TEMA 5 - I.E.S. “El Getares”

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TEMA 5: ANTROPOLOGIA
Introducción
El ser humano ha sido definido de múltiples maneras como ser: racional,
cultural, histórico, social... Sin embargo, cada una de estas consideraciones, aun
siendo cierta, resulta insuficiente, pues el ser humano es todo esto y mucho más.
Todos somos conscientes del carácter específico de la especie humana y, para
esclarecer qué nos hace tan peculiares, partiremos de la idea de que en el ser
humano conviven dimensiones de distinta naturaleza. Así, no debemos
considerarlo un animal más que viene al mundo genéticamente determinado y con
necesidades biológicas, como dormir, comer o respirar..... El individuo humano es
también un ser que no se agota en lo que le viene dado y que da una respuesta
cultural e histórica a esas necesidades.
Carácter natural del ser humano
Cuando se quiere explicar por qué algo (una pintura, una receta, un amigo) es
como es, un buen procedimiento consiste en comenzar por dar cuenta de sus
orígenes: cómo se ha formado y qué hechos o factores han influido en su
constitución y en su desarrollo. A la pregunta sobre el origen del ser humano
(antropogénesis) se han dado muchas y diversas respuestas. Nos centraremos en
las más relevantes a lo largo de la historia: las explicaciones preevolucionistas y
las evolucionistas.
Explicaciones preevolucionistas
La tradición bíblica explicaba el origen del ser humano acudiendo a la teoría
creacionista, que se sustentaba en una interpretación literal del Génesis. Sus tesis
básicas eran: la creación separada y definitiva de todas las especies vivas, y la
creación del hombre por Dios, a su imagen y semejanza.
Estas concepciones partían de un supuesto fijista, es decir, el carácter
inamovible de las especies a lo largo del tiempo. Por ejemplo, según el fijismo, el
caballo y el asno no proceden de un antepasado próximo común ya extinguido,
sino que ambas especies existirían desde el principio de la vida tal como las
conocemos hoy.
En el siglo XVIII, el creacionismo fijista tuvo defensores como Carl von Linneo
(1707-1778) y Georges Cuvier (1769-1832). Sus trabajos fueron decisivos en el
terreno de la historia natural. Consideraban que la adaptabilidad de los individuos
al medio es el resultado o producto de un diseño inteligente. Y, según ellos, esto
evidenciaba la existencia de un creador detrás de todo el proyecto de la vida.
Paradójicamente, a pesar de esta convicción fijista, los estudios de zoología y
botánica que realizaron Linneo y Cuvier fueron la base de estudios que, a
diferencia de los suyos, apoyaban una concepción evolucionista del origen de las
especies.
Explicaciones evolucionistas
La publicación en 1859 de la obra, de Charles Darwin El origen de las especies
supuso la quiebra de las doctrinas fijistas imperantes hasta ese momento. En ella
están las bases de las explicaciones evolucionistas actuales. Podemos sintetizar
la teoría darwinista en tres tesis fundamentales:
- Las especies devienen por transformaciones continuadas. Todas las
especies, botánicas, zoológicas (incluso la especie humana), provienen de otras
anteriores por medio de cambios graduales.
- La selección natural es el principio explicativo de la evolución. Así, de entre los
muchos cambios que espontáneamente se producen en las especies, sólo
perduran y se transmiten aquellos que resultan más eficaces en la lucha por la
vida. Los individuos mejor dotados, los que mejor se ajustan al medio, sobreviven
y transmiten hereditariamente sus características.
El ser humano desciende de antiguos primates. Como los demás animales,
procede por evolución de especies anteriores ya extinguidas.
La publicación de esta obra tuvo una gran repercusión social y generó mucha
polémica en su época. Afirmaba que las especies no son independientes las unas
de las otras, como aseguraba la interpretación literal de la Biblia; ni inalterables,
como matizaba Linneo. En la actualidad, la teoría de la evolución se ha
confirmado con numerosos datos paleontológicos.
La teoría darwinista, sin embargo, no explicaba los mecanismos que
determinaban qué características se transmitían de generación en generación, ni
de qué manera lo hacían. La ausencia de una teoría que diera cuenta de cuáles
eran los factores que influían en la herencia biológica de los caracteres fue
subsanada por Gregor Mendel (1822-1884).
Siete años después de la aparición de El origen de las especies, este religioso
agustino formuló una teoría de la herencia en la que aseguraba que los caracteres
hereditarios ( llamados genes ) están determinados por factores específicos ( leyes
de la herencia ).
Los estudios de Mendel iniciaron una larga y fecunda tradición de
investigaciones sobre la herencia biológica. Las doctrinas mutacionistas,
consecuencia de estas investigaciones, explican los cambios en las características
de las especies a partir de alteraciones o mutaciones en el material genético.
La combinación de la teoría de la selección natural y las doctrinas
mutacionistas es la base de las teorías sintéticas o neodarwinistas, que completan
nuestros conocimientos actuales sobre la evolución. Aunque estas teorías aportan
cada día nuevos datos, todavía existen muchas lagunas en las explicaciones de
los mecanismos de la evolución.
Fases evolutivas de la especie humana
Una vez que las teorías evolucionistas dieron cuenta de las líneas maestras de
la evolución, la ciencia (la paleontología, la biología, la genética ...) ha ido
precisando los escalones concretos de este proceso. La ciencia ha explicado
cómo, a partir de los primeros organismos multicelulares, se llega hasta el ser
humano.
Las clasificaciones que muestran los orígenes del hombre, a partir de la
evolución de los primates, están sujetas a frecuentes cambios, debido a la rapidez
con que avanzan las investigaciones en estas cuestiones. Una de las
clasificaciones que hoy en día se considera todavía válida es la siguiente:
Recientes estudios parecen confirmar que la especie Homo sapiens sapiens,
es decir, el ser humano actual, procede del Australopithecus, hace unos 2-4
millones de años. Al parecer, éste dio lugar a dos líneas de evolución, una
extinguida (Australopithecus robustus) y otra que evolucionó hasta el ser humano
actual. A partir de esta segunda línea evolutiva, apareció una especie considerada
ya humana, el Homo habilis (entre 1 y 2 millones de años). Con el Homo habilis
se produjo un aumento de la capacidad craneal (de 450 cm3 a 650 cm3) y la
aparición de las primeras culturas materiales. El siguiente paso se dio con la
aparición del Homo ergaster, el primer homínido que abandonó la cuna africana
para extenderse por el Próximo Oriente. En el continente asiático estas
poblaciones evolucionaron hacia el Homo erectus (hará un millón y medio de
años), especie que se caracterizó por una capacidad craneal de 1000 cm3 y
cambios culturales muy destacables. En 1994, en Atapuerca (Burgos), se
encontraron los restos humanos más antiguos del continente europeo, bautizados
con el nombre de una nueva especie de homínidos: el Homo antecesor. Siguiendo
esta línea evolutiva llegamos hasta el Homo sapiens, nuestro antepasado
inmediato. Vivió hace aproximadamente 250 000 años. dando paso hace 35 000
años a nuestra especie, el Homo sapiens sapiens (con una capacidad craneal de
unos 1 400 cm3).
Principales cambios evolutivos
Ahora que ya hemos analizado las líneas maestras de nuestra evolución y el
parentesco del ser humano con otros primates, debemos señalar los cambios más
importantes que se produjeron en los homínidos: la posición erguida y la
liberación de las extremidades superiores y el desarrollo cerebral.
*
Posición erguida. Los estudiosos de la evolución coinciden en destacarla
como un cambio evolutivo sustancial. A diferencia de otros primates, los
antepasados del ser humanó se caracterizaron por la marcha bípeda, es decir,
caminaban sobre los dos pies, sin utilizar como apoyo las manos. La marcha
vertical o erguida provocó una serie de cambios anatómicos: pérdida de
prensilidad en los pies, cambios en la curvatura de la columna, fortalecimiento del
cuello..., pero, sobre todo, permitió la observación de mayores áreas de espacios
naturales y la liberación de las extremidades superiores en los desplazamientos.
* Liberación de las extremidades superiores. Caminar erguido sin utilizar las
extremidades superiores permitió que las manos se especializasen en funciones
distintas de la marcha: la manipulación de objetos, la caza, la defensa o la
construcción. Las manos sustituyeron a la boca como órgano de defensa y de
trabajo, y posibilitaron la utilización e invención de toda clase de instrumentos. Sin
embargo, para poder fabricar y manipular objetos no es suficiente tener las manos
libres, sino que es necesario, también, poseer una serie de capacidades que
dependen de la existencia de un cerebro desarrollado y complejo.
Desarrollo cerebral. Entre los Australopithecus y el Homo sapiens sapiens, el
tamaño del cerebro se triplica y, sobre todo, se hace más complejo. Aunque se
desconocen las causas exactas que propiciaron este aumento cerebral en los
homínidos, muchos estudiosos coinciden en destacar que la liberación de las
manos pudo ser el estímulo de este desarrollo. Cuanto mayor sea la pericia en
la manipulación y fabricación de objetos, mayor será la capacidad para
idearlos y concebirlos. Y al revés, a mayor capacidad cerebral, mayor destreza
manual.
El desarrollo cerebral de la especie fue el elemento que hizo posible la
aparición de las capacidades técnicas y simbólicas del ser humano.
- Capacidad técnica: es la capacidad de fabricar y utilizar instrumentos para
modificar el entorno y así, satisfacer nuestras necesidades. Tanto las toscas
herramientas de piedra del Paleolítico como el láser son consecuencia de la
capacidad técnica del ser humano. A lo largo de la historia, puede apreciarse un
aumento en el grado de eficacia y sofisticación de los métodos y productos
técnicos.
- Capacidad simbólica: es la capacidad que posee el ser humano de crear y
expresarse por medio de símbolos. Los símbolos son signos, porque están en
lugar otra realidad a la que representan y sustituyen. Así, un semáforo en rojo
simboliza o representa una orden similar a prohibido pasar.
Los símbolos, además, son convencionales, es decir, no mantienen ninguna
relación causal ni de semejanza con la realidad a la que representan, sino que la
relación que los conecta ha sido establecida por las personas. Entre el disco rojo y
la prohibición de pasar no existe ninguna conexión natural de semejanza o
proximidad, sino que establecemos su relación artificialmente.
Una manifestación fundamental de esta capacidad es el lenguaje articulado.
Gracias al lenguaje, el ser humano es capaz de realizar generalizaciones y
abstracciones, y referirse a realidades pasadas, futuras o imaginarias. Los
animales, aunque pueden emitir y entender signos que expresan emociones
básicas, como dolor, alegría, temor, rechazo o atracción, no pueden expresar
realidades más complejas, como instrucciones, teorías, reglas o valoraciones. El
ser humano en cambio, sí puede hacerlo.
La capacidad simbólica y el lenguaje humano, además, constituyen los
cimientos de la dimensión cultural humana: el arte, la ciencia, la moral, la religión...
Todos estos fenómenos que forman la cultura son posibles gracias a esta
capacidad.
- - - - - - - - - - - - - - Diferencias cuantitativas: aquellas que se dan entre objetos o seres que pertenecen a un
mismo orden o grupo. Son diferencias superficiales como, por ejemplo, pesar 50 ó 65 kg
Diferencias cualitativas: aquellas que se dan entre objetos o seres que pertenecen a órdenes
distintos. Son diferencias esenciales que nos obligan a hablar de realidades distintas. Por
ejemplo, es una diferencia cualitativa tener pelo en lugar de plumas o escamas, porque son
rasgos determinantes de órdenes distintos: mamíferos, aves o peces.
Carácter cultural del ser humano
2.1 La cultura como factor humanizador
Acabamos de ver cómo el proceso evolutivo va desde las formas más antiguas
de primates hasta nuestros antepasados homínidos más próximos. En este
proceso de millones de años no sólo se produce la hominización (aparición del
género homo), sino que también se produce la humanización (aparición de las
primeras especies que se pueden considerar propiamente humanas).
Pero ¿qué queremos decir cuando afirmamos que surgen las primeras
especies humanas?, ¿cuál es el rasgo diferenciador que nos permite hablar de ser
humano? Hemos visto que los homínidos sufren una serie de cambios hasta llegar
al ser humano: posición erguida, liberación de las manos, desarrollo cerebral.
Pero, en todo ello, lo realmente esencial es la aparición de la cultura.
Si la determinación biológica y genética con la que venimos al mundo
constituye lo que consideramos nuestra dimensión natural, nuestra dimensión
cultural, en cambio, está compuesta por todo aquello adquirido socialmente:
conocimientos, técnicas, hábitos, normas y formas de vida. Así pues,
consideramos que la cultura es el conjunto de informaciones adquiridas a través
del aprendizaje social.
Así entendida, no podemos afirmar que la cultura sea exclusiva del ser humano.
También los animales tienen cultura, pues poseen conductas adquiridas
socialmente. Los elefantes africanos, por ejemplo, son mansos y confiados en las
zonas no frecuentadas por cazadores, pero se muestran recelosos y agresivos en
los lugares en que éstos actúan. Además, conforme las diferentes líneas
evolutivas se aproximan a nosotros, su dotación para lo cultural mejora
extraordinariamente. Sin embargo, hay algo que diferencia estas formas de cultura
de la humana. El ejemplo de los macacos que aprendieron a lavar patatas. La
dinámica de este aprendizaje seguía una linea que se iniciaba en un individuo
infantil, pasaba a sus compañeros de juego de la misma edad, después a sus
madres y después a las hembras adultas. Los machos eran los últimos en
aprender y algunos de ellos no llegaban nunca a adquirir la nueva conducta. Si
bien la adquisición de nuevas costumbres en los animales es social, la forma de
aprendizaje es la imitación.
En el ser humano, aunque la adquisición de nuevas conductas se puede dar
por imitación, existe una forma de transmisión cultural específicamente suya: la
transmisión a través del lenguaje. Gracias al lenguaje, la especie humana puede
transmitir la información sin que sea necesario el contacto directo entre los
miembros del grupo. El lenguaje permite la transmisión y asimilación de las
nuevas conductas, técnicas, conocimientos o información, a distancia.
Podemos afirmar, entonces, que el lenguaje es la causa del carácter
acumulativo de la información cultural y la principal diferencia entre el hombre y el
resto de los animales. Si comparamos la cultura producida por el ser humano con
la creada por algunos grupos de animales, destacan a favor de la humana su
dinamismo y su gran variedad y riqueza.
Ahora, podemos matizar la definición de cultura. La cultura humana es el
conjunto de informaciones adquiridas socialmente y transmitidas mediante el
lenguaje.
Decimos que la cultura tiene un valor adaptativo porque gracias a ella el ser
humano modifica su entorno para que le sea más favorable y le permita satisfacer
sus necesidades y garantizar su supervivencia.
2.2 Contenidos fundamentales de la cultura humana
TIPO
CARACTERÍSTICAS:
*
Descriptiva
Explican y representan la
EJEMPLOS
*
La etiqueta de un jersey
realidad.
nos da información sobre el
* P a ra co mp re n d e r e l
f u n cio n a mie n t o y la s
f a b rica n t e , la t a lla , la
composición...
características de nuestro
entorno.
*
Se pueden agrupar en
varíos tipos según el grado
de certeza y objetividad que
p ro p o rcio n a n : cie n cia ,
creencias populares, mitos,
leyendas...
_
Valorativa
* Originan sentimientos de
* Preferir un tipo de jersey a
atracción o de rechazo hacia
otro, por estar o no dentro de
lo que nos rodea.
* Permiten valorar lo que nos
los cánones de la moda.
* Valorar negativamente la
TIPO
CARACTERÍSTICAS:
*
Descriptiva
Explican y representan la
EJEMPLOS
*
La etiqueta de un jersey
realidad.
nos da información sobre el
* P a ra co mp re n d e r e l
f u n cio n a mie n t o y la s
f a b rica n t e , la t a lla , la
composición...
características de nuestro
entorno.
*
Se pueden agrupar en
varíos tipos según el grado
de certeza y objetividad que
p ro p o rcio n a n : cie n cia ,
creencias populares, mitos,
leyendas...
_
Valorativa
* Originan sentimientos de
* Preferir un tipo de jersey a
atracción o de rechazo hacia
otro, por estar o no dentro de
lo que nos rodea.
* Permiten valorar lo que nos
los cánones de la moda.
* Valorar negativamente la
ro d e a
bienes
mo d a co mo u n h e ch o
d e se a b le s y d ig n o s d e
co mo
superficial y generador de un
e st ima , o co mo t o d o lo
contrario.
consumismo exagerado.
* Posibilitan la posesión de
n o rma s, p re ju icio s y
va lo ra cio n e s é t ica s y
políticas.
Práctica
* Proporcionan pautas para la
* S a b e r co n fe ccio n a r u n
acción
jersey.
* Enseñan a realizar tareas
* S a b e r có mo la va rlo : a
de forma eficaz.
mano, a máquina, con lejía,
* Capacitan para el desarrollo
con jabones ...
de técnicas de modificación
del entorno.
* Por supuesto, saber utilizar
una lavadora.
Todo lo que el ser humano hace: la ciencia, el arte, la religión, la moral, la
técnica, las supersticiones, los mitos, los ritos..., puede incluirse en alguno de
estos tres tipos de información cultural.
2.3. Posturas ante la diversidad cultural
En los apartados anteriores, hemos constatado que la cultura constituye un
rasgo diferenciador del ser humano. Por este motivo, hemos intentado profundizar
en su estudio para comprender cuáles son sus contenidos y de qué manera se
transforman. En este sentido, hemos hablado de la cultura en singular. Sin
embargo, hay que reconocer que no hay una sola cultura, sino muchas. Hoy en
día, conviven en nuestro planeta numerosas culturas: rural, urbana, oriental,
musulmana, cristiana, latina, protestante, norteamericana... Esta pluralidad se
conoce con el nombre de diversidad cultural. Las grandes ciudades
contemporáneas, como Nueva York, Hong Kong, y también Madrid, Barcelona,
Córdoba..., son ejemplo de convivencia de etnias diferentes, de gente de distinta
procedencia y de grupos minoritarios.
La variedad de culturas es consecuencia de una característica propia del ser
humano. El hombre, a diferencia de los animales, es un ser abierto, cuenta con un
gran número de posibilidades de realización. Ante la vida, no está programado
para responder de forma fija, sino que posee libertad para determinar su propia
conducta.
Mientras que los animales sólo pueden reaccionar de manera limitada ante los
estímulos de la naturaleza, el ser humano posee libertad e inteligencia para elegir
la respuesta que le parece más adecuada en cada caso. Por esta razón, los
distintos pueblos han creado su propia forma de vida.
A lo largo de la historia, el aislamiento y la falta de contacto entre los distintos
grupos que pueblan la Tierra han favorecido la diferenciación y la diversidad. El
hecho de tener que enfrentarse a situaciones problemáticas, desde circunstancias
y posibilidades distintas, ha propiciado esta pluralidad.
Cuando las personas se encuentran ante formas de vida, creencias, conductas
y costumbres distintas de las suyas, reaccionan de múltiples maneras. Las
posturas ante la diversidad cultural son varias:
Etnocentrismo. Es la actitud adoptada por los que juzgan y valoran la cultura de
otros grupos desde criterios o creencias de la propia cultura. Desde la seguridad
de que la suya es la buena, se desprecian y critican los elementos culturales
diferentes y extraños. Esta actitud, entre otras, está en la base de fenómenos como
el imperialismo o la colonización. En los últimos siglos, la cultura occidental ha
creído un deber imponer su forma de vida a culturas consideradas más primitivas.
Esta postura puede degenerar en posiciones más radicales, como el racismo o la
xenofobia.
Racismo. Se llama así a toda creencia, actitud o conducta que se basa en la
consideración de que hay unas razas superiores a otras; es decir, defiende que
hay razas humanas y razas subhumanas. El racismo se manifiesta en cualquier
comportamiento que fomente o permita la marginación o el aislamiento de un
grupo o persona en función de su raza, religión, nivel cultural...
Xenofobia. Es una actitud de desprecio y rechazo hacia lo extranjero, diferente o
extraño. A menudo, es una actitud emocional producida por el miedo y la
ignorancia.
Relativismo cultural. Esta postura considera que es imposible comparar o
evaluar las características de las distintas culturas. Se basa en la creencia de que
toda cultura tiene valor en sí misma, ya que todos los elementos que la forman se
comprenden y explican por una lógica interna que al observador externo le es
difícil de captar. El riesgo o inconveniente de esta postura es que suele servir
como excusa para la pasividad e inacción ante actos injustos e inhumanos.
Universalismo. Esta postura propone un rechazo de las actitudes etnocéntricas
para evitar que unas culturas se impongan a otras. Buscar la convergencia de
aquellos rasgos culturales que han demostrado su eficacia: la organización
democrática de la sociedad, la igualdad de oportunidades o el aprecio de valores
como la libertad o la solidaridad. Estos rasgos merecerían convertirse en rasgos
universales, es decir, extenderse a todas las culturas. Pero esto no significa que
las características propias de cada pueblo deban desaparecer, ya que, si así
ocurriera, nos veríamos privados de una gran riqueza cultural.
Esta postura cuenta también con detractores que consideran el universalismo
como una especie de etnocentrismo camuflado y una manera de entender el
mundo característica de la cultura occidental, bajo la que se esconde un proyecto
homogeneizador, subordinado a la globalización económica. Esto supone un
aumento de las desigualdades y favorece la liquidación de las identidades
culturales particulares y la erosión de muchos derechos sociales.
Interculturalismo y diálogo. Esta posición nace del reconocimiento de la
pluralidad cultural como un hecho enriquecedor, ya que puede ayudarnos a
entender mejor el mundo y a nosotros mismos. Se basa, además, en la
consideración de que es posible y deseable la convivencia pacífica y armoniosa
de distintas formas de vida. Esta actitud apuesta por la tolerancia y el diálogo entre
las diversas creencias y costumbres, siempre que éstas se apoyen en el respeto.
* Hacia la convergencia cultural
Una de las causas de la diversidad cultural es la falta de contacto en que vivían
los distintos pueblos. Sin embargo, ahora, el gran alcance de los medios de
comunicación está borrando las distancias y acabando con el aislamiento. El
contacto cultural es cada vez mayor. Por esta razón, se dice que estamos en un
momento de convergencia cultural sin precedentes.
Este contacto produce un fenómeno que se ha llamado contagio cultural. El
conocimiento de otras formas de vida, costumbres y creencias posibilita que
adoptemos algunos de estos elementos culturales cuando nos son útiles. La
asimilación de rasgos propios de otros pueblos hace que, cada vez, sean más
parecidas las culturas humanas.
Ej. Lee atentamente el siguiente texto.
Desde esta encrucijada [la construcción europea ante las olas de inmigrantes] se apuntan, a
grandes rasgos, dos caminos. El primero es eminentemente defensivo e implica el desarrollo de
lo que he llamado el espíritu de la fortaleza. Se trata de un movimiento de defensa a partir del
cual Occidente, y en particular Europa, quiere prolongar su futuro partiendo restrictivamente de
sus raíces. Para decirlo de una manera cruda: partiendo de la superioridad del etnocentrismo
practicado por la raza blanca, de la verdad superior de la religión cristiana, de la riqueza
excluyente de la cultura occidental, de la eficacia única del liberalismo... La insistencia en este
camino entraña naturalmente el reforzamiento de un modeló de trincheras frente a la amenaza
exterior. Las consecuencias lógicas son el autoritarismo defensivo y el racismo.
El segundo camino supondría apostar por una Europa poliédrica, capaz de alimentarse de
sus raíces al tiempo que pusiera en cuestión el exclusivismo unicultural de su tradición. Al abrirse
a una
visión plural de su futuro, Europa debería ponerse en tensión consigo misma y
paralelamente, superar al antagonismo entre civilización y barbarie. Este es el camino
moralmente aconsejable y el único posible a medio plazo si quiere evitarse una conflagración de
consecuencias imprevisibles.
Argullol y Trías.
El cansancio de,
Occidente.
2.4. Teorías biológicas de la sociabilidad
La tendencia a vivir en sociedad se ha bautizado con el nombre de sociabilidad
y consiste básicamente en la inclinación a vivir compartiendo con otros individuos
de la misma especie, no sólo un territorio común, sino la responsabilidad y el
trabajo de garantizar la supervivencia de cada miembro en particular y del grupo
en conjunto.
Sin embargo, mientras que para algunos el hecho de compartir la vida con los
demás es puramente accidental y casual (es así pero podría ser de otra manera);
para otros, es necesario y propio de la naturaleza humana vivir y convivir con los
otros (es así y sólo puede ser así). La cuestión que se discute es, en definitiva, si la
sociabilidad humana es natural o interesada. Veamos cuáles son las principales
teorías:
Sociabilidad por interés. Autores como Thomas Hobbes o Sigmund Freud
mantienen que el hombre no es un ser social-por naturaleza, sino por interés. Su
constitución no le inclina a vivir en sociedad para realizarse como tal, sino para
garantizarse la supervivencia. El hombre, por su forma de ser, no se siente
inclinado a relacionarse y cooperar con los otros; al contrario, es un ser egoísta
que ve en los otros o bien a posibles rivales en la satisfacción de sus deseos, o
bien a medios para satisfacerlos.
Sin embargo, las dificultades con las que se encuentra y que amenazan su
supervivencia le inclinan a buscar la ayuda de los demás.
Sociabilidad por naturaleza. Para autores como Aristóteles (uno de los
primeros filósofos que puso de relieve el carácter esencialmente social del
hombre) o Erich Fromm, el ser humano es por naturaleza incompleto y, por tanto,
está necesitado de los demás. La vida en sociedad es el estado en el que el
hombre puede realizarse como tal y desarrollar plenamente todas sus
posibilidades. Así pues, el vivir en comunidad es una necesidad esencial en el
hombre que no supone una limitación a sus impulsos, sino una forma que permite,
precisamente, su desarrollo.
2.5. Fundamentos biológicos de la sociabilidad
Hemos visto que existen diversas teorías que intentan explicar por qué el ser
humano es un ser social, pero lo que nadie pone en duda es que, en tanto que ser
biológico, posee una serie de características propias de las especies gregarias o
sociales que nos llevan a admitir la sociabilidad de la especie humana. Veamos
cuáles son estas características.
Indeterminación instintiva. Prácticamente todos los animales poseen una
determinación instintiva muy completa que funciona como mecanismo de reacción
y adaptación frente a la realidad. En cambio, el ser humano carece, en gran
medida, de una pauta automática similar. Por ello, muchas de las cosas que en
otros animales son inmediatas e involuntarias, en el ser humano deben
aprenderse. Este aprendizaje es posible gracias a la existencia de tres factores: la
permeabilidad (que nos permite ser afectados por los estímulos externos y
asimilarlos), la inteligencia (que nos facilita la búsqueda de la solución más
adecuada) y un cuerpo social (que conserva aquellas respuestas que se han
mostrado adaptativas). De estos tres factores, el que más nos interesa ahora es el
último. Mediante las costumbres, las normas, las creencias... que forman la cultura,
el grupo transmite a sus nuevos miembros pautas para garantizar adecuadamente
la pervivencia individual y comunitaria.
Largo período de inmadurez. En la mayoría de las especies animales, las crías
tardan relativamente poco tiempo en hacerse adultas y autosuficientes. El niño en
cambio, está completamente indefenso y así se mantiene durante un largo período
(más del que es habitual en otras especies). Esta inmadurez tan acusada y larga
provoca que los adultos deban ocuparse más tiempo de su manutención y
cuidado. Por eso, se puede afirmar que nuestra naturaleza biológica convierte la
compañía de los otros en algo necesario.
Inexistencia de cualidades físicas destacables. Es posible afirmar que cada
especie animal posee una cualidad física que favorece su supervivencia; por
ejemplo: la velocidad en el caso de las gacelas o la fuerza en el de los tigres. En el
sentido que acabamos de ver, el ser humano no posee rasgos que le hagan
destacar físicamente frente a otros animales. Por ello, si desea sobrevivir y
prosperar, debe agruparse y trabajar en equipo.
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