TEMA 5: ANTROPOLOGIA Introducción El ser humano ha sido definido de múltiples maneras como ser: racional, cultural, histórico, social... Sin embargo, cada una de estas consideraciones, aun siendo cierta, resulta insuficiente, pues el ser humano es todo esto y mucho más. Todos somos conscientes del carácter específico de la especie humana y, para esclarecer qué nos hace tan peculiares, partiremos de la idea de que en el ser humano conviven dimensiones de distinta naturaleza. Así, no debemos considerarlo un animal más que viene al mundo genéticamente determinado y con necesidades biológicas, como dormir, comer o respirar..... El individuo humano es también un ser que no se agota en lo que le viene dado y que da una respuesta cultural e histórica a esas necesidades. Carácter natural del ser humano Cuando se quiere explicar por qué algo (una pintura, una receta, un amigo) es como es, un buen procedimiento consiste en comenzar por dar cuenta de sus orígenes: cómo se ha formado y qué hechos o factores han influido en su constitución y en su desarrollo. A la pregunta sobre el origen del ser humano (antropogénesis) se han dado muchas y diversas respuestas. Nos centraremos en las más relevantes a lo largo de la historia: las explicaciones preevolucionistas y las evolucionistas. Explicaciones preevolucionistas La tradición bíblica explicaba el origen del ser humano acudiendo a la teoría creacionista, que se sustentaba en una interpretación literal del Génesis. Sus tesis básicas eran: la creación separada y definitiva de todas las especies vivas, y la creación del hombre por Dios, a su imagen y semejanza. Estas concepciones partían de un supuesto fijista, es decir, el carácter inamovible de las especies a lo largo del tiempo. Por ejemplo, según el fijismo, el caballo y el asno no proceden de un antepasado próximo común ya extinguido, sino que ambas especies existirían desde el principio de la vida tal como las conocemos hoy. En el siglo XVIII, el creacionismo fijista tuvo defensores como Carl von Linneo (1707-1778) y Georges Cuvier (1769-1832). Sus trabajos fueron decisivos en el terreno de la historia natural. Consideraban que la adaptabilidad de los individuos al medio es el resultado o producto de un diseño inteligente. Y, según ellos, esto evidenciaba la existencia de un creador detrás de todo el proyecto de la vida. Paradójicamente, a pesar de esta convicción fijista, los estudios de zoología y botánica que realizaron Linneo y Cuvier fueron la base de estudios que, a diferencia de los suyos, apoyaban una concepción evolucionista del origen de las especies. Explicaciones evolucionistas La publicación en 1859 de la obra, de Charles Darwin El origen de las especies supuso la quiebra de las doctrinas fijistas imperantes hasta ese momento. En ella están las bases de las explicaciones evolucionistas actuales. Podemos sintetizar la teoría darwinista en tres tesis fundamentales: - Las especies devienen por transformaciones continuadas. Todas las especies, botánicas, zoológicas (incluso la especie humana), provienen de otras anteriores por medio de cambios graduales. - La selección natural es el principio explicativo de la evolución. Así, de entre los muchos cambios que espontáneamente se producen en las especies, sólo perduran y se transmiten aquellos que resultan más eficaces en la lucha por la vida. Los individuos mejor dotados, los que mejor se ajustan al medio, sobreviven y transmiten hereditariamente sus características. El ser humano desciende de antiguos primates. Como los demás animales, procede por evolución de especies anteriores ya extinguidas. La publicación de esta obra tuvo una gran repercusión social y generó mucha polémica en su época. Afirmaba que las especies no son independientes las unas de las otras, como aseguraba la interpretación literal de la Biblia; ni inalterables, como matizaba Linneo. En la actualidad, la teoría de la evolución se ha confirmado con numerosos datos paleontológicos. La teoría darwinista, sin embargo, no explicaba los mecanismos que determinaban qué características se transmitían de generación en generación, ni de qué manera lo hacían. La ausencia de una teoría que diera cuenta de cuáles eran los factores que influían en la herencia biológica de los caracteres fue subsanada por Gregor Mendel (1822-1884). Siete años después de la aparición de El origen de las especies, este religioso agustino formuló una teoría de la herencia en la que aseguraba que los caracteres hereditarios ( llamados genes ) están determinados por factores específicos ( leyes de la herencia ). Los estudios de Mendel iniciaron una larga y fecunda tradición de investigaciones sobre la herencia biológica. Las doctrinas mutacionistas, consecuencia de estas investigaciones, explican los cambios en las características de las especies a partir de alteraciones o mutaciones en el material genético. La combinación de la teoría de la selección natural y las doctrinas mutacionistas es la base de las teorías sintéticas o neodarwinistas, que completan nuestros conocimientos actuales sobre la evolución. Aunque estas teorías aportan cada día nuevos datos, todavía existen muchas lagunas en las explicaciones de los mecanismos de la evolución. Fases evolutivas de la especie humana Una vez que las teorías evolucionistas dieron cuenta de las líneas maestras de la evolución, la ciencia (la paleontología, la biología, la genética ...) ha ido precisando los escalones concretos de este proceso. La ciencia ha explicado cómo, a partir de los primeros organismos multicelulares, se llega hasta el ser humano. Las clasificaciones que muestran los orígenes del hombre, a partir de la evolución de los primates, están sujetas a frecuentes cambios, debido a la rapidez con que avanzan las investigaciones en estas cuestiones. Una de las clasificaciones que hoy en día se considera todavía válida es la siguiente: Recientes estudios parecen confirmar que la especie Homo sapiens sapiens, es decir, el ser humano actual, procede del Australopithecus, hace unos 2-4 millones de años. Al parecer, éste dio lugar a dos líneas de evolución, una extinguida (Australopithecus robustus) y otra que evolucionó hasta el ser humano actual. A partir de esta segunda línea evolutiva, apareció una especie considerada ya humana, el Homo habilis (entre 1 y 2 millones de años). Con el Homo habilis se produjo un aumento de la capacidad craneal (de 450 cm3 a 650 cm3) y la aparición de las primeras culturas materiales. El siguiente paso se dio con la aparición del Homo ergaster, el primer homínido que abandonó la cuna africana para extenderse por el Próximo Oriente. En el continente asiático estas poblaciones evolucionaron hacia el Homo erectus (hará un millón y medio de años), especie que se caracterizó por una capacidad craneal de 1000 cm3 y cambios culturales muy destacables. En 1994, en Atapuerca (Burgos), se encontraron los restos humanos más antiguos del continente europeo, bautizados con el nombre de una nueva especie de homínidos: el Homo antecesor. Siguiendo esta línea evolutiva llegamos hasta el Homo sapiens, nuestro antepasado inmediato. Vivió hace aproximadamente 250 000 años. dando paso hace 35 000 años a nuestra especie, el Homo sapiens sapiens (con una capacidad craneal de unos 1 400 cm3). Principales cambios evolutivos Ahora que ya hemos analizado las líneas maestras de nuestra evolución y el parentesco del ser humano con otros primates, debemos señalar los cambios más importantes que se produjeron en los homínidos: la posición erguida y la liberación de las extremidades superiores y el desarrollo cerebral. * Posición erguida. Los estudiosos de la evolución coinciden en destacarla como un cambio evolutivo sustancial. A diferencia de otros primates, los antepasados del ser humanó se caracterizaron por la marcha bípeda, es decir, caminaban sobre los dos pies, sin utilizar como apoyo las manos. La marcha vertical o erguida provocó una serie de cambios anatómicos: pérdida de prensilidad en los pies, cambios en la curvatura de la columna, fortalecimiento del cuello..., pero, sobre todo, permitió la observación de mayores áreas de espacios naturales y la liberación de las extremidades superiores en los desplazamientos. * Liberación de las extremidades superiores. Caminar erguido sin utilizar las extremidades superiores permitió que las manos se especializasen en funciones distintas de la marcha: la manipulación de objetos, la caza, la defensa o la construcción. Las manos sustituyeron a la boca como órgano de defensa y de trabajo, y posibilitaron la utilización e invención de toda clase de instrumentos. Sin embargo, para poder fabricar y manipular objetos no es suficiente tener las manos libres, sino que es necesario, también, poseer una serie de capacidades que dependen de la existencia de un cerebro desarrollado y complejo. Desarrollo cerebral. Entre los Australopithecus y el Homo sapiens sapiens, el tamaño del cerebro se triplica y, sobre todo, se hace más complejo. Aunque se desconocen las causas exactas que propiciaron este aumento cerebral en los homínidos, muchos estudiosos coinciden en destacar que la liberación de las manos pudo ser el estímulo de este desarrollo. Cuanto mayor sea la pericia en la manipulación y fabricación de objetos, mayor será la capacidad para idearlos y concebirlos. Y al revés, a mayor capacidad cerebral, mayor destreza manual. El desarrollo cerebral de la especie fue el elemento que hizo posible la aparición de las capacidades técnicas y simbólicas del ser humano. - Capacidad técnica: es la capacidad de fabricar y utilizar instrumentos para modificar el entorno y así, satisfacer nuestras necesidades. Tanto las toscas herramientas de piedra del Paleolítico como el láser son consecuencia de la capacidad técnica del ser humano. A lo largo de la historia, puede apreciarse un aumento en el grado de eficacia y sofisticación de los métodos y productos técnicos. - Capacidad simbólica: es la capacidad que posee el ser humano de crear y expresarse por medio de símbolos. Los símbolos son signos, porque están en lugar otra realidad a la que representan y sustituyen. Así, un semáforo en rojo simboliza o representa una orden similar a prohibido pasar. Los símbolos, además, son convencionales, es decir, no mantienen ninguna relación causal ni de semejanza con la realidad a la que representan, sino que la relación que los conecta ha sido establecida por las personas. Entre el disco rojo y la prohibición de pasar no existe ninguna conexión natural de semejanza o proximidad, sino que establecemos su relación artificialmente. Una manifestación fundamental de esta capacidad es el lenguaje articulado. Gracias al lenguaje, el ser humano es capaz de realizar generalizaciones y abstracciones, y referirse a realidades pasadas, futuras o imaginarias. Los animales, aunque pueden emitir y entender signos que expresan emociones básicas, como dolor, alegría, temor, rechazo o atracción, no pueden expresar realidades más complejas, como instrucciones, teorías, reglas o valoraciones. El ser humano en cambio, sí puede hacerlo. La capacidad simbólica y el lenguaje humano, además, constituyen los cimientos de la dimensión cultural humana: el arte, la ciencia, la moral, la religión... Todos estos fenómenos que forman la cultura son posibles gracias a esta capacidad. - - - - - - - - - - - - - - Diferencias cuantitativas: aquellas que se dan entre objetos o seres que pertenecen a un mismo orden o grupo. Son diferencias superficiales como, por ejemplo, pesar 50 ó 65 kg Diferencias cualitativas: aquellas que se dan entre objetos o seres que pertenecen a órdenes distintos. Son diferencias esenciales que nos obligan a hablar de realidades distintas. Por ejemplo, es una diferencia cualitativa tener pelo en lugar de plumas o escamas, porque son rasgos determinantes de órdenes distintos: mamíferos, aves o peces. Carácter cultural del ser humano 2.1 La cultura como factor humanizador Acabamos de ver cómo el proceso evolutivo va desde las formas más antiguas de primates hasta nuestros antepasados homínidos más próximos. En este proceso de millones de años no sólo se produce la hominización (aparición del género homo), sino que también se produce la humanización (aparición de las primeras especies que se pueden considerar propiamente humanas). Pero ¿qué queremos decir cuando afirmamos que surgen las primeras especies humanas?, ¿cuál es el rasgo diferenciador que nos permite hablar de ser humano? Hemos visto que los homínidos sufren una serie de cambios hasta llegar al ser humano: posición erguida, liberación de las manos, desarrollo cerebral. Pero, en todo ello, lo realmente esencial es la aparición de la cultura. Si la determinación biológica y genética con la que venimos al mundo constituye lo que consideramos nuestra dimensión natural, nuestra dimensión cultural, en cambio, está compuesta por todo aquello adquirido socialmente: conocimientos, técnicas, hábitos, normas y formas de vida. Así pues, consideramos que la cultura es el conjunto de informaciones adquiridas a través del aprendizaje social. Así entendida, no podemos afirmar que la cultura sea exclusiva del ser humano. También los animales tienen cultura, pues poseen conductas adquiridas socialmente. Los elefantes africanos, por ejemplo, son mansos y confiados en las zonas no frecuentadas por cazadores, pero se muestran recelosos y agresivos en los lugares en que éstos actúan. Además, conforme las diferentes líneas evolutivas se aproximan a nosotros, su dotación para lo cultural mejora extraordinariamente. Sin embargo, hay algo que diferencia estas formas de cultura de la humana. El ejemplo de los macacos que aprendieron a lavar patatas. La dinámica de este aprendizaje seguía una linea que se iniciaba en un individuo infantil, pasaba a sus compañeros de juego de la misma edad, después a sus madres y después a las hembras adultas. Los machos eran los últimos en aprender y algunos de ellos no llegaban nunca a adquirir la nueva conducta. Si bien la adquisición de nuevas costumbres en los animales es social, la forma de aprendizaje es la imitación. En el ser humano, aunque la adquisición de nuevas conductas se puede dar por imitación, existe una forma de transmisión cultural específicamente suya: la transmisión a través del lenguaje. Gracias al lenguaje, la especie humana puede transmitir la información sin que sea necesario el contacto directo entre los miembros del grupo. El lenguaje permite la transmisión y asimilación de las nuevas conductas, técnicas, conocimientos o información, a distancia. Podemos afirmar, entonces, que el lenguaje es la causa del carácter acumulativo de la información cultural y la principal diferencia entre el hombre y el resto de los animales. Si comparamos la cultura producida por el ser humano con la creada por algunos grupos de animales, destacan a favor de la humana su dinamismo y su gran variedad y riqueza. Ahora, podemos matizar la definición de cultura. La cultura humana es el conjunto de informaciones adquiridas socialmente y transmitidas mediante el lenguaje. Decimos que la cultura tiene un valor adaptativo porque gracias a ella el ser humano modifica su entorno para que le sea más favorable y le permita satisfacer sus necesidades y garantizar su supervivencia. 2.2 Contenidos fundamentales de la cultura humana TIPO CARACTERÍSTICAS: * Descriptiva Explican y representan la EJEMPLOS * La etiqueta de un jersey realidad. nos da información sobre el * P a ra co mp re n d e r e l f u n cio n a mie n t o y la s f a b rica n t e , la t a lla , la composición... características de nuestro entorno. * Se pueden agrupar en varíos tipos según el grado de certeza y objetividad que p ro p o rcio n a n : cie n cia , creencias populares, mitos, leyendas... _ Valorativa * Originan sentimientos de * Preferir un tipo de jersey a atracción o de rechazo hacia otro, por estar o no dentro de lo que nos rodea. * Permiten valorar lo que nos los cánones de la moda. * Valorar negativamente la TIPO CARACTERÍSTICAS: * Descriptiva Explican y representan la EJEMPLOS * La etiqueta de un jersey realidad. nos da información sobre el * P a ra co mp re n d e r e l f u n cio n a mie n t o y la s f a b rica n t e , la t a lla , la composición... características de nuestro entorno. * Se pueden agrupar en varíos tipos según el grado de certeza y objetividad que p ro p o rcio n a n : cie n cia , creencias populares, mitos, leyendas... _ Valorativa * Originan sentimientos de * Preferir un tipo de jersey a atracción o de rechazo hacia otro, por estar o no dentro de lo que nos rodea. * Permiten valorar lo que nos los cánones de la moda. * Valorar negativamente la ro d e a bienes mo d a co mo u n h e ch o d e se a b le s y d ig n o s d e co mo superficial y generador de un e st ima , o co mo t o d o lo contrario. consumismo exagerado. * Posibilitan la posesión de n o rma s, p re ju icio s y va lo ra cio n e s é t ica s y políticas. Práctica * Proporcionan pautas para la * S a b e r co n fe ccio n a r u n acción jersey. * Enseñan a realizar tareas * S a b e r có mo la va rlo : a de forma eficaz. mano, a máquina, con lejía, * Capacitan para el desarrollo con jabones ... de técnicas de modificación del entorno. * Por supuesto, saber utilizar una lavadora. Todo lo que el ser humano hace: la ciencia, el arte, la religión, la moral, la técnica, las supersticiones, los mitos, los ritos..., puede incluirse en alguno de estos tres tipos de información cultural. 2.3. Posturas ante la diversidad cultural En los apartados anteriores, hemos constatado que la cultura constituye un rasgo diferenciador del ser humano. Por este motivo, hemos intentado profundizar en su estudio para comprender cuáles son sus contenidos y de qué manera se transforman. En este sentido, hemos hablado de la cultura en singular. Sin embargo, hay que reconocer que no hay una sola cultura, sino muchas. Hoy en día, conviven en nuestro planeta numerosas culturas: rural, urbana, oriental, musulmana, cristiana, latina, protestante, norteamericana... Esta pluralidad se conoce con el nombre de diversidad cultural. Las grandes ciudades contemporáneas, como Nueva York, Hong Kong, y también Madrid, Barcelona, Córdoba..., son ejemplo de convivencia de etnias diferentes, de gente de distinta procedencia y de grupos minoritarios. La variedad de culturas es consecuencia de una característica propia del ser humano. El hombre, a diferencia de los animales, es un ser abierto, cuenta con un gran número de posibilidades de realización. Ante la vida, no está programado para responder de forma fija, sino que posee libertad para determinar su propia conducta. Mientras que los animales sólo pueden reaccionar de manera limitada ante los estímulos de la naturaleza, el ser humano posee libertad e inteligencia para elegir la respuesta que le parece más adecuada en cada caso. Por esta razón, los distintos pueblos han creado su propia forma de vida. A lo largo de la historia, el aislamiento y la falta de contacto entre los distintos grupos que pueblan la Tierra han favorecido la diferenciación y la diversidad. El hecho de tener que enfrentarse a situaciones problemáticas, desde circunstancias y posibilidades distintas, ha propiciado esta pluralidad. Cuando las personas se encuentran ante formas de vida, creencias, conductas y costumbres distintas de las suyas, reaccionan de múltiples maneras. Las posturas ante la diversidad cultural son varias: Etnocentrismo. Es la actitud adoptada por los que juzgan y valoran la cultura de otros grupos desde criterios o creencias de la propia cultura. Desde la seguridad de que la suya es la buena, se desprecian y critican los elementos culturales diferentes y extraños. Esta actitud, entre otras, está en la base de fenómenos como el imperialismo o la colonización. En los últimos siglos, la cultura occidental ha creído un deber imponer su forma de vida a culturas consideradas más primitivas. Esta postura puede degenerar en posiciones más radicales, como el racismo o la xenofobia. Racismo. Se llama así a toda creencia, actitud o conducta que se basa en la consideración de que hay unas razas superiores a otras; es decir, defiende que hay razas humanas y razas subhumanas. El racismo se manifiesta en cualquier comportamiento que fomente o permita la marginación o el aislamiento de un grupo o persona en función de su raza, religión, nivel cultural... Xenofobia. Es una actitud de desprecio y rechazo hacia lo extranjero, diferente o extraño. A menudo, es una actitud emocional producida por el miedo y la ignorancia. Relativismo cultural. Esta postura considera que es imposible comparar o evaluar las características de las distintas culturas. Se basa en la creencia de que toda cultura tiene valor en sí misma, ya que todos los elementos que la forman se comprenden y explican por una lógica interna que al observador externo le es difícil de captar. El riesgo o inconveniente de esta postura es que suele servir como excusa para la pasividad e inacción ante actos injustos e inhumanos. Universalismo. Esta postura propone un rechazo de las actitudes etnocéntricas para evitar que unas culturas se impongan a otras. Buscar la convergencia de aquellos rasgos culturales que han demostrado su eficacia: la organización democrática de la sociedad, la igualdad de oportunidades o el aprecio de valores como la libertad o la solidaridad. Estos rasgos merecerían convertirse en rasgos universales, es decir, extenderse a todas las culturas. Pero esto no significa que las características propias de cada pueblo deban desaparecer, ya que, si así ocurriera, nos veríamos privados de una gran riqueza cultural. Esta postura cuenta también con detractores que consideran el universalismo como una especie de etnocentrismo camuflado y una manera de entender el mundo característica de la cultura occidental, bajo la que se esconde un proyecto homogeneizador, subordinado a la globalización económica. Esto supone un aumento de las desigualdades y favorece la liquidación de las identidades culturales particulares y la erosión de muchos derechos sociales. Interculturalismo y diálogo. Esta posición nace del reconocimiento de la pluralidad cultural como un hecho enriquecedor, ya que puede ayudarnos a entender mejor el mundo y a nosotros mismos. Se basa, además, en la consideración de que es posible y deseable la convivencia pacífica y armoniosa de distintas formas de vida. Esta actitud apuesta por la tolerancia y el diálogo entre las diversas creencias y costumbres, siempre que éstas se apoyen en el respeto. * Hacia la convergencia cultural Una de las causas de la diversidad cultural es la falta de contacto en que vivían los distintos pueblos. Sin embargo, ahora, el gran alcance de los medios de comunicación está borrando las distancias y acabando con el aislamiento. El contacto cultural es cada vez mayor. Por esta razón, se dice que estamos en un momento de convergencia cultural sin precedentes. Este contacto produce un fenómeno que se ha llamado contagio cultural. El conocimiento de otras formas de vida, costumbres y creencias posibilita que adoptemos algunos de estos elementos culturales cuando nos son útiles. La asimilación de rasgos propios de otros pueblos hace que, cada vez, sean más parecidas las culturas humanas. Ej. Lee atentamente el siguiente texto. Desde esta encrucijada [la construcción europea ante las olas de inmigrantes] se apuntan, a grandes rasgos, dos caminos. El primero es eminentemente defensivo e implica el desarrollo de lo que he llamado el espíritu de la fortaleza. Se trata de un movimiento de defensa a partir del cual Occidente, y en particular Europa, quiere prolongar su futuro partiendo restrictivamente de sus raíces. Para decirlo de una manera cruda: partiendo de la superioridad del etnocentrismo practicado por la raza blanca, de la verdad superior de la religión cristiana, de la riqueza excluyente de la cultura occidental, de la eficacia única del liberalismo... La insistencia en este camino entraña naturalmente el reforzamiento de un modeló de trincheras frente a la amenaza exterior. Las consecuencias lógicas son el autoritarismo defensivo y el racismo. El segundo camino supondría apostar por una Europa poliédrica, capaz de alimentarse de sus raíces al tiempo que pusiera en cuestión el exclusivismo unicultural de su tradición. Al abrirse a una visión plural de su futuro, Europa debería ponerse en tensión consigo misma y paralelamente, superar al antagonismo entre civilización y barbarie. Este es el camino moralmente aconsejable y el único posible a medio plazo si quiere evitarse una conflagración de consecuencias imprevisibles. Argullol y Trías. El cansancio de, Occidente. 2.4. Teorías biológicas de la sociabilidad La tendencia a vivir en sociedad se ha bautizado con el nombre de sociabilidad y consiste básicamente en la inclinación a vivir compartiendo con otros individuos de la misma especie, no sólo un territorio común, sino la responsabilidad y el trabajo de garantizar la supervivencia de cada miembro en particular y del grupo en conjunto. Sin embargo, mientras que para algunos el hecho de compartir la vida con los demás es puramente accidental y casual (es así pero podría ser de otra manera); para otros, es necesario y propio de la naturaleza humana vivir y convivir con los otros (es así y sólo puede ser así). La cuestión que se discute es, en definitiva, si la sociabilidad humana es natural o interesada. Veamos cuáles son las principales teorías: Sociabilidad por interés. Autores como Thomas Hobbes o Sigmund Freud mantienen que el hombre no es un ser social-por naturaleza, sino por interés. Su constitución no le inclina a vivir en sociedad para realizarse como tal, sino para garantizarse la supervivencia. El hombre, por su forma de ser, no se siente inclinado a relacionarse y cooperar con los otros; al contrario, es un ser egoísta que ve en los otros o bien a posibles rivales en la satisfacción de sus deseos, o bien a medios para satisfacerlos. Sin embargo, las dificultades con las que se encuentra y que amenazan su supervivencia le inclinan a buscar la ayuda de los demás. Sociabilidad por naturaleza. Para autores como Aristóteles (uno de los primeros filósofos que puso de relieve el carácter esencialmente social del hombre) o Erich Fromm, el ser humano es por naturaleza incompleto y, por tanto, está necesitado de los demás. La vida en sociedad es el estado en el que el hombre puede realizarse como tal y desarrollar plenamente todas sus posibilidades. Así pues, el vivir en comunidad es una necesidad esencial en el hombre que no supone una limitación a sus impulsos, sino una forma que permite, precisamente, su desarrollo. 2.5. Fundamentos biológicos de la sociabilidad Hemos visto que existen diversas teorías que intentan explicar por qué el ser humano es un ser social, pero lo que nadie pone en duda es que, en tanto que ser biológico, posee una serie de características propias de las especies gregarias o sociales que nos llevan a admitir la sociabilidad de la especie humana. Veamos cuáles son estas características. Indeterminación instintiva. Prácticamente todos los animales poseen una determinación instintiva muy completa que funciona como mecanismo de reacción y adaptación frente a la realidad. En cambio, el ser humano carece, en gran medida, de una pauta automática similar. Por ello, muchas de las cosas que en otros animales son inmediatas e involuntarias, en el ser humano deben aprenderse. Este aprendizaje es posible gracias a la existencia de tres factores: la permeabilidad (que nos permite ser afectados por los estímulos externos y asimilarlos), la inteligencia (que nos facilita la búsqueda de la solución más adecuada) y un cuerpo social (que conserva aquellas respuestas que se han mostrado adaptativas). De estos tres factores, el que más nos interesa ahora es el último. Mediante las costumbres, las normas, las creencias... que forman la cultura, el grupo transmite a sus nuevos miembros pautas para garantizar adecuadamente la pervivencia individual y comunitaria. Largo período de inmadurez. En la mayoría de las especies animales, las crías tardan relativamente poco tiempo en hacerse adultas y autosuficientes. El niño en cambio, está completamente indefenso y así se mantiene durante un largo período (más del que es habitual en otras especies). Esta inmadurez tan acusada y larga provoca que los adultos deban ocuparse más tiempo de su manutención y cuidado. Por eso, se puede afirmar que nuestra naturaleza biológica convierte la compañía de los otros en algo necesario. Inexistencia de cualidades físicas destacables. Es posible afirmar que cada especie animal posee una cualidad física que favorece su supervivencia; por ejemplo: la velocidad en el caso de las gacelas o la fuerza en el de los tigres. En el sentido que acabamos de ver, el ser humano no posee rasgos que le hagan destacar físicamente frente a otros animales. Por ello, si desea sobrevivir y prosperar, debe agruparse y trabajar en equipo.