La Responsabilidad Penal de las personas jurídicas según los

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La Responsabilidad Penal de las personas jurídicas según los
recientes pronunciamientos de la Fiscalía General del Estado y
del Tribunal Supremo.
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Abril 2016
Analizamos a continuación la interpretación del nuevo régimen de responsabilidad penal
corporativa, introducido en el Código Penal por la Ley Orgánica 1/2015.
Comenzaremos por el exhaustivo contenido de la Circular 1/2016 de 22 de enero, de
la Fiscalía General del Estado (FGE), para a continuación referirnos a las
puntualizaciones introducidas por la más reciente Sentencia nº 154/2016, de 29 de
febrero, de la Sala Segunda del Tribunal Supremo (TS) y las discrepancias
expresadas en el Voto Particular de esta última, firmado por 7 de los 15 Magistrados
que componen el Pleno de la Sala, finalizando con unos someros comentarios al respecto
de las conclusiones que se pueden extraer de todo ello:
1. Circular 1/2016 de la FGE
La FGE ha sido la primera en analizar el nuevo régimen de responsabilidad corporativa,
y lo hace además de forma exhaustiva.
Pedro Jiménez Rodríguez
Director de Compliance | Corporate
Defence del despacho de Abogados
LENER.
1.1. Caracteres generales del modelo de atribución de responsabilidad penal
a las personas jurídicas
La responsabilidad penal sigue basándose en el principio de culpabilidad,
descartándose un reproche objetivo.
La atribución de responsabilidad es vicarial o de transferencia hacia la persona
jurídica de las consecuencias penales de la actuación de personas físicas. La
corporación es responsable cuando omite el debido control (implementación de
medidas de precaución).
No obstante ser vicarial, la responsabilidad de la persona jurídica es autónoma:
no requiere que se acredite antes la atribución subjetiva a personas físicas
concretas.
José Antonio Iglesias Puerto
Asociado Departamento Mercantil |
Corporate Defence del despacho de
Abogados LENER.
La acusación deberá probar que el delito se ha cometido en el seno corporativo
debido al ineficiente control por la empresa; a su vez, ésta deberá acreditar que
sus programas de cumplimiento eran eficaces, pero que los autores materiales
consiguieron burlarlos.
1.2. Delitos imputables a las personas jurídicas
Se mantiene el sistema introducido en 2010, que descarta un régimen de
imputabilidad general, y por contra exige previsión expresa en cada tipo
penal de la atribución de responsabilidad.
La reforma de 2015 amplía la responsabilidad al delito de falsificación de moneda
y al nuevo delito de financiación ilegal de partidos políticos.
1.3. Personas físicas que pueden transferir responsabilidad a las jurídicas
La nueva regulación prescinde del concepto de “administrador de derecho o de
hecho”, para referirse a los integrantes de los órganos autorizados para tomar
decisiones en nombre de la persona jurídica, o quienes ostenten facultades de
organización y control.
Esta conceptualización abarca a las siguientes personas:
Luis Sanz Gil
Abogado Senior Procesal |
Corporate Defence del despacho de
Abogados LENER.
a) Los representantes legales.
b) Los administradores de hecho que trasciendan a los mandos intermedios,
pudiendo impartir instrucciones incluso a los administradores de derecho.
c) Cargos y mandos intermedios con facultades de organización y control,
incluidas las de vigilancia y control tendentes a prevenir delitos (entre ellos,
por tanto, el “Compliance Officer”).
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1.4. El beneficio directo o indirecto
Este concepto sustituye al anterior de “provecho”, y permite extender la
imputación a casos en los que los réditos de actividades delictivas trascienden
el puro provecho económico directo (incluyendo ahorros de costes, beneficios
estratégicos, intangibles o reputacionales).
En todo caso, se excluyen los réditos que la persona física autora material pudiere
obtener, si no confluyen con otros que redunden en pro de la corporación.
lener.es
[email protected]
Se hace mención específica a la relevancia de este aspecto en relación a los únicos
cuatro delitos que admiten la comisión imprudente reprochable a las personas
jurídicas: (i) las insolvencias punibles, (ii) los delitos contra los recursos naturales
y el medio ambiente, (iii) el blanqueo de capitales y (iv) la financiación del
terrorismo.
1.5. El incumplimiento de los deberes de supervisión, vigilancia y control
Las infracciones al principio general de diligencia han de ser graves,
considerando que para los casos en que se aprecie un incumplimiento de menor
relevancia, procederá la imposición de sanciones administrativas, en su caso (sin
perjuicio de que en el proceso penal la empresa se vea afectada por declaración
de responsabilidad civil).
Remarca que la regla general es que el deber de supervisión es una de las
atribuciones que, por Ley, tienen los administradores, con carácter indelegable.
Con ello se evita que la delegación de funciones y el principio de confianza propios
de la actividad societaria se utilicen como excusa por parte de los administradores
para desatender los deberes de supervisión, vigilancia y control que les competen
personalísimamente.
Como consecuencia, la conducta (omisiva, negligente o permisiva) del encargado
del control se convierte en determinante para la transferencia de responsabilidad
penal a la sociedad.
1.6. Imputabilidad de las personas
imputables e inimputables
físicas
y
las
jurídicas;
entidades
La FGE aclara que la responsabilidad de los entes colectivos no será nunca
escudo o medio para eludir las responsabilidades individuales, cuestión que
considera clara por la diferenciación de los regímenes de responsabilidad
establecidos en los artículos 31 y 31 bis, compatibles y no excluyentes entre sí.
Destaca que se considera al margen del sistema punitivo del 31 bis a las
sociedades de tipo instrumental, constituidas con el único o principal objetivo
de servir a la comisión de actividades criminales, para las que procederá aplicar
la doctrina del levantamiento del velo.
También la descarta en aquellos casos en los que se concluya que existe una
identidad absoluta y sustancial entre el ente y sus gestores, casos en los
que sólo procederá aplicar las penas correspondientes a estos últimos, habida
cuenta del solapamiento de voluntades (riesgo especialmente alto en caso de
empresas pequeñas); se evita así un riesgo de infracción del principio non bis in
ídem, y se alcanza un resultado más acorde a la realidad de las cosas.
1.7. Personas jurídicas exentas de responsabilidad
El artículo 31 quinquies excepciona el régimen de responsabilidad penal
corporativa en el ámbito del sector público, pero no de forma total. Diferencia
a este respecto la FGE entre sector público administrativo, fundacional y
empresarial.
Sólo en el último caso será posible la imputación, limitando las consecuencias
punitivas a la aplicación de las penas previstas en las letras a) y g) del artículo
33.7 (multa e intervención judicial, descartándose por tanto las de disolución,
suspensión del ejercicio de actividades, etc.).
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1.8. Los modelos de organización y gestión de riesgos penales
En el apartado 5 de la Circular se aborda la regulación de estos modelos como
aspecto más novedoso de la reforma.
 Enfoque general: la FGE opina que, por su “evidente finalidad preventiva”,
deberían preverse estos controles en la legislación mercantil y no en la penal
(no son “una suerte de seguro ante la acción penal”), ya que en puridad, su
objetivo no es evitar la sanción penal, sino promover una verdadera cultura
ética empresarial de respeto a la Ley, por lo que el modelo debería focalizar
el cumplimiento de la legalidad en general, no sólo la penal.
Se diferencia un doble régimen de exención, según el autor material sea
un administrador o dirigente, o un subordinado: en el segundo caso, se da
más relevancia a la capacidad eximente del modelo, mediante acreditación de
su idoneidad, consideraciones aparte de la dificultad práctica de esta
acreditación, ante el hecho concluyente de haber sido burlados sus controles
por el empleado o mando intermedio autor material del delito.
 Requisitos de los modelos de organización y gestión: como mínimo,
deben cumplir estas condiciones:
a) Contener medidas de vigilancia y control idóneas para prevenir delitos o
reducir el riesgo de comisión (prevención y detección).
b) Ser claros, precisos y eficaces y constar por escrito.
c) Personalizados según el tipo de empresa y sus riesgos, considerando
factores como: (i) tipología de clientes, (ii) de productos, servicios u
operaciones, (iii) áreas geográficas, (iv) volumen de operaciones, etc.
d) Contar con procedimientos eficaces de gestión de esos riesgos, en
particular a través de aplicaciones informáticas en empresas de cierto
tamaño.
e) Los procedimientos de formación de la voluntad de los órganos decisorios
deben garantizar altos estándares éticos, inclusive para la designación
de sus componentes.
f) Previsión de protocolos específicos de protección al denunciante frente
a represalias por utilización del canal de denuncias (“whistle-blower”).
g) Previsión de un sistema disciplinario adecuado.
h) Verificación periódica del modelo, detallando plazo y procedimiento
(que no se especifican en el artículo 31 bis).
1.9. El oficial de cumplimiento (“Compliance Officer”)
La organización interna de la compañía (o grupo) debe contar con un órgano
específico de cumplimiento y supervisión, con autonomía e independencia
funcional.
 Posicionamiento e integrantes: el departamento ha de estar compuesto
por un número adecuado de personas, acorde a la envergadura de la empresa,
y con formación y autoridad apropiada.
Su misión esencial será participar en la elaboración de los modelos de
organización y gestión de riesgos y asegurar su buen funcionamiento. Para
ello, debe disponer de los medios adecuados y tener acceso a los procesos
internos.
Debe ser necesariamente un órgano de la persona jurídica, en aras a
garantizar el contacto diario con la actividad corporativa, pero no implica
que deba asumir todas las tareas que configuran el cumplimiento normativo;
así, podrá supervisar el funcionamiento general de otras áreas de
cumplimiento normativo.
 Independencia y autonomía funcional: esta exigencia es difícil de
congeniar con el hecho de que será el órgano de administración quien le
designe, por lo que el modelo debe prever los oportunos mecanismos de
gestión de conflictos de interés.
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 Relación entre la responsabilidad penal del oficial de cumplimiento y
de la entidad: a priori, el Compliance Officer es uno de los órganos cuya
actuación puede transferir responsabilidad a la persona jurídica, por su
incardinación entre los órganos decisorios comprendidos en el apartado 1, a)
del artículo 31 bis.
Ello implica también la posibilidad de ser personalmente responsable por
omisión, como otros directivos (p.ej., por ignorar un caso comunicado a
través del canal de denuncias, y que él pudiera haber impedido que se
consumase).
1.10. Régimen especial de compañías de reducida dimensión:
Se determinan según un criterio contable: las que puedan formular cuenta de
pérdida y ganancias abreviada[1].
La única peculiaridad consiste en dispensarlas de la obligatoriedad de contar
con un Compliance Officer, pudiendo asumir sus funciones el órgano de
administración.
Se aclara que los modelos de prevención deben acomodarse a su estructura
organizativa, no comparable a la de grupos o empresas complejas.
La FGE advierte de la alta probabilidad de confusión entre la actuación de la
persona física a la que incumbe el deber de vigilancia y su condición de órgano
de cumplimiento, por lo que se deberá extremar la prudencia en la imputación
para evitar una posible situación de inconstitucionalidad por infracción del
principio non bis in ídem.
1.11. Criterios de valoración de los modelos de organización y gestión:
Considerando los anteriores puntos, la FGE ha uniformado los siguientes criterios
de interpretación para valorar la adecuación y eficacia de estos modelos:
a)
b)
c)
d)
e)
f)
g)
h)
No pueden ser entendidos como salvoconducto de impunidad de la
corporación.
Su finalidad no es solo evitar la sanción penal, sino promover una verdadera
cultura ética empresarial: plasmación de un compromiso corporativo que
disuada de cometer delitos.
Las certificaciones de idoneidad no tendrán valor como elemento
adicional de la eficacia del programa, ni sustituyen la valoración que
compete exclusivamente a los Tribunales.
La eficacia depende del inequívoco compromiso y apoyo de la alta
dirección de la compañía.
En la valoración de la responsabilidad corporativa debe hacerse una
ponderación del beneficio que redunde directamente en la compañía, y
aquéllos que lo hagan personalmente en el delincuente (autor material) y
sólo tangencialmente en la entidad.
Aunque el Código Penal no hace referencia expresa, junto a la prevención,
es esencial la detección de conductas delictivas, hasta el punto que la FGE
da instrucción específica de solicitar la exención de la persona jurídica
cuando haya sido capaz de detectar el delito y comunicarlo a la autoridad.
En caso de comisión de un delito cuando la corporación cuente con un modelo
ya implementado, deberá valorarse la eficacia del modelo.
La experiencia anterior y simultánea también se tendrá en cuenta para
determinar el grado de responsabilidad y la eficacia del modelo;
positivamente, si el delito es un caso puntual, y se acredita la detección o
prevención de otros, o negativamente, si se evidencia que el modelo se ha
adoptado como mero mecanismo exculpatorio cuando la entidad carece de
una verdadera voluntad o cultura de cumplimiento.
[1] Pueden presentar Cuenta de PyG abreviada aquellas empresas que cumplan dos de los tres criterios siguientes durante
al menos dos ejercicios consecutivos: (i) total activo inferior a 11.400.000 €, (ii) importe neto de la cifra de negocio
inferior a 22.800.000 €, (iii) número medio de trabajadores inferior a 250.
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i)
También se evaluarán las actuaciones posteriores a la comisión del delito,
en particular la adopción de medidas disciplinarias y la revisión del modelo,
así como la aportación de pruebas en la instrucción, que sin perjuicio de
estar expresamente previstas como atenuantes, permiten llegar a la
exención. En sentido contrario influirán conductas como el retraso en
denunciar, la ocultación, la obstrucción o la falta de colaboración con la
Justicia.
2. Sentencia nº 154/2016 del TS
El TS sigue sustancialmente la misma interpretación que la FGE, cuya Circular 1/2016
cita varias veces; destacamos a continuación aquellos aspectos que consideramos más
destacables de su resolución, y en particular, los puntos en los que matiza o se separa
del criterio de la FGE:
2.1. Premisas generales de imputación de las personas jurídicas:
El TS comienza aclarando su postura sobre la base de que los derechos a la
tutela judicial efectiva, la presunción de inocencia, al juez legalmente
predeterminado, al proceso con las debidas garantías, y otras de raigambre
constitucional, son también invocables por las personas jurídicas que sean parte
de las actuaciones.
Como premisa esencial de imputación ha de determinarse si el delito cometido
por una persona física en el seno de una entidad, ha sido posible o facilitado por
la ausencia de una cultura de respeto al Derecho, que habría de manifestarse
en algunas formas concretas de vigilancia y control, más allá de la existencia de
modelos de organización y gestión de riesgos.
Con fundamento en el principio de no responsabilidad por hecho ajeno, el
TS rechaza el criterio de la FGE de que se trate de una responsabilidad por
transferencia o de tipo vicarial.
2.2. Los modelos de vigilancia y control y la carga probatoria:
Sobre la naturaleza jurídica de estos protocolos, el TS discrepa de la FGE, que
sostiene que tienen la consideración de excusa absolutoria (elemento vinculado a
la punibilidad, esto es, a la posibilidad legal de castigar a alguien por cometer un
crimen). Según el TS, si estos protocolos existen y son adecuados, suponen la
“inexistencia misma” de infracción penal reprochable a la persona jurídica.
Como consecuencia de lo anterior, entiende el TS que corresponde a la
acusación probar la responsabilidad de la entidad: que carece de una
verdadera cultura de respeto a la norma. Desde la perspectiva opuesta, las
medidas de control implementadas en el seno de la corporación deberán
evidenciar una voluntad seria de reforzar la virtualidad preventiva predispuesta
en las normas.
2.3. Aspectos procesales no resueltos en la reforma:
Desde esta perspectiva, especialmente vinculada al derecho de defensa y a la
tutela judicial efectiva, el TS advierte que sigue vigente el interrogante del
régimen procesal que debe tener la designación de la persona física
representante de la persona jurídica en el procedimiento, cuestión de especial
relevancia en los casos en que pueda existir un conflicto de interés entre los
representantes o administradores y la compañía, y se hace alusión específica a
tres supuestos:
a) Aportación por la sociedad de datos de la actuación personal de la persona
física autora material del ilícito, que pudieren suponer la aplicación de una
atenuante para aquélla;
b) Pago de la responsabilidad civil;
c) Alcance rápido de un acuerdo de conformidad.
El TS hace alusión expresa al Borrador del Código Procesal Penal de 2013, en el
que se contemplaba la atribución de esta representación al Compliance Officer,
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opción que no ha sido introducida, sin embargo, en la reciente reforma de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal.
A pesar de la incógnita, que corresponderá resolver al Legislador, el TS remarca
que lo determinante es que no se cause indefensión procesal, cuestión que
con el actual sistema habrá que examinar caso por caso, y con especial cautela
en las fases de instrucción y enjuiciamiento.
Por el contrario, concluye que no se aprecia este riesgo en los casos de
sociedades pantalla o meramente instrumentales de la actividad criminal.
2.4. La actuación de los representantes como presupuesto de punibilidad:
A este respecto, el TS señala que la actuación de los administradores (a lo que
habría que añadir la de los otros sujetos contemplados en el artículo 31 bis,
apartado 1º) opera como requisito precedente necesario para el ulterior
pronunciamiento acerca de la responsabilidad penal propia de la entidad. Por
tanto, para que la actuación de la compañía cumpla el principio de tipicidad
(encaje en la norma penal) requiere la existencia de infracción penal cometida
por la persona física, unida a la ausencia de un debido control.
2.5. Especial consideración de los efectos socio-laborales en la aplicación de
las penas:
El TS también trata la ponderación de las circunstancias en la aplicación
de las penas previstas para las personas jurídicas, considerando en particular
los dos factores siguientes:
a) la relevancia del delito respecto de la actividad legal de la compañía, y
b) los intereses de terceros afectados, ajenos a cualquier género de
responsabilidad.
En el caso concreto, el TS revoca la pena de disolución para una de las sociedades
encausadas, por aplicación del artículo 66 bis, 1º, b) CP, considerando que la
compañía da empleo a más de 100 trabajadores. Y siguiendo la misma
perspectiva, acuerda el pago fraccionado de la pena de multa, de acuerdo con el
artículo 53.5 CP.
2.6. La personalidad de las sociedades pantalla o meramente instrumentales:
A este respecto, el TS mantiene el criterio de que sí procede acordar la disolución
de las compañías utilizadas como instrumento del crimen, postura que
aparentemente se aleja de la sostenida por la FGE (pags. 27 y siguientes de la
Circular), que defiende que respecto de este tipo de entidades no procedía aplicar
el 31 bis (vid. apdo. I.6 de esta Nota).
Sin embargo, el TS matiza que procede declararlo así en cuanto que este tipo de
entidades nacen con finalidad delictiva exclusivamente, por lo que carece de
sentido ponderar la existencia de mecanismos de control y, por ende, de una
cultura de respeto o desafección hacia la norma, de modo que carecen de
verdadera personalidad jurídica en términos de licitud, y en todo caso,
procedería declarar la disolución, si no se hubiera recurrido al artículo 31 bis en
la anterior instancia del proceso, por aplicación del 129, como consecuencia
accesoria.
2.7. El concepto de provecho o beneficio directo o indirecto:
El TS adopta una interpretación amplia: considera como tal cualquier ventaja,
incluso la simple expectativa, y referida no sólo al lucro empresarial, sino
también relacionado con la mera subsistencia de la empresa, por lo que se
cumple este requisito en el caso de las sociedades pantalla. Su apreciación debe
hacerse caso por caso, según las circunstancias concurrentes.
Coincide, por tanto, con el criterio de la FGE, que sostienen una apreciación
objetiva y “de tendencia” (no se exige que se alcance ese beneficio, sino sólo
que se persiga) de este requisito.
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3. Voto Particular de la Sentencia nº 154/2016 del TS
Interesa destacar el especial valor del Voto Particular, firmado por 7 de los 15
miembros del Pleno del TS, pues como en el mismo se expresa, muchas de las
cuestiones tratadas en la Sentencia son “obiter dicta”, es decir, que el TS ha
considerado conveniente pronunciarse sobre ciertas cuestiones adicionales a las
explícitamente planteadas en el caso enjuiciado, para explicar bien su criterio, sin
perjuicio de que no decidan la cuestión controvertida, y por tanto, no forman
Jurisprudencia.
3.1. Consideración de la ausencia de una cultura de respeto al Derecho como
elemento del tipo objetivo:
El TS considera a este respecto que debería ser probado en cada caso concreto
por la acusación, mientras que los Magistrados que firman el Voto Particular
precisan que los presupuestos objetivos de la responsabilidad penal que debe
probar la acusación son los expresamente definidos en los párrafos a) y b) del
apartado 1º del artículo 31 bis:
a) que el delito haya sido cometido (i) en nombre o por cuenta de la entidad y
(ii) en su beneficio directo o indirecto, (iii) por sus representantes legales u
otros cargos legitimados para tomar decisiones, o
b) que el delito haya sido cometido (i) en el ejercicio de las actividades sociales
y (ii) por cuenta y en beneficio directo o indirecto de las mismas, (iii) por
personas físicas sometidas a la autoridad de los anteriores, y (iv) se hubiere
incumplido gravemente el deber de debido control.
No obstante, precisan que no cabe exigir a la acusación acreditar un
presupuesto “de carácter evanescente y negativo”, como es demostrar que
el delito ha sido facilitado por la ausencia de una cultura de respeto al Derecho.
En opinión de estos 7 Magistrados, correspondería a la persona jurídica
investigada alegar la concurrencia de esa ética corporativa y aportar una
base racional para que pueda ser constatada la disposición de estos elementos
de control. El sustento normativo de esta interpretación está en el artículo 31 bis,
apartado 2º, a efectos de atenuación.
3.2. La función de exención de los mecanismos de prevención y control:
A este respecto, los 7 Magistrados firmantes del Voto Particular enfatizan que el
Legislador ha configurado estos modelos de organización y gestión de riesgos
penales con una función de exención.
Y en relación con lo mencionado en el punto anterior, advierten que si se incorpora
como elemento del tipo objetivo la exigencia de acreditar la inexistencia de una
cultura de respeto al Derecho, ello supone “incorporar un elemento
evanescente al núcleo del tipo”. Por ello, remarcan que la interpretación que
defienden los otros 8 integrantes de la Sala se opone al principio de certeza de
la norma penal, intrínseco al principio de tipicidad, que exige que los supuestos
en los que la Ley establezca responsabilidad penal deben estar descritos en la
norma con la mayor precisión posible.
4. Conclusiones
Finalizamos el análisis de la cuestión con unos breves comentarios que entendemos
se pueden extraer de estas primeras opiniones autorizadas emitidas por dos de las
más altas instituciones del Estado con competencias en materia penal:
1.
Respecto de la conceptualización de los modelos de control y gestión de riesgo,
y de la más volátil o “evanescente” cultura de respeto al Derecho, (siguiendo
los términos del Voto Particular), en nuestra opinión es más acertada la tesis
defendida por los 7 Magistrados disidentes. En efecto, parece más acorde a la
finalidad que están llamados a cumplir estos protocolos, considerarlos como
causa de exención, interpretación que, además, se ajusta mejor a la
literalidad del Código Penal.
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2.
Además, la acreditación de su disponibilidad y cumplimiento efectivo no
contradice la consumación del delito, ni siquiera la obtención de beneficios
directos o indirectos por la compañía, pero aun así cabría que ésta se acogiera
a la exención, en caso de poder demostrar una voluntad seria y decidida de
controlar este tipo de actuaciones criminales, que habrían conseguido burlar el
debido control. Nótese que todas las opiniones analizadas coinciden en señalar
que por muy exhaustivo que sea el control empresarial, siempre cabrá la
posibilidad de que se materialice la comisión de un delito en el seno corporativo.
3. En pro de la tesis mayoritaria, cabría deducir la concurrencia de este discutido
requisito (de tipicidad o de punibilidad) de: (i) la prueba misma de los hechos
delictivos, (ii) la constatación de la repercusión provechosa para la entidad
(beneficio directo o indirecto) y (iii) la falta de aportación por ésta de prueba
suficiente de la disponibilidad y aplicación efectiva de un modelo de prevención
y gestión.
4. En cuanto a la iniciativa probatoria, si se consolida la tesis de la exención, es
claro que la compañía encausada deberá cuidar de preparar su defensa sobre la
base de poder acreditar la disponibilidad y observancia efectiva de un modelo
de prevención y gestión de riesgos. Si por el contrario se consolida la tesis de
la tipicidad objetiva, aunque la carga probatoria pese sobre la acusación, ésta
podría solicitar la práctica de diligencias probatorias en la fase de instrucción
tendentes a confirmar su disponibilidad y el grado de observación en el seno de
la empresa.
En definitiva, sea cual sea la postura que finalmente consolide la Jurisprudencia, es
indiscutible que resulta más que recomendable que las empresas se doten de un
sistema de prevención y gestión de los riesgos penales ajustado a su sector de
negocio y a su estructura organizativa, huyendo tanto de modelos estandarizados
que no serían hábiles para evidenciar una voluntad decidida de implementar una cultura
de respeto al Derecho, como de una estructura de cumplimiento normativo hipertrofiada
que no resultase operativa y, por tanto, pudiere correr el riesgo de ser ignorada en la
gestión corriente del negocio.
Pedro Jiménez, José Antonio Iglesias & Luis Sanz
Área Especializada en Compliance | Corporate Defence del despacho de Abogados
LENER.
Lener es uno de los principales despachos de abogados en España con oficinas en Madrid, Barcelona, Oviedo, Vigo, Valladolid y
Sevilla.
Lener es miembro de Unilaw y Biolegis.
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