YRACTICAS A6RICOLAS El barbecho

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IX
YRACTICAS A6RICOLAS
El barbecho:
Así se llama la práctica de dejar la tierra durante,
cierto período sin ]levar ^obre ella vegetal ninguno.
El liarbecho se ha tenido por muchos como tm estigma de agricttltura atrasada, como símbolo dc pueblos incultos, cerrados a todo progreso; como lastre
de edades pretéritas, con^o^ rutinas de sistemas viejos; pero los que así lo pregonan es porque disponen
de un sttelo ^uás feraz que el nuestro.
Pueblos tildados con razón de mtry progresivos,
roino el norteamericano, lo aceptan, pues el Dry farming no es sistema diferente de un barbecho, y cuando se tiene un clima tan áspero y rudo co^no el c^ue
disfrutan muchos cíe nuestros labriegos, no hay fuerza humana capaz de quitarlo en el plan de cttl tivos.
Disminuirlo, abreviárló, hacerlo más corto es ^actible en algunos sitios; pero hacer que la tie•rra sin
tregua esté produciendo, sólo puede serlo a costa de
disminuir los provechos. Aun la más rica agradecc
un alto en sus esquilmos, y es yue el precepto de
desca^sar algún día, que Dios ppso al hombre, al^
canza al terreno. ^
Siempre, por ejemplo, se supuso que las tierras d4t
F_gipto debían su feracidad al léganw que en ellas
de^aban las inundaciones del • Nilo; pero hoy está
c^^mprohaclu clue no s^to es eso. Su l^^otente ríqueza
es debida principalmente a los cinc^o o seis meses que
el suelo descansa reponiendo ^uerzas ; esto es el harbecho.
Sin enihargo, Z cuántos petulantes no hay yue ciesprecian y denigran el agro de su patria, por creer
que esa práctica denota incultura del labriego nuest'ro, suponiendo mejor lahrador al que es extranjero ? No liagas caso ; sod los estultos, los necios, los que
tal vez ^or tener un tiesto y un gato, creyeron que
es ciencia sencilla llevar negocios del campo.
El medio harbecho.
Creí yo que ponía tan claras las cosas yue podría
entenderme el más lerdo, y no obstante he podido
apreciar que no todos han sabido sacar con,lusíór^
adecttada de lo qtte les dije, refiriéndouie al barbecho. Una cosa es afirmar que esa práctica es buena,
y otra que haya de dejarse el campo séco, yermo,
durante un año entero. Que el hombre descanse cs
precíso, decíamos, y de aquí lo due ordena cl precepto divino, que huelgue un día tras seis de ajetreo.
Pero si de cada dos semanas una la dedica a^^star
de paseo, eso es h^lganza, y no hay cbdigo que pretenda fomentar el vicio. Pues cso es lo que ^xurre
cuando son catórce meses los que está el campv
baldío.
En los sitios secos, si en lugar de dejar dos hojas, una cultivada y otra en barbecho completo, dedica la mitad de éste, aunque no más fuera a:orrajes, líevarás el campo mejor que como hasta ahora le
has hecho. Esta innovación no te obliga a t;astar cn
nuevas yunta^ y aperos, pues la labor que te ahorras
en la mitad de la hoja c}e barbecho la empleas en
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cultivar el forraje, que te da menos trabaja estaudo
así de nieclio barbecho.
^ Si puciieses adquirir más bestias cornlos correspondientes aperos, toda la hoja que descansa demasiado
queclaría corregida de tal vicio.
De ese niodo, además, pocírías tener abundante forraje para cuando los,rebañas retornaran de su trashumancia, en lugar de esas faméli^cas hierbas que te
dan las rastrojeras de lo que va a ser barbecho, y que
lx^co jugo da cuando el maíz a montones ha de cntrar eti los apriscas. No se dará así el caso i riste,
pero cierto, de que algtmos labradores pusieran la
proa a los arados modernos, porque ]impiaban de:nasiado de hierbas el campo, y que luego las ovejas
^
^
las echarían de me:^ios.
I3arbecho sí en los sequeros, V aiin ^n n^ucho^ regadíos ; pero racional, moderada, que la detnasiada
halgartza hace e:npereznr los suclos.
-
El rodillado.
Cousecuencia de las aguas y de los hielos, esa calaa
cle terreua que está somera en las fincas se hincha
al igual que una esprnija, cíejando huelgo importante
entre el sueln y la se:nilta. Cuanclo la planta ; ermine y el tallo, asome^l^:acia arriba, la falta de buen contacto con la tierra removida impeclirá el mateado en
el cueilo de ]a planta que se quedó poco. menos que
cn cl aire suspendida.
Pues si entonces el rodilla se ^pasára por ^la tierra,
al aplastar sus partículas, conseguiría el contacto con
las partes de la mata donde existen unas yemas, qtte
el ahijado determinan, favoreciendo que e^rt^nces la
^aña,se multiplique, .y can ello las espigas. Allá, pues,
^uando el inv:erno lleve adelante sus días y•el' campo
_ ^^ _
se encuentra firnie, no con blan<lura excesiva, debes
pasar el rodillo en ias fincas clonde el cereal rultiras, pues así estarás seguro de que todos los renuevos, produciéudose temprano, ileguen bicn a mach^^
rar con la espiga de la caña primrtwa.
Alternativaa.
El labrador no ignora que alternar en un suelo
vegetales diversos es circunstancía- precisa para forzar rendimientos. Y muchos males^ c^ue achaca a deficiente semilla o adversidades del tiempo, tienen su
razón de ser en aquel hecho de cuya acción pertur5adora. en extremo el labriego no acaba de convencerse a pesar de que palpa sus efectos.
Por eso quisiera darte unas reglas, condensadas,
desde luego, que te sirvan de guión en eI cultivo de
huertos, ya que en el secano hoy por hoy es cl ;^ño
y vei el que impera, no obstante las repet^das censuras que contra ello hemos hecho.
Descontado está que tras de un vegetal cualquiera
e! mismo vegetal se resiste a dar cosecha, porque en
el sueló abandona sedimentos due repelen a la nlanta, que es la que allí los dejó, infeccionando la tierra.
Pero hay mas: es que ni aun.^consiente que la planta
que le s^ga sea de fatnilia i.déntica, pues las que así
son tienen análogas exigencias y están siendo amenazadas por parásitos que en todas ellas se cehan, y
ios gérmenes que hubiera encontrarían el pasto que
a su vida conviniera. Así, pues, sería disparate gordo
que patatas, tomates o pimientos, que son tocias solanáceas, se siguieran una a otra en la misma harcela, o que a la remola^ha íe siguiera, por ejem^lo,
una plantación de acelgas. Sería uri error cras^simo
que cultivaras judías trás dé hahas o guisantes, por
- 135 ser ainariposada l^t flor que las tres presentau, indicándonos con ello que fornran familia icléntica.
^n el mismo orden, platitas cuyo órgano ahrovechable es la porción subterránea, no deben marchar
seguídas en nin^una alternativa. ^ Qué dirás de an
hortelano que pusierá sus patatas después de cebolla,
remolac}ta o nabos sabre aquella m>'sma tierra? A
cualquiera de éstas deberá seguir otra cuya parte aprovechable sea la hoja o el grano, y de éstas ^^rocurarás yue tampoco estén seguidas.
' Si la planta que cultivas es vivaz, espárrago, :^,lcachofa, etc., despídete de colocar tales plantas en un
plazo ]argo de años en el sitio en que vinieran, pues
de otro modo el esquilmo bajará de manera tnanifiesta. Lo indicado es suficiente para que veas si es
importanté te ilustres sobre extremo que de modo
tan intenso puede afectar a tus fincas, porque adtninistrarla bien debe ser un postulado en las cosas cíe
tu -empresa, y a ello falta quien descuida la :uhninistración interna; es decir, de lo que se halla gliardado
bajo las capas someras de su tierra.
Fatiga de la tierra.
Tu finca ha dado grandes cosech2s, pero cl rendimiento que hoy da se aleja bastante del que ^^ntes
produjera. Esa resistencia la interpretas cpmo ^^ansa^tcio en la tierra, y 1a tierra no se cansa, se intoxica. Las raíces de la planta yue en tus terrenos vegeta, a la vez que a sus ter.rot}es les quita jugo y
esencia, de su organismo les deja otras matertas mfectas, y acumulándose tras de las mismas cosechas,
lo cnvenena.
Z Por qué piensas es necesari^ la rotación de cosechas? Se te dijo que con el fin de que las plantas
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ttrvieran exí};encias diferentcs de lus variacíos productos que en la tierra se almacenan ; de que sus raíces
esplorasen capas cíel suelo distintas, y, claro, no aciertas a comprender ^cómo poniéndoles todos los anos
niás alimeiitos que los necesarios para tma cosecha
ubérrima, no responcle a tus esfuerzos con la esplrndidez debida. Si el suelo se halla cansaclo, bien te
afanas para relx>ner sus fuerzas ; 1>ero a pesar cle tu
empeño, aquella tierra no da tocío lo que tú quisieras. Y la lógica te hace achacat• esos males a una
imperfecta semilla, pues tír le das los abonos, las labores y el agua qtte necesita i^ual que antes; y a•pesar de todo ello, los esquilmos, los productos dismi.
nuyen de una manera que inquiet.a.
Pttes la razón ya la bás visto: no se puede ^napunemcnte abusar de poner un año y otro la mistu<t
planta en la tierra. Los venénos que clejcí y los ^^ue
sus raicillas se^uirán reproduciendo no dejarán de
acusar sus perniciosos efectos mientras que otras
plantas refractarias a su ^ acción ^no consigan purifi^
car aquel tnedio.
, No será esta la razón qne tan descontentos tiene
a muchos remolaeheros?
•
El sabrá a qué alternativas á su campo ha somefido; pero ten^a bien presente que si su pretensión
es, 'sacar de él reniolacba y por tiempp^indefinido,
puecle exponerse a los quebrantos más serios.
Repetición de cultivos.
Cuando el hombre o animal se alimentan cle productos siempre iguales, cla lu^ar, clespués de tm tiempo,
a enferrtiedades nnry graves, que incluso darán ori^en a su muerte y destrttcción. No es por causa de
1z^icrobios ni accidentes, sino debido en tal caso a
.
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falta de vitarnir^s que no encuentra en las racioncs.
Acabó las que ^l tenía, y al no ser ]uego respucstas,
deterrninaron el desequilibrio orgánico, causa de su
defunción.
I:l suelo no es c;osa inerte : vive unas veces activo;
otras, en cambio, si su actividad se amengua, puede
a,cabar en estéril, sín que nos dé proc}uccianes. Y una
causa de esterilidad rnarcacía es la falta cn sus partículas de elementos catalíticas, y éstos son a ntodo
de vítaminas de la tierra, que faltando, aminaran
su 1>otencia productiva, llegando a su anulaeión.
Un año y oti'n seguidos, con la misma planta r_rr
los surcos de aquel predio, consume sus elementos
de catalisis, que son tan indispensables, y una especie
de avitaminosis se apodera de aqttel ^uelo, hasta tanto
que otras plantás cambien régiuien de gastos en producto olimenticio, al igual que el animal que estuviera de eso enfertno se curará en poco tiempo sí cambiamos su monótona contida por un régimen clietético de n^ás gi•ande variación.
Encalado del suelo.
Elemento importante, insustituíble, es la cal en
los suelos de cultivo. Su ausencia produce notables
perjuicios, Sin cal no es posible que los restos orgánrcos se desintegren, se pudran, y sin esto el hurnus
no existe y a la tierra le fa1^1a eI jugo más rico.
Desprov^sto el suelo de aduel elemento, hállase a
merced del poder disolvente del agua, qtre poco a poco pbr riachuelos y caudalosos ríns irá mar adentro.
t 1Vo has visto cómo una borrasca violenta arrastra
el barro a torrentes por todos los álveos? Es que
el agua así caída no pudo disolver c^l, y con ello hacerla mhábil para diluir materias de la tierra labran-
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tía. C:uando la lluvia es queda y paulatina, el agua
se filtra, salicndo clara y límpia, aunque atraviesc
camlx^s cle arcilla, porqtze la cal que eutonces ileva
^disuelta hace de aglutinante, impidiendo que^aquélla
de su sitic^ se ;uueva.
Si a un suelo abertal le fa(ta el elemento calizo, es
una masa dura y compacta, donde no es posible cl
cultivo, . pues la cal, mullendo el terreno, permite
que el aire y el agua, a través de la arcilla, puedáit
abrirse camino.
Los abonos químicos tampoco pueden producir
efecto si no encuentran a mano el elemento ca.lizo,
que éste ha de ser el reactivo con el cual, asociados
aquéllos, permiten quede libre el producto yue a las
plantas ha de servir de alimento.
No hay por tanto elemento componente cíel• suelo
labrantíó que, como Ia cal, desempeñe tantos oficios,
y procurar que aquél ]o contenga es hacér el suelo
fructífero. Si tu finca presénta abundantes brezos,
aulagas o helechos, ya puedes asegurar que la ^^al
añadida en ella surtirá buenos efectos.
En tierras de acidez marcada, y usando la. cal con
tiento, es fácil asegurarse ganará en fertilidad casi
un 5o por ioo.
El encalado y la tala.
,
Dos operaciones soi^ el encalado y la tala que los
labriegos realizan, y las dos tienen por fin cl sacar
grandes provechos; pero son tatn,bién dos armas que
pueden volverse en contra da los mismos qUe inconscientes en sus finca^ la^ aplican.
Por la primera sa intenta el forzar la produccíón
por el consumo intensivo del humus que en lós te-.
rrones los microorganismos fijan,
- t3q -
Por la segwida se quitan existencias de tnadera,
que rinden provechos grandes cuando el apeo intcgral
de las plantas verifican.
En uno y en otro caso las energías del suelo }^ara
producir esquilmos es verdad se intensifican ; p:^ro
lo hacen tan de prisa, qu^, pasados unos años, el suelo
con mucha cal y las tierras sin los árboles c,ue rl
ambiente purifican, se trat}sforman 'en eriales por ^a
ambicióri destrtedida de lograr en poco tiempo lo que
siglos y más siglos ^en su entraña acumularon como
almacén de reserva a las cosechas que quitan.
De aquí que pueda aplicárse a las prácticas que
cito una misma consecuencia : que "a los padres enriquecen y a los hijos sacrifican".
Enyesado del suelo.
z Pero has oído, Marcelo? ^ No vienen ahora diciendo que eso que los alhañiles usan para hacer ciertos
morteros y fabricar enlucicíos puede usarse co^no abono aplicándolo al terreno ?
Pues sí, señor; aunque no lo ^creas, el yeso añacíido
a algunos cultivos produce efectos soberbios. Si con
él haces como en otras cosas, que en cuauto ves sus
buenos efectos crees haber encontrado el maravilloso
ungiiento que para todo es remecíio, puedes ilevarte
chascos sin cuento. Pero si lo usas etaando debes, . ✓ a
verás cómo algún día agradeces el consejo c^e quienes te incitaron a fertilizar tu tierra con yeso.
Este producto no obra para las plantas como alimento directo; pero, en cambio, remueve, empuja,
,hace circular otros que en el suelo se contienen y
estáñ quietos. Moviliza la potasa qué está en ]as capas tnas altas y la tYiete más adentro, Ilevándola ademas en forma de que raíz que la pesque "la recoja
v la aproveche para íutegrar su alimento. lalo tc
dice qtre sólo las plantas cuyas raíces bucean li>s l^ajos ic^udos del suelo seríu cluieues apr•ot-echen Jos
procluctos quc puso en activiciacl el veso. Y csas :xm
las plantas ]eguminosas, alfalfa, pipiri^;allo, ^ tréhol,
que son ^ividas cle potasa y las únicas, por tant^,, r^iiz
agraciecer puecien tos efectos favurables ^del yeso crudo o c^cido, pero añadido a la misma cosecba, pues
para el año siguiente ya no hace ninKún efecto. No
te ocurra nunca, conw algunos lian he^ho, cuando
vieron rodales de atfalfa raquíticos, arradirles zlitrato
u otro abono de uítrógeno, yue eso es lo niismo 7ue
tcxarle la barriga a un perro; échales yeso, y verás
clué pronto dan un empujé y se igualan con el resto.
Ahora bien : si las tierras fueran pobres, inútil es que
a^ienses en hacer uso del sistema que te iudico; c1
yeso nada puecle remover si algo no existe allí clentro.
^ Qué es el hormiguero `?
l.laman los lahriegos lracer hormigueros a yuen^iar
ia tierra que tiene en sus predio ^ . Cuanclo se li^iCen
ro•r.as en ^ cíertos terrenos, ^ es práctica ttsada Y con
grán provecho. Recogen los restos de la rnata baja,
las brozas que llay pot- el suelo, ,y después de ctrbiertas con la tierra que en terrones grandes sacó l^or
un. laboreo, prende a aquéllas fuego.
^ Y^qué objeto logra cuando ya esa hroza se 'ha
consumido ? Pues hacer que la tierra se vuelva ladrilIo; pero no como el que hacen en 1as.tejerías, sino
en polvo, n^olido. La arcílla cocicla ya sabes tú que
cambia de aspecto y de propiedades, pues no coge
el agua con el ansia aquella con^o cuanclo está en
estado »ativo.
^
^
Así, pues, cuando en un terreno abuuda la arcilla,
el buro (i), cuando es abertal en un grado extremo,
es de gran ventaja hacer hormigueros. Calcinanclo
el suelo, hacen sus 1>artículas icléntico oficio que cl
grano de arena en la niasa térrea, doncle está in "
cluído, Lo hace permeable, le quita cíure7a., amengua
sus taras, haciéndole entrar más pronto en tempero.
Si tienes, pues, tierras con esos defectos, puedes
arreglarlas con ese remedio. Es cosa bien fácil, y en
ello te va el hacer las firlcas mejores c^ue antes, darles cualidades, que aumenten su precio y dar más
valor a las cosas que en las mismas haces. } Cuántas no habrá de éstas en los patrios lares, y que el
labrador las deja por inmanejables.
^Labor profunda?
Fuera del caso especial de suUsuelos mal fonnados, la elección iio tiene duda : profundizar la labor
es poner en nuestra mauo un poderoso resorte que
haga surgir la potencia productíva de íos suelos esquilniados. Tal vez se halla en esa práctica el secreto
de cambiar las condiciones de los terrenos muy sueltos o de aquellos que limitan las cosechas por tener
sus elementos en exceso apelma^ados. Si no es eso,
el, ampliar las dimensiones del recípiente ordinario
en que el agua se almacena puede hacer que de humedad no vuelvan a resentirse terrenos que de otro
modo no serán nunca otra cosa que difíciles secanos.
EI penetrar muy adentro ^ on la reja del aracio, podrá ser la solución d,e librar a nuestro agro de 1as
liierbas infestantes, que por ser las más rebelcles, causan a nuestras cosechas los más sensibles perjuicios
(t)
Designación regional de la arcilla.
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y li^s más temih]es dafios. Porque al no ser removiclos l^^s sc^c•tores dondc aquéllas encontraron ^^1 refugio, les sirve cle segtrro ,ilhcrgue para ejercer de manera ^;ermanente sus estragos. 1'ur el contrario, las
hueuas. las que el n^ri^le ]al^^rador en tal sitio ilaya ^
sc^nil^radu, no llegan así a cxplorar esos lugares pro- ^
ftmdos, porque por causas de aquéllas los encuentra
ya ocupados. Todo esto nos demuestra que el remover con mayor hondura el campo es la fonna de sacarle rendimientos más saneados. Puedo casi asegurarte gue el producto conseguido en dos hectáreas,
en las que no ,tnás que i 5 centímetros de ^^spesor
hayan sido laboreados, no es mayor que el de una
sola si en el removido a los 3o se ha llegado.
Un riego seco.
r Hay algo más imposible que el que un riego carezca de lo que es su misma esencia, del poder de
humectación? Sin embargo, no es difícil enconl:rar
en las prácticas del agro alguna que haga las veces
cie lo que el agua realiza en los suelos que por ser
unty de secano nr^ tenían exponente productor. Fl abonado copioso es la práctica viable para^conseguir cosecha en los suelos c;astigados por tan triste condición. Si
en circunstancias precarias esos predios necesitan que
recorran sus entrañas grandes cantidades de agua para
captar las sustancias que a las plantas han de servir
de alimento, el abanado abundante hace que en menos'volumen entre la ración precisa para que csos,
vegetales no sticumban de posible inanicicín. t Te explicarás de otro modo puecían lograrse cosechas, sohre todo cereales, con cantidades ridículas, como las
que dan las lluvias en regiones muy extensas de.
nuestra misma provirrcia y Iaun del resto de nuestro
- ras
catnpo espatiol ?.Tierr^s de seguro esquihnu si contasen con el agua, pueden, pues, ser rescatadas, aunyue aquélla no se tenga, si el labriego las abona con
al^go más que a la^ otras, en que el riego suple cn
1k3rte la escasez que los terrones contienen en sustan,
cias de posible captación.
No olvtdes, pues, buen labriego, que si eso del riego sc^co sólo ha sido buen humor, hay moclo de encontrar al água algu que pueda servtrla de efucaz
sustitueión.
Agua civera.
Con ta1 nombre se designa el riego que los labriegos dan a las tiérras de vega en seguida de semhrar.
Y eso tiene por objeto humedecer bien el suelo, a
fin de que en esa forma, reblandeciendo cubiertas de
la siñiiente etrterrada, las ponga pronto en camino
de que puedan germinar. Pero no toclas las síeuibras
admiten este sisteu^a, si han de ponerse en buen ^rance de que puedan comenzar su evoluéión, y así, de
las que en el me5 de mayo es corriente que el labr^ego a ponerlas en el suelo ha de atender con premura ; el
ntaíz y las alubias, por ejemplo, es bueno en^ agua
civera ponerlas a remojar; pero no hará nunca ^_so
cqn remolacha y patatas, si no qt^eren que se pudran,
comprometiendo la siembra que pretendiera en ial
Eorma el nacido adelantar. Estas deberá setnbrarlas
con el tempero preciso natural a artificial, y hasta
pasado un mes largo nó las deberá clar agua, pues la
humedad prematura o^en exceso a. eshas clos• plantas
,. es ya de clavo pasado, que puede muy gravemente y
en sentido nega^tvo su créctmíento afectar. Son detalles que eí huertaño deberá tener presentes al hacer
sus sementeras, para evitarse fracasos que a veces
con su ignotamcia les hace precqpitar.
Loa cajeros de acequia.
l:u las tierras que se riegau debe cuidar el labricga que los cauces de la acf^cluia tengan buena contención, y el inejor mcxía cíe hacerlo es plantar en
el ribazo rizomas de buena caña que se entrecruzan
y agarran fuertetnente en el terrón. Es la planta yue
derimos apropiada para ese uso, pues no importa
que la raíz se sumerja en terreno badinoso para que
rinda pujante taUos y^brotes robustos con enorme
profusión,
Además, rinde cosecha de aprovechamíento ú*.il,
pues con ella las labriegos hacen, tejiendo el cañizo,
artefactos que les sirven para cubiertas de carro, tapas para semilleros y abrigo de los planteros, ayudanda de esa forma a tener los menesteres que se le
hacen necesarios en la buena explotación.
Dos fínes cumpie con clla : mantener en debida
uso las acequias de. ta hacienda, que de atro tnodo
tenidas exigeu, si se descuida; frecuentes reparaciones
y aprovechar un terrena que quedaría baldía, l^or
no ser fácil er, ellas cualquiera vegetacicín. Prodíguela cuanta pueda con los fines seiialados, yue ya
verá el resultado de tei^er así vestidos ]os taludes
de canales, azarbes y escorrederos, pues ahorra rfluchos gastos secundarios de la finca, que en limpieza
de los cauces se lleva muchas pesetas, que tendrian
más provecho en otra colocación.
^
Macizos de contención.
^ Con frecuencia es necesario en ^ tierras de regadío
hacer macizos compactos que sirvan de dique o presa
para construir aceyuias y, en fin, para dar al agua la
mejor distribuciór^. Pues hay plantas en el campo, que
colocadas en medio de la tierra apisanada, le dan una
consistencia que permite cómpararla con la fuerza y
^ 145 -
rCS1SteIlCla de la II1C]Or COl]StrliCC1Ó11, Entre ellas esta
la grama, que se propaga y extiqnde por rizomas ^le
tal modo ciue forma un tejicío ítenso, entre el cual
queda la tlerra cual si fuera enfaginada, £ormándo
cucrpo compacto en el que no causan mella los agentes ordinarios de ataque y disgregación. •
Para esto, en el otoño, sobre una capa de ao a 30
centímetros, se ponen trozos de granla, que si ocurren humedades, crece pronto y en apretada maraña, y al comenzar el .invlerno se roloca nueva tierra en la que ha de repetirse de nuéva la operación.
Poco a poco en esta forma puede conseguir se forme ,
un muro, que además de resistente, es elástico y
aguatlta con singular faitaleza los riesgos de destrucción.
La escarda q la bina.
Son labc7res que nuestros labriegos dan al terreno
y c^ue muchos confunden en una sola, porque e1 fin
que tienen es casi el mismo: conservar el agua del
suelo. La escarda consiste en arrancar, sea como sea,
las malas hierbas que infestan la tierra en eultivo ;
-pero más propíamente se Ie da ese noml>re cuáncío Se
eliminan aquellos huéspedes en el preciso momento
en que la cosecha está ocupando el terreno. No ignoras, í^brie^o, que esas plantas son- como _potentes
grífps' que echan el a^ua en la atmósfera a chor*o
perdidó y que esa humedad se ía rol^an al suelo en
que viven, dejándolo, a]a vez que' pobre, sediento.
La bina . remueve .con labor ligera' toda la superficie.
del suelo; quita, pues, las mal^s hierbas, y se parece,
por tanto, a la escarda en eso. Pero es que además
coxitrihuye a ^errar la salida que el agua tiene por
los mil agujeros y poros que hay en aquel terreno,
Io
_
.
- i46 romPiendo !as cafierías de comunicación entre el
fondo y la parte de arriba, que es donde la cvaporan
el calor v el viento,
De elló te puedes dar cuenta con la sencilla experiencia que en el café donde entretienes el ocio obligado de uñ día de esos festivos te es fácil hasta enseñarlo a tus mismos compañeros.
En un plato que tenga agua coloca un terrón de
azúcar, y verás gué pronto el líquido sube, impregnando aquel terron sin dejar un hueco seco. Pero si
lo repites y encirzta de aquél colocas una capita de
azúcar en polvo fino, e] agua htxh^edecerá el terrón
y se para al llegar al copete allí formado por cl azíicar molído.
Pues eso mismo nasa en la finca, donde con un
instrumento adecuado remueves ' y pulverizas bien
unós centímetros, y tanta es el a^uua que evitas se
pierda, que es muy corriente -afirmar, y con ^randes
visos de ser c^erto, que dos binados bien hechos equivalen y hacen efectó tan bueno como el que puede.
lograrse de un riego.
La siega del cereal. .
Es notable lo que ocurre cón la planta cereal.
Cuando 'el grano hubo adquirido su consistencia ^^astosa, las raíces de la nlanta delan ya de fimcionar,
y sólo cuanto en el talló y las hojas estuviese almaCenado emigra hacia las espigas, para que cl grano
se engruese y complete e1 ciclo entero, consigutendo
su madurez al^anzar.
Por esa razón sencilla puede el lahriego avisado
iniciar pronao en sus fincas los trigales a segar.
Seccionadas estas cañas, y cíeiadas en fascales, siguen marchando los.jugos;de los tallos y las hojas
hacia la espiga dorada, como si estuviese tiesa todavía en el trigaL
Ia ventaja es bien patente de este singular carácter que tienen los cer^ales, pues amplía enormemente el período hábil de siega sin el riesgo de que aquéllos
se•le desgra,nen, reduciendo los esquilmos que pudiera
cosechar. .
Ahora^ hien : por tener campos extensos, unos serán
recogidos más temprano que los otros, y debe tener
en cuenta que los predlos donde cultive.las plantas
cuyo granó ha de servirle pára utilizarlo en siembra,
es conyeniente dejarlos para coger' su producto en.
el último lugar. tx,lue el grano se le complete antes
dé arra^ncar 1as plantas, pues si bien ella no influye
en el grosor y materia que las semillas tendrán, cl
germen que allí ^e forme adquirirá cualidades que
no puede conséguirlas con el corte prematuro de los
tallos donde se hallan las espigas, encerrando áquellos granos que más tarde volverán a germinar.
Alzamiento de raetrojos.
Pocas labores producen tan buerios efeetos como
la de alzar lo ^ rastrojos cuando apenas las fascales
dejaron libres 1as tierras.
Si la hicie'ras, conseguirías retener la escasa hamedad que entonces el suelo tenga, pues el apelmazado y el ardiente sol que a plomo cae sobre la ,costra endurecida aspira y hace salir la poca agua qúe
allí queda. ^ Evitarías qué muchas plantas espontáneas crezcan y aumenten la extracción del a,gua, puea
en esa forma vegetan a gusto; líbres de ninguna competencia. Favorecías que otras, cuyas semillas quedaron prisioneras bajo una ca:pa impermeabte, esperén Is Iabor tardía para nacer pujantes y quitar pro-
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ductos a las que en la parcela crías. Con la costra
removida entraría a placer el agua que las tormentas envían a las capas más hundidas, en vez de correr a ríos por superficies tan lisas. Los micro}^ios
que viven en esas capas de tierra encontrarían oxígeno, y en Iugar de proveni`rles la asfixia, vivirían
laborando por hacer el suelo más rico en materias
nutritivas. No te esfuerces en decirme, ya lo sé, que
dos circunstancias te impiden entronizar esa práctica
en las tierras de tu finca: Una es que los ganados
aprovechán lo qué queda en aqúellas rastrojeras. Pero
es que si lo haces pronto, cuando el rebaño comienza a. visitar las parcelas encontt-arían hierbas jóvenes, que le darán más provecho que cuatro matas raquíticas y algunás espi^aS secas..Otra_es que los l;anados y peones encuentran demasiada ocupación en
las eras. Pero si en lugar de utilizar, en la trilla el
antiguo sistema, entras por la vía nueva, dando intervención a máquinas de las que hoq te proporciona la
agricultura moderna, podrán éstas dejar libre algo
del personal y ganado, que podrías emplearlo en cultivarte la hacienda. Dirás también que en esa época
la tierra está igual que la piedra ; pero es que no se
trata de lcvantarla, sino de rascar la capa somera, y
e^o también púeden hacerlo las máquinas que la
indústria te construye para circunstancias de esas.
El vencejo.
•
No es el ^pájaro insectívoro que de tal modo se
nombra al que aquí nos referimos, sino al útil atadejo
que con tallos de las plantas hace eí Iabriego en el
campo para fines muy diversos.
Lá. princil3ai condición, que han de revestir aquéllos es ser flexibles y fuertes para hacer nudos muy
,
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prietos, que resisten los tirones que se dan en las faenas que en el campo disponemos.
Pues bien:- el mejor producto con el cual es bueno
hacerlos, por la solidez marcada que en sus fibras
hallaremas, proceden de buenas pajas de los diversos
centenos.
Quien desee, por lo tanto, encontrar ^^erdas baratas para ménesteres de esos, en un rincón de la
finca y en sus peores terrenos, puede cultivar tal
planta, pues la economía agrícola exige el aquilatar
^con cuidádo extraordinario aun los gastos más modestos.
Acarreo dé miesee..
Detalle de impórtancia suma a que atien^len los
labriegas es el transporte de mieses de las #incas muy
^
lejanas a las eras de los pueblos.
El cereal sobre todo, cuyos granos están prestos
a salirse de la espiga a los más suaves meneos, oca.sionan grañdes pérdidas si no se tiene con ellos, al
mane ar los fascales, un cuidado extraordinario al
coger^os con los bieldos.
Para evitar grandes mermas, cuando el cereal se almacene en los graneros, debe hacer esa faena pox la
noche o en- las horas mañaneras, en que las glumas
y espigas se aprove^hari del relente para sujetar al
raquis el grano que tienen dentro. De esa forma impedirá que las senúllas se escapen eñ operaciones ^revias y sucesivos trasteos, aumerrtando e1 ^rendimien^
to cuando sotheta la mies a la acción de las cuchillas
de la máquina o los vaivenes del trillo.
Por no transpórtar los- haces en los mamentos precisos, queda esparcida en el campo cantidad muy estimable de cosecha mal pérd^da a través de los caminos.
- ISO -
Desliojado del maíz.
Un agricultor pregunta si al cercenar los penachos
o plutneros de las ptantas de maíz puéciense cortar
las hojas que aun verdean en aquél, Sé que con ^^llo
tendría pienso para sus. ganados durante' ima temporada, que le vendría muy bien, y le duele desaprove^har forraje que del pelado en las pla^tas se pudiera
conseguir.
:
Ello es disparatado, y juzgo , que hay tendencia
exagerada a un deshoje prematuro, cuya razón no
se explica, pues no se cons^gue de ello circunstancias
que mejoren la cosecha del maíz. Cuando en el zuro
1os granos einpezarou'a crecer, son las hojas quienes
mandan los productos que han de hacer yue la mazorca se complete pronto y bien. Si, pues, el labriegca
quita lo que surte a la panocha de elementos que la
engordan, ^ cómo podrá conseguir que el grano sea
perfecto al llegar la madurez?
Sólo un caso se le presetltá al labriego en quc
pueda justificar esa práctica, que, en términos generales, hace mal y nunca. bien, y es cuando el clima,
por la humedad del ambiente, exige un secado pronto para evitar que se ileve el grano fresco.s,uancío va
.
hacia el almacén.
^^1 agua en Ios cereales remojados ^ausa perjuicias
euántiosos, y aunque creas que por ser lisa la ^orteza de los granos de está planta resbala el agua y
no cala; es un error, que por ser ntuy extendido, ps
preci^o deshacer.
Maíz en la semeritera.
Cuando el iábrador se ocupa eii ^embrar esta graxrtínea, sttele pensar en los kilas 'de semilla que ha-
rán falta para extender en los surcos y lograr en los
maizales la adecuada producción. La densidad de
las plantas, cuando aquéllos se hayan hecho, nunca
debcrá bajar por hectárea sembrada de treinta y cinco millares, ni pasar de los cuarenta si han de cre^er vigorosas y nutrir a las mazorcas con abundante
aliménto y en debida proporción.
Para conseguir tal siembra debe emplear de semilla
cinco kilos por robada (i), distribuyéndola en hoyos a
^5 centimetros, y a su vez éstos en líneas que con
7o centímetros de distancia de una a otra permite lograr en ellas ^orrecta separación, Dos o tres
granos por hoyo, con objeto de subvenir a los riesgos de que las aves los coman o que cualquier accidente p}-oduzca en 'ellas destrozos, asegura que los
campos para maizal destinados den a]as plan±as del
mismo el alimento preciso y permita entre unas y
otras conveniente aireación.
,
Maíz de aiembra.
De ordinario multitud de agricultores utilizan de
esta planta la semilla que recogen, para sembrarla
de nuevo eri los campos que maizales han de ser ;
pero, a mi entender, no tienen las debidas precauciones para elegir entre aquélla la ,que pueda resultarle
de mejorés condiciones y^ haga^sm duda ningtma sus
cosechas acrc^er.
EI grano que para sin^iente el agricultor destina
debe estar en su. mazorca hasta el momento de ^rn^ pleo, pues de tal modo conserva la porción en que
su germen se alber^a, protegido en los téjidos del
zuro, cama tnuelle y confortante, en que sus
(t)
8g8 in.'
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genéticas ^lefender ;e pueclen bieu, y cuan<lv aquélla cíesgrane, desechará, desde luegv, ]os granos qtt^^
hay en la punta, cle fornaación incompleta y por tantu
p^oco aptos para alimentar la planta que cle ellos surja^
al nacer.
Asimismv las tnazorcas que en su íinca seleccione.
para destinar sus granos a ponerlos en lvs surcos
que nuevamente en la besana va a abrir, deberán
scr elegidos de las plantas sin chupones ; es decir,
desechando las que nazcan en las que dieron hijuelvs.
pues para maíz de grano es cualidad rechazable y que
al labxiego ronviene tenerla presente, si quiere que
sus maizales le produzran los esquilmos que es muy
justo apetecer.
.
Patata de siembra.
Para que el ser que a la vida nace pvr repr'ociucción; tenga vigor y energía para conservar su estirpe
con limpieza, sin que aparezcan defectos que, afectando a su organismo en su intimicíad profunda, causa lo que en él llamamos sitnple degeneración, hace
falta que proceda de una semilla o de un huevo que
recibiese, sea del estambre o macho, el agénte necesario de previa fecundación. De otro modo, si es
pvr trozos de la planta o segmentos separados del
organismo animal (infusorios, plat^lmintos) como e]
nuevo ser se fortna, es rauy fácál se rrialogre en descenden^cia, yendo de mal en peor.
Eso pasa a la patata que el labriego riiultiplica por
pedazos de tubérculo, que camina muy de prisa en
^lase y en desarrollo a profunda depresión, y le obliga. cada año a traer nueva simiente, praducida en
terrenos tnás precarios, para compensar con ello, al
plantarla 1en suelo fértil, cierta^ regeneración.
^
'
-153-
r^si cumo en otras plantas con tma seiuilla pura se
puede sin gran quebranto sembrar aquella que obtttvo cle la sembradura propia, con la patata no es fácil
seguir tau sencilla método cle no agenciarse semilla,
lo cual sería más caro, en lugar de los pe^lazos que
^1 agricultor emplea para hacer la operación.
Consexvación de la patata.
I'ocos próductos del campo admiten como 1a patata candimentas tan diversos, lo que le hace imprescindible en él arte culinario, por el partido que de' él
sacan lo misino las modestas menegildas que los buenos cocineros. z Cuál como éste se puede comer cocido, asada, guisado o frito? Lo difícil del suculenta
tubérculo es que dure mucho tiempo, y por eso el
conservarlo interesa a mucha gente, pues los cafrades
que de tal plato hacen uso son en tal número que no
hay otro que presente tan universa.l aprecio.
Arrancadas las patatas del sitio donde nacieron, se
hallan expuestas a numerosos perjuicios. Si les falta
el aire, adquieren gusto dulzaino, que haçe se rechacen del comercio; sí es muchá 1a luz que incide sobre el prétiado tubérculo, toman un color verrlusco
y un sabor acre marcado, que para comer no es bueno. l.,a humedad ha^e que las yemas crézcan y que
en su jugosa carne totnen los hongos asiento, .y si
el atnbiente es excesivamente seco, se empobrece la
patata y 1^ace desmerezca, en estimació^ y precio:
• Por eso al amantonarlas es no sólo conveniente,
sino que se hace preciso, el colocar unas ramas cntre . sucesivas capas del montón que ^así se ha puesto; dejando unas chimeneas que sirvan de respira,
dero, por donde eT aire se cuele y arrastre el vaho
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yue se produce allí dentro. Si el ^itontón no está cubierto, ha de asentarse sobre una fosa de no más de
medio metro y cuyo suelo sea muy seco, recubriendo
el ntontón que queda fuera con paja, ramas o césped, pero sin que nunca olvide el poner respiraderos.
Sí es sólo para el consumo para lo que ha de guardarsé el tubérculo, puedes seguir otros medios. E]
tenerlas unas horas en disolución sulfúrica del i ó cl
2 por aoo, .o en^aladas cuando las vas a guardar, poniéndoles siete kilos de ese producto :por cada mil
de tubérculo. De esos modos la patata conservará por
más tiempo sus préciadás cualidades y ayudará a,
re5olver el prohlema alimenticio, pues aunque no
es un producto de los llamados completos, con otros
de mayor sustancia puede mantener la vida de lo ^
que para comer no tengan excesivo vicio. Ya pasaran los prejuicios de los que creían que la, lepra apárecía por cómer de este tubérculo, y hoy hay muchos
que al puchero de.patatas lo saludan como a un plato
suculento,
Preparación del patatar.
Si en lós meses transcurridos del invierno no se
dieron las labores que precisa el patatar, es enero buena fecha tódávía para lograr quedé el suelo prepárado
á una buena sementera que pueda nuestras tareas de ^
algún modo cor^tpensar. Ha. de.ser labor prófunda si
se quiere que el esquilmo de tubérculos sea fá^cil acrecer, y para ello tras la labor del arado ha de marchar otra yunta que lleve el arado topo ahondandci
en el mismo surco para mullir bien el suelo y que
puedan las patatas expandir bien las raíces, única
forma en que logran su volumen •aumentar.
Cierto que la labor efectuada del mo^'o c^ue a,quí
decimos suele acrecer el cíispenclio; pero si así canseguiu^os cosc.^chas extraarclinarias, zqué duda c^abe es
negocia el duplicar esas huebras, si el interés que sacamos al dinero que se gasta es triple que el de ^.^rdinario suele el labriego alcanzar?
No le pese el excederse en ceútímetros de honch^ra.
cuando intenta cultivar; nunca es trabajo perdido,
pues sójo así se cousigue que las plantas en el rantpo puedan lozanas ^edrar.
Sien^bra de patata y eastraeión.
Son dos hechos observado ^, revisando el pata^ar,
que no deben escaparse al labriego cui^ladaso qup
mira sus intereses, si quiere ver en las campos donde
cuttiva esta planta el producta incrementar.
Cuando la siembra se hace es muy frecu^nte se
vea que es más pequeño el túbérculo cuanto más
somero está, y que si queda muy profúndo calocado,
crece de tamaño, pero en cambio merma. mucho en
cuanto al peso del total de la patata que la mata puede dar.
Es por .esto qúe suele ser conveniente se tomen
los diez centimetros coma norma de la hondura a
.
.
que se debe enterrar.
De otro lado, está probado que si se cortan temprano los brotes que iniciaú flores para no dejar a
éstas c^ue puedañ chupar los jugos, elío influqe en que
el tuberculo logre'ta_maño más grande y mayor peso
en la cnsecha total, pues e1 esfuerzo a gastar en la
éntesis de la planta quecía con ello evitado, y se traduce en aumento de 'las reserwa.s de f^ula que así
podrá almacenar.
^
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^
Siembra de remolacha.
En plazo cle po^os días los labriegos de esta zona,
extenderán la semilla con febril actividad sobrc el
^campo removidu con las labores del arado, y en el
cual, con la escalera o el área, grada en térmmos correctos, • un dedo en su swperficie apenas pulverizarán.
Cuando la semilla nazca en aquella capa muelle,
las raíces pronto alargan, y si debajo no encuentran
la tierra desmenuzada, y sí, en cambio, aireación excesiva, al quedarse sin apoyo en los terroñes y el defecto
de humedad, ocasionan que las puntas se desequen y
muy prorito morirári. La decepcion que a menudo sufren los-remolacheros en el crítlco período de que las
plantas le nacen se debe a que las labores queda'ron
muy imperfectas, pues no basta darles vista con preparación somera, sino que es t^mbién la entraña la.
qus d^,be recibir bien las labores, pues siempre es,
agradecida con quienes así las dan. El ^ golde, el extirpador, aperos que profundicen o que den vuelta.
- a' la tierra, deben de volver a usarse cuando prepara
su seno.para que en él la semilla pueda bieñ fructificar, pues si siguen como ahora engañándose a si
mismos con una caricatura de labor superficial, el
,^umento de cosechas se quedará para otro, pues ellos,
ni que llegue a buena de tal modo lograrán.
Plantación de remolacha.
De Ynterés niúy señalado es saber a qué distáncia
conviene se hallen las ptantas^ cuándo se realizai^
siembras; sobre todo cuend4, como en ésta ocurre, es:
debajo de la_ tierra donde ha de formarse el órgano
que después tú lo aprovechas. Esparcidas, dejarán
tal vez terreno que pára nada intervenga en nutrir
a las plantitas que pusiste tú en su seno. Apretujadas, el estorbo es manifiestó, se darán muchas raíces ;
pero siendo desmedradas, poco azúcar contendrán,
pues de éste ^abe muy poco si el almacén es muy
chica
F_n ensayós realizados para aclarar tan interesante
extremo se ha podido compro^ar que con 5.00o planti^s que eti robada (8g8 metros cuadrados) hubieses
distribuído, puede ^ sacar de raíz, dentro del ^ feliz supuesto de que sea tierra buena, un promedio de 3. 5o0
kilos; pero si dobl^s^la cifra que en la plantación has
hecho, puedes conseguir segúro media tonelada más,
sobre todo si el terreno es algo suelta Mira, pues,
cómo un detalle que poco cuesta el tenerlo bien presente cuando en tu remolachar vayas a poner planteros, puede hacer que la cosecha incremente el rendimiento. Cuando las líneas señales para hacer el
replanteo, ponlas entre sí a dos. palmos, y los hoyos
sobre ellas a 25 centímetro ^ , que de esa forma ^abrán hasta el centenar de miles en un cuadro de una
hectárea, que es distribucióti muy buena para conseguir de aquélla eí más conveniente esquilmo.
^
Estratificación.
Cuando una semilla enterrada . sG halla en cubiertas fuertes y estrecho recinto, y del que es inútil pretenda salir sin auxilio externo, tarda en germinar
muchísimo tiempo. Por esa se acude a estratifica.rla,
o lo que es lo mismo, a emplear los ^,nediós para que
acelere tvdas las fases de ese proce ^o. Es ganar urt
afio, a veces más tiempo, y éso en el agro supone
grandes ventajas, ya que tódo en él se produce con
r^tmo demasiado lento.
Así se presenta lo que form^^el germen ^le la rira
^ ^5g fruta que se da en los huertos. Hay unas semillas
que se hallan envueltas por corteza dura análoga nl
cucro. En otras, la almendra se halla aprisionada, si
bien con más huelgo, por ^árcel más fuerte parecida
aI leño, y que es lo que se llama por unos el i^ueso,
y por otros, cuescó. Todas las protegen con gran efi. cacia del mal que viniera desde fuera adentro ;}^ero
es un obstáculó para dar entrada a lo que liace falta,
a lo que es prectso, si han de hacerse libres y de su
embrión sacar un ser nuevo.
Para conseguirlo, ,el hombre Yas' pone sobre aren3
^
en capas, de las cuales unas les sirven de lecho; y
otras por encima, que les den cubierto. Cuando ast
alternadas las hubo dispuesto, humede:e un poco cl.
montón .entero, pero sin exceso, que basta la'poca
que le hubiera puesto para que en muy ^orto piazo lo
que era tan dúro se abra en das valvas y ílé. j^aso
franco a lo que encerraba dentra.
Es en diciembre el mejor momento, para hacer
todo eso, pues tres meses bastan para coiiseguirlo,
y así en primavera estarán yá ]istas para disponerlas
en el semillero.
, -
, Maduración del tomate. •
Erí el cultivo de huerta s ^ele ser muy eonveniente
en los frutos que se obtienen forzar la maduración.
Así ocurre en el. tomate, pues si ello se consigué, 4I
adelanto procura se saque .luego en la venta producto
más saneado, ya que en époea temprana mejora su
cotización. Así como en ^otras plantas, al producirse
los frutos, amenguan los crecimientos del follaje y
es el fruto quien absorbe los productos que aquél tóma
y manipula en notable caritid2^d, en . éstá sigue empleándolos en alargar sus matttas, con perjutcto y
1
- ^59 -
gran retraso de los frutos, que así demoran la fecha
en que pudiera lograrse su pronta recolección.
Si, pues, cuando el fruto tiene el tamafia de los
huevos de gallina, los brotes más elevados se se^ccionan, se logra patentemente que hacia los frutos se
encause la mayor eirculación, y esa nutrición intensa que de tal modo se logra permite activ'ár procesos
que culminañ en precocidad -marcada y que puedan
Cosecharse con • mucha anticipación.
Poder llerar al mercado los productos que lá huerta, antes que la fuga de ellos haga descender los precios, determina muchas veces que el labriego hábil
consiga dar empuje deci^íido a lo que el huerto le dió.
Empalizado del tomate.
Har hortelanos que deján a las matas de tomate
por el suelo rastrear, y se encuentran' muchas 'veces
con los frutos en cantacto de la tierra humedecida
y en grave riesgo sin duda de que si el calor aprieta
se le puedan m.alperder e;^ canticlad."
Hay un hongo por el suelo, el Pkytoptara t,e,rr-esp^^a, que en aquellas condiciones toma asiento en ^^l
tomate que ^unto a aquél suele estar, y es causar ^te
de esa peste que vulgarment^ se Ilama la podredumbre zonal, que diezma. a veces cosechas cuando lo^
frutos se en^uentran a punto de rnadurar. Si eso ocurre, es porque con grarr descuida dejamos a los tomates en posícián adeeuada para poderse infectar, y
que no aparecería si sostenemos las matas con ^utores levantados para que el fruto que cuelga, ^ con
tendencia en el suelo a reposar, se h^lle lejos de los
miasmas que en tierra humosa y sombría, con^^ es la
de 1as huertas, se Suelen multiplicar.
Carga del silo.
Hay algunos labradores que se resisten y tardan
en establecer los silos; porque dicen que el forraje
de tal modo conservado huele mucho y"lo rechaza el
ganado a quien se sueie servir. Dós detalles fendrá
en cuenta si ha de proceder en forma, cuales son el
reílenarlo despácio y apisonarlo de firme, para que gsí
todo el aire interpuesto. entre la masa se constga hacer salir.
Si se llena muy de prisa; no ^se da tiempo bastante
pára que en él se produzca el calor que ^s necesario,
a fin de que el fermento láctico comtence bien a vivir, y por• eso se llenará poco a poco, para que las
capas puestas, antes de ser recubiertas por otras nuevas encima, alcancen temperatura, retrasando cierto
tiempo la faena, si esto tarda en ocurrir.
Si no se apisona fuerte, el ^aire que dentro queda
se apodera de la masa y bace que surjan en ella microorganismos que causan fermentaciones extrañas,
sean butírica o pútrida, con lo cual aquel forraje adquiere un hedoY prófundo, y que lo hace repugn^nte
cuando se va a consumir. Si se corta muy menttdo,
el apisonado es fácil y el inconveniente dicho no se
suele producir.
.
El régixnen de huerta.
Para explotar tma huerta• con cierta norma científica, debe dividir su suelo en cuatro trozos distin^
tos, a los cuales les dará fertiIizantes de acuerdo
con ló q,ue piense sacar en su producción: Cada trozo rectbtrá por, este orden el stguiente tratamiento:
Primer año, estiércot mtíy abundante, una capa.rle
25 centímetros de fiemó fresco ordinario; que ente-
rrará con labores y así aprovecharlo mejar. EI segundo
año, sin nada, pues le basta el estiércol descompuesto
que allí queda de la primera adi; ión, r11 pasar al
tercer año le echará ceniza en firme, s1I1 c^ue en el
^cuarto le añada nada que sea alimentador. As^, pues, en
esa huerta, cada uno de los cuadros se hallará en su
respectiva fase, lo que sirve al hortelano para hacer
entre sus siembras la mejor distribución. En el cuadro del estiér^ol repica.rá, lo que sean hortalizas ^ropiamente, aquellas en que la hoja sea el órgano de empleo; el segundo Ilevará las de raíces, cebollas, nabos y
otras, pues su estiércol descompuesto; hace un año
ya añadido, mulle el suelo, disponiéndolo para plantas de esa clase a una intensa producción, y el tercero, con ceniza, Ilevará los. de otros frutos, la^ legumbres: las judías, tomates y otras de producto
análogo, dejando el cuarto pedazo con ^a tierra ya
mullida, desmenuzada y cocida para ^ hacer los serpilleros y llevar los portagranos de hortalizas y aun
de flores, que en las huertas suele ser ^^osa corriente
unir a su producción. Tal debe ser en cuatro años la
rotación que se impone, si quiere llevar en ella una
recta conveniente y acertada explotación.
Cebolla y su madurez.
Una vez que los productos a cosechar en la huerta
llegaron á su tamaño y conforrr>ación normal, todo
aquello que acelere la maduración en ellos es práotica aconsejable, por el riesgo que se evita al abreviar permanencia en la tierra ya esquilmada y el sobreprecio que alcanzan por llevarlos al mercado con
adelanto de fe,chas a 1a corriente y usual.
Pues en la cebolla es bueno cuando Ilega a su total
desarrollo torcer o abatir los tallos ^on el envés de la
tt
.
•
iG^
azada, para cortar dr ese nioclc^ la circulaeióu de jugos, que no hacen falta ya entou^.es ^lejarlos que ^_ontinuen su a^tividad dilafar.
Una vez que éstos se ajaron, se puede arrancar
el bulbo, porque el hecho nos demuestra que el íruto
de la coseclia alcanzó y está en su punto de rnaduración total. Puede, como ya se ha dichó, torcer simplemente a mano el cuello de la cebolla, para lograr
el efecto de anti^cipar el arranque; pero si el canipo
es extenso, la operaciórn se demora, con evidente trastorno, y es más fácil y hacedero utilizar cl sistema
de la azada como maza; para hacer esa faena rápida,
pronta e igual.
Reeoleccicín de judías.
^ Existe cosa más simple que recolectar judías?
Pues con frecuencia sucede que esta práctica sencilla
influye en él resultado de la cosecha • total. Las alubias es corriente consumirlas, fiien con vaina o como
poc}ia:s, y el que no aprecia detalles no le da más
importancia que la de un simple ^apricho, a] coger
algunas verdes e ir dejando las que en exceso •^ngrosaron, para cogerlas más tarde cuando el grano
formen ya. Esto es causa comprobada de merma en los
rendimientos, y en proporción subidísima, due le puede ser fatal.
Si se décide a emplearlas para su consttmo en verde, ha de quitarlas tan pronto como vayan ya llegando a su.tamaño corriente, sin dejar que el grano
se haga ; de ^otro. modó, las que luego recogiera bajarían en proporción alarmante, lo menos a una mítad, y lo mismo si aprovecha las pritnicias como verdes y deja que el resto llegue a su granación fornial.
No hay opción en la faena: o se emplean. ^odas
^•erdes, o se espera a su furn^ación coinpleta, í'rocecíer
con medias tintas, es seguro cíue en esyuilulos :,totar^i
un descenso grave, y hasta, déficit que alcance pronorción descomunal.
La esparrag^uera.
De los productos del campo, muchos hay solicitados, desde luego, en el sector de verduras que gozan predileccíón; pero entre ellas el espárrago, por
ser temprana y selecta, suele ser en los mercados elemento.que se busca con especial fruición. La producción de esta planta, sin embargo, requiere esmero y
cuidado, y en los más nimios detalles la más prcifunda
observancia, pues cualquiera que le falte quita ai producto detalles que rebajan y estropc:an su buena presentación.
Uno de ellos, importante, porque ejerce sus cfectos
cíurante el tiempo que dura su total aprovechamiento,
es la tierra en que las plantas, a las zarpas mejor di-^
cho, que es lo que suele eniplearse para hacer esparragueras con, buena propagación, se destine a tal ob^eto, pues de ello depende mucho el sabor, la consistencia,, el color y la fragancia de1 tzt^rirnfl.
La mejor, sin duda alguna, es la que tenga caliza,
yeso y hasta sal marina, pues se yen ^^sparragueras
de calidad estu.penda y excelente contextura en terraplenes formados por la tíerra de desecho de las canteras de yeso, y en .las que cualquier cultivo que no sea
de esta clase sería una grañ locura pretender su instalacián. ^n arenas a en-arcillas desprovistas de caliza
es inútil pretendamos cosechar buenos espárragos, , si
una enmtenda que les dé ac^uellos productos no las
-pone eri circunstancia de aptrtud imprescindible para
, dar tal hortaliza de la calidad mejor.
-- rbq _.
Trasplante de tabaco.
Es el tabaco una planta de contextura tan débil
que precisa manejarla con cuidado extraordinario en
cualquiera de las fases que forman su evolución.
Cualquier accidente nimio para otra planta cualquiera, puede serlo para ésta decisivo, con vista a su
desarrollo, y uno es que en su trasplante la guía quetle
con riesgo de cualquier cpmplicación. Si después de
colocada la plantita, el chorro de atgua c^ue llega para
su a^arre seguro pone junto a aquella gu^a el obstáculó
minusculo de un pequeñito terrón, queda truncado
el proCeso de su normal crecimiento y lá planta amenazada de quedarse sin arreglo poster^or. Ha de tener,
pues, cuidado, quien el tabaco cultive, que, ese crítico
período, el de agaxre en su nueva habitación, se atienda con grán esmero, pues de él depende en gran
parte que el tabacal se nos forme sin faltos y umformado en ulterior crecimierito, clave de que llegue
en forma a buena maduración.
El barbado de la vid.
Es industria extendidísima la de viveros de vides,
y no está de más, por tanto, que indiquemos algún
punto que al labriego que a esta industria se dedica
le pueda favorecer.
A ia obtención de barbados o"barbudos", como,
hay atgúien que los Ilama, se dedica la estaquilla o
porciones de sarmiento de diámetro más reducido que
en la poda de las cepas es corriente recoger. Se
abren las zanjas para colocar las plantas, y dispuestos los sarmientos a la distancia precisa, se apisonan
en el fondo las capas de tierra echada, para que el
contacto entre el sarmiento y la tierra no deje hue-
^ ^ 6S ^
co ninguno y sea fácil de ese mulu lleguen ^udas a
prender.
Luego debe de ocuparse de perfilar caballones, y
en esto es precisamente donde insistir yo quería, porque de ]a operación depende el gran núrnero de fallas
yue le suelen ocurrir.
El labriego, por ahorrarse algún trabajo, deja
aquellos caballones demasiado reducidos, y si ha de
lograr el éxito, . ese aporcado ha de ser lo suficientemente amglio para que todas las yemas de la intemperie y del hielo se las pueda defender. De ot,ro modo,
ésas se secan; y al brotarnos la estaquilla de los ,iudos inferiares, el barbado es muy pequeño e inservible para establecer viñedos en país más seco que
éste, o para hacer con perfección deseable los injertos
de taller. Sólo ha de dejar, por tanfo, al aire iibre
el entrenudo que queda sobre la yema más alta; de
ese modo obtendrá planta excelente, y no encontrará
reparos cuando la vaya a vender.
El injerto en viña.
El acertar el momento en que puede hacer bien e;
injerto en el viñedo es adelantar sin duda las eircunstancias que puedan c^isponerlo a producir. Desde luego, marzo y abril son los meses eti que por aquí
se observa comienza a llorar la viña, circunstancia
c{ue le indica puede .ya sin más espera la opera:ión
emprender. Comen^zará por aquellas de patrón más
vigoroso, y seguirá con las otras, pero siempre en tiempo seco y con día bien caliente,. c^ue coincida a la vez
con tempero en el terreno, si qu^ere que el injertado
sea de éxito feliz, pues si el tiempo es borrascoso,
húmedo, frío y barroso, es inútí^l que pretendas soldaduras conseguir. Si estas circunstancias últimas
suelen ser las más corrientes donde tú tienes la haciencla para poner el viñeclo, descarta injerto^ dc asientu y
pon los que ya en vivero te apre,taste a j^roducir.
No está de más ^lue en el patrón vígoroso, con ^^ierta
anticipación a la fecha del injerto, decapites .,l sarmiento para que escurra la savia, que en exceso zn
esa é.paca suele hacia el corte afluir, y cuanda intentes hacer el injerto deseado, refresques el carte antiguo para que así los tejidos estén mejor para unir.
Poda de la ^vid.
l,os sarmientos agostados ppnden aún en Ia cepa,
en espera que el labriego dé la onden de podar ; per^^
aquél anda reacío^, sín saber en qué momento le canvendrá realízarla para lograr el efecto clue le pueda
interesar.
Siempre tendrá como norma para cie.*cidirse a ello
si es fruto o más bien macíera la due qui; re cn sus cepas acentuar. Si lo primero, es tenrprana ^uando tiene
que podar. Si lo segunda, tnás tarcie, pttes cott corte retrasado, ^casi cuando va a ur^tar, sé fuerzan ]as energías de Ia/cepa poco fuerte, y esto lo dirá el pulgar:
Si los clue tiene la planta son delgados y raquíticos, necestta un remozado, y e] tncxlo de consegutrlo
es disminuir aquéllos y hacer esa poda intensa en ^l
mornento indicado; est^ es, ^^uando las yemas comienzan de su sueño a despertar. 5i el "renditniento
del fruto es lo q ue quiere ,forzar, exige que aquella
^poda, que hoy duda si debe hacerla, se apresure , a
adelantar.
F1 despuntado en la vid.
l^Ta he de recotn^ndar cou machacona insistencia
esta prá^tica llevada en las viñas de esta tierra.. Es
operación muy bucna euando las pintas clel };ranu
marcan al viticultor qi^e la madurez ^^oinienza, y de
ese moclo Sa savia quc ha cle gastarse en prolongar
los sarmiea^tos sin utiliclatl ninguna la aprovechará
la cepa en concentrar las necesarias reservas.
Pero es el caso que el despunte racional ya no ^^
norma del labriego, y ha caído en el abuso ^1e ^nipezar el despuntado antes de tiernpo y en cortarles
cada trozo ciue da miedo. Lo hace prevrsor y^_auta,
para evitar mvasiones, bien de rnildeu o det ^rdium,
que en ese fol}aje fresco encuentran mec}io adecuad^^
para iniciar sus ataques con ernptrje muy intenso, _;
como es más fácil eso que intentar prolongar los .ratamientos para aniqui}ar los gérmenes de esos tlor.gos t^.n molestos, no se fija en otros fine^ y corta y,
en demasia sus vigorosos sarrnien í os.
' La uva queda amparada, aunque no de uu :ncxlo
cierto, contra posible infección ;}jerq en cambio, eti
la cel^a la que sufre por amputación tan ^rave en
dimensión y a destiempa. Nca se puede impunemente contrariar de manera tan severa el empuje de ^a
savia en el trbnco y aos sarmientos, pues ]a vejez
de la cepa se adelanta, y c^^n ella la amenaza de posibles contratiempos.
Remozado de la 'vid.
Después de unos años de can^hiar las viiias, ;xcarrió en mi tierra que se iban rnuriendo sin causa aparente las cepas que puso el ]abrie^o, eñ vez de aquellás antiguas.
,
Las que antes tenían eran fuertcs y en catremo
rústicas ;'lo mismo venían en frondoso suelo que :^i .
tierras lamidas. Las de hoy son más déhiles, y de vez
en cuando es preciso reforzar su cuerpo, que de otro
-,6g_
modo desmedra y declina. z Quién puede hacer esto ?
Ese buen labriego, que anda hoy pertrechado con la
ppdadera. Si ve los pulgares delgados con sarmientos de vigor escaso, ind^cio clarísimo de faltarle fuerza, mermará su número, y si es preciso, cortará aún
los brazos de la cepa enferma, dejando uno solo,
hasta ver de nuevo pulgares recios al brazo que
queda.
Si a una cepa que así se presenta la poda muy
tarde, le obliga a dar fruto, que agota más pronto sus
fuerzas; el refrán lo dicé con rara elocuencia: "Si
la viña vieja quieres volver moza, pódata con hoja".
La viña apedreada.
Tenía un viñedo hermoso y espléndido ; daba gusto
verlo. Vigorosos brotes, pujantes, erguidos; frondoso
follaje del verde más vivo; pero una nube negra sobre él se ha cernido, y al caer la piedra lo arrasó del
todo y me lo ha hecllo ^ísco. Adiós mi cosecha ; cuántas ilusiones y sudor perdidos.
No es eso sólo, sino que además ha comprometido
también la .cosecha de años venicleros. De aquí que
el labriego tiene que aprestarse, aun sufriendo el golpe así recibido, a arreglar su viña de acjuel estropicio,
si quiere ^evitar que el pedrisco, aquel deje conse^^uencaas en lo sucesivo,
Todos los sarmientos presentan las huellas en ellos
causadas por el traumatismo, X todo el follaje ha
sido barrido, dejando a la cepa en un desamparo que
ha^ce, mella grande en la vida de aquel orgapismo.
Se ha roto el proceso que normal llevaba para , com
seguir buen agostamiento, y^odos sabemos el efecto
que hacen esas graves crisis en los seres vivos.
Cuando tu viñedo de ese modo fué castigado por
atroz prediyco, ya puedes podarlo sin pasar más
tiempo, cortando sarmicntos sobre la primera yema
del trozo salvado del magullamiento. Si esto no haces, cuando llegue la hora de efectuar la poda que es
reglamentaria, te encontrarás con que no hay madera, pulgares ni yemas para disponer las cepas en
las condicione^ de un buen rendimicnto.
Ensacado de racimos. ^
' Llegan los momentos r,ríticos en que las parras
pxesentan sus racimos, enverando, y es cuando merodean las avispas y los pájaros, para destrozar los ^ranos a medida oue éstos llegan a justa. madurac^ón.
También se ve álguna abeja, pero ésta no es la ^:ausante de los daños. que se observan ; son 1quéllos,
pues la abeja exploradora sólo hace aprodecharse de
los granos destripados, libando en esos residuos quc
]lan dejado las avispas y el gorrión. Y^^omo no hay
medio alguno de evitar tales ataques, es la defensa
directa la que debe procurarse, ensacando los racimos con bplsas de papel o fela, que impidan se lleve
a cabo la grave depredación. Pues ahora - Gs el momento: si los'dulces moscateles han de estar bien defendidos, debe emplear tal recurso, pues de otro modo es sabido que los racimos se quedan maltrechos
y carcomidos y en circunstancias por tanto de infame presentación. Lo mejor para esas bolsas es la
gasa, pues entre su íina trama circula muy bien ^l
aire ; perp si no se dispone de materia] tan selecto,
el pápel u otro tejido puede sacarnos ' de apuro para
conseguir ten amos los 'racimos en ^acados de aspecto
y vista agra^ables, y sobre todo seguros de emcontrárno^los indemnes cuando hubieran alcanzado por
completo su sazón.
-- ^70 --
I'lantación del árboL
I'ara muchos ri plantar un árbul es una ^_o^t ^lue
no da cuidaclo. }', cn efecto, así suele ser luego ^^l
resultado. Cugcu el plantón, lo meten en la hoya, y
echando la tierra de .ualquier manera, a pata,da^ litnpia si se tuercc, enderezan ]a guía. Iti'o se dan cuenta de que es una planta que no está muerta, sino sólo
dormida.
Así resulta que un 5o por ioo de las plantaciones
resultan fallidas. Pues voy a decirte Cuál es el sistema de que la planta, al colocarla en su sitio, ,to se
resienta y tengas más seguridad de que fsrenda. Abrirás el hoyo con anticipación suficiente, para yue ]á
tierra que allí removiste pierda su crudeza, y el sol,
él agua y el aire la potígan más tierna, dando vigor
y pujanza a aquellas partíc^ilas quc pertenecían a capas ya muertas.
Procurarás que no haya hielo en la tierra, ^^ue el
ambíente esté moderado y no sea barru con lo ^aue
vas a llenar la hoya ahierta. lleberás conseguir el
contacto más íntimo entre aquellá tierra y las rai^cillas del plantón que vas a juntar con ella, y por eso
el embadurnado o pralinaje es una práctica buena.
En un cacharro cualquiera, o en un hoyo que puedes
abrir en la tier_ra, colocas cinco almorzadas (r)
de arcilla, tres boñi^as y medio kilo de fosfato
de cal, y con agua abundante, haces una pasta rlara,
que servirá para remojar la raigambre de ]as plantas, que cut^iertas de ese modo, se adhiere^rt mejor
a la tierra de su casa nueva.
Etl el fondo de aquel hoyo pondrás un montículo,
pero elaborado con tierra somera, y sobre él las rai(^)
Puñados dobles.
-- t7t --
ces del árbul que plantar yuisieras, cle muclo que quede su cuello ni más alto ni más bajo que. cuando ^^n
el vivero ocupaba la tierra.
Rcllenando -el hueco que queda a]a vez que pisoteas, y procurando que cl plantón al hacer eso :^o
se tuerza, la plantación quedará en forma debida ^•
bien hecha..
Si esto ha^ces, para lo cual no precisa un arte exquisito, yo te aseguro que si el árbol no está helado,
la plantación será un éxito.
Cócno se planta un vergel.
EI vergel es una finca cuyo principal cultivo son
los árboles frutales destinados a obtener la fruta que
en los mercados sostiene la exportación. El trazado
de las hoyas que han de albergar esas plantas importa mucho el hacerla de la manera mejor, porque
así pueden lograrse las más aptas circunstancias que
incrementen los provechos en aquella plantación.
A marco real sé le ilama r.uando el, suelo se divide
en cuadrados cuyos ángulos se bcupan por la vara
de . un plantón, y a tresbolillo, cuando marcadas dos
líneas que sean eqwdistantes en toda su loñgitud, y
enfrentadas las señales que se fiján,en las dos,-se comienza a ca.var hoyos empezando en una de ellas a
partir de la primera, y en la otra sobre la marca que
ocupa el. lugar número dos, siguiendo en ambás hileras abriendo otras nuevas hoyas sobre una marca
sí y otra no.
Sin duda alguna te afirmo que de las dos r'ormas
dichas es la. segunda la que ^°ncierra más ventajas,
y, por tanto, la que debes seguir siempre al hacer la
marcación. Y la r.osa es bien sencilla, pues basta que
tú te fijes^que cuando es a tresbolillo caben más plan-
tas en predios de la misma dimensivn; cada árbol sr
encuentra a d^stancia idéntica de otros seis ^^ue se
hallan en derredor, mientras que el otro sistema sólo
en cuatro permite la equidistancia, empeorando, por
tanto, la total distribución. Y además debes :i^arte
que el sístema a tresbolillo deja calles entre Iuieas
en un númtro mayor, lo que permite que al hacer allí
labores pueda cambiarse la marcha ^^n direcciones
variadas, favoreciendo esé hecho el trabajo de aquel
suelo,'que puede ser sometido a,^_ompleta remoción.
Abonado de lae hoyas.
Una vez vino un labriego lamentando su desgracia de haber plantado una viña ^,on barbados vigo=
rosost después de haber abonado con estiércol abundante las hoyas en que hubo hecho una extensa ^l^ntación. No llegaba él a explicarse cómo siguiendo
las normas que le dieron al efecto, y puesto su es^
nlero en ellas con los mayores dctalles, le resultó casi
nula la operación efectuada, cuando estaba muy seguro de que la planta ádquirida reunía las mejores
condiciones de buena constitucíón.
Fuimos at campo plantado, y tirando de un barbado, salió en la parte enterrada de color negro acen- tuado, y la raíz, desprovista de las finas raicíllas de^
que estaba bien poblada al hacer la planta,ción. Empleó
estiércol de cuadra sin estar bien ^^onsumidó, y Su
^a^cídez hízo presa en aquellas raicíllas, desorganizando al punto su tejido blando y joven, provocando su
total dcsecación. Sea frutal o barbado de sarmiento
el que vaya a ser plantado, nunca deben poner junto
a ellos estiércol recién sacado, pues ello provoca a
veces el quemado de ese ór^ano absorbente, y en oca-
--^ 173 -siones, enfermedades mortales que acasionan lo quc
vió con estupor.
Recepción del frutal.
El trasplanté de ^los árboles de fruta, del vivero
al lugar dorn;le de asi^nto deben de ser colocados, tiene
riesgos que al labriego, cuando llega a recibirlo, le conviene a tocla rosta evitar. Si Ilegan en buen cstado,
lo mejor es colocarlos en los i^oyos de antemano preparados sin demora, y evitando que los cojan las heladas que cuando están arrancados les puede perjudicar. Si por causas imprevistas no pudiera colocarlos
en seguida, abrirá un hoyo en la tierra,. y en esa
zanja acostados, los cubrírá con Ia q^e haya removido, echando abundante agua pará que así en buen
estado se mantengan como están. Sí en el viaje se secaron rlemasiado, lo que acusa su corteza por arrugas que en la mísma es muy fácil apreciarlo, se
dejan en aquella forma durante ocho o diez días, yue
seria suficiente para volverles la savia que les empezó a faltar. Si en el camino ^e he1aron, aun lo pue- ,
de remediar metiéndolos en la cuadra, donde el calor de su ambiente produce un deshielo lentb, y la
vida que perdieron, en doce o ^atorce días vuelven
a recuperar.
Fíjese en tales detalles y obre según le decimos, si
quiere en sus plantaciones no errar..
Siembra del hueao de oliva.
Hay semillas que ler cuesta gran trabajo germinar.
Muchas de éstas se encuentran agrisionadas por ^ubiertas resistentes, y si quien quiere su salida ver más
pronto quiebra aquélla por algun golpe violento, con
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írecuencia es la almendra la yue sufre y se puede estropear. De esta clase es la semilla del olivo, en la que
es muy arriesgado pretender separar las dos partes
con au^rl^o del martillo por el golpe que les da.
Tiene, además, otra contra, _y es que la grasa que
se filtra por el hueso suele enranciarse a menudo, atacando al embrión de la almendra que recubre, e impidiendo que ésta pueda su evolución iniciar.
Por esto, cuando se quiere que semilla de esta clase
pueda fácil adelañtar su nascencia, deberá tratar los
huesos con lejía ^concentra^da al ro por ioo, teniéndola
así doce horas, lavándola luego en agua con el fin de
que la sosa que allí quede se la pueda eliniinar. '
En el terreno elegido pondrá los huesos muy juntos y enterrados de tres a cinco centímetros, y con esta^ precauciones logrará que no le fallen más del 5a
por ioo, que en semilla de esta clase no es muy fáril
alcanzar.
Con humédad persistente logrará que al cabo de
cinco meses el tallito de las plantas se las vea ya.
apuntanclo, si Ios sembró en primavera, época la más
propicia, por lo cual, como Los hielos anticipados pronto vendrán, con cañizos o^esterillas de aquellos fríos
intensos los tendrá que preservar.
EI esqueje.
Así se llam^ un troío herbáceo que se corta de una
planta y se pone en tierra húmec^a para que allí se
convierta en otro vegetal igual 'al que sirvió para darnos el pedazo cercenado.
Sólo le #altan raíces para estar como áquel. otro, de
if,*ual modo conformádo, y.eso es lo que hay que lograr, procurando que en el plazo que es preciso-para
echar las raicillas no le ocurra algún quebranto que
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pu<liera estropearlo. I3asta para ello observar que el
peligro que le acecha, y que más urge impedir qu,e sc
produzca, es que. pierdan humedad los tejidos que se
e^ncuentran en sus hojas y en su tallo, pues es un
hecho mortal >ara el trozo se^cionado.
La acción ^el sol, por lo tanto, puede acarrear su
muerte si no se cuida de preservar el esqueje de ios
rayos de aqttel astro, y aun hay más, porque la gran
superficie que, evaporadora de aguá, constituyen esos
limbos cie las hojaS que en el esqueje quedaron, puecle acelerar la marcha de la humedad, de lo que hay
que preservarlo. Yor eso conviene mucho que se corten esas hojas por^ su mitad^, dísminuyendo la causa
que pudiera ocasionarle ranto daña
Ahí tienen las señoras que dedican sus cuidados a
las macetas, que dan a la habitación encanto, cómo
deben proceder para aumentar existencias sin tener
grandes fracasos.
Enraizado del esqueje.
Sabido es cómo el esqueje se logra en la planta mad^e. Es el cogollo, la punta, la sumidad de los brotes
que en aquélla se producen, y quc, despojada de hojas en la parte que en el suelo ha de enterrarse, se
fuerza a que en el trozo oculto se produzcan las raíces. Para ello, sin embargo, suele ser cosa importante la elección de buena . época para que el esqueje
arraigue.
Dos momentos oportunos se presentan para que
ello pueda hacerse en condiciones, Uno es al finalizar los fríos, en nuestros climas en marzo, porque
entonce^ se produce un empuje de la savia que hace
reventac pujantes las yemas y los botones en ^_ual'quier
sitio en que se hallen. El otro es en el ^toño, pero antes
^
^
`
^
- r 76 de que la circulación se apague. La planta, o, rnejor
dícho, el esqueje, presintiendo que sobreviene su
muerte inevitable, hace esfuerzos inauditos por agarrarse a la vida, e,hando de ocultas yemas un manojo de raíces que sostengan su existencia 1^sta que el
invierno acabe y pueda en la primavera renovar, con
nuevas fuerzas, aquella vida latente que se salvó de
un desastre.
Esta época es, sin duda, la mejor, la que da el me^
de noviembre, para que el esque^e enrarce, porque la
planta, al igual que las personas, trabajan con más
tesón cuandó ven a la miseria acercarse, pues en ello
va la vida, y el perderla, es un hecho que repugna io
mi^mo al ser racional que a los seres vegetales.
El injerto.
^
Si se observa en primavera un árbol de hoja caedi-.
za, se verá en todas las ramas asomar rnúltiples yemas, como si cada una fuera una planta diminuta colacada en el esqueleto arbóreo que hace las veces de
tierra. Y, en resumen, así ocurre, pues aquellas yemecitas quedarán en el otoño adormecidas, tal cual
si fueran semillas de los numerosos brotes que surgirán pronto de ellas, consumiendo las reservas de a,limento qué están bajo la corteza.
Cuando el labriego en el campo hace un trasplante d^ mat᧠en diversas hortalizas, no hace más que
colocar una planta, que está viva, én el terreno adecuado para que medre y.prospere mejor que en aquel
plantel donde iniciara su vida.
^ Qué más da que ese trasplante, en lu gar de hacerse en tíerra y con planta ya nacrda, se haga en la
rama de un árbol ron la yema que quitamos al que
difundir preeisa? Pues a esto se llama irijerto, sin
--- t77 ^-que ^^aríe en su esencia porque el trozo trasladado
sea un pedazo cle 1>rote en lugar de ser la yema.
La utilidad de esta práctica no se escapa ciertamente al labriego que la emnlea, pues con ella puede hacer, entre otras cosas d^versas, el conservar variedades de la fruta que se quiera sin quc s^^ alteren
en nada las selcctas cualidacles de las que por tal concepto suelen ser las preferidas.
Despierte simultáueo.
La iniciacyón desigual par^ acarréos da savia eat
las plantas que despiertan suele ser en muchoç casos
lo que impide soldadura y resultado eficiente entre
plantas que se injertan. Es evidente que si el injerto que emplea co^nenzó tempranamente a mover por
sus conductos los jugos que lo alimentan, y el pa^rón
es perezoso. sin que todavía entonces su savia se
muestre ac*iva, las reservas que en el injerto se encierran pudieron ser acabadas sin que el patrón suministre en el moiuento prcciso los jugos que a los gastados suplieran. La discordancia en tal caso hacé yue
el injerto falle y que, después de brotar, se le sequen
brote y hojas que tan frondosos salieraii.
Si, al contrario, es el injerto quien perezaso se
muestra, no es tan grave el resultado porque tal ^_qsa
ocurriera, ya que el patrón tiene medios de emplear
en otras yemas ese jugo anticipado que de sus raíces
llega. Lo mejor, sin duda alguna, es que despierten
a un tiempo, porque así e1 funcionamiento de uno y
otro sin duda se complem,entan. El injertar no es faena que pueda hacerse sin reglas^ y si éstas se desconocen o na se tienen en cuenta, puede originar fracasos que a la ]arga se traducen en estragos imprevistos que a]as ha^ciendas arruinan.
12
_ ,^^ _
Importancia de injertar.
Cuando la plalt.ta o el animal se fectuidan, la intervencicín de los hombres puede ser fundamental, pues
logran, con buen criterio cle aplicación ^ie la Ciencia,
una mejora <le envergadura tan an^l>lia que consiga
ser racial. Cou el injerto, la Iuejora que ^onsigue sólo
Ilega al sector individual, pero hay'que ver las ventajas que con esta fácil práctica se pueden siempre
alcanzar:
Si de las plantas se trata, ronseguir podemos fruta
selecta en terrenás que no la podían dar. Así, si queremos obtener melocotones precoces, basta injertar
esta especíe sobre patrón de ciruelo, ^con la ventaja,
además, de que al tener sus raíces muy rastreras en
suelos de poco fondo te es posible vegetar. ^ Qué melocotoues pueden darse en tierras que sean secas, pedregosas y que tettgau Iuucha •^al ? Pues si eI patrón
es almendro en esas ticrras ingr-atas, se ^^^odrí^» cosc^char. Las peras de luio mejores se obtiencn en terrenos de mucha fertilidad ; no obstante, si el pero se
injertar sobre membrillero, resulta clase In<ís fina y
I11UC110 más apreciada en tamaño due lás del ;nismo
pero injertado sobre patrón de peraL ^Y qué fiIi hubiera tenído el viñedo si ta cepa no se hublera sabido
injertar? Nuestros estimados caldos ha tiernpo quc
hubieran pasada a ser un recuerclo rnás, y hoy es
cosa se^ira que se te haría difícil Iii aun el poderlos
probar.
Sort principios que el injertado reclama, para que
no salga mal, que el pairón tenga con la púa o yema
convenlente afmídad, que tmo y otro sean sanos, esto
es, que tengan reservas mientras las heridas se puedan cí^catrízar. Que el instrumento que sirve par,a ^,ortar los tejidos dé limpio el corte y no desgarre los
- 179 que s.e (tayan Je yoldar, pues ^i todo estu sc ^^uml>le,
puecíes tener por segm-o quc la naturale•r.a ;e encarga
de realizar lo dentás.
Si en los animales el injerto no fué operación ^^c^rriente, en tos tiempos que corretnos no es ya una
novedaci.
^ Quién no ha oído hablar de los hechos sorprendentes que Voro{toff llevó a cabo con las ^;lándulas cle
un mono que injertó en un viejo carcamal? Pucs esa
práctica, aplicada a los ganados, ha logrado en muchos casos una mejora notable, y tal vez llegue algún
día en que el injerto para la especie animal sea ^le
uso tan corriente ^omo lo es hoy en los seres que integran ese otro mundo due llatnamos vegetal.
^Cuándo y en qtaí; ha de injertar'?
Ya llega el momento para el hortelano de hacer
los.injertos. Si el éxito ha de coronar su esfuerzo, ha
cle estar preparaclo, pues en este mes d^ agosto la^
savia círcula en las plautas con paso tnás lento, y•E>rrciso ha de ser que la yema que pongas sobre el patrátt elegido agarre cun fuerza antes que ayuélla se
pare, presagiando el otoño próximo.
Este es el injerto que se ]lama a ojo durmiendo,
con ventaja indudable sobre los demás, ya que si falla en 1a primavera puede repetirse a ojo velando <^
despierto, ganando una estación entera, que suponc
conseguir frutos del árbol más pronto. y avanzar cosechas ; bien sabe el labrador la cuenta clue trae cuando el tener]as seguras es tan incierto.
^ Qué ha de mirar el agricultor cuando hace el injerto? Pues tendrá presente que el portainjerto vigoroso es contrario a la fructificación abundante, y, por
tanto, que si el destino del árbol es para sitio fértil,
-- t go --nu cunvendrá que el patrón sea de excesivo empuje,
y, al contrario, si el árbol ha de vivir en suelo precario, c}ue la pobreza de éste dehe compensarla con
patrón rnás fuerte.
También observará que la vida rnás ]arga de un
árbol se logra en patrón sílvestre, y si c:^uíere, por tanto, que el cirolero, peral, cerezo, manzano y olivo
vtvatt mucho, tendrá que etnplear, respectivameute,
como portainjertos, Ia pachaca, piruetano tnerizo,
maillo y acebuche, pues plantas obtenidas por• semilla de frutal cultivado, que reciben el tiombre de
francos, no logran nunca el vigor y longevidad que
con la especie silvestre. Sabrá, además, clue el almendro lo puede injertar también en ciruelo para suelo
fértil ; el melocotociero, en almendro pat-a tierras secas y fuertes, y el peral, con membrillo ^o en ^spino,
que es menos corriente, como lo es ígualmente el olivo injertada en fresno, o lo quq es tnás moderno, en
cl aligustre.
^lultiplica el árboI frutal, que, sin ser vidente, puede adivinarse que en tiempos futuros ha de ser en
la agricultura patria uno de• los pilares más fuertes.
La poda.
Con una tijera en la mano y un serrucho, en nuestra tierra poda cualquiera. Y^omo la poda no consiste
en quítar ramas sin noción alguna de cuáles hay que
eliminar y en qué forma, es muy corriente que la
planta o la cepa que en tan criminales manos cayó
quede improduct^va, deforme, contrahecha y que muchas veces s^ pierda.
El objeto que esta operación tiene es que la plan'a letiosa dé frtttos lozanos y bellos, el .^ontrarrestar
la tenciencia, que de ordinario presentan, a ser u^ec,^-
ros, es decir, a dar frutos un año ^í y otro no, y a
evitar que el árbol o arbusto, dejado ,^ su aire, alcance proporciones y formas contrarias a un buen rendimiento. Si el yue poda no tiene idea cíe cuál •^s ia
rama que estorba, en cuáles otras la flor saldr^"t •^1
año próximo y•cuáles son los mejores órganos iructíferos, z cómo ha de hacer una labor provechosa al
meter sus manos pecadoras en un árbol de ^^sos?
Cacía especíe frutal tiene modo especial de crecer,
de repartir sus yemas, 'de madera y de fru^o, y si tut
conocimiento espe^cial no gúía al podador en ]a laóor que acomete, •^s probable que haga un verdadero
estropicio. Si se poda bien, en cambio, la vida de
aquél ^es más larga aún, dando fruto^ espléndidos,
pues con la misma savia se ]ogra un reparto naejor a
los fines de produrción, sin que pretuaturamente se
agoten las fuerzas del árbol, que mucho le :mporta
guardar sano y hueno.
Muchas veces, cuando el labrador pide auxilio
porque en su ha:cienda los árboles no dan lo que deben o los frutos son raquíticos, en todo piensa menos en que el podador.que tiene, a veces un gatián
que en su vida supo lo que es una ^lanta por dentro, le hizo aquel desastre, y la incógm`a es ésa: aquel
ser racional que, armado con un instrumento dr
poda, se metió a cortar ramas a diestro y siniestro.
Guarda tu heredad, labríego, de un mal podador,
"
que los resultados que da son funestos.
Epoca de la poda.
En ese libro inédito, de párrafos tan escuetos, integrado por refranes que, a través de su familia, perpetúa el cam^esino, ttenen la respuesta clara al objeto que pers^go :
-- t82 "í'a^t ^lu ya cl mes de cncro.
cn podar anda ligero..."
1^., uperación la poda que mutila sin cunsuelu partes de planta leñosa, quc Ie hace sentir sin cluda los
t^^ás terribles tormentos. Y sienclo tal hcchu cierto, cl
cíaño ha de ser más grave si el labriego nu busca ^^l
mocnento crítico para que el daño causado no acen^
túe el sufrimiento:
Si la pada se haee tarde, la savia está ya. subiendu
y én la ramá eliminada se Ie quit-a al vegetal una proparción muy grande cíe ese líquido nutrtcto ; lo deja
débil, por tanto, en; el preciso mornento en que todo
le hace faíta para salir del letargo en que lo stuT:ió
el invierno.
^
^
La sección, por otru lado, que la tijera dejó al curtar aqueIla rama o él flexuoso sarmiento es la b<xa
de conductos por donde la savia sale goteanclo un
largo tiempo, y eso es como una sangría que se hiciera a un anitnal, que tardará c:n reponerse del e^strago así causado por el corte que se ha hecho.
El ha,cerlo, sin embargó; muy temprano, cuandn
hay frios intensos, presenta el inconveniente de c^ue
la herida causada. es lu^ar por donde entra el atre,
el a^ua y el hiela, artgmando la muerte de las yemas c^ue se en^cuentran cerca de aquella sección que
se de^ó al descubierto.
Para obrar, pues, con acierto, deberá tener presente que si san las plantas débiles (y entre éstas Se
encuentra siempre el frutal que tiene hueso) ha de
podarlas temprano; debiendo hacer lo contrarío con
las plantas en que el vigor sea grande, si q uiere lograr los frutos cuya formación impide el follaje muy
íntenso.
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Kemozado del frutal.
A1 pasar los años, el árbol clecae, le rindé el esfuerzo de dar tanto fruto, y<<unque •^l suclo tenga productos que sirvan a darle vigor, el cucrpo esta vrejo
y ya no responde a lo que el labriego añacle en abono y labores para devolverle su antiguo esplendor ;
le pasa lo mismo que a los anímales : la arterioesclerosis se encuentra avanzada y la savia circula cada vez
peor. Aquí son los vasos de estrecho calibre de las
ramas viejas, que van impidiendo que el jugo nutricio marche con holgura a satisfacer ]as ans^as del
botón de flor.
^ Qué reme ^lio queda, lxir. tanto, sino seccionar los
troncos que son los, que obstruyen la :irculación?
Cortará, por tarrto, las ramas maest:ras a mitad o al
tercio, según cl obstáctilo aue ya éstas opongan para
conseguir el é^:ito franco cíe la operación, No obstante, ^tencirá cn cuenta si son de pepita o árboles de
hueso los que han de operarse, pues cle hacer lo n^ismo en unos que en otros, puede ser la ruina y no
restauración.
En los de pepita siempre existen yemas bajo la
corteza que se hallan latentes, y al r_ortar un trozo
de la rama' antigua., las que hay en la base son estimuladas a la brotación ; pero en los de hueso aquéllas han muerto, y por eso el corte deberá hacerse sobre un broté, al menos, que nas asegure la sustitución.
Así es como el hombre remoza los árboles que ya
han decaído en su procíucción.
Asfixia de raíces.
Mtrchas veces el labriego nos escribe preguntando
qué les pas^ a sus frutales, que antes le rendían mu\
.
cho, cuando instaló su vcrgel, y pucu a lioco b,}arou en reudimiento de fruto, viéndose córuu ciecliuan
y acaban por pere^er. Varias causas pueclc^n ser las
que en ello detcrminen esa tnu^^rte pren^a^ur,t, ^^^cro
en casos mtry frecuentes se dchc a tm cYCCSO de al,=ua
que el labrador administra a^n pródiga esplenclidez.
A1 principio los terrenos fueron absorbiendo el líquido, cual esponja que tenía mucha secí; pero luego se
empaparon, y hoy sus poros están llenos y las raíces se encuentran en situación penosa, sin que puedan el oxígeno absorber. Lo demuestra el hecho cierto de que muchos de esos árboles que en tal forma se
murieron sin explica^ión que dar, al arrancar sus despojos y examinar sus raíces, aparecen azula^las y con
un olor alcohólico, que demuestra era la asfixia :]
origen inmediato de la decadencia y muerte c}tte esos
árboles sufrieron y que el labriego no pudo en su
marcha detener. Lscatimc, pues, el agua o ^oloque
sus frutales en tierra no tan rcgada coruo exige la
hortaliza, si quiere por largps años su existencia mantener.
Fructificación excesiva.
Muchas veces son los árboles víctimas de la avaricia de algún mal agricultor. Con frecuencia una floración intensa determina que se formen muchos frutos, y la savia repartida entre tantos comensales hace
que todos se cr^en con desmedrádo vigor. lle esta
manera es muy lógico que cualquier causa imprevista
origine su caída y se quede pronto el árbol en promesas solamente, frtistrando las esperanzas que tenía el
labrador. Cuando un animal multíparo nos da crías en
exceso, le quitamos parte de ellas si queremos que las
restantes alcancen el desarrollo preciso para que lo-
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gren crecer. _Pues el ^irbol no es lo mismo? Ls una
tuadre prolífi^s que, de no ^fiezniar su prole, ;igotará su energía sin ]o^;rar que ésta coml^lete su 'cotal
evolución, y por aspirar a mucho, nos quedaruos sin
cosecha, y por contera, segada la potenr^ia de ese
árbol productor.
Si quiere obrar cuerdamente, dejará sólo una parte de los frutos que ligaron, más o menos según e]
porte del árhol, y antes que ayuéllos alcancen el quínto de su volumen, para que el fruto que quede resista con más firmeza los peligros que aun le a;^uardan
hasta alcanzar su madurez o sazón.
Renovado de frutales.
h^uchas veces ha c^currido que al hacer las plantaciones que decidió el campesino pidió de ciertos frutales, y ha visto con extraneza que la fruta que le
ríncleri es de clase muy mediana y que no tiene valvr.
No es debido siempre el chasco a mala fe o descuido del que fué proveedor, sino a que muchas especies, al ser camUiadas de medio, alteran sus cualidades hasta el punto de modificar stt forma y a veces hasta el sabor.
Sólo, un reme^ío le queda cuando por su mala suerte encontró que sus frutales no respondieron del todo
a lo que fue su elección, y es injertarlos de cabeta
con otras ya conocidas, que no serán novedales, pero
sí de buen consumo y mayor estimación.
Pues ahora que la savia comienza a ser removida
es el momento oportuno de realizar ese cambio, si
quiere lograr el éxito al hacer la ínjertación, eligiendo bien las púas y abriendo bien la hendidura que
asegure con el mastu aderuado el que prendan y den
brotes de señalado vigor. Si pasa el tiempo prapicio
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habrá lxrdido otro aito sin recolectar ^.usecha en los
árl^les yue probaclo ya tenía la robaban su trabajo e
ilttsión.
Frutales en la znontaña.
Los rnontañeses no quiercn para hacer sus plantaciones árbol de grosor pequeño, porque como crecen
poco en el clíma en que vegetan, tardan mucho para
entrar en producción. Ello tiene, sin embargo, la circunstancia evidente de un arraigo rnás difícil, y es lá
causa muchas veces de que fallen plantaciones, a pesar de los cuidados que el Tabriego liubo tenido al
hácer la operación. A1 arrancar tales árboles yuedaron muy despojados de sus finas raicillas, y ello impide que al removerse la savia las raíces estén prestas para agarrarse a la tierra que en tal sitib se les dió.
Yara evitar ese riesgo debe procederse en forma de
activar que raíces muy delgadas surjan en número
grande, y para ello, práctica es aconsejada embadurnar
esas porciones del árbol que haai de meterse en el
suelo al hacer su planta^^ión. En un tinaco se ponen
, cinco paladas de trerra, que contenga mucha arctlla
y tres boñigas de vaca, con el a^ua suficiente para
hacer de aquella mezcla una solucron pastosa, y metidas las raíces del árbol que va a plantarse, se remueven para que queden bañadas de ese ca.ldo nutritivo,
que será el que determine la nascenoia de raíces y con
ello que el arraigo sea un hecho y se asegure en el
árbol la brotactón de las yemas con señalado vigor.
Riego del olivo.
Pocos ignoran que e^te árbol de existencia secular
es muy propio de secano, porque sus #uerte^ raíces, .
yue buscan la profundidad, sacan el agua escondida
en sitios inaccesibles dori ^ie las plantas herb<<ceas no
las pueden alcanzar. Pero esta cualidad, que en el olivo es notoria, no aconseja, sin embargo, que allí doncle bien se pttecía se lo ciejc sin ciebiría humectacíón.
Suele esto hacerse en invierno, ctt,anclo el agua es
abundante y las dernás producciones tso la exigen de
ordinario; pero si el que tiene olivos pudiera este mes
de jttnio, después que todas sus flores acabaron de ligar, proporcionarles un riego, lo notaría muy pTOnto
en el empuje que logra para que el frutó se forme y alcance unas dimensiones ^le tamaito pronunciado, antes
yue el árbol mengiíe la corriente de su savía, que es
frecuente que su^ceda en el oliva durante el transcurso
del tiempo canicular.
•
'
De ese modo, cuanclo de nuevo en sus vasós, que
suele ser en septiemhre, ese líquido nutricio vuelva con
potente rittno otra vez a removerse, encatrtrará la aceituna con volumen suficiente para almacenar las grasas que en la otoñada se forman, y que importa sea
mucha cuando allá, ya en pleno invierno, se vaya a
recolectar.
Recolección de aceitunas.
Era en el mes de diciembre. En un campa de Castilla, e igual ocurre en los nuestros, vi a una cuadrilla
de mozos fornidos due con sendos palos repartian'
golpes a diestro y stntestro. Me acerque hacia el grupo por ver quien tm.perturbable y sin lanzar un quejtdo aguantaba impávido aquel apaleo. La víctima
era un pobre árbol de tronco añaso y torcido: un
olivo.
Qu^ acción nefanda pudo cometer aquel ser para
estar sometida a un tor^nnento qué lo asemejaba en
- tgg ^-viviente imagen a un nuevo Cristo. lluraute cl c:ílido estío prodigó sunwra benéfíca al ^.aniE>o seuiento, y al eirtrar el iuv.crno regaió al L^br^iego ubérrima
co^echa de frutos aceitosos y negros. Y el tíníço modo con que éste premía tales beneficios cs someterle
a una tortura uprobiosa que le haga rendir de prisa
y a golpes todo su esquilmo. E] hombre es terrible cuando quiere arrancar algo
que va en su provecho. Es el ,árbol un ser vivo indefenso, y tratarlo de ese modo dice muy poco en favor del labriego que para recoger su frúto apela a ese
medio. ^ Pero es que quíen lo hace no piensa que su
pro.eder inicuo es la r_ausa de que aquel frutal ce
muestre vecero?
Medita sobre esto. La aceituna se forma en las
ramas que dos años cumplieron, y tú, al rc^coger la
cosecha a vareo, rompiste brotes de aquel año a cientos. Tú mismo fuiste, pues, el causante de que aquel
olivo no rinda tanto como tú hubíeras querido.
Desecha, pues, tal sistema de recoger las olivas,
que no es racional ni e;conómico, y emplea el de ordeño, que aunque lo ^reas más caro, al año siguiente
verás compensado con creces lo que en exceso costó
tratar el árból con mucho más mimo. El que ahorra
a costa de la vida y del rendimiento del árbol, no es
el más vivo, sino el que hace que víva más tiempo
y siempre produciendo.
Manzanas camufladas.
Es en la fruta selecta donde más se intensifica la
atraeción del buen cliente, y, por tanto, darle perfume y aroma es ha^er que ésta se venda a precio más
elevado, acreditando el cqmercio que instalará el vendedor, Si con ello se consigue todavía que la fruta
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se mantenga conservada dui^nte tiempo más larga,
es doble efc^to el logrado, y debe ponerlo eu prác
tica lo n^ismo el buen comerciante que aun el simple
aíicionado y el modesto agricultor.
Las manzanas toman el gusto }^ aroma de la ^ropical banana si se guardan cierto tiempo entre brctes
de saúco que estuvieran con la flor. Si en una caja de
pino, sobre lecho de esas flores, se colocan las mair
zanas y sobre éstas otras capas alternando con aquéIlas; envolviendo finalmente con papeles la cajita o el
cajón, basta 'un mes de permanencia en ese cofre florido para que cambie el perfume de las manzanas
tratadas y hasta su mismo sabor. Vea, pues, modo sencillo de convertir una fruta, que puede ser ordinaria,
en variedad selectísima por el truco que indicamos,
pues es fruto la manzana que capta pronto el perfume
que se^pone cenca de ella, lo m^smo que el mal olor.
Desbrote del anelocotonero.
No es corrieirte que el labriego se preocupe en la
huerta de procurar que estos árboles aseguren las cose^chas dé los años que vendrán, pues se limita a dejarlos en la for^na que vegetan, y eso es causa de que
cosechas futuras no le den al labriego los rendimientos de una producción normal.
El ya sabe que las ramas de estos árboles que ya
hubieron florecido no vuelven a dar más fruto, y que
éste sólo apa-ece en los brotes de reemplazo que sustituyen aquella que agotó ya sus fun^iones con su
floración anual, por lo cual es necesario preparar la
nueva rama con el vigor suficiente para que forme
las yemas que puedan fructificar. Ahora bien : la que
hoy sustenta las flores recién cuajadas lleva además
otros brotes, de los cuales le conviene su densidad
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adarar, para dejar sólo aquellos yue han de quecíar
rn la hoda a1 cortar el ílorecido, el que este año ilrva el fruto, que será ya lie^o muerto en la vicia clel
frutal.
Con esa nonua eI labrie^o recluce e1 agotamiento
hue el exceso de rainaje o.asiona al vegetar, da vigor a aquellos brotes que ban de quedar en el árbol
y evita al hacer la poda el cortar ramas muy gruesas
que en ]os .árboles de hueso determina la formación
de la goma, accidente que ocasíona se disminuya L^
vida en la dura^i^n normal.
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