como Madrid, Sevilla, La Habana o México fueron luga­
res en los que habitó largo tiempo y a los que viajaba frecuente­
mente. Su acento no tenía, ni cuando regresó tras treinta años en
México, ni un ápice de cadencia mejicana. Sobrio y timbrado acen­
to castellano. El mismo Astrana Marín dice al respecto:
«Nada denota en Camín una ausencia de años. Más pare­
ce un toledano de la plaza de Zocodover, que un emigrante».
266
ALBINO SUAREZ
En la última etapa de su vida, en Fresno primero y en Porceyo
más tarde, donde fallecería, hemos tratado casi cada domingo con
Camín, al que íbamos a ver desde Laviana, y nunca se le acusó
otro acento al hablar que el que siempre llevaría como airón al
viento de su trayectoria. El castellano puro y el léxico más ade­
cuado. Ni vulgarismos ni galicismos. La palabra exacta, correcta
y medida. Usó, y así lo decimos, algunas expresiones escritas pro­
cedentes del bable, pero siempre al referirse a Asturias.
LIBROS, PAN COTIDIANO
El lector nos disculpará no hacer una semblanza cronológica
del poeta. Escribimos como siempre lo hicimos en torno a este cé­
lebre paisano nuestro: instintivamente, llevados de un afecto no
exento de sinceridad, verdad y respeto a los hechos; admiradores
de su obra y de su trato y de su españolidad diversa, que nunca
negó. Vivió de los libros y para los libros. Fueron su pan cotidia­
no, su espiritualidad.
El trabajo y la voluntad eran su premisa. Y la obra concluida,
su razón de ser.
Si la lista de libros escritos y publicados por Alfonso Camín
raya en el centenar y la revista «Norte» alcanzó cerca de trescien­
tos números, hemos de caer en la cuenta que el trabajo, la volun­
tad y la siembra lírica de Camín suma muchas miles de páginas.
Esto es lo que siempre asombró a propios y extreños: el trabajo
y la capacidad de Camín para dejar tan grande cosecha. De estos
libros, que podrán ser discutidos pero no negados, afloran verge­
les de armonía, feraces luminosidades, imágenes sorprendentes.
Del trabajo, pues, huelga hablar. Queda patente y presente; de
la voluntad cabría dudar si, para negarla, no existiera la obra fe­
cunda que nos ha legado el poeta. Poeta y hombre que acrisoló
amistades a lo largo de su vida hasta el extremo de constituirse
en sinceros valedores de su obra. De éstos fueron en su día ami­
gos y contertulios suyos grandes personalidades, desde Victorio
Macho a Lorca, pasando por los Machado, los Romero de Torres,
Pablo Luna, Santiago Ramón y Cajal, Astrana Marín, Miguel de
Unamuno, Federico de Onís, Sánchez Albornoz, Rafael Altamira, Palacio Valdés, Roso de Luna, Villaespesa, Gutiérrez Solana,
Sebastián Miranda, los hermanos González Blanco, Ricardo León,
Concha Espina, Pérez de Ayala, etc.
Aquí y allá llenó su vida de trabajo y amigos: de España, de
Cuba, de México, tres patrias, por más que Ceferino Martínez Ries-
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
267
tra, autor feliz de muchos libros de ambiente asturiano en caste­
llano, dijera que eran dos... Martínez Riestra fue también amigo
y emigrante como Camín. Pero el reloj de arena agota su tiempo,
sus granos, y acaba. Si algo queda, y en este caso queda, para hon­
ra de Asturias y de españa, es la obra caminiana, legada al Prin­
cipado, a Asturias.
La Asturias de las cumbres, la Asturias de los osos,
la Asturias de las nieblas y lagos misteriosos,
la Asturias del paisaje por Caso y por Urbiés;
la que defiende a Astorga, la que bajó a Castilla;
la que con San Fernando navega hasta Sevilla
y toma La Giralda con Pérez de Avilés...
La Asturias que no quiere más canto a las espadas,
la que se va a la tierra, al hombro las azadas;
la Asturias que no quiere perder lo que va en sí;
la que comprende a Silos, repudia a Mauregato;
se bate en las montañas lo mismo que Viriato
y muere en las montañas igual que el jabalí...
La Asturias que no sabe del odio en las cunetas,
ni en Avilés ni en Luarca persigue a los poetas,
ni llena con sus muertos la paz del Carbayín;
la Asturias de tonada que canta alegre y sola,
que va al Carmín cantando, de Oviedo hasta la Pola
y vuelve, por las noches, cantando del Carmín...
Este poema —«Las dos Asturias», fragmentado aquí— sobrecogedor en lo que se refiere como canto épico, nos ha ayudado en
su referencia a Asturias. La Asturias a la que legó Camín su obra:
la publicada y la inédita y de la cual, tanto de una como de otra,
aún no se ha visto editado nada, ni reeditado por parte de nues­
tros organismos. ¿Será acaso una «carga» para el Principado...?
Cierto es que se han cumplido fechas históricas que muy bien puedieron haber sido aprovechadas para la edición de algún libro caminiano, pero las fechas pasaron y el silencio, más en detrimento
de Asturias que del poeta, siguió latente, como si nada fuese con­
memorable ni nadie tuviese nada que decir —o hacer—. No sabe­
mos si ante estos casos —y otros que pueden referirse— el legado
caminiano habrá sido un acierto o habrá sido lo cantrario.
Con todo, así están las cosas —los hechos— y el poeta de am­
bos mundos, el cantor de la raza, ha vuelto a su tierra natal, de
la que nunca se olvidó y a la que siempre coronó con el oro de sus
268
ALBINO SUAREZ
estrofas. Es justamente el poeta de Asturias, no tanto porque en
1981 y por los organismos y personalidades competentes se le otor­
gara ese título, sino porque con su obra dejó demostrado fehacien­
temente que ese rango le cabe por encima de múltiples razones...
Asturias, tras su vuelta en 1967, comenzó a saber quién era A l­
fonso Camín; a conocer medianamente su obra y su vida. En lo
posible fuimos divulgando su tarea literaria. De alguna manera
se fue dejando sentir en nuestra región cierto airecillo en tomo
al poeta. Mis instancias, tal vez más vanas que efectivas, fueron
despertando conciencias, y hoy unas y mañana otras fueron su­
mándose voces en pro de Camín y en su obra, indiscutiblemente
asturiana, española y americana. Demasiado gigantesca para se­
guir silenciándola, demasiado importante para que ante el clamor
que se oía —como el del rey Pelayo resonando en Covadonga— no
se le prestase atención y dedicación. Que así, con justicia, se le
nombra «Poeta de Asturias» e hijo predilecto, se le asigna pensión
para paliar su situación; precaria, ciertamente.
EN ASTURIAS, HOMBRES Y FIRMAS
Si bien es cierto que mucho antes del regreso del poeta ya nos­
otros escribíamos de él y tras su vuelta lo hemos seguido hacien­
do, no es menos cierto que diversos hombres y firmas fueron apa­
reciendo alternativamente. Faustino F. Alvarez, en la actualidad
director de «La Voz de Asturias» y siempre periodista y comenta­
rista atento, fue quien también salió en pro de Camín, sin olvi­
dar a Juan Antonio Cabezas, con su amplio conocimiento caminiano y su facilidad expresiva, que definió a Camín como «poeta
de lira y gaita» y del que diría: ...«si no hubiera llegado antes Ru­
bén, el indio nicaragüense, y no hubiese difundido por España y
América la nueva estética poético-musical del modernismo con sus
«Prosas profanas», lo hubiera inventado Camín».
En 1925, desde París, Vargas Vila decía: «Hoy nuestra poética
hispanoamericana no tiene sino tres poetas de recia envergadura,
de lírica y luminosa estirpe: Salvador Díaz Mirón, Rufino Blanco
Fombona y Alfonso Camín...». Habiendo expresado antes: «Toda
la gloria de España, cuando la tuvo, fue romántica, y por eso sus
grandes poetas, que son la expresión de su grande alma, son poe­
tas románticos, y a la cabeza de ellos, este bardo: Alfonso Camín».
Además de ser Camín un poeta modernista, sin falsos ismos
ni buceos en vacío, es hombre de vastísima cultura y, según Astrana Marín, ya referido aquí, erudito y docto en historiografía.
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
269
¡Pasma y aterran aseveraciones como ésta! Si hay algún poeta, ade­
más de ser en la total y más amplia definición del término poeta,
que haya tratado temas de innegable sapiencia, Alfonso Camín,
en cada verso, denota y deja constancia de exuberante venero ins­
pirador al que siempre orló con pasajes históricos, geográficos,
concretos, al revés de muchos otros que rellenan el vacío de sus
versos con hojarasca, que no con flores.
Personalidades de la talla de Dionisio Gamallo Fierros, cono­
cedor de la obra caminiana ampliamente, dicen lo contrario: «El
vigor creativo de Alfonso Camín reside en su capacidad para ar­
monizar los elementos cultos, asumido por sus lecturas y por sus
experiencias». Reconociendo, sin embargo, que se había encontra­
do con inconvenientes como dicen que le opuso Federico de Onís
para incluirle en su antología de la poesía española e hispano­
americana (1934): carecer de títulos universitarios. Lo cual, supo­
nemos nosotros, no es razón para negarle cultura, que la tuvo y
mayor que más de cuatro titulados, sino para, partiendo de esa
premisa vana, negarle a la hora de los balances y los méritos. Mas
a eso, una vez más, hemos de esgrimir que: ¡Ahí tienen su obra:
cotéjenla!
Por supuesto que referir, aunque fuera en mera cita, todos los
que de un modo u otro escribieron y valoraron la obra caminiana
sería tarea larguísima, que no cabe aquí. Quede lo expuesto co­
mo apoyo a su tarea y a su obra asturianista, amén de española
y universal, dejando al margen negadores y críticos que únicamen­
te estriban sus razones en análisis literarios, pero para enarbolar
aquello que vaya en demérito de Camín. ¿Qué quieren? ¡Si hasta
le acusan de haber escrito mucho...!
Vientos adversos o vientos favorables, es lo cierto que Alfon­
so Camín tuvo una vida llena de avatares, epopeyas, circunstan­
cias —«Yo soy yo y mi circunstancias», que diría Ortega y Gaset—
y, par a par con ella, llenó un espacio de glorioso cometido litera­
rio. Prosa y verso legado a Asturias. Aquí lo tenemos y, como sus
versos, tronante, vibrante, épico, romántico; brillante para la his­
toria y laureado para nosotros.
*
*
*
*
A todo esto, el 12 de agosto de 1990 se, han cumplido los cien
años de su nacimiento en La Peñuca, Roces, Gijón, y por tal efeméride se organizaron actos en su memoria, recordando su singla­
dura por España y por América, donde tras largos años en aquel
270
ALBINO SUAREZ
continente regresó para siempre a Asturias, su tierra mater, que
lo acogió en su seno definitivamente. El regreso es en septiembre
de 1967. Al cabo de dos meses se instala por algo menos de un año
en Madrid. Retomaría a Asturias y en Porceyo ocuparía una ca­
sita que su hermano Corsino le tenía dispuesta. Fallece en este
lugar el 12 de diciembre de 1982...
Mientras este acontecer llega, la prensa y otros medios hablan
de Camín y de su situación económica. Anteriormente nos hemos
referido a la pensión dineraria que se le otorgó.
Asimismo hemos de significar que, incluso antes de su regreso
mexicano, el Ateneo de Oviedo, que presidía don Luis María Fer­
nández Canteli, le rinde homenaje y coloca un monumento en el
campo de San Francisco, con un terceto de su soneto «Retorno a
la tierra», que en Asturias fue ampliamente repetido:
Si soy el roble con el viento en guerra,
¿Cómo viví con la raíz ausente?
¿Cómo se puede florecer sin tierra?
La referencia en cuestión, llena de fuerza, no es sino la míni­
ma expresión de lo que Camín ha dejado escrito sobre Asturias.
Mieres, algo más tarde (en 1969), también le rinde homenaje
popular. Langreo le dedica una calle, en el centro de la población,
paralela a la de Palacio Valdés. Laviana hace lo propio y le dedi­
ca otra, al igual que Mieres y Lugones. Gijón, su concejo de naci­
miento, pródigo en atenciones foráneas, por fin le rinde amplio
reconocimiento y le dedica la suya: «calle del Poeta Alfonso Ca­
mín». En Roces da el nombre del poeta a la biblioteca y en La Carbayera se levanta un monolito con un soneto íntegro del poeta.
Se crea asimismo el premio de poesía «Alfonso Camín» bajo la tu­
tela del Ayuntamiento... pero lo dejaron morir incomprensible­
mente a los dos años.
Asimismo Gijón, el 7 de octubre de 1979, organizó un multitu­
dinario homenaje al poeta en el Pueblo de Asturias, donde los ac­
tos fueron diversos y renombrados. Recordemos, sin embargo, que
en Gijón, en 1971, la Librería Nobel —que cerraría algo más tar­
de— organizó una exposición con libros y objetos caminianos. La
orden de cierre y anulación «de todo aquello» no tardó en llegar
por voluntad gubernativa: «Camín no debe ser aireado». Se dijo
que el propio librero fue sancionado rigurosamente. La librería
estaba ubicada en la entonces llamada calle Calvo Sotelo, núme­
ro 45. Precisamente por estas fechas Camín estaba en Madrid, don­
de los amigos de la capa española le rindieron un cálido homena­
ALFONSO CAMIN, ASTURIAS Y ESPAÑA: CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
271
je. La radio difundía sus versos, pero de vez en cuando voces del
poder dominante intervenían para imponerse, sin verso ni armo­
nía, y acallar toda iniciativa en pro del poeta de Asturias.
El tiempo que pasa y que Asturias, libre ya de ciertos prejui­
cios de poderes fácticos, toma conciencia de la realidad. Así se
acuerda nombrar a Alfonso Camín «poeta de Asturias e hijo predi­
lecto», otorgándole asimismo una pensión económica. Este acuer­
do fue tomado el 11 de noviembre de 1981, donde, por estas fechas,
hubo actos al respecto. Al mes siguiente, esto es, en diciembre,
el 12, la Fundación «Dolores Medio» le concede el Premio de las
Letras Asturianas, mientras que, por juzgarle merecedor de ello,
se levantaron voces pidiendo se le concediese el Premio Príncipe
de Asturias, que aquel año se le entregó a José Hierro...
Conatos hubo, de múltiples voluntades, que a lo largo de los
años —antes de su muerte— intentaron organizarle homenajes y
glorias. De aquella, en La Calzada de Gijón se dieron charlas y
recitales sobre Camín, y la asociación de vecinos decide llamarse
«Alfonso Camín», y así sigue y así se manifiesta. Existe también
un equipo de fútbol sala llamado asimismo «Alfonso Camín», lo
que es un detalle.
Ya, para final, reconocer que nuestras palabras, escasas de
fuerza, vienen intentando elevar desde la negligencia actual la
obra caminiana, al margen de la trayectoria humana del poeta,
hombre que siempre alentó por Asturias y por España. De ahí que
se le conozca como el poeta de la raza. El poeta cuya vida deja en
versos y estilos, fogosidad y belleza una cosecha multiforme y
arrolladora; contundente y franca, sentida y armoniosa, sin lími­
te de metros ni límite de valores. La obra habla por nosotros. Obra
gigantesca, admirable y admirada e indiscutible... Miles de pági­
nas, cientos de miles de páginas defensoras de Asturias y de Es­
paña... Gustará o no gustará el poeta —que es además historia­
dor y autor de prosas jugosas y brillantes—, pero sí habrá que re­
conocerle su pulcritud literaria y su grandiosidad lírica. Su obra
inalcanzable... «Algunos de cuyos sonetos no tienen par en la lite­
ratura española» —que dijo don Nicolás Rivero y ratifican otros
autores—. Por todo, Alfonso Camín es, para honra de Asturias,
una gloria de la literatura universal. Una gloria nuestra. Un as­
turiano de pro, cuya obra queda legada para la posteridad.
JUAN MENENDEZ PIDAL: DE LA POESIA
POSTROMANTICA A LA ERUDICION
POSITIVISTA
J e s ú s A n t o n i o C id
La personalidad de Juan Menández Pidal como hombre de le­
tras no ha merecido, hasta donde sabemos, la atención de ningún
estudioso, si se exceptúan algunos comentarios marginales, y no
siempre muy exactos ni generosos, en estudios dedicados a otros
autores y temas. El desinterés puede deberse en parte a la forzo­
samente desfavorable, pero injustificada, comparación que de for­
ma involuntaria, quizás, se establece con el relevante papel de su
hermano menor, Ramón, en la cultura española moderna. Juan
Menéndez Pidal es sólo recordado hoy, apenas, como el compila­
dor de la Colección de los viejos romances que se cantan por los
asturianos..., publicada en 1885. La obra tuvo, en efecto, una no­
table trascendencia en los estudios peninsulares sobre el folklore
literario; sin embargo, su autor, que no era ya ningún desconoci­
do en los medios intelectuales, vivió todavía treinta años más, y
a lo largo de ellos jugó un papel de cierta relevancia en las polé­
micas literarias, en la política y en la erudición española de fines
del X I X y principios del X X . A su muerte, en 1915, fue considera­
do como uno de los principales seguidores de la escuela de Menén­
dez Pelayo, como un destacado poeta y como un hombre público
que había dejado su impronta en el periodismo y en la vida polí­
tica de su tiempo.
Nos proponemos examinar aquí brevemente la contribución de
Juan Menéndez Pidal a la vida cultural y literaria española en la
encrucijada de siglos. Esa contribución no fue tan insignificante
como parece darse por sentado en la Historia literaria española,
1
274
JESUS ANTONIO CID
si es que su nombre alcanza a ser mencionado, y presenta el inte­
rés de ofrecemos un raro ejemplo de cambio de actitudes, profe­
sionales y estéticas, en un autor que a ojos de sus contemporá­
neos fue símbolo de una absoluta fidelidad a unos ideales muy
definidos y caracterizados por el inmovilismo más recalcitrante.
Desde esa óptica, la figura de Juan Menéndez Pidal se nos apare­
ce como enigmática, hasta cierto punto, y digna de estudio. En su
vida, no muy larga, pasamos de una precocidad suma en sus acti­
vidades como poeta y estudioso a períodos de total dedicación a
la política activa, para terminar sus últimos años como erudito
centrado en la edición de textos de autores no muy frecuentados
del siglo XVI, y especializado en el estudio de saberes históricos
instrumentales que, como la sigilografía, constituían una nove­
dad en España.
Retrocedamos a 1885, año de salida de la Colección de los vie­
jos romances. Para entonces Juan Menéndez Pidal (1858-1915), li­
cenciado en Leyes y colaborador en diversos periódicos, se había
dado ya a conocer como poeta. Con prólogos de Balbín de Unquera publica en 1880 y 1881 la «leyenda» El conde de Muñazán y unas
trovas «en fabla»: Don Ñuño de Rondaliegos. A la primera obra
no le falta nada como ejemplo del más desaforado postromanti­
cismo, que J. Menéndez Pidal sigue fielmente en su versión Zo­
rrilla. En nueve partes, y con lujo de polimetría, asistimos a la
conversión de un señor feudal impío y vesánico, a los filtros de
amor que enloquecen, a la transformación de una perversa hechi­
cera en jabalí demoníaco, etc. (1). Ya el prologuista presentaba al
autor como uno de los «poetas enamorados de lo antiguo», que
cuenta con «la historia y la fe» como principales herramientas y
fuentes de inspiración. A Juan Menéndez Pidal «le han bastado
unos cuantos paseos por Asturias y unas cuantas reflexiones so­
bre esos paseos para concebir el plan de muchas leyendas cristia­
nas»; Balbín de Unquera ve en él un ejemplo de poeta que puede
proporcionar al público «poemas de fe, y no excépticos [sic], para
(1)
La leyenda de «El conde de Muñazán» es, en efecto, una tradición asturia­
na, localizada en San Antolín de Bedón (Llanes), de la que se conocen versiones,
literarias siempre, muy divergentes. C f. M. d e F o r o n d a , De Llanes a Covadonga. Excursión geográfico-pintoresca (Madrid, 1893), págs. 85-88; A. F e r n á n d e z
M a r t í n e z , Pinceladas: Cuadros de costumbres, descripciones y leyendas de la zo­
na oriental de Asturias (Llanes: M. Toledo y Benito, 1892), págs. 29-35 en la reed.
de 1986; C . C a b a l , Del folklore de Asturias (1923), y sobre todo, del mismo C a ­
b a l , Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias: vol. IV, ‘Antolín’-‘An-
troxu’ (Oviedo: Summa, 1955), págs. 9-29.
JUAN MENENDEZ PIDAL
275
probar a la generación contemporánea que las musas no están des­
terradas de la cristiana república».
Como muestra de este largo poema, que el autor con buen
acuerdo no incluyó en sus colecciones posteriores, bastará trans­
cribir algunas octavillas agudas, estrofas por la que manifestó pre­
dilección en partes extensas de la obra; predilección justificada
en un autor novel que escribía a la sombra de Zorrilla. Pertene­
cen a la descripción inicial del palacio de Muñazán, y al prologuis­
ta del libro le parecieron especialmente notables:
Espaciosas galerías
de sombra y rumores llenas,
que vibran de cien cadenas
al tembloroso crugir;
curvas bóvedas sonantes,
a cuyos lóbregos huecos
llegan los lejanos ecos
en el silencio a dormir.
Huecos cubos, que repiten
el sordo rumor del viento
y el graznido áspero y lento *
de los cuervos al pasar;
gigantes claustros sombríos,
que alumbra el sol débilmente,
donde zumba únicamenteel ronco estruendo del mar.
Vive allí el conde, arrullado
por tan bárbara armonía;
se forjó en su mente impía
que él era del mundo el rey,
y no respetó en su orgullo
ni al grito de la conciencia,
ni al honor, ni a su ascendencia,
ni a la patria ni a la ley [...]
La bizantina capilla
de su morada suntuosa
yace abatida y ruinosa;
el musgo en ella creció.
Las tumbas de sus mayores
vense en el suelo volcadas,
y sus cenizas sagradas
el viento desparramó...
Don Ñuño de Rondaliegos, la segunda obra, podría entender­
se como un divertimento si no fuera por la evidente seriedad con
que prologuista y poeta encaran su labor. Y no sólo ellos; al rese­
276
JESUS ANTONIO CID
ñar la aparición del libro de poemas de Juan Menéndez Pidal pu­
blicado en 1890, el crítico de El País, el periódico «republicanoprogresista», no podía expresarse en términos más favorables:
[...] Sus primeras obras, dos leyendas, El conde de Muñazán y Don Ñuño de Rondáliegos, esta última en castella­
no antiguo, le han valido envidiable nombradía.
Difícil era, después de Zorrilla, hacer nada nuevo en el
género legendario. Menéndez Pidal en esas dos obras no só­
lo innovó sino que ha creado, y Don Ñuño de Rondáliegos
vivirá tanto en nuestra literatura como Margarita la Tor­
nera y La Pasionaria del gran maestro, lo que equivale a
decir que serán inmortales (2).
En su «Epístola», Balbín define bien el signo del filomedievalismo de su joven amigo, «el claro trouador e coronista Johan Menendes Pidal»:
Acucioso de antiguos saberes, pero acucioso como man­
da Sancta Eglesia e de la guissa qu’el Apostóligo non de­
fiende. [...] Dalde al pueblo algo de lo que fue suyo, e con
sus decires mesmos las sus consejas e las sus trouas en sus
estrumentos tannidas, e resuscitar heis esa edat que amades e yo con uusco amo^non a fuer de romántico, mas a fuer
de poeta (3).
En este relato «de cómo el buen caullero don Ñuño de Rondaliegos se topó con la ueste al tomar de la guerra» el autor, tras
un prólogo en coplas manriqueñas, usa exclusivamente el verso
de romance, y son inequívocos en todo el poema los préstamos del
Romancero viejo:
Con el cuento de la langa
en la puerta fue llamare,
y ansí fabló el cauallero,
bien oiredes qué dirae...
Muy de mañana a otro día,
don Ñuño fue a despertare,
llamando a sus servidores
(2) «Album de El País: Juan Menéndez Pidal», El País. Diario republicanoIV (1890), núm. 1.141 (14-VIII-1890), p. 1.
(3) «Don Nunno de Rondáliegos», La Ilustración Gallega y Asturiana, III, núm.
34 (8-XII-1881), p. 404. Hay segunda edición, «asaz emendada d’algunos ^ ilos vo­
cablos e uigios que auían pasado en la primera impressión», fechada en laTra [his­
pánica] de MDCCCCXIX (réstense, pues, 38), en Madrid: E. Rubiños.
progresista,
JUAN MENENDEZ PIDAL
277
que vestir le quieran dare...
Fuese para los palacios
donde su Dosinda estae...
Siete veces lo rodean,
siete veces por su male,
don Ñuño tuerce la vía
e al so castiello se vae...
Voces daua el cauallero
que al cielo quieren llegare...
Cient poncellas la plannían
et su padre mucho mase..., etc., etc.
Pero ya en la misma época de publicación de estas «trovas an­
tiguas» su autor manifestaba interés por la pervivencia de la poe­
sía tradicional en la memoria de los asturianos contemporáneos
de finales del siglo X IX . En 1881 Juan Menéndez Pidal interve­
nía junto con su mentor Balbín de Unquera en la creación de una
«Academia demològica» asturiana, anterior a los proyectos de Ma­
chado Alvarez, que tendría como objeto la recogida de las tradi­
ciones populares de la provincia (4). J. Menéndez Pidal da a en­
tender, incluso, que sus intereses en esta línea venían de más atrás;
era la reciente fundación de un «Centro de Asturianos» en Madrid
lo que le hacía ahora abrigar esperanzas de convertir en realidad
un proyecto anterior:
Hace ya bastante tiempo que abrigábamos la idea de
constituir un Folk-Lore asturiano; pero las dificultades que
para su realización se nos ofrecían nos hicieron más de una
vez desistir de tal propósito. Hoy, con la fundación del Cen­
tro de Asturianos, se aclara el horizonte de nuestras espe­
ranzas; desaparece alguno de los mayores obstáculos que se
oponían a nuestro proyecto, y lo creemos más fácil y hace­
dero. El Folk-Lore asturiano debe nacer a la sombra del
mencionado centro (5).
En el artículo-manifiesto escrito para incitar a la fundación de
esa sociedad folklórica, señala expresamente el Romancero como
uno de los campos a cultivar:
(4) Cf. J. L.
«Don Aniceto Sela como fundador de El F olk­
XXVII (1971), págs. 50-1.
(5) J. M e n é n d e z P i d a l , «Folk-Lore asturiano», La Ilustración Gallega y A s ­
turiana, III, núm. 36 (28-XII-1881), págs. 428-9.
P érez de C a s t r o ,
lore asturiano, RDTP,
278
JESUS ANTONIO CID
... Otro tanto podemos decir de los romances que de bo­
ca en boca corren entre nuestros aldeanos, algunos de aque­
llos incompletos, otros mutilados y recompuestos en épo­
cas posteriores a su origen y todos ellos apreciabilísimos ba­
jo todos los conceptos... Aquellos monumentos de nuestra
literatura provincial y que debieran enriquecer el inapre­
ciable Romancero Español (6).
Aunque la «Academia demològica» se constituyese formalmen­
te poco después, su actividad fue análoga, en cuanto a pobreza de
resultados, a la asociación fundada dos años más tarde por Ma­
chado Alvarez, con quien J. Menéndez Pidal mantenía también
relación (7).
Los contactos personales con distintos eruditos y folkloristas
asturianos, establecidos en esta época de proyectos asociativos,
se revelarían, sin embargo, muy útiles para obtener colaboracio­
nes valiosas en la recogida de romances tradicionales. Bernardo
Acevedo, Fermín Canella, Braulio Vigón o García Ciaño son nom­
bres que veremos repetirse a propósito de la «Academia demolò­
gica» (8), el «Folk-Lore asturiano», o «La Quintana». Todos ellos
figuran en la nómina de los que contribuyeron con versiones a la
Colección de los viejos romances.
Sabemos que en 1883 J. Menéndez Pidal se encontraba ya en As­
turias. Es entonces cuando funda en Oviedo el periódico satírico
El Trasgo, ilustrado por su hermano Luis, y cuando tiene lugar el
incidente con Clarín que hemos estudiado en otro lugar (9). En 1883
se recogen y preparan para la edición los textos en su mayor par­
te, aunque algunos procedían de fecha anterior. La labor fue reali(6) Ibid.
(7) Acerca de los intentos frustrados de constituir en Asturias asociaciones pa­
ra la recogida y estudio del folklore, y sobre la intervención de Juan Menéndez Pi­
dal, cf. también C . C a b a l , «La marejada folklórica», en Contribución al Dicciona­
rio Folklórico de Asturias, I (Oviedo: Summa, 1951), págs. 96-103, y J. M. G ó m e z T a b a n e r a , «El estudio del folklore asturiano. Las costumbres y tradiciones popu­
lares de Asturias y su integración en la investigación antropológica y etnográfica»,
BIDEA, XXIX (1975), núm. 86, págs. 703-711.
(8) La Academia mantenía aún alguna actividad a mediados de 1883. Según
una noticia publicada en El Imparcial: «La Academia Demològica Asturiana ce­
lebrará hoy, jueves, velada extraordinaria. Leerán trabajos don Manuel Murguía
[sobre supersticiones populares], el Sr. Acevedo un capítulo de la obra inédita El
trasgo, el Sr. Menéndez Pidal (don Juan) un fragmento en verso titulado Las ata­
layas, y el Sr. Sandoval que leerá otro trabajo acerca de las costumbres asturia­
nas» (10-V-1883, ap. Veinticuatro diarios, I, núm. 69).
(9) Cf. J. A. C i d , «Clarín vs. Juan Menéndez Pidal y la polémica del ‘Folklo­
re’ (1885-1985)», en S ym bolae Lvdovico Mitxelena Septvagenario, ed. J. L. Mele­
na (Vitoria: Instituto de Ciencias de la Antigüedad, 1985), II, págs. 1.425-1435.
JUAN MENENDEZ PIDAL
279
zada, en cualquier caso, con muy notable rapidez. Los prólogos de
la Colección están fechados el 6 de octubre (Pajares) y el 6 de no­
viembre (Madrid) del mismo 1883, y en enero de 1884 J. Menéndez
Pidal se refería a su Romancero como «próximo ya a ver la luz pú­
blica», si bien intentará todavía acopiar nuevos materiales (10). En
las mismas fechas Laverde informaba a Menéndez Pelayo: «No sé
si sabrás que el joven escritor asturiano Dn. Juan Menéndez Pidal
está imprimiendo en esa corte un Romancero Asturiano que con­
tiene todo lo que había reunido Amador de los Ríos, y además mu­
chas otras composiciones» (11). El volumen estaba ya impreso en
marzo de 1885 (12); la Academia Española redacta, por mediación
de Tamayo y Baus, un informe muy favorable sobre el libro, que
serviría para justificar la adquisición con cargo al Ministerio de
Fomento de un determinado número de ejemplares, según dispo­
sición del 27-VI-85. La sección de Fomento de la Diputación Pro­
vincial de Oviedo, por su parte, acordó también adquirir otros cien
ejemplares en sesión del ll-XI-86. Es claro que, siendo Alejandro
Pidal ministro de Fomento, este apoyo oficial que disfrutó la pu­
blicación hubo de verse como un rasgo de favoritismo, y nepotis­
mo, que Clarín se apresuraría a denunciar, como hizo en otras oca­
siones. Estudiosos de prestigio, sin embargo, como el conde de Puymaigre y Menéndez Pelayo, se refirieron en términos muy elogiosos
al valor de la colección, por los textos que se daban a conocer y por
las propias tesis sustentadas en los prólogos.
(10) Cf. Cartas a A. Sela, del 13 de enero de 1884 y otra sin fecha, ed. por J.
L. Pérez de Castro, art. cit., págs. 56-7. En la primera, J. Menéndez Pidal pide a
Sela que «converse con algunos aldeanos y aldeanas... que hayan sido, o sean, bue­
nos cantadores en la danza prima, esfoyazas o filandones, para copiar y mandar­
me, a la mayor brevedad posible, algunos de los romances que sepan».
(11) Carta del 14 de enero de 1844 publicada en el Epistolario de M. Menéndez
Pelayo, ed. de M. Revuelta Sañudo, vol. VI (Madrid: Fundación Universitaria Es­
pañola, 1983), págs. 276-8. En otra carta del 22 de octubre Laverde vuelve a infor­
mar a Menéndez Pelayo: «Juan Menéndez Pidal me participa que a principios de
noviembre saldrá a luz el Romancero asturiano que ha formado con más de ochenta
romances recogidos de boca del pueblo por Amador de los Ríos y por él. Si le tra­
tas dile que por ignorar las señas de su domicilio le dirigí al Ministerio de Fomen­
to mi contestación» (p. 517). No es exacta la afirmación de que la obra de J. Mej:r>dez Pidal contuviera «todo lo que había reunido Amador de los Ríos».
(12) La Unión anuncia el 24 de marzo de 1885 la recepción de ejemplares del
-ro «que en estos días acaba de publicar, con notabilísima introducción y erudias notas, nuestro querido amigo D. Juan Menéndez Pidal». La gacetilla añade:
«El señor Menéndez Pidal es ya conocido como inspirado y notable poeta, pero aho­
ra se nos presenta como crítico de poco comunes condiciones». En el número del
1 de julio, La Unión publica una amplia reseña firmada por «G», en primera pági­
na, donde entre otras vaciedades leemos: «Tuve siempre al Sr. Menéndez Pidal por
280
JESUS ANTONIO CID
Del contenido y formación del Romancero de 1885 nos hemos
ocupado en otro lugar con cierto detalle; sólo nos queda aquí tra­
zar en forma muy rápida la trayectoria posterior de J. Menéndez
Pidal, quien sólo lateralmente volvería a incidir en los estudios
de cultura tradicional iniciados con tanto entusiasmo. Su activi­
dad juvenil como folklorista fue, sin embargo, la que le dio ma­
yor relieve a ojos de sus contemporáneos, y a valorarla en térmi­
nos elogiosos dedicó gran parte de su contestación otro folkloris­
ta de primera hora, Francisco Rodríguez Marín, al responder en
nombre de la Real Academia Española al discurso de entrada de
Juan Menéndez Pidal en enero de 1915, es decir, muy pocos meses
antes de su muerte.
A partir de 1886 la política activa y el periodismo son las ocu­
paciones determinantes en la vida de un J. Menéndez Pidal que
sólo de modo muy esporádico volvería a residir en Asturias. En
1886 se encontraba en Córdoba, donde dirigió el periódico La Leal­
tad, y desde 1888 a 1890 residió en Cabra (13); ese último año, tras
unos amores exaltados que dejaron amplio rastro en sus poemas,
se casa con Ana Cuenca Romero e inicia una carrera política por
la que, según Antonio Maura, no sentía especial vocación. Escri­
be Maura:
En el curso de sus días, otros caminos [ajenos a la vida
literaria] cruzaron su vía natural y predilecta; le sobrevino
la Diputación a Cortes y se sintió mal hallado en aquel am­
biente, en aquel hervidero, en aquella lonja de cosas para
él extrañas o baladíes, de pasiones con las cuales no se con­
tagiaba, de anhelos que no compartía. Se le complicó la vida
con el gobernar provincias: ahora Pontevedra, ahora Bur­
gos, y claro está, siempre le asistieron su rectitud, su inte­
ligencia y sus prendas personales, pero no la vocación, le­
vadura santa que no admite reemplazo (14).
poeta de grandes ventajas, y aun por diestrísimo en el manejo de la antigua fabla
nopra
í * (prueba, si fuera necesario, de que Don Ñuño de Rondaliegos
a nmguna broma, aunque el reseñador confunda el bable y la «fabla* propiamente <hcha). Més aún: .Muy joven aún nuestro amigo, quédale amplísimo camfuera toi* eJf
®US blen loSradas aficiones y su privilegiado talento, y aun si
fuera tolerable la advertencia, debiera trocar la lira por la pluma del ¿vestigaí
para mayor claridad sobre la íuente de los elogios: «El Sr. Menéndez Pi­
dal lleva un apellido no menos glorioso en las letras que en la política todos déseamos que aumente su gloria*.
al
ET S precif ones f¡Suran anotadas en letra de Ramón Menéndez Pidal
margen de unas páginas desglosadas del Indice bio-bibliográfico de escritores
(14) A.
M aura,
.Don Juan Menéndez Pidal», necrología, BRAE, II (1915), p .
579.
JUAN MENENDEZ PIDAL
281
Los cargos políticos fueron alternándose con su trabajo como
oficial del cuerpo de archiveros y bibliotecarios, que desempeñó
a partir de 1896 en la sección de Silografía del Archivo Histórico
Nacional, del que llegó a ser director. Diputado a Cortes (1891-1893)
y gobernador civil en distintas provincias españolas —Pontevedra,
Guadalajara, Burgos— (1899-1904) (15), director del diario La Unión
Católica desde 1895; redactor jefe de El Universo (16), etc., J. Menéndez Pidal no volvió ya a sus estudios de folklore. La «Historia
de los mitos y supersticiones populares» que había proyectado al
mismo tiempo que el Romancero, y para la que reunió abundantes
materiales, no pasó de proyecto (17). Tampoco llevó a término la
reedición ampliada del libro de 1885, varias veces planeada. Uni­
camente en un trabajo extenso en tomo a las «Leyendas del últi­
mo rey godo» volvió a utilizar y reeditar algunos de los romances
de su colección, añadiendo versiones recogidas después de 1885. To­
do lo que escribe hasta su muerte, en diciembre de 1915, son, al mar­
gen de su labor como poeta y periodista, trabajos eruditos —no muy
numerosos— sobre temas de historia medieval, bibliografía e his­
toria literaria, con perspectiva documental y surgidos al hilo de
su profesión de archivero. Entre estos estudios de investigación tie­
nen especial interés los trabajos dedicados a autores del siglo XVI
realizados en los últimos años de su vida. Juan Menéndez Pidal pu­
blica en 1909 y 1915 trabajos extensos en tomo a Francesillo de Zúñiga y Luis Zapata (18), que todavía hoy son imprescindibles para
(15) Al cesar en esos cargos J. Menéndez Pidal se reintegraba a su puesto de
archivero. Así, la R evista de Archivos informaba en su «Sección oficial y de noti­
cias» al finalizar su mandato como gobernador en una de esas provincias: «Ha ce­
sado en el cargo de Gobernador civil de la provincia de Pontevedra D. Juan Me­
néndez Pidal, volviendo a continuar sus servicios en la Sección de Sigilografía en
el Archivo Histórico Nacional», RABM, V-3 (1901), p. 200.
(16) El Universo, que comenzó a publicarse en 1900 y sobrevivió hasta 1935,
era en realidad la continuación de La Unión Católica, desaparecida en 1899, aun­
que en sus primeros años el director, Ortí y Lara, antiguo «integrista», mantuvie­
ra cierta hostilidad contra el «mestizo» Alejandro Pidal.
(17) Todavía en 1891, al prologar los Errores populares en Asturias de E. G.
Jove, J. Menéndez Pidal habla de «el propósito, que espero realizar, de escribir
la historia de los mitos y creencias supersticiosas conservados en la tradición vul­
gar de la región cantábrica» (P. iv).
(18) El bufón de Carlos V, D. Francesillo de Zúñiga. Cartas inéditas (Madrid:
Imp. Rev. de Archivos, 1909). A Luis Zapata dedicó Juan Menéndez Pidal su dis­
curso de recepción en la Real Academia Española, leído el 24 de enero de 1915 (Ma­
drid: Tip. de la Rev. de Archivos, 1915). Sobre un homónimo de Zapata, con quien
se le había confundido, publicó un artículo breve, «Un poeta del siglo XVII. Luis
Zapata del Bosque», B R A E , II (1915), págs. 173-177. Otro trabajo con importante
282
JESUS ANTONIO CID
quien se ocupe de estos autores, y preparaba un estudio de mayor
importancia sobre el doctor Villalobos, con información biográfi­
ca muy precisa y nuevas cartas inéditas, que no llegó ya a publicar.
Tampoco pudo llevar a término otros proyectos, como la edición
de la Miscelánea o Varia Historia de Zapata, «anotada y precedi­
da de la biografía del autor», que anunció tener en preparación (19),
ni la recopilación en un volumen de sus «Artículos literarios», ni
la obra «cuya publicación constituyó el sueño del señor Menéndez
Pidal» desde, al menos, 1907, es decir, el Catálogo de la colección
sigilográfica del Archivo Histórico Nacional, que finalmente se pu­
blicaría de forma postuma, a partir de sus materiales, en 1921 (20).
Las necrologías hablan también de otros proyectos, entre ellos el
de una obra teatral «cuya representación quiso gestionar», y des­
criben el último verano de su vida, en San Rafael, dedicado «a re­
fundir un precioso cuento antiquísimo y a traducir al castellano
el himno a Santa Eulalia del poeta Prudencio» (21).
Tiene interés observar el desplazamiento que suponen sus úl­
timos trabajos publicados desde el inicial postromanticismo exal­
tado a un positivismo de estudioso preocupado por la exactitud
del dato. Es posible que en ello deba verse la influencia de su her­
mano menor, Ramón, que desde los 1890 se esforzaba por difun­
dir en España los métodos rigurosos de la filología europea. Exis­
te, al menos, un testimonio del «magisterio» del hermano menor:
en una carta de 1911 Ramón había estimulado, al parecer, a Juan
aportación documental es del mismo año: «Datos para la biografía de Cristóbal
de Castillejo», B R A E , II (1915), págs. 3-20. Súmese la edición de «Un opúsculo iné­
dito del P. Jerónimo Gracián», R ABM , XVIII (1913), págs. 92-100, y queda com­
pleto el inventario de los estudios de Juan Menéndez Pidal dedicados a autores
del siglo XVI.
(19) El anuncio figura ya en la enumeración de «obras en prosa del autor» im­
presa en las páginas finales de las Poesías, de 1913. Del proyecto de edición de
Juan Menéndez Pidal se hace eco un editor posterior de la Miscelánea de Zapata,
al describir el manuscrito único: «Aunque no hemos visto las huellas de don Juan
Menéndez Pidal, sabemos positivamente que este distinguido investigador ma­
nejó mucho el manuscrito, pues preparaba una edición de la Miscelánea de Zapa­
ta que no llegó a terminar ni a publicar, y cuya noticia anticipó en su ‘Discurso
leído en la Real Academia Española en su recepción pública’, Madrid, 1915» (I. Montiel, Prólogo a L. Zapata de Chaves, Varia historia, I, ed. Madrid: Castilla, 1949,
p. 53).
(20) Cf. la «Advertencia» de Joaquín González a Catálogo I: Sellos españoles
de la Edad Media (Madrid: Imp. Rev. de Archivos, 1921), p. 6.
(21) «Don Juan Menéndez Pidal. Datos biográficos.—La prensa madrileña* [ne­
crología], El Universo, XVI (1915), núm. 7.327 (29-XII-1915), p. 1.
JUAN MENENDEZ PIDAL
283
a ser más activo en los trabajos de investigación que realizaba con
los fondos del Archivo Histórico. El hermano mayor acepta los
consejos al mismo tiempo que se defiende de lo que podía enten­
derse como una leve censura a su indolencia:
Yo no soy alemán, ni trabajo por consiguiente como un
ídem; pero trabajo todo lo que es menester, y ello irá salien­
do en volúmenes como los que ya he planeado con tu discí­
pulo Navarro, que ya está en el Archivo dándole a los do­
cumentos de los siglos XI y XII procedentes del monaste­
rio de Poblet. Esto, antes de recibir tus excelentes consejos;
y lo digo no porque éstos me ofendan, todo lo contrario, si­
no para que sepas que mi celo profesional está vivo y res­
ponde a la conciencia del deber, aunque no tengo ache nin­
guna entre las letras de mi apellido (22).
La influencia, en un nivel más afectivo y vivencial, se había
dado antes en un sentido inverso, según se manifiesta en algunos
de los campos y temas de investigación cultivados por Ramón Menéndez Pidal, como el propio Romancero o la leyenda de don Ro­
drigo. En Juan la nueva orientación podría fecharse con facilidad
en 1897-1898, años en que publica su primer trabajo sobre sigilo­
grafía, especialidad en la que llegó a ser reconocido como el ma­
yor estudioso español, y una notable monografía histórica sobre
el concejo de Lena, publicada en la Asturias de Bellmunt y Cane11a, que revela ya una decidida orientación documentalista; no de­
ja de ser revelador que el primer trabajo lingüístico importante
de su hermano, las «Notas acerca del bable hablado de Lena», se
publicara a continuación del estudio de Juan sobre las tierras del
concejo al que confesaba deber «las más hondas emociones de mi
vida».
En la afición más grata a Juan, la poesía, se aprecia también
una «mutación» significativa. A partir de 1898 no publica ningún li­
bro nuevo de versos ni tampoco poemas sueltos en revistas, en con­
traste con los años inmediatamente anteriores. De 1890 es A-la-lá,
donde reúne poemas compuestos desde 1881, a cuyo prólogo doc­
trinal, o doctrinario, ya nos hemos referido en otro trabajo (Cid.
1985). El pendón negro (1893), Tres poesías (1895) y las composicio­
nes incluidas en el álbum Misiones católicas en Marruecos (1897)
dan una idea de continuidad en su obra poética que es ya más apa­
rente que real, dado el corto número de poemas que contienen. El
autor, de hecho, había ya dejado de escribir poesía en 1895. El to(22) Carta de J. Menéndez Pidal, 29-1-1911 (AMP).
284
JESUS ANTONIO CID
mo Poesía, publicado en 1913, es simple reproducción de gran par­
te de su obra anterior, y los pocos poemas que aparecen aquí por
primera vez son inéditos de fecha antigua. El propio autor confie­
sa en el prólogo: «De tal modo llegaron a absorver mi actividad
trabajos de otra índole en el campo de las letras, que no escribí más
versos», y considera cerrada en 1895 una obra lírica que él mismo
dudaba que tuviera algún atractivo para «la corriente del gusto ac­
tual». Ello no supone, en modo alguno, que repudiara su obra poé­
tica, como veremos algo más adelante.
Antes de reducirse al silencio, la poesía de Juan Menéndez Pidal había experimentado cambios sustanciales. De los largos poe­
mas legendarios de los inicios (23) se pasa al predominio de com­
posiciones breves más puramente líricas, aunque nunca cese del
todo el gusto por lo narrativo (el «pequeño poema» a lo Campoamor). La afición al medievalismo y las evocaciones históricas ce­
den también algo en favor de escenas campesinas, «apuntes de pai­
sajes» o interiores no siempre idílicos; tal vez sea ahí donde se en­
cuentra lo más salvable de su producción como poeta.
En los poemas de tipo narrativo del libro de 1890 siguen pre­
sentes los ecos del Romancero; pero la fuente no es ya el Roman­
cero viejo sirto los textos orales que Juan Menéndez Pidal había
recogido y publicado. Valga un ejemplo del «Romance de las nie­
blas» (A-la-lá, 57-69):
... ¡Hala, mi caballo, hala!,
yo premiaré tus fatigas.
Si a las bandas de León
me pasas antes del día,
daránte sopas en vino
las manos de Rosalinda,
y en cebaderas de plata
pienso y medio cada día... (p. 63).
Es evidente el calco de los romances La esposa de don García
y Valdovinos sorprendido en la caza, que al autor le eran conoci­
dos en versiones publicadas por él mismo en 1885. La taracea de
versos de romances tradicionales modernos es recurso insistente
en otros poemas del libro, o en los publicados, ya en 1897, en el
álbum sobre las misiones franciscanas en Marruecos:
(23)
Como otro ejemplo de ‘paralelismo en los contrarios’, tal vez convenga
recordar que también Clarín incurrió en sus años juveniles en el delito del «poe­
ma legendario». En la Revista de Asturias publica, en 1878, «La Willis», donde apa­
rece en escena un conde Fortún, «rey de los bosques», «señor feudal», y toda la guar­
darropía del género.
JUAN MENENDEZ PIDAL
285
En sus jardines se holgaba
el soldán Malek-kadel,
viendo danzar las almeas
y oyendo el agua caer.
Dábanle los surtidores
son y frescura a la vez;
limoneros y granados
le servían de dosel.
Bajo su toldo florido
reposa el fiero Malek...
Citas literales de romances tradicionales son habituales tam­
bién en los poemas de la sección «Cantos de la montaña», varios
de los cuales se publicaron por primera vez en 1913:
A las manos de dos mozos
abrocha sus manos blancas
en la cadena del baile
por su amor encadenada;
y marchando al ritmo lento
del contrapás de la danza,
entona viejos cantares
con litúrgica tonada:
«Ay, diga lo que él quería,
ay, diga lo que él buscaba...»,
canta mirando a su amante
y traspasándole el alma.
Y él, apretando su mano,
con el coro alterno canta:
«Ay, busco la blanca niña;
ay, busco la niña blanca,
la que el cabello tejía,
la que el cabello trenzaba».
Creyendo en vanas promesas
quiso emigrar de la patria,
y pobre y abandonado
pereció en remotas playas...
¡Oh, maldita la sirena
que en la orilla del mar canta.
Y
mientras la mira el gato
con sus ojos de esmeralda,
babea el lino en la rueca
y el huso pendiente danza,
enseña a sus bellas hijas
cómo aquella gentil dama
por salvar vida y honor
a Rico-Franco mataba
con el cuchillo lugués
que le clavó hasta las cachas.
(Solariega)
286
JESUS ANTONIO CID
Ya el mayoral no entona
viejos romances,
ya su lento y lloroso
rabel no suena
a tono del romance
de Doña Ausenda.
(Cantiga serrana)
La «mutación» más importante en la poesía de Juan Menéndez
Pidal, sin embargo, es de otra índole. Se trata de la innovación
o apertura temática hacia aspectos de la realidad impensables an­
tes en un autor que había manifestado su repulsión por todo lo
urbano y lo que recordara la Revolución industrial que por en­
tonces comenzaba también en España:
La atmósfera de la industria, el humo de las fábricas y
el ambiente tibio y perfumado de los salones me ahogan.
En las alineadas calles de las poblaciones y en esos artifi­
ciales paseos, donde la concurrencia numerosa se mueve mo­
nótona y automáticamente en una misma dirección... padez­
co la melancólica nostalgia del desterrado (Prólogo «Al lec­
tor», de la Colección de los viejos romances..., p. iii).
La entrada en la política activa le llevó a enfrentarse con ese
tipo de realidades que le eran poco gratas, y la «cuestión social»
le inspira un largo poema escrito en mayo de 1892, El pendón ne­
gro, que publica como folleto en 1893. Esta obra fue saludada por
Curros Enríquez con elogios al cambio de orientación del poeta que
evolucionaba desde «el exagerado culto que ha rendido a los idea­
les del pasado» hacia «las luchas del presente que solicitan el es­
fuerzo de todos los espíritus elevados». Para Curros, con este poe­
ma se colocaba Juan Menéndez Pidal «en la vanguardia» y «en el
centro del moderno combate»; y el elogio tiene su valor por venir
de quien era el más importante poeta «social» en la España de su
tiempo. Don Juan tenía buenas razones para estar orgulloso de
las alabanzas de Curros Enríquez. En su extensa reseña el poeta
gallego no se conformaba con dar una ajustada síntesis de la ma­
teria narrativa del poema y citar por extenso los pasajes que le
parecían más acertados; contraponía, además, la decadencia de
la moderna lírica española, que le parecía incuestionable, a los
intentos aislados de sacarla de su postración; y entre esos inten­
tos la poesía de Juan Menéndez Pidal era para él uno de los más
meritorios y dignos de seguirse. Aunque se transcribieron algu­
nos párrafos de esa reseña al reimprimir el poema en la edición
de las Poesías de 1913, don Juan no se atrevió a citar algunos de
JUAN MENENDEZ PIDAL
287
los párrafos más «radicales»; no puede olvidarse que Curros es­
cribía en el periódico órgano de la facción republicana más inconformista, la de Ruiz Zorrilla, y que toda ocasión era buena para
deslizar alguna ironía contra la Restauración y el trono o el cleri­
calismo, incluso en el elogio a la obra de un poeta que representa­
ba la máxima ortodoxia católica y monárquica. Tampoco sabemos
que el artículo de Curros haya sido reeditado por alguno de los
estudiosos del gran escritor gallego, y ello hace oportuno trans­
cribir algunos párrafos:
Entristece el ánimo ver cómo decae la poesía lírica en­
tre nosotros. De diosa se convirtió en criada de servir, co­
mo esas señoras de Luis Taboada que vienen a menos. Y no
hay medio de levantarla. Zorrilla, Campoamor, Núñez de
Arce han hecho lo que han podido por devolverla sus ren­
tas confiscadas, sentándola en el trono, desde el cual inspi­
raba a Quintana, a Gallego, a Espronceda, al duque de Rivas. Pero los tronos están en peligro y prefiere a ellos un
tendido de sol en la plaza de toros. Ya no acompaña al Dan­
te por el Infierno, ni a Milton por el Paraíso, ni a Ercilla
por las soledades de Aijiérica [...]; acompaña a Grilo por los
zaguanes de palacio, al Enano por las plazuelas y a Carulla
por las sacristías [...] (24).
Es de notar que aquí, donde se ha restaurado todo, des­
de la monarquía hasta los pucherazos electorales, son po­
cos los que se cuidan de restaurar lo único que valía la pe­
na de una Restauración: Garcilaso. [Siguen los párrafos co­
piados en la «Advertencia» a las Poesías de 1913].
Según uno de sus más próximos amigos: «Sentía D. Juan espe­
cial predilección por ese poema de la vida moderna, y en la inti­
midad preguntaba a sus amigos por el efecto que les producía El
pendón n egro» (25). El poema se abría, en efecto, con una cita de
Laveleye (El socialism o contem poráneo), y en sus tres partes —«El
(24) La mención de Carulla era obligada en la época, siempre que se trata de
poner un ejemplo de poetastro; toda la crítica y la prensa humorística de fines del
siglo XIX parece obsesa por el poeta carlista y religioso que entre otras hazañas
acometió la de versificar la Biblia. El mismo Curros dirá en O divino sainete (1888),
con ocasión de unas ironías contra Emilia Pardo Bazán: «...E vin a meus pés, ro­
lando, / un libro da nova escola / que cheira a Carulla ás legoas / e fede qu’apesta
a Zola» (canto III). Un moderno editor de la obra de Curros desbarra imaginando
que la cita de Carulla se daba acaso al deseo de «suxerir algunha relación léxica»
que molestara a la condesa. De Fernández Grilo, como arquetipo también de la
mala poesía, bastará recordar las invectivas de Clarín (Cf. S. B e s e r , Leopoldo
Alas, crítico literario, M., 1968, p. 180). Desconozco quién pueda ser el «Enano»
de las plazuelas.
(25) Luis G . A l o n s o - G e t i n o , «Don Juan Menéndez Pidal» [necrología], La
Ciencia Tomista, XII (1916), núm. 36, p. 399.
288
JESUS ANTONIO CID
taller», «El Meeting» y «Dies Irae»— se nos describe el proselitismo, más anarquista que socialista, de un misterioso personaje que
predica libertad e igualdad frente al capital y conduce a los des­
heredados hacia una huelga revolucionaria que termina en masa­
cre. Sólo entonces se descubre quién era en realidad el agitador:
la misma muerte.
En su paráfrasis del poema introduce Curros Enríquez comen­
tarios que encuadran bien el significado que podía tener el texto
en la España de 1893:
Píntanos el poeta, en el primer canto de su obra, el ta­
ller de un espadero toledano:
Allí, entre el retiñir de la herramienta
que levanta confuso clamoreo,
y el resollar solemne de los fuelles
que hacen gruñir el fuego,
el viejo Simón Diher, recién venido,
mientras estira un hierro,
regocija a sus nuevos camaradas
con un cantar que todos aprendieron.
Oigamos ese cantar:
El esclavo minero
arranca de la tierra el duro acero,
lucrando a su señor;
y el esclavo espadero
también lucra al señor como el minero,
templando el duro acero,
¡el acero traidor!
Y
si exigen minero y espadero
más pan y más descanso a su señor,
muerte les da con el traidor acero,
¡que el acero es traidor!
No lo entreguéis, pues lo tenéis primero,
volvedlo contra el bárbaro opresor;
y en vuestras manos y en las del minero
de un siervo hará un señor.
No se necesita más para comprender que se trata de la
cuestión social. El problema entre la propiedad y el trabajo
aparece perfecta, implacablemente planteado en esa sinies­
tra canción por el poeta, con mayor fidelidad que si lo hu­
bieran hecho Marx o Bakunin.
El sombrío personaje extranjero, vomitado sin duda por
la oligárquica Alemania sobre nuestro país, hecha su pro­
paganda en el taller, reúne a sus amigos en el meeting:
JUAN MENENDEZ PIDAL
289
Entre el humo asfixiante del tabaco,
y el vaho casi opaco
que exhalan seis mecheros al arder,
surge, como del caos bella aurora,
la ferviente palabra creadora
del viejo Simón Diher.
Y
surge para dar cuerpo a la utopía insensata, para in­
flamar en odio el honrado corazón del obrero, para pertur­
bar su razón y sus sentimientos y lanzarlo lleno de rabia
y de furor sobre la sociedad, ávido de mejorarla aniquilán­
dola.
Así preparado el drama, describe el poeta en magnífi­
cas estrofas, en el tercero y último canto del poema, intitu­
lado Dies irae, el ataque de las masas contra las institucio­
nes. La nueva Babilonia duerme. En el silencio de la noche,
siéntense desusado tropel de caballos, gritos de alarma y
de socorro y frenético repique de campanas, anunciando el
inminente peligro:
¿Qué ocurre? Con la voz de las campanas
la alarma grita desgarrando el viento,
y en el obscuro espacio culebrean
las vivas llamaradas del incendio.
Por declamar la destrucción de Troya,
Nerón ve arder a Roma satisfecho;
para entonar un himno a la miseria
es hoy la plebe la que incendia un pueblo.
Simón Diher, fiel a su apostolado, la acaudilla, animándo­
la con la terrible canción del taller; y la plebe le sigue, cie­
ga y entusiasmada y sedienta de bienestar, al asesinato y
al saqueo. ¿Quién puede concebir lo horrible de esa lucha
en las sombras? Cuando termina,
Al despertar el alba,
sangre y ruinas alumbra el día nuevo...
¡Y aún braman los cañones proclamando
el orden y el derecho!
La solución del problema puede que no satisfaga mucho
a la honrada clase trabajadora, deslumbrada por las nue­
vas teorías anarquistas; pero es lógica y, hoy por hoy, mien­
tras luche en condiciones desiguales con cuanto la rodea, no
puede aspirar a mejor resultado.
Menéndez Pidal no formula una hipótesis al hacer vícti­
mas de esa lucha a los mismos que la provocan. Recientes
acontecimientos ocurridos en Inglaterra, Alemania, Fran­
cia y España misma —recuérdese si no el éxito de la inten­
tona anarquista en Jerez— demuestran que su poema está
calcado de la realidad.
290
JESUS ANTONIO CID
Simón Diher, como se ve, lejos de ser un apóstol de re­
dención es un ministro de la muerte; según el poeta, la muer­
te misma, porque al final del poema la trágica figura del
extranjero adquiere la majestad épica de un símbolo. He
aquí las últimas estrofas del eximio poeta:
Encima de cadáveres y escombros
ondea Simón Diher el pendón negro;
y por los desgarrones de su blusa,
movida por el viento,
vese asomar su costillaje mondo
como el de un barco que se hundió en el piélago [...]
Al verlo, los que mueren, reconocen
a su caudillo, el misterioso viejo.
¡Es la Muerte! Sonríe victoriosa,
con sonrisa sarcástica diciendo:
¡Ya sois libres e iguales! He cumplido
mi jurada promesa, compañeros [...]
Y Curros concluía afirmando:
Tal es la última producción del joven vate asturiano, de
la cual no hemos recogido más que aquellos versos que pu­
dieran damos idea de su fondo. Hay en ella descripciones
admirables por la energía de la frase, lo profundo del con­
cepto y la verdad y viveza de la imagen [...] Felicitamos al
Sr. Menéndez Pidal. ¡Así se canta, así cumple su misión de
paz y de progreso la lira moderna! (26).
La apertura temática de Juan Menéndez Pidal en este poema,
ya muy al final de su fase creadora, no implica cambios ideológi­
cos. Como en muchos otros intelectuales conservadores o mode­
rados de su época, los nuevos conflictos sociales son contempla­
dos como una perturbación al orden de un mundo que se concebía
asentado en la fe católica y en una estratificación de clases poco
menos que inmutable. Este ensayo de poema «contemporáneo» de­
be ponerse en relación con los artículos publicados por el autor
en fechas próximas en tomo a la literatura anarquista y a lo que
llamaba «Romanticismo criminal», es decir, la apología de quie­
nes cometían atantados. Deben recordarse también los intentos
de la «Unión Católica» por aproximarse a la cuestión social a tra­
vés de la creación de los círculos de obreros, en los que tuvo desta­
cada participación Damián Isem, el director por entonces del pe­
riódico en que Juan Menéndez Pidal escribía. Es más, casi en las
(26)
gresista,
M. C u r r o s E n r Iq u e z , « E l pendón negro», El País. Diario republicano-pro­
VII (1893), núm. 2.176 (6-VI-1893), p. 1.
JUAN MENENDEZ PIDAL
291
mismas fechas en que se publicaba El pendón negro se daba noti­
cia de una conferencia que Juan Menéndez Pidal había de pronun­
ciar en el «Centro católico obrero» del barrio de Tetuán, dentro
de un ciclo muy amplio que se anunciaba sobre el tema de «La cues­
tión social y medios prácticos para resolverla». Dentro del ciclo,
a él le correspondió desarrollar la conferencia número 16, de acuer­
do con estos epígrafes:
Alemania, Francia, Inglaterra.—Novísima fase del mo­
vimiento obrero: el anarquismo; partido democràtico-socia­
lista de Jacoby; ídem socialista de Liebknecht y Babel. Mo­
vimiento obrero de dichos países durante los últimos años.
Ligas de patronos y obreros (27).
No puede negarse que, desde su propia óptica, Juan Menéndez
Pidal se había ocupado de los temas sociales, y que El pendón ne­
gro responde a su preocupación por unas cuestiones por las que
pocos años antes había manifestado abierta aversión. No menos
ilustrativo de su forma de enfocar las luchas de clases es el dis­
curso pronunciado por el mismo J. Menéndez Pidal en julio de
1902, con el título de La democracia cristiana, en el Congreso Ca­
tólico de Santiago. Pero para entonces ha desaparecido ya el pro­
blematismo y la tenue justificación que en El pendón negro se veía
para los estallidos de la violencia obrera. El espíritu cristiano y
las encíclicas pontificias de León XIII son ahora un firme asidero
conceptual para enfrentarse con soluciones seguras a un futuro que
se presentaba inquietante. Leemos en el discurso:
Dos democracias congregan la acción colectiva del mun­
do moderno. Una que renegó de Cristo, profesa la antropolatría y deificando al hombre como principio y fin de las
relaciones sociales (...) La otra democracia confiesa a Cris­
to, principio y fin del hombre y de la sociedad humana,
alienta y se mueve por la justicia y la caridad de Cristo [...]
Enfrente de la conflagración social que nos amenaza,
cuando la revolución propaga sus errores entre las multi­
tudes y organiza sus fuerzas con disciplina admirable para
reducir a escombros el orden social y levantar sobre ellos
la bandera negra de la democracia socialista, únicamente
el espíritu cristiano puede contener la barbarie, que aúlla
ya sus odios y venganzas a las puertas de la civilización [...]
(27) Cf. La Unión Católica, núm. 1870 (7-X-1893).
292
JESUS ANTONIO CID
La edición de su obra poética en 1913 supuso alteraciones de
muy distinto orden que reflejan una cierta crisis estética. Des­
aparecen por completo, en primer lugar, algunas composiciones;
y hay que reconocer que la poda fue acertada, aunque ello impli­
case renunciar a reimprimir el Don Ñuño de Rondaliegos, que tan­
tas alabanzas valió al autor en su juventud. Entre los poemas su­
primidos figuran también algunos de los más flojos, por sensible­
ros o doctrinarios a más de formalmente torpes, que se habían
incluido en el libro de 1890, tales como Nostalgia, Cenerentola y
L eyenda de piedra. En contrapartida, se añadían varios poemas
breves inéditos y los más amplios publicados después de 1890 en
periódicos o folletos: Jesús de Nazareth, El pendón negro, Sol y
fiesta, H istoria de un diamante y San Francisco en A frica. Ya he­
mos indicado que los que mejor han resistido el lastre de época
y todavía más pueden decir a la sensibilidad del lector actual son,
a nuestro juicio, los poemas breves que atenúan el marco narrati­
vo y se apartan más de la recreación legendaria. Textos como Flor
de nieve, A llá arriba, apunte de paisajes, o la versión última de
la Cantiga serrana, entre otros, representan visiones vivas y de­
licadas del paisaje, natural y humano, que hacen recordar el mun­
do poético de un Enrique de Mesa o de los autores del 98.
En el aspecto formal nos sorprende encontrar en el libro de
1913, que es en realidad la edición de las «Poesías completas» acep­
tadas por el autor, unas composiciones que siendo las mismas por
su asunto y por su título —que tampoco se mantiene siempre—
que las publicadas varios años antes, difieren verso a verso, cuan­
do no se eliminan estrofas y pasajes enteros o se sustituyen por
otros. Juan Menéndez Pidal revisó a fondo toda su obra y some­
tió su lenguaje poético a una reelaboración que en ocasiones ape­
nas permite reconocer la primera versión de sus poemas. He aquí
algunos ejemplos, que no son de los más extremos que podrían
espigarse confrontando los textos de 1890 y 1913:
Allá, en las lindes del Occidente,
pálida lumbre colora el cielo,
y ante él apenas si se columbra
de negras rocas la masa ingente;
ciñe a la nube de altivo vuelo
claro arrebol;
y los picachos que hay al Oriente
bañan su frente
con luz bermeja del muerto sol.
(.A-la-lá , 1890)
El sol se pone
su disco de oro raya y traspone
las negras cumbres del Occidente...
Ya no deslumbra,
ni el cielo tiñe con arrebol;
flota en los valles dulce penumbra,
y aun los picachos que hay al Oriente
bañan su frente
con luz rojiza del muerto sol.
(Canción de la tarde, 1913)
JUAN MENENDEZ PIDAL
Los demás espíritus
a lo lejos repiten la seña,
y en sus formas sutiles envueltos
recorren la tierra.
El soto pelado
que zarzas rodean
y alumbra la luna
con luz soñolienta
cual la agonizante
de una candileja
al sonar de aquel gallo los cantos,
de brujas se puebla,
que a caballo de sucias escobas
del aire descienden con sombras
[envueltas;
y allí el aquelarre
retozando en fantástica rueda
aúlla y se inclina
con extrañas ridiculas muecas
en obsequio del macho cabrío
que rumia impasible mirando la escena.
(La noche de San Juan, 1890)
293
La mágica luna,
la vieja hechicera,
dormitando entre nubes que pasan
preside la fiesta.
Y
el soto maldito
que zarzas y helechos rodean,
al ser medianoche
de brujas se puebla:
la tía Cilidonia,
la Cana de Herías, Pacha la Venceja,
Sabelina de junto al molino,
Verrugón la que vive en Piñera...,
a caballo en la pala del homo
del aire descienden en sombras
[envueltas,
y allí el aquelarre
volteando en fantástica rueda
aúlla y retoza
con extrañas ridiculas muecas
en obsequio del macho cabrío
que rumia impasible mirando la escena.
(Noche de San Juan, 1913)
Refundiciones similares afectan a casi todos los poemas del pri­
mer libro que hallaron acogida en la colección de 1913. Incluso los
poemas más tardíos con los que el autor se manifestaba íntima­
mente satisfecho, como El pendón negro, tan elogiado por Curros,
fueron modificados a fondo. La labor de refundición y poda fue
especialmente intensa en poemas como Salmo de amor, que pier­
de más de la cuarta parte de sus versos, y Noches de Córdoba; se
trata de poemas amorosos no muy afortunados que el autor hubo
de querer conservar como recuerdo de vivencias importantes, pe­
ro comprendiendo que requerían cambios profundos para elimi­
nar algunas de las abundantes ingenuidades y prosaísmos. Otras
veces son las referencias culturalistas demasiado explícitas, con
el consecuente riesgo de pedantería, las que no pasaron la criba
de la autocrítica de Juan Menéndez Pidal. Así, en La noche de San
Juan desparecen todas las citas que daban a la escena de brujería
un referente nórdico y arcaico: «Wola», «la decrépita saga del Edda», «Ossian el Eskalda» y «Fingal y Malvina» dejan su sitio, co­
mo hemos visto, a
la tía Cilidonia,
la Cana de Herías, Pacha la Venceja,
Sabelina de junto al molino,
Verrugón la que vive en Piñera...,
294
JESUS ANTONIO CID
Con ello el cuadro adquiere un tinte rural más asturiano y pró­
ximo, acentuado con la inclusión de dos estrofas finales sobre la
«flor del agua» que se añaden al mito de las xanas, presente ya
en la primera versión.
El sentido de los cambios en general es claro: la búsqueda de
una expresión más llana, con sintaxis menos rebuscada y un léxi­
co sin tantas concesiones al arcaísmo de la primera época. Todo
ello no era suficiente para que al filo de 1910 su obra se convierta
en la de un poeta «moderno», ni era esa su intención, pero debe
reconocerse que casi siempre las versiones refundidas son supe­
riores a las publicadas en las décadas de 1880 y 1890. Nos halla­
mos, pues, ante otra evidencia de que en sus últimos años Juan
Menéndez Pidal replanteaba en alguna medida los fundamentos
que le habían guiado en su actividad de estudioso y en sus aficio­
nes estéticas. El replanteamiento no afectaba a sus convicciones
más profundas, pero revela un espíritu más abierto del que ca­
bría deducir si sólo se tuvieran en cuenta las declaraciones teñi­
das de dogmatismo que prodigó desde muy primera hora.
La labor de lima, sin embargo, fue en algunos casos muy ante­
rior a 1913, inmediata incluso al momento de publicarse los poe­
mas por primera vez, según declara el autor en el último prólogo
que escribió:
Las poesías que forman este libro son parte de las que
escribí en mi juventud.
Inéditas unas, publicadas otras durante los años de 1881
al de 1895 y corregidas poco después de impresas, las guar­
dé desde entonces como un recuerdo de la mocedad, unido
al de los diarios y revistas que me favorecieron con poner
su atención en mi escasa obra poética, ya estimulándome
con benévolos juicios o dedicándome únicamente agrias cen­
suras.
Descartando de éstas la acritud con que el autor más tra­
taba, sin duda, de agraviarme que de corregirme, aprove­
ché todas sus advertencias razonables para la indicada la­
bor de reforma sobre los originales primitivos (28).
En el último párrafo hallamos un eco, también el último, de
la enemistad con Clarín, iniciada treinta años antes. A él se refie­
re, sin duda, cuando habla del autor que trataba más de «agraviar­
me que de corregirme». Conocemos un caso, al menos, en el que
Clarín ejerció su crítica más demoledora contra su paisano, cuan(Zti)
J.
M en én d ez P id a l ,
«Advertencia preliminar» a Poesías
(M .,
1913), p. iii.
JUAN MENENDEZ PIDAL
295
do diseccionó con verdadera crueldad algunos versos de la primera
parte del poema Jesús de Nazaret. Juan Menéndez Pidal había es­
crito ese poema de forma meditada, y después de trazar un deta­
llado plan, en prosa, que publicó en 1894 (29). Al año siguiente se
imprimió junto con otras dos poesías largas, y esa fue la ocasión
para Clarín de tomarse la venganza de algunos agravios pasados.
Entre otros ataques de otro orden a los que ya nos hemos referi­
do, escribía Clarín:
Con quien no tengo motivos para guardar ningún géne­
ro de particular consideración es con D. Juan Menéndez Pi­
dal [...]
Así es que, sin dislocarme en nada, le digo de buenas a
primeras que su poesía Jerusalem es un tejido de dispara­
tes [...]
Ello es que M. Pidal ahora nos viene con éstas;
Jerusalem!
(Este Jerusalén con m, contra lo que manda la Academia,
que convierte la mera hebraica en ene es... París. ¡Pobre Pa­
rís! Balsa de la Vega y M. Pidal le insultan y escarnecen.
¿Por qué no se hunde la nueva Babilonia?).
«Arrastra a un pueblo imbécil el hastío
con el rumor de perezoso río,
del ancho boulevard por la carrera,
y en sus márgenes crece
la selva de palacios que florece
en fecunda y perenne primavera...*
Dejando aparte lo de llamar pueblo imbécil al parisien­
se, tenemos los siguientes desatinos: 1.° No se sabe de quién
son sus márgenes; por la construcción, pueden ser del bou­
levard o del pueblo imbécil; pero sin duda son del río, pese
a la sintaxis. 2.° Los palacios no crecen, aunque formen sel­
va; aumentan, pero no crecen; cuando se hace un palacio
nuevo, los demás no se hacen mayores, no crecen: aumenta
el número de palacios. 3.° Muchos palacios juntos no se pa­
recen a una selva, es ésa una comparación desafortunada.
4.° Las selvas de palacios no florecen, por lo mismo que no
crecen. Y Sigue Pidalillo:
«En el páramo estéril, negra y rota
alza la torre el templo solitario;
se crispan sus raíces en el suelo...»
(29)
«Jesús (Esbozo de un poema)», La Unión Católica, VIII (1894), núm. ex­
traordinario 1.988 bis (1-III-1894), p. 22.
296
JESUS ANTONIO CID
¡Por San Crispín, que no se crispan tal! ¿Cómo se han de
crispar en el suelo las raíces de una torre, si las torres no
tienen raíces? ¿Alude usted a los cimientos? ¡Pero, hombre,
unos cimientos crispados! Más Pidalín:
«En la extensa calzada el sol poniente
arroja el foco de su luz potente.»
¿Que el sol arroja el foco de su luz? ¿Pero M. Pidal sabe
lo que es foco? El foco tiene que estar donde le ponen las
leyes físicas; y ni el sol ni nadie es capaz de arrojar el fo co
de su luz. En ninguno de los sentidos, propios o traslaticios,
en que se puede tomar la palabra foco, cabe decir que el fo­
co de la luz del sol está en una calzada... terrestre, ¡y menos
que el sol lo arroja, como si fuera una zapatilla con mucho
uso!
¿Cree el Sr. Pidal que escribir versos contra Jerusalem
es como salir diputado por Ribadeo?
«La fosfórica luz de los cristales.»
Alude a la luz de los faroles, o de lámparas eléctricas o
de las vidrieras que reflejan la luz del sol... pero de todas
maneras... esa luz no es fosfórica.
¡Ay, amigo!, el ser poeta cuesta trabajo. Más trabajo que
ir al Español con una mesnada de mestizos a silbar a priori
las comedias de un enemigo... en vez de volver la cara para
que nos dé otra lección de retórica y poética, como manda
el Evangelio (30).
No es frecuente hallar, incluso dentro del habitual subido to­
no de Clarín, una crítica tan despectiva e hiriente como ésta. El
«odium auctoris, o de los apellidos del autor», que Menéndez Pelayo censuraba a su amigo Alas, tenía mucho que ver con la viru­
lencia desplegada esta vez por Clarín. Que los palacios formen una
«selva», y que esa selva pueda crecer o florecer, no son imágenes
tan insólitas o impropias como Clarín da por sentado —un Clarín
que en fecha cercana elogiaba la poesía de José María Heredia y
los parnasianos franceses (31), y que no se escandalizaba con las
transgresiones, gramaticales también, de Baudelaire y Verlaine—.
Por lo mismo, no se ve por qué razón habría de ser vitanda la me­
táfora de las «raíces» de una torre, que Alas se empeña en que se
nombren prosaicamente como «cimientos», que se «crispan». Con
audacias lingüísticas muy superiores se construía ya la mejor poe­
sía europea de los 1890. La censura de sintagmas como «arrojar
(30) C l a r í n , «Palique», Madrid Cómico, XV (1895), núm. 642 (8-VI-1895), págs.
199-200.
(31) «Los Trofeos, por José María de Heredia», Palique (Madrid: V. Suárez,
1893), págs. 190-123.
JUAN MENENDEZ PIDAL
297
el foco» o «fosfórica luz» peca también de academicismo un tanto
pueril. Es seguro que el Jesús de Nazaret de Juan Menéndez Pidal no es ninguna obra maestra, pero trasponer el escenario de
la Pasión de Cristo al París finisecular presentaba al menos algu­
na novedad, y una crítica fundada al poema —que Clarín limita
a algunos versos de la primera de las tres partes— debería haber
incidido en aspectos más generales.
Ello es que cuando Juan Menéndez Pidal reedita el poema tu­
vo en cuenta parcialmente las censuras, o «agravios», de Clarín,
y entre otras varias alteraciones, corrige así los pasajes que el crí­
tico le había puesto en solfa:
Arrastra a un pueblo imbécil el hastío
con el rumor de perezoso río,
del ancho boulevard por la carrera,
y en sus márgenes crece
la selva de palacios que florece
en fecunda y perenne primavera.
Arrastra a un pueblo imbécil el hastío
con el rumor de caudaloso río,
del ancho bulevar por la carrera,
en cuyos bordes crece
la selva de palacios que florece
en fecunda y perenne primavera.
Sólo se ha aceptado aquí que ‘sus’, en «sus márgenes», era, en
efecto, gramaticalmente ambiguo, pero Juan Menéndez Pidal hi­
zo caso omiso de las demás censuras, y posiblemente tenía razón.
Mayor fuerza parecen haberle hecho las críticas al siguiente pa­
saje, donde renuncia al «se crispan» que tanto había escandaliza­
do a Clarín:
En el páramo estéril, negra y rota
alza la torre el templo solitario;
se crispan sus raíces en el suelo...
En el páramo estéril, negra y rota
alza la torre el templo solitario;
se pudren sus raíces en el suelo...
Sustituye también «arroja el foco...» por «derrama el oro de su
luz potente», con lo que el verso —creemos— salió ganando; y no
creyó oportuno, en cambio, tocar «la fosfórica luz de los cristales».
Juan Menéndez Pidal tenía, pues, su propio criterio, y los muchos
cambios que introduce a lo largo de todo el poema, como los que
introdujo en los demás del libro de 1913, son producto de la vo­
luntad de manifestar una estética más sobria, con independencia
de la mella que en su día le hicieran los desaforados varapalos de
Clarín a los pasajes que hemos confrontado.
Juan Menéndez Pidal aplicó su labor de retoque incluso a poe­
mas de su libro que se habían publicado sueltos muy pocos años
antes. Es, al menos, lo que sucede con la última composición ori­
ginal aparecida, que sepamos, en forma autónoma. Es decir, el poe-
298
JESUS ANTONIO CID
ma «Flor de nieve», que abre el libro de 1913. Es una de las piezas
breves, muy lejos ya del poema narrativo de primera hora, en las
que la ampulosidad se reduce al mínimo, y que un lector sin pre­
juicios podría apreciar como un excelente y sobrio «apunte de pai­
saje» a pesar de los inevitables —para Juan Menéndez Pidal— culturalismos (esa «musa del Septentrión»...). El propio autor debió
de considerar el texto lo suficientemente logrado como para con­
cederle el primer lugar en su libro, al principio de la sección de
«Cantos de la montaña». La aparente simplicidad del poema no
es tal si se atiende al artificio métrico, estrofas de cuatro versos
que alternan heptasílabos esdrújulos de rima libre con endecasí­
labos llanos aconsonantados. Ignoramos la fecha exacta de com­
posición, pero en cualquier caso, la primera versión publicada en
el diario El Universo en febrero de 1907 parece desmentir la afir­
mación general del autor, cuando consideraba cerrada su labor
poética en 1895 y haber hecho las correcciones definitivas «poco
después de impresas» las composiciones, entre 1881 y 1895. En
«Flor de nieve» las modificaciones que se aprecian en el texto de
las Poesías de 1913 respecto a la versión previa editada en 1907
tienden, contrariamente a su norma, a cierta amplificación, y, por
excepción, nos parece en ocasiones más lograda la versión sin
retocar:
[Falta la estrofa ]
Desde los puertos áridos
al hondo valle de la aldea amada,
picos y simas hórridas,
todo cubierto está por la nevada.
Glacial es el crepúsculo:
las cordilleras son un mar de hielo,
la vega, blanco páramo,
desierto azul la inmensidad del cielo.
En un glacial crepúsculo
alza sus olas ese mar de hielo;
la blanca tierra es páramo,
desierto azul la inmensidad del cielo.
Entre esqueletos de árboles
los pobres techos del lugar humean;
sus flecos de carámbanos
con ritmo melancólico gotean.
Entre esqueletos de árboles
los pobres techos del lugar humean;
sus flecos de carámbanos
con ritmo y son monótono gotean.
Ya el cristalino véspero
brilla en lo azul sobre la nieve fría
y la campana el Angelus
canta en la soledad, y muere el día.
Ya el cristalino Véspero
vierte su luz sobre la nieve fría;
y la campana el Angelus
canta en la soledad, y muere el día.
Tú imperas, musa pálida
del Setentrión; tu majestad es esa;
tu trono está en un ángulo
de la ahumada cocina montañesa.
Tú reinas, musa pálida
del Septentrión; tu majestad es esa;
tu trono está en un ángulo
de la oscura cocina montañesa.
JUAN MENENDEZ PIDAL
Desde el escaño rústico
las llamas miren tus azules ojos,
y sueña melancólica
viendo afilarse los tizones rojos.
(«Nieve», El Universo, 9-II-1907)
*
*
299
¡Ven a tu escaño rústico
pálida musa de celestes ojos,
y sueña meláncólica
viendo afilarse los tizones rojos...!
(«Flor de nieve», Poesías, 1913)
*
*
Esta rápida incursión en la poesía de Juan Menéndez Pidal que­
daría incompleta si no aludiéramos a una composición que se ha
convertido, de modo ciertamente impredecible para su autor y ya
desligada de él, en su obra más perdurable al lograr integrarse
en el repertorio de la poesía popularizada tradicionalmente. Nos
referimos al poema L u x A etem a , compuesto en la misma época
y en el mismo lugar («Montañas de Grado, 1885»), en que el autor
realizó la mayor parte de su recogida personal de los romances
que formaron la C olección asturiana. L u x A e te m a se publicaría
en el A lm anaque de la Ilustración española y am ericana para el
año 1889, se reimprime poco después en A-la-lá (1890) y en Blan­
co y N egro (1893), y ya antes del fin de siglo empiezan a recogerse
versiones popularizadas oralmente en distintas regiones españo­
las. El poema es, acaso, el único que no sufrió variaciones al ser
reeditado, y fue considerado admirable por Federico Balart, que
vio en él el «timbre de verdadera poesía»; creía también Balart
que desde que escribió esa obra su autor no había producido «na­
da superior a lo de entonces», aunque ello era —atenúa cortésmente— «sin duda por la sencilla razón de que en su género no cabe
hacer más» (32).
L u x A e te m a no toma su inspiración de ninguna fuente popu­
lar, como a veces se ha supuesto. Así lo creía, por ejemplo, el que
probablemente fue el primer comentarista de L u x A e te m a , Mi­
guel Gutiérrez:
No he de omitir las alabanzas que merece la poesía Lux
a etem a, cuadro empapado en sentimiento sincero y hondo,
hijo de las nieblas y de los mitos asturianos. La agonía de
la enamorada joven en la noche romántica del sábado, ha­
blando con su madre, en la alcoba solitaria, acerca del can­
to fugitivo de los amantes rondadores [...] y la muerte de
la dulce niña al nacer el alba...
Cuando moría,
en las cumbres lejanas
amanecía
(32) F.
B alart,
«Acuses de recibo,II», El Imparcial, 24-IV-1899, p. 4.
300
JESUS ANTONIO CID
son bellezas que alcanzan el vigor naturalista de las más fie­
les descripciones, el interés dramático de las mejores bala­
das [...] No sé quién ha dicho —y si no, lo digo yo ahora—
que ni en Inglaterra, ni en Alemania, ni en Dinamarca y
Suecia tenemos los españoles necesidad de buscar la melan­
colía poética, las brumas ossiánicas, las vagas fantasías, que
nos brindan a manos llenas las olas cantábricas, las rías ga­
llegas y las montañas astúricas [...] Volvamos la atención
a nuestros lares, y en la fuente inagotable de la poesía po­
pular refresquemos y vigoricemos la poesía culta que se
siente débil y lánguida por apartarse de aquellos manan­
tiales de aguas vivas (33).
Sin embargo, en este caso, no hay tal. El poema se inspira di­
rectamente en un idilio de Tennyson, La Maya, y sus continua­
ciones, La víspera de año nuevo y Conclusión, que J. Menéndez
Pidal había leído en la traducción de Vicente de Arana (Barcelo­
na, 1883) y al que sigue muy de cerca en cuanto al tema básico (una
joven enferma que presiente su muerte y dialoga con su madre):
Si estáis despierta llamadme, llamadme temprano, ma­
dre querida, porque quisiera ver el sol alzarse sobre el ale­
gre Año Nuevo. Es el último Año Nuevo que he de ver: des­
pués podéis colocarme en la profunda fosa en el cemente­
rio, y no pensar más en mí (34).
Su ambientación e, incluso, detalles más precisos («No oí el
aullido del perro ni el canto del gallo... Creo, pues, que mi muer­
te está cercana»; «Di a Robin... que no se aflija, pues encontrará
muchas jóvenes más dignas que yo», etc.) están también inspira­
dos directamente en Tennyson. La admiración que Juan Menén­
dez Pidal sentía por Arana, el traductor, la atestigua el prólogo
(33) Miguel G u t i é r r e z , «Del bable», en De omni re. Prosa y verso (Burgos:
1889), págs. 161-163. El artículo está fechado en «Córdoba, 1887», lo cual, de ser exac­
to, implicaría que M. Gutiérrez conocía el poema antes de su publicación en el A l­
manaque de la Ilustración de 1889. Gutiérrez, catedrático de retórica y literatura,
poeta y traductor, escribió unas muy notables síntesis sobre las literaturas galle­
ga y asturiana, y compartía los puntos de vista de J. Menéndez Pidal sobre la poe­
sía y las literaturas «regionales». Pero a pesar de su convicción debe, desde luego,
excluirse toda posibilidad de «vinculación o inspiración popular» en el poema. En
fecha reciente, A. Fernández Insuela cree también que debieran indagarse los po­
sibles antecedentes populares del poema, «Algunos textos romancísticos de Aces»,
texto mecanografiado (1988), p. 17. Creo que, aun si la fuente no nos fuera bien
conocida, el lenguaje y la forma métrica bastarían para descartar tal sugerencia.
(34) Poemas de A lfredo Tennyson, puestos en castellano por don Vicente de
Arana (Barcelona: C. Verdaguer, 1883), p. 291.
JUAN MENENDEZ PIDAL
301
ya mencionado a su primer libro de poemas, en donde veíamos
figurar al autor vizcaíno como uno de los más destacados repre­
sentantes de la poesía «regional», es decir, la ‘verdadera’ poesía
según la estimativa de J. Menéndez Pidal. Vicente de Arana
(1846-1890), tío del fundador del nacionalismo vasco, sostuvo una
ideología conservadora similar a la de su admirador asturiano,
con quien coincide también en haber estado activamente impli­
cado en la creación de sociedades regionales de folklore, en la es­
tela de Machado Alvarez y Emilia Pardo Bazán. Funda el «Folk­
lore Vasco-Navarro» en 1883, es decir, en la misma época en que
Juan Menéndez Pidal hacía un llamamiento a sus paisanos para
congregarlos en torno a «la idea de constituir un Folk-Lore astu­
riano»; organiza entre 1883 y 1888 las «Fiestas Euskaras» en dis­
tintas localidades de Vizcaya, y escribe o traduce desde muy jo­
ven baladas y «leyendas» históricas o pseudo-históricas, otro de
los géneros favoritos del joven Juan Menéndez Pidal (35).
A pesar del tono y lenguaje culto, y de su métrica compleja (es­
trofas de tres pareados en versos de 7 + 5, con un solo hemistiquio
de 5 como primera parte del último pareado), Lux Aeterna inició
muy pronto un proceso de tradicionalización que el propio J. Me­
néndez Pidal alcanzó a conocer. En 1901 publica en la revista Ar­
te y Letras la melodía y el incipit con que había oído cantar la
composición en Trubia (36), y en el prólogo a sus Poesías de 1913
declara su «íntima satisfacción» porque al menos de uno de sus
poemas podía «sospechar con fundamento» que había alcanzado
«valor real permanente». «Supe —continúa el autor— que Lux
Aeterna había tenido la fortuna de sobrevivir adoptada por el pue­
blo que la incorporó al caudal de sus cantos; y entre ellos vive re­
fundida en variantes diversas». Para entonces conocía ya otra ver­
sión recogida por el musicólogo Fernández Núñez en La Bañeza;
y a otras versiones de Sevilla y el Escorial se referiría poco des­
pués Angel Salcedo en su Literatura española de 1917, aludiendo
a ellas como «caso típico de una composición literaria tomada co­
mo suya por el pueblo» (37).
(35) Sobre Vicente de Arana, Cf. ahora J . J u a r i s t i , El linaje de A itor. La in­
(Madrid: Taurus, 1987), págs. 180-191. Sobre sus tra­
ducciones del inglés, que además de Tennyson incluyen a Percy y Longfellow, trata
J . M. S a n t a m a r í a , «Vicente Arana: un traductor decimonónico de los románticos
ingleses», Hom enaje a E. Pujáis (Oviedo: Universidad, 1981), s. p.
(36) «Lux-Aeterna, como se canta en Trubia», Arte y Letras, II (1901), núm. 38
(21-IX-1901), s. p.
(37) A . S a l c e d o R u i z , La literatura española. Resumen de historia crítica, I V
(Madrid, 1917), págs. 403-409.
vención de la tradición vasca
302
JESUS ANTONIO CID
En Asturias la difusión del poema por vía oral debió de ser muy
intensa en los años que median entre su documentación en Trubia y la década de 1920. Aurelio de Llano, que exploró entre 1919
y 1925 la poesía narrativa tradicional en el Principado, facilita
informes precisos sobre esa difusión en cartas a Ramón Menéndez Pidal:
Hace cuatro días que regresé de los Picos de Europa; es­
tuve allí nueve días en una Cabaña; recogí algunos roman­
ces. En aquellas majadas se canta el romance de su herma­
no de Vd., «Aúlla un perro, madre...». Se canta en todo el
Oriente astur; donde primero lo oí fue en Montealea [en 1919
ó 1920] (38).
Está aquí una señora de Valladolid que aprendió allí el
romance de su hermano de Vd. Lo canta íntegro. También
se canta en Mieres y Lena (39).
Pero no se trataba de un fenómeno local. En efecto, las versio­
nes recogidas desde entonces se cuentan ya por centenares y ape­
nas existe región española donde no se hayan recogido textos ora­
les de Lux Aetema. Se conocen ya, incluso, versiones proceden­
tes de Puerto Rico, Texas y de los sefardíes de Marruecos, y se
cuenta ahora con versiones discográficas grabadas por distintos
intérpretes y grupos folklóricos (40). Lo más sorprendente es el
profundo grado de refundición y diversificación tipológica de los
textos que el poema ha experimentado al integrarse en la memo­
ria tradicional. Lux Aetema vive hoy en variantes que por su am­
plitud y riqueza son comparables a las que afectan a romances de
la más venerable antigüedad. El léxico y la sintaxis de la compo­
sición original han sido adaptadas a la expresión más llana del
lenguaje oral; la métrica se ha simplificado considerablemente,
reduciéndose el número de versos de la estrofa, y la asonancia ha
ganado terreno; en fin, el propio desarrollo narrativo de la «his­
toria» ha sufrido alteraciones radicales, que no siempre siguen una
misma dirección y se diversifican, según el área geográfica y la
cronología de su difusión.
La amplitud de la tradicionalización efectiva de este poema cul­
to que se observa en la España del siglo X X resulta en verdad ex-
(38) A. de Llano a R. Menéndez Pidal, carta de 28-VIÏI-1925 (AMP).
(39) A. de Llano a R. Menéndez Pidal, carta de 30-VIII-1925 (AMP). Llano, sin
embargo, no anotó ninguna de esas versiones, o, al menos, no las remitió a R. Me­
néndez Pidal.
JUAN MENENDEZ PIDAL
303
cepcional, y se comprende la satisfacción del autor al conocer la
fase inicial de ese proceso de popularización de una de sus obras.
Era la mejor recompensa a que podía aspirar un poeta que había
simultaneado su labor de creación con la recogida y el estudio de
la tradición oral viva de su pueblo.
BIBLIOGRAFIA SOBRE J. MENENDEZ PIDAL
[Anón.], gacetilla con el anuncio de la salida de Poesía popular, Colección de
los viejos romances asturianos..., de J. Menéndez Pidal, La Unión, 24 de marzo 1885.
[Anón.], «Album de El País: Juan Menéndez Pidal», El País. Diario republicanoprogresista, IV (1890), núm. 1.141 (14-VIII-1890), p. 1. Reproducido en La Unión Ca­
tólica, IV (1890), núm. 959 (14-VIII-1890), p. 1.
[Anón.], «El Sr. Menéndez Pidal en Rivadeo», La Unión Católica, V (1891), núm.
1.252 (8-VIII-1891).
[Anón.], «Nuevos versos. Poesías del Sr. Menéndez Pidal», El Universo, XIV
(1913), núm. 4.507 (26-XI-1913), p. 1.
[Anón.], «Juan Menéndez Pidal», El Universo, XVI (1915), núm. 7.326 (28-XII-1915),
p. 1.
[Anón.], «Don Juan Menéndez Pidal. Datos biográficos. La prensa madrileña»
[necrología], El Universo, XVI (1915), núm. 7.327 (29-XII-1915), págs. 1-2.
[Anón.], «Nuestro duelo. Entierro de D. Juan Menéndez Pidal», El Universo,
XVI (1915), núm. 7.328 (30-XII-1915), p. 3.
A l o n s o - G e t i n o , Luis G . , «Don Juan Menéndez Pidal* [necrología], La Ciencia
Tomista, XII (1916), núm. 36, págs. 390-405.
B a l a r t , Federico, «Acuses de recibo, II», El Imparciál, 24-IV-1899, p. 4.
B a l b í n d e U n q u e r a , Antonio, «Don Nunno de Rondaliegos», La Ilustración Ga­
llega y Asturiana, III, núm. 34 (8-XII-1881), p. 404.
B a l b í n d e U n q u e r a , Antonio, «Romances asturianos, por D. Juan Menéndez
Pidal», Asturias. R evista ilustrada del Centro Asturiano, XVIII (1901), núm. 197,
págs. 4-7.
B a l b í n d e U n q u e r a , Antonio, «Necrología. D. Juan Menéndez Pidal», Asturias.
R evista ilustrada del Centro Asturiano, XXXIII (1916), núm. págs. 22-24.
B l a n c o , Rufino, [Necrología de J. Menéndez Pidal], en El Universo.
[Según F. Rodríguez Marín: «Don Rufino Blanco, en El Universo, diario
del que era redactor-jefe Menéndez Pidal, lamentó su muerte y ensalzó su
valer en un notable artículo». No hemos localizado, sin embargo, ese artícu­
lo; acaso Rodríguez Marín alude al que se publicó sin firma el 29-XII-1915].
C i d , Jesús Antonio, «Clarín vs. Juan Menéndez Pidal y la polémica del ‘Folklo­
re’ (1885-1985)», en Sym bolae Lvdovico Mitxelena Septvagenario, ed. J. L. Melena
(Vitoria: Instituto de Ciencias de la Antigüedad, 1985), 2 vols., II, págs. 1.425-1435.
(40) Conocemos también una adaptación dramatizada, «Mientras los mozos can­
tan (Teatro asturiano; ensayo de comedia sentimental)», publicada por Manuel
G a r c í a S a n t o s , «Jarilla», en El Eco de Asturias, de Buenos Aires, en fecha que
se puede precisar, 1909, gracias a la indicación de J. Altabella de que esa revista
sólo se publicó ese año («Nuevas aportaciones a la historia del periodismo astu­
riano», BIDEA, XV, 1961, p. 477).
304
JESUS ANTONIO CID
Leopoldo Alas, «Oremus (traducción libre ¡Guarda, Pablo!)», Madrid
núm. 14 (7-V-1885), págs. 3 y 6.
C l a r í n , Leopoldo Alas, «Palique», Madrid Cómico, núm. 418 (21-11-1891).
C l a r í n , Leopoldo Alas, «Artículo de... costumbres», Madrid Cómico, núm. 463
(2-1-1892), págs. 2-3.
C l a r í n , Leopoldo Alas, «Palique», Madrid Cómico, n ú m . 642 (8-VI-1895), págs.
199-200.
C l a r í n , Leopoldo Alas, El Imparcial, 1-III-1897.
C u r r o s E n r í q u e z , Manuel, «El pendón negro», El País. Diario republicanoprogresista, VII (1893), núm. 2.176 (6-VI-1893), p. 1.
D í e z G o n z á l e z , Florentino A., La Omaña (León: Eds. Leonesas, 1984).
D í e z G o n z á l e z , Florentino A., «Vida, obra y personalidad de D . Vicente Flórez de Quiñones y Tomé», Tierras de León, núm. 41 (1980), s. p.
«G» [¿Miguel Gutiérrez?], reseña de la Colección de los antiguos romances...,
de Juan Menéndez Pidal, La Unión, 1 de julio 1885, p. 1.
G a r c í a - R e n d u e l e s , Enrique, Las mejores poesías en dialecto asturiano de los
poetas del siglo X I X coleccionadas y anotadas (Gijón: La Reconquista, 1925).
G a r c í a S a n t o s , Manuel [«Jarilla»], «Mientras los mozos cantan (Teatro astu­
riano; ensayo de comedia sentimental)», en El Eco de Asturias, de Buenos Aires,
c. 1909, p. 10.
G ó m e z S a n t o s , Marino, Leopoldo Alas, «Clarín». Ensayo bio-bibliográfico (Ovie­
do: IDEA, 1952), págs. 112-114.
G u t i é r r e z , Miguel, «Al enviso trouador Johan Menendes Pidal, el licenciado
Miguel Gotiérrez de Guadalxus (en fabla antigua y nueva)», en J. Menéndez Pi­
dal, Don Ñuño de Rondáliegos (1881), págs. 3-4.
Reed. en De omni re. Prosa y verso (1889), págs. 164-166, con el título «Con motivo
de la leyenda Don Ñuño de Rondáliegos, al inviso [sic] trovador...».
G u t i é r r e z , Miguel, De omni re. Prosa y verso (Burgos: Imprenta de Agapito
Díez y Cía., 1889).
M a c h a d o , Manuel, «Un gran libro nuevo. Poesías de Juan Menéndez Pidal»,
El Liberal, núm. 12.329 (17-XI-1913), p. 3.
M a u r a , Antonio, «Don Juan Menéndez Pidal» [necrología], Boletín de la Real
Academia Española, II.2 (1915), págs. 577-582.
P é r e z d e C a s t r o , José Luis, «Don Aniceto Sela como fundador de El Folklore
asturiano», RDTP, XXVII (1971), págs. 49-79.
P [ é r e z ] V[ILLAM IL], M[anuel], «Bibliografía. El conde de Muñazán », La Ilustra­
ción Católica, IV (1881), núm. 30 (14-11-1881), p. 8.
P i d a l y M o n , Alejandro, «Comunicación» al director general de Instrucción Pú­
blica de la Real Orden por la que se dispone la adquisición de ejemplares de la
Colección de los viejos romances que se cantan por los asturianos, con destino a
las bibliotecas públicas, Gaceta de Madrid, núm. 178, 27 de junio de 1885, p. 924.
Rodríguez Marín, Francisco, contestación al Discurso de entrada de J. Menén­
dez Pidal en la Academia Española. «Vida y obras de Luis Zapata», en Discursos
C l a r ín ,
Político,
leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública de don Juan M e­
néndez Pidal el día 24 de enero de 1915 (Madrid: Tip. de la Rev. de Archivos, 1915),
págs. 81-97.
Francisco, «Don Juan Menéndez Pidal» [necrología], R evis­
X X X (1916), págs. I-IV.
R o d r íg u e z M a r í n ,
ta de A rchivos...,
i
JUAN MENENDEZ PIDAL
305
S i e r r a P a n d o , Juan, «Recuerdos del tiempo viejo. ‘El Trasgu’*, Asturias. Revis­
ta ilustrada del Centro Asturiano (Madrid), XXVIII (1911), núm. 317, págs. 176-177.
S u á r e z , Constantino, Escritores y artistas asturianos. Indice bio-bibliográfico,
7 vols. (Madrid: Suárez Hnos.-Oviedo: IDEA, 1936-1959). Adiciones de J. M. Mar­
tínez Cachero.
T a m a y o y B a u s , Manuel, «Informe» de la Real Academia Española sobre la Co­
lección de los viejos romances que se cantan por los asturianos, dirigido al Minis­
terio de Fomento, Gaceta de Madrid, núm. 178, 27 de junio de 1885, págs. 924-925.
LAS COFRADIAS ASTURIANAS Y EL ARTE EN
EL SIGLO XVIII
R oberto J. L ópez
La sociedad del Antiguo Régimen puede definirse como una so­
ciedad agraria y relativamente cerrada y estable, en la que el mar­
co ordinario de las relaciones de vecindad se establece por medio
de la parroquia (1). En el interior de esta unidad que define no só­
lo la ordenación espacial, sino el ámbito de referencia de la vida
cotidiana, las cofradías aparecen como la estructura asociativa,
también ordinaria, que institucionaliza las redes de relación con
fines muy variados. Para analizar y comprender las costumbres,
hábitos y actitudes sociales del Antiguo Régimen, el estudio de
las cofradías resulta muy útil, pues son la expresión de una cier­
ta comunidad de intereses no sólo religiosos, sino también civiles.
Todas las actividades de las cofradías pueden considerarse, al
mismo tiempo, como expresión y medio para alcanzar los dos fi­
nes para los que, en último término, surgen: atender unas necesi­
dades de carácter espiritual y cubrir unas carencias de tipo social,
económico o profesional. En este contexto es en el que debe en­
tenderse lo que constituye nuestro centro de atención, las relacio­
nes de las cofradías con las manifestaciones artísticas; porque sin
lugar a dudas, las cofradías no promocionan el arte por sí mismo,
(1)
La parroquia puede coincidir con un núcleo de población (el pueblo, la al­
dea), agrupar a varios como en Galicia y Asturias, o bien corresponder a un sector
de una ciudad; pero en cualquier caso su consideración como unidad existencial
y de análisis es igualmente válida. Una breve explicación de estas cohesiones lo­
cales se puede encontrar en K a m e n , Henry, La España de Carlos II, Barcelona,
1981, págs. 13-20; sobre Asturias, vid. G ó m e z P e l l ó n , Eloy, «Los concejos abier­
tos parroquiales asturianos: el caso del oriente asturiano. Notas para su estudio»,
en Libro del I Congreso Jurídico de Asturias, Oviedo, 1987, págs. 457-472.
308
ROBERTO J. LOPEZ
sino que éste es un recurso meramente instrumental, en cuanto
puede servir para suscitar la piedad de sus componentes, prestar
un servicio litúrgico o contribuir al realce de unas fiestas locales.
Nuestro objeto es señalar algunos puntos de un posible traba­
jo más amplio. No se trata de establecer conclusión alguna, sino
de transmitir unos datos sobre una realidad poco conocida, en par­
ticular en Asturias, y en la medida de lo posible, de contribuir a
abrir el camino para investigaciones más sistemáticas (2). Los da­
tos que utilizaremos provienen en su mayor parte de los libros de
cuentas de las cofradías y se completan con otros de diversa pro­
cedencia. Nos centramos de manera especial en el siglo XVIII por
ser el período del que globalmente contamos con más documen­
tación, aunque utilicemos también noticias de años anteriores (3).
Gracias a los informes remitidos al Consejo por el regente de
la Audiencia en 1771 como respuesta al cuestionario que precedió
al decreto de reforma publicado en 1786, sabemos que el número
de cofradías existentes en aquel año era de 380, 373 en iglesias pa­
rroquiales y conventuales y 7 en santuarios y ermitas anejas (4).
Para este trabajo hemos consultado documentación de 31, elegi­
das arbitrariamente; la muestra puede considerarse representa­
tiva, no tanto por el número como porque en ella aparecen cofra­
días muy diversas por titularidad, actuación, medios económicos
y localización geográfica.
Para comprender su actuación, no basta con señalar los moti­
vos religiosos y sociales que la inducen; se deben tener en cuenta
los elementos que la limitan, esto es, la estructura institucional
(2) La mayor parte de los trabajos publicados sobre cofradías españolas se de­
dican a cuestiones institucionales, jurídico-canónicas y sociales, y en pocas oca­
siones a su papel de patrocinadores artísticos, excepto en los casos más relevan­
tes de algunas cofradías andaluzas y castellanas. Aunque no se refieren a España,
pueden consultarse dos trabajos que analizan las relaciones entre cofradías y obras
de arte: B o g u c k a , María, «Les burgeois et les investissements cultúreles. L’exem­
ple de Gdánsk aux XVI et XVII siècles», Revue Historique, 526 (1978), págs. 429-440;
y B r e s c - B a u t i e r , Geneviève, Artistes, patriciens et confréries. Production et con­
som m ation de l'oeuvre d'art à Palerme et en Sicile Occidentale (1348-1460), Paris-Turin, 1979.
(3) Utilizamos las siguientes siglas: ACO (Archivo Capitular de Oviedo), AHDO
(Archivo Histórico Diocesano de Oviedo), AHN (Archivo Histórico Nacional), AHPO
(Archivo Histórico Provincial de Oviedo) y APSJ (Archivo de la Parroquia de San
Juan el Real de Oviedo). Este trabajo se presentó en el VII Congreso Español de
Historia del Arte, Murcia, 1988.
(4) Vid. AHN, Consejos, legs. 7.090-7.091. De todos modos, esta cifra debe con­
siderarse inferior a la real; no hemos hallado ninguna mención a las cofradías de
Gijón y su concejo, y tal vez haya otras omisiones.
LAS COFRADIAS ASTURIANAS Y EL ARTE EN EL SIGLO XVIII
309
y de modo particular la disponibilidad económica. Por lo que he­
mos podido constatar, las cofradías eran instituciones de estruc­
tura un tanto precaria y con una economía fluctuante, lo cual se
pone de manifiesto en la frecuencia de las revisiones de estatutos
y «nuevas fundaciones» (5); no supone esto que los problemas y
limitaciones afectaran de hecho a cada una de las hermandades,
pero sí el riesgo más o menos próximo de su incidencia. Resulta
sintomática la insistencia del regente sobre los gastos excesivos
en comidas, festejos y celebraciones, que concluye con la recomen­
dación de eliminar «todo gasto que no sea en la yglesia y sirva in­
mediatamente al culto divino» (6); coincide con las indicaciones
hechas en otros informes, si bien no es tan drástico como el inten­
dente de Murcia, que habla de los gastos desordenados «que sos­
tiene impíamente la preocupación vulgar» y de las «demostracio­
nes bárbaras y profanas» por las que considera necesario supri­
mir las cofradías (7).
Parece razonable pensar que en estos informes se cargaron las
tintas sobre los aspectos negativos; pero responden a una reali­
dad. La Cofradía de Nuestra Señora de la Encarnación de Somió
(Gijón) constituye un caso representativo; fundada en 1686, diez
años más tarde se encuentra en decadencia «por la confusión de
tantos cofrades y azidentes del tiempo, e darles de comer [a los
cofrades] el día que hazía la festividad... y por valer los manteni­
mientos... caros, y muchos de los cofrades de fuera del lugar no
pagar las limosnas anuales» (8). De ésta y otras noticias, y del es­
tudio de las cuentas de algunas cofradías, se desprende que habi­
tualmente no eran entidades con recursos económicos abundan­
tes y constantes y, por tanto, sus limitaciones efectivas eran no­
tables. Por eso, junto a la participación positiva en la promoción
y conservación de determinadas manifestaciones artísticas se en­
cuentran quejas sobre omisiones e incumplimientos.
(5) En Com portamientos religiosos en Asturias durante el Antiguo Régimen,
Gijón, 1989, hemos podido estudiar el estado y evolución económica de algunas
cofradías; a estos resultados nos remitimos para afirmar la precariedad institu­
cional y económica de las cofradías.
(6) AHN, Consejos, leg. 7.097.
(7) Vid. AHN, Consejos, leg. 7.094.
(8) AHDO, caja 20.23. 13-14, libro de la cofradía..., f. 32vto. Había llegado a
tener más de setecientos cofrades; en 1697 tenía sólo alrededor de sesenta.
310
1.
ROBERTO J. LOPEZ
L A PROMOCION DE OBRAS ARTISTICAS
Lo más destacable por su volumen y costo económico son los
encargos de retablos para la propia cofradía o para la iglesia en
la que se asienta. En total hemos encontrado ocho encargos; la in­
formación de los libros de cuentas es en gran medida económica,
pero para nuestro propósito suficiente.
En la visita episcopal de 1778 se insta a la Cofradía del Rosa­
rio de L eces a que haga «un retablo nuebo, decente y correspon­
diente, haciendo tarimas y frontales con igual decencia y propor­
ción», además de otras reformas (9). Antes de llevar a cabo este
nuevo retablo, la cofradía gasta 5.532 reales en la fábrica de una
nueva capilla, según la planta hecha por Pedro Blanco y encarga­
da al maestro Juan Antonio González (10). El retablo se hace en
los últimos años del siglo, y su importe asciende a 7.867 reales,
de los que 4.467 se pagan en 1797 por su hechura y materiales, y
3.400 en 1799 por su dorado y pintura, que realiza el vecino de Ajo
(Santander) Antonio Lainz (11).
En las cuentas de los años 1759 y 1760 de la Cofradía del Rosa­
rio de Caldones se da noticia del gasto efectuado en el retablo de
Nuestra Señora (12); en total 333 reales. No se indica en el libro
quién fue el escultor ni el lugar en donde se hizo, aunque se habla
de ir «a la villa [de Gijón] y traher el precitado retablo». En las
cuentas de 1768 se consigna un gasto de 10 reales por «traer de la
Pola [de Siero] el retablo de Nuestra Señora del Rosario» (13); no
sabemos si se refiere al anterior.
La Cofradía de la Encarnación de Som ió entrega 100 reales en
1738 «para aiuda del retablo que se a de acer a Nuestra Señora»
(14); en este caso la iniciativa no parece corresponder a la cofra­
día, sino que ésta contribuye con la parroquia. En el mismo caso
se encuentra la Cofradía del Santísimo Sacram ento de Bárcena,
que en 1707 entrega 120 reales para ayudar a costear un retablo;
y en 1792 da a la fábrica parroquial 400 reales para la construc­
ción del retablo mayor (15).
(9) AHDO, caja 51.4. 16-25, libro de cuentas de la cofradía..., f. 70b.
(10) Vid. ibid., fs. 80b y 82bvto.-83b.
(11) Vid. ibid., fs. 104bvto.-105b y 107b y vto., respectivamente.
(12) Vid. AHDO, caja 20.4.12-14, libro de cuentas de la cofradía..., fs. 42vto.-43vto.
(13) Vid. ibid., f. 64.
(14) Vid. AHDO, caja 20.23. 13-14, libro de la cofradía..., f. 108.
(15) Vid. AHDO, caja 34.1. 22-24, libro de la cofradía..., fs. 1 y 145vto., respec­
tivamente.
LAS COFRADIAS ASTURIANAS Y EL ARTE EN EL SIGLO XVIII
311
Para su propio uso, la Cofradía de San A n ton io de A rdesaldo
costea un retablo dedicado a su titular; en las cuentas de 1741 se
indica el pago de 635 reales a Felipe Ribera por hacerlo y de 16
reales por el transporte de materiales (16).
También para la propia cofradía, la del Carmen de Am andi gas­
ta entre 1786 y 1787 unos 320 reales en el «retablo, frontal y todo
lo demás que se travajó en el altar de esta cofradía, en que se incluien los jornales de maestro y oficiales» y materiales (17). El úni­
co gasto de la cofradía en estos años —además del retablo— son
los cuatro reales del costo de la visita episcopal de ambos años.
El último encargo que encontramos pertenece a la Cofradía del
Santísim o Sacram ento de Mieres. En 1715 gasta 571 reales en un
retablo dedicado a la Virgen del Rosario, realizado por Pedro Gon­
zález Moro, vecino de Moreda, y que pinta y dora Toribio de Navia (18).
Además de los retablos, las cofradías financian otros elemen­
tos, menos llamativos por su volumen, pero más numerosos. La
relación de los que hemos hallado es demasiado amplia; nos limi­
taremos a señalar unos cuantos ejemplos.
En julio de 1650 se firma un contrato entre el escultor oveten­
se Luis de la Vega y don Toribio de Cifuentes Vigil como repre­
sentante de la Cofradía de San A n ton io de Padua de la parroquia
gijonesa de San Pedro. El motivo es la realización de «una hechu­
ra de San Antonio de Padua, de la misma suerte y tamaño y la­
bor y disposición que el susodicho [escultor] le yqo en esta dicha
ciudad [Oviedo] para la cofradía... del onroso santo fundada por
los escribanos y procuradores desta dicha ciudad, sita en el con­
vento de San Francisco». Se especifican algunos detalles para que
pueda sacarse en procesión; debe tener «su huma... y seis palos
para que sirvan de handas y sólo se ha de añadir una tabla con
su moldura para poner los dichos palos... para que se pueda liebar... con más comodidad en processión» (19).
Otra imagen de San Antonio de Padua fue costeada por la co­
fradía correspondiente de Ardesaldo. La cofradía se fundó en 1724;
en las cuentas del primer año de funcionamiento se señala un gasto
(16) Vid. AHDO, caja 52.2. 17-18, libro de cuentas de la cofradía..., f. 61vto.
(17) Vid. AHDO, caja 61.1. 19-23, libro de la cofradía..., f. 8.
(18) Vid. AHDO, caja 31.5. 35-38, libro de la cofradía..., fs. 133vio.-134.
(19) AHPO, Protocolos de Oviedo, caja 305, año 1656, s.f. Sobre la vida y obra
del escultor Luis Fernández de la Vega, vid. R a m a l l o , Germán, Escultura barro­
ca en Asturias, Oviedo, 1985, págs. 143 y ss.
312
ROBERTO J. LOPEZ
de 328 reales: 170 para Antonio Borja, escultor y vecino de Ovie­
do; 120 para Antonio Vallín, maestro pintor y también vecino de
Oviedo, y 38 reales por hacer las andas procesionales y gastos del
traslado de la imagen desde Oviedo a la parroquia (20).
La cofradía mierense del Santísim o Sacram ento también en­
carga una imagen procesional; se trata de un San Juan Bautista
niño, por la que paga 82 reales y medio a Pedro González Moro
en 1714; la imagen se destina a «la procesión y fiesta del día de
su nacimiento por ser patrono de esta yglesia» parroquial donde
está establecida la cofradía (21).
Los gastos más frecuentes se deben sobre todo a la compra de
objetos litúrgicos, ornamentos y otros similares. En el libro de
cuentas de la Cofradía del Rosario de Caldones aparecen los si­
guientes: en 1765-1766, 4 reales por una cruceta de una lámpara
votiva; en 1779-1780, 22 reales por una lámpara; en 1790, 130 rea­
les por una corona para la imagen de la Virgen; en 1791 contribu­
ye con 271 reales en la confección de un pendón para la parroquia
y la cofradía; en 1803, 32 reales de una nueva toca para la Virgen;
en 1809,10 reales para una nueva custodia que sustituya a «la que
hizieron pedazos los soldados franceses de Napoleón»; en 1812,100
reales de hacer un altar y arreglar la capilla de la Virgen (22).
Destacan por no ser usuales los que realiza la Cofradía del San­
to A n gel de C uérigo: en 1757 destinó 46 reales a rehacer la campa­
na de la ermita en la que estaba la cofradía, y once años después
276 reales en una nueva campana con sus argollas y yugo (23). Tam­
bién ayuda para una nueva campana la Cofradía del Santísim o
Sacram ento de M ieres en 1713 con 269 reales (24). La Cofradía del
Santísimo Sacramento de Bárcena destina unos 960 reales a la con­
fección de un viril con su dosel y otros ornamentos (25).
(20) Vid. AHDO, caja 52.2. 17-18, libro de cuentas de la cofradía..., f. 34vto.
Sobre Antonio Borja, vid R a m a l l o , Germán, obr. cit., págs. 294 y ss.
(21) Vid AHDO, caja 31.5. 35-38, libro de la cofradía..., f. 123. Un poco más ade­
lante, en las cuentas del mismo año, se señalan 40 reales por pintar y dorar la dia­
dema del niño San Juan (vid. f. 130).
(22) Todos estos gastos en AHDO, caja 20.4. 12-14, libro de cuentas de la co­
fradía...
(23) Vid. AHDO, caja 2.6. 7-14, libro de cuentas de la cofradía..., fs. 81vto. y
97vto., respectivamente.
(24) Vid. AHDO, caja 31.5 35-38, libro de la cofradía..., f. 120.
(25) Vid. AHDO, caja 34.1. 22-24, libro de cuentas de la cofradía..., fs. 59 y vto.
LAS COFRADIAS ASTURIANAS Y EL ARTE EN EL SIGLO XVIII
2.
313
MANTENIMIENTO Y REPARACIONES
A l igual que en el apartado anterior, estos gastos no se refie­
ren sólo a la propia cofradía, sino que en bastantes ocasiones son
en beneficio de la parroquia. Estas reparaciones pueden distribuir­
se en dos grandes secciones, una de elementos muebles y otra de
intervenciones en los inmuebles.
Entre las primeras pueden citarse los arreglos de ornamentos
litúrgicos, orfebrería religiosa, arcones, imágenes, altares, etc.
Así, en la visita del año 1777 a la Cofradía del R osario de L eces
se le pide que compre «dos homatos enteros con todos sus cabos,
estandarte y lo necesario para el adorno de la imagen, cuio rostrillo se hará más grande... para que descubriéndose la cara más,
se le haga más proporcionada a la estatura» (26). En las cuentas
de 1808, la Cofradía de la Encam ación de Som ió apunta el gasto
de 5 reales por la «blonda que faltaba a un rico manto y todo lo
demás parteneciente a un vestido que regaló a la Virgen el señor
don Pedro de Cifuentes, primer oficial de^la Secretaría de Hacien­
da» (27). La del R osario de Carrandi gasta 745 reales en 1775 en
dos vestidos para la imagen, arreglo de «su corona, cuerpo, rostrillo, encarnación del Niño Jesús, pintura y hechura de andas y
otras cosas precisas» y en la compra de otro rostrillo para la ima­
gen (28). La cofradía ovetense de San Pedro gastó en el arreglo de
su retablo 550 reales, según consta en las cuentas entregadas en
1783 (29). Por su parte, la Cofradía de Anim as de C astropol acor­
dó en 1757 pagar de sus bienes un marco dorado para el frontal
del altar mayor de la parroquia; en 1764 contribuye con 200 duca­
dos para el nuevo altar mayor «en atención a estar fundada en él
nuestra cofradía» (30).
En lo tocante a los inmuebles, se encuentran algunas partidas
destinadas a su conservación y arreglo. La Cofradía de San P e­
dro antes citada gasta 476 reales en 1787 en retejar y blanquear
su capilla (31). La del Rosario de Leces, en 1790, 211 reales por lo
mismo, otros 396 en hacer el vano para una puerta que la comuni­
que con la sacristía y 104 en las puertas de madera y sus herrajes;
y en 1794 paga 223 reales por dar «lanilla y blanco» a la capilla
(26) AHDO, caja 51.4. 16-25, libro de cuentas de la cofradía..., f. 69b.
(27) AHDO, caja 20.23. 13-14, libro de la cofradía..., f. 195vto.
(28) AHDO, caja 15.3. 12-16, libro de la cofradía..., f. 37.
(29) Vid. APSJ, libro de cuentas de la cofradía de San Pedro, f. 136.
(30) Vid. AHDO, caja 14.3. 14-15, libro de acuerdos de la cofradía..., fs. 41vto.
y 48, respectivamente.
(31) Vid. APSJ, libro de cuentas..., f. 148vto.
314
ROBERTO J. LOPEZ
y pintar su cantería y rodapié (32). La del Santo A n gel en Cuérigo
destina 398 reales a obras de cantería y carpintería en 1772 (33).
La del Santísim o Sacramento de Mieres, en 1692, gasta 111 reales
en reparar parte del tejado que cayó de la iglesia, 39 al año siguien­
te en tejas y en 1694 doce reales en asegurar una viga de la capilla
mayor (34). En algún caso la ayuda es para instituciones de fuera
de Asturias, si bien la cantidad aportada es pequeña (35).
De mayor envergadura resultan otras intervenciones que se pi­
den a alg aaas cofradías. A la del Santo A ngel de Cuérigo se le man­
da en la visita del año 1702 que repare algunos desperfectos de la
ermita, «como rebocarse de cal y otros»; y en la de 1703 se compe­
le a la cofradía que arregle el campanario, en el que «se han desu­
nido... algunas piedras y caído otras, aviendo quedado con mani­
fiesto peligro de amynarse todo él». En las cuentas de 1704 se ha­
ce constar el gasto de 79 reales en el arreglo del campanario y
blanqueo de la ermita (36). En otra visita, esta vez de 1734, se man­
da que la cofradía costee el arreglo del cáliz de la ermita, «se heche una viga en el cuerpo de dicha capilla por estar descabezada
la que sirve de tirante, y se compongan las rexas de el arco de la
capilla de el Angel por estar en falso, y los remates del retablo»;
en todo esto la cofradía gasta 66 reales (37).
En grave situación parece estar la capilla de San A n ton io de
A rdesaldo a mediados del XVIII. En la visita del año 1761 se ad­
vierte que el tejado debe ser revisado, y se ordena poner los me­
dios adecuados para evitar «la ruina que amenazan las aguas que
caen de la bóveda». En la visita de 1764 se sigue insistiendo en la
necesidad de solucionar tal desperfecto: «y mediante se reconoce
amenazar ruina la capilla... ocasionada de las aguas que por de­
fecto de su fábrica se entroducen, el cura y los vecinos le reparen
o remueban, según y como más tengan por conveniente, usando
(32) Vid. AHDO, caja 51.4.16-25, libro de cuentas de la cofradía..., fs. 93b-93bvto.
y 99bvto., respectivamente.
(33) Vid. AHDO, caja 2.6. 7-17, libro de cuentas de la cofradía..., f. 110.
(34) Vid. AHDO, caja 31.5. 35-38, libro de la cofradía...
(35) La Cofradía de la Encamación de Somió dio en 1760 una limosna de 4 rea­
les «a un religioso de San Francisco de León para la reedificación y reparo de la
yglesia de dicho combento, en virtud de un despacho librado para este efecto del
señor provisor» (AHDO, caja 20.23. 13-14, libro de la cofradía..., f. 153vto.). La del
Rosario de Leces, 20 reales también para los franciscanos de León (vid. AHDO,
caja 51.4. 16—25, libro de cuentas de la cofradía..., f. 54b).
(36) Vid. AHDO, caja 2.6. 7-14, libro de cuentas de la cofradía..., años 1634-1705.
(37) Vid. ibid., fs. 44vto. y 45vto.
LAS COFRADIAS ASTURIANAS Y EL ARTE EN EL SIGLO XVIII
315
para este efecto de los alcances que resulte tener el santo» (38). En
los años siguientes, sin embargo, no se encuentra en los resúme­
nes económicos ningún gasto especial relacionado con este asun­
to; lo que no quiere decir que no se arreglase, aunque tal vez con
cargo a fondos parroquiales, o bien gracias a donaciones particu­
lares.
Más clara es la actuación de la Cofradía del Carmen de Amandi. Entre 1778 y 1779 la cofradía ingresó un total de 822 reales y
28 maravedís, de los que 610 reales y 11 maravedís correspondían
al saldo de años anteriores, y 212 reales y 17 maravedís a las li­
mosnas de los cofrades y otras personas en esos años. El importe
de las limosnas se entregó al mayordomo entrante; los 610 reales
y 11 maravedís «al mayordomo de la fábrica de esta parroquia,
mediante que por... el señor provisor de esta diócesis está man­
dado invertir esta cantidad en la rehedificación de la capilla ma­
yor, de que se trata en la actualidad». Años más tarde, en 1797,
se da poder al párroco para tomar las cuentas al mayordomo de
la cofradía, «y para invertir en dorar el retablo de esta cofradía
o en otras obras y reparos útiles y necesarios para el divino culto
y honor de la Virgen Santísima, los alcances que resulten a favor
de esta cofradía» (39).
En 1763 tres cofradías fundadas en la parroquial de Santiago
de Castropol, la del Santísimo Sacramento, la de San Roque y la
de Animas, deciden costear un cancel que debe colocarse en la
puerta pequeña de la iglesia donde, se dice, «hace notoria falta...
para todo abrigo de cera, personas y sosiego en los sacrificios» (40).
3.
OTRAS FORMAS DE EXPRESION ARTISTICA
Un tercer aspecto que cabe comentar es la intervención de las
cofradías en los acontecimientos y festejos públicos; las procesio­
nes tal vez sean las formas más características, en particular las
de la Semana Santa, pero no hay que olvidar otros vehículos de
expresión como la música, el teatro o las formas artísticas efí­
meras.
Los datos que hemos podido reunir sobre las procesiones son
fragmentarios, pero suficientes para establecer al menos la fre­
cuencia relativamente elevada de estas funciones religiosas. Ya
(38) Vid. AHDO, caja 52.2. 17-18, libro de cuentas de la cofradía..., fs. 84vto.
y 87, respectivamente.
(39) Vid. AHDO, caja 61.1. 19-23, libro de la cofradía..., fs. 2 y 14vto., respecti­
vamente.
(40) AHDO, caja 14.3.14-15, libro de acuerdos de la Cofradía de Animas, f. 46.
316
ROBERTO J. LOPEZ
señalamos antes que el propósito de la Cofradía del Santísimo Sa­
cram ento de M ieres al encargar una imagen de San Juan Bautis­
ta era su uso en la procesión del día de su fiesta; con igual motivo
la cofradía gijonesa de San A n ton io contrata, imitando a su ho­
mónima ovetense, la confección de una imagen de su patrón. La
de San A n ton io de A rdesaldo había establecido en sus constitu­
ciones fundacionales de 1724 que cada domingo dentro de la octa­
va de la fiesta del patrón se debía hacer procesión con el santo (41).
También celebraban procesiones con la imagen titular las cofra­
días del Rosario: en la 4.a constitución de la fundada en Leces en
1731 se establece «que los primeros domingos avía de aver proce­
sión con dicha imagen de Nuestra Señora» (42); la imagen de la
cofradía de Oviedo, establecida en el convento de Santo Domin­
go, era sacada también en procesiones de rogativa, a veces por pe­
tición del Ayuntamiento (43). La Cofradía de Santa Eulalia saca­
ba en procesión a su imagen no sólo en las fiestas patronales, si­
no también en las procesiones de rogativas (44).
El particular contenido religioso y estético de las procesiones
de Semana Santa apenas necesita comentario. Como en muchos
otros lugares, las celebraciones de esos días estaban protagoniza­
das en Asturias por las cofradías (45). En Mieres, la Cofradía del
Santísimo Sacramento interviene en las procesiones de tales días;
en las cuentas del año 1701 uno de los mayordomos da cuenta de
haber gastado 28 reales en «los derechos del cura de la misa y pro­
cesiones del Jueves Santo, Viernes Santo por la mañana y Domin­
go de Resurrección» (46); el descargo se repite en más ocasiones.
Contamos con algún dato más de Oviedo y Gijón; en particu­
lar de Oviedo. La Cofradía del Rosario del con ven to de Santo D o­
m ingo «salía por las calles» el Domingo de Pascua para celebrar
la resurrección, según consta en un acuerdo del Ayuntamiento ove­
tense de marzo de 1708 (47). También pertenece al mismo conven­
c í ) Vid. AHDO, caja 52.2. 17-18, libro de cuentas de la cofradía..., constitu­
ción 6.a.
(42) AHDO, caja 51.4. 14-15, libro de la cofradía..., f. 2vto.
(43) Vid. C a n e l l a , Fermín, El libro de Oviedo, Oviedo, 1887, p. 254.
(44) Sobre éstas y otras procesiones de rogativas, véase nuestro artículo «Las
rogativas públicas en Oviedo, 1550-1840», Revista de Dialectología y Tradiciones
Populares, 44 (1989), págs. 187-200. Santa Eulalia es patrona del Principado desde
1639.
(45) Además de lo que aquí diremos, pueden encontrarse más referencias en
M a r t í n e z , Elviro, Tradiciones asturianas, León, 1985, págs. 94-95.
(46) AHDO, caja 31.5. 35-38, libro de la cofradía..., f. 44vto.
(4 7 ) V i d . M i g u e l V i g i l , C i r í a c o , Colección histórico-diplomática del A yu n ta­
m iento de Oviedo, O v i e d o , 1 8 89, p . 502.
LAS COFRADIAS ASTURIANAS Y EL ARTE EN EL SIGLO XVIII
317
to la Cofradía del N om bre de Jesús, que pide al Ayuntamiento
en 1657 una ayuda económica para resolver «la falta de pasos que
hay para la procesión que se hace por cada Viernes Santo» (48).
En 1887 Canella proporciona las siguientes noticias sobre la capi­
lla de la Misericordia, situada «en el pórtico del antiguo ex­
convento de San Francisco, hoy entrada del Hospital provincial.
Tiene el título de la cofradía allí establecida, hoy con escaso cul­
to, y en su humilde retablo están varias efigies o pasos de la Pa­
sión de Jesucristo, que figuraban en pasadas procesiones de Se­
mana Santa. El Ayuntamiento la favorecía con limosnas para el
M iserere» (49).
La procesión más famosa de Oviedo, al parecer, es la organi­
zada por la Cofradía de San P edro; Canella señala que de las imá­
genes que sacaba en procesión destacaba «en grandes andas el pa­
so de la prisión de Jesús con varias figuras de gran tamaño y vis­
tosas ropas, llamada popularmente la Panera» (50). Esta procesión
se celebraba el Martes Santo, y se conocía como «procesión de las
lágrimas», según se hace constar con frecuencia en el libro de cuen­
tas de la cofradía; en este libro se relacionan los gastos que supo­
ne la procesión: armar e iluminar con sebo los pasos, arreglar las
andas, lo que se gasta con quienes llevan los pasos, el «sermón de
las lágrimas», y otros. No se hace, sin embargo, ninguna descrip­
ción de los pasos; las únicas indicaciones son indirectas: «dos pa­
res de calzones para los sayones» que se compran en 1767, y «dos
túnicas para Jesús Nazareno» en 1793 (51). En los estatutos refor­
mados de 1832 no se dan tampoco más datos sobre esta procesión.
En 1652 —aunque otras fuentes adelantan la fecha a 1645— se
funda en la parroquia de San Pedro de Gijón la Cofradía de la San­
ta Vera Cruz (52), «cuyo principal deber era representar en la Se­
mana Santa, la muerte y pasión de Nuestro Redentor Jesucristo,
solemnizando algunas otras fiestas del año» (53). La cofradía se
mantiene hasta el 22 de febrero de 1784, en la que se declara ex-
(48) Ibid., p. 501.
(49) C a n e l l a , Fermín, obr. cit., p. 244.
(50) Ibid., p. 253.
(51) Vid. APSJ, libro de cuentas de la cofradía..., fs. 67 y 162vto., respecti­
vamente.
(52) Vid B o n e t , Joaquín A., Biografía de la villa y puerto de Gijón, t. I, Gi­
jón, 1967, p. 94.
(53) R e n d u e l e s L l a n o s , Estanislao, Historia de la villa de Gijón, Gijón, 1867,
p. 346. La descripción y reproducción de algunos pasos en R a m a l l o , Germán, obr.
cit., p. 304.
318
ROBERTO J. LOPEZ
tinguida y sus pertenencias pasan a la Hermandad de la Santa Mi­
sericordia, fundada en ese mismo momento; también pasan a la
nueva cofradía los bienes de otras extintas (C oncepción, Santa
Bárbara y San Roque), «resultando de tanta ruina la nueva aso­
ciación piadosa, que absorbió la propiedad de todas las imágenes,
ropas y demás accesorios utilizados en las procesiones y otros ac­
tos religiosos de la Semana Santa por todas las fenecidas herman­
dades» (54). La nueva cofradía se mantuvo hasta 1839, y en 1887
se redactan unas nuevas constituciones^ue dan paso otra vez a la
cofradía, cuyo objeto es «auxiliar a la parroquia o parroquias de
esta villa para que los divinos oficios, procesiones y demás prác­
ticas religiosas de Semana Santa sigan celebrándose con la ma­
yor solemnidad posible en la forma de antiguo establecida» (55).
Las formas musicales también están presentes en los actos de
algunas cofradías. Es frecuente que en las fiestas que organizan
las del Santísimo Sacramento y las del Rosario se mencione la asis­
tencia de un gaitero (56) y también de algunos danzantes. La Co­
fradía de San Pedro, sita en Oviedo, lleva músicos que cantan al­
gunos motetes en la procesión del Martes Santo. A las funciones
festivas de la Cofradía del Pilar en la catedral de Oviedo deben
acudir los «hermanos instrumentistas... con los instrumentos de
violín, bajón, chirimía y oboe, tocándolos según y como corres­
ponde», según acuerdo del 16 de octubre de 1770; el mismo día se
acuerda pedir al maestro de capilla de la Catedral que facilite una
copia de las partituras «para cantar con toda solemnidad la misa
en la fiesta de el Pilar» (57).
Con ocasión de las fiestas de sus patronos, las Cofradías de San­
ta Eulalia y de Nuestra Señora de la Balesquida, ambas en Ovie­
do, contribuyen a organizar y costear las funciones teatrales que
con tal motivo se celebraban en la ciudad, para lo que solicitan
el uso de la Casa de Comedias y en ocasiones el patio del colegio
San Gregorio (59); estos datos se refieren al siglo XVII.
(54) Vid. Nuevas constituciones para el gobierno de la Hermandad de la San­
ta Misericordia constituida en la iglesia parroquial de S. Pedro A p óstol de Gijón. A ñ o de 1887, Oviedo, 1889, págs. 3-5.
(55) Ibid., const. 1.a, párrafo 1.°.
(56) Sobre la llamada «misa de gaita», vid. C e a G u t i é r r e z , Antonio, La can­
ción en Llanes, Salamanca, 1978, págs. 6 y ss.
(57) ACO, libro D-58, f. 27.
(58) Vid. M i g u e l V i g i l , Ciriaco, obr. cit., p. 417; Actas de las Juntas y Dipu­
taciones del Principado de Asturias, t. V I I , Oviedo, 1964, p. 171; M e n é n d e z P e l á e z , Jesús, El teatro en Asturias. De la Edad Media al siglo X V III, Gijón, 1981,
p. 84.
(59) «...al lado del santo y pendiente de la parez [hay] más de veynte libras
LAS COFRADIAS ASTURIANAS Y EL ARTE EN EL SIGLO XVIII
319
En la novena constitución de los estatutos elaborados en 1730
para la Cofradía de Santa Eulalia se señala que la víspera de la
fiesta de la traslación de la santa la cofradía debería atender a
la iluminación de la torre de la Catedral y hacer quemar fuegos
en ella, mientras que al cabildo catedralicio correspondía hacer
sonar las campanas y chirimías. La Cofradía del Pilar, en la se­
sión de su cabildo antes señalada, discute sobre la posibilidad de
ahorrar parte del gasto que anualmente debe hacer en «poner las
piñas, mecheros y papeles para la fiesta de Nuestra Señora del
Pilar», haciendo unos «bastidores de alguna tela vistosa» y com­
prando los mecheros necesarios; después de estudiar el asunto, se
decidió continuar como hasta ese momento. Ambas noticias ilus­
tran otro punto que nos parece debe estudiarse: la participación
de las cofradías en las formas artísticas de carácter efímero.
Aunque sólo sea por dejar constancia de ello, porque su estu­
dio es difícil habida cuenta de su desaparición, debemos señalar
la promoción indirecta que algunas cofradías han hecho de unas
representaciones plásticas de carácter popular como son los ex­
votos. La descripción que en 1719 se hace de los ofrecidos a la ima­
gen titular de la Cofradía de San Francisco Javier en la parroquia
de Somió no necesita comentario (59).
4.
LAS OMISIONES
Lo señalado hasta aquí corresponde a actuaciones positivas de
las cofradías, si bien en algunos casos las intervenciones fueron
limitadas y en otros impulsadas por la autoridad eclesiástica. En
cualquier caso esto no significa que todas las cofradías estuvie­
ran siempre en condiciones de atender este cometido. Para que el
recorrido que hacemos quede completo hay que referirse a la otra
cara de la moneda.
La Cofradía de San Nicolás, formada por los zapateros de Ovie­
do y existente desde 1217, se encuentra en 1758 en situación tan
precaria que pide al cabildo de la Catedral que le entregue algu­
nos restos de retablos para poder así adornar su capilla de Cimadevilla (60).
de zera, que en la figura de niños, manos de tullidos, y pies, gargantas, lenguas,
pechos de mujeres, brazos y cavezas, ofrecieron sus devotos, cada uno asimilando
en estas hechuras el trabajo de que avía sido libre» (AHDO, 20.23. 15-25, libro de
la cofradía..., f. 3vto.). Vid. L ó p e z , Roberto J., «Religiosidad popular en el siglo
XVIII. La fundación de la Cofradía de San Francisco Javier (Somió, Gijón, 1719)»,
Studium O vetense, XVII (1989), págs. 168-171.
(60)
Vid. C a b a l , Melquíades, Hospitales antiguos de Oviedo, Oviedo, 1985,
págs. 397-398.
320
ROBERTO J. LOPEZ
Otras cofradías no parecen haber ejercido ningún patronazgo
artístico, limitando sus gastos sólo a los fines espirituales seña­
lados en sus constituciones; este es el caso de algunas cofradías
de ánimas, como la de Carrandi y la de L eces (61). En el libro de
la Cofradía de los M ártires fundada en Carrandi en 1778 no apa­
rece ningún registro hasta 1801, por lo que no sabemos si se hizo
algún gasto en el último cuarto del XVIII. Según una declaración
escrita en 1780, la Cofradía de Anim as de Amand'i no fue nunca
visitada desde su fundación en 1680: se señala que estas visitas
no eran ni son necesarias por no tener la cofradía otro caudal que
el que anualmente consume por las ánimas; de todos modos, sí hu­
bo algún gasto: en 1692 en un temo y otros ornamentos, y otro terno en los años 1773-1777 (62).
Por su especial relevancia hemos de referimos a la ya varias
veces citada Cofradía de Santa Eulalia de Mérida. Se trata de una
cofradía particular, puesto que su gobierno y funcionamiento de­
pende de tres instituciones: el cabildo catedralicio, el Ayuntamien­
to de Oviedo y la Junta del Principado. Por ésta y otras razones,
desde su fundación en 1616 sufre varias reformas (63). En un me­
morial posterior a 1752 se señala el incumplimiento de algunas
constituciones aprobadas en 1730; de él entresacamos los puntos
concernientes a nuestro tema (64). El autor del documento se que­
ja de que todavía esté por hacer el nuevo tabernáculo que se or­
denaba hacer en la 1.a constitución de las señaladas; con respecto
a lo indicado en la 9.a, cuyo contenido ya expusimos, se acusa a
la cofradía de no hacerse cargo de los gastos que le corresponden
en la iluminación y fuegos; también se le reprocha a la cofradía
que, en contra de lo previsto en la 10.a constitución, no contribu­
ye a los «gastos de cera, incienso, ropas y otras cosas necesarias
para el culto divino» que origina su actividad en la Catedral. «No
consta —se dice al final del documento— que... se aya gastado en
adorno de la capilla de la Santa de los caudales de la cofradía co­
sa alguna».
(61) Vid. AHDO, caja 15.3. 12-16, libro de la Cofradía de Animas de Carrandi;
y AHDO, caja 51.4. 16-25, libro de la Cofradía de Animas de Leces.
(62) Vid. AHDO, caja 61.1. 19-23, libro de la cofradía..., fs. 27vto. y 59, respec­
tivamente.
(63) En otro lugar hemos tratado de esta cofradía; vid. Oviedo: m uerte y reli­
giosidad en el siglo X V III, Oviedo, 1985, págs. 182-186. Completamos ese estudio
en el trabajo citado en la nota 5.
(64) Vid. ACO, caja 114, doc. suelto.
321
LAS COFRADIAS ASTURIANAS Y EL ARTE EN EL SIGLO XVIII
5.
UN COMENTARIO FINAL
En las páginas anteriores hemos pasado revista a diferentes
aspectos de la actividad de las cofradías en el terreno artístico.
En la medida en que las fuentes lo permiten, se comprueba que
estas asociaciones desempeñaron un papel importante —tal vez
sin proponérselo— en la conservación e incremento del legado ar­
tístico; aunque, como también hemos visto, a algunas cofradías
se les pueda reprochar su negligencia o desinterés que, por lo de­
más, pensamos se debe más a su propia limitación económica que
a otros motivos.
Si bien es cierto que las iniciativas artísticas de las cofradías
asturianas no suelen alcanzar el nivel de calidad que puede en­
contrarse en algunas realizaciones sevillanas y vallisoletanas (por
señalar los dos ejemplos más característicos), resulta igualmente
cierto que la variedad de formas y de circunstancias en las que
aparecen hace necesario su estudio más pausado, profundo y ex­
tenso. Lo que aquí hemos presentado, que no es más que el resu­
men de unos datos de un pequeño número de cofradías, pensamos
que ilustra adecuadamente la diversidad de campos y posibilida­
des que un estudio así ofrece para la historia del arte y para el
conocimiento de las relaciones entre las formas sociales y las ma­
nifestaciones artísticas.
COFRADIAS DE LAS QUE PROCEDE LA INFORMACION UTILIZADA
TITULO
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
Santa Eulalia de Mérida
Nuestra Señora del Pilar
La Misericordia
San Antonio de Padua
Nuestra Señora del Rosario
Nombre de Jesús
San Pedro
San Nicolás
Nuestra Señora de la Balesquida
Santa Vera Cruz
La Misericordia
San Antonio de Padua
Nuestra Señora del Rosario
San Francisco Javier
Nuestra Señora de la Encamación
Nuestra Señora del Carmen
Animas
San Antonio de Padua
CAPILLA, PARROQUIA
CONCEJO
Catedral de Oviedo
Oviedo
»
»
»
Convento de S. Francisco (Oviedo)
»
»
»
»
Convento de Sto. Domingo (Oviedo) »
»
»
»
San Juan el Real de Oviedo
»
Capilla en Oviedo
»
Capilla en Oviedo
»
San Pedro de Gijón
- Gijón
»
»
»
»
»
»
San Vicente de Caldones
»
San Julián de Somió
»
»
»
»
San Juan de Amandi
Villaviciosa
»
»
»
Sta. María de Ardesaldo
Salas
322
k
TITULO
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30.
31.
Nuestra Señora del Rosario
Animas
Santísimo Sacramento
Animas
Nuestra Señora del Rosario
Mártires S. Cosme y S. Damián
Nuestra Señora del Rosario
Santísimo Sacramento
Animas
Santísimo Sacramento
San Roque
Nuestra Señora del Rosario
Santo Angel de la Guarda
ROBERTO J. LOPEZ
CAPILLA, PARROQUIA
San Esteban de Leces
»
»
San Miguel de Bárcena
Sta. Ursula de Carrandi
»
»
»
»
San Juan Bautista de Mieres
»
»
Santiago de Castropol
»
»
»
»
Sta. María de Villavaler
Ermita en Sta. María de Cuérigo
CONCEJO
Ribadesella
»
Tineo
Colunga
»
»
Mieres
»
Castropol
»
»
Pravia
Aller
N.B.: En el mapa se señala la localidad que da nombre a la parroquia; los límites que se indican
de los concejos corresponden a la actual división del Principado.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE
SAN VICENTE DE OVIEDO (1617-1835)
E rn esto Z a r a g o z a y P a s c u a l
Ya en otra ocasión dimos el catálogo de los abades del antiguo
monasterio urbano de San Vicente de Oviedo (1). Ahora nos he­
mos propuesto dar a conocer los profesores que tuvo durante el
tiempo que fue colegio de la Congregación de San Benito de Valladolid, a la que pertenecía desde 1509 y definitivamente desde
1517. Sabemos que el capítulo privado de 1551 determinó que fuera
colegio de artes y de teología, juntamente con los monasterios de
Arlanza y Eslonza «para mayor augmento y autoridad de nuestra
Congregación y para que los religiosos della estén ocupados en el
loable exergigio de las letras y cada uno sepa lo que para el esta­
do del sacerdocio le conviene» (2). Pero no pudo abrirse dicho co­
legio hasta que su apertura fue ratificada por el capítulo general
de 1553, que añadió a los colegios citados, los de Ribas de Sil e
Irache. Se abrió pues el colegio en este mismo año de 1553, con el
abad Fr. Andrés de Frías y con el lector de artes Fr. Antonio Hur­
tado, que sucedió en el abadiato al primero en 1554. Creemos que
el abad sería al mismo tiempo lector de teología, por lo que estos
dos monjes de Cardeña serían sin duda los primeros profesores
que tuvo el colegio vicentino (3).
(1) E. Z a r a g o z a P a s c u a l , Abadologio del monasterio de San Vicente de Ovie­
do (Siglos V III-X IX ), en BIDEA núm. 114 (1985), 345-374.
(2) Id., L o s generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, II (Si­
los, 1976), 268.
(3) Id. Ibid., II, 272; III (Silos, 1979), Cf. sus biografías en Id., Abadologio...
de O viedo, o.c., 352.
324
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
Mas no debió durar demasiados años el colegio, porque las cons­
tituciones de la Congregación de 1575 no señalan al monasterio
de San Vicente entre los colegios de la Congregación. Sin embar­
go en el capítulo general de 1586 se prohíbe recibir novicios a los
colegios y entre ellos se menciona al de Oviedo (4). En 1590 se tra­
tó de instalar el primer colegio de pasantes en el monasterio re­
coleto de San Claudio de León, pero la ciudad y los monjes del
propio monasterio se opusieron a ello, a fin de que pudiera con­
servar la recolección benedictina en todo su rigor, instalándose
por ello dicho colegio en Irache (5). De este monasterio navarro
lo trasladaron al de San Vicente de Oviedo en 1598 (6). El 1 de oc­
tubre de 1601 mediante una bula papal se erigió en Universidad
el colegio de San Vicente, con las mismas prerrogativas que las
de Salamanca y Alcalá (7). Los primeros catedráticos de la nueva
Universidad fueron los benedictinos Pedro de Marcilla, Gaspar
de Avilés y Juan Díaz (8). Pero hubo diferencias entre los profe­
sores y la Congregación en dicha erección, cuya bula no había ob­
tenido la aprobación real. El caso fue, que el abad Pedro de Marcilla fue depuesto de su cargo por el General en 1603, por haberle
desobedecido y faltado al respeto (9). En 1604 se comenzó a eregir
la Universidad Civil de Oviedo, a lo que se opuso el monasterio,
amenazando la Congregación con quitar de San Vicente a los pa­
santes. La ciudad envió una petición al capítulo general de 1604
pidiendo que dicho colegio fuera conservado, que se permitiera
a los monjes opositar a las cátedras y que se reeligiera al nuevo
abad, porque sólo llevaba un año en el cargo. A estas peticiones
respondió la Congregación diciendo que no podía mantener el co(4) Id., L o s generales, o.e., III, 126.
(5) Id. Ibid., III, 143.
(6) Id. Ibid., III, 194.
(7) Archivo Histórico Nacional, de Madrid, Sec. Clero, Leg. 7.743.
(8) Bibl. Nacional de París, Sec. Manuscritos espagnols, Ms. 321, ff. 395v-396r.
Cf. sus biografías: la de Pedro Vicente de Marcilla en E. Z a r a g o z a , Abadologio...
de O viedo, o.e., 352, y en Los generales, o.e., IV, 431-432. Gaspar de Avilés era na­
tural de Avilés —otros dicen que de Oviedo— y tras estudiar en alguna universi­
dad tomó el hábito en el monasterio de San Benito de Valladolid el 28 de diciem­
bre de 1579. fue abad de San Vicente del Pino, de Monforte de Lemos (Lugo)
(1598-1601). Publicó: Muerte cristiana y avisos para bien m orir dirigidos al peca­
dor cristiano (Valladolid, 1603; Irache, 1609; Barcelona, 1626); J. P é r e z d e U r b e l ,
Varones insignes de la Congregación de Valladolid (Pontevedra-Madrid, 1967), 65;
E. Z a r a g o z a , Abadologio benedictino gallego (Siglos X V I-X IX ), en Studia m o­
nástica, vol. 27 (1985), 92. Murió el 14 de abril de 1614. Juan Díaz de Lavandero
fue general de la Congregación, Cf. su Biografía completa en E. Z a r a g o z a , L o s
generales, o.e., III, 186.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
325
legio de pasantes «porque la casa estaba muy empeñada» (sin du­
da por el pléito que tenía con la Universidad Civil); que permitía
a los monjes regentar cátedras en la Universidad Civil, con tal que
no tuvieran que acceder a ellas mediante oposición; y en cuanto
a la reelección del abad, que lo remitía a la decisión del definitorio (10).
De hecho el colegio de pasantes fue trasladado primero a Eslonza (1607-10) y luego a San Juan de Poyo (1610-17), quedando San
Vicente sin colegiales. Mas al erigirse solemnemente la Universi­
dad de Oviedo el 18 de octubre de 1609, la Congregación acordó
suprimir los colegios de teología de Oña y Zamora y erigir de nue­
vo en colegio de teología el monasterio de San Vicente de Ovie­
do. Esta decisión fue tomada en el capítulo general de 1610 y se
puso en práctica en otoño de este mismo año (11). El colegio siguió
dando grados hasta el 9 de abril de 1618 (12), en que por haber ga­
nado el pleito la Universidad Civil, dejó definitivamente de lla­
marse Universidad. Sin embargo, los primeros benedictinos que
regentaron cátedras en la Universidad Civil fueron Fr. Cristóbal
de Aresti, que tuvo la de Santo Tomás (1609-13) y Sagrada Escri­
tura (1613-15), Fr. Diego de Hevia, la de artes (1615ss) y Plácido
de Reinosa, que tuvo la de vísperas de teología desde el 4 de no­
viembre de 1615 al 24 de noviembre de 1616 (13).
Sin embargo de lo que hemos dicho de que San Vicente dejó
de dar grados, todavía en 1647 se quejó la Universidad de que los
diera, amenazando con quitar las cátedras a los benedictinos si
no cesaba de otorgarlos. Creemos pues que había continuado dan­
do grados a sólo los monjes, aunque a partir de esta fecha ya no
volvió a darlos más. En adelante todos los benedictinos gradua­
dos en Oviedo lo fueron por la Universidad Civil, única oficial­
mente existente desde varios lustros.
Después del pleito con la Universidad Civil, que le dejó empe­
ñado, el monasterio de San Vicente pudo dedicar sus rentas a sa­
near su economía y a partir de mediados del siglo XVII comenzó
a agrandar y embellecer sus edificios. Así se construyó el ala que
va de la portería a la puerta de la catedral (1657-61), doróse el re­
tablo del altar mayor (1661-65), se construyó la escalera principal
(10) Id. Ibid., 221.
(11) F. C a n e l l a s , Historia de la Universidad de O viedo (Oviedo, 1902).
(12) V. B! d e H e r e d i a , La facultad de teología en la Universidad de Santia­
go, en La Ciencia Tomista, vol. 39 (1929), 292-293.
(13) Id., La facultad de teología de la Universidad de Oviedo, en Ibid., vol.
55 (1936), 213-259.
326
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
(1669-73), se amplió el cenobio con un edificio nuevo, unido al an­
tiguo mediante un arco de paso sobre la calle (1677-81), y se en­
sancharon las tres capillas de la iglesia (1681-85) (14).
Por las aulas de este colegio pasaron muchos de los monjes ilus­
tres de la Congregación, varios obispos .y generales, numerosos
abades, maestros y predicadores generales, escritores, archiveros,
etc. Continuó ininterrumpidamente como colegio de teología hasta
1809, en que los monjes tuvieron que abandonarlo a causa de la
exclaustración general decretada por José I, siendo transforma­
do en hospital militar, hasta que en 1816 volvió a funcionar como
colegio, ahora con los teólogos del colegio máximo de San Vicen­
te de Salamanca, que había sido destruido por los franceses (15).
De nuevo fue abandonado en la segunda exclaustración, corres­
pondiente al trienio constitucional (1820-24), durante la cual co­
bijó la Diputación provincial, Jefatura política, Audiencia y Ha­
cienda provinciales (16). El nuevo plan de estudio de 1828 trasla­
daba el colegio de pasantes de Eslonza a Oviedo, donde los colegios
deberían estar tres años, repasando las asignaturas según los li­
bros de texto indicados en el citado plan de estudios monásticos,
aprobado por el capítulo general de 1828 (17). Pero el monasterio
quedó definitivamente desierto al abandonarlo los 38 monjes que
formaban su comunidad el 8 de septiembre de 1835, a causa de los
sucesos ocurridos en Oviedo y luego por el decreto de exclaustra­
ción general, tras haber cumplido su función docente por espacio
de más de tres siglos.
El colegio de San Vicente y los demás de teología que tenía la
Congregación surtían al colegio máximo de San Vicente de Sala­
manca con la flor y nata de sus más aventajados alumnos, hasta
que después de la francesada funcionó como colegio máximo al
cobijar dentro de sus muros a los teólogos que habían de ser des­
tinados a Salamanca, por haber sido destruido este monasterio
por las tropas francesas.
Los profesores del colegio, al principio dos: el abad, que era
lector de teología, y otro, que era lector de artes (siglo XVI); lue­
go fueron tres: lector de tercia y de vísperas y regente de estudios;
y finalmente (siglos XVTI-XIX) cuatro: regente —distinto del abad,
aunque no siempre—, lector de tercia y lector de vísperas de teo-
(14) E . Z a r a g o z a , L o s g e n e r a l e s ,
(15) Id. Ibid., VI, 73-83, 111.
(16) Id. Ibid., VI, 140.
(17) Id. Ibid., VI, 200.
o .e .,
IV, 238.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
327
logia y maestro de estudiantes. El lector de prima fue el abad hasta
que los estudiantes asistieron a esta clase en la Universidad. Es­
tos cargos eran nombrados primero por el general de la Congre­
gación, pero a partir de 1617 fueron elegidos por el definitorio en
el capítulo general cuatrienal de entre los más aventajados alum­
nos salidos de Salamanca, que habían ejercitado su magisterio co­
mo pasantes y lectores de artes en otros monasterios de la Congre­
gación y que frecuentemente eran ya graduados por Irache o por
las universidades de Salamanca, Santiago de Compostela, Ovie­
do o Valladolid. Nosotros hemos recogido aquí los profesores nom­
brados en el capítulo general, siguiendo las actas que de dichos
capítulos se conservan en el archivo de la Congregación de Valla­
dolid, existente en la abadía burgalesa de Santo Domingo de Si­
los. Con ello queremos decir que nuestras fuentes son fidedignas,
pero también que no aparecen los profesores nombrados por el ge­
neral entre capítulo y capítulo general para cubrir las vacantes
ocasionadas por muerte, renuncia o aceptación de otro cargo —co­
mo el de abad— incompatible con la residencia en Oviedo, pues
no nos ha quedado constancia de tales nombramientos. También
sucede que los que nombra el capítulo general para el próximo
cuatrienio ya estaban en el mismo cargo, si fueron elegidos para
substituir a otro profesor en medio del cuatrienio anterior.
Queremos advertir que se atienda a los datos biográficos que
aquí presentamos sobre cada monje, aunque difieran de los ya pu­
blicados por nosotros mismos con anterioridad, porque habiendo
hallado nuevos datos, adrede hemos querido corregir en este tra­
bajo los errores involuntarios, en lo que se refiere a cargos y años
de los mismos, contenidos en las biografías de algunos de estos
monjes profesores publicadas anteriormente.
Creemos que el presente trabajo es interesante, no sólo por los
datos biográficos y docentes de los profesores del colegio de San
Vicente de Oviedo que aporta, sino también porque este catálogo
de los mismos, que abarca casi tres siglos (siglos XVTI-XIX), com­
pleta los datos suministrados por nosotros mismos en el catálogo
parcial (1775-1820) de los alumnos benedictinos que pasaron por
sus aulas (18) y en el abadologio del monasterio (19), dándonos así
una visión más completa de la historia y de la labor docente de
este insigne colegio benedictino ovetense.
(18) Cf. Alum nos benedictinos del colegio de San Vicente de Oviedo (1775-1820),
en BIDEA (en prensa).
(19) Cf. nota núm. 1.
328
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
SIGLAS Y ABREVIATURAS
ACG
Actas de los capítulos generales de la Congregación
de Valladolid, Archivo de la Congregación, en la aba­
día de Silos, 3 vols. (1505-1805).
Gradas 1833
IBARRA
URBEL
ZARAGOZA
----- Celorio
----- Corias
----- Com ellana
-----DHGE
----- Eslonza
= Libro de gradas de los monjes de la Congregación de
S. Benito de Valladolid para uso del P. Mtro. Fr. Bar­
tolomé Mayor. A ño 1833, Ms. en Archivo del monaste­
rio de S. Pelayo de Oviedo, Fondo San Vicente, Leg. 5.
J. I b a r r a , Historia del monasterio benedictino y de
la Universidad literaria de Irache (Pamplona, 1940).
J. P é r e z d e U r b e l , Varones insignes de la Congrega­
ción de Valladolid (Pontevedra, 1967).
E. Z a r a g o z a P a s c u a l , L os generales de la Congrega­
ción de San Benito de Valladolid (1390-1893), 6 vols.
(Silos, 1973-87).
Id., Abadologio del monasterio de San Salvador de
Celorio, en Bol. del Inst. de Est. Asturianos, n. 118
(1986), 631-656.
= Id., Abadologio del monasterio de S. Juan de Corias
(Siglos X I-X IX ), en Bol. del Inst. de Estud. Asturia­
nos, n. 116 (1985), 1.032-1.054.
,
= Id., Abadologio del monasterio de San Salvador de
Comellana (Siglos X II-X IX ), en Ibid., n. 119 (1986),
879-903.
Id. en Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclé­
siastiques (Ed. Letouzey, Paris).
= Id., Abadologio del monasterio de San Pedro de Es­
lonza (Siglos X -X IX ), en Archivos leoneses, n. 75 (184),
165-188.
-
----- Espinareda
= Id., Abadologio del monasterio de S. Andrés de Es­
pinareda, en Ibid., n. 73 (1983), 172-189.
----- Galicia
= Id., Abadologio benedictino gallego (Siglos X V I-X IX ),
en Stvdia monastica, vol. 27 (1985), 69-132.
----- León
= I d Abadologio del monasterio de S. Claudio de León
(1417-1835), en Archivos leoneses, n. 78(1985), 357-372.
-----ME
Monacologio emilianense (1500-1833), en Stvdia m o­
nastica, vol. 29 (1987), 291-332.
----- Nájera
= Id., Libro de gradas del monasterio de Nájera
(1515-1714), en Ibid., vol. 28 (1986), 131—160.
-----Ona
= Id., Necrologio del monasterio de Oña (1664-1793), en
Hispania Sacra, XXXVI (1984), 269-670.
----- O viedo
= Id., Abadologio del monasterio de San Vicente de Ovie­
do (Siglos VIII-XIX), en BIDEA, n. 114 (1985), 345-374.
-----S. Martín de Madrid = Id., Abadologio del monasterio de San Martín de Ma­
drid (1594-1835), en Anales del Inst. de Estud. Madri­
leños, t. XXV (1988), 151-179.
----- Sahagún
= Id., Abadologio del monasterio de San Benito de Saha­
gún (Siglos X -X IX ), en Archivos leoneses, n. 77 (1985),
------ V a l l a d o l i d
=
97-132.
Id., Un abadologio inédito del monasterio de S. Be­
nito de Valladolid, en Ibid., n. 65 (1979), 133-171.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
329
Sabemos que en 1614 era regente de estudios el P. Maestro A l­
fonso de Vera, monje y abad (1614-17)de San Benito de Valladolid. Pero las actas de los capítulos generales de la Congregación
de Valladolid no registran el nombramiento de regente, lectores
y maestros de estudiantes de San Vicente hasta 1617. En este año
fueron elegidos: regente y lector Plácido de Reinosa, que luego se­
ría abad del monasterio (1624-25,1629-33), a quien el cardenal Aguirre llama «Vir sane doctissimus» (1), y segundo lector Cristóbal
de Aresti, monje de Samos, que después de ser abad de su monas­
terio de profesión y del de San Salvador de Comellana, fue obis­
po de Asunción (Paraguay) y Buenos Aires (Argentina) (2).
Cuatro años más tarde fueron elegidos para el cuatrienio 16211625, y continuaron hasta 1629: regente el P.M. Antonio Masseda,
natural de Recimil (Lugo) y profeso de Samos, que tras haber sido
catedrático de prima de teología de la Universidad ovetense fue
abad de S. Pedro de Tenorio (1657-61) y de Samos (1661, 1665-69),
secretario general de la Congregación (1661-65) y visitador general
(1669-73), muriendo en el priorato samonense de San Eufrasio en
1673 (3). Fueron nombrados lectores los PP.MM. Gabriel Puga y
Andrés de Villa (4), el primero natural de Villafranca del Bierzo
(León) y profeso de Celanova, que ocupó las cátedras de Santo To­
más (1624-28) y S. Escritura (1628-35) en la Universidad de Oviedo.
Fue abad de San Vicente (1625-29) y de Celanova (1633-34) y murió
en Santiago de Compostela en 1639 (5). El segundo era natural de
Valladolid y profeso del monasterio de San Benito de la misma ciu­
dad, de donde fue abad en dos ocasiones (1625-29, 1645-46) y renun­
ció a serlo de los monasterios de San Benito de Sevilla (1637) y de
San Pedro de Eslonza (1641). Fue lector de S. Juan de Poyo (1617-21)
e Irache, además de visitador general (1637-41) y calificador de la
Inquisición. Murió en 1646, cuando estaba para dar a la imprenta
una obra intitulada: Cathena ecclesiastica y la historia de su mo­
nasterio de profesión. El P. Gregorio de Argaiz, que le conoció, di­
ce que era «docto en teología moral y muy observante» (6).
Estos lectores continuaron hasta el capítulo general de 1629 (7),
que nombró regente al P.M. Bernardo de Hontiveros, excelente
(1) J . S á e n z d e A g u i r r e , Ludi Sálmantincenses I, p. CXXIXI, Cf. su biogra­
fía en Z a r a g o z a , Oviedo, 359.
(2) ACG II, f. 54r. Cf. su biografía en Z a r a g o z a IV, 467-468.
(3) Z a r a g o z a , Galicia, 113.
(4) ACG II, ff. 77v-78r.
(5) Z a r a g o z a , O viedo, 359; Id., Galicia, 76.
(6) Z a r a g o z a , Valladolid, 155, 157.
(7) ACG II, f. 149r.
330
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
moralista, que permanecería en Oviedo más de veinte años y lue­
go sería abad de San Vicente (1641-45, 1649-53), general de la Con­
gregación (1653-57), abad de San Martín de Madrid (1657-59) y obis­
po de Calahorra (1659-62), donde murió con fama de santidad (8);
lector al P. Plácido de Salazar, natural de Palencia y profeso de
Santa María la Real de Nájera, donde había tomado el hábito el
12 de noviembre de 1608. Desde Oviedo pasó a la Universidad de
Irache, donde se graduó en filosofía y teología el 29 de agosto de
1629, disertando sobre «Utrum omnes forme educantur ex mate­
ria» y «Utrum gratia sit potentia formalis vel participatio divinae naturae». Luego fue abad de Nájera (1641-45) y de San Vicen­
te de Salamanca (1645-49), tras haber sido lector del colegio de S.
Esteban de Ribas de Sil y procurador general de la Congregación
en Roma (1639-41). Murió siendo definidor general el 6 de mayo
de 1649 (9).
Por primera vez en el capítulo general de 1629 se nombró maes­
tro de estudiantes en la persona del padre predicador Diego de
Marcilla, profeso de San Millán de la Cogolla, donde había toma­
do el hábito el 25 de noviembre de 1618, que luego tuvo el mismo
cargo en la Universidad de Irache (1637-41), donde se graduó en
artes y teología el 12 de enero de 1638 y murió examinando a los
estudiantes de Celorio, siendo regente de Eslonza, en septiembre
de 1647 (10).
Los nombrados en 1629 continuaron en sus cargos hasta 1637,
por eso no registran sus nombramientos las actas del capítulo ge­
neral de 1633 (11). Las actas del capítulo de 1637 (12) señalan para
el próximo cuatrienio, como regente de estudios al P.M. Francis­
co Salvador, natural de la localidad riojana de Lumbreras y pro­
feso de Sahagún, que había sido lector de lógica en el colegio de
San Salvador de Celorio (1625-29) y maestro de estudiantes en el
de Salamanca (1629-33) y acababa de ser regente de Irache (1633-37).
Fue catedrático de Sagrada Escritura en la Universidad oveten­
se (1639-41) y luego sería secretario del general (1641-45), abad de
Sahagún (1645-49), general de la Congregación (1649-53) y abad de
San Martín de Madrid, donde murió el 18 de abril de 1654 (13); Lec-
(8)
(9)
(10)
(11)
(12)
(13)
Cf. su biografía en Z a r a g o z a IV, 203-212, ó Id., Oviedo, 360-361, y DHGE.
140; I b a r r a , 338.
I b a r r a , 323; Z a r a g o z a , ME, 298.
ACG I, f. 172r.
Ibid., f. 196r.
Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a I V , 195-201.
Z a ra goza,
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
331
tores a los PP.MM. Bernardo de Hontiveros y Diego de Valcarce.
Este ultimo era leonés y profeso de San Claudio de León. Fue abad
de Celorio (1629-33), San Pedro de Villanueva (1645-49) y San Caludio de León (1633-37), donde murió en 1651, y regente de estu­
dios de Eslonza (1641-45) (14); maestro de estudiantes al P.M. Pe­
dro de Pazos, que había tomado el hábito en San Pedro de Cardeña el 13 de abril de 1613 y sido catedrático de teología (1629-33)
en la Universidad de Irache, donde se graduó en filosofía y teolo­
gía el 3 de junio de 1633 (15).
El capítulo general de 1641 (16) nombró para el próximo cua­
trienio: regente al P.M. Diego Muñoz, que había sido regente de
Poyo (1637-41) y luego sería catedrático de Santo Tomás en la Uni­
versidad ovetense (1645-49) y abad de Ribas de Sil (1653-56), don­
de murió el 25 de noviembre de 1656 (17); lectores a los PP. Ber­
nardo de la Cuesta y Luis de Burgos, los dos profesos de San Clau­
dio de León; el primero era natural de Cea, había tomado el hábito
en 1609 y sido catedrático de artes en Irache (1625-29). No pudo ser
lector más que cuatro meses, porque fue electo abad de su monas­
terio de profesión (1641-45); el segundo era natural de Dueñas (Palencia) y había tomado el hábito en 1623. fue lector de teología mo­
ral (1645-49) y abad (1649-53) de su monasterio de profesión. Se ha­
bía graduado en Irache el 26 de julio de 1644 (18); maestro de
estudiantes el P. José Arroyo, catedrático de Santo Tomás de la
Universidad de Oviedo, que luego sería regente de San Vicente
(1649-53).
El capítulo general de 1645 reeligió como regente al P. Diego
Muñoz y como lector al P. Luis de Burgos (19), añadiendo como
segundo lector al P. Juan de Dueñas, natural de la localidad pa­
lentina de su apellido, que tras tomar el hábito en S. Esteban de
Ribas de Sil, de donde fue abad (1649-53, 1657-61), ocupó el cargo
de general de la Congregación, en cuyo cargo murió en San Millán de la Cogolla el 14 de noviembre de 1661 (20). Y como maes­
tro de estudiantes al P. Juan Gutiérrez del Mazo, natural de Va(14) Z a r a g o z a , León,
San Pedro de Villanueva,
366; Id., Celorio, 643; Id., Abadologio del monasterio de
en Bol. del Instituto de Estud. Asturianos, n. 116 (1985),
916.
(15) I b a r r a , 332.
(16) ACG II, f. 207v.
(17) Z a r a g o z a , Galicia, 106.
(1 8 )
Z a r a g o z a , León, 36 6.
(19) ACG II, f. 223r.
(20) Cf. su biografía completa en
Z a ra goza
IV, 227-239.
332
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
lladolid y profeso del monasterio de San Benito de la misma ciu­
dad, que había sido maestro de estudiantes de Espinareda (1641-45)
y luego sería lector de tercia de teología de Oviedo (1649-53), regen­
te de Poyo (1653-57), procurador general de la Congregación en Valladolid (1657-69), secretario general de la Congregación (1669-73),
definidor general (1677-81), maestro general y abad de Valladolid
(1673-77) y de San Isidro de Dueñas (1681-84), donde murió el 20
de noviembre de 1683 (21).
En el capítulo general de 1649 fueron elegidos para el próximo
cuatrienio: regente al P. José de Arroyo; lector de tercia de teolo­
gía a Juan Gutiérrez del Mazo y de vísperas al P. Juan de la Riba
(22). Este último era natural de la localidad santanderina de Ruiloba y profeso del monasterio de Oña, donde había tomado el há­
bito en 1633. Había sido lector de artes de Ribas de Sil (1645-49)
y ahora sería 8 años lector de San Vicente (1649-57) y luego abad de
Oña (1657-61,1665-67,1677-81) y de San Martín de Madrid (1669-73),
además de definidor y regente de Eslonza (1661-65) y general de
la Congregación (1665-69). Murió en Oña el 6 de julio de 1690 (23);
maestro de estudiantes al P.M. Mauro Añel, natural de Couso
(Orense) y profeso de Samos, de donde fue abad (1677-81), después
de regentar la cátedra de artes de Celorio (1645-49). Luego sería
lector de San Vicente de Salamanca (1657-61), catedrático de Sto.
Tomás en la Universidad ovetense (1659-65) y abad de San Vicen­
te de Oviedo (1661-65), donde dejó fama de docto y virtuoso. Es­
cribió una obra sobre la conciencia escrupulosa, que quedó ma­
nuscrita, y comentó a San Anselmo (24).
Para el cuatrienio 1653-1657 el capítulo general nombró regen­
te al P.M. José de Agüero, natural de Palencia y profeso de Cardeña, que había sido lector de artes en el colegio de Poyo y regen­
te del de pasantes (1645-49) y entonces regentaba la cátedra de Sto.
Tomás en la Universidad ovetense; pero sólo sería regente un año,
porque en 1654 le hicieron abad del colegio de Celorio. Luego sería
maestro general, abad de Espinareda (1661-65), Cardeña (1673-77)
y El Espino (1681-85), además de definidor general (1677-81). Mu­
rió en Cardeña el 24 de diciembre de 1687 (25); lector de tercia de
teología al P.M. Juan de la Riba y de vísperas al P.M. Mauro Añel;
maestro de estudiantes al P.M. Gregorio de Silva (26), pariente
(21) Z a r a g o z a , Valladolid, 160, y DHGE.
(22) ACG II, f. 245r.
(23) Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a IV, 249-256.
(24) Z a r a g o z a , Oviedo, 362; Id. Galicia, 113.
(25) Z a r a g o z a , Celorio, 645.
(26) ACG II, f. 264r.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
333
del general y obispo de Guadix y Astorga, el benedictino Diego
de Silva y Pacheco, y profeso de San Benito de Sevilla, que luego
sería regente (1665-69) y abad (1669-73) de San Vicente, tras haber
sido regente de Poyo (1661-65). Se graduó en la Universidad de Irache, siendo catedrático de Vísperas de Teología en aquella Uni­
versidad. En Oviedo ocuparía las cátedras de S. Escritura, de vís­
peras y de prima de teología (1664ss) de la Universidad y moriría
tras ser definidor general (1773-77) (27).
El capítulo general de 1657 nombró regente al P.M. Francisco
de Zevallos, natural de Valladolid y profeso del monasterio de San
Benito el Real de la misma ciudad, donde se había educado desde
niño (1625ss) en el anejo colegio de Infantes. Era graduado por la
Universidad de Salamanca y había sido lector de teología de San
Vicente de Salamanca (1649-53) y regente del de pasantes de Eslonza (1653-57). Luego sería definidor (1665-69) y abad de Valladolid (1661-65, 1669-70). Murió en San Martín de Madrid el 29 de ju­
nio de 1670 (28). Fueron nombrados lectores de tercia y de víspe­
ras de teología los PP.MM. Gregorio Canduela y José Gómez,
respectivamente; el primero había sido maestro de estudiantes del
colegio de Salamanca (1653-57) y luego sería regente y lector de
prima de Irache (1661-65), donde se graduó en filosofía y teología
el 5 de junio de 1662 (29). El segundo era natural de Ciempozuelos
(Madrid) y había tomado el hábito en Nájera el 17 de diciembre
de 1639. Había sido lector de artes de Celorio (1649-53) y luego lo
sería de teología de Irache (1661-65), donde se graduó el 29 de agos­
to de 1661, y de Salamanca (1665-69). Después ocuparía los cargos
de abad de Nájera (1669-73) y general de la Congregación, en cuyo
cargo murió el 23 de octubre de 1675 (30). Maestro de estudian­
tes fue nombrado el padre predicador Mauro Velázquez, catedrá­
tico de artes de la Universidad de Oviedo (1657-61) y lector de ter­
cia de teología en Irache (1661-65) y de moral en los monasterios
de San Martín de Santiago (1669-73) y de San Martín de Madrid
(1667-81) (31).
.
(2 7 )
Z a r a g o z a , Oviedo, 36 3.
(28)
Z a r a g o z a , Valladolid, 158—159; Biblioteca Nacional, de Madrid, Libro
del consejo del m onasterio de San Martín de Madrid, Ms. 13.280; Archivo Históri­
co Nacional, de Madrid, See. Clero, Leg. 7.709 y Libro 16.798.
(2 9 )
Ib a r r a , 383.
(30) Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a IV, 271-276: Nótese que no fue lec­
tor de Poyo (1653-61) ni de Salamanca (1661-69) como escribí por error.
(31) ACG II, f. 278r.
334
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
En el cuatrienio 1661-1665 fue regente el P.M. Jerónimo Solís,
natural de Salamanca y profeso de Celanova, que había sido lec­
tor del colegio de Poyo (1657-61) y luego dejaría la regencia en 1662
al aceptar la abadía de San Claudio de León (1662-65). Fue tam­
bién secretario general de la Congregación (1665-69) y abad de Ce­
lanova (1669-73) y de Celorio (1677-81), además de maestro gene­
ral. Murió en Valladolid el 9 de enero de 1689 (32). Lector de ter­
cia fue el P.M. Plácido de Quirós, conocido por su gran ingenio
y por su doctrina teológica, que acababa de ser abad de San Zoilo
de Carrión (1657-61), donde había profesado el 15 de mayo de 1642
y en la actualidad era definidor (1661-65) y catedrático de teología
de la Universidad ovetense (1661-69) y lo sería hasta su muerte el 2
de enero de 1669 (33). Lector de vísperas fue nombrado el P.M. An­
tonio Zapata, profeso del monasterio de Valladolid, que luego se­
ría regente de Eslonza (1665-69) y abad de Poyo (1669-73) (34). Maes­
tro de estudiantes lo fue el P.M. Primitivo Ruiz, natural de Cerrazo y profeso de Sahagún. Había sido pasante de Espinareda
(1657-61) y luego sería lector de tercia (1665-69) y de prima de teo­
logía y a la vez regente de Irache (1669-73), donde se graduó el 20
de enero de 1665, siendo finalmente abad de Eslonza (1677-78) y
de Sahagún, en cuyo cargo murió el 12 de octubre de 1679 (35).
Desde 1665 a 1669 fue regente el P. Gregorio de Silva; lector
de tercia de teología el P.M. Diego de Arbayza, tras haber sido
pasante de Ribas de Sil (1661-65), y que luego sería regente del co­
legio de Poyo (1669-77); lector de vísperas de teología el P.M. An­
selmo Gómez de La Torre, que luego sería regente a lo largo de
dos cuatrienios (1669-77) y abad (1677-81) de San Vicente. Este mon­
je era natural del Casar de Periedo (Santander) y había profesa­
do en Carrión el 10 de noviembre de 1652. Estuvo en San Vicente
más de 29 años y desde 1669 a 1689 fue catedrático de Santo To­
más de la Universidad ovetense, hasta que fue electo general de
la Congregación (1685-89); luego fue obispo de Túy desde 1689 a
1721 en que renunció a la mitra y se retiró a Celanova, donde mu­
rió al año siguiente, dejando fama de íntegro, virtuoso y celoso
de la observancia (36); maestro de estudiantes lo fue el P. José de
Sojo, profeso de Cornellana y catedrático de artes de la Universi­
dad de Oviedo, que había sido lector de prima de Irache (1661-65)
(32) Z a r a g o z a , León, 367; Id., Galicia, 76; Id., Celorio, 646.
(33) Z a r a g o z a , Oviedo, 362-363.
)34) Z a r a g o z a , Galicia, 99.
(35) Z a r a g o z a , Eslonza, 179, y Sahagún, 123-124; I b a r r a , 412.
(36) Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a IV, 305-314, y en DHGE.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
335
y luego sería abad de Comellana (1669-73) y regente de Eslonza
(1673-77) (37).
El capítulo general de 1669 nombró regente al P.M. Anselmo de
la Torre. Lector de tercia al P.M. Victorio Canseco, natural de León
y profeso del monasterio de San Claudio de León, donde había to­
mado el hábito el 5 de junio de 1650. Había sido lector del colegio
de S. Isidro de Dueñas (1665-60) y luego sería regente del de Es­
lonza (1673-77), maestro general, lector de teología moral del mo­
nasterio de Valladolid (1677-79) y de San Claudio de León (1681-85),
de donde sería también abad (1679-85) (38). Lector de vísperas al
P.M. Benito Zevallos, que luego lo sería de tercia (1673-77). Había
nacido en Las Presillas (Burgos) y tomado el hábito en Oña el 19
de marzo de 1652. Fue lector de Ribas de Sil (1665-69), regente de
Eslonza (1677-81), maestro general, abad de Oña (1689-93) y no acep­
tó la abadía de Irache. Murió el 8 de julio de 1704 (39). Y maestro
de estudiantes al P.M. Francisco de Paredes, que luego sería lector
de tercia de Poyo (1673-77) y de San Vicente de Oviedo (1677-81) (40).
Durante el cuatrienio 1673-1677 fue regente el P.M. Anselmo de
la Torre; lector de tercia el P.M. Benito Zevallos; lector de víspe­
ras el P.M. Francisco de Quesadas, ex-maestro de estudiantes de
Poyo (1669-73), que luego sería regente de Oviedo durante ocho años
(1677-85); maestro de estudiantes el P. Vicente Díaz, que había to­
mado el hábito en S. Claudio de León el 16 de enero de 1656. Era
natural de León y luego sería abad de San Claudio (1685), lector
de vísperas de Irache (1681-85) y regente de Eslonza (1685-89) (41).
El capítulo general de 1677 nombró para el próximo cuatrie­
nio: regente al P.M. Francisco de Quesada; lector de tercia al P.M.
Francisco de Paredes; lector de vísperas al P.M. Bernardo de Bur­
gos, natural de Dueñas (Palencia) y profeso de San Claudio de
León, donde había tomado el hábito el 15 de abril de 1657. Había
sido lector de Ribas de Sil (1673-77) y luego sería catedrático de
Sto. Tomás en la Universidad de Oviedo (1681-90), de Escritura
(1690-91) y de vísperas de teología (1691-96) y finalmente de pri­
ma (1696-1700) hasta su muerte en enero de 1700. En San Vicente
fue lector de prima (1681-85) y abad (1685-89) (42). Maestro de es­
tudiantes al P. Benito Sotomayor, que había sido pasante de Le(37) Z a r a g o z a , Comellana, 893.
(38) ACG II, f. 368v; Z a r a g o z a , León, 367-368.
(39) Z a r a g o z a , Oña, 637-638.
(40) ACG II, f. 337v.
(41) Ibid., f. 388v; Z a r a g o z a , León, 368.
(42) Z a r a g o z a , Oviedo, 364-365.
336
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
rez (1669-72) y lector de Celorio (1672-77) y luego tendría los car­
gos de lector de tercia (1689-93) de Oviedo, lector de Espinareda
(1681-85), abad de Poyo (1701-05), definidor (1689-93, 1709-13) y
maestro general. Era profeso de Cornellana, de donde fue abad
en cuatro ocasiones (1685-89, 1693-97, 1707-09, 1713-17) (43).
Para el cuatrienio 1681-1685 el capítulo general nombró regen­
te al P.M. Francisco de Quesadas; lector de tercia al P.M. Bernar­
do de Burgos; lector de vísperas al P.M. Isidoro Ariaga, natural
de Valladolid, que tomó el hábito en Santiago el 18 de junio de
1658 y había sido actuante de Salamanca (1669-73), lector de Po­
yo (1673-77) y lector de casos de moral de San Martín de Santiago
(1677-81), en cuya Universidad se graduó en teología. Luego sería
abad de Poyo (1693-95) y de Santiago (1685-89,1694-97) (44). Y maes­
tro de estudiantes al P. Manuel de Toledo, natural de Paredes de
Nava (Palencia), que había tomado el hábito en el monasterio de
Valladolid el 29 de setiembre de 1664 y sido lector de artes de Ri­
bas de Sil (1677-81) y luego sería lector de tercia de teología de
Oviedo (1685-89), catedrático de artes de la Universidad ovetense
(1683ss), lector de teología moral (1689-97) y abad (1689-93, 1701)
de Valladolid; visitador general (1693-97) y maestro general des­
de 1697/Murió en Zamora en noviembre de 1701 (45).
El capítulo general de 1685 (46) nombró regente al P.M. Fran­
cisco de Oxea, profeso de Celanova, que había sido pasante de ar­
tes de Irache (1669-73), lector de vísperas de Poyo (1673-77), regen­
te de Espinareda (1677-81) y de Eslonza (1681-85) y ahora de Ovie­
do (1685-89). Luego sería abad de S. Isidro de Dueñas (1693-97),
Irache (1701-05) y Tenorio (1709-13). Murió en Celanova en 1715 (47).
Lector de tercia al P. Manuel de Toledo. Lector de vísperas al P.M.
Anselmo de la Peña, que luego lo sería de tercia (1693-97). Era na­
tural de Cabanelas (Orense) y profeso de Samos. Había sido pa­
sante (1677-81) y lector de artes de Obona (1681-85) y más tarde se­
ría abad de Samos (1689-93), definidor general (1693-97), general
de la Congregación (1697-1701), abad de San Martín de Madrid
(1701-05) y obispo de Cotrone (1719-23) y Girgenti (1723-29), hasta
su muerte el 5 de agosto de 1729 (48). Maestro de estudiantes al
(43) Z a r a g o z a , Comellana, 894-895, y Galicia, 100.
(44) ACG II, f. 388v; Z a r a g o z a , Galicia, 121-122.
(45) Z a r a g o z a , Valladolid, 161-162.
(46) ACG II, f. 402v.
(47) Z a r a g o z a , Galicia, 128; Bibl. Nacional de Paris, Monasticon hispanicum,
Sec. Ms. espagnols, Ms. 321, ff. 131r, 269r, 352v.
(48) Cf. su biografia compléta en Z a r a g o z a IV, 329-334.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
337
P.M. Pedro del Hoyo, burgalés y profeso de Celanova, que había
sido pasante de Ribas de Sil (1681-85) y luego sería regente de San
Vicente (1689-93) y de Eslonza (1693-1701), abad de Obona (1701-05),
de Ribas de Sil (1709-13) y de Lérez (1717-21), además de maestro
general (49).
El capítulo general de 1689 (50) nombró regente al P.M. Pedro
del Hoyo; lector de tercia al P. Benito de Sotomayor; lector de vís­
peras al P.M. Plácido Brazales, que había sido lector de artes en
Ribas de Sil (1685-89) y luego sería regente de San Vicente (1693-97).
Era profeso de Carrión y catedrático de teología, S. Escritura y
Sto. Tomás (1690-1701) de la Universidad ovetense y luego sería
maestro general desde 1701 y abad de Eslonza (1701-05) (51). Maes­
tro de estudiantes al P.M. Francisco Pérez, profeso de Oña, que
luego sería mayordomo de Liébana y Oña, y vicario de las bene­
dictinas del monasterio de Vega de la Serrana hasta su muerte el
5 de junio de 1729 (52).
Para el cuatrienio 1693-1697 el capítulo general de 1693 nom­
bró (53): regente al P. Plácido Brazales; lector de tercia al P. An­
selmo de la Peña; lector de vísperas al P. Antonio de Tovar, hijo
de los marqueses de Berlanga y natural de Burgos, que había to­
mado el hábito en Oña el 11 de julio de 1671 y sido lector de Celorio (1685-89) y lector de teología moral de San Martín de Santigo
(1689-93). Luego sería regente de Eslonza (1697-1701), abad de Oña
(1701-05) y de Eslonza (1709-13), además de maestro general desde
1713 hasta su muerte en Oña el 13 de enero de 1724 (54). Maestro
de estudiantes al P.M. Angel Benito, natural de Alfaro (La Rioja)
y profeso de Oña, que había sido actuante de Salamanca (1681-85)
y pasante de Irache (1685-89) y luego sería lector de Irache (16971701), regente de Eslonza (1701-05), maestro general, abad de Oña
(1713-17), definidor general (1717), del Consejo del Rey y obispo
auxiliar de Burgos ( t 1736) (55).
Durante el cuatrienio 1697-1701 (56) fue regente el P.M. Pedro
Magaña, natural de Alfaro (La Rioja) y profeso de San Martín de
Santiago, que había sido pasante de Eslonza (1685-89), lector de
(49)
(50)
(51)
(52)
(53)
(54)
(55)
(56)
Z a r a g o z a , Galicia,
83, 107, y DHGE.
ACG II, f. 421v.
Z a r a g o z a , Eslonza,
Z a r a g o z a , Oña,
181.
642.
ACG II, f. 443v.
641-642.
Cf. su biografía en Z a r a g o z a V, 530.
ACG II, f. 461r.
Z a r a g o z a , Oña,
338
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
artes de Espinareda (1689-93) y maestro de estudiantes de Sala­
manca (1693-87) y luego sería lector de teología moral en Montse­
rrat de Madrid (1701-05), abad de Santiago (1705-09), general de la
Congregación (1709-13) y obispo de Solsona, en Cataluña, donde
murió el 9 de febrero de 1718 (57). Lector de tercia el P.M. Este­
ban de la Torre, que luego sería regente (1701-05) y abad (1705-09,
1713-17) de San Vicente. Era natural de Galdames (Vizcaya) y ha­
bía tomado el hábito en Cardeña el 24 de junio de 1676. Había si­
do pasante (1677-81) y lector (1681-85) de Obona, lector de Celorio
(1689-93), lector de casos de San Martín de Madrid (1693-97) y lue­
go sería catedrático de Sto. Tomás (1700-02), Sagrada Escritura
(1702-21), vísperas (1721-24) y prima (1724-36) de teología de la Uni­
versidad de Oviedo, hasta su muerte en mayo de 1736 (58). Lector
de vísperas el P.M. Antonio de Larrea, natural de Viana (Nava­
rra) y profeso de San Salvador de Lorenzana, que había sido pa­
sante de Ribas de Sil (1685-89), maestro de estudiantes de Poyo
(1689-93) e Irache (1693-97) y luego sería abad de Lorenzana (1701-05)
y de Celorio (1709-13), además de definidor greneral y lector de
tercia de San Vicente de Oviedo (1713-17) y de teología moral de
San Martín de Madrid y visitador (1705-09) y examinador sinodal
del arzobispado de Toledo (59). Y maestro de estudiantes el P. Be­
nito Olaz, natural de Viana (Navarra) y profeso de Oña, donde ha­
bía tomado el hábito el 10 de julio de 1676. Había sido pasante
(1689-93) y lector (1693-97) de Ribas de Sil y luego sería lector de
tercia (1701-05) y regente (1705-09) de San Vicente, además de ca­
tedrático de Sto. Tomás (1702-09) de la Universidad de Oviedo. Fi­
nalmente fue procurador general de la Congregación en Roma
(1709-11) y miembro de la Congregación del Indice. Murió en Fiuli el 22 de noviembre de 1711 (60).
El capítulo general de 1701 nombró para el siguiente cuatrie­
nio: regente al P.M. Esteban de la Torre; lector de tercia el P. Be­
nito Olaz; lector de vísperas el P. Mauro Roldán, que había si­
do pasante de Espinareda (1693-97) y maestro de estudiantes del
colegio de Salamanca (1697-1701) y luego sería lector de Eslonza
(1705-09); y maestro de estudiantes al P. Iñigo Ruiloba, natural de
la localidad santanderina de Rudaguera, que había profesado en
el monasterio de Valladolid el 17 de diciembre de 1679 y sido lec-
(5 7 )
(58)
(59)
(60)
Cf.
biografía completa en Z a r a g o z a V, 61-66.
365.
Z a r a g o z a , Celorio, 648.
Z a r a g o z a , Oña, 638.
su
Z a r a g o z a , Oviedo,
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
339
tor de artes de Irache (1693-97) y de teología r^ioral de Valladolid
(1697-1701, 1709), y luego sería abad de Monforte (1705-09) y de Va­
lladolid (1709), en cuyo cargo murió en septiembre de 1709 (61).
Para el cuatrienio siguiente el capítulo general de 1705 (62) nom­
bró regente al P.M. Benito Olaz; lector de tercia al P.M. Manuel
Herrán, natural de Maliano, que había tomado el hábito en Cardeña el 1 de marzo de 1681 y sido pasante de Lérez (1693-97) y de
artes de Ribas de Sil (1697-1701) y lectfor de casos de moral de San
Juan de Burgos (1701-05). Lector de vísperas al P. Bartolomé Igle­
sias, natural de Lupiana (Guadalajara) y profeso de Sahagún, de
donde fue abad (1709-13). Había sido lector de artes de Espinare­
da (1697-1701) y luego sería definidor general (1705-09, 1713-15) y
lector de teología moral de San Claudio de León (1713-17), donde
murió el 9 de abril de 1717. Era graduado por la Universidad de
Oviedo, donde tuvo una cátedra de teología (63); y maestro de es­
tudiantes al P.M. Juan Sánchez, natural de Villaviciosa (Asturias)
y profeso de Santiago, donde había tomado el hábito el 16 de oc­
tubre de 1686, que luego sería lector de tercia de San Vicente de
Oviedo (1709-13). Había sido pasante (1697-1701) y lector (1701-05)
de Celorio y luego ocuparía la cátedra de Sto. Tomás en la Uni­
versidad Compostelana (1710-38) y sería lector de teología moral
y abad de Santiago (1713-17) (64).
El capítulo general de 1709 eligió para el próximo cuatrienio
(65): regente al P. José González, natural de Soria, que había to­
mado el hábito en San Martín de Santiago el 27 de marzo de 1680
y sido actuante de Salamanca (1689-93), pasante de Ribas de Sil
y Obarenes (1693-97), lector de artes (1697-1701) y maestro de es­
tudiantes (1701-05) de Irache y regente de Poyo (1705-09) y luego
sería abad de Celorio (1717-21), definidor general (1721-25), abad
de Oviedo y visitador (1725-29), abad de San Martín de Santiago
(1729-33) y maestro general. Murió el 7 de agosto de 1740 (66). Lec­
tor de tercia al P.M. Juan Sánchez y de vísperas al P.M. Alonso
Rueda, natural de Rioseco (Valladolid) y profeso de Sahagún, don­
de había tomado el hábito en 1688. Había sido pasante de Irache
(1701-05) y luego sería regente de Eslonza (1713-17), abad de Saha­
gún (1717-21), visitador y lector de teología moral de San Claudio
(61) ACG II, f. 476r-v; Z a r a g o z a , Valladolid, 163.
(62) ACG II, f. 504r.
(63) Z a r a g o z a , Sahagun, 125, y DHGE.
(64) Z a r a g o z a , Galicia, 122.
(65) ACG II, f. 523v.
(66) Z a r a g o z a , Celorio, 649.
340
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
de León (1721-25). Y maestro de estudiantes al P.M. Benito Jeró­
nimo Feijoo, que luego sería regente ocho años (1713-21) y abad
de San Vicente (1721-23). Este monje, gloria de la Ilustración es­
pañola, conocido universalmente por sus escritos: Theatro críti­
co universal y Cartas eruditas, era natural de Casdemiro (Oren­
se), donde nació en 1676 y profeso de Samos (1692). Tras estudiar
en Lérez, Salamanca y Eslonza y haber sido lector de artes en Lérez (1701-07) y maestro de estudiantes en Poyo (1708-09), fijó su re­
sidencia en San Vicente hasta su muerte el 26 de diciembre de 1764.
Graduado en la Universidad de Oviedo, simultaneó las clases en
el colegio de San Vicente con las cátedras de Sto. Tomás (1710-21),
S. Escritura (1721-24), vísperas (1724-25) y prima (1737-39) de teo­
logía en la Universidad ovetense (67).
Durante el cuatrienio 1713-1717 (68) fue regente el P. Feijoo; lec­
tor de tercia el P.M. Antonio de Larrea; lector de vísperas el P.M.
Francisco Ruiz, que en el cuatrienio siguiente sería lector de ter­
cia. Este monje era natural de Las Presillas (Santander) y había
tomado el hábito en Oña el 9 de noviembre de 1692. Había sido
pasante de Irache (1705-09), lector de Ribas de Sil (1709-13) y luego
sería regente de Eslonza (1721-25) y abad de San Pedro de Montes
(1725-26). Murió en Oña el 22 de septiembre de 1749 (69). Y maes­
tro de estudiantes el P.M. Gregorio Guiza, natural de Santalla de
Lózara (Lugo) y profeso de San Martín de Santiago, donde había
tomado el hábito el 26 de septiembre de 1696. Había sido pasante
de Espinareda (1709-13) y luego sería lector de vísperas (1717-21)
y de tercia (1721-25) de Poyo, regente de San Vicente (1725-29),
maestro general y abad de Espinareda, donde murió en 1743 (70).
El capítulo general de 1717 nombró para el próximo cuatrie­
nio (71): regente al P. Feijoo; lector de tercia al P. Francisco Ruiz;
lector de vísperas al P.M. Juan de Villamarín, natural de Piñor
(Orense) y profeso de Celanova, que había sido pasante de Celorio (1705-09), lector de Obona (1709-13) y de Irache (1713-17) y lue­
go sería regente de Oviedo (1721-25) y abad de Celanova (1725-29,
1741-45), donde murió el 31 de enero de 1748 (72). Y maestro de es(67) Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a V , 178-180, 477-482, y resumen en
366-367.
(68) ACG II, f. 560r.
(69) E, Z a r a g o z a P a s c u a l , Abadologio del monasterio de San Pedro de Mon­
tes (Siglos V II-X IX ), en Archivos leoneses, n. 74 (1983), 332, y Oña, 651.
(70) Z a r a g o z a , Espinareda, 185.
' (71) ACG II, f. 594r.
(72) Z a r a g o z a , Galicia, 77-78.
Z a r a g o z a , Oviedo,
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
341
tudiantes al P.M. Pedro Blanco, que luego sería lector de tercia
(1721-25). Este último era natural de Amoia (Orense) y a los 17 años
de edad había tomado el hábito en Celanova el 8 de noviembre
de 1701. Tras emitir su profesión el 10 de diciembre de 1702, ha­
bía sido pasante de Ribas de Sil (1713-17) y luego sería abad de
Celanova en tres ocasiones (1723-25,1729-33,1737-41), definidor ge­
neral (1725-29, 1741-45, 1749-53), lector de teología moral de San
Martín de Madrid (1725-29) y de Montserrat de Madrid (1733-37)
y abad de Lérez (1745-49). Este monje docto y piadoso publicó una
exposición de la Santa Regla en seis tomitos (Madrid, 1736-46) y
murió el 5 de octubre de 1759 (73).
En 1721 el capítulo general nombró (74) regente al P. Juan de
Villamarín; lector de tercia al P.M. Pedro Blanco; lector de vís­
peras al P.M. Sebastián Pardo, que había sido pasante (1713-17)
y lector de artes (1717-21) de Celorio y luego sería lector de tercia
(1723-25) y regente (1724-25) de Poyo, regente de Eslonza (1725-29),
lector de teología moral de Santiago (1729-33), abad de Comellana (1733-37) y acompañado del general de la Congregación (1737ss),
en cuyo empleo murió. Era natural de La Coruña y había tomado
el hábito en San Martín de Santiago el 8 de octubre de 1701 (75). Y
maestro de estudiantes al P.M. Plácido Blanco, natural de Alfaro
(La Rioja), que había tomado el hábito en San Millán de la Cogo11a el 10 de noviembre de 1705, profesado el 20 de febrero de 1706,
sido pasante de Celorio (1717-21) y luego sería lector de vísperas
de San Vicente (1725-29) y regente de Irache (1733-37). Murió sien­
do maestro general (1757-62) el 8 de diciembre de 1762 (75bis).
El capítulo general de 1725 nombró regente al P.M. Gregorio
Guiza; lector de teología al P.M. José Pérez, natural de Lugo, que
había tomado el hábito en el monasterio de San Millán de la Cogolla el 27 de marzo de 1703 y ocupado los cargos de pasante de
Obona (1717-21), lector de casos de moral de Valladolid (1721-25).
Luego sería regente (1729-33) y abad (1733-37, 1753-57) de Oviedo,
además de catedrático de Santo Tomás (1736-38), Sagrada Escri­
tura (1738-40), vísperas (1740-47) y prima (1747-57) de teología en
la Universidad ovetense, hasta su muerte en Oviedo el 27 de mar­
zo de 1757 (76). Lector de vísperas al P. Plácido Blanco, y maestro
de estudiantes al P.M. Atilano Alvarez, natural de Frechilla (Pa(73) I d . I b i d . , 77, 83, y Z a r a g o z a V, 538-539.
(74) ACG II, f. 618v.
(75) Z a r a g o z a , Com ellana, 896.
(75bis) ACG III, f. 182v; Z a r a g o z a , ME, 310.
(76) ACG III B, f. 27v; Z a r a g o z a , Oviedo, 368; ME, 309.
342
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
lencia) y profeso de Sahagún, donde había tomado el hábito en
1704. Había sido pasante de Ribas de Sil (1717-21) y lector de artes
de Obona (1721-25). Luego sería lector de tercia de Poyo (1729-33)
y de teología moral de San Claudio de León (1733-37). Murió sien­
do maestro general, en 1750.
Durante el cuatrienio 1729-1733 fue regente el P.M. José Pérez;
lector de tercia el P.M. Jerónimo Martínez Pacheco, ex-pasante de
Celorio (1717-21) y lector de casos de moral de Montserrat de Ma­
drid (1725-29), que luego sería lector de casos de moral en Santia­
go (1733-37). Lector de vísperas el P. Manuel de Heras, natural de
Alfaro (La Rioja) y profeso de San Martín de Santiago, donde ha­
bía tomado el hábito el 9 de enero de 1708. Era ex-pasante de Eslonza (1717-21) y actuante del capítulo general, y había sido tam­
bién pasante (1721-25) y lector de artes (1725-29) de Irache, de donde
lo sería luego de vísperas (1733-37) y regente (1737-41), graduán­
dose en filosofía, teología y cánones en dicha Universidad el 12
de junio de 1726. Fue también abad de Santiago (1741-45) y cate­
drático de la Universidad Compostelana (1738-53) hasta su muer­
te el 13 de enero de 1753 (77). Y maestro de estudiantes el P.M. Pe­
dro Otero, que lo sería también el siguiente cuatrienio (1733-37).
Este monje era natural de Santiago de Compostela y había toma­
do el hábito en el monasterio de Valladolid el 18 de marzo de 1711
y sido maestro de estudiantes del colegio de Poyo (1725-29). Lue­
go fue lector de tercia de teología en Irache (1737-41) y abad de Po­
yo (1741-42), donde murió el 15 de abril de 1742 (78).
El capítulo general de 1733 nombró para el próximo cuatrienio:
regente al P. Baltasar Díaz, natural de Auñón (Guadalajara) y pro­
feso de Silos, donde había tomado el hábito el 16 de diciembre de
1707. Había sido pasante (1717-21) y lector de artes (1721-25) de Espinareda, maestro de estudiantes de Irache (1725-29), donde se ha­
bía graduado en filosofía, teología y cánones el 2 de enero de 1727.
Fue abad de Silos (1729-33, 1749-53, 1765-69), definidor (1733-37) y
procurador general de la Congregación en Roma (1738-48) (79). Lec­
tor de tercia al P.M. Isidro del Campo, natural de Madrid, que ha­
bía tomado el hábito en Sahagún en 1710 y sido lector de Lérez
(1725-29). Luego sería regente de Salamanca (1737-41), abad de Sa­
hagún (1745-49) y definidor general (1749-53), muriendo el 26 de mar­
zo de 1756 (80). Lector de vísperas al P.M. Manuel de Hordás, natu(77)
(78)
(79)
(80)
Z a r a g o z a , Galicia,
Z a r a g o z a , Galicia,
Ib a r r a ,
123.
101.
487.
Z a r a g o z a , Sahagún,
127.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
343
ral de Valladolid y profeso de Lorenzana, donde había tomado el
hábito el 18 de marzo de 1710. Había sido pasante de Espinareda
(1721-25) e Irache (1725-29) y luego sería abad de Lorenzana (1737-41),
regente de Poyo (1741-45) y maestro general (81). Y maestro de es­
tudiantes al P.M. Pedro Otero, que ya lo había sido el cuatrienio
anterior (82).
El cuatrienio siguiente (1737-41) fue regente el P.M. Antonio
Sanz, natural de Cuéllar (Segovia) y profeso de Celanova, que
había sido pasante de Obona (1725-29), lector de artes de Lérez
(1729-33) y maestro de estudiantes de Poyo (1733-37), y luego se­
ría abad de Obona (1741-45), lector de teología Moral de Corias
(1745-49), abad de Celanova (1749-53, 1757-61), visitador (1745-49,
1753-57), definidor (1753-57) y maestro general (1761-71), murien­
do el 13 de diciembre de 1771 (83). Lector de tercia el P.M. Fran­
cisco Cortines, natural de La Roza, en el valle de Peñarrubia (San­
tander) y profeso de S. Martín de Santiago, donde había tomado
el hábito el 7 de julio de 1713. Había sido pasante de Eslonza y
de Espinareda (1723-29) y lector de artes de Espinareda (1729-33),
y luego sería lector de tercia de Poyo (1741-45), abad de Obona
(1749-53), definidor general (1753-54) y maestro general (1745-54).
Murió el 17 de diciembre de 1754 (84). Lector de vísperas el P.M. Jo­
sé Gómez, natural del obispado de Coria y profeso de Valvanera. Había sido maestro de estudiantes de Irache (1729-37) y luego
sería abad de Oviedo (1741-45) y lector de teología moral de Cardeña (1745-53). Y maestro de estudiantes el P.M. Gregorio Moreiras, natural del arzobispado de Santiago y profeso de Samos, don­
de había tomado el hábito el 2 de marzo de 1721. Había ocupado
los cargos de actuante de Salamanca (1729-33) y pasante de Obo­
na (1733-37), y luego sería lector de tercia (1741-49) y abad (1749-53)
de San Vicente, además de catedrático de regencia (1739-43), de
Sto. Tomás (1748-56) y de vísperas de teología (1757-70) de la Uni­
versidad ovetense hasta su muerte en 1770 (85).
El capítulo general de 1741 nombró para el próximo cuatrie­
nio (86): regente al P.M. Bernardo Carasa, natural de la localidad
navarra de Mendavia y profeso de San Millan de la Cogolla, don­
de había tomado el hábito el 10 de noviembre de 1718 y profesado
(81) Z a r a g o z a , Galicia, 89, y DHGE.
(82) ACG III, f. 67v.
(83) Z a r a g o z a , Galicia, 78.
(84) E. Z a r a g o z a P a s c u a l , Abadologio del monsterio de Santa María la Real
de Obona, en Bol. Inst. Estud. Asturianos (en prensa).
(85) Z a r a g o z a , Oviedo, 368.
(86) ACG III, f. 98v.
344
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
el 13 de noviembre de 1719. Había sido pasante de Espinareda
(1729-33), lector de Celorio (1733-37) y lector de teología moral de
S. Juan de Burgos (1737-41). Luego volvería a ser regente (1745-49)
y abad (1761-65) de Oviedo. Fue también catedrático de artes y ma­
temáticas de la Universidad ovetense (1745-69), donde se había gra­
duado, y murió el 26 de febrero de 1769 (87). Lector de tercia al
P.M. Bernardo Somoza, natural del obispado de Lugo y profeso
de S. Benito de Valladolid, que había sido pasante de Espinareda
(1733-37) y lector de Ribas de Sil (1737-41) y luego sería de nuevo
lector de vísperas de Oviedo (1745-49), regente de Eslonza (1749-53),
predicador de S. Claudio de León (1745-49), acompañado del ge­
neral (1753-57), abad de Valladolid (1757-61), visitador y lector de
teología moral de Valladolid (1761-65) y maestro general a partir
de 1769. En 1773 no aceptó la abadía de Ntra. Sra. de El Espino (88).
Maestro de estudiantes al P. Luis Ortiz, natural de Fonzaleche (La
Rioja) y profeso de Sopetrán, donde había tomado el hábito el 5
de noviembre de 1730. Fue lector de Obona (1745-49) y de nuevo
maestro de estudiantes de Oviedo (1749-53), regente (1753-57) y
abad (1757-61) de Eslonza, visitador y lector de teología moral de
San Martín de Madrid (1761-65), maestro general (1765) y abad de
Sopetrán (1769-73, 1777-81) (89).
Durante el cuatrienio 1745-1749 fueron reelegidos: regente el
P.M. Bernardo Carasa, lector de tercia el P.M. Gregorio Moreiras
y de vísperas el P.M. Bernardo Somoza. Fue nombrado maestro
de estudiantes el P. Andrés de Salazar, que al trienio siguiente
sería lector de vísperas (90).
El capítulo general de 1749 nombró para el cuatrienio siguien­
te (91): regente al P.M. Domingo Ibarreta, natural de Pedroso (La
Rioja), que había tomado el hábito en Silos el 18 de noviembre
de 1725 y había sido pasante (1737-41) y lector de artes (1741-45)
de Ribas de Sil, y lector de vísperas de teología de Irache (1745-49)
y luego sería lector de tercia de Irache (1745-49), abad de Silos
(1753-57), secretario general de la Congregación (1757-61), abad de
San Martín de Madrid (1761-65), maestro general y académico de
la Real Academia de la Historia (1770-85). Fue buen diplomático
e infatigable investigador de archivos. Murió en S. Martín de Ma(87)
(88)
(89)
368.
167.
Z a r a g o z a , Eslonza, 184, y Los monjes de Sopetrán (1601-1752),
Al-Hayara, vol. 5 (1978), 139.
(90) ACG III, f. 121v.
(91) Ibid., f. 144v.
Z a r a g o z a , Oviedo,
Z a r a g o z a , Valladolid,
e n Wad-
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
345
drid el 19 de octubre de 1785 (92). Lector de tercia al P.M. Manuel
Ximénez, nacido en Soto de Cameros en 1715 y profeso de Nájera,
donde había tomado el hábito el 25 de julio de 1729. Había sido
pasante (1741-45) y lector (1745-49) de Irache y luego sería regente
de Oviedo (1753-57), maestro general, abad de Obona (1757-61), lec­
tor de teología moral de Nájera (1761-65) y obispo de Puerto Rico
(1770-81), donde murió en 1781, muy querido de los pobres y opri­
midos, tras haber celebrado un sínodo, visitado la diócesis, fun­
dado algunas parroquias y el hospital de la Concepción (93). Lec­
tor de vísperas al P.M. Andrés de Salazar y maestro de estudian­
tes al P.M. Luis Ortiz.
En el cuatrienio siguiente (1753-57) fueron regentes los PP.MM.
Manuel Ximénez y Gregorio Moreiras, este último en calidad de
regente extraordinario. Lector de tercia el P.M. José Ramos, na­
tural de Dueñas (Palencia) y profeso de San Claudio de León, don­
de había tomado el hábito el 20 de junio de 1737. Había sido maes­
tro de estudiantes de Poyo (1749-53) y luego sería lector de víspe­
ras (1757-61), regente (1761-65) y abad (1765-68) de Oviedo, además
de catedrático de regencia (1755-57) y de Santo Tomás (1757-73) de
la Universidad ovetense. Fue también maestro general de gracia
desde 1769, visitador (1777-81), abad de S. Claudio de León (1773-77)
y predicador de Sahagún (1781-85) y de Samos (1785-89) (94). Lec­
tor de vísperas el P.M. Pablo Valcarce, natural de Palencia y pro­
feso de S. Claudio de León, donde tomó el hábito el 24 de octubre
de 1734, que había sido pasante de Ribas de Sil (1745-49) y lector de
Lérez (1749-53), y luego sería abad de S. Claudio de León (1757-61),
definidor y lector de teología moral de S. Claudio (1761-65), defi­
nidor (1777-81), abad de Irache (1765-69), donde se graduó en 1766,
acompañado del general (1769-73), regente y abad de Poyo (1773-77)
y general de la Congregación (1781-85). Murió en San Martín de
Madrid el 16 de febrero de 1788, con fama de bondadoso y limos­
nero (95). Y Maestro de estudiantes el P.M. Manuel Márquez, na­
cido en Alcalá del Río (Sevilla) el 18 de octubre de 1723 y profeso
de Sahagún donde había tomado el hábito el 24 de mayo de 1739,
que sería reelegido para el mismo cargo en el siguiente cuatrienio
(1757-61). Fue lector de tercia de Irache (1761-65), regente de Es(9 2 ) Z a r a g o z a , San Martín de Madrid, 17 4-17 5, y Benedictinos españoles aca­
démicos de la Real de la Historia, en Bol. R. A. de la Historia, T. C L X X X V II (Ma­
drid, 1 9 9 0 ), 3 5 -3 6 .
(9 3 )
Z a r a g o z a , Abadologio... de Obona,
(9 4 )
Z a r a g o z a , Oviedo, 36 8.
o.c., n. 6 6 , y Z a r a g o z a V, 5 3 3 -5 3 4 .
(9 5 ) Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a V, 2 3 1 -2 4 2 , y en resumen de la mis­
ma en Z a r a g o z a , León, 3 7 0 , y Galicia, 101.
346
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
lonza (1765-69), definidor y lector de casos de moral de Sahagún
(1773-77), abad de Obona (1769-73) y de Espinareda (1777-81) (96).
El capítulo general de 1757 nombró para el cuatrienio siguien­
te: regente al P.M. Eladio Nóboa, natural de San Pedro de Gesta,
que tras estudiar en la Universidad de Santiago de Compostela
había tomado el hábito en Samos el 20 de mayo de 1730. Había
sido pasante de Espinareda (1741-45), maestro de estudiantes de
Salamanca (1745-49), abad de Samos (1749-53), lector de vísperas
del colegio de Salamanca (1753-57) y luego sería maestro general
(1765ss), abad de Samos (1769-73), muriendo en 1785, con fama de
docto en las ciencias eclesiásticas, matemáticas, astronomía, bo­
tánica, ciencias naturales, medicina, arquitectura y jurispruden­
cia (97). Lector de tercia al P.M. Ruperto Carrasco, natural del obis­
pado de Orense —distinto de su homónimo abad de Espinareda
y Celanova— y profeso de Samos, donde había tomado el hábito
el 23 de diciembre de 1736. Había sido pasante (1749-53) y lector
(1753-57) de Obona y luego sería regente de Poyo (1761-65). Murió
en 1765 (98). Lector de vísperas al P.M. José Ramos y de nuevo
maestro de estudiantes al P.M. Manuel Márquez.
El capítulo general de 1761 nombró regentes a los PP.MM. José
Ramos y Miguel Ruete. Este último era natural de Ribafrecha (La
Rioja) y profeso de Nájera. Había sido pasante de Celorio (1745-53)
y lector de teología moral de Santiago (1753-61) y más tarde sería
general de de la Congregación (1769-73) y miembro de la Junta de
la Inmaculada. Murió en Nájera el 11 de enero de 1792 (99). Lector
de tercia al P.M. Benito Montejo, natural de Guinicio (Burgos) y
profeso de San Pedro de Arlanza, donde había tomado el hábito
el 6 de abril de 1738. Fue definidor y lector de teología de Oviedo
(1761-65) y definidor y lector de tercia de teología de Irache (1769-73),
en cuya Universidad se graduó el 6 de diciembre de 1769, abad de
Arlanza (1757-61, 1765-69, 1773-77), lector de teología moral y Sa­
grada Escritura del monasterio de Valladolid (1777-81), abad de
Oviedo (1781-85), cronista general de la Congregación (1785-94),
académico de la Real Academia de la Historia (1770-96) y escritor
e historiador fecundo ( t 1796) (100). Lector de vísperas al P.M. Be(96) Z a r a g o z a , Espinareda, 186, y Abadologio... de Obona, o .c .
(97) P. A r i a s , Historia del Real Monasterio de Samos ( S a n t i a g o , 1950), 313-315;
Z a r a g o z a , Galicia, 115.
(98) ACG III, f . 181r; Z a r a g o z a , Galicia, 78.
(99) C f . s u b i o g r a f í a c o m p l e t a e n Z a r a g o z a V, 196-207.
(100) Z a r a g o z a , Oviedo, 369, y Z a r a g o z a V, 495, y Benedictinos académicos,
o.c., 36-37.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
347
nito Boíles, natural de la localidad asturiana de Abego y profeso
de Cornellana, donde había tomado el hábito el 1 de febrero de
1741. Había sido pasante de Espinareda (1753-57), lector de artes
de la Universidad de Irache (1757-61) y luego sería lector de tercia
(1765-69), abad (1769-73) y regente de estudios (1773-77) de Oviedo,
además de regente y abad de San Vicente de Salamanca (1777-81),
acompañado del general (1781-85), abad de Eslonza (1785-89) y vi­
sitador general (1789-93) (101). Maestro de estudiantes al P.M. An­
tonio Sánchez, que había sido maestro de estudiantes de Irache
(1757-61) y más tarde sería lector de vísperas de teología de Irache (1765-69), regente de Oviedo (1769-73) y de Irache (1773-77) y
vicario de las benedictinas de Santa María de la Vega de Oviedo
(1781-85).
Durante el cuatrienio 1765-1769 fue regente el P.M. José de las
Alas, natural de Avilés (Asturias), que había tomado el hábito en
el monasterio de Sahagún en 1737 y sido actuante de Salamanca
(1749-53), pasante de Obona (1753-57), lector de teología moral de
Valladolid (1757-61) y Cardeña (1761-65). Luego sería maestro ge­
neral (1769ss), procurador general de la Congregación en Madrid
(1777-78), abad de Sahagún (1778-81) y definidor general (1781-85).
Murió en 1785 (102). Lector de tercia el P.M. Benito Boíles. Lector
de Vísperas el P.M. Benito Uría y Valdés, natural de Cangas de
Narcea (Asturias), que había tomado el hábito en Celanova y si­
do actuante de Salamanca (1757-61) y maestro de estudiantes de
Irache y Oviedo (1761-65) y luego sería abad de Celanova (1767-73),
visitador y lector de casos de Celanova (1773-77), general de la Con­
gregación (1777-81) y obispo de Ciudad Rodrigo (1785-1810), don­
de murió querido y amado de todos, con fama de santidad el 21
de junio de 1810 (103). Y maestro de estudiantes el P.M. Juan Ron,
natural de Pesoz (Asturias) y profeso de San Martín de Santiago,
donde había tomado el hábito el 7 de abril de 1752. Había sido
psante de Celorio (1757-61) y luego sería lector de vísperas (1769-73)
y de tercia (1763-77) de la Universidad de Irache, donde se graduó
en filosofía y teología el 24 de noviembre de 1769, lector de Eslon­
za (1778-81), abad de Santiago (1781-85), visitador (1785-89) y ge­
neral de la Congregación (1793-97). Murió en Santiago en 1823, per­
durando el recuerdo de su observancia, prudencia y saber enci­
clopédico (104).
(101) Z a r a g o z a , Oviedo, 369, y Eslonza, 185.
(102) Z a r a g o z a , Oviedo, 369, y Sahagún, 129.
(103) Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a V, 217-229, y en Dictionnaire de
Spiritualite.
do,
(104) Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a V, 257-265, y resumen en O vie­
370.
348
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
El capítulo general de 1769 nombró para el próximo cuatrie­
nio: regente al P.M. Antonio Sánchez. Lector de tercia al P.M. An­
tonio Vera, natural de la localidad leonesa de Ponferrada, que ha­
bía tomado el hábito en Samos el 24 de agosto de 1747 y ocupado
los cargos de actuante de Salamanca (1757-61), lector de Lérez
(1761-65) y luego sería lector de tercia y regente de Poyo (1773-77),
abad de S. Pedro de Tenorio (1777-81), procurador general de la
Congregación en Roma (1781-85), abad de Lérez (1785-89), de Sa­
mos (1789-93) y definidor general (1793-95). Murió en Samos el 29
de mayo de 1795 (105). Lector de vísperas al P.M. Pedro Codolá,
natural de Barcelona, que había tomado el hábito en Montserrat
el 6 de febrero de 1739 y sido pasante de Ribas de Sil (1753-57), lec­
tor de Obona (1757-61) y de casos de moral de Montserrat (1761-65).
Murió el 7 de enero de 1773 (105bis). Maestro de estudiantes al P.M.
Vicente Boado, natural de La Coruña, que había tomado el hábi­
to en Samos el 3 de julio de 1758 y estudiado filosofía en Espinareda (un año) y en Ribas de Sil (dos años) y teología en Salaman­
ca (tres años). Luego se graduaría en Irache el 24 de septiembre
de 1771 y sería lector de vísperas de Salamanca (1773-77), de teo­
logía moral de Samos (1777-81), catedrático de Concilios Genera­
les en Irache (1781-85), abad de Tenorio (1785-89), visitador gene­
ral (1789-83) y abad de Samos (1814-16), donde murió el 24 de agos­
to de 1816 (106).
El cuatrienio 1773-1777 fueron regentes los PP.MM. Benito Boí­
les y Jerónimo Cano. Este último era natural de Villardefrades
(Valladolid) y había tomado el hábito en Santiago el 14 de febre­
ro de 1746 y sido pasante de Celorio (1761-65) y de Ribas de Sil
(1757-61). Luego sería lector de teología moral de Santiago (1769-73),
maestro general y vicario de San Payo de Santiago. Lector de ter­
cia el P.M. Femando Montenegro, natural de Santiago de Compostela y profeso de Celanova, que había sido pasante (1761-65) y lector
(1765-69) de Ribas de Sil y luego sería regente de Eslonza (1777-81),
abad de Celanova (1781-85), definidor general (1785-89, 1797-1801),
abad de Salamanca (1789-93) y de Ribas de Sil (1796-97) y general
de la Congregación (1805-14). Murió el 25 de enero de 1817 (107). Lec-
(105) Z a r a g o z a , Galicia, 116.
(105bis) E. Z a r a g o z a , M onjes profesos de Montserrat (1493-1833), en Studia
monastica, vol. 33 (1991).
(106) I d . I b i d . ; I b a r r a , 481.
(107) Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a V I , 59-108.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DÉ SAN VICENTE DE OVIEDO
349
tor de vísperas el P.M. Mateo Parcero, natural de Redondela y pro­
feso de Cardeña, donde había tomado el hábito el 4 de octubre de
1754. Había sido ya pasante (1765-69) y lector (1769-73) de Celorio
y luego sería catedrático de Escritura y griego en la Universidad
de Irache (1777-81), donde se graduó en filosofía y teología el 15 de
febrero de 1774, regente de estudios de Oviedo (1781-85), definidor
general (1793-97, 1801-05), abad de Cardeña (1789-93), de Lérez
(1805-14) y de Eslonza, donde murió en 1824 (108). Y maestro de es­
tudiantes al P.M. Froilán Villar Rico, natural de S. Román de Hor­
nija (Valladolid), que había tomado el hábito en Santiago el 11 de
diciembre de 1755 y sido pasante de Lérez (1769-73) y que hacia 1777
huyó a Francia, donde vivió como profesor de español en Lyon,
con el nombre de Remigio de León, y murió arrepentido de su apostasía en el hospital de Lyon el 25 de diciembre de 1779 (109).
El capítulo general de 1777 nombró para el próximo cuatrie­
nio: regente a los PP.MM. Anselmo García de Sagredo y Remigio
Caño. El primero era natural de Sagredo (Navarra) y profeso de
Samos, donde había tomado el hábito en 1752. Había ocupado los
cargos de pasante (1765-69) y lector de artes (1769-73) de Poyo y lec­
tor de vísperas de Irache (1773-77) y luego sería reelegido regente
de Oviedo en el capítulo general de 1781 (109bis). El segundo era na­
tural de la localidad riojana de Huércanos y profeso de S. Juan
de Corias, donde había tomado el hábito el 4 de octubre de 1754.
Había ocupado los cargos de lector de artes de Irache (1765-73),
donde se graduó en filosofía y teología el 18 de abril de 1766 y
regente de Eslonza (1773-77). Luego fue procurador general de la
Congregación en la Audiencia de Oviedo (1777-81, 1789-93), abad
de Corias (1781-85, 1805-13), maestro de estudiantes de Oviedo
(1785-89) y definidor general (1801-05), muriendo en enero de 1813
(110). Lector de tercia al P.M. Bartolmé Alonso, natural de Mar­
zales (Valladolid) y profeso de Celanova, donde había tomado el
hábito el 8 de febrero de 1759. Había sido maestro de estudiantes
en los colegios de Ribas de Sil (1769-73) e Irache (1773-77) y luego
sería lector de teología moral de Santiago (1781-85) y de S. Clau­
dio de León (1785-89). Lector de vísperas al P.M. José Cortiñas,
natural de la localidad lucense de Vivero, que había tomado el há(108) Z a r a g o z a , Eslonza, 186, y Galicia, 84.
(109) ACG III B, ff. 67v, 90r; Archivo del monasterio de Silos, Ms. 54, f. 29r-v
(Carta del capellán del Hospital de Lyon).
(109bis) E. Z a r a g o z a , Libros de gradas de benedictinos profesos en los m o­
nasterios de Lorenzana y Samos, en Estudios mindonienses, n.° 6 (1990), 876.
(110) Z a r a g o z a , Corias, 1.050,1051-52.
350
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
bito en S. Martín de Santiago el 16 de octubre de 1762 y luego ocu­
paría los cargos de catedrático de S. Escritura y de griego (1781-85)
y lector de tercia de teología (1785-89) en la Universidad de Irache.
Y maestro de estudiantes al P.M. Jerónimo Galindo, natural de
Sabariego (Palencia), que había tomado el hábito en Cardeña el 5
de junio de 1767 y que luego sería lector de vísperas (1781-85), re­
gente de estudios (1785-89), lector de tercia (1789-93) y abad (1814-18)
de S. Vicente de Oviedo, además de catedrático de Sto. Tomás
(1788-97) y de prima (1797-1825) de la Universidad ovetense. Fue
también definidor general (1819-24) y murió en Cardeña en 1826 (111).
Durante el cuatrienio 1781-1785 fueron regentes los PP.MM. An­
selmo García de Sagredo y Mateo Parcero. Lector de tercia el P.M.
Vicente de la Hera, natural de Madrid, que había tomado el hábito
en San Juan de Burgos el 18 de septiembre de 1757 y sido lector de
Celorio (1773-77) y abad de su monasterio de profesión (1777-81) y
luego sería definidor y lector de tercia del colegio de Poyo (1785-89),
abad de Tenorio (1790-93), visitador (1781-85, 1793-97) y abad de
San Juan de Burgos (1797-1801,1805-08), cargo que ostentaba a su
muerte en 1808 (112). Lector de vísperas el P.M. Jerónimo Galin­
do. Y maestro de estudiantes el P.M. Vicente Garrido, natural de
Cabezón (Valladolid) y profeso de Nájera, donde había tomado el
hábito el 25 de noviembre de 1770, que sería reelegido en el cargo
en 1785. Se había graduado en Irache el 18 de junio de 1787 y lue­
go sería maestro de estudiantes del colegio de Salamanca (1789-93),
además de abad de Tenorio (1793-97), procurador general de la Con­
gregación en la Chancillería de Valladolid (1797-1801), abad de Ná­
jera (1801-05) y acompañado del general (1805-09) hasta su muerte
en Chantada el 23 de marzo de 1809 (113).
El capítulo general de 1785 nombró para el siguiente cuatrie­
nio: regente al P.M. Jerónimo Galindo. Lector de tercia al P.M. Vi­
cente Girón, natural de la localidad zamorana de Fermoselle, que
había tomado el hábito en S. Pedro de Arlanza el 15 de octubre
de 1757 y sido lector de artes (1769-77) de Ribas de Sil, y lector de
Eslonza (1781-85), y luego sería abad de Arlanza (1777-81, 1789-93,
1805-14) y de Salamanca (1797-1801), además de lector de teología
moral de San Juan de Burgos (1793-97) y visitador general (1801-05).
Murió en 1806, dejando fama de muy docto (114). Lector de víspe(111) Z a r a g o z a , Oviedo, 371 y DHGE.
(112) Z a r a g o z a , Galicia, 130, y DHGE y Madrileños benedictinos ilustres,
An. Inst. de Estud. Madrileños, T. XXVII (1989), 418-419.
(113) Id. en DHGE.
(114) Id. en DHGE.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
351
ras al P.M. Isidoro Taboada, natural de Sta. Eulalia de Silleda o
de Campo (Lugo) y profeso de San Martín de Santiago, donde ha­
bía tomado el hábito el 13 de junio de 1768. Había sido ya maestro
de estudiantes de Poyo (1781-85) y lo sería luego de Salamanca
(1789-93). Ocupó los cargos de abad de Santiago (1793-97), acompa­
ñado del general (1797-1801) y abad de San Juan de Poyo (1801-04),
donde murió en 1804 (115). Maestros de estudiantes lo fueron los
PP.MM. Vicente Garrido y Remigio Caño.
Para el cuatrienio 1789-1793 fueron elegidos en el capítulo ge­
neral de 1789: regente el P.M. Gregorio Bazán, natural de Paradela y profeso de Corias, donde había tomado el hábito el 17 de
febrero de 1764. Había ocupado los cargos de pasante de Celorio
(1773-77), lector de artes de Ribas de Sil (1777-81) y regente de Eslonza (1785-89). Luego sería abad de Corias (1793-97) y definidor
general (1797-1800) hasta su muerte en 1800 (116). Regente extraor­
dinario y lector de tercia el P.M. Jerónimo Galindo. Lector de vís­
peras el P.M. Ramiro Carpintero, natural de Santa Cristina de Valeije (Pontevedra), que había tomado el hábito en el monasterio
de Carrión el 3 de agosto de 1772 y sido pasante de artes de Irache
(1785-89), donde se había graduado en filosofía y teología el 3 de
septiembre de 1785. Luego sería lector de teología moral de Va­
lladolid (1793-97) y de tercia de teología del colegio de Poyo (17971801). Fue muerto por los franceses durante la guerra de la Inde­
pendencia (117). Maestro de estudiantes el P.M. Sebastián López,
natural de Monforte de Lemos (Lugo), donde había nacido el 20
de enero de 1762. Era profeso de Sahagún, donde había tomado
el hábito el 17 de marzo de 1777 (118).
El capítulo general de 1793 nombró regente al P.M. Benito Mar­
tínez, natural de Arnoia (Orense) y profeso de Lorenzana, donde
había tomado el hábito el 15 de marzo de 1770. Había ocupado ya
los cargos de pasante de Ribas de Sil (1781-85), lector de artes de
Lérez (1785-89) y lector de casos de moral de San Claudio de León
(1789-93). Y luego sería abad de Lorenzana (1797-1801), definidor
y lector de casos de moral de Celanova (1801-05), de nuevo abad
de Lorenzana (1805-14), visitador general (1814-18) y maestro ge­
neral hasta su muerte en 1821 (119). Lector de tercia al P.M. Fran(115) Id., Galicia, 102, 124.
(116) Id., Corias, 1.051.
(117) ACG III B, ff. 90v. 145r, 186v, 204r; Gradas 1833.
(118) I b a r r a , 486; E. Z a r a g o z a , Gradas de m onjes de las abadías benedicti­
nas leonesas (1565-1833), en Archivos leoneses, n. 79-80 (1986), 287.
(119) Z a r a g o z a , Galicia, 90, y o.c. en nota 109bis, p. 867.
352
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
cisco Xavier Plaza, natural de la localidad riojana de Nalda, que
había tomado el hábito en Nájera el 9 de febrero de 1771 y sido
pasante de artes de Irache (1781-89) y lector de teología moral de
Nájera (1789-93), y luego sería regente de Eslonza (1797-1801) y abad
de Nájera (1818-24). Murió el 29 de marzo de 1826 (120). Lector de
vísperas al P.M. José Bernardo Callejón, natural de Higuera de
la Sierra (Huelva), que había tomado el hábito en San Martín de
Santiago el 28 de noviembre de 1775 y sido actuante de Salaman­
ca (1785-89) y pasante de Espinareda (1789-93) y luego sería lector
de casos de moral de Santiago (1797-1805). Murió en 1818 (121).
Maestro de estudiantes al P.M. Félix Victorero, natural de Las­
tres (Asturias) y profeso de Celanova, donde había tomado el há­
bito el 8 de junio de 1782. Luego fue lector de vísperas (1797-1801)
y de tercia (1801-05) de Oviedo, abad de Celanova (1805-14,1828-32),
archivero de Celanova, procurador general de la Congregación en
Madrid para los asuntos de Roma (1814-18), lector de casos de mo­
ral de Celanova (1818-24) y definidor general (1832ss) (122).
El capítulo general de 1797 nombró para el próximo cuatrie­
nio: regente al P.M. Jerónimo González de Piloña, natural de Piloña (Asturias), que había tomado el hábito en Corias el 25 de fe­
brero de 1770 y sido pasante (1781-85), lector de artes (1785-89) y
abad (1789-93) del colegio de Celorio y lector de teología moral de
Samos (1789-93). Murió en 1801 (123). Lector de tercia el P.M. Juan
Negueruela, natural de Sto. Domingo de la Calzada (La Rioja) y
profeso de Cornellana, donde había tomado el hábito el 1 de fe­
brero de 1771. Había ocupado los cargos de pasante (1781-85) y lec­
tor de artes (1785-89) de Espinareda y lector de teología moral de
los monasterios de Carrión (1789-93) y Cardeña (1793-97) y luego
sería abad de Cornellana (1818-24). Murió en 1826 (124). Lector de
vísperas al P.M. Félix Victorero. Maestro de estudiantes al P. Jo­
sé Sáenz de Escalona, nacido en Galilea (La Rioja) el 28 de noviem­
bre de 1771 y profeso de Sahagún, donde había tomado el hábito
el 20 de octubre de 1784. Luego sería lector de vísperas (1801-05),
abad (1818-19) y regente (1824-27) de Oviedo, en cuya Universidad
(120) E. Z a r a g o z a , Abadologio del monasterio de Santa María la Real de Ná(en prensa).
(121) Gradas 1833. E. Z a r a g o z a P a s c u a l , Necrologio benedictino vallisole­
tano (1803-1834), en Stvdia monastica, voi. 25 (1983), 249.
(122) Z a r a g o z a , Galicia, 79.
(123) Z a r a g o z a , Celorio, 654.
(124) Z a r a g o z a , Cornellana, 901-902.
jera
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
353
se graduó en teología, abad de Sahagún (1805-14) y definidor ge­
neral (1814-18). Murió en 1826 (125).
Durante el cuatrienio 1801-1805 fueron regentes los PP.MM. Ma­
tías Martín y Manuel Zárate. el primero había nacido en Castromocho (Palencia) el 24 de febrero de 1765 y tomado el hábito en
Sahagún el 18 de octubre de 1781. Había ocupado ya los cargos de
pasante de Obona (1793-97) y lector de teología moral del monas­
terio de Celanova (1797-1801) y luego lo sería de Sahagún (1805-09).
Murió en 1831 (126). El segundo era natural de Valencia de Don
Juan (León) y profeso de Lorenzana, donde había tomado el hábi­
to el 27 de agosto de 1774 y había sido pasante de Ribas de Sil
(1785-89), lector de artes de Irache (1789-93), lector de teología mo­
ral de S. Claudio de León (1793-97) y regente de Eslonza (1797-1801).
Murió en 1801 (127). Lector de tercia el P.M. Félix Victorero y de
vísperas el P. José Sáenz. Maestro de estudiantes el P.M. Andrés
de Castro Barbeitto, natural de Cambre (La Coruña) y profeso de
Valladolid, donde había tomado el hábito el 9 de octubre de 1786.
Había sido pasante de Celorio (1797-1801) y luego sería catedrá­
tico de Locis de la Universidad de Irache (1805-09), abad de Va­
lladolid (1818-24), definidor juez y lector de casos de moral de Va­
lladolid (1824-28) y procurador general de la Congregación en la
Chancillería de Valladolid (1828-32) y en la Real Audiencia de La
Coruña (1832-35) (128).
El capítulo general de 1805 nombró para el siguiente cuatrie­
nio: regente al P.M. Angel Ruibamba, natural de Mota del Mar­
qués (Valladolid) y profeso de Santiago, donde había tomado el há­
bito el 11 de junio de 1783. Había sido pasante de Irache (1793-97),
lector de vísperas de Salamanca (1797-1801) y regente de estudios
de Eslonza (1801-05) y luego sería abad de Obona (1816-18) y lector
de teología moral y abad de Santiago (1818-21). Falleció durante
la exclaustración del trienio constitucional, el 28 de febrero de
1821, a los 54 años de edad, y fue enterrado en el claustro de la
catedral de Santiago (129). Lector de tercia al P.M. Antonio Díaz,
que había sido pasante de Irache (1797-1801), donde se había gra­
duado en filosofía y teología el 10 de septiembre de 1797, y lector
de artes en la misma Universidad (1801-05). Lector de vísperas el
(125) Z a r a g o z a , Oviedo, 371-372, y Necrologio benedictino vallisoletano, o .c .,
258, y Sahagún, 131.
(126) Z a r a g o z a , Gradas de monjes... leoneses, o .c ., 288, y Necrologio benedic­
tino vallisoletano, o . c . , 262.
(127) ACG III B, ff. 147r, 159v, 182r, 197v.
(128) Z a r a g o z a , Valladolid, 170.
(129) Z a r a g o z a , Galicia, 125.
354
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
P.M. Antonio Gutiérrez, natural de Corera (La Rioja), que había
tomado el hábito en Obarenes el 20 de mayo de 1790 y sido actuan­
te de Salamanca (1801-05), y luego sería lector de teología moral
de Carrión (1818-24) y abad de Obarenes (1824-28). Murió en 1828
(131). Maestro de estudiantes el P.M. Beda Pérez Gómez, natural
de Villanueva de Castillejos (Huelva) y profeso de Sevilla, donde
había tomado el hábito el 19 de enero de 1794. Luego fue abad
(1818-24, 1828-32) y lector de casos de moral (1824-28) de Sevilla y
general de la Congregación (1832-35), en cuyo cargo murió el 10 de
mayo de 1835 (132). Se nombró catedrático de elocuencia sagrada al
P.M. Casto Nobajas, natural de Fuenmayor (La Rioja), que había
tomado el hábito en Oña el 27 de noviembre de 1778 y había sido
predicador de Oviedo (1789-97) y de Nájera (1797-99), abad de Te­
norio (1799-1801), visitador general y predicador de Huete (1801-05),
abad de Oviedo (1805-14), definidor general (1814-18) y abad de Oña
(1828-32) (133).
En 1808, con motivo de la guerra de la Independencia, disminu­
yó el número de colegiales de San Vicente de Oviedo, cesando co­
mo colegio tras la exclaustración decretada por el gobierno de Jo­
sé I en 1809, en que el edificio del monasterio fue convertido en hos­
pital militar. Recuperado por la Orden fue de nuevo destinado a
colegio de teología. El capítulo general de 1814 nombró regente al
P.M. Andrés de Castro. Nombraría también los dos lectores y el
maestro de estudiantes, aunque quizás dejó su nombramiento pa­
ra más adelante, pues hasta 1816 no comenzó a funcionar como co­
legio de teología. Sin embargo ahora tenía también a los que ha­
bían de ir al colegio de San Vicente de Salamanca, cuyo edificio
había sido destruido por los franceses. Esta circunstancia hizo que
el colegio de Oviedo fuera el colegio máximo de la Congregación
entre la primera y segunda exclaustración. El capítulo general de
1818 nombró regente al P.M. Gregorio Linares, natural de Torme
(Burgos), que había tomado el hábito en San Millán de la Cogolla
el 27 de marzo de 1770 y sido catedrático de vísperas de Irache
(1805-08) y regente de Espinareda (1814-18). Luego sería abad de Ri­
bas de Sil (1828-32) y acompañado del general (1832-35). Murió el 31
de octubre de 1834 (134). Lector de tercia de teología y de lengua
(130) I b a r r a , 488.
(131) Z a r a g o z a , en DHGE.
(132) E. Z a r a g o z a , Abadologio del monasterio de San Benito de Sevilla
(1615-1835), en Archivo Hispalense, n. 204 (1985), 36, y su biografía completa en
Z a r a g o z a VI, 209-236.
(133) Z a r a g o z a , Oviedo, 371.
PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE SAN VICENTE DE OVIEDO
355
hebrea al P.M. Bernardo Morchón, natural de la localidad palenti­
na de Vega de Valdetronco y profeso de Celanova, donde había to­
mado el hábito el 28 de noviembre de 1793. Había sido pasante de
Celorio (1805-08) y abad de San Pedro de Villanueva (1814-18) y lue­
go sería abad de Espinareda (1824-28), visitador (1824-28) y regente
y abad de Eslonza (1832-35) (135). Lector de vísperas el P.M. Domin­
go Borrajo, natural de Rioboo (Orense), que había tomado el hábi­
to en Oña el 7 de febrero de 1796 y sido actuante de Salamanca
(1805-08) (136). Maestro de estudiantes al P.M. Rafael Díaz, nacido
en Nava (Asturias) el 31 de agosto de 1789. era profeso de Celano­
va, donde había tomado el hábito el 16 de agosto de 1804 y luego
sería lector de víspera de Oviedo (1824-29) y regente de Eslonza
(1832-35) (137). Y lector de griego al P.M. Tomás Mariño, natural
de Santa María de Beade (Pontevedra) y profeso de San Millán de
la Cogolla, donde había tomado el hábito el 11 de octubre de 1793.
Había ocupado los cargos de maestro de estudiantes y lector de len­
gua griega en Irache (1805-08) y luego sería lector de tercia de teo­
logía de Oviedo (1824-28) (138).
Con motivo de la segunda exclaustración, durante el trienio
constitucional no hubo colegiales en San Vicente de Oviedo, des­
de 1820 a 1824. El capítulo general de 1824 nombró regentes a los
PP.MM. Carlos de San Millán y José Sáenz, el primero natural
de Quintanillabón (Burgos) y profeso de Valvanera, donde había
tomado el hábito el 28 de octubre de 1781, que había sido lector
de artes, regente y catedrático de prima de teología en Irache, don­
de se graduó en filosofía y teología el 1 de mayo de 1795. Fue lue­
go abad de Valvanera (1801-05,1814-18), visitador general (1818-24),
abad de Oviedo (1824-25), general de la Congregación (1825-28) y
abad de Montserrat de Madrid (1832-35) (139). El segundo había
sido ya maestro de estudiantes y lector de vísperas de Oviedo. Lec­
tor de tercia al P.M. Tomás Mariño. Lector de vísperas al P.M. Ra­
fael Díaz. Y maestro de estudiantes al P.M. Vicente Carrasco, na­
tural de Urueña (Valladolid) y profeso de San Juan de Burgos,
donde había tomado el hábito el 2 de octubre de 1806. Estudió en
Oviedo (1816-19) y luego fue abad de su monasterio de profesión
(1828-32).
(134) Z a r a g o z a , Galicia, 110.
(136) Gradas 1833; ACG III B, f. 254r.
(137) Gradas 1833.
(138) Gradas 1833.
(139) Z a r a g o z a , Oviedo, 372, Cf. su biografía completa en Z a r a g o z a VI, 183-190.
356
ERNESTO ZARAGOZA Y PASCUAL
No sabemos quiénes fueron nombrados regente, lectores y
maestro de estudiantes en el capítulo general de 1828, porque las
actas de este capítulo no han llegado hasta nosotros. El capítulo
general de 1832 —el último celebrado por la Congregación— nom­
bró regente al P.M. José Porto, natural de Villagarcía de Arosa
(La Coruña) y profeso del monasterio de Valladolid, donde había
tomado el hábito el 23 de abril de 1802. Había sido maestro de es­
tudiantes en Ribas de Sil (1818-20) y lector de vísperas de Irache
(1824-28), donde se graduó en filosofía y teología el 11 de julio de
1824, y luego sería abad de Valladolid (1834-35) (140). Le substitu­
yó el P.M. Tomás Mariño (1834-35). Lector de tercia al P.M. De­
metrio Vecino, natural de La Mota (Zamora). Había nacido el 2
de abril de 1792 y tomado el hábito en Celanova el 8 de marzo de
1808, y tras estudiar en Oviedo (1816-19), había sido pasante de
Irache (1824-28), donde se graduó en filosofía y teología el 12 de
octubre de 1824 (141). Lector de vísperas al P.M. Florentino Gon­
zález de Barrionuevo, natural de Aldeanueva (La Rioja), que ha­
bía tomado el hábito en Samos el 5 de abril de 1818 y sido maes­
tro de novicios de Samos. Después sería confesor de las benedic­
tinas de Corella, para las cuales dio a la imprenta un ceremonial
monástico en 1876 (142). Maestro de estudiantes al P.M. Bernardo
Fernández, natural de Belmonte (Asturias) y profeso de Comellana, donde había tomado el hábito el 21 de noviembre de 1817. Ha­
bía estudiado en Ribas de Sil y se había doctorado en la Univer­
sidad de Santiago, de la cual sería luego catedrático (143).
Con la exclaustración de 1835 el monasterio de S. Vicente de
Oviedo dejó de ser colegio de teología de la Congregación, tras
cumplir una función docente por espacio de tres siglos.
(140) I b a r r a , 513; Z a r a g o z a , Valladolid, 171.
(141) I b a r r a , 524.
(142) Z a r a g o z a , en DHGE.
(143) E. Z a r a g o z a P a s c u a l , Gradas de los benedictinos profesos en monas­
terios asturianos (Siglos X V III-X IX ), en Bol. Inst. Estud. Asturianos, n. 121 (1987),
194.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO
ADRIANO DE TUÑON (SANTO ADRIANO,
ASTURIAS)*
G em a A dán
Carmen Cabo
Jesus Jorda
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS
La excavación de la necrópolis medieval de Santo Adriano de
Tuñón es fruto del inicio de las tareas de restauración proyecta­
das sobre el edificio prerrománico y la adecuación exterior del
templo.
El plan de actuación fijado especificaba las zonas para las cua­
les se requería la supervisión del arqueólogo: zanja perimetral y
desmonte de tierras en la cabecera de la iglesia ( G a r c í a -p o l a et
alii, 1986).
Una anterior intervención de Menéndez Pidal, que según tes­
tigos oculares había extraído varios enterramientos, hacía presu­
poner que nos encontrábamos en unas zonas bastante alteradas.
Los resultados arqueológicos de la mencionada intervención no
fueron publicados y únicamente hallamos expuestos en la sacris­
tía de la iglesia algunos de los restos arquitectónicos que el ar­
quitecto reformó.
Empezamos la excavación con la apertura de una primera ca­
ta, cata I, de 2 x 2 m., en la zona central del ábside alejada dos
metros de la pared. También se abrió otra cata, denominada zan­
ja, pegada al muro, con un ancho fijo (0,5 m.) y una longitud va­
riable que crecía a medida que se recorría el perímetro de la
iglesia. En la parte sur se inició la apertura de una nueva cata,
cata II, de 2 x 2 m., a 1,50 m. del muro de la iglesia (figura I).
Se sacaron a la luz fragmentos cerámicos, objetos de metal y
* Este trabajo fue entregado en 1989.
358
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
huesos humanos sueltos muy fragmentados.
Excavando en la cata I apareció una gran losa triangular que
formaba parte de la cubierta de una tumba medieval. El descubri­
miento hizo que fuese necesario replantearse el plan de actuación
propuesto y que diera comienzo una excavación de urgencia (1).
En un primer momento se continuó trabajando en las cuadrí­
culas abiertas para con posterioridad abrir otras dos: cata III, pe­
gada al cementerio actual, con unas dimensiones de 2 x 1 m., y la
cata IV, en la misma zona que la cata I, a un metro del lado oeste
de ésta y con idénticas dimensiones que la cata anterior.
Paralelamente se seguía llevando a cabo la excavación manual
de la zanja perimetral por parte de los obreros.
Cata I
Las medidas iniciales fueron ampliadas para facilitar la exca­
vación de la primera tumba hallada (tumba I). La estatigrafía re­
sultante es similar a la de la cata II, si bien esta última resulta
más completa. Esto se debe al desmonte de tierras efectuado por
Menéndez Pidal en los años 50.
Nivel I: Tierra vegetal con abundante materia orgánica humificada, alcanzando un espesor de 20 cm. Presenta un ligero buza­
miento hacia el templo originado por la topografía del entorno
•de éste.
Nivel II: Constituido por 10 a 20 cm. de un relleno artificial com­
puesto por clastos calizos con una matriz arcillosa. Contiene ma­
teriales arqueológicos revueltos. Yace horizontalmente sobre una
superficie neta de separación con el nivel infrayacente.
Nivel III: Son arcillas amarillentas, muy compactas, con una
potencia visible que oscila entre 20 y 30 cm. En este nivel apare­
cieron dos tumbas medievales (I y III) con osarios asociados y una
inhumación en fosas de cuya descripción y estudio nos ocupare­
mos más adelante.
(1)
La excavación fue posible gracias a la ayuda inestimable de Gerardo y Pa­
co, estudiantes de la Universidad de Oviedo. También echaron una mano y ani­
maron Santiago y Nardi, de la misma Universidad, así como Raquel Alonso y Fé­
lix Gordillo. Dejar constancia de la ayuda de los arquitectos encargados de la
restauración, autores del dibujo de la planta de la iglesia que aquí reproducimos
y de algunas de las fotos. También agradecer a Andrés Diego, Angeles García y
M.a Gabriela Carballo.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
359
Cata II
También aquí fue necesario ampliar la cuadrícula, en sus la­
dos norte y este, para extraer los enterramientos encontrados
(tumba II y enterramiento I).
La estratigrafía es la siguiente:
Nivel I: Tierra vegetal de color oscuro con abundante materia
orgánica humificada, que alcanza 20 cm. de espesor y que presen­
ta una geometría variable.
Nivel II: Relleno artificial con características similares al de la
cata I, alcanzando un espesor de 20 a 50 cm. Presenta varios subniveles: Ha, arcillas marrones con materiales arqueológicos revuel­
tos; Ilb, materia orgánica carbonizada con fragmentos de tejas.
Nivel III: Arcillas amarillentas compactas de 50 cm. de poten­
cia visible, donde aparecen tumbas medievales.
Catas III y IV
Ambas se hallan pegadas a los muros de la edificación y son
ampliaciones de la zanja perimetral que recorría el perímetro de
la iglesia.
En la cata III, cementerio actual, se advierte una construcción
a base de sillares irregulares asentados sobre arcilla. La estrati­
grafía resultante demuestra una gran cantidad de depósitos acu­
mulados y una sedimentación diferenciada del resto de sondeos.
Nivel I: Tierra vegetal de unos 20 cm. de espesor con abundan­
te materia orgánica humificada.
Nivel II: Relleno artificial constituido por clastos calizos y una
matriz arcillosa de color marrón que contiene restos arqueológi­
cos revueltos y que alcanza una potencia de 60 cm.
Nivel II: Relleno arenoso arcilloso de 30 cm. de espesor, que
constituye el relleno de la zanja de cimentación del templo.
Nivel IV: Arcillas marrones con cantos y bloques de caliza, con
una potencia visible de 20 a 40 cm.
La cata IV, realizada a la cabecera, presenta una zapata de ci­
mentación y un posible canal de desagüe. La estatigrafía regis­
trada en dicha zona consta de cinco niveles: (figura II)
Nivel I: Tierra vegetal de 20 cm. de espesor.
Nivel II: Relleno artificial de 45 cm. de espesor y color marrón
parduzco, constituido por cantos calizos y matriz arcillosa.
360
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
N ivel III: Argamasa blanquecina de 10 a 20 cm. de espesor, que
se acuña al alejarse del muro del templo y que se apoya sobre és­
te, por encima de la zapata de cimentación.
N ivel IV: Arcillas compactas de color marrón de 20 a 40 cm. de
espesor, que rellenan la zanja de cimentación.
N ivel V: Arcillas de color marrón amarillento, con un espesor
visible de 20 a 40 cm., que contienen pequeños cantos de caliza.
Como se deduce de las anteriores descripciones, la secuencia
litoestratigráfica puede resumirse en los siguientes niveles:
N ivel I: Tierra vegetal con abundante materia orgánica humificada, que constituye la cubierta edàfica actual y es de origen re­
ciente, probablemente posterior a las obras efectuadas por Menéndez Pidal en el entorno de la iglesia.
N ivel II: Relleno artificial constituido por clastos de caliza ro­
deados por una matriz arcillosa de color marrón o parduzco y con
una potencia variable de 10 a 60 cm. Está constituido por un aporte
antròpico posterior a la necrópolis medieval con tumbas y con­
tiene un revuelto de materiales arqueológicos.
N ivel III: Sus características son variables. En unos puntos
constituye la necrópolis medieval con tumbas, en otros se docu­
menta un claro nivel de incendio, con maderas carbonizadas y te­
jas fragmentadas, y en las proximidades del muro está constitui­
do por una argamasa aislante de la humedad. Su potencia puede
llegar a 50 cm. Se trata claramentede un nivel contemporáneo en
las catas realizadas, con claras modificaciones antrópicas de di­
ferente signo.
N ivel IV: Corresponde al nivel IV de la cata IV y al nivel III
de la cata III, y está constituido por un relleno artificial de la zanja
de cimentación, con características de buen drenaje. Su potencia
es variable, entre 30 y 40 cm.
N ivel V de la cata IV y n ivel IV de la cata III: Arcillas con can­
tos de caliza, de espesor visible superior a los 40 cm., que consti­
tuyen los sedimentos autóctonos del depósito fluvial descrito an­
teriormente.
Vistos los resultados de la excavación, realizar el desmonte pro­
yectado llevaba consigo el inicio de nuevas excavaciones. Se lle­
ga entonces a un acuerdo entre los arquitectos y los arqueólogos
para rebajar un máximo de 20 cm. en la zona más elevada hasta
conseguir que el terreno alcanzara la actual cota de la plaza.
Las obras de restauración controladas arqueológicamente fue­
ron la zanja perimetral y la zona sur.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
361
En la primera, excavada manualmente, se alcanzó una cota de
máxima profundidad de 60 cm. No se llegó en ningún sector a la
zapata, eliminando sólo el relleno acumulado, denominado nivel
II en las catas I y II. El grosor del mismo en esta zona era mayor
que en las anteriores. El material aparecido fue abundante: cerá­
mica, objetos metálicos y huesos humanos sueltos, todos ellos cla­
ramente revueltos.
La zona sur tenía proyectado la intervención de una pala ex­
cavadora, que además de levantar el cemento del antiguo camino
también eliminaría el viejo lavadero y recogería los escombros.
Debajo del lavadero se encontró una nueva tumba (tumba IV) de
lajas, en muy mal estado de conservación.
A l finalizar las intervenciones arqueológicas y arquitectóni­
cas la zona exterior de Santo Adriano de Tuñón se ha convertido
en una gran explanada verde que, sobre todo en su parte sur, lo­
gra realzar visualmente la contemplación del edificio.
R ESEÑ A H ISTO R IC A
El concejo de Santo Adriano de Tuñón está situado en el cen­
tro de la provincia. Limita al norte con los concejos de Grado y
Oviedo, al este con los de Morcín y Ribera de Arriba y al sur/oes­
te con el de Proaza.
De pequeña extensión (37,50 kms.), alterna importantes acci­
dentes montañosos, elevadas sierras calizas y angosturas, con los
valles y riberas de las numerosas corrientes de agua que lo atra­
viesan (ríos Trubia, Picaros, arroyos de las Xanas, Rebregado,
Trasarco...). Esto determina una gran variedad de paisajes, cada
uno con su vegetación y clima característicos.
Su subsuelo es de arenisca devoniana, muy cargada de óxido
de hierro, dando lugar a este mineral. A esto se une la frondosi­
dad de la vegetación, la gran variedad forestal, la gran cantidad
de árboles frutales y una producción ganadera variada y muy ri­
ca. Esta fertilidad del concejo aparece suficientemente reflejada
en las fuentes medievales y de época moderna. Existen así noti­
cias y vestigios de que estas riquezas fueron conocidas y aprove­
chadas desde mucho antes de la Edad Media.
Efectivamente, Santo Adriano tiene pruebas de ocupación muy
antiguas.
En la «cueva del Conde», antiguamente conocida también co­
mo «del Fomo», se realizaron en 1915 excavaciones a cargo del con­
de de la Vega del Sella. Si bien la primera referencia a la estrati­
362
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
grafía del yacimiento nos la ofrece Obermaier (1925). El último
estudio lo realizó Sreeman, que excavó la cueva en 1962 y que pu­
blicó sus conclusiones en 1967. Excavaciones que dieron como re­
sultado la aparición de niveles musterienses, paleolítico medio,
y auriñacienses, paleolítico superior, así como grabados. La cue­
va, cercana a la iglesia de Santo Adriano de Tuñón, se orienta ha­
cia el NE y está separada del río Trubia, orilla este, sólo por la
citada carretera. En realidad no se le puede llamar propiamente
cueva, ya que apenas si alcanza los 6 m. en el corredor más largo
de los dos de los que consta. Para Jordá Cerdá, «más que cueva
es un abrigo en el que se vivió al aire libre» (J o r d á C e r d á , 1976:
64).
Debido a que la carta arqueológica del concejo de Santo Adria­
no de Tuñón no ha sido realizada aún, no tenemos noticias sobre
la posible localización de otras cuevas o yacimientos al aire libre
del paleolítico. Creemos que la ausencia de yacimientos se debe
a la falta de este tipo de estudios, sobre todo si tenemos en cuenta
que las fuentes nos dan noticias de cuevas en las que según la tra­
dición aparecieron en el pasado útiles, huesos y restos de todo ti­
po ( C a n e l l a , I, 364; III, 173-174). A ello se suma los numerosos
abrigos que se observan desde la carretera a lo largo de las dos
orillas del río Trubia.
Con los períodos posteriores tenemos el mismo problema:
ausencia de prospección sistemática del concejo.
Hasta el momento no se han catalogado restos de la Edad del
Bronce, ni de estructuras ni de materiales sueltos ( B l a s C o r t i n a ,
1983), encontrándonos con un vacío territorial que abarca desde
finales del paleolítico hasta época castreña.
Por José Manuel González (1976: 57) sabemos de la existencia
de dos castros: el del Pico Constancio, en las Carangas, y el de «El
Collaín», en Tuñón. Sobre estos castros no se ha realizado ningún
estudio que nos pueda aportar datos sobre su fundación, modo de
vida de sus habitantes... Quizás existan más castros en Santo
Adriano, como parece indicar la toponimia (por ejemplo, «El Pi­
co de Castro Mayor»).
Sí que hay datos sobre la influencia de la conquista romana.
Carmen Fernández Ochoa nos habla de la «vía romana» que en­
traría en Asturias por el puerto de la Mesa con dirección a Grado.
De esta calzada salieron algunos ramales hacia el interior, uno de
los cuales atravesaría Santo Adriano: «se sabe que por el monas­
terio de Santo Adriano, donde se conserva un puente antiguo, pa­
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
363
saba una “ carrale antigua” en el siglo IX» ( F e r n a n d e z O c h o a ,
1982: 48).
Se dice también que los romanos explotaron las minas de hie­
rro y de cobre. Hay que tener en cuenta el subsuelo del concejo:
arenisca roja devoniana muy cargada de óxido de hierro, toman­
do el carácter de este mineral. Estas explotaciones pueden estar
indicadas por topónimos, por ejemplo Lavares, que procede del
término latino «La berris», nombre con el que designaban los ro­
manos sus explotaciones de hierro.
Asimismo se tienen noticias de la presencia de los moros en la
zona. Hay una gran cantidad de leyendas que los toma como te­
ma, estando muchas de ellas asociadas con las cuevas. Una de és­
tas nos relata que Munuza llegó al concejo huyendo de Pelayo y
se hizo fuerte en el castro del Collaín, que otorgó a los habitantes
de aquellos términos numerosos bienes por la ayuda prestada
( B e l l m u n t y C a n e l l a , págs. 174-175).
Enlazamos así con el objeto de nuestro trabajo: la fundación
de la iglesia de Santo Adriano de Tuñón por la monarquía astur.
S e g ú n la d o c u m e n ta c ió n d e l o b is p o P e la y o , la c u a l p a r e c e e s ­
ta r fa ls ific a d a (F ernandez C o n d e,
1972: 113),
la ig le s ia se e d ific ó
s o b r e u n a n tig u o m o n a s te r io fu n d a d o p o r m o n ja s b e n e d ic tin a s ,
p o r A lfo n s o
III
el M a g n o y su e sp o sa d o ñ a J im e n a en el a ñ o
891.
P a r a F e r n á n d e z C o n d e m á s q u e la c o n s tr u c c ió n d e u n a ig le s ia y
a b a d ía , q u e e s lo q u e se n o s in d ic a , n o s h a lla r ía m o s a n te lo q u e
1972: 103).
La iglesia fue restaurada varias veces; en el 1108, año en el que
según la lápida del interior del templo fue consagrada de nuevo,
en 1407, en 1944 y en 1954. Esta última restauración la llevó a ca­
bo Menéndez Pidal tratando de devolverle su aspecto primitivo.
Para ello llega a reconstruir las celosías de las ventanas, acomete
el desmonte de tierras en el ábside, destruye estructuras añadi­
das a la iglesia y renueva el espacio interno del templo ( M e n e n d e z P i d a l , 1954: 72) (figura VII).
Como ya comentamos la iglesia parece estar erigida por el rey Al­
fonso III y su esposa, la reina doña Jimena, bajo la advocación de
los santos Adriano y Natalia, mártires decapitados en el siglo VI. Se
sitúa su construcción en el siglo IX (891).
De planta basilical, con tres naves y cubiertas de madera, se di­
vide cada nave en cuatro tramos de arcos de medio punto apoya­
dos sobre pilares sin impostas. El ábside, con presbiterio y dos ca­
pillas a ambos lados, posee bóvedas de cañón. Por las numerosas
restauraciones que sufrió, el resto de los elementos arquitectónié l d e n o m in a c a n o n ía ru ra l (F ernandez C o n d e ,
364
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
eos padecieron alteraciones, llegando incluso algunos a desapare­
cer. Así, de las dos sacristías añadidas a la altura del presbiterio
se conserva sólo la del lado sur. Desaparecieron también dos es­
tructuras adosadas en el lado sur de la iglesia que hacían las veces
de pórticos. A los pies, el pórtico actual está dividido en tres re­
cintos, de tal forma que es imposible saber cuál fue su estructura
prerrománica.
También se perdieron dos sepulcros que había a la entrada del
presbiterio y que se destruyeron para construir la mesa del altar.
Típica del prerrománico es la habitación que se levanta sobre
la capilla mayor, con ventana ajimezada de dos huecos y un pe­
queño pilar central en el testero de la iglesia.
En la capilla mayor destacan unas pinturas de tipo mozárabe,
fechadas en el momento de la construcción de la iglesia. Los mo­
tivos son flores y un friso de almenas dentadas (tipo musulmán).
De entre estas últimas surge una cruz y dos figuras que parecen
ser el sol y la luna. Se observa también, aunque con mayor difi­
cultad, otra pintura sobre los arcos que separan la nave central
de la derecha, perteneciente a un caballero de pie al lado de su
montura. La conservación de todas estas manifestaciones es su­
mamente precaria, no habiéndose acometido, hasta el momento,
ningún proyecto de consolidación y restauración.
E XC A V A C IO N E S ARQ U EO LO G ICA S
Las tareas de excavación dieron como resultado la aparición
de varias sepulturas, osarios, fragmentos cerámicos y de cristal,
y objetos metálicos.
Sin poder efectuar unas claras precisiones cronológicas, ha si­
do en parte gracias a la estratigrafía y a los materiales cerámicos
como hemos llegado a discernir la fecha de los enterramientos. So­
mos conscientes no sólo de la dificultad de datar, sino de que nos
movemos con una gran amplitud de siglos.
¿Cuál es la «vida probable» de una cerámica desde su fabrica­
ción hasta su desuso-fragmentación? Esta pregunta se vuelve más
acuciante si tenemos en cuenta que toda la cerámica que a conti­
nuación presentamos no procede de ningún ajuar o poblado, sino
que son simples trozos esparcidos por un cementerio, cuya pre­
sencia en dicho lugar es más bien un accidente del cual el arqueó­
logo se beneficia.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
365
Faltan además otro tipo de datos que nos aclaren la posible pro­
ducción de la cerámica hallada y muchos más datos que nos ha­
blen de su distribución o uso.
Es cierto que la iglesia prerrománica de Santo Adriano nos echa
una mano y podemos contar con un punto previo, si bien el abis­
mo tanto hacia delante como hacia atrás nos obliga a movernos
en unas conclusiones generales y flexibles, a la espera de más pie­
zas que solucionen el «puzle».
Estudio de los materiales
Los materiales han sido agrupados según la estratigrafía re­
sultante, procediéndose a continuación a una clasificación basa­
da en una característica primaria-morfológica (borde, base, asa,
decoración...) para con posterioridad reunir los fragmentos según
otras cualidades secundarias (estilo decorativo, pasta...).
No hemos pretendido crear una tipología cerámica sino que úni­
camente se intentó, para una mayor comprensión, un agrupamiento que fuese significativo y nos permitiese un análisis más por­
menorizado.
Lo que creemos verdaderamente importante es la utilización
de un lenguaje similar, que haga referencia a conceptos idénticos
y con el que todos podamos saber a lo que se hace mención.
Bordes. Cerámica (2)
Nivel III: a) Ollita de labio redondeado y cuerpo globular, rea­
lizada a tomo y de pasta anarajanda, sin sonido metálico (lámina
1 ,1); b) Ollita realizada a tomo lento con labios redondeados y un
plano interno cóncavo de pasta marrón; c) Bordes de labio trian­
gular, realizadas a tomo y pasta gris o marrón y otro de tomo len­
to y pasta marrón.
Nivel II: a) Borde redondeado y cuerpo globular a tomo de pas­
ta anaranjada. Otra pieza presenta una decoración peinada (lámi­
na III, 1); b) Borde redondeado y cuello corto de cuerpo globular,
fabricada a tomo y con decoración incisa a peine horizontal, pre-
(2)
Los niveles se diferencian bien p or su textura y coloración , siendo la m á­
xim a p rofu n didad alcanzada p o r el nivel II de 60 cm. y estando el n ivel III a par­
tir de esta cota. En la cata I, alterada por el desmonte realizado en 1954, el grosor
del n ivel II es m enor que la de la cata II, habiendo colocado el punto 0 en la zona
más elevada de esta cata.
366
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
senta restos de fuligen en su cara interna; c) Borde de labio trian­
gular a tomo, con pasta de color grisáceo o negruzco y perfil glo­
bular; otra de pasta anaranjada o marrón. Dentro de este apartado
hay una pieza de perfil más recto y pasta grisácea; d) Borde exvasado con un pequeño toro en el cuello, hecho a torno y pasta beige; e) Borde exvasado con un plano en la cara interna, realizado
a torno y pasta negruzca; presenta decoración cepillada en el cue­
llo; f) Vasija de borde recto y un plano interno cóncavo de pasta
grisácea; g) Cuenco esmaltado blanquecino. Otro cuenco con es­
maltado de líneas verdes (zona oscura), blanco (zona más clara)
y amarillo (zona de puntos) en el interior y blanco en el exterior;
h) Vasija vidriada de borde exvasado, de color blanco y con dos
líneas azules en el labio interno; i) Jarrita de borde exvasado con
pequeño toro en el cuello y asa. Fabricación actual.
Borde cristal
Nivel II: a) Borde de cuenco de color blanco con un motivo flo­
ral en la cara externa.
Base cerámica
Nivel III: a) Base plana a tomo de color grisáceo.
Nivel II: a) Bases planas realizadas a torno lento y distintas
pastas: grisácea, rojizo anaranjado, marrón. Otras piezas con de­
coración encisa. Misma morfología pero tomo a torno y con pasta
grisácea, anaranjado y marrón; b) Vasija vidriada con pie y con
decoración interna a base de líneas marrón y motivos de color ver­
de; c) Plato a tomo de pasta anaranjada; d) Vasija de pie apunta­
do, pasta rojiza y decoración bruñida en el pie; e) Vaso realizado
a torno de pasta anaranjada.
Base cristal
Nivel II: a) Vasito de cristal blanco.
Asas de cerámica
Nivel II: a) Asas cuya unión a la vasija se realiza a base de la
ungulación, una de pasta negruzca y otra marrón; b) Asas de cin­
tas, una sin decoración, de color negruzco, grisáceo y marrón.
Otras con decoración puntillada incisa de pasta marrón y rojiza.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
367
Asas de cristal
Nivel III: a) Asas de cristal verde y sección redondeada.
Decoraciones cerámica
Nivel III: a) Decoración reticulada, formando dibujo de ceste­
ría. Suelen ser vasijas realizadas a tomo lento y cocción reductora. Un fragmento corresponde a un borde exvasado; b) Decoración
incisa acanalada realizada a tomo lento y pasta de color marrón.
Nivel II: a) 1. Decoración reticulada en el cuerpo y cepillada
en el cuello, sobre vasijas fabricadas en tomo lento y coloración
de pasta rojiza. Otros fragmentos con esa misma decoración pero
cocción reductora; 2. Decoración parecida a la anterior, si bien el
reticulado esmenos perfecto, estando las líneas entrecruzadas con
diversas direcciones (horizontales, verticales u oblicuas). Las va­
sijas están fabricadas a tomo y fuego reductor; b) Cerámica pei­
nada horizontal con líneas en zig-zag, sobre vasijas realizadas a
tomo lento y pasta de coloración gris; c) Decoración acanalada for­
mando ondas, con cerámicas hechas a torno lento y coloración ne­
gruzca; d) 1. Decoración peinada profunda vertical realizada so­
bre ollas de labio redondeado y cuerpo globular fabricadas a tomo
lento
y
cocción reductora u oxidanto; 2. Decoración peinada horizontal
encontrada en vasijas realizadas a tomo lento y cocción oxidante
con restos de fuligen (3); 3. Decoración peinada oblicua en vasijas
hechas a tomo lento y pasta de coloración marrón; e) Decoración
cepillada de líneas oblicuas sobre piezas fabricadas a tomo lento
y coloración rojiza. También aparece esta decoración en forma ho­
rizontal en fragmentos realizados a tomo lento y cocción reduc­
tora o bien en forma vertical en vasijas de idénticas característi­
cas; f) Cerámica bruñida hecha a torno lento y cocción reductora.
Otras vasijas de tonalidad rojiza fabricadas a tomo rápido y con
incisión (4).
Pitorros de cerámica
Nivel II: a) Fragmento perteneciente a una posible boca trilo­
bulada de pasta de coloración negruzca; b) Pitorro saliente.
(3) Las piezas 2, 3 y 5 pueden pertenecer a un m ism o cacharro.
(4) Las tres últim as piezas son de época más m oderna, perteneciendo los frag­
m entos a una m ism a vasija.
368
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
Metal
Nivel III: a) Posible alcayata o clavo de hierro.
Nivel II: a) Clavos con cabeza unida por remache; b) Posibles
clavos con sección mayoritariamente rectangular; c) Varillas de
sección redondeada; d) Tubo de hierro; e) Lámina rectangular de
sección aplanada.
Los fragmentos sobre los que hemos podido realizar alguna pre­
cisión cronológica son escasos, debido a las características que pre­
senta el conjunto estudiado y la falta de trabajos relativos a la
cerámica de época moderna.
En el nivel III, tanto en la cata I como en la II, se han encontra­
do bordes de labio triangular, unos de pasta grisácea-blanquecina,
fechadas por Encinas (1987: 389) en el siglo X dentro de su grupo
c) y otras de coloración marrón anaranjada de peor factura, encua­
dradas en el grupo b) (E n c i n a s , 1987: 387 y 389), también en el si­
glo X (lámina II, 1 y 2).
Es interesante destacar la presencia de dos bordes (lámina I,
1 y 2) con una morfología claramente castreña (5). Su inclusión en
un ambiente medieval se puede explicar por una perduración de
formas o por la continuidad de hábitat castreño en el período es­
tudiado. Este hecho se debe relacionar también con la documen­
tación de cerámizas medievales aparecidas en diversos castros as­
turianos ( F e r n a n d e z O c h o a , 1982: 161).
L a s c e r á m ic a s d e c o r a d a s so n to d a s e lla s r e t ic u la d a s y p a r a le liz a b le s a la s e n c o n tr a d a s en e l n iv e l p r e r r o m á n ic o d e la C a te d r a l
VIII-X ( E n c i n a s y F e r n a n d e z O c h o a , 1986: 348),
2 d e E n c i n a s s e g ú n l a s c e r á m i c a s d e P e ñ ó n d e R a íc e s (E n ­
c i n a s , 1986: 348), a l g r u p o b) d e l a s d e l c o n v e n t o d e S a n P e l a y o
( E n c i n a s , 1987: 387-389), y , y a m á s a l e j a d a s d e A s t u r i a s , a l a s a p a ­
r e c i d a s e n e l m o n t e C i l d a ( P a l e n c i a ) ( G a r c í a G u i n e a e t a l i i , 1066
y 1973: 24, 38, 39, 50). L a c r o n o l o g í a m á s t e m p r a n a e s l a o f r e c i d a
p o r e s t e ú l t i m o a u t o r , s i g l o VI, s i e n d o l a m á s a l t a l a d e l s i g l o X .
d e O v ie d o , s ig lo s
al gru p o
L a ú n ic a b a s e e n c o n tr a d a p r e s e n ta p a s t a g r is á c e a y r e a liz a c ió n a
to rn o .
No es un hecho claro la inclusión del metal en este nivel, pues
su situación debajo del enterramiento 1, encima de las losas de
la tumba II, nos hace pensar que bien pudiera pertenecer al nivel
de incendio (Ilb) eliminado casi en su totalidad por la fosa de in­
humación.
(5)
Llam am os época castreña a la edad com prendida desde el in icio de la ha­
bitabilid ad de los castros en Asturias, por ahora s. I d.C., hasta su progresiva des­
articulación en época altom edieval ( E s c o r t e l l , 1982: 54 y ss.).
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
369
En conclusión, los restos materiales hallados en este nivel III,
que es el mismo de la construcción de la iglesia prerrománica, se
sitúa entre los siglos VIII-X (6).
Para el estudio del nivel II vamos a diferenciar las catas I y
II, debido a los trabajos que se realizaron en ambas zonas, con un
desmonte grande de tierras en la cata I, no efectuado en la otra
cuadrícula.
El nivel II de la cata I ofrece un borde encuadrable dentro del
grupo d) de Encinas (E n c i n a s , 1987: 387-389) y otras formas de bor­
des de labio triangular que se datan, como hemos visto con ante­
rioridad, en el siglo X .
También las cerámicas docoradas pueden aportamos alguna
precisión cronológica. Hay cerámicas reticuladas, como las refe­
ridas en el nivel III; otra incisa, como las encontradas en el jardín
de Pachu y en el grupo b) de Encinas (E n c i n a s , 1987: 387-389), tam­
bién del siglo X . Localizamos cerámica con decoración incisa ho­
rizontal y alguna incisión vertical, como las que nos refieren el
grupo f) ( E n c i n a s , 1987: 391) y en el jardín de Pachu, situadas en­
tre el siglo XII, las de buena calidad como ésta, y los siglos XIII
y XIV , las de peor factura.
Todas las cerámicas vidriadas, paralelizable a las estudiadas
por G a r c í a A l o n s o (1987: 456), con una datación del X IV -X V ; una
base, un fragmento decorado y el metal de esta capa se hallan ca­
si a un nivel superficial (32 cm. de profundidad). Todos los mate­
riales señalados se pueden encuadrar en época moderna.
La cata II presenta una disposición diferente, y en ella es posi­
ble detectar dos niveles: el Ha y Ilb.
En el nivel lia encontramos bordes, siendo los más caracterís­
ticos los del labio triangular, algo diferentes de los hallados en el
nivel III. Una cerámica fue encontrada a los pies del enterramien­
to 1. Otros materiales son las asas de ungulaciones y cinta. Es pre­
ciso destacar la presencia de una cerámica peinada, con paralelos
en Veranes ( O l m o , 1984: 88), en San Pelayo ( E n c i n a s , 1987: 389), en
Peñón de Raíces ( E n c i n a s , 1986: 320), en yacimientos santanderinos ( B o h i g a s et alii, 1984: 136) y en castros occidentales asturianos
( E s c o r t e l l , 1982: 54-62), y a la que se le concede una cronología de
los siglos X I y XII. Otra cerámica que se puede datar es la base,
de color grisáceo, como las estudiadas por E n c i n a s (1987: 389) en
(6)
E xcluim os la fecha del s. VI por considerar que su paralelización lineal no
es p osib le p or las m anifiestas diferencias entre la zona palentina y la asturiana
en esta época.
370
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
el convento de San Pelayo, la Muralla de Gijón y la Catedral de
Oviedo y que se puede fechar entre los siglos X I y XII. También
se pueden contabilizar otras cerámicas con una cronología más cer­
cana, como el borde esmaltado, posterior al siglo XVI ( B o h i g a s ,
1981: 240); las cerámicas vidriadas en tomo al siglo XVI ( B o h i g a s ,
1981: 242), así como los cuencos y los fragmentos de cristal. Tanto
éstos como el metal se encuentran a una profundidad aproxima­
damente de 30 cm.
Los materiales referidos al nivel Ilb son en su mayoría tejas ro­
tas y grandes trozos de madera quemada. A veces entre estos res­
tos se encuentran algunas cerámicas (cerámica bruñida y cepilla­
da). La cerámica con decoración peinada o los bordes de ollas
(lámina III, 2,) similares a las de las ollas peinadas, aunque aquí
no presenten motivos figurativos ( E n c in a s , 1987: 389), se han po­
dido fechar en los siglos X I y XII. Un fragmento peinado que apa­
reció encima de las losas de la tumba II tiene una cronología del
siglo XI-XII, como las anteriores.
El resultado que los materiales estudiados nos ofrecen de los
dos subniveles conlleva a una cronología diferenciada. Mientras
el nivel Ha engloba cerámicas modernas con otras medievales, si
bien a diferentes profundidades, el nivel Ilb sitúa todos sus frag­
mentos entre los siglos XI-XII (7).
Las cerámicas extraídas de la franja perimetral las hemos agru­
pado en el nivel II, siendo la máxima profundidad alcanzada de
60 cm. Hay bordes con decoración peinada (lámina III, 1) datado
en el siglo XI-XII, bordes de ollas con decoración incisa horizon­
tal y restos de fuligen con una fecha del XII-XIV ( E n c in a s , 1987:
389 y 391), bordes de labio triangular, bordes esmaltados, asas pun­
tilladas con una cronología del siglo XII-XIV ( E n c in a s y F e r n a n ­
d e z O c h o a , 1986:), fragmentos decorados con peinado vertical y
horizontal entre los siglos X-XII (E n c i n a s , 1987: 389); hasta cerá­
micas de época moderna. Todos estos materiales aparecen revuel­
tos junto con algún resto de metal y huesos fragmentados huma­
nos y de animales.
(7)
El nivel de incendio (Ilb), que p or los m ateriales fecham os entre s. X I-X II,
pudiera corresponder con la destrucción y posterior restauración de la iglesia, al­
rededor de esa fecha, tal com o nos sugiere la inscripción conservada, en la que se
lee (según C. M. V igil):
«Los restos latino-bizantinos que se conservan pertenecen a la época de
su com pleta restauración y dedicación en 1108 p or el abad Eulalio y el obis­
p o de O viedo don Pelayo; y se agregó a la Iglesia de Oviedo muchos años des­
pués dando el título a una de sus dignidades» ( F e r n a n d e z C o n d e , 1972:104).
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
371
La cata IV sí cuenta con este nivel II, formado por una serie
de materiales revueltos. Se halló un borde de labio triangular y
pasta grisácea. Destacar la presencia de gran cantidad de clavos
o más bien restos de ellos en el nivel IV o nivel de fundación de
la iglesia prerrománica cuyo significado se nos escapa en la ac­
tualidad (8).
Los materiales adscribibles a la cata III son escasos y casi todos
ellos pertenecen a cerámicas vidriadas o tejas. Por ello no hemos
podido definir la época de construcción del muro que delimita el
cementerio actual y sobre cuya fundación no poseemos información.
Otro apartado al que vamos a hacer referencia es el de la fa­
bricación, cocción y a los desgrasantes utilizados en las cerámi­
cas (9). Para la realización de las mismas se prefirió, tanto en el
nivel III como en el II, el tomo lento (10 cerámicas en el nivel III
de tomo lento y 9 a tomo, dentro del II hay 38 a tomo lento y 22
a tomo). La cocción mayoritaria es la reductora, aunque con dife­
rente proporción en los niveles; mientras en el nivel III hay 14 frag­
mentos de cocción reductora frente a 2 de oxidante, en el nivel II
hay 39 frente a 24, subiendo la proporción de cerámicas realiza­
das a fuego oxidante en las piezas encuadrables dentro de la épo­
ca moderna. Dentro de los desgrasantes sólo se han contabilizado
los micáceos y cuarcíticos, habiendo una preferencia de estos úl­
timos sobre los primeros (en el nivel III hay 9 cerámicas con des­
grasantes cuarcíticos y 6 de micáceos, mientras en el nivel II hay
41 de cuarcíticos y 23 de micáceos).
Aunque un estudio tan global no aporta una visión certera, en
líneas generales hemos podido comprobar que la cerámica encon­
trada en la necrópolis de Santo Adriano parece contar con un re­
pertorio de formas reducidas sin grandes sofisticaciones decorati­
vas, mayoritariamente incisiones para con posterioridad incorporar
el bruñido, y con una preferencia por el tomo lento y la cocción re­
ductora, si bien en época moderna habría que añadir los vidriados,
el tomo y la cocción preferentemente oxidante. En cuanto a la pas­
ta utilizada será necesario esperar un futuro estudio geológico de
las tierras próximas, que con seguridad nos permitirá explicar con
más datos la preferencia de los desgrasantes empleados.
(8) Dado el carácter de la excavación, no es posible dilucidar si a la profu n d i­
dad alcanzada en esta cata, más de 60 cm., haya sido la causa de la aparición de
estos clavos y si lo m ism o hubiese ocurrido en el resto de la zanja perim etral.
(9) H em os cogid o para llevar a cabo este estudio las piezas dibujadas.
372
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
Estudio de las sepulturas
Las sepulturas que aparecieron en Santo Adriano de Tuñón se
han agrupado bajo dos epígrafes diferentes: el de t u m b a s y el de
ENTERRAMIENTOS.
Los osarios la mayor parte de las veces suelen ir asociados a
las dos cetegorías referidas con anterioridad, si bien muchos de
los huesos encontrados están sin un contexto claro y parecen co­
rresponder a una acumulación modema(lO).
tum bas
Se excavaron tres tumbas de lajas, contabilizándose una cuar­
ta en un corte de la cata I. Todas ellas se realizaron en el nivel
III y aunque poseen unas características similares, se construyen
con lajas de arenisca verticales cubiertas por otras horizontales
con un suelo excavado en arcilla, hay una serie de diferencias que
merece la pena destacar.
Tumba I (cata I, figura III)
Hallada a 62 cm., cota máxima, y orientada E-W, está cubierta
de seis lajas de arenisca roja. Las de la cabecera adquieren una
forma triangular, mientras la de los pies son rectangulares. Una
vez abierta se comprobó que únicamente había dos losas vertica­
les, en el lado norte, estando la zona sur excavada en la arcilla.
Sólo había una piedra en esta parte, paralela a la cabeza y que
encontramos caída, siendo la causa de que el cráneo estuviese ro­
to. Como ya hemos indicado, la cabecera y los pies estaban seña­
lados por la excavación de la arcilla, así como el fondo de la tumba.
El esqueleto, a 71 cm. de profundidad, que contenía partenece
a un individuo infantil, habiéndose rescatado el cráneo, húmeros,
cúbito-radio, vértebras, pelvis, fémur, costillas, clavículas, tibias,
peronés y omóplatos (11). No se encontraron huesos de las manos
o pies. Se hallaba en posición decúbito supino con la cabeza hacia
el oeste y los brazos paralelos al cuerpo. No se encuentra centra­
do en la tumba sino pegado a las losas verticales.
(10) Nos referim os en concreto a los huesos sueltos encontrados al excavar la
zanja perim etral de la iglesia. Dichos huesos, sin con exión anatóm ica, pueden ser
los huesos encontrados en la anterior intervención, 1945, y que con posterioridad
a la restauración se v olvieron a enterrar.
(11) El estudio de los restos humanos los está llevando a cabo José E. Egocheaga
Rodríguez, catedrático de A ntropología Física de la U niversidad de O viedo.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
373
A l extraer el enterramiento principal fueron apareciendo res­
tos óseos sueltos, con mayor acumulación en la zona de lo pies,
a 76 cm. de profundidad. Los huesos parecen corresponder a un
individuo adulto.
Alrededor de la tumba, parte norte, también se hallaron dos
osarios: uno en la zona de la cabecera, con un cráneo y huesos lar­
gos a 63 cm.; y el segundo delimitado por una piedra vertical, que
se encontraba pegado a las losas verticales de la tumba, con otro
cráneo y huesos más fragmentados con una profundidad entre 59
y 70 cm.
No se apreció ningún tipo de ajuar, mereciendo ser destacado
un gran trozo de arenisca margosa roja muy descompuesta enci­
ma de la losa horizontal que cubría la cabeza, y la presencia de
otras piedras grandes de caliza blanca alrededor de la tumba, en
su lado sur (12).
La impresión que da esta tumba no es sólo de reutilización si­
no que se acometió la acomodación de una tumba presumiblemen­
te de dimensiones mayores a un esqueleto infantil.
Tumba II (cata II, figura IV)
Tumba encontrada debajo del enterramiento 1, en el nivel III,
a una profundidad de 60 cm. y orientada hacia el ábside de la igle­
sia (NE-SW). Presentaba siete losas de arenisca roja en la cubri­
ción, faltando una de las losas de la zona central. La laja que cu­
bría la cabeza era triangular, mientras que las restantes eran
rectangulares. Contaba también con 13 lajas verticales de forma
rectangular, que señalaban la cabecera y los pies. El fondo, a 80
cm., estaba conformado por la misma arcila regularizada horizon­
talmente.
El esqueleto que albergaba pertenece a un individuo adulto en
perfecto estado de conservación. El cráneo apareció desprendido,
estando la mandíbula caída sobre las vértebras. Los brazos se ha­
llaban extendidos a lo largo del cuerpo, con la mano derecha so­
bre el fémur y pelvis, mientras que la izquierda se hallaba para­
lela a la pierna izquierda extendida. Los huesos de los pies se
encontraron más enterrados en la arcilla, debido a la caída de una
losa sobre ellos.
(12)
Después de excavar la cata I se v o lv ió a dejar la tum ba cubierta, sin es­
queleto, rellenándose esta cata y las posteriores con grava de diferentes grosores
y tierra vegetal en la parte superior.
374
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
En el lateral izquierdo, según posición esqueleto, y paralela a
las losas de cubrición de la cabecera, excavamos un osario forma­
do por cráneo y huesos largos a 60 cm. de profundidad.
Como hecho a destacar, la presencia de una «ficha» de limoni­
ta debajo de los huesos de la mano izquierda en la que no hemos
podido distinguir ningún signo. También aparecieron en la zona
derecha, alrededor de la tumba, a nivel de las losas de cubrición,
piedras grandes de caliza.
A esta tumba la cubre una capa de incendio, Ilb, en la que apa­
recieron clavos, tejas y madera quemada.
Tumba III (cata I) (13)
Fue constatada su presencia en el denominado corte E, a 70 cm.
de profundidad. Se encuentra bajo una considerable acumulación
de tierras (a casi un metro del suelo visible), pues se halla justo
en el inicio del desmonte realizado en 1945.
No se excavó, pero se pudieron tomar una serie de datos como
los de su dirección, E-W, y la distancia a que se encontraba de la
tumba I, a 70 cm.
Tumba IV (figura V)
Dicha tumba apareció bajo un antiguo lavadero de hormigón
construido en 1962 y que fue eliminado en las recientes tareas de
restauración (1987).
El estado en que se encontraba era muy precario, sin losas de
cubrición y con un gran relleno de escombros. A ello se le suma
el muro construido hacia la mitad de la tumba, y que si por una
parte permitió conservar la zona de las piernas, siendo la única
zona en la que la tumba permanece intacta, por otra dificultó la
excavación de la misma, quedando los huesos de los pies sin ex­
traer. La tumba se compone en la actualidad de siete losas verti­
cales que parecen formar un figura rectangular, con una de ellas
cerrando los pies pero sin la correspondiente a la zona de la cabe­
za. Sólo queda una losa de cubrición, estando el suelo excavado
en la propia arcilla.
La orientación es E-W, a unos 70 cm. de profundidad, mientras
el muro de contención está a unos 30 cm. encima de la misma.
(13)
En este caso, com o lo que ocurrió en la tum ba IV, las tum bas se hallaban
en fincas particulares, más allá del m uro de delim itación de la iglesia.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
375
El esqueleto, de un individuo adulto roto por las losas caídas
en el interior, se hallaba en posición decúbito supino, con el bra­
zo derecho debajo de la pelvis y el izquierdo extendido a lo largo
del cuerpo. Las piernas sin doblar se juntan en los pies.
En el lateral norte de la tumba encontramos un osario muy
fragmentado, con restos de cráneo y mandíbula.
E N T E R R A M IE N T O S
Con esta denominación queremos agrupar a aquellos esquele­
tos que aparecieron sin lajas de delimitación y que no eran evi­
dentemente osarios, sino inhumaciones practicadas en la arcilla.
E nterram iento 1 (cata II)
Fue depositado en el nivel Ha, rompiendo la capa de incendio
Ilb, encima de la tumba de losas II.
Está orientado igual que la mencionada tumba (NE-SW), ha­
cia el ábside, a unos 55 cm. de profundidad.
El esqueleto corresponde a un adulto colocado en posición de­
cúbito supino, con los brazos paralelos al cuerpo: la mano dere­
cha se encuentra encima del fémur derecho y la izquierda debajo
del fémur izquierdo.
E nterram iento 2 (cata I)
Parte del esqueleto de un niño colocado cobre la arcilla del ni­
vel III, a 62 cm. de profundidad, con una orientación E-W.
Sólo se han conservado parte del cráneo en muy precario esta­
do y las extremidades superiores en posición anatómica, sin que
hubiese señales del resto del esqueleto.
Se encuentra a unos 65 cm. de la tumba I.
A la vista de lo expuesto, las inhumaciones llevadas a cabo en
Santo Adriano se pueden agrupar bajo dos epígrafes:
— Tumbas de losas, con una morfología similar: lajas verticales
adheridas a la arcilla que delimitan el espacio, con un suelo
excavado en la propia arcilla y cubiertas por otras lajas hori­
zontales con una forma rectangular. En uno de sus laterales,
el izquierdo según la posición del esqueleto depositado, se en­
cuentran osarios que testimonian su reutilización.
— Los enterramientos practicados en fosas, como punto en común,
pero que parecen tener poco que ver entre sí.
376
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
También las tumbas, a pesar de sus características similares,
evidencian diferencias entre ellas. Una de estas diferencias, y cree­
mos que la más significativa, es la de su orientación. Hay dos
orientaciones:
— E-W: según tumba I, tumba III y tumba IV.
— Hacia el ábside: tumba II.
Este criterio diferenciador puede ser una de las pautas que nos
indiquen una posible cronología, aunque todas ellas se enmarquen
en un mismo nivel y período.
También podemos señalar esta anomalía en los enterramien­
tos encontrados. Pero aquí, aparte de la orientación, contamos con
otra disparidad, la de nivel. Así mientras el enterramiento 1 co­
rresponde al nivel II, el segundo se corresponde con el nivel de
tumba (nivel III).
Con todo, pensamos que es muy significativo esta discrepan­
cia de sentido, constatada en tumbas y en enterramientos.
La orientación de las iglesias en época medieval y la de los en­
terramientos ( K l i e m a n n , 1987) es generalmente E-W, si bien se
pueden señalar variaciones de dirección que responden a causas
diversas (Camino de Santiago, reliquias conservadas...).
En un estudio efectuado sobre iglesias prerrománicas asturia­
nas, en el que se incluye Santo Adriano ( G a r c í a - P o l a et alii,
1984), se ha podido comprobar cómo la orientación de éstas no era
todavía E-W, sino que solían adoptar diferentes posiciones. Será
en época románica, alrededor del siglo XII, cuando casi todos los
templos adquieran una dirección generalizada E-W.
La pregunta parece pertinente: ¿Las sepulturas medievales es­
tán sujetas a estos cambios de dirección, sobre cuyo significado
no entramos? o, también, ¿las sepulturas se orientaban según el
ábside de la iglesia o, según referencia, al E. (punto cardinal de
lugares cristianos)?
La importancia que adquiere el lugar en el que se realiza la li­
turgia cristiana es indiscutible, llegando por eso a preferirse el
enterramiento en el interior de los templos, a pesar de las prohi­
biciones en el Concilio de Braga (561) y Sínodo de León (1267)
( F e r n a n d e z , 1981: 110). Pero mientras en la Alta Edad Media es­
ta prerrogativa quedó reservada a reyes y nobles, más adelante
serán los ricos burgueses los que levantarán los sepulcros en el
recinto sacro para llegar a los siglos XV -X V I en que la práctica
se generalizó, convirtiéndose en una costumbre solicitada en los
testamentos ( A l o n s o , 1988: 29-30).
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
377
Con las sinodales de Pisador (1768) se intenta poner orden y
tasación en las sepulturas practicadas en el interior del templo,
dependiendo de la cuantía económica el lugar en el que se entierre al difunto. La disposición del cadáver se hacía de tal forma
que la cabeza quedase mirando al altar ( L ó p e z , 1985: 73 y ss.).
Ya hacia finales del siglo XVIII surgirá una fuerte oposición
al enterramiento en el interior de la iglesia, propugnada por los
ilustrados, que intentan hacer volver los cadáveres a los campo­
santos. Sin embargo no se aplicará esta medida hasta el segundo
tercio del siglo X I X ( G o n z á l e z L o p o , 1988; 186).
Las inhumaciones en camposanto se siguen efectuando en época
moderna, si bien suelen quedar relegadas a iglesias rurales o a las
afueras de las ciudades. Estos cementerios no responden a la ima­
gen aislada y lejana de hoy en día. Eran centros muy frecuenta­
dos y llenos de actividad (mercados de ganado, juegos, paseo...),
que no inspiraba al respeto y recogimiento que se daba en el inte­
rior de la iglesia ( G o n z á l e z L o p o , 1988: 187). Los individuos ente­
rrados suelen ser personas de pocos recursos económicos, para los
que se excava un hoyo que debe tener tres cuartas de hondo, amor­
tajados con una sábana ( L ó p e z , 1985: 72). Documentalmente nada
se nos indica de la dirección que tomarían estos enterramientos,
aunque sí encontramos noticias sobre las reutilizaciones en esta
época moderna (14). Los huesos anteriores, casi siempre de fami­
liares, o se volvían a enterrar con la nueva inhumación o bien que­
daban al aire libre, apilados con otros restos óseos ( G o n z á l e z L o ­
p o , 1988: 187).
En Santo Adriano de Tuñón la necrópolis no se encuentra intac­
ta a causa de las remodelaciones practicadas, que alteraron no sólo
el monumento sino sus inmediaciones (M e n e n d e z P i d a l , 1954: 72 y
ss.). Lo que el arquitecto alteró fue el nivel II y sus enterramientos,
así como los que podía hallarse en el interior del templo (15).
Con todo, nos aventuramos a trazar una hipótesis de trabajo
acerca de la cronología de las tumbas y enterramientos.
En un primer momento, fundación de la iglesia, siglos IX -X ,
las tumbas serían de lajas, como ocurre generalmente en el Me­
dievo, aunque con la salvedad de su orientación, ya que el punto
(14) L a m ayor parte de las veces las sepulturas eran anónim as, sin lauda ex­
terior, con ocidas p o r los fam iliares gracias a determ inados puntos de referencia,
com o los pasos que se hallaba de cierta colum na ( G o n z á l e z L o p o , 1988: 187).
(15) En el interior queda en un lateral de la nave una lauda que en la actuali­
dad form a parte de un sepulcro de piedra realizado p or Menéndez Pidal, pero que
evidentem ente form aría parte del antiguo suelo, que fue alterado.
378
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
de referencia sería el ábside, en donde además de posibles reli­
quias se encontraba el altar. Ejemplo de esto lo tendríamos en la
tumba II, sobre la que además contamos con otro dato clarifica­
dor, como son los restos de incendio, que hemos fechado entre los
siglos XI-XII y que sellan la mencionada tumba.
Sin adentramos en la explicación del cambio, creemos que será
a partir del siglo XII cuando la importancia direccional se halle al
oriente, pasando a una nueva reorganización que si afecta a la cons­
trucción de las iglesias asturianas, también parece alterar la reali­
zación de tumbas. Las tumbas construidas, que continúan siendo de
lajas, cambian de orientación y siguen la pauta E-W. Así contamos
con una segunda fase de tumbas que parecen coincidir con una con­
sagración de la iglesia (vid nota 7), tumbas I, III y IV, que empeza­
rían a partir del siglo XII, continuando hasta que se empieza a ge­
neralizar el enterramiento en el interior de la iglesia, siglos XV-XVT,
o la simple inhumación en arcilla (F e r n a n d e z , 1981: 112). Es en este
último apartado en el que incluimos el enterramiento 2, practicado
en el nivel III, con orientación E-W y sin lajas de delimitación, cir­
cunstancias éstas que nos permiten proponer una cronología a par­
tir del siglo XIII (16).
El enterramiento 1, encuadrable en el nivel Ilb y superpuesta
a la tumba II, podría pertenecer a época moderna, no sólo por su
correspondencia estratigráfica, sino por la posición del esquele­
to, dirigida al ábside, y que suele ser la general en esta época. Hay
que pensar que las iglesias ya contarían con la dirección E-W y
lo importante ahora es estar lo más cerca posible al lugar eucarístico, como se ha dejado de manifiesto en las líneas anteriores.
Recapitulando, creemos poder realizar las siguientes preci­
siones:
— Epoca m edieval:
1.—Hasta el siglo XII: Inhumaciones que se orientan según el
ábside del templo (tumba II).
2.—Desde el siglo XII al X IV /X V : Inhumaciones orientadas se­
gún los puntos cardinales E-W (tumbas I, III, IV y enterra­
miento 2).
— Epoca m oderna:
Inhumación exterior llevada a cabo en el camposanto, cu­
ya dirección está determinada por el ábside de la iglesia
(enterramiento 1).
(16)
Jorge Juan Fernández (1981: 107) al referirse a este tipo de inhumación so­
bre tierra, conform e orientación E-W, les atribuye una cronología del s. XIII al X X .
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
379
Otros datos que nos parecen significativos hacen referencia a
la posible división interna de la necrópolis medieval y las sucesi­
vas reutilizaciones.
Las tumbas de lajas, como se ha podido comprobar, parecen es­
tar rodeadas por grandes piedras de caliza cuya presencia y dispo­
sición no es causal ni natural. Es en la tumba I en donde mejor apre­
ciamos el hecho, al realizar una excavación en extensión, aunque
también fue posible identificar esta disposición en la tumba II. No
forman las piedras un muro, únicamente parecen rodear a la tum­
ba y a los osarios a ella asociados, y delimitan el área de una tum­
ba y la de otra.
En los dos enterramientos efectuados directamente sobre la ar­
cilla no hemos constatado esta disposición, y la falta de otro tipo
de datos a la intervención ya referida hace que no podamos en­
trar en otra serie de explicaciones.
La reutilización sólo la hemos podido constatar en la necrópo­
lis medieval. Las huellas que nos quedan de estos sucesivos ente­
rramientos son los osarios aparecidos en uno de los laterales, siem­
pre el izquierdo según posición del esqueleto, cerca de la tumba
de lajas. Sólo en el caso de la tumba I, además de los osarios exte­
riores, uno de los cuales apareció en una especie de fosa delimita­
da por piedras, se encontraron restos en el interior de la propia
tumba, enterrados en la arcilla por debajo del esqueleto principal.
CON SID ERACIO N ES FIN ALES
Como en cualquier proceso de estudio, las hipótesis y vías de
investigación que hemos intentado exponer en este trabajo están
abiertas y sujetas para su confirmación a las nuevas aportacio­
nes que los arqueólogos medievalistas ofrezcan en sus trabajos.
Las precisiones cronológicas avanzadas han puesto de mani­
fiesto que los materiales y sepulturas encontradas en Santo Adria­
no reflejan resultados paralelos, pero también evidencian diferen­
cias de apreciación.
El nivel III, nivel de fundación de la iglesia prerrománica, ha
reportado unos materiales fechados entre los siglos VIII-X, con
unas cerámicas que reflejan cierta tradición anterior sobre la que
no poseemos datos. Las tumbas e inhumación excavadas se sitúan
en una época medieval en la que se han distinguido dos períodos:
— Desde fundación de la iglesia (siglos IX-?) hasta el siglo XII
aproximadamente.
380
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
— Tumbas e inhumación que se fechan a partir del siglo XII has­
ta el final del medievalismo (siglos X V /X V I), emplazadas más
alejadas del templo.
Por contra, el nivel II alberga unos materiales de cronología
amplia, desde las cerámicas medievales, a una profundidad ma­
yor, hasta fragmentos de nuestros días. La inhumación fue prac­
ticada en época moderna, sin que hayamos podido precisar más
en cuanto a su cronología.
La cerámica encontrada, tan variada y fuera de contexto (¿qué
hacían los fragmentos en un cementerio salvo reflejar una presen­
cia fortuita-basurero?), no aclara nada sobre la producción, dis­
tribución o uso. Nosotros nos hemos beneficiado de las fechas a
las que van asociadas, pero no podemos extraer otros detalles de
interés arqueológico.
En cuanto a las tumbas de lajas, su estudio ha merecido una
profusa dedicación por parte de las investigaciones medievales.
Castillo (1970) y Ríu ( D e B o u a r d y Riu, 1977) son los primeros en
sistematizar los enterramientos medievales, según las necrópolis
catalanas y del norte de Castilla, evidenciando una cierta evolu­
ción en las formas de inhumación.
A u n q u e e l e s q u e m a e x p u e s to p o r e s to s a u to r e s se a v á li d o , lo s
lím it e s q u e p r o p o n e n n o so n ta n ta ja n te s , e n c o n tr á n d o s e p e r d u ­
r a c io n e s y c o n v iv e n c ia d e t ip o s en u n a m i s m a é p o c a . L a s t u m b a s
d e la ja s , q u e es lo q u e a q u í n o s o c u p a , su c e d e r ía n s e g ú n R íu (D e
B
ouard
1977: 456) a
VIII y X , e n e l
y R íu ,
en lo s s ig lo s
u n tip o d e e n te r r a m ie n to s p r a c tic a d o s
q u e se d e p o s ita e l c a d á v e r d e la d o y co n
u n a h ile r a d e lo s a s a lo la r g o d e l c u e r p o , y se e n c u a d r a r ía n d e s d e
e l s ig lo
XI
al
XII,
h a s t a la a p a r ic ió n d e s a r c ó fa g o s e x e n t o s . P e r o
c o m o h a p u e s t o d e r e l i e v e V a l d e R e c io
(1986: 379),
la s t u m b a s d e
la ja s so n a b u n d a n te s en e ta p a v is ig o d a e n y a c im ie n t o s fe c h a d o s
d e l s ig lo
VIII
al
X. Y
si e ste tip o d e in h u m a c ió n a b a s e d e la ja s
s o n fr e c u e n te s a n te s d e l s ig lo
IX,
o tr o t a n to s u c e d e c o n lo s s ig lo s
p o s t e r io r e s , t a l es e l c a s o d e n e c r ó p o lis c a s t e lla n a s c o m o la d e L o s
C e n te n a le s (B e n e g ile s - Z a m o r a ), d e l s ig lo
c io ,
1986);
1984),
al
XIII
(V al
de
R e­
la d e la e r m ita d e N u e s tr a S e ñ o r a d e T ie r m e s , S o r ia ,
q u e c o m p r e n d e lo s s ig lo s
y
VIII
XII
al
XIV
( A rgente O
l iv e r
et a lii,
1980
o la s t u m b a s d e la ja s a p a r e c id a s en V a l e r i a , C u e n c a , p r ó ­
x im a s a u n a ig le s ia d e l r o m á n ic o ta r d ío (F e r n a n d e z,
1981),
aun­
q u e e n e s ta ú lt im a n e c r ó p o lis d e la ja s se d e te c ta n d ife r e n c ia s c o ­
m o l a s d e a r g a m a s a , o r e j e t a s , a j u a r e s ...
Las necrópolis medievales asturianas están siendo excavadas
en la actualidad con más dedicación y fiabilidad. Pero es sobre
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
381
todo a partir de los planes de restauración de las iglesias y mo­
nasterios, propiciados por la Consejería de Cultura, cuando más
intervenciones se llevan a cabo. Los proyectos de arquitectura sue­
len incluir modificaciones exteriores, que afectan a los enterra­
mientos que presumiblemente existan y que se pretenden prote­
ger. Esta preocupación, bastante reciente, hace que el arqueólogo
acuda una vez encontradas las tumbas o que sea llamado para efec­
tuar sondeos con anterioridad a la intervención. Pero está claro
que estas excavaciones no se enmarcan en ningún plan más am­
plio de investigación.
La mayor parte de las sepulturas medievales asturianas se co­
rresponde con tumbas de lajas, aunque aparecen inhumaciones en
fosa sin dilimitación pétrea. La presencia de tumbas olerdolanas
y de sarcófagos exentos o bajo arcosolio, si bien se constatan, no
son las formas más usuales de enterramiento.
Los trabajos sobre las necrópolis de Santianes de Pravia, San
Salvador de Valdediós, San Salvador de Comellana, San Vicen­
te de Serrapio, Santa Cristina de Lena... no se han publicado to­
davía (17). Las referencias con las que contamos nos hacen perci­
bir una variedad que sería necesario tipificar: a pesar de que
estamos hablando de tumbas de lajas hay diferencias de forma,
trapezoidal-rectangular, fábrica, de lajas rectangulares o cantos
redondeados, orientación, cierre, con arcilla entre las lajas o pie­
dras sueltas, la ausencia de ajuar... La importancia de estos datos
no es meramente formal, sino que pensamos podría tener valora­
ciones cronológicas y también, como es el caso de la orientación,
de pensamiento.
Como casi siempre se dice, lo que queda por analizar es mucho
y lo que se pretendió con este artículo fue ampliar la escasa infor­
mación que se tenía sobre estas necrópolis para un mejor estudio
de síntesis posterior.
ESTUDIO GEOLOGICO
GEOLOGIA LOCAL
Geológicamente, la iglesia y necrópolis de Santo Adriano de
Tuñón se encuentran ubicadas en el borde occidental de la cuenca
carbonífera central, en las proximidades de ésta con la zona can­
tábrica. Las formaciones geológicas que soportan el pequeño de(17)
Agradecer a F. J. Fernández Conde y A. Martínez los datos sobre sus res­
pectivos estudios.
382
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
pósito fluvial cuaternario en donde se sitúa el monumento son la
caliza de montaña, de edad Namuriense, y las pizarras y arenis­
cas del grupo de Lena, de edad Westfaliense A, ambas situadas
dentro del Carbonífero (P e l l o , 1974). Estos materiales se encuen­
tran fuertemente plegados, formando una sucesión de sinclinales
y anticlinales, con una dirección predominante NE-SW y un bu­
zamiento que oscila entre 65° SE y 80° NW, dependiendo de los
flancos en que tomemos las medidas. Precisamente es en el nú­
cleo de uno de estos sinclinales donde sobre las pizarras y arenis­
cas westfalienses, menos resistentes que las calizas de montaña,
se encaja el curso fluvial que ha dado lugar a los depósitos cua­
ternarios en donde aparecen ubicadas la iglesia y la necrópolis ob­
jeto de este estudio.
Los materiales fluviales cuaternarios constituyen una peque­
ña vega situada entre 2 y 5 m. por encima del nivel del río Trubia,
y van ascendiendo ligeramente a medida que nos alejamos del curso
fluvial y nos aproximamos a las laderas rocosas del valle. Están
constituidos por cantos y bloques muy redondeados, predominan­
temente de caliza y también de cuarcita, apareciendo en menor me­
dida cantos de arenisca y pizarra, gravas y arenas de caliza, cuar­
cita y cuarzo, y fangos (limos y arcillas) que rodean en algunas
zonas los materiales más groseros. En las zonas próximas al cauce
los materiales finos se encuentran lavados, por lo que los clastos
gruesos aparecen libres de matriz, mientras que hacia las laderas
del valle aparecen en mayor proporción los fangos y los limos. Es­
te hecho se puede explicar debido a la dinámica normal de un río
de montaña en donde una vez depositada la carga de tracción ésta
sirve de filtro para ir reteniendo cada vez materiales más finos que
constituyen la carga en suspensión. Además, el aumento de los ma­
teriales finos hacia los bordes se debe también a los aportes late­
rales originados por procesos de reptación y arroyada difusa en las
laderas del valle. Por su posición, estos depósitos constituyen la
terraza más baja del río en esta zona, lo que nos obliga a situarlos
en una posición todavía no determinada dentro del Pleistoceno su­
perior o del Holoceno más inferior. En las proximidades no se ob­
servan depósitos fluviales escalonados que nos permitirían esta­
blecer una serie de fases en el encajamiento del río en la zona. Otros
materiales cuaternarios que aparecen en las proximidades son los
depósitos de vertiente situados a los pies de los farallones de cali­
za de montaña, constituidos esencialmente por clastos muy an­
gulosos.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TU ÑON
383
Materias primas constructivas
Entre los materiales geológicos utilizados en la iglesia de San­
to Adriano de Tuñón podemos señalar la presencia de diferentes
tipos de rocas, predominando entre todas ellas los travertinos, uti­
lizados por los constructores originales de la iglesia en la elabo­
ración de los sillares que constituyen la cabecera del ábside, las
esquinas y contrafuertes de naves laterales, las paredes de la na­
ve central, las ventanas y los muros originales de la primitiva igle­
sia. A esto hay que unir la presencia de rocas que constituyen un
aparejo de sillarejo en los muros de las naves y del ábside, desta­
cando la caliza de montaña como segundo elemento pétreo cons­
tructivo, y en ínfima proporción fragmentos de pizarra, arenisca
y cuarcita. En la zona de los cimientos y parte basal de los muros
es frecuente encontrar cantos rodados del río de cuarcita y caliza,
utilizados frecuentemente en todo tipo de construcciones antiguas
como elementos que impiden el ascenso de la humedad por los mu­
ros. También aparecen grandes piezas de areniscas, procedentes
del cretácico de la cuencas de Oviedo o Grado, utilizados en la
construcción de las celosías que cierran las ventanas del ábside
y nave central. Como hecho singular hay que mencionar las co­
lumnas de mármol que, sin ninguna función constructiva, apare­
cen adosadas en ambos lados del arranque del ábside en su parte
inferior. Con seguridad, estas columnas provienen de la reutili­
zación de elementos arquitectónicos procedentes de alguna villa
romana situada en la zona central asturiana, abandonada en la
Alta Edad Media. La procedencia de estos mármoles es claramente
alóctona.
Respecto al pavimento de la iglesia, los estudios realizados de­
muestran que es muy posterior a la construcción del templo, y da­
do que está básicamente constituida por cemento portland, no se
remonta mucho más allá de finales del pasado siglo, pudiendo
constituir con absoluta certeza el pavimento construido por el ar­
quitecto Menéndez Pidal. No se conserva en ningún punto de la
iglesia restos del pavimento original de ésta.
De las rocas utilizadas en la construcción del templo, todas se
encuentran en las proximidades del mismo, algunas al mismo pie
de éste, como los cantos rodados, y otras a centenares de metros,
tales como la caliza de montaña. El resto proceden también de zo­
nas próximas situadas en un radio de pocos kms. Las areniscas
cretácicas pueden ser de los afloramientos de la cuenca de Ovie­
do situados en línea recta a unos 12 kms. Respecto a los traverti-
384
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
nos, componente pétreo mayoritario en la iglesia, no se han docu­
mentado hasta el momento afloramientos de estos materiales en
la zona, por lo que resulta imprescindible acometer un estudio geo­
lógico intensivo para poder determinar la situación de afloramien­
tos de estos materiales. No deja de sorprender este hecho, dado
que la mayoría de las iglesias prerrománicas y románicas astu­
rianas están edificadas con areniscas cretácicas o calizas carboní­
feras, siendo el caso de Santo Adriano de Tuñón un ejemplo muy
singular.
BIBLIOGRAFIA
A l o n s o A l v a r e z , R., 1988: La escultura funeraria bajomedieval asturiana. Los
sepulcros de Juan A lonso de Oviedo y Aldonza González (San Francisco de A v ilés), trabajo de investigación, Oviedo, inédito.
A n d r i o G o n z á l e z , J., 1987: «Formas de enterramientos medievales en los va­
lles del Ebro y Duero» II, C .A .M .E ., tomo III, Madrid, págs. 273-286.
A r g e n t e O l i v e r , J. L. et alii, 1980: Tiermes I, E.A.E., Madrid.
A r g e n t e O l i v e r , J. L. et alii, 1984: Tiermes II, E . A . E . , Madrid.
B a r c e l o , M. et alii, 1988: Arqueología medieval. En las afueras del «M edievalism o», Ed. Crítica, Barcelona.
B e l l m u n t y C a n e l l a : Asturias, tomos I y III, 1895-1900.
B l a s C o r t i n a , M., 1983: La Prehistoria reciente en Asturias, Estudios de Ar­
queología Asturiana núm. 1, Oviedo.
B o h i g a s , R., 1978: «Yacimientos altomediavales de la antigua Cantabria», A ltamira I, Santander.
B o h i g a s , R., y P e ñ i l M i n g u e z , J., 1981: «Las cerámicas esmaltadas y vidria­
das de época medieval en Cantabria», II, CCMM Occ.,Toledo, págs. 239-243.
B o h i g a s , R. et alii, 1984: «Las ocupaciones recientes en cuevas», Bol. Cánta­
bro de Espeología 4, Santander, págs. 140-159.
B r o t h w e l l , D. R., 1987: Desenterrando huesos, Ed. Fondo de Cultura Econó­
mica, México.
C a s t i l l o , A. del, 1970: «Cronología de las tumbas llamadas Olerdolanas», XI,
C .N .A ., Mérida, 1968, Zaragoza, págs. 835-840.
CASTRO, L. 1976-77: «Algunos yacimientos arqueológicos de la zona de Sahagún (León)», Sautuola II, Santander.
v
D e Bouard, M., y Riu, M., 1977: Manual ae arqueología m edieval, E. TeideBare, Barcelona.
E n c i n a s , M., y F e r n a n d e z O c h o a , C., 1985: «Precisiones en tomo a las cerámi­
cas medievales de la muralla romana de Gijón», I, C .A .M .E ., Huesca, págs. 347-361.
E n c i n a s , M ., 1986: «La cerámica medieval en fortalezas y castillos asturianos
(Peñón de Raíces y Castillo de Tudela)», BIDE A núm. 117, Oviedo, págs. 310-332.
E n c i n a s , M., 1987: «Las cerámicas medievales del monasterio de San Pelayo
(Oviedo)», II, C .A .M .E ., tomo III, Madrid, págs. 385-392.
E s c o r t e l l , M., 1982: Catálogo de las edades de los metales del M useo A rqueo­
lógico de Oviedo, Oviedo.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
385
F e r n a n d e z , J. J., 1979: «Avance de las excavaciones en el conjunto medieval
de Valeria (Cuenca)», XV, C .N .A. (Lugo, 1977), Zaragoza, págs. 1.173-1.184.
F e r n a n d e z , J. J., 1981: Excavaciones m edievales en Valeria (Cuenca), Dipu­
tación Provincial de Cuenca, Cuenca.
F e r n a n d e z C o n d e , F . J., 1972: La Iglesia de Asturias en la A lta Edad Media,
IDEA, Oviedo.
F e r n a n d e z Na n c l a r e s et alii, 1985: «Necrópolis de “ La Lampara” , Arroyo de
la Encomienda (Valladolid)», N .A .H ., núm. 24, Madrid, págs. 389-413.
F e r n a n d e z O c h o a , C., 1982: Asturias en la época romana, Dpto. de Prehisto­
ria y Arqueología, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid.
G a r c í a A l o n s o , M. et alii, 1987: «La cerámica de “ El Torrejón” de Las Henestrosas Valdeolea (Cantabria)», II, C .A .M .E .,$ 6 m o III, Madrid, págs. 445-458.
G a r c í a G u i n e a et alii, 1962: Excavaciones en M onte Cildá. Olleros de Pisuerga (Palencia), E.A.E. núm. 61, Madrid.
G a r c í a G u in e a ,
M. A. et. alii, 1986: El Costillar. Villajimena (Palencia), Pa­
lencia.
M. A. et alii, 1973: Excavaciones en M onte Cildá. Olleros de
E.A.E. núm. 82, Palencia.
G a r c í a - P o l a , M . A.; M a r q u e s , C. J., y P a l a c i o s , J.: «Análisis, delimitación
y propuesta de adecuación del área de influencias de diez edificios prerrománicos
del Principado de Asturias», Cota O, núm. 3, C.O.A.A., Oviedo, págs. 46-67.
G a r c i a - P l o a , M . A.; M a r q u e s , C. J., y P a l a c i o s , J., 1986: P royecto básico y
G a r c í a G u in e a ,
Pisuerga (Palencia),
de ejecución, conservación y restauración de la iglesia prerrománica de Santo
Adriano de Tuñón, Consejería de Cultura, Princicpado de Asturias, Oviedo.
G o n z á l e z , J. M., 1976: Antiguos pobladores de Asturias (Protohistoria), Ed.
A y a lg a , G ijó n .
G o n z á l e z Lopo, D., 1988: «La vivencia de la muerte en las ciudades del anti­
guo régimen: Santiago en los siglos XVII al XIX», La ciudad y el mundo urbano
en la historia de Galicia, Fac. de Xeografía e Historia, Santiago de Compostela,
págs. 179-198.
I z q u i e r d o B e r t i z , J. M., 1977: «La necrópolis medieval de las Vegas de Pedraza (Segovia)», X I V Congreso Nacional de Arqueología (Vitoria, 1975), Zaragoza,
págs. 1.241-1.250.
I z q u i e r d o B e r t i z , J. M., y D e l a C a s a , C . F., 1979: «excavaciones en la necró­
polis medieval de la ermita de Nuestra Señora de Tiermes (Montijo de Tiermes,
Soria)», XV, C .N .A . (LU GO , 1977), Zaragoza, págs. 1.185-1.189.
J o r d á C e r d A , F., 1976: Guía de las cuevas prehistóricas asturianas, C o l . P o ­
pular Asturiana 11, Ayalga, Oviedo.
K l i e m a n n , K ., 1987: «La orientación de las sepulturas medievales», II, C.A.M .E.,
tomo III, Madrid, págs. 495-500.
L ó p e z , R., 1985: O viedo: M uerte y religiosidad en el siglo X V III, Ed. Servicio
de publicaciones del Principado de Asturias, Oviedo.
M e n e n d e z P i d a l , M ., 1954: Los monumentos de Asturias. Su aprecio y restau­
ración desde el pasado siglo, M a d r i d .
H.: «El hombre fósil». Editado en facsímil por Istmo, 1968. Gijón.
L., 1984: «Excavaciones arqueológicas en Veranes», Gijon Romano, Gi­
jón, págs. 81-95.
O r t o n , C., 1988: Matemáticas para arqueólogos, Alianza Universidad, Madrid.
P e l l o , J., 1974: «Mapa Geológico de España a E. 1:50.000, hoja n.° 52. Proaza»,
I.G .M .E ., Madrid.
O b e r m a ie r ,
O lm o ,
386
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
P e ñ i l M i n g u e z , J. J. et alii, 1986: «Presentación de los materiales cerámicos
procedentes de algunos yacimientos inéditos de Cantabria», I, C .A .M .E ., Huesca,
1985, págs. 363-383.
,
P e ñ i l M i n g u e z , J. J. et alii, 1986: «La cerámica de la región cantábrica desde
el inicio de la repoblación hasta la aparición del vidrio», II, CCMMOcc. (Toledo,
1981), Madrid, págs. 227-232.
R e y e s T e l l e z , F. y M e n e n d e z R o b l e s , J., 1985: «Excavaciones en la ermita de
San Nicolás. La Jequera de Haza (Burgos)», N .A.H ., núm. 26, Madrid, págs. 163-213.
S r p e m a n , L. G., 1977: «Contribución al estudio de los niveles paleolíticos en
la cueva del Conde (Oviedo)», BIDEA núm. 90-91, Oviedo, págs. 447-488.
V a l R e c i o , J. M. del, 1986: «La necrópolis medieval de “ Los Centenales” Benegiles (Zamora)», N .A .H ., núm. 27, Madrid, págs. 367-382.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
S T O . A D R IA N O D E T U Ñ Ú N
FIGURA I
387
388
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
FIGURA II
CATA
IV
CORTE
NORTE
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
FIGURA III
389
390
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
FIGURA
IV
V
391
FIGURA
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
392
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
FIG 1
F IG 3
FIG 2
FIG 4
FIG 5
L A M IN A I
393
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
\
FIG 3
FIG9
FIG 2
FIG 6
FIG 4
FIG 7
FIG1
FIG 5
FIG b
LAM IN A II
394
GEMA ADAN, CARMEN CABO Y JESUS JORDA
FIG 1
FIG 2
LAIVIIIMA III
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN SANTO ADRIANO DE TUÑON
395
EXPLICACION DE LAS LAMINAS
Fragmento de borde exvasado con 10 cm. de diámetro, labio redondo. Cuerpo
globular (lámina III, 1). Pasta de buena calidad con desgrasantes cuarcíticos visi­
bles. Hecha a tomo. Cocción oxidante. Color anaranjado. (Cata II, nivel II).
Fragmento de borde exvasado con 14 cm. de diámetro (lámina III, 1). Pasta de
buena calidad, fina, con unos pequeños desgrasantes micáceos. Buena cocción. Color
beige. Hecha a tomo. (Zanja perimetral).
Fragmento de borde de 12 cm. de diámetro (lámina I, 1). Pasta de buena cali• dad. Realizada a tomo. Desgrasantes cuarcíticos y finos micáceos. Cocción reductora. Color negruzco. Cepillado en el cuello. (Cata I, nivel II).
Fragmento de borde recto, de 10 cm. de diámetro. Plano cóncavo en el interior.
N-10 cm., E-40 cm., P-63 (lámina I, 4). Pasta de buena calidad con finos desgrasan­
tes micáceos. Hecha a tomo. Cocción reductora. Color gris. (Cata II, nivel II).
Fragmento de borde de 10 cm. de diámetro, labio recto y cuello exvasado. Cuerpo
globular (lámina I, 5). Pasta de buena calidad con desgrasantes cuarcíticos visi­
bles. Hecha a tomo. Cocción reductora. Color grisáceo. (Cata II, nivel II).
Fragmento de base de 28 cm. de diámetro (lámina II, 2). Pasta de buena cali­
dad con desgrasantes grandes cuarcíticos y finos micáceos. Realizada a mano y
tom o lento. Cocción reductora. Color grisáceo. (Cata II, nivel II).
Fragmento de asa (lámina II, 9). Pasta de buena calidad, con desgrasantes mi­
cáceos. Realizada con tomo. Cocción reductora. Color marrón-rojizo. Decoración
puntilla incisa. (Zanja perimetral).
Fragmento de arranque de borde decorado (lámina I, 2). Pasta de buena cali­
dad, desgrasantes cuarcíticos finos y micáceos. Realizada a mano y tomo lento.
Cocción oxidante. Color rojizo. Decoración incisa. (Cata I, nivel II).
Fragmento decorado (lámina II, 6). Pasta de regular calidad, con muy finos des­
grasantes micáceos. Hecha a tomo. Cocción reductora. Color negruzco. Decoración
incisa y peinada. (Cata II, nivel II).
Fragmento decorado. Encima de las losas de la tumba 11. P-75 cm. (lámina II,
7). Pasta de buena calidad, con desgrasantes, gruesos y finos, cuarcíticos. Hecha
a tomo, a fuego oxidante. Pasta marrón. Presenta un engobe negro exterior e in­
terior. Decoración peinada. (Cata II, nivel II).
Fragmento indeterminado decorado (lámina II, 8). Pasta de mala calidad, con
desgrasantes grandes cuarcíticos. Realizada a mano y tomo lento. Cocción reduc­
tora. Color marrón. Decoración peinada. (Cata II, nivel II).
Fragmento indeterminado decorado (lámina II, 9). Pasta de mediocre calidad,
con pocos desgrasantes cuarcíticos. Realizada a mano y tomo lento. Cocción oxi­
dante. Color rojizo. Decoración peinada horizontal. Presenta restos de fuligen. (Zan­
ja perimetral).
Fragmento decorado (lámina II, 4). Pasta de buena calidad, con finos desgra­
santes micáceos. Realizada a tomo. Cocción reductora, Color negruzco. Decora­
ción bruñida. (Cata II, nivel II).
EL PAIS DE LOS ASTURES EN ESTRABON*
J . M . A l o n s o -N ú ñ e z
Los astures aparecen en la Geografía de Estrabón como uno de
los pueblos integrantes de lo que será provincia Tarraconensis en
la segunda reorganización administrativa de Augusto, que tuvo
lugar entre el 7 y el 2 a. de J.C. Con anterioridad el territorio de
los astures como el de los galaicos fue adscrito a la Hispania Ul­
terior Lusitania cuando Augusto llevó a cabo la primera reestruc­
turación administrativa de la Península Ibérica (1). La obra de Es* Dedico este trabajo al profesor don Julio R. Villanueva, doctor honoris causa
por la Universidad de Oviedo. Agradezco al profesor doctor don Narciso Santos
Yanguas sus valiosas indicaciones para la elaboración del presente trabajo.
(1 )
P a r a la s c u e s t io n e s m ilit a r e s d e la c o n q u is t a d e l o s a s t u r e s v e r A . S c h u l
Los cántabros y astures y su guerra con Roma, M a d r i d , 1943; C . C a b a l , La
Asturias que venció Roma, O v i e d o , 1953, y m á s r e c i e n t e m e n t e R . S y m e , « T h e s u b j u g a t i o n o f m o u n t a i n z o n e s » , e n Roman Papers V ( O x f o r d , 1988), p á g s . 648-660.
ten,
U n a m p l i o p a n o r a m a d e la p r o b l e m á t i c a e s o f r e c i d o p o r F . D ie g o S a n t o s , « D i e
I n t e g r a t io n N o r d — u n d N o r d w e s t h is p a n ie n s a ls r ö m is c h e P r o v i n z in d e r R e ic h s ­
p o l i t i k d e s A u g u s t u s v o n d e r k o n s u l a r i s c h e n z u r h i s p a n i s c h e n A r a » , i n A u fstieg
und Niedergang der römischen Welt I I , 3 ( B e r l i n - N e w Y o r k , 1975), p á g s . 523-571;
F . J. L o m a s S a l m o n t e , Asturia prerromana y altoimperial, S e v i l l a , 1975; M . P a s ­
t o r , Los astures durante el Im perio Romano. Contribución a su historia social
y económica, O v i e d o , 1977, y C . F e r n a n d e z O c h o a , Asturias en la época roma­
na, M a d r i d , 1982. S e d e b e c o n s u l t a r e l a r t í c u l o c l á s i c o d e C . S A n c h e z A l b o r n o z ,
« D iv is io n e s t r ib a le s y a d m in is t r a t iv a s d e l s o la r d e l r e in o d e A s t u r ia s e n la é p o c a
r o m a n a » , i n Boletín de la Real Academia de la Historia
XCV (1929), p á g s . 315-395,
y p a r a u n a s p e c t o c o n c r e t o d e l a r o m a n i z a c i ó n N . S a n t o s Y a n g u a s , El ejército ro­
mano y la romanización de los astures, O v i e d o ,
1981. E n
e ste c o n ju n to d e p r o b le ­
m a s M .D .N . E s t e f a n í a A l v a r e z , « A s p e c t o e c o n ó m i c o d e l a p e n e t r a c i ó n y c o l o n i ­
z a c i ó n r o m a n a e n A s t u r i a s » , i n Emérita
X XXI (1963), p á g s . 43-52, a p u n t a
al d eseo
d e lo s r o m a n o s d e c o n t r o l a r la s m in a s d e la z o n a . Y p a r a v e r la t e m á t ic a d e n t r o
del
co n te x to
gen eral
de
la
h is to r ia
a s tu r ia n a
c o n s u lta r
J.
M.
G o n zález y
F e r n A n d e z - V a l l e s , Historia de Asturias. 2. Asturias Protohistórica, O v i e d o ,
1978,
y F . D i e g o S a n t o s , Historia de Asturias.
O v ie d o ,
1977.
3. Asturias Romana y Visigoda,
398
J, M. ALONSO-NUÑEZ
trabón hay que situarla dentro de la Corriente de realizar inven­
tarios del orbe que surge como natural consecuencia de la
organización del estado mundial por Augusto.
Los pasajes en los que aparecen mencionados los astures son
los siguientes (2):
III, 3, 3 = C 152: «Los Callaicos por el Este son vecinos de los
Astures...». Es obvio que los vecinos occidentales de los astures
eran los galaicos (3).
III, 3, 7-8 = C 154-156 es un largo pasaje consagrado a describir
en general el modo de vida de los pueblos del Norte de la Penín­
sula Ibérica (galaicos, astures, cántabros y vascos) (4). Son pue­
blos montañeses. Estrabón subraya que el alejamiento es el fac­
tor que explica la falta de civilización entre estos pueblos: «Lo in­
culto y salvaje de aquellas tribus se explica no sólo por su vida
guerrera, sino también por su sitio apartado» (5). Estrabón no emi­
te un juicio negativo sobre estos pueblos, sino que lo que quiere
decir es que siendo Roma el foco civilizador un pueblo está me­
nos civilizado cuanto más alejado se encuentra de Roma. Julio Cé­
sar ha adoptado el mismo criterio al escribir De bello Gallico.
III, 4, 5 = C 158 se refiere al contacto de griegos, púnicos, celtas
y romanos con los primitivos habitantes de la Península Ibérica.
A l final dice Estrabón: «Sin embargo hasta los Romanos, por ata­
car a los Iberos por partes, un estado después de otro, necesita­
ron mucho tiempo, venciendo ya los unos, ya los otros, hasta que
por fin lograron someterlos a todos, durante casi 200 años y más».
Esto se podría relacionar con los astures, quienes junto a los cán­
tabros fueron los que opusieron la última resistencia al proceso
de la conquista romana en España, comenzada el 218 a. de J.C. y
terminada el 19 a. de J.C.
(2 )
S e s i g u e l a e d i c i ó n d e F . L a s s e r r e , S t r a b o n , Géographie, T o m e
III e t IV),
II ( L i v r e s
P a r í s , L e s B e l l e s L e t t r e s , 1966. S e t o m a l a t r a d u c c i ó n d e A . S c h u l t e n ,
E s t r a b ó n , Geografía de Iberia, B a r c e l o n a , 1952 ( F o n t e s H i s p a n i a e A n t i q u a e
VI);
e s t a o b r a c o n t ie n e v a l i o s o s c o m e n t a r io s , l o m is m o q u e la d e A . G a r c ía y B e l l i­
do,
España y los españoles hace dos mil años según la «Geografía» de Strábon,
M a d r i d , 19 45, l a c u a l h a s i d o r e e d i t a d a v a r i a s v e c e s . P a r a l a s f u e n t e s d e E s t r a b ó n
en e l lib r o
III c o n s u l t a r J.
M o r r , Die Quellen von Strabons drittem Buch, L e i p ­
z i g , 19 26.
(3 ) Para los astures en general ver J . M . R o l d á n H e r v A s , «Fuentes antiguas
sobre los astures», in Zephyrus XXI-XXII (1 9 7 0 -1 9 7 1 ), págs. 1 7 1 -2 3 8 , y para este
pasaje págs. 1 9 4-19 6.
(4 ) Sobre este tema consultar J . C a r o B a r o j a , L o s pueblos del Norte de la Pe­
nínsula Ibérica (Análisis históricúcultural), Madrid, 1943.
(5 )
C f . R o l d A n H e r v á s , a r t . c i t . , p á g s . 22 9 -2 3 4 a d l o c u m .
EL PAIS DE LOS ASTURES EN ESTRABON
399
III, 4, 10 = C 161: «El interior —digo el país p or dentro (al Sur)
de los Pirineos y del lado Norte de Iberia hasta los A stures— está
bord ead o principalm ente p or dos cordilleras» (6). Los astures son
situados p or Estrabón lógicam ente en el Norte de la Península
Ibérica.
III, 4,12 = C 162: «P or el Oeste (de los Celtíberos) están algunos
de los Astures y de los Callaicos y de los Vacceos y tam bién de
los Vettones y Carpetanos» (7). Se menciona que los celtíberos lin­
dan al Oeste con los astures. Esto se debe a que en la antigüedad
el área ocupada p or los astures era mucho m ayor que la actual.
A l describir la situación adm inistrativa y m ilitar de la Penín­
sula Ibérica Estrabón, III, 4, 20 = C 166-167 dice: «Lo demás, que
es la parte más grande de Iberia, está bajo el m ando del p rocón ­
sul que dispone de un ejército considerable, de tres legiones y de
tres legados. De éstos, el uno con dos legiones adm inistra tod o el
país al otro lado del Duero, hacia el Norte, (cuyos habitantes) los
antiguos llam aban Lusitanos, los de hoy Callaicos. Con éstos lin­
dan las partes septentrionales con los Astures y Cántabros. Por
los Astures corre el río Melsos, y un poco más lejos (hacia el Este)
está la ciudad N oega y m uy cerca un estuario del Océano que se­
para los Astures de los Cántabros» (8). Los astures dependían d i­
rectam ente del em perador Augusto, el cual ejercía su autoridad
a través de un legado consular que dependía a su vez de un gober­
nador consular, quien disponía de un ejército de tres legiones y
de tres legados para controlar la zona al Norte del Duero, es de­
cir, los territorios de los Callaeci, A stures y Cantabri, los cuales
p or haber sido som etidos los últim os (19 a. de J.C.) necesitaban
sin duda ser vigilad os m ilitarm ente. La inform ación sobre la or­
ganización m ilitar suministrada por Estrabón proviene m uy p ro­
bablem ente de un docum ento adm inistrativo romano. A continua­
ción aparece una descripción del país de los astures atravesado
p or el río Nelsos, que es posiblem ente el río Nalón (9), del cual se
encuentra a poca distancia la ciudad de Noega, que podría corres­
ponder a San Juan de Nieva, pero com o no hay allí indicios de cas­
tro, oppidum o ciudad antigua nos lleva a identificarla con Cam­
pa Torres en las cercaníás de G ijón (10). El estuario que lim ita el
(6 ) Cf. R o l d á n H e r v A s , a r t . c i t . , p á g s . 196-197 a d l o c u m .
(7) Cf. R o l d A n H e r v A s , art. cit., págs. 197-198 ad locum.
(8) Cf. R o l d A n H e r v A s , art. cit., págs. 198-203 ad locum.
(9) Sobre estos problemas ver J. M. G o n z A l e z , «Nombres del río Nalón», in
A rchivum I (1951), págs. 45-61.
(10) Para estas cuestiones ver J. M. G o n z A l e z , «Noega. Un problema de la an­
tigua geografía astur», en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, año VI,
400
J. M. ALONSO-NUÑEZ
país de los astures del de los cántabros hay que situarlo en la de­
sem bocadura del río Sella, en la actual Ribadesella.
Del hecho de que Estrabón no mencione más ciudades entre los
astures que la de Noega se puede deducir un escaso proceso de ur­
banización en el área. Asturias, o más bien el país de los astures,
aparece integrado en un mundo de pueblos del Norte de la Penín­
sula Ibérica a los cuales se empezaba a rom anizar (11). La escasez
de noticias pone en evidencia lo aislado de la zona que no tiene
otra explicación que la geográfica por las montañas que aislan A s­
turias. El que no mencione otros pueblos anteriores indica que Estrabón sólo tenía conocim iento de los astures com o habitantes del
área sin haberse interesado en indagaciones sobre pueblos más pri­
m itivos. En Estrabón no hay autopsia y p or tanto habría recibi­
do sin duda su inform ación en Rom a de personas que participa­
ron en las campañas de Augusto contra cántabros y astures, ya
que Estrabón refleja unos conocim ientos topográficos bastantes
precisos de la zona astur. Se puede observar que la inform ación
recogida p or él es cuidada y no tiene anacronism os; capta el m o­
m ento histórico de una región que acaba de ser conquistada y va
a ser romanizada. El valor de la inform ación de Estrabón sobre
los astures es pues bastante grande. Viendo la Turdetania com o
la zona más civilizada de la Península Ibérica los astures en par­
ticular y los pueblos del Norte en general son los polos opuestos
dentro de esa dicotom ía a través de la cual Estrabón ve la Penín­
sula Ibérica: barbarie y civilización (12), con lo que su G eografía
se convierte en una obra al servicio del im perialism o rom ano.
núm. XV (1952), págs. 33-55, y F. J. L o m a s S a l m o n t e , «En torno a Noega y los pésicos», in Habis 5 (1974), págs. 131-139. Consultar también F. D i e g o S a n t o s , «Sa­
lutación «Imperator XX» de Augusto según la inscripción del Cabo Torres (CIL
II, 2703)», in Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, año XII, núm. XXIV
(1958), págs. 234-241.
*
(11) Sobre la actitud de Estrabón en relación con los pueblos del Norte en ge­
neral ver A.N. S h e r w i n - W h i t e , Racial prejudice in Imperial Rome, Cambridge,
1967.
(12) H a y u n a m p l i o t r a t a m i e n t o d e e s t a c u e s t i ó n e n P . T h o l l a r d , Barbarie
et civilisation chez Strabon, P a r í s , 1987. E n e s t e s e n t i d o t a m b i é n D. P l á c i d o SuAr e z , « E s t r a b ó n - I I I : E l t e r r i t o r i o h i s p a n o , la g e o g r a f í a g r i e g a y e l i m p e r i a l i s m o r o ­
18-19 (1987-1988), p á g s . 243-256. V e r a s i m i s m o C. A l o n s o d e l R e a l
3-4 (1979), p á g s . 53-69, y c o m o l i b r o
d e c a r á c t e r g e n e r a l E.C.L. V a n d e r V l i e t , Strabo over landen, volken en steden,
A m s t e r d a m , 1977.
m a n o » , i n Habis
y R a m o s , « E s t r a b ó n r e v i s i t a d o » , i n Gallaecia
P R E C IO DE S U S C R IP C IO N A N U A L :
España, 2.600 ptas. Extranjero, 3.000 ptas.
N UM ERO SUELTO:
España, 1.500 ptas. Extranjero, 1.600 ptas.
d ir e c c ió n
:
Palacio Conde de Toreno
Plaza de Porlier, n.º 9-1.º
Teléfs.: 521 17 60 - 521 64 54
33003-Qviedo
C O N S E J E R IA
D EPORTES
Y
DE
E D U C A C IO N , C U L T U R A ,
JUVENTUD
INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
IDEA
Descargar