El consumidor y la seguridad de los alimentos

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EL CONSUMIDOR Y LA SEGURIDAD DE LOS ALIMENTOS
De la granja a la mesa
©
Dar la lata…
El consumidor es el último
eslabón de la cadena
alimentaria y de su actuación
depende en gran medida que la
comida que se sirve en la mesa
sea segura. Pero, ¿qué
recursos tiene a su alcance
cuando sospecha que ha
comprado un alimento en
malas condiciones? Hicimos
una prueba para saberlo, con el
señuelo de una lata de
espárragos.
Los últimos tiempos han sido pródigos
en escándalos relacionados con la calidad sanitaria de los alimentos, brillando con luz propia el interminable
episodio de las vacas locas. Una de las
consecuencias más claras de esta sucesión de “crisis alimentarias” ha sido
la desconfianza reinante entre los consumidores, que se preguntan inquietos
por la eficacia de los mecanismos de
control del sistema que nos alimenta.
En realidad, la seguridad de los alimentos descansa en muy diversos
agentes, que cambian según el tramo
de la cadena alimentaria en que nos
hallemos. Todos ellos aparecen en el
esquema De la granja a la mesa.
El consumidor, que es en definitiva el
destinatario de los alimentos, desempeña un papel importante en este entramado y cuando aprecia problemas
con un producto concreto, debe usar
los mecanismos a su alcance (reclamar ante el establecimiento, el fabricante, las autoridades…), para ayudar
a la mejora del sistema. ¿Qué pasos tiene que dar? ¿Cómo reaccionan las autoridades ante los consumidores concienciados y reivindicativos?
La forma en que se
producen, transportan
y comercializan los alimentos no se organiza al libre albedrío de
la industria y el comercio, sino que debe
ajustarse a una serie
de requisitos impuestos por las autoridades
y someterse a ciertos
mecanismos de control.
EL CONTROL EN LA
UNIÓN EUROPEA
LA ADMINISTRACIÓN
ESPAÑOLA
Actualmente, la DG SANCO
(Dirección General de Salud y
Protección de los
Consumidores) se ocupa de la
seguridad alimentaria a nivel
europeo: legisla, impone a las
autoridades nacionales un
mismo nivel de exigencia,
evalúa la seguridad de los
alimentos importados y
establece cada año una serie
de riesgos que las autoridades
nacionales han de estudiar en
sus respectivos países (por
ejemplo, los residuos de
medicamentos en la carne).
El Ministerio de Agricultura
(responsable de la fase de
producción de las materias
primas y de la producción de
aceite y mosto) y el de Sanidad
(responsable del procesado de
los alimentos tras la recolección
y la matanza) legislan,
controlan las importaciones,
coordinan las inspecciones y
prestan apoyo técnico a las
comunidades autónomas; las
consejerías de Agricultura y
Sanidad tienen inspectores y
laboratorios que comprueban el
cumplimiento de la ley en
granjas, mataderos,
transportes, fábricas y
comercios, y pueden apercibir y
sancionar a los infractores.
LAS INSPECCIONES ALIMENTARIAS
4%
5%
6%
Las crisis
alimentarias no
significan que el
sistema funcione
sin control, sino
que éste no ha sido
suficiente o estaba
mal orientado. En
el año 2000, se
realizaron más de
21.100
inspecciones en
esta materia, de las
cuales, el 36%
reveló alguna
infracción.
inspecciones
con resultado
satisfactorio:
13.534
18%
infracciones
detectadas:
7.613
10%
10
Fraude en peso
o medida
Problema en la
transacción comercial
Irregularidad
en el precio
57%
OCU-COMPRA MAESTRA Nº 261 - JUNIO 2002
Adulteración
Error del etiquetado
o las condiciones
de venta
Otros
La
Red de
Alertas
Alimentarias
LA RED DE
es un sistema de la
ALERTAS
Unión Europea que
ALIMENTARIAS
pretende un rápido intercambio de información ante
cualquier problema que tenga
que ver con la seguridad de los alimentos (incluidos los piensos y alimentos
para animales destinados al consumo humano), para poder identificar y retirar del mercado
los productos sospechosos en un plazo muy breve.
Cualquiera de los miembros de la cadena alimentaria
puede dar la alerta (por ejemplo, un comerciante que recibe
la queja de varios clientes acerca de la calidad de un producto determinado o un fabricante que descubre demasiado tarde que ha
puesto en el mercado un lote de productos defectuosos).
LOS PRODUCTORES
LOS DISTRIBUIDORES
EL CONSUMIDOR
Los productores de alimentos
(agricultores, ganaderos,
industriales…) deben
garantizar la seguridad de sus
productos, mediante el
cumplimiento estricto de la
normativa que les compete.
por ejemplo:
— Deben suspender la
administración de
medicamentos al ganado con
la suficiente antelación al
sacrificio como para que no
permanezcan residuos en la
carne; lo mismo ocurre con el
uso de plaguicidas, abonos
químicos y demás
tratamientos fitosanitarios en
los cultivos, en la época previa
a la cosecha.
— Deben almacenar los
alimentos en instalaciones
adecuadas, a temperaturas
determinadas y nunca más
tiempo del estipulado.
— Deben establecer los
protocolos que regulan la
fabricación de sus productos,
con especial atención a las
etapas en las que hay mayor
riesgo de contaminaciones
químicas y microbiológicas, y
respetarlos.
Durante el transporte y la
comercialización de los
alimentos debe respetarse la
“cadena de frío” (por ejemplo,
no pueden conservarse los
productos congelados a
temperaturas demasiado
altas, que afecten
negativamente a su calidad);
hay que retirar de la venta los
productos caducados, debe
extremarse la higiene en la
exposición y manipulación de
los productos frescos
perecederos, etc.
Del consumidor depende que
un alimento sea seguro en la
fase inmediatamente anterior
al consumo, pues los malos
hábitos caseros pueden
arruinar cualquier producto,
por más sano que fuera al
comprarlo (cocinar con las
manos sucias puede causar
una intoxicación, al igual que
dejar el almuerzo largo rato a
temperatura ambiente...).
LAS OMIC
Las Oficinas Municipales de
Información al Consumidor
tienen, entre otras, la
obligación de informar, ayudar
y orientar al consumidor,
además de facilitarle la
dirección de los lugares
indicados para resolver las
dudas que hayan planteado.
Además, deben ocuparse de la
recepción, registro y acuse de
recibo de las quejas y
reclamaciones formuladas por
el consumidor y remitirlas a
los organismos
correspondientes (por eso, han
sido la primera parada de
nuestro estudio, que le
relatamos más adelante).
11
OCU-COMPRA MAESTRA Nº 261 - JUNIO 2002
LA OCU Y OTRAS
ORGANIZACIONES
Las organizaciones de defensa
del consumidor recogen las
quejas de los consumidores y
las trasladan a los lugares
adecuados, amén de ocuparse
de la divulgación de muchos
temas relacionados con la
seguridad alimentaria.
Además, algunas hacen sus
propios análisis de alimentos,
con criterios a veces más
exigentes que los de la propia
Administración. La OCU, por
ejemplo, realizó a lo largo del
año 2001, 13 análisis que
comprendían 424 productos
(pescado de acuicultura,
mejillones en escabeche,
verduras congeladas…) y
publicó otros 9 estudios
divulgativos sobre
alimentación, además de
elaborar diversos folletos
informativos y una colección
de fichas específicamente
referida a la seguridad de los
alimentos.
➫
➫ Falsa alarma
Imagínese que compra varias latas de
espárragos para abastecer la despensa de su casa. Al clavar el abrelatas
en la primera de ellas, oye lo que le
parece un escape de gas, mientras el
líquido que baña los espárragos sale
con tanta fuerza por la abertura que
le salpica la ropa. Esto le hace sospechar que se halla ante una conserva
en mal estado o, quizás, ante un lote
de conservas defectuosas…
Ésta es la historia que ha servido de
base a nuestro estudio, que se ha desarrollado en las capitales de las 17 comunidades autónomas y nos ha lleva-
VA CON SEGUNDAS
Hemos escogido la historia de la lata
de espárragos porque puede interpretarse de dos formas, de las cuales una
no tiene trascendencia desde el punto
de vista sanitario y la otra sí. Así, hemos sabido hasta qué punto son prudentes los servicios consultados:
– A veces las latas están más llenas de
lo debido (lo que puede considerarse
un defecto del envasado), y nada más
ser agujereadas, su contenido rebosa.
También es fácil confundir el ruido que
hace el aire al invadir el vacío de la lata (algo normal y debido precisamente al proceso de esterilización) con el
que haría un pequeño escape de gas al
salir fuera de la lata (lo que podría ser
indicio de la descomposición del alimento por culpa de la actividad bacteriana). Estos fenómenos inocentes
pueden provocar la alarma del consumidor.
– Por otra parte, si una conserva no se
esteriliza correctamente pueden sobrevivir en el alimento bacterias que
lo estropeen y lo conviertan en peligroso. Por eso es muy importante no
consumir latas abolladas o hinchadas
ni conservas cuyo aspecto, olor o sabor nos parezcan raros. Por suerte, la
llegada de una conserva en mal estado al mercado es casi imposible gracias a las actuales técnicas de envasado y esterilización, aunque no debe
descartarse (los casos de conservas industriales contaminadas por toxina botulínica son rarísimos, pero suelen saldarse con la muerte del intoxicado).
En una palabra, los servicios de consumo siempre deberían recomendar al
ciudadano que no pruebe un alimento
que le provoca dudas, para evitar el
riesgo, por improbable que sea.
do, durante el mes de febrero del 2002,
a ponernos en el papel de un consumidor concienciado que se pregunta
qué puede hacer ante un alimento sospechoso de provocar un problema sanitario y que se dirige, con esa duda,
a los responsables de Consumo y de
Sanidad más a su alcance (vea el recuadro Va con segundas).
Por cierto, las latas que presentamos
como prueba fueron compradas al azar
en distintos comercios y correspondían a distintas marcas; como es de suponer, estaban en perfectas condiciones, aunque sólo nosotros lo sabíamos
con certeza:
– Por una parte, acudimos a las OMIC
y las delegaciones de la Dirección
General de Consumo o de Sanidad, en
busca de información sobre qué hacer,
cómo saber si los espárragos eran o no
comestibles y qué posibilidades había
de que los analizaran. Llevábamos de
muestra algunas latas cerradas, compañeras de lote de la “sospechosa”, que
estaba supuestamente abierta en nuestra casa (normalmente, no se admite
el análisis de envases abiertos, ya que
se entiende que los alimentos pueden
haber sufrido una contaminación ambiental de origen incierto).
– Además, acudimos a los laboratorios
públicos en los que las autoridades realizan los análisis de los alimentos sujetos a inspecciones, para solicitar el
consejo de los expertos y el análisis de
los espárragos en cuestión.
Por cierto que en algunas ciudades no
supieron qué decirnos en los diversos
servicios de información y nos remitieron de un lugar a otro hasta que por fin
fuimos atendidos (cinco paseos tuvimos
que dar en Toledo, hasta que acertaron
a mandarnos al Servicio de
Salud Ambiental de la
Delegación de Sanidad).
Servicios de
información:
impera la prudencia
• Tanto en las OMIC como en las delegaciones contamos nuestra historia
y esperamos la reacción.
– En general, imperó la prudencia, pues
casi en ocho de cada diez ocasiones nos
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OCU-COMPRA MAESTRA Nº 261 - JUNIO 2002
Si usted compra un alimento cuya calidad sanitaria le provoca dudas, empiece
por no consumirlo y calcule el perjuicio
tanto económico como sanitario que entraña; no siempre el asunto será tan grave como para embarcarse en un periplo
1
LA RESPUESTA
MÁS DESPREOCUPADA
Tira el producto a la basura y no hace
nada: es la actitud de los que
consideran que el perjuicio es mínimo y
las molestias de reclamar grandes, una
actitud comprensible, pero poco
constructiva (y despilfarradora).
Tres vías a su alcance
similar al de nuestra investigación.
A veces, la responsabilidad será a todas
luces del vendedor (un brik aplastado o
caducado, un pescado poco fresco o mal
etiquetado…). Otras veces, todo apuntará
a un error del fabricante (un envase con
menos contenido del anunciado, una conserva de aspecto anormal...). Dependiendo
de lo que desee, le conviene adoptar una
u otra táctica.
2
3
LA SOLUCIÓN
MÁS PRÁCTICA
Se dirige al establecimiento donde
compró el producto y pide que se lo
cambien por otro o que le devuelvan el
dinero, o bien contacta con el fabricante
con idénticas intenciones. Ésta es la
actitud de quien no quiere perder
dinero inútilmente ni quedarse con
productos de los que no se fía, pero no
considera el caso lo bastante grave
como para dejar constancia oficial de su
queja: por desgracia, en la mayoría de
las comunidades autónomas los
comercios dedicados a la alimentación
no están obligados a tener hojas de
reclamación, por lo que el problema
sólo traspasará las fronteras de la
tienda si el propio vendedor o el
fabricante ven motivos para informar a
los servicios de Sanidad o Consumo.
Eso sí, cuando la compra se haya hecho
en un comercio que abarque diversos
ramos, pueden utilizarse las hojas de
reclamación de otras secciones.
¿ATIENDEN SU PETICIÓN?
SÍ.
NO.
Lo más normal es que el
establecimiento no
ponga ninguna pega,
aunque es importante
presentar el tique de
compra (por eso
conviene conservarlo
durante una
temporada). También es
probable que el
fabricante le atienda,
aunque su respuesta no
será instantánea como
la del vendedor.
Diríjase a la OMIC de su
ayuntamiento, a una
delegación de la
Consejería de Consumo
de su comunidad
autónoma o a una
asociación de
consumidores y
presente una
reclamación, junto con
el tique de compra; ellos
reclamarán el dinero al
establecimiento ( si está
adscrito a las Juntas
Arbitrales de Consumo,
el asunto se resolverá
allí).
EL RECURSO
DE LOS CASOS
EXCEPCIONALES
NUES
TRO
ESTUD
IO
No sólo le importa recuperar el dinero
sino que quiere saber si el producto
puede consumirse o no, porque cree
que es susceptible de causar un daño
grave.
Acuda a la OMIC a presentar una
reclamación (es gratuito) y a solicitar el
análisis del producto (no le cobrarán
nada por hacerlo cuando medie una
reclamación). También puede acudir a
la Dirección General de Consumo o
Sanidad para el mismo fin.
A veces, la OMIC recoge el producto y
se ocupa de enviarlo al laboratorio y de
remitirle los resultados al consumidor.
Si no, será éste quien tenga que llevar el
alimento sospechoso y la copia de la
reclamación al laboratorio.
Si el laboratorio encuentra defectos, los
servicios de consumo localizarán al
fabricante del producto, para suspender
su distribución y retirar del mercado las
existencias ya en venta.
Sepa que siempre es posible hacer
analizar un alimento, por el simple
método de llevarlo a un laboratorio
privado, donde le cobrarán por realizar
los análisis.
13
OCU-COMPRA MAESTRA Nº 261 - JUNIO 2002
recomendaron no consumir la lata que
ya habíamos abierto ni tampoco las
otras que habíamos comprado en el mismo lote. En algunos casos, además, nos
dijeron que esperásemos a obtener los
resultados del análisis para decidir si finalmente podíamos o no comernos los
espárragos; también hubo quien aconsejó simplemente devolver el producto
a la tienda y quien no dio ninguna recomendación adicional.
– Sin embargo, en otros seis lugares nos
aconsejaron deshacernos de la lata
abierta y quedarnos con las cerradas,
aunque tampoco fueron capaces de asegurar categóricamente su inocuidad (en
Santander, llegaron a mencionar el problema del exceso de contenido y en
Valencia, no se pronunciaron hasta haber observado el aspecto de las latas
cerradas).
– Sólo en una ocasión le quitaron hierro al asunto y nos dijeron que nos comiéramos todas las latas, incluida la
abierta, salvo que los espárragos tuvieran mal aspecto o mal olor, o estuvieran caducados (OMIC de Sevilla).
• Pero quisimos saber más e insistimos
en cómo podíamos asegurarnos de que
las latas no encerraban ningún peligro.
Esta vez, el 64% de las respuestas fue
correcta a nuestro juicio: “sólo analizando los espárragos se sabría con certeza si podíamos comérnoslos o no”.
En el resto de los casos, las respuestas variaron entre el desconocimiento
(en el Instituto Catalán de Consumo
de Barcelona “no saben qué se hace en
estos casos”), la falta de rigor (“no se
puede saber si hay riesgo aunque se
analice”), el traspaso del problema al
establecimiento (“devuélvalos a la tienda que allí sabrán qué hacer”) y lo inexplicable (en la Agencia Regional de
Sanidad Ambiental y Consumo de
Oviedo aseguran que “sólo analizan
cuando se intoxica mucha gente”).
• La última pregunta que teníamos preparada pretendía desvelar a dónde había que ir para analizar los espárragos.
– En el 40% de los casos, no hizo falta
desplazarse, pues allí mismo, es decir,
en la OMIC o en el servicio pertinente
de Consumo, se ocupaban de todo: recoger nuestras inocentes muestras, enviarlas al laboratorio y comunicarnos
los resultados, todo de manera gratuita y, eso sí, previa presentación de una
reclamación en esas mismas dependencias (sólo en la Delegación de la
Consejería de Consumo de Santander
era innecesario ese trámite).
➫
otros lugares nos informaron de
➫ –queEnnosotros
mismos deberíamos llevar las muestras al laboratorio junto
con la copia de nuestra reclamación
(18% de los casos).
– El resto de las respuestas fue variopinto y volvió a salir a la luz el desconocimiento de algunos (otra vez no saben qué hacer en el Instituto Catalán
de Consumo…), la incongruencia de
otros (en Oviedo el laboratorio está sólo para analizar tras una intoxicación
múltiple…) y el desconcierto de los
restantes (en seis lugares nos remiten
a otros organismos en busca de la respuesta que ellos no tienen).
Al laboratorio
El otro escenario de nuestras pesquisas fueron los catorce laboratorios municipales o autonómicos en los que era
posible el acceso a los particulares. En
ellos, volvimos a sacar nuestra historia a relucir, mostramos nuestras atribuladas latas y preguntamos si podíamos dar cuenta de ellas y si era posible
analizarlas.
• Por lo que respecta al consumo, los
laboratorios también fueron mayoritariamente prudentes, pues en nueve de
ellos nos recomendaron no consumir
ninguna de las latas compradas (al igual
que en los servicios de información al
consumidor, hubo quien añadió que era
mejor esperar a los análisis para levantarles el veto a los espárragos, quien
opinó que debíamos devolver el producto a la tienda y quien no ofreció, a
COMER O NO COMER…
Ninguna lata
75%
Todas
las latas
4%
Esperar al
análisis
27%
Reclamar
a la tienda
22%
Sólo las
latas
cerradas
21%
No consumir,
sin más
26%
Aquí se condensan las respuestas de los 61
organismos consultados (OMIC, Delegaciones
y laboratorios), acerca de la posibilidad de
consumir o no un lote de latas de espárragos
entre las que se hallaba una lata de
comportamiento sospechoso. Se impuso la
lógica: mejor abstenerse que arriesgarse.
Propósito de enmienda
Tras la ineficacia mostrada por el sistema actual para controlar las últimas crisis alimentarias, la UE ha puesto en marcha grandes reformas cuyo espíritu se recoge en el Libro Blanco sobre Seguridad Alimentaria y cuya promoción correrá a cargo de la Autoridad Alimentaria Europea (AEA)
y sus equivalentes nacionales, que contarán con la representación de científicos, políticos y consumidores.
Uno de los pilares de la reforma prevista es la imposición del principio de
precaución, según el cual es prioritario preservar la seguridad del consumidor ante la mínima sospecha de riesgo. También se pretende informar
con claridad y sin ocultación de datos a la opinión pública, en materia alimentaria.
priori, más explicaciones).
En otros cuatro laboratorios nos dijeron que sólo deberíamos comernos el
contenido de las latas cerradas, pero
lo hicieron con un aplomo mucho mayor que el de los inseguros servicios
de información al consumidor (en
Pamplona, llegaron a inspeccionar,
abrir y probar una de las latas antes
de pronunciarse, en lo que podría considerarse un somero análisis).
Sólo en Valladolid nos aseguraron que
podíamos comernos todos los espárragos, estuvieran abiertos o no, aunque era “mejor tirarlos que
comerlos con aprensión,
pues la autosugestión puede hacer que la comida
siente mal”; este consejo nos parece temerario.
• En cuanto a la petición
de analizar nuestras muestras, sólo ocho laboratorios la aceptaron con naturalidad, aunque nos aconsejaron, con muy buen criterio, que
hiciéramos previamente una denuncia
oficial en la OMIC o en los servicios
municipales pertinentes, para que las
pruebas nos salieran gratis (en Madrid,
Palma de Mallorca y Valladolid era un
requisito necesario); en otros cinco,
aunque admitieron la posibilidad de
proceder de igual manera, nos desaconsejaron las pruebas por encontrarlas innecesarias.
En Zaragoza explicaron que sólo hacían análisis de agua y en La Coruña que
sólo actuaban por mandato de la
Consejería de Salud.
Inocencia probada
A día de hoy, seguimos recibiendo los
resultados de los análisis que solicitamos, ya fuera por intermediación de la
14
OCU-COMPRA MAESTRA Nº 261 - JUNIO 2002
OMIC o los servicios de consumo ya
fuera por petición directa. En muchos
casos, esta espera no nos sorprende,
pues ya fuimos avisados de la lentitud
del proceso (seis meses de plazo nos
pronosticaron en Logroño); en otros
casos, la sorpresa es agradable por el
motivo contrario: poco más de una semana tardó el laboratorio de Santander
en darnos el visto bueno para comernos los espárragos.
Puesto que nos hemos servido de los servicios públicos para investigar un alimento
que
sabíamos
inocente, hemos terminado
por desvelar nuestra identidad y nos hemos
ofrecido a pagar
los costes ocasionados. Vayan
aquí nuestras
disculpas.
Conclusiones
Lo peor que puede hacer un consumidor ante un producto en mal estado es
cruzarse de brazos. Sin embargo, no
suele merecer la pena poner en marcha la actuación de los servicios que
se ocupan oficialmente de las inspecciones (en especial de los laboratorios)
y conviene dejar este recurso para las
veces en las que creamos hallarnos ante un caso realmente peligroso (ejemplo de lo que podrían haber sido nuestros espárragos) o ante un problema
reiterado (las denuncias de los consumidores cuando aprecian problemas
en el agua corriente –aspecto turbio,
malos olores...– alertan muchas veces
a las autoridades de la existencia de
un problema en las canalizaciones).
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